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Nuevo Diccionario de Catequética Vol. I y II M. Pedrosa, M. Navarro, R. Lázaro y J. Sastre San Pablo Madrid, 1999 Nuevo Diccionario de Catequética Autores: M. Pedrosa, M. Navarro, R. Lázaro y J. Sastre Editorial: San Pablo, Madrid, 1999 2368 páginas Equipo internacional de 142 especialistas, dirigido por V. Mª Pedrosa, Mª Navarro, R. Lázaro y J. Sastre. Entre los autores, además de los catequetas, intervienen biblistas, moralistas, liturgistas, profesores de dogmática, de historia de la Iglesia, de patrología, etc. A estos autores hay que añadir un buen número de especialistas en ciencias humanas de Universidades eclesiásticas y civiles de España, Iberoamérica, Bélgica, Alemania, Italia y Francia. Reúne los conceptos fundamentales de la catequética. El perfil conceptual de la obra se detiene en algunos aspectos más preocupantes de hoy: la relación entre evangelización y

PEDROSA, M (Et Al; Dir), Nuevo Diccionario de Catequetica, 1999, Vol I y II, OCR

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  • Nuevo Diccionario de Catequtica

    Vol. I y IIM. Pedrosa, M. Navarro, R. Lzaro y J. Sastre

    San PabloMadrid, 1999

    Nuevo Diccionario de Catequtica Autores: M. Pedrosa, M. Navarro, R. Lzaro y J. SastreEditorial: San Pablo, Madrid, 19992368 pginasEquipo internacional de 142 especialistas, dirigido por V. M Pedrosa, M Navarro, R. Lzaro y J. Sastre.Entre los autores, adems de los catequetas, intervienen biblistas, moralistas, liturgistas, profesores de dogmtica, de historia de la Iglesia, de patrologa, etc. A estos autores hay que aadir un buen nmero de especialistas en ciencias humanas de Universidades eclesisticas y civiles de Espaa, Iberoamrica, Blgica, Alemania, Italia y Francia.Rene los conceptos fundamentales de la catequtica. El perfil conceptual de la obra se detiene en algunos aspectos ms preocupantes de hoy: la relacin entre evangelizacin y

  • catequesis, la iniciacin cristiana, la opcin por la catequesis de adultos, la inculturacin de la catequesis, etc. La liturgia cristiana en 125 voces monogrficas y 221 subvoces. Un fruto maduro de la reforma litrgica del Vaticano II. Consta de dos volmenes, que se venden conjuntamente: Volumen I: A-I Volumen II: J-Z AUTOR: Equipo internacional de 142 especialistas, dirigido por V. M Pedrosa, M Navarro, R. Lzaro y J. Sastre. Entre los autores, adems de los catequetas, intervienen biblistas, moralistas, liturgistas, profesores de dogmtica, de historia de la Iglesia, de patrologa, etc. A estos autores hay que aadir un buen nmero de especialistas en ciencias humanas de Universidades eclesisticas y civiles de Espaa, Iberoamrica, Blgica, Alemania, Italia y Francia.

    Volumen I: A-IVolumen II: J-Z

    ACCIN CATEQUIZADORA

    SUMARIO: I. Introduccin. II. Progreso en la accin catequizadora o catequesis: 1. De enseanza doctrinal a proceso catequtico de iniciacin; 2. De la etapa comunitario-pastoral a momento esencial del proceso de evangelizacin; 3. De la catequesis de nios a la catequesis de adultos. III. Vacos y dificultades de la accin catequizadora: 1. Vaco de accin catequtica; 2. Dificultades en la accin catequizadora. IV. Agentes de la accin catequizadora. Conclusin.

    i. IntroduccinLa sociedad moderna, impregnada de indiferencia y agnosticismo religiosos, ha puesto en entredicho la capacidad iniciatoria de la catequesis en el tiempo de la cristiandad. Ya en el siglo pasado, J. H. Newman constataba que una simple fe implcita es decir, recibida y tenida, ms que personalmente asumida y ejercida conduca a las personas cultas a la indiferencia y a las personas sencillas a la supersticin. La catequesis, realizada en la cristiandad en medio de su accin pastoral, no propici una verdadera iniciacin cristiana. As, hoy da, es necesaria una verdadera accin misionera en nuestro propio entorno, seguida de una catequesis de carcter iniciatorio-catecumenal, para lograr cristianos fundamentados e iniciados en la fe. De esta forma, la catequesis dentro del proceso de evangelizacin (cf EN 17-24; AG 11-18) aparece tan unida a la accin misionera, fundamentando bsicamente lo que all se inici, como a la accin pastoral, que continuar madurando esta formacin bsica (CAd 45). La catequesis es un elemento integrante de la iniciacin cristiana y esta, en su sentido ms estricto, se sita en la etapa anterior a la etapa pastoral propiamente dicha. El nuevo Directorio general para la catequesis lo ha expresado claramente: La catequesis de iniciacin es el eslabn necesario entre la accin misionera, que llama a la fe, y la accin pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana (DGC 64; cf IC 41).

  • La catequesis es probablemente el mbito pastoral en que mayores avances se han producido en la Iglesia tras la renovacin del Vaticano II da la impresin de que el ministerio de la catequesis saca siempre nuevas energas de los concilios y esto es esperanzador porque la catequesis es vital para la construccin de la Iglesia, el nervio central de la iniciacin cristiana. Todo grupo humano se ve obligado a cuidar con esmero los cauces de iniciacin de sus nuevos miembros a la ideologa y vivencia del grupo. As lo ha hecho la Iglesia desde sus inicios. Los Hechos de los apstoles hablan de la institucin del diaconado como una opcin que toman los apstoles con vistas a que ellos pudieran dedicarse al ministerio de la Palabra (cf He 6,4). Este mismo libro narra las primeras experiencias de instruccin cristiana: [Apolo] haba sido instruido [en griego katecheo o catequizar] en el camino del Seor (He 18,25). La finalidad con la que se escriben los mismos evangelios, todos lo sabemos, es la de poder dar una instruccin ms pormenorizada a los nuevos miembros que, no habiendo conocido a Jess, desean ingresar en la comunidad. Uno de los momentos ms brillantes de la Iglesia de Jess lo constituyen los siglos II-V debido al catecumenado, con la catequesis como nervio central, y que dio origen a grandes obispos-catequistas como san Juan Crisstomo, san Gregorio Nacianceno, san Agustn, etc. Los perodos de renovacin de la Iglesia son tambin tiempos fuertes de la catequesis (CCE 14).

    II. Progreso en la accin catequizadora o catequesisEn los ltimos 30 aos se han producido tres grandes avances en la accin catequizadora en la Iglesia, aunque algunos pases haban comenzado la renovacin catequtica antes del Vaticano II: 1) El paso de ser contemplada fundamentalmente como una enseanza doctrinal a ser vista como un proceso iniciatorio, de estilo catecumenal, en especial a partir del MPD (1977) y CT (1979). 2) De estar situada en la esfera pastoral a ser un elemento integrante de la accin evangelizadora, momento esencial del proceso de evangelizacin (DGC 63). 3) De estar polarizada en los nios a considerar la catequesis de los adultos como la forma principal de catequesis, punto de referencia de toda experiencia catequizadora.

    1. DE ENSEANZA DOCTRINAL A PROCESO CATEQUTICO DE INICIACIN

    a) Hitos de la renovacin catequtica, del Catecismo de Trento al Catecismo de la Iglesia catlica. Antes de nada hay que decir que el estilo de catequizar es portador de una imagen de Iglesia. Un catecismo muy doctrinal revela una Iglesia ms que preocupada (eso es bueno), obsesionada por guardar fielmente el corpus doctrinae, mientras que un catecismo antropolgico refleja ms una Iglesia que busca ofrecer el evangelio al hombre de hoy, o un catecismo con un gran talante comunitario expresa una Iglesia deseosa de impulsar la vivencia comunitaria de la fe.

    Cuando el concilio de Trento asume la ignorancia religiosa del pueblo cristiano y apuesta por una catequizacin generalizada para todo el pueblo fiel, opta por aceptar el gnero catecismo, que viene a ser un resumen de la teologa de aquel momento eclesial, reforzada por las afirmaciones conciliares; el resumen queda dividido en las cuatro grandes estructuras catequticas, aunque ordenadas originalmente: lo que hay que creer (el smbolo de los apstoles), lo que hay que recibir (los sacramentos), lo que hay que obrar (el declogo) y lo que hay que orar (la oracin dominical). Han sido cuatro siglos de doctrina, presentados pedaggicamente tambin en catecismos minores y breves, de forma que los destinatarios pudieran aprenderlos de memoria y asegurar as la fe tradicional frente a la fe nueva protestante.Por los aos 1940-1950, especialmente en Alemania y Francia ms tarde en Espaa, la catequesis recupera una de las formas ms tradicionales de la catequesis vigente en el Catecumenado bautismal (siglos II-V): la narracin de la historia de la salvacin, que, al decir de san Agustn, comienza con la creacin y llega hasta nuestros das.

    En los aos 1960-1970, la catequtica francesa, la holandesa y la latinoamericana recuerdan uno de los elementos claves en toda catequizacin: el destinatario de la

  • catequesis y sus circunstancias socio-polticas y culturales. La historia de la salvacin trata de salvar al ser humano, pero cmo es este, dnde est inmerso, qu espera, qu necesita...? La catequesis recupera as otra clave en la catequizacin: la dimensin antropolgico-social.Pocos aos ms tarde, a finales de los aos 70, la accin catequstica recupera otra de las dimensiones ms antiguas de la catequesis catecumenal, la dimensin comunitaria: la catequesis nace de la comunidad, se realiza en la comunidad y prepara a los catequizandos para incorporarlos a la comunidad (cf MPD 77, 13).

    A lo largo de esta evolucin, la Iglesia detecta uno de los riesgos de la catequesis: que se desvirte la unidad doctrinal y que los catequizandos no logren una sntesis del mensaje cristiano. En casi todas las Iglesias se publican catecismos nacionales incluso para los adultos. Por fin, en 1985, la Iglesia decide elaborar el actual Catecismo de la Iglesia catlica (CCE), que se aprob y public en 1992 (FD 4).b) La accin catequizadora en el nuevo Directorio general para la catequesis (DGC). En 1997, la Iglesia catlica publica el nuevo Directorio general para la catequesis; en l la catequesis iniciatoria de estilo catecumenal recupera carta de naturaleza: El catecumenado bautismal [es el] inspirador de la catequesis en la Iglesia (DGC 90).

    As pues, segn el nuevo Directorio, la catequesis es un proceso iniciatorio inspirado en la catequesis catecumenal, que, en unos casos, prepara para el bautismo y, en otros, como es el caso general de la catequesis de nuestras parroquias, ayuda a los catequizandos de las diversas edades a vivir las virtualidades del bautismo ya recibido (RICA 295). Por ello la catequesis tiene su origen en la confesin de fe y conduce a la confesin de fe (DGC 82).

    La Conferencia episcopal espaola ha elaborado los puntos de referencia bsicos y el proyecto evangelizador misionero y catecumenal unitario que pide el Directorio, aplicndolos a la realidad de las dicesis espaolas, en el documento La iniciacin cristiana. Reflexiones y orientaciones, aprobado en su LXX asamblea plenaria el 27 de noviembre de 1998.

