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Celtiberia.net Biblioteca Los Druidas ante la irrupción de César en las Galias Autor: E.P.Salañer martes, 09 de julio de 2002 Sección: Artículos generales Información publicada por: E.P.Salañer Mostrada 9385 veces. Ir a los comentarios La irrupción de las tropas de César en las Galias permitió a los autores grecolatinos conocer la función de la casta druídica y su papel en la resistencia al invasor. por E.P.Salañer, Historiador Los druidas, en los momentos de producirse la irrupción romana en la Galia libre, detentaban un importantísimo papel y su protagonismo social abarcaba no solo el campo religioso, sino también el jurídico, el educativo y, singularmente, el político Los autores grecorromanos nos han dejado en torno al clero druida y al druidismo su propia versión de los hechos, si bien tal visión responde a una particular interpretación no exenta de incomprensión y exotismo.

Los Druidas Ante La Irrupción de Julio César

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Los Druidas ante la irrupción deCésar en las Galias

Autor: E.P.Salañer

martes, 09 de julio de 2002

Sección: Artículos generales

Información publicada por: E.P.Salañer

Mostrada 9385 veces.

Ir a los comentariosLa irrupción de las tropas de César en las Galias permitió a losautores grecolatinos conocer la función de la casta druídica y supapel en la resistencia al invasor.

por E.P.Salañer, HistoriadorLos druidas, en los momentos de producirse la irrupción romana en la Galia

libre, detentaban un importantísimo papel y su protagonismo social

abarcaba no solo el campo religioso, sino también el jurídico, el educativo y,

singularmente, el político Los autores grecorromanos nos han dejado en

torno al clero druida y al druidismo su propia versión de los hechos, si bien

tal visión responde a una particular interpretación no exenta de

incomprensión y exotismo.

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Sobradamente conocida es la situación de la Galia en los momentos previos

a la intervención de Cesar. A comienzos del año 60 a C se conocen en Roma

las intenciones de los helvecios de abandonar sus lugares de origen,

secundando asi el plan de Orgetorix, planeado durante el consulado de M

Valerio Mésala y M Pupio Piso (6"1 a C), con la firme intención de iniciar una

marcha sin retorno (Caes , bell. Gall, 1, 2 4). Tal asunto preocupó

seriamente al Senado hasta el punto de que a los cónsules de aquel año,

Q.Cecilio Mételo Celer y L. Afranio, se les ordeno hacerse cargo de cada una

de las provincias galas (Narbonense y Cisalpina). Al primero de ellos, que

permaneció en la Narbonense durante el 59 a.c , le sorprendió la muerte sin

llegar a intervenir contra los helvecios, ya que desapareció

momentáneamente el riesgo de su migración.

Seguidamente, mediante la lex Vatinia, César recibió durante cinco años el

proconsulado de las dos Galias, al que añadió el Gobierno de Iliria (norte de

Epiro) En marzo del 58 a C se conocieron nuevos e inquietantes rumores

sobre movimientos por parte de los helvecios, que para aquel momento

habían tomado ya la firme determinación de emigrar hacia el territorio de los

santones, situado en los límites con Aquitania. Ante estos rumores, el

procónsul decidió intervenir, considerando que había asomado ya su

anhelada oportunidad

La intervención de César

Singular fue el papel de los heduos en estos momentos decisivos César se

habría servido de esta ayuda para configurar, tomando como eje la alianza

con este pueblo, un sistema de protectorado equiparable quizá al intentado

en Oriente por Cneo Pompeyo (J J Hatt). De este modo, el procónsul

buscaba aunar sus propias ambiciones y los intereses puntuales de la

República Igualmente, cuando operó en la Galia Bélgica, César contó desde

el primer momento con la colaboración de los remos, pueblo que le informó

Page 3: Los Druidas Ante La Irrupción de Julio César

sobre el movimiento confederal (57 a.c)que pretendía neutralizar su

intervención en aquel espacio (Caes , bell Gall, II, 3).

