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alejandro-swieczewski
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1- - Analizar qué es una formación discursiva ¿Cuál es la función de este concepto en
los trabajos de Foucault?
La pregunta principal de Foucault es sobre las condiciones de posibilidad que hacen que
en un momento determinado pueda emerger un concepto, una institución, una norma,
etc. Con este objetivo apela a una diversidad de enunciados vinculados a aquello sobre
cuyas condiciones de posibilidad se pregunta. Trabaja dichos enunciados en sí mismos
relacionándolos con otros para establecer series. Así, podemos decir que el objeto de
estudio es construido, y por eso el investigador tiene como tarea dar cuenta de las
condiciones de existencia que permiten que ese objeto pueda formarse.
Para encarar una pregunta tan amplia, el trabajo arqueológico consta de un momento
positivo y de otro negativo: El momento negativo sería aquel en el que el investigador
suspende el uso de conceptos y supuestos que suelen ser aceptados acriticamente.
Foucault muestra que conceptos como “Tradición”, “Unidad”, Continuidad”, “Autor”,
“Origen”, etc. obstaculizan el pensar, “No hay que devolver el discurso a la lejana
presencia del origen; hay que tratarlo en el juego de su instancia”1. De este modo,
Foucault busca alertar sobre el error que sería tomar por un concepto intocable lo que es
una interpretación, tratando de “poner fuera de circuito las continuidades irreflexivas
por las que se organiza, de antemano, el discurso que se trata de analizar”2. Este
momento negativo le permite, a su vez, romper con la idea de que determinados
problemas deben ser estudiados exclusivamente por determinadas disciplinas,
habilitando así un amplio campo de discursos a un nuevo tipo de investigación que
busque las vinculaciones donde era imposible hallarlas. Todo esto ya nos anuncia el
momento positivo: Los documentos no serán valorados por la “verdad” que encerrarían,
sino por los efectos que su circulación provoca y por su relación con otros documentos.
Así el investigador se libera para tener en cuenta los enunciados efectivamente dichos
en la singularidad del momento en que emergen (es decir, tomarlos como
acontecimientos), “Una vez suspendidas esas formas inmediatas de continuidad se
encuentra, en efecto, liberado todo un dominio. Un dominio inmenso, pero que se puede
definir: está constituido por el conjunto de todos los enunciados efectivos (hayan sido
hablados o escritos), en su dispersión de acontecimientos y en la instancia que le es
propia a cada uno”3. De este modo se explica porque Foucault prioriza la atención a las
rupturas, las discontinuidades, los limites y los umbrales para encontrar justamente allí
1 Michel Foucault: “Arqueología del Saber”, Siglo Veintiuno Editores, Pág. 412 Michel Foucault: “Arqueología del Saber”, Siglo Veintiuno Editores, Pág. 39.3 Michel Foucault: “Arqueología del Saber”, Siglo Veintiuno Editores, Pág. 43.
la emergencia de lo que permita dar cuenta de los cambios, desencializando las unidades
y totalidades conceptuales.
Cuando Foucault analiza enunciados busca evitar que sus investigaciones se reduzcan al
campo de lo lingüístico, tratando de ver al lenguaje circulando en las prácticas concretas
en condiciones materiales concretas, de las que también debe darse cuenta en la
investigación. Al entrar en el análisis es importante preguntarse sobre las posiciones de
sujeto de los participantes, el ámbito institucional desde el que se enuncia, etc. esto hace
que documentos como reglamentos, la disposición de las letras en un teclado,
prescripciones médicas, puedan ser tomados como enunciados. En este punto se entrevé
la importancia capital que tendrá el cuerpo en los trabajos foucaultianos y la idea de
materialidad de los discursos, en la que habla de que todo discurso se produce siempre
dentro de una relación de fuerzas estratégica, lo cual hace que su circulación genere
efectos de poder sobre los cuerpos individuales y colectivos. De este modo, al construir
una formación discursiva no se debe echar luz únicamente sobre lo dicho o sobre lo
practicado, sino que se debe poner el foco en la materialidad del discurso circulando en
los cuerpos.
