NuevaAntropología83

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    83El poder de la etnografía

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     A   N I VE R S   A 

    R   I     O   

     .   

     A  N I      V 

      E    R  S     A    R  I      O        .     A

          N       I        V

           E       R        S     A        R          I   O  .

     

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    DirecciónSilvia Gómez Tagle

    Consejo de Redacción

    Raúl Nieto, Mechthild Rutsch, Héctor TejeraConsejo EditorialJorge Alonso, Lourdes Arizpe, Steffan Igor Ayora Díaz, Carmen Bueno,Edith Calderón, Alicia Castellanos, Rodrigo Díaz Cruz, Carles Feixa Pámpols, Anna Fernández Poncela, Carlos Garma, Turid Hagene, Esteban Krotz,Gilberto López y Rivas, Eduardo Nivón, Marisol Pérez Lizaur, XóchitlRamírez, Patricia Ravelo, Emanuel Rodríguez, María Teresa Romero Tovar,Mauricio Sánchez Álvarez, Sergio G. Sánchez Díaz, María Josefa Santos,Pablo Semán, Karine Tinat, Gabriela Vargas Cetina, Claudia Ytuarte-Núñez

    Consejeros honorariosLuis H. Barjau, Silvia Gómez Tagle, Erwin Stephan Otto, Adrián García

     Asociación Nueva Antropología, A. C., publica Nueva Antropología

     Instituciones que apoyan la edición de Nueva AntropologíaInstituto Nacional de Antropología e Historia; Centro de Investigacionesy Estudios Superiores en Antropología Social, El Colegio de México, A. C.;Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología; Universidad AutónomaMetropolitana

    Coordinador del número:Emanuel Rodríguez

     Secretaría técnicaCelia Tapia AltoBrenda Perea Estrada

     Producción y cuidado editorialDirección de Publicaciones de la Coordinación Nacional de Difusión-INAH

    Cuidado de la ediciónFelipe Sierra y Arcelia Rayón

     Ilustración de portada

    Miguel de la TorrePublicación semestral.Certificado de licitud de título y contenidos números 2059 y 1291Reserva de título número. 37286Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores

    Impresa y hecha en MéxicoTiro: 1 000 ejemplaresTalleres gráficos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Av. Tláhuac 3428, Col. Los Reyes Culhuacán, C.P. 09800, México, D.F.

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    MÉXICO, JULIO-DICIEMBRE DE 2015VOL. XXVIII, NÚM. 83

    SUMARIO

    Editorial 5

    Etnografía activista: mi experiencia en la ONU Rodolfo Stavenhagen 13

    Entre activistas, funcionarios e industriales. Aplicación de la etnografía—enfocada y política— en escenarios de gobernanza

     Laura Beatriz Montes de Oca Barrera 25

    Debatiendo conceptos con metodología etnográfica: el caso del “clientelis-mo político” y la “compra de votos”Turid Hagene 47

    La delimitación cuantitativa de divisaderos de observación etnográfica:una herramienta metodológica para el estudio antropológico del Estado

     Emanuel Rodríguez Domínguez 73

    Campos de dominación y ámbitos de condensación: el estudiomultidimensional de las relaciones políticas en la ciudad de México

     Héctor Tejera Gaona 99

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    La vida social de los documentos de las políticas públicas Alejandro Agudo Sanchíz 123

    Más allá de la empatía: la escritura etnográfica de lo desagradable Nitzan Shoshan 147

    Reflexiones sobre el trabajo de campo: la utopía intersubjetivaen un mundo desigualGabriela Vargas Cetina 163

    RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS 187

    POLÍTICA  EDITORIAL 201

    NOVEDADES EDITORIALES 205

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    Editorial

    Hace cuatro décadas la revista Nueva Antropología irrumpió enla escena editorial de publicaciones científicas, como un espacioabierto a las nuevas temáticas de estudio que emergieron a

    partir de la crisis teórico-política experimentada por la antropologíamexicana en la década de los setenta. Desde entonces Nueva Antropología se ha mantenido como una tribuna de debate eintercambio de ideas en torno a investigaciones sociales comprometidascon la aplicación de innovadores enfoques teóricos y metodológicos.

    Siguiendo esta tradición, en el marco del festejo de su 40 aniversario sepreparó el presente número temático con el propósito de discutir el poder de la etnografía en el estudio de los procesos sociopolíticoscontemporáneos. Por esta razón, los trabajos que a continuación seexponen contienen reflexiones que buscan abrir nuevas aristas deinvestigación socio-antropológica, las cuales desbordan la visiónclásica del trabajo de campo para incursionar en la posibilidad derealizar una etnografía experimental, reflexiva y en diálogointerdisciplinario.

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    El presente número inicia con una colaboración especial de uno delos antropólogos más destacados de nuestro país: Rodolfo Stavenhagen,quien en su artículo “Etnografía activista: mi experiencia en la ONU”,realiza un ejercicio reflexivo de su extensa labor como defensor de losderechos de los pueblos indígenas. Mediante un breve recuento desus experiencias de trabajo de campo, bajo el mando de los principalesexponentes del indigenismo en México, Stavenhagen narra cómo estasprácticas etnográficas le permitieron observar de primera mano lasambigüedades y contradicciones generadas por las políticas estatalesde integración nacional aplicadas a los pueblos indígenas. Refutar lascontradicciones con respecto a lo que en ese entonces era denominado

    “antropología aplicada” llevarán a este autor a comprometerse con lallamada “antropología de acción”, la cual cuestionaba la “objetividad”,“sana distancia” y “neutralidad” del investigador durante el procesoetnográfico. El texto muestra cómo, con el paso del tiempo, ya comorelator especial para los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenasde la Organización de las Naciones Unidas, Stavenhagen se vioobligado a reflexionar sobre lo difícil que es realizar una etnografíasituacional en los entornos solemnes de la ONU y durante las “misiones”de trabajo por el reconocimiento de los derechos de los pueblos

    indígenas en diversas partes del mundo, pues en estos espacios seinterrelacionan una gran cantidad de actores con intereses divergentes,es el caso de los representantes de los gobiernos, las interfacesdiplomáticas, los pueblos indígenas y sus intelectuales, así como lasorganizaciones de la sociedad civil, entre los cuales es difícil decidirquién tiene la razón y, sobre todo, resulta imposible delimitar en dóndetermina la responsabilidad de un relator especial de la ONU. Ante estosdilemas, el artículo concluye que el relator, como todo etnógrafo, no

    puede ser un “observador neutro”, sino que regularmente asume elpapel de “observador activista”, en este caso, en favor de las luchas porla autonomía de los pueblos indígenas y el reconocimiento de susderechos.

    En el artículo “Entre activistas, funcionarios e industriales. Aplicación de la etnografía —enfocada y política— en escenarios degobernanza”, Laura B. Montes de Oca reflexiona sobre la forma en quela aplicación metodológica de la etnografía ya no es exclusiva de laantropología, pues este enfoque de investigación es actualmente

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    aplicado por otros científicos sociales, entre los que destacan sociólogosy politólogos, para analizar diversos escenarios políticos en dondeconfluyen agentes estatales, el mercado y la sociedad. Para Montes deOca, hoy el proceder etnográfico tradicional basado en el paradigmamalinowskiano se ha reconfigurado en la construcción social y teóricadel campo ( field), así como en la producción de textos etnográficos,generando una etnografía política enfocada cuyas característicasprincipales son: a) las visitas cortas a los escenarios de interrelación delos actores sociales, ya sea de manera física, simbólico-discursiva o

     virtual; b) una multiplicidad de técnicas para orientar la mirada aciertos procesos o situaciones sociales que acontecen en el campo, y c) la

    intención de comprender el detalle microscópico de las relacionessociopolíticas desde la perspectiva de los sujetos ( emic), pero enconstante interlocución con las categorías teóricas preexistentes ( etic).Conjuntando todos estos elementos, Montes de Oca muestra la utilidadde la etnografía enfocada para cuestionar la normalización de losescenarios de confrontación e interlocución entre la ciudadanía,los agentes que representan al Estado y los empresarios, pues sushallazgos etnográficos en la elaboración de la legislación mexicanasobre bioseguridad y la norma oficial mexicana de emisiones de bióxido

    de carbono difieren mucho de los elementos que teóricamente definen lagobernanza y las innovaciones democráticas. No obstante, para estaautora el desfase entre la evidencia empírica y el referente teórico noes un problema, sino que representa una ventana de oportunidad parademostrar el poder epistemológico que tiene la etnografía para conocerel punto de vista de los actores y repensar las categorías con las queabordamos la realidad social.

    Siguiendo una línea de reflexión similar, Turid Hagene, en su trabajo

    “Debatiendo conceptos con metodología etnográfica: el caso del‘clientelismo político’ y la ‘compra de votos’ ”, muestra la utilidad de laobservación participante para refutar conceptos teóricos y dotar de máscontenido explicativo a las categorías que orientan el análisis delclientelismo político a partir del punto de vista de los actoresinvolucrados en este tipo de transacciones. Recuperando los datosobtenidos durante sus estancias de trabajo de campo en un pueblooriginario del poniente de la ciudad de México, Hagene demuestra queen este lugar las prácticas clientelares están vinculadas a narrativas

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    como “labor social”, “ayuda” y “acción solidaria”, de ahí que legítima yregularmente son empleadas por cualquier actor o red social con elobjetivo de resolver problemas cotidianos de gestión en el contexto deuna contienda electoral. Por el contrario, en este entorno la compra de

     votos sí configura imaginarios basados en la sanción social, pues loshabitantes de este pueblo la consideran una práctica ilegítima queincluso merma la dignidad de los actores en lo individual y colectivo. Enel artículo se afirma que la etnografía permite una relación dialécticaentre los puntos de vista emic y etic, lo cual flexibiliza el proceso deinvestigación al grado que los conceptos teóricos ( etic) operan sobre uncontexto determinado, por lo que no deben omitir las percepciones de

    los sujetos ( emic) en la descripción y explicación de un proceso social,en este caso del intercambio clientelar de bienes o servicios a cambiode votos.

