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REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA Aportes para una fundamentación pastoral en el Hogar Nuestra Señora del Milagro de Bogotá CARMEN PATRICIA AGUILAR AFANADOR Trabajo de grado presentado para optar por los títulos de Licenciada en Teología y Teóloga Directora Dra. Edith González Bernal PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE TEOLOGÍA BOGOTÁ, COLOMBIA 2020

REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

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Page 1: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

Aportes para una fundamentación pastoral en el Hogar Nuestra Señora del

Milagro de Bogotá

CARMEN PATRICIA AGUILAR AFANADOR

Trabajo de grado presentado para optar por los títulos de

Licenciada en Teología y Teóloga

Directora

Dra. Edith González Bernal

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

FACULTAD DE TEOLOGÍA

BOGOTÁ, COLOMBIA

2020

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2

“Quienes son mis seguidores, se sentarán a mi mesa en el reino de mi Padre y comerán mi

comida y tomarán mi bebida que mi Padre me ha preparado; así os la he preparado

también” (Cfr. Mt 19, 28 y Lc 22, 29). Bienaventurado es el hombre que ha llegado a

recibir junto con el Hijo de lo mismo de lo cual recibe el Hijo. Justamente ahí recibiremos

nosotros también nuestra bienaventuranza, y allí donde reside su bienaventuranza, en el

interior donde Él tiene su ser, en ese mismo fondo todos sus amigos recibirán

y sacarán su bienaventuranza. Esta es la “mesa en el Reino de Dios”.

Maestro Eckhart

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3

INDICE Agradecimientos ................................................................................................................................ 4

Introducción ....................................................................................................................................... 5

Capítulo I: La centralidad del Reino de Dios en el Nuevo Testamento ...................................... 12

1.1. Los Evangelios Sinópticos: el lenguaje parabólico del ‘Reino de Dios’ ............................... 14

1.1.1. Las parábolas del Evangelio según San Marcos ..................................................................... 17

1.1.2. Las parábolas del Evangelio según San Mateo ....................................................................... 20

1.1.3. Las parábolas del Evangelio según San Lucas ........................................................................ 24

1.2. El Reino de Dios en el Evangelio de San Juan ................................................................................ 27

1.3. El Reino de Dios en San Pablo ................................................................................................................ 29

1.4. El amplio mensaje del Reino de Dios .................................................................................................. 32

Capítulo II: El Reino de Dios en la obra de José María Castillo ................................................ 35

2.1. El Reino de Dios es seguimiento de Jesús y liberación del hombre ........................................ 36

2.2. El Reino de Dios es utópico y se realiza en la historia a través del servicio ........................ 37

2.3. El Reino de Dios es la proclamación de la buena noticia ............................................................ 39

2.4. El Reino de Dios es un proyecto de vida y de dignidad para los seres humanos ............... 41

2.4.1. El Reino de Dios es una vivencia espiritual .............................................................................. 42

2.4.2. El Reino de Dios es eclesiología desde abajo ............................................................................ 47

2.5. El Reino de Dios es compadecerse ante las víctimas y aliviar el sufrimiento humano ... 51

2.6. El Reino de Dios es profunda humanidad ......................................................................................... 53

2.8. El Reino de Dios es camino por recorrer… ...................................................................................... 56

Capítulo III: El Reino de Dios en clave de mujer ......................................................................... 58

3.1. El perfume del Evangelio: la presencia de la mujer en el proyecto de Jesús...................... 61

3.1.1. El encuentro de Jesús con la hemorroísa ................................................................................... 62

3.1.2. El encuentro de Jesús con la sirofenicia ..................................................................................... 64

3.1.3. El encuentro de Jesús con la ‘mujer del perfume’ ................................................................ 67

3.1.4. El encuentro de Jesús con Marta y María en Betania ......................................................... 70

3.1.5. Las discípulas de Jesús ...................................................................................................................... 72

3.2. Las mujeres en la Iglesia: discípulas y constructoras imparables del Reino ...................... 76

3.3. Los principales rasgos femeninos del Reino de Dios ..................................................................... 81

Capítulo IV: Hacia un compromiso efectivo por el Reino de Dios. ............................................ 83

Conclusión ........................................................................................................................................ 98

Bibliografía .................................................................................................................................... 102

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4

Agradecimientos

Agradezco a la Santísima Trinidad por este fuego abrasador que encendió en mi corazón: al

Padre gobernador del Reino; al Hijo, comunicador de la Buena Noticia del Evangelio; y al

Espíritu Santo, fuerza renovadora de la creación.

Agradezco a mi Santa Madre Iglesia, por las infinitas enseñanzas y experiencias que han

sembrado en mi vida la semilla del Reino.

Agradezco a mi familia. A mi esposo e hijos por su apoyo, confianza y paciencia

incondicional. Este trabajo, nacido de mis entrañas, se ha nutrido del amor de nuestro hogar.

Agradezco a la Dra. Edith González. Maestra y amiga, que me ha acompañado en esta

maravillosa aventura teológica y pedagógica.

Page 5: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

5

Introducción

Desde los inicios del cristianismo el anuncio del reino de Dios ha sido la clave fundamental

en la predicación de los apóstoles. Los discípulos y los primeros cristianos comprendieron

que la esencia del mensaje de Jesús fue la novedad del Reino de Dios, con el que se expresa

una relación en la que Dios manifiesta la soberanía en el corazón humano, en la historia y en

la creación, y a su vez exige por parte del hombre la absoluta obediencia a su voluntad.

Desde un primer momento, el ministerio de Jesús muestra que el Reino tiene una dialéctica

propia. Efectivamente, la soberanía divina actúa de manera germinal a lo largo de la historia.

Es como una semilla que, aunque tiene en sí misma la potencialidad de echar raíces y crecer

hasta dar fruto, necesita de un ambiente propicio en el cual desarrollarse (Mc 4, 3-8). Es

también como un grano de mostaza que, a pesar de ser minúsculo en el presente, en el futuro

puede llegar a ser el más grande de los árboles (Lc 13, 18-21).

La ingente investigación teológica entorno a la categoría evangélica fundamental del “Reino

de Dios” ha revelado cómo en el centro de esta noción se encuentran las claves que

evidencian, además, la presencia de un carácter particularmente pedagógico en la base del

proyecto cristiano. Es preciso recordar que el Catecismo de la Iglesia Católica sostiene que

la inauguración del Reino de Dios ocurre en virtud del deseo amoroso que proviene de la

gratuidad que caracteriza todos los actos del Padre1. Los cristianos, que son aquellos que han

respondido al amor divino, conforman la familia de Dios para transparentar los valores del

Reino por medio de un estilo de vida concreto2. Hacerse discípulo de Jesús implica la toma

de consciencia acerca de la radicalidad que tiene la estructuración de la existencia alrededor

de los valores del Reino, los cuales deben permear la sociedad entera. Con todo, no hay que

1 Catecismo de la Iglesia Católica, 759. 2 “Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad

con su manera de vivir: ‘El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi

madre’ (Mt 12, 49)” (Ibíd., 2233).

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6

olvidar que el Reino de Dios contiene, por su naturaleza, un rasgo futuro que se relaciona

intrínsecamente con la salvación en el tiempo escatológico3.

En efecto, el Reino de Dios viene a ser la columna vertebral de la misión de Jesús, puesto

que Él proclamó incansablemente el reinado de su Padre en el mundo: “El tiempo se ha

cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 14-

15). Sus destinatarios primarios fueron las víctimas, los maltratados, los vulnerados, los

pobres, y todas aquellas personas excluidas aún en nuestra sociedad actual. Por tanto, acoger

a la propuesta de Jesús y adherirse a su palabra trae como consecuencia inherente

comprometerse con la lucha por los más necesitados mediante una praxis social de

solidaridad, de justicia y misericordia, a través de la cual se gestan múltiples experiencias de

humanización y liberación.

Sobre estas premisas, hemos querido preguntarnos por las consecuencias que surgen,

precisamente, de la comprensión de esta categoría “Reino de Dios” a la luz de las necesidades

y del contexto contemporáneo. Son muchas las preguntas que nos han surgido sobre este

asunto, sin embargo, las hemos condensado en una sola cuestión que guía la investigación:

¿qué implicaciones pedagógicas y teológicas surgen de la comprensión de la categoría

“Reino de Dios” para construir una propuesta pastoral que oriente el trabajo en el Hogar

Nuestra Señora del Milagro?

Nuestro problema de investigación ha sido contextualizado y desarrollado bajo un análisis

de la situación que se vive en la Casa Hogar “Nuestra Señora del Milagro”, ubicada en el

barrio San Rafael, Carrera 15a este # 58-52 sur; lugar en el que las Hijas de María Inmaculada

y Corredentora trabajan en pro de la reconstrucción personal de los valores que han sido

deformados por el ambiente y la vida que anteriormente han vivido las niñas y adolescentes,

entre los 7 y 18 años, que se encuentran en situación de amenaza o vulneración de sus

derechos fundamentales. Considerar el contexto particular tanto de esta casa hogar como del

3 “Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha ‘abierto’ el cielo. La vida de los bienaventurados consiste

en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación celestial

a aquellos que han creído en Él y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad

bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a Él” (Ibíd., 1026).

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7

arduo trabajo pastoral y social de esta congregación religiosa ha sido para nosotros de capital

importancia, sobre todo, porque el deseo fundacional de esta congregación se arraiga en la

construcción del Reino de Dios en el mundo y esto lo evidenciamos en su lema misionero: “servir

a Dios es reinar”.

Para dar respuesta a nuestra pregunta, acudimos a la interpretación que el teólogo José María

Castillo expone en su gran producción teológica y las propuestas interpretativas de algunas

teólogas contemporáneas. Este último acercamiento en clave femenina nos ayudó a construir

una propuesta pastoral, pedagógica y social aplicable a la casa hogar en cuestión.

Pero ¿por qué pensar en una propuesta pastoral, pedagógica y social? Indudablemente, las

implicaciones que se desprenden de considerar en estos tiempos el Reino de Dios no pueden

apuntar en una dirección que no mueva al cambio de nuestras sociedades actuales. Como

dice el P. José Antonio Pagola, es difícil acercarse a Jesús y no quedar atraído por su persona,

porque Él nos hace partícipes de un horizonte diferente de la vida, de una dimensión más

profunda, de una verdad más esencial. Cuando nos acercamos a la vida del Hijo de Dios

descubrimos una llamada a vivir la existencia desde su raíz última, es decir, desde aquella

comprensión de que Dios quiere para todos los seres humanos una vida más digna y dichosa,

una vida según los parámetros del Reino de Dios. Es por esto por lo que, Jesús nos invita a

desprendernos de cualquier postura rutinaria y postiza; Él nos exhorta a liberarnos de los

engaños, miedos y egoísmos que paralizan nuestras vidas; Él suscita en nuestros corazones

algo tan decisivo como es la alegría de vivir, la compasión por los últimos y el trabajo

incansable por un mundo más justo. Jesús nos enseña a vivir con sencillez y dignidad, con

fe, esperanza y caridad4.

La herramienta que nos permitió articular nuestra investigación fue el modo de hacer teología

latinoamericana, a saber, el método teológico “ver, juzgar, actuar”5, al ser este un método

4 Cfr. Pagola, Jesús. Aproximación histórica, 5. 5 Este trinomio “ver, juzgar, actuar” significa, en síntesis, un método de planificación pastoral, que nació como

método de la acción en el seno de la Juventud Obrera Cristiana en Bélgica, y ha sido usado también en los

documentos de la Iglesia, y más precisamente por Juan XXIII en Mater et Magistra, en 1961. En seguida con

la Gaudium et Spes (promulgada por el papa Pablo VI el 8 de diciembre de 1965, último día del Concilio) se

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8

que busca superar el divorcio fe-vida, a través de una propuesta de espiritualidad en el

corazón de la pastoral. En efecto, hemos elegido este método “ver, juzgar, actuar” porque,

como afirma Juan XXIII en Mater et Magistra, permite que los conocimientos teológicos

aprendidos sean asimilados y no queden infértiles como ideas abstractas, sino que logra

capacitar prácticamente para llevar a la realidad concreta principios y directrices sociales6.

De la mano de este método, hemos podido comprender que sólo es posible involucrarnos

adecuadamente en una situación social cuando, previamente, un proceso de aprendizaje nos

ha marcado el camino. Dicho proceso, como lo presenta Danilo Streck, consiste en “una

experiencia de salir de sí y percibir la autocomunicación de Dios que viene a nuestro

encuentro, como no repetible, no ideologizable, donde la fe es la condición y motivación de

lo aprendido, y lo aprendido es la fe tomando forma”7.

Ahora bien, retomando nuestro método de investigación, manifestamos cómo el momento

del “ver” nos dispuso a observar, a considerar y a reconocer con cuidado y atención la

experiencia del Reino de Dios presente en el Nuevo Testamento, especialmente en los

Evangelios y en la doctrina paulina, con el fin de descubrir actitudes, modos de pensar,

valoraciones y las características propias del Reino de Dios. Además, este “ver” nos impulsó

a detener nuestra mirada en el pensamiento de José María Castillo, pues esta perspectiva

contemporánea nos ayudó a profundizar en esta categoría evangélica. Asimismo, este

momento del “ver” hizo que comprendiésemos la historia humana como un “lugar

teológeno” (generador de teología)8 y pensásemos nuestra investigación sobre el Reino de

Dios no solamente en relación con la época de antaño en la que se escribieron los textos

sagrados sino, también, en relación con nuestro “aquí y ahora”. Se trató, entonces, de articular

una mirada anamnética, de rememoración histórica, con una mirada profética y crítica de la

actualidad.

transforma en método teológico, y más tarde se convierte en un principio arquitectónico de los documentos

conclusivos de las Conferencias generales de la Iglesia latinoamericana, tales como Puebla y Medellín. 6 Juan XXIII, Mater et Magistra, 217-218. 7 Streck, Dos enfoques sobre el hacerse humano: encuentros y desencuentros entre teología y pedagogía, 2. 8 Vélez, El quehacer teológico y el método de investigación acción participativa. Una reflexión metodológica,

200.

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9

En el segundo momento, es decir, en el “juzgar”, nos propusimos tomar posición frente al

análisis que resultó del “ver” y buscamos explicitar los rasgos más relevantes del “Reino de

Dios”. En este orden de ideas, optamos por una interpretación en clave femenina del Reino,

a la luz de los aportes de algunas teólogas contemporáneas. Este momento del “juzgar” pone

en evidencia que no basta reflexionar y lograr una mayor clarividencia, sino que es necesario

obrar, porque se ha presentado, con dramática urgencia, la hora de la acción9.

Llegamos así al momento del “actuar”, en el que construimos una propuesta pastoral,

pedagógica y social aplicable al Hogar “Nuestra Señora del Milagro”, que siguiera los

lineamientos e implicaciones que iban emergiendo a lo largo de nuestra indagación sobre la

categoría “Reino de Dios”. Este tercer momento, como afirma taxativamente el teólogo y

filósofo Gustavo Gutiérrez, evidencia que nuestro ejercicio como teólogos consiste en pasar

de la “simple afirmación y casi recitación de verdades” al “compromiso, actitud global,

postura ante la vida”10.

El camino que recorrimos de la mano de este método de investigación teológica “ver, juzgar,

actuar” nos ayudó a comprender la manera en que la Palabra se hace acción y se realiza como

acción transformante y transformadora. El presente trabajo contiene cuatro capítulos en los

que damos cuenta de cómo este método teológico nos ha posibilitado transitar por un

itinerario desde las raíces bíblicas del Reino hasta el planteamiento de la necesidad de seguir

forjando proyectos que ayuden a consolidar, cada vez más, el mensaje que el mismo Hijo de

Dios vino a comunicarnos.

En el primer capítulo, exponemos la categoría “Reino de Dios” en el contexto bíblico del

Nuevo Testamento; primero, en los Evangelios sinópticos, segundo en el Evangelio de San

Juan; y, por último, en la doctrina de San Pablo. Este primer capítulo nos permitió

comprender el “Reino de Dios” como la temática principal del mensaje de Jesús.

9 Cfr. Celam, Medellín, Introducción a las conclusiones, 3. 10 Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectiva, 21.

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10

En el segundo capítulo, ahondamos en el pensamiento teológico de José María Castillo y

expusimos las características, implicaciones y compromisos que van surgiendo de esta

aproximación al Reino. Este capítulo viene a ser la columna vertebral de la investigación,

puesto que en él presentamos una articulación entre la comprensión del “Reino de Dios”

según los textos bíblicos y la exégesis de esta categoría evangélica según la teología

contemporánea.

En el tercer capítulo, hacemos una lectura del “Reino de Dios” en clave femenina. Aquí, en

primer lugar, buscamos asociar la Teología femenina con la noción del “Reino de Dios”; en

segundo lugar, consideramos el papel de la mujer en la construcción del Reino; y, en tercer

lugar, presentamos algunas características que nos permiten apreciar un “Reino de Dios” en

perspectiva femenina. Este capítulo está construido sobre el trabajo teológico que han llevado

a cabo las teólogas Elizabeth Schüssler Fiorenza, Nuria Calduch y Carmen Bernabé Ubieta,

entre otras.

En el cuarto y último capítulo, profundizamos en la misión que tenemos todos los cristianos

en la construcción y expansión del “Reino de Dios”. Asimismo, proponemos un proyecto

pastoral, pedagógico y social para un contexto específico: el Hogar Nuestra Señora del

Milagro. Este capítulo final, además, recoge sintéticamente los lineamientos esenciales que

encontramos en nuestra investigación.

Para finalizar esta introducción resulta oportuno que manifestemos cómo, transversalmente,

en nuestra investigación van apareciendo aquellos rasgos que hacen posible hablar de una

pedagogía del Reino. Contemplar la vida de Jesús es la primera, y la más sublime, fuente de

la que nuestra investigación bebe y se alimenta. Sin duda alguna, no sería posible que este

trabajo se gestara sin la presencia constante de Jesús, como protagonista y mensajero, como

guía y maestro, como primer profeta y actor del Reino de Dios. Él, sin duda, se consagró

totalmente a algo que se fue apoderando de su corazón cada vez con más fuerza: el Reino de

Dios.

Este Reino fue la pasión y el motor de su vida, fue la causa a la que se entregó en cuerpo y

alma. Este Nazareno terminó viviendo solamente para ayudar a su pueblo a acoger en su

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11

corazón el proyecto de su Dios11, dándole un horizonte nuevo y sorprendente. Jesús anuncia

que el Reino ha llegado ya, que está aquí, porque Él mismo lo ha experimentado y quiere que

todos experimentemos el reinado de su Padre, que no es, como veremos, un reinado de

dominación y subordinación, sino de amor, entrega y sacrificio. Hay mucho por hacer en pos

de este Reino y las palabras de Jesús, su modo de actuar y sus gestos siguen exhortándonos:

“ve y haz tú lo mismo” (Lc 10,37).

11 Cfr. Pagola, Jesús. Aproximación histórica, 57.

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Capítulo I: La centralidad del Reino de Dios en el Nuevo Testamento

El Reino de Dios está ya aquí, pero solo como una “semilla” que se está

sembrando en el mundo; un día se podrá recoger la “cosecha” final. El Reino de Dios está

irrumpiendo en la vida como una porción de “levadura”; Dios hará que un día esa

levadura lo transforme todo. La fuerza salvadora de Dios está ya actuando secretamente

en el mundo, pero es todavía como un “tesoro escondido” que muchos no logran

descubrir; un día todos lo podrán disfrutar. Jesús no duda de este final bueno y liberador.

A pesar de todas las resistencias y fracasos que se puedan producir, Dios hará realidad

esa utopía tan vieja como el corazón humano: la desaparición del mal, de la injusticia

y de la muerte12.

El Nuevo Testamento no nos da una respuesta directa a la pregunta por el Reino de Dios,

pues en ningún momento Jesús presenta una definición o una explicación de este, sino que él

habla del Reino de su Padre como una realidad conocida, sugiriendo algunos de sus aspectos

y características a través de parábolas y sermones13. Lo que sí es evidente es que la pretensión

de Jesús nunca fue exponer teórica y conceptualmente el Reino de Dios sino encarnarlo en

su vida, en su modo de hablar y de actuar.

En estos tiempos contemporáneos es claro que el centro de la predicación y mensaje de Jesús

está en la enseñanza sobre el Reino de Dios. Esta expresión aparece más de cien veces en los

Evangelios, exactamente ciento siete veces14. El proyecto del Reino de Dios, tal y como Jesús

lo predica, es el anuncio de buenas noticias, puesto que el tiempo nuevo, profetizado antaño,

por fin había llegado.

En los cuatro Evangelios encontramos esta noticia bajo la matriz programática, según la cual

se articula la vida pública de Jesús. Los Evangelios de Marcos y Mateo la recogen muy bien

cuando presentan, de manera sucinta, lo que constituía la temática fundamental de la

predicación del Nazareno: “Se ha cumplido el plazo, ya llega el reinado de Dios.

12 Pagola, Jesús. Aproximación histórica, 106. 13 Esta situación paradójica la desarrollan con detalle autores como J. Sobrino, W. Kasper y E. Schillebeeckx.

Para Aguirre, el Reino de Dios “es, más bien, un símbolo lingüístico evocador, sugerente, abierto” (Aguirre,

Ensayo sobre los orígenes del cristianismo, 11). 14 Cfr. Castillo, Espiritualidad para comunidades, 45.

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13

Conviértanse y crean la buena noticia” (Mt 4, 17; Mc 1,15). Ambos evangelistas sitúan estas

palabras de Jesús al comienzo de su itinerario evangelizador y misionero.

El Evangelio de Lucas nos recuerda cómo cuando Jesús comienza su ministerio en Galilea

es allí retenido por la multitud y él dice que también a otros pueblos tiene que anunciar el

Reino de Dios, pues para eso lo ha enviado su Padre (Lc 4,43). En el cuarto Evangelio, el

Reino de Dios aparece asociado a una suerte de ‘nuevo nacimiento’ (Jn 3,3) y a un reinado

que no es de este mundo (Jn 18, 36).

Además de estas alusiones al reinado de Dios, presentes en el Evangelio, en el epistolario del

apóstol San Pablo también emergen importantes claves sobre la comprensión de esta

categoría evangélica. En los escritos paulinos, la encontramos asociada a la vida cristiana de

las primeras comunidades; referida a tres características específicas: justicia, paz y gozo (Rm

14, 17); y, también, relacionada con el poder de Dios (1 Cor 4,20).

Antes de pasar a estudiar cada uno de los Evangelios y el corpus paulino, nos parece oportuno

manifestar cómo, trasversalmente, en el Nuevo Testamento nos encontramos con esta noción

del Reino de Dios. Para Jesús de Nazaret, su Abbá Dios es siempre el “Dios del Reino” y el

Reino que él vino a predicar siempre fue “Reino de Dios”15. Con su vida, Jesús se nos

presenta como el pregonero, el evangelizador y el servidor del Reino; la causa a la que

consagra fielmente toda su vida es la causa del Reino.

Como ya dijimos, esta proclamación de la buena nueva del Reino de Dios estaba relacionada

con las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, en las cuales se anunciaba la venida

del Mesías-Rey, quien instauraría en la tierra el reinado de Dios. Isaías, el profeta mesiánico

por excelencia, anuncia en sus oráculos que el reinado de Dios traerá consigo el perdón de

los pecados, la consolación de los afligidos, la sanación de los heridos, la plena liberación de

los oprimidos, la esperanza y la salvación del pueblo, la justicia y el derecho en favor de los

15 Cfr. Peresson, La pedagogía de Jesús: Maestro carismático popular, 132

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14

más vulnerables y la anhelada paz y alegría verdaderas (Is 11, 2-9; 32, 1-3. 15-18; 42, 1-4;

65, 17-25).

Este anhelo profético por un mundo radicalmente nuevo y gobernado por Dios se fue

trasmitiendo y predicando generación tras generación hasta que las palabras del profeta

veterotestamentario reverdecieron en boca de Juan el Bautista, quien presentó a Jesús como

‘signo’ de la llegada del tiempo mesiánico, como ‘signo’ patente de que el tiempo del Reino

ha llegado por él, con él, y en él16. Jesús, en efecto, viene al mundo en carne humana para

visibilizar que el Reino de Dios ha irrumpido en la historia para siempre y está en medio de

los seres humanos, en un ‘aquí’, en un ‘ahora’, en un ‘hoy’. La promesa de antaño deviene,

con la encarnación como una realidad fáctica e histórica.

En el Nuevo Testamento, se nos revela la buena nueva del Reino, la noticia encarnada de

Dios que está presente, actuando y liberando, salvando y sanando. Se trata de una experiencia

vital en la que los seres humanos descubrimos al “Dios con nosotros”, al Rey y Señor de la

historia dentro de la misma historia: la presencia liberadora de Dios en la historia de nuestro

pueblo.

1.1. Los Evangelios Sinópticos: el lenguaje parabólico del ‘Reino de Dios’

En los Evangelios sinópticos, la palabra ‘Basileia’ (Βασιλεία), que significa Reino, aparece

cerca de 121 veces, distribuidas así: 20 veces en Marcos, 55 en Mateo y 46 en Lucas. El

acercamiento a estos textos sinópticos nos permite corroborar cómo cada vez que los

evangelistas quieren exponer en pocas palabras lo esencial de la predicación y de la vida

misma de Jesús refieren al ‘Reino de Dios’. En efecto, percibimos que en los Evangelios

sinópticos la ‘Basileia tou Theou’ (Βασιλεία τοῦ θεοῦ)17 es el tema central del mensaje del

Jesús terreno.

16 Cfr. Lc 7, 21-23; Mt 1, 3-6. 17 Traducción del hebreo ‘malkuth Yahvé’. C. H. Dood afirma que “Malkut, como otros sustantivos de la misma

estructura, es propiamente un nombre abstracto que significa ‘realeza’, ‘autoridad real’, ‘reinado’ o ‘soberanía’.

La expresión ‘malkut de Dios’ indica que Dios reina como rey. Atendiendo no ya a la forma gramatical, sino al

sentido de la expresión ‘reino de Dios’, la idea sustantiva es Dios, y el término ‘reino’ indica el aspecto

específico, atributo o actividad de Dios, con que él se revela como rey o señor soberano de su pueblo o bien del

universo por él creado” (Dodd, Las parábolas del Reino, 42).

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Llama la atención que en la mayoría de estas alusiones al reino de Dios evidenciamos un

lenguaje resueltamente metafórico, pues se trata del lenguaje parabólico con el que Jesús

predicaba la buena noticia. El anuncio del Reino de Dios es tan profundo y desconcertante

que, con razón, el evangelista Marcos habla del “misterio del Reino de Dios” (Mc 4, 11).

Este misterio es el que Jesús desentraña en su predicación a través de las parábolas y, por

esto, en ellas se condensa el significado más hondo y sorprendente sobre lo que representa el

Reino de Dios.

Como metáforas, las parábolas de Jesús apuntan a un orden de la realidad distinto de aquel que

se describe en ella. (...) lo ordinario aparece como sesgado y, por tanto, nos choca al constatar

que las parábolas se desarrollan con otro modo de pensar sobre la vida. Por eso Jesús habló un

lenguaje familiar y concreto que tocaba a las personas en sus vidas cotidianas pero que señalaba

más allá de ellas misma y las emplazaba a considerar la vida diaria como portadora de auto-

transcendencia. De aquí que un gran número de las parábolas de Jesús sean explícitamente

parábolas del Reino, y que muchos autores sitúen todas las parábolas en el contexto de la

proclamación del Reino. El mensaje del Reino es que Dios es poderoso y activo, y que el mundo

está en un proceso de transformación. La nueva era ha comenzado y Dios ha entrado en la historia

de una forma nueva. En efecto, el mensaje del Reino es que el mundo apunta a algo más allá de

él mismo. El uso de la parábola, con el poder natural de la metáfora de conducirnos más allá de

ella misma, está significando que efectivamente el medio es el mensaje. Jesús mismo es parábola;

así también, sus presentaciones del Evangelio. Por tanto, el lenguaje teológico es radicalmente

parabólico18.