La carencia de unidad política caracterizaba a la Galia independiente,

dividida, según el testimonio de César, en tres zonas separadas por sendos

cursos fluviales el Garona dividía a los aquitanios de los galos, quienes, a su

vez, poblaban la Céltica, el Mar-ne y el Sena separaban a éstos de los

belgas. Los germanos, vecinos de los belgas, se ubicaban al otro lado del

Rin (Caes , bell Gall,, 1, 1-3).

Junto a la existencia de inestables sistemas monárquicos aglutinados en

torno a poderosas fortalezas (oppida), la nobleza militar constituía un sector

poderoso y privilegiado (los equites que menciona César en sus Comentario

que ejercía un auténtico dominio protofeudal sobre grandes masas de

campesinos (S Lewuillon) Junto a los soberanos aparece la figura del

magistrado anual o vergobretus, autoridad asesorada por una importante e

influyente clase social los druidas La tendencia hacia la hegemonía de unos

colectivos sobre otros había determinado conflictos cotidianos entre nationes

rivales; éste era el caso de los avernos, secuanos y heduos. Ninguno de ellos

había conseguido un predominio sustancial sobre sus más inmediatos

rivales. Para neutralizar las aspiraciones heduas, avernos y secuanos,

especialmente de estos últimos, se apoyaron en los suevos de Ariovisto para

intentar una engañosa hegemonía que no hizo más que favorecer la

presencia germana y, al producirse la migración helvecia, la ulterior y

decisiva por parte de César.

Pluralidad funcional

Entre los galos, los druidas acaparaban todo un conjunto de relevantes y

significativas funciones. Junto al conocido papel religioso - por constituir una

auténtica clase sacerdotal -, los druidas eran los educadores de la

Page 4: Los Druidas Ante La Irrupción de Julio César

aristocracia guerrera.

Se trataba de una enseñanza transmitida de manera oral, potenciadora de la

memoria y que poseía un carácter secreto y elitista. Los druidas transmitían

así un corpus intelectual cerrado y restringido, porque lo que no deseaban

era que tales enseñanza fueran conocidas por el pueblo llano (Caes., bell.

Gall., VI, 14, 4).

Ahora bien, esta concepción elitista de la enseñanza no hacía de los druidas

un grupo social cerrado, dado que a tal posición se podía acceder, desde

distintos orígenes, tras largos y esforzados estudios. De hecho, tanto César

como Pomponio Mela (III, 2, 18) se refieren a la cifra de 20 años para

acceder a la condición de druida. Desde esta perspectiva cabría hablar de

una clase que permitía, al integrarse en ella, el ascenso social. Por este

motivo se podría establecer, según Jean Markale, un paralelismo con el

sacerdocio cristiano, aunque desde una perspectiva doctrinal el druidismo

estuviera sustancialmente alejado de la posterior cultura cristiano-

occidental.

Junto a esta importante función docente, los druidas hacían las veces de

jueces y, como tales, se encargaban de dirimir todo tipo de pleitos tanto

públicos como privados. Las penas que imponían estaban íntimamente

vinculadas a su propia función religiosa y por ello sus sentencias estuvieron

siempre revestidas de un carácter sagrado, y cuando eran condenatorias

encerraban el estigma de lo maldito y comportaban un sentido claramente

excomulgatorio.

Pero como en la sociedad celta resulta inapropiada la separación entre lo

sagrado y lo profano, tampoco puede establecerse una separación nítida

entre cada una de estas funciones que, de forma natural, desempeñaban los

druidas. Su poder intelectual, su influencia social y su peso político tuvieron

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que ser relevantes hasta tal punto que el druida constituía una figura

estrechamente unida a la del rey celta o, en su defecto, al consejo

aristocrático, en aquellos casos en los que la nobleza guerrera hubiera

desplazado en los oppida al monarca de turno.

Cabe la posibilidad, además, de que fueran druidas los que acapararan la

más alta magistratura, el vergobretus anual, en el caso de los heduos. En

suma, el druida proporciona al poder político (cuando no lo desempeña, lo

cual no resulta extraño) el mas firme soporte intelectual e ideológico (F Le

Roux y Ch-J Guyonvarc'h).