Finalmente, trataré de explicar esquemáticamente como es que Foucault explica la
construcción de las formaciones discursivas. Es de vital importancia buscar cuales son
las reglas de existencia que hacen que el objeto de investigación pueda ser construido.
Reglas que, más que buscar una homogeneidad en una unidad de sentido a través del
tiempo, encontrarían una unidad del discurso dada por el espacio en el que diversos
objetos se perfilan y continuamente se transforman, aparecen y se dispersan, en fin se
reparten. Espacio donde múltiples estrategias son posibles. Foucault describe su
análisis como preconceptual ya que se realiza en la superficie de los discursos, en las
reglas que se aplican efectivamente al practicarlos y utilizarlos, “Las reglas de
formación son condiciones de existencia (pero también de coexistencia, de
conservación, de modificación y de desaparición) en una repartición discursiva
determinada”4. Así, busca dar cuenta de la complejidad del discurso mismo
vinculándolo a diversas estrategias y contextos históricos que le permiten aparecer. La
superficie de emergencia es el contexto, el lugar concreto en que el enunciado aparece y
se hace nominable, lugar de diferenciación primera y del cual se debe dar cuenta,
justamente para explicar porque su aparición es un acontecimiento en sí mismo. Esto,
como todo lo demás, debe ser hecho dentro de esa suspensión de ciertos conceptos
4 Michel Foucault: “Arqueología del Saber”, Siglo Veintiuno Editores, Pág. 63
sintéticos, para que el acontecimiento no quede aislado y pueda “hacerse libre para
describir en él y fuera de él juegos de relaciones”5. Las instancias de delimitación, por
su parte, serían el entramado complejo en que surgen los objetos, por ejemplo en el
juego entre diversas instituciones, ya sea al interior de cada una de ellas como en el
juego entre ellas, los cuales irían aislando e instaurando un objeto. Finalmente, las
rejillas de especificación serían ciertos códigos del ver y del hablar que surgirían a partir
de la superficie de emergencia y de las instancias de delimitacion, es decir en un
momento histórico y en un campo determinado, “…no son los objetos los que se
mantienen constantes, ni el dominio que forman; no son siquiera su punto de
emergencia o su modo de caracterización; sino el establecimiento de una relación entre
las superficies en que pueden aparecer, en que pueden delimitarse, en que pueden
analizarse y especificarse”6.
Así, vemos que ningún enunciado tiene significado en sí mismo sino que cobra sentido
en un momento y en una determinada relación de fuerzas estratégica. Por ello, en
“Arqueología del Saber” las relaciones de poder aparecen como una especie de
trascendental, es decir como condición previa a las condiciones de posibilidad de
surgimiento de las formaciones discursivas. En este texto, la noción de poder no es
todavía clara, lo único que hace referencia al tema es la búsqueda de dar cuenta del
lugar desde el que se enuncia y de la posición de sujeto del que pronuncia el discurso,
por ello el poder aparece como un a priori aun no especificado. El concepto de
estrategia aun no hace referencia a la relación entre dominadores y dominados. Se puede
afirmar que el objeto de estudio de la arqueología es el Saber en tanto conjunto de
practicas discursivas y extra discursivas que atraviesan materialmente los actos, los
cuerpos de los sujetos y que son producidas culturalmente, en momentos determinados,
dentro de estratégicas relaciones de fuerza pero cuya característica no es la de la
acumulación y el progreso a través del tiempo sino sus transformaciones y
discontinuidades.
2- Explique porque Foucault rechaza las tesis de que los suplicios perdieron
importancia debido a un progreso del “Humanismo”.
5 Michel Foucault: “Arqueología del Saber”, Siglo Veintiuno Editores, Pág. 47.6 Michel Foucault: “Arqueología del Saber”, Siglo Veintiuno Editores, Pág. 77.