Como veremos, las parábolas son, al mismo tiempo, reveladoras y encubridoras, puesto que

a través de ellas algunas personas aclaran el sentido esencial del mensaje del Reino, mientras

que otras personas, en cambio, no logran comprender lo que con ellas se quiere decir. En

efecto, como bien afirma José María Castillo, “el problema está en si se vive o no se vive lo

18 Donahue, El Evangelio como parábola, 24.

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16

que la parábola contiene y entraña. Porque sólo cuando nosotros nos hacemos parábola,

entonces es cuando comprendemos lo que nos enseña Jesús en la parábola”19.

Sin duda, a través del lenguaje parabólico Jesús nos dice ‘algo nuevo’, que no se puede decir

sino mediante tal lenguaje; eso ‘nuevo’ y profundo es el Reino. Hay en las parábolas como

una dialéctica entre la imagen visual a la que refieren y la idea nuclear, que permite diversos

grados de aproximación comprensiva. En la mayoría de las parábolas de Jesús de Nazaret,

encontramos imágenes que describen distintas características y rasgos propios del reino de

Dios, tema que viene a constituir el núcleo de ellas. Junto a estas imágenes visuales

encontramos desarrolladas ideas secundarias que pueden adquirir diferentes connotaciones

según las personas o las culturas que las escuchen; sin embargo, lo central de ellas es su

núcleo cognitivo-existencial, pues de aquí emerge la fuerza y direccionalidad del contenido

del mensaje que se transmite.

En los Evangelios sinópticos, según la estimación del teólogo Warren S. Kissinger, podemos

encontrar hasta 124 parábolas20. Sin embargo, este descubrimiento siempre dependerá de la

concepción de ‘parábola’ que tenga la persona que se acerque a leer el Evangelio. En

cualquier caso, lo que aquí nos interesa no es el número de parábolas que se encuentren, sino

el contenido temático de las mismas, pues en ellas sobre todo nos encontramos con asuntos

relacionados con la conversión y el reino de Dios21; empero, siendo fieles a la tesis que desde

el comienzo de este escrito hemos presentado, consideramos que el Reino de Dios es el tema

unificador y central del Evangelio de Jesús y que la conversión está implícita y es

consecuencia del reinado de Dios.

De manera explícita, encontramos por lo menos 12 parábolas principales sobre el Reino de

Dios en los Evangelios sinópticos: el sembrador (Mt 13, 18-19; Lc 8, 10); la cizaña (Mt 13,

24-25); el grano de mostaza (Mc 4, 30; Mt 13, 31; Lc 13, 18); la levadura (Mt 13, 33; Lc 12,

20); el tesoro escondido (Mt 13, 44); la perla de gran valor (Mt 13, 45); la red (Mt 13, 47); la

19 Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 46. 20 Cfr. Kissinger, The parables of Jesus. A Hsitory of Interpretation and Bibliography, XXII-XXIV. 21 Cfr. Coenen, Beyreuther & Bietenhard, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, 291.

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semilla que crece por sí sola (Mc 4, 26); el deudor inicuo (Mt 18, 23); los jornaleros de la

viña (Mt 20, 1); el banquete de bodas (Mt 22, 2; Lc 14, 15); las diez vírgenes (Mt 25, 1).

Las parábolas evangélicas han sido estudiadas con detenimiento prolijo por el teólogo Mario

Peresson S.D.B., quien a partir de ellas ha presentado un itinerario educativo de la pedagogía

evangélica del Jesús maestro; en su estudio, Peresson afirma que, si bien es cierto que la

temática principal de las parábolas es el Reino de Dios, es posible agruparlas según el aspecto

del Reino que cada una de ellas aborda22. Según el P. Peresson, encontramos, en primer lugar,

parábolas que revelan la presencia, la novedad y el crecimiento dinámico del Reino; en

segundo lugar, parábolas que expresan la misericordia de Dios en el Reino que llega; en

tercer lugar, parábolas del seguimiento, que invitan a vivir como discípulos y misioneros del

Reino; y, en cuarto lugar, parábolas que explicitan las exigencias del Reino y del Juicio, de

la crisis y de la conversión.

Acerquémonos, pues, al contenido parabólico de cada uno de los Evangelios sinópticos bajo

el pretexto de buscar algunas claves que nos permitan comprender desde una perspectiva

amplia en qué consiste el Reino de Dios, cuáles son algunos de sus rasgos y qué implicaciones

o actitudes propias se perciben en quienes se presentan como miembros de dicho Reino.

1.1.1. Las parábolas del Evangelio según San Marcos

En el primer capítulo del Evangelio de Marcos nos encontramos con una suerte de sumario

en el que parece sintetizarse el contenido total del mensaje de Cristo: “Después de que Juan

el Bautista fue encarcelado, Jesús fue a Galilea para proclamar el Evangelio del Reino de

Dios. Decía: ‘El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y

crean en el Evangelio!” (Mc 1, 14-15).

En este sumario, Marcos presenta programáticamente la quintaesencia de la actuación y

predicación de Jesús: entrega (παραδοθῆναι), predicación (κηρύσσων), buena noticia

(εὐαγγέλιον), plenitud del tiempo (πεπλήρωται ὁ καιρὸς), conversión (μετανοεῖτε), creencia

(πιστεύετε) y Reino de Dios (βασιλεία τοῦ θεοῦ). Con esto, percibimos cómo las primeras

22 Cfr. Peresson, La pedagogía de Jesús: Maestro carismático popular, 300.

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18

palabras que pronuncia Jesús son para anunciar la proximidad del reino. Estas palabras

introductorias del Evangelio de Marcos se consideran como el testimonio más antiguo y

sintético de la misión de Jesús23.

Llama la atención que en este Evangelio Jesús se presenta como el Hijo del hombre con la

misma frecuencia con la que se refiere al Reino de Dios en sus sermones. Esto nos indica

hasta qué punto el Hijo del hombre y el Reino de Dios tienen, en Marcos, un estatuto

similar24. Sin embargo, Marcos no habla nunca del Reino de Dios a propósito del Hijo del

hombre, sino que este último queda investido de los poderes reales que Dios le transmite:

ejerce el juicio, aunque no parece reinar permanentemente en un territorio o sobre una

población25. En cuanto al reinado de Dios, Jesús desde el comienzo de su vida pública se

presenta como su pregonero, empero, a medida que se desarrolla el relato, él mismo se

considerará el rey, en un contexto específico en el que no pueda confundirse su reinado con

el de un rey ordinario26.

En los capítulos segundo y cuarto del Evangelio de Marcos nos encontramos con seis

parábolas que revelan la presencia, la novedad y el dinamismo del Reino de Dios: por un

lado, en el capítulo segundo descubrimos la parábola del novio en la sala nupcial (Mc 2,19),

la alegoría al remiendo de paño nuevo sobre el paño viejo (Mc 2,20) y la alusión al vino

nuevo en odres nuevos (Mc 2,22); por otro lado, en el cuatro capítulo, aparecen las parábolas

del sembrador y de los terrenos (Mc 4, 3-9), de la semilla (Mc 4, 26-29) y del grano de

mostaza (Mc 4, 30-32). Estas seis parábolas nos presentan al Reino de Dios bajo una serie

de características evidentes: la alegría y el festejo nupcial propio de la llegada del Esposo; la

novedad representada en el paño nuevo, el vino nuevo y en los odres nuevos; la semilla que

el agricultor siembra; la semilla que germina y crece sin que nos demos cuenta; la semilla de

mostaza que, aunque es minúscula, cuando crece se convierte en el mayor de los árboles.

También, se encuentran dos parábolas que visibilizan la misericordia del Reino de Dios: una

23 Cfr. Peresson, La pedagogía de Jesús: Maestro carismático popular, 310. 24 Cfr. Quesnel, Evangelio y Reino De Dios, 24. 25 Cfr. Ibíd., 32. 26 Ibídem.

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versa sobre la relación entre el médico y los enfermos (Mc 2, 17) y, otra, sobre los pérfidos

viñadores (Mc 12, 1-12). Estas dos parábolas nos manifiestan cómo el Reino de Dios es

misericordia que busca, por un lado, a aliviar el sufrimiento y las dolencias de los hombres

enfermos y vulnerables; y, por otro lado, es un Reino que incomoda a algunos y, por esto, es

constantemente atacado, incluso por sus mismos labradores, como se visibiliza en la parábola

de la viña.

En el capítulo decimotercero nos encontramos con una parábola en la que se nos manifiesta

el advenimiento del Hijo del hombre, se trata de la parábola de los siervos que administran

la casa de su señor y del portero al que se le encomienda que esté vigilante hasta que regrese

el dueño de casa (Mc 13, 33-37); este relato hace parte de las parábolas sobre las exigencias

del Reino. En la narrativa de esta perícopa del Evangelio de Marcos nos revela la necesidad

de que los siervos estén alerta y en vela frente a la repentina llegada de su señor. Sin duda,

se trata de una alusión directa a la actitud propia de quien sirve en el Reino: tener los ojos

abiertos y estar siempre atento a los signos de los tiempos.

Además de las características y aspectos del Reino que se visibilizan en las anteriores

parábolas, de manera transversal en la narrativa de todo el Evangelio de Marcos aparecen

rasgos propios del Reino que Jesús predica. Recordemos que este Evangelio ha sido

considerado como el “Evangelio del catecúmeno”, de quien anda en busca de la identidad

del Señor para redescubrir su persona, su humanidad y su divinidad27.

La proclamación de la buena noticia de Jesús reúne a una multitud expectante, que lo escucha

y lo sigue maravillada por sus palabras y sus obras (Mc 3, 9). Este anuncio provoca múltiples

enfrentamientos y conflictos, desde la confrontación con los letrados (Mc 1, 21-27) hasta la

curación del manco en la sinagoga (Mc 3, 1-5), que le cuesta a Jesús poner en grave peligro

su propia vida (Mc 3, 6). Marcos nos recuerda que el proyecto de Jesucristo esencialmente

27 Por un lado, Marcos nos presenta el misterio del Mesías (Mc 1,14-8,30), de Jesús manifestando su autoridad

(Mc 1,14-3,6), proclamando el Reino de su Padre (Mc 3,7-6,6a), y manifestando su poder (Mc 6,6b-8,30); por

otro lado, Marcos nos expone el misterio del Hijo del hombre (Mc 8,31-16,8), pues percibimos cómo se describe

el camino del Hijo del hombre (Mc 8,31-10,52), el juicio de Jesús sobre Jerusalén (Mc 11,1-13,37) y el relato

de la pasión, muerte y la resurrección (Mc 14,1-16,8).

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es el anuncio del Reino de Dios (Mc 1, 14-15), un anuncio que genera incomodidad en los

representantes religiosos (Mc 1,21-3,6) y entusiasmo popular en los más vulnerables del

pueblo (Mc 3, 7-9).

Además, el Reino predicado por Jesús provoca, convoca y llama a quienes lo escuchan a que

lo sigan y hagan parte del proyecto de Dios (Mc 1, 16-20). Seguimiento que reclama una

negación de sí mismo y la decisión libre de cargar con la cruz de Cristo (Mc 8, 34),

seguimiento que reclama la renuncia al amor particular por los familiares (Mc 2, 16-20) y su

expansión a todo el género humano, seguimiento que requiere un abandono de las posesiones

y seguridades externas (Mc 10, 17-20). Se trata de un Reino que está en plena solidaridad

con el pueblo, que busca defender la vida y la dignidad humana, que se abaja a los más

pequeños (pobres, enfermos, niños y mujeres) y sitúa en ellos el lugar privilegiado en donde

el Reino de Dios aparece visiblemente.

Un proyecto indiscutiblemente opuesto y resueltamente encaminado en una dirección

diferente al de la sociedad de aquel momento, en la que los poderosos y ricos eran los que

dominaban y gobernaban. Resulta claro que, para Marcos, a mucha gente, sobre todo a los

que encarnan los distintos poderes28, no les gustó el “modelo” de Reino que Jesús proponía.

Sobre todo, porque, como percibimos en el capítulo tres (Mc 3,1-6), Jesús puso el bien del

ser humano como criterio decisivo para que pudiéramos constatar si Dios reinaba en el

mundo y para averiguar cuál era su voluntad.

1.1.2. Las parábolas del Evangelio según San Mateo

El Evangelio de Mateo se escribió, sin duda, unos veinte años después Evangelio de Marcos.

Mateo se muestra heredero de la predicación del reino hecha por su predecesor y la modifica

según sus propias perspectivas. Llama la atención que en este Evangelio la expresión ‘Reino

de Dios’ (βασιλεία τοῦ θεοῦ) sólo se encuentra cuatro veces (Mt 12,28; 19,24; 21,31.43).

Aquí, se hablará de ‘Reino de los cielos’ (βασιλεία τον οὐρανὸν). Michel Quesnel afirma que

esto es así debido al ambiente impregnado de judaísmo al que pertenece el redactor y para el

28 Nos referimos al poder económico (Mc 10,23-25), cultural (Mc 12,38-40), social (Mc 12,18-27) y religioso

(Mc 12,27-33; 2,23-28).

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21

que escribe, un contexto en el que se evitaba pronunciar el nombre divino29.

En los primeros capítulos de este Evangelio encontramos una suerte de sumario que condensa

el proyecto de Jesús: “Jesús recorría Galilea entera, enseñando en aquellas sinagogas,

proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad del pueblo”

(Mt 4, 23). Sobre este pasaje, E. Klostermann afirma que Mateo construyó este sumario con

el objetivo de mostrar en conjunto toda la enseñanza y las curaciones de Jesús, en otras

palabras, antes de narrar los hechos concretos y de contar detalladamente, ofreció una visión

global de lo que pretendía hacer30. En efecto, el evangelista Mateo es el que más insiste en la

relación estrecha que existe entre Evangelio y Reino de Dios, repitiendo tres veces la

sentencia del “Evangelio del Reino” (εὐαγγέλιον τῆς βασιλείας)31; lo que viene a significar,

como muchos académicos han insistido, que para Mateo la ‘buena noticia del Reino’ es el

eje transversal de toda su obra32, él presentará el esbozo de la realización del Reino en el

mundo33.

En este segundo Evangelio sinóptico nos encontramos con un estilo literario sencillo, breve,

claro y organizado, según el cual se presentan los acontecimientos de forma breve, pero en

cuanto a los discursos y enseñanzas de Jesús se les dedica mucha más atención, puesto que

Jesús es caracterizado como el maestro del pueblo, que enseña el verdadero camino de la

justicia (Mt 5,20); un maestro que se enseña, sobre todo, a los maestros de la ley; un maestro

de la sabiduría34.

Estructuralmente, el Evangelio de Mateo se ha dividido según los cinco discursos sobre las

enseñanzas de Jesús, así: primero, discurso sobre el discipulado (Mt 5-7); segundo, el

discurso sobre el apostolado (Mt 9,36-10,42); tercero, el discurso sobre las parábolas (Mt 13,

1-53); cuarto, el discurso sobre la Iglesia (Mt 17,22-18,35); y, por último, el discurso sobre

29 Quesnel, Evangelio y Reino De Dios, 24. 30 Cfr. Klostermann, Das Matthäusevangelium, 31; Castillo, El reino de Dios por la vida y la dignidad de los

seres humanos, 29. 31 Las tres menciones las encontramos en Mt 4, 23; Mt 9, 35 y Mt 24,14. 32 J. Kingsbury, por ejemplo, afirma que el “εὐαγγέλιον τῆς βασιλείας” es “Mattew’s own capsule-summary of

his work” (Kingsbury, Matthew: Structure, Christology, Kingdom, 131). 33 Charpentier, Para leer el Nuevo Testamento, 93. 34 Trilling, El Evangelio según San Mateo, 7.

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22

el juicio final (Mt 23-25). Estos discursos presentan, entre sí, intervalos de narraciones que

nos ayudan a comprender el mensaje que contienen los discursos35. Esta división permite que

nosotros podamos situar, en este Evangelio sinóptico, el lugar en donde Jesús enseña a través

de parábolas, a saber, el discurso del capítulo decimotercero (1-53) en el que Jesús centra su

predicación precisamente en la revelación del Reino de Dios.

Resulta bastante sugerente que precisamente Jesús realice su predicación del Reino luego de

haber expresado que su familia traspasa los límites sanguíneos y se extiende a toda la

comunidad que realiza la voluntad de Dios (Mt 12, 46-50). Lo anterior parece visibilizar la

nueva familia de Jesús, una familia conformada por todos los discípulos del Reino de Dios.

En el decimotercer capítulo, Mateo presenta a Jesús proclamando un sermón en el que se

despliegan ocho parábolas según las cuales se revela una vez más el hilo conductor sobre el

tema principal que lleva en todo el Evangelio, la manifestación del Reino: “Aquel día salió

Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca,

se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas” (Mt 13,

1-3). Se trató de la predicación de la parábola del sembrador (Mt 13, 3-9), la parábola de la

cizaña (Mt 13, 24-30), la parábola del granito de mostaza (Mt 13, 31-32), la parábola de la

levadura (Mt 13, 33), la parábola del tesoro escondido (Mt 13, 44), la parábola de la perla de

gran valor (Mt 13, 45), la parábola de la red (Mt 13, 47-50) y la parábola del padre de familia

(Mt 13, 52).

La pedagogía de Jesús está en el contexto del anuncio de llegada, misterio y revelación del

Reino de Dios. Estas parábolas revelan ese misterio utilizando los acontecimientos cotidianos

y sencillos de los oyentes, e invitando a reflexionar y a descubrir la llegada del Reino en sus

propias vidas. Santiago Guijarro, percibe en estas parábolas “la preocupación de un pastor

que intenta animar, exhortar, y fortalecer la fe de su comunidad”36. Siguiendo al P. Mario

Peresson37, en estas ocho parábolas encontramos cuatro que hacen referencia a la novedad

del Reino (sembrador, cizaña, grano de mostaza y levadura), dos con alusión al seguimiento

35 Cfr. Roig, La Estructura Literaria del Evangelio de San Mateo, 7. 36 Guijarro, Evangelio Según San Mateo, 70. 37 Cfr. Peresson, La pedagogía de Jesús: Maestro carismático popular, 302-305.

Page 23: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

23

y al discipulado (el tesoro escondido y la perla preciosa), y otras que refieren a las exigencias

del Reino (la red y el padre de familia).

De este capítulo decimotercero, emergen algunas de las características sobre el Reino de

Dios: el proyecto del Reino es sembrado por Jesús en los hombres, pero depende siempre de

la disposición libre que cada oyente tenga para hacer germinar dicha semilla o para hacerla

perecer, porque el buen terreno representa a los hombres que reciben el mensaje del Reino,

lo entienden y producen frutos; la semilla del Reino de los cielos crece entre cizaña y por tal

motivo hay que estar atentos a la hora de la siega para no confundir el trigo con la mala

hierba, es decir, el proyecto del Reino con el proyecto del anti-reino; el Reino de los cielos

es como la levadura, es decir, fermenta con su mensaje en el corazón del hombre, pues una

vez que se ha puesto la levadura (mensaje del Reino) el proceso de fermentación (expansión

del Reino) continúa hasta que toda la masa crezca (universalización del Reino); el Reino de

Dios es como un tesoro interior, imperecedero y eterno que se encuentra inesperadamente,

se trata de un tesoro tan inestimablemente precioso que quien lo encuentra está dispuesto a

entregar por él todo lo que pudiera interferir con su plena obtención; en sintonía con lo

anterior, el Reino es como la perla de gran valor que encuentra un buscador diligente, el

Reino de Dios es, sobre todo, un descubrimiento incalculable que llena de alegría y gozo; el

Reino, también, es como una red, que atrapa a todos aquellos que escuchan su buena noticia,

pero que, sin embargo, requiere un ejercicio de conversión hacia lo bueno, puesto que ‘los

malos’ serán arrojados fuera de la red; además, quien recibe el Reino es como un padre de

familia que nutre y provee a su familia con “un verdadero tesoro”, siempre antiguo y nuevo.

Además de los rasgos del Reino de los cielos, mencionados anteriormente, Mateo también

nos manifiesta que este es un Reino que tiene poder sobre el universo material, sobre los

espíritus malignos y sobre toda enfermedad; es un Reino que trae milagros consigo 38 :

sanación de enfermos, resurrección de muertos, limpieza de leprosos, expulsión de demonios.

Asimismo, este es el Reino de los enfermos, perseguidos, agobiados, cansados, débiles (Mt

11, 28), un reino que le pertenece a los niños (Mt 19, 14), un reino que es propiedad de los

38 Los milagros de sanidad de Cristo tenían un significado triple: confirmaban su mensaje, mostraban que

verdaderamente él era el Mesías de la profecía y demostraban que, en cierto sentido, el reino ya había llegado.

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pobres en espíritu (Mt 5, 3) y de los perseguidos por causa de la justicia (Mt 5, 10).

Para Mateo, quienes anhelen ser partícipes de dicho reino deben buscar primero el Reino de

Dios y su justicia (Mt 6, 33), deben convertirse en sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5, 12-

16), deben servir fielmente a Dios (Mt 24, 45-51), poniendo sus talentos al servicio del Reino

(Mt 25, 14-30) y haciendo fructífero su trabajo en la viña del Señor (Mt 20, 1-16). Además,

no deben mirar con nostalgia hacia su pasado (Mt 9,61-62) sino, al contrario, deben salir

alegres al encuentro del novio que llega (Mt 25, 6). Los ciudadanos del Reino, sobre todo,

deben ir por todo el mundo y predicar la Buena Noticia de Jesús a toda criatura, bautizando

en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19).

1.1.3. Las parábolas del Evangelio según San Lucas

El mensaje de Lucas se caracteriza por presentar a Jesús como “el Hijo del Hombre, el ser

humano perfecto”39, describiendo de forma natural y sencilla la vida de Jesús desde su

encarnación hasta su asunción a los cielos; es un texto bastante detallista en sus narraciones

y amplía con detalles cada pasaje de sus escritos. Además, está escrito con una sencillez tal

que su redacción y su lenguaje es de fácil acceso a los más pobres, necesitados y poco

instruidos.

Lucas tiene especial interés es el que los cristianos convertidos del paganismo comprendan

la palabra de Dios y la pongan en práctica, pues así es como entraran a formar

verdaderamente parte del Reino de Dios. Lo anterior, sobre todo, porque el evangelista quería

fortalecer en sus hermanos de fe la identidad cristiana, en un entorno impregnado de

paganismo, placer y afán por las riquezas. También, como percibimos, el evangelio de Lucas

parece tener primordial interés en que el mensaje de Jesús llegue a los gentiles40.

El Evangelio de Lucas se distingue del de Marcos y Mateo en que la predicación del Reino

no se menciona al comienzo de la misión de Jesús. Este tercer evangelio sinóptico no

comienza con un sumario de la predicación de Jesús, sino que hasta el capítulo cuarto

39 Pikaza, Teología de los Evangelios de Jesús, 174. 40 Stuhlmueller, Evangelio según san Lucas, 297-298.

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encontramos la presentación de una escena inicial completa, en la que Jesús aparece en la

sinagoga de Nazaret, participando de la celebración del Sabbat, y proclamando un pasaje de

la profecía de Isaías (Lc 4, 16). En este capítulo descubrimos a Jesús anunciando el proyecto

liberador de Dios y confirmando que en él la profecía veterotestamentaria se cumplía: él ha

sido enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, proclamar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y pregonar el año de gracia del Señor.

La expresión ‘Reino de Dios’ (βασιλεία τοῦ θεοῦ) se utiliza 32 veces en Lucas. Sin embargo,

en este evangelio, al igual que en Marcos, encontramos tan sólo dos parábolas que se refieran

expresamente al Reino de Dios: el grano de mostaza (Lc 13,18-19) y la levadura (Lc 13,20-

21). Lo anterior sorprende, al ser el texto lucano el que contiene el mayor número de relatos

parabólicos, puesto que encontramos más de treinta parábolas que nos caracterizan el Reino

de Dios aún sin que en todas ellas se mencione explícitamente la palabra ‘Reino’. Estas

parábolas las podemos clasificar según el contexto espaciotemporal en el que Jesús estaba.

En primer lugar, encontramos ocho parábolas predicadas por Jesús en Galilea (Lc 4,14-9,50):

la presencia del novio (Lc 5, 34), el remiendo nuevo en el paño viejo (Lc 5, 36), el vino nuevo

en odres nuevos (Lc 5, 37-39), el ciego que pretende ser guía (Lc 6, 39-40), la edificación de

la casa en tierra firme (Lc 6, 47, 49), los dos deudores (Lc 7, 41-42), el sembrador (Lc 8, 5-

8), la lámpara (Lc 8, 16-18).

En segundo lugar, encontramos más de veinte parábolas narradas por Jesús mientras se

encontraba rumbo a Jerusalén (Lc 9,51-19,28): el buen samaritano (Lc 10,29-37), el amigo

inoportuno (Lc 11,5-8), el rico insensato y necio (Lc 12, 16-21), los servidores vigilantes (Lc

12, 35-38), el amo de la casa (Lc 12, 39-40 ), el administrador y los siervos culpables (Lc

12,41-48), la higuera estéril (Lc 13,6-9), el grano de mostaza (Lc 13,18-19), la levadura (Lc

13, 20-21), la puerta estrecha (Lc 13,24-30), la gran cena (Lc 14, 15-24), la edificación de la

torre (Lc 14, 28-30), el rey en guerra (Lc 14, 31-34), la sal (Lc 14,34-35), la oveja descarriada

(Lc 15, 4-7), la dracma perdida (Lc 15,8-10), el hijo prodigo (Lc 15,11-32), el administrador

infiel (Lc 16,1-8), el rico epulón y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31), el juez y la viuda (Lc 18,1-

8 ), el fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14), las minas (Lc 19,11-27).

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26

En tercer lugar, encontramos dos parábolas expuestas por Jesús en Jerusalén (Lc 19,29-

21,38): los pérfidos viñadores (Lc 20, 9-19) y la higuera (Lc 21, 28-33).

De este ingente compendio parabólico, sin duda, emergen no pocas claves de comprensión y

características importantes sobre el Reino de Dios. Aquí, no pretendemos concentrarnos en

una exegesis profunda de cada una de las parábolas, sino presentar los rasgos del Reino que

se visibilizan con notoriedad en la predicación de Jesús.

Por un lado, en las parábolas contadas en Galilea percibimos que el Reino de Dios es una

completa novedad que trae alegría, paz, gozo y luz; es un Reino que está construido sobre

tierra firme, y su Soberano perdona y salva a los que creen en él; es un Reino que sólo tiene

por guías a aquellos que han visto, conocen y viven bajo reinado.

Por otro lado, mientras peregrina hacia Jerusalén, Jesús presenta el Reino de su Padre como

un reinado de misericordia, generosidad y amor, en el que se curan las heridas de los más

débiles, y en el que los pobres y los enfermos (mancos, ciegos, cojos, etc.) son los invitados

de honor al banquete que allí se ofrece. Además, se trata de un Reino que da al que pide, que

puede ser hallado por quien lo busca y que responde a quienes tocan a su puerta. Es un Reino

que progresivamente crece y se extiende, buscando cobijar cada vez a más personas. Es un

Reino al que se accede por la puerta estrecha. Es un Reino que exige de sus ciudadanos

vigilancia, fidelidad, prudencia y servicio; en una palabra, desea que todos produzcan frutos,

pues anhela que sus ciudadanos sean sal del mundo, buscadores de justicia, instrumentos de

misericordia, que, sobre todo, vayan tras los perdidos y descarriados y les muestren el

Camino.

Estando en Jerusalén, Jesús nos presenta la parábola de los viñadores asesinos que ha

aparecido también en los otros evangelios sinópticos41. En esta parábola encontramos cómo

la viña del Señor ha sido mal administrada por sus viñadores, puesto que ellos han asesinado

a los mensajeros del Dueño de la viña y hasta al Heredero. Frente a esta situación, ¿qué hará

el dueño de la viña? (Lc 20,15). En consecuencia, Dios, el Dueño de la viña, enviará a nuevos

41 Esta concordancia la encontramos entre estos tres pasajes: Mc 12,1-11; Mt 21, 33-46; Lc 20,9-18.

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27

mensajeros y entregará su viña a la administración de nuevos viñadores.

