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Lenguas del nororiente Peruano: La hoya de Jaén en el siglo XVI Alfredo Torero J. PRESENTACJON DEL TEMA Y MARCO GEOGRAFICO 1.1. El historiador español Marcos Jiménez de la Espada dio a conocer el siglo pasado una anónima "Relación de la tierra de Jaén", escrita hacia 1570, en la cual se consignaban unos pocos vocablos de siete idiomas diferentes que, además del quechua, se habían hablado en el siglo XVI en la hoya de Jaén, en tomo del Marañón centrd.l. Desde entonces, antropólogos y lingüistas han examinado ese breve material -de tres:=>. cinco vocablos por cada idioma- para tratar de identificar las lenguas a que correspondían y de precisar los sitios en que éstas se usaron. El presente estudio está dirigido a revisar y profundizar las identificaciones que otros autores (Jijón y Caamaño, Rivet, Métraux, Loukotka) han efectuado o intentado de tal modo, y a sustentar, en particular, la probable pertenencia de uno de esos idiomas, el de Sácata, a la familia arahuacaO). (1) El artículo que presentamos es parte de un estudio más amplio sobre las lenguas del Perú septentrio- nal, del cual ya hemos publicado lo relativo a la costa y la sierra norteñas (Torero 1986, 1989). Lo emprendimos en 1983 durante una estada de investigador en la Universidad de Leiden y lo hemos continuado durante 1991-1992 en el Instituto Holandés para Estudios Avanzados, N.I.A.S. N2 2, diciembre 1993 447

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Lenguas del nororiente Peruano: La hoya de Jaén en el siglo XVI

Alfredo Torero

J. PRESENTACJON DEL TEMA Y MARCO GEOGRAFICO

1.1. El historiador español Marcos Jiménez de la Espada dio a conocer el siglo pasado una anónima "Relación de la tierra de Jaén", escrita hacia 1570, en la cual se consignaban unos pocos vocablos de siete idiomas diferentes que, además del quechua, se habían hablado en el siglo XVI en la hoya de Jaén, en tomo del Marañón centrd.l.

Desde entonces, antropólogos y lingüistas han examinado ese breve material -de tres:=>. cinco vocablos por cada idioma- para tratar de identificar las lenguas a que correspondían y de precisar los sitios en que éstas se usaron.

El presente estudio está dirigido a revisar y profundizar las identificaciones que otros autores (Jijón y Caamaño, Rivet, Métraux, Loukotka) han efectuado o intentado de tal modo, y a sustentar, en particular, la probable pertenencia de uno de esos idiomas, el de Sácata, a la familia arahuacaO).

(1) El artículo que presentamos es parte de un estudio más amplio sobre las lenguas del Perú septentrio­nal, del cual ya hemos publicado lo relativo a la costa y la sierra norteñas (Torero 1986, 1989). Lo emprendimos en 1983 durante una estada de investigador en la Universidad de Leiden y lo hemos continuado durante 1991-1992 en el Instituto Holandés para Estudios Avanzados, N.I.A.S.

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Se encaminará, igualmente, a establecer los respectivos territorios de esas lenguas y a destacar algunos rasgos culturales de sus hablantes, en base a las noticias de idiomas y a los datos geográficos y sociológicos existentes en otros documentos de la época, publicados los más de ellos también por Jiménez de la Espada en sus Relaciones Geográficas de Indias.

Un objetivo de fondo que se buscará a través de las diligencias enunciadas es la com­prensión de la historia etnolingüística del área antes y después de la invasión europea.

1.2. Lo que denominamos la hoya o cuenca de Jaén es una extensa depresión de la cor­dillera andina que ocurre en el norte del Perú y en la frontera peruano-ecuatoriana. Allí la ca­dena occidental de la cordillera cambia su orientación de SE-NO a SO-NE y sufre la máxima reducción en altitud y anchura de todo su trayecto por Sudamérica. La depresión cordillerana se traduce en una amplia avanzada de la selva alta amazónica hacia Occidente, en dirección del desierto costero del Pacífico.

Se forma así un inmenso receptáculo en que múltiples ríos provenientes de las sierras peruanas y ecuatorianas van a sumar sus aguas desde opuestas direcciones al ya poderoso río Marañón, para romper juntos las barreras central y oriental de los Andes por sucesivas estrechuras, o "pongas" -del de Rentema al de Manseriche-, por donde el Marañón se abre paso hacia las llanuras de la Amazonía.

El eje central de la cuenca es la sección más occidental del curso del Marañón, que, en forma de un gran recodo, va de su confluencia con el río Llaucano a su confluencia con el Irruv_a o Chiriaco, subsumiendo los sistemas hidrológicos del Huancabamba-Chotano-Chamaya, el Tabaconas-Chirinos-Chinchipe y el Utcubamba.

Sin embargo, la delimitación de los territorios etnolingüísticos que rebasan la cuenca requerirá en el presente estudio de la extensión de las referencias geográficas a las provincias ecuatorianas de Loja y Zamora y a los sistemas fluviales del Cenepa, el Nieva, el Santiago y el Morona.

2. MATERIALES Y PROCEDIMIENTOS

2.1. Frontera entre el mundo andino "civilizado" y el mundo amazónico "bárbaro" -linde, por lo tanto, natural y culturalmente crítica, que sólo la codicia del oro empujaba a fran­quear-, la hoya de Jaén planteó como una de las primeras dificullades para la "pacificación" de sus poblaciones su diversidad lingüística, puesto que no se hallaba en ella ninguna "lengua general" como lo era el quechua en los Andes; de donde la preocupación por los idiomas del área que se recoge -algo tardíamente-- en la "Relación de la tierra de Jaén".

De otro lado, la "pacificación" y la subsiguiente explotación de los nativos se veían fa­cilitadas en aquellas poblaciones en que existían ya tradicionalmente estructuras jerárquicas clasistas, cuyas altas jefaturas eran persuadidas o forzadas a colaborar con los conquistadores hispanos mediante demostraciones de poderío bélico. De ahí las infaltables y reiteradas preci­siones que corren en los primeros documentos acerca de si se estaba ante "gente de behetría", que no reconocía ni aceptaba "señores" permanentes y más o menos "universales", o ante "gente de razón", "política". "doméstica", que los reconocía y obedecía

Para el área que nos ocupa y comarcas vecinas, las relaciones del siglo XVI abundan en este tipo de referencias, y las traen a la "Relación Anónima" y otras a que acudiremos por

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diversos respectos, como la "Relación de las provincias que hay en la conquista del Chuquimayo . . . " del capitán Diego Palomino (Jiménez, 1965: IV, 185-188) y las varias que escribió Juan de Salinas Loyola, gobernador que fue de Loja y Yaguarsongo y Pacamuros (Jiménez, 1965: IV, 197-232).

La información geográfica y topográfica tenía, naturalmente, un interés crítico, y no falta en los documentos de los primeros exploradores hispanos la mención a: serranías, tierras de montaña o de sabana, ríos infranqueables o navegables por balsas o canoas, etc. Las tierras de montaña tomaban inutilizable el caballo, animal básico en el desplazamiento o la guerra. Por ejemplo, únicamente el camino de Jaén permitía alcanzar por tierra -es decir, por caballos­un punto del Marañón ya navegable; y de allí la importancia del Jaén viejo como puerta de entrada a la Amazonía.

Es tal vez ésta la razón por la cual el sector del Marañón correspondiente a Jaén es de­nominado "Río de las Balsas" en un interesante mapa de la hoya de Jaén que acompaña a la ya citada relación de Palomino con el nombre de "Traza de la Conquista del capitán Diego Palomino", reproducido por Jiménez de la Espada en la primera edición de las Relaciones Geográficas de Indias, de 1887, pero ausente en la edición de 1965 a la que aquí nos estarnos remitiendo.

2.2. En la tabla que sigue se disponen, en correspondencia con ocho glosas castellanas, las voces de los siete idiomas atestiguados en la "Relación de la tierra de Jaén", sucediéndose las columnas de acuerdo con el orden que guardaremos en la presentación de cada uno de los idiomas.

Son, como se ha advenido, de tres a cinco vocablos, según las lenguas; dos de ellos ("agua" y "maíz") consignados en las siete; uno ("leña'') en cinco; otro ("fuego") en tres; otro ("casa") en dos, y los restantes ("ovejas", "yerba" y "ven acá"), cada uno una sola vez.

Algunas de las voces reflejan la necesidad por las huestes españolas de obtener bebida y comida ("agua" y "maíz") y de hacer fogatas ("leña" y "fuego"). Las que ocurren dos veces o una en lenguas aisladas parecen requerimientos u observaciones ocasionales ("casa", "ove­jas", "yerba", "ven acá").

