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1 Resentimiento terminable e interminable Dr. Luis Kancyper * El interés por el estudio del resentimiento surgió desde la práctica analítica, al comprobar, a partir de las enseñanzas recogidas de mis analizantes, el lugar protagónico que posee este afecto en la génesis y persistencia de fenómenos clínicos relacionados con la compulsión a la repetición. Mi propósito en esta conferencia es desarrollar la particular dimensión temporal del resentimiento en el proceso analítico y sus consecuencias técnicas para elaborar aquellas situaciones de la historia del sujeto que a través de los tiempos han permanecido como capítulos congelados, enquistados por el rencor; como obstáculos que atascan el proceso de la integración temporal dialéctica tanto en la psicología individual como así también en la psicología de las masas. Por lo tanto, focalizaré mis reflexiones en el estudio de este afecto clave: el poder del rencor (resentimiento y remordimiento), su metapsicología, clínica y técnica. Sus efectos sorprendentes y devastadores ya habían sido señalados con mucha anterioridad, hace veinticinco siglos, por Heráclito de Efeso (540 A.C.- 470 A.C.): Hay que mostrar mayor rapidez en calmar un resentimiento que en apagar un incendio, porque las consecuencias del primero son infinitamente más peligrosas que los resultados del último; el incendio finaliza abrasando algunas casas a lo más, mientras que el resentimiento puede causar guerras crueles con la ruina y destrucción total de los pueblos. En nuestro siglo, Elie Wiesel había advertido acerca de la progresiva escalada tanática engendrada en el fuego de la caldera del resentimiento, a partir de la cual se atizan la intolerancia y la destructividad en la dimensión intersubjetiva: El resentimiento no conoce fronteras ni muros de contención y pasa sobre etnias, religiones, sistemas políticos y clases sociales. No obstante ser obra de los humanos, ni * Dirección:Guemes 2963 piso 10. Buenos Aires. Argentina E-mail: [email protected]

Resentimiento Terminable e Interminable - L Kancyper (997)

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Un excelente escrito de Luis Kancyper

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    Resentimiento terminable e interminable

    Dr. Luis Kancyper*

    El inters por el estudio del resentimiento surgi desde la prctica analtica, al

    comprobar, a partir de las enseanzas recogidas de mis analizantes, el lugar

    protagnico que posee este afecto en la gnesis y persistencia de fenmenos clnicos

    relacionados con la compulsin a la repeticin.

    Mi propsito en esta conferencia es desarrollar la particular dimensin

    temporal del resentimiento en el proceso analtico y sus consecuencias tcnicas para

    elaborar aquellas situaciones de la historia del sujeto que a travs de los tiempos han

    permanecido como captulos congelados, enquistados por el rencor; como obstculos

    que atascan el proceso de la integracin temporal dialctica tanto en la psicologa

    individual como as tambin en la psicologa de las masas.

    Por lo tanto, focalizar mis reflexiones en el estudio de este afecto clave: el

    poder del rencor (resentimiento y remordimiento), su metapsicologa, clnica y

    tcnica.

    Sus efectos sorprendentes y devastadores ya haban sido sealados con mucha

    anterioridad, hace veinticinco siglos, por Herclito de Efeso (540 A.C.- 470 A.C.):

    Hay que mostrar mayor rapidez en calmar un resentimiento que en apagar un

    incendio, porque las consecuencias del primero son infinitamente ms peligrosas

    que los resultados del ltimo; el incendio finaliza abrasando algunas casas a lo ms,

    mientras que el resentimiento puede causar guerras crueles con la ruina y

    destruccin total de los pueblos.

    En nuestro siglo, Elie Wiesel haba advertido acerca de la progresiva escalada

    tantica engendrada en el fuego de la caldera del resentimiento, a partir de la cual

    se atizan la intolerancia y la destructividad en la dimensin intersubjetiva:

    El resentimiento no conoce fronteras ni muros de contencin y pasa sobre etnias,

    religiones, sistemas polticos y clases sociales. No obstante ser obra de los humanos, ni

    * Direccin:Guemes 2963 piso 10. Buenos Aires. Argentina E-mail: [email protected]

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    Dios mismo lo puede detener. Ciego y enceguecedor a la vez, el resentimiento es el sol

    negro que, bajo un cielo de plomo voltea y mata a quienes se olvidan la grandeza de lo

    humano y la promesa que el mismo encierra. Es preciso por lo tanto combatirlo

    oportunamente, despojndolo de su falsa gloria, que le confiere su escandalosa

    legitimidad.

    La vivencia del tiempo sostenida por el poder del resentimiento y

    remordimiento es la permanencia de un rumiar indigesto de una afrenta que no cesa,

    expresin de un duelo que no se logra procesar, no slo en el propio sujeto y en la

    dinmica intersubjetiva, sino que esta sed de venganzas talinicas puede llegar a

    perpetuarse a travs de la transmisin de las generaciones sellando un inexorable

    destino de represalias incoercibles en la memoria colectiva. Sin embargo, hay otro

    aspecto del rencor que vale la pena mencionar: al caracterizarse por abrigar una

    esperanza no slo vindicativa sino reivindicativa, sta puede llegar a operar como un

    puerto en la tormenta en una situacin de desvalimiento, como un ltimo recurso de

    lucha en que el sujeto intenta restaurar el quebrado sentimiento de la propia dignidad,

    tanto en el campo individual como social, y fomentar as un destino constructivo.

    En efecto, el poder del rencor no slo promueve fantasas e ideales

    destructivos, sino que puede tambin llegar a propiciar fantasas e ideales

    reivindicativos y trficos, favoreciendo el surgimiento de una necesaria rebelda y de

    un poder sublimatorio, creativo, tendientes a restaar las heridas provenientes de los

    injustos poderes abusivos originados por ciertas situaciones traumticas. El sentido de

    este poder esperanzado opera para contrarrestar y no sojuzgarse a los clamores de un

    inexorable destino de opresin, marginacin e inferioridad.

    Estas dos dimensiones antagnicas y coexistentes del poder del rencor se

    despliegan en diferentes grados y se requiere reconocerlas y aprehenderlas en la

    totalidad de su compleja y aleatoria dinmica.

    Paso a desarrollar a continuacin la manifestacin del poder del resentimiento

    y remordimiento en la situacin analtica, en la psicologa de las masas y su expresin

    en el campo de la literatura.

    Resentimiento: definicin y descripcin clnica

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    Mara segua nutriendo un rencor tan

    tenaz, como el que solo las mujeres* son

    capaces de poner en sus antipatas de la

    infancia, para guardarlo hasta que ya

    son abuelas.