Las doctrinas druidas estaban relacionadas tanto con las especulaciones

filosóficas como con el estudio de los astros (Caes , bell dall, VI, 4, 16) y se

han señalado asimismo concomitancias con la creencia en la transmigración

de las almas o metempsicosis (Caes , bell Gall, VI, 14, 5) y en la

reencarnación. Tal apreciación no siempre es aceptada por todos los

investigadores pues no hay nada en la tradición céltica que recuerde, de

cerca o de lejos, a las doctrinas hindúes y budistas de los ciclos de

reencarnación (Jean Markale).

Testigo ocular

Sea como fuere, lo cierto es que la mejor descripción del druida procede de

la mano de César:

.....de aquellas dos clases, una es la de los druidas, otra la de los caballeros

¿Los primeros atienden el culto divino, ofician en los sacrificios públicos y

privados, interpretan los misterios de la religión a ellos acuden gran numero

de adolescentes para instruirse y les tienen mucho respeto Pues ellos

sentencian casi todas las controversias públicas y privadas y, si se comete

algún delito, si ocurre alguna muerte, si hay algún pleito sobre herencias o

linderos, ellos son los que (deciden y determinan los premios y los castigos

Page 6: Los Druidas Ante La Irrupción de Julio César

si alguna persona, particular o publica, no se atiene a su fallo, la ponen en

entredicho. Este castigo es para ellos el más grave. Los asi puestos en

entredicho son considerados como impíos y criminales, todos se apartan de

su camino y rehuyen su encuentro y conversación por temor a

contaminarse: ni se les hace justicia aunque lo pidan, ni se les hace

participes de honor alguno. Al frente de todos estos druidas hay uno, que

tiene entre ellos la autoridad suprema .Muerto este, o bien le sucede otro

que aventaje a los demás en prestigio o, si hay varios iguales, se hace la

elección por votación de los druidas, en ocasiones, llegan a disputarse la

primacía con las armas. En cierta época del año, se reúnen los druidas en un

lugar sagrado del país de los carnutes, considerado como el centro de toda

la Galia.. Aquí concurren de todas partes los que tienen pleitos, y se atienen

a sus decretos y sentencias. Se cree que su doctrina tuvo origen en Bretaña

y que de allí pasó a la Galio, y, todavía ahora, los que quieren conocerla más

a fondo suelen ir allí para aprenderla (Caes , bell. Gall., VI, 13, 3-12).

Junto a los druidas, que son los que detentan las importantes funciones

sagradas, judiciales, educativas e intelectuales anteriormente mencionadas,

los autores clásicos distinguen también de entre los galos a bardos (poetas)

y simples vates (adivinos). En cuanto a los ritos y a la adivinación, tampoco

existe una frontera clara entre el druida y el adivino. En muchas ocasiones

druida y adivino se sincretizan en uno, si bien no todos los que realizan

actos de adivinación desempeñan las importantes funciones sociales que

hemos visto. Así lo reflejó Estrabón:

En términos generales, se puede decir que para todos ellos [el geógrafo

Amasia se refiere a los galos] hay tres grupos que gozan de especial

distinción: los bardos, los vates y los druidas. Los bardos son poetas

cantores. Los vates tienen funciones sagradas y estudian la naturaleza. Los

druidas se dedican también al estudio de la naturaleza, pero añaden el de la

filosofía moral y son considerados los más justos, por lo cual se les confían

los conflictos privados y públicos, incluso el arbitraje en caso de guerra, y

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han llegado a detener a los que se estaban alineando ya para el combate...

(Estrabón, IV, 4, 4, C 197).

Por su parte Lucano escribe:

Vosotros también, vates que con vuestras alabanzas confiáis a una larga

posteridad las almas valientes y destruidas por la guerra, escribisteis, oh

bardos, libres de cuidado numerosos poemas. Sólo a vosotros se os ha

concedido conocer a los dioses y a las divinidades del cielo, o sólo a vosotros

desconocerlos; habitáis profundos bosques en lugares apartados; según

vuestra doctrina, las sombras no se dirigen a las silenciosas mansiones del

Erebo y a los pálidos reinos del subterráneo Pintón; el mismo espíritu

gobierna los miembros en otro mundo; si cantáis cosas que no conocéis la

muerte es el intermedio de una larga vida. ¿Felices ciertamente con su error

los pueblos que contemplan desde arriba la Osa, a los que no atormenta el

mayor de los temores, el miedo a la muerte! (Lucano, Farsalia, I, 448-460).

