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MEDITACIONES SEGUNDA EDICIÓN IV Tiempo ordinario (Semanas XXI a XXXIV) ROMA, 1989

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MEDITACIONESSEGUNDA EDICIÓN

IVTiempo ordinario

(Semanas XXI a XXXIV)

ROMA, 1989

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DOMINGO 1

319.

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO

—Necesidad de la dirección espiritual.—Debemos colaborar en nuestra propia formación.—Modo concreto de esta cooperación.

DIOS ha llamado a todos los hombres a partici-par de su propia vida: por las virtudes teologales, enla tierra; con la visión beatífica, en el Cielo. Pero lasenda que conduce al fin no está exenta de dificulta-des. Esforzaos para entrar por la puerta angosta, por-que muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán '.Es posible desanimarse, perder el buen rumbo, darcabida al desaliento, ser engañados por las arguciasdel diablo; y el deseo inicial de llegar a puerto, pue-de ser infructuoso, si el alma no tiene quien la dirijaen su camino. Los que no son gobernados por otros—dice la Escritura—, caen como las hojas, pues enla abundancia del consejo está la salvación 2.

Contemplad la fuerza de la sentencia —comentaun antiguo Padre de la Iglesia—. Contemplad quénos enseña la divina Escritura. Nos pone en guardia yamonesta para que no nos instruyamos a nosotrosmismos, para que no nos tengamos por sabios, paraque no nos persuadamos de que podemos gobernar-

(1) Ev. (C) (Luc. XIII, 24).(2) Prov. XI, 14.

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nos solos. Además del auxilio de Dios, necesitamos laayuda de otras personas. Nadie es más miserable, na-die es más fácilmente vencido que el que no tiene undirector que le gobierne en el camino hacia Dios. Di-ce en efecto la Escritura: "los que no son gobernadospor otros, caen como hojas" (Prov. XI, 14). La hoja, alprincipio, está llena de fuerza, llena de vida y es de-leitable; pero no mucho después, se seca y languidece,y cayendo es despreciada y pisoteada 3.

Nadie, sin una especial ayuda de Dios, puede or-dinariamente guiarse a sí mismo; le faltaría objetivi-dad y le sobraría apasionamiento. Nadie puede ir so-lo en la lucha por alcanzar la santidad, porque ¡aydel que está solo, que cuando cae no tiene quien le le-vante!*. En cambio, de igual modo que una nave quetiene un buen timonel, llega sin peligro a puerto, conla ayuda de Dios, así también el alma que tiene unbuen pastor alcanza fácilmente el Cielo, aunque anteshaya cometido muchos errores 5.

En Casa contamos con todos los medios precisospara llegar a la meta sin descaminarnos. Es necesa-rio que conozcamos bien esos medios y que los usemoscon perseverancia (...). Todos nosotros, por el hecho depertenecer al Opus Dei, tenemos el derecho y el deberde recibir la dirección espiritual que la Obra nos da, ydel modo como nos la da (...), para poder adquirir y

(3) San Doroteo, Doctrinae 5, 1.(4) Eccles. IV, 10.(5) San Juan Climaco, Scala paradisi 26.

DOMINGO 9

mejorar así nuestro espíritu peculiar y darlo a otroscon eficacia 6.

En el Opus Dei no nos faltarán los medios, loscuidados necesarios para llegar a la santidad. Poreso, hemos de considerar como dirigido a cada unode nosotros lo que San Pablo escribía a los fieles deCorinto: doy continuamente gracias a mi Dios porvosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sidoconcedida en Cristo Jesús, porque en El fuisteis enri-quecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia,de modo que el testimonio de Cristo se ha confirma-do en vosotros, y así no carecéis de ningún don,mientras esperáis la manifestación de Nuestro SeñorJesucristo; El os confirmará hasta el final, para queseáis hallados irreprensibles el día del Señor NuestroJesucristo 7.

LA DIRECCIÓN que se nos da en Casa suponeun conjunto de cuidados y de atenciones con los quecontamos para ser santos. Es una tarea positiva, quefomenta nuestras posibilidades y da alas al propiovaler. Esos cuidados son medios de formación ytransformación 8, porque nos llevarán —si sabemoscorresponder decididamente— a transformarnos no-sotros mismos y a transformar, a divinizar nuestras oc-

ié) De nuestro Padre, Carta, 15-VIIM953, n. 35.(7) I Cor. I, 4-8.(8) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 47.

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dones: a hacer que nosotros mismos seamos Opus Dei,y que sean Opus Dei todos nuestros trabajos y afanes:obra de Dios, grata y aceptable para el Señor9. Tantocuidado ponen los Directores en estas tareas, tantadelicadeza, que forman uno a uno, a los miembros dela Obra, como se trabajan, una a una, las joyas precio-sas; con mucho mayor empeño, porque se trata de algode mayor valor que las joyas preciosas, puesto que elobjeto de esta formación es preparar buenos instru-mentos para el servicio de Dios l0.

Hay que colaborar decididamente en esta tarea,poniendo lo mejor de nuestras energías para adqui-rir la forma pulida que el Señor espera de nosotros.Es necesario, en primer lugar, contribuir a nuestrapropia formación, ser conscientes de que necesita-mos esa ayuda: en la Confidencia, en el Círculo Bre-ve, en todos los medios de formación. Hay que ponerempeño para estar bien dispuestos, para obedecercon alegría y prontitud. No es suficiente una buenadisposición genérica, es preciso colaborar dócilmen-te. Madera de santo. —Eso dicen de algunas gentes:que tienen madera de santos. —Aparte de que los san-tos no han sido de madera, tener madera no basta.

Se precisa mucha obediencia al Director y muchadocilidad a la gracia. —Porque, si no se deja a la gra-cia de Dios y al Director que hagan su obra, jamás

(9) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 77.(10) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, nota 40.

DOMINGO 11

aparecerá la escultura, imagen de Jesús, en que se con-vierte el hombre santo.

Y la "madera de santo", de que venimos hablan-do, no pasará de ser un leño informe, sin labrar, parael fuego... ¡para un buen fuego si era buena madera! u.

EL SEÑOR ha dispuesto que la orientación queprecisamos en nuestro caminar por los senderos dela tierra, nos llegue, de modo ordinario, por los ca-nales de la dirección espiritual que nos ofrece laObra. Misión nuestra es contribuir a que esta direc-ción dé buenos frutos. Por eso, nos insistía nuestroPadre, debemos facilitar, a quienes tengan la misiónde formarnos, el conocimiento de todas nuestras cir-cunstancias personales, no podemos tener miedo deque sepan cómo somos. Al contrario: nos ha de daralegría hacer que nuestra alma sea transparente 12. Elmodo concreto de colaborar será diverso de acuerdocon la naturaleza de cada medio de formación: laConfidencia, llena de sinceridad y de sencillez; la co-rrección fraterna, hecha o recibida con humildad ysentido sobrenatural; las tertulias, los Círculos de Estu-dios y las conferencias, los cursos de retiro... 13. Acudircon la ilusión de la primera vez a los Cursos anuales,y a las clases de formación doctrinal-religiosa o del

(11) Camino, n. 56.(12) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 41.(13) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 47.

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espíritu de la Obra, o a los Círculos Breves. Si apren-déis bien lo que os enseñan, si procuráis aprovechar eltiempo de los Cursos anuales y los demás medios deformación que os proporciona la Obra —comentabanuestro Padre—, acabaréis teniendo la doctrina de unteólogo. Y hay obligación grave de poner los mediospara adquirir esta doctrina u. Y para eso, renovarnuestra ilusión humana y sobrenatural cuantas ve-ces sea preciso, llevar con frecuencia a la oración es-tos temas, y encendernos en deseos de servir mejor aDios. Suele decir gráficamente nuestro Fundador queno podemos ser como esos trenes parados, en los queestán separados la máquina tractora y los vagones.En la Obra todos hemos de ir adelante, arrastradospor la fidelidad a la gracia divina, sin constituir unpeso para el Director, que no debe llevarnos a remol-que ls.

Amemos la dirección espiritual —que es para no-sotros un derecho y un deber— que nos da el OpusDei, y no pongamos obstáculos lf>. Sólo así seremos deverdad Opus Dei, y cada uno de nosotros podrá de-cir: bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanzaestará siempre en mi boca ll, porque gozaremos de Elpor los siglos de los siglos, en compañía de la Virgeny de los Santos.

(14) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 90.(15) Instrucción, 8-XII-1941, nota 115.(16) De nuestro Padre, Cana, 28-111-1955, n. 29.(17) Ps. R. (B) (PJ. XXXIII, 2).

LUNES 13

320.

LUNES

—Nuestra vida es sencilla, ordinaria.

—Sencillez en la vida interior.

—Naturalidad en el trato con quienes nos rodean.

JESUCRISTO continúa adoctrinando a las multi-tudes. Ahora se ve obligado a prevenir a sus discípu-los frente a la hipocresía de los fariseos, que predi-can los preceptos de la Ley de Moisés pero no loscumplen. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócri-tas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres!Porque ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los queentrarían 1.

En la Obra se nos inculca una actitud de sinceri-dad y sencillez, de aborrecimiento de la hipocresía,porque el espíritu del Opus Dei es simple, candido ygenuino. Se fundamenta en la Sagrada Escritura, ins-pirada por Dios, que es infinitamente sencillo y quedice de sí mismo que es el Dios verdadero (cfr. Ierem.X, 10), que es veraz (cfr. Rom. ///, 4), que es la Ver-dad misma (cfr. Ioann. XIV, 6) 2.

Nuestra dedicación a Dios ha de tener la natura-lidad y la sencillez propias de un alma que se ha en-tregado sin condiciones al cumplimiento de la Vo-

(1) Ev. {Matth. XXIII, 13).(2) De nuestro Padre, Carta, 11-111-1940, n. 1.

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luntad divina. Nos encontramos en medio del mun-do, ejercitando una profesión, no por táctica, sinoporque nos corresponde; porque nuestra vocación esuna llamada a buscar la plenitud de la vida cristianaen el propio estado, en el ejercicio de la profesión odel oficio que teníamos antes de ser de la Obra. Nonecesitamos meternos en el mundo, porque nuncahemos salido de él; allí nos llamó Dios y en ese lugarnos ha dejado. El hombre que tiene fe y ejerce unaprofesión intelectual, técnica o manual, es y se sienteunido a los demás, igual a los demás, con los mismosderechos y obligaciones, con el mismo deseo de mejo-rar, con el mismo afán de enfrentarse con los proble-mas comunes y de encontrarles solución.

El católico, asumiendo todo eso, sabrá hacer de suvida diaria un testimonio de fe, de esperanza y de ca-ridad; testimonio sencillo, normal, sin necesidad demanifestaciones aparatosas, poniendo de relieve —conla coherencia de su vida— la constante presencia de laIglesia en el mundo, ya que todos los católicos sonellos mismos Iglesia, pues son miembros con pleno de-recho del único Pueblo de Dios 3.

Alegra saborear este sentido hondo de naturali-dad en la vida de la primitiva cristiandad. Los cris-tianos —escribía un autor de los primeros siglos—no se distinguen de los demás hombres ni por su tie-rra, ni por su habla ni por sus costumbres. Porque ni

(3) £5 Cristo que pasa, n. 53.

LUNES 15

habitan en ciudades exclusivamente suyas, ni hablanuna lengua extraña, ni llevan un género de vida apar-te de los demás 4. Así es de sencilla nuestra vida. Tie-ne lo raro de no ser raros. Vivimos de un modo cohe-rente, sin rebuscamiento en el trato. Lo que somos ypensamos queda patente a los ojos de todos.

HEMOS de comportarnos con naturalidad, enprimer lugar, en lo que se refiere a nuestra vida inte-rior. Nos dirigimos al Señor como niños, sin fingi-miento. Dios no se fija en lo que se fija el hombre,pues el hombre mira a la apariencia externa, mas Ya-vé mira el corazón5. Consideramos la mirada denuestro Padre Dios, y es para nosotros una llamadaa la sinceridad, como un reclamo que nos lleva a sersencillos en su presencia. ¿Qué habría en mí ocultopara ti, Señor, ante cuyos ojos están patentes las pro-fundidades de la conciencia humana, aunque noquiera confesarte?6. Huimos de los formalismos enel trato con Dios. Es cierto que hay una urbanidadde la piedad 7, especialmente en la vida litúrgica; pe-ro el respeto y la delicadeza no son nunca frío con-vencionalismo, falta de autenticidad. Cumplimos lasprácticas de piedad y lo hacemos metiendo el cora-

(4) Epístola ad Diognetum 5, 1-2.(5) I Sam. XVI, 7.(6) San Agustín, Confessiones 10, 2, 2.(7) Cfr. Camino, n. 541.

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16TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

zón en ellas. Por eso, escribía nuestro Padre, no megusta emplear la palabra observancia, para referirnosal buen cumplimiento de nuestros deberes de piedad.Ya conocéis mi criterio, en relación con las devocionesprivadas: si son largas, deben prohibirse; y, si son cor-tas —pocas y constantes—, hay que saber dejarlas al-gún día, con libertad de espíritu, para que nunca lassintamos como una obligación y, al omitirlas, nos en-redemos en escrúpulos.

Todo lo embrollado me repugna: me gusta el or-den, la claridad, el agua clara y el aire libre. El espíri-tu de la Obra nos lleva, como de la mano, a esa senci-llez interior8.

Soy poco aficionado a las solemnidades; tenemosuna vida poco solemne, pero coherente 9, decía a vecesnuestro Fundador. Y nos aconsejaba esta sencillezen el trato con el Señor: asoma muchas veces la cabe-za al oratorio, para decirle a Jesús: ...me abandono entus brazos.

—Deja a sus pies lo que tienes: ¡tus miserias!—De este modo, a pesar de la turbamulta de cosas

que llevas detrás de ti, nunca me perderás la paz I0. Enla lucha ascética hemos de reconocernos así, comoen realidad somos. Hay que aceptar las personales li-mitaciones, y comprender que Dios las abarca consu mirada, y cuenta con ellas. Y esto no debe inquie-

(8) De nuestro Padre, Carla, 29-IX-1957, nn, 70-71.(9) De nuestro Padre, Tertulia, diciembre 1959.(10) Forja, n. 306.

LUNES 17

tarnos: nos llevará humildemente a cifrar toda lafuerza en el brazo de Dios.

NO OCULTAMOS nuestra vinculación a la Obra,que tan claramente aparece en el apostolado conti-nuo que desarrollamos con ocasión del ejercicio denuestra profesión. Las personas que conviven connosotros —nuestros parientes, nuestros amigos ycompañeros— suelen conocer, entre tantas otras co-sas de nuestra vida personal, que pertenecemos alOpus Dei. Y les hablamos de la Obra con respeto ydelicadeza. Lo mismo que en nuestras casas, en nues-tras familias, hay ciertas cosas sin importancia que nocomunicamos a los extraños —y en esto seguimos elconsejo de los Proverbios (XXV, 9): secretum extraneone reveles, no manifestéis el secreto a los extraños —porque, siendo para nosotros muy queridas, para losdemás iban a ser motivo de risas y burlas; aquí tam-bién, en esta casa de todos nosotros, hay cosas sin im-portancia, muy edificantes ordinariamente, que seríantomadas a broma por quienes no pertenecen a nuestraFamilia.

Más. Suelo preguntarles —explicaba nuestroFundador—: ¿a que no sabéis cómo me llamo decuarto apellido? ¿Es que lo oculto? ¿Es que hay miste-rio? ¿Hay algo deshonroso? No. Es que no tiene interésninguno deciros cuál sea mi cuarto apellido. Sin em-bargo, si me lo preguntara alguno de vosotros, como

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18 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

sois de mi familia, sois de la Obra, al momento habríade contestaros: me llamo Blanc. Pero, si me preguntaraotra persona, es seguro que no tendrá respuesta, o —alo más— se encontrará con esta interrogación: ¿y a us-ted qué le importa? u.

Tampoco llevamos un cartel en la espalda que di-ga: somos buenos cristianos o queremos serlo u. Seríauna pueril carencia de pudor pregonar a los cuatrovientos la intimidad de la propia conciencia. Seríauna falta de naturalidad —porque no responde a larealidad secular de nuestra vocación— dirigirnos alos demás, o que los demás nos traten bajo un títulodistinto del que nos corresponde por nuestra situa-ción en el mundo, en la sociedad. La vocación no noscaracteriza frente a los demás; dice sólo relación aDios y a la Obra.

Esta naturalidad nos hace vivir con coherencia,sin doblez, ni en la actitud ni en las palabras. Nuncaocultamos la realidad de nuestra vocación ni nuestrafe cristiana, pero tampoco hacemos de la fe o de lavocación un distintivo para la vida social. Precisa-mente por nuestro laicismo —repetía nuestroPadre—, habéis de tener la valentía, que en ocasionesno será poca, dadas las circunstancias de los tiempos,de hacer presente —tangible, diré mejor— vuestra fe:que vean vuestras obras buenas y el motivo de vuestras

(11) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, nn. 183-184.(12) De nuestro Padre, Obras VI-64, p. 9.

LUNES 19

obras, aun cuando venga a veces la crítica y la contra-dicción de unos y de otros a morder, porque nunca fal-tan quienes confunden la jicara con la jácara.

Confesad vuestra fe sin alardes de pietismo, sim-plemente cumpliendo vuestro deber de católicos y detrabajadores 13.

Vivid la vida cristiana con naturalidad. Reflejada Cristo como un espejo normal, que no desfigura, queno hace una caricatura. Si tú eres normal como ese es-pejo, reflejarás la vida de Cristo y la darás a los de-más 14. Así fue la vida de la Virgen: natural, sencilla,reflejo fiel de la de Jesús. De Ella aprendemos a se-guir al Señor con su misma sencillez y naturalidad.

(13) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 13.(14) De nuestro Padre, n. 67.

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20

MARTES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

321.

—Ser conscientes de la responsabilidad que implica la vo-cación.—Para ser instrumentos fieles, necesitamos cuidar la vidainterior.—La oración confiada, con el necesario esfuerzo, llena depaz nuestra vida interior.

ESTAD firmes y conservad las tradiciones queaprendisteis o por palabra o por carta nuestra. Y elmismo Señor nuestro Jesucristo, y Dios y Padrenuestro, que nos ha amado y nos ha dado la con-solación eterna y la buena esperanza en la gracia,consuele vuestros corazones y los confirme en todaobra y palabra buena l. Así escribe San Pablo a losde Tesalónica, en la primera lectura de la Misa dehoy.

También nosotros sentimos la responsabilidadde responder con plena fidelidad a todo lo que deDios hemos recibido. Con su encarnación, con sumuerte y su resurrección gloriosa, el Señor nos haabierto las puertas de la vida de la gracia, infinita-mente superior a la de la naturaleza. La generosidaddivina nos llena de confianza para superar lo que de

(1) L. I (II) (II Thes. II, 15-17).

MARTES 21

mortalidad hay en nosotros 2 y corresponder a lasnuevas gracias que nos concede.

Dentro de los designios de su voluntad salvífi-ca3, Dios, por su misericordia, bendice especialmen-te con sus dones a algunas almas, llamadas a ser ins-trumentos de corredención por nuevos títulos. Por-que, como dice el Señor, no me habéis elegido voso-tros a mí, sino que Yo os he elegido a vosotros, y oshe destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestrofruto permanezca *. Y, a esas almas fieles a la llama-da, Dios las cuida con especial atención y preferen-cia, sin que le sea ajeno nada de lo que les sucede.Cristo mismo es el Buen Pastor que afirma: Yo lasconozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna; noperecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano5.

Tengamos, pues, una gran confianza en que elSeñor no dejará de poner nada de su parte para lle-var a cabo el plan que decidió para nosotros desdeantes de que naciésemos, desde antes de la creacióndel mundo'. Pero sin olvidar que ese desvelo divinopor cada uno de nosotros es un acicate nuevo a nues-tra correspondencia leal. Porque también nos dice elSeñor que a todo el que se le ha dado mucho, muchose le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mu-cho le pedirán 7.

(2) II Cor. V, 4.(3) Cfr. I Tim. II, 4.(4) loann. XV, 16.(5) loann. X, 27-28.(6) Cfr. Ephes. I, 4.(7) Luc. XII, 48.

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T22 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

HIJOS míos —nos decía nuestro Padre en 1973—,en esta última temporada he puesto especial empeño enhaceros considerar a todos vosotros, y a mí mismo, queno sólo somos del Opus Dei, no sólo tenemos el espíritu,la sustancia de la Obra; sino que estamos en el OpusDei, significando ese estar que el Señor quiere darnos sugracia hasta la perseverancia final.

Yo estoy, hijos, en el Opus Dei de tal manera queno puedo concebir mi vida fuera de esta familia; contanta firmeza, que rechazo cualquier tentación, cual-quier insinuación que pudiese aun mínimamente aflo-jar mi entrega. Desde que el Señor me llamó al OpusDei he procurado —debo hacerlo— estar sujeto comoun tornillo que tiene una buena tuerca y contratuerca.Esto no son palabras, sino una imagen que refleja per-fectamente mi situación.

Pero, sin vida interior, hijas e hijos míos, ni somosni estamos en el Opus Dei. Por eso hemos de procurarfomentar el trato filial con la Madre de Dios y Madrenuestra, con San José, Patrono de la vida interior yPatrono nuestro, que tan cerca está de nosotros. Por-que, con él, vamos a María, la más perfecta de lascriaturas. Y por María y José, llegamos a Jesús.

Es necesario —indispensable— tenerlos presentes entodo momento; contemplar el paso de Jesús por la tierra,el caminar de María y de José; buscarlos, para ponernuestros pies sobre las huellas que ellos dejaron. No estan difícil, hijos, perseverar en la voluntad eficaz de me-ternos en ese trato íntimo con la trinidad de la tierra.

MARTES 23

Quizá alguno de vosotros habrá experimentado quecuesta. Es verdad; algunos días, alguna temporada. Sino costase, no tendría mérito alguno. Pero, al mismotiempo que sabemos que hay que poner esfuerzo, tam-bién podemos decir que no es tan dificultoso, porquela lucha crea un hábito, una virtud, que facilita lossucesivos actos de piedad. Además, al practicar nues-tras Normas y Costumbres, según el espíritu de filia-ción divina tan propio de nuestra ascética, casi sindarnos cuenta vivimos una a una todas las escenas dela vida de Jesús, las pocas que conocemos de la vidade María, y las poquísimas que de San José narran losEvangelios. Por eso el peligro más grande para perderla vida interior sería descorazonarse, porque quizá undía y otro no se nos ocurre nada, no sabemos qué de-cir, y no procuramos vivir con María y José.

Hay que ser Opus Dei; hay que estar en el OpusDei; hay que vivir el Opus Dei. Descuidar las prácti-cas de piedad que son normales en la vida de unmiembro de la Obra; no dar la debida importancia alos ratos de meditación, y a esa oración continua du-rante el día, que es la presencia de Dios; dejar langui-decer los latidos del corazón, perder el pulso de lamortificación, enfriar la vibración apostólica; dejarsellevar tontamente por la pereza: todo eso acabaría porhacer nuestra vida abandonada, sin esfuerzo, como sinfinalidad a.

(8) De nuestro Padre, Meditación, 3-X-1973.

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EL ESPÍRITU del Opus Dei nos lleva a lo ex-traordinario en lo ordinario; nos empuja a buscarconstantemente ese trato con la trinidad de la tierra,que nos encamina a la Trinidad del Cielo; en una pa-labra, nos hace tener vida de amor.

Si no fuera de esta manera, nuestro estar en elOpus Dei no tendría sentido. Hemos de vigilar para noconvertirnos en burócratas, incapaces de amar, demantener una conversación cariñosa que no puede—no debe— manifestarse en voz alta. O amamos aDios así, buscando un trato constante con El, o nosvolveremos de verdad siervos inútiles.

¡Dependen tantas cosas de nosotros! ¿Que ponemosla cabeza? No lo dudo. ¿Que*nos sentimos capaces decometer todas las maldades? Estoy convencido. ¿Queaborrecemos el pecado mortal? Sí, pero a la aversiónal pecado grave hay que añadir el horror al pecado ve-nial deliberado.

No entiendo que a un hijo mío le sea indiferentepresentarse delante de Dios tiznado de arriba abajo,sabiendo que el amor purifica. Para eso está la contri-ción, la Comunión, la confesión, la charla fraterna, ytantos medios de reparar.

Nos será fácil ante cualquier cosa —y fijaos quedigo ante cualquier cosa, porque el Amor lo hace todogrande— articular un grito que salga del alma; un gri-to que ya no se oye en la tierra, pero que sube hasta elCielo. Con eso, ya nos unimos a la Madre de Dios y asu Esposo, San José. Y ahondaremos en la necesidad

MARTES 25

de ir por Jesús al Padre, y con el Padre y el Hijo alEspíritu Santo. ¡Ya está toda la familia!

Después, hijos, cuidaréis las ocupaciones naturalesde cada uno, y esos sentimientos humanos que no tene-mos por qué ahogar: el cariño a la familia de sangre—queredla mucho—; los amigos; los que no lo son tan-to; los que están enfrente: enfrente de Cristo, porqueno pueden estar enfrente del Opus Dei. Nosotros nosponemos al lado de ellos al tratar a la Trinidad delCielo y a la trinidad de la tierra.

Hijos míos, ¿qué medios debemos poner nosotros,para ser verdaderamente eficaces? Tener de verdadvida interior, aunque alguna vez parezca una come-dia. Hemos de hacer el juglar delante de Dios, comoaquel frailecico de la leyenda medieval. Mientrasveía a sus hermanos de religión llenos de cualidadesy virtudes, él no sabía hacer otra cosa que los saltosmortales y cabriolas con que antes se había ganadola vida. Una noche se fue a la iglesia, se quitó elhábito de religioso, y mostró debajo el traje coloridode juglar. Y repitió sus saltos, y sus juegos: ¡Señor,por ti! Y cuando llevaba muchos años divirtiendo alSeñor con aquella oración increíble, el abad le descu-brió. Pero no le dijo nada: comprendió que aquelhombre oraba como sabía.

Hijos míos, no dejemos nunca la oración constante.Vosotros sois jóvenes, y no os despertaréis con frecuen-cia por la noche. Pero si os sucediera, una jaculatoriacorriendo: ¡Dulce Corazón de Jesús, sed mi amor! ¡Dul-

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26 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

ce Corazón de María, sed mi salvación! Lo que os déla gana; pero decid algo afectuoso.

Hijas e hijos míos, os aconsejo que renovéis mu-chas veces el propósito concreto de evitar que nos suce-da lo que es camino de perdición de muchas almas:abandonar la oración, dejar de ser contemplativos. Vi-vid en presencia de Dios, como podáis. ¡A fuerza defuerza, si el Señor no nos da otra cosa! Habremos he-cho todo lo que esté en nuestras manos, y no dejará Elde escucharnos 9.

Santa María hará eficaz nuestra oración si, en lalucha diaria, procuramos buscar constantemente suayuda. Ella te alcanzará —¡te lo aseguro!— la fuerzapara hacer, de tu ocupación, un diálogo amoroso conDios l0.

(9) De nuestro Padre, Meditación, 3X1973.(10) Surco, n. 531.

MIÉRCOLES 27

322.

MIÉRCOLES

—Convertir el trabajo en oración.—El trabajo, fuente de purificación interior.—Sin trabajo, no sería posible santificarse según el espíritudel Opus Dei.

TODOS los fieles —recuerda el Concilio Vatica-no II—, cualesquiera que sea su estado y su condi-ción están llamados por Dios, cada uno en su camino,a la perfección de la santidad, por la que el mismoPadre es perfecto ' . Y a nosotros, como cristianos co-rrientes, nos pertenece por propia vocación buscar elreino de Dios, tratando y ordenando según Dios losasuntos temporales 2.

Vivimos en el mundo, con una ocupación profe-sional, y es ahí donde el Señor nos ha llamado, ydonde nos ha dejado para que nos santifiquemos, pa-ra encontrarle al realizar con sentido sobrenatural ycon amor esa labor: trabajad por obtener —dice elSeñor— no el manjar que se consume, sino el que du-ra hasta la vida eterna 3. Y San Agustín comenta: co-mo fin de todos nuestros trabajos y eterna perfecciónde las alegrías, se nos promete la contemplación 4.

(1) Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 11.(2) Ibid., n. 31.(3) loann. VI, 27.(4) San Agustín, De Trinitate 1, 8, 17.

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Todos los hombres están llamados a esta con-templación amorosa, que será perfecta en la vida fu-tura, cuando veamos a Dios "cara a cara" (I Cor.XIII, 12) y nos haga, con esta visión, perfectamentebienaventurados. Pero ahora, aunque imperfectamen-te — "a través de espejo y en enigma" (I Cor. XIII,12)— nos compete la contemplación de la verdaddivina, por la que se nos da como un adelanto de labienaventuranza, que se inicia aquí y alcanzará superfección en la vida futura \

Ese inicio de la bienaventuranza eterna, que esla contemplación, debe reflejarse en nuestra vida en-tera. El espíritu de la Obra nos quiere contemplativosen el trabajo y en el descanso, en la calle y en la vidade familia.

En todas las ocupaciones, en cualquier actividad,se nos levanta el alma hasta Dios —con todo su cora-zón alabó al Señor; y amó a Dios, su Hacedor (Eccli.XLVII, 10)—, manteniendo un coloquio, una conversa-ción amorosa con nuestro Padre Celestial y con la Vir-gen Santísima, nuestra Madre 6.

Si trabajamos enteramente para el Señor, le ten-dremos presente en nuestro corazón. Y el trabajo se-rá ejercicio de amor, cumplimiento amoroso de lavoluntad de Dios, que es nuestro Padre. Te dejarásabsorber por la actividad —decía nuestro Funda-

ra Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 180, a. 4 c.(6) De nuestro Padre, Carta, 29-VII-1965, n. 1.

MIÉRCOLES 29

dor— sólo para divinizarla, porque con nuestro espíri-tu lo terreno se hace divino, lo temporal se hace eter-no. Nosotros miramos al cielo, aunque la tierra, salidade las manos de Dios, es bonita y la amamos. No so-mos mundanos pero hemos de amar el mundo, quere-mos estar en él. Ni separamos tampoco la contempla-ción de la acción: contemplo, porque trabajo; y traba-jo, porque contemplo. De este modo nuestra vida inte-rior infunde así en nuestra tarea fuerzas nuevas: la ha-ce más perfecta, más noble, más digna, más amable.No nos aleja de nuestras ocupaciones temporales, sinoque nos lleva a vivirlas mejor 1. Y si alguna vez nossentimos sin fuerzas, incapaces de realizar ese traba-jo con el amor y la perfección humana que la fe nospide, recurrimos enseguida al Señor: inclina tu oído,Señor, escúchame, salva a tu siervo que confía en ti.Ten piedad de mí, que a ti estoy llamando todo eldía 8.

PARA facilitar la acción de la gracia en el alma,necesitamos purificar nuestra voluntad y nuestraspotencias. Hace falta convertirse a Dios, dar muerteal hombre viejo. Si no, dificultamos la recepción dela luz y el amor del Señor.

La dedicación que el trabajo supone, cuando serealiza con perfección, para cumplir la Voluntad de

(7) De nuestro Padre, Tertulia, 2-XI-1964.(8) Ant. ad Intr. {Ps. LXXXV, 1-3).

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Dios, hace que nos olvidemos de nosotros mismos,que sirvamos a los demás; se convierte en un esplén-dido medio de purificación interior, que nos ayuda aquitar los obstáculos de la sensualidad y de la sober-bia. Cuando nuestra mente se ocupa de las cosas tem-porales, como para encontrar allí su fin, se queda re-bajada a ellas; pero cuando se ocupa en orden a labienaventuranza, lejos de rebajarse a ellas, las eleva 9.En el trabajo se enrecia la voluntad, aprendemos arectificar la intención. Debemos, para eso, hacernuestra la actitud de Cristo Señor Nuestro, que no tuvomás anhelo que cumplir la voluntad de su Padre:meus cibus est, ut faciam voluntatem eius qui misitme, ut perficiam opus eius (Ioann. IV, 34), mi alimen-to es hacer la voluntad del que me ha enviado, paradar así cumplimiento a su obra 10.

El trabajo será también fuente de mortificación,de fortaleza y perseverancia en todas las virtudes.Porque el mejor espíritu de sacrificio es la perseve-rancia en la ilusión del trabajo comenzado n. Y así,comenta nuestro Padre, no perseveramos en el traba-jo porque tengamos ganas, sino porque hay que hacer-lo; y entonces lo hacemos con ganas y con alegría. So-bre todo, hemos de continuar la tarea profesional conilusión, aunque se acabe la ilusión en el trabajo co-menzado: es frecuente celebrar la colocación de las pri-

(9) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 83, a. 6 ad 3.(10) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 26.(11) De nuestro Padre, n. 50.

MIÉRCOLES 31

meras piedras, a mí me gusta celebrar las últimas 12.La dimensión apostólica del trabajo —el sentido

apostólico que por su propia naturaleza le corres-ponde dentro de las actividades humanas—, seráotro motivo que nos lleve a ejecutarlo con amor deDios, con deseos de ganar almas. Así, dice nuestroPadre, cuando comprendas ese ideal de trabajo frater-no por Cristo, te sentirás más grande, más firme, y to-do lo feliz que se puede ser en este mundo, que tantosse empeñan en hacer destartalado y amargo, porqueandan exclusivamente tras de su yo 13.

ES VOLUNTAD de Dios que trabajemos. Sabe-mos muy bien que nuestro trabajo profesional es lamateria que hemos de santificar, la que nos santifica yla que hemos de emplear para santificar a los de-más u. De tal modo que, sin el ejercicio de una laborprofesional intensa no podríamos alcanzar la santi-dad a la que estamos llamados por nuestra vocación.Si uno viene a la Obra y no trabaja, si no remedia esainclinación a la holganza, a los dos días está en lacalle 15.

El ejemplo de San Pablo es elocuente: en mediode las múltiples ocupaciones de su tarea de Após-

(12) De nuestro Padre, Carla, 15-X-1948, n. 25.(13) Surco, n. 528.(14) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XIM941, n. 128.(15) De nuestro Padre, Crónica 111-65, p. 11.

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32 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

tol, no descuida el trabajar con sus propias manos,para ganarse el sustento; y así puede decir a loscristianos de Tesalónica: recordad, hermanos, nues-tros trabajos y fatigas; que, trabajando de noche yde día por no ser gravoso a nadie, predicamos entrevosotros el Evangelio de Dios 16. Y en un documentode la primitiva cristiandad se recoge también la ne-cesidad del trabajo: si alguien quiere establecerseentre vosotros, que tenga un oficio, que trabaje y asíse alimente. Y si no tiene oficio, proveed conforme avuestra prudencia, de modo que no haya entre voso-tros ningún cristiano ocioso. Caso de que no quierahacerlo así, es un traficante de Cristo. Estad alertacontra los tales n.

Trabaja, ha escrito nuestro Padre. —Cuando ten-gas la preocupación de una labor profesional, mejora-rá la vida de tu alma 18. Una preocupación y una res-ponsabilidad que se traducirá en la solicitud tam-bién por los más pequeños detalles. El amor os lleva-rá a cuidar delicadamente las cosas pequeñas, y eso noes cuadricular la vida. Estaréis en los detalles, con elvigor del hábito ya formado —de la virtud cristiana—y, a la vez, con la espontaneidad jugosa de lo que estávivo, de quien busca ocasiones inéditas de manifestarque cree y ama l9.

(16) L. I (I) (I Thes. II, 9).(17) Didaché XII, 3-5.(18) Camino, n. 343.(19) De nuestro Padre, Carla, 29-VII-1965, n. 62.

MIÉRCOLES 33

Para adelantar en nuestro camino, hay que sercada vez más laborioso, hay que aprovechar mejorel tiempo y realizar mejor el trabajo. Trabajemos, ytrabajemos mucho y bien, sin olvidar que nuestramejor arma es la oración. Por eso, no me canso derepetir que hemos de ser almas contemplativas enmedio del mundo, que procuran convertir su trabajoen oración 20.

Cuando de este modo nos esforzamos por vivirla unión con Dios, llega un momento en que es impo-sible establecer una diferencia entre trabajo y contem-plación: no se puede decir hasta aquí se reza, y hastaaquí se trabaja. Se continúa siempre rezando, contem-plando en la presencia de Dios. Siendo hombres de ac-ción en apariencia, vamos a parar a donde fueron aparar los místicos más altos: volé tan alto, tan alto,/que le di a la caza alcance, hasta el corazón de Dios.Pierde si quieres ganar. / Baja si quiere subir. / Sufresi quieres gozar. / Muere si quieres vivir21.

Por eso pedimos al Señor una vida larga, llenade trabajo, humano y divino, hasta acabar agotados,exprimidos, sin poder dar más porque nos hemosgastado del todo, en un sacrificio completo, en unholocausto. Tenemos el ejemplo del Señor y de laVirgen Santísima: una vida de trabajo sin brillo hu-mano, pero con eficacia redentora.

(20) Surco, n. 497.(21) De nuestro Padre, Tertulia, 30-X-1964,

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34 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

323.

JUEVES

—Necesidad del estudio intenso, con rectitud de intención.—El conocimiento de la teología es necesario para el apos-tolado.—Buena preparación profesional para hacer apostolado.

GRACIAS doy siempre a mi Dios por la graciaque os ha sido dada en Jesucristo, porque de todosois ricos a causa de El, en toda palabra y en todaciencia '. Todas las semanas, en el examen del Círcu-lo, nos preguntamos sobre la conducta que hemosobservado en la actividad cultural, indispensable pa-ra el cumplimiento de nuestro fin, en el estudio y enel aprovechamiento del tiempo.

Necesitamos esa riqueza en la palabra y en laciencia de que habla San Pablo, para llegar a la cabe-za y al corazón de los hombres. Estudio, trabajo—dice nuestro Padre—: deberes ineludibles en todocristiano; medios para defendernos de los enemigos dela Iglesia y para atraer —con nuestro prestigio profe-sional— a tantas otras almas que, siendo buenas, lu-chan aisladamente. Son arma fundamentalísima paraquien quiera ser apóstol en medio del mundo 2.

(1) L. I ai) (I Cor. I, 4-5).(2) Surco, n. 483.

JUEVES 35

Nuestro Fundador nos ha señalado que siemprela ciencia, el estudio, será indispensable para formar alos nuestros y para desarrollar el apostolado que Jesúsnos pide 3. Y nos propuso el estudio como un mediofundamental de selección para la gente que deseaparticipar en los medios de formación de la labor deSan Rafael: nuestra casa no es un sitio de recreo —notenemos, ni tendremos, ni un mal billar—, sino un lu-gar desagradable, donde se le pregunta con frecuenciasi hace oración, etc.; si es bueno con sus padres...; y siestudia, porque estudiar es obligación grave 4.

Como Jesucristo, hemos de crecer en sabiduría,en edad y en gracia delante de Dios y delante de loshombres 5. Gracia y sabiduría unidas, porque —escri-be San Bernardo— el mundo, con su sabiduría, no leconoció. Y con esto no hablo con poca estima de laciencia, ni reprendo a los doctos, ni mucho menos lesdigo que no adquieran letras. Al contrarío: reconozcocuánto han servido y sirven a la Iglesia sus letrados,sea refutando a los contrarios, sea instruyendo a lossencillos. Leo en la Escritura: "por haber desechadola ciencia, yo te desecharé para que no ejerzas mi sa-cerdocio" (Osee IV, 6). Y también: "los que hayan si-do sabios brillarán como luz del firmamento y comoestrellas por toda la eternidad, por haber enseñado amuchos la justicia" (Dan. XII, 3). Pero también he leí-

(3) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, n. 66.(4) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, n. 87.(5) Luc. II, 52.

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do: "la ciencia infla" (I Cor. VIII, 1). Y en otro lugar:"quien adquiere ciencia, adquiere trabajo" (Eccles. I,18). Ya ves que hay dos clases de ciencia: una que in-fla y otra que da trabajo (...). Y no dudo que prefieresla que da trabajo a la que infla 6.

Es necesario estudiar... Pero no es suficiente.¿Qué se conseguirá —pregunta nuestro Padre—

de quien se mata por alimentar su egoísmo, o del queno persigue otro objetivo que el de asegurarse la tran-quilidad, para dentro de unos años?

Hay que estudiar..., para ganar el mundo y con-quistarlo para Dios. Entonces, elevaremos el plano denuestro esfuerzo, procurando que la labor realizada seconvierta en encuentro con el Señor, y sirva de base alos demás, a los que seguirán nuestro camino...

—De este modo, el estudio será oración 1.

NUESTRO Fundador nos ha hecho sentir la ne-cesidad de conocer bien a Dios, de tener una sólidaformación doctrinal religiosa, para poder llevar unaconducta moral recta. El gran enemigo de Dios es laignorancia, que se da, no sólo en personas poco ins-truidas, sino también entre quienes tienen fama de sa-bios en las ciencias humanas: en investigación científi-ca, en historia, en economía, en derecho, etc.

(6) San Bernardo, In Canticum caníicorum sermo 36 2(7) Surco, n. 526.

JUEVES 37

Llegan, a veces, a padecer esa ignorancia inclusolos hombres de más prestigio en su profesión; y hastalos que alcanzan puestos de gobierno en países que tie-nen una antigua tradición cristiana 8.

Es indispensable cierto conocimiento de la teolo-gía para poder desarrollar una actividad recta encualquier campo de las realizaciones humanas. Estaciencia sobre Dios, en cuanto causa y fin de todas lascosas, debe informar incluso las actividades que pa-recen tener poca conexión con la búsqueda de la san-tidad; también lo que el Señor ha dejado a la libreopinión de los hombres, porque las cosas divinas,que son en sí mismas necesarias y eternas, son tam-bién regla de lo contingente 9; pues toda nuestra viday nuestros actos tienen una dimensión moral, una re-percusión en el apostolado y en la vida interior.

Por esta razón, en Casa —junto a los estudiosprofesionales de cada uno—, hacemos también estudiosde filosofía, de Teología dogmática, de Moral, de Sa-grada Escritura, de Patrología, de Derecho y de Histo-ria de la Iglesia, de Sagrada Liturgia, etc., de maneraque más fácilmente podamos elevar al orden sobrena-tural los conocimientos humanos, y convertirlos en ins-trumento de apostolado 10.

Es ésta una tarea que nunca se puede dar porconcluida. Tenéis que asimilar bien el espíritu de la

(8) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1951, n. 7.(9) Santo Tomás, S. Th. II-I1, q. 45, a. 3 ad 2.(10) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1951, n. 11.

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Obra. Y luego estudiar todo lo que hay que estudiardentro de Casa, porque es necesario que tengáis ese co-nocimiento doctrinal para servir a Dios. Tened muchocariño a la formación interna u. Ese cariño se mani-fiesta en seguir estudiando y en repasar, para quelos conocimientos adquiridos nunca queden anquilo-sados; para que estén a flor de piel, vivificando la la-bor de dar doctrina. Nuestro Fundador descendía amodos muy concretos: procurad dedicar un rato aldía —aunque sólo sea unos minutos— al estudio de laciencia eclesiástica, repasando una y otra vez los trata-dos clásicos, dando más solidez a los principios. Inclu-so, por una temporada al año, todos mis hijos puedenhacer la lectura espiritual con un tratado de teología,alternando con otro libro de carácter ascético u.

CONSIDERAD —escribía San Juan Crisóstomo—a cuántas ciudades, pueblos y naciones os quiere en-viar como maestros u. Para la acción apostólica, nece-sitamos —junto a la ciencia de Dios— la ciencia hu-mana. Se trata de hacernos presentes —con la ciencia deDios y por medio de las ciencias humanas, del trabajoprofesional de cada uno— en todas las actividades delos hombres, allí donde haya un alma que salvar u.

(11) De nuestro Padre.(12) De nuestro Padre, Carta, 8-VIII-1956, n. 15.(13) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 15, 6.(14) De nuestro Padre, Carta, 15-VIII-1953, n. 8.

JUEVES 39

En la tarea de difundir la doctrina cristiana, lapropia preparación profesional —aparte del valorque por sí misma le corresponde— tiene una impor-tancia fundamental, porque nuestro apostolado sedesarrolla en todos los ambientes del trabajo huma-no. En la Obra hay sitio para todos: para intelectua-les, para empleados, para obreros, para campesinos:para todos aquellos —hombres y mujeres— que, en lascircunstancias ordinarias de su vida, se esfuerzan enadquirir la santidad. Y todos, cada uno a su modo, ne-cesitan tener ciencia: es decir, el conocimiento de loque constituye su profesión u oficio, para hacer digna-mente la faena habitual de cada día 15.

El valor apostólico de la preparación profesionaldebe ser un poderoso incentivo que nos mueva a nodescuidarla nunca, a mejorarla constantemente. Hayque seguir estudiando, cuando ya se ha terminado lacarrera o los años dedicados a la cualificación profe-sional, para estar al día en las nuevas técnicas, enlos nuevos procedimientos. Si cumplís bien vuestrosdeberes profesionales —escribió nuestro Padre—, tra-bajando y estudiando —todos, también los que os de-dicáis a oficios manuales, cada uno según sus circuns-tancias—, conseguiréis la doctrina, la sabiduría quenecesitáis para alcanzar vuestro fin 16: haremos unprofundo y eficaz apostolado con nuestros compañe-ros de profesión, con nuestros colegas. Al recorrer

(15) De nuestro Padre, Carta, 14-11-1950, n. 16.(16) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1951, n. 31.

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juntos el camino de la vida profesional y civil, se daocasión a una profunda labor apostólica, de modo quetambién esas personas, como los discípulos de Emaús,puedan después decir: nonne cor nostrum ardens eratin nobis dum loqueretur in via, et aperiret nobis Scri-pturas? (Luc. XXIV, 32). ¿No es verdad que se abrasa-ba nuestro corazón, cuando nos hablaba en el caminoy nos explicaba la Escritura? ".

Pedimos a la Virgen que esta ilusión nuestra sehaga realidad en nuestro trabajo diario. Ella, que esSpes Nostra, Sedes Sapientiae, Nuestra Esperanza yel Asiento de la Sabiduría, hará que tengamos laciencia que necesitamos para nosotros y para otrasalmas.

(17) De nuestro Padre, Cana, 15-VIIM953, n. 11.

VIERNES

VIERNES

41

324.

—La santidad es empresa para toda la vida.—Correspondencia, sin poner límites a la acción de la

gracia.—Mantener vivo el primer fervor, la ilusión de la primerahora.

ESTA es la voluntad de Dios, vuestra santifica-ción '. Así anuncia San Pablo a los fieles de Tesalónicala grandeza de la vocación cristiana que habían recibi-do. La santificación personal es para todos una obli-gación, que para nosotros quedó como resellada porla vocación a la Obra, a la que nos comprometemos—con un compromiso de amor— a ser fieles a lo largode nuestra existencia. Por eso, la fidelidad en la Obraexige un empeño constante y amoroso, equivale a per-severar en un esfuerzo sin tregua por la santidad. Des-de hace casi treinta años —decía nuestro Padre en1957—, ha puesto Dios en mi corazón el ansia de hacercomprender a personas de cualquier estado, de cual-quier condición u oficio, esta doctrina: que la vida ordi-naria puede ser santa y llena de Dios, que el Señor nosllama a santificar la tarea corriente, porque ahí estátambién la perfección cristiana 2.

(1) L. 1 (I) (I Thes. IV, 3).(2) Es Cristo que pasa, n. 148.

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Hay que luchar, rectificar cada día un poco, pro-ponerse metas concretas y accesibles. Esfuérzate y séhombre. Sé fiel a Yavé tu Dios, marchando por suscaminos, guardando sus mandamientos, sus leyes ysus preceptos (...), para que seas afortunado en lo quehicieres y donde quiera que vayas; de manera quecumpla Dios su palabra 3. Es esto lo que nos pide elSeñor: esfuerzo, disposición de mejorar. No impor-tan los errores cuando tenemos y ejercitamos la bue-na voluntad de recomenzar una y otra vez. La luchaascética no es algo negativo ni, por tanto, odioso, sinoafirmación alegre. Es un deporte.

El buen deportista no lucha para alcanzar una so-la victoria, y al primer intento. Se prepara, se entrenadurante mucho tiempo, con confianza y serenidad:prueba una y otra vez y, aunque al principio no triun-fe, insiste tenazmente, hasta superar el obstáculo 4.

El Señor nos pide simplemente que manifeste-mos nuestro amor mediante el esfuerzo diario porcumplir nuestras obligaciones, el pequeño deber decada instante. La santidad no consiste en hacer cosascada día más difíciles, sino en hacerlas cada vez conmás amor 5.

Si amamos, sentiremos en cada momento la ne-cesidad imperiosa de hacer lo que debemos, derri-bando las barreras de la comodidad; será sencillo

(3) I Reg. II, 2-4.(4) Forja, n. 169.(5) De nuestro Padre, Crónica IV-66, p. 6.

VIERNES 43

rectificar, y tendremos hambres de entrega, de tra-bajar, de no escatimar ningún esfuerzo, ningún sa-crificio. ¡Bien vale la pena ser generosos, llenarnosde afán de darnos, aun cuando sepamos que siemprenos quedaremos cortos en el amor! Sabemos que enesa lucha diaria agradamos al Señor, y eso ha debastarnos para no concedernos tregua, para empezarun día y otro.

"IN MEDIO virtus..." —En el medio está la vir-tud, dice la sabia sentencia, para apartarnos de los ex-tremismos. —Pero no vayas a caer en la equivocaciónde convertir ese consejo en eufemismo para encubrir tucomodidad, cuquería, tibieza, frescura, falta de idea-les, adocenamiento.

Medita aquellas palabras de la Escritura Santa:"¡ojalá fueras frío, o caliente! Mas por cuanto eres ti-bio y no frío, ni caliente, estoy para vomitarte de miboca"6.

Nos encontramos en el camino que conduce a lasantidad. Esto es mucho, pero no basta. La plenitudde la vida cristiana exige un continuo empeño porser mejores; sólo así seremos fieles. Porque, comodice San Bernardo, no merece el nombre de buenoquien no desea y aspira a ser mejor; y desde que unono desea y aspira a ello, deja de ser bueno 7.

(6) Surco, n. 541.(7) San Bernardo, Epístola 91.

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44 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

No podemos conformarnos con lo que ya tene-mos. "Dando al olvido lo que ya queda atrás —escri-bía San Pablo— me lanzo en persecución de lo quetengo delante, corro hacia la meta, hacia el galardónde la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús. Ycuantos somos perfectos esto mismo sintamos; y si enalgo sentís de otra manera, Dios os hará ver lo que osdigo" (Philip. ///, 13-15). A fin, pues, de que Dios noslo haga ver, no nos detengamos en aquello a lo quehubiéramos llegado; por el contrario, eso ha de ser-virnos para andar más.

Veis que somos caminantes y decís: ¿qué es an-dar? Lo diré muy brevemente: andar es progresar. Yos digo progresar para que no vayáis a entenderlomal y os volváis perezosos. Avanzad siempre, herma-nos míos. Examinaos cada día sinceramente, sin va-nagloria, sin autocomplacerse, porque nadie hay den-tro de ti que te obligue a sonrojarte o a jactarte. Exa-mínate y no te contentes con lo que eres, si quieresllegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto tecomplaces de ti mismo, allí te detuviste. Si dices: ¡bas-ta!, estás perdido 8.

El amor es generoso, se da sin tasa. Si pusiéra-mos límites a la entrega, habríamos desnaturalizadoel amor, la caridad, que es la esencia y el vínculo dela perfección; habríamos errado el camino. La santi-dad no es una opción que se nos ofrece, sino un cate-górico mandato divino. Desoírlo supondría el fraca-(8) San Agustín, Sermo 169.

VIERNES 45

so sobrenatural y humano de nuestra vida. Medítalodespacio: es muy poco lo que se me pide, para lo mu-cho que se me da 9.

AL PRINCIPIO, cuando el alma empieza a darsus primeros pasos por el camino de la vida interior,el fervor del entusiasmo presta alas de juventud pa-ra sobrepasar la tentación del cálculo, de la cicate-ría. Mas ese fuego primerizo se aquieta después, y espreciso, para que la brasa no se apague, que lo suplala madurez de la virtud, el afán más sereno, pero nomenos apasionado, de entregarse hasta el extremo.

Hay que estar prevenidos para evitar la comodi-dad de adormecer el deseo de ser santos, sustituyén-dolo por el frío cálculo del mínimo indispensable.Nuestro Padre nos ponía sobreaviso: cuando tu egoís-mo te aparta del común afán por el bienestar sano ysanto de los hombres, cuando te haces calculador y note conmueves ante las miserias materiales o morales detus prójimos, me obligas a echarte en cara algo muyfuerte, para que reacciones: si no sientes la benditafraternidad con tus hermanos los hombres, y vives almargen de la gran familia cristiana, eres un pobreinclusero 10.

La prueba de nuestro amor, de nuestra decisiónfirme e irrevocable de ser santos, surge cuando la

(9) Surco, n. 5.(10) Surco, n. 16.

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46 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

monotonía de los días iguales quisiera entibiar lasdecisiones de la voluntad y envolver en la niebla dela indiferencia los mejores esfuerzos. El mérito y elheroísmo se encuentran en reavivar cada día, confuego de amor, la ilusión de los primeros pasos, bajoel peso del camino, bajo la fatiga de mil jornadasiguales. ¡Las mismas cosas día tras día, año tras año,y así hasta la muerte! Aquí está la verdadera fideli-dad, la verdadera obra del amor: no es heroico serfieles de vez en cuando, o por temporadas, sino a lolargo de toda la vida, manteniendo encendido el pri-mer fervor.

No sirve un mero estar, un conservar pasiva-mente el rumbo, un puro soportar las dificultades delos días iguales. El espíritu de la Obra exige hacerlas mismas cosas cada día con ánimo ilusionado, conespíritu siempre joven. Y perseverar es seguir ade-lante con garbo y alegría, con disposición deportiva,sacando fuerzas de la misma flaqueza. Voluntarie-dad actual cada día, sostenida en todo instante a lolargo de las ocasiones habituales: cumplimiento delas Normas, horas de trabajo, vida en familia... Y eneste sucederse de acciones y de circunstancias seme-jantes, la tensión enamorada del deber cotidiano.Hacer de la prosa diaria, endecasílabos, verso heroi-co n, siempre inédito, por la novedad que le da elamor.

(11) De nuestro Padre.

VIERNES 47

Desde que le dijiste "sí" —escribió nuestro Pa-dre—, el tiempo va cambiando el color del horizonte—cada día, más bello—, que brilla más amplio y lumi-noso. Pero has de continuar diciendo "sí"12.

Nuestra Señora sonríe con gozo, cuando ve eseesfuerzo renovado, el corazón joven con la ilusión delos comienzos, fortalecido por la experiencia.

(12) Surco, n. 32.

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48 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXI

325.

SÁBADO

—Responsabilidad y amor en las tareas internas.—Sentido profesional en esos trabajos.—Alcance apostólico de esas labores.

UN HOMBRE, al marcharse de su tierra, llamó asus servidores, y les entregó sus bienes. A uno le diocinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cadauno según su capacidad; y se marchó K Muchas ve-ces, la parábola de los talentos ha sido objeto denuestra meditación. Volvemos hoy a tomarla comopunto de arranque de nuestra charla con el Señor.

Sabemos bien que el fruto que Dios pide de lostalentos que nos ha entregado se resume en una solacosa: cumplir acabadamente su Voluntad. En buenaparte, esa Voluntad divina se nos manifiesta en losdeberes de nuestro propio estado, del oficio o profe-sión que desempeñábamos ya antes de recibir la vo-cación. Pero puede ocurrir que el Señor nos pida elabandono temporal de esas actividades, para ocupar-nos de otros trabajos que se necesitan también en laObra: las tareas internas, que son como el cimientoen donde encuentra su apoyo la entera labor apostó-lica del Opus Dei. Mientras la desempeñamos, esa

SÁBADO 49

nueva labor es para nosotros el talento que nos haconfiado el Señor, para que lo hagamos rendir.

Se puede aplicar a los que desempeñan trabajosinternos lo que escribió nuestro Padre: es preciso queseamos como el cañamazo, que no se ve, para que losdemás brillen con el bordado del oro y de las sedas fi-nas de sus virtudes, sabiendo ponernos en un rincón, afin de que vuestros hermanos luzcan con su trabajoprofesional santificado, en su estado y en el mundo, demodo que podáis decir: pro eis ego sanctifico meip-sum, ut sint et ipsi sanctificati in veritate floann.XVII, 19); por amor de ellos me santifico a mí mismo,para que sean ellos santificados en la verdad 2.

Debemos tener en el corazón esa visión de con-junto, porque somos miembros unos de otros3; yaunque la tarea que se nos confía fuese en aparien-cia muy pequeña, no por eso sería menos importan-te. Los elementos más diminutos de nuestro organis-mo son útiles y necesarios a todo el cuerpo, y todoscooperan y se someten en favor de la salud del cuer-po entero *.

Los trabajos internos, hasta los más humildes yescondidos, son de capital importancia en la Obra.Son raíz que sustenta, savia que vivifica, directrizque da unidad a toda la labor de nuestros hermanos.

(1) Ev. (Malth. XXV, 14-15).

(2) De nuestro Padre, Carla, 8-VIII-1956, n. 8.(3) Ephes. IV, 25.(4) San Clemente Romano, Epístola ad Corinthios 37, 1.

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En esa tarea —tan grata a los ojos de Dios— se en-carna de una manera peculiar nuestro espíritu, por-que es trabajo que no brilla humanamente, y servi-cio directísimo a la Obra, a nuestros hermanos, a to-das las almas.

Hemos de estar siempre dispuestos a aceptarcon alegría cualquier tarea que nos encomiendenlos Directores. En las cuestiones profesionales —haescrito nuestro Padre— somos libérrimos en cuantoal pensamiento y al criterio; pero en un momento de-terminado, por las necesidades de la labor, podéishacer falta en otro lado: ¡qué alegría os habrá dedar, entonces, echarlo todo a rodar, para ocuparos deuna cosa aparentemente pequeña, para atender aunos leprosos!5.

Disponibilidad completa de nuestros talentos,aptitudes, aficiones: que seáis como esos grandes bri-llantes, que se quedan donde los colocan —cualquieraque sea el puesto—, sin protestar, sin soberbia 6.

LA VOCACIÓN profesional es algo que se va con-cretando a lo largo de la vida: no pocas veces el queempezó unos estudios, descubre luego que está mejordotado para otras tareas, y se dedica a ellas; o acabaespecializándose en un campo distinto del que previoal principio; o encuentra, ya en pleno ejercicio de la

(5) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 9.(6) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 9.

SÁBADO 51

profesión que eligió, un nuevo trabajo que le permitemejorar la posición social de los suyos, o contribuirmás eficazmente al bien de la colectividad; o se veobligado, por razones de salud, a cambiar de ambientey de ocupación 7.

Esas mismas exigencias, que pueden presentarseen nuestro camino, llevan a algunos a renunciar gus-tosamente, por algún tiempo, al ejercicio humilde obrillante de su propia profesión, para servir a toda laObra desde las labores internas, actividades que reali-zan siempre con la conciencia clara de lo que realmen-te son: labor profesional, que exige una específica ycuidadosa capacitación y que es totalmente imprescin-dible y eficacísima 8.

Nuestro Padre insistió siempre en que cuando aalguien se le encomienda una tarea interna determi-nada, esta ocupación se convierte para el interesa-do en su trabajo profesional. Aunque sea precisoabandonar la abogacía, la medicina, la arquitectura,o cualquiera que fuera el trabajo intelectual o ma-nual que vinierais ejerciendo, no quedáis sin laborprofesional: la función de gobierno o de formaciónse habrá convertido para vosotros en un quehacerprofesional 9. Hemos de acoger, por tanto, estos tra-bajos con afán de aprender, y utilizar las experien-cias de quienes nos han precedido para adquirir la

(7) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 33.(8) De nuestro Padre, Carta, 29-IX-1957, n. 9.(9) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 37.

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necesaria competencia profesional y mejorar el mo-do mismo de llevar la labor; cuidar la seriedad deltrabajo, evitando las improvisaciones; aplicar losmismos criterios de dedicación —intensidad, pun-tualidad, primacía sobre otras actividades— pro-pios de una tarea profesional, de modo que no lostengamos como una ocupación marginal, sino comouna auténtica profesión en la que debemos santifi-carnos.

Para realizar con fruto nuestro nuevo trabajo, esbueno conservar la mentalidad propia de ingenieros,de médicos, de historiadores, de campesinos, de obre-ros, de empleados, de lo que sea en cada caso (...).

No olvidéis tampoco —enseña nuestro Padre—que esa mentalidad, junto con los conocimientos y ex-periencias que hayáis adquirido en vuestros anteriorestrabajos, os ayudará a realizar la labor interna que seos haya encomendado, incluso con más eficacia 10.

¡BENDITA perseverancia la del borrico de noria!—Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas.— Un día y otro: todos iguales.

Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni loza-nía en el huerto, ni tendría aromas el jardín ". Así secomprende la entraña apostólica de las tareas inter-

(10) De nuestro Padre, Cana, 15-X-1948, n 39(11) Camino, n. 998.

SÁBADO 53

ñas que, aunque a primera vista puedan parecer po-co eficaces, están en la base, son el fundamento detodo lo demás.

Nuestro Padre denominaba al trabajo de la Ad-ministración de nuestros Centros apostolado deapostolados, y lo comprendemos bien, porque sinesa silenciosa labor sería menos eficaz, y en muchasocasiones imposible, nuestro trabajo, en servicio de laIglesia y de las almas 12. Gracias a ese trabajo es po-sible la vida en familia, que tanto contribuye a ha-cer amable la santidad. No cabe pensar en los hoga-res nuestros sin esa presencia, que pasa inadverti-da, pero que es tan eficaz, también en el apostola-do. Porque las personas a quienes tratamos se venatraídas por el cuidado, por el amor de Dios que seha puesto en las cosas. La Administración es el ofi-cio más sobrenatural, es facilitar toda la laborapostólica n.

Y algo similar sucede con todas las tareas inter-nas de la Obra. A veces podría parecer que se realizaun trabajo burocrático, con poco aliciente humano osobrenatural. Y no es así: nuestro Fundador nos en-señó a considerar el carácter directamente apostólicode todas esas tareas. Sin ellas no sería posible el de-sarrollo de las demás labores.

Apreciamos esa eficacia apostólica en el Evange-lio. La ayuda de María Magdalena, de José de Arima-

(12) De nuestro Padre, Crónica 1-62, p. 9.(13) De nuestro Padre, Crónica 1-62, p. 8.

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tea, de Lázaro y de otras personas M, cuyos nombresno conocemos, facilitó el trabajo redentor de Cristo.De ese modo gastó su vida en la tierra la Virgen San-ta María: se ocupaba de Jesús y de José. Su ejemplonos ayudará a valorar en su justa medida ese trabajoescondido, que vivifica toda la labor de la Obra ex-tendida por el mundo entero.

(14) Cfr. Luc. VIII, 3.

DOMINGO 55

326.

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO

—Aspirar a ser el último, buscar el último puesto con since-ra humildad.—Trabajar sin aparecer, como el borrico de noria.—Para ser humilde, hay que buscar ocasiones de servir a losdemás.

ENTRÓ Jesús a comer en casa de un fariseo. Yal notar cómo iban eligiendo los primeros puestos,proponía a los invitados una parábola, diciéndoles:cuando seas invitado por alguien a una boda, no tesientes en el primer puesto... '.

En varias ocasiones el Señor se sirvió de aquellacostumbre social de los convites, tan extendida, paraproponer enseñanzas: el anfitrión, que no admite asu mesa más que a personas de alto rango 2; los con-vidados descorteses que se excusan de correspondera la invitación recibida 3... Ahora, partiendo del he-cho que acaba de observar, va a hablarnos de humil-dad.

Jesús no reprocha directamente a los comensa-les su avidez por acaparar los primeros puestos, sinoque, con delicadeza, les propone una escena simbóli-

(1) Ev. (C) (Luc. XIV, 7-8).(2) Cfr. Ibid., 12-14.(3) Cfr. Luc. XIV, 15-24.

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ca, una parábola. Cuando el almuerzo está a puntode comenzar, penetra en la sala un personaje impor-tante, que puede permitirse la libertad de llegar a lahora en punto y hasta con un poco de retraso. El an-fitrión sale a su encuentro con una sonrisa, y leacompaña al puesto de honor, a su derecha. No estiempo ya de que todos los comensales se muevan delugar. Y el que, de propia iniciativa, había ocupadoel primer puesto, se ve obligado a situarse el último:el que se ensalza, será humillado 4.

El Señor nos recuerda así la necesidad de estaren nuestro sitio, de evitar que la vanidad nos ofus-que y nos lleve a ambicionar puestos de preeminen-cia, pues cualesquiera que sean nuestros trabajos,encargos o talentos personales, sin humildad no ha-ríamos más que estorbar. Sin esta condición, no esposible ser eficaces. Una persona con inmejorablesdotes humanas, si se sale de su sitio, anula su posi-ble eficacia y disminuye la de los demás. La que eshumilde, en cambio, aunque humanamente hablandono sea una lumbrera, sabe estar en su papel, y encualquier lugar en que se le coloque es eficaz. Cono-ce sus limitaciones y sus posibilidades, sabe hacer ydesaparecer. Sus buenas cualidades son siempre ayu-da mayor o menor, pero nunca estorbo. Y, sobre to-do, ante Dios no hay trabajos grandes ni pequeños: to-dos son grandes, si se hacen por Amor. Los trabajos

(4)Ev. (C)(Luc. XIV, 11).

aparentemente pequeños se engrandecen a través delprisma de nuestra vocación de servicio 5.

Para lograr esta virtud, tenemos que grabar ennuestro corazón lo que nuestro Padre nos dice: tuaspiración será: con tus hermanos, el último 6, tenien-do en cuenta que todos tendemos a valorarnos enmás de lo que somos. Si te conocieras —escribenuestro Fundador—, te gozarías en el desprecio, ylloraría tu corazón ante la exaltación y la alabanza 7.Por eso, afirma un Padre de la Iglesia que la prime-ra humildad es que pienses que tus hermanos sonmejores que tú, y que en todas las cosas te prece-den 8. Con esta actitud, nunca se malograrán nues-tros talentos. Y al final, el Señor mismo nos dirá:amigo, sube más arriba 9.

EL QUE es verdaderamente humilde se alegra deser tenido en poco por los demás, porque ve confir-mado en esa baja reputación lo que él piensa de símismow. No se considera necesitado de muchasatenciones. No gusta de exhibirse. No pide derechos.Está en su puesto como una pieza que cumple sufunción en el conjunto, sin hacerse notar. En laObra, cada uno tiene que ser ese instrumento fuerte

(5) De nuestro Padre, n. 49.(6) Camino, n. 365.(7) Camino, n. 595.(8) San Doroteo, Doctrinae 2, 6.(9) Ev. (C) (Luc. XIV, 10).(10) San Gregorio Magno, Dialogus 1, 1, 5.

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que no reclama especiales cuidados para trabajar:una de esas piezas que son útiles siempre, con frío ocalor, con un ambiente adecuado o sin él. Y esto lolograremos si no pensamos en nosotros mismos.

Nuestro Padre nos proponía el ejemplo del bo-rrico de noria. No sé a vosotros —nos decía—; pero amí no me humilla reconocerme, a los ojos del Señor,como un jumento. Ut iumentum factus sum apud te(Ps. LXXII, 23), como un borriquito estoy delante deTi, et ego semper tecum, pero Tú estás siempre conmi-go. Esto es la presencia de Dios. Tenuisti manum dex-teram meam. Yo acostumbro a decirle: me has tomadopor el ronzal, et in volúntate tua deduxisti me, y mehas hecho cumplir tu voluntad, es decir, me has hechoser fiel a mi vocación. Et cum gloria suscepisti me, ydespués me darás un abrazo bien fuerte n.

La figura del borrico, alabada en la Sagrada Es-critura, constituye un símbolo elocuente para noso-tros. Les tengo mucho cariño a los borricos y me gustaque, por lo menos, consideréis que son como un coche-cito de carne y hueso, que exige muy poco. Poca gaso-lina necesita un burro, ¿no os parece? Un poquito depaja. Se conforma con cualquier cosa 12. Así nosotros.De este modo nos veremos libres del deseo de apare-cer importantes a los ojos de los demás, y seremosinstrumentos idóneos, que desempeñan bien su fun-

(11) De nuestro Padre, Crónica, 1975, p. 1596.(12) De nuestro Padre, Crónica, 1975, p. 1588.

DOMINGO 59

ción, porque son humildes. Nos daremos cuenta deque una sola cosa importa: servir a Dios, a la Iglesia,haciendo el Opus Dei sobre la tierra. Lo nuestro esdesaparecer detrás de la tarea que desempeñamos,cosa razonable porque lo que vale en esa tarea es elhecho de ser operado Dei, obra de Dios.

Nuestro esfuerzo es divinamente eficaz si sabe-mos trabajar y pasar inadvertidos, como un borri-quillo que tira del carro con fidelidad y perseveran-cia, siempre dócil a las indicaciones de su amo:guiados por Dios, sujetos por el suave yugo del Se-ñor, que hace ligera la carga, seguro el camino. Asílas cosas más ordinarias se llenan de color, de signi-ficación y de valor insospechados. ¡Bendita perseve-rancia la del borrico de noria! —Siempre el mismopaso. Siempre las mismas vueltas. —Un día y otro: to-dos iguales.

Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni loza-nía en el huerto, ni tendría aromas el jardín 13.

El amor de Dios, con el olvido de nosotros mis-mos, hará grande y eficaz lo que en sí mismo quizáera pequeño y aparentemente inútil, pero en reali-dad fecundo.

TAMBIÉN en la Misa de hoy, leemos esta otralección de humildad y de sabiduría, tomada del libro

(13) Camino, n. 998.

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del Eclesiástico: hijo, cumple tus obras con manse-dumbre y serás amado más que la gloria de los hom-bres. Cuanto mayor seas, humíllate en todas las co-sas, y hallarás gracia delante de Dios M.

La santidad en la Obra no consiste en ser grandeso pequeños. Consiste en saber hacer que nuestra vidano se apague en el terreno sobrenatural, en que nos de-jemos quemar hasta la última brizna, sirviendo a Diosen el último asiento, o en el primero: donde nos llameel Señor. Y al final, todos seremos iguales, porque noshabremos quemado del todo, con el mismo espíritu,cum odore suavitatis. Los que eran grandes, dando loque tenían; y los pequeños, lo mismo. El que tiene mu-cho da mucho, porque se le exige mucho; y el que tie-ne poco, da poco, porque se le exige menos. Pero auno y otro se le pide todo 15.

Buen ejemplo nos dio el mismo Jesucristo en laUltima Cena, cuando, una vez más, mostró con lasobras lo que había enseñado con las palabras. Miradque Jesucristo nos ha besado los pies cuando los besóa los primeros doce. Y El es quien es, y nosotros somoslo que somos: pobres criaturas.

Si somos fieles, si somos humildes, seremos lim-pios, mortificados, obedientes; seremos eficaces, en to-do el mundo: cuanto más humildes, más eficaces. Nohemos venido a mandar, sino a obedecer. Venimos a

t

servir, como Jesús, que non venit ministran, sed minis-trare (Matth. XX, 28) 16.

Y para servir, servir ", clamaba nuestro Padre:¡mi orgullo es servir!1S. Como Jesús en la Ultima Ce-na, no nos detendremos ni ante los trabajos más mo-lestos. Estaremos dispuestos a pasar por encima delas dificultades, para evitarlas a los demás. El últi-mo sitio no debe ser una imposición soportada, sinoel fruto de una actitud interior de abnegación, de re-nuncia, de santidad. Hay que buscar la ocasión deservir a los demás, pensando en lo que necesitan, enel modo en que podremos serles útiles: ésa ha de sernuestra ambición, como consecuencia de habernosidentificado con Jesucristo.

Una actividad —la que sea, aunque humanamenteparezca muy importante—, para nosotros no será sinoun medio de servir al Señor y de servir a los hombres:ésa es la verdadera importancia que tiene 19. Nuestrajornada tiene que estar centrada en los demás, no ennosotros mismos, de modo que podamos decir cadanoche en el examen: Dios mío, ¡si no he pensado enmí, por hacer la vida agradable a los demás!

A ocuparnos seriamente no sólo con las manos, si-no con la cabeza y el corazón. Si yo estuviera viviendocon la Virgen, con San José, con Jesús, ¿cómo haría es-

(14) L. I (Cj (Eccli. III, 19-20).(15) De nuestro Padre, Crónica VII-64, p. 59.

(16) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 33.(17) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, nota 34.(18) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 14.(19) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, nota 161.

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tas cosas por ellos? Lo mismo las cosas intelectuales, ylas cosas más altas del espíritu, que las cosas más alras de la tierra, que tenemos necesariamente que cum-plir. Todo por Amor. Este es el camino de la santidad,de la felicidad 20.

Este fue el camino que recorrió Nuestra Señora:"Quia respexit humilitatem ancillae suae" —porquevio la bajeza de su esclava...

—¡Cada día me persuado más de que la humildadauténtica es la base sobrenatural de todas las virtudes!

Habla con Nuestra Señora, para que Ella nosadiestre a caminar por esa senda 21.

(20) De nuestro Padre, Noticias IV-61, p. 22.(21) Surco, n. 289.

LUNES 63

327.

LUNES

—Somos corredentores con Jesucristo.—Ser cristiano es vivir unido a la Santa Cruz.—Abnegación: no buscarnos a nosotros mismos.

EN EL Evangelio de la Misa de hoy, San Lucasnos narra la primera visita de Jesús a Nazaret, des-pués de comenzar su ministerio público. El Señor hapasado varios meses en Judea, y regresa ahora, dis-puesto a anunciar la buena nueva también a sus pai-sanos. Llegó a Nazaret, donde se había criado, y se-gún su costumbre entró en la sinagoga el sábado '.

Terminan los rezos y sigue la lectura de un pasa-je de los libros sagrados. Jesús se levantó para leer.Entonces le entregaron el libro del profeta Isaías y,abriendo el libro, encontró el lugar donde estaba es-crito: el Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cualme ha ungido para evangelizar a los pobres, me haenviado para anunciar la redención a los cautivos ydevolver la vista a los ciegos, para poner en libertad alos oprimidos, y para promulgar el año de gracia delSeñor.

Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro, yse sentó. Todos en la sinagoga tenían fijos en El los

(1) Ev. (Luc. IV, 16).

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TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXII64

ojos. Y comenzó a decirles: hoy se ha cumplido estaEscritura que acabáis de oír2.

Al Señor le duelen las almas, se siente urgido ahablarles. Más aún, está dispuesto a dar su vida porcada una de aquellas personas, pues para eso ha ve-nido a la tierra. Con su pasión —escribe Santo To-más—, nos libró Cristo causalmente de todos nues-tros pecados, es decir, instituyendo una causa denuestra liberación, en virtud de la cual pudieran serperdonados cualesquiera pecados, cuando quiera quehayan sido cometidos, sean pasados, presentes o futu-ros; como si un médico prepara una medicina con laque pueden curarse todas las enfermedades 3.

La Iglesia hace presente a lo largo del tiempo losfrutos de la muerte de Cristo en la Cruz, y —a travésde todos los sacramentos, pero especialmente de laEucaristía— nos pone en comunión con su Pasión.Pero el Señor ha querido, además, que nos unamos asu misión redentora, y nos ha llamado a ser corre-dentores. Esta unión, para ser eficaz, requiere el sa-crificio personal de cada uno. Así, en ese cuerpo mís-tico, en el Opus Dei, vosotros y yo, con el cumplimien-to gustoso del deber —aunque cueste—, con ese venci-miento, con esa sonrisa que a veces es mortificación,logramos abundantemente la gracia del Señor paraotras almas *.

(2) Ibid., 16-21.(3) Santo Tomás, S. Th. III, q. 49, a. 1 ad 3.(4) De nuestro Padre, Crónica IX-66, p. 9.

LUNES 65

HERMANOS —nos dice San Pablo—, ahora mealegro de mis padecimientos por vosotros, y completoen mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en bene-ficio de su cuerpo, que es la Iglesia 5.

Para corredimir con Jesucristo, el cristiano hade unirse al Señor en la Cruz, sin rehuir el sacrifi-cio que pueda aparecer en su vida. Como escribiónuestro Padre, ser cristiano no es título de mera sa-tisfacción personal: tiene nombre —sustancia— de mi-sión (...).

Ser cristiano no es algo accidental, es una divinarealidad que se inserta en las entrañas de nuestra vida,dándonos una visión limpia y una voluntad decididapara actuar como quiere Dios. Se aprende así que elperegrinaje del cristiano en el mundo ha de convertirseen un continuo servicio prestado de modos muy diver-sos, según las circunstancias personales, pero siemprepor amor a Dios y al prójimo. Ser cristiano es actuarsin pensar en las pequeñas metas del prestigio o de laambición, ni en finalidades que pueden parecer másnobles, como la filantropía o la compasión ante lasdesgracias ajenas: es discurrir hacia el término últimoy radical del amor que Jesucristo ha manifestado almorir por nosotros.

Se dan, a veces, algunas actitudes, que son productode no saber penetrar en ese misterio de Jesús. Por ejem-plo, la mentalidad de quienes ven el cristianismo como

(5) Colos. I, 24.

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66 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXII

un conjunto de prácticas o actos de piedad, sin percibirsu relación con las situaciones de la vida corriente, conla urgencia de atender a las necesidades de los demás yde esforzarse por remediar las injusticias.

Diría que quien tiene esa mentalidad no ha com-prendido todavía lo que significa que el Hijo de Diosse haya encarnado, que haya tomado cuerpo, alma yvoz de hombre, que haya participado en nuestro desti-no hasta experimentar el desgarramiento supremo dela muerte. Quizá, sin querer, algunas personas conside-ran a Cristo como un extraño en el ambiente de loshombres.

Otros —en cambio— tienden a imaginar que, parapoder ser humanos, hay que poner en sordina algunosaspectos centrales del dogma cristiano, y actúan comosi la vida de oración, el trato continuo con Dios, cons-tituyeran una huida ante las propias responsabilidadesy un abandono del mundo. Olvidan que, precisamenteJesús, nos ha dado a conocer hasta qué extremo debenllevarse el amor y el servicio. Sólo si procuramos com-prender el arcano del amor de Dios, de ese amor quellega hasta la muerte, seremos capaces de entregarnostotalmente a los demás, sin dejarnos vencer por la difi-cultad o por la indiferencia 6.

El camino para ser corredentores con Cristo pa-sa por la Cruz. Si somos hijos, también herederos: he-rederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal de que

(6) Es Cristo que pasa, n. 98.

LUNES 67

padezcamos con El, para ser con El también glorifi-cados 7. No hay otro camino. Cristo, que es el herede-ro principal, llega a la herencia de la gloria por la pa-sión. "¿No era necesario que Cristo padeciese para en-trar en su gloria?" (Luc. XXIV, 26). Y nosotros no de-bemos alcanzar esa misma herencia de un modo másfácil. Es necesario que lleguemos también a aquellaherencia mediante los padecimientos 8.

EL VERDADERO apostolado exige renuncia per-sonal, holocausto propio. Como Cristo enviado por elPadre es la fuente y origen de todo el apostolado dela Iglesia, es patente que toda la fecundidad del apos-tolado depende de la unión vital con Cristo (...), recor-dando la palabra del Señor: "si alguien quiere veniren pos de mi, niegúese a sí mismo, tome su cruz y sí-game" (Matth. XVI, 24) \

Hemos de ser corredentores. La redención se es-tá haciendo (...). La tierra está a oscuras: ¡y hace veintesiglos que vino la luz al mundo, para iluminar a todohombre!10. Redención que exige renuncia, porquecontra Cristo están nuestra voluntad y nuestro entendi-miento, oscurecidos muchas veces por nuestras pasio-nes, y la actuación diabólica, que se vence con la ora-ción y la mortificación u.

(7) Rom. VIII, 17.(8) Santo Tomás, Super epístola ad Romanos lectura 8, 3.(9) Concilio Vaticano II, decr. Apostolicam actuositatem, n. 4.(10) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 239.(11) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 239.

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68 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXII rEl verdadero apóstol ha de saber morir a sí mis-

mo, porque le mueve el amor: nadie tiene amor másgrande que el de dar uno la vida por sus amigos 12.Quien no sabe de sacrificio no sabe tampoco deamor. Con esta perspectiva, convenceos de que si deveras deseamos seguir de cerca al Señor y prestar unservicio auténtico a Dios y a la humanidad entera, he-mos de estar seriamente desprendidos de nosotros mis-mos: de los dones de la inteligencia, de la salud, de lahonra, de las ambiciones nobles, de los triunfos, de loséxitos.

Me refiero también —porque hasta ahí debe llegartu decisión— a esas ilusiones limpias, con las que bus-camos exclusivamente dar toda la gloria a Dios y ala-barle, ajustando nuestra voluntad a esta norma clara yprecisa: Señor, quiero esto o aquello sólo si a Ti teagrada, porque si no, a mí, ¿para qué me interesa?Asestamos así un golpe mortal al egoísmo y a la vani-dad, que serpean en todas las conciencias; de paso quealcanzamos la verdadera paz en nuestras almas, conun desasimiento que acaba en la posesión de Dios, ca-da vez más íntima y más intensa 13.

El amor cautiva, el amor induce suave y dulce-mente a la abnegación más completa; y esa entregalimpia, purifica, clarifica el alma, la diviniza. Cora-zones generosos, con desprendimiento verdadero, pideel Señor. Lo conseguiremos, si soltamos con entereza

(12) loann. XV, 13.(13) Amigos de Dios, n. 114.

LUNES 69

las amarras o los hilos sutiles que nos atan a nuestroyo. No os oculto que esta determinación exige una lu-cha constante, un saltar por encima del propio enten-dimiento y de la propia voluntad, una renuncia —enpocas palabras— más ardua que el abandono de losbienes materiales más codiciados u.

Santa María es Corredentora por un título espe-cial y de un modo eminentísimo, y por eso participócomo nadie en la Pasión y en la Muerte de Jesucris-to, como Madre de salvación para todas las almas.Admira la reciedumbre de Santa María: al pie de laCruz, con el mayor dolor humano —no hay dolor comosu dolor—, llena de fortaleza.

— Y pídele de esa reciedumbre, para que sepas es-tar también junto a la Cruz 15. La consecuencia seráésta: vivirás por Cristo, con Cristo y en Cristo: sola-mente así serás apóstol16.

(14) Amigos de Dios, n. 115.(15) Camino, n. 508.(16) Camino, n. 929.

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MARTES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXII

328.

—Vida de piedad: consecuencia de nuestra filiación divina.—Características de esa vida de piedad.—Piedad y doctrina.

¿COMO hacer oración? —se preguntaba una veznuestro Padre—. Me atrevo a asegurar, sin temor aequivocarme, que hay muchas, infinitas maneras deorar, podría decir. Pero yo quisiera para todos nosotrosla auténtica oración de los hijos de Dios, no la pala-brería de los hipócritas, que han de escuchar de Jesús:no todo el que repite: ¡Señor!, ¡Señor!, entrará en el rei-no de los cielos (Matth. VII, 21.) \

Tratar a Dios como Padre, con la espontaneidadde los hijos que no conocen doblez, es la primera in-dicación que Jesús nos da sobre el modo de haceroración: vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, queestás en los cielos 2. Y comenta Teodoreto: al ofrecernuestra oración escondida al Señor, se nos ha manda-do que lo llamásemos Padre, y decimos: "Padre nues-tro, que estás en los cielos". Y añade además "Abba",mostrando así la confianza de los que le llaman deeste modo; pues los niños tratan a sus padres con ma-

(1) Amigos de Dios, n. 243.(2) Matth. VI, 9.

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yor libertad, al no tener todavía un discernimientocompleto, y utilizan a menudo esta palabra 3.

Dios quiere que le tratemos con entera confian-za, como hijos pequeños suyos. La conciencia de esafiliación divina es el fundamento de la vida espiritualde los miembros del Opus Dei4. Toda nuestra piedadse alimenta de este hecho: somos hijos de Dios.Nuestras relaciones con el Señor, no sólo en la ora-ción personal, sino también en la liturgia, están pe-netradas de esa intimidad filial. Nuestra piedad essiempre la de hijos pequeños que tratan con su Pa-dre Dios.

Pedimos al Señor, en la oración colecta de la Mi-sa de esta semana: infunde en nuestros corazones elamor de tu Nombre, para que, haciendo más religiosanuestra vida, aumentes el bien en nosotros 5. Le roga-mos que acreciente en nosotros esa virtud —la reli-gión—, por la que damos a Dios gloria, honor, ala-banza, reverencia. Y para eso nos proponemos avi-var el sentido de nuestra filiación divina, pues por ex-celencia se llama piedad al culto de Dios, como por ex-celencia se llama a Dios Padre nuestro *. Si nos sabe-mos hijos, seremos piadosos. Y tributaremos a Diosese reconocimiento, porque el trato del hijo con su pa-dre está lleno de respeto y de veneración y, a la vez, deamor.

(3) Teodoreto, ínter epístolas Sancti Pauli, In Romanos 8, 15.(4) Catecismo, 5* ed., n. 62.(5) Orat.(6) Santo Tomás, S. Th. IMI, q. 101, a. 3, ad 2.

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72 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXII

Hay mil maneras de orar, os digo de nuevo. Loshijos de Dios no necesitan un método, cuadriculado yartificial, para dirigirse a su Padre. El amor es inven-tivo, industrioso; si amamos, sabremos descubrir cami-nos personales, íntimos, que nos lleven a este diálogocontinuo con el Señor 7. Si tratamos a Dios como Pa-dre, tendremos un deseo ardiente y sincero, tierno yprofundo a la vez de imitar a Jesucristo como herma-nos suyos, hijos de Dios Padre, y de estar siempre enla presencia de Dios; filiación que lleva a vivir vidade fe en la Providencia, y que facilita la entrega sere-na y alegre a la divina Voluntad8.

TODAS las virtudes deben florecer en la vida dequienes nos hemos entregado a Dios en su Obra.Nuestro Padre insistía especialmente en algunas, co-mo la caridad, la sinceridad, la laboriosidad, la hu-mildad personal y colectiva, la lealtad, la alegría quees parte integrante de nuestro camino... Y como so-porte de estas virtudes, de todo el edificio espiritual,se nos pide una piedad honda y sincera. Para hacerlos cimientos de un edificio, a veces hay que ahondarmucho, llegar a una gran profundidad, hacer grandessoportes de hierro y hundirlos hasta que se apoyen so-bre roca. Pero no hay necesidad de eso si se encuentraenseguida terreno firme. Para nosotros la roca es ésta:

MARTES 73

(7) Amigos de Dios, n. 255.(8) Catecismo, 5" ed., n. 62.

piedad, filiación divina, abandono en las manos deDios 9.

Piedad sólida y práctica, que consiste en la pron-titud de la voluntad para cumplir las Normas, parahacer con particular alegría lo que atañe más direc-tamente al servicio de Dios. La piedad hace estarsiempre disponibles para el cumplimiento fiel yamoroso de la voluntad de Dios: las cosas no cues-tan, y si cuestan, todo se supera con la fuerza delamor. Si hay piedad, salimos encendidos de la ora-ción, con propósitos firmes y concretos para el restode la jornada. La devoción —dice Santo Tomás— noes otra cosa que una voluntad pronta para entregarsea lo que pertenece al servicio de Dios 10.

La verdadera piedad no es una actitud pasajera,sino estable; ni un sentimiento superficial, sino ver-dadera virtud, fuerza espiritual arraigada en el al-ma. No se ha de entender aquella piedad superficial yexterna que, si bien gusta y halaga al alma, no la nu-tre ni la mueve a la santidad, sino aquella otra sólidapiedad que, dejando de lado los sentimentalismos, sebasa en los principios de la más segura doctrina y enel propósito firme de la voluntad n.

Con insistente frecuencia nos preguntaba nues-tro Padre: ¿sois piadosos, hijos míos? Tenemos que vi-

(9) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1931, n. 7.(10) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 82, a. 1, c.(11) Pió XI, Litt. ene. Ad catholici sacerdotii, 20X11-1935.

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74 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXII

vir vida de piedad; sin piedad no podemos hacer na-da. Hay que estar muy unidos al Señor. Que tengáisvida de piedad 12. Una piedad así rejuvenece conti-nuamente la vida interior y la entrega.

Días de silencio y de gracia intensa... Oración ca-ra a cara con Dios...

He roto en acción de gracias, al contemplar aaquellas personas, graves por los años y por la expe-riencia, que se abren a los toques divinos y respondencomo niños, ilusionadas ante la posibilidad de conver-tir aún su vida en algo útil..., que borre todos sus des-caminos y todos sus olvidos.

—Recordando aquella escena, te he encarecido: nodescuides tu lucha en la vida de piedad 13.

LOS RASGOS que completan la fisonomía espiri-tual de los miembros del Opus Dei son: una piedaddoctrinal, alimentada con el estudio de la religión ycon ejercicios personales de oración, mortificación ypenitencia; una tierna devoción a la Virgen María, aSan José, a los Santos Angeles Custodios, a nuestrosPatronos y a nuestros santos Intercesores, a la Iglesiay al Papa u.

Piedad y doctrina. La piedad sin la doctrina ha-ría nuestra vida interior superficial, externa, senti-

MARTES 75

mental, expuesta a las más ingenuas tentaciones. Ladoctrina sin piedad nos tornaría rígidos, envarados,incomprensivos, soberbios. Por eso nos hacen faltalas dos al mismo tiempo: doctrina para alimentar lapiedad; piedad para vivificar la doctrina, para hacer-la vida de nuestra vida.

Dios nos llamó: vocación divina para ser santos. Y¿qué haremos para ser santos? Ser piadosos, y adquirirla doctrina necesaria para conocer bien a Jesucristo, yasí amarle. Para conocer bien las cosas de Dios: pie-dad de niños y doctrina de teólogos; y veréis cómo va-mos bien 15.

Con nuestra vocación en medio del mundo, ocu-pados en actividades seculares, nos hace falta unasólida formación doctrinal religiosa, porque las co-sas divinas, que son en sí mismas necesarias y eter-nas, son también regla de lo contingente lé. Las verda-des inmutables de la fe y de la moral cristiana seproyectan sobre todas las circunstancias de la vida,poseen una virtualidad de extensión inagotable, hande informar nuestra conducta diaria, dando medidadivina a las cosas, ordenándolas al fin para el quehan sido creadas. Pero esto exige una continua aten-ción, una reflexión constante, un deseo —en definiti-va— de mejorar el conocimiento de Dios y de cuantoa Dios se refiere. Nuestro Padre nos previene: una

(12) De nuestro Padre, Crónica VII-59, p. 21.(13) Surco, n. 179.(14) Catecismo. 5" ed., n. 63.

(15) De nuestro Padre.(16) Santo Tomás, S. Th. 11-11, q. 45, a. 1, ad 2.

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persona terrible: el ignorante y, a la vez, trabajador in-fatigable.

Cuídame, aunque te caigas de viejo, el afán de for-marte más ll. Debemos tener afán de aprovechar to-dos los medios de formación doctrinal que la Obrapone a nuestro alcance; sólo así llegaremos a ser al-mas de criterio.

Del mismo modo, siempre podemos tener másvida espiritual, vivir mejor las Normas y las virtudessegún nuestro espíritu, profundizar más en el senti-do de nuestra filiación divina, ser más sencillos inte-riormente, adquirir más visión sobrenatural en eltrabajo... La capacidad de ser más piadosos y másdoctos carece de límites. Jamás podremos pensar:¡ya estoy formado!, porque aunque vivamos ochentaaños, siempre hemos de recibir más formación, paramejorar la que tengamos 18.

Acudamos a la Virgen, modelo de piedad, y tro-no de la sabiduría. Sed sinceramente piadosos —conuna profunda devoción a la Santísima Virgen —, y ten-dréis asegurada en buena parte la rectitud de vuestradoctrina. Bonus homo de bono thesauro proferí bona,et malus homo de malo thesauro profert mala (Matth.XII, 35): del fondo —del tesoro bueno— de un corazónenamorado de Dios, salen palabras de luz. La piedades útil para todo (I Tim. IV, 8)19.

(17) Surco, n. 538.(18) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 160.(19) De nuestro Padre, Carta, 8-VIII-1956, n. 16.

MIÉRCOLES 77

329.

MIÉRCOLES

—La obra de la Redención se cumplió con el Sacrificio de

Cristo.

—La mortificación es condición previa para toda labor apos-

tólica.

—El apostolado exige continuos vencimientos, que ayudan a

formar un hábito de mortificación.

AL PONERSE el sol, todos los que tenían enfer-mos con diversas dolencias, los traían a El. Y El, po-niendo las manos sobre cada uno, los curaba. De mu-chos salían demonios, gritando y diciendo: Tú eres elHijo de Dios. Y El, increpándoles, no les dejaba ha-blar, porque sabían que El era el Cristo.

Cuando se hizo de día, salió hacia un lugar soli-tario, y la multitud le buscaba, llegaron hasta El, y lodetenían para que no se apartara de ellos. Pero El lesdijo: es necesario que Yo anuncie también a otrasciudades el Evangelio del Reino de Dios, porque paraesto he sido enviado. E iba predicando por las sinago-gas de Judea \

Enteramente dedicado al servicio de las almas,el Señor no tiene un momento de descanso. Su vida

(1) Ev. (Luc. IV, 40-44).

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es vida de renuncia y de sacrificio, y así llevó a cabola obra redentora. No sólo en la Cruz —que es el cul-men de esa entrega divina—, sino a lo largo de todosu caminar terreno, en la perfecta identificación conla voluntad de su Padre, con un extremado deseo desalvar a todos.

Este fuego, este deseo de cumplir el decreto salva-dor de Dios Padre, llena toda la vida de Cristo, desdesu mismo nacimiento en Belén. A lo largo de los tresaños que con El convivieron los discípulos, le oyen re-petir incansablemente que su alimento es hacer la vo-luntad de Aquel que le envía (cfr. Ioann. IV, 34). Has-ta que, a media tarde del primer Viernes Santo, seconcluyó su inmolación. Inclinando la cabeza, entregósu espíritu floann. XIX, 30). Con estas palabras nosdescribe el apóstol San Juan la muerte de Cristo: Je-sús, bajo el peso de la Cruz con todas las culpas de loshombres, muere por la fuerza y por la vileza de nues-tros pecados 2.

La Redención obrada por Cristo es suficiente ysobreabundante, pero el Señor quiere que los cristia-nos continuemos su misión, y nos envía para evan-gelizar a los pobres, para anunciar la redención a loscautivos 3. Cuenta también con nuestro sacrificio pa-ra llevarla a cabo. Ahora me alegro de mis padeci-mientos por vosotros —escribía San Pablo—, y com-

MIÉRCOLES 79

(2) Es Cristo que pasa, n. 95.ii)Allel. (Luc. IV, 18).

pleto en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo enbeneficio de su cuerpo, que es la Iglesia".

En el cuerpo de Cristo, que crece incesantementedesde la Cruz del Redentor, precisamente el sufri-miento, penetrado por el espíritu del Sacrificio deCristo, es el mediador insustituible y autor de los bie-nes indispensables para la salvación del mundo. Elsufrimiento, más que cualquier otra cosa, es el queabre el camino a la gracia que transforma las almas.El sufrimiento, más que todo lo demás, hace presenteen la historia de la humanidad la fuerza de la Reden-ción 5.

Sin esta unión con la Cruz de Cristo, no podría-mos hacer apostolado. Nuestras palabras no move-rían el corazón de nadie, porque toda la gracia de lasalvación mana de la Cruz del Señor. En cambio,cualquier acto de abnegación, unido a los sufrimien-tos de Cristo, es ya apostolado, corredención. Poreso nos ha dejado escrito nuestro Padre: si con sacri-ficio siembras Amor, también recogerás Amor6.

CON SACRIFICIO continuaron los Apóstoles lamisión de Cristo. Habían aprendido bien la leccióndel Maestro: si el grano de trigo no muere al caer en

(4) Cotos. I, 24.(5) Juan Pablo II, Litt. apost. Salvifici doloris, 11-11-1984, n. 27.(6) Forja, n. 299.

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tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mu-cho fruto 7. Dieron su vida por las almas, siguiendolos pasos del Señor, y Dios bendijo su apostolado lle-nándolo de eficacia. Se dieron día tras día: todo —es-cribe San Pablo— lo sufro por los elegidos, para quetambién ellos obtengan la salvación que está en Cris-to Jesús 8.

Cristo nos manda imperativamente a pregonarde un extremo a otro de la tierra su llamada uni-versal a la santidad. Pero nos ha dicho: si algunoquiere venir en pos de mí, niegúese a sí mismo, to-me su cruz cada día, y sígame 9. Y el sentido de estaexhortación —comenta San Jerónimo— es éste: noes cosa cómoda ni de tranquilidad confesar a Dios.El que cree en mí tiene que derramar su sangre (...).Sabiendo esto, pues, neguémonos a nosotros mis-mos, no sólo en el tiempo de la tribulación y cuandosea menester sufrir el martirio; sino en toda nuestraconducta, obra, pensamiento y palabra, neguemos loque antes fuimos y comportémonos como renacidosen Cristo. El Señor fue crucificado para que tam-bién nosotros, que creemos en El y hemos muerto alpecado, nos crucifiquemos con El y digamos lo quenos enseñó San Pablo: "con Cristo estoy crucificado"fGalat. //, 19) 10.

MIÉRCOLES 81

El amor a Dios nos invita a llevar a pulso la cruz,a sentir también sobre nosotros el peso de la humani-dad entera, y a cumplir, en las circunstancias propiasdel estado y del trabajo de cada uno, los designios,claros y amorosos a la vez, de la voluntad del Padre ".

Por la mortificación, nos vaciamos de nosotrosmismos y somos capaces de vivir para las almas. Porla mortificación, nos purificamos haciéndonos másaptos para tratar a Dios, para ser dóciles a la gracia,para servir sobrenaturalmente a las almas. Con lamortificación podremos expiar por los pecados delos demás, y atraer hacia ellos, de algún modo, lagracia de la fe, de la conversión o de la entrega, puesla mortificación encomienda las peticiones, confirmanuestros ruegos: abre los oídos de Cristo, nuestroDios, y atrae su clemencia 12.

NO LO debemos olvidar: en todas las actividadeshumanas, tiene que haber hombres y mujeres con laCruz de Cristo en sus vidas y en sus obras, alzada, vi-sible, reparadora; símbolo de la paz, de la alegría;símbolo de la Redención, de la unidad del género hu-mano, del amor que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Es-píritu Santo, la Trinidad Beatísima ha tenido y sigueteniendo a la humanidad ".

(7) loann. XII, 24.(8) II Tim. II, 10.(9) Luc. IX, 23.(10) San Jerónimo, Epístola 121, 3.

(11) £5 Cristo que pasa, n. 97.(12) Tertuliano, De patientia 13.(13) Surco, n. 985.

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La mortificación es necesaria preparación paratodo apostolado y para la perfecta ejecución de cadaapostolado 14. Y no sólo como una disposición genéri-ca, sino también en cuanto la labor de almas, si sehace como el Señor quiere, exige un continuo sacrifi-cio. En el trato con la gente, muchas veces hay quevencer respetos humanos y defectos de carácter; su-perar la timidez y la precipitación, enemigos no pe-queños del apostolado hondo; saber pasar por enci-ma de los gustos e intereses personales: como decíaSan Pablo, me he hecho todo para todos, para ganar-los a todos 15; y es necesaria, también, una gran cons-tancia, que implica renuncia y sacrificio; y despuéshay que dar ejemplo, privarse voluntariamente de lacomodidad y del bienestar que no se compaginancon la vida de personas que se han entregado total-mente al servicio de Dios; y sobre todo, trabajar, tra-bajar mucho, con orden y con intensidad. Vosotros yyo, con el cumplimiento gustoso del deber —aunquecueste—, con ese vencimiento, con esa sonrisa que a ve-ces es mortificación, logramos abundantemente la gra-cia del Señor para otras almas 16.

¿Procuras tomar ya tus resoluciones de propósitossinceros? Pídele al Señor que te ayude a fastidiarte poramor suyo; a poner en todo, con naturalidad, el aromapurificador de la mortificación; a gastarte en su servi-

(14) De nuestro Padre.(15) I Cor. IX, 22 (Vg).(16) De nuestro Padre, Crónica, IX-66, p. 9.

ció sin espectáculo, silenciosamente, como se consumela lamparilla que parpadea junto al Tabernáculo ".

Como la mortificación es costosa y contraria anuestras inclinaciones, pidamos la intercesión denuestra Madre, para que nos ayude a seguir a Cristohasta la Cruz, comprendiendo que a más sacrificiocorresponde siempre más fruto; a mayor abnega-ción, una fecundidad y una alegría más grandes. Yasí no regatearemos nada a Jesús, por amor a las al-mas que nos ha encomendado.

(17) Amigos de Dios. n. 138.

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84 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXII

330.

JUEVES

—Cristo ha subido a nuestra barca, como subió a la de Pe-

dro, para hacernos pescadores de hombres.

—En la barca de Cristo hay que vivir entregados.

—Vivir el relictis ómnibus todos los días.

CUANDO haces oración, mi hijo —no me refieroahora a esa oración continuada, que abarca el día en-tero, sino a los dos ratos que dedicamos exclusivamen-te a tratar con Dios, bien recogidos de todo lo exte-rior—, cuando empiezas esa meditación, frecuentemen-te —dependerá de muchas circunstancias— te represen-tas la escena o el misterio que deseas contemplar; des-pués aplicas el entendimiento, y buscas enseguida undiálogo lleno de afectos de amor y de dolor, de accio-nes de gracias y de deseos de mejora. Por ese caminodebes llegar a una oración de quietud, en la que es elSeñor quien habla, y tú has de escuchar lo que Dios tediga. ¡Cómo se notan entonces esas mociones interioresy esas reconvenciones, que llenan de ardor el alma!

Para facilitar la oración, conviene materializarhasta lo más espiritual, acudir a la parábola: la ense-ñanza es divina. La doctrina ha de llegar a nuestra in-teligencia y a nuestro corazón, por los sentidos: ahora

JUEVES 85

no te extrañará que yo sea tan aficionado a hablarosde barcas y de mares '.

En aquel tiempo —leemos en el Evangelio dehoy— estaba Jesús junto al lago de Genesaret, y lasgentes se agolpaban en torno suyo, deseando oír lapalabra de Dios. Y vio Jesús dos barcas a la orilladel lago, cuyos pescadores habían bajado, y estabanlavando las redes. Subió Jesús a una, que era de Si-món, y le pidió la desviase un poco de la orilla; sesentó dentro y predicaba desde la barca al numerosogentío 2.

Ascendens autem in unam navim, quae erat Simo-nis... (Luc. V, 3). Se mete en la barca de Pedro. ¡Mira!:empieza pidiéndole aquella barca vieja y termina pi-diéndole todas sus energías, toda su vida. ¿No ha he-cho así también contigo?3. Muchas veces nos ha co-mentado nuestro Padre esta escena del Evangelio.Hoy vamos a hacer nuestra oración personal guiadospor sus palabras.

¡Con qué naturalidad se mete Jesús en la barca decada uno de nosotros!: para complicarnos la vida, di-rían por ahí. A vosotros y a mí se nos ha metido en elalma, para complicarnos la vida delicadamente, mara-villosamente, amorosamente (...).

Tu barca no vale. A no ser que no sea tuya, que sela des a Jesucristo. Con tu barca vas al naufragio. Dé-

(1) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21-XI-1954.(2) Ev. {Luc. V, 1-3).(3) De nuestro Padre, Meditación, 25-VI-1958.

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86 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXII

jalo todo, todo: tus pensamientos personales, tus pe-queñas locuras de imaginación, tus ambiciones huma-nas que no te llevan a Cristo, tu soberbia, esas ilusio-nes mundanas... Esa es tu barca, que se va a pique, ano ser que se la des a Dios. Y entonces, si damos aDios la barca, si Jesús se siente amo de la barca...

A veces parece que no está, que no cuida de ella;pero (...) Jesús va sobre las olas, caminando a través dela tempestad, y se mete en la barca nuestra, que es lasuya, y cede la fuerza del viento inmediatamente. Sinos damos, se nos da. Hay que darse, hay que entre-garse (...). Vamos a darnos de verdad, a decirle con he-chos a Jesús que nuestra barca es la suya *.

HIJOS, hemos subido a la barca de Pedro conCristo, a esta barca de la Iglesia, que tiene una apa-riencia frágil y desvencijada, pero que ninguna tor-menta puede hacer naufragar. Y en la barca de Pedro,tú y yo hemos de pensar despacio, despacio: Señor, ¿aqué he venido yo a esta barca?

Esta pregunta tiene un contenido particular parati, desde el momento en que has subido a la barca, aesta barca del Opus Dei, porque te dio la gana, que amí me parece la más sobrenatural de las razones. Teamo, Señor, porque me da la gana de amarte: este po-bre corazón podría haberlo entregado a una criatura...

(4) De nuestro Padre, Meditación, 19-111-1960.

JUEVES 87

¡y no! ¡Lo pongo entero, joven, vibrante, noble, limpio,a tus pies, porque me da la gana!

Con el corazón, también le diste a Jesús tu liber-tad, y tu fin personal ha pasado a ser algo muy secun-dario. Puedes moverte con libertad dentro de la barca,con la libertad de los hijos de Dios (cfr. Rom. VIII,21) que están en la Verdad (cfr. Ioann. VIII, 32), cum-pliendo la Voluntad divina (cfr. Matth. VII, 21). Perono puedes olvidar que has de permanecer siempre den-tro de los límites de la barca. Y esto porque te dio lagana. Repito lo que os decía ayer o anteayer: si te sa-les de la barca, caerás entre las olas del mar, irás a lamuerte, perecerás anegado en el océano, y dejarás deestar con Cristo, perdiendo esta compañía que volunta-riamente aceptaste, cuando El te la ofreció.

Piensa, hijo mío, qué grato es a Dios nuestro Señorel incienso que se quema en su honor. Piensa en lo po-co que valen las cosas de la tierra, que apenas comien-zan y ya se acaban. Piensa que todos los hombres so-mos nada: pulvis es, et in pulverem reverteris (Feria IVCinerum, Ant.); volveremos a ser como el polvo del ca-mino. Pero lo extraordinario es que, a pesar de eso, novivimos para la tierra, ni para nuestra honra, sino pa-ra la honra de Dios, para la gloria de Dios, para elservicio de Dios. ¡Esto es lo que nos mueve!

Por lo tanto, si tu soberbia te susurra: aquí pasasinadvertido, con tus talentos extraordinarios..., aquí novas a dar todo el fruto que podrías..., que te vas a ma-lograr, a agotar inútilmente... Tú, que has subido a la

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barca de la Obra porque te dio la gana, porque ine-quívocamente te llamó Dios —nadie puede venir a Mí,si el Padre que me envió no lo atrae (Ioann. VI, 44)—,has de corresponder a esa gracia quemándote, hacien-do que nuestro sacrificio gustoso, nuestra entrega seauna ofrenda: ¡un holocausto! 5.

HIJO mío, ya te has persuadido, con esta parábo-la, de que si quieres tener vida, y vida eterna, y honoreterno; si quieres la felicidad eterna, no puedes salirde la barca, y debes prescindir en muchos casos de tufin personal. Yo no tengo otro fin que el corporativo:la obediencia. ¡Qué hermoso es obedecer!

Pero sigamos con la parábola. Ya estamos en estabarca vieja, que lleva veinte siglos navegando sin hun-dirse; en esta barca de la entrega, de la dedicación alservicio de Dios. Y en esta barca, pobre, humilde, teacuerdas de que tú tienes un avión, que puedes mane-jar perfectamente, y piensas: ¡qué lejos puedo llegar!¡Pues, vete, vete a un portaviones, que aquí tu aviónno hace falta! Tened esto muy claro: nuestra perseve-rancia es fruto de nuestra libertad, de nuestra entrega,de nuestro amor, y exige una dedicación completa.Dentro de la barca no se puede hacer lo que nos vengaen gana. Si toda la carga que está en sus bodegas seamontona en un mismo punto, la barca se hunde; si

(5) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21X1-1954.

todos los marineros abandonan su quehacer concreto,la pobre barquichuela se pierde. Es necesaria la obe-diencia, y las personas y las cosas deben estar dondese dispone que estén.

Hijo mío, convéncete de ahora para siempre, con-véncete de que salir de la barca es la muerte. Y deque, para estar en la barca, se necesita rendir el juicio.Es necesaria una honda labor de humildad: entregar-se, quemarse, hacerse holocausto 6.

El desenlace de este episodio evangélico es bienconocido: después de la pesca milagrosa, Pedro y suscompañeros, dejando todas las cosas, marchan defi-nitivamente en pos de Jesús. Y nuestro Padre nospregunta: ¿lo has dejado todo, hijo mío? Mira a Pedroy Andrés: no tenían más que su barca vieja, sus redesrotas... Pero todo lo dejaron, todo. Tú, en tu corazón,¿lo has dejado todo?, ¿está limpio tu corazón?, ¿estálimpio nuestro corazón, puro nuestro corazón? ¿Hascortado del todo: relictis ómnibus (Luc. V, 11)? Pues,si no, aún estás a tiempo... 7.

Siempre estamos a tiempo de cortar los hilosque nos impidan seguir con presteza, sin estorbos, aCristo. ¡Hay que quemarlo todo, todo! Y no una solavez, sino muchas, de una manera o de otra. Algunosparece que se quedan en el ómnibus, y hay que pegar-le fuego a eso: ¡todo!, ¡todo!, ¡todo! Al corazón, en pri-mer lugar. Cuando se entrega de verdad, cuando la do-

(6) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21X1-1954.(7) De nuestro Padre, Meditación, 2-X-1956.

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90 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXII

nación es plena, ¡plena!, y se dice al Señor que tomeposesión de él, entonces el cariño que nace es santosiempre: amamos a todas las almas, y de una maneraparticular a esta familia nuestra sobrenatural, pasan-do por ese filtro ardiente que es el Corazón abiertode Cristo, y el Corazón dulce e inmaculado de MaríaSantísima 8.

A la Virgen María acudimos, como siempre, pa-ra dar fin a este rato de oración. Y le pedimos quenuestra entrega a Dios, en esta barca de la Obra, seasiempre así: completa, sin una quiebra, sin condi-ciones.

(8) De nuestro Padre, Crónica, 1972, p. 638.

VIERNES 91

331.

VIERNES

—Necesidad del espíritu de examen.—Obstáculos que se oponen.—El examen no debe llevar al desánimo, sino a la confianzaen nuestro Padre Dios.

EN LA primera lectura de la Misa, recordamosaquellas palabras de San Pablo: en cuanto a mí, pocome importa ser juzgado por vosotros o por un tribu-nal humano. Ni siquiera yo mismo me juzgo. Pues,aunque en nada me remuerde la conciencia, no poreso quedo justificado. Mi juez es el Señor. Por tanto,no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga elSeñor: El iluminará lo oculto de las tinieblas y pon-drá de manifiesto las intenciones de los corazones;entonces cada uno recibirá de parte de Dios la ala-banza debida 1.

Lleno de confianza en el Señor, no deja el Após-tol de examinar su conciencia, puestos los ojos enAquel que le ha de juzgar: no sea que habiendo predi-cado a otros, sea yo reprobado 2. Y a reproducir ennosotros la actitud de San Pablo tiende esta pregun-ta de nuestro Fundador: ¿no brilla en tu alma el de-

(1) L. I (II) (I Cor. IV, 3-5).(2) I Cor. IX, 27.

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seo de que tu Padre-Dios se ponga contento cuando tetenga que juzgar?3.

La búsqueda de la santidad exige rectificar, en-derezar cada día un poco nuestros pasos hacia lameta, con deseos de una continua conversión. Esadisposición permanente de mejora requiere espíritude examen, afán de conocerse y de subsanar los pro-pios errores: ante todo, conócete a ti mismo. Cierta-mente, nada hay más difícil, nada más laborioso ytrabajoso; pero cuando te hayas conocido a ti mismo,entonces podrás conocer a Dios y tornar con ánimo alas criaturas".

El examen es consecuencia lógica del deseo deservir a Dios, de agradarle; algo que la Iglesia vienerecomendando a sus hijos desde los primeros tiem-pos: probet autem seipsum homo (I Cor. XI, 28), exa-mínese a sí mismo el hombre, decía el Apóstol a los deCorinto. Y aun los hombres honestos paganos han exa-minado también su espíritu. La última castañera quevende su mercancía modesta junto al Tevere, cuenta eldinero que ha sacado al acabar la jornada, y lo que lehan costado las castañas, y el tiempo que ha empleadoen venderlas. Ya es hora de decir la verdad: el examenlo han hecho siempre todas las criaturas, que han teni-do discernimiento e interés, por cosas de Dios o por co-sas de la tierra 5.

VIERNES 93

El espíritu de examen debe ser penetrante, sin-cero. Sólo así corregiremos la honda tendencia quesentimos todos a la autoexaltación, que nos apartadel camino, y podremos unirnos efectivamente al Se-ñor, rectificando la ruta cuantas veces fuera preciso.¿En qué piensas desde que tienes todos esos compromi-sos?, nos pregunta nuestro Padre. ¿En ti o en la glo-ria de Dios? ¿En ti o en los demás? ¿En ti, en tus co-sas, en tus pequeneces, en tus miserias, en tus detallesde soberbia, en tus cosas de sensualidad? ¿En quépiensas habitualmente? Medítalo, y luego deja que elcorazón actúe en la voluntad y en el entendimiento 6.

HIJO MIÓ, ¿cómo vas?, ¿qué tal te preparas paraun examen rígido, con una petición de gracias al Se-ñor, para que tú le conozcas a El, y te conozcas a timismo, y de esta manera puedas convertirte de nue-vo? 7. Hemos de pedir al Señor el espíritu de examen,una disposición estable avivada por la gracia, paraver en cada momento cómo somos y cómo obramos.Es difícil, porque se oponen muchos obstáculos alconocimiento propio: en primer lugar, el demonio—enemigo de nuestra santidad—, que desde siempreconcentra su labor y su esfuerzo en no dejarnos exa-minar el corazón, porque no ignora los beneficios que

(3) Camino, n. 746.(4) San Nilo, Epístola 3, 314.(5) De nuestro Padre, Carta, 29-IX-1957, n. 71. (6) De nuestro Padre, Meditación ¡Que se vea que eres Tú!, l-IV-1962.

(7) De nuestro Padre, Meditación, 2-III-1952.

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obtiene el alma con sus exámenes cotidianos 8. Con-tra él nos previene San Pedro: velad, porque vuestroenemigo el diablo anda girando como león rugienteen torno vuestro, buscando a quién devorar9.

La pereza es otro enemigo. Precisamente, una delas primeras manifestaciones de pereza es el descui-do en el examen de conciencia. Pasé junto al campodel perezoso y junto a la viña del insensato —se leeen la Sagrada Escritura—, y todo eran cardos y orti-gas que habían cubierto su haz, y su cerca estaba des-truida 10.

Para facilitar el espíritu de examen y para queno caigamos en la tibieza, tenemos previstos en elplan de vida los exámenes de conciencia. Y su apro-vechamiento exige empeño, esfuerzo personal, de-seos de mejorar. Nuestro Padre nos previene: hay unenemigo pequeño, tonto, pero eficaz, que es el pocoempeño en examinarse. Los exámenes de conciencia es-tán puestos dentro de nuestras Normas con una razónde eficacia ".

El modo de hacer el examen de conciencia lodeterminamos personalmente en la charla fraterna,porque ha de responder a las necesidades de cadaalma en cada momento. Pero siempre habrá de serexigente. En sus apuntes espirituales, dejó anota-

(8) Hesiquio, De temperantia el virtute 1 30(9) I Petr. V, 8.(10) Prov. XXIV, 30.(11) De nuestro Padre, Meditación, 4-IIM960.

VIERNES 95

do nuestro Fundador un ejemplo concreto: y seme ocurre que es un buen modo de hacer el examende conciencia el siguiente, que apuntaré brevísima-mente:

Oración: ¿Cómo estuve en la oración? ¿Cumplí, du-rante el día, los propósitos? ¿He tenido presencia deDios? ¿Anduve con el debido recogimiento?, etc.

Expiación: ¿Cómo recibí, en este día, las contradic-ciones venidas de la mano de Dios?, ¿las que me pro-porcionaron, con su carácter, mis compañeros?, ¿las demi misma miseria? ¿Supe ofrecer al Señor, como expia-ción, el mismo dolor, que siento, de haberlo ofendido¡tantas veces!?, ¿le ofrecí la vergüenza de mis interioressonrojos y humillaciones, al considerar lo poco queadelanto en el camino de las virtudes?

Acción: ¿Actué siempre, durante el día, como lohubiera hecho el Señor? ¿en tal obra? ¿y en tal? ¿y ental otra?...

Este examen es compatible con cualquier otro siste-ma, que se siga, p.e., con el empleado por aquellosque miran, hora por hora del día, cómo anduvieron; otambién con el de aquellos otros que examinan susobligaciones con Dios, con el prójimo y consigo mis-mo: este triple punto puede considerarse en la oración,en la expiación y en la acción. Y así con cualquierotro modo de llevar el examen de conciencia 12.

(12) De nuestro Padre, 28-VII-1930.

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EL ESPÍRITU de examen lleva a una atenciónhabitual para luchar mejor, para descubrir las faltascometidas y así poderlas remediar; pero de ningunamanera debe ser motivo de inquietud ver los errorescontinuos, pues Dios, como Padre infinitamente bue-no, sigue enviándonos su gracia con paciencia incon-mensurable.

Es éste el camino del cristiano. Resulta necesarioinvocar sin descanso, con una fe recia y humilde: ¡Se-ñor!, no te fíes de mí. Yo sí que me fío de Ti. Y al ba-rruntar en nuestra alma el amor, la compasión, la ter-nura con que Cristo Jesús nos mira, porque El no nosabandona, comprenderemos en toda su hondura laspalabras del Apóstol: virtus in infirmitate perficitur (IICor. XII, 9); con fe en el Señor, a pesar de nuestrasmiserias —mejor, con nuestras miserias—, seremos fie-les a nuestro Padre Dios; brillará el poder divino, sos-teniéndonos en medio de nuestra flaqueza 13.

La humildad, que se traduce en paciencia connosotros mismos, es otra consecuencia de nuestra fi-liación divina. Nunca el examen puede llevar al desa-liento. El desánimo viene cuando se cargan las tin-tas, cuando no se puntualiza con objetividad. Hayque saber discernir las diversas facetas de la vida in-terior una por una, sin generalizar, reconociendo loque se ha hecho bien, lo que se ha hecho mal y loque podía haberse hecho mejor. Nuestro Padre insis-

(13) Amigos de Dios, n. 194.

VIERNES 97

te en este punto: como un buen médico no dice, al verun paciente, que todo en él está podrido, os pido poramor a Jesucristo que tengáis confianza 14.

Al puntualizar, el verdadero espíritu de examen—que es algo muy opuesto a los escrúpulos— impi-de que tengamos una visión pesimista de nuestra vi-da, porque aisla los focos de infección, sabe dar acada cosa su importancia. Hay que ver, hijos míos,el aspecto positivo de las cosas. Lo que parece mástremendo en la vida, no es tan negro, no es tan os-curo. Si puntualizáis, no llegaréis a conclusionespesimistas 15.

Acudamos confiados al Señor para que nos hagaecuánimes, serenos ante nuestros errores. Si se lopedimos con humilde sinceridad, nos escuchará: mí-rame, Señor, y ten compasión de mí; porque estoy so-lo y pobre. Mira mi bajeza y mis trabajos, y perdonatodos mis pecados 16. Por muy grandes que nuestrasfaltas nos parezcan, pueden arreglarse con un actode contrición y con un propósito concreto de mejora.

La Santísima Virgen nos alcanzará el verdaderoespíritu de examen, para descubrir modos nuevos deluchar mejor y de recomenzar cada día. María, Ma-dre nuestra, auxilium christianorum, refugium peccato-rum: intercede ante tu Hijo, para que nos envíe el Es-

(14) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1931, n. 14.(15) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 14.(16) Ps. XXIV, 16-18.

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píritu Santo, que despierte en nuestros corazones la de-cisión de caminar con paso firme y seguro, haciendosonar en lo más hondo de nuestra alma la llamadaque llenó de paz el martirio de uno de los primeroscristianos: veni ad Patrem (San Ignacio de Antioquía,Epístola ad Romanos, 7, 2), ven, vuelve a tu Padreque te espera ".

(17) Es Cristo que pasa, n. 66.

SÁBADO 99

332.

SÁBADO

—Somos hijos de la oración y de la mortificación de nuestroPadre.—La filiación a nuestro Fundador pasa a través de la filia-ción al Padre.—Deber de ayudar al Padre con nuestra oración y con nues-tra mortificación.

AUNQUE tengáis diez mil pedagogos en Cristo—escribía San Pablo a los de Corinto—, no tenéismuchos padres, porque yo os engendré en Cristo pormedio del Evangelio '. Como el Apóstol, nuestro Pa-dre nos decía que éramos hijos de su oración y de sumortificación, porque nos había comunicado el mis-mo espíritu que de Dios había recibido. Y gracias asu fidelidad, ahora tenemos un rico patrimonio espi-ritual, un hogar para nuestras almas, fundado sobreroca; una vida interior que se alimenta de la riquezadel espíritu del Opus Dei.

Nos unen a nuestro Fundador lazos más fuertesque los de la sangre, pues no sólo ha hecho posible—con su fidelidad a las mociones divinas— que cadauno de nosotros recibiéramos la vocación al OpusDei, sino que realmente nos ha engendrado a estanueva vida espiritual que nos encamina al Cielo. Hi-

(1) L. I (II) (I Cor, IV, 15).

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jos míos, yo os he engendrado como las madres, condolor como las madres 2.

Con ocasión de su sesenta y seis cumpleaños,predicaba en una homilía: algunos de los que estánaquí recordarán lo que yo decía a los hijos míos —po-cos entonces— que había a mi alrededor, previendo es-te extenderse de la Obra de polo a polo, esta expan-sión, este formar una gran familia...

Les decía: hijos míos, no pongáis mi nombre sobrela losa cuando tengáis que enterrar este pobre cuerpomortal. ¿Y qué ponemos?, me respondían. Poned: etgenuit filios et filias; engendró hijos e hijas, como losPatriarcas. Y no era soñar. ¿No veis cómo los sueñosse han hecho realidad? La Obra es hoy una familiasin límites de raza, de lengua, de nación 3.

A la vez que agrandaba su Obra, el Señor iba di-latando el corazón de nuestro Fundador, de modoque era verdadero Padre siempre con todos. No pue-do —escribía en 1945— dejar de levantar el almaagradecida al Señor, de quien procede toda familia enlos cielos y en la tierra (Ephes. ///, 15-16), por haber-me dado esta paternidad espiritual, que, con su gracia,he asumido con la plena conciencia de estar sobre latierra sólo para realizarla. Por eso, os quiero con cora-zón de padre y de madre.

Hace años, cuando en la Obra éramos menos, temíalguna vez que, al crecer el número de mis hijos, no

(2) De nuestro Padre, Crónica XII-61, p. 7.(3) De nuestro Padre, Homilía, 9-1-1968.

