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26 | EMEEQUIS | 15 DE DICIEMBRE DE 2008 LA PRODUCTIVA VIDA D

Lectura drcerebro

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L a p r o d u c t i v a v i d a d e r e n é d r u c k e r c o L í n

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Por Patricia [email protected]

Fotografías: Eduardo Loza

L a p r o d u c t i v a v i d a d e r e n é d r u c k e r c o L í n

acrobacias

Cerebro

Las

del Doctor

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A sus 71 años, el doctor René Drucker Colín tiene un cuerpo vigoroso que ejercita todos los días en un gimnasio –de 6 a 8 de la mañana–

con 25 kilómetros de bicicleta y levantamiento de pesas. Rutina que le permite presumir que mientras sus colegas eméritos llegan a las reuniones académicas apoyados en un bastón, él lo hace con

porte y movimientos de joven. Pero más allá de sus músculos, René Drucker Colín –siempre solicita

que se escriban sus dos apellidos– es uno de los científicos más destacados del país: en los años 80 causó revuelo internacional con

sus investigaciones sobre la biología del sueño y trasplantes en busca de un tratamiento para la enfermedad del Parkinson.

Este mexicanísimo y mal hablado neurofisiólogo fue presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), coordinador de Investigación Científica de la UNAM y en la actualidad se desempeña como director

general de Divulgación de la Ciencia de esta institución.René Drucker Colín habla de todo para los lectores de emeequis: del ejercicio a la escritura, de sus trabajos para encontrar el “reloj biológico del sueño” a los límites en los avances para la cura del

Mal de Parkinson, de su filiación de izquierda a la crítica de la política científica del gobierno federal y el desatino en el nombramiento

del actual director del Conacyt. Política y ciencia, sin pildoritas ni miramientos.

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La entrevista tiene lugar en la oficina que René Drucker Colín ocupa en el Instituto de Fisiología Celular de la UNAM.

Tere Torres, la se-cre que fielmente lo ha acompañado en casi todas las oficinas por las que ha pasado, es la

encargada de dar de beber a los sedientos: agua natural para los periodistas y Propel –agua energetizante con cafeína y vitami-nas– para el entrevistado.

–Sabemos que, salvo causas de fuerza mayor, nunca falla a su cita con el gimna-sio. ¿Es por vanidad?

–Es por salud. El ejercicio genera sa-lud. Mientras más saludable estés, mejor funcionas en la vida cotidiana. Yo lo hago por eso.

Ahora, no voy a negar que junto con eso vienen las otras cosas: te queda bien la ropa y cuando vas a la playa, no muestras panza ni lonjas. Una consecuencia de la sa-lud es tener buen aspecto. Digamos que son sus efectos secundarios.

Un ser humano debería de hacer tres tipos de ejercicio: de fuerza, para mantener un tono muscular apropiado y propiciar el fortalecimiento de los tendones, articula-ciones y huesos; aeróbico –correr, nadar o bicicleta–, que te permite tener una condi-ción física para enfrentarte a cualquier ex-ceso que ocurra en algún momento; y, por último, de flexibilidad, para disminuir la posibilidad de tener lesiones.

–De la misma manera que es sistemá-tico para el deporte, lo es para la investi-gación científica. ¿Hay científicos en su familia?

–Mi padre fue cardiólogo y mi madre era ama de casa, así que en mi familia para atrás, no hay nadie.

A los 11 años fui campeón nacional de tenis infantil. A mi padre le gustaba que yo hiciera deporte: nadaba. Y luego empecé a jugar béisbol. Como soy zurdo y tenía muy buena velocidad, me ofrecieron un contra-to para jugar en Estados Unidos. Pero final-mente mi papá me dijo que olvidara el de-porte, que era mejor estudiar y así lo hice. Mi padre murió cuando yo todavía no salía de la prepa.

Mi padre fue uno de esos médicos no lucrativos; no le interesaba el dinero. La gente le pagaba con tamales, huevos y, a

veces, hasta pollos vivos. Mi mamá le de-cía: “Lo que quiero es que me traigas dinero a la casa”. Rentábamos un departamento, así que se murió y no dejó nada.