    Los artículos “La delimitación cuantitativa de divisaderos deobservación etnográfica: una herramienta metodológica para el estudioantropológico del Estado”, de Emanuel Rodríguez, y “Campos dedominación y ámbitos de condensación: el estudio multidimensional delas relaciones políticas en la ciudad de México”, de Héctor Tejera,cuestionan el bajo nivel de colaboración y diálogo metodológico que

    ha promovido la antropología con otras disciplinas sociales. Ambosautores postulan por la inclusión de técnicas cuantitativas decarácter sociométrico (basadas en estadísticas, mediciones ygeorreferenciaciones) para delimitar y contextualizar divisaderos deobservación etnográfica, los cuales se caracterizan por contener ámbitosde condensación representativos de las relaciones entre gobernantes ygobernados, que posteriormente serán la base para realizar el trabajode campo. Con el análisis de las zonas grises de la política local, el

    trabajo de Rodríguez propone que la complejidad sociopolítica de losespacios delegacionales de la ciudad de México puede ser analizadacomo un entramado de relaciones y espacios sociales que acontece endiferentes escalas y, por lo tanto, debe ser “ensamblada” mediante unaintegración de factores micro y macrosociales. Este ensamblajerepresenta una nueva forma de investigación etnográfica que permiteprofundizar en la dinámica política de los procesos sociopolíticoscontemporáneos, sin perder de vista los contextos en los que sedesarrollan los actores sociales. Por su parte, Tejera destaca en su texto

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    cómo el enfoque de investigación etnográfica de las prácticas político-culturales, combinado con el análisis cuantitativo de las geografíaselectorales a nivel local, le ha permitido explicar los mecanismos dedominación político-territorial que caracterizan la estructura de poderde la ciudad de México.

    En “La vida social de los documentos de las políticas públicas”, Alejandro Agudo Sanchíz realiza una autoetnografía de suparticipación como consultor en la evaluación del programaOportunidades para reflexionar sobre la trayectoria de las metáforasmovilizadoras (como atención a la pobreza, corresponsabilidad deldesarrollo, participación ciudadana, equidad de género, entre otras)

    y el papel desempeñado por éstas en el continuo proceso de construcciónde la política. Mediante la etnografía documental del diseño de esteprograma social, en donde intervienen las voces y los imaginarios de lascomunidades de especialistas, autoridades gubernamentales yrepresentantes de la sociedad civil, el artículo evidencia las relacionessociales que están detrás de una política pública. Para Agudo Sanchíz elpoder de la etnografía en el estudio de la vida social en los documentosradica en revelar el incierto mundo de acuerdos, negociaciones ydisensos entre la red de actantes humanos y no humanos (en el sentido

    de Latour), involucrada en el diseño de una acción gubernamental quenormaliza las formas de conocimiento y representación de diversasrealidades sociales.

    Nitzan Shoshan, en “Más allá de la empatía: la escritura etnográficade lo desagradable”, se aventura en realizar una investigaciónetnográfica con jóvenes de extrema derecha en la ciudad de Berlín,

     Alemania. El texto de Shoshan evidencia la existencia de campos deinvestigación social que han sido poco abordados por las ciencias

    sociales, porque en el discurso académico están encasillados como“minúsculos”, “aberrantes”, “desagradables” o “extremos”. Ante estasituación, el texto reflexiona sobre el reto metodológico que tiene laantropología y otras disciplinas sociales, para acceder a las dimensionescotidianas y profanas de los márgenes políticos, sociales y urbanos delos entornos locales. Según Shoshan, un primer paso para superar estacarencia es empezar a cuestionar la predisposición de los investigadorespor realizar estudios y trabajar con personas y grupos con quienespuedan simpatizar e identificarse, excluyendo aquello que desborda

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    esta frontera y es encasillado como “población desagradable”. Estoimplica un viraje metodológico en donde el etnógrafo de los márgenessociales debe abandonar la convencionalidad antropológica de fungircomo defensor de los grupos que estudia y cambiar la simpatía por laempatía. Asimismo, este artículo vuelve a reactivar el debate sobre losretos éticos implícitos al realizar trabajo de campo, pues todavía noqueda claro cómo podrá el etnógrafo de lo desagradable consolidar laconfianza con sus informantes clave y, sobre todo, en qué medida elinvestigador podrá discernir la frontera que separa las traduccionespositivas y negativas de un grupo social en la producción de textosetnográficos. Si bien estas preguntas abren el debate sobre la posición

    que la antropología y la investigación etnográfica ocupan dentro de unrégimen de conocimiento, esto no niega el poder metodológico deltrabajo de campo para captar las representaciones de los márgenessociales que han sido poco estudiados por considerarse “desagradables”.

    Cierra esta entrega un artículo de Gabriela Vargas titulado“Reflexiones sobre el trabajo de campo: la utopía intersubjetiva en unmundo desigual”. Este texto se adentra en la reconfiguración de lapráctica etnográfica contemporánea, en el marco de contextos socialesmarcados por amplias desigualdades sociales. Hoy, en opinión de

     Vargas, utópicamente se ha dado por sentado que el etnógrafo ya noestá tras la búsqueda de la “otredad”, sino que ahora se pretende lograrun entendimiento intersubjetivo con otras personas de manerahorizontal. Recuperando su experiencia de trabajo de campo en elestudio de las desigualdades interdependientes a nivel lingüístico,tecnológico y musical, la autora demuestra que la utopía intersubjetivaen el trabajo etnográfico es casi imposible de alcanzar. Esto se debe aque habitamos un mundo desigual, el cual necesariamente se expresa

    en la comunicación y, por lo tanto, en la producción de textosetnográficos. En el artículo se concluye que la etnografía también puedeser una poderosa herramienta metodológica para demostrar, mediantelos datos del trabajo de campo, que las personas ubicadas en situacionesdesventajosas no están ahí por una decisión individual, sino quedependen de las condiciones estructurales de la desigualdad.

    Una primera versión de los artículos que componen este númerofueron presentados en un seminario organizado por la revista Nueva Antropología titulado: “El poder de la etnografía: nuevos enfoques de

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    investigación etnográfica y sociológica en los procesos sociopolíticoscontemporáneos”, realizado en el Centro de Estudios Sociológicos de ElColegio de México, en noviembre de 2014. Dicho evento no hubiera sidoposible sin el apoyo de Arturo Alvarado, director de este centro deinvestigación. Mención especial merece la entusiasta participación dereconocidos especialistas en el tema, como Alfonso Barquín, SalvadorMaldonado, María Luisa Tarrés, Angela Giglia, Elsie Rockwell, KarineTinat, Federico Besserer, Shinji Hirai, Marco Estrada y Liliana Rivera.Finalmente, la considerable asistencia a este foro de debate, en el quepredominaron jóvenes interesados en profundizar sus conocimientosmetodológicos a nivel cualitativo, confirmó la importancia y vigencia de

    la etnografía en el estudio de los complejos procesos sociopolíticos queacontecen en los albores del siglo XXI.

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    ETNOGRAFÍA ACTIVISTA: MI EXPERIENCIA EN LA ONU

    Rodolfo Stavenhagen*

    Me formé como antropólogo enla Escuela Nacional de Antro-pología e Historia en los añoscincuenta, cuando estaba de moda queel buen investigador tenía que guardarsu distancia con respecto al “objeto deestudio”, es decir, generalmente en

    aquellos años y en este país, una comu-nidad indígena del México rural.Sin embargo, mi primera experien-

    cia de campo no fue precisamente un

     Resumen: en este artículo se aborda la experiencia etnográfica y los problemas de metodologíaque el autor enfrentó como relator especial de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas dela Organización de las Naciones Unidas. Su objetivo era estudiar las violaciones de estos derechoscon base en visitas de campo en diversos países, las entrevistas efectuadas con funcionarios y es-pecialistas y el uso de material documental, que debía ser resumido y presentado ante las instan-cias correspondientes de la ONU con recomendaciones para los gobiernos y otros actores.

     Palabras clave: etnografía, ONU, derechos humanos, pueblos indígenas.

     Abstract: This article presents the ethnographic experience and methodological problems thatthe author faced as UN special rapporteur for the human rights of indigenous peoples. The objec-tive of this mandate was to study the human rights violations of these peoples through field visitsin various countries, select interviews with government officials and experts, the use of docu-ments, all of which had to be summarized and presented before the various specialized bodies of

    the United Nations with recommendations to governments and other actors. Keywords: ethnography, United Nations, human rights, indigenous peoples.

    *Profesor investigador del Centro de Estu-dios Sociológicos de El Colegio de México. Líneaprincipal de investigación: Derechos humanos,pueblos indígenas, relaciones interétnicas, con-flictos étnicos, sociología agraria, movimientossociales. Correo electrónico: [email protected].

    “estudio de comunidad”, sino al servi-cio del gobierno federal en un proyectoen el que se “actuaba” sobre el objetode estudio y se trataba del “desalojo” de

     varias comunidades indígenas estable-cidas en los márgenes del río Tonto, unafluente del majestuoso río Papaloa-

    pan, ante el avance en la construcciónde una presa en el sureste del país. Losfuncionarios encargados de esta granobra —que sería única en América La-tina—, con visión progresista pensa-ban que los antropólogos eran los másindicados para “convencer” a los pobla-dores de la necesidad de su desplaza-miento en bien del progreso nacional.

     Así fue como me integré a unas “briga-

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    das de convencimiento” y recorrí conotros compañeros las diversas comuni-dades que pronto se encontrarían bajo

    las aguas de lo que sería el vaso de lapresa “Miguel Alemán”.Poco tiempo después, al servicio del

    Instituto Nacional Indigenista (INI)realicé algunos estudios en los Altos deChiapas, siempre con el afán de ayudaral gobierno a obtener información que lesirviera para afinar su acción en favorde los pueblos indígenas de la región.

    En los dos casos traté de mantenerla “sana distancia” que me habían in-dicado mis mentores, no sin sentir uncierto malestar intentando mantenerel equilibrio entre mi empatía por lagente indígena y mi responsabilidadcomo funcionario de Estado (de muybajo nivel, por supuesto). En esos que-haceres descubrí que mi vocación erala antropología aplicada o también lla-

    mada “antropología de acción”.Entre tanto, en la antropologíapasó de moda la “observación objetiva”y se puso de moda la “antropología si-tuacional”, es decir, en la cual el antro-pólogo que tiene la voz se colocaabiertamente como “sujeto” que hablay anuncia la perspectiva desde la quedescribe, analiza y juzga (según las cir-cunstancias) al “objeto” de investiga-

    ción, y en el mejor de los casos asumela responsabilidad de “devolver” al ob- jeto estudiado los resultados de la in- vestigación, antes de que éstos seempolven en los anaqueles de algunabiblioteca universitaria.