SÁBADO 101

sería posible querer a todos con aquel mismo cariñointenso —sobrenatural y humano—, pero os aseguroque el Señor ha dilatado mi corazón y que puedo diri-girme a vosotros con aquellas palabras del Apóstol: osnostrum patet ad vos... cor nostrum dilatatum est (IICor. VI, 11); el amor hace que mi boca se abra franca-mente, y que se haga grande mi corazón: porque osquiero, a cada uno de vosotros, como si fueseis mi úni-co hijo. Dios es testigo de cómo os amo a todos en lasentrañas de Cristo Jesús (Philip. /, 8) *.

QUIERO deciros algo especialmente sobre el Padre.Cuando yo muera, hijos míos, al Padre, sea quien sea,amadle mucho, mucho, aunque se os pasen por la cabe-za pensamientos de que no es suficientemente santo o in-teligente, o mil ideas más que se os pueden ocurrir y quehabréis de desechar inmediatamente, porque son malas.¡Amadle mucho, hijos míos! Besad donde pise, no dejéisesa pequeña mortificación diaria y de rezar con amor laoración por el que hace cabeza. ¡Amadlo mucho, hijosmíos, que es muy duro llevar esto encima!5.

Dios Nuestro Señor, que ha querido que la Obrasea una familia, desea que la filiación a nuestro Fun-dador se continúe en cada momento a través de la fi-liación al Padre. Precisamente uno de los mayores mi-lagros que ha obrado el Señor en su Opus Dei es la ma-

(4) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 23.(5) De nuestro Padre, Meditación, 12-IV-1954.

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ravillosa continuidad que vivimos, en unión estrechí-sima con el Padre. ¡Oh Yavé, Dios mío!, has multiplica-do tus maravillas y tus designios en favor nuestro 6.

Cuando en esa bendita Roma —nos decía una veznuestro Padre— me cuentan de alguna instituciónque, al morirse el Fundador o la Fundadora —el OpusDei no ha tenido Fundadora: yo soy Fundador y Fun-dadora, aunque sin fundamento—, sufre una especiede terremoto..., os aseguro que en la Obra no habráningún terremoto. Tengo certeza 7. Ahora damos gra-cias a Dios, que con tanta abundancia ha derrochadosu gracia para hacer cumplida realidad aquella cer-teza de nuestro Fundador.

Es todo gracia de Dios. Permaneciendo muy uni-dos al Padre, lo estamos a nuestro Padre y a DiosNuestro Señor. Para nosotros no hay otro camino,porque sin esa filiación propia de la Obra no viviría-mos como Dios quiere la filiación divina. El Padrerealiza su misión en estrecha unión con nuestro Pa-dre, que continúa gobernando la Obra desde el Cielo.La voz de nuestro Fundador nos llega principalmen-te a través de nuestro Prelado. Somos hijos tambiénde la oración y de la mortificación del Padre. Somosla razón de su vida. El Padre nos lleva en el corazón,a todos y a cada uno; nos da el alimento espiritualpara nuestras almas; guía nuestros pasos como BuenPastor, con desvelo paterno y materno, advirtiéndo-

(6) Ps. XXXIX, 6.(7) De nuestro Padre, Tertulia, 28-IX-1973.

SÁBADO 103

nos de los peligros, congregándonos en unidad de co-razones con sus constantes llamadas a la responsabi-lidad y a la santidad personales.

Con qué alegría y reconocimiento al Señor lee-mos, al cabo de los años, estas frases de nuestro Pa-dre: ¡con el que venga detrás de mí, poneos todos co-mo una pina a su lado!8. Hijos míos, os quiero —nome importa decirlo, porque no exagero— más quevuestros padres. Y estoy seguro que en el corazón delos que me sucedan, encontraréis este mismo cariño—iba a decir que más aunque me parece imposible—,porque tendrán muy metido dentro del alma este espí-ritu tan de familia que informa la Obra entera 9.

CERCA está Yavé de cuantos le invocan, de todoslos que le invocan con verdad. Satisface los deseos delos que le temen, oye sus clamores y los salva 10. To-dos los días, desde todos los rincones de la tierra, su-be al Cielo un clamor incesante por la persona y lasintenciones del Padre. Fe nos pide Dios. Y avivanuestra fe con la constante manifestación de su cer-canía, pues le vemos realizar portentos a través de laoración por nuestro Prelado. Rezamos constantemen-te por la persona y por las intenciones del Padre. Elque encomienda sus intenciones es un buen hijo, si-

(8) De nuestro Padre, Crónica, 1975, p. 1462.(9) De nuestro Padre, Crónica, 1975, p. 1462.(10) Ps. R. (II) (Ps. CXLIV, 18-19).

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gue el camino que Dios nos ha señalado, eleva unapetición grata a Jesucristo, que ha asegurado: todocuanto pidáis en la oración creed que ya lo recibisteisy se os concederá ".

Son bastantes los momentos de nuestra jornadaen los que pedimos por el Padre. En la Santa Misa.En las Preces. Y en tantas otras ocasiones que elamor filial sabe descubrir, en correspondencia a susdesvelos por nosotros. Oración por oración. Amorpor amor. Lo hacemos con gozo, con cariño de hijos.Que nuestra oración sea asidua, muy frecuente, por-que pedir por el Padre es pedir también por la Obraentera y por todas sus labores. Y el Señor nos colma-rá de gracias, veremos realizadas nuestras ansias deextender el Opus Dei sobre la tierra antes, más, me-jor de lo que nunca hubiéramos soñado.

De manera particular encomendamos las inten-ciones de la Misa del Padre. Así, al celebrar la SantaMisa —comentaba nuestro Fundador—, además de serCristo y de saberme rodeado de Angeles, me sabré tam-bién coreado por el clamor de la oración de todos mis hi-jos, y tendré fuerza para urgir al Señor: exaudí oratio-nem meam, et clamor meus ad te veniat! (Ps. Cl, 2) 12.

Junto a la oración, la mortificación. Si algo oscuesta —nos dijo nuestro Fundador—, ofrecedlo pormí para que sea bueno y fiel. ¡Cuántas cosas ofrezco yo

(11) Marc. XI, 24.(12) De nuestro Padre, n. 109.

SÁBADO 105

durante el día por vosotros!13. Lo mismo pude decirahora el Padre: su sacrificado desvelo por nosotrosmerece nuestro vencimiento constante en las cosaspequeñas: pequeñas obras de maravilla delante deDios u. Pensemos si cada jornada, al llegar la hora delexamen, podemos presentar a Dios una medida apre-tada y generosa de mortificación por el Padre. Veréisqué suave —exclamaba nuestro Fundador—, qué fácilse hace lo que iba a resultar desagradable, si os viene elpensamiento: vamos a ofrecerlo por las intenciones delPadre. En lugar de enfadaros, os saldrá una sonrisa.Quizá haréis primero un gesto de disgusto, pero la sonri-sa llega, llena de paz y de alegría. Y el Señor, mientrastanto, nos irá uniendo con unión de intenciones y deafectos, porque hay unión de oración y de sacrificio 15.

Seguros de la ayuda de Nuestra Señora, le pedi-mos que nos enseñe a olvidarnos de nosotros mis-mos y de nuestras cosas, para acordarnos del Padre;que sepamos mostrar con obras, día a día, nuestroamor filial. Para que así el Señor siga bendiciendo ala Obra con la bendición que derramaba sobre lospatriarcas: Yo te llenaré de bendiciones, tu posteri-dad será tan numerosa como las estrellas del cielo,como las arenas de la orilla del mar16.

(13) De nuestro Padre, Noticias X-1960, p. 20.(14) De nuestro Padre, Crónica XII-61, p. 14.(15) De nuestro Padre, Tertulia, 31-XII-1974.(16) Genes. XXII, 17.

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333.

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

—Cristo no sólo hizo cosas buenas, sino que las hizo todasbien, acabadas.—Responsabilidad de trabajar con perfección humana.—De la perfección del trabajo depende nuestra santidad.

ENTRE las muchas alabanzas que dijeron de Jesúslos que contemplaron su vida, hay una que en cierto mo-do comprende todas. Me refiero a aquella exclamación,cuajada de acentos de asombro y de entusiasmo, que es-pontáneamente repetía la multitud al presenciar atónitasus milagros: bene omnia fecit (Marc. VII, 37), todo loha hecho admirablemente bien: los grandes prodigios, ylas cosas menudas, cotidianas, que a nadie deslumhra-ron, pero que Cristo realizó con la plenitud de quien esperfectus Deus, perfectus homo (Símbolo Quicumquej,perfecto Dios y hombre perfecto \

Es la escena que contemplamos hoy en el Evan-gelio. El Señor ha regresado a Galilea, después de unlargo viaje, y enseguida le presentan a un sordomu-do para que lo cure. Jesús lo toma aparte y, tocandosu lengua y sus oídos, le dice: effetha, que significa:ábrete. Al instante se le abrieron sus oídos, quedósuelta la atadura de su lengua y hablaba correcta-

DOMINGO 107

mente 2. Y la gente que supo del prodigio, maravilla-da, pregonó la fama de Jesús.

El Señor no sólo hizo cosas buenas, sino que lashizo todas bien: las supo terminar en los últimos de-talles. Y había de ser así, porque para que haya vir-tud hay que atender a dos cosas: a lo que se hace y almodo de hacerlo3. Para que nuestro trabajo seaagradable al Señor, es preciso —entre otras condi-ciones— que esté realizado con perfección.

Por vocación divina estamos dedicados a Diospara llevarle todas las actividades humanas nobles, ya los hombres que viven a nuestro lado. Y si hiciéra-mos el trabajo de mala manera, con descuido, el Se-ñor no lo querría; porque para que sea aceptable, lavíctima ha de ser sin defecto (...). No ofreceréis nadadefectuoso, pues no sería aceptable 4. Dios no se con-forma con un trabajo mediocre, como tampoco nosconformamos los hombres con un servicio hecho amedias: eso indicaría que hay mala gana, languidezen el amor, poca generosidad.

Toda la vida del Señor me enamora. Tengo, ade-más, una debilidad particular por sus treinta años deexistencia oculta en Belén, en Egipto y en Nazaret. Esetiempo —largo—, del que apenas se habla en el Evan-gelio, aparece desprovisto de significado propio a losojos de quien lo considera con superficialidad. Y, sin

(1) Amigos de Dios, n. 56.

(2) Ev. (B) Marc. VII, 34-35.(3) Santo Tomás, Quodl. 4, a. 19.(4) Levit. XXII, 19-20.

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embargo, siempre he sostenido que ese silencio sobre labiografía del Maestro es bien elocuente, y encierra lec-ciones de maravilla para los cristianos. Fueron añosintensos de trabajo y de oración, en los que Jesucristollevó una vida corriente —como la nuestra, si quere-mos—, divina y humana a la vez; en aquel sencillo eignorado taller de artesano, como después ante la mu-chedumbre, todo lo cumplió a la perfección 5.

La contemplación de la vida oculta del Señor nosayudará a imitarle también en ese hacer bien todaslas cosas: podemos figurarnos que estamos en Naza-ret, en el taller, trabajando con José, junto a Jesús y aMaría. Y la tarea diaria se llenará de nuevo entusias-mo, de nuevas perspectivas. Nos quiere el Señor exten-didos de polo a polo, presentes en todas las encrucijadasdel mundo. Si exaltatus fuero a térra, omnia traham admeipsum floann. XII, 32), cuando sea levantado en altosobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Cristo con suEncarnación, con su trabajo profesional ordinario enNazareth, con su entrega plena al cumplimiento de lalabor mesiánica, con su muerte en la Cruz, es centro dela creación, Rey de todo lo creado.

Que entreguemos plenamente nuestras vidas al Se-ñor Dios Nuestro, trabajando con perfección, cada unoen su tarea profesional y en su estado, sin olvidar quedebemos tener una sola aspiración, en todas nuestrasobras: poner a Cristo en la cumbre de todas las activi-

DOMINGO 109

dades de los hombres, y así contribuiremos a que laluz y la vida de Jesucristo sean gracia, paz y amor pa-ra la humanidad entera 6.

LA EXIGENCIA divina y humana de un trabajobien hecho nos lleva, en primer término, a ser res-ponsables en la formación profesional. Hay queaprovechar el tiempo: el mejoramiento constante enesa preparación siempre es necesario.

Nuestro trabajo es un trabajo en medio del mun-do, y un trabajo profesional. Por eso, al recordaros lanecesidad de trabajar, he de recordaros al mismo tiem-po la necesidad de trabajar bien. No se trata sólo dellenar las horas, sino de trabajar con competencia téc-nica y profesional.

El trabajo no puede ser nunca para vosotros unjuego, que no se toma en serio; ni tampoco cosa de di-lettanti o de aficionados. Qué me importa a mí, queme digan de uno de mis hijos que es, por ejemplo, unmal maestro y un buen hijo mío: si no es un buenmaestro ¿de qué me sirve? Porque, en realidad, no esun buen hijo mío, si no ha puesto los medios para me-jorar en su profesión. Hemos de trabajar como el me-jor de los colegas. Y si puede ser, mejor que el mejor.Un hombre sin ilusión profesional no me sirve \

(5) Amigos de Dios, n. 56.(6) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 41.(7) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 15.

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Al recordar la importancia de nuestro trabajodiario debemos examinarnos, mirar despacio la men-talidad y el modo con que trabajamos, sin miedo aexcedernos. En la vida social, todos trabajan, sean ono jefes de familia: no sólo están en su labor las horasrazonables, las que tienen todos, sino que muchos deellos, llevados por su pasión, o por la necesidad de ob-tener mayores beneficios, dedican más tiempo todavíaal ejercicio de su profesión 8.

Si así trabajan tantas personas —muchas vecessin conocer al Señor—, ¿qué deberemos hacer noso-tros? Hemos de realizar un trabajo serio, y dedicarletodas nuestras energías, toda nuestra capacidad, em-peñándonos con lo mejor que tenemos y somos. Untrabajo así no admite chapuzas, rincones sin termi-nar. No cabe desertar del trabajo, ni disminuir cons-cientemente su rendimiento. El esfuerzo ha de soste-nerse —hora tras hora— a un ritmo intenso, que setraduzca en eficacia de resultados. Si por ahí se tra-baja dura y constantemente, a todas horas, nosotros—decía nuestro Padre— no podemos hacer menos.Sería una vergüenza. Y no sería modo de santificarseni de santificar9.

Trabajo intenso aunque, naturalmente, cuesteesfuerzo y se advierta la fatiga. Es el momento deofrecer al Señor el cansancio y de pedirle ayuda, de

DOMINGO 111

renovar la ilusión apostólica, de no descuidar los de-talles. Si no viviéramos así, parecería —nos ha expli-cado nuestro Fundador— como si la familia sobrena-tural tuviese menos categoría que esa familia que sepodría haber creado con la sangre. Sería falta de senti-do de responsabilidad, falta de peso, sería no quererser santos, no quererse disponer para ser buenos instru-mentos, para servir a Dios 10.

POR EL gran valor humano y social que tiene eltrabajo, pero principalmente por su acción instrumen-tal en la economía de la Redención, obligación nuestraes adquirir —y en grado eminente— la debida prepara-ción profesional n.

Un buen trabajo requiere una cualificación pro-fesional bien desarrollada. Hemos sido llamados asantificarnos en la profesión y el trabajo es, para no-sotros —os lo escribiré tantas veces—, el eje, alrededordel que ha de girar todo nuestro empeño por alcanzarla perfección cristiana: de forma que, al buscar la per-fección sobrenatural, necesariamente hemos de intentartrabajar con perfección humana, cada uno en la pro-pia labor profesional. Por eso, no nos pueden entenderlos que no quieren luchar para no ser chapuceros 12.

Esta perfección del trabajo humano es parte de

(8) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 13.(9) De nuestro Padre, Meditación, 4-III-1963.

(10) De nuestro Padre, Meditación, 4-III-1963.(11) De nuestro Padre, Carla, 14-11-1950, n. 17.(12) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 13.

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nuestra misión. Hijas e hijos míos, el trabajo —laprofesión o el oficio que sea— es fuente de santidad.Si vivimos de este modo nuestra tarea humana, logra-remos la perfección cristiana y, a la vez, santificare-mos ese trabajo y santificaremos a los demás.

Debemos, para eso, hacer nuestra la actitud deCristo Señor Nuestro, que no tuvo más anhelo quecumplir la voluntad de su Padre: meus cibus est, utfaciam voluntatem eius qui misit me, ut perficiamopus eius floann. IV, 34), mi alimento es hacer lavoluntad del que me ha enviado, para dar así cum-plimiento a su obra l3.

La exigencia de santificar la tarea profesionalnos lleva a cumplirla en la presencia de Dios. Reali-zad pues vuestro trabajo —nos dice nuestro P a d r e -sabiendo que Dios lo contempla: laborem manuummearum respexit Deus (Genes. XXXI, 42). Ha de ser lanuestra, por tanto, tarea santa y digna de El: no sóloacabada hasta el detalle, sino llevada a cabo con recti-tud moral, con hombría de bien, con nobleza, con leal-tad, con justicia. De ese modo vuestro trabajo profesio-nal no sólo será recto y santo, sino que, también poreste título, será oración.

Lo diré con palabras de un escritor antiguo, de unPadre de la Iglesia: os enseñaré un medio para alabara Dios todo el día: siempre que hagáis una cosa, ha-cedla bien y habréis alabado a Dios. Cuando cantáis

(13) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 26.

DOMINGO 113

un himno, alabáis a Dios; pero ¿hace acaso algo tulengua, si el corazón no alaba a la vez? ¿Habéis aca-bado de cantar el himno, y vais a comer? Guardaos detodo exceso, y habréis alabado a Dios. ¿Vais a dormir?No os alcéis para hacer el mal, y habréis alabado aDios. ¿Tratáis un negocio? No defraudéis a nadie, yhabréis alabado a Dios. ¿Cultiváis vuestro campo? Nohagáis nunca querellas, y habréis alabado a Dios. Labondad de vuestras acciones es para vosotros un modode alabar a Dios todo el día (San Agustín, Enarr. inPs. XXXIV 2, 16) ".

Nuestra Madre la Virgen nos enseñará a realizarcada día un trabajo más responsable y más intensopara cumplir la Voluntad de Dios. Madre buena, San-ta María, enséñanos a oír en lo hondo del corazón, co-mo un reproche cariñoso tuyo, siempre que sea menes-ter, que el tiempo no es nuestro, porque es del Padredel Cielo 15.

(14) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 26.(15) De nuestro Padre, n. 282.

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LUNES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIII

334.

—Vida interior, para iniciar cualquier labor apostólica.—Vida interior, para sostener la tarea a pesar de las dificul-tades.—Vida interior, para coronar la acción apostólica.

LA SEMILLA de la gracia, que Dios ha puesto ennuestra alma con el Bautismo, es como un injerto devida divina, llamado a crecer. Esta divinización delalma, ese vivir en un orden superior, sobrenatural,no es merecimiento del hombre; excede absoluta-mente sus fuerzas naturales. La vida interior tienesu principio en la gracia, que va acompañada de lasvirtudes infusas y de los dones del Espíritu Santo, yque recibimos por la misericordia de Dios. Y sólopor ellas podemos realizar acciones dignas de la vidaeterna.

Entre todas las virtudes, mantened sobre todo lacaridad —escribe San Pablo—, que es el vínculo dela perfección ]; porque la caridad en cierto modo reú-ne a todas, las vivifica, las hace meritorias, ordenasus actos. Crecer en vida sobrenatural es, en definiti-va, crecer en caridad, en amor a Dios. Y así, con laoración y la mortificación, nos disponemos a recibir

(1) Colos. III, 14.

LUNES 115

la gracia y a desarrollar la vida divina en nosotros.De esa vitalidad sobrenatural serán fruto las obras.Primero, oración; después, expiación; en tercer lugar,muy en "tercer lugar", acción 2.

Recuerda el Concilio Vaticano II que el preceptode la caridad (...) urge a todos los cristianos a procu-rar la gloria de Dios por el advenimiento de su reino,y la vida eterna para todos los hombres: que conoz-can al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo(cfr Ioann. XVII, 13)3. Ese celo apostólico, manifesta-ción exacta de la caridad, nace en el alma como con-secuencia de la vida interior. Por eso escribió nues-tro Padre: es preciso que seas "hombre de Dios", hom-bre de vida interior, hombre de oración y de sacrificio.— Tu apostolado debe ser una superabundancia de tuvida "para adentro"*.

Jesús mismo nos ha dado ejemplo admirable deeste modo de proceder: habiendo venido al mundopara traer la Buena Nueva, vive treinta años de vidaordinaria, de trabajo y oración, antes de lanzarse apredicar. De la vida oculta de Jesucristo has de sacaresta otra consecuencia: no tener prisa..., ¡teniéndola!

Es decir, antes que nada está la vida interior; lodemás, el apostolado, todo apostolado, es un corola-rio 5.

(2) Camino, n. 82.(3) Concilio Vaticano II, decr. Apostolicam acluositalem, n. 3.(4) Camino, n. 961.(5) Forja, n. 708.

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Nuestro Fundador quiso grabar a fuego en nues-tra mente que el fundamento de toda nuestra labor es-tá en una intensa vida interior, en que seamos todoseficaz y realmente contemplativos. Por eso, el primerode nuestros deberes es no sólo fomentar y sostener, sinomejorar continuamente nuestra vida interior y la delos demás: deber especialmente grave para quienes tie-nen en la Obra funciones de gobierno y formación. Te-ned muy en cuenta que sin vida interior no hay verda-dero proselitismo ni obras fecundas: haciéndose la la-bor precaria e incluso ficticia 6.

NO ES la nuestra una empresa humana, sino so-brenatural, y con medios sobrenaturales ha de saliradelante. De nuestro apostolado, debe decirse lo queSan Pablo afirmaba del suyo: no vine a anunciaros elmisterio de Dios con sublime elocuencia o sabiduría,pues no me he preciado de saber otra cosa entre voso-tros sino a Jesucristo, y éste crucificado (...). Mi men-saje, y mi predicación, no se han basado en palabraspersuasivas de sabiduría, sino en la manifestación delEspíritu y del poder7.

De nuevo, vida interior, porque nadie da lo queno tiene, y no podríamos anunciar a Cristo con efica-cia sobrenatural si de Cristo no tuviéramos llena el

(6) De nuestro Padre, 11-II-1967.(7) I Cor. II, 1-5.

LUNES 117

alma con todas sus potencias. Vida interior, tam-bién, para saltar —con la fuerza del amor— todoslos obstáculos. No faltarán, en efecto, las dificulta-des de orden material, de tiempo, de medios...; habráque afrontar la carencia de instrumentos o de doteshumanas, no desanimarse cuando los frutos tardanen llegar. ¿Y cómo es posible todo eso, sin un recioamor de Dios, sin una creciente caridad, sin una vidainterior sólida y pujante?

Cuando falta esa vida sobrenatural, el afán apos-tólico no brota espontáneamente del alma: son sólolas circunstancias externas las que recuerdan, y encierto modo obligan, a hacer apostolado. Las indica-ciones de los Directores no se presentan ya comouna ayuda práctica que facilita y orienta la labor.Resultan más bien como un estímulo externo que,ajeno a los propios gustos y deseos, recuerda moles-tos deberes de conciencia.

En esas circunstancias, si no se reacciona atiempo, trabajando por avivar la propia vida inte-rior, la situación tiende a empeorar. Porque al no en-contrar gusto en la labor apostólica, ni sentido al sa-crificio que comporta, se descuida la oración, se re-huye el trato con Dios y se pierde también el espíritude examen que movería a propósitos decididos. Elapostolado y las prácticas de piedad se vuelven pesa-dos y se comienza a descuidar aún más los deberesespirituales. Se produce un círculo vicioso, porque siel corazón, que ha sido creado para la felicidad, sólo

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encuentra disgusto en la vida espiritual, buscaráotras compensaciones, tal vez lícitas en sí mismas,pero desviadas. Y de ese apagar su sed en la vida na-tural, nacerá un mayor disgusto por los bienes delespíritu, que resultan cada vez más costosos y anti-páticos. Poco a poco, el corazón puede llegar a versetentado por las cosas más bajas, al tiempo que seagrandan las dificultades que, en circunstancias nor-males, se superan con sencillez.

Bien nos previno nuestro Padre contra ese pre-cario equilibrio. Soñaba una vez un conocido mío—nunca le acabo de conocer— que andaba en unavión a mucha altura, pero no dentro, sino sobre lasalas: y padecía terriblemente. Nuestro Señor le daba aentender que así van por las alturas del apostolado lasalmas que no tienen vida interior, con el peligro cons-tante de venirse abajo, sufriendo, inseguras 8. Si pasá-ramos alguna vez por esa situación, habría que acu-dir enseguida a la oración y a la mortificación, quede ordinario no consistirá en imponerse grandes pe-nitencias, sino en la purificación constante y eficazpara cortar los lazos que atan a lo que no es de Dios.

El remedio de los remedios es la piedad. Ejercíta-te, hijo mío, en la presencia de Dios puntualizando tulucha para caminar cerca de El durante el día entero.Que se os pueda preguntar en cualquier momento: ytú, ¿cuántos actos de amor de Dios has hecho hoy,

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(8) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 58.

cuántos actos de desagravio, cuántas jaculatorias a laSantísima Virgen? Es preciso rezar más. Esto hemos deconcluir. Quizá rezamos todavía poco, y el Señor espe-ra de nosotros una oración más intensa por su Iglesia.Una oración más intensa entraña una vida espiritualmás recia, que exige una continua reforma del cora-zón: la conversión permanente. Piensa esto, y saca tusconclusiones '.

SUCEDE algunas veces —dice San Ambrosio—que hay una actividad exuberante y una interioridadendeble, como cuando uno ha recibido el sacramentosalvador del Bautismo, pero no se aplica a conocerlos preceptos de las distintas virtudes. Y suele ocurrirentonces que, por el descuido de la vida interior, sepierde el fruto de la acción 10.

Sin vida interior no es posible llevar una laborcomo lo exige el espíritu de la Obra, porque nos ocu-pamos, sólo y exclusivamente, de una tarea espiritual.La alternativa es indudable: o secundamos el ímpetudel Espíritu Santo, que nos lleva a servir al Señor conalegría —con espíritu filial— o nos arrastrará el espíri-tu propio, nuestra soberbia: y entonces fácilmente que-daremos a merced del diablo, porque sólo el Espíritudivino posee la fuerza definitiva para arrojar lejos aSatanás. Meditad, por tanto, en la importancia de en-

(9) De nuestro Padre, Carta, 14-IM974, n. 15.(10) San Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam 1, 9.

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trar por caminos de oración, que así se recorren lassendas de docilidad a la gracia n. E insiste nuestroPadre: todo el designio del diablo, me atrevo a asegu-rar, está centrado en disuadir a los hombres de perse-verar en la oración, porque la oración es el modo deintroducirse en la amistad con Dios 12, y fuera de esaamistad con Dios, todo apostolado es ficción conde-nada a la esterilidad. ¿Acaso se cosechan uvas de losespinos o higos de las zarzas? 13.

Algún fruto podría haber, porque a fin de cuen-tas somos instrumentos en las manos de Dios, y delmismo modo que las medicinas corporales que utili-zan los hombres no aprovechan sino a quienes Diosda la salud (...), de un modo análogo, la ayuda de lasenseñanzas humanas aprovecha al alma cuando elque obra para que aproveche es Dios, que podría daral hombre el Evangelio sin los hombres y sin media-ción de hombre u. Pero generalmente Dios disponeque con nuestras oraciones se obtenga lo que ha dis-puesto 15, para que nos demos cuenta de que en esohay que recurrir al auxilio divino 16. Y así, el frutoapostólico depende normalmente de la vida interiordel que lo realiza. En cambio, con grandes dotes hu-manas y buenos instrumentos de apostolado, pero

LUNES 121

(11) De nuestro Padre, Carta, 14-11-1974, n. 16.(12) De nuestro Padre, Carta, 14-11-1974, n. 16.(13) Matlh. VII, 16.(14) San Agustín, De doctrina christiana 4, 16, 33.(15) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 83, a. 2, ad 2.(16) ¡bid., ad 1.

sin vida de oración, la eficacia sería nula; podría ha-ber frutos aparentes, pero poco duraderos.

Oración, pues, para reconocer que sin el Señornada podemos, y para identificar nuestra voluntadcon la de Dios. No se haga mi voluntad, sino la tu-ya ", debemos orar con Cristo Redentor. Mortifica-ción para cortar todos los lazos que atan el alma alas criaturas, que agotan sus energías y la dejan cie-ga para las cosas de Dios. Si el grano de trigo nomuere al caer en tierra, queda infecundo; pero simuere, produce mucho fruto 18. Cuanta más vida inte-rior haya, mayores serán los frutos de apostolado.Los medios para sostener y mejorar esa vida interior,que es fundamento y raíz de nuestra eficacia, los cono-céis bien: nuestras Normas y Costumbres, el cumpli-miento delicado y constante de nuestras Normas de vi-da. Meditad y haced meditar esto que os digo, y sacadlas consecuencias prácticas necesarias para vuestra vi-da personal y para vuestra labor de gobierno y forma-ción 19.

Pidamos a Nuestra Señora que nos alcance deDios esa vida interior —oración y sacrificio— que escondición para la eficacia de nuestra labor de almas.

(17) Luc. XXII, 42.(18) loann. XII, 24.(19) De nuestro Padre, 11-11-1967.

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335.

MARTES

—Los Apóstoles eran hombres con defectos, pero dejaronobrar a la gracia.—Humildad para ver que toda la eficacia viene de Dios.—Estar muy unidos al Señor por la correspondencia a lagracia y la obediencia.

EN AQUELLOS días, el Señor salió al monte aorar, y pasó toda la noche en oración a Dios. Cuandose hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a docede entre ellos, a los que denominó Apóstoles K

La escena de la vocación de los Doce Apóstoles,que leemos en el Evangelio de la Misa de hoy, nos in-vita a considerar una vez más nuestra vocación apos-tólica. Vamos a meditarla despacio, rogando a esossantos testigos del Señor que sepamos seguir a Cristocomo ellos lo hicieron 2.

Muchos defectos tenían los primeros Doce, cuan-do los llamó el Señor; pero supieron limarlos poco apoco, con su correspondencia a la gracia. En una desus homilías, nuestro Padre nos invita a considerareste hecho para que también nosotros nos animemosa pelear contra nuestros defectos.

(1) Ev. (Luc. VI, 12-13).{2) £5 Cristo que pasa, n. 2.

MARTES 123

Aquellos primeros apóstoles —a los que tengo grandevoción y cariño— eran, según los criterios humanos,poca cosa. En cuanto a posición social, con excepciónde Mateo, que seguramente se ganaba bien la vida yque dejó todo cuando Jesús se lo pidió, eran pescado-res: vivían al día, bregando de noche, para poder lo-grar el sustento.

Pero la posición social es lo de menos. No eran cul-tos, ni siquiera muy inteligentes, al menos en lo que serefiere a las realidades sobrenaturales. Incluso losejemplos y las comparaciones más sencillas les resulta-ban incomprensibles, y acudían al Maestro: Domine,edissere nobis parabolam (Matth. XIII, 36), Señor, ex-plícanos la parábola. Cuando Jesús, con una imagen,alude al fermento de los fariseos, entienden que les es-tá recriminando por no haber comprado pan (cfr.Matth. XVI, 6-7).

Pobres, ignorantes. Y ni siquiera sencillos, llanos.Dentro de su limitación, eran ambiciosos. Muchas ve-ces discuten sobre quién sería el mayor, cuando —se-gún su mentalidad— Cristo instaurase en la tierra elreino definitivo de Israel. Discuten y se acaloran du-rante ese momento sublime, en el que Jesús está a pun-to de inmolarse por la humanidad: en la intimidad delCenáculo (cfr. Luc. XXII, 24-27).

Fe, poca. El mismo Jesucristo lo dice (cfr. Matth.XIV, 31; XVI, 8; XVII, 17; XXI, 21). Han visto resu-citar muertos, curar toda clase de enfermedades, multi-plicar el pan y los peces, calmar tempestades, echar

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demonios. San Pedro, escogido como cabeza, es el úni-co que sabe responder prontamente: Tú eres el Cristo,el Hijo de Dios vivo (Matth. XVI, 16). Pero es una feque él interpreta a su manera (...).

Aquellos hombres de poca fe, ¿sobresalían quizáen el amor a Cristo? Sin duda lo amaban, al menos depalabra. A veces se dejan arrebatar por el entusiasmo:vamos y muramos con El (Ioann. XI, 16). Pero a la ho-ra de la verdad huirán todos, menos Juan, que de ve-ras amaba con obras. Sólo este adolescente, el más jo-ven de los apóstoles, permanece junto a la Cruz. Losdemás no sentían ese amor tan fuerte como la muerte(cfr. Cant. VIII, 6).

Estos eran los Discípulos elegidos por el Señor; asílos escoge Cristo; así aparecían antes de que, llenos delEspíritu Santo, se convirtieran en columnas de la Igle-sia (cfr. Galat //, 9). Son hombres corrientes, con de-fectos, con debilidades, con la palabra más larga quelas obras. Y, sin embargo, Jesús los llama para hacerde ellos pescadores de hombres (cfr. Matth. IV, 19), co-rredentores, administradores de la gracia de Dios 3.

YO OS he elegido a vosotros, y os he destinadopara que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto perma-nezca 4. También a nosotros nos ha llamado Jesucris-

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to a su Obra, conociendo perfectamente nuestros de-fectos. Sin gran dificultad podríamos encontrar ennuestra familia, entre nuestros amigos y compañeros,por no referirme al inmenso panorama del mundo,tantas otras personas más dignas que nosotros para re-cibir la llamada de Cristo. Más sencillos, más sabios,más influyentes, más importantes, más agradecidos,más generosos.

Yo, al pensar en estos puntos, me avergüenzo. Perome doy cuenta también de que nuestra lógica humanano sirve para explicar las realidades de la gracia. Diossuele buscar instrumentos flacos, para que aparezca

I con clara evidencia que la obra es suya 5.¡Qué seguridad tan grande, saber que es Dios, y

no nuestra flaqueza, lo que permite llevar a cabo lalabor de almas! Esto exige mucha humildad, para noponer nunca obstáculos a la acción de la gracia. Por-que en la base de la vocación están el conocimiento denuestra miseria, la conciencia de que las luces que ilu-minan el alma —la fe—, el amor con el que amamos—la caridad— y el deseo por el que nos sostenemos—la esperanza—, son dones gratuitos de Dios. Por eso,no crecer en humildad significa perder de vista el ob-jetivo de la elección divina: ut essemus sancti, la santi-dad personal.

Ahora, desde esa humildad, podemos comprendertoda la maravilla de la llamada divina. La mano de

(3) Es Cristo que pasa, n. 2.(4) Allel. {Ioann. XV, 16). (5) Es Cristo que pasa, n. 3.

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Cristo nos ha cogido de un trigal: el sembrador aprietaen su mano llagada el puñado de trigo. La sangre deCristo baña la simiente, la empapa. Luego, el Señorecha al aire ese trigo, para que muriendo, sea vida y,hundiéndose en la tierra, sea capaz de multiplicarse enespigas de oro 6.

De nuestra parte hace falta responsabilidad, por-que no somos instrumentos inertes, sin vida, sino se-res inteligentes y libres, que deben poner la inteli-gencia, la voluntad y el corazón: los instrumentos nopueden estar mohosos 7. Hemos de tener afán de for-marnos, de estar preparados, pero sin olvidar que ennuestra labor sobrenatural el fundamento es la ac-ción de Dios omnipotente. Esta consideración debellenarnos de confianza, sobre todo cuando nos sinta-mos incapaces de llevar a cabo una labor o de supe-rar unas dificultades.

Ver los propios defectos es una gracia del Señor;nos da una dimensión más profunda de la necesidadde ser dóciles en manos de Dios. Y como queremosser buenos instrumentos, cuanto más pequeños y mise-rables nos sintamos con verdadera humildad, todo loque nos falte lo pondrá Nuestro Señor 8. Convencidosde que la luz y el calor que atrae a las almas procedede lo que, en medio de nuestros errores personales,logramos reflejar del espíritu que el Señor ha dado a

(6) £5 Cristo que pasa, n. 3.(7) Camino, n. 486.(8) De nuestro Padre, Cana, 24-111-1931, n. 26.

MARTES 127

la Obra, hemos de trabajar, a pesar de nuestros defec-tos y de nuestros errores, tratando de irlos venciendopoco a poco con nuestra lucha interior 9.

PRESTA oídos a las palabras de mi boca 10, nosdice el Señor. Porque a veces queremos actuar pornuestra cuenta, sin reconocer que todo el poder y elobrar viene de Dios. Hemos de estar muy unidos alSeñor para ser eficaces. Y eso requiere, de nuevo,humildad. Sin humildad no podemos jamás servir efi-cazmente, porque no sentiremos la necesidad de aban-donarnos confiadamente a la acción de la gracia, notendremos el impulso continuo de acudir a Dios comoa nuestra única fuerza. Y no alcanzaremos del Señorlos favores que nos tiene reservados n.

Hay que estar unidos al Señor, tratarle en laEucaristía, acudir a la oración. Con la gracia, Diosestá metido en el centro de tu alma y de la mía. Y es-tá para algo: para que tengamos más sal y para queadquiramos mucha luz y mucha gracia, y sepamos re-partir esos dones de Dios, cada uno desde su puesto.¿Y cómo podremos repartir esos dones de Dios? (...).Con humildad, con piedad y con unión. ¿Os acordáisde la vid y los sarmientos? ¡Qué fecundidad la del sar-miento unido a la vid! ¡Qué racimos generosos! ¡Y qué

(9) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 18.(10) Ps. LXXVII, 1.(11) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 90.

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esterilidad la del sarmiento separado, que se seca ypierde la vida!; y si ya tenía racimos, se los comen losgusanos 12.

Unión con Cristo, también por la obediencia.¿Cómo podríamos ser buenos instrumentos, si nossustrajésemos a lo que es voluntad expresa de Dios?Obedeced, como en manos del artista obedece un ins-trumento —que no se para a considerar por qué haceesto o lo otro—, seguros de que nunca se os mandarácosa que no sea buena y para toda la gloria de Dios 13,poniendo en la ejecución de lo que se nos confía to-das las fuerzas de la inteligencia y de la voluntad. Ylos que hacen cabeza son quienes con más fidelidadnecesitan vivir la virtud santa de la obediencia: por-que, en primer lugar, han de identificarse con sus Di-rectores inmediatos; y además, han de acomodarsesiempre al espíritu y a las normas de la Obra u. Todala inteligencia y la iniciativa puesta para ser buenosinstrumentos, tiene su razón de ser y se justifica enla medida en que queremos cumplir la Voluntad deDios.

Y para eso, humildad, hijos míos, insiste nuestroPadre. Contad con las bendiciones de Dios, con vues-tros deseos, con vuestros planes de trabajo, con vues-tras dificultades, pero no olvidéis que entre esas difi-cultades tenéis que poner siempre vuestra falta de san-

(12) De nuestro Padre, Meditación, 20-1-1967.(13) Camino, n. 617.(14) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 35.

MARTES 129

tidad personal y la mía. Seremos buenos instrumentos,si somos cada día mejores 15.

Unidos así a Cristo, por la lucha ascética y laobediencia, apoyados en nuestra humildad, que esapoyarse en Dios, llevaremos adelante la labor quese nos haya encomendado, a pesar de nuestros erro-res. Más aún, porque tenemos errores y defectos, yvemos nuestra insuficiencia y la necesidad de acudiral Señor, seremos buenos instrumentos en sus ma-nos. Seremos apóstoles.

Pongamos los ojos en la Virgen María. Ella, quese reconoció poca cosa, cooperó de tal modo conDios que fue llena de gracia 16, y de sus manos reci-ben todos la gracia de la salvación.

(15) De nuestro Padre, Meditación, 20-1-1967.(16) Luc. I, 28.

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MIÉRCOLES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIII

336.

—Vivir la santa pureza es una tarea positiva, de amor.—La modestia y la templanza, necesarias para la pureza.—Una vida de trabajo intenso ayuda a vivir la pureza.

SI HABÉIS resucitado con Cristo, buscad las co-sas de arriba, donde Cristo está sentado a la derechade Dios; gustad las cosas de arriba, no las de la tie-rra '. San Pablo nos invita a poner nuestro corazónen el Cielo, donde el Señor reina glorioso, y a des-prendernos de las cosas terrenas. Esto lleva consigo,entre otras muchas cosas, la necesidad de vivir lacastidad, virtud que nuestro Padre nos enseñó a con-siderar siempre de una manera positiva: porque lapureza es consecuencia del amor, con el que hemos en-tregado al Señor el alma y el cuerpo, las potencias ylos sentidos 2.

Sólo el amor nos mueve a entregar la vida ente-ra al Señor, y a dedicarnos completamente al aposto-lado en nuestro trabajo. Y sólo el amor de Dios escapaz de conservar la pureza de corazón que nos esindispensable para esa vida de servicio. No se tratade una renuncia, sino de una afirmación gozosa, de

(1) L. 1 (I) (Cotos. III, 1-2).(2) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 75.

MIÉRCOLES 131

una entrega libre y alegre. Tu castidad —insiste nues-tro Padre— no se puede limitar a evitar la caída, laocasión..., no puede ser de ninguna manera una nega-ción fría y matemática. ¿ Te has dado cuenta de que lacastidad es una virtud y, como tal, debe crecer y per-feccionarse? No te basta, pues, ser continente —segúntu estado— sino casto, con virtud heroica. Es una afir-mación, un acto positivo, que ha de responder a la pe-tición divina: praebe, fili mi, cor tuum mihi et oculitui vias meas custodiant; dame, hijo mío, tu corazón, ypon tus ojos en mis caminos (Prov. XXIII, 26)3.

Sabemos que hay lucha en nuestro mismo cuer-po —decía San Agustín—; nuestra vida es un comba-te, y el combate un peligro; y nosotros no podemosvencer sino por favor de quien nos ama (...). ¿Quieresque tu carne obedezca a tu alma? Sirva tu alma aDios. Para gobernar, debes dejarte gobernar*. Granparte de esa lucha positiva que nuestro Fundadornos ha enseñado a vivir en materia de pureza, debepartir dé esta realidad.

La santa pureza la da Dios cuando se pide conhumildad 5, escribió nuestro Padre. Y la humildaddescansa sobre el fundamento de la verdad: la ver-dad de nuestra condición humana, flaca e inclinadaal mal, pero redimida por el Señor. Nosotros iremosadelante, con la gracia de Dios, no como ángeles —que

(3) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 122(4) San Agustín, Sermo 128, 5.(5) Camino, n. 118.

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eso sería un desorden, porque los ángeles tienen otranaturaleza—, sino como hombres limpios, fuertes, ¡nor-males!: lo que hacen tantos en la tierra por un hogar,lo que hicieron nuestros padres con una vida de cris-tiana fidelidad, hagámoslo nosotros por el Amor de losamores. Amad mucho, por tanto, la santa pureza, invo-cad a Nuestra Madre del Amor Hermoso, Santa María,y perseveraremos —alegres y sobrenaturalmente fecun-dos— en este Camino divino de nuestra Obra.

Si alguna vez sentís que está en peligro esa graciaque Dios nos ha hecho, no os debéis extrañar, porque—ya os lo he dicho— somos de barro: habemus autemthesaurum istum in vasis fictilibus (II Cor. IV, 7): unavasija de barro para llevar un tesoro divino. No te ha-blo para ahora: te hablo por si acaso, alguna vez, sien-tes que tu corazón vacila. Para entonces te pido, desdeeste momento, una fidelidad que se manifieste en elaprovechamiento del tiempo y en dominar la soberbia,en tu decisión de obedecer abnegadamente, en tu em-peño por sujetar la imaginación: en tantos detalles pe-queños, pero eficaces, que salvaguardan y a la vez ma-nifiestan la calidad de tu entregamiento 6.

SI HEMOS dado nuestro corazón al Señor, ha dehaber lucha, lucha de amor, para que el amor deDios crezca en nuestra alma. ¿Y cómo plantear esta

(6) De nuestro Padre, Carra, 24-111-1931, n. 45.

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batalla que dirige el amor? Lejos de los muros de lafortaleza, en las defensas: el pudor y la modestia sonhermanos pequeños de la pureza 7. Hemos de cuidaresas virtudes, que son su salvaguarda. Tener contro-lados los sentidos, ser prudentes. Así la lucha es hu-milde, y el Señor nos alcanzará la victoria.

La templanza ayuda también a obtener la nece-saria fuerza para mantenernos limpios, fieles. Tem-planza en las comidas: la mortificación habitual quenos mantiene despiertos y avisados, porque la gulaes la vanguardia de la impureza8, y el enemigo puedeconseguir pequeños éxitos introduciéndose furtiva-mente en este campo. Templanza también en las con-versaciones, que han de tener, hasta en la forma, eltono de Cristo: toda impureza o avaricia ni se nom-bre entre vosotros, como conviene a los santos; ni pa-labras torpes, ni conversaciones vanas o tonterías,que no convienen9, escribe San Pablo. Y nuestroFundador concreta: nunca hables, ni para lamentarte,de cosas o sucesos impuros. —Mira que es materia máspegajosa que la pez. —Cambia de conversación, y, sino es posible, sigúela, hablando de la necesidad y her-mosura de la santa pureza, virtud de hombres que sa-ben lo que vale su alma 10.

No podemos dialogar con la tentación. A veces, lafalta de decisión para cortar puede significar una

(7) Camino, n. 128.(8) Camino, n. 126.(9) Ephes. V, 3-4.(10) Camino, n. 131.

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búsqueda mezquina de fáciles compensaciones, y esoya sería un enfriamiento en el amor. Mortificad, pues,lo que hay de terreno en vuestros miembros: la forni-cación, la impureza, las pasiones, la concupiscenciamala (...), y lejos de vosotros la palabra deshonesta ".

Con esa pelea positiva, hablando siempre deamor a Dios, mostramos que la castidad es posible, yque es fuente de alegría. Hace falta una cruzada devirilidad y de pureza que contrarreste y anule la laborsalvaje de quienes creen que el hombre es una bestia.

— Y esa cruzada es obra vuestra u.Ha de ser una lucha serena, constante, en todos

los frentes, porque en todos se desarrolla esa propa-ganda rastrera que tantas energías espirituales apa-ga. Con el testimonio de nuestra vida limpia, llevare-mos muchas almas a Dios. Vivamos delicadamente lacastidad —cada uno en su estado: solteros, casados,viudos, sacerdotes—, que hace a los hombres recios yseñores de sí mismos, les da optimismo, alegría y forta-leza; les acerca a Jesucristo, Nuestro Señor, y a nuestraMadre Santa María; y es condición indispensable paranuestro servicio a la Iglesia y a las almas 13.

HAY ADEMAS un medio que ayuda a vivir lacastidad, ya recomendado por los Santos Padres, y

(11) L. /(I) (Cotos. III, 5.8).(12) Camino, n. 121.(13) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 66.

MIÉRCOLES 135

que siempre se nos recuerda en la Obra: el trabajo.El trabajo serio y constante, vivido con espíritu desacrificio, es un medio de defensa eficaz. Todos lospecados —me has dicho— parece que están esperandoel primer rato de ocio. ¡El ocio mismo ya debe ser unpecado!

—El que se entrega a trabajar por Cristo no ha detener un momento libre, porque el descanso no es nohacer nada: es distraemos en actividades que exigenmenos esfuerzo 14.

Ciertamente, nuestro deber de trabajar tiene ra-zones más altas. No trabajamos para distraernos, pa-ra alejar a los sentidos del peligro de impureza, sinopor vocación divina: porque buscamos la santidadprecisamente en y por medio del trabajo profesional.En la calidad y rectitud de nuestra tarea está com-prometida la vocación entera. Por eso nuestro Padrepone en guardia a sus hijos contra una dificultad,que es el peligro del aburguesamiento, en la vida pro-fesional o en la vida espiritual; el peligro de sentirsesolterones, egoístas, hombres sin amor. Tened siemprepresente que es el Amor —el Amor de los amores— elmotivo de nuestro celibato: no somos por tanto soltero-nes, porque el solterón es una desgraciada criatura quenada sabe de amor.

Si alguno cayera en el lazo de esta tentación, acu-did en su ayuda prontamente; porque —si no desecha

(14) Camino, n. 357.

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ese pensamiento—, saldrá fuera de la barca, se mar-chará fuera del camino, fuera de nuestro hogar: perde-rá la vocación 15.

Si alguna vez notamos que en nosotros mismos oen nuestros hermanos se apaga la ilusión profesio-nal, debemos examinarnos, hacer la corrección opor-tuna. Es mucho lo que está en juego. Porque ese tra-bajo es exigencia de nuestro amor al Señor; y si faltael amor, se pone en peligro la pureza, se llega al des-camino.

En la Obra tenemos también un medio seguro yeficaz: la sinceridad. Esta virtud siempre estaba enboca de nuestro Fundador: si sois sinceros, seréis fie-les; y vale la pena 16.

La Virgen María, Mater pulchrae dilectionis, nosdará la humildad, la reciedumbre, la sinceridad, pa-ra ser siempre fieles al compromiso de amor que he-mos adquirido con su Hijo. Tienes que decirle a laVirgen, ahora mismo, en la soledad acompañada de tucorazón, hablando sin hacer ruido de palabras: Madremía, este pobre corazón mío se rebela algunas veces...Si tú me ayudas... Y te ayudará para que lo guardespuro y sigas por donde Dios te haya llamado: la Vir-gen te llevará a cumplir la voluntad de Dios 17.

Adoración de los pastores.Cerámica en la Iglesia prelaticiade Santa María de la Paz.

(15) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 84.(16) De nuestro Padre, n. 246.(17) De nuestro Padre, Tertulia, 29-111-1970.

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JUEVES 137

337.

JUEVES

—Para nuestra vida interior, necesitamos tener doctrina.—La doctrina debe llevarnos a la vida de piedad.—Doctrina y piedad, necesarias para el apostolado.

HIJAS e hijos míos (...), entregarse a Dios, quieredecir en primer término conocer a Dios. De ahí la ne-cesidad de la formación filosófica y teológica y deltrato con Nuestro Señor1. El que trata a Dios y leama, se siente movido a conocerle cada vez más; nose contenta con un conocimiento superficial, sinoque busca penetrar profundamente en todo lo que serefiere a El. Muy inútil es la piedad, escribe San Gre-gorio, SÍ falta la discreción dé la ciencia 2. Una vidainterior sin la oportuna doctrina, sin el combustibledel saber de Dios, no puede ser auténtica. Sería, a lomás, una apariencia de hoguera, pronta a apagarseapenas se presente alguna aridez del sentimiento,apenas comiencen las dificultades.

Desde que llegamos a la Obra, nos insistieron enla necesidad de adquirir doctrina. Sin una adecuadaformación, nada podemos hacer. La santidad y elapostolado: éstos son los fines que nos proponemos cor-porativamente. Y para lograr estos fines, necesitamos

(1) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XIM941, n. 25.(2) San Gregorio Magno, Moralia 1, 32.

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formación. Para nuestra santidad, doctrina. Para elapostolado, doctrina. Y para la doctrina, tiempo, enlugar oportuno, con los medios oportunos. No espera-mos unas iluminaciones de Dios, que no tiene por quédarnos, cuando nos da unos medios humanos concre-tos: el estudio, el trabajo 3.

Piedad. Piedad ilustrada, insiste nuestro Padre:a eso van los Cursos de Formación, lo mismo que lasclases de Apologética, que se vienen dando y han dedarse siempre en nuestras casas 4. Necesitamos saberlo que es de fe, para defenderlo sin transigencias, ylo que, en cambio, es simple opinión, más o menosfundada. Necesitamos, en una palabra, ser personasde criterio: la lealtad exige hambre de formación, por-que —movido por un amor sincero— no deseas correrel riesgo de difundir o defender, por ignorancia, crite-rios y posturas que están muy lejos de concordar conla verdad 5.

Si hemos sabido asimilar esta doctrina, por me-dio del estudio, tendremos la capacidad para enjui-ciar las opiniones y corrientes de pensamiento, lasteorías culturales y los hechos de la vida pública ysocial con mentalidad cristiana. Lo que leemos todoslos días, las noticias, las opiniones que recogemos enla calle, si tenemos sentido sobrenatural, nos move-

(3) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 67.(4) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, n. 246.(5) Surco, n. 346.

JUEVES 139

rán a la oración, a la acción de gracias, al desagra-vio, a la urgencia en el apostolado.

¡No me dejéis los libros!, insiste nuestro Padre.Con piedad de niños y doctrina de teólogos b. Aprove-chadme los medios que se os dan. Poned una preocu-pación especial por cumplir muy bien las Normas. Es-cuchad en clase con empeño y tomad vuestras notas,para después leerlas en algún momento oportuno. Te-ned más devoción cada día a Nuestro Señor en el Sa-grario y a la Santísima Virgen 1.

NADA es la ciencia —escribe San Gregorio—, síno tiene la utilidad de la piedad8. Todo lo que estu-diamos tiene que traducirse en vida interior. Tene-mos que vivir vida de piedad; sin piedad no podremoshacer nada. Hay que estar muy unidos al Señor9. Paraesto necesitamos la ayuda del Espíritu Santo, puesel Hijo, siendo Verbo, nos entregó la doctrina; pero elEspíritu Santo nos hace capaces de entenderla 10, y deincorporarla a nuestra vida.

Hay una ciencia —escribe nuestro Padre— a laque sólo se llega con santidad: y hay almas oscuras,ignoradas, profundamente humildes, sacrificadas, san-tas, con un sentido sobrenatural maravilloso: Yo teglorifico, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque

(6) De nuestro Padre, Crónica VII-1956, p. 23.(7) De nuestro Padre, Noticias VII-55, p. 10.(8) San Gregorio Magno, Moralia 1, 32.(9) De nuestro Padre, Crónica VII-59, p. 21.(10) Santo Tomás, Super Evangelium Sancti loannis lectura 14, 26.

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has tenido encubiertas estas cosas a los sabios y pru-dentes, y las has revelado a los pequeñuelos (Matth.XI, 25). Un sentido sobrenatural que no raramente fal-ta en las disquisiciones hinchadas de presuntos sabios:evanuerunt in cogitationibus suis, et obscuratum est in-sipiens cor eorum, dicentes enim se esse sapientes stultifacti sunt (Rom. /, 21 y 22); disparataron en sus pensa-mientos, y quedó su insensato corazón lleno de tinie-blas; y, mientras se jactaban de ser sabios, pararon enser necios.

Estoy persuadido —y tengo experiencias concre-tas— de que esas almas sencillas son poderosas delantede Dios, y obran con sus oraciones prodigios apostóli-cos que pasan inadvertidos a los hombres n. Compren-demos muy bien lo que nuestro Fundador nos decía,después de hablarnos de la necesidad de adquirirdoctrina: yo, por mi parte, quisiera además tener la fecandida de la última viejecita, que suspira de amor enun rincón de una iglesia u.

Hay que estudiar la teología con amor a Dios. Anuestro Padre le dolía que se tratara a Dios sin pie-dad, sin cariño, como objeto de simple curiosidad, co-mo mercancía de bajo precio n. Y nos enseñaba quela verdad es siempre, en cierto modo, algo sagrado:don de Dios, luz divina que nos encamina hacia Aquélque es la Luz por esencia. Y esto sucede especialmente

(11) De nuestro Padre, Carla, 8-VIIM956, n. 42.(12) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII1941, nota 157.(13) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 24.

JUEVES 141

cuando la verdad se considera en el orden sobrenatu-ral: hay pues que tratarla con respeto, con amor H.

Tenemos que grabar muy dentro del corazón, pa-ra resistir a cualquier tentación de superficialidad,que la ciencia hincha pero la caridad es la que edifi-ca n, como enseña San Pablo en una de las lecturas dela Misa de hoy; y que la piedad es fruto de la caridad.Más aún: estamos persuadidos de que esa verdad divi-na, que llevamos, nos trasciende: que nuestras palabrasresultan insuficientes para expresar toda su riqueza,que es incluso posible que no la entendamos con pleni-tud y que hagamos el papel de quien transmite un men-saje que él mismo no comprende del todo 16. Por tanto,¡vida de piedad, hijos míos! Habéis de llevar la semillade la doctrina con la semilla de la piedad n.

NADIE después de encender una antorcha la tapacon una vasija, ni la mete debajo de la cama, sino quela pone sobre un candelero, para que dé luz (Luc.VIH, 16). Hijo mío, tú eres sal, luz y levadura, y nopuedes dejar de llevar esa luz hasta el último rincónde la sociedad 18.

Te hablé de la necesidad de que tengas doctrina,buena doctrina, para meter la verdad, la luz, el bien,

(14) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 24.(15) L. I (II) (I Cor. VIII, 1).(16) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 25.(17) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-1X1950, nota 70.(18) De nuestro Padre, Crónica XII-64, p. 60.

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el amor a la libertad, el sentido responsable de la vi-da, en todas las clases de la sociedad y así sembrar lapaz y la alegría; porque todos los apostolados delOpus Dei se reducen a uno solo: dar doctrina, luz.Donde hay un alma del Opus Dei, hay una brasa en-cendida que prende fuego, da luz y calor, en una acti-vidad inadvertida, pero siempre fecunda 19.

Nadie después de encender una antorcha la tapacon una vasija 20. ¿Qué es lo que puede obscureceresa luz, lo que puede impedir su brillo? La falta depiedad, la falta de vida interior. Por eso nos decíanuestro Padre: sacaréis la eficacia sobrenatural deltrato con Cristo, alimentado en la vida interior, de mo-do que podáis decir: y mi modo de hablar, mi predica-ción, no fue con palabras persuasivas de humano sa-ber, pero sí con los efectos sensibles del espíritu y dela virtud (I Cor. //, 4) ».

Sin vida interior, sin piedad, de nada valen laspalabras persuasivas. San Agustín aconseja, a quienquiera comunicar esa luz de Dios, que al hablar hagacuanto esté de su parte para que se le escuche inteli-gentemente, con gusto y docilidad. Pero no dude deque si logra algo, y en la medida que lo logra, es máspor la piedad de sus oraciones que por sus dotes ora-toñas. Por tanto, orando por aquellos a quienes ha dehablar, sea antes varón de oración que de peroración.

(19) De nuestro Padre, Crónica XII-64, pp. 61-62.(20) Luc. VIII, 16.(21) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 48.

JUEVES 143

Y cuando se acerque el momento de hablar, antes decomenzar a decir palabras, eleve a Dios su alma se-dienta, para derramar lo que bebió y exhalar de loque se llenó 22.

Hemos de andar por la vida como apóstoles, conluz de Dios, con sal de Dios. Con naturalidad, perocon tal vida interior, con tal espíritu del Opus Dei,que alumbremos, que evitemos la corrupción y lassombras que hay alrededor23. No basta conocer lasverdades reveladas: hay que meditarlas en la oracióny aplicarlas a la vida cotidiana. Así moveremos a losdemás con el ejemplo de una palabra viva, que estápresente en nuestro mismo actuar, que atrae, queconvence.

"Sancta María, Sedes Sapientiae" —Santa María,Asiento de la Sabiduría. —Invoca con frecuencia de es-te modo a Nuestra Madre, para que Ella llene a sushijos, en su estudio, en su trabajo, en su convivencia,de la Verdad que Cristo nos ha traído 2*.

(22) San Agustín, De doctrina christiana 4, 15, 32.(23) De nuestro Padre, Meditación, 3-XH-1961.(24) Surco, n. 607.

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338.

VIERNES

—Es necesario sujetar el cuerpo a servidumbre.—La mortificación del cuerpo, participación en la Cruz deCristo.

—Generosidad en la mortificación corporal. Las mortifica-ciones extraordinarias.

CASTIGO mi cuerpo y lo someto a servidumbre—decía San Pablo—, no sea que, habiendo predicadoa otros, sea yo reprobado '.

Todo nuestro ser —también el cuerpo— está en-tregado al servicio de Dios; pero a veces se resiste acumplir su papel de instrumento, y —para que no serebele— hay que tenerlo sujeto. Formado del barrode la tierra, con la triste herencia del pecado, tiendea vivir una vida animal, cuyo paradero es la muerte:si vivís según la carne, moriréis; si con el espíritu ha-céis morir las obras del cuerpo, viviréis 2.

El bautismo inicia en el alma la vida de la gra-cia, y nos incorpora a la Iglesia; pero hay algo ennosotros que continúa gravitando hacia abajo. Auncuando vivo ya en el cuerpo de Cristo —dice SanAgustín—, sin embargo, llevo un cuerpo pecador:exígele, mortifícalo, y eso será un buen sacrificio

(1) L. I (II) (I Cor. IX, 27).(2) Rom. VIII, 13.

VIERNES 145

que ofrecer a Dios 3. Es menester tenerlo a raya, pa-ra que no sea un estorbo, sino un siervo que se es-fuerce en el servicio del Señor. Di a tu cuerpo: pre-fiero tener un esclavo a serlo tuyo 4. Hemos de tra-tarlo como a un enemigo que a la vez fuera nuestrohermano 5: tenerlo sujeto, dominarlo con la mortifi-cación y, al mismo tiempo, cuidar su salud paraque rinda.

Nunca se ha reducido la vida cristiana a un entra-mado agobiante de obligaciones, que deja el alma so-metida a una tensión exasperada; se amolda a las cir-cunstancias individuales como el guante a la mano, ypide que en el ejercicio de nuestras tareas habituales,en las grandes y en las pequeñas, con la oración y lamortificación, no perdamos jamás el punto de mira so-brenatural. Pensad que Dios ama apasionadamente asus criaturas, y ¿cómo trabajará el burro si no se le dade comer, ni dispone de un tiempo para restaurar lasfuerzas, o si se quebranta su vigor con excesivos palos?Tu cuerpo es como un borrico —un borrico fue el tro-no de Dios en Jerusalén— que te lleva a lomos por lasveredas divinas de la tierra: hay que dominarlo paraque no se aparte de las sendas de Dios, y animarle pa-ra que su trote sea todo lo alegre y brioso que cabe es-perar de un jumento 6.

(3) San Agustín, Enarrationes in Psalmos 50.(4) Camino, n. 214.(5) Camino, n. 202.(6) Amigos de Dios, n. 137.

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LA MORTIFICACIÓN corporal no es un fin, esun medio. Pero medio necesario: hay que llevar siem-pre en nuestro cuerpo el morir de Jesús, para quetambién la vida de Jesús se manifieste en nuestrocuerpo. Porque nosotros, aunque vivimos, nos vemoscontinuamente entregados a la muerte por causa deJesús, para que también la vida de Jesús se manifies-te en nuestra carne mortal 7. La mortificación es unanecesidad para los que quieran vivir en Dios: los queson de Jesucristo, han crucificado su carne con suspasiones y sus concupiscencias 8.

Recuerdo ahora (...) —predicaba nuestro Padre—aquel sueño de un escritor del siglo de oro castellano.Delante de él se abren dos caminos. Uno se presentaancho y carretero, fácil, pródigo en ventas y mesones yen otros lugares amenos y regalados. Por allí avanzanlas gentes a caballo o en carrozas, entre músicas y ri-sas —carcajadas locas—; se contempla una muchedum-bre embriagada en un deleite aparente, efímero, por-que ese derrotero acaba en un precipicio sin fondo. Esla senda de los mundanos, de los eternos aburguesa-dos: ostentan una alegría que en realidad no tienen;buscan insaciablemente toda clase de comodidades yde placeres...; les horroriza el dolor, la renuncia, el sa-crificio. No quieren saber nada de la Cruz de Cristo,piensan que es cosa de chiflados. Pero son ellos los de-

(7) II Cor. IV, 10-11.(8) Galal. V, 24.

VIERNES 147

mentes: esclavos de la envidia, de la gula, de la sen-sualidad, terminan pasándolo peor, y tarde se dancuenta de que han malbaratado, por una bagatela in-sípida, su felicidad terrena y eterna. Nos lo advierte elSeñor: quien quisiere salvar su vida, la perderá; másquien perdiere su vida por amor a mí, la encontrará.Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mun-do, si pierde su alma? (Matth. XVI, 25-26).

Por dirección distinta, discurre en ese sueño otrosendero: tan estrecho y empinado, que no es posible re-correrlo a lomo de caballería. Todos los que lo em-prenden, adelantan por su propio pie, quizá en zigzag,con rostro sereno, pisando abrojos y sorteando peñas-cos. En determinados puntos, dejan a jirones sus vesti-dos, y aun su carne. Pero al final, les espera un vergel,la felicidad para siempre, el Cielo. Es el camino de lasalmas santas que se humillan, que por amor a Jesu-cristo se sacrifican gustosamente por los demás; laruta de los que no temen ir cuesta arriba, cargandoamorosamente con su cruz, por mucho que pese, por-que conocen que, si el peso les hunde, podrán alzar-se y continuar la ascensión: Cristo es la fuerza deestos caminantes 9.

Para vivir con Cristo hay que morir con El. LaCruz también en nuestra carne. Podremos vencernuestra resistencia y despertar una vez más nuestraafirmación de seguir de cerca al Señor, contemplan-

(9) Amigos de Dios, n. 130.

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do de nuevo lo que Jesús padeció por nosotros en suPasión y Muerte. Amo tanto a Cristo en la Cruz, quecada crucifijo es como un reproche cariñoso de miDios: ...Yo sufriendo, y tú... cobarde. Yo amándote, ytú olvidándome. Yo pidiéndote, y tú... negándome.Yo, aquí, con gesto de Sacerdote Eterno, padeciendotodo lo que cabe por amor tuyo... y tú te quejas antela menor incomprensión, ante la humillación máspequeña... 10.

EN NUESTRO plan de vida se incluyen determi-nadas mortificaciones corporales, para vivirlas conespíritu de expiación y afán corredentor. Vamos apreguntarnos ahora, en la presencia de Dios: ¿vivi-mos esas mortificaciones corporales, con la graciade Dios, deportivamente, con alegría? Es San Pabloel que nos dice: ¿no sabéis que los que corren en elestadio, todos, sin duda, corren, pero uno solo recibeel premio? Corred de tal modo que lo alcancéis. Todoel que toma parte en el certamen atlético se abstienede todo; y ellos para alcanzar una corona corruptible;nosotros, en cambio, una incorruptible n.

Además de estas mortificaciones ya estableci-das, en ocasiones el espíritu de penitencia nos lleva-rá a sugerir otras mortificaciones: con permiso de tuDirector siempre, porque es él quien debe moderarlas;

(10) Vía Crucis, XI estación, punto 2.(11) L. /(H)(l Cor. IX, 24-25).

VIERNES 149

pero moderarlas no quiere decir siempre disminuirlas,sino también aumentarlas si lo cree conveniente u. Pe-ro, ¿cuándo? En esas temporadas —¡qué bien se no-tan!— en que Dios nos pide más 13: porque nos quieremás purificados, porque la Iglesia nos invita a unamayor penitencia, o por motivos apostólicos, porquehay que encomendar una intención especial, porqueesperamos una nueva vocación...

Participando generosamente del dolor del Señoren su Pasión y Muerte de Cruz, participaremos tam-bién en la gloria de su Resurrección, y facilitaremosa muchas almas el camino del Cielo. Por eso, hemosde hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo.Morir por la mortificación y la penitencia, para queCristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonceslos pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas lasalmas u.

Jamás nos faltará la presencia confortadora deSanta María, Madre de Cristo Jesús y Madre nues-tra.

(12) De nuestro Padre, Meditación, 13-IV-1954.(13) De nuestro Padre, Meditación, 13-IV-1954(14) Vía Crucis, XIV estación.

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SÁBADO

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIII

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SÁBADO 151

—Reconocer nuestros pecados veniales con humildad.—Confiar en Dios y desconfiar de nosotros mismos.—Los pecados se curan con la medicina de la contrición y dela penitencia.

EN LA primera Epístola de San Pablo a Timo-teo, el Apóstol deja escapar de lo profundo de su al-ma esta exclamación sincera: es verdad cierta, y dig-na de todo acatamiento, que Jesucristo vino a estemundo para salvar a los pecadores, de los que yo soyel primero >. Y comenta San Juan Crisóstomo: no di-jo "era"; sino: "soy". Ante Dios estaban perdonadoslos pecados, pero ante Pablo persistía su recuerdo. Loque Dios había anulado, él mismo lo divulgaba 2.

Este reconocimiento humilde y sencillo de sucondición de pecador, por parte de quien el Señormismo llamó vaso de elección 3, nos lleva a conside-rar la realidad del pecado en nuestra vida. San Pablose sabe el último de los apóstoles, pero siente tambiénel mandato de evangelizar. Como tú y como yo —es-cribe nuestro Padre—. Tú sabrás cómo eres. De mi tepuedo decir que soy una pobre cosa, un pecador que

(1) L. I (I) (I Tim. I, 15).(2) San Juan Crisóstomo, Sermo Non esse ad gratianrconc, 4.(3) Act. IX, 13.

ama a Jesucristo. Por gracia de Dios no le ofendemosmás, pero me siento capaz de cometer todas las vilezasque haya cometido cualquier otro hombre 4.

Es un hecho innegable: si dijéramos que no tene-mos pecados, nosotros mismos nos engañamos, y nohay verdad en nosotros5. El pecado venial, ofensaverdadera a Dios, aunque leve, está presente ennuestra vida: omisiones en el campo de la caridad,resistencias más o menos claras a la gracia, sober-bia, sensualidad, apegamientos al propio yo, detallesde pereza... Tantas ataduras, quizá pequeñas, peroque impiden o retrasan nuestra unión con Dios, por-que suponen ingratitud y desobediencia a Dios Pa-dre, que nos creó y adoptó como hijos suyos; indife-rencia hacia Dios Hijo, que nos ha rescatado al pre-cio de su Sangre; remora a la acción de Dios Espíri-tu Santo, que desea vivir en nuestras almas.

El hombre bueno del buen tesoro de su corazónsaca cosas buenas, y el malo de su mal tesoro saca co-sas malas 6; y en nuestro corazón, junto a innegablesluces de Dios, habita también la oscura sombra delpecado. Por eso insiste nuestro Padre: /lijos míos: noos avergüence ser miserables; no os acobardéis porquetengáis en el corazón el fomes peccati, la materia pro-pia para que se cebe el fuego del pecado.

(4) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1931, n. 30.(5) I loann. I, 8.(6) Ev. (Luc. VI, 45).

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No os asustéis, porque el justo cae siete veces, y otrastantas se levanta (Prov. XXIV, 16). En nuestra pelea es-piritual no faltarán fracasos. Pero ante nuestras equivo-caciones, ante el error, debemos reaccionar inmediata-mente, haciendo un acto de contrición, que vendrá anuestro corazón y a nuestros labios con la prontitud conque acude la sangre a la herida, combatiendo con efica-cia el cuerpo extraño, el germen de infección 7.

EN UN mundo en el que casi se ha olvidado larealidad de la ofensa a Dios, debemos procurar —co-mo escribió nuestro Padre— mantener vivo el sentidodel pecado y de la reparación generosa, frente a losfalsos optimismos de quienes, enemigos de la cruz deCristo (Philip. ///, 18), todo lo cifran en el progreso yen las-energías humanas.

Cometen éstos el gran pecado de olvidar el pecado,que algunos incluso piensan haber ya quitado de enmedio 8.

Hace falta ser ciegos, para no descubrir el peca-do en la propia vida y en el mundo que nos rodea.Porque cada uno de nosotros es como aquel gigante dela Sagrada Escritura: la cabeza de la estatua era deoro puro; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre ysus caderas, de bronce; sus piernas, de hierro, y suspies, parte de hierro, parte de barro (Dan. //, 32-33).

(7) De nuestro Padre, Cana, 24-111-1931, n. 11.(8) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1959, n. 19.

SÁBADO 153

No olvidemos nunca esta debilidad del fundamentohumano, y así seremos prudentes —humildes— y nosucederá lo que acaeció a aquella estatua colosal: queuna piedra desprendida, no lanzada por mano, hirió ala estatua en los pies de hierro y barro, destrozándola.Entonces el hierro, el barro, el bronce, la plata y el orose desmenuzaron juntamente y fueron como polvo delas eras en verano: se los llevó el viento, sin que deellos quedara traza alguna (Dan. //, 34-35).

Oíd, mis hijos, lo que el Espíritu Santo nos dicepor San Pablo: el que piensa estar firme, mire no cai-ga. No habéis tenido sino tentaciones humanas, ordi-narias; pero fiel es Dios, que no permitirá que seáistentados más allá de vuestras fuerzas, sino que de lamisma tentación os hará sacar provecho para que po-dáis sosteneros (/ Cor. X, 12-13)9.

Es mucho lo que Dios ha hecho por nosotros: lla-marnos a la vida, hacernos hijos suyos y miembrosde la Iglesia, darnos la vocación a la Obra, y con ellala felicidad, si somos fieles. Y cuanto mayor es el ca-riño, más sensible se vuelve el alma a las indelicade-zas, al desamor. Por eso, la persona verdaderamenteenamorada de Dios cuida mucho la lucha contra elpecado venial deliberado, al que llega a aborrecerprofundamente. Sabe muy bien que, si no comete pe-cados mortales, esto se debe a la ayuda divina. Tú,que dices que no has cometido muchos pecados, ¿por

(9) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 2.

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qué no los hiciste? ¿Qué providencia te gobernaba?(...). Este cometió muchos pecados y se hizo gran deu-dor; el otro cometió pocos por haberle llevado Diosde la mano. Si uno le atribuye la remisión de los pe-cados cometidos, atribuyale también el otro no haber-los cometido 10.

La confianza en Dios y no en las propias fuerzas,concretada en una decidida lucha contra el pecadovenial deliberado, constituye la mejor manera de evi-tar los pecados graves. No se romperán tus pies debarro —escribe nuestro Fundador—, porque conocessu inconsistencia y serás prudente, porque sabes bienque sólo Dios puede decir: ¿quién de vosotros me pue-de acusar de pecado? floann. VIII, 46).

Cuando llega la noche y hago el examen y echo lascuentas y saco la suma, la suma es: pauper servus ethumilis! Digo muchas veces: cor contritum et humilia-tum, Deus, non despicies! (Ps. L, 19). No lo digo conhumildad de garabato. Si el Señor ve que nos conside-ramos sinceramente siervos pobres e inútiles, que tene-mos el corazón contrito y humillado, no nos desprecia-rá, nos unirá a El, a la riqueza y al poder grande desu Corazón amabilísimo. Y tendremos el endiosamien-to bueno: el endiosamiento de quien sabe que nada tie-ne de bueno, que no sea de Dios; que él, de sí mismo,nada es, nada puede, nada tiene u.

SÁBADO 155

NO TENGÁIS en poco vuestros pecados leves ymenudos, no formen un montón y os aplasten, predi-ca San Agustín. Mira cómo en las naves el agua delmar se filtra por las rendijas del casco; y poco a pocollena las bodegas, y si no se la saca, sumerge el barco(...). Las culpas leves, sin las que no puede pasarse lavida del hombre, van entrando insensiblemente porlas rendijas de la flaqueza humana y llenan las bode-gas. Imitad a los navegantes: sus manos no cesan has-ta secar el hondón del barco; no cesen tampoco lasvuestras de obrar el bien. Sin embargo, a pesar de to-do, volverá a llenarse otra vez el fondo de la nave,porque persisten las rendijas de la flaqueza humana;y de nuevo será necesario achicar el agua 12.

Esa es nuestra tarea: aborrecer las faltas venia-les, luchar sin tregua. Así, las derrotas, cuando llega-ren, serán en cosas pequeñas, en la periferia, nuncaen un punto trascendental. Será una pequeña falta deamor, que se remedia con un nuevo acto de amor ycon una nueva entrega. Es la lucha en cosas pequeñas,y el Cielo sonríe cuando hay una de esas caídas, sicontinuamos luchando 13.

El Señor espera que acudamos a El, para curar-nos, para darnos cada día más fuerzas. Nos esperade modo particular en el Sacramento de la Peniten-cia y en los continuos actos de contrición. Es preciso

(10) San Agustín, Sermo 99, 6.(11) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 29.

(12) San Agustín, Sermo 16, 7.(13) De nuestro Padre, Crónica XII-64, pp. 9-10.

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156 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIII

volver a Dios, cuanto antes; volver, volver siempre. Yovuelvo muchas veces al día, y alguna semana inclusome confieso dos veces; a veces una, otras veces tres,siempre que lo necesito para mi tranquilidad. No soybeato ni escrupuloso, pero sé lo que viene bien a mialma.

Ahora, en muchos sitios, personas sin piedad y sindoctrina aconsejan a la gente que no se confiese. Ata-can el Santo Sacramento de la Penitencia de la mane-ra más brutal. Pretenden hacer una comedia: unas pa-labritas, todos juntos, y después la absolución. ¡No, hi-jos! ¡Amad la confesión auricular! Y no de los pecadosgraves solamente, sino también la confesión de nues-tros pecados leves, y aun de las faltas. Los sacramentosconfieren la gracia ex opere operato —por la propiavirtud del sacramento—, y también ex opere operantis,según las disposiciones de quien los recibe. La confe-sión, además de resucitar el alma y limpiarla de lasmiserias que haya cometido —de pensamiento, de de-seo, de palabra, de obra—, produce un aumento de lagracia, nos robustece, nos proporciona más armas paraalcanzar esa victoria interna, personal 14.

Santa María es la imagen perfecta de lo que hade ser la unión de nuestro querer con el de Dios.Ella nos ayudará a huir del pecado venial y a sacarimpulso aun de las mismas caídas. Lo ha dejado es-crito nuestro Padre con imagen clara: entierro con la

SÁBADO 157

penitencia, en el hoyo profundo que abra tu humil-dad, tus negligencias, ofensas y pecados. —Así entierroel labrador, al pie del árbol que los produjo, frutos po-dridos, ramillas secas y hojas caducas. —Y lo que eraestéril, mejor, lo que era perjudicial, contribuye eficaz-mente a una nueva fecundidad.

Aprende a sacar, de las caídas, impulso: de lamuerte, vida 15.

(14) De nuestro Padre, Meditación El talento de hablar, abril de 1972. (15) Camino, n. 211.

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340.

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

—Hemos de vivir la caridad en todas las circunstancias.—Una manifestación del amor fraterno: saber perdonar.—Motivos para perdonar siempre a todos, y frutos de esa ca-ridad.

NOS QUIERE hablar hoy el Señor de perdón, deamor a los que nos ofenden, y nos propone la pará-bola de aquel hombre que, queriendo echar cuentascon sus siervos, llamó a uno que le debía una ingentesuma de dinero '.

Las circunstancias de aquel siervo de la parábola,deudor de diez mil talentos (cfr. Matth. XVIII, 24)—comenta nuestro Padre—, reflejan bien nuestra si-tuación delante de Dios: tampoco nosotros contamoscon qué pagar la deuda inmensa que hemos contraídopor tantas bondades divinas, y que hemos acrecentadoal son de nuestros personales pecados. Aunque luche-mos denodadamente, no lograremos devolver con equi-dad lo mucho que el Señor nos ha perdonado. Pero, ala impotencia de la justicia humana, suple con crecesla misericordia divina. El sí se puede dar por satisfe-cho, y remitirnos la deuda, simplemente porque esbueno e infinita su misericordia (Ps. CV, 1) 2.

(1) Cfr. Ev. (A) (Matth. XVIII, 23-24).(2) Amigos de Dios, n. 168.

DOMINGO 159

Esta es la primera enseñanza del Evangelio dehoy. Hemos sido creados por Dios y elevados gratui-tamente al orden sobrenatural, sin ningún mereci-miento de nuestra parte. Y, con la vocación a laObra, el Señor ha querido demostrarnos aún más sucariño. Pero amor con amor se paga. Y el amor aDios se manifiesta en el amor al prójimo. Tenemosnosotros especialmente, por tanto, un gran programade acción: propagar, defender y vivir la verdad con ca-ridad.

Con una caridad alegre, dulce y recia, humana ysobrenatural; caridad afectuosa, que sepa acoger a to-dos con una sonrisa habitual; que sepa comprender lasideas y los sentimientos de los demás, a quienes debeatraer para que colaboren 3.

Quiere Dios que, en medio del mundo, seamossembradores de caridad, transmisores de la verdadcon amor, corredentores con Cristo en un apostola-do de amistad y confidencia. El mandato divino delamor es universal, no tiene excepciones ni fronteras.Para todas las otras buenas obras puede siempre ale-garse alguna excusa; mas para amar nadie puede ex-cusarse. Me puedes decir: no puedo ayunar, pero nopuedes decirme: no puedo amar*.

En el trato diario con las almas, en el trabajoprofesional, en las relaciones sociales, en la convi-

(3) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 77.(4) San Jerónimo, In Evangelium Matthaei commentañum 1, 5, 44.

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vencía en general, es inevitable que se produzcan al-gunos roces. Es también posible que alguien nosofenda, que se porte con nosotros de modo poco no-ble, que nos perjudique. Pero es preciso disculpar,también a quienes no nos hacen bien. ¿Qué razón tie-nes, en realidad, para no amar? —pregunta San JuanCrisóstomo—. ¿Que el otro respondió a tus favorescon injurias? ¿Que quiso derramar tu sangre en agra-decimiento de tus beneficios? Pero si amas por Cris-to, ésas son razones que te han de mover a amar aúnmás. Porque lo que destruye las amistades del mun-do, eso es lo que afianza la caridad de Cristo. ¿Cómo?Primero, porque ese ingrato es para ti causa de unpremio mayor. Segundo, porque ése precisamente ne-cesita de más ayuda y de más intenso cuidado 5.

Mal llevaríamos a la práctica el mandato deamar a nuestros enemigos, de orar por los que nospersiguen y calumnian, si a la menor ofensa se en-friase nuestra caridad. Hemos de pedir luz al Señoren el examen, para ver cómo son nuestras reaccionesante las molestias, grandes o pequeñas, que la convi-vencia diaria lleva consigo.

TE QUEJAS —ha escrito nuestro Padre— deque no es comprensivo... —Yo tengo la certeza de que

(5) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 60, 3.

DOMINGO 161

hace lo posible por entenderte. Pero tú, ¿cuándo te es-forzarás un poquito por comprenderle?6.

El siervo de la parábola no tenía con qué pagar asu señor, y cuando éste le mandó castigar, el servi-dor, echándose a sus pies, le suplicaba: ten pacienciaconmigo y te pagaré todo. El señor, compadecido deaquel siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda 7.También a nosotros, comenta San Juan Crisóstomo,se nos pedirá cuenta de los mandamientos que se noshan dado, y, por más que hagamos, no tendremos conqué pagar. Por eso Dios nos ha dado un camino llanoy fácil para pagar, un medio sencillo con que saldartoda nuestra deuda: no guardar nunca rencor contranuestro prójimo 8.

Sigamos considerando la enseñanza de Jesús. Laparábola —lo recordáis bien— termina con una segun-da parte, que es como el contrapunto de la precedente.Aquel siervo, al que acaban de condonar un caudalenorme, no se apiada de un compañero, que le adeu-daba apenas cien denarios. Es ahí donde se pone demanifiesto la mezquindad de su corazón. Estrictamen-te hablando, nadie le negará el derecho a exigir lo quees suyo; sin embargo, algo se rebela en nosotros y nossugiere que esa actitud intolerante se aparta de la ver-dadera justicia: no es justo que quien, tan sólo un mo-mento antes, ha recibido un trato misericordioso de fa-

(6) Surco, n. 759.(7) Ev. (A) (Matth. XVIII, 26-27).(8) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 61, 3.

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vor y de comprensión, no reaccione al menos con unpoco de paciencia hacia su deudor9.

El señor, al conocer la maldad que se ocultabaen el corazón de su siervo, lo mandó castigar. Delmismo modo —concluye Jesucristo la parábola—hará con vosotros mi Padre Celestial, si cada uno noperdona de corazón a su hermano 10.

Dos cosas quiere el Señor de nosotros: que consi-deremos nuestros propios pecados y que perdonemoslos de nuestro prójimo (...), pues aquel que considerasus propios pecados estará más pronto al perdón desu compañero. Y no perdonar sólo de boca, sino decorazón (...). Esforcémonos, pues, por no querer mal anadie, para que Dios nos ame. Así, aun cuando le de-bamos diez mil talentos, se compadecerá de nosotrosy nos perdonará ".

Habéis de tener preocupación —nos decía nuestroPadre— por todas las almas, comprendiéndolas, conun interés lleno de buena voluntad. Y también preocu-pación por vuestras propias almas, pero de otro modo.Porque, si la caridad con los demás ha de estar —os hedicho— llena de comprensión, de disculpa, con noso-tros mismos tiene que ser severa, rígida. No puedo tra-tar con falta de misericordia a nadie: y si uno pareceque no es digno de esa misericordia, he de pensar queyo tampoco la merezco. No merezco ser cristiano, ni

(9) Amigos de Dios, n. 168.(10) Ev. (A) (Matth. XVIII, 35).(11) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 61, 5.

DOMINGO 163

ser sacerdote, ni ser hijo de Dios en su Obra. ¿Lo com-prendéis? 12.

PERDONA nuestras ofensas, como también noso-tros perdonamos a los que nos ofenden n, pedimos to-dos los días en la Santa Misa. Dios nos ha perdonadomucho: no tenemos derecho a guardar rencor a na-die. Hay que disculpar siempre. Jesucristo nos dioejemplo, y nos sigue pidiendo que si alguien nos hie-re en una mejilla, le ofrezcamos la otra.

Cuando te veas como eres —escribía nuestro Pa-dre—, ha de parecerte natural que te desprecien1*.¿Quiénes somos, para sentirnos ofendidos? ¿No seráque muchas veces resultamos demasiado suscepti-bles? Y aun cuando alguna vez haya una ofensa real,¿no es verdad que nosotros hemos ofendido muchomás al Señor? Por eso, aconseja nuestro Padre, es-fuérzate, si es preciso, en perdonar siempre a quieneste ofendan, desde el primer instante, ya que, por gran-de que sea el perjuicio o la ofensa que te hagan, máste ha perdonado Dios a ti 15. Un perdón que ha de serprofundo, sincero, de corazón. No como quien haceun favor, porque no sería entonces sobrenatural.

Hay que estar siempre vigilantes para evitarcualquier asomo de falta de caridad, externa o ínter-

i n ) D e n u e s t r o P a d r e , Instrucción, m a y o - 1 9 3 5 , 14-IX-1950 , n o t a 151.(13) Matth. VI, 12.(14) Camino, n. 593.(15) Camino, n. 452.

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na. Las pequeneces diarias no pueden ser motivo pa-ra que —por soberbia o por superficialidad— dismi-nuya nuestra alegría en el trato con las personas quenos rodean. Es preciso vigilar, porque no se trata deuna actitud simplemente natural. Es cariño, elegan-cia, sentido común, y sobre todo caridad de Cristo,amor de Dios.

Siempre salimos ganando, porque los frutos deesa manifestación de amor son grandes: imitamos aJesús, que desde la Cruz imploró perdón a su Padrepor los que le crucificaban, por nosotros, que fuimosla causa de su muerte. Nos hace saborear el amor deCristo, el amor de amistad, que no busca la propiaventaja. Y consigue que Dios perdone tantas deudasnuestras, tantas infidelidades, tantos pecados. Nadanos asemeja tanto a Dios como estar dispuestos alperdón 16. En ocasiones, una circunstancia de este ti-po podrá servirnos para repetir actos de desagraviopor nuestras faltas y por las de quienes ofenden alSeñor. Te duelen las faltas de caridad del prójimo pa-ra ti. ¿Cuánto dolerán a Dios tus faltas de caridad—de Amor— para El? 17.

Y siempre debemos vivir la caridad, para hacermás asequible a las almas el camino de su santifica-ción, para llevarlas a Dios, para que participen de la

(16) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 19, 7.(17) Camino, n. 441,

DOMINGO 165

alegría y de la paz de Cristo: frutos también apostóli-cos del amor que perdona.

Que nuestra Madre Santa María nos enseñe a es-tar siempre dispuestos a comprender, a disculpar, aperdonar a todo el mundo. También así seremos, co-mo deseaba nuestro Padre, sembradores de paz y dealegría.

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166 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIV

341.

LUNES

—En la Misa se renueva la obra de nuestra redención.—En el Santo Sacrificio ofrecemos a Dios todas las cosas ytodo nuestro ser.—La Santa Misa, centro y raíz de la vida interior.

YO RECIBÍ del Señor —leemos en la primeralectura de la Misa de hoy, con palabras de San Pa-blo— lo que también os transmití: que el Señor Jesús,la noche en que fue entregado, tomó pan y dando gra-cias, lo partió y dijo: esto es mi cuerpo, que se da porvosotros l.

Todas las mañanas, al hacer la oración, nos pre-paramos más intensamente para recibir al Señor,después de haber participado con todo el amor deque somos capaces en el Santo Sacrificio del Altar. Yeso porque, como dice nuestro Padre, vivir la SantaMisa es permanecer en oración continua; convencernosde que, para cada uno de nosotros, es éste un encuen-tro personal con Dios: adoramos, alabamos, pedimos,damos gracias, reparamos por nuestros pecados, nospurificamos, nos sentimos una sola cosa en Cristo contodos los cristianos.

Quizá, a veces, nos hemos preguntado cómo pode-mos corresponder a tanto amor de Dios; quizá hemos

(1) L. I (II) (I Cor. 11, 23-24).

LUNES 167

deseado ver expuesto claramente un programa de vi-da cristiana. La solución es fácil, y está al alcancede todos los fieles: participar amorosamente en laSanta Misa, aprender en la Misa a tratar a Dios,porque en este Sacrificio se encierra todo lo que elSeñor quiere de nosotros 2.

En la Misa, el Sacerdote principal es Cristo. Ytambién El es la Víctima. Al verlo expuesto ante ti—nos dice San Juan Crisóstomo—, has de decirte a timismo: por este Cuerpo no soy ya tierra y ceniza, nosoy ya cautivo, sino libre; por él espero el cielo y todossus bienes: la vida eterna, la suerte de los ángeles, eltrato familiar con Cristo; a este Cuerpo atravesadocon clavos, herido con azotes, no se lo llevó la muerte:hasta el sol, al ver este Cuerpo crucificado, desvió susrayos; por él se rasgó entonces el velo, se rompieronlas piedras, y tembló toda la tierra; éste es aquel Cuer-po que fue ensangrentado, herido por la lanza, y quehizo brotar para todo el mundo las fuentes de la salva-ción: una de sangre y otra de agua. ¿Quieres más argu-mentos para conocer la fuerza de ese Cuerpo? 3.

Algo muy grande sucede en la Misa, en cada unade las Misas que se celebran sobre la tierra, y hemosde esforzarnos por unirnos al sacrificio redentor deCristo. Sed agradecidos, aconseja San Pablo 4. Y la

(2) Es Cristo que pasa, n. 88.(3) San Juan Crisóstomo, In Epislolam I ad Corinthios homiliae 24, 4.(4) Colos. III, 15.

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mejor guarda del beneficio es que nos acordemos deél, que lo tengamos en la memoria, y que siempre de-mos gracias. Por eso justamente los misterios tremen-dos, llenos de la gracia de la salvación, que celebra-mos en la Misa, reciben el nombre de Eucaristía, esdecir, de acción de gracias, pues son el memorial demuchos beneficios de Dios, nos ponen delante la ma-nifestación más grande de su Providencia y nos dis-ponen a dar, en todo momento, gracias a Dios 5.

SI EL Hijo de Dios se hizo hombre y murió enuna cruz, fue para que todos los hombres seamos unasola cosa con El y con el Padre (cfr. Ioann. XVII, 22).Todos, por tanto, estamos llamados a formar parte deesta divina unidad. Con alma sacerdotal, haciendo dela Santa Misa el centro de nuestra vida interior, busca-mos nosotros estar con Jesús, entre Dios y los hombres.

Nuestra unión con Cristo nos da conciencia de sercon El corredentores del mundo, para contribuir a quetodas las almas puedan participar de los frutos de suPasión, y conocer y seguir el camino de salvación quelleva al Padre 6.

Nuestra vida de trabajo en medio del mundo for-ma parte de esa misión de corredimir a la que elmismo Cristo nos ha llamado. Ninguna actividad hu-

LUNES 169

mana noble, ninguna realidad de la tierra está almargen de los planes redentores de Dios. Trabajasiempre, y en todo —aconseja nuestro Padre—, consacrificio, para poner a Cristo en la cumbre de todaslas actividades de los hombres \

Con alma sacerdotal, hemos de hacer de las reali-dades de la tierra una ofrenda al Creador, un sacrifi-cio que será aceptable a Dios si está unido al Sacrifi-cio de su Hijo, alimentando en nuestros corazones losmismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo 8.El Salvador del mundo tomó en sus manos el pan, sa-cado de las cosas de la creación, dio gracias y dijo: "es-to es mi Cuerpo"(Matth. XXVI, 26). E igual hizo con elcáliz, que es también parte de la creación, destinada aque la usásemos, declarando que era su sangre. Y asínos enseñó cuál es el sacrificio de la Nueva Alianza; yla Iglesia ha recibido este sacrificio, que nos han trans-mitido los Apóstoles, y lo ofrece en el mundo entero aDios (...). Debemos llevar nuestro ofrecimiento a Dioscon las primicias de la creación, que son suyas. El Se-ñor debe encontrarnos agradecidos a El con la purezade nuestra doctrina, con la sinceridad de nuestra fe,con la firmeza de nuestra esperanza, con el fervor denuestra caridad. Sólo la Iglesia entrega esta ofrendapura al Creador. La toma de la creación y se la presen-ta, dándole gracias (...). Ofrecemos a Dios lo que le per-

(5) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 25, 3.(6) De nuestro Padre, Carta, 11-111-1940, n. 11.

(7) Forja, n. 685.(8) Philip. II, 5.

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tenece: pan y vino tomados de la creación y que se hantransformado en su Verbo 9.

Así demostraremos a los demás hombres, que viveny trabajan en medio de las realidades del mundo, el sig-nificado de la oración sacerdotal de Jesucristo: Patersánete, serva eos in nomine tuo, quos dedisti mihi... Nonrogo ut tollas eos de mundo, sed ut serves eos a malo. Demundo non sunt, sicut et ego non sum de mundo floann.XVII, 11, 15 y 16); Padre santo, protege en tu nombre aéstos que me has confiado... No te pido que los saquesdel mundo, sino que los preserves del mal; ellos no sondel mundo, como tampoco soy yo del mundo.

Hijos de mi alma, todas éstas son ideas que van vi-niendo a mi mente —como os sucederá también a voso-tros— cuando, considerando la magnitud de nuestratarea apostólica en medio de las actividades humanas,procuro retener en mi memoria, unidas a las escenasde la muerte —del triunfo, de la victoria— de Jesús enla Cruz, aquellas palabras suyas: et ego, si exaltatusfuero a térra, omnia traham ad meipsum floann. XII,32); cuando yo seré levantado en alto en la tierra, todolo atraeré a mí10.

EN LA Santa Misa se resume la historia de nues-tra salvación, la vida y la muerte redentora de Cris-to, nuestra vida de hijos de Dios, llamados a santifi-

(9) San Ireneo, Adversus haereses 4 y 5; 2 y 3.(10) De nuestro Padre, Carta. 11-111-1940, nn. 11-12.

LUNES 171

carnos en el trabajo. Cada día ha de ser mayor la ilu-sión con que nos preparamos para oírla: con un re-cogimiento bien vivido por la noche, con una oraciónencendida, durante todo el día, que sea diálogo conJesús y con Dios Padre y con el Espíritu Santo. Ydespués, a lo largo de la jornada, ofrecemos el traba-jo de nuevo, recordando esa ofrenda que hicimos porla mañana y renovamos en la Misa. Este trabajo, san-tificado por la unión con Jesucristo, ofrecido al Pa-dre en comunión con el Sacrificio de Cristo, seráverdaderamente corredentor, trabajo que santifica yque en cierto modo continúa la obra de la creación yla reconcilia con el Creador.

Con un trabajo así santificado alabamos a Dios,y le damos gracias, y le pedimos ayuda, y le desagra-viamos. De ese modo, la Misa se convierte en el cen-tro y la raíz de nuestra vida interior, de modo que to-da la jornada es un continuo acto de culto, prolonga-ción de una Misa y preparación para la siguiente, quese va desbordando en jaculatorias, Visitas al Santísi-mo, ofrecimiento del trabajo... n.

De este modo, al vivir con las mismas disposicio-nes que tuvo Cristo en la Cruz, siempre nos saciamoscon el Cuerpo del Salvador, siempre participamos dela Sangre del Cordero, siempre tendremos ceñidos loslomos de nuestra alma con la castidad y con la modes-tia, siempre tendremos los pies preparados para predi-

(11) De nuestro Padre, Meditación, 14-IV-1960.

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car el Evangelio. Así, siempre estamos con los báculosen las manos, y descansamos apoyados en la vara quebrotó de la raíz de Jesé, siempre somos liberados deEgipto, siempre buscamos no vivir según el espíritudel mundo, siempre seguimos el camino hacia Dios,siempre celebramos las fiestas de la pascua; y el Evan-gelio quiere que nosotros hagamos todo esto, no unasola vez al año, sino todos los días y siempre n.

De la Misa sacamos energía divina para la luchacontra nuestros defectos, y para la labor apostólica.Por eso, una característica muy importante del varónapostólico es amar la Misa 13. Del amor que pongamosal asistir, y los sacerdotes al celebrarla, depende lasantidad de nuestra vida entera. £5 necesario quecuando celebremos el sacrificio —decía San GregorioMagno— nos inmolemos nosotros mismos a Dios, lle-no el corazón de dolor, porque los que celebramos losmisterios de la pasión del Señor, debemos imitar loque hacemos. Y la hostia que ofrecemos a Dios seráen verdad buena para nosotros, cuando nosotros mis-mos nos hagamos una oblación. Nos tenemos que es-forzar para que, después del tiempo dedicado a laoración y a la Misa (...), con la ayuda de Dios, guarde-mos el alma con la misma fuerza y el mismo vigor 14.

A esto se dirige todo el empeño que ponemosdurante el día en buscar al Señor, en cumplir las

(12) Eusebio de Cesárea, De sollemnitate PaschaH 1.(13) Camino, n. 528.(14) San Gregorio Magno, Dialogus 4, 59.

LUNES173

Normas, en hacer el trabajo en presencia de Dios,en tratar apostólicamente a nuestros amigos ycompañeros.

Nuestra Señora nos enseña a tratar a Jesús, a reco-nocerle y a encontrarle en las diversas circunstanciasdel día y, de modo especial, en ese instante supremo-el tiempo se une con la eternidad— del Santo Sacri-ficio de la Misa 15.

(15) Es Cristo que pasa, n. 94.

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174 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIV

342.

MARTES

—Unidad y catolicidad de la Iglesia.—La labor de la Obra es servicio a la Iglesia.—Responsabilidad personal en esta tarea.

ASI como el cuerpo es uno y tiene muchos miem-bros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendomuchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Por-que todos nosotros, tanto judíos como griegos, tantosiervos como libres, fuimos bautizados en un mismoEspíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemosbebido de un solo Espíritu '.

La Iglesia —Cuerpo Místico de Cristo— poseeunidad de doctrina, de medios de santificación, dejerarquía, y tiene la propiedad de extenderse umver-salmente, de llegar a todos los hombres. Gentes detodas las razas y naciones viven una misma fe, reci-ben los mismos sacramentos y se someten a una mis-ma cabeza. Esta propiedad y nota distintiva de laIglesia, por la que es capaz de unir armónicamenteen su seno a gentes diversísimas, a la humanidad en-tera, es lo que se llama catolicidad.

Así lo ha querido Dios. Jesucristo instituye unasola Iglesia, su Iglesia; por eso la Esposa de Cristo es

¿. / (II) (I Cor. XII, 12-13).

MARTES 175

Una y Católica: universal, para todos los hombres.Desde hace siglos la Iglesia está extendida por todo

el mundo; y cuenta con personas de todas las razas ycondiciones sociales. Pero la catolicidad de la Iglesiano depende de la extensión geográfica, aunque esto seaun signo visible y un motivo de credibilidad. La Igle-sia era Católica ya en Pentecostés; nace Católica delCorazón llagado de Jesús, como un fuego que el Espí-ritu Santo inflama.

En el siglo II, los cristianos definían Católica a laIglesia, para distinguirla de las sectas que, utilizandoel nombre de Cristo, traicionaban en algún punto sudoctrina. La llamamos Católica, escribe San Cirilo, nosólo porque se halla difundida por todo el orbe de latierra, de uno a otro confín, sino porque de modo uni-versal y sin defecto enseña todos los dogmas que debenconocer los hombres, de lo visible y de lo invisible, delo celestial y de lo terreno. También porque somete alrecto culto a toda clase de hombres, gobernantes y ciu-dadanos, doctos e ignorantes. Y, finalmente, porquecura y sana todo género de pecados, sean del alma odel cuerpo, poseyendo además —con cualquier nombreque se le designe— todas las formas de virtud, en he-chos y en palabras y en cualquier especie de dones es-pirituales (San Cirilo, Catecheses, 18, 23).

La catolicidad de la Iglesia tampoco depende de quelos no católicos la aclamen y la consideren; ni guarda re-lación con el hecho de que, en asuntos no espirituales,las opiniones de algunas personas, dotadas de autoridad

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en la Iglesia, sean consideradas —y a veces instrumenta-lizadas— por medios de opinión pública de corrientesafines a su pensamiento. Sucederá con frecuencia que laparte de verdad que se defiende en cualquier ideologíahumana, encuentre en la enseñanza perenne de la Igle-sia un eco o un fundamento; y eso es, en cierta medida,una señal de la divinidad de la Revelación que ese Ma-gisterio custodia. Pero la Esposa de Cristo es Católicaaun cuando sea deliberadamente ignorada por muchos,e incluso ultrajada y perseguida, como ocurre hoy pordesgracia en tantos lugares (...).

Pedid conmigo ahora a Dios Nuestro Señor que loscatólicos no olvidemos nunca estas verdades, y que nosdecidamos a ponerlas en práctica. La Iglesia Católicano precisa el visto bueno de los hombres, porque esobra de Dios 2.

CON CUANTA alegría, hijas e hijos queridísimos,vemos resplandecer en la Iglesia Santa de Jesucristoesas dos notas, en íntima armonía, que son signo de suorigen divino: la unidad y la catolicidad. La inmensavariedad de hombres, de razas, de pueblos, de cultu-ras, aparece —sin perder sus nobles características pe-culiares— en unidad de gracia, de doctrina y de régi-men supremo 3.

(2) De nuestro Padre, Homilía Lealtad a la Iglesia, 4-VI-1972(3) De nuestro Padre, Carla, 15-VIII-1953, n. 1.

MARTES 177

La Iglesia, con la perennidad de lo umversalmen-te válido, tiene la juventud de todo lo que vive y se de-sarrolla. La verdad revelada, inmutable, se ve explici-tada con oportunos desarrollos doctrinales en la exposi-ción de las riquezas del Depositum Fidei \ y es cadavez mejor estudiada. El Reino de Dios sigue exten-diéndose y congrega en su seno a nuevas gentes. ¡Quéadmirable es el Espíritu Santo, qué inmensos y pode-rosos son sus dones!, predicaba San Cirilo al pueblode Jerusalén. Pensad un poco en la cantidad de almasque existen. Y El actúa en cada una de manera apro-piada. Está presente en medio de vosotros y ve la dis-posición de cada uno, conoce vuestros pensamientos yvuestra conciencia, todo lo que decimos y pensamos.Esto que os digo es muy grande, pero es aún poco.Considerad, vosotros que estáis iluminados por su luz,cuántos cristianos hay 5 en el mundo entero.

Por voluntad divina, en frase de Pablo VI, laObra ha nacido en este tiempo nuestro como expre-sión pujante de la perenne juventud de la Iglesia. Co-locados por la voluntad de Dios al timón de la navede Pedro —seguía escribiendo el Romano Pontífice anuestro Padre— (...), consideramos con paterna satis-facción cuánto el Opus Dei ha realizado y realiza porel Reino de Dios; el deseo de hacer el bien, que loguía; el amor encendido a la Iglesia y a su Cabeza vi-

(4) Conversaciones, n. 1.(5) San Cirilo de Jerusalén, Catecheses 10, 22.

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sible, que lo distingue; el celo ardiente por las almas,que lo empuja hacia los arduos y difíciles caminosdel apostolado de presencia y de testimonio en todoslos sectores de la vida contemporánea 6.

El Opus Dei —ha escrito nuestro Padre— consti-tuye un hecho nuevo en la historia eclesiástica, siendoa la vez viejo como el mismo Evangelio 7. Y siendo uncamino con características propias dentro de la Igle-sia, por su entraña universal forma a los cristianoscon un profundo sentido de lo católico. Nuestro espí-ritu específico, al señalar como materia propia desantificación una situación humana general —eltrabajo—, puede ser vivido por personas de toda ra-za, edad y condición: casados y solteros, sacerdotesy laicos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Larealidad universal de nuestro espíritu nos permite ynos mueve a trabajar en todos los ambientes. Bienpodemos nosotros decir sin jactancia que, con la Obrade Dios, se han abierto de modo vocacional los cami-nos divinos de la tierra 8.

SABER que nuestra vocación personal tiene en-traña y alcance universal, como la misma Iglesia dela que formamos parte, ha de llevarnos a un mayorsentido de responsabilidad. Todo cristiano, por ser

MARTES

(6) Pablo VI, Chirografo a nuestro Padre, l-X-1964.(7) De nuestro Padre, Carta, 31-V-1954, n. 1.(8) De nuestro Padre, Carta, 15-VIII-1953, n. 12.

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miembro de la Iglesia, debe sentirse devorado por elcelo de la casa de Dios. ¿Y quién es el que siente esecelo?, pregunta San Agustín. El que, a la vista decualquier desorden, se esfuerza por corregirlo; el quedesea la conversión de los pecadores y no se permiteun momento de paz hasta verlos convertidos; y si nologra volverlos mejores, al menos, lo soporta y sufrepor amor de Dios9.

La primera manifestación de que se ama y de-fiende la unidad y catolicidad de la Iglesia es la quenos señala nuestro Padre: católicos nos mostraremospor los frutos de santidad que demos, porque la santi-dad no admite fronteras ni es patrimonio de ningúnparticularismo humano. Católicos nos mostraremos sirezamos, si procuramos dirigirnos a Dios de continuo,si nos esforzamos siempre y en todo por ser justos —enel más amplio alcance del término justicia, utilizadoen estos tiempos no raramente con un matiz materialis-ta y erróneo—, si amamos y defendemos la libertadpersonal de los demás hombres 10.

Como San Pablo, hemos de sentir preocupaciónpor todas las Iglesias". Sin conformarnos con elcírculo de nuestro campo inmediato de acción apos-tólica, sabremos hacernos eco de las preocupacionesexpresadas por el Papa, y rezar habitualmente porsu persona y sus intenciones. Nosotros hemos de en-

(9) San Agustín, In loannis Evangelium tractatus 10, 9.(10) De nuestro Padre, Homilía Lealtad a la Iglesia, 4-VM972.(11) II Cor. XI, 28.

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tender la catolicidad como real y verdadera universali-dad, donde cabe todo lo humano noble, donde la ro-manidad —la unión filial y sumisa al Romano Pontífi-ce, en su triple y suprema potestad: de orden, de juris-dicción y de magisterio— es precisamente la garantíadel respeto a la legítima variedad, a la libertad en to-do lo que es opinable 12.

En nuestro deseo de hacer accesible a todos ladoctrina católica, tendremos siempre presente quela fe es una y la misma para todos. Si su contenidose disgregara en creencias objetivamente diversas,dejaría de ser la fe una y católica. Algo análogoocurre con el espíritu de la Obra, dentro de la doctri-na y de la ley de la Iglesia. Hemos de transmitirlo entoda su integridad, como lo hemos recibido; de locontrario, traicionaríamos la misión que Dios nos haconfiado. Por eso, nos enseñó siempre nuestro Padreque en la fidelidad a nuestro Derecho particular y alespíritu que Dios me ha dado, tiene la Obra la garan-tía de su vigencia perenne y la razón de su fecundi-dad 13.

Y con la unidad de espíritu —un pequeño deno-minador común—, hemos de defender la variedad denumerador, que es —en la Iglesia y en la Obra— am-plísimo. El espíritu del Opus Dei nos lleva a vivir elpluralismo, como manifestación de buen espíritu, y

(12) De nuestro Padre, Carta, 31-V-1954, n. 21.(13) De nuestro Padre.

MARTES 181

a defender la legítima libertad de todos los católicos.Si lo particular —ideologías, costumbres, opiniones,grupos nacionales— intenta conformar y subordinarlo que es universal, acaba por disgregarlo. Por eso,entre otras manifestaciones, evitaremos siempre quese disminuya el carácter universal de nuestra Obra conapelativos locales o nacionales: no podrían ser gratas aDios esas denominaciones, que empequeñecerían loque ha nacido ecuménico, católico u.

Viviendo y enseñando este espíritu nuestro,amamos a la Iglesia; velamos por su unidad y catoli-cidad, como lo hace desde el Cielo, con su interce-sión poderosa, Aquella que es Mater Ecclesiae, Ma-dre de la Iglesia y de cada uno de sus miembros.

(14) De nuestro Padre, Carta, 16-VI-1960, n. 7.

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T182 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIV MIÉRCOLES 183

343.

MIÉRCOLES

—Necesidad de formar el carácter.—La fortaleza de carácter es necesaria para asentar la vidainterior.—Con la lucha ascética madura también nuestra personali-dad.

¿A QUIEN diré que son semejantes los hombresde esta generación? ¿A quién se parecen? Son seme-jantes a los niños sentados en la plaza y que se gritanunos a otros aquello que dice: hemos sonado la flautay no habéis danzado, hemos cantado lamentaciones yno habéis llorado '.

El Señor sigue aplicando su pedagogía divina,para hacernos entender cómo ha de ser el amor quede nosotros espera. La alusión sencilla a una can-ción popular o a un juego infantil de entonces, lesirve para reprocharnos la resistencia a reconocerla sinrazón de nuestras excusas, la debilidad injus-tificada de nuestra respuesta a los requerimientosde su gracia. Porque el apóstol no debe quedarse enel rasero de una criatura mediocre. Dios le llama pa-ra que actúe como portador de humanidad y transmi-sor de una novedad eterna. —Por eso, el apóstol ne-

(1) Ev. (Luc. VII, 31-32).

cesita ser un alma largamente, pacientemente, heroi-camente formada 2.

Nuestro camino en la tierra exige una lucha con-tinua, sin treguas ni pactos con el enemigo de nues-tra alma. Y para mantener esa batalla ininterrumpi-da necesitamos la gracia de Dios, y una fortalezaprobada que no se quiebre con las contradiccionesdel camino. En esta peregrinación en que consisteahora nuestra vida no puede dejar de haber tentacio-nes, porque nuestro mejoramiento se realiza a travésde la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si noes tentado; nadie puede ser coronado si no hubiesevencido, y no puede vencer si no hubiese luchado, yno puede luchar si no hubiese tenido tentaciones nienemigo3.

Sin lucha no habría victoria y, consiguientemen-te, tampoco habría paz, porque no se puede llegar altriunfo, a la paz, si falta la lealtad y la decisión devencer en el combate *. La paz sobrenatural es frutosabroso de la gracia, pero es también necesaria lacorrespondencia humana, y esto supone como baseuna personalidad madura, recia, bien desarrollada.

No digas: "es mi genio así... son cosas de mi ca-rácter". Son cosas de tu falta de carácter 5. Nadie nacecon el carácter formado, porque esta cualidad se mo-

ra Surco, n. 419.(3) San Agustín, Enarrationes in Psalmos 60, 3.(4) Surco, n. 852.(5) Camino, n. 4.

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déla a lo largo de la vida con la repetición constantede actos determinados, fomentando las buenas dis-posiciones, recortando con esfuerzo lo que no va. Y,junto a estos medios humanos, un confiado abando-no en la Voluntad de Dios, que es nuestro Padre To-dopoderoso. Iré al monte de la gracia y a los colladosde la misericordia —decía San Bernardo—, cuyos te-soros sé muy bien que están depositados en Cristo.Iré al que está lleno de gracia y de verdad, para reci-bir de su plenitud o más bien para ser recibido enaquella plenitud, a fin de poder salir un día a su en-cuentro, en compañía de los demás miembros, des-pués de haber alcanzado la medida de la edad de laplenitud de Cristo, puesto que ninguno sube al Cielosino el que descendió del Cielo (...). Así podemos respi-rar nosotros y de ningún modo desesperar, mientraspermanecemos en la tierra; podemos mirar confiada-mente al Cielo y recibir las preciosas dádivas y per-fectos dones del Padre de las luces, del Padre de losespíritus, del Padre de las misericordias6.

Con las dificultades y las tentaciones cuenta elSeñor para enreciar nuestro carácter, cuando el al-ma no se desalienta y lucha con fortaleza, apoyándo-se en Dios. La tentación —nos dice nuestro Padre—se vence con oración y con mortificación: cuando ellosme afligían, yo me vestí de saco, sometiendo al ayunomi alma, y repetía en mi pecho las plegarias (Ps.

(6) San Bernardo, In festivitate Sancti Martini sermo 4.

MIÉRCOLES 185

XXXIV, 13) (...). Sed fuertes, recios, enteros, inconmo-vibles ante los falsos atractivos de la infidelidad 7. Pa-ra no rendirse y seguir luchando, no es preciso serinsensible al dolor y al cansancio; basta tener un mo-tivo suficiente para corresponder a la gracia: amar,creer y esperar.

ESTA es la diferencia entre nosotros y los que noconocen a Dios: éstos, en la adversidad se quejan ymurmuran; a nosotros, las cosas adversas no nosapartan de la virtud, sino que nos afianzan en ella 8.El fundamento de esa reciedumbre no puede serotro que la gracia de Dios, que se apoya en la virtudhumana correspondiente, en un carácter entero, enuna voluntad fuerte que no se deja arrastrar porfluctuaciones ni altibajos. Nada que valga la pena sealcanza sólo con la fuerza del primer impulso, con elprimer entusiasmo. ¿Para qué valen unas plantasque a los comienzos florecen y poco después se mar-chitan? No; el Señor exige de los suyos una resisten-cia constante9: perseguir el objetivo con fortaleza,pacientemente, poniendo los medios que sean nece-sarios para alcanzarlo.

Voluntad. —Energía. —Ejemplo. —Lo que hayque hacer, se hace... Sin vacilar... Sin miramientos... 10.

(7) De nuestro Padre. Carta, 24-111-1931, n. 21.(8) San Cipriano, De mortalitate 13.(9) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 33, 5.(10) Camino, n. 11.

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Sin capacidad de decisión no se puede ir muy lejosni en la vida interior, ni en la actividad apostólica, nien la vida profesional. Nos lo ha recordado nuestroPadre muchas veces: "Pida que nunca quiera detener-me en lo fácil" —Ya lo he pedido. Ahora falta que teempeñes en cumplir ese hermoso propósito u.

Es preciso que adquiramos esa fortaleza de ca-rácter, esa reciedumbre, porque no es nuestra luchacontra la sangre o la carne, sino contra los principa-dos, las potestades, las dominaciones de este mundode tinieblas, y contra los espíritus malos que están enlos aires 12. Necesitamos cultivar una audacia serena,una energía flexible e inteligente. En efecto —co-menta San Juan Crisóstomo—, nos ha dado Dios lainteligencia para que desterremos la ignorancia, paraque nos formemos un recto juicio de las cosas y paraque, armados con ella como de un escudo y de unaluz contra las tribulaciones y contradicciones de lavida, nos mantengamos siempre firmes 13. Solamenteasí nuestro amor a Dios y a las almas tendrá un va-lor efectivo, sin perderse en ensueños y veleidades.

Necesitamos también esa reciedumbre para rec-tificar cuantas veces sea preciso, para saber afrontarel riesgo —pequeño o grande— que entraña todoavance. Para andar hay que tener un pie en el aire,no se puede andar con los dos pies pegados al suelo.

(11) Camino, n. 39.(12) Ephes. VI, 12.(13) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 20, 4.

MIÉRCOLES 187

En toda empresa humana siempre hay una posibilidadde fracaso, de que salga mal; pero si os quedarais conlos dos pies en el suelo nunca haríais nada 14. Corres-pondiendo a la gracia seremos, cada vez más, buenosinstrumentos en las manos de Dios. Así, no entorpe-ceremos la labor por indecisión, por pereza, ni frena-remos —siquiera inconscientemente— el apostolado,las orientaciones de los Directores. Templa tu volun-tad, viriliza tu voluntad: que sea, con la gracia deDios, como un espolón de acero.

Sólo teniendo una fuerte voluntad sabrás no tener-la para obedecer 15.

ESA personalidad armónica y rica que necesita-mos para servir eficazmente al Señor, supone unconjunto de virtudes que la prudencia debe coordi-nar y encauzar, y que el amor debe impulsar y soste-ner, esforzándose por superar las deficiencias delpropio temperamento.

Jesucristo es el espejo en que nos miramos. Elverdadero cristiano es el hombre sobrenatural, quepiensa, que juzga u obra de modo constante y en co-herencia con la recta razón iluminada por la luz so-brenatural de los ejemplos y de la doctrina de Cristo,el verdadero y completo hombre de carácter (...). Pues

(14) De nuestro Padre, Crónica 1X-55, p. 75.(15) Camino, n. 615.

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no es cualquier coherencia y cualquier tenacidad deconducta, según principios subjetivos, lo que consti-tuye el verdadero carácter, sino solamente la constan-cia de seguir los principios eternos de la justicia 16.

El Señor necesita almas recias y audaces, que nopacten con la mediocridad y penetren con paso seguroen todos los ambientes 1T. Pero eso no es flor de undía; exige lucha constante, entrenarse con constan-cia. Hemos de esforzarnos sin cansancio por ser si-llares fuertes que aguanten el peso del edificio. Peroun sillar exige una determinada forma, unos límitesdefinidos, y para llegar a tenerlos ha de recibir unoy otro golpe, sin quejarse, sin darse por satisfecho opensar que no hace falta más. De las mismas piedraspuede el Señor sacar hijos de Abraham... Pero hemosde procurar que la piedra no sea deleznable. De unpedrejón sólido, aunque sea informe, puede labrarsemás fácilmente un sillar estupendo 18. Sólo estaremosdispuestos si insistimos día a día en este detalle defortaleza, y en aquel otro de generosidad o templan-za... La gente blandengue, la que se queja de mil pe-queneces ridiculas, es la que no sabe sacrificarse enesas minucias diarias por Jesús..., y mucho menos porlos demás.

¡Qué vergüenza si tu comportamiento —¡tan duro,

(16) Pfo XI, Litt. ene. Divini illius Magistrí, 31-XII-1929.(17) Surco, n. 416.(18) Surco, n. 418.

MIÉRCOLES 189

tan exigente con los otros!— adolece de esa blanden-guería en tu quehacer cotidiano! w.

Con el continuo ejercicio que supone cuidar lascosas pequeñas, iremos formando un verdadero ca-rácter, que sea instrumento dócil a la gracia divina,para hacer el Opus Dei. Si tú quieres..., llevarás lapalabra de Dios, bendita mil y mil veces, que no pue-de faltar. Si eres generoso..., si correspondes, con tusantificación personal, obtendrás la de los demás: elreinado de Cristo: que "omnes cum Petro ad Iesum perMariam "20.

(19) Surco, n. 779.(20) Camino, n. 833.

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JUEVES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIV

344.

—Las manifestaciones de arrepentimiento atraen la miseri-cordia de Dios.—El Señor espera que le tratemos con cariño, a pesar denuestros pecados.—Delicadeza en la vida de piedad y en el trato con la Sagra-da Eucaristía.

CONTINÚA Jesús su peregrinar por Galilea.Ahora se detiene en un pueblo formado por unas po-cas casas de paredes de adobe. La noticia de su lle-gada corre de boca en boca, y Simón, uno de los fari-seos, le rogaba que comiera con él; y entrando en ca-sa del fariseo se sentó a la mesa l.

Jesús traspasa el umbral, y dan comienzo los pre-parativos inmediatos para el convite. Los invitadosse quitan las sandalias y se recuestan. Las puertasde la casa, al modo oriental, quedan abiertas y unamultitud de curiosos se agolpa fuera. Y he aquí quehabía en la ciudad una mujer pecadora que, al ente-rarse de que estaba sentado a la mesa en casa del fa-riseo, llevó un vaso de alabastro con perfume, se pusodetrás a sus pies llorando y comenzó a bañarlos con

(1) Ev. (Luc. VII, 36).

JUEVES 191

SMS lágrimas, los enjugaba con sus cabellos, los besa-ba y los ungía con el perfume 2.

Un movimiento de sorpresa e indignación se di-buja en el rostro de los convidados. ¿Cómo se atreveuna pecadora pública a entrar en casa de un fariseo?Simón se siente avergonzado, pero le exaspera sobretodo ver que Jesús no hace nada por poner fin a esasituación. No atreviéndose a manifestar su reprocheabiertamente, decía para sí: si éste fuera profeta, sa-bría con certeza quién y qué clase de mujer es la quele toca: que es una pecadora 3.

Al Señor, que penetra en la intimidad de los co-razones, no le pasan ocultos estos pensamientos y to-ma ocasión de ellos para iluminar a todos con su pa-labra. Jesús habla —nos enseña nuestro Padre— por-que ve en el ambiente la necesidad de dar doctrina, deintentar corregir aquellas mentalidades retorcidas: Si-món, habeo tibi aliquid dicere (cfr. Luc. VII, 36-50);Simón, tengo que decirte una cosa *.

Mientras se desarrolla el diálogo con Simón, lamujer llora a los pies de Jesús. Quizás ha oído ha-blar de que el Maestro ha perdonado a un paralíticoen Cafarnaúm, librándole de su enfermedad y de suspecados; tal vez la expresión acogedora del Señor haestremecido su alma. Su gesto —prueba de fe y con-trición verdaderas— va a servir de cauce a la abun-

(2) Ibid.. 37-38.(3) Ibid.,, 39.(4) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 12.

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dancia de la misericordia divina. El Señor no miraya sus muchos pecados, sino su amor grande, sus lá-grimas de arrepentimiento y de contrición.

Entonces —continúa el relato evangélico— le di-jo a ella: tus pecados quedan perdonados. Y los convi-dados comenzaron a decir entre sí: ¿quién es éste quehasta perdona los pecados? El dijo a la mujer: tu fe teha salvado; vete en paz 5.

El efecto de la contrición es la paz interior, laalegría serena. ¡Qué paz me dan estas consideracio-nes! ¡Qué paz nos debe dar saber que nos perdonasiempre el Señor, que nos ama tanto, que conoce tantode las flaquezas humanas, que sabe de qué barro tanvil estamos hechos!6.

DESDE que Jesús entra en casa de Simón el fari-seo, los acontecimientos se suceden con rapidez. Ensus palabras a la mujer pecadora, ha mostrado el Se-ñor la amplitud de su misericordia. Los comensalesse sienten confusos y asombrados; quizá por eso noreparan en que el anfitrión ha descuidado las tradi-cionales costumbres de la hospitalidad.

A Jesucristo, en cambio, no ha pasado inadver-tido el olvido de Simón. En sus palabras hay unmatiz de queja, de reproche delicado, por esa fría

JUEVES 193

actitud de quien le ha invitado a comer. Tras habernarrado una breve parábola, vuelto hacia la mujer,dijo a Simón: ¿ves a esta mujer? Entré en tu casa yno me diste agua para los pies; ella en cambio habañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugadocon sus cabellos. No me diste el beso; pero ella, des-de que entré no ha dejado de besar mis pies. No hasungido mi cabeza con óleo; ella en cambio ha ungi-do mis pies con perfume 7.