Y como no me gustaba y ya estaba has-ta el gorro de la escuela, cuando terminé la prepa me puse a trabajar porque pensaba que así podría labrarme un futuro, hasta que un día un señor mucho mayor que yo me dijo que él había fallado, que no era na-die, que había echado a perder su vida, que tenía dos hijas y que no tenía dinero porque ganaba lo mismo que un jovencito como yo en ese entonces.

Entonces me dije: “No voy a ser como ese señor cuando yo sea grande”. Fue cuan-do decidí estudiar medicina, luego estudié psicología, después hice una maestría y un doctorado en Canadá. Y cuando regresé a México, no había chamba para mí.

–Tal como ha sucedido a muchos cien-tíficos mexicanos.

–Igual que hoy. Las cosas no han cam-biado en más de 30 años. Así que me fui a California a trabajar, pero finalmente la UNAM me ofreció una plaza y regresé a México, al entonces Departamento de Bio-logía Experimental del Instituto de Biolo-gía, que, posteriormente, se convirtió en el Instituto de Fisiología Celular.

✱✱✱

Este espacio es más pequeño que el que Drucker Colín solía tener en la Coordina-ción de la Investigación Científica, pero luce como el anterior: de las paredes cuelgan algunos de los diplomas y reconocimientos –los que caben– obtenidos durante su larga y destacada trayectoria científica. Uno de los muros está tapizado de sus fotografías con colegas y mandatarios. Las preseas es-tán en otro lugar.

En 1987 Drucker Colín y su grupo publicaron en el New England Journal of Medicine el artículo “Open microsurgical autograft of adrenal medulla to the right caudate nucleus in two patients with intra-table Parkinson’s disease”. Los hallazgos contenidos en el artículo provocaron un gran revuelo que culminó con una entre-vista en The New York Times.

–Usted se volvió un científico con fama internacional a raíz de sus aportaciones al tratamiento del Mal de Parkinson…

–Yo empecé a trabajar con mi maes-tro Raúl Hernández Peón –un investigador de altos vuelos que desafortunadamente

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murió en un accidente automovilístico a la edad de 44 años–, y me formé en el área de estudio de la biología del sueño. Cuando falleció Raúl, me fui a Canadá e hice el doc-torado en fisiología.

Regresé a México, continué esa línea de investigación y con el tiempo me fui dando a conocer internacionalmente por mis aportaciones en el área de la biología del sueño, donde tuve mucha aceptación al estudiar los mecanismos íntimos en la producción del ciclo del sueño, así como su bioquímica y fisiología. Trabajábamos en aspectos básicos del sueño, como las sus-tancias que pueden estar involucradas y la relación entre ellas. Así que mi internacio-nalización tiene que ver con el sueño.

De hecho, los primeros trasplantes que hicimos, a principios de los años 80, no te-nían que ver con el Parkinson, sino con los ritmos biológicos que están en el cerebro. Investigamos si el reloj biológico tiene un sitio físico en el cerebro, si hay un grupo de neuronas encargadas de regular el ritmo biológico en todos los animales, incluyen-do al ser humano.

Y descubrimos que sí, que en la base del cráneo, cercano a las paredes del ter-cer ventrículo, está una zona que se llama núcleo supraquiasmático. Ahí hay como 10 mil neuronas de cada lado que están invo-lucradas en regular los ritmos biológicos. Si uno destruye esa zona del cerebro, los ritmos biológicos se alteran y los animales (ratas de laboratorio) empiezan a tener una conducta atípica: pierden el ritmo entre la actividad (la vigilia) y el descanso (el sue-ño), como ocurre normalmente en los dife-rentes periodos del día.

Destruimos esas células para alterar el ritmo y luego transplantamos células feta-les de esa zona del cerebro. Y logramos que las ratas recuperaran su ritmo biológico. Lo que hicimos, en síntesis, fue quitar y poner el reloj biológico. Ese trabajo tuvo muchísi-ma aceptación y fue muy citado porque fue la primera vez, a nivel mundial, que se de-mostró que tú podías quitar y poner el reloj biológico.

