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historia celta.
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Los Druidas ante la irrupción deCésar en las Galias
Autor: E.P.Salañer
martes, 09 de julio de 2002
Sección: Artículos generales
Información publicada por: E.P.Salañer
Mostrada 9385 veces.
Ir a los comentariosLa irrupción de las tropas de César en las Galias permitió a losautores grecolatinos conocer la función de la casta druídica y supapel en la resistencia al invasor.
por E.P.Salañer, HistoriadorLos druidas, en los momentos de producirse la irrupción romana en la Galia
libre, detentaban un importantísimo papel y su protagonismo social
abarcaba no solo el campo religioso, sino también el jurídico, el educativo y,
singularmente, el político Los autores grecorromanos nos han dejado en
torno al clero druida y al druidismo su propia versión de los hechos, si bien
tal visión responde a una particular interpretación no exenta de
incomprensión y exotismo.
Sobradamente conocida es la situación de la Galia en los momentos previos
a la intervención de Cesar. A comienzos del año 60 a C se conocen en Roma
las intenciones de los helvecios de abandonar sus lugares de origen,
secundando asi el plan de Orgetorix, planeado durante el consulado de M
Valerio Mésala y M Pupio Piso (6"1 a C), con la firme intención de iniciar una
marcha sin retorno (Caes , bell. Gall, 1, 2 4). Tal asunto preocupó
seriamente al Senado hasta el punto de que a los cónsules de aquel año,
Q.Cecilio Mételo Celer y L. Afranio, se les ordeno hacerse cargo de cada una
de las provincias galas (Narbonense y Cisalpina). Al primero de ellos, que
permaneció en la Narbonense durante el 59 a.c , le sorprendió la muerte sin
llegar a intervenir contra los helvecios, ya que desapareció
momentáneamente el riesgo de su migración.
Seguidamente, mediante la lex Vatinia, César recibió durante cinco años el
proconsulado de las dos Galias, al que añadió el Gobierno de Iliria (norte de
Epiro) En marzo del 58 a C se conocieron nuevos e inquietantes rumores
sobre movimientos por parte de los helvecios, que para aquel momento
habían tomado ya la firme determinación de emigrar hacia el territorio de los
santones, situado en los límites con Aquitania. Ante estos rumores, el
procónsul decidió intervenir, considerando que había asomado ya su
anhelada oportunidad
La intervención de César
Singular fue el papel de los heduos en estos momentos decisivos César se
habría servido de esta ayuda para configurar, tomando como eje la alianza
con este pueblo, un sistema de protectorado equiparable quizá al intentado
en Oriente por Cneo Pompeyo (J J Hatt). De este modo, el procónsul
buscaba aunar sus propias ambiciones y los intereses puntuales de la
República Igualmente, cuando operó en la Galia Bélgica, César contó desde
el primer momento con la colaboración de los remos, pueblo que le informó
sobre el movimiento confederal (57 a.c)que pretendía neutralizar su
intervención en aquel espacio (Caes , bell Gall, II, 3).
La carencia de unidad política caracterizaba a la Galia independiente,
dividida, según el testimonio de César, en tres zonas separadas por sendos
cursos fluviales el Garona dividía a los aquitanios de los galos, quienes, a su
vez, poblaban la Céltica, el Mar-ne y el Sena separaban a éstos de los
belgas. Los germanos, vecinos de los belgas, se ubicaban al otro lado del
Rin (Caes , bell Gall,, 1, 1-3).
