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EL PALACIO DE LOS VIENTOS En el centro de Jaipur se alza el Huwa Mahal, un palacio construido en 1799 por el maharajá Sawai Pratap Singh. Jaipur era un principado rajput que fue gobernado por el clan Kachwaha hasta 1949, de acuerdo con los británicos. VITTORIO SCIOSIA / FOTOTECA 9X12

Maharajás (Historia National Geographic)

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Bajo el gobierno británico, los maharajás de la India vivían en palacios de ensueño, entregados a toda clase de lujos y excesos.

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EL PALACIO DE LOS VIENTOS

En el centro de Jaipur se alza el Huwa Mahal, un palacio construido en 1799 por el maharajá Sawai Pratap Singh. Jaipur era un principado rajput que fue gobernado por el clan Kachwaha hasta 1949, de acuerdo con los británicos.VITTORIO SCIOSIA / FOTOTECA 9X12

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MAHARAJÁSLos fabulosos príncipes de la India

Bajo el gobierno británico, los maharajás de la India vivían en palacios de ensueño, entregados a toda clase de lujos y excesos. Pero con la independencia del país en 1947 ese

mundo propio de las Mil y una noches llegó a su fin

JORDI CANAL-SOLERHISTORIADOR

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EL LEÓNDEL PUNJAB

Con este apodoera conocidoRanjit Singh, elfundador delImperio sij delPunjab. Arriba,una miniatura lomuestra sobre uncaballo blanco.Museo Victoria yAlberto, Londres.

el país.Bajo el nuevo gobierno colonial, jun-to al territorio administrado directamente porelvirrey inglésysusfuncionariosexistían nada menos que 565 Estados principescos quegozabandeunaampliaautonomía.Éstos se dividían en tres categorías. En la cima es-taban118SaluteStates,«Estadosconderecho asalvas»,untérminoqueserefierealderecho queteníansusgobernantes–quesetitulaban maharajás, rajás o nababs– de ser recibidos por hasta 21 salvas de cañones a su llegada a la capital, Delhi. En medio figuraban los 117 Non-salute States, «Estados no acreedores a salvas», que tenían una jurisdicción limita-

En1858,despuésdeahogarensangreel llamadoGranMotín Indio,el go-biernobritánicoproclamóel Impe-riobritánicode la India,elRaj.Cul-minaba así la empresa de someti-

miento del país asiático que los ingleses ha-bíanpuestoenmarchadesde finalesdel sigloXVIII. Hasta entonces ese dominio se habíaejercidoatravésdeunaasociacióndecomer-ciantes privados, la Compañía Británica delas Indias Orientales, pero la rebelión de loscipayos en 1857 mostró la necesidad de queelgobiernodeLondresasumieradirectamen-te laadministracióndelpaís.Peronodetodo

DE LOS MOGOLES A LOS INGLESES

LOS INGLESES empezaron a instalarse en la India a partir de 1600, de la mano de la Compañía Británica de las Indias Orientales, una asociación

comercial privada. El país estaba gobernado entonces por los Grandes Mogoles, dinastía de origen persa que entró en rápido declive en el siglo XVIII, lo que aprovechó la Compañía para establecer acuerdos con numerosos Estados principescos, al principio mera-mente comerciales y luego de protección, pues la Compañía había creado un ejército privado. De este modo, muchos príncipes indios transfirieron su lealtad a la Compañía o crearon sus Estados independientes. Uno de ellos fue Ranjit Singh, un jefe local sij que en 1801 se proclamó maharajá del Punjab, aunque en 1849 los británicos dividieron su dominio en varios Estados principescos dirigidos por nuevos maharajás.

VANDA IMAGES / PHOTOAISA

BRIDGEMAN / ACI

C R O N O LO G Í A

PRIVILEGIOS HASTA EL FINAL

1600

Se funda en Londres una empresa que establece colonias comerciales en la India: La Compañía Británica de las Indias Orientales.

Tras la victoria frente al nabab Siraj- urd-Dawlah en la batalla de Plassey, los ingleses se adueñan

de toda Bengala y dan inicio a su expansión

territorial en la India.

1757

TIGRE ATACANDO A UN SOLDADO BRITÁNICO. 1790. MUSEO VICTORIA Y ALBERTO, LONDRES.

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PALACIO DE GWALIOR

Este imponente palacio-fortaleza del siglo XV perteneció a los Sindhia, una dinastía de

maharajásque rigieron Gwaliorhasta 1948.

res; por ejemplo dedicándoles salvas con más fusiles. Se les exhortó a que se anglificaran e incluso se construyó una universidad pa-ra príncipes, el Rajkumar College de Rajkot, donde recibían desde pequeños una educa-ción elitista inglesa. Por lo demás, perdido el ancestral deber de proteger a su pueblo –un vínculo sagrado entre gobernante y gober-nados, llamado rajá-prajá–, los maharajásse dedicaron a disfrutar de sus riquezas lle-vando una vida de complacencia y derroche.

