15
19 Pastoral Popular

Pastoral 331 mitad

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Revista Pastoral Popular Nº331

Citation preview

19

Pastoral Popular

Iniciativa religiosa clama por la paz mundial y nacionalMaxine Lowy

En una gesta para contraponerse a la antigua historia de conflictos bélicos causados por intolerancia religiosa, los creyentes de 17 credos religiosos rezaron juntos por el fin de las guerras, al celebrar la Jornada de Oración por la Paz este martes, 24 de septiembre.Desde hace 12 años el Foro Espiritual de Santiago por la Paz y su coordinador Gerardo Gon-zález organizan la celebración anual, que tiene su origen en una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas que en 1981 estableció la fecha de su sesión inaugural de cada año como un día de cesación de fuego y de reafirmar el compromiso a la resolución pacífica de conflictos.Una declaración por la paz leída conjuntamente por todos los participantes al finalizar el acto puntualizó el sentido de la celebración, al afirmar:“Queremos para Chile y para el mundo una paz genuina y duradera, hecha cultura y grabada como anhelo en el corazón de cada ser humano; una paz sólidamente basada en las estructuras de una nueva sociedad, más justa, solidaria y armoniosa que la actual, profundamente respetuosa de los derechos humanos y de la vida en todas sus manifestaciones, en la que compartir sea más importante que competir, y en la que el diálogo y los acuerdos sustituyan a toda forma violenta en la solución de los conflictos…”Sentados en un círculo en la magnífica sala barroca del Colegio San Ignacio, una centena de fieles y sus dirigentes espiritua-les de diversas corrientes de la fe budista, Islam, Sufi, Sikh, Baha’i, Mapuche, Cristiana y Judía ofrecieron plegarias, canto, mantras y danza en pos de la paz mundial.A medida que cada representante religioso concluía su respectiva oración, se iba colocando flores en un florero en el medio, para formar un gran ramo multicolor, un símbolo de la diversidad espiritual. “Las flores son un elemento que al articularse entre ellos crean algo que es más que la suma de las partes. Cada flor no es portadora de un ramo pero cuando todas se juntan se forma un ramo”, explica Gerardo González.La ceremonia no ha variado mucho con respecto a años anteriores. González cuenta que esto tiene una intencionalidad: al repetir el mismo ritual, se ha ido dando forma a “una liturgia que no pertenece a ninguna religión en particular y que alguna manera sirve a todos”.Para Raúl Rosales, teólogo católico y secretario ejecutivo del Centro Ecuménico Diego de Medellín, “Lo importante para mi es la posibilidad de estar todos en un circulo en un nivel de igualdad, en un país como Chile donde la Iglesia Católica tiene un predominio histórico. Es una oportunidad de conocerse y compartir sentimientos de paz y búsqueda. Es muy plural, y la diversidad nos enriquece”.En los años anteriores, varios rabinos y personeros judíos de Chile han participado en la Jornada de Oración por la Paz. Este año el judaísmo fue representado por el Rabino Jaim Koritzinsky de Ruaj Ami, quien hace varios meses participa en los encuentros mensuales del Foro de Santiago por la Paz, un de los convocantes, junto a otros miembros de su comunidad.En lo que fue su primera participación en la iniciativa interreligiosa, al Rabino Jaim Koritzinsky le impresionó “la diversi-dad de formas por medio de las cuales expresamos nuestro anhelo por la paz”. Agrega, “Todos tenemos diferentes senderos para subir a la montaña, pero estamos ascendiendo la misma montaña”.

Pastoral Popular

18

Su

mar

io

Los artículos firmados no reflejan necesariamente la opinión de la revista.Se autoriza la reproducción siempre que se indique la fuente y se envíe un ejemplar a la redacción

Me ha emocionado profundamente escuchar a Victor Jara en esta grabación2 y leer la nota publicada por Eduardo Gonzalez Viaña. (Puestas por Boris Marañón en la Red de Ripess) Ello me mueve a relatar algo que guardo en mi memoria como un recuerdo precioso que me ha acompañado silenciosamente durante, hoy exactamente 40 años.La noche del 11 de septiembre de 1973 nos quedamos en la Universidad Técnica del Estado, donde yo trabajaba, más de mil personas, entre profesores, estudiantes y administrativos. Yo tenía, y sentía la responsabildad de ser en ese entonces (con sólo 28 años) Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ingeniería, miembro del Consejo Superior, el órgano máximo de dirección de la Universidad, en cuanto representante electo por los académicos de Santiago.Previendo que la Universidad sería asaltada por los militares, y no existiendo por nuestra parte ninguna capacidad de resistencia ante la fuerza militar que se desencadenaría con obvia violencia, intenté durante todo el día de persuadir especialmente a mis alumnos y a las secretarias que se retiraran y volvieran a sus casas, argumentando que la instrucción de “quedarse cada uno en su lugar de trabajo en caso de golpe” era solamente para los que éramos miltantes de los partidos de la Unidad Popular. Intenté pero en vano, que se tomara una decisión política formal en ese sentido.Nos habíamos trasladado muchos a la Escuela de Artes y Oficios, que por ser una construcción más sólida nos parecía ofrecer mayor seguridad. Esa noche la pasé entera junto a Victor Jara y un pequeño grupito de compañeros que lo acompañamos recorriendo una tras otra muchas salas de clases donde pasaban la noche en espera de lo que habría de pasar, decenas y cientos de compañeros. Victor con su canto y con voz que recuerdo enronquecida, animaba a cada grupo, daba ánimos y esperanza, regalaba los que serían sus últimos cantos.Así pasó la noche, y de madrugada los comandos militares asaltaron con violencia la Universidad, con ruido ensordecedor de disparos que pasaban sobre nuestras cabezas. Murieron allí varios compañeros. Dejaron irse a casi todas las mujeres.Desde la Universidad Gaia nos llevaron al Estadio Chile, hoy Estadio Victor Jara. Estuve sentado al lado de Victor gran parte del día 12 de septiembre. El ambiente de ese recinto cerrado, repleto de compañeros, rodeado de soldados, era realmente angustiante, por los disparos que se oían, las armas que nos amenazaban, los gritos y las órdenes militares, el silencio de los compañeros.Victor y yo permanecimos sentados (de hecho estábamos extrañamente tranquilos), uno al lado del otro, y al lado de tantos compañeros de la Universidad Técnica y de varias empresas donde habían apresado a muchos trabajadores. Cada cierto tiempo por los parlantes se daban nombres de personas que debían presentarse en un punto. Pensábamos que nos llamarían también a nosotros, por ser ambos comunistas conocidos. No nos llamaron; pero en un momento Victor fue reconocido, se acercaron militares armados, apuntándolo, y se lo llevaron. Pienso, creo, que fui el último de sus amigos en verlo vivo. (No podría decir que fuéramos amigos cercanos. Teníamos en común el haber sido seminaristas y el ser militantes comunistas, por motivos que eran tan parecidos. Yo lo admiraba, con Pila mi compañera cantábamos y seguimos todavía cantando sus canciones.)¡Qué gran hombre Victor! más allá de su canto, de su arte, de su militancia en la vida. Creo que nunca cantó con tanto amor, con tanta pasión y fervor, y con tanta tristeza y ternura, como esa noche del 11, recorriendo las salas de la Universidad, cantando, animando a los compañeros que nos quedamos allí sin más armas que las del espíritu para defender la democracia.Luis Razeto Esta es la nota publicada en el diario El Primero por el novelista Eduardo Gonzalez Viaña.“En el segundo piso del Instituto Nacional de Cultura de Lima, Víctor Jara y yo estábamos conversando. En esos días, el famoso cantante chileno terminaba una gira por el Perú. Estábamos en setiembre de 1973. Faltaba una semana para que Víctor fuera asesinado.Dicen que cuando uno va a morir, repite sus pisadas. Tal vez eso le ocurría. Por más de dos horas, me habló de su infancia en Lonquén y de su madre, quien le inspiró la canción más conocida de su repertorio, “Te recuerdo, Amanda”. Recordó también la época en que estudiaba en el seminario redentorista y pensaba en ser sacerdote.Dos personas deseaban hablarle. Me hice a un lado para no ser indiscreto, pero me di cuenta por los gestos que Víctor estaba declinando una invitación. Lo último que dijo en voz alta fue: “Gracias, muchísimas gracias, pero no”. En ese momento, me animé a invitarlo a ir a Trujillo. “En la universidad, todos querrán oírte. Puedes quedarte en una casa que tengo. Quédate, hermano, todo el tiempo que quieras”.Víctor sonrió con tristeza: “Dices lo mismo que esos amigos”, señaló a las personas con quienes acababa de hablar. “Quieren llevarme a Quito y hacerme recorrer Ecuador. Y tú quieres que me quede a vivir en Trujillo. …No, Eduardo. Lo que ustedes tratan de hacer es evitar que yo regrese a Chile”.