Según Foucault la reforma penal y el discurso que habla de humanizar las penas que lo
acompaña surge en “en el punto de conjunción entre la lucha contra el sobrepoder del
soberano y la lucha contra el infrapoder de los ilegalismos conquistados y tolerados”7,
luchas que, principalmente, fueron llevadas adelante desde dentro del aparato judicial.
Estas luchas marcan un quiebre con una estrategia de poder que se caracterizaba por su
discontinuidad, falta de eficacia y alto costo económico y que ante los cambios que se
estaban produciendo en la sociedad, dejaba de ser útil. En lo que el autor llama
Sociedad de Soberanía el espacio social se vinculaba por la idea de que el poder era una
relación entre el soberano y sus súbditos. Esto lo hacia discontinuo ya que solo actuaba
cuando éste era atacado, dejando así grandes espacios libres a un ilegalismo que era
tolerado. Así, se generaba una economía del poder basada en el derroche, en la
visibilidad, la violencia y la espectacularidad, es decir en generar terror en los súbditos,
y cuyo dispositivo central era el suplicio como ritual en el que se manifestaba el poder
en toda su magnificencia, al ser todo crimen un ataque al soberano como detentador
exclusivo del mismo. De este modo, la idea del sobrepoder monárquico es aquella que
hace foco en que el derecho de castigar es una atribución personal del soberano, siendo
presa fácil de las acusaciones de irracionalidad e injusticia que le lanzan los
reformadores. Esta economía del poder, en que el dictado de la leyes y su
administración no se delimitaba claramente, donde había privilegios evidentes, donde
los títulos para ser juez eran vendidos por el rey, etc., generaba, a su vez, que la justicia
fuese irregular, “Estas instancias múltiples, a causa de su misma plétora, se neutralizan
y son incapaces de cubrir el cuerpo social en toda su extensión. Su imbricación hace
que la justicia penal esté, paradójicamente, llena de lagunas”8. En esos “huecos” que la
justicia no cubre, se producen una cantidad de ilegalismos necesarios para la
supervivencia de las capas populares y que se basan en la violación de ciertos derechos,
violaciones que eran toleradas y, al serlo, se reproducían.
Al iniciarse un proceso de cambios en la sociedad, el cual Foucault sitúa a mediados del
siglo XVIII, esta forma de ejercicio del poder deja de ser funcional, “con el aumento
general de la riqueza, pero también con el gran empuje demográfico, el principal
blanco del ilegalismo popular tiende a no ser ya en primera línea los derechos sino los
bienes…”9. Esto genera lo que el autor llama crisis del ilegalismo popular. Las
innovaciones particularmente importantes que se generan también en el ámbito
7 Michel Foucault: “Vigilar y Castigar”, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1981, Pág. 928 Michel Foucault: “Vigilar y Castigar”, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1981, Pág. 839 Michel Foucault: “Vigilar y Castigar”, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1981, Pág. 88
económico, cuyo ejemplo mas claro sería la revolución industrial, generan
modificaciones profundas en el ilegalismo popular el cual comienza a atacar mas bien la
propiedad privada, los bienes, antes que los derechos. Así crecen en cantidad los robos y
los hurtos en detrimento de la resistencia al pago de impuestos; y aquellos ilegalismos
admitidos que facilitaban la supervivencia de los pobres son ahora considerados ataques
contra la propiedad que deben ser castigados.