Culto y ritos

En lo que se refiere a su nombre, Plinio (N. H., XVI, 249-250), haciendo

alusión al rito de la recolecta del muérdago, describe a los druidas como

«hombres de la encina» (drus, en griego, significa encina). Este origen

heleno no parece tener una base muy firme pues si, como parece, el

término drus también se puede identificar con el roble, la etimología - roble

es dervo en galo y daur en gaélico- no parece corresponderse con el druides

latino. Etimológicamente, druidas significaría «los muy valientes o muy

sabios», del céltico druwides: dril es un prefijo aumentativo y luid, un

término indoeuropeo emparentado con el verbo latino videre (ver), según

Joan Markale. Esta delimitación etimológica encaja perfectamente con el

papel intelectual y científico otorgado a los druidas, en el que tampoco

puede descartarse su posible relación con el pitagorismo.

Existe además una denominación, la de gutuater, que ha sido definida por

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los filólogos como «Padre de la Palabra» o «de la Voz.» (de gutu, voz y ater,

padre), término atestiguado, al parecer, por cuatro inscripciones galo-

romanas y considerado en una de ellas como nombre propio. Existe la duda

de si se trata de un nombre común, que pueda ser entendido y aplicado

como tal y que denomine a una determinada función sacerdotal o si, por el

contrario, se refiere a un nombre propio, ya que muchos títulos sacerdotales

han dado origen a antropónimos (G. Ch. Picard). El término gutuater no lo

conocemos por César, sino gracias a Hircio (bell. Gall., VIII, 38, 3), autor del

libro VIII de los Comentarii.

En los bosques es donde desarrollaban sus enseñanzas los druidas galos

(Pl., N. //., XVI, 949-951; P. M., III, 2, 18). Lucano hace mención a un

bosque sagrado, situado cerca de Marsella, que talaron las tropas de César:

Había un bosque sagrado nunca, desde hacia largo tiempo, violado, que

rodeaba con sus ramas entrelazadas un aire oscuro y gélidas sombras, ya

que los rayos del sol estaban totalmente apartados de ellas [...¡Lo ocupan

[...] santuarios de unos dioses de rito bárbaro: aras levantadas sobre

funestos altares y todos los árboles purificados con sangre humana [...! Hay

en aquellos árboles, que no ofrecen su fronda a ninguna brisa, un horror

particular. También brota de negras fuentes abundante agua y las tétricas

representaciones de los dioses carecen de arte y surgen informes de

cortados troncos [...I Los pueblos no lo frecuentan con un culto propio del

lugar, sino que se lo han cedido a los dioses. Cuando Fe-bo está en el centro

del eje, o cuando la negra noche ocupa el cielo, el sacerdote mismo tiene

miedo a penetrar y teme sorprender al dueño del bosque. César manda que,

introducido el hierro, esta arboleda caiga; pues vecina a la obra y sin haber

sido tocada en otra guerra anterior se erguía densísima entre montes

desnudos. Pero las fuertes manos temblaron e impresionados por la temible

majestad del lugar creían que, si herían a los árboles sagrados, las hachas

se volverían contra sus propios miembros... (Lucano, Farsalia, III, 398-432).

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Efectivamente, el druidismo era una religión perfectamente integrada en el

medio natural, cuyos espacios sagrados se situaban al aire libre sobre

montes, grutas, árboles y lagos. En especial se distingue el bosque, espacio

tenebroso y a la vez sagrado, refugio de ladrones, marginados y bandidos,

según la interpretatio estraboniana (A. Prieto). Este espacio vinculado con el

caos y la barbarie, habitualmente destacado por los autores clásicos,

adquiere en César concomitancias de manifiesta peligrosidad, dado que para

las legiones, en ocasiones, tales lugares habían resultado funestos Dos

legados del procónsul, Quinto Titurio Sabino y Lucio Arunculeyo Cota, junto

con 15 cohortes, fueron engañados por el caudillo eburon Ambiórix y

conducidos, en parajes boscosos y muy propicios para la actuación de la

guerrilla, a su total exterminio (Caes , bell Gall, V, 27-37).