1 Del facebook de Luis Razeto 2 Serefierealsitiohttp://www.youtube.com/watch?v=xjqa-3oL9Bc donde se muestra una impresionante audición de la televisión

peruana de julio de 1973 con Víctor Jara como invitado.

Testimonio sobre Víctor JaraLuis Razeto

Editorial

40 Años Pág 01Jornada tEología FEminista

Introducción y encuadre de la jornada Pág 02 Doris Muñoz Aprendizajes Pág 05 Luisa Toledo Nada es mío, sino nuestro Pág 07 Pastora Juana Albornoz Memoria, emociones, valores-en cuerpo de mujer Pág 09 Nancy Nicholls 40 años de muertes y resurreciones Pág 11 Carmen Gloria Rodriguez Resistencia femenina Pág 14 Ute Seibert Cuerpos desmembrados Pág 16 No nos dejes caer en sumisión... Pág 17 Nadia Martinez RodriguezrEFlExionEs

Perspectivas históricas del golpe Pág 19 Jorge Gonzalorenaliturgia

Liturgia ecuménica Pág 23 Patricio VejarTestimonio sobre Víctor Jara Contraportada Interior Derecha Luis Razeto

1

Pastoral Popular

Editorial

años40 años desde el gol-pe militar. 40: núme-ro mágico o mítico. Cuarenta años de de-sierto, cuarenta días de ayuno, cuarentenas… “Cuarenta años de muertes y resurrecciones”, constata en su propia vida una de las autoras de esta revistaPero también hay otros números: 18 años encorvada – la mujer en la sinagoga, y muchas otras mujeres – encorva-das por sus torturadores, los hombres… “No nos dejes caer en sumisión…!” – nos grita en la cara otra de las autoras de esta misma revista.Los cuarenta años del golpe militar nos han remecido como no lo habían hecho los treinta – cuando ya nos estábamos decepcionando de una alegría que nunca lle-gó, ni tampoco los veinte - cuando todavía vivíamos en la ilusión de haber superado el tremendo trauma de la dictadura, o ya en la resignación de “la medida de lo posible”… ¿Por qué nos remecen tanto ahora estos cuarenta?En parte, porque se han ido revelando cosas que estu-vieron ocultas durante mucho tiempo – ocultas y do-lorosas, “la memoria como olvido” a la que alude otra autora de esta revista. En parte también, porque ahora miramos hacia el pasado a través de ojos más limpios: los de nuestros hijos o nietos que reciben en herencia una sociedad trágicamente dividida entre Caínes y Abe-les que se echan recíprocamente la culpa... Y muchos de los verdaderamente culpables ríen entre bambalinas, ocultándose para seguir creyéndose inocentes. Felizmente hay también otra tradi-ción de la memoria: la que cuarenta personas mayores entregaron en el símbolo de cuarenta cirios encendi-dos a cuarenta jóvenes para que lle-varan luz de vida solidaria al siglo futuro, como lo cuenta otro artículo de esta revista.“Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero ver-te para darte el perdón” - le pidió Juan Alsina al muchacho de diecio-cho años que un momento después

había de ametrallarlo y tirarlo al Mapocho… Ésa fue una de las estremecedoras memorias que se nos devolvió el pasado domingo 22 de septiembre a los doscientos o más – mujeres y hombres, de más de cuarenta años los muchos, otros muchos de bastante menos,– reunidos to-dos y todas, con jóvenes y niños, y banderas mapuches en el Puente Bulnes, en una misa de curas ya canosos y de cueca muy joven... Esa memoria nos interpela hoy, cuarenta años después, como si un hermano nos hubiera matado a otro hermano, que fue lo que sucedió y todavía sigue pasando, tal vez de otras maneras, pero como si nada…, cuarenta años después.Los llevamos adentro estos cuarenta años, con dolor, con rabia, con impotencia, pero también con una llamita de esperanza. El que tiraron al Mapocho resucita en los que él perdonó… y en otros muchos, con tal que le miremos en los ojos.PP

Misa con cueca para Juan Alsina, Puente Bulnes, domingo 22 septiembre 2013

Pastoral Popular

2

1. Mujeres haciendo memoria…

Bajo el lema “Teologías feministas: memorias y visio-nes nutriendo el presente” se realizó los días 4 y 5

de Julio la XXIII Semana de Teología Feminista en la casa de las Hermanas de la Providencia.En este encuentro participaron alrededor de 50 mujeres que llegaron de 13 diferentes comunas de la RM y tam-bién representantes de otras ciudades, entre ellas; Villa Alemana, Viña del Mar, San Felipe, Talca y Concepción. Además contamos con la presencia de Dominga Meneses Ortuño de Talita Kumi de Bolivia y de Nienke Vierstra de Holanda.La primera actividad importante fue saludarnos, conocernos y reco-nocernos. Todo dentro de un am-biente de mucha alegría por el en-cuentro. También en ese momento, aprovechamos de poner en común la propuesta de programa que ofre-cíamos para la jornada. Después nos dispusimos a marcar simbóli-camente el inicio de este tiempo juntas con un rito de bienvenida. Pusimos en el centro del círculo, objetos que han sido significativos de nuestra espiritualidad y que nos

han dado sentido en las últimas décadas. Juntamos arpi-lleras, cruces que traen el arte típico de América Central, aguayos, CD de música, libros y variados objetos traídos -por algunas- para armar este altar. Compartimos estos significados y comenzamos a recordar nuestras expe-riencias, especialmente experiencias de fe en tiempos de persecución y temor. En este compartir, se nos atra-gantaron los versos de Benedetti, cargados de emoción y nos costó declamar en voz alta;

