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    Pginas selectas de Rodolfo Rocker, Max Nettlau y Diego Abad de Santilln

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    PGINAS SELECTAS*Rodolfo Rocker, Max Nettlau y Diego Abad de Santilln

    NOTA EDITORIAL

    Ediciones Tierra y Libertad se complace en ofrecer a los compaeros de habla espaolaestos diferentes trabajos, recopilados en un volumen, editados hace ya cuarenta aos por elGrupo Cultural Ricardo Flores Magn. Estos escritos, que tuvieron una gran difusin cuandose editaron, sufrieron un olvido, cuyas causas no es ahora el momento de analizar, ypermanecieron almacenados un apreciable nmero de ejemplares. Esos ejemplares, reunidoslos diferentes ttulos en un solo volumen, forman como una nueva edicin de trabajos valiosos ysiempre oportunos por su contenido y por su enfoque, que responden a los cauces de losvalores eternos del anarquismo.

    Ediciones Tierra y Libertad tiene la conviccin de que esta edicin peculiarmente remozadade escritos viejos pero de significacin siempre actual, ser acogida con simpata por loslectores consuetudinarios de nuestras ediciones y por quienes se asoman apenas al panoramaideolgico del anarquismo.

    Ediciones Tierra y Libertad agradece infinitamente a Grupo Cultural Ricardo Flores Magn,personalizado actualmente en el viejo compaero Nicols T. Bernal, la oportunidad que nos habrindado de realizar esta edicin, ya que, sin su gentileza, sta no hubiera sido posible.

    Ediciones Tierra y Libertad

    LA ASOCIACIN INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES Y LASDIVERSAS TENDENCIAS DEL MOVIMIENTO OBRERO1

    DISCURSO DE RODOLFO ROCKER EN EL SEGUNDO CONGRESO DE LA A. I. T.(msterdam, marzo de 1925)

    Camaradas:

    Si se quiere comprender justamente la posicin del sindicalismo revolucionario con respecto alas otras tendencias del movimiento obrero socialista, es absolutamente necesario tener encuenta el desenvolvimiento histrico del movimiento obrero en general.

    * Ediciones del Grupo Cultural Ricardo Flores Magn, Mxico, 1925, recopiladas por Ediciones Tierra y Libertad.Digitalizacin: KCL.1 Discurso de Rodolfo Rocker en el segundo Congreso de la A. I. T. en msterdam, marzo de 1925, y resolucionesdel mismo congreso con algunas apreciaciones de Diego Abad de Santilln.

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    El moderno movimiento obrero es un fenmeno proporcionalmente nuevo, que no puedeconfundirse con los movimientos anteriores de las clases oprimidas. Es el resultado natural deaquella gran transformacin econmica de Europa que se inici ya a fines de la Edad Media, yque pudo desenvolverse plenamente tan slo despus de las grandes revoluciones en Francia yen Inglaterra. La vieja sociedad feudal cay en ruinas, y en todas partes surgieron, condesconcertadora proporcionalidad, nuevas formas de la vida social que modificaron a fondo, enpocas dcadas, todo el aspecto de la sociedad europea. Comenz aquel perodo formidable de

    la industrializacin, que se convirti en punto de partida de una nueva fase de la civilizacinhumana y actu poderosamente en todos los dominios de la vida espiritual y material.

    Por una parte, las grandes revoluciones de Europa haban quebrantado violentamente los lazoscon que la sociedad feudal haba trabajado la evolucin de las nuevas formas de produccin;por otra parte, el adelanto de las ciencias haba creado las condiciones previas para unatransformacin de la tcnica, y por las organizaciones obreras, dictada por el Parlamento inglspara impedir a los proletarios toda asociacin que se ocupara del mejoramiento econmico desu situacin.

    Ese atentado brutal al derecho de organizacin de los trabajadores provoc, entre estosltimos, una enorme irritacin, tanto ms comprensible cuanto que los obreros que se queran

    someter a las leyes eran abandonados a la explotacin ilimitada del capitalismo, sin defensaalguna. El proletariado ingls no se dobleg a la arbitrariedad de la burguesa, y como se lehaba privado del derecho de defender pblicamente su causa, las organizaciones tuvieron quevivir clandestinamente y cumplir, en esa forma, su misin. Millares de trabajadores cayeronvctimas en esa lucha. Se les arroj en las prisiones o se les envi, por va administrativa, a lascolonias penales de Australia, donde murieron y se corrompieron.

    Pero los obreros resistieron todos los peligros, y las persecuciones draconianas, practicadas porel Gobierno, hicieron ms irritada la lucha. Las luchas econmicas, dirigidas por los sindicatosclandestinos, adquirieron carcter extraordinariamente violento; en algunos casos llegaronhasta la insurreccin armada. Los trabajadores destruan las instalaciones mecnicas, ponanfuego a las fbricas, devastaban las materias primas y castigaban con la muerte a los traidores

    de sus propias filas. Es claro que la organizacin sindical clandestina tena que imponerse losms grandes sacrificios en esa lucha; pero ni aun las peores persecuciones fueron capaces dedestruir las asociaciones secretas de los trabajadores.

    Como se ha dicho, ese movimiento no ha sido inspirado de ningn modo por ideas socialistas:naci de las condiciones prcticas de la vida, como un baluarte natural contra las inauditaspretensiones y las ansias explotadoras del capitalismo. Las organizaciones de los trabajadoresde aquel perodo eran, en el sentido ms completo de la palabra, comunidades de intereses queperseguan el fin de hacer todo lo favorable que fuera posible la situacin obrera dentro de lasociedad capitalista, y como medios de accin en sus luchas debieron servirse de la huelga, elboicot, el sabotaje, etc.

    Despus que en 1825 se reconoci legalmente por el Parlamento ingls el movimiento sindical,intent Robert Owen, el precursor del socialismo ingls, inspirar los sindicatos, all por 1830-35,con un espritu socialista. La Grand National Consolidated Trades Union, que fund con otrospara ese objetivo, se conquist en poco tiempo grandes simpatas entre los trabajadores; perocay pronto, vctima de las monstruosas persecuciones del Gobierno. Parcialmente habacontribuido tambin a sellar su ruina el movimiento recin surgido de los chartistas, pues estaprimera forma del movimiento obrero poltico-parlamentario despert, en las vastas masas delproletariado, esperanzas que no poda, naturalmente, colmar.

    Mientras que en Inglaterra se desarrollaron de ese modo las primeras organizaciones delmoderno movimiento obrero, surgi en el Continente, principalmente en Francia, una gran serie

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    de escuelas socialistas y social-reformistas que aspiraban a una transformacin, mayor omenor, de las bases econmicas de la sociedad. Hombres como Fourier, Saint-Simon y susdiscpulos y algo ms tarde Leroux, Cabet, Proudhon, Vidal, Pesqueur, Blanc, etc. -junto a elloslos jacobinos socialistas, que se agrupaban en sociedades secretas en el tiempo del llamadoreinado civil, en torno a Blanqui y Barbs- tuvieron, no obstante sus diferencias tericas ytcticas, un punto como denominador comn: Haban reconocido todos que lastransformaciones puramente polticas no eran capaces de resolver los problemas sociales que

    resquebrajaban la sociedad. Por eso buscaron la solucin de esos problemas en latransformacin de las condiciones econmicas sobre una base ms o menos socialista. Algunosde ellos intentaron eso, abstenindose de toda actividad poltica; otros creyeron que alcanzaransu objetivo mejor por la aspiracin a introducir en la poltica una ideologa socialista.

    La mayor parte de esas tendencias -con excepcin de las sociedades babouvistas, que secomponan en mayora de obreros- eran integradas casi exclusivamente por elementosintelectuales y por miembros de las clases posesoras que aspiraban, por razones ideales, a laabolicin de la miseria social. Pero sus ideas hallaron al principio poca comprensin entre lasmasas. Tan slo ms tarde, cuando nacieron del seno de la clase obrera francesa las llamadasasociaciones, como primera forma del movimiento obrero del pas, hallaron difusin tambinen el proletariado las ideas de los pensadores socialistas. Fueron especialmente Louis Blanc, y

    despus Proudhon, los que tuvieron la mayor influencia en el desenvolvimiento espiritual de lasasociaciones, que por lo dems no hay que confundir, como se hace a menudo, con lasactuales cooperativas.

    Pero ese joven movimiento de la clase obrera francesa, como todos los dems grmenes delmovimiento obrero en Francia, fueron sofocados por el golpe de Estado de Luis Bonaparte; ycuando el movimiento surgi a nueva vida en 1860-70, adopt ms y ms un carcter sindicalfuertemente influenciado por las ideas socialistas.

    De los sindicatos de Inglaterra y Francia naci ms tarde la Asociacin Internacional de losTrabajadores, cuyos orgenes ideolgicos se pueden perseguir en esos pases hasta 1830-40 y1840-50. La Internacional no fue el parto de algunos cerebros ingeniosos, no naci de la idea de

    algunos elegidos, sino del seno de las masas laboriosas y se form segn sus deseos ynecesidades.

    En el mismo sentido se realiz tambin el desenvolvimiento espiritual de la Internacional. Susricas fuentes no manaban del cuarto de estudio del sabio, sino de las luchas prcticas de la vidacotidiana, de las mil experiencias de un presente combativo. Si las revoluciones de sus primeroscongresos en Ginebra (1866) y Lausanne (1867) eran muy indefinidas y moderadas, las luchasprcticas de los aos siguientes fueron la mejor escuela de los trabajadores para eldesenvolvimiento de sus ideas.

    Las resoluciones de los congresos de Bruselas (1868) y de Basilea (1869) nos muestran laInternacional en el punto culminante de su evolucin espiritual. En el congreso de Basilea

    desarroll el belga Hins el gran pensamiento de la unidad poltica de las comunas y de lareorganizacin de la sociedad por los sindicatos. De esa doble forma de organizacin de lasasociaciones obreras locales y de las federaciones generales de industria -dijo Hins- seproducir, por una parte, la administracin poltica de las comunas y, por otra, la representacingeneral de trabajo, tanto regional como nacional o internacionalmente. Los consejos de lasorganizaciones de oficio y de industria sustituirn los actuales gobiernos, y esa representacindel trabajo disolver, de una vez por todas, los viejos sistemas polticos del pasado.

    Ese nuevo y fecundo pensamiento naci de la conviccin que toda nueva forma econmica delorganismo social condiciona tambin una nueva forma de la organizacin poltica, y slo sepuede realizar dentro de ella. Por esa razn debe aspirar tambin el socialismo a una forma

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    poltica especial dentro de la cual podr entrar en la vida, y se crey haber hallado esa forma enel sistema de los consejos del trabajo (soviets). Los trabajadores de los pases latinos, dondehall la Internacional su punto principal de apoyo, desarrollaron su movimiento sobre la base delas organizaciones econmicas de lucha y de los grupos de propaganda socialista, y obraron enel sentido de las resoluciones de Basilea.

