Pierre Rag On

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    LA CONCORDANCI/f DE LOS TIEMPOS:

    MITOS PREHISPNICOS E HISTORIA CRISTIANA

    EN NUEVA ESPAA (SIGLOS XVI-XVIII)

    R E L A C I O N E S 7 1 . V E R A N O 1 9 9 7 , V O l . X V I I I

    P i e r r e R a g o n

    U N I V E R S I D A D D E P A R S II I

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    ;; a cristianizacin del Nuevo Mundo descalifica el saberM\ de los ancestros e impone una nueva lectura de la his-u toria del mundo, conforme a la enseanza bblica. Des-lis de entonces, una idea se abre paso, puesto que se ad-

    mite que los indios descienden de No y compartencon las poblaciones del Viejo Mundo una historia comn muy antigua,no resulta imposible volver a encontrar algunos recuerdos de los primeros tiempos de la humanidad bblica en lo mas profundo de sus tradiciones. De entrada, todo el tiempo vivido antes de la confusin de laslenguas y la separacin de los hombres expulsados en las cuatro esquinas del mundo por haber querido levantar la torre de Babel hasta el trono de Dios, es susceptible de haber dejado algn vestigio en los relatosrecabados ante los informantes indgenas. Entender las mitologas amerindias significa entonces volver a encontrar les huellas de la enseanza bblica detrs de la neblina de las fbulas y de los disparates inspirados por el Maligno. Al retomar el relato de la creacin recopilado porfray Andrs de Olmos, Gernimo de Mendieta evoca un cielo habitadopor una pareja divina, Citlaltonac y Citlalticue. En la cada en tierra delfruto de su unin -un cuchillo de obsidiana que la fecunda en Chico-moztoc- l ve un relato "en que parece querer atinar a la cada de losmalos ngeles". En el mito de la creacin de una nueva humanidad apartir de los huesos de los muertos fecundados por la sangre de los dio

    ses, cree identificar un recuerdo "que parece querer atinar al diluvio,cuando perecieron los hombres, temiendo no haber quedado alguno".1

    Desde los primeros das del mundo hasta el diluvio, la historia seencuentra seguramente compartida entre infieles y cristianos, segn secree, aun cuando unos y otros tengan de ello un conocimiento ms omenos claro segn el grado en que participen de la gracia divina. Pero

    existen ms elementos y nadie descarta que los indios hayan podido beneficiarse de un conocimiento ms amplio de la historia cristiana. Sedice que Adn tuvo la revelacin del destino de la humanidad en el momento en que el arcngel lo expuls del paraso terrenal y grab el rela

    to de los tiempos por venir sobre dos columnas erigidas en las puertas

    1Gernimo de Mendieta, H i s t o r i a e c l e s i s t i c o i n d i a n a , Mxico, Porra, 1980, p. 78.

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    del paraso perdido. En su muy popular L i v r c d e s s n i n t s a u g e s , FrancescEiximenis evoca a Adn quien se complace con la alegra de la Encarna

    cin y escucha con aburrimiento los relatos de la pasin, de los mrtirescristianos y de la condenacin de los pecadores. Muestra a Eva, a quien

    consuela la idea de la misin confiada a Mara.2Bastara esta razn paraque fuera legtimo reencontrar en los mitos indgenas los lineamientosde la historia cristiana posterior al diluvio. De hecho, Mendieta cree asimismo ver perfilarse bajo el rostro de Mara los rasgos de la gran diosa

    de los totonacas: No rechazaba los sacrificios humanos?, no se dirigan a ella "teniendo gran esperanza que por su intercesin les haba deenviar el sol a su hijo para librarlos de aquella dura servidumbre que losotros dioses les pedan de sacrificarles hombres...?"3Y para todos aquellos que dudan de esta piadosa leyenda, cabe siempre la posibilidad deimaginar la llegada del apstol santo Toms a las Indias occidentales.

    Este enfoque de las tradiciones prehispnicas tiene por cierto muchas ambigedades y un cierto nmero de cronistas se rehsa a identificar remembranzas bblicas en los relatos indgenas; prefieren ver enellos parodias demoniacas. As, en L ' H i s t o y r e d u M c h i c j u e , texto cuyooriginal se atribuye a fray Andrs de Olmos, los mitos del sol de agua yde la re-creacin de la humanidad a partir de las osamentas de los aho

    gados concluye secamente con una moraleja inapelable: e n c u o y s e v o y t

    b i e n q u e l e d i a b le l e u r d i s o y t u n e v r i t p o u r l e u r f a i r e c r o i r e m i l l e m e n s o n g e s

    (donde bien se ve que el diablo les dice una verdad para hacerles creermil mentiras).4

    En realidad al no disponer de conceptos antropolgicos que les per

    mitan analizar las diferencias culturales, los cronistas cristianos se ven

    naturalmente llevados a empearse en un trabajo de reescritura del pasado y de las creencias prehispnicas, obra en la cual participan con

    2Francesc Eiximenis, L e l i v r e d e s s a i n t s a n g e s , Paris, M. Lenoir, 1518, V-5 a V-8, s.n.

    1Gernimo de Mendieta, o p . c i t . , p. 89.

    4 "L'Histoyre du Mchique", manuscrito francs nm. 19031 de la Biblioteca Nacional

    de Pars, publicado en J o u r n a l d e l a S o c i t d e s A m r i c a n i s t e s , Paris, Socit des Amrica-

    nistes, 1905, p. 25. Esta actitud es tambin la del comentarista del C o d e x R i o s : vase Ragon,

    Pierre, "Pedro de los Ros: el Evangelio entre el predicador y el nefito (Mxico, siglo

    xvi)", en: los C a h i e r s d e s A m r i q u e s l a t i n e s , nm. 16, Pars, Editions de l'IHEAL, 1993, p. 21.

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    gusto las lites indgenas cuando no toman la iniciativa de las primerasmanipulaciones.5Estas pueden de esta manera revalorar un pasado por

    cierto totalmente desfigurado y valerse de una antigua participacin enla cristiandad. En una sociedad donde la oposicin entre cristianos viejos y cristianos nuevos es fundamental, la operacin les permite encontrar un mejor estatuto social. Muy temprano, los toltecas suelen ser presentados por los informantes indgenas como el pueblo emigrado desdeel pas de Sinear. A principios del siglo xvn Juan de Torquemada recoge

    esta tradicin sin creer demasiado en ella: "dicen -subraya- que los toltecas tuvieron noticia de la creacin del mundo y como fue destruida lagente de l por el diluvio y otras muchas cosas que ellos tenan en pintura y historia; y dicen tambin que tuvieron noticia de como otra vezse ha de acabar el mundo por consumacin de fuego..."h

    U n m e st iz aje c u l t u r a l i n a c a b a d o

    E l t r a b a j o d e r e e s c r i t u r a

    Sin embargo, lograr hacer coincidir las dos historias no es asunto fcil.

    Implica muchas manipulaciones, algunas mentiras y la valoracin deun cierto nmero de "pruebas". Las confirmaciones son de dos tipos:pueden provenir de descubrimientos materiales o de la identificacinde hechos precisos, comunes a las historias bblicas e indgenas. Desdeeste punto de vista, el reconocimiento de las huellas del diluvio, acontecimiento considerado universal, juega un papel fundamental y motor:

    con ellas, los hombres del siglo xvi se ponen a buscar tambin los restosde los gigantes y los recuerdos de Babel.De hecho el descubrimiento de dientes de gigantes o de huellas mo

    numentales que testimonian el conocimiento por parte de los indios defrmulas arquitectnicas caractersticas del ms antiguo pasado hebrai

    5 Austin Lpez, T a m o a n c h a n y T l a l o c a n , Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1994

    p. 48 sq. y C o d e x T e l l e r i a n o - R c m e n s i s , f 5r.