    Gnther Grass, El tambor de hojalata

    La palabra resentimiento se define como el amargo y enraizado recuerdo de

    una injuria particular de la cual desea uno satisfacerse. Su sinnimo es rencor. Rencor

    proviene del latn, rancor (queja, querella, demanda). De la misma raz latina deriva

    rancidus (rencoroso), y de ella, las palabras rancio y rengo.

    El resentimiento es la resultante de humillaciones mltiples, ante las cuales las

    rebeliones sofocadas acumulan sus ajustes de cuentas, tras la esperanza de

    precipitarse finalmente en actos de venganza.

    A partir del resentimiento surge la venganza mediante una accin reiterada,

    torturante, compulsivamente repetitiva en la fantasa y/o en su pasaje al acto.

    Surge como un intento de anular los agravios y capitalizar al mismo tiempo esa

    situacin para alimentar una posicin caracterstica: la condicin de vctima

    privilegiada.

    Desde este lugar adquiere derechos de represalia, desquite, y revancha contra

    quienes han perturbado la ilusin de la perfeccin infantil. Estos derechos los ejerce a

    travs de conductas crueles y sdicas por las heridas narcisistas, edpicas y fraternas y

    por los daos traumticos externos que pasivamente ha experimentado.

    Es en la venganza donde se revierte la relacin. El sujeto resentido, en su

    intercambiabilidad de roles, pasa a ser de un objeto anterior humillado, un sujeto

    ahora torturador.

    El sujeto torturador anterior se convierte durante la venganza en un objeto

    actual humillado deudor, manteniendo la misma situacin de inmovilizacin dual

    sometedor/sometido, con apariencia de movilidad.

    Es mediante el resentimiento que el sujeto bloquea su afectividad, anulando

    tambin la percepcin subjetiva del paso del tiempo y de la discriminacin de los

    * Yo dira, no exclusivamente las mujeres.

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    espacios, para lo cual inmoviliza a sus objetos y a su yo en una agresividad vengativa al

    servicio de poblar un mundo imaginario siniestro.

    Escuchemos al analizante Roberto:

    El resentimiento es como acelerar un coche atascado en el barro. Cuanto ms se

    acelera, ms se hunde y menos se mueve. Yo empec recin a moverme cuando

    comenc a sentir mi resentimiento. (pausa). Se me ocurri un juego de palabras: si

    estoy resentido en lugar de sentir resiento, siento nuevamente cosas viejas (rancias) y

    me paso la vida pidiendo as.

    Yo quiero tener por la fuerza lo que no se me dio por causas reales y claro, eso es el

    resentimiento. Porque ahora reconozco que con el resentimiento a cuestas no podra

    cambiar mi historia. Siempre hice un uso del resentimiento, una especie de culto a la

    desgracia.

    En otra sesin Roberto comenta:

    El resentimiento es un callejn sin salida. Me paseaba dentro de l pero no sala.

    Estaba detenido aunque me mova pero en el mismo callejn.

    El sujeto resentido est enfermo de reminiscencias. No puede dejar de

    recordar, no puede olvidar. Es decir, est abrumado por un pasado que no puede

    separar y mantener a distancia del consciente.

    En la represin (esfuerzo de suplantacin) el sujeto desaloja acontecimientos

    no tan traumticos, en cambio, en el resentimiento lo traumtico es ms intolerable

    para el yo en trminos de Selbstgefhl. Permanece como cuerpo extrao que quedara

    aislado del curso asociativo con el resto del yo, y al no poder entrar en la cadena de la

    significacin simblica no accede a ser reprimido, sino que permanece escindido.

    En el resentimiento se repiten los sentimientos y las representaciones como

    automatismos de repeticin, sin configurar el recordar acompaado de un revivenciar

    afectivo, integrado en una estructura diferente con una nueva perspectiva temporal

    El sujeto resentido queda capturado en la atemporalidad, no pudiendo, a su

    pesar, perdonar.

    Permanece retenido, detenido y entretenido en derredor de una temtica

    torturante: lavar el honor ofendido, saldar cuentas sin dar descanso por los agravios

    padecidos, pero a costa de un precio muy elevado: la hibernacin de los afectos.

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    Resentimiento y narcisismo

    El resentimiento surge por la amenaza que significa la prdida de la completud

    o de la perfeccin narcisista que en su comienzo lo incluye todo.

    En 1914 Freud, en Introduccin al narcisismo, afirma que el desarrollo del yo

    consiste en un distanciamiento del narcisismo primario y engendra una intensa

    aspiracin a recobrarlo (p. 96).

    La venganza aparece en el segundo tiempo, sucediendo al resentimiento, como

    la aoranza en busca del tiempo perdido, aqu representado a travs de la bsqueda

    del doble perdido, recreado en uno o en varios depositarios.

    En efecto, el resentimiento surge como consecuencia de la imposibilidad, por

    parte del sujeto, de asumir el desmoronamiento de la imaginaria unidad espacial y

    temporal, sin fracturas. El movimiento que lo anima es regresivo: retorno a un

    anhelado e imposible estado anterior.

    La totalidad que se ha quebrantado es la unidad mtica de completud y el

    intento de su recuperacin reaparece por la necesidad de la naturaleza humana de

    poseer una unidad corporal e histrica totalizadora.

    Pero este propsito se halla inexorablemente resentido por la presencia de dos

    realidades que imposibilitan conservar este estado. Por un lado, las injurias

    provenientes de las conflictivas edpica, fraterna y narcisista (Kancyper, 2004). Por el

    otro, las injurias que los hechos traumticos provenientes de la realidad externa

    inscriben como captulos congelados que atacan el flujo temporal de la sucesin

    histrica.

    El deseo que nutre el resentimiento cabalga sobre el mecanismo de la

    desmentida: recuperar una realidad imposible, la fusin de los espacios fuera del

    tiempo, constituyentes del mito de la totalidad eterna.

    Para lograr la atemporalidad y la anespacialidad tiende a implantar un tiempo

    circular y borrar los lmites de los cuerpos-espacios a travs del otro u otros.

    Para ello el sujeto resentido despus de inmovilizarse e inmovilizar al otro,

    intenta incorporarlos como su seudopodio, cuya movilidad desde ese momento es

    regida segn la direccin de los caprichos de su nica decisin, vaciando al mismo

    tiempo al otro y a s mismo de toda autonoma y diferencia.

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    Mas cuando el mantenimiento de tal colonizacin flaquea por la aparicin de

    signos de discriminacin tanto por parte del seudopodio como de s mismo, el sujeto

    reacciona nuevamente ante esa diferencia como ante una herida narcisista, pues la

    mtica unidad vuelve a quebrarse, a resentirse, y aparece el resentimiento.

    Resentirse una cosa aclara el Diccionario de sinnimos castellanos de Barcia

    es presentar seales de quebrantamiento, de separacin, de no estar firmes las partes

    que componen su todo.