“en mi región hay calvarios de ausenciamuñones de porvenir / arrabales de duelopero también candores de mosquetapianos que arrancan lágrimascadáveres que miran aún desde sus huertosnostalgias inmóviles en un pozo de otoñosentimientos insoportablemente actualesque se niegan a morir en lo oscuro…”

Junto con el poeta y las compañeras de diferentes países, pero que viven en Chile desde hace muchos años, nos

sentimos parte de una historia/me-moria latinoamericana común.Nos acompañó como símbolo si-lencioso de las violencia contra las mujeres “el maniquí”, intervención artística de autoría de Nadia Martí-nez del Colectivo Agar, que simbó-licamente pretende dar cuenta de la fragmentación, mutilación y abuso del cuerpo de las mujeres, expresado a través de mandatos, estereotipos de belleza y tal vez lo más grave de todo, especialmente en un contexto de reflexión teológica feminista, sos-tenido por un lenguaje religioso del que no hemos sido muy concientes, pero que tiene la fuerza de las afir-

maciones, especialmente cuando éstas se encuentran en

Introducción y encuadre de la jornada

Doris Muñoz

Doris Muñoz

XXIII Semana de Teologías Feministas, Centro Ecuménico Diego de Medellín

3

Pastoral Popular

e l texto sagrado:

“Aquí está mi hija que es donce-lla. Os la entregaré. Abusad de ella y haced con ella

lo que os parezca; pero no cometáis con este hombre se-mejante infamia” Ju. 19,24. Especialmente esta historia es muy cercana a los relatos de tortura que han sufrido las mujeres a manos de los agentes de seguridad durante las dictaduras militares en Chile y América Latina y que se compartieron en estos días. La dimensión sexual de la tortura y el abuso, que tiene una connotación distinta cuando se trata de mujeres; “Matad, pues, a todos los niños varones. Y a toda mujer que haya conocido varón, que haya dormido con varón matadla también. Pero de-jad con vida para vosotros a todas las muchachas que no hayan dormido con varón”. (Nm. 31, 17) En fin, en este contexto danzamos guiadas por Inés Pérez, una danza de interioridad que nos puso en un grupo-comunidad que nos contuviera para hablar de memorias que tocan fibras íntimas y heridas que aún no cicatrizan.

2. Teologías feministas y memoria…

El lema que nos convocó tal como lo expresamos en la invitación fue “Teologías feministas: memorias y visio-nes, nutriendo el presente” y la opción metodológica que hicimos fue conectarnos con nuestras memorias, desde las memorias personales inscritas en nuestros cuerpos. Cuerpos siempre en contextos que nos marcan, como se constató a partir de los testimonios comparti-dos por Luisa Toledo, la pastora Juana Albornoz y los testimonios de otras compañeras que fueron surgiendo a través de toda la jornada.La pregunta que les hicimos a las panelistas, y que nos hicimos todas fue: ¿Qué ha nutrido, sostenido y anima-do nuestras resistencias y luchas por la vida? ¿Cómo han cambiado nuestra fe, nuestra espiritualidad, las imáge-

nes de Dios y lo sagrado? ¿Cómo han cambiado nuestras comunidades y nuestro sentido de pertenencia?En base a estas y otras preguntas fuimos profundizan-do en la necesidad de comprender la importancia de nuestra memoria, la necesidad de no olvidar, de seguir exigiendo verdad y justicia, toda vez que la impunidad mantiene el dolor de la herida, la impo-tencia y rabia de no haber conseguido toda la verdad y toda la justicia y el castigo a los culpables. Una mirada a la historia / memoria de las compa-ñeras argentinas, a través del documental “Campo de batalla, cuerpo de mujer” nos hace profundizar en la violencia sexual (violación, abuso, acoso, etc.) que vivieron en las cárceles y la que viven

las mujeres en las culturas patriarcales como las que predominan en la actualidad en la sociedad, en las igle-sias y en general en la mayoría de las instituciones que se conocen.Nos conmovimos muy especialmente, con el testimonio de Silvia Ontivero, compañera sobreviviente de la tor-tura en Argentina, que ha tenido la capacidad de seguir luchando por establecer justicia y de ser resiliente al horror vivido en las cárceles vinculadas a la siniestra “operación cóndor”. Centros de tortura en donde, por cierto, aparece la trinidad: Dios, la patria y la familia,

Silvia Ontivero

frente a cuerpos vulnerables, dolientes, incluso a veces culposos y avergonzados, ante cierto dios; el dios de los vencedores que avala la tortura y el exterminio en los campos de prisión!Nos asombramos con la fuerza y tenacidad de estas mu-jeres para denunciar y lograr llevar a los responsables a la cárcel por tortura y por violación. Es decir, se logra tipificar la violación como un delito distinto a la tortura! Silvia y todas las compañeras que sufrieron la tortura, siguen siendo parte de todas las causas por mayor ver-dad y justicia en Argentina y en Chile y las vemos emo-

Pastoral Popular

4 Jornada Teología Feminista

cionarse hasta las lágrimas, pero también con una fuerza nacida de la profunda convicción de su quehacer.También se compartieron las experiencias que han per-mitido resignificar lo ocurrido y se hace el ejercicio de recordar, de comprender la historia a la luz de las nue-vas preguntas que surgen en un “hoy” cargado de mucha esperanza, desde experiencias que, por diferentes cami-nos, han fortalecido una espiritualidad desde el cuerpo, lo cotidiano, la comunidad, el grupo de mujeres, diversas organizaciones y por cierto, cada vez más, en conexión con la naturaleza y el entorno. Sin embargo, se constata la permanente violencia que se ejerce hoy contra las mu-jeres, como una forma de relación antes, durante y des-pués de la dictadura. Y de esto debemos hacernos cargo hoy día -sin dictadura militar-, pero con instituciones y relaciones que mantienen, naturalizan e invisibilizan esta violencia. En este sentido, agradecimos el provoca-dor y significativo aporte desde el arte que realiza Nadia Martínez, a través de la fotografía, que con sus imágenes nos abre la mirada hacia la “Memoria del sometimiento en los cuerpos de mujeres” en la actualidad.Las danzas en su ritmo y melodías reiterativas nos ayu-daron a orar con el cuerpo y a acompasar nuestros sen-tidos y latidos en un cuerpo comunitario dolido y a la vez esperanzado. Cuerpo comunitario solidario y conte-nedor de dolores profundos que es necesario acompañar y sanar.

