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Entre la ciudad y el continente: opciones para la construcción de los estados andinos en la época de la Independencia Carlos Espinosa Actualmente, el estado-nación tradicional está perdiendo terreno ante otros marcos políticos. Ampliamente percibido como una organización política planteada a una escala subóptima, está siendo reemplazado por redes transnacionales o locales. En este contexto de desnacionalización es imprescindible preguntarse por la aparición de los estados-nación de escala mediana en los Andes, a comienzo del siglo XIX. ¿Bajo qué condiciones geopolíticas, económicas y geográficas fue el estado-nación, de tamaño moderado, escogido como la dimensión apropiada para el ejercicio del poder? ¿Por qué fracasaron las alternativas más grandes o más pequeñas, como la incipiente Federación de los Andes ( 1825-27) o el micros- cópico Estado Libre de Guayaquil (1820-22)? ¿Acaso una lógica de selección darwiniana operó en la determinación de la escala, de modo que un tamaño triunfó sobre las escalas competidoras? El problema de la configuración del mapa postcolonial no ha sido el centro de ningún análisis sostenido, una omisión sorprendente dada la atención prestada a otras áreas de la formación de los estados post-independentistas, como el grado de centralización o la participación popular en la política.' Los mejores ejemplos de investigaciones sobre la formación de estados en el siglo XIX son los trabajos de Mallon (1995) y López (2000). Para la influencia de la Constitución de Cádiz en la formación de los estados véase a Rodríguez ( 1998). Nº 34, enero 2002 155

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Entre la ciudad y el continente: opciones para la construcción de los estados

andinos en la época de la Independencia

Carlos Espinosa

Actualmente, el estado-nación tradicional está perdiendo terreno ante otros marcos políticos. Ampliamente percibido como una organización política planteada a una escala subóptima, está siendo reemplazado por redes transnacionales o locales. En este contexto de desnacionalización es imprescindible preguntarse por la aparición de los estados-nación de escala mediana en los Andes, a comienzo del siglo XIX. ¿Bajo qué condiciones geopolíticas, económicas y geográficas fue el estado-nación, de tamaño moderado, escogido como la dimensión apropiada para el ejercicio del poder? ¿Por qué fracasaron las alternativas más grandes o más pequeñas, como la incipiente Federación de los Andes ( 1825-27) o el micros­cópico Estado Libre de Guayaquil (1820-22)? ¿Acaso una lógica de selección darwiniana operó en la determinación de la escala, de modo que un tamaño triunfó sobre las escalas competidoras? El problema de la configuración del mapa postcolonial no ha sido el centro de ningún análisis sostenido, una omisión sorprendente dada la atención prestada a otras áreas de la formación de los estados post-independentistas, como el grado de centralización o la participación popular en la política.'

Los mejores ejemplos de investigaciones sobre la formación de estados en el siglo XIX son los trabajos de Mallon (1995) y López (2000). Para la influencia de la Constitución de Cádiz en la formación de los estados véase a Rodríguez ( 1998).

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El dominio territorial de los seis estados-nación andinos creados a comienzos del siglo XIX mostraba dos denominadores comunes, un tamaño mediano y correspondencia con los distritos coloniales de rango medio conocidos como audiencias. Las dimensiones de los seis estados-nación andinos definitivos iban de 500 000 pobladores/50p 000 kilóme­tros cuadrados, en el caso del Ecuador, a 1,5 millones de habitantes/900 000 kilómetros cuadrados, en el caso del Perú. Si bien estas dimensiones podrían parecer demasiado amplias como para conformar un patrón distintivo, es significativo que no llegaran a prevalecer ni las alternativas más grandes con poblaciones de más de dos millones de habitantes (la Gran Colombia, la Confederación Perú-Boliviana), ni las pequeñas como Guayaquil o Concepción con menos de 500 000 pobladores.

La escala similar y el pasado colonial no sólo constituyen denominadores comunes de los espacios nacionales andinos de la post-independencia sino que explican su configu­ración. El modesto grado de cohesión y legitimidad de los distritos coloniales de mediano rango (las audiencias) pesó sobre los constructores del Estado en la era de la independencia cuando decidían su tamaño. Sin embargo, el legado colonial fue una causa necesaria pero no suficiente. La variable decisiva fue un proceso cuasi-darwiniano de selección de una escala óptima para los fines de la maximización de las rentas, la defensa externa, la diplomacia y el comercio interno y externo. El resultado de este proceso fue la condensación del estado­nación de tamaño moderado, una vez que colapsaron las alternativas más grandes o más pequeñas.

Las dinámicas aparentemente contradictorias que he señalado se reforzaron mutua­mente. La integración de la era colonial jugó un papel en la definición de las dimensiones de las unidades territoriales postcoloniales, al brindar parámetros espaciales y una guía para el ejercicio del poder. Sin embargo, la agitada experimentación que tuvo lugar durante la inde­pendencia, en la cual se implementaron decenas de proyectos estatales más grandes y pequeños (la Gran Colombia, la Confederación Perú-Boliviana, el Estado de Guayaquil, etc.), muestra que la continuidad no constituyó un destino ineluctable. Otros espacios, además de las audiencias, fueron considerados seriamente como opciones, incluyendo las diminutas ciudades-estado y los super-estados que superaban el tamaño de las audiencias . Bolívar, por ejemplo, no sólo diseñó un super-estado que abarcaba tres unidades coloniales de audiencia/ capitanía, sino que, además, fragmentó dichas unidades en un número mayor de departamentos. Fueron las ventajas de escala, más que la simple inercia, las que finalmente impulsaron la reconfiguración de las audiencias, principalmente luego del colapso de las alternativas más grandes o más pequeñas.

Las unidades territoriales pueden ser planteadas a diversas escalas y traen ventajas y desventajas que varían con el contexto histórico y geográfico. 2 Las ventajas de escala en el contexto de los Andes del temprano siglo XIX se derivaban principalmente del control de un núcleo ecológicamente diversificado y densamente poblado que comprendía enclaves mineros y el acceso al Océano Pacífico. Pero incluso la periferia de los estados, que en el caso

2 En Tilly (1992) y Spruyt (1994) hay argumentos sobre las ventajas que el estado-nación tuvo en la temprana edad moderna sobre marcos más grandes o más pequeños. Spruyt, asimismo, es una fuente importante sobre el papel de la selección en la determinación de los tipos de estado.

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andino consistía principalmente en el bosque tropical amazónico, era ya considerada una fuente potencial de recursos tropicales.

Debemos introducir varios matices importantes a la tesis de que la dimensión de los estados fue determinada por las ventajas de escala que ofrecían los espacios de las ex audiencias. En primer lugar, la importancia de definir la escala óptima pasó a ser una cuestión especialmente apremiante con el surgimiento del espacio homogéneo y la demarcación más precisa de los espacios administrativos inherentes a la modernidad política En segundo lugar, las dimensiones geográficas del estado constituyen un fenómeno más significativo de lo que parece, puesto que si la escala de los nuevos estados hubiera variado significativamente el número de entidades políticas también hubiera variado. Un mayor tamaño promedio, por ejemplo, habría significado que algunas de las actuales entidades no se habrían desarrolla­do, en tanto que uno menor habría implicado un mayor número de los mismos. Tercero, si bien los estados de mediano tamaño eran unidades más eficaces que lo que habrían sido los marcos políticos alternativos, en cambio seguían siendo bastante débiles. Sus gobiernos centrales eran poco más que el punto focal de unas alianzas poco sólidas de las elites locales. Como es bien sabido, ellos se ocuparon principalmente de la defensa externa, del endeuda­miento externo, de la diplomacia y de la reglamentación de los aranceles internos y externos, e incluso esas tareas fueron desempeñadas de modo inadecuado. Con todo, resulta signifi­cativa la elección de la escala de las alianzas y el alcance de los débiles estados centrales.3 La elección no pudo haber sido totalmente arbitraria, ni el grado de integración de la era colonial tan avanzado como para eliminar toda elección.