    Este inalcanzable, aunque siempre renaciente, deseo de completa reunificacin

    corporal se extiende incluso hacia el deseo de conquistar la unificacin histrica total,

    sin fracturas. Este deseo no es materializable, pues las secuelas de los hechos

    traumticos permanecen como amnesias postraumticas que jams podrn

    recuperarse en su totalidad, en ningn anlisis.

    Esta es la razn por la cual el analizando repite compulsivamente, pues desea

    organizar una causalidad coherente con la finalidad de engarzar los eslabones faltantes

    en su concatenacin histrica, mediante la bsqueda de las piezas perdidas, para

    armar su puzzle mental.

    La ndole de esta necesidad es estructurante, pues el sujeto slo surge como

    diferenciado cuando su historia accede a configurarse.

    Resentimiento y pulsin de muerte. Diferencias entre el resentimiento y la

    envidia

    El resentimiento y la envidia son manifestaciones diferentes de la pulsin de

    muerte. No son cara y cruz de la misma moneda, ni tampoco se trasponen: el

    resentimiento no se traspone en envidia, ni a la inversa, pues son distintas categoras.

    El impulso envidioso tiende a destruir el objeto bueno en su capacidad

    creadora y de goce (Klein, 1960). El sujeto envidioso no persigue otro fin que atacar lo

    que el objeto tiene de valioso, incluida su capacidad de dar.

    El sujeto resentido, en cambio, atribuye una mala voluntad a ese objeto que no

    est dispuesto a compartir lo bueno y que es, como consecuencia, egostamente malo,

    guardndose lo bueno para s y disfrutndolo constantemente.

    Para el sujeto resentido el otro no es un objeto bueno sino malo, porque

    conserva para s lo valioso: una retentiva capacidad de dar, de la cual l ha sido

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    injustamente privado, pero que legalmente podra serle devuelta, despus de un

    castigo de represalias.

    Es durante esta espera de represalia cuando el sujeto resentido acreedor anula

    el paso del tiempo: la dilacin desafa al objeto deudor.

    El resentimiento y la envidia presentan fantasas y mecanismos de

    identificacin proyectiva diferentes.

    La envidia es la expresin directa de la pulsin de muerte. Se despliega bajo las

    formas ms destructivas de la identificacin proyectiva, que se traduce por la

    fantasa de la introduccin de su propia persona (his self) en su totalidad o en parte en

    el interior del objeto (Klein, 1960, p.114) bueno para, en su forma extrema, destruirlo

    sin objeciones, porque reina la ceguera de la omnipotencia y arrogancia de Tnatos.

    El resentimiento, en cambio, utiliza una forma menos destructiva de la

    identificacin proyectiva, la que tambin se traduce por la introduccin de su propia

    persona, pero en el interior del objeto malo. Para castigarlo, dominarlo y controlarlo

    con extrema dependencia. Y para evitar justamente, en oposicin y al contrario de la

    envidia, su desaparicin.

    Esta penetracin dominante y el control omnipotente en el objeto malo estara

    en funcin de vigilar su presencia porque garantiza, por un lado, la esperanza del

    reencuentro con aquel objeto primario frustrador y, por otro lado, la ganancia de una

    satisfaccin sdica sobre l, por sus agravios inmerecidamente padecidos.

    Su destruccin, en cambio, conducira a una doble amenaza:

    1. Asumir la propia incompletud, si el objeto ilusional de completud

    desaparece.

    2. Transformarse l mismo, entonces, en el depositario de sus propias

    pulsiones agresivas, lo cual acarrea el peligro de su propia

    desestructuracin. Para lo cual el sujeto resentido necesita de una

    construccin paranoide, de un sistema interpretativo delirante incluso, de

    la realidad, para legitimar ante s mismo y ante los dems un lugar de

    victimizacin que le concede poderes y derechos soberanos y lo exime de

    responsabilidades y de culpa.

    El impulso resentido, a diferencia del impulso envidioso, dijimos ms arriba, no

    persigue destruir al objeto sino castigarlo y retenerlo. Para lograrlo, la relacin objetal

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    que sustenta el resentimiento presenta una configuracin que se singulariza por: a)

    inmovilizacin del objeto; b) maltrato y preservacin del objeto, evitando su

    desaparicin mediante la instrumentacin de los mecanismos de defensa

    inconscientes de la desmentida y la idealizacin.

    Tanto la idealizacin como la desmentida y la agresividad al servicio de Tnatos

    refuerzan la continuidad de una relacin indiscriminada en el vnculo objetal,

    interfiriendo, por ende, en el trabajo de duelo que conducira a la resignacin del

    objeto y al pasaje hacia otros objetos. En este pasaje irrumpir la inercia, la viscosidad

    de la libido, momento puntual para que el deseo pueda preservarse y para que el

    sujeto, como seala Piera Aulagnier (1982):

    pueda interiorizar el movimiento, percibir el flujo, el movimiento de los

    objetos que uno a uno han sido los soportes del deseo. Para que un deseo

    pueda preservarse es necesario el cambio de objeto. Pero cuando este cambio

    de objeto no se produce se interdicta su sensacin subjetiva de la temporalidad

    y de la espacialidad.

    Por lo tanto, el conocimiento y el reconocimiento de la temporalidad y de la

    espacialidad subjetiva estn condicionados a los movimientos de cambio referidos a

    los objetos del deseo, lo cual indica la posibilidad de no estar ligado a una sola

    situacin rgida.

    Pero para que se produzca ese cambio, ese duelo por el objeto, son necesarias,

    segn Freud en Duelo y melancola (1915), dos condiciones: la desvalorizacin del

    objeto por carente de valor y el desahogo de la furia.

    As como el duelo mueve al yo a renunciar al objeto declarndolo muerto y

    ofrecindole como premio el permanecer con vida, de igual modo cada batalla

    parcial de ambivalencia afloja la fijacin (la viscosidad) de la libido al objeto

    desvalorizando a ste, rebajndolo, por as decir, tambin victimndolo. De

    esta manera se da la posibilidad de que el pleito se termine dentro del

    inconsciente, sea despus de que la furia se desahog, sea despus de que se

    resign el objeto por carente de valor.

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    En cambio, el sujeto resentido no puede resignar el objeto por carente de valor.

    Al contrario, sobrevalora al objeto a travs de la desmentida y de la idealizacin,

    atribuyndole cualidades de perfeccin y posibilidades de realizacin de las que en

    realidad aqul carece. Anuda su libido al objeto, en lugar de desatarla. Adems, su

    agresividad no ha desahogado suficientemente su furia porque todava retiene un

    saldo de humillacin sin saldar. La idealizacin, la desmentida y la agresividad

    intervienen para garantizar la continuidad de un vnculo indiscriminado con un objeto

    que, a pesar del tiempo, no pierde su sobrevaloracin.

    Es un objeto muerto-vivo en posibilidades mltiples y vigentes.