    Esta recuperacin del carcter iniciatorio de la catequesis es uno de los aciertos ms destacables de la Iglesia. Con la catequesis iniciatoria posbautismal, no se trata de subsanar la insuficiencia doctrinal de unos cristianos ya iniciados mediante la catequesis doctrinal. Con ella se trata de abordar a los creyentes que han celebrado ya los sacramentos de la iniciacin, e iniciarlos, introducirlos vitalmente en los misterios que han celebrado. Con todo ello, la Iglesia les ofrece la posibilidad de renovar, al trmino del proceso catequizador, la profesin de fe que en el comienzo de su andadura bautismal no pudieron hacer personalmente.

    La catequesis iniciatoria actual recupera del catecumenado aspectos importantes. Sintetizamos aqu lo que en otras voces del Diccionario se encontrar ms analticamente expuesto. Esos aspectos catecumenales recuperados para la catequesis actual son:

    La finalidad de la catequesis, que es poner a los catequizandos no slo en contacto sino en comunin, en intimidad con Jesucristo (DGC 80). Es una vinculacin vital que conlleva una vinculacin fundamental a Dios (conversin, metanoia), llevada a cabo en la comunin eclesial (koinona), para el servicio del mundo (diakona) (CAd 134). Las tareas fundamentales de la catequesis, que son: ayudar a conocer, celebrar, vivir y contemplar el misterio de Cristo as como iniciar y educar para la vida comunitaria y para la misin (DGC 85-86). As, esta catequesis integral intenta desarrollar todas las dimensiones de la vida de fe. Estas tareas de la catequesis son: 1) La tarea notica, el conocer sapiencial (sapere: saborear), gustando del mensaje cristiano. 2) La tarea celebrativo-litrgica que impulsa el deseo de vivir y gozar la salvacin que Cristo nos ofrece, especialmente en los sacramentos. 3) La tarea moral o la educacin en las actitudes morales del evangelio. 4) La tarea orante, fruto de la contemplacin del amor y cercana de Dios que vive el creyente. 5) La tarea comunitaria, pues la catequesis

  • prepara a los catequizandos para vivir su fe en comunidad. 6) La tarea misionera y transformadora de quienes, como Pedro y Juan, no pueden callar lo que hemos visto y odo (He 4,20); anunciando el mensaje junto al testimonio de vida y estando activamente presentes como cristianos en la sociedad, en la vida profesional, social, etc. (cf IC 42). La eclesialidad de la catequesis. La catequesis no nace de la iniciativa del catequista; es la accin de una Iglesia-Madre que entrega (traditio) a los catecmenos o catequizandos toda la riqueza contenida, tanto en el mensaje y la vida de Jess como en la Tradicin viva eclesial de veinte siglos. Los catecmenos o catequizandos, a su vez, devuelven (redditio) esa entrega, enriquecida con los valores de las diferentes culturas (DGC 78).

    El itinerario catequtico-catecumenal desarrolla, en primer lugar, una catequesis bblica (narratio), que trata de introducir a los catecmenos o catequizandos en la dinmica de la historia de la salvacin; contina con una catequesis doctrinal (explanatio), basada fundamentalmente en la explicacin-entrega del credo apostlico, y termina con la catequesis mistaggica, que ayuda a los catecmenos o catequizandos a gustar y gozar de los misterios salvadores expresados en los smbolos de los sacramentos iniciatorios celebrados. Este itinerario incorpora una catequesis moral o los criterios, actitudes y comportamientos que se desprenden de las otras tres catequesis para la vida.

    La estructura gradual de la catequesis. Estas etapas (precatecumenado, catecumenado y mistagogia) responden al crecimiento progresivo en la fe de todo aquel que recorre el camino de esta catequesis catecumenal: 1) El tiempo de la precatequesis trata de suscitar la conversin inicial; 2) el catecumenado o catequesis integral propiamente dicha, y 3) el tiempo de la mistagogia, etapa eminentemente espiritual, basada en la vivencia gozosa de los sacramentos iniciatorios celebrados y en la experiencia de vivir en comunidad abierta a las tareas de la misin.

    El carcter bsico o la iniciacin en los fundamentos de la fe. La catequesis iniciatoria introduce en lo nuclear de la experiencia cristiana, las certezas bsicas de la fe (DGC 67), proporcionando a los catequizandos la cimentacin suficiente sobre la que debern construir ms tarde, en la vida de comunidad, el edificio de su vida cristiana. Este educar en las certezas y convicciones bsicas es lo que hace de la catequesis un servicio a la unidad de la fe. La catequesis de la iniciacin proporciona lo comn cristiano. El carcter transitorio o la duracin limitada de la catequesis iniciatoria proviene tambin del catecumenado bautismal, con un principio y un final. Pero ello no impide que quien ha sido catequizado tenga necesidad despus, a lo largo de su vida cristiana, de una catequesis permanente que se realiza en formas mltiples (cf DGC 69-72).En sntesis. La catequesis de iniciacin, por ser orgnica y sistemtica, no se reduce a lo meramente circunstancial y ocasional; por ser formacin para la vida cristiana, desborda incluyndola la mera enseanza; por ser esencial, se centra en lo comn para el cristiano, sin entrar en las cuestiones disputadas, ni convertirse en investigacin teolgica (ni llegar a ninguna especializacin). En fin, por ser iniciacin, incorpora a la comunidad que vive, celebra y testimonia la fe... Esta riqueza, inherente al catecumenado de adultos no bautizados, ha de inspirar a las dems formas de catequesis (DGC 68).

    2. DE LA ETAPA COMUNITARIO-PASTORAL A MOMENTO ESENCIAL DEL PROCESO DE EVANGELIZACIN. De la etapa comunitario-pastoral, la catequesis ha pasado a ser elemento central de la accin evangelizadora, momento esencial del proceso de evangelizacin (DGC 63). La catequesis ha sido considerada durante largo tiempo como una accin caracterstica de la etapa pastoral o de la vida de la comunidad. La vida parroquial se fundaba bsicamente en la catequesis, la misa dominical, las novenas, las procesiones, etc. En los pases tradicionalmente cristianos, nadie en esos momentos hubiera situado a la catequesis en la esfera de la accin misionera (aun cuando se saba que la catequesis era uno de los pilares de la accin misionera en pases de misin). Situar la accin catequizadora en la etapa comunitario-pastoral conduce a dos situaciones que muchos no aceptaramos hoy: En primer lugar, a que la oferta de la

  • catequesis se haga a los de casa, a los de siempre, como ha ocurrido en muchas experiencias de catequesis de adultos. En segundo lugar, como consecuencia, conduce a una desvalorizacin de la accin catequizadora, contemplndola como impropia de estos tiempos de misin, en que la Iglesia debe potenciar acciones misioneras. Esta es una de las razones no la nica por la que la catequesis de adultos no ha entrado en bastantes dicesis y parroquias: no era una accin en la rbita de la misin. Por fin, se ha superado el complejo de estar trabajando con la catequesis al margen del hoy evangelizador de la Iglesia. El nuevo Directorio ha situado la catequesis como momento esencial del proceso de la evangelizacin (DGC 63), como eslabn necesario entre la accin misionera... y la accin pastoral (DGC 64). Ello supone:

    Reconocer la referida prioridad de la accin catequtica respecto a las otras acciones evangelizadoras (la misionera y la pastoral) y potenciadora de las mismas (cf CAd 54), ya que ella prepara cristianos adultos en la fe para la vida pastoral en la comunidad y, como consecuencia, sern estos quienes puedan llevar a cabo la accin misionera fuera y dentro de las fronteras de la comunidad (accin misionera): Cuanto ms capaz sea la Iglesia de dar prioridad a la catequesis, tanto ms encontrar en la catequesis una consolidacin de su vida interna como comunidad de creyentes y de su actividad externa como misionera (CT 15).

    Considerar la accin catequtica como momento esencial del proceso evangelizador supone, adems, buscar entre los no iniciados o entre aquellos que no tienen suficientemente fundamentada su fe, los destinatarios ms idneos para la catequizacin. En efecto, situada la catequesis como eslabn entre la accin misionera y la accin comunitario-pastoral, y teniendo como objetivo ayudar a madurar en la fe a aquellos en los que se ha despertado la fe inicial y desean fundamentarla, queda claro que su destinatario ms idneo no debe ser el sujeto activo de la comunidad. Ello no impide reconocer que en el interior de la vida de la comunidad se d el caso de muchos miembros cuya fe no est suficientemente fundamentada en buena medida son sujetos pasivos de la vida comunitaria, y que requieren, por tanto, que su iniciacin en la fe sea terminada mediante una buena catequesis.Resumiendo. Durante mucho tiempo, la catequesis ha sido considerada fundamentalmente como preparacin a la vida sacramental. Pinsese en las familias de los nios que aspiran a celebrar la primera comunin. La catequesis est vinculada a los sacramentos iniciatorios, pero estos son sacramentos que incorporan a la vida de la comunidad a quienes an no lo estaban. En este sentido, la catequesis genuinamente iniciatoria est ms cerca de la esfera misionera que de la vida comunitaria. La iniciacin no es del orden de transmisin de un saber intelectual; es pedagoga de entrada en un misterio1.

    3. DE LA CATEQUESIS DE NIOS A LA CATEQUESIS DE ADULTOS. De estar polarizada en los nios, la catequesis ha pasado a tener, en la catequesis de adultos, su forma principal. La catequesis de adultos debe ser considerada como la forma principal de catequesis a la que todas las dems, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan. Esto implica que la catequesis de las otras edades debe articularse con ella en un proyecto catequtico coherente de pastoral diocesana (DGC 59).

    Este principio catequtico no tiene an visos de llevarse a la realidad en gran parte de la Iglesia. Cuando se habla de catequesis se sigue pensando en los nios. No nos imaginamos una comunidad parroquial sin catequesis de nios, pero no tenemos ningn sentimiento de culpabilidad pastoral por no ofrecer de manera estable una catequesis sistemtica para adultos. Durante el tiempo de la cristiandad la catequesis se polariz en la infancia no fue as en la poca de los santos Padres y no es fcil superar la influencia de tantos siglos. Hay obispos de regiones pastorales que piden a todas las parroquias una catequesis de adultos como oferta institucional permanente2.

  • La prioridad referida de la catequesis de adultos (cf CAd 53-56) no debe quedar en los papeles, sino plasmarse en presupuestos, personal, convocatorias, ofertas, etc. No significa infravalorar la catequesis de nios y jvenes; es esta la que debe tener en cuenta las lneas de fondo de la catequesis de adultos, lo cual no termina de hacerse realidad. La catequesis de adultos trata de orientarse mirando a la tradicin iniciatorio-catecumenal; la catequesis de nios y adolescentes lo hace en un grado muchsimo menor.

    Entre las importantes mejoras catequticas, habra que potenciar la catequesis de adultos jvenes, muchos de ellos alejados o indiferentes. Esto llevara a cambiar en algunos hogares el clima religioso familiar; algunos adultos se transformaran en verdadera referencia testimonial, la catequesis en el mbito familiar se hara ms viable etc...; lo cual aportara un gran bien para la vida de fe de las generaciones jvenes.