Hay que aclarar que la comunidad científica que estudia los ritmos biológicos no es muy extensa, es un tema muy inte-resante, pero no es algo que cause mucho impacto. Sin embargo, nuestro trabajo fue pionero. Lo diferente fue que utilizamos la técnica de transplantes para demostrar un fenómeno interesante. Y en aquel tiempo

fuimos los únicos que lo hacíamos en Méxi-co y mucha gente decía que estaba loco.

No voy a desconocer que efectivamen-te existían trabajos previos de trasplantes de diferentes tejidos en el cerebro, pero eran neuroanatomistas que querían demostrar que se podía transplantar una célula, pero no estaban interesados en la funcionalidad o no de esos trasplantes.

Nosotros demostramos en ese mo-mento –no olvidemos que estábamos en los años 80– que los trasplantes funcionaban para inducir la recuperación de una serie de funciones que el cerebro había perdido concretamente en enfermos de Parkin-son. Eran pacientes que, como ya no tenían otras alternativas para curarse, estuvieron dispuestos a someterse al procedimiento quirúrgico para trasplantarles neuronas productoras de dopamina. En algunos pa-cientes funcionó y en otros no. Hubo mu-cha controversia y actualmente continúa.

Luego se buscó –siempre sucede que en la ciencia descubres algo que al principio parece una gran oportunidad, pero luego afloran las dificultades porque no todo es al 100 por ciento desde el principio— un me-jor tipo de células para trasplantar.

Pero he llegado a la conclusión de que quizá los transplantes no sean la solución ideal para los pacientes, porque implican mucho riesgo quirúrgico y dificultades para escoger las células, además de que no hay una recuperación al 100 por ciento, porque el Parkinson sigue siendo una enfermedad incurable. Lo que tenemos es un procedi-miento que permite reducir los niveles de los síntomas de la enfermedad. Y hay que seguir buscando otras avenidas.

Hoy día sabemos que hay células ma-dres o células troncales, que son adultas, pero que no se han expresado en el cerebro a pesar de estar en el ventrículo. Estamos in-vestigando si esas células son aprovecha-bles y las podemos convertir en neuronas que produzcan dopamina.

Es un poco lo mismo, pero diferente. Son otras estrategias, pero lo que queda claro es que todavía no tenemos la manera de curar la enfermedad de Parkinson: una vez que se presenta, no hay manera de re-vertirla.

Como sabemos, hay un medicamento que reduce el Parkinson y que deja de fun-cionar en determinado momento; la enfer-medad sigue vigente y no tenemos todavía una solución apropiada.

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El valor más grande de lo que hicimos en los 80 fue que los trasplantes impulsa-ron que se hiciera mucha investigación, con lo que se han logrado algunas mejorías en los pacientes, pero el Parkinson sigue prác-ticamente igual que cuando descubrieron la enfermedad.

✱✱✱René Drucker Colín es uno de los pocos científicos que, además de criticar abier-tamente la política científica del país, ha asumido públicamente y sin ambages su simpatía por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

–¿Cuáles han sido las consecuencias de asumir una postura política de manera pública?

–La única consecuencia negativa es que he sido criticado por colegas que con-sideran que soy muy cercano al PRD, pero a mí esa crítica no me importa, me da lo mismo.

En términos generales, uno puede ser científico, de-portista, escritor, escultor, músico o lo que sea… pero todos los mexicanos tenemos responsabilidades sociales.

En un país como el nuestro, en donde hay tan-tos problemas sociales, uno no se puede quedar sentado papando moscas. ¡Hay que hacer algo, pues! Poco o mu-cho, pero hay que tratar de participar en los problemas y contribuir a resolverlos en la medida de las posibilidades de cada quien.

Eso es muy importante y, en mi caso particular, he logrado combinar mi acti-vidad científica –mi responsabilidad como investigador y funcionario universita-rio– al hacer el trabajo que me correspon-de hacer, pero también tomo muy en serio la responsabilidad social que tengo como mexicano.

