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83 5 La última batalla del MIR: Londres 38 Londres 38 es el único capítulo en el que no hay un único individuo que conduzca la narrativa. La razón es que, independientemente de las divisiones que existían entre los sobrevivientes y familiares acerca del futuro del edificio, en 2008 había emergido otra dicotomía: entre la coalición de centro-izquierda encabezada por Bachelet y la izquierda radicalizada de la época de Allende; y en particular, los remanentes del partido revolucionario conocido como el MIR. La lucha por la creación de un Sitio de Memoria en Londres 38 es una lucha diferente de las demás. Hacia fines de 1973, el gobierno dictatorial se dio cuenta de que la ocupación del Estadio Nacional tenía que terminar cuanto antes. La prensa internacional seguía sin convencerse de que a los detenidos no se les maltrataba. Dos semanas después del Golpe, el cardenal de Chile, Raúl Silva Henríquez, le exigió al coronel a cargo tener acceso al recinto. Allí, impresionado al encontrarse con varias personas a las que conocía y respetaba, habló con muchos de los detenidos. 1 Algunos días después, fundaba el Comité de Cooperación por la Paz en Chile, que funcionó hasta fines de 1976, para ser reemplazado por la «Vicaría de la Solidaridad», organismo creado por el arzobispado, que se convirtió en el 1 Taking a Stand against Pinochet. e Catholic Church and the Disappeared, Stitching Truth, [Reading 4], stopsyjonizmowi.files.wordpress.com/2013/03/stitching-truth-reading-4.pdf.

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5La última batalla del MIR:

Londres 38

Londres 38 es el único capítulo en el que no hay un único individuo que conduzca la narrativa. La razón es que, independientemente de las divisiones que existían entre los sobrevivientes y familiares acerca del futuro del edificio, en 2008 había emergido otra dicotomía: entre la coalición de centro-izquierda encabezada por Bachelet y la izquierda radicalizada de la época de Allende; y en particular, los remanentes del partido revolucionario conocido como el MIR. La lucha por la creación de un Sitio de Memoria en Londres 38 es una lucha diferente de las demás.

Hacia fines de 1973, el gobierno dictatorial se dio cuenta de que la ocupación del Estadio Nacional tenía que terminar cuanto antes. La  prensa internacional seguía sin convencerse de que a los detenidos no se les maltrataba. Dos semanas después del Golpe, el cardenal de Chile, Raúl Silva Henríquez, le exigió al coronel a cargo tener acceso al recinto. Allí, impresionado al encontrarse con varias personas a las que conocía y respetaba, habló con muchos de los detenidos.1 Algunos días después, fundaba el Comité de Cooperación por la Paz en Chile, que funcionó hasta fines de 1976, para ser reemplazado por la «Vicaría de la Solidaridad», organismo creado por el arzobispado, que se convirtió en el

1 Taking a Stand against Pinochet. The Catholic Church and the Disappeared, Stitching Truth, [Reading 4], stopsyjonizmowi.files.wordpress.com/2013/03/stitching-truth-reading-4.pdf.

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principal centro de intercambio de información sobre los desaparecidos, y la vía por la que personas como Nena González daban a conocer lo que sucedía y que no salía en la prensa.2

El 21 de noviembre estaba previsto que la selección nacional chilena de fútbol jugara un partido de clasificatorias para la Copa Mundial contra la Unión Soviética. El cuerpo directivo del fútbol mundial visitó el Estadio. Al concluir que no había detenidos (estaban siendo retenidos secretamente en los camarines), insistió en que el partido se efectuara. No fue sorpresa que los soviéticos se negaran a jugar en un país que había derrocado a  su gobierno marxista democráticamente elegido; los chilenos salieron a marcar un gol solitario ante una red desguarnecida.3 Chile se clasificó para la Copa, pero gran parte de la prensa del fútbol estaba escandalizada. Semana por semana, los grupos deportivos pedían que se reanudara el uso de las instalaciones de entrenamiento o de la arena principal. El Estadio tenía que evacuarse, y pronto.

Para minimizar las posteriores acusaciones de torturas y ejecuciones en la prensa internacional, en noviembre algunos cientos de detenidos ya habían sido trasladados al campamento minero de Chacabuco en el extremo norte del país. Al mismo tiempo, el servicio de seguridad recién creado, la DINA, comenzó a instalar una serie de locales clandestinos, generalmente casas privadas confiscadas a los propios arrestados, donde los detenidos pudieran ser llevados rápidamente, antes de trasladarlos en camiones hacia otros sitios de detención, ya atestados, tales como Tres Álamos.

Uno de los primeros lugares elegidos para interrogar, torturar e incluso aniquilar a los detenidos, fue una elegante mansión decimonónica ubicada en medio del centro comercial y de negocios de Santiago. A solo metros de la vía principal de la capital y frente a un concurrido hotel, cuya dirección era Londres 38. Hasta el 11 de septiembre, cuando los militares lo tomaron, Londres 38 era la sede de la Seccional Octava Comuna del Partido Socialista de Chile. A partir de mediados de noviembre, se transformó en el primer centro de tortura y exterminio post-Estadio de Santiago. Se desconoce el número exacto de detenidos que pasaron por Londres 38, pero por los testimonios se deduce que fueron alrededor de

2 Inicialmente el «Comité de Cooperación por la paz en Chile», véase Arzobispado de Santiago, Fundación Documentación y Archivo de la Vicaría de la Solidaridad.3 The soccer match that disgraced Chile, PRI Public Radio International, 11 de septiembre de 2011.

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1000. De ellos, se sabe que 96 fueron asesinados, entre los que se cuentan 13 jóvenes mujeres. A este nuevo centro, la DINA lo llamó «Yucatán» y permaneció en funcionamiento hasta septiembre de 1974.4

El primer propósito de las detenciones iniciales, aparte de prevenir el contragolpe imaginario, fue el de extraer los nombres de los opositores más conocidos y la ubicación de los supuestos depósitos de armas. La prioridad de los interrogadores de la DINA era conocer la identidad y el paradero de los dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. El desmembramiento del MIR por las fuerzas de seguridad y el intento subsecuente de sus sobrevivientes de establecerse al interior de Londres 38 después de 2005, es uno de los temas de este capítulo.

El MIR fue un movimiento político inédito para Chile. Fundado tan solo en 1965, sus miembros provenían de una clase social notablemente diferente a la de los demás partidos de izquierda. Sus dirigentes se reclutaban principalmente en las clases altas, bien educadas, estudiantes y profesionales. Difería así, por ejemplo, del Partido Comunista, fundado en 1922, que había surgido del movimiento obrero industrial y rural, defendiendo el ejercicio democrático del poder de los trabajadores. Antes del Golpe, los comunistas eran tolerados, si no respetados, dentro de la sociedad chilena. El MIR nunca gozó de ese status.