3. Visiones para nutrir el futuro…

En un segundo momento, nos aproximamos a “visiones para nutrir el futuro” lo hicimos también escuchando nuestro cuerpo y sus ritmos. Nos ayudó el Tai Chi y la acompasada danza grupal. La pregunta que guió la re-flexión fue: ¿Dónde ha estado Dios / lo sagrado en nues-tros procesos? Esta pregunta fue contestada desde las ex-periencias de mujeres que participan de organizaciones y colectivos de mujeres y que dan cuenta de la creativi-dad que se ha manifestado de formas diversas de parti-cipación y de exploración de temáticas y ámbitos; María Guerrero la contestó desde su experiencia de trabajo con mujeres en el Colectivo Domo Dungu en Talca, Carmen Gloria Rodríguez, parte del Colectivo AGAR, desde sus diferentes experiencias y Ute Seibert desde la relectura de textos y experiencias claves en el proceso de hacer teología feminista. Conoceremos más de estas experien-cias en otros artículos de la revista.Finalmente y como forma de ir concretando y profun-dizando las posibilidades de abrir caminos, trabajamos en torno a las “Visiones nutricias, contenedoras y pro-vocadoras” de presente/futuro. Trabajamos en torno a la elaboración de un memorial de mujeres, que guarde

los nombres de tantas mujeres comprometidas con una causa para la transformación total de la vida, transfor-mamos el maniquí mutilado en un cuerpo entero con mensajes liberadores de castigos, estereotipos de belle-za, dependencias opresoras, etc.Cerramos este encuentro con visiones de futuro que efectivamente se puedan traducir en experiencias libe-radoras –ojalá en el sentido más amplio del término- que puedan efectivamente ayudar a cicatrizar heridas, sanar memorias, pero sin olvidar que la violencia contra el cuerpo de mujeres y niñas y niños, está vigente de las formas más crueles y ese sufrimiento debe ser capaz de escandalizarnos, provocarnos, y movernos a decir y ha-cer! para que nunca más! Pero, NUNCA MÁS ¿QUÉ??!! Necesitamos completar la frase, especialmente para que la comprendan las generaciones que no vivieron la dic-tadura directamente, como lo expresó Viviana Salazar, una joven participante. Por ello dijimos: nunca más dictaduras, asesinatos, desapariciones, torturas, viola-ciones, relegaciones, persecuciones y una larga lista de abusos contra ninguna persona por causa de sus creen-cias, ideología, nacionalidad, sexo, orientación sexual y/o cualquier diferencia con el pensamiento dominan-te.Nos hace sentido, seguir recordando los versos de Be-nedetti especialmente por todo lo vivido en este mes de septiembre: “Hay quienes imaginan el olvido Como un depósito desierto / una Cosecha de la nada y sin embargo el olvido está lleno de memoria”Para terminar, quisieramos agradecer el trabajo silencio-so, la creatividad y todos los aportes de cada una de las mujeres, grupos e instituciones que hicieron posible esta XXIII Semana Teológica Feminista. Un agradecimiento especial al Taller Permanente de Teologia Feminista del-CEDM

5

Pastoral Popular

Jornada Teología Feminista

Habiendo nacido en el seno de una familia campesina,

muy pobre, nunca supe lo que significaba la lucha de los traba-jadores. Crecí como un pajarito, libre, pero sin ni una pizca de conciencia; pobre física y men-talmente, pero de cierto modo feliz, sin preocupaciones, con una cercanía a la tierra, a los bichitos, a los pájaros, a los ár-boles, a las florcitas del campo; aún están pegados a mi memo-ria muchos olores, ladridos, mugidos, y el hermoso trinar de los pájaros.Sólo al crecer empecé a dimen-sionar mi pobreza y a sufrir por la desigualdad que se creaba en los colegios donde estudié. Pero terminé de estudiar, a pe-sar de todas las falencias y me recibí de secretaria. Entré a tra-bajar en una empresa y empecé a ganar dinero. Reconozco que fui egoísta, no pensé mucho en mis hermanos. Sólo era yo y mi deseo de vestirme bien. Todavía no tenía grandes preocupacio-nes.Pero, me enamoré de un muchacho obrero, Manuel. Y con él todo en mi vida cambió… un torbellino de ideas revolucionaron mi mente: mi pertenencia a un pueblo y a sus luchas y a una iglesia cristiana y católica. Por primera vez escuchaba hablar de la Juventud obrera ca-tólica, del Movimiento obrero de Acción Católica. Estas

Foro Panel con Luisa Toledo, Juana Albornoz y Nancy Nicholls sobre las preguntas: ¿Qué ha nutrido, sostenido y animado nuestras luchas por la vida durante estos últimos cuarenta •años?¿qué queremos guardar/atesorar de esta memoria?•

Apr

endiz

ajes Luisa Toledo

fueron las primeras alegrías, mis primeros pasos en mi compromiso con la vida y lucha de los trabajadores.Tuvimos cuatro hijos: Pablo, el mayor, Eduardo, Rafael y Anita Luisa. Cuatro tesoros. Dejé de trabajar y me de-diqué a su crianza. Lo decidimos con Manuel… Ellos serían criados sin grandes falencias, pero tampoco con excesos… Tendríamos una casa con espacios para dor-mir, para estudiar, con un patio donde pudieran jugar. Y, lo más importante, los criamos generosos, respetuosos y libres para que aprendieran a tomar decisiones desde chicos, con sus amigos, en los colegios, en la vida. Todo esto lo viví plenamente, con una alegría inmensa.Terminada la década del 60 empecé a vivir el período de la Unidad Popular y con ella todo lo que significaba “me-terse en política”, porque en esos tres años maravillosos, hubo que tomar posiciones donde uno vivía, donde uno trabajaba. Mis hijos estaban chiquitos y yo, desafortu-