    III. Vacos y dificultades de la accin catequizadora1. VACO DE ACCIN CATEQUTICA. Parece innecesario y hasta quizs una paradoja hablar de un vaco de catequesis o accin catequizadora, cuando muchos pastoralistas tienen la sensacin de una inflacin de catequesis. Hay que reconocer que hay etapas de la vida cristiana muy importantes, en las que falta una buena oferta de catequesis iniciatoria y, por tanto, orgnica y sistemtica. Esta se halla presente en la niez y en la adolescencia, y en ellas con grandes deficiencias. La catequesis de nios se reduce, en muchos casos, a lo que puede realizarse hasta la primera eucarista. A partir de ah hay un descenso significativo de nios en la catequesis. Esto trae como consecuencia un vaco de catequesis en el momento en que el nio llega a su adultez infantil (11 aos): no ha seguido el proceso catequtico completo y no termina, por tanto, haciendo la confesin bautismal de fe, propia de su edad, que es la meta de toda catequesis.

    Por lo que respecta a la adolescencia, la catequesis est muy condicionada, por una parte, por el cambio antropolgico profundo por el que pasan los adolescentes, que exige, las ms de las veces, limitarse, en un largo primer momento, a una precatequesis, desbloqueo religioso, etc., y, por otra, por el sacramento de la confirmacin. Una buena parte de los catequistas que trabajan en esta catequesis tienen la impresin de quedarse a mitad de camino de lo que debe ser una iniciacin cristiana, que termina en la comunidad parroquial con la confesin de la fe por parte de los jvenes, y la confirmacin sacramental por parte de la Iglesia.2. DIFICULTADES EN LA ACCIN CATEQUIZADORA. La accin catequizadora no es fcil. La catequesis es una accin pedaggica relacional, cuyo xito depende de la combinacin de una serie de elementos que no siempre estn presentes, o no lo estn en la medida que la meta de la catequesis lo exigira. Las dificultades provienen, al menos, de tres factores:

    a) La falta de concienciacin y preparacin de los responsables de la catequesis o accin catequizadora. La concienciacin de los sacerdotes, en concreto, acerca de la catequesis de adultos, es escasa: pocas parroquias ofrecen para ellos una catequesis de iniciacin, es decir, orgnica y sistematizada. En cuanto a la preparacin de los catequistas para cualquier edad, su capacitacin sigue siendo la asignatura pendiente del movimiento catequtico. Se gastan muchsimos ms esfuerzos en elaborar diseos, materiales catequticos, organizacin de los grupos, etc., que en capacitar y atender de cerca a quienes van a animar y dirigir la accin catequizadora. b) La resistencia interior de los catequizandos para ser catequizados. Para un catequista que trata de ayudar con ilusin a unos hermanos a madurar en el camino de la fe, pocas cosas resultan ms gratificantes que encontrarse con hombres y mujeres o jvenes y nios, que desean acercarse al Seor y participar activamente de su discipulado. Pues bien, esta no es, desgraciadamente, la realidad actual. La falta de experiencia cristiana en las familias jvenes, la no fcil disponibilidad al cambio que exige entrar generosamente

  • en el discipulado de Jess (Maestro, te seguir adondequiera que vayas [Mt 8,191), el entorno que rodea a los destinatarios: de tensin, de consumo y bienestar... todo esto provoca en ellos una especie de resistencia interior ante la oferta catequizadora. Los que trabajan con adolescentes, jvenes y adultos conocen muy bien la dificultad que entraa convocarlos a la catequesis de confirmacin, a los encuentros prematrimoniales y a las reuniones con ocasin de la sacramentalizacin de sus hijos.

    c) La complejidad de una buena dinmica del proceso. Nos fijamos en los siguientes aspectos:

    La experiencia de encuentro con Jesucristo. El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no slo en contacto, sino en comunin, en intimidad con Jesucristo (DGC 80; cf CT 6). La catequesis trata de propiciar la vinculacin bsica del hombre con Jesucristo (CAd 139). Es decir, la fe se apoya bsicamente en este encuentro con Jess, el Seor, y cuando la catequesis no favorece esta experiencia religiosa de comunin con l, se corre el peligro del doctrinalismo. Para acceder, de esa situacin de fe heredada, poseda, inercial, a una fe personal, es indispensable que el sujeto se despierte a la experiencia de la fe, escuche personalmente el testimonio de la presencia (de Dios) en su interior y en su vida, y consienta a esa presencia, descentrndose en el movimiento de confianza absoluta (J. Martn Velasco, p. 45). Cuando en una persona no se ha producido esa experiencia de encuentro que le ha seducido y que puede producir la conversin a Jess, el Seor, la incidencia vital de la catequesis en la persona es escasa y se evapora fcilmente. Si de algo adolece la catequesis es de una falta de experiencia religiosa. La dificultad de una catequesis integral, en la que se intente desarrollar todas las dimensiones de la vida cristiana como: el conocimiento sapiencial del contenido de la fe, las actitudes morales cristianas, el gusto por la celebracin y la oracin, el cultivo de la vivencia comunitaria, el impulso misionero militante... Es difcil promover equilibradamente todas las dimensiones de la fe, pero es preciso intentarlo. Si en un grupo de catequesis se potencia en exceso una dimensin de la fe, sobre las otras, se dar lugar, como consecuencia, a un tipo de creyentes desajustados en su vida cristiana. El establecer los lmites de lo bsico, lo fundamental, propio de la catequesis. Es esta caracterstica de buscar lo bsico, lo esencial, la que hace que la catequesis sea un servicio a la unidad de la fe. Cules son esos aspectos nucleares que nunca pueden faltar? Con qu densidad los debemos trabajar? Dnde est la frontera de lo nuclear y las quaestiones disputatae? En la prctica no es fcil responder. La respuesta a esos interrogantes condiciona en buena parte la duracin del proceso.

    El hecho de atender nicamente a lo bsico no quiere significar que estemos pensando en un proceso simple. Las imgenes utilizadas por los santos Padres al hablar de la naturaleza del catecumenado (gestacin, noviciado, poner fundamentos slidos de un edificio...) dejan entrever un proceso educativo global, del que pueda salir un cristiano suficientemente cimentado en la fe, que haya superado la minora de edad y pueda seguir creciendo en su vida cristiana mediante una educacin o catequesis permanente. En nuestro mundo actual habremos de ofrecer un proceso bien estructurado a la luz del catecumenado bautismal, prolongado pero no muy largo, que d al creyente una consistencia de fe suficiente para vivir en el mundo de hoy con la ayuda posterior de una educacin permanente en la vida teologal. La dificultad de un acompaamiento individualizado. La catequesis que pretende incorporar a unos creyentes a la vida de la comunidad, no puede menos que utilizar una pedagoga grupal, para vivenciar la dimensin comunitaria de la fe. Esto no obstante, cada componente del grupo (en especial de adolescentes, jvenes y adultos) necesita por parte del catequista un acompaamiento individualizado, que con frecuencia no se puede realizar. Todos los componentes de un grupo maduran personalmente segn la calidad de la dinmica del propio grupo. Pero la madurez individual no depende nicamente de los condicionamientos positivos grupales. Cada uno tiene sus problemas, que repercuten en

  • su caminar catecumenal, y el catequista debe conocerlos para ayudar personalmente a cada uno a crecer como persona creyente.

    El acierto de una buena pedagoga. La catequesis actual debe cultivar tres aspectos pedaggicos, no fciles de realizar: a) Un entrenamiento integral. La catequesis inicia, ejercita, entrena en conocer el mensaje cristiano y en ponerse a la escucha y en comunin, con Dios y con Jess, el Seor; inicia, entrena en la oracin y en la celebracin de la fe; en practicar las actitudes morales cristianas; en vivir en comunidad fraterna, y en mejorar nuestra sociedad y comunicar a otros su propia experiencia de discpulo de Jess. b) Cultiva un nuevo estilo de relacin (contenidos, lenguaje...) respecto de los que vuelven a la fe desde la lejana de la fe. El catequista cultiva, como Jess, la acogida, la confianza en la persona, la paciencia, el respeto a la libertad. Este proceder le hace adoptar un lenguaje para sintonizar la buena nueva de Jess con los que vuelven a la fe. c) Un saber combinar la pedagoga grupal con el acompaamiento individualizado (cf CC 206-220, sobre la pedagoga divina, para hablar de la pedagoga en la catequesis [cf DGC 137-147]).

    La inculturacin en el entorno cultural de su tiempo. Una catequesis que desee inculturarse hoy en la sociedad moderna deber ser: una catequesis atenta a la libertad y el desarrollo personal del sujeto; una catequesis en la que los catequizandos puedan hacer una autntica experiencia eclesial de libertad de expresin, dilogo y corresponsabilidad (democracia); una catequesis con un buen sentido crtico hacia dentro y hacia fuera; una catequesis abierta al dilogo y a la comunicacin (cf A. Fossion, p. 19-52). Los prrafos del nuevo Directorio dedicados a la inculturacin de la catequesis (DGC 109-110, 203-207) son una aportacin muy actual para la comunicacin eficaz del mensaje cristiano al hombre de hoy.

    IV. Agentes de la accin catequizadoraLa catequesis es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana. Esta deber ensear a sus miembros los aspectos constitutivos y vitales de la propia comunidad. De esta manera, en nuestro caso, las comunidades cristianas podrn seguir de cerca el desarrollo de los procesos catequticos... y acoger a los catequizados en un ambiente fraterno, donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido (CT 24) (DGC 220; cf IC 14-15).

    Un proceso iniciatorio es demasiado importante para la Iglesia como para que el obispo no asuma la alta direccin de la catequesis (CT 63). Toda la documentacin catequtica designa al obispo como el primer responsable de la catequesis en la Iglesia particular.

    La catequesis es un servicio realizado, de modo conjunto, por sacerdotes, religiosos y seglares catequistas, en comunin con el obispo (CF 27). Desde quienes, a instancias del obispo y en su nombre, elaboran el proyecto global de catequesis, articulado y coherente..., convenientemente ubicado en los planes pastorales diocesanos (cf DGC 223, final), hasta el catequista que est en relacin directa con los catequizandos, hay toda una serie de mediaciones responsables, a su vez, de la catequesis, como el presbtero que convoca, los padres que acompaan desde el clima familiar de fe, el testimonio de la comunidad etc. que pueden ayudar o dificultar la consecucin de los objetivos propuestos.

    Pero los catequistas seglares son el gran agente de la catequizacin. Por ello la comunidad debe cuidar con esmero su designacin. El hecho de contar con un amplio nmero de nios y adolescentes catequizandos ha obligado, muchas veces, a solicitar la colaboracin de laicos creyentes, en los que no se ha discernido con suficiente diligencia la vocacin o carisma catequizador. No es este el camino idneo para designar a los catequistas. El ministerio de la catequesis ha de ser entregado a aquellos que, tras un discernimiento personal y comunitario, dan muestras de haber recibido el carisma para catequizar y de haberse preparado para su ejercicio.

  • Los catequistas laicos no son los sustitutos del sacerdote, ni tampoco sus colaboradores, sino quienes participan de uno de los ministerios ms importantes de una Iglesia ministerial. Ellos van a ayudar a iniciarse en la fe a nios, jvenes y adultos con la importancia que tiene la iniciacin en todo grupo humano; en muchos casos, desgraciadamente, ellos van a ser los nicos mediadores que acerquen a los catequizandos a la experiencia de la fe en el encuentro con Jess, el Seor. La Iglesia debe velar por su formacin y capacitacin en las dimensiones de la fe, en la que ellos, a su vez, van a iniciar a otros. El catequista de un grupo, que actu con talante apostlico y misionero, con gran amor a la Iglesia y con una slida espiritualidad oracin y celebracin es un gran don del Espritu a su Iglesia.