El MIR no encontró su espacio en el espectro continuo de la izquierda tradicional. Todas esas fuerzas, sostenía el MIR, habían prostituido su esencia revolucionaria al conducir a los trabajadores al pantano electoral y parlamentario. De hecho, ante la elección de Allende, el debate encendido al interior del movimiento, trataba de si el MIR debía apoyarlo u oponerse a él. Autodefiniéndose como marxista-leninista, el papel del partido era dirigir «a la clase trabajadora y las masas populares hacia el socialismo y la liberación nacional». Su autoconcepto nunca fue menos que elevado: tenía (nuevamente, según su propio juicio) «una audacia revolucionaria capaz de oponerse a la cínica violencia imperialista con la respuesta viril y orgullosa de las masas armadas».5 Su postura beligerante y el asumir un liderazgo elitista los hacía análogos a una suerte de «elegidos» de tipo religioso, lo que no necesariamente sumaba popularidad entre los obreros fabriles o los comunistas rurales, tales como Víctor Jara; pero a la inversa,

4 Recinto DINA – «Londres 38», Memoria Viva.5 Citado, ibid., p. 5.

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su llamado a las armas y su atractivo para la generación más joven, urbana y articulada, contribuyeron a hacer de ellos el objetivo prioritario de las fuerzas de seguridad de Pinochet.6

Por elitista que fuese el partido, todos los niveles de la estructura MIR pagaron un precio terrible por su retórica. Aunque muchos se salvaron de la muerte o desaparición o salieron al exilio, cientos no lo hicieron. En  octubre de 1975, 347 miristas habían sido ejecutados o hechos desaparecer. Un dirigente del MIR, Andrés Pascal Allende, estimó que entre 1500 y 2000 miristas fueron muertos en total, de una militancia total de unos 10 000 en el momento del Golpe, lo que equivale a un rango de entre la mitad y dos tercios de todos los chilenos muertos durante el período de Dictadura de Pinochet.7

En septiembre de 1973, el secretario general del MIR era el carismático pero esquivo Miguel Enríquez Espinoza. Tal como el Che Guevara, cuyo ejemplo seguía, había sido médico en su momento. Desde una sucesión de «casas de seguridad», encabezó la resistencia de su partido contra Pinochet hasta octubre de 1974, cuando fue ejecutado en un violento enfrentamiento.8

Los miristas que sobrevivieron a la persecución focalizada en las calles, en las «casas de seguridad» y en el Estadio Nacional, estuvieron entre los primeros en ser recluidos en el recién abierto Cuartel Yucatán (Londres 38). De este modo se estableció la conexión entre el MIR y el Cuartel Yucatán. De hecho, la persecución del MIR fue tal, que a diferencia de otros partidos mayores como los socialistas y comunistas, en 1990 el partido había cesado de funcionar incluso como fuerza política. Después de la Transición a la Democracia, el resto de la militancia se esforzó por establecerse en Londres 38, tanto por lo que el partido había soportado, como también en cuanto a significante de su propia existencia. Pero veremos como una sucesión de gobiernos de centro-izquierda, entre 1991 y 2010, fueron indiferentes a estos intentos. Indiferencia similar a la que manifestaban los demás partidos de izquierda de la era de Allende.

6 Sepúlveda Ruiz, Lucía, 119 de nosotros, Colección Septiembre, LOM Ediciones, Santiago, 2005, pp. 29–30.7 Los Allende: Con ardiente paciencia por un mundo mejor por Günther Wessell, citado en Revolutionary Left Movement (Chile), Wikipedia.8 Para diversas fuentes sobre Enríquez, véase www.archivochile.com/.

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En 1993, los sobrevivientes encabezados por Roberto D’Orival Briceño, hermano de un detenido desaparecido, formaron un grupo que denominaron «Colectivo 119», para impulsar la creación de un Sitio de Memoria para un grupo particular de Detenidos Desaparecidos, principalmente miristas. El «Caso de los 119» u «Operación Colombo», fue un intento brutal y torpe de la DINA de dar cuenta sobre algunos de los muchos cientos de militantes de izquierda que habían desaparecido durante el primer año del Golpe. En junio de 1975, la DINA publicó una infame lista de 119 chilenos «desaparecidos», cuyos cuerpos habían sido supuestamente descubiertos en la Argentina, a través de la absurda afirmación de que todos ellos se habían enfrentado y dado muerte entre sí.9 Convenientemente, los cuerpos estaban tan mutilados que ya no podían ser identificados: incluso dedos o manos faltaban de muchos de los cuerpos. Esa declaración, tan obscena como absurda, pronto fue desenmascarada como la mentira que era; sin embargo, permitió que la DINA continuara refugiándose en la afirmación de que no tenía información alguna de las personas desaparecidas, a las que evidentemente había detenido, torturado y asesinado, puesto que estas habían huído al extranjero. Noventa y cuatro miristas se incluían entre los 119, de los cuales al menos 47 se piensa que fueron asesinados al interior de la misma casa de Londres 38. Esta era la relación entre Londres 38 y el «Caso de los 119».10

***Los primeros detenidos de Londres 38, proviniendo en su mayoría desde el Estadio Nacional, a bordo de furgones refrigerados sellados u otros vehículos, atados de pies y manos fueron descargados e introducidos como fardos por la elegante entrada principal, transformada, a la rápida, en un muelle de carga improvisado. A diferencia del Estadio, en Londres 38 permanecieron atados y con los ojos vendados día y noche, echados sobre sillas en el día y en el suelo durante la noche, de donde en todo momento estaba prohibido moverse. La alimentación y las visitas al baño dos veces al día eran el único movimiento colectivo permitido, aunque la falta de sillas y vendas para los ojos aseguró que pronto todos descubrieran donde se encontraban. El sonido de las campanas de la conocida Iglesia de San Francisco era fácil de reconocer, mientras que los socialistas, espiando por debajo de sus vendas, familiarizados con el edificio, reconocían las

9 Londres 38, Wikipedia.10 Sepúlveda Ruiz, Lucía, 119 de nosotros, p. 29.

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baldosas blancas y negras de la entrada.11 Tampoco necesitaron que se les dijera qué era lo que les esperaba. Un detenido, tan gravemente herido que murió entre arcadas, fue arrojado entre ellos, invisible, pero diabólicamente audible. Todos los días (excepto los domingos), a cada momento, resonaban escaleras abajo los nombres de los próximos que serían llamados arriba para ser interrogados, interrumpidos por los gritos de los que ya estaban atados a la parrilla.12 Varias veces al día pasaban lista, lo que al menos aseguraba que cada detenido supiera quién había llegado, partido o muerto. Patricio Rivas, un dirigente del MIR que estuvo en Londres 38 por 72 horas a fines de diciembre de 1973, recuerda su arribo al centro de torturas:

