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Dependencia y crecimiento industrial: las unidades domésticas y la producción de calzado en León, Guanajuato Margarita Calleja El Colegio de Michoacán El objetivo de este trabajo es explicar por qué en un desarrollo industrial como el que se llevó a ca- bo en la ciudad de León, Guanajuato, principal centro productor de calzado del país, coexisten formas tradicionales de producción —talleres artesanales— y empresas mecanizadas de alta productividad. El proceso de industrialización para la elaboración de calzado en León, princi- palmente durante los años cincuenta del presen- te siglo, escapa del modelo clásico del desarrollo capitalista, en el que la lógica de la acumulación necesariamente elimina las unidades producti- vas menos competitivas del mercado. En el caso analizado, los pequeños talleres familiares o picas, supuestamente antieconómi- cos, son utilizados económica, social y política- mente por las fábricas y juegan un papel estra- tégico en el proceso de la reproducción capitalista. I. Referencias conceptuales Subdesarrollo y dependencia En la década del treinta, y principalmente del cincuenta, el interés principal de los países lati- noamericanos se centró en lograr el desarrollo

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Dependencia y crecimiento industrial: las unidades domésticas

y la producción de calzado en León, Guanajuato

Margarita Calleja El Colegio de Michoacán

El objetivo de este trabajo es explicar por qué en un desarrollo industrial como el que se llevó a ca­bo en la ciudad de León, Guanajuato, principal centro productor de calzado del país, coexisten formas tradicionales de producción —talleres artesanales— y empresas mecanizadas de alta productividad. El proceso de industrialización para la elaboración de calzado en León, princi­palmente durante los años cincuenta del presen­te siglo, escapa del modelo clásico del desarrollo capitalista, en el que la lógica de la acumulación necesariamente elimina las unidades producti­vas menos competitivas del mercado.

En el caso analizado, los pequeños talleres familiares o picas, supuestamente antieconómi­cos, son utilizados económica, social y política­mente por las fábricas y juegan un papel estra­tégico en el proceso de la reproducción capitalista.

I. Referencias conceptuales

Subdesarrollo y dependencia

En la década del treinta, y principalmente del cincuenta, el interés principal de los países lati­noamericanos se centró en lograr el desarrollo

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económico: se pretendía disminuir la dependen­cia del comercio internacional, reafirmar la inde­pendencia política y económica, y “cerrar la bre­cha” entre los países desarrollados y subdesa- rrollados. El desarrollo económico se entendió como un proceso evolutivo hacia las formas avanzadas de la moderna sociedad industrial. La industrialización se consideró el elemento más dinámico que traería consigo una expansión de la producción y por consiguiente, mayor opor­tunidad de empleo y elevación del nivel de vida de la población en general.

A pesar del optimismo y de la política de sustitución de importaciones y desarrollo hacia adentro, no se logró siquiera eliminar los obs­táculos atribuidos a la sociedad tradicional ni tampoco nivelar las desigualdades regionales. La industrialización tendió a concentrarse en torno a las ciudades principales surgidas en pe­riodos anteriores; el sector rural no logró salir del estancamiento a pesar de que expulsó gran parte de la mano de obra campesina a la ciudad. Por su parte, el sector urbano no logró incorporar a la esfera de la actividad económica moderna a la población rural desplazada o a los obreros sin ca­lificación, quienes pasaron a formar lo que se ha llamado población marginal.

El concepto de dependencia reubicó la polé­mica sobre el desarrollo al considerar a este últi­mo como un fenómeno histórico mundial, produc­to de la expansión y consolidación del sistema ca­pitalista. Este concepto hace énfasis en la subor­dinación política y económica de los países sub- desarrollados a los intereses de los países desa­rrollados. Las nociones de “centro” y “periferia”, por su parte, subrayan las funciones que cum­plen las economías subdesarrolladas en la divi­sión internacional del trabajo: como los países

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subdesarrollados ocupan una posición asimé­trica respecto al proceso de transferencia o recep­ción del capital, su desarrollo es desigual.-

Dependencia y acumulación de capital

Los conceptos arriba resumidos hacen alusión a la relación que se establece entre dos tipos de paí­ses interdependientes en un solo sistema mun­dial. En términos generales, la principal diferen­cia entre ambos tipos de países es que en unos, las relaciones capitalistas de producción se en­cuentran generalizadas, mientras que en los otros no. Se polemiza, sin embargo, sobre las con­diciones de difusión y reproducción de las rela­ciones capitalistas en los países llamados “sub­desarrollados”, “dependientes”, o “periféricos”.

Luxemburgo (1967), al respecto, planteó que la expansión del sistema capitalista requiere de una articulación de modos de producción, a través de la cual se realiza la acumulación de ca­pital del sector dominante. Dejando aparte las objeciones técnicas a su definición de acumula­ción (cf. Schumpeter 1976), este planteamiento abre la discusión a un fenómeno históricamente presente: la persistencia de relaciones no capi­talistas de producción. Algunos antropólogos, para analizar este fenómeno, relacionan el con­cepto de modo de producción —conjunto de rela­ciones de producción y fuerzas productivas— con otros que se refieren a diversas estructuras sociales: el parentesco, la organización social, la religión. Godelier, por ejemplo, encuentra que entre los aborígenes australianos, el parentesco actúa a la vez como infraestructura y como super­estructura: regula el derecho y el acceso al terri­torio, o sea los medios de trabajo y producción, y al mismo tiempo proporciona el marco social de

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las actividades político-rituales e ideológicas. El aporte de Godelier (1975) resalta la importan­cia de la estructura de parentesco en la reproduc­ción de una determinada formación económica y social, y al aplicar el concepto de modo de produc­ción a las sociedades no capitalistas, le da mayor especificidad y contenido a instituciones que pa­recerían residuales o anacrónicas dentro de las transformaciones globales del capitalismo: la familia, el parentesco, la organización ritual.

En una vena similar Meillassoux (1977) analiza la manera como el capitalismo se inser­ta en las relaciones no capitalistas y plantea que la explotación capitalista en ciertas circunstan­cias descansa sobre la comunidad doméstica y su transformación moderna: la familia. El bene­ficio que el capitalismo obtiene de las unidades domésticas es que estas últimas le ofrecen una mercancía por la que nada invirtió en su forma­ción y desarrollo: el salario únicamente cubre “la reconstitución” inmediata de la fuerza de tra ­bajo y se desentiende de su mantenimiento en las épocas de desempleo, enfermedad, vejez y repro­ducción de la prole. Por su parte, la unidad do­méstica se reproduce de acuerdo a relaciones y recursos agrícolas propios que no son “contrac­tuales” (medidos por un salario) sino de “depen­dencia personal”.