    La importancia del catequista laico y religioso laical ha crecido en la medida en que ha ido disminuyendo el nmero de presbteros. Por eso el nuevo Directorio aconseja que exista, ordinariamente, un cierto nmero de religiosos y laicos, estable y generosamente dedicados a la catequesis y reconocidos pblicamente por la Iglesia (DGC 231).

    Una accin de tal importancia en la Iglesia deber ser tomada con gran responsabilidad en todas las comunidades cristianas. En la Iglesia de Jesucristo nadie debera sentirse dispensado de recibir la catequesis (CT 45; cf IC 2). No slo los nios y adolescentes; tambin los jvenes, los adultos y los mayores. Qu puede decir de s misma una comunidad que tenga que responder negativamente ante una demanda de catequizacin por parte de algunos adultos? Una demanda de catequesis desde las diversas edades no es una demanda ms. Afecta a lo esencial, a la identidad de la comunidad cristiana.

    NOTAS: 1. L. M. CHAUVET, Croissance de I'Eglise, 108, 45-48. 2. OBISPOS DE EUSKALHERRIA, Evangelizar en tiempos de increencia. Carta pastoral de Cuaresma-Pascua de Resurreccin, Idatz, San Sebastin 1994, 90.

    BIBL.: AA.VV., Pero existe la catequesis de adultos?, Sinite 106 (1994) nmero monogrfico; cf los artculos de Lzaro R., Garitano F., Pedrosa V., Floristn C. y Gil M. A.; ALBERICHE., Catequesis y praxis eclesial, CCS, Madrid 1983, 38-51, 87-120; COMISIN NACIONAL FRANCESA DE CATEQUESIS, Formacin cristiana de adultos, Descle de Brouwer, Bilbao 1989, 11-18, 51-59, 237-243; Catecumenado de adultos, Mensajero, Bilbao 1996, Prlogo, 5-15; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAOLA, La iniciacin cristiana. Reflexiones y orientaciones, Edice, Madrid 1999; FoSSION A., Catchse et modernit, Lumen vitae 51 (1996); GARITANO F., La catequesis de la comunidad cristiana y en la Iglesia local, Teologa y catequesis 4 (1983) 559-577; MARTN VELASCO J., La experiencia cristiana de Dios, Trotta, Madrid 1995, 17-87; SEPE C., La catequesis a la luz del jubileo del ao 2000, Actualidad catequtica 171 (1996).

    Flix Garitano Laskurain

    ACCIN MISIONERA

    SUMARIO: I. La accin misionera. Naturaleza y formas: 1. La accin misionera con los ms alejados: el primer anuncio; 2. La accin misionera con otros alejados de la fe: la precatequesis. II. Vaco de accin misionera: 1. Por qu este vaco de accin misionera cara al interior de la Iglesia?; 2. Exigencias de la accin misionera en los cristianos agentes de esta accin; 3. Dificultades para la accin misionera. III. Agentes de la accin misionera: 1. Todo cristiano puede y debe comunicar su experiencia de fe; 2. Condiciones bsicas para el anuncio misionero; 3. Condiciones especficas en el momento actual. IV. Lugares para el anuncio misionero: 1. Fuera del mbito parroquial; 2. Dentro de los mbitos parroquiales; 3. Elementos necesarios para el anuncio misionero. V. El posanuncio misionero. Conclusin.

  • Muchos pastores y telogos dejan entrever an en sus escritos aquella triloga de los aos sesenta: evangelizacin, catequesis y sacramentalizacin, identificando as la accin misionera con la evangelizacin o, si se prefiere, reduciendo la evangelizacin a la accin misionera. Uno de los aciertos de la catequesis espaola ha sido haberse dejado impregnar por el esquema evangelizador del Vaticano II en su decreto Ad gentes, y de la exhortacin apostlica de Pablo VI Evangelii nuntiandi. Desde estos documentos, se entiende y define la evangelizacin como un proceso dinmico, rico y complejo, que se desarrolla gradualmente, estructurado en tres etapas: misionera, catequtica y pastoral (cf CAd 36-38). El Directorio general para la catequesis asume y desarrolla esta manera de entender la evangelizacin (DGC 47-49), que es la que recoge el documento de la Conferencia episcopal espaola La iniciacin cristiana. Reflexiones y orientaciones, aprobado por su LXX asamblea plenaria el 27 de noviembre de 1998.

    I. La accin misionera. Naturaleza y formasLa accin misionera, como punto de arranque de la evangelizacin, se sita en el mundo de los no creyentes. Estos no se hallan nicamente en los territorios donde an no ha penetrado la savia del evangelio. En el mundo occidental, especialmente, grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y su evangelio (RMi 33). En 1944 conocidos pastoralistas franceses declararon a Francia Pays de mission. Por lo que respecta a otros pases de tradicin cristiana catlica, protestante, anglicana, el clima socio-religioso vivido durante siglos no ha provocado en los bautizados la necesidad de personalizar la fe y numerosos hombres y mujeres se han encontrado a la intemperie ante la avalancha de la modernidad y la posmodernidad. La vivencia religiosa de las personas no estaba lo suficientemente arraigada, y muchsimos cristianos han ido alejndose de la fe en mayor o menor grado y, aunque conservan en muchos casos un fondo religioso que despierta en determinadas ocasiones, construyen su vida sobre criterios del mundo, prcticamente al margen de la fe. Es decir, la accin misionera es tambin necesaria en muchas Iglesias de larga tradicin cristiana.

    No es idntica la situacin de alejamiento de la fe de unos y otros y esto hace que la accin misionera no pueda ser uniforme. El punto de llegada de la accin misionera en unos y otros es el mismo: suscitar en ellos la conversin, la adhesin inicial a Jesucristo y a su evangelio (cf CC 40-41). Pero el punto de partida es distinto.

    1. LA ACCIN MISIONERA CON LOS MS ALEJADOS: EL PRIMER ANUNCIO. Con los ms alejados, habr que comenzar con un primer anuncio de Jesucristo y su evangelio. Quiz no sea la primera vez que muchos de ellos lo oyen, ya que a menudo se trata de cristianos bautizados que pudieron ser catequizados en su infancia. Sin embargo, los muchos aos que han vivido al margen de la fe, han desfigurado en ellos todo rasgo cristiano y es necesario situarse ante ellos como ante los no creyentes. Es un anuncio que el creyente hace al no creyente a travs de su vida y su testimonio de vida, en lenguaje vital y experiencial (CAd 41) y que incluye el siguiente mensaje: En Jesucristo, Hijo de Dios, hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvacin a todos los hombres como don de la gracia y de la misericordia de Dios (EN 27).

    Aunque el creyente no lo exprese en estos trminos, con su vida y sus palabras deja ver que se siente mejor emplazado en la vida desde que ha conocido a Jesucristo y lo ha acogido en su vida: con otra luz y esperanza, con otra mirada hacia la vida, con la sensacin de sentirse acompaado gratuitamente por el Espritu (el amor y la fuerza de Dios), con una mayor cercana a las personas, etc.; esto es, se siente salvado. No es fcil determinar cundo y cmo un creyente puede hacer este primer anuncio a un increyente: Hay veces que se requiere mucho tiempo de convivencia mutua para que un increyente comience a preguntar al creyente: qu es esto? (Mc 1,27), cmo lo has conseguido?, qu sientes en tu interior'?, etc. Otras veces, sin embargo, un viaje, una

  • comida, un acontecimiento de cierta relevancia en la vida de una persona, pueden transformarse en mediacin vlida para poder hacer este anuncio misionero.

    El objetivo del primer anuncio es provocar en los alejados una actitud de bsqueda, el inters por la fe, la simpata por Jesucristo y su evangelio. El impacto que el encuentro con un verdadero creyente ha podido producir en un alejado, requiere ser trabajado despus a travs de un sencillo proceso de bsqueda, hasta que esta simpata por Jesucristo vaya tomando cuerpo y se transforme ya en una adhesin inicial a l. La Iglesia siempre ha cuidado y cuida este proceso de bsqueda de la fe, tanto con los no bautizados (precatecumenado) como con los bautizados alejados de la fe (precatequesis). El prefijo pre- est indicando que estas personas no estn an en condiciones de participar en un catecumenado o una catequesis propiamente dicha, en tanto no se d en ellos una adhesin inicial a Jesucristo y su evangelio. El hecho de que la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas misioneras, no dispensa a una Iglesia particular de promover una intervencin institucionalizada del primer anuncio como la (actuacin) ms directa del mandato misionero de Jess (DGC 62).

    2. LA ACCIN MISIONERA CON OTROS ALEJADOS DE LA FE: LA PRECATEQUESIS. Nos referimos a aquellos hombres y mujeres que se declaran cristianos o creyentes, en los que persiste un fondo religioso que alimentan ocasionalmente, pero que construyen su vida diaria sin gran referencia a Jesucristo y su evangelio. Estos bautizados se encuentran en aquella situacin intermedia que, segn el Directorio, necesita una nueva evangelizacin (DGC 58). En estos es necesario interpelar su distanciamiento de la fe y despertar en ellos el deseo de participar en un proceso precatequtico de bsqueda de la fe. Cabra incluir en este apartado tanto a muchos creyentes que frecuentan ocasionalmente la comunidad cristiana con motivo de algn acontecimiento sacramental, funerales o grandes fiestas litrgicas (navidad, semana santa...), como a quienes acuden con mayor o menor asiduidad a cultos de la religiosidad popular, pero para quienes Jesucristo no ocupa el centro de su vida religiosa. Todos ellos tienen en comn que no han descubierto an la novedad viva y la centralidad del evangelio de Jess.

    a) La precatequesis es una explicitacin ms reposada del primer anuncio del evangelio, dirigida a aquellas personas en quienes se ha despertado algn inters por la persona de Jess en orden a una opcin slida de la fe (DGC 62). Es un proceso, no muy largo depende siempre del destinatario con el que se trabaje, en el que el grupo afronta la buena noticia que aporta Jesucristo a las vidas de sus miembros, desde los interrogantes que surgen de sus experiencias nucleares. De esta forma el proceso facilita a las personas el hecho de escuchar la invitacin personal de Dios y de poder experimentar un primer encuentro salvador con Jesucristo. A lo largo de los encuentros que abarca un proceso de precatequesis, se pretende transmitir lo fundamental del mensaje, el kerigma sobre Jesucristo, que podramos resumir as: Os anunciamos al Dios de la misericordia que, en su deseo de salvarnos, se ha manifestado en la presencia de Jesucristo, muerto y resucitado. Nosotros somos testigos de ello. En su nombre se nos perdonan todos los pecados. No podemos, pues, esperar otro salvador fuera de l. Creed esta buena noticia. Convertos, poneos a vivir mirando a Dios, dejndoos conducir por el Espritu Santo que hay en vosotros y que recibiris amplia y gratuitamente. Y unos a nosotros, la Iglesia de Jess.