    La idealizacin es un proceso que envuelve al objeto, sin variar su naturaleza;

    ste es engrandecido y realzado psquicamente. Freud en su Introduccin al

    narcisismo (1914) dice al respecto:

    [La idealizacin] sobrestimacin, marca inequvoca que apreciamos como

    estigma narcisista, ya en el caso de la eleccin de objeto, gobierna este vnculo

    afectivo. As prevalece una compulsin a atribuir al nio toda clase de

    perfecciones (para lo cual un observador desapacionado no descubrira motivo

    alguno) y a encubrir y a olvidar todos sus defectos (lo cual mantiene estrecha

    relacin con la desmentida de la sexualidad infantil) (p. 87).

    La idealizacin y la desmentida en el sujeto resentido caen tanto dentro del campo de

    la libido yoica cuanto del de la libido de objeto.

    En el mbito de la libido yoica el sujeto resentido presenta un aumento de su

    sentimiento de s (Selbstgefhl) a partir de una herida narcisista que no cicatriza. Esto

    es causa de un orgullo tantico que nutre la vulnerabilidad arrogante, lo que legaliza

    ante s mismo y ante los otros sus justificados y omnipotentes derechos.

    En el campo de la libido de objeto, el objeto del resentido es un objeto

    idealizado, heredero del narcisismo infantil, y por ende poseedor de todas las

    posesiones valiosas en un presente atemporal. Para ello sus castraciones deben ser

    desmentidas: las incompletudes, las impotencias, las imperfecciones. Es un objeto

    sobrevalorado por el sujeto pero que avaramente retiene sus bondades y posibilidades

    aun para s: Tiene, pero a propsito no me quiere dar.

    Nuevamente Freud (1914) seala que:

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    Aqu, como siempre ocurre en el mbito de la libido, el hombre se ha mostrado

    incapaz de renunciar a la satisfaccin de que goz una vez. No quiere privarse

    de la perfeccin narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por

    estorbrselo las admoniciones que recibi en la poca de su desarrollo y por el

    despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del

    yo.

    Lo que l proyecta frente a s como su ideal es el sustituto del narcisismo

    perdido de su infancia, en la que l fue su propio ideal (p. 91).

    De este modo, la libido vuelve a anudarse por la idealizacin y la desmentida

    que recaen sobre el yo y sobre le objeto. Entonces la viscosidad es atizada nuevamente

    por el resentimiento, que clama por la reivindicacin desde el accionar de la pulsin de

    muerte y a partir de las injurias narcisista, edpica y fraterna.

    Para ello, el sujeto resentido adhiere viscosamente su libido al objeto deudor

    con el fin de realizar un triunfo de desquites sobre l, mediante el despliegue de

    fantasas asintticas autolegalizadas de venganza y/o efectivizando el pasaje del

    resentimiento al acto vengativo.

    Este renaciente aunque inalcanzable deseo narcisista de completud en la

    satisfaccin de represalias en el yo y en el objeto se halla inexorablemente expuesto a

    la frustracin que proviene de la desilusin que le depara no poder alcanzar una exacta

    coincidencia especular de revanchas por los agravios padecidos.

    Resurge automticamente el resentimiento con una agresividad vengativa

    tendiente a restablecer el estado ilusorio de perfeccin anterior.

    Esta agresividad suscita sentimientos conscientes e inconscientes de

    culpabilidad y de vergenza con necesidad de castigo, que se manifiestan clnicamente

    en las provocaciones sadomasoquistas que encierran al sujeto resentido en un ligamen

    viscoso con el objeto, dentro de un laberinto narcisista.

    La inteleccin de este circuito que se establece entre el narcisismo, la pulsin

    de muerte y el resentimiento permite instrumentar un abordaje ms optimista que

    aquel sostenido por Freud en 1917 en su conferencia vigsimo octava:

    En las neurosis narcisistas la resistencia es insuperable. A lo sumo podemos

    arrojar una mirada curiosa por encima de ese muro para atisbar lo que ocurre

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    del otro lado. Por tanto, nuestros presentes mtodos tcnicos tienen que ser

    sustituidos por otros; todava no sabemos si lograremos tal sustituto.

    Sin embargo, una diferente toma de posicin en el punto de partida permite

    echar una mirada distinta, no para atisbar por encima del muro (tomndolo como un

    bloque en una totalidad inabarcable, que se erige por lo tanto como obstculo

    inmovilizador), sino para instrumentar otra mirada que apunta tcnicamente a

    desmantelar pieza por pieza los elementos constitutivos de su estructura interna. Es la

    interpretacin detallada de la singular relacin del objeto en el sujeto resentido, en la

    que intervienen los procesos de la idealizacin, de la desmentida y de la agresividad al

    servicio de Tnatos, uno de los caminos para poner en evidencia varios componentes

    de este sistema reticular repetitivo que, en resumidas cuentas, est al servicio de

    fortificar y mantener el muro narcisista.

    Podemos adems colegir, a partir de una lectura desde la teora de la pulsin

    de muerte, que el sujeto resentido contabiliza nicamente las frustraciones por los

    maltratos padecidos en las situaciones traumticas del mundo externo, tanto las

    presentes como las pretritas, resignificadas y reactivadas. Pero soslaya incluir los

    efectos provenientes del renovado accionar desde sus propios impulsos destructivos,

    los cuales, a travs de la envidia y del resentimiento, atacan a sus propios objetos.

    La compulsin repetitiva y agresiva del resentimiento nos permite develar una

    nueva afrenta psicolgica. Representar, quizs, una cuarta afrenta al narcisismo de

    la humanidad? Freud expresa que el yo no es el amo de su propia casa por la

    condicin de inconsciente en la vida anmica, y, podemos agregar que tampoco es

    amo porque en la dimensin temporal del presente operan las pulsiones de muerte

    sustradas a su dominio de manera continua y muda.

    La inclusin de esta nueva herida narcisista depone la posicin de la vctima

    pasiva omnisapiente. Esta se nutre de los maltratos provenientes de la realidad

    material y del pasado nicamente, y se constituye en un mismo movimiento como

    agente activo, responsable en gran medida del destino del propio presente y futuro.

    Este agente est condicionado en su reestructuracin temporal permanente por las

    limitaciones que imponen a su realidad psquica las marcas del propio pasado y los

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    efectos, que surgen en el presente, de la intrincacin de sus pulsiones de vida y de

    muerte.

    El sujeto resentido, al reforzar lo externo, refuerza las proyecciones y las

    identificaciones proyectivas, y alimenta, de este modo, su status de arrogante,

    castigador, vengativo y arrogante. De all que clnicamente se exprese por medio del

    automartirio melanclico, del reproche obsesivo, de la mana paranoide querellante y

    de la venganza histrica.