Hijos míos, ¿veis?, exclamaba nuestro Padre.Hay como un acento de tristeza en las palabras deCristo: entré en tu casa y no me has dado agua conque lavar mis pies (Luc. VII, 44)... El Señor, que cuan-do se trata de padecer por la salvación de las almas nopone límites a sus sufrimientos, echa de menos en casade Simón esas manifestaciones de cariño, esa cortesíaen el trato, esa delicadeza: y se lo reprocha. Y a ti, mihijo, y a mí, ¿no tiene que reprocharnos nada?8.

Es hora de hacer examen: cuando una personaextraña nos mira con indiferencia, no nos importa de-masiado; pero si es un ser querido quien nos trata así,con desafecto, ¡cómo nos duele su comportamiento! Y aJesús, ¿no van a dolerle tus negligencias, tus precipita-ciones, tus descuidos, tus indelicadezas...?9.

Toda la falta de cortesía de Simón es remediadapor esta pobre mujer, a quien mueve el amor. Las lá-

(5) Ev. (Luc. VII, 48-50).(6) De nuestro Padre, Crónica, 1970, p. 1210.

(7) Ev. (Luc. VII, 44-46).(8) De nuestro Padre, Crónica, 1971, p. 58.(9) De nuestro Padre, Meditación, 6-1-1956.

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grimas sinceras, y las obras que muestran el arre-pentimiento, obtienen —por la infinita bondad deDios— la remisión de sus pecados. Jesús, que no hainterrumpido aún su diálogo con Simón, acaba suenseñanza: por eso te digo, le son perdonados sus mu-chos pecados, porque ha amado mucho. Aquel aquien menos se perdona menos ama w.

En nuestra vida, ante nuestras flaquezas, pode-mos aplicarnos esta lección del Evangelio, y pensar:Jesucristo me ha perdonado toda la muchedumbre demis pecados —¡cuánta generosidad!—, a pesar de miingratitud. Y si a esta mujer le fueron perdonados mu-chos pecados, porque amó mucho, a ti, hijo mío, y amí, como también se nos ha perdonado mucho, nosqueda una gran deuda de amor. ¡Jesús, hasta la locuray el heroísmo! Con tu gracia, Señor, aunque me seapreciso morir por Ti, yo no te abandonaré u.

AL SEÑOR le duele la desatención con que lehan recibido en aquella casa. Realmente Simón hahecho algo importante: le ha abierto de par en parlas puertas de su hogar, le ha ofrecido un banquetequizás espléndido. Pero ha pasado por alto esos deta-lles tradicionales entre los judíos: el beso de la paz,señal de saludo y de bienvenida; el agua para los

(10) Ev. (Luc. VII, 47).(11) De nuestro Padre, Crónica, 1970, p. 1209.

JUEVES 195

pies, cansados de la caminata y cubiertos por el pol-vo del camino; el ungüento de olorosas esencias, querefresca la cabeza del viajero y alivia el sudor de sufrente.

No se detiene Jesús en la materialidad de esosdetalles de cortesía, porque quiere descubrir a suanfitrión algo más profundo: que esos pequeños ser-vicios son prueba de una urbanidad auténtica y deli-cada. Por el amor contrito que se manifiesta en esosdetalles de delicadeza, el Señor perdona, a la mujerque llora a sus pies, todos sus pecados. Jesucristo pa-sará por alto vuestras flaquezas —ha escrito nuestroPadre a propósito del culto divino—, por el cariñoque habéis puesto al ocuparos de sus oratorios. El Se-ñor está allí inerme como un niño, prisionero de Amor:Amor con amor se paga. ¡Tratádmelo siempre bien!

Las cosas santas han de tratarse santamente, y san-tos son, por su dedicación al servicio divino, todos losobjetos de culto. No os acostumbréis, aunque pasen losaños: habéis de mantener siempre ante esos objetos—que son especialmente del Señor— como una actitudde asombro, un respeto delicado 12.

El Señor esperaba de Simón, y busca y espera denosotros, un trato así. Servid a Jesucristo con tal deli-cadeza, que el mismo servicio que le prestáis sea yacontemplación. En mi tierra, a un trato que no es pró-

(12) De nuestro Padre, Carla, 29-VII-1965, n. 44.

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digo en delicadezas, se le llama así: no andarse concontemplaciones n.

Cristo aguarda esas delicadezas de nuestroamor, sobre todo en la vida de piedad. El, que haquerido quedarse siempre a nuestro lado, en el Ta-bernáculo, espera ese trato esmerado. ¿Habéis vistocómo se exceden las madres en el cuidado amoroso desus hijos? Suelo decir que, cuando de verdad amamosa Dios, vivimos santamente sin darnos cuenta.

Casi se puede afirmar que ya no hacen falta lospropósitos: mi madre no hacía propósitos para tratar-me bien, ¡y hay que ver qué detalles tenía! Si de ver-dad os dedicáis a Dios con amor, os excederéis siempreen su servicio, gustosamente: con ganas y sin ganas,lloviendo o con sol, en cualquier circunstancia, en to-do momento sentiréis el impulso gustoso de servir másy mejor u.

Se hace necesario buscar a Jesús en todo mo-mento, y reconocerle —para tratarle bien, delicada yamorosamente— en tantas realidades que muestransu presencia a nuestro lado: ¿te unes a El en el traba-jo? ¿Lo buscas, al pasar cerca del Sagrario? ¿Lo descu-bres en tus hermanos, lo mismo en la abnegación quecuando recibes una buena noticia?

Amor con amor se paga. Yo le acompaño cuandovengo a visitarle, cuando le rondo con mi amor desde

(13) De nuestro Padre, Carta, 29-VII-1965, n. 44.(14) De nuestro Padre, Carta, 29-VII-1965, n. 62.

JUEVES 197

lejos y al pasarle cerca... No comprendo a los que sequedan indiferentes, y pienso que está cargada de sen-tido la piedad popular al representar, rodeando la cus-todia, una miríada de ángeles, que se tapan la caracon sus alas, porque se consideran indignos de estar ensu presencia. Y le pido a la Virgen, Madre suya y mía,recibirle, tratarle, como Ella lo hizo: con pureza, conhumildad, con amor 15.

(15) De nuestro Padre, Crónica, 1970, pp, 495-496.

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VIERNES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIV

345.

—Al utilizar medios humanos, hay que estar desprendidos.—Confiar todas nuestras necesidades al Señor y, al mismotiempo, buscar los medios necesarios para servirle.—Responsabilidad de ser económicamente autosuficientes.

JESUCRISTO recorría ciudades y aldeas predi-cando y anunciando la buena nueva del Reino deDios; le acompañaban los doce y algunas mujeres quehabían sido libradas de espíritus malignos y de enfer-medades '. Y estas mujeres le asistían con sus bie-nes 2.

Nuestra vida se desarrolla en medio del mundoy también, como el Señor, tenemos que utilizar me-dios materiales, que son buenos por ser obra deDios: todas las cosas son vuestras (...): el mundo, la vi-da, la muerte, lo presente, lo futuro 3. Pero hemos devivir desprendidos de estos medios: nada debe apar-tarnos de nuestro fin, porque todo es vuestro, masvosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios 4.

Con la ayuda del Señor, debemos vivir en elmundo sin ser mundanos, movernos con libertad en-tre los bienes de la tierra, con soltura, con señorío;

(1) Ev. (Luc. VIII, 1-2).(2) Ibid., 3.(3) I Cor. III, 22.(4) Ibid., 22-23.

VIERNES 199

usarlos para servir a Dios y a las almas. Este desasi-miento es sincero cuando sabemos aceptar con ale-gría sus consecuencias: he aprendido —decía San Pa-blo— a contentarme con lo que tengo. Sé vivir en po-breza y sé vivir en abundancia; todo lo he probado yestoy ya hecho a todo, a tener hartura y a sufrir ham-bre, a tener abundancia y a padecer necesidad: todolo puedo en Aquel que me conforta 5.

Hemos de amar el mundo —nos repetía nuestroPadre—, porque es el ámbito de nuestra vida, porquees nuestro lugar de trabajo, porque es el campo de ba-talla —hermosas batallas de amor y de paz—, porquees donde nos hemos de santificar y hemos de santificara los demás.

Estar en el mundo y ser del mundo no quiere decirser mundanos. Por eso, se nos pueden aplicar plena-mente aquellas palabras de la oración sacerdotal deJesús Señor Nuestro, que relata San Juan: no te pidoque los saques del mundo, sino que los preserves delmal. Ellos no son del mundo, como Yo tampoco soydel mundo floann. XVII, 15 y 16)6.

El abandono en las manos de Dios, que hemosde vivir, nos impulsa a preocuparnos fundamental-mente de la santidad y del apostolado, de la exten-sión del Reino de Cristo. Para tener el corazónpuesto en esas intenciones, necesitamos despegarlo

(5) Philip. IV, 11-13.(6) De nuestro Padre, Carta. 19-IIM954, n. 5.

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totalmente de los bienes de la tierra. Por eso es im-prescindible que amemos la pobreza, amor que semanifestará en mil detalles de nuestra vida dia-ria: en huir de la comodidad excesiva, de la ten-dencia al mínimo esfuerzo; en elegir para uno mis-mo lo peor; en cuidar los instrumentos que emplea-mos; en entregar aquello a lo que nos sintamos ape-gados.

NADIE puede extrañarse de que el Opus Dei nece-site medios materiales para su labor. Como realiza sutarea sobrenatural de santificación entre hombres y pa-ra hombres, ha de usar también (...) un mínimo de me-dios materiales 7. Y nos aconsejaba nuestro Padre:querría que pusierais un empeño muy grande en estardesprendidos plenamente de todas las cosas de la tie-rra, y que únicamente las manejarais en tanto encuanto sean para el servicio de Dios, y la Obra os pidaque las manejéis 8.

Si los medios que usamos están siempre endere-zados a la gloria de Dios, sabremos utilizarlos condesprendimiento, y no nos quejaremos si alguna vezfaltan. Su carencia —cuando el Señor lo quiere así—no restará eficacia a la labor; ni nos podrá quitar laalegría, porque los seguidores de Cristo viven conten-

(7) De nuestro Padre, Carta, 31-V-1954, n. 35.(8) De nuestro Padre, Meditación, 4-IV-1955.

VIERNES 201

tos y alegres y se glorían de su pobreza más que losreyes de su diadema9.

A lo largo de estos veintiséis años —hablaba nues-tro Padre en la primavera de 1955— en muchas oca-siones me he encontrado sin nada, en la carencia másabsoluta y en la cerrazón más completa en el horizontepara encontrar nada, nada. Nos faltaba hasta lo másnecesario. Pero ¡qué alegría!, porque buscando el reinode Dios y su justicia, sabíamos que lo demás se nosdaría por añadidura. Poniendo los medios para que nofalte, ¡que estén alegres mis hijos si alguna vez les fal-ta algo!10. Hemos de tener, por tanto, gran confianzaen el Señor, paz y tranquilidad, pero sin perder elsentido de responsabilidad en lo económico. Decíanuestro Fundador: porque vivimos nuestra vocaciónen el mundo, como ciudadanos corrientes, nuestra po-breza no es vivir de limosna; es el trabajo personal elque nos saca adelante en las necesidades materiales n.

En consecuencia, nuestro amor a la pobreza hade manifestarse también en el empeño que ponemospor conseguir los medios necesarios para el aposto-lado. Siempre, paralela a la labor apostólica, debe irla empresa económica, por dos motivos: porque elapostolado debe mantenerse económicamente; y por-que nuestras obras apostólicas son el ejercicio de unatarea profesional, de la que deben vivir los que la lle-

(9) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 38, 4.(10) De nuestro Padre, Meditación, 4-IV-1955.(11) De nuestro Padre.

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van a cabo 12. Esta actitud no está en contradiccióncon la absoluta confianza en Dios. Al contrario, esresultado del deseo de ejercitar las facultades que elSeñor nos ha dado, de hacerlas rendir como El quie-re: el trabajo es para nosotros camino hacia Dios.Además, no buscamos esos medios para nuestra co-modidad o nuestros caprichos: todo lo queremos pa-ra Dios, para servirle mejor.

Ese trabajo intenso es también consecuencia denuestra mentalidad laical, como hacen los que tienenuna familia numerosa y pobre. No se concebiría unpadre o una madre de familia responsables, que nodedicasen las energías precisas para sacar adelanteeconómicamente a los suyos.

Desasimiento, confianza en Dios, no inquietar-nos por la falta de medios..., todo eso exige el com-plemento de un trabajo rentable, que produzca loque necesitamos para vivir y para el sostenimientode las labores apostólicas.

EL DESPRENDIMIENTO de las cosas de la tie-rra es necesario en nuestro camino; para ser almascontemplativas y apostólicas, se requiere pureza decorazón, libertad interior, de manera que, en abun-dancia o en escasez de medios, nuestra confianza es-té siempre firme en el Señor.

(12) Instrucción, 8-XIM941, nota 14.

Pero este espíritu, lejos de llevarnos a la des-preocupación por las necesidades materiales de laObra, nos estimula fuertemente a trabajar. Los me-dios económicos, los medios materiales, hacen falta entodas las obras de celo 13, y hemos de sentir la respon-sabilidad de procurarlos con nuestro trabajo. Cadauno de mis hijos tiene muy claro el criterio: lo primeroy más importante es cumplir las Normas de vida, queson camino seguro de santidad; y al mismo tiempo—simultánea e inseparablemente— sostenerse, valersepor sí mismo en lo económico, y ayudar a sostener lacasa en donde vive o el Centro al que pertenece u.

Así podremos repetir lo que escribía San Pablo a losde Tesalónica: ñeque gratis paneni manducavimus abaliquo, sed in labore et in fatigatione nocte et die ope-rantes, ne quem vestrum gravaremus. Nam, et cum esse-mus apud vos, hoc denuntiabamus vobis, quoniam, siquis non vult operari, nec manducet No hemos comidoel pan de balde a costa de otro, sino con laboriosidad yfatiga, trabajando de día y de noche, para ganar nuestrosustento, por no ser gravosos a nadie. Y así, estando en-tre vosotros, os ordenábamos esto: quien no quiere tra-bajar, que no coma (II Thes. ///, 8 y 10) n.

Si en algún momento nuestro trabajo no rinde losuficiente económicamente, ponemos los medios pa-ra mejorarlo, o para buscar otro más rentable. Y los

(13) De nuestro Padre, Meditación, 7-IIM962.(14) De nuestro Padre.(15) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XH-1941, n. 129.

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que son estudiantes, procuran conseguir ayuda eco-nómica —que normalmente suele haber en todos lospaíses—, y ganar dinero trabajando, en actividadescompatibles con el estudio. Tenemos cada uno de no-sotros la mentalidad —y hacemos el esfuerzo intelectualy económico— de un buen padre de familia numerosa ypobre. Es fundamental, en el espíritu de la Obra, quesintamos la responsabilidad de la pobreza 16. Por eso,sería un error —y un error grave, porque sus consecuen-cias también lo son— que, a alguno de mis hijos, se lepermitiese hacerse gravoso a la Obra, con cualquiera delas formas del señoritismo. No hemos de ser señoritos,hemos de ser señores, con el señorío de los hijos deDios. Conozco, hijos míos, vuestro buen espíritu. Sabéismuy bien que, en nuestra vida, lo divino y lo humanoestán muy íntimamente unidos —imitamos a Jesucristo,perfecto Dios y perfecto Hombre—, y lo mismo que eldescuido de un simple detalle material bastaría paraindicaros que hubo una falta de amor de Dios, tambiénsabréis descubrir ese defecto en la raíz misma de algu-nos datos económicos deficitarios 17.

Pedimos al Señor y a su Madre bendita tener elcorazón libre, desasido de las cosas de la tierra 18; li-bertad que se manifiesta tanto en el desprendimien-to al usar los medios materiales como en la respon-sabilidad al procurarlos, para servir a la labor deapostolado con tantas almas.

(16) De nuestro Padre, Carla, 29-IX-1957, n. 74.(17) De nuestro Padre, Carta, 29-IX-1957, n. 74.(18) Vía Crucis, X estación.

SÁBADO

SÁBADO

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346.

—Es preciso disponer la voluntad para que fructifique ennosotros la palabra de Dios.—El fruto depende de nuestra respuesta generosa a las lla-madas de Dios, mediante la oración y la lucha ascética.—Luchar en cosas pequeñas, sin desanimarnos ante los fa-llos.

REUNIÉNDOSE una gran muchedumbre que detodas las ciudades acudía a El, dijo esta parábola: sa-lió el sembrador a sembrar su semilla '. Salió a sem-brar a voleo: el campo labrado y los pedregales sellenaron de semilla. Con esta parábola —comentaSan Juan Crisóstomo— quiso declarar el Señor queEl hablaba a todos con mucha generosidad. Porqueasí como el sembrador no distingue la tierra que vapisando con sus pies, sino que arroja natural e indis-tintamente su semilla, así el Señor no distingue tam-poco al pobre del rico, al sabio del ignorante, al tibiodel fervoroso, al valiente del cobarde 2.

Sin atender a nuestras disposiciones ni a nues-tros méritos, Jesús ha sembrado en nosotros la semi-lla de su palabra. Y quiere, en justa corresponden-

(1) Ev. {Luc. VIII, 4-5).(2) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 44, 3.

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cia, que preparemos el alma para que esa siembraarraigue y dé frutos; que abramos en el corazón sur-cos de docilidad a la gracia; que la semilla divina noencuentre resistencias. Porque —continúa la parábo-la— al sembrar, parte cayó junto al camino, y fue pi-soteada y se la comieron las aves del cielo; parte cayósobre el pedregal, y una vez nacida se secó por faltade humedad; parte cayó en medio de las espinas, yhabiendo crecido junto con ella, las espinas lasofocaron 3.

Son muchos los obstáculos que se oponen a esasiembra generosa del Sembrador divino. En primerlugar, dentro de nosotros mismos: el fomes peccati—nos advierte nuestro Padre— es una realidad uni-versal, pero una realidad tristísima, con la que es nece-sario luchar: y para luchar es necesario advertir el pe-cado como un mal —el único verdadero mal—, conocerla propia debilidad y no ponernos tontamente en oca-siones peligrosas 4.

Cuando el labriego descubre los espinos, no seasombra de que crezcan juntamente con el buen trigo.El sembrador lo sabe y, por eso, algunas tareas de la-branza se orientan a combatir las malas hierbas. Asídebe obrar el que descubre en sí mismo la maleza delas malas inclinaciones. La pereza, la soberbia, la sen-sualidad, el egoísmo...: ésas son las zarzas y espinas

(3) Ev. (¿tic. VIII, 5-7).(4) De nuestro Padre, Crónica, 1972, p. 787.

SÁBADO 207

que hunden sus raíces en el alma y pueden sofocar labuena semilla, si no se las arranca.

Percibimos la voz de Dios en las indicaciones delos Directores y en el fondo del alma; voz que es aveces reprensión, y siempre estímulo, orientación.La oímos también en la doctrina, pero tenemos quehacerla fructificar: cada día con más corresponden-cia personal a la gracia. Esta lucha y el dolor sinceroante los pecados y faltas son el abono que hará cre-cer los frutos sobrenaturales, como nos repite nues-tro Padre: dile a tu Ángel Custodio —yo se lo digo almío— que no quiera mirar nuestros errores, porque es-tamos dolidos, contritos. Que lleve al Señor esta buenavoluntad que nace, en nuestro corazón, como un lirioque ha florecido en el estercolero 5.

Este esfuerzo ascético, que ha de durar toda lavida, es lo que el Señor nos pide que hagamos, con laayuda de su gracia: el resto —que la simiente germi-ne y dé fruto— es obra suya.

EN TODAS partes cayó la semilla del sembra-dor, en todos los sitios fue igualmente abundante lalluvia y, sin embargo, sólo en la buena tierra —don-de no hay piedras, ni espinos, ni veredas que hollenlos pies distraídos del caminante— llegarán a granarlas espigas.

(5) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 25.

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Es una realidad que se repite en la vida interior:cada alma corresponde de modo diverso a los reque-rimientos de la gracia —abundante siempre para to-dos—, porque el Señor ha querido respetar la liber-tad humana, y en quien aparta con mayor prestezalos obstáculos, serán más abundantes los frutos desantidad. Sólo el hombre puede decirle a Dios: ¡noquiero! Por eso, para mí —escribe nuestro Padre—,la razón más sobrenatural es ésta: porque me da la ga-na, Señor. Tú me tiendes amorosamente tu mano, y yo,con tu gracia, me esfuerzo por cogerla porque me dala gana: ¡porque quiero!, ¡porque te amo!

El Señor es tan bueno que dejó en libertad alhombre. Nos dio la capacidad espléndida de todaslas virtudes, y también la triste capacidad —que escomo el reverso de aquella perfección, por ser noso-tros criaturas— de todos los defectos, de todas lasaberraciones, de toda la pérdida de la libertad dehijos de Dios que El mismo nos ganó. Y contra elplan maravilloso de Dios, está el hombre pronusad peccatum después de la primera caída, inclina-do al mal6.

Junto a la decisión de desterrar lo que nos apar-te del Señor, se requiere poner los medios para queel alma sea esa buena tierra. Es preciso ser pacien-

(6) De nuestro Padre, Meditación, 29-11-1964.

SÁBADO 209

tes en el esfuerzo personal, en el empeño por corres-ponder efectivamente, con amor, al derroche delamor divino. Esa es nuestra lucha: cada uno pone desu parte lo que puede, que lo demás lo hace Dios. Yéstas son nuestras armas: la oración y la guerra de ca-da uno consigo mismo. Si no, no haríamos nada. Sidejáramos de hacer oración, si no lucháramos, sería-mos ineficaces 7.

La misericordia de Dios, que quiere que lleve-mos la semilla de su palabra a muchas almas, ven-drá en amparo de nuestra debilidad. Si no cejamosen ese esfuerzo humilde y confiado, si no abandona-mos la lucha ascética, acabaremos siendo contem-plativos, almas que se alimentan de Dios. La vidacontemplativa es consecuencia lógica del espíritu de laObra. Por eso, el que no coge este espíritu podrá ven-cer alguna batalla, pero la guerra la perderá. Al con-trario, el que vive de este modo podrá perder algunabatalla, pero la guerra la ganará 8.

Mira —recuerda nuestro Padre— la gran dife-rencia que media entre el modo de obrar natural yel sobrenatural. El primero comienza bien, paraacabar aflojando luego. El segundo comienza igual-mente bien..., pero después se esfuerza por proseguiraún mejor9.

(7) De nuestro Padre, Crónica, 1972, p. 892.(8) De nuestro Padre, Crónica 1972 p 893(9) Surco, n. 771.

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BUENA voluntad pide el Señor; pero buena vo-luntad que sea efectiva, continua correspondencia alas mociones de la gracia. Así, el fruto llegará pron-to, porque no es como el de los árboles, que necesitamucho tiempo, que está sometido a las leyes de las es-taciones (...). Aquí basta con querer, e inmediatamenteviene el fruto 10.

Procuremos fomentar en el fondo del corazón—aconseja nuestro Padre— un deseo ardiente, unafán grande de alcanzar la santidad, aunque nos con-templemos llenos de miserias. No os asustéis; a medidaque se avanza en la vida interior, se perciben con másclaridad los defectos personales. Sucede que la ayudade la gracia se transforma como en unos cristales deaumento, y aparecen con dimensiones gigantescas has-ta la mota de polvo más minúscula, el granito de are-na casi imperceptible, porque el alma adquiere la fi-nura divina, e incluso la sombra más pequeña molestaa la conciencia, que sólo gusta de la limpieza de Dios.Díselo ahora, desde el fondo de tu corazón: Señor, deverdad quiero ser santo, dé verdad quiero ser un dignodiscípulo tuyo y seguirte sin condiciones. Y enseguidahas de proponerte la intención de renovar a diario losgrandes ideales que te animan en estos momentos.

¡Jesús, si los que nos reunimos en tu Amor fuéra-mos perseverantes! ¡Si lográsemos traducir en obrasesos anhelos que Tú mismo despiertas en nuestras al-

mas! Preguntaos con mucha frecuencia: yo, ¿para quéestoy en la tierra? Y así procuraréis el perfecto acaba-miento —lleno de caridad— de las tareas que empren-dáis cada jornada y el cuidado de las cosas pequeñas.Nos fijaremos en el ejemplo de los santos: personas co-mo nosotros, de carne y hueso, con flaquezas y debili-dades, que supieron vencer y vencerse por amor deDios; consideraremos su conducta y —como las abejas,que destilan de cada flor el néctar más precioso —aprovecharemos de sus luchas ".

La correspondencia que el Señor nos pide— ¡cuánta insistencia la de nuestro Padre, para queno lo olvidemos nunca!—, está hecha de actos peque-ños. Nuestro amor a Dios se demuestra en cosas me-nudas, que parece que no tienen importancia y tienenla importancia del amor.

La santidad que se exige a los hijos de Dios en elOpus Dei es una santidad determinada, concreta, quese manifiesta en hechos diarios constantemente. No esuna entelequia. Es una realidad precisa divina y hu-mana. Para adquirir esa santidad, te bastará cumplirnuestras Normas de vida con amor, vivir nuestras Cos-tumbres con amor, amar la Cruz de Jesucristo, ponertejunto a tu Madre del Cielo con amor 12.

(10) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 44, 4.(11) Amigos de Dios, n. 20.(12) De nuestro Padre, Noticias 11-55, p. 16.

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347.

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO

—Responsabilidad de aprovechar bien el tiempo.—Gastarse con generosidad en el servicio del Señor y de lasalmas.

—Examen sincero para mejorar en el aprovechamiento deltiempo.

El Reino de los Cielos es semejante a un amo quesalió al amanecer a contratar obreros para su viña 1. Hamadrugado, y al clarear el día, el dueño del campo seencamina a la plaza. Las calles están aún desiertas, yparece que sólo los gallos esperan la inminente salidadel sol. Aquel hombre necesita obreros que trabajendesde la primera hora, porque rinden más, porque lavendimia es abundante. En la plaza sólo aguardan con-tadas personas. Un saludo, pocas palabras, y el tratose concierta. Luego se dirigen hacia la viña.

Dos horas más tarde el pueblo está en ajetreocontinuo. La plaza se halla concurrida, y apenases posible distinguir a un grupo de hombres queesperan ser contratados. Otra vez se acerca el due-ño de la viña, porque el trabajo apremia; y loscontrata. Pero tampoco con éstos se da abasto.Hay tanta necesidad de brazos, que el amo se veobligado a regresar a la hora de sexta, y a la denona, y a la undécima —a las cinco de la tarde—para contratar más obreros.(1) £v. (A) (Matth. XX, 1).

DOMINGO 213

Es tan grande la viña de la Iglesia, que hay tra-bajo siempre: hay que podar las vides, abonar, lu-char contra las plagas, vendimiar, pisar la uva en ellagar... No nos debe sobrar el tiempo, ni un segundo:y no exagero, insiste nuestro Padre. Trabajo hay; elmundo es grande y son millones de almas que no hanoído aún con claridad la doctrina de Cristo. Me dirijoa cada uno de vosotros. Si te sobra tiempo, recapacitaun poco: es muy posible que vivas metido en la tibie-za; o que, sobrenaturalmente hablando, seas un tulli-do. No te mueves, estás parado, estéril, sin desarrollartodo el bien que deberías comunicar a los que se en-cuentran a tu lado, en tu ambiente, en tu trabajo, entu familia 2.

Hacer rendir el tiempo, exprimir los minutos devida que el Señor nos concede, cumpliendo a fondolos designios de Dios para nuestra existencia. Estaes la primera enseñanza que nos propone el Evange-lio de la Misa de hoy. Y sobre ese punto ha de girarnuestro examen, no de vez en cuando, sino de formahabitual, diaria. El fruto sobrenatural de nuestra vi-da va íntimamente unido a la responsabilidad gene-rosa con que gastemos, día a día, hora a hora, ese te-soro del tiempo que Dios nos da.

CUANDO ya caía la tarde, dijo el amo de la viñaO- su administrador: llama a los obreros y dales el jor-

(2) Amigos de Dios, n. 42.

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nal, empezando por los últimos hasta llegar a los pri-meros 3.

Al recibir su salario, los trabajadores de laprimera hora murmuraban contra el amo diciendo:a éstos últimos que han trabajado sólo una horalos has equiparado a nosotros, que hemos soporta-do el peso del día y del calor*. Esta reacción per-mite suponer que durante la jornada pensaron de-masiado en sí mismos, en sus derechos, en sus es-fuerzos, y por eso no se sintieron después satisfac-toriamente recompensados. Trabajaron con cálcu-lo; y más tarde quedaron desilusionados, y habla-ban del día y del calor, como de una pesada cargaque habían tenido que soportar. Estaban pesarosospor haber trabajado tanto. Les faltó generosidad yles sobró egoísmo.

La mayor parte de los que tienen problemas perso-nales, comentaba nuestro Padre, los tienen por elegoísmo de pensar en sí mismos. ¡Darse, darse, darse!Darse a los demás, servir a los demás por amor deDios: éste es el camino 5. Y es de tal eficacia, que Dioslo premia con una humildad llena de alegría 6.

Hemos de comprender, cada vez con más hondu-ra, que el mejor uso que podemos hacer de nuestravida es excedernos en el cumplimiento del deber, enel servicio a Dios y a las almas, sin llevar la cuenta

(3) Ev. (A) (Matth. XX, 8).(4) lbid., 11-12.(5) De nuestro Padre, Crónica 111-62, p. 12.(6) De nuestro Padre, Crónica HI-62, p. 14.

DOMINGO 215

de lo que el Señor nos va pidiendo, sin añorar cosasdejadas, sin buscar compensaciones. Poder trabajarpor el Señor es un grandísimo don de Dios, por elque le hemos de estar eternamente agradecidos.

Es tan grande la misericordia divina que, sinmérito ninguno por nuestra parte, nos ha confiadouna parte escogida de su viña, donde trabajar porlas almas, y nos ha prometido el Cielo. Entre lo quenosotros podemos ofrecerle y los beneficios que deEl hemos recibido, que continuamente estamos reci-biendo y que recibiremos, no hay paridad. El hom-bre nunca puede amar a Dios tanto como El debe seramado 1. Siempre será poco lo que hagamos: por eso,al ocuparse en su trabajo los hijos de Dios en su OpusDei, procuran no sólo cumplir sino amar, que es siem-pre excederse gustosamente en el deber y en el sacrifi-cio 8.

Cuando se ha aceptado trabajar en la viña delSeñor, es preciso estar en ella y gastarse con alegría,desviviéndose para que la uva surja en racimos lle-nos. Y cuando se acaba la propia tarea —si se aca-ba—, ahí está la faena de los demás, esperando laayuda de un brazo experto. Alter alterius onera porta-te et sic adimplebitis legem Christi (Galat VI, 2); lle-vad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis laley de Cristo. Ratos perdidos.,, que te sobra tiempo...¡si hay tantos hermanos tuyos sobrecargados de traba-

(7) Santo Tomás, S. Th. q. 6, a. 4 c.(8) De nuestro Padre, n. 53.

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216TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

jo! Con delicadeza, con finura, con la sonrisa en los la-bios, ayúdales de tal manera que ni siquiera lo noten,que ni te puedan dar las gracias, porque la discreciónha cubierto la caridad 9.

El Señor bendecirá este trabajo, la labor de losque redimentes tempus, aprovechando el tiempo, queno es oro, sino gloria, sepan sacrificarse gustosa-mente en esa viña de Dios.

EN UNA de sus homilías, nuestro Padre comen-ta esta parábola de los jornaleros de la viña, juntocon la de las vírgenes prudentes y la de los talentos,y nos invita a pensar valientemente en nuestra vida.¿Por qué no encontramos a veces esos minutos, paraterminar amorosamente el trabajo que nos atañe y quees el medio de nuestra santificación? ¿Por qué descui-damos las obligaciones familiares? ¿Por qué se mete laprecipitación en el momento de rezar, de asistir al San-to Sacrificio de la Misa? ¿Por qué nos faltan la sereni-dad y la calma, para cumplir los deberes del propioestado, y nos entretenemos sin ninguna prisa en ir de-trás de los caprichos personales? Me podéis responder:son pequeneces. Sí, verdaderamente: pero esas peque-neces son el aceite, nuestro aceite, que mantiene vivala llama y encendida la luz (...).

Cuando el cristiano mata su tiempo en la tierra, secoloca en peligro de matar su Cielo: cuando por egoísmo

(9) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1956.

DOMINGO 217

se retrae, se esconde, se despreocupa. El que ama a Dios,no sólo entrega lo que tiene, lo que es, al servicio deCristo: se da él mismo. No ve —con mirada rastrera— suyo en la salud, en el nombre, en la carrera.

Mío, mío, mío..., piensan, dicen y hacen muchos.¡Qué cosa más molesta! Comenta San Jerónimo queverdaderamente, lo que está escrito: "para buscar ex-cusas a los pecados" (Ps. CXL, 4), se realiza en estagente que, al pecado de soberbia, añade la pereza y lanegligencia (San Jerónimo, Commentarium in Mat-thaeum. 4, 25).

Es la soberbia la que conjuga continuamente esemío, mío, mío... Un vicio que convierte al hombre encriatura estéril, que anula las ansias de trabajar porDios, que le lleva a desaprovechar el tiempo. No pier-das tu eficacia, aniquila en cambio tu egoísmo. ¿Tuvida para ti? Tu vida para Dios, para el bien de todoslos hombres, por amor al Señor. ¡Desentierra ese talen-to! Hazlo productivo: y saborearás la alegría de que,en este negocio sobrenatural, no importa que el resul-tado no sea en la tierra una maravilla que los hombrespuedan admirar. Lo esencial es entregar todo lo quesomos y poseemos 10.

El Señor nos ha regalado la vida, los sentidos, laspotencias, gracias sin cuento: y no tenemos derecho aolvidar que somos un obrero, entre tantos, en esta ha-cienda, en la que El nos ha colocado, para colaborar

(10) Amigos de Dios, nn. 41, 46-47.

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218 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

en la tarea de llevar el alimento a los demás. Este esnuestro sitio: dentro de estos límites; aquí hemos degastarnos diariamente con El, ayudándole en su laborredentora (cfr. Col. /, 24).

Dejadme que insista: ¿tu tiempo para ti? ¡Tu tiem-po para Dios! Puede ser que, por la misericordia delSeñor, ese egoísmo no haya entrado en tu alma de mo-mento. Te hablo, por si alguna vez sientes que tu cora-zón vacila en la fe de Cristo. Entonces te pido —te pi-de Dios— fidelidad en tu empeño, dominar la sober-bia, sujetar la imaginación, no permitirte la ligerezade irte lejos, no desertar.

Les sobraba toda la jornada, a aquellos jornalerosque estaban en medio de la plaza; quería matar lashoras, el que escondió el talento en el suelo; se va aotra parte, el que debía ocuparse de la viña. Todoscoinciden en una insensibilidad, ante la gran tareaque a cada uno de los cristianos ha sido encomendadapor el Maestro: la de considerarnos y la de portarnoscomo instrumentos suyos, para corredimir con El; lade consumir nuestra vida entera, en ese sacrificio gozo-so de entregarnos por el bien de las almas ".

Al terminar la oración de hoy, ponemos en ma-nos de nuestra Madre el propósito de exprimir en elservicio de su Hijo los días de vida que nos queden,sin reservarnos nada.

(11) Amigos de Dios, n. 49.

LUNES 219

348.

LUNES

—Necesitamos la luz de la doctrina para hacer apostolado.—El prestigio profesional es el candelera sobre el que he-mos de poner la luz de Cristo.—Rectitud de intención en el trabajo.

LA TARDE declinaba, y la reunión comenzó a di-solverse. El Señor había hablado largo tiempo de se-millas, de pedregales y de la tierra buena que da elciento por uno. Por eso, en el suave oscurecerse delos caminos, mientras la gente marchaba a sus al-deas, las últimas palabras de Jesús cobraron un sig-nificado preciso: nadie que ha encendido una lámpa-ra, la oculta con una vasija o la pone debajo de la ca-ma, sino que la coloca sobre un candelero para quelos que entran vean la luz '.

La nueva enseñanza del Señor evoca la figuradel dueño de una casa que, al caer la noche, ha en-cendido su lámpara llena de aceite, y la coloca enci-ma de la mesa. Fuera, la oscuridad lo llena todo. Pe-ro él puede tomar su luz, y con ella caminar sin mie-do, salir y alumbrar también a los peregrinos, a losextranjeros que han venido a la ciudad y vagan per-didos en las calles desconocidas.

(1) Ev. {Luc. VIII. 16).

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220 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

Hijo mío, comentaba nuestro Padre, tú eres sal,luz y levadura, y no puedes dejar de llevar esa luzhasta el último rincón de la sociedad. Pero, para quela llama de la doctrina brille con eficacia, es precisoen primer lugar que te formes bien profesionalmente,que estudies para ser docto. Docto entre los de tu clasey categoría: labriego, obrero, médico, diplomático... Ladoctrina es necesaria a todos 2.

Había aderezado tan bien su lámpara, la habíalimpiado y llenado con aceite de tan buena calidad,que su luz llegaba hasta los últimos rincones de lahabitación. Te hablé de la necesidad de que tengasdoctrina, buena doctrina, para meter la verdad, la luz,el bien, el amor a la libertad, el sentido responsable dela vida, en todas las clases de la sociedad y así sem-brar la paz y la alegría; porque todos los apostoladosdel Opus Dei se reducen a uno solo: dar doctrina, luz.Donde hay un alma del Opus Dei, hay una brasa en-cendida que prende fuego, da luz y calor, en una acti-vidad inadvertida, pero siempre fecunda.

Hemos de andar por la vida como apóstoles, con laluz de Dios, con sal de Dios. Sin miedo, con naturali-dad, pero con tal vida interior, con tal espíritu delOpus Dei, que alumbremos, que evitemos la corrup-ción y los sombras que hay alrededor, que llevemos co-mo fruto la serenidad y la eficacia 3.

(2) De nuestro Padre, Crónica XII-64, p. 61.(3) De nuestro Padre, Crónica XII-64, pp. 61-62.

LUNES 221

HEMOS de llevar la luz de Cristo a las gentesque nos rodean. No de un modo aparatoso, conllamativas luces de bengala, sino con la naturali-dad propia de nuestra vocación. Este es el mensa-je que nos ha transmitido nuestro Fundador. Osrepito con San Juan: videte qualem caritatem deditnobis Pater, ut filii Dei nominemur et simus (IIoann. ///, 1). Nos llamamos y somos hijos de Dios;hermanos, por eso, del Verbo hecho carne (cfr.Ioann. /, 14), de Jesucristo, de Aquel de quien fuedicho: in ipso vita erat, et vita erat lux hominum(Ioann. /, 4), en El estaba la vida, y la vida era laluz de los hombres.

Hijos de la luz, hermanos de la luz: eso somos.Portadores de la única llama capaz de iluminar los ca-minos terrenos de las almas, del único fulgor, en elque nunca podrán darse oscuridades, penumbras nisombras (cfr. Ioann. /, 5).

Et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non com-prehenderunt (Ibidj; y e&ta luz resplandece en mediode las tinieblas, y las tinieblas no la han recibido. ElSeñor sigue derramando esplendores sobre los hom-bres, una luminosidad que es vida y calor de miseri-cordia, porque El es caridad, amor (cfr. I Ioann. IV,8); y se sirve de nosotros como antorchas, para queesas luces iluminen las almas y sean para todos fuentede vida, después de haber alumbrado y llenado lanuestra del fuego de las ilustraciones divinas (cfr. Luc.XII, 49).

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222 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

Hijas e hijos míos, de nosotros depende en parteque muchas almas no permanezcan ya en tinieblas, si-no que caminen por senderos que llevan hasta la vidaeterna 4.

Es una responsabilidad propia de todos los queson hijos de Dios. Esa plenitud de dones no se ha da-do a los católicos para que disfruten egoístamente deellos: ¿por ventura se enciende una luz para ponerladebajo del celemín, o debajo de la cama?, ¿no es másbien para ponerla sobre un candelero? (Marc. IV, 21).Todo católico tiene, hijas e hijos míos, obligación, yobligación grave, de hacer cuanto esté de su mano pa-ra lograr que todos los hombres participen de la pala-bra y de la gracia de Dios, de las que, indigna perorealmente, es depositario 5.

Los cristianos hemos de ser luz del mundo 6; yademás, a nosotros, la vocación a la Obra nos confie-re —por un nuevo título— el deber de difundir laclaridad de la doctrina salvífica a nuestro alrededor.Contamos para eso con un medio también específico:el trabajo profesional santificado y santificador, rea-lizado con la mayor perfección humana de que sea-mos capaces. Ese es nuestro candelero, sobre el queha de brillar la luz de Cristo. Por eso insistía nuestroPadre: rezad y trabajad con sentido sobrenatural ycon alegría, amorosamente fieles a vuestra vocación,

(4) De nuestro Padre, Carla, 11-IIM940, n. 3.(5) De nuestro Padre, Carta. 24-X-1965, n. 60.(6) Malth. V, 14.

LUNES 223

esforzándoos por ser santos, que éste es el fundamentode toda eficacia apostólica. Estudiad con seriedad, ad-quirid una sólida y profunda preparación profesional,procurad mejorar cada día vuestra formación doctri-nal. Tened la firme esperanza de que el Señor, que es-tá empeñado en que se haga la Obra de Dios sobre latierra, hará pronto realidad esos sueños que El mismopone en nuestro corazón 7.

CON VUESTRA vida contemplativa, y con vues-tro actuar recto y responsable —escribió nuestroPadre—, lleváis a Cristo a todos los ámbitos dondese desarrolla la actividad humana: al laboratorio, ala fábrica, a la oficina, a la Universidad, al trabajode la tierra, a la vida cívica. En todos los sitios de-béis dar testimonio de la fe que, por don de Dios,habéis recibido 8.

Para realizar en nosotros este ideal, sirviéndo-nos del trabajo profesional ordinario, se requiereque lo llevemos a cabo con rectitud de intención.Dios se ha querido servir de vosotros, de vuestra luchapor alcanzar la santidad e incluso de vuestros talentoshumanos. Recordad siempre el mandato de Cristo: quebrille vuestra luz ante los hombres, de manera quevean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Pa-

(7) De nuestro Padre, Carla, 2-X-1939, n. 31.(8) De nuestro Padre, Carla, 15-X-1948, n. 30.

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224 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

dre que está en los cielos fMatth. V, 16). Para El todala gloria, todo el honor: soli Deo honor et gloria insaecula saeculorum (I Tim. /, 17), sólo a Dios hemosde dar el honor y la gloria, por los siglos sin fin 9.

No buscamos el brillo ni el éxito humano por símismos en nuestra tarea profesional, sino el modomás eficaz de servir al Señor. Por eso todos en laObra amamos el lugar donde Dios nos colocó, y lamisión que nos ha confiado; y los Numerarios estánsiempre dispuestos a dejar el trabajo más espectacu-lar y floreciente, para ir a servir con alegría en cual-quier tarea sin brillo humano, si eso conviene al biendel apostolado.

Rectitud de intención: hacerlo todo por Dios. Yentonces no habrá oposición entre la entrega humil-de y la necesidad de adquirir el máximo prestigioprofesional de que seamos capaces. Trabajar bien,terminando las tareas, dedicándoles el tiempo quehaga falta; pero sólo por amor al Señor, para su glo-ria, para el bien de todos.

Debemos examinar con frecuencia si trabajamoscon rectitud de intención y si rectificamos siempreque sea preciso. En caso contrario, todos nuestrosesfuerzos serían sobrenaturalmente estériles. Quetodos, los jóvenes y los mayores —nos pide nuestroPadre—, consideren con frecuencia la intención conque realizan su trabajo, teniendo presente que son ma-

(9) De nuestro Padre, Carta, 24-IIM930, n. 21.

LUNES 225

nifestaciones de falta de rectitud de intención: moversepor motivos humanos, no cuidar los detalles pequeños,desatender la vida de familia o los encargos apostóli-cos, no aprovechar su trabajo profesional —prestigiosoo no—, para hacer una honda labor de apostolado 10.

Treinta años trabajó Jesucristo en un oficio apa-rentemente vulgar, sin ningún brillo humano. Y ensu misma vida pública nos enseña a trabajar consentido sobrenatural, a no atribuirnos los frutos denuestro esfuerzo en servicio de Dios. Y hemos deimitarle. Así será nuestra vida una vida de entrega,de servicio, como la suya. Que la vean vuestros pa-rientes, vuestros colegas, vuestros vecinos, vuestros ami-gos. No hagáis nada raro, que no es propio de nuestravida. Vivid como los demás, sobrenaturalizando cadainstante de la jornada. Que contemplen vuestra alegríaen el el mundo, y así —nos dice nuestro Padre— yoestaré orgulloso n.

También transcurrió así la vida de la SantísimaVirgen. Y es la criatura que más glorificó a Dios en latierra y más eficacia sobrenatural dio a su trabajo.

(10) De nuestro Padre, Carla. 15-X-1948, n. 19.(11) De nuestro Padre, Obras XII-60, p. 23.

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226

MARTES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

349.

—El rezo y meditación del Salmo II nos lleva a profundizaren el sentido de la filiación divina.—Rebeldía de los hombres que no quieren someterse a Dios.—Nuestra condición de hijos de Dios debe llenarnos de res-ponsabilidad apostólica.

TODOS los martes, luego de invocar cada uno asu Santo Ángel Custodio con el ruego de que le acom-pañe en su oración, besará el rosario', en prueba deAmor a la Señora y para significar que es la oraciónnuestra arma más eficaz. Y seguidamente recitará elsalmo número 2, en latín. Os aconsejo que (...) em-pleéis ese texto para vuestra meditación de la tarde delmartes. Y entenderéis bien, después de orar, por qué esése el clamor que hacemos resonar en la tierra y subiral cielo antes de empezar nuestras grandes batallas ysiempre '.

Así escribía nuestro Padre en 1939. En aquellosmomentos, nuestro Fundador se disponía a comen-zar una nueva etapa en el trabajo apostólico que lostres años de guerra civil no habían interrumpido, yquería impulsar al puñado de hijos suyos que consti-tuían la Obra a un apostolado audaz y sin fronteras,

(1) De nuestro Padre, Cana Circular, 24-111-1939.

MARTES 227

animándoles a contar sobre todo con la gracia deNuestro Padre Dios.

En efecto, la repetida consideración de este tex-to de la Escritura Santa debe conducirnos, entreotras cosas, a considerar el cuidado de Dios con no-sotros, dispuesto siempre a oírnos, pendiente en cadamomento de la palabra del hombre2, precisamenteporque nos ama como a hijos queridísimos.

La Trinidad Santísima dispuso en su Providen-cia amorosa que el Verbo se hiciera Hombre para re-dimir a la humanidad pecadora. Como fruto de suEncarnación, de su vida, de su muerte y de su resu-rrección, el Señor nos envió desde Dios Padre el donmás precioso: el Espíritu Santo, que nos hace clamarAbbal, Pater!, que nos identifica con Cristo y nos ha-ce hijos de Dios.

Todos los martes, al meditar el Salmo II, pode-mos contemplar la identificación nuestra con Cristo,y oír las palabras del Padre del Cielo: Filius meus estu; ego hodie genui te. Postula a me, et dabo tibi gen-tes hereditatem tuam et possessionem tuam términosterrae 3. Y comenta San Juan Crisóstomo: ya no senos promete una tierra que mana leche y miel, ni unalarga vida, ni muchedumbre de hijos, ni trigo, ni vi-no, ni rebaños mayores y menores, sino el Cielo y losbienes del Cielo: la filiación divina y la hermandad

(2) £5 Cristo que pasa. n. 57.(3) Ps. II, 7-8.

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228 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

con el Unigénito, y tener parte en su herencia, y serjuntamente con El glorificados y reinar con El4.

ASTITERUNT reges terrae, et principes convene-runt in unum adversus Dominum et adversus chri-stum eius 5; se han rebelado contra Dios los podero-sos de la tierra, contra el Señor y contra su Ungidose han confabulado. Las palabras inspiradas se cum-plen una vez más en nuestros días. Al considerar, eneste siglo y en los que vendrán, el abandono de tantasalmas, que no se acuerdan de que son de Dios, hijosde Dios; el triste modo de comportarse de tantos go-biernos, en tantas naciones; las heridas que tiene laIglesia, en su Cuerpo Místico; las difamaciones y lascalumnias que, por el amor de Dios, en no pocas oca-siones hay que sufrir; es la hora de meditar el salmonúmero dos, como lo hacemos cada martes 6.

Dirumpamus vincula eorum et proiciamus a nobisiugum ipsorum!7; han querido los hombres —tambiénlos que gobiernan el mundo— arrojar de sí el yugo dela ley divina: no ya de las normas morales objetivas—que de ésas casi ni se habla—, sino incluso del sentidomoral común 8. Por todas partes se oye el mismo cla-mor: rompamos sus ataduras y sacudamos lejos de noso-

(4) San Juan Crisóstomo, In Matlhaeum homiliae 16, 5.(5) Ps. I I , 2.(6) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 34.(7) Ps. II, 3.(8) De nuestro Padre, Carta, 30-IV-1946, n. 36.

229

tros su yugo (Ps. //, 3). Rompen el yugo suave, arrojande sí su carga, maravillosa carga de santidad y de justi-cia, de gracia, de amor y de paz. Rabian ante el amor, seríen de la bondad inerme de un Dios que renuncia aluso de sus legiones de ángeles para defenderse (cfr.Ioann. XVIII, 36). Si el Señor admitiera la componenda,si sacrificase a unos pobres inocentes para satisfacer auna mayoría de culpables, aun podrían intentar un en-tendimiento con'El. Pero no es ésta la lógica de Dios.Nuestro Padre es verdaderamente padre, y está dispues-to a perdonar a miles de obradores del mal, con tal quehaya sólo diez justos (cfr. Genes. XVIII, 32). Los que semueven por el odio no pueden entender esta misericor-dia, y se refuerzan en su aparente impunidad terrena,alimentándose de la injusticia 9.

Es bueno recordar esta realidad. Al considerarel mal que hay en el mundo, no podemos dejarnosllevar por el desaliento. Hemos de ser optimistas, perocon un optimismo que nace de la fe en el poder deDios —Dios no pierde batallas—, con un optimismoque no procede de la satisfacción humana, de unacomplacencia necia y presuntuosa 10.

EL QUE habita en los cielos se reirá de ellos, seburlará de ellos el Señor. Entonces les hablará en su

{9) £5 Cristo que pasa, n. 185.(10) Es Cristo que pasa, n. 123.

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230 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

indignación y les llenará de terror con su ira fPs. //,4-5). ¡Qué legítima es la ira de Dios y qué justo su fu-ror, qué grande también su clemencia!

Yo he sido por El constituido Rey sobre Sión, sumonte santo, para predicar su Ley. A mí me ha dichoel Señor: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy (Ps.//, 6-7). La misericordia de Dios Padre nos ha dado co-mo Rey a su Hijo. Cuando amenaza, se enternece;anuncia su ira y nos entrega su amor. Tú eres mi hijo:se dirige a Cristo y se dirige a ti y a mí, si nos decidi-mos a ser alter Christus, ipse Christus.

Las palabras no pueden seguir al corazón, que seemociona ante la bondad de Dios. Nos dice: tú eres mihijo. No un extraño, no un siervo benévolamente trata-do, no un amigo, que ya sería mucho. ¡Hijo! Nos conce-de vía libre para que vivamos con El la piedad del hijoy, me atrevería a afirmar, también la desvergüenza delhijo de un Padre, que es incapaz de negarle nada.

¿Que hay muchos empeñados en comportarse con in-justicia? Sí, pero el Señor insiste: pídeme, te daré las na-ciones en herencia, y extenderé tus dominios hasta losconfines de la tierra. Los regirás con vara de hierro y co-mo a vaso de alfarero los romperás (Ps. //, 8-9). Son pro-mesas fuertes, y son de Dios: no podemos disimularlas.No en vano Cristo es Redentor del mundo, y reina, sobe-rano, a la diestra del Padre. Es el terrible anuncio de loque aguarda a cada uno, cuando la vida pase, porquepasa; y a todos, cuando la historia acabe, si el corazónse endurece en el mal y en la desesperanza.

MARTES 231

Sin embargo Dios, que puede vencer siempre, pre-fiere convencer: ahora, reyes, gobernantes, entendedlobien; dejaos instruir, los que juzgáis en la tierra. Ser-vid al Señor con temor y ensalzarle con temblor. Abra-zad la buena doctrina, no sea que al fin el Señor seenoje y perezcáis fuera del buen camino, pues se infla-ma de pronto su ira (Ps. //, 10-13) (...).

Es la obra de la salvación, el reinado de Cristo enlas almas, la manifestación de la misericordia de Dios.¡Venturosos los que a El se acogen! (Ps. //, 13). Tene-mos derecho, los cristianos, a ensalzar la realeza deCristo: porque, aunque abunde la injusticia, aunquemuchos no deseen este reinado de amor, en la mismahistoria humana que es el escenario del mal, se va te-jiendo la obra de la salvación eterna u.

La meditación del Salmo II nos llena siempre deánimos. Quiero que os vayáis preparando —decíanuestro Padre— para la antigua lucha —que es mili-cia y servicio de la Iglesia Romana, Santa, Una, Cató-lica y Apostólica—, rezando con espíritu de monje y deguerrero, que ésa es la vibración de nuestra llamada,el Salmo de la Realeza de Cristo (...).

Hijos míos: os llamé en otra ocasión, con S. Pablo,"gaudium meum et corona mea —mi gozo y mi coro-na". Y ahora os digo también con el Apóstol: "hacedcumplido mi gozo, sintiendo todos una misma cosa, te-niendo una misma caridad, unos mismos sentimientos"

(11) Es Cristo que pasa, nn. 185-186.

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232 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

(Philip. III, 2), avivad vuestra fe en la misión sobrena-tural que hemos recibido, redoblad vuestra confianzaen Dios y en este pecador, que el Señor ha querido da-ros por Padre: y así venceremos en todas las peleas,cuando hayamos de luchar en el mundo, con el mundo"que se ha embravecido y, maquinando vanos proyec-tos, une a los poderes de la tierra contra el Señor ycontra su Cristo" (Ps. II, 1 y 2) n.

Madre nuestra, Virgo potens, ayúdanos a venceren las batallas de amor y de paz, que estamos com-batiendo para extender el reinado de tu Hijo.

(12) De nuestro Padre, Carta Circular, 24-111-1939.

MIÉRCOLES 233

350.

MIÉRCOLES

—Jesucristo nos enseña a hacer apostolado de amistad y de

confidencia.—Tener muchos amigos para acercarlos a Jesucristo.—Debemos hacer apostolado en todas las circunstancias.Frutos proselitistas del empeño apostólico.

EN AQUEL tiempo, habiendo convocado Jesús alos doce (...), los envió a predicar el Reino de Dios KFortalecidos por la gracia y las instrucciones delMaestro, salen los Apóstoles a difundir el Evangelio.Y la Iglesia continúa su misión hasta el fin de lostiempos.

Por cristianos, todos nosotros participamos enesa misión evangelizadora. Y como cristianos quehan recibido la llamada divina en el Opus Dei nos sa-bemos especialmente investidos de ese deber, conunos modos apostólicos concretos que el Señor haquerido darnos.

Vos autem dixi amicos, quia omnia quaecumqueaudivi a Patre meo, nota feci vobis floann. XV, 15); oshe llamado amigos, porque os he hecho saber cuantascosas oí de mi Padre. Aquí tenéis, hijas e hijos de mialma, unas palabras de Jesucristo Señor Nuestro, que

(1) Ev. [Luc. IX, 1-2).

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TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV234

nos señalan el camino que hemos de seguir en nuestralabor apostólica. Dios nos ha llamado para llevar sudoctrina a todos los rincones del mundo, para abrir loscaminos divinos de la tierra, para hacer que conozcana Jesucristo tantas inteligencias que nada saben de El,y —al querernos en su Obra— también nos ha dado unmodo apostólico de trabajar, que nos mueve a la com-prensión, a la disculpa, a la caridad delicada con to-das las almas 2.

Jesús es el Modelo. Reproducir en nosotros suvida es ser santos, ser eficaces. Y el mismo Cristonos ha enseñado, con su ejemplo, a tener muchosamigos para hacerlos amigos suyos y salvarlos.Nuestro Padre nos ha enseñado a contemplar algu-nas escenas del Evangelio, mostrándonos la hon-dura divina de nuestro apostolado de amistad y deconfidencia 3.

Estaba un día Juan el Bautista cerca del Jordáncon dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pa-saba, dijo: he aquí el Cordero de Dios 4. El Bautistaindicó a Juan y a Andrés la presencia del Maestro. Ylos dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Je-sús (...) y permanecieron aquel día con él5. Se hicie-ron amigos del Señor y comenzaron a hacer aposto-

(2) De nuestro Padre, Carta, 16-VII-1933, n. 1.(3) De nuestro Padre, Carta, 16-VII-1933 n 17(4) loann. I, 35-36.(5) loann. I, 37 y 39.

MIÉRCOLES 235

lado: Andrés llevará a Pedro, su hermano 6; y Felipe—llamado después por Jesús—, encontrará un pocomás adelante a su amigo Natanael7; y Juan segura-mente llevaría a su hermano Santiago ante el Señor.

En otra ocasión, Nicodemo se acercó a Jesús, denoche, en confidencia: Maestro —dice aquel hombre,varón principal entre los judíos— sabemos que has ve-nido de Dios para enseñarnos; porque ninguno puedehacer los milagros que tú haces, si no tiene a Dios con-sigo (loann. ///, 2). Jesús le responde, hijos míos, conuna frase que aparentemente no tiene nada que vercon lo que dijo Nicodemo, pero que atrae su atencióny le capta; provoca el diálogo de su interlocutor: puesen verdad, en verdad te digo que quien no naciere denuevo no puede ver el reino de Dios (loann. ///, 3).

Así empezó la conversación, que ya sabéis; cono-céis igualmente el resultado: a la hora del fracaso dela cruz, allí estará Nicodemo, para pedir valientementea Pilatos el Cuerpo del Señor8.

HEMOS de tener muchos amigos. Más aún —es-cribe nuestro Padre—, vamos positivamente a hacer-nos amigos, a ganarnos amigos para hacerlos amigos deJesucristo. El Señor quiere servirse de nosotros —denuestro trato con los hombres, de esta capacidad nues-tra, que nos ha dado El, de querer y de hacernos

(6) Cfr. loann. I, 41-42.(7) Cfr. loann. I, 45.(8) De nuestro Padre, Carta. 16-VII-1933. n. 18.

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236 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

querer—, para seguir haciéndose El amigos en la tierra;como se sirvió de Juan el Bautista para encontrar alotro Juan, el que iba a ser el amigo predilecto 9.

Una condición imprescindible para realizar la la-bor apostólica es que la amistad sea honda: tener unauténtico interés por los problemas que afectan anuestros amigos, trabajar codo con codo con nues-tros compañeros, compartir sus actividades, gustosy aficiones, dedicarles tiempo, pasar por alto peque-ños detalles molestos, que son inevitables en todaconvivencia. Habéis de procurar cultivar la amistadcon vuestros colegas de profesión, nos ha escrito nues-tro Padre, con las personas que por cualquier otromotivo hayáis de tratar.

Obraréis así, hijas e hijos míos, no ciertamente pa-ra usar la amistad como táctica de penetración social:eso haría perder a la amistad el valor intrínseco quetiene; sino como una exigencia —la primera, la másinmediata— de la fraternidad humana, que los cristia-nos tenemos obligación de fomentar entre los hombres,por diversos que sean unos de otros. Y al mismo tiem-po, por amor a Dios; porque la amistad facilita la con-fidencia; y hace así posible el apostolado de la doctri-na, el acercamiento al Señor de esas almas, de esosamigos cuyo bien deseamos 10.

(9) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 75.(10) De nuestro Padre, Carta, 11-III-1940, n. 54.

237

Cuando la amistad es verdadera, la confidenciasurge espontánea. ¡Es tan lógico abrir el alma aquien nos quiere bien y nos comprende! Nosotrosqueremos a nuestros amigos y, por tanto, les damoslo mejor que tenemos: Dios mismo. Por eso, en unalma que ama a Dios, la amistad culmina necesaria-mente en el apostolado. ¡Cuántas veces, si os com-portáis como yo pienso que se comportan mis hijos,vuestros amigos os abrirán el corazón, os harán unapregunta confidencial! Será entonces la hora de reali-zar un gran apostolado. Acercarles a Dios con suavi-dad, con delicadeza, sin quitarles nunca la libertad.Si hay una amistad leal, noble y limpia, enseguidavendrá el apostolado, haréis una auténtica direcciónespiritual con esos amigos vuestros y podréis llevarlosal Señor.

Hijos míos —insiste nuestro Fundador—, estadseguros de que somos omnipotentes si tenemos la ca-ridad de Dios. Querríamos encender a todos en elamor divino, meterles en el Corazón de Jesucristo, te-niendo nosotros cariño y comprensión para todas lasalmas. ¡Hay que rezar, hijos míos! ¡Hay que querer-les! Nadie debe acercarse al Opus Dei y marcharsede vacío. Que sientan el atractivo de que se les esti-ma, de que se les comprende, de que se busca lo me-jor para ellos n.

I De nuestro Padre, en Cuadernos, 5, p. 131.

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238TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

EN TODAS las circunstancias de su vida —en me-dio de la muchedumbre o en la soledad de un monte;en las orillas de un lago o por los campos de Palesti-na—, Jesucristo nos ha mostrado cómo debe ser nues-tro apostolado personal. Aún otro ejemplo más: aquelque el Señor nos da desde la Cruz, como para enseñarnosque el afán de almas, que nos mueve a tratar, a conver-sar, a dialogar con los hombres, ha de ponerse de mani-fiesto hasta la muerte. Es la charla emocionante, conmo-vedora, que Cristo mantiene en lo alto del Gólgota conlos dos ladrones que están crucificados con El.

Esta vez no ha sido Jesús quien ha empezado laconversación, pero su presencia en el patíbulo y sus su-frimientos son más elocuentes que cualquier palabra.Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y sálvanos a no-sotros (Luc. XXIII, 39), dijo blasfemando el mal la-drón. Y el bueno: ¡cómo!, ¿ni aun tú temes a Dios, es-tando como estás en el mismo suplicio? Nosotros esta-mos justamente en el patíbulo, pues pagamos la penamerecida por nuestros delitos; pero éste ningún mal hahecho. Y dijo después a Jesús: Domine, memento mei;Señor, acuérdate de mí, cuando hayas llegado a tu rei-no (Luc. XXIII, 40-42). Hijos míos, la breve respuestade Jesús, que interviene en la conversación entre losdos malhechores, fue la salvación para el que estabaarrepentido: en verdad te digo, que hoy estarás conmi-go en el paraíso (Luc. XXIII, 43) 12.

MIÉRCOLES 239

Si vivimos nuestra dedicación apostólica comoJesucristo nos ha enseñado, como nuestro Padre nosindicó, surgirán vocaciones abundantes para la Obraen todos los ambientes. Nuestro fin es procurar quehaya en medio del mundo muchas almas dedicadas alservicio de Dios. Es hora de hacer recuento. ¿Cuántasvocaciones has traído tú? 13. El proselitismo es la co-ronación lógica de la tarea apostólica, y exige dedi-carse con más intensidad a aquellas personas quedan esperanzas de vocación: si por ellos rezas, te sa-crificas, cumples un plan de vida, haces bien el traba-jo ordinario, el detalle pequeño de una sonrisa..., cum-ples el fin del Opus Dei. Así la gracia de Dios llegaráhasta los últimos rincones, porque eres portador deCristo, y lo debes llevar en tu corazón, en tu mente, entu palabra y en tu ejemplo. Hijos míos, el proselitismoes un deber. Y hay que decir en la Confidencia: he he-cho esto, he pensado lo otro, he rezado tanto, me hemortificado, he preparado esta visita. Y si tu hermanono te lo pregunta, debes decirlo lo mismo 14.

Pidamos a Santa María, Regina Apostolorum,que nos empuje a tener muchos amigos, a ser após-toles de nuestros compañeros, a traer muchas voca-ciones a la Obra. Bien puede decirse, hijos de mi al-ma, que el fruto mayor de la labor del Opus Dei es elque obtienen sus miembros personalmente, con el apos-

(12) De nuestro Padre, Carta, 16-VIM933, n. 18. (13) De nuestro Padre, Crónica V-63, p. 11.(14) De nuestro Padre, Crónica V-63. p. 11.

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240TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

tolado del ejemplo y de la amistad leal con sus compa-ñeros de profesión: en la universidad o en la fábrica,en la oficina, en la mina o en el campo.

Es un trabajo de irradiación, de ejemplo y dedoctrina, constante, humilde, silencioso, pero eficací-simo, cuyos frutos difícilmente pueden reflejar lasestadísticas 15.

(15) De nuestro Padre, Carla, 11-IIM940, n. 55.

JUEVES 241

351.

JUEVES

—La lectura del Evangelio nos ayuda a conocer cada día me-jor al Señor.—Conocer mejor a Jesús aumenta la facilidad para quererle.—Enamorarse de la Humanidad Santísima de Cristo.

EL EVANGELIO de la Misa de hoy nos narraque, al oír hablar de los milagros de Cristo, Herodesse admiró, porque unos decían que Juan había resu-citado de entre los muertos, otros que algún profetade los antiguos había resucitado. Y dijo Herodes: aJuan lo he decapitado yo, ¿quién, pues, es éste delque oigo tales cosas? Y deseaba verlo Y.

El deseo de Herodes nacía de mera curiosidad:deseaba ver al personaje de quien se contaban tantosprodigios. El afán nuestro de conocer al Señor, cadadía más, nace en cambio del amor que le tenemos.Per ipsum, et cum ipso, et in ipso. Nosotros amamos aNuestro Señor, y por eso queremos conocerle: de ahívuestras meditaciones, vuestros rezos, vuestra lecturadel Evangelio 2.

La vida cristiana consiste en enamorarse de Je-sucristo, en seguirle de cerca, en identificarse con

(1) Ev. (Luc. IX, 7-9).(2) De nuestro Padre, Crónica 11-65, p. 9.

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242 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

El. Jesús ha convivido y convive con nosotros. Pode-mos contemplar paso a paso su vida sobre la tierra:su nacimiento en Belén, su vida oculta, su predica-ción por toda Palestina, mientras curaba las heridasdel alma y del cuerpo; su prueba de amor en la Cruz,y su Resurrección, y su Ascensión gloriosa a los cie-los. Le vemos con los Apóstoles, cómo los elige y lesinicia en los misterios del Reino de Dios. Muchas ve-ces —escribió nuestro Fundador— habéis sido conmi-go espectadores asombrados —protagonistas— de esasescenas. Porque, desde el principio, os he enseñado, avosotros que sois también apóstoles, elegidos con predi-lección por Jesús, a meteros en las páginas evangélicasy, a través de ellas, a convivir fraternalmente con losprimeros Doce. Por eso, el modo de actuar del Señorcon los Apóstoles, durante aquella etapa de formación,os es familiar, y se ha grabado en vuestras almas conla fuerza con que arraigan los recuerdos más íntimos,hasta constituir en nosotros una segunda naturaleza 3.

Tenemos que penetrar en el Evangelio: las pa-labras del Señor son pocas, pero dicen mucho —co-menta San Agustín—, y no se pueden valorar en nú-mero, sino por su peso, ni se han de tener en poco, si-no desentrañarlas, por ser profundas 4. ¡Cuántas ve-ces hemos recibido una luz nueva al contemplar unpasaje del Evangelio ya leído y meditado en muchas

(3) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 2.(4) San Agustín, ln loannis Evangelium tractatus 37, 1.

JUEVES 243

otras ocasiones! Hemos de hacer la lectura del Evan-gelio con afán de aprender y de mejorar. Ha de serla nuestra una lectura meditada, que influya en todala jornada. A veces será una sola palabra, un sologesto del Señor lo que nos ayude a tener más presen-cia de Dios durante el día. Porque, como decía nues-tro Padre, vivimos en la Obra tan dentro del Evange-lio que, como San Juan, podría decir cada uno de no-sotros que ha oído, que ha visto con sus ojos, que hapalpado con sus manos al Verbo de la Vida (cfr. IIoann. /, 1) 5.

MEDITAR el Evangelio es ponerse frente a Jesu-cristo, con ansia de imitarle; conformar nuestra vidaa la suya, hacer nuestras sus palabras, reproducir ennosotros, con la ayuda de la gracia, los sentimientosque Cristo tuvo. Esos minutos diarios de lectura delNuevo Testamento, que te aconsejé —metiéndote y par-ticipando en el contenido de cada escena, como unprotagonista más—, son para que encarnes, para que"cumplas" el Evangelio en tu vida..., y para "hacerlocumplir"6.

Induimini Dominum Iesum Christum 7, revestiosde Nuestro Señor Jesucristo, nos pide San Pablo; ycomenta San Juan Crisóstomo: decimos de los ami-

(5) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 3.(6) Surco, n. 672.(7) Rom. XIII, 14.

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244 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV JUEVES 245

gos que éste se ha revestido de aquél, para significarun gran amor y un trato constante; porque el que seviste de algo se parece a aquello de que se viste. Apa-rezca pues Cristo siempre en nosotros 8. Esa es la ta-rea de nuestra santificación, que no es algo negativo,que no tiene su centro en la necesaria lucha contrael pecado, sino que es un proceso que se inicia enesa primera identificación con Jesucristo por la gra-cia santificante, y se consuma con la configuraciónsuprema y definitiva en la gloria del Cielo.

La vida sobrenatural, que germinó en el almacon la gracia del Espíritu Santo y que se robustecede continuo por el respirar sobrenatural de nuestrasNormas, cincela en nosotros la imagen de Cristo, elsemblante de los hijos de Dios: nos hace ser otrosCristos, ipse Christus. Y en esa tarea de identificar-nos con el Señor, hemos de empeñarnos con todasnuestras fuerzas: Cristo te ha dado el poder de ser co-mo El según tus fuerzas. No te asustes de oír esto. Loque debe espantarte es no ser como El9.

Tenemos que amar lo que ama Cristo, y recha-zar lo que El reprueba: reproducir su vida en noso-tros. Siguiendo el consejo paulino —estote ergo imi-tatores Dei, gicut filii carissimi (Ephes. V, 1)—, imi-tamos a Dios (cfr. San Gregorio Niseno, De professio-ne christianaA que es el único santo (cfr. Levit. XI,

(8) San Juan Crisóstomo, In Epistolam ad Romanos homilías 24, 4.(9) San Juan Crisóstomo, In Maíthaeum homiliae 78, 4.

44; Marc. X, 18), como hijos carísimos, y tomamospor modelo a Jesucristo, que es la imagen de Diosinvisible (cfr. Colos. /, 15)10.

La lectura y meditación del Santo Evangelio es unmedio imprescindible para conocer mejor a Jesucris-to, para imitarle, para enamorarnos más de El. Perohemos de hacerla con afán de revivir su vida, sin per-mitir que entre en nosotros la rutina o el acostumbra-miento. Nuestro Fundador nos da un consejo bien cla-ro, rememorando la escena de Emaús: "Quédate connosotros, porque ha oscurecido..." Fue eficaz la oraciónde Cleofás y su compañero.

—¡Qué pena, si tú y yo no supiéramos "detener" aJesús que pasa!, ¡qué dolor, si no le pedimos que sequede! u.

TENÉIS que enamoraros de la Santísima Huma-nidad de Cristo u, nos decía muchas veces nuestroPadre. Pero el amor surge del conocimiento y deltrato confiado y personal: por eso tenemos que cono-cer la vida del Señor. En la meditación del Evangelioaprenderemos a enamorarnos de El, sabedores deque Jesús tiene una vida humana y un corazón decarne como el nuestro. Se hizo hombre para que va-yamos a El con mayor confianza. Perfectus Deus, Per-

(10) De nuestro Padre, Carla, 2-II-1945, n. 9.(11) Surco, n. 671.(12) De nuestro Padre.

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246 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

fectus Homo, te has acomodado a las necesidades delpobre corazón humano n. Con la lectura del Evange-lio, hemos de seguir de cerca al Señor: escuchar suspalabras, detenernos en aquel gesto suyo que nosconmueve. Yo quisiera que, cerrando los ojos de lacarne, contemplarais la vida de Cristo como en unapelícula; que fuerais actores de su vida, estando conlos Apóstoles y con las santas mujeres, más cerca deJesús que San Juan. Si no, no va 14.

Hijos míos, reconociendo nuestra poca cosa, hayque rozar a Cristo, hay que tratarlo de cerca, pegarse aEl, sentir el palpitar de su corazón 15. Y para eso hayque revivir las escenas del Evangelio: sentarse a lospies de Jesús, como hizo María de Betania; dejarsealeccionar por El; escuchar su doctrina sencilla yasequible a todos, que enciende y enamora. Hay queacompañarle por los caminos polvorientos de Pales-tina, sentir su cansancio cuando se detuvo junto albrocal del pozo de Sicar, conocer sus idas y venidasy, especialmente, estar cercano a El en la Cruz.Amad a Cristo en la Cruz. Que no os sintáis ajenos aaquellas barbaridades que el Señor tuvo que sufrir.Tenéis que ser un personaje más, y dejar que el cora-zón se dilate. Veréis cómo os encontraréis más cerca deEl, y veréis cómo os enamoráis 16.

(13) De nuestro Padre, Crónica 1-66, p. 11.(14) De nuestro Padre, Crónica VIII-60, p. 16.(15) De nuestro Padre, Crónica XI-65, p. 49.(16) De nuestro Padre.

247

Dios se hace hombre para redimirnos y paraque, al contemplarle, nos llenemos de amor, y viva-mos el ejemplo de su vida. El consejo de nuestro Pa-dre es apremiante: el único medio para conocer a Je-sús: ¡tratarlo! En El, encontrarás siempre un Padre, unAmigo, un Consejero y un Colaborador para todas lasactividades nobles de tu vida ordinaria...

— Y, con el trato, se engendrará el Amor ".Como María Santísima, que guardaba todas estas

cosas en su corazón 18, queremos que el ejemplo de lavida del Señor nos acompañe siempre. Jesús, aquíestamos: queremos tratarte, conocerte, amarte, imitar-te; seguirte, en una palabra l9, porque estar con Cristoes estar seguro. Poderse mirar en Cristo es poder sercada día mejor. Tratar a Cristo es necesariamenteamar a Cristo. Y amar a Cristo es asegurarse lafelicidad 20.

(17) Surco, n. 662.(18) Luc. II, 51.(19) De nuestro Padre, Meditación, 6-1-1956.(20) De nuestro Padre, Meditación ¡Que se vea que eres Tú!, l-IV-1962.

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248 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

352.

VIERNES

—Dios ha hecho todo bueno, somos los hombres quienes po-demos introducir el mal en las cosas.—Vivir delicadamente la santa pureza.—Estar prevenidos por si, en plena madurez, apareciese al-gún momento de dificultad en la entrega.

TODAS las cosas hizo Dios buenas en su tiempo \afirma el Eclesiastés. Y nuestro Padre escribe: elmundo, hijos míos, las criaturas todas del Señor sonbuenas. Nos enseña la Sagrada Escritura que, conclui-da la obra maravillosa de la Creación, terminados elcielo y la tierra con su espléndido cortejo de seres (cfr.Genes. //, 1), contempló Dios todo lo que había hechoy vio que todo era muy bueno (Genes. /, 31).

Fue el pecado de Adán el que rompió esta divinaarmonía de la Creación 2. Desde entonces, los hom-bres —seres libres con capacidad de pecar—, pue-den afear lo que puro salió de las manos de Dios. Pe-ro no es sólo el mundo lo que afean con el pecado.Se manchan sobre todo a sí mismos, profanando loque es imagen y semejanza de Dios 3, y —después dela restauración redentora de Cristo— lo que esmiembro y parte del Cuerpo del Señor. ¿No sabéis

(1)¿. / (II) (Eccles. III, 11).(2) De nuestro Padre, Carla, 11-IIM940, n. 2.(3) Cfr. Genes. I, 26.

VIERNES 249

que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? (...),amonesta San Pablo. El que se une al Señor se haceun solo espíritu con El (...). ¿O no sabéis que vuestrocuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vo-sotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertene-céis?4.

Hay que vigilar porque el mundo, el demonio yla carne son unos aventureros que, aprovechándose dela debilidad del salvaje que llevas dentro, quieren que,a cambio del pobre espejuelo de un placer —que nadavale—, les entregues el oro fino y las perlas y los bri-llantes y rubíes empapados en la sangre viva y reden-tora de tu Dios, que son el precio y el tesoro de tueternidad 5.

Es preciso no dejarse engañar por esos aventure-ros —los enemigos de nuestra alma— que, con todoslos medios a su alcance, tratan de quitar importan-cia a las pequeñas concesiones en este terreno, ador-nándolas de bonitos colores para que, aun advirtién-dolas, las tomemos por algo inofensivo e inclusobueno. Nuestro Fundador nos desveló su táctica: elenemigo casi siempre procede así con las almas que levan a resistir: hipócritamente, suavemente: motivos...¡espirituales!: no llamar la atención... —Y luego, cuan-do parece no haber remedio (lo hay), descaradamen-

(4) I Cor. VI, 15-19.(5) Camino, n. 708.

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te..., por si logra una desesperación a lo Judas, sinarrepentimiento 6.

Cuando nos sintamos con los pies de barro, he-mos de acudir a Jesucristo y a su Madre bendita: Se-ñor, Tú has sido nuestro refugio de generación en ge-neración 7, y pedir a Jesús al recibirle en la Comu-nión, con palabras de la Iglesia: que tu auxilio acom-pañe siempre, Señor, a quienes alimentas con tu sa-cramento; para que, en tus misterios y en nuestra vi-da, recibamos los frutos de tu Redención 8.

RECONFORTAOS en el Señor y en la fuerza desu poder, revestios de la armadura de Dios para quepodáis resistir contra las insidias del diablo 9. La vir-tud de la santa pureza, que nos hace familiares deDios, y en cuanto la humana naturaleza lo permite,nos hace iguales a El10, exige de nosotros una fina yrecia correspondencia al amor del Señor: exige lu-cha. La gracia divina no nos faltará nunca; peroquiere Dios que pongamos de nuestra parte lo quepodamos. Y te pregunto ahora, nos dice nuestro Pa-dre: ¿cómo afrontas esa pelea? Bien conoces que la lu-cha, si la mantienes desde el principio, ya está venci-da. Apártate inmediatamente del peligro, en cuanto

(6) Camino, n. 725.(7) Ps. LXXXIX, 1.(8) Oral, post Com.{9)Ephes. VI, 10-11.(10) San Juan Clímaco, Scala Paradisi 15.

percibas los primeros chispazos de la pasión, y aunpreviamente. Habla además enseguida con quien diri-ja tu alma; mejor antes, si es posible, porque, si abrísel corazón de par en par, no seréis derrotados. Un acto•y otro forman un hábito, una inclinación, una facili-dad. Por eso hay que batallar para alcanzar el hábitode la virtud, el hábito de la mortificación para no re-chazar al Amor de los amores u.

Para evitar de raíz las caídas hemos de estaratentos, no fiarnos de nosotros mismos, no dejar quetome cuerpo la hoguera de las pasiones. No tengas lacobardía de ser "valiente": ¡huye!12, es el consejo denuestro Padre. Hay que huir de las ocasiones, evitar-las, aunque parezcan pequeñísimas, insignificantes.Si no se corta a tiempo, después es mucho más difí-cil. Los quereres a medias, vacilantes, son fuente detibieza. Los quereres a medias no son quereres. Si,alguna vez, ciertas circunstancias de nuestra vida ode nuestra naturaleza humana —de por sí muda-ble— facilitasen al enemigo una brecha por dondepoder turbarnos; si alguien, en alguna ocasión, sin-tiese nublada su visión sobrenatural y comenzase acreerse con motivos para no cortar tajantementeaquello que le impide una visión clara, deberá escu-char —como dichas para él— aquellas palabras denuestro Fundador: un querer sin querer es el tuyo,

(11) Amigos de Dios, n. 182.(12) Camino, n. 132.

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252 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

mientras no quites decididamente la ocasión. —No tequieras engañar diciéndome que eres débil. Eres... co-barde, que no es lo mismo u.

Hemos de poner en práctica las medidas de pru-dencia humana y sobrenatural, de delicadeza, deguarda de los sentidos, a la hora del trabajo profe-sional, en el descanso, en el trato social, en el depor-te, que siempre se han vivido en la Obra. Y eso, sintener miedo a chocar con el ambiente. Y cuando algonos inquiete, acudir al Señor en la oración y a lacharla fraterna, abrir bien el corazón, sabiendo queuna cosa es sentir y otra consentir. Así descubrire-mos el obstáculo concreto que está siempre en laraíz de toda tentación y de toda caída, y pondremosel remedio oportuno.

QUIERO ahora preveniros —escribe nuestro Pa-dre—, contra un conflicto psicológico. Hace años medecía un buen fraile, prudente y piadoso: no olvidesque cuando llega la gente a los cuarenta años, los ca-sados se quieren descasar; los frailes, hacerse curas; losmédicos, abogados; los abogados, ingenieros; y todoasí: es como una hecatombe espiritual.

Las cosas no suceden exactamente como decíaaquel religioso o, al menos, no son una regla tan gene-ral. Pero deseo que mis hijos conozcan este posible

(13) Camino, n. 714.

VIERNES 253

mal, y estén prevenidos, aunque pasen muy pocos poresta crisis. Si alguno de vuestros hermanos pasa por es-ta angustia, tendréis que ayudarle: rejuveneciendo yvigorizando su piedad, tratándole con especial cariño,dándole un quehacer agradable. Precisamente a loscuarenta años no será; pero puede ser a los cuarenta ycinco. Y habrá que procurar que haya una temporadade distensión: y no lo haremos con cuatro, sino con to-dos.

Siendo muy niños delante de Dios, no podemos es-tar infantilizados. A la Obra se viene con la edad con-veniente para saber que tenemos los pies de barro, pa-ra saber que somos de carne y hueso. Sería ridículodarse cuenta en plena madurez de la vida: como unacriatura de meses, que descubre asombrada sus propiasmanos y sus pies. Nosotros hemos venido a servir aDios, conociendo toda nuestra poquedad y nuestra fla-queza, pero si nos hemos dado a Dios, el Amor nos im-pedirá ser infieles.

Por lo demás, ser desleales, agarrarse entonces aun amor de la tierra, estad seguros de que supondríael comienzo de una vida muy amarga, llena de triste-za, de vergüenza, de dolor. Hijos míos: afirmaos en es-te propósito de no vender jamás la primogenitura, deno cambiarla, al pasar los años, por un plato de lente-jas. Sería una gran pena malbaratar así tantos años deamor sacrificado. Decid: he jurado guardar los decre-tos de tu justicia, y quiero cumplir mi juramento (Ps.CXVIII, 106).

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254 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

Dios, que premia nuestra fidelidad y nos recuerdaque omnia cooperantur in bonum, nos previene al mis-mo tiempo contra el peligro constante del envaneci-miento, según aquellas palabras de San Agustín: a losque aman a Dios de este modo, todo contribuye parasu mayor bien: absolutamente todas las cosas enderezaDios a su provecho, de suerte que aun a los que se des-vían y extralimitan les hace progresar en la virtud,porque se vuelven más humanos y experimentados.Aprenden que en el mismo camino de la vida justa de-ben alborozarse con gozo y temblor, sin atribuirse pre-suntuosamente a sí mismos la seguridad con que cami-nan ni decirse en tiempo de la prosperidad: ya nuncacaeremos (San Agustín, De corrept. et grat. 9, 24) u.

Acabamos hoy nuestra oración rogando a Cristoque nos conceda la gracia de vivir esa afirmación go-zosa de la virtud cristiana de la castidad.

Se lo pedimos por intercesión de Santa María, quees la pureza inmaculada. Acudimos a Ella —totapulchra!—, con un consejo que yo daba, ya hace mu-chos años, a los que se sentían intranquilos en su lu-cha diaria para ser humildes, limpios, sinceros, ale-gres, generosos. Todos los pecados de tu vida parececomo si se pusieran de pie. No desconfíes. Por el con-trario, llama a tu Madre Santa María, con fe y aban-dono de niño. Ella traerá el sosiego a tu alma (Consi-deraciones espirituales, p. 53)15.

(14) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1931, nn. 22-23.(15) Amigos de Dios, n. 189.

SÁBADO 255

353.

SÁBADO

—La vida es corta para crecer en santidad y en obras de

amor.—Necesidad de aprovechar cada instante para servir a Dios.

—Vivir el hodie, nunc.

EL TIEMPO que Dios nos da para santificarnosno es ilimitado. Tiene una medida para cada uno,que sólo el Señor conoce, y por eso hemos de aprove-charlo bien mientras permanezcamos en la tierra. Esla enseñanza que nos brinda una de las lecturas dela Misa de hoy: alégrate, joven, en tu mocedad, dis-fruta de los bienes de tu vida en los días de tu juven-tud y sigue las inclinaciones de tu corazón y lo queagrada a tus ojos, pero sábete que por todas estas co-sas te traerá Dios a juicio. Por tanto, aparta la ira detu corazón y aleja la malicia de tu carne, porque lamocedad y el deleite son cosas vanas. Acuérdate de tuCreador en los días de tu juventud, antes de que ven-ga el tiempo de la aflicción 1, el tiempo de rendircuentas a Dios de toda nuestra vida.

El Señor tiene derecho —y cada uno de nosotrosobligación— a que "en todo instante" le glorifiquemos.Luego, si desperdiciamos el tiempo, robamos gloria a

(1) L. I (II) (Eccles. XI, 9-10).

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256 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

Dios 2. Por eso, nuestro Padre nos ha espoleado enmuchas ocasiones a este aprovechamiento del tiem-po que el Señor nos entrega: te consta que la labor esurgente, y que un minuto concedido a la comodidadsupone un tiempo sustraído a la gloria de Dios. —¿Aqué esperas, pues, para aprovechar a conciencia todoslos instantes?

Además, te aconsejo que consideres si esos minutosque te sobran, a lo largo de la jornada —¡bien suma-dos, resultan horas!—, no obedecen a tu desorden o atu poltronería 3.

Mucho hemos recibido del Señor, y Jesucristoespera mucho de nosotros. Hay millones de personas—naciones enteras—, que aún no conocen al Señor,y miles de cristianos que parecen haber olvidado aCristo. Para llegar a todos tenemos que hacer lo im-posible..., porque lo posible lo hace cualquiera". He-mos de mirar hacia delante, hacia lo que falta porhacer. No podemos perder el tiempo, que es corto: espreciso que nos empeñemos de veras en esa tarea denuestra santificación personal y de nuestro trabajoapostólico, que nos ha encomendado el Señor: hay quegastarlo fielmente, lealmente, administrar bien —consentido de responsabilidad— los talentos que hemos re-cibido, para sacar adelante la Obra de Dios 5.

(2) Surco, n. 508.(3) Surco, n. 509.(4) Forja, n. 216.(5) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1931, n. 43.

SÁBADO 257

REDIMIR el tiempo6, es saber aprovecharlo,porque el de ahora es tiempo de redención, tiempode purificación, tiempo de ganar almas. Os recuer-do de nuevo, insiste nuestro Padre, que nos quedapoco tiempo: tempus breve est (7 Cor. VII, 29), por-que es breve la vida sobre la tierra, y que, teniendoaquellos medios, no necesitamos más que buena vo-luntad para aprovechar las ocasiones que Dios nosha concedido. Desde que Nuestro Señor vino a estemundo, se inició la era favorable, el día de la sal-vación (II Cor. VI, 2), para nosotros y para todos.Que Nuestro Padre Dios no deba dirigirnos el repro-che que ya manifestó por boca de Jeremías: en elcielo, la cigüeña conoce su estación; la tórtola, lagolondrina y la grulla conocen los plazos de sus mi-graciones: pero mi pueblo ignora voluntariamente losjuicios de Yavé flerem. VIII, 7)7.

El tiempo pasado jamás volverá. Es irrepetible.Cada día que transcurrimos sobre la tierra, cada mi-nuto, tiene sentido en el plan redentor divino. Eltiempo no es nuestro, sino de Dios 8, y el Señor pideque cada momento de nuestra vida rinda fruto, elfruto que El espera, para el que nos concede su gra-cia. No le valió a la higuera —narra el evangelista—no ser tiempo de higos, cuando el Señor los fue a bus-car en ella.

(6) Ephes. V, 15.(7) Amigos de Dios, n. 52.(8) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 113.

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258 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

— Y estéril quedó para siempre 9.Hay que cumplir el deber de cada instante. No

existen fechas malas o inoportunas: todos los días sonbuenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jor-nadas cuando el hombre las malogra con su ausenciade fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a notrabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, encualquier ocasión! fPs. XXXIII, 2). El tiempo es un te-soro que se va, que se escapa, que discurre por nues-tras manos como el agua por las peñas altas. Ayer pa-só, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otroayer. La duración de una vida es muy corta. Pero,¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, poramor de Dios!

No nos servirá ninguna disculpa. El Señor se haprodigado con nosotros: nos ha instruido paciente-mente; nos ha explicado sus preceptos con parábolas,y nos ha insistido sin descanso. Como a Felipe, puedepreguntarnos: hace años que estoy con vosotros, ¿yaún no me habéis conocido? (Ioann. XIV, 9). Ha lle-gado el momento de trabajar de verdad, de ocupartodos los instantes de la jornada, de soportar —gusto-samente y con alegría— el peso del día y del calor(Matth. XX, 12)10.

El Señor nos espera en cada minuto del día: nosllama, nos pide fruto. No nos cansemos de amar a

(9) Camino, n. 354.(10) Amigos de Dios, n. 52.

SÁBADO 259

nuestro Dios: tenemos necesidad de aprovechar todoslos segundos de nuestra pobre vida para servir a todaslas criaturas, por amor a Nuestro Señor u.

EL QUE anda observando el viento, no siembranunca, y el que se fija en las nubes, jamás se pondráa segar 12, dice la Sagrada Escritura. Es una invita-ción a cumplir el deber de cada instante, sin retra-sarlo con la excusa de que se presentarán oportuni-dades mejores. Es fácil engañarse con proyectos yesperas, buscando aparentemente las circunstanciasfavorables. ¡Mañana!: alguna vez es prudencia; mu-chas veces es el adverbio de los vencidos 13. ¿Qué hu-biese sido de la labor de los doce Apóstoles si hubie-sen aguardado, para empezar a predicar, a que sepresentaran las circunstancias favorables? Les ha-bría sorprendido la muerte, esperando siempre conlas manos vacías.

A los cristianos, la fugacidad del caminar terre-no debería incitarnos a aprovechar mejor eltiempo M. La brevedad del tiempo ha de ser acicateque nos dé nuevo impulso en nuestra vida de aho-ra, en las actividades que llevamos entre manos. De

(11) De nuestro Padre, Carta, 24-IIM930. n. 19.(12) Eccles. XI, 4.(13) Camino, n. 251.(14) Amigos de Dios, n. 39.

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260 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXV

este modo viviremos con los pies en la tierra, sinolvidar que nuestro destino trasciende las cosas deaquí abajo.

Ministerium tuum imple, cumple con las cargas detu oficio, decía el Apóstol a Timoteo (II, IV, 5) (...).Sed puntuales, sed pacientes; no os excuséis, con lasmil razonadas sinrazones, que no os faltarán, paraaflojar en el apostolado que se os encomienda.

Practicad vosotros e inculcad en los jóvenes esteconvencimiento: en nuestro diccionario sobran dos pa-labras: mañana y después. ¡Hoy y ahora! No dejéis lalabor para luego, y haced que no la dejen. Pronto lle-garéis a comprender cómo, en igualdad de condicio-nes, y aun en inferioridad de condiciones de talento,cultura, etc., el que vence la pereza de modo habitual—hoy, ahora— es el que domina siempre. El retardar—mañana, después— estropea todo el apostolado 15.

Tanto cariño tenía nuestro Padre a este cumpli-miento puntual del deber que mandó hacer un repos-tero que recordara a los muchachos de San Rafael laobligación de aprovechar el tiempo. En el repostero,estas dos palabras: Hodie, nunc, que algunos chicostraducían libremente, pero con buena dosis de filoso-fía: ¡Hoy o nunca!16.

Y añadía nuestro Padre: no entendáis, por lo di-cho, que hemos de precipitar la labor —sería un desor-

(15) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, nn. 45-46.(16) Instrucción, 9-1-1935, nota 85.

261

den— sino que hagamos cada cosa a su hora ". Hacercada cosa a su hora está tan lejos de retrasar el de-ber, por comodidad, como de guiarse por el impulsodesordenado del momento.

Acudimos para acabar nuestra oración a SantaMaría, porque junto a Ella contemplamos muchasveces al día el valor del ahora y de la eternidad. Lediremos una vez más: ruega por nosotros, pecadores,ahora y en la hora de nuestra muerte. Así sea.

(17) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, n. 47.

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262 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVI

354.

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

—Amar la unidad de la Obra.—La obediencia a los Directores es imprescindible para vi-vir esa unidad.—Fidelidad a nuestro Derecho particular.

LA VOZ de San Pablo adquiere, en los textos li-túrgicos de la Misa de hoy, tono suplicante: herma-nos, por el consuelo de vivir en Cristo y por el estímu-lo que brota de la caridad fraterna, por la comuniónen el Espíritu y por las entrañas de misericordia, col-mad mi gozo con vuestro mismo sentir, con vuestramisma caridad y concordia, y con vuestros mismosanhelos 1. Es un grito sincero que escapa del almadel Apóstol, porque nada hay más querido por Diosque la mutua unión, la mutua trabazón de unos conotros 2.

Esta solicitud por la unidad se convierte paranosotros en pasión dominante; porque amamos a laObra con toda el alma, y deseamos para ella el ma-yor bien posible. Queremos que sea siempre realidaden el Opus Dei la llamada que San Pablo dirige a to-dos los cristianos a conservar la unidad del Espíritucon el vínculo de la paz. Siendo un solo Cuerpo y un

(1) L. II (A) {Philip. II, 1-2).(2) San Juan Crisóstomo, In Malthaeum homiliae 16, 8.

DOMINGO 263

solo Espíritu, así como habéis sido llamados a unasola esperanza, la de vuestra vocación 3. Esta reali-dad se manifiesta en la unidad moral, espiritual y ju-rídica de la Prelatura: la unidad de todos bajo unamisma cabeza, formando un solo cuerpo. Esta es laVoluntad de Dios para la Obra. Yo quisiera que ossintierais —repetía nuestro Fundador— como miem-bros de un solo cuerpo. Unum corpus multi sumus (ICor. X, J 7). Todos, una sola cosa 4.

Unidad de las dos Secciones, en primer lugar.En la Obra las dos Secciones son como dos borriqui-llos que tiran de un mismo carro, en la misma direc-ción. No son dos fuerzas contrarias 5. Son dos fuerzasparalelas, con idéntico espíritu e idéntica vocación,con un mismo principio y un mismo fin, bajo la di-rección del Padre.

Unidad también de sacerdotes y laicos, pues to-dos tenemos y nos sentimos con alma verdaderamentesacerdotal y con mentalidad plenamente laical (...). Enla Obra todos formamos una sola clase: los sacerdotesno toleran que sus hermanos laicos les presten serviciosinnecesarios (...). Los laicos y los sacerdotes —repito—constituyen una sola clase y reciben la misma forma-ción. Se puede verdaderamente considerar este hecho co-mo una de las maravillas que Dios —por su gracia, porsu providencia— ha realizado en nuestra Obra, cristali-

(3) Ephes. IV, 3-4.(4) De nuestro Padre.(5) De nuestro Padre, Noticias V-60, p. 12.

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264 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVI

zándolo en nuestro Ius peculiare 6. Misión de los sacer-dotes, por el servicio directo que prestan a toda laObra, es la de ser instrumentos de unidad, que aseguranel crecimiento paralelo de las dos Secciones 7.

Unidad, finalmente, de los diversos miembrosentre sí, porque todos, sin excepción, por voluntaddivina estamos llamados a vivir la unión de unos conotros, y de todos con Cristo 8.

Muchos sufrimientos costó a nuestro Padre elmantenimiento de esta unidad; muchas contradiccio-nes tuvo que superar, para realizarla tal y como el Se-ñor la quería: el camino de la unidad jurídica —nosdijo— lo he querido vencer por amor a Jesús, por amora mi Madre la Iglesia Romana, por amor a mi MadreGuapa la Obra, por amor a mi salvación, por amor amis hijos en el Opus Dei. Ahí os he dejado escrito, en elCortile Vecchio, en un pedazo de mármol, que lo leerándurante siglos vuestros hermanos, el recuerdo... Pero elOpus Dei, firme, compacto y seguro, se fortalecía y dila-taba. ¡Firmes! ¡Compactos! ¡Seguros!9.

CONVÉNCETE, hijo mío, de que desunirse es mo-rir 10. La unidad es el secreto de nuestra eficacia y unade las más grandes bendiciones del Señor para su

(6) De nuestro Padre, Carta, 28-111-1955, n. 10.(7) De nuestro Padre, Carta, 8-VIIM956, n. 43.(8) De nuestro Padre, Crónica XI-59, p. 8.(9) De nuestro Padre, Meditación, 16-IV-1954.(10) De nuestro Padre, Crónica IX-58, p. 7.

DOMINGO 265

Obra u; nos da la vitalidad interna indispensable paraservir a todas las almas sin excepción. Por eso es undeber vivirla: deber de justicia con el Padre y nuestroshermanos; deber de caridad con todas las almas.

Mantenemos personalmente la unidad cuandonos sabemos formando parte de este cuerpo, allídonde los Directores nos ponen, donde quiere Dios,siendo como esos grandes brillantes, que se quedandonde les colocan —cualquiera que sea su puesto— sinprotestar, sin soberbia u, sin ser nunca una pieza de-sencajada, un eslabón fuera de sitio. Para promoverla unidad —que es garantía de eficacia— lo primeroque hemos de exigir es que haya orden. Cada uno ensu sitio, sin intromisiones, y cada uno responsable desu propia actuación. Nos da lo mismo ser mano quepie, que lengua, que corazón, porque todos estamos entodas partes de ese cuerpo, porque somos una sola cosapor la caridad de Cristo que nos une 13.

No pusimos condiciones al venir a la Obra. Nosentregamos del todo. Desde entonces, nuestra volun-tad, nuestra inteligencia y todo nuestro ser tienen unsolo fin: hacer el Opus Dei en la tierra, siendo tú mis-mo Opus Dei M. Esta unidad de miras, unidad de sa-crificio, fuerza de nuestra vida 15, se refleja en la obe-

(11) De nuestro Padre, Crónica IX-55, p. 58.(12) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 9.(13) De nuestro Padre.(14) De nuestro Padre, prólogo al Catecismo, 23-IV-1947.(15) De nuestro Padre, Crónica V-55, p. 74.

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diencia. Somos como el sarmiento de que habla elSeñor en el Evangelio. Un sarmiento que no está uni-do a la vid, en lugar de ser cosa viva, es palo seco quesólo sirve para el fuego, o para arrear a las bestias,cuando más, y para que lo pisotee todo el mundo. Hi-jos míos —nos pide nuestro Padre— ¡muy unidos a lacepa!, pegadicos a nuestra cepa, que es Jesucristo, porla obediencia rendida a los Directores 16.

Muchas otras manifestaciones prácticas tiene es-te amor a la unidad. Cada uno debe estar dispuesto aprescindir, siempre que sea conveniente, de aquellascosas personales que —aun siendo legítimas— seanun obstáculo para la unidad que Dios quiere. Y esto,con gusto, con la alegría de contribuir al bien de to-dos. Pedid al Señor Dios Nuestro —escribió nuestroPadre a sus hijos sacerdotes y a todos sus hijos—(...) que os enseñe a tratar a vuestros hermanos de talmodo que seáis vosotros los últimos, y ellos los prime-ros; que seáis vosotros la luz que se consume, la salque se gasta; que gustosamente os fastidiéis vosotros,para que los demás sean felices: éste es el gran secretode nuestra vida y la eficacia de nuestro apostolado n:la garantía más segura de la unidad.

EL MEDIO más importante para vivir la unidadjurídica es la fidelidad plena a nuestro Derecho par-

(16) De nuestro Padre, Crónica Vl-él, pp. 13-14.(17) De nuestro Padre, Carta, 2-IM945, n. 32.

DOMINGO267

ticular. Todos debemos procurar que sus normas secumplan, que orienten continuamente nuestra vida.Responsabilidad de todos es que nunca se introduz-ca en el Opus Dei ninguna costumbre o hábito con-trario a nuestros Estatutos o a nuestro espíritu 18. Asídemostramos nuestro amor a esta Madre Guapa, laObra. Y especialmente los Directores están obligadosa fomentar su cumplimiento y a exigirlo con pruden-cia y eficacia, de modo que nunca nazca ninguna cos-tumbre contraria o se dejen de cumplir algunos deesos preceptos w.

Nuestro Fundador pedía a todos, especialmentea los Directores, que tuviésemos mentalidad jurídicaal tratar los asuntos de la Obra. No se trata de opo-ner el espíritu a la letra, sino de descubrir, conamor, el espíritu del Opus Dei encarnado en unasnormas que son como su cuerpo, que deben ser portanto amadas, y según las cuales debemos actuar.Así nunca existirá la anarquía de un espíritu sin nor-ma, ni la sequedad de unas normas sin vida. Los dosextremos atentarían contra la unidad jurídica de laObra, que es garantía de su eficacia.

La vitalidad de nuestro espíritu permite que —sincambiar nada de lo que Dios mismo ha esculpido—,pueda ser muy variado el modo en que se expresa. To-dos recibimos los principios generales —las ideas ma-

(18) Catecismo, 5* ed., n. 322.(19) Catecismo, 5* ed., n. 322.

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dres— y aquellas aplicaciones concretas que son oportu-nas en cada momento y que hay que transmitir, de for-ma que ningún miembro de este gran cuerpo que es laObra se quede nunca lejos de la cabeza.

Porque lo mismo que permanece la identidad de lapersona a lo largo de las diversas etapas del crecimien-to: niñez, adolescencia, madurez...; así hay, en nuestrodesarrollo, evolución: seríamos, si no, cosa muerta.Permanece inconmovible el meollo, la esencia, el espí-ritu, pero evolucionan los modos de decir y de hacer,siempre viejos y nuevos, siempre santos M.

Pedid al Señor conmigo, hijas e hijos queridísimos,que, a todos, por los méritos de su Madre que es Madrenuestra, nos haga instrumentos buenos y fieles 21, excla-maba nuestro Padre. Pedid al Señor amar esta unidadde la Obra como El la quiso desde el primer momento 22,para que los corazones de todos nosotros, como antes yahora y luego, hasta siempre, sean un mismo corazón.Para que se hagan verdad las palabras de la Escritura:multitudinis autem credentium erat cor unum et animauna (AcL IV, 32) n; la multitud de los fieles tenía unsolo corazón y una sola alma.

(20) De nuestro Padre, Carta, 29-IX-1957 n 56(21) De nuestro Padre, Carla, 2-IM945 n 37(22) De nuestro Padre, Noticias V-60 p 13

«II.T957™ P a d r e ' P a ' a b r a S e" k c o n s a 8 r a c i ó n d e l a l t a r ¿el oratorio de Pentecostés.

LUNES 269

355.

LUNES

—La sencillez es como la sal de la perfección.

—Sencillez con nuestros hermanos.

—Sencillez con los Directores y en la Confidencia.

NUESTRA ascética es de sinceridad in simplicita-te cordis et sinceritate Dei (II Cor. /, 12), con sencillezde corazón y sinceridad delante de Dios. El hecho es-piritual y teológico de nuestra vocación secular tiendea la naturalidad, a que nos mostremos cada uno comorealmente somos, a la unidad de vida, a la sencillezcristalina de conducta \

Desde el comienzo de nuestra vocación, hemosvisto brillar la sencillez como un diamante en eseconjunto de virtudes que exige el espíritu de la Obra.Produce siempre un íntimo agrado encontrar un al-ma llana, sin pliegues, sencilla, que vive con autenti-cidad la doctrina que enseña. Resulta atrayente, poreso, la figura de Natanael, que mereció el elogio delSeñor: he aquí un verdadero israelita, en quien no

hay doblez 2.El Señor nos pone en guardia contra los falsos

profetas que vienen a vosotros disfrazados 3, contra

(1) De nuestro Padre, Carla, 19-111-1954, n. 26.(2) Ioann. I, 47.(3) Matlh. VII, 15.

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los que piensan de un modo y actúan de otro, contrala jactancia, la hipocresía y la mentira. La misma re-pulsión natural que todos esos vicios nos inspiran,muestra claramente el valor de la sencillez. Pero pa-ra ser verdaderamente sencillos, no basta evitar lahipocresía, el doble fondo. La sencillez es una acti-tud positiva, supone intención recta, firmeza y cohe-rencia en la conducta, prudencia virtuosa, tan opues-ta a la ingenuidad y a la simpleza como a la afecta-ción. Sed cautos como serpientes —dice el Señor— ysencillos como las palomas 4. Dos virtudes que debenir unidas. Con la sencillez afirmamos la rectitud delamor a Dios y del servicio a las almas, que ha de pre-valecer sobre nosotros mismos; con la prudencia su-peramos los vaivenes de las circunstancias del mo-mento, sorteamos los obstáculos que salgan al paso.

Sentid rectamente del Señor y buscadle con sen-cillez de corazón s, advierte la Sagrada Escritura. Lasencillez es un pilar importante del edificio sobrena-tural de la santidad. Y nuestro Padre recomienda:me has pedido una sugerencia para vencer en tus ba-tallas diarias, y te he contestado: al abrir tu alma,cuenta en primer lugar lo que no querrías que se su-piera. Así el diablo resulta siempre vencido.

¡Abre tu alma con claridad y sencillez, de par en

(4) Malth. X, 16.(5)Sap. I, 1.

LUNES 271

par, para que entre —hasta el último rincón— el soldel Amor de Dios!6.

EN AQUEL tiempo, vino al pensamiento de losdiscípulos cuál de ellos sería el mayor. Pero Jesús, co-nociendo los pensamientos de su corazón, tomó unniño, y lo puso a su lado, y les dijo: todo aquel queacoge a este niño en mi nombre, me recibe a mí; ytodo aquel que me recibe a mí recibe al que me haenviado 7.

Procurar comportarse como niños delante deDios8: a esto se reduce la lucha para progresar en lavida interior. Y manifestación clara de la infancia esla sencillez, la naturalidad. Es una actitud que noslleva a presentarnos desarmados cara a Dios; a apa-recer ante los demás tal como somos, sin comediasni fingimientos.

Especialmente en el trato con nuestros herma-nos hemos de huir del afán de aparentar, de cual-quier postura recelosa. En el fondo de esa actitud seoculta la soberbia, el deseo de encubrir lo que noshumilla, lo que hiere nuestro amor propio. Ese énfa-sis y ese engolamiento te sientan mal: se ve que sonpostizos. —Prueba, al menos, a no emplearlos ni con

(6) Forja, n. 126.(7) Ev. (¿MC. IX, 46-48).(8) De nuestro Padre, Carta. 14-11-1974, n. 4.

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tu Dios, ni con tu director, ni con tus hermanos: y ha-brá, entre ellos y tú, una barrera menos 9.

La sencillez ha de traducirse de modo particularen nuestra vida de familia. Porque la conducta espon-tánea y abierta es un medio eficacísimo para haceramable y verdaderamente cordial vuestro trato mutuo,y para facilitar el que os podáis ayudar siempre: tam-bién, cuando sea necesario, con la corrección frater-na 10. Hemos de procurar ser transparentes, para quenos conozcan y nos ayuden a mejorar. Y enseñar anuestros hermanos a ser también sencillos; respetarsu libertad, procurando no ser nunca obstáculo ensu modo natural y espontáneo de proceder.

Si nuestra familia conviene que sea variadísima yde hecho es tan variada, es necesario no sólo respetar,sino cultivar la personalidad propia de cada uno. Ha-bréis de estar vigilantes para que nunca pueda crearseun ambiente —más o menos común—, que pueda re-traer a alguno de exponer con tranquilidad —libre-mente— su modo de pensar en cuestiones opinables,por temor a que su parecer pueda interpretarse comomal espíritu.

Que haya siempre variedad, aire libre, entre noso-tros y en nuestras casas, porque es fundamental paraque pueda darse la confianza mutua, una comprensiónsincera y una disciplina libremente aceptada. Con rigi-deces nada se consigue: se pierde la espontaneidad y

(9) Camino, n. 47.(10) De nuestro Padre, Carla, 11-111-1940, n. 61.

LUNES 273

la iniciativa y se da lugar a que surjan espíritus retor-cidos: hombres que, por no formarse en la verdad, aca-ban yendo contra su conciencia con pecados, que po-dríamos llamar barrocos, complicados, poco naturales.Libertad, hijos míos, libertad, que es la clave de esamentalidad laical que todos tenemos en el Opus Dei ".

SEA, pues, vuestro modo de hablar: sí, sí; no, no.Lo que exceda de esto, viene del Maligno 12. Y porprovenir del príncipe de la mentira, trae consigo —sino se combate decididamente— consecuencias nefas-tas. "Abyssus, abyssum invocat..." —un abismo llamaa otro abismo, te he recordado ya. Es la descripciónexacta del modo de comportarse de los mentirosos, delos hipócritas, de los renegados, de los traidores: comoestán a disgusto con su propio modo de conducirse,ocultan a los demás sus trapacerías, para ir de mal enpeor, creando un despeñadero entre ellos y el próji-mo 13.

Nuestra actitud ante los Directores ha de ser desinceridad plena, que ante todo es claridad, transpa-rencia, deseo de que nos conozcan completamente.Todo lo embrollado —escribe nuestro Padre— me re-pugna: me gusta el orden, la claridad, el agua clara yel aire libre. El espíritu de la Obra nos lleva, como de

(11) De nuestro Padre, Carta, 29-IX-1957, n. 55.(12) Matth. V, 37.(13) Surco, n. 338.

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la mano, a esa sencillez interior. Por esa misma razón,nuestros exámenes de conciencia no son retorcidos nilargos. Puede ser que, en algún momento, alguno nece-site hacer con detenimiento mayor el examen. Pero loordinario no es eso: basta muchas veces un acto deamor, de dolor de Amor u.

La formación espiritual que nos da la Obra tien-de a simplificar nuestra vida interior, a evitar queseamos retorcidos, enmarañados. Nuestra ascéticatiene la sencillez del Evangelio. La complicaríamos sifuéramos complicados, si dejásemos el corazón oscuro,si no fuese absoluta nuestra sinceridad 15. Sinceros connosotros mismos, para serlo después en la Confiden-cia, manifestando con llaneza lo que nos pasa, lasalegrías, las preocupaciones, los motivos de nuestraconducta.

La veracidad es un medio indispensable para al-canzar la sencillez. Sinceridad sin ambages ni cir-cunloquios; "sinceridad salvaje" en la dirección espi-ritual, con delicada educación..., y que esa sinceridadsea inmediata 16. Cuando nos conducimos de este mo-do, superando la tentación de no ser transparentes,se cumplen en nuestra alma aquellas palabras denuestro Padre: hoy, por vez primera, has tenido lasensación de que todo se hace más sencillo, de que sete "descomplica" todo: ves eliminados, por fin, proble-

(14) De nuestro Padre, Carta, 29-IX-1957, n. 71.(15) De nuestro Padre, Crónica XII-59, pp. 6-7.(16) Forja, n. 127.

LUNES 275

mas que te preocupaban. Y comprendes que estaránmás y mejor resueltos, cuanto más te abandones en losbrazos de tu Padre Dios.

¿A qué esperas para conducirte siempre —¡éste hade ser el motivo de tu vivir!— como un hijo de Dios? 17.

De este modo seremos también sencillos en eltrato con nuestro Padre Dios; tendremos un amor fi-lial que no dejará sitio a los monólogos interiores—frecuente origen de complicaciones—, porque vivi-remos en continuo diálogo con el Señor. Y sabremosacudir a la Santísima Virgen, con piedad de hijos pe-queños.

(17) Forja, n. 226.

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MARTES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVI MARTES

356.

—El alma verdaderamente apostólica comprende y disculpalas flaquezas de los demás.—En el apostolado hemos de vivir la magnanimidad.—La santa intransigencia con el error es inseparable de lasanta transigencia con las personas.

SE ACERCABA el momento en que Jesucristohabía de ofrecer su vida en el Calvario, para la re-dención de los hombres, y cuenta San Lucas que elSeñor, en compañía de los Apóstoles, decidió firme-mente marchar hacia Jerusalén. Y envió por delanteunos mensajeros, que entraron en un aldea de sama-ritanos para prepararle hospedaje, y no le acogieron,porque daba la impresión de ir a Jerusalén. Al ver es-to, sus discípulos Santiago y Juan dijeron: Señor,¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y losconsuma? Y volviéndose, les reprendió. Y se fueron aotra aldea '.

Una vez más, Jesucristo da a los Apóstoles unalección de mansedumbre, de transigencia santa conlas personas, aunque se hallen en el error, de com-prensión y de disculpa. Y escribe nuestro Fundadoren una de sus Cartas: el Señor ha querido para noso-

(1) Ev. (Luc. IX, 51-56).

277

(ros ese espíritu, que es el suyo. ¿No veis su continuoafán por estar con la muchedumbre? ¿No os enamoracontemplar cómo no rechaza a nadie? Para todos tieneuna palabra, para todos abre sus labios dulcísimos; yles enseña, les adoctrina, les lleva nuevas de alegría yde esperanza, con ese hecho maravilloso, único, de unDios que convive con los hombres 2.

En aquellos momentos, el celo de Santiago y deJuan era un celo amargo. Aún no comprendían —selo haría entender más tarde el Espíritu Santo— queel alma verdaderamente apostólica sabe comprenderlas flaquezas ajenas, siguiendo el ejemplo del Maes-tro. Cristo quiere que todos los hombres se salven (ITim. II, 4), que nadie se pierda; y se apresura a dar suvida por todos, en un derroche de amor, que es holo-causto perfecto. Jesús no quiere convencer por la fuer-za y, estando junto a los hombres, entre los hombres,les mueve suavemente a seguirle, en busca de la verda-dera paz y de la auténtica alegría.

Nosotros, hijas e hijos míos, hemos de hacer lo mis-mo, porque nos empuja esa misma caridad de Cristo:caritas Christi urget nos (II Cor. V, 14). Con la luzsiempre nueva de la caridad, con un generoso amor aDios y al prójimo, renovaremos, a la vista del ejemploque nos dio el Maestro, nuestras ansias de comprender,de disculpar, de no sentirnos enemigos de nadie.

Nuestra actitud —ante las almas— se resume así,

(2) De nuestro Padre, Carta, 16-V1I-1933, n. 2.

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278 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVI

en esa expresión del Apóstol, que es casi un grito: cari-tas mea cum ómnibus vobis in Christo Iesu! (I Cor.XVI, 24): mi cariño para todos vosotros, en Cristo Je-sús. Con la caridad, seréis sembradores de paz y dealegría en el mundo, amando y defendiendo la liber-tad personal de las almas, la libertad que Cristo respe-ta y nos ganó (cfr. Galat. IV, 31) \

LA OBRA de Dios ha nacido para extender por to-do el mundo el mensaje de amor y de paz, que el Se-ñor nos ha legado; para invitar a todos los hombres alrespeto de los derechos de la persona. Así quiero quemis hijos se formen, y así sois.

A vuestra unidad de vida, debe corresponder unamagnanimidad espontánea, renovada cada día, que hade estar patente y se ha de manifestar en todas las co-sas, de manera que —como fieles soldados de CristoJesús en el mundo— sepáis ofreceros en holocausto, di-ciendo de veras: con plena sinceridad, con alegría, mehe entregado, Señor, con todo lo que tengo (I Par.XXIX, 17).

Esta ha de ser vuestra preparación, para el aposto-lado continuo que Jesús nos pide, como es continuo ellatir del corazón. Hijos míos, el Señor nos ha llamadoa su Obra en momentos, en los que se habla mucho depaz, y no hay paz: ni en las almas, ni en las institucio-

MARTES 279

(3) De nuestro Padre, Carla. 16-VII-1933, nn. 2-3.

nes, ni en la vida social, ni entre los pueblos. Se hablacontinuamente de igualdad y de democracia, y haycastas: cerradas, impenetrables.

Nos ha llamado en un tiempo, en el que se clamapor la comprensión, y la comprensión no se vive, a ve-ces ni entre las personas que obran de buena fe y quie-ren practicar la caridad, porque la caridad, más queen dar, está en comprender.

Son momentos, en los que los fanáticos y los intran-sigentes —incapaces de admitir razones ajenas— se cu-ran en salud, tachando de violentos y agresivos a losque son sus víctimas. Nos ha llamado, en fin, cuando seoye hablar mucho de unidad, y quizá sea difícil conce-bir que pueda darse mayor desunión, no ya entre loshombres en general, sino entre los mismos católicos.

En esta atmósfera y en este ambiente hemos de darel ejemplo, humilde y audaz al mismo tiempo, perseve-rante y sellado con el trabajo, de una vida cristiana,íntegra, laboriosa, llena de comprensión y de amor atodas las almas *.

Es la enseñanza constante de Jesucristo. Tam-bién en la Misa de hoy, la liturgia nos recuerda queel Hijo del hombre ha venido para servir, y dar su vi-da en redención por muchos 5.

Jesús acoge a todos, no rechaza a nadie. Su celopor las almas no es desabrido, sino afectuoso: es el

(4) De nuestro Padre, Carta, 16-VII-1933, nn. 3-5.(5) Allel. {Marc. X, 45).

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Buen Pastor que sale en busca de la oveja perdidapara conducirla suavemente al aprisco. Hijos míos—escribe nuestro Padre—, el celo por las almas hade llevarnos a no sentirnos enemigos de nadie, a tenerun corazón grande, universal, católico; a volar comolas águilas, en alas del amor de Dios, sin encerrarnosen el gallinero de rencillas o de banderías mezquinas,que tantas veces esterilizan la acción de los que quie-ren trabajar por Cristo.

Es un celo tal —en una palabra— el que debemostener, que nos llevará a darnos cuenta de que in Chri-8to enim Iesu ñeque circumcisio aliquid valet ñequepraeputium, sed nova creatura (Galat. VI, 15), que—ante la posibilidad de hacer el bien— lo que verda-deramente cuentan son las almas 6.

EL ESPÍRITU que Dios ha querido para su Obraes ajeno tanto a la intolerancia con las personas comoa la transigencia con el error. No se me ocultan las di-ficultades que podréis encontrar. Es cierto —os lo hagonotar siempre— que, en este mundo del que sois y en elque permanecéis, hay muchas cosas buenas, efectos dela inefable bondad de Dios. Pero los hombres han sem-brado también cizaña, como en la parábola evangélica,y han propalado falsas doctrinas que envenenan las in-teligencias y les hacen rebelarse, a veces rabiosamente,

(6) De nuestro Padre, Carla, 16-VII-1933, n. 5.

MARTES 281

contra Cristo y contra su Iglesia Santa.Ante esa realidad, ¿cuál ha de ser la actitud de un

hijo de Dios en su Obra? ¿Será acaso la de pedir al Se-ñor, como los hijos del trueno, que baje fuego a la tie-rra y consuma a los pecadores? (cfr. Luc. IX, 54). ¿Otal vez lamentarse continuamente, como un ave de malagüero o un profeta de desgracias?

Sabéis bien, hijas e hijos míos, que no es ésa nuestraactitud, porque el espíritu del Señor es otro: Filius ho-minis non venit animas perderé, sed salvare (Luc. IX,56), y suelo traducir esa frase diciéndoos que hemos deahogar el mal en abundancia de bien. Nuestra primeraobligación es dar doctrina, queriendo a las almas.

La regla, para llevar a la práctica este espíritu,también la conocéis: la santa intransigencia con loserrores, y la santa transigencia con las personas, queestén en el error. Es preciso, sin embargo, que enseñéisa muchas gentes a practicar esa doctrina, porque no esdifícil encontrar quien confunda la intransigencia conla intemperancia, y la transigencia con la dejación dederechos o de verdades que no se pueden baratear.

Los cristianos no poseemos —como si fuera algo hu-mano o un patrimonio personal, del que cada uno dis-pone a su antojo— las verdades que Jesucristo nos ha le-gado y que la Iglesia custodia. Es Dios quien las posee,es la Iglesia quien las guarda, y no está en nuestras ma-nos ceder, cortar, transigir en lo que no es nuestro 7.

(7) De nuestro Padre, Carta, 16-VIM933, n. 6.

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No transigimos en nada de lo que se refiere aldepósito de la fe, confiado por Cristo a la Iglesia,sencillamente porque es la verdad, y la verdad no tie-ne términos medios 8. Pero, junto a la santa intransi-gencia —escribe nuestro Fundador—, el espíritu dela Obra de Dios os pide una constante transigencia,también santa. La fidelidad a la verdad, la coherenciadoctrinal, la defensa de la fe no significan un espíritutriste, ni han de estar animadas por un deseo de ani-quilar al que se equivoca.

Quizá sea ése el modo de ser de algunos, pero nopuede ser el nuestro. Nunca bendeciremos como aquelpobrecito loco que —aplicando a su modo las palabrasde la Escritura— deseaba sobre sus enemigos ignis, etsulphur, et spiritus procellarum (cfr. Ps. X, 7); fuego yazufre, y vientos tempestuosos.

No queremos la destrucción de nadie; la santa in-transigencia no es intransigencia a secas, cerril y desa-brida; ni es santa, si no va acompañada de la santatransigencia 9.

La Virgen Santísima comprende y disculpa co-mo nadie las miserias de sus hijos; y nadie ha sidomás fiel que Ella a la Voluntad de Dios. Pidámosleque, en nuestra vida y a nuestro alrededor, sepamoshacer una siembra abundante de comprensión conlas personas y de lealtad a Dios.

(8) De nuestro Padre, Carla, 16-VIM933, n. 7.(9) De nuestro Padre, Carla, 16-VII-1933, n. 8.

MIÉRCOLES 283

357.

MIÉRCOLES

—Descubrir las vocaciones para la Obra, que Dios ha susci-

tado desde la eternidad.—Condiciones de la posible vocación a la Obra.—Seguir fielmente las indicaciones recibidas.

HAY UN pasaje del Evangelio en el que aparececlaramente que la buena disposición no basta pararecibir la llamada de Dios. Lo recoge la Misa de hoy,cuando leemos que mientras Jesús y sus discípulosiban de camino, uno le dijo: te seguiré a donde quieraque vayas >. No hay duda de que aquel hombre esta-ba dispuesto a ir en pos de Jesucristo, pero eso sólono era suficiente, y el Señor le hace ver que ha de es-tar en condiciones de darlo todo: Jesús le dijo: las zo-rras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus ni-dos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinarsu cabeza 2.

Es cierto que Dios ama a todos, que sobre todosderrama a raudales su misericordia. Pero sólo a al-gunos elige con vocación especial para seguirle másde cerca. Y entre esos, sin merecimiento alguno pornuestra parte, nos contamos los que hemos recibidola vocación al Opus Dei. Somos, no lo olvidéis —repe-

tí) Ev. {Luc. IX, 57).(2) Ibid., 58.