    Pasaron los años y entre mis diver-sas ocupaciones universitarias y públi-cas profundicé mi compromiso con losderechos humanos de los pueblos indí-

    genas mediante publicaciones acadé-micas, informes a organismos públicosy la promoción activista de sus dere-

    chos. Durante varios años seguí conatención los trabajos de la Comisión deDerechos Humanos de la Organiza-ción de las Naciones Unidas (ONU), asícomo los del Instituto Interamericanode Derechos Humanos en materia delos pueblos indígenas y minorías étni-cas. En México formé la AcademiaMexicana de Derechos Humanos en1983, que ayudó a colocar en la plata-forma de la discusión pública esta te-mática. Entre otras cosas, organizamoslos primeros cursos públicos sobre de-rechos humanos de los pueblos indíge-nas en el país.

    En 2001 fui nombrado por la Comi-sión de Derechos Humanos de la Orga-nización de las Naciones UnidasRelator Especial para los Derechos

    Humanos de los Pueblos Indígenas. Mimandato fue claro:a) Recabar, solicitar, recibir e inter-

    cambiar información y comunicacionesde todas las fuentes pertinentes, inclui-dos los gobiernos, los propios indígenas,sus comunidades y organizaciones,sobre las violaciones de sus derechoshumanos y libertades fundamentales;b) formular recomendaciones y pro-

    puestas sobre medidas y actividadesapropiadas para prevenir y remediarlas violaciones de los derechos huma-nos y las libertades fundamentales delos indígenas.

    Este mandato se transformó entres tareas principales: la realizaciónde visitas a diversos países (conocidasen el lenguaje de la ONU como misio-nes), la obtención de información de

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    Etnografía activista: mi experiencia en la ONU 15

    los gobiernos a través de comunicacio-nes oficiales y, lo más importante, pre-sentar anualmente un informe a la

    Comisión y a la Asamblea General dela ONU. Al poco tiempo de mi nombramien-

    to visité, en Ginebra, a la Alta Comisio-nada de Naciones Unidas para losDerechos Humanos, a la sazón MaryRobinson, expresidenta de la Repúbli-ca de Irlanda, y para organizar mi tra-bajo con el personal técnico que meprestaría apoyo y me orientaría en misactividades asistí a una reunión delgrupo de trabajo sobre poblaciones in-dígenas, en donde enfrenté mi primerescollo, en la figura de un líder indígenade la región del Balsas, quien cuestio-nó la manera en que fui selecciona-do para este cargo. En opinión de esterepresentante y otros indígenas parti-cipantes en este grupo de trabajo el

    primer relator especial en la materiadebería haber sido una persona indí-gena. Este cuestionamiento me per-seguiría durante los siete años de mimandato.

    Como buen antropólogo pasé losprimeros meses recabando documen-tación de todo tipo sobre el tema de losderechos indígenas, que era una pre-ocupación relativamente reciente de

    los organismos de las Naciones Uni-das. De esta manera me fui percatandode que la mayoría de los diplomáticosque representaban a sus estados en lacomisión tenían poca idea de esta pro-blemática, por lo que pronto comencé aconcebir mi labor, entre otras, comouna actividad educativa para el cuerpodiplomático, ya que a final de cuentaséste tendría que analizar mis informes

    y tomar alguna resolución al respectode mis recomendaciones.

    Fui preparando un plan de trabajo

    que tenía que recibir la aprobación dela comisión, un poco lo que hacemos ennuestras instituciones académicas an-tes de salir al campo. Mi programa in-cluía un enfoque temático, una agendade visitas a diversos países y la organi-zación de una base de datos que noexistía para los archivos de la ONU.

    Desde que asumí el cargo recibínumerosas solicitudes de algunos go-biernos, pero principalmente de orga-nizaciones indígenas y de derechoshumanos para que visitara sus paísesy conociera sus problemas. Como me lohabía figurado, los gobiernos me que-rían enseñar cómo estaban resolvien-do los problemas de sus poblacionesindígenas, mientras que éstas insis-tían en que conociera personalmente

    las violaciones que ocurrían de sus de-rechos humanos. Pronto me di cuentaque además de reunir, organizar y pre-sentar datos a las instituciones, las or-ganizaciones indígenas esperaban demí un papel más activo, es decir, quefuera un portavoz de sus sufrimientos,necesidades y demandas ante la opi-nión pública mundial.

    Durante mi duración en el cargo rea-

    licé misiones oficiales en once países, encinco regiones del mundo (Guatemala,Colombia, Chile, México, Bolivia, Ecua-dor, Filipinas, Canadá, Kenya, Sudáfri-ca, Nueva Zelanda, más visitas nooficiales, por invitación de organizacio-nes o instituciones interesadas, a Ne-pal, Japón, Camboya, Rusia, Noruega,Botswana, Tanzania, Estados Unidos,Brasil).

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    La segunda misión oficial fue a Fili-pinas a finales del mismo año. Si bienla invitación fue del gobierno filipino,

    como lo establecía el protocolo, la pe-tición de que yo fuera a ese país pro- venía de las organizaciones civilesindígenas que habían presionado des-de hacía tiempo a sus autoridadespara que extendiera dicha invitación,muy a pesar de la renuencia de lasmismas a realizarla. Esta situación re-flejaba un conflicto latente entre el go-bierno y los pueblos indígenas en aquelpaís, el cual se hizo presente desde elprincipio en la organización de la visi-ta. Después de varios meses de nego-ciaciones sobre la agenda, las fechas,los lugares por visitar, llegué a Manilapara una primera ronda de conversa-ciones con autoridades del gobierno,incluyendo al ministro de Defensa.Después, con la hospitalidad de una

    importante organización de derechoshumanos, visité diversas regiones enlas que se habían organizado reunionescon miembros de distintos grupos étni-cos que me presentaron exposicionesorales y documentación varia sobre lasdiversas violaciones a sus derechos hu-manos que, consideraban, merecían laatención del relator especial.

    En la cordillera norte de la isla de

    Luzón me recibieron varias centenasde personas en un pequeño pueblo ad-herido a una escarpada ladera de lamontaña a donde habíamos llegadodespués de varias horas de recorreruna peligrosa brecha. Mi primera im-presión me vino de golpe, cuando al sa-lir de la última curva a la entrada delpueblo vi estirada de lado a lado del ca-mino entre dos árboles al lado del cami-

    La primera visita que realicé fue enseptiembre de 2002, y fue una misiónoficial a Guatemala,1 en donde la po-

    blación se divide más o menos en par-tes iguales entre ladinos e indígenas.Después de más de treinta años deguerra civil y brutales genocidios de in-dígenas fue firmado un acuerdo de pazsobre derechos y cultura indígena en1995. El ambiente de posguerra civilseguía siendo dramático y numerososactores sociales me informaban que lasituación general de la población indí-gena no había mejorado en los sieteaños transcurridos. Visité varias re-giones del país, tuve reuniones conasociaciones civiles y comunitarias in-dígenas, así como con funcionarios delgobierno y de la comunidad internacio-nal. Todos coincidían en que no existía“voluntad política” para implementarlos acuerdos de paz. Al terminar mi

    misión rendí un breve informe prelimi-nar en una sesión del gabinete políticodel país. Le pregunté al vicepresidente,quien presidía la reunión, qué pensabadel consenso que había recogido acercade una supuesta falta de voluntad po-lítica relacionada con los derechoshumanos de los indígenas. Este funcio-nario me contestó, con toda calma yseriedad, que así era efectivamente,

    con lo cual terminó la reunión. Cuandopresenté mi informe ante la ONU, algu-nos meses más tarde, la representa-ción diplomática de Guatemala mefelicitó. El tema de la voluntad políticano se discutió en el recinto de la ONU.

    1 E/CN.4/2003/90/Add.2. http://rodostaven-hagen.info/wp-content/uploads/2013/07/Misi%C3%B3n-a-Guatemala.pdf.

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    Etnografía activista: mi experiencia en la ONU 17

    no una manta con la inscripción engrandes letras rojas: “Welcome HumanRights”. Allí, como dicen, “me cayó el

     veinte”, y sentí todo el peso de la res-ponsabilidad que implicaba mi presen-cia en ese lugar. Aunque en esasreuniones no debía estar presente laautoridad para no limitar la libre ex-presión de los participantes, me dicuenta de inmediato de la presencia dealgunos policías uniformados y arma-dos, supuestamente para mantener elorden. El ambiente ya se había enrare-cido cuando mis anfitriones me señala-ron que el comandante militar de laregión informaba a sus superiores demis contactos con supuestos gruposterroristas en la zona. ¿Qué debía yohacer? ¿Suspender la misión? ¿Pedir laprotección de una escolta? ¿Poner unaqueja ante el gobierno por la vía diplo-mática? Afortunadamente, la organi-

    zación indígena que me acompañabase encargó de bajar la tensión y mi mi-sión pudo continuar sin mayores tro-piezos. Visité una mina de oro que lagente acusaba de contaminar el medioambiente y producir efectos nocivossobre la población local. El gerente dela mina, un cortés caballero británico,negó todas las acusaciones y me pre-sentó a un grupo de familias de la loca-

    lidad quienes reconocían la buenalabor de la mina al proporcionar em-pleos y apoyar a la escuela del lugar ybrindar algunos servicios sociales a lapoblación. ¿Quién tenía la razón? ¿Lasdos partes en conflicto o ninguna deellas? ¿Cómo resolver la disputa? ¿Quéiría yo a decir en mi informe final?