    AJuan de Torquemada, M o n a r q u a i n d i a n a , Mxico, Porra, 1975, vol. 1, p. 36.

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    co, son soluciones frecuentes. De entrada, un pasaje de la creacin quehaba sido probablemente objeto de una alteracin llama la atencin de

    los misioneros en cuanto a los gigantes americanos. El autor desconocido de la H i s t o r i a d e l o s m e x i c a n o s p o r s u s p i n t u r a s haba ya sealado la

    creacin de gigantes al mismo tiempo que del sol destinado a desaparecer con el derrumbe del cielo reventado por las aguas del diluvio,detalle que acerca este relato al texto del Gnesis.7

    La bsqueda de los dientes y de los huesos de los gigantes, que no

    haba esperado a que se pusiera de moda el gusto por las colecciones enel Renacimiento, pasa inmediatamente de Europa a Amrica, y es en las

    inmediaciones de Tlaxcala donde los descubrimientos son ms numerosos.8Los anfitriones tlaxcaltecas de Corts llaman su atencin sobre estepunto desde sus primeras entrevistas. El asunto parece tener suficienteimportancia como para hacer agregar osamentas al botn dirigido al rey

    de Espaa.9Cerca de Amecameca en 1566, durante las obras ligadas a laapertura del camino que deba unir a Mxico con Veracruz, los trabajadores exhuman un molar de ms de tres libras y es ofrecido al virreyLuis de Velasco.10Diego Muoz Camargo evoca numerosos hallazgos yve una prueba suplementaria del sumergimiento de Amrica bajo lasaguas del Diluvio en la profundidad de sus valles encajonados y en el

    aspecto accidentado de su relieve montaoso.11En 1586, de nuevo, Josde Acosta seala la presencia de un diente gigantesco a cuatro leguas deMxico. Participan de esta recoleccin cristianos de Espaa y recin convertidos: Juan de Torquemada recuerda de qu manera el erudito mestizo de Tlaxcala Diego Muoz Camargo y el dominico Jernimo de

    7]. Garca Icazbalceta, N u e v a c o l e c i n d e d o c u m e n t o s p a r a l a h i s t o r i a d e M x i c o , Mxico,

    Francisco Daz de Lon, 1891, vol. 3, p. 231.

    MJacqueline Duvemay-Bolens, L e s g a n t s p a t a g o n s . V o y a g e a u x o r i g i n e s d e l ' h o m m e ,

    Paris, Michalon, 1995, p. 81.

    "Daz del Castillo, H i s t o r i a v e r d a d e r a d e l a c o n q u i s t a d e N u e v a E s p a a , Mxico, Porra,

    1983, pp. 135 y 386.

    1,1C d i c e R o s , f 4 v.

    11 Diego Muoz Camargo, "Descripcin de la ciudad y provincia de Tlaxcala", en:

    R e l a c i o n e s g e o g r f i c a s d e l s i g l o x v i : T l a x c a l a ( v o l . I ) , Ren Acua d., Mxico, UNAM, 1984,

    pp. 114-115.

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    Zrate, sondearon juntos el campo alrededor de la ciudad para juntaresos valiosos vestigios.12

    A kilmetros de all identificaron asimismo una torre de Babel. Antes de mediar el siglo xvi Motolina reconoce en el t e o c a l l i de Cholula

    una nueva Babel. Es cierto que la identificacin todava poco explcitaest por entonces ms inspirada sin duda por la exgesis tipolgica quepor una lectura lineal de la historia cristiana.13Algunas dcadas ms tarde, sin embargo, los organizadores del C d i c e R o s colocan en plena p

    gina un dibujo del templo de Cholula al final de una seccin que imitalas enseanzas fundamentales del Gnesis y de los Evangelios. El significado dado al edificio deja entonces de ser ambiguo: su presencia en elsuelo de Nueva Espaa establece un vnculo de continuidad entre lahistoria bblica y la de los pueblos de Amrica y la volvemos a encontrar identificada como un segundo edificio bblico aun bajo la pluma del

    sabio Humboldt.14Esta comprobacin cronolgica entre dos historias permite enlazar

    las puntualmente: no ofrece la posibilidad de releer toda la historiaprehispnica a la luz de la enseanza cristiana. La identificacin de unrelato que parece remitir al diluvio en el seno de las tradiciones prehis-pnicas nos autoriza a fechar el fin del sol de agua, pero no aclara para

    nada el significado de los otros ciclos indgenas. En resumen, los indicios de duracin que dan los mitos entran a menudo en contradiccincon la cronologa bblica.15Para algunos, estas dificultades parecen insuperables. Es la razn por la cual Chimalpahin renuncia a confrontar

    12Juan de Torquemada, o p . c i t . , vol. 1, p. 36.

    13Toribio de Motolinia, H i s t o r i a d e l o s I n d i o s d e l a N u e v a E s p a a , Madrid, Atlas, 1970,

    p. 229.

    14C d i g o R o s , f 10 v y Alexandre de Humboldt, S i t e s d e s c o r d i l l r e s e t m o n u m e n t s d e s

    p e u p l e s i n d i g n e s d e l ' A m r i q u e , Paris, Jean Michel Place, 1989, pp. 116-117.

    15En las cronologas cristianas, la creacin del mundo suele ser situada en el ao 5199

    antes de Cristo, conforme al C h r o n i c o n de Eusebio de Cesarea, y el diluvio occurre 2242

    aos mas tarde. La fecha de la creacin implcitamente incluida en el cmputo de la L e

    y e n d a d e l o s s o l e s es de 955 antes de Cristo: L e y e n d a d e l o s s o l e s en C o d e x C h i m a l p o p o c a , M

    xico, unam, 1975, pp. 119-128; La fecha es la de 1609 antes de Cristo en la H i s t o r i a d e l o s

    M e x i c a n o s p o r s u s p i n t u r a s . Vase N u e v a C o l e c c i n d e d o c u m e n t o s p a r a l a h i s t o r i a d e M x i c o ,

    vol. 3, J. Garca Icazbalceta ed., Mxico, F. Daz de Len, 1891, pp. 31 y ss.

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    la enseanza de sus ancestros y la de la Biblia. Al comparar diferentesfuentes sobre el origen de los Nonohualcas, uno de los primeros pue

    blos conocidos de la cuenca de Amecameca, concluye que ese grupohaba tenido que cambiar de idioma sin lugar a duda a lo largo de su

    migracin. Espontneamente establece la relacin con el episodio deBabel, pero la descarta inmediatamente dado que "hace muchsimasunidades a cuatro cientos aos que aparece descrito en el libro sagrado

    de los cristianos el cambio de las lenguas, y all no aparece que el cam

    bio de lenguas haya sido hecho varias veces sino a nica vez".lhDe hecho, Chimalpahin sita la migracin Nonohualca en el siglo xm de la eracristiana, mientras que la tradicin bblica sita el episodio de Babel alprincipio del tercer milenio antes de Cristo! En ltima instancia, al buscar puntos de referencia cronolgicos, el historiador del pas chalca prefiere sencillamente sumarse a las conclusiones de los cristianos de las

    que se impregn al leer la H i s t o r i a s c h o l a s t i c a de Petrus Comestor (sigloxn). As, bajo la pluma del donado franciscano resurge naturalmente lacultura medieval que ofreci un nuevo marco a la historia de los indgenas.17Al olvidar la antigua mitologa o al negarse a prestarle algnvalor cronolgico, Chimalpahin prefiere ajustar la historia de las migraciones chalcas y chichimecas de Mxico a la escala de los tiempos bbli

    cos. Consecuentemente considera la fecha de 5199 como la de la creacin del mundo, reconoce la del diluvio y acepta la de la torre de Babel.Adopta incluso la posicin de Petrus Comestor cuando recuerda elmomento de la creacin de Adn; sin vacilacin ni explicacin alguna lasita en el mes de marzo, conforme a la tradicin eclesistica de la cualsu maestro se haba hecho eco.,K

    u Chimalpahin, S p t i m a r e l a c i n , en: Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Francisco de

    San Antn Mn, R e l a c i o n e s o r i g i n a l e s d e C h a l c o A m a q u e m e c a n , Mxico, Fondo de Cultu

    ra Econmica, 1965, p. 166.