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tía nuestro Padre—, como una brasa encendida: don-dequiera que se la deje, si no se apaga —¡y qué penasi tu alma o la mía se apagasen!—, si no se apaga, tie-ne que quemar o, por lo menos, elevar la temperaturade lo que está a su alrededor 3.

A imitación de Jesucristo, sentimos preocupa-ción apostólica por todas las almas: por los paganos,para llevarles al bautismo; por los cristianos no católi-cos, para acercarles a la unión; por los católicos, paraque sean más fervorosos; y por todos, para que puedanencontrarse con Dios y convertir de esta manera su tra-bajo profesional, los deberes de su propio estado, enun motivo de perfección cristiana en el mundo, paraalabar así al Señor4.

Sentimos el gozo de haber sido elegidos por Dioscomo instrumentos de su voluntad salvífica univer-sal; y a la vez comprendemos la necesidad de queotros muchos se dediquen a esa tarea divina de ha-cer el Opus Dei, para que la gracia de Dios llegue atodas las almas. Nuestra labor de proselitismo tieneun sentido universal.

No somos nosotros los que llamamos al OpusDei a esas almas especialmente escogidas para tra-bajar por el Señor en su Obra. Dios mismo las eligedesde toda la eternidad: non vos me elegistis, sed egoelegi vos 5. Nuestra misión consiste en descubrir esas

(3) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 3.(4) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, nota 3.(5) Ioann, XV, 16.

MIÉRCOLES 285

vocaciones por medio de una labor de selección quees indispensable. Escribió nuestro Padre: en todoslos niveles de la sociedad, buscad especialmente —conla gracia de Dios— vocaciones a su Obra entre aque-llas personas que, por su trabajo, se encuentran encentros vitales de la convivencia humana, en aquellassituaciones que constituyen, por decir así, nudos o lu-gares de encuentro e intersección de densas relacionessociales.

No me refiero sólo a los puestos rectores de una co-munidad nacional o superior, desde los que —con espí-ritu de servicio— tanto bien se puede hacer, para lo-grar que la sociedad se estructure de acuerdo con lasexigencias de Cristo, que son garantía de paz verdade-ra y de auténtico progreso social.

Me refiero también —porque interesan tanto omás— a aquellos puestos, profesiones u oficios que,en la esfera de las sociedades menores, son, por su na-turaleza, medios de contacto con multitud de gentes,desde los que se puede formar cristianamente su opi-nión, influir en su mentalidad, despertar su concien-cia, con ese constante afán por dar doctrina, que debecaracterizar a todos los hijos de Dios en su Obra b.

AUNQUE siempre seremos pocos, en compara-ción con la muchedumbre que puebla la tierra, no

(6) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 13.

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podemos olvidar unas palabras de nuestro Padre:tengo certeza de que la llamada —la llamada específi-ca de que vengo hablando en esta carta—, es para mu-chos: porque en la Obra no hay clasismos, porque inte-resan todas las almas 7.

Labor nuestra es reconocer en quienes tratamoslas señales de su posible vocación, las condicionesqueridas por Dios para servirle en la Obra. Porque elSeñor a quienes elige para una misión, los prepara ydispone de suerte que sean idóneos para desempeñarla misión para la que fueron elegidos a.

Los que reciban esa llamada han de tener un ca-rácter sincero, recto, sociable (...), idóneo y apto paraejercer la acción y el apostolado individual: y han deser también tenaces, dóciles, dispuestos a una profun-da formación y transformación 9, anotó la Santa Sedeen el documento de aprobación del Opus Dei. Muchoantes, nuestro Padre había escrito que el tono huma-no de la Obra de Dios, su ambiente, es la aristocraciade la inteligencia —especialmente en los varones— yuna extremada delicadeza en el trato mutuo.

Para esto, son indispensables circunstancias de vir-tud, talento, carácter y posición. Desde luego, la virtudsuple siempre la falta de otras cualidades 10.

Pero no os olvidéis —reafirma nuestro Fundadoren otro documento— de que, al Opus Dei, pueden ve-

(7) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932 n 12(8) Santo Tomás, S. Th. III, q. 27, a. 4 c.(9) Decreto Primum ínter, 16-VM950, p. 31.(10) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, nn. 63-64.

MIÉRCOLES 287

nir lo mismo los doctos y los sabios que los ignorantes.Dejadme que os haga sonreír, diciéndoos que sólo consabios, que suelen estar en la luna, ni siquiera podría-mos decir que éramos todo cabeza: bienvenidos seanlos sabios a la Obra, pero nos conformamos con que lamayoría —todos los demás— sean doctos en su profe-sión o en su oficio n.

El amor a Dios y a las almas movió a nuestro Pa-dre a dejar constancia de este criterio de selección: nocaben: los egoístas, ni los cobardes, ni los indiscretos, nilos pesimistas, ni los tibios, ni los tontos, ni los vagos, nilos tímidos, ni los frivolos. —Caben: los enfermos, predi-lectos de Dios, y todos los que tengan el corazón grande,aunque hayan sido mayores sus flaquezas 12.

Sería falta de caridad y de justicia llamar a laObra a quien no reuniera condiciones, porque sólolos que son llamados por Dios podrán ser eficaces enel Opus Dei. No quiero detenerme (...), escribió tam-bién nuestro Padre, detallando la labor maravillosade estos hombres modestos. Pero tampoco paso de aquísin levantar mi corazón a Dios y a Santa María, invo-cando a los Santos Angeles Custodios nuestros, en peti-ción de almas apostólicas, de hombres y de mujeres,¡no sabios!, cultos, santos, discretos, obedientes y enér-gicos, que son quienes sacarán adelante la Obra, comopremio de su humildad n.

(11) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 109.(12) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, n. 65.(13) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, n. 68.

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ENTONAD al Señor un cántico nuevo, porque haobrado maravillas 14: Dios ha querido volcar su amorsobre las almas y ha abierto todos los caminos divinosde la tierra a todos los hombres, porque ha hecho verque todas las tareas nobles pueden ser ocasión de unencuentro con Dios, convirtiendo así los humanos que-haceres en trabajos divinos 15.

Si seguimos fielmente las instrucciones que hadado nuestro Padre sobre la selección en la labor deproselitismo, nuestra pesca será más abundante ymás eficaz la tarea que realizamos al servicio de laIglesia. Cuando, por boca de Jeremías, el Señor predi-ce la futura liberación del pueblo hebreo que está enel exilio, y hace notar que, si antes les había sacado deEgipto, ahora sacará a sus siervos de térra Aquilonis etde cunctis terris flerem. XXIII, 8), pienso en que habrámuchas llamadas a la Obra de Dios, sin discrimina-ción. El Señor los traerá de todas las clases sociales, detodos los talentos, de los que están arriba, de los queestán abajo, y —como vuelve a decir Jeremías— de losque están en las entrañas de la tierra 16.

Por eso, os he dicho con frecuencia que interesa—interesa a Dios Nuestro Señor— que haya muchasvocaciones entre las gentes que son claves en los pue-blos: personal de las corporaciones municipales —se-cretarios de ayuntamiento, concejales, etc.—, maestros,

(14) Ps. XCVII, 1.(15) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 1.(16) De nuestro Padre, Carla, 9-11932, n. 13.

MIÉRCOLES 289

barberos, vendedores ambulantes, farmacéuticos, co-madronas, carteros, mozos de restaurantes, sirvientas,voceadores de periódicos, dependientes de comercio,etc.

Nuestra labor debe llegar hasta el último pueblo,porque el afán de amor y de paz, que nos mueve,empapará de espíritu cristiano todas las actividadesdel mundo, a través de este trabajo capilar, que cui-da de informar cristianamente las células vivas queforman las comunidades superiores. No deberá haberningún pueblo, donde no irradie nuestro espíritu al-gún Supernumerario. Y, según nuestro modo tradicio-nal de hacer, ese hijo mío procurará enseguida pegara otros su inquietud santa: y pronto habrá allí ungrupo de hijos de Dios en su Obra, que se atenderáconvenientemente —con los viajes y visitas que seannecesarios—, para que no se agoste, sino que se man-tenga vibrante y activo n.

Vamos a dirigirnos al que tiene poder sobre to-das las cosas, para concedernos infinitamente más delo que pedimos o pensamos 18, rogándole que sepa-mos encontrar muchas personas con las condicionesprecisas para servir al Señor en el Opus Dei. Se lopedimos también a la Virgen, porque cada vocaciónes un regalo mañano.

(17) De nuestro Padre, Cana, 9-1-1959, n. 13.(18) Ephes. III, 20.

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JUEVES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVI

358.

—Universalidad de nuestro apostolado.—Hemos de ir a todas las almas, y hacer de todas las cir-cunstancias ocasión de apostolado.—Importancia del apostolado ad fidem.

JESUCRISTO, que ha venido para que todos loshombres sean salvos \ quiere asociar a los hombresa su obra redentora. Durante los años de su ministe-rio público, llamó a los doce Apóstoles, y tambiéndesignó el Señor a otros setenta y dos, y los envió dedos en dos delante de El a toda ciudad y lugar a dón-de El había de ir2.

Desde entonces, han pasado casi dos mil años. Y¿es posible que lleve Cristo tantos años —veinte si-glos— actuando en la tierra, y que el mundo esté así?¿Es posible que aún haya gente que no conozca al Se-ñor? Tenemos la culpa nosotros, que hemos sido lla-mados a ser corredentores, y a veces no corresponde-mos a esa voluntad de Dios. Porque, contra la volun-tad divina de redimir el mundo, está Satanás —queexiste, con sus espíritus inmundos—, y están nuestrasmalas pasiones y nuestra libertad, con la que tenemosla tremenda facultad de poder escoger la Muerte envez de la Vida.

(1) I Tim. II, 4.(2) Ev. (Luc, X. !).

JUEVES 291

Cristo, que subió a la Cruz con los brazos así,abiertos de par en par, con gesto de Sacerdote Eterno,quiere contar con nosotros, que no somos nada, parallevar a los hombres los frutos de la Redención 3.

Es una llamada imperiosa a mantener siemprevivo el afán apostólico. No se nos puede ocultar queresta mucho por hacer. En cierta ocasión, contemplan-do quizá el suave movimiento de las espigas ya grana-das, dijo Jesús a sus discípulos: la mies es mucha, perolos obreros son pocos. Rogad, pues, al dueño de lamies que envíe trabajadores a su campo (Matth. IX,38). Como entonces, ahora siguen faltando peones quequieran soportar el peso del día y del calor (Matth.XX, 12)*.

De igual modo que envió a aquellos setenta ydos discípulos a todas partes, así el Señor nos envíaa nosotros, ya que no venimos a llenar una necesi-dad particular de un país o de un tiempo determina-dos, porque quiere Jesús su Obra desde el primer mo-mento con entraña universal, católica \ Y con estaamplitud de miras hemos de actuar, recordando laspalabras del Señor: haré de las gentes tu heredad, yte daré en posesión los confines de la tierra6. Nohay limitación geográfica, ni social, ni política, niracial; todo es vuestro, y vosotros de Cristo 7. Con to-

(3) De nuestro Padre, Tertulia, 13 IV-1968.(4) £5 Cristo que pasa, n. 158.(5) De nuestro Padre, Instrucción, 19-111-1934, n. 15.(6) Ps. II, 8.(7) I Cor. III, 22-23.

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da verdad podemos decir: cristiano es mi nombre,católico mi apellido 8.

LA IGLESIA de Cristo está por encima de todaslas diferencias humanas, y no excluye a nadie: llamaa sus ciudadanos de entre todas las gentes, y de todaslas lenguas reúne su comunidad peregrina en la tie-rra; no se preocupa de lo que es distinto en las leyes,en las instituciones; no rescinde ni destruye ningunade esas cosas, sino que las conserva y las continúa 9.Todo lo humano que no va contra Dios puede sersantificado, puede participar de la gloria que los hi-jos rinden a su Padre Dios.

Los profetas habían anunciado esa extensión sinlímites del Reino de Dios. La venida del EspírituSanto iba a tener consecuencias maravillosas: atronóDios desde los cielos, y el Altísimo hizo resonar suvoz; y aparecieron las fuentes de las aguas 10. Esa vozllegará a todas las partes de la tierra: desde el orien-te hasta el ocaso es grande mi Nombre entre las gen-tes, y en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrifi-cio humeante y una oblación pura ".

Mas esta extensión del Reino de Dios es respon-sabilidad personal de cada uno de los cristianos, y seconcreta en una tarea bien definida. Hijas e hijos

JUEVES 293

(8) San Paciano, Epístola 1, 4.(9) San Agustín, De civilate Dei 19, 17.(10) Ps. XVII, 14, 16.(11) Malach. I, 11.

míos: una advertencia importante. Mirad el ejemplodel Señor: no se limita a predicar a la muchedumbre,sino que se mete en la vida de aquellos con quienes serelaciona más de cerca: y lleva a Nicodemo a profun-dizar más en su conocimiento de la doctrina divina(cfr. Ioann. ///, 1-21), y mueve a la mujer samaritanaa cambiar de vida (cfr. Ioann. IV, 7-26), y enseña aMarta cómo obrar en su trabajo (cfr. Luc. X, 38-42).

Vuestro empeño apostólico se ha de manifestar enla preocupación concreta y positiva por santificar a laspersonas singulares, que estén cerca de vosotros, pormotivos de trabajo, de relaciones sociales, o por cual-quier otra razón. Que nadie, que se acerque a vosotros,pueda decir después que no se sintió empujado a tra-tar más a Jesucristo, a amar más a Dios n.

No podemos permanecer pasivos. Nos ha dejadoel Señor el mundo para que le llevemos, uno a uno, atantos que aún no le conocen. Como hicieron aque-llos primitivos cristianos, que escribían: no dejamosde frecuentar el foro, el mercado, los baños, las tien-das, las oficinas, las hosterías y ferias; no dejamos derelacionarnos, de convivir con vosotros en este mun-do. Con vosotros navegamos, vamos a la milicia, tra-bajamos la tierra y de su fruto hacemos comercio. Yvendemos al pueblo para vuestro uso los productosde nuestros quehaceres y fatigas I3. En medio de esosquehaceres y actividades, se relacionaban con aque-

(12) De nuestro Padre, Cana, 15-X-1948, n. 31.(13) Tertuliano, Apologeticum 42, 1-3.

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lia inmensa multitud pagana. ¡Y qué afán tuvieronpor mejorarlos, por acercarlos al calor de la fe! Elmismo afán que debemos tener nosotros hoy, porque—como explicaba nuestro Padre— queremos muchoa los que aman a Jesucristo, y queremos también mu-cho a los que no le aman. Pero éstos nos dan ademásmucha pena: por eso procuramos convivir con ellosafectuosamente, y tratarles y ayudarles: ahogar el malen abundancia de bien 14.

HAY MUCHAS almas buenas en el mundo, queno conocen a Cristo; personas como el centuriónCornelio, gentil, aunque temeroso de Dios, cuya con-versión narra San Lucas en los Hechos de los Após-toles. Es un suceso importante, porque es el primergentil que fue llamado a la Iglesia de Jesucristo; yeste hecho hizo exclamar a Pedro: en verdad com-prendo que Dios no hace acepción de personas, sinoque en cualquier pueblo le es agradable todo el que leteme y obra la justicia 15.

Lo había anunciado Jesucristo, cuando decía alos Apóstoles: tengo otras ovejas que no son de esteredil; a ésas también es necesario que las traiga, yoirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solopastorI6. Para conseguirlo, trabajamos con especialempeño en el apostolado ad fidem.

(14) De nuestro Padre, n. 99.(15) Acl. X, 34-35.(16) loann. X, 16.

JUEVES 295

Nuestra Madre la Iglesia ha sentido siempre laurgencia de ir a todas las gentes, de predicar la ver-dad a aquellas almas que aún no la han oído. Y, ennuestro días, el Señor ha querido poner su Obra alservicio de este afán evangelizador de la Iglesia,colaborando —entre otros muchos modos— en latarea de crear el ambiente cristiano en esos grandesterritorios de América, de Australia, de África, casisin habitar n.

Cada uno en su sitio, con los medios sobrenatu-rales —oración y mortificación—, con el trabajo, conel trato lleno de comprensión y de alegría, con elcumplimiento fiel de nuestros deberes, podemos de-sarrollar una eficacísima labor evangelizadora: fielescorrientes, simples ciudadanos, hacemos del trabajoprofesional, de la situación social que sea, un instru-mento apostólico, una apología sincera de la fe.

Oigamos a nuestro Padre: puedo aseguraros —es-cribe en una de sus homilías— que, con un santo or-gullo y sin falsos ecumenismos, me llené de gozo cuan-do en el pasado Concilio Vaticano II tomaba cuerpocon renovada intensidad esa preocupación por llevarla Verdad a los que andan apartados del único Cami-no, del de Jesús, pues me consume el hambre de que sesalve la humanidad entera.

Sí, fue muy grande mi alegría, también porque seveía confirmado nuevamente un apostolado tan prefe-

(17) De nuestro Padre, Obras XII-57, p. 10.

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rido por el Opus Dei, el apostolado ad fidem, que norechaza a ninguna persona 18.

¡Cómo nos gusta poder trabajar y convivir conpersonas que no tienen la fe católica, o con católicosapartados de la fe! Y hacer que de ese trabajo surjala amistad personal, y después el cariño a la Obra ya la Iglesia entera, la colaboración en nuestros apos-tolados, y... ¡tantas veces!, esa gracia que les lleva aconocer y a amar a Jesucristo.

Hemos de amar especialmente el apostolado adfidem, con ansia de extender a todos la eficacia re-dentora de la Cruz. Pidamos a Jesucristo que el frutode su Redención sea abundante: todavía más, más,¡más abundante! ¡divinamente abundante! Y que, paraesto, nos haga buenos hijos de su Madre bendita 19.

(18) Amigos de Dios, nn. 226-227.(19) De nuestro Padre, Meditación, 4-II-1962.

Encuentro del Señor con la Santí-sima Virgen, camino del Calvario.Cerámica en la Iglesia prelaticiade Santa María de la Paz.

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VIERNES 297

359.

VIERNES

—Nuestra obediencia debe ser inteligente.—Obediencia rendida: evitar el juicio crítico.—Confianza en los Directores.

NOS HA llamado el Señor para hacer una la-bor sobrenatural, una tarea que sobrepasa absolu-tamente las fuerzas humanas. Y si ya en una em-presa de hombres, la disciplina es elemento funda-mental de eficacia; si la organización y la distribu-ción de actividades es requisito indispensable paraobtener buenos resultados, cuando la empresa esdivina, la obediencia es absolutamente necesaria.Lo ha dicho el Señor, y la Iglesia nos lo recuerdahoy en el Evangelio: quien a vosotros oye, a mí meoye; quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia;y quien a mí me desprecia, desprecia al que me haenviado '.

Para conseguir nuestro fin, para la eficacia delapostolado, no contamos con medios simplementehumanos: los modos ascéticos y apostólicos propiosde la Obra nos han venido de Dios, a través de nues-tro Fundador. No son frutos de nuestro esfuerzo, nide nuestra mayor o menor perspicacia, sino conse-

(1) Ev. (Luc. X, 16).

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cuencia del espíritu del Opus Dei. De ahí la necesi-dad de la obediencia.

Pero no basta querer obedecer: hay que saberhacerlo. ¿Quieres obedecer cabalmente?... Pues escu-cha bien, para comprender el alcance y el espíritu delo que te indican; y, si algo no entiendes, pregunta 2.

Nuestra obediencia ha de ser inteligente; así noslo enseñaron desde el principio. Al obedecer pone-mos en acción todas nuestras facultades. Una obe-diencia inerte, de instrumento inanimado, que nadahace de su parte, no se comprende en una personadel Opus Dei, que se sabe plenamente responsable dela empresa que lleva entre manos. Los Directorescuentan con esta disposición nuestra y ordinariamen-te no nos dirán, no nos concretarán el mandato hastael último detalle. Nos señalarán lo que hay que hacer,y entonces cada uno, poniendo la cabeza y el corazón,y consultando cuando sea necesario, saca adelante loque le han encomendado 3.

Para obedecer así, de modo inteligente, es nece-sario saber escuchar, hacerse cargo de los términosdel mandato. La mayor parte de las desobedienciasprovienen de no saber "escuchar" el mandato, que enel fondo es falta de humildad o de interés en servir4.Y si no se entiende, hay que preguntar de nuevo, po-ner atención a lo que nos dicen. Incluso, si se diera

(2) Surco, n. 380.(3) De nuestro Padre, Crónica XII-66, p. 12.(4) Surco, n. 379.

í 1

el caso, tenemos también obligación de exponer al Di-rector aquellas cosas que juzgamos necesario que co-nozca, cuando nos parece que una indicación que nosseñala presenta alguna faceta desconocida para él. Pe-ro, si a pesar de eso, insiste, tenemos que obedecer, sino es ofensa de Dios. Y no nos equivocamos al hacer-lo: Dios sacará de aquello todo el bien 5.

No tiene por fin la obediencia el simple someti-miento de nuestra razón, o el que ajustemos férrea-mente la voluntad a otra ajena, ni el humillarnos ba-jo la autoridad superior. La obediencia es fruto delamor al Señor, de querer cumplir su voluntad, quese nos manifiesta a través de los Directores.

OBEDIENCIA inteligente no significa poner entela de juicio lo que nos mandan, sino tener el juicioabierto y todas las energías preparadas para realizarplenamente la tarea encomendada. No se trata, pues,de buscar inconvenientes. No ha de poder aplicarsenunca a nosotros aquella reprensión que escribiónuestro Padre: hablas, criticas... Parece que sin ti na-da se hace bien.

—No te enfades si te digo que te conduces como undéspota arrogante \

La obediencia nos une al Señor, que vino a la tie-rra para hacer la voluntad de su Padre. Seguimos el(5) De nuestro Padre, Crónica XII-66, pp. 12-13.(6) Surco, n. 706.

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ejemplo de Cristo, que con su obediencia hasta la muer-te abrió a todos los hombres el gozoso camino de la li-bertad de los hijos de Dios 7. Por tanto, hemos de obede-cer rendidamente: non mea voluntas, sed tua fiat8.

El juicio crítico está tan lejos de la obedienciarendida, como de la obediencia inteligente. El espíritucrítico no es inteligente, porque olvida uno de los da-tos, el más importante: el motivo sobrenatural. Ade-más, el espíritu crítico se opone a la intrepidez y a laaudacia; incapacita para dar amplios vuelos al pensa-miento, y hace ir por la vida con ánimo empequeñeci-do. Espíritu crítico es sinónimo de espíritu encogido,encarcelado, sin optimismo humano ni fe sobrenatu-ral. La persona con espíritu crítico hace pasar todopor el tamiz de su punto de vista estrecho y parcial.

La obediencia, fruto de la fe, aumenta en nosotrosel amor de Dios. Al repudiar la arrogancia y engendrarla humildad se hace puerta y umbral de la caridad9.Nos sabemos embarcados en una empresa divina, ycomprendemos que a veces nuestras previsiones,nuestras conjeturas se quedan cortas. Hoy, que el am-biente está lleno de desobediencia, de murmuración, detrapisonda, de enredo, hemos de amar la obediencia.Hijos míos, debéis obedecer a los Directores, y así, a tra-vés de los Directores obedecéis a este Padre vuestro. Y sino, no hacemos nada en el Opus Dei 10.

VIERNES 301

(7) Concilio Vaticano II, const. dogm. Lumen gentium, n. 37.(8) Luc. XXII, 42.(9) Diádoco de Fótica, Capita ceníum de perfectione spirituali 41.(10) De nuestro Padre, Meditación, 24X11-1963.

Es falta de fe el espíritu crítico, falta de visión so-brenatural, fruto de la soberbia. Y la soberbia, antes odespués, acaba por humillar, cara a los demás, al hombre"más hombre", que actúa como una marioneta vanidosay sin cerebro, movida por los hilos que acciona satanás n.

Hemos de pedir al Señor que no permita el espí-ritu crítico en nuestra vida, que desarraigue todoasomo de esa actitud, de resultados tan amargos.Porque, de lo contrario, no aprenderemos a vivir elespíritu de la Obra, y nunca seremos eficaces. Tú de-bes convencerte, decía nuestro Padre, de que si no sa-bes obedecer, no serás eficaz 12.

LA CONDICIÓN primera de una obediencia inte-ligente y rendida es la confianza en los Directores.Confianza fundamentada en razones sobrenaturales,que tiene siempre manifestaciones humanas, de fra-ternidad, que hacen amable nuestra vida en el OpusDei. El gobierno de la Obra —nos enseñó nuestroFundador— se basa en la libertad y en la confianza.Confianza del que manda, en la responsabilidad delque obedece. Por eso he dicho alguna vez que la Obraes como una organización desorganizada, en la que ca-da Región, cada casa, actúa con plena autonomía. Hi-jos míos, no vayáis nunca en manada, formando ungrupo. Cada uno, con su libertad personal y su perso-

(11) Surco, n. 703.(12) De nuestro Padre, Meditación, 9-IIM962.

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nal responsabilidad. Creo en la libertad como mediode formación; creo en la libertad como medio de efica-cia; creo en la confianza como condición de unidad u.

Todo contribuye en la Prelatura a facilitar eseamor y esa confianza en los Directores. Nos sabemosempeñados en el mismo fin, unidos por un mismo es-píritu, formando parte de una familia sobrenatural.Esa íntima compenetración hace posible y fácil laobediencia según el espíritu del Opus Dei. Comienzanlos Directores por mandar con delicadeza, como enuna familia. Un por favor, y vamos de cabeza repetíanuestro Padre. Es lo más fuerte que tenemos para man-dar: por favor. Mandar con delicadeza, respetando la li-bertad, respetando la inteligencia y la voluntad del queobedece. De otra manera, es pretender una obedienciaperinde ac cadáver, y, como os he dicho, yo con cadáve-res no voy a ninguna parte. Somos seres vivos, hijos deDios: a los muertos los sepultamos piadosamente u.

A esa confianza de los Directores en nosotros,hemos de responder con la misma actitud. Por esosolía repetir nuestro Fundador que el miedo a losque mandan es la peor de las tentaciones, la más dia-bólica. Ha de ser el amor lo que nos mueva: mandary obedecer son, en definitiva, una cosa sola: servir.

En las personas que gobiernan, vemos al Padre,al mismo Cristo. Nunca habrá motivos entonces paradesconfiar. Ante las indicaciones recibidas, nuestra

VIERNES 303

(13) De nuestro Padre, Crónica VII-66, p. 58.(14) De nuestro Padre, Crónica XII-66, p. 12.

actitud es de agradecimiento; porque son una mani-festación del amor que el Señor nos tiene, puestoque nos llevan derechamente a cumplir su Voluntad,y así a ser felices, eficaces, fecundos. Esa obedienciaes el camino para alcanzar la santidad a la que Diosnos ha llamado, ya que si por la obediencia de Jesu-cristo fuimos justificados 15, por la obediencia per-sonal recibimos el Espíritu Santo, que Dios otorga alos que le obedecen 16. Una obediencia así multiplica-rá abundantemente el fruto de nuestro apostolado,haciéndose prenda de la promesa del Señor: si voso-tros obedecéis los mandatos que Yo os prescribo,amando a Yavé, vuestro Dios, sirviéndole con todovuestro corazón y con toda vuestra alma, Yo daré avuestra tierra la lluvia a su tiempo, la temprana y latardía; y cosecharás tu trigo, tu mosto y tu aceite, ydaré hierba a tus campos para tus ganados, y de elloscomerás y te saciarás ".

La Virgen nuestra Madre es Maestra de obedien-cia; de obediencia inteligente, confiada, que no dudaen preguntar algo que no ha entendido: quomodo fietistud? 18, ¿cómo se hará esto? Y de obediencia rendi-da, incondicional: fiat mihi secundum verbumtuum 19, hágase en mí según tu palabra. La fecundidadde su obediencia fue infinita: por Ella recibimos alSalvador.

(15) Cfr. Rom. V, 19.(16) Hebr. V. 7-9.(17) Deut. XI, 13-15.(18JÍ.MC. I, 34.(19) Ibid.. 38.

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SÁBADO

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVI

360.

—Necesidad de la prudencia sobrenatural.—Manifestación de la prudencia en el desempeño de los en-cargos apostólicos es tener en cuenta la opinión de los de-más.—Ventajas de este modo de proceder.

ENSÉÑAME la bondad, la prudencia y la ciencia,porque he creído tus mandamientos '. Es la oraciónque la Iglesia pone hoy en nuestros labios, eco delconsejo que encontramos muchas veces en la Sagra-da Escritura: sed prudentes, y vigilad en oración 2, pi-de San Pedro. Y en el libro de los Proverbios leemos:dejaos de simplezas y andad por la senda de la pru-dencia 3.

Lo entendemos bien, porque sin prudencia, sinun estudio sereno y atento de los planes de trabajo yde apostolado, se malogran los mejores deseos, y labuena voluntad resulta estéril. Todas las demás vir-tudes —dice San Gregorio—, si no realizan prudente-mente todo lo que apetecen, no pueden ser virtudes 4.Son impulso ciego, esfuerzo inútil, e incluso per-judicial.

(1) Ps. R. (II) (Ps. CXVIII, 66).(2) I Petr. IV, 7.(3) Prov. IX, 6.(4) San Gregorio Magno, Moralia 22, 1.

SÁBADO 305

Nuestro Padre nos enseñó que el Opus Dei noimprovisa nada 5. Toda labor va precedida de un estu-dio profundo, y de mucha oración y mortificación.El apostolado y el proselitismo son también fruto deun trabajo hondo, muchas veces de años. Y lo mismonuestra formación, que no acaba nunca. Por eso,cuando algunas personas decían que el Opus Dei vademasiado deprisa, nuestro Padre solía comentarque vamos deprisa y despacio, al paso de Dios, consentido de urgencia pero sabiendo esperar, dandotiempo al tiempo, sin precipitación. Las cosas urgen-tes pueden esperar —nos decía—, y las cosas muy ur-gentes deben esperar6. Hay que estudiarlas, con sere-nidad y calma.

Nos hablaba también nuestro Fundador de ríosy de remansos. El río corre con fuerza, con abundan-cia de agua; pero a veces se detiene en recodos, don-de el flujo se aquieta y se hace más sereno, para se-guir otra vez río abajo y ser de nuevo torrente veloz.Nuestro papel en el conjunto de las labores debe serla del remanso de agua limpia donde el río sigue co-rriendo, y se detiene lo justo y preciso; pero no charca,pantano de ineficacia que mataría el cauce y secaríael terreno que hay delante; y haría difícil, y desde lue-go más largo, el curso del agua hasta el mar7. Lucha-mos en nuestro trabajo por no hacer charca, por no

(5) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 96.(6) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 65.(7) De nuestro Padre, Crónica VIII-57, p. 7.

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detener nunca lo que debería ir a otros remansos.Procuramos facilitar la labor de los demás, hacerlafecunda y enriquecerla con nuestra aportación per-sonal.

Remansos. Serenidad. Estudio. Medida. De estemodo, ponemos en práctica lo que nos dice el Após-tol: vivir no como necios, sino como sabios, aprove-chando el tiempo 8.

SIERVO tuyo soy yo: dame entendimiento paraque conozca tus mandatos9. El Señor nos ayudasiempre. Es El quien arroja la semilla de la fecundi-dad y quien hace madurar los frutos. Porque, comoafirma el salmo, la declaración de tus palabras alum-bra y da entendimiento a los pequeñuelos 10.

El Señor nos ayuda cuando ponemos las medi-das de prudencia que en Casa hemos aprendido, pa-ra el buen gobierno y para el desarrollo de las labo-res apostólicas. Uno de esos criterios es tener encuenta la opinión de los demás, consultar a nuestroshermanos. Por mucha formación que hayamos ad-quirido, siempre nos veremos en la necesidad deconsultar con otras personas los asuntos de impor-tancia que debamos resolver. Nuestra vida en laObra no se reduce a la inmediata aplicación de unos

(8) Ephes. V, 16.(9) Ps. R. (II) {Ps. CXVIII, 125).(10) Ibid., 130.

SÁBADO 307

principios generales, de unas recetas previamenteestudiadas. Sería demasiado simple pretender resol-ver así la complejidad de las cuestiones que se pre-sentan en la vida. Las disyuntivas ante un determina-do problema no son ecuaciones matemáticas conuna solución única, capaz de ser hallada por una so-la mente. Caben múltiples actitudes más o menos ra-zonables, cada una con sus ventajas y sus inconve-nientes.

De ahí que no pueda ser uno solo quien gobierney decida. Está dispuesto que en todas nuestras casas yCentros, en todas nuestras actividades, haya un gobier-no colegial, porque ni vosotros ni yo nos podemos fiarexclusivamente de nuestro criterio personal. Y esto noestá dispuesto sin una particular y especial gracia deDios: por eso, sería un grave error no respetar ese man-dato u. Incluso en decisiones que tienen poca tras-cendencia, es necesario que intervengan los que tie-nen derecho, y más si se trata de resolver algo por es-crito, aunque sea redactar un telegrama, aunque seanpequeneces. ¡Qué paz da hacer las cosas así! u.

No te apoyes en tu prudencia 13, aconseja la Es-critura. Y nuestro Fundador añade: me da muchaalegría que améis el gobierno colegial y que tengáishorror a la tiranía. No tiene por qué conceder NuestroSeñor luces a una persona que no ha sabido formar a

(11) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 28.(12) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 39.(13) Prov. III, 5.

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sus colaboradores. El gobierno colegial es manifesta-ción de humildad, porque significa que cada uno nose fía de su propio juicio I4.

Aunque tengamos muy metida en el corazón lanecesidad de proceder de este modo, es preciso queno lo dejemos de vivir por las dificultades que llevaconsigo. La falta de tiempo, la dificultad de comuni-carnos con aquella persona que podría darnos su pa-recer, la dificultad de reunirse para estudiar un de-terminado asunto, pueden ser obstáculos que haganinoperantes nuestros buenos deseos. Es necesariosuperar esos inconvenientes. Saber esperar, hastaque se haya encontrado la solución justa, ser ese re-manso de serenidad y de decisiones ponderadas deque nos hablaba nuestro Padre, ser aquel siervo fiely prudente que un señor puso para atender a su fami-lia y repartir a cada uno el alimento en el tiempooportuno 15.

EL METAL precioso, para probar su valor, necesi-ta de la piedra de toque: nosotros comprobamos sinuestro juicio es oro fino, escuchando el juicio de losdemás y rectificando, si es preciso. No es una humilla-ción rectificar: es un acto noble, que demuestra sentidocomún y ganas de servir a Dios.

Los hombres tenemos una manifiesta inclinación a

(14) De nuestro Padre, Carta. 29-IX-1957 n 61(15) Matth. XXIV, 45.

SÁBADO 309

obrar de modo dictatorial, a seguir nuestra razón,nuestro criterio, nuestras luces: llevamos dentro un ti-rano. Debéis manifestar vuestro buen espíritu, hacien-do que no puedan surgir en el Opus Dei las tiranías.Pudiera ser que algunos intentasen refugiarse en elpretexto de que han recibido en la Obra misiones espe-ciales, para impedir así que los corrijan. No olvidéisque, si existen esas misiones especiales, son siempreclaramente conocidas.

Tened mucho cariño al gobierno colegial —no mecanso de repetíroslo—, que no resta ímpetus a nadie ylogra una eficacia maravillosa, porque así los asuntosson estudiados por expertos: no se discuten, se estu-dian, que es más y mejor que discutir; porque lasobras, al no ser personales, no mueren con la persona:tienen continuidad; porque, si alguno cae enfermo odebe ausentarse, el gobierno no se interrumpe; porquetodos tienen libertad para exponer —sin miedo— suopinión formada en conciencia, y esto crea un ambien-te general de serenidad y de firmeza; porque cada uno,al atender los asuntos que le tocan por oficio, experi-menta la fortaleza de los demás.

No es posible, hijas e hijos míos, que Dios NuestroSeñor, cuando una cuestión se ha estudiado y acorda-do de este modo —trabajando en humildad, por El—,deje sin luces a quienes componen la autoridad, queactúa colegialmente. Cuanta más cultura hay en todosvuestros hermanos, más fácil es hacer el gobierno cole-gial: cada uno sabe que los Directores tienen más da-

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tos; y si alguno, a pesar de eso, está inquieto, hablacon ellos y adquiere la paz, la paz de Dios. Pedidsiempre al Señor esta luz, esta prudencia: servus tuussum ego, da mihi intellectum (Ps. CXVIII, 125); soy tusiervo, Señor, dame, danos claridad de ideas 16.

Y, junto con la opinión de los demás, tenemosque recoger también la experiencia de quienes noshan precedido. Debéis pensar siempre en la continui-dad y no hacer nunca charcos —aguas estancadas— enla labor; en todo caso, remansos que —por un tiem-po— detienen el curso, para darle pronto salida. Senti-mos la obligación de recoger la experiencia de los quenos han precedido, sin hacer una labor destructiva, re-volucionaria, que sería locura; mejorarla con nuestrasaportaciones; y transmitirla a otros, de modo que nues-tro orgullo sea que haya muchos que sepan más quenosotros, que comiencen donde nosotros hemos termi-nado: y les serviremos de pedestal n.

Hay que actuar de este modo, tener esta pruden-cia sobrenatural, vivir con este espíritu todas las ac-tividades que realizamos; también las profesionales.Como esos grandes embalses, que almacenan las pe-queñas corrientes de las fuentes y de los arroyos, pa-ra transformarlas después en energía y fuerza, nece-sitamos nosotros conseguir, con el muro de nuestraprudencia, que los problemas, dificultades y resolu-

(16) De nuestro Padre, Carla, 29-IX-1957, nn. 61-62.(17) De nuestro Padre, Cana, 29-IX-1957, n. 52.

SÁBADO 311

ciones se remansen; hacerlos pasar por los caucesestablecidos; darles el curso apropiado, que no ha deser necesariamente el más rápido, porque muchasveces necesitarán estudio; recoger la experiencia re-cibida y transmitir la que se adquiere.

Nuestra Madre, Virgo prudentissima y Asientode la Sabiduría, nos ayudará a recibir y a transmitirel espíritu de la Obra, de modo que haya energía yeficacia en la labor de todos.

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361.

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

—Estamos en la viña del Señor, y hemos de trabajar en ellacon absoluta fidelidad.—No admitir compensaciones ni medianías en la lucha inte-rior ni en el trabajo apostólico.—Hemos de dar frutos abundantes de santidad y apostolado.

EL SUEÑO de aquel hombre, padre de familia,se había realizado. Al cabo de muchos años, con susahorros, pudo plantar una viña, la cercó con una va-lla para protegerla de la voracidad de las alimañas,construyó un lagar para fabricar el vino, edificó unatorre y, una vez acabados estos trabajos, la arrendóa unos labradores y se marchó de allí'.

La parábola que hoy nos narra Jesucristo tieneuna explicación clara. La viña es la Iglesia Santa —y,dentro de la Iglesia, también la Obra—, que el Señorha adquirido al precio de su Sangre y ha dejado lue-go en nuestras manos, para que la cultivemos de sola sol y le hagamos rendir frutos de almas. No es difí-cil la labor cuando no hay viento, ni nieves, ni tor-mentas que puedan estropear la cosecha. Pero pue-den llegar tiempos menos diáfanos, más costosos.Hijo mío, no te hablo para ahora..., te hablo por si al-guna vez sientes que tu corazón vacila. Entonces yo te

(1) Ev. (A) {Matth. XXI, 33).

DOMINGO 313

pido fidelidad; fidelidad, que se tiene que manifestaren el aprovechamiento del tiempo, en tu empeño porsujetar la imaginación y en dominar la soberbia, en tudecisión de obedecer ciegamente, para no salir nuncadel terreno en que el Señor quiere que trabajes 2.

A veces puede costar el trabajo en la viña: cuan-do el día amanece frío y la helada amenaza el frutode tantos esfuerzos; cuando la uva tarda en despun-tar o parece que quedará en agrazones; cuando en lohondo del corazón asoma una pregunta que parecepuesta por el sembrador de la cizaña: ¿sirvo yo comoviñador? Sin embargo, ahí está la cerca, como unarealidad que no es posible borrar; ahí está la torre,alta; más allá, el lagar, dispuesto a transformar losracimos en mosto oloroso. Ahí está la viña, y por esohay que permanecer en ella.

Somos viñadores porque el Señor así lo ha que-rido, y nos ha guiado, y nos enseña, y nos dará losmedios para que broten los frutos. El Señor a mí medio la vida, los sentidos, las potencias, gracias sincuento: entre ellas la gracia divina, soberana, de la vo-cación, que me hace estar aquí con vosotros. Y no ten-go derecho a olvidar que soy uno más en esta viña enla que El me llamó para trabajar. Aquí precisamente,en esta viña, dentro de esta cerca; y aquí, trabajar conEl, corredimir con El3.

(2) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1956.(3) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1956.

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314 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVII

Nuestra vida ha adquirido un sentido único y de-finitivo desde que respondimos a la llamada de Dios.Toda ilusión, afán o aspiración personal, ha quedadoen dependencia de esa verdad radical: nuestra voca-ción divina. Todo adquiere sentido en torno a ella;cualquier cosa sería incomprensible, si de ella pres-cindimos. Por eso, en la oración, en la Comunión, yen tantos momentos a lo largo de la jornada nos diri-gimos al Señor en acción de gracias, solicitando a lavez el don, también inmerecido, de la perseverancia.Ningún detalle es pequeño o poco importante, si serefiere a nuestra llamada. Todo en ella tiene saborde eternidad y bullir de almas, porque nos propone-mos entrar en el Cielo acompañados de aquellos queconocimos en nuestro caminar terreno.

Nuestra viña, la labor apostólica que llevamosentre manos, es pasión de nuestra vida, y exige unadedicación completa. Protegemos, si es preciso conla vida, todo lo que a esta viña se refiere. La hemosrecibido en arriendo, hemos visto el transcurrir demuchas de jornadas de trabajo fiel y abnegado, y es-peramos con confianza el momento de rendir cuen-tas al Dueño, a nuestro Padre Dios.

ERASE un padre de familias, que plantó una viña,y la cercó de vallado, y cavando, hizo allí un lagar, edi-ficó una torre, la arrendó después a ciertos labradores, yse ausentó a un país lejano (Matth. XXI, 33).

DOMINGO 315

Querría que meditáramos las enseñanzas de estaparábola, desde el punto de vista que nos interesa aho-ra. La tradición ha visto, en este relato, una imagendel destino del pueblo elegido por Dios; y nos ha seña-lado principalmente cómo, a tanto amor por parte delSeñor, correspondemos los hombres con infidelidad,con falta de agradecimiento.

Concretamente pretendo detenerme en ese se ausen-tó a un país lejano. Enseguida llego a la conclusión deque los cristianos no debemos abandonar esta viña, enla que nos ha metido el Señor. Hemos de emplearnuestras fuerzas en esa labor, dentro de la cerca, tra-bajando en el lagar y, acabada la faena diaria, des-cansando en la torre. Si nos dejáramos arrastrar por lacomodidad, sería como contestar a Cristo: ¡eh!, que misaños son para mí, no para Ti. No deseo decidirme acuidar tu viña *.

Hemos de reaccionar, diciéndole al Señor quepuede contar con nosotros, que no queremos aban-donar el campo que nos ha confiado para que locultivemos. Para eso, recuerda nuestro Padre, pida-mos al Señor que seamos almas dispuestas a trabajarcon heroísmo feraz. Porque no faltan en la tierramuchos, en los que, cuando se acercan las criaturas,descubren sólo hojas: grandes, relucientes, lustrosas.Sólo follaje, exclusivamente eso, y nada más. Y lasalmas nos miran con la esperanza de saciar su ham-

(4) Amigos de Dios, n. 48.

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316 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVII

bre, que es hambre de Dios. No es posible olvidarque contamos con todos los medios: con la doctrinasuficiente y con la gracia del Señor, a pesar de nues-tras miserias 5.

Entregarnos del todo, sin reservarnos nada paranosotros mismos, resulta una condición imprescindi-ble. Todos nuestros días han de quedar identificadoscon el trabajo apostólico que hemos de llevar a cabo.Nada debe quedar voluntariamente al margen de esaunidad de fin, porque, fuera lo que fuese, acabaríasiendo descamino y fuente de amargura. Hay quetrabajar con denuedo, sin concesiones a la tibieza. ElSeñor se alegra sabiendo que ha arrendado su viña aunos trabajadores que, a pesar de sus defectos y delcansancio de las jornadas siempre iguales, cuidan delos intereses del dueño, sin entretener sus mentes enensueños que estarían fuera de lugar, desde el mo-mento en que se entregaron en cuerpo y alma a tra-bajar por El.

Insiste nuestro Padre: si no queremos malgastarel tiempo inútilmente —tampoco con las falsas excusasde las dificultades exteriores del ambiente, que nuncahan faltado desde los inicios del cristianismo—, hemosde tener muy presente que Jesucristo ha vinculado, demanera ordinaria, a la vida interior la eficacia denuestra acción (...). Parece increíble, pero Dios y loshombres necesitan, de nuestra parte, una fidelidad sin

(5) Amigos de Dios, n. 51.

DOMINGO317

paliativos, sin eufemismos, que llegue hasta sus últi-mas consecuencias, sin medianías ni componendas, enplenitud de vocación cristiana asumida y practicadacon esmero 6.

CUANDO se acercó el tiempo de los frutos, enviósus criados a los labradores para percibir los frutos 7.El Señor nos pide frutos. No podemos contentarnoscon dejar pasar el tiempo sin permitir que los enemi-gos se adueñen de la viña. Ni siquiera basta una la-bor realizada con mediocre afán, con escasa ilusiónhumana y sobrenatural. Es preciso empeñarse seria-mente en la tarea que el Señor nos ha confiado. Elfruto que se nos pide, ya ahora, es mucho, y no pode-mos ofrecer agrazones cuando Dios espera de noso-tros uvas dulces y sabrosas.

La lucha nuestra ha de ser esforzada, sacrifica-da, sin admitir las dilaciones de la pereza ni los en-gaños de la soberbia, que traerían como consecuen-cia unos frutos raquíticos. Nuestro empuje ha deser, al menos, igual al que pone cualquier persona enla tierra por sacar adelante un ideal noble: el mundoestá frío, hace efecto de dormido. —Muchas veces, des-de tu observatorio, lo contemplas con mirada incendia-ria. ¡Que despierte, Señor!

(6) Amigos de Dios, n. 5.(7) Ev. (A) {Mallh. XXI. 34).

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318 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVII

—Encauza tus impaciencias con la seguridad deque, si sabemos quemar bien nuestra vida, prendere-mos fuego en todos los rincones..., y cambiará el pano-rama 8.

No podemos contentarnos con lo que hacemos.La vida interior se manifiesta en el renovado esfuer-zo por llegar a más, por caldear el frío ambiente deun mundo que desconoce a Cristo. Podemos y debe-mos concretar en nuestra oración qué más podemoshacer, qué nuevas metas está esperando el Señor denosotros, pues sólo si quemamos en holocaustonuestras vidas podremos pedir a Dios las vocacionesque hacen falta para seguir extendiendo su reinado.

Preguntaba nuestro Padre: ¿y cómo cumpliremosese apostolado? Antes que nada, con el ejemplo, vi-viendo de acuerdo con la Voluntad del Padre, comoJesucristo, con su vida y sus enseñanzas, nos ha revela-do. Verdadera fe es aquella que no permite que las ac-ciones contradigan lo que se afirma con las palabras.Examinando nuestra conducta personal, debemos me-dir la autenticidad de nuestra fe. No somos sincera-mente creyentes, si no nos esforzamos por realizar connuestras acciones lo que confesamos con los labios 9.

Este es el fruto de la oración de hoy: que nos per-suadamos de que nuestro caminar en la tierra —en to-das las circunstancias y en todas las temporadas— es

(8) Surco, n. 297.(9) Amigos de Dios, n. 268.

DOMINGO319

para Dios, de que es un tesoro de gloria, un trasuntocelestial; de que es, en nuestras manos, una maravillaque hemos de administrar, con sentido de responsabili-dad y de cara a los hombres y a Dios: sin que sea ne-cesario cambiar de estado, en medio de la calle, santi-ficando la propia profesión u oficio y la vida del ho-gar, las relaciones sociales, toda la actividad que pare-ce sólo terrena 10.

Santa María contempla nuestro esfuerzo serenoy audaz por cumplir la Voluntad de su Hijo, y por suintercesión seguiremos recibiendo las gracias preci-sas para realizarla con acabamiento.

(10) Amigos de Dios, n. 54.

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.320 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVII

362.

LUNES

—La caridad alcanza, según un orden, a todos los hombres.—Ver en los demás almas que se deben salvar.—Frutos de esa caridad.

HABÍA apenas treinta kilómetros de Jerusalén aJericó, pero a mitad de camino, más allá de las mon-tañas, los salteadores encontraron el fácil botín deun hombre indefenso: después de haberle despojado,le cubrieron de heridas y se marcharon, dejándolomedio muerto. Bajaba casualmente por el mismo ca-mino un sacerdote; y viéndolo pasó de largo '.

Más tarde transitó un levita que, atraído por lasquejas, se acercó. Aquel hombre estaba en trance demuerte. Sin embargo, también el levita pasó de lar-go. Pero un samaritano que iba de camino llegó hastaél y al verlo se movió a compasión 2. No le bastaba,para tranquilizar su conciencia el pensamiento deque nada debía al herido; se sintió deudor de aquelhombre al que no conocía.

Yo al diablo no le puedo querer —decía nuestroPadre—, pero a todos los que no son el diablo losquiero; a todos los hombres sin excepción. No me sien-to enemigo de nadie, y .soy contrario sólo a las ideas

(1) Ev. (Luc. X, 30-31).(2) Ibid., 32-33.

LUNES 321

que van contra la fe y la moral de Jesucristo. Pero seha de comprender a las personas que tienen esas ideasy hemos de rezar por ellas 3.

Cristo nos ha dado esta lección: amar a los quenos hacen mal, querer a todos, comprender incluso alos que no nos comprenden. ¿De qué amor se trata?La Sagrada Escritura habla de dilectio, para que seentienda bien que no se refiere sólo al afecto sensible.Expresa más bien una determinación firme de la vo-luntad. Dilectio deriva de electio, de elegir. Yo añadi-ría que amar en cristiano significa querer querer, deci-dirse en Cristo a buscar el bien de las almas sin discri-minación de ningún género, logrando para ellas, antesque nada, lo mejor: que conozcan a Cristo, que se ena-moren de El.

El Señor nos urge: portaos bien con los que osaborrecen y orad por los que os persiguen y calum-nian (Matth. V, 44). Podemos no sentirnos humana-mente atraídos hacia las personas que nos rechaza-rían, si nos acercásemos. Pero Jesús nos exige que noles devolvamos mal por mal; que no desaproveche-mos las ocasiones de servirles con el corazón, aunquenos cueste; que no dejemos nunca de tenerlas presen-tes en nuestras oraciones 4.

Nuestra caridad ha de ser universal y abnegada,como la del samaritano. Aquel hombre hizo todo lo

(3) De nuestro Padre, Crónica VIII-64, p. 34.(4) Amigos de Dios, n. 231.

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322 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVII S LUNES

que podía y más, sin importarle quién fuera aquél alque ayudaba. También nosotros hemos de quererasí, sin discriminaciones ni diferencias que indica-rían estrechez de corazón. Nuestro Padre nos diocontinuo ejemplo de este modo de actuar: recibo—decía— a todo el mundo: tengo el corazón y laspuertas de nuestras casas abiertas siempre a toda lagente, porque no puedo hacer la injusticia de privar anadie de la caridad de Jesucristo 5.

La caridad ensancha el corazón para que quepanen él todos los hombres: dilatasti cor meum 6, cantaun salmo. Es obra de Dios, caridad sobrenatural,que está por encima de cualquier diferencia huma-na. Per Iesum Christum Dominum nostrum. Tú tienesque hacer las cosas por Jesucristo. Es bueno que ten-gas un corazón humano, pero si lo haces sólo porque estal persona: ¡mal hecho! Aunque lo hagas también porél, hazlo sobre todo por Jesucristo 7.

CARIDAD siempre, con todos. No podemos colo-car el error en el mismo plano que la verdad, pero—siempre guardando el orden de esta virtud cristiana:de la caridad— debemos acoger con especial compren-sión a los que están en el error.

Violencia, nunca. No la comprendo, no me parece

(5) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 82.(6) Ps. CXVII I , 32.(7) De nuestro Padre.

323

apta ni para convencer ni para vencer: un alma querecibe la fe se siente siempre victoriosa. El error secombate con la oración, con la gracia de Dios, con ra-zonamientos desapasionados, ¡estudiando y haciendoestudiar!, y, repito, con la caridad.

Por eso, cuando alguno intentara maltratar a losequivocados, estad seguros de que sentiré el impulsointerior de ponerme junto a ellos, para seguir por amorde Dios la suerte que ellos sigan 8.

El samaritano actuó así: olvidó antiguos renco-res y rivalidades de su pueblo. Supo ver en aquelhombre, no al enemigo de raza, sino al hermano ne-cesitado. Decía nuestro Padre: no hay nadie tan maloen el mundo —a mí no me gusta hablar de gente malay de gente buena: no divido a los hombres en buenos ymalos—, no hay gente de intención tan ruin y misera-ble, que no haya hecho algo virtuoso en su vida 9. Sino son mejores es, en parte, por culpa nuestra. Mu-chas veces esos errores son fruto de una equivocadaformación. En no pocos casos, esos pobrecillos no ha-brán tenido a nadie que les enseñara la verdad. Pien-so, por eso, que el día del juicio serán muchas las al-mas que responderán a Dios, como respondió el paralí-tico de la piscina — hominem non habeo (Ioann. V, 7),no hubo nadie que me ayudara— o como contestaronaquellos obreros sin trabajo, a la pregunta del dueño

(8) De nuestro Padre, n. 101.(9) De nuestro Padre. Instrucción, 8-XII-1941, n. 35.

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324 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVII

de la viña: nenio nos conduxit (Matth. XX, 1), no noshan llamado a trabajar.

Aunque sus errores sean culpables y su perseveran-cia en el mal sea consciente, hay en el fondo de esasalmas desgraciadas una ignorancia profunda, que sóloDios podrá medir. Oíd el grito de Jesús en la cruz, ex-cusando a los que le mataban: Pater, dimitte illis: nonenim sciunt quid faciunt (Luc. XXIII, 34); Padre, per-dónalos, porque no saben lo que hacen. Sigamos elejemplo de Jesucristo, no rechacemos a nadie: por sal-var un alma, hemos de ir hasta las mismas puertas delinfierno. Más allá no, porque más allá no se puedeamar a Dios 10.

Comentando ese mismo pasaje —Padre, perdóna-los porque no saben lo que hacen u —, dice San Grego-rio: hay una cosa decisiva que pone a prueba la cari-dad: amara aquel mismo que nos es contrario. Por esola misma Verdad soportaba el patíbulo de la cruz, dis-pensando amor a sus perseguidores (...). El summumdel amor se expresa cuando añade: "nadie tiene amormás grande que aquel que da la vida por sus amigos"(Ioann. XV, 13). El Señor había venido a morir tambiénpor sus enemigos, y sin embargo, decía que El había dedar su vida por sus amigos. De este modo nos enseñabaque amándolos, podemos ganar a los enemigos, que losmismos perseguidores se hacen amigos 12.

(10) De nuestro Padre, Cana, 16-VII-1933, n. 24.(11) Luc. XXIII, 34.(12) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelta 2, 7, 2.

LUNES 325

Somos nosotros los que tenemos que adelantar-nos en la comprensión, siguiendo el ejemplo de Cris-to, como hizo nuestro Padre. No puedo tratar con fal-ta de caridad a nadie —nos decía—, porque si pareceque no merece esa caridad, yo tampoco la merezco: nomerezco ser cristiano, ni ser sacerdote, ni hijo de Diosen su Obra. ¿Lo comprendéis? Yo no puedo tratar du-ramente a nadie, he de ser humano con todos, siempreque con eso no haga un daño a las almas, a la Obra, ala Iglesia 13.

ACERCÁNDOSE, vendó sus heridas, echando enellas aceite y vino 14. ¿Qué no puede lograr el aceite yel vino de la caridad? Aquel hombre estaba heridopor los cuatro costados, cubierto de sangre. Casi da-ba repugnancia acercarse a él. Pero la caridad todolo muda: transforma cualquier llaga en algo noble ylimpio. No pienso que sea malo ningún hombre —in-siste nuestro Padre—: lo que pasa es que, por so-berbia, por respeto humano, si se les habla delante deotra gente, reaccionan mal. Pero si se les toca el cora-zón, si se les trata con cariño y comprensión a solas,pueden cambiar 15.

No basta tratar con justicia a los que están equi-vocados, para atraerlos al buen camino. Si se hace

(13) De nuestro Padre, Obras VI-63, p. 12.(14) Ev. (¿MC. X, 34).(15) De nuestro Padre, Crónica VIII-64, p. 34.

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justicia a secas, es posible que la gente se quede heri-da. Tiene que ir la caridad al lado, porque la caridadlo dulcifica todo: Deus caritas est (7 Ioann. IV, 8). He-mos de movernos siempre por el amor de Dios, que noshace fácil el amor al prójimo, que purifica y hace lim-pio el amor terreno. Cuando está Dios por medio, todose sobrenaturaliza 16.

En el apostolado de la doctrina, debemos ense-ñar con caridad; decir la verdad sin ofender al quese encuentra en el error. ¡Qué cariño muestra Jesúsa los samaritaños! Y sin embargo les dice: la salva-ción procede de los judíos ". Del mismo modo voso-tros —señalaba nuestro Fundador— debéis ayudarde tal manera que no humilléis: que el que sea ayuda-do casi no se dé cuenta de esa ayuda, porque vosotroslo habéis de hacer en superabundancia de caridad m.Es necesario evitar que un celo mal entendido pongaen peligro la santidad de vuestra intransigencia. Ha-béis de ser como una maza de acero, poderosa y firme,pero envuelta en funda acolchada, para no herir.

La caridad buena, el cariño que la prudencia os harápracticar, os llevará a decir las cosas con discernimiento,cuando convenga y del modo preciso; os hará sensibles alas necesidades y circunstancias del prójimo 19.

Nuestra vocación es de amor. Por todos los cami-nos divinos de la tierra nos quiere el Señor, echando la

(16) De nuestro Padre, Crónica VIH-64, p. 35.(17) Ioann. IV, 22.(18) De nuestro Padre, Crónica VIII-64, p. 35.(19) De nuestro Padre, Carta, 16-VII-1933, n. 9.

LUNES 327

semilla de la comprensión, de la disculpa, del perdón,de la convivencia, de la caridad, de la paz: in hoc pul-cherrimo caritatis bello!20. Este modo de comportarseno es, como escribe nuestro Fundador, sólo algo bue-no o aconsejable. Es mucho más, es un mandato impe-rativo de Cristo, el mandatum novum (cfr. Ioann. XIII,34) de que tanto os hablo, que nos obliga a querer atodas las almas, a comprender las circunstancias de losdemás, a perdonar, si algo nos hicieren que merezcaperdón. Nuestra caridad ha de ser tal, que cubra todaslas deficiencias de la flaqueza humana, veritatem fa-cientes in caritate (Ephes. IV, 15), tratando con amoral que yerra, pero no admitiendo componendas en loque es de fe 21.

Serán y son ya maravillosos los frutos sobrena-turales y humanos de esta caridad nuestra, que noconoce acepción de personas, distinción de razas,que sabe olvidar, perdonar, abriendo el corazón a to-dos. ¿No os da alegría que el Señor haya querido paranuestra empresa sobrenatural ese espíritu, que palpitaen el Evangelio, pero que tan olvidado parece estar enel mundo? Agradecédselo a Jesús, agradecédselo a San-ta María; y renovad vuestras ansias de corredención yde apostolado. ¡Qué gran labor nos espera! Porque, elque comenzó en nosotros la Obra, la llevará a término(cfr. Philip. /, 6)22.

(20) De nuestro Padre, Obras XII-63, p. 9.21 De nuestro Padre, Cana, 16-VII-1933, n. 14.(22) De nuestro Padre, Carta, 16-VIM933, n. 26.

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363.

MARTES

—La santidad es lo único que importa.—La lucha por alcanzarla supone auténtico heroísmo,—Buscar la santidad en las cosas pequeñas de cada día.

ÍBAMOS hace tantos años por una carretera deCastilla y vimos, allá lejos, en el campo, una escenaque me removió y que me ha servido en muchas oca-siones para mi oración: varios hombres clavaban confuerza, en la tierra, las estacas que después utilizaronpara tener sujeta verticalmente una red, y formar el re-dil. Más larde, se acercaron a aquel lugar los pastorescon las ovejas, con los corderos; los llamaban por sunombre, y uno a uno entraban en el aprisco, para es-tar todos juntos, seguros.

Y yo, mi Señor, hoy me acuerdo de modo particu-lar de esos pastores y de ese redil, porque todos los queaquí nos encontramos reunidos —y otros muchos en elmundo entero— para conversar Contigo, nos sabemosmetidos en tu majada. Tú mismo lo has dicho: Yo soyel Buen Pastor y conozco mis ovejas, y las ovejas míasme conocen a Mí (Ioann. X, 14). Tú nos conoces bien;te consta que queremos oír, escuchar siempre atenta-mente tus silbidos de Pastor Bueno, y secundarlos, por-que la vida eterna consiste en conocerte a Ti, solo Dios

MARTES 329

verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú enviaste (Ioann.XVII, 3)>.

Es ésta la enseñanza del Evangelio de la Misa dehoy. Cuando iban de camino entró en cierta aldea, yuna mujer llamada Marta le recibió en su casa. Teníaésta una hermana llamada María que, sentada tam-bién a los pies del Señor, escuchaba su palabra 2. Y alhacer hoy la oración, seguiremos como de costum-bre el consejo de nuestro Padre: para acercarse al Se-ñor a través de las páginas del Santo Evangelio, reco-miendo siempre que os esforcéis por meteros de tal mo-do en la escena, que participéis como un personajemás. Así (...), os ensimismaréis como María, pendientede las palabras de Jesús o, como Marta, os atreveréis amanifestarle sinceramente vuestras inquietudes, hastalas más pequeñas (cfr. Luc. X, 39-40) 3.

Marta, hacendosa, no encuentra manos para dis-poner la casa tal como desearía para su Señor. Ma-ría, ensimismada, no se pierde una palabra de Jesús.Hasta que, por fin, Marta se impacienta y, con plenaconfianza, solicita la intervención del Maestro: Se-ñor, ¿nada te importa que mi hermana me deje solaen el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude 4.La respuesta del Señor está llena de cariño y clari-dad: Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas pormuchas cosas. En verdad una sola cosa es necesaria 5.

(1) Amigos de Dios, n. 1.(2) Ev. (Luc. X, 38-40).(3) Amigos de Dios, n. 222.(4) Ev. (Luc. X, 40).(5) Ibid., 41-42.

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Porro unum est necessarium!, ha dicho Nuestro Se-ñor. Una sola cosa es necesaria: la santidad personal.Este es el secreto de la alegría que vamos dando al mun-do, de la siembra de paz que estamos metiendo en todaslas clases de la sociedad 6. El deseo de santidad, la bús-queda del Reino de Dios y su justicia ha de ser la pri-mera de nuestras intenciones. Todo eso, que te preocu-pa de momento, importa más o menos. —Lo que importaabsolutamente es que seas feliz, que te salves 1.

LA SANTIDAD exige el heroísmo de las virtudes,tender siempre a crecer en caridad. Nunca podre-mos amar a Dios como se merece, porque El es infi-nitamente amable e infinitamente bueno: la medidadel amor es amar sin medida.

No se va de mi memoria una ocasión —ha trans-currido ya mucho tiempo— en la que fui a rezar a laCatedral de Valencia, y pasé por delante de la sepultu-ra del Venerable Ridaura. Me contaron entonces que aeste sacerdote, cuando era ya muy viejo y le pregunta-ban: ¿cuántos años tiene usted?, él, muy convencido,respondía en valenciano: poquets, ¡poquitos!, los quellevo sirviendo a Dios. Para bastantes de vosotros, to-davía se cuentan con los dedos de una mano los años,desde que os decidisteis a tratar a Nuestro Señor, a ser-

(6) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 9.(7) Camino, n. 297.

MARTES 331

virle en medio del mundo, en vuestro propio ambientey a través de la propia profesión u oficio. No importaexcesivamente este detalle; sí interesa, en cambio, quegrabemos a fuego en el alma la certeza de que la invi-tación a la santidad, dirigida por Jesucristo a todos loshombres sin excepción, requiere de cada uno que culti-ve la vida interior, que se ejercite diariamente en lasvirtudes cristianas; y no de cualquier manera, ni porencima de lo común, ni siquiera de un modo excelente:hemos de esforzarnos hasta el heroísmo, en el sentidomás fuerte y tajante de la expresión.

La meta que os propongo —mejor, la que nos seña-la Dios a todos— no es un espejismo o un ideal inal-canzable: podría relataros tantos ejemplos concretos demujeres y hombres de la calle, como vosotros y comoyo, que han encontrado a Jesús que pasa quasi in oc-culto floann. VII, 10) por las encrucijadas aparente-mente más vulgares, y se han decidido a seguirle,abrazados con amor a la cruz de cada día (cfr. Matth.XVI, 24). En esta época de desmoronamiento general,de cesiones y desánimos, o de libertinaje y anarquía,me parece todavía más actual aquella sencilla y pro-funda convicción que, en los comienzos de mi laborsacerdotal, y siempre, me ha consumido en deseos decomunicar a la humanidad entera: estas crisis mundia-les son crisis de santos.

Vida interior: es una exigencia de la llamada queel Maestro ha puesto en el alma de todos. Hemos deser santos —os lo diré con una frase castiza de mi tie-

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rra— sin que nos falte un pelo: cristianos de veras,auténticos, canonizables; y si no, habremos fracasadocomo discípulos del único Maestro s.

Se nos exige heroísmo cada día. Y el modo de al-canzar esa santidad esforzada, sin componendas, loencontramos en el Evangelio. El Señor, vuelto haciala multitud que lo seguía, les dijo: 5¿ alguno viene amí y no odia a su padre y a su madre y a la esposa y alos hijos y a los hermanos y a las hermanas, hasta supropia vida, no puede ser mi discípulo 9. Jesucristonos pide todo, hasta nuestra propia vida: et animamsuam, dice. No me explico —comentaba nuestro Pa-dre— el concepto de cristiano que tú tienes. ¿Creesque es justo que Cristo haya dado, desde lo alto deuna cruz, su vida por nosotros; y que tú te conformescon ese... ir tirando? No puedo comprender que ese irtirando —comodidad y poltronería— sea el camino ás-pero y estrecho del que habla el Evangelio 10.

NUESTRO Padre nos indica el camino para sersantos de verdad, como quiere el Señor. Es una sen-da muy clara: santidad en las cosas ordinarias, santi-dad en las cosas pequeñas, santidad en la labor profe-sional... Santidad para santificar u. Por eso, concluyenuestro Fundador, te digo que, si deseas portarte co-

(8) Amigos de Dios, nn. 3-5.(9) Luc. XIV, 26.(10) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 20.(11) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 9.

MARTES333

mo un cristiano consecuente —sé que estás dispuesto,aunque tantas veces te cueste vencer o tirar hacia arri-ba con este pobre cuerpo—, has de poner un cuidadoextremo en los detalles más nimios, porque la santidadque Nuestro Señor te exige se alcanza cumpliendo conamor de Dios el trabajo, las obligaciones de cada día,que casi siempre se componen de realidades menudas.

Pensando en aquellos de vosotros que, a la vuelta delos años, todavía se dedican a soñar —con sueños vanosy pueriles, como Tartarín de Tarascón— en la caza deleones por los pasillos de su casa, allí donde si acaso nohay más que ratas y poco más; pensando en ellos, insis-to, os recuerdo la grandeza de la andadura a lo divinoen el cumplimiento fiel de las obligaciones habitualesde la jornada, con esas luchas que llenan de gozo al Se-ñor, y que sólo El y cada uno de nosotros conocemos.

Convenceos de que ordinariamente no encontraréislugar para hazañas deslumbrantes, entre otras razones,porque no suelen presentarse. En cambio, no os faltanocasiones de demostrar a través de lo pequeño, de lonormal, el amor que tenéis a Jesucristo l2.

Es todo un programa de vida, que debemos asu-mir, para luego poder enseñarlo a otros. Nuestro Pa-dre nos encarece este deber de enseñar, a los quenos rodean, a concluir las cosas con amor, a perfilarlos detalles, a vivir el heroísmo de lo pequeño: lainexperiencia unida a esas ambiciones de cosas gran-

(12) Amigos de Dios, nn. 7-8.

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des, lleva a la gente joven al mal camino de despreciarlas cosas pequeñas: lo vulgar, lo de cada día, el deta-lle, el silencio..., el orden. Es preciso salir al paso deeste error gravísimo, haciéndoles considerar aquellatan conocida frase del Eclesiástico (XIX, 1): qui sper-nit módica paulatim decidet, el que desprecia las cosaspequeñas poco a poco cae en las grandes. Y aquel ver-sículo de San Lucas: quien es fiel en lo poco, tambiénlo es en lo mucho: y quien es injusto en lo poco, tam-bién lo es en lo mucho (XVI, 10) i3.

Dios espera de nosotros el heroísmo de las cosaspequeñas para darnos en premio la santidad grande.Basta recordar la vida sencilla de nuestra Madre delCielo, que pasó inadvertida entre las mujeres de sutierra. Salvo momentos excepcionales, que interrum-pieron momentáneamente la vida oculta de la Sagra-da Familia, nada hubo que hiciera sospechar a quie-nes la rodeaban su singular papel en la Redención.Ella nos enseña a vivir sólo para Dios, buscando ex-clusivamente la extensión de su Reino. Si vivís así—nos aseguraba nuestro Fundador— haréis convuestra vida un apostolado fecundo, y mereceréis alfin del camino el elogio de Jesús: quia super paucafuisti fidelis, super multa te constituam: intra in gau-dium domini tui (Matth. XXV, 21); ya que has sidofiel en lo poco, en las cosas pequeñas, yo te entregarélo mucho: entra en el gozo de tu Señor u.

(13) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, n. 219.(14) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1930, n. 19.

MIÉRCOLES 335

364.

MIÉRCOLES

—El sentido de la filiación divina informa nuestra lucha dia-

ria.

—Ese espíritu nos lleva a poner esfuerzo para hacer bien laoración y todas las Normas del plan de vida.—La consideración frecuente de la filiación divina nos llenade alegría.

UN DÍA —nos dice San Lucas en el capítulo XI—Jesús estaba orando. ¡Cómo sería la oración de Jesu-cristo! Los discípulos se encontraban cerca, quizá con-templándole, y cuando acabó le dijo uno de ellos: Do-mine, doce nos orare, sicut docuit et Ioannes discipulossuos (Luc. XI, 1). Señor, enséñanos a orar, como ense-ñó también Juan a sus discípulos. Y Jesús les respon-dió: cuando os pongáis a orar, habéis de decir: Padre,sea santificado tu nombre... (Luc. XI, 2).

Hijos míos, notad la maravilla: los discípulos tra-tan a Jesucristo y, como fruto de sus conversaciones, elSeñor les dice cómo han de orar, y les enseña el granportento de la misericordia divina: que somos hijos deDios, y que podemos dirigirnos a El, como un hijo ha-bla a su Padre '.

Esta realidad fundamental de nuestra vida —¡so-mos hijos de Dios!— cobra especial sentido a la hora

(1) De nuestro Padre, Carta, 16-VII-1933, n. 17.

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de la lucha, en el momento de la dificultad o del can-sancio. Cuando sentimos todo el peso de nuestroserrores, cuando quizá en el alma empieza a insinuarseel desaliento, es el momento de acudir al Señor, si-guiendo el camino que nos ha enseñado nuestro Fun-dador. Hagamos presente a Jesús —nos decía— que so-mos niños. Y los niños, los niños chiquitines y sencillos,¡cuánto sufren para subir un escalón! Están allí, al pare-cer, perdiendo el tiempo. Por fin, han subido. Ahora,otro escalón. Con las manos y los pies, y con el impulsode todo el cuerpo, logran un nuevo triunfo: otro escalón.Y vuelta a empezar. ¡Qué esfuerzos! Ya faltan pocos...,pero, entonces, un traspiés... y ¡hala!... abajo. Lleno degolpes, inundado de lágrimas, el pobre niño comienza,recomienza el ascenso.

Así, nosotros, Jesús, cuando estamos solos. CógenosTú en tus brazos amables, como un Amigo grande ybueno del niño sencillo; no nos dejes hasta que estemosarriba; y entonces —¡oh, entonces!—, sabremos corres-ponder a tu Amor Misericordioso, con audacias infanti-les, diciéndote, dulce Señor, que, fuera de María y de Jo-sé, no ha habido ni habrá mortal —eso que los ha habi-do muy locos— que te quiera como te quiero yo 2.

Viviendo así comprobaremos que la alegría esconsecuencia necesaria de la filiación divina, de saber-

(2) Forja, n. 346.

MIÉRCOLES 337

nos queridos con predilección por nuestro Padre Dios,que nos acoge, nos ayuda y nos perdona 3. Nada nosquitará el optimismo. Sabremos que nuestro PadreDios sólo pide la colaboración de nuestra buena vo-luntad, demostrada en el esfuerzo de la lucha diaria.

DESCANSA en la filiación divina. Dios es un Pa-dre —¡tu Padre!— lleno de ternura, de infinito amor.

—Llámale Padre muchas veces, y dile —a solas—que le quieres, ¡que le quieres muchísimo!: que sientesel orgullo y la fuerza de ser hijo suyo 4.

Ese trato ininterrumpido con Dios se encauza através de las Normas de nuestro plan de vida: hemosde cuidarlas con esmero, día tras día. En ellas en-contramos a nuestro Padre Celestial, que nos miracon cariño, que nos acoge siempre con bondad.

En este clima de la misericordia de Dios, se desa-rrolla la existencia del cristiano. Ese es el ámbito desu esfuerzo, por comportarse como hijo del Padre (...).

Al principio costará; hay que esforzarse en dirigir-se al Señor, en agradecer su piedad paterna y concretacon nosotros. Poco a poco el amor de Dios se palpa—aunque no es cosa de sentimientos—, como un zarpa-zo en el alma. Es Cristo, que nos persigue amorosa-mente: he aquí que estoy a tu puerta, y llamo (Apoc.///, 20). ¿Cómo va tu vida de oración? ¿No sientes a

(3) Forja, n. 332.(4) Forja, n. 331.

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338 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVII

veces, durante el día, deseos de charlar más despaciocon El? ¿No le dices: luego te lo contaré, luego conver-saré de esto contigo?

En los ratos dedicados expresamente a ese coloquiocon el Señor, el corazón se explaya, la voluntad se for-talece, la inteligencia —ayudada por la gracia— pene-tra, de realidades sobrenaturales, las realidades huma-nas. Como fruto, saldrán siempre propósitos claros,prácticos, de mejorar tu conducta, de tratar finamentecon caridad a todos los hombres, de emplearte a fondo—con el afán de los buenos deportistas— en esta luchacristiana de amor y de paz.

La oración se hace continua, como el latir del cora-zón, como el pulso. Sin esa presencia de Dios no hayvida contemplativa; y sin vida contemplativa de pocovale trabajar por Cristo, porque en vano se esfuerzanlos que construyen, si Dios no sostiene la casa (cfr. Ps.CXXVl, l)K

La consideración frecuente de nuestra filiacióndivina no es algo seco, rígido; es una necesidad delalma que desea que su Padre Dios esté presenteen todos sus pensamientos, afectos y deseos. Y co-mo los hijos de la tierra, que procuran —sin darsecuenta— actuar como sus padres, tener los puntosde vista de sus padres, los modos, las costumbres desus padres, nosotros seremos como nuestro Padre

MIÉRCOLES 339

(5) £5 Cristo que pasa, n. 8.

del Cielo: veremos las cosas como El las ve, amare-mos a los demás como El los ama.

Si buscamos a Jesús con esfuerzo a lo largo dela jornada, todo en nuestra vida adquiere un sen-tido nuevo, aunque realicemos siempre las mismastareas. Vuestra vida y la mía —escribió nuestroFundador— tienen que ser así de vulgares: procura-mos hacer bien —todos los días— las mismas cosas quetenemos obligación de vivir; realizamos en el mundonuestra misión divina, cumpliendo el pequeño deberde cada instante. Mejor, esforzándonos por cumplirlo,porque a veces no lo conseguimos y, al llegar la noche,en el examen tendremos que decir al Señor: no teofrezco virtudes; hoy sólo puedo ofrecerte defectos, pe-ro, con tu gracia, llegaré a poder llamarme vencedor6.

CON LA consideración frecuente de nuestra fi-liación divina —fruto de la gracia y del esfuerzo per-sonal—, nuestra vida adquiere perspectivas nuevas.Así lo expresaba nuestro Fundador: estás como el po-brete que de pronto se entera de que es ¡hijo del Rey!—Por eso, ya sólo te preocupa en la tierra la Gloria—toda la Gloria— de tu Padre Dios 7.

Las personas y los sucesos cobran su dimensiónadecuada, y nada en la tierra es capaz de robarnos la

(6) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1930, n. 9.(7) Forja, n. 334.

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paz del alma; caminamos seguros por la vida; segu-ros y confiados, pues aunque seamos pequeños, tene-mos por Padre al Dios del Universo, al Creador detodas las cosas. ¡Qué grandes eres, mi Señor, Yavé!—podemos decir con palabras de la Sagrada Escritu-ra—. No hay nadie que se te asemeje (...). ¿Y hay aca-so sobre la tierra un pueblo como tu pueblo, Israel,que haya rescatado Dios para hacerle pueblo suyo,dándole su nombre y haciendo con él tantas maravi-llas? 8.

Necesito prevenirte todavía —advertía nuestro Pa-dre— contra el peligro de la rutina —verdadero sepul-cro de la piedad—, que se presenta frecuentemente dis-frazada con ambiciones de realizar o emprender gestasimportantes, mientras se descuida cómodamente la de-bida ocupación cotidiana. Cuando percibas esas insi-nuaciones, ponte con sinceridad delante del Señor:piensa si no te habrás hastiado de luchar siempre enlo mismo, porque no buscabas a Dios; mira si ha de-caído —por falta de generosidad, de espíritu de sacrifi-cio— la perseverancia fiel en el trabajo. Entonces, tusnormas de piedad, las pequeñas mortificaciones, la ac-tividad apostólica que no recoge un fruto inmediato,aparecen como tremendamente estériles. Estamos va-cíos, y quizá empezamos a soñar con nuevos planes,para acallar la voz de nuestro Padre del Cielo, que re-clama una total lealtad. Y con una pesadilla de gran-

(8) II Reg. VII, 22-23.

MIÉRCOLES 341

dezas en el alma, echamos en olvido la realidad máscierta, el camino que sin duda nos conduce derechoshacia la santidad: clara señal de que hemos perdido elpunto de mira sobrenatural; el convencimiento de quesomos niños pequeños; la persuasión de que nuestroPadre obrará en nosotros maravillas, si recomenzamoscon humildad 9.

La consideración frecuente de nuestra filiacióndivina nos llenará de paz en los momentos malos,nos dará fortaleza cuando las circunstancias resul-ten más duras. Lo importante es recurrir a nuestroPadre Dios siempre, y especialmente cuando nues-tras miserias amenazan la alegría de la entrega: es laorientación segura para no descaminarse por lossenderos de la tierra.

Acudimos a Santa María, para poner en sus ma-nos los propósitos, hoy renovados, de considerarfrecuentemente nuestra filiación divina. Ella es unamadre que no se hace rogar, que incluso se adelantaa nuestras súplicas, porque conoce nuestras necesida-des y viene prontamente en nuestra ayuda, demos-trando con obras que se acuerda constantemente desus hijos 10.

(9) Amigos de Dios, n. 150.(10) Es Cristo que pasa, n. 140.

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365.

JUEVES

—Los sacramentos nos confieren la gracia.—Otros medios para progresar en la santidad: oración ymortificación.—Luchar por vivir bien las Normas es el modo de alcanzarnuestro fin.

i

EN LA primera lectura de la Misa de hoy leemosla dura reprensión de San Pablo a los Gálatas: ¡Ohgálatas insensatos!, ¿quién os fascinó a vosotros, antecuyos ojos ha sido presentado Jesucristo en la cruz?Sólo esto quiero saber de vosotros: ¿habéis recibidoel Espíritu por las obras de la Ley o por la obedienciaa la fe? \

Las obras de la antigua ley han quedado infinita-mente superadas por la ley de la caridad que Cristotrajo al mundo. Nuevos y amplísimos cauces abrióJesús a la gracia de Dios para que llegara a los hom-bres. Entre estos medios, escribe nuestro Padre, qui-siera que considerásemos ahora ese manantial de gra-cia divina de los Sacramentos, maravillosa manifesta-ción de la misericordia de Dios 2. Son ayuda para lalucha interior de la vida cristiana.

La ascética del cristiano exige fortaleza; y esa for-

(1) L. I (II) (Galat. III, 1-2).(2) Es Cristo que pasa, n. 78.

JUEVES 343

taleza la encuentra en el Creador. Somos la oscuridad,y El es clarísimo resplandor; somos la enfermedad, yEl es salud robusta; somos la escasez, y El la infinitariqueza; somos la debilidad, y El nos sustenta, quia tues, Deus, fortitudo mea (Ps. XLII, 2), porque siempreeres, oh Dios mío, nuestra fortaleza. Nada hay en estatierra capaz de oponerse al brotar impaciente de laSangre redentora de Cristo 3.

El camino querido por Dios para hacernos ase-quible la gracia que brota del costado abierto deCristo son esos siete canales divinos, por medio delos cuales la Cabeza comunica la gracia al resto delCuerpo Místico. ¿Tú quieres ser fuerte?, nos preguntanuestro Padre. Primero, date cuenta de que eres débil;y luego confía en Cristo que es Padre y Hermano, ynos hace fuertes dándonos los medios para vencer: lossacramentos 4.

El que bebiere del agua de la vida que da el Sal-vador —escribe Santo Tomás, comentando unas pa-labras de Jesucristo—, ya no deseará ninguna otra,sino que sólo anhelará recibirla en mayor abundan-cia 5. La gracia que recibimos en cada sacramentonos mueve a tender a ellos de nuevo, para encontrarallí nuestra fuerza y nuestra salud. Y en el Sacra-mento de la Eucaristía, al que se ordenan los demás,se nos da el mismo Jesucristo, con su Cuerpo, su

(3) Es Cristo que pasa, n. 80.(4) De nuestro Padre.(5) Santo Tomás, Super Evangelium Sancti Ioannis lectura 4, 2, 3.

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Sangre, su Alma y su Divinidad. ¿Cómo no recordarcon agradecimiento particular el Santísimo Sacramen-to de la Eucaristía, el Santo Sacrificio del Calvario ysu constante renovación incruenta en nuestra Misa? Je-sús que se nos entrega como alimento: porque Jesucris-to viene a nosotros, todo ha cambiado, y en nuestro serse manifiestan fuerzas —la ayuda del Espíritu Santo—que llenan el alma, que informan nuestras acciones,nuestro modo de pensar y de sentir6.

De este modo nos divinizamos, nos endiosamos,vivimos vida sobrenatural, y crecen en nosotros lasvirtudes y los dones que recibimos en el Sacramentodel Bautismo.

RECUERDA el Concilio Vaticano II que para quela caridad crezca en el alma como una buena semillay dé fruto, cada uno debe escuchar de buena gana lapalabra de Dios y cumplir con sus obras la voluntadde Dios, participar frecuentemente en los sacramen-tos, sobre todo en la Eucaristía, y en otras funcionessagradas, y aplicarse de una manera constante a laoración y a la abnegación de sí mismo, a un serviciode solicitud y de caridad hacia los demás y al ejerci-cio de todas las virtudes 7.

Oración y mortificación son medios imprescindi-bles para disponer el alma a recibir la gracia de

(6) Es Cristo que pasa, n. 169.(7) Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, n. 42.

Dios. Oración para identificar nuestra voluntad conla de Dios: una oración al Dios de mi vida (Ps. XLI,9). Si Dios es para nosotros vida, no debe extrañarnosque nuestra existencia de cristianos haya de estar en-tretejida en oración. Pero no penséis que la oración esun acto que se cumple y luego se abandona. El justoencuentra en la ley de Yavé su complacencia y a aco-modarse a esa ley tiende, durante el día y durante lanoche (Ps. /, 2). Por la mañana pienso en ti (cfr. Ps.LXH, 7); y, por la tarde, se dirige hacia ti mi oracióncomo el incienso (cfr. Ps. CXL, 2). Toda la jornadapuede ser tiempo de oración: de la noche a la mañanay de la mañana a la noche 8.

A la oración vamos a encendernos, a buscar aDios para que nos mueva, a disponernos a cumplirtodo lo que El quiere de nosotros. Por eso, la vida deoración ha de fundamentarse además en algunos ratosdiarios, dedicados exclusivamente al trato con Dios;momentos de coloquio sin ruido de palabras, junto alSagrario siempre que sea posible, para agradecer alSeñor esa espera —¡tan solo!— desde hace veinte siglos.Oración mental es ese diálogo con Dios, de corazón acorazón, en el que interviene toda el alma: la inteli-gencia y la imaginación, la memoria y la voluntad.Una meditación que contribuye a dar valor sobrenatu-ral a nuestra pobre vida humana, nuestra vida diariacorriente 9.

(8) £5 Cristo que pasa, n. 119.(9) Es Cristo que pasa, n. 119.

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Junto a la oración ha de estar siempre presentela mortificación. Tan metida está en nosotros la nece-sidad de la mortificación — conditio sine qua non dela eficacia— que ha quedado expresada en nuestro De-recho en multitud de detalles y normas concretas (...).Quiero que quede claro a mis hijos, a la vuelta de lossiglos, que el fundamento de nuestra vida es la oracióny la mortificación m.

Sabemos bien que el que desea luchar, pone losmedios. Y los medios no han cambiado en estos veintesiglos de cristianismo: oración, mortificación y frecuen-cia de Sacramentos. Como la mortificación es tambiénoración —plegaria de los sentidos—, podemos describiresos medios con dos palabras sólo: oración y Sacra-mentos ". Y esa oración que ños identifica con Cristo,nos dispone también a revestirnos plenamente de sugracia.

HEMOS de estar vigilantes y oír el grito de la Es-critura: custos, quid de nocte? Custos, quid de nocte?(Isai. XXI, 11); ¡centinela, alerta! (...). Vosotros diríaisperfectamente a otras almas que están en el Opus Deien qué consiste esta centinela, porque sabéis que esta-mos vigilantes con sólo cumplir nuestras Normas. Loestoy repitiendo desde el principio: estoy seguro de lasalvación —de la santidad— de quien cumple las Nor-

(10) De nuestro Padre, Meditación, 13-IV-1954.(11) Es Cristo que pasa, n. 78.

JUEVES 347

mas de vida del Opus Dei12. En nuestro plan de vidase incluyen todos los medios necesarios para la lu-cha interior. El Señor, que nos llamó a su Obra, nosha dado los medios sobrenaturales y completos 13, paraalcanzar la santidad.

Ciertamente en nuestras Normas hay unas prácti-cas de piedad, necesarias para facilitar la búsqueda dela perfección cristiana en el mundo. Todas estas prác-ticas pueden resumirse en una sola palabra: oración.Porque somos contemplativos, en medio de la calle: ylos retiros anuales, los retiros mensuales, los Círculos,lo mismo que el trabajo de cada uno, todo es ocasiónde un trato constante con Nuestro Señor, de una conti-nua invocación a la Madre de Dios que es nuestra Ma-dre, de una amistad con los Santos Angeles Custodiosy con nuestros Santos Patronos H.

Tratamos de vivir una vida de contemplación enmedio del mundo. Y lo que permite esa vida, la fuer-za que nos mueve, son las Normas. Allí están los sa-cramentos con la Misa como centro y raíz de nuestravida interior; los ratos diarios de oración mental; lamortificación, Norma de siempre; el trabajo, que hade convertirse en oración... En las Normas encontra-mos la fuerza y el impulso necesario para ejercitartodas las virtudes.

(12) De nuestro Padre, Meditación, 4-IM962.(13) De nuestro Padre, Crónica 1-64, p. 6.(14) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XIM941, n. 29.

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Por eso, ante la posible oscuridad, el decaimien-to o el desánimo, tenemos un asidero firme en queapoyarnos. Nuestro Padre comparaba las Normas alos palos altos, pintados de rojo 15, que se colocan alborde de los senderos de montaña. En los momentosde nevada y de ventisca, nos decía, unas prácticaspiadosas sólidas —nada sentimentales—, bien arraiga-das y ajustadas a las circunstancias propias de cadauno, serán como esos palos pintados de rojo, que conti-núan marcándonos el rumbo, hasta que el Señor deci-da que brille de nuevo el sol, se derritan los hielos, yel corazón vuelva a vibrar, encendido con un fuegoque en realidad no estuvo apagado nunca: fue sólo res-coldo oculto por la ceniza de una temporada de prue-ba, o de menos empeño, o de escaso sacrificio.

No os escondo que, a lo largo de estos años, se mehan acercado algunos, y compungidos de dolor, mehan dicho: Padre, no sé qué me pasa, me encuentrocansado y frío; mi piedad, antes tan segura y llana,me parece una comedia... Pues a los que atraviesanesa situación, y a todos vosotros, contesto: ¿una come-dia? ¡Gran cosa! El Señor está jugando con nosotroscomo un padre con sus hijos 16.

Las Normas son para nosotros unas señales ma-ravillosas, que el Señor nos ha dado ", son garantíade santidad. Si se hace trabajoso su cumplimiento,

(15) De nuestro Padre, Tertulia, 25-XII-1958.(16) Amigos de Dios, nn. 151-152.(17) De nuestro Padre, Tertulia, 25-XII-1958.

JUEVES 349

nos asimos a ellas con más fuerza que nunca. Eso esvida interior: la lucha por cumplir las Normas, porcumplirlas amorosamente, porque nuestro camino esde amor 18.

Pedimos a la Virgen que nos enseñe a amarlasmucho, porque nos las ha dado Dios. Queremos vi-virlas bien porque bueno es el Señor para quienesconfían en El, para quienes lo buscan 19.

(18) De nuestro Padre, Tertulia, 25X11-1958.(19) AHÍ. ad Com. (Lam. III, 25).

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366.

VIERNES

—La Obra es una organización desorganizada, firmementeunida.—Vivir la unidad con el Padre es vivir la unidad con laObra.—Unidad con los Directores inmediatos.

SABÉIS muy bien, hijos míos, que no tiene nues-tra labor apostólica una finalidad especializada: tienetodas las especializaciones, porque arraiga en la diver-sidad de especializaciones de la misma vida; porqueenaltece y eleva al orden sobrenatural, y convierte enauténtica labor de almas, todos los servicios que unoshombres prestan a los otros, en el engranaje de la so-ciedad humana '. Por eso, en la Obra está presente to-da la sociedad actual, y lo estará la de siempre: inte-lectuales y hombres de negocios; profesionales y artesa-nos; empresarios y obreros; gente de la diplomacia, delcomercio, del campo, de las finanzas y de las le-tras; periodistas, hombres del teatro, del cine y delcirco, deportistas. Jóvenes y ancianos. Sanos y enfer-mos. Una organización desorganizada, como la vidamisma, maravillosa; especialización verdadera y autén-tica del apostolado, porque todas las vocaciones huma-

(1) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 14.

VIERNES 351

ñas —limpias, dignas— se hacen apostólicas, divinas 2.

La Obra es una maravillosa organización desor-ganizada, decía nuestro Padre, porque nos une unpequeñísimo común denominador —la fe cristiana,la fidelidad a nuestro espíritu y a nuestrasNormas— y en lo demás somos totalmente libres.No somos una institución cerrada, en la que todos pa-recen obligados a pensar lo mismo, a ir como en ma-nada, sino una peculiar organización divina, que tienela aparente desorganización de todas las cosas vitales,y que es bien propia de las instituciones seculares, enlas que se potencia la personalidad de cada uno 3.

Si importante es en la Obra la libertad personal,también lo es la unidad, en esas pocas cosas queconstituyen nuestro común denominador. Con moti-vo de las ceremonias de consagración del oratorio dePentecostés, en Villa Tevere, nuestro Fundador afir-maba: nuestra Madre, el Opus Dei, está en un comple-to desarrollo, extendiéndose por todo el mundo, conuna maravillosa pobreza. Y a Jesús le hemos prepara-do este tabernáculo, que es el más rico que hemos po-dido hacer. Y en él, hemos querido que constaranaquellas palabras suyas: consummati in unum floann.XVII, 23), de tal manera que los corazones de todosnosotros, como antes y ahora y luego, hasta siempre,sean un mismo corazón. Para que se hagan verdad las

(2) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1959, n. 11.(3) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, nota 12.

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palabras de la Escritura: multitudinis autem creden-tium erat cor unum et anima una (Act. IV, 32)4.

Esta unidad es causa de la eficacia de nuestroapostolado, de nuestra vida. Por eso —continuabanuestro Fundador en aquella ocasión—, allá arriba,encima de aquellas dos puertas, yo he hecho poner elsistema, el procedimiento, el método, la única manerade que tengamos esta vida abundante y fecunda enfrutos sobrenaturales: omnes perseverantes unanimiterin oratione (Act. /, 14)5.

TODO reino dividido contra sí mismo quedarádesolado y caerá casa contra casa 6. La unidad es cau-sa de eficacia, de que las fuerzas libérrimas —quesomos cada uno de nosotros— no se anulen mutua-mente, sino que cooperen orgánicamente. Y el funda-mento de esta unidad, la piedra angular sobre la quetodo el edifico de la Obra se apoya, la raíz de su fe-cundidad apostólica, por voluntad divina, es el Prela-do del Opus Dei. Vivir la unidad es vivir unidos alPadre, a su persona, a sus intenciones, a sus deseos.

El Padre es la cabeza que Dios ha puesto al fren-te de la Obra, para garantizar su rumbo y su seguri-dad en el camino. El Padre es la sombra benéfica denuestro Fundador sobre la tierra, el instrumento que

(4) De nuestro Padre, Palabras en la consagración del altar del oratorio de Pentecostés,4-III-1957.

(5) De nuestro Padre, Palabras en la consagración del altar del oratorio de Pentecostés,4-III-1957.

(6) Ev. (Luc. Luc. XI, 17).

VIERNES 353

emplea para seguir gobernando el Opus Dei desde elCielo.

Estar unido al Padre es rezar y mortificarse porél, tener siempre presentes sus intenciones. Tienesobligación de pedir y sacrificarte por la persona e in-tención de "quien hace Cabeza" en tu empresa deapostolado. —Si eres remiso en el cumplimiento de estedeber, me haces pensar que te falta entusiasmo por tucamino \ Oración insistente —toda nuestra vida debeser oración—, bien unidos a lo que ocupa el pensa-miento del Padre: a sus intenciones, como nos roga-ba siempre nuestro Fundador: que pidáis especial-mente por las cosas que tengo esta temporada en micorazón y en mi cabeza. Os pido, hijos, que en estemomento, cuando yo me acerque al altar para hacer laofrenda del pan y del vino, pidáis conmigo al SeñorSacramentado que nos preside que adelante estas co-sas 8. Y unas palabras que repetimos miles de vecespueden ser hoy, de nuevo, motivo de nuestra ora-ción: Señor, te pido lo que te pida el Padre.

En nuestro plan de vida figura cada día unamortificación por el Padre. ¿La vivimos con genero-sidad, con amplitud de corazón, sin regatear el ofre-cimiento de lo que más nos cuesta? ¿La realizamoscon alegría, sabiendo que, con el pequeño vencimien-to de un momento, ayudamos realmente al Padre a

(7) Camino, n. 953.(8) De nuestro Padre, Noticias 11-62, pp. 35-36.

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llevar la carga grande que el Señor ha querido ponersobre sus hombros? Junto a la oración y a la mortifi-cación, la unidad con el Padre exige hacer todas lascosas como sabemos que le gustaría que se hicieran,como nosotros mismos las haríamos si fuera el Pa-dre en persona quien nos diera tal encargo.

Unidos al Padre, estaremos también unidos vital-mente a la Obra. Seremos sarmientos vivos llenos defrutos. Si no pasáis por mi cabeza —decía nuestroFundador—, si no pasáis por mi corazón, habéis equi-vocado el camino, no tenéis a Cristo 9. Estas palabraspronunciadas por nuestro Fundador hace muchosaños, son y serán válidas siempre: en primer lugar,referidas a su persona; y también aplicadas al Padre,sea quien sea a lo largo de los siglos.

HEMOS de cuidar celosamente la unidad, repetíanuestro Fundador, porque es un bien muy grande pa-ra la Obra. Personalmente no me enorgullece que es-téis unidos a mí. Pensad más bien en la maravilla deque, en todo el mundo, se viva este mismo espíritu deservicio a Dios, a la Iglesia y a las almas. Daos cuentade que se lo debemos al Señor, y de que es uno de losbeneficios que hemos de agradecerle 10.

La unión con el Padre no puede limitarse a undeseo más o menos ardientemente sentido; necesita

(9) De nuestro Padre.(10) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 1097.

VIERNES 355

traducirse en hechos determinados: seguir fidelísi-mamente las indicaciones de los Directores centra-les, regionales y locales, haciendo de ellas tema deoración, poniéndolas en práctica; y dejar a un ladolos problemas personales, para atender en primer lu-gar los intereses apostólicos de la Obra entera.

Estamos unidos al Padre cuando somos muy fie-les a los Directores. Ellos representan al Padre y leprestan —de algún modo— su voz para decirnos loque quiere de nosotros, sus oídos para escucharnos,su corazón para querernos, su amor para compren-dernos siempre. Nuestro mayor deseo debe ser afinarmás y más en ese cariño confiado y dócil a los que re-presentan al Padre, poner por obra sus indicaciones,acudir gustosos a la Confidencia y a los medios de for-mación, porque cualquiera que sea quien recibe laConfidencia, es el mismo Padre quien la recibe ".

Queremos vivir siempre así la unidad con el Pa-dre y con los Directores, no sólo por los beneficiosque comporta, sino porque es una realidad queridapor Dios: la Obra es familia. Comentaba nuestro Fun-dador en una ocasión: cuando una persona no se sientesola, es una maravilla; pero yo, además, me dirijo ami Señor así: ne respicias peccata mea, no mires mispecados, pues soy un pobre hombre, sed fidem filio-rum meorum. Señor, mira la fe de mis hijos. Veo missombras y vuestras luces, y me quedo tranquilo: son

(11) De nuestro Padre, Crónica 111-57, p. 22.

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mis credenciales. Jesús mostraba a sus discípulos susmanos y su costado, llagados, rotos. Yo le muestro aJesús la fe, el amor y la fidelidad de mis hijos. No medejéis mal, que éstas son mis cartas credenciales delan-te de Dios 12.

Hagamos el propósito de vivir más unidos anuestros Directores: a los de nuestro Centro, a los denuestra Región, a los centrales; al Padre, en definiti-va. Pasará el tiempo —decía nuestro Padre un 14 defebrero—, y quizá serás tú el que tendrás que hablaren un Círculo o preparar los puntos de una meditaciónpara un grupo de hermanos tuyos jóvenes, en un díacomo hoy. Y entonces sentirás, hijo mío, como nunca,qué bueno ha sido el Señor contigo que te ha traídoaquí en estos comienzos 13.

Pidamos a Jesucristo que nos infunda en la men-te y en el corazón un amor grande a la unidad. Y alpedir esto al Señor, haced que vuestra oración llegue asu presencia por la intercesión de la Santísima VirgenMaría, Reina del Opus Dei H.

(12) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 1103.(13) De nuestro Padre, Noticias 11-57, p. 14.(14) De nuestro Padre, Carla, 28-IIM955, n. 47.

SÁBADO 357

367.

SÁBADO

—Dios se hace hombre para que podamos amarle más fácil-mente.—Para amar a Dios, el mejor camino es contemplar la Hu-manidad Santísima del Señor.—Poner sin miedo el corazón en el trato con Jesús.

LAS PALABRAS del Señor entusiasman a lasmuchedumbres. Son muchos los que le siguen y, devez en cuando, alguno del pueblo no puede reprimirsus sentimientos, y en voz alta los expresa. Es la es-cena que se recoge en el Evangelio de la Misa dehoy, que —si constituye una alabanza a la Virgen—es también y sobre todo un grito de admiración antela Humanidad Santísima de Jesucristo.

A aquella mujer del pueblo, que un día prorrum-pió en alabanzas a Jesús exclamando: bienaventuradoel vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron,el Señor responde: bienaventurados más bien los queescuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica(Luc. XI, 27-28). Era el elogio de su Madre, de su fiat(Luc. /, 38), del hágase sincero, entregado, cumplidohasta las últimas consecuencias, que no se manifestóen acciones aparatosas, sino en el sacrificio escondidoy silencioso de cada jornada '.

(1) Es Cristo que pasa, n. 172.

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La Humanidad Santísima de Cristo ha de ser ob-jeto de nuestro cariño, y muchas veces ese amor seexpresará en gritos silenciosos de adoración, de re-paración, de agradecimiento. Pero no puede quedar-se sólo en palabras, aunque procedan muy sincera-mente de nuestro corazón. Ese amor ha de llevarnosa fomentar el deseo de parecemos a Jesús, de identi-ficarnos con El, de ser —como incansablemente nosrepetía nuestro Padre— alter Christus, ipse Christus:el mismo Cristo.

Pero para ser ipse Christus hay que mirarse en El.No basta con tener una idea general del espíritu de Je-sús, sino que hay que aprender de El detalles y actitu-des. Y, sobre todo, hay que contemplar su paso por latierra, sus huellas, para sacar de ahí fuerza, luz, sere-nidad, paz 2.

Este es el gran misterio que no nos cansaremosnunca de contemplar: el del Hijo de Dios que, movidopor su amor a los hombres, ha venido a nosotros paraque tengamos la segura confianza de llegar a El, me-diante la fe 3; un misterio maravilloso, insospechablepara la pobre mente humana, porque cada uno de esosgestos humanos es gesto de Dios. En Cristo habita toda laplenitud de la divinidad corporalmente fCol. //, 9). Cris-to es Dios hecho hombre, hombre perfecto, hombre ente-ro. Y, en lo humano, nos da a conocer la divinidad *.

(2) Es Cristo que pasa, n. 107.(3) Ephes. III, 12.(4) Es Cristo que pasa, n. 109.

SÁBADO 359

Nuestro Padre nos enseñó a meditar frecuente-mente la vida de Jesús, porque de ahí sacamos el im-pulso necesario para seguirle de cerca y hacer apos-tolado. Si queremos llevar hasta el Señor a los demáshombres, es necesario ir al Evangelio y contemplar elamor de Cristo. Podríamos fijarnos en las escenas cum-bres de la Pasión, porque, como El mismo dijo, nadietiene amor más grande que el que da su vida por susamigos floann. XV, 13). Pero podemos considerar tam-bién el resto de su vida, su trato ordinario con quienesse cruzaron con El.

Cristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, para ha-cer llegar a los hombres su doctrina de salvación y ma-nifestarles el amor de Dios, procedió de modo humanoy divino. Dios condesciende con el hombre, toma nues-tra naturaleza sin reservas, con excepción del pecado.

Me produce una honda alegría considerar que Cris-to ha querido ser plenamente hombre, con carne comola nuestra. Me emociona contemplar la maravilla deun Dios que ama con corazón de hombre 5.

YO HE querido siempre que he hecho la medita-ción con mis hijos (...) —predicaba nuestro Padre ha-ce muchos años— , ver a Cristo Señor Nuestro así: na-ciendo en un pesebre, siendo niño que crece como to-dos los niños, viviendo treinta años de oscuridad, mu-

(5) £5 Cristo que pasa, n. 107.

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riendo en la Cruz por todos los hombres. Lo he con-templado así, porque quiero aprender de El; y paraaprender de El, lo mejor que puedo hacer es tratar deconocer su vida. Quiero reproducir la vida de Cristo envosotros, los hijos de Dios en el Opus Dei, a fuerza deleer la Sagrada Escritura, de meditarla. A fuerza derezar, la vida de Jesucristo está aquí, dentro de la ca-beza, como una magnífica película a todo color quepodemos reproducir cuando queramos 6.

El amor de Jesús exige nuestra correspondencia:amor con amor se paga. Y para amarle, debemos co-nocerle, contemplar su Humanidad Santísima, fami-liarizarnos con todos los detalles de su vida en la tie-rra. Tratarlo con la palabra, con la oración, con ese diá-logo constante, diciéndole palabras de cariño y de amor.Leyendo su vida, siguiendo de cerca sus pisadas, siendoun personaje más en las escenas que nos narra el Evan-gelio. El se ha hecho hombre para que tengamos más li-bertad para tratarlo. ¿A ti no te gusta tratar con los vie-jos amigos y decirles cosas íntimas? A mí me gusta mu-cho. Pues eso es lo que hace Cristo con los hombres.¿Veis por qué quiero que améis la Humanidad Santísi-ma del Señor? Para que vayáis con mayor confianza. Yomuchas veces al día cierro los ojos porque me gustaríacontemplar —repito— como en una película la Huma-nidad de Cristo, porque le quiero con toda el alma 7.

Corresponderemos al amor de Jesucristo llevando

(6) De nuestro Padre, Meditación, 24-XII-1963(7) De nuestro Padre.

SÁBADO 361

muchas veces a la oración su Humanidad Santísima,su gesto amable, su dedicación sin tregua a los Apósto-les, su entrega continuada a la muchedumbre. Hemosde poner en juego la fantasía y la memoria, la inteli-gencia y la voluntad, para vivir junto a Jesús haciéndo-nos un personaje más de aquella época. Todo el secretode la santidad es parecerse a El, que es el modelo. Por esoleemos el Evangelio diariamente: para que no nos faltenunca el combustible que hace arder el fuego del amor8.

Entre todas las escenas de la vida de Cristo,nuestro Padre nos enseñó a meditar con frecuenciala Pasión, que tanto ayuda a seguir al Señor porqueen ella se manifiesta la hondura del amor que Diosnos tiene. ¿Quieres acompañar de cerca, muy de cerca,a Jesús?... Abre el Santo Evangelio y lee la Pasión delSeñor. Pero leer sólo, no: vivir. La diferencia es gran-de. Leer es recordar una cosa que pasó; vivir es hallar-se presente en un acontecimiento que está sucediendoahora mismo, ser uno más en aquellas escenas.

Entonces, deja que tu corazón se expansione, quese ponga junto al Señor. Y cuando notes que se escapa—que eres cobarde, como los otros—, pide perdón portus cobardías y las mías 9.

DAME, hijo mío, tu corazón y pon tus ojos enmis caminos 10. El Señor quiere que le amemos como

(8) De nuestro Padre.(9) Vía Crucis, IX estación, punto 3.(10) Prov. XXIII, 26.

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El mismo nos ha amado: con todas las potencias ysentidos, con todas las fuerzas de nuestro ser, contoda la capacidad de nuestro pobre corazón. Pide aJesús, nos animaba nuestro Padre, que te conceda unAmor como hoguera de purificación, donde tu pobrecarne —tu pobre corazón— se consuma, limpiándosede todas las miserias terrenas... Y, vacío de ti mismo,se colme de Elu.

Hemos de amar a Jesucristo con el único cora-zón que tenemos —este corazón de carne, que ha na-cido para amar—, sin miedo a darnos demasiado. ElSeñor no nos quiere secos, tiesos, como una cosa sin vi-da. ¡Nos quiere impregnados de su cariño! No somossolterones, que muchas veces son unos desgraciados,que no han tenido la generosidad de amar alguna vez.Nosotros debemos obrar y vivir y morir como enamora-dos, si somos fieles 12. No podemos hacer otra cosa: oamamos al Señor, poniendo en ese amor el corazón,o no le amamos realmente. Yo no tengo un corazónpara amar a Dios y otro para amar a las personas dela tierra, nos repetía nuestro Padre. Con el mismo co-razón con el que he querido a mis padres y quiero amis hijos, con el mismo corazón amo yo a Cristo, y alPadre, y al Espíritu Santo n.

Pudiera ocurrir que, en ocasiones, nos encontrá-ramos fríos y desganados, con el corazón seco. No

(11) Surco, n. 814.(12) De nuestro Padre, Meditación, 17-11-1959.(13) De nuestro Padre, Crónica 1-66, p. 9.

SÁBADO 363

podemos entonces desanimarnos, seguir al Señor demala gana, como quien cumple una obligación peno-sa: amar con el corazón no significa necesariamenteadvertir el sentimiento; lo importante es la decisiónde la voluntad de querer amarle con todo nuestroser, aunque no sintamos nada. Si alguna vez notá-ramos falta de amor, sería el momento de hacerreaccionar el corazón; y si quieres que reaccione demodo seguro —nos ha enseñado nuestro Fundador—,yo te aconsejo meterte en una llaga del Señor (...). Hi-jos míos, reconociendo que somos poca cosa, hay quetratarle de cerca, pegarse a El, sentir palpitar suCorazón u.

El costado llagado de Jesús nos invita, insisten-te. Penetremos en el Corazón humildísimo del excel-so Jesús. La puerta es el costado abierto por la lanza.Aquí está escondido el tesoro inefable y deseable dela caridad; aquí se encuentra la devoción, se obtienela gracia del arrepentimiento, se aprende la manse-dumbre y la paciencia en las adversidades, la compa-sión con los afligidos, y, sobre todo, aquí se halla uncorazón contrito, humillado IS. En el Corazón de Je-sucristo encenderemos de amor nuestro corazón yencontraremos siempre la paz: Cor Iesu Sacratissi-mum et misericors, dona nobis pacem!

¡Verdaderamente es amable la Santa Humanidadde nuestro Dios! —Te "metiste" en la Llaga santísima

(14) De nuestro Padre, Crónica 1-66, p. 11.(15) San Buenaventura, Vilis mystica 24, 3.

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de la mano derecha de tu Señor, y me preguntaste: "siuna Herida de Cristo limpia, sana, aquieta, fortalece yenciende y enamora, ¿qué no harán las cinco, abiertasen el madero?" 16.

La Virgen Santísima —Ancilla Domini,— nos en-señará a querer a nuestro Dios con todo el corazón.Ella te hará participar de los tesoros que guarda en sucorazón —escribe nuestro Padre—, pues "jamás seoyó decir que ninguno de cuantos han acudido a suprotección ha sido desoído'".

(16) Camino, n. 555.(17) Surco, n. 768.

DOMINGO 365

368.

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

—Debemos ser agradecidos con el Señor.—Motivos de agradecimiento.—Gratitud también con obras.

EL EVANGELIO de la Misa nos presenta a Jesúscamino de Jerusalén, por los confines de Samaría yGalilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, le salieronal paso diez leprosos, que se detuvieron a distancia yle dijeron gritando: Jesús, Maestro, ten piedad de no-sotros '. Cristo se compadece de ellos, y realiza elgran milagro que conocemos. Pero hay algo que re-salta particularmente en el relato evangélico. Jesús,que se había enternecido ante la miseria de los le-prosos, sufre después por la ingratitud: ¿no son diezlos que han quedado limpios? Los otros nueve ¿dón-de están? 2.

Entre todos, sólo uno agradece el beneficio reci-bido. Al verse curado en el camino, siente la necesi-dad de regresar para postrarse a los pies de Jesu-cristo: se volvió glorificando a Dios a gritos 3. El almaagradecida necesita manifestar su reconocimiento.Alabad a Yavé, porque es bueno, porque es eterna su

(1) Ev. (C) (Luc. XVII, 12-13).(2) Ibid., 17.(3) Ibid., 16.

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misericordia. Diga la casa de Israel: es eterna su mi-sericordia. Diga la casa de Aarón: es eterna su miseri-cordia. Digan los que temen a Yavé: es eterna su mi-sericordia 4.

Reconocer la infinita bondad del Señor, es loúnico que podemos hacer los hombres para corres-ponder de algún modo a los favores divinos. El pobreno se hace ingrato si realiza lo que está en su mano.Porque del mismo modo que lo principal, al hacer unregalo, es el afecto con que se realiza, también la gra-titud consiste principalmente en el cariño (...). Poreso, para manifestar nuestra gratitud a un bienhe-chor al que nada falta, es tan conveniente mostrarlerespeto y reverencia 5. Gratitud es reconocer nuestraindigencia y el poder inmenso del Señor.

Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en ac-ción de gracias, muchas veces al día. —Porque te daesto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porqueno tienes lo que necesitas o porque lo tienes.

Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es tam-bién Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna yaquel animal y aquella otra planta. —Porque hizo aaquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso...

Dale gracias por todo, porque todo es bueno 6.La expresión habitual gracias a Dios ha de ser en

nosotros una exclamación sincera: ¿qué cosa mejor

(4) Ad Laudes (Ps. CXVII, 1-4).(5) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 106, a. 3 ad 5.(6) Camino, n. 268.

DOMINGO 367

podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca,escribir con la pluma, que estas palabras: "gracias aDios"? No hay nada que se pueda decir con mayorbrevedad, ni oír con más alegría, ni sentirse con ma-yor elevación, ni hacer con mayor utilidad 7.

Para ser agradecidos, debemos comportarnoscomo aquel leproso: reconocer la mano de Dios entodo lo que nos sucede; alabarle, porque de nuestraparte sólo hay indigencia, la enfermedad de nuestrasmiserias; todo lo bueno que hay en el mundo vienede El. Y procurar corresponder, siendo fieles. Hijomío —nos pregunta nuestro Fundador—, ¿has hechohoy muchas acciones de gracias? Dile al Señor con fre-cuencia: gratias tibi, Deus, gratias tibi!8.

EN LA Navidad de 1972, decía nuestro Padre: es-te año especialmente es tiempo de acción de gracias, yasí lo he señalado a mis hijas y a mis hijos, con unaspalabras tomadas de la liturgia: ut in gratiarum sem-per actione maneamus! Que estemos siempre en unacontinua acción de gracias a Dios, por todo: por lo queparece bueno y por lo que parece malo, por lo dulce ypor lo amargo, por lo blanco y por lo negro, por lo pe-queño y por lo grande, por lo poco y por lo mucho,por lo que es temporal y por lo que tiene alcance eter-no. Demos gracias a Nuestro Señor por cuanto ha suce-

(7) San Agustín, Epístola 72.(8) De nuestro Padre.

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368 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVIII

dido este año, y también en cierto modo por nuestrasinfidelidades, porque las hemos reconocido y nos hanllevado a pedirle perdón, y a concretar el propósito—que traerá mucho bien para nuestras almas— de noser nunca más infieles 9.

¿Quién te enaltece? ¿Qué tienes que no hayas re-cibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías, como sino lo hubieras recibido? 10. A medida que vamos pro-fundizando en la vida interior, percibimos con ma-yor claridad nuestra absoluta dependencia de Dios.Y esta íntima persuasión es fuente del gaudium cumpace. Cuando nos acercamos al Hijo de Dios, nos con-vencemos de que somos unos pigmeos al lado de un gi-gante. Nos sentimos pequeñísimos, humillados, y a lavez repletos de amor a Dios Nuestro Señor que, siendotan grande, tan inmenso e infinito, nos ha convertidoen hijos suyos. Y nos movemos a darle gracias, ahora,este año, y durante la vida entera y la eternidad. ¡Quéhermosamente suenan con el canto gregoriano las es-trofas del prefacio! Veré dignum et iustum est, aequumet salutare, nos tibi semper, et ubique gratias agere!(Ordo missae, Praef.) Nosotros somos pequeños, peque-ños; y El es nuestro Padre omnipotente y eterno u.

Nunca podremos pagar al Señor suficientementetodos los beneficios que nos concede. Por eso nues-tra correspondencia, nuestro agradecimiento, siem-

(9) De nuestro Padre, Meditación Tiempo de acción de gracias, 25-XII-1972.(10) I Cor. IV, 7.(11) De nuestro Padre, Meditación Tiempo de acción de gracias, 25-XII-1972.

DOMINGO 369

pre se queda corto, en comparación con la infinitadignidad de Dios y con el inmenso amor que nos tie-ne. Por eso, la gratitud del amor es interminable,pues cuanto más se ejercita más exigente es 12.

Le agradecemos, sobre todo, habernos adoptadocomo hijos suyos, hechos partícipes de la naturalezadivina '•'. Quizá hasta ahora no hemos sabido agrade-cérselo bastante. Le manifestamos nuestra admira-ción, llena de reconocimiento filial, por la continuadádiva de su gracia a través de los sacramentos, es-pecialmente de la Penitencia y la Eucaristía. Damosgracias por la vocación al Opus Dei: porque nos hapedido todo el amor, toda la vida, todo el corazón, to-da la inteligencia '*. Y porque bendice copiosamentenuestra labor.

La acción de gracias, hijas e hijos míos, nace deun orgullo santo, que no destruye la humildad ni llenael alma de soberbia, porque se fundamenta sólo en elpoder de Dios, y está hecho de amor, de seguridad enla lucha 15.

EL AGRADECIMIENTO verdadero se muestracon obras. El mismo Jesús lo pide en otra ocasión aun leproso, después de sanarle de su enfermedad:anda, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purifica-

(12) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 106, a. 6 ad 2.(13) II Petr. I, 4.(14) De nuestro Padre.(15) De nuestro Padre, Meditación Tiempo de acción de gracias, 25-XII-1972.

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ción las cosas que ordenó Moisés 16. Es signo de ver-dadera gratitud mostrar con obras la buena disposi-ción de correspondencia. Y el leproso que volvió adar gracias al Señor cuando se vio curado, no se li-mitó a entregar la ofrenda marcada por la Ley, sinoque se postró él mismo a los pies de Jesús: se puso asu disposición.

Que ese agradecimiento se muestre por el cariñoque ponéis en todas las cosas, por el empeño con quevivís vuestro trabajo, el servicio a los demás y todaslas virtudes...: ungido todo por la caridad. Que tengáisbuen humor y que hagáis las cosas bien, con santidad,en presencia de Dios, aunque os cuesten. Así daremosmucha gloria a Dios, así haremos mucho bien a lasalmas n.

Esa es la mejor prueba de gratitud, de entrega,de generosidad, de correspondencia. Y cuando he-mos cumplido con nuestro deber, y recogemos quizálos frutos, hemos de saber referir a Dios todas lascosas, sin admitir ningún pensamiento de soberbia.Esta es la disposición mínima para quienes trabajancon almas. El instrumento no se queda nunca con losfrutos. Si hay algo sabroso en la vida nuestra, si hayalgo que agrada al Señor, si hay algo que logra queotras almas se salven y que nosotros recorramos un ca-mino de amor, todo eso se lo debemos a Dios lB.

(16) Marc. II, 43.(J7) De nuestro Padre.(18) De nuestro Padre, Meditación Tiempo de acción de gracias, 25-XII-1972.

DOMINGO 371

Si nuestra acción de gracias es así, humilde, Je-sús nos responderá, como al leproso agradecido: tufe te ha salvado >9.

Terminamos nuestra oración dando gracias tam-bién a nuestra Madre, Santa María, porque de sumano recibimos todos los beneficios del Señor. Nosdio a Jesús, fruto bendito de su vientre; nos consi-guió de Dios la vocación y vela de continuo por noso-tros. ¿No has tenido nunca ganas, ante un chaparrónde besos y juguetes, de decir a tu madre: ¡qué buenaeres!? Pues eso... Dile a la Virgen: Madre mía, ¡québuena eres!20.

(19) £v. (C) (Luc. XVII, 19).(20) De nuestro Padre, Meditación, 2-XH-1951.

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369.

LUNES

—Afán proselitista para acercar las almas a Cristo.—Buscar almas con urgencia: las llama el Señor.—Medios sobrenaturales y medios humanos en el prose-litismo.

EN UNO de los Evangelios previstos para la Mi-sa de ayer, se narraba la parábola de las bodas delhijo del Rey. Puede servirnos de guía para la oraciónde esta mañana, que vamos a hacer de la mano denuestro Padre.

En el reino de los cielos acontece lo que a ciertoRey, que celebró las bodas de su hijo, y envió sus cria-dos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstosno quisieron venir (Matth. XXII, 2-3). Ha venido aquelgran Rey y ha invitado a mucha gente al banquete.Aquí, en la tierra, todas las almas están llamadas a laboda del gran Rey, y las almas no quieren ir, rechazanla invitación, y la sala queda vacía.

También entiendo yo de estas negativas, hijos. Másde una vez os he hablado de esos primeros tiempos desoledad, de aquellos años en los que prácticamente re-petía las palabras del Señor: ecce prandium meum pa-ravi, tauri mei et altilia occisa sunt, et omnia parata:venite ad nuptias (Matth. XXII, 4). Tengo dispuesto elbanquete. He hecho matar mis terneros y demás ani-

LUNES 373

males cebados, y todo está a punto: una plenitud deAmor, sin traiciones, sin cansancio, con toda la bon-dad y toda la hermosura, nos ha preparado el Señor.

Mas ellos no hicieron caso; antes bien, se marcha-ron, quién a su granja —a sus egoísmos, a su comodi-dad—, quién a sus negocios (Matth. XXII, 5): a su pro-fesión, de la que no saben hacer camino divino en latierra l.

Como a nuestro Padre, han de dolemos las al-mas que se apartan de Dios o que temen entregarsea El. Y mientras nos proponemos intensificar el pro-selitismo, pidamos al Señor que tenga piedad de to-dos los hombres, que vuelva una y otra vez a buscar-los, a enamorarlos, con el afán de este buen Rey.

Pero las cosas de Dios van adelante siempre, aun-que no queramos nosotros. Entonces, dijo a sus cria-dos: las bodas están dispuestas, mas los convidados noeran dignos de asistir a ellas. Id, pues, a las salidas delos caminos, y a todos cuantos encontréis, convidadlosa las bodas (Matth. XXII, 8-9). ¿No os conmueve, hi-jos?: a todos llama el Señor. De ese montón eres tú ysoy yo, de ésos que ha querido buscar en las encrucija-das de todos los caminos. Y hemos venido como estoshombres de la parábola: cojos, ciegos, sordos 2.

Los criados, saliendo a los caminos, reunieron atodos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó

(1) De nuestro Padre, Meditación, 13X1963.(2) De nuestro Padre, Meditación, 17-X-1965.

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de comensales la sala de bodas 3. También es obliga-ción nuestra obrar como estos criados: para que nohaya nadie que no vibre, que viva al margen de loscaminos del Señor. Donde haya almas capaces de ser-vir a Dios, allí hemos de estar presentes para llevarlasa Cristo.

Hemos de hacer llegar a sus oídos esta invitacióndel Gran Rey: todo está a punto, venid al banquete. Esdeber nuestro llamar muchas criaturas, para que se de-diquen a trabajar en servicio de Dios 4.

DICIENDO al Señor que sí, que ponemos nues-tra vida entera a su servicio, hemos encendido unfuego inagotable, una llama, avivada diariamente porel amor de Dios, que tiende a propagarse como el co-rrer pregonero de esos criados de la parábola: ite adexitus viarum, et quoscumque inveneritis, vocate adnuptias (Matth. XXII, 9): ¡id a todos los caminos! ¡Quevayáis! Os lo he repetido tantas veces porque no es lonuestro quedarnos encerrados en casa, sino acudir atodos los caminos, buscando a las almas donde están,para traerlas luego al Señor, heridas de amor, de com-prensión, de entrega, de deseos de entrega al menos.