Como animal originario del Viejo Mundo, la oveja difícilmente tendría ya nombre pro­pio por entonces en un idioma indígena; en este caso, la glosa castellana como traducción de coará en patagón, debe haber sido aplicada a un animal distinto, originario del área, pero ca­racterizado por tener abundante pelaje, tal como en regiones más frías se estaba aplicando a un animal andino, la llama.

Demás está advenir que, aparte de eventuales errores paleográficos o de copista, o de interferencias en la audición original, la escritura de los vocablos de la "Relación de Jaén" refleja la percepción de individuos hechos a la fonética y la fonología del castellano y el uso de un alfabeto no adecuado a las lenguas americanas, y ni siquiera enteramente normalizado para el propio castellano de la época.

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castellano patagón bagua chirino xoroca ta bancal copallín sácata

"agua" tuná tuna yungo yumé yema quiet unga "maíz" anás lancho yugato xemé moa chumac umague "leña" viue xumás let oyme o laman "fuego" ca pal lalaque chichache "casa" tie ismare "ovejas" coará "yerba" paxquiro "ven acá" nacxé

Tabla vocabular de idiomas según la "Relación de la tierra de Jaén"

2.3. Es indudable que a un material idiomático de sólo unos cuantos vocablos no puede aplicarse los principios del método histórico-comparativo, ni, por lo tanto, pretender ubicar mediante él a una lengua dentro de la clasificación interna de una familia lingüística, o alcan­zar detalles de su historia particular.

No por esto, sin embargo, debe dejar de intentarse la labor de comparación léxica diri­gida a detenninar si las voces registr.1das guardan similitud con las de otras lenguas, y en qué grado, considerando el conjunto de voces de cada idioma; y si, de hallarse semejanzas, éstas pueden hacer sospechar relaciones de parentesco o de contacto. Aunque parciales y exiguos, el aprovechamiento de estos materiales es indispensable en ausencia -o en espera- de una documentación lingüística más completa.

De otro lado, en los últimos decenios se han dado a conocer estudios más cuidadosos de un mayor número de lenguas y familias lingüísticas sudamericanas, y, en el peor de los casos, hay algún material publicado de casi todas ellas. El examen comparativo puede, por esto, conducir a hipótesis más confiables tanto para descartar cuanto para proponer conexio­nes entre idiomas.

La propuesta de relación de alguna de las listas léxicas con una detenninada lengua o familia será más plausible cuando exista proximidad geográfica o cuando la lengua o familia sugerida haya mostrado mucha fuerza expansiva. Hay que señalar, no obstante, que esas mis­mas condiciones acrecientan igualmente la posibilidad de préstamos.

De todos modos, en el presente estudio los resultados que la comparación vocabular arroje (negativos o positivos en algún grado) se complementarán y corregirán con los que provea la concertación de idiomas aún sin material lingüístico y el examen de la toponimia actual y de la que corre en documentos antiguos, tanto para sustentar la agrupación o la separación entre idiomas como para esclarecer el área geográfica que ocupó cada uno de ellos.

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3. LOS IDIOMAS DE LA HOYA DE JAEN

3.1. El patagón

Los patagones, "gente de behetria", habitaban un territorio no muy amplio, de fonna aproximadamente triangular, demarcado en dos de sus lados por los ríos Chinchipe y Marañón y en el tercero por la frontera con un grupo lingüístico diferente, el de los chirinos. La "Rela­ción Anónima" menciona los pueblos patagones de Perico, Paco, Silla, Chacaynga, Xulluca, Tomependa y Pueblo de la Sal, emplazada la mayor parte de ellos en colinas de cierta eleva­ción, como Perico, y otros al borde de los ríos, como el Pueblo de la Sal, a orillas del Marañón, y el de Tomependa, situado en ambas márgenes del Chinchipe y por donde se salvaba este río.

Sobre suelo patagón, en el sitio de Silla, se hizo la primera fundación de la ciudad his­pana de Jaén, que iba a convertirse en el foco económico, político y militar de la zona, resi­dencia de encomenderos y autoridades -hecho que habría de acarrear la rápida extinción del idioma y el pueblo patagonés.

Tres de los cuatro vocablos que recoge la "Relación de la tierra de Jaén" pertenecen, transparentemente, al fondo propio y característico de la familia caribe, y fueron reconocidos así por Paul Rivet (Rivet 1934: 246). Ellas son: tuná "agua", anás "maíz" y viue "leña".

Hemos verificado esta pertenencia con el auxilio de una autoridad en lingüística caribe, el profesor Berend Hoff, de la Universidad de Leiden, a quien consultamos en 1983. El profe­sor Hoff dio, además, con la solución para el cuarto ténnino de la Relación, coará "ovejas", que pennanecía hasta entonces sin identificar: se trata de una forma fonéticamente vinculada con la que en algunos idiomas caribes designa al "perezoso" o "perico ligero" (Bradypus tridactilus), animal de abundante pelaje que tiene su hábitat en tierras cálidas de América.

Por su largo pelo y sus costumbres arbóreas, el perezoso es denominado justamente intillama, esto es "llama" (o "camero") del Sol" por los quechuahablantes del río Napo.

Veamos a continuación una tabla de los cuatro vocablos en patagón y en varias lenguas caribes, según Cestmír Loukotka (1%8), Robert Shafer (1%3) y otras fuentes infonnativas que nos proporcionó el profesor Hoff:

"agua" ''maíz'' "leña" "perezoso" makushí tuna anái yei kuwarárl, te-nupí purucotó tuna ye killlfár¡ wayumará tuna mazyná koalár¡ sapará tuná We w¡;we nupí taulipang tuná: a'naí(g) yei krutrár¡, nupí arécuna tuna a'naí(g) yfi koalar¡ ingaricó tuná anaí(g) yéi koarár¡ akawai tuna ahnaí yei kwaroun hiánacoto tu:na anádzi wuewue ualékole trio tuna anai wewe aleicole patagón tuná anás viue coará "ovejas"

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En la clasificación de l..oukotka, makushí, purucotó, wayumará y sapará constituyen el grupo Makushí; taulipang o pemón, arécuna, ingaricó y akawai o capón, el grupo Pemón; el trío pertenece al grupo trío y el hianacoto al grupo Carijona

Sin descartar la similitud con el hiánacoto (o umauá), de las nacientes del río Apaporis (afluente del río Caquetá, Colombia), de la observación de la tabla parece claro que, en su conjunto, las hablas de los grupos Makushí y Pemón de l..oukotka son las que se aproximan más al patagón que otros idiomas caribes en los que hemos podido llenar las fonnas corres­pondientes a los cuatro vocablos.

En la clasificación de Migliazza (1982), makushí, pemón y capón son miembros próxi­mos de su "guayana central", comprensión del "caribe norteño", una de las dos grandes divi­siones que efectúa el autor en la familia caribe (Migliaza 1982: 504-506).

Los grupos Makushí y Pemón muestran un núcleo bastante compacto en tomo de la cordillera de Roraima, Guyana y la frontera venezolano-brasileña. Un movimiento desde esta región por los ríos Amazonas y Marañón arriba, pudo haber llevado al pueblo y la lengua patagonas, probablemente en el transcurso del presente milenio, hasta su emplazamiento en lo que sería para los conquistadores hispanos la "tierra de Jaén".

Muy útil para precisar-negar o confinnar- estas aproximaciones sería la investigación arqueológica en el triángulo patagón de Jaén viejo y en las vecindades de la cordillera de Roraima.

3.2. El bagua

Los baguas eran pobladores de tierras cálidas -"yungas" según la raíz quechua pronto asimilada por los conquistadores hispanos en el área andina. Ocupaban los valles de Bagua (bajo Utcubamba, a 600 metros s.n.m.), de Chamaya, del bajo Tabaconas y el bajo Chinchipe, y, seguramente, las márgenes del Marañón entre Chamaya y Bagua al menos.

Se trataba sin duda de gente "política", de acuerdo al sentido que daban a este ténnino los españoles de la época. Diego Palomino escribe que la población del valle de Bagua es "bien doméstica" e "impuesta a servir" (Jiménez 1965: IV, 187-188).

Sus viviendas eran mayonnente cabañas amplias y abiertas, aptas para un medio am­biente caluroso, a estar por los dibujos que ilustran el mapa de Palomino. En su Relación dice éste que los habitantes del valle de Bagua "tienen ramadas por casas".