    17I b i . , p. 168; texto de Petrus Comestor en: P a t r o l o g i a e c u r s u s c o m p l e t u s , Pars, J.-P.

    Migne, vol. 198, col. 1045-1722.

    IS En varias ocasiones, Chimalpahin integra la cronologa bblica a sus planteamien

    tos, sin lograr nunca atenerse a ella sin errores, por el hecho de que esos cmputos, de

    masiado largos, le parecen poco familiares. Vase Chimalpahin, P r i m e r a r e l a c i n , BNP,

    ms. orientales: ms. mexicano nm. 74, f09v; Chimalpahin, o p . c i t . , pp. 61,63,125,127,169

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    Algunos aos ms tarde Ixtlilxchitl no manifiesta la misma prudencia. Sin ligar precisamente las cinco edades de los mitos prehispni-

    cos a tantos perodos bblicos, presenta de ellos una forma claramentecristianizada. Su relato de la creacin empieza por la evocacin, nueva,de un Dios creador, "el dios universal de todas las cosas, creador deellas y a cuya voluntad viven todas las criaturas, seor del cielo y de latierra, etctera", cuyo perfil remite casi directamente al i n c i p i t del P a t e r n o s t e r . En el otro extremo de la cronologa de Ixtlilxchitl, el quinto sol

    es un sol de fuego. La manipulacin es tanto ms notable que si los relatos indgenas de los cinco soles vacilan en cuanto al orden de sucesinentre ellos, ninguno hasta ahora haba colocado al sol de fuego en eselugar.

    El orden de las cuatro eras (soles) cumplidas

    segn cuatro documentos del siglo xvi

    (1) (2) (3) (4)

    Hist, du Hist, de los Ley de los Anales de

    Mchique Mexicanos soles Cuauhtitln

    Agua Tierra Tierra Agua

    Fuego Viento Viento Tigre = Tierra

    Tierra Fuego Fuego Fuego

    Viento Agua Agua Viento

    Referencias: vanse las notas 4 y 15. L o s a n a l e s d e C u a u h t i t l n forman la primera

    parte del C o d e x C h i m a l p o p o c a .

    (Segunda, Tercera, Cuarta y Sptima Relacin) y Chimalpahin, M e m o r i a l b r e v e a c e r c a d e l a

    f u n d a c i n d e l a c i u d a d d e C u l h u a c n , Mxico, unam, 1991, pp. 264-265. Evoca el momento

    de la creacin de Adn en la Primera Relacin, f114r(traduccin del texto nhuatl, en: de

    Jacqueline Durand Forest, T r o i s i m e r e l a t i o n d e C h i m a l p a h i n , Paris, L'Harmattan, 1987, vol.

    2, pp. 264-265 (anexo).

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    Entre estos dos lmites de la historia terrestre la adecuacin entre las

    tradiciones indgenas y la enseanza bblica resulta ser, ciertamente,

    menos perfecta. Ixtlilxchitl enumera un sol de agua, perodo que seacaba con un diluvio; un sol de tierra que termina con un terremoto que

    se traga a unos gigantes; y un sol de viento que devasta los bosques ylos edificios; el cuarto sol termina con un tiempo de guerras y de hambrunas. Ixtlilxchitl casi no evoca fechas con excepcin de las que limi

    tan el fin de la tercera y de la cuarta edad.

    As, el fin de la era del viento estuvo marcada por la llegada a Amrica de nuevas poblaciones, los olmecas y los xilancas que llegaron supuestamente del Oriente en barcos, desembarcaron en un lugar nombrado Potonchan y eliminaron a los ltimos gigantes. Su ms grandeprncipe habra sido Quetzalcatl quien, como la mayora de las veces,evoca por su conducta y su enseanza la figura de un apstol. Para dar

    mayor credibilidad a esta identificacin, Ixtlilxchitl precisa que su reino se sita poco despus de la Encarnacin, hecho que concuerda con elrelato del terremoto precedente. Segn la tradicin cristiana este fenmeno deba marcar la muerte de Cristo sobre la cruz. Al trmino de latercera edad la tempestad destruye una torre, la de Cholula "que eracomo otra segunda torre de Babel": la imagen de Babel viene a incor

    porarse entonces a la de un rey y dos pueblos que evocan a la vez la descendencia de No (que navega en el mar), de Moiss (que trae la sabidura) y el paso de los apstoles. Las imgenes bblicas chocan entre spara bosquejar el retrato de un antiguo fragmento de la cristiandad quese pierde con el fin de los tiempos evanglicos por haber despreciado almensajero que supuestamente los habra castigado mandndoles malos

    vientos: Quetzalcatl, considerado de la misma manera dios de los vientos. De un golpe esta segunda torre de Babel, a semejanza de la primera,sera igualmente un signo monstruoso del pecado de los hombres quela edifican aqu "casi con los mismos designos".19

    Fernando de Alva Ixtlilxchitl, H i s t o r i a d e l a n a c i n c h i c h i m e c a , Madrid, Historia 16,

    1985, pp. 49-52.

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    E l e n c u e n t r o d e d o s t r a d i c io n e s

    En realidad, Ixtlilxchitl resulta ser uno de los mejores representantesde ese movimiento que deja tan escptico a Torquemada. Sin embargo,la desconfianza del cronista franciscano no tiene nada que ver con ladefensa de una supuesta ortodoxia europea y sera un error querer opo

    nerla a los sincretismos indgenas. Efectivamente, el razonamiento deIxtlilxchitl es la perfecta rplica de las maneras de pensar procedentes

    de Europa, ya que al atribuir a sus ancestros la posibilidad de conocerel pasado bblico ms remoto, los cronistas indgenas no se apartan dela ms fundada exgesis bblica. As Chimalpahin, al recordar que Ovidio tena algn conocimiento del episodio que haba tenido lugar en Babel, no hace sino desarollar una demostracin admitida por El Tostado.20Al explicar la existencia de gigantes antediluvianos mediante la unin

    de hombres y de mujeres con seres diablicos, este ltimo recuerda queOvidio haba identificado a esos demonios ncubos bajo el nombre defaunos de acuerdo a una tradicin que remonta a los anlisis de sanAgustn.21

    De manera ms sistemtica, la historiografa del Viejo Mundo no sehaba rehusado a integrar las historias profanas de Europa a la historia

    bblica. En el siglo xm la G e n e r a l E s t o r i a f esa vasta crnica universal emprendida en el reinado de Alfonso x, inconclusa y parcialmente perdida,es un buen ejemplo de esto. El relato se presenta como una larga reelaboracin del Pentateuco antes de integrarle, luego de extraer de las mejores fuentes de la historiografa clsica, la historia de los pueblos de laAntigedad. Segn el proyecto inicial el fresco deba proseguir la evo

    cacin hasta el reinado mismo de Alfonso x.22El procedimiento que atestigua la historia oficial del reino de Castilla se vuelve a encontrar a menudo, a otra escala, en las crnicas locales destinadas a exaltar los pa

    20Chimalpahin, o p . c i t . , p. 168.