Junto a la existencia de inestables sistemas monárquicos aglutinados en
torno a poderosas fortalezas (oppida), la nobleza militar constituía un sector
poderoso y privilegiado (los equites que menciona César en sus Comentario
que ejercía un auténtico dominio protofeudal sobre grandes masas de
campesinos (S Lewuillon) Junto a los soberanos aparece la figura del
magistrado anual o vergobretus, autoridad asesorada por una importante e
influyente clase social los druidas La tendencia hacia la hegemonía de unos
colectivos sobre otros había determinado conflictos cotidianos entre nationes
rivales; éste era el caso de los avernos, secuanos y heduos. Ninguno de ellos
había conseguido un predominio sustancial sobre sus más inmediatos
rivales. Para neutralizar las aspiraciones heduas, avernos y secuanos,
especialmente de estos últimos, se apoyaron en los suevos de Ariovisto para
intentar una engañosa hegemonía que no hizo más que favorecer la
presencia germana y, al producirse la migración helvecia, la ulterior y
decisiva por parte de César.
Pluralidad funcional
Entre los galos, los druidas acaparaban todo un conjunto de relevantes y
significativas funciones. Junto al conocido papel religioso - por constituir una
auténtica clase sacerdotal -, los druidas eran los educadores de la
aristocracia guerrera.
Se trataba de una enseñanza transmitida de manera oral, potenciadora de la
memoria y que poseía un carácter secreto y elitista. Los druidas transmitían
así un corpus intelectual cerrado y restringido, porque lo que no deseaban
era que tales enseñanza fueran conocidas por el pueblo llano (Caes., bell.
Gall., VI, 14, 4).
Ahora bien, esta concepción elitista de la enseñanza no hacía de los druidas
un grupo social cerrado, dado que a tal posición se podía acceder, desde
distintos orígenes, tras largos y esforzados estudios. De hecho, tanto César
como Pomponio Mela (III, 2, 18) se refieren a la cifra de 20 años para
acceder a la condición de druida. Desde esta perspectiva cabría hablar de
una clase que permitía, al integrarse en ella, el ascenso social. Por este
motivo se podría establecer, según Jean Markale, un paralelismo con el
sacerdocio cristiano, aunque desde una perspectiva doctrinal el druidismo
estuviera sustancialmente alejado de la posterior cultura cristiano-
occidental.
Junto a esta importante función docente, los druidas hacían las veces de
jueces y, como tales, se encargaban de dirimir todo tipo de pleitos tanto
públicos como privados. Las penas que imponían estaban íntimamente
vinculadas a su propia función religiosa y por ello sus sentencias estuvieron
siempre revestidas de un carácter sagrado, y cuando eran condenatorias
encerraban el estigma de lo maldito y comportaban un sentido claramente
excomulgatorio.
Pero como en la sociedad celta resulta inapropiada la separación entre lo
sagrado y lo profano, tampoco puede establecerse una separación nítida
entre cada una de estas funciones que, de forma natural, desempeñaban los
druidas. Su poder intelectual, su influencia social y su peso político tuvieron
que ser relevantes hasta tal punto que el druida constituía una figura
estrechamente unida a la del rey celta o, en su defecto, al consejo
aristocrático, en aquellos casos en los que la nobleza guerrera hubiera
desplazado en los oppida al monarca de turno.
Cabe la posibilidad, además, de que fueran druidas los que acapararan la
más alta magistratura, el vergobretus anual, en el caso de los heduos. En
suma, el druida proporciona al poder político (cuando no lo desempeña, lo
cual no resulta extraño) el mas firme soporte intelectual e ideológico (F Le
Roux y Ch-J Guyonvarc'h).
Las doctrinas druidas estaban relacionadas tanto con las especulaciones
filosóficas como con el estudio de los astros (Caes , bell dall, VI, 4, 16) y se
han señalado asimismo concomitancias con la creencia en la transmigración
de las almas o metempsicosis (Caes , bell Gall, VI, 14, 5) y en la
reencarnación. Tal apreciación no siempre es aceptada por todos los
investigadores pues no hay nada en la tradición céltica que recuerde, de
cerca o de lejos, a las doctrinas hindúes y budistas de los ciclos de
reencarnación (Jean Markale).