Dar prioridad a las decisiones pragmáticas y a un proceso de selección pone en duda un componente importante de la teoría de la construcción nacional, el argumento hermenéutico. Recientemente nos hemos visto encandilados por la tesis de que las formaciones políticas son artefactos de la imaginación que luego son, de algún modo, implementados. Las comu­nidades imaginadas han ocupado la posición central en los análisis del nacimiento de los estados-nación latinoamericanos. El criollismo, los reinos de la época colonial y la ciudada­nía han sido considerados por una historia de corte postmoderno como las fuerzas impulsoras de la formación de estados durante la independencia.4 Pero estas identidades políticas sólo explican el impulso para romper con España y superar las jerarquías étnicas internas, pero no pueden haber sido los determinantes principales de la configuración geográfica postcolonial. Las identidades políticas de la época colonial (incluyendo la criolla y la de los reinos) tuvie­ron referentes espaciales sumamente vagos que aludían indistintamente a derechos y afilia­ciones en diversas escalas ( ciudad-región, audiencia, virreinato). La ciudadanía republicana a su vez presuponía formaciones políticas con coordenadas territoriales, de modo que no habría podido jugar un papel en la determinación del tamaño de las unidades. Era incapaz de especificar las dimensiones por sí sola. En otras palabras, los estados-nación andinos sur­gieron en los espacios menos significativos dentro de las ideologías coloniales y revolucio­narias. La ciudad, el continente e incluso el marco virreinal encerraban una mayor carga emocional en ~mbos imaginarios que los ámbitos de las audiencias.

3 Para el grado de centralización en el temprano Ecuador véase Maiguasca ( 1994:355-425). 4 Véase Anderson (1991:59-65), Pagden (1994:51-93) y Brading (1983).

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Concentrarnos en la dimensión pragmática de la formación de las unidades territoria­les no implica ver el proceso como algo del todo desprovisto de significado. El hundimiento de múltiples identidades continentales y cívicas en los arrecifes de las realidades logísticas y económicas muestra que los imaginarios pueden figurar prominentemente ~n un proceso sin que determinen su resultado. Hubo, además, un lenguaje que era consonante con el proceso de determinación de la escala. El ámbito geográfico apropiado para gobernar, los peligros del gobierno a distancia y los parámetros espaciales ideales de la política republica­na fueron temas importantes en los Andes durante los debates políticos de comienzos del siglo XIX. Este discurso iluminista en torno a la relación entre poder y espacio ha sido ignorado por la escuela de las comunidades imaginarias.

La famosa observación que John Lynch hiciera de que los distritos coloniales "brin­daron el marco político para la nacionalidad" acertaba al señalar un pasado colonial innega­ble de los estados-nación andinos. 5 Ni uno solo de ellos estuvo planteado, en mayor o menor grado, a la misma escala que la división colonial de segundo rango, las audiencias. Pero Lynch jamás explicó cómo fue que las unidades coloniales constriñeron la construcción postcolonial del estado. Un examen de los recientes estudios teóricos sobre la nación podría echar luz sobre el problema de los estados sucesores. Rogers Brubaker, un teórico del nacionalismo europeo, recientemente exploró cómo fue que las estructuras administrativas de grandes estados imperiales políglotas, como la Unión Soviética o Austria-Hungría, pro­movieron lo que él llama "formas" locales de "ser estado" y "ser nación", que hicieron que fuera posible que los distritos administrativos "cristalizaran" en estados nacionales en el momento del colapso imperial.6 Esto parecería ser aplicable a la formación del estado en los Andes. Sin embargo, debemos cuidarnos de evitar la falacia teleológica; las naciones postcoloniales no fueron el resultado de una evolución constante orientada a un fin, que tenía el estado como meta.7 En los Andes el paso de las audiencias a sus estados sucesores fue tortuoso y hasta cierto punto contingente. Se contemplaron otras posibilidades y fueron principalmente consideraciones prácticas, antes que la inercia, las que finalmente ratificaron las unidades coloniales de mediana escala.

Con todo, es incuestionable que sí hubo un precedente colonial para los estados­nación que posteriormente se configurarían. Los contornos del mapa postcolonial andino son vagamente discernibles en los libros de cuentas de la real hacienda que siguen el flujo de los impuestos y la información fiscal a través de redes en cierto sentido establecidas al nivel de las audiencias. 8 En los casos clave la autoridad jurídica era a su vez ejercida en el ámbito de la audiencia, lo que convertía a éstas en puntos focales de regiones y obligaba a las personas a viajar a ellas. Las fronteras inter e intracoloniales, que se iban haciendo más precisas a finales del siglo XVIII, fueron importantes coordenadas para la partición postcolonial. Una nueva cartografía basada en la triangulación hizo posible una delimitación y demarcación más precisa no sólo de la división internacional entre las colonias españolas

5 Lynch (1973:25). 6 Brubaker (1996). 7 Véase a Ferguson ( 1997), para la idea de que el resultado final del proceso no fue el único posible. 8 Para las cuentas de la real hacienda véase a Jara y TePaske (1990).

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y el Brasil, sino también entre las audiencias. Por ejemplo, el mapa de la audiencia de Quito dibujado por Francisco Requena en 1776 ya traza líneas claras entre las tres audiencias contiguas (Quito, Nueva Granada y Perú) que antes habían sido vagas.9 El prestigio de las sedes administrativas del reciente pasado colonial brindó un eje natural para los estados emergentes en torno a los cuales estos podían cristalizar. Todos los centros principales de la época colonial se convirtieron en capitales de los estados-nación sucesores, salvo, claro está, Chuquisaca, que tuvo que hacer frente a la competencia de La Paz.

Podríamos incluso ir más allá y sostener que las unidades de audiencia brindaron a los dirigentes postcoloniales una hoja de ruta ya lista con flujos de patronazgo, impuestos, información y comercio. Seguir esta hoja de ruta junto con la reactivación de lo que quedaba del aparato estatal anterior a la independencia disminuyeron enormemente los costos de constitución de los estados sucesores. De hecho, la ventaja de la preexistencia que las unidades de audiencia tuvieron sobre otras que se erigieron, o que podrían haberlo sido en el momento postcolonial, involucraba las economías de escala. Lo que quedaba del aparato colonial (fiscal y judicial) al nivel de la audiencia podía ser extendido sobre el área que antes controlaba a un bajo costo, hasta el punto en que se necesitaban nuevas inversiones en infraestructura administrativa. Esto tendió a hacer que la conversión de las unidades más pequeñas en estados-nación no fuese competitiva con respecto al reconocimiento del cen­tro establecido y a que la conformación de unidades más grandes fuese demasiado costo­sa. !O El mantenimiento después de la independencia de impuestos coloniales como el tributo, así como la existencia de fronteras más o menos aceptables, hizo que esta dinámica entrara en juego, poniendo un premio en la reactivación de las anteriores zonas de control. Las ventajas de la preexistencia asimismo pueden ser vistas en relación con la teoría de "path dependency". 11 Según ésta las tecnologías o unidades urbanas existentes pueden atraer más inversiones incluso en caso de no ser óptimas, debido al ahorro que puede obtenerse desarrollando anteriores esfuerzos.

Siguiendo el esquema de Brubaker es igualmente posible señalar formas protonacionales como los mapas, la nomenclatura espacial y demográfica, un pasado local utilizable y atributos definidores. Estos se hallaban en parte establecidos a nivel de la au­diencia. En la cultura política colonial las audiencias a veces figuraban como reinos que eran concebidos como comunidades históricas con sus propias costumbres y autoridades tradi­cionales y que supuestamente se remontaban a la época precolombina. En la época colonial este concepto de unos reinos antiguos y cohesionados bajo la remota tutela del monarca español, predominó en las fiestas públicas y en las rebeliones indígenas o criollas como las de Túpac Amaru ( 1780) o la de los Comuneros ( 1780).12 La figura de reinos distintos adquirió prominencia en el imaginario político hacia mediados del siglo XVIII, por lo menos en el caso de Quito.13 Es más, una noción ilustrada de patria vinculada a un impulso mercantilista de

9 Véase en Latrea (1987) un buen examen de los mapas de esta ciudad hechos en el siglo XVIII. 1 O Para la idea de que los estados pueden alcanzar economías de escala, véase North y Thomas ( 1973:93-95). 11 Véase Arthur (1994). 12 Véase Pagden (1990: 122-127). 13 Para Quito, De Velasco (1989); para Chile véanse los ejemplos presentados por Collier (1967:23-27).