    En Algunos tipos de carcter dilucidados por el trabajo psicoanaltico (1915),

    en el apartado Las excepciones, Freud describe la construccin paranoide que lleva a

    la nia a experimentar resentimientos contra su madre por causa del dao producido

    por la envidia del pene. En este texto diferencia y a la vez articula la envidia y el

    resentimiento, a pesar de que no lo especifica con este trmino. Lo denomina

    erbitterung, traducido como acritud, animosidad, encono:

    No queremos abandonar las excepciones sin apuntar que la pretensin de las

    mujeres a ciertas prerrogativas y dispensas de tantas coerciones de la vida

    descansa en el mismo fundamento. Como lo averiguamos por el trabajo

    psicoanaltico, las mujeres se consideran daadas en la infancia, cercenadas de

    un pedazo, humilladas sin su culpa, y el encono de tantas hijas con su madre

    tiene raz ltima en el reproche de haberlas trado al mundo como mujeres y no

    como varones (p.32).

    Adems describe en el mismo artculo la particular elaboracin rencorosa de

    algunos sujetos y de algunos pueblos enteros que padecieron un pasado de graves

    sufrimientos, y que llegaron a presentarse como seres y pueblos excepcionales pues:

    dicen que han sufrido y se han privado bastante, que tienen derecho a que se los

    excuse de ulteriores requerimientos y que no se someten ms a ninguna necesidad

    desagradable pues ellos son excepciones y piensan seguir sindolo (p. 32).

    En estos casos el resentimiento opera como rasgo caracterolgico, tanto en lo

    individual como en lo grupal, asumiendo la funcin de un motor tantico y

    estructurante a la vez.

    H Rosenfeld (1971) estudi el aspecto defensivo del resentimiento ante los

    impulsos envidiosos inconscientes durante el proceso analtico. Cuando en el anlisis

  • 13

    de deshacen las construcciones microdelirantes que sustentan el resentimiento surge

    luego, y como resultado, el reconocimiento de la discriminacin intersubjetiva, con la

    consiguiente asuncin de la propia incompletud y de la alteridad. Slo entonces

    aparece la envidia consciente porque el sujeto percibe que el objeto exterior es el que

    contiene las cualidades valiosas que l haba atribuido a sus propios poderes

    creadores.

    La aparicin de la envidia consciente es correlativa a una reestructuracin en el

    sujeto y en el objeto. Aparece por un lado, como sentimiento, y por otro, como una

    posibilidad de progreso.

    Resentimiento y escisin del yo

    El sujeto resentido permanece esperando algo de un ofertante imposible. No

    reconoce la castracin de la realidad ni en el otro, ni en el si mismo propio, porque

    admitirla sera una prueba inexorable de su propia vulnerabilidad ante la imposibilidad

    de cambiar la estructura de aquel otro, o de llegar a ser cambiado l mismo a travs

    de los poderes por l investidos sobre ese otro.

    Para ello, el sujeto comandado por el afecto del rencor desmiente la percepcin

    sensorial genuina que le ha mostrado la existencia de la falta y se atiene a la

    conviccin contraria construyendo un argumento en el que asevera, desde su

    omnipotencia de los pensamientos que: el otro s tiene, pero que a m injustamente

    no me lo quiere brindar. Por lo tanto soy una inocente vctima, ya que de un modo

    alevoso el otro tiene mala voluntad, disfruta de un modo vil y no me ofrece lo que

    legalmente me correspondera recibir.

    Esta creencia resulta suficiente como para legitimar ante s mismo y ante los

    dems su ciega venganza repetitiva. Considero que la vana esperanza vindicativa se

    halla sostenida por la sobreinvestidura del sujeto y del objeto, la agresin al servicio de

    los propsitos de Tnatos y el mecanismo defensivo de la desmentida de una realidad

    que, al tornarse intolerable para el sentimiento de s del sujeto agraviado, da por

    resultado una escisin en su yo.

    La realidad desmentida por el sujeto resentido no deja de ejercer sus influjos

    porque no alcanza a ser totalmente escotomizada: sus afrentas y heridas en las

    dinmicas edpica, narcisista y fraterna (Kancyper 2004) continan reinfectndose con

  • 14

    la memorias incandescentes del rencor y del pavor, generando a la vez otra

    produccin de deseo a semejanza de lo que acontece en el fetichismo: la creacin del

    fetiche ha obedecido al propsito de destruir la prueba de la posibilidad de la

    castracin, de suerte que uno pudiera escapar a la angustia de castracin (Freud,

    1938, p. 204). Considero que hay en juego, adems, otras angustias ms primitivas,

    pre-flicas, como la angustia de desvalimiento y de muerte.

    El sujeto resentido suele permanecer instalado en un pertinaz rencor porque

    por un lado, este afecto le depara una satisfaccin narcisista al promover una elacin

    del sentimiento de s y una cohesin yoica, y por el otro, posee finalidades defensivas

    porque atempera los efectos desestructurantes provenientes de otros afectos

    ominosos que amenazan al sujeto con la prdida de su organizacin psquica.

    Por lo tanto, en el comportamiento del sujeto resentido coexisten dentro de

    su yo dos actitudes psquicas respecto a la realidad exterior en cuanto sta contrara

    una exigencia pulsional.

    En Neurosis y psicosis (1924) Freud menciona la posibilidad de que el yo

    llegue a resentirse y pierda la sntesis de sus procesos para evitar la ruptura con el ello

    o con la realidad deformndose a s mismo, aceptando en menoscabo de su unidad,

    eventualmente incluso resquebrajndose o despedazndose.

    En efecto, en el sujeto resentido la escisin es un mecanismo de defensa y un

    estado del yo, mientras que la desmentida suele tener un carcter parcial, a partir del

    cual se establecen al mismo tiempo dentro de su yo dos actitudes psquicas

    opuestas, que basculan entre el reconocimiento y la desmentida de la realidad de la

    castracin

    Con frecuencia encontramos que la esperanza asinttica en la memoria del

    resentimiento y remordimiento puede llegar a ser interminable cuando opera como

    una defensa, ante la imposibilidad de admitir la prdida de lo irrecuperable. En esos

    casos, la esperanza interminable y patolgica del rencor suele representar el nico y

    ltimo vnculo posible con los objetos primarios y su renuncia significara el derrumbe

    definitivo de la ilusin y la aceptacin de que, real y efectivamente, se han perdido

    dichos objetos para siempre (Argentieri y Mehler,1990, p.175).

    Esto se vincula con la aparicin del resentimiento en la situacin analtica.