Testigo ocular
Sea como fuere, lo cierto es que la mejor descripción del druida procede de
la mano de César:
.....de aquellas dos clases, una es la de los druidas, otra la de los caballeros
¿Los primeros atienden el culto divino, ofician en los sacrificios públicos y
privados, interpretan los misterios de la religión a ellos acuden gran numero
de adolescentes para instruirse y les tienen mucho respeto Pues ellos
sentencian casi todas las controversias públicas y privadas y, si se comete
algún delito, si ocurre alguna muerte, si hay algún pleito sobre herencias o
linderos, ellos son los que (deciden y determinan los premios y los castigos
si alguna persona, particular o publica, no se atiene a su fallo, la ponen en
entredicho. Este castigo es para ellos el más grave. Los asi puestos en
entredicho son considerados como impíos y criminales, todos se apartan de
su camino y rehuyen su encuentro y conversación por temor a
contaminarse: ni se les hace justicia aunque lo pidan, ni se les hace
participes de honor alguno. Al frente de todos estos druidas hay uno, que
tiene entre ellos la autoridad suprema .Muerto este, o bien le sucede otro
que aventaje a los demás en prestigio o, si hay varios iguales, se hace la
elección por votación de los druidas, en ocasiones, llegan a disputarse la
primacía con las armas. En cierta época del año, se reúnen los druidas en un
lugar sagrado del país de los carnutes, considerado como el centro de toda
la Galia.. Aquí concurren de todas partes los que tienen pleitos, y se atienen
a sus decretos y sentencias. Se cree que su doctrina tuvo origen en Bretaña
y que de allí pasó a la Galio, y, todavía ahora, los que quieren conocerla más
a fondo suelen ir allí para aprenderla (Caes , bell. Gall., VI, 13, 3-12).
Junto a los druidas, que son los que detentan las importantes funciones
sagradas, judiciales, educativas e intelectuales anteriormente mencionadas,
los autores clásicos distinguen también de entre los galos a bardos (poetas)
y simples vates (adivinos). En cuanto a los ritos y a la adivinación, tampoco
existe una frontera clara entre el druida y el adivino. En muchas ocasiones
druida y adivino se sincretizan en uno, si bien no todos los que realizan
actos de adivinación desempeñan las importantes funciones sociales que
hemos visto. Así lo reflejó Estrabón:
En términos generales, se puede decir que para todos ellos [el geógrafo
Amasia se refiere a los galos] hay tres grupos que gozan de especial
distinción: los bardos, los vates y los druidas. Los bardos son poetas
cantores. Los vates tienen funciones sagradas y estudian la naturaleza. Los
druidas se dedican también al estudio de la naturaleza, pero añaden el de la
filosofía moral y son considerados los más justos, por lo cual se les confían
los conflictos privados y públicos, incluso el arbitraje en caso de guerra, y
han llegado a detener a los que se estaban alineando ya para el combate...
(Estrabón, IV, 4, 4, C 197).
Por su parte Lucano escribe:
Vosotros también, vates que con vuestras alabanzas confiáis a una larga
posteridad las almas valientes y destruidas por la guerra, escribisteis, oh
bardos, libres de cuidado numerosos poemas. Sólo a vosotros se os ha
concedido conocer a los dioses y a las divinidades del cielo, o sólo a vosotros
desconocerlos; habitáis profundos bosques en lugares apartados; según
vuestra doctrina, las sombras no se dirigen a las silenciosas mansiones del
Erebo y a los pálidos reinos del subterráneo Pintón; el mismo espíritu
gobierna los miembros en otro mundo; si cantáis cosas que no conocéis la
muerte es el intermedio de una larga vida. ¿Felices ciertamente con su error
los pueblos que contemplan desde arriba la Osa, a los que no atormenta el
mayor de los temores, el miedo a la muerte! (Lucano, Farsalia, I, 448-460).