Me gusta participar en la política, pero nunca he tenido ni buscado un cargo en la política nacional. Sin embargo, sí creo que los mexicanos deberíamos de estar preocu-pados por nuestro país: hay demasiados pobres; tenemos una economía que está en la lona; una gran problemática provocada por la falta de trabajo; en términos genera-les, la calidad de vida de los mexicanos es muy mala.

No es justo que un país con tantos re-cursos y posibilidades de ser mejor, tenga, en términos generales, una clase política bastante nefasta. Todo se ve a muy corto plazo. Hay mucha corrupción. En la polí-tica mexicana hay poca gente respetable y con credibilidad.

Pero independientemente de la críti-ca a la política o a los políticos mexicanos, creo que como ciudadano uno debe de par-ticipar en la política nacional para cambiar, en la medida de las posibilidades de cada uno, lo que uno considere que está mal. Yo me enorgullezco de pensar de esa manera.

Soy un hombre de izquierda y, efecti-vamente, estoy cerca del PRD, aunque aho-ra el PRD es un desastre. Me lastima que esté así. Me parece que la izquierda mexi-cana no ha sabido anteponer los intereses de la Nación sobre los intereses particula-res y hemos visto cómo se ha fragmentado

de una manera alarmante el PRD. Y vere-mos cómo en 2009 –ojalá no suceda– va a perder una buena cantidad de sus diputa-ciones por esta fragmentación.

El problema, a mi juicio, es que el PRD ni siquiera tiene una visión de país. Por ejemplo, en toda la discusión que se ha ge-nerado sobre el petróleo –y en ese sentido admiro mucho a Andrés Manuel López Obrador por ser el artífice de que el petró-leo no se regale a los extranjeros–, hay una falta de ideas porque el petróleo es, desde luego, un problema, pero habría que estar pensando ya, en este momento, cuáles son las energías alternas para enfrentar la crisis que se va a venir dentro de pocos años.

Porque el petróleo se va a acabar, al-gunos dicen que en 10 años, pero ponga-mos que sea en 20 o 30 años, pero de que se va a acabar se va a acabar. Y qué va a ha-

Los mexicanos deberíamos de estar preocupados por nuestro país: hay demasiados pobres; tenemos

una economía que está en la lona; una gran problemática provocada por la falta de trabajo;

en general, la calidad de vida es muy mala

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cer México para enfrentar las necesidades energéticas. Nadie habla de eso, ninguno de los partidos se ocupa del tema y si habla de ello es sólo como un asunto secundario.

Muchos de los errores que los políticos cometen se deben a que no piensan en un país hacia el futuro, no piensan en “cómo quisiera que mi país estuviera en 30 años y qué tengo que hacer para que eso ocurra”; más bien piensan en “qué voy a hacer ma-ñana o en una semana porque eso le con-viene a mi grupo, a mi persona o al sector que represento”. Ese es uno de los grandes déficit de la política mexicana.

Yo sí estoy interesado en el país y en lo que puedo –ya sea que el tamaño de mi participación sea poquita, regular o mu-cho–, lo hago con mucho agrado, le guste o no a la gente. Me siento satisfecho de hacer lo que pueda a mi buen entender, hago ho-nestamente lo que creo mejor. Punto. Si a alguien ofendo o no le gusta, pues ni modo.

–¿Qué opina de la polí-tica científica mexicana?

–La clase política dice que la ciencia es muy impor-tante, pero lo dice de dientes para afuera, pues en la reali-dad nunca se le ha apoyado. Las políticas públicas hacia la ciencia han sido terri-blemente deficitarias, pero desde que llegó el PAN al gobierno la situación ha em-peorado.

Yo no sé si les parece que la ciencia es peligrosa o qué es lo que piensan. Pero el inquilino que teníamos en Los Pinos, el señor Vicente Fox, fue catas-trófico para la ciencia: fue el que empezó a reducir el presupuesto para la ciencia. El señor no le entendía absolutamente nada a la ciencia, más bien creo que no le entendía nada a nada. Y, en consecuencia, la ciencia fue perdiendo lo poquito que tenía.