    Como reconocieron en el Estado el agente poltico y el defensor de las clases poseedoras, no

    aspiraron de ningn modo a la conquista del poder poltico, sino a la supresin del Estado y a laabolicin del poder poltico en todas sus formas, reconociendo en l con seguro instinto lacondicin previa de toda tirana y de toda explotacin. Por esa razn no pensaron en imitar a laburguesa, fundando un nuevo partido y abriendo el camino a una nueva clase de polticos deprofesin. Su objetivo era conquista de la tierra y de las fbricas, y reconocieron bien que eraese fin el que los distingua profundamente de la politiquera de la burguesa radical.

    Partiendo de la conviccin que la dominacin del hombre por el hombre haba tenido su tiempo,trataron de familiarizarse con la idea de la administracin de las cosas. Opusieron a la polticagubernamental de los partidos la poltica econmica del trabajo. Se comprendi que debeemprenderse la reorganizacin de la sociedad en sentido socialista, en los talleres y en lasfbricas, y de ese reconocimiento naci la idea de los consejos en su forma primitiva y legtima.

    La tendencia libertaria dentro de la Internacional comprendi perfectamente que el socialismono puede ser dictado por ningn Gobierno; que debe ms bien desarrollarse de abajo arriba, delseno del pueblo laborioso; que los trabajadores mismos deban tomar en sus manos laadministracin de la produccin y del consumo. Fue esa idea la que opusieron al socialismo deEstado de las diversas tendencias. Y esas disidencias internas entre el centralismo yfederalismo, esas diversas interpretaciones sobre la misin del Estado como factor de transicinal socialismo, formaron tambin el punto central de la contienda entre el ala autoritaria y el alalibertaria de la gran asociacin obrera. Marx y Bakunin fueron simplemente los representantesms distinguidos en esa lucha, que tena declarado carcter terico y lo tiene an, aun cuandoel personalismo interviene a menudo.

    Mientras la Internacional qued fiel a los principios de su organizacin federalista, florecipoderosamente y se desarroll ms y ms como el poder organizado del trabajo contra elsistema del capitalismo internacional. Ni las diversas tendencias ideolgicas en sus filaspudieron interrumpir esa evolucin, pues se comprendi que el movimiento obrero no eraninguna iglesia. Pero todo eso se modific de inmediato cuando el consejo general, bajo lainfluencia de Marx y de Engels, intent disminuir los derechos de las federaciones ycomprometer stas a participar en la accin poltico-parlamentaria. Ese ensayo de transformarla Internacional en una mquina electoral debi provocar la protesta ms viva de parte del alalibertaria, y llev naturalmente a la escisin y a la decadencia ulterior de la gran asociacin. Esefue el comienzo de aquel triste fenmeno que se repiti desde entonces continuamente en elmovimiento obrero de todos los pases; mientras que la organizacin sobre una baseeconmica ha sido siempre un elemento de unidad entre los trabajadores, se demostr la

    poltica de los llamados partidos socialistas como un factor de descomposiciones internas y deachatamiento.

    Fue una gran fatalidad el que el socialismo libertario de los pases latinos, donde ha sido msfuerte la Internacional, fuera impulsado despus de la guerra franco-prusiana, de las derrotas dela Comuna de Pars y de las insurrecciones cantonalistas espaolas (1873), por medio de lasleyes de excepcin de la reaccin victoriosa, durante largos aos, al escondrijo de unmovimiento clandestino. Durante ese perodo se desarrollaron en los dems pases,principalmente en Alemania, los llamados partidos obreros socialistas, una nueva institucin enel movimiento obrero que anudaba sus aspiraciones a las tradiciones de los comunistas deEstado franceses y de los chartistas. Al conformar ms y ms esos nuevos partidos su actividad

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    a la accin parlamentaria de la clase obrera y al ver en la conquista del poder poltico la primeracondicin para la realizacin del socialismo, crearon paulatinamente una ideologa, fundamentalmente distinta de la ideologa socialista que perseguan los trabajadores de la primeraInternacional. El parlamentarismo, que asumi en los partidos obreros rpidamente unaposicin dominante, sedujo una cantidad de elementos pequeo-burgueses y de intelectualesansiosos de hacer carrera en el campo de los partidos socialistas, lo cual ayud a acelerar eseproceso ms an.

    As apareci, en lugar del socialismo de la vieja Internacional, una especie de productosucedneo del socialismo, que no tena de comn con ste ms que el nombre. Los modernospartidos obreros y los sindicatos que cayeron bajo su proteccin espiritual se desarrollaron msy ms como partes integrantes de sus respectivos Estados nacionales. El socialismo perdipara sus jefes gradualmente el carcter de un ideal de cultura llamado a disolver la sociedadcapitalista, y que por consiguiente no poda detenerse en las fronteras de los diversos Estados.Se confundi cada vez ms en ellos el inters del Estado nacional con el inters del partido,hasta que al fin no fueron capaces de trazar una demarcacin determinada, lo que se hizonotorio sobre todo en el tiempo de la guerra mundial. No poda menos de suceder, pues, quelos llamados partidos obreros se integraran poco a poco como un elemento necesario delEstado nacional, lo mismo que cualquiera otra institucin destinada a la conservacin y

    fortalecimiento del mismo.

    Del reconocimiento de esos hechos surgi hacia 1895 el moderno movimiento sindicalista, queen el fondo no era ms que una continuacin natural de aquella gran corriente de la viejaInternacional que se expres en su ala libertaria. El sindicalismo revolucionario es laencarnacin de aquella tendencia en el moderno movimiento obrero que aspira a unaasociacin econmica de todos los que trabajan para libertarlos por la va de las accionesdirectas y revolucionarias del yugo capitalismo, y de las instituciones estables, y prepararlospara la reorganizacin de la sociedad sobre la base del socialismo libertario o anarquista. Enoposicin a los partidos obreros de los diversos pases, el sindicalismo no quiere agrupar lostrabajadores en determinados partidos polticos; sus aspiraciones se dirigen ms bien a laasociacin de los trabajadores en su cualidad de productores y a hacerles comprender que toda

    la existencia de la sociedad depende de su actividad productiva.

    Es, pues, la asociacin econmica de los trabajadores la que desean los sindicalistas y en lacual ven la condicin esencial para la liberacin de las clases proletarias. Para los sindicalistasel sentido de la organizacin no es ningn concepto inanimado, sino un fenmeno condicionadopor las conexiones internas de la vida social, que tiene su origen en las incontables y variadasnecesidades de los hombres. La misin de la organizacin slo puede ser cumplida si losintereses actuales, y las manifestaciones de la voluntad de sus miembros estn firmementearraigadas y orgnicamente confundidas en ella. Slo desde ese punto de vista tiene tambinsentido y significacin el problema, tan debatido hoy, de la organizacin unitaria. En oposicin alos partidos polticos obreros los sindicalistas ven en la organizacin econmica la base naturaly verdadera de la unidad proletaria. Partido es siempre fragmento de un todo que quiere

    imponer desde fuera al todo sus fines particulares. La unidad interna de la clase obrera nosignifica, pues, un amontonamiento arbitrario de elementos que se repelen bajo la fuerza de unamuerta disciplina; debe ms bien nacer de las necesidades totales de los intereses yaspiraciones comunes y hallar en ella su base natural. Lo decisivo no es una organizacin, sinola comunidad de intereses y aspiraciones. Slo en las organizaciones econmicas delproletariado es posible tal unidad, porque en ellas los trabajadores estn ligados directamente asu obra y son personalmente detentadores, combatientes y defensores de sus intereses,mientras que en la llamada poltica son nicamente figuras externas para la codicia de lospartidos e instrumentos para determinados intereses particulares que se les presentanfalsamente como propios.

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    El sindicalismo revolucionario es un movimiento de clase, y est, como tal, en el terreno de lalucha de clases revolucionarias y de la accin directa. Su misin es doble: por una parte aspiraa mejorar todo lo posible la situacin de los trabajadores dentro del orden social capitalista y aproteger el trabajo contra los golpes de los explotadores y del Estado, mediante el empleo delos medios revolucionarios de lucha, como la huelga, el boicot, el sabotaje, etc. Por otra parteconsidera como su tarea ms elevada abrir el camino hacia un nuevo orden social de cosas yentrar prcticamente en la ruta que llevar a poner en manos del pueblo laborioso la

    administracin de toda la vida social y econmica. Esa misin es la que da su sello especial alsindicalismo revolucionario y la que revela su significacin histrica para el futuro. Pues slo enlas organizaciones econmicas, inspiradas por el espritu revolucionario, puede prepararse lareorganizacin de la sociedad y adoptar una estructura firme en un momento dado. Escomunidad de intereses y de ideas al mismo tiempo y rechaza profundamente todo dualismo enel movimiento obrero que aspira a revestir las aspiraciones espirituales de los trabajadores y ladefensa de sus intereses econmicos y sociales en formas de organizaciones especiales.

    Si el sindicalismo revolucionario aprovecha toda posibilidad de satisfacer las necesidadesmomentneas de los trabajadores y aspira siempre a las acciones directas para conseguir unmejoramiento de sus condiciones econmicas, o determinadas ventajas en el dominio poltico ysocial, acontece eso en la suposicin de que mediante tales concesiones se producen para los

    trabajadores ciertos beneficios momentneos, no obstante no modificarse en nada su condicinde esclavos del salario. Por tal motivo esas luchas cotidianas deben ser dirigidas siempreindicando el gran objetivo del movimiento y ser consideradas por decirlo as como escaramuzasde vanguardia para su liberacin definitiva, que se conseguir slo en lucha contra elcapitalismo y la autoridad del Estado. Es esa actitud la que distingue radicalmente elsindicalismo de todas las tendencias reformistas, tanto por sus fines como por sus mtodos.

    Pero las luchas continuas por la conquista del pan cotidiano y el mejoramiento de la situacingeneral de la vida, tienen, adems, otra significacin que les presta un alto valor tico. Son lamejor escuela educativa para los trabajadores, para el empleo y el profundizamiento de sussentimientos sociales y de sus iniciativas personales en los cuadros de la ayuda recproca y dela cooperacin solidaria. As se convierte el sindicato en un lugar de educacin para la continua

    evolucin de las capacidades intelectuales y morales del proletariado y en un campo de accinpara el desenvolvimiento de sus mejores cualidades sociales e individuales. La organizacineconmica de lucha se transforma para l de ese modo en palanca de sus luchas constantescontra los poderes de la explotacin y de la opresin, y al mismo tiempo en el puente para llegardel infierno del sistema estatal capitalista al reino del socialismo y de la libertad.