    La precatequesis busca que la persona ya interesada por Cristo se adhiera de forma inicial a l y a su evangelio. El Ritual de la iniciacin cristiana de adultos insiste fuertemente en este punto: no cabe comenzar el catecumenado si no se ha dado esa adhesin inicial. Esprese a que los candidatos tengan el tiempo necesario para concebir la fe inicial (RICA 50). Slo contando con la actitud interior de el que crea, la catequesis propiamente dicha podr desarrollar su tarea especfica de educacin de la fe (DGC 62).

  • b) Todo este planteamiento est revelando que la accin misionera comprende, propiamente, dos tiempos o acciones progresivas, que responden al nivel de alejamiento de la fe de los destinatarios: el primer anuncio, en funcin de aquellos que se encuentran en la increencia, y la precatequesis para quienes viven una cierta religiosidad cristiana, o para quienes, religiosamente inquietos, provienen de la lejana de la fe. Ambos tiempos son, desde luego, tiempos de bsqueda de la fe (cf CAd 206-210). Uno y otro constituyen los dos primeros momentos del proceso de conversin permanente: el inters por el evangelio que persigue el primer anuncio, y la conversin que persigue la precatequesis, seguidos de los otros dos momentos: la profesin de fe que pretende la catequesis, y el camino hacia la perfeccin que pretende la accin pastoral (cf DGC 56). La accin misionera no es una accin que se realiza nicamente en los llamados pases de misin; es necesario hacerla tambin al interior de la comunidad cristiana.

    Dentro de la accin misionera, la precatequesis puede tomar dos acentos, segn se lleve a cabo con personas provenientes de un serio alejamiento de la fe o con otras personas alejadas, pero todava religiosas. Una cierta analoga de estas dos acentuaciones la encontramos en la misma predicacin apostlica. Es distinto el anuncio misionero dirigido a un pblico religiosamente indiferente que hace Pablo en el arepago de Atenas (He 17,16-31), del que hace Pedro a judos religiosos (He 2,22-36).

    II. Vaco de accin misionera1. POR QU ESTE VACO DE ACCIN MISIONERA CARA AL INTERIOR DE LA IGLESIA? Nos encontramos inmersos en una sociedad afectada por una indiferencia y un agnosticismo poscristianos y por un rechazo a lo institucional, todo lo cual hace que la oferta de la Iglesia no tenga muchos adeptos. Si a esto aadimos el hecho de que los cristianos estn poco motivados y preparados para la misin, se comprende el actual vaco de accin misionera. Herederos de una sociedad de cristiandad, tanto en los seminarios como en los institutos catequticos y en escuelas de catequistas se preparaba, y se prepara, con ms o menos competencia, para realizar la accin catequizadora o catequesis. En cambio, estaba totalmente ausente y lo est casi hoy da la pedagoga misionera, o cmo ayudar a una persona a pasar de la no fe a la fe. Un dato significativo de esta deficiencia misionera: casi en ninguna dicesis se cuenta con un departamento de accin misionera en funcin de la propia dicesis. No se entendera que una dicesis no tuviese un departamento de catequesis o accin catequizadora. Sin embargo, no se palpa an la necesidad de un organismo diocesano competente para llevar a cabo el anuncio misionero y que canalice sus acciones, siendo as que la misin es algo esencial en la Iglesia de Jess.

    2. EXIGENCIAS DE LA ACCIN MISIONERA EN LOS CRISTIANOS AGENTES DE ESTA ACCIN. Ciertamente, la accin misionera comporta unas exigencias mayores que la accin catequtica o la accin pastoral siempre le es ms fcil hablar de Dios al que est presto a escucharlo y ms en un momento eclesial como el que estamos viviendo. Hoy da, las resistencias del entorno ante el hecho religioso demandan al cristiano comprometido en la accin misionera: 1) una vivencia humanizadora y significativa de la fe; 2) una ilusin y una creatividad para encontrar nuevos caminos y posibilidades evangelizadoras; 3) una capacidad de discernir all donde parece nacer un inters por la fe y una pastoral de seguimiento; y todo ello, 4) sintindose respaldado por una Iglesia, una comunidad, o, cuando menos, por un colectivo significativo, donde pueda verificarse aquello que anuncia el cristiano misionero.

    3. DIFICULTADES PARA LA ACCIN MISIONERA. a) La gran dificultad de la accin misionera para el cristiano misionero reside en lograr que el destinatario capte el anuncio misionero como buena noticia. Para ello, es necesario que los destinatarios experimenten: 1) que lo que anunciamos va en lnea de lo que ellos buscan; 2) que va ms all de lo que ellos esperaban; 3) que no es pura promesa verbal; hay hechos que lo avalan.

  • El evangelio, para ser visto como plenitud de humanidad, ha de ser odo en el hombre y desde el hombre. El evangelio es una vida concreta vivida a la luz de Dios. Por eso, debajo de todo mensaje evanglico hay que buscar la situacin humana que ilumina y transforma, y descubrir as en la fe una manera nueva de vivir. Es importante en todo anuncio misionero ayudar a los destinatarios a descubrir en ellos mismos signos, huellas de todo aquello que se les anuncia (semina Verbi).b) Los obstculos para una buena accin misionera se encuentran a veces en los propios destinatarios. Situaciones de bienestar o consumo y por el lado contrario, la angustia por sobrevivir, o bloqueos de tipo afectivo, sexual, psicolgico, etc.., pueden impedir que el individuo se sienta capaz de entrar dentro de s y pueda captar, en realidad, cules son sus necesidades y preguntas profundas. Ello obligara a buscar medios para ayudarles a superar tales obstculos, empeo harto difcil para educadores sencillos. Adems, el esfuerzo misionero exige la paciencia (CCE 854).

    Por lo insinuado aqu, se entiende lo dificultoso de la accin misionera. Se multiplican las llamadas a la accin misionera, los intentos por clarificar la nueva evangelizacin que demandan los tiempos actuales, pero las experiencias de accin misionera de cierta calidad son ms bien escasas.

    III. Agentes de la accin misionera1. TODO CRLSTIANO PUEDE Y DEBE COMUNICAR SU EXPERIENCIA DE FE. La Iglesia entera es misionera, la obra de la evangelizacin es un deber de todo el pueblo de Dios (AG 35). Hoy se habla ms de misin que de misiones, refirindonos a la evangelizacin. El plural suele expresar territorios particulares donde es necesario hacer el primer anuncio evanglico. La utilizacin del singular misin, en cambio, descubre que la accin misionera es esencial a toda la Iglesia. Todo hombre o mujer bautizado, segn sus posibilidades, debe compartir su fe con los que no la viven. La accin catequizadora la catequesis es un servicio que requiere unas condiciones que no estn al alcance de todos. Por eso precisamente el obispo encarga a determinados fieles la misin de catequizar. La accin misionera, en cambio, es la consecuencia de aquella llamada que Jess lanza a todo su discipulado: Id y haced discpulos mos, bautizndolos.... Dentro de la accin misionera hay algn campo que requiere una mayor capacitacin, como animar un grupo en bsqueda mediante una precatequesis; en este caso la Iglesia escoger a quien juzgue capacitado como acompaante padrino en la bsqueda de la fe.

    Pero quin no puede comunicar a otro su propia vivencia de fe? Pablo VI lleg a preguntarse si cabe otra forma de comunicar el evangelio que no sea esta comunicacin interpersonal (cf EN 46). No se trata slo de comunicar la propia experiencia de fe, sino de hacerlo con la fuerza del testigo, con conviccin y coherencia personal. Ello supone inters por adquirir un alto nivel de vida de fe. Pero convendr comunicarla en el nivel que la vayamos teniendo, conscientes de que la hondura de nuestra vivencia creyente podr hacer nacer en el otro una vivencia religiosa ms autntica.

    2. CONDICIONES BSICAS PARA EL ANUNCIO MISIONERO. Hay unas exigencias bsicas, necesarias en todo momento y lugar, para quien desee ser fecundo en el anuncio misionero a otros: 1) haber experimentado que es bueno lo que pretende anunciar; por eso lo hace, porque ha experimentado que al cambiar de rumbo su vida, ha ganado en ilusin y ganas de vivir; 2) una comunin con todo ser humano. En realidad, la evangelizacin es un acto de amor; nosotros no somos profesionales del anuncio misionero, sino creyentes que aman al ser humano y comparten con l lo que ellos han gustado como bueno en sus vidas; 3) concienciarse de su responsabilidad cara a la misin de Jess, que esta no es algo que incumbe nicamente a los sacerdotes, religiosas, etc.; 4) creer en su capacidad evangelizadora; todos podemos hacer algo y lo hacemos por mejorar la convivencia; hoy hay muchas posibilidades en la sociedad para que un creyente pueda canalizar su deseo de acercarse al mundo de los pobres y

  • marginados; todos podemos comunicar a otros nuestra vivencia personal; todos tenemos una familia donde podemos pretender hacer nacer una pequea experiencia de esa convivencia nueva del evangelio; todos tenemos unos amigos que nos valoran y nos escuchan y a quienes podemos transmitir nuestra vivencia de fe; 5) ser impulsado, acompaado y animado a ello por sus hermanos creyentes; a este respecto debe darse en las comunidades una mutua interpelacin evangelizadora.

    3. CONDICIONES ESPECFICAS EN EL MOMENTO ACTUAL. Hay otras exigencias ms especficas, propias del momento en que vivimos. Es frecuente observar que determinadas actitudes y convicciones de quien trata de misionar bloquean a veces en los interlocutores la posible recepcin de dicho mensaje. Se trata de especificar supuestos, convicciones y actitudes que componen lo que llamamos el talante necesario para poder evangelizar. a) Supuestos. El agente de la accin misionera: 1) debe haber experimentado que es bueno lo que pretende anunciar; por eso lo hace, porque ha experimentado que al cambiar de rumbo su vida, ha ganado en ilusin y ganas de vivir; 2) debe haberse concienciado cara a su responsabilidad en la misin de Jess; 3) debe creer en su capacidad evangelizadora; 4) debe ser impulsado y animado a evangelizar por sus hermanos creyentes y concretamente por los dirigentes de la comunidad.

    b) Convicciones: 1) La evangelizacin cuenta con los anhelos y esperanzas de los hombres, si bien los trasciende, porque la oferta evangelizadora es mayor an que la medida del corazn del hombre (Evangelizacin y hombre de hoy, 122). 2) Quien no conoce a Cristo, quien no ha hecho la experiencia de la fe, pierde algo vital para su realizacin. La evangelizacin va ms all de un tesmo difuso, porque ofrece la misma relacin de conocimiento, amor y vida de Jess con el Padre (Ib, 172). 3) Difcilmente ganaremos a un increyente a base de razones. Nuestro reto frente a l es demostrar que la fe humaniza ms que la no fe. 4) La razn que nos mueve a ir al increyente es nuestro amor hacia su persona; deseamos transmitirle algo que para nosotros ha sido bueno. 5) Dios est siempre ms all... Es un misterio. No podemos pretender poseer a Dios, sino ser posedos por l. No hacemos ms grande o ms pequeo a Dios por afirmar o negar su realidad. 6) Desde ese punto de vista, no olvidamos que para Dios todos somos sus hijos e hijas, que en toda persona hay una semilla de Dios y que en la medida en que uno se abre al hermano, esta semilla va creciendo, se manifieste creyente o no. 7) En estos momentos de indiferencia, ms que dar respuestas, debemos estar preocupados en suscitar preguntas. Tenemos ms necesidad de testigos que de predicadores. Preferir la humildad de los signos al ruido de las palabras (Ib, 140). 8) Ante el hombre y la mujer actuales, sin pasin teolgica, son insuficientes los caminos habituales seguidos por la Iglesia para transmitir la fe (Ib, 160). 9) Nuestro lugar es el mundo, no la parroquia. Nuestra tarea es la de hacer el mundo nuevo de Dios, unidos a todos los que luchan por mejorar este mundo. Es imposible que nos crean si no nos ven solidarios en la lucha. Ah, en la lucha, debemos ayudarles a descubrir que el mundo nuevo est ms all de nuestras posibilidades como seres humanos. En realidad, las actitudes en la vida son la verificacin o descalificacin de lo que valen todas nuestras afirmaciones y discursos. 10) Difcilmente el hombre moderno podr escuchar la invitacin a la fe, mientras no nos comprometamos en la lucha por transformar las estructuras de pecado que le rodean. 11) La calidad de una parroquia se mide por su capacidad en transmitir la fe a un no creyente. 12) La valenta misionera y la razn de ser de la existencia apostlica se nutren y templan sin cesar en la oracin (Ib, 170). 13) A la Iglesia le ser imposible excluir toda desfiguracin del rostro de Cristo. Nunca ser la Iglesia suficientemente santa para acometer con garanta de xito la misin evangelizadora (Ib, 170).