    Cuando algunos meses más tardeme tocó presentar mi informe en Gi-

    nebra, el conflicto estalló en el sobriopalacio de las Naciones Unidas, a unlado del hermoso lago Leman. El repre-

    sentante de Filipinas había intentado—sin éxito— bloquear la presentacióndel informe ante la Comisión de De-rechos Humanos. Después de mi in-tervención tomó la palabra paradescalificarme como relator y comoprofesional, acusándome de ayudar alos terroristas en su país. Este inciden-te, inusual en los medios diplomáticosde la ONU, causó un pequeño escándalointernacional, y algunas semanas des-pués recibí carta del asesor personal dela presidenta de Filipinas, disculpán-dose por el comportamiento de su re-presentante, quien al poco tiempo fueretirado de su puesto. Me quedé algoperplejo, ya que si esta había sido lareacción a mi primer informe como re-lator, ¿qué me esperaría más adelante?2

    Con todo, las organizaciones indíge-nas se mostraron satisfechas, y dosaños más tarde me invitaron de nuevo auna reunión de evaluación de los resul-tados de mi misión, esta vez en la capi-tal de la república. Los resultados,desafortunadamente, no habían sidobrillantes, porque la situación de de-rechos humanos de los pueblos indí-genas seguía siendo poco satisfactoria.

    Ninguno de los grandes problemas queseñalé en mi informe había sido resuel-to o sólo se encontraba en vías de solu-ción. Yo me sigo preguntando: ¿en dóndetermina la responsabilidad de un rela-tor especial? ¿Qué más puede o debe

    2 E/CN.4/2003/90/Add.3. http://rodostaven-hagen.info/wp-content/uploads/2013/07/Mis-sion-to-The-Philippines.pdf.

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    Rodolfo Stavenhagen18

    hacer la ONU en materia de derechoshumanos cuando su influencia real so-bre los gobiernos es tan limitada?

    Si la experiencia en Filipinas merecordaba la situación de numerosospaíses latinoamericanos, en la regiónllamada tradicionalmente “África ne-gra” los problemas se plantean demanera algo distinta. La primera con-

     versación con un alto funcionario enKenia me dio la primera pista. ¿Qué

     viene usted a hacer por aquí, relator?Me preguntó, y prosiguió: “Aquí todossomos indígenas”. Efectivamente, des-de las independencias de los países de

     África, en la década de los cincuentadel siglo pasado, los colonialistas sehabían ido y quedaron en el poder losantiguos indígenas colonizados, perohay de indígenas a indígenas. En Ke-nia, como en otros países de la región,algunos grupos étnicos fueron privile-

    giados por los colonizadores, y éstos seinstalaron como etnias dominantes almomento de la independencia. Ahí lospastores masai, así como otras etniasminoritarias, quedaron marginados,son discriminados y desposeídos desus tierras y recursos por quienes sehan organizado para luchar por susderechos. La Comisión Africana de De-rechos Humanos y los órganos de la

    ONU los han reconocido como pueblosindígenas. Para ellos la visita de un re-lator especial de las Naciones Unidasfue un evento significativo. Durantemis reuniones con estos grupos, me in-dicaban los mensajes que debía llevarleal “jefe africano”, presidente del mundo.(Se referían a Kofi Annan, de Ghana,quien en aquel momento era secretariogeneral de la ONU.) Los funcionarios

    kikuyu (de la etnia dominante) no semostraron nada contentos con los cues-tionamientos públicos que sobre su ges-

    tión hacían los “auténticos indígenas”del país. En Kenia, como en otros países,se sigue planteando la cuestión dequién es indígena, en los medios acadé-micos como en los discursos políticos yen los debates parlamentarios. No es untema solamente etnográfico —aunquelos antropólogos nacionales participanactivamente en las discusiones— sinoun problema de equilibrios políticos ypolíticas de desarrollo, a la vez que dederechos humanos.

    Entre diversos grupos étnicos de laregión de África oriental uno de los te-mas más polémicos es la práctica de lamutilación genital femenina, que sepractica a las preadolescentes como unrito. Su abolición es, desde hace años,una de las banderas del movimiento

    feminista y de derechos humanos, apo-yados por lo general por el sector “mo-derno” de la sociedad (así como laOrganización Mundial de la Salud),pero que enfrenta la resistencia del pa-triarcalismo tradicional que imperacon más intensidad precisamente en-tre algunos de los grupos indígenas,incluyendo muchas mujeres. En mi ca-lidad de relator especial, como “etnó-

    grafo activista” las recomendacionesen el informe no podían dejar al mar-gen esta polémica.3

    En los países de Asia, lugar dondese asienta el mayor número de pueblos

    3 A/HRC/4/32/Add.3. http://rodostavenha-gen.info/wp-content/uploads/2013/07/Mission-to-Kenya.pdf.

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    Etnografía activista: mi experiencia en la ONU 19

    indígenas en el mundo, los Estados re-conocen la existencia de múltiples gru-pos étnicos, lingüísticos y religiosos,

    pero prefieren no hablar de pueblosoriginarios o indígenas, ya que las et-nias mayoritarias y dominantes seconsideran tan originarias y autócto-nas como los grupos más marginados yse prefiere la denominación de mino-rías culturales, étnicas o nacionales,según el caso. Aunque sus represen-tantes en la ONU niegan el uso del tér-mino “indígena”, en la India se empleael concepto “adivasi” para referirse alas etnias que en otros países seríanreconocidas como poblaciones indíge-nas. En algunas naciones, como Mala-sia y Filipinas, ya existe legislaciónrespecto del reconocimiento de los pue-blos indígenas (Stavenhagen, 2009a)

    Un caso interesante es el de losainu, en Japón, sobre el cual me con-

    sultó el gobierno japonés mientras fuirelator de la ONU. Durante años losainu no recibieron ningún reconoci-miento de parte del Estado y fueronsimplemente tratados como “japonesesde la montaña” que vivían en estado deatraso y marginalidad. Paulatinamen-te se les consideró como una minoríacultural sin más derechos que otrosciudadanos. Finalmente, presionados

    por las recomendaciones de la ONU y laOrganización de las Naciones Unidaspara la Educación, la Ciencia y la Cul-tura (UNESCO), el parlamento japonésaceptó reconocer a los ainu como unpueblo indígena de Japón, con dere-chos otorgados por la legislación inter-nacional.4

    4 E/CN.4/Sub.2/2001/17, párrafos 60 y 61.

    El tema de los derechos humanos delos pueblos indígenas es de apariciónrelativamente reciente, tanto en el

    nivel de debates al interior de un Esta-do-nación como en el seno de los or-ganismos internacionales. Durante losaños de mi encargo como relator apren-dí a moverme en cinco espacios dife-rentes, en cada uno de los cuales puedeconstruir un objeto de estudio por sepa-rado, pero los cuales, debido al mandatoque desempeñaba, debían ser vistoscomo elementos interrelacionados deun objeto-espacio más vasto. A saber:

    a)  Las salas de reunión de la Organiza-ción de las Naciones Unidas, en sus dossedes principales, Ginebra (en dondesesiona anualmente el Consejo de De-rechos Humanos) y Nueva York, endonde se reúne la Asamblea General ysus diversas comisiones. Las salas del

    plenario se llenan en ambos lugarescon los jefes de las delegaciones de losEstados miembros, quienes tienen vozy voto, los observadores de múltiplesorganismos intergubernamentales yorganizaciones de la sociedad civil, losmedios de comunicación masiva y elnumeroso personal técnico del Secre-tariado General. Luego están los salo-nes más pequeños en los que se

    reúnen las comisiones, los comités, losgrupos de trabajo y las numerosas or-ganizaciones no gubernamentales, endonde se discuten y redactan los docu-mentos de trabajo y se debaten las es-trategias de unos y otros.

    El escenario es imponente y for-mal. Cada participante conoce su pa-pel y sigue cuidadosamente el ritualque le es asignado de antemano. El

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    lenguaje oficial es formal y prudente,generalmente conciliatorio, ya que lameta es buscar consensos, aunque al-

    gunas veces se dan enfrentamientos verbales entre los delegados que pro- vienen de naciones en conflicto. Lostemas más polémicos o controverti-dos se arreglan en privado en algunode tantos espacios de los majestuososedificios de Naciones Unidas espe-cialmente acondicionados para estosfines.

     A los representantes indígenas

    que fueron llegando a la ONU durantela década de los ochenta les costó al-gún trabajo adaptarse a estos escena-rios y sus cuidadosamente diseñadascoreografía y escenografía. Actual-mente, sin embargo, los que ya tienen varios años asistiendo a NacionesUnidas han aprendido el uso del len-guaje adecuado, las estrategias de

    negociación y los trucos y maniobrasnecesarios para avanzar en su agen-da, la cual durante más de veinte lar-gos años fue lograr la adopción de unadeclaración de derechos humanos delos pueblos indígenas.

    b)  En la ONU, los actores principales si-guen siendo los gobiernos, a través desus delegaciones diplomáticas. Celo-sos de su soberanía, seguros de sí mis-

    mos, se sienten poderosos en eserecinto, ya que el voto de cada Estado vale igual (es el mito que los Estadospequeños acarician…). En el diálo-go con los pueblos indígenas se escu-cha con frecuencia un lenguaje justificatorio defensivo. Los Estadosllevan sus propias agendas a las re-uniones del Consejo de Derechos Hu-manos que no siempre coinciden con

    las preocupaciones de las delegacio-nes indígenas. Grupos de Estadosforman bloques que con frecuencia

    actúan al unísono en las votaciones;así, por ejemplo el voto latinoamerica-no, el bloque africano, el de los paísesárabes, el de las naciones escandina- vas que generalmente apoyaba laspeticiones de los pueblos indígenas.

    En la medida en que la temáticade los derechos humanos de los indí-genas expresa realidades conflictivasal interior de sus países entre pueblos

    indígena —intereses privados, políti-cas públicas—, el relator especial dela ONU tiene una responsabilidad es-pecial en conocer bien las posturasgubernamentales y dar a conocer susintereses con la misma precisión quela de los grupos indígenas.