Industrialización y sector de pequeña escala

Algunos autores marxistas admiten que la de­pendencia no es una condición uniforme: los fac­tores internos de los propios países (recursos na­turales, estructuras precoloniales, nacionalismo) han modulado las relaciones de dependencia. También admiten que a pesar de que la depen-

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dencia es una situación condicionante —en la medida que limita las posibilidades de desarrollo de estos países no es definitiva— pues puede re­orientarse hacia una economía interna más in­dependiente.

Así, por ejemplo, Warren (1976) sostiene que el impacto del imperialismo en el tercer mundo favorece la industrialización;3 si bien existen bostáculos para su desarrollo, éstos no se origi­nan sólo en las actuales relaciones del imperia­lismo con el Tercer Mundo, sino también en con­tradicciones internas del propio Tercer Mundo. Asimismo considera que los lazos de dependen­cia que unen a los países imperialistas con el Ter­cer Mundo cada vez son menos fuertes. Esto no significa que el capitalismo haya dejado de exis­tir, sino que el éxito del desarrollo capitalista de los países periféricos estriba en que sean capaces de proporcionarse las condiciones económicas sociales y políticas apropiadas para la reproduc­ción continua del capital, como un sistema social que representa la forma superior de producción de mercancías. Para Warren, la independencia política formal proporciona a los países subde- sarrollados maniobrabilidad e iniciativa, que aunadas a las fuerzas sociales internas ha con­ducido al desarrollo industrial. Uno de los cam­bios más importantes ha sido que la industrializa­ción ha dejado de asociarse exclusivamente con una burguesía nacional bien desarrollada y vin­culada al imperialismo. Junto a ellos, han surgi­do diversas combinaciones de clases que han te­nido un mayor grado de participación social, económica y política —formal o no— y que han moldeado el desarrollo de los países del Tercer Mundo. Este factor, por otra parte, explica la cre­ciente importancia del Estado, como promotor del desarrollo nacional.

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Bryan Roberts (1980), por su parte, admite que el proceso industrial de capital intensivo ge­nera un excedente de población que se dirige prin­cipalmente al sector terciario; pero considera a esta población como la base económica y social que proporciona servicios y mano de obra barata a través de la cual se expanda el sistema capita­lista. En la organización económica urbana de los países subdesarrollados hay dos sectores: el de gran escala, constituido por las actividades que no se llevan a cabo dentro de las fábricas y que tampoco utilizan los mismos servicios finan­cieros, profesionales y comerciales del sector de gran escala. Se refiere más concretamente a pe­queños comerciantes, talleres de reparación, hombres y mujeres que se autoemplean, arte­sanos.

La economía en pequeña escala no es una reminiscencia del pasado; no es tradicional, ni en las técnicas que utiliza ni en sus tipos de ac­tividad. Antes bien, se les ha dejado el ámbito de operación más riesgoso o de menor rentabilidad para la gran empresa, pero que es imprescindible para la expansión capitalista. Para hacer frente a un mercado inseguro y competitivo, la econo­mía de pequeña escala utiliza formas de traba­jo distintas a las asalariadas, como el empleo de la mano de obra familiar y la red de préstamos que proporcionan las relaciones de amistad y confianza. Tampoco se sujeta a la reglamenta­ción gubernamental y prefiere hacer proliferar sus empresas en vez de aumentar su tamaño. Esas características del sector de pequeña escala limitan su acumulación de capital, pero, le dan mayor- flexibilidad ante la incertidumbre del mercado.

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El argumento de este artículo

El desarrollo de la industria del calzado en León data apenas de este siglo. Muchas de las actuales fábricas modernas tienen como antecedente un taller familiar que por los años veinte elaboraba manualmente el calzado. En los años treintas y principalmente en los cincuentas se inicia el pro­ceso de modernización de la manufactura de cal­zado —principalmente con la introducción de maquinaria—; a partir de entonces aumentó el número de fábricas pero también el número de ta ­lleres artesanales. Esta paradoja determina que en la actualidad encontremos estructura indus­trial compuesta por unidades productivas que se articulan entre sí a través de relaciones mul- tidireccionales de dependencia. Hay elementos de grado que diferencian entre sí a las unidades productivas como el nivel tecnológico, el uso de mano de obra y prestaciones; en este sentido se puede hablar de un mayor o menor desarrollo in­dustrial; sin embargo, el elemento cualitativo de diferenciación que nos va a permitir hablar de coexistencia, articulación y persistencia mas no de evolución o sucesión, es la organización del trabajo.

En estos términos, encontramos unidades productivas, o sea las fábricas y talleres que tie­nen como base de producción y reproducción al capital, el cual determina la contratación de la mano de obra y media las relaciones sociales; hay una pugna entre capital y trabajo que se mani­fiesta en sindicalización, huelgas, despidos, etc. En cambio, los talleres familiares o picas requie­ren basar su producción y reproducción en la uni­dad doméstica. Esto no significa que el capital no intervenga: las picas se mueven y funcionan dentro del mercado, hay contratación de obreros

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asalariados y acumulación de capital, e incluso puede haber “salario” entre los miembros de la familia; pero lo importante es que la pica reúne en la familia el acceso y la posesión de los medios de producción; a través de relaciones de coopera­ción, aportación de trabajo no cuantificado y obe­diencia se busca no la subsistencia individual, si­no familiar.

Dentro del proceso de industrialización del calzado en León, la pica como unidad productiva y la familia como unidad social constituyen, al combinarse, el sector que amortigua los ciclos de crisis y reproducción del modo capitalista de pro­ducción. Economía y organización familiar no se oponen como “instituciones” diferentes.