Alguna vez he pensado, hijos míos, que las almasson, cuando se comienza a trabajar con ellas, como las

(3) Dom. praec, Ev. (A) (Matth. XXII, 10).(4) De nuestro Padre, Crónica, 1971, p. 299.

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cerezas. Se tira de una, y salen dos. Se toma otra, y sa-len cuatro o cinco más.

Almas de toda condición, de cualesquiera circuns-tancias personales, profesionales, sociales, porque nosinteresan todas. Ciertamente, las que el Señor manda asu Obra son una selección, pero no para encerrarse, si-no para esparcirse, porque hemos de hacer el bien a lahumanidad entera 5.

Como fuego que hace arder el bosque: y como lla-ma que enciende los montes 6. Con el mismo ímpetude un fuego indomable, se ha de manifestar el prose-litismo de cada uno, su deseo de traer muchas almasal Opus Dei. Ese afán arrollador nunca cesa cuandovivimos con fidelidad nuestra entrega, y sabe encon-trar —en las situaciones ordinarias de cada jorna-da— ocasión para vivir la urgencia de un apostoladoconstante. Es el contrapunto lógico, la respuestaadecuada, a aquella premura que manifiesta el Se-ñor en la parábola de las bodas.

Exi in vias et saepes —nos dice esta vez por SanLucas— et compelle intrare, ut impleatur domus mea(Luc. XIV, 23); sal a los caminos y cercados y empujaa los que halles, para que vengan y se llene mi casa.Obligadles a entrar, empujadles, traedles a mí, que to-do esto quiere decir ese compelle intrare del Evangelio,perfectamente compatible con el más delicado respeto

(5) De nuestro Padre, Crónica, 1971, p. 300.(6) Ps. LXXXII, 15.

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a la libertad de las almas, y absolutamente contrario ala pasividad, a la pereza o al respeto humano.

Hijos míos, tenéis que acercaros a vuestros compa-ñeros, a vuestros amigos, para llamarles en nombre deDios: compelle intrare! Si a ti nadie te hubiera llama-do, probablemente no estarías ahora aquí, sirviendo alSeñor en la Obra.

A tantas personas habéis de decir que también aellos los busca Cristo, como buscó a los primeros doce,como buscó a la mujer samaritana, y a Zaqueo, y alparalítico. Cada uno en su trabajo, allí donde está,que sienta la necesidad de llegar a mucha gente, paraque se llene la sala del banquete.

Pido a todos mis hijos que en su oración personalhagan un examen muy íntimo, para ver lo que hastaahora han hecho por traer almas al Opus Dei. Un exa-men que terminará con un propósito muy firme: hacerlo que esté en sus manos para lograr muchas vocacio-nes, porque las necesitamos. Gracias a Dios, no nosfaltan vocaciones aun en medio de las circunstanciastan penosas que actualmente afectan a tantos cristia-nos y a tantos ambientes. Pero precisamente por esonecesitamos más brazos, los necesita la Iglesia, losquiere el Señor a su servicio.

Todos habéis de tener la preocupación de esta se-mentera. No podemos quedarnos encerrados. Dios noha querido que su Obra fuera una Residencia, o unaobra corporativa: la ha promovido para santificar alas almas. Necesariamente tenemos que salir a buscar-

LUNES 377

las, sin esperar a que vengan, como hacen los criadosde esta parábola 7.

PARA mantener vivo ese afán proselitista y lo-grar que sea eficaz, hemos de poner los medios so-brenaturales y los medios humanos.

Hay que tratar a Jesucristo en el Pan y en la Pala-bra, en la Hostia y en la oración. Tenemos que estarenamorados —nos enseñó nuestro Padre—, y un po-quito locos. Hace ya muchos años, de mí dijeron queestaba loco. Un sacerdote amigo me lo comentó: dicenque está usted loco. Tú, reza —le contesté—, para quelo esté aún más. Era verdad, hijos. Estaba loco, comolo estáis también vosotros, con la misma locura: locode amor de Dios 8.

Ese amor nos mantiene encendidos, con unapreocupación constante por los demás, que nos im-pulsa a hablarles como amigos leales y hacerles sa-ber que Cristo desea entrar también en sus vidas.Por eso, los medios sobrenaturales son inseparablesde los medios humanos. Es preciso moverse, romperesa costra de comodidad que a veces nos detiene. No sepuede estar pasivo; es necesario meterse en la vida delos demás, como Cristo se ha metido en la vida tuya yen la mía.

(7) De nuestro Padre, Crónica, 1971, p. 301.(8) De nuestro Padre, Crónica, 1971, pp. 301-302.

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Si Dios no hubiera obrado de este modo, ¿qué hu-biese sido de mí? No me pidió permiso Jesucristo paraque le sirviera de instrumento. Con señorío divino lle-gó y se plantó en el centro de mi alma: tú me haces es-to y esto; y yo a obedecer como un borriquito. Es Reyde todas las criaturas y nosotros somos sus enviados 9.

Flechas que rasgan el aire 10 son los deseos inefi-caces, los amores a medias: una fuerza que se pier-de, sin objeto. En cambio, ese clamor de almas pre-sente en toda la vida de Cristo, en su ejemplo y en supalabra, nos pide obras: una correspondencia con-creta, que dé generoso cumplimiento al compelle in-trare del Evangelio.

La gente se asusta: se asombra del afán de llevara Dios otras almas, para que le sirvan. Nosotros sabe-mos que es un deseo del Señor, y una manifestacióncoherente de nuestro amor.

Me viene a la memoria —y os lo repito a vosotros —lo que decía a los hijos míos, hace tantos años: que de-bían ser imprudentes en el apostolado, no cuidadososy cautos. Sólo los viejos deben ser prudentes, y yo—aunque vuestros hermanos se enfaden cuando meoyen decir esto'— soy el único viejo en el Opus Dei.

Debéis sentiros muy proselitistas, y perder cual-quier clase de temor. Debéis mataros por el proselitis-mo, porque allí está nuestra eficacia ".

(9) De nuestro Padre, Crónica, 1971, p. 302.(10) Ps. XC, 6.(11) De nuestro Padre, Crónica, 1971, p. 302.

LUNES 379

Hay muchas almas que esperan de nosotros unejemplo de vida cristiana y la palabra que transmitela doctrina salvadora de Cristo. Tenemos la lenguapara hablar, también con imprudencia —repetía nues-tro Padre—. Vamos por el mundo alegres e impruden-tes. ¡Cuanto más imprudentes seáis, mejor! Yo siempre,y también ahora, pienso en los tiempos de San Pablo,y me acuerdo de aquella amonestación: argüe, obsecra,increpa...; opportune, importune (cfr. II Tim. IV, 2)(...). San Pablo, que sabe, que ha paladeado intensa-mente la alegría de ser de Dios, se lanza seguro a lapredicación y lo hace en todo instante, también desdela prisión 12.

La Virgen Santísima, Regina apostolorum, nosobtendrá de su Hijo esa imprudencia santa paraatraer muchas almas a su Obra.

(12) De nuestro Padre, Tertulia, 25-VIII-1968.

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380 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVIII MARTES 381

370.

MARTES

—Dios omnipotente nos ha hecho libres.—El amor y defensa de la libertad, característica esencial dela Obra.—La confianza en los demás y el respeto a su libertad.

CON AGRADECIMIENTO, porque percibimos lafelicidad a que estamos llamados, hemos aprendidoque las criaturas todas han sido sacadas de la nadapor Dios y para Dios: las racionales, los hombres, aun-que con tanta frecuencia perdamos la razón; y las irra-cionales, las que corretean por la superficie de la tie-rra, o habitan en las entrañas del mundo, o cruzan elazul del cielo, algunas hasta mirar de hito en hito alsol. Pero, en medio de esta maravillosa variedad, sólonosotros, los hombres —no hablo aquí de los ángeles—nos unimos al Creador por el ejercicio de nuestra liber-tad: podemos rendir o negar al Señor la gloria que lecorresponde como Autor de todo lo que existe.

Esa posibilidad compone el claroscuro de la liber-tad humana. El Señor nos invita; nos impulsa —¡por-que nos ama entrañablemente!— a escoger el bien. Fí-jate, hoy pongo ante ti la vida con el bien, la muertecon el mal. Si oyes el precepto de Yavé, tu Dios, quehoy te mando, de amar a Yavé, tu Dios, de seguir suscaminos y de guardar sus mandamientos, decretos y

preceptos, vivirás... Escoge la vida, para que vivas(Deut. XXX, 15-16. 19) \

Los planes divinos tienen siempre en cuenta yrespetan esta libertad: praedico vobis libertatem 2. ElSeñor nos ha dejado con libertad, que es un bien muygrande y el origen de muchos males, pero también esel origen de la santidad y del amor3. Es el origen delamor, porque sólo los seres libres pueden amar y serfelices. No hay amor donde impera la coacción; nose habla de fidelidad sin la decisión voluntaria depermanecer adherido a unos compromisos determi-nados. Pero nuestra libertad, por ser limitada, llevaconsigo también la posibilidad de rebelión contraDios, de decir que no a sus requerimientos. Dios haquerido correr el riesgo de nuestra libertad4: apreciaen tanto ese don que, por conservárnoslo, se arriesgade continuo a que le ofendamos.

Para esta libertad, Cristo nos ha liberado; mante-neos, pues, firmes, y no os dejéis sujetar de nuevo ba-jo el yugo de la servidumbre 5. Jesucristo nos ha libe-rado de la esclavitud de la corrupción para participarde la libertad de la gloria de los hijos de Dios 6.

¿Quieres tú pensar —yo también hago mi exa-men— si mantienes inmutable y firme tu elección de

(1) Amigos de Dios, n. 24.(2) Ierem. XXXIV, 17.(3) De nuestro Padre, Obras XII-63, p. 12.(4) Es Cristo que pasa, n. 113.(5) L. I (II) (Go/oí. V, 1).(6) Rom. VIH, 21.

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Vida? ¿Si al oír esa voz de Dios, amabilísima, que teestimula a la santidad, respondes libremente que sí?Volvamos la mirada a nuestro Jesús, cuando hablabaa las gentes por las ciudades y los campos de Palesti-na. No pretende imponerse. Si quieres ser perfecto...(Matth. XIX, 21), dice al joven rico. Aquel muchachorechazó la insinuación, y cuenta el Evangelio que abiittristis (Matth. XIX, 22), que se retiró entristecido. Poreso alguna vez lo he llamado el ave triste: perdió laalegría porque se negó a entregar su libertad a Dios 7.

DONDE está el espíritu del Señor, allí hay liber-tad 8. Por eso, en la Obra la amamos tanto. Hijosmíos, debemos ser muy amigos de la libertad: enamo-rados de la libertad, defensores de la libertad, propa-gadores de la libertad. De la libertad de todo el mun-do: primero la de los demás; después, la nuestra. De lalibertad personal. Pero, ¡siempre!, de la libertad conresponsabilidad. Son dos cosas que deben ir siempreunidas 9.

Lo hemos oído muchas veces, y lo hemos vividopersonalmente desde que llegamos a la Obra: elamor a la libertad está impreso en la entraña mismadel Opus Dei. Cuando, durante mis años de sacerdo-cio, no diré que predico, sino que grito mi amor a la

(7) Amigos de Dios, n. 24.(8) II Cor. III, 17.(9) De nuestro Padre, Obras 11-65, p. 13.

MARTES 383

libertad personal, noto en algunos un gesto de descon-fianza, como si sospechasen que la defensa de la liber-tad entrañara un peligro para la fe. Que se tranquili-cen esos pusilánimes. Exclusivamente atenta contra lafe una equivocada interpretación de la libertad, unalibertad sin fin alguno, sin norma objetiva, sin ley, sinresponsabilidad. En una palabra: el libertinaje. Des-graciadamente, es eso lo que algunos propugnan; estareivindicación sí que constituye un atentado a la fe 10.

Es precisamente la libertad la razón de nuestraperseverancia. La libertad se hace plena, alcanza to-do su sentido en la entrega amorosa a nuestro PadreDios. Hijos míos, somos como una familia que crece yse desarrolla in libertatem gloriae filiorum Dei (Rom.VIII, 21), qua libértate Christus nos liberavit (Galat.IV, 31) —en la libertad y gloria de los hijos de Dios,con la libertad que Cristo nos ha adquirido. Pero, poramor a esa libertad, queremos tener buena atadura.Esa es, además, la mayor muestra de libertad; decirleal Señor: ponme manillas de hierro, átame a Ti, queyo sólo quiero servirte y amarte u.

Somos libérrimos: nada ni nadie podrá arreba-tarnos jamás esta corona, este gozo. Hijos míos, ¿noos alegra ver cómo en el Opus Dei, aparte de nuestraascética peculiar, no tenemos ninguna doctrina propia,sino sólo la de la Iglesia? En la Obra todos tenemos

(10) Amigos de Dios. n. 32.(11) De nuestro Padre, Tertulia, 19-111-1964.

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nuestras ideas, variadas, cada uno con su pensamiento,su modo de ser: un numerador variadísimo. Como de-nominador, además de la fe y la moral de la Iglesia,tenemos esa dedicación a Dios. En lo demás, ¡libérri-mos!, ¿no os da alegría? Yo sólo he encontrado esta li-bertad en Casa u.

El exquisito respeto a nuestra libertad, con quenos tratan en la Obra, hemos de usarlo también en elapostolado, incluso a la hora de empujar a los demása un mayor acercamiento al Señor, respetando siem-pre la libertad de las conciencias. ¡Qué empeño el dealgunos en masificar!: convierten la unidad en unifor-midad amorfa, ahogando la libertad.

Parece que ignoran la impresionante unidad delcuerpo humano, con tan divina diferenciación demiembros, que —cada uno con su propia función —contribuyen a la salud general.

—Dios no ha querido que todos sean iguales, nique caminemos todos del mismo modo por el úni-co camino 13.

LA CONFIANZA hace que amemos y respetemosla libertad de los demás. Dar esa libertad, confiar enla responsabilidad ajena, suscita siempre un deseode corresponder, de hacerse dignos de la confianza

(12) De nuestro Padre, Obras XII-63 p 47.(13) Surco, n. 401.

MARTES 385

recibida. Si no hay confianza mutua, disminuye elsentido de responsabilidad y se inhibe la libertad.Debéis tener mucha confianza unos con otros: confian-za mutua. Dejadme que insista, porque toda nuestravida en Casa es a base de confianza, de no creer quenadie pueda hacer nada con mala voluntad. Yo creoa ojos cerrados lo que me dicen mis hijos. Así, creo:cum fide u.

Era tanto el amor de nuestro Padre a esta acti-tud del alma, que llegó a decirnos que tenía más con-fianza, en la afirmación de uno de sus hijos, que en lade mil notarios juntos y unánimes 15.

Sabernos libres, respetados y estimados de estemodo, nos lleva a comportarnos con una total con-fianza con todos los de la Obra, y especialmente conlos Directores 16, porque tienen una particular asisten-cia de Dios para procurar nuestro bien, para condu-cirnos al Señor y dirigir nuestra labor apostólica.Todo el gobierno y toda la dirección espiritual de laObra deben basarse en la libertad, en la confianza n.Por eso, hay dos manifestaciones tremendas de mal es-píritu: tener miedo a los que mandan en Casa, y tenervergüenza para hablar en la Confidencia 18. Si algunavez se insinúa en el alma de alguien esta tentacióndiabólica, habría que ayudarle con sobreabundancia

(14) De nuestro Padre, Crónica VIII-66, p. 9.(15) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, nota 23.(16) De nuestro Padre, Crónica VIII-66, p. 9.(17) De nuestro Padre, Obras 11-65, p. 9.(18) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 130.

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de cariño leal y sincero, porque ese temor es una ten-tación tremenda que desune, y que quita la posibili-dad de defensa a las almas que lo admiten 19.

La confianza es una actitud fundamental en lavida de la Obra. Un gobierno que se fundase en ladesconfianza andaría mal. En cambio, el que confíatrabaja contento, hace las cosas con gusto 20, porquesabe que en Casa no hay Directores-propietarios: el go-bierno es siempre colegial, y todos procuramos notomar nunca una decisión importante sin pedir con-sejo. Confiad en vuestros hermanos, confiad tambiénen los talentos que Dios les ha dado, y en su amor aDios y a la Obra. Y desconfiad un poquito de vuestropropio juicio: esto os llevará siempre a tener en cuentala opinión de los demás, y a ser más eficaces 21.

Si se lo pedimos al Señor a través de su Madre,El nos dará gracia para hacer un uso santo de nues-tra libertad. Y viviremos confiados filialmente en losDirectores y en todos nuestros hermanos: sólo así sepuede ir adelante —nos recuerda nuestro Padre—.Nuestra labor se realiza a base de confianza: cum fi-de, con fe22.

(19) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 92.(20) De nuestro Padre, Crónica VlII-éé, p. 10.(21) De nuestro Padre, n. 125.(22) De nuestro Padre, Crónica VIII-66, p. 6.

MIÉRCOLES

MIÉRCOLES

387

371.

—La paz es consecuencia de la entrega sin condiciones.—La posesión de la paz supone lucha.—Nada puede inquietarnos si ponemos todas nuestras preo-cupaciones en las manos de Dios.

EN LA primera lectura de la Misa de hoy, SanPablo enumera los frutos del Espíritu Santo: cari-dad, gozo, paz... \ La alegría y la paz, nos enseña,marchan siempre unidas. Son el fruto de la caridad,que nos une a Dios y nos hace descansar en El, repo-sar en la alegría de haberle encontrado. Por eso, laalegría y la paz son consecuencia de nuestra entrega:de estar enamorados y de vivir como enamorados.

Nuestro Padre nos ha enseñado a pedir cada díaen las Preces el gaudium cum pace. Es la alegría y lapaz que Cristo nos ganó con su Encarnación redento-ra. Vamos a mirar a este Señor que ha venido a darpaz en la tierra a los hombres de buena voluntad (cfr.Luc. //, 4). No sólo a los ricos, ni sólo a los pobres,que éste es un modo de pensar que causa mucho daño:¡a los hermanos! Que hermanos de Dios somos, porquesomos hermanos de Jesucristo, hijos de la Virgen San-tísima. No hay más que una raza: la raza de los hijos

(1) L I (II) (Galat. V, 22).

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de Dios. No hay más que un color: el color de los hijosde Dios. Y no hay más que una lengua: ésa que hablaen el corazón y en la cabeza, la que habla en vosotroscon Jesús en este momento: la lengua de las almas con-templativas. Una lengua que no tiene ruido de pala-bras, pero que tiene mil mociones de la voluntad, quetiene claridad en el entendimiento, que tiene afectos enel corazón, que tiene decisiones de vida recta: de bien,de luz, de paz 2.

El gaudium cum pace es consecuencia de nues-tra unión con Dios. Dos cosas pido a Dios —dice SanJuan Crisóstomo—: que seáis de El y para El. De El,porque nada hay firme y seguro que no venga de sugracia; para El, porque nada hay en el mundo quepueda aprovecharnos, si no lo dirigimos a Dios 3. Deeste modo, añade nuestro Padre, por nuestra entregacompleta, por nuestro voluntario holocausto, habremosde ser in gaudio semper et pace, siempre con paz y ale-gría y con la gracia de Dios, como el muro en el quese puedan apoyar —para su fortaleza— todas esas al-mas, que serán también hermanos vuestros en esta Fa-milia unidísima, que es el Opus Dei4.

Por el contrario, si faltara esa unión constantecon Dios, si no nos dejáramos conducir por el Espíri-tu 5, no hallaríamos paz ni alegría, pues viviríamos

MIÉRCOLES 389

(2) De nuestro Padre, Meditación, 24X11-1963.(3) San Juan Crisóstomo, In Epistolam I ad Corinthios homiliae 1.(4) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 6.(5) L. I (II) [Galat. V, 18).

anegados en las obras de la carne, que también enu-mera San Pablo6, y que son, en definitiva, todo loque proviene de un desordenado amor a sí mismo 7.

Pierdes la paz —¡y bien lo sabes!—, cuando con-sientes en puntos que entrañan descamino.

—¡Decídete a ser coherente y responsable!8.

LA PAZ os dejo, mi paz os doy; no os la doy comola da el mundo9, dice el Señor. A la vez, nos recuer-da que esa paz tenemos que conquistarla: no penséisque he venido a traer la paz a la tierra. No he venidoa traer la paz sino la espada 10.

Guerra, en primer lugar, con nosotros mismos:contra nuestra soberbia, contra el amor propio de-sordenado, que son los que roban la paz; lucha paraque se identifiquen perfectamente la fe, la moral y lasobras de cada uno. Y tendréis, pase lo que pase, ungaudium cum pace —alegría y paz—, una serenidad,que os llevará al trabajo (...), al orden, a la obedien-cia, a la pobreza, a la castidad, a la lealtad y al nece-sario descanso, todo en la caridad de Cristo ".

Sin un esfuerzo real por vivir esas virtudes, nohabría paz interior: porque faltaría el espíritu de pe-

(6) Cfr. Ibid., 19-21.(7) San Agustín, De civitate Dei 14, 2.(8) Forja, n. 166.(9) Ioann. XIV, 27.(10) Mallh. X, 34.(11) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V1936, n. 16.

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nitencia, necesario para vivir cum gaudio et pace laperfección cristiana en los quehaceres de la tierra.

Si ponemos empeño en vivir estas virtudes huma-nas y hacemos esfuerzos para elevarlas al orden sobre-natural, estaremos siempre llenos de alegría; de esaalegría que es tan propia de nuestro espíritu, y tanagradable a Dios 12.

No podemos confundir la paz con la holgaza-nería, ni la alegría con la insensatez. Por sus frutos—dice el Señor— los conoceréis 13. Y esos frutos sonla difusión de lo que causa nuestra paz y nuestra ale-gría: el amor a Jesucristo. Por el contrario, el egoís-mo que lleva a ocuparse sólo de sí mismos es el ma-yor enemigo de la paz. Tenemos que hacer proselitis-mo. Tenemos que hacer apostolado. La caridad deCristo bien vivida nos da el espíritu de conquista, enestas batallas de amor y de verdadera paz, porque elSeñor ha dicho: omnia traham ad meipsum (Ioann.XII, 32), y nos ha llamado como corredentores, comoinstrumentos suyos, para que reine Cristo en todaslas almas. No se trata de dominar, de conquistar contérminos bélicos, sino de servir a todos —para servir,servir^, de ganar a todos para el Señor u.

Sed fieles a vuestra vocación, todos los hijos deDios en esta Obra de Dios. Vivid, con las virtudessobrenaturales, las virtudes humanas. Llevad la cari-

MIÉRCOLES 391

(12) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nn. 68-69.(13) Matth. VII, 20.(14) Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 135.

dad de Jesucristo a todas los caminos de la tierra, ca-minos divinos de la tierra. Y extended por todo elmundo el influjo —callado y fértil— de vuestro trabajode apóstoles, quasi fluvium pacis, como río de paz(Isai. LXVI, 12) 15.

FOMENTA, en tu alma y en tu corazón —en tuinteligencia y en tu querer—, el espíritu de confianza yde abandono en la amorosa Voluntad del Padre celes-tial... —De ahí nace la paz interior que ansias 16.

Los hijos de Dios en el Opus Dei conocemos y de-bemos vivir esa paz. Cuando hay una preocupación,un disgusto, corremos enseguida a nuestro PadreDios y se lo confiamos. Lo ponemos todo en sus ma-nos. Y se acaban todas las preocupaciones. NuestroPadre nos ha dejado por escrito su experiencia per-sonal: Paradoja: desde que me decidí a seguir el con-sejo del Salmo: "arroja sobre el Señor tus preocupacio-nes, y El te sostendrá", cada día tengo menos preocu-paciones en la cabeza... Y a la vez, con el trabajooportuno, se resuelve todo, ¡con más claridad!".

Llevar a Dios nuestras preocupaciones es tam-bién llevarlas a la Confidencia, ese abrir el corazón—porque el pobre corazón de las criaturas necesita undesaguadero—, para recibir el consejo oportuno.

(15) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935 14-IX-1950, n. 175.(16) Surco, n. 850.(17) Surco, n. 873.

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Tenéis experiencia, como la tengo yo, de que des-pués de una Confidencia bien hecha nos quedamoscum gaudio et pace, dispuestos para el trabajo fervoro-so y sereno 18. Hacemos lo que nos indican, y ya nonos volvemos a preocupar más por aquel problema.

La paz vendrá como consecuencia de la entregaserena y alegre a la divina voluntad 19, tras cumplir loque nos dicen, con la seguridad de que eso es lo queDios quiere de nosotros. Hijos míos, adelante con ale-gría, con esfuerzo: ninguna cosa nos parará en el mun-do, mientras sirvamos al Señor, porque todo es buenopara los que aman a Dios 20. Si actuamos así, ante eldolor, ante la enfermedad, en medio de las dificulta-des, pase lo que pase, tendremos la paz y la alegría.Cuando Dios te visite —escribe también nuestroPadre— sentirás la verdad de aquellos saludos: la pazos doy..., la paz os dejo..., la paz sea con vosotros..., yesto, en medio de la tribulación n.

Pidamos ayuda a la Virgen, Reina de la paz, paraque haga más efectiva en nuestra vida la peticiónque compuso nuestro Fundador: Cor Iesu sacratissi-mum et misericors, dona nobis pacem!

(18) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 20.(19) De nuestro Padre.(20) De nuestro Padre, Carta. 24-111-1931 n 55(21) Camino, n. 258.

Cristo en la Cruz.Cerámica en la Iglesia prelaticiade Santa María de la Paz.

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JUEVES 393

372.

JUEVES

—Debemos fomentar en el alma un gran deseo de ambicio-nes nobles.—Poner todo el corazón en la búsqueda de nuestra santidady de la santidad de los demás.—Fomentar la esperanza, a pesar de nuestros defectos.

BENDITO sea el Dios y Padre de nuestro SeñorJesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con todabendición espiritual en los cielos, pues en El nos eli-gió antes de la creación del mundo para que fuéra-mos santos y sin mancha en su presencia, por amor;nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por Jesucris-to conforme al beneplácito de su voluntad l.

Las palabras de San Pablo, en este himno de ala-banza a Dios por el plan de salvación, traslucen unamor apasionado. Vibra el Apóstol al considerar elreclamo divino a la santidad. Su ambición es vivirestrechamente unido a Jesucristo. También noso-tros, movidos por el mismo Espíritu, guardamos enel corazón sinceros y operativos deseos de santidad.Hijos míos: una preocupación hemos de tener los hijosde Dios en el Opus Dei, una preocupación exclusiva; yes ésta: ser santos 2.

(1) L 1 (II) (Ephes. I, 3-5).(2) De nuestro Padre, n. 19.

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Todo lo hemos de encaminar a este único fin, co-mo nos encarece nuestro Padre: deja que se consumatu alma en deseos... Deseos de amor, de olvido, de san-tidad, de Cielo... No te detengas a pensar si llegarásalguna vez a verlos realizados —como te sugerirá al-gún sesudo consejero—: avívalos cada vez más, porqueel Espíritu Santo dice que le agradan los "varones dedeseos ".

Deseos operativos, que has de poner en práctica enla tarea cotidiana 3.

No somos personalmente mejores que los de-más; pero una elección gratuita y desproporcionadanos ha convertido en apóstoles, en mensajeros delespíritu de la Obra: pobres vasos que contienen untesoro de gracia, de luz, de doctrina. No faltará elSeñor a su palabra, no dejará de poner el incremen-to en nuestra tarea, con tal de que permanezcamosunidos a El, con la decisión irrevocable de lucharpor alcanzar la santidad, a pesar de nuestros defec-tos. Nos dice nuestro Padre: me parece muy oportunoque con frecuencia manifiestes al Señor un deseo ar-diente, grande, de ser santo, aunque te veas lleno demiserias...

—Hazlo, ¡precisamente por esto! *.También San Pablo, que se consideraba lejos de

la santidad, prorrumpe en agradecimiento al consi-

(3) Surco, n. 628.(4) Forja, n. 419.

JUEVES 395

derar las riquezas de salvación que nos ha traído Je-sucristo: mediante su sangre, nos es dada la reden-ción, el perdón de los pecados, según las riquezas desu gracia, que derramó sobre nosotros de modo so-breabundante con toda sabiduría y prudencia 5.

Ese misterio de la gracia divina, esa continuaasistencia a nuestra debilidad, esa íntima unión conJesús, se realiza, si somos fieles, en el marco denuestras tareas ordinarias, quizá sin brillo ni apa-riencia, pues la santidad no consiste en hacer cosascada día más difíciles, sino en hacerlas cada día conmás amor6. Los grandes deseos de santidad hemosde traducirlos en perseverancia en las cosas peque-ñas. Esta ha de ser vuestra ambición: seguir en elcumplimiento exacto de las obligaciones de ahora, por-que ese trabajo —humilde, monótono, pequeño— esoración cuajada en obras, que nos dispondrá a recibirla gracia de la otra labor —grande, ancha y honda—,con que soñamos: poner a Cristo en la cumbre de to-das las actividades humanas 7.

EL CAMINO que lleva a la santidad, que nos ha-rá fecundos, divinamente eficaces, es camino de ab-negación, de entrega. Hemos de darnos generosa-mente a los que nos rodean, quemar nuestra vida en

(5) L. 1 (II) (Ephes. I, 7-8).(6) De nuestro Padre, n. 20.(7) De nuestro Padre, Carta, 7-X-1950, n. 33.

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servicio de las almas, olvidarnos de nuestros egoís-mos, aunque en pago recibamos alguna incompren-sión o desprecio: no es el discípulo más que el maes-tro, ni el siervo más que su señor*.

Pero todo lo podremos superar si ponemos nues-tro corazón por entero en el Señor, si amamos a Diosy a las almas con amor auténtico, con obras: no todoel que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino delos Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padreque está en los Cielos9. Amor puro y recto, ilimitado,porque la causa para amar a Dios es Dios mismo y elmodo es amarlo sin medida 10. Sólo el amor puedeimpulsarnos a las más altas metas, sólo el amor nose detiene ante ningún obstáculo. El amor es fuertecomo la muerte. Grandes lluvias no pueden extinguir-lo, ni los ríos arrasarlo con sus inundaciones u.

Ninguno de estos trabajos, ninguna pena me hahecho perder el gaudium cum pace —ha escrito nues-tro Padre—, porque Dios me ha enseñado a amar, ynullo enim modo sunt onerosi labores amantium (SanAgustín, De bono viduitatis, 21, 26); para quien ama,el trabajo no es nunca carga pesada. Por eso, lo impor-tante es aprender a amar, porque in eo quod amatur,aut non laboratur, aut et labor amatur (San Agustín,Ibid.j: donde hay amor, todo es felicidad. Y ésta

(8) Matth. X, 24.(9) Matth. VII, 21.(10) San Bernardo, De diligendo Deo 1.(11) Cant. VIII, 6-7.

JUEVES 397

—sigue diciendo nuestro Padre— ha sido la gran mi-sericordia de Dios: que me ha conducido como a unniño pequeño, enseñándome a amar. Cuando apenasera yo adolescente, arrojó el Señor en mi corazón unasemilla encendida en amor, y esa semilla es hoy, hijase hijos míos, un árbol frondoso, de esbelto tronco, querestaura con su sombra a una legión de almas.

La virtud de la gracia dilató este pobre corazónmío —dilatasti cor meum, Domine, dilatasti cor meum!(cfr. Isai. LX, 5)—, lo hizo grande para amarle, paraamar a la Iglesia Santa, al Papa, a mis hijas e hijos, atodas las almas. Verdaderamente, el Señor dilató micorazón, haciéndolo capaz de amar, de arrepentirse, deservir, aun a pesar de mis errores 12.

Como nuestro Padre, hemos de poner todo el co-razón en la búsqueda de nuestra santidad personal yde la santidad de los demás. Y el Señor lo dilatará,haciéndolo capaz de amar sin medida. Haz presentesal Señor, con sinceridad y constantemente, tus deseosde santidad y de apostolado..., y entonces no se rompe-rá el pobre vaso de tu alma; o, si se rompe, se recom-pondrá con nueva gracia, y seguirá sirviendo para tupropia santidad y para el apostolado 13.

EL SEÑOR alienta nuestros deseos de amor, deentrega, de servicio: possumus!li, podemos; porque

(12) De nuestro Padre, Carla, 25-1-1961, n. 3.(13) Forja, n. 357.(14) Matth. XX, 22.

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contamos con su ayuda, a pesar de haber caído mu-chas veces. El se vale de nuestros errores para queseamos humildes.

¿Qué importa tropezar, si en el dolor de la caídahallamos la energía que nos endereza de nuevo y nosimpulsa a proseguir con renovado aliento? No me olvi-déis que santo no es el que no cae, sino el que siemprese levanta, con humildad y con santa tozudez. Si en ellibro de los Proverbios se comenta que el justo cae sie-te veces al día (cfr. Prov. XXIV, 16), tú y yo —pobrescriaturas— no debemos extrañarnos ni desalentarnosante las propias miserias personales, ante nuestros tro-piezos, porque continuaremos hacia adelante, si busca-mos la fortaleza en Aquel que nos ha prometido: venida mí todos los que andáis agobiados con trabajos ycargas, que yo os aliviaré (Matth. XI, 28). Gracias, Se-ñor, quia tu es, Deus, fortitudo mea (Ps. XLII, 2), por-que has sido siempre Tú, y sólo Tú, Dios mío, mi for-taleza, mi refugio, mi apoyo 15.

Nuestra esperanza de ser santos se apoya en eldeseo que Dios tiene de santificarnos. Por eso nos in-dica nuestro Padre: si de veras deseas progresar en lavida interior, sé humilde. Acude con constancia, con-fiadamente, a la ayuda del Señor y de su Madre ben-dita, que es también Madre tuya. Con serenidad, tran-quilo, por mucho que duela la herida aún no restaña-da de tu último resbalón, abraza de nuevo la cruz y

JUEVES 399

di: Señor, con tu auxilio, lucharé para no detenerme,responderé fielmente a tus invitaciones, sin temor a lascuestas empinadas, ni a la aparente monotonía del tra-bajo habitual, ni a los cardos y guijos del camino. Meconsta que me asiste tu misericordia, y que al final ha-llaré la felicidad eterna, la alegría y el amor por los si-glos infinitos 16.

Por eso, cuando con el corazón encendido le de-cimos al Señor que sí, que le seremos fieles, que esta-mos dispuestos a cualquier sacrificio, le diremos: Je-sús, con tu gracia; Madre mía, con tu ayuda. ¡Soytan frágil, cometo tantos errores, tantas pequeñasequivocaciones, que me veo capaz —si me dejas— decometerlas grandes!".

Es la hora de decidirnos a dar un paso más en elcamino de la santidad, y de poner esas resoluciones,con renovada esperanza, en las manos de Jesús y desu Madre. Nos anima nuestro Fundador, cuando es-cribe: hoy, en tu oración, te confirmaste en el propósi-to de hacerte santo. Te entiendo cuando añades, con-cretando: sé que lo lograré, no porque esté seguro demí, Jesús, sino porque... estoy seguro de Ti18.

(15) Amigos de Dios, n. 131.

(16) Amigos de Dios, n. 131.(17) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 32.(18) Forja, n. 320.

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400

VIERNES

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVIII

373.

—La inhabitación de la Trinidad en el alma en gracia.—La entrega constante de Dios, especialmente en la Eucaris-tía, nos impulsa a ser almas contemplativas.—Para ser contemplativos se requiere humildad.

POR CRISTO, nos recuerda hoy San Pablo, tam-bién vosotros, una vez oída la palabra de la verdad—el Evangelio de nuestra salvación—, al haber creí-do, fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido,que es la prenda de nuestra herencia, para redenciónde su pueblo adquirido, para alabanza de su gloria l.El Apóstol quiere darnos a entender que, por mediodel Bautismo, entramos en comunión con el misteriotrinitario: nos unimos a Jesucristo, gozamos de lamaravillosa realidad de la filiación divina, y nos con-vertimos en templos del Espíritu Santo. Hemos dedar continuamente gracias, porque la Trinidad se haenamorado del hombre 2, y hemos de disponernos adescubrir y gozar de esa vida sobrenatural que la in-finita bondad de Dios nos ofrece.

Hijas e hijos míos, me habéis oído decir muchas ve-ces que Dios está en el centro de nuestra alma en gracia;y que, por lo tanto, todos tenemos un hilo directo con

(1) L. I (II) (Ephes. I, 13-14).(2) £5 Cristo que pasa, n. 84.

yVIERNES 401

Dios Nuestro Señor. ¿Qué valen todas las comparacioneshumanas, con esa realidad divina, maravillosa? Al otrolado del hilo está, aguardándonos, no sólo el Gran Des-conocido, sino la Trinidad entera, el Padre, el Hijo y elEspíritu Santo, porque donde se encuentra una de lasdivinas Personas, allí están las otras dos.

No estamos nunca solos. Es una pena que los cris-tianos olvidemos que somos trono de la Trinidad San-tísima. Os aconsejo que desarrolléis la costumbre debuscar a Dios en lo más hondo de vuestro corazón. Esoes la vida interior3.

Nuestro Fundador, que nos daba siempre esteconsejo, nos enseñó también a ponerlo por obra entodas las circunstancias de nuestra vida. Quizá algu-no pueda decirme: Padre, yo busco dentro de mí, enmi alma..., pero no encuentro nada.

Yo, a ese hijo mío, le diría: es que quizá has teni-do poca vida interior, o quizá has tenido mucha, peroahora el Señor quiere probarte. ¿ Tu alma parece comouna cisterna vacía? ¡Pues busca el amor de Dios! Bus-cad al Señor y fortaléceos; buscad siempre su rostro (/Par. XVI, 11); pero con el mismo empeño que se po-ne cuando se quiere conquistar un amor humano, bue-no y limpio. Persigue tú también así el trato con Dios,y ten la seguridad de que todo aquél que pide, recibe;y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá(Matth. VII, 8).

(3) De nuestro Padre, Crónica, 1973, pp. 809-810.

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402 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVIII

Donde no hay agua, ¿qué se hace? Se construyeuna cisterna, y se lleva el agua en cántaros que se va-cían allí, uno tras otro. Cuando no hay posibilidad derecogerse para la oración, hay que prepararse llevandoagua a la cisterna: con actos de amor y de desagravio,con comuniones espirituales, con invocaciones al Pa-dre, al Hijo, al Espíritu Santo, y a Santa María, a SanJosé y a nuestros Santos Angeles Custodios. Todo esoes agua que llevamos a fuerza de brazos.

Puede suceder que debamos estar así mucho tiem-po; pero, si perseveramos, llegará el momento en queno será necesario buscar el agua, porque se habrá for-mado un pozo. Quizá al principio el agua no suba mu-cho; pero es un pozo de aguas vivas fCant. IV, 15).Allá está, en el fondo de tu alma. No sabes de dóndemana el agua, ni cómo se remansa, ni cuándo aflu-ye..., pero puedes beber siempre. Y si insistes, el nivelde ese pozo sube y sube, hasta que se forma un ma-nantial de agua clara, donde puedes beber a dos ma-nos, con la boca abierta, cuando estás sediento.

¿Me entendéis, hijos? Agua hay siempre. Cada unode vosotros, con la ayuda de Dios, Uno y Trino, escon-dido en vuestra alma, puede lograr no ser nunca unacisterna vacía, sino un pozo que suba y suba hasta quemane una fuente de agua clara, espléndida, agua deamor. Pero en esta tarea, hijas e hijos míos, habéis deponer todo el corazón 4.

(4) De nuestro Padre, Crónica, 1973, pp. 810-811.

VIERNES 403

EL SEÑOR parece empeñado especialmente enhacernos comprender los exquisitos cuidados que laTrinidad Santísima dedica a cada uno de nosotros.¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Puesbien, ni uno sólo de ellos queda olvidado ante Dios.Aún más, hasta los cabellos de vuestra cabeza estántodos contados. No temáis: vosotros valéis más quemuchos pajarillos5. Nada de lo nuestro escapa alamor paternal de Dios Uno y Trino. Y llama de conti-nuo a las puertas de nuestra alma, en busca deamor.

El camino para encontrar esa fuente divina, dela que nos hablaba nuestro Padre, está en nosotrosmismos: a Dios le tenemos en el centro de nuestra al-ma en gracia. ¿Por qué, pues, quieres derramarfuera tus fuentes, el agua de tu río por las plazas?6.Sin hacer gazmoñerías, encontraréis facilidad parameteros en la oración mientras trabajáis, cuando vaispor la calle, cuando no queráis mirar cosas que osapartan de Dios. Hay que buscar al Señor en la ora-ción y en la Eucaristía, en el Pan y en la Palabra. Pe-ro insisto en que hay que hacerlo con tozudez: os diríagráficamente que, si es preciso, hay que llevar lo quesea a hombros 7.

Como anhela el ciervo las corrientes de las aguas,así te anhela mi alma, ¡oh Dios! Mi alma está sedienta

(5) Ev. (Luc. XII, 6-7).(6) Prov. V, 5.(7) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 812.

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404 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVIII

de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo iré y veré la faz delSeñor? 8. La liturgia aplica estas palabras al afán delalma cristiana por unirse con Jesucristo en el SantoSacramento del Altar. Es la Eucaristía la mayor dá-diva divina, el colmo de la donación trinitaria y fuen-te inextinguible de vida interior: el que beba del aguaque Yo le daré, no tendrá sed nunca más, sino que elagua que Yo le daré se hará en él fuente de agua quesalta hasta la vida eterna 9.

Con esta disposición hemos de acercarnos al Se-ñor en la Eucaristía, no sólo cuando está sobre el al-tar o en las manos del sacerdote, durante el Sacrificiode la Misa, sino también cuando se queda reservadoen el Sagrario. Allí se halla realmente presente Jesu-cristo, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma, ycon su Divinidad (...). Me agrada remacharlo, una yotra vez, haciendo actos de fe.

Hijos, ¡tratádmelo bien! No me lo dejéis solo en elSagrario. Hacedle toda la compañía que os sea posi-ble, materialmente, y luego con el corazón, cuando es-téis trabajando, id al Sagrario y decidle piropos: queos vea entregados, fieles, enamorados, con deseos since-ros de llenaros de Dios 10.

JUNTO a una fe inquebrantable, hemos de fo-mentar la humildad. Decía el Señor, en el discurso

(8) Ps. XLI, 2-3.(9) loann. IV, 14.(10) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 812.

VIERNES 405

en que prometió la Eucaristía: nadie puede venir amí si no lo atrae el Padre que me ha enviado ". DiosPadre atrae hacia Cristo por la acción del EspírituSanto. Es un don gratuito que nadie puede merecerpor sus propias fuerzas. De nuestra parte, se requie-re una disposición receptiva, humilde.

Para tratar al Señor, hemos de pisarnos por la hu-mildad como se pisa la uva en el lagar, cuando se dis-pone a producir el vino bueno. Si pisoteamos la mise-ria nuestra, que eso somos, entonces El viene, se apo-senta en el alma, y nos habla y le hablamos, con esaconversación confiada de hijo a padre (...).

Sed piadosos, rezad mucho. Rezad como personasrecias, con la seguridad del tesoro que tenemos, porqueDios está con nosotros; y rezad como niños, con la con-fianza de que nuestro Padre siempre nos escucha 12.

Bien afianzados en la filiación divina, el tratohumilde y constante con nuestro Padre Dios nos dis-pone a dejarnos llenar de su gracia, que nos diviniza.Quizá me preguntaréis de nuevo: pero, ¿cómo puedoyo endiosarme, si soy nada? Y os volveré a responder:efectivamente, no somos nada, no valemos nada, no te-nemos nada. Por eso, acércate a El, métete dentro de timismo, mejor: encima de ti mismo, humillándote. Ydesde esa poquedad, verás todo el Amor de Dios queinhabita en tu alma, y que da eficacia a tus acciones.

(11) loann. VI, 44.(12) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 813.

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406 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVIII

Decídete a pisotearte, y entonces ya no serás tú el quevivas, sino que Cristo vivirá en ti (cfr. Galat. //, 20).

Hemos de procurar ser, de verdad, almas de ora-ción, con un fuerte espíritu de desagravio, y luchar de-nodadamente contra el diablo; ya que Satanás —desca-radamente y dentro de la Iglesia— no descansa. Hemosde rezar más, comportarnos bien en cada instante, lu-char con decisión cada día; y sólo así podremos ver ysaber si somos de verdad amigos del Señor, o si no losomos.

Para eso, hijos, cuidad la piedad y los actos deculto. El que no dé categoría a una genuflexión anteel Santísimo o a una inclinación de cabeza ante unaimagen de la Virgen, no ya como manifestación de res-peto, sino de amor, ése no merece ser cristiano (...).

Hijos míos, abramos de par en par las puertas denuestra alma al Señor. Búscaos industrias humanas,jaculatorias, alguna palabra que os sirva de acicate yde recuerdo, para vivir en una conversación continuacon el Huésped divino. Y servios de la intercesión deNuestra Madre, de San José, Padre y Señor nuestro, ydel Santo Ángel Custodio n.

Terminamos la oración con estas otras palabrasde nuestro Fundador: ¿qué somos nosotros delante deDios? ¡Nada! Y, sin embargo, está en nuestra alma, ysomos sus hijos, e hijos de su misma Madre. Acudid ala intercesión de Santa María. Yo recuerdo las ense-

(13) De nuestro Padre, Crónica, 1973, pp. 814-816.

VIERNES 407

ñanzas de mi madre, sus caricias, las oraciones que mehacía repetir, su preocupación constante por mí. Eserecuerdo me lleva a pensar en el papel de la Madre deDios y Madre nuestra, que sabe dar a nuestra vida, co-mo hizo con la suya, ese sentido divino que atrae lamirada de Dios y la gracia del Cielo 14.

(14) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 813.

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408

SÁBADO

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVIII

374.

—En los momentos de oscuridad hemos de alimentar la es-peranza.

—Valor sobrenatural de esa actitud.—Dejarse llevar con humilde docilidad: hacer una comediahumana con un espectador divino.

LEEMOS en la primera lectura de la Misa dehoy que, esperando contra toda esperanza \ creyóAbraham en las promesas de Dios. Y nuestro Padrenos ha comentado que para que el Señor actúe en no-sotros y por nosotros, hemos de decirle que estamosdispuestos a luchar cada jornada, aunque nos veamosflojos e inútiles, aunque percibamos el peso inmensode las miserias personales y de la pobre personal debi-lidad. Hemos de repetirle que confiamos en El, en suasistencia: si es preciso, como Abraham, contra todaesperanza (Rom. IV, 18)2.

Puede suceder alguna vez que el camino se oscu-rezca, que se pierda la perspectiva y el sentido delrumbo, que parezca que la niebla del desalientooculta los mojones del camino. Más que nunca nece-sitamos entonces apoyarnos en la roca firme de la fey de la esperanza.

(1) L. I (I) (Rom. IV, 18).(2) Amigos de Dios, n. 210.

SÁBADO 409

Nuestro Padre nos ha hablado de esa fidelidadconstante que hemos de tener con Dios, especialmen-te cuando parece que la frialdad o el desánimo aga-rrotan, la voluntad. En 1935, poco después de la pri-mera romería de mayo, escribía: desde Avila, venía-mos contemplando el Santuario, y —es natural— al lle-gar a la falda del monte desapareció de nuestra vistala Casa de María. Comentamos: así hace Dios con no-sotros muchas veces. Nos muestra claro el fin, y nos loda a contemplar, para afirmarnos en el camino de suamabilísima Voluntad. Y, cuando ya estamos cerca deEl, nos deja en tinieblas, abandonándonos aparente-mente. Es la hora de la tentación: dudas, luchas, oscu-ridad, cansancio, deseos de tumbarse a lo largo... Pero,no: adelante. La hora de la tentación es también la ho-ra de la Fe y del abandono filial en el Padre-Dios.¡Fuera dudas, vacilaciones e indecisiones! He visto elcamino, lo emprendí y lo sigo. Cuesta arriba, ¡hala,hala!, ahogándome por el esfuerzo: pero sin detenermea recoger las flores que, a derecha e izquierda, mebrindan un momento de descanso y el encanto de suaroma y de su color... y de su posesión: sé muy bien,por experiencias amargas, que es cosa de un instantetomarlas y agostarse: y no hay, en ellas para mí, ni co-lores, ni aromas, ni paz. ¡Arriba!, en plena oscuridad:ya me hizo el Señor ver la luz y tengo Maestros, lazari-llos de mi ceguera momentánea —los Directores de laObra—: obedecer, luego de abrirles mi corazón, consencillez y sinceridad.

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410 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVIII

Ya llegamos. Ya vemos de nuevo el Santuario deMaría: así el alma, que persevera en su camino deapostolado. Pasa la noche, y ve con luz nueva, que nose extinguirá hasta la posesión de Dios-Amor 3.

Si vivimos así en los momentos de ceguera quepuedan presentarse en el camino, el Señor obrará ennosotros maravillas: saldremos adelante purificados,más limpios, con visión clara, con alegría nueva. Je-sucristo sólo pide confianza, como la que tuvo Abra-ham, para esperar contra toda esperanza 4.

PARA los creyentes, el mérito sería escaso y pocogloriosa la bienaventuranza, si el Señor se mostrasesiempre a nuestros ojos con el cuerpo resucitado. Poreso el gran don que el Espíritu Santo da a los que de-ben creer es hacerles desear a Aquél que no puedenver con los ojos de la carne (...). Indudablemente, porsu divinidad, El está siempre con nosotros, pero si nohubiese desaparecido corporalmente de nuestra vida,nuestros ojos lo estarían siempre contemplando cor-poralmente y no creeríamos espiritualmente. Por estaje, que es el principio de nuestra justificación y de laglorificación, merecemos contemplar —una vez puri-ficado el corazón— a Dios, el Verbo mismo, Dios enDios \

(3) De nuestro Padre, mayo de 1935.(4) L. I (I) (Rom. TV, 18).(5) San Agustín, Sermo 143, 3.

SÁBADO 411

Si el Señor quiere quitarnos los consuelos huma-nos, es para que crezcan nuestra fe y nuestra espe-ranza; para que nos apoyemos sólo en El. A veces,cuando todo nos sale al revés de como imaginábamos,nos viene espontáneamente a la boca: ¡Señor, que seme hunde todo, todo, todo...! Ha llegado la hora derectificar: yo, contigo, avanzaré seguro, porque Tú eresla misma fortaleza: quia tu es, Deus, fortitudo mea(Ps. XLII, 2).

Te he rogado que, en medio de las ocupaciones, pro-cures alzar tus ojos al Cielo perseverantemente, porquela esperanza nos impulsa a agarrarnos a esa mano fuer-te que Dios nos tiende sin cesar, con el fin de que no per-damos el punto de mira sobrenatural; también cuandolas pasiones se levantan y nos acometen para aherrojar-nos en el reducto mezquino de nuestro yo, o cuando—con vanidad pueril— nos sentimos el centro del uni-verso. Yo vivo persuadido de que, sin mirar hacia arri-ba, sin Jesús, jamás lograré nada; y sé que mi fortaleza,para vencerme y para vencer, nace de repetir aquel gri-to: todo lo puedo en Aquel que me conforta (Philip. IV,13), que recoge la promesa segura de Dios de no abando-nar a sus hijos, si sus hijos no le abandonan.

Tanto se ha acercado el Señor a las criaturas, quetodos guardamos en el corazón hambres de altura, an-sias de subir muy alto, de hacer el bien. Si remuevo enti ahora esas aspiraciones, es porque quiero que te con-venzas de la seguridad que El ha puesto en tu alma: sile dejas obrar, servirás —donde estás— como instru-

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mentó útil, con una eficacia insospechada. Para queno te apartes por cobardía de esa confianza que Diosdeposita en ti, evita la presunción de menospreciar in-genuamente las dificultades que aparecerán en tu ca-mino de cristiano.

No hemos de extrañamos. Arrastramos en nosotrosmismos —consecuencia de la naturaleza caída— unprincipio de oposición, de resistencia a la gracia: son lasheridas del pecado de origen, enconadas por nuestrospecados personales. Por tanto, hemos de emprender esasascensiones, esas tareas divinas y humanas —las de ca-da día—, que siempre desembocan en el Amor de Dios,con humildad, con corazón contrito, fiados en la asisten-cia divina, y dedicando nuestros mejores esfuerzos comosi todo dependiera de uno mismo.

Mientras peleamos —una pelea que durará hastala muerte—, no excluyas la posibilidad de que se al-cen, violentos, los enemigos de fuera y de dentro. Ypor si fuera poco ese lastre, en ocasiones se agolparánen tu mente los errores cometidos, quizá abundantes.Te lo digo en nombre de Dios: no desesperes. Cuandoeso suceda —que no debe forzosamente suceder; ni serálo habitual—, convierte esa ocasión en un motivo deunirte más con el Señor; porque El, que te ha escogidocomo hijo, no te abandonará. Permite la prueba, paraque ames más y descubras con más claridad su conti-nua protección, su Amor6.

(6) Amigos'de Dios, nn. 213-214.

SÁBADO 413

A VECES un hijo mío me ha dicho: Padre, si yome encuentro cansado y frío; si, cuando cumplo lasNormas, me parece que estoy haciendo una comedia...

A ese hermano vuestro y a todos vosotros, os digo:¿una comedia? ¡Gran cosa, hijo mío!7.

Somos niños pequeños, torpes y desmañados,ante la infinitud de la Verdad, de la Bondad, de laBelleza y del Poder de Dios. Se lee en la Escritura: lu-dens in orbe terrarum fProv. VIH, 31), que El juega entoda la redondez de la tierra. Pero Dios no nos aban-dona, porque inmediatamente añade: deliciae meae es-se cum filiis hominum flbidj, son mis delicias estarcon los hijos de los hombres. ¡El Señor juega con noso-tros! Y cuando se nos ocurra que estamos interpretan-do una comedia, porque nos sintamos helados, apáti-cos; cuando estemos disgustados y sin voluntad; cuan-do nos resulte arduo cumplir nuestro deber y alcanzarlas metas espirituales que nos hayamos propuesto, hasonado la hora de pensar que Dios juega con nosotros,y espera que sepamos representar nuestra comedia congallardía 8.

A propósito de esa comedia divina que a vecestendremos que interpretar, nuestro Padre solía na-rrarnos una antigua leyenda medieval. Era un mo-nasterio viejo, de hombres contemplativos. Como noso-tros, que también tenemos vida contemplativa en me-dio de la calle (...).

(7) De nuestro Padre, Tertulia, 25-XII-1958.(8) Amigos de Dios, n. 152.

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414 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXVIII

En aquel monasterio, entre tantos frailes doctos,había un lego muy ignorante. Había sido saltimban-qui y sólo sabía hacer unos juegos de manos muyelementales y unas cabriolas. Un día le entró la preo-cupación de que no quería bastante a la Virgen. Sefue a la iglesia de noche, cuando los demás descan-saban; se puso delante del altar, y dijo a Santa Ma-ría: Señora, Madre mía, el Padre Abad es un gransabio, que ha escrito muchos libros, y además tequiere mucho; y el Prior, no digamos; y el Procura-dor, ¡cómo se las arregla para que no falte nunca lonecesario en esta casa, donde es preciso gastar tantodinero en tu servicio!; y los otros, ¡cómo estudian!,que los veo yo. En cambio, yo casi no sé leer. ¿Quéharé para darte gusto?

Tuvo una idea genial. Se escapó corriendo a su cel-da, se quitó el hábito de fraile, se vistió sus ropas detonto de circo, volvió delante de la imagen y se puso ahacer las cabriolas y aquellos juegos de manos elemen-tales. Así le pescó el Prior, que no se atrevió a reñirleporque sorprendió —en la cara hierática de laVirgen— una sonrisa de Madre.

¡Hijos míos! Dios Nuestro Señor y su Madre bendi-ta nos miran con cariño, nos sonríen a todas horas yen todos los momentos. ¡Están dándonos su ayuda! Va-mos a vivir en la presencia de Dios. Así estaremos ale-gres. Y si algún día algo no va, ¡corriendo a contarlo!Os aconsejo que no os conforméis sólo con la Confe-sión, que vayáis también a la charla a decirlo todo: lo

SÁBADO 415

que pesa, lo que duele, lo que araña, lo que muerdedentro del corazón.

Después, ¡qué paz!, ¡qué entrega más completa!,¡qué seguridad! ¡Y cómo se extenderá la Obra —se estáextendiendo de un modo prodigioso— gracias a cadauno de vosotros! Pero cada uno por la gracia de Dios,quia tibi sine te placeré non possumus; porque al Se-ñor nuestro, a nuestro Amor del Cielo, no le podemosagradar si El no nos ayuda para que le agrademos 9.

(9) De nuestro Padre, Tertulia, 14-IV-1974.

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416 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIX

375.

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

—La prudencia, virtud necesaria.—Justicia: los derechos de Dios y de los hombres.—Justicia en el cumplimiento de nuestras obligaciones.

EN EL pasaje del Evangelio de San Mateo, quetrae la Misa de hoy, leemos: tune abeuntes pharisaei,consilium inierunt ut caperent eum in sermone (Matth.XXII, 15); se reunieron los fariseos, con el fin de tratarentre ellos cómo podían sorprender a Jesús en lo quehablase. No olvidéis —escribió nuestro Padre— queese sistema de los hipócritas es una táctica corrientetambién en estos tiempos; pienso que la mala hierbade los fariseos no se extinguirá jamás en el mundo:siempre ha tenido una fecundidad prodigiosa. Quizáel Señor tolera que crezca, para hacernos prudentes anosotros, sus hijos; porque la virtud de la prudenciaresulta imprescindible a cualquiera que se halle en si-tuación de dar criterio, de fortalecer, de corregir, deencender, de alentar. Y precisamente así, como após-tol, tomando ocasión de las circunstancias de su que-hacer ordinario, ha de actuar un cristiano con los quele rodean.

Alzo en este momento mi corazón a Dios y pido,por mediación de la Virgen Santísima —que está en laIglesia, pero sobre la Iglesia: entre Cristo y la Iglesia,

DOMINGO 417

para proteger, para reinar, para ser Madre de los hom-bres, como lo es de Jesús Señor Nuestro—; pido quenos conceda esa prudencia a todos, y especialmente alos que, metidos en el torrente circulatorio de la socie-dad, deseamos trabajar por Dios: verdaderamente nosconviene aprender a ser prudentes.

Continúa la escena evangélica: y enviaron discípu-los suyos —de los fariseos— con algunos herodianosque le dijeron: Maestro (Matth. XXII, 16). Mirad conqué retorcimiento le llaman Maestro; se fingen admira-dores y amigos, le dispensan un tratamiento que se re-serva a la autoridad de la que se espera recibir unaenseñanza. Magister, scimus quia verax es (Ibidemj, sa-bemos que eres veraz..., ¡qué astucia tan infame! ¿Ha-béis visto doblez mayor? Andad por este mundo concuidado. No seáis cautelosos, desconfiados; sin embar-go, debéis sentir sobre vuestros hombros —recordandoaquella imagen del Buen Pastor que aparece en las ca-tacumbas— el peso de esa oveja, que no es un alma so-la, sino la Iglesia entera, la humanidad entera.

Al aceptar con garbo esta responsabilidad, seréisaudaces y seréis prudentes para defender y proclamarlos derechos de Dios. Y entonces, por la entereza devuestro comportamiento, muchos os considerarán y osllamarán maestros, sin pretenderlo vosotros: que nobuscamos la gloria terrena. Pero no os extrañéis si, en-tre tantos que se os acerquen, se insinúan esos que úni-camente pretenden adularos. Grabad en vuestras almaslo que me habéis oído repetidas veces: ni las calum-

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nias, ni las murmuraciones, ni los respetos humanos,ni el qué dirán, y mucho menos las alabanzas hipócri-tas, han de impedirnos jamás cumplir nuestro deber 1.

LEED con atención la escena evangélica, paraaprovechar esas estupendas lecciones de las virtudesque han de iluminar nuestro modo de proceder. Aca-bado el preámbulo hipócrita y adulador, los fariseos yherodianos plantean su problema: qué te parece esto:¿es lícito o no pagar tributo al César? (Matth. XXII,17). Notad ahora —escribe San Juan Crisóstomo— suastucia; porque no le dicen: explícanos qué es lo bue-no, lo convenjente, lo lícito, sino dinos qué te parece.Estaban obsesionados en traicionarle y hacerle odiosoal poder político (San Juan Crisóstomo, In Matthaeumhomiliae 70, 1). Pero Jesús, conociendo su malicia, res-pondió: ¿por qué me tentáis, hipócritas? Enseñadme lamoneda con que se paga el tributo. Y ellos le mostra-ron un denario. Jesús les preguntó: ¿de quién es estaimagen y esta inscripción? Le respondieron: de César.Entonces les replicó: pues dad a César lo que es de Cé-sar, y a Dios lo que es de Dios (Matth. XXII, 18-21).

Ya veis que el dilema es antiguo, como clara e ine-quívoca es la respuesta del Maestro. No hay —no exis-te— una contraposición entre el servicio a Dios y elservicio a los hombres; entre el ejercicio de nuestros de-

(1) Amigos de Dios, nn. 155-156.

DOMINGO 419

beres y derechos cívicos, y los religiosos; entre el empe-ño por construir y mejorar la ciudad temporal, y elconvencimiento de que pasamos por este mundo comocamino que nos lleva a la patria celeste.

También aquí se manifiesta esa unidad de vidaque —no me cansaré de repetirlo— es una condiciónesencial, para los que intentan santificarse en mediode las circunstancias ordinarias de su trabajo, de susrelaciones familiares y sociales. Jesús no admite esa di-visión: ninguno puede servir a dos señores, porque otendrá aversión al uno y amor al otro, o si se sujeta alprimero, mirará con desdén al segundo (Matth. VI,24). La elección exclusiva que de Dios hace un cristia-no, cuando responde con plenitud a su llamada, le em-puja a dirigir todo al Señor y, al mismo tiempo, a dartambién al prójimo todo lo que en justicia le corres-ponde.

No cabe escudarse en razones aparentemente pia-dosas, para expoliar a los otros de aquello que les per-tenece: si alguno dice: sí, yo amo a Dios, al paso queaborrece a su hermano, es un mentiroso (I Ioann. IV,20). Pero también se engaña el que regatea al Señor elamor y la reverencia —la adoración— que le son debi-dos como Creador y Padre Nuestro; y el que se niega aobedecer a sus mandamientos, con la falsa excusa deque alguno resulta incompatible con el servicio a loshombres, pues claramente advierte San Juan que en es-to conocemos que amamos a los hijos de Dios, si ama-mos a Dios y guardamos sus mandamientos. Porque el

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420 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIX

amor de Dios consiste en que observemos sus manda-tos; y sus mandatos no son pesados (I Ioann. V, 2-3).

Quizá oiréis a muchos —¡en nombre de la funcio-nalidad, cuando no de la caridad!— que peroran y seinventan teorías, con el fin de recortar las muestras derespeto y de homenaje a Dios. Todo lo que sea parahonrar al Señor les parece excesivo. No les hagáis ca-so: vosotros continuad vuestro camino. Esas elucubra-ciones se limitan a controversias que a nada conducen,como no sea a escandalizar a las almas y a impedirque se cumpla el precepto de Jesucristo, de entregar acada uno lo suyo, de practicar con delicada entereza lavirtud santa de la justicia 2.

CONTEMPLEMOS cómo Jesús, que tantas vecesha perdonado, que lloró de compasión a la vista deJerusalén, nos sigue hablando hoy de justicia. Unavirtud —escribía nuestro Padre— que nos llevará,con alma sacerdotal y con mentalidad laical, a consi-derar nuestra dependencia del Señor en todas las co-sas; a dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo quees del César.

Excitará en nosotros, hijas e hijos míos, el espíritude devoción, de oración y el de piedad, que es útil pa-ra todo (I Tim. IV, 8) y que nos hará tratar a Dios co-mo procuro tratarle yo, con este pobre corazón mío de

(2) Amigos de Dios, nn. 165-166.

DOMINGO 421

hombre —con el mismo con el que amé a mi madre ya mi padre, y con el que os quiero a vosotros—, ha-ciéndonos almas contemplativas en medio de los afa-nes del mundo.

Por la virtud de la justicia seremos amigos de lalibertad —primero de la legítima libertad de los de-más, porque sólo así tendremos derecho a defender lanuestra—, la libertad que Jesucristo nos ha conseguido(Galat. IV, 31); seremos defensores de la verdad, quenos hará siempre libres —veritas liberabit vos (Ioann.VIH, 32); seremos agradecidos, afables, generosos, tra-bajadores; seremos amigos sinceros, leales, fieles —vosautem dixi amicos!, dijo Jesús (Ioann. XV, 15); sere-mos obedientes a nuestros Directores, dentro de los lí-mites definidos por nuestro derecho peculiar; y sabre-mos reparar gustosos los errores que cometamos, recor-dando lo que os he enseñado tantas veces: que una demis mayores alegrías es rectificar, cuando la rectifica-ción es de justicia.

Hemos de trabajar: porque el Señor nos creó pa-ra el trabajo, aun antes del pecado original (Genes.//, 15). Después del pecado original, el Creador mandóal hombre en castigo que trabajara, y estamos por tan-to también obligados a trabajar por un deber de jus-ticia 3.

La justicia llena nuestra vida, alcanza a nuestrasrelaciones con Dios y con los demás hombres. Bien

(3) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nn. 57-59.

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sabemos que con nuestra dedicación al servicio deDios y de las almas no hacemos nada extraordinario:cumplimos simplemente nuestra obligación. Nuncapodremos excedernos en la entrega: pobre monedaes la nuestra para pagar al Señor lo que en justiciale debemos. Esta consideración nos llevará a apartarde nosotros cualquier falsa compasión que podamossentir por nosotros mismos cuando el cumplimientode nuestras obligaciones exija algún sacrificio.

Acudamos a Santa María, la Virgen prudente yfiel, y a San José, su esposo, modelo acabado de hom-bre justo (cfr. Matth. /, 19). Ellos, que vivieron en lapresencia de Jesús, el Hijo de Dios, las virtudes quehemos contemplado, nos alcanzarán la gracia de quearraiguen firmemente en nuestra alma, para que nosdecidamos a conducirnos en todo momento como discí-pulos buenos del Maestro: prudentes, justos, llenos decaridad *.

(4) Amigos de Dios, n. 174.

LUNES 423

LUNES

376.

—Nuestro paso por la tierra es transitorio: un día hemosde morir.—Viviendo desprendidos de todo, nos preparamos para elencuentro definitivo con el Señor.—Si somos fieles, con la muerte alcanzaremos la felicidadplena; pero hemos de morir viejos, después de una larga vi-da de trabajo para Dios.

NADA ven los hombres tan a diario como lamuerte, y nada olvidan tanto como la muerte '. Esésa una gran verdad en la vida de los hombres: todoshemos de morir. Llegará un día, más o menos lejano,en el que rendiremos cuentas a nuestro Padre Dios.El paso por la tierra es sólo un periodo de pruebaque el Señor nos regala. Pero no tenemos aquí ciu-dad permanente —advierte la Sagrada Escritura—;vamos en busca de la que está por venir2.

"Non habemus hic manenten civitatem" —no sehalla en esta tierra nuestra morada definitiva. — Y, pa-ra que no lo olvidemos —nos recuerda nuestro Pa-dre—, aparece con crudeza, a veces, esta verdad a lahora de la muerte: incomprensión, persecución, despre-cio... — Y siempre la soledad, porque —aunque estemosrodeados de cariño— cada uno muere solo.

(1) San Euquerio, Epístola paraeneíica de coníemptu mundi.(2) Hebr. XIII. 14.

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—¡Soltemos ya todas las amarras! Preparémonos decontinuo para ese paso, que nos llevará a la presenciaeterna de la Trinidad Santísima 3.

La vida es corta, bien limitada en el tiempo, y eltiempo es nuestro tesoro, el "dinero" para comprar laeternidad 4. Nuestros días se acabarán, y seremos juz-gados por las obras que hicimos a lo largo de nues-tra carrera. Nada terreno tiene un valor permanente:esto de aquí es un continuo acabarse: aún no empiezael placer y ya se termina 5. El Señor vendrá a llevar-nos, y vendrá una sola vez. Nos debe encontrar dis-puestos, para así llegar a la felicidad que no tienefin. Siempre. —¡Para siempre! —Palabras manoseadaspor el afán humano de prolongar —de eternizar— loque es gustoso.

Palabras mentirosas, en la tierra, donde todo seacaba 6.

Somos caminantes, y para andar hay que apoyarlos pies en la tierra; pero sin olvidar que nuestra vis-ta ha de estar fija en el final del trayecto: vivir cadaminuto con la conciencia de ser caminantes haciaDios.

La muerte, nos recordaba nuestro Padre, llegaráinexorable. Por lo tanto, ¡qué hueca vanidad centrar laexistencia en esta vida! Mira cómo padecen tantas y

(3) Surco, n. 881.(4) Surco, n. 882.(5) Camino, n. 753.(6) Camino, n. 752.

LUNES 425

tantos. A unos, porque se acaba, les duele dejarla; aotros, porque dura, les aburre... No cabe, en ningúncaso, el errado sentido de justificar nuestro paso por latierra como un fin.

Hay que salirse de esa lógica, y anclarse en laotra: en la eterna. Se necesita un cambio total: un va-ciarse de sí mismo, de los motivos egocéntricos, queson caducos, para renacer en Cristo, que es eterno 7.

HABLABA Jesucristo a la muchedumbre cuan-do, de repente, se vio interrumpido por uno de entrela multitud8. Aquel hombre quería plantearle unproblema que le ocupaba por completo: Maestro, di ami hermano que reparta la herencia conmigo 9. El Se-ñor aprovecha para advertirnos que no pongamos elcorazón en las cosas materiales: estad alerta —nosdice— y guardaos de toda avaricia, porque si alguientiene abundancia de bienes, su vida no depende deaquello que posee. Y les propuso una parábola di-ciendo: las tierras de cierto hombre rico dieron mu-cho fruto... 10.

Jesús describe con viveza la abundancia de bie-nes de aquel personaje, con los que tantas accionesbuenas podía haber hecho; pero como era un hom-

(!) Surco, n. 879.(8) Ev. (Luc. XII, 13).(9) Ibid.(10) Ibid., 15-16.

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bre necio, puso su corazón en las riquezas. Descansa,se animaba a sí mismo, come, bebe, pásalo bien. PeroDios le dijo: insensato, esta misma noche te reclamanel alma; lo que has preparado, ¿para quién será? u.

La enseñanza es clara: hemos de vivir desprendi-dos de los bienes materiales, prontos a dar razón aDios en cuanto nos llame a cuentas. El que consideracómo será en la muerte (...) nada transitorio apetece,ni se deja llevar por los deseos de la vida presente, si-no que se considera a sí mismo casi muerto, porqueno ignora que ha de morir 12.

Nada de lo que aquí gozamos nos acompañará ala tumba. Por eso nos aconsejaba nuestro Fundador:no pongas tus amores aquí abajo. —Son amores egoís-tas... Los que amas se apartarán de ti, con miedo y as-co, a las pocas horas de llamarte Dios a su presencia.—Otros son los amores que perduran 13. Iremos sin na-da ante la presencia de Dios; ¿para qué agarrarnos alas cosas? Son un peso muerto, un fardo en la mar-cha, que hace difícil el camino; y al final, irremisi-blemente, tendremos que abandonarlas. Ante Dios,sólo tienen valor las buenas obras.

Desprendimiento absoluto de todo lo terreno.Ninguna otra cosa debe anidar en vuestros corazo-nes y en vuestros espíritus —nos dice San Cipr iano-más que los preceptos divinos y los avisos del Cié-

(11) Ibid., 19-20.(12) San Gregorio Magno, Moralia 13, 29, 33.(13) Camino, n. 678.

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lo (...). No penséis en la muerte, sino en la inmortali-dad; no en los dolores temporales, sino en la gloriaeterna H. Nuestro Fundador nos enseñaba cómo he-mos de prepararnos para ese momento decisivo: tehas consolado con la idea de que la vida es un gastar-se, un quemarla en el servicio de Dios. —Así, gastán-donos íntegramente por El, vendrá la liberación de lamuerte, que nos traerá la posesión de la Vida 15.

¿NO HAS oído con qué tono de tristeza se lamen-tan los mundanos de que "cada día que pasa es morir

"O

un poco íPues, yo te digo: alégrate, alma de apóstol, porque

cada día que pasa te aproxima a la Vida 16.Para los hijos de Dios, para los que confían en la

misericordia de su Padre del Cielo, la muerte es elencuentro definitivo —por largo tiempo esperado—con el Señor y con su Madre bendita. ¿Quién estandolejos, no se apresura a volver a su patria? ¿Quién, apunto de embarcarse para ir a los suyos, no deseaviento favorable para poder abrazarlos cuanto antes?Nosotros tenemos por patria el paraíso, por padres alos patriarcas; ¿por qué, pues, no nos apresuramos yvolvemos para ver nuestra patria, para poder saludara nuestros padres?

(14) San Cipriano, Epístola 6, 2, 1.(15) Surco, n. 883.(16) Camino, n. 737.

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Nos esperan allí muchas de nuestras personasqueridas, nos echa de menos la numerosa turba depadres, de hermanos, de hijos, seguros de su salva-ción, pero preocupados todavía por la nuestra. ¡Quéalegría tan grande para ellos y para nosotros llegar asu presencia y abrazarlos, qué placer disfrutar allí delreino del cielo sin temor a la muerte, y qué dicha tansoberana y perpetua tener una vida sin fin!

Allí el coro glorioso de los apóstoles; allí el gru-po de los profetas gozosos; allí la multitud de innu-merables mártires, que están coronados por los méri-tos de su lucha y de sus sufrimientos; allí las vírge-nes, que triunfaron de la concupiscencia de la carnecon el vigor de la castidad; allí los galardonados porsu misericordia, que hicieron obras buenas, soco-rriendo a los pobres con limosnas, que, por cumplirlos preceptos del Señor, cambiaron su patrimonio te-rreno por los tesoros del Cielo. Corramos, hermanosamadísimos, con insaciable anhelo tras éstos, paraestar enseguida con ellos; deseemos llegar pronto aCristo ".

A los "otros", la muerte les para y sobrecoge. —Anosotros, la muerte —la Vida— nos anima y nos im-pulsa.

Para ellos es el fin; para nosotros, el principio ls.Será un despertar lleno de luz, de hermosura, de

(17) San Cipriano, De mortaülate 26.(18) Camino, n. 738.

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Amor, después de trabajar mucho en la tierra por lasalmas. Llegará cuando Dios quiera, pero no debemosdesearla. Cuando se habla de la muerte, nuestro Fun-dador exclama: morir: ¡qué comodidad! Alguna vez,comentando los conocidos versos: "Ven muerte, tanescondida, I que no te sienta venir, /porque el placerde morir I no me torne a dar la vida", nuestro Padredice que comprende ese deseo de encontrarse conDios, definitivamente y para siempre, en el Cielo, pe-ro que no comparte ese deseo de morir, porque —re-pite— es una comodidad 19.

Nuestra vocación nos lleva a desear morir vie-jos, después de muchos años de trabajo en bien delas almas. Por eso, el Padre suele decir que cuandoDios Nuestro Señor se lleva a algún miembro de laObra siendo aún joven, su primera reacción es la deenrabietarse filialmente con Nuestro Padre Dios: va alsagrario, y exclama: ¡Señor!, ¿cómo te lo has llevadotan joven, si son tan pocos los que te quieren, y estehijo podía trabajar tanto por ti, todavía? Y a conti-nuación, nuestro Padre recita el Fiat, adimpleatur...,aceptando plenamente la voluntad de Dios, aunqueno la entienda 20.

A Santa María le pedimos que nos alcance estagracia del Señor y que, cuando Jesús quiera, sepa-mos recibir alegremente la muerte: ruega por noso-tros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

(19) Instrucción, 8-X1M941, nota 159.(20) Instrucción, 31-V-1936, nota 17.

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377.

MARTES

—Hemos venido a la Obra para servir.

—Ese afán de servicio se muestra en la obediencia efectiva alos Directores.

—Cumplir la voluntad de Dios es lo único importante.

AL LLAMARNOS a su Obra, Dios mismo ha sem-brado en nuestro corazón el buen espíritu del OpusDei, que es universal, que ama a todas las almas sin ex-cepción, que no es nacionalista, que lleva a la alegría enla entrega generosa, que es de servicio y no de triunfo,¡que es espíritu de amor!'. Hemos venido a la Obra pa-ra imitar a Jesucristo, que no vino a ser servido, sino aservir y dar su vida en redención por muchos 2; y estadecisión de amor se ha convertido en el hilo conduc-tor, en la clave de nuestra existencia.

Desde el principio, el afán de servir ocupó el co-razón y la mente de nuestro Padre: si la Obra no sir-ve a la Iglesia —afirmaba—, no sirve para nada: ¡pa-ra eso ha nacido, para eso la ha querido Dios!3. Y nosinculcó la necesidad de hacernos siervos de los de-más, por amor: para servir, servir, os he repetido mu-chas veces, pues en esa frase se condensa una gran

(1) De nuestro Padre, Carta, 16-VM960, n. 13.(2) Matth. XX, 28.(3) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 6.

MARTES 431

parte de nuestro espíritu: servicio a Dios, repito, a suSanta Iglesia y al Romano Pontífice; servicio a todaslas almas; especialmente a los que el Señor ha puestojunto a nosotros, dándoles la vocación al Opus Dei, oa aquellos otros que —no teniendo vocación— recibenel influjo del ejemplo y de la doctrina, que es tambiénotro servicio apostólico *.

Siguiendo la doctrina del Señor, en la Obra he-mos aprendido a servir. Escribió nuestro Fundadorpara cada uno de nosotros: olvídate de ti mismo...Que tu ambición sea la de no vivir más que para tushermanos, para las almas, para la Iglesia; en una pa-labra, para Dios 5. Servir, hacer fácil el camino a losdemás: ésa es la aspiración de nuestra vida. El celoapostólico nos lleva a servir generosamente, con ale-gría y con espíritu de sacrificio, a los que nos rodean;y hace que nos consideremos como siervos de los de-más hombres: entendemos que no basta ser testimonio,sino que es preciso llevar a la cabeza, al corazón y ala conducta de toda la humanidad, la doctrina y elamor de Jesucristo, Señor Nuestro 6.

Con este servicio de amor, renunciamos a buscarfines personales, para conformarnos en todo a la vo-luntad de Dios. Esta renuncia tiene una insospechadaeficacia liberadora: la sujeción divina, que librementehemos buscado y aceptado, nos libra de la esclavitud

(4) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 9.(5) Surco, n. 630.(6) De nuestro Padre, Carta, 28-IIM955, n. 11.

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del diablo y del señuelo de las cosas terrenas. Nos he-mos hecho siervos de Dios y de las almas para ganaruna libertad más alta, la libertad del amor con la queCristo nos ha liberado \ Y, frente a las incertidumbresy al desasosiego en que se consumen muchas vidas, te-nemos la dicha grande de saber que, si obedecemos,estamos haciendo siempre lo mejor.

ES MENESTER que con la mayor diligenciaatendamos a lo que hemos oído 8. Nuestro afán porservir se concreta en un cumplimiento eficaz y ope-rativo de lo que Dios quiere. El Señor no se confor-ma con palabras: obras son amores, y no buenas ra-zones. ¿Cómo haré yo para que mi amor al Señor con-tinúe, para que aumente?, me preguntas encendido.

—Hijo, ir dejando el hombre viejo, también con laentrega gustosa de aquellas cosas, buenas en sí mis-mas, pero que impiden el desprendimiento de tu yo...;decir al Señor, con obras y continuamente: "aquí metienes, para lo que quieras"9.

Jesucristo nos incita, en el Evangelio de la Misade hoy, a no descuidar esta lucha: tened ceñidasvuestras cinturas y las lámparas encendidas, y estadcomo quienes aguardan a su amo cuando vuelve delas nupcias, para abrirle al instante en cuanto venga

(7) Galal. IV, 31.(8) Hebr. II, 1.(9) Forja, n. 117.

MARTES 433

y llame 10. Debemos estar siempre atentos al quererde Dios. Cuando correspondimos a la llamada, abri-mos totalmente nuestra alma al Señor. Aquella pri-mera decisión fue un acto de identificación con elquerer de Dios que sometió a El toda nuestra exis-tencia. Pero el compromiso de amor que hemos con-traído ha de realizarse a lo largo de la vida porqueelección divina significa —¡y exige!— santidad per-sonal u. No vamos a regatear, al cabo de los años, loque generosamente ofrecimos en la juventud. Por es-to —exhorta el Apóstol Santiago—, deponiendo todasordidez y resto de maldad, recibid con mansedum-bre la palabra sembrada en vosotros, capaz de salvarvuestras almas. Ponedla en práctica y no os conten-téis sólo con oírla, pues os engañaríais 12.

Hemos de ser prontos en la docilidad. Uno es elcamino recto, una la puerta que conduce al Reino,porque una es la forma de ser buenos y fieles: lalealtad a la propia vocación, la vigilante prontitudpara responder siempre a las continuas invitacionesdel Señor. Sólo una cosa hay que buscar con todoempeño: que se cumpla lo que se dice y que la obe-diencia se muestre por las obras. Entonces, sí, enton-ces lo habremos conseguido todo". Reconocemosesas llamadas divinas en los consejos que recibimos

(10) Ev. (Luc. XII, 35-36).(11) Forja, n. 58.(12) Iacob. I, 21-22.(13) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 17, 7.

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en la Confidencia y en la Confesión. Por eso insistíanuestro Padre: recibe los consejos que te den en la di-rección espiritual, como si viniesen del mismo Jesucris-to 14. Y a propósito de un conocido pasaje del Éxodo,nuestro Fundador comentaba: si escuchas su voz yhaces cuanto él te diga, yo seré enemigo de tus enemi-gos y afligiré a los que te aflijan (Exod. XXIII, 22):oír y hacer; obras, no palabras; hacer, moverse en elservicio de Dios, con un movimiento que a veces notiene ninguna manifestación externa, porque es luchainterior, y que otras veces se traduce en apostolado n.

OJALA pueda decirse que la característica que de-fine tu vida es "amar la Voluntad de Dios"16.

El Señor siente predilección por los que cum-plen amorosamente su Voluntad: lo muestra a menu-do en la Escritura: he hallado a David, hijo de Jesé,varón según mi corazón, que cumplirá en todo mi vo-luntad n. El cumplimiento de esta Voluntad es loúnico importante en la vida. Tres puntos importantí-simos para arrastrar las almas al Señor, indicabanuestro Padre: que te olvides de ti, y pienses sólo enla gloria de tu Padre Dios; que sometas filialmente tuvoluntad a la Voluntad del Cielo, como te enseñó Jesu-cristo; que secundes dócilmente las luces del EspírituSanto 18.

(14) Forja, n. 125.(15) De nuestro Padre, Meditación, 2X1955(16) Forja, n. 48.(17) Act. XIII, 22.(18) Surco, n. 793.

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Cumplir la Voluntad de Dios: he aquí el progra-ma que ha de llenar nuestra vida. Nuestra oraciónha de discurrir frecuentemente por esos derrote-ros: "amo la Voluntad de mi Dios: por eso, en comple-to abandono, que El me lleve como y por donde quie-ra"19. En vano trabajaríamos, en vano gastaríamosnuestros días en el apostolado si no nos sujetáramosen todo al querer divino. Si no viviéramos una obe-diencia efectiva, exacta, operativa, vana sería nues-tra carrera: corres bien, pero fuera de camino 20, ex-clamaba San Agustín. ¿Y para qué sirve correr si nose llega a la meta? Obedecer..., camino seguro. —Obe-decer ciegamente al superior..., camino de santidad.—Obedecer en tu apostolado..., el único camino: por-que, en una obra de Dios, el espíritu ha de ser obede-cer o marcharse 21.

Muchas veces nos habló nuestro Fundador de lanecesidad de la obediencia. En ocasiones utilizaba elsímil del que, aislado, pretendía ganar una guerra."Era un guerrillero —escribe—, y me movía por elmonte, disparando cuando me daba la real gana. Peroquise alistarme como soldado, porque comprendí quelas guerras las ganan, más fácilmente, los ejércitos or-ganizados y con disciplina. Un pobre guerrillero aisla-do no puede tomar ciudades enteras, ni ocupar el mun-do. Colgué mi escopetan —¡resulta tan anticuado!—, y

(19) Forja, n. 40.(20) San Agustín, Sermo 141, 4.(21) Camino, n. 941.

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ahora estoy mejor armado. A la vez, sé que no puedoya tumbarme en el monte, a la sombra de un árbol, ysoñar que yo sólito ganaré la guerra"22.

La Virgen María fue toda su vida ancilla Domini,esclava del Señor. Por su intercesión acudimos aDios, con palabras que la Iglesia pone esta semanaen la liturgia: Dios todopoderoso y eterno, te pedimosentregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincerocorazón 23.

(22) Surco, n. 409(23) Orat.

MIÉRCOLES 437

378.

MIÉRCOLES

—La obra de San Miguel es el cañamazo en que se apoya to-da la labor.—Necesitamos una continua formación.—Aprovechar todos los medios de formación que nos pro-porciona la Obra.

¿QUIEN piensas, preguntó el Señor a Pedro, quees el administrador fiel y prudente a quien el amopondrá al frente de su casa, para dar a tiempo la ra-ción adecuada? '. Y es Cristo mismo el que responde:dichoso aquel siervo, al que encuentre obrando así suamo cuando vuelva 2.

El Opus Dei es una familia de vínculo sobrena-tural, en la que se cumplen también estas palabrasde Cristo. Todos sus miembros se sienten llamadosa servir a sus hermanos y a todas las almas, peroesta función compete de modo particular a los Nu-merarios y Agregados. Por eso escribió nuestro Pa-dre que la obra de San Miguel es el fundamento, lafuerza que sostiene toda nuestra familia, la fuerzaque impulsa a vivir cristianamente a muchas otraspersonas: a esos jóvenes que procuramos acercar alOpus Dei, a nuestros parientes lejanos o cercanos, a

(1) Ev. (Luc. XII, 42).(2) Ibid., 43.

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los colegas, a los compañeros de oficio o profesión, alos amigos de cada uno.

En muchas ocasiones, al considerar esta gran res-ponsabilidad que cae sobre nuestras espaldas, se teocurrirá pensar, hijo mío, lo mismo que a veces piensoyo: ¿conmigo toda esa labor?, ¿conmigo, que soy tanpoca cosa? Hemos de abrir entonces el Evangelio deSan Juan, en el capítulo IX, y ver cómo Jesús cura losojos del ciego de nacimiento: con barro hecho del pol-vo de la tierra y de saliva. ¡Y ése es el colirio que de-vuelve la luz a unos ojos ciegos!

Eso somos tú y yo; todos los Numerarios y losAgregados somos eso. Con el conocimiento propio denuestra flaqueza, de nuestro ningún valer, pero con lagracia de Dios y nuestra buena voluntad, ¡somos coli-rio!: para dar luz, para prestar fortaleza a los demás ya nosotros mismos 3.

Apreciamos bien este amor de Dios, que se sir-ve de nosotros para una obra tan admirable, y que-remos agradecérselo aprovechando muy bien la for-mación que nos dispone a realizarla. Con gusto po-nemos todo nuestro esfuerzo, nuestros talentos ynuestra iniciativa, para que esa virtud sobrenatural,fuerza de Cristo, no se esterilice, ni se apague porel barro nuestro, que El quiere emplear en su laborde almas.

MIÉRCOLES 439

Nos dejaremos rehacer, para que se plasme másy más el espíritu de la Obra en nuestra vida, hastaser del todo Opus Dei. Sólo así podremos transmitira manos llenas ese buen espíritu, conscientes de quela formación —como nos ha enseñado nuestroFundador— está de modo especial en el ambiente queentre todos hacemos en una casa, en un Centro, en unaobra; en el ambiente que todos hacemos en el lugar detrabajo, en nuestra actuación pública como ciudada-nos. Luego no debéis perder este punto de mira sobre-natural, que necesitaremos siempre en la vida. No so-mos nada —somos de barro, que es peor—, y sin em-bargo somos colirio para curar esos órganos delicadísi-mos que son los ojos. Si queremos, el Señor pondrá elincremento de su gracia y realizaremos cosas maravi-llosas, porque habremos sabido contribuir a la forma-ción de los demás 4.

NUESTRA formación, por su misma naturaleza,no se acaba nunca. Un hombre se va haciendo pocoa poco, y nunca llega a hacerse del todo, a realizaren sí mismo toda la perfección humana de que lanaturaleza es capaz. En un aspecto determinado, pue-de incluso llegar a ser el mejor, en relación con todoslos demás, y quizá a ser insuperable en esa actividadconcreta natural. Sin embargo, como cristiano su cre-

(3) De nuestro Padre, Meditación, 6-III-1963. (4) De nuestro Padre, Meditación, 6-III-I963.

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cimiento no tiene límites 5. Por esta razón, jamás po-dremos pensar: ¡ya estoy formado!, porque aunquevivamos ochenta años —decía nuestro Fundador—,siempre hemos de recibir más formación, para mejo-rar la que tengamos 6.

Necesitamos que se nos repitan las mismasideas muchas veces, para asimilarlas mejor e incor-porarlas más profundamente a nuestra vida, paraque esa doctrina se transforme en obras, y haga muyde Dios las disposiciones más íntimas de nuestro co-razón. Por eso, en los Círculos, en la Confidencia, enlos Cursos anuales..., se nos insiste periódicamenteen los mismos temas. Y no cansa esa repetición, por-que de continuo experimentamos que nos hace falta;y la humildad arranca del Señor luces nuevas, hastadescubrir aspectos inéditos en temas aparentementemuy sabidos.

En las clases de San Rafael —se recuerda en lasnotas a una de las Instrucciones de nuestro Funda-dor—, cuando las daba el Padre directamente, al hacerla recapitulación de lo que había dicho en el día ante-rior, insistía siempre sobre los conceptos básicos de laObra: y comentaba, sonriendo, que le perdonasen, queentendiesen los chicos que el Padre debía proceder deese modo, y que se acordasen de la psicología del anun-cio; a base de oír una y otra vez la misma cosa, a fuerza

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de leer día tras día siempre lo mismo, cuando llega elmomento en el que se necesita algo determinado, seacuerda uno de aquello que oyó o que leyó frecuente-mente, y hace uso de lo que se le recomendaba por es-crito o de palabra. Pedagogía espiritual, que emplea elPadre, y que nosotros hemos de saber emplear tam-bién, siempre con don de lenguas 7.

Hijos míos, nos aconseja nuestro Padre, meditadmuchas veces los mismos argumentos. No consideréislas cosas una sola vez, insistid hasta que descubráis unnuevo Mediterráneo. ¿Y cómo yo no he visto antes estoasí de claro? Porque a veces somos durante muchotiempo como las piedras que dejan resbalar el agua,sin absorber ni una gota (...). Por eso es necesario vol-ver a discurrir sobre lo mismo, para empaparnos deesa bendición de Dios 8.

Todos los aspectos del espíritu de la Obra se en-trelazan íntimamente, de modo que al comprendercon más profundidad, o entregarnos más generosa-mente en alguna faceta de nuestra vocación, enten-demos y mejoramos en todas las demás. El espíritudel Opus Dei no es una fibra, es un tejido: virtudes,que se entrelazan unidas por la caridad. Cuando en elárbol hay un fruto maduro, hay otros muchos en elmismo árbol —si se podó a tiempo— que también es-tán a punto 9.

(5) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1931, n. 9.(6) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 160.

(7) Instrucción, 31-V-1936, nota 36.(8) De nuestro Padre, Meditación, 26-111963.(9) De nuestro Padre, Crónica 1-65, p. 9.

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442 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIX MIÉRCOLES

LA OBRA pone a disposición de todos sus hijoslos medios necesarios para su santidad. De un modocontinuo, con inmenso amor, vela por nuestra for-mación y buen espíritu —no es otra la misión de losDirectores—, y pide al Señor la gracia que nos llevaa esculpir su divina imagen en nuestras almas. Estecariño de Madre buena exige de nuestra parte unatotal correspondencia. Como los Numerarios y losAgregados hemos de ser ese colirio y esa fortaleza dela que antes os hablaba, de ahí que tengamos la obli-gación y el deber de una preparación oportuna. Todaesa preparación, toda esa organización familiar es pa-ra lograr aquel fin de santidad, que persigue la Obraentera y cada uno de mis hijos 10.

Es una empresa ardua, que sólo de la mano delSeñor y de nuestra Madre la Obra podremos llevar atérmino. Esta seguridad de caminar tras los pasosdel Señor hace además que, lejos de considerarnosalguna vez suficientemente formados, queramossiempre aprender, para amar más y mejor, para se-guir con garbo el camino. Por eso, los miembros dela Obra cada año asisten con la ilusión de la primeravez —y es un buen modo de vivir la humildad—, alos Cursos de formación: Semestres, Convivencias; yutilizan siempre, con constancia, todos los mediosque para formarse les proporciona la Obra ".

(10) De nuestro Padre, Meditación, 6-III-1963.(11) Catecismo, 5* ed., n. 254.

443

Para hacer eficaces estos medios espirituales yapostólicos, es preciso vivirlos según el espíritu dela Obra. No basta conocerlos: hay que aprender arealizarlos con su pleno sentido, tal como el Señorlos quiso para nosotros. ¿Veis cómo necesitamos for-mación —nos advertía nuestro Padre—, y una pre-paración específica, doctrinal y práctica; no sólo teó-rica? Lo hemos dicho muchas veces: para servir, ser-vir. Porque ¿qué otra cosa hacemos nosotros sino ser-vir? ¡Servir a Dios! Y este servicio nos supone la re-petición con empeño, con cariño, de muchos actosiguales, nos exige una preparación. Es lógico que,para este servicio de Dios, la Obra nos exija y nosdé la preparación necesaria: una formación humanay espiritual, doctrinal-religiosa, apostólica y profesio-nal —teórica y práctica—, basada en la doctrina cla-ra y segura de la Iglesia 12.

El Círculo Breve, la Confidencia, la Confesión, elretiro mensual y el curso de retiro..., todos los me-dios de formación que la Obra maternalmente nosproporciona, son una necesidad: con ellos penetra-mos mejor en la riqueza profunda del espíritu queDios ha querido para nosotros; nuestro criterio sehace más sobrenatural y se somete gustosamente acorrección y a mejora.

En la Obra, como en una buena familia, todosnos desvivimos por los demás. Cada uno es ocasión

(12) De nuestro Padre, Meditación, 6-III-1963.

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de estímulo, de ayuda y de apoyo para los otros. Conel buen ejemplo, con el cariño y la oración, con la co-rrección fraterna y la atención constante a cuantosnos rodean, nos comportamos como instrumentosqueridos por Dios para la formación de los demás.No olvides, hijo mío —nos insistía nuestro Padre—,que tú colaboras en la formación de tus hermanos y detantas almas, en todo momento: cuando trabajas ycuando descansas; cuando se te ve alegre o preocupa-do; cuando en medio de la calle haces tu oración dehijo de Dios y trasciende al exterior la paz de tu alma;cuando se nota que has llorado, y sonríes 13.

El Arcángel San Miguel y el Apóstol San Pedroharán eficaces las tareas de formación que les enco-mendamos. Y la Virgen Santa María, Spes riostra, Se-des Sapientiae, intercederá continuamente para queseamos cada día más Opus Dei.

(13) De nuestro Padre, n. 116.

JUEVES 445

379.

JUEVES

—El fin de nuestra vocación es santificarnos santificando.—Preocupación sincera por todas las almas.—Fe al hacer proselitismo.

LAS PALABRAS de Jesucristo, que leemos hoyen el Evangelio, tienen para todos nosotros una reso-nancia especial. He venido a traer fuego a la tierra—exclama el Señor—, ¿y qué quiero sino que ya ar-da? '. Y esto es así porque nuestro Fundador nos en-señó a hacerlas vida de nuestra vida, acicate perennede nuestro afán apostólico.

Durante años —nos escribía en 1959—, me en-cendía en amor de Dios la consideración del afán deJesús por incendiar el mundo con su fuego. Y no po-día contener dentro de mí aquel hervor que se abríaimpetuosamente en mi alma y que, expresándose enlas palabras mismas del Maestro, salía a gritos de miboca: ignem veni mittere in terram, et quid voló nisi utaccendatur?... Ecce ego quia vocasti me (Luc. XII, 49;I Reg. ///, 9); he venido a poner fuego en la tierra, ¿yqué quiero sino que arda?... Aquí estoy, porque mehas llamado 2.

En la Obra, lo tenemos bien experimentado, na-

(1) Ev. (Luc. XII, 49).(2) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 9.

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die puede santificarse si no es santificando a otrasalmas. Y esta necesidad se traduce inmediatamenteen proselitismo: el que tiene la palabra de la sabidu-ría —enseña San Gregorio—, pero no quiere emplear-la en provecho del prójimo, es semejante al que ponedinero en una bolsa y la tiene siempre atada. De ahíque esté escrito: "¿para qué sirve la sabiduría escon-dida y el tesoro oculto?" (Eccli. XX, 32)3.

Nuestra vocación contiene una promesa de feli-cidad inacabable, y su cumplimiento depende denuestra fidelidad en la correspondencia a la gracia.Pero es imposible una fidelidad no proselitista. Elhijo mío que no es proselitista... hace mal. Algo en élno anda bien. Porque el que ama de verdad su cami-no, siente la ambición de traer otras criaturas a su feli-cidad, porque el bien es difusivo. ¡Pobre del hijo míoque no tuviera este afán de traer otras almas!... *. Yaún insiste nuestro Fundador: hijos míos, cuando setiene un bien, cuando un alma es feliz, cuando sienteesta alegría interior, y posee esta dicha, procura darese bien y esa dicha a los demás. Por eso nosotros tene-mos el deber imperativo de hacer proselitismo; el deberde transmitir este don divino, y de procurar que hayaotras almas que sirvan al Señor en el Opus Dei5.

Este afán, que debe hacernos vivir con una santaintranquilidad, se muestra de ordinario consiguien-

(3) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelio 17, 5.(4) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 179.(5) De nuestro Padre, Noticias 111-60, p. 14.

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do vocaciones, porque la gracia de Dios no falta nun-ca. Hay que hablar frecuentemente en la Confidenciade este tema, examinarse cada noche y considerarlomuchas veces en la oración. En el camino de nuestravida, ¡cuántos corazones de compañeros vuestros po-déis hacer arder!

¿No os da pena contemplar a esa juventud, que bu-lle en medio del mundo, buscando inútilmente un ideal?—Gritadles: ¡locos!, dejad esas cosas pequeñas, que achi-can el corazón... y muchas veces lo envilecen..., dejadeso y venid con nosotros tras el Amor6.

NUESTRO deseo de identificarnos con Cristonos hace sentirnos responsables de la salvación detodas las almas. No podemos limitarnos a procurarla santidad de una persona solamente, o de unas po-cas, con falsas excusas que ocultarían desamor. Side verdad nos preocupa que todos se salven, encon-traremos la manera de llegar con nuestro celo apos-tólico a muchas personas. Hemos de sentir dirigidoa cada uno de nosotros el clamor de innumerablesvoces angustiadas, que gritan en la oscuridad de suvida, clamando por un ideal que valga la pena.¡Cuántas gentes hay, a nuestro paso, que esperan elaliento de una palabra, de una mirada, de un ejem-plo, para decidirse a amar a Dios sobre todas las co-

(6) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, nn. 4-5.

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sas y a servir a los demás por Dios! Por eso, insistenuestro Padre, ningún alma, ¡ninguna!, puede resul-tarte indiferente 7.

De la misma manera que una brasa es capaz deproducir siempre un incendio, así también cada nue-va vocación es garantía de que vendrán muchas más.La vocación a la Obra es una llama que ha de propa-garse, convirtiendo nuestra vida y la de quienes nosrodean en una brasa inextinguible. Este es el aposto-lado personal que cada uno de los miembros del OpusDei se siente movido a hacer de continuo, como si oye-ra a todas horas aquellas palabras divinas: ignem venimittere in terram, et quid voló nisi ut accendatur?; fue-go he venido a traer a la tierra, ¿y qué quiero sino quearda? (Luc. XII, 49).

Y el deseo de hacer arder en la tierra este fuego deCristo convierte a mis hijos en propagadores, en misio-neros de la perfección cristiana en medio de las tareastemporales; y, con su afán de proselitismo, atraen vo-caciones a nuestra Obra; o, al menos, ayudan a otrasalmas a resurgir de la muerte del pecado, a despertarsedel sueño de la tibieza, a elevarse sobre la mediocri-dad 8.

Todo en nuestra vida ha de responder a esa exi-gencia apostólica. No podemos permanecer inactivosante un mundo que se aleja de Dios. La tarea es in-mensa y urgente; de nosotros depende devolver el

(7) Forja, n. 951.(8) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 141.

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sentido cristiano a tantas gentes que esperan impa-cientes la conversación, llena de sentido sobrenatu-ral, de una persona amiga. Cuando llega el momento,que a todos acontece, de necesitar más vivamenteuna explicación divina a su quehacer humano, he-mos de estar cerca de los demás para ofrecérsela.

Nuestra vida se resume en ser mediadores entreDios y los hombres por nuestra identificación conJesucristo. Si vivimos de este modo, devolveremos laalegría a infinidad de almas, y las pondremos en víasde salvación. Todo depende de nuestra capacidad deenamorarnos del Señor, de identificarnos con El.Llevar Cristo a las almas y las almas a Cristo, eso de-be ser lo que dé sentido pleno a nuestra existenciade hijos de Dios en el Opus Dei. Lo demás es gangaque debemos quitar para no ocultar con esas impu-rezas los brillos del mensaje divino.

HAY QUE ser proselitistas porque somos Cristoque pasa, por el camino común a los hombres del mun-do fcfr. Luc. XVIII, 37)9: en nuestra vida se hace pre-sente Jesús, el Hijo de Dios, con su poder y su gracia.Como El, hemos de sentir la necesidad de multiplicar-nos, para poder ayudar a tantas almas. Hacen falta vo-caciones, muchas vocaciones. Él Señor no cesa de lla-mar a todos los hombres: ecce sto ad ostium et pulso: si

(9) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 82.

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quis audierit vocem meam et aperuerit mihi ianuam, in-trabo ad illum et coenabo cum illo, et ipse mecum; heaquí que estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mivoz y me abriere la puerta, entraré y cenaré con él, y élconmigo (Apoc. ///, 20). Poned estas palabras de SanJuan a la consideración de las almas que trabajáis parala Obra. No sois vosotros quienes llamáis: es El,¡Cristo!... —Jesús, que el día del juicio nos pedirá estre-cha cuenta de su llamada...: en aquel día, habremos deresponder no sólo del mal que hayamos hecho, sino delbien que dejemos de hacer 10.

Vendrán vocaciones si las pedimos, porque Diosestá dispuesto a dar su gracia. Ora, ofrece sacrificiosy trabájalos con tu ejemplo y con tu palabra n. Estosson los medios que nuestro Padre nos señaló paracooperar en la tarea *de traer nuevas almas a la Obrade Dios. La intensidad en la petición por el proseli-tismo, el desvelo por no escatimar ningún sacrificio,la alegría inquebrantable y permanente, serán la me-dida del buen espíritu con el que vivimos nuestra en-trega. Y si tenemos presente la necesidad de vocacio-nes que hay en todas partes, nos será más fácil man-tener vibrante nuestra preocupación por el proseli-tismo. Nadie está dispensado de hacerlo, de una ma-nera u otra, según sus circunstancias, porque siem-pre es posible: en la vejez, en la enfermedad, en lasocupaciones, por absorbentes que parezcan. En el

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(10) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, n. 83.(11) De nuestro Padre, Crónica VIII-59, p. 8.

proselitismo nunca podrá haber vacaciones. Seríamuy cómodo quedarnos aislados, en una casa de laObra, dedicados a pensar solamente en las cosas deDios: pero esto sería una traición a la Obra, y a lo queDios quiere de nosotros. Porque, para nosotros, las co-sas de Dios son las cosas del mundo, que hemos de ele-var al plano sobrenatural; y porque el espíritu queDios pide que tengamos es un espíritu apostólico, dehombres y de mujeres que —llenos de fortaleza— reco-rren los caminos de la tierra n.

Hemos de mirar en todas las direcciones: tene-mos el mundo por heredad. Si en nuestro círculomás próximo hubiera pocas posibilidades de encon-trar vocaciones, dirigiremos la mirada hacia un se-gundo círculo, hacia el tercero, o más allá si hicierafalta, pero siempre veremos campo para nuestroproselitismo.

Acabamos nuestra oración, con una súplica quehabrá de concretarse en propósitos bien determina-dos: ¡vocaciones, Señor, más vocaciones! No me impor-ta si la siembra fue mía o de otro —¡sembraste Tú, Je-sús, con nuestras manos!—; sólo sé que nos has prome-tido la madurez del fruto: "et fructus vester maneat!"—que vuestro fruto será duradero 13. Y ponemos estapetición urgente en manos de la Virgen: Sancta Ma-ría, Regina apostolorum, ora pro nobis, ora pro eis!

(12) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, nota 57.(13) Surco, n. 217.

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380.

VIERNES

—La lucha interior se encamina a revestirnos del hombrenuevo.—La salud y el descanso, y su relación con la lucha ascética.—Confiar en la ayuda de Dios y de la Virgen.

AL QUERER hacer el bien encuentro esta ley enmí: que el mal está junto a mí; pues me complazco enla ley de Dios según el hombre interior, pero veo otraley en mis miembros que lucha contra la ley de mi es-píritu y me esclaviza a la ley del pecado, que está enmis miembros'.

La experiencia de esta lucha entre el bien y elmal, entre el pecado y la gracia, de que nos hablahoy San Pablo, es de carácter universal. Sabemosque esto es así, predicó innumerables veces nuestroPadre. Tenemos la experiencia de que algo nos tirapara abajo. San Agustín decía que le tiraban de la ro-pa las pasiones malas: cosas que nos avergüenzan siconsentimos, cosas viles, cosas que no son propias deun hijo de Dios. Y a la vez tenemos en el corazón mu-chos deseos de cosas grandes, de sacrificios inmensos;ambiciones limpias, nobles, estupendas, de hacer elbien. Porque la ayuda de Dios nos levanta, nos llena

(1) L. 1 (I) {Rom. VII, 21-23).

VIERNES 453

de ideales y de limpieza: es la actuación del EspírituSanto en las almas 2.

Esta pelea íntima durará tanto como nuestra vi-da en la tierra. No es posible que no tengamos, ennuestra vida, algo que cambiar. Por eso, renovaminiautem spiritu mentís vestrae, et induite novum homi-nem, qui secundum Deum creatus est in iustitia etsanctitate veritatis; renovaos en el interior de vuestraalma, y revestios del hombre nuevo, que ha sido crea-do conforme a la imagen de Dios en justicia y santi-dad verdadera (Ephes. IV, 23-24) 3.

El descubrimiento de las propias faltas y erro-res, la necesidad constante de luchar, tantas vecescomprobada por cada uno en su vida personal, nodebe desanimarnos. Es evidente que todos nosotros te-nemos defectos. Pero —no lo digo para consolaros—,todos los hombres tienen miserias. Los santos tambiénlas tuvieron, han tenido errores hasta última hora. Sino hubieran tenido conocimiento de sus faltas, hubie-ran sido unos soberbios 4.

El Señor nos da su gracia: sólo pide de nuestraparte confianza y esfuerzo personal, una y otra vezrepetido, como hacen los deportistas. Nos lo hacíaconsiderar nuestro Padre en cierta ocasión, hablán-donos de las olimpíadas. Contemplaba con gusto aaquella gente: miraban dónde tenían que saltar; se

(2) De nuestro Padre, Dos meses de catequesis, II, p. 706.(3) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 36.(4) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 18.

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acercaban con la pértiga; probaban, volvían de nuevocon empeño grande, grande. Era para ellos una cosamuy importante saltar dos centímetros más. Probabanotra vez, y ¡nada! Pero no perdían el humor. No se lesveía tampoco muy alegres y, con la cabeza baja, deja-ban que los músculos se repusieran algo, se metíandentro de sí mismos a considerar aquel fracaso, vol-vían a la carga para superarlo. Insistían y, a la tercerao a la cuarta vez, ¡podían, alcanzaban la meta!

Vosotros y yo, para saltar y vencer, tenemos la gra-cia de Dios y la protección de Santa María. De modoque ¡podemos!, possumus!, diremos con aquellos pobre-citos Apóstoles que fueron atrevidos, pero que aún nosabían que, para poder, había que pasar por la Cruz.Nosotros lo sabemos. Y con la gracia de Dios y la ayu-da de Santa María, repito, possumus!, ¡podemos! Peroluchando. El que no lucha es un cobarde 5.

EL AUMENTO de trabajo, la falta de salud, lascontrariedades de la vida, pueden ser ocasión de quela lucha ascética se haga más pesada, menos llevade-ra. Si llegara a preocuparnos, sería la hora de escu-char y de poner en práctica el consejo de nuestro Pa-dre: decaimiento físico. —Estás... derrumbado. —Des-cansa. Para esa actividad exterior. —Consulta al médi-co. Obedece, y despreocúpate.

(5) De nuestro Padre, Dos meses de catequesis, II, p. 707.

VIERNES 455

Pronto volverás a tu vida y mejorarás, si eres fiel,tus apostolados '.

Muchas veces insistió nuestro Fundador en lanecesidad de descansar lo suficiente, para no llegara esas situaciones. En una de las notas a las Instruc-ciones leemos: suele comentar también que la prime-ra vez que oyó el refrán italiano —"quando il corposta bene, l'anima baila"; cuando el cuerpo está bien,baila el alma—, se extrañó, y le molestó, porque le pa-reció demasiado naturalista, y porque en cuerpos en-fermos hay almas llenas de gaudium cum pace, quesirven a Dios en la alegría del dolor; pero que luegoha rectificado, pensando que no es sino un modo grá-fico de expresar esa conveniencia de estar sanos, paraservir a Dios en el trabajo ordinario, que tan conti-nuamente nos predica 7.

En el Evangelio vemos cómo Jesús se preocupadel reposo de los suyos. En una ocasión, toma consi-go a los Apóstoles y les dice: venid vosotros solos aun lugar apartado, y descansad un poco. Porque eranmuchos los que iban y venían, y ni siquiera teníantiempo para comer6. Precisamente para rendir másen el trabajo apostólico, debemos cuidar el cuerpo,que precisa estar bien dispuesto, también físicamen-te, para secundar la acción de la gracia. Supondríafalta de sencillez no decir que nos conviene descan-

té) Camino, n. 706.(7) Instrucción, 31-V-1936, nota 129.(8) Marc. VI, 31.

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sar, cuando experimentamos esa necesidad, sabien-do que —como enseñó siempre nuestro Fundador—el descanso no es no hacer nada: es distraernos en acti-vidades que exigen menos esfuerzo 9.

Hay que tener presente la posibilidad de encon-trarse, durante una temporada, especialmente cansa-dos, para no confundir la tristeza —que responde aalguna mala disposición del alma— con lo que essimplemente manifestación de enfermedad o de ago-tamiento. A veces, nos advertía nuestro Fundador, sios encontráis tristes, no es que hayáis perdido la ale-gría sobrenatural, que proviene de sabernos hijos deDios: si acaso, habréis perdido la alegría fisiológica,de animal sano —porque estaréis cansados o enfer-mos—, y tendréis que abrir el corazón en la Confiden-cia; y distraeros, leyendo un libro o un montón de te-beos; o pidiendo permiso para cambiar de ciudad unosdías, para no pensar en nada más que en estar muyocupados viendo monumentos artísticos y rezando lasPreces y las tres avemarias de la noche. Y no os apuredecir al Director cualquier cosa que se os ocurra enton-ces, por brutal que os parezca 10.

SON SANTOS los que luchan hasta el final de suvida: los que se saben levantar siempre después de ca-da tropiezo, de cada caída, para proseguir valiente-

(9) Camino, n. 357.(10) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 129.

VIERNES 457

mente el camino con humildad, con amor, con espe-ranza n.

Tenemos la seguridad de que Dios no nos abando-na, de que los Directores nos encaminan certeramentepor la ruta debida. Aunque sintamos en el fondo delalma la rebeldía del cuerpo de muerte, que clama porsus fueros perdidos 12, no podemos perder nunca la paz.Escuchemos de nuevo a nuestro Padre: hijo mío, estásen la Obra porque El te ha llamado; y el mismo que tellamó te da su gracia, para que llegues a ser buen instru-mento; y te indica los medios, que son nuestras Normasy nuestras Costumbres. Cúmplelas, y vendrá el momentoen el que podrás decir, sintiendo esa verdad en lo másíntimo de tu alma: no soy yo el que vivo, sino que Cristovive en mí (Galat. //, 20) ".

Cuantos más defectos veamos en nuestra vida,cuanto más se rebele nuestro corazón, más y más de-bemos apoyarnos en los brazos de nuestro PadreDios, en los consejos de la Confesión y de la Confi-dencia, y en nuestros hermanos. Resistiremos así alos ataques del hombre viejo. No te avergüence descu-brir que en el corazón tienes el "fomes peccati" —lainclinación al mal, que te acompañará mientras vivas,porque nadie está libre de esa carga.

No te avergüences, porque el Señor, que es omnipo-tente y misericordioso, nos ha dado todos los medios

(11) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, nota 25.(12) Camino, n. 707.(13) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 84.

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idóneos para superar esa inclinación: los Sacramentos,la vida de piedad, el trabajo santificado.

—Empléalos con perseverancia, dispuesto a comen-zar y recomenzar, sin desanimarte 14.

Si actuamos así, aunque muchas veces no nosdemos cuenta, nuestra vida será hermosa, resplande-ciente a los ojos de Dios. Visité una vez una fábricade tapices —comentó nuestro Padre en una oca-sión—, donde copiaban uno, procedente de una casareal. Estaba ya terminada una gran parte del tapiz: sedibujaban con precisión y colorido caballeros, arma-duras, y el cielo azul muy hermoso. Luego lo miré pordetrás, y todo eran nudos, hilos sin apariencia... Así esnuestra vida: diariamente nos equivocamos una y otravez, y hay que hacer un nudo y seguir adelante: a con-tinuar trabajando, sin darnos cuenta de la belleza dela tarea. Si alguna vez pudiéramos contemplar el tapizpor delante, veríamos que el conjunto de aquellos hiloses magnífico, gracias a Dios y a nuestro pequeño es-fuerzo de cada día 15.

Para luchar de este modo durante toda la vida, yconfiando en la ayuda de Dios, acudimos hoy a la Vir-gen: que Ella presente este rato de oración ante su Hi-jo. No me dejes, ¡Madre!: haz que busque a tu Hijo; hazque encuentre a tu Hijo; haz que ame a tu Hijo... ¡contodo mi ser! —Acuérdate, Señora, acuérdate 16.

(14) Forja, n. 119.(15) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 84.(16) Forja, n. 157.

SÁBADO 459

381.

SÁBADO

—La parábola de la higuera estéril nos recuerda el deber de

dar frutos de apostolado y proselitismo.—No hay excusas para la ineficacia apostólica.—No engañarse con la abundancia de hojas. La humildad esgarantía de la verdadera eficacia.

ABRE de nuevo Jesús sus labios divinos. Lasgentes escuchan atentas las palabras del Señor cuan-do les decía esta parábola: un hombre tenía una hi-guera plantada en su viña, y vino a buscar en ella fru-to y no encontró. Entonces dijo al viñador: mira quehace tres años que vengo a buscar fruto en esta hi-guera sin encontrarlo; córtala, ¿para qué va a ocuparterreno en balde? \

Aquella higuera infructuosa es símbolo del pue-blo de Israel, que no rindió los frutos que Dios espe-raba, a pesar de los cuidados con que le trató, puesno reconoció a Jesucristo como Mesías e Hijo deDios. Pero también puede aplicarse esta parábola alos cristianos que se aislan en su egoísmo, se desen-tienden de la misión apostólica que el Señor les haconfiado, y no hacen fructificar los dones sobrenatu-rales recibidos de Dios.

(1) Ev. {Luc. XIII, 6-7).

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Para evitar que suceda esto en nuestra vida, nosha dicho nuestro Padre: reconoced vuestros fracasos,pero no hagáis alarde de indiferencia. ¡Cómo me dueleque un sacerdote o un religioso no busque vocacionespara el seminario diocesano o para su noviciado! Casisiempre es señal de que ellos mismos no están conten-tos de su vocación, de que no son felices, o incluso deque se sienten unos desgraciados. En cambio, cuandose ama esa predilección de Dios, que nos invita a cola-borar con El, a corredimir, entonces, sin tonterías hu-manas, sin cascabeles de la tierra, se tiene, no deseo,¡hambre de pegar esa locura a otros! Es algo que vienesolo, como el latir del corazón.

Dice San Agustín que quien logra la conversión deun alma tiene la suya predestinada. ¡Pues pensad lo queserá traer al camino de Dios, a la entrega, a otras almas!¡Algo maravilloso! Es como asegurarse un trozo grande,grande, de Cielo. Hijos míos, no os durmáis. Además,conseguir vocaciones nos sirve de tuerca y de contratuer-ca para que nosotros no abandonemos nunca el camino.

Los que no son proselitistas me dan la impresiónde que son unos fracasados. Porque el bien, de suyo,es difusivo. Si yo gozo de un beneficio, necesariamentetendré deseos eficaces de que otros vengan a participarde esa misma felicidad (...).

Cuando no metemos fuego o, al menos, calor en losque nos rodean, es que nos estamos apagando nosotros.El afán proselitista es señal clara de vida interior. Poreso, para nosotros, vivir el proselitismo en toda nuestra

SÁBADO 461

conducta es una necesidad, una manifestación capitalde amor a la vocación, y una sobreabundancia de vidainterior 2.

El aislamiento físico, si alguna vez se presenta,ha de ser un acicate más para el proselitismo, por-que se necesitan muchas vocaciones, y con más moti-vo en ese lugar adonde quizá no ha llegado aún el es-píritu de la Obra. Si alguno de mis hijos no tiene eseafán proselitista es que va mal: está moribundo, no lelate el corazón. Fomentad la ilusión de multiplicarospor mucho: nos llaman, hijos, del mundo entero y ne-cesitamos gente joven, bien formada, que vaya a tra-bajar a otros países 3.

EN LA parábola, no explica el Señor la razón dela esterilidad de la higuera, pero es evidente que noes defecto de la tierra. El árbol está plantado en me-dio de una viña fértil y extensa, y aun así no da fru-to. Hay algo en él, más que su misma inutilidad, quemueve a triste compasión. Y es que si una planta noda flor, si no da fruto, tampoco habrá semilla; y elque podría haber visto crecer a su alrededor árbolesnuevos y jóvenes, está destinado a quedarse solo, ais-ladamente solo en un campo donde no habrá quienocupe su puesto cuando él falte.

La higuera estéril bien podría compararse a esas

(2) De nuestro Padre, Tertulia, 29-XIM959.(3) De nuestro Padre, Crónica, 1969, p. 1055.

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personas que no han sabido amar, que se han encerra-do en un egoísmo inútil, que no han tenido la generosi-dad de entregarse. Su porvenir es la soledad y la tris-teza. Eso no puede ocurrimos a nosotros, porque elAmor de Dios es la savia que da vigor a nuestra vida yfrutos al apostolado y al proselitismo. Por eso, no hayexcusas para la ineficacia, exhorta nuestro Padre. Qui-zá dicen: no tengo conocimientos suficientes... ¡No hayexcusa! O afirman: es que la enfermedad, es que mi ta-lento no es grande, es que no son favorables las condi-ciones, es que el ambiente... ¡No valen tampoco esas ex-cusas! 4. Y no las hay porque, en cualquier situación,Dios nos concede abundantemente su gracia.

Proselitismo podemos hacer siempre —insistenuestro Fundador—: cuando somos jóvenes, y cuandollegamos a la madurez e incluso a la vejez; cuando es-tamos sanos y cuando caigamos enfermos. A ningúnhijo mío puedo dispensarle de hacer proselitismo, por-que sería tanto como dispensarle de tener vida interior.Y si alguno se disculpara a sí mismo, es que ya haperdido vibración, y quizá es ya un verdadero cadáverambulante. Pero no olvidéis que los muertos puedenresucitar, con la gracia de Dios 5.

La vibración proselitista hace que, en el OpusDei, a nadie pueda sucederle lo que a la higuera in-fructuosa: que llegó a encontrarse sola y vieja, sinretoños a los que transmitir su savia. Aunque nos ha-

(4) Amigos de Dios, n. 51.(5) De nuestro Padre, Tertulia, 29-XII-1959.

SÁBADO 463

liemos materialmente aislados, lejos físicamente deotros miembros de la Obra, nunca nos sentiremossolos. El consejo de nuestro Padre ha sido siempre elmismo: reunid un pequeño grupo de amigos —conocasión de una obra concreta de caridad o de cultu-ra— y, si vibráis, si tenéis espíritu, de ese núcleo de jó-venes virtuosos y cultos saldrán los nuevos apóstoles—con vuestro mismo ideal, con vuestro mismo sentir,con vuestra misma ansia y vibración—, que os sacarándel aislamiento 6.

Si en algún caso los frutos fueran escasos, seríael momento de buscar las causas de esa infecundi-dad, la ocasión para hacer examen y poner el reme-dio oportuno: ¿cómo va mi vibración apostólica?,¿qué mortificaciones concretas ofrezco por el prose-litismo?, ¿qué metas apostólicas me propongo cadadía? Es lo que hizo el encargado de la viña, cuandopropuso al dueño que no arrancara aún la higuerainfructuosa: señor, déjala también este año hasta quecave a su alrededor y eche estiércol, por si producefruto; si no, ya la cortarás 7.

Oración humilde y mortificación generosa sonlas armas para atraer la bendición de Dios. Sólo asíel campo será arado y recibirá, con la semilla genero-sa, los cuidados que pone el campesino. Y después,con la bendición de Dios, vendrá la cosecha 8.

(6) De nuestro Padre, Instrucción, l-IV-1934, n. 86.(7) Ev. (Luc. XIII, 8-9).(8) De nuestro Padre, Meditación, 4-H-1962.

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464 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXIX ', SÁBADO

LA MISERICORDIA y los cuidados que Dios pro-diga a las almas no tienen límite. Si alguna vez, a pe-sar de nuestros esfuerzos, vemos esterilidad en nues-tra vida, hemos de dar lugar en nuestro corazón a laesperanza, y no al desánimo. Porque Jesús es com-prensivo con nuestra flaqueza, y está siempre dis-puesto a brindarnos su perdón y su gracia. De nues-tra parte, ha de haber esos deseos de ahondar en lavida interior, de hundir sus raíces en el amor deDios y, a la vez, abrirnos con humildad, dócilmente, ala acción de la gracia.

Hemos de imitar en nuestra vida el ejemplo delos primeros Doce. Cuando el Señor los llamó, esta-ban junto a la barca vieja y junto a las redes rotas, re-mendándolas. El Señor les dijo que le siguieran; yellos "statim" —inmediatamente, "relictis ómnibus"—abandonando todas las cosas, ¡todo!, le siguieron...

Y sucede algunas veces que nosotros —que desea-mos imitarles— no acabamos de abandonar todo, ynos queda un apego en el corazón, un error en nues-tra vida, que no queremos cortar, para ofrecérselo alSeñor.