La Pax Britannica les había prohibidoloqueestaban acostumbrados a hacer, lucharentreellos, así que muchos dejaron sus mediocres

da. Y el resto eran Estados no jurisdicciona-les, liderados por talukdars, thanedars, thakurs y jagirdars, terratenientes hereditarios sin jurisdicción civil.

Los europeos imponen su ley

Sólo los maharajás disfrutaban de jurisdicción plena dentro de sus Estados, aunque eso no significaba que fueran independientes, pues era el gobierno británico el encargado de man-tener el ejército y las relaciones con los países vecinos. El Raj británico aseguraba las fuentes de ingresos a los maharajás fieles y sabía có-mo adularlos concediéndoles títulos y hono-

AMAR GROVER / AWL IMAGES

Estalla la rebelión de los cipayos o Gran Motín Indio en el norte y centro de la India. La revuelta es brutalmente sofocada y en 1858 Inglaterra proclama el Imperio británico de la India: el Raj británico.

1857 1877

La reina Victoria es proclamada emperatriz de la India. Para celebrarlo se organiza en Delhi un durbar, una gran asambleapresidida por el virrey británicoy a la que acuden la mayor parte de maharajás indios.

La independencia de India y Pakistán pone fin a las prerrogativas de gobierno de losmaharajás, aunqueno a sus títulos ni asus propiedades.

1947

MEDALLA CON UN RETRATO DEL MAHARAJÁ RANJIT SINGH. MUSEO VICTORIA Y ALBERTO.

VANDA IMAGES /

PHOTOAI

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PALACIO Y FUERTE DE AMBER

En el interior de este majestuoso palacio-fortaleza se halla este pabellón, decorado con columnas en forma de flor de loto, que se asoma a un lago y unos jardines. El palacio actual fue construido en 1592 por Man Singh, comandante del ejército del emperador mogol Akbar.JAN WLODARCZYK / AGE FOTOSTOCK

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residencias en el interior de las ciudades y sus toscas fortalezas rurales para mudarse al lujo demodernos y suntuosos palacios construi-dos por arquitectos ingleses. Como escribió Rudyard Kipling, lo único que les quedaba era «ofrecer un espectáculo a la humanidad». Sa-yajirao Gaekwad III, maharajá de Baroda, hizo construir el palacio Laxmi Vilas, en Vadodara, en el Estado de Gujarat, que en su época fue laconstrucción privada más grande del mundo, con un tren privado y un campo de polo, por loque no es de extrañar que en sus memorias el príncipe heredero contara que le costó dos años orientarse en él.

Ram Singh, maharajá de Bundi, terminó de construir y embellecer el palacio de Bundi, un edificio inmenso en Rajastán que Rudyard Ki-pling definió como «un castillo como el que los hombres levantan para sí mismos en inquietos sueños […] que se levanta dentro y fuera de la ladera, una gigantesca terraza tras otra, y domi-natoda la ciudad». Otra impresionante residen-ciapalaciega fue el palacio Jagatjit, inspirado en elde Versalles, donde había estado su propie-

EN 1899, lord Curzon, recién estrenado su cargo de virrey dela India, escribió a la reina Victoria (emperatriz de la Indiadesde el año 1877) para informarle del comportamiento asu juicio poco decoroso de ciertos maharajás indios. Cur-

zon los consideraba «frívolos y a veces viciosos, derrochadores yharaganes», para a continuación pasar a detallar los vicios de cadauno de ellos. El maharajá de Patiala era «poco más que un jockey»(tenía entonces sólo 9 años); el rana de Dholpur se estaba «convir-tiendo rápidamente en un borracho impenitente»; el maharajá deBharatpur le había disparado a un sirviente; el maharajá Holkarde Indore estaba medio loco y era «adicto a horribles vicios».En cuanto al maharajá de Kapurthala, era un «ladrón de terceracon un carácter de quinta categoría» a quien le gustaba perseguirmujeres y jugar en París, mientras que el nizam de Hyderabadestaba «envuelto en la lujuria del serrallo» (tuvo 7 esposas y42 concubinas). El nabab de Rampur, en fin, no era más que un«libertino sexual y extravagante».