Culto y ritos
En lo que se refiere a su nombre, Plinio (N. H., XVI, 249-250), haciendo
alusión al rito de la recolecta del muérdago, describe a los druidas como
«hombres de la encina» (drus, en griego, significa encina). Este origen
heleno no parece tener una base muy firme pues si, como parece, el
término drus también se puede identificar con el roble, la etimología - roble
es dervo en galo y daur en gaélico- no parece corresponderse con el druides
latino. Etimológicamente, druidas significaría «los muy valientes o muy
sabios», del céltico druwides: dril es un prefijo aumentativo y luid, un
término indoeuropeo emparentado con el verbo latino videre (ver), según
Joan Markale. Esta delimitación etimológica encaja perfectamente con el
papel intelectual y científico otorgado a los druidas, en el que tampoco
puede descartarse su posible relación con el pitagorismo.
Existe además una denominación, la de gutuater, que ha sido definida por
los filólogos como «Padre de la Palabra» o «de la Voz.» (de gutu, voz y ater,
padre), término atestiguado, al parecer, por cuatro inscripciones galo-
romanas y considerado en una de ellas como nombre propio. Existe la duda
de si se trata de un nombre común, que pueda ser entendido y aplicado
como tal y que denomine a una determinada función sacerdotal o si, por el
contrario, se refiere a un nombre propio, ya que muchos títulos sacerdotales
han dado origen a antropónimos (G. Ch. Picard). El término gutuater no lo
conocemos por César, sino gracias a Hircio (bell. Gall., VIII, 38, 3), autor del
libro VIII de los Comentarii.
En los bosques es donde desarrollaban sus enseñanzas los druidas galos
(Pl., N. //., XVI, 949-951; P. M., III, 2, 18). Lucano hace mención a un
bosque sagrado, situado cerca de Marsella, que talaron las tropas de César:
Había un bosque sagrado nunca, desde hacia largo tiempo, violado, que
rodeaba con sus ramas entrelazadas un aire oscuro y gélidas sombras, ya
que los rayos del sol estaban totalmente apartados de ellas [...¡Lo ocupan
[...] santuarios de unos dioses de rito bárbaro: aras levantadas sobre
funestos altares y todos los árboles purificados con sangre humana [...! Hay
en aquellos árboles, que no ofrecen su fronda a ninguna brisa, un horror
particular. También brota de negras fuentes abundante agua y las tétricas
representaciones de los dioses carecen de arte y surgen informes de
cortados troncos [...I Los pueblos no lo frecuentan con un culto propio del
lugar, sino que se lo han cedido a los dioses. Cuando Fe-bo está en el centro
del eje, o cuando la negra noche ocupa el cielo, el sacerdote mismo tiene
miedo a penetrar y teme sorprender al dueño del bosque. César manda que,
introducido el hierro, esta arboleda caiga; pues vecina a la obra y sin haber
sido tocada en otra guerra anterior se erguía densísima entre montes
desnudos. Pero las fuertes manos temblaron e impresionados por la temible
majestad del lugar creían que, si herían a los árboles sagrados, las hachas
se volverían contra sus propios miembros... (Lucano, Farsalia, III, 398-432).
Efectivamente, el druidismo era una religión perfectamente integrada en el
medio natural, cuyos espacios sagrados se situaban al aire libre sobre
montes, grutas, árboles y lagos. En especial se distingue el bosque, espacio
tenebroso y a la vez sagrado, refugio de ladrones, marginados y bandidos,
según la interpretatio estraboniana (A. Prieto). Este espacio vinculado con el
caos y la barbarie, habitualmente destacado por los autores clásicos,
adquiere en César concomitancias de manifiesta peligrosidad, dado que para
las legiones, en ocasiones, tales lugares habían resultado funestos Dos
legados del procónsul, Quinto Titurio Sabino y Lucio Arunculeyo Cota, junto
con 15 cohortes, fueron engañados por el caudillo eburon Ambiórix y
conducidos, en parajes boscosos y muy propicios para la actuación de la
guerrilla, a su total exterminio (Caes , bell Gall, V, 27-37).