Esta parábola, leída bajo la amplia perspectiva del Reino de Dios, parece referirnos al

propósito lucano de presentar la universalidad del evangelio del Reino que se extiende hacia

todo ser humano, sin importar su raza, pueblo y nación; además, según el actuar de Jesús en

Jerusalén, parece estar relacionada con la antecedente expulsión de los mercaderes del templo

y con la fuerte crítica a los sumos sacerdotes y a los doctores de la ley, pues son precisamente

estos representantes de la religión los que, al escuchar esta parábola, huyen por miedo. Es un

fuerte llamado de atención a los religiosos, a la tergiversación que han hecho del mensaje y

al antitestimonio que han dado del Reino.

Esta parábola está en sintonía con la de la higuera, puesto que allí se evidencia cómo ha

llegado el tiempo del advenimiento del Hijo del hombre, tiempo en el que se comprenderá

que el Reino de Dios ha llegado para transformar la historia, gobernando eternamente frente

al antireino.

1.2. El Reino de Dios en el Evangelio de San Juan

Además de los evangelios sinópticos, en este cuarto evangelio, nos encontramos con dos

pasajes que nos refieren explícitamente al Reino de Dios: por un lado, el diálogo de Jesús

con Nicodemo y, por otro lado, el interrogatorio de Jesús ante Pilato. Detengámonos

rápidamente en cada uno de ellos.

Sólo en dos casos aparece la expresión “Reino de Dios” en el Evangelio según San Juan, y

estas dos referencias se encuentran en la perícopa en la que se narra la conversación de Jesús

con Nicodemo (Jn 3, 1-21). Las dos formulaciones son: “ver el reino de Dios” (ἰδεῖν τὴν

βασιλείαν τοῦ θεοῦ) y “entrar en el reino de Dios” (εἰσελθεῖν εἰς τὴν βασιλείαν τοῦ θεοῦ). Esta

vez no es a través de parábolas, sino en un ‘ahora’ específico y a una persona concreta. Aquí

se nos presenta una invitación a ir al principio, un re-comenzar, un proceso de crecimiento y

transformación, un nuevo modo de existencia. Jesús invita a Nicodemo a nacer de nuevo, ‘de

lo alto’, es decir, a nacer del Espíritu. Este nuevo nacimiento se convierte en la condición

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28

necesaria para ‘ver’ y ‘entrar’ en el Reino de Dios42.

Resulta insinuante que Jesús le hable a Nicodemo de la necesidad de “nacer del agua y del

Espíritu” (Juan 3, 3-8), pero aún más que este gran intelectual y conocedor de la ley no sea

capaz de comprender de qué habla el Maestro. Por eso, como apunta Stanislaw Grygiel,

“Cristo no le ahorra un comentario irónico, que nunca se permitió con las mujeres: ‘Tú eres

maestro de Israel y ¿no sabes estas cosas?’ (Jn 3,10)”43. A la luz de este gesto podemos

ratificar lo que ya hemos percibido en los evangelios sinópticos, a saber, que el Reino no es

un asunto que se alcance con erudiciones y estudios intensivos, sino que su comprensión es

un misterio y un don que Dios da gratuitamente a quienes tengan el corazón dispuesto para

recibirlo.

Luego de haber transitado por los tres evangelios precedentes, podemos afirmar que, por un

lado, ‘ver’ el Reino de Dios no es otra cosa que caer en la cuenta del obrar de Dios en la

historia, de percibir cómo el proyecto del Reino trae consigo milagros, sanación,

restauración, salvación y novedad; se trata de un descubrimiento del poder de Dios. Y quien

decide seguir este proyecto, sin duda, deberá dejar atrás todo lo viejo para ver ‘lo nuevo’ del

Evangelio. Esto implica una conversión, es decir, un cambio de mirada, un cambio de sentido

vital, puesto que se trata del abandono del dominio y esclavitud del anti-reino, para optar por

la libertad del Reino de Dios.

En lo anterior, se percibe un entramado relacional directo entre “ver el Reino” y “entrar en

el Reino”, pues sólo cuando hemos visto el proyecto de Dios podemos encaminarnos hacia

él y entrar a formar parte de él. En suma, el ‘ver’ nos marca el camino para ‘entrar’, camino

que comienza con el nuevo nacimiento, con el retorno al vientre de la divinidad, en donde

podemos iniciar una nueva vida configurada con los sentimientos de Cristo: una

configuración sacramental, un bautismo en el que morimos con Él, para vivir con Él. Este

42 Recordemos las palabras de profeta Ezequiel: “Te rociaré agua limpia, y tú estarás limpio. Te limpiaré de

todas tus impurezas y de todos tus ídolos. Te daré un nuevo corazón y pondré un nuevo espíritu en ti; Quitaré

de ti tu corazón de piedra y te daré un corazón de carne. Y pondré mi Espíritu en ti y te moveré a seguir mis

decretos y tener cuidado de guardar mis leyes” (Ez 36, 25-27). 43 Grygiel, Mi dulce y querida guía, 23.

Page 29: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

29

camino hacia la ‘entrada’, entonces, se manifiesta como una actividad dinámica y progresiva

en la que el ser humano va, como Nicodemo, venciendo la resistencia de una lógica

demasiado humana y egoísta para penetrar en el sentido espiritual de las enseñanzas de Jesús,

volviendo a ser como niños44.

Ahora bien, en el capítulo dieciocho de este cuarto evangelio nos encontramos con el

interrogatorio que Poncio Pilato le realiza a Jesús sobre su realeza (Jn 18, 37): “Entonces,

¿eres rey?”, a esta cuestión Jesús puede, por tanto, declarar: “Tú lo dices: Yo soy Rey” (Σὺ

λέγεις ὅτι βασιλεύς εἰμι). Este es el único pasaje en todo el Evangelio en que Jesús se reconoce

como Rey, y en donde, además, presenta resueltamente su misión: “Yo para esto he nacido,

y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la

verdad, oye mi voz” (Jn 18, 37).

Que Jesús se identifique como Rey y que afirme que su Reino no es de este mundo es una

explicitación de que el Reino de Dios, también llamado Reino de los Cielos, es el Reino de

Jesús y que, en consecuencia, todo lo que ha realizado con sus obras y lo que ha dicho en sus

predicaciones no ha sido otra cosa que manifestar su propio reinado, un reinado que lo ha

conducido a la cárcel y que lo llevará por la vía dolorosa a su trono, la Cruz. Allí, en la Cruz,

Jesús define la naturaleza de su realeza, una realeza en oposición a las monarquías de este

mundo, una realeza de amor y misericordia, una realeza con un origen que no es terreno: “mi

reino no es de este mundo” (ἡ βασιλεία ἡ ἐμὴ οὐκ ἔστιν ἐντεῦθεν); con su crucifixión, los

discípulos comprenderán el sentido último de las palabras con que el mismo Rey los invitó a

ser parte de su reinado: “sígueme” (Mc 8, 34; Mt 10, 38; Mt 16, 24, Lc 14, 27; Jn 21, 19).

1.3. El Reino de Dios en San Pablo

El Reino de Dios aparece en el corpus narrativo de San Pablo en relación con el tema

característico de su pensamiento y de su mensaje, a saber, la “justicia de Dios” (δικαιοσύνῃ

44 Este ‘volver a ser como niños’ en este contexto del diálogo de Jesús con Nicodemo nos resulta más

comprensible al considerar la noción de ‘engendramiento’ del Maestro Eckhart: “Dicho engendramiento se

hace vida en las vicisitudes humana, pues en ellas el ser humano va encontrándose con una presencia viva que

lo lleva a participar en la vida trinitaria. Esto es lo que Eckhart llama nacimiento continuo, divinización

constante y presencia permanente de Dios”. Bernal, Reino de Dios y kénosis en el Maestro Eckhart.

Lineamientos para una reflexión teológica contemporánea, 34.

Page 30: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

30

τοῦ Θεοῦ). En las epístolas paulinas, la expresión “Reino de Dios” se usa explícitamente once

veces45, en las que parece que esta expresión evangélica se identifica con tres características

particulares: se trata de un Reino que tiende a desplazarse hacia el futuro, un Reino que tiene

una vinculación con el ‘poder’, y un Reino que se presenta en términos morales 46 .

Consideremos con detenimiento estas tres características.

La primera característica hace referencia al ámbito ‘temporal’ del Reino comprendido por

San Pablo de una manera particular, puesto que de las once menciones que citamos

anteriormente sólo tres se refieren al contexto de la vida presente. En la epístola a los

romanos, Pablo afirma que “el Reino de Dios no consiste en comida ni en bebida, sino en

justicia, paz y gozo” (Rm 14, 17); en la primera carta a los cristianos de Corinto, afirma este

Reino “no se manifiesta en palabrería, sino en fuerza” (1 Co 4, 20); y, en la carta a los

colosenses hay una alusión directa a aquellos colaboradores de Pablo en la tarea del Reino

(Col 4, 11). En las demás menciones, el Reino aparece en términos de ‘lo futuro’, es decir,

en términos escatológicos que refieren al fin de los tiempos; con esto, San Pablo está

considerando el momento en que el Hijo de Dios le entregue el Reino al Padre de manera

definitiva, en la perspectiva del relato apocalíptico. Aunque sobre esta cuestión ha habido un

gran debate teológico, en una perspectiva amplia se visibiliza cómo la narrativa paulina busca

presentar el Reino de Dios como un proyecto que no ha acabado, sino que reclama un

compromiso que comienza en esta vida y se extiende hasta la futura, en donde alcanza su

plenitud y perfección con la entrega que hace el Hijo al Padre.

La segunda característica nos lleva a considerar el poder del Reino de Dios. San Pablo afirma

que este poder o fuerza es de Dios y no es otra que la manifestación de la fuerza del Espíritu

Santo que hace eficaz el mensaje del Reino. Este poder del Reino no se puede considerar al

margen de la locura de la Cruz (1 Co 1,25), ni de la vulnerabilidad humana, puesto que

precisamente cuando el ser humano se reconoce débil y frágil es que Dios muestra su poder

y capacidad de fortalecerlo (2 Cor 12, 2). Ahora bien, este poderío del Reino también está

45 Rm 14, 17; 1 Co 4, 20; 6, 9-10; 15, 24-25.50; Ga 5, 19-21; Ef 5, 3-5; Col 1, 11-14; 4, 11; 1 Ts 2, 10-12; 2 Ts

1, 4-5. 46 Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 250.

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31

relacionado con la perspectiva escatológica que mencionábamos en la característica anterior,

debido a que el apóstol está considerando aquel momento culminante en el que Cristo haya

vencido todo principado y toda autoridad, poniendo bajo sus pies a todos los enemigos del

Reino, es decir, a los partidarios del anti-reino (1 Co 15, 24-25).

La tercera característica nos sitúa en el que ha sido el principal rasgo del corpus paulino, a

saber, el tono moralizador de su narrativa 47 . San Pablo insiste transversalmente en su

predicación en la necesidad que tienen los cristianos de vivir una vida “santa, justa e

irreprochable (...) de manera digna de Dios que os llamó a su Reino y a su gloria” (1 Ts 2,

10-12). Es motivado por este propósito que percibimos la identificación de los vicios carnales

como el mayor obstáculo que tienen los cristianos cuando desean vivir el proyecto del Reino.

Constantemente nos encontramos con catálogos de los vicios que eran constantes en su

época, estos están relacionados, sobre todo, con la perversión sexual y con los delitos en

contra del prójimo (1 Co 5, 10-11; 2 Co 12, 20-21; Rm 1, 29-31; 2, 21-24; Ga 5, 19-21, Ef 4,

31). Estos vicios, en efecto, incapacitan a los hombres para “heredar el Reino de Dios” (1 Co

6, 9-10; Ga 5, 19-21).

A la luz de los evangelios sinópticos comprendíamos cómo los obstáculos más frecuentes

contra el Reino de Dios venían del poder y del dinero, y por eso se hacía necesario que

quienes quisieran hacer parte de este proyecto anunciado por Cristo tenían que ser como

niños, dejar todas sus posesiones y tomar la Cruz. Ahora, quizás por la situación cultural, San

Pablo se dedica a proclamar la necesidad de vencer las “obras de la carne” (Ga 5, 19) y

trabajar en el fortalecimiento del espíritu, es decir, de “ser arrebatado de la esfera de la carne

y ser trasladado a la del espíritu”48. Esto, sin duda, es todo un proceso vital, de purificación

y de configuración con los sentimientos de Cristo; se trata de comprender que hacemos parte

de un Reino por el que el hombre viejo fue crucificado, a fin de que cesáramos de ser esclavos

del pecado, y con Cristo hemos resucitado a una vida nueva que es un vivir para Dios. Vivir

47 La radicalidad exigida por el reino de Dios guarda una estrecha semejanza con la radicalidad exigida por el

seguimiento de la persona de Jesús (Mc 1, 16-20; 10, 17-27). Cfr. Aguirre, Reino de Dios y compromiso ético,

79. 48 Gnilka, Teología del Nuevo Testamento, 64-65.

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32

moralmente, vivir para Dios, es actuar conforme a nuestro ser cristiano, a nuestro ser

resucitado. Aquí interviene la liberación por el Espíritu, una moral pascual.

A la comunidad de Tesalónica, que fue la primera destinataria de las cartas de San Pablo, él

les va a exponer cuál es la vida que agrada a Dios en la pureza, en el trabajo y en el amor

fraternal (1 Tes 4). A los gálatas, tentados de judaizar, el apóstol va a explicarles con detalle

la diferencia radical entre los “frutos del Espíritu” y las “obras de la carne” (Gal 5). A la

comunidad de Corinto, sobre todo, les exhorta a vivir a plenitud el amor cristiano, que resulta

radicalmente distinto al de Afrodita, diosa que se veneraba en dicha nación. A los romanos,

pueblo helenístico, les recuerda que la fuerza salvadora de Dios es la que actúa en el hombre

por medio de la fe en Jesucristo, y que el cristianismo no consiste en un mero esfuerzo

humano, sino que la gracia de Dios es la que sana, perfecciona, santifica y ordena la vida

humana.

En suma, el centro del mensaje paulino es el misterio de Cristo muerto y resucitado, pues en

Jesucristo los seres humanos encuentran un guía, un testimonio, un maestro, un salvador, un

rey. Él, que fue obediente hasta la Cruz fue exaltado por Dios, así que adhiriéndonos a Él en

el bautismo y en la eucaristía (memorial de la Cruz), encontraremos la fuerza para morir al

orgullo y al malsano amor propio que tratan continuamente de hacernos desertar del proyecto

del Reino. Solo en Cristo los seres humanos hemos alcanzado sabiduría, justicia,

santificación y redención, así que todo el que quiera unirse a su Reinado deberá vivir con

Cristo y en Cristo, hasta afirmar al unísono “no vivo yo, sino que es Cristo el que vive en mí”

(Gal 2, 20).

1.4. El amplio mensaje del Reino de Dios

Como síntesis de este primer capítulo sólo podemos manifestar nuestro asombro frente a un

Dios que ha puesto en marcha todo un proyecto para establecer su Reino en la historia. Sin

duda, quedan todavía muchos otros rasgos del Reino de Dios por presentar, pero el recorrido

que hemos realizado por los evangelios sinópticos, por el cuarto evangelio y por el corpus

paulino nos permite ampliar nuestra visión sobre este proyecto de Dios.

Page 33: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

33

Con certeza, reconocemos que, si bien este acercamiento a los textos sagrados es de suma

importancia en la comprensión del mensaje del Reino, resulta aún más urgente propender un

encuentro personal con Jesús y su mensaje. Un mensaje que es mucho más que una teoría,

un mensaje que no será verdadero si no es transformador de la existencia. El mensaje del

Reino, que es el mensaje central que nos comunica Jesús, nos revela una convicción

profunda, una pasión que anima el eje de su actividad: la vida entera de Jesús. Una vida en

la que descubrimos los rasgos esenciales del Reino, su verdadero significado y su fuerza:

caridad, obediencia, entrega y servicio; porque conocer a Jesús es conocer el Reino de Dios.

Con la exposición realizada en este primer capítulo surgen en nosotros abundantes preguntas

que nutren nuestra investigación y nos animan a emprenderla con mayor determinación.

Aunque hemos conocido ‘algo’ del Reino de Dios, este ingente proyecto del Reino sigue

mostrándosenos como un misterio que Dios nos comunica y nos entrega. Se trata de un Reino

que no es un ‘lugar’ en el que reina a través una suerte de nueva teocracia, ni es algo

simplemente jurídico y sostenido por unas leyes humanas que ‘obligan’ a creer. Es mucho

más. Se trata de un cambio en el ser humano, de una nueva manera de existir, de una nueva

manera de vivir y de comprender el mundo. Y es en este contexto que comprendemos cómo

allí donde la historia de los hombres continúa inalterable, no ha llegado Cristo Resucitado, y

no se ha comprendido el nuevo orden del Reinado de Dios, un orden que abarca integralmente

lo espiritual, lo afectivo, lo social, lo cultural, lo moral, lo religioso y lo político. Un Reino

que se construye en el día a día, en el hoy, en el presente. Un Reino que hace renacer la

esperanza en que ‘otro’ mundo sí es posible y en que somos los seres humanos, receptores

del mensaje del Reino, los que tenemos que trabajar incansablemente en este proyecto.

Jesús sigue sugiriéndonos un estilo de vida según el Reino de su Padre. Un reino que no

pretende sólo la conversión individual de cada persona, Él proclamó en todos los pueblos y

aldeas un nuevo modelo de comportamiento humano y social, porque veía a la gente

angustiada por las necesidades más básicas: pan para llevarse a la boca, agua para calmar su

sed, vestido con que cubrir su cuerpo, techo en donde dormir, ungüento para sus heridas, etc.

Jesús entiende que sólo cuando los seres humanos entren en la dinámica del Reino de Dios

todas aquellas situaciones pueden cambiar de una vez para siempre: “Buscad más bien el

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34

Reino de Dios y esas cosas se os darán por añadidura” (Lc 12, 22.31; Mt 6, 25).

Este es el asunto que ha motivado nuestra investigación, pues luego de más dos mil años,

seguimos evidenciando la sed de Reino de Dios, y cómo aún a muchos hombres nos cuesta

comprometernos radicalmente con este proyecto. Sigue habiendo injusticia, desigualdad,

sufrimiento, guerra, esclavitud, marginación, violencia, dominación, hambre, explotación,

desplazamiento y muerte, y han pasado más de dos milenios desde que se nos anunció la

buena noticia del Reino. ¿Qué ha pasado? Sin duda, aunque se nos ha predicado el mensaje,

hemos sido tierra infértil, lentos para entender, faltos de diligencia para hacer de nosotros

seguidores radicales del Reino. Sin embargo, hoy la buena noticia del Evangelio sigue

animándonos a buscar el Reino de Dios, a creer en la posibilidad de hacer de este mundo un

lugar mejor, en el que los seres humanos puedan, por fin, vivir según el reinado de Dios.

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Capítulo II: El Reino de Dios en la obra de José María Castillo

En el primer capítulo describimos la comprensión del Reino de Dios y el compromiso con

sus exigencias como un asunto primordial en la vida cristiana; es por este motivo que, en este

segundo capítulo, profundizaremos en la ingente obra de José María Castillo Sánchez49,

teólogo contemporáneo, pues allí nos encontramos con un pensamiento que se ha construido,

precisamente a partir de la noción de Reino de Dios. José María Castillo ha publicado más

de cuarenta libros y, todavía hoy, resulta dispendioso recopilar la totalidad de su obra, pues

aún continúa publicando con cierta periodicidad artículos y libros. Sin embargo, de acuerdo

con nuestro propósito, aquí buscaremos describir las características del Reino de Dios que

presenta nuestro autor en algunas de sus obras más representativas: El seguimiento de Jesús

(1983), Teología para comunidades (1990), Espiritualidad para comunidades (1995), El

Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos (1999), Víctimas del pecado

(2004), La humanidad de Jesús (2016) y Evangelio marginado (2019).

Con base en estas obras, el Reino de Dios es seguimiento de Jesús y liberación del hombre;

es utópico y se realiza en la historia a través del servicio; es proclamación de una buena

noticia; es un proyecto de vida y de dignidad para los seres humanos; es una vivencia

espiritual, comunitaria y eclesiológica; es compadecerse ante el dolor del prójimo, aliviar el

sufrimiento humano y sanar la fractura social; es profunda humanidad arraigada en Dios; es

una opción preferencial por los hombres del pueblo humilde y sencillo; es conversión y

configuración con Cristo; es un mensaje que resulta incómodo para la mayoría de hombres,

sobre todo, porque invita a un ejercicio de servicio, entrega y humildad; es un anuncio que

se comprende bajo la articulación entre mística y revolución; es una experiencia vital que

nace del encuentro con Jesús, con su vida, sus acciones, su Palabra. Es un camino todavía

por recorrer.

49 José María Castillo Sánchez nació en Puebla de Don Fadrique, Granada, el 16 de agosto de 1929. Fue

sacerdote católico de la Compañía de Jesús hasta 2007; todavía hoy, sigue siendo reconocido como escritor e

influyente teólogo con una amplia producción. Una buena parte de su biografía es narrada por el mismo Castillo

en “Mi itinerario teológico”, capítulo octavo de Panorama de la teología española, libro editado por Juan Bosch

Navarro (1999).

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36

Además de lo anterior, José María Castillo nos dice una palabra a propósito de lo que no es

Reino de Dios:

El reino de Dios no es un mero proyecto de justicia social o un programa de mejora de condiciones

de vida en este mundo. El reino de Dios incluye todo eso. Pero nunca debemos olvidar que se

trata de reino de Dios, es decir, Dios es el que quiere que las cosas cambien, es decir, es Él el que

está empeñado en que la sociedad en que vivimos sea una sociedad digna del hombre, porque Él

es el Padre de todos los pobres y desamparados de este mundo. Por lo tanto, el Reino tiene una

dimensión transcendente, que es su razón de ser y su última explicación. Por otra parte, el reino

de Dios se basa en una mística, la mística de la adhesión personal a Jesús. Queremos que la

sociedad cambie y que los pobres sean los primeros porque seguimos a Jesús, de tal manera que

ese seguimiento es lo que nos humaniza y nos hace descubrir la dignidad de todo ser humano, de

toda persona y de toda criatura50.

Ahora bien, con estos rasgos generales y sintéticos de lo que es y de lo que no es el Reino de

Dios, según la perspectiva de José María Castillo, demos lugar a la exposición de las

características más relevantes del Reino en las obras seleccionadas del ingente pensamiento

de nuestro teólogo español.

2.1. El Reino de Dios es seguimiento de Jesús y liberación del hombre

En El seguimiento de Jesús, Castillo presenta con claridad la relación fundamental que existe

entre el seguimiento de Jesús y la liberación del hombre, puesto que seguir a Jesús es

comprometerse con la tarea de la liberación, sobre todo, del propio sujeto, rompiendo con

todo lo que sea señal de opresión, esclavitud y dominación51. Asimismo, el seguimiento de

Jesucristo implica también un compromiso con la tarea de la liberación de todos los

oprimidos, todos los que carecen de luz, de libertad y de autonomía. Como sostiene nuestro

teólogo español, el seguimiento de Jesucristo debe entenderse como una radical ruptura con

50 Castillo, Espiritualidad para comunidades, 56. 51 Castillo, El seguimiento de Jesús, 153.

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37

todo lo que represente opresión; el seguimiento de Jesús es un compromiso de liberación que,

antes que nada, se refiere a este mundo y es para este mundo52.

Con lo anterior, no se pretende otra cosa, sino que dejar manifiesto que el Reino de Dios no

refiere tanto a la vida eterna cuanto a una realidad que está en este mundo y esa realidad no

es otra que la comunidad de los que siguen a Jesús. De ahí que la alegría y el gozo sean

considerados como los rasgos más importantes que deben manifestarse en la vida de los

seguidores de Jesús, incluso en medio de los peligros y persecuciones. Por lo tanto, la alegría

del seguimiento es tan fuerte que nada ni nadie puede arrebatarla, dado que resulta

equivalente a la enseñanza que contiene la parábola del tesoro (Mt 13, 44): encontrar el Reino

de Dios es encontrar una alegría tan grande que por eso el hombre es capaz de abandonar

todo lo que tiene.

Según Castillo, las exigencias del seguimiento de Jesucristo no son un medio para conquistar

el Reino de Dios, sino el resultado que se sigue del haber encontrado a Jesús; así, se enfatiza

en que el verdadero seguimiento de Jesús se realiza en una empresa comunitaria y social,

porque es el esfuerzo constante por conseguir que el Reino de Dios sea efectivo en este

mundo, y sabemos que hablar del Reino de Dios es hablar de una sociedad digna y humana.

El Reino de Dios, entonces, deviene proyecto histórico, pues es Dios el que se manifiesta

como el Señor de la historia. Dentro de este movimiento teológico que busca descubrir el

sentido del Reino de Dios se sitúan las teologías más originales e influyentes que han surgido

después del Concilio Vaticano II, a saber, la teología de la esperanza, la teología política y la

teología de la liberación, teologías a las que nuestro autor se suscribe con apasionada

radicalidad.

2.2. El Reino de Dios es utópico y se realiza en la historia a través del servicio

Como manifestamos al finalizar la anterior característica, el Reino es un proyecto histórico.

José María Castillo afirma que el proyecto del Reino de Dios es siempre utópico, es decir,

siempre tiene algo que no se realiza plenamente en la historia, debido a que este proyecto

52 Castillo, El seguimiento de Jesús, 175.

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38

apunta a una meta de gran perfección que será siempre algo que se escapará de las fuerzas

humanas y de la condición histórica del hombre; se trata, en efecto, de un proyecto que

además de ser histórico, va más allá de la historia, siendo también “metahistórico”. Sin

embargo, la historia misma ha evidenciado cómo siempre ha habido hombres que han

buscado acercarse a este Reino más plenamente53; además, este proyecto del Reino tiene que

surgir de la conversión de los corazones y de las conciencias, puesto que el reinado de Dios

se hará realidad en la medida en que haya seres humanos que cambien radicalmente su propia

mentalidad, su escala de valores, su apreciación práctica y concreta por el dinero, el poder y

el prestigio54.

Castillo enfatiza en que, en la comunidad de seguidores de Jesús, se exige una actitud

fundamental: el servicio a los demás. Para darle peso a la afirmación anterior, se hace

necesario que recordemos un pasaje del Evangelio de Mateo: “Sabéis que los jefes de las

naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen. No será así entre vosotros. Al contrario,

el que quiera subir, sea servido vuestro; y el que quiera ser el primero, sea esclavo vuestro.

Igual que este hombre no ha venido a que le sirvan sino a servir y dar su vida en rescate por

todos” (Mt 20, 25-28). Sin duda, Jesús no tolera que alguien se imponga sobre la comunidad,

porque, al contrario, en el Reino que predica Jesús es condición primordial el ponerse en el

último lugar: “Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como estos chiquillos, no entraréis

en el reino de Dios; o sea, cualquiera que se haga tan poca cosa como el chiquillo este, ése

es el más grande en el reino de Dios” (Mt 18, 3-5). A la luz del Evangelio se percibe la

manera en que el Reino se debe ir desarrollando en la historia, pues como afirma nuestro

autor

Jesús ofrece una alternativa al modelo de convivencia y de sociedad en que vivimos. Frente a la

convivencia y a la sociedad basada en el tener, el poder y el subir, Jesús ofrece la alternativa de

la comunidad cristiana, basada en el compartir, el servicio y la solidaridad55.

53 Cfr. Castillo, Teología para comunidades, 109. 54 Ibídem. 55 Ibíd., 123.

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39

José María Castillo evidencia cómo, en estos tiempos contemporáneos, las comunidades

piensan y quieren que el asunto del Reino de Dios no sea solamente un tema de investigación

para los estudiosos, ni solamente una cuestión prominente en el discurso de los predicadores

ilustrados, sino que, sobre todo y ante todo, sea el principio organizativo determinante para

el concreto funcionamiento de la Iglesia. Esto implica hacer memoria del contexto particular

en el que Jesús presentó el Reino como una buena noticia.

2.3. El Reino de Dios es la proclamación de la buena noticia

En el libro Espiritualidad para comunidades nos llama la atención especialmente el capítulo

segundo, en el que José María Castillo presenta el Reino de Dios como el proyecto

fundamental de Jesús56. Según nuestro autor, Jesús tenía conciencia de haber sido enviado

exactamente para eso, para proclamar con su vida la llegada del Reino de Dios; en este

sentido, José María Castillo hace eco de la perícopa en la que se resume la actividad de Jesús

en Galilea: “Recorría Jesús todos los pueblos aldeas, enseñando en las sinagogas,

proclamando la buena noticia del reino y curando todo achaque y enfermedad” (Mt 9, 35)57.