Pueblo de ribera, los hombres y mujeres baguas adquirían desde niños una sorprenden­te destreza para nadar, que suscita la admiración del capitán Palomino cuando los observa moverse a su guisa en las corrientes de los ríos Chinchipe y Utcubamba.

Paul Rivet vinculó de manera enteramente infundada la lengua patagona con la lengua de Bagua, llegando a denominar a ambas patagona ("patagona de Perico" y "patagona de Bagua''). En realidad, las listas de palabras conservadas para cada uno de los idiomas tienen sólo un vocablo en común, tuná o tuna "agua", y no se parecen o no son comparables en los restantes ténninos, como se percibe en la tabla vocabular.

Sin embargo, en su artículo de 1934, Rivet presenta un cuadro comparativo de ambas listas, en el cual, como un ardid, pone comillas en lugar de dejar vacío o hacer un trazo nega­tivo en los casos en que las casillas no podían ser llenadas por ausencia de infonnación (Rivet

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1934: 246). De este modo, se deja la impresión de que hay cinco vocablos comparables y que sólo uno es diferente: "maíz", anás en la "lengua patagona de Perico" y lancho en la "lengua patagona de Bagua"; y el caso es totalmente lo contrario.

Influido indudablemente por Rivet, Loukotka coloca la lengua de Bagua con la patagona en un "grupo P'<1tagón" del "stock Caribe" (Loukotka 1%8: 221).

Es cieno que tuna o tuná para "agua" es voz caribe, pero no lo son las demás de la lista de Bagua, ni la existencia de una única similitud en el conjunto dice gran cosa, puesto que puede explicarse fácilmente por préstamo desde el patagón debido a la estrecha vecindad geo­gráfica. Por lo demás, tuna se encuentra asimismo en idioma aguaruna, de la familia jíbaro, con el sentido de "chorro de agua", y es, aquí también, un muy probable préstamo desde el caribe.

De otro lado, los dos documentos que nos informan más directamente acerca de los idiomas de la cuenca de Jaén: la "Relación Anónima" y la de Diego Palomino distinguen cla­ramente al idioma patagón y al de Bagua como lenguas diferentes. Así, la Relación Anónima las separa explícitamente y señala los distintos sitios en que se habla cada una de ellas: la patagona en los lugares mencionados páginas antes (Perico, Paco, Silla, etc.) y la bagua en todo el valle de Bagua y en los puebos de Chinchipe y Chamaya (Jiménez, 1965: IV, 145). Palomino no hace más que confirmar la distinción, precisándola de modo tajante en un caso: cuando desde el asiento de habla bagua de Chinchipe, situado en las orillas del Chuquimayo (actual Chinchipe), asciende a las colinas de Perico, encuentra que la lengua de este último lugar "es diferente de la del río" (Jiménez 1965: IV, 185).

Descartada su identificación con el patagón -y, por consiguiente, su relación con la fa­milia caribe-, la bagua queda como una lengua inclasificable por insuficiencia de datos lingüísticos.

Por lo demás, las secuencias culturales prehispánicas del valle de Bagua, que son ahora bien conocidas gracias a los trabajos de la arqueóloga peruana Ruth Shady, muestran un acti­vo intercambio de los antiguos pobladores del bajo Utcubamba, desde el milenio anterior a nuestra era, con sociedades de los Andes septentrionales y centrales y de la Amazonía (Shady, 1987).

3.3. El chirino

Los chirinos, "gente de behetría", habitaban inmediatamente al norte de los patagones, ocupando parte de la cuenca del Chuquimayo (Chinchipe) o teniéndola por su frontera occi­dental, y extendiéndose hacia el oriente en espacio de veinte leguas o más por suelo de mon­taña sobre la margen izquierda del Marañón. El valle del actual río Chirinos, afluente izquier­do del Chinchipe, quedaba en el corazón de su territorio.

Consideradas las hablas cercanamente relacionadas con la chirina, este territorio, sin embargo, resultaba en la época mucho más amplio, como se verá luego.

La lengua de los chirinos fue reconocida en 1934 por Paul Rivet como perteneciente al grupo candoshi, en base a tres de las cuatro palabras chirinas que trae la "Relación de la tierra de Jaén": yungo "agua", yugato "maíz", xumás "leña" (Rivet 1934: 246). Consideramos co­rrecta esta identificación.

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En efecto, con diferencias de sonido y sentido no muy grandes y dentro de marcos esperables, esas tres palabras hallan paralelo en los vocabularios que en 1930 publicó Günter Tessmann de las lenguas murato y shapra de la familia candoshi (fessmann, 1930: 294-298):

shapra murato "agua" kúnku kúngu "maíz" iwuádu i(w)wátu "fuego" somási sumádzi

Como se advierte, en shapra y murato las formas más similares a la chirina xumás tienen la glosa castellana "fuego", y no "leña", por rdZones fácilmente explicables -o un equívoco en la captación plena del significado del vocablo chirino xumás por parte de quien lo recogió, o un desplazamiento semántico efectivo, pero previsible.

El shapra y el murato, los dos idiomas candoshis actualmente existentes, se hablan en­tre los ríos Morona, Pastaza y alto Nucuray, afluentes septentrionales del río Marañón.

Identificado el chirino como probable candoshi, se descubre por otras relaciones del si­glo XVI que su espacio lingüístico era muy amplio y hacía de él y de sus hablas próximas "la lengua más general" de las empleadas a la sazón entre los ríos Zamora y Santiago y el Marañón desde algo más abajo del pongo de Rentema al de Manseriche al menos.

Es así que en la vecindad inmediata de la ciudad de Zamora, en el oriente de la actual república del Ecuador, se empleaba una lengua que indudablemente pertenecía también a la familia candoshi: la denominada "rabona" en dos documentos de fines del siglo XVI, la "Re­lación de Zamora de los Alcaides", de 1582 (Jiménez 1965: IV, 136-138), y la "Relación de la Dotrina e beneficio de Nambija y Yaguarsongo", sin autor ni fecha, pero probablemente también de 1582, según Jiménez de la Espada (Jiménez 1965: IV, 139-142).

Aparte el hecho de que ambos documentos insisten en distinguir a la "rabona" de otras dos lenguas que competían con ella en la cuenca del Zamora, la jíbara y la "bolona" ( ésta, por su ubicación espacial, quizá vinculada con la cañar de la sierra ecuatoriana), la última de las relaciones mencionadas recoge un valioso material lingüístico: los nombres de dieciséis fru­tos del lugar "en lengua de los naturales (de Zamora) y en la lengua rabona, que es la más general, que es hasta Santiago de las Montañas y Jaén" (Jiménez 1965: IV, 141).

Ahora bien, hemos reconocido cinco de esos nombres en un léxico candoshi actual, el Vocabulario Candoshi de Loreto de Juan Tuggy (1966), y ninguno en vocabularios de idio­mas jíbaros u otros del área Los vocablos identificados son:

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"rabona" sache "membrillos" toro "guabas anchas" cotobix "fruta que comen

cocida" chicxi "zapotes"

mazi "pigibaios"

"candoshi de Loreto" ktsachi "palometa, huayo" toróopana "cotachupa (guaba)" tkobi "fruto comestible de

cierta palmera" chichi, chchiiri, chichiri

"zapote" mási "pifayo, palmera"

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Ya Rivet sugirió la afinidad de rabona y candoshi remitiéndose a la "Relación de la Dotrina e beneficio de Nambija y Yaguarsongo", pero sin presentar el análisis del material (Rivet, 1934: 247); procediendo de igual modo, Loukotka incorporó la rabona en su stock Murato (Loukotka 1968: 156).

La referencia a que la rabona es la lengua más general porque alcanza hasta Santiago de las Montañas y Jaén se confirma en la dirección de Jaén Viejo por la presencia a proximi­dad de éste del habla candoshi de los chirinos. Su extensión hasta Santiago de las Montañas -esto es, la ciudad que por entonces existía sobre el río Santiago, a unas diez leguas de su des­embocadura en el Marañón- está ya prefigurada en la propia "Relación de la tierra de Jaén" cuando se lee en ella que hacia el oriente, hasta "veintidós leguas en triángulo" de Jaén viejo, hay "mucha gente toda de la lengua y propiedad de la de Chirinos" (Jiménez 1965: IV, 144).

Documentos muy valiosos para perfeccionar el panorama etnolingüístico de la zona en el siglo XVI son los dejados por Juan de Salinas Loyola, el gobernador de Yaguarsongo y Pacamoros. Sus relaciones narran las peripecias de un prolongado y difícil desplazamiento por la montaña y la selva que habría de conducirlo finalmente hasta cerca de la ciudad del Cuzco remontando el río Ucayali.