    c) Actitudes. Actitud del ir: No esperar a que un no creyente o alejado nos pida ayuda para buscar la fe. Ir a ofrecerle, intercambiar, dar y recibir, siempre sin agobiar. Calidad antes que cantidad. No estar preocupados por traer gente sino por ser nosotros autnticos seguidores de Jesucristo. Actitud espiritual: no somos nosotros fundamentalmente, sino el Espritu Santo, quien hace mover en el sujeto el inters por la

  • fe. Actitud de amor: lo que nos mueve a dirigirnos al increyente es el amor; lo queremos y como consecuencia le ofrecemos lo mejor de nosotros. Del amor de Dios por todos los hombres la Iglesia ha sacado la fuerza de su impulso misionero (CCE 851). Actitud de gratuidad: lo que hemos recibido gratis, lo damos gratis. Lo nuestro es compartir, ofrecer, de ninguna manera invadir, querer convencer. Actitud de igualdad: todos somos buscadores de Dios. El espritu de Dios acta tambin en ellos. Actitud de solidaridad con la gente que nos rodea, en su lucha contra el mal, reflejo de que la fe nos ha humanizado. De esta forma, la evangelizacin prolonga la presencia de Cristo con una nueva encarnacin (Evangelizacin y hombre de hoy, 146). Actitud de predileccin hacia los alejados cuando los imaginamos en nuestra celebracin. Ello debe marcar el estilo de la celebracin, los gestos y smbolos a utilizar. Actitud serena ante la increencia: tenemos que aprender a cohabitar con ella. Tampoco sabemos si este fenmeno servir de purificacin a la Iglesia, si har nacer algo nuevo... Actitud de esperanza en lo que llevamos entre manos, superando complejos de inferioridad y evitando caer en apoyos mundanos, sabiendo que el Espritu Santo es, en verdad, el protagonista de toda la misin eclesial (CCE 852).

    IV. Lugares para el anuncio misioneroEl anuncio misionero hay que hacerlo all donde no se conoce o no se ha experimentado la novedad salvadora de Jesucristo, all donde una situacin deshumanizada pide a gritos ser renovada por la savia nueva del evangelio.

    Pablo VI hablaba de toda una muchedumbre muy numerosa de bautizados, que estn totalmente al margen del bautismo y no lo viven (EN 56). A casi 25 aos de esta exhortacin apostlica, hemos de reconocer que tal muchedumbre ha crecido considerablemente, como lo ha hecho el secularismo ateo del que habla el documento papal. Es evidente que nuestros pueblos, familias, universidades... se han convertido en lugar de misin. Dnde y cmo conectar con todos aquellos que pasan de la fe? All donde se encuentran, esto es, en la vida de todos los das, y tambin en las comunidades cristianas, porque un buen nmero de ellos acuden a solicitar algn servicio religioso para ellos mismos o bien para alguno de sus familiares.

    1. FUERA DEL MBITO PARROQUIAL. Desde el bautismo, todos los bautizados contamos con una misin proftica como es el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra (CCE 905). El anuncio misionero fuera de las fronteras parroquiales tiene un doble reto: 1) mostrar que una opcin por Dios conlleva a una opcin por el ser humano (la comunin solidaria con todo ser humano), y 2) hacer ver que una vida iluminada e impulsada desde el evangelio de Jess humaniza ms que una vida sin fe.

    Ambos retos parecen necesarios para que los no creyentes o seriamente alejados de la fe puedan quedar interpelados por una vida vivida desde la fe. Pero no basta el testimonio, el signo; es necesario ayudar a la gente a interpretarlo: Por qu vivs as?. Ahora bien, cul es el momento idneo para un anuncio verbal de Jesucristo? Hay movimientos religiosos que practican el anuncio directo desde el primer momento. No es fcil decirlo. La pedagoga utilizada por Jess (predicar tras el signo) parece indicar que el anuncio debe estar precedido y acompaado por el signo testimonial. En muchos casos el discernimiento pastoral exigir la espera, el esfuerzo misionero exige la paciencia (CCE 852); en otros puede que haga nacer la pregunta antes de lo esperado; en otros, por fin, bien porque el signo no es suficientemente rico, bien porque los destinatarios tienen los ojos y los odos indispuestos para poder ver ms all de lo que ven y oyen, no habr espacio para que el anuncio verbal pueda ser escuchado.

    Aun cuando todo bautizado es misionero y por tanto debe compartir su fe con los que no la conocen, la Iglesia deber favorecer aquellos movimientos que, por su carisma y organizacin, pueden hacer mejor el anuncio misionero en la vida pblica. Es de todos conocida la gran aportacin que a la misin evangelizadora de la Iglesia han hecho los

  • movimientos especializados de Accin Catlica, los Cursillos de Cristiandad, las Misiones populares etc.

    2. DENTRO DE LOS MBITOS PARROQUIALES. Muchos de los que estn seriamente alejados de la fe acuden a las comunidades parroquiales, bien para solicitar un servicio religioso (un funeral), bien para solicitar un sacramento para ellos mismos o para alguno de su familia. No es fcil saber las motivaciones que les inducen a dar este paso, pues hay motivaciones que funcionan y dirigen la demanda desde el inconsciente. En efecto: 1) hay resortes arcaicos que estn ms o menos latentes y que son muy poderosos, como seguir con la tradicin familiar, hacer lo que hacen todos los dems, ofrecer al nio todas las posibilidades (de lo contrario puede aparecer un cierto sentimiento de culpabilidad); 2) o es ese nio que llevamos todos dentro y que se despierta con todos estos acontecimientos...; 3) tampoco podemos dejar de lado las presiones ambientales, familiares...; 4) pero tambin es posible que en el fondo de mucha gente que solicita un sacramento haya una disponibilidad fundante hacia Dios, una apertura hacia el Misterio, sin que ellos sepan traducirlo en un acto de fe en Jesucristo, pues no en vano, desde la fe, creemos que la gracia obra de manera invisible en todos los hombres de buena voluntad, sean creyentes o no (GS 23).

    3. ELEMENTOS NECESARIOS PARA EL ANUNCIO MISIONERO. a) La acogida. La calidad de la acogida es primordial en todo mbito de relaciones y lo es, tambin, en el terreno religioso. Posiblemente, una de las cosas que sus paisanos agradecan ms en Jess era su acogida. Es importante, siempre, acoger a una persona que viene solicitando algo; es un signo de humanidad. Ms an, en nuestro caso, cuando unas personas, desde la inseguridad y acaso desde la culpabilidad o la vergenza que les produce el tener que encontrarse en un mbito que no dominan y del que se haban separado, acuden solicitando un servicio religioso. Sea grande o pequea su fe, no somos quines para reprochar su nivel de vida cristiana, sino al contrario, desde donde estn ellos, hemos de tratar de conocer al mximo y valorar sus motivaciones y posicionamientos religiosos y ayudarles a abrirse al Dios del evangelio de Jess: gratis lo habis recibido, dadlo gratis (Mt 10,8).

    Ciertamente, no es fcil equilibrar la gratuidad con la exigencia requerida por la fe, como tampoco lo es mantenerse acogedor cuando no coinciden la oferta y la demanda, cuando quien pide un servicio religioso, acaso, ms que un sacramento lo que solicita es un rito cristiano de paso, movido en buena parte por una lgica de comunin (hacer lo que hacen los otros, lo que han hecho siempre en mi casa...) y nosotros, en cambio, funcionamos con una lgica de la diferencia, convencidos de que el sacramento produce una identidad que nos diferencia de otras personas. Con todo, una buena parte de la efectividad del anuncio misionero se juega en este primer encuentro acogedor, lo cual interpela el lugar, el talante y el lenguaje de la acogida.

    b) El contenido evangelizador de los encuentros. El que es consciente de que una gran mayora de quienes acuden a solicitar un servicio religioso no estn en el nivel sacramental, plantear el contenido de dichos encuentros, no tanto desde la ptica teolgica del sacramento en cuestin cuanto desde el acontecimiento humano y el nivel de fe en que se encuentran los destinatarios que tiene delante, tratando de ayudarles a abrirse a la llamada de Dios. Ciertamente, no es cosa de caer en rigorismos legislativos o en ortodoxias doctrinales, pero tampoco de desembocar en un laxismo o en una tertulia de caf. Este es un momento idneo algo serio ha pasado en sus vidas para acercarse a la comunidad cristiana para interpelarles y ayudarles a descubrir la llamada que Dios les dirige en este paso que pretenden dar.

    c) Favorecer el encuentro en la familia. La visita a la familia entra dentro de la pedagoga del id, a la que tanto nos invit el Seor, los envi a todos los pueblos y lugares (Le 10,1). La visita favorece la imagen de una Iglesia que se acerca a la gente, en lugar de hacerlos venir al despacho parroquial, algo que puede ser bien apreciado, sobre todo por las clases populares. Aun reconociendo las dificultades que supone hoy el presentarse en

  • un hogar individualismo exacerbado, guardar la intimidad de cada familia, desconocimiento mutuo entre sacerdotes y buena parte de los feligreses, etc. el encuentro en familia en torno a un acontecimiento importante, como puede ser un nacimiento, una muerte, unas bodas de plata..., es pastoralmente recomendado en una visin de Iglesia misionera. Naturalmente, se trata de una presencia ofertada, nunca impuesta; nadie debe sentirse violentado ni presionado a ello.

    d) El estilo misionero de la celebracin (smbolos, lenguaje...). Siguiendo la recomendacin misionera de Jess: dejar las 99 ovejas e ir en busca de la que se haba perdido, sabiendo que en dichas celebraciones ocasionales se van a encontrar hombres y mujeres que viven sin ninguna referencia explcita a la fe, es conveniente que la celebracin adquiera un estilo misionero: una predicacin con un tono caluroso y comunicador, en un lenguaje vital y de experiencias, anuncindoles al Dios-vida, cercano a sus vidas, y unos smbolos adaptados a la mentalidad del hombre actual (recordando que la mayor parte de las personas son ms sentimiento que razn).