    Por la ideologa de los sindicalistas revolucionarios es fcil deducir la actitud de la A. I. T. frentea las otras tendencias del movimiento obrero. Es indudable que las federaciones nacionales queintegran la A. I. T. representan una tendencia especial en el movimiento obrero, tanto por lo quese refiere a la finalidad como por lo que se refiere a los mtodos con los cuales aspiran arealizar esa finalidad. Estamos convencidos que la liberacin de la clase obrera nicamentepuede realizarse por los medios que nosotros propagamos constantemente entre las masas y

    por eso debemos tener en cuenta siempre la independencia orgnica de la A. I. T. en todas lascircunstancias, si no queremos destruir de otro modo, con las propias manos, la obra quehemos creado.

    En verdad, consideramos a los trabajadores asociados en otros campos del movimiento obrerointernacional, no como enemigos; son nuestros hermanos de clase y nuestros compaeros dedolor que sufren bajo la misma presin que nosotros, y todos nosotros tenemos inters enganarlos para nuestras ideas. Nuestra actitud frente a esos trabajadores est siempre inspiradapor los sentimientos de la solidaridad de clase, y debemos tender siempre a despertar en ellosla seguridad de que en todas las grandes luchas que les imponen el capitalismo y el Estado

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    pueden contar con nosotros. En una palabra: nos sentimos ligados a los trabajadores de todaslas tendencias y partidos dentro del movimiento socialista general, por el lazo de clase.

    Pero nuestra actitud es diversa frente a las organizaciones a que esos trabajadores pertenecen.Aqu se trata de confirmaciones espirituales y de premisas tcticas radicalmente distintas, queno slo criticamos, sino que a menudo debemos combatir, porque las experiencias de largosaos y la ms ntima conviccin nos sealan que esas aspiraciones son un obstculo directo

    para la emancipacin de la clase obrera.

    Por tanto, nuestra actitud frente a los modernos partidos obreros es clara. Ya nuestrosprecursores del tiempo de la primera Internacional han predicho a los portavoces de la accinparlamentaria que su tctica llevara necesariamente a un completo abandono de los principiossociales y al aburguesamiento de todo el movimiento. Hoy vemos en toda la lnea que esostemores no carecan de fundamento. Las mismas gentes que entraron en liza para conquistar elpoder poltico tienen este nico resultado que sealar: que su poltica ha conquistado susocialismo desde hace mucho tiempo. Los llamados partidos obreros comienzan en su juventuda considerar el parlamentarismo como medio de agitacin, y la mayora de ellos, especialmenteen Alemania, incluso rechazaron radicalmente toda colaboracin positiva en el Parlamento.Pero del parlamentarismo negativo surgi por s misma, ms tarde, la colaboracin positiva en

    la legislacin, y despus de haber llegado hasta all, todo lo dems se produce con fatalconsecuencia.

    En revisionismo que se pronunci primeramente por la participacin de los socialistas en losgobiernos burgueses fue al principio fuertemente combatido, y el congreso socialistainternacional de Pars en 1900 aprob aquella famosa resolucin de Kautsky, en la que sedeclaraba que la social democracia no puede aspirar a una participacin en el gobierno dentrode la sociedad burguesa. Desde entonces el cuadro se ha modificado completamente. Elrevisionismo venci en toda la lnea y los partidos socialistas obreros de todos los pases estnhoy fuertemente tan confundidos con las instituciones de los Estados nacionales burgueses,que no se puede menos de tomarlos por elementos integrantes de los mismos y dejarlos fuerade nuestra consideracin como factores favorables a las aspiraciones de una emancipacin

    internacional de los trabajadores de las cadenas del salariado y del Estado de clases.

    Tambin se ha modificado absolutamente la concepcin del Estado de esos partidos. Si lamayora de ellos defendi el viejo punto de vista marxista de que con la desaparicin de lasclases debe languidecer tambin lentamente el Estado, hoy los ms famosos tericos de lasocial democracia alemana son de opinin que el Estado fortificar en el futuro ms an susdominacin sobre los ms diversos dominios de la vida social, y que las premisas de Marx yEngels en ese sentido han sido completamente falsas.

    Es claro y comprensible que la A. I. T. no tiene nada que ver con esas tendencias. Se trata aqude corrientes diametralmente opuestas a su actitud, tanto terica como tctica. Tambin esnatural que una accin comn de tendencias diversas, de las cuales unas limitan su actividad

    casi exclusivamente a la accin parlamentaria, y la otra asegura sin cesar a los trabajadoresque slo alcanzarn sus fines por la va de la accin directa, es imposible. No rechazamos laaccin poltica, pues toda gran lucha econmica, toda propaganda antimilitarista o antiestatista,son en s y por s de naturaleza poltica; pero rechazamos aquella accin poltica que seexpresa en la actividad parlamentaria porque vemos en ella una desviacin de los trabajadores.

    Pero con respecto a los partidos comunistas y a sus diversas sucursales en Europa y Amricanuestra actitud no puede ser otra. Tiene todas las fallas y los defectos del partidismo centralistay es autoritario hasta la medula. En realidad los partidos comunistas de los diversos pases sonsimples rganos de la poltica exterior de la comisariocracia rusa, fundada sobre los mismosprincipios de mando que cualquier otro despotismo de clase. Para la liberacin de los

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    trabajadores del yugo del salariado y de la tutela estatista, los partidos comunistas entran tanpoco en consideracin como los partidos socialdemcratas, de los cuales, por lo dems, no sedistinguen tericamente. Si los ltimos son vlvulas de seguridad para las clases poseedoras,los partidos comunistas slo son instrumentos de presin para las artes gubernativas del Estadobolchevista. A eso se aade que los partidos comunistas, por su mtodo jesutico de laformacin de ncleos dentro de otras organizaciones a fin de destruirlas, se han convertido enun peligro especial. Fue ese hecho el que llev a los anarquistas sindicalistas de Alemania, en

    su congreso de Dusseldorf, a aprobar la resolucin, segn la cual los miembros de un partidopoltico no pueden ser miembros de su organizacin. Claro est, no es mi intencin querervalorizar internacionalmente esa resolucin; eso corresponde a las organizaciones de losdiversos pases. Me basta sealar aqu una vez ms un peligro que existe aun para nuestrasorganizaciones y que no debe pasarse por alto.

    Por lo que se refiere a las dos Internacionales sindicales, la de msterdam y la de Mosc,podra repetir aqu lo mismo que he dicho ya con respecto a los llamados partidos obreros. LaInternacional amsterdamiana es el smbolo del ms acabado reformismo en el terreno poltico ysindical. Aunque sus organizaciones nacionales representan corporaciones orgnicamenteindependientes, estn por completo bajo la influencia espiritual de los partidos obrerosreformistas, con los cuales colaboran casi en todas partes ntimamente. Ese estado de cosas no

    slo condiciona su actitud posibilita frente a todas las aspiraciones del porvenir: es tambindecisiva para sus mtodos, que se han reducido ms y ms a un continuo negociar, con lamayor exclusin posible de todas las grandes luchas. De ese modo no slo es quebrantadosistemticamente el valor combativo de los trabajadores, sino que todas las luchas inofensivas,postergando as a un lejano futuro la emancipacin de los trabajadores.

    Pero la llamada Internacional Sindical Roja no es nada ms que una sucursal del partidocomunista. Sus principios y sus estatutos son tan inconciliables para el sindicalismorevolucionario y antiautoritario como los principios de msterdam. Despus de haber fracasadodefinitivamente la I. S. R. en la captacin de las organizaciones del sindicalismo revolucionario,para los fines de los partidos comunistas, se aspira ahora en Mosc a realizar una fusin con

    msterdam, que tarde o temprano ser un hecho. El seor Losowsky ha olvidado hoy que hace

    muy pocos aos calificaba a la Internacional amsterdamiana de institucin peor que laorganizacin Orgesch de los fascistas alemanes, y buena hoy con todo celo la adhesin amsterdam. Y esto es natural, pues las aspiraciones socialistas-estatistas de ambastendencias, que en realidad slo pueden calificarse de capitalistas-estatistas, son las mismas,aunque la fraseologa de ambas es por ahora un tanto diferente todava.

    Tambin frente a esas tendencias representa la A. I. T. un principio determinado y undeterminado mtodo, que manifiestan simultneamente la divergencia interna entre nuestraInternacional y las Internacionales de msterdam y Mosc. De una parte el socialismo; de otrael capitalismo de Estado. De una parte organizacin de abajo arriba sobre la base delfederalismo y del libre acuerdo; de otra la tutela dictatorial de las masas por una ciertaoligarqua de jefes sobre la base del centralismo. De una parte libertad; de otra autoridad. Y de

    esa diversidad de principios resulta la diversidad de mtodos, que estn ntimamente ligados alos primeros.

    Por esa razn no debemos dejarnos engaar por el gritero histrico, especialmente de losmoscovitas, que slo persigue el propsito de encubrir la ruta hacia Damasco de la I. S. R. Launidad a todo precio no es ms que un sofisma ordinario, sin sentido ni contenido. Hay unaunidad que resulta por s misma de la comunidad de los intereses, de la conformacin espiritualy de las aspiraciones generales. En ese caso la unidad significa fortificacin y desenvolvimientode las ideas. Pero hay tambin una unidad ficticia que quiere obtener el acoplamiento deelementos que se rechazan, valindose de una ciega y mecnica disciplina. En ese caso launidad significa debilidad y muerte de todo desenvolvimiento espiritual.

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    No somos sectarios. Sabemos que no se puede poner todo a un mismo tono en una mismaorganizacin y menos an en una asociacin internacional de diversas organizacionescentrales. Al contrario, hasta somos de opinin que pueden ser de gran utilidad diversasopiniones sobre ciertos asuntos dentro de la misma organizacin, pues con ello se fomenta laevolucin espiritual y se excita la independencia del juicio. El mismo fenmeno se advierte en la

    A. I. T. Pero a pesar de ciertas diferencias entre nosotros, que en gran parte son dadas por lascondiciones de la evolucin del movimiento en los diversos pases, hay lneas generales

    determinadas sobre las que estamos de acuerdo y que anudan entre nosotros el lazo de launidad orgnica. Querer destruir tal unidad en mrito a pequeas divergencias de importanciasecundaria, no slo sera una locura, sino un crimen directo contra la causa que defendemos.

    Pero es igualmente pernicioso el querer forzar, por razones puramente oportunistas, una unidadorgnica entre diversas tendencias que no pueden asociarse ni por sus principios ni por susmtodos. En tales casos se trata siempre de una especie de oposicin espiritual que nobeneficiar nunca un movimiento.