Salinas empezó su periplo en Laja, zona de habla palta, y avanzó inicialmente hacia el sur hasta el alto Chinchipe, de donde enderezó rumbo al oriente, hacia el valle de Cumbinamá, nacientes del río Zurinanga (hoy Nangarisa), afluente del Zamora.

En el alto Chinchipe y en Cumbinamá, donde pobló las ciudades de Valladolid y de Loyola, respectivamente, halló que los nativos usaban "casi una lengua que llaman palta" (Jiménez 1965: IV, 198), y pudo, por ello, servirse de los intérpretes traídos de Loja. Al pro­seguir su marcha al Este, sin embargo, se dio con una lengua distinta y nueva para él y quie­nes lo acompañaban, y tuvo que atravesar la cordillera del Cóndor "sin caminos ni guías, por ser gente diferente de la ya poblada y dicha, y que ni se trataban ni comunicaban".

Salió así "a un valle y tierra poblada que se dice Coraguana" [seguramente en alguna parte de la cuenca del río Cenepa], cuyos naturales eran "diferentes en lengua, traje y costum­bres de los de Loyola y Valladolid" (Jiménez 1965: IV, 198-199). Más adelante, por espacio de treinta leguas, va a darse "con la misma gente y lengua" hasta las márgenes del río Santia­go, donde funda Santiago de las Montañas.

Desde esta última ciudad, Salinas emprende un nuevo viaje "por el rumbo del Norte Sur hasta treinta leguas de contino por la mesma población de gente, lengua y traje" (J iménez, 1%5: IV, 206); y funda, aguas arriba del Marañón en su margen derecha, el pueblo español de Santa María de Nieva, en medio de gente que "aunque difieren algo en la lengua, se en­tienden con los de atrás de Santiago, porque casi es toda una" (Jirnénez 1%5: IV, 200).

Si bien Salinas no da un nombre a la "nueva" lengua que encuentra desde el valle de Coraguana y sobre el Santiago y el Marañón hasta Nieva, no puede caber duda de que se tra­taoo de variedades de una misma lengua o idiomas de una misma familia lingüística, la candoshi, reconocida como "chirina" en el área de Jaén y como "rabona" en el área de Zamora.

En cambio, en cuanto traspuso --en 1557- la angostura o pongo de Manseriche, poco más abajo de la confluencia del Santiago y el Marañón, Salinas habría de enfrentarse con idiomas ajenos a los de la hoya de Jaén. Entre las primeras, halló la "provincia" de los cipitaconas y la de los maynas, cada una "de lengua muy diferente de las de atrás" y debió

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recurrir a tres intérpretes sucesivos. Las novedades lingüísticas no cesarían de presentársele en el resto de su periplo (Jirnénez 1%5: IV, 200,201,206).

El grupo etnolingüístico mayna a que alude Salinas posiblemente hablaba un idioma de la familia tupí, como lo indica el gobernador Diego Vaca de Vega, quien penetró en su zona en 1619, una sesentena de años después, para fundar allende el pongo la ciudad de Borja: " ... hablan [los maynas] su lengua materna que no es quechua ni aymara, y comunicándola con un padre de la Compañía de Jesús que ha estado en BrdSil, dice que es la misma que hablan los indios de allá" (Jiménez 1965: IV, 245). Si tal era el caso, se trataba seguramente de la lengua omagua-cocama No obstante, las profundas alteraciones sociales ocurridas en la región a causa de la presencia europea vaciarían muy pronto al término maynas de su conte­nido étnico, para convertirlo en el nombre de sólo un espacio geográfico, de amplias pero bas­tante imprecisas dimensiones, que se abría al oriente de Manseriche.

Tales alteraciones eran en gran parte reflejo y consecuencia de los todavía más profun­dos transtornos y desequilibrios ocasionados al Oeste del pongo por la intervención española, que, en el plano lingüístico, implicaría una acelerada modificación en la distribución de idio-mas.

En cuanto al candoshi, en efecto, si contrastamos la delimitación de su territorio que los más antiguos documentos permiten, nos pondremos ante la evidencia de su completa elimina­ción en el circuito del Chinchipe-Chirinos-Zamora-Santiago-Marañón, y su desplazamiento por diversos grupos jíbaros en las cuencas del Zamora, el Cenepa, el Santiago y las márgenes del río Marañón.

Si bien calificada de "gente de behetría" al igual que los paltas de Valladolid y Cumbinamá con los cuales colindaban en el siglo XVI, los candoshi del Cenepa y el Santiago fueron vistos por Salinas como "gente muy más doméstica" que aquellos (Jiménez 1%5: IV. 205) -es decir, más dócil y servicial frente a los invasores hispanos. Este comportamiento hizo posible un mayor contacto entre conquistadores y conquistados, la extensión más rápida y masiva de las enfermedades europeas en las nuevas poblaciones y la sobreexplotación de és­tas en la extracción del oro de ríos y minas. Diezmados y debilitados de este modo, cedieron pronto el lugar ante los más agresivos grupos jíbaros.

3.4. El xoroca

Seis leguas al norte de la "provincia" de los chirinos se ubicaba la "provincia" de Xoroca, cuyos pobladores hablaban "la lengua palta", según indica la "Relación de la tierra de Jaén". Instalados sobre suelo montañoso, en la ruta del Jaén viejo a Cumbinamá (Loyola), los de Xoroca son calificados de "indios de behetría" que "no tienen sefior que los gobierne" (Jiménez 1%5: IV, 143).

Es muy probable que --<:orno lo ha sefialado, entre otros, Paul Rivet (1934: 246)- la len­gua palta estuviese vinculada genéticamente con los antecesores de los idiomas jíbaros mo­dernos (shuar, achual, huambisa, aguaruna), de los cuales guardaba una distancia lingüística que no nos es dable medir de modo directo, pero que en el siglo XVI no debía ser demasiado grande puesto que no impedía la comunicación entre los hablantes de las al parecer ya nume­rosas variedades "paltas" y "jíbaras" y formas intermedias, como sostienen informaciones de la época.

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En realidad, la comparación de los cuatro vocablos xoroca atestiguados en la "Relación Anónima" y las hablas jíbaras actuales rinden muy poca semejanza. Apenas uno, yumé "agua", puede ser convincenlemenle identificado con yumi "agua" o "lluvia" en jíbaro moderno. Otro, xemé "maíz", se aproxima mcdianamenle a la fonna shaa que hoy se recoge (Larson 1966). Los otros, let "leña" y capal "fuego", no tienen paralelo, si bien las hablas jíbaras modernas poseen para "fuego" y "leña" la voz ji que Lal vez se relacione con let.

Ante la carencia de mayor material lingüístico antiguo, es la revisión concordada de los documenlos, felizmente varios, que proveen noticias de idiomas, lo que nos guía en la identi­ficación de las hablas paltas con las jíbaras y su agrupación en una familia lingüística palta­jíbara.

En la "Relación y descripción de la ciudad de Loxa", que escribió en 1571 o 1572, Sali­nas Loyola afirma que "en los Lérrninos" de esa ciudad había por entonces "tres diferencias de lenguas, naciones o gentes", y menciona las lenguas "cañar, palta y malacata", si bien a conti­nuación precisa que estas dos últimas "aunque difieren algo" permiten la comprensión mutua de sus hablanles. Como otros aulores contemporáneos, Salinas contrasta a las "naciones" cañar y palta (que incluye sin duda a los malacatos) en el sentido que la primera "es más doméstica y de más rnzón" que la segunda (Jiménez 1965: III, 301).

Los paltas propiamente dichos ocupaban el valle y las serranías en tomo a la ciudad de Loja. Los malacalos, por su parte, se extendían por los valles del Piscobamba-Catacocha, probablemente hasta las cercanías del río Macará, frontera peruano-ecuatoriana. Con seguri­dad, el LerriLorio malacato colindaba con el de los paltas, y posiblemente también con el de los que llamaremos globalmenle "cumbinamaes": los hablantes "palta" de Valladolid, Cumbinamá y Xoroca. Quizá se conectaban igualmente con los gonzavales, asimismo hablantes "palta" del "distrilo" de la ciudad de Zamora de que hace mención la "Doctrina e beneficio de Nambija y Yaguarsongo" (Jiménez 1965: 140-142). En la "Relación de Zamora de los Alcaides" la designación de "palta" es reemplazada por la de "xiroa", una probable variante de la forma "xíbara", "jíbara" o "gíbara" de otros documentos.

Sin embargo, el país jíbaro propiamente dicho (la "provincia de los xíbaros") se exten­día más al nordeslc de las zonas hasta aquí definidas y se halla bastante bien circunscrito en las infonnaciones de los siglos XVI y XVII.