Ahora, llega al poder un nuevo gobier-no panista que tampoco la entiende y pone al frente del Consejo Nacional para la Cien-cia y la Tecnología (Conacyt) a un señor que sería insostenible, como encargado de la ciencia, en cualquier país que se preciara de ser primermundista. Está atacando a la par-te más importante de la ciencia, la ciencia básica, con el mismo argumento de siempre sobre cuál es su utilidad. Además, eso que llaman “ciencia aplicada” no existe; existen

conocimientos generados por los científicos y que requieren de un eslabón más en la ca-dena del conocimiento: saber cómo puedes aprovechar esos conocimientos.

Además, habría que preguntar: ¿cómo vamos aplicar la ciencia si no hay ciencia básica que aplicar? Primero hay que hacer la ciencia y luego aplicarla. Pero esta gen-te no lo entiende y erróneamente se quiere brincar el paso más importante. No en-tiende que la ciencia, aun en los países del Primer Mundo, tarda muchas décadas en ser generada.

En los países del Primer Mundo, la ciencia se ha hecho en las universidades y, poco a poco, las empresas empezaron a aprovechar eso y luego tomaron el estan-darte de hacer ciencia, ciencia que por su-puesto les interesa a ellos para producir co-sas que son útiles para todos. Pero eso tomó muchos años.

Y eso es lo que debería de estar cons-truyendo el país. Primero hay que tener un sistema científico fuerte y amplio. Las universidades públicas se tienen que for-talecer y después se va creando el eslabón que permita ayudar a o desarrollar empre-sas que puedan utilizar esos conocimientos científicos, o que ellas mismas los generen y creen empleos. Así va creciendo el siste-ma científico con ayuda del sector produc-tivo, que es lo que nos gustaría. Pero estos creen que se van a brincar la etapa de hacer la ciencia y se van a ir directo a la aplicación de la ciencia.

Lo que hay que hacer es tener mucho más científicos, y luego tener una política inteligente que fortalezca a las empresas, pero a las empresas nacionales, no que le den dinero e incentivos fiscales a compa-ñías extranjeras que usan ese dinero para

Hay que tener mucho más científicos y luego una política inteligente que fortalezca a las empresas,

pero a las nacionales, no que le den dinero y exen-ciones fiscales a las extranjeras que usan ese dinero

para pagar sueldos y no hacen ningún desarrollo

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pagar sueldos y no hacen ningún desarrollo tecnológico, como ha ocurrido ahora, que han dado 10 mil millones de pesos a empre-sas y no hay ningún desarrollo porque no existe una vigilancia para que esas empre-sas cumplan sus compromisos.

✱✱✱René Drucker Colín se recarga en su silla giratoria, extiende un brazo y da sorbos a su botella de Propel. Luego se inclina para tomar un par de libros de una pila que tiene junto a su escritorio y los obsequia a la re-portera y al fotógrafo. La obra se llama 400 pequeñas dosis de ciencia, fue editada por la Coordinación de Investigación Cientí-fica de la UNAM y reúne igual número de breves cápsulas de radio preparadas por el entrevistado.

–No se ha referido a su labor como di-vulgador. Su actual cargo es el de director de Divulgación de la Ciencia de la UNAM.

–Parte del trabajo de los científicos y de las universidades es la divulgación: hay que hacerle llegar a la gente el conocimien-to científico. La ciencia tiene, a mi juicio, dos funciones fundamentales: la prime-ra es impulsar el desarrollo de la nación a través de la generación de nuevos conoci-mientos científicos y tecnológicos que son aprovechados por la sociedad; y, en segun-do lugar, permitir un mejor entendimien-to del medio amiente, del entorno que nos rodea, para tomar mejores decisiones. Eso nos convierte en una sociedad democrá-tica, porque la democracia pasa por el co-nocimiento. El problema es que hay interés en mantener a la población en la ignorancia porque así es más fácil manipularla.