    Cuando Fernand Pelloutier defendi en su tiempo la unidad sindical de los trabajadores frente alos partidos polticos, defenda un pensamiento fecundo y grande, del que pudo surgir tan sloel sindicalismo revolucionario. Pero cuando nuestros camaradas de Francia se han hecho un

    dogma de aquel pensamiento y creen todava que se puede obtener una unidad entreelementos que de ningn modo pueden unificarse, se convierten en vctimas de una tradicinque no fomentar el sindicalismo revolucionario, sino que lo destruir inevitablemente. Honra anuestros compaeros la buena voluntad, pero la experiencia nos ha sealado que sus ensayosmorbosos en pro de una unidad que en realidad no es tal y slo paralizara por ladesmenuzacin interna la fuerza combativa de todo el movimiento, slo han debilitado elsindicalismo revolucionario en su pas. Una actitud clara y decidida no slo habra podido creara la A. I. T. una base en Francia y asociar a los camaradas con los sindicalistas revolucionariosde todos los pases, sino que habra podido obstaculizar o debilitar el triunfo de la Internacionalcomunista sobre la C. G. T. U.

    Si se toman en consideracin todas esas cosas, es claro que la A. I. T. debe conservar bajo

    todas las circunstancias su independencia frente a todas las dems tendencias del movimientoobrero, si no quiere abandonar su finalidad y la gran herencia de ala antiautoritaria de la primeraInternacional, cuyo nombre lleva. Ciertamente hay para nosotros momentos en que una marchacomn con otras tendencias es necesaria y puede estar condicionada por la situacin; perohasta en tales momentos es el ms alto imperativo la conservacin de la independenciaorgnica de la A. I. T.

    Segn mi opinin, una cooperacin estrecha y saludable con otros grupos ideolgicosantiautoritarios, en tanto que reconocen la necesidad de la organizacin sindical y ayudan afomentar la finalidad de la A. I. T., no slo es posible, sino que es tambin altamente deseable.Sera estpido querer colocar esas agrupaciones al mismo nivel de los partidos polticos. EnEspaa, por ejemplo, hemos visto que desde el tiempo de la primera Internacional ha tenido

    lugar una cooperacin armnica entre los camaradas anarquistas y el movimiento en general, ysera muy lamentable que se perturbara jams esa situacin all. El anarquismo ha inspirado enEspaa los sindicatos y les ha dado objetivo y direccin, y por otra parte, el movimiento sindicalha preservado a los anarquistas de la prdida del contacto con el movimiento obrero y susluchas cotidianas. Lo mismo ha sucedido en otros pases, especialmente en Amrica del Sur.La misma medida podramos aplicar a las organizaciones antimilitaristas y a los gruposculturales afines a nuestras ideas. Naturalmente en tales circunstancias deben ser tenidas encuenta las condiciones de los diversos pases y ser examinadas por los compaeros mismos.

    Pero hay tambin posibilidades en que no se trata nicamente de cooperacin con tendenciasespiritualmente afines, sino que tal cooperacin es condicionada con otras tendencias del

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    movimiento obrero, aun cuando sus aspiraciones se oponen a las nuestras. Tales casos sondeterminados por los acontecimientos repentinos de naturaleza social y poltica de un modoespontneo. Me recuerdo, por ejemplo, del putsch de Kapp en Alemania. Estaba claro que enese ensayo de restablecimiento de la monarqua y del viejo rgimen deban entrar en accintodas las tendencias del movimiento obrero alemn. Querer permanecer neutral en un casocomo ese no slo sera echar el agua al molino de la reaccin, sino un suicidio directo delpropio movimiento.

    Pero cualesquiera que sean las medidas y las alianzas a que nos impulsen las circunstancias,no debemos nunca perder de vista la independencia de nuestras organizaciones nacionales yen particular de la A. I. T., si queremos facilitar la victoria a nuestro movimiento y al socialismolibertario.

    Slo en ese sentido podr florecer y prosperar la A. I. T. y cumplir la gran misin que se haimpuesto.

    EL SEGUNDO CONGRESO DE LA A. I. T.

    Diego Abad de Santilln

    Desde el 21 al 27 de marzo sesion en msterdam el segundo congreso de la AsociacinInternacional de los Trabajadores; no hubo ningn aparato demostrativo, pero en un perodo dereaccin mundial como el presente ha sido reconfortante el encuentro de delegados de 12pases que convinieron unnimemente en mantener en alto la bandera de los principioslibertarios. He aqu la nmina de las organizaciones que acudieron al segundo congreso de la

    A. I. T.:

    Alemania: Freie Arbeiter Union Deutschlands;

    Alemania: Allgemeine Arbeiter Union;

    Argentina: Federacon Obrera Regional Argentina;

    Brasil: Federaao Operaira do Rio Grande do Sul;

    Espaa: Confederacin Nacional de Trabajadores;

    Holanda: Nederlandsch Syndikalistisch Vakverbond;

    Italia: Unione Sindicale Italiana;

    Mxico: Confederacin General de Trabajadores;

    Noruega: Nork Syndikalistisk Federation;

    Dinamarca: Revolutionert Arbeijdsforbund;

    Portugal: Confederaao Geral do Trabalho;

    Suecia: Sveriges Arbetaren Central Organisation;

    Uruguay: Federacin Obrera Regional Uruguaya.

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    Adems de estas organizaciones obreras hubo representaciones de peridicos y gruposlibertarios de Alemania, de Estados Unidos, de Per, etc.

    En total no tiene la A. I. T. actualmente un milln de obreros organizados, pero puede, encambio, considerarse como la nica Internacional revolucionaria y la nica Internacional vctimade la reaccin mundial, desde la de los pases monrquicos hasta la de los bolchevistas. Fue,en efecto, la situacin crtica que vivimos la que obstaculiz la venida de un mayor nmero de

    delegaciones, entre ellas la de los camaradas japoneses. Si furamos a hacer una estadsticade los efectos de la reaccin en las filas de los adherentes y de los simpatizadores de la A. I.T., veramos hasta qu punto nuestra Internacional est sola en la lucha por un mundo mejor.Tal vez esa constatacin la llev a definir con una claridad meridiana su actitud futura conrespecto a las otras corrientes del movimiento obrero. Merece la pena transcribir estaresolucin:

    1. Considerando que la organizacin sindical antiautoritaria revolucionaria representa la unidadnatural con cuya ayuda pueden los trabajadores obtener mejoramientos de naturalezaeconmica, dentro de la sociedad actual y desarrollar una fuerza revolucionaria capaz de

    preparar las condiciones para la revolucin social.

    2. Que las organizaciones sindicales antiautoritarias representan al mismo tiempo las basesnaturales que entran en lnea de consideracin para la reorganizacin de la vida econmicay social sobre el fundamente del socialismo libertario, el congreso declara que la fundacinsistemtica de esas organizaciones es la misin principal y la ms necesaria del

    proletariado.

    3. Los partidos polticos y las tendencias a ellos ligadas, no importa el nombre que lleven, noestn en situacin ni de obtener mejoramientos econmicos para el proletariado, dentro dela sociedad actual, ni pueden ser tenidos en cuenta para la realizacin prctica delsocialismo, pues su campo de accin es diverso y slo se expresa en la conquista del poder

    poltico.

    4. En consideracin al hecho de que junto con el monopolio de la posesin debe desaparecertambin el monopolio de la dominacin, y de que, en consecuencia, el objetivo principal dela clase obrera no debe ser conquista del poder poltico, sino la supresin en la vida de lasociedad de todo organismo de poder, la independencia de las organizaciones sindicalesrevolucionarias es la primera condicin para la consecucin de esos fines.

    5. El congreso es de opinin que toda tutela de los sindicatos obreros tiene que alejarlos de suverdadera misin y que por este motivo una coalicin duradera entre los sindicatos obreros ylas organizaciones polticas partidistas debe ser rechazada en todas las formas.

    6. El congreso repudia la concepcin falsa que coloca al mismo nivel de los partidos cuyoobjetivo es el poder poltico, con los grupos ideolgicos antiautoritarios que actan en el

    sentido de la transformacin social.7. En consideracin a esta situacin, llena de peligros para la clase obrera de todos los pases,

    el segundo congreso de la A. I. T. defiende la opinin de que el deber de los sindicalistasrevolucionarias es:

    Continuar ms enrgicos que nunca el trabajo en pro de las organizaciones sindicalesantitautoritarias, sobre el fundamento de los principios establecidos en los estatutos de la A.I. T.;

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    No participar en ninguna comedia unificadora emprendida por aquellos que quieren sofocarel movimiento obrero y transformarlo en botn de algn partido poltico;

    Hacer de la A. I. T. el punto de reunin de todas las fuerzas sindicales revolucionariasantiestatistas.

    8. El congreso tiene la conviccin de que en ciertos momentos una coincidencia de accin de

    los sindicatos con otras tendencias para la consecucin de determinados fines prcticospuede establecerse, pero que tal coincidencia de accin no puede abandonar nunca laindependencia de los sindicatos ni existir por largo tiempo, y que en ningn caso debe sermisin de los sindicatos el ayudar a determinados partidos polticos a la consecucin del

    poder.

    Si se examinara atentamente esta resolucin se constatara que adems de la firme intencinde obrar con las propias fuerzas y de acuerdo a las propias posibilidades, se expresan ideasque contradicen la tesis del sindicalismo clsico y que reconocen la concepcin anrquica delmovimiento obrero en el sentido de la Internacional antiautoritaria fundada en Saint-Imier. Yesto ltimo se comprueba por el hecho de haber decidido el congreso emplear oficialmente laspalabras organizacin sindical antiautoritaria en lugar de organizacin sindicalista, porque la

    mayora de las organizaciones de la A. I. T., fundamentadas sobre una base sindical, no sonsindicalistas en el sentido que se le da comnmente a esa palabra en los pases latinos, dondeel sindicalismo es una doctrina reformista.

    Un punto en el que se lleg al ms absoluto acuerdo, sin discusin alguna, desde la FORAanarquista hasta el NSV de Holanda, todava un poco sindicalista, fue el referente a lanecesidad de tomar parte en las luchas cotidianas por mejores condiciones polticas, sociales yeconmicas de vida. Y ese punto, en donde no rein la menor sombra de desacuerdo, esfundamentalismo para el porvenir revolucionario; la sociedad futura no cae del cielo hecha yderecha; hay que formarla en la contienda de todos los das, con los hombres que viven enrealidad y que estn sujetos a sus imperativos. Todos los delegados al congreso de msterdamhan reconocido que esos cuadros que muchos anarquistas se complacen en trazar sobre un

    porvenir de libertad, de igualdad y de fraternidad, son fantasas ms o menos innocuas quepueden distraer una lite de concurrentes al caf o de poetas encerrados en torres de marfil;pero no significan nada cuando se trata de defender una libertad o un bienestar conquistado acosta de infinitos esfuerzos, o cuando se trata de hacer conquistas nuevas. El radicalismo quese suele manifestar en muchos anarquistas y en muchos revolucionarios de ltima hora,consistente en el repudio de todo lo que signifique elevar un poco la situacin moral y materialdel presente, ha sido debidamente anatematizado por la A. I. T. Y fue la delegacin de la FORAla que insisti precisamente en ese punto, y en nombre de sus convicciones anarquistas,proponiendo una campaa internacional por la conquista de las seis horas de trabajo. No, nonos distinguimos de los reformistas porque ellos quieren los mejoramientos econmicos ypolticos actuales y nosotros no, sino que nos distinguimos de ellos por la forma de querer y derealizar estos mejoramientos. En tanto que para nosotros las luchas cotidianas tiene un valor

    revolucionario, en manos de los reformistas esas luchas sirven para desviar al proletariado delideal de la revolucin.