Tenía, al parecer, por centro geográfico la "cordillera de los jíbaros" --<:ordilleras del Culucú y de Yaupi- y cubría hacia el Oeste las cuencas de los ríos Upano, bajo Paute y Namangosa, y, hacia el Esle, las nacientes y la sección alta del río Morona

El capitán español Hemando de Benavente, que reconoce la zona, narra en una "Carta­relación" al Rey de España, de 1550, que cerca de la confluencia de los ríos Paute y Upano "se tomaron ciertas indias que la lengua y habla dellas era como la de los Malacatos que están cabe los Pallas, porque unos indios que iban consigo las entendían. Dijéronme que se decía aquella tierra xíbaro" (Jirnénez 1965: IV, 174). El gobernador Vaca de Vega señala por su parte que el río Morona "viene de la Cordillera de los Xfüaros" (Jiménez 1965: IV, 243).

Los documentos de la época hablarán insistentemente de la riqueza aurífera de la re­gión, pero asimismo de sus agrestes características geoambienlales, su pobreza en recursos de subsistencia y la dispersión y belicosidad de su población indígena, que rechazaría obstinada­mente la presencia hispana en sus tierras.

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La ambición del oro, no obstante, condujo a la fundación de ciudades en la zona, como en 1564, la de Logroi'lo de los Caballeros, vecindad espai'lola que habría de vivir en constante zozobra e incertidumbre por los ataques de los jíbaros y la dificultad de hallar a su alcance mano de obra nativa.

Huyendo de los espai'loles, o aprovechando del debilitamiento de otros grupos indíge­nas -como los candoshis-, los jíbaros descendieron hacia el sur, a oriente y occidente del pongo de Manseriche, y ganaron amplios territorios en ambas márgenes del Marai'lón, donde hasta hoy se encuentran.

El examen toponúnico del área "palta-jíbara" en base a documentos históricos y a car­tas geográficas actuales, conduce a establecer un neto deslinde entre las finales toponímicas del sector suroccidental, las antiguas comarcas de paltas, malacatos y cumbinamaes, cuyas hablas han desaparecido, y las de las zonas del Zamora-Santiago, Upano-Namangosa, Morona y Cenepa, donde se emplean los idiomas jíbaros modernos: shuar, achual, huambisa y aguaruna. La carencia de cartas geográficas suficientemente detalladas de la Cordillera del Cóndor y de la margen sur del Marañón nos impide incorporarlas a este estudio.

Lo primero que se observa es que las finales toponúnicas características de la antigua área suroccidental son -namá y -anga. En un diccionario aguaruna moderno se registra el vo­cablo namák con el sentido de "río" (Larson 1966), y éste era seguramente su valor en topónimos históricos: Gonzanarná, Guachanamá, Chupanarná, Cumbinamá, etc. No hemos hallado registrada en léxicos modernos la forma -anga, que sobrevive en la toponimia actual de suelo ecuatoriano en los nombres Cariamanga, Zororanga, Numiaranga, Quilanga, Orianga. El río Zamora se llamaba en el siglo XVI Chupanarná o Pacoranga.

En las zonas actualmente de habla jíbara al norte del Marai'lón las finales toponímicas que se registran son: -an1.a en afluentes y localidades del bajo Zamora y del Upano-Narnangosa; -entza en formante altos del Morona; e -ymi o -imi sobre un territorio algo más amplio: con más frecuencia en nacientes y brazos del Morona, pero también en el alto Zurinanga (o Nangarisa) y brazos de afluentes del Cenepa y el Santiago.

-ymi o -imi, con toda seguridad, es una contracción de yumi "agua" (y, sin duda, apli­cable a "río"), y -an1.a y -entza son probablemente variantes dialectales de una forma entsa que significa "río" o "quebrada" (en Shuar también "agua"). No debemos descartar, sin em­bargo, que algunas de estas finales guarden relación con la forma aénts "gente" del jíbaro ac­tual.

Una final toponímica que no parece asignable a lenguas jíbaras, pese a su abundancia en el área en que éstas se emplean hoy, es -~ o -~. Ausente de las antiguas comarcas de malacatos, paltas y cumbinarnaes y del "país jíbaro", es frecuente, en cambio, en la cuenca del Zamora-Santiago, y está presente en el nombre del río P--astaza, e, incluso, al sur del Mardi'lón, en el del !maza. Por su distribución geográfica, pareciera corresponder más bien a antiguas hablas candoshis.

En el nombre del río Namangosa, confluencia del Upano y del Paute, la segmentación debe hacerse posiblemente, no en la última sílaba, sino desde la antepenúltima vocal, puesto que, no lejos, se hallan otros dos nombres con terminación idéntica: los ríos Panangosa -que va al Zamora-y Tutanangosa, afluente del Upano.

Si bien hemos planteado aquí la existencia de una familia "palta-jíbaro", nos parece obvio, por la comparación del breve léxico de la "Relación de la tierra de Jaén" y de los datos

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toponímicos, que debemos distinguir dos ramas al menos: la palta-malacata (y tal vez cumbinamá), ya extinta, y la jíbara, de hablas sobrevivientes.

3.5. El tabancal

Los tabancales o tabancaras habitaban en el pueblo de Aconipa y sus contornos, sobre la margen de un afluente izquierdo del Chinchipe, a veinte leguas del asiento antiguo de Jaén. La "Relación Anónima" los describe como "indios de behetría".

De su lengua nos han quedado cinco palabras, el número mayor que, de los idiomas del área, reúne la mencionada Relación; este material, no obstante, no ha permitido identificarla con ninguna otra lengua conocida.

Uno de sus vocablos, yema, "agua", es fonéticamente similar al consignado con igual sentido para la antigua habla "palta" de Xoroca: yumé y el jíbaro actual: yumi; similar tam­bién al de la familia aru (aymara, kawki): urna, y no lejano de la forma reconstruida por Da­vid Payne para el protoarahuaco: uni (Payne 1991: 425)-que se refleja en el antiguo quechua del sur peruano y en el cuzqueño actual bajo la forma unu, sin duda resultante de préstamo.

Es de notar, al respecto, que las palabras que designan "agua" y nociones próximas pa­recen haber "circulado" de unas a otras entre importantes lenguas de la Amazonía y de los Andes, y pueden convertirse en pruebas de contacto, no necesariamente de parentesco.

Sucede así con atacameño puri "agua", puquina para "río", quechua sureño para "llu­via", pano paro "río", guardllí pará "río"; e, igualmente, como veremos luego, con la forma quiet "agua" de la lengua de Copallín y otras fonéticamente semejantes de diferentes idiomas sudamericanos.

3.6. El copallín

La lengua de Copallín era hablada por "gente de behetría" asentada en las serranías que, al sur del Marañón, separan las cuencas de los ríos Utcubamba e Imaza, en el actual departa­mento peruano de Amazonas; se usaba en los pueblos antiguos, hoy desaparecidos, de Copallín (escrito Copallén en los primeros textos), Llanque o Lanza y Lomas del Viento (Jiménez 1%5: IV, 144, 187).

De este idioma nos quedan cuatro palabras, que no permiten establecer una relación cierta con ninguna lengua o familia lingüística conocida.

La forma para "agua", quiet, tiene semejanza con vocablos de glosa igual o próxima en varias lenguas andinas independientes entre sí: sechura "agua" jut; cholón "agua" y "río" cot; hibito "agua" cachi; culle "lago" y "mar" .ID!kta; quechua y aru "lago" y "mar"quca (aymara moderno quta).

Además, como señalamos en un artículo anterior (Torero 1989: 234-237), la final -cat(e) (o variantes) aparece frecuentemente en la toponimia de la sierra norte peruana hasta casi la frontera con Ecuador, al punto que hemos delimitado un área toponímica bajo la designación de cat (Torero, 1989: 222; 1990: 245). Podemos añadir aquí que el mismo segmento toponímico, con las mismas variantes, se encuentra en la sierra surcentral ecuatoriana sobre

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las áreas en que se hablaron las lenguas puruguay (puruhá) y cañar, según los trabajos del investigador ecuatoriano T. Paz y Miño, en particular su "Diccionario Toponúnico" (Paz y Miño, 1946-1952). Tal segmento no aparece, en cambio, en la sierra sur ecuatoriana sobre los territorios que poblaron paltas y malacatos.

Por otra parte, no dejamos de advertir parecidos entre las palabras quiet "agua" y chumac "maíz" de Copallín con vocablos de idiomas arahuacos. Para hacer la aproximación corres­pondiente, citaremos las reconstrucciones que Payne (1991) establece en protoarahuaco para las glosas "lago" y "maíz", y algunos de los datos idiomáticos en que funda sus propuestas.