Ahora bien, como se trata de presentar el proyecto del Reino de Dios, nuestro teólogo español

afirma oportunamente que

toda persona que quiera centrar su vida y sus aspiraciones en lo que se centró Jesús, tiene también

que asumir el proyecto fundamental del Reino. Todo lo que no sea esto, por mucha piedad y por

mucha entrega que conlleve, será vivir desorientado, desde el punto de vista evangélico58.

José María Castillo acentúa que, con frecuencia, en la Iglesia se derrochan raudales de buena

voluntad y de generosidad en el empeño por la propia santificación y por la propia perfección;

sin embargo, lo que se consigue con esto es que las personas se concentren en sí mismas, y

fomenten, sin darse cuenta, una suerte de egoísmo refinado y narcisista. En este orden de

ideas es que podemos comprender que el anhelo, la pasión y el empeño por el reinado de

Dios, que es un proyecto histórico, cultural, social, religioso y, por tanto, trascendente, puede

56 Castillo, Espiritualidad para comunidades, 41. 57 Cfr. Ibíd., 45. 58 Ibíd., 46.

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40

ayudarnos a salvar nuestra espiritualidad59. Castillo se pregunta en múltiples ocasiones por

el quid del Reino de Dios y afirma que, por sorprendente que parezca, Jesús nunca lo define

y ni siquiera explica en qué consiste el reinado de Dios, porque Él lo da por supuesto; no

obstante, sí podemos relacionar el Reino de Dios con una de las características que le

atribuían los israelitas a su rey, a saber, la justicia. El rey era “el que establecía e implantaba

la justica en el mundo, tal como se describe en el retrato del rey ideal, en los Salmos 45 y

72”60.

Ahora bien, otro asunto a considerar sobre el Reino de Dios es que la proclamación de este

proyecto implica inevitablemente la persecución, tal y como lo manifiesta la última

bienaventuranza del Sermón del monte relatado en el capítulo quinto del Evangelio según

San Mateo: “Dichoso los que viven perseguidos por su fidelidad, porque esos tienen a Dios

por rey” (Mt 5, 10). Por eso, según J. M. Castillo, una Iglesia que no es perseguida, sino

aplaudida, “tiene que preguntarse seriamente si está de parte del reinado de Dios o es otra

cosa lo que busca”61.

Un análisis profundo de la predicación de Jesús hace patente la manera en que son las

parábolas las que nos presentan con mayor detalle el Reino de Dios, un Reino que viene a

subvertir las situaciones establecidas, las posiciones más seguras del sistema social, político

y religioso. El Reino de Dios, en efecto, se dirige atentamente hacia los pobres, los

marginados, los pecadores y hacia todos aquellos que no se sienten seguros; mientras que

desautoriza a los que están arriba en el status social y religioso. En este sentido, el mensaje

de las parábolas desmonta la falsa ideología de los ricos, los poderosos, los que mandan y

dominan, los que creen que llevan una conducta intachable62; sin duda, el Reino pregonado

por Jesús es un magníficat de la humildad y la pequeñez: “dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de

bienes y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1, 52-53).

59 Castillo, Espiritualidad para comunidades, 46. 60 Ibíd., 47. 61 Ibíd., 51. 62 Ibíd., 55.

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41

2.4. El Reino de Dios es un proyecto de vida y de dignidad para los seres humanos

El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos es el libro que más nos

interesa de José María Castillo, al ser esta la obra en la que nuestro teólogo español

explícitamente se ocupa del Reino de Dios; además, es una obra que, según nuestra

consideración, recopila sintéticamente la investigación teológica del autor durante el siglo

XX y da apertura a su quehacer teológico en este nuevo milenio. Desde su título, Castillo ya

nos presenta dos grandes características del Reino: el proyecto de Jesús está motivado por la

vida y la dignidad de los seres humanos. En esta magistral exposición, de casi quinientas

páginas, resulta impactante evidenciar la manera en la que el Reino de Dios es identificado,

desde la dedicatoria de este libro, con el Reino de “los nadies” que Eduardo Galeano presenta

en El libro de los abrazos (1989):

Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados,

corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan

idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino

artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos

humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran

en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos

que la bala que los mata63.

A gran escala, percibimos que la exposición de este libro de nuestro teólogo español se

despliega en tres grandes partes: la primera parte, se ocupa de considerar la noción de Reino

de Dios en los Evangelios Sinópticos, enfatizando sobre todo en algunas claves para entender

esta noción evangélica y en el carácter conflictivo de dicha expresión; la segunda parte, nos

presenta el Reino de Dios en la Teología de San Pablo; y, la tercera parte, desarrolla

detalladamente las consecuencias de dicha noción para la Iglesia y la espiritualidad, con el

propósito de animar a repensar la espiritualidad en clave del Reino de Dios y, más aún, una

63 Galeano, El libro de los abrazos, 59; Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres

humanos, 11.

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Iglesia desde el Reino de Dios. Esta tercera parte es la que queremos detenernos con especial

atención, pues las dos anteriores ya las hemos tratado con profundidad en el primer capítulo.

En la presentación de la tercera parte de esta obra, una palabra toma vital importancia, a

saber, ‘repensar’; puesto que el propósito del autor es ‘repensar’ la espiritualidad y la

eclesiología desde el mensaje evangélico del Reino de Dios. Pero ¿qué significa ‘repensar’?

El teólogo Andrés Torres Queiruga, en su caracterización de los retos que el nuevo milenio

trae para la teología, afirma que este ‘repensar’ consiste en

hacer patente la radical novedad del horizonte en que la entrada de la modernidad ha situado a la

religión; en consecuencia, insiste en la necesidad verdaderamente apremiante de que la teología

afronte con decisión el necesario cambio de paradigma, emprendiendo la reconstitución de sus

coordenadas generales y repensando todos y cada uno de sus grandes problemas a la luz de la

nueva situación64.

Tanto Castillo como Queiruga advierten que uno de los grandes peligros que acechan el

pensamiento teológico contemporáneo es el de construir teologías ‘bonitas’, es decir,

teologías que, en lugar de repensarlo todo en los marcos de referencia que constituyen

actualmente la condición de posibilidad de toda significatividad efectiva, “se limitan a

actualizar y renovar el vocabulario o a cambiar el nombre de los adversarios, pero dejando

intacto los esquemas de fondo”65. Sin duda, repensar la espiritualidad y la eclesiología, tal y

como se lo ha propuesto José María Castillo, señala un itinerario de resignificación de la

experiencia cristiana desde una necesaria transformación de la fe y la vida. Pero,

detengámonos en este ‘re-pensamiento’ que presenta nuestro teólogo español y en sus

implicaciones para la compresión del Reino de Dios.

2.4.1. El Reino de Dios es una vivencia espiritual

La tesis desde la que parte José María Castillo es que la espiritualidad se ha empobrecido a

causa de una mala comprensión de lo que esta significa: algunos, han confundido la

espiritualidad con un misticismo ‘fuga mundi’; y, otros, con un narcisismo individualista que

64 Queiruga, Fin del cristianismo premoderno. Retos hacia un nuevo horizonte, 10. 65 Ibíd., 54.

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se encamina tras la ‘virtud’. Nuestro teólogo español, con tristeza, presenta la manera en que

el Reino de Dios fue desplazado del centro de la vida cristiana para darle el lugar central a la

virtud66; con esto, la fuerza de atracción, la ejemplaridad del testimonio, la capacidad fraterna

de acogida y hospitalidad, la esperanza y la resignificación de la vida de los creyentes que

emergían como rasgos fundamentales en la comunidad apostólica y en las primeras

comunidades pascuales, poco a poco, fueron perdiendo vitalidad al asumir una lógica que

hacía de la virtud helenista e imperial el camino por el que se debía seguir a Cristo. Por esto,

Castillo afirma que “la expresión connatural del ‘hombre de bien’ no era precisamente el

ideal que había trazado Jesús al decir que para entrar en el Reino era indispensable hacerse

como niños, ponerse de últimos y cargar con el signo supremo de maldición que era la

cruz”67.

Para nuestro teólogo español, repensar la espiritualidad desde el Reino de Dios implica

considerar algunos asuntos históricos y detenernos en sus consecuencias. Castillo percibe

cómo, desde que se centralizó la virtud helenista (ἀρετή), bajo esta lógica griega se comenzó

a visibilizar una ambigüedad según la cual el Reino de Dios era sólo para una élite poderosa,

fuerte y erudita en la que no tenían lugar los más débiles y marginales del pueblo68.

Como consecuencia de esto, la historia misma testimonia una suerte de espiritualización y

mundanización del mensaje del Reino. Por un lado, esta espiritualización se fue articulando

con el desplazamiento de la posibilidad de establecer el Reino de Dios hacia la ‘otra’ vida,

hacia el ‘regnum caeleste’; pensando en el reinado de Dios sólo como realidad última y

escatológica, puesto que no se trataba de una realidad de este mundo, sino que de un proyecto

que se debía buscar en donde no hay sociedad, ni sufrimiento, ni siquiera otros seres

66 Cfr. Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 347-348. 67 Ibíd., 352. 68 Cfr. Ibíd., 353-357. Esta comprensión es fundamental en la obra de José María Castillo, dado que revela la

urgente necesidad de recuperar el sentido auténtico del Reino de Dios, predicado por Jesús; esto requiere

cambiar la lógica jerárquica radicalmente: el Reino de Dios no se puede procurar a partir de una ‘espiritualidad

desde arriba’ sino que reclama una ‘espiritualidad desde abajo’.

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humanos69. Por otro lado, se percibe una mundanización, dado que el mensaje evangélico del

Reino se utilizó como fundamento de una tergiversada ‘teología política’ que, según Castillo,

no era sino el justificante de las apetencias de poder de papas, obispos y sacerdotes que, con la

mejor voluntad del mundo, llegaron a convencerse de que el bien, no sólo de la religión sino

también del mundo, dependía de la “autoridad sagrada” de la Iglesia70.

El cultivo de estas consideraciones espiritualizadas o mundanizadas del Reino de Dios y la

implantación de la mencionada ética griega 71 dentro de la forma de vida cristiana

posibilitaron que, por lo menos, cuatro terribles males crecieran como cizaña junto a la

espiritualidad: la subjetividad enfermiza, el deseo por ‘huir del mundo’, la lucha contra ‘lo

corporal’, y la justificación del sufrimiento.

En primer lugar, José María Castillo afirma que, como el proyecto ético helenista se convirtió

en un ejercicio de santificación y en un progreso espiritual individual, el centro de la vida de

los seres humanos se fue alejando de la objetividad comunitaria del Reino de Dios, pues “el

centro de la vida ya no era aliviar el sufrimiento ajeno y menos aún hacer feliz y gozosa la

vida de quienes conviven conmigo, sino que la propia perfección se convirtió en el centro”72.

Ya no se trataba, entonces, de un proyecto de vida ‘por el pueblo’, ‘con el pueblo’, ‘para el

pueblo’ y ‘desde el pueblo’, sino de un proyecto ascético subjetivo; ya no se buscaba una

perfección en el amor comunitario, sino una perfección del egoísmo, de la autosuficiencia,

de la hipocresía y de la mediocridad73.

En segundo lugar, y como consecuencia de aquella subjetividad enfermiza, lo mejor que se

podía hacer era retirarse a la soledad, ‘huir del mundo’ dejando los ambientes comunes y

distanciándose de las pasiones y los vicios que brotan del deseo y el placer, para dedicarse a

69 Cfr. Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 362. 70 Ibíd., 363. 71 José María Castillo se detiene críticamente en la influencia platónica, aristotélica, estoica y epicúrea de la que

bebieron las primeras comunidades cristianas y los Padres de la Iglesia, pues encuentra en estas doctrinas

filosóficas el gran detonante por el que la dogmática eclesial se configuró según la lógica de la virtud helenística. 72 Ibíd., 366. 73 Cfr. Ibíd., 367-368.

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la mera contemplación74, abandonando la estructura social y tomando como vida predilecta

el anacoretismo. Para Castillo, este fue “un fenómeno que, por sus antecedentes históricos y

culturales, nada tiene que ver con lo que los evangelios nos dicen cuando hablan sobre el

Reino de Dios” 75 . Si bien en la actualidad esta ‘lógica de la huida’ ya ha menguado

notablemente, todavía muchos hombres ‘espirituales’ y ‘creyentes’ hacen de la espiritualidad

una especie de “tranquilizante de una eficacia asombrosa” 76 y el problema que sigue

manifestándose con claridad ya no está en la decisión de huir o quedarse en el mundo, sino

en saber cómo nos hacemos presentes en el mundo y qué implicaciones tiene un cristiano en

la sociedad en la que vive. Para nuestro teólogo español tendríamos que preguntarnos si

somos ‘factores de estancamiento’ o ‘agentes de cambio’.

En tercer lugar, nos encontramos con un rechazo de la corporalidad, de la carne, de ‘lo

natural’, que ha sido motivado por la enfermiza espiritualización de la que ya hemos hablado.

La tendencia a comprender la ontología humana desde la tensión dualista de Platón, entre el

cuerpo y el alma, ha llevado a que se privilegie el alma y el mundo inteligible, y que se

desvirtúe todo lo que refiera a la carne; la consecuencia de este desprecio del cuerpo ha

fortalecido la idea de que lo determinante en el comportamiento humano es la virtud, en la

satanización de las pasiones, el dominio del deseo y del placer. Esto revela que algunos

hombres creyeron que “para acercarse a Dios hay que destruir la obra de Dios, lo que el

mismo Dios ha puesto en nuestros instintos más básicos y elementales”77. Sobre esto, Castillo

afirma lo siguiente:

Nada de esto se encuentra en los evangelios. Jesús no centró sus enseñanzas ni en la virtud ni en

el desprecio del cuerpo. Jesús no fue amigo de los intachables, sino de los publicanos, pecadores

y samaritanos (Lc 15, 1-2; Mc 2, 15-17; Jn 4, 39-42). Además, Jesús alivio el sufrimiento corporal

de los enfermos (Mt 4, 23; Mc 1, 29-39), dejó de ayunar cuando eso estaba mandado (Mc 2, 18-

19), asistió a banquetes y bodas (Lc 7, 36) y hasta fue considerado como un comilón y un borracho

(Mt 11, 18-19), se dejó besar y perfumar por mujeres (Lc 7, 38) que dieron que hablar (Jn 12, 4;

74 Cfr. Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 370-372. 75 Ibíd., 375. 76 Ibíd., 378. 77 Ibíd., 385.

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Mt 26, 8-9) y hasta presentó, como ideal del Reino de Dios, la gran fiesta que organizó el rey

cuando casó a su hijo (Mt 22, 1-10)78.

En cuarto lugar, y como la más perjudicial de las consecuencias de aquella espiritualización

o mundanización del Reino de Dios, encontramos la justificación y la resignación frente al

sufrimiento humano. Una equivocada comprensión del sufrimiento, asunto central de las

grandes religiones del mundo, puede desencadenar terribles degeneraciones en la comunidad

cristiana: perversión del concepto de Dios, perversión del sentido de la salvación, perversión

de la vida cristiana desde su raíz y perversión de la fe hasta el punto de hacer insoportable

cualquier forma de espiritualidad79. Esto deviene resueltamente contrario a la misión y al

testimonio del Hijo de Dios, pues “Dios quería que Jesús, en una sociedad en la que había

tanta gente que sufría más de lo que humanamente se puede soportar, expresara el amor de

Dios a la humanidad aliviando el sufrimiento”80. Jesús no aceptó el sufrimiento injusto que

padecía su pueblo a causa de la corrupción política, de la desigualdad, de la manipulación

religiosa y de la exclusión social; Él luchó incansablemente por ser bálsamo derramado sobre

las heridas de su pueblo, especialmente de aquellos más expuestos al dolor y a la humillación.

Por eso lo mataron.

A Jesús no lo mataron por ser un asceta, amante de la mortificación y el sufrimiento. Tampoco lo

mataron por ser un pobre resignado con su suerte. Todo lo contrario: a Jesús lo mataron porque

no se resignó a aceptar el sufrimiento que los seres humanos nos causamos unos a otros. Es decir,

a Jesús lo mataron precisamente por ser un rebelde. De manera que su rebeldía fue el principio

determinante de su solidaridad y, en ese sentido, de su espiritualidad. Sencillamente, Jesús fue

consecuente con su mensaje sobre el Reino de Dios. Por eso se puso de parte de la vida. Y eso,

para Jesús, no fue una idea. Y menos aún un ideal. Fue una forma de vivir. Una forma de situarse

ante los poderes e instituciones que oprimen la vida. La consecuencia de semejante

comportamiento es bien sabida: tuvo que soportar el conflicto, la persecución descarada, la

78 Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 379. 79 Cfr. Ibíd., 389-390. 80 Ibíd., 394.

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condena y la muerte. Lo cual entraña una enseñanza decisiva en la vida: el único sufrimiento que

Dios quiere es el que brota de la rebeldía y de la lucha contra el sufrimiento81.

Ahora bien, desde el panorama que se vislumbra en la consideración de estos cuatro terribles

males que contaminaron la espiritualidad, José María Castillo afirma que “repensar la

espiritualidad desde el Reino de Dios y en función del Reino de Dios es lo mismo que

repensar la espiritualidad desde la vida y en función de la vida”82. Con esto, nuestro autor

enfatiza en que el cultivo de la auténtica espiritualidad cristiana y la defensa de la vida

humana deben caminar en la misma dirección, pues resulta incomprensible que los cristianos,

seguidores y mensajeros de la Vida, vivan tranquilos y despreocupados cuando en el mundo

impera la deshumanización, la barbarie, la violencia, la desigualdad y la exclusión. En esto

consiste el replanteamiento de la espiritualidad a la luz del Reino de Dios, a saber, en

recordarnos a los cristianos que no somos seres aislados y que la vida en abundancia que

Jesús predicó la alcanzamos sólo cuando nos hacemos conscientes de que el Reino es un

proyecto universal y común. Esta espiritualidad del Reino implica respeto por la vida,

aceptación de las diferencias, una renuncia a toda pretensión de superioridad, defensa de los

derechos y de la dignidad humana, una ruptura con cualquier complicidad, para construir una

mística desde abajo, pues sólo desde abajo, desde los pobres, desde los niños, desde los

excluidos, desde los marginados, desde los ‘nadies’ brotará una espiritualidad del Reino.

2.4.2. El Reino de Dios es eclesiología desde abajo

En el segundo gran apartado de la tercera parte de El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad

de los seres humanos, José María Castillo despliega y delimita la tesis sobre la cual se debe

repensar la eclesiología a la luz del Reino de Dios: no se trata de un ‘problema dogmático’,

pues el objetivo no es poner en duda las verdades de fe y ocasionar nuevos sismas; tampoco

se trata de un ‘problema estructural’, dado que por ‘estructura’ Castillo entiende lo que hay

de divino e inmutable en la Iglesia; ni de un ‘problema ético’. Pero, entonces, ¿desde dónde

se debe repensar la eclesiología? Desde el punto de vista ‘organizativo’ 83 , desde la

81 Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 393. 82 Ibíd., 395. 83 Cfr. Ibíd., 407-411; Castillo, Víctimas del pecado, 184-185.

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‘organización eclesiástica’, pues esto es lo que hay de humano y cambiable en la Iglesia84;

por esto mismo, Castillo afirma que en esta sección se referirá “únicamente a lo que en la

Iglesia puede cambiar. Y no sólo a lo que puede cambiar, sino también a lo que, en

determinadas cuestiones, debe ser cambiado precisamente para que la Iglesia sea fiel a su

estructura apostólica”85.

Lo primero que nuestro teólogo español precisa es que la autoridad de los representantes de

la Iglesia no puede enseñar doctrinas en contra del Evangelio, y esto implica que el discurso

(teoría) y la acción (praxis) deben ser coherentes con el mensaje de Jesús; esto nadie lo pone

en consideración, pues es claro que “a la hora de enseñar el Evangelio y de ser fieles a lo que

el Evangelio es y representa, antes que las doctrinas está la vida. Además, de sobra sabemos

que el Evangelio es doctrina y vida de tal manera unidas, que no se pueden separar”86. Sin

embargo, cuando se le da más importancia a determinadas enseñanzas que a la Palabra y al

Espíritu de los Evangelios, el norte del proyecto eclesiológico tiende a salirse del auténtico

camino trazado por Cristo; en este orden de ideas, José María Castillo nos presenta,

sintéticamente, algunas de las consecuencias que se perciben, sobre todo, en el desvío de

quienes están al frente de la organización eclesial y que, subsiguientemente, también

aparecen con frecuencia en el pueblo creyente: mentalidad de señores, conciencia de

superioridad religiosa, lógica moralizante, comprensión de la comunidad cristiana como

‘comunidad de selectos’ y, por último, radical identificación de la Iglesia con ‘láos’ (λαός) y

no con ‘óchlos’(ὄχλος)87.

Esta última consecuencia, sin duda, denota un asunto de vital importancia en el

replanteamiento de una eclesiología en clave del Reino de Dios, puesto que, como bien

84 Cfr. Castillo, Para comprender los ministerios de la Iglesia, 1998, 33-34. 85 Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 410. 86 Ibíd., 414. 87 En los debates actuales, la tensión entre ‘láos’ y ‘óchlos’ es bastante compleja. Aquí, no pretendemos entrar

a profundidad en los detalles de estos debates, sino que nuestro propósito es presentar el punto de vista de José

María Castillo. Para nuestro autor, mientras que ‘láos’ hace referencia al pueblo en su totalidad, al pueblo con

igualdad de derechos, ‘óchlos’ delimita una clase específica de pueblo, el pueblo vulnerado y sencillo, es decir,

el pueblo pobre, débil, marginado, explotado, apátrida, etc. Según lo anterior podríamos percibir una diferencia

de ‘status social’, unos hacen parte de la sociedad, otros son excluidos. Sin embargo, recordemos que Jesús

tiene compasión y se le estremecen las entrañas (Mt 9, 36), precisamente, por el pueblo en calidad de ‘óchlos’.

Cfr. Castillo, “Jesús, el pueblo y la teología” (I), p. 115; Castillo, “Jesús, el pueblo y la teología” (II), 279-324.

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afirma Castillo, “el origen del Reino de Dios estuvo estrechamente ligado al pueblo (óchlos),

mientras que el origen de la Iglesia se vinculó muy pronto, no al pueblo sencillo y sin

representación alguna, sino al ‘discipulado’ y al ‘apostolado”’88. Aunque, con lo anterior,

parecería que la Iglesia nace al margen del proyecto del Reino, lo que Castillo quiere

visibilizar es que el diagnóstico de la Iglesia, depositaria de la fe y trasmisora del mensaje

del Reino, siempre se debe considerar a la luz de su relación con el pueblo (óchlos), pues esta

comunidad sencilla fue la primera en comprender el mensaje liberador y dignificante de

Jesús; como hemos insistido desde el primer capítulo, los pobres y excluidos fueron los

primeros en acoger, sin dificultad, la proclamación de la buena noticia del Reino de Dios,

mientras que los ‘discípulos’ y los mismos ‘apóstoles’ tuvieron serios problemas para

entender lo que significaba el Reino predicado a través del lenguaje parabólico. Quizás esto

se debió a que les resultaba difícil comprender que el Hijo de Dios venía a salvar a los

enfermos y no a los sanos, a los pecadores y no a los justos (Mt 2,17).

Para reforzar lo anterior, Castillo nos remite a la Constitución dogmática sobre la Iglesia del

Concilio Vaticano II, pues allí los Padres Conciliares afirman que Cristo no fundó la Iglesia

directamente con el llamamiento de los ‘Doce’, sino que la Iglesia comenzó (initium fecit)

cuando Jesús inició la predicación de la buena noticia del Reino de Dios:

El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio

comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegada del reino de Dios prometido

desde siglos en la Escritura: “Porque el tiempo está cumplido, y se acercó el reino de Dios”

(Mc 1,15; Mt 4,17). Ahora bien, este reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en

la presencia de Cristo. La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo:

quienes la oyen con fidelidad y se agregan a la pequeña grey de Cristo, ésos recibieron el reino;

la semilla va después germinando poco a poco y crece hasta el tiempo de la siega89.

88 Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 426. 89

Lumen gentium 1, 5: “Ecclesiae sanctae mysterium in eiusdem fundatione manifestatur. Dominus enim Iesus

Ecclesiae suae initium fecit praedicando faustum nuntium, adventum scilicet Regni Dei a saeculis in Scripturis

promissi: ‘Quoniam impletum est tempus, et appropinquavit regnum Dei’ (Mc 1,15; Mt 4,17)”.

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Este parágrafo nos presenta la tarea más urgente de la teología, a saber, comprender el

importante lugar que ocupa el pueblo común (óchlos) en la organización de la Iglesia,

pensando una eclesiología desde el pueblo humilde, desde el pueblo vulnerado. Según

Castillo, este asunto sigue siendo un reto práctico aún después de que en el Concilio Vaticano

II se formuló teóricamente, dado que la forma de ejercer poder en la Iglesia, todavía hoy, no

coincide totalmente con lo que Jesús dijo sobre el Reino de Dios90; porque aún muchos

dirigentes eclesiales se niegan a admitir que el Reino de Dios es de los niños, de los pequeños,

de los últimos. Sobre esto, nuestro teólogo español asevera que,

cuando Jesús se refirió, en repetidas veces, al tema de los niños o cuando exigió la renuncia a los

primeros puestos, a las vestimentas singulares y solemnes, a los títulos de honor, a las reverencias

y dignidades (Mc 12, 38-40; Lc 20, 45-47; Mt 23, 1-7), no se refería ni sólo ni principalmente a

sentimientos íntimos del alma, sino a formas de comportamiento, que eran hechos públicos y que

representaban una determinada manera de hacerse presentes en la sociedad y en la vida en

general91.

Para finalizar esta sección eclesiológica, José María Castillo concluye que, cada día, se hace

más apremiante la necesidad de repensar y resolver el modo en que la Iglesia ejerce el poder,

puesto que, según lo hemos presentado, parece que el problema organizacional se ha ido

extendiendo de tal manera que la vida de las personas y su dignidad han pasado a un segundo

plano. Frente a este lamentable diagnóstico, Castillo presenta cinco cuestiones que en el siglo

XXI devienen grandes retos en orden a conseguir un ejercicio eclesial del poder que pueda

resultar coherente con las exigencias del Reino de Dios: en primer lugar, la relación entre el

papado y el episcopado; en segundo lugar, la necesidad del testimonio de los representantes

de la Iglesia, pues resulta increíble que muchos miembros del clero sigan más pendientes de

lo que dice y piensa de ellos la Curia, que del testimonio que dan ante los miembros de sus

comunidades parroquiales y, sobre todo, los marginados de sus comunidades por los que

Jesús se preocupó en su tiempo; en tercer lugar, la corresponsabilidad de los presbíteros en

el gobierno diocesano y su papel primordial en la instauración del Reino de Dios en sus

90 Cfr. Castillo, El Reino de Dios. Por la vida y la dignidad de los seres humanos, 434. 91 Ibíd., 435.

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pequeñas comunidades; en cuarto lugar, la comprensión del significado concreto del ‘Pueblo

de Dios’, tanto en la teoría como en la práctica, puesto que sólo desde esta comprensión se

propiciará, cada vez más, el tránsito de la Iglesia jerárquica y piramidal de los ‘elegidos’ a la

Iglesia comunitaria y fraternal en la que todos son bienvenidos; y, en quinto lugar, la

identificación y el reconocimiento del pueblo sencillo (óchlos) como el principal destinatario

y protagonista del Reino de Dios, para responder con franqueza que ellos representan lo más

importante de la misión eclesial.

Sin embargo, pensar en una Iglesia del pueblo sencillo se convierte en el problema principal

para el clericalismo, pues implicaría repensar la Iglesia desde abajo, desde la vulnerabilidad,

desde el sufrimiento, desde la carencia de derechos, y no desde el poder y la riqueza. Esto

implicaría un radical cambio del lugar desde el que se hace teología y desde el que se vive la

sacramentalidad; del olor del incienso de los altares al olor de la oveja del corral.