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evaluar y movilizar los recursos locales fue montada sobre el concepto más tradicional de reino para finales de dicho siglo. 14

Con todo, hay buenas razones para no sobrestimar la contribución hecha a los esta­dos-nación definitivos por las identidades protonacionales que estaban as9ciadas con la escala de las audiencias. Para comenzar, si bien el concepto del reino evocaba una formación política singular y un territorio vago, no había en cambio una nomenclatura demográfica correspondiente. Eran sumamente comunes las referencias a un reino de Chile, Quito o Nueva Granada, pero los pobladores de dicho espacio imaginado rara vez eran llamados granadinos, quiteños o chilenos. Los colonos blancos, por lo menos, eran en general llama­dos criollos o americanos. Es más, el término reino podía aplicarse a otras unidades como un virreinato, como en el caso del reino de México o de Nueva Granada. Su vaguedad se reflejaba en las apropiaciones indígenas del protonacionalismo basado en el reino, como lo sugiere la ausencia de una dimensión espacial en la "utopía" de Túpac Amaru. 15 Igualmente tenemos las dificultades planteadas por el hecho de que el concepto había desaparecido del discurso revolucionario en 1812, dando paso al concepto de las juntas autónomas que reconocieron a Fernando VII, al republicanismo abierto. 16 Por ejemplo, en 1809 la junta autó­noma de Quito invocó al reino del mismo nombre, pero en 1810-1812 su sucesor republicano usó el término "Estado de Quito", sin duda para subrayar su afiliación republicana. 17 En toda caso, Cuenca y Guayaquil no se identificaron con las grandiosas pretensiones del autónomo reino de Quito. Por lo tanto es dudoso que el concepto de reino o los diversos reinos del imaginario del orden colonial hayan sido la inspiración directa de las unidades que se forma­ron en las décadas de 1820 y 1830.

Por último, la identidad asociada con el ámbito del reino no era sino una de varias identidades protonacionales en competencia. 18 Los grupos étnicos, incluyendo a criollos e indios, tuvieron identidades que implicaban vagas afiliaciones espaciales en tanto que las ciudades contaban con identidades bien desarrolladas, conceptualizadas a una escala suma­mente distinta que los estados sucesores. De hecho, las polivalentes identidades criollas -que eran tan elásticas que podían referirse a los blancos de una ciudad particular con rela­ción a personas foráneas o a los blancos de la América hispana con respecto a los españo­les- fueron mucho más fuertes que la noción intuitiva de ser súbdito de un reino específico como Chile o Quito. 19 Un argumento incluso más contundente en contra de la inevitabilidad de que los estados-nación tuvieran que surgir al nivel de las audiencias es que hubo otras unidades administrativas coloniales que podrían haber servido como base para formaciones políticas postcoloniales. La estructura administrativa colonial consistía en una pirámide de

14 Sobre el patriotismo véase Góngora (1975:192-193). 15 Véase en Walker ( 1999) un reciente examen de la preeminencia que las referencias al Inca tuvieron en

el protonacionalismo. Resulta sugerente la falta de especificidad de Walker en lo que respecta a las dimensiones del protonacionalismo popular Inca-céntrico, en oposición a su brillante análisis sobre su uso regional por parte de Gamarra en la década de 1820.

16 Para las rupturas entre el discurso colonial tardío y el discurso revolucionario véase a Pagden (1990: 134). 17 El análisis más completo del periodo 1808-1812 en Quito es de De la Torre (l 961 ). 18 Para las múltiples identidades de Buenos Aires véase a Chiaramonte (1997:120-124). 19 Véase el clásico estudio de Lavalle (1993) sobre las identidades criollas.

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jurisdicciones superpuestas, lo que implica que el legado colonial fue complejo y contradic­torio, y que contenía diversas posibilidades de construcción del Estado. Para argumentar en favor de la inevitabilidad de los estados sucesores basados en las audiencias, sería necesa­rio mostrar que éstas eran una unidad privilegiada con respecto a otras unidades coloniales. En los Andes las audiencias eran más significativas en términos administrativos que los virreinatos. Para finales de la era colonial los dos virreinatos andinos, el Perú y la Nueva Granada, sólo tenían una autoridad nominal sobre las audiencias que les estaban sujetas y pocas operaciones administrativas tenían lugar a ese nivel, fueran judiciales o fiscales. 20

Pero si la capacidad fiscal o militar fue lo que determinó qué unidades coloniales habrían de sobrevivir en la forma de los estados-nación, entonces las tardías intendencias y goberna­ciones coloniales debieron haber sobrevivido a las audiencias. Sucede que esas pequeñas unidades coloniales pueden haber sido más atractivas que éstas, dado que a partir de 1780 los funcionarios borbones tendieron a concentrar la capacidad defensiva y fiscal precisa­mente en este nivel circunscrito.21 La lista de unidades locales que vieron cómo sus fortunas mejoraban hacia el final de la era colonial es extensa. Unos cuantos ejemplos son Concep­ción en Chile, Cochabamba y La Paz en el Alto Perú, y Cuzco y Arequipa en Perú.22 Las intendencias y las gobernaciones fueron el nivel en el cual en realidad se cobraban impues­tos que iban desde la alcabala, el tributo o los aranceles, y en el cual el gasto en obras públicas, defensa y salarios era mayor. Es más, en el tardío siglo XVIII las identidades políticas se desarrollaron en el micronivel como se hace evidente a partir del caso de Guaya­quil (en la costa ecuatoriana), en donde una narrativa de incursiones de piratas y una abun­dante naturaleza tropical reemplazó a una memoria serrana centrada en los incas y la conquis­ta española de Quito. 23

Las gobernaciones e intendencias tuvieron la ventaja adicional de estar estrecha­mente asociadas con centros urbanos claves, los cuales fueron percibidos como entidades cuasi soberanas que contaban con identidades cívicas bien desarrolladas. Ventajas que se hicieron manifiestas durante la crisis generada por la invasión napoleónica de España.24 Las audiencias, en cambio, incluían varios centros urbanos significativos y, por lo tanto, eran proclives a la ruptura.

Debido a las redes superpuestas de la época colonial y la dinámica de la ruptura con España, la época de la independencia vio una notable experimentación con estructuras estatales de distinto tamaño y organización. Las ciudades-estado, ligas de ciudades-estado, estados-nación centralizados, super-estados, confederaciones regionales e incluso alianzas hemisféricas fueron todas consideradas seriamente como candidatos a estados permanen­tes. La multiplicidad de opciones de estado siempre ha sido negada por las ideologías

20 Para la pérdida de poder del virreinato de Nueva Granada véase a Ramos Pérez (1978:165). 21 Véase Fisher (1969). 22 No sorprende que haya excelentes monografías sobre las intendencias del tardío siglo XVIII, entre ellas

la de Kendal1 Brown para Arequipa y la de Brook Larson acerca de Cochabamba. Para Concepción, en Chile, véase Loveman (1988).

23 Esta observación se basa en las relaciones referentes al Guayaquil del tardío siglo XVIII. Véase, por ejemplo, Requena (1991-1992a:477-490).

24 Véase en particular Guerra (1994:212-217).

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nacionales andinas, las que consistentemente han buscado presentar a las naciones andinas definitivas como algo inevitable. Sin embargo, entre 1809 y 1840 la configuración de los seis estados duraderos estuvo muy lejos de ser considerado como un desenlace ineluctable. En el periodo 1808-1840 la plasticidad prevaleció sobre los patrones establecido\ y al final los cálculos pragmáticos de las ventajas y desventajas de escala, y los constreñim1entos objeti­vos que debían enfrentar las alternativas más grandes y pequeñas, inclinaron la balanza a favor de revivir las unidades coloniales de mediana escala.