En lo referente a los lugares de culto, el propio César habla de lugares
consagrados, no de templos (Caes , bell Gall, VI, 13 y 16, VII, 121, 2, 5) No
obstante, en la Europa céltica se han encontrado espacios delimitados por
un muro, recintos sagrados (Viercks-chanzen), estructuras de planta
rectangular con esquinas mas o menos redondeadas y con una superficie
aproximada de una hectárea (Guadalupe López Monteagudo) Tales espacios
se han llegado a poner en relación con alguno de los lugares consagrados
mencionados por el procónsul, singularmente con el de los carnutes (Caes ,
bell Gall, VI, 1, 7) Y, ¿qué decir de los sacrificios humanos? El sacrificio
humano, por abominable que parezca en los esquemas de nuestra manera
de entender la existencia, se ha de en tender desde la perspectiva del
relativismo cultural como un acto religioso que eleva a la víctima desde una
esfera simplemente humana a otra divina. Este hecho explicaría la libre
aceptación por parte del que ha de ser sacrificado (en el sentido,
precisamente, de sacrum faceré) Por ello, el sacrificio humano, asunto al
que los clásicos se refieren constantemente quizá como tema exótico y
elemento de atracción para sus lectores, no comportaría a priori una
manifestación de ininteligible brutalidad y salvajismo.
Víctimas religiosas
Determinados autores especializados en el mundo celta (C J Guyonvarc'h y F
Le Roux, Jean Markale) han insistido en la excepcionalidad del sacrificio
humano entre los druidas. Estrabón, buscando excitar la imaginación del
lector, hace hincapié en esta vertiente negativa y contrapone las costumbres
de estos colectivos indígenas a las del mundo civilizado grecorromano.
Hay que añadir además a su irreflexión la barbarie y el salvajismo que suele
ser connatural a los pueblos del Norte, como por ejemplo la costumbre de
colgar, al volver de la batalla, cabezas de los enemigos de las colas de
caballos para llevárselas y clavarlas ante las puertas de los templos [... ]
Muestran a los extranjeros las cabezas de los enemigos famosos
embalsamados con aceite de cedro, y ni siquiera a cambio de su peso en oro
se avienen a devolverlas. Los romanos les hicieron terminar con estas
practicas, y con las referentes a los sacrificios y a la adivinación que eran
contrarias a nuestros usos Golpeaban, por ejemplo, en la espalda con una
espada a un hombre elegido ritualmente como víctima y practicaban la
adivinación a partir de sus convulsiones. No sacrificaban, sin embargo,
jamas sin la presencia de un druida» (I-strabon, IV, 4, 5, C 198). Diodoro de
Sicilia (V, 9, 5) también se refiere a la decapitación y a los sacrificios
humanos. No obstante, en el primer caso el asunto parece hacer alusión a
un ritual que se efectuaría sobre el guerrero caído en combate Desde este
punto de vista, la decapitación supondría una vejación para el ene migo, de
tal modo que las cabezas cortadas tendrían un carácter «profiláctico y
sagrado» (Sopeña y Marco Simón).
Con respecto de los sacrificios humanos, Diodoro hace hincapié en la
vertiente adivinatoria del sacrificio al afirmar que los druidas «ofrecen la
muerte de un hombre y le clavan un cuchillo en la región por encima del
diafragma, y cuando la víctima herida ha caído interpretan el futuro a partir
de la forma de su caída y de las convulsiones de sus miembros, asi como del
manar de la sangre, pues aprendieron a confiar en una practica antigua y
continuada de observación de tales materias .Y es costumbre que nadie
realice un sacrificio sin un 'filosofo' (druida)» (Dio Sic.V, 31, 3-4).