    Ciertamente dada la situacin que atravesamos, no poda esperarse gran cosa del congreso,pero al menos se ha constatado una magnfica claridad de fines en el movimiento afn, y en estahora en que no todos saben lo que quieren, la A. I. T. marca una tendencia definida hacia laabolicin del principio de autoridad y prestigia los medios y las rutas ms apropiadas para llegara ese fin. Estudien los amigos de la revolucin de resultados del congreso de msterdam yvern que si realmente quieren la transformacin social y el establecimiento de una nuevasociedad de libres y de iguales, su puesto est en la A. I. T.

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    El congreso discuti ampliamente la cuestin de la reaccin internacional, llegando aconclusiones dignas de leerse en estos momentos de confusin y de exceso de filsofos quemanipulan la piedra filosofal de los magnos descubrimientos en el arte de la revolucin.

    He aqu la resolucin adoptada:

    El congreso considera la libertad elemental de la prensa, de la palabra y de la asociacin, para

    las luchas de los trabajadores, como indispensable.

    Esas libertades son el resultado de pasadas revoluciones, y de defensa o la reconquista de lasmismas dependen siempre de la fuerza de resistencia que puede ejercer el proletariadoorganizado. Son una preciosa herencia que debe ser agrandada constantemente y que no

    puede nunca ser confiada a la gracia de algn gobierno.

    El congreso es de opinin que los sindicatos revolucionarios y antiautoritarios agrupados en laA. I. T. se han puesto por s mismos al margen del peligro de los compromisos con otrospartidos y organizaciones que aspiran al poder, aun cuando se crucen en su camino con otrasfuerzas polticas en la lucha contra la dictadura burguesa o militarista. En la lucha contra ladictadura burguesa bolchevista, el congreso declara que toda convivencia, aunque sea

    pasajera, con algn elemento u organizacin estatal, es imposible.

    Esa posible coincidencia no debe mecer al proletariado en la ilusin de que la democraciaburguesa, por revolucionaria que pueda suponerse en ciertos momentos, pueda tener el deseoo el inters de volver a sus viejas tradiciones revolucionarias. La resistencia de la clase obreracomo fuerza organizada en la lucha social ha hecho a la burguesa liberal misma cmplice ysostn de la dictadura, aunque en teora se subleve contra ella.

    El congreso es de opinin que el proletariado, en todo caso, slo puede ser engaado si enlugar de aprovechar las acciones eventuales de la oposicin democrtica contra una dictadura,se convierte en instrumento de la democracia; de ese modo no podr conseguir para s lamenor ventaja, ms an se convertir en prisionero de las consecuencias polticas de ese

    compromiso.

    El congreso exhorta a la clase obrera de todos los pases afectada por el furor de la dictadura, aconservar su confianza en la lucha de clases y a asociarse, all donde las condiciones actualesno permiten la actividad regular de la vida sindical, en sus lugares de trabajo -en las fbricas, enlos campos, en la industria de las comunicaciones-, pues la verdadera lucha contra la dictadurano slo coincidir con la sublevacin del proletariado en toda la lnea de la produccineconmica, sino que ser tambin la condicin de toda accin contra la dictadura.

    Aparte de esas resoluciones significativas de la solidez doctrinaria del movimiento que seagrupa en torno a la bandera de la A. I. Y, y que tiene valor de orientacin para todo elmovimiento libertario, se tomaron diversas resoluciones de carcter interno, prevaleciendo en

    todas ellas un sano espritu federalista. Un cierto conato centralizador de Schapiro motiv unainmediata respuesta de parte de las organizaciones adherentes. El espritu de la solidaridadinternacional revolucionaria es expresado en diversas resoluciones, como por ejemplo en unasobre el plan Dawes.

    La prensa de la A. I. T. ser mejorada y aumentada; la revista aparecer por lo pronto enalemn y en alguno de los idiomas escandinavos; el servicio de la prensa ser ampliadoconsiderablemente.

    Otro de los esfuerzos manifestados en la A. I. T. en la tendencia a agrupar en su seno todos loselementos libertarios, incluso los que no participan directamente en el movimiento obrero; para

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    este fin se fund una comisin internacional de estudios, compuesta por una serie decamaradas de reconocida capacidad y podr ser ampliada an considerablemente.

    De los informes de las organizaciones adherentes se desprende el carcter internacional de lareaccin y la gravedad de la hora que atravesamos; en algunos pases, como en Italia, todaorganizacin proletaria independiente es imposible; pero como nuestras organizaciones no sonsimples organizaciones, sino exponentes de un movimiento social, si la fuerza brutal obstaculiza

    sus manifestaciones externas de accin y de propaganda, no por eso se sofoca en absoluto lallama del ideal revolucionario. La reaccin tendr un trmino y entonces llegar nuestra hora.Cuando se supere este perodo de represin y de entusiasmo tendremos una organizacinnacional con una ideologa definida y sabremos aprovechar la coyuntura mejor de lo que lohemos hecho despus de la guerra que nos sorprendi en un confusionismo desesperante. Senecesita un poco de valor y de tenacidad para mantener la A. I. T. en un perodo en que suaccin revolucionaria ser casi nula; pero la hora llega, el proletariado volver por sus fueros, yentonces reconocer que el camino del reformismo y del colaboracionismo, cualquiera que seasu color, no es el camino que lleva a la emancipacin y a la libertad. Nuestros esfuerzos tienenahora, en primer lugar, a constituir una potencia moral, una bandera ideolgica para losoprimidos y para los explotados, un baluarte para las ideas antiautoritarias; la fuerza materialque representan las grandes masas adictas, la tendremos seguramente. Uno de los oradores

    ha expresado grficamente ese pensamiento: as como el marino consulta a cada paso labrjula cuando se encuentra en mares desconocidos, nosotros debemos consultar la brjula denuestras ideas precisamente en los perodos de confusin, de peligro y de desviaciones. Onuestros principios tienen un valor o no lo tienen; si lo tienen, como verdades experimentadasque son, es preciso tenerlos en cuenta y no abandonarlos en la primera ocasin y renegar deellos ante la primera dificultad. La A. I. T. procura establecer claramente los principios que lainspiran y superar este negro perodo de la historia ser una consecuencia de la fidelidad a lasideas del antiautoritarismo.

    MIGUEL A. BAKUNIN: UN ESBOZO BIOGRFICOMax Nettlau

    LA FAMILIA DE BAKUNIN

    Miguel Alexandrovitsch Bakunin naci el 18/31 de mayo de 1814 en Pryamuchino, una haciendaa la orilla del Osuga, en el distrito de Novotorschok, gobierno de Tver, comprada en 1779 por suabuelo, Miguel Vasilevitsch Bakunin, consejero de Estado y vicepresidente del colegio de lacmara en tiempo de Catalina II, y habitada despus de su retiro del servicio del Estado por su

    numerosa familia. Su tercer hijo, Alejandro, el padre de Bakunin, por motivos desconocidos fueeducado en Italia desde los nueve aos; se hizo doctor en filosofa en la Universidad de Papuay, aunque destinado al servicio diplomtico, se dedic tambin al estudio de las cienciasnaturales y de adhiri en absoluto a las ideas filosficas liberales y cosmopolitas, tan difundidasen todos los crculos instruidos en el perodo anterior a la Revolucin francesa y en el primertiempo despus del asalto a la Bastilla. Pero la realidad de los aos de revolucin hizoretroceder su liberalismo platnico. Mientras que sus dos hermanos eran empleados del Estadoy oficiales, l rompi sus relaciones con el servicio estatal muy pronto y administr, segn eldeseo de los padres, la hacienda de la familia, donde vivan tambin sus hermanas solteras,que cayeron en la religiosidad, una evolucin que ha debido influir su hermano Ivan, oficial

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    muerto en el Cucaso en la dcada 1820-30. Tan slo a los cuarenta aos se enamor de unajoven de la familia de los Muravief, Brbara Alexandrova, una muchacha muy cortejada por lajuventud y que se convirti pronto, en madre de once hijos, entre ellos uno muertoprematuramente, nacidos desde 1811 a 1824. Primeramente nacieron las hijas Lyuba (1811) yBrbara (1812), despus Miguel Bakunin (1814), despus las hijas Tatiana (1815) y Alejandra(1816) y finalmente cinco hijos varones (1818-23) y una muchacha muerta a los dos aos deedad. Esa gran familia vivi la mayor parte del tiempo en Pryamuchino, visitando temporalmente

    Twer y Mosc, hasta que el perodo de los estudios o del casamiento, y en el caso de lahermana mayor una temprana muerte (1838), rompieron el crculo familiar; los padres, enespecial el padre, que se haba vuelto ciego (muerto en 1856), alcanzaron una avanzada edad;la madre muri en 1864.

    EL CRCULO FAMILIAR

    Es conveniente penetrar algo ntimamente en el crculo familiar de Bakunin y de su juventud,porque ese ambiente, ahora bastante conocido por su propia exposicin ulterior y por la

    correspondencia y otros materiales cuidadosamente elaborados por A. A. Kornilof (Mosc,1911), tuvo una gran influencia en su desenvolvimiento; Miguel Bakunin recibi de l base,direccin e impulso; la intensidad de su accin, la amplitud de sus fines correspondan a supropia naturaleza, as como a su gran capacidad de hacer obrar sobre s los mejoresfenmenos de su tiempo y de ordenar el germen ms precioso de su aspiracin siempreconsciente hacia su lejano objetivo.