—¿Harás el examen de tu corazón bien a fondo?—No ha de quedar nada ahí, que no sea de El; si no,no le amamos bien, ni tú ni yo 9.

En nuestro afán por corresponder a la gracia delSeñor, debemos estar prevenidos contra un posible

465

engaño de la soberbia. La higuera de la parábola queestamos considerando, no tenía frutos; pero sus ho-jas le daban una apariencia de fuerza, de vida, defertilidad. Un alma podría escudarse también en lapantalla del activismo, que es apariencia, caricatura,pero no auténtico apostolado si faltan los frutos. ¡Aydel que se adorna con la hojarasca de un falso aposto-lado, del que ostenta la frondosidad de una aparentevida fecunda, sin intentos sinceros de lograr fruto! Pa-rece que aprovecha el tiempo, que se mueve, que orga-niza, que inventa un modo nuevo de resolver todo...Pero es improductivo. Nadie se alimentará con susobras sin jugo sobrenatural10.

No podemos dejarnos engañar; y así se lo pedi-mos al Señor: que nos grabe muy hondo aquellaspalabras de nuestro Padre: ninguno de mis hijospuede estar tranquilo, si no trae cada año cuatro o cin-co vocaciones que sean fieles, que puedan llamar Pa-dre —viviendo nuestro espíritu de filiación— al Padrenuestro que está en los cielos n.

Acudimos a la Virgen para que presente ante suHijo nuestros propósitos, humildes y decididos; que,por su intercesión, nos lleguen esas vocaciones quepedimos porque deseamos difundir el Reino de Diospor toda la tierra.

(9) Forja, n. 356.(10) Amigos de Dios, n. 51.(11) De nuestro Padre, Noticias IV-60, p. 23.

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382.

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

—La humildad es fundamento de toda la vida cristiana.—Imitar el ejemplo de humildad que nos da Jesucristo.—El conocimiento de las propias flaquezas ha de llevarnos acrecer en humildad.

LA IGLESIA pone hoy ante nuestros ojos aquellaparábola del Señor que resume dos actitudes de lacriatura ante su Creador. Dos hombres subieron alTemplo para orar: uno era fariseo, y el otro publica-no. El fariseo, quedándose de pie, oraba para susadentros: oh Dios, te doy gracias porque no soy comolos demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni.como ese publicano '.

Pagado de sí mismo, el fariseo, aunque da gra-cias a Dios por los beneficios recibidos, está cegadopor la soberbia, que le hace considerarse con dere-cho a despreciar a los demás. Pero el publicano, que-dándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar susojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:oh Dios, ten compasión de mí que soy un pecador2.El comentario de Jesucristo es elocuente: 05 digoque éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque

(l)£v. (C)(£uc. XVIII, 10-11).(2) lbid., 13.

DOMINGO 467

todo el que se ensalza será humillado, y todo el quese humilla será ensalzado 3.

Es malo el endiosamiento si ciega, si no deja vercon evidencia que tenemos los pies de barro, ya que lapiedra de toque para distinguir el endiosamiento buenodel malo es la humildad. Por eso —escribió nuestroFundador—, es bueno, mientras no se pierde la con-ciencia de que esa divinización es un don de Dios, gra-cia de Dios; es malo, cuando el alma se atribuye a símisma —a sus obras, a sus méritos, a su excelencia— lagrandeza espiritual que le ha sido dada.

¡Humildes, humildes! Porque sabemos que en parteestamos hechos de barro, y conocemos un poquito denuestra soberbia y de nuestras miserias... y no lo sabe-mos todo. ¡Que descubramos lo que estorba a nuestrafe y a nuestra esperanza y a nuestro amor! *.

La humildad forma parte esencial de la vidacristiana, porque esta virtud es la morada de la ca-ridad5. Y en este sentido decía San Agustín: si mepreguntáis qué es lo más esencial en la religión y enla disciplina de Jesucristo, os responderé: lo primeroes la humildad, lo segundo, la humildad, y lo terce-ro, la humildad6. Sin esta virtud, no puede habervida interior. Sin humildad, los frutos de la entregay del apostolado serían sólo aparentes, ilusión vana;

(3) lbid., 14.(4) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 6.(5) San Agustín, De sánela virginiíate 51.(6) San Agustín, Epístola 118, 22.

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por eso ha dicho aquél, que es el primer literato deCastilla, que la humildad es la base y el fundamentode todas las virtudes, y sin ella no hay ninguna quelo sea \

¿Eres humilde de verdad?, pregunta nuestro Pa-dre. ¿Eres capaz de mortificar tu amor propio, por ca-ridad? ¿Eres capaz de pasar por esas humillacionesque te pide Dios, en cosas que no tienen importancia,que no oscurecen la verdad? Pídele a Nuestro Señorque te conceda la humildad, porque con los años la so-berbia aumenta, si no se corrige a tiempo 8.

HEMOS de sacar una clara enseñanza al leerhoy este Evangelio: no podemos creernos el centro, demodo que pensemos que todo debe girar alrededor denosotros. Y lo peor —decía nuestro Padre— es que, sicaes en este defecto, cuando te digan que eres sober-bio, no te lo creerás; porque mientras el humilde secree soberbio, el soberbio se cree humilde 9.

A lo largo de toda su vida, Jesucristo nos dioejemplo de humildad. Siendo Todopoderoso, quisoaparecer como uno más, semejante en todo a loshombres, con excepción del pecado. Esa debe sertambién la aspiración de cada uno de vosotros, hijosmíos: pasar inadvertidos, imitar a Cristo, que perma-

(!) De nuestro Padre, Carta. 24-111-1931, n. 34.(8) De nuestro Padre, Meditación, 29-IIM959.(9) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21X1-1954.

DOMINGO 469

necio oculto treinta años siendo sencillamente el hijodel artesano (Matth. XIII, 55); imitar a María que,siendo Madre de Dios, gusta de llamarse su esclava:ecce ancilla Domini (Luc I, 38).

El Señor nos quiere humildes: esa humildad nosignifica que no lleguéis a donde debéis llegar en el te-rreno profesional, en el trabajo ordinario, y, desde lue-go, en la vida espiritual. Es preciso llegar, pero sinbuscaros a vosotros mismos, con rectitud de intención.No vivimos para la tierra, ni para nuestra honra, sinopara la honra de Dios, para la gloria de Dios, para elservicio de Dios: sólo esto nos mueve 10.

Por eso te aconsejo, repitió nuestro Padre en mu-chas ocasiones, que no busques la alabanza propia,ni siquiera la que merecerías: es mejor pasar oculto, yque lo más hermoso y noble de nuestra actividad, denuestra vida, quede escondido... ¡Qué grande es estehacerse pequeños!: "Deo omnis gloria!" —toda la glo-ria, para Dios n. Y la humildad que Jesucristo nos haenseñado a vivir hará que estemos cada día más cer-ca de Dios. Mira al publicano cómo ora en el templo:se quedó lejos, y por eso Dios se le acercó más fácil-mente. No atreviéndose a levantar los ojos al cielo, te-nía ya consigo al que hizo los cielos... Que no esté le-jos, o que lo esté, depende de ti. Ama, y se acercará;ama, y morará en ti (San Agustín, Sermo 21, 2) u.

(10) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1930, nn. 20-21.(11) Forja, n. 1051.(12) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 17.

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El ejemplo del Señor nos moverá a olvidarnos denosotros mismos para entregarnos sin reservas a losdemás: necesitas una entrega más plena, de tal mane-ra que, desapareciendo tú por la humildad y por lamortificación, venga Cristo a vivir en ti: non ego, vivitvero in me Christus (Galat //, 20) n.

Aprendamos a ser humildes, para ser eficaces.Es el yo, es la soberbia la que lo estropea todo. Que ospreocupéis de los demás, que os olvidéis de vosotrosmismos. Es Jesucristo, es el bien de las almas, es laIglesia, es la Obra quienes os lo exigen w.

¿PIENSAS que tus pecados son muchos, que el Se-ñor no podrá oírte? No es así, porque tiene entrañas demisericordia. Si, a pesar de esta maravillosa verdad,percibes tu miseria, muéstrate como el publicano (cfr.Luc. XVIII, 13): ¡Señor, aquí estoy, tú verás!15.

No podemos olvidarlo: nuestra condición es lade criaturas que nada tienen, que nada pueden sinsu Creador. Pero con El, todo lo alcanzaremos. Debe-mos, por eso, apoyarnos firmemente en Dios. No teturbe conocerte como eres: así, de barro. No te preocu-pe. Porque tú y yo somos hijos de Dios —y éste es en-diosamiento bueno—, escogidos por llamada divinadesde toda la eternidad: nos escogió el Padre, por Jesu-

(13) De nuestro Padre, Meditación, 2-III-1952.(14) De nuestro Padre, Noticias VI-59, p. 17.(15) Amigos de Dios, n. 253.

DOMINGO 471

cristo, antes de la creación del mundo, para que sea-mos santos en su presencia (Ephes. /, 4). Nosotros, quesomos especialmente de Dios, instrumentos suyos a pe-sar de nuestra pobre miseria, seremos eficaces si noperdemos la humildad, si no perdemos el conocimientode nuestra flaqueza 16.

Ante el espectáculo, tantas veces repetido, denuestras continuas faltas de humildad; ante esa ten-dencia casi innata —reliquia del pecado original— asobrevalorar la propia excelencia y a despreciar alos demás, nuestra actitud sólo puede ser una: pediral Señor que nos conceda una humildad profunda yserena, un conocimiento propio, cabal y verdadero,que nos haga vernos tal y como en realidad somos.Hoy podemos hacerlo con aquella oración compues-ta por nuestro Padre: Buen Jesús: si he de ser apóstol,es preciso que me hagas muy humilde.

El sol envuelve de luz cuanto toca: Señor, llénamede tu claridad, endiósame: que yo me identifique contu Voluntad adorable, para convertirme en el instru-mento que deseas... Dame tu locura de humillación: laque te llevó a nacer pobre, al trabajo sin brillo, a lainfamia de morir cosido con hierros a un leño, al ano-nadamiento del Sagrario.

—Que me conozca: que me conozca y que te conoz-ca. Así jamás perderé de vista mi nada n.

(16) De nuestro Padre, Cana, 24-111-1931, n. 20.(17) Surco, n. 273.

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Jesucristo espera que acudamos a El para col-marnos de su gracia y hacernos humildes. Señor, tepido un regalo: Amor..., un Amor que me deje limpio.—Y otro regalo aún: conocimiento propio, para llenar-me de humildad 18. Si acudimos a la intercesión de suMadre, que es también Madre nuestra, el Señor nosconcederá esta virtud, imprescindible para crecer ensantidad y llegar al Cielo.

(18) Forja, n. 185.

LUNES 473

383.

LUNES

—El Señor está dispuesto a sanarnos, si acudimos a El con

confianza.—La filiación divina nos hace afrontar los obstáculos con

optimismo.—Serenidad y alegría: características propias de los hijos de

Dios.

NARRA el Evangelio de la Misa de hoy que Jesúsestaba enseñando en una sinagoga, pues era día desábado. Muchos se habían congregado para escu-charle. Entre la muchedumbre, en una postura incó-moda, había allí una mujer poseída por un espíritu,enferma desde hacía dieciocho años, y estaba encor-vada sin poder enderezarse de ningún modo 1.

Probablemente al saber de los prodigios y mila-gros que Jesús realizaba, surgió en aquella mujer laesperanza de ser curada. Por eso, llegó con tiempo ala sinagoga para situarse en un lugar desde dondever al Señor, y desde donde pudiera ser vista porCristo.

Hijos míos —comentaba nuestro Padre—, estamujer conocía su enfermedad y pone el remedio. Si tú,mi hijo, tienes con frecuencia inquietudes, si con fre-cuencia las dificultades te quitan la paz, si has tenido

(l)Ev. (Luc. XIII, 11).

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alguna caída —algún error— reciente o pasado, máshondo de lo habitual, has de acudir al médico divino,has de hacer un repaso sincero, profundo, para descu-brir el mal y sus raíces. Porque muy bien puede suce-derte lo que a esta pobre mujer: habebat spiritum in-firmitatis (Luc. XIII, 11) y ¡fijaos bien! erat inclinata!;y no podía mirar al cielo. No podía mirar a las estre-llas; no veía el parpadeo de los luceros 2.

La enfermedad física de aquella mujer, bien pue-de compararse a la imposibilidad del hombre, sinayuda de la gracia, para despegar la mirada de lo te-rreno y contemplar lo divino. La permanencia en esaposición, si se cierra a la acción de Dios, inclina másy más hacia la tierra.

Yo sé, hijo mío, que es muy posible que no te pasenada de esto, aunque por alguna razón en particularte podría pasar. Pero si personalmente no te sirve, pue-de ayudarte al menos cuando la dificultad se presentepara otros hermanos tuyos a los que has de iluminarcon las luces de Cristo (...).

Yo no quiero tener hijos encorvados, porque noquieren enderezarse. Sé humilde. Reconoce tus yerros.Levanta la mirada al cielo. No te pongas a considerarlas cosas sólo desde tu punto de vista personal, egoísta.Ten fe, ten esperanza, ten seguridad en el amor queCristo tiene por ti. Y si alguna vez te parece que el ho-rizonte se cierra y se junta la tierra con el cielo, mira

(2) De nuestro Padre, Meditación, 15-1-1959.

LUNES375

al cielo. Que así harás mucho bien en la tierra: miran-do al cielo 3.

Nada más entrar en la sinagoga, Jesús adviertela presencia de aquella mujer. Conoce su esperanzay sus deseos de recobrar la salud, y se enternece an-te el esfuerzo que ha realizado para venir a escu-charle. Quizá aquella mujer, a pesar de lo costosoque le resulta levantar la mirada, ha hecho presentesu petición al Señor con un gesto suplicante.

Y te sigo leyendo el Evangelio a la letra —prose-guía nuestro Padre—: quam cum videret Iesus, voca-vit eam ad se et ait illi: mulier, dimissa es ab infirmi-tate tua (Luc. XIII, 12); como la viese Jesús, llamóla así, y le dijo: mujer, libre quedas de tu achaque 4. Ycuenta San Lucas que le impuso las manos, y al ins-tante se enderezó y glorificaba a Dios 5.

CADA uno de nosotros puede aplicarse las pala-bras de Jesús a aquella persona enferma. Piensa quete lo dice a ti el Señor amorosamente. Hijo mío, desdeahora ya puedes mirar al cielo. Desde ahora volverás atener el alma sana y tu vida llena de vibración sobre-natural.

Si os lo he dicho tantas veces, es porque lo he com-probado en repetidas ocasiones: que da paz y alegría y

(3) Ibid.4) Ibid.(5) Ev. (Luc. XIII, 13).

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seguridad y victoria saber que, si hago mal —una ton-tería y grande—, hablaré, lo contaré rápidamente, pe-diré ayuda, y todo se arreglará. Pondré en práctica losmedios que me digan, y seguiré adelante, porque tengovocación 6.

Nuestra confianza en el Señor no puede ser de-fraudada, porque somos hijos suyos. Ocurra lo queocurra en nuestra vida, esa verdad permanece inalte-rable: Dios nos quiere con predilección y cuenta connuestras miserias, si luchamos, para hacernos san-tos. Así discurría tu oración: "me pesan mis miserias,pero no me agobian porque soy hijo de Dios. Expiar.Amar... Y —añadías— deseo servirme de mi debilidad,como San Pablo, persuadido de que el Señor no aban-dona a los que en El confían".

—Sigue así, te confirmé, porque —con la gracia deDios— podrás, y superarás tus miserias y pequeneces 1.

Somos hijos de Dios: nada podrá darnos mayorseguridad para las horas buenas y para los momen-tos malos. No temáis nunca a nada ni a nadie, repe-tía nuestro Fundador: ni a Dios que es nuestro Padre.Nolite timere eos qui occidunt corpus, animam autemnon possunt occidere; no temáis a los que pueden ma-tar el cuerpo —hacer daño en la tierra—, y no puedenmatar el alma (Matth. X, 28)8. La filiación divina daseguridad a nuestra vida, da sosiego completo a

(6) De nuestro Padre, Meditación, 15-1-1959.(7) Forja, n. 294.(8) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 120.

LUNES477

nuestra existencia. Nada, ni siquiera los defectosque nos parezcan insalvables, pueden turbarnos.

Sed optimistas —continuaba nuestro Fundador—,ved la mano de Dios detrás de cada persona y de cadasuceso; vigilemus et sobrii simus, estemos en vela y viva-mos con templanza (I Thes. V, 6). Acordaos que el Señorha dicho: ecce ego mitto vos sicut oves in medio lupo-rum. Estote ergo prudentes sicut serpentes et simplicessicut columbae. Mirad que os envío como ovejas en me-dio de lobos. Por tanto, habéis de ser prudentes comoserpientes y sencillos como palomas (Matth. X, 16)9.

El optimismo —fruto de sentirnos protegidos porDios— nos hace contemplar la realidad como es; nossitúa ante los obstáculos que se levantan a nuestro pa-so. No se trata de cerrar los ojos, sino de considerarlas cosas con la luz de Dios, porque la filiación divinanos mueve a poner los medios, a trabajar, a ejercitarla prudencia, a encontrar el modo más adecuado desuperar la dificultad. Esa es la actitud de los hijos deDios en la Obra: conscientes, responsables, con deseode cumplir en todo la Voluntad del Señor; y al mismotiempo, seguros, serenos, porque nos mueve el amor ala Voluntad de nuestro Padre Dios.

DESCANSAD, hijos, en la filiación divina. Dioses un Padre, lleno de ternura, de infinito amor. Lla-

(9) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 121.

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madle Padre muchas veces, y decidle —a solas— quele queréis, que le queréis muchísimo: que sentís el or-gullo y la fuerza de ser hijos suyos 10.

Nuestro Padre deseaba que considerásemos fre-cuentemente, cada día, la filiación divina, porque deesa forma podremos vivir bien el espíritu de la Obra,que es garantía de serenidad y de eficacia. Ha de seruna consideración que nos llene de paz, de tranquili-dad, en medio de la lucha. Ha de ir penetrando la vi-da entera, en todas sus facetas, en cualquiera de susmanifestaciones, como el agua que empapa la tierra.

Necesitamos sentirnos hijos de Dios, hijos pe-queños que buscan a su Padre en los momentos difí-ciles. Cuando el horizonte aparece despejado, cuan-do descubrimos en nuestro caminar un mediterrá-neo: ¡gracias, Señor! Y si a lo largo de nuestra vidatropezamos con la Cruz, ¡gracias también!, porqueallí está Cristo, nuestro Hermano mayor, porque laSanta Cruz nos hace más hijos de nuestro Padre delCielo.

Nuestro Fundador nos contó en algunas ocasio-nes el momento preciso en que Dios quiso que nossintiéramos muy especialmente hijos suyos, precisa-mente en circunstancias en las que tenía encima gra-ves dificultades. Cuando el Señor me daba aquellosgolpes, por el año treinta y uno, yo no lo entendía (...).Y de pronto, en medio de aquella amargura tan gran-

(10) De nuestro Padre, n. 187.

LUNES 479

de, esas palabras: Tú eres mi hijo fPs. //, 7), tú eresCristo. Y yo sólo sabía repetir: Abba, Pater!; Abba,Pater!; Abba!, Abba!, Abba! Y ahora lo veo con unaluz nueva, como un nuevo descubrimiento: como se ve,al pasar los años, la mano del Señor, de la Sabiduríadivina, del Todopoderoso. Tú has hecho, Señor, queyo entendiera que tener la Cruz es encontrar la felici-dad, la alegría. Y la razón —lo veo con más claridadque nunca— es ésta: tener la Cruz es identificarse conCristo, es ser Cristo, y, por eso, ser hijo de Dios (...).

Señor, pido a tu Madre, a San José nuestro Patro-no, a mi Arcángel ministerial, que pidan para mí ypara mis hijos siempre este espíritu. Ne respicias pee-cata mea, sed fidem. ¡Esa fe, esa luz, ese amor a laCruz, a la muerte! Esa luz divina, que nos harásiempre comprender con claridad que vale la penaclavarse en la Cruz, porque es entrar en la Vida, em-briagarse en la Vida de Cristo. ¡La Cruz: allí estáCristo, y tú has de perderte en El! No habrá más do-lores, no habrá más fatigas. No has de decir: Señor,que no puedo más, que soy un desgraciado... ¡No!,¡no es verdad! En la Cruz serás Cristo, y te sentiráshijo de Dios, y exclamarás: Abba, Pater!, ¡qué alegríaencontrarte, Señor! n.

Serenidad, alegría. Porque tenemos por Padre alOmnipotente y por Madre a la Madre de Dios. Noexiste corazón más humano que el de una criatura que

(11) De nuestro Padre, Meditación, 28-IV-1963.

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rebosa sentido sobrenatural. Piensa en Santa María, lallena de gracia, Hija de Dios Padre, Madre de DiosHijo, Esposa de Dios Espíritu Santo: en su Corazóncabe la humanidad entera sin diferencias ni discrimi-naciones. —Cada uno es su hijo, su hija 12.

(12) Surco, n. 801.

MARTES

MARTES

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384.

—Hemos de ser levadura para la muchedumbre.—La Obra es ya árbol cuajado, pero debe crecer constante-mente hasta el fin de los tiempos.—Fidelidad responsable para ser eficaces en el proselitismo.

EL REINO de los cielos es semejante a la levadu-ra que tomó una mujer y mezcló con tres medidas deharina hasta que fermentó todo 1.

Para una visión exclusivamente humana, esasombroso el contraste entre aquellos pocos Apósto-les de los comienzos y la universalidad de la Iglesia.Pero es el modo de obrar de Dios. Dice San Pablo alos de Corinto: modicum fermentum totam massamcorrumpit2, un poco de levadura hace fermentar to-da la masa.

Algo similar ha sucedido con la Obra. Nació pe-queña, muy pequeña, pero con una misión universal,que abarcaba todo el mundo, hasta el fin de los tiem-pos: ser levadura en medio de la masa. Y comentabanuestro Padre: el efecto de la levadura no se producebruscamente. Decidlo a los hermanos vuestros de lasRegiones donde se está comenzando, donde pasan pe-nas y sufren porque todavía son pocos. No se produce

(1) Ev. {Luc. XIII, 21).(2) I Cor. V, 6.

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ese efecto violentamente, ni parcialmente, sino que lalevadura actúa calladamente, sin violencia, por unavirtud intrínseca, y sobre toda la masa. El fermentovuelve la pasta ligera y tierna, la hincha, la hace pro-pia para la alimentación. Sin levadura, la harina y elagua no darían más que una masa compacta, indiges-ta, malsana 3.

A veces parecerá más lenta la acción del fermen-to, e incluso pasará casi inadvertida. La fe nos ase-gura entonces que, si ponemos los medios sobrenatu-rales y humanos propios de nuestro espíritu, el frutose recoge siempre. En una meditación predicada en1962, nuestro Fundador movía a un grupo de herma-nos nuestros a considerar el desarrollo de la Obradesde los comienzos; y lo hacía recurriendo a anti-guas notas de su predicación. Consulto ahora unapunte del año 1935 —decía— que, si no puede apli-carse ya a la Obra en su conjunto, para muchas Re-giones sigue siendo muy actual. Es una consideraciónque dejará alegría y paz a las hijas y a los hijosmíos que están comenzando en diversos lugares delmundo. Nuestra misión es divina; nuestra misión esmisión de eficacia y de victoria; pero —está escrito enesta ficha— somos pocos (...). Y después añadía: ¿que-remos ser más? —parece una pregunta superflua...—,¡pues seamos mejores!

Hijos de mi alma, si vivimos con este sentido de

(3) De nuestro Padre, Meditación, 27-111-1962.

MARTES 483

responsabilidad, tratando de ser mejores cada día, ob-tendremos del Señor, cada día con mayor abundancia,la gracia de la vocación para tantas personas, para sermejores y ser más, para dejar de ser pocos 4.

EL REINO de los Cielos es también semejante aun grano de mostaza, que tomó un hombre y lo echóen su huerto, y creció y llegó a ser un árbol, y las avesdel cielo anidaron en sus ramas 5.

Esta parábola simboliza y explica el desarrollode la Iglesia de Cristo, y el crecimiento de esta ramaviva de la Iglesia, que es el Opus Dei. El 2 de octubrede 1928, sólo había un deseo explícito del Señor dehacer germinar una semilla pequeña, apenas percep-tible. Únicamente nuestro Fundador era conscientede esa labor, con la certeza de que había de realizaruna labor universal, ancha, de polo a polo.

Carísimos, escribía en 1934, cuando la Obra eraaún la pequeña semilla escondida en el surco: Enmis conversaciones con vosotros repetidas veces hepuesto de manifiesto que la empresa, que estamos lle-vando a cabo, no es una empresa humana, sino unagran empresa sobrenatural, que comenzó cumpliéndoseen ella a la letra cuanto se necesita para que se la pue-da llamar sin jactancia la Obra de Dios; de la que for-mamos parte por elección divina —ego elegi vos

(4) De nuestro Padre, Meditación, 27-111-1962.(5) Ev. [Luc. XIII, 19).

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íloann. XV, 16)—, con el fin de que seamos en el mun-do imitadores de Jesucristo Señor Nuestro, sicut filiicarissimi, como hijos queridísimos (Ephes. V, 1).

Tiene por base piedras desechadas por los que edi-ficaron (Act. IV, 11). No encontraréis aquí altos jerar-cas de la Iglesia, ni hombres de prestigio nacional. Sulabor apenas se ve sobre la tierra: está debajo, crecehacia dentro. ¡Ya llegará la hora de subir!6.

La semilla fue creciendo, y la planta recién naci-da superó los obstáculos que encontraba a su paso:las piedras, las espinas, los pisotones de los desa-prensivos. El arbusto se ha hecho árbol grande, por-que Jesucristo, el Jardinero divino, lo cuida con pre-dilección, y sus ramas se han extendido por innume-rables naciones. Y ahora, como en una nueva Pente-costés, se oyen diversas lenguas, manifestación del Es-píritu de Dios, de la catolicidad de nuestro espíritu 7.Gentes de todas partes, aves que acuden al cobijo dela sombra divina de sus ramas, porque es árbol paratodos, y para todos tiene frutos de santidad. NuestraObra es tan hermosa que llena las aspiraciones de to-das las almas. Han pasado muchos años y el Señor nosha confirmado en la fe, dándonos tanto y más de loque veíamos entonces 8.

Ya no se precisa la fe en el crecimiento de aque-lla pequeña semilla, porque el Opus Dei es —por la

(6) De nuestro Padre, Instrucción, 19-111-1934, nn. 1-2.(7) De nuestro Padre, Meditación, 29-IIM959.(8) De nuestro Padre, Crónica 1-64, p. 62.

MARTES 485

bondad de Dios— un árbol con raíces profundas, só-lidamente fundadas en la corriente de la gracia. Perono hemos de poner límites humanos a las obras divi-nas: el Señor quiere que se dilate mucho más aún,que se desarrolle en extensión e intensidad por elmundo, entero. El Opus Dei es un gran instrumentopara hacer feliz a la humanidad y a nosotros mismos,si somos fieles. ¡Si sois fieles, qué siembra de paz!9.

Entendemos bien la parábola del Señor, y le pe-dimos saber responder con fidelidad a las exigen-cias divinas en las batallas diarias de amor que he-mos de pelear para extender su reinado en todoslos corazones.

NUESTRA unión con Cristo es el verdadero fun-damento de toda la eficacia de la labor. Semejante alsol, escribe San Basilio, que deja más reluciente elcristal que toca y penetra con sus rayos, el EspírituSanto abrillanta las almas en que habita: por efectode su presencia, son como otros tantos focos que es-parcen a su alrededor la gracia de la caridad 10. La vi-da interior se refleja en el apostolado: para nada sir-ve la levadura si no hace fermentar la masa. Santi-dad y apostolado no pueden separarse, van siempreunidos, ya que tienen una misma raíz, proceden delmismo Amor y del mismo celo por la gloria de Dios.

(9) De nuestro Padre, Crónica 1-64, p. 63.(10) San Basilio, De Spiritu Sánelo 4, 23.

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Santidad y apostolado son dos caras de una mis-ma moneda, dos aspectos inseparables de un mismofin. No podríamos ser santos si no fuésemos apósto-les; y nuestro apostolado sería nulo, si no estuvieserespaldado por una vigorosa lucha interior. Con estaunidad de vida, con este afán de contemplación enmedio del mundo —en medio de la calle: al aire, alsol, bajo la lluvia—, no sólo os dominará el deseo depermanecer en la tarea temporal, de no alejaros de lasrealidades terrenas, sino que os arrastrará el afánapostólico de penetrar valientemente en todas esasrealidades seculares, para desentrañar las exigenciasdivinas que contienen; para enseñar que la fraterni-dad de los hijos de Dios —la fraternidad humana tie-ne sentido sobrenatural— es la gran solución que seofrece a los problemas del mundo; para sacar a loshombres de su caparazón de egoísmo; para asegurar,a la vez, la necesaria personalidad y la verdadera li-bertad, qua libértate Christus nos liberavit (Galat IV,31), a los que están como disueltos en la masa; para,en una palabra, abrir a los hombres los caminos divi-nos de la tierra ".

Nosotros deseamos buscar en todas las cosas so-lamente la gloria de Dios. Comenzamos por darle díaa día nuestra vida por entero, y procuramos tambiénque muchos otros de los que nos rodean le entre-guen la suya, para servir también de levadura. Por-

(11) De nuestro Padre, Carla, 11-111-1940, n. 16.

MARTES 487

que, como predicaba nuestro Padre, se hace necesa-rio un fermento, una levadura. Aun muchos de los quese llaman discípulos, aun los que se muestran oficial-mente piadosos, tienen necesidad de fermento.

Levadura: será necesaria siempre en el mundo. Pa-ra ser levadura, es preciso sujetar la concupiscenciade la carne, es preciso no ir detrás de los honores dela tierra, es preciso despreciar la riqueza. Aquella tri-ple concupiscencia que señala San Juan, hay que aho-garla: omne quod est in mundo concupiscentia carnisest et concupiscentia oculorum et superbia vitae (7Ioann. //, 16), todo lo que hay en el mundo es concu-piscencia de la carne, concupiscencia de los ojos, y so-berbia de la vida. Mucha gente no quiere ser levadu-ra porque, para ser eficaz, la levadura tiene que desa-parecer en la masa, tiene que pasar inadvertida, sinaplausos, sin consideraciones humanas. Para ser leva-dura, se necesita mucha vida sobrenatural, mucho es-píritu de sacrificio u.

Acudimos, como siempre al acabar nuestra ora-ción, a la Virgen Santísima, para que nos enseñe atener una oración viva, penetrante, llena de eficaciaapostólica y proselitista. Llénate de seguridad, nosaconseja nuestro Fundador: nosotros tenemos porMadre a la Madre de Dios, la Santísima Virgen María,Reina del Cielo y del Mundo 13.

(12) De nuestro Padre, Meditación, 27-IIM962.(13) Forja, n. 273.

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385.

MIÉRCOLES

—La conciencia de nuestra filiación divina empapa todasnuestras actividades.—La filiación nos lleva al abandono en las manos de Dios.—El sentido de la filiación divina nos llena de seguridad yde alegría, haciendo eficaz nuestro trabajo en el mundo.

HEMOS recibido del Señor la llamada a santifi-carnos en el trabajo ordinario, santificando así todaslas actividades nobles del mundo y a las personasque trabajan a nuestro lado. Es una tarea inmensa,una tarea divina que sobrepasa con mucho nuestracapacidad; pero el Señor nos ha dado la garantía dela victoria: somos hijos suyos. Nos lo recuerda hoySan Pablo: los que conoció en su presencia, a éstostambién predestinó para ser hechos conforme a laimagen de su Hijo, para que El sea el primogénito en-tre muchos hermanos l.

Es un espíritu, el de la Obra, que nos lleva a sen-tir muy hondamente la filiación divina: carissimi,nunc filii Dei sumus (I Ioann. ///, 2); queridísimos, no-sotros somos ya ahora hijos de Dios. Verdad gozosaque fundamenta toda nuestra vida espiritual, que lle-na de esperanza nuestra lucha interior y nuestras ta-reas apostólicas; que nos enseña a conocer, a tratar, a

(1) L. I (I) (Rom. VIII, 29).

MIÉRCOLES 489

amar a nuestro Padre Dios con confiada sencillez dehijos. Más aún, precisamente porque somos hijos deDios, esta realidad nos lleva también a contemplar,con amor y con admiración, todas las cosas que salie-ron de las manos de Dios Padre Creador.

El mundo, hijos míos, las criaturas todas del Señorson buenas. Nos enseña la Sagrada Escritura que, con-cluida la obra maravillosa de la Creación, terminadosel cielo y la tierra con su espléndido cortejo de seres(cfr. Genes. //, 1), contempló Dios todo lo que habíahecho y vio que todo era muy bueno (Genes. /, 31).

Fue el pecado de Adán el que rompió esta divinaarmonía de la Creación. Pero Dios Padre, llegada laplenitud del tiempo, envió al mundo a su Hijo Uni-génito para que restableciera esta paz: para que, re-dimiendo al hombre del pecado, adoptionem filiorumreciperemus (Galat IV, 5), fuéramos constituidos hi-jos de Dios, capaces de participar de la intimidad di-vina; y para que así fuera también posible a estehombre nuevo, a esta nueva rama de los hijos deDios (cfr. Rom. VI, 4 y 5), liberar la creación enteradel desorden, restaurando todas las cosas en Cristo(cfr. Ephes. I, 9 y 10), que las ha reconciliado conDios (cfr. Colos. I, 20)2.

Al realizar nuestra tarea humana y sobrenatu-ral, no hemos de olvidar nunca la gozosa realidadde nuestra filiación divina. Quiero especialmente in-

(2) De nuestro Padre, Carta. U-III-1940, n. 2.

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sistir en la necesidad (...) —nos decía nuestroPadre— de que vosotros y yo nos rehagamos, nosdespertemos de ese sueño que fácilmente se coge yvolvamos a recibir un sentido más hondo de nuestracondición de hijos de Dios i.

GRANDE es la empresa que Dios nos ha confia-do; pero mayor es la gracia que nos da, el amor quenos tiene: ved qué gran caridad ha tenido con noso-tros el Padre, que ha hecho que nos llamemos hijosde Dios, y en realidad lo seamos 4. Confiados en Dios,podemos lanzarnos a todas las tareas humanas, conaudacia, con señorío divino. Podemos ir tranquilosporque somos hijos de Dios. —Portadores de la únicallama capaz de iluminar los caminos terrenos de lasalmas, del único fulgor, en el que nunca podrán darseoscuridades, penumbras ni sombras.

—El Señor se sirve de nosotros como antorchas, pa-ra que esa luz ilumine... De nosotros depende que mu-chos no permanezcan en tinieblas, sino que anden porsenderos que llevan hasta la vida eterna 5.

Porque somos hijos de Dios, tenemos plena con-fianza en su Providencia amorosa. No vayáis dicien-do acongojados: ¿dónde hallaremos qué comer y québeber? ¿Dónde encontraremos con qué vestirnos?

(3) De nuestro Padre, Noticias VII-55, p. 10.(4) I loann. III, 1.(5) Forja, n. 1.

£50 les pasa a los paganos, que andan buscando esascosas: bien sabe vuestro Padre la necesidad que deellas tenéis 6. Pues si vosotros, siendo malos, sabéisdar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vues-tro Padre del Cielo dará el buen espíritu a los que selo piden? 7. Las necesidades de la vida interior, lasexigencias del apostolado, todo lo ponemos en susmanos: echad sobre El vuestras solicitudes —nos di-ce San Pedro—, pues El tiene cuidado de vosotros8.

El abandono en las manos de Dios nos lleva atratarle y a amarle como buenos hijos: el Padre ali-menta en nosotros la piedad por medio del Hijo en elEspíritu Santo 9. Nuestra conversación con Dios hade tener ese matiz delicado y amable propio del tra-to filial. Y el trato con los hombres —el apostola-do—, se alimenta de esa sincera vida de piedad.Quiero que mis hijos sean piadosos, con piedad de ni-ños. ¡Vida de piedad, hijos míos! Habéis de llevar lasemilla de la doctrina con la semilla de la piedad.Vuestra labor de sembradores de doctrina podrá evitarlos microbios que la hagan ineficaz, si sois piadosos.Hijos míos, éste es el espíritu de la Obra: sed fieles,con sinceridad, con piedad, con este sentido de la filia-ción divina, con esta devoción encantadora a nuestraMadre del Cielo; y entonces nacerá en nuestra vida,

(6) Matth. VI, 31-32.(7) Luc. XI, 13.(81 I Pstv V 7(9) San Cirilo de Alejandría, In Ioannis Evangelium commentarium 10, 2.

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como un rumor constante que acompañe esos latidosíntimos de la piedad, el afán de proselitismo 10.

No podemos descuidar la vida de piedad. Si noprocuramos vivir como hijos de Dios, perderemos laconfianza en El, que es perder una buena parte delAmor, y nos resultará la vida dura y amarga. No olvi-déis que no solamente somos hijos de Dios, sino her-manos de Jesucristo: primogenitus in multis fratribus(Rom. VIII, 29) u.

LA CONFIANZA en nuestro Padre Dios, la segu-ridad de que El está pendiente siempre de sus hijos,llena nuestra vida de una alegría profunda. No setrata de que todo resulte fácil y sencillo. Dificulta-des habrá siempre, en la vida interior —cada uno espoca cosa, todos estamos llenos de miserias—, y enel apostolado. El cansancio físico o moral, la frial-dad al cumplir las Normas, la desgana en la tareaapostólica... Antes esas circunstancias hemos de avi-var en el alma esa verdad fundamental: somos hijosde Dios. Filiación divina: es la única seguridad pro-funda y verdadera. Y el resultado es alegría, fortale-za, optimismo, victoria siempre 12.

Nada nos puede desanimar, nada puede llevar-nos a perder la paz, ni siquiera —y es el enemigo

(10) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 70.(11) De nuestro Padre, Carla, 9-M932, n. 19.(12) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 28.

MIÉRCOLES 493

peor— la soberbia. Hemos de considerar frecuente-mente nuestra filiación divina: y, siempre, en los mo-mentos malos, sobre todo cuando uno se siente sober-bio. Para estar de pie, y para levantarse, ésta es laconsideración que nos hace más fuertes: soy hijo deDios n.

Profundamente arraigados en esa realidad, laalegría de nuestra vida atraerá a otros muchos a sen-tirse también hijos de Dios, y a vivir de esa manera,de acuerdo con lo único definitivo. Y frente al traba-jo enorme que hemos de realizar —santificar todaslas realidades humanas, todas las estructuras tempo-rales—, el sentido de la filiación divina es sólidoapoyo, única base firme. Dios es nuestro amparo ynuestra fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribu-laciones. Por eso no hemos de temer aunque tiemblela tierra, aunque caigan los montes en el seno delmaru.

Filiación divina: para no perder la alegría, parano perder la serenidad, para sentirnos seguros; y paravolver si es que nos hemos descaminado en alguna es-caramuza de esta lucha diaria —o aun cuando hubié-semos sufrido una derrota grande—, porque nos pode-mos descaminar, y de hecho algunas veces nos desca-minamos. El sentido de la filiación divina nos da unafacilidad grande para volver con agradecimiento, segu-ros de ser recibidos por nuestro Padre. —Presencia de

(13) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 28.(14) Ps. XLV, 2-3.

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Dios, filiación divina: lo demás es medio para conse-guirla.

Filiación divina, aunque se estén palpando las pro-pias miserias. Todo en nosotros es buscar a Dios, tenerpresencia de Dios, que es nuestro Padre, para sentirnosseguros, para sentirnos serenos, para sentirnos amadosy para amar: como un hijo de poca edad 15.

La Madre de Dios, que es nuestra Madre, nosayudará a sentirnos hijos de Dios, hermanos de Je-sucristo, siempre seguros, serenos, ante las difi-cultades.

(15) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 28.

JUEVES 495

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JUEVES

—Las virtudes humanas, fundamento de las sobrenaturales.—Hemos de tener madurez humana y sobrenatural.—Adquirir e incrementar esa madurez.

CIERTA mentalidad laicista y otras maneras depensar que podríamos llamar pietistas, coinciden en noconsiderar al cristiano como hombre entero y pleno. Pa-ra los primeros, las exigencias del Evangelio sofocaríanlas cualidades humanas; para los otros, la naturalezacaída pondría en peligro la pureza de la fe. El resultadoes el mismo: desconocer la hondura de la Encarnaciónde Cristo, ignorar que el Verbo se hizo carne, hombre, yhabitó en medio de nosotros (Ioann. /, 14).

Mi experiencia de hombre, de cristiano y de sacer-dote me enseña todo lo contrario: no existe corazón,por metido que esté en el pecado, que no esconda, co-mo el rescoldo entre las cenizas, una lumbre de noble-za. Y cuando he golpeado en esos corazones, a solas ycon la palabra de Cristo, han respondido siempre.

En este mundo, muchos no tratan a Dios; son cria-turas que quizá no han tenido ocasión de escuchar lapalabra divina o que la han olvidado. Pero sus dispo-siciones son humanamente sinceras, leales, compasivas,honradas. Y yo me atrevo a afirmar que quien reúneesas condiciones está a punto de ser generoso con Dios,

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porque las virtudes humanas componen el fundamentode las sobrenaturales 1.

Las virtudes humanas son, pues, de capital im-portancia para seguir a Cristo, para alcanzar verda-deramente la santidad. Por eso, es parte muy princi-pal del espíritu del Opus Dei fomentar en la vida, enel carácter de mis hijos, las virtudes humanas: nuestraMadre la Obra nos quiere amigos de la libertad y dela responsabilidad personal, sinceros, leales, generosos,abnegados, optimistas, tenaces, decididos, con rectitudde intención y capacidad de trabajo 2. De tal modo seexigen estas cualidades en la Obra, que es necesario,al seleccionar las vocaciones, fijarse en las virtudes hu-manas de los candidatos y, en determinados casos, hayque cuidar especialmente su aspecto, su presentaciónexterna, su comportamiento correcto 3.

Dentro del mensaje que el Opus Dei comunica ala humanidad entera ocupa un lugar destacado laverdad de que para ser cristianos cabales es precisocultivar las virtudes humanas, porque esos hábitos,bien arraigados, forman parte del bonus odor Christique arrastra suavemente las almas hasta Dios: si so-mos mansos, humildes, misericordiosos, limpios decorazón y pacíficos; si, al ser injuriados, no devol-vemos injuria por injuria, sino que nos alegramos,atraeremos —no menos que con los milagros— a los

(1) Amigos de Dios, n. 74.(2) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 52.(3) De nuestro Padre, Carta, 29-IX-1957, n. 78.

JUEVES 497

que nos contemplen (...). Conduciremos a la vida ce-lestial a los que están sentados en las tinieblas 4.

Al adquirir y desarrollar este conjunto de virtu-des no pretendemos alcanzar metas terrenas: quere-mos solamente servir mejor a Dios. Estas virtudeshumanas sobrenaturalizadas (...) nos llevan a ejercitarlas virtudes teologales, a recibir con mayor docilidadlos dones del Espíritu Santo; y hacen que los miem-bros del Opus Dei sean, en todos los sitios donde ac-túan, sembradores de paz y de alegría 5.

LEEMOS en la epístola de la Misa de hoy elconsejo de San Pablo: estad firmes, ceñida la cintu-ra con la verdad, revestidos con la coraza de la justi-cia y calzados los pies, prontos para proclamar elEvangelio de la paz (.-)• Tomad también el yelmo dela salvación y la espada del Espíritu, que es la pala-bra de Dios 6. Para esta hermosísima guerra de amor,a la que tiende nuestra dedicación apostólica, nece-sitamos una armadura completa: todas y cada unade las virtudes humanas y sobrenaturales, suficien-temente desarrolladas. Es preciso que os sintáis ma-yores de edad \ nos urgía nuestro Padre. Y esa ma-yoría de edad, el estado de varón perfecto, a la me-

(4) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 15, 8-9.(5) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 70.(6) L I (II) (Ephes. VI, 14-17).(7) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 20.

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dida de la edad perfecta según Cristo \ depende engran parte del grado de madurez humana que ten-gamos. Todos en Casa —aun los más jóvenes— lanecesitamos, porque, de lo contrario, difícilmentellegaríamos a conseguir la madurez sobrenaturalque la santificación exige.

La madurez humana se manifiesta, sobre todo,en cierta estabilidad de ánimo, en la capacidad de to-mar decisiones ponderadas y en el modo recto de juz-gar los acontecimientos y los hombres 9. En primertérmino, madurez de juicio; una persona humana-mente madura se juzga a sí misma con realismo yobjetividad, admite sus limitaciones, sabe lo quequiere y lo que realmente puede. De ahí nace unequilibrio en la personalidad, que permite actuarsiempre de modo coherente y responsable.

Muy diversa es la actitud de la persona inmadu-ra, que no ha conseguido esa plenitud humana y quese engaña a sí misma ocultando su timidez bajo uncomportamiento altanero, disfrazado incluso de mo-destia y humildad. Esa persona vive en la inseguri-dad, rehuye los compromisos, el trato abierto. Lapersona inmadura se teme sobre todo a sí misma: teempeñas en ser mundano, frivolo y atolondrado por-que eres cobarde. ¿Qué es, sino cobardía, ese no quererenfrentarte contigo mismo? 10.

(8) Ephes. IV, 13.(9) Concilio Vaticano II, decr. Optatam totius, n. 11.(10) Camino, n. 18.

JUEVES 499

En el aspecto social, en la convivencia, una per-sona madura sabe encontrar su lugar; es comprensi-va, paciente con los demás. Es tal como el Señor nosquiere: prudentes, ponderados, con medida en todaslas cosas, con docilidad para aprender, y para llevar acabo solícitamente cuanto se nos encomienda; prontosa evitar cualquier peligro con equilibrado espíritu deiniciativa; dispuestos a juzgar —si hay el deber de ha-cerlo—, cuando tengamos todos los elementos necesa-rios; y a huir habitualmente de la excesiva preocupa-ción por las cosas temporales ".

Por el contrario, una persona sin la debidamadurez, frente a los demás no encuentra su pun-to justo: o es débil y condescendiente, o se refugiaen una rigidez autoritaria y estéril. Una manifesta-ción clara de (...) falta de madurez —escribió nues-tro Padre— (...) es querer reformarlo todo y ense-guida. Los que hacen eso, piensan que cuantos leshan precedido y sus Directores Mayores han sidotontos 12. Una persona inmadura es testaruda y pe-tulante, incapaz de escuchar a los demás, de recti-ficar claramente los propios errores. Contra estepeligro nos prevenía nuestro Padre: habéis de te-ner la mesura, la serenidad, la fortaleza, el sentidode responsabilidad que adquieren muchos a la vuel-ta de los arios n.

(11) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 54.(12) De nuestro Padre, Instrucción, 31V-1936, n. 32.(13) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, nota 30.

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HABÉIS de ser fieles, habéis de ser fuertes, habéisde ser dóciles, necesitáis virtudes humanas, corazóngrande, lealtad u. Necesitamos, en una palabra, serpersonas maduras. Esta madurez encuentra su prin-cipal obstáculo en las heridas causadas por el peca-do original y por los pecados personales en la propianaturaleza. El pecado —enseña el Concilio VaticanoII— es, en definitiva, una disminución del hombremismo, que le impide alcanzar la propia plenitud 15.Para encauzar de nuevo todas esas fuerzas desorde-nadas por la caída original y por los pecados perso-nales, para adquirir y cimentar las virtudes huma-nas, se precisa una esforzada labor de formación,pues ninguna virtud se alcanza sin trabajo 16.

Parte importante de esta formación humana la ad-quirimos ya antes de llegar a la Obra mediante el de-sempeño de un trabajo profesional, que nos dio sentidode responsabilidad, madurez humana y todo un conjuntode virtudes naturales n; y la seguimos perfeccionando,principalmente, por medio de la corrección fraterna ydel esfuerzo personal de cada uno 18. Desde que vinimosal Opus Dei no estamos ya solos en esta tarea de forma-ción: nuestros Directores y nuestros hermanos nosayudan. Pero el esfuerzo personal es indispensable.

Contamos también con una ayuda poderosa paraadquirir pronto esa madurez: la vida de piedad. Por

(14) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. «.(15) Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, n. 13.(16) Casiano, Collationes 7, 7.(17) De nuestro Padre, Carta, 15X-1948, n. 9.(18) Catecismo, 5' ed., n. 256.

JUEVES 501

el cumplimiento de las Normas —escribió nuestro Pa-dre—, mis hijos aprenderán a vivir las virtudes quecorresponden a su entrega. Y junto a estas virtudes,adquirirán toda esa gama de valores espirituales, queparecen pequeños y son grandes: piedras preciosas quebrillan, que hemos de coger por el camino, para llevar-las a los pies del trono de Dios: la sencillez, la alegría,la paz, las menudas mortificaciones, el fiel cumpli-miento del deber... 19.

Hemos de ser personas humanamente maduras,como el espíritu de la Obra nos exige. Pero, en algúncaso concreto, me diréis: Padre, yo soy muy joven. Yos contestaré: el aspecto juvenil no importa, cuando sesuple con el tiempo que se lleva entregado a Dios, conla formación espiritual, con la formación cultural reli-giosa, con la formación de ciencia profana; y, sobre to-do, con las virtudes que —por nuestra entrega al Se-ñor— se han de procurar vivir, porque entonces vienecomo anillo al dedo aquello del salmo: super genes in-tellexi, quia mandata tua quaesivi; comprendo las co-sas mejor que los ancianos, porque sólo busco, Diosmío, cumplir tus mandamientos (CXVIII, 100)20.

El amor encendido y filial a nuestra Madre San-ta María, nos ayudará a crecer, a tener esa madurezhumana imprescindible para dar frutos de santidady apostolado.

(19) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 84.(20) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 20.

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387.

VIERNES

VIERNES 503

—Santa desvergüenza y naturalidad al vivir nuestra voca-ción cristiana en el mundo.—También por un motivo apostólico.—Hemos de cumplir —contra viento y marea, si hace falta—todos nuestros deberes.

AL ENTRAR Jesús un sábado a comer en casa deuno de los principales, ellos le estaban observando 1.Nuestra vida, como la de Jesucristo, se desarrollaentre los hombres, en medio de la sociedad. Y enocasiones nos sucederá lo que ahora contemplamosen el Evangelio: las personas que rodean a Cristo leacechan con intención de sorprenderle en alguna ac-ción reprobable. No creen en su misión divina, nicomprenden sus palabras ni su doctrina sobrenatu-ral. Y muchos le envidian porque aumenta el núme-ro de sus discípulos.

Jesús es blanco de las miradas en el banquete. Yhe aquí que se encontraba delante de El un hombrehidrópico. Y tomando la palabra dijo Jesús a los doc-tores de la Ley y a los fariseos: ¿es lícito curar en sá-bado o no? Pero ellos callaron 2.

Jesucristo actúa con claridad, sin hacer caso de

(1) £v. [Luc. XIV, 1).(2) Ibid., 24.

falsos escándalos. Y después, da una explicación desu conducta. Tal ha de ser nuestra actitud al vivir lafe cristiana. A veces, el ambiente podrá no ser propi-cio, podrá ser incluso adverso: personas que no en-tienden nuestra labor, que critican aspectos de nues-tro trabajo o buscan intenciones torcidas en nuestratarea apostólica o profesional. Pero nunca podemosceder en lo esencial, .ni dejar de ser luz al tratar deadaptarnos al ambiente.

Quizá, en ocasiones, entre gentes alejadas de Dios,nuestra conducta cristiana pueda chocar: habréis de te-ner la valentía, apoyados en la omnipotencia divina,de ser fieles. Pido para mis hijos la fortaleza de espíri-tu que les haga capaces de llevar consigo su propioambiente 3, porque sería lamentable que alguno con-cluyera, al ver desenvolverse a los católicos en la vidasocial, que se mueven con encogimiento y capitidismi-nución.

No cabe olvidar que nuestro Maestro era —¡es!—"perfectas Homo" —perfecto Hombre 4.

Firmeza, decisión, entereza de carácter necesita-mos para llevar una vida cristiana con todas sus con-secuencias. Por eso, a veces, hijas e hijos míos, no ten-dremos más remedio que pasar un mal rato nosotros yhacérselo pasar a otros, para ayudarles a ser mejores.No seríamos apóstoles si no estuviésemos dispuestos a

(3) De nuestro Padre, Carla, 24-111-1930, n. 11.(4) Surco, n. 421.

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que interpreten mal nuestra actuación y reaccionen deun modo desagradable.

Hemos de convencernos de que los santos —noso-tros no nos creemos unos santos, pero queremos serlo—resultan necesariamente unas personas incómodas,hombres o mujeres —¡mi santa Catalina de Siena!—que con su ejemplo y con su palabra son un continuomotivo de desasosiego, para las conciencias comprome-tidas con el pecado 5.

Por eso, concluye nuestro Padre, tienes queaprender a disentir —cuando sea preciso— de los de-más, con caridad, sin hacerte antipático 6.

SEGUIMOS leyendo el Evangelio: Jesucristo,después de curar a aquel hombre, habla de humildady de generosidad a los convidados al banquete. ElSeñor tiene siempre una finalidad apostólica, la in-tención de salvarnos, de ser luz para las inteligen-cias y vida del mundo.

También nosotros, con la firmeza de conductaque nuestro Fundador siempre nos pidió, hemos debuscar el bien de las almas, tratar de dar ejemplo ydoctrina, para que se acerquen al Señor. Por eso es-cribía nuestro Padre: el santo es incómodo, os decía.Pero eso no significa que haya de ser insoportable. Sucelo nunca debe ser un celo amargo; su corrección

(5) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 73.(6) Surco, n. 429.

VIERNES 505

nunca debe ser hiriente; su ejemplo nunca debe seruna bofetada moral, dada en la cara de sus amigos.La caridad de Cristo —esa santa transigencia con laspersonas, de la que os hablaba— debe suavizarlo todo,de modo que nunca se aplique a ningún hijo mío esoque se puede decir —a veces, desgraciadamente, conrazón— de ciertas buenas personas: que para aguantara un santo, se necesitan dos santos.

Nuestra actitud ha de ser todo lo contrario: no que-remos que nadie se aparte de nosotros, porque no ha-yamos sabido comprenderle o tratarle con cariño. Nun-ca hemos de ser personas que van buscando pelea. Si-gamos el consejo de San Pablo: vivid en paz, si puedeser y en cuanto esté de vuestra parte, con todos loshombres (Rom. XII, 18) \

No debe ocurrir jamás que, por una mal entendi-da desvergüenza, las personas que se nos acerquenno encuentren un camino para llegar al Señor. La ca-ridad es la guía segura. Siempre ha de haber delica-deza —cariño— en nuestro trato. Escuchar, preocu-parnos de las inquietudes de los demás, de sus lu-chas y dificultades. Por eso es preciso actuar concortesía siempre, con todos. Pero, especialmente, conlos que se presentan como adversarios —tú no tengasenemigos—, cuando trates de sacarles de su error8.

Así, junto a la suavidad que atrae, que hace ama-ble la senda de la santidad, sabremos vivir con natu-

(7) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 74.(8) Surco, n. 431.

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ralidad la vida cristiana. Al participar con todos delos mismos problemas, al hablar el mismo lenguaje,no habrá necesidad de adaptaciones. Habéis de vivir,en todo momento, entre las gentes de vuestro tiempo,de acuerdo con su mentalidad y sus costumbres, perosiempre prontos a dar razón de vuestra esperanza (IPetr. ///, 15) en Jesucristo, no vaya a ser que, porqueno tenéis que adaptaros —ya que os encontráis en me-dio de vuestros iguales—, no se pueda distinguir quesois discípulos del Señor. ¡Cuánto sentimentalismo,miedo, cobardía hay en ciertos afanes de adaptación!9.

EL AMBIENTE normal en que desarrollamosnuestras actividades, el ámbito en que nos relaciona-mos, la atmósfera en que buscamos la santidad es eltrabajo profesional. Allí, entre nuestros colegas, en-contramos la ocasión de hacer apostolado. Por esohemos de poner todo el empeño en cumplir fielmen-te los deberes que impone la profesión.

También con motivo del trabajo pueden surgirobstáculos, críticas injustas, maledicencias, enre-dos. Hemos de estar preparados, y emplear la pru-dencia y la agudeza que sean precisas. En cualquiercaso, esas críticas, esas incomprensiones, no han deconstituir un motivo para que disminuya el afán

(9) De nuestro Padre, Caria, 9-1-1959, n. 25.

VIERNES 507

apostólico, ni para que nos desalentemos. No osapenéis —predica San Juan Crisóstomo—, ni os lle-néis de abatimiento. También los Apóstoles eran pa-ra unos olor de muerte, y para otros olor de vida.No demos nosotros motivo alguno a la maledicencia,y estaremos libres de toda culpa, o, para decirlo me-jor, mayor aún será nuestro gozo ante esas falsasacusaciones.

Brille, pues, el ejemplo de nuestra vida, y no ha-gamos ningún caso de las críticas. No es posible queel hombre que de verdad se empeña por ser santo de-je de tener muchos que no le quieran. Pero eso no leimporta, pues hasta con tal motivo aumenta la coro-na de su gloria. Por eso, a una sola cosa hemos deatender: a ordenar con perfección nuestra propia con-ducta. Si hacemos esto, conduciremos a una vidacristiana a los que andan en tinieblas. Porque la fuer-za de esta luz no consiste en brillar, sino en elevar alos que la siguen. Porque, si ven que no buscamos lascosas de aquí abajo, sino que edificamos para la eter-nidad, mejor que a cualquier discurso, creerán anuestras obras 10.

Serenos siempre. Nada es definitivo, ninguna si-tuación es irremovible. El paso del tiempo acaba pordar la razón al que trabaja con honradez, al que nobusca su ventaja. Y con esa paz seremos una llama-da para compañeros y amigos, luz viva que los im-

(10) San Juan Crisóstomo, ¡n Matthaeum homiliae 15, 9.

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pulsará a buscar a Dios, a servir, a desear la santi-dad, a amar nuestra vocación.

Con esta perseverancia en el trabajo, en el cum-plimiento de todos los deberes sociales, los frutos se-rán seguros. Ganaremos primero la amistad y la con-fianza de los que nos rodean; y podremos hacer unaprofunda labor apostólica, con un trato confidencial,dando la doctrina con don de lenguas, con audacia,sin acobardarnos nunca ante el ambiente. La propa-ganda cristiana no necesita provocar antagonismos, nimaltratar a los que no conocen nuestra doctrina. Si seprocede con caridad —"caritas omnia suffert!" —elamor lo soporta todo—, quien era contrario, defrauda-do de su error, sincera y delicadamente puede acabarcomprometiéndose. —Sin embargo, no caben cesionesen el dogma, en nombre de una ingenua "amplitud decriterio", porque, quien así actuara, se expondría aquedarse fuera de la Iglesia: y, en lugar de lograr elbien para otros, se haría daño a sí mismo n.

Nuestra Madre la Virgen, Reina de los Apósto-les, nos ayudará a crecernos siempre ante las norma-les dificultades externas, y a buscar la santidad yejercer el apostolado en nuestro trabajo.

(11) Surco, n. 939.

SÁBADO

SÁBADO

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388.

—Nuestra única ambición es servir.—Todos los puestos, en la Obra, son ocasiones de servicio.—En cualquier lugar podemos amar a Dios y hacer mucho

bien.

CONTEMPLAMOS hoy, en el Evangelio de la Mi-sa, la escena que narra San Lucas: Jesucristo ha sidoinvitado a comer en casa de un personaje importan-te, y observa que los convidados eligen los primerospuestos en la mesa. Entonces les propone la parábo-la del invitado que, tras haber ocupado el primerasiento, hubo de trasladarse al último lugar, ante lallegada inesperada de un invitado de mayor rango.El Señor concluye la parábola con una enseñanza:cuando seas invitado, ve a sentarte en el último lugar(...). Porque todo el que se ensalza será humillado; y elque se humilla será ensalzado l.

El mayor afán de un alma que quiere seguir alSeñor ha de ser éste: servir. Y ésa ha sido la aspira-ción de la Obra desde el principio. ¡Si la Obra nofuese para servir a la Iglesia —afirmó siempre nues-tro Padre—, yo no la querría para nada!2. Esa estambién nuestra única ambición, tan grande que que-

(1) Ev. (Luc. XIV, 10-11).(2) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 260.

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remos decir con San Pablo, haciendo de la doctrinadel Apóstol alma de nuestra alma y carne de nuestracarne: mihi enim vivere Christus est, et mori lucrum;nuestro vivir es servicio de Cristo y unión con El, ymorir para nosotros es una ganancia (Philip. /, 21) 3.

No es fácil vivir así. La soberbia empuja a bus-car sobresalir, a ser admirados, a ocupar los prime-ros puestos. Se desprecia incluso la misma idea deservicio. Ante esa visión, muy poco cristiana, poníaen guardia nuestro Fundador: no posees ni pizca devisión sobrenatural y, en los demás, ves sólo personasde mejor o peor posición social. De las almas, ni teacuerdas para nada, ni las sirves. Por eso no eres gene-roso..., y vives muy lejos de Dios con tu falsa piedad,aunque mucho reces.

Bien claro ha hablado el Maestro: "apartaos de mí,e id al fuego eterno, porque tuve hambre..., tuve sed...,estaba en la cárcel..., y no me atendisteis" *.

Sin embargo, en ese mismo ambiente debemosdar nuestro testimonio cristiano, de servicio gusto-so y alegre, porque sin alegría no se puede servir:¿os imagináis vosotros que alguien os sirviera entrepenas y llantos? He hecho escribir en los edificios denuestra Casa Central en Roma, estas palabras: serviteDomino in laetitia, servid al Señor con alegría (Ps.XCIX, 2)*.

(3) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941 n 122(4) Surco, n. 744.(5) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 69.

SÁBADO 511

Jesucristo nos anima a considerarnos siempreservidores de nuestros hermanos, a buscar el últimopuesto. Por mucho que te humilles —comenta SanJuan Crisóstomo—, jamás podrás llegar tan bajo co-mo llegó tu Señor. Sin embargo, este abajamiento fuela exaltación de todos, al mismo tiempo que hizo bri-llar la gloria del Señor. En efecto, antes de hacersehombre sólo era conocido de los ángeles; mas des-pués que se hizo hombre, no sólo no disminuyó aque-lla gloria, sino que añadió otra, la que le vino del co-nocimiento de toda la tierra.

No temas, pues, como si al humillarte se te quita-ra la honra, pues con ello no haces sino acrecentarla(...). ¿Por qué ambicionas los primeros puestos? ¿Paraestar por encima de los demás? Pues escoge el últimolugar, y entonces obtendrás el primero. Si quieres sergrande, no busques ser grande, y entonces, serás gran-de. Porque lo otro es ser pequeño 6.

EN CASA no hay diversas clases de miembrosni diferentes categorías de personas, pues todos te-nemos la misma vocación, idéntico fin apostólico eiguales medios ascéticos. En la Obra no hay dife-rencias. Un hermano vuestro puede ser barrendero yser muy santo delante de Dios, y tener una eficaciaextraordinaria. Otro puede tener una cátedra o ser

(6) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 65, 4.

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ministro o presidente de una República y, si es tansanto como el barrendero, tendrá el mismo mérito, nimás ni menos: si es menos perfecto, desde luego val-drá menos 7.

La santidad, y por tanto la eficacia, de un hijo deDios en el Opus Dei, no depende del oficio, sino delmodo en que realiza su trabajo, del amor que pone alejecutarlo. Por eso, en el servicio de Dios no hay ofi-cios de poca categoría. Todos son de mucha categoría.La categoría del oficio depende del que lo ejercita B.No hay en la Obra primeros ni últimos puestos. Elque obedece sirve a Dios, a la Iglesia y a la Obra; ysirve lo mismo el que gobierna. Por esta razón, nues-tro Padre nos decía: os he enseñado desde el principioa considerar los cargos internos, no como un puesto dehonor o de privilegio, que no lo son, sino como unaoportunidad más de servir. Así se explica —lo contra-rio iría contra nuestro espíritu— que no acostumbre-mos a felicitar a los que reciben el nombramiento paraun cargo dentro de la Obra, porque no pensamos en elcargo, sino en la carga —gustosamente llevada— quesupone servir a nuestros hermanos 9.

Tanto el que gobierna como el que obedece es-tán unidos por la fuerza de un mismo amor: congre-gavit nos in unum Christi amor10; el amor de Cristo

(7) De nuestro Padre, Crónica VII-64, p. 58.(8) De nuestro Padre, n. 48.(9) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936 n. 11.(10) Him n o Ubi cantas.

SÁBADO 513

nos congregó en unidad. Por eso, nuestro Padreaconsejaba a los que en un momento determinadoocupen un cargo de gobierno: me parece muy bienque, a diario, procures aumentar esa honda preocupa-ción por tus subditos: porque sentirse rodeado y prote-gido por la comprensión afectuosa del superior, puedeser el remedio eficaz que necesitan las personas a lasque has de servir con tu gobierno ".

Y, en cualquier sitio en el que nos encontremos,nuestro deseo es siempre el mismo: queremos servir,ser útiles a nuestra Madre la Obra, en bien de las al-mas, pero no hemos de olvidar que el lugar, en el quesomos más eficaces, es aquel en el que nos han puestolos Directores Mayores: ésa es la voluntad de Dios. Yen ese lugar —y no en otro, que acaso nos parezca másapropiado por nuestras disposiciones, o por nuestrasaptitudes, o quizá por nuestro capricho—, en ese lugar,es donde la gracia de Dios nos ayudará con mayoreficacia u.

QUE HAGÁIS todo por amor, nos pedía nuestroPadre. No nos cansemos de amar a nuestro Dios: tene-mos necesidad de aprovechar todos los segundos denuestra pobre vida para servir a todas las criaturas 13,desde el lugar que cada uno ocupa. En Casa no hay

(11) Surco, n. 395.(12) De nuestro Padre, Instrucción, 31V-1936, n. 10.(13) De nuestro Padre, Carta, 24-IIM930, n. 19.

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últimos asientos, porque los que parecen postreros,pueden ser los primeros en el amor al Señor, en laentrega a los demás. Por eso no nos sentimos menos-preciados, aunque la tarea que realicemos tenga po-co brillo humano. La santidad en la Obra no consisteen ser grandes o pequeños. Consiste en saber hacer quenuestra vida no se apague en el terreno sobrenatural,en que nos dejemos quemar hasta la última brizna, sir-viendo a Dios en el último asiento, o en el primero:donde nos llame el Señor. Y al final, todos seremosiguales, porque nos habremos quemado del todo, conel mismo espíritu, cum odore suavitatis. Los que erangrandes, dando lo que tenían; y los pequeños, lo mis-mo. El que tiene mucho da mucho, porque se le exigemucho; y el que tiene poco, da poco, porque se le exigemenos. Pero a uno y a otro se le pide todo M.

Resuena de nuevo la voz de Cristo: todo el que seensalza será humillado; y el que se humilla seráensalzado n. ¿Veis cómo el que quiere exaltarse cae yse arrastra por tierra? (...), comenta San Juan Crisós-tomo. ¿Por qué corres entonces tras el que no es na-da? ¿Por qué buscas honor de él? ¿Por qué andas ro-deado de tanta muchedumbre de gentes? ¿Veis cómoel soberbio es bajo y está en lo bajo?

Examinemos, en cambio, al humilde, al que es deverdad alto (...). No es presa de pasión alguna: ni la

(14) De nuestro Padre, Crónica VII-64, p. 59.(15) Ev. (Luc. XIV, 11).

SÁBADO 515

ira, ni la vanagloria, ni la envidia, ni los celos podránmolestarle. ¿Y qué puede haber más elevado que unalma exenta de estas pasiones? El soberbio, en cam-bio, por todas ellas se ve dominado como un gusanovil que se revuelve entre el barro: en efecto, los celos,la envidia, la ira, están constantemente atormentan-do su alma. ¿Quién está pues más alto: el que estápor encima de sus pasiones o el que es esclavo deellas?, ¿el que teme y tiembla ante ellas, o el que porellas es inatacable y jamás puede ser dominado? 16.

No nos puede extrañar, por tanto, si los "ambi-ciosos" —de pequeñas personales ambiciones misera-bles— no entienden que los amigos de Dios busquen"algo", por servicio, y sin "ambición"11.

La Virgen Santísima, Ancilla Domini, Esclavadel Señor, nos dio un ejemplo luminoso de serviciohumilde y sencillo. Eso es lo que nosotros debemoshacer, por su intercesión, en el sitio en que Dios noscoloque.

(16) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 65, 5.(17) Surco, n. 625.

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389.

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

—La vida del Señor es un continuo diálogo con los hombres.—El diálogo con Jesús coloca a cada uno frente a susdeberes.—No basta el ejemplo: es preciso hacer también apostoladocon la palabra.

CONTEMPLAD las escenas de la vida de NuestroSeñor, nos invita nuestro Padre. Recordaréis que dijoa los Apóstoles: cuntes, docete omnes gentes (cfr.Matth. XXVIII, 19), id y enseñad a todas las gentes; yEl mismo enseñaba como quien tiene autoridad (cfr.Marc. /, 22). Toda la vida de Jesús no es más que unmaravilloso diálogo, hijos míos, una estupenda conver-sación con los hombres 1.

Entre todos esos diálogos, nos gusta recordar demodo especial los que el Señor tuvo con los prime-ros Doce y con las Santas Mujeres, esas conversacio-nes primeras que tienen el encanto de lo que nunca seolvida 2, como no podemos olvidar nosotros aquellasconversaciones con el Señor, en el principio de nues-tra vocación, que decidieron el rumbo de nuestra vi-da. Después —a lo largo de tres años— en otras innu-merables ocasiones, Jesús habla con ellos, responde a

(1) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 7.(2) De nuestro Padre, Carla, 24X1965, n. 8.

DOMINGO 517

sus preguntas, resuelve sus dudas, les va manifestandola verdad divina, por medio de parábolas, sine para-bola autem non loquebatur eis (Marc. IV, 34), porquesin parábolas no les hablaba (...).

En verdad todos y cada uno de los doce, rememo-rando esos años de trato familiar con Jesús, podríanhacer suya la frase que pronunciara Pedro: Señor...,Tú tienes palabras de vida eterna (Ioann. VI, 69)3.

Sin embargo, no limita el Señor su diálogo a ungrupo pequeño, restringido: habla con todos. Con lassantas mujeres, con muchedumbres enteras; con repre-sentantes de las clases altas de Israel como Nicodemo,y con publícanos como Zaqueo; con personas tenidaspor piadosas, y con pecadores como la samaritana; conenfermos y con sanos; con los pobres, a quienes amabade todo corazón; con doctores de la ley y con paganos,cuya fe alaba por encima de la de Israel; con ancianosy con niños 4.

Toda la vida de Cristo, en resumen, ha sidoun continuo diálogo, en busca de las almas; y to-dos, los que se han encontrado con El, han sentidoel influjo de su palabra. Su palabra, que entra has-ta el fondo del alma, que transforma, que rejuvene-ce y que lleva a Dios, porque la palabra del Señores viva y eficaz, y más penetrante que espada dedos filos (Hebr. IV, 12) K

(3) De nuestro Padre, Carla, 24X1965, n. 9.(4) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 10.(5) De nuestro Padre, Carta, 24X1965, n. 13.

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518 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXI

EL EVANGELIO de la Misa de hoy nos presentauno de los diálogos apostólicos de Jesucristo. Entróen Jericó y atravesaba la ciudad. Había un hombrellamado Zaqueo, que era jefe de publícanos y rico. In-tentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía acausa de la muchedumbre, porque era pequeño de es-tatura. Y, adelantándose corriendo, subió a un sicó-moro, para verle, porque iba a pasar por allí''.

Como todos los publícanos, Zaqueo era despre-ciado por sus connacionales, considerado público pe-cador. Pero Cristo ha venido a llevar las almas aDios, a decir a los hombres que pueden ser santos.Por eso, acoge a todos, acepta las invitaciones que lehacen y —cuando no le invitan— a veces es El quiense convida: Zachaee, festinans descende, quia hodie indomo tua oportet me manere (Luc. XIX, 5); Zaqueo,baja deprisa, porque conviene que hoy me hospede entu casa 7.

El ejemplo de Jesús debe movernos a tratar asía todas las almas, a dialogar con ellas, a compren-derlas y disculparlas. Recordad su charla con la sa-maritana. ¡Qué maravilla es el hablar de Cristo! Sabedecir las cosas de tal manera que aquella mujer pa-sa, de pecadora, a pregonera de la Verdad. Venid yveréis a un hombre que me ha dicho todo cuanto yohe hecho: ¿será, quizá, éste el Cristo? Con eso salie-

DOMINGO 519

(6) Ev. (C) {Luc. XIX, 1-4).(7) De nuestro Padre, Carla, 16-VII-1933, n. 2.

ron de la ciudad y vinieron a encontrarle (Ioann. IV,29 y 30). Sí, hijas e hijos míos, el diálogo de Cristono es un juego de fuegos fatuos, ni es un vano ejerci-cio mental; es palabra de verdad que enciende y que-ma en el fuego divino 8.

El Señor desea ardientemente salvar lo que pa-rece perdido. Esta fue la razón que le movió a dete-nerse debajo de la higuera a la que había subido Za-queo, y hacerle saber que quería almorzar en su ca-sa. No conocemos la conversación que se desarrollóen el curso del banquete, cuando todos murmurabandiciendo que había entrado a hospedarse en casa deun pecador9; pero podemos presumir que, junto alcariño inmenso que le mostraba, el Señor hablaría aZaqueo con claridad, y removería su corazón paraque se decidiera a mejorar de vida. Porque Jesús—afirmaba nuestro Padre— sabe también exigir, co-locar a los hombres frente a sus deberes, corriendo elriesgo de no ser oído. Ved cómo se manifiesta el cora-zón de Cristo con el joven rico, que se acercó en cier-ta ocasión a El: Jesús le mira con amor, al mismotiempo que le pide que se desprenda de las riquezas.Qui contristatus in verbo abiit moerens (Marc. X, 22),aquel adolescente se fue triste, porque la palabra deDios —cuando no es acogida— se vuelve amarga co-mo la hiél.

(8) De nuestro Padre, Carta, 24X1965, n. 10.(9) Ev. (C) {Luc. XIX, 7).

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520 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXI

No basta hablar, por tanto; hay que actuar, hayque poner en práctica la enseñanza recibida; si no, eldiálogo —incluso el diálogo con Dios— no es fecundo:porque no todo aquel que me dice: ¡oh Señor, Señor!entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la vo-luntad de mi Padre celestial; ése es el que entrará enel reino de los cielos (Matth. VII, 21).

No le mueven a Jesús consideraciones de falsa pru-dencia, ni la delicadeza mentirosa, que llevan a cortarlas aristas de la verdad 10. Y, cuando llega el momentooportuno, habla sin eufemismos, crudamente incluso,a veces obra hasta con dureza: y, habiendo formadocomo un azote de cuerdas, los echó a todos del templofloann. //, 15) ". Pero si actúa así en algunas ocasio-nes, lo hace para atajar el mal, que tan profunda-mente arraiga a veces en los corazones humanos,mientras abre sus brazos de par en par invitando alarrepentimiento.

LOS FRUTOS del diálogo de Cristo con Zaqueono se hacen esperar: Zaqueo, de pie, dijo al Señor:Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si hedefraudado en algo a alguien le devuelvo cuatro ve-ces más. Jesús le dijo: hoy ha llegado la salvación aesta casa, pues también éste es hijo de Abraham; por-

(10) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 11.(11) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 12.

DOMINGO 521

que el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvarlo que estaba perdido 12.

Ante el ejemplo de Jesús, vemos con nueva clari-dad la obligación de hacer apostolado también conla palabra, no sólo con el buen ejemplo. Hemos demeternos audazmente en las vidas de los demás. Fueesa palabra la que se introdujo en el corazón de losApóstoles, de los discípulos, de las santas mujeres; laque los empujó a continuar y a extender ese diálogodivino, que han promovido siempre los que han ama-do a Jesucristo.

Los primeros Doce —para predicar el Evangelio—tuvieron una conversación maravillosa con todas laspersonas a las que encontraron, a las que buscaron, ensus viajes y peregrinaciones. No habría Iglesia, si losApóstoles no hubieran mantenido ese diálogo sobrena-tural con todas aquellas almas. Porque el apostoladocristiano no es más que eso: ergo fides ex auditu, audi-tus autem per verbum Christi (Rom. X, 17); ya que lafe proviene del oír, y el oír depende de la predicaciónde la palabra de Jesucristo.

¡Qué bien lo entendieron las primeras generacionescristianas, de las que tanto me gusta hablar, porqueson como un modelo de nuestra vocación! No vivieronmás que pensando en Cristo, dando sus vidas para ex-tender la buena nueva. No sin orgullo cuenta Orígenescómo el pagano Celso reprochaba a los cristianos su

(12) Ev. (C) {Luc. XIX, 8-10).

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522 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXI

celo: ¡hasta los artesanos desarrollan una gran activi-dad para difundir el Evangelio! (cfr. Contra Celsum 1,III, c. 55). Pero deben tener buena preparación doctri-nal, además del celo y de la lengua, si han de ser efi-caces.

Hace ya muchos años, más de treinta —escribíanuestro Padre en 1965—, para expresar esa mismarealidad empleé una frase que algunos, faltos de vi-sión sobrenatural y sobrados de visión humana, nofueron capaces de entender. Escribí que todo cristianodebe sentirse caudillo, llamado por Dios para llevar alas almas hacia la santidad.

Todos: los grandes y los pequeños, los poderosos ylos débiles, los sabios y los sencillos. Cada uno en susitio, debe tener la humildad y la grandeza de ser ins-trumento de Dios, para anunciar su reino. Porque elSeñor envió así a los suyos: id y predicad, diciendo: seacerca el reino de los cielos (Matth. X, 7) n.

Santa María, Reina de los Apóstoles, intercedepor nosotros para que sepamos transmitir a todaslas gentes, el mensaje divino que tu Hijo nos ha en-tregado. De esa forma, lograremos que el mundo al-cance la paz que busca y no encuentra, porque des-conoce la eficacia del diálogo de salvación que Cris-to ha instaurado en la tierra.

(13) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, nn. 13-14.

LUNES 523

LUNES

390.

—Humildad, para darnos cuenta de lo que puede desagradara los demás en nuestra conducta, y tratar de desarraigarlo.—Hay que olvidarse de sí mismo, para hacer grata la convi-vencia a los que están a nuestro lado.—Si tenemos cariño sincero a los demás, sabremos superarcualquier roce, cualquier diferencia de carácter.

HERMANOS —escribe San Pablo a los de Fili-pO— (^_)t haced cumplido mi gozo, sintiendo una mis-ma cosa, teniendo una misma caridad, un mismo áni-mo, unos mismos pensamientos. Nada hagáis por por-fía, ni por vanagloria, sino con humildad, teniendocada uno por superiores a los otros, no atendiendouno a los cosas que son suyas propias, sino a las delos otros 1. Así es la fraternidad que vivimos en Casa,que tiene a la humildad como fundamento del tratocon los demás.

Desde el comienzo mismo de nuestra vocación,hemos sentido la alegría de pertenecer a esta granfamilia sobrenatural; alegría que constituye buenaparte de ese ciento por uno que el Señor ha prometi-do a los que, por seguirle, dejaron casa o hermanos,o hermanas, o padre o madre. Sin embargo, en algu-na ocasión podría surgir alguna pequeña dificultad.

(1) L. I (II) [Philip. II. 1-4).

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Nuestro Padre nos lo advertía: chocas con el carácterde aquél o del otro... Necesariamente ha de ser así: noeres moneda de cinco duros que a todos gusta.

Además, sin esos choques que se producen al trataral prójimo, ¿cómo irías perdiendo las puntas, aristas ysalientes —imperfecciones, defectos— de tu genio paraadquirir la forma reglada, bruñida y reciamente suavede la caridad, de la perfección? Si tu carácter y los ca-racteres de quienes contigo conviven fueran dulzones ytiernos como merengues, no te santificarías 2.

Si somos humildes, si reconocemos nuestrospropios defectos y luchamos por desarraigarlos, con-tribuiremos a lograr ese clima que nuestro Padre de-sea para nuestros Centros: un clima edificado sobrela caridad, apto para practicar las virtudes cristianas,para estar en condiciones de trabajar y para que se de-sarrolle con dignidad y sin estridencias la personali-dad humana. Nuestras casas tienen la sencillez del ho-gar de Nazaret, que fue testigo de la vida oculta de Je-sús, y el calor —humano y divino— del hogar de Beta-nia, que el Señor santificó, buscando en él la amistadverdadera, la intimidad y la comprensión fcfr. Luc. X,38-42; Ioann. XI, 5; XII, 1 y 2)3.

Hemos de ser siempre muy humanos, hijos míos.Para ser muy espirituales, muy sobrenaturales, hayque ser muy humanos, esforzarse por tener un sentido

(2) Camino, n. 20.(3) De nuestro Padre, Carla, 6-V-1945, n. 22.

LUNES 525

entrañablemente humano de la vida. Dios Nuestro Se-ñor no edifica sobre el desorden de una vida deshuma-na. Hemos de comprender, hemos de convivir, hemosde disculpar sin escandalizarnos nunca de nada ni denadie: porque esto alentará a vuestros hermanos y lesanimará a buscar vuestra ayuda 4.

Para lograrlo, aconseja nuestro Padre, pedid conosadía al Señor este tesoro, esta virtud sobrenatural dela caridad, para ejercitarla hasta en el último detalle 5.

EL QUE es humilde —afirma San Juan Crisósto-mo— es útil a sí y a los demás 6, les sirve y les ayuda;sabe olvidarse de sí mismo, para llevar a los demásdescanso y alegría, para hablar e interesarse por suscosas.

Hay muchas ocasiones a lo largo del día paraprocurar que los que viven a nuestro lado encuen-tren amable el camino de la santidad. Las delicade-zas que brotan de un amor profundamente sentido ha-cen de la vida en familia un anticipo del Cielo. Cadapequeño detalle de arreglo personal, del adorno de lacasa, de la preparación de la mesa, de la diversión—vivido con naturalidad— sabemos que tiene senti-do 7. E incluso descendiendo a detalles muy concre-tos, nuestro Padre afirmaba en 1956: en Casa hay

(4) De nuestro Padre, Carla, 29-IX-1957, n. 34.(5) Amigos de Dios, n. 229.(6) San Juan Crisóstomo, In Aclum homüiae 6.(7) De nuestro Padre, Obras IV-62, pp. 9-10.

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una tradición en estos veintiocho años, que no se haroto jamás: que por alegrar la vida a nuestros herma-nos se canta, se baila y se hace lo que sea. Nunca seha dicho que no se sabe o que no se puede 8.

Para vivir de este modo la entrega a los demáshace falta humildad. Porque esa virtud nos mueve ano sentirnos nunca rebajados a los ojos de nuestroshermanos; elimina de raíz cualquier deseo de sobre-salir, de que los demás nos admiren, deseo que po-dría lesionar el cariño humano y sobrenatural quedebemos tenernos como hijos de Dios en la Obra.¿Qué es lo que temes?, parece decirte el Señor. ¿Que-dar rebajado por la humildad? Mírame a mí. Consi-dera el ejemplo que Yo os he dado y entonces veráscon evidencia la grandeza de la humildad9.

El que es humilde se contenta con poco, no seconsidera digno de grandes atenciones. No se sientepostergado. No me seas tan... susceptible, aconsejabanuestro Padre. —Te hieres por cualquier cosa. —Sehace necesario medir las palabras para hablar contigodel asunto mas insignificante.

No te molestes si te digo que eres... insoportable.—Mientras no te corrijas, nunca podrás ser útil10.Siendo humildes, sabremos tener la delicadeza

precisa para no herir a nadie, porque no pensaremosen nuestros derechos, y estaremos más pendientes de

(8) De nuestro Padre, Crónica, 1969, p. 495.(9) San Juan Crisóstomo, In Maíthaeum homiliae 38, 3.(10) Camino, n. 43.

LUNES 527

los deberes que tenemos con nuestros hermanos. Vi-vir así nos quitará muchas preocupaciones inútiles,y sobre todo nos llevará a descubrir la verdaderaalegría de una entrega generosa. Te ha costado mu-cho, escribía nuestro Fundador, ir apartando y olvi-dando las preocupacioncillas tuyas, tus ilusiones perso-nales: pobres y pocas, pero arraigadas. —A cambio,ahora estás bien seguro de que tu ilusión y tu ocupa-ción son tus hermanos, y sólo ellos, porque en el próji-mo has aprendido a descubrir a Jesucristo ".

SOLO el cariño sincero engendra comprensiónauténtica y profunda con los defectos de los demás.Sólo el auténtico amor sabe estar por encima decualquier diferencia de carácter, suavizar cualquierroce, dulcificar lo que pueda ser áspero. Nuestracomprensión ha de ser grande, para no juzgar de ma-nera indebida a nuestros hermanos. Hemos de que-rer a cada uno como es, aunque sus opiniones o suspuntos de vista sean contrarios a los nuestros. He-mos de respetarlos y quererlos, y para eso necesita-mos tener amplitud de miras: no empequeñecernuestra capacidad de cariño. Tengamos el corazóngrande, para querer a todas las criaturas de la tierracon sus defectos, con sus maneras de ser. No olvidemosque, a veces, hay que ayudar a las almas, para que ca-

(11) Surco, n. 765.

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minen poco a poco; hemos de animarles con pacienciaa avanzar 12.

En ocasiones este esfuerzo puede hacerse unpoco cuesta arriba; por eso, para que tuviéramosmás fácil el camino, el Señor tomó la iniciativa, vi-niendo a nuestro encuentro (...) para que acudamoscon El a servir a los demás, para que —me gustarepetirlo— pongamos generosamente nuestro corazónen el suelo, de modo que los otros pisen en blando, yles resulte más amable su lucha. Debemos comportar-nos así, porque hemos sido hechos hijos del mismoPadre, de ese Padre que no dudó en entregarnos a suHijo muy amado n.

Amar a nuestros hermanos con su manera deser, con sus defectos, requiere humildad. Conocere-mos, sí, sus defectos, y procuraremos quererlos, sino son ofensa de Dios. Y nos fijaremos también ensus virtudes, por las que daremos gracias al Señor,que de tan distintas maneras quiere ser imitado. Esadiversidad, lejos de ser obstáculo, ha de ser motivode alegría, como una muestra más de la grandeza denuestro Dios.

Es preciso, insiste nuestro Fundador, que, ha-ciendo examen y abriendo el corazón, conociendo to-da la belleza de Dios y nuestra fealdad —segúnaquellas palabras de San Agustín: noverim te, nove-

(12) De nuestro Padre, Crónica, 1971, p. 352.(13) Amigos de Dios, n. 228.

1LUNES 529

rim me: que te conozca, Señor, y que me conozca—,conociendo la Hermosura divina y los errores y losinconvenientes que ponemos, os fijéis en lo buenoque tienen los demás.

A comprender: tenemos obligación. A disculpar: te-nemos obligación. A convivir con todas las almas y,sobre todo, con las que tenemos cerca 14.

De este modo la vida en familia tendrá sabor decaridad y calor de hogar. Hace muchos años, escri-bía nuestro Padre en Roma: no sé por qué puse unavez más, pero con más detenimiento, la mirada sobreun mueble de la habitación donde estoy escribiendo:hay allí cuatro borriquitos que los Reyes me trajeronde España, trotando... Yo me divierto a ratos, hacién-doles ir para aquí o para allí cambiándolos de direc-ción, pero nunca se me ocurre separarlos: van junticoslos cuatro, fraternales, con su carga abundante, inalte-rables, firmes 15. ¡Cuatro borricos, símbolo de humil-dad, de fraternidad, de unión!

Podemos terminar nuestra oración hablando conla Virgen. Ella, que mereció tanto en premio a su hu-mildad, que se llamó a sí misma esclava del Señor,nos enseñará a servir cada vez mejor a nuestros her-manos.

(14) De nuestro Padre, Tertulia, 8-XII-1963.(15) De nuestro Padre, Carta, 18-111-1948.

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391.

MARTES

—Hemos recibido la vocación para continuar la obra reden-tora.—Cristo hace la labor: nosotros somos instrumentos en susmanos.—El Señor nos premia, si somos fieles a nuestra misiónapostólica, llenando de felicidad nuestra vida.

VUELVE Jesús a hablarnos en parábolas, quesiempre nos ofrecen luces nuevas para nuestro cami-no de hijos de Dios en el Opus Dei. Un hombre dabauna gran cena, e invitó a muchos. Envió a su criado ala hora de la cena para decir a los invitados: venid,pues ya está todo preparado l.

Siempre el Señor ha querido la colaboración deservidores abnegados, ha buscado el apoyo fiel dehombres y de mujeres que —con sacrificio y entre-ga— preparen la Redención y contribuyan, una vezrealizada, a extender sus efectos a las almas. De esenúmero, por explícita vocación divina, formamosparte todos los hijos de Dios en el Opus Dei. Por me-dio de la Obra, Jesús quiere salir de nuevo al en-cuentro de los hombres. Sin embargo, frecuentemen-te, la respuesta a su invitación es la misma que selee en la parábola: todos comenzaron a excusarse. El

(1) Ev. (Luc. XIV, 16-17).

MARTES 531

primero le dijo: he comprado un campo y tengo nece-sidad de ir a verlo; te ruego que me des por excusado.Y otro dijo: compré cinco yuntas de bueyes y voy aprobarlas; te ruego que me des por excusado. Otro di-jo: acabo de casarme y por eso no puedo ir2.

Al pronunciar estas palabras, Jesús tendría antelos ojos del alma a todos aquellos que, a lo largo delos siglos, rechazarían la divina invitación a partici-par en el banquete celestial. Pero el Señor se sentiríaconsolado al contemplar también el número grandede apóstoles que, en el transcurso de la historia, con-tinuarían la misión encomendada a los Doce prime-ros. Entonces como ahora, se siguen cumpliendo laspalabras de la Escritura: "Aure audietis, et non intel-ligetis: et videntes videbitis, et non perspicietis". Pala-bras claras del Espíritu Santo: oyen con sus propiosoídos, y no entienden; miran con sus ojos, pero no per-ciben.

¿Por qué te inquietas —pregunta nuestro Padre—si algunos, "viendo" el apostolado y conociendo sugrandeza, no se entregan? Reza tranquilo, y perseveraen tu camino: si ésos no se lanzan, ¡otros vendrán!3.

Al elegirnos, dándonos la vocación a su Obra, elSeñor espera de nosotros un servicio apostólico queno se desanima ante ninguna dificultad, que sabe ca-minar por la senda de la entrega y de la renuncia a

(2) Ibid.. 18-20.(3) Surco, n. 31.

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toda satisfacción personal. No pienses —previenenuestro Padre— que es fácil hacer de la vida un ser-vicio. Se necesita traducir en realidades tan buen de-seo, porque "el reino de Dios no consiste en palabras,sino en virtud", enseña el Apóstol; y porque la prácti-ca de una constante ayuda a los demás no es posiblesin sacrificio 4.

Un sacrificio gustoso, de amor, y completo, es lacondición para llevar a término la labor corredento-ra que se nos ha confiado. Hay que darse del todo,hay que negarse del todo: es preciso que el sacrificiosea holocausto 5.

QUERRÍA grabar a fuego en vuestras almas estastres consideraciones:

1) La Obra de Dios viene a cumplir la Voluntadde Dios. Por tanto, tened una profunda convicción deque el cielo está empeñado en que se realice.

2) Cuando Dios Nuestro Señor proyecta algunaobra en favor de los hombres, piensa primeramente enlas personas que ha de utilizar como instrumentos... yles comunica las gracias convenientes.

3) Esa convicción sobrenatural de la divinidad dela empresa acabará por daros un entusiasmo y amortan intenso por la Obra, que os sentiréis dichosísimossacrificándoos para que se realice 6.

(4) Forja, n. 839.(5) Camino, n. 186.(6) De nuestro Padre, Instrucción, 19-111-1934, nn. 46-49.

MARTES 533

El Señor espera de nosotros que invitemos a suReino a todos los que encontremos: sal a los caminosy a los cercados y obliga a entrar a la gente, para quese llene mi casa \ nos dice. Y no podemos ser remi-sos en el cumplimiento de este encargo. Nuestra feen la promesa de fecundidad sobrenatural, que lateen estas palabras de Cristo, se hace fe en la Obra, feen nuestra vocación. Todo ha sido querido por Dios.Esa convicción sobrenatural volverá gustoso el sacri-ficio, y nos hará sentir el humilde orgullo de ser ins-trumentos —de barro o de plata, ¡qué más da!—, pe-ro instrumentos de Cristo.

No podía ser más sencilla la manera de llamar Je-sús a los primeros doce: "ven y sigúeme".

Para ti, que buscas tantas excusas con el fin de nocontinuar esa tarea, se acomoda como el guante a lamano la consideración de que muy pobre era la cien-cia humana de aquellos primeros; y, sin embargo, ¡có-mo removieron a quienes les escuchaban!

—No me lo olvides: la labor la sigue haciendo El,a través de cada uno de nosotros 8.

Hemos de llevar la luz de Dios a todas las latitu-des de la tierra, conscientes de que no creamos noso-tros esa luz: únicamente la reflejamos. No somos noso-tros los que salvamos las almas, empujándolas a obrarel bien: somos tan sólo un instrumento, más o menosdigno, para los designios salvadores de Dios. Si alguna

(7) Ev. (Luc. XIV, 23).(8) Surco, n. 189.

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vez pensásemos que el bien que hacemos es obra nues-tra, volvería la soberbia, aún más retorcida; la sal per-dería el sabor, la levadura se pudriría, la luz se con-vertiría en tinieblas 9.

Nuestra respuesta a la vocación ha de ser plenay rendida. Y luego, hijas e hijos míos, cuando os pa-rezca que habéis trabajado mucho en el servicio delSeñor, repetid las palabras que El mismo nos ha ense-ñado: servi inútiles sumus; quod debuimus faceré, feci-mus (Luc. XVII, 10); somos siervos inútiles: no hemoshecho más que lo que teníamos obligación de hacer l0.

UN DÍA —no quiero generalizar, abre tu corazónal Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, uncristiano corriente igual a ti, te descubrió un panora-ma profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejocomo el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empe-ñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol deapóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad yno la recuperaste, convertida en paz, hasta que libre-mente, porque te dio la gana —que es la razón más so-brenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la ale-gría, recia, constante, que sólo desaparece cuando teapartas de El u.

Muchas veces, al hablar con el Señor en íntimaoración, brotarán de nuestra alma palabras de agra-

(9) Amigos de Dios, n. 250.(10) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 90.(11) Es Cristo que pasa, n. 1.

MARTES 535

decimiento por la elección de que hemos sido objeto.Recordar esos primeros tiempos de la entrega puedey debe ser un impulso para nuestra vida de ahora,para el servicio concreto y exigente, ¡fiel!, que Diosespera de nosotros.

Esa mirada atrás en el tiempo recorrido desdeque dijimos al Señor que contara con nosotros, comorespuesta a sus requerimientos, también nos ha dellevar a rectificar siempre que sea necesario: vuelvede nuevo la mirada sobre tu vida, y pide perdón porese detalle y por aquel otro que saltan enseguida a losojos de tu conciencia; por el mal uso que haces de lalengua; por esos pensamientos que giran continuamen-te alrededor de ti mismo; por ese juicio crítico consen-tido que te preocupa tontamente, causándote una pe-renne inquietud y zozobra... ¡Que podéis ser muy feli-ces! ¡Que el Señor nos quiere contentos, borrachos dealegría, marchando por los mismos caminos de venturaque El recorrió! Sólo nos sentimos desgraciados cuandonos empeñamos en descaminarnos 12.

Pedimos al Señor que nos libre de todo egoísmoy de toda pereza, de todo aquello que nos aparta desu querer, para servirle sacrificadamente y con ale-gría todos los días de nuestra vida. No a medias, nimás o menos en unos momentos, sino dándonos delleno, sin miedo a gastarnos, en todas nuestras ocu-paciones, con entera rectitud de intención porque

(12) Amigos de Dios, n. 141.

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ayudar a otros hombres, si no se hace por Dios, no essacrificio 13.

¿Quieres que te diga todo lo que pienso de "tu ca-mino"? —Pues, mira: que si correspondes a la llama-da, trabajarás por Cristo como el que más: que si tehaces hombre de oración, tendrás la correspondenciade que hablo antes y buscarás, con hambre de sacrifi-cio, los trabajos más duros...

Y serás feliz aquí y felicísimo luego, en la Vida u.Como siempre al terminar la oración, acudimos

a la Virgen, porque Jesús no puede negar nada a Ma-ría, ni tampoco a nosotros, hijos de su misma Madre 15.Ella nos obtendrá las gracias precisas para llevar acumplimiento el servicio que hemos de prestar en es-ta tierra a su Hijo, para luego gozar para siemprecon El en el Cielo.

Dormición de la Virgen.Cerámica en la Iglesia prelaticiade Santa María de la Paz.

(13) San Agustín, De civitate Dei 10, 6.(14) Camino, n. 255.(15) Amigos de Dios, n. 288.

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MIÉRCOLES 537

392.

MIÉRCOLES

—La perseverancia es una gracia del Señor, que exige nues-tra correspondencia.—Enemigos de la perseverancia.—Medios para ser fieles.

HOY LEEMOS un pasaje del evangelio de SanLucas, en el que el Señor nos dice: ¿quién de voso-tros, al querer edificar una torre, no se sienta primeroa calcular los gastos a ver si tiene dinero para acabar-la? No sea que, después de poner los cimientos y nopoder acabar, todos los que lo vean empiecen a bur-larse de él, diciendo: este hombre comenzó a edificar,y no pudo terminarx.

Nuestro Padre solía comentarlo así: parece queestán todos los personajes del Evangelio señalando aeste desgraciado y riéndose de él: coepit aedificare etnon potuit consummare!

¡Nosotros podemos! ¡Tenemos los medios! El que senos queda por ahí, agarrado a las zarzas del camino,se queda porque quiere, porque desea ser desgraciado,porque no quiere amar a Cristo.

¿Quién es el que no piensa siquiera en los medios

(1) Ev. (Luc. XIV, 28-30).

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para poder cubrir aguas, para no dejar el edificio sinhacer? \

La perseverancia es un don especial de Dios, quehemos de esperar de su misericordia; pero, como to-das las gracias, exige también el ejercicio de la pro-pia libertad, nuestra plena correspondencia —hoy yahora— a los planes divinos. Nuestro Padre nos en-señó a procurarla con todas nuestras fuerzas, altiempo que nos ponía en guardia para reaccionarcuando venga la tentación contra la perseverancia, di-ciendo, engañadora: ¿no ves que se necesita gente demás virtud que tú, de más talento, de más dinero?...

Que sepan contestar: Jesús no me escogió por eso:me escogió... porque sí, porque quiso. —Muchas viudashabía en Israel, en los días de Elias...; mas a ningunade ellas fue enviado Elias, sino a una mujer viuda deSarepta de Sidonia. —Y muchos leprosos había en Is-rael, en tiempo de Elíseo profeta; mas ninguno de ellosfue limpiado, sino Naamán de Siria (Luc. IV, 25-27).— Tenía el Señor, en su pueblo, otros más cerca de El,pero se acordó de mí y debo cumplir su Voluntad sininquirir el porqué. — Spiritus ubi vult spirat, el Espíri-tu de Dios sopla donde quiere (Ioann. ///, 8): ésa es larazón: porque quiere: ya lo dije antes.

Y, por otro lado, es indudable que todos nosotroshemos venido a Cristo, y El ha dicho: nemo potest ve-nire ad me, nisi fuerit ei datum a Patre meo; nadie

(2) De nuestro Padre, Meditación, 4-III-1960.

puede venir a mí, si no le fuere dado por mi Padre(Ioann. VI, 66). ¡Nos ha traído a la Obra nuestroPadre-Dios!3.

Dios, que nos llamó, nos dará los medios para res-ponder fielmente a sus ulteriores llamadas, hasta elúltimo instante. Mucho podemos aprender de la con-fianza de los primeros cristianos: es el secreto de superseverancia, en medio de las persecuciones exterioresmás crueles y continuas, y de las interiores tribulacionespermitidas, enviadas, por el Santificador: Dominus illu-minatio mea et salus mea: quem timebo?; el Señor es miluz y mi salud: ¿a quién temeré? Dominus protector vi-tae meae: a quo trepidabo?; el Señor es el defensor de mivida: ¿qué me amedrentará? (Ps. XXVI, 1) *.

A LO largo del camino —del vuestro y del mío—solamente veo una dificultad, que tiene diversas mani-festaciones, contra la cual hemos de luchar constante-mente (...).

Esa dificultad es el peligro del aburguesamiento, enla vida profesional o en la vida espiritual; el peligro desentirse solterones, egoístas, hombres sin amor (...).

Si alguno cayera en el lazo de esta tentación, acu-did en su ayuda prontamente; porque —si no desechaese pensamiento— saldrá fuera de la barca, se marcha-

(3) De nuestro Padre, Instrucción, 1-IV1934, nn. 91-93.(4) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, n. 299.

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rá fuera del camino, fuera de nuestro hogar: perderála vocación.

Esa dificultad y ese peligro, de que hablamos, sue-le tener dos claras manifestaciones: la tibieza y la in-constancia en la tarea apostólica. Por eso decidle aloído con caridad fraterna, para remover su conciencia:scio opera tua, quia ñeque frigidus es ñeque calidus:utinam frigidus esses aut calidus! Sed, quia tepidus eset nec frigidus nec calidus, incipiam te evomere ex oremeo. Conozco bien tus obras, que ni eres frío ni calien-te: ¡ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio,y no eres frío ni caliente, estoy para vomitarte de miboca (Apoc. ///, 15 y 16) K

En el origen de una tentación contra la perseve-rancia puede haber diversos motivos. Nuestro Padrenos señaló algunos: unas veces es que el gran amigoque tuvimos en el mundo, luego hermano en la Obra,o el hermano que fue instrumento de Dios para traer-nos a su apostolado, flaquea, no corresponde a la gra-cia... y se queda en el mundo como mundano.

No, vacilaciones: raíces profundísimas de humil-dad, que fortalezcan nuestra vocación, hemos de sacarante casos tan lamentables. Ellos... quizá fueron mejo-res que nosotros: si in viridi ligno haec faciunt, in ári-do quid fiet?; si eso pasa con el leño verde, ¿qué se ha-rá con el seco? (Luc. XXIII, 31) (...).

Otras veces, la concupiscencia, vistiendo con colori-

(5) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XIM941, nn. 84-85.

MIÉRCOLES 541

dos de delicadeza, de poesía, y hasta de espiritualidad—conozco y lloré, no hace mucho, una espiritualidadde éstas: ¡pobre alma!—, se empeña en hacernos creerque nuestra entrega a Dios es un estado de ánimo, unasituación de paso, que es demasiado alta para noso-tros... 6. En esas ocasiones nos aconsejaba: te diré,con palabras de un viejo refrán español: aunque lacarne se vista de seda, carne se queda 7.

Otras veces la tentación es la cobardía: soy flaco.Me conozco: es verdad que, por la misericordia del Se-ñor, no le ofendo ordinariamente. Pero... ¡estas luchasde cada día!: siempre al borde del precipicio. Me damiedo entregarme... y caer. Yo no valgo, para darme aDios del todo.

Tu humildad, hijo, no tiene de humildad más quelas apariencias. Te crees un hombre excepcional: sólotú tienes luchas o, por lo menos, las luchas de los de-más no son como las luchas tuyas.

¿Acaso has llegado a creer que los santos no tu-vieron —no tienen— que vencer en peleas tan gran-des, y más, que tus peleas diarias? Entonces, los san-tos son anormales: casos clínicos, para estudiarlos undoctor modernista o un psicólogo hambriento de de-formidades.

Te pasa lo que pasa a todo el mundo. Y seguirásasí hasta acabar tu vida mortal, para que no te enva-

(6) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, nn. 285-286, 288.(7) Camino, n. 134.

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nezcas: para eso —lo dice San Pablo— datus est mihistimulus carnis meae, ángelus satanae, qui me colaphi-zet,1 se me ha puesto el estímulo de la carne, que es co-mo un ángel de satanás que me da de bofetadas (IICor. XII, 7).

Decías —y decías bien— que, por la misericordiadel Señor, no le ofendes. ¿Y no ves que, si desechas tucobardía, y te das a El del todo, El tendrá contigo to-da la misericordia que necesites? ¿No oyes que te diceCristo, como al Apóstol, sufficit tibi gratia mea, te bas-ta mi gracia? (II Cor. XII, 9) 8.

HIJOS míos: qui perseveraverit usque in finem,hic salvus erit (Philip. IV, 13), se salvará el que perse-vere hasta el fin. Padre, ¿y si no puedo? Nosotros po-demos. ¡Tenemos los medios! Omnia possum in eo quime confortat! (Philip. IV, 13). Los imposibles se hansuperado en el Opus Dei, no hay imposibles. Nosotrospodemos cubrir aguas, hijos míos. Todo lo puedo enAquel que me conforta 9. Y añadía nuestro Padre: co-menzar es de muchos, acabar es de pocos. ¡Acabar!¡Acabar!10.

El Señor nos da su gracia para perseverar; denosotros pide solamente que pongamos los medios.En primer lugar, ser almas de oración. No podemosperseverar en nuestra vocación si no somos contem-

(8) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, nn. 292-296.(9) De nuestro Padre, Meditación, 17-11-1959.(10) De nuestro Padre, Meditación, 17-11-1959.

MIÉRCOLES 543

plativos, si no convertimos nuestra vida en Amor u.Esta contemplación se alcanza y se expresa por

medio de las Normas de piedad, que el Señor ha que-rido para nuestro plan de vida. Por eso afirmabanuestro Padre: puedo decir que el que cumple lasNormas, el que lucha por cumplirlas, en tiempo de sa-lud y en tiempo de enfermedad, en la juventud, en lamadurez y en la vejez, cuando hay sol y cuando haytormenta, cuando tiene gusto y cuando le cuesta, éseestá predestinado, si persevera hasta el fin. Porquedentro de esas Normas está la oración, la presencia deDios, el trato con la Trinidad Beatísima —el Padre, elHijo y el Espíritu Santo—, y con la Madre de Dios,Hija de Dios y Esposa de Dios, con San José —que meviene dulcemente al pensamiento, a quien he hechollamar nuestro Padre y Señor—, y con nuestro ÁngelCustodio 12.

Y Zas Normas se cumplen —añadía siempre nues-tro Fundador— cuando llueve y cuando hace sol, confrío y con calor, con salud y con enfermedad. Si estáisenfermos, siempre podéis pedir a un hermano vuestroque os ayude a hacer la oración o la lectura, a rezar elrosario. Cumplidme las Normas siempre, y cumplidlastodas 13.

Junto a la vida de piedad, es preciso huir de lasocasiones de descamino, guardar el corazón, no dar

(11) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XH-1941, n. 130.(12) De nuestro Padre, Meditación, 4-III-1960.(13) De nuestro Padre, Noticias IX-61, pp. 29-30.

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cabida al demonio mudo, rechazar el desaliento: note desalientes, ¡adelante!, adelante con una tozudez quees santa y que se llama, en lo espiritual, perseveran-cia M.

La devoción a la Virgen nos ayudará a ser muyfieles a nuestra vocación. Hagamos como los prime-ros cristianos, que —reunidos junto a Ella en Jeru-salén— perseveraban asiduamente en la doctrina delos Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pany en las oraciones 15. Son palabras de la Sagrada Es-critura, que nuestro Fundador comentaba así: Indoctrina apostolorum: la fe. In communicatione frac-tionis pañis: el Pan. Et orationibus: la Palabra. ¡Fe,Pan, Palabra! ¡Y perseveraremos, y nos llamarán victo-riosos, y tendremos todo el amor que nos aguarda en elCielo, después de haber sido felices en la tierra!16.

(14) Forja, n. 220.(15) Act. II, 42.(16) De nuestro Padre, Meditación, 4-IIM960.

JUEVES

JUEVES

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393.

—Todas las ocupaciones humanas honradas son camino de

santidad.—Hay que recordar a los cristianos esta realidad.—Rectitud de intención, para que el trabajo sea en verdadsantificante.

AL MEDITAR las diversas escenas del Evangelio,vemos que Jesucristo se hace el encontradizo con to-da clase de gentes, sin mirar a la calidad de las per-sonas. Nos enseña que todas las ocupaciones honra-das pueden ser santificantes y santificadas. Y ha sus-citado el Opus Dei precisamente para recordar a to-dos, hasta el fin de los tiempos, que cualquier traba-jo noble —las artes, la industria y el comercio, laeconomía y la política, los oficios manuales y lasocupaciones intelectuales—, todas las profesioneshumanas pueden ser ocasión y medio para lograr lasantidad.

Nuestro Señor ha invitado a los hombres a se-guirle de cerca y, al llamarnos a su Obra, ha queridoque cumpliéramos este mandato viviendo en la socie-dad civil y enseñando a todas las almas que su san-tificación está también en el recto uso de los bienesde la tierra. Hijas e hijos míos —escribe nuestro Pa-dre—, el espíritu del Opus Dei recoge la realidad her-mosísima de que cualquier trabajo digno y noble en lo

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humano, puede convertirse en un quehacer divino. Nohay incompatibilidad entre la moral cristiana, y cual-quier profesión lícita, intelectual o manual, de ésasque la gente califica como importantes o de ésas queconsidera humildes.

Pensad que, en el servicio de Dios, no hay oficiosde poca categoría: todos son de mucha importancia.La categoría del oficio depende de las condiciones per-sonales del que lo ejercita, de la seriedad humana conque lo desempeña, del amor de Dios que ponga en él.Es noble el oficio del campesino, que se santifica culti-vando la tierra; y el del profesor universitario, que unela cultura a la fe; y el del artesano, que trabaja en elpropio hogar familiar; y el del banquero, que hacefructificar los medios económicos en beneficio de lacolectividad; y el del político, que ve en su tarea unservicio al bien de todos; y el del obrero, que ofrece alSeñor el esfuerzo de sus manos.

Sabéis bien que no se prohibe el ejercicio de nin-guna profesión honesta a los miembros del Opus Dei,que deben —por el contrario— elevar y santificar to-das las profesiones, convirtiéndolas en instrumento desantidad propia y ajena, en ocasión de apostolado '.

Somos portadores de una embajada que hay quevivir en plenitud para poder transmitirla con efica-cia divina. Cualquiera que sea nuestro trabajo con-creto, allí hemos de encarnar este espíritu que nos

(1) De nuestro Padre, Carla, 15-X-1948, n. 5.

JUEVES 547

ha legado nuestro Fundador. En esa tarea que ocupala mayor parte de las horas de nuestra jornada, he-mos de esforzarnos por descubrir el mensaje queDios tiene reservado para nosotros. En ese afán pordesvelar el sentido divino de lo que hacemos, se ar-monizan trabajo y oración, contemplación y acción.Hasta el punto que se unirán sin fisuras, si luchamosfielmente. Esa es la vocación con la que hemos sidollamados. Esa es la verdad radical de nuestra exis-tencia, la que se desarrolla día a día en la pelea poracabar con perfección y por amor de Dios lo que lle-vamos entre manos.

ES MISIÓN nuestra recordar a los hombres quenuestra fe católica proclama bien alta la dignidad deltrabajo, la grandeza humana y divina de la vocaciónde trabajadores 2.

Al desarrollar nuestra actividad profesional,buscamos que sólo al Señor sea dada la gloria y elimperio por los siglos de los siglos 3, y para ello he-mos de mostrar a quienes trabajan con nosotros, elvalor y el destino sobrenatural que deben alcanzarlas actividades humanas. Muchas veces los que nosrodean no tienen conciencia del tesoro divino quellevan en las manos: uno piensa en los honores

(2) De nuestro Padre, Carta. 15-X-1948, n. 4.(3)1 Petr. X, 11.

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—afirma San Gregorio—, otro en el dinero, otro enposesiones; cosas ínfimas todas ellas, que apartan dela rectitud del propio estado cuando se las consideracomo fin 4, pero que, con la gracia de Dios, puedenorientarse a la salvación de las almas y cobran en-tonces un valor inmenso.

Hay un paréntesis de siglos, inexplicable y muylargo —escribía nuestro Padre en 1932—, en el quesonaba y suena esta doctrina a cosa nueva: buscar laperfección cristiana, por la santificación del trabajoordinario, cada uno a través de su profesión y en supropio estado. Durante muchos siglos, se había tenidoel trabajo como una cosa vil; se le había considerado,incluso por personas de gran capacidad teológica, co-mo un estorbo para la santidad de los hombres.

Yo os digo, hijas e hijos míos, que a cualquieraque excluya un trabajo humano honesto —importanteo humilde—, afirmando que no puede ser santificadory santificante, podéis decirle con seguridad que Diosno le ha llamado a su Obra.

Habrá que rezar, tendremos que rezar, tendremosque sufrir, para quitar de la mente de las personasbuenas ese error. Pero llegará el momento, en el cual,a base del trabajo humano en todas las categorías tan-to intelectuales como manuales, se alzará en una solavoz el clamor de los cristianos diciendo: cántate Domi-no canticum novum: cántate Domino omnis térra fPs.

(4) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia 31, 6.

JUEVES 549

XCV, 1); cantad al Señor un cantar nuevo: que alabeal Señor toda la tierra 5.

Ese es el mensaje específico que todos los fielesde la Prelatura hemos de comunicar a nuestros com-pañeros de trabajo, en cualquier circunstancia enque nos encontremos. Nuestra misión es transmitireste mensaje divino: que esa tarea profesional co-mún, ordinaria, quizá humanamente monótona, escamino cierto de santidad, si se realiza cara a Dios.Santificar el propio trabajo no es una quimera, sinomisión de todo cristiano...: tuya y mía.

—Así lo descubrió aquel ajustador, que comentaba:"me vuelve loco de contento esa certeza de que yo, ma-nejando el torno y cantando, cantando mucho —pordentro y por fuera—, puedo hacerme santo...: ¡qué bon-dad la de nuestro Dios!"6.

UNA recomendación os hago: no perdáis jamás larectitud de intención. Hace años visitaba con frecuen-cia, acompañado por vuestros hermanos, la catedral deBurgos; subiendo hasta lo alto de una de las torres,contemplábamos toda la crestería del noble edificio,que —como es corriente en las iglesias góticas— estáadornada con multitud de relieves y estatuas, comocon un encaje de piedra. Son labores no ya esbozadas,sino acabadas hasta en el último detalle, a pesar de

(5) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 3.(6) Surco, n. 517.

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que desde abajo apenas se ven. Después de hacerlo no-tar a los que me acompañaban, comentaba siempre:los que hicieron esto, si vivieran hoy, podrían ser delOpus Dei, porque trabajaban cara a Dios y no cara alos hombres 7.

El Señor nos da ejemplo, una vez más, en el pa-saje del Evangelio de la Misa de hoy. Jesús se acer-caba a todos para anunciarles el Reino de Dios,también a aquellas personas rechazadas por los de-más como indignas a causa de su profesión, y lesproponía que rectificaran su vida para que el fin detodas sus ocupaciones fuese la gloria de Dios. Tam-bién nosotros hemos de estar vigilantes, porque po-drían deslizarse en nuestro trabajo, más o menosveladamente, motivos poco rectos, ambiciones me-nos nobles.

Os puedo contar otra anécdota real, porque hantranscurrido ya tantos años, tantísimos años desde quesucedió; y porque os ayudará a pensar, por el contras-te y la crudeza de las expresiones. Me hallaba dirigien-do un curso de retiro para sacerdotes de diversas dióce-sis (...). Empecé a charlar con uno, algo brutote, peromuy noble y sincero; le tiraba de la lengua un poco,con delicadeza y con claridad, para restañar cualquierherida que hubiera allá dentro, en su corazón. En undeterminado momento, me interrumpió, más o menoscon estas palabras: yo tengo una envidia muy grande

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(7) De nuestro Padre, Carla, 15-X-1948, n. 18.

de mi burra; ha estado prestando servicios parroquia-les en siete curatos, y no hay nada que decir de ella.¡Ay si yo hubiera hecho lo mismo!

Quizá —¡examínate a fondo!— tampoco merezca-mos nosotros la alabanza que ese curita de pueblo can-taba de su burra. Hemos trabajado tanto, hemos ocu-pado tales puestos de responsabilidad, has triunfadoen esta y en aquella tarea humana..., pero, en la pre-sencia de Dios, ¿no encuentras nada de lo que no de-bas lamentarte? ¿Has intentado de verdad servir aDios y a tus hermanos los hombres, o has fomentadotu egoísmo, tu gloria personal, tus ambiciones, tu éxitoexclusivamente terreno y penosamente caduco?

Si os hablo un poco descarnadamente, es porqueyo quiero hacer una vez más un acto de contriciónmuy sincero, y porque quisiera que cada uno de voso-tros también pidiera perdón. A la vista de nuestras in-fidelidades, a la vista de tantas equivocaciones, de fla-quezas, de cobardías —cada uno las suyas—, repita-mos de corazón al Señor aquellas contritas exclamacio-nes de Pedro: Domine, tu omnia nosti, tu seis quiaamo te! (Ioann. XXI, 17); ¡Señor!, ¡Tú lo sabes todo,Tú sabes que te amo, a pesar de mis miserias! Y meatrevo a añadir: Tú conoces que te amo, precisamentepor esas miserias mías, pues me llevan a apoyarme enTi, que eres la fortaleza: quia Tu es, Deus, fortitudomea (Ps. XLH, 2). Y desde ahí, recomencemos 8.

(8) Amigos de Dios, nn. 16-17.

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Así ha de ser nuestra vida, sin temor a equivo-carnos, si mantenemos viva la disposición de rectifi-car siempre que sea preciso. De este modo seremosmotivo de alegría para el Señor y para su Madre laVirgen. Fieles en lo pequeño, muy fieles en lo peque-ño. Si procuramos esforzarnos así, aprenderemos tam-bién a acudir con confianza a los brazos de Santa Ma-ría, como hijos suyos 9.

(9) Amigos de Dios, n. 16.

VIERNES 553

394.

VIERNES

—El Señor pide nuestro amor.—El uso de industrias humanas es una ayuda para la vidade piedad.—Podemos imitar a nuestro Padre, dedicando cada día de lasemana a fomentar una devoción concreta.

HABÍA un hombre rico que tenía un administra-dor, al que acusaron ante el amo de malbaratar la ha-cienda l. Jesús narra a sus discípulos una historiacorriente. Con el lenguaje sencillo de la parábola, leshabla de un poderoso de la tierra y de su administra-dor. Durante muchos años, aquel señor había puestoen manos de un hombre que nada tenía, sus tierrasfértiles, la mesada de los labriegos, el fruto de la co-secha. Y un día el rumor llegó a los oídos del amo:aquél en quien confiabas, te engaña; no se preocupade la hacienda, despilfarra tus bienes. Entonces lellamó y le preguntó: ¿qué es esto que oigo de ti? Da-me cuentas de tu administración 2.

También nosotros hemos recibido del Señor to-do lo que tenemos. Nos ha dado la existencia, y nosha rescatado del pecado, para hacernos hijos suyos yherederos de su gloria. Debemos examinar cuál es

(1) Ev. (Luc. XVI, 1).(2) Ibid., 2.

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nuestra respuesta a esos dones que Dios nos ha con-fiado. Porque, además, el Señor no quiere algo de no-sotros, lo quiere todo y, principalmente, espera quele entreguemos el corazón: amarás al Señor tu Dioscon todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tumente 3.

El Señor con los brazos abiertos, nos pide una li-mosna de amor4. Nos pide correspondencia. Dios tie-ne derecho a decirnos: ¿piensas en mí? ¿Tienes presen-cia mía? ¿Me tienes presente? ¿Me buscas como apoyotuyo? ¿Me buscas como luz de tu vida, como fortaleza,como coraza, como todo? En las horas que la gente dela tierra dice buenas: ¡Señor! En las horas que llamamalas: ¡Señor!5.

A veces podemos encontrarnos fríos y desgana-dos, con el corazón adormecido; y seguimos al Señorcomo a disgusto. Quizá dejamos de poner empeño enel cumplimiento de las Normas, y se abre paso en elalma la rutina.

Las palabras de Jesús: ¿qué es esto que oigo deti?6, han de sacarnos de la inactividad, porque no esposible ser fieles al Señor sin una sólida vida inte-rior, porque el fundamento de toda nuestra actividadcomo ciudadanos —como ciudadanos católicos— estáen una intensa vida interior: en ser, eficaz y realmente,

(3) Matth. XXII, 37.(4) De nuestro Padre, Crónica VIII-58, p. 7.(5) De nuestro Padre, Meditación, 8-IM959.(6) Ev. (Luc. XVI, 2).

VIERNES 555

hombres y mujeres que hacen de su jornada un diálo-go ininterrumpido con Dios 7. Nuestra existencia hade estar basada en ese trato de contemplativos. Nun-ca debe interrumpirse ese flujo y reflujo de amor, decoloquio, que lleva el corazón y la mente a Dios. Esindispensable porque, sin cultivar el trato con Dios,no podríamos llegar a ser contemplativos; y sin sercontemplativo, no se puede perseverar en la Obra 8.

EL FUEGO tiende hacia arriba —dice SanAgustín—, la piedra hacia abajo. Cada uno es movidopor su peso y tiende a su lugar. El aceite, puesto bajoel agua, se sitúa sobre ella; el agua, derramada enci-ma del aceite, se sumerge debajo. Las dos obran se-gún su peso, y cada cual tiende a su lugar. Las cosasmenos ordenadas se hallan inquietas: y cuando se or-denan, descansan. Mi peso es mi amor: él me muevedoquiera soy llevado. Tu don nos enciende y nos lle-va hacia arriba: prende tu fuego en nosotros y subire-mos 9.

A veces nos damos cuenta de que Dios nos atraehacia Sí con fuerza, y se apodera del pensamiento ydel corazón moviéndolos como con una atracciónirresistible. El Señor sale a nuestro encuentro —sinque lo busquemos— con motivo de las situaciones

(7) Forja, n. 572.(8) De nuestro Padre, n. 60.(9) San Agustín, Confessiones 13, 9, 10.

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más ordinarias. Es El quien nos busca siempre. Perootras veces no lo notamos así, y entonces hay que po-ner más esfuerzo personal.

Es una enseñanza que podemos sacar del Evan-gelio de la Misa de hoy. Al saber que su amo iba adespedirle, el mayordomo de la parábola, con sagaci-dad, ideó un modo para que otros señores le recibie-ran en sus casas, cuando quedase sin trabajo.

También nosotros hemos de poner esfuerzo hu-mano para mejorar nuestra vida interior. Es un he-cho que muchas veces, a pesar de los buenos deseos,nos olvidamos del Señor a causa del trajín de la jor-nada. Y una ayuda eficaz es la búsqueda de indus-trias humanas que, unidas a la expresión de un actode amor, faciliten rectificar la intención, levantar elcorazón a Dios en medio del trabajo, ofrecerle unavez y otra la tarea que llevamos entre manos. No sepuede llegar a tener vida interior si no se pasan variosaños con la preocupación de hacer muchos actos deamor de Dios, y tantas mortificaciones, y jaculatorias.Y, para esto, como yo decía a los primeros hermanosvuestros, es un buen medio consagrar cada día de lasemana a una devoción sólida 10.