–¿Cómo le hace para hacer tantas cosas como ciudadano, científico, divulgador?

–Lo mejor que puede ocurrir es que tengas trabajo y que muchas cosas que ha-cer. Eso también te mantiene joven y con ganas. Soy, como dicen en inglés, un doer, es decir, me gusta hacer cosas y no necesa-riamente para volverme rico, porque no soy un acumulador.

Ahorita que estoy como director ge-neral de Divulgación de la Ciencia en la UNAM, me voy a dedicar a renovar total-mente y a modernizar el Museo Universum. Vamos a convertirlo en un museo del cual la UNAM se sienta orgullosa durante los próximos años. Algo que sea duradero. Es una meta que ya me puse y que voy a tratar de lograr.

Si antes conseguí la casa para la Aca-demia Mexicana de Ciencias, hice el edifico de investigaciones en la Facultad de Medi-cina y cuando estuve en la Coordinación de Investigación Científica, modifique varias cosas, pues ahora me he propuesto hacer un museo del cual los universitarios se van a enorgullecer.

Desde luego, hay gente que me ayuda. No lo hago todo con las manos, pero creo que tengo la capacidad de convencer a la gente para que haga cosas.

–¿Se ve a sí mismo como buen gestor?–Gestiono, me muevo y procuro con-

seguir lo que me propongo. Si no lo hago ni modo, pero por lo menos no me quedé sen-tado diciendo “chin… pasó todo enfrente de mí y no hice nada”.

–Usted fácilmente podría tener el la-boratorio que quisiera en el extranjero; sin embargo, sigue en México.

–Soy mexicano. No me gusta vivir en el extranjero. Me la puedo pasar bien un mes en Europa; a Estados Unidos voy muy poco porque no me gusta.

Me gusta ir a Europa, tiene países que son mucho más avanzados, no tienen la in-seguridad ni el desorden que hay aquí. Pero a fin de cuentas uno quiere regresar al lugar de donde se es. Yo me siento muy a gusto en México, no me gustaría vivir en otro lugar. Podría pasar un año fuera, ya lo he hecho, pero a los siete meses ya me empieza el gus-anito de quererme regresar. Aquí tienes a la gente que conoces, a tus amigos, las cosas que quisieras hacer.

Estoy casi seguro de que si tuvieran aquí la misma oportunidad que se les brin-dó en otro país, la mayor parte de los mexi-canos se regresaría de inmediato. Es un país que podría ser de enormes oportunidades para todos. Me la puedo pasar bien un ra-tito en el extranjero, pero luego me faltan los taquitos de maciza. Incluso el desorden que hay aquí me atrae, la anarquía tiene sus ventajas…

–Siempre tiene a la mano sus diccio-narios, se ve preocupado por el lenguaje…

–Siempre me llamó la atención usar correctamente el lenguaje. De alguna ma-nera tengo facilidad para escribir; siempre hago mis artículos en un ratito, pero no soy un escritor profesional, soy lírico 100 por ciento y hago lo que puedo. Pero no me podría perdonar tener un error ortográfico, eso es inconcebible para mí.

Afortunada o desafortunadamente me

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he vuelto un hombre público y la gente se fija en lo que escribes, y si tienes errores de esa naturaleza, van a decir “ese Drucker es un pobre pendejo porque ni escribir en es-pañol, que es su idioma, sabe”.

Me gustaría mucho ser escritor y ten-go una meta: escribir una novela que sea de buen nivel y que me genere algún reconoci-miento como novelista.

–¿Sobre un tema científico?–No sé, ya veremos. Pero sí me gusta-

ría hacer una crítica de la historia del siste-ma político nacional, de la política científi-ca del país y de algunos elementos que hay en la sociedad científica nacional. En fin, todavía no tengo bien elaboradas las ideas.

–¿Una autobiografía?–Si alguien quiere escribir mi biogra-

fía, adelante. Pero me cuesta trabajo hablar de mí mismo, qué puedo decir: “soy guapo, soy científico”, y no voy a decir eso.