A pesar de la modernización, el desarrollo industrial leonés se ha basado en el uso intensivo de la mano de obra. Esta mano de obra —muy abundante— se encuentra en un estado rotativo y no es exclusiva de una sola unidad productiva. Las industrias han utilizado estratégicamente estas características de la mano de obra —abun­dancia y movilidad—, aunada a un monopolio la­boral, para crear las condiciones de trabajo que más la favorecen: bajos salarios, pago a destajo, ausencia de contratación colectiva y de pago de horas, etc. En este contexto de rotación de obre­ros, las picas son una alternativa de empleo del excedente de mano de obra que espera ser contra­tada o bien es desechada de las fábricas. Por otra parte, las alternativas de empleo que ofrecen los talleres disminuyen las prestaciones ocupacio- nales, salariales y sindicales.

Desde el punto de vista del mercado las pi­cas persisten porque producen un producto bara­to para el consumo popular; no sólo porque utili­zan insumos de menor calidad, sino porque las re­laciones domésticas de producción permiten que

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gran parte del trabajo no sea cuantificable er dinero y mantengan los precios bajos.

II. La estructura industrial de León

La ciudad de León se localiza al poniente del es­tado de Guanajuato; es de las ciudades industria­les más importantes del estado y el mayor centro productor de calzado del país (sobre todo zapato para niño y caballero).1

El complejo industrial de la ciudad se en­cuentra formado por una mayoría de empresas productoras de calzado; además se han instalado un gran número de industrias conexas, que abas­tecen a la industria del calzado de materias pri­mas: curtidurías, fábricas de suelas, tacones, hor­mas, agujetas, moldes, pegamentos, tintas, ca­jas de cartón, fabricación y distribución de ma­quinaria para el calzado. En 1976, la Cámara Guanajuatense del Calzado estimó que, de la po­blación económicamente activa mayor de los 12 años de edad, el 95% estaba relacionada con esta industria.

Con respecto al número y clasificación de los establecimientos dedicados a la producción de calzado no existe un criterio unificado, ni tampo­co hay una manera confiable de cuantificarlos; cada dependencia agrupa de distinta manera a las empresas. Por ejemplo el Centro de Investiga­ciones y Asistencia Tecnológica del Estado de Guanajuato en 1977 divide a la industria en 800 fábricas mecanizadas, 1 500 fábricas pequeñas medianamente mecanizadas y 4 000 talleres fa­miliares o picas. La Cámara de la Industria del Calzado de Guanajuato, organismo oficial que agrupa a los productores en el año de 1978 conta­ba con 820 socios clasificados en: 78 empresas grandes que producen diariamente 1 500 pares o

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más; 235 empresas medianas que producen entre 500 y 1 500 pares diarios y 507 empresas peque­ñas que producen de 10 a 500 pares diarios. De esta industria pequeña, el 75% corresponde a ta ­lleres familiares.5

Localmente, para diferenciar a los distintos tipos de unidades productivas se utilizan los tér­minos de fábrica, taller, pica y taller de maquila. Esta clasificación, además de hacer referencia a criterios cuantitativos (volumen de producción, número de trabajadores, tipo de maquinaria, lo­cal de trabajo), enfatiza criterios de tipo cualita­tivo, como son la situación legal de las empresas6 y las relaciones sociales que se establecen dentro de ellas. En el presente artículo parto de la clasi­ficación local.

Fábricas son las que le dan a León la ima­gen industrial; generalmente poseen edificio construido exprofeso. En 1975 se fundó el parque industrial al sur de la ciudad; pero hasta la fecha la mayoría de las fábricas se encuentran dispersas.

En las fábricas el proceso de producción se encuentra dividido en sus mínimas fracciones. La utilización de maquinaria especializada es esencial: de un 80 a un 90% de las fracciones se realiza mecánicamente. La producción en serie se encuentra dividida por departamentos: cada uno de ellos tiene un encargado que distribuye el trabajo a los obreros, los cuales se encuentran si­tuados alrededor de bandas o rieles giratorios. Cada obrero se encarga de elaborar una o varias fracciones.

Las fábricas pagan impuestos, e inscriben a los obreros en el IMSS, pero no todos los patrones cumplen con las prestaciones que marca la ley (sueldo mínimo, horario de ocho horas de traba­jo, seguro social, pago de horas extras, vacacio­nes, aguinaldo).7

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El pago del salario es a destajo. El cálculo se hace con la técnica de tiempos y movimientos: de acuerdo al grado de dificultad de las operacio­nes, con base en el salario mínimo que establece anualmente el gobierno. Pocas empresas pagan arriba del mínimo. Las épocas de alta y baja pro­ducción repercuten en el salario. En algunas em­presas los obreros o son despedidos en las épocas bajas o salen voluntariamente cuando ven que el salario ya no les alcanza para el gasto familiar.

El sistema de ventas se realiza a través de agentes viajeros. Además hay fábricas que tie­nen su propia tienda exclusiva en las principales ciudades del país. La exportación es otro canal de comercialización que utilizan las más grandes; pero no es una vía importante de venta: sólo el 2% de la producción nacional de calzado se exporta.

Las fábricas cuentan con el apoyo de las ins­tituciones bancarias y financieras, y se benefi­cian de las asociaciones de empresas como la Cá­mara del Calzado.

Los talleres

También se encuentran dispersos por toda la ciu­dad. Generalmente no tienen un local construido exprofeso y se instalan en casas habitación ren­tadas. Son empresas con un nivel de tecnología inferior a las fábricas; todavía dependen del tra ­bajo manual del obrero, y suplen la carencia de maquinaria acudiendo a los talleres de maquila.

En muchos talleres el trabajo se realiza en operaciones por un solo obrero que elabora una fase del proceso de todo a todo, o sea, que la ope­ración no se encuentra fraccionada. En los talle­res grandes, se observa la tendencia hacia la frac- cionalización del trabajo.

Los talleres tienen a los obreros inscritos en

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el Seguro Social, aunque nunca a todos los que emplean. No cumplen con el resto de las disposi­ciones que marca la ley. En los talleres siempre han existido las zorritas, término local que alude a los aprendices del oficio, generalmente niños. Además de los obreros que trabajan dentro del taller hay obreros a domicilio que sólo van a reco­ger o llevar su tarea.8 y también hay macheteros, o sea obreros que por la m añana trabajan en una fábrica y por la tarde trabajan una o dos horas en un taller para aumentar su ingreso.

Los talleres medianos producen unos 1 000 pares a la semana y ocupan alrededor de 20 obre­ros (dentro del taller o en sus domicilios). Muchos talleres se amplían aumentando el número de trabajadores a domicilio o instalando otro taller en un local diferente. Con esto disminuyen los impuestos, evaden al Seguro Social y no concen­tran a tantos obreros bajo un mismo techo: evitan así su organización política.