    Una misión oficial a un país dadorequiere de una invitación formal del

    gobierno tramitada a través de losmedios diplomáticos, aunque la inicia-tiva provenga de las organizacionesindígenas, como sucedió en Filipinas yen varias ocasiones durante mi man-dato. Mi primer contacto en cada paísfue con representantes gubernamen-tales, a través de los consabidos proto-colos diplomáticos. En diversasinstancias yo sentía presiones para

    pasar más tiempo en los ámbitos ofi-ciales que en las comunidades y pres-tara más atención a los vocerosgubernamentales que a los indígenas.Presiones en sentido inverso tambiénse hicieron presentes. Aunque los fun-cionarios a veces admitían que no todoandaba bien en las comunidades indí-genas, insistían en que las medidastomadas por su gobierno eran las más

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    Etnografía activista: mi experiencia en la ONU 21

    adecuadas y generalmente me invita-ban a visitar algún proyecto piloto.

    c) Siendo mi mandato el de los derechos

    humanos indígenas, mi principal con-tacto durante esos años fueron estaspersonas. La relación principal se es-tableció con los representantes de suspueblos a las reuniones ya menciona-das del Consejo de Derechos Humanosde la ONU, pero también la tuve conquienes asistían a otros organismoscomo la UNESCO, la Organización Mun-dial de la Salud y la Organización In-

    ternacional del Trabajo (OIT). Comoera de esperarse se trataba general-mente de gente con un nivel medio oincluso superior de educación formal,que desempeñaban una profesión es-pecífica (docente, enfermera, ingenie-ro, secretaria), que tenían un historialde activismo en organizaciones indíge-nas de distinto tipo y habían alcan-

    zado cierto nivel de representación odirección en ellas. Dominaban cuandomenos una de las lenguas oficiales dela ONU además de la suya.

     A estos líderes o intermediarios lospodemos considerar como una eliteintelectual indígena que llegan a losforos internacionales para planteardenuncias y reivindicaciones en unlenguaje fuerte, directo, acusatorio y

    poco diplomático para distinguirlos desus adversarios oficiales en las bancasgubernamentales. Las intervencionesde estos voceros de sus pueblos se re-ducían generalmente a breves decla-raciones, ya que el tiempo que se lespermite hablar se reduce a unos cuan-tos minutos.

     A partir de mi nombramiento, mebuscaban con creciente frecuencia en

    los pasillos de la ONU para concertarcitas más largas en las que pudieranexponer con amplitud y soltura sus

    problemas y para convencerme queera indispensable que yo realizarauna misión oficial a su país. Algunos,evidentemente, tenían experienciaprevia en negociaciones con funciona-rios de su Estado y mantenían abier-tos los canales de comunicación conlas instituciones oficiales; otros, encambio, buscaban un foro públicopara exponer sus quejas y demandas

    al mundo entero, de lo cual pudieranluego informar a sus comunidades yorganizaciones.

    Recuerdo que a principios de mimandato tuve una amable conversa-ción con un viejo amigo que a la sazónera subsecretario de la ONU paraasuntos políticos. Me escuchó conatención y luego con una triste sonri-

    sa me dijo que mi tarea iba a ser muydifícil por carecer de una “base” (cons-tituency en inglés) entre los distintosactores políticos de la ONU. Ignorandolas finezas del análisis político, lecontesté que de ninguna manera, yocontaba con una amplia base entrelos pueblos indígenas. Mi amigo, evi-dentemente, se refería a los Estados-miembros y no a la sociedad civil, y en

    eso su análisis fue correcto.d) Mi base, efectivamente, no se encon-traba en los recintos de la ONU sino enel campo, en las comunidades y terri-torios de los pueblos indígenas que visité durante siete años (lo que enantropología llamábamos “el terre-no”). Mis encuentros los habían or-ganizado por lo común asociacionesnacionales de derechos humanos que

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    Rodolfo Stavenhagen22

    mantenían relaciones directas congrupos o localidades particulares yque se ocuparon de la logística, la

    agenda, el programa y en general “eltono” de las visitas. Según el tema es-pecial que iba a ser tratado, se podíanreunir desde un par de docenas hastacientos de asistentes.

    Por lo común se presentaban listasde agravios sufridos por grupos com-pactos en vez de individuos aislados ylargas historias de despojos ocasiona-dos por terratenientes, compañías mi-

    neras o forestales, empresas estatales,colonos y colonizadores. En algunaspartes se quejaban de violaciones aleyes existentes o de tratados viola-dos; en otras ocasiones fueron impug-nadas las propias leyes por injustas oanticonstitucionales, o violadoras de viejos derechos o privilegios que ahoraeran desconocidos. En todas partes

    asomaba la discriminación abierta osutil, la represión violenta al ejerciciode derechos reconocidos, y distintasformas de racismo. También se seña-laba la disfuncionalidad de institucio-nes que debían proteger los derechosindígenas o promover su desarrollo.

    La visita del relator a un país dabalugar a una intensa actividad previade las organizaciones indígenas y de

    derechos humanos. Desde luego, losque estaban mejor preparados teníantambién más oportunidad de ser escu-chados. Mi oficina en la ONU había pe-dido de antemano la preparación dedocumentos con cifras y hechos com-probados para sostener los reclamos ydemandas expresadas en las reunio-nes a las que asistí. Muchas veces mefueron entregados documentos por

    intermediarios, ya que los directa-mente interesados no podían llegar aalguna reunión programada o bien

    me era imposible llegar hasta ellospor falta de tiempo. Así acumulé unagran cantidad de información respec-to de los derechos humanos de lospueblos indígenas, que posteriormen-te analicé y utilicé en la preparaciónde mi informe de misión. Como pasacon mucha información etnográfica,no era útil ni me fue posible usar to-dos los datos recabados, así que a la

    postre sólo una parte encontró lugaren estos informes.

    El informe mismo tiene poco encomún con un clásico informe etnográ-fico. Por reglamento, tenía que ajus-tarse estrictamente a los lineamientosde la administración de la ONU. Encaso de rebasar ciertos límites de ta-maño, existía el riesgo de que no fuera

    distribuido en el Consejo de DerechosHumanos (o, en su caso, entre todoslos miembros de la Asamblea Generalde la ONU). En consecuencia, soy unode aquellos etnógrafos que tienen másmaterial del que pueden usar, cuandomenos en cuanto a los objetivos inicia-les de la investigación.

    Mis informes de país, que figura-ban como anexo al informe anual, fue-

    ron entregados en primera instanciaal gobierno nacional para su conoci-miento y eventual comentario, antesde hacerlos públicos. Después de supresentación en la reunión anual delConsejo, ya podían ser distribuidos li-bremente. Así, las organizaciones in-dígenas llegaban a disponer de estosinformes al poco tiempo, y en varioscasos fueron publicados localmente y

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    Etnografía activista: mi experiencia en la ONU 23

    circularon entre los lectores más inte-resados. Sirvieron para apoyar y sos-tener los reclamos indígenas ante sus

    respectivos gobiernos, y a lo largo delos años he recibido numerosos testi-monios de su utilidad en manos de losdefensores de los derechos humanos.5

    Desde que asumí el mandato derelator especial entendí que mi pos-tura no sería la de un “observadorneutro” sino la de un “observador acti- vista” en apoyo de los derechos huma-nos de los pueblos indígenas. Creo

    haber cumplido con este propósito. e)  Un actor social muy importante que

    ocupa un espacio clave en el entra-mado de los derechos humanos in-dígenas son las organizaciones nogubernamentales (ONG) u Organi-zaciones de la Sociedad Civil (OSC),especialmente las que se dedican aproteger y promover la defensa de los

    derechos humanos de los indígenas.Gracias al apoyo de estas organizacio-nes fue posible la participación de losindígenas en los trabajos de NacionesUnidas desde hace más de treintaaños. En muchos países realizan acti- vidades en el mismo sentido. En algu-nos casos, fueron instrumentales enorganizar la participación indígenadurante mi visita a un país. En térmi-

    nos más generales su apoyo ha sidoclave para canalizar información ne-cesaria al relator especial.

     Al correr de los años se fue establecien-do una estrecha relación de coopera-ción e interdependencia entre el mundo

    5 Se pueden consultar en: http://rodostaven-hagen.info/?page_id=19

    indígena y el espacio de estas organiza-ciones. Algunos observadores acusan alas OSC de dictar y manipular las agen-

    das de las organizaciones indígenas. Algunos gobiernos les imponen límitesa su acción, o incluso los han expulsadode su país. Hay líderes y representan-tes indígenas que tienen contratos deempleo con las OSC, porque no siemprepueden encontrar empleo en el merca-do de trabajo local que les permitaal mismo tiempo atender los interesesde sus organizaciones. Los indígenasresponden que utilizan la ayuda queles proporcionan las OSC para impulsarsu propia agenda en pro de los derechoshumanos. El debate sigue abierto.

    En la medida en que estas organi-zaciones reciben fondos públicos en susrespectivos países, su compromiso conlos derechos humanos de los pueblosindígenas estará siempre limitado por

    la correlación de fuerzas políticas entrelas cuales obtienen su apoyo, sobre todoen los países del “Norte” que más recur-sos han aportado a lo largo de los años.Con el resurgimiento político de las de-rechas en los primeros años del siglo XXI, este apoyo ha disminuido causandoserios problemas a las organizacionesde base en los países receptores. En Ca-nadá, por ejemplo, varias instituciones

    que durante años apoyaban a los dere-chos humanos en diversos países delmundo, han sido cerradas arbitraria-mente por el gobierno canadiense.

     Aunque el activismo y la etnografíaparecen ser dos perspectivas distintas,en el caso del relator especial no con-dujeron a contradicciones o ambigüe-dades en su quehacer profesional. Mepercaté desde el principio que en mi

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    caso la práctica etnográfica tendríaque ser multisituada, multitemporal ymultiespacial, y hasta el momento no

    me puedo quejar de los resultados.Sin embargo, me han acompañadodos frustraciones en esta experiencia.La primera, que los informes prepara-dos por el relator no se transformanipso facto en mejora visible de la situa-ción de los derechos humanos de lospueblos indígenas y que sus recomen-daciones no sean implementadas demanera puntual por los gobiernos y elsistema internacional. El seguimientode las recomendaciones está fuera delalcance de la relatoría y su esfuerzoqueda simplemente como un testimoniomás en los archivos respectivos. Contodo, para numerosos pueblos indígenaslos informes del relator constituyen unaliciente en la continua lucha por susderechos humanos, y para los gobiernos

    un referente contra el cual pueden serevaluadas las acciones emprendidas enel marco de las políticas públicas.

    En segundo lugar, constituye tam-bién motivo de frustración que losresultados obtenidos durante esta ex-periencia aún se encuentran en sumayoría archivados y no me haya sidoposible todavía publicarlos como in-

     vestigación académicas que son.