    V. El posanuncio misioneroUna buena accin misionera pretende mnimamente suscitar el inters y la simpata por la fe, y all donde este inters ha tomado cuerpo en una precatequesis, llegar hasta una adhesin inicial a Jesucristo y su evangelio, por parte de los destinatarios. No cabe pensar, por tanto, que con esta accin termina la iniciacin en la fe de un creyente, aun cuando, ciertamente, muchos de los que han escuchado nuestro anuncio misionero no tendrn ningn inters mayor en continuar madurando ese pequeo despertar a la fe que se ha dado en ellos. Sera disparatado imaginar una fe adulta en aquel que ha mostrado un inters por la fe y depositar en l responsabilidades educativas de la comunidad cristiana. El despertar a la fe requiere ser fortalecido y alimentado por sucesivas ofertas educativas de la fe: la precatequesis, la catequesis catecumenal, la vida comunitaria, etc. Muchos de nuestros esfuerzos pastorales quedan a mitad de camino de sus posibilidades porque no se ha cuidado la continuidad de dicha accin. Se cuida mucho ms el pre que el pos en las diversas acciones pastorales.La efectividad de una buena accin misionera requiere estos tres pasos pastorales: 1) El discernimiento. Estar muy atento para poder discernir en los destinatarios el inters por la fe. Esto est pidiendo un cierto trato particular con las personas, saber abordar con tacto, pero a la vez con audacia, la oferta de la fe; 2) El seguimiento. Muchas de nuestras posibilidades quedan cortas porque no hemos sido capaces de plantear abiertamente la continuacin, el despus, en la bsqueda de la fe a aquellas personas en las que hemos intuido un inters por la fe. Ello puede ser debido, bien a la falta de tiempo, bien a que no contamos con la parresa o audacia evanglica suficiente para ello. La efectividad de una buena accin misionera est pidiendo tanto el seguir de cerca a esas personas como el contar con ofertas educativas que puedan continuar madurando esa fe inicial; 3) Las ofertas educativas en la fe. Naturalmente no cabe seguir de cerca a nadie si luego no contamos con los apoyos educativos suficientes. Una parroquia, una zona pastoral, debe contar con ofertas de precatequesis y de catequesis iniciatoria-catecumenal, as como con acompaantes o padrinos para la fase precatequtica, y con catequistas capacitados para la fase catecumenal, que puedan ayudar, a esos cristianos que vuelven a la comunidad, a madurar su fe inicial.

    ConclusinPara acabar, recogemos una sugerencia operativa de la que se ha hablado en el apartado II. Es necesario que los responsables diocesanos se planteen la urgencia de poner en marcha un servicio o departamento o delegacin diocesana para la accin misionera, muy relacionada con el servicio o departamento o delegacin diocesana de catequesis. El Directorio lo expresa as: El hecho de que la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas misioneras, no dispensa a una Iglesia particular de

  • promover una intervencin institucionalizada del primer anuncio, como la actuacin ms directa del mandato misionero de Jess. La renovacin catequtica debe cimentarse sobre esta evangelizacin misionera previa (DGC 62).

    BIBL.: CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAOLA, Para que el mundo crea (Jn 17,21). Plan pastoral de la Conferencia episcopal espaola, 1994-97, Edice, Madrid 1994; Congreso Evangelizacin y hombre de hoy, Edice, Madrid 1986; GARAUDY R., Tenemos necesidad de Dios?, Descle de Brouwer, Bilbao 1993, 175-198; GONZLEZ-CARVAJAL L., Evangelizar en un mundo poscristiano, Sal Terrae, Santander 1993, 115-154; MARTN VELASCO J., Increencia y evangelizacin, Sal Terrae, Santander 1988, 145-249; La educacin de la experiencia religiosa en una sociedad secularizada, Actualidad catequtica 141 (1989) 31-52; Propuestas para una Iglesia evangelizadora, Teologa y catequesis 1 (1985) 29-42; OBISPOS DE EUSKAL-HERRIA, Evangelizar en tiempos de increencia. Carta pastoral Cuaresma-Pascua de Resurreccin 1994, Idatz, San Sebastin 1994; RUIz DE LA PEA J. L., Crisis y apologa de la fe, Sal Terrae, Santander 1995, 291-302; SECRETARIADOS DE CATEQUESIS DE EUSKAL-HERRIA, A la bsqueda del Dios vivo, Bilbao 1995, 9-16; SETIN J. M., Presencia misionera, Boletn diocesano, San Sebastin 1987, 698-703.

    Flix Garitano Laskurain

    ACCIN PASTORAL

    SUMARIO: I. Necesidad de la accin pastoral: 1. La etapa o accin catequizadora no prepara la etapa o accin pastoral; 2. Causas de esta carencia de preparacin. II. Qu es la accin pastoral: 1. La catequesis permanente o educacin permanente en la fe; 2. Hacia una maduracin de las diversas dimensiones de la fe. III. Vaco de la accin pastoral: 1. Desconcierto pastoral y malentendidos; 2. Prever de forma concreta el despus. IV. Agentes de la accin pastoral y principios pastorales.

    I. Necesidad de la accin pastoral1. LA ETAPA O ACCIN CATEQUIZADORA NO PREPARA LA ETAPA O ACCIN PASTORAL. La catequesis corre el riesgo de esterilizarse, si una comunidad de fe y de vida cristiana no acoge al catecmeno en cierta fase de su catequesis. Por eso, la comunidad eclesial, a todos los niveles, es doblemente responsable respecto a la catequesis: tiene la responsabilidad de atender a la formacin de sus miembros, pero tambin la responsabilidad de acogerlos en un ambiente donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido (CT 24; cf IC 61).

    Por lo que se deduce de este texto, la accin pastoral sigue a la accin catequizadora y se refiere a los jvenes que han superado ya esa accin catequizadora catequesis de iniciacin y a los adultos que han recorrido el proceso de catequesis iniciatoria, para concluir su iniciacin cristiana. Unos y otros son ya sujetos activos de la etapa o accin pastoral en la comunidad cristiana.La adultez o madurez en la fe es un objetivo cuyo alcance est ms all de la madurez que puede proporcionar un proceso catequtico. Los smbolos que utilizamos y que utilizaron los santos Padres para describir los logros cristianos de la catequesis o accin catequizadora apuntan a los cimientos de un edificio, al esqueleto humano, a las races de una planta. Estas imgenes en los santos Padres describen el catecumenado, ese perodo iniciatorio de catequesis bsica en los comienzos de la experiencia de fe; perodo de introduccin a la lectura y comprensin de la Palabra, de rodaje en la experiencia comunitaria. Pero, como dice el Directorio general para la catequesis, el proceso permanente de conversin va ms all de lo que proporciona la catequesis de base. Para favorecer tal proceso se necesita una comunidad cristiana que

  • acoja a los iniciados para sostenerlos y formarlos en la fe (DGC 59). La experiencia religiosa se convertir en un fenmeno muy fugaz sin el apoyo de la institucin. La institucin en nuestro caso la comunidad creyenteser la que permita que dicha experiencia crezca y se transmita de generacin en generacin1.

    Los cristianos que han superado la etapa catequtica o accin catequizadora iniciatoria deberan encontrar en la comunidad, por lo menos, el nivel de vida comunitaria, oracional, de lectura de la Palabra comunitariamente comentada, el impulso misionero, etc., que han vivido en grupo a lo largo del proceso catequtico, de forma que vayan creciendo en todos esos aspectos. No es esa, sin embargo, la realidad de nuestras parroquias. Muchsimos grupos que terminan el proceso catequtico o accin catequizadora suelen experimentar un gran desconcierto. Bastantes grupos querran continuar, pero ante la carencia de ofertas parroquiales que canalicen la experiencia de fe vivida en ellos, unos terminan por continuar profundizando el evangelio dominical; otros, algn libro de actualidad; otros grupos tratan de convertirse en una especie de movimiento apostlico, incluso se dan grupos que abordan temas que han sido elaborados para la etapa del primer anuncio y la precatequesis.

    En realidad los catequizandos tendran que ser informados y preparados para el despus de la etapa catequtica, para la etapa comunitario-pastoral que despus van a vivir en la comunidad cristiana. Desgraciadamente, no es esa la realidad. Lo reconoce la Comisin internacional para la catequesis: Un criterio, entre los ms valiosos del proceso de la catequesis de adultos, desdichadamente descuidado con frecuencia, es el expresado por el compromiso de la comunidad que acoge y sostiene al adulto (CACC 28).

    2. CAUSAS DE ESTA CARENCIA DE PREPARACIN. Sin ninguna pretensin de analizar dicha carencia, cabra apuntar a dos causas fcilmente detectables:

    a) Ninguna comunidad va a acoger o se va a sentir responsabilizada para acoger a aquellas personas jvenes o adultas que provienen de una etapa de la evangelizacin la accin catequizadora con la que la comunidad no se ha sentido identificada o responsable. En concreto, la experiencia catequizadora con adultos es, en muchos casos, iniciativa de un sacerdote o un laico concreto; la comunidad la conoce, ms o menos, pero no se siente responsable de esa accin como puede sentirse quiz de la misa dominical o de la catequesis de nios. Sin embargo, el pueblo de Dios siempre debe entender y mostrar que la iniciacin (cristiana) de los adultos es cosa suya y asunto que atae a todos los bautizados (RICA 14). En realidad, ese catequista laico o presbtero debera actuar como portavoz del deseo que la comunidad est viviendo y hace de puente entre ella y los adultos convocados; as el grupo de catequesis de adultos sera un rbol arraigado en el terreno firme de la comunidad cristiana (CF 72). b) Nuestra praxis pastoral lo decimos ms arriba est ms pendiente del antes que del despus en todos sus trabajos pastorales. Ha sido intil insistir en disear el perfil de unas comunidades juveniles de referencia, antes de lanzarse a la catequesis preconfirmatoria situada en la adolescencia. Por eso, la mayor parte de los esfuerzos en torno a la confirmacin no han sido ms fecundos: han desembocado en el vaco comunitario. En esta incoherencia pastoral se sita una catequesis iniciatoria de adultos o de adolescentes-jvenes, no canalizada despus convenientemente en la vida de la comunidad.

    II. Qu es la accin pastoralLa accin pastoral no se entiende en este trabajo en su sentido amplio, como sinnimo de toda la accin evangelizadora de la Iglesia, sino en su sentido estricto, como (tercera) etapa de la evangelizacin dirigida a los fieles de las comunidades cristianas que han sido ya iniciados en la fe (CAd 38). Esta accin pastoral es requerida, bien porque la catequesis no busca ms que una iniciacin bsica en la vida cristiana y esta debe ir madurando y creciendo despus, progresivamente, en la vida de la comunidad, bien porque, a lo largo del proceso, se han observado lagunas importantes en algunas de las

  • tareas catequticas, lagunas impropias de un creyente adulto en la fe y que es preciso subsanar. Efectivamente hay acciones que preparan a la catequesis y acciones que emanan de ella (DGC 63).

    Esta oferta de acompaamiento a los iniciados por parte de la comunidad est en la lnea de lo que hacan los cristianos veteranos con los recin bautizados (los nefitos) en la poca de los santos Padres: organizaban unas eucaristas conjuntas nefitos y cristianos adultos en la fe en el tiempo de pascua: bien para acogerlos en la comunidad, bien para profundizar y gustar los sacramentos recibidos. Pablo era consciente de la dbil madurez de fe de los bautizados de Corinto que haban sido iniciados en el camino: os di a beber leche, no alimento slido, porque no lo podais soportar (lCor 3,2).