✱✱✱Además de las premios, condecoraciones y reconocimientos que ha recibido, entre los que destacan la beca Guggenheim, el Na-cional de Ciencias y Artes, la Orden Andrés Bello del gobierno de Venezuela, la Medalla al Mérito Ciudadano en Ciencias y Artes de la Asamblea Legislativa del DF, Drucker Colín es investigador emérito de la UNAM e investigador nacional de excelencia y emérito del Sistema Nacional de Investiga-dores (SNI).

–¿Y los premios? Usted tiene algunos de los reconocimientos más importantes no sólo de México, sino del continente…

–Me han dado varios premios. Casi

todos los que se dan en el país; algunos son del extranjero, pero no me interesan los premios; en general no los he buscado con mucho afán.

Además, pensar en los premios genera frustraciones porque hay algunos que son inalcanzables para un científico mexica-no: no puedes competir con un científico que recibe un presupuesto de un millón de dólares al año y que hace cosas muy im-portantes que muchas veces están fuera de nuestro alcance como mexicanos.

Hay un colega con el que concuerdo cuando dice que en México se hace inves-tigación científica, pero no se hace ciencia porque el entorno no se presta: tenemos un presupuesto limitado, una aduana real-mente terrible –mucha tardanza, mucha burocracia– para la importación de cosas. Lo que hacemos es investigación científica.

Siempre hay excepciones. Estoy ha-blando en términos generales, no quiero hablar de uno que por ahí haya destacado, como fue el fenómeno del clavadista Joa-quín Capilla o de Ana Gabriela Guevara, quienes, por alguna razón, lograron sobre-salir con base en esfuerzos personales, pero no porque el sistema los ayudara.

Del mismo modo se han dado casuali-dades científicas, pero no porque el sistema científico mexicano los haya ayudado; por el contrario, muchas veces te frena.

Hay mexicanos que han rebasado esas limitaciones y que hacen muy buen traba-jo. Pero el que México no sea un referen-te mundial en la ciencia no es culpa de los científicos mexicanos. Como coordinador de la Investigación Científica de la UNAM

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mostr ador

Desconfianza 17Por Raúl Trejo Delarbre

Fernando Gómez MontEstampas de poder, amistad y odio 18Por Lilia Saúl Rodríguez

Ortega: “Voy a pedir a López Obrador que trabajemos juntos” 22Por Vanessa Job

Encinas: “Me vaya o no del partido seguiré en la izquierda” 22Por Alejandro Almazán

l a cáscar a de l a historia

La tragedia y el relevo 40Por Eduardo R. Huchim

El feo que resultó ser el bueno 41Por Ana Vázquez Colmenares

Los 80 años de Carlos Fuentes 46Por Patricia Vega

La crónica que enardecióa Carlos Fuentes 50Por José Buil

Apostemos al caballo de la inteligencia y veámoslo correr 54Por Paco Ignacio Taibo I

l a autÉntica página bl anca

Que se lance contra los narcos... 64Por César Peregrina

manual de l a buena le sbiana

¿De qué se asegura una buena lesbiana? 65Por Ana Francis Mor

teatrical

The Non Clavation Company: buen cabaret 66

Por Cecilia Sotrespermanencia involuntaria

Familia tortugaPor Armando Vega-Gil 67

Barrios Sierra, un libro, homenajeantes, el catafalcoPor Daniel Cazés-Menache 68

ociología

Por Alejandra del Castillo y Rodolfo Zárate 70sumario

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es

Por Tatiana Maillard

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Premio Latinoamericano de Periodismo PNUD-IPS 2007

Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez 2007

Premio Nacional de Reportaje sobre Biodiversidad 2007

Premio Nacional de Periodismo 2007

Premio Nacional de Periodismo Rostros dela Discriminación 2008

Premio EveryHuman Has Rights 2008

[emeaquí] 58

“Las escuLturas son emisarias que habLan en mi nombre”

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me topé con que en México tenemos real-mente una ciencia brillante, científicos de primer nivel, pero el sistema científico sim-plemente no favorece ni facilita las cosas.