Luisa Toledo

Pastoral Popular

6 Jornada Teología Feminista

nadamente, no pude participar más activamente en el proceso revolucionario; sólo al final, en el último año trabajé en las JAP (Juntas de abastecimiento popular).Y tras toda la lucha que dio el pueblo por mantener el Gobierno de Salvador Allende, ganó el odio, ganaron los poderosos y su avaricia y vino el Golpe Militar y se instaló en Chile una de las dictaduras más crueles de la historia de este país. Y con esta situación descubrí una nueva faceta de mi ser. Yo tenía que hacer algo, no podía quedarme en casa sólo llorando. Afortunadamente para mí me ofrecieron trabajar en el Comité Pro Paz (COPA-CHI). La primera instancia de rechazo a la dictadura de Pinochet, de denuncia de los crímenes que se estaban cometiendo y de recepción y albergue de los persegui-dos y de sus familiares. Trabajé también con el CODEPU (Comité de Defensa de los derechos del pueblo). Había entrado de lleno en “lo político”.Pero, uno de los grandes saltos en éste mi caminar fue, sin duda, mi participación en la Comunidad Cristiana “Cristo Liberador” de la Villa Francia. Aquí, Mariano Puga y la Comunidad significaron otro vuelco, otro va-ciar y volver a llenar mi espíritu de todo lo aprendido antes acerca de Dios y del pueblo. Aquí había que en-tregarse por entero a los otros, a los que sufrían persecu-ción, a los que tenían hambre, a los niños, a los presos… a las mujeres que buscaban a sus maridos detenidos y desaparecidos… porque ellos eran el mismo Cristo vivo que sufría. En esta Comunidad fui descubriendo a la Iglesia de la que hablaron los obispos en Medellín, en Puebla. Los pobres éramos LA IGLESIA. Manuel y mis hijos se integraron también a la Comuni-dad y empezamos un camino que no tenía vuelta atrás. Mis hijos se comprometieron políticamente en el Mo-vimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Nosotros con Manuel continuamos en la Comunidad. Pero, con el compromiso de los hijos habíamos entrado de lleno en la mira de la Dictadura, de sus policías. Era el año 1983. Eduardo fue expulsado del Pedagógico por ser di-rigente del movimiento estudiantil de esa universidad, y a Rafael, también lo expulsaron por ser dirigente del Liceo de Aplicación. En el año 1984 sufrimos varios allanamientos a nuestra casa y acusaciones de “terroris-tas”. Todos estuvimos presos y fuimos golpeados en las marchas convocadas por el pueblo. Los hijos tuvieron que salir a la clandestinidad. No había vuelta atrás… El camino estaba trazado.Eran los comienzos del año 1985 cuando fuimos heridos de muerte… Muy cerca de nuestra casa, un día 29 de marzo la policía del sector asesinó a Eduardo (20 años) y a Rafael (l8 años), en un contexto de represión brutal desatada por la dictadura contra el pueblo que luchaba con fuerza. El tirano no quería irse y corrió la sangre de

muchos en esos días.Con la muerte de mis amados hijos yo caí en un pozo profundo de oscuridad y dolor. Perdí todo mi “ser”, mi “saber”, mi “fe en Dios”. El tirano a través de sus poli-cías había logrado aniquilarme… no era nada, sólo un guiñapo humano.Sólo recuerdo que a los pocos días debieron salir al exi-lio mi hijo mayor Pablo y mi niñita pequeña Ana Luisa de sólo 16 años. Nos quedamos solos Manuel y yo con este inmenso dolor, tratando de sobrevivir con la ayuda de gente como la Dra. Paz Rojas y algunas mujeres del sector.Pero, las pruebas no habían terminado para nosotros. En el año 1988 regresa en forma clandestina nuestro ama-do Pablo (supimos después que fue por ahí por marzo). Nosotros no sabíamos que estaba en Chile, sino hasta el instante en que aparece muerto junto a la joven Araceli Romo, allá en el cerro Mariposas de Temuco, dicen que fue por el estallido de una bomba. Nunca se ha aclarado esta situación. Bueno, con esta tercera pérdida, se acre-cienta todo, el dolor, la sinrazón, los por qué, se oscure-ce un poco más todo alrededor mío. La locura me ronda, me abraza, me calma, me incita a la muerte… Varios in-tentos fallidos dejan su huella en mi cuerpo…¿Qué me ha nutrido para seguir viviendo después de lo que les he narrado?Primero que nada, la cercanía a la tierra, su cultivo, su pasar permanente de la muerte a la vida… Su bondad infinita con nosotros los humanos, nuestra Madre que no nos abandona nunca… No fue ni mi fe, ni mis cono-cimientos de política, ni mi ser dirigente… sólo el con-tacto con ella… recoger sus frutos generosos.En segundo lugar, la cercanía de Manuel, de mi hija Ana Luisa, de mis nietas Sol y Alen y de haber conocido por un poquito tiempo a mi nieto Eduardo Rafael (hijo de Pablo).En tercer lugar, creo que después de aprender a vivir con el dolor, de sacar lo que debía aprender de él, nació en mí una mujer guerrera. He peleado todos estos cua-renta años contra el mal, contra la impunidad, contra la pobreza, contra la desigualdad, no sólo por mis hijos, sino por todos los que han sufrido y siguen sufriendo en estos momentos el desmesurado odio que los poderosos nos tienen.Sin embargo, hay cosas que me gustaría haber profun-dizado más en mi vida. Por ejemplo, mi ser mujer, mi femineidad, mi derecho al placer en todos los sentidos. Erradicar de mi vida la idea de “pecado”, de “culpa”. Respetar lo diferente en las personas de mi sexo. Rom-per con todos los miedos a lo diferente.

Con cariño y respeto, Luisa Toledo S.

7

Pastoral Popular

Jornada Teología Feminista

Quedé sola a los 35 años, porque mi marido encontró que no era 90-60-90, no tenía los ojos celestes ni el

pelo rubio…Tengo cuatro hijos, uno de ellos perdido en la dictadu-ra.Soy nieta de trabajadores de la salitrera, donde se dio una lucha incansable. A la clase trabajadora no se le ha regalado nada. Sangre, sudor y lágrimas por generacio-nes.Hija de Pastores evangélicos, de una familia cristiana consecuente, que nos entregaron grandes valores cristia-nos. Creo que en la transparencia hay algo muy impor-tante en la vida de nosotros

Hemos aprendido a no callar. Desde los 14 años en el PS. Soy una mujer ecuménica. Ha traído una discrimi-nación el pensar en forma diferente: en el partido había una fuerte posición atea; en la iglesia, suspicacias frente al marxismo. Así crecí como mujer capaz de pensar di-ferente: en el partido y en la iglesia – desde los 14 años actuando en la clandestinidad, porque militaba en un partido ateo.El dolor de la persecución y la tortura fue lo que más me dolió, pero no fue tan difícil lo de la clandestinidad.

Desde la UP, soñábamos que íbamos trabajar por todos y todas. Que todo había dejado de ser “lo mío” para pasar a ser “lo nuestro”.

El testimonio de la Pastora Juana Albornoz inte-rrumpe una conversación suya con Luisa Toledo en que ambas discuten con humor cómo afrontar el desafío imposible de comprimir en 20 minutos unas vivencias que abarcan 40 años de vida muy

plena, llenas de gozos, dolores y esperanzas…

Nada es mío, sino nuestro

Pastora Juana Albornoz

Vino el golpe más aberrante en la historia LA.Fui una mujer desplazada de una comuna solidaria y consecuente, San Miguel, lo que yo más quería, para ir con mis hijos a vivir en la Granja.

¿Qué nos sostuvo durante la dictadura ? Eso que estamos haciendo ahora: formar redes, comunicarnos. El terror y el miedo desaparecían en parte cuando nos juntábamos. Cuando pasaban a las 3 o 4 de la mañana y encerraban a los compañeros, ahí estábamos las mujeres todas jun-tas, esperando a nuestros compañeros, que los soltaran. Muchos no salían. Eran detenidos y nosotras… mirando. El terror, el miedo: algo latente en cada uno de nosotros. Tuvimos que sacar fuerzas de flaqueza.