2.5. El Reino de Dios es compadecerse ante las víctimas y aliviar el sufrimiento humano

Desde comienzos del Nuevo Milenio, J. M. Castillo insiste en un asunto que en sus anteriores

obras ya había aparecido, a saber, que los cristianos hemos fracturado el mensaje del

Evangelio por el centro, de tal manera que, en buena medida, nos hemos incapacitado para

entender y vivir el Espíritu y la Palabra del mensaje de Jesús. Esta terrible situación la

podemos percibir si nos detenemos en el tratamiento que, institucionalmente, se le ha dado

al pecado, puesto que en la historia de la Iglesia grandes ríos de tinta han corrido sobre la

inclinación del hombre a pecar, pero pocos son los teólogos que se han detenido en el

sufrimiento y el dolor que se genera por el pecado; parece, en efecto, que ha sido más

importante considerar el lugar que ocupa el pecado en la moralidad que el sufrimiento que

este causa en la humanidad; con esto, en lugar de menguar ha crecido el número de víctimas

y nos hemos vuelto ‘cómplices’ del pecado y del sufrimiento.

Pese a este panorama, Castillo observa con esperanza cómo desde finales del siglo XX la

preocupación por el sufrimiento humano le ha comenzado a ganar la partida a la obsesión

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moralizante por el pecado92; y esto resulta prometedor en una Iglesia que busca configurarse

con el mensaje del Reino de Dios, pues “la preocupación por el sufrimiento fue, en la vida

del Jesús histórico, más determinante que el problema del pecado”93; quizás esto haya sido

así porque Jesús comprendía que si el ser humano no lograba compadecerse frente el dolor

de sus prójimos y tratar de aliviarlos, sería muy difícil que asumiera con compromiso una

relación con Dios, pues quien no logra amar y servir a su semejante, cuerpo visible, mucho

menos podría amar y servir al Dios invisible94. Esta revolución frente al sufrimiento humano

es un rasgo místico de Jesús y una característica explícita del Reino de Dios.

A mediados del siglo XX, el filósofo francés Emmanuel Mounier decía que la gran tragedia

de la Iglesia consistía en que los místicos no son revolucionarios, ni los revolucionarios son

místicos. Estas palabras de Mounier llevaron a nuestro teólogo español a afirmar que “en el

cristianismo oficial, mística y revolución se han divorciado. Y el precio de ese divorcio ha

sido demasiado alto. Porque de ahí ha nacido una espiritualidad sin apenas incidencia en la

transformación real de la sociedad”95. De esta consideración aflora un problema bastante

grave a la hora de buscar un camino hacia la comprensión del sentido en que Jesús predica

el Reino de Dios, dado que, sin duda alguna, se hace necesario un camino que logre

reconciliar mística y revolución, teoría y praxis. Según el juicio de J. M. Castillo, en la

teología de la liberación se encuentra un intento teológico bastante serio por buscar avanzar

en la construcción de una espiritualidad cristiana capaz de sanar esta fractura entre mística y

revolución96.

Este modo particularmente latinoamericano de hacer teología motiva a pensar una Iglesia

que se preocupa más por las desgracias y los sufrimientos del pueblo, que por la vida futura

en el cielo; se trata de “una teología y una misión en la que lo central no son los intereses de

la Iglesia, sino los problemas de la gente. Por tanto, una Iglesia organizada principalmente,

92 Castillo, Víctimas del pecado, 193. 93 Ibíd., p. 192. 94 En repetidas ocasiones Castillo afirmará que la mediación esencial para poder relacionarnos con Dios es la

correcta relación con la humanidad y con los problemas que afectan a los seres humanos. Cfr. Ibíd., p. 193. 95Castillo, Víctimas del pecado, 202. 96 Cfr. Ibídem.

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no para luchar contra los pecados y los pecadores, sino para hacer a la gente más feliz; o, en

la medida de lo posible, menos desgraciada”97. Esto no implicaría que la Iglesia se convierta

en una ONG y pierda su naturaleza trascendente y divina, sino que asuma radicalmente la

manera en que Jesús vivió y se hizo presente entre los hombres. Si asumimos que “hay pecado

donde hay violencia contra alguien. Es decir, hay pecado donde se origina y se provoca el

sufrimiento”98, entonces, el propósito fundamental de los seguidores del Reino de Dios será

procurar disminuir el sufrimiento humano, signo visible del pecado. Sin duda, este es el

mensaje del viacrucis de Jesús, pues Él se compadeció del dolor y de las desventuras del

hombre y cargó con los sufrimientos de la humanidad entera rumbo al Calvario, para

demostrarnos allí que “la solución para este mundo viene de la solidaridad con los últimos

de esta tierra”99. De esta manera, Jesús, víctima crucificada, se convirtió en el vencedor de la

muerte y el pecado, y su sacrificio fue “la victoria sobre el sufrimiento”100.

Tanto en La Humanidad de Jesús como en Víctimas del pecado, José M. Castillo afirma que

el Reino de Dios se hace presente, se manifiesta y consiste, ante todo, en aliviar el sufrimiento

humano. En efecto, anunciar el Reino consiste en ir por la vida curando todo achaque y

enfermedad del pueblo (Mt 4, 23), dado que la proclamación del Reino, tal como lo hizo

Jesús, sigue invitando a todos los creyentes a “curar enfermos, resucitar muertos, limpiar

leprosos y expulsar demonios” (Mt 10,7). Es por esto, como bien explican los mejores

exégetas, que “el reinado de Dios es el amor sin límites de Dios a los menospreciados y

marginados, a los pobres, las mujeres, los pecadores, los samaritanos”101.

2.6. El Reino de Dios es profunda humanidad

Junto a la postura del Jesús frente al sufrimiento, Castillo despliega toda una magistral

consideración sobre la humanidad de Jesús, pero esto no debe sorprendernos, porque como

hemos insistido “lo central y determinante, en la vida, la actividad y las enseñanzas de Jesús,

97 Castillo, Víctimas del pecado, 192. 98 Ibíd., 131. 99 Ibíd., 135. 100 Ibíd., 136. 101 Castillo, La Humanidad de Jesús, 94.

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estuvo en su profunda humanidad y cercanía a quienes sufren en la vida”102. Es claro que el

mensaje que Jesús comunicó con sus palabras y con sus obras siempre estuvo cargado de

características profundamente humanas. Frente al testimonio de vida del Hijo de Dios

debemos preguntarnos lo siguiente: ¿es suficientemente humana nuestra iglesia?

A este cuestionamiento, Castillo responde que “en la Iglesia se nota, se ve y se palpa más

religión que humanidad”103; esto es así porque una gran mayoría de cristianos han creído que

con las prácticas rituales y el rigorismo religioso es suficiente para ser como Jesús, y se les

ha olvidado tener experiencia de Dios. Entonces, tenemos que aclarar que el problema no es

la religión, sino la práctica religiosa desencarnada, autómata, enfermiza y, por lo tanto,

alejada de la humanidad. Nuestro teólogo español nos recuerda que Jesús fue un hombre

profundamente religioso y cultivó una relación íntima con su Padre a través de la oración, de

la lectura de la Escritura y de la vivencia de las celebraciones religiosas; sin embargo, no se

limitó a observar regularmente los preceptos de la ley, sino que la llevó a su plenitud (Mt 5,

17). Y por esto se convirtió en un problema para los fariseos y demás ‘hombres de religión’,

porque siempre fue más allá, siempre amó más, siempre se entregó más, porque siempre supo

que Dios quiere misericordia y no sacrificios (Os 6,6; Mt 9, 13; Mt 12, 1-8).

Parece, entonces, que Jesús nos enseñó que “según el Dios en el que creemos, así es la

conducta que adoptamos”104, y esto es fundamental a la hora de considerar el Reino de Dios;

recordemos, además, que Jesús mismo dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie

va al Padre sino por mí (…) El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 5-6. 9). Es por

esto que Castillo afirma que todo el que quiera conocer y seguir el mensaje del Reino debe

tener conocimiento y experiencia de “quién fue Jesús, cómo vivió aquel Jesús, qué

significaba su mensaje sobre el reinado de Dios y lo que representa en la vida asumir e

integrar como proyecto el ‘seguimiento’ de aquel Jesús”105. Solo siguiendo las pisadas del

102 Castillo, La Humanidad de Jesús, 94. 103 Ibíd., 107. 104 Ibíd., 102. 105 Ibíd., 122.

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Maestro podremos convertir nuestros corazones de piedra en corazones de carne y humanos,

que sientan el dolor y que se desvivan por hacer de este mundo un lugar más humano.

2.7. El Reino de Dios es una opción preferencial por los marginados, los excluidos, los

enfermos y los pobres

Una de las últimas obras publicadas por José M. Castillo, el año pasado, se titula El Evangelio

marginado. Frente a este paradigmático título tendríamos que preguntarnos por quién es el

que ha ‘marginado’ el Evangelio; la respuesta de Castillo es que la Iglesia, es decir, todos los

que nos consideramos creyentes en la Iglesia o pertenecientes a la Iglesia. Todos hemos

marginado el Evangelio con nuestra conducta, con nuestra pasividad y nuestro silencio106.

Esto se evidencia en la actual crisis que mundialmente vive la Iglesia; crisis que nos recuerda,

incansablemente, que una cosa decimos y otra hacemos. Pero, el propósito de nuestro teólogo

español nunca ha sido suscitar una suerte de pesimismo paralizante, sino sacudir las raíces

de la Iglesia y recordar, una vez más, que la esencia del cristianismo es el seguimiento de

Jesucristo, pues hay verdadera Iglesia donde sus componentes son auténticos seguidores de

Jesús; se trata, como afirma Johann B. Metz, de hacer memoria de aquel “recuerdo peligroso

y liberador”107 de Jesús.

Siguiendo a Metz, José M. Castillo dirá que la Iglesia auténtica, que tiene su origen en Jesús

y por eso mismo en el Evangelio, nació en los grupos de creyentes que hicieron suyo aquel

proyecto de vida que consistía en seguir a Jesús. Por lo tanto, no se trata de que conociendo

a Jesús se comprende lo que es el seguimiento, sino exactamente el revés: solo desde el

seguimiento y mediante el seguimiento es posible conocer a Jesús y comprender lo que él

representa en la teología cristiana108. Esto nos llama profundamente la atención porque nos

remite explícitamente a la primera obra de Castillo que mencionamos este capítulo, El

seguimiento de Jesús, como si en los treinta y seis años que han transcurrido, desde 1983

hasta el 2019, nuestro teólogo español sólo nos hubiese insistido en la necesidad de seguir a

106 Castillo, Evangelio marginado, 13. 107 Metz, La fe en la historia y en la sociedad, 100-110; Castillo, Evangelio marginado, 18. 108 Castillo, Evangelio marginado, 92.

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Jesús, es decir, la necesidad de que regresemos al único Camino que el Evangelio nos invita

a seguir; explicitándonos que el Reino de Dios no consiste en otra cosa que en un encuentro

en el que Cristo nos mira fijamente y nos dice “ven y sígueme” (Mt 16,24; Mc 1,17; Lc 9,23;

Lc 18,22; Jn 1, 43; Jn 21, 19; Hch 12, 8) y con su presencia produce una alegría tan grande

que el ser humano es capaz de abandonar todo lo que tiene y seguir tras sus pisadas.

No obstante, si afirmamos que en el Reino de Dios se tiene predilección por los marginados,

los excluidos y los pobres, entonces, cuando este pueblo humilde se descuida y se empuja a

las periferias, lo que estaría siendo desplazado de la experiencia cristiana sería el mismo

epicentro desde el cual se proclamó el Evangelio. Jon Sobrino nos recuerda que “según las

narraciones evangélicas, es sabido que Jesús se rodeó y favoreció durante su vida a

pecadores, publicanos, enfermos leprosos, pobres, samaritanos, paganos y mujeres” 109; si

esto es así, se debe reconocer que personas marginadas socialmente fueron favorecidas por

Jesús y, entonces, no podríamos vivir desconociendo que todos los hombres tienen la misma

dignidad de hijos de Dios y todos los hombres son de verdad hermanos. Además, este

contexto social en el que Jesús decidió dar comienzo a su predicación visibiliza que la opción

de Jesús por los pobres fue siempre una opción preferencial; en efecto, el Evangelio comenzó

al lado de los marginados y, junto a ellos, Jesús procuró desmarginalizarlos convirtiéndolos

en el centro del Proyecto del Reino y en los primeros testigos de los milagros de Dios: “los

ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos

resucitan y se anuncian a los pobres la Buena Nueva” (Mt 11,5).

2.8. El Reino de Dios es camino por recorrer…

Como conclusión de este segundo capítulo queremos hacer eco de la grandeza inabarcable

del Reino de Dios, y para ello no encontramos una imagen más hermosa que la de un camino

que siempre está esperando ser recorrido; un camino que, a medida que es recorrido, va

revelando una serie de implicaciones que van haciendo que el valiente peregrino se vaya

configurando con Cristo, a través del encuentro fraterno con sus hermanos más necesitados,

como en la perícopa del Buen Samaritano. Es por esto por lo que, en el Evangelio, Jesús nos

109 Sobrino, Jesús en América Latina. Su significado para la fe y la cristología, 223.

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recuerda que lo que hacemos con nuestros prójimos es como si lo hiciéramos con él: “porque

tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; era forastero, y me acogiste;

estaba desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste; en la cárcel y fuiste a verme” (Mt 25,

35-36). Sólo caminando hacia el Reino, sirviendo a los demás, lograremos que el Reino de

Dios venga a nosotros.

Al transitar este largo itinerario por el pensamiento teológico de José María Castillo

percibimos que todavía tenemos mucho por caminar, porque se nos sigue resultando

tremendamente difícil definir completamente el Reino de Dios. Pero hemos comprendido

que no se trata de definiciones, sino de una experiencia en la que aún tenemos mucho por

hacer, pues si Dios reinara ahora mismo en el mundo, el mundo no estaría como está; no

habría tanto sufrimiento, tanta desigualdad, tanta injusticia, tanta violencia. Es por esto que

nosotros seguiremos clamando orantemente: venga a nosotros tu Reino, venga nosotros tu

Camino, venga nosotros tu Verdad, venga nosotros tu Luz, venga a nosotros tu Vida, venga

a nosotros tu Justicia, venga a nosotros tu Salvación.

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Capítulo III: El Reino de Dios en clave de mujer

“El Reino de Dios -mensaje central del Jesús histórico- está destinado en primer lugar a

los pobres, a los marginados y a los oprimidos. Las mujeres, más que los demás, están

incluidas en esta clase de gente. Ellas supieron entenderlo en seguida; en contra de todas

las reglas de aquel tiempo hubo un grupo de mujeres que lo seguía”110

En este tercer capítulo presentaremos una lectura del “Reino de Dios” en clave femenina.

Buscaremos alcanzar tres objetivos: asociar la Teología femenina con la noción “Reino de

Dios”; considerar el papel de la mujer en la construcción del Reino; y, a partir de lo anterior,

presentar algunas características que nos permitan apreciar el “Reino de Dios” en perspectiva

femenina. Este capítulo está construido sobre la investigación académica que han llevado a

cabo teólogas contemporáneas como Elizabeth Schüssler Fiorenza, Carmen Bernabé Ubieta,

Nuria Calduch, Suzanne Tunc, entre otras.

Desde esta particular apuesta teológica, hermenéutica y de género, hemos asumido el

segundo momento de nuestro método investigativo “ver, juzgar, actuar”, es decir, el

“juzgar”. Nos hemos propuesto tomar posición frente al análisis que resultó de los dos

capítulos anteriores, que constituyeron nuestro “ver”, pues en este momento del “juzgar”

pondremos en evidencia que no basta reflexionar y lograr una mayor clarividencia sobre el

sentido y significado del Reino, sino que es necesario juzgar lo visto para obrar. Sin duda

alguna, en estos tiempos se ha presentado, con dramática urgencia, la hora de la acción111, de

la fertilidad, del cambio social y eclesiológico, de la reivindicación del lugar de la mujer en

la comunidad cristiana.

Releer los pasajes bíblicos que refieren al Reino de Dios, con ojos de mujer, es una

experiencia de gran resignificación, es un juzgar profundo que emerge desde el fondo del

corazón de quienes hemos sido, a través de la historia de la Salvación, las más fieles

discípulas, seguidoras y predicadoras del Reino. Las mujeres creyentes en Cristo son el

fragante aroma que brota en las páginas de las Sagradas Escrituras, ellas han sido el bálsamo

110 Boff, El rostro materno de Dios. Ensayo interdisciplinar sobre lo femenino y sus formas religiosas, 83 111 Cfr. Celam, Medellín, Introducción a las conclusiones, 3.

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que se ha derramado sobre las heridas de los enfermos y desvalidos, y el incienso que ha

perfumado la historia de la humanidad.

Uno de los principales logros teológicos de Elizabeth Schüssler Fiorenza ha sido visibilizar

los rasgos femeninos del Dios de Jesucristo, puesto que, según la teóloga alemana, se hace

necesario comprender cada vez más que Dios tiene, también, una realidad ontológica

femenina. Esta dimensión femenina de Dios la comprendió muy bien el pueblo de Israel: “el

Dios-Sofía de Jesús considera a todos los israelitas como sus hijos y ‘ella’ es reconocida

como tal por todos ellos”112. Schüssler enfatiza en el lugar que ocupaba la Sofía divina

(Σοφία) en la configuración de la fe de pueblo israelita, dado que en algunos pasajes del

Texto Veterotestamentario se hace referencia a este carácter femenino de Dios:

Se le llama hermana, esposa, madre, amada y maestra. Es ella quien guía en el camino, quien

predica en Israel, el Dios vigilante y creador. Ella va en busca de las gentes, las encuentra en el

camino, les invita a cenar. Ella ofrece la vida, el reposo, el conocimiento y la salvación a quienes

la aceptan. Mora en Israel y oficia en el Santuario. Envía profetas y apóstoles, y hace de quienes

la acogen ‘amigos de Dios’. “Aun siendo sola, lo puede todo, sin salir de sí misma, renueva el

universo” (Sab 7,27)113.

Leonardo Boff, uno de los teólogos más importantes de nuestro continente latinoamericano,

afirma, al unísono con Schüssler, que en la tradición bíblica Dios no aparece únicamente bajo

el lenguaje masculino, sino que la lógica dominante y patriarcal ha enfatizado en el carácter

Paternal de Dios y ha oscurecido su dimensión esencialmente femenina. Boff acentúa en que

“también lo femenino es vehículo de la revelación de Dios. Dios y Cristo están personificados

en la temática femenina de la Sabiduría (Prov 8,22-26; Ecl 24,9; 1 Cor 24,30)”114. Algunos

pasajes bíblicos de Proverbios, Sabiduría, Isaías y Salmos nos permiten vislumbrar la manera

en que la mujer y la Sabiduría establecen entre sí una estrecha correlación (Prov 31,10.26.30)

y todo un entretejido simbólico (Prov 19,14; 40,12; Sab 3,12; 7,28). El profeta Isaías, por

112 Schüssler, En Memoria de ella. Una reconstrucción teológico-feminista de los orígenes del cristianismo,

179. 113 Ibíd., 180 114 Boff, El rostro materno de Dios. Ensayo interdisciplinar sobre lo femenino y sus formas religiosas, 95.

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ejemplo, compara a Dios con una madre que consuela (Is 66,13), con una madre incapaz de

olvidarse del hijo de sus entrañas (Is 49,15; Sal 25,6; 116,5).

La transmisión creyente de este lenguaje femenino y maternal, que hace de la Sabiduría la

más sublime revelación de Dios, deviene una expresión excelsa del mismo corazón de Dios,

pues este lenguaje es “su comunicación vital; comunicación que resuena en el universo, en

la historia y en cada persona: quien me encuentra, encuentra la vida y alcanza el favor de

Dios (Prov 8,35)”115.

Ahora bien, es fundamental manifestar que estos rasgos femeninos de la divinidad se

extienden a través de todo el texto sagrado, desde el comienzo hasta su conclusión, ya que

en el Nuevo Testamento, también, Jesús se compara con una madre que quiere reunir a los

hijos bajo su protección (Lc 13,34) y, según el relato profético del Apocalipsis, en los últimos

tiempos, Dios tendrá un gesto de madre amorosa, enjugando las lágrimas de nuestros ojos

cansados de tanto llorar (Ap 21,4). En efecto, como bien afirma L. Boff, “todo el elemento

de ternura, cariño, último refugio de la salvación de Dios se presenta en la tradición en

lenguaje femenino”116. Indudablemente, Dios-Sabiduría se nos revela a través de unos rostros

femeninos muy variados: “es niña, hermana, joven, anfitriona, madre y maestra, guía y

compañera de viaje, novia cortejada y esposa acogedora. Rostros siempre distintos, pero

siempre rostros de mujer”117.

El sugestivo y motivador preámbulo que hasta aquí hemos expuesto nos conduce a tres

preguntas fundamentales118: ¿hasta qué punto lo femenino revela a Dios? y ¿hasta qué punto

Dios se revela en lo femenino? Estas dos primeras preguntas las formula Boff en su

investigación sobre el rostro femenino de Dios. La tercera pregunta es añadida por nosotros,

pues nos conduce a la región particular desde la que estamos construyendo nuestra reflexión

teológica: ¿en qué medida lo femenino de Dios se revela en el mensaje del Reino predicado

por Jesús? Trataremos de vislumbrar algunas posibles respuestas a estas tres preguntas

115 Calduch, El perfume del Evangelio, 133. 116 Ibídem. 117 Ibíd., 128 118 Cfr. Boff, El rostro materno de Dios. Ensayo interdisciplinar sobre lo femenino y sus formas religiosas, 77.

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siguiendo este itinerario expositivo: en primer lugar, nos detendremos a considerar la

presencia de las mujeres en el proyecto de Jesús; en segundo lugar, reflexionaremos sobre el

papel de las mujeres en la Iglesia como discípulas y constructoras incansables del Reino; y,

por último, sintetizaremos los principales rasgos femeninos del Reino de Dios.

3.1. El perfume del Evangelio: la presencia de la mujer en el proyecto de Jesús

Desde que la teóloga española Nuria Calduch-Benages se refirió con lucidez a la presencia

vital de las mujeres en el proyecto de Jesús como “el perfume del Evangelio”119, la manera

de acercarnos a considerar el lugar de la mujer en el Nuevo Testamento cambió

rotundamente. Ya no tenemos que esforzarnos inútilmente por poner en la boca de las

mujeres que estuvieron junto a Jesús largos discursos elaborados, sino que debemos

preguntarnos con insistencia por aquel aroma que a través de ellas perfumó el mensaje del

Reino de Dios.

Sin duda, de la relación de Jesús con las mujeres emana un perfume de liberación, sanación

y vida. Jesús, en función del proyecto liberador del Reino, quebrantó varios de los principales

tabúes de la época relativos a la mujer: Él mantuvo una profunda amistad con Marta y María

(Lc 10,38), y en contra de las costumbres de su tiempo conversó públicamente y a solas con

una mujer samaritana junto al pozo de Jacob (Jn 4,27); además, defendió a la adúltera en

contra de una legislación discriminatoria (Jn 7,53-8,10) y se dejó ungir los pies por una

prostituta de renombre (Lc 7,36-50). Según nos cuentan los evangelios sinópticos son varias

las mujeres a las que Jesús atendió: la suegra de Pedro (Lc 4,38-39), la madre del joven de

Naím reanimado por Jesús (Lc 7,11-17), la niña muerta de Jairo (Mt 9,18-19), la mujer

encorvada (Lc 13,10-17), la pagana sirofenicia (Mc 7,24-30) y la mujer que llevaba doce

años enferma con flujo de sangre (Mt 19,20-22), entre otras.

N. Calduch afirma que todas estas mujeres personifican la amplia categoría de las víctimas

de la sociedad a las que Jesús vino a liberar; ellas representan a todos los excluidos, apátridas,

pobres, esclavos, enfermos, desgraciados y, en efecto, a los primeros destinatarios del

119 Calduch, El perfume del Evangelio, 8.

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mensaje del Reino.

Jesús se encuentra con una israelita impura a causa de su enfermedad, con una cananea de cultura

griega, con una pecadora pública y con sus muchas discípulas, que con tal de seguir al Maestro

en su misión no tuvieron miedo de infringir el sistema androcéntrico que dominaba la sociedad

israelita del siglo I. Jesús se pone abiertamente a favor de todas estas mujeres y, solidarizándose

con su dolor, físico o espiritual, engendra una nueva corriente de humanidad desde su interior.

Procediendo de este modo, Jesús invierte la escala de valores propuesta por la sociedad y supera

las discriminaciones vigentes con su actitud gratuita y su relación solidaria e igualitaria con las

personas.120

Ahora bien, con el propósito de considerar algunas de las principales perícopas del Evangelio

en donde Jesús se relaciona con las mujeres, nos detendremos en cinco encuentros que han

sido estudiados con especial atención por algunas de nuestras teólogas contemporáneas.

3.1.1. El encuentro de Jesús con la hemorroísa

Entre las personas curadas por Jesús se encuentran cuatro mujeres afligidas por diversas

enfermedades: la suegra de Pedro (Mc 1, 29-33), la hija de Jairo (Mc 5, 21-24; 35-43), la

hemorroísa (Mc 5, 25- 34) y la hija de la sirofenicia (Mc 7, 24-30)121. De estas cuatro mujeres

curadas por Jesús, queremos centrarnos especialmente en la hemorroísa: una mujer que se

acercó a Jesús, con temor y vergüenza, tras doce años de padecer una enfermedad que la

excluía de la sociedad y la estigmatizaba como impura; esta mujer, a pesar de haber sido una

israelita observante, cargaba con el yugo de la exclusión y la discriminación a causa del flujo

de sangre que padecía122. Esta mujer que estaba doblemente victimizada, pues era víctima de

su enfermedad y de aquella moral religiosa, es la que se encuentra con Jesús en el camino

120 Calduch, El perfume del Evangelio, 10. 121 Ibíd., 16. 122 “Marcos valora la enfermedad no como impureza ritual, sino como un padecimiento próximo a la muerte,

que amenaza su función reproductora y, por consiguiente, su puesto en la sociedad. El flujo permanente

simboliza aún más su imperfección, inestabilidad, irracionalidad y falta de autocontrol; pero, además representa

los peligros y miedos que la sociedad experimenta frente a él porque ve peligrar la organización y la distribución

de poder sancionada por los varones. Esta mujer a la espera de la muerte (…) se le aleja todavía más de la

morada del Dios viviente” (Estévez, El poder de una mujer creyente. Cuerpo, identidad y discipulado en Mc

45, 24b-34, 420).

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hacia la casa Jairo, el jefe de la sinagoga de Cafarnaúm.

Lo primero que nos llama la atención al analizar este encuentro es el gesto de aquella mujer:

“Habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto”

(Mc 5, 27). Ella es la que propicia el milagro al acercarse de manera clandestina a Jesús,

rompiendo todas las prescripciones legales que la mantenían en las periferias y arrastrándose

por el suelo hasta llegar a donde se encontraba el Maestro; como bien afirma N. Calduch, “el

deseo de curarse la convierte en una mujer libre; le hace superar todos los límites y las

fronteras de la ley”123. Sin duda, mucha gente tuvo que haber tocado a Jesús, pero no sabemos

cuántos de los que lo tocaron alcanzaron la sanación; lo que sí sabemos es que la fe124 de esta

hemorroísa fue la detonante del milagro. El toque de la mujer se transformó en toque divino,

puesto que precisamente cuando ella tocó a Jesús fue que se sintió tocada por la gracia de la

sanación. “Jesús le ha transmitido su energía vital y sanadora”125.

Resulta sorprendente el considerar cómo los gestos de la mujer hemorroísa son gestos que se

esperaban, social y religiosamente, que provinieran siempre de un varón; de los hombres se

esperaba la iniciativa, la determinación y la valentía, mientras que a la mujer le pertenecía la

sumisión, la timidez, la moderación y la pasividad, procurando pasar sin ser notada. No

obstante, como nos recuerda Mercedes Navarro, en esta narración de Mc 5, 24-34 la jerarquía

se invierte, dado que es la mujer la que, a pesar de su estatus de mujer, enferma y excluida,

adopta la posición activa y toca (άπτομαι) a su sanador Jesús, que, por su reacción, se sitúa

en el contexto más vulnerable y femenino, puesto que la mujer es la que toma su poder y su

vigor126; es por esto que Jesús afirma: “ha salido virtud de mí” (Lc 8, 46).