–Hace poco publicamos en emeequis un reportaje sobre los físicos mexicanos que participan en el colisionador de hadro-nes y el hecho de que ningún funcionario los llamó para felicitarlos, como sí ha suce-dido con los deportistas…

–A mí me gusta mucho el deporte; me parece que es importante y debe ser parte de la vida de una nación.

Lo que preocupa es la enorme diferencia que hay en la atención hacia algunos secto-res frente a otros. Veamos al futbol mexica-no, al cual se le pone inusitada atención, ho-ras y horas de programas de tele, teniendo, además, un pésimo futbol mexicano y unos jugadores malísimos, independientemente de que haya algunos en Europa.

Está bien, yo no estoy en contra de eso, pero que a la ciencia también le den un poco más de atención, pero eso no ocurre y la di-ferencia es notable. Si estuviéramos en un restaurante y entrara Ronaldinho, o cual-quier otro jugador destacado, todo el mun-do diría “mira, ahí está Ronaldinho”, y se levantarían a pedirle un autógrafo.

Y si atrás de él entrara el doctor Albert Sabin, que desarrolló la vacuna contra la poliomelitis, nadie sabría quién es ese se-ñor. La pregunta es: ¿qué es más impor-tante?, ¿meter un gol o producir la vacuna contra la polio? Yo me voy por la vacuna, que ha salvado a millones de vidas.

Insisto: ¿por qué ni la prensa escrita ni la tele o la radio sacan al doctor Sabin o a cualquier otro científico dedicándole tan-to tiempo como a los futbolistas? Si nadie mete gol no pasa nada en el mundo, pero si

no hay vacuna contra la polio u otros virus o no existieran los medicamentos antian-siolíticos, sería una tragedia que mataría a millones de personas.

Como sociedad, tenemos un proble-ma: ¡cuántas veces nos pasaban hasta el vómito las medallas de oro de los taekwon-doínes! Una noche llegué a casa y encendí la televisión porque quería ver qué pasaba en las Olimpiadas y ese día no había otra cosa que las patadas de Guillermo Pérez y María del Rosario Espinoza, las medallas y el Himno Nacional, como si cada uno de ellos fuera Michael Phelps, que ganó ocho medallas de oro.

Es absurdo lo que hacen las televi-soras. Eso pasa porque en el país estamos hambrientos de héroes, pero también hay héroes en la ciencia y la cultura. ¿Por qué no pasan y vuelven a pasar los triunfos de un científico? ¿Qué es más importante: un

desarrollo científico o meter un gol? El desarrollo cientí-fico redunda en el beneficio de la población, un gol dura tres segundos. Ya lo metió, qué bueno, le aplaudes y se acabó, pero en la tele sigue y sigue lo mismo.

✱✱✱René Drucker Colín acom-paña a la reportera y al fo-tógrafo hasta la salida del Instituto de Fisiología Ce-lular de la UNAM. Todavía lleva en la mano su botella de

Propel. Afuera lo espera su chofer de siem-pre: el señor Feliciano Sosa –Sosita, como cariñosamente le dicen–, quien llevará al científico al Centro Nacional de Alto Ren-dimiento (CNAR), unas instalaciones de Primer Mundo destinadas a los mejores atletas mexicanos y que, sin embargo, no cuenta con ningún programa científico que permita propiciar el desarrollo de esos atletas o detectar a los futuros campeones mexicanos.

Ese es otro de los retos que se ha pues-to enfrente este peculiar neurofisiólogo: dotar de una base científica al entrena-miento y desarrollo de nuestros atletas. Por lo pronto, René accede a ser fotografiado en su cotidiana sesión de ejercicio. Dice a ma-nera de despedida: “Para tener los años que tengo, no estoy nada mal”.

¿Qué opinan? ¶

Pensar en los premios genera frustraciones porque algunos son inalcanzables para un mexicano:

no puedes competir con un científico que recibe un presupuesto de un millón de dólares al año y que

hace cosas que están fuera de nuestro alcance

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