Entre 1808 y 1840 operaron una serie de dinámicas coyunturales que promovieron la plasticidad. Estas fuerzas tendieron a combinarse con las múltiples posibilidades implícitas en el ordenamiento colonial para producir experimentos a escalas distintas. El repentino colapso de la autoridad imperial hispana en 1808 desató una pugna por el poder que llevó a la proliferación de formaciones políticas de pequeña escala basadas en el entrelazamiento de unidades municipales/ intendencias o gobernaciones. La Patria Boba de la Nueva Granada es el caso más dramático de una opción microestatal, pues no menos de doce ciudades estado establecieron sus propias juntas entre 1808 y 1815. 25 Si bien formalmente estos pe­queños estados fueron componentes de una débil confederación (las Provincias Unidas de Nueva Granada), en la práctica ellos eran autónomos y constantemente entraban en conflic­to. Fuera de Nueva Granada hay numerosos ejemplos de fragmentación en el mismo periodo, a medida que ciudades o regiones competían por autonomía respecto a sus vecinos, ya fuera formando sus propias juntas o insistiendo en su lealtad a las autoridades españolas ante las pretensiones hegemónicas de las juntas autónomas formadas por sus vecinos. El republica­no Estado de Quito tuvo un perímetro limitado en la sierra central ecuatoriana entre 181 O y 1812, pues no logró conseguir el respaldo de Guayaquil y Cuenca, que decidieron seguir siendo realistas. En Chile, Concepción insistió en su independencia de la junta autonomista de Santiago e incluso contempló la posibilidad de unirse al gobierno autonomista de Buenos Aires.26 La primera república venezolana fundada en Caracas no logró ganarse la adhesión de Coro o Maracaibo, que optaron por ser realistas.27 El movimiento autonomista de 1809 de La Paz, dirigido por Pedro Murillo, fue rechazado por las otras intendencias del Alto Perú, que permanecieron fieles a la corona.28

Debemos cuidarnos de no subestimar las aspiraciones de autonomía entre muchos microestados o el potencial de una fragmentación duradera. Cartagena, por ejemplo, no sólo tuvo su propia constitución, bandera y emblema, sino que además acuñó moneda de papel.29

El éxito de Paraguay con sus 210 000 habitantes o de Uruguay con 69 000 y el federalismo extremo de la Confederación Argentina en la década de 182030 sugieren que las intendencias

25 Sobre la Patria Boba véase Konig (1994:189-202). Véase Garrido (1997:611-12), para la posición opuesta de que la audiencia de Nueva Granada fue una comunidad imaginada, persuasiva, fundada en los vínculos de parentesco de la elite novogranadina.

26 Véase Collier (1967:94-95). 27 Lombardi (1982). 28 Klein (1982:90-91 ). 29 Véase Lemaitre (1983 :35-52) . Para un reciente examen de la independencia en Cartagena véase

Munera 1997. 30 Donde cinco provincias se consideraron a sí mismas estados soberanos y no surgió ningún estado

central.

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y las ciudades tuvieron razones sólidas para considerarse a sí mismas como estados poten­ciales y que bajo ciertas condiciones podrían haber sido viables. El colapso de la Federación Centroamericana en una serie de microestados brinda una confirmación adicional de que vale la pena reflexionar sobre por qué motivo las intendencias o gobernaciones andinas no se convirtieron en estados-nación.

La formación de estados más amplios se vio a su vez estimulada por la guerra a gran escala y la pervivencia del recuerdo de los virreinatos. Los ejércitos ciudadanos móviles de San Martín y Bolívar convergieron sobre los Andes centrales en donde estaban concentra­das las fuerzas realistas. Estos ejércitos patriotas operaban lejos de sus bases en Venezuela y Buenos Aires, estableciendo alianzas con las elites locales y ocupando territorios distan­tes. La movilización a gran distancia creó las condiciones para los super-estados o federacio­nes, a veces asociados con ambiciones monárquicas. El marco de referencia de San Martín comprendía a Argentina, Chile, Perú y el Alto Perú, en tanto que el proyecto de la Federación Andina de Bolívar abarcaba de Venezuela a Bolivia.31 Estos proyectos fueron respaldados por autoidentificaciones continentales que incluían las de americano, patriota y colombiano. Colateralmente, el recuerdo de los recientes y viejos espacios virreinales, cultivado por las elites administrativas y los consulados de comerciantes, alimentó los intentos de reconfigurar la escala virreinal ya fuera en su forma borbónica o habsbúrgica. El Buenos Aires autonomis­ta hizo cuatro intentos por apoderarse del Alto Perú entre 1811 y 1817 pero fue rechazado por sucesivos virreyes peruanos. 32 La rebelión popular de 1814 basada en el Cuzco miraba, a su vez, hacia el virreinato peruano de la era de los Habsburgos, imaginando una gran formación política que comprendería al Perú y a Buenos Aires. Y aunque Bolívar veía a la Gran Colombia como un nuevo estado, él no dudó en invocar el ámbito del virreinato de Nueva Granada como justificación para la incorporación de Quito en ella. De igual modo, en 1829 el general La Mar -<le! Perú- hizo un último intento por mantener a Cuenca y Guayaquil en la órbita peruana, a donde habían derivado durante el transcurso de las reformas borbónicas.33 Si bien fue bienvenido por buena parte de la elite cuencana, su versión de un Gran Perú orientado hacia el norte fracasó debido a la dispersión de las fuerzas peruanas, las cuales fueron fácilmente derrotadas por una fuerza más pequeña comandada por José Antonio de Sucre y Juan José Flores. Incluso después de la disolución de la Gran Colombia y de desaparecer toda posibilidad de una Confederación de los Andes, hubo otros intentos más por forjar unidades más grandes que las que finalmente cristalizaron. Entre 1830-1832 el Ecuador -con Flores- hizo un intento plausible, pero ineficaz, de absorber a Pasto y a Popayán (en el sur de Colombia) contando con el respaldo de las elites de dichos distritos, antes incluidos en el territorio de su audiencia.34 Aún más significativo es que el jefe militar Santa Cruz unió al Perú y a Bolivia en una confederación tripartita que duró de 1836 a 1839, cuando las fuerzas chilenas la obligaron a disolverse.

Algunos de los experimentos más grandes y pequeños se vieron estorbados por el hecho de que ellos iban en contra de las jerarquías coloniales y los flujos fiscales . Sin

31 Véase Bolívar (1990a:397-398). 32 Klein (1982:87-96) 33 Para la guerra entre Perú y Colombia de 1828-1829 véase Valega 1945. 34 Van Aken (1989:53-55).

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embargo, la fuente común del fracaso de dichos estados grandes y pequeños fueron las desventajas de escala de las unidades de mayor y menor tamaño.

Habiendo examinado los motivos de la formación de alternativas fracasadas más grandes y pequeñas, daré ahora una versión de la "nacionalización" definitiva {le los Andes, centrada en torno a las opciones racionales hechas con respecto a las dimensiones del Estado y a un más amplio proceso de selección que eliminó las restantes opciones.

Los legendarios jefes militares patriotas (Bolívar, San Martín, Sucre, etc.) forjaron un haz de estados basados en las antiguas audiencias de los Andes centrales y del sur. Si bien concebían a Chile, a Bolivia y a Perú como componentes de una u otra federación amplia, los organizaron como entidades soberanas. 35 Aunque diseñados en parte por los libertadores transnacionales, los nuevos estados fueron consolidados posteriormente por las elites ad­ministrativas, militares y económicas locales. De igual modo, las partes que componían la Gran Colombia: Venezuela, Cundinamarca y Ecuador, fueron configuradas por Bolívar como vagos distritos administrativos, pero luego fueron desgajados de ella y las elites del respec­tivo centro, de cada distrito, les dieron forma.