Ahora bien, según continúa el relato, esta mujer, aunque atemorizada y temblorosa, viendo

lo que le había sucedido, se acercó de frente a Jesús, se postró ante él y le contó todo sobre

123 Calduch, El perfume del Evangelio, 30. 124 Llama la atención que los tres evangelistas sinópticos resaltan la fe de la mujer. En Marcos, el poder de la fe

de la hemorroísa está su capacidad de traspasar fronteras; en Mateo, la fuerza de la fe está en una oración

suplicante que es capaz de alcanzar la salvación y la sanación de Jesús; y en Lucas, el énfasis de la fe está en

clave de agradecimiento. Cfr. Estévez, El poder de una mujer creyente, 281-288. 125 Calduch, El perfume del Evangelio, 31. 126 Cfr. Navarro, Marcos, 189.

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sus dolencias (Mc 5,33); ella, inclinando su cuerpo ante Él, lo reconoció como el Señor de la

vida, como su Sanador. Jesús, por su parte, se reveló como su Salvador y le dijo: “Hija, tu fe

te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad” (Mc 5,34). N. Calduch acentúa

en que el verbo sesóken (σέσωκέν) que aparece en esta perícopa indica que esta mujer no

sólo ha sido curada, sino también salvada, y con esto se percibe la paradoja del relato: la

mujer ha alcanzado su curación y salvación precisamente porque ha transgredido los

preceptos de la ley127. Ella creyó con todo su ser en el poder arrollador y misericordioso del

Reino de Dios que predicaba Jesús; esta mujer creyó profundamente en que el Reino de Dios

era sanación, salvación, vida, dignidad y paz.

Sin lugar a duda, al dejarse tocar del pueblo y al ser tocado particularmente por una mujer

hemorroísa, Jesús anula los códigos sociales y religiosos de su tiempo, y proclama que los

cuerpos de las mujeres no son un lugar impuro que necesite una purificación constante, sino

un lugar de salvación128. Podríamos decir, entonces, que entre el cuerpo de Jesús y el cuerpo

de la hemorroísa se ha producido un encuentro personal, un encuentro de auténtica liberación

y sanación. El análisis de esta perícopa nos conduce, finalmente, a afirmar con Elisa Estévez

lo siguiente:

Jesús invierte el orden establecido, sea el que sea, y proclama que los destinatarios del Reino son

justamente aquellos que los colectivos expulsan fuera de sus fronteras o les condenan a ser

infelices con las etiquetas impuestas (…) Nadie queda fuera: ni debido a su etnia, ni por su sexo,

ni por su religión o nacionalidad129.

3.1.2. El encuentro de Jesús con la sirofenicia

Más sorprendente resulta todavía el encuentro de Jesús con una mujer desconocida de la

región pagana de Tiro y Sidón (Mc 7, 24-30); esta mujer pagana y su hija enferma

personifican a todo el pueblo gentil que no hacía parte de la Alianza. De manera general, esta

perícopa ha sido considerada como una exposición directa de la universalización de la

127 Calduch, El perfume del Evangelio, 32. 128 Ibíd., 33. 129 Estévez, El poder de una mujer creyente, 201-202.

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Salvación, como la apertura del Evangelio a los gentiles; una apertura que llega a través de

dos mujeres, excluidas por ser extranjeras; una apertura que llega a través de la mediación de

una madre que no quiere que el sufrimiento de su hija siga extendiéndose y clama por el pan

del Reino o, aunque sea, por las migas que caen de la mesa del Rey.

La fuerza narrativa de este encuentro de Jesús con la mujer sirofenicia resalta aún más si

consideramos los hechos que preceden a este encuentro, pues mientras la experiencia

renovadora del Reino no se ha logrado confirmar plenamente entre los discípulos y ha

escandalizado notablemente a los fariseos (Mc 7,1-23), en este pasaje se visibiliza

nuevamente y de una manera maravillosa que los excluidos, los humildes y, ahora los

paganos, son aquellos que logran comprender la Buena Noticia del Reino.

Recordemos que esta mujer sirofenicia se acercó angustiada a Jesús porque su hija no solo

estaba enferma y desquiciada, sino que estaba poseída por un espíritu inmundo130. Ella lo

único que deseaba era ver a su hija liberada de tales tormentos. Sin embargo, en un primer

momento, su anhelo se vio desatendido por el Maestro. Esta desatención primera acrecienta

el valor del segundo momento de la conversación, pues, aunque Jesús le respondió a esta

mujer que no estaba bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros, ella confiada y

con esperanza le replica que también los perros (extranjeros paganos) comen las migajas que

caen bajo la mesa de los señores; con estas palabras, la sirofenicia manifiesta que ella y su

hija se contentarían con las migajas y desperdicios caídos de la mesa del Señor131. José

Antonio Pagola afirma que aquellas palabras de fe, salidas del corazón creyente y humilde

130 Cfr. Pagola, Jesús: Aproximación histórica, 217 131 Sobre la contra-respuesta de la mujer pagana, a través de la cual ella logra que Jesús atienda a su súplica,

Carmen Bernabé afirma que se trató de un movimiento provocador, evocador y convocador: “La cananea alzó

su voz y se pronunció de una manera provocadora, evocadora y convocadora. Las palabras inteligentes de la

mujer fueron provocación: provocaron rechazo y miedo a los discípulos, incapaces de acoger al diferente,

temerosos de ser marcados de la impureza gentil, sorprendidos por la fuerza de una fémina. Y provocaron y

desafiaron a Jesús mismo, quien, de manera inusitada, permaneció en silencio ante su ruego suplicante. Sin

embargo, las palabras creyentes de la mujer fueron también evocación: recordaron a Jesús quién era él, le

nombraron Señor e Hijo de David, recordándole su “vocación” de transmisor de la misericordia y la compasión

de Dios, su Padre, para todos sus hijos e hijas. Y las palabras valientes de la mujer fueron también convocación:

convocación indirecta, porque fue a Jesús a quien le pidió y era él quien podría incluir en su nueva familia a las

personas que aún no se sabían dentro de ella. Quienes estaban cansados por el peso de la desigualdad y del

silenciamiento fueron entonces convocados a reunirse en él: “venid a mí todos los que estáis fatigados y

sobrecargados, y yo os aliviaré” (Bernabé, Con ellas tras Jesús. Mujeres modelos de identidad cristiana, 68).

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66

de la sirofenicia, hicieron que Jesús comprendiera que “la voluntad de esta mujer coincide

con la de Dios, que no quiere ver sufrir a nadie”132.

En efecto, Jesús conmovido y admirado reconoció la grandeza de la fe de esta mujer pagana

y afirmó que su suplica había sido escuchada, pero lo más sorprendente de este cambio de

respuesta es que el mismo Jesús se dejó enseñar por aquella mujer. La mujer sirofenicia fue

maestra de Jesús, ella le recordó que su misión era liberar del sufrimiento a la humanidad

agobiada y, sobre todo, a los excluidos, a los marginados y a los desechados de la sociedad.

La mujer tiene razón: el sufrimiento humano no conoce fronteras, pues está presente en todos los

pueblos y religiones. Aunque su misión se limite a Israel, la compasión de Dios ha de ser

experimentada por todos sus hijos e hijas. En contra de todo lo imaginable, según el relato, esta

mujer pagana ha ayudado a Jesús a comprender mejor su misión. Esta es la única ocasión en que

Jesús renuncia a su posición y acepta la de su interlocutor. Jesús se deja convencer por una mujer

pagana133.

Según Pikaza, esta mujer encarna a toda la humanidad sufriente y es “principio hermenéutico

del nuevo mesianismo”134, es decir, del mensaje salvífico del Reino de Dios. Se trata, sin

duda, de un encuentro sorprendente en el que se presenta la normativa religiosa del momento

como un odre viejo, incapaz de contener el vino nuevo del anuncio universal del Reino de

Dios. Este encuentro ha derrumbado las fronteras y reconstruido los puentes de igualdad,

fraternidad y solidaridad.

Fue la fe de esta valiente mujer pagana la que consiguió que Jesús se ofreciera en aquel lugar

como alimento a los hambrientos de las periferias, es decir, a aquellos que siempre habían

sido considerados como indignos, como los últimos; en aquel lugar de Tiro y Sidón, Jesús se

hizo Evangelio para los excluidos y Pan que se partió y se compartió en un banquete inclusivo

con el que fueron y siguen siendo alimentados, principalmente, los más necesitados. Esta

mujer quedó saciada sólo con aquellas migajas135, pues comprendió, como nadie, que las

132 Pagola, Jesús: Aproximación histórica, 218. 133 Ibídem. 134 Pikaza, Evangelio de Marcos. La Buena Noticia de Jesús, 541. 135 Gnilka, El Evangelio según San Marcos. Mc 1-8, 26, 341

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67

solas migajas de Jesús bastaban para salvar a su hija y a la humanidad entera del sufrimiento.

Ella comprendió, en efecto, que el Reino de Dios era un proyecto convival universal y que,

por lo tanto, todos los seres humanos estaban invitados a compartir y vivenciar tal realidad;

por esto, y a pesar de su condición social, creyó valientemente en Jesús e hizo de su periferia

un lugar propicio para comunicar el desbordante mensaje del Reino de Dios.

3.1.3. El encuentro de Jesús con la ‘mujer del perfume’

El tercer encuentro que queremos analizar es aquel que se dio entre Jesús y una mujer

innominada, conocida tradicionalmente como la ‘pecadora pública’ que fue perdonada y

luego enjugó los pies de Jesús con perfume. Esta ‘mujer del perfume’ es una de las muchas

mujeres que aparecen en el evangelio de Lucas. Según Nuria Calduch, hay quienes la

confunden con María de Betania, la hermana de Marta y Lázaro, o con María Magdalena, de

la que Jesús echó siete demonios, o incluso con la mujer adúltera, la que estuvo a punto de

ser lapidada por sus acusadores136; sin embargo, para nosotros, es simplemente ‘la mujer del

perfume’, aquella que derramó su frasco de alabastro sobre los pies del Maestro.

Esta es la única mujer, sin pedirlo, recibe el perdón de Jesús y queda libre de una enfermedad

que no era corporal, sino espiritual y profundamente existencial. La ‘mujer del perfume’ no

era ciega, ni leprosa, ni sordomuda, ni paralítica, ni tenía una pérdida de sangre, ni estaba

poseída por algún espíritu; el mal que la agobiaba era de otro orden:

la mujer del perfume ha vivido una vida de pecado. Y Jesús, el pedagogo, el terapeuta, aplica un

remedio de eficacia instantánea. Perdona todos sus pecados de golpe. No se los recuerda, no los

cuenta, no los clasifica. El remedio de Jesús regenera en el corazón muerto de la mujer los

sentimientos más delicados del ser humano: amor y gratitud137.

La ‘mujer del perfume’ es la mujer del amor grande y de la gratitud infinita, la mujer a la que

mucho se le perdonó y que, en gratitud, amó hasta el extremo a su Maestro. Ella fue una

mujer que no sabía decir en palabras lo que su corazón sentía por Jesús. Y como no sabía

hablar, su corazón la impulsó a realizar un gesto audaz, atrevido y lleno de amor sincero:

136 Calduch, El perfume del Evangelio, 54. 137 Ibíd., 55.

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68

derramó un perfume costosísimo y lo esparció con su cabello, mientras lloraba y besaba los

pies del Señor.

Según se nos cuenta en el evangelio de Lucas, esta mujer irrumpe en la escena de sorpresa y

cuando uno menos se lo esperaba Jesús y sus contertulios. Nadie la había invitado. Ella era

una intrusa, que no pertenecía al grupo. La ‘mujer del perfume’, como bien afirma N.

Calduch, no era farisea, ni rabina, ni letrada, sino una pecadora de renombre; empero, a

nuestra protagonista no le inquietaron sus etiquetas de marginación y se entrometió en aquel

banquete en busca de Jesús. Para ella su amor y gratitud a Jesús estaban muy por encima de

los códigos sociales y no temía a los castigos que pudieran venir luego de su intromisión en

casa de Simón (Lc 7,37-38)138.

Aquella ‘mujer del perfume’ aparece en el relato en calidad de marginada, excluida del

mundo social, del sistema religioso, del banquete, de la mesa, del diálogo. Ella no tenía

nombre, ni cultura, ni prestigio, ni influencia, ni autoridad y, seguramente, tampoco disponía

de muchos recursos económicos; además, era pecadora y lo sabía más que nadie. Ella sólo

tenía la osadía y la audacia de retar a las estructuras más potentes de la sociedad de su tiempo,

y libró su arriesgada batalla sólo con lo que tenía: humanidad, agradecimiento, humildad y

ternura139.

Pero, detengámonos un momento en la simbología de cada uno de los personajes de aquella

escena: Jesús, nuestra mujer pecadora, Simón el fariseo y los demás comensales. Todos

hicieron parte de una misma circunstancia dramática: “la lógica de la ley se enfrenta a la

lógica del amor” 140.

Simón el fariseo, anfitrión del banquete, y su grupo de invitados representaban la ley; Jesús

encarnaba el amor; y, la mujer del perfume se encontraba en el medio. Inmediatamente ella

se postró a los pies de Jesús, Simón comenzó a acusarla y a recordar los pecados por los que

ella era conocida en la sociedad, pero Jesús estaba admirado de la expresión de amor de

138 Calduch, El perfume del Evangelio, 65. 139 Ibíd., 75. 140 Ibíd., 63.

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69

aquella mujer y reconoció que ella lo amaba más que todos los presentes. Esto, sin duda,

desencadenó una gran indignación en el anfitrión y en los invitados, todos ellos acobijados

en la meritocracia de la ley farisea, que se centraba más en el cumplimiento de la normativa

que en el corazón del ser humano. Sin embargo, Jesús confrontó a Simón con las siguientes

palabras:

¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado

los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que

entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió

los pies con perfume (Lc 7, 44-46).

En efecto, los gestos corporales de aquella mujer se convirtieron en una completa y profunda

catequesis exhortativa para aquellos comensales que pretendían seguir el proyecto del Reino,

pero que no habían comprendido las implicaciones del camino propuesto por Jesús. Como

bien afirma Calduch,

la posición corporal de la mujer es muy elocuente. Jesús está reclinado en la mesa. La mujer está

en el suelo, detrás de él, tocando con su cabeza los pies del Maestro. Jesús está arriba y ella está

abajo, lo más abajo posible. Y desde abajo, la mujer llora, le mira y le habla. Habla en silencio,

sin palabras. Habla con su cuerpo. Postrada a sus pies, la mujer adopta una actitud de servicio, de

discípula, a la escucha del Maestro, dispuesta a aceptar su palabra. (…) En casa de Simón todos

están sentados. Sólo ella está en el suelo. Todos situados unos delante de otros. Ella está detrás.

Todos se ven la cara. Sólo ella contempla los pies de Jesús. Por el momento ella es una excluida

del banquete, pero pronto arrebatará el puesto a Simón: de marginada pasará a ser la auténtica

anfitriona. Ahora queda abajo y detrás. Pero no tardará en ocupar el centro de la escena”141.

Sin duda, nuestra ‘mujer del perfume’ recurre al lenguaje del cuerpo, pues con su cuerpo,

especialmente con sus manos, su boca y sus cabellos, visibilizó la esencia del discipulado:

sentimientos de amor hacia Jesús, generosidad, servicio, entrega, pasión, gratitud, humildad,

docilidad. En toda la narración esta mujer no pronunció ni una sola palabra y, no obstante,

en medio de su sorprendente silencio, desplegó una intensa y amorosa predicación.

141 Calduch, El perfume del Evangelio, 66.

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70

Nuria Calduch subraya que esta mujer realizó cuatro acciones sucesivas centradas en los pies

de Jesús: los besó, los bañó con sus lágrimas, los enjugó con sus cabellos y los ungió con

perfume. Estas cuatro acciones conllevan un contacto físico que Jesús acepta con toda

naturalidad, pues Él se deja tocar y se deja amar; aquellas caricias son una viva expresión de

un amor sincero y agradecido, de un amor que necesita salir de sí mismo para entrar en la

alteridad del otro142. Es más, Jesús mismo realizará este gesto en la última cena como un

signo visible del amor con que Dios desea que los hombres nos amemos los unos a los otros;

quizás, Él lo hizo en memoria de esta mujer que, desde que entró en la casa de Simón, no

cesó de besar sus pies (Lc 7,45; Mc 14, 9).

3.1.4. El encuentro de Jesús con Marta y María en Betania

En el capítulo décimo del Evangelio de Lucas y en el duodécimo del Evangelio de Juan

asistimos a otro maravilloso encuentro de Jesús con las mujeres; en esta ocasión Él visita a

sus amigas Marta y María, hermanas de Lázaro. Según lo relata el evangelista Juan, seis días

antes de la Pascua llegó Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado. Allí

se dio una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la

mesa con él. María, por su parte, tomó como medio litro de nardo puro, que era un perfume

muy costoso, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos.

Aquella casa se llenó de la fragancia de aquel perfume derramado por María en honor de

Jesús (Jn 12, 1-3).

La exposición de Nuria Calduch insiste en que el estudio de esta perícopa de la unción en

Betania (Jn 12,1-11) nos permite comprender el encuentro entre Jesús y María, la hermana

de Marta y de Lázaro, en toda su amplitud y ahondar en su riqueza teológica. Si bien esto es

así, queremos detenernos específicamente en el versículo 3: “la casa se llenó de la fragancia

del perfume”; esta frase desde los primeros tiempos ha sido considerada como un misterio

por desvelar, pues según afirma un sinnúmero de teólogos el perfume de aquella unción no

sólo anunciaba la muerte de Jesús en Jerusalén, sino que, con mayor fuerza, comunicaba su

resurrección. En efecto, la fragancia del perfume derramado en Betania es “símbolo de la

142 Calduch, El perfume del Evangelio, 67.

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71

victoria de Cristo sobre la muerte”143. Y este símbolo de victoria es presentado por una mujer.

Como la hemorroísa, la sirofenicia y la ‘mujer del perfume’, Marta y María también perciben

en Jesús una actitud diferente. Nunca escuchan de sus labios expresiones despectivas, nunca

le oyen exhortación alguna a vivir sometidas a sus esposos ni al sistema patriarcal, no hay en

Jesús animosidad ni precaución alguna frente a ellas, sino solo respeto, compasión y simpatía.

Además de una profunda amistad, pues lloró ante la muerte de su hermano Lázaro y,

milagrosamente, lo despertó del sueño de la muerte.

Según Pagola, en casa de sus amigas Marta y María, Jesús corrige de una vez para siempre

aquella visión generalizada de que la mujer se ha de dedicar exclusivamente a las tareas del

hogar144. Según la narrativa de esta perícopa en el Evangelio de Lucas, mientras Marta se

afana por acoger con todo esmero a Jesús, su hermana María, sentada a los pies del Maestro,

escucha su palabra; cuando Marta reclama la ayuda de María para realizar sus tareas, Jesús

le contesta así: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de

pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada” (Lucas

10, 38-42). Desde la exégesis realizada por Pagola esta escena ha sido creada con el propósito

de visibilizar la actitud de Jesús ante la mujer, pues no hubo nada más revolucionario en la

época que esta radical oposición a que las mujeres siguieran reducidas al servicio de las

faenas del hogar y al silencio esclavizante; sin duda, había una experiencia maravillosa a la

que la mujer tenía derecho y necesidad tanto como el hombre, y era la escucha de la Palabra

de Dios, el mensaje del Reino145.

Esta historia no debe ser interpretada de manera controversial, convirtiendo a Marta en el

modelo de aquello que está mal en la vida, de los obstáculos, de las ocupaciones y

distracciones y a María como el modelo ejemplar. Esto sería una revictimización para la

mujer de la época. Este relato se debe releer haciendo memoria del lugar primordial que

ocupa el servicio, la fraternidad, la escucha atenta de la palabra, el compartir generoso y la

143 Calduch, El perfume del Evangelio, 10. 144 Pagola, Jesús: Aproximación histórica, 213. 145 Ibídem.

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resuelta hospitalidad en el mensaje del Reino, pues sólo así este encuentro de Jesús con Marta

y María deviene en una de las señales femeninas más importantes de la llegada del Reino de

Dios. Seguir a Cristo, según el testimonio de Marta y María, es emprender un apasionante

itinerario de acogida, de entrega desinteresada y de amor a Dios y al prójimo.

3.1.5. Las discípulas de Jesús

Detengámonos, finalmente, en un pasaje específico del capítulo octavo del evangelio de

Lucas146:

Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el

evangelio del Reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de

espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido

siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana, y otras muchas que le

servían con sus bienes (Lc 8, 1-3).

A través de este pasaje conocemos el nombre de algunas de las seguidoras de Jesús. No son

las únicas ni mucho menos. Además de María, la madre de Jesús y su discípula por

excelencia, hay un grupo de tres mujeres que, al parecer, fueron las más cercanas a Jesús:

María Magdalena; María, la madre de Santiago el menor y de José; y Salomé (Mc 15, 40).

Conocemos también el nombre de otras mujeres muy queridas por Jesús, como las hermanas

de Lázaro, Marta y María, que lo acogieron a Jesús en Betania. Si hay algo que se nos va

haciendo cada vez más claro es que la presencia de las mujeres en el grupo de discípulos de

Jesús no es secundaria o marginal; al contrario, en muchos aspectos, ellas son modelo del

verdadero discipulado.

No debemos olvidar que el mensajero del Reino de Dios, Jesús, se gestó en el seno de una

mujer y aprendió de ella muchísimo de lo que dijo e hizo; pero, sobre todo, aprendió de María

el valor y el compromiso de decir, con el corazón, ‘fiat’ al Proyecto de Dios. Si estamos

hablando del perfume del Evangelio tenemos que manifestar que este particular perfume

femenino comenzó a aromatizar nuestra fe desde aquel ‘fiat’ profético y escatológico de

146 Tunc, También las mujeres seguían a Jesús, 9.

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73

María que se vislumbra con grandeza en el Magníficat:

Escuchamos el himno profético de la virgen María con todo el contenido contestatario, profético,

subversivo y liberador que encierra. María no tiene solamente sus oídos abiertos al mensaje del

Altísimo, sino que tiene un oído abierto totalmente a Dios y otro abierto a los clamores de su

pueblo judío oprimido. Es la mujer de la verdadera fidelidad, propia de todos los grandes profetas:

en el mismo movimiento en el que se muestran fieles a Dios, se mantienen igualmente fieles a

los apuros de su pueblo. La fidelidad a uno implica la fidelidad al otro, puesto que el que es sordo

a los gemidos del pobre, es también mudo delante de Dios. María levanta su voz y habla: alaba a

Dios e intercede por el pueblo; engrandece la misericordia de Dios y le suplica que se manifieste

como liberación del humillado y del hambriento147.

Ahora bien, además de los rasgos que hemos presentado al considerar los encuentros de

algunas mujeres con Jesús, tenemos que manifestar, con Pagola, que “las mujeres no

discuten, como los varones, sobre quién tendrá más poder en el Reino de Dios”148. Ellas no

buscaban títulos y poderes especiales, sino sólo vivir y trabajar en pos del Reino de Dios,

pues habían comprendido que “no es la virtud de los elegidos, sino la integridad de todos, lo

que constituye la visión central de Jesús”149. Esto es lo que ellas mismas han experimentado

al estar junto a Jesús: las parábolas con las que enseñaba el Maestro recogían igualmente

imágenes del mundo de la mujer, varias curaciones y exorcismos devolvieron la plenitud a

algunas mujeres, el anuncio de la ‘inversión escatológica’ (los primeros serán los últimos y

los últimos serán los primeros) se aplicaba también a las mujeres y a su situación de

inferioridad en las estructuras patriarcales150. Recordemos que buena parte de los pobres que

rodeaban a Jesús eran mujeres, algunas privadas del apoyo de un varón eran las más

vulnerables; pero, como hemos insistido, ser mujer en aquella sociedad patriarcal significaba

estar destinada a vivir en un estado de inferioridad y sumisión.

Es claro que, si las mujeres siguieron a Jesús desde Galilea hasta Jerusalén, y no le

abandonaron ni en el momento de su ejecución, ellas escuchaban también sus predicaciones,

147 Boff, El rostro materno de Dios, 223. 148 Pagola, Jesús: Aproximación histórica, 226. 149 Schüssler, En memoria de ella, 166. 150 Ibídem.

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su mensaje del Reino, aprendían de Él y le seguían de cerca, lo mismo que los discípulos

varones. Ellas también habían tomado sus cruces, indudablemente más pesadas que las

masculinas, para seguir tras las huellas del Maestro. Pagola nos contextualiza, un poco, sobre

el choque de mentalidades que este discipulado femenino, impulsado por Jesús, causó en

aquella época:

El hecho es incontestable y, al mismo tiempo, sorprendente, pues, en los años treinta y todavía

más tarde, a las mujeres no les estaba permitido estudiar la ley con un rabí. No solo eso, viajar

por el campo siguiendo a un varón y dormir en descampado junto a un grupo de hombres era

probablemente un escándalo. En Galilea no se había conocido algo parecido. El espectáculo de

un grupo de mujeres, en algunos casos sin compañía de sus maridos, algunas de ellas antiguas

endemoniadas, siguiendo a un varón célibe que las acepta en su entorno junto a sus discípulos

varones no podía sino despertar recelo151.

Ahora bien, resulta asombroso considerar la actitud de estas mujeres discípulas en el

momento de la Pasión, en drama de la Cruz. Mientras los discípulos se dispersaban, temían

y se camuflaban en el anonimato y la clandestinidad, ellas fueron fieles seguidoras de su

Maestro encarcelado y se convirtieron en disidentes de aquella normativa según la cual Jesús

era un criminal; ellas lo acompañaron hacia el Calvario, lo vieron morir de amor, lo

embalsamaron con perfumes y aceites aromáticos, y lo llevaron al sepulcro; ellas no cesaron

de esperar aquel momento glorioso de la Resurrección. Esta heroica osadía femenina nos la

recuerda Elizabeth Schüssler así:

Las mujeres galileas desempeñaron un papel decisivo tanto en la extensión del movimiento de

Jesús a los gentiles como en la continuación de dicho movimiento después del arresto y la

ejecución de Jesús. Las discípulas galileas de Jesús no huyeron después de su arresto, sino que

permanecieron en Jerusalén durante su ejecución y su entierro. Estas mujeres galileas fueron

también las primeras en expresar su experiencia de la bondad poderosa de Dios que no abandonó

al Jesús crucificado en la tumba, sino que le resucitó de entre los muertos. La confesión cristiana

primitiva de que “Jesús el Nazareno, el que fue crucificado, ha resucitado”, fue inicialmente

revelada, según el relato premarcano de la resurrección (Mc 16) a las mujeres galileas discípulas

151 Pagola, Jesús: Aproximación histórica 224.

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75

de Jesús152.

Este protagonismo histórico de las mujeres fue de gran importancia para los orígenes del

cristianismo. Ellas que habían experimentado la bondad y la misericordia del Dios de Jesús

fueron las pioneras en extender el movimiento de Jesús en Galilea y en desarrollar un

argumento teológico según el cual todos los seres humanos estaban invitados a tener acceso

al poder del Dios de Jesús y a compartir la abundancia del banquete mesiánico. Según

Schüssler, es precisamente a través del discipulado y del anuncio femenino que el Proyecto

de Jesús se comienza a comprender como una mesa comunitaria y universal en la que todos

somos bienvenidos153. Y, con esto, ellas se convierten en las guardianas del carácter del

discipulado de iguales suscitado por Jesús y de la Iglesia universal.