Usamos por temporadas —sobre todo en los co-mienzos— de industrias humanas para hacer más acti-vo el trato con Dios, pero no olvidéis que no es necesa-rio llevar siempre las muletas. Cuando no se está cojo,

(10) De nuestro Padre, Crónica VIII-58, pp. 7-8.

VIERNES 557

no hace falta esa ayuda, que sería más bien impedi-mento.

¿Qué propósitos hacía mi madre, para quererme?Me quería y bastaba. En la Obra, somos muy amigosde la libertad, y también lo somos en la vida interior:no nos atamos a esquemas ni métodos ".

El diálogo contemplativo con nuestro Padre Diosa lo largo del día, con actos de fe, esperanza y amor,no puede reducirse a una técnica, ni cabe en los mol-des de una fórmula. El amor se expresa de mil mo-dos, y arde con fuego siempre nuevo.

Las industrias humanas, tan propias de la infan-cia espiritual, son delicadeza de amor, expresión dealmas enamoradas que buscan la unión con Dios.Despertadores, las llamaba nuestro Padre, porque elamor hay que cultivarlo, alimentarlo, cuidarlo; si no,se apaga y muere. Tenemos que buscar al Señor:muéstrame tu semblante, hazme oír tu voz, pues tuvoz es dulce, amable tu rostro n.

NUESTRO Padre aconsejaba que cada día de lasemana se dedicara a una devoción sólida, bien fun-dada, que fuese cauce para la presencia de Dios. Eldomingo, por ejemplo —nos decía—, va bien alabar ala Trinidad: gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al

(11) De nuestro Padre, Carta, 29-1X1957, n. 70.(12) Cant. II, 14.

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Espíritu Santo. Yo suelo añadir: y gloria a Santa Ma-ría. Y... una cosa pueril, pero no me importa nada:también a San José (...).

Los lunes podemos encomendar a las almas delPurgatorio. Allí tenemos almas tan queridas (...). Ade-más, nos sentimos amigos y hermanos de todas ellas,porque ya están casi coronándose con el laurel del Cie-lo, casi gozando del Amor de Dios: les falta la purifi-cación última. Son buenas intermediarias, para quenos ayuden a vencer en las pequeñas cosas que compo-nen la labor de la jornada (...).

¿El martes? Yo lo dedico a los Angeles Custodios.Podéis decir lo que os dé la gana, porque no habláisal dictado. Basta que repitáis las palabras de las Pre-ces: Sancti Angeli Custodes nostri, defendite nos... O loque queráis. ¡Sin palabras! Un latido del corazón vues-tro, que va derecho... No hay que hablar más.

¿Y el miércoles? Es la fiesta de San José, otra vez.El jueves, muchos actos en honor de la Eucaristía:

Comuniones espirituales, actos de desagravio... Ofen-den ahora más que nunca a Nuestro Señor, en ese Sa-cramento del Amor (...).

Los viernes, ave crux, spes única! y remuerde laconciencia de habernos quejado de tener un dolor ouna pena. ¿Qué es eso junto a lo que padeció el Señor?Ave crux! Saludadle en la Cruz; decidle piropos de ca-riño: no te huiré, te abrazaré. Y en cuanto uno seabraza a la Cruz, y la quiere, ya no hay contradicción,ni deshonra, ni calumnia, ni murmuración, ni enfer-

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medad, ni nada. Todo es suave, todo es agradable, to-do deja de ser carga. Porque la Cruz es, no la tuya ola mía, sino la de Cristo. Os he escrito hace muchísi-mos años mi pobre experiencia de sacerdote, que esabundante: que entonces la Cruz la lleva El, Cristo, ya nosotros no nos pesa. ¡Buena cosa es recordar, losviernes, la Cruz de Cristo!

¿Y el sábado? ¡A Nuestra Madre del Cielo, a Nues-tra Señora!13.

Nuestro Padre dejó claro que no hay ningunaobligación de seguir este camino concreto, pero aña-día: lo que ninguno debe hacer es despreocuparse dela presencia de Dios. Si no tiene presencia de Dios, noandará bien: no será mortificado, no será espiritual,no será celoso, no tendrá ganas de trabajar M. En cam-bio, después de este esfuerzo, se llega a tener, en todoslos momentos del día, trato y conversación con el Se-ñor: vivimos como almas contemplativas 15.

Acabamos nuestra oración con otro consejo denuestro Padre: pon en tu mesa de trabajo, en la habi-tación, en tu cartera..., una imagen de Nuestra Señora,y dirígele la mirada al comenzar tu tarea, mientras larealizas y al terminarla. Ella te alcanzará —¡te lo ase-guro!— la fuerza para hacer, de tu ocupación, un diá-logo amoroso con Dios 16.

(13) De nuestro Padre, Tertulia, 29-V-1974.(14) De nuestro Padre, Tertulia, 29-V-1974.(15) De nuestro Padre, Crónica VIII-58, p. 8.(16) Surco, n. 531.

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395.

SÁBADO

—Iniciativa en la lucha ascética.—Sentido de responsabilidad en el apostolado.—Responsabilidad en las tareas concretas que nos enco-mienden.

QUIEN ES fiel en lo poco también es fiel en lomucho; y quien es injusto en lo poco también es in-justo en lo mucho '. Estas palabras del Señor, que re-coge el Evangelio de la Misa de hoy, nos recuerdanque Dios nos ha creado libres, y espera de nosotrosque pongamos interés y esfuerzo por responder conlealtad a sus solicitudes. No podemos permanecerpasivos. Todos nuestros pasos han de moverse den-tro de los planes del Padre del Cielo, que nos ha lla-mado a la Obra en señal de predilección. El Señornos pide un abandono total y confiado en sus manos,a la vez que quiere que cooperemos con la gracia,poniendo en juego nuestras facultades, todas las ca-pacidades con las que nos ha dotado, ejercitándonosen una lucha sin tregua.

Oigamos al Señor, que nos dice: quien es fiel en lopoco, también lo es en lo mucho, y quien es injusto enlo poco, también lo es en lo mucho (Luc. XVI, 10).

(1) £v. (Luc. XVI, 10).

SÁBADO 561

Que es como si nos recordara: lucha cada instante enesos detalles en apariencia menudos, pero grandes amis ojos; vive con puntualidad el cumplimiento del de-ber; sonríe a quien lo necesite, aunque tú tengas el al-ma dolorida; dedica, sin regateo, el tiempo necesario ala oración; acude en ayuda de quien te busca; practicala justicia, ampliándola con la gracia de la caridad.

Son éstas, y otras semejantes, las mociones que ca-da día sentiremos dentro de nosotros, como un aviso si-lencioso que nos lleva a entrenamos en este deporte so-brenatural del propio vencimiento. Que la luz de Diosnos ilumine, para percibir sus advertencias; que nosayude a pelear, que esté a nuestro lado en la victoria;que no nos abandone en la hora de la caída, porqueasí nos encontraremos siempre en condiciones de le-vantarnos y de seguir combatiendo 2.

Desde que fuimos llamados a la Obra conoce-mos bien qué es lo que de nosotros espera Dios encada instante y, si en alguna ocasión surge la duda,tenemos el oportuno consejo. Pero no podemos con-fundir el abandono confiado en manos de los Direc-tores con una cómoda pasividad, con la falta de ini-ciativa y responsabilidad. Nosotros debemos vivirprudentemente nuestra lucha diaria por la santi-dad. En la Confidencia, al hablar de nuestra vidainterior, debe haber iniciativa, fruto de la oración,

(2) Es Cristo que pasa, n. 77.

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de la profundidad en el examen. Después tratamosde poner en práctica lo que nos aconsejen, segurosde cumplir así la Voluntad de Dios; pero aun enton-ces tendremos que ejercitar la prudencia sobrenatu-ral, poniendo también la inteligencia al servicio delo que nos indiquen. Nuestra cooperación activa nopuede faltar, porque nosotros somos los primerosinteresados y los primeros responsables de nuestrapropia santidad.

RECORDAD muchas veces, para que os sirva deacicate, la queja del Señor: filii huius saeculi pruden-tiores filiis lucis in generatione sua sunt (Luc. XVI, 8);los hijos de las tinieblas son más prudentes que los hi-jos de la luz. Palabras duras pero muy exactas, por-que, por desgracia, se cumplen cada día.

Entretanto, los enemigos de Dios y de su Iglesia semueven y se organizan. Con una constancia ejemplar,se preparan sus cuadros, mantienen escuelas dondeforman directivos y agitadores y con una acción disi-mulada —pero eficaz— propagan sus ideas y llevan, alos hogares y a los lugares de trabajo, su semilla des-tructora de toda ideología religiosa 3.

Si los enemigos de la Iglesia se organizan y de-rrochan ingenio para llevar a cabo propósitos torci-dos, ¿qué debemos hacer los cristianos por servir a

(3) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 23.

SÁBADO 563

nuestro Dios? El amor sabe encontrar recursos, des-pierta las fuerzas dormidas de la inteligencia paraservir al que ama. Si de verdad queremos trabajarpor el Señor, encontraremos el modo de ser eficaces.Así no se podrán aplicar a nosotros aquellas pala-bras: si lo que hacen por bien parecer al mundo lo hi-cieran rectificando la intención, por Dios... ¡qué santosserían algunos y algunas! *.

Tenemos que nacernos presentes, con iniciativay responsabilidad, en las encrucijadas todas delmundo. Es muy propio de vuestra vocación la inter-vención prudente —y cuando digo prudente, no digotímida—, activa y discreta, a la manera de como ac-túan los ángeles, que tienen una acción invisible peroeficacísima, en las diversas asociaciones y corporacio-nes —públicas o no— de ámbito local, nacional o deextensión internacional5. En nuestro afán apostólicohemos de poner audacia y valentía, que son la natu-ralidad propia de los enamorados. Y de esa maneratodas las actividades que los hombres realizan, seránen nuestras manos medios para extender el Reino deDios. Estad presentes sin miedo en todas las activida-des y organizaciones de los hombres para que Cristoesté presente en ellas. Yo he aplicado a nuestro modode trabajar aquellas palabras de la Escritura: ubicum-qne fuerit corpus, illic congregabuntur et aquilae

(4) Camino, n. 215.(5) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1959, n. 20.

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564 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXI

íMatth. XXIV, 28), porque Dios Nuestro Señor nos pe-diría cuenta estrecha, si, por dejadez o comodidad, ca-da uno de vosotros, libremente, no procurara interveniren las obras y en las decisiones humanas, de las quedependen el presente y el futuro de la sociedad 6.

Hemos de estar bien convencidos de la repercu-sión que una vida santa tiene sobre el mundo entero.Si respondes a la llamada que te ha hecho el Señor, tuvida —¡tu pobre vida!— dejará en la historia de la hu-manidad un surco hondo y ancho, luminoso y fecun-do, eterno y divino 7.

MUY ESPECIALMENTE debemos poner en jue-go todos los recursos naturales para llevar a cabolas tareas grandes o pequeñas que la Obra nos enco-mienda. Urge por eso adquirir responsabilidad y ma-durez, porque hemos de tener la mesura, la sereni-dad, la fortaleza, el sentido de responsabilidad que ad-quieren muchos a la vuelta de los años 8.

Lo exige la vocación, la buena marcha de la la-bor y la eficacia toda de la Obra. A medida que lleva-mos más tiempo en Casa, debe aumentar también lacapacidad para llevar una carga abundante sobrenuestros hombros. Debe crecer la responsabilidaden tomar decisiones, la perfección en terminar el

(6) De nuestro Padre, Carta, 9-M959, n. 20.(?) Forja, n. 59.(8) De nuestro Padre, Meditación, 17-11-1959.

SÁBADO 565

trabajo, la madurez en los juicios para atender a to-das las circunstancias de nuestra actuación, recor-dando nuestra experiencia y la de los otros, para sa-ber decidir en cada momento, con sensatez, inteli-gencia y sentido sobrenatural. Tanto más convienetener razón y prudencia cuanto más se participa delrégimen y del gobierno9.

Así pues —advierte San Pablo—, mirad con cui-dado cómo vivís; no sea como necios, sino como sa-bios, aprovechando bien el tiempo presente, pues losdías son malos. Por eso, no os volváis insensatos, sinoentended cuál es la voluntad del Señor10.

Responsabilidad para que no se nos tenga queurgir o recordar el cumplimiento del deber, paraque las iniciativas sean siempre savia nueva de nues-tro trabajo. Responsabilidad porque en estos momen-tos —¡y siempre!—, cuando el Señor quiere que se es-parza su semilla, en una divina dispersión por los dis-tintos ambientes, quiere también que la extensión nohaga perder la intensidad...

Y tú tienes la misión, clara y sobrenatural, de con-tribuir a que esa intensidad no se pierda ".

Responsabilidad para que se pueda confiar ennosotros, y los Directores queden tranquilos después

(9) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 47, a. 12 c.(10) Ephes. V, 15-17.(11) Forja, n. 896.

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de encargarnos algo, sabiendo que lo llevaremos has-ta el fin, renovando cuantas veces sea preciso la ilu-sión primera. Responsabilidad para sentir las necesi-dades de la Obra.

Te exhorto, por la gracia de que estás revestido, aque aceleres el paso de tu carrera, y a que exhortestú, por tu parte, a todos para que se salven. Desempe-ña el lugar que ocupas con toda diligencia, de cuerpoy espíritu. Preocúpate de la unidad, mejor que la cualnada existe. Llévalos a todos sobre ti, como a ti te lle-va el Señor. Sopórtalos a todos con espíritu de cari-dad, como ya lo haces. Dedícate sin interrupción a laoración. Pide mayor inteligencia. Está alerta, despier-to de espíritu, desconociendo el sueño. Carga sobre ti,como perfecto atleta, las enfermedades de todos. Don-de mayor es el trabajo, allí es más rica la ganancia 12.

Tendrás todo esto, siendo joven, prometía nues-tro Padre, si no me pierdes el sentido sobrenatural dehijo de Dios, porque El te dará más que a los viejos,esas condiciones convenientes para hacer tu labor deapóstol13.

Lograremos este sentido de responsabilidad, laprudencia de la persona madura, humana y sobrena-turalmente, si acudimos a la Virgen, como niños pe-queños, siempre necesitados de su auxilio.

(12) San Ignacio de Antioqufa, Epislula ad Polycarpum 1, 2-3.(13) De nuestro Padre, Meditación, 17-IM959.

DOMINGO 567

396.

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

—La vida es breve; hay que aprovecharla para amar.—El aprovechamiento del tiempo, manifestación de pruden-cia sobrenatural.

—Docilidad y piedad: medios para mantener vibrante el

amor de Dios.

CUANDO me dirijo a vosotros, cuando conversa-mos todos juntos con Dios Nuestro Señor, sigo en altavoz mi oración personal: me gusta recordarlo muy amenudo. Y vosotros habéis de esforzaros también enalimentar vuestra oración dentro de vuestras almas,aun cuando por cualquier circunstancia, como la dehoy por ejemplo, nos veamos precisados a tratar de untema que no parece, a primera vista, muy a propósitopara un diálogo de amor, que eso es nuestro coloquiocon el Señor. Digo a primera vista, porque todo lo quenos ocurre, todo lo que sucede a nuestro lado puede ydebe ser tema de nuestra meditación.

Tengo que hablaros del tiempo, de este tiempo quese marcha. No voy a repetir la conocida afirmación deque un año más es un año menos... Tampoco os sugie-ro que preguntéis por ahí qué piensan del transcurrirde los días, ya que probablemente —si lo hicierais—escucharíais alguna respuesta de este estilo: juventud,divino tesoro, que te vas para no volver... Aunque no

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excluyo que oyerais otra consideración con más sentidosobrenatural.

Tampoco quiero detenerme en el punto concretode la brevedad de la vida, con acentos de nostalgia.A los cristianos, la fugacidad del caminar terreno de-bería incitarnos a aprovechar mejor el tiempo, deninguna manera a temer a Nuestro Señor, y muchomenos a mirar la muerte como un final desastroso.Un año que termina —se ha dicho de mil modos,más o menos poéticos—, con la gracia y la misericor-dia de Dios, es un paso más que nos acerca al Cielo,nuestra definitiva Patria \

La liturgia de hoy nos invita a considerar aque-llas palabras con las que San Pablo infundía espe-ranza a los Tesalonicenses: no queremos, hermanos,que ignoréis lo tocante a la suerte de los muertos, pa-ra que no os aflijáis como los demás que carecen deesperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resuci-tó, así también Dios por Jesús tomará consigo a losque se durmieron en El2. A la vez, se nos adviertecon palabras de Jesús mismo: velad y estad prepara-dos, porque a la hora que no sabéis vendrá el Hijo delhombre 3.

Hemos de vivir en una vigilante espera del abra-zo definitivo de Dios en el Cielo, pero sabiendo quela bienaventuranza esperada será proporcionada al

(1) Amigos de Dios, n. 39.(2) L I (A) (I Thess. IV, 13-14).(3) Miel. (A) (Matlh. XXIV, 42, 44).

DOMINGO 569

amor que hayamos puesto en la vida presente. Y lavida es breve; hay que aprovecharla, pues, paraamar a Dios, correspondiendo al amor que El nostiene.

En la vida hay que amar, hijas e hijos míos. El queno sabe o no quiere hacerlo es un pobre desgraciado, quese encierra en su egoísmo, y no encuentra más que moti-vos de amargura, susceptibilidades, preocupaciones, tris-tezas. Muchas veces, cuando tropezamos con obstáculosde este tipo en nuestro camino personal, la explicación seencuentra en que hemos empequeñecido el corazón. Nose lo damos enteramente al Señor o nos ponemos a perderel tiempo, con ataduras de aquí abajo.

Para perseverar fielmente, delicadamente, hay queamar. Amar, dando; amar, guardándonos para El, conla mortificación, con la guarda de los sentidos, huyen-do de las ocasiones; amar, venciendo el egoísmo, conuna disponibilidad y una entrega incondicionadas a latarea que nos pide la Obra, que nos exigen las almas *.

ABRAMOS el Evangelio de San Mateo, en el capí-tulo veinticinco: el reino de los cielos será semejante adiez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron arecibir al esposo y a la esposa. De estas vírgenes, cincoeran necias y cinco prudentes (Matth. XXV, 1-2). Elevangelista cuenta que las prudentes han aprovechado

(4) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 904.

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el tiempo. Discretamente se aprovisionan del aceite ne-cesario, y están listas, cuando les avisan: ¡eh, que es lahora!, mirad que viene el esposo, salidle al encuentro(Matth. XXV, 6): avivan sus lámparas y acuden congozo a recibirlo.

Llegará aquel día, que será el último y que no noscausa miedo: confiando firmemente en la gracia deDios, estamos dispuestos desde este momento, con ge-nerosidad, con reciedumbre, con amor en los detalles,a acudir a esa cita con el Señor llevando las lámparasencendidas. Porque nos espera la gran fiesta del Cielo.Somos nosotros, hermanos queridísimos, los que inter-venimos en las bodas del Verbo. Nosotros, que tenemosya fe en la Iglesia, que nos alimentamos con la Sagra-da Escritura, que gozamos porque la Iglesia está unidaa Dios. Pensad ahora, os ruego, si habéis venido a es-tas bodas con el traje nupcial: examinad atentamentevuestros pensamientos (San Gregorio Magno, Homiliaein Evangelia 38, 11). Yo os aseguro a vosotros —y measeguro a mí mismo— que ese traje de bodas estará te-jido con el amor de Dios, que habremos sabido recogerhasta en las más pequeñas tareas. Porque es de enamo-rados cuidar los detalles, incluso en las acciones aparen-temente sin importancia.

Pero sigamos el hilo de la parábola. Y las fatuas,¿qué hacen? A partir de entonces, ya dedican su empe-ño a disponerse a esperar al esposo: van a comprar elaceite. Pero se han decidido tarde y, mientras iban, vi-no el esposo y las que estaban preparadas entraron

DOMINGO 571

con él a las bodas, y se cerró la puerta. Al cabo llega-ron también las otras vírgenes, clamando: ¡Señor, Se-ñor, ábrenos! (Matth. XXV, 10-11). No es que hayanpermanecido inactivas: han intentado algo... Pero escu-charon la voz que les responde con dureza: no os co-nozco (Matth. XXV, 12). No supieron o no quisieronprepararse con la solicitud debida, y se olvidaron detomar la razonable precaución de adquirir a su hora elaceite. Les faltó generosidad para cumplir acabada-mente lo poco que tenían encomendado. Quedaban enefecto muchas horas, pero las desaprovecharon 5.

Ingenua imprudencia sería, al considerar aún le-jos el final de nuestro paso por la tierra, plantear lalucha interior y el apostolado a largo plazo, como situviéramos tiempo indefinido para llevarlo^ cabo.Terminaríamos por aflojar en la pelea, por entibiarnuestro amor. Y si Dios viniera a buscarnos enton-ces, nos ocurriría como a las vírgenes necias: nos fal-taría tiempo para volver a la antigua vibración. Hi-jos míos, a veces tampoco se tiene tiempo, porque sedescuida la oración, porque no se prepara bien... Tie-nes tú que ir pensando: ¿por qué no preparo bien misclases?, ¿por qué llego tarde a veces a las reuniones defamilia?, ¿por qué a veces me acuesto y me levantofuera de hora?, ¿por qué atropello el trabajo que meencomiendan?, ¿por qué lo abandono después de ha-berlo recibido con entusiasmo?, ¿por qué tanta omi-

(5) Amigos de Dios. nn. 40-41.

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sión?, ¿por qué tanto desorden?... Son pequeneces, perotodo eso es el aceite 6.

YA ES hora de que despertéis del sueño —escri-bía San Pablo—, pues ahora nuestra salvación estámás cerca que cuando creímos. La noche está avanza-da, el día se ha acercado7. Pongamos, pues, de nues-tra parte, todos los medios aptos para llenar deamor los días y los meses y los años de nuestra vida.Nos pueden ayudar unas palabras de nuestro Padre:sed dóciles, dejaos llevar por la gracia, en los modospara tratar más finamente al Señor. Os aseguro que amí me llena de paz esa obediencia, porque así estoymás seguro, y sé que hago, no lo que yo quiero, sino loque Dios desea.

Si os cuesta obedecer en la dirección espiritual,obedeced enseguida. Cuando veo a un hermano vues-tro que se comporta así, me llevo una gran alegría. Elcomportamiento de los hijos míos que obedecen pron-tamente, sin rechistar, por amor de Dios, me sirve paratener más presencia de Dios.

De cada uno de vosotros, y más especialmente delos mayores, dependen tantas cosas. La gente se fija enlo que hacéis y os juzga. El juicio que hagan será bue-no, si en todo momento procuráis trabajar y obrar con

(6) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1956(?) Rom. XIII, 11-12.

DOMINGO 573

sentido sobrenatural, con serenidad y con templanza.Esforzaos en moveros con rectitud de intención, con elcorazón limpio, enteramente dedicado al Señor. Ennuestra vida, el corazón tiene que estar brillante, lim-pio; por eso, es muy importante que dejemos que nospasen el paño, para desprendernos de todo, hasta deaquellas motas de polvo que a nosotros nos resultanquizá invisibles 8.

Vivir desprendidos de todo, con el corazón pues-to en el Señor, dóciles y obedientes a las indicacio-nes de los Directores, lleva a encontrar siempretiempo para todo. Cualquier problema o dificultaden este sentido se resuelve con prontitud, porque sino hallamos nosotros mismos la solución, pero per-mitimos de verdad que quien tiene esa misión deDios nos pueda exigir lo que conviene, enseguidatendremos luz y criterio para reaccionar, redimiendoel tiempo9.

Y junto a la docilidad, buscar sinceramente entodo momento el trato con Nuestro Señor. El amor aDios se aumenta a la manera humana, que es divina:con el trato. Id a buscar con ansiedad y con impacien-cia a Jesucristo, como enamorados, procurando que, através de la Virgen —Madre de Dios y Madre nues-tra— os llegue ese desbordarse de la gracia de Dios,que es agua que salta hasta la vida eterna.

(8) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 905.(9) Cotos. IV, 5.

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De nuestro quehacer ordinario, del de cada mo-mento, hemos de exprimir todo el sentido divino: Cris-to que trabaja por nosotros, Cristo que se apoya en no-sotros, Cristo que no sólo pasa continuamente a nues-tro lado, haciéndonos el bien y dándonos ocasión—también en las contradicciones— de amarle más y dedarle a conocer, sino que se queda con nosotros deasiento, por la acción del Espíritu Santo. Nos debeconsumir el celo por aprovechar todo nuestro tiempo,de que no se nos escapen los segundos, para renovarnuestra entrega, y para decirle con la boca, con el co-razón y con las obras: ¡Jesús, te quiero de veras!

Dad el valor que tiene a cada minuto de vuestravida. Querría meteros en la cabeza que, a pesar denuestra poquedad personal, si somos fieles, no se pier-de ni un suspiro; todo da su fruto, aunque nosotros nolo merezcamos, ni lo veamos a veces.

Luchad, procurad vencer, sed desprendidos, ale-gres. No dejéis solo a Jesucristo en la Eucaristía. Yacogeos a la protección de Santa María y de nuestroPadre y Señor San José, para que todos sepamos gastarhasta el último instante de nuestra vida en alabanza,honor y gloria de la Trinidad Santísima, Padre, Hijo yEspíritu Santo 10.

(10) De nuestro Padre, Crónica, 1973, pp. 906-907.

LUNES 575

LUNES

397.

—La formación que nos da la Obra crea en nosotros un co-mún denominador.—La formación no tiende a uniformarnos: tenemos un nu-merador personalísimo y variado.—Responsabilidad de transmitir integro el espíritu de laObra.

DESDE el día en que el Señor nos llamó a suObra, ha ido creciendo nuestro amor a esta MadreGuapa; y una de sus características más bellas es launidad y la variedad, la unidad de espíritu y la varie-dad en sus hijos, cada uno con sus caracteres perso-nales, propios. Unidad y variedad. —Habéis de sertan varios, como variados son los santos del cielo, quecada uno tiene sus notas personales especialísimas.—Y, también, tan conformes unos con otros como lossantos, que no serían santos si cada uno de ellos no sehubiera identificado con Cristo '.

Cada uno de nosotros es distinto de los demás y,a pesar de los defectos personales, todos los hijos dela Obra somos como luceros en medio del mundo alponer en alto la palabra de vida 2. Esto es posibleporque nuestro común denominador brilla en la

(1) Camino, n. 947.(2) Allel. (Philip. II, 1516).

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multiplicidad de circunstancias humanas gracias ala variedad de nuestro numerador.

Como a Nuestro Señor —escribió nuestro Pa-dre—, a mí también me gusta emplear parábolas, acu-diendo sobre todo a esas imágenes de la pesca —bar-cas y redes—, que tienen un sabor tan evangélico. No-sotros somos como peces cogidos en una red. Nos hapescado el Señor con la red de su amor, entre las olasde este mundo nuestro revuelto; pero no para sacarnosdel mundo —de nuestro ambiente, de nuestro trabajoordinario—, sino para que, siendo del mundo, seamosa la vez totalmente suyos. Non rogo ut tollas eos demundo, sed ut serves eos a malo floann. XVII, 15); note pido que los saques del mundo, sino que los preser-ves del mal.

Además, esta red, que nos une a Cristo y nos man-tiene unidos entre nosotros mismos, es una red amplísi-ma, que nos deja libres, con responsabilidad personal.Porque la red es nuestro común denominador —peque-ñísimo— de cristianos que quieren servir a Dios en suObra; es la formación católica, que nos lleva a acatarcon la máxima fidelidad el Magisterio de la Iglesia 3.

El vínculo que nos une es sólo espiritual. Estáisvinculados unos a otros, y cada uno con la Obra ente-ra, sólo en el ámbito de la búsqueda de vuestra propiasantificación, y en el campo —también exclusivamente

(3) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 47.

LUNES 577

espiritual— de llevar la luz de Cristo a vuestros ami-gos, a vuestras familias, a los que os rodean.

Sois, por tanto, ciudadanos que cumplen sus debe-res y ejercitan sus derechos, y que están (...) en el OpusDei sólo para ayudarse espiritualmente a buscar lasantidad y a ejercer el apostolado, con unos medios as-céticos y unos modos apostólicos peculiares. El fin es-piritual de la Obra no distingue entre razas o pueblos—únicamente ve almas—, por lo que se excluye todaidea de partido o de mira política.

Y así, en todo: en lo que se refiere al espíritu y alapostolado de la Obra, no estáis unidos más que porun empeño de fe, de moral y de doctrina social, que esel espíritu de la Iglesia Católica y, por tanto, el de to-dos los fieles *.

EN LA Misa de hoy leemos la recomendación deSan Pablo a Tito5. El Apóstol enumera una serie devirtudes, un espíritu que Tito debe vivir en el desem-peño de las funciones que le ha confiado, y deja a subuen criterio el modo práctico de manifestarlo.

El espíritu de la Obra nos lleva a identificarnoscon Cristo; pero esa identificación no es uniformi-dad, es comunión en una misma fe y en un mismo es-píritu. Cada día —escribió nuestro Fundador— ha-béis de tener más respeto a la personalidad de cada

(4) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1932, n. 44.(5) Cfr. L. I (II) Vil. I, 1-9).

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uno de vuestros hermanos; desde el primer momentoha querido el Señor —como parte principal de nuestravocación— que tengamos el numerador distinto, biendistinto. Una gran libertad en todo lo que no es deno-minador común. Cuanto más varios seamos, mejor ser-viremos a Dios, mejor Opus Dei seremos en el mundo:en nuestra familia la diversidad, en todas las cosastemporales y en las teológicas legítimamente opinables,es clara manifestación de buen espíritu.

Para hacernos presentes en todas las actividades delos hombres, para ejercer —como nos pide el Señor-ía labor apostólica especialmente en la vida secular,tenemos necesidad de ver, de respetar —esto es poco—,de cultivar, la personalidad propia de cada uno devuestros hermanos.

No olvidéis lo que hay en la base de toda nuestralabor: la exigencia de un trabajo —el que sea—, reali-zado por cada uno con la mayor perfección, con senti-do sobrenatural y, siempre y en todo, con libertad yresponsabilidad personal.

Es cierto que llevamos un camino común, porqueúnica es —os lo diré de nuevo— la vocación que todoshemos recibido al Opus Dei. Pero se puede andar porel camino de muchas maneras. Se puede andar por laderecha, por la izquierda, en zig-zag, caminando conlos pies, a caballo. Hay cien mil maneras de ir por elcamino divino: según las circunstancias, será obligato-rio para cada uno, porque así se lo impone su concien-

LUNES 579

da, seguir uno u otro de estos procedimientos. Lo úni-co necesario es no descaminarse 6.

Esta unidad y esta variedad de la Obra son refle-jo fiel de la unidad y de la variedad de la Iglesia deJesucristo: es única la Iglesia —escribía San Cipria-no—, que se extiende sobre muchos por el crecimien-to de su fecundidad, como son muchos los rayos delsol, pero una sola es la luz; y muchas son las ramasdel árbol, pero uno solo es el tronco clavado en tierracon fuerte raíz; y cuando de un solo manantial deri-van muchos arroyos, aunque aparecen muchas co-rrientes desparramadas por la abundancia del agua,con todo una sola es la fuente en su origen (...), unosolo es el principio y la fuente y una sola la madreexuberante de fecundidad. De su seno nacemos, de suleche nos alimentamos, de su espíritu vivimos 7.

ESCUCHA, hijo mío, las amonestaciones de tupadre y no desdeñes las enseñanzas de tu madre; por-que serán corona de gloria en tu cabeza y collar en tucuello 8.

Con la vocación a la Obra hemos recibido del Se-ñor un espíritu y la responsabilidad grande de trans-mitirlo —con el ejemplo y con la palabra— fielmen-te. Y consecuencia importante de nuestra vocación

(6) De nuestro Padre, Carta, 2-II-1945, nn. 18-19.(7) San Cipriano, De catholicae Ecclesiae unitate 5.(8) Prov. I, 8.

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es la unidad y también la variedad que vivimos en elOpus Dei.

Amor a la unidad. Y para eso, docilidad, en pri-mer lugar, al Magisterio eclesiástico. Defender launidad de la Iglesia se traduce en vivir muy unidos aJesucristo, que es nuestra vid. ¿Cómo? Aumentandonuestra fidelidad al Magisterio perenne de la Iglesia '.Responsabilidad, pues, en nuestra preparación doc-trinal religiosa, en los estudios que la Obra nos pide.Así conservaremos la unidad: venerando a esta Madrenuestra sin mancha; amando al Romano Pontífice 10.

Hemos de ser también plenamente dóciles a lasdirectrices espirituales y apostólicas de nuestro Pre-lado y de los Directores, vivir fuertemente unidoscon la cabeza, sintiendo sobre nuestros hombros lastareas universales de la Obra; tener hambre de dar aconocer todos los matices de nuestro espíritu y vivir-los; velar siempre por su pureza —¡nuestra benditacorrección fraterna!—; saber trabajar con alegría,fundamentando la labor externa en la oración y en lamortificación; tener ansias de gastarse, de ser cadauno Opus Dei.

Amor a la unidad y amor a la variedad: respeto,amor a la libertad de todos en las cuestiones opina-bles. Cuidado exquisito para que nunca se presentecomo espíritu de la Obra algo que es opinión perso-

(9) De nuestro Padre, Homilía Lealtad a la Iglesia, 4-VI-1972.(10) De nuestro Padre, Homilía Lealtad a la Iglesia, 4-VI-1972.

LUNES 581

nal. Eso sería atentar a la unidad de la Obra y a la li-bertad personal de sus hijos. No en vano, vos enim—os repetiré con el Apóstol— in libertatem vocati estis(Galat V, 13), habéis sido llamados, a la Obra de Dios,para vivir y hacer vivir a los hombres esta misma liber-tad, qua libértate Christus nos liberavit (Galat. IV,31), que consiguió para nosotros, a precio de sangre—con su vida, por su muerte— Cristo Jesús n.

Nuestra Madre Santa María, que ha velado siem-pre por la Obra, nos ayudará a ser responsables, avivir íntegramente el espíritu que nuestro Padre nosha dado.

(11) De nuestro Padre, Carta, 30-IV-1946, n.

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MARTES

—Nuestra vida debe ser un servicio gustoso y libre.—Responsabilidad de personas maduras.—La radical importancia de dar buen ejemplo.

UN DÍA cualquiera, tiempo atrás, sentimos laatracción de Jesús, que pasaba a nuestro lado. Está-bamos ocupados en nuestra tarea habitual, cuandoCristo nos llamó. Libremente, con la libertad delamor, respondimos que sí, que queríamos correspon-der a aquella llamada, que agradecíamos su amor ydeseábamos ser fieles. No ignorábamos que se trata-ba de una invitación a una entrega generosa, comple-ta, por amor. Eramos conscientes de que la legítimalibertad de los hombres, si son verdaderamente honra-dos, con la ayuda divina, les lleva al deseo de servir aDios y a sus criaturas. Servite Domino in veritate (Tob.XIV, 10), servid al Señor en verdad, aconsejaba To-bías a sus hijos. Y éste es el consejo que también osdoy —escribió nuestro Fundador—, porque hemos re-cibido la llamada de Dios, para hacer un peculiar ser-vicio a su Iglesia y a todas las almas. La única ambi-ción, el único deseo del Opus Dei y de cada uno de sushijos es servir a la Iglesia, como Ella quiere ser servi-da, dentro de la específica vocación que el Señor nosha dado.

MARTES 583

Nos sumus servi Dei caeli et terrae (/ Esdr. V, 11),somos siervos del Dios de los cielos y de la tierra. Y to-da nuestra vida es eso, hijas e hijos míos 1.

Nuestra vida en el Opus Dei es un servicio gusto-so y ubérrimamente aceptado. Sus miembros viven li-bres como pájaros, en medio de todas las actividadeshumanas, sin haber podido sentir coacción alguna departe de los que gobiernan. Y vienen a darse, a entre-garse, a servir2. Servicio que se concreta en los apos-tolados que nos indican los Directores, en sacar ade-lante una tarea grande o pequeña. De ese modo,nuestro afán de ser útiles no se diluye en la generali-dad. Tenemos una parcela que cuidar, responsabili-dades concretas que llevar a cabo.

El Evangelio de la Misa de hoy nos habla deese servicio, por el que no tenemos derecho a recla-mar ninguna otra cosa que no sea seguir sirviendo.Cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado,decid: somos unos siervos inútiles; no hemos hechomás que lo que teníamos que hacer3. Nuestra vida—es bueno que con frecuencia lo consideremos enla oración— sólo adquiere sentido en esa entregaabnegada y continua. Los derechos se han converti-do, con la llamada, en deberes de mayor generosi-dad, de entrega más plena, de definitiva renuncia anuestro yo.

(1) De nuestro Padre, Carla, 31-V-1943, n. 1.(2) De nuestro Padre, Instrucción, 8XII1941, n. 99.(3) Ev. (Luc. XVII, 10).

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Servir con libertad: ahí se condensa la grandezade un hijo de Dios. Libremente —como hijos, insisto,no como esclavos—, seguimos el sendero que el Señorha señalado para cada uno de nosotros. Saboreamosesta soltura de movimientos como un regalo de Dios.

Libremente, sin coacción alguna, porque me da lagana, me decido por Dios. Y me comprometo a servir,a convertir mi existencia en una entrega a los demás,por amor a mi Señor Jesús. Esta libertad me anima aclamar que nada, en la tierra, me separará de la cari-dad de Cristo (cfr. Rom. VIII, 39) \

TODAVÍA no os hacéis cargo del amor que Diosha derrochado en cada uno de nosotros, llamándonosde los primeros. Cuando pasen treinta años —afirma-ba nuestro Padre en 1955—, echaréis la mirada atrásy os pasmaréis. Y no tendréis más que acabar la vidaagradeciendo, agradeciendo...5. Esas palabras llenanhoy nuestra alma, porque contemplamos la generosi-dad de Dios, que ha querido volcarse con magnifi-cencia. Y suponen además una nueva llamada a laresponsabilidad.

Hijas e hijos queridísimos —escribió nuestro Fun-dador—, daos cuenta de tantas cosas como el Señor, laIglesia, la humanidad entera esperan del Opus Dei, quees todavía casi como una semilla escondida en el surco;

(4) Amigos de Dios, n. 35.(5) De nuestro Padre, Crónica VII-55, p. 28.

MARTES 585

percataos de toda la grandeza de vuestra vocación yamadla cada día más, decididos a ser el instrumentoque el Señor necesita, con optimismo, con alegría, consentido sobrenatural.

Adelante, hijos míos, que Jesús y la Iglesia esperanmucho de vosotros 6.

Opus grande ego fació 7, estoy haciendo una obraimportante. El Señor, al querer el Opus Dei, se fijó ennosotros, para que fuésemos de las primeras genera-ciones: eslabones iniciales de una cadena que habráde perpetuarse mientras haya hombres sobre la tie-rra. Es un motivo más que debe impulsarnos a la res-ponsabilidad propia de personas maduras, indepen-dientemente de la edad de cada uno. Una responsabili-dad —escribe nuestro Fundador— (...), que es —os voya dar la medida— la de un padre de familia numerosa ypobre. No tenéis vosotros derecho a ser, a sentiros, a vi-vir como hijos de familia: sois padres de familia 8.

Nuestra paternidad espiritual, si somos fieles, essemejante a aquella que hacía exclamar a San Pablo:hermanos míos queridos y añorados, mi gozo y mi co-rona ». Necesitamos desarrollar un gran sentido deresponsabilidad, porque es una gran paternidad espiri-tual la que vais a tener sobre vuestros hermanos, yporque será luego una gran corona en el Cielo, si soisfieles l°.

(6) De nuestro Padre, Carta. 31-V-1943, n. 62.(7) Nehem. VI, 3.(8) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 23.(9) Philip. IV, 1.(10) De nuestro Padre, Crónica XI-59, p. 9.

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586 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXII

En la Obra no hay, no puede haberlos, menoresde edad. Cuando el Opus Dei estaba recién nacido, ysólo un puñado de personas jóvenes se apiñaban asu alrededor, nuestro Fundador escribía: suplid convuestra gravedad —que no es ñoñería, ni tiesura: esexterior muestra del orden y de la pureza de vuestravida interior— la falta de años. Tened por dirigidas avosotros las palabras del salmo: super senes intellexi,quia mandata tua quaesivi; entendí más que los an-cianos: porque busqué y estudié y practiqué tus man-damientos (CXVIII, 100) ».

El consejo de nuestro Padre adquiere validezuniversal en el tiempo y en el espacio: que se os me-ta bien en la cabeza y en el corazón que no haremosnada, si no somos santos 12.

SI VOSOTROS sabéis servir, ¡cómo aprenderánlos demás a servir! ¡Cómo afinaréis vosotros y haréisafinar a los demás! Porque enseñaréis con el ejemplo,que es como hay que enseñar. Después, cuando hayáisdado el testimonio, podréis dar la doctrina, la teoría.Cada uno, hemos de ser alter Christus, ipse Christus:y Jesucristo coepit faceré et docere (cfr. Act. I, 1).

En las viejas guerras, en los momentos de peligro,era el general quien llevaba la bandera y los demásle seguían. ¡Ejemplo!13.

MARTES 587

Hay que ayudar a los demás: no estamos solos.Hay que animarles a darse gustosamente. No puedesdestrozar las almas de tus hermanos. Tienes —a pesarde tus pasiones— la responsabilidad de la santidad delos demás, de la eficacia de todos l*.

Seremos responsables, si aspiramos a estar enprimera línea, en la brecha. Hemos de realizar nues-tra tarea pensando en el conjunto, trabajar procu-rando la eficacia de los demás. En primer lugar, noretrasando los asuntos que han de pasar por nues-tras manos; realizar nuestra tarea acabadamente,para facilitar la labor de los que la continuarán; de-jar escrita nuestra experiencia, de modo que quiennos sustituya pueda empezar donde nosotros termi-namos; alegrarnos de ver a otros que harán ese tra-bajo mejor que nosotros; formar a quienes nos ayu-dan..., y otros mil detalles que una persona respon-sable descubre con facilidad.

Hermanos, sed imitadores míos —dice San Pa-blo— y fijaos en los que caminan según el modeloque tenéis en nosotros 15. El que procura vivir bienel espíritu de la Obra es modelo para todos los de-más, aunque no se lo proponga. El buen o el malejemplo aparece necesariamente, porque no puedeocultarse una ciudad situada en lo alto de unmonte 16. Y la palabra, respaldada por la vida del

(11) De nuestro Padre, Instrucción, 9-1-1935, n. 48.(12) De nuestro Padre, Carta, 31-V-1943, n. 62.(13) De nuestro Padre, Carta, 29-IX-1957, n. 18.

(14) De nuestro Padre, Meditación, 19VI-1955.(15) Philip. III, 17.(16) Matth. V, 14.

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588 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXII

que habla, penetra agradablemente en el corazón dequien escucha n.

El cristiano es sal y luz del mundo no porque ven-za o triunfe, sino porque da testimonio del amor deDios; y no será sal, si no sirve para salar; no será luzsi, con su ejemplo y con su doctrina, no ofrece un testi-monio de Jesús, si pierde lo que constituye la razón deser de su vida 18.

Acabamos nuestra oración, haciendo examen pa-ra ver si nuestro ejemplo de vida entregada arrastraa los que con nosotros conviven. Y, porque sabemosque esa ayuda depende muy directamente de la co-herencia de nuestra vida entera, hemos de rogar alSeñor —a través de su Madre y Madre nuestra— quenos aumente su amor, que nos conceda probar la dul-zura de su presencia; porque sólo cuando se ama sellega a la libertad más plena: la de no querer aban-donar nunca, por toda la eternidad, el objeto de nues-tros amores l9.

(17) San Gregorio Magno, Regula pastoralis 2, 3.(18) Es Cristo que pasa, n. 100.(19) Amigos de Dios, n. 38.

MIÉRCOLES 589

399.

MIÉRCOLES

—La castidad, manifestación de amor a Dios, es virtud paratodos.—La santa pureza es siempre posible, con la ayuda delSeñor.—Medios para vivir la castidad.

LA ENTREGA que nos ha pedido el Señor es unadonación de amor, porque el Señor —Maestro deAmor— es un amante celoso que pide todo lo nuestro,todo nuestro querer. Espera que le ofrezcamos lo quetenemos, siguiendo el camino que a cada uno nos hamarcado l. Jesús nos llama en las circunstancias don-de la vida nos ha colocado y desea que le entregue-mos .el corazón. En el celibato apostólico o en el ma-trimonio, todos los miembros de la Obra hemos debuscar a Dios con sinceridad de corazón y limpiezade vida.

El Señor espera de todos una respuesta genero-sa: praebe, fili mi, cor tuum mihi2, dame, hijo mío,tu corazón, nos dice. Nadie queda excluido de estapetición divina: es deber de todos, cualquiera quesea la condición de vida de cada uno. Ciertamente esdistinto el modo de vivir la castidad propio de unapersona casada y de una persona soltera; pero, en

(1) Forja, n. 45.(2) Prov. XXIII, 26.

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cualquier caso, cada uno en su sitio, con la vocaciónque Dios le ha infundido en el alma —soltero, casado,viudo, sacerdote— ha de esforzarse en vivir delicada-mente la castidad, que es virtud para todos y de todosexige lucha, delicadeza, primor, reciedumbre, esa finu-ra que sólo se entiende cuando nos colocamos junto alCorazón enamorado de Cristo en la Cruz 3.

Ningún afecto de nuestro corazón puede quedaren rebeldía, como un contrapeso a nuestra aventurasobrenatural de hijos de Dios. El nos quiere enteros,llenos de vida: amarás al Señor tu Dios con todo tucorazón, con toda tu alma, con toda tu mente 4. Y co-menta San Agustín: ¿qué resta de tu corazón paraamarte a ti mismo? ¿Qué resta de tu alma? ¿Qué detu mente? "Ex toto", con todo, dice. Todo lo exigequien te ha hecho 5.

Dios da a todos su ayuda para ser fieles al AmorHermoso y tener en orden el corazón. Si la carne tiraa veces para abajo, también la gracia empuja haciaarriba, y poderosa es para cauterizar la herida quedejó el pecado y arrastrar nuestros corazones de car-ne hasta el Amor de Dios. Dadle generosamente al Se-ñor —clamaba nuestro Padre— ese corazón joven quetenéis, esa vida hermosa, espléndida: dadle esa vidavuestra. Haced el sacrificio de Abel, no el de Caín.Abel le daba lo más espléndido de su rebaño. Yo os

MIÉRCOLES 591

quiero como vuestras madres, con alma y con cuerpo.Y así deseo llevaros al Señor, enteros, completos, almay cuerpo; vuestra inteligencia, vuestros sentidos, todose lo quiero entregar a Dios 6.

EN NUESTRO camino de amor pueden darsemomentos de abatimiento o de cansancio físico, liga-dos muchas veces a un fracaso humano, a una sensa-ción de mediocridad que parece insuperable. En esasocasiones, puede ocurrir que el alma sienta la tenta-ción de añorar aquellas realizaciones con las que so-ñó, o aquellas otras que se presentan como apeteci-bles y a las que renunció por amor de Cristo y —enel caso de las personas casadas— por amor tambiénde una criatura. Hay que recordar entonces que nopuede plantearse la cuestión en los mismos términosque la primera vez, porque lo que se podía dar ya sedio; ahora se trata de conservar una cosa ajena, y en-tran en juego las exigencias de otras virtudes: leal-tad, fidelidad... En esos momentos, sin perder la paz,habrá que dirigirse humildemente al Señor.

Todos arrastramos pasiones —escribía nuestro Pa-dre—; todos nos encontramos con las mismas dificulta-des, a cualquier edad. Por eso, hemos de luchar. Acor-daos de lo que escribía San Pablo: datus est mihi stimu-lus carnis meae, ángelus Satanae, qui me colaphizet (II

(3) Amigos de Dios, n. 184.(4) Matlh. XXII, 37.(5) San Agustín, Sermo 34, 4. (6) De nuestro Padre.

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Cor. XII, 7), se rebela el estímulo de la carne, que es co-mo un ángel de Satanás, que le abofetea, porque si no,sería soberbio.

No se puede llevar una vida limpia sin la asisten-cia divina. Dios quiere que seamos humildes y pida-mos su socorro. Debes suplicar confiadamente a la Vir-gen, ahora mismo, en la soledad acompañada de tu co-razón, sin ruido de palabras: Madre mía, este pobrecorazón mío se subleva tontamente... Si tú no me pro-teges... Y te amparará para que lo guardes puro y re-corras el camino al que Dios te ha llamado.

Hijos: humildad, humildad; aprendamos a ser hu-mildes. Para custodiar el Amor se precisa la pruden-cia, vigilar con cuidado y no dejarse dominar por elmiedo. Entre los autores clásicos de espiritualidad,muchos comparan al demonio con un perro rabioso,sujeto por una cadena: si no nos acercamos, no nosmorderá, aunque ladre continuamente. Si fomentáis envuestras almas la humildad, es seguro que evitaréis lasocasiones, reaccionaréis con la valentía de huir; y acu-diréis diariamente al auxilio del Cielo, para avanzarcon garbo por este sendero de enamorados.

Mirad que el que está podrido por la concupiscenciade la carne, espiritualmente no logra andar, es incapazde una obra buena, es un lisiado que permanece tiradocomo un trapo. ¿No habéis visto a esos pacientes con pa-rálisis progresiva, que no consiguen valerse, ni ponersede pie? A veces, ni siquiera mueven la cabeza. Eso ocu-rre en lo sobrenatural a los que no son humildes y se

MIÉRCOLES 593

han entregado cobardemente a la lujuria. No ven, nioyen, ni entienden nada. Están paralíticos y como locos.Cada uno de nosotros debe invocar al Señor, a la Madrede Dios, y rogar que nos conceda la humildad y la deci-sión de aprovechar con piedad el divino remedio de laconfesión. No permitáis que en vuestra alma anide unfoco de podredumbre, aunque sea muy pequeño. Ha-blad. Cuando el agua corre, es limpia; cuando se estan-ca, forma un charco lleno de porquería repugnante, y deagua potable pasa a ser un caldo de bichos.

Que la castidad es posible y que constituye unafuente de alegría, lo sabéis igual que yo; también osconsta que exige de cuando en cuando un poquito delucha. Escuchemos de nuevo a San Pablo: me com-plazco en la ley de Dios según el hombre interior, peroal mismo tiempo echo de ver otra ley en mis miem-bros, la cual resiste a la ley de mi espíritu y me sojuz-ga a la ley del pecado, que está en los miembros de micuerpo. ¡Oh qué hombre tan infeliz soy! ¿Quién me li-bertará de este cuerpo de muerte? (Rom. VII, 22-24).Grita tú más, si te hace falta, pero no exageremos: suf-ficit tibi gratia mea (II Cor. XII, 9), te basta mi gracia,nos contesta Nuestro Señor 7.

SI ALGUNA vez en nuestra vida nos costase másvivir la virtud de la santa pureza, deberemos poner

(7) Amigos de Dios, nn. 180-181.

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más medios sobrenaturales y humanos, y afirmarnosde nuevo en la entrega, con la cabeza clara. Hay quesaber decir que no, por el gran Amor, con mayúscula.No lo olvidéis en la vida. Yo me moriré, por ley natu-ral, antes que vosotros. Así que no lo olvidéis en la vi-da, hijos de mi alma, no lo olvidéis 8.

Ante todo, debemos prevenir este momento. Enel terreno sobrenatural ocurre lo mismo que en el te-rreno humano: no basta con dar la vida a los hijos,sino que hay que formarlos, sin ligarlos a uno mis-mo, sabiendo engendrarlos con sacrificio y renun-ciar después a recibir nada a cambio. Y por eso esesencial para nosotros el proselitismo, que colma so-bradamente esta exigencia de la vida humana.¿Quién no ha sentido, haciendo proselitismo, ese go-zo humano y sobrenatural de un nacimiento a la vi-da de la gracia, a la santidad y al apostolado, la ale-gría del nacimiento de un hijo de su espíritu? Y tam-bién inmensa dicha si, como puede suceder en el ca-so de los Supernumerios, el que se decide a una vidade entrega es un hijo de la carne.

De todos modos, aun en el caso de una vida en-tregada, puede permitir el Señor que se hagan pre-sentes situaciones que exijan mayor lucha por nues-tra parte. Sería el momento de acudir de nuevo alSeñor, como hicieron los diez leprosos de que noshabla hoy el Evangelio de la Misa: le salieron al en-

(8) De nuestro Padre.

MIÉRCOLES 595

cuentro, se detuvieron a distancia y le dijeron gritan-do: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros9.

Si alguna vez nos sentimos llenos de lepra, debe-mos imitar este ejemplo del Evangelio: tenemos queser humildes, y acudir a la Santísima Virgen, y ser sin-ceros. El día que tuvierais un rincón de vuestra alma,una cosa que no sabe el que lleva vuestra Confidencia,tendríais un secreto con el diablo. Sería triste que, pa-ra servir a Dios, tuvierais una vergüenza que no tienenlos demás para ofenderle 10.

A la petición humilde de los diez leprosos, el Se-ñor contestó: id y presentaos a los sacerdotes n. Lesmanda que vayan a los que están constituidos enautoridad. Y su obediencia fiel limpió su carne parasiempre. ¿Lo ves? Piensa en cambio en la esterilidadde aquellos que no quieren obedecer, que dicen que nopueden obedecer. Y quizá en esos momentos tienen ra-zones, pero lo que en el fondo les sucede es que noquieren ser limpios, que no quieren poner los mediospara recibir la gracia 12.

Hagamos el propósito, ante Santa María, MaterPulchrae Dilectionis, de acudir a su Corazón Inmacu-lado siempre que nuestro pobre corazón sienta elzarpazo de una pasión desordenada. Iremos así ade-lante, convencidos hasta el fondo de que estamos

(9) Ev. (Luc. XVII, 12-13).(10) De nuestro Padre.(11) Ev. (Luc. XVII, 14).(12) De nuestro Padre, Meditación, 9-IIM962.

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bien pagados por esta castidad: sentiréis —si sois fie-les— esta paternidad como yo la siento ahora con vo-sotros. Hijos míos: a mí se me cae la baba cuando osveo firmes, seguros, haciendo todos los días lo mismo,pero cada día con un sentido sobrenatural mayor.Nuestra castidad es para nosotros una afirmación go-zosa, un triunfo 13.

(13) De nuestro Padre.

JUEVES 597

400.

JUEVES

—Nuestra alma es como un vaso que el Espíritu Santoquiere llenar con su gracia.—Evitar todo lo que pueda romper ese vaso.—Docilidad a la acción del Espíritu Santo.

LAS LECTURAS litúrgicas de esta semana, to-madas del Libro de la Sabiduría, nos invitan a medi-tar unas palabras que nuestro Fundador dirigía a to-dos sus hijos, hace ya muchos años.

Me gusta comparar nuestra alma a un vaso que hahecho Dios Nuestro Señor, para que se pueda poner enél un licor, el licor de la Sabiduría, que es un don (...)que el Espíritu Santo vierte generosamente en nuestroscorazones con su gracia. Tan maravilloso es este don,que Dios a nadie ama sino al que mora con la Sabidu-ría CSap. VII, 28).

Os recordaré lo que dice la Sagrada Escritura: quecon la Sabiduría vienen todos los bienes (...). De otromodo podemos decir que, con el espíritu del Opus Dei,vienen también todos los bienes a un alma, porque esSabiduría este modo nuestro de vivir cara a Dios, sinbuscar el anonimato, sin importarnos que nos vean oque nos oigan, procurando actuar en conciencia, conrectitud de intención.

Si somos leales a la vocación, hijas e hijos míos,sobre todos nosotros reposará este espíritu de Sabidu-

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ría, que el Señor reparte a manos llenas entre quienesle buscan con corazón recto. Para ser verdaderamentesabios —os lo he dicho muchas veces—, no es precisotener una cultura amplia. Si la tenéis, bien; y si no,igualmente estupendo, si sois fieles, porque recibiréissiempre la ayuda del Espíritu Santo. Además, si asistísa los medios de formación que os proporciona la Obra,si aprovecháis las Convivencias y Cursos anuales, y losretiros, alcanzaréis una formación teológica tan hondacomo la que puede tener un buen sacerdote.

Pero no es necesario poseer una gran ciencia. Hayun saber al que sólo se llega con santidad: y hay al-mas oscuras, ignoradas, profundamente humildes, sa-crificadas, santas, con un sentido sobrenatural maravi-lloso: Yo te glorifico, Padre, Señor del Cielo y de latierra, porque has tenido encubiertas estas cosas a lossabios y prudentes, y las has revelado a los pequeñue-los (Matth. XI, 25) (...).

Santidad personal: esto es lo importante, hijas e hi-jos míos, lo único necesario (cfr. Luc. X, 42). La Sabi-duría está en conocer a Dios y en amarle. Y os recor-daré con San Pablo, para que nunca os coja de sorpre-sa, que llevamos este tesoro en vasos de barro: habe-mus autem thesaurum istum in vasis fictilibus (// Cor.IV, 7). Un recipiente tan débil, que con facilidad pue-de romperse, ut sublimitas sit virtutis Dei et non ex no-bis (IbidJ, para que se reconozca que toda esa hermo-sura y ese poder es de Dios, y no nuestra. Dice tam-bién la Escritura Santa que el corazón del necio es co-

JUEVES 599

mo un vaso quebrado, que no retiene la Sabiduría (Ec-cli. XXI, 17). Con esto, el Espíritu Santo nos enseñaque no podemos ser como niños o como locos. Hemosde ser fuertes, hijos de Dios; estaremos en nuestro tra-bajo y en la labor profesional, con una presencia deDios continua que nos haga vivir en la perfección delas cosas pequeñas. Hemos de mantener el vaso ínte-gro, para que no se derrame ese licor divino 1.

EL VASO no se rompe si todo lo dirigimos haciaDios, incluso nuestras pasiones. Las pasiones, en símismas, no son ni buenas ni malas: depende de cadapersona sujetarlas, y entonces son buenas, aunque sólosea por ese motivo negativo: quia virtus in infirmitateperficitur (// Cor. XII, 9). Porque al sentir esta enfer-medad moral, si vencemos y logramos la salud, adqui-rimos más trato con Dios, más santidad (...).

Haced vuestra oración con estas palabras que osestoy diciendo. Adentraos en vuestro corazón, con laluz que os da el Espíritu Santo, para quitar todo aque-llo que pueda romper el vaso, todo lo que pueda roba-ros la unidad de vida. Debéis ser personas —os lo re-cuerdo siempre— que no se maravillen cuando sientanque llevan dentro de sí una bestia.

A mí, que me ha tocado vivir tantas cosas, me pa-rece un sueño cuando contemplo la realidad esplendí-

(1) De nuestro Padre, Meditación El licor de la sabiduría, junio 1972.

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da de nuestro Opus Dei y compruebo la lealtad de loshijos míos a Dios, a la Iglesia, a la Obra. Es lógicoque alguna vez se quede alguien en el camino. A todosdamos el alimento apropiado, pero aun tomando unalimento muy bien escogido dietéticamente, no todo seasimila. No quiere decir que sean gente mala. Esos po-brecitos vienen luego con lágrimas como puños, peroya no tiene remedio.

Esta desgracia nos puede suceder a todos, hijas e hi-jos míos; a mí también. Mientras me halle en la tierra,también yo soy capaz de cometer una tontería grande.Con la gracia de Dios y vuestras oraciones, con el pocode esfuerzo que haga, no me ocurrirá jamás.

No hay nadie que esté exento de este peligro. Perosi hablamos, no pasa nada. No dejéis de hablar, cuan-do os suceda algo que no quisierais que se supiese. De-cidlo enseguida. Mejor antes y, si no, después; pero ha-blad. No olvidéis que el pecado más grande es el desoberbia. Ciega muchísimo. Hay un viejo refrán ascéti-co que reza así: lujuria oculta, soberbia manifiesta.

Nunca me cansaré de insistiros en la importanciade la humildad, porque el enemigo del amor es siem-pre la soberbia: es la pasión más mala, es aquel espíri-tu de raciocinio sin razón, que late en lo íntimo denuestra alma y que nos dice que nosotros estamos enlo cierto, y los demás equivocados. Cosa que sólo porexcepción es verdad.

Sed humildes, hijos míos. No con una humildad degarabato, como algunos que solían andar encogidos

JUEVES 601

por la calle. Cabe una actitud marcial del cuerpo,siendo bien humildes. Tendréis así una voluntad ente-ra, sin quiebra; un carácter completo, no débil; escul-pido, no dibujado. Y no se romperá el vaso.

¡Sed fieles, sed leales! Tendréis muchas ocasionesen la vida de no ser fieles y de no ser leales, porquenosotros no somos plantas de invernadero. Estamos ex-puestos al frío y al calor, a la nieve y a la tormenta.Somos árboles, que a veces se llenan de polvo, porqueestán a todos los vientos, pero que se quedan limpios,preciosos, en cuanto viene la gracia de Dios, como lalluvia. No os asustéis por nada. Si no sois soberbios—repito—, iréis adelante ¡siempre!2.

¿ Y COMO haréis las cosas bien, para corresponderal amor de esta Madre guapa que es la Obra, para serleales? Es muy fácil, muy fácil. En primer lugar, te-néis que dejar hacer en vosotros, sin protesta, porqueno os conocéis. Yo he cumplido ya setenta años, y noacabo de conocerme bien, de modo que vosotros ¡dón-de andaréis con vuestro propio conocimiento! (...).

Después, hacer. Os he dicho innumerables vecesque nadie pierde su personalidad al venir a la Obra;que la diversidad, el sano pluralismo, es manifestaciónde buen espíritu. Pues haced por vuestra cuenta, quenadie os lo impedirá. El Opus Dei respeta totalmente

(2) De nuestro Padre, Meditación El licor de la sabiduría, junio 1972.

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el modo de ser de cada uno de sus hijos. Nosotros per-demos relativamente la libertad, sin perderla, porquenos da la gana. Es la razón más sobrenatural: porquenos da la gana, por amor.

Que seáis personas rectas porque lucháis, procu-rando conciliar a esos dos hermanos que todos tenemosdentro: la inteligencia, con la gracia de Dios, y la sen-sualidad. Dos hermanos que están con nosotros desdeque nacemos, y que nos acompañarán durante todo elcurso de nuestra vida. Hay que lograr que convivanjuntos, aunque se oponga el uno al otro, procurandoque el hermano superior, el entendimiento, arrastreconsigo al inferior, a los sentidos. Nuestra alma, por eldictado de la fe y de la inteligencia y con la ayuda dela gracia de Dios, aspira a los dones mejores, al Paraí-so, a la felicidad eterna. Y allí hemos de conducirtambién a nuestro hermano pequeño, la sensualidad,para que goce de Dios en el Cielo.

Que esta unidad de vida sea el resultado de labondad del Señor con cada uno y con la Obra entera,y efecto también de vuestra lucha personal. Nunca me-jor que ahora se puede recordar que la paz es conse-cuencia de la guerra: de esa guerra maravillosa contranosotros mismos, contra nuestras malas inclinaciones.Una guerra que es guerra de paz, porque busca la paz.

Perdemos la serenidad cuando no es la inteligenciacon la gracia divina, quien dirige nuestra vida, sinolas fuerzas inferiores. ¡No os asustéis de encontrarosmonstruosos, inclinados a cometer todas las atrocida-

JUEVES 603

des.' Con la ayuda del Señor iremos hasta el final, se-guros, con esa paz —repito— que es consecuencia de lavictoria. Un triunfo que no es nuestro, porque es Diosquien vence en nosotros si no ponemos dificultades, sihacemos el esfuerzo de tender nuestra mano a la manoque desde el Cielo se nos ofrece.

Hijos míos, unidad de vida. Lucha. Que aquel va-so, del que os hablaba antes, no se rompa. Que el co-razón esté entero y sea para Dios. Que no nos detenga-mos en miserias de orgullo personal. Que nos entregue-mos de verdad, que sigamos adelante. Como el que ca-mina para ir a una ciudad procura insistir, y un pasodetrás de otro logra andar todo el camino. La ayudade nuestro Padre Dios no nos faltará 3.

Antes de terminar la oración de hoy, acudamos ala Virgen Santísima, Esposa del Paráclito, para que—como pedía nuestro Padre— nos alcance una grandevoción al Espíritu Santo, espíritu de sabiduría y de in-teligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu deciencia y de piedad..., espíritu de temor de Dios (Isai. XI,2-3). Y, con esa devoción, el convencimiento de que —sisomos dóciles— seremos instrumentos suyos *. Y así,nuestro corazón no será nunca un vaso quebrado, y el li-cor divino de la Sabiduría nos embriagará siempre ennuestra vida: porque a la luz sucede la noche, pero lamaldad no triunfa de la Sabiduría (Sap. VII, 30) 5.

(3) De nuestro Padre, Meditación El licor de la sabiduría, junio 1972.(4) De nuestro Padre, Meditación El licor de la sabiduría, junio 1972.(5) De nuestro Padre, Meditación El licor de la sabiduría, junio 1972.

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401.

VIERNES

—Con la lucha por cumplir bien las Normas se llega a teneruna continua presencia de Dios.—Hemos de ser contemplativos en medio del mundo.—Las Normas de siempre constituyen una ayuda impres-cindible.

VANOS son todos los hombres que no conocen aDios, y por los bienes que disfrutan no alcanzan a co-nocer al que es fuente de ellos, y por la consideraciónde las obras no conocieron a su artífice l. Dios es elCreador del universo, y ha dejado su huella en susobras. Todas las criaturas hablan de Dios. Cualquierser, mineral, vegetal o animal, lleva impresa unamarca divina. Por eso, a través de las cosas creadas,el hombre puede y debe llegar hasta el Creador. To-das ellas, y especialmente las actividades humanas,pueden ser medio de santidad personal, de unión conDios, de vida contemplativa: porque como a través delos efectos divinos podemos llegar a la contemplacióndel mismo Dios, según la enseñanza de San Pablo: loinvisible de Dios puede ser conocido por medio de lascosas creadas, también como elemento secundario per-

(1)1. /(I)(Sap. XIII, 1).

VIERNES 605

tenece a la vida contemplativa la contemplación de losefectos divinos, en cuanto su conocimiento empuja alconocimiento de Dios (Santo Tomás, S. Th. II-II, q.180, a. 4 c)2.

La realización del trabajo profesional debe ser elcauce ordinario por el que nuestro entendimiento ynuestra voluntad sean llevados a las cosas de Dios.Mis hijos, por la formación verdaderamente contem-plativa de nuestro espíritu, han de sentir dentro de sualma la necesidad de buscar a Dios, de encontrarle yde tratarle siempre, admirándolo con amor en mediode las fatigas de su trabajo ordinario, que son cuida-dos terrenos, pero purificados y elevados al orden so-brenatural 3.

La gran ilusión de nuestra vida, la seguridad denuestro caminar nos viene de la vida contemplativa,de la confianza filial en nuestro Padre Dios. Todonuestro esfuerzo ha de tener como fin la búsquedade Dios en todas las cosas, para mantener un inin-terrumpido diálogo con El. ¿Medios?, preguntabanuestro Padre. Y respondía: las Normas. El cumpli-miento de las Normas. Cuando un hijo mío luchapor cumplir las Normas tiene vida interior; tiene pre-sencia de Dios, más o menos; va camino de ser almacontemplativa, si no ha llegado ya a serlo *.

(2) De nuestro Padre, Carta, 2X1939, n. 13.(3) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 13.(4) De nuestro Padre, Meditación, 8-II-1959.

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T606 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXII VIERNES 607

NUESTRA celda es la calle. Por eso, en la calle—en la oficina, en el estudio, en la cátedra, en el la-boratorio, en la fábrica, en las labores del campo...—debemos vivir constantemente nuestra unión conDios 5. Las actividades que realizamos han de ser laocasión para nuestro coloquio contemplativo; no só-lo no nos impiden el trato continuo con nuestroDios, sino que han de ser acicate para nuestra vidainterior. Descubrir el mensaje divino que se ocultaen nuestro quehacer ordinario: es ahí donde debe-mos dirigir nuestro interés, porque el trabajo es, pa-ra nosotros, medio específico de santidad 6. Y concre-taba nuestro Padre: lo que quiero deciros es que he-mos de convertir el trabajo en oración y tener almacontemplativa.

Todo nuestro plan de vida, nuestras Normas ynuestras Costumbres, están acomodadas y dispuestaspara hombres y mujeres que trabajan en medio delmundo, desempeñando una actividad profesional. Noson medios rígidos, que presupongan una vida apar-te, sino un método flexible, que se adapta de maravi-lla a cualquier vida de trabajo profesional intenso,como el guante de goma se adapta con perfección ala mano que lo usa. Más aún, nuestra vida interior—contemplativa, en mitad de la calle— toma ocasióny aliento de la misma vida externa, del trabajo decada uno.

(5) De nuestro Padre, n. 59.(6) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 22.

Debéis mantener —a lo largo de vuestro día— undiálogo constante con el Señor, que se alimente de lasmismas incidencias de vuestra tarea profesional. Idcon el pensamiento al Sagrario, y ofreced al Señor lalabor que tengáis entre manos; acudid a nuestra Ma-dre del cielo y a Nuestro Padre y Señor San José, paraque os ayuden a superar las pequeñas contradiccionesque puedan presentarse; encomendad vuestros compa-ñeros y colegas a sus Angeles Custodios; reavivad laintención apostólica, aprovechando las pausas en la la-bor; pedid luz al Espíritu Santo, para resolver de ma-nera adecuada los problemas con que os enfrentéis.

No hacemos separación entre nuestra vida interior yel trabajo apostólico: es todo una misma cosa. La laborexterna no ha de causar interrupción alguna en la ora-ción, como el latir del corazón no interrumpe la aten-ción a nuestras actividades, de cualquier tipo que sean 7.

Con nuestro trabajo hecho cara a Dios —en supresencia—, oramos sin interrupción, porque, al traba-jar como nuestro espíritu lo pide, ponemos en ejerciciolas virtudes teologales en las que está la cumbre del vi-vir cristiano (...).

Nuestra vida interior infunde así, en nuestro tra-bajo, fuerzas nuevas: lo hace más perfecto, más no-ble, más digno, más amable. No nos aleja de nues-tras ocupaciones temporales, sino que nos lleva a vi-virlas mejor 8.

(!) De nuestro Padre, Carta, 15X1948, n. 22.(8) De nuestro Padre, Carta, 15-X1948, nn. 24-25.

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PARA nosotros, la contemplación no es un idealmaravilloso pero inalcanzable: es la culminación deuna vida entregada a Dios, el fruto seguro de años delucha procurando cumplir cabalmente el consejo delApóstol: todo cuanto hagáis de palabra o de obra, ha-cedió todo en nombre del Señor Jesús, dando graciasa Dios Padre por medio de El9. No se nos pide elabandono del trabajo, sino que dirijamos todo a lagloria de Dios, actuando siempre en presencia de lastres Personas divinas que habitan en el alma en gra-cia. En efecto, se llaman contemplativos no a los quesimplemente contemplan, sino a los que ordenan to-da su vida a la contemplación w, a los que enderezana Dios todas sus acciones.

Se nos han dado los medios: las Normas y Cos-tumbres que son lo primero, precisamente porqueaseguran el trato con Dios, la vida contemplativa.Entre éstas hay algunas que hemos de vivir siempre:tan a menudo y tan frecuente ha de ser acordarnosde Dios; más aun que el respirar11. Las Normas desiempre constituyen una manifestación de ese conti-nuo coloquio, con palabricas de cariño para el Señor ypara su Madre, con una invocación constante allá, alas alturas 12, que todos los miembros de la Obra he-mos de fomentar.

(9) Colos. III, 17.(10) Samo Tomás, S. Th. II-II, q. 81, a. 1 ad 5.(11) San Gregorio Nacianceno, Oratio 27.(12) De nuestro Padre, Crónica IX-63, p. 7.

Jaculatorias. Muchas serán muy personales, pe-ro otras veces nos serviremos de las que nos enseñónuestro Padre: Cor Mariae Dulcissimum, iter para tu-tum!; y ahora, también, Cor Mariae Dulcissimum, iterserva tutuml; Cor Iesum Sacratissimum et miseri-cors, dona nobis pacem!... Y ante las dificultades,aquella otra jaculatoria que también nos enseñónuestro Fundador: omnia in bonum!, todo es para elbien de los que aman a Dios, porque El nos protege.

Las mortificaciones pequeñas, ofrecidas por in-tenciones concretas, nos mantienen también encen-didos y nos ayudan a mantener viva la presencia deDios, a incrementar el afán apostólico. Los actos dedesagravio, con motivo de las incidencias de la jor-nada, cuando vemos que le ofenden, cuando nosotrosmismos no hemos sido generosos: Domine, tu omnianosti, tu seis quia amo te!n; Señor, Tú lo sabes todo,Tú sabes que te amo. Y tantos otros modos de man-tenerse en presencia de Dios.

Las Normas de siempre son, al mismo tiempo,consecuencia del amor que tenemos al Señor y unmedio eficaz para crecer en ese amor. No podemospermanecer pasivos en la lucha interior, hemos deponer en práctica industrias humanas, para alcanzaruna presencia de Dios continua. El amor es ingenio-so para buscar la forma de aumentar el trato conquien ama. Esos despertadores de la vida interior

(13) loann. XXI, 17 (Vg).

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pueden ayudarnos algunas temporadas. Los buscare-mos entre las cosas habituales, y recordaremos tam-bién aquéllos que empleaba nuestro Fundador, quenos sirven de guía, aunque no es necesario que losutilicemos todos ni tampoco de manera habitual.

En esa vida de trabajo, nos contempla la Virgen.Hemos de invocarla muchas veces, pedir su auxiliocon confianza porque la llevamos siempre en el cora-zón. Monstra te esse Matrem u; no te olvides, Madrenuestra, de hacer patente tu presencia junto a noso-tros, siempre que sea preciso.

(14) Himno Ave, Maris sulla.

SÁBADO 611

402.

SÁBADO

—Jesucristo preparó a sus discípulos para el apostolado.—El Señor ha querido que esa formación se nos dé a travésde los Directores. Docilidad.—Formación apostólica y profesional para nuestro apostola-do en el mundo.

TE PORTAS con fidelidad en todo lo que hacescon los hermanos y particularmente con los peregri-nos, los cuales han dado testimonio de tu caridad enpresencia de la Iglesia; a los que, si atendieres en susviajes como conviene según Dios, harás bien '.

Así escribe San Juan en la tercera de sus Epísto-las. No se limita a señalar la necesidad de atender alos demás, de ayudarles, de hacer apostolado; sinoque ofrece también indicaciones concretas de cómoha de llevarse a cabo esa labor que tienen entre ma-nos. San Juan no hace más que seguir el ejemplo queel Señor le había dado: tres años de continua forma-ción, en los que Jesús fue remodelando a quienesiban a ser las piedras basilares de la Iglesia.

No necesito muchas palabras —escribía nuestroPadre— para evocaros el detalle con que Jesús desme-nuzaba a los Doce el sentido más profundo de sus pa-rábolas (cfr. Matth. XIII, 9-23; 36-43), el cuidado con

(1) L. I (II) (III loann. 5-7).

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que rectificaba la reacción demasiado humana conque acogían las primicias de su siembra apostólica(cfr. Luc. XVII, 20), la constancia con que repetía lasmismas enseñanzas (cfr. Matth. VI, 9-13; VII, 7-11;Luc XI, 1-13), la fortaleza con que corregía sus ambi-ciones y su visión chata del Reino de Dios (cfr. Matth.XVI, 21-23; XX, 20-28; Luc. XXII, 24-28), la delica-deza con que —para animarles— solicitaba su pequeñacolaboración a la hora de realizar los grandes milagros(cfr. Ioann. VI, 5-10) o la ternura con que se preocupa-ba de su descanso (cfr. Marc. VI, 31). Vosotros, conmi-go, lo habéis contemplado, mientras despertaba la con-ciencia de los Apóstoles, para que supiesen apreciar lagrandeza de su vocación, que muchos reyes y profetashubiesen ambicionado (cfr. Luc. X, 34) y cuando pau-latinamente —su flaqueza no hubiese consentido otracosa— los iniciaba en el misterio de la Santa Cruz (cfr.Matth. XVI, 21-28; XVII, 21-27; XX, 17-34) \

Son escenas de la vida del Señor y, por tanto,siempre actuales. También ahora Jesús tiene discí-pulos que predican en su nombre: nosotros, que se-guimos al Señor como aquellos primeros, tenemostambién una precisa misión apostólica. Y, comoellos, necesitamos una formación. Nos lo repitió mu-chas veces nuestro Padre: urge difundir la doctrinade Cristo.

(2) De nuestro Padre, Carta, 6-V-1945, n. 3.

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Atesora formación, llénate de claridad de ideas, deplenitud del mensaje cristiano, para poder despuéstransmitirlo a los demás 3.

EL FUNDAMENTO de nuestra formación apos-tólica es Dios, Padre nuestro, que cuida de cada unode nosotros, nos ofrece lo que necesitamos, nos ense-ña lo que tenemos que saber. Desde el principio, Elestá a nuestra vera, para mostrarnos el camino delapostolado. Tú ¡oh Dios! —canta el Salmo— meadoctrinaste desde mi juventud, y hasta ahora he pre-gonado tus grandezas 4.

El Señor mismo es la raíz de esa formación; pe-ro ha querido confiarla en la tierra a instrumentoshumanos, para que ellos nos enseñen, en nombre su-yo, el camino apostólico que hemos de recorrer. Des-de el principio de nuestra vocación, los Directoresnos han ayudado a adquirir esas virtudes necesariaspara nuestra misión: mesura, serenidad, fortaleza,sentido de responsabilidad..., y todos los rasgos queconfiguran nuestro espíritu. Aprender a vivirlo conintegridad será labor nuestra, durante toda la vida.

No se trata sólo de escuchar, de conocer la teo-ría: esto es necesario, pero es sólo una parte. Hayque ejercitarse, día a día, siguiendo precisamente el

(3) Forja, n. 841.(4) Ps. LXX, 17.

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camino marcado, rápidamente si se puede, más des-pacio a veces, pero sin detenerse o descaminarse,porque —como dice San Agustín— mejor va el cojopor el camino que el corredor juera de él5. Lo impor-tante es asimilar cada vez mejor la formación que senos da. Y para eso, se nos pide docilidad: manteneossiempre mansos y humildes a los caminos que os en-seña el Señor6.

Se nos pide que estemos atentos, que no desa-provechemos ninguna ocasión para aprender y ponerpor obra el criterio apostólico que se nos enseña. De-bemos estar siempre dispuestos a prescindir denuestros puntos de vista particulares, porque alapostolado vas a someterte, a anonadarte: no a impo-ner tu criterio personal7. Sumisión, docilidad, obe-diencia; porque estamos haciendo la Obra de Dios, yEl guía a los humildes por la justicia, y adoctrina alos mansos en sus sendas '.

Cuando era joven —contaba una vez nuestro Pa-dre— y predicaba muchas tandas de ejercicios a sacer-dotes y religiosos, me encaraba con algunos poco obe-dientes a su Ordinario, y les decía: tú, ¿cómo vas a sereficaz, si eres apóstol de pata libre? ¿Cómo va a darfruto el sarmiento, si se separa de la cepa? No produceni siquiera hojas: ¡cuánto menos el racimo jugoso ydulce!

(5) San Agustín, Sermo 169, 18.(6) San Agustín, Sermo 157, 2.(7) Camino, n. 936.(8) Ps. XXIV, 9.

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El sarmiento da fruto, si está unido a la vid. Unsarmiento que no está unido a la vid, en lugar de sercosa viva, es palo seco que sólo sirve para el fuego, opara arrear a las bestias, cuando más, y para que lopisotee todo el mundo. Hijos míos, ¡muy unidos a lacepa!, pegadicos a nuestra cepa, que es Jesucristo, porla obediencia rendida a los Directores 9.

Si nos dejamos guiar, si somos dóciles a la for-mación, podremos estar seguros de que nuestra vidadará mucho fruto, para gloria de Dios y servicio dela Iglesia Santa.

HIJO mío, tú eres sal, luz y levadura, y no puedesdejar de llevar esa luz hasta el último rincón de la so-ciedad. Pero, para que la llama de la doctrina brillecon eficacia, es preciso en primer lugar que te formesbien profesionalmente, que estudies para ser docto.Docto entre los de tu clase y categoría: labriego, obre-ro, médico, diplomático 10.

Estamos en el mundo —somos del mundo— ynuestro apostolado se amolda a todas las circunstan-cias de nuestros iguales; no es algo externo, desa-rraigado de la sociedad, sino que brota de su mismaentraña. De ahí que toda la formación que recibimossea, en cierto sentido, formación para el apostolado.

(9) De nuestro Padre, Tertulia, 1-1-1959.(10) De nuestro Padre, Crónica XI1-64, p. 61.

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Cuando nos preparamos a conciencia, con profundi-dad, para ejercer una profesión, nos disponemostambién para ser más eficaces apostólicamente. Alluchar por ser santos, al procurar identificarnos conel espíritu de la Obra, estamos alimentando una vidainterior que se manifestará necesariamente en fru-tos de apostolado. Y cuando profundizamos en el es-tudio de las verdades de la fe, y cuando mejoramosla formación humana, estamos preparándonos parafacilitar el camino de la gracia en las almas de losque nos rodean. Esta formación —escribía nuestroPadre— es, por lo tanto, el medio que necesitamos pa-ra cumplir nuestro fin peculiar en todos los ambientesde la sociedad ".

Así describía nuestro Padre esa labor de forma-ción, en 1939: es necesario formar cristianos llenos deoptimismo y de empuje capaces de vivir en el mundosu aventura divina —compossessores mundi, non erro-ris (Tertuliano, De Idolol. 14); poseedores del mundo,con los otros hombres, pero no del error—; cristianosdecididos a fomentar, defender y amparar los intereses—los amores— de Cristo en la sociedad; que sepan dis-tinguir la doctrina católica de lo simplemente opina-ble, y que en lo esencial procuren estar unidos y com-pactos; que amen la libertad y el consiguiente sentidode responsabilidad personal12.

(11) De nuestro Padre, Carta, 14-IM950, n. 21.(12) De nuestro Padre, Carta, 2-X-1939, n. 6.

SÁBADO 617

Formación apostólica. La necesitaremos siem-pre. Hemos de buscarla, pedírsela al Señor: muéstra-me, Señor, tus caminos; adiéstrame en tus sendas.Guíame en tu verdad y enséñame, porque tú eres miDios, mi Salvador, y en ti espero siempre 13. El nos da-rá, a través de los Directores, la formación que nece-sitamos para que nuestro apostolado sea labor deCristo, con el fruto que El ha querido para la Obra.

La Virgen María, Regina Operis Dei, ReginaApostolorum, nos ayudará a recibir siempre la for-mación con humilde docilidad.

(13) Ps. XXIV, 4-5.

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403.

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

—Hacer rendir los talentos que Dios nos da.—La pereza es el primer enemigo en nuestra lucha.—El Señor nos pedirá cuenta del fruto que hemos dado.

EL REINO de los Cielos es semejante a un hom-bre que al marcharse de su tierra llamó a sus servido-res y les entregó sus bienes l. El divino Maestro vuel-ve a explicar en parábolas cuál es el sentido de nues-tro paso por la tierra. Dios mismo concede a cadapersona unos dones, unos talentos con los que ha denegociar para alcanzar el Cielo mediante su esfuerzopersonal y la ayuda de Dios, que no faltará nunca.

El hombre de la parábola entrega a cada siervouna parte de sus bienes, para que la administre du-rante su ausencia: a uno cinco talentos, a otro dos, yuno solo al tercero.

El que recibió cinco talentos se plantea con sen-tido de responsabilidad, con lealtad hacia su señor,un plan para hacer rendir ese dinero que le ha sidoconfiado. Piensa, reflexiona, calcula, y luego actúa.No se deja ganar por el activismo, pero tampoco serefugia en la pasividad. Sus esfuerzos no son vanos,y con sus cinco talentos duplicó su riqueza: ganó

(1) Ev. (A) (Matth. XXV, 14).

DOMINGO 619

otros cinco. Del mismo modo el que había recibidodos ganó otros dos 2.

Como contraste —nos invita a considerar nuestroPadre—, ya habéis visto lo que hace el que recibió untalento; algo que en mi tierra se llama cuquería. Pien-sa, discurre con aquel cerebro de poca altura, y dice:mi señor es un hombre de recia condición, que siegadonde no ha sembrado y recoge donde no ha esparci-do... Y fue e hizo un hoyo en la tierra y escondió el di-nero que había recibido de su señor (Matth. XXV,18) 3.

¿Qué ocupación escogerá después este hombre, siha abandonado el instrumento de trabajo? Ha decidi-do irresponsablemente optar por la comodidad de de-volver sólo lo que le entregaron. Se dedicará a matarlos minutos, las horas, las jornadas, los meses, losaños, ¡la vida! Los demás se afanan, negocian, se preo-cupan noblemente por restituir más de lo que han reci-bido: el legítimo fruto, porque la recomendación ha si-do muy concreta: negotiamini dum venio (Luc. XIX,13); encargaos de esta labor para obtener ganancia,hasta que el dueño vuelva. Este no; éste inutiliza suexistencia.

¡Qué pena vivir, practicando como ocupación la dematar el tiempo, que es un tesoro de Dios! No cabenlas excusas, para justificar esa actuación. Ninguno di-

(2) Ibid., 17.(3) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1956.

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ga: dispongo sólo de un talento, no puedo lograr nada.También con un solo talento puedes obrar de modomeritorio (San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homi-liae 78, 3). ¡Qué tristeza no sacar partido, auténticorendimiento de todas las facultades, pocas o muchas,que Dios concede al hombre para que se dedique a ser-vir a las almas y a la sociedad!4.

Es un buen momento para preguntarnos, en lapresencia de Dios, si aprovechamos el tiempo y lostalentos recibidos, para hacerlos rendir en su servi-cio. Dios nos concede quizá un año más para servirle.No pienses en cinco, ni en dos. Fíjate sólo en éste: enuno, en el que hemos comenzado: ¡a entregarlo, a noenterrarlo! Esta ha de ser nuestra determinación 5.

MUCHOS debieron de ser los razonamientos delsiervo que recibió un talento. Pensaría alguna vez,sin duda, que podría seguir el ejemplo de los otrosdos. Y tal vez se propuso incluso ir al mercado a ne-gociar con su talento; pero se dejó vencer antes porlas dificultades, aún inexistentes, con las que podríatropezar en su trabajo.

¿Obstáculos?..., preguntaba nuestro Padre. —Aveces, los hay. —Pero, en ocasiones, te los inventas porcomodidad o por cobardía. —¡Con qué habilidad for-

(4) Amigos de Dios, nn. 45-46.(5) Amigos de Dios, n. 47.

DOMINGO 621

muía el diablo la apariencia de esos pretextos para notrabajar...!, porque bien conoce que la pereza es la ma-dre de todos los vicios 6.

También en nuestra vida se presenta la tenta-ción de la pasividad, de la pereza. En lugar de bus-car el modo de hacer más, resolviendo las dificulta-des objetivas que se presenten, nos dejamos quizállevar por excusas que paralizan el esfuerzo y agi-gantan los obstáculos: el ambiente adverso, la faltade medios, la inoportunidad... Si alguna vez la pere-za, en cualquiera de sus manifestaciones, se hicierapresente en nuestra vida, sería el momento de recor-dar el claro consejo de nuestro Padre: luchad contraesa excesiva comprensión que cada uno tiene consigomismo: ¡exigíos! A veces, pensamos demasiado en lasalud; en el descanso, que no debe faltar, precisamenteporque se necesita para volver al trabajo con renova-das fuerzas. Pero ese descanso —lo escribí hace ya tan-tos años— no es no hacer nada: es distraernos en acti-vidades que exigen menos esfuerzo.

En otras ocasiones, con falsas excusas, somos de-masiado cómodos, nos olvidamos de la bendita res-ponsabilidad que pesa sobre nuestros hombros, nosconformamos con lo que basta para salir del paso,nos dejamos arrastrar por razonadas sinrazones paraestar mano sobre mano, mientras Satanás y susaliados no se toman vacaciones. Escucha con aten-

ib) Surco, n. 505.

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ción, y medita, lo que escribía San Pablo a loscristianos que eran por oficio siervos: les urgía paraque obedecieran a sus amos, no sirviéndoles sola-mente cuando tienen los ojos puestos sobre vosotros,como si no pensaseis más que en complacer a loshombres, sino como siervos de Cristo, que hacen decorazón la voluntad de Dios; y servidlos con amor,haciéndoos cargo de que servís al Señor y no ahombres (Ephes. VI, 6-7). ¡Qué buen consejo paraque lo sigamos tú y yo! (...).

Puesto que hemos de comportarnos siempre comoenviados de Dios, debemos tener muy presente que nole servimos con lealtad cuando abandonamos nuestratarea; cuando no compartimos con los demás el empe-ño y la abnegación en el cumplimiento de los compro-misos profesionales; cuando nos puedan señalar comovagos, informales, frivolos, desordenados, perezosos,inútiles... Porque quien descuida esas obligaciones, enapariencia menos importantes, difícilmente vencerá enlas otras de la vida interior, que ciertamente son máscostosas 7.

Por eso, considerando la responsabilidad querecae sobre nuestros hombros, debemos renovar ca-da mañana, con un serviam! decidido —¡te serviré, Se-ñor!—, el propósito de no ceder, de no caer en la perezao en la desidia, de afrontar los quehaceres con más espe-ranza, con más optimismo, bien persuadidos de que si

(7) Amigos de Dios, n. 62.

en alguna escaramuza salimos vencidos podremos supe-rar ese bache con un acto de amor sincero 8.

LOS DOS siervos diligentes ocuparon sus díascon trabajo y dedicación, por lealtad a su dueño; ymientras, el haragán dejó pasar los días vacíos decontenido, sin sentido ni relieve. Después de muchotiempo —sigue Jesús narrando la parábola—, re-gresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas conellos9.

Señor, cinco talentos me entregaste, he aquíotros cinco que he ganado. Le respondió su amo: muybien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel enlo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo detu señor10. También el que recibió dos talentos, y lo-gró otros dos, recibe de su señor la alabanza y elpremio de su lealtad.

Podemos imaginar que el perezoso contemplaríala escena con cierta prevención. Muchas veces habíadesterrado de su mente el pensamiento de aquel mo-mento, en el que debería responder del trabajo reali-zado. Pero ahora, en la hora definitiva, le faltan ar-gumentos para explicar su holgazanería. Esboza, sinembargo, una justificación: señor, sé que eres hom-bre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges

(8) Amigos de Dios, n. 217.(9) Ev. (A) {Malth. XXV, 19).(10) lbid., 20-21.

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donde no esparciste; por eso tuve miedo, fui y escondítu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo u. Pero no sir-ven las palabras para justificar su desidia. La res-puesta del amo es clara, sin paliativos: siervo malo yperezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado yrecojo de donde no he esparcido; por eso mismo de-bías haber dado mi dinero a los banqueros, y así, alvenir yo, hubiera recibido lo mío junto con los intere-ses. Por tanto, quitadle el talento y dádselo al que tie-ne diez u.

Hijo mío, concluye nuestro Padre, éste es el frutode la oración de hoy: que te convenzas de que tu tiem-po es para Dios; de que es un tesoro de Dios, de que esuna cosa divina, de que es, en tus manos, una maravi-lla que tienes que administrar para Dios, con sentidode responsabilidad (...).

Vamos a terminar dirigiéndonos a la Madre delCielo. Madre nuestra, que has visto crecer a Jesús, quele has visto aprovechar el tiempo, enséñame a apro-vechar el tiempo en servicio de las almas y de la Igle-sia ".

(11) Ibid., 24-25.(12) Ibid., 26-28.(13) De nuestro Padre, Meditación, 9-1-1956.

LUNES 625

404.

LUNES

—La vida de oración lleva a cumplir en todo la Voluntadde Dios.—El diálogo con el Señor ha de ser constante.—Cumplir bien las Normas, es nuestro camino para tener vi-da de unión con Dios.

MARCHABA Jesús camino de Jerusalén, y leseguían los Apóstoles y numeroso gentío. Ocurrió—narra el Evangelio de la Misa de hoy— que al lle-gar a Jericó había un ciego sentado junto al caminomendigando. Y al oír que pasaba mucha gente, pre-guntó qué era aquello. Le contestaron: es Jesús Naza-reno que pasa \ La voz de Bartimeo brotó del alma:Hijo de David, ten piedad de mí2. Los que pasabanpor allí le increparon para hacerlo callar, pero él gri-taba mucho más fuerte 3. El Señor le había oído des-de el primer momento y, sin embargo, le dejó perse-verar en su oración. Luego, mandó que lo llamasen.E inmediatamente comienza un diálogo divino, undiálogo de maravilla, que conmueve, que enciende,porque tú y yo somos ahora Bartimeo 4.

Muchas veces hemos meditado esta escena del

(1) Ev. (Luc. XVIII, 35-37).(2) Ibid., 38.(3) Ibid., 39.(4) Amigos de Dios, n. 197.

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Santo Evangelio, que tanto enamoraba a nuestroPadre, y nos hemos quedado removidos ante ese pa-sar de Cristo que arranca de aquel pobre ciego unapetición llena de fe. Siguiendo su ejemplo, tambiénnosotros procuramos detener a Cristo que pasa jun-to a nosotros, en la vida ordinaria; detenerlo nosólo llamándole con palabras, sino sobre todo conobras. ¿Qué es, hermanos, gritar a Cristo —predi-caba San Agustín—, sino adecuarse a la gracia delSeñor con las buenas obras? Digo esto, hermanos—añadía—, porque no sea que levantemos mucho lavoz, mientras enmudecen nuestras costumbres (...).¿Quién es el que grita a Cristo? Quien desprecia elmundo, llama a Cristo. Quien desdeña los placeresdel siglo, clama a Cristo. Quien dice, no con la len-gua, sino con la vida, "el mundo está crucificado pa-ra mí, y yo para el mundo" (Galat. VI, 14), ése es elque grita a Cristo 5.

Obras, no sólo palabras, espera Jesús de noso-tros, para detenerse a nuestra vera, aunque para lle-varlas a cabo también acudimos a su ayuda. Rezadconmigo al Señor: doce me faceré voluntatem tuam,quia Deus meus es tu (Ps. CXLII, 10), enséñame acumplir tu Voluntad, porque Tú eres mi Dios. En unapalabra, que brote de nuestros labios el afán sincerode corresponder, con deseo eficaz, a las invitaciones denuestro Creador, procurando seguir sus designios con

(5) San Agustín, Sermo 88, 13.

LUNES 627

una fe inquebrantable, con el convencimiento de queEl no puede fallar.

Amada de este modo la Voluntad divina, enten-deremos que el valor de la fe no está sólo en la cía-ridad con que se expone, sino en la resolución paradefenderla con las obras: y actuaremos en consecuen-cia.

Pero volvamos a la escena que se desarrolla a lasalida de Jericó. Ahora es a ti, a quien habla Cristo.Te dice: ¿qué quieres de Mí? ¡Que vea, Señor, quevea! Y Jesús: anda, que tu fe te ha salvado. E inme-diatamente vio y le iba siguiendo por el camino(Marc. X, 52). Seguirle en el camino. Tú has conoci-do lo que el Señor te proponía, y has decidido acom-pañarle en el camino. Tú intentas pisar sobre sus pi-sadas, vestirte de la vestidura de Cristo, ser el mismoCristo: pues tu fe, fe en esa luz que el Señor te vadando, ha de ser operativa y sacrificada. No te hagasilusiones, no pienses en descubrir modos nuevos. Lafe que El nos reclama es así: hemos de andar a suritmo con obras llenas de generosidad, arrancando ysoltando lo que estorba 6.

BARTIMEO detuvo el caminar de Jesús con» suoración y nosotros, afirma San Gregorio, cuando in-sistimos fervorosamente en nuestra oración, detene-

(6) Amigos de Dios, nn. 197-198.

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mos a Jesús que va de paso. Por eso se dice allí:"parándose entonces Jesús, mandó traerle a su pre-sencia" (Luc. XVIII, 40) (...). Y debe notarse lo que di-ce al ciego cuando llega: "¿qué quieres que te haga?"flbid 41). ¿Acaso el que podía dar la vista, ignorabalo que el ciego quería? No; pero quiere que se le pida(...). Pregunta para esto, para que se le pida; preguntapara incitar al corazón a que ore 7.

También nosotros buscamos en todas las cosasese diálogo, el encuentro con Jesucristo. Esa esnuestra vida: tratar a Dios, tocar a Dios 8. Para ellohemos de mantener ininterrumpidamente la conver-sación con nuestro Dios. Hagamos lo que hagamos,trabajo o apostolado, oración o descanso, todo debeestar dirigido al Señor, porque con El y para El lorealizamos. Todo nuestro día ha de llegar a ser unaoración cuajada en obras.

Nuestro afán de trato y unión con Jesucristo, lanecesidad de saberle cerca, no se sacia con el tiempoque dedicamos diariamente a la oración. La unidadde vida, tan propia de nuestro espíritu, nos impulsaa buscar a Dios en todo. Y si la materia de nuestrasantificación se encuentra en las cosas ordinarias decada jornada; si en las cosas pequeñas está nuestra lu-cha, de ellas hemos de tomar ocasión para nuestro diá-logo con Dios. Es posible que haya quienes, como

(7) San Gregorio Magno, Homiliae in Evangelio 2. 5.(8) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 61.

LUNES 629

hombres fuertes, a los que basta hacer sólo una grancomida al día, mantengan la tensión interior gracias aun largo rato de oración; nosotros somos niños que ne-cesitan, para mantenerse, de muchas pequeñas comi-das: tenemos siempre necesidad de nuevo alimento.

Cada día debe haber algún rato dedicado especial-mente al trato con Dios, pero sin olvidar que nuestraoración ha de ser constante, como el latir del corazón:jaculatorias, actos de amor, acciones de gracias, actosde desagravio, comuniones espirituales. Al caminarpor la calle, al cerrar o abrir una puerta, al divisar enla lejanía el campanario de una iglesia, al comenzarnuestros quehaceres, al hacerlos y al terminarlos, todolo referimos al Señor. Estamos obligados a hacer denuestra vida ordinaria una continuada oración, porquesomos almas contemplativas en medio de todos los ca-minos del mundo 9.

A veces pasaremos por circunstancias más difí-ciles; para entonces es, de modo especial, el consejode nuestro Padre: levantad el corazón a Dios, cuandollegue el momento duro de la jornada, cuando quierameterse en nuestra alma la tristeza, cuando sintamos elpeso de este laborar de la vida, diciendo: miserere meiDomine, quoniam ád te clamavi tota die: laetifica ani-mam servi tui, quoniam ad te Domine animam meamlevavi (Ps. LXXXV, 3 y 4); Señor, ten misericordia de

(9) De nuestro Padre, Carla, 24-IIM930, n. 17.

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mí, porque te he invocado todo el día: alegra a tu sier-vo, porque a ti, .Señor, he levantado mi alma 10.

VAMOS adelante —escribe San Agustín— sinuestra esperanza se nutre de Dios y de Dios tomabríos, ayudándonos El a que frenemos toda concu-piscencia. Luchemos: nuestro combate se libra en lapresencia de quien nos mira y ayuda ". Necesitamostener a Jesús cerca de nosotros, en nuestro esfuer-

• zo diario. Esta vida es pelea, guerra, una guerra depaz, que hay que pelear siempre in gaudio et pace.Tendremos esa paz y esa alegría si somos hombres—o mujeres— del Opus Dei, que quiere decir: since-ramente piadosos, cultos —cada uno en su labor—,trabajadores, deportistas en la vida espiritual: ¿no sa-béis que los que corren en el estadio, aunque corrantodos, uno sólo se lleva el premio? Corred, de tal ma-nera que lo ganéis. Todos los que han de luchar enla palestra, guardan en todo una exacta continencia;y no es sino para alcanzar una corona perecedera,mientras que nosotros esperamos una corona eterna (ICor. IX, 24 y 25).

Por eso somos almas contemplativas, con un diálo-go constante, tratando al Señor a todas horas: desde elprimer pensamiento del día al último pensamiento de

(10) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 15.(11) San Agustín, Sermo 33, 1.

LUNES 631

la noche 12. Cuando le llamamos, como Bartimeo, elSeñor se deja ver, se deja oír: nos sonríe y nos dafuerzas.

El camino que hemos de seguir para encontrar aJesús a lo largo de la jornada, en todas las demás ac-tividades, es el cumplimiento fiel de nuestro plan devida. Luchando por hacer bien las Normas y Costum-bres, tenemos al alcance de la mano todo lo necesa-rio para ser contemplativos, para alcanzar la santi-dad. Con las Normas estamos todo el día junto a Je-sucristo; conocemos su vida y nos disponemos fácil-mente a pisar sus mismas huellas. Y por medio delas Normas de siempre, le tratamos mientras cum-plimos nuestras obligaciones ordinarias.

Nuestros deseos de unión con Dios, de santidad,de contemplación, han de traducirse en un mayorempeño y delicadeza a la hora de cumplir las Nor-mas. Ese es el camino, y no hay otro. Si queremosser santos, hemos de esforzarnos por ser muy fielesal plan de vida; cuanto más crezcamos en el deseo desantidad, mayor ha de ser el empeño y la delicadezapara hacer bien las Normas. Hemos de encontrarnuestro alimento en la Misa, que es el centro de nues-tra vida interior, en el encuentro con Cristo en elEvangelio y en la Sagrada Eucaristía, en la confianzaamorosa con María Santísima, en la docilidad a las

(12) De nuestro Padre, Carta, 24-1111931, n. 59.

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inspiraciones del Espíritu Santo, en el trato filial connuestro Padre Dios. En una palabra: en el cumpli-miento de nuestras Normas de vida, con el espíritu pe-culiar de la Obra w.

Renovemos ahora el propósito de vivir con afánlas Normas hoy, de cumplirlas cada día con vibra-ción nueva: así vivimos de Amor, traemos puesto decontinuo nuestro corazón en Jesucristo Señor Nuestro,llegando a El por su Madre Santa María 14.

Coronación de Nuestra Señora.Cerámica en la Iglesia prelaticiade Santa María de la Paz.

(13) De nuestro Padre, Carta, 15-X-1948, n. 21.(14) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 59.

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MARTES 633

405.

MARTES

—Deseamos hacer el bien a todas las almas.—Los medios sobrenaturales son el fundamento de todoapostolado.—Gastarse por entero en la labor apostólica, sin miedo alambiente.

DURANTE su último viaje a Jerusalén, Jesús en-tró en Jericó y atravesaba la ciudad'. Muchos seagolpaban para verle, pero el Señor no mira sólo a lamuchedumbre: busca a las almas una a una, espe-cialmente a las que más necesidad tienen de El. Poreso, enseguida descubre a un hombre llamado Za-queo, jefe de publicanos y rico, que no pudiendo vera Jesús por ser de baja estatura, se había subido aun sicómoro, para verle, porque iba a pasar por allí2.

San Lucas narra con todo detalle el encuentrode Zaqueo con el Señor: cómo Jesús entabla un diá-logo con él, se invita a comer a su casa, y logra laconversión de aquel hombre 3.

El afán de almas que consume al Señor ha derevivir en los cristianos, y especialmente en quienes—como cada uno de nosotros— ha recibido una lla-

(1) Ev. {Luc. XIX, 1).(2) Ibid., 4.(3) Cfr. Ibid.. 5-10.

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mada específica de Dios al apostolado. Tenemos, tanpróximo, el ejemplo de nuestro Padre, que encarnóperfectamente este celo por la salvación de las al-mas. Hoy hacemos la oración con unas palabras delos últimos años de su vida en la tierra, que son unestímulo de nuestro afán apostólico.

Hijos míos, me duele la Iglesia, me duelen las al-mas. En estos tiempos no quiero hacer otra cosa másque rezar, y eso lo intento continuamente con la ora-ción, con el trabajo, con la mortificación, con el des-canso. Es tiempo de rezar; es tiempo de desagraviar,porque tratan muy mal a Dios Nuestro Señor. Y estambién tiempo de acción de gracias, porque Jesús haquerido apoyarse en nosotros.

Necesitamos estar muy vigilantes, con el alma envela, con fe viva, con obras, dando doctrina, sin miedoy con audacia. Es obligación de cada uno procurarque circule en nuestras venas la sangre de los hijos deDios, para poder dar luego esa vida de Cristo a los de-más.

En estos tiempos de confusión, ¡y siempre!, pero es-pecialmente ahora, no hay más remedio que hacerapostolado, proselitismo; porque, si no, es que estáisapagados, que no tenéis vida. Cuando una brasa noprende fuego, es señal de que se está enfriando, de queya casi todo es ceniza. Y eso puede ocurrir aun cuandosean varios los años que se hayan quemado sirviendoal Señor. Porque el proselitismo nos hace jóvenes, co-mo ascuas recién encendidas.

MARTES 635

Hijos, no tenéis más remedio que atraer a los queestán alrededor vuestro, amigos, colegas, vecinos; si no,el Señor no está contento, y es señal de aburguesa-miento por vuestra parte 4.

Hemos de estar siempre vibrantes, y ofrecer alos que nos rodean el mensaje que Cristo nos ha en-tregado junto con la vocación. No tenemos derecho aentretener el pensamiento en planes o trabajos quedejen de lado, que releguen a un segundo plano loque es ocupación principal nuestra: la salvación detodas las almas.

PARA hacer apostolado, el primer medio essiempre la perseverancia en la oración, con la tozudezdel que desea de verdad conseguir algo. Hemos deacordarnos de las personas que, como nos cuenta elEvangelio, acuden con sinceridad al Señor, insisten,continúan pidiendo, y Jesucristo no sabe negarse.

Además, vamos a ser tozudos en la oración, todos auna, con la persuasión de que, si rezamos así, se cum-plirá —¡no puede fallar!— la promesa del Señor: si dosde vosotros se unieren entre sí sobre la tierra para pe-dir algo, sea lo que fuere, les será otorgado por mi Pa-dre que está en los cielos (Matth. XVIII, 19). En ver-dad, en verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padreen mi nombre, os lo concederá floann. XVI, 23). Hijos,

(4) De nuestro Padre, Crónica, 1973, pp. 640-641.

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que no se pueda pensar en nuestra falta de colabora-ción personal, que ha de ser completa.

Yo rezo e invoco todos los días a los Angeles yacudo a la intercesión de los Custodios de mis hijos,para que todos sepamos hacer la corte a nuestro Dios.Así seremos celosos, almas decididas a llevar el con-suelo de la doctrina de Dios a las criaturas. No pode-mos dormirnos, ni pararnos, ni tomarnos vacaciones—esto, en nada—, porque el diablo no tiene vacacionesnunca, y ahora —no hace falta ser muy avispado paraverlo— está bien activo.

Hijas e hijos míos, el aburguesamiento, la faltade celo en nuestra vida, es una deslealtad con Dios.Todavía más: los burgueses o los aburguesados noshacen daño, son un obstáculo para la eficacia de to-da la labor5.

Quien no vibra con el espíritu del Señor —fuegohe venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino queya arda? *— desoye una exhortación bien precisa queCristo dirigía a sus discípulos, y se convierte en ba-rrera para la propagación de ese incendio que El de-sea.

Vamos a procurar ser buenos hijos de Dios y bue-nos amigos suyos, con todas las consecuencias del cum-plimiento de nuestro deber con las almas, y llenos dedeseos de reparar y de pedir perdón, con un afán sin-

(5) De nuestro Padre, Crónica, 1973, pp. 642-643.(6) Luc. XI I , 49.

MARTES 637

cero de hacer el papel del hijo pródigo, en cuanto nosdemos cuenta de que nos hemos apartado de El.

Hijos míos, hace falta mucha gente —y nosotros es-tamos entre ésos que el Señor ha llamado— que sepanamar de verdad, porque el mundo está muy pagano,sin querer saber de Dios. Hay que rezar mucho, po-niendo amor y celo por la salvación de las almas. Hayque pedir con fe al Señor que ponga fin a este tiempode prueba, y acudir también a la Virgen.

Sed piadosos. Ahogad el desamor que domina enmuchas personas con un amor sincero. Que vean ennuestras genuflexiones, en nuestras inclinaciones decabeza, que no somos unos cómicos; que vean, hastaen esas manifestaciones externas, que tenemos certe-za, ¡certeza!, en medio de la oscuridad bendita de la

Con la oración, con el ejemplo, con los mediosde siempre, con nuestro amor a Dios, removeremosa los demás. Iremos por el mundo, mensajeros de no-ticias divinas que han de seguir renovando la faz dela tierra. Sin desanimarnos cuando parezcan no en-tendernos, siempre conscientes de lo sobrenaturalde nuestra embajada.

NO OS dejéis arrastrar por el ambiente. Llevadvosotros el ambiente de Cristo a todos los lugares.

(7) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 643.

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Preocupaos de dejar la huella de Dios, arreglando lascosas con caridad, con cariño y con claridad 8.

Es posible que, con el tiempo, parezca que seagotan las posibilidades apostólicas de alguno de loscírculos donde normalmente se desenvuelven nues-tras ocupaciones; o que la particular frialdad de unambiente determinado, o de algunas personas quetratamos, requieran una tarea apostólica en aparien-cia lenta, aunque siempre deba ir al paso de Dios. Pe-ro hay que evitar que esas situaciones acaben comojustificando una falta de vibración apostólica.

Es cierto que, en ocasiones, las circunstanciasson especialmente difíciles; pero también entoncessobreabunda la gracia de Dios. En cualquier caso,hay que huir del peligro de falsas adaptaciones: elmal no se puede aprovechar; lo que hay que hacer essembrar el bien, con amor y fortaleza, a manos lle-nas. Y aunque no recojamos enseguida el fruto, sabe-mos que nada se pierde: ya llegará la hora de meterel buen grano en los graneros.

Con don de lenguas, dad la doctrina de siempre,la de Dios, que es la verdadera, que no es vieja, que eseternamente joven y actual, con la perennidad de Cris-to, que nunca queda anticuado: Iesus Christus, herí ethodie, ipse et in saecula.' (Hebr. XIII, 8). Hijos míos,no permitáis que el espejismo de lo que parece nuevoarranque de vuestras vidas la piedad.

1

(8) De nuestro Padre, Crónica, 1973, p. 644.

MARTES 639

No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo soy elque os he elegido a vosotros, y destinado para que va-yáis y tengáis fruto, y vuestro fruto sea duradero(Ioann. XV, 16). Nosotros no podemos ser pesimistas.Trabajamos con optimismo, y con serenidad, con ale-gría, porque vivimos con Dios, y El —me lo habéisoído tantas veces— ni pierde batallas, ni pasa. Duran-te estos años de trabajo, no han faltado las dificulta-des, que en ocasiones parecían insuperables; sin em-bargo, nos hemos sentido con plena seguridad, lo mis-mo cuando éramos poquísimos y no teníamos medioshumanos, que cuando el Señor nos bendecía con mu-chas vocaciones. Y la explicación de todo está en elSeñor: cuando se quiere de verdad, sólo se piensa encumplir su Voluntad.

Da alegría darse y morir por que esta Obra deDios salga adelante. El amor, que el Señor nos conce-de, nos compensa de tanta trapisonda, de tanta calum-nia, de tanto ruido como arman algunos. Electi meinon laborabunt frustra flsai. LXV, 23); mis elegidosno trabajarán en vano. Gastaos con generosidad, día adía, en un servicio constante, haciendo de vuestra vidaun holocausto. Yo he visto morir con alegría a mis hi-jas y a mis hijos, ofreciéndose al Señor hasta el últimomomento: les he visto morir con alegría, repito. Pero elOpus Dei fundamentalmente es para vivir, para vivircon alegría y sirviendo a las almas; y así, es tambiénpara morir con gozo. En la Obra, si alguno tiene dis-gusto o vive con tristeza, es por culpa suya: porque los

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medios para servir in laetitia están al alcance de todos.Hijas e hijos míos, amad al Señor, al Padre, al Hi-

jo y al Espíritu Santo: a la Trinidad Beatísima, Diosúnico. Y también a esta trinidad de la tierra: Jesús,María y José, bien unidos todos. Ellos nos ayudarán amantenernos fuertes —también en estos momentos—,¡luchando!, y a sostener a tantas almas, llevándolasal amor de Dios 9.

(9) De nuestro Padre, Crónica, 1973, pp. 644-645.

MIÉRCOLES 641

406.

MIÉRCOLES

—Para hacer el Opus Dei en la tierra, hemos de evitar todointerés al margen de la entrega.—Nuestra obediencia ha de ser libre y voluntaría.—La obediencia llena el alma de paz.

CONTINUA el Señor su marcha hacia Jerusalén,en compañía de los Apóstoles y de muchas otras gen-tes que también atienden sus enseñanzas. Todos, co-menta el evangelista, pensaban que el Reino de Diosse manifestaría enseguida'. Pero Jesús, queriendoapartar de sus mentes el equivocado convencimientode un triunfo temporal inminente, les propone unaparábola: un hombre noble marchó a una tierra leja-na a recibir la investidura real y volverse. Llamó adiez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: nego-ciad hasta mi vuelta 2.

Con esta parábola, Jesús quiere grabar en nues-tra alma que ha de pasar mucho tiempo hasta que elMesías vuelva a juzgar a todos los hombres. Mien-tras tanto, sus discípulos debemos esforzarnos porhacer que cada vez sea mayor el número de amigosde Dios en la tierra.

(1) Ev. (Luc. XIX, 11).(2) Ibid.. 12-13.

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Las palabras de Cristo miran a los hombres detodos los tiempos. También nosotros tenemos unagran tarea por delante. No cabe la actitud de permane-cer pasivos, porque el Señor nos declaró expresamente:negociad, mientras vengo (Luc. XIX, 13). Mientras es-peramos el retorno del Señor, que volverá a tomar po-sesión plena de su Reino, no podemos estar cruzadosde brazos 3. Desde el momento en que respondimosafirmativamente a la llamada de Dios, no vivimos pa-ra la tierra, ni para nuestra honra, sino para la honrade Dios, para la gloria de Dios, para el servicio deDios. ¡Esto es lo que nos mueve!4.

No podemos por eso tener intereses egoístas, almargen de la entrega. Lo personal nuestro ha de sertambién Obra de Dios, apostolado, servicio a la Igle-sia. En el trabajo profesional, en la vida de relacióny de amistad, en el trato con nuestros iguales, busca-mos edificar el Cuerpo de Cristo. Hemos entregadoal Señor la vida entera, las ilusiones nobles, todo lonuestro. Entendemos muy bien el consejo de nuestroPadre: si quieres tener vida, y vida eterna, y honoreterno; si quieres la felicidad eterna (...) debes prescin-dir en muchos casos de tu fin personal. Yo no tengootro fin que el corporativo: la obediencia 5.

Aspiramos a cumplir la Voluntad de Dios en ca-da momento de nuestro día. Ser instrumentos en las

(3) Es Cristo que pasa, n. 121.(4) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21-XI-1954.(5) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21-XI-1954.

MIÉRCOLES 643

manos de Dios, procurar descubrir en cada instantelo que el Señor está esperando de nosotros, para ha-cerlo, pues todo lo nuestro ha pasado a ser del Se-ñor, y no podemos regateárselo. Para quien quierevivir de Amor con mayúscula, el término medio esmuy poco, es cicatería, cálculo ruin 6.

SIN NINGÚN cuidado nos hemos de confiar aquienes recibieron del Señor la misión de guiarnoshacia la santidad7. La obediencia así vivida, nace delamor, del deseo de unirnos a Dios mismo, de cum-plir su Voluntad, y nos lleva al amor, a querer lo queDios quiere. Por eso procuramos identificar nuestravoluntad con las indicaciones de los Directores, po-ner toda la inteligencia para entender lo que mandany para hacerlo del mejor modo posible. Y compren-demos con claridad que no hay nada que pueda da-ñar tanto y deshacer a la Iglesia de Dios, nada quepueda perjudicarla tan fácilmente, como el que losdiscípulos no estén unidos con gran empeño a susmaestros 8.

Libremente respondimos, por amor, a la voca-ción divina. Y libremente obedecemos a lo largo denuestra vida. La obediencia, que es manifestación defe, no despersonaliza, ni debilita la voluntad. Al con-

tó) Forja, n. 54.(7) San Juan Climaco, Scala paradisi 4.(8) San Juan Crisóstomo, In Epistolam ad Romanos homiliae 16, 3.

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trario, cuando obedecemos —con esa obediencia in-teligente pero rendida que nos ha enseñado nuestroPadre—, ponemos en juego las virtudes teologales:vamos derechamente al fin, porque la ley no restrin-ge la libertad, sino que la perfecciona, impulsa la ac-tividad y desarrolla de algún modo la personalidad;la desobediencia, en cambio, disipa las energías y ha-ce al hombre esclavo de sus deseos desordenados9.

Al obedecer ponemos en práctica, además, otravirtud humana estupenda: la lealtad. Como el solda-do que está haciendo guardia delante del palacio delPresidente. Va y viene y podría irse lejos: podría inclu-so dejar la guardia y abandonar el puesto y el país;pero no lo hace, porque entonces ya no estaría actuan-do con lealtad 10. Por la vocación divina, por la con-fianza que ha sido depositada en nosotros, si no obe-deciéramos seríamos desleales con Dios y con laObra, traicionaríamos a nuestros hermanos y a losmillones de almas que esperan mucho de nuestra en-trega.

Todos queremos servir, ser útiles a nuestra Madrela Obra, en bien de las almas, pero no hemos de olvi-dar —escribió nuestro Padre— que el lugar, en elque somos más eficaces, es aquél en el que nos hanpuesto los Directores Mayores: ésa es la voluntad deDios ". Y concluye nuestro Fundador: obedeciendo

(9) Pablo VI, alloc. 20-XI-1965.(10) De nuestro Padre, Crónica XII-66, p. 12.(11) De nuestro Padre, Instrucción, 31-V-1936, n. 10.

MIÉRCOLES 645

pasaremos la vida haciendo el bien a todas las almas,ayudándoles a pesar de nuestras miserias. Porque estoes lo que deseamos: llevar la felicidad del cielo a todaslas almas sin excepción. Dios ha traído el Opus Dei ala tierra para que todo el mundo, de todas las razas,de todos los colores, de todos los países, de todas laslenguas, puedan ser santos, felices u.

ENTRE los frutos de la obediencia, uno es parti-cularmente necesario para llevar a cabo la misiónque tenemos encomendada: la paz, la serenidad inte-rior de quien sabe que obedeciendo no se equivocanunca. Porque Dios no pierde batallas, y es el Padrede las luces, en quien no se da mudanza ni sombra dealteración 13.

Sin embargo, a veces permite el Señor que nues-tra alma pierda la paz, para enseñarnos que existentodavía en ella muchas raíces de soberbia, que he-mos de cortar con su gracia. En ese caso, no seríatanto cuestión de lamentarse cuanto de aprovecharesa nueva luz. Por otra parte, no tendría nada de ex-traño que, a medida que Dios se apodera de nuestraintimidad, a medida que el alma le busca con más in-tensidad, se desencadenara con mayor fuerza la ne-cesidad de luchar contra las inclinaciones torcidas.

(12) De nuestro Padre, Crónica X-65, p. 57.(13) lacob. I, 17.

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646 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXIII

A ese vivo anhelo de Dios y de la santidad, corres-pondería lo que San Pablo llama lucha de la carnecontra el espíritu, pues uno y otro se oponen de ma-nera que no hagáis lo que queréis u.

Esa contradicción se podría manifestar tambiénen una mayor dificultad para obedecer. Sería el mo-mento, guiados por el Espíritu Santo, de profundizaren la entrega, que debe incluir hasta el último rincónde nuestra voluntad. Es entonces también —nos ase-gura nuestro Padre— cuando vienen al alma esa pazy esa libertad que Cristo nos ha ganado (cfr. Galat.IV, 31), que se nos comunican con la gracia del Espí-ritu Santo. Los frutos del Espíritu son caridad, gozo,paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad,mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad (Ga-lat V, 22-23): y donde está el Espíritu del Señor, allíhay libertad (II Cor. III, 17)15.

Para lograr ese fruto sabroso de la obediencia,que es la paz, debemos examinar con frecuencia sinuestra obediencia es fruto del amor, si en ella en-contramos la libertad y la unión con Dios. Si obede-cemos según el espíritu del Opus Dei, con diligencia,con prontitud, o si retrasamos las tareas que nos en-comiendan, olvidando la trascendencia de nuestrotrabajo. Porque el amor a la obediencia se manifies-ta en todas las actividades que llevamos a cabo; no

(14) Galat. V, 17.(15) Es Cristo que pasa, n. 137.

MIÉRCOLES 647

sólo en las indicaciones concretas y precisas que re-cibimos y de las que debemos dar cuenta al Director,sino también en el modo de santificar el trabajo, decumplir las Normas, de llevar a cabo la labor apostó-lica: porque en cualquier momento del día buscamosel cumplimiento de la Voluntad de Dios.

Hijos míos, nos pedía nuestro Fundador, que nonos gane nadie en saber obedecer. Lo mismo si hacefrío o calor, si se es joven o menos joven. Uno que nosabe obedecer, no aprenderá nunca a mandar 16. Quela Virgen nuestra Madre nos enseñe a vivir así laobediencia, con la delicadeza, el amor y la prontitudcon que Ella la vivió.

(16) De nuestro Padre, Tertulia, 18-1-1965.

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648 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXIII

407.

JUEVES

—Hemos de comprender, convivir y disculpar a todos loshombres: la santa transigencia.

—Jesucristo nos dio también ejemplo de santa intransigen-cia en las cosas de Dios.—Hemos de llegar a todos los ambientes, pues en todos hayalmas que salvar.

JESÚS vuelve a Jerusalén, y cuando se acercó, alver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡si conocierastambién tú en este día lo que te lleva a la paz!; sinembargo, ahora está oculto a tus ojos '. El amor deCristo por las almas le hace derramar lágrimas so-bre aquella ciudad que no quiso recibir su paz.

Ese llanto de Jesús es para nosotros un ejemplode amor que nos ha de mover en la labor apostólica.El Señor nos envía también a todas las gentes. Y estamisión universal exige en nosotros un corazón gran-de, afectuoso, capaz de amar a todos, sabiendo queni a uno solo deja de llamar el Señor, cualquiera quesea la situación en la que se encuentre.

La humildad nos lleva como de la mano a esa for-ma de tratar al prójimo, que es la mejor: la de compren-der a todos, convivir con todos, disculpar a todos; no

(1) £v. (Luc. XIX, 41-42).

JUEVES 649

crear divisiones ni barreras; comportarse —¡siempre!—como instrumentos de unidad. No en vano existe en elfondo del hombre una aspiración fuerte hacia la paz,hacia la unión con sus semejantes, hacia el mutuo respe-to de los derechos de la persona, de manera que ese mi-ramiento se transforme en fraternidad 2.

En las páginas del Evangelio tenemos bien claroel ejemplo que hemos de seguir en el trato con lasdemás personas. El modelo es Jesucristo, y no tuvolímites el anonadamiento de Nuestro Señor. Hasta lamuerte más ignominiosa llegó su santa transigencia:humiliavit semetipsum factus obediens usque ad mor-tem, mortem autem crucis (Philip. //, 8); se anonadó así mismo, siendo obediente hasta la muerte, y muertede cruz. Y lo hizo por amor a los hombres, a los quellama amigos suyos, aunque no quieran serlo. Vosautem dixi amicos floann. XV, 15), dice a los discípu-los que le van a dejar solo en el momento de la prue-ba. Amice, ad quid venisti? (Matth. XXVI, 50), ¿a quéhas venido, amigo?, dice al mismo Judas, que viene aentregarlo 3.