En los talleres, el dueño hace las compras de materia prima, supervisa a los obreros y si el taller es chico, además participa como trabajador en el proceso productivo. Las relaciones que se establecen entre el dueño del taller o maistro y los obreros son de familiaridad y tuteo; de esta ma­nera disminuyen las tensiones y conflictos en las relaciones laborales.

La comercialización del calzado en los talle­res la hace el propio dueño: busca mercado en la ciudad de León o en lugares cercanos. Sólo los ta ­lleres más grandes, con cierta capacidad finan­ciera, venden su producción a almacenistas o zapaterías, ya que el pago es con documentos post-fechados. Los talleres más chicos prefieren vender al contado a los intermediarios que llegan a León el fin de semana.

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Los talleres de maquila

No son unidades productoras de calzado. No hay compra de materia prima ni ésta se procesa hasta convertirse en un producto final: el zapato. Su in­tervención en el proceso productivo se realiza so­lamente en determinadas fracciones que requie­ren de maquinaria especializada. A las maquilas acuden los talleres que no cuentan con suficiente maquinaria, y las picas. El cobro se establece por unidades de trabajo realizado y según la comple­jidad de la operación.

El local de maquila cuenta con 2, 3 ó 4 má­quinas, que pueden ser de un solo dueño y estar manejadas por obreros; también puede haber va­rios socios que aporten y operen su máquina ellos mismos. La maquinaria de estos talleres es de segunda mano y puede ser propia o rentada. Cuando es propia se adquiere por compra o a cuen­ta de indemnización; esto es, cuando la fábrica o taller quiebra, un modo de indemnizar al obrero es dándole maquinaria. También existen casas comerciales que se dedican a vender y rentar ma­quinaria nueva y usada.

Los talleres de maquila se encuentran ins­critos en Hacienda y el Seguro Social. También están afiliados a la Cámara del Calzado.

Las picas

Se desgina con el nombre de pica a un pequeño taller operado por el jefe de la familia con la ayu­da de su esposa e hijos. La elaboración del zapato es manual y la maquinaria que poseen es muy elemental.

Pica es también el taller de un hombre solo, quien aporta su propio trabajo y da a maquilar parte del proceso.9

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Geográficamente las picas se ubican en las colonias populares y en los barrios más antiguos; hay además una gran concentración de expen­dios de pieles y peleterías, donde se vende al me­nudeo todo tipo de materiales auxiliares a la ela­boración del calzado. Asimismo, funcionan nu­merosos talleres de maquila. Durante la semana se observa un gran movimiento de personas que llevan rollos de piel, que van o vienen de la ma­quila, o de los domicilios donde elaboran algún proceso. El medio de transporte más común es la bicicleta; en ellas trasladan sus tareas en costa­les de nylon.

Generalmente las picas operan clandesti­namente, dentro de la misma casa del propieta­rio: en un cuarto, o en el patio, bajo un tejabán. En otros casos, la escasa maquinaria con la que cuentan no se concentra en un solo cuarto para no llamar la atención de los inspectores de Ha­cienda y el IMSS.

La m aquinaria que utilizan es obsoleta, ad­quirida por compra o indemnización de algún taller o pica que deja de funcionar. Cada semana se inicia un nuevo ciclo productivo; la materia prima se compra al menudeo y al contado. Hay picas que para reducir sus costos de operación utilizan desperdicios de material de fábrica.

La distribución del trabajo familiar en la pi­ca varía según la edad, sexo y especialidad de sus miembros. Es común que la esposa o las hijas sean quienes adornen el zapato y se ocupen ade­más de las labores domésticas. Los hijos menores van a la escuela y ayudan en pequeñas labores (cortar forros, embarrar, ir a dejar y recoger las tareas de la maquila, ir a la peletería a comprar cosas sencillas como tachuelas o hebillas, o ir por los refrescos). Los hijos mayores y el jefe de familia se ocupan de algún proceso; el padre su­

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pervisa también el trabajo y se encarga de com­prar la materia prima. El aprendizaje del oficio se hace dentro de la misma pica.

El horario es más flexible que en las fábricas y talleres. Trabajan de martes a sábados. Los lunes es el día de descanso o el día en que traba­jan con menor intensidad; a medida que se acerca el fin de semana, que es cuando venden el zapato, la actividad se intensifica. Las horas de trabajo durante el día nunca son fijas: se trabaja en el día y en la tarde, generalmente más de ocho ho­ras, y cuando el trabajo es intenso continúan has- tas las diez u once de la noche.

Es común que en las picas además del tra ­bajo familiar exista trabajo asalariado, cuando en la familia no hay quien sepa realizar un deter­minado proceso o cuando se requiere de más gen­te. Los obreros que emplean las picas son gene­ralmente personas maduras, que por su edad no son ya admitidas en las fábricas. Pueden traba­jar dentro del taller o ser trabajadores a domici­lio. El pago de los obreros se hace a destajo; cada sábado reciben su raya, siempre menor al salario mínimo. Su horario de trabajo generalmente ex­cede de ocho horas. Estos obreros no están inscri­tos en el Seguro Social y no presionan al piquero para que los inscriba.

Cuando la producción de la pica es poca (100 a 150 pares, o menos por semana), se vale de los macheteros para que hagan las tareas, ya que la producción de la pica no es suficiente para darle trabajo a otro obrero fijo.

El trabajo familiar se adapta a las fluctua- qiones en la época de ventas. El jefe de familia y en ocasiones los hijos mayores realizan más de un proceso. Gracias a esto, se puede suplir mano de obra asalariada. Otra estrategia de la pica es transferir mano de obra familiar temporalmente

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hacia la industria, mientras la producción de la pica baja. Cuando los hijos son ya mayores y pue­den ganar un salario trabajando fuera de la pica, el jefe de la familia suele pagarle “salario” a sus hijos. Sin embargo, este salario es simbólico: el jefe de familia no paga al hijo todo lo que trabaja sino que deja algo para el gasto de la casa; por otra parte, con el dinero que recibe, el hijo cubre gastos personales de transporte, vestido, calza­do, y si estudia se paga la educación.