    21Alonso de Tostado Ribera, O p e r a o m n i a , vol. 1 ( I n G e n e s i m ) , Venecia, J.B. y J.B. Sessa,

    1596, f 35 r y 55 r as como san Agustn, L a C i t d e D i e u (Livre XV-23), vol. 2, Pars,

    Seuil, 1994, pp. 236-237.

    22 Vase Alfonso el Sabio, G e n e r a l E s t o r i a , Madrid, Centro de Estudios Histricos,

    1930,3 vol.

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    triotismos urbanos. Se trata, pues, de otorgar a la ciudad, cuya nobleza

    se pretende defender, los ancestros ms nobles de la historia sagrada, ya

    sea que tengan un origen veterotestamentario o evanglico, sin que falteel vnculo con las proezas de algn hroe de la mitologa o de la historia antigua.

    Ms an, esta lectura occidental de la historia, con todo y ser lineal,se encuentra fuertemente ritmada por la recurrencia de algunos ciclosfundamentales: cuidadosa al subrayar la existencia de concordancias

    entre las diferentes fases de la historia humana, la exgesis tipolgica dela Biblia favorece este razonamiento.21As la historia humana se encuen

    tra regularmente dividida en "edades" poco alejadas al fin de los "soles" mesoamericanos, en la medida que las rupturas cronolgicas seasocian a reorientaciones profundas del curso de la historia, incluso averdaderos cataclismos. As, el perodo que separa la creacin del dilu

    vio viene a ser, sin lugar a dudas, la primera edad de la historia humana; el ciclo de No aparece, si no como una verdadera recreacin, al menos como un nuevo principio. Por eso Isidoro de Sevilla califica a Node "restaurador y de renovador del segundo universo", mientras quePedro el Cometn concluye claramente su relato de la historia antediluviana en estos trminos: "No fue el segundo despus de Adn y con l

    termina la primera edad".24Los ciclos ms comnmente identificadospor los autores cristianos agregan a esta primera edad una segundapoca que corre del diluvio al nacimiento de Abrahm as como un tercer tiempo que va desde Abrahm hasta el relato de la Encarnacin.Esta distincin, difundida a temprana hora por la C i u d a d d e D i o s ,estaba

    basada en el texto bblico, el mismo del cual san Agustn retomaba la

    presentacin de las generaciones organizada en tres genealogas distin

    23Petrus Comestor distingue tres niveles histricos: la crnica que es el fundamento

    de la historia, la moral que es su fin superior y la alegora recurrente que le da su pro-

    gresividad: " h i s t o r i a f u n d a m e n t u m e s t , c u j u s t r e s s u n t s p e c i e s : a n n a i s , k a l e n d a r i a , e p h i m e r a .

    A l l e g o r i a p a r i e s s u p e r i n n i t e n s c j u a e p e r f a c t u m a l i u d f a c t u m f i g u r a i . T r o p o l o g i a , d o m a c u l i m i n i

    s u p e r p o s i t u m , q u a e p e r i d q u o d f a c t u m e s t q u i d a n o b i s s i t f a c i e n d u m i n s i n u t " , o p . c i t . , vol. 198,

    col. 1045.

    24I b i d . , col. 1081 e Isidoro de Sevilla, D e o r t u e t o b i t u p a t r u m , Paris, Les Belles Lettres,

    1985, p. 114.

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    tas: diez generaciones desde Adn hasta No (Gen. 5), diez ms desdeNo hasta Abrahm (Gen. 11) y por fin las tres veces catorce genera

    ciones que conducan hasta Cristo (Mat. I).23Con todo, los autores cristianos no concuerdan ni sobre la identifi

    cacin de estos perodos ni tampoco, generalmente, sobre su duracinexacta, por ms que la Biblia proporciona muchos otros puntos de referencia, particularmente el episodio de Moiss. Cuando la figura de stereemplaza la de Abrahm, la historia se encuentra articulada en tres

    nuevos segmentos: en un tiempo de naturaleza que corre hasta la revelacin del monte Sina, en un tiempo de Escritura que se extiende hastala Encarnacin y en un tercer perodo abierto a la predicacin evanglica.2" A estas divisiones potenciales, el C h r o n i c o n de Eusebio de Cesareaagrega dos ms tomadas de la historia del pueblo hebreo en tierra deIsrael: la fundacin del templo de Salomn y su restauracin.27 El

    C h r o n i c o n menciona tambin en sus tablas cronolgicas la cada de latorre de Babel, preludio a la dispersin de los pueblos, as como la destruccin de Sodoma y Gomorra.

    El episodio de Sodoma juega un papel clave en la historia hebraica,tal y como Flavio Josefo la transmite a los cristianos y en la medida queel historiador judo hace de aquel el otro extremo del diluvio: segn l,

    Adn habra transmitido a sus descendientes la doble revelacin de ladestruccin por fuego y agua.28La importancia de la tradicin heredadade la exgesis histrica juda es decisiva para nuestro propsito en lamedida que es la fuente posible de otras equivocaciones. La traduccinliteral del hebreo describe en efecto al primer hombre como "primerAdn". La confusin con una teora de la recreacin cclica de la huma

    nidad es tanto ms fcil de hacer cuanto que para Flavio Josefo el diluvio y la destruccin de Sodoma, destruyendo a todos los malos y protegiendo a los buenos, hacen surgir nuevas "razas de hombres".29El autor

    25Saint Augustin, o p . c i t . , vol. 2, livre XV-20, p. 229.

    2,1Francese Eiximenis, o p . c i t . , V-5, s.n.

    27Eusbe de Csare en: V e t u s t i o r a l a t i n o r u m s c r i p t o r u m c h r o n i c a . . . , T. Roncallius ed.,

    Patavii, J.B. penada, 1787, p. 422.

    2KFlavius Josphe, L e s a n t i q u i t s j u i v e s , vol. 1, Paris, Editions du Cerf, 1992, p. 21.

    * I b i d . , pp. 24 y 53.

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    de las A n t i g e d a d e s j u d a s trasmite un detalle ms aparentemente heredado de la tradicin de los O r c u l o s s i b i l i n o s y que reviste una nueva

    pertinencia en el contexto americano: Babel habra sido abatida por unviento de tempestad.30Esta fbula bblica, ausente en los textos cannicos, se encontraba extremadamente divulgada en la tradicin cristiana.Hacindose eco de ella en su H i s t o r i a s c h o l a s t i c a , Pedro el Cometn lehaba asegurado una gran publicidad y no resulta sorprendente volvera encontrar esa interpretacin en la G e n e r a l E s t o r i a .31

    Muy rpidamente surge un cierto nmero de relatos autctonos delos orgenes conformes a esos fragmentos de la enseanza cristiana.Segn un testimonio indgena, o dejndose guiar desde entonces por supropio conocimiento de los autores cristianos, Motolinia es sin dudauno de los primeros en describir el derrumbe de la torre de Cholula bajola fuerza de un viento de tempestad que proyecta, por cierto, una piedra

    en forma de sapo, nico toque aparentemente original del esperadoepisodio en un relato de los tiempos primitivos.32

    E l d e b a t e s e e n t a b l a e n e l s e n o d e l a SOCIEDAD CRIOLLA

    B o t u r i n i : la c o n c o r d a n c i a d e lo s t i e m p o s p o r f i n d o m i n a d a

    La obra de Ixtlilxchitl marca, aunque parezca imposible, el fin de unprimer ciclo. A los tiempos de intentos desordenados, de acercamientospuntuales y contradictorios, de lecturas inacabadas, sucede en adelanteel de las certidumbres. Protegindose detrs de su autoridad y fortale

    cidos por sus escritos, sus sucesores muestran a menudo la misma seguridad. En verdad se sabe muy poco acerca de la obra de Sigenza yGngora, en gran parte desaparecida, para tener alguna certeza encuanto a su contenido; en cambio se conoce ms la de otro de los herederos de los manuscritos de Ixtlilxchitl, el caballero Lorenzo Boturini

    3,1l b i d . f p. 36.