Una especie de coro infernal llenaba el recinto. Oía gritos en distintos tonos, desde distintas bocas, que se mezclaban con las órdenes de los agentes. Eran gritos de espanto que mordían el aire y que al terminar seguían vibrando en el espacio. No eran gritos de miedo, eran de soledad frente a lo incomprensible. Las voces de esos jóvenes quedaron ahí para siempre.13

Raimundo Belarmino Elgueta Pinto, ex mirista, recordaba:

El método principal consistió en la aplicación de corriente eléctrica en la «parrilla», para lo cual era obligado a desnudarme, me ataban de manos y pies al catre metálico, me conectaban cables a los dedos de las manos y de los pies y también al pene y/o testículos y dejaban un cable «volante» que aplicaban en diferentes partes del cuerpo. Las «sesiones» tuvieron duración variable, algunas muy prolongadas y otras muy breves …14

Pese a su rápida ocupación, la DINA pronto consideró que el edificio no cumplía los requerimientos para llevar a cabo las horribles prácticas allí realizadas. La música sinfónica que tocaban a alto volumen en la calle no lograba ocultar los gritos que provenían del piso superior. Aunque era posible amedrentar a los residentes locales para que evitaran el área, Londres era una vía importante en el corazón de la ciudad por la que pasaban observadores, funcionarios extranjeros, periodistas e incluso los turistas de los años de Pinochet. Por lo tanto, incluso mientras el calvario

11 Recinto DINA – «Londres 38», Memoria Viva.12 La prisionera de Londres Erika Hennings, discurso público, 10 de diciembre de 2009, grabación en poder de los autores.13 Citado en Peter Read y Marivic Wyndham, The day that Londres 38 opened its doors: A moment in Chilean reconciliation, Universitas Humanistica. Revista antropologia y sociologia, Nº 71, enero–junio de 2011, p. 200.14 Testimonio de Raimundo Belarmino Elgueta Pinto, Memoria Viva.

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de los detenidos continuaba, las fuerzas de seguridad ya estaban ocupadas preparando instalaciones de tortura más grandes y mejor ocultas que estuvieran listas para su uso a finales de 1974.

***Gracias a la elegancia de su construcción y su excelente ubicación a 500 metros de la sede del gobierno, Londres 38 no fue arrasado por la Dictadura, como ocurrió con muchos de los otros sitios principales de tortura y ejecución, a fin de ocultar sus atrocidades. En vez de eso, en 1978, el edificio fue transferido por Pinochet a la reaccionaria institución cuasi-militar conocida como Instituto O’Higginiano de Chile, entre cuyos miembros se contaba un número significativo de ex oficiales del ejército. Estos siguieron atrincherados en el edificio después de la Transición a la Democracia, siendo perfectamente capaces de convocar deferencias de parte de cada uno de los gobiernos de centro-izquierda elegidos después de la salida de Pinochet. Diez años después, en 2001, los miembros del Instituto se opusieron fuertemente a cualquier referencia al breve, pero terrible, papel de sus oficinas centrales, como primer centro de tortura específicamente creado por Pinochet. Frente a cualquier investigación, negaron agresivamente todo conocimiento y para llamar a confusión, cambiaron la numeración de calle de su instituto, de 38 pasó a 40. Por espacio de una década, los gobiernos de la Concertación de centro-izquierda, reconociendo implícitamente el potencial del Instituto O’Higginiano para alentar un nuevo golpe militar, se resistieron a todo intento de reconocimiento oficial del pasado del edificio.15

Mientras el Instituto O’Higginiano mantuviera el control del edificio, la conmemoración del sitio por parte de los deudos se hallaba obligatoriamente restringida, tal como en el Estadio. De día, la protesta física era imposible, pero por las noches, a partir de 2003 comenzaron manifestaciones pacíficas y silenciosas en las afueras, en el estrecho pavimento entre el edificio y el hotel. Familiares afligidos, y unos pocos sobrevivientes, se reunían una vez por semana en una velatón o vigilia (esta consistía en la instalación de velas en el frontis del edificio). Podía acompañarse de la lectura en voz alta de uno o dos testimonios, o el pegado de fotografías de los Detenidos Desaparecidos en las paredes. Padre, madre, hija, hijo, marido, esposa, ¿dónde están? Temprano al día

15 Steve Stern, Reckoning with Pinochet: The memory question in democratic Chile, 1989–2006, Duke University Press, Durham, 2010, pp. 270–71.

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siguiente, los empleados del Instituto llegaban a retirar los afiches y a blanquear el muro. Los gritos desesperados de los propios desaparecidos habían desaparecido. Todo lo que quedaba, para un observador atento, eran unas pocas esquinas blanqueadas por restos de afiches difíciles de remover, y  las pequeñas marcas a nivel del suelo, donde las velas de la vigilia habían decolorado la otrora elegante fachada blanca.

La fachada de Londres 38 con las marcas de velas encendidas apoyadas contra ella durante las vigilias por los Detenidos Desaparecidos.fuente: fotografía de Peter Read, editada por Con Boekel .

Las vigilias silenciosas y reverentes no se mantuvieron así por mucho tiempo. Las acciones del gobierno, aunque fundadas en una actitud de deferencia sensible para con el Instituto O’Higginiano, solo sirvieron para centrar la atención en un edificio tan fácilmente accesible de día, donde decenas de peatones pasaban caminando o se detenían en las vigilias al anochecer. Para 2005, el número de participantes en las vigilias se vio aumentado por jóvenes decididos a cambiar el significado de las ceremonias otrora silenciosas. Empezaron a pasar una lista de asistencia retórica para demostrar la improbable solidaridad en el seno de la vieja izquierda política de Chile:

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¿El Partido Socialista de Chile?¡Presente!¿El Partido Comunista?¡Presente!¿El MIR?¡Presente!¿El MAPU?¡Presente!