Pastoral Popular

8

Pastoral Popular

Jornada Teología Feminista

Cuando llegué a la comuna de La Granja, empecé a sen-tir que muchas cosas estaban faltando. Empecé a sentir el dolor de la soledad completa. Y el hambre que corroe el alma… hay que sentirla para ver cuánto cala en nues-tro ser y en la espiritualidad.La Granja, San Miguel, San Joaquín era una sola comu-na. Cuando llegué a La Granja, no conocía las calles. Te-nía terror de salir. Cuidaba que mis hijos no salieran.Un día pasó uno pidiendo pan. Ojalá tuviera algo. En la tarde, los niños vinieron contando que les habían dado algo, un gesto de solidaridad – los compañeros empeza-ron a ayudar a hurtadillas, dejando una bolsita colgada con azúcar y té.

Un compañero que venía de Cisterna, le habían pegado tanto que casi había perdido la vista – llegó a tientas y se ubicó, quería buscarnos, andaba buscándonos a los desplazados. Posteriormente, empezamos a formar redes. Se nos ocu-rrió la gran idea de hacer una Casa de Oración en una de las piezas: íbamos a orar, pero también a preparar cómo habíamos de declarar. Alimentaba nuestra espirituali-dad, pero nos daba fuerza también para buscar la estra-tegia para ver lo que seguir haciendo más adelante.

La solidaridad nos sostuvo – lo que nos sostuvo más adelante, son estos espacios. El Diego de Medellín, cómo olvidarlo, esa inseguridad con que salíamos, en Av. Es-paña. Salíamos de a uno, no de a dos. Lo que habló Lui-sa sobre el Comité Pro Paz, el trabajo ecuménico donde

sentíamos que éramos hermanos del mismo Cristo, que íbamos a crear una nueva fuerza.

Las mujeres nos organizamos en diferentes organizacio-nes: por la vida, por los derechos humanos, en lo que fuera.Un de ellas fue la Confraternidad Cristianas de Iglesia, que se formó para ser una voz profética – que le man-dó una carta a Pinochet diciéndole que terminara con la persecución y la tortura – creyeron en La Moneda que era una carta de alabanza para Pinochet, como la de otras iglesias pentecostales. Arrancando gritábamos: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, era nuestro lema de luchaMujeres integradas por elecciones libres, con unas abe-jitas como logo, pura miel, pero con una fortaleza in-creíble.Esta era lucha por la liberación.

A mi se me ha tildado de ser una Pastora muy frívola – pero me siento bien – si ser frívola es decir lo que se piensa, es actuar en el mundo con los pies en la tierra, porque la iglesia evangélica en su mayoría va siempre caminando por el camino de Emaús mirando para arri-ba, para que el Señor lo arregle todo... En cambio, el Se-ñor nos da la sabiduría para hacer de esta tierra un lugar en que tengamos vida y en abundancia.

Me encontré con Dios Padre y Madre, que nada es mío sino nuestro.

La iglesia evangélica, en su mayoría, mutila la menta-lidad de la mujer - no nos deja participar. No soy una teóloga. Me costó mucho encontrar mi don. Porque la iglesia me lo mutiló. Tengo esperanza que las iglesias reconozcan los de-rechos espirituales y socia-les de las mujeres.Abriendo camino para que otras mujeres sientan que sí se puede, no tengan te-mor, existe pueblo, no ten-gan temor…

9

Pastoral PopularPastoral Popular

Jornada Teología Feminista

1 Valerie Raleigh, Recording Oral History. A Guide for the Humanities and Social Sciences, Oxford, Altamira Press, 2005, pp. 50-51.2 Steve Stern, ‘De la memoria suelta a la memoria emblemática: hacia el recordar y el olvidar como proceso histórico (Chile, 1973-1998)’, en.

Garcés et. al. (comp.) Memoria para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX, LOM, 2000, p. 17.

Comentario en relación a la memoria, motivado por las exposiciones de Luisa Toledo y Juana Albornoz

Nancy Nicholls

Memoria, emociones, valores – en cuerpo de mujer

Escuchando los testimonios de Luisa y Juana, me emocionó la fuerza y el compromiso que contienen,

y pensé en las formas de rememorar de las mujeres. De acuerdo a la historiadora oral Valerie Raleigh1, las mujeres tienden a rememorar, con más detalles que los hombres, experiencias personales y vinculadas a las emociones. En los relatos de Luisa y Juana, los hechos se entrelazan con las emociones vividas, y de esa manera la memoria se puede leer no sólo en sus palabras sino también en las expresiones de sus cuerpos, sus rostros, en sus gestos y sus miradas, en los tonos de sus voces.Las historias personales de Juana y Luisa les pertenecen, pero son también las de este país y pueblo. Destacan valores. Escuché hace algún tiempo al historiador Julio Pinto en una conferencia, planteando la pregunta de por qué los historiadores no se han interesado de manera re-levante en investigar sobre la Unidad Popular. Julio Pinto se preguntaba -no con estas palabras textuales, pero ésta era su idea- ¿no será que a las generaciones actuales ya no les interesan los valores defendidos por la Unidad Popular? Las historias de Juana y Luisa me hacen pensar en los valores de ese periodo, y de qué manera están plenamente vigentes en la actualidad: la solidaridad, el trabajo comunitario, el bien común, la justicia social, la equidad.La rememoración compartida hace, por otro lado, reaccionar. Es muy probable que a muchas de las presentes los rela-tos de Juana y Luisa nos llevaran a rememorar nuestras propias vivencias en ese tiempo. Este acto de recordar, junto a otros, es necesario para la sociedad, sobre todo cuando ésta ha vivido experiencias traumáticas a nivel colectivo. Una parte de este país quiso por mucho tiempo olvidar y esconder las memorias de la dictadura. Para el historiador Steve Stern, una de las memorias emblemáticas del golpe y de la dictadura militar es la memoria como caja cerrada, que es mejor no abrir por la peligrosidad y el potencial conflicto que encierra; es la memoria como olvido2.Por el contrario, sabemos que el acto de recordar permite la elaboración de la memoria dolorosa, traumática, es un