Al respaldar las audiencias coloniales las elites asociadas con los antiguos centros de éstas buscaron reconfigurar antiguas hegemonías. Pero también optaron por una escala viable con respecto a la opción de la intendencia y de los super-estados que acababan de repudiar. Ellas convergieron en una escala mediana que evitara los problemas de las unida­des más grandes o pequeñas, y cosechase las ventajas de una dimensión moderada. Pensar en términos de las ventajas de escala había sido un hábito mental en la tardía era colonial y, como veremos, figuró prominentemente en el discurso revolucionario. La reestructuración de las unidades administrativas en el tardío siglo XVIII desató un debate sobre el ámbito geográfico apto para el gobierno eficiente y para la defensa militar. La distribución de capa­cidades a lo largo de la pirámide de centros administrativos y la especificación de zonas de control quedaron sujetas a decisiones racionales basadas en consideraciones logísticas y económicas. Por ejemplo, la cuenca del Marañón fue transferida de Quito al Perú porque, como argumentase Francisco Requena, ella era más accesible a través de Moyobamba que por las distintas rutas de la audiencia de Quito. 3~ Igualmente significativos para la formación de una conciencia de escala fueron los inventarios de los recursos de cada reino, que explo­raban las fuentes de riqueza al final de la era colonial. 37 Si bien estos exámenes no necesaria­mente se formularon al nivel de la audiencia -la de Nueva Granada incluía a Quito-, ellos sí dieron una apreciación de una base de recursos diversificada. Para la década de 1820 muchos estaban convencidos de que la escala de la audiencia era una dimensión apropiada para un estado. Hasta Bolívar -quien se inclinaba hacia el modelo del super-estado- Jo admitió al observar que el Perú contaba con todos los recursos necesarios para alcanzar la felicidad pública, incluso sin controlar a Bolivia.3

K Es evidente una lógica similar en la pretensión de Francisco de Paula Santander de que la Nueva Granada podía subsistir fácilmente fuera de

35 Esta fase de la independencia peruana es el tema de Anna (1979). Para un amplio examen de la fase 1817-1826 en el Perú, Chile y Bolivia, véase Bushnell (1987).

36 Para la cuestión de las rutas a las misiones del Marañón véase Requena (l 991-l 992b:662-663). 37 Véase Konig (1994:74-86). 3 8 Bolívar (l 990d:335).

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la Gran Colombia. Su territorio, su localidad, su población, sus recursos de toda especie, llamaban a este país a ocupar un rango elevado entre las repúblicas de Sudamérica. Si Buenos Aires, con un millón de habitantes y el único canal del río de la Plata, había podido conservarse como nación; si Chile, con menor población y con uno u otro puerto en el Pacífico, había podido entrar en la clase de repúblicas ¿por qué no habría podido serlo la Nueva Granada?39

A su vez, las elites económicas locales en cada ex audiencia respaldaban un tamaño que fuese viable y les diera algo de influencia sobre el estado central. · Ellas tendieron a participar en canjes, rindiendo cierto grado de su poder para conseguir bienes tales como una sombrilla militar, el acceso a las rentas generadas en regiones privilegiadas o menores arance­les intra-estatales. Si bien muchas regiones dentro de las ex audiencias tendieron a la autosu­ficiencia económica, ellas estaban lo suficientemente vinculadas con las regiones vecinas como para ganar con el efecto de la unión aduanera de un estado a escala más grande y de compartir los recursos militares que esto ofrecía. Así, vemos que el tamaño definitivo de un estado involucraba una coalición entre centros y periferias zurcidos juntos, tanto por un cálculo pragmático, que tenía como eje la búsqueda de una escala viable, como por los precedentes históricos. De hecho, la mayoría de los estados andinos duraderos usaron discursos contractuales para explicar o efectuar la unión, contratos que en la mayoría de los casos eran entre regiones antes que entre personas y se referían a los intereses y necesidades de las partes contratantes. Hasta el Perú, que contaba con el más alto grado de centralización histórica, fue concebido formalmente en su fundación en 1823 como una asociación volunta­ria de "pueblos" que buscaban el ordenamiento más viable.40 De hecho, el pensamiento constitucional peruano enfatizaba la libre asociación como la base del estado en mayor medida que la Gran Colombia, la cual invocaba el principio rival de uti possidetis iure. 41

La explicación alternativa a la que hemos presentado -retornos de escala/ reconsti­tución de hegemonías anteriores- es que las identidades nacionales repentinamente crista­lizaron al nivel de las audiencias en respuesta al temor del imperialismo bolivariano o que siempre habían estado allí y al final se reafirmaron a sí mismas. Pero la idea de una reacción nacionalista al bolivarianismo en el ámbito de la audiencia queda desmentida por los hechos, por lo menos en el caso de la Gran Colombia y de Bolivia. Durante la crisis de finales de la década de 1820 las identidades locales eran más fuertes a nivel departamental que la identi­ficación al nivel de la audiencia. Las elites de los distritos del norte (Venezuela) y sur (Ecua­dor) de la Gran Colombia afirmaron sus identidades en el ámbito local (las de Guayaquil, Coro, Maracaibo, Cauca, etc.) con respecto a Bogotá, incluso en el momento en el que optaron por la secesión a nivel de la audiencia.42 La reacción en Bolivia a la fuerza de ocupación bolivariana a su vez parece haber sido preparada por generales peruanos (liderados por Agustín Gamarra) que buscaban anexar el nuevo estado al Perú43

• Otra explicación que

39 Véase De Paula Santander (1990:271-272). 40 Véase Pareja (1954:439-440). 4 I Véase Vidaurre I 828. 42 Véase la obra clásica de Bushnell (1954). 43 Para el examen del surgimiento de Bolivia que enfatiza una conciencia nacional preexistente véase

Ovando (1997:227-250).

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podemos descartar es la versión que podemos inferir de la noción de una formación popular del Estado (popular state-making theory), presente en los estudios subalternos. Lo que sabemos de las perspectivas populares de las comunidades políticas sugiere que las con­cepciones indígenas tendieron a combinar las microescalas con visiones imperiales. Sugiere también que los soldados de los ejércitos de San Martín y Bolívar tendieron a ¿ompartir una visión de super-estados continentales y que la invocación de identidades en el ámbito nacional sólo comenzó a florecer una vez configurados los estados (de dimensiones mode­radas) al nivel nacional. 44

Podemos esbozar ahora algunos de los constreñimientos objetivos que guiaron las elecciones de los constructores de naciones, constreñimientos que impidieron a los candi­datos hacer estados grandes o pequeños, y militaron en favor de los de mediano tamaño. Ellos tendieron a cristalizar a una escala moderada, aunque sólo fuera por defecto, incluso en aquellos casos en los cuales las ambiciones hegemónicas consistentemente tendían a sobre­pasar el nivel de la audiencia, como sucediera con el Perú.

El transporte indudablemente configuró la definición de escala, principalmente mi­nando los proyectos de estados más grandes como la Gran Colombia y la incipiente Federa­ción de los Andes de Bolívar. El desgaste de tiempo y recursos necesarios para movilizar ejércitos, funcionarios, información y recursos a través de los obstáculos de la geografía andina fijó los límites superiores de escala. Las montañas impasables, la ausencia virtual de ríos navegables, los densos bosques tropicales, la falta de muelles naturales y la fuerza de poderosas corrientes oceánicas se tradujeron en viajes lentos y costosos. El itinerario de viaje de un centro a otro, ya fuera marítimo o terrestre, minaba el modelo de un estado-nación centralizado de escala muy grande: 25 días de Quito a Lima a través de Guayaquil, 30 días de Quito a Bogotá, 20 días de Lima a La Paz, 50 de Caracas a Bogotá, etc. En el Cuadro 1 podemos ver que 20 días de viaje parecen haber sido el límite superior que separaba las ciudades principales de la capital en los estados viables. La única excepción a este patrón habría sido Colombia, en donde, según algunos informes, Cartagena se encontraba a 40 días de viaje de Bogotá. La Gran Colombia, con su extensa trayectoria de Bogotá a Caracas o Guayaquil, no era sostenible. De igual modo, Buenos Aires no podía conservar a La Paz que estaba a 60 días de viaje, ni tampoco podía Lima esperar gobernar Cochabamba o Chuquisaca.