En lo referente a los lugares de culto, el propio César habla de lugares

consagrados, no de templos (Caes , bell Gall, VI, 13 y 16, VII, 121, 2, 5) No

obstante, en la Europa céltica se han encontrado espacios delimitados por

un muro, recintos sagrados (Viercks-chanzen), estructuras de planta

rectangular con esquinas mas o menos redondeadas y con una superficie

aproximada de una hectárea (Guadalupe López Monteagudo) Tales espacios

se han llegado a poner en relación con alguno de los lugares consagrados

mencionados por el procónsul, singularmente con el de los carnutes (Caes ,

bell Gall, VI, 1, 7) Y, ¿qué decir de los sacrificios humanos? El sacrificio

humano, por abominable que parezca en los esquemas de nuestra manera

de entender la existencia, se ha de en tender desde la perspectiva del

relativismo cultural como un acto religioso que eleva a la víctima desde una

esfera simplemente humana a otra divina. Este hecho explicaría la libre

aceptación por parte del que ha de ser sacrificado (en el sentido,

precisamente, de sacrum faceré) Por ello, el sacrificio humano, asunto al

que los clásicos se refieren constantemente quizá como tema exótico y

elemento de atracción para sus lectores, no comportaría a priori una

manifestación de ininteligible brutalidad y salvajismo.

Page 10: Los Druidas Ante La Irrupción de Julio César

Víctimas religiosas

Determinados autores especializados en el mundo celta (C J Guyonvarc'h y F

Le Roux, Jean Markale) han insistido en la excepcionalidad del sacrificio

humano entre los druidas. Estrabón, buscando excitar la imaginación del

lector, hace hincapié en esta vertiente negativa y contrapone las costumbres

de estos colectivos indígenas a las del mundo civilizado grecorromano.

Hay que añadir además a su irreflexión la barbarie y el salvajismo que suele

ser connatural a los pueblos del Norte, como por ejemplo la costumbre de

colgar, al volver de la batalla, cabezas de los enemigos de las colas de

caballos para llevárselas y clavarlas ante las puertas de los templos [... ]

Muestran a los extranjeros las cabezas de los enemigos famosos

embalsamados con aceite de cedro, y ni siquiera a cambio de su peso en oro

se avienen a devolverlas. Los romanos les hicieron terminar con estas

practicas, y con las referentes a los sacrificios y a la adivinación que eran

contrarias a nuestros usos Golpeaban, por ejemplo, en la espalda con una

espada a un hombre elegido ritualmente como víctima y practicaban la

adivinación a partir de sus convulsiones. No sacrificaban, sin embargo,

jamas sin la presencia de un druida» (I-strabon, IV, 4, 5, C 198). Diodoro de

Sicilia (V, 9, 5) también se refiere a la decapitación y a los sacrificios

humanos. No obstante, en el primer caso el asunto parece hacer alusión a

un ritual que se efectuaría sobre el guerrero caído en combate Desde este

punto de vista, la decapitación supondría una vejación para el ene migo, de

tal modo que las cabezas cortadas tendrían un carácter «profiláctico y

sagrado» (Sopeña y Marco Simón).

Con respecto de los sacrificios humanos, Diodoro hace hincapié en la

vertiente adivinatoria del sacrificio al afirmar que los druidas «ofrecen la

muerte de un hombre y le clavan un cuchillo en la región por encima del

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diafragma, y cuando la víctima herida ha caído interpretan el futuro a partir

de la forma de su caída y de las convulsiones de sus miembros, asi como del

manar de la sangre, pues aprendieron a confiar en una practica antigua y

continuada de observación de tales materias .Y es costumbre que nadie

realice un sacrificio sin un 'filosofo' (druida)» (Dio Sic.V, 31, 3-4).