Pastoral Popular

10 Jornada Teología Feminista

acto de sanación cuando hay un otro que escucha y acoge, que contiene. La elaboración de esas memorias dolorosas es necesaria para continuar la vida como personas y como nación. En Europa, pasaron muchos años hasta que la sociedad comenzara a hacerse cargo de la memoria traumática del Holocausto. Hoy, sin embargo tanto en Alemania cono en otros países europeos es una memoria ‘fuerte’, dado que se ha comprendido la importancia de ella en la for-mación de la identidad nacional y en la conciencia de que lo ocurrido no puede volver a suceder. En Chile estamos viviendo un proceso de elaboración de la memoria de nuestro pasado reciente, pero aún hay mucho que recorrer. Las mujeres, en este recorrido, tienen mucho que decir, como transmisoras de experiencias personales y colectivas. Su forma de significar, por ejemplo, la organización colectiva, y las experiencias dolorosas, traumáticas vividas en carne propia. Para Luisa, por ejemplo, su trabajo en el Comité Pro Paz, en Codepu y en la comunidad cris-tiana, entendido como una forma de acción ético-política de resistencia a la dictadura, y para Juana, la formación de redes, la necesidad y la importancia de la oración pero también de la acción concreta como medio de hacer frente al hambre y a la represión de los años de dictadura militar. Para terminar, es importante señalar que el recuerdo se hace siempre desde un presente. Y en ese sentido, la memo-ria se significa, adquiere sentido, desde las preguntas problemas y discusiones que se están haciendo en el presente desde el que se rememora. Los relatos de Luisa y Juana nos hacen volver al pasado, pero desde nuestro anclaje en la actualidad, y al escucharlas, resulta tan nítido que sus historias son parte de nuestra historia, son parte de la iden-tidad de nuestro pueblo, y nos dan elementos para responder a parte de nuestras problemáticas contemporáneas. Dentro de ellas, tal vez una de las más relevantes sea cómo asumir el dolor de las pérdidas humanas que no son sólo sus pérdidas, son las de todos nosotros. Sus testimonios, nos abren a la rememoración de esos hechos violentos, desgarradores, que son sin embargo parte de nuestro pasado reciente, y nos recuerdan, que como sociedad actual, debemos integrarlos al relato de la historia, y lo más importante a su elaboración, como sociedad.

11

Pastoral Popular

Como la cigarra

María Elena Walsh Tantas veces me mataron, tantas veces me morí,sin embargo estoy aquí resucitandoGracias doy a la desgracia y a la mano con puñalporque me mató tan mal y seguí cantando Cantando al sol como la cigarradespués de un año bajo la tierraigual que sobrevivienteque vuelve de la guerra Tantas veces te mataron, tantas resucitaráscuántas noches pasarás desesperandoY a la hora del naufragio y de la oscuridadalgo te rescatará para ir cantando

Cantando al sol como la cigarradespués de un año bajo la tierraigual que sobrevivienteque vuelve de la guerra

Carmen Gloria Rodríguez

He querido compartir este par de estrofas de esta can-ción porque refleja en gran medida lo que han sido

estos 40 años transcurridos desde el golpe militar. 40 años de sucesivas muertes y resurrecciones tanto en lo personal como en lo colectivo. Es que 40 años es en rea-lidad toda una vida. Ese 11 de septiembre me sorprendió siendo una joven de 21 años, estudiante de la carrera de Servicio Social, militante de las Juventudes Socialistas, y esperanzada en que el gobierno de la Unidad Popular pudiera revertir las condiciones de desigualdad social que también en ese tiempo reinaban en nuestro país.Ese día fue un día de muerte. Murió el Presidente de la República elegido democráticamente, murieron tantas ilusiones, tantos derechos conseguidos con el esfuerzo de hombres y mujeres que incluso habían entregado la vida por ellos. Comenzó una negra noche de pesadillas que parecía no tener fin. Si bien no sufrí en carne propia los cruentos abusos de la dictadura, la senda por la que transitaba la vida tomó otras direcciones. La carrera uni-versitaria que cursaba fue cerrada, como todas las carre-ras consideradas por el régimen un peligro debido a su orientación político social (cunas de comunistas). Mu-rieron libertades tan simples y básicas como escuchar

Jornada Teología Feminista

Pastoral Popular

12

y cantar la música que me gustaba, y, como a tantos y tantas, me mataron el derecho a pensar, a soñar. Me casé y tuve a mis hijos en dictadura, hijos que crecieron en medio de los desencuentros familiares que provocaba mi rebeldía al sistema y la pasividad impulsada por el mie-do paralizante con el que mi marido vivía el día a día. Fueron malos tiempos, tiempos de vivir casi encerrados, tiempos de tristeza, de frustraciones, incluso de profun-das depresiones, de desesperanza no sólo personal sino también colectiva. Vivíamos en un país regado de muer-tos y muertas, de desaparecidos y desaparecidas, de se-cretos a voces en cuanto a la violación de los derechos humanos. Agonizábamos y moríamos cada día. Seguramente muchos y muchas se preguntaban dónde estaría Dios en esas circunstancias. Tengo que ser ho-nesta, era una pregunta que no me hacía. Me había pro-clamado atea. No creía en Dios ni en nada que tuviera relación con un personaje, que según el decir de mi pro-pio hijo, en ese entonces pequeño, era como el “viejo pascuero”, o sea, una mentira para ilusionar a ingenuos y útil para quienes no querían hacerse responsables de las circunstancias (esto lo sigo creyendo igual). Mi ateís-mo era súuuuuper básico, emanaba del también básico argumento de que si existiera un dios como el que el cristianismo describía, de salvación, de amor, todopode-roso, etc, etc, no sucedería todo lo que sucedía en Chile, en Latinoamérica y en el mundo. Paradójicamente a medida que fui experimentando lo que hoy llamo resurrecciones, no sólo mías, sino de mu-chos y muchas y que llegaron con la germinación de la lucha contra la dictadura, comencé a tomar conciencia de que había algo más allá de lo material que nos compo-ne y que nos rodea. Una fuerza, una energía que anima nuestro cuerpo y espíritu, y nos impulsa a vivir la vida

en plenitud, aunque para ello sea necesario arriesgarnos e ir más allá de nuestras naturales fuerzas físicas y emo-cionales. (1988-1990)Una importante resurrección fue el retorno a la demo-cracia, resurrección que no duró demasiado tiempo, porque comenzó otra muerte anunciada, la democracia tan celebrada no era tal, la libertad estaba (y aún hoy lo está) limitada a todos los amarres legales que la dictadu-ra nos legó. La justicia, que a mi entender es una de las formas más certeras de experimentar resurrección, por-que permite recomenzar a vivir, no llegaba ni siquiera con el pasar de los años, para quienes vivieron la parte más violenta y cruel del régimen. Al respecto hubo sólo pequeños “triunfos judiciales” que representaron pe-queñas resurrecciones que quizás ayudaron a algunos y algunas a retomar sus vidas, pero no fueron suficientes para reparar el daño y permitir restaurar esas vidas a cabalidad. Transcurrió el tiempo y llegaron otras muertes, en lo personal, el fallecimiento de mi marido que me hizo una más de tantas mamás que solas deben hacerse cargo de su casa, y de sus hijos y su futuro. Y en lo colec-tivo, el descubrimiento del inicio de la corrupción de los partidos políticos, de esos mismos que lograron que nuestro país viviera nuevamente en una democracia que aunque relativa, no era la dictadura. Pero el neolibera-lismo en pleno había hecho su aterrizaje en nuestro país y penetró todas las capas del entramado social. Así, casi sin percibirlo, porque todo tenía un barniz dorado de “oportunidades” que no tenían precisamente relación con el derecho a “una vida mejor” sino más bien con el “derecho a vivir endeudados y endeudadas” en aras del dios consumo, en lugar de ir disminuyendo las desigual-dades éstas se fueron acrecentando hasta llegar a nuestra realidad actual. Chile, uno de los países más desiguales del mundo.Tales muertes hicieron que buscara otro sentido a la vida. Así comenzó mi acercamiento al Dios cristiano. Estudié teología, me preparé, me involucré y terminé siendo pastora en una denominación evangélica. Creí que había encontrado la resurrección por excelencia. Pero no, pasado el enamoramiento ciego y posiblemente necesario para mis circunstancias de vida, abrí los ojos y pude ver los abusos cometidos por las religiones pa-triarcales a las personas que se encuentran en estado de vulnerabilidad. Son abusos de diversos tipos, económi-cos, utilización de capacidades, sexuales, fomento de re-laciones jerárquicas, desiguales, y opresivas, sobre todo con las mujeres, con nuestros cuerpos, con nuestros de-rechos, con nuestras emociones. Lamentablemente, es un hecho, existe una dictadura sustentada por el patriar-cado religioso que tortura las mentes, los espíritus y los