    Si en su juventud, en la casa paterna, le faltaron influencias radicales e idealistas, en cambioestaban fuertemente representadas las influencias humanistas, tendientes a unprofundizamiento de la vida interior. Su anciano padre, por atento conservador que fuera encomparacin con su juventud, tena sin embargo hondas races en el perodo de losenciclopedistas y en J. J. Rousseau. La religiosidad de sus hermanas pas a la mayor de las

    sobrinas, pero en la forma de un culto ntimo de su vida interior, de una seria aspiracin haciauna verdad inaccesible, buscada despus en la filosofa en lugar de serlo en la religin. Miguelcreci como el coinvestigador de esa verdad, considerado pronto por las hermanas como igual,y como gua espiritual indiscutible de los hermanos menores; enseguida fue la cabeza espiritualde todos los hermanos. Ese fue, verdaderamente, el grupo ms ideal a que perteneci en suvida y el modelo de todas sus organizaciones y de su concepcin de la vida futura y dichosa dela humanidad en general. La ausencia de preocupaciones materiales, la vida holgada del campoen la hermosa naturaleza, aunque se basamentaba tanto en la servidumbre, reuniestrechamente a ese crculo fraternal, creando un microcosmos de libertad y de solidaridad, conaspiraciones ntimas e intensivas hacia el perfeccionamiento interno de cada uno y de todos; eltalento natural sobresala en l, pero quedaba siempre vivo el deseo de hacer compartir a losdems, igualmente, lo conseguido por uno; a esto se agreg luego el deseo de obrar en pro de

    la humanidad entera y de compartir desinteresadamente con todos lo alcanzado por uno mismo.Ciertamente estn aqu los grmenes de las aspiraciones de su vida hacia un mundo de lasntesis de la libertad y de la solidaridad, de la ANARQUA y del socialismo, inseparables de lalibertad moral, del conocimiento de la naturaleza libre de las supersticiones, del atesmo. Lo queparece faltar an es la voluntad, el placer de la destruccin, que lo inspiraron ms tarde tanpoderosamente: ese estadio fue precedido por el amor y por la santa seriedad, por la firmevoluntad de combatir por el objetivo final; de eso result lgicamente la necesidad de ladestruccin, de la revolucin.

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    BAKUNIN EN PETERSBURGO

    Esa evolucin fue interrumpida, pero no quebrantada para siempre, cuando el 25 de noviembrede 1828, a los 14 aos y medio de edad, fue enviado a Petersburgo para concurrir a la escuelade artillera, un internado de varios aos, profundamente aborrecido por l, hasta su liberacinen la clase de los oficiales a fines de enero de 1833. Esa recobrada libertad -poda vivir fuera

    del establecimiento ya- fue entusiastamente acogida. En el prximo perodo tuvo un idilioamoroso pasajero con una prima, luego una fuerte excitacin intelectual por las poesas deVenevitinof en el verano de 1833, poco despus un contacto que le acerc a la vida prcticarusa, poltica y econmica, con un viejo amigo de su padre y pariente de su madre, el ex-estadista Nicolai Nazarovitsch Muravief. Por un Muravief ms joven, que slo tena cinco aosms que l mismo, fue, con probabilidad, fuertemente excitado su sentimiento nacional,sentimiento que no le abandon nunca, pero que fue poco alimentado gracias a la educacincosmopolita de la casa paterna.

    En agosto-septiembre de 1833 visit a su familia en Pryamuchino y entonces intervino un nuevoelemento en su vida: la lucha por el derecho y la lucha de lo joven contra lo viejo y de la libertadhumana contra la autoridad. Primeramente en la forma de su defensa de la hermana mayor

    contra un matrimonio que sta odiaba. Fue su primer lucha, que llev a cabo con toda energa ytenacidad y que destruy en l la ilusin de la armona general, especialmente de la felicidad dela familia patriarcal.

    EL SERVICIO MILITAR

    Su carrera militar, que no le interes nunca particularmente, recibi un golpe a causa de unacontienda brutal con un general, que motiv su envo, antes de la terminacin de la clase oficial,a una brigada de artillera al Este de Rusia (a principios de 1834). El servicio en el gobierno de

    Minsk y de Grodno -estuvo tambin el Vilna y conoci la sociedad polaca fugitiva, ech algunasmiradas a la poltica rusa en Polonia, gracias a su pariente M. N. Muravief, entonces gobernadorde Grodno y despus el famoso verdugo de Polonia-, ese servicio sin objeto fue para l unmartirio. Se senta absolutamente aislado, soaba ya con dedicarse a la ciencia y al serviciocivil despus del abandono del servicio militar (19 de diciembre de 1834); slo en caso de unaguerra no quera dejar el ejrcito. Esperaba ser trasladado a su tierra natal y lleg realmente aprincipios de 1835 a Tver en busca de caballos. Desde all se dirigi a Pryamuchino, se dio porenfermo y logr, contra el deseo de su padre, que se le diera de alta en el ejrcito el 18 dediciembre de 1835; rechaz tambin un puesto de funcionario civil en Tver, obtenido pormediacin de su padre. Su propsito declarado era entonces la instruccin para la actividadcientfica y una ctedra para difundir el conocimiento filosfico obtenido por sus estudios.

    BAKUNIN EN MOSC. ESTUDIOS FILOSFICOS

    En marzo de 1835 conoci en Mosc al joven Stankevitsch (nacido en 1813); en el verano suamigo Efremof visit la hacienda familiar y en el otoo fue all tambin Stankevitsch y se hizontimo amigo de Miguel; su inters filosfico se diriga entonces hacia Kant, que Stankevitsch,ocupado desde hacia varios aos de la filosofa alemana, quera estudiar ante todo comofundamento para la comprensin de Schelling. La conexin de Bakunin con el crculo de amigos

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    que se form desde 1831-32 alrededor de Stankevitsch se produjo naturalmente por medio dela familia Beer, de Mosc, conocida de su familia, cuyas dos hijas eran amigas de sushermanas y cuya casa frecuentaban mucho Stankevitsch y sus amigos. Es imposible penetraren los detalles de todas esas relaciones: para los rusos que se interese por las gentes de1830-40 y de 1840-50 existen muchos volmenes de correspondencia, de biografas, etc., ysera necesario escribir tomos enteros para los que no conocen ese asunto especial a fin defamiliarizarlos con l. En general se puede decir que tras la ideologa filosfico-literaria, puesta

    en primer trmino, la vida real intervena en todos estos jvenes de ambos sexos y exiga susderechos. El objetivo ideal comn reuni gentes ricas y gentes relativamente o por completodesposedas y adems se cruzaron amoros y pasiones, felices e infelices o sin perspectivas.La solucin de todos esos conflictos, ventilados con tanta seriedad filosfica y tan intensamentediscutidos, era la mayora de las veces prosaica, al margen de todo ambiente de ideas.Naturalmente Miguel estuvo pronto o de inmediato en el centro de esas pasiones agitadas, y noslo asumi sus propios asuntos, sino tambin el de sus hermanas. Era inevitable que susamigos, incluso Belinski, se enamoraran de sus hermanas; y algn corazn femenino lati por lmismo sin respuesta; adems tena bajo su proteccin especial el matrimonio desgraciado deuna de sus hermanas. Tal vez por la ntima vida familiar de su primera juventud no estabainclinado a dejar a un lado todas esas perturbaciones, sino que se arrojaba con fogosidad enesos problemas que habran debido solucionar mejor los afectados, por s mismos; de su actitud

    nacieron algunos conflictos y enemistades. Tambin este rasgo qued en l hasta el fin; sesenta justamente una naturaleza intensamente social.

    Cuando su padre comprendi a principios de 1836 que Miguel se interesaba slo por algunactedra filosfica en Mosc, como objetivo de su vida, prcticamente anhelada para un lejanofuturo, se produjo una aguda ruptura y Miguel se march de la casa de sus padres y se dirigi aMosc para fundamentar una existencia propia, lo que hizo mediante la enseanza privada dematemticas, con la intencin de asistir a la Universidad como oyente extraordinario. El puntoindirecto del conflicto fue el viaje al extranjero, ya deseado entonces anhelosamente porBakunin para visitar alguna Universidad alemana, lo que pareci una excentricidad enorme alanciano padre de diez hijos. En Mosc, desde febrero de 1836, absorbi la ideologa filosficade Fichte, cuyas Vorlesungen ber die Bestimmung des Gelchrten tradujo a pedido de Belinski

    para el Teleskop, y cuya Anweisung zum seligen Leben fue el libro favorito que le fascindirectamente; con Stankevitsch ley tambin a Goethe, a Schiller, a Jean Paul, a E. T. A.Hoffmann y a otros. Su proyectada independencia econmica no se le realiz entonces, comono se le realiz nunca en la vida ulterior -tambin una temprana caracterstica-; comenz a daren abril de 1836 una leccin, pero a fines de mayo estaba ya en Pryamuchino, donde quedlargo tiempo; pues el conflicto con el padre se haba suavizado sin que ninguno cediera en supunto de vista, y con sus hermanas, que haban lamentado mucho su comportamiento bruscopara con el padre, se haba explicado bien por carta; en esa primavera y en el verano supoconvertirlas de la religiosidad formal, que les pareci hasta all lo supremo accesible para ellas,el fichtesmo idealista en el sentido de laAnweisung zum seligen Leben, y fortificar en ellas y enlos hermanos menores su influencia apenas conmovida. Ya en 1835, en Tver, haba concebidola idea de formar con sus hermanos y las hermanas Beer un pequeo crculo propio en

    Pryamuchino, ligado por la unidad de fin y de ideas, un lugar de refugio frente al mundo exterior.Esta, si no la hubieran precedido planes anteriores desconocidos para nosotros, sera en ciertomodo la primera de sus sociedades secretas, que tuvieron siempre un ncleo muy ntimo de loscompaeros ms ntimos.

    Debo renunciar a los detalles en los aos siguientes hasta el verano de 1840, en que latransicin de Fichte a Hegel, el ms riguroso hegelianismo con consecuencias conservadoras,reaccionarias para el presente ruso, las relaciones con Belinski, el conflicto con los crculosradicales y socialistas alrededor de Herzen y Ogaref, el contacto con los jvenes eslavfilos,como especialmente Konstantin Aksakof y con el viejo P. A. Tschaadef (1796-1856) y muchosotros sucesos daran suficiente material para descripciones de detalle. Realmente ese tiempo

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    ha sido para Bakunin un tiempo de espera, con frecuencia muy penoso, pues los medios parasu fin, el viaje a una universidad extranjera, no seran dados por su padre o no podan serdados y otras esperanzas de obtener el propsito firmemente mantenido no se colmaron. Tenaya 26 aos cuando dej a Rusia; haba comenzado a temer que se empantanara poco a pocoespiritualmente. Probablemente aquellos aos le beneficiaron moralmente, al aprenderentonces por un ejercicio constante a utilizar con brillo, dialcticamente, su capital filosfico anmuy reducido, y al presentarse a las nuevas impresiones del extranjero mucho ms maduro de

    lo que habra podido estar en 1836; as evit el volver a incurrir exclusivamente en elconstreimiento de una doctrina, como le haba ocurrido con Fichte y Hegel en 1835. Halltambin felizmente que la evolucin de la filosofa radical y del socialismo procedi, justamenteen los aos que siguieron a 1840, con pasos rpidos, mientras que el perodo de 1836 a 1840era un tiempo de epgonos an, en que se abra paso lo nuevo. En una palabra, tambin enesto, como hasta entonces en su vida, le favorecieron las circunstancias.