    31Petrus Comestor, o p . c i t . , voi. 198, col. 1089 y G e n e r a l E s t o r i a , o p . c i t . , voi. 1, p. 43.

    32Motolinia, I b i d . , p. 229.

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    de Benaduci o aun la de Mariano Veytia, amigo del erudito italiano. Porsu intermediacin Ixtlilxchitl, sin duda relevado por Singenza y Gn

    gora, aparece como fundador de una tradicin historiogrfica nueva ynunca hace falta una voz que defienda el origen cristiano de las mitolo

    gas prehispnicas.Las dos obras de Boturini, la I d e a d e u n a n u e v a h i s t o r i a g e n e r a l d e la

    A m r i c a s e p t e n t r i o n a l (publicada en 1746) y la H i s t o r i a g e n e r a l d e la A m r ic a s e p t e n t r i o n a l (acabada en 1749, sin ser editada por entonces), ilustran

    perfectamente la afirmacin de esta corriente. La interpretacin de lamitologa prehispnica en trminos occidentales contemporneos, perfectamente asumida, se encuentra ah sistematizada como si el eruditoitaliano expusiera los resultados de un esfuerzo de ms de dos siglos.En su H i s t o r i a , Boturini describe la tesis de la creacin del mundo en laprimavera, bajo el signo de aries, como un elemento de la ciencia tolte-

    ca y por consiguiente de todas las culturas mesoamericanas. Por estesolo hecho, stas nada tienen que envidiar a la exgesis cristiana que,por su parte, vacila siempre entre dos momentos situados en la primavera uno y en el otoo el otro.33Boturini articula en seguida la historiade la humanidad en tomo a cinco acontecimientos mayores al retomary deformar el esquema de las cinco eras propuestas por Ixtlilxchitl: se

    gn el caballero italiano, a la poca de la creacin sucede la del diluvio(agua), la de la destruccin de los gigantes, seres ctonianos (tierra), la dela devastacin por los huracanes (viento) y por fin los tiempos actualesque estn destinados a terminarse bajo una lluvia de fuego.34

    La originalidad y la importancia de Boturini no se atienen, pues, a lavalenta de su propuesta: en sus grandes lneas acepta la de Ixtlilxchitl

    de ms de un siglo de antigedad. En cambio, Boturini innova cuandose propone establecer una equivalencia estricta entre cada final de ciclo

    amerindio y otro tanto de episodios conocidos de la historia bblica. Pe-

    11 Vase el comentario de los exegetas sobre la obra del tercer da. Los trminos del

    debate estn presentados por la autoridad tradicional, Nicols de Lyre en la glosa ordi

    naria de la Biblia. Vase sus P o s t i l l a en B i b l i a s a c r a c u m g l o s a o r d i n a r i a (Gen., cap. 1, col.

    17), Pars, s. ed., 1590.

    14Aun cuando los gigantes antediluvianos son los ms conocidos, la Biblia menciona

    varias especies que pertenecen a las diferentes etapas de la historia de la humanidad.

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    netra tan lejos por esta va que pretende demostrar que las fechas ind

    genas establecidas a partir de sus propias crnicas concuerdan e inclu

    so corroboran o precisan la cronologa bblica. Evoca de esta manera unviejo M a p a d e li i h i s t o r i a t u l t e c a , procedente del fondo del archivo de Ix-

    tlilxchitl y en el que los indios haban consignado en el ao 2234 de lacreacin el recuerdo del diluvio, fechamiento cercano al de los Setentaque hablan del 2242.3- Al utilizar estas mismas fuentes de informacinamerindia, piensa poder precisar la fecha exacta de la cada de la torre

    de Babel, punto de la cronologa bblica que ha permanecido oscuro*En fin, Boturini no duda en escoger como fin del tercer perodo el aode 3745, que relaciona con la lucha de Josu contra los gigantes de He-brn, de Dabis y de Anab, y la del cuarto en el ao 11 de la era cristiana,cuando Jess entabla el debate con los doctores judos.37

    El pensamiento de Boturini tiene su coherencia, una coherencia nue

    va que toma de la filosofa de Vico. As se puede explicar el nfasispuesto en el acto mismo de la creacin, al cual dedica todo un perodo,as como a la sucesin de los cuatro elementos, agua, tierra, viento y fuego que orientan, uno tras otro, la historia del desarollo de la humanidad. El hecho es demasiado conocido como para tener que volver sobreel tema/38Nos importa ms entender de qu manera Boturini se encuen

    tra en condiciones de realizar lo que nos parece que ninguno de sus predecesores haba podido lograr: hacer coincidir la mitologa prehispni-ca del Nuevo Mundo con la cronologa bblica. En este sentido, el camino seguido por Boturini, lejos de mostrar algn rasgo de modernidad,se inscribe en la ms constante tradicin cristiana: ella corona los esfuer

    zos de varias generaciones de cronistas eclesisticos y de exegetas que

    haban investigado sobre los elementos de la enseanza bblica en lascreencias indgenas. Por qu Boturini puede ir ms all en esta va?

    35 Lorenzo Boturini, H i s t o r i a g e n e r a l d e l a A m r i c a s e p t e n t r i o n a l . T o m o p r i m e r o d e l a

    c r o n o l o g a d e s u s p r i n c i p a l e s n a c i o n e s , Mxico, unam,1990, p. 242.* I b i d . , p. 244.

    37I b i d . , p. 246 y Jos. XI-21. Esta fecha representa una de las referencias cronolgicas

    de Eusebio de Cesarea. Vase Eusbe, o p . c i t . , p. 418.

    3,1 Vase la introduccin de Manuel Ballesteros Gaibrois, retomada en Boturini, o p .

    c i t . , p. XLVII-L.

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    Parece que se benefici de un cierto nmero de ventajas. En primerlugar hay que reconocer que sus predecesores le haban legado una

    herencia no despreciable ya que a juzgar por sus trabajos, dos puntos deesa cronologa fantstica parecan por entonces definitivamente estable

    cidos: el fin del sol de agua haba sido constantemente identificadocomo el diluvio cristiano y a partir de Ixtlilxchitl el quinto sol se hallaba asociado al fuego. Admitamos asimismo que en 1743 las autoridadesreales le prestaron paradjicamente un gran servicio al mandarlo encar

    celar y al separarlo de sus archivos. Ms adelante, consecuentemente,Boturini tuvo que trabajar de memoria y se pudo liberar de las indicaciones y de los contraejemplos demasiado exactos que su documentacin no habra dejado de proporcionarle! De hecho Boturini prefierecitar las obras impresas de autores espaoles que los manuscritos indgenas y cuando se refiere a ellos remitindose a algn documento de su

    museo, lo hace siempre de manera muy general: sus afirmaciones nunca pueden ser verificadas, bien sea que la fuente citada resulte hoy difcil de identificar, o que esas declaraciones no puedan ser por ella corroboradas.39

    De manera ms profunda, otro factor lo impulsa a seguir su razonamiento hasta su trmino. De la misma manera que Ixtlilxchitl, Boturini

    es un pequeo funcionario de la administracin virreinal: su pensamiento se desarrolla, pues, con independencia de toda preocupacinmisionera. En tanto que mestizo, Ixtlilxchitl se empea en valorar elpasado prehispnico de sus ancestros ante las autoridades espaolaspara quienes trabaja. Nada tiene de extrao que no perciba en la cienciade los antiguos ms que un eco lejano de la historia cristiana. Por su

    parte los evangelizadores, por mucho tiempo divididos entre el entusiasmo del avance de la evangelizacin y el pesimismo ante la profundidad de las conversiones logradas, tienen una posicin cada vez msambigua: encuentran en los relatos de los indgenas tanto las pruebas deuna evangelizacin primitiva como aquellas que hacen suponer paro

    14 Boturini utiliza cinco documentos de su museo durante la demostracin que lleva

    a efecto con el fin de atribuir una fecha a los "soles" prehispnicos, son los documentos

    2-1,18-3, 21-1 y 23-6.