En 2004, se supo que se invitaría a los miembros del Instituto O’Higginiano a buscar un nuevo sitio para su sede. No fue coincidencia que en ese punto la unidad entre los colectivos que defendían la creación de un Sitio de Memoria para Londres 38 – en alguna forma que todavía estaba por decidirse – comenzara a quebrarse. Al menos dos colectivos exigían cosas diferentes. Uno era el Colectivo 119, creado para honrar a los 119 prisioneros políticos asesinados, de los cuales casi todos eran miristas o sus familiares, cuya, naturalmente, primera exigencia era el reconocimiento y la creación de un Sitio de Memoria de los 119. Un segundo colectivo, confusamente denominado «Amigos y Familiares de los 119», cuyos integrantes no tenían vínculos directos con las víctimas de Londres 38, y que sin embargo, se consideraban herederos más genuinos de las luchas de la clase obrera que los elitistas del MIR, comenzaron a cambiar el testimonio semanal solemne de los muertos, para reemplazarlo por discursos políticos y críticas ruidosas de los gobiernos de la Concertación, los que a partir de 2005 marcaron las reuniones vespertinas. Londres 38 estaba adquiriendo el nuevo status de sitio de protesta, adicionalmente a su papel como actor histórico.16

Un segundo motivo de tensión, que contribuyó a la división entre el Colectivo 119 y el Colectivo Familiares y Amigos de los 119, era si debía aceptarse al gobierno como contraparte en la creación de un Sitio de Memoria en el edificio. Los «Amigos y Familiares», carentes de experiencia y, a menudo, beligerantes, no acostumbrados a negociar con el Estado a ningún nivel, sostenían que nadie relacionado con el edificio debía negociar con un gobierno que había prevaricado y entrado en componendas con los militares. El dirigente del Colectivo 119, Roberto D’Orival Briceño, cuyo hermano Jorge estaba entre los 119 desaparecidos, entendió que la conexión de ellos con el edificio, aparte de la que se daba a través de su

16 Marivic Wyndham y Peter Read, The disappearing museum. Rethinking History. The Journal of Theory and Practice 18(2), April 2014, pp. 165–80.

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propio grupo, era tenue.17 Su colectivo de ex miristas estaba formado por personas mejor educadas y con más confianza en la negociación, lo que solo aumentó el oprobio dirigido hacia el mismo. Pese a haberse establecido al alero del Colectivo 119, el Colectivo Familiares y Amigos opinaba que los intentos de negociación por parte de éstos eran contraproducentes, o algo peor. ¿Dónde habían estado los dirigentes de izquierda cuando los militantes de base empezaron a ser apresados, torturados y muertos? preguntaba, ¿Por qué tantos habían abandonado sus puestos y salido al exilio, para volver solo cuando ya no corrían peligro, mientras que los trabajadores habían sido los que más sufrieron? En respuesta, el colectivo de Roberto D’Orival remachaba que la desconfianza de la clase trabajadora hacia el «establishment», de cualquier color político, era algo destructivo y estúpido. En privado, algunos sostenían que la izquierda ignorante probablemente destruiría sitios tales como Londres 38 si se les permitiera construir habitaciones para trabajadores en el lugar. Que solo con protestas pacíficas y negociaciones pacientes se lograría persuadir – no forzar – al gobierno a tomar la iniciativa. A medida de que la brecha entre los colectivos crecía, las actividades de la vereda empezaron a hacerse más discordantes. Canciones, recitales y pases de lista teatrales por las minorías oprimidas a escala mundial, comenzaron a sustituir a un número decreciente de testimonios personales en las vigilias vespertinas. La luz de las velas de las vigilias comenzaron a palidecer ante las exhibiciones y los espectáculos de marionetas, la música amplificada y las denuncias – no del régimen de Pinochet, ¡sino del de Bachelet!18

Fue en el contexto del Informe Valech de 2004 y sus múltiples testimonios de torturas en Londres 38 y otros lugares, y en la expectativa de que el Instituto O’Higginiano estaría dispuesto a trasladarse a otro barrio, que el gobierno centro-izquierdista de Bachelet finalmente declaró monumento nacional al edificio.19 Una placa de bronce, un tanto oscura, hundida en el pavimento fuera del edificio, sólo revelaba algunos detalles de las atrocidades que habían ocurrido en su interior:

17 El Colectivo Familiares y Amigos, dirigido por Ximena Muñoz, ha cambiado su nombre a «Colectivo 119 de Derechos Humanos». Las posiciones de los diferentes colectivos a veces cambiaron rápidamente y resultan difíciles de seguir, ahora que varios sitios web han desaparecido. Este resumen representa el mejor esfuerzo de los autores por reconstruir los colectivos de la época. 18 Read y Wyndham, The day that Londres 38 opened its doors, pp. 202–3.19 Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura («Informe Valech»), 29 de noviembre de 2004.

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Londres 38. Centro secreto de detención, tortura, desaparición y exterminio. 11 de septiembre de 1973 a 1975. En este lugar, 98 personas – entre ellas dos mujeres embarazadas – fueron desaparecidas, ejecutadas o murieron a consecuencia de las torturas. Para ocultar estos crímenes, durante la Dictadura el número 38 fue reemplazado por el 40.

El lenguaje moderado y la colocación de la placa en el pavimento, en vez del muro, indicaba que el Consejo de Monumentos Nacionales estaba preocupado de no ofender a los poderosos, ni a los amenazantes. A puerta cerrada, el gobierno de Bachelet seguía negociando con el Instituto O’Higginiano, no para reanudar su uso del edificio, sino para ofrecerle diversas alternativas atractivas en otras partes de la ciudad, como reemplazo de Londres 38.

Las discrepancias entre los activistas de la memoria, exacerbadas por rumores, continuaban creciendo. La mayoría de los militantes socialistas del Colectivo 119 se separaron, creando un grupo nuevo pero no hostil, el Colectivo Londres 38, a fin de asumir los intereses de su propio partido en el edificio. Ambos rechazaban el eterno mantra de los Familiares y Amigos de «No negociar con el gobierno». Sólo con protestas pacíficas y pacientes negociaciones, argumentaban, se podía convencer al gobierno de que era mejor persuadir al instituto de que abandonara el edificio. La alternativa de tratar de romper la puerta principal de Londres 38, como exigían algunos extremistas de Amigos y Familiares, sería altamente contraproducente. De  seguir así, nadie iba a conseguir nada. El Colectivo de Amigos y Familiares sustituyó la demanda de creación de un Sitio de Memoria por una agenda separada, que pedía beneficios de educación y salud gratuitas que debían concederse no sólo a los hijos de las víctimas de la represión, sino a todos los niños de la clase trabajadora. La discusión se intensificó: si iba a haber un archivo central de investigación histórica instalado en el edificio, lo que según rumores era el plan del gobierno, ¿cuál sería su propósito? ¿Acaso el Sitio de Memoria previsto para su interior sería específico sobre el edificio, sombrío y contemplativo, o iba a confrontar a los visitantes con instrumentos de tortura? ¿Quién lo controlaría? En última instancia, ¿los grupos de izquierda debían trabajar con el gobierno por la reconciliación? y, en caso afirmativo, ¿a qué precio para la justicia y la verdad?

Inesperadamente, en febrero de 2006, el Instituto O’Higginiano puso el edificio a la venta. Los colectivos se adjudicaron la victoria, pero el gobierno sanjó la discusión sobre a quién pertenecería, anunciando que el gobierno, no los colectivos, ya era dueño de Londres 38. Confirmó además sus planes de instalar en el sitio, el por crear, Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH).