    Observamos que en el analizando se legitima una regresiva voluntad de dominio que

  • 15

    aspira a imponer un poder retaliativo sobre el analista y sobre el mundo. Aparece

    entonces la desmesura de sus pretensiones, que no lo hacen retroceder frente a

    ninguna atrocidad, porque el analizando resentido se considera inocente y sediento

    de una justicia reivindicatoria. En estos casos el analista suele representar entonces en

    la transferencia a un pretrito ofensor y el analizando puede llegar a preferir

    desquitarse en l mediante un triunfo sadomasoquista, aun a costa de su propia salud.

    Prefiere vengarse antes que curarse.

    En efecto, la afrenta narcisista origina un movimiento regresivo y repetitivo

    de reivindicacin que funda un estado soberano y consumado de excepcionalidad.

    Segn Agambn (1995)el soberano es quien est en condiciones de proclamar el

    estado de excepcin, suspender el orden jurdico, colocndose l mismo fuera de ese

    orden y, sin embargo, conservndose, de algn modo dentro de l. Su Majestad, el

    resentido, afirma con decisin soberana no tener necesidad de derecho para crear

    derecho, y cimenta a partir de s mismo una nueva legalidad.

    El estado afectivo del resentimiento es irracional, impulsivo e implacable. Sus

    tenebrosos poderes repetitivos reaniman lo que hay de violencia en el hombre.

    Avanza rpida e inexorablemente hacia sus fines destructivos.

    El difcil problema tcnico que se nos presenta en nuestra praxis es cmo

    combatirlo en la situacin analtica porque el resentimiento y su implacable necesidad

    de venganza son manifestaciones regresivas y repetitivas del narcisismo tantico

    comandado por la arrogancia ciega del Yo ideal combativo y analicida que ataca al

    encuadre.

    Pedir peras al olmo o la esperanza vana del resentimiento

    Oh alma ma!

    No aspires a la vida ideal.

    Agota en cambio, el campo de lo posible.

    Pndaro

    El sujeto resentido se ubica como un acreedor arrogante y vengativo, espera

    obtener lo inalcanzable y lo que no pudo tener, pero tampoco puede disfrutar de lo

    posible. Permanece esperando que el olmo le d peras, algo que, dada la naturaleza

    de este rbol, nunca ofrecer. Sin embargo, el sujeto tampoco puede disfrutar de la

  • 16

    sombra y de la dura y apreciada madera que el olmo, por ser un rbol muy frondoso y

    corpulento, posee y puede brindar.

    El sujeto resentido suele martirizar al otro y permanecer atascado en la

    asinttica esperanza del rencor, a travs de la puesta en marcha, en su realidad

    psquica, de la bscula de la desmentida e idealizacin en la encrucijada narcisista-

    objetal.

    Para ello el sujeto resentido, al mismo tiempo que desmiente el principio de

    realidad acerca de la estructura del otro y lo sobreinviste con atributos de los que ese

    otro carece, se autoinviste con imaginarias realidades omnipotentes que nutren su

    megalomana narcisista y pigmalinica (Kancyper, 1991) con certezas y creencias,

    alimentando, de este modo, a su Yo ideal con la ceguera del fanatismo.

    De este modo, se produce una doble desmentida y escisin tanto en el sujeto

    como as tambin en el objeto. Entre ellos se entretejen los principios de placer y de

    realidad con incompatibilidades que no llegan a ser armonizadas entre si,

    originndose, como consecuencia, una urdimbre psquica de afrentas, resentimientos

    y envidias cuyos influjos tanticos suelen ser altamente peligrosos y expansivos,

    llegando al extremo de generar efectos indetenibles y atemporales de destructividad

    tanto en el individuo como as tambin en la psicologa de los pueblos

    Usos y abusos de la memoria colectiva del rencor, del dolor y del pavor en la

    psicologa de las masas

    La memoria intenta preservar el pasado

    Slo para que le sea til al presente

    Y a los tiempos venideros.

    Procuremos que la memoria colectiva

    Sirva para la liberacin

    De los hombres y no para su sometimiento.

    Jacques Le Goff

    En nuestra poca, los occidentales parecen obsesionados por el culto de la

    memoria. Sin embargo, Todorov en su libro Los abusos de la memoria (2000), afirma

  • 17

    que aunque hay que procurar que el recuerdo se mantenga vivo, la sacralizacin de la

    memoria es algo discutible.

    En su texto, que fue presentado en Bruselas, en el congreso Historia y

    memoria de los crmenes y genocidios nazis, en 1992, finaliza su ponencia con estas

    palabras: Aquellos que por una u otra razn conocen el horror del pasado tienen el

    deber de alzar su voz contra otro horror, muy presente, que se desarrolla a unos

    cientos de kilmetros, incluso a una pocas decenas de metros de sus hogares. Lejos de

    seguir siendo prisioneros del pasado, lo habremos puesto al servicio del presente,

    como la memoria y el olvido se han de poner al servicio de la justicia (p. 59).

    Acuerdo con Todorov y considero adems que las diferencias cualitativas de

    las memorias colectivas, cuando se hallan comandadas por las diferentes mociones

    anmicas del rencor, del dolor o del pavor, generan usos y abusos de un culto de la

    memoria colectiva con fines diversos.

    Estas tres categoras diferentes de la memoria ponen en relieve el uso que

    hacen de ella ciertos pueblos y religiones para sacar provecho de los recuerdos, con la

    finalidad de poder seguir actuando en el presente con reclamos y litigios atizados por

    la memoria del rencor y/o del pavor, posicionndose entonces y a travs de los siglos

    en el estatuto exclusivo de una vctima privilegiada.

    Y desde ese lugar de excepcin, ciertos pueblos y religiones devienen

    finalmente en acreedores rapaces, lo que les abre en el presente una lnea de crdito

    inagotable con derechos legitimados para punir al diferente e identificarlo en el lugar

    de un victimario responsable de su infortunio presente. Hay casos en que se llega

    incluso al extremo de hacer un uso defensivo de las heridas no cicatrizadas del horror

    del ayer, para frotarlas y reinfectarlas con un delirio conmemorativo y

    fundamentalista puesto al servicio de encubrir sus actuales y actuantes fines

    destructivos.

    Paul Ricoeur (2000) seala que ciertos pueblos tienen la tendencia a

    encerrarse en su desdicha singular y fijarse en el humor de la victimizacin al

    punto de mostrarse ciega a los sufrimientos de los otros.

    En efecto, los pueblos y religiones que permanecen prisioneros del pasado de

    un modo compulsivo no logran tramitar el pasaje de las memorias colectivas del

    rencor y del pavor a la memoria colectiva del dolor.

  • 18

    En las memorias colectivas del rencor y del pavor los recuerdos se tornan

    insuperables, y desembocan, a fin de cuentas, en el sometimiento del presente y del

    futuro al pasado. Por el contrario, cuando la memoria se halla comandada por el dolor

    se posiblita utilizar el pasado con vistas al presente, aprovechar las lecciones de las

    injusticias sufridas para luchar contra las que se producen hoy da, y separase del yo

    para ir hacia el otro, para decirlo en las palabras de Todorov (p. 32).