    1. LA CATEQUESIS PERMANENTE O EDUCACIN PERMANENTE EN LA FE. La accin pastoral abarca todos aquellos medios que sirven a la maduracin integral de los cristianos. Entre ellos, sobresale la catequesis permanente o educacin permanente en la fe, en sus diversas formas. Entre estas se encuentran: la catequesis ocasional, como lectura cristiana de nuevos acontecimientos, el estudio y profundizacin de la Sagrada Escritura, la renovacin de los sacramentos recibidos, fundamentalmente del bautismo, apoyndose en los tiempos fuertes litrgicos, el estudio teolgico para crecer en la inteligencia de la fe y poder as dar ms claramente razn de nuestra esperanza (lPe 3,15), etc. Esto es lo que el nuevo Directorio propone como formas mltiples de catequesis permanente (DGC 72), siempre que no se relativice el carcter prioritario de la catequesis como iniciacin. Todas estas ofertas son, pues, un segundo grado (nivel) de catequesis, posterior a la catequesis de iniciacin (DGC 51, nota 64). Cuanto ms nos formamos, ms sentimos la exigencia de proseguir y profundizar tal formacin; como tambin, cuanto ms somos formados, ms capaces nos hacemos de formar a los dems (cf ChL 63).

    2. HACIA UNA MADURACIN DE LAS DIVERSAS DIMENSIONES DE LA FE. Pero, la comunidad cristiana debe ofrecer, adems, a estos recin iniciados en la etapa catequtica o accin catequizadora una continuidad en la maduracin de aquellas dimensiones de la fe en que han sido iniciados y que constituyen la esencia de la misma. Concretamente, debe ayudar al crecimiento de:

    a) La experiencia de la fe. K. Rahner dice: el cristiano del futuro o ser mstico o no existir en absoluto2. El autor entiende al mstico como un cristiano dotado de una experiencia profunda de cercana y acogida de Dios en su interior. Muchas de las experiencias catequizadoras con jvenes y adultos han abusado de hojas, libros, cuadernos.., han enseado muchas cosas, pero no han favorecido la experiencia del encuentro con Dios, con Jess, el Seor, en la fe, que es la base de la iniciacin cristiana.Por lo que respecta a los adolescentes, los encuentros preconfirmatorios a lo ms que llegan, quiz, es a que comiencen a descubrir la simpata por Jess, que Jess y su mensaje puede ser interesante para sus vidas; pero no llegan, al menos en un largo perodo de su catequesis preconfirmatoria, a la experiencia de encuentro con Dios, con Cristo, el Seor. Parte de nuestros iniciados recientes y menos recientes se han marchado de nuestras comunidades parroquiales acaso en busca de experiencias religiosas orientales, porque en la catequesis de iniciacin hemos destacado la vertiente del compromiso en el campo socio-poltico o exigencia transformadora de la fe y no hemos favorecido suficientemente ni el encuentro vivo y personal con Jess, el Seor (la experiencia cristiana), ni les hemos ofrecido con el mismo inters cauces de interioridad, oracin, lectura cristiana de la vida, etc. Los valores cristianos, a falta de la savia vital que los nutre (la oracin), con el tiempo se ven aquejados de una anemia progresiva que los va vaciando de sustancia3. Es muy probable que, sin una asidua e intensa oracin personal, resulte extraordinariamente difcil hacer la experiencia de Dios en las celebraciones comunitarias y en el desarrollo de la vida ordinaria4.Jess dio una importancia capital a la oracin personal en su vida. Los catequizandos y los catecmenos se encargan de recordar a la Iglesia que las cuestiones eclesiales no

  • son para ellos las ms importantes. Para ellos, la gran cuestin es Dios: Habladnos de Dios. Con los catecmenos, la Iglesia siempre debe volver a empezar y a descubrir lo que constituye su fundamento, antes de hablar de s misma. Nuestra misin consiste en acoger a los catecmenos y escuchar lo que Dios dice a las Iglesias por medio de ellos. Si los ha llamado es con vistas a una novedad que queda por descubrir5.b) Una vivencia de celebracin adecuada al nivel de fe de estos iniciados. La liturgia... es el lugar privilegiado de la catequesis del pueblo de Dios (CCE 1074) y la homila vuelve a recorrer el itinerario de fe propuesto por la catequesis (CT 48).

    Con todo, parece obligado que las comunidades cristianas ofrezcan peridicamente a los cristianos ya iniciados unas eucaristas distintas, ms reposadas, en las que se pueda comentar en comn la Palabra, recitar salmos, cantar recogidamente, etc., como lo hacan durante el proceso catequtico. Esto es ms necesario tratndose de jvenes, ya que dicen no hallarse a gusto en el marco de nuestras celebraciones parroquiales. Su mundo simblico-cultural diferente, la calidez de sus grupos de fe, etc., estn pidiendo celebraciones peridicas pensadas para ellos. La maduracin de la fe y la experiencia de las celebraciones que han promovido las catequesis preconfirmatorias no son, quiz, lo suficientemente fuertes como para impulsar a los adolescentes recin entrados en la juventud a participar habitualmente en la celebracin dominical adulta. Por eso es importante estimular a estos jvenes a no perder el contacto con esta celebracin dominical, pero ofrecindoles en momentos oportunos celebraciones ms adaptadas a ellos, porque la catequesis (y la misma educacin permanente) se intelectualiza si no cobra vida en la prctica sacramental (CT 23).

    c) La dimensin comunitaria. Las comunidades parroquiales no suelen ofrecer espacios y relaciones clidas de amistad, oracin, compartir y fiesta, como los cristianos iniciados lo han encontrado en el camino catequtico-catecumenal. De ah que las comunidades cristianas deban ofrecer en su interior plataformas comunitarias que puedan servir de referencia, de acompaamiento y de acogida para nuevos grupos en bsqueda de la fe. El estilo de vida y funcionamiento de estas comunidades no es algo definido y terminado, donde se incorporan calladamente los que vuelven; al contrario, estos se unen a un modo de existencia que tambin ellos contribuyen a definir6.No obstante, para potenciar esta dimensin comunitaria, Juan Pablo II recalca la conveniencia de las pequeas comunidades eclesiales en el marco de las parroquias y no como un movimiento paralelo que absorba a sus propios miembros; estas pueden ser una ayuda notable en la formacin de los cristianos, pudiendo hacer ms capilar e incisiva la conciencia y la experiencia de la comunidad y de la misin eclesial (ChL 61; DGC 258c).

    d) La dimensin apostlico-misionera. Dado que la misin pertenece a la esencia de la Iglesia (ella existe para evangelizar [EN 14]), design a doce para que estuvieran con l y para enviarlos a predicar (Mc 3,14), y reconociendo que la dimensin de la misin es hoy da, acaso, la dimensin menos trabajada en los procesos catequticos, las comunidades debern pensar en esa laguna, presentando a los catequizandos ofertas que les ayuden, por una parte, a crecer en conciencia e ilusin misionera, y por otra, a canalizar su capacidad y deseo de compromiso (pedagoga del compromiso). La comunidad es misionera y la misin es para la comunidad (ChL 32). El compromiso, la actividad, es quizs el apoyo de mayor enganche para que los adolescentes ya jvenes confirmados continen suficientemente adheridos a la comunidad cristiana.

    En este sentido, sera de desear y de esperar que los cristianos iniciados en la lectura de los acontecimientos desde claves cristianas pudieran desembocar en grupos de revisin de vida o movimientos apostlicos. Es muy propio de los seglares, repletos del Espritu Santo, convertirse en constante fermento para animar y ordenar los asuntos temporales segn el evangelio de Cristo (AG 15).

    En una palabra, todo catequizado debe encontrar en la comunidad la forma de desarrollar y crecer en todas las dimensiones de la fe en que han sido iniciados. Para l es muy

  • importante poder verificar en la comunidad lo que ha tratado de descubrir en el proceso catequtico. La experiencia habla claramente del fallo de una catequesis que slo presenta la experiencia cristiana como debera ser, es decir, en abstracto, sin confrontacin visible y constatable con la realidad vivida por la comunidad7. Es triste reconocer que esta conviccin, tan lgica pastoralmente, no se verifica en la mayor parte de las parroquias.

    III. Vaco de la accin pastoral1. DESCONCIERTO PASTORAL Y MAL ENTENDIDOS. Hemos recordado que muchos de los grupos de catequesis de jvenes y adultos, una vez terminado su proceso catequtico, han sufrido una gran desorientacin y, en algunos casos, una sensacin de abandono, dado que la mayora de las parroquias no cuentan con un proyecto pastoral donde se contempla la catequesis de adultos ni su salida hacia el futuro. Ante esto, y ante el deseo de no querer perder lo adquirido a lo largo del proceso catequtico, muchos grupos optan por seguir reunindose comentando algn libro, preparando la liturgia dominical con los textos bblicos... Otros optan por transformarse en una pequea comunidad cristiana, pero sin una perspectiva clara: hacia dnde va, cmo incorporar lo especfico del camino catequtico recorrido, cul es su diferencia con lo que hasta ahora han vivido en el proceso de catequesis iniciatoria... Este hecho afecta ms claramente a aquellos miembros que se han visto obligados a ir a otra parroquia para realizar su proceso catequtico.

    Esta situacin puede provocar malentendidos en los responsables parroquiales, que llegan a pensar que el trabajo catequtico con adultos desangra a las parroquias, porque se lleva a sus mejores cristianos, o que, al final, desemboca en algo que la catequesis de adultos ha tratado siempre de evitar: que la catequesis promueva un movimiento comunitario paralelo, al margen de nuestras parroquias, sin contribuir a renovarlas, lo que supondra que la catequesis no ejerce su misin de incorporar a los cristianos a la comunidad (CAd 54).

    2. PREVER DE FORMA CONCRETA EL DESPUS. Por lo que respecta a los adolescentes-jvenes, es claramente constatable que, una vez terminada la catequesis iniciatoria de la confirmacin, muchos abandonan la comunidad cristiana, salvo en contados casos en que determinados jvenes continan porque, detrs de ellos, hay una comunidad de jvenes mayores que los ha acogido. Bastantes responsables parroquiales se preguntan: qu aporta la catequesis a la vida parroquial, si todos los esfuerzos catequticos, sobre todo con adolescentes, no se ven compensados con una posterior incorporacin activa a la vida de la comunidad? Se les puede responder interpelando su modelo de funcionamiento pastoral: hay que prever salidas, al catecumenado de confirmacin, por ejemplo, mediante grupos de fe en los que se realice la educacin permanente de la fe, se contrasten las acciones apostlicas llevadas a cabo en el entorno social, se celebre gozosamente la fe y as se colabore al crecimiento de la comunidad parroquial. Esto supondra una preparacin de animadores de estos grupos o de otras posibles salidas pastorales.La catequesis es slo una forma peculiar de educar la fe; no se le debe atribuir, ni ella debe apropiarse, ms campos ni responsabilidades que los suyos propios (cf CC 59). No es tarea especfica de la accin catequtica el promocionar, crear y organizar la vida comunitaria de una Iglesia local (CC 288). Pero el movimiento catequtico