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    dias demoniacas. Boturini ha hecho tambin una opcin clara que le

    lleva a valorar el pasado prehispnico. A pesar de su origen italiano, Bo

    turini figura entre los militantes criollos. Recordemos que, devoto de laVirgen, emprende el viaje del Atlntico despus de una peregrinacin

    ante Nuestra Seora del Pilar donde conoce a un cannigo mexicano,Joaqun Codallos, quien le pondera las excelencias de la virgen de Guadalupe.40Su compromiso firme en favor de la gran imagen milagrosa

    mexicana le lleva a tomar partido por los medios criollos para quienes

    ella constituye una figura emblemtica.Finalmente, es probable que su adhesin al sistema filosfico de

    Giambattista Vico haya favorecido sus audacias. En efecto, el filsofoitaliano expone una visin del devenir humano en que, independientemente de la historia revelada tal como nos la presenta la Biblia, la humanidad se encuentra reunida en una historia ideal universal, en la cual

    la epopeya cristiana no es sino una frmula privilegiada entre otras.Para l, la organizacin de las sociedades civiles es obra de los hombresy su evolucin refleja la evolucin del espritu humano mismo. Vicopostula la unidad de la naturaleza humana y la define como un continuo devenir. Por tanto resulta posible, de una civilizacin a otra, detec

    tar las estructuras comunes de una historia compartida. Por todas par

    tes, en Egipto, en Grecia, en Roma, entre los hebreos, pero tambin en elNuevo Mundo, agrega Boturini, se pueden precisar las etapas anlogas

    de historias paralelas. Paso a paso, la historia del desarrollo del esprituhumano conduce las civilizaciones de la edad de la sensibilidad y de laimaginacin a la de la razn plenamente desarrollada. La profunda in

    fluencia del pensamiento de Vico sobre la obra de Boturini fue percibi

    da por sus propios contemporneos.41Boturini encuentra en la obra deVico un importante argumento en favor de la unidad de la historia humana. Muy lgicamente se ve llevado a describir las etapas del desaro-

    11o de las civilizaciones mesoamericanas en trminos anlogos a los de

    4,1Boturini, H i s t o r i a g e n e r a l . . . , o p . c i t . , p. X.

    41 Vase el juicio de Burriel, llamado a pronunciarse antes de la edicin de la I d e a d e

    u n a n u e v a h i s t o r i a g e n e r a l . . . , lo retoma M. Ballesteros Gaibrois en Boturini, H i s t o r i a g e n e

    r a l . , o p . c i t . , p. XLVIII.

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    la historia judeocristiana, atestiguando a la vez su adhesin a los principios de la S c i e n z a n u o v a y su sumisin a los dogmas de la Iglesia.

    Sin embargo, la obra de Boturini no es por eso menos frgil: el carcter arbitrario de sus interpretaciones contrasta fuertemente con la firme

    za de sus principios. Si casi nunca desisti de su seguridad, los titubeosde su heredero, Mariano Veytia, traducen perfectamente el estado inacabado de esos intentos de interpretacin. Por lo que toca a un buen nmero de puntos, el erudito poblano confiesa no haber podido verificar

    las afirmaciones de su maestro a pesar de haber tenido acceso a losarchivos de aqul que permanecieron en Mxico.42As pues, sobre puntos tan esenciales como el orden de las diferentes pocas, el fechamien-

    to indgena de los cataclismos o la identidad de los siete fundadores delas naciones amerindias, Veytia opta por soluciones diferentes a lasadoptadas por Boturini. Decide as invertir el sol de tierra y el sol de

    viento, abogando por una frmula dnde se sucedieran la era del agua,la era del viento, la de la tierra y la del fuego. De la misma manera cambia la cronologa establecida por Boturini, renunciando al modelo de losSetenta. Para Veytia el diluvio amerindio tendra que fecharse en el ao1716 de la creacin y el segundo sol se habra acabado en el 3433, trasun nuevo perodo de 1716 aos; reconoce en seguida no haber encon

    trado en los archivos la menor indicacin que le permita calcular la duracin de las dos eras siguientes.43Manifiestamente, Veytia result ms seducido por la cronologa de

    san Jernimo que sita el diluvio en 1656, o sea con una diferencia deapenas sesenta aos respecto a s, que por la de los Setenta, adoptadacomo referencia por Boturini. El razonamiento de Veytia no deja dudas.

    En efecto, es claro que sus 1716 aos corresponden a 33 siglos aztecasde 52 aos.44El discpulo de Boturini prefiere la alquimia de las cifrassagradas (en este caso los 33 aos de vida de Cristo) que la de los cua

    42 As para la fecha amerindia del episodio de la torre de Babel y la identificacin de

    los siete fundadores de los establecimientos indgenas del Nuevo Mundo. Vase Veytia,

    Mariano, H i s t o r i a a n t i g u a d e M j i c o , vol. 1, Mxico, Juan Ojeda, 1836, pp. 15 y 21.

    41I b i d . , p. 34.

    44 I b i d . , p. 11. En el sigk) XVIII, el xito de la obra de Calmet populariza la cronologa

    de san Jernimo en detrimento de la de los Setenta. Vase Augustin Calmet, B r e v i s c h r o -

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    tro elementos. Tal es en verdad el signo ms profundo de la divergencia

    que separa al continuador de su maestro, y la prueba ms manifiesta del

    dbil impacto del pensamiento de Vico en el Nuevo Mundo. De hechola obra de Veytia es claramente menos original que la de Boturini, porque el erudito poblano se interesa menos en el ritmo del desarrollo de

    las civilizaciones amerindias que en la historia mucho ms clsica de laramificacin de la descendencia de No. En la obra de Veytia resurge deentrada la vieja pregunta sobre el origen de los indios, mientras que

    Boturini busca sobre todo apoyarse en el anlisis de sus calendariospara encontrar lo que cree ser la historia de su desarrollo cultural. En laH i s t o r i a a n t i g u a de Veytia, la cuestin de la transmisin de la enseanzadivina, del papel posible de la religin natural y de la perversin de lamemoria o del entendimiento por el Maligno vuelven a ser temas de

    actualidad.45

    L a p e r s i s t e n c i a d e la i n t e r p r e t a c i n t r a d i c i o n a l

    El carcter triunfal de las obras de Boturini no debe hacernos olvidar surelativo aislamiento. La tradicin inaugurada por las obras de los pri

    meros evangelizadores perdura ms all de las primeras dcadas del

    siglo xvm y del reflujo de las preocupaciones misioneras en el seno de lasociedad novohispana. A menudo menos original, la reflexin sobre elpasado prehispnico subsiste por entonces dado que los curas de lasantiguas misiones se ven confrontados a un cristianismo indgena incluso con supervivencias de la antigua religin que les obliga a seguir en lava inaugurada por los primeros evangelizadores. Sin duda no estamos

    ya en la poca de las grandes sntesis de las culturas indgenas ahoraprofundamente transformadas. La encuesta sobre el pasado prehispni

    co y las culturas indgenas se refugia ahora en los manuales prcticos

    destinados al trabajo de campo, como el de Jacinto de la Serna, conocido, apreciado y utilizado por Boturini.

    n o l o g i a s e u r a t i o n a r u m t e m p o r u m e c c l e s i a s t i c a e a c c i v i l i s h i s t o r i a e a m u n d o c o n d i t o a d a n n u m

    c h r i s l i 1 7 3 4 , Argentorati, J. Reinoldi Dulsseccker, 1734, p. 1 sq.