En efecto, este carácter es el que se visibiliza en cada una de las perícopas evangélicas en las

que aquí nos hemos detenido: la mujer del flujo de sangre nos presentó a un Dios que se

preocupa por la dignidad humana, que sana y salva a quienes acuden a Él; la mujer sirofenicia

con su fe firme y su hábil razonamiento, abrió un futuro de libertad y plenitud para su hija

pero, además, esta mujer pagana se convirtió en la abogada, históricamente visible, de un

futuro escatológico para los gentiles y extranjeros del mundo; la pecadora del perfume, con

osadía, nos demostró el modo en que el Reino de Dios se hace presente en la realidad, pues

aunque caminó en contra de la lógica de su época, visibilizó que en el proyecto de Dios valen

más los hechos radicales que las palabras vacías y el legalismo de los fariseos; Marta y María

nos ayudaron a comprender que a través de la hospitalidad, la acogida y el servicio generoso

el Reino de Dios se establece, y que este proyecto comienza a gestarse desde nuestras casas.

Todas estas mujeres se convirtieron, entonces, en el perfume del Evangelio, en el grato aroma

del Reino de Dios que emana por siempre y para siempre en la Iglesia.

152 Schüssler, En memoria de ella, 186. 153 Ibídem.

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3.2. Las mujeres en la Iglesia: discípulas y constructoras imparables del Reino

“Son varias las mujeres que la Biblia presenta para darnos a conocer una sabiduría

particular, práctica, la sabiduría de Dios. Muestra a la mujer que encarna el esfuerzo, la

dedicación, el sacrificio y el trabajo responsable; a la que está en los momentos cruciales

de la existencia humana; la que no pierde la esperanza y que sabe escuchar la Palabra y

obedecerla; la mujer que hace presencia en la vida de Jesús, en su pasión, muerte y

resurrección, y posteriormente en la vida de las primeras comunidades cristianas

y en la vida de la Iglesia”154.

María, la madre de Jesús, María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José,

y Salomé son cuatro mujeres eminentes entre las discípulas que siguieron a Jesús, igual que

Pedro, Andrés, Santiago y Juan son los cuatro eminentes discípulos entre los doce (Mc 1, 16-

20). Ellas cuatro acompañaron a Jesús bajo la cruz, arriesgando su seguridad y su vida; fueron

importantes discípulas y constructoras imparables del Reino de Dios. En el Evangelio de

Marcos se utilizan tres verbos para caracterizar el discipulado de estas mujeres que estuvieron

al pie de la Cruz: ellas le seguían en Galilea, le servían y “habían subido con él a Jerusalén”

(Mc 15,41). Elizabeth Schüssler nos invita a reflexionar sobre esta triple descripción verbal,

dado que estos verbos vienen a configurar la realidad discipular de las primeras mujeres

cristianas.

En primer lugar, el verbo akolouthein (ἀκολουθεῖν) que aquí se usa es el mismo que describe

la llamada y la decisión de ser discípulo con el que Marcos inaugura el mensaje evangélico

(Mc 1,18). Así pues, si recordamos que en Marcos 8,34 y 10,28 Jesús insiste en que seguirle

significa “tomar la cruz” y ponerse en camino con él, sin duda, las mujeres que están a los

pies del crucificado fueron aquellas que lo siguieron hasta el final155. En segundo lugar, el

verbo diakonein (διακονεῖν) llama la atención en que estas mujeres discípulas han practicado

el verdadero discipulado exigido a los seguidores de Jesús. Sin duda, el diakonein de estas

mujeres no puede limitarse únicamente al servicio de la mesa, pues este verbo resume la

totalidad del ministerio de Jesús156. En tercer lugar, Schüssler llama la atención en que el

154 González, Místicas Medievales. El rostro femenino de la teología, 46. 155 Cfr. Schüssler, En memoria de ella, 383. 156 Cfr. Schüssler, En memoria de ella, 383.

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verbo synanabainein (συναναβαίνεῖν) no sólo se refiere a estas cuatro discípulas principales

sino a todas las mujeres que siguieron a Jesús desde Galilea a Jerusalén. Además, resulta

interesante que fuera de este pasaje este verbo se encuentra sólo en Hechos de los Apóstoles

cuando se hace referencia a aquellos que se habían encontrado con el Señor resucitado,

convirtiéndose en testigos de su Resurrección (Hch 13,31)157.

Es verdad que en las primeras comunidades las mujeres desempeñaron ciertas actividades

destacadas en el anuncio y en la práctica de la fe. Los Hechos de los Apóstoles nos hablan de

Lidia, negociante de púrpura, rica y activa en la comunidad (Hch 16,14-15); de Dámaris,

convertida en Atenas (Hch 17,34); de algunas profetisas, como las cuatro hijas vírgenes de

Felipe (Hch 21,9); de otras, como Tabita, que servían a los pobres (Hch 9, 36). Son muchas

las mujeres que, en el lenguaje paulino, “trabajaron duro” por el Señor, como Trifena, Trifosa

y Pérsida (Rom 16,12); también conocemos a Priscila, a Febe diaconisa de la iglesia de

Cencreas (Rom 16,1), a Julia (Rm 16, 15), a Evodia y Síntique, que asistían a Pablo en su

lucha por difundir el Evangelio (Flp 4,2).

Como afirma Edith González,

Las mujeres neotestamentarias continúan mostrando la fortaleza, la sabiduría y la obediencia de

la mujer a la voluntad de Dios. Son mujeres fuertes, llenas de vida y con profunda experiencia de

fe, como María, la madre de Jesús, que en su silencio y contemplación sabe que Dios habla al

corazón del ser humano, a su totalidad, en su intimidad, profundidad, inteligencia y libertad. Ella

ve y comprende el misterio que le hace guardar todo en su corazón (Lc 2,19). Las mujeres que

van al sepulcro, María Magdalena, María la madre de Santiago y Juana (Lc 24,1-11) se convierten

en mensajeras de la resurrección, y con la fuerza y la convicción de la experiencia del encuentro

anuncian que Jesús sigue vivo y no está en el lugar de los muertos158.

Ahora bien, como percibimos tanto en los Hechos de los Apóstoles como en el epistolario

paulino se habla de mujeres misioneras, predicadoras, maestras, profetisas, sanadoras, jefas

de iglesias domésticas e incluso de agraciadas con el don de lenguas y otros carismas. De

157 Cfr. Ibíd., 384. 158 González, Místicas Medievales. El rostro femenino de la teología, 46.

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este modo, como afirma Paola Polo159, podríamos decir que en las primeras décadas del

cristianismo se atestigua un fuerte ministerio femenino al mismo nivel de los varones. Sin

embargo, según visualizamos en la historia de la Iglesia, se trató de un ministerio vivo que se

fue debilitando con el tiempo, pero que nunca se extinguió, pues siempre han surgido testigos

espirituales y lideresas comunitarias que han luchado por mantener viva esta llama femenina

en el seno de la Iglesia. Mencionemos algunas de ellas.

En su exposición sobre el rostro femenino de la teología, Edith González acentúa en que,

además de la presencia y participación de las mujeres que describe la Sagrada Escritura, en

la historia del cristianismo encontramos también a aquellas mujeres que, llenas de la fuerza

y la energía vital del Espíritu Santo, se desplazaron al desierto y allí configuraron sus vidas

de manera radical en el seguimiento de Jesús160. Estas mujeres han sido conocidas como las

Ammas, y su misión en el desierto era la de encender la antorcha de vida teologal para luego

comunicarla a sus hermanos. Los nombres más comunes de estas madres, según tradición

oral y escrita, son Santa Tecla de Iconio, Santa Macrina la joven y Santa Sinclética.

Asimismo, y dando un salto temporal, la inmensa cantidad de mujeres cristianas en el

contexto de la sociedad medieval no deja de sorprendernos, pues en esta época las mujeres

tuvieron que resistir y romper los esquemas establecidos sobre el rol que tenían asignado y

pensarse como sujetos que construían teología; ellas comprendieron progresivamente que sus

palabras tenían un impacto en quienes las escuchaban hablar y que estaban llamadas a dar

testimonio y a vivir en libertad.161 Entre los muchos movimientos espirituales femeninos que

aparecieron en la Edad Media, queremos destacar aquí a las beguinas, un grupo de mujeres

que surgió entre los siglos XII y XIII, al mismo tiempo que aparecían las órdenes

mendicantes de los franciscanos y de los dominicos; entre ellas se destacan Matilde de

Magdeburgo, Margarita Porete y Hadewijch de Amberes. Las experiencias espirituales de

estas tres insignes mujeres son sintetizadas magistralmente por E. González de la siguiente

159 Polo, Las mujeres en la Iglesia, de discípula a olvidadas y a sujetos de liberación, 2. 160 González, Místicas Medievales. El rostro femenino de la teología, 47. 161 Ibíd., 14.

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manera:

Matilde de Magdeburgo revela el amor unitivo con Dios y los efectos que se producen en el ser

humano cuando ha sentido su beso. El alma se desnuda ante Dios y se deja absorber por él, de

modo que viva un cielo en la tierra. Con Margarita Porete, el alma que decide emprender un viaje

en busca del Amado descubre en su caminar momentos o estados en los que experimenta ascensos

y caídas. (…) Y Hadewijch de Amberes, herida por el amor de Dios, descubre un amor violento,

fuerte, arrollador, que envuelve al ser humano como un torrente hacia su conocimiento. Utiliza

el lenguaje simbólico para mostrar una mística nupcial, en la que el alma trova a su Dios con

deseos inagotables de amor162.

Este movimiento femenino estaba arraigado en el deseo de una vida apostólica que estuviera

caracterizada por la pobreza voluntaria, la mendicidad y la predicación. Este movimiento se

hizo atractivo, sobre todo, porque agrupaba las aspiraciones religiosas de las mujeres que no

querían ser monjas en el sentido estricto, o que no tenían bienes suficientes para aportar una

dote que les permitiera mantenerse de por vida.163 Estas mujeres, a imitación de las discípulas

del Evangelio, se dedicaron a la atención a los más necesitados, y vivieron una espiritualidad

rebosante de servicio, pues comprendieron que el cristianismo no era un llamado al intimismo

individualista, sino una experiencia de apertura a la divinidad, a prójimo y a la creación164.

En la mística del siglo XVI también nos encontramos con una de las mujeres más importantes

en la historia del cristianismo medieval: Santa Teresa de Jesús, aquella monja española,

andariega y con determinada determinación, que fundó la Orden de Carmelitas Descalzas.

Ella nos transmitió su experiencia profunda y sublime de amor con Dios, a través de sus

escritos doctrinales, y de sus muchas cartas, poemas, cánticos, coplillas y sonetos. “Santa

Teresa insiste en que el camino de perfección está en la capacidad que tiene todo ser humano

para hablar bien con Dios, saber su lenguaje, saber que se parte de la historia individual en

una relación con Dios que exige un proceso de comunicación con él”165. Gracias al incansable

162 González, Místicas Medievales. El rostro femenino de la teología, 15-16. 163 González, Reino de Dios y kénosis en el Maestro Eckhart. Lineamientos para una reflexión teológica

contemporánea, 37. 164 Ibíd., 38. 165 González, Místicas Medievales. El rostro femenino de la teología, 16.

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80

celo apostólico de Santa Teresa, en los cinco continentes del mundo encontramos, todavía

hoy, la presencia viva y renovadora de la vida consagrada en la clausura conventual.

En esta misma perspectiva, nos encontramos en el siglo XIX con Santa Teresita del Niño

Jesús, una joven carmelita descalza que, desde un pequeño convento en Lisieux-Francia, se

convirtió en la Patrona de las Misiones y en la Doctora del Amor (Doctor Amoris). Ella nos

enseñó que no hay fronteras que logren contener el inagotable amor de Dios y que los más

pequeños sacrificios del día a día, entregados con amor, tienen un efecto universal en la

conversión de la humanidad; esta joven carmelita, además, hizo de su vida una actualización

apasionante de aquellas mujeres que derramaron sus perfumes a los pies de Jesús, pues para

Teresita el perfume más precioso que se todos le podemos ofrecer a Jesús es el amor. Así lo

escribió en su poema “Vivir de amor”:

Vivir de amor es imitar, Jesús, la hazaña de María cuando bañó de lágrimas y perfumes preciosos

tus fatigados y divinos pies, enjugándolos luego con sus largos cabellos. Y alzándose del suelo,

con santo atrevimiento, tu cabeza, igualmente, María perfumó. ¡Oh Jesús, el perfume que yo doy

a tu rostro es y será mi amor! ¡Vivir de amor, oh qué locura extraña —me dice el mundo—, cese

ya tu canto! ¡No pierdas tus perfumes, no derroches tu vida, aprende a utilizarlos con ganancia!»

¡Jesús, amarte es pérdida fecunda! Tuyos son mis perfumes para siempre. Al salir de este mundo

cantar quiero: ¡muero de amor!166

Acercándonos a los siglos XX y XXI descubrimos un sinnúmero de mujeres que han sido

protagonistas de la historia de nuestra Iglesia y que han trabajado, incansablemente, por

difundir en este mundo el mensaje del Reino de Dios y ser luz en estos tiempos de oscuridad.

Santa Teresa de los Andes, con su locura de amor por Dios, se nos presentó como una

discípula consagrada a la misión de la comunicarle a los agobiados y afligidos que sólo a los

pies de Jesús encontrarán descanso; Santa Laura Montoya, religiosa y misionera colombiana,

nos recordó la sed de Dios que tienen los hombres de nuestro tiempo y el compromiso que

todos tenemos de convertirnos en discípulos y mensajeros que llevemos el Agua viva del

Evangelio a las periferias y pueblos excluidos; Santa Edith Stein nos ayudó a comprender

166 Santa Teresita del Niño Jesús, Obras Completas, PN 17, 12-13. Poesía Vivir de amor del 26 de febrero de

1895.

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81

que la vida del ser humano es una oportunidad para recorrer, junto al Nazareno, el camino de

la Cruz para alcanzar la anhelada unión con Dios; Santa Teresa de Calcuta proclamó con

ahínco que el Reino de Dios es de los más vulnerables, y dedicó toda su vida a atender a los

pobres, enfermos, huérfanos y moribundos, segura de que cada uno de los servicios y

atenciones que le prestaba a cada uno de aquellos pequeños era un servicio prestado a Dios.

Todas estas mujeres, en efecto, han sido continuadoras del espíritu femenino del Evangelio

y del aroma grato que no cesa de perfumar nuestra historia de salvación; todas ellas han sido

transmisoras de los sentimientos de Cristo y, sin duda alguna, discípulas y constructoras

imparables del Reino de Dios. Ellas han traído el Reino de Dios hasta nuestros tiempos y

siguen proclamando libertad y liberación, justicia y perdón, paz y dignidad, amor y servicio.

Ellas siguen siendo las mensajeras del Resucitado, las pregoneras de la Salvación.

3.3. Los principales rasgos femeninos del Reino de Dios

Como conclusión de este tercer capítulo, queremos sintetizar aquellos rasgos femeninos que

aparecieron con protagonismo en esta relectura del mensaje del Reino de Dios. Lo primero

que tenemos que recalcar es que el Reino de Dios llega a las mujeres a través de un encuentro

cara a cara con Jesús: Él las mira, les habla, las toca, les da la mano, las defiende, las levanta,

llora con ellas, las sana, y las salva.

Por medio de las perícopas en las que nos detuvimos con especial atención y de la

contemplación del testimonio de algunas mujeres que han sido protagonistas de importantes

momentos históricos de la Iglesia tenemos que afirmar que el Reino de Dios es una

experiencia vital en la que lo femenino ocupa un lugar esencial; pues las mujeres que

rodearon a Jesús nunca fueron consideradas secundarias en el anuncio del Proyecto del

Reino, sino que fueron, y siguen siendo, protagonistas activas, vehículos de revelación y

grandes gestoras del Reino. A través de ellas, el Reino se ha caracterizado como un perfume

que es, al tiempo, bálsamo fragante y medicina efectiva; como una caricia tierna y cálida;

como un toque delicado y poderoso; como una realidad amorosa y llena de sentido; como un

torrente de misericordia, compasión y entrega; como una experiencia de acogida y

hospitalidad; como un camino de seguimiento y fidelidad; como un proyecto de abundancia,

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82

dignidad, igualdad, justicia y universalización. El Reino de Dios es, sin duda, un Reino en el

que abundan mujeres nuevas, creadoras y recreadoras de la historia, constructoras de nueva

humanidad, madres de un mundo nuevo, peregrinas sedientas de verdad, con corazones

grandes que aman sin fronteras.

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Capítulo IV: Hacia un compromiso efectivo por el Reino de Dios.

Una propuesta pastoral para el Hogar Nuestra Señora del Milagro

En este cuarto y último capítulo buscaremos responder a la pregunta que nos hemos

formulado desde el comienzo de nuestra investigación: ¿qué implicaciones pedagógicas y

teológicas surgen de la comprensión de la categoría “Reino de Dios” para construir una

propuesta pastoral que oriente el trabajo en el Hogar Nuestra Señora del Milagro?

Sin duda, la respuesta a esta capital incógnita emerge en el contexto del tercer momento del

método teológico “ver, juzgar, actuar”, herramienta que hemos tomado como guía en este

estudio sobre el Reino de Dios. Este es, pues, el momento del “actuar”, en el que

construiremos una propuesta pastoral, pedagógica y social aplicable al Hogar Nuestra Señora

del Milagro, siguiendo los lineamientos e implicaciones que fueron surgiendo a lo largo de

nuestra indagación sobre la categoría “Reino de Dios”167.

Este tercer momento, como afirma taxativamente el teólogo y filósofo Gustavo Gutiérrez,

evidencia que nuestro ejercicio como teólogos consiste en pasar de la “simple afirmación y

casi recitación de verdades” al “compromiso, actitud global, postura ante la vida”168; en

nuestro caso, consistirá en tomar como base la buena noticia del Reino y, a partir de este

hondo mensaje, pensar en sus implicaciones en un proyecto específico que se ha

contextualizado y desarrollado bajo un análisis de la situación que se vive en la Casa Hogar

“Nuestra Señora del Milagro”; este es el lugar en el que las Hijas de María Inmaculada y

Corredentora trabajan sin cansancio por la reconstrucción personal y la dignidad de un grupo

de niñas y adolescentes que se encuentran en situación de amenaza o vulneración de sus

derechos fundamentales.

167 Andrés Torres Queiruga, en su obra “Repensar la revelación. La revelación divina en la realización

humana”, presenta de manera magistral una definición de la revelación que nos sirve para transparentar el

porqué de este proyecto de pastoral social de mi quehacer teológico: “la revelación, en su significado más

radical, pertenece a la auto-comprensión de toda religión, puesto que en definitiva una religión viene a ser la

toma de conciencia, de la presencia de lo divino en el individuo, en la sociedad y en el mundo. Por eso aparece

referida a la vida: a sus preguntas y a sus aspiraciones, a sus angustias y a sus esperanzas” (Torres, Repensar la

revelación, 117). 168 Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectiva, 21.

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84

Considerar el contexto particular, tanto de esta casa hogar como del arduo trabajo pastoral y

social de esta congregación religiosa, ha sido para nosotros de gran importancia, sobre todo,

porque el deseo fundacional de esta congregación se arraiga en la construcción del Reino de

Dios en el mundo y esto lo evidenciamos en su lema misionero: “servir a Dios es reinar”.

Con estas palabras apostólicas y misioneras, las Hijas de María Inmaculada y Corredentora

hacen eco de su consagración mariana, puesto que la Santísima Virgen María, la Hija excelsa

de Sión, a través de la asunción a los cielos, quedó adherida plenamente al misterio de la

gloria eterna; en efecto, María de Nazareth, la Madre de Cristo, ha sido glorificada como

Reina universal. Como bien lo expresó San Juan Pablo II en la Encíclica Redemptoris Mater:

la que en la anunciación se definió como ‘esclava del Señor’ fue durante toda su vida terrena fiel

a lo que este nombre expresa, confirmando así que era una verdadera ‘discípula’ de Cristo, el cual

subrayaba intensamente el carácter de servicio de su propia misión: el Hijo del hombre “no ha

venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20, 28). Por esto

María ha sido la primera entre aquellos que, sirviendo a Cristo también en los demás, conducen

en humildad y paciencia a sus hermanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar, y ha conseguido

plenamente aquel ‘estado de libertad real’, propio de los discípulos de Cristo: ¡servir quiere decir

reinar!169

La comunidad religiosa de las Hijas de María Inmaculada y Corredentora170 fue fundada por

el sacerdote redentorista Manuel Ángel Bernabé Terreros juntamente con un grupo de seis

jóvenes catequistas el 15 de octubre de 1978. El P. Manuel se encontraba, en ese entonces,

al frente de la Parroquia Santa Rosa en Piura, Perú; allí, al observar la situación crítica de

numerosas jóvenes que se encontraban en estado de emergencia espiritual y física, él empieza

a desarrollar una labor de acción social orientada a este sector vulnerable: niñas, adolescentes

y madres solteras en situación de abandono y peligro moral. Resulta interesante percibir

cómo la fundación de esta congregación religiosa, y de otras muchas congregaciones, ha

surgido a partir de la lectura de la situación histórica a la luz de la fe, de un “ver-juzgar”, que

169 Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris Mater, I, 41. 170 La información de la Congregación religiosa ha sido proporcionada por las mismas religiosas que la

conforman y que se encuentran en Colombia. Además, se ha recurrido a la página web de la congregación:

https://congregacionmariainmaculada.wordpress.com. Rescatado: 22 de junio de 2019.

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85

ha tenido su respectivo fundador y que ha motivado un “actuar” misionero a favor de la

construcción de un proyecto cristiano de humanización a través de un apostolado específico.

El carisma de las Hijas de María Inmaculada y Corredentora está arraigado,

fundamentalmente, en la experiencia de transformación de la vida que se alcanza a través del

amor de Jesucristo y de la virgen María. Esta transformación en el amor es el eje que impulsa

a esta congregación religiosa a ayudar a las jóvenes en situación de vulnerabilidad en el

desarrollo de valores humanos y cristianos; especialmente en la fe y confianza en la

providencia de Dios.

En los más de 15 años que hemos podido estar presentes en el apasionante trabajo pastoral

de esta congregación, hemos evidenciado cómo muchas jóvenes han logrado alcanzar, de

nuevo, su dignidad como personas y su fe en el destino eterno de cada una, llegando a ser

profesionales y, constituyendo auténticas familias cristianas. También, algunas de ellas, han

descubierto su vocación a la vida religiosa, y continúan como miembros de la congregación.

Esta comunidad religiosa está enmarcada en los principios cristianos y en la pedagogía del

amor que busca formar personas competentes para la sociedad: se enseñan los valores

fundamentales para la convivencia pacífica, se cultiva el sentido crítico y de pertenencia, se

impulsa el desarrollo de expresiones artísticas y literarias, se sensibiliza sobre la importancia

de la conservación y cuidado del medio ambiente y se promueve la responsabilidad y el

compromiso social.

Por un lado, la misión de la congregación es educar integralmente a las niñas y jóvenes,

entregándoles educación de calidad, orientada fundamentalmente a ser personas auténticas

guiadas por los valores cristianos, éticos y morales que les permita desenvolverse en la

sociedad y contribuir a su progreso. Por otro lado, la visión de las Hijas de María Inmaculada

y Corredentora es lograr dar respuestas adecuadas a las necesidades de formación integral

(afectiva, ética, intelectual, física y espiritual) de niñas y jóvenes, y facilitar la inserción de

cada una de ellas en su entorno geográfico, social, cultural y eclesial. Las Hijas de María

Inmaculada y Corredentora, en efecto, se esfuerzan por educar evangelizando y evangelizar

a través de la educación.

Page 86: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

86

El deseo fundacional de la congregación se arraiga en contribuir en la construcción del Reino

de Dios en el mundo. Y, movidas por este deseo, las hermanas pregonan constantemente que

“servir a Dios es reinar”. Su espíritu misionero busca extenderse a los lugares más

vulnerables y día tras día, con optimismo y entrega generosa, trabajan para que el Reino de

Dios llegue al corazón de las jóvenes; ellas hacen suyas las palabras de San Pablo: “me

gastaré y me desgastaré, con tal de salvar almas para Cristo” (II Cor 12, 15). En estos

momentos, cuentan con presencia en Perú y aquí en Colombia. En nuestro país, la

congregación se identifica a través del NIT 900.023.826-0 como una entidad sin ánimo de

lucro de origen canónico según Decreto Arzobispal No. 1367.

En Bogotá-Colombia, desde 1999, la congregación tiene una Casa Hogar llamada “Nuestra

Señora del Milagro”; allí, las hermanas buscan ayudar en la reconstrucción personal de 20

niñas y adolescentes entre los 7 y 18 años que se encuentran en situación de amenaza o

vulneración de sus derechos fundamentales, a través de formación moral y religiosa, que las

dote de unos principios prácticos capaces de regenerarlas; formación cultural elemental

(estudios de primaria y secundaria); formación laboral, enseñándoles un oficio o profesión

manual que las capacite para poder sostenerse en la sociedad; formación cívica social, para

que puedan a su tiempo integrarse en la sociedad.

En esta Casa Hogar, se acoge a las niñas con afecto y comprensión, y se les brinda un espacio

para expresar sus sentimientos, emociones, deseos e intereses. Además, todas ellas, gozan de

igualdad de oportunidades. La congregación busca formar en la práctica de las virtudes, los

valores y la armónica convivencia; asimismo, fomentar el desarrollo de facultades

intelectuales y espirituales que beneficien la formación personal en el pleno ejercicio de la

libertad para que el obrar se fundamente en valores como la responsabilidad y honestidad.

Esta comunidad misionera aspira a generar conciencia frente a la importancia de que el

trabajo bien realizado, el cumplimiento estricto de los deberes y el ejercicio responsable de

los derechos son la mejor contribución al progreso humano y por ende de la sociedad;

además, busca generar espacios que permitan a las niñas y adolescentes y sus familias, si las

hay, clarificar y jerarquizar sus valores dentro del marco de la cultura y de las necesidades

concretas, a partir de su interés y propias acciones de vida.

Page 87: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

87

Conscientes del deber de la educación y, partiendo del Evangelio como fuente de vida, la

congregación espera contribuir en la construcción de una sociedad nueva y justa apoyando

la planificación de proyectos de vida con las niñas, adolescentes y sus familias.

En la entrevista titulada “La esperanza renace en las niñas rescatadas por las Hijas de María

Inmaculada y Corredentora” que le realizó el periódico digital Portaluz a la hermana Yeny

Rosario Pezantes, a propósito del trabajo misionero de la congregación, se encuentran las

siguientes palabras:

Con sus 8 hogares en Perú y 3 en Colombia las hermanas han rescatado en cuatro décadas de

existencia a cientos de niñas de diversas realidades marcadas por la vulnerabilidad, detalla la

religiosa que dirige en Bogotá el Hogar Nuestra Señora del Milagro de la Congregación:

“Estremece ver a niñas con sus vidas destrozadas, a tan temprana edad; ellas llegan con muchas

heridas… como haber visto matar a sus padres, otras que debieron dejar su casa, todo, y son

forzadas a mendigar…”171.

Renglones adelante, la hermana Yeny Rosario dice:

Lo más lindo es ver a una niña feliz, que crezca con todas sus cualidades y pueda acceder a todas

las ayudas necesarias. Cuando una niña de verdad llega a realizarse en la vida como profesional

para uno suma mucho. Haberla levantado con mucho sacrificio valió la pena porque ellas pueden

aprovechar bien ese tiempo y llegar a ser alguien en la vida. Y las que no, tampoco es que lo

pierdan todo, pues algo se les queda, algo aprenden, sobre todo el temor de Dios172.

Luego de estar apoyando la misión de las “Hijas de María Inmaculada y Corredentora” en la

Casa Hogar de Bogotá, mencionada anteriormente, hemos sentido el deseo de materializar

formalmente el apoyo a esta congregación a través del nacimiento de un proyecto que hemos

querido llamar “Reino de Dios presente en Colombia”. Sin duda, queremos unirnos a esta

obra misionera y ser parte del servicio apostólico según el cual podemos expandir el mensaje

del Reino. Así las cosas, antes de dar paso a la exposición del proyecto con el que apoyaremos

171 Para leer la entrevista completa: https://www.portaluz.org/articulo.asp?idarticulo=3067. Rescatado: 21 de

septiembre de 2020. 172 Ibídem.

Page 88: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

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la Casa Hogar, quisiéramos explicar por qué hemos decidido llamarlo “Reino de Dios

presente en Colombia”.