    BIBLIOGRAFÍA 

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    _____ (2010), “Cómo hacer que la declara-ción de los derechos indígenas sea efec-tiva”, IIDH , núm. 52, julio-diciembre de

    2010, San José, Costa Rica, InstitutoInteramericano de Derechos Humanos,pp. 141-169.

    _____ (2009a), “Consideraciones generalessobre la situación de los derechos hu-manos y las libertades fundamentalesde los pueblos indígenas en Asia”, Estu-dios de Asia y África, núm. 139, vol. XLIV, núm. 2, mayo-agosto de 2009,México, El Colegio de México, pp. 317-

    343, en línea [http://rodostavenhagen.info/wp-content/uploads/2013/07/Infor-me-2003-DPI.pdf].

    _____ (2009b), “Los derechos humanos delos pueblos indígenas en Filipinas”, Es-tudios de Asia y África, vol. XLIV, núm.3, septiembre-diciembre de 2009, Méxi-co, El Colegio de México, pp. 609-648.

    _____ (2007), “Los pueblos indígenas y sus

    derechos. Informes temáticos del rela-tor especial sobre la situación de losderechos humanos y las libertades fun-damentales de los pueblos indígenasdel Consejo de Derechos Humanos dela Organización de las Naciones Uni-das”, México, UNESCO.

    _____(2002-2009), Informes a la ONU sobremisiones a distintos países, en línea[https://www.dropbox.com/sh/ 

    ydknbak0r5m9tw7/AAAAVLzT2HULzr8dquuSRnJSa?dl=0].

    STAVENHAGEN, Rodolfo y Claire CHARTERS (co-ords.) (2010), El desafío de la declaración.

     Historia y futuro de la Declaración de laONU  sobre Pueblos Indígenas, Copenha-gue, Grupo Internacional de Trabajo so-bre Asuntos Indígenas (IWGIA ).

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    Laura Beatriz Montes de Oca Barrera*

    ENTRE ACTIVISTAS, FUNCIONARIOS E INDUSTRIALES. APLICACIÓN DE LA ETNOGRAFÍA —ENFOCADA Y POLÍTICA—

    EN ESCENARIOS DE GOBERNANZA 

     Resumen: este artículo presenta una reflexión sobre el poder de la etnografía en la investigaciónsocial, enfatizando la recientemente reconocida utilidad para la investigación sociológica a través

    de la etnografía enfocada. Para ello se profundiza en su aplicación epistemológica y metodológicaen los estudios que, desde la sociología política, se desarrollan para analizar escenarios y procesosgubernamentales y de decisión pública, caracterizados por diferenciales de poder entre los sujetosque interactúan. Se presentan hallazgos etnográficos sobre dos escenarios desde los cuales seproponen algunas pistas para reconceptualizar lo que en teoría política se denomina “gobernan-za”. La intención es mostrar que la etnografía es un método innovador que permite captar el de-talle “microscópico” de la realidad estudiada, conjugando las perspectivas emic y etic, lo cual lebrinda un potencial importante para reducir el desfase entre el concepto y “la realidad” y, contri-buir con ello, a la confirmación y refutación de teorías.

     Palabras clave: etnografía enfocada, metodología, investigación sociológica, gobernanza.

     Abstract: This paper presents a reflection on the power of ethnography in social research, empha-

    sizing the recently recognized utility for sociological research through focused ethnography. To doso, it is emphasized the epistemological and methodological application of ethnography in studiesdeveloped in Political Sociology to analyze governmental and public decision scenarios and pro-cesses, where the actors involved has different power resources. Ethnographic findings on two sce-narios provide clues to re-conceptualize what is called in political theory “governance”. The intentionis to show ethnography as an innovative method to capture the detail “microscopic” of the realitystudied, combining emic and etic perspectives that offers significant potential to reduce the gap be-tween concept and “reality”, and thus contribute to the confirmation and refutation of theories.

     Keywords: focused ethnography, methodology, sociological investigation, governance.

    INTRODUCCIÓN

    The revival of ethnographic research wi-thin sociology is undisputed […]. As ethno-

     graphy is (re) gaining a well-deserved prominence within the discipline its empi-rical focus, theoretical underpinnings, andnarrative styles are also expanding —tra-ditional forms of ethnographic inquirynow exist within more experimental ones.

    Javier Auyero y Lauren Joseph

    *Doctora en Ciencia Social con especialidaden Sociología por El Colegio de México. Investiga-dora asociada C de tiempo completo en el Institu-to de Investigaciones Sociales de la UNAM. Líneaprincipal de investigación: Estructuras y siste-mas asociativos de gobernanza, Expansión globaldel capitalismo y nuevas experiencias de articu-lación gobierno-mercado-sociedad, Participaciónciudadana en la toma de decisión pública. Correoelectrónico: [email protected]

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    26 Laura Beatriz Montes de Oca Barrera

    El objetivo de este artículo es pre-sentar una reflexión en torno al poder de la etnografía en la in- vestigación sociopolítica, enfatizandosu recientemente reconocida utilidadpara la investigación sociológica y poli-tológica. En específico, se profundizaen la aplicación epistemológica y meto-dológica de la etnografía —enfocada ypolítica— en los estudios que, desde lasociología y la ciencia política, se desa-rrollan para analizar escenarios y pro-cesos gubernamentales y de decisiónpública. En estos contextos, caracteri-zados por las relaciones de poder quelos surcan —fundamento ontológico—,la etnografía aparece como un métodoinnovador para enfocar la mirada ana-lítica en la interacción de agentes condiversos intereses (políticos, económi-cos y sociales), así como para proponerreconceptualizaciones sobre teorías y

    categorías analíticas que no lograncomprender la riqueza y complejidadde tal interacción.

    El artículo se compone de dos seccio-nes que plasman la aplicación, por unaparte, de la etnografía enfocada, y porla otra, de la etnografía política. La pri-mera concentra la discusión en torno alproceder etnográfico para analizar pro-cesos sociopolíticos contemporáneos, lo

    cual ha implicado su adaptación meto-dológica y articulación epistemológicapara otras disciplinas sociales, en par-ticular para la sociología y la ciencia po-lítica. Ahí se muestra cómo es que estemétodo ha sido adaptado al análisis so-ciopolitológico mediante la etnografíaenfocada, para lo cual se enfoca la mira-da en los cambios y las permanencias,específicamente sobre dos aspectos cen-

    trales en el proceder etnográfico: la cons-trucción social y teórica del campo( field), así como la producción de textos

    etnográficos. En la segunda parte se ex-pone la forma en que se ha aplicado esteproceder en la investigación propia, ana-lizando dos tipos de escenarios de gober-nanza; es decir, aquellos donde confluyenagentes del Estado, el mercado y la so-ciedad en procesos gubernamentales ydecisorios. Ahí se reflexiona sobre elpoder de la etnografía política como unmétodo útil para mejorar la concep-tualización sociológica o politológica.En esta parte se distinguen dos tiposde escenarios, ambos marcados por elconflicto, pero uno caracterizado porla confrontación y otro por la interlo-cución. Con esta distinción, se presentacómo estos escenarios constituyen aque-llos campos de relación en los que (inter)actúan —a través del conflicto, la nego-

    ciación y colaboración— activistas socia-les, funcionarios e industriales, a la vezque se proponen algunas pistas para lareconfiguración teórica que los analiza.

    DE LA ETNOGRAFÍA ANTROPOLÓGICA TRADICIONAL A LA ETNOGRAFÍA ENFOCADA O SOCIOLÓGICA 

    Un trabajo etnográfico riguroso exige, sindudas, tratar con la totalidad de los aspec-tos sociales, culturales y psicológicos de lacomunidad, pues hasta tal punto están en-trelazados que es imposible comprenderuno de ellos sin tener consideración de to-dos los demás.

    Bronislaw Malinowski

    El método propuesto por Malinowskidejó impresa una huella duradera en

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    27Entre activistas, funcionarios e industriales. Aplicación de la etnografía…

    el proceder de la antropología, a ungrado tal que, incluso, podemos hablarde un “paradigma malinowskiano”

    (Marcus, 2009). Esto no implica, porsupuesto, que el proceder etnográficoen antropología no se haya transfor-mado posteriormente, adaptándose alos nuevos contextos sociales, políticosy económicos. Lo que sí implica es quela propuesta de Malinowski configuróun medio para “definir lo que debe es-tudiarse, las preguntas que es necesa-rio responder, cómo deben preguntarsey qué reglas es preciso seguir para in-terpretar las respuestas obtenidas”(Ritzer, 2002: 612).1 En otras palabras,el paradigma Malinowskiano definióla forma en que se concibe la realidadanalizada —supuesto ontológico—, asícomo la forma de conocerla —supuestometodológico— y, a partir de ello, cons-truir conocimiento —supuesto episte-

    mológico— (Denzin y Lincoln, 2012; véase también Sautu et al., 2005).Entonces, más allá de las etiquetas

    que pongamos, es indiscutible que el an-tropólogo polaco marcó la consolidaciónmetodológica y epistemológica de la an-tropología (o etnología), en general, y dela etnografía, en particular. Para Ma-linowski (1975 [1922]: 14) —como seaprecia en el epígrafe anterior— el tra-

    bajo etnográfico exigía abarcar la tota-lidad de los aspectos sociales, culturalesy psicológicos de la comunidad. Estaperspectiva, llamada integral u holís-tica, marcó la metodología de la disci-plina. Para captar lo que el padre de la

    1 Esta es la definición que Ritzer proponepara hablar de paradigma (véase también Va-lles, 1999).

    etnografía distinguía como “el sentidode vida tribal” o “el espíritu de los indí-genas” (ibidem: 23), era preciso “inter-

    narse de manera permanente ymediante estadías prolongadas” en lascomunidades nativas para alcanzaruna comunicación en su lengua, hastaque el observador fuera visto como“una molestia o un mal necesario” (ibi-dem: 25). Sólo así —en palabras del au-tor— se podría tener un “auténticocontacto” que permitiría “agotar lo másposible la totalidad” (ibidem: 31), ade-más de obligarse a estar con los indíge-nas para lograr familiarizarse con suscostumbres y creencias; ello a fin decomprender los “imponderables de la

     vida real”, es decir, lo que los sujetosrealmente hacen en su cotidianidad(ibidem: 36).