Jornada Teología Feminista

13

Pastoral Popular

cuerpos a través de la institución de la culpa, el servicio ilimitado, la renuncia, el sometimiento.Así, una muerte más, pero también una resurrección más. “A la hora del naufragio y de la oscuridad, algo me rescatará”. Ese algo fue, la Teología Feminista y sus exponentes que me regalaron un lindo par de lentes vio-leta, para que viera a través del prisma de mi ser mujer. Esto vino a rescatar mi aplastado pensamiento crítico (hay que considerar que los pueblos que soportan dic-taduras prolongadas son dañados en una de sus más esenciales funciones, la elaboración de pensamiento). Imaginen cuanto puede ser el daño cuando se pasa pri-mero por una dictadura socio-política y luego por una dictadura religiosa. La teología feminista también puso a mi servicio la Hermenéutica de la Sospecha, comen-cé a juzgar con libertad y sin culpa aún lo considerado “más sagrado” y hay que tener en cuenta que la sacrali-zación no es sólo una exclusividad del hecho religioso. Hay demasiadas cosas consideradas sagradas y por tanto inamovibles e incuestionables por la generalidad de las culturas, como por ejemplo nuestro rol de madres (ma-dre por sobre todas las cosas), nuestra condición sexual y nuestra construcción de género (mujer, femenina, de-licada, sumisa, y mina etc), nuestro rol de “dueña de casa” (poco endosable a los hombres, aunque las mu-jeres trabajen diariamente 8 horas fuera de casa). Sería muy largo de enumerar todo lo considerado sagrado, sin ser “religioso” propiamente tal, aunque tampoco pode-mos desconocer que son las imágenes de lo divino las que mantienen a las personas atadas a paradigmas y es-tereotipos, sobre todo cuando se trata del tema género. ¡Cuánto daño ha hecho la imagen de un dios de sexo masculino! (Padre , Hijo y Espíritu Santo, un verdadero concentrado de masculinidad) Ha hecho que los hom-bres crean que si dios es hombre, ellos son dioses o a lo menos, se asemejan más a ese dios, que las personas del sexo femenino y por tanto les parece lógico tener cier-tos privilegios que las mujeres no tendríamos por qué tener. Después de dar muchas vueltas en el espiral de la vida, quiero cerrar un ciclo y decir que así como en 1973 me declaraba básicamente atea, hoy, cuarenta años después me declaro “iluminadamente” atea. Si, porque ha habi-do personas y hechos que han ido iluminando mi nuevo ateísmo (por ejemplo mis profesoras de teología y géne-ro). Si, ya no puedo creer en esa imagen de dios patriar-cal y machista de las tradiciones judeo -cristianas que se comenzó a construir por el pueblo hebreo y que en un principio era más bien representado por fenómenos naturales como la zarza ardiente o la columna de humo y fuego que les guiaba en el desierto, pero que con el correr de los siglos fue tomando más y más característi-

cas antropomórficas, hasta desembocar en el dios-theos, hecho a imagen y semejanza de los hombres, extensión de las imágenes divinas de los griegos y luego de los romanos que adoptaron el cristianismo haciendo despa-recer así, en el tiempo, incluso las imágenes femeninas de la divinidad. ¿Cómo eran esas imágenes de dioses? temperamentales, veleidosas, emocionales, peleadoras, violentas, etc, etc, etc. Me niego a creer en ese theos que ordena a su supuesto pueblo escogido, que invada y arrase a otros pueblos que se supone tendrían que ser obra de ese mismo dios que lo ha creado todo. Me niego a creer en un theos que usa a las mujeres como premio o castigo según la conducta de su pueblo, o sea, si ganaban la batalla debían matar a todo el pueblo pero tomar a las mujeres, violándolas, como premio de su valentía. Pero si su pueblo no le obedecía, sus propias mujeres serían entregadas para ser violadas por los otros pueblos. Me niego a creer en un theos que nos dé instrucciones de sumisión, que nos ordene callar, obedecer, sacrificarnos y servir sin condiciones. Como no creo en ese theos, puedo llamarme ateaSin embargo creo que existe una realidad última que es un misterio y a lo que hemos dado el nombre de Dios. Creo en lo sagrado pero no en forma de alguien sino de algo, ¿espíritu, energía creadora? no en las alturas, no en otras dimensiones celestiales, sino en nuestro mis-mo plano de existencia y dentro de cada ser humano y de cada ser vivo. Creo que es esta imagen diferente de Dios la que estuvo presente en medio de todo el su-frimiento provocado por la dictadura. Estuvo acompa-ñando a las mujeres que fueron violadas, en cada gesto de contención que pudieron recibir de sus compañeros y compañeras, en ese trozo de alimento que era cedido para beneficio de otro o de otra, o en ese pan comparti-do no sólo como alimento sino también como manuali-dad terapéutica, estuvo en quienes acompañaron a las personas que perdieron a sus familiares. Está presente hoy en las multitudes que han descubierto que todo ser humano es sujeto de dignidad, que están recuperando una conciencia de amor que les hace comprender que se debe amar al prójimo como a si mismos, no más que si mismos, que están entendiendo que no hay nada más sa-grado que la vida misma y que por eso mismo debemos honrarla viviéndola a plenitud.Creo que es ese algo, ese Dios, lo que anima nuestra exis-tencia aunque todo grite muerte, es el que hace posibles nuestras innumerables resurrecciones, es lo que nos nu-tre y lo que nos permite recrearnos constantemente, eso que a pesar de las circunstancias nos rescata para seguir cantando, y danzando, y luchando por nuestra dignidad y por la dignidad de todo lo que tiene vida, incluida nuestra madre tierra.

Jornada Teología Feminista