Cuando teológicamente nos acercamos a la expresión Reino de Dios muchas reflexiones

pueden generarse, desde diferentes enfoques e interpretaciones; esto lo hemos percibido a lo

largo de este escrito. Aquí, sencillamente, entendemos por Reino de Dios a “Dios reinando,

que viene y actúa por sí mismo, desde sí mismo, como gracia, allí donde los hombres y

mujeres lo acogen”173. No obstante, también se nos hace necesario comprender que el hombre

no puede aceptar pasivamente la idea de que el Reino viene y está llegando, per se, sino que

debe comprometerse y actuar para que se den su llegada y su construcción última. Como lo

asevera Lohfink, “Jesús puede decir en sus parábolas que el Reino viene como pura maravilla

de Dios, por sí mismo, pero también que debe ser asumido con un firme compromiso para

que venga”174. Jesús mismo asumió este compromiso y lo expresó claramente en la petición

central de su oración: “Venga tu Reino” (Mt 6, 10)175. La soberanía de Dios, entonces, no

solo pretende cambiar el corazón del hombre sino también su cuerpo y la sociedad en la que

vive; si no es así, no se puede hablar de Reino de Dios. Sólo cuando una sociedad vive en

todos sus aspectos según el orden social de Dios se reconoce la soberanía de Dios en el

mundo176.

Sin duda, el Reino de Dios es, efectivamente, siempre cercano y posible; no es un sueño

utópico, no es una visión celestial, ni un estado espiritual, sino una real transformación social,

aquí y ahora, en esta misma tierra, en nuestro momento histórico actual177. Por lo anterior, el

nombre de nuestro proyecto no es solamente “Reino de Dios” sino que le hemos añadido

“presente en Colombia”. Nuestro propósito, nuestro “actuar”, no es otro que el que José

María Castillo, en su libro “El Reino de Dios, por la vida y la dignidad de los seres humanos”,

ha manifestado como un reto urgente para este tiempo contemporáneo: “la restitución de la

vida en plenitud: alimento, dignificación de pecadores y excluidos y hasta disfrute y gozo del

173 Sáez de Maturana, Jesús. Volver a los comienzos, 245. 174 Lohfink, ¿Qué quería decir Jesús cuando predicaba el Reino de Dios?, 4. 175 Cfr. Casaldálida y Vigil, Espiritualidad de la liberación, 135. 176 Cfr. Lohfink, ¿Qué quería decir Jesús cuando predicaba el Reino de Dios?, 6. 177 Cfr. Horsley, La revolución del Reino. Cómo Jesús y Pablo transformaron el mundo antiguo, 56.

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89

vivir”178, ya que “el Reino implica y exige, como ya se ha dicho, el interés por la persona, su

salud, su dignidad, su vida entera”179. Lograr que las vidas se transformen, al apostarle a la

construcción de una Colombia nueva.

Para Castillo, la persona que pretende situarse por encima de alguien, ser considerado más

que otros, gozar de privilegios que no tienen los demás y otras actitudes que, en general, van

en esa dirección, está radicalmente incapacitada para entender lo que significa el “Reino de

Dios” y entrar en él180. No así, y con profunda humildad, deseamos que nuestro proyecto esté

orientado a contribuir para que cada una de las niñas y adolescentes de la Casa Hogar

“Nuestra Señora del Milagro” logre desarrollarse integralmente.

En Jesús, el “Reino de Dios” se hace presente, no solo dando vida a los que carecen de salud

y dignidad (enfermos y endemoniados), sino además cambiando las situaciones sociales

desesperadas que se traducen en pobreza, hambre, sufrimiento, soledad, desesperación y

abandono. Como se manifestó anteriormente, las niñas y jóvenes con las que realizan su

pastoral social las Hijas de María se encuentran en situaciones-límite.

En este punto, resulta importante manifestar la pregunta crucial de este proyecto teológico-

social, nuestro “actuar”: ¿cómo ayudamos?, ¿cómo nos podemos unir a esta labor de las

Hijas de María Inmaculada y Corredentora?, ¿cómo podemos fortalecer este proyecto

pastoral?, ¿cómo podemos apoyar esta obra a favor del Reino? Asimismo, preguntémonos

por qué tenemos la necesidad de pensar en una propuesta pastoral, pedagógica y social.

Indudablemente, las implicaciones que se han desprendido en esta extensa consideración

sobre la realidad del Reino de Dios en estos tiempos contemporáneos no pueden apuntar en

una dirección que no motive el cambio de nuestras sociedades actuales. Como dice el P. José

Antonio Pagola, es difícil que nos acerquemos a Jesús y no quedemos atraídos por su persona,

porque Él nos hace partícipes de un horizonte diferente de la vida, de una dimensión más

profunda, de una verdad más esencial; cuando nos acercamos a la vida del Hijo de Dios

178 Castillo, El reino de Dios, por la vida y la dignidad de los seres humanos, 83. 179 Ibíd., 69 180 Ibíd., 132.

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90

descubrimos una llamada a vivir la existencia desde su raíz última, es decir, desde aquella

comprensión de que Dios quiere para todos los seres humanos una vida más digna y dichosa,

una vida según los parámetros del Reino de Dios. Por esto, Jesús nos invita a desprendernos

de cualquier postura rutinaria y postiza; exhortándonos a liberarnos de los engaños, miedos

y egoísmos que paralizan nuestras vidas; suscitando en nuestros corazones algo tan decisivo

como es la alegría de vivir, la compasión por los últimos y el trabajo incansable por un mundo

más justo. Jesús nos enseña a vivir con sencillez y dignidad, con fe, esperanza y caridad181.

Jesús nos invita a servir y trabajar en la viña de su Padre, nos llama a formar parte del Reino

de Dios.

Durante el tiempo que hemos estado colaborando con la obra de la Casa Hogar, hemos

aportado con nuestros recursos económicos para solventar algunos gastos que han estado

relacionados con el pago de mensualidades de los colegios de las niñas, en gastos de

alimentación y demás dispensas de manutención en los que hayamos podido brindar nuestro

apoyo desinteresado y con todo el amor182. Adicionalmente, hemos puesto al servicio de las

necesidades de la congregación tanto mis conocimientos teológicos y de licenciatura en

educación religiosa para colaborar en las actividades catequéticas y pedagógicas de esta obra,

y también las profesiones de mis familiares y amigos comprometidos con este hermoso

quehacer pastoral. Con esto claro, y luego de un sondeo de las necesidades del Hogar, de un

“ver-juzgar” en el que las religiosas nos comunicaros sus principales necesidades,

presentamos en una tabla programática la estructura jerárquica en la que proponemos los

servicios que desde el proyecto “Reino de Dios presente en Colombia” podríamos, formal y

comprometidamente, ofrecer a la Casa Hogar “Nuestra Señora del Milagro” para fortalecer,

en todo su horizonte, este apostolado en favor del Reino:

181 Cfr. Pagola, Jesús. Aproximación histórica, 5. 182 Actualmente, la congregación religiosa depende, económicamente, del trabajo que realizan los fines de

semana con la venta en las parroquias cercanas de envueltos de maíz y huevos que traen de una granja propia.

Page 91: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

91

Servicio Descripción breve

Requerimientos de

Bienestar Familiar

Pese a no contar con los recursos necesarios, la Casa Hogar

“Nuestra Señora del Milagro” no está, aún, avalada

legalmente como un Hogar comunitario integral. El Instituto

Colombiano de Bienestar Familiar dispone de una serie de

parámetros que establecen los requisitos mínimos para que un

establecimiento logre recibir el aval legal. Esta sería,

entonces, la necesidad principal de la Casa Hogar “Nuestra

Señora del Milagro”

Infraestructura y

reubicación de la Casa

Hogar

Uno de los deseos principales que tenemos, como fundación,

es el de apoyar la reforma y/o construcción de una nueva casa

que cumpla con los lineamientos de infraestructura exigidos

por el Bienestar Familiar y por el Ministerio de Educación.

Estos deben ser espacios físicos especialmente diseñados para

prestar el servicio de atención integral a la primera infancia,

con el fin de promover su desarrollo y propiciar su

participación como sujetos de derechos.

Así mismo, deseamos apoyar con la dotación del mobiliario

requerido para su correcto funcionamiento.

Hemos trabajado de la mano de la Norma Técnica

Colombiana NTC 6199 “Planeamiento y Diseño de

Ambientes para la Educación Inicial en el Marco de la

Atención Integral”.

Junto a la necesidad de legalizar el trabajo de las Hijas de

María en la Casa Hogar, se evidencia la necesidad de

respaldar a la Casa Hogar, de modo parcial, con los gastos en

Page 92: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

92

Alimentación alimentación. Según el Bienestar Familiar, la Casa Hogar

debe contar diariamente con: desayuno, dos meriendas

(mañana y tarde), almuerzo y cena. En estos momentos, esto

no es posible, debido a la situación económica de la Casa

Hogar.

Formación escolar

Seguir apoyando a las Hijas de María con los gastos de la

formación escolar de las niñas y jóvenes de la Casa Hogar y

con las necesidades básicas de la formación escolar:

uniformes, zapatos, bolsos, útiles escolares, refrigerios. Las

niñas, actualmente, están recibiendo formación escolar en el

Colegio Distrital del barrio San Rafael y, a las mejores

alumnas se les ha incentivado su excelencia académica

trasladándolas al Colegio Privado Madre Paula Montal, de las

religiosas escolapias.

Formación integral:

psicología, academia,

espiritualidad, valores,

deportes

El cuidado de las niñas y adolescentes es un factor

fundamental al determinar las demás etapas de la vida. Es por

tal motivo que, además de garantizar que las niñas tengan su

formación escolar, se buscará que también tengan

acompañamiento psicológico, refuerzos académicos,

acompañamiento espiritual, catequético y asesoramiento

deportivo y artístico.

Buscaremos generar vínculos entre la Pontificia Universidad

Javeriana y la Casa Hogar. La Universidad Javeriana,

cumpliendo con su responsabilidad social y cristiana, cuenta

con una fuerza social solidaria, cívica, ciudadana, de

participación: voluntariado javeriano. Uno de los objetivos

principales del voluntariado es brindar acompañamiento a

experiencias procesuales de trabajo social en comunidades

Page 93: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

93

con desafíos sociales presentes en Bogotá, con el fin de

favorecer su transformación social. Sin duda alguna, el

trabajo de la Casa Hogar necesita, con urgencia, la presencia

de voluntarios con el deseo de ayudar a reconstruir

integralmente la vida de estas niñas. De acuerdo con las

necesidades de la Casa Hogar, las hermanas de la

congregación que lideran este servicio deberán, por medio de

solicitudes formales dirigidas a los respectivos promotores y

Decanos de las Facultades, solicitar el apoyo de la

Universidad.

Asimismo, el padre Gilberto Cely S.J., que ha estado al frente

de varios de los proyectos de voluntariado de la Universidad

Javeriana, y que es conocedor del trabajo que se está

realizando en la Casa Hogar, nos ayudará a promover que se

logren espacios de trabajo del voluntariado javeriano en la

Casa Hogar a través del servicio que diferentes facultades de

la Universidad como Psicología, Teología, Derecho, Trabajo

social, Medicina, Enfermería y Odontología.

Trabajo con las familias

El trabajo con las familias de las niñas y adolescentes de la

Casa Hogar es de suma importancia. Aunque muchas de las

niñas viven con la Congregación religiosa al no tener

familiares que se responsabilicen de ellas, otra parte de las

niñas sí cuenta con algún acudiente y con familiares. En este

caso, se pretende acompañar y capacitar también a estos

familiares para que el vínculo familiar se logre fortalecer y,

especialmente, se le hable a la niña un “mismo lenguaje”, el

lenguaje del Reino.

Page 94: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

94

Acompañamiento en la

Catequesis de las niñas

y

Actualización y

capacitación teológica

para la congregación

religiosa.

Como ya lo decía el Decreto Christus Dominus del Concilio

Vaticano II, se hace necesario vigilar atentamente que se dé

con todo cuidado a los niños, adolescentes, jóvenes e incluso

a los adultos la instrucción catequética, y que esta tienda a que

la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva, explícita y activa;

que se enseñen las verdades de la fe con el orden debido y

método conveniente, de acuerdo con la índole, facultades,

edad y condiciones de vida de los oyentes, y que esta

instrucción se fundamente en la Sagrada Escritura, la

Tradición, la Liturgia, el Magisterio y vida de la Iglesia.

Desde lo aprendido en mis estudios teológicos y pedagógicos,

he apoyado y seguiré apoyando a las “Hijas de María

Inmaculada y Corredentora” en la actualización de sus

estudios teológicos y pedagógicos, eclesiales y pastorales.

También, junto con un grupo de sacerdotes, seminaristas,

religiosos y laicos comprometidos, ayudaremos en la

catequesis sacramental de las niñas de la Casa Hogar.

Ahora bien, junto con este esquema, en el que materializamos algunos de nuestros

compromisos con el quehacer pastoral en la Casa Hogar, presentamos también una serie de

pistas o lineamientos pastorales que nos ayudarán a ahondar con mayor agudeza en la

consolidación de una propuesta pastoral y pedagógica nutrida por las enseñanzas y las

exigencias propias del Reino de Dios, pues vale la pena recordar que la realidad del Reino,

como bien nos dice San Pablo en la Carta a los Romanos, “no es comida ni bebida, sino

justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rm 14, 17); sin duda, las implicaciones

pedagógicas y teológicas surgen de la comprensión de la categoría “Reino de Dios” nos

ayudan a construir una propuesta pastoral que oriente y dinamice el trabajo en el Hogar

Nuestra Señora del Milagro.

Page 95: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

95

La primera pista surge de la aproximación investigativa que realizamos en el Nuevo

Testamento, pues a la luz de múltiples pasajes evangélicos nos queda explicitado que el

mensaje del Reino es mucho más que una teoría, puesto que se trata de un mensaje que es

transformador de la existencia y que enciende una apasionante llama según la cual se anima

nuestro quehacer teológico y pastoral. Al contemplar a Jesús, Camino, Verdad y Vida del

Reino, todos descubrimos que, antes de emprender nuestro proyecto pastoral-social, estamos

invitados a incorporar los rasgos esenciales del Reino, su verdadero significado y su fuerza,

a nuestras propias vidas, pues si no nos configuramos con los sentimientos del Reino, es

decir, con la caridad, la obediencia, la entrega y el servicio, tal y como lo hizo Jesús, no

podremos conocer a Jesús, ni mucho menos el Reino.

La segunda pista que hemos encontrado en nuestra investigación es que, si bien nos

acercamos a ‘algo’ del Reino de Dios, este ingente proyecto sigue mostrándosenos como un

misterio inagotable que Dios nos comunica y nos entrega. Por esto, así como consiste en un

cambio en el ser humano, en una nueva manera de existir, en una nueva manera de vivir y de

comprender el mundo, también es una invitación a comprender cómo en aquellos lugares en

donde la historia de los hombres continúa inalterable, llena de sufrimientos e injusticia, no

ha llegado Cristo Resucitado, y no se ha entendido que el Reinado de Dios consiste en un

orden en el amor que abarca integralmente lo espiritual, lo afectivo, lo social, lo cultural, lo

moral, lo religioso y lo político; un orden que se construye en el día a día, en el hoy, en el

presente. En este orden de ideas, este proyecto pastoral-social debe nacer de la esperanza en

que ‘otro’ mundo sí es posible y en que somos los seres humanos, receptores y agentes del

mensaje del Reino, los que tenemos que trabajar incansablemente en este proyecto de Dios.

La tercera pista nos recuerda que el reino de Dios no pretende sólo la conversión individual

de cada persona, sino que es una proclamación universal que, en todos los pueblos y naciones,

nos invita a construir un nuevo modelo de comportamiento humano y social; así como el

mismo Jesús veía a la gente angustiada por las necesidades más básicas y les buscaba alivio

y consuelo, nosotros también estamos invitados a asumir este carácter práxico y concreto, en

la medida de nuestras posibilidades: un pan para llevarse a la boca, un vaso de agua para

calmar la sed, un vestido con que cubrir el cuerpo desnudo, un techo en donde se pueda

Page 96: REINO DE DIOS Y PRAXIS PEDAGÓGICA

96

dormir, un ungüento que sane las heridas, etc. Sin duda, Jesús entiende que sólo cuando los

seres humanos entremos radicalmente en la dinámica del Reino de Dios todas aquellas

situaciones que agobian a nuestras comunidades podrán cambiar de una vez para siempre:

“Buscad más bien el Reino de Dios y esas cosas se os darán por añadidura” (Lc 12, 22.31;

Mt 6, 25).

Como consecuencia de las tres pistas anteriores, y a la luz de la obra de José María Castillo,

podemos presentar una cuarta pista en la que las implicaciones pedagógicas y teológicas del

Reino de Dios se nos presentan a través de la suerte decálogo: seguir a Jesús; configurarnos

con sus sentimientos; buscar la liberación de los seres humanos oprimidos por la desigualdad

y la esclavitud; construir comunidad; fortalecer un proyecto integral, histórico, cultural,

político, social y religioso; escuchar la voz de los testigos predilectos del Reino, es decir, del

pueblo humilde y sencillo; comprender que el Reino es un proyecto que resulta incómodo

para la mayoría de hombres, sobre todo, porque es un ejercicio de servicio, entrega y

humildad; articular teoría y praxis, conocimiento y experiencia, mística y revolución; trabajar

incansablemente por aliviar el sufrimiento humano y sanar la fractura social que agobia

nuestro mundo; y, finalmente, asumir y entender este desafío del Reino como un camino de

permanente búsqueda y encuentro con Jesús, con su vida, sus acciones, su Palabra.

La quinta y última pista que presentamos tiene el carácter propio de lo femenino. Como bien

pudimos comprender a la luz del desarrollo expositivo del capítulo tercero, las mujeres

tenemos un papel fundamental en la construcción, en el fortalecimiento y en la expansión del

proyecto del Reino, puesto que somos como aquel perfume que se va derramando en la

historia de la salvación y que va aromatizando de amor apasionado y de servicio

desinteresado el mensaje de la buena noticia del Evangelio. En el caso particular de la puesta

en marcha de un proyecto teológico, pedagógico y pastoral en la Casa Hogar “Nuestra Señora

del Milagro”, que esté nutrido por el mensaje del Reino, no podemos dejar a un lado esta

impronta femenina, dado que esta obra es guiada y sostenida por hermanas consagradas que,

como lo hemos expresado, se han ofrecido a Dios como discípulas, mensajeras y agentes de

su Reino. Ellas, sobre todo, tienen la misión de llevar el estandarte del Perfume del Evangelio

a todo lugar y aromatizar con la suave fragancia del Reino todo cuanto hagan. Sin duda, nos

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percataremos del Reino de Dios presente en nuestra realidad por este perfume divino que

se va desprendiendo de cada acto que se hace por amor y entrega en favor del Reinado de

Dios; así, como la mujer de Betania, podremos seguir renovando el milagro del aroma del

Reino, hasta que podamos afirmar que nuestra vida, nuestra comunidad, nuestro país, y todo

el mundo se llenó “con la fragancia de aquel perfume” (Jn 12, 3).

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Conclusión

Como bien expresó la teóloga Olga Consuelo Vélez, una tarea teológica que no parte de la

vida y no pretende transformarla se queda en la esterilidad de las especulaciones teóricas, sin

ninguna conexión con la realidad y/o en la acumulación de reflexiones teológicas que no

responden al momento actual183. A través del tradicional método de planificación pastoral

“ver, juzgar, actuar” 184 y desde la dinámica de la observación participante 185 hemos

organizado formalmente esta extensa reflexión que ahora concluimos al tiempo que

vislumbramos el amplio horizonte de un futuro en el que el Reino de Dios se sienta cada vez

más cercano.

En los dos primeros capítulos, nos hemos detenido en el primer momento, en el “ver”, y

hemos podido acercarnos a la noción del “Reino de Dios” tanto en el Nuevo Testamento

como en la teología contemporánea de José María Castillo; sin duda, este acercamiento nos

ha permitido, también, percibir cara a cara nuestra realidad, acogerla desde el corazón y

disponernos para comprenderla. Pudimos observar, considerar y reconocer con cuidado,

atención y respeto la experiencia del Reino de Dios presente en el Nuevo Testamento,

especialmente en los Evangelios y en la doctrina paulina, y descubrimos actitudes, modos de

pensar, valoraciones y las características propias del Reino de Dios. Sin duda, este “ver” se

agudizó cuando ahondamos en la ingente producción teológica de José María Castillo, pues

desde esta perspectiva contemporánea comprendimos que esta categoría evangélica, sobre

todo, hace evidente que la historia humana es un “lugar teológeno” y, por lo tanto, nuestra

investigación sobre el Reino de Dios no podía detenerse solamente en la época de antaño en

183 Cfr. Vélez, El quehacer teológico y el método de investigación acción participativa. Una reflexión

metodológica, 205. 184 Una vez más, recordemos que el trinomio ver-juzgar-actuar significa, en síntesis, un método de planificación

pastoral, que nació como método de la acción en el seno de la Juventud Obrera Cristiana en Bélgica, y ha sido

usado también en los documentos de la Iglesia, y más precisamente por Juan XXIII en Mater et Magistra, en

1961. En seguida con la Gaudium et Spes (promulgada por el papa Pablo VI el 8 de diciembre de 1965, último

día del Concilio) se transforma en método teológico, y más tarde se convierte en un principio arquitectónico de

los documentos conclusivos de las Conferencias generales de la Iglesia latinoamericana. 185 Como lo expone Orlando Fals Borda, en su artículo La investigación participativa y la intervención social,

19: “…la investigación-acción participativa quiere ser a la vez puente hacia formas más satisfactorias de

explicación de las realidades y herramienta de acción para trasformar esas realidades”.

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99

la que se escribieron los textos sagrados. Sin duda, esta fecunda tensión entre el pasado

textual y el presente en el que nos movemos nos permitió fortalecer una mirada anamnética

con la fuerza vivificante de una mirada profética y crítica de la actualidad.

En el tercer capítulo, nos centramos en el segundo momento de nuestro método teológico, el

momento del “juzgar”. Comprendimos que este era el momento central de la revisión de vida

y nos sentimos invitados tomar posición frente al hecho analizado, y discernimos estos

hechos a través del lente de la fe, con el propósito de descubrir aquellos signos de los tiempos

y las exigencias e implicaciones del Reino de Dios en este tiempo. En nuestro caso, este

“juzgar” estuvo nutrido por una interpretación en clave femenina del Reino y, a la luz de los

aportes de algunas teólogas contemporáneas, evidenciamos que no basta reflexionar y lograr

una mayor clarividencia sobre el Reino, sino que es necesario obrar, porque se ha presentado,

con dramática urgencia, la hora de la acción186.

El lenguaje femenino, materno y amoroso del Reino nos condujo hacia el momento del

“actuar”, en el que nos acercamos a la obra de las Hijas de María Inmaculada y Corredentora

y construimos una propuesta pastoral, pedagógica y social aplicable al Hogar Nuestra Señora

del Milagro, que siguiera los lineamientos e implicaciones que iban emergiendo a lo largo de

nuestra indagación sobre la categoría “Reino de Dios”. Este tercer momento, ha significado

para nosotros, sobre todo, una confesión de nuestro compromiso y postura en favor de vida

y la dignidad de los seres humanos; así, con el sencillo esquema de participación en el Hogar

hemos querido responder de manera explícita a las exigencias del Reino, desde nuestra propia

historia, al convertirnos en sujetos activos187, en protagonistas de la historia, en instrumentos

del Reino de Dios que continúan derramando su perfume, como bálsamo sobre las heridas,

dolores y sufrimientos de los hombres de estos tiempos actuales. El camino que recorrimos

de la mano de este método de investigación teológica “ver, juzgar, actuar” nos ayudó, en

verdad, a comprender la manera en que la Palabra se hace acción y se realiza como acción

transformante y transformadora.

186 Cfr. Celam, Medellín, Introducción a las conclusiones, 3. 187 Cfr. Castillo, Ponderación teológica del método Ver-Juzgar-Actuar, 34.

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Como trasversalmente lo hemos manifestado en este texto, el llamado fundamental que

hemos recibido, como cristianos comprometidos y como teólogos, es el de “dar razón de la

fe” (1 Pedro 3,15), a través de la teoría y de la praxis del Reino. En sintonía con esto, nos

resultan valiosísimas y vitales las palabras del P. Bernard Lonergan S.J. en su obra “Método

en Teología”:

Comunicar el mensaje cristiano es llevar a otro individuo a compartir una significación

cognoscitiva, constitutiva y eficiente, que uno ha hecho ya propia. Por consiguiente, todos los

que vayan a comunicar la significación cognoscitiva del mensaje cristiano, antes que nada, deben

conocer […]. Quienes van a comunicar la significación constitutiva del mensaje cristiano deben

ante todo vivirla. Porque quien no vive ese mensaje no puede poseer su significación constitutiva,

y no puede llevar a nadie para compartir lo que él mismo no posee. Finalmente, los que comunican

la significación eficiente del mensaje cristiano, deben ponerla en práctica. En efecto, las acciones

hablan más que las palabras; y predicar lo que no se practica hace pensar en un bronce que

resuena, hoy en una campana que tañe188.

El quehacer teológico y su pedagogía del Reino de Dios, a diferencia de otros modelos de

objetivación de la realidad, consiste en una hermenéutica de la fe imposible de realizar sin

que el sujeto de esta se involucre afectiva, efectiva y holísticamente en ella. Esto es así

porque, indudablemente, los estudios teológicos posibilitan que, como ser humano, el teólogo

se arraigue en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo; Pedro Trigo, al hablar de las

relaciones humanizadoras desde el lente de la teología, afirma que “la fe cuyo destinatario

es Dios y la fe que tiene por destinatarios a los seres humanos es estructuralmente la misma.

Si una persona no tiene fe en lo humano, no puede tenerla en Dios, porque carece de esa

dimensión humana y así no sabe qué es fe. La fe es un modo de relación”189.

Desde nuestro punto de vista, consideramos que el quehacer mismo de la teología ha de ser

puesto en cuestión cuando el teólogo no se desacomoda de sus zonas de confort y cuando no

se manifiesta frente a las estructuras de poder injustas, pues, como decía Dietrich Werner, no

se puede convertir el quehacer teológico en una especie de “marketing”, sino siempre deben

188 Lonergan, Método en teología, pp. 347-348. Cursivas mías 189 Trigo, Relaciones humanizadoras: un imaginario alternativo, 19.

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101

generarse acontecimientos humanizantes190 que dignifiquen al hombre. Esta es la buena

noticia del Reino.

El Nuevo Testamento nos enseña que cuando alguien tiene un encuentro real con el

Resucitado, con la Verdad, no puede callar lo que ha visto y oído (Hch 4, 20). La interioridad

del encuentro con Cristo se nos presenta, entonces, como un conducto de vida ética porque

esta interioridad es, también, el lugar donde acontece la irrupción de lo divino como acción

gratuita, donde acaece la transfiguración humana y de donde brotan las palabras y las

acciones con poder real de creación cultural191. Nos convertimos en auténticos ‘compañeros’

del otro y caminamos juntos hacia la construcción del Reino de Dios.

Como lo manifestamos desde el comienzo de este trabajo, no hay mejor referencia al Reino

que observar la misma vida de Jesús, narrada en la Escritura. Las personas marginadas y

vulnerables se sentían bien con Él. Sin duda, Él las comprendía, las acogía, nunca les echaba

nada en cara, las trataba con respeto y, por supuesto, siempre encontraban cariño y una

enseñanza pedagógica en Jesús192. Él se dedicó a acogerlas, a sanar las heridas que la vida

les iba dejando, a devolverles la dignidad perdida y a darles vida, en abundancia; Él logró

anteponer las estructuras comunitarias (basadas en las relaciones interpersonales) a las

estructuras de parentesco (basadas en las relaciones institucionales)193 y con esto mostró que

todos los hombres del mundo somos hermanos, familia en Dios. Él, hoy, nos dice al corazón:

“ve y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37).

190 Werner, Oslo: The Future of Theology in the Changing Landscapes of Universities in Europe and Beyond,

399. Suazo, La función profética de la educación teológica evangélica en América Latina, 21-68. 191 Cfr. Avenatti, La figura de la interioridad como lenguaje estético–dramático mediador entre la literatura

argentina y la teología, 680. 192 Cfr. Castillo, La ética de Cristo, 13. 193 Cfr. Ibíd., 16.

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