El ciclo de producción de las picas es sema­nal. Cada sábado venden su mercancía y ese mis­mo día tienen que pagar la raya (salario) a los obreros; por eso es importante contar con algún dinero líquido. Generalmente venden a los inter­mediarios locales o forasteros que pagan con di­nero en efectivo. La tendencia es a mantener una relación estable con algún intermediario; aunque esto pueda implicar vender a un precio menor, evitan problemas en periodos bajos de ventas. Por otra parte, el endeudamiento del piquero per­mite al intermediario obtener aún más barata la mercancía del piquero.

Si no vende a los intermediarios, el jefe de familia coloca la mercancía en los locales comer­ciales de la ciudad, o en poblados cercanos, don­de puede ir y volver el mismo día. Otros piqueros venden directamente al público los 12 ó 24 pares que producen en los tradicionales tiraderos: pues­tos informales que viernes y sábados se ponen alrededor del mercado central de abastos de León. Ciertos talleres de calzado, además de vender su propia producción, funcionan como intermedia­rios de las picas. Incluso puede haber relaciones de dependencia tan estrechas que convierten a la pica en trabajadora a domicilio cuando un taller la abastece de materia prima.

En síntesis, cada pica diversifica sus alter­

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nativas de comercialización dependiendo de su monto de producción, ganancia, disponibilidad de tiempo para vender la mercancía, urgencia para recuperar la inversión, época de venta del zapato y redes sociales.

Lógica e interdependencia de las unidades productivas.

Las fábricas, talleres y picas organizan ,de ma­nera interdependiente sus propios recursos. Ade­más, se diferencian unas de otras por sus condi­ciones laborales, inversión de trabajo, mayor o menor nivel tecnológico y complejidad social.

Ahora bien, a pesar de las marcadas dife­rencias, las unidades productoras de calzado forman una sola estructura industrial; coexisten e interactúan dentro del mismo sistema de merca­do. El mercado lo estoy entendiendo como una instancia necesaria a la cual recurren todas las unidades productivas para el abastecimiento de insumos, mano de obra y capital, y posteriormen­te para la venta del producto terminado conver­tido en zapato. La interrelación de las fábricas, talleres y picas dentro de la estructura de merca­do se va a manifestar en la circulación de tecno­logía, materias primas y mano de obra.

Con respecto a la tecnología y materia pri­ma, las fábricas transfieren a los talleres y picas la maquinaria de desecho y desperdicios de piel. Los talleres y picas copian la moda que imponen las fábricas con diseñadores propios y publici­dad. En cambio, talleres y picas reproducen y ca­pacitan la mano de obra, y la transfieren a las fá­bricas. A pesar de que entre las distintas unida­des productivas existe una gran diferencia de ni­vel tecnológico, salarios, prestaciones, etc., el obrero que se encuentra trabajando en ellas es el

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mismo, quien en un momento dado puede vender simultáneamente su fuerza de trabajo a varias.

Las fábricas cuentan con pocos centros de capacitación y como no tienen aprendices,10 son las picas y talleres los que se encargan de proveer de mano de obra adiestrada a las fábricas, con la ventaja de que no son especialistas en una sola fracción, sino que conocen un proceso “de todo a todo”. Esto proporciona a la fábrica mayores re­cursos de conocimiento y acomodo, ya que a pe­sar de las innovaciones tecnológicas el proceso de producción no ha alterado la manufactura: sólo la ha fraccionado. Además, dentro de las fábricas de calzado hay procesos, como el corte, que a pesar de la maquinaria persisten como tra ­bajos manuales, para lograr mayor calidad.

Por último, retomando lo que se dijo al ha ­blar de la comercialización del zapato en las pi- cag, vemos que si bien algunas picas dependen del taller intermediario para la venta de su mer­cancía, el sentido de la relación se invierte cuan­do las fábricas y talleres aumentan su produc­ción a expensas de unidades menores.

III.- Evolución de la industria del calzado en León

Desde su fundación en 1576 hasta el siglo XVIII, León formó parte del complejo agrícola minero e industrial del Bajío. Abastecía a Guanajuato de granos y muías; producía sillas y monturas, y contaba con una industria textil que hacía teji­dos de lana y algodón, rebozos, chales y sarapes. Para el siglo XIX se curtían pieles y se continua­ba manufacturando artículos de piel como arne- ses, sillas y trajes de charro, pero la actividad in­dustrial más importante era la textil; ésta conti­nuó hasta los años cuarenta del presente siglo,

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cuando decayó el uso del rebozo hecho en telar de madera. Cobró entonces gran importancia el calzado.

Hacia 1920, la producción del calzado tenía lugar toda ella en la organización familiar del trabajo: las picas, que elaboraban el zapato ma­nualmente. La única máquina que utilizaban era la de pespuntear (coser). La piel entonces se cur­tía a base de productos naturales y las herra­mientas se hacían en León. El zapato se vendía localmente en los tiraderos o barateros. Además, llegaban intermediarios procedentes de ciuda­des cercanas y de México, que compraban el za­pato de varias picas, pagándoles a vuelta de via- je.

A partir de 1930 hay talleres que comienzan a introducir maquinaria americana y europea importada de Estados Unidos. Con la introduc­ción de maquinaria surgen los talleres de maqui­la, cuyo uso se generalizó entre las picas. Otra innovación importante de esta época se dio a tra ­vés de las peleterías, que introdujeron nuevas materias primas de elaboración química e indus­trial. En la misma década, además del comercio local del zapato en los tiraderos y de los interme­diarios a crédito, aparecen los almacenes de cal­zado y los intermediarios foráneos que pagan al contado. Estos últimos llegaban los fines de se­mana y se instalaban en los hoteles cercanos al mercado de abastos, alrededor del cual se ponían los tiraderos. A partir de esta fecha los almace­nistas e intermediarios van a tomar en sus ma­nos la distribución del calzado: quedan sujetas las ventas de los talleres a los intereses de los co­merciantes, hasta el grado de influir en el éxito o fracaso de los talleres.

Uno de los efectos de la Segunda Guerra Mundial fue la ampliación de la demanda de cal­

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zado; venían a buscarlo mayoristas norteameri­canos e incluso surgió en León una asociación de pequeños productores para exportarlo. Durante este periodo hubo una gran proliferación de ta­lleres; algunos de ellos trabajaban día y noche. Las peleterías daban facilidades de crédito. A pe­sar de ello, la escasez de capital y maquinaria im­pidió que los talleres crecieran. En 1945 la de­manda bajó y hubo un periodo de quiebra de ta ­lleres; las fábricas, en cambio, orientaron su in­versión a la mayor tecnificación, con lo que aba­rataban sus costos de producción.