Técnicamente hablando, la sobreextensión es la tendencia a que los costos de cobro minen el incremento en los ingresos brutos obtenidos ampliando las dimensiones de un estado.45 Los ingresos netos tienden a incrementarse a una tasa decreciente con cada incre­mento en escala y los incrementos marginales rápidamente se aproximan a cero. En general los estados tendieron a conformarse con un territorio que maximizaba el ingreso neto antes que el bruto, una tendencia que disminuyó la escala. Entre las principales víctimas de los retornos decrecientes de la expansión territorial tenemos a la Gran Colombia y a la Confede­ración (de facto) de los Andes de Bolívar. En estos dos casos, los costos militares de la expansión y la ocupación tendieron a ser absorbidos por el estado central, pero el acceso

44 Para el uso de las categorías de peruano en la era inmediatamente post-independentista véase Thurner (1997:561-584).

45 Friedman (1977:59-77).

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que éste tenía a la tributación en las zonas alejadas era limitado. Bogotá, por ejemplo, no recibió ningún impuesto de Perú-Bolivia, pero gastó bastante para mantener las fuerzas que Bolívar estacionara allí. También pagó por la defensa de los distritos del norte y del sur, pero recibió poco de ellos en materia de impuestos. La inmensa deuda externa de la Gran Colombia -más de treinta millones de pesos para 1824- es una prueba de esta dinámica y coincide con el clímax de las campañas sureñas.

Los grandes candidatos a ser nación, asimismo, tuvieron dificultades para consultar o acomodar los intereses de las elites locales. La elite del núcleo naturalmente dominaba el estado central alienando a las de la periferia, lo que queda claro en el caso de la fallida Gran Colombia en donde sorprendentemente ningún ecuatoriano jamás tuvo cargo alguno en el gabinete ministerial o un generalato.46 Las elites buscaban un equilibrio entre la accesibilidad a la toma de decisiones y el gobierno efectivo que era difícil de conseguir, como lo demues­tran las tensiones entre federalismo y centralismo de todo el siglo XIX. La dimensión mode­rada por lo menos presentaba una posibilidad de alcanzar este equilibrio.

El principal defecto de los candidatos enanos a ser estados, como Guayaquil, era su incapacidad para protegerse de estados más grandes debido a su falta de hombres y recur­sos, y su bajo nivel de legitimidad internacional dada su dudosa visibilidad.47 En 1828 un estado grande como el Perú podía colocar 8 000 tropas en un solo teatro de operaciones (Cuenca-Guayaquil), en tanto que un miniestado como Guayaquil, con una población total de apenas 70 000 personas, no podía reunir más de mil. La proporción entre población y tamaño del ejército tendió a estar a un máximo de 1 o/o (Cuadro 2). El peligro de una invasión por parte del Perú, con una población de más de 1 millón de habitantes y un ejército de 1 O 000 hombres, obligó a las tres principales zonas del Ecuador a que optaran por formar un estado unificado con alrededor de 500 000 habitantes. La situación geopolítica a finales de la década de 1820 y durante la de 1830, e incluso después de expulsadas las fuerzas españolas, fue lo suficientemente competitiva como para generar el temor de ser invadidos o absorbidos por los vecinos.4K A la inversa, los super-estados tendían a alinear a sus vecinos en contra suya: ese fue precisamente el destino de la Confederación Perú-Boliviana.

¿Cuál era la economía de la formación de unidades? Los antiguos centros coloniales buscaron el control de zonas estratégicas que eran fuentes de rentas o brindaban recursos cruciales. Por ejemplo, las elites de la sierra tuvieron un marcado interés por mantener las ciudades portuarias y distritos mineros en el seno de los estados emergentes. Bogotá no podía renunciar a Cartagena, del mismo modo que Quito debía retener a Guayaquil: ambos puertos eran salidas al mar y fuentes principales de rentas aduaneras . Sucre insistió en que se le concediera a Bolivia la posesión de bienes raíces en la costa en donde se encontraba el puerto de Cobija. La importancia de ganar acceso a un puerto adecuado también se ve en los intentos, finalmente infructuosos, hechos por Bolivia para controlar Arica, o de Quito por lanzar un nuevo puerto en Esmeraldas. Las zonas mineras asimismo fueron comprensiblemente

46 Véase Bushnell (1954:313-314). 4 7 Bolívar vio estos defectos en el caso de Guayaquil. Véanse las instrucciones que diera a Mires, citadas en

Ramos Pérez (1978:345-346). 48 Para la situación geopolítica véase Burr (1965).

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valoradas. Por ello, todas las regiones de Bolivia, Chile, Perú y Colombia salían ganando con sus respectivas zonas mineras (Potosí, Agua Amarga, Cerro Paseo, Antioquía). Quito luchó infructuosamente por recapturar a Colombia la decadente zona productora de oro de Popayán.

Otro motivo para buscar una base de recursos diversificada o de amplia gama era lograr ahorrar en el comercio. Al internalizar el comercio se reducía la gama de bienes que debían pasar por un costoso arancel externo. Esto permitía ahorrar una suma que en el contexto postcolonial iba de 15% al 35% del valor, el arancel externo promedio de la época. Si bien los estados al nivel de la audiencia sólo tenían un comercio interno limitado que consis­tía principalmente de textiles, aguardiente, cueros y harina, había lo suficiente como para que las elites buscaran la unión para así evitar las tarifas terrestres a este nivel. Por supuesto que el comercio interno también incluía el flujo terrestre de importaciones y exportaciones entre la sierra y los puertos en la costa. La lógica de la internalización del comercio es visible en el argumento de Santa Cruz: uno de los beneficios principales de la Confederación Perú-Boli­viana sería la eliminación de las barreras arancelarias entre ambas unidades.49 Al hacer esto los bienes que entraban y salían de Bolivia a través de Arica no estarían ya sujetos a un doble gravamen, mientras que el comercio entre Arequipa y La Paz quedaría libre de barreras arancelarias. A la inversa, era importante imponer un arancel externo uniforme para así impe­dir que los bienes extranjeros se colaran por las provincias que estaban dispuestas a fijar tasas menores. Esta intención se percibe en la insistencia de Lima de imponer un arancel uniforme sobre el sur del Perú, especialmente Arequipa. Los estados al nivel de la subaudiencia, en cambio, habrían carecido de una base económica diversificada, con lo que habrían enfren­tado costos adicionales en la adquisición de bienes y tenido menores fuentes de ingresos, tales como zonas productoras de cultivos de exportación o metales preciosos.

Mi argumento sobre el papel que las consideraciones de escala tuvieron en la defini­ción de las unidades territoriales queda fortalecido por el hecho de que los actores de la época de la independencia estuvieron imbuidos de un discurso político que veía a la cons­trucción de naciones esencialmente en los mismos términos en que la hemos planteado. La fundación contractual de las naciones se refería explícitamente a los beneficios prácticos de la unificación a una escala moderada. El arte de gobernar heredado de la época borbónica a su vez invariablemente consideraba los retornos de escala ofrecidos por una u otra dimen­sión posible del Estado. Las referencias a una comunidad nacional preexistente o a un sentido de la patria como una justificación para las unidades territoriales fueron , en cambio, tenues. Los escritos de Bolívar contienen innumerables referencias a los retornos de escala tanto en términos de seguridad como económicos, vinculados a la eliminación de los obstá­culos internos al comercio y al equilibrio del poder. Cuando Bolívar persuadió a la antigua audiencia de Quito de que se uniera a la Gran Colombia, señaló los beneficios que el distrito sureño ganaría con el acceso irrestricto a los puertos del Atlántico:

El interés de Quito es pertenecer a Colombia porque habiendo sido siempre parte de este virreinato todas sus relaciones la unen con Colombia; porque no tenien­do ella puertos en el Atlántico deberá servirse de los de Colombia para su comercio

49 Véase Cajías (1997:129-136).

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exterior y las relaciones con Europa, lo que la sujetaría a todas las atribuciones des­ventajosas e inconvenientes que sufren todos los extranjeros y que no pueden evi­tarse de ningún modo [ .. . ]5°

En otra ocasión Bolívar respondió al intento que Olmedo hiciera en favor de un Guayaquil autónomo descartando de plano la viabilidad de una "ciudad con un río" y advir­tiendo que un estado amortiguador entre el Perú y Colombia daría lugar a un peligroso vacío de poder.51 Una versión más poética en favor de los retornos de escala de la Gran Colombia fue presentada en 1820 por Francisco Zea, su vicepresidente:

Pero reunidos, O gran Dios, ni el imperio de los medos ni el de los asirios ni el de Augusto ni el de Alejandro pudiera jamás compararse con esa colosal república que con un pie sobre el Atlántico y otro sobre el Pacífico verá la Europa y la Asia multiplicar las producciones del genio y de las artes y poblar de bajeles ambos mares para permutarlas por los metales y piedras preciosas de sus minas y por los frutos aún más preciosos de sus fecundos valles y sus selvas. No hay ciertamente situación geográfica mejor proporcionada que la suya para el comercio de toda la tierra [ ... )52

Tal vez el ejemplo más ilustrativo del tema de la asociación pragmática basada en las expectativas de los retornos de escala proviene de una carta del cabildo de Quito al de Popayán, invitándole a unirse al autónomo Reino de Quito en las primeras fases de la inde­pendencia:

Espero que tomando en consideración la dependencia en que ha estado siem­pre esa provincia del Tribunal Supremo de Justicia establecido en esta Capital; las relaciones de comercio que tienen con este reino de que no pueden absolutamente prescindir para su subsistencia; el justo aprecio que aquí hacemos de la probidad y talentos de sus habitantes; la elevación a que llevaríamos en el evento de una total independencia; la dificultad de poder ella conservarla hallándose en medio de dos reinos superiores en fuerzas y recursos y finalmente la necesidad que tendrá éste de arreglar sus límites proporcionándose una posición fronteriza capaz de consultar a su mayor seguridad la cual se halla puntualmente de la parte de más allá de esa ciudad acordará sin duda preferir reunirse a Quito más que a Santa Fe que está a mayor distancia y nada le interesa [ ... )53

Vale la pena glosar el pasaje para mostrar su relevancia a nuestra argumentación. Popayán debía unirse a Quito porque no lograría sostenerse contra sus vecinos más gran­des, ya que dependía de esta ciudad económicamente y también porque estaba más cerca de

50 "Instrucciones de Bolívar a Mires", citado en Estrada (1984). 51 Bolívar (1990c:210-21 I). 52 "Manifiesto del presidente del congreso a los pueblos de Colombia, 1820", citado en Konig (1994:364). 53 "Carta de la Junta de Quito al Cabildo de Popayán, 1809", citada en Ramos Pérez (1978: 237).

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ella que de Santa Fe. A la inversa, Quito necesitaba a Popayán para ampliar su perímetro de seguridad y para tener acceso a sus depósitos de minerales. De este modo, ambas partes se beneficiarían con una escala más grande.

La aguda percepción de la escala también se manifestó en los argume~tos en contra de las dimensiones excesivamente ambiciosas, como las de la Gran Colombia. Por ejemplo, para justificar que Venezuela se separase de la Gran Colombia, un venezolano invocaba la relación inversa entre el poder y la distancia:

Venezuela no debe continuar unida a la Nueva Granada y Quito porque las leyes que convienen a aquellos territorios no son a propósito para éste, enteramente distinto por costumbres, clima y producciones y porque en la gran extensión pierden la fuerza y energía como lo ha comprobado la experiencia de la administración pasada durante la cual ha sido necesario que el Gobierno delegue frecuentemente sus facul­tades y que los jefes gobiernen por medios extraordinarios y conforme a las circuns­tancias [ ... )54

En ese entonces, el tema de los retornos de escala ( o, en algunos casos, de ineficiencias de escala) y la unificación pragmáticamente fundada fue un tema internacional. Tuvo un rol importante en los Papeles federalistas estadounidenses, en donde fue usado para argumen­tar en favor de la formación de un estado unificado con un gobierno central vigoroso. Ni la débil confederación sancionada por los Artículos de Confederación ni, afortiori, las tres o cuatro repúblicas que estaban siendo consideradas en ese entonces, podrían funcionar como un estado eficaz de gran escala. Si las trece colonias no se fusionaban en una entidad consolidada, sus habitantes no lograrían rechazar las amenazas europeas, no se beneficia­rían de una asociación de libre comercio interestatal ni impedirían el contrabando o alcanza­rían una paz duradera entre sí.55

Los Papeles federalistas examinaban el problema de la escala no sólo con respecto a la eficacia, sino también a la luz del republicanismo. Los republicanos jeffersonianos, que propugnaban mantener una confederación débil, sostenían que el republicanismo como gobierno participativo, libre y de espíritu público, sólo podía funcionar a pequeña escala, presumiblemente algo equivalente a los estados individuales. El grupo federalista (Hamilton, Jay, Madison) respondía a la asociación tradicional de monarquía y extensión generosa prescribiendo un gobierno representativo que permitiera un gobierno popular a gran esca­la.56 La innovación sobresaliente de los federalistas fue una república comercial a gran escala, un marco más eficaz que las repúblicas pequeñas aisladas o la débil confederación de repúblicas que había existido en Europa durante la temprana Edad Moderna. 57

A medida que buscaban escoger entre republicanismo y monarquía, los líderes de la lucha por la independencia en el área andina eran conscientes de la larga asociación del

54 "Acta del Cantón de Valencia, 1829", citada en Konig (1994:406). 55 Rossiter (1961), sobre todo 1-24. 56 Véase en particular Kesler y Rossiter (1961:67-68). 57 Véase Thom (1995:179-180).

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republicanismo con formaciones políticas de pequeña escala. Los autores ilustrados que leían a Montesquieu y Rousseau, entre otros, habían dado bastante importancia a este punto.58 Bolívar, por ejemplo, sostuvo en su célebre Carta de Jamaica, escrita durante una pausa en la lucha por la independencia, que los (españoles) americanos optarían por el republicanismo, una forma pacífica de gobierno a la cual no le preocupaba la expansión, porque estaban cansados de la guerra. El republicanismo inevitablemente estimularía los estados de dimensiones moderadas, lo que haría que fuese improbable la posibilidad de una vasta formación política hispanoamericana. Es más, según Bolívar, para estas repúblicas sería contraproducente expandirse puesto que las repúblicas de gran escala inevitablemente devenían en despotismos. Bolívar pensaba que Chile habría de ser la república más exitosa debido a sus costumbres austeras, lo que era una alusión a la asociación clásica de austeri­dad y republicanismo.59 Posteriormente se preguntaría si la inmensa extensión de la Gran Colombia no hacía que una constitución monárquica fuera una necesidad, concluyendo más bien que una fuerte presidencia vitalicia contrarrestaría exitosamente las tendencias regiona­listas.60 De este modo, un . vigoroso gobierno central posibilitaría una república de gran escala, un objetivo que Bolívar compartía con los federalistas americanos. Así, él osciló entre la noción republicana clásica de una república austera de pequeña escala y el republicanismo más moderno que visualizaba repúblicas comerciales de gran escala basadas en la represen­tación.

Conclusiones

Las dimensiones de los estados andinos y su número no fueron determinadas por las identidades protonacionales o el peso que la integración de la época colonial tuvo sobre la generación fundadora. Las identidades protonacionales apuntaban hacia una diversidad de escalas como candidatas para las comunidades políticas y eran más bien débiles en la escala en la cual finalmente emergieron. A su vez, la integración heredada sí intervino en la determi­nación del tamaño de los estados postcoloniales, pero no puede haber sido el factor princi­pal. Las redes administrativas coloniales estaban organizadas en una jerarquía de unidades superpuestas, establecidas a escala ascendente y así brindaron múltiples marcos de referen­cia para la construcción postcolonial de Estados. La intendencia e incluso el virreinato podrían haber servido como las matrices de los nuevos estados si el afianzamiento de los patrones coloniales hubiese sido el factor determinante, crucial de su tamaño. La propuesta del presente artículo ha sido que los estados tomaron la escala que asumieron porque ella era la dimensión más eficaz para la organización de un estado soberano, para los fines de la maximización de los ingresos, la defensa, el comercio interno y externo y la accesibilidad a las elites regionales. Esta afirmación queda respaldada por lo que podríamos llamar contrafactuales reales, el fracaso de los estados para despegar a una escala más grande o más pequeña.

58 Véase El espíritu de las leyes, sobre todo el Libro IX, y El contrato social, en particular el Libro IIL 59 "Carta de Jamaica", en Fundamental, vol. 1, 107-112. Para un examen anterior de los vínculos que

Bolívar establecía entre tipo de régimen y tamaño véase a Belaunde (1938). 60 Bolívar (l 990e:588-594).