Así, para "lago" -que ponemos en correlación con quiet "agua" de Copallín-, Payne reconstruye *kaile[sa]. Las formas de algunos de los idiomas cotejados presentan sílabas an­tepuestas: paresí [ha]káiri, ashéninca [iN]kaare; las de la mayoría, sílabas pospuestas: achagua kali[sa], cabishana kali[ta], yukuna *kari[sa] (una reconstrucción, a su vez, de fuentes pri­marias que dan la forma~. etc. (Payne 1991: 409).

Para la glosa "maíz" -chumac en Copallín-, Payne (1991: 399) reconstruye en protoarahuaco •mariki; pero registra para el ignaciano la forma amaki, que no muestra huella alguna de la sílaba media, -ri-, de la protoforma propuesta. Por su parte, Antonio Tovar, citan­do a Gilij, da para el maipure (lengua arahuaca hoy extinta que Payne no incluye en su com­paración léxica), la forma yamuki (Tovar 1986: 6), en tanto que Loukotka, sin citar su fuente de manera precisa, asigna al maipure igualmente la forma dzyomuki (Loukotka 1968: 131). Estas aproximaciones pueden bien hacer ver en chumac una forma relacionada con las co­rrespondientes de esas lenguas arahucas, y adquirida problablemente por préstamo.

Además, en la tabla vocabular observamos también la semejanza de chumac con la voz umague "maíz", del idioma de Sácata, que examinaremos más adelante.

De otro lado, una secuencia mak- se ha combinado quizá con una voz caribe como anás y variantes que hemos referido a propósito de la lengua patagona, para producir en hablas arahuacas del alto Orinoco, el alto Río Negro y el Vaupés, las designaciones de "maíz" con formas como baniva makanatsi, baré y uarékena makanashi, carútana makanachi -según registra Loukotka ( 1968).

3.7. El sácata

Los habitantes de Sácata (<;acata o Sacata en los primeros documentos, Zacata, Sacata o Sagata en ulteriores) son calificados por la "Relación de la tierra de Jaén" como "gente de razón", que "reconocen caciques". Este rasgo sociológico, que en la hoya de Jaén sólo com­p-drten con los baguas y la "gente del Inga", los distingue de las demás poblaciones del área (Jiménez 1%5: IV, 145).

La localización del pueblo de Sácata está indicada en el suroeste del mapa de Diego Palomino sobre una serranía que bordea la margen izquierda del río Marañón. La "Relación Anónima" lo sitúa "en unos altos de tierra fría" a dieciocho leguas de Jaén y ocho de Chamaya yendo "por tierra caliente hacia la parte de Cajamarca".

Pese a estas precisiones, la ubicación e identificación de este pueblo han sido objeto de errores. Rivet -seguido por Loukotka- lo confunde con el casi homónimo de Sócota, que se encuentra en la misma región (actual provincia de Cutervo, departamento de Cajamarca), pero

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a unas diez leguas de distancia de Sácata y el Marañón (Rivet 1934: 245; Loukotka 1968: 156). Steward y Métraux lo desplaz.an a los Páramos de Sallique y el río Tabaconas, esto es, hacia el Oeste y no hacia el Sur de Jaén, donde realmente está (Steward y Métraux 1948: vol. 3, 615).

También se lo ha emplazado en la ribera derecha del Marañón, adonde, efectivamente, algunas informaciones coloniales parecen referirlo; pero este situamiento puede explicarse por una probable ubicación del pueblo sobre ambas bandas del río al coincidir con un sector en que vadearlo era menos difícil -tal como, por el mismo motivo, las poblaciones de Chinchipe y de Tomepende se extendían sobre ambas orillas del Chinchipe. En el mapa de Palomino se lee, justamente a la altura de Socata, la indicación "Pasage a Levanto" (Chachapoyas). En la actualidad, la ruta de Sácata y Cujillo --distrito de la provincia de Cutervo, en la margen iz­quierda, requiere salvar el río en balsa cautiva por el mismo sector.

La existencia de un Sácata en la banda derecha del Marañón parece hallar sustento en el "Libro de la Segunda Visita pastoral" que hizo en 1598 el arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo a su extensa arquidiócesis, en el cual se vincula a Sácata con los Chillaos, nombre de una gran entidad étnica o política cuyo territorio es situado por otros documentos en las serranías que separan la cuenca del Marañón de la del Utcubamba.

El "Libro .. . " dice que Mogrovejo visitó "la doctrina de los chillaos que es Y amor (sic) y Zacata", y hace una relación de las estancias y gente "que están en contorno y circuito desta doctrina de Y amor y Zocata de los Chillaos" (Mogrovejo 1920: 58-60). Inclusive, el texto alude a "Comeca, cacique de Zacata", y Comeca aparece en el mapa de Palomino como nombre de una localidad de los Chillaos.

Sea que el pueblo de Socata se hubiese asentado en ambas márgenes del Marañón o que hubiera existido sólo en su banda izquierda, lo interesante en las referencias arriba anota­das es que, a tenor de ellas, Sácata no queda como un pueblo aislado, sino incorporado en una entidad espacial y socialmente de mayor importancia.

Al interior de esta gran entidad debió existir igualmente una vieja rivalidad entre los pueblos de Yamón y Sácata, de la que todavía se guarda memoria: aunque el antiguo pueblo de Sácata, hoy abandonado y en ruinas, ha tomado el nombre de Collaque y sólo unos pocos ancianos lugareños recordaban aún hace unos años su primitiva designación(2) en ambas már­genes del gran río se mantiene vívida, en forma de leyendas, la pugna entre Socata y Y amón, que supuso contiendas de poderosos brujos y monstruosos animales míticos, Marañón de por medio.

Por otro lado, el distingo entre los pueblos de Sócota y de Sácata que Rivet confunde, así como la confirmación de la localización de Sácata en la banda izquierda del Marañón, se encuentran especificados por el cronista Miguel Cabello V alboa cuando éste narra que, derro-

(2) Visité el sitio en 1985, en compañía de los arqueólogos Ruth Shady y Arturo Ruiz Estrada. El señor Femún Requejo Guerrero, nacido en el lugar y que había tenido cultivos en medio mismo de las ruinas, nos informó que "el nombre antiguo" de Collaque era Ságata. El nombre Sagata y la vaga indicación de "Aldea, Cujillo" están registrados en el Diccionario Geográfico e Histórico de Cajamarca de Carlos Burga Larrea. Las palabras con acentuación esdrújula como Ságata no llevan la marca gráfica del acento en los antiguos documentos. Las ruinas de Sácata o Ságata se hallan al borde de una elevada escarpa que mira al Marañón.

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tados y huyendo de las tropas atahuallpistas, los soldados chachapoyas " ... tomaron por Cuterbo el camino para sus tierras, y dejándose vajar por <;ocota y <;acata pasaron por Gallumba el río grande (el Marañón) y por los Chillaos se bolvieron cada uno a su pueblo" (Cabello Valboa 1951: 449). Quizá Gallumba sea el actual pueblo de Cumba, algo al norte de Yamón.

Tomado de manera amplia, el territorio de Sácata, y del distrito de Cujillo que lo enmarca, se sitúa entre los tramos finales de los ríos Silaco-Llaucano y Malleta, que desembocan en el Marañón respectivamente al sur y al norte de las ruinas de Sácata.

Respecto de los vocablos sácata recogidos en la "Relación de la tierra de Jaén" -unga "agua", umague "maíz", y chichache "fuego"-, Rivet, en 1934, se inclinaba a relacionar dos de ellos, unga y chichache, con los idiomas candoshis chirino, murato y shapra.

Consideró, así, que quizá unga era "una forma dialectal del Chirinos yungo "agua"; y que chichache se acercaba a las palabras tsingási del shapra y tingái6 del murato que ten­drían el significado de "leño". Además, Rivet segmentó este último vocablo sácata como chi­chache para decir que "parecen derivados de este mismo radical los vocablos murato pu-sáci "ceniza" y p-sáci "humo"" (Rivet 1934: 247) (traducciones nuestras).

No obstante, si bien la forma chirina yungo puede semejarse a unga (pero más lejanamente las testimoniadas en las modernas hablas candoshis: shapra kunku y murato kungu), el parecido de tsingási y tingáici con chichache es ya menos evidente; y las segmentaciones que el autor efectúa sobre las últimas formas candoshis son improcedentes. El vocabulario candoshi de Tuggy (l 966) consigna las voces insegmentables po7.aehi, pol.áchiri y pozchiri para "ceniza" y msaasi para "humo".