Por estas razones, Foucault señala que el discurso de los reformadores a favor de la
benignidad de las penas, criticando las atrocidades del suplicio y pretendiendo defender
la “humanidad” del castigado, encuentra su razón de ser en la necesidad de una
modificación en la forma de ejercer el poder. Esto se enmarcaría dentro de una
estrategia que pretendería introducir el poder de castigar más profundamente en el
cuerpo social, es decir en la persecución de un desplazamiento en la economía del
poder, ya que esta (sociedad de soberanía) no responde a la necesidades que los cambios
en el espacio social generaron en los sectores propietarios, “Se afirma la necesidad de
definir una estrategia y unas técnicas de castigo en las que una economía de la
continuidad y de la permanencia remplacen a la del derroche y el exceso”10. En esta
nueva economía del poder los castigos deberán ser códigos que muestren la
ejemplaridad de una ley que en la precisión que pretende en su dictado para no dejar
escapar ninguna infracción, busca ser austera y discreta en su despliegue pero eficaz en
sus efectos, impidiendo la repetición de la ilegalidad. Ley que al ser debidamente
publicitada tendrá que ser conocida por el pueblo. Castigo ejemplar que silenciosamente
comienza a penetrar el espíritu. Posibilidad de castigo de la que todos quedan
anoticiados.
Las aristas principales de esta nueva estrategia se basan en la protección de la propiedad
privada, poniendo el acento ya no en el crimen y si en la criminalidad donde el infractor
ataca desde ahora a toda la sociedad y no únicamente al soberano. De este modo, el peso
del sistema penal caería con más fuerza sobre los delitos que toman a los bienes como
blanco, quedando el delito contra los derechos en una zona más difusa, siendo este el
lugar de privilegio de los delitos cometidos por la burguesía. No se entrevé una
búsqueda de desaparición de los ilegalismos, mas bien se pretende administrarlos
diferencialmente. En otras palabras, los mecanismos de poder comienzan a hacerse más
precisos, mas delicados, procurando un ejercicio mas estrecho del mismo donde se
empieza a prestar atención a la pequeña delincuencia pero también a los gestos, a las
10 Michel Foucault: “Vigilar y Castigar”, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1981, Pág. 92
conductas y a las diversidades que se hallan dentro de una población. Nuevas técnicas
de poder se perfilan, técnicas que tienden a individualizar sus efectos, a regularlos y no
se encuentra lejana la posibilidad de objetivizar al delincuente, “Por debajo de la
humanización de la penas, lo que se encuentra son todas esas reglas que autorizan,
mejor dicho, que exigen ´suavidad´, como una economía calculada del poder de
castigar. Pero piden también un desplazamiento en el punto de aplicación de este
poder: (…) que sea el espíritu o mas bien un juego de representaciones y de signos
circulando con discreción pero necesidad y evidencia en el animo de todos.” 11 Pero
este no es más que un momento y con el correr del libro el autor comienza a describir
cómo una nueva política del cuerpo sustituirá a esta semiotecnica punitiva, basándose
en la penalidad correctiva y atacando tanto el alma como el cuerpo.
3- ¿Cómo se vinculan las dos respuestas anteriores con el concepto de Historia que
sostiene Foucault?
Foucault sostiene un concepto de historia al que llama historia efectiva y al cual
comienza haciendo referencia como contraposición a las visiones metafísicas de la
historia. En su texto, “Nietzsche, la genealogía y la historia”, nuestro autor señala al
sentido histórico como la característica principal del método genealógico, el cual, en
principio, es definido negativamente en contra de aquella historia que utiliza ciertos
conceptos similares a los criticados en la introducción de la “Arqueología del Saber”.