    El resentimiento en la literatura

    Bertolt Brecht seala que el arte no es un espejo que refleja la realidad, sino un

    martillo para darle forma a la realidad. Y el psicoanlisis como ciencia y como arte es a

    la vez, espejo y martillo que refleja y aporta nuevas formas y visiones a las realidades

    psquica y externa, tendiendo diversos puentes entre ambas. El psicoanlisis ha sabido

    nutrirse de los aportes provenientes de la dimensin inconciente que habita toda la

    historia de la literatura. sta alberga en su seno ciertas obras que poseen la condicin

    del arte: no envejecer. Tambin ha abierto nuevas vas a la cultura al elucidar algunas

    de las fuentes de su malestar.

    Considero que el psicoanlisis requiere aguzar la capacidad de escucha de la

    literatura, no por lo que ya sabemos, sino por todo lo nuevo que sta tiene para

    aportarnos.

    Convendra invertir las relaciones habituales entre psicoanlisis y literatura. En

    lugar de servir de campo de aplicacin para conocimientos analticos previamente

    adquiridos, la obra literaria interrogar en lo sucesivo al psicoanlisis hasta dotarlo de

    nuevos instrumentos de escucha y de comprensin. En efecto, leer un texto es poner

    en marcha su acontecer. Es entrar a su verdad. Es dejar que la obra del texto sea lo que

    es, una obra que, al obrar en el interior de lector, seale sus indetenibles efectos.

    Resulta asombroso comprobar cmo el psicoanlisis y la literatura enfrentan en

    comn la ciclpea tarea de escrutar los abismos del alma humana. Comparten el

    material y difieren en la metodologa.

    Las manifestaciones del resentimiento terminable e interminable en la

    literatura, en la clnica y en la mitologa nos posibilitan colegir cmo el poder del

    inconciente genera sus propios escndalos tanto en el sujeto como as tambin en la

    psicologa de las masas.

  • 19

    Hay libros que se hacen escuchar a lo largo de la historia. El ltimo encuentro

    de Sndor Mrai (1900-1989), escrito durante la segunda guerra mundial en el ao

    1942, es uno de ellos. Sobre todo porque est compuesto de pasiones que se

    propagan, enfrentan y conjugan sus efectos en una trama cuya tensin aumenta,

    lnea tras lnea, hasta que se hace casi insoportable, pero la prosa contina,

    implacable, precisa, fiel reflejo del empeo de los protagonistas por hurgar hasta en lo

    ms recndito de sus almas, all donde se encuentran destellos epifnicos de esas

    verdades cuyo descubrimiento provoca, al mismo tiempo, un insoslayable dolor y un

    incontenible impulso vital.

    En El timo encuentro se pone de manifiesto la confluencia y contienda entre

    diversas pasiones en pugna, dentro de las cuales destacar slo tres:

    a) La pasin del resentimiento y del remordimiento que clama venganzas.

    b) La pasin promovida por la irrefrenable bsqueda de la verdad.

    c) La pasin de la compasin que siembra solidaridad y empata (Bolognini, 2004)

    engendrada en la amistad gemelar.

    Las dos ltimas pasiones anan sus fuerzas, prevalecen y obtienen finalmente

    un triunfo sobre la acerada memoria del rencor que se mantuvo inclume durante 41

    aos y 43 das.

    Dos hombres mayores de setenta y cinco aos, que de jvenes haban sido amigos

    inseparables, se citan a cenar. Uno, Konrd, ha pasado mucho tiempo en Extremo

    Oriente, el otro, Henrik, el general, ha permanecido en su propiedad. Pero ambos han

    vivido a la espera de este momento, pues entre ellos se interponen las memorias del

    pavor, del rencor y del dolor con una fuerza singular. Todo converge en un duelo sin

    armas, es un duelo de palabras sinceras y profundas, cargadas de la emotividad

    transparente de la vejez, donde ya todo puede decirse; aunque tal vez mucho ms

    cruel, cuyo punto comn es el recuerdo imborrable de una mujer, Krizstina, como un

    personaje misterioso del que apenas se ofrece informacin pero que finalmente se

    descubre como la esposa del general. Con gran morosidad se adivina una infidelidad y

    traicin en la amistad y ms adelante que la verdad es en realidad el motivo que llev

    a Konrd a huir abandonando a la amistad. La venganza se perfila como una especie de

    proceso judicial, en el que Konrd aparece como el acusado en los pliegues de la

    memoria incandescente del rencor del general Henrik.

  • 20

    La memoria del rencor

    En un estilo lmpido y dolorosamente lcido Mrai describe la memoria del

    rencor en estos prrafos:

    a) Uno se pasa toda la vida preparndose para algo. Primero se enfada. A continuacin

    quiere venganza. Despus espera. l lleva mucho tiempo esperando. Ya no se acordaba

    ni siquiera el momento en que se enfad y el deseo de venganza haba dado paso a la

    espera. (p. 19)

    b) Y yo te he estado esperando, porque no he podido hacer otra cosa. Los dos sabamos

    que nos volveramos a ver, y que con ello se acabara todo. Se acabara nuestra vida y

    todo lo que hasta ahora ha llenado nuestra vida y todo lo que hasta ahora ha llenado

    nuestra vida de contenido y tensin. Porque los secretos como el que se interpone entre

    nosotros tienen una fuerza peculiar. Queman los tejidos de la vida, como unos rayos

    malficos, pero tambin confieren una tensin, cierto calor a la vida, Te obligan a

    seguir viviendo. (p.93)

    En efecto, Mrai retrata como pocos el poder ejercido por la memoria del

    rencor, y saca a la luz cmo ciertos sujetos permanecen empecinados en

    resentimientos y remordimientos interminables que dan contenido y tensin para

    sobrellevar el transcurso de una vida. Pero es una vida habitada por duelos patolgicos

    que detienen la temporalidad subjetiva y retienen a los sujetos en el reclamo, el litigio,

    la queja, y la reivindicacin que exudan a la vez nuevos rencores. El sujeto y los

    pueblos que no logran elaborar y superar la memoria del rencor no pueden mirar para

    adelante, quedan con los ojos mirando hacia atrs, con los ojos en la nuca**.

    Sucumben a su poder pasional que el tiempo slo consigue por momentos atemperar,

    y en otros, suele volver a inflamarse generando indetenibles devastaciones. Pero en

    esta obra la tantica mocin de la venganza atizada por el rencor resulta ser

    finalmente derrocada por el poder vencedor del Eros eterno, para afianzarse en la

    lucha contra su enemigo igualmente inmortal (Freud, 1930, p. 140).