En cambio, por nuestra parte, advertirnos semejanzas consistentes de los tres vocablos sácatas con formas de lenguas de la familia arahuaca.

Para el cotejo de formas nos valdremos particularmente del reciente estudio de David Payne (1991), ya citado, que reconstruye 203 protolexernas arahuacos en base a la compara­ción de los datos de veinticuatro idiomas representativos de las principales ramas de la familia arahuaca (o maipurana, como prefiere llamarla).

La relación de unga con la forma *uni "agua" propuesta por Payne (1991 :425) nos pa­rece de por sí suficientemente evidente, aun cuando no tengamos una explicación para su se­gunda sílaba, -ga -excepto conjeturar que corresponde al "marcador de tópico" /-qa/ propio del quechua que habría sido adoptado en la lengua de Sácata.

Para la voz umague, "maíz", vale lo que hemos sustentado al tratar del vocablo chumac del copallín páginas antes: a umague se semejan las forma<; del ignaciano amaki (Payne 1991: 399) y del maipure yamuki (Tovar 1986: 6) y dzyomuki (Loukotka 1968: 131); y, probable­mente, también las de otras lenguas arahuacas que parecen resultar de la hibridación del seg­mento mak- y la voz caribe anatsi (o variantes). Cabría, entonces, plantear por antecedente una forma tal como •maki, derivada de la protoforma •mariki propuesta por Payne, o alterna a ésta.

Finalmente, la voz chichache, " fuego", puede deducirse de la protoforrna arahuaca de igual sentido reconstruida por Payne: *dikah[~i] (Payne, 1991: 403). La precedencia de lavo­cal i pudo en sácata palatalizar la consonante velar -ka- intermedia y tomarla africada palatal, y haberse luego extendido la misma calidad consonántica -facilitada también por el contacto con la vocal i- a las consonantes iniciales de las otras dos sílabas, o haberlo percibido así la persona que anotó el vocablo.

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En palicur, una lengua arahuaca del territorio brasilei'lo de Amapá, situado al norte de la desembocadura del Amazonas en el Atlántico, el maíz se nombra tiketi (Noble 1965: 71; Payne 1991: 403). Payne califica al palicur de idioma conservador dentro de la familia arahuaca (Payne 1991: 487).

Geográficamente casi a mitad de camino entre el alto Marai'lón y el Amapá, otra lengua arahuaca, hoy desaparecida, la manao, que era hablada por un activo pueblo de comerciantes del río Negro y el Amazonas central todavía a fines del siglo XVII, la voz correspondiente a "maíz" era ghügaty (fonéticamente tal vez [gügáti]). De material lingüístico de la manao nos ha quedado un vocabulario no muy amplio y algunos rasgos gramaticales (Goeje 1948).

Las voces de sácata, palicur y manao para "maíz" son fonnas enteramente explicables a partir de *dikah[~J -si bien para el sácata, y en parte el manao, no sea posible establecer las transfonnaciones y correspondencias fonéticas en base a fónnulas regulares y sistemáticas, como sólo un abundante material idiomático habría pennitido.

En el estado actual del conocimiento de las lenguas americanas, juzgamos óptima la puesta en relación del sácata con el arahuaco (maipurano), por cuanto:

a) como arriba sei'laláramos, cada uno de los vocablos atestiguados del sácata exhibe semejanzas consistentes con los correspondientes de lenguas arahuacas, incluso con la protofonna propuesta, siendo su variación y diferencias explicables de manera natural y sen­cilla, no objetable;

b) la comparación de esos tres vocablos con otras lenguas o familias lingüísticas de América no arroja similitudes suficientes ni convincentes;

c) el hecho de que tales semejanzas se den en los únicos tres vocablos cotejables no sólo descarta razonablemente el azar, sino que refuerza la caracterización del conjunto como cognadas de fonnas arahuacas.

Estas observaciones nos conducen a considerar que la lengua sácata, o era un idioma arahuaco - probabilidad que estimamos alta-, o había quedado fuertemente impregnada por algún idioma arahuaco a raíz de un contacto tan intenso que la llevó a admitir términos "bási­cos", como "agua" y "fuego", y un ténnino "cultural", "maíz", que designa una planta de mu­cha importancia para la agricultura americana precolombina.

Dada la naturalidad de estas dos probabilidades, fundadas ambas en la transparencia con que la serie de los tres vocablos se evidencia como emparentada con voces arahuacas, pensa­mos que puede descartarse la posibilidad de encontrar más adelante una explicación mejor mediante la comparación con otra lengua o familia.

La separación de la sácata respecto de las demás lenguas de la familia -en la hipótesis del parentesco-, o la contaminación -en la hipótesis del contacto-, pudo producirse en fecha bastante lejana, dado que es posible establecer las vinculaciones para el conjunto de sus voca­blos desde el nivel de protoarahuaco.

De cualquier modo, no debe en principio sorprender la presencia de gente de habla arahuaca en la cuenca de Jaén, puesto que, de un lado, esta cuenca era un territorio ambicio­nado por sus riquezas naturales y su carácter de nexo entre la Amazonía y los Andes, y, de otro, los arahuacos componían algunos de los pueblos americanos más extraordinariamente expansivos desde milenios atrás, y muchos de ellos se habían movido cerca de la cordillera andina y al parecer en conexión con ésta.

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3.8. El quechua

Para el sector suroccidental de la hoya de Jaén, la "Relación Anónima" señala única­mente el uso del quechua, al que denomina "lengua general" o "lengua del Inga", como se lo designaba en la época. Respecto de algunos pueblos, indica simplemente que emn "gente del Inga" o "indios del Inga", con lo cual debemos entender que hablaban el quechua.

La expresión "del Inga" en este contexto, sin embargo, puede significar algo más: que el quechua em propio de esos pueblos desde la época prehispánica, y no había sido extendido a ellos a raíz de las acciones españolas de conquista.

Los pueblos citados por la "Relación Anónima" son Querocoto, Chimache, Chontalí, Guaratoca, Zallique (Sallique), Tabaconas y Pucará (Jiménez 1965: IV, 145). Este último pueblo, de "gente del Inga", situado sobre el óo Tabaconas, em el más próximo a la ciudad de Jaén viejo, a sólo diez leguas, y tal vez lo componían los sobrevivientes y descendientes de una guarnición inca, a estar por el nombre del lugar, pucara, "fortaleza" en quechua.

Por lo demás, el quechua parece haberse extendido en esa franja suroccidental de la hoya de Jaén por sustitución de otra lengua, puesto que sobre el mismo territorio (nacientes del río Chancay y cuencas de los óos Chotano y Huancabamba) se descubren topónimos a los que carncteriza el segmento final-mache, como en Chimache.

Parn el lado oriental de la hoya, el amplio territorio cuyo centro em Jaén, así como parn el curso del alto Chinchipe, al noroeste, sorprende un poco que ninguna relación mencione el quechua, y que, todavía hacia 1570 en que fue escrita, la "Relación de la tierra de Jaén" recoja vocablos sencillos de pueblos del área de diferente lenguaje que el de la "gente del Inga", como si la zona estuviese recién explomda, siendo el caso que ya en 1535 había incursionado por ella la hueste de Alonso de Alvarndo y que estaba bastante bien reconocida cuando, en 1549, el capitán Diego Palomino la describe por escrito y en un mapa.

La ausencia de referencias al empleo del quechua por los pobladores del sector oriental de la cuenca en la segunda mitad del siglo XVI nos parece, por esto, entemmente accidental y no un reflejo de la situación efectiva. Aunque, de hecho, continuasen siendo hablados los di­versos idiomas que hemos examinado, segurnrnente el quechua había penetrado ya en el área como lengua de relación a raíz justamente de la acción conquistadora de los españoles.

Por entonces, el cuadro lingüístico allí se había tomado probablemente similar al que presenta en 1582 la "Relación de Zamora de los Alcaides" parn la cuenca del Zamora, donde los naturales, al lado de las lenguas "oriundas" -rabona, xiroa y bolona- "todos entienden algo de la general que dicen del Inga y muchos dellos la hablan y entienden bien, que la deprendieron con el trato y uso que tienen con los españoles, que antes no la sabían" (Jiménez 1965: IV, 137).

Que Jaén y Santiago de las Montañas fueron postas en la progresión del quechua hacia el oriente queda implícito en las informaciones ulteriores de misioneros jesuitas que asignan a la ciudad de Borja, fundada en el siglo XVII al Este del pongo de Manseriche para proteger a esos antiguos centros, un papel en la difusión de la "lengua del Inga" por la provincia de Maynas "donde iban introduciéndola los españoles que asistían en aquella conquista" (Maroni 1988: 168-169).