Por su parte. Cesar incide mas bien en el aspecto puramente penal «Juzgan

que son mas agradables a los dioses inmortales los suplicios de aquellos que

han sido cogidos en hurto o en latrocinio o después de algún delito» (Caes .

bell Gall, VI, 16, 5). ¿Hasta que punto alentaron los druidas la lucha contra

el poder romano? Determinados autores (J J Hatt, Jean Markale)

contemplan al clero druida como un elemento activo e inclinado al

enfrentamiento con Roma, que pudo aglutinar algún grado de resistencia

«nacional» frente a Cesar. Sin embargo, otros estudiosos rechazan tal

interpretación y ven en los enfrentamientos entre colectivos galos la

expresión fehaciente de fidelidades y clientelas protofeudales, que nada

tienen que ver con cualquier tipo de anacronismo «nacional» (S Lewuillon).

La hipótesis de una resistencia druida a la conquista romana carece de

pruebas concluyentes en las que sustentarse (G Ch Picard, C J Guyonvarc'h

y F Le Roux) De este modo, el protagonismo desempeñado por los carnutes

en su lucha contra el proconsul en el 52 a.c , su posible vinculación con el

clero druida y el lugar donde se celebraban los ritos druídicos han sido

puestos en relación con la masacre protagonizada por este pueblo contra los

comerciantes romanos en Cenabum.. Tal acción dio pie al estallido

confederal aglutinado por Vercingetó-rix, caudillo de los avernos, en el 52 a

C. Que tal masacre hubiera sido alentada por los druidas no deja de ser una

hipótesis carente de apoyos firmes (G Ch Picard).

La resistencia

Se ha pensado que uno de los caudillos del complot que acabó con la vida

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de Cayo Fufio Cita, intendente de César, pudo ser un druida (Desjardins,

Jullian) Así las cosas, la insurrección habría brotado al amparo de la

asamblea general que el clero druida habría celebrado el 23 de enero

(juliano) del año 52 a C (J Carcopmo). Tales hechos han sido puestos en tela

de juicio por G Ch Picard. Ante el silencio de las fuentes, no parece que sea

posible aventurar excesivas hipótesis aunque, sin lugar a dudas, siempre

resulta atractivo contemplar a los druidas alentando la resistencia frente al

procónsul.

Se ha querido ver también la mano del clero druida en la revuelta invernal

del 54 / 53 a .c, tras el regreso de César de su segunda expedición a

Britannia. En este caso César habría violado un espacio sagrado, ya que la

isla era considerada sede del druidismo. Los carnutes, al asesinar a

Tasgetius, régulo pro romano fiel al procónsul, propiciaron en aquel instante

la señal para la insurrección. Pero tales revueltas, dirigidas principalmente

por el caudillo eburón Ambiórix, pueden explicarse simplemente como

resultado del aumento de las exacciones y de la creciente presión del

ejército ocupante en materia de abastecimientos.

Y si resulta difícil demostrar de forma fehaciente la participación del clero

druida en tales acontecimientos, tampoco parece razonable excluir

totalmente a este colectivo de tales hechos, dada la estrecha vinculación

existente entre esta clase sacerdotal y la nobleza guerrera a la que

dedicaba, como es sabido, una buena parte de sus esfuerzos educativos.

Algunas de las figuras más relevantes entre los heduos pudieron haber

pertenecido al clero druida. Este seria el caso de Diviciaco (Cíe , De Dwmat,

I, 40), que mantuvo mientras le fue posible la alianza con Cesar Por el

contrario, su hermano Dumnorix, alma de la resistencia y uno de los

personajes más poderosos del colectivo heduo, podría haber formado parte

del clero druida (Caes., bell. Gall., V, 6,3). De la misma manera, Diviciaco

Page 13: Los Druidas Ante La Irrupción de Julio César

pudo haber encabezado la más alta magistratura, el vergobretus anual.