FRÍVOLOS, VICIOSOSY HARAGANES

LORD CUZON, ACOMPAÑADO DEL MAHARAJÁ DE REWA Y EL CAPITÁN WIGRAM POSAN EN LA JUNGLA DURANTE UNA CACERÍA DE TIGRES, EN 1903.

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JOYA DE LA CORONA BRITÁNICAEn 1849, los ingleses requisaron al maharajá de Punjab el célebre diamante Koh-i-noor, de 109 quilates. En 1937, la pieza fue engastada en la corona de la reina consorte Isabel (bajo estas líneas).

tario, Jagatjit Singh (1872-1949), maharajá de Kapurthala, un reconocido francófilo, amante de los Rolls Royce y de las mujeres jóvenes. El palacio fue diseñado por un arquitecto francés e incluía estatuas, estucos y techos pintados inspirados en el arte francés e italiano.

El triunfo de la ostentación

El centro de todos estos palacios era el durbar, el gran salón de audiencias donde el maharajá recibía a sus cortesanos y las peticiones de sus súbditos, y aceptaba el nazar, un tributo normalmente pagado en monedas de plataenel transcurso de impresionantes y ostentosasceremonias públicas. En estos actos formales,los maharajás solían lucir sus joyas más feno-menales: esmeraldas, rubíes, diamantes, perlas, oro y plata, que eran engarzados con el fin de elaborar los más distinguidos y lujosos adornos para el propio gobernante o su familia. Collares, pulseras, tobilleras,tiaras o alhajas para el turbante relucían con esplendor en los ropajes de seda e hilo de oro de sus galas más elegantes.

Algunos maharajás se dedicaron con pasión a sus hobbies deportivos, como Jam Saheb Shri Ranjitsinhji, maharajá de Nawanagar, gran jugador de críquet en la selección inglesa y uno de los mejores bateadores de la historia de este deporte. Sawai Man Singh II, maharajá de Jaipur, fue un reconocido jugador de polo y su equipo llegó a ser campeón del mundo en Deauville (Francia). Otros se dieron a ex-centricidades caras. Cuando Madho Singh II, maharajá de Jaipur, tuvo que desplazarse a Londres para asistir al jubileo de la reina Victoria, se hizo llevar agua del Ganges pa-ra su uso privado en dos inmensas urnas de plata de 242 kilogramos cada una. Aún se conservan como los objetos de plata más

grandes del mundo en el llamado palacio de la Ciudad. En la década de 1860, uno de sus antecesores tuvo un par de gue-

pardos como mascotas que utilizaba para la caza del ciervo. Brijendra Singh, maharajá de Bharatpur, tenía una flota de Rolls Royce desde los que disparaba a los patos en sus cacerías, y se dice que en 1938 él y su

GRANGER / ALBUM

EL PALACIO EN UN LAGO

Llamado Jal Mahal, palacio del agua, se desconoce la fecha de construcción de este bello edificio que se alza en medio del lago Man Sagar en Jaipur. El palacio fue restaurado y ampliado por el maharajá Jai Singh II en el siglo XVIII como pabellón de recreo.

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CollarLos maharajás completaban su atuendocon aparatosos collares como éste deoro, engarzado con rubíes y pequeñasperlas. Museo Victoria y Alberto.

BrazaleteLa pieza reproducida sobre estas líneas es deoro, con un interior esmaltado y el exteriorcuajado de ágatas, ámbar, ópalos y perlas.Siglo XIX. Colección privada.

Para el turbanteA partir de la costumbre mogola de prenderse plumas de garza en el turbante, los orfebres idearon estas joyas llamadas jigha. Este conjunto se compone de diamantes, rubíes, un zafiro, una esmeralda y una gran perla. Siglo XVIII. Museo Victoria y Alberto, Londres.

EL MAHARAJÁ SAWAI PRATAP SINGH DE JAIPUR, ENGALANADO CON UN ABIGARRADO TURBANTE, COLLARES Y PERLAS. MINIATURA DEL SIGLO XVIII.

ADORNOS Y JOYAS PARA MAHARAJÁSDespojados por los británicos de casi todo poder efectivo, los maharajás sentían la necesidad de demostrar su estatus mediante gestos de ostentación, por ejemplo, luciendo profusión de joyas en los actos públicos. Este gusto por las piedras preciosas era una herencia del período mogol, cuando se desarrolló una orfebrería de extraordinario refinamiento. Las piezas que se muestran en esta página proceden en su mayoría de Jaipur.

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AdornoEsta pieza de oroy rubíes, decoradacon un pavo realrealizado enesmalte, se usócomo adornopara turbante.Procede de Jaipur.Siglo XIX. MuseoVictoria y Alberto.