    Este proceder estaba vinculado a losobjetivos que le dieron vida a la propia

     Antropología. Es decir, aquel interés porcomprender lo acontecido en las socie-dades no-occidentales, denominadas“primitivas”, “simples” o “tribales”. Em-pero, ante la imbricación planetaria,producto de la globalización —en parti-cular, con el incremento en el flujo mun-dial de personas e información, ocurridodesde la última década del siglo XX —, lafrontera entre lo propio y lo extraño se

    tornó más permeable. Fue entoncescuando se criticó la pertinencia de unmétodo fundamentado en analizar demanera integral un todo aislado y aje-no, descontextualizado de los procesosmás amplios. Cuando el universo analí-tico de la antropología parecía desvane-cerse frente a la maleabilidad delmundo globalizado, los antropólogos co-menzaron a construir nuevos objetos de

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    estudio y nuevas miradas etnográficas.En este proceso, la etnografía comenzó aser utilizada por estudiosos de diversoscampos científicos. Dejó, como otros tan-

    tos métodos, de ser “propiedad” exclusi- va de una disciplina para entrar en elámbito integral de las ciencias sociales.

    Es así como en la actualidad, parti-cularmente desde finales del siglo pa-sado y principios de éste, podemoshablar de una “etnografía sociológica” o“enfocada” —cabe mencionar que ya ha-bía habido incursiones etnográficas enlos primeros estudios sociológicos de la

    Escuela de Chicago (de los años veintea los sesenta) sobre las subculturas ylos grupos “desviados” (Nadai y Mae-der, 2005); empero, esta mirada fue re-emplazada posteriormente por métodos“duros” frente al auge de la metodolo-gía cuantitativa. La adaptación delmétodo etnográfico a estos nuevos con-textos y a las exigencias de las otrasdisciplinas sociales es tan diversa

    como los objetos de estudio, sin embar-go, comparten un diseño metodológicobásico, el cual retoma algunos puntosdel paradigma malinowskiano y modi-

    fica otros. En los siguientes apartadosse observarán algunas de estas conti-nuidades y modificaciones. Aquí bastesólo mencionar, de manera esquemáti-ca —y, por tanto, simplificada— (cua-dro 1), la distinción entre el procedertradicional y el adaptado a la sociolo-gía, mediante una mirada enfocada(Knoblauch, 2005).

    En el cuadro 1 podemos apreciar

    las transformaciones relacionadas conlas visitas a campo; la intensidad tem-poral y de la información construida; elénfasis en las notas o en la combina-ción de notas y grabación; la miradaholística o enfocada; el estudio de so-ciedades ajenas o en la propia; ademásde la necesidad compartida de apren-der el lenguaje nativo, ya sea un idio-ma o un sociolecto. Teniendo en mente

    Cuadro 1. Etnografía tradicional y enfocada: elementos contrastantes

    Etnografía tradicional Etnografía enfocada

     Visitas largas a campo Visitas cortas a campoIntensidad temporal de la informaciónconstruida

    Intensidad de la información construida

    Énfasis en la escritura (notas) Combinación de escritura y grabación(notas y transcripción de audio y video)

    Mirada holística en todos los aspectosdel campo

    Mirada enfocada a ciertos aspectos delcampo

    Sociedades ajenas (estudio de lo extraño:strangeness)

    Sociedad propia (estudio del alter  ego;alterity)

     Aprender el idioma nativo Familiarizarse con el lenguaje particular(sociolectos: tecnicismos, argot, no verbal)

    Fuente: Elaboración propia (con base en Knoblauch, 2005: 7; Taylor y Bogdan, 1987 [1984]: 50-99).

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    estos cambios y continuidades, en lossiguientes apartados se profundiza so-bre dos aspectos centrales para el pro-

    ceder etnográfico: la construcciónsocial y teórica del campo en la inte-racción del etnógrafo con los sujetos deanálisis durante el trabajo sobre terre-no; así como la producción de textosinteligibles que logren captar la com-plejidad analizada, sin perder la aten-ción y el interés del lector.

     La construcción teórica y social del campo

     Ethnography faces a dilemma. On the onehand the attempts to overcome the notion of“field” as geographically limited area areoverdue. On the other hand these attemptsclearly show that is hard to escape from thenotions of “field” and “fieldwork”.

     Andreas Wittel

    La propuesta de George Marcus (1995)sobre una etnografía multisituadaabrió la caja de Pandora en torno a ladefinición del campo ( field) en la etno-grafía antropológica y, sobre todo, en lasociológica. De ser concebido clásica-mente por la antropología desde unaubicación espacial y sincrónica (aquí-ahora), el campo pasó a ser concebidocomo una construcción teórica (Nadai

    y Maeder, 2005 y 2009) —además deuna construcción social (Gatt, 2009;Gupta y Ferguson, 1997)— a la que se leincorporó la dimensión múltiple (de red)—Wittel, 2000— y diacrónica (de pro-ceso). Dejó de estar limitado a un esce-nario geográfico —alguna localidad—,y empezó a ser pensado como el núcleodel propio objeto de estudio. El campoes construido, empero, no sólo por la

    “imaginación sociológica” del investi-gador, sino por la interacción de éstecon los sujetos que conforman el uni-

     verso de análisis.2Desde esta óptica, aquí se proponepensar que el trabajo de campo o el tra-bajo sobre terreno ( fieldwork) no sóloimplica la estancia en algún o algunossitios geográficos, sino la construcciónde escenarios de interrelación (física osimbólica) entre diversos agentes. Enesto se toma distancia de la perspectiva“clásica” de considerar el campo como lainteracción directa con los sujetos y conla idea de “salir de la oficina” (Wood,2007: 123). La construcción del campoimplica la relación cara a cara, con y delos sujetos situados en el presente; perotambién la reconstrucción de una rela-ción pasada, a la que se tiene acceso demanera indirecta mediante historiaoral o documental; así como las redes de

    relación indirecta (virtual o simbólica)que trascienden la presencia física delos agentes, a las cuales se tiene accesotambién de manera indirecta.

     A lo anterior subyace un asunto que,por muy obvio que parezca, no puedeser ignorado. El campo se construye en

     el trabajo sobre terreno, lo cual implicala intervención del investigador. Seconstruye socialmente, en una relación

    intersubjetiva (entre el sujeto observa-dor y el observado); y se construye teóri-camente, en un juego que conjuga lascategorías emic y etic (Harris, 1975).3 

    2 Esta construcción se verá ilustrada, en lasegunda sección del texto, con la presentaciónsobre la investigación propia.

    3 Como es sabido, para Marvin Harris las ca-tegorías emic corresponden a las descripciones yexplicaciones significativas para el participante,

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    Esta intervención se puede traducir entres situaciones etnográficas: 1. En lainmersión física del investigador en

    un lugar específico (el clásico “estarahí” en un momento determinado); 2. En la inmersión simbólica del investi-gador mediante una disposición espe-cífica de significados, así como 3. En lainmersión virtual del investigador enel ciberespacio. Estas tres situacionesrefieren, a su vez, tres tipos de relaciónde los propios sujetos que conforman elobjeto de estudio: relación cara-a-cara,relación simbólica y relación virtual. Laprimera –siguiendo el paradigma mali-nowskiano– refiere a que los sujetosconviven en una misma escena (en unespacio “real” o físico); la segunda impli-ca que los sujetos se relacionan simbóli-ca e indirectamente, por ejemplo, apartir de discursos (Krauss, 2009);mientras que la tercera se establece

    entre sujetos que interactúan virtual-mente, en un mundo en línea (online),haciendo uso de las tecnologías de lainformación y comunicación (Wittel,2000). Estas inmersiones pueden se-guir los cánones tradicionales de la et-nografía antropológica (véase el cuadro1), pero también pueden apegarse alproceder de la etnografía enfocada o so-ciológica (es decir, con estancias cortas

    pero intensivas y focalizadas).En la experiencia de investigaciónpropia, como veremos en la segundaparte del artículo, la inmersión en elcampo conjugó las tres situaciones etno-gráficas en tres tipos de relación. Estaentrada no sólo fue física, también lo fue

    mientras que las etic son aquellas consideradasapropiadas para una comunidad científica.

    simbólica y virtual. Para ello, además deefectuar observación participante o di-recta (con sus respectivas entrevistas

    situacionales), también se realizaronentrevistas (semiestructuradas), inda-gación documental y observación indi-recta o en línea (on line).4 El trabajo decampo en los escenarios de gobernanzatuvo la intención de “problematizar” laforma en que los individuos y gruposconstituyen e interpretan sus interac-ciones cotidianas (Schwartzman, 1993:3). Con esta aproximación se intentócomprender los hechos, procesos y rela-ciones sociopolíticas desde la perspecti-

     va de los propios sujetos (visión emic) yde categorías teóricas preexistentes( etic); ello, con el fin de proponer nuevoselementos para entender la gobernanza.

     La descripción etnográfica: profundidad, fluidez y cristalización

     Ethnography decodes and recodes, tellingthe grounds of collective order and diversi-ty, inclusion and exclusion. It describes

     processes of innovation and structuration,and is itself part of these processes.

    James Clifford, 1986

    La década de los ochenta del siglo pa-sado marcó un parteaguas en el queha-cer de la antropología. La publicación

    4 Cabe mencionar que este proceder es loque en metodología de la investigación se cono-ce como “triangulación” de técnicas (véase, porejemplo, Valles, 1999). En esto es preciso enfati-zar que aquí se encuentra otro elemento detransformación de la etnografía tradicional: elreposicionamiento de la observación participan-te; técnica que si bien seguirá siendo central,deja de ser un fetiche metodológico (Wittel,2000; véase también Gupta y Ferguson, 1997)para ser complementada por otras.

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    de diversas críticas hacia la autoridad yrepresentación antropológicas, así comoal género etnográfico mismo, puso so-

    bre la mesa de discusión la problemá-tica de la etnografía como descripcióndensa y autorizada. Un ejemplo lo en-contramos en la publicación de Wri-ting Culture (James Clifford, 1986).