Historia de los historiadores que “ha supuesto una verdad eterna, un alma que no
muere, una conciencia siempre idéntica a sí misma”12. De un modo mas categórico y
violento que en la “Arqueología”, Foucault se lanza en este texto en contra de la
búsqueda de un origen, lo que equivaldría a pretender encontrar algo que “ya estaba
dado”, algo fuera del tiempo, previo a la caída que sería la historia de los hombres, los
cuales no serían mas que un reflejo corrompido de aquel origen perdido antes del
tiempo del que todo mana y al cual todo debería regresar. En este punto es en el que la
historia de los historiadores y la metafísica se reúnen, los primeros bajo ciertas ideas
como el indetenible progreso de la Libertad, el Espíritu, el Humanismo o la Razón para
darle un sentido finalista a la historia; los otros bajo la idea de un origen divino y
luminoso del hombre, fuente a la cual inevitablemente deberá regresar. La metafísica y
este tipo de historia no serian más que dos caras de la misma moneda. La búsqueda del
11 Michel Foucault: “Vigilar y Castigar”, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1981, Pág. 10512 Michel Foucault: “Microfísica del Poder”, La Piqueta, Madrid, 1992, Pág. 19
origen se asocia a las ideas de identidad, perfección y verdad, ideas todas que son
rechazadas tanto por Foucault como por Nietzsche. Según estos autores las cosas no
tienen esencia, se oponen a la idea de que las cosas tengan una identidad primera, “…
detrás de las cosas existe algo muy distinto, en absoluto su secreto esencial y sin fechas,
sino el secreto de que carecen de esencia, o que su esencia fue construida pieza por
pieza a partir de figuras que les eran extrañas”13. A su vez, ambos se resisten a creer en
que las cosas en su origen eran perfectas, paridas por los dioses. Describen al comienzo
histórico como bajo e irónico donde todos los grandes conceptos e ideas se derrumban
ante el temblor que provocan las carcajadas al contemplar sus brotes. Finalmente, el
ataque a la idea de origen como lugar donde la verdad puede ser revelada. Ante este
concepto, Foucault propone una búsqueda que desentrañe los errores de los cuales
surgen las cosas, errores que permiten avanzar, edificar, y que a su vez son la fuente de
esa debilidad constitutiva que contiene toda construcción humana, ir hacia los azarosos
comienzos que inclinaron la balanza hacia un lado cuando perfectamente podría haberse
inclinado hacia el otro. La verdad como historia de un error con el nombre de verdad.
En la refutación de estos conceptos se vislumbra, al igual que en la “Arqueología”, la
lucha de Foucault en contra de los conceptos que bloquean la investigación por estar
referidos a un más allá imposible de escudriñar; y su búsqueda permanente por remitir
los objetos que estudia al “juego de su instancia”. Con esta perspectiva es con la que
Foucault demuestra en “Vigilar y Castigar” cómo la progresiva desaparición del
suplicio, a mediados del siglo XVIII, no respondería a una toma de conciencia de la
humanidad que se habría dado cuenta de la crueldad de ese tipo de castigo, sino que
dicha modificación formaría parte de un proceso complejo en el cual lo que estaba
cambiando era una cierta economía del poder, donde la relación de fuerzas entre la
aristocracia y la burguesía y entre ésta y las clases populares se estaban transformando.
En su visión de la historia hay dos conceptos clave, que son objeto de análisis de la
genealogía: procedencia y emergencia. La procedencia busca dar cuenta de la
multiplicidad de marcas sutiles que en su complejidad se han enraizado en el cuerpo
manteniéndolas en su dispersión. No se trata de hallar características genéricas, sino de
buscar aquello que rompa las unidades ficticias, buscar dónde el Yo se disocia, hacer
inestables las identidades de todo tipo y, al dar cuenta de estas herencias múltiples no
creer que se reconstruye un nuevo lugar de estabilidad: los sucesos pasados que
transitan por el cuerpo se mantienen en conflicto constante. Es fundamental la posición
13 Michel Foucault: “Microfísica del Poder”, La Piqueta, Madrid, 1992, Pág. 10
que ocupa el cuerpo en la idea de procedencia porque es en él en donde se adhieren los
efectos de los acontecimientos (no como hechos específicos sino como un proceso en el
que una relación de fuerzas puede invertirse), “La genealogía, como el análisis de la
procedencia, se encuentra por tanto en la articulación del cuerpo y de la historia. Debe
mostrar al cuerpo impregnado de historia, y a la historia como destructora del
cuerpo.”14La emergencia, por su parte, es un punto de surgimiento. Es, sin ser un campo
cerrado, un lugar de enfrentamiento entre las fuerzas y siempre se produce en un
determinado estado de fuerzas. La emergencia sería un lugar de enfrentamiento pero es
más bien la distancia entre los adversarios, un no lugar, ya que los rivales no pertenecen
a un mismo espacio, “nadie es pues responsable de una emergencia, nadie puede
vanagloriarse de ella; esta se produce siempre en el intersticio”15. Los protagonistas
que se enfrentan en este intersticio son siempre los dominadores y los dominados, lucha
que jamás se detiene y que se convierte en ritual, mediante procedimientos precisos
graba sus marcas en los cuerpos y en las almas. No existe la paz, esta no sería mas que
el momento en que la dominación es reglamentada por la ley, cuyo mismo vacío
esconde siempre la posibilidad de una inversión en la relación de fuerzas. Las distintas
emergencias en la historia no responden a una continuidad que las haría inteligibles,
sino que su lógica es la de la ruptura, la sustitución, el emplazamiento, el desvío.