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Artículos, notas y documentos

El uso del método de la coincidencia para explicar un resultado común indicando la presencia de antecedentes y necesidades similares debiera ser complementado con la aplica­ción del método de la diferencia a casos con un resultado distinto. En otras palabras, ¿por qué motivos los estados en otras partes de las Américas se desarrollaron a u1-1a escala más grande o pequeña que en los Andes? Me parece que la respuesta es que la geografía y las presiones geopolíticas hicieron que las escalas alternativas fueran preferibles. Por ejemplo, las ventajas en el transporte brindadas por la costa atlántica y los múltiples sistemas fluvia­les hicieron que una vasta escala fuera posible en las ex Trece Colonias. En el Brasil la comunicación por la costa se combinó con la ausencia de centros rivales en el Amazonas para permitir un alcance continental. La pequeña escala del Uruguay y el Paraguay a su vez dependió de un fácil acceso al transporte fluvial y a su condición como amortiguadores externamente respaldados entre Brasil y Argentina. Esta última a su vez no fue muy distinta en escala que los estados andinos, pues su núcleo era comparable con estos en población (500 000) y extensión. Lo distinto de ella fue que la ausencia de asentamientos al sur le permitió proyectarse sobre una vasta extensión sin ninguna oposición. Las causas de la escala argentina parecen ser similares, en líneas generales, a las que operaron en los Andes, la dependencia que regiones internas (Córdoba, Tucumán) tenían de zonas con un acceso directo a vías navegables, la necesidad de compartir la defensa y el deseo de la ciudad principal de fijar aranceles externos.61 La descentralización de las Provincias Unidas con respecto a los Andes probablemente se debió al acceso de ciertas zonas del interior (Corrien­tes, Santa Fe, Rosario) al tráfico ribereño, un hecho que les dio mayor libertad para mantener­se solas de lo que era usualmente el caso en los Andes.

Por último, el peruanista Charles Walker recientemente pidió un diálogo más explícito entre el pasado y el presente. Este artículo ha buscado brindar un contexto histórico para los desplazamientos en el espacio político, real e imaginario, que actualmente se dan en los Andes. La experimentación con el regionalismo abierto, los diversos renacimientos bolivarianos y los movimientos regionalistas y panindígenas tienen todos paralelos en los estados-nación posibles que fueron reprimidos en el temprano siglo XIX.62 Mi intención no es racionalizar el status quo frente a dichos desafíos, sino señalar que éste surgió en res­puesta a condiciones sumamente específicas que han sido mayormente erosionadas. Las escalas más grandes y pequeñas son ahora mucho más plausibles de lo qué lo fueron antes.

61 Véase Halperin (1973:68).

Carlos Espinosa Universidad de Harvard

62 Para un buen examen de las posibilidades de la desintegración estatal en América Latina véase Enríquez Cabot ( 1999:30-49).

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Artículos, notas y documentos

Cuadro 1. Distancia entre las principales ciudades

Ruta Distancia (en días completos)

A pie Navegando

Caracas - Bogotá 60/84

Bogotá - Quito 30

Lima - Cuzco 12

Lima-La Paz 20

Quito - Guayaquil 13

Quito -Lima 50 50

Valparaíso - Callao 11 (regreso - 22)

Lima - Callao 1

La Paz - Arequipa 18

Potosí - Buenos Aires 63

Santiago - Yalparaíso 1

Cuzco - frontera de Bolivia 6

Lima - Arequipa 12

Buenos Aires - Callao X

Cartagena - Bogotá 40

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___ Carlos Espinosa: Construcción de los estados andinos en la época de la Independencia

Información sobre el Perú, distancias de los servicios postales Distancias y duración de los viajes cubiertos por la Pacific Stearn Navigation Company, 1842

Cuadro 2. De Valparaíso al Callao

Distancia Duración del viaje Tarifa (en pesos) (millas) (días) Igual tarifa que en 1826

Vela Vapor Vela Vapor

Desde Valparaíso a Coquimbo 198 2 0.2 17 12 Desde Valoaraíso a Huasco 295 2.12 1.6 20 16 Desde Valoaraíso a Cooiaoó 379 3.12 1.14 25 20 Desde Valoaraíso a Cobija 664 7 2.18 51 25 Desde Valoaraíso a !quique 799 8 3.08 51 30 Desde Valoaraíso a Arica 907 8 3.19 68 34 Desde Valoaraíso a Islav 1076 9 4.11 68 34 Desde Valparaíso a Pisco 1371 10 5.17 69 40 Desde V alparaíso a Callao 1486 11 6.6 68 42

Cuadro 3. Del Callao a Valparaíso

Distancia Duración del viaje Tarifa (en pesos) (millas) (días) Igual tarifa que en 1826

Vela Vapor Vela Vapor

Del Callao a Islav 410 18 2 85 34 Del Callao a Arica 579 18 3 85 34 Del Callao a !quique 687 18 3.12 85 34 Del Callao a Cobija 822 19 4.04 85 34 Del Callao a Cooiaoó 1107 20 5.10 102 51 Del Callao a Huasco 1191 20 6.04 102 51 Del Callao a Coquimbo 1288 20 6.06 102 60 Del Callao a Valparaíso 1486 22 7.12 102 68

N2 34, enero 2002 179

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Artículos, notas y documentos

Cuadro 4. Del Callao a Panamá

Distancia Duración del viaje Tarifa (en pesos) (millas) (días) Igual tarifa que en 1826

\

Vela Vapor Vela Vapor

Del Callao a Huacho 56 1 0.05 8.5 4 Del Callao a Santa 206 2 0.21 17 10 Del Callao a Huanchaco 267 4 1.03 34 17 Del Callao a Lambayeque 382 4 1.14 34 17 Del Callao a Paita 532 6 2.05 34 17 Del Callao a Guayaquil 747 8 3.02 51 25 Del Callao a Tumaco 1177 11 4.23 102 45 Del Callao a Buenaventura 1321 12 5.13 110 60 Del Callao a Panamá 1656 16 7.02 150 85

Cuadro 5. De Panamá al Callao

Distancia Duración del viaje Tarifa (en pesos) (millas) (días) Igual tarifa que en 1826

Vela Vapor Vela Vapor

De Panamá a Buenaventura 335 8 1.22 51 34 De Panamá a Tumaco 479 11 2.06 68 34 De Panamá a Guayaquil 909 18 4.17 102 51 De Panamá a Paita 1024 18 5.06 102 51 De Panamá a Lambayeque 1274 20 6.06 120 60 De Panamá a Huanchaco 1389 22 7 130 65 De Panamá a Santa 1450 24 7.10 140 93 De Panamá a Huacho 1600 30 8.10 150 102 De Panamá a Callao 1656 30 8.15 150 102

Información de: Prefilatelia peruana (José Colareta). Editora de Servicios Offset EIRC, Lima: 1979 y los cálculos/investigaciones originales de Guillermo J. Llosa

180 Revista Andina

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___ Carlos Espinosa: Construcción de los estados andinos en la época de la Independencia

Cuadro 6. Correo terrestre (1842)

Lima - Piura o viceversa Lima-Cuzco Cuzco a la frontera con Bolivia Lima - Arequipa Arequipa - Puno Lima - Huánuco

10 días 12 días 6 días

12 días 3 días 6 días

De: Historia postal y filatélica del Perú. (Herbert Moll) Editado ABC SA. Lima: 1983

Cuadro 7. Tamaño del ejército: porcentaje de la población 1808-1840

Países andinos Población Fuerza máxima Porcentaje

Bolivia 1,000,000 5,000 - 10,000 0.50% - 1.00% Chile 1,111,000 5,400 - 6,300 0.49 - 0.57 Colombia 1,267,381 10,000 0.79 Ecuador 500,000 4,000 0.80 Gran Colombia 3,500,000 30,000 0.86 Perú 1,200,000 13,000 1.08 Conf. Perú-Boliviana 2,200,000 11,000 0.50 Venezuela 1,219,000 9,409 0.77

Nº 34, enero 2002 181