     Ahí se criticaba que el “estar ahí” deltrabajo de campo malinowskiano y ladescripción densa geertziana (véasemás adelante) le dieran autoridad a lasnarraciones etnográficas, las cualesademás buscaban captar la totalidadobservada. Aunado a ello, posterior-mente se criticó el estilo narrativo dela etnografía, en particular, y de lasdescripciones cualitativas, en general.Las preguntas que emergen de estascríticas se resumen en: ¿qué tanto es-tas narraciones eran producto más biende la imaginación del etnógrafo y, por

    tanto, constituían un relato de ficción? Y ¿cuán profundas e inteligibles podíanser tales descripciones? A continuaciónse reflexiona sobre estos puntos.

    La década anterior a la publicacióndeWriting Culture, el antropólogo esta-dounidense Clifford Geertz (1987[1973]) había planteado que la narra-ción etnográfica buscaba alejarse de las“descripciones superficiales” de otros mé-

    todos que no lograban captar las “estruc-turas significativas” de los fenómenosanalizados. Mediante una “descripcióndens” (ibidem) se proponía —a la mane-ra de una doble hermenéutica (Giddens,2001 [1976])— hacer una interpreta-ción de la interpretación. Tal descrip-ción sólo era posible si el etnógrafolograba una inmersión profunda en lacultura (Wittel, 2000). Empero, si con-

    sideramos con el mismo autor, quetodo “análisis cultural es intrínseca-mente inconcluso” (Geertz, 1987 [1973]:

    37), la descripción —por muy densa quesea— no logra —como lo pretendiera elparadigma malinowskiano— captar latotalidad. Pese a la pretensión del mé-todo etnográfico de armar, como unrompecabezas, las distintas piezas quecomponen la realidad analizada, la na-rrativa etnográfica (tradicional y con-temporánea) no puede ser sino unentendimiento, si bien amplio, siempre

     parcial (Hovland, 2009: 136).No obstante esta parcialidad, la

    descripción —producto del método et-nográfico— favorece un entendimiento

     profundo de la realidad; y vale decirque tiene poco que ver con la idea de que“las verdades etnográficas son inhe-rentemente parciales” (Clifford, 1986:7). Ya sea que se proceda —de forma

    tradicional— mediante una observa-ción participante extensiva e intensivaen un solo sitio, como con la triangula-ción de técnicas —de la etnografía so-ciológica— o siguiendo la pista depersonas, cosas y procesos —con la et-nografía multisituada— el método re-quiere ser riguroso, pero ello no implicabúsqueda de explicaciones o interpre-taciones verdaderas sino, en todo caso,

    relatos verosímiles que, a la maneradel unicornio de Rilke, se alimentan deposibilidades (Pombo, 2004: 25).5 La

    5 Esto refiere a un animal que pese a suinexistencia en la realidad (por lo que carece de

     verdad propiamente dicha), sí posee “objetivi-dad en la mente de los que [lo] piensa[n], y esaobjetividad les proporciona una apariencia derealidad, una presencialidad mental” (Pombo,2004), es decir, un carácter verosímil.

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    contribución de la descripción etnográ-fica es captar, por una parte, el detalle—microscópico— de la realidad estu-

    diada y, por la otra, conjugar las pers-pectivas emic y  etic para explicar ointerpretar las relaciones, los procesosy los fenómenos sociopolíticos y cultu-rales. Para ello es preciso contextuali-

     zar los fenómenos observados en unacomplejidad local cerrada —como lo hi-ciera el paradigma tradicional— oabierta —como lo propone la etnografíasociológica—, o bien, en una compleji-dad global —como lo plantea la inves-tigación multisituada—. En particular,aquí se propone que la combinación

     profundidad-contextualización es laque le permite al método vincular lo mi-cro con lo macro y, como se muestra enla siguiente sección, tener un potencialpara la generalización teórica —vía lacomprobación o refutación de teorías

    específicas (Nadai y Maeder, 2009). Ahora bien, como se mostró al iniciode este apartado, la crítica de losochenta también abrió la puerta paracuestionar la creación narrativa enciencias sociales. Los textos producidosdesde la metodología cualitativa, encontraste con aquellos resultantes dein vestigaciones que siguen métodoscuantitativos, no pueden ser revisa-

    dos transversalmente. Deben ser leídosa detalle. Esto lamentablemente pro- voca, incluso en los escritos más ejem-plares, varios bostezos en el lector(Richardson y St. Pierre, 2005: 959).Entonces, si los escritos cuantitativosaparecen ininteligibles para los no ex-pertos, muchas veces los textos cuali-tativos se hacen tediosos al estarplagados de descripciones tan detalla-

    das que pueden generar un “ruido” o“zumbido” anecdótico extremo e innece-sario. Quienes arguyen a favor de la

    “descripción densa” olvidan que la es-critura, si no es un don, sí es un arte. Laidea no es redactar textos plagados de“anécdotas coloridas”, sino utilizarlasde manera colorida. De ahí que, comoha expresado Paul Atkinson (2005: 2),la información empírica (de campo)debe ser analizada y no sólo presenta-da, reproducida y celebrada. Esto signi-fica, por una parte, seguir un proceso decreatividad analítica (creative analyti-cal process, véase Richardson y St. Pie-rre, op. cit.: 962) que favorezca unanarración favorecida por la riqueza dellenguaje, así como por la lógica argu-mental. El reto es —en palabras de Mi-chel de Certeau (en Clifford, 1986:3)— “narrar una cosa a fin de decirotra”. Para ello es preciso —además de

    la creatividad del investigador paraanalizar la información de campo, cui-dando la selección de las citas (el cor-

     pus inscriptionum de Malinowski,1975: 41)—, la destreza para redactarun texto con estilo claro pero no plano,sino lleno de colores y matices. Con ellose buscaría construir un relato que, pro-curando equilibrar y entretejer la des-cripción etnográfica con el análisis

    teórico de manera armónica y fluida, lo-gre —como un fenómeno de “cristaliza-ción”— reflejar las diversas dimensionesdel fenómeno, recurriendo —en la medi-da de lo posible— a los diversos génerosnarrativos: literario, científico y artístico(Richardson y St. Pierre, 2005).

    Para finalizar esta sección se puededecir que ante este reto —que se pre-senta cotidianamente sumándose a las

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    diversas ansiedades del proceso de in- vestigación— no hay un remedio certe-ro o definitivo. Frente a esto no queda

    más que aprender sobre la marcha;tanto para construir textos ágiles quetrasladen al lector a la situación etno-gráfica, como a la propia construccióndel campo en la interacción del inves-tigador y los sujetos de estudio. A con-tinuación se exponen algunos apuntessobre la investigación propia, lo cual—sin duda— muestra el reto men-cionado.

    PROCEDER ETNOGRÁFICOEN UN ESCENARIO DEGOBERNANZA: ETNOGRAFÍAPOLÍTICA Y RECONCEPTUALIZACIÓN

     A partir de lo presentado en la secciónanterior, en los siguientes apartados semuestra el camino seguido en un pro-

    ceso de investigación en el que ha inte-resado problematizar la relación entreagentes del Estado, el mercado y la so-ciedad, tanto en procesos gubernamen-tales como en episodios de decisiónpública. Esta exposición tiene dos obje-tivos. El primero es ilustrar las trans-formaciones y continuidades que haseguido la adopción y adaptación delmétodo etnográfico en un estudio so-

    ciológico, considerando la construcciónsocial y teórica del campo ( field). El se-gundo implica retomar la propuesta dela etnografía política (Auyero y Joseph,2007) para criticar categorías teóricasy, en su caso, proponer su reconceptua-lización, articulando el análisis etic conla evidencia emic.

    Para ello, se aborda, en primer lu-gar, el problema principal en la defini-

    ción sobre gobernanza —el cual remitea un desfase entre el concepto y “larealidad”— para después ilustrar el

    proceder etnográfico en la investiga-ción particular. A partir de ello, en unapartado final se delinean algunas pis-tas para la reconceptualización de estetérmino.

    Críticas al conceptode gobernanza

     […] the political ethnography undertaken

    here is designed to critically evaluate thestrengths and limitations of central socio-logical concepts such as power, legitimacy,clientelism.

    Javier Auyero y Lauren Joseph, 2007

    Si se retoma la propuesta de Auyero yJoseph al considerar la etnografía polí-tica como un medio para criticar losconceptos sociológicos —en particu-

    lar— y de las diversas disciplinas socia-les —en general— es posible encontraren este proceder metodológico una vetapara cuestionar la forma en que desdela Ciencia Política, la AdministraciónPública y la Cooperación Internacionalse define la “gobernanza”. Es decir lacoordinación que de manera armónicase establece entre agentes del Estado,el Mercado y la Sociedad para conducir

    las decisiones públicas y el proceder gu-bernamental.La genealogía de este concepto per-

    mite ubicar que desde la década de losochenta del siglo pasado se comenzó ahablar de gobernanza como una nuevaforma de relación entre gobernantes ygobernados (Mayntz, 1998). Siguiendolo que Michel Foucault anticiparacomo un proceso de “gubernamentali-

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    dad” ( governmentality) —es decir, el“arte de gobernar” un barco para lle-

     varlo a buen puerto, posible para cual-

    quiera y no sólo para “el príncipe”(Foucault, 2006 [1978]: 136)—, hablarde gobernanza implica pensar en unejercicio de gobierno en el que parti-cipan agentes públicos y privados.Normativamente, un ejercicio de go-bernanza requiere descentrar el con-trol del gobierno sobre el Estado parainvolucrar a otros agentes del mercadoy la sociedad en una relación interacti-

     va que favorece la conformación de re-des de política pública (Kooiman, 1993;Pierre, 2000; Pierre y Peters, 2000; Ma-yntz, 1998). Al respecto es importanteenfatizar que este nuevo arte de gober-nar está formalmente caracterizadopor relaciones horizontales y mediana-mente armónicas de coordinación entrelas partes, desde las cuales se busca

    una conducción conjunta de los asun-tos públicos.De manera puntual, y como mues-

    tra del énfasis de esta formulaciónconceptual —y para ilustrar lo queGiddens definiera como una “doblehermenéutica”—, a partir del año 2001el Diccionario de la lengua española incluyó el vocablo gobernanza para re-ferirse al “arte o manera de gobernar

    que se propone como objetivo el logrode un desarrollo econó