Hemos subrayado parcialmente las palabras de las dos últimas fuentes citadas porque ellas retratan bien la situación lingüística que se configuró, tras la caída del imperio incaico,

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en los dos últimos tercios del siglo XVI: el relevo para la consolidación del quechua dentro del ex Tahuantinsuyo, e, incluso, para su extensión hacia nuevos territorios lo tomó el poder español.

Allí donde la dinámica de la conquista, básicamente la codicia del oro y la plata, lleva­ba a las huestes hispanas-y a los millares de "auxiliares" indios-, la "lengua general del Inga" se expandía y devenía en el idioma mediante el cual se hacía la comunicación con y para los propios españoles. El quechua, no el castellano, avanzaba con la espada y la pólvora.

Naturalmente que cuando se lee que el quechua fue introducido por los españoles, debe quedar claro que lo fue por los cientos de indios de origen andino que eran fornidos a ocompañar a cada puñado de españoles como "auxiliares" -guerreros o cargadores- y que hablaban en su gran mayoría el quechua o estaban en proceso rápido de quechuización. Por cierto que parte de ellos (los cociques o "capitanes" al menos) manejaba también el castellano, por lo cual podía servir de nexo entre los conquistadores y la gente conquistada o por conquistar.

No obstante, el hecho de que la "Relación de Zamora de los Alcaides" afirme en 1582 que el quechua se extendía "con el trato y uso" con los españoles -es decir, el señalamiento, tal vez inconciente, de una relación íntima entre la lengua quechua y la ''nación española"-, sea la temprana expresión, a 50 años de la conquista, de una situación que habría de reinar a fines del siglo XVIII en buena parte de los dominios hispánicos de Sudamérica, cuando el quechua se convirtió en la lengua más usada por los descendientes de los españoles, lo~ crio­llos, no sólo en el Cuzco, sino en las sierras desde el sur de Colombia al noroeste argentino.

4. ESBOZO DE HISTORIA LJNGÜISTICA DEL NORORIENTE

Sumadas a la fertilidad de algunos de sus suelos y a la riqueza aurífera de sus riberas, las carocterísticas geográficas de la hoya de Jaén: amplia transición entre tierras frías y tierras cálidas, especial ubicación entre el litoral árido del Pacífico, las serranías andinas y los llanos de la Amazonía, y la peculiar disposición de sus redes hidrológicas ---{)Ue, como en una in­mensa placa giratoria, van a confluir desde opuestas direcciones a un sector del Marañón ya navegable por canoas-, la convirtieron para andinos y amazónicos, sin duda desde milenios atrás, en lugar de convergencias y conflictos, de rumbos y encrucijadas, de posta para el inter­cambio de productos disímiles y cabecera de playa para incursiones de conquista, coloniza­ción o pillaje.

Todos estos factores reunidos pueden explicar la complejidad -y la relativa inestabili­dad- lingüística de la cuenca y de su contorno inmediato.

El examen del panorama lingüístico del área en el siglo XVI hace permisible pensar que candoshis y palta-jíbaros se hallaban presentes en el norte de la hoya desde centurias atrás, por situarse en ese sector las fluctuantes fronteras meridionales de sus territorios idiomáticos respectivos.

No es posible pronunciarse con seguridad acerca de si el palta-jíbaro se movió desde el Upano y el alto Morona hocia la sierra sureña de Ecuador y el alto Chinchipe, o al contrario. Páginas antes hemos notado que la toponimia palta-malacatos parece "romper" una cierta continuidad toponímica tal vez bastante antigua entre la sierra norte peruana y el área que fue cañar y puruguay en Ecuador. Esta observación, que podría significar una presencia más re-

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ciente de los paltas y malacatos en la sierra ecuatoriana respecto de sus vecinos, nada dice, sin embargo, acerca de la dirección que tomó el desplazamiento original del palta-jíbaro mismo.

Los copallines, por su parte, se perciben como sólidamente asentados desde antiguo en las serranías entre los valles de Bagua e lmaza.

Los tabancales constituían probablemente también un viejo relicto en la cuenca del Chinchipe.

En lo que toca a los baguas, si correlacionamos el panorama lingüístico de la hoya de Jaén con los resultados de las investigaciones arqueológicas que se poseen podemos suponer que su lengua se hallaba en el valle del bajo Utcubamba desde al menos los principios de nuestra era (Shady 1992, comunicación personal). Refuerm al supuesto el hecho de que este idioma fuese en el siglo XVI el más extendido en el sector oriental de la cuenca: además del valle de Bagua, se hablaba en los del bajo Tabaconas, el bajo Chinchipe, el Chamaya y, sin duda, en las márgenes del Marañón entre el Chamaya y el Utcubamba.

En cuanto a los sácatas, parece posible que su marcha muy antigua, quizá tanto como la que condujo a los baguas a establecerse en las zonas más bajas de la hoya. Si lo que impulsó su movimiento no fue la conquista misma de territorio, lo fue probablemente la búsqueda del intercambio de productos selváticos contra productos andinos, búsqueda históricamente milenaria que bien puede explicar el porqué los pueblos arahuacos se desplegaron fundamen­talmente a proximidad de los Andes.

Por lo demás, los documentos coloniales reconocen por activos comerciantes a pueblos arahuacos, como los manaos del Río Negro y el Amazonas central (Métmux 1948: 707), o como los piros, que controlaban estmtégicamente la cuenca del Urubamba-alto Ucayali y las nacientes del Purús y el Madre de Dios (Gade 1975).

Con el surgimiento de los estados andinos, a principios de nuestm era, acompañado ne­cesariamente de un firme control territorial y económico, parte de los espacios primitivamente abiertos del lado de la Amazonía a la invasión y el intercambio, cayeron bajo el control de esos estados; los puntos de partida de los pueblos selváticos para el pillaje o el comercio tu­vieron, entonces, que retroceder más selva adentro. No es de descartar que la formación de tales estados hubiesen debilitado tempranamente a algunos pueblos arahuacos y facilitado así su posterior desplazamiento por caribes y tupíes en el alto Amazonas y por panos en el Ucayali central.

Es probable que el establecimiento de los caribes patagones entre el Chinchipe y el Marañón, de fecha al parecer más reciente que la de los supuestos arahuacos en Sácata, res­pondiera a tales opciones y constreñimientos, y que ellos hayan formado parte en algún mo­mento del extremo "preandino" de una red de colonias caribes extendida con fines de comer­cio a lo largo del Amazonas y hacia el Orinoco.

Arahuacos (y tal vez caribes) serían más tarde desalojados del alto Amazonas por una ola de tupíes omaguas, que algún tiempo antes de la conquista española habían establecido conexiones con la civilización andina por el propio Marañón hasta cerca de Santiago de las Montañas y por los afluentes amazónicos del Puturnayo, Napo, Tigre, Ucayali y Huallaga.

Además de su papel como uno de los focos para la relación entre pueblos andinos y pueblos del Amazonas y el Orinoco, es probable que -<:orno otros autores lo han sugerido- la hoya de Jaén hubiese sido también una posta para el intercambio lejano entre los Andes sep­tentrionales (el norte peruano y el Ecuador actual) y los Andes centrales y meridionales, a

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través de la ruta fluvial del Marai'lón-Ucayali-Urubamba-Madre de Dios y sus afluentes. Ha­bría cwnplido así en el flanco oriental de los Andes un papel similar al jugado por Paita, Tumbes y La Puná en la ruta marítima occidental.

Una hipótesis tal vez se ve sustentada por el hecho de que, estando en Yaguarsongo y Pacamuros en 1556, Salinas Loyola recibiera "noticia" de un país muy rico y de cómo llegar a él: navegando aguas arriba el Ucayali; y que, efectuado el largo viaje, tal país resultase ser el Cuzco (Jiménez 1965: IV, 200-203). Es indudable que la noticia funcionaba también en el sentido inverso, de sur a norte.

Es evidente, pues, que a la hoya de Jaén no se llegaba por azar, y que tener presencia en ella fue un objetivo de muchos pueblos desde milenios atrás; su diversidad lingüística en el siglo XVI era en parte reflejo de esa pugna milenaria.

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LENGUAS DE LA HOYA DE JAÉN EN EL SIGLO XVI

§ Xoroca (Palta-Jíl>aro) - Patagón (Caribe) lnwrn Copallln (aislado) m Tabanc.al (aislado)

III] Chirino (Candoshi) ~ Bagua (aislado) r-zm Sácata (Arahuaro ?) -Quechua (quechua)

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