    45I b i d . , pp. 7-9.

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    Sin embargo, la inspiracin de de la Serna no tiene nada que ver con

    la de Boturini y a ste le interesan mucho ms los materiales reunidos

    por su predecesor que sus anlisis. En efecto, ante los vestigios de lasciencias indgenas, de la Serna est convencido de que trata con una enseanza diablica. As su interpretacin de la astrologa indgena es radicalmente diferente de la de Boturini y nos remite claramente a la posicin tradicional del clero misionero. Al evocar el t o n a l p o h u a l l i indgena,el sacerdote empieza por anunciar que "todos estos signos destos das,

    o los ms eran sealados a particulares dioses, y tenan sus buenas omalas fortunas, porque el demonio que en todo quiso le reconosciessen,no dex cosa que no se aplicasse..." Ms adelante, al abordar incidentalmente algunos puntos de la mitologa prehispnica, los decribe poranaloga con el cristianismo. As la pareja primordial que invent laastrologa mesoamericana, Cipactonal y Oxomoco, es propuesta como

    el equivalente pardico de Adn y Eva, como en el C o d e x R o s *Sin duda este tipo-de literatura, tal y como ilustran por ejemplo los

    tratados de De la Sema pero tambin los de Gonzalo de Balsalobre, insiste ms que en el siglo xvi sobre la importancia de las maquinacionesdemoniacas y desdea cualquier otra forma de especulacin sobre elorigen de las creencias indgenas. No obstante, a fines del siglo xvn los

    antiguos titubeos de los hombres de Iglesia no han desaparecido. En loscalendarios rituales indgenas, Nez de la Vega, obispo de Guatemala,reconoce por entonces las huellas de la historia bblica. Por todas partescree encontrar la figura de un descendiente de No divinizado detrs delas divinidades locales: el recuerdo de Cham mismo habra quedadoparticularmente vivo en el Soconusco; en Oxchuc, Ik'al ajaw sera Chus,

    su hijo mayor y Canamlum sera su cuarto hijo. Para l, los diferentessignos de los 20 das corresponderan a los 20 descendientes de Chamllegados a aquellas tierras.47 Nez de la Vega logra reunir admira

    * Jacinto de la Sema, M a n u a l d e m i n i s t r o s d e i n d i o s p a r a e l c o n o c i m i e n t o d e s u s i d o l a t r a

    y e x t i r p a c i n d e e l l a s , en: T r a t a d o d e l a s i d o l a t r a s , s u p e r s t i c i o n e s , d i o s e s , r i t o s , h e c h i c e r a s y o t r a s

    c o s t u m b r e s g e n t l i c a s d e l a s r a z a s a b o r g e n e s d e M x i c o , F. del Paso y Troncoso ed. Mxico,

    Ediciones Fuente Cultural, 1953, p. 122. Vase igualmente el C o d e x R o s , 12 v.

    47Francisco Nez de la Vega, C o n s t i t u c i o n e s d i o c e s a n a s d e l o b i s p a d o d e C h i a p p a h e c h a s

    y o r d e n a d a s p o r s u I l l u s t r i s s i m a e l s e o r M a e s t r o F r a n c i s c o N u e z d e l a V e g a , O . P . , o b i s p o d e

    C i u d a d R e a l d e C h i a p p a y S o c o n u s c o , a o d e 1 6 9 2 , Roma, C. Zenobi, 1702, pp. 274-276.

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    blemente los dos hilos conductores habituales de la interpretacin de lascreencias prehispnicas. Por un lado, encuentra en los antiguos libros de

    magia y en las creencias de los indgenas una multitud de recuerdos dela antigua historia bblica; por otro lado los describe como una raza maldita subyugada por Satans. As, el maestro del tercer da, Votan, estllamado a jugar un papel crucial. Este hroe civilizador maya sera elprimer descendiente de No que hubiera alcanzado el Nuevo Mundo

    desde los campos de Sinar; habra participado en la edificacin de la

    famosa torre y los documentos prehispnicos lo designaran como "elseor del palo hueco (que llaman t e p a n a g u a s t e ) , que vio la pared grande(que es la torre de Babel), que por mandado de No [s i c ], su abuelo, sehizo desde la tierra hasta el cielo".48Pero por otra parte, Nuez de laVega presenta a la descendencia india de No como prisionera de lasredes del Maligno. De hecho, al referirse a Solorzano Pereira, hace suya

    la tesis segn la cual los indios descendan de Cham, el hijo maldito deNo cuyos abominables pecados no deja de recordar oportunamente.Acaso la leyenda no lo presentaba como incestuoso, sodomita y bestial? Su perversin habra hecho de l el depositario ms indicado de lade Can a quien san Agustn haba designado como el fundador de laciudad del mal: la astrologa y la magia india abrevaran de est antigua

    fuente.49Como ocurre a menudo en tales materias, Nez de la Vega se impone silencio a fin de no volver a traer a la memoria de sus lectores lasantiguas creencias. De hecho no evoca sino de manera incidental los recuerdos indgenas de la dispersin de las naciones cuando en su breviario de historia sagrada llega a evocar el episodio de Babel. No efecta

    sino un acercamiento puntual entre la historia prehispnica de las poblaciones indgenas y la enseanza de los textos sagrados.

    De hecho, en el transcurso del siglo xvm la lite intelectual del clerose vuelve sin duda ms prudente y menos propensa que las generaciones anteriores a multiplicar los paralelos entre los dos horizontes culturales. Al evocar la ciencia de los toltecas a fines del siglo xvm, el jesui-

    4MI b i d . , p. 275.

    4Wi b i d . , p. 274 y San Agustn, o p . c i t . , voi. 2, Libro XV-15, p. 221.

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    ta Francisco Javier Clavijero tropieza con la referencia ineluctable querepresenta entonces la obra de Boturini. No esconde su desconfianza y

    es slo con prudencia que evoca sus conclusiones: "sea lo que fuere deestas ancdotas del caballero Boturini, que dejo al juicio lobre de los lectores prudentes e instruidos...".50Renuncia a traducir en trminos cristianos la mitologa mesoamericana de los cinco soles; no conserva sinouna correspondencia cronolgica, el momento del diluvio y de la separacin de las naciones, a semejanza de la casi totalidad de sus predece

    sores. Por otra parte, no disimula su escepticismo en relacin al supuesto conocimiento por parte de las poblaciones prehispnicas del eclipsesolar que marc la muerte de Cristo.51Su incredibilidad se alimenta deun cierto racionalismo, cuando la evolucin de la exgesis bblica, enadelante ms literal y ms histrica, da menos lugar a las leyendas piadosas como a las alegoras.

    Sin duda Nez de la Vega y Francisco Javier Clavijero son demasiado representativos de las lites clericales y eruditas como para poder esperar de ellos la menor complacencia respecto a la empresa de unIxtlilxchitl o de un Boturini. Pero qu piensan entonces los indios o losmestizos en busca de integracin o aun los criollos? Se conoce mal laactividad de los primeros en el siglo xvm a diferencia de los segundos

    que dejaron varias obras, en particular la H i s t o r i a d e la c r e a c i n d e l c i e l o y

    d e l a t ie r r a c o n f o r m e a l s i s t e m a d e la g e n t i l i d a d a m e r i c a n a y que merece unaatencin particular a nuestro tema.52

    Ciertas piezas del museo de Boturini, como la figura de la torre deBabel que describe en su I d e a d e u n a n u e v a h i s t o r i a g e n e r a l , llaman la atencin y contribuyen a esclarecer la posible actitud de los nuevos cris

    tianos. Con el fin de apoyar su demostracin, Boturini evoca un cdiceindgena sobre papel en el que estaran representadas tres escenas: la

    Francisco Javier Clavijero, H i s t o r i a a n t i g u a d e M x i c o , Mxico, Porra, 1982, p. 50.