HebillaLas hebillas

de cinturón delos maharajásdaban lugar a

sofisticadísimasjoyas, como ésta,

de oro y piedraspreciosas y

semipreciosas, queguarda el Museo

Guimet, París.

BRIDGEMAN / ACI

THIERRY OLLIVIER / RMN-GRAND PALAIS

BRITISH MUSEUM / SCALA, FIRENZE

GargantillaTreinta diamantes y perlas forman este

magnífico collar, que se acaba con una

gran esmeralda en forma de lágrima. El

cierre es de perlas, rubíes y esmeraldas.

Siglos XIX-XX. Museo Británico,

Londres.

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ANITA, LA MAHARANÍ ESPAÑOLA

EN 1906, EL MAHARAJÁ de Kapur-thala viajó a Madrid para asistir a la boda real de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg. En

un teatro de varietés se quedó prendado de una bailarina malagueña de 16 años, Anita Delgado, y de vuelta a París le dirigió una propuesta de matrimonio. Tras dudarlo un tiempo, Anita le dio su consentimiento en una carta que, según la leyenda, fue corre-gida y engalanada por el escritor Ramón del Valle-Inclán. La pareja se casó en 1908, en una espléndida ceremonia en Kapurthala, y Anita se convirtió en la quinta esposa del maharajá. El matrimonio tuvo un hijo, pero se separó en 1925. Gracias a la pensión que el maharajá le siguió pasando, Anita pudo vivir cómodamente entre París, Madrid y Málaga como si siguiera siendo una princesa hasta su muerte, en 1962.

LEEMAGE / PHOTOAISA

huésped, el virrey lord Linlithgowysugrupo,mataron en un solo día 4.273 de estas aves.El maharajá Jai Singh de Alwar empleabaviu-das como cebo para tigres, pero siempreabatíaal animal antes de que las atacara. Sedicequeel maharajá Madhavrao Scindia de Gwaliormató a más de ochocientos tigres en susdominios, en cacerías a las que solía invitara miembros del Raj británico.

Los benefactores

No todos los maharajás se dedicaron a estavida de lujo excéntrico. También hubogober-nantes que reorganizaron sus administracio-nes siguiendo el modelo británico. Dejandola gestión del Estado a un primer ministrocompetente, supieron dedicar sus esfuerzosa la mejora de su país y de sus relacionesper-sonales con los funcionarios británicos.Elejemplo más sobresaliente es el del ma-harajá Ram Singh II de Jaipur, un gober-nante moderno y progresista que abolióla esclavitud, el infanticidio de niñas y laantigua costumbre del sati, la inmolación

de las viudas en las piras funerarias de sus maridos, introdujo la iluminación a gas y el agua corriente y construyó nuevas carreteras.

Sayajirao Gaekwad III, maharajá de Baroda, está considerado uno de los mejores estadistas que ha dado la India. Fue el primero en intro-ducir en su Estado la educación gratuita para las niñas, prohibió el matrimonio infantil y aplicó una serie de mejoras sociales e indus-triales muy por delante de su época. También favoreció las artes patrocinando a filósofos como Maharishi Aurobindo, a pintores como RajáRavi Varma o a músicos como Ustad Fai-yaz Khan. Ganga Singh, maharajá de Bikaner, no sólo fue un general condecorado, sino que introdujo la electricidad y el ferrocarril en su Estado, y gracias a la construcción del canal

del Gang irrigó el seco desierto del Thar convirtiendo su territorio en el granero de Rajastán y uno de los Estados más ricos. Una de sus excentricidades era el ritual Tuladan, en el que se subía a una balanza y la equilibraba con su propio peso en

oro, que repartía luego entre sus súbditos.

DUEÑO DEUNA PIEZAÚNICAEl maharajáBhupinder Singhde Patiala fue elpropietario de una joya exclusiva, el«collar de Patiala», pieza creada porCartier en 1928.Abajo, retrato delmaharajá en unreloj de oro.

BRIDGEMAN / ACI

ANITA DELGADO EN PRIMER PLANO, Y SU ESPOSO EL MAHARAJÁ DE

KAPURTHALA, A LOMOS DE UN ELEFANTE.

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UN ESPACIO PARA EL DELEITE

Construido en el siglo XVII por Ratan Ji Heruled, el palacio de Bundi se yergue en una colina sobre esta ciudad. Arriba, el pabellón Chitrashala, decorado con hermosas pinturas.

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ENSAYO

Maharajás. Ecos del pasadoVV.AA. Susaeta, Madrid, 2007.NOVELA

Pasión indiaJavier Moro. Seix Barral, Barcelona, 2010.