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Aquí al menos había algo que podía unir a los colectivos. Casi todos, según parecía, se oponían al plan del gobierno. En marzo de 2007, el Colectivo 119 invitó a todas las partes interesadas a una reunión para decidir sobre el propósito a preferir. El Colectivo Londres 38, dominado por socialistas, exigía que el edificio se dedicara a la historia de la represión pinochetista y a la memoria de todos los que habían sufrido entre sus paredes – lo que implicaba, no solo miristas y no solo los 119. Que debía haber un proceso de participación para definir su empleo, después de lo cual el Estado no debía cumplir rol alguno, más allá de asegurar que su administración fuera pública, democrática y participativa.20 Mientras tanto, el edificio permanecía cerrado a cal y canto y el gobierno no daba ninguna indicación de cuándo se permitiría la entrada al público.

Ante estos obstáculos, los colectivos planearon su propio Sitio de Memoria en el exterior, el que iba a ser mucho más evidente e informativo que la discreta y obscura placa del Consejo de Monumentos Nacionales. Los colectivos acordaron que, en el pavimento de la vía pública afuera del edificio, 300 baldosas de granito blanco y negro imitarían el suelo del interior del edificio, que las víctimas habían vislumbrado por debajo de las vendas que cubrían sus ojos. En otros 98 carteles de bronce se recogerían los nombres y las edades de los 85 hombres y 13 mujeres que se cree fueron ejecutados en el edificio por razones políticas. Igualmente significativo que el nombre sería su afiliación política. Uno diría, por ejemplo:

Abundio Alejandro Contreras González28 años MIR

El gobierno se declaró de acuerdo con que se procediera a este (leve) paso adicional en la creación de un Sitio de Memoria por los Detenidos Desaparecidos.

Tan pronto como se superaron las divisiones en oposición a los planes del gobierno, se reabrieron con respecto a las agendas alternativas para la conservación del edificio y la creación de un Sitio de Memoria. Ahora que las placas y monumentos conmemorativos estaban instalados en el exterior, ¿qué era lo que debía interpretarse en el interior, y cómo, y cuándo? En un extremo del espectro de posibilidades estaba un edificio vacío, silente, habitaciones vacías y oscuras para la contemplación silenciosa. ¿Cuál sería el lugar de los miristas? Al gobierno moderado de centro-izquierda de

20 Colectivo Londres 38, Londres 38. Un espacio para la memoria, panfleto, 10 de diciembre de 2007.

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Bachelet no le gustaban los monumentos conmemorativos de un partido revolucionario pro-cubano que no creía en la democracia; y fue esta visión de una Casa de Memoria específicamente dominada por el MIR, la que sería progresivamente frustrada por las instancias oficiales. El Estado no toleraría la creación de monumentos conmemorativos de un sitio particular, a expensas de sus planes en pro de su propio relato más amplio y más difuso sobre el pasado reciente.

Finalmente fue en la inauguración oficial y re-ocupación del edificio, prevista para el Día Internacional de los Derechos Humanos, el  10 de diciembre de 2007, donde, de manera poco edificante, se puso de manifiesto el punto de las divisiones entre los tres colectivos, así como los intereses del Estado en general y de las víctimas.

¿Qué era lo que traería ese día? El Colectivo 119 quería una entrada solemne y respetuosa, en la que sólo sus propios miembros debían ser admitidos primero, para comenzar a exorcizar sus recuerdos y llevar a cabo sus rituales. Surgieron tensiones cuando el Ministerio de Bienes Nacionales anunció que, contrariamente a lo que parecía ser el deseo de todos los demás, se haría cargo de la inauguración oficial como un gran evento mediático. Los colectivos debatieron si acaso boicotear el evento; la mayoría decidió que era de su interés asistir. Pero en el curso de la mañana se difundieron rumores en el sentido de que el ministro, al enterarse de una contramanifestación planeada por el Colectivo de Amigos y Familiares, había aplazado la inauguración formal hasta nuevo aviso. A las tres de la tarde, de la multitud congregada afuera, pocos sabían qué sucedería, ni cuándo. A las cuatro, había 200 personas afuera que esperaban los acontecimientos, debatiendo, escuchando discursos y presenciando actuaciones. Las ventanas del edificio y la puerta en la planta baja estaban abiertas de par en par, pero había representantes del Colectivo de Amigos y Familiares, dominado por los comunistas, parados en el exterior impidiendo el acceso de todos, aparte del de sus propios miembros. A las cuatro y media, el número de personas a las que se les permitía entrar y salir por el acceso principal estaba creciendo. De repente, un portavoz del Colectivo de Amigos y Familiares, con su habitual desprecio por todo lo que proviniera del gobierno, anunció de manera desafiante que, como el ministro había prohibido el acceso, los presentes debían «forzar» la entrada.

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Tenemos que repudiar al ministerio, compañeros, porque el gobierno sigue representando la larga represión a los trabajadores. La entrada de nosotros, los sindicalistas urbanos, va a ser como una vigilia, pero algo más. Trátenlo con todo respeto, pero entren.

Así se barrían los planes del Colectivo 119 de una inauguración digna, formal y por parte del ministro, con invitados exclusivos, ritualizada, ecuménica, sombría, ética y poética. Se perdió la oportunidad de impresionar al ministro en cuanto a lo importante que el sitio era para el MIR y para los familiares de los 119.21 Doscientas personas, a las que se les había denegado el acceso por 34 años, empujaron hacia adelante.

Los que estaban en la primera oleada de dignidad se encontraron pasando por el lado de un hombre que lloraba de manera descontrolada, justo dentro de la entrada interior, consolado por una mujer, mientras un camarógrafo de vídeo los mantenía en el foco de cerca. Sus sollozos, por un momento, fueron los únicos sonidos que perturbaban el silencio reverente. Poco a poco, los silencios se transformaron en conversaciones en voz baja. En este punto, todavía, cada familia traumatizada estaba reclamando un espacio para su propia verdad. Una voz de alguna parte preguntaba, para qué había sido usado una sala. En el segundo piso, una mujer, llorando, le decía a un amigo que su hijo desaparecido y un periodista detenido habían sido conducidos juntos a ese lugar exacto. Habían podido escuchar sus pasos en el piso de madera; a través de sus vendas pudieron ver la luz del día filtrándose entre las persianas de madera. El periodista había sobrevivido, su hijo estaba desaparecido. La fotografía de él colgaba de su cuello. ¿Dónde están? Ella se volvió hacia la pared de atrás y volvió a llorar. Otros asistentes tomaron un palo de incienso y se dirigieron a las plantas superiores, las de los interrogatorios y torturas, a estudiar minuciosamente sus paredes y suelos en busca de mensajes cubiertos de pintura. Un hombre que busca por encima del carril de cuadros en la sala de la parrilla encontró, tal vez, lo que había estado buscando: un pequeño popurrí de flores, fechado en 2005.22 En el subterráneo, una pareja estaba examinando seriamente el pequeño mosaico de azulejos de color en la despensa, evidentemente en busca de algo que esperaban que estuviese allí.