(Caes., bell. Gall., \, 16, 5). Sabemos que Diviciaco fue fiel a César hasta la

muerte de su hermano Dumnórix (54 a. C.) y, por solidaridad con su familia,

fue alejándose gradualmente de los romanos.

Ahora bien, las relaciones entre César y el clero druida no parece que fueran

especialmente tensas. El procónsul romano, cuando tiene que decidir entre

dos de los pretendientes heduos a la máxima magistratura, elige a

Convictolitán, que parece contar además con el apoyo del clero druida. De

este modo «obligó a Coto a deponer el mando. Ordenó que Convictolitán,

que había sido nombrado por los sacerdotes según las costumbres de la

nación, estando presentes los magistrados, ocupara el poder» (Caes., bell.

Gall., VII, 33, 3-4).

No deja de resultar curiosa la actitud de César ante el clero druida ya que el

magistrado, quizás interesadamente, no concede a los sacerdotes druidas un

papel destacado en el proceso de oposición a la presencia romana en la

Galia libre.

Y, sin que sepamos hasta qué punto César afirma la verdad, este papel

minimizador parece que contrasta con la visión que sobre tal asunto

poseemos de años posteriores, en los que el papel del druidismo adquiere

cierta relevancia. Es posible que los druidas, una vez perdido su

protagonismo en la Galia y conforme progresaba el proceso de asimilación al

mundo romano, se refugiaran en Britania e Irlanda.

Durante el 61 a. C., cuando tiene lugar la expedición de S. Paulino a la isla

de Mona (Anglesey), este enclave destacado del druidismo se convierte en

objetivo primordial para el militar romano. Su intervención, no demasiado

afortunada, alienta la revuelta de Boudicca (véase Historia 16, no 224, pp.

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75 y ss.), soberana de los Ícenos. Tácito refiere el siguiente testimonio con

tintes melodramáticos:

Ante la orilla estaba desplegado el ejercito enemigo, denso en armas y en

hombres: por medio corrían mujeres que, con vestido de duelo, a la manera

de las Furias y con los cabellos sueltos blandían antorchas: en torno, los

druidas, pronunciando imprecaciones terribles con las manos alzadas al cielo

(Tac../1., XIV, 30. 1).

Al producirse la crisis neroniana y en la vorágine de la guerra civil (69 a. C.)

se produce el asalto al Capitolio en Roma. Al transmitirse la noticia de este

hecho por boca de los druidas, estos últimos lanzan a los vientos la

posibilidad de un nuevo orden mundial en el cual el celtismo relevaría a la

hegemonía de los romanos: I.os galos habían levantado su ánimo pensando

que la fortuna de nuestros ejércitos sería lo misma en todas partes, y por

haberse divulgado el rumor de que los campamentos de invierno de Mesia y

de Panonia estaban sitiados por los sármatas y los dados; similares

figuraciones corrían acerca de Britania. Sin embargo, nada los había

empujado tanto a creer llegado el final del imperio como el incendio del

Capitolio. La urbe había sido tomada antaño por los galos, pero el imperio se

había mantenido por haberse conservado intacta la morada de Júpiter;

ahora, en cambio, con aquel fuego fatal se había dado la señal de la ira del

cielo, y el dominio del mundo se ofrecía a los pueblos de allende los Alpes,

profetizaban los druidas con su vana superstición(Tac., Hist., IV, .54, uídica,

según R. Havell. 1-3). Desde esta perspectiva cabría señalar además el

papel que desempeñó Véleda, sacerdotisa de los brúcteros, al predecir el

triunfo del bátavo Julio Civil y la consiguiente derrota romana (Tac., Germ.,

8, 3. Id, Hist., IV, 61, 2-3).

Sin embargo, y a pesar de este postrero rebote, el fenómeno druida habría

quedado definitivamente arrumbado en la dalia durante los principados de

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Augusto, Tiberio y Claudio. A lo largo de los mismos sus miembros tuvieron

que pasar de la clandestinidad a la ilegalidad. Suetonio nos precisa:

Suprimió completamente en las Galias la cruel y atroz religión de los druidas

que Augusto se había limitado a prohibir a los ciudadanos (Suet, Claud.,

XXV).