    Las circunstancias y fecha de su viaje se contienen con detalles en su conocida carta a Herzen(Tver, 20 de abril de 1840), que finalmente le prest algo de dinero para su viaje a su paso(Tver, 29 de mayo) y en su partida de Petersburgo por Lbeck a Berln, el 29 de junio (11 de

    julio) de 1840.

    EN ALEMANIA. DE LA FILOSOFA A LA REVOLUCIN

    No conocemos todos los detalles del proceso de la evolucin de Bakunin durante su residenciaen Alemania (Berln y Dresde) hasta fines de 1842; pero los resultados sealan que sedesarroll incesantemente en la primera mitad de esa poca, en el sentido de un revolucionarioconsciente. Tres documentos constituyen las piedras angulares de su evolucin el prefacio deBakunin para su traduccin de Cinco discursos en el Gimnasio de Hegel, en los MoskovskiiNablyndateli, redactados por Belinski, vol. 16, 1838, el artculo O Philosophii. I. enOtechestvennya Zapiski, 1840, vol. 9, cuaderno II, cuya segunda parte, aunque escrita, no

    apareci, y el artculo Die Reaktion in Deutschland. Ein Fragment von einem Franzosen,firmado Jules Elysarden los Deutsche Jahrbcher fr Wissenschaft und Kunst (Leipzig), 17-21octubre de 1842. Mientras que en los dos primeros artculos se ve con asombro cmo se mueveun esclarecido espritu con sagrada seriedad en el dominio de vacos dogmas, que consideracomo la pura verdad, sin preocuparse de los fenmenos de la vida real, el famoso artculo delos Deutschen Jahrbcher, a pesar de su revestimiento filosfico, es un grito de batalla de larevolucin en el ms amplio sentido, incluida la revolucin social, y termina con estas palabras:

    Djennos pues confiar en el espritu eterno, que slo destruye y aniquila porque es la fuenteinagotable y eterna de toda vida. El placer de la destruccin es al mismo tiempo un placercreador!

    Igualmente vemos cmo Bakunin, despus de tres semestres de Universidad en Berln, prefieretrasladarse a Berln en la primavera de 1842, sin propsito ya de prepararse para su ctedra enMosc, en el trato privado con Arnold Ruge, el centro de los hegelianos radicales, sino -si puededecirse- para entregarse a la espera de la revolucin, en la que trabajaban entonces tantasfuerzas y que estaba prxima, como lo revel el ao 1848. Desde entonces se le abri el mundoeuropeo, que haba considerado con menosprecio hasta entonces, en parte desde un punto devista nacionalista ruso, de que no se haba librado, en parte desde las alturas ficticias delconocimiento filosfico presuntuoso. El socialismo, tal como se desarroll en Francia, fuepresentado entonces por primera vez al pblico alemn, lucidamente, en el conocido libro deldoctor Lorenz Stein; el libro no ofreci nada nuevo, pero traz una cmoda perspectiva en una

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    multitud de tendencias socialistas y de sus argumentos e introdujo a Bakunin, como observa lmismo, en ese objeto, que lo fascin (1842).

    En Berln haba visto en 1840 a su hermana Brbara que regresaba de Italia y que haba estadojunto al lecho de muerte de Stankevitsch; all y en Dresde fueron un hermano menor e IvanTurgenief sus ms ntimos compaeros. Pero entonces rompi los lazos con Rusia y se lanzen la emigracin, en el destierro, con completa conciencia. El gobierno ruso vigilaba su

    evolucin radical y deseaba su vuelta de Dresde a Rusia. A Bakunin no se le ocurri doblegarsey se decidi rpidamente por un paso decisivo al dirigirse hacia Suiza (enero de 1843), a Zurich,con el poeta revolucionario alemn ms conocido de entonces, Georg Herwegh regres aZurich, un punto central de la propaganda literaria-poltica-revolucionaria destinada a Alemania,adonde tambin traslad su actividad desde la Suiza francesa, al finalizar la primavera de 1843,Wilhelm Weitling, el comunista alemn. Bakunin vio de cerca, durante su residencia en Zurich(16 de enero hasta comienzos de junio) la vida poltica del cantn de Zurich y tuvo ocasin deperder todas sus ilusiones poltico-republicanas, si las tena an. Por el contacto personal conWeitling ech una mirada tambin al comunismo, que apareci como un factor revolucionariogeneral, pero que no pudo nunca ligarlo por completo, aunque entonces y en los aossiguientes hasta 1848 tuvo amistosas relaciones en Suiza y en Pars con algunos comunistasalemanes y ocasionalmente se llam tambin l mismo comunista (en una carta a Reinhold

    Solger, 14 de octubre de 1844; algunas cartas a ste, a August Becker y a la seora Vogt, hasta1847, hacen conocer ms detalladamente esas condiciones).

    BAKUNIN EN SUIZA

    Dos declaraciones suyas publicadas entonces son: B. a R. (Bakunin a Ruge, fechada,Peterinsel en el lago de Biel, mayo de 1843) en Deutsch-franzsische Jahrbcher(Pars, 1844)y varios artculos, Der Kommunismus, en el Schweizerischen Republikaper(Zurich, 2, 6 y 13 de

    junio de 1843, firmadosXXX). Yo creo que hay un artculo de Bakunin en 1843, inobservado.

    Un examen atento de esos escritos sealaran que Bakunin se comporta, en las declaracionesque conocemos de l hasta entonces, simptica, crtica y confiadamente con el socialismo;estos trabajos defendan una causa justa, tenan un objetivo infinitamente precioso, pero nopodan en s y por s satisfacer las aspiraciones que presentaban las ideas y sistemasverdaderamente libertadores de los hombres. Bakunin senta instintivamente la falta de libertady se cuidaba bien de aceptar completamente alguno de esos sistemas.

    Poco antes del arresto de Weitling se dirigi al Este de Suiza y se detuvo en Ginebra y enLaussane y cerca de Nyon; finalmente hizo una excursin alpina a pie que termin en Berna,donde pas el invierno hasta febrero de 1844. Esas residencias y viajes se explican por susrelaciones personales; en Zurich conoci a August Toller, el hermano de la seora Vogt deBerna; en Dresde haba conocido a la seora Pescantini, una germano rusa de Riga, que

    habitaba con su marido, un emigrado italiano, en Promenthoux, cerca de Nyon, y su constanteamigo, el msico Adolph Reichel, en la Prusia Oriental, a quien conoci en Dresde, haba idotambin a Ginebra, hizo con l y el comunista alemn August Becker el viaje a los Alpes yqued como l, en Berna, para acompaarlo en febrero de 1844 a Bruselas. En ese tiempocomenz su amistad con los hijos de la familia Vogt, el ms joven de los cuales, Adolph, con

    Adolph Reichel, fueron los nicos que estuvieron treinta y tres aos ms tarde, nuevamente enBerna, junto a su lecho de muerte. Entonces tuvo lugar tambin una tristes y desgraciadaaventura amorosa, que es casi desconocida. Entre tanto el puo de la polica suiza intervino ensus relaciones, cuando el consejero de Estado de Zurich, Bluntschli, hizo publicar su nombre enel informe oficial que contena las cartas secuestradas a Weitling (21 de julio de 1843), con locual fue puesto en movimiento el aparato ruso de persecuciones, hasta que por fin, en febrero

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    de 1844, Bakunin recibi orden del embajador ruso de regresar de inmediato a Rusia. Prefiritrasladarse a Bruselas.

    EN BRUSELAS. LAS ASPIRACIONES POLACAS

    All vio los primeros polacos de la emigracin y, como en todas partes, supo encontrar loshombres ms distinguidos de los movimientos, y fue aceptado por ellos como una relacininteresante; conoci de cerca de uno de los polacos ms simpticos de aquella poca, el viejoJoaqun Lelewel, y vio as las aspiraciones polacas en su forma ms pura, pero tambin la msconsecuente e inalterable -la Polonia histrica de 1772-, que abarca Lituania, la pequeaRusia y la Rusia Blanca. Frente a ella defenda l, como ruso y como demcrata einternacionalista, el derecho a la autonoma o a la independencia de los pases no polacosdentro de aquellas fronteras histricas, y as ocurri, inevitablemente, que, en toda su simpatahacia los polacos, en todos sus esfuerzos para producir una cooperacin, los polacos loconsideraban siempre como un obstculo molesto que perturbaba hondamente sus planes, y norespondieron seriamente nunca a su sinceridad y a la solidaridad. Pero como ambas partes se

    consideraban recprocamente como un factor revolucionario de un cierto valor, la divergenciafue raramente declarada con franqueza; pero todos los ensayos de acciones comunes estabandestinados al fracaso. Adems ocurra que, como es de comprender, el problema de laliberacin y del reparto de la tierra a los campesinos separaban a Bakunin del poderoso partidoaristocrtico polaco tanto como su extremo clericalismo.

    BAKUNIN EN PARS. SUS IDEAS Y RELACIONES

    Despus de una corta visita a Pars persuadi Bakunin a su amigo Reichel, con el que vivi la

    mayor parte del tiempo hasta 1847, a dirigirse en julio de 1844 a Pars, donde ambos seestablecieron despus. Bakunin concurri primeramente a los crculos radicales alemanes, alambiente del semanario Vorwrts, donde conoci a Marx y a Engels. Existan entoncesincmodos conflictos entre Ruge, Marx y Herwegh, hasta que el crculo alemn fue deshechopor las expulsiones y la suspensin del peridico. Bakunin no se interes muy intensivamentepor el movimiento alemn, pero se relacion con gusto con Herweg y su mujer, con Karl Vogt,con algunos comunistas alemanes, en una palabra, con el crculo de los conocidos suizos de1834-44. Conoci tambin socialistas franceses y personalidades polticas y literarias de todasuerte, sin que intimidara particularmente con ninguno de ellos, con excepcin de Proudhon,cuyas ideas y personalidad le atrajeron, y el cual tambin testimoniaba inters hacia Bakunin.Vio al decabrista Nicols Turguenief y a muchos visitantes rusos de Pars, polacos, italianos yotros. Era una poca en que vean la luz pblica una enorme cantidad de ideas avanzadas, sin

    que ninguna de ellas consiguiera ponerse en primera lnea, pues pareca que se aspiraba a unaltima y pura perfeccin junto al sistema burgus, bajo el cual, sin embargo, se oa rugir larevolucin prxima. Habamos llegado hasta el punto (hace decir Bakunin a un socialistafrancs en 1876) de creer firmemente que asistamos a los ltimos das de la vieja civilizacin yque comenzara el reino de la igualdad. Muy pocos resistieron el medio en extremo caldeado dePars; en general bastaban dos meses de boulevard para transformar un liberal en unsocialista.