21 Roberto D’Orival Briceño, entrevista, 11 de diciembre de 2010. 22 La fecha probablemente se refería a una oportunidad en que entraron al edificio algunos ex detenidos e investigadores judiciales.

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Mientras tanto en el primer piso, en la sala más grande de la mansión, que otrora había sido el salón y después la celda principal, empezaba una discusión. Primero respetuosa, luego ruidosa, pronto acalorada, se centraba en el futuro del edificio. El drama de esta tarde estaba precipitando un clímax de tensiones que llevaban años acumulándose: expresar el dolor individual, dar voz al movimiento nacional de los trabajadores, ligar el sitio a los Derechos Humanos internacionales, y promover la causa de la reconciliación nacional. Aquí se desbordaban no solo las emociones del terror, sino los años de frustración con el instituto, el gobierno, los otros colectivos, con las demás fuerzas, en una izquierda política dividida, sin tener dónde ir. Roberto D’Orival Briceño gritó a los del Colectivo Familiares y Amigos:

¿Por qué insisten en excluirnos? Estamos siendo permanentemente desacreditados, pero este tipo de exclusión y críticas por la espalda deben terminar. Tenemos que juntarnos no solo para decidir el futuro del edificio, sino todo el futuro de la izquierda en Chile.23

Una iniciativa de instalar un café, propuesta por Familiares y Amigos, fue acallada con furia. «Ustedes no han sufrido con nosotros».24 Una mujer afirmó que en el piso superior de ese mismo edificio, su hermana había desaparecido, y que nunca, nunca, permitiría que el lugar se convirtiese en cafetería para turistas.

¿Quién tenía el derecho moral de usar el edificio – los intelectuales o los obreros, los sobrevivientes o la gente que los apoyaba, los profesionales o los aficionados bien intencionados? ¿Era el MIR? ¿O eran los familiares de los 119? ¿Acaso la apertura del edificio iba a ser una victoria para los activistas locales y las luchas actuales de los trabajadores de Santiago, del presente, o bien una victoria para la memoria local, la verdad y la justicia puestas en un contexto de Derechos Humanos internacionales, del pasado? ¿O de la agenda nacional de desarrollo de la Concertación, de investigación de las víctimas (no de los perpetradores) y de reconciliación, por decirlo así, del futuro? En el sentido más amplio, la cuestión era: ¿Quién era poseedor, en definitiva, de los derechos emocionales y morales sobre este edificio y sobre el pasado reciente de Chile?25 Quizás por fortuna, el debate fue interrumpido por la llegada de Erika Hennings, ex detenida torturada

23 Roberto D’Orival Briceño, entrevista.24 Ibid.25 Análisis basado en conversaciones informales de los autores con miembros de las facciones rivales, mientras se esperaba que se abrieran las puertas.

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de Londres 38, viuda de un detenido desaparecido, expulsada a Francia en octubre de 1974, y elocuente portavoz del Colectivo 119.26 Ante una audiencia, que por fin guardaba silencio, relató que su hija adolescente, pálida, de pie a su lado, nunca antes había entrado al edificio. Contó que en la sala en que estaba, había habido brutales palizas, y que sus recuerdos peores eran las pisadas que resonaban subiendo y bajando las escaleras todo el día, esperando ser llamada a lo que ella denominó la sala del exterminio. Cuando te llamaban, ya sabías. Su marido, Alfonso, desafió las órdenes al arrastrarse hacia ella por la noche para tocarla. Fue un acto de amor que nunca olvidaré. A alguien lo habían lanzado – indicó el lugar – por esa ventana. A algunos detenidos los colgaban en – esa caja de escala. Miró hacia arriba y susurró, «no puedo ir allí». Pidió que la dejaran sola con su hija por unos pocos minutos.

El tour, 2010Había pasado un año desde la inauguración del edificio y aún faltaban 18  meses para que se realizara el primer tour guiado oficial, cuando Michèle Drouilly, hermana de una mirista detenida desaparecida, obtuvo una autorización que permitió a los autores ingresar al sitio silente.27

Estas primeras interpretaciones del terror fueron personales, precisas y dolorosas. A partir de los primeros minutos, posiblemente, de la apertura del edificio, habían comenzado discretamente a aparecer pequeños ornamentos y dibujos. En una celda pequeña y sin ventanas (que probablemente haya sido originalmente una despensa), un dibujo representaba a cuatro personas esposadas, con los ojos vendados, yaciendo juntas en el suelo. En el rellano fuera de la cámara de tortura – originalmente un dormitorio – otro pequeño dibujo mostraba a los infames interrogadores Miguel Krassnoff y Moren Brito, flanqueados por una guardia, siniestros y amenazantes. Un detenido desnudo, con los ojos vendados, colgaba cabeza abajo, suspendido por las rodillas y las manos de un poste. Se mostraba a un hombre desnudo siendo hundido por dos guardias en un barril, probablemente de aguas servidas. Algunas de las reproducciones estaban fijadas en tres de sus esquinas, o colgaban torcidas o ligeramente desgarradas. Su colocación había sido claramente urgente,

26 Para detalles biográficos, véase, por ejemplo, Alfonso Chanfreau, Wikipedia.27 Véase Capítulo 7.

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no decorativa ni informativa, de hecho, cada dibujo que era de solo 8 por 12 centímetros, se asimilaban, más bien, a las flores sobre una tumba, que a imágenes destinadas a una exhibición pública. Cada una representaba una tortura específica en su lugar preciso: el dibujo de la figura en el barril colgaba en el baño de arriba, en la parte del edificio que ahora está cerrada al público. Cada uno de estos lugares se había transformado en un altar privado quizás para un doliente solitario. Aunque algunas de esas experiencias no eran específicas de Londres 38, sus reproducciones eran un monumento conmemorativo de los exactos sucesos innombrables que habían ocurrido, no en otro lugar, sino aquí. En la planta baja, en otro cuarto de baño, alguien había pegado una imagen de la cara de un joven en un grifo, que conmovedoramente servía para enmarcarlo. A través de todo el edificio, que seguía cerrado al público, el estado de ánimo de los carteles improvisados era de terror apenas contenido y dolor por lo ocurrido aquí, no en otra parte, y para esta persona, no esa otra.

En ese momento, a fines de 2010, ni el Ministerio de Bienes Nacionales, ni los colectivos, se habían puesto de acuerdo sobre la orientación de una eventual exposición histórica. Iba a pasar otro año entero antes de que adquirieran forma las primeras indicaciones de un viraje desde lo estrictamente particular, hacia una declaración general sobre el edificio mismo.