    51I b i d . , p. 50, nota 7. En eso se opone radicalmente a Lorenzo Boturini, quien concede

    el ms grande crdito a esta suputacin. Lorenzo Boturini, I d e a d e u n a n u e v a h i s t o r i a g e n e

    r a l , Madrid, J. de Ziga, 1746, p. 6.

    52Ramn Ordez y Aguiar, H i s t o r i a d e l a c r e a c i n d e l c i e l o y d e l a t i e r r a c o n f o r m e a l s i s

    t e m a d e l a g e n t i l i d a d a m e r i c a n a , t h e o l o g i a d e l a s c u l e b r a s . . . , en: Nicols Len, B i b l i o g r a f a m e

    x i c a n a d e l s i g l o x v m , vol. 1-4, Mxico, F. Diaz de Len, 1907, pp. 1-272.

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    toma de la ciudad por Corts, el bautizo de la reina doa Mara Tlaman-teuctli el 6 de agosto de 1521 [ s i c ]y una representacin del montculo de

    Cholula. El comentario indgena remitira claramente al episodio bblico de Babel.53Veytia tambin parece haber visto ese tipo de representacin: "este suceso de la confusin de lenguas lo figuraban en sus mapaspintando un cerro redondo en cuyo frontispicio se ve colocada unamedalla y en ella grabado un rostro como de anciano con barba larga ypor fuera de la medalla muchas lenguas que la rodean y forman orla".54

    Describe de la misma manera una figura del rbol de la verdad y unaimagen del arca de No muy sugestivas.55Todas estas imgenes formanun conjunto heterogneo de pginas de cdices mal interpretados, deiconos a la deriva entre las cultura cristiana y prehispnicas y de falsificaciones pura y simplemente. La imagen del rbol del pecado originalque Veytia pretende haber contemplado en un documento muy antiguo

    evoca sin lugar a dudas la hoja tres del C o d e x R o s en la que se anuda lamisma equivocacin entre un rbol csmico prehispnico y una escenadel Paraso terrenal. La imagen del arca, tal y como la describe, recuerda ms bien la capilla abierta de Acolman que cualquier pgina de uncdice. Se trata de un error, de una apropiacin cultural o de una falsificacin? Resulta imposible en este caso decidir, pero menos escrpulo

    nos da querer fustigar al falsificador en el caso de la supuesta representacin prehispnica de la torre de Babel. Clavijero seala desde finesdel siglo xvm las incoherencias del comentario nhuatl y el carctererrneo de la traduccin propuesta por Boturini.5'1Son difciles de identificar los autores de estas dudosas interpretaciones y de esas falsificaciones: Indgenas astutos, mestizos en bsqueda de consenso o criollos

    ingenuos? Todos rastrean probablemente de comn acuerdo las mismastierras desde el siglo xvi sin preocuparse por contestar a las temiblespreguntas que inevitablemente derivan de esas premisas.

    A decir verdad esas preguntas se encuentran parcialmente eludidas

    a partir del momento en que uno se adhiere igualmente a la tesis de la

    51Lorenzo Boturini, I d e a d e u n a n u e v a h i s t o r i a g e n e r a l , o p . c i t . rp. 114.

    54Mariano Veytia, o p . c i t . , p. 18.

    55I b i d . , pp. 8 y 11.

    * Francisco Javier Clavijero, o p . c i t . , p. 51, nota 9.

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    evangelizacin primitiva: toda la ciencia del cristiano, sea o no revelada,antediluviana o posterior al diluvio, puede entonces ser considerada

    como vestigio de un conocimiento muy antiguo heredado de los tiempos primitivos y reavivado por la enseanza apostlica.57Valindose deesta certidumbre, Ramn de Ordez y Aguiar, uno de los primeros comentaristas del P o p o l V u h , se lanza sin escrpulo por la va trazada porlos primeros exegetas de la mitologa prehispnica y sin dificultad parainterpretar el texto sagrado de los antiguos mayas como una reminis

    cencia de la enseanza bblica deformada y oscurecida por siglos de ignorancia. La mitologa prehispnica atrae y repugna a la vez. Por unlado los hombres del siglo xvm, a semejanza de sus predecesores, no logran concebir la mitologa prehispnica sino en trminos cristianos. Siguiendo ms o menos a Francisco Ximnez, Ordez y Aguiar identificalas divinidades mayas con las grandes figuras bblicas: Hunhun-ahpu

    es Dios padre; Hun-ahpu, Cristo; Xuchinquehali, la virgen Mara; Vahi-xaquicat, el Bautista; Hunlibatz, san Pablo.58Pero se aventura muchoms lejos que l al creer descubrir en el P o p o l V u h las huellas de la enseanza de los misterios de la Encarnacin y de la Santsima Trinidad, yhasta vagos recuerdos de la anunciacin y de la pasin.59

    A los ojos de estos dos sacerdotes criollos, esos rudimentos de cris

    tianismo profesados fuera de toda pertenencia a la Iglesia de Roma nopueden ser sin embargo ms que una ciencia a la deriva: nada claro,nada puro, nada preciso en todo eso. Cmo podran los cristianosaprender algo de los indios? Como ya lo confesaba Francisco Ximnez,al ser interpelado por este mismo P o p o l V u h en el curso de los primerosaos del siglo xvm: "no se puede dar crdito alguno a semejantes

    embaidores". Esta actitud separa radicalmente todas las interpretaciones procedentes de la tradicin misionera de la de Boturini, la cual

    cree poder enriquecer su conocimiento del mundo mediante el estudiode los saberes indgenas. De hecho, Ordez y Aguiar denuncia con vio

    57Ramn Ordez y Aguiar, o p . c i t . , pp. 6,34, 76 y 270.

    58Francisco Ximnez, L a s h i s t o r i a s d e l o r i g e n d e l o s I n d i o s d e e s t a p r o v i n c i a d e G u a t e m a

    l a . . . , Viena, C.Gerold et fils, 1857, pp. 146-147.

    wRamn Ordez y Aguiar, o p . c i t . , pp. 68 y ss. y 92-106.

    Francisco Ximnez, o p . c i t . , p. 3.

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    lencia al discpulo de Vico y rechaza su interpretacin del mito de loscinco soles.hl

    Nos podemos preguntar si desde la H i s t o y r c d u M c h i q u e a la H i s t o r i a

    d e a c r e a c i n d e l c ie l o y d e l a t i e r r a , se cerr el broche de oro. Para los hom

    bres de la Nueva Espaa, hacer coincidir las cronologas amerindias y lahistoria bblica sigue siendo un intento tan necesario como imposible.Sin duda hay que ver tambin en la publicacin de la obra de MarianoVeytia algunos aos despus de la Independencia un signo revelador. El

    erudito poblano fue el que se lanz ms lejos en la va indicada porBoturini y por lo tanto no sali de los lmites impuestos por el respeto

    al primado absoluto de la enseanza de las Escrituras. Su audacia templada proporciona un marco insustituible a la primera historiografa dela nacin cuando sta intent escribir la historia del nuevo pas.

    Traduccin: Catherine Bonyscar Mazn

    MRamn Ordez y Aguiar, o p . c i t . , pp. 26-27.