    A pesar de esa vida agitada e interesante de 1845, 46 y 47, Bakunin no se poda sentir a gusto;estaba ms aislado que todos los dems y le faltaba un campo de actividad, un porvenir. Bienconsideradas, las tendencias socialistas eran todas muy unilaterales, cada cual era hostil ante

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    las otras y se limitaban, a causa de la ausencia de derecho de coalicin y otra libertad pblicade movimientos, a la vida artificial en los libros, peridicos y pequeos grupos. Si se sostieneque Bakunin no se adhiri a ningunas tendencia, es justo; pero cuando con eso se quiereconcluir que no era todava socialista entonces, segn mi opinin, se comete un gran error.Bakunin no encontr su socialismo en ninguna de las tendencias existentes y no habaformulado sus ideas, tal vez, definitivamente, porque le falt para ello un incentivo prctico: poreso quisiera describir sus condiciones de entonces. Es imposible presentar a Bakunin como el

    discpulo de una determinada tendencia, como fourierista o cabetista o marxista: el nico delque poda tomar verdaderos elementos de su socialismo era en aquella poca Proudhon. Heanotado hace muchos aos una advertencia de uno de sus compaeros italianos, a fines de ladcada 1860-70, segn el cual Bakunin le haba dicho que al leer un libro de Proudhon haballegado repentinamente a la idea: eso es lo justo Puede ser que haya sido as; solamenteProudhon tena entonces el propsito de dar realmente a la libertad su derecho, de abolirrealmente el Estado y de no construirlo en nuevas formas. Con eso se dio la conexin espiritualde ambos hombres, aunque los separara mucho el detalle. De algunos pasajes de sus cartasntimas a Herweg se deduce que Bakunin comprenda y comparta las ideas bsicas delanarquismo; es una casualidad el que no haya llegado a declararlas pblicamente, su voz tanfrancamente levantada en 1842 y 1843 haba enmudecido en absoluto (aparte de lo referente alos asuntos eslavos), y su trabajo sobre Feuerbach, cuyas ideas quera presentar en idioma

    francs, no fue realizado o se ha perdido.

    LA CUESTIN POLACA

    En diciembre de 1844 dict el emperador Nicols, a propuesta del Senado, un ucase en que sedeclaraban perdidos todos los derechos civiles y nobiliarios de Bakunin, se confiscaba suposesin en Rusia y se le condenaba a deportacin perpetua a Siberia si fuera detenido enRusia; escribi al respecto una larga a la Rforme de Pars (27 de enero de 1845), queconstituye su primera declaracin libre sobre Rusia y que contiene ya algn elemento de sus

    diversos escritos posteriores. Su primera declaracin sobre Polonia la contiene su carta a LeConstitutionnel, 19 de marzo de 1846, referente a las persecuciones rusas contra los catlicospolacos. Trat (como cuenta en la Confesin de 1851) de entrar en relacin conspirativa conla centralizacin polaca, cuya sede era Versailles, en la cual su objetivo era la revolucin rusa yla federacin republicana de todos los pases eslavos, la fundacin de una repblica eslava, unae indivisible, federativa, desde el punto de vista poltico (es decir, la poltica exterior unitaria);pero no sali nada de las negociaciones, principalmente porque l, aparte de su buena voluntadno tena nada que ofrecer a los polacos. Antes del artculo de la Rforme le haban invitado losaristcratas polacos (el prncipe Adam Czartoryski), lo mismo que los demcratas polacos deLondres, y Mickiewiez trat de atraerlo hacia su crculo eslavo mstico-federalista, pero serehus. Nuevamente se acercaron a l los jvenes polacos fugitivos de Cracovia en 1846 y aese ambiente correspondi la invitacin para hablar en el mitin polaco del 29 de noviembre de

    1847, en recuerdo de la insurreccin de 1830.

    Algunos meses antes, en el curso de 1847, haba vuelta a ver a Herzen, a Belinski y a otrosamigos rusos en Pars; un encuentro personalmente amistoso, aunque stos estuvieran muylejos de sus esperas e impulsos de conspiracin rusa y de accin revolucionaria. No se sabe siconoci los esfuerzos del grupo de Petraschevsky y Speschneef. Debi comprender, pues, que,en lo que concerna a Rusia, estaba complemente solo.

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    EXPULSIN DE FRANCIA

    Ley el 29 de noviembre el famosos discurso a los polacos para una reconciliacinrevolucionaria de los polacos y de los rusos. A pedid del embajador ruso fue expulsado deFrancia y se dirigi el 19 de diciembre a Bruselas, donde vio muchos polacos, y tambin elcrculo comunista alemn alrededor de Marx, que le era profundamente antiptico. Habl

    nuevamente en una reunin del 14 de febrero de 1848, abierta por Lelewel para lafraternizacin de los demcratas polacos y rusos; segn la Confesin, habl tambin del granporvenir de los eslavos, que estaban llamados a renovar el mundo occidental; de la destruccinde Austria, etc., etc. (El testo del discurso no fue publicado).

    El embajador ruso (conde Kisselef) haba querido arruinarlo, al mismo tiempo que por laexpulsin, por la insinuacin de rumores calumniosos de que era verdaderamente un agenteruso que se haba excedido, lo que fue hecho saber al Gobierno francs por intermedio de lospolacos. Bakunin respondi en una carta abierta al ministro del interior, conde Duchtel (7 defebrero de 1848), pero la calumnia fue propalada despus de la revolucin de febrero, por lamisma fuente, tambin en crculos democrticos y arroj una sombra sobre toda su vida en elao prximo, 1848-49, el ltimo perodo de sus actividades de entonces.

    LA REVOLUCIN DE 1848. VIAJES DE BAKUNIN

    Es innecesario describir la alegra de Bakunin cuando estall por fin la anhelada revolucin.Hasta la resignada Confesin de 1851 contiene una descripcin entusiasta de la vida y elmovimiento del ambiente popular de Pars, como lo conoci hasta abril, y la Rforme del 13 demarzo contiene un largo artculo suyo que resume sus ideas. Pero perciba ms amargamenteque nunca la completa ausencia de una revolucin rusa, y eso le impuls a hacer todo loposible en favor de ella. El poder ruso estaba a disposicin de la contrarrevolucin y sta fue

    establecida por l en Hungra en 1849. El ao 1848 no presentaba improbable un choque de lospueblos rebeldes de Europa con la Rusia de Nicols I, y los polacos trabajaban en ese sentido.Bakunin deseaba impedir ese choque y las ideas de la federacin eslava le parecieronapropiadas; esa federacin deba asociar a todos los eslavos, polacos y rusos, bajo el grito deguerra de la liberacin de los eslavos mantenidos bajo los Estados prusiano, astro-hngaro yturco. Le faltaban todos los medios efectivos; con mucho esfuerzo, despus de dirigirse aFlacon, Louis Blanc, Albert y Ledru-Rollin, recibi 2,000 francos como emprstito, y en todo lodems qued a merced de los polacos. Se dirigi a Alemania, adonde le sigui por una parte lamencionada calumnia del embajador ruso, por otra parte la mentira de que quera hacerasesinar al zar, lo que motiv expulsiones y tuvo su intervencin en su proceso de Sajonia(1849-50) y repercuti aun en su destino en Rusia, en 1851.

    Su viaje sigui el itinerario de Baden a Francfort y Colonia (donde rompi completamente conMarx a causa de Herweg), despus a Berln -donde la polica le impidi la continuacin del viajea Posen-, a Leipzig y a Breslau, un punto de reposo, donde encontr a muchos polacos;despus al congreso de los eslavos en Praga, donde tom una activa participacin, y al quesigui la semana sangrienta de Pentecosts (junio), una insurreccin que no lleg a sucompleto estallido y a la que l dese, claro est, dar completa expansin e intensidad.Despus regres a Breslau, luego a Berln; expulsin de Prusia y de Sajonia; finalmente, en elotoo-invierno, algunos meses de tranquilo y agradable asilo en Koethen (Anhalt), el oasis deentonces de la libertad en Alemania, donde los ministros, viejos amigos de Max Stierner ycompaa, eran sus compaeros de mesa en el restaurante. Depuse, cuando la conspiracin sehizo ms intensiva, se dirigi a Leipzig, una vida clandestina, interrumpida por un viaje ms

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    clandestino an a Praga, y finalmente se present en Dresde para estar ms cerca de Bohemia.Aqu le sorprendi la revolucin de mayo de 1849, a cuya disposicin puso toda su energa ycuyo destino comparti hasta que, despus de muchas noches sin dormir, agotadomortalmente, es arrestado en Chemnitz, Sajonia, con otros jefes de la revolucin en la nochedel 9-10 de mayo, hecho que puso un fin a su actividad por muchos aos.

    EL NACIONALISMO DE BAKUNIN

    Sus ideas de aquel perodo hay que estudiarlas en algunos documentos del congreso de loseslavos, particularmente los Estatutos de la nueva poltica eslava (otoo de 1848) y otrasdeclaraciones de entonces y de ms tarde; sus planes son interesantemente relatados antetodo en la Confesin de 1851; adems hay que aadir algunas cartas ntimas, en particular aHerweg y su gran escrito de defensa en el proceso de Sajonia, del que slo conozcofragmentos de una carta a su abogado, pero que se ha conservado, como sus declaraciones enel sumario, y ser publicada por otros.

    En esas fuentes vemos cmo Bakunin, a quien, ciertamente, en los primeros meses despusdel 24 de febrero inspiraba el ms puro espritu revolucionario, fue gradualmente absorbido porel nacionalismo, hasta que en los das de Praga y despus, en Breslau, se complace en el msbanal odio a los alemanes y, como participa a Nicols I en la Confesin, se siente impulsado aescribir al zar pidiendo perdn para sus pecados y conjurndole a presentarse como salvador,como padre a la cabeza de los eslavos y a llevar la bandera eslava hacia la Europa occidental.Su buen azar le preserv de terminar esa carta y la destruy. Nada le obligaba a mencionar esehecho desconocido, que por lo dems nada tena de extraordinario, pues el nacionalismo asociaa las personas de todas las tendencias, y los revolucionarios y el zar estaban aqu en el mismoterreno. El otoo de 1848 produjo en la tctica de Bakunin un cambio completo; desde entoncesse pronunci por las luchas comunes de los pueblos, eslavos, maggiares y alemanes, contrasus opresores, los gobiernos. Se esforz extraordinariamente en procurar una preciosa ayuda

    en Bohemia mediante una revolucin provocada por dos sociedades secretas, una alemana yotra tcheka, dirigidas por l, para la democracia alemana que se preparaba para las luchas de1848. Pero la democracia alemana slo dio golpe en Sajonia (mayo de 1849), mientras que laconspiracin bohemia, todava poco extendida, fue obstaculizada, por los arrestos, en todaactividad, lo que no impidi un largo proceso con las ms crueles condenas contra muchos

    jvenes tchecos y alemanes de Bohemia. En general se puede decir que la actividad deBakunin en la revolucin de 1848 fue desprovista de su eficacia por su intensiva amalgama conel nacionalismo y fue una dicha para l que la revolucin de mayo