Las tensiones se expresaban claramente en un intercambio mudo entre colectivos e individuos en lo que otrora había sido el área de recepción del edificio. El que los colectivos estuviesen dispuestos a trabajar juntos se hacía evidente a través de un letrero con un mensaje bastante burocrático – el primero al interior del edificio – apoyado en la chimenea, encima de la repisa de mármol. Nótese el orden de prioridad de los logros de los diferentes colectivos:

De no haber sido por la acción de los ex detenidos (Colectivo 119), familiares de las víctimas (Colectivo Londres 38) y organizaciones sociales (Familiares y Amigos del Colectivo 119), este recinto aún permanecería ignorado. Virtualmente «borrado» de la ciudad. En 2006 fue declarado monumento histórico por el Consejo de Monumentos Nacionales.

En el curso del año, un familiar desconocido había colocado cinco tarjetas fotocopiadas, en su mayoría retratos de víctimas de una sola familia – Alberto Gallardo, Roberto Gallardo, Catalina Gallardo, Rolando

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Rodríguez y Mónica Pacheco – dispuestas en la pared de la primera sala a la que se entraba. Junto a cada tarjeta había una rosa pegada. Debajo de cada fotografía decía:

Ejecutado por la DINA el 9 de noviembre de 1975.28

Las tarjetas conmemorativas conmovedoras fueron dispuestas apoyadas contra el primer letrero del edificio, oscureciendo parcialmente su mensaje, aunque sin duda en forma deliberada.

***En el curso de 2011, aunque el edificio aún no estaba formalmente abierto al público, ciertos miembros privilegiados de los colectivos finalmente lograban ingresar a su interior a imponer su propia visión de lo que querían que llegase a ser el Sitio de Memoria, mientras, varias investigaciones judiciales le solicitaron a sobrevivientes como Erika Hennings acompañarles en sus inspecciones. Pero lo que ahora aparecía como el primer grupo de letreros patrocinado por el Estado en el edificio indicaba que el reconocimiento doloroso de ciertos sitios estaba cediendo espacio a una progresiva generalidad. El espacio mayor, en la planta baja, era la única sala cuyo propósito para la DINA se identificaba. Era aquí donde Patricio Rivas había escuchado el «coro infernal, esos gritos de horror que mordían el aire» que «cuando terminaban, seguían vibrando en el espacio»; aquí Alfonso Chanfreu se había arrastrado por el piso a medianoche para tocar a su esposa, Erika Hennings, por última vez. Los letreros, por contraste, eran prosaicos y planos.

SALA DE DETENCIÓN. Sala común, donde durante el día los detenidos, hombres y mujeres, permanecían sentados y con los ojos vendados. Durante la noche se retiraban las sillas y dormían en el suelo.

Al mismo tiempo, otros letreros estaban apareciendo en diversas salas, con una orientación más poética, pero que también evitaban tanto la precisión, como la ubicación. No estaba claro, quién los había escrito, ni para quiénes. En este epígrafe parece reflejarse el horror que Rivas no podía olvidar:

28 Estas tarjetas habían sido colocadas por Alberto Rodríguez Gallardo, menor de edad sobreviviente de la muerte de muchos de sus familiares en 1975, a manos de la DINA. Alberto Rodríguez Gallardo, La verdad es que no conozco la palabra «justicia», ni menos la palabra «perdón», El Irreverente.

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El problema no era, ni es, solamente hablar o contar lo vivido, sino encontrar oídos que quieran escuchar.

Este epígrafe apareció en una puerta en el primer piso:

El oído les permitía ver sin los ojos, identificar la casa y sus alrededores, reconocer los días y las noches y guardar en su memoria las voces de amigos y camaradas.

E inscrito en forma destacada en las paredes de otra sala:

¿Cómo se llena este vacío tan lleno de recuerdos encerrados? Lo que sucedió en esta casa, sucedió también fuera de ella. El terrorismo de Estado operó sobre el conjunto del país. Este es un pasado que sigue siendo parte de nuestro presente.

Finalmente, los visitantes, incluso si ingresaban por su propia cuenta, podían reflexionar sobre este letrero de la pared, cuyo texto primero fue garabateado sobre una cajetilla de cigarrillos por una detenida, la mirista Muriel Dockendorff Navarrete. Lo había escrito para su amiga Sandra Machuca, compañera detenida en otro centro de interrogatorio y detención de Santiago, Cuatro Álamos. Muriel murió, Sandra y el precioso mensaje sobrevivieron.

Me recuerdo cuando te conocí en la casa del terror … En esos momentos en que una luz era un sueño. O un milagro, sin embargo, fuiste luz en esas tinieblas. Fuimos una en un revés. Hoy miles de reveses. Más tarde te veo como entonces, como sé estarás hoy, en algún sitio, siempre mirando al frente. Nos encontraremos a través de la niebla que despejaremos.

No me olvides.29

Si el mensaje de despedida de Muriel Dockendorff paralizaba el corazón, la explicación que seguía agregaba un nuevo elemento a la vista. Indicaba, por primera vez, que la interpretación de Londres 38 por parte del gobierno de la Concertación podría no solo comprometer los detalles de cada sala, sino también la particularidad del edificio mismo.

Carta escrita por Muriel Dockendorff Navarrete – hoy detenida desaparecida – a su amiga Sandra Machuca, el 10 de octubre de 1974, mientras ambas permanecían detenidas en el Campamento (hoy sitio de consciencia) de Cuatro Álamos.

29 Muriel Dockendorff Navarette, Memoria Viva; véase también, Berenice Dockendorff Navarrete, Homenaje a Muriel, autopublicado, Santiago, marzo de 2008.

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En los momentos en que se crearon estos letreros, no existían pruebas ciertas de que la mirista Muriel Dockendorff hubiera estado alguna vez detenida en Londres 38. Pero en la década siguiente, este tipo de pronunciamientos heroicos eran los que les recordaban a los miristas lo que habían sido y por qué. Aunque el partido estaba en ruinas, los ideales visionarios que los ataban exigían un recuerdo con honor.