Por su parte. Cesar incide mas bien en el aspecto puramente penal «Juzgan
que son mas agradables a los dioses inmortales los suplicios de aquellos que
han sido cogidos en hurto o en latrocinio o después de algún delito» (Caes .
bell Gall, VI, 16, 5). ¿Hasta que punto alentaron los druidas la lucha contra
el poder romano? Determinados autores (J J Hatt, Jean Markale)
contemplan al clero druida como un elemento activo e inclinado al
enfrentamiento con Roma, que pudo aglutinar algún grado de resistencia
«nacional» frente a Cesar. Sin embargo, otros estudiosos rechazan tal
interpretación y ven en los enfrentamientos entre colectivos galos la
expresión fehaciente de fidelidades y clientelas protofeudales, que nada
tienen que ver con cualquier tipo de anacronismo «nacional» (S Lewuillon).
La hipótesis de una resistencia druida a la conquista romana carece de
pruebas concluyentes en las que sustentarse (G Ch Picard, C J Guyonvarc'h
y F Le Roux) De este modo, el protagonismo desempeñado por los carnutes
en su lucha contra el proconsul en el 52 a.c , su posible vinculación con el
clero druida y el lugar donde se celebraban los ritos druídicos han sido
puestos en relación con la masacre protagonizada por este pueblo contra los
comerciantes romanos en Cenabum.. Tal acción dio pie al estallido
confederal aglutinado por Vercingetó-rix, caudillo de los avernos, en el 52 a
C. Que tal masacre hubiera sido alentada por los druidas no deja de ser una
hipótesis carente de apoyos firmes (G Ch Picard).
La resistencia
Se ha pensado que uno de los caudillos del complot que acabó con la vida
de Cayo Fufio Cita, intendente de César, pudo ser un druida (Desjardins,
Jullian) Así las cosas, la insurrección habría brotado al amparo de la
asamblea general que el clero druida habría celebrado el 23 de enero
(juliano) del año 52 a C (J Carcopmo). Tales hechos han sido puestos en tela
de juicio por G Ch Picard. Ante el silencio de las fuentes, no parece que sea
posible aventurar excesivas hipótesis aunque, sin lugar a dudas, siempre
resulta atractivo contemplar a los druidas alentando la resistencia frente al
procónsul.
Se ha querido ver también la mano del clero druida en la revuelta invernal
del 54 / 53 a .c, tras el regreso de César de su segunda expedición a
Britannia. En este caso César habría violado un espacio sagrado, ya que la
isla era considerada sede del druidismo. Los carnutes, al asesinar a
Tasgetius, régulo pro romano fiel al procónsul, propiciaron en aquel instante
la señal para la insurrección. Pero tales revueltas, dirigidas principalmente
por el caudillo eburón Ambiórix, pueden explicarse simplemente como
resultado del aumento de las exacciones y de la creciente presión del
ejército ocupante en materia de abastecimientos.
Y si resulta difícil demostrar de forma fehaciente la participación del clero
druida en tales acontecimientos, tampoco parece razonable excluir
totalmente a este colectivo de tales hechos, dada la estrecha vinculación
existente entre esta clase sacerdotal y la nobleza guerrera a la que
dedicaba, como es sabido, una buena parte de sus esfuerzos educativos.
Algunas de las figuras más relevantes entre los heduos pudieron haber
pertenecido al clero druida. Este seria el caso de Diviciaco (Cíe , De Dwmat,
I, 40), que mantuvo mientras le fue posible la alianza con Cesar Por el
contrario, su hermano Dumnorix, alma de la resistencia y uno de los
personajes más poderosos del colectivo heduo, podría haber formado parte
del clero druida (Caes., bell. Gall., V, 6,3). De la misma manera, Diviciaco
pudo haber encabezado la más alta magistratura, el vergobretus anual.
(Caes., bell. Gall., \, 16, 5). Sabemos que Diviciaco fue fiel a César hasta la
muerte de su hermano Dumnórix (54 a. C.) y, por solidaridad con su familia,
fue alejándose gradualmente de los romanos.