Volviendo a la idea de sentido histórico, podemos definirla como una cierta mirada que,
luego de haber destruido las unidades y las supuestas intenciones profundas que
guiarían la historia desde las sombras, es consciente de ser una perspectiva. La
genealogía, guiada por el sentido histórico, pone el foco sobre el cuerpo y las relaciones
de fuerza en que este queda encerrado, busca dar cuenta de las prácticas de construcción
y de destrucción del ser. De este modo, la idea de la historia que busca un pasado en el
cual reconocer el presente, que sostiene ciertos principios cuya continuidad harían
inteligible la historia y que cree en un conocimiento acumulativo y objetivo que deja de
lado las pasiones para dar una justa medida de los hechos pasados, es atacada en sus
pilares y reemplazada por la parodia a lo que implica esa búsqueda de glorias perdidas
para enmascarar el presente; la destrucción de la identidades buscando las
discontinuidades que nos atraviesan, y el sacrificio del sujeto de conocimiento que
conociendo la imposibilidad de la objetividad se inmola en la experimentación
apasionada de distintas perspectivas de saber. Así, el sentido histórico es un saber en
14 Michel Foucault: “Microfísica del Poder”, La Piqueta, Madrid, 1992, Pág. 1515 Michel Foucault: “Microfísica del Poder”, La Piqueta, Madrid, 1992, Pág. 17
perspectiva, que al igual que el método arqueológico al construir las formaciones
discursivas, es consciente de sí, mira a través de los documentos qué cuerpos se están
moldeando y de qué forma y siempre prestando atención a la relación de fuerzas en que
esto se produce. Este último punto es quizás la novedad con respecto a la “Arqueología
del Saber”. En el método genealógico se vislumbra con mayor claridad el concepto de
poder, muy claro ya en Vigilar y Castigar. El cuerpo aparece claramente como volumen
constantemente atravesado por relaciones de poder sin dejar de estar transitado, a su
vez, por las rejillas del ver y del hablar que componen el Saber. El cuerpo como
residencia de los efectos de poder, que al quedar atrapado en dispositivos es
objetualizado y convertido en objeto de Saber. A la critica de las condiciones de
posibilidad para que un discurso emerja en un momento dado, se le suma la indagación
acerca de las relaciones de fuerza en que esto se produce, no solo pensando en la
posición del sujeto que enuncia, sino en un sentido mas amplio, si es que ya se habla de
dominadores y dominados; y poniendo al cuerpo como residencia principal de todas
estas luchas, luchas que jamás dejan de generar efectos en él mismo, “El cuerpo:
superficie de inscripción de los sucesos (…), lugar de disociación del Yo (…), volumen
en perpetuo derrumbamiento.”16
16 Michel Foucault: “Microfísica del Poder”, La Piqueta, Madrid, 1992, Pág. 15
SABER, PODER Y
GUBERNAMENTALIDAD.
Foucault y la teoría critica.
Cátedra: Murillo.
Segundo Cuatrimestre 2008
Parcial Domiciliario.
Alumno: Alejandro Swieczewski.