Fue hacia fines de 2011 que el propósito del edificio, que el gobierno había señalizado primero en 2005, se hacía más evidente. Londres 38 se inauguró oficialmente con una exposición y un tour guiado en 2011. En un lugar dominante al principio de la exposición había una línea de tiempo histórica que marcaba el curso anual de la Dictadura. Comenzaba con la historia de los 119 opositores desaparecidos – ¡señalando que ese tipo de guerra psicológica era practicada por otras dictaduras de la época! En el recuento de los años posteriores, incluso Londres 38, no siempre aparecía. El texto para el año 1983, por ejemplo, solo registraba el primero de una serie de amplios paros a escala nacional en contra de la Dictadura. El epígrafe para 2005 marcaba el año en que Londres 38 se entregó a los colectivos. Para 2010, el año en que el gobierno asumió un control más directo sobre la interpretación histórica, los textos trazaban el rol del propio Estado en forma precisa. Un letrero redactado en forma laboriosa explicaba que, «en cumplimiento de la voluntad del gobierno actual» se había formado un grupo de trabajo de los tres colectivos, junto a representantes de la Comisión Asesora Presidencial de Derechos Humanos, el Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, la Intendencia Metropolitana, la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas y el Consejo de Monumentos Nacionales. ¡«Entre otros»!

El guía Leopoldo Montenegro le recordaba a los visitantes la significación de esta nueva agenda: no debía permitirse que el edificio siguiera siendo algo del pasado, sino que debía transformarse en un recurso para educar a las futuras generaciones y desarrollar una pedagogía. Solo con financiamiento estatal se podía reparar el daño causado al edificio; de hecho, le recordaba a sus sucesivas audiencias, que el Informe Rettig había subrayado que sitios como Londres 38 eran responsabilidad del Estado.30

30 Leopoldo Montenegro Montenegro, guía, grabación de video del tour por Londres 38, 30 de noviembre de 2011.

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Igualmente significativo era lo que en 2011 había desaparecido. Los dibujos de los detenidos apretujados en una celda minúscula, las fotografías de los miembros de la familia Gallardo que oscurecían los letreros de la entrada, las representaciones de las torturas individuales, la pequeña fotografía del joven en la sala de baño de abajo – todo eso se había ido. Leopoldo Montenegro no estaba en condiciones de explicar su desaparición: él no sabía que alguna vez hubieran estado allí. Ante la pregunta de por qué, por ejemplo, no había evidencia física de instrumentos de tortura tales como la parrilla, como se estaban exhibiendo en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en esa época, respondió que un objeto tal habría sido «contrario a la estética de la exposición».31

En el año 2012, las exposiciones habían asumido una nueva ironía. La voz más dominante en tiempos en que el edificio se encontraba aún en manos del Instituto O’Higginiano, la del Colectivo 119, estaba ahora totalmente ausente al interior del edificio, sus exhibiciones estaban relegadas al pavimento de afuera. En septiembre esto adoptó la forma de una exhibición temporal de nueve paneles, que se guardaban todas las noches, y que presentaban una fotografía e información bibliográfica de cada uno de los Detenidos Desaparecidos.32

En 2012, el año de las luchas por rescatar a Londres 38 como un Sitio de Memoria específico del MIR, especialmente de los 119, parecía haber completado un círculo. Las mismas tensiones espaciales – entre lo público y lo privado, entre el exterior y el interior del edificio – del tiempo anterior a ese día de 2007, en que Londres 38 por primera vez abrió sus puertas, seguían estando allí. Los años de las vigilias y las fotografías de víctimas de Londres 38 pegadas afuera, cuando el edificio era ocupado por el Instituto O’Higginiano, solo habían respondido a sus propósitos inmediatos. Ahora, las propias esferas físicas y metafóricas del interior y del exterior se habían impuesto: el Estado controlando la política y la interpretación del interior del edificio, y los colectivos a cargo de los diversos espacios públicos relegados afuera. La medida en la que algunos miembros de los colectivos se habían resignado a estas divisiones del espacio y del poder se reflejaba en una justificación anónima del statu quo que argumentaba, en frases igualmente engorrosas y opacas:

31 Leopoldo Montenegro Montenegro, entrevista, 3 de diciembre de 2012.32 Para el comentario de Erika Hennings, véase Ramona Wadi, The right to memory in Chile: An interview with Erika Hennings, President of Londres 38, Upside Down World, 2 de mayo de 2002.

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[S]e busca ir más allá de los conceptos tradicionales de museo o espacio conmemorativo, privilegiando la relación con la comunidad, apoyándose en una concepción colectiva y participativa. Esto significa que las memorias relacionadas con el lugar involucran a otros grupos y sectores de la sociedad, cuya participación es necesaria para generar procesos de elaboración de esas memorias y de construcción de conocimiento colectivo como parte de una dinámica constante y siempre inconclusa. Por lo mismo, la materialización del proyecto, se conjuga necesariamente en la convocatoria a otros sectores sociales, creando nuevos vínculos y redes que potencien el proceso de recuperación y elaboración de memorias.33

¿Qué era lo que había ido mal desde los días optimistas, en que el Instituto O’Higginiano finalmente había abandonado el edificio? Tal  como en el Estadio Nacional, igualmente emblemático, la izquierda política había sido derrotada por los propios propósitos interpretativos de la Concertación. Complicadas por divisiones internas entre sus muchos demandantes, las familias afligidas habían sucumbido a las maniobras. En 2012 parecía evidente que las negociaciones que se habían extendido por largos años entre el Estado y los colectivos habían culminado en forma decisiva. La historia y la política de la creación de un Sitio de Memoria en Londres 38, reflejada tan elocuentemente en los letreros constantemente cambiantes, señalaba como ese Estado había sido capaz de utilizar las divisiones de la izquierda a su favor.

George Orwell escribió sobre la Guerra Civil Española, «Nadie que haya estado allí en los meses en que la gente aún creía en la Revolución olvidará jamás esa extraña experiencia conmovedora». Los miristas creían en una versión de esa misma Revolución que falló de manera similar. Privado tanto de un hogar físico, como de un lugar físico de memoria, el MIR a partir de entonces se refugió en el ejercicio de su orgullo en los ideales de agitación y compañerismo desinteresado de una generación dispuesta a morir por sus creencias, un breve florecer de la convicción de que el mundo podía y debía ser cambiado por jóvenes dedicados a esa causa. En el 2012, sin embargo, esa inigualable época parecía pertenecer a otro universo.34

33 Cita, María José Perez y Karen Glavic, La experiencia de la visita y la visita cómo experiencia: Memorias críticas y constructivas, Londres 38 Espacio de Memorias, 2011, p. 2.34 Orwell a Cyril Connolly, cita, Valentine Cunningham, British writers of the Thirties, Oxford University Press, Oxford, 1989, p. 422.

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Londres 38 con su mensaje de noviembre de 2015, A romper el pacto de silencio. En las losas más oscuras están inscritos los nombres de los Detenidos Desaparecidos de los que se cree que fueron mantenidos aquí, así como su afiliación política.fuente: fotografía de Peter Read, editada por Con Boekel .

This text is taken from Sin Descansar, En Mi Memoria: La lucha por la Creación de sitios de memoria en Chile desde la transición a la democracia, by Peter Read and Marivic Wyndham, published 2017 by ANU Press,

The Australian National University, Canberra, Australia.