Ahora bien, las relaciones entre César y el clero druida no parece que fueran
especialmente tensas. El procónsul romano, cuando tiene que decidir entre
dos de los pretendientes heduos a la máxima magistratura, elige a
Convictolitán, que parece contar además con el apoyo del clero druida. De
este modo «obligó a Coto a deponer el mando. Ordenó que Convictolitán,
que había sido nombrado por los sacerdotes según las costumbres de la
nación, estando presentes los magistrados, ocupara el poder» (Caes., bell.
Gall., VII, 33, 3-4).
No deja de resultar curiosa la actitud de César ante el clero druida ya que el
magistrado, quizás interesadamente, no concede a los sacerdotes druidas un
papel destacado en el proceso de oposición a la presencia romana en la
Galia libre.
Y, sin que sepamos hasta qué punto César afirma la verdad, este papel
minimizador parece que contrasta con la visión que sobre tal asunto
poseemos de años posteriores, en los que el papel del druidismo adquiere
cierta relevancia. Es posible que los druidas, una vez perdido su
protagonismo en la Galia y conforme progresaba el proceso de asimilación al
mundo romano, se refugiaran en Britania e Irlanda.
Durante el 61 a. C., cuando tiene lugar la expedición de S. Paulino a la isla
de Mona (Anglesey), este enclave destacado del druidismo se convierte en
objetivo primordial para el militar romano. Su intervención, no demasiado
afortunada, alienta la revuelta de Boudicca (véase Historia 16, no 224, pp.
75 y ss.), soberana de los Ícenos. Tácito refiere el siguiente testimonio con
tintes melodramáticos:
Ante la orilla estaba desplegado el ejercito enemigo, denso en armas y en
hombres: por medio corrían mujeres que, con vestido de duelo, a la manera
de las Furias y con los cabellos sueltos blandían antorchas: en torno, los
druidas, pronunciando imprecaciones terribles con las manos alzadas al cielo
(Tac../1., XIV, 30. 1).
Al producirse la crisis neroniana y en la vorágine de la guerra civil (69 a. C.)
se produce el asalto al Capitolio en Roma. Al transmitirse la noticia de este
hecho por boca de los druidas, estos últimos lanzan a los vientos la
posibilidad de un nuevo orden mundial en el cual el celtismo relevaría a la
hegemonía de los romanos: I.os galos habían levantado su ánimo pensando
que la fortuna de nuestros ejércitos sería lo misma en todas partes, y por
haberse divulgado el rumor de que los campamentos de invierno de Mesia y
de Panonia estaban sitiados por los sármatas y los dados; similares
figuraciones corrían acerca de Britania. Sin embargo, nada los había
empujado tanto a creer llegado el final del imperio como el incendio del
Capitolio. La urbe había sido tomada antaño por los galos, pero el imperio se
había mantenido por haberse conservado intacta la morada de Júpiter;
ahora, en cambio, con aquel fuego fatal se había dado la señal de la ira del
cielo, y el dominio del mundo se ofrecía a los pueblos de allende los Alpes,
profetizaban los druidas con su vana superstición(Tac., Hist., IV, .54, uídica,
según R. Havell. 1-3). Desde esta perspectiva cabría señalar además el
papel que desempeñó Véleda, sacerdotisa de los brúcteros, al predecir el
triunfo del bátavo Julio Civil y la consiguiente derrota romana (Tac., Germ.,
8, 3. Id, Hist., IV, 61, 2-3).
Sin embargo, y a pesar de este postrero rebote, el fenómeno druida habría
quedado definitivamente arrumbado en la dalia durante los principados de
Augusto, Tiberio y Claudio. A lo largo de los mismos sus miembros tuvieron
que pasar de la clandestinidad a la ilegalidad. Suetonio nos precisa:
Suprimió completamente en las Galias la cruel y atroz religión de los druidas
que Augusto se había limitado a prohibir a los ciudadanos (Suet, Claud.,
XXV).