Parasabermás

Con el auge del movimiento nacionalista en la década de 1920, los príncipes empezaron a recibir presiones: se les exigía que se mo-dernizaran y democratizaran, permaneciendo fieles a los británicos, o que se alinearan con los nuevos partidos políticos que pedían la independencia. La mayoría fueron hostiles a los movimientos independentistas, que veían como una amenaza contra sus privilegios, y continuaron derrochando sus inmensas for-tunas como si no existiera el mañana. En 1947, cuando llegó a su fin el Raj británico, los Esta-dos principescos fueron invitados a sumarse a alguno de los dos nuevos países que nacieron del dominio inglés, India o Pakistán. Algu-nos quisieron seguir siendo independientes, como Mir Osman Ali Khan, uno de los hom-bres más ricos del mundo, nizam del Estado de Hyderabad, que con sus 214.000 kilóme-tros cuadrados era casi tan grande como Gran Bretaña. El gobierno indio tuvo que mandar una división provista de tanques para someter al rebelde Estado de Hyderabad, que finalmen-te aceptó formar parte de la India.

El nuevo gobierno indio de 1947 suprimió los poderes de gobierno de los príncipes, pero no sus títulos, riquezas ni privilegios. No fue hasta 1971 cuando el gobierno suprimió los fondos públicos (privy purse) que recibían des-de la independencia. Los maharajás tuvieron que reinventarse: el de Jaipur, por ejemplo, convirtió su palacio de Rambagh en un hotel de lujo, y los de Baroda y Gwalior invirtieron sus fortunas en intereses comerciales y sus descendientes son líderes en varios negocios. Sin embargo, la mayoría se vieron obligados a vender parte de sus posesiones (especialmente joyas) o ceder sus palacios, demasiado costosos de mantener, al gobierno indio, que los utilizó para albergar oficinas administrativas. En la India moderna, los grandes maharajás eran un anacronismo condenado a desaparecer.

PHILIPPE MICHEL / AGE FOTOSTOCK

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DiversionesLos maharajás y sus esposas dejabantranscurrir el tiempo en los frondososjardines de sus palacios, con fuentes ylagos, por los que paseaban los pavosreales. Los sirvientes, invisibles, seocupaban de satisfacer sus necesidades.

Cacerías constantesUno de los pasatiempos preferidos delos maharajás era la caza de animalessalvajes como tigres, leones o elefantes.Esta cacería indiscriminada y continuadallevó casi a la extinción a algunasespecies, como el tigre de Bengala.

Fastuosos palaciosLos maharajás construyeron grandespalacios y fortalezas en cuyo interiorvivían con toda clase de lujos, ajenos ala vida de sus súbditos. En el siglo XIX, elmaharajá de Kapurthala ordenó erigir unpalacio que imitase al de Versalles.

VIVIR COMO UN MAHARAJÁDurante siglos, los maharajás vivieron como señores absolutos de sus vastos dominios,

constituyendo una casta privilegiada. Con la llegada de los británicos y la pérdida de poder político, además de celebrar ostentosas

ceremonias se dedicaron casi por completo a sus

diversiones seculares comocacerías, banquetes y deportes

de élite como el polo o el críquet.PIEZA DE LA VAJILLA QUE EL MAHARAJÁ DE PATIALA USÓ ENUN BANQUETE EN HONOR AL PRÍNCIPE DE GALES EN 1922.

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CACERÍA DE LEONES DEL RAJÁ DURJAN SAL DE KOTA. 1778. MUSEO VICTORIA Y ALBERTO, LONDRES.

UN MAHARAJÁ Y SU ESPOSA O CONCUBINA PASAN EL RATO SENTADOS SOBRE UN COLUMPIO EN SUS JARDINES. MINIATURA DEL SIGLO XVIII.

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Un deporte de príncipesEl polo, un deporte que se practicaba a caballo, fuepopular entre los maharajás de la India desde elperíodo mogol. Durante el dominio británico, muchosmaharajás promocionaron este deporte e inclusofueron propietarios de equipos.

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PARTIDO DE POLO ENTRE PRÍNCIPES INDIOS. MINIATURA DEL SIGLO XIX. MUSEO DEL FUERTE MEHERANGARTH.

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Cortes de maharajás

Base administrativa británica

Colonia portuguesa

Colonia francesa

Dominio británico en 1858

Estados indios bajo protección británica en 1858

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CARTOGRAFÍA: EOSGIS.COM

EL FUERTE AMBER, PALACIO-FORTALEZA CONSTRUIDO POR LOS MAHARAJÁS DE JAIPUR. PINTURA POR WILLIAM «CRIMEA» SIMPSON. 1863. BIBLIOTECA BRITÁNICA, LONDRES.