Y si Cristo llegó a estos extremos de amor, noso-tros hemos de esforzarnos para afirmar la verdad se-renamente, de forma positiva, sin polémica, sin humi-llar, dejando siempre al otro una salida honrosa, paraque reconozca sin dificultad que estaba equivocado,

(2) Amigos de Dios, n. 233.(3) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 71.

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que le faltaba formación o información. A veces, lacaridad más fina será hacer que el otro quede con laconvicción de que ha llegado, por su cuenta, a descu-brir alguna verdad nueva 4.

PERO Jesucristo no nos ha dado sólo el ejemplode la santa transigencia; nos ha dado también el ejem-plo clarísimo de la santa intransigencia, en las cosasde Dios 5. El Señor, siempre dispuesto a comprendera quien se le acerca con un corazón contrito, no cedecuando está en juego la honra de su Padre Celestialo el bien de las almas. Tampoco nosotros podemosceder —falsa caridad sería— ante las ideas contra-rias a la doctrina que enseña la Iglesia. Y debemosrechazar cualquier respeto humano, cuando se tratade defender los intereses de Dios.

Hemos de ser buenos maestros, dispuestos a ex-poner valientemente la verdad en todas las situacio-nes, porque a los falsos maestros —afirmaba nuestroPadre— les domina el miedo de apurar la verdad; lesdesasosiega la sola idea —la obligación— de recurriral antídoto doloroso en determinadas circunstancias.En una actitud semejante —convenceos— no hay pru-dencia, ni piedad, ni cordura; esa postura refleja apo-camiento, falta de responsabilidad, insensatez, nece-

(4) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1932, n. 70.(5) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 72.

JUEVES 651

dad. Son los mismos que después, presas del pánicopor el desastre, pretenden atajar el mal cuando ya estarde. No se acuerdan de que la virtud de la prudenciaexige recoger y transmitir a tiempo el consejo reposadode la madurez, de la experiencia antigua, de la vistalimpia, de la lengua sin ataduras".

Por todo el mundo hemos de llevar el mensajede nuestro buen ejemplo, junto con la verdad denuestra palabra. Y eso aunque haya quienes, tal vezpor comodidad, no lo acepten. Ante una situación deeste tipo, decía nuestro Padre que a veces, hijas e hi-jos míos, no tendremos más remedio que pasar un malrato nosotros y hacérselo pasar a otros, para ayudarlesa ser mejores. No seríamos apóstoles si no estuviésemosdispuestos a que interpreten mal nuestra actuación yreaccionen de un modo desagradable.

Hemos de convencernos de que los santos —noso-tros no nos creemos unos santos, pero queremos serlo—resultan necesariamente unas personas incómodas,hombres o mujeres —¡mi santa Catalina de Siena!—que con su ejemplo y con su palabra son un continuomotivo de desasosiego para las conciencias comprome-tidas con el pecado 7.

Hemos de profundizar en esta doctrina que nosdio nuestro Fundador: nunca puede convertirse esasanta intransigencia con el error, en celo amargo o

(6) Amigos de Dios, n. 158.(7) De nuestro Padre, Carta, 9-1-1932, n. 73.

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descarnado. La doctrina que transmitimos ha de sersiempre luminosa y alegre, también en la forma, por-que el primer paso para acercar a otros a los caminosde Cristo es que te vean contento, feliz, seguro en tuandar hacia Dios 8.

LA SANTA transigencia y la santa intransigen-cia nacen del amor: por amor a Dios y a las almascedemos en todo lo personal que no oscurece laverdad; por amor a Dios y a las almas, no transigi-mos en que la verdad salvadora sea maltratada.Son dos manifestaciones de un único amor, que noslleva al apostolado de la doctrina, con la amistad ycon el ejemplo.

Habéis de atraer sobre todo —escribía nuestroPadre— con el ejemplo de la integridad de vuestrasvidas, con la afirmación —humilde y audaz a un tiem-po— de vivir cristianamente entre vuestros iguales, conuna manera ordinaria, pero coherente; manifestando,en nuestras obras, nuestra fe: ésa será, con la ayuda deDios, la razón de nuestra eficacia.

No tengáis miedo al mundo: somos del mundo y,unidos a Dios, si vivimos nuestro espíritu, nada puededañarnos. Quizá, en ocasiones, entre gentes alejadas deDios, nuestra conducta cristiana pueda chocar: habréis

(8) Forja, n. 858.

JUEVES 653

de tener la valentía, apoyados en la omnipotencia divi-na, de ser fieles 9.

Es verdad que para los que no quieren tener unavida limpia, nuestra delicadeza en la guarda del cora-zón ha de ser necesariamente como un reproche, comoun estímulo, que no permite a las almas abandonarseo adormecerse. Es bueno que sea así; el hijo mío queno quiera provocar estas reacciones en las almas de losque le rodean, el que desee siempre hacerse el simpáti-co, no podrá evitar él mismo la ofensa a Dios, porquese hará cómplice de los desórdenes de los demás. Vividde modo que podáis decir: inflammatum est cormeum, et renes mei commutati sunt: zelus domus tuaecomedit me (Ps. LXII, 21; LXVIII, 10); mi corazón seinflama y se conmueven mis entrañas: porque el celode tu casa me devora 10.

Pido para mis hijos la fortaleza de espíritu que leshaga capaces de llevar consigo su propio ambiente;porque un hijo de Dios, en su Obra, debe ser comouna brasa encendida, que pega fuego dondequiera queesté, o por lo menos eleva la temperatura espiritual delos que le rodean, arrastrándolos a vivir una intensavida cristiana ".

Con esa fortaleza, con ese ejemplo lleno de vi-bración, anunciaremos a todas las gentes las maravi-llas del Señor. Querremos bien a todos, para acer-

(9) De nuestro Padre, Carta, 24-IIM930, n. 11.(10) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1932, n. 73.(11) De nuestro Padre, Carta, 24-IIM930, n. 11.

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caries más a Dios. Seguiremos entonces el consejode San Juan Crisóstomo: cuando veas a un enemigode la verdad, procura curarlo, cuídale, trata de vol-verle a la salud, dale ejemplo con tu vida intachable,y preséntale un razonamiento irrefutable, procúraleprotección y ayuda, no dejes piedra por mover parasu corrección u.

Esa es la sabiduría divina que necesitamos. Y sela pedimos, con renovada confianza, a nuestra Ma-dre: Sancta Maria, Sedes Sapientiae, ora pro nobis!

(12) San Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 29, 3.

VIERNES 655

408.

VIERNES

—Deportividad en la lucha ascética.—La lucha ascética hace fuerte nuestro amor.—Sacar nuevo impulso de los propios errores y derrotas.

EN AQUELLOS días, leemos en el primer librode los Macabeos, Judas y sus hermanos dijeron: vedque han sido derrotados nuestros enemigos, vamosahora a purificar, y renovar el santuario. Y se congre-gó todo el ejército y subieron al monte de Sión l. Mu-chos años de guerra habían transcurrido hasta esemomento. Judas y sus hermanos, fieles a los manda-tos del Señor, pueden ahora denominarse vencedo-res. Pero no lo han sido sino después de haber man-tenido duras batallas.

La lucha interior es también una guerra con mu-chas batallas, que se suceden ininterrumpidamente.Y ha de ser tenaz, alegre, con las características pro-pias del buen deporte. Así nos lo enseñaba nuestroPadre: hijo mío, procura mantenerte fiel a lo largo detu vida, y cuando sientas que no lo eres, pide ayuda aDios, aplícate con afán, alegría y espíritu deportivo aesa lucha sobrenatural, y vencerás. Todas tus miserias,esos obstáculos que surgen en tu carrera, ponías a los

(1) L. 1 (I) (I Mac. IV, 36-37).

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pies de Jesucristo, para que El quede bien alto, paraque triunfe: y tú, con El. No te preocupes nunca, recti-fica, vuelve a empezar, prueba una y otra vez, que alfinal, si tú no puedes, el Señor te ayudará a saltar elparapeto; el parapeto de la santidad 2.

Con ese espíritu deportivo hemos de plantear lalucha ascética, con el afán y la disposición de comen-zar y recomenzar siempre que haga falta, con alegrey sobrenatural tozudez, porque no es lo grave quequien lucha, caiga, sino que permanezca en la caída.No es lo grave que uno sea herido en la guerra, sinodesesperarse después de recibir el golpe y no cuidarla herida 3. Los fracasos no desaniman al verdaderodeportista; sabe que tiene que insistir muchas vecesantes de alcanzar la meta, y está siempre dispuesto acontinuar su entrenamiento: porque sólo si se aban-dona la lucha la derrota es segura, ya que la vida es-piritual es —lo repito machaconamente, de intento—un continuo comenzar y recomenzar4.

El atleta sólo cuenta con sus fuerzas, con un en-trenador quizá, y con un público que lo estimula. Anosotros, es Dios mismo quien nos ayuda y anima efi-cazmente. ¿No sabes tú, no has aprendido que Y ave esDios eterno, que creó los confines de la tierra, que ni sefatiga ni se cansa y que no hay quien alcance su sabi-duría? El da vigor al fatigado y multiplica las fuerzas

(2) De nuestro Padre, Meditación, 29-111-1959.(3) San Juan Crisóstomo, Exhortado II ad Theodorum 1.(4) Forja, n. 384.

VIERNES 657

del débil; se cansan los jóvenes, se fatigan, y los guerre-ros llegan a flaquear; pero los que confían en Yavé re-nuevan sus fuerzas, y echan alas como de águila, y vue-lan velozmente sin cansarse, y corren sin fatigarse 5.

EN ALGUNOS momentos —decía nuestro Pa-dre— me he fijado cómo relucían los ojos de un depor-tista, ante los obstáculos que debía superar. ¡Qué victo-ria! ¡Observad cómo domina esas dificultades! Así noscontempla Dios Nuestro Señor, que ama nuestra lucha:siempre seremos vencedores, porque no nos niega jamásla omnipotencia de su gracia. Y no importa entoncesque haya contienda, porque El no nos abandona 6.

Como los atletas fortalecen con el entrenamien-to sus músculos y los mantienen a punto y ágiles, lalucha ascética hace cada día más poderosas nuestrasalmas contra los obstáculos, y nos afirma y enreciaen el amor al Señor. Esta es la diferencia —escribíaSan Cipriano— entre nosotros y los que no conocen aDios: éstos en la adversidad se quejan y murmuran; anosotros las cosas adversas no nos apartan de la vir-tud, sino que nos afianzan en ella 7.

Un deportista sabe que el diario entrenamientoes imprescindible, que el descuidar la preparaciónfísica, la alimentación o los ejercicios propios de su

(5) ¡sai. XL, 28-31.(6) Amigos de Dios, n. 182.(7) San Cipriano, De mortalitate 12.

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especialidad puede resultar fatal. Hace todos los sa-crificios, y el cansancio no disminuye su entusiasmo.En estos tiempos de tanto deporte, ahora que casi sehace culto del deporte..., todos los deportistas se entre-nan para estar en forma. Nosotros estamos en forma, siluchamos en las cosas pequeñas. Si no, es imposible.¡Y hay que estar en forma! Que la vida tiene toda labelleza y toda la alegría del deporte 8.

Nuestro Fundador nos ha enseñado el sistemapreciso, la táctica oportuna para alcanzar la victoriaen esta olimpiada sobrenatural: luchar en las cosaspequeñas. Son detalles mínimos los que debe cuidarel buen deportista. Basta recordar la exactitud demovimientos del gimnasta, el ritmo preciso del co-rredor, la estudiada cadencia del jinete... Y, al final,los mejores suelen ser los que se han preparado conmás empeño, los que cuidaron todos los detalles.

Nosotros, además, no peleamos por una coronaperecedera, por un triunfo efímero: peleamos por lavictoria de Cristo, para identificarnos con El. Carísi-mos —escribía San Pedro—, cuando Dios os pruebacon el fuego de la tribulación, no lo extrañéis, comosi os aconteciera una cosa muy extraordinaria 9. Losseguidores de Jesucristo han practicado siempre es-te espíritu. Los árboles que crecen en lugares som-breados —dice San Juan Crisóstomo— y libres devientos, mientras externamente se desarrollan con as-

(8) De nuestro Padre, Crónica XI-60, p. 10.(9) I Petr. IV, 12.

VIERNES 659

pecto próspero, se hacen blandos y fangosos, y fácil-mente los hiere cualquier cosa; al contrario, los queviven en las cumbres de los montes más altos, agita-dos por muchos y fuertes vientos, siempre expuestosa la intemperie y a las inclemencias, golpeados defuertes tempestades y cubiertos de frecuentes nieves,se hacen más robustos que el hierro 10.

¡Amad! —nos decía nuestro Padre—. Sufrid conalegría. Enredad el alma. Virilizad la voluntad. Ase-gurad la entrega y, con esto, la eficacia n.

EN OCASIONES, también en la vida interior, co-mo en el deporte, hay que saber perder una jugada pa-ra ganar después la siguiente. El que se desfonda por-que no ha ganado un tanto, no ha entendido su labor.Ya se sabe que hay que perder alguna vez: perdemoslos hombres, pero Dios no pierde batallas 12.

Es otra virtud de los buenos deportistas: saberperder. Así es nuestra vida. Es inevitable que muchasveces fracasemos en alguna escaramuza de la luchadiaria; pero nuestro Padre nos enseñó a sacar de lascaídas, impulso; de la muerte, vida ". Esos errores dia-rios, esos propósitos no cumplidos, las faltas de deli-cadeza, de amor al Señor... si luchamos, si tenemosespíritu de examen y procuramos arrepentimos, no

(10) San Juan Crisóstomo, Homilía de gloría in tñbulatione.(11) De nuestro Padre, Meditación, 15-IV-1954.(12) De nuestro Padre, Carta, 8VIII-1956, n. 14.(13) Camino, n. 211.

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nos perjudican. Con sumo gusto me gloriaré más to-davía en mis flaquezas —clamaba San Pablo—, paraque habite en mí la fuerza de Cristo w.

Dios cuenta con nuestros defectos y nos da sugracia para luchar contra ellos; y si no conseguimossuperarlos totalmente, hemos de pensar que esa pe-lea humilde contra nuestras faltas constituye un me-dio estupendo de santificación: el Señor dispone lascosas con estrategia divina, para que de todo saque-mos el mayor beneficio. Todo contribuye para mayorbien de los que aman a Dios, repite San Agustín pa-rafraseando a San Pablo: Dios endereza absoluta-mente todas las cosas para su provecho, de suerte queaun a los que se desvían y extralimitan, les hace pro-gresar en la virtud, porque se vuelven más humildesy experimentados. Aprenden que, aunque están en elcamino justo de la vida, deben alborozarse con tem-blor, sin atribuirse presuntuosamente a sí mismos laseguridad con que caminan, ni decirse en tiempo deprosperidad: "Ya nunca caeremos" u.

El primer fruto que podemos sacar de nuestroserrores es una mayor humildad. Y también dolor deamor, que se opone al conformismo, a la desgana y ala tibieza. Los defectos se convierten en ocasión delucha, sin claudicaciones: no tengáis en poco vues-tros pecados leves y menudos, no formen montón yos aplasten. Mira cómo el agua del mar se filtra por

(14) II Cor. Xn, 9.(15) San Agustín, De correptione et grana 24.

VIERNES 661

las rendijas del casco; y poco a poco, es verdad, llenalas bodegas, y si no se saca se hunde la nave (...). Lasculpas leves, sin las que no puede pasarse la vida delhombre, van entrando insensiblemente por las rendi-jas de la flaqueza humana y llenan las bodegas. Imi-tad a los navegantes; sus manos no cesan hasta sacarla última gota del barco; no cesen tampoco las vues-tras de obrar el bien. Sin embargo, a pesar de todo,volverá otra vez a entrar el agua, porque persisten lasrendijas de nuestra debilidad; y de nuevo será necesa-rio achicar el agua 16.

Hijo mío, la gracia de Dios es abundante y, si aveces no has sabido ser fiel, el Señor sí que ha estadopendiente de ti, con amor. Lo mismo que la madre,que no tiene en cuenta las pruebas de desafecto de sushijos, en cuanto el hijo se acerca a ella con cariño,tampoco Jesús se acuerda de las cosas que no hemoshecho bien, cuando al fin, con cariño, vamos a El ".Las pequeñas derrotas cotidianas han de servirnospara confiar más en Dios y menos en nosotros mis-mos: nos ayudan a ser humildes. Y arriba, por enci-ma de las nubes tempestuosas, tenemos el sol de lagracia divina y la sonrisa de nuestra Madre, Estrellade la mañana. Y todo se supera: lo del mar y lo delaire. Serenos. Contentos 18.

(16) San Agustín, Sermo 16, 7.(17) De nuestro Padre, Crónica XII-64, p. 10.(18) De nuestro Padre, Crónica XII-64, p. 11.

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409.

SÁBADO

—Necesidad de acudir al consejo de otros para actuar acer-tadamente.—Tener quien nos oriente permite que desarrollemos la pro-pia capacidad.—Adquirir el hábito de pedir consejo.

EN EL Evangelio de la Misa de hoy leemos quealgunos saduceos se acercan a Jesús para proponer-le un caso de conciencia y escuchar su consejo. Aun-que la intención de ellos no era recta, el Señor lesatiende y responde a su pregunta '.

Muchas veces en nuestra vida nos encontrare-mos en una situación similar: no sabremos cómo re-solver algunas de las innumerables cuestiones quepueden presentarse en nuestro caminar terreno. Enlugar de permanecer en una situación de culpable ig-norancia o de orgullosa presunción, hemos de pre-guntar, para aprender a actuar acertadamente. Por-que es preciso discernir lo que es útil para Dios, de loque nos puede alejar de El2.

Nuestro Fundador repitió muchas veces las pa-labras de la Escritura: discite benefacere \ aprended

SÁBADO 663

a hacer el bien. Y solía comentar: no basta con que-rer ser médico, hay que estudiar la medicina; no bastacon querer ser ingeniero, sino que es necesario estudiarseriamente *. Y lo mismo ocurre con todas las virtu-des que hemos de practicar en la Obra: no basta que-rer vivirlas, sino que es preciso aprender a vivirlas.

Hemos de adquirir el hábito de razonar sobrena-turalmente —con la luz de la gracia y con sentidocomún—, para afrontar en cada caso el mejor modode servir a Dios y a las almas. Tenemos que ser al-mas de criterio, de decisiones seguras: mayores deedad 5, quería nuestro Padre a todos sus hijos.

Para adquirir esa madurez necesitamos acudiral consejo de los demás, porque para ser almas decriterio no basta la buena voluntad, ni el simple de-seo de agradar a Dios, y ni siquiera la ciencia teoló-gica. Es necesario conocer también la realidad de loshechos concretos, las personas que nos rodean, lascircunstancias particulares de cada caso. Sólo de esemodo se está en condiciones de acertar, para darcumplimiento a lo que Dios pide de nosotros, aquí yahora, en cada irrepetible momento de la vida.

Por todo esto hemos de acudir a los demás por-que, por mucha ciencia que tengamos, la compleji-da.d de tantos sucesos exige tener en cuenta muchosfactores, difícilmente observables por uno solo, que

(1) Cfr. Ev. (Luc. XX, 27-40).(2) San Agustín, De moñbus Ecclesiae catholicae 1, 15, 25.(3) ¡sai. I, 17.

(4) De nuestro Padre, ¡nstrucción, 31-V-1936, nota 20.(5) De nuestro Padre, ¡nstrucción, 31-V-1936, nota 35.

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pueden ser en cambio percibidos con más seguridadpor varios, porque lo que uno no advierte, se le ocu-rre a otro '.

EN MATERIA de prudencia el hombre necesitaaprender de otros 7, porque no se basta a sí mismo;por eso, el primer acto de la prudencia es aconsejar-se 8, acudir a la experiencia de los demás, solicitar suconsejo. El primer paso de la prudencia es el recono-cimiento de la propia limitación: la virtud de la hu-mildad. Admitir, en determinadas cuestiones, que nollegamos a todo, que no podemos abarcar, en tantoscasos, circunstancias que es preciso no perder de vistaa la hora de enjuiciar. Por eso acudimos a un conseje-ro 9. De este modo, no nos dejaremos engañar por fal-sas razones, ni el apasionamiento podrá impedirnosver los asuntos en su justa perspectiva. Nuestra exis-tencia se asegura, de ese modo, la paz: habremospuesto todos los medios a nuestro alcance para quenada nos desvíe del camino divino.

Se precisa ser humildes para pedir consejo. Lalepra de la propia voluntad y del propio juicio sonmás perniciosas cuanto están más disfrazadas, diceSan Bernardo. Propia voluntad llamo a la que no es

(6) Santo Tomás, S. Th. MI, q. 14, a. 3 c(7) lbid., q. 49, a. 3 c.(8) lbid., q. 47, a. 8.(9) Amigos de Dios, n. 86.

SÁBADO 665

conforme a Dios (...), cuando nuestros deseos son con-trarios a la gloria de Dios y al bien de los hombres(...), y sólo satisfacen los propios afectos del corazón(...). Pero aún más perniciosa es la lepra del propioconsejo, porque es más oculta, y cuanto mayor es,más sano se cree el que la padece. Esta lepra es la delos que tienen celo de Dios, pero no ajustado a sabi-duría, sino según su criterio equivocado, tan obstina-do que no quiere consejos (...). Son enemigos de launidad, que no viven la concordia y faltan a la cari-dad, están hinchados de vanidad, enamorados de símismos y se consideran grandes a sus ojos; ignoranla justicia de Dios, y quieren imponer la suya 10.

Escuchar las opiniones de los demás permite de-sarrollar la propia personalidad, superando las limi-taciones que todos tenemos. Sentir la necesidad depedir consejo a otras personas es precisamente unaseñal de tener criterio, iniciativa, madurez de juicio.Incluso es una nota de excelencia contar con otraspersonas dispuestas a ayudarnos n, capaces de pro-porcionarnos un consejo cuando se lo pedimos o loconsideran oportuno. Por eso la vida de los santos esprudente, de modo que no es tan independiente queresulte soberbia —porque muchas veces la soberbiadisfraza las palabras y quiere ver ahí una "santa li-bertad"—, ni es en vez de humilde, timorata, porque

(10) San Bernardo, Sermones in Pascha 3, 3-4.(11) Santo Tomás, S. Th. II-II, q. 129, a. 6 ad 1.

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esa actitud deprime el ánimo, impidiendo decir loque es justo, y aparentando humildad en la jaita dedecisión 12.

Hay que atender a estos dos aspectos: consultar,oír la opinión de los demás; y, por otro lado, ser de-cididos, actuar libre y responsablemente; nunca elconsejo recibido puede ser excusa para rehuir la res-ponsabilidad de los propios actos. Ser almas de cri-terio supone la capacidad de actuar por cuenta pro-pia, después de haber tomado las medidas de pru-dencia oportunas.

TV, HIJO mío, dice la Sagrada Escritura, no ha-gas cosa alguna sin consejo; y no tendrás que arre-pentirte de lo hecho n. El Señor —escribió nuestroPadre— nos quiere prudentes, ponderados, con medi-da en todas las cosas, con docilidad para aprender, ypara llevar a cabo solícitamente cuanto se nos enco-mienda; prontos a evitar cualquier peligro con equili-brado espíritu de iniciativa; dispuestos a juzgar —sihay el deber de hacerlo—, cuando tengamos todos loselementos necesarios; y a huir habitualmente de la ex-cesiva preocupación por las cosas temporales 14.

Para vivir así, hemos de acudir con frecuencia alas personas que pueden y deben aconsejarnos. De esa

(12) San Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem 1, 7, 2.(13) Eccli. XXXII, 24.(14) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 54.

SÁBADO 667

manera, alcanzaremos la sabiduría de corazón queorienta y rige otras muchas virtudes. Por la prudencia elhombre es audaz, sin insensatez; no excusa, por ocultasrazones de comodidad, el esfuerzo necesario para vivirplenamente según los designios de Dios 15.

En nuestra vida de hijos de Dios en su Obra, elSeñor ha dispuesto con amorosa providencia que po-damos contar con esta ayuda de modo habitual. Noacudimos, en efecto, a cualquier consejero, sino auno capacitado y animado por nuestros mismos deseossinceros de amar a Dios, de seguirle fielmente. No bas-ta solicitar un parecer; hemos de dirigirnos a quienpueda dárnoslo desinteresado y recto 16.

En la Confidencia el Señor nos da luces para sa-ber —para aprender— lo que hay que hacer para por-tarse bien, con perfección cristiana, en un caso deter-minado n. Vivimos así la recomendación de la Escri-tura: no te apoyes en el consejo de cualquiera. Trata,sí, con un varón piadoso que sabes que guarda lospreceptos de Dios, cuyo corazón es semejante al tuyo.Y permanece en lo que resuelvas, porque ninguno se-rá para ti más fiel que él. El alma de ese hombre pia-doso ve mejor las cosas que siete centinelas en lo altode una atalaya. Y en todas ellas ora por ti al Altísimo,para que te dirija por la senda de la verdad 18. Espe-

(15) Amigos de Dios, n. 87.(16) Amigos de Dios, n. 86.(17) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XII-1941, n. 20.(18) Eccli. XXXVII, 14-19.

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cialmente cuando veáis un problema, una dificultad,aconsejaba nuestro Padre, tended a la objetividad, ala serenidad y, para eso, acudid a vuestros hermanos.Muchas veces no vemos, porque tenemos los ojos dema-siado cerca del obstáculo 19.

Pidamos a la Virgen, Mater Boni Consilii, quenos dé un conocimiento tal de nuestras limitaciones,que nos haga sentir la necesidad de acudir a los de-más para ser eficaces. Seremos así hombres de crite-rio recto, sereno, maduro. Porque la edad —afirmaSan Agustín— no son los años, sino la prudencia y lasabiduría 20.

(19) De nuestro Padre.(20) San Agustín, De moribus Ecclesiae catholicae 1, 10, 17.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (I) 669

410.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTOREY DEL UNIVERSO (I)

—El Señor desea reinar en nuestra vida entera.—Hemos de servirle abnegadamente.—Jesucristo reina en nosotros, a pesar de nuestros errores,si luchamos humildemente por repararlos.

EN ESTE último domingo del año litúrgico, laIglesia celebra la solemnidad de Jesucristo, Rey deluniverso. Una fiesta que llena de alegría a los fielesdel Opus Dei, como hacía considerar nuestro Funda-dor en una ocasión semejante, en 1963, a unos hijossuyos.

Me ha venido enseguida al pensamiento que vues-tra presencia aquí, ante el Señor, esta presencia activa,este Opus Dei que cada uno de vosotros hace con suvida entera, es una respuesta colosal, llena de amor, aaquel nolumus hunc regnare super nos! (Luc XIX, 14)que pronunciaron los judíos y después de ellos tantasotras almas rechazando a Cristo Señor Nuestro, comoRey y como Amor.

Representáis a muchos otros hijos míos repartidospor toda la tierra. Y he de deciros que hace años,cuando aún no os conocía, ya rezaba por todos voso-tros. Os esperaba tal como habéis venido a la Obra:llenos de rectitud, encendidos en el amor de Dios

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670 ULTIMO DOMINGO DEL AÑO LITÚRGICO

—más con la inteligencia y con la voluntad que con elsentimiento—, fuertes y leales. Ya entonces, cuando osestaba esperando y rezaba por vosotros sin conoceros,al percibir en los distintos ambientes de la sociedadese clamor de rebeldía, procuraba repetir miles de ve-ces mi respuesta, y aun sentía la necesidad de apuntar-la por escrito, mientras trabajaba. Cada página o cadamedia página, anotaba esa misma respuesta amorosa,fuerte, inmensa, que estamos dando en este momento:oportet illum regnare! (I Cor. XV, 25): ¡queremos queEl reine! Lo encontraréis escrito en muchos papelesmíos; lo recuerdo como si fuese ahora.

Pero nos debemos preguntar: ¿dónde debe reinarCristo Jesús? Se lo decimos en esa consagración que hoyrenovamos en todos nuestros Centros. Debe reinar, pri-mero, en nuestras almas. Debe reinar en nuestra vida,porque toda ella tiene que ser testimonio de amor. ¡Conerrores! No os preocupe tener errores, yo también los ten-go. ¡Con flaquezas! Siempre que luchemos, no importan.¿Acaso no han tenido errores los santos que hay en losaltares? Pero errores que están dentro de nuestro caminode hombres; de esos errores Nuestro Señor se debe desonreír: ludens coram eo omni tempore, luden» in orbeterrarum fProv. VIII, 30-31); jugando ante El en todomomento, jugando en el orbe de la tierra, dice la Escri-tura; así me veo yo muchas veces ante el Señor.

Tú eres el que das, Señor Rey nuestro, a nuestra vi-da, el sentido sobrenatural y la eficacia divina. Tú ha-ces que, por el amor de tu Hijo, con todas las fuerzas

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (I) 671

de nuestra vida, con el alma y con el cuerpo a untiempo, podamos decir: ¡queremos que El reine!, mien-tras resuena el contrapunto de nuestra debilidad, por-que Tú sabes que somos criaturas, criaturas hechas debarro: de barro no sólo los pies, también el corazón yel cerebro. A lo divino vibraremos sólo por Ti, y contu gracia te serviremos dando nuestra vida entera enservicio abnegado, leall.

HOY VEMOS con tristeza, hijos míos, que haytambién en el mundo muchos millones de criaturasque se encaran con Jesucristo, mejor dicho, con la som-bra de Jesucristo, porque a Cristo no lo conocen, nohan visto la belleza de su rostro, no conocen la mara-villa de su doctrina, y dicen lo mismo que los judíoshace dos mil años: no queremos que éste reine sobrenosotros (Luc. XIX, 14). Por eso nuestro serviam!, poreso nuestra fidelidad a la vocación, por eso nuestrotrabajo con naturalidad, sin aparato, sin ruido, tratan-do de hacer una labor de tres mil y el rumor de tres.Así, trabajando sin llamar la atención, pasando ocul-tos, sacando a los demás, con cariño, las castañas delfuego —como dicen en mi tierra—, cada uno de noso-tros clama: oportet illum regnare! (I Cor. XV, 25).

Demos gracias al Señor que nos ha querido en susfilas. Hacemos nuestra oración de hijos y de subditos;

(1) De nuestro Padre, Meditación, 27-X-1963.

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y se nos llena la lengua y el paladar de leche y demiel, al hablar del Reino de Dios, del Reino de justi-cia y de verdad, como se canta en el Prefacio de la Mi-sa de hoy.

No sé tú, hijo mío, pero yo presiento, como algoque me dice el Señor, una pregunta precisa: tú, ¿cómome dejas reinar en ti? Yo le diría al Señor que, paraque reine bien El en mí, de manera que hasta el últi-mo latido, hasta la última respiración, hasta la miradamenos intensa, hasta la palabra más terrena, hasta lasensación más elemental, sean el Hosanna! a CristoRey mío..., le diría al Señor que para eso necesito sugracia, que para eso necesito también algo humano,porque hombre soy y tengo que reaccionar humana-mente, para que Tú, Dios mío, sobre esa reacción hu-mana, pongas el sentido sobrenatural de mi vida dedi-cada a tu servicio en el mundo.

Servicio. ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir a miRey, Cristo Jesús. Servir, y servir siempre. Danos, Ma-dre nuestra, este sentido de servicio. Tú, que ante lamaravilla del Dios que se iba a hacer hombre, dijiste:ecce ancilla! (Luc. /, 38), enséñame a servir así.

Si nosotros supiéramos servir, Madre mía...; si cadauno de tus hijos del Opus Dei supiera servir, ¡cómoaprenderían los demás!, ¡cómo afinaríamos nosotros ycómo haríamos afinar a los demás! ¿No es éste el mo-mento, hijo mío, para que tú, allá, dentro de tu cora-zón y de tu cabeza, le digas lo que le digo yo en micabeza y en mi corazón? Dile que queremos aprender.

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Porque tú y yo enseñamos con el ejemplo, que es comohay que enseñar; que yo sea el testimonio de este servi-cio a Jesucristo en el mundo, porque El es Rey de to-das las actividades de mi vida; porque es la última yúnica razón de mi existencia. Y después, cuando hayadado el testimonio de mi ejemplo, podré dar la doctri-na, la teoría. Como Jesucristo, que empezó a hacer y aenseñar (Act. /, 1).

Luego te esforzarás por tener un sentido humanode la vida. No podemos ser deshumanos. Si nuestra vi-da se deshumaniza, Dios no edificará nada encima.¿Cómo va a edificar sobre ese desorden? Hemos decomprender, hemos de convivir, hemos de disculpar,hemos de perdonar... Pero perdonar no quiere decirque vayamos a cometer injusticias, causando un per-juicio a otros hijos de Dios; eso sería un desorden, qui-zá mucho peor.

Convivir, disculpar, perdonar. Todo con la mayorrectitud, y con el orden que la inteligencia humanapuede alcanzar. Y encima de eso, el Señor edificanuestra santidad de servidores suyos fidelísimos. Se sir-ve de tu vida y de la mía: nuestro Rey nos hace suyosy nos emplea para hacer su Obra en la tierra 2.

HIJOS míos, éstas son luces de Dios, que nos lle-van a considerar que debemos estar a la cabeza, en

(2) De nuestro Padre, Meditación, 27X-1963.

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vanguardia; que hemos de ser los más atrevidos, losmás audaces, los que no tienen miedo a nada ni a na-die, los que procuran correr con más empeño.

No os importen vuestros errores: sed fieles al Señor,acudid siempre a El, pedidle ayuda. Potestas eius po-testas aeterna, quae non auferetur: et regnum eius,quod non corrumpetur (Dan. VII, 14), su poder es eter-no y no le será arrebatado, y su reino no se deshará.

¿Qué reacción tienes tú ante un error? ¿De desa-liento? No eres entonces buen hijo de Dios ni buen sol-dado de Cristo Rey, porque esa reacción no es de hu-mildad, sino de soberbia. Tú ¿qué te crees? Yo me veo,y lo repito muchas veces al día, como pauper servus ethumilis. El nos ha buscado así.

Hace pocos días contemplaba en el noticiario de latelevisión algunas imágenes de esos pueblos que estánen guerra. Acudían a tomar las armas gentes de todaedad, jóvenes y viejos, incluso algunos con aspecto deenfermos. Daba mucha pena, pero me sirvió para pen-sar que algo así sucede en la vida interior. Cuando elSeñor nos llama a formar parte de sus filas, nos reclu-ta como somos; con todas nuestras miserias, y tambiénde ellas se sirve. Porque le hacemos falta, aunque Elsea Omnipotente.

¿Habéis visto los soldaditos que vienen a filas consu maleta de cartón?: aquel que llega del último rin-cón de su país, mirando con ojos asustados la ciudadgrande, el cuartel inmenso... Allí les dan un uniforme,

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y un gorro cuartelero que se colocan como pueden y...su aspecto no es muy marcial.

Tú, hijo mío, ¿cómo te ves? Yo, de ordinario, me veocomo un quinto, que así llaman en mi tierra a los solda-ditos que acaban de llegar al cuartel, a quienes acabande vestir y ni siquiera saben poner las manos. Si llega eldía de fiesta, se enfilarán en los dedos un par de guantesblancos, y se irán a retratar para enviar a sus padres lafotografía del hijo que tienen en la ciudad.

¡Así somos también los soldaditos de Cristo en la tie-rra...! ¡Hijos míos, que ya no podemos ser quintos! Ya nopodemos ir a hacernos ese retrato, dándonos importan-cia de nuestra pobre miseria y de nuestra inelegancia.Retratos ya nos los harán, sin buscarlos, mientras traba-jamos: sin que nos demos cuenta, mientras somos testi-monio, mientras predicamos con el ejemplo de nuestrafidelidad, de nuestra vida entregada, de la realidad denuestra dedicación a Dios, de nuestro servicio a esteRey, que quiere gobernar en nuestros pobres corazones.

Señor, que me deje de tonterías. Pero si al llegar lanoche, compruebas una vez más tu condición humana,no te desanimes. Hombre eres, soldado de Cristo, yquieres que El reine: oportet illum regnare! Vuelve en-tonces a proclamar aquella decisión tuya: queremosque El haga su reino de verdad y de vida, reino desantidad y de gracia, reino de justicia, de amor y depaz (Praef.j.

Justamente porque tú y yo conocemos la flaquezade la condición humana; porque se siente el clamor

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que no cesa, un clamor que más que de voces, está he-cho de ejemplos vergonzosos en todos los terrenos; unclamor que dice de nuevo y continuamente: nolumushunc regnare super nosL. Justamente por eso, hijosmíos, ¡qué necesaria es esta Obra de Dios, que lleva to-dos los quehaceres humanos al Reino de Cristo!

Cuando un día, en la quietud de una iglesia ma-drileña, yo me sentía ¡nada! —no poca cosa, poca cosahubiera sido aún algo—, pensaba: ¿Tú quieres, Señor,que haga toda esta maravilla? Y alzaba el cáliz, sindistracción, a lo divino... Y allá, en el fondo del alma,entendí con un sentido nuevo, pleno, aquellas palabrasde la Escritura: et ego, si exaltatus fuero a térra, om-nia traham ad meipsum floann. XII, 32). Lo entendíperfectamente. El Señor nos decía: ¡si vosotros me po-néis en la entraña de todas las actividades de la tierra,cumpliendo el deber de cada momento, siendo mi testi-monio en lo que parece grande y en lo que parece pe-queño..., entonces, omnia traham ad meipsum! ¡Mi rei-no entre vosotros será una realidad!

Hijos míos, demos gracias a Santa María. Y le pe-dimos también que sepamos dar la vida al Señor, Reynuestro, que nos enroló en su servicio; que podamosservirle por intercesión de su Madre Inmaculada. QueElla nos obtenga la gracia para ser soldados de Dios,de Cristo, porque oportet illum regnare!: conviene queEl reine en todos los corazones 3.

(3) De nuestro Padre, Meditación, 27-X-1963.

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411.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTOREY DEL UNIVERSO (II)

—Hoy renovamos la consagración de la Obra al Corazón Sa-cratísimo y Misericordioso de Jesús.—Hemos de ser, en medio del mundo, sembradores de paz yde alegría.—Debemos repetir con frecuencia la jaculatoria Cor lesu Sa-cratissimum et Miseñcors, dona nobis pacetn!

OH DULCÍSIMO Jesús, divino propiciatorio porel cual prometió el eterno Padre que oiría siemprenuestras oraciones: acoge benignamente la consagra-ción del Opus Dei que ahora hacemos a tu SagradoCorazón 1.

Hoy renovamos una vez más la consagración dela Obra al Corazón Sacratísimo y Misericordioso deJesús, que nuestro Fundador realizó por primera vezel día 26 de octubre de 1952, solemnidad de CristoRey, en el oratorio biblioteca del Padre, en Villa Te-vere, un año después de la que hizo al Corazón Dulcí-simo de María, cuando arreciaban las contradiccio-nes en nuestro camino. Yo pedía la paz, comentabanuestro Padre años después. La paz del mundo, por-que nos interesa la concordia de todos los hombres; lapaz interior de cada uno de mis hijos, en medio de su

(1) De nuestro Padre, Consagración al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús.

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personal lucha ascética; y la paz de la Obra, para queciertas personas, que durante años nos han calumnia-do de modo sistemático, se dedicasen a servir a Dios ynos dejaran realizar tranquilamente nuestra laborapostólica 2.

Tiempo más tarde, ante los ataques del demonioa la Iglesia, cuando innumerables almas caminabanpor sendas de perdición, nuestro Padre acudió conparticular insistencia a la Misericordia divina, y en-riqueció con un nuevo título —que estaba implícitodesde el principio— la jaculatoria con la que invoca-mos al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Je-sús.

Al consagrarte nuestra Obra, con todas sus laboresapostólicas —diremos una vez más al Señor—, teconsagramos también nuestras almas con todas sus fa-cultades; nuestros sentidos; nuestros pensamientos,nuestras palabras y nuestras acciones; nuestros traba-jos y nuestras alegrías. Especialmente te consagramosnuestros pobres corazones, para que no tengamos otralibertad que la de amarte a Ti, Señor3.

Es un ofrecimiento que cada uno, personalmen-te, quiere hacer al Corazón Sacratísimo y Misericor-dioso de Jesús: lo ponemos todo en sus manos, y lerogamos de modo especial que tome nuestros cora-zones y los haga suyos. Queremos que nuestra liber-

(2) De nuestro Padre, Tertulia, 9-XM959.(3) De nuestro Padre, Consagración al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (II) 679

tad sea para Dios, sin reservarnos otro derecho queel de amarle toda la vida. Cuando nuestro corazóndescansa en el de Cristo, cuando no busca nada fue-ra, porque todo lo encuentra en Dios, cuando haaprendido que Jesús sacia las nobles aspiracionesdel corazón y de la inteligencia, el alma encuentra fi-nalmente la paz, la paz del buen Amor.

Ahora, muchos años después de esta consagra-ción, el mundo, la Iglesia y las almas siguen necesi-tados de la paz que Jesucristo vino a traer a la tie-rra. También la Obra, parte viva del Cuerpo Místicode Cristo, necesitará siempre de este don divino. Poreso renovamos hoy esta consagración, pidiendo: ohDios, que te has dignado darnos en el Corazón de tuHijo, herido por nuestros pecados, infinitos tesoros deamor, atiende las súplicas que con filial piedad tedirigimos *.

HAZ QUE amemos cada día más y más a tu HijoJesús y a su Madre bendita; danos un amor grande ala Iglesia y al Papa, que se traduzca en obras de servi-cio; móntennos siempre unidos, por el amor, a laObra, a nuestro Padre, al Padre y a nuestros herma-nos; infunde en nuestros corazones celo ardiente porlas almas 5.

(4) De nuestro Padre, Consagración al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús.(5) De nuestro Padre, Consagración al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús.

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El afán de almas es connatural con nuestra mi-sión de corredentores. Quiere el Señor servirse denosotros para acercarse a todos, para llevarles, consu amor, la paz y la alegría, porque en Cristo, Diosestaba reconciliando al mundo consigo —recuerdaSan Pablo—, sin imputarles sus delitos, y puso en no-sotros la palabra de la reconciliación 6. Quiere que leayudemos a reconciliar el mundo y las situacioneshumanas con El; y, del mismo modo, las almas todasentre sí.

Han pasado los años, y el Señor ha derramadoabundantemente su paz en nuestras almas y en laslabores apostólicas, como fruto de esa constante ora-ción de nuestro Padre y de todo el Opus Dei. Y comoDios nos ha llamado a la paz 7, también en tornonuestro —sembradores de paz y de alegría— floreceese don divino. No lo decimos a voz en grito, peroprocuramos llevar con nosotros la paz, dondequieraque estemos. De modo que cuando las olas se encres-pan, echamos encima de las pasiones nuestras y de lasde los demás un poquito de comprensión, un poquitode convivencia; un poquito de amor, en una palabra.Llevamos la paz y dejamos la paz.

Pax vobis! ¿Os acordáis? Clausis ianuis, estabancerradas las puertas, y El se mete. Y les dice: la pazsea con vosotros (Ioann. XX, 19). Es eso: también en la

(6) II Cor. V, 19.(7) I Cor. VII, 15.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (II) 681

tierra a veces nos encontramos todas las puertas cerra-das. Pero no sólo no hemos de perder la paz, sino quehemos de darla a los demás: pax vobis!

Ante las incomprensiones, ante las calumnias orga-nizadas, ante las mentiras y las difamaciones..., con-servad siempre una paz inalterable. Querría que os loenseñara Jesucristo. Yo tuve por Maestros, primero, elcalor cristiano del hogar de mis padres; y después —nome da vergüenza decirlo, porque esto no es soberbia—,al Espíritu Santo 8.

Nuestros modos apostólicos y las virtudes cristia-nas de la convivencia alcanzarán del Señor un adelan-to en ese reinado de paz que vino a traer a la tierra.Veo a la Obra proyectada en los siglos —escribió nues-tro Fundador—, siempre joven, garbosa, guapa y fe-cunda, defendiendo la paz de Cristo, para que todo elmundo la posea. Contribuiremos a que en la sociedad sereconozcan los derechos de la persona humana, de la fa-milia, de la Iglesia. Nuestra labor hará que disminuyanlos odios fratricidas y las suspicacias entre los pueblos, ymis hijas y mis hijos —fortes in fide (I Petr. V, 9), firmesen la fe— sabrán ungir todas las heridas con la Caridadde Cristo, que es bálsamo suavísimo 9.

CONCÉDENOS la gracia de encontrar en el di-vino Corazón de Jesús nuestra morada; y establece

(8) De nuestro Padre, Tertulia, 1-1-1971.(9) De nuestro Padre, Carta, 16-VII-1933, n. 26.

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en nuestros corazones el lugar de tu reposo, parapermanecer así íntimamente unidos: a fin de queun día te podamos alabar, amar y poseer por todala eternidad en el Cielo, en unión con tu Hijo ycon el Espíritu Santo 10.

Finaliza así la oración con la que renovamos laofrenda de la Obra entera y de cada uno de nosotrosal Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús; yrezamos la jaculatoria que recuerda aquella consa-gración hecha por nuestro Padre: Cor Iesu Sacratissi-mum et Misericors, dona nobis pacem! Nuestro Fun-dador nos enseñó a repetirla con frecuencia, porqueesa jaculatoria, como la que compuso con ocasión dela consagración al Corazón Dulcísimo de María, esuna continua oración corporativa de toda nuestra fa-milia espiritual ".

Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús,danos la paz. Le pedimos la paz del mundo, una pazfirme y justa, hecha de amor y bendecida por Cristo;una paz que convierta el mundo entero en buena tie-rra para recibir la semilla de la doctrina cristiana.

Pedimos que haya paz en nuestros corazones,que nada nos perturbe; que nada agite y remuevamalamente la quietud del alma, que en nuestra vidahaya siempre amor, y entrega completa y serena. Pazinterior, que nos permita darnos a los demás, olvi-

(10) De nuestro Padre, Consagración al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús.(11) De nuestro Padre.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (II) 683

dándonos de nosotros mismos, seguros de que el Se-ñor nos protege. Paz para todos los que le seguimosen este camino de la Obra, paz que el Espíritu Santoconcede a quienes sólo buscan la Voluntad de Diosen todo momento; paz para que estemos consummatiin unum 12, consumados en la unidad.

Pedimos también paz para la Iglesia, redil deCristo, Arca de Salvación, Casa de Dios. Paz entre loscatólicos para que, unidos al Romano Pontífice, viva-mos el recto orden de la caridad.

Finalmente, le suplicamos que haya paz a nues-tro alrededor, para que podamos trabajar apostólica-mente. No somos antinada. No nos sentiremos jamásenemigos de nadie 13, para todos tenemos sentimien-tos de caridad, de comprensión. Por eso pedimos alSeñor que la paz externa sea también el ambiente denuestro trabajo apostólico.

Son intenciones concretas que debemos tener encuenta al invocar al Corazón de Jesús con esa jacula-toria. Buenos deseos para cuyo cumplimiento esta-mos dispuestos a dar la vida, si fuera preciso. Quere-mos proclamar en la tierra el reinado de nuestro Se-ñor Jesucristo, Reino de justicia, de amor y de paz 14.

Se hará realidad de este modo, en los corazonesde muchos, aquel afán apostólico que nuestro Padrenos invitaba a tener, hace muchos años: llevad la ca-

(12) Ioann. XXVII, 23.(13) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1932, n. 67.(14) Proel

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ridad de Jesucristo a todos los caminos de la tierra, ca-minos divinos de la tierra.

Y extended por todo el mundo el influjo —calladoy fértil— de vuestro trabajo de apóstoles, quasi flu-vium pacis, como río de paz (Isai. LXVI, 12) 15.

Cor Iesu Sacratissimum et Misericors, dona nobispacem! ¿Cómo no va a escuchar también nuestra Ma-dre, Regina pacis, este clamor constante de sus hi-jos?

(15) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 175.

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412.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTOREY DEL UNIVERSO (III)

—Para reinar con Cristo hemos de morir a nosotros mismos.—Dolor de amor, cuando no hayamos sabido seguir a Cristoen la Cruz.—Complejo de superioridad: unidos a Jesús lo podemos to-do.

LA LITURGIA del día nos recuerda que hay unreino del cielo en la tierra, que todo lo de la tierra tie-ne que estar sujeto al Rey de ese reino: porque a El, aJesucristo, ha sido dado todo poder en el cielo y en latierra (Matth. XXVIII, 18); El ha sido constituido Reyde Reyes y Señor de señores fApoc. XIX, 16); en El secumplen aquellas palabras del salmo: pídeme y te da-ré las naciones por herencia y en posesión hasta losconfines de la tierra (Ps. //, 8).

Me parece muy conveniente, hijos míos, que hoycomencemos nuestra oración por donde a veces se ter-mina, repitiendo las palabras que la Iglesia nos hacerecitar a los sacerdotes: demos gracias a Dios Padre,que nos ha hecho dignos de participar de la suerte delos santos iluminándonos con la luz; que nos ha arre-batado del poder de las tinieblas y trasladado al reinode su Hijo muy amado (Colos. /, 12-13). Es el grito deamor que se canta definitivamente en el reino de loscielos, pero que podemos incoar ya en la tierra, si nos

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sometemos al reinado de Cristo: reino —leemos en elprefacio— de verdad y de vida, reino de santidad y degracia, reino de justicia, de amor y de paz fPraef.J 1.

Este reino universal del Señor no es un modo dedecir, ni una imagen retórica. Cristo vive, también co-mo hombre, con aquel mismo cuerpo que asumió en laEncarnación, que resucitó después de la Cruz y subsis-te glorificado en la Persona del Verbo juntamente consu alma humana. Cristo, Dios y Hombre verdadero, vi-ve y reina y es el Señor del mundo. Sólo por El semantiene en vida todo lo que vive.

¿Por qué, entonces, no se aparece ahora en toda sugloria? Porque su reino no es de este mundo floann.XVIII, 36), aunque está en el mundo 2.

Precisamente por no ser de este mundo, el reinode Cristo sufre violencias en la tierra. Así lo recorda-ba nuestro Padre, aludiendo a la lucha que hemos demantener contra nosotros mismos para instaurarlo,y también a las dificultades externas que de un mo-do u otro están siempre presentes, porque la Iglesiasiempre sufre persecución —incluso cruenta— en al-guna parte del mundo.

Justamente en estos días —decía con dolor nues-tro Fundador en 1967—, me han llegado noticias deque en el Este de Europa se ha recrudecido la persecu-ción contra los católicos hermanos nuestros. Nadie pro-

(1) De nuestro Padre, Meditación, 29-X-1967.(2) Es Cristo que pasa, n. 180.

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (III) 687

testa. Razones políticas les llevan a callar. Es pruden-cia de la carne (Rom. VIII, 6). Yo no callo, no puedodejar de pedir: Señor, ¡que allí también está tu reino!Señor, que sacaste de las tinieblas la luz, ¡saca delerror la verdad! Señor, ¡tapa la boca de los maldicien-tes! Señor, ¡deten la espada de los que están asesinan-do, con martirio cruel, a los hijos tuyos fieles, que for-man parte del reino tuyo de la tierra!

Pero el Señor nos puede responder con aquellaspalabras del Apocalipsis, que también hoy se procla-man en la liturgia: digno es el Cordero, que ha sidosacrificado, de recibir el poder y la divinidad y lasabiduría y la fortaleza y el honor fApoc. V, 12). Sí,hijos, hay que morir, para reinar con Cristo; pero lamuerte que nos pide Jesús no es muerte de violencia,de sangre. A vosotros y a mí nos pide la muerte dela mortificación, de la penitencia, que se hace suavey dulce y querida por el trato con Dios; por el Pan yla Palabra; por el hecho de tratar a este Cordero quese inmoló en la Cruz y se inmola cada día en el sa-cramento del altar3.

¿COMO reinará Cristo en el mundo? Reinandoprimero en cada uno de nosotros. ¿Y cómo reinará encada uno de nosotros? Reinando en cada una de nues-tras acciones, de nuestros deseos, de nuestros pensa-

(3) De nuestro Padre, Meditación, 29-X-1967.

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mientos 4. Para eso es imprescindible tomar la Cruzde Jesús y morir a nosotros mismos. Muerte como lade aquel grano de trigo, que se pudre bajo la tierra(cfr. Ioann. XII, 24): con su desaparición viene el fru-to, la fecundidad, la victoria, la resurrección. Y, mien-tras tanto, si no perdemos el sentido sobrenatural, tam-bién la alegría y la paz.

Os puedo decir que, en los años que llevo trabajan-do por Jesucristo, apenas recuerdo algún día en que nohaya tenido que sufrir por Jesucristo y por su Obra. Lamortificación hay que vivirla con amor, hijos míos. Di-gnus est Agnus, qui occisus est... (Apoc. V, 12): Señor,por tu muerte, que sepamos morir cada día un poco 5.

Nuestra flaqueza, sin embargo, es bien manifies-ta. ¡Cuántas veces no hemos dado a Jesús la acogidaque El esperaba! ¡Cuántas veces hemos rehuido laCruz, que El nos ofrecía! Y, sin embargo, el Señor nose ha cansado de nosotros, no nos ha dejado de su ma-no. Hoy, además de darle gracias, le pedimos perdón.

Gratias agimus Deo Patri..., demos gracias a Dios,que nos ha arrebatado del poder de las tinieblas ytrasladado al reino de su Hijo muy amado fColos. I,12-13). Gracias por esa luz que nos ha dado. Al mismotiempo, hijos míos, convenceos de que la mejor devo-ción es hacer muchos actos de contrición, ¡ahora!, pararemisión de nuestros pecados, que han costado la San-

(4) De nuestro Padre, Meditación, 29-X-1967.(5) De nuestro Padre, Meditación, 29-X-1967.

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gre del Cordero divino. ¡Se nos presentan ante los ojostantas y tantas equivocaciones, errores, miserias pasa-das y futuras, presentes!...

Pero Dios Nuestro Señor nos encierra otra vez dentrode este Corazón de Cristo, para recibir el cariño, la com-prensión y el perdón. Domine, tu omnia nosti, tu seisquia amo te! (Ioann. XXI, 17). Señor, conoces mis fati-gas; Señor, conoces mis oscuridades; Señor, conoces misvacilaciones; Señor, conoces mi sensualidad; Señor, co-noces mi simplicidad. A pesar de todo, me has elegidoante mundi constitutionem (Ephes. /, 4): antes de quefueran los cielos y la tierra, ya pensaba en ti y en mí, entodos nosotros, en cada uno, con amor de predilección.

Señor, Corazón Dulcísimo de mi Jesús: gracias por-que eres Padre, porque eres Hermano, porque el Espíri-tu Santo está en mi espíritu residiendo, y dándole la po-sibilidad de realizar obras humanas que sean al mismotiempo obras divinas. Y prosigue San Pablo: por su san-gre (de Cristo) hemos sido rescatados, y conseguido la re-misión de los pecados. El es imagen del Dios invisible,Primogénito de toda criatura (Colos. I, 14-15). Aquelque es nuestro Rey, Primogénito de toda criatura, Aquelque es nuestro Dios es también nuestro perdón 6.

A PESAR de nuestra flaqueza, Jesucristo quie-re que le ayudemos a instaurar su reino. Es el

(6) De nuestro Padre, Meditación, 29-X-1967.

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mismo Hijo quien, con el Padre y el Espíritu San-to, nos ha buscado para que le ayudemos a corredi-mir. Eripuit nos de potestate tenebrarum (Colos. /,13), nos ha librado del poder de las tinieblas, persanguinem crucis eius flbid., 20), por medio de laSangre que derramó en su Cruz, et vocavit nos vo-catione sua sancta (II Tim. /, 9), y nos ha llamadocon su vocación santa.

¿No os he hablado tantas veces de que hay que te-ner complejo de superioridad? Padre, ¿pero esto no se-ría una manifestación de soberbia? ¡No, hijos! Es unaconsecuencia de la humildad: de una humildad queme hace decir: Señor, Tú eres el que eres. Yo soy lanegación. Tú tienes todas las perfecciones: el poder, lafortaleza, el amor, la gloria, la sabiduría, el imperio,la dignidad. Si yo me uno a Ti, como un hijo cuandose pone en los brazos fuertes de su padre o en el rega-zo maravilloso de su madre, sentiré el calor de tu divi-nidad, sentiré las luces de tu Sabiduría, sentiré correrpor mi sangre la fortaleza.

Repitamos de nuevo las palabras del Apóstol delas gentes: demos gracias a Dios Padre, que nos ha he-cho dignos de participar de la suerte de los santos ilu-minándonos con la luz (Colos. /, 12). ¡Luces santas, lu-ces de Dios! Ese es el sentido de la expresión del Após-tol. Para ti, hijo mío, la luz de tu mentalidad laical yde tu alma sacerdotal. ¡Cuántos no entienden el cami-no de la Obra, porque carecen de esa luz! No compren-den, Jesús, ¡no entienden! No saben lo que es servir, lo

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (III) 691

que es trabajar por la Iglesia sin ser gravosos, sin com-prometerla en banderías humanas (...).

Viene a mi mente, de nuevo, el complejo de supe-rioridad, porque estoy en las manos de Dios, y El esmi Padre, y domina de mar a mar, y desde el río hastalos confines de la tierra (Ps. LXXI, 8). ¡Todo!, ¡todo leestá sometido! Et adorabunt eum omnes reges terrae;omnes gentes servient ei (Ibid., 11); le adorarán todoslos reyes, todas las naciones le servirán.

Le está sirviendo hasta Satanás. Hasta las criaturascondenadas por toda la eternidad están haciendo unservicio a Dios. Complejo de superioridad, porque po-testas eius, potestas aeterna, quae non auferetur: et re-gnum eius, quod non corrumpetur (Dan. VII, 14); supoder es poder eterno, que no le será arrebatado: y sureino un reino que no se deshará.

Luego hay que tomar conciencia de que Tú, Señor,lo puedes todo. Y rectificar la intención. Rectificar laintención como se rectifica el rumbo del barco en altamar. Mirando a la estrella, mirando a María. Y tendréla seguridad de llegar a puerto siempre. Y señalaré losescollos. Tendré una santa desvergüenza para hacerlosver: que a veces son pequeñas insidias; otras, descara-das ignorancias; otras, odiosas razones; y algunas, ma-nifestación de la impotencia que tienen los hombres,que no pueden tolerar la fecundidad que Tú das aotros.

Tú eres mi Padre, mi Dios, el refugio de mi salva-ción (Ps. LXXXVIII, 27), decimos al Señor. Haré sub-

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sistir por siempre su descendencia, dice el salmo flbid.,30). Y nosotros, hijos míos, somos de esa descendencia,de esa semilla de Dios, porque queremos pisar todoslos caminos de la tierra, que guardan en sí la traza delas pisadas de Cristo. ¡Qué alegría ser de Dios!, hijosde todo ese amor y de todo ese poder que tiene la ma-jestad de Dios. ¡Qué alegría poder ofrecerle nuestro co-razón bien entero!1.

Se lo pedimos a la Virgen Santísima: Madrenuestra, introdúcenos en tu Corazón Inmaculado, yallí purifícanos, limpíanos, enciéndenos, para que tuHijo implante su reino en nosotros y, con nuestracooperación, en muchas otras almas.

LUNES

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—Todos los hombres hemos de morir.—La meditación sobre la muerte nos ayuda a rectificar elrumbo de nuestra vida.—Alegría y serenidad en el momento de la muerte.

SIGUIENDO la liturgia de la Iglesia, hemos revi-vido a lo largo del año la historia de la salvación. Es-ta última semana del ciclo litúrgico prefigura el finde los tiempos, cuando Nuestro Señor Jesucristovendrá sobre las nubes del cielo con gran poder ygloria ' para entregar el reino a su Padre e instaurarlos cielos nuevos y la tierra nueva, donde tendrá sumorada la justicia2. Se habrá cumplido entonces larecapitulación de todas las cosas en Cristo, y los ele-gidos reinarán con el Señor eternamente.

Pero antes de que llegue la resurrección de loshombres y el juicio universal de Dios sobre elmundo, vendrá el fin de la vida en la tierra paracada ser humano. La ley de la muerte no admiteexcepciones: todos hemos de morir, porque todosnacimos manchados con el pecado original: así co-mo por medio de un solo hombre entró el pecadoen el mundo, y a través del pecado la muerte, de

(7) De nuestro Padre, Meditación, 29-X-1967.(1) Matth. XXIV, 30.(2) II Peir. III, 23.

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esta forma la muerte llegó a todos los hombres,porque todos pecaron 3.

Pensad también —nos invitaba nuestro Padre—que statutum est hominibus semel morí (Hebr. IX,27), que una sola vez se muere. Unos, en la infan-cia; otros, jóvenes, como vosotros; otros, en plenamadurez; otros, cuando han llegado a envejecer *.Un día nos tocará a cada uno de nosotros. Lo mis-mo muere el justo y el impío —comenta SanJerónimo—, el bueno y el malo, el limpio y el su-cio, el que ofrece sacrificios y el que no los ofrece.La misma suerte corre por el bueno que por el quepeca. El que jura lo mismo que el que teme el ju-ramento. De igual modo se reducen a pavesas y acenizas hombres y animales5.

La Sagrada Escritura nos invita a meditar estasverdades eternas: acuérdate —nos dice— de que enel sepulcro ya no hay goces, de que la muerte no tar-da y no sabes cuándo vendrá". Para que no obremoscon negligencia, escribe San Atanasio, conviene me-ditar aquellas palabras del Apóstol: "quotidiemorior" (I Cor. XV, 31), cada día muero. Pues si vivié-ramos como muriendo cada día, no pecaríamos. Siasí pensáramos, al levantarnos cada día por la maña-na no consideraríamos que hemos de llegar vivos a lanoche, y al acostarnos, no tendríamos por seguro que

(3) Rom. V, 12.(4) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 43.(5) San Jerónimo, Epístola 108, 27.(6) Eccli. XIV, 12.

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vamos a levantarnos por la mañana; así es de inciertadurante la vida nuestra naturaleza1.

Así pues, también nosotros hemos de meditarde antemano, profundamente, lo que un día tene-mos que ser, y que —queramos o no— no puedeestar muy lejos8.

NUESTRO Padre nos aconsejaba llevar con fre-cuencia a la oración el tema de la muerte. Guiadospor unas palabras suyas, queremos considerar en lameditación de hoy nuestra propia muerte.

Han venido a decirnos que es la hora, y llega unsacerdote de Casa para atendernos. ¡Qué consueloabrir una vez más el alma a un hermano tuyo —yo aun hijo mío— con quien has sido siempre sincero! Ha-cemos una confesión clara, entrecortada y breve. Concaridad sacerdotal nos van ayudando, para preparar-nos mejor al abrazo de Dios: ¿y esto?, ¿y esto?, ¿y esto?—Sí, sí, también. Luego nos imponen una pequeña pe-nitencia: di conmigo: Ave María Purísima, sin pecadoconcebida. A continuación, nos imparten la indulgen-cia plenaria in articulo mortis.

El médico dice que nos vamos, y sale a buscar unainyección... Tus hermanos vienen desde el oratorio,donde están rezando, con velas. Han llegado desde elCentro donde se guardan los Santos Óleos, para que

(7) San Atanasio, Vita Sancti Antonii 19.(8) San Jerónimo, Epístola 60, 14.

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nos administren la Extremaunción. Y recibimos tam-bién el Viático. ¡Qué alegría!

Es el final. Pasa precipitadamente ante nuestrosojos la película de nuestra vida; en medio de una paz,que no nos abandonará, porque el Señor es nuestro Pa-dre y nos acompaña, los pecados e infidelidades pasa-das se ponen de pie, porque el demonio los agigantapara intentar llevarnos a la desesperación. ¡No lo con-seguirá! Y con dolor compungido, para amar más,pensarás: ¿cómo he vivido la caridad, y la pobreza, yel trabajo, y la castidad? ¿Y con la lengua —¡la dicho-sa lengua!—, y el orden, y la obediencia? ¿Y tu sober-bia? ¿Y tu propio juicio? ¿Y la preocupación por tuscosas?... Uno de tus hermanos te ayuda: ¡ánimo!, Jesúsy la Virgen te esperan: da gracias por tu vocación; dia Jesús que le amas con toda tu alma, por la predilec-ción que ha tenido contigo. Piensa en Dios Padre, quete quiere con locura; dirígete al Espíritu Santo paraque te llene de gozo.

Recuerdo que cuando todavía no teníamos ningunaaprobación canónica, gritaba a los de Casa en los cur-sos de retiro que teníamos en Ferraz: ¡aseguro la salva-ción, la gloria del Cielo, a los que perseveren en su vo-cación hasta el final! Y añadía: aquel que sea fiel aeste espíritu, tiene asegurada la salvación eterna.

Junto a la seguridad de sabernos cerca de Dios, hi-jos míos, duro debe de ser el esfuerzo del alma por de-jar el cuerpo: esta alma que ha sido creada para viviren este cuerpo, se va... Señor, creo que resucitaré; creo

que mi cuerpo volverá a unirse con mi alma, para rei-nar eternamente contigo: por tus méritos infinitos, porla intercesión de tu Madre, por la predilección que hastenido conmigo. Yo pienso que después de esta congo-ja, que parece inevitable, nos quedaremos todavía mástranquilos, con la seguridad de estar con Dios. Lamuerte nos llenará de alegría y de paz.

Ya has muerto. Al sacerdote le revestirán con losornamentos sacerdotales, para envolverle después enun lienzo. Al laico le amortajarán con una sábana. Al-gunos, hace muchos años, me decían: ¿por qué quiereque se les envuelva en un lienzo? Y les contesté que nohay cosa más grotesca que un cadáver coloreado y ves-tido con un traje civil o de etiqueta; en cambio, les ex-pliqué, la sábana tiene tradición evangélica. Se emo-cionaron con esta razón y convinieron conmigo en laprudencia de esta medida.

Así te envolverán: sin miedo, con inmenso cariño,deseando intervenir todos, sin asco, aunque tu cuerpoesté comenzando a descomponerse. No faltarán manospiadosas, que llenas de caridad —¡cariño sobrenaturaly humano!—, te presten este último servicio. Uno detus hermanos —quizá aquél que pensabas que no te te-nía mucha simpatía— se sorbe las lágrimas con gran-dísima pena; otro reza; otro no se atreve a entrar, por-que sabe que va a estallar su emoción. Y esto, ¡que pa-sará!, sucederá a la hora en que humanamente nadaesperan de ti. ¿Aprenderás a querer de verdad a tushermanos? ¡Bendita caridad nuestra! No cerréis el co-

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razón al cariño. Sabed perdonar, que no estáis solos.La muerte, hijos míos, es una realidad que llegará

inexorablemente: no veamos muy en frío, por lo tanto,estas cosas. Yo no deseo que muera ninguno de voso-tros. ¡Déjalos, Señor, no te los lleves todavía!, ¡que sonjóvenes, y aquí abajo tienes pocos instrumentos! Espe-ro que el Señor me escuchará... Pero puede venir encualquier momento.

¡Qué conciencia tan objetiva da la consideraciónde la muerte! ¡Qué buen remedio, para dominar las re-beldías de la voluntad y la soberbia de la inteligencia!Amala, y dile al Señor con confianza: como Tú quie-ras, cuando Tú quieras, donde Tú quieras 9.

IGNORAS —repiten continuamente los Padresde la Iglesia— a qué hora ha de venir la muerte; sidurante el sueño o por la mañana. Estáte, pues, pre-parado, para que, cuando venga, salgas a recibirla co-mo las vírgenes prudentes, teniendo aceite en tu lám-para, esto es, tus buenas obras. Acuérdate en cadamomento de tu salida; ten cada día la muerte ante losojos 10. Y nuestro Fundador nos decía: la santidadconsiste precisamente en eso: en luchar, por ser fielesdurante la vida, y en aceptar gozosamente la Voluntadde Dios a la hora de la muerte ".

(9) De nuestro Padre, Meditación, 13-XIM948.(10) San Atanasio, De virginitate 23.(11) De nuestro Padre, Crónica XII-55, p. 73.

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No tememos la muerte, y su recuerdo encierrapara nosotros una promesa de gloria e inmortalidad:vita mutatur non tollitur12, la vida se cambia, no sepierde. Estad siempre alegres, nos recomendaba nues-tro Padre. También a la hora de la muerte. Alegríapara vivir y alegría para morir. Con la gracia de Dios,no tenemos miedo a la vida, ni miedo a la muerte u.La muerte es el paso a la unión definitiva —si hemossido fieles en la vida— con Jesucristo, Nuestro Se-ñor, y con la Virgen nuestra Madre. Por eso, nuestroPadre expresó muchas veces el deseo de morircantando u. Incluso quería que en esos momentos lecantásemos una melodía que habla de un sol nuevo,de una nueva primavera, de una felicidad definitiva.No fue posible cumplir aquel deseo, pero ¡cómo en-tendemos ese gozo del alma fiel, al marchar comouna flecha al encuentro del Amor! ¡Qué contento sedebe morir, cuando se han vivido heroicamente todoslos minutos de la vida! — Te lo puedo asegurar porquehe presenciado la alegría de quienes, con serena impa-ciencia, durante muchos años, se han preparado paraese encuentro 15.

Hemos de disponernos también nosotros paraesas circunstancias. En cuanto a mí, escribía San Pa-blo a Timoteo poco antes de morir, ya estoy a puntode ser inmolado, y se acerca el tiempo de mi muerte.

(12) Ordo Missae, Praef. defunct. I(13) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-1X1950, n. 69.(14) De nuestro Padre, Instrucción, 8-XIM941, nota 124.(15) Surco, n. 893.

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He combatido el buen combate, he terminado mi ca-rrera, he guardado la je li. ¡Qué tranquilidad la delApóstol! Pueden temer la muerte —escribe San Ci-priano— los que, no habiendo renacido por el Espíri-tu, están destinados al fuego del infierno (...). Tema lamuerte quien va a ser atormentado por penas y llamaseternas al salir de este mundo. Tema morir aquél alque se le alarga el tiempo para diferirle algo sus supli-cios y dolores (...). Mas para los servidores de Dios, essalvadora partida para la eternidad ".

Terminamos nuestra oración con un acto deaceptación rendida, alegre, de la Voluntad de Dios.Jesús, muerto por mí, concédeme la gracia de moriren un acto de perfecta caridad hacia Ti. Santa María,Madre de Dios, ruega por mí ahora y en lo hora de mimuerte. San José, mi Padre y Señor, alcánzame quemuera con la muerte de los justos 18.

(16) II Tim. IV, 6-7.(17) San Cipriano, De mortalitate 14-15.(18) Preces finales del Vía Crucis.

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—Aceptar con serenidad y alegría la muerte de los seresqueridos.—Los sufragios y las oraciones son la mejor manera de mos-trar nuestro cariño a los difuntos.—Debemos pedir por nuestros hermanos, por nuestros pa-dres, por los parientes y bienhechores difuntos.

CONTINUAMOS meditando las realidades últi-mas o novísimos. Y entre ellas, la más inmediata esla muerte: ¡tan a diario la vemos a nuestro alrede-dor!

Somos humanos, y es natural que nos duela lamuerte de los seres queridos: alguien de nuestra fa-milia sobrenatural, personas a las que estamos uni-dos por los lazos de la sangre o de la amistad... No esfalta de fe; es señal de que tenemos corazón. Pero nopodemos entristecernos como si no tuviésemos la es-peranza de la resurrección en Jesucristo. Un hijo deDios, escribió nuestro Padre, no tiene ni miedo a lavida, ni miedo a la muerte, porque el fundamento desu vida espiritual es el sentido de la filiación divina:Dios es mi Padre, piensa, y es el Autor de todo bien, estoda la Bondad *.

(1) Forja, n. 987.

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Para el que mira con ojos de fe, la muerte de laspersonas queridas es sólo una separación pasajera.¡Cuántas veces me fue revelado —escribe San Cipria-no a sus fieles—, cuántas y más claras veces se meordenó por la bondad de Dios que clamase sin cesar,que predicara en público que no debemos llorar pornuestros hermanos llamados por el Señor y libres deeste mundo, sabiendo que no se pierden, sino que nospreceden; que, como viajeros, como navegantes, vandelante de los que quedamos atrás; que podemosecharles de menos, pero no llorarlos ni cubrirnos deluto, puesto que ellos ya se han vestido con vestidosblancos! (...).

Además, el Apóstol reprueba y recrimina a los quese contristan demasiado por la pérdida de los suyos."En orden a los que duermen, dice, no queremos, her-manos, que os olvidéis de que no debéis lamentaros co-mo los demás que no tienen esperanza. Pues si cree-mos que Jesús murió y resucitó, también Dios llevarácon El a los que han muerto con Jesús"(I Thes. IV, 12-13). Dice que los que no tienen esperanza se entristecenen demasía de los suyos. Pero los que vivimos con espe-ranza, los que creemos en Dios y en Cristo, que padeciópor nosotros y resucitó, confiamos en permanecer conCristo y resucitar en El y por El.

¿Por qué rehusamos salir de este mundo o llora-mos y nos dolemos de los nuestros que parten, comoya perdidos, cuando el mismo Cristo y Señor y Diosnuestro nos avisa y dice: "Yo soy la resurrección y la

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vida; quien cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todoel que vive y cree en Mí no morirá nunca " (Ioann. XI,25-26)? Si creemos en Cristo, tengamos fe en sus pala-bras y promesas, de modo que, no habiendo de morirnunca, vayamos alegres y tranquilos a Cristo, con elcual hemos de triunfar y reinar para siempre 2.

La confianza cierta en la vida futura nos llevaráa no perder la paz y la alegría cuando el Señor llamea su presencia a los seres queridos. Hacemos nues-tras desde ahora, para cuando lleguen esos momen-tos, las palabras de nuestro Padre: cara a la muerte,¡sereno! —Así te quiero. —No con el estoicismo frío delpagano; sino con el fervor del hijo de Dios, que sabeque la vida se muda, no se quila. —¿Morir?... ¡Vivir!*.

SI MORIMOS —afirma San Cipriano—, cuandonos toque, pasaremos por la muerte a la inmortali-dad. No puede empezar la vida eterna hasta que sal-gamos de ésta. No es ciertamente una salida, sino unpaso, un traslado a la eternidad, después de correr es-ta carrera temporal*. Pero ese salto al Cielo exigeuna purificación total. Por esa razón, el amor deDios ha creado el Purgatorio, donde el alma se lim-pia de todos los pecados veniales, de las reliquias delos pecados perdonados durante la vida, y se dispone

(2) San Cipriano, De mortalitate 20-21.(3) Surco, n. 876.(4) San Cipriano, De mortalitate 22.

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a la unión definitva con Dios. Mas el Señor —dice laEscritura— es benigno y misericordioso, paciente yde gran bondad, y le da pena de los castigos 5; poreso, permite que los que aún vivimos en la tierra po-damos merecer el perdón de las almas retenidas enel Purgatorio. Así lo han vivido todos los hombresque han procurado ser fieles a Dios.

Nos recuerda la Iglesia en la liturgia de difuntosque Judas Macabeo, habiendo hecho una colecta, en-vió doce mil dracmas de plata a Jerusalén, para que seofreciese un sacrificio por los pecados de los difuntos(...); porque consideraba que a los que han muerto des-pués de una vida piadosa les estaba reservada una gra-cia grande. Es, pues, muy santo y saludable rogar porlos difuntos, para que se vean libres de sus pecados6.

¡Con que amor ofrece la Iglesia sufragios porsus hijos difuntos! Las almas que se encuentran enel Purgatorio son ayudadas por los sufragios de losfieles y particularmente por el aceptable sacrificio delaltar1. El Sacrificio de Cristo —de valor infinito—será de muy grande ayuda para aquellas almas porlas que se ofrece la oración, mientras yace presente laVíctima santa 8.

También las indulgencias que ganamos en latierra pueden ser ofrecidas por los difuntos a modo

(5) loel II, 13.(6) II Mach. XII, 43-4é.(7) Concilio de Tremo, decr. De Purgatorio.(8) San Cirilo de Jerusalén, Catecheses 23, 9.

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de sufragio, pues entre los fieles que ya gozan de laPatria celestial y los que expían sus delitos en elPurgatorio y los que todavía peregrinan en la tierra,existe un vínculo de perenne caridad y un copiosointercambio de bienes, gracias a los cuales es aplaca-da la justicia divina, una vez expiados los pecados(...); y la misericordia de Dios es movida al perdón,para que los pecadores arrepentidos sean conduci-dos cuanto antes al pleno disfrute de los bienes dela familia de Dios 9.

Los sufragios por los difuntos son la mejor ma-nera de manifestar nuestro amor a las personasqueridas. Es bueno fomentar la costumbre, quenuestro Padre nos aconsejó tantas veces, de rezarpor quienes están purificándose antes de entrar enel Cielo: las ánimas benditas del purgatorio. —Porcaridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable—¡pueden tanto delante de Dios!— tenias muy encuenta en tus sacrificios y en tu oración. Ojalá, cuan-do las nombres, puedas decir: "Mis buenas amigaslas almas del purgatorio..."10.

HEMOS de pedir por los difuntos, y especial-mente por nuestros hermanos. Sabemos que Dios noactúa como un cazador, que espera el menor descuido

(9) Pablo VI, Const. apost. Indulgenliarum doctrina, 1-1-1967, n. 5.(10) Camino, n. 571.

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de la pieza para asestarle un tiro. Dios es como un jar-dinero, que cuida las flores, las riega, las protege; y só-lo las corta cuando están más bellas, llenas de lozanía.Dios se lleva a las almas cuando están maduras.

Por eso, seguía afirmando nuestro Padre, yo notengo razón cuando me quejo, cuando voy a decirleque no, por haberse llevado un alma que podría traba-jar, que... Se la ha llevado porque estaba madura parala boca de Dios, como una fruta bellísima, y la condu-ce al Paraíso n.

Es lógico pensar que, antes de entrar en el Cielo,muchas almas, incluso las que lucharon por vivirpendientes de Dios, cumpliendo su Voluntad, habránde completar en el Purgatorio la purificación de to-do lo que no es grato al Señor. Por eso rezamos pornuestros hermanos difuntos. En primer lugar, por-que somos hijos de una misma Madre, la Obra: es lacaridad cristiana exigida por la solidaridad en lamisma vocación. Pero hay también una razón de jus-ticia: la Obra se ha comprometido a darnos los me-dios para llegar al Cielo. Y nosotros somos tambiénOpus Dei. Participamos, por tanto, de ese compromi-so: contribuir con nuestra oración y nuestra mortifi-cación a la santidad de todos. Tenemos el deber depedir por nuestros hermanos difuntos.

El cariño de la Obra por nosotros se manifiestatambién en los abundantes sufragios que nuestro

(11) De nuestro Padre, Crónica, 1975, pp. 766-767.

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Fundador dispuso en favor de sus hijos, de nuestropadres y bienhechores. Ahora tenemos de nuevo oca-sión —en este rato de charla con el Señor— de diri-gir el pensamiento a los difuntos de una y otra Sec-ción que descansan en todas las regiones del orbe,mientras aguardan la resurrecciónn. Pedimos porellos a Nuestra Señora, para que presente nuestraspeticiones a Jesús, fuente de piedad 13, rogándole queun día podamos reunimos en su gloria.

Omnipotente y misericordioso Dios —rezamos enlas Misas de difuntos— : haz, te rogamos, que las al-mas de nuestros hermanos, parientes y bienhechores,por quienes hemos ofrecido este sacrificio de alaban-za, purificadas de todos sus pecados por la virtud deeste sacramento, reciban de tu misericordia la felici-dad eterna 14. Se lo pedimos por intercesión de SantaMaría y de San José. A todos los que descansan enCristo, te rogamos les concedas el lugar del refrigerio,de la luz y de la paz n.

(12) De una lápida en la Cripta de la Iglesia prelaticia.(13) Secuencia Dies irae.(14) Missa quotidiana defunctorum. Orat. posí Com.(15) Ordo Missae, Canon Romano.

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MIÉRCOLES

—Al fin de los tiempos, Jesucristo ha de venir a juzgar a losvivos y a los muertos.—El juicio particular en el momento de la muerte.—Confianza en nuestro Juez, Jesucristo.

AL FINAL de los tiempos llegará el juicio univer-sal, en el que Jesucristo juzgará a todos los hombresde todos los tiempos. En el Evangelio, el Señor diceque de la misma manera que el relámpago sale deoriente y brilla hasta el occidente, así será la venidadel Hijo del hombre l.

Aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hom-bre 2, es decir, la Santa Cruz, según la interpretacióntradicional. Esa Cruz que había sido despreciada—escándalo para los judíos, necedad para los genti-les3 —, que había sido considerada como algo sinsentido, que había que evitar a toda costa; esa Cruzaparecerá ante la mirada asombrada de los hombres.Ya no habrá tiempo de merecer ni de rectificar. ElSeñor enviará a sus ángeles que, con trompeta clamo-rosa, reunirán a sus elegidos desde los cuatro vientos,

(1) Matth. XXIV, 27.(2) Ibid., 30.(3) I Cor. I, 23.

MIÉRCOLES 709

de un extremo a otro de los cielos 4. Se reunirán to-dos los hombres que desde Adán han habitado la tie-rra. Y verán al Hijo del hombre que viene sobre lasnubes del cielo con gran poder5; y, acompañado detodos los ángeles, se sentará entonces en el trono desu gloria6.

Cristo viene con gloria para que todos le reco-nozcan como Hijo de Dios, como Redentor del mun-do, como Rey y Señor de todo el Universo. Y se mos-trará ante aquellos que —en El o en su Iglesia— lenegaron, ante los que le persiguieron; ante los quevivieron ignorándole; también ante aquellos que qui-sieron amarle con obras. La humanidad entera, cadauno de los hombres, deberá reconocer su Realeza, ytodos verán con claridad —con alegría unos, con re-mordimiento otros— que Dios Padre lo exaltó y leotorgó el nombre que está sobre todo nombre; paraque al nombre de Jesús toda rodilla se doble en loscielos, en la tierra y en los abismos, y toda lenguaconfiese: ¡Jesucristo es el Señor!, para gloria de DiosPadre \

Momento terrible será aquél en que nos encon-tremos delante de Cristo, constituido por Dios enjuez de vivos y muertos8, para dar cuenta de nues-tras propias obras, y aparezca a los ojos de Jesucris-

to Matth. XXIV, 31.(5) Ibid., 30.(6) Matth. XXV, 31.(7) Philip. II, 9-11.(8) Act. X, 42.

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to y de la humanidad el verdadero valor de nuestravida. Desearía ir por todos los lugares —escribe nues-tro Padre, al considerar esos momentos—, recordan-do confidencialmente a muchos que Dios es Misericor-dioso, ¡y que también es muy justo! Por eso ha mani-festado claramente: "tampoco Yo reconoceré a los queno me han reconocido ante los hombres"9.

Si hemos sido fieles, daremos por bien emplea-dos nuestros esfuerzos diarios por alcanzar la santi-dad. Y sentiremos gran alegría al ver esa Cruz, queahora queremos poner en la cumbre de las activida-des humanas, y que entonces triunfará sobre todaslas gentes sin excepción. Y tendremos el gozo de ha-ber sido siervos que sólo se ocuparon de extender elreinado de aquel Rey, Cristo, que aparece majestuo-so en su gloria.

PARA los que murieron antes del juicio univer-sal, habrá tenido lugar un juicio particular, en el mo-mento mismo de la muerte. Es algo que hemos deconsiderar con frecuencia. Me hizo meditar aquellanoticia, escribió nuestro Padre: cincuenta y un millo-nes de personas fallecen al año; noventa y siete al mi-nuto. El pescador —ya lo dijo el Maestro— echa susredes al mar, el reino del Cielo es semejante a una redbarredera..., y de ahí serán escogidos los buenos; los

(9) Surco, n. 369.

MIÉRCOLES 711

malos, los que no reúnen condiciones, ¡desechados pa-ra siempre! Cincuenta y un millones mueren al año,noventa y siete al minuto: díselo también a otros 10.

En el juicio particular todo se manifiesta de mo-do patente, nada puede ocultarse ante el tribunal deCristo, ni aun lo más mínimo: pensamientos, pala-bras y acciones.

Ahí estarán todos los pensamientos, los despro-pósitos no rechazados...; todas esas debilidades in-ternas que quizá ahora cuesta trabajo reconocer,aparecerán entonces con claridad, pues El iluminarálo oculto de las tinieblas y pondrá de manifiesto lasintenciones de los corazones n. También las palabras;a veces, al servicio de la vanidad; otras, instrumen-tos de mentira; en ocasiones, quizá, faltas de caridado de justicia. Todo esto pasará ante su tribunal, yaque El mismo nos recordó que de toda palabra vanaque hablen los hombres darán cuenta en el día deljuicio 12.

Pero también tendrá el Señor en cuenta las pala-bras que pronunciamos para su gloria, tratando deacercarle almas. Hijos míos, nos decía nuestro Pa-dre, tengo la obligación de hablaros claramente, por-que un día —quizá mañana, quizá dentro de veinteaños: cuando Dios quiera— tendré que responder anteel Señor, que me pedirá cuentas: redde rationem vil-

(10) Surco, n. 897.(11) I Cor. IV, 5.(12) Matth. XII, 36.

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licationis tuae. ¿Has hablado con claridad a tus hijos?,me preguntará. Vosotros veis que os digo las cosas co-mo son, con mucho amor a todas las almas, con unamor especialísimo al Papa y a la Jerarquía eclesiás-tica 13.

También nos juzgará el Señor por nuestrasobras exteriores: porque tuve hambre y me disteis decomer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino yme acogisteis... M. Mirará Cristo nuestra vida, bus-cando las obras realizadas por El o por sus criatu-ras. Y la mirada del Señor exigirá acciones llenas deamor. Aparecerán también de modo claro todasaquellas ocasiones que tuvimos de vivir la entrega alos demás, de hacer el bien, de exigirnos, y que talvez por negligencia, por comodidad, por falta deamor, dejamos pasar por alto.

Ante Cristo Juez, ¿qué podremos decir? Sentimosen el alma el peso de tantas omisiones, de tantos de-fectos, de tantas negligencias. Y acudimos ahora a Je-sús, que es infinitamente justo, pero también infinita-mente misericordioso, que es el Amigo y el Amor denuestra vida, para que cambie nuestro corazón, y lohaga muy suyo. De este modo, la consideración deljuicio particular que sigue inmediatamente a la muer-te, y del juicio universal, será para nosotros fuente decontrición, incentivo para cumplir en todo momento

(13) De nuestro Padre, Crónica, 1975, p. 761.(14) Matth. XXV, 35.

MIÉRCOLES 713

su Voluntad amabilísima y, a la vez, causa de alegría,como vimos en la vida de nuestro Padre.

Los que se quieren —nos decía—, procuran verse.Los enamorados sólo tienen ojos para su amor. ¿No eslógico que sea así? El corazón humano siente esos im-perativos. Mentiría si negase que me mueve tanto elafán de contemplar la faz de Jesucristo. Vultum tuum,Domine, requiram (Ps. XXVI, 8), buscaré, Señor, turostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que llegaráel momento, cuando Dios quiera, en que podré verle,no como en un espejo, y bajo imágenes oscuras... sinocara a cara (I Cor. XIII, 12). Sí, hijos, mi corazón estásediento de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré y veréla faz de Dios? (Ps. XLI, 3)15.

NO NOS trae nuestra Madre la Iglesia el recuerdodel juicio para inquietarnos al considerar nuestra mi-serias, y lo que Cristo exigirá de nosotros, sino paraque nos sirva de estímulo en la lucha diaria, para queveamos la necesidad de vivir cada día mejor nuestravocación; no para que nos asuste nuestra suerte —yotengo sobre vosotros designios de paz y no de aflic-ción 16 —, sino para que, con serenidad, veamos claroel fin, y esto nos lleve a superarnos cada día.

Además, Jesucristo no será para nosotros unjuez desconocido. Tenemos la suerte inmensa de ser

(15) De nuestro Padre, Meditación La alegría de servir a Dios, 25-XII-1973.(16) Ierem. XIX, 11.

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amigos predilectos —más aún, elegidos personal-mente— del que ha de juzgarnos; y cada día que pa-sa se hace más fuerte esa amistad: de tal modo que,con el cumplimiento de nuestras Normas, con las pe-queñas mortificaciones, con los actos de amor, connuestro apostolado constante, vamos identificándo-nos con El. Así escribía nuestro Fundador en Cami-no: "me hizo gracia que hable usted de la «cuenta»que le pedirá nuestro Señor. No, para ustedes no serájuez —en el sentido austero de la palabra— sino sim-plemente Jesús." —Esta frase, escrita por un Obisposanto, que ha consolado más de un corazón atribula-do, bien puede consolar el tuyo n.

Le hemos querido dar a Jesús —con nuestra en-trega en la Obra— todo lo que somos y todo lo que po-dríamos llegar a ser, para dedicarnos por entero a suservicio. Es verdad que, a veces, hay poca delicadezaen el amor; que podríamos hacer mejor nuestro traba-jo profesional, nuestros encargos; recibir con másfruto los medios de formación; que podríamos reali-zar un apostolado más continuo. Es cierto, incluso,que le hemos ofendido. A pesar de todo, nuestro cora-zón está cada día más enamorado del Señor, y nuestravoluntad cada vez más firme en esa total dedicación.Además, sabemos que, aunque esas faltas nuestras lehayan ofendido, un detalle de amor ha vuelto a susci-

(17) Camino, n. 168.(18) Surco, n. 693.

MIÉRCOLES 715

tar su mirada benévola; y que muchas veces nos hasonreído al ver cómo intentábamos mejorar en nues-tra vida interior y en el apostolado.

Además, el Ángel Custodio nos acompaña siemprecomo testigo de mayor excepción. El será quien, en tujuicio particular, recordará las delicadezas que hayastenido con Nuestro Señor, a lo largo de tu vida. Más:cuando te sientas perdido por las terribles acusacionesdel enemigo, tu Ángel presentará aquellas corazonadasíntimas —quizá olvidadas por ti mismo—, aquellasmuestras de amor que hayas dedicado a Dios Padre, aDios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

Por eso —recomienda nuestro Fundador—, no ol-vides nunca a tu Custodio, y ese Príncipe del Cielo note abandonará ahora, ni en el momento decisivo w.

Miramos, por tanto, con gran esperanza ese mo-mento del juicio; confianza que procede de que nues-tra vida no tiene otro fin que agradar a Dios. ¡Cómovamos a tener miedo, intranquilidad, si vivir nuestravocación lleva consigo el deseo de tener contento aJesús! Además, allí estará nuestra Madre, bajo cuyaprotección y amparo hemos permanecido siempre. Yestará ocupada en lo que le pedimos todos los días:ut loquaris pro nobis bona 19, en hablar con cariñomaternal de nosotros.

(19) Preces de la Obra.

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416.

JUEVES

—La humildad, fundamento del endiosamiento bueno.—El endiosamiento bueno nos hace estar serenos en cual-quier ambiente.—El buen endiosamiento comporta la confianza en Dios.

DESPIERTA en tus fieles, Señor, la voluntad deproducir el fruto de las buenas obras, para que reci-ban con más abundancia la ayuda de tu bondad '. Asíreza la colecta de la Misa, en esta última semana delaño litúrgico. El reconocimiento humilde y sincerode que todo lo bueno que hay en nosotros es don deDios, abre las puertas del alma a mayores dones.

Hace años, nuestro Padre nos hacía considerarel endiosamiento bueno, que hemos de cultivar ennuestra vida, y nos enseñaba a distinguirlo del endio-samiento malo, que hemos de evitar.

Expecta Dominum (Ps. XX VI, 14), espera en elSeñor; vive de esperanza, nos dice la Iglesia, con amory con fe. Viriliter agite (Ibid), portaos varonilmente.¿Qué importa que seamos criaturas hechas de barro, sitenemos la esperanza puesta en Dios? Vamos, pues, acomportarnos varonilmente, poniendo en juego las vir-tudes humanas, que Dios nos dará su gracia. Y si un

(1) Oral.

JUEVES 717

día alguien tuviese una caída —no es necesario que su-ceda—, se le aplica el remedio, como se hace tantas ve-ces en la vida ordinaria. ¿No os habéis fijado en lasfamilias, cuando tienen un objeto decorativo de valory frágil —un jarrón, por ejemplo—, cómo lo cuidanpara que no se rompa? Hasta que un día el niño, ju-gando, lo tira al suelo, y aquel objeto precioso se rom-pe en varios pedazos. El disgusto es grande, pero ense-guida viene el arreglo: se recompone, se pega y, al fi-nal, queda tan hermoso como antes.

En la vida de las almas se arreglan todas las cosascuando hay humildad, quia tu es, Deus, fortitudo mea(Ps. XLII, 2), porque entonces tenemos el poder deDios, tenemos el endiosamiento bueno. ¡Señor, en mihumildad, en mi pobreza, en este barro mío de vasijarota, Señor, ponme unas lañas y seré más bonito! ¿ Vesqué hermosa oración para que tú la repitas cuando serompa ese pobre barro tuyo?

Hijos míos, que no os llame la atención si somosfrágiles, que no os choque ver que nuestro barro serompe por menos de nada; confiad en el Señor y en es-ta Madre Guapa, la Obra, que siempre tienen prepara-do el remedio. Dominus illuminatio mea et salus mea:quem timebo? (Ps. XXVI, 1), el Señor es mi luz y misalvación, ¿a quién temeré? A nadie, que no tengamosmiedo a nadie ni a nada 2.

(2) De nuestro Padre, Meditación, 6-IV-1965.

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Con la fortaleza de Cristo, seremos siemprevencedores en las batallas de la vida interior y deltrabajo apostólico, aunque alguna vez las hayamosperdido, si de esas derrotas sacamos humildad ycompunción. Ninguna dificultad será capaz de do-blegarnos. Más aún, los obstáculos del camino nosimpulsarán a alzar nuestros ojos al Dios nuestro,para encontrar en El el buen endiosamiento y lafortaleza: mirad y levantad vuestras cabezas —nosdice entonces Jesús—, porque vuestra redención es-tá cerca 3.

AL LEER la epístola de hoy, veía a Daniel metidocon aquellos leones hambrientos (cfr. Dan. XIV, 28-42)y, sin pesimismo —no puedo decir que cualquier tiem-po pasado fue mejor; todos los tiempos han sido bue-nos y malos—, consideraba que en el tiempo actualhay muchos leones sueltos, y nosotros tenemos que vi-vir en medio de ellos; leones que buscan a quien devo-rar: tamquam leo rugiens circuit quaerens quem devo-ret (I Petr. V, 8) (...).

Pero también os querría decir, como he repetidosiempre a mis hijos desde aquel mil novecientos vein-tiocho, que queremos llevar y que llevamos siempre elremedio contra cualquier peligro: nuestro espíritu, elespíritu del Opus Dei. Si sabéis llevar vuestro

íi) Allel. (Luc. XXI, 28).

JUEVES 719

te, tomando las debidas precauciones, podréis vivir enmedio de todos los leones.

Yo no soy milagrero, pero amo esa grandiosidadde Dios, y veo que le hubiera sido más fácil regular elmetabolismo de Daniel, o ponerle delante un alimento;y no lo hizo. Dispuso, en cambio, que desde Judea setrasladara milagrosamente otro profeta, Habacuc, allevarle la comida. No le importó hacer un milagrogrande, porque Daniel no estaba en aquel pozo porquesí, sino por una injusticia, por ser servidor de Dios ydestructor de ídolos. Y nosotros, con nuestra siembrade paz y de alegría, ¡hemos de destruir tantos ídolos!

Hijos míos, no os importe vivir en medio de leones.Las manos de Dios son igualmente poderosas y, si fue-ra necesario, haría milagros. ¡Fieles! Que el tiempo deahora no es peor que el de otros siglos, y el Señor es elde siempre. Si fuera necesario haría milagros en abun-dancia (...). ¡Que seáis fieles! Mientras queramos co-rresponder, la gracia de Dios no nos ha de faltar.Tranquilos, serenos, con mucha paz.

Conocí una vez a un anciano sacerdote, que le gus-taba decir de sí mismo: yo estoy siempre tranquilo,tranquilo. Y así hemos de estar siempre nosotros, meti-dos en el mundo, en ese mundo que es muy nuestro,rodeados de leones hambrientos, pero sin perder lapaz: tranquilos. Con amor, con fe, con esperanza. Sa-biendo que, si fuera necesario, el Señor multiplicaríalos milagros. Yo os digo que si sois sinceros, si os mos-tráis como sois, si os endiosáis, a base de humildad, no

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de soberbia, vosotros y yo estaremos seguros en cual-quier ambiente, y podremos hablar siempre de victo-rias, y nos llamaremos vencedores *.

DISCERNE causam meam, Domine: ab homineiniquo et doloso eripe me (Ps. XLH, 1). Líbrame de to-do lo malo y perverso que hay en el hombre. De nuevoel texto de la Misa nos habla del buen endiosamiento;reconoce la mala pasta de que estamos hechos, con to-das las malas inclinaciones; y, después: emitte lucemtuam... (Ps. XLH, 3), envía tu luz y tu verdad; ellas mehan guiado y traído a tu monte santo. No os puedo ne-gar que me he emocionado al leer esto.

¿Qué hemos de hacer, para tener ese endiosamientobueno? En el Evangelio leemos que Jesús no quería ira Judea, porque los judíos le buscaban para matarle(Ioann. VII, 1). El, que con un deseo de su voluntadpodía eliminar a sus enemigos, ponía también los me-dios humanos. El, que era Dios y le bastaba querer,nos ha dejado una lección encantadora: no fue a Ju-dea. Sus parientes le dijeron: deja este país y ve a Ju-dea, para que tus discípulos vean también las obrasque haces; ya que haces tales cosas, date a conocer almundo, floann. VII, 3). Querían que hiciese espectácu-lo. ¿Lo veis? ¿Lo veis? ¿Veis qué es una lección de en-diosamiento bueno y endiosamiento malo?

(4) De nuestro Padre, Meditación, 6-IV-1965.

JUEVES 721

Endiosamiento bueno: sperent in te omnes qui no-verunt nomen tuum, Domine: quoniam non derelinquisquaerentes te (Ps. IX, 11-12), esperen en Ti —canta elofertorio— todos los que conocen tu nombre, Señor,porque nunca abandonas a los que te buscan. Y aho-ra, el regocijo de este barro lleno de lañas: quoniamnon est oblitus orationes pauperum (Ps. IX, 13), por-que no se ha olvidado de las oraciones de los pobres,de los humildes 5.

Al acabar nuestra oración ponemos los ojos enla Virgen María. Jamás criatura alguna se ha entrega-do con más humildad a los designios de Dios. La hu-mildad de la ancilla Domini (Luc. /, 38), de la esclavadel Señor, es el motivo de que la invoquemos comocausa nostrae laetitiae, causa de nuestra alegría. Eva,después de pecar queriendo en su locura igualarse aDios, se escondía del Señor y se avergonzaba: estabatriste. María, al confesarse esclava del Señor, es hechaMadre del Verbo divino, y se llena de gozo. Que estejúbilo suyo, de Madre buena, se nos pegue a todos no-sotros: que salgamos en esto a Ella —a Santa María—,y así nos pareceremos más a Cristo 6.

(5) De nuestro Padre, Meditación, 6-IV-1965.(6) Amigos de Dios, n. 109.

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417.

VIERNES

—Existencia del infierno y posibilidad de condenarse.—Las penas del infierno.—El purgatorio, lugar de purificación antes de entrar enel Cielo.

YO, JUAN, vi descender del cielo un ángel que te-nía la llave del abismo y una gran cadena en su ma-no. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que esel diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Y lo metióen el abismo y lo encerró \

Así se expresa San Juan en el Apocalipsis, enuna de las lecturas de la Misa de hoy, hablando delcastigo eterno que el Señor tiene reservado a los es-píritus malignos y a los hombres que mueren priva-dos de la gracia de Dios. Porque hay infierno. —Unaafirmación que, para ti —escribe nuestro Padre—,tiene visos de perogrullada. — Te la voy a repetir: ¡hayinfierno!

Hazme tú eco, oportunamente, al oído de aquel com-pañero... y de aquel otro 2.

Conviene que meditemos esta verdad de fe: se-gún la común ordenación de Dios, las almas que sa-len del mundo con pecado mortal actual, inmediata-

(1) L 1 (II) {Apoc. XX, 1-3).(2) Camino, n. 749.

VIERNES 723

mente después de su muerte bajan al infierno, dondeson atormentadas con penas infernales3. Jesucristo,que no ha venido al mundo para juzgar al mundo, si-no para que el mundo se salve por El4, no duda en re-velar con toda su crudeza cómo envía El mismo alinfierno a quienes han merecido ese castigo: apar-taos de mí, malditos, al fuego eterno preparado parael diablo y sus ángeles5. Realidad difícil de aceptar,pero certísima como la Palabra de Dios que la ha re-velado. Nos lo recuerda el Evangelio de la Misa dehoy: el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras nopasarán'.

No podemos olvidar que es posible condenarse.Aunque vivamos inundados en la gracia divina, lleva-mos siempre en nosotros el fomes peccati, y se datambién en nosotros la inexplicable maldad de lacriatura que se alza, por soberbia, contra Dios 7. Preci-samente a sus discípulos más cercanos, a aquellosque eran objeto de un amor de predilección, dirige elSeñor esta llamada a la vigilancia: entrad por lapuerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho elcamino que conduce a la perdición, y son muchos losque entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estre-cho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos los

(3) Benedicto XII, Const. dogm. Benediclus Deus, 29-1-1336; cfr. Concilio Vaticano II,Const. dogm. Lumen gentium, n. 48.

(4) loann. III, 17.(5) Matth. XXV, 41.(6) Ev. (Luc. XXI, 33).(7) Es Cristo que pasa, n. 95.

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que la encuentran!8. El infierno es una realidad ense-ñada por Jesucristo, tan tristemente objetiva que lelleva a aconsejarnos: si tu ojo derecho te escandaliza,arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierdauno de tus miembros que no que todo tu cuerpo seaarrojado al infierno. Y si tu mano derecha te escan-daliza, córtala y arrójala de ti; porque más te vale quese pierda uno de tus miembros que no que todo tucuerpo sea arrojado al infierno 9.

El Señor nos pide un batallar cada vez más rá-pido, cada vez más profundo, cada vez más amplio.Estamos obligados a superarnos, porque en esta com-petición la única meta es la llegada a la gloria delcielo. Y si no llegásemos al cielo, nada habría validola pena 10.

LA MAYOR pena del infierno es la que los teólo-gos llaman de daño, que consiste en la privación dela visión beatífica: estar alejados totalmente de la vis-ta de Dios y sin esperanza alguna de poder gozar al-gún día de tan inmenso bien n. El alejamiento totaldel Amor de Dios es la peor desgracia que puede so-brevenir a una criatura destinada a participar en lagozosa intimidad de la vida divina. No hay palabras

(8) Matth. VII, 13-14.(9) Matth. V, 29-30.(10) Es Cristo que pasa, n. 77.(11) Catecismo Romano, parte I, cap. VIII, n. 9.

VIERNES 725

para expresar el tormento que padecen los condena-dos. En esta vida, el estado de nuestra naturalezanos impide darnos cuenta cabal de hasta qué puntoDios, nuestro último y verdadero fin, es el únicoBien capaz de apagar nuestras ansias de felicidad.En el infierno, el alma lo comprende perfectamente,pero ya no hay remedio: está fijada para siempre enel apartamiento voluntario de Dios.

Junto a la pena de daño, la pena de sentido vienea subrayar la tristísima condición de los condena-dos. Esta pena es presentada por la Sagrada Escritu-ra de muy diversas maneras, comparando el infiernoa una prisión tenebrosa en la que los reprobos estánencadenados 12; a un lugar de tormento, donde hayun continuo llanto y rechinar de dientes 13; a un lagode fuego y azufre, que arde sin interrupción 14... Es-pecialmente se menciona el fuego inextinguible: unfuego real, no metafórico, del que se habla veintitrésveces en el Nuevo Testamento. El fuego del infiernoes instrumento de la justicia divina, y en cuanto taltiene poder de obrar sobre los condenados, tambiénsobre sus almas. Santo Tomás ofrece una posible ex-plicación de este misterio: el fuego del infierno reci-be de Dios el poder de establecer un vínculo que re-tiene al espíritu, de tal manera que se le vuelva penal,

(12) Cfr. II Petr. II, 4-6.(13) Cfr. Matth. XXII, 13.(14) Cfr. Apoc. XX, 14.

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al impedirle que haga su propia voluntad, y así nopuede obrar donde quiere y como quiere 15. Esta ex-plicación concuerda estrechamente con las palabrasde la Sagrada Escritura, que describen el infiernocomo una cárcel en la que los reprobos están ence-rrados contra su voluntad16.

La consideración de las penas del infierno susci-ta un saludable temor del pecado mortal, única cau-sa por la que los hombres pueden condenarse eter-namente. Y aunque se trata de un temor servil e im-perfecto, no es ajeno a la inspiración del EspírituSanto. De él afirma la Sagrada Escritura que expulsael pecado n y es el comienzo del amor18. Sin ser elmóvil más elevado de la conducta cristiana, no hayque olvidar que muchas veces constituye una fuertedefensa frente a los atractivos de la tentación.

Ciertamente, hay que hacer considerar, a todos, lasverdades eternas —muerte, juicio, infierno, gloria—, ynosotros las hacemos considerar. Pero un alma en elOpus Dei no tiene ni miedo a la vida ni miedo a lamuerte, porque el fundamento de su vida espiritual es elsentido de su filiación divina: Dios es mi Padre, y es elAutor de todo bien y es toda la Bondad.

Y este sentido de nuestra filiación divina nos dafortaleza para luchar, y, con la gracia de Dios, paravencer al menos nuestra soberbia; no nos induce nunca

(15) Samo Tomás, Suppl. q. 70, a. 3.(16) Cfr. ludae 6; II Petr. II, 4; Apoc. XX, 2.(17) Eccli. I, 27.(18) Eccli. XXV, 16.

VIERNES 727

a la laxitud, a la presunción, al abandono, sino alcontrario: a la delicadeza de conciencia y a la contri-ción más profunda, al dolor de amor. Y el mea culpade cada noche —¡personal!— no es una ofensa a Dios ya la Iglesia: es más amor, más confianza, más humil-dad, más serenidad 19.

Este es el temor que nos inculcaba nuestro Pa-dre: el santo temor de Dios, que permanece eterna-mente w y huye del pecado por miedo a contristar asu Padre del Cielo. Un temor que es fruto del Amor.Si amo, para mí no habrá infierno 21.

LA DIVINA revelación nos enseña que las penasde los pecados, infligidas por la justicia y la santidaddivina, han de cumplirse bien en este mundo, por me-dio de los dolores, miserias y amarguras de la vidapresente, sobre todo la muerte, o bien en el mundofuturo, mediante el fuego y los tormentos o penaspurificadoras22.

Es el purgatorio una realidad bien distinta delinfierno. Más que un castigo, es una purificación,porque en el Cielo no puede entrar nada sucio23. Esaquel lugar, donde las almas que aún no están per-fectamente preparadas para gozar de la visión de

(19) De nuestro Padre, Carta, 19-111-1954, n. 19.(20) Ps. XVIII, 10.(21) Forja, n. 1047.(22) Pablo VI, Const. apost. Indulgentiarum doctrina, 1-1-1967, n. 2.(23) Apoc. XXI, 27.

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Dios, se purifican —después de la muerte— de lasmanchas de sus pecados.

El purgatorio es una misericordia de Dios, paralimpiar los defectos de los que desean identificarse conEl M, escribió nuestro Padre. Y nos enseñó a conside-rarlo como una muestra del amor paternal que Diosnos tiene 25. Le gustaba comparar el motivo de suexistencia al cariño de una madre que coge al niño, ylo mete en agua y lo enjabona y lo perfuma y lo arre-gla, ¡y al fin el crío está hecho un cielo!26.

La Iglesia enseña que las almas del purgatoriosufren temporalmente, y que les alienta la absolutacerteza de que aquellos padecimientos han de acabaren la posesión plena de Dios. El mismo purgatoriotendrá una duración limitada, pues dejará de ser ne-cesario después del Juicio final.

En el purgatorio hay dolor y gozo al mismotiempo. Dolor, porque las almas allí detenidas anhe-lan la visión de Dios y se ven impedidas de alcanzar-la. No ponen ya su interés en los bienes creados sinosólo en el Creador, y su deseo de poseerle es intensí-simo. En cada alma allí detenida resuenan las vocesde aquellos salmos: ¡oh Dios!, Tú eres mi Dios, yo tebusco desde el amanecer; mi alma tiene sed de Ti, micarne languidece junto a Ti, como tierra árida y seca

(24) Surco, n. 889.(25) De nuestro Padre, Carta, 19-HI-1967, n. 98.(26) De nuestro Padre, Obras, 1974, p. 9.

VIERNES 729

sin agua 27. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.¿Cuándo iré y compareceré ante la faz de Dios? 28.

Un propósito de este rato de oración puede serel de rezar por las ánimas benditas del purgatorio,para aliviar sus penas y acelerar el momento de suentrada en el Cielo. Pueden encontrarse allí herma-nos nuestros, parientes y amigos, y tantas otras per-sonas que tal vez no tuvieron en esta vida los auxi-lios espirituales con que nosotros contamos. Es undeber cristiano ayudar a esas almas a superar cuan-to antes la dolorosa espera. Por ellas hemos de ofre-cer, con el orden de la caridad, los sufragios que nossean posibles; en especial el Santo Sacrificio de laMisa.

Además, al recibir las penas de la vida como ex-piación por nuestras culpas, vivimos en cierto modoel purgatorio en la tierra y nos preparamos para en-trar prontamente en el Cielo. Esta ha sido la gran re-volución cristiana: convertir el dolor en sufrimiento fe-cundo; hacer, de un mal, un bien. Hemos despojado aldiablo de esa arma...; y, con ella, conquistamos la eter-nidad M.

Pidamos a la Santísima Virgen que fomente ennosotros un saludable temor filial de Dios, y nos ha-ga fuertes para expiar en la tierra, con generosidad,todos nuestros pecados.

(27) Ps. LXII. 1.(28) Ps. XLI, 3.(29) Surco, n. 887.

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730 TIEMPO ORDINARIO. SEMANA XXXIV

418.

SÁBADO

—El premio de nuestra lucha por santificarnos en la tierraes la gloría del Cielo.—El pensamiento del Cielo renueva nuestras energías paratrabajar aquí por el reino de Dios.—Aumenta también nuestra esperanza y nuestra vida sobre-natural.

VAMOS a pensar lo que será el cielo, nos invita-ba nuestro Padre. Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó ahombre por pensamiento cuáles cosas tiene Dios pre-paradas para los que le aman (I Cor. //, 9). ¿Os ima-gináis qué será llegar allí, y encontrarnos con Dios, yver aquella hermosura, aquel amor que se vuelca ennuestros corazones, que sacia sin saciar?'. Y añadíaen otra ocasión: yo me pregunto muchas veces aldía: ¿qué será cuando toda la belleza, toda la bon-dad, toda la maravilla infinita de Dios se vuelque eneste pobre vaso de barro que soy yo, que somos todosnosotros? Y entonces me explico bien aquello delApóstol: ni ojo vio, ni oído oyó... Vale la pena, hijosmíos, vale la pena 2.

El Cielo es el gran premio a nuestra lucha por sersantos en la tierra. Una recompensa eterna que no so-

(1) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, nota 127.(2) De nuestro Padre, Obras XII-66, pp. 8-9.

SÁBADO 731

mos capaces de comprender, pero que entrevemos enla Revelación que el mismo Dios nos ha hecho: vedaquí —dice el Apocalipsis— el tabernáculo de Dios en-tre los hombres; y el Señor morará en ellos, y ellos se-rán su pueblo, y el mismo Dios, en medio de ellos, serásu Dios. Y enjugará todas las lágrimas de sus ojos, y nohabrá ya muerte, ni llanto ni alarido, ni habrá más do-lor, porque las cosas de antes habrán pasado 3. Y veránsu cara y tendrán el nombre de El sobre sus frentes. Yallí no habrá jamás noche, ni necesitarán luz de antor-cha, ni luz de sol, pues el Señor Dios los alumbrará, yreinarán por los siglos de los siglos4.

Estas figuras son llamadas de Dios a nuestro co-razón, que nos animan a buscarle, a ser santos, amover a otras almas para que se acerquen a El. Sirespondemos a esas peticiones del Señor, seremosfelices, y haremos partícipes a otros muchos de esafelicidad que nos llena el alma, hasta desbordarse enímpetus de apostolado. Viviremos así en la tierra sa-bedores de que, suceda lo que suceda, si somos fie-les, un gran Amor nos espera en el Cielo: sin traicio-nes, sin engaños: todo el amor, toda la belleza, toda lagrandeza, toda la ciencia... Y sin empalago: nos sacia-rá sin saciar5.

Toda nuestra vida ha de ser una preparaciónininterrumpida para esa Vida definitiva en la que ya

(3) Apoc. XXI, 3-4.(4) Ibid. XXII, 4-5.(5) De nuestro Padre, Carta, 24-111-1931, n. 55.

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no habrá penas. Llegar allí exige nuestra lucha, queserá amable si vivimos como hijos de Dios. Por eso,nuestro Padre afirmaba con una seguridad que he-mos experimentado nosotros también: cada vez estoymás persuadido: la felicidad del Cielo es para los quesaben ser felices en la tierra 6.

LOS QUE temen al Señor esperen en El: es suauxilio y su protector1. El tiempo ordinario de la li-turgia de la Iglesia, que ahora llega a su fin, es tiem-po de esperanza. Simboliza el lento caminar de lossiglos y de la humanidad redimida hacia su destinofinal, por su incorporación progresiva a Cristo. Tam-bién en la vida personal de cada uno ha de darse esecrecimiento; también en nuestra alma ha de encen-derse cada día más la luz que brillará eternamenteen el Cielo, si somos fieles.

El pensamiento de la vida eterna nos ha de im-pulsar a una lucha constante por ser santos, santifi-cándonos en el trabajo ordinario. Por tanto, meditaren el Cielo no significa olvidar las obligaciones quetenemos como ciudadanos de la tierra. Al contrario,nos impulsa a santificar todas las actividades terre-nas, convirtiéndolas en medio de apostolado, parallevar almas a la gloria. Os he enseñado a meditar, es-

(6) Forja, n. 1005.(7) Ps. CXIII, 11.

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cribía nuestro Padre, y he hecho esculpir en piedraestas palabras de la Escritura: ut eatis (Ioann. XV,16), que vayáis. Porque no es lo nuestro quedarnos en-cerrados en casa, sino abrirnos en abanico, acudiendoa todos los caminos, buscando a las almas donde es-tán: en ese mundo, que es también nuestro, porque enlos quehaceres de la tierra nos ha llamado Dios y enmedio de esos trabajos temporales quiere que perma-nezcamos 8.

En efecto, ha querido el Señor que, con nuestravocación, manifestemos aquella visión optimista de lacreación, aquel amor al mundo que late en el cristia-nismo. No debe faltar nunca la ilusión, ni en vuestrotrabajo ni en vuestro empeño por construir la ciudadtemporal9. Con la perspectiva del Cielo se redoblanuestra ilusión por el mejoramiento de esta tierra, ala que amamos. Porque, cuando vivimos con la cabe-za en el Cielo, somos plenamente conscientes de quehay un algo santo, divino, escondido en las situacionesmás comunes, que toca a cada uno de vosotros descu-brir 10. Y, para hacerlo, nos empeñamos en acabarcumplidamente el deber de cada instante.

Los bienes como la dignidad del hombre, la fra-ternidad, la libertad, en una palabra, todos los estu-pendos frutos de la naturaleza y de nuestro esfuerzo,después de haberlos propagado por la tierra en el Es-

(8) De nuestro Padre, Carta, 24-X-1965, n. 48.(9) De nuestro Padre, Carla, 9-1-1959, n. 19.(10) Conversaciones, n. 114.

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píritu del Señor y según su mandato, volveremos aencontrarlos limpios de toda mancha, iluminados ytransfigurados, cuando Cristo entregue al Padre "elreino eterno y universal; reino de verdad y de vida;reino de santidad y de gracia; reino de justicia, deamor y de paz" (In fest. Chr. Regis. Praef.). El reinoestá misteriosamente presente en nuestra tierra;cuando venga el Señor, se consumará su perfección ".Nada de lo que aquí hacemos se perderá. Debemospor tanto examinar con qué espíritu trabajamos: sidiariamente sabemos entregarnos con generosidaden una tarea esforzada, agradeciendo así al Señorque nos haya dado la posibilidad de ser corredento-res, de contribuir a la edificación del reino de Dios.

MUCHOS son los frutos que la meditación sobreel Cielo trae a nuestra vida: el primero, más visiónsobrenatural: nostra autem conversado in caelisest12, nuestra conversación está en el Cielo, es cosadel Cielo. No tenemos aquí ciudad permanente; va-mos en busca de la que está por venir13. No podemosponer los ojos aquí abajo buscando afanosamenteconsuelos que se acaban: quae sursum sunt sapite,non quae super terram M, gustad las cosas de arriba,no las de la tierra. Pues habéis muerto, y vuestra vi-

(11) Concilio Vaticano II, Const. past. Caudium el spes, n. 39.(12) Philip. III, 20 (Vg).(13) Hebr. XIII, 14.(14) Cotos. III, 2.

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da está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo,vuestra vida, se manifieste, entonces también voso-tros apareceréis gloriosos con El15. Y si pensamosdespacio esta verdad, nos parecerá absurdo buscaruna gloria terrena, vivir pendientes de nuestro egoís-mo, andar mendigando, las satisfacciones de la sen-sualidad o de la soberbia. ¿Para qué buscar todo eso,que se desvanece como el viento?

Da serenidad pensar en el Cielo. Nada aquí esirreparable; mientras continuamos nuestro caminarterreno, todo es pasajero. Por eso, si vivimos cara aDios, podremos afirmar con nuestro Padre que noso-tros somos lo permanente 16. Y ante unas circunstan-cias difíciles, ante la aparente infecundidad en la la-bor apostólica, ante fracasos en el trabajo profesio-nal, el Cielo es como un faro que alumbra el camino,como un paisaje sereno donde descansar nuestra mi-rada. Abrazaremos con paz el sacrificio, por Amorde Dios y también porque nada quedará sin recom-pensa: una recompensa que es Dios mismo. Anhelami alma los atrios de Yavé, y los desea ardientemen-te; mi corazón y mi carne saltan de júbilo por el Diosvivo (...). Aún de paso por el árido valle de lágrimas,todo se le hace fuentes, como cubierto de bendicionesde la lluvia temprana. Y siguen cada vez más animo-sos para ver al Dios de los dioses en Sión n.

(15) Cotos. III, 3-4.(16) De nuestro Padre, Meditación Vivir para la gloria de Dios, 21-XI-1954.(17) Ps. LXXXIII, 3, 7-8.

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De este modo, al contemplar el premio que nosespera, somos felices también en la tierra, y nos ena-moramos cada vez más del Señor. Me podrá quizádecir alguno: ¿no es un poco de egoísmo eso de pensaren el cielo? —No: la esperanza es una gran virtud, queexige una fe recia. Y la fe y la esperanza, requierenun amor grande al Padre, y al Hijo, y al Espíritu San-to. Ved cómo así estamos viviendo las tres virtudes teo-logales. Este es el proceso espiritual que, si sois fieles,hacéis cada día casi sin daros cuenta, como no os daiscuenta de que respiráis 18.

Nos llenamos de esperanza, de fe, de amor desin-teresado, al pensar en el Cielo. Porque, como tu granpremio será el mismo Dios —afirma San Agustín—,al que amas desinteresadamente, debes amarlo demodo que no dejes de desearlo como el premio queúnicamente puede saciarte w. Y recomienda nuestroPadre: hazlo todo con desinterés, por puro Amor, co-mo si no hubiera premio ni castigo. —Pero fomenta entu corazón la gloriosa esperanza del cielo 20.

Acudimos, como siempre, a la Virgen. En cuerpoy alma ha subido a los Cielos nuestra Madre. Repíteleque, como hijos, no queremos separarnos de Ella... ¡Teescuchará!21.

(18) De nuestro Padre, Instrucción, mayo-1935, 14-IX-1950, n. 72.(19) San Agustín, Enarrationes in Psalmos 134, 11.(20) Camino, n. 668.(21) Surco, n. 898.

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ÍNDICE

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TIEMPO ORDINARIO (Semanas XXI a XXXIV)

319 Domingo XXI del Tiempo ordinario 7320 Lunes 13321 Martes 20322 Miércoles 27323 Jueves 34324 Viernes 41325 Sábado 48

326 Domingo XXII del Tiempo ordinario 55327 Lunes 63328 Martes 70329 Miércoles 77330 Jueves 84331 Viernes 91332 Sábado 99

333 Domingo XXIII del Tiempo ordinario 106334 Lunes 114335 Martes 122336 Miércoles 130337 Jueves 137

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338 Viernes 144339 Sábado 150

340 Domingo XXIV del Tiempo ordinario 158341 Lunes 166342 Martes 174343 Miércoles 182344 Jueves 190345 Viernes 198346 Sábado 205

347 Domingo XXV del Tiempo ordinario 212348 Lunes 219349 Martes 226350 Miércoles 233351 Jueves 241352 Viernes 248353 Sábado 255

354 Domingo XXVI del Tiempo ordinario 262355 Lunes 269356 Martes 276357 Miércoles 283358 Jueves 290359 Viernes 297360 Sábado 304

361 Domingo XXVII del Tiempo ordinario 312362 Lunes 320

N° PÁG.

363 Martes 328364 Miércoles 335365 Jueves 342366 Viernes 350367 Sábado 357

368 Domingo XXVIII del Tiempo ordinario 365369 Lunes 372370 Martes 380371 Miércoles 387372 Jueves 393373 Viernes 400374 Sábado 408

375 Domingo XXIX del Tiempo ordinario 416376 Lunes 423377 Martes 430378 Miércoles 437379 Jueves 445380 Viernes 452381 Sábado 459

382 Domingo XXX del Tiempo ordinario 466383 Lunes 473384 Martes 481385 Miércoles 488386 Jueves 495387 Viernes 502388 Sábado 509

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389 Domingo XXXI del Tiempo ordinario 516390 Lunes 523391 Martes 530392 Miércoles 537393 Jueves 545394 Viernes 553395 Sábado 560

396 Domingo XXXII del Tiempo ordinario 567397 Lunes 575398 Martes 582399 Miércoles 589400 Jueves 597401 Viernes 604402 Sábado 611

403 Domingo XXXIII del Tiempo ordinario 618404 Lunes 625405 Martes 633406 Miércoles 641407 Jueves 648408 Viernes 655409 Sábado 662

410 Solemnidad de Jesucristo Rey deluniverso (I) 669

411 Solemnidad de Jesucristo Rey deluniverso (II) 677

412 Solemnidad de Jesucristo Rey deluniverso (III) 685

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413 Lunes XXXIV del Tiempo ordinario 693414 Martes 701415 Miércoles 708416 Jueves 716417 Viernes 722418 Sábado 730