En la década de los cincuenta, hay un grupo pequeño de grandes empresas que tienden a la mayor complejidad en el proceso productivo or- ganizacional, y encabezan el desarrollo local. Las picas, por su parte, no desaparecen; se adap­tan a una nueva situación de competencia en el mercado (reducción de precios y producción ma­siva); el uso generalizado de la maquila en las pi­cas les da acceso a la nueva tecnología, que aho­rra trabajo manual y tiempo de producción.

En los años sesenta se da una ampliación de las empresas, primero en forma horizontal abri­endo nuevas fábricas, y durante la segunda par­te de la década la implicación es vertical, hacia la curtiduría y la elaboración de algún material básico como forros y fibras sintéticas. La forma­ción de consorcios industriales ha permitido a las empresas asegurar su abastecimiento de piel; esto ha sido un factor importante para el creci­miento de las empresas, dada la tradicional es- cazes de cuero crudo.

A partir de 1976 la economía mexicana se ha caracterizado por una inflación acelerada y de­valuaciones de moneda, que han encarecido el costo de las materias primas, principalmente el cuero crudo, que se importa en un 35% de Estados

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Unidos. Esta inestabilidad económica ha pro­piciado la quiebra de numerosos talleres y picas sin que esto implique su desaparición; posterior­mente vuelven a surgir.

IV. Las picas y el proceso de acumulación capitalista

Cuando situamos a las picas en un contexto diná­mico, dos son los factores que le imprimen carác­ter. Por un lado, tenemos el factor interno de la pica, o sea, la familia como una unidad social que se reproduce y que a lo largo del tiempo varía en su tamaño —número de miembros— y en su com­posición —sexo y edad de los miembros—, y que al variar la estructura de la familia varía tam ­bién su estructura como unidad económica de producción, y su patrón de consumo. Por otro la­do tenemos el papel que juega la pica en el pro­ceso de acumulación capitalista tal y como se pre­senta en la industria del calzado en León. Den­tro de este proceso las picas son inestables: a lo largo de su vida pueden crecer económicamente, o quebrar y posteriormente volver a surgir. Mien­tras la pica existe, los miembros de la familia par­ticipan de esta unidad de producción. Cuando la pica deja de operar, los miembros se incorporan individualmente a otra actividad económica, generalmente dentro de la industria del calzado, sin dejar de participar en el consumo doméstico.

Origen de la fuerza de trabajo

En los diversos estudios de casos realizados du­rante la investigación se encontró que la proce­dencia de los piqueros es rural: todos emigraron de comunidades campesinas cercanas al muni­cipio de León. Los padres de los piqueros fueron

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campesinos sin tierras, nacidos a principios de este siglo, que emigraron a la ciudad, trabajaron como albañiles, gendarmes o peones en las tie­rras de cultivos cercanas a León. No se integra­ron a la industria del calzado, pues la industria todavía no se había generalizado.

En la segunda generación (la familia de orientación de los piqueros), nacida por los años veinte y treinta, predominan los obreros en la in ­dustria del calzado y piqueros.

En la tercera, generación (los hijos y sobri­nos de los piqueros, nacidos de fines de los cua­renta hasta los sesenta) hay obreros y piqueros pero la mayoría, merced a la educación, acceden a empleos de cuello blanco.

A la luz de esta información se puede decir que no hay una tradición familiar obrera. En pri­mer lugar porque la consolidación de la industria data apenas de treinta años. En segundo lugar, porque a través de las generaciones se observa movilidad ocupacional. Y en tercer lugar porque el proceso de migración rural urbana ha conti­nuado; inclusive, la industria se ha expandido al campo: hay empresas establecidas en poblacio­nes rurales, fuera del control jurídico de la ciu­dad, que ofrecen condiciones de trabajo aún peo­res. Asimismo, numerosas personas se trasladan diariamente de sus comunidades cercanas a León a trabajar en fábricas, en talleres, en picas y co­mo obreros a domicilio.

Se podría hablar, sin embargo, de una cul­tura obrera, cuyas manifestaciones serían un gran apasionamiento por el fútbol soccer,11 aso­ciaciones religiosas exclusivas, grupos de consu­mo alcohólico, redes familiares.Circulación de la mano de obra

Si se analiza la fuerza de trabajo desde el punto de vista sincrónico, estructural, encontramos

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una gran heterogeneidad. Así como existe el obre­ro desposeído completamente de medios de pro­ducción, hay obreros que poseen alguna maqui­naria y se insertan al aparato productivo como obreros a domicilio o de maquila. Mientras en las fábricas predominan los jóvenes, en los talleres y picas los viejos. Mientras que en las fábricas la tendencia es a que el obrero sólo desempeñe fracciones del proceso productivo, en los talleres y picas el obrero aprende a elaborar el proceso completo.

Ahora bien, esta descripción sincrónica nos presenta a las distintas empresas como uni­dades productivas independientes. Sin embargo, si consideramos la fuerza de trabajo desde el punto de vista de su movilidad, las empresas pro­ductivas estáticas cobran un carácter dinámico y se articulan entre sí a través de la circulación de la fuerza de trabajo.

En los estudios de caso de los obreros, encon­tramos que éstos no necesariamente se emplean en un solo tipo de industrias, sino que a lo largo de su historia laboral se han valido de todas las alternativas de trabajo que ofrecen estas indus­trias e inclusive las han desempeñado simul­táneamente.

Analizaré ahora cómo se da la circulación de la mano de obra:a) Se inicia con el aprendizaje del oficio en los

talleres y picas. (Aunque existen centros de capacitación éstos no son suficientes). El cos­to del aprendizaje es costeado por los mismos obreros, ya que estos llevan a sus propias zo- rritas y las remuneran. Los talleres y picas asumen el riesgo del desperdicio de material.

b) Una vez que se ha aprendido el oficio, los obre­ros jóvenes son atraídos por las fábricas vía mejores salarios y prestaciones. Dadas las

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condiciones de trabajo en las fábricas que se caracteriza por una mayor intensidad del tra ­bajo, los obreros jóvenes se encuentran física­mente en mejor posibilidad de rendimiento. No es fortuito el hecho de que en las fábricas la edad promedio de los obreros sea de 25 años.

c) Una vez que el obrero ha envejecido, ya no es admitido en las fábricas. Las posibilidades de empleo de los obreros viejos se encuentra en los talleres y picas. Aquí, aunque la jornada de trabajo excede las ocho horas, el ritmo de productividad es menor, por lo cual se ajusta a su capacidad de trabajo. Además tienen la al­ternativa de trabajar dentro del taller o irse a sus propios domicilios.

d) Otra alternativa que tienen los obreros expul­sados de la industria (ya sea porque no en­cuentran trabajo en las fábricas o porque la fábrica, taller o pica en la que ellos trabajan quebró) es la de crear ellos mismos su fuente de trabajo, maquilando o iniciando con su fa­milia una pica.

Desde el punto de vista particular del obrero, la tendencia es a tener una historia ocupacional marcada por una rotación continua. Son pocos los obreros que duran trabajando más de cinco años en una sola empresa. Dentro de esta mino­ría se encuentran básicamente los obreros que por su antigüedad dentro de la fábrica y su edad próxima a la jubilación, permanecen ligados a la empresa.

Entre los motivos por los cuales los obreros cambian constantemente de trabajo, inclusive varias veces en el mismo año, predominan los de tipo económico: buscan el taller o fábrica don­de pueden ganar más, ya sea porque el salario es más alto, o porque la producción es mayor, con lo

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cual tienen oportunidad de hacer más pares y así aumentar su ganancia. Otro motivo por el cual los obreros cambian de establecimiento es el des­pido; un tercer motivo es que el taller o fábrica quiebra: (al obrero pueden o no indemnizarlo). También hay trabajadores que migran a Guada­lajara, México y los Estados Unidos.

Empleo y fluctuaciones en la producción y el mercado

La demanda del calzado presenta períodos de altas y bajas durante el año, ligados a la tempo­rada de lluvias, fiestas (Navidad, “día de las ma­dres”) y en el caso del zapato de niño, al inicio del curso escolar.

En los meses de marzo, abril y mayo hay un aumento en la producción para cubrir la deman­da que se presenta en mayo con motivo de las fiestas del mes. Durante junio y julio la demanda baja. A partir de agosto comienza a incrementar­se y alcanza su punto más alto en octubre y no­viembre, cuando los productores reciben todos los pedidos de zapato que van a ser vendidos en diciembre. En enero, la demanda desciende hasta su nivel más bajo para mantenerse así los prime­ros meses del año.

La producción del zapato antecede a la de­manda. Mientras los meses más altos en la demanda son mayo y diciembre, la producción comienza a aumentar en los meses anteriores para cubrir la demanda de estos dos meses. Las fábricas son las que están en mayor posibilidad de anticipar su producción a la demanda, ya que trabajan por pedidos. Las picas, en cambio, como no producen por pedidos, presentan una curva de producción concomitante a la de demanda.

Ahora bien, la fluctuación en la demanda del zapato crea fluctuaciones en la producción y

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éstas repercuten en el empleo de la mano de obra y en el ingreso del obrero, ya que su salario es a destajo. En la época de mayor demanda de zapa­tos, el obrero asalariado tiene posibilidades de ingresar a un centro de trabajo y además de au­m entar su salario. Las épocas de ventas vienen asociadas a despidos en las fábricas, o el mismo obrero abandona el trabajo cuando “ya no le conviene” seguir ahí porque no da para “ganar”. Las picas también incorporan mano de obra asa­lariada en época de mayor demanda; cuando el ritmo de producción disminuye, la pica se man­tiene con la mano de obra permanente, ya sea familiar o asalariada. En los meses bajos hay expulsión de mano de obra familiar hacia la in­dustria.

El desplazamiento de mano de obra de fábri­cas o talleres y picas y viceversa, es posible debi­do a que las curvas de demanda no coinciden. De esta manera las diversas unidades producti­vas se articulan nuevamente en este aspecto y se complementan alternando la demanda des­igual a lo largo del año.

Circulación de la mano de obra y sindicalismo

Una consecuencia de la circulación de mano de obra a nivel de toda la industria del calzado es que la variedad de alternativas que tiene la mano de obra para emplearse no permite que se formen organizaciones laborales que pugnen por un me­joramiento de las condiciones de trabajo.

La circulación de la mano de obra favorece a los empresarios industriales, pues les permite prescindir en un momento dado de uno o varios obreros que intenten “meter sindicato”: saben que son fácilmente reemplazables. A nivel de las grandes industrias se manejan listas negras de

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obreros líderes o cabecillas que real o potencial­mente amenazan la “estabilidad” de la empresa. Debido a todo esto la sindicalización no se ha convertido en un problema grave para la empre­sa, pues sólo un 4% de los obreros se encuentran integrados a algún sindicato. No es fortuito el hecho de que a partir de los años cincuenta, fecha en que se consolida la gran industria, el sindica­lismo que se inició en León desde los años treinta para protección de la introducción de maquinaria y de las malas condiciones de trabajo, se debilitó por la corrupción de los líderes, centrales obreras y burócratas de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, que venden contratos de protección para desconocer la representatividad del sindi­cato en la firma del contrato colectivo de trabajo; o incluso forman sindicatos blancos reales o ficticios para proteger a las empresas de la entra­da de algún otro sindicato que no convenga a sus intereses (cf. Sánchez, Nieto y Urteaga, 1980).

Por otra parte, existen factores de tipo ideo- lógico-religioso que inhiben la organización política de los obreros: se identifican a los sindi­catos como “comunistas” y por lo tanto contra la religión. Es importante mencionar que alrededor de la Iglesia Católica hay una gran organización de obreros que rinden culto a San Crispín, patrón de los zapateros, y a la mexicana Virgen de Gua­dalupe. Hay industriales que fomentan la reli­giosidad de los obreros permitiendo dentro de las fábricas altares, el canto del Angelus y la celebra­ción de misas.

Persistencia de las picas

Prevalece en León la familia residencial nuclear, aunque siempre se mantienen lazos de coopera­ción con la familia extensa. Así por ejemplo es

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común observar que los hijos o hijas casados que trabajan en la pica del padre como obreros asala­riados no exigen su raya de inmediato, sino que se esperan a que haya liquidez.

Dentro de la industria del calzado, las alter­nativas que tiene la familia para mantenerse y reproducirse son trabajar como obreros asala­riados en la industria y organizarse al interior de la familia en una pica. Alternativa por la cual opte la familia está influida tanto por la estruc­tura como por el proceso de acumulación. A lo lar­go de su vida la fatnilia puede optar por una sola alternativa o atravesar por las dos, según la si­tuación a la que se enfrente. Inclúso, en ocasio­nes ambas opciones se encuentran en una sola familia.

El hecho de que las picas sean, como unida­des económicas, una alternativa de subsistencia y no unidades capitalistas (con posibilidad de acumular) se debe principalmente a dos factores: la coexistencia de diversas unidades productoras del calzado y las relaciones no capitalistas de producción que las picas mantienen hacia su interior.

La coexistencia de unidades con distinto nivel tecnológico crean una transferencia de valor de las chicas hacia las grandes. Estas, además, al ejercer control sobre el mercado, de­jan al piquero a merced del intermediario. Por otro lado, las relaciones que se establecen entre los miembros de la familia no son contractuales: se conciben como deberes de ayuda mutua. La po­sible “plusvalía” extraída de la mujer y los hijos se gasta en el consumo familiar. En cuanto a la exigua plusvalía extraída de ocasionales traba­jadores asalariados de la pica, o se destina tam ­bién a la subsistencia de la familia, o se pierde en el proceso de comercialización.

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Actualmente, la historia de la pica que se hace fábrica resulta imposible, no sólo porque una fábrica requiere de gran inversión de capital que la pica es incapaz de generar, sino que ade­más en la actualidad las picas cumplen con una función distinta: la de servir de base a la expan­sión y de amortiguar a la crisis industrial. Las picas son alternativas de empleo y autoempleo de la mano de obra desocupada y disminuyen la presión que ejerce la fuerza de trabajo sobre el capital. Son también una expresión más de la producción barata de mercancía y de la reproduc­ción gratuita de la mano de obra, que potencian la impunidad del capital periférico.

NOTAS

(1) La investigación sobre aspectos diversos de la industria del cal­zado se realizó durante los años 1977 y 1978 por Javier Madra- zo, Celia Falomir y yo misma (cf. Calleja, Falomir y Madrazo 1980). El material sobre los talleres familiares y sus unidades domésticas proviene de una investigación personal. Agradezco a la Dra. Carmen Viqueira la revisión y comentarios al trabajo de tesis y al Dr. Guillermo de la Peña la minuciosa lectura y su­gerencias al manuscrito de este artículo. También fueron útiles los comentarios del Dr. Bryan Roberts.

(2) La bibliografía “dependentista” es muy abundante, cf. un resu­men de sus principales tesis en Sunkel y Paz, 1979.

(3) El indicador de Warren es que después de la Segunda Guerra Mundial, el Tercer Mundo ha tenido mayor crecimiento indus­trial que los países desarrollados; no obstante, se ha basado en industrias pequeñas. Prefiere no utilizar los criterios conven­cionales para medir el desarrollo porque obscurecen esta rea­lidad.

(4) Datos proporcionados por la Cámara de la Industria de Calza­do de León. León genera el 36% de la producción total de la Re­pública Mexicana; Jalisco aporta el 27% (zapato de dama); el D.F. produce el 26.1% y el resto de la República el 10%.

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(5) Llama la atención el descenso que hay en el número de em­presas en tan solo un año. Más que a una disminución real, la diferencia estriba en la utilización de distintos criterios y al hecho de que los talleres familiares operan clandestinamente.

(6) La situación legal de las empresas se refiere a su registro en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y a la inscripción de la empresa al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Las cuotas del IMSS son cubiertas totalmente por el patrón en caso de que el obrero gane arriba del mínimo, las cuotas se cubren por ambos.

(7) En algunas fábricas se permite a los obreros que trabajen ho­ras extras para que aumenten su “raya” de la semana; o tam­bién el patrón, a través del encargado, pueda pedir a los obreros que se queden a trabajar después de las horas de salida. En nin­guno de estos dos casos el obrero recibe un pago extraordinario por las horas trabajadas después de la jornada estipulada, sino sólo por la producción adicional lograda.

(8) Tarea: Cantidad determinada de trabajo, que se realiza con­juntamente.

(9) El término pica aplicado a los talleres pequeños y talleres fa­miliares se debe a que, cuando se inicia el taller, hay expecta­ción hacia su resultado. La frase que usan para expresar su expectativa es “¡a ver si pica!” (“¡a ver si pega, si da resulta­do!”). Otra versión es que en los talleres pequeños levantan del suelo la piel y todo material sobrante que todavía puede ser uti­lizado. Así “pican” de un lado y de otro.

(10) En 1966-1968 aproximadamente, el IMSS instauró la norma de que todo aprendiz debía percibir el salario mínimo y tener las mismas prestaciones que el resto de los obreros. Hasta an­tes de esta fecha, los zorritas y oficiales -aprendices-, eran ad­mitidos dentro de las fábricas; pero no eran contratados direc­tamente por la empresa sino que los mismos obreros llevaban a sus hijos, parientes, vecinos o conocidos a la fábrica para que ahí mismo en su local de trabajo, aprendieran el oficio. A las fábricas les convenía tener zorritas , ya que éstas, además de que se adiestraban en el oficio y aprendían el funcionamiento de la fábrica, eran la reserva de trabajo de la misma fábrica. Por otra parte, a las fábricas no les costaba nada adiestrar al próximo obrero, ya que el mismo obrero, del salario que re­cibía en la fábrica, le daba a la zorrita.

(11) En León existen dos clubes profesionales de fútbol soccer, uno llamado León , asociado a los zapateros, y el Curtidores, rela­cionado con las tenerías.

(12) Generalmente sólo en las empresas con sindicato hay contra­tos de trabajo. Las fábricas grandes sin sindicato se protegen

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de éste ofreciendo condiciones de trabajo y ciertas prestaciones extras de las que marca la ley.

(13) Se calcula que en 1978 la industria del calzado daba ocupación a 62,000 trabajadores y si además se incluye a los trabajadores familiares la cifra es de 310 000, de los cuales sólo 2 191 eran obreros sindicalizados.

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