    **

    expresin de un analizante

  • 21

    En efecto, el poder de la amistad como pasin domina y obtiene su triunfo en

    El ltimo encuentro sobre la crueldad vengativa de la memoria del rencor. sta cede

    su paso para dar lugar al surgimiento de la nostalgia y de la compasin que comandan

    a otra memoria: la memoria del dolor. La memoria del dolor se origina y sostiene a

    partir de la admisin y resignacin de lo acontecido. No se basa ciertamente en la

    subestimacin del pasado, ni en la amnesia de lo sucedido, ni en la imposicin de una

    absolucin superficial; sino en su aceptacin con pena, con odio y con dolor como

    inmodificable y resignable, para efectuar el pasaje hacia otros objetos, lo cual posibilita

    procesar un trabajo de elaboracin de un duelo normal. La memoria del dolor, a

    diferencia de las memorias del rencor y del pavor, apunta a una nueva relacin con el

    pasado irreversible, para posibilitar un nuevo comienzo.

    Resentimiento terminable e interminable

    El resentimiento como manifestacin afectiva de la pulsin de muerte se

    diferencia de la envidia y tambin del odio, y se relaciona adems con otros afectos

    provenientes de la pulsin de vida (Kancyper 2006). El par antittico amor-

    resentimiento es un continuo consonante con otro par, que es el de Eros-Tnatos.

    Ambos son indisolubles porque se modulan entre s y adems se hallan durante toda

    la existencia intrincadamente activos y en proporciones diversas.

    Considero necesario diferenciar diferentes modalidades dentro del

    resentimiento: del resentimiento fundador al resentimiento patolgico. Ambos

    coexisten. El resentimiento fundador es constitutivo de la subjetividad; surge ante la

    inevitable frustracin de la idealidad y mantiene sus nexos ntimos con la dinmica

    paradojal del narcisismo. Este resentimiento fundador surge a partir de la Versagung,

    la frustracin de una expectativa que no se ha cumplido: el encuentro del sujeto con

    un objeto ideal que asegura un encastre perfecto para la satisfaccin de un semejante.

    Melman (2004) seala, desde una visin lacaniana, la presencia inevitable de

    un resentimiento fundador:

    el sujeto (je) emerge all donde x ha sufrido. Ya no tiene que ver con la

    habitacin de los padres, sino con el traumatismo que puede deducirse siempre de

    all: porque para un nio de dos, la promesa no se ha cumplido. No hay, pues, nada

    que esperar del resentimiento, excepto la comodidad de una posicin subjetiva,

  • 22

    asegurada en su derecho a reparaciones que, de todos modos, no hacen ms que

    alimentarlo. No se puede hacer el duelo de un objeto que no se pudo perder, puesto

    que el mismo nunca estuvo all; de ah, un erotismo de la muerte que es, en este caso,

    el arquetipo de una prdida real posible. Digamos que el resentimiento se sostiene en

    una histeria del duelo, segn la frmula: lo he perdido porque hubiera podido estar

    all. Ya no podemos interpretar la subjetividad sin hacer referencia al trauma de que

    ella es o habra podido ser vctima. El sujeto ya no es el del deseo, sino el del latigazo

    que lo unific (p.684).

    Se genera as una tica del resentimiento que, montada sobre el resentimiento

    fundador, puede llegar a devenir patolgico. Asume entonces el sujeto rencoroso una

    posicin subjetiva caracterstica: la de la empecinada vctima soberana, sostenedora

    de una cosmovisin castrense: matar o morir, verdugo o vctima, amigo o enemigo.

    Esta posicin suele manifestarse en la clnica a travs de la eclosin recurrente del re-

    proche, re-clamo y re-presalia incoercibles. .

    Cuando se instala el resentimiento patolgico en el sujeto y en la psicologa de

    los pueblos, se legitima una regresiva voluntad de dominio omnipotente, que aspira a

    imponer un poder retaliativo sobre ese otro y tambin sobre el mundo, porque

    considera que se han guardado supuestamente para s el objeto prometido y

    deseado, capaz de responder y de satisfacer las necesidades del sujeto. Aparece

    entonces la desmesura de sus pretensiones, que no lo hacen retroceder frente a

    ninguna atrocidad, porque el sujeto y los pueblos resentidos se consideran inocentes

    y sedientos de una justicia reivindicatoria. En estos casos el otro y los otros suelen

    representar a un pretrito ofensor, y el resentido puede llegar a preferir desquitarse

    en l mediante un triunfo sadomasoquista, aun a costa de su propia salud. Prefiere

    vengarse a curarse.

    En efecto, la afrenta narcisista origina un movimiento regresivo y repetitivo de

    reivindicacin que funda un estado soberano y consumado de excepcionalidad. Segn

    Agamben, el soberano es quien est en condiciones de proclamar el estado de

    excepcin y de suspender el orden jurdico, colocndose l mismo fuera de ese orden y,

    sin embargo, conservndose, de algn modo, dentro de l.

    Su Majestad, el resentido, afirma con decisin soberana no tener necesidad de derecho

  • 23

    para crear derecho, y cimenta a partir de s mismo una nueva legalidad.

    El resentimiento forma un foco alrededor del cual se organiza un refugio

    psquico. Steiner (1996) sostiene que

    los refugios psquicos son organizaciones patolgicas de la personalidad que

    proporcionan una estabilidad que es resistente al cambio psquico. Los resentimientos

    focalizados en experiencias traumticas en los que el analizando se ha sentido

    lastimado y agraviado, parecen ser experimentados espacialmente como lugares

    regresivos de seguridad en los que el sujeto puede buscar refugio de la realidad, y por

    lo tanto de la angustia y de la culpa.

    El sujeto resentido, por estar atrapado bajo la tirana de una ley talinica,

    resulta ajeno al universo del olvido y del perdn. El tiempo del perdn no es el

    tiempo repetitivo de la persecucin y de la retaliacin. Es, en palabras de Kristeva

    (2004):

    El tiempo de la suspensin del crimen, el tiempo de su prescripcin. Una

    prescripcin que conoce el crimen y no lo olvida pero, sin cegarse ante su

    horror, apuesta a un nuevo comienzo por una renovacin de la persona. El

    perdn quiebra el encadenamiento de las causas y de los efectos, de los

    castigos y de los crmenes, suspende el tiempo de los actos. Un espacio extrao

    se abre en esta intemporalidad que no es del inconsciente - salvaje, deseante

    y homicida - sino su contrapartida: su sublimacin con conocimiento de causa,

    una armona amorosa que no ignora sus violencias, pero las acoge en otra

    parte. Mientras que la concepcin freudiana de la culpa es repeticin-culpa-

    castigo, en el sentido que lo estamos pensando, la repeticin estara entonces

    del lado de la pulsin de vida o de la renovacin. El per-don sera encontrar un

    sentido diferente, un don distinto, sera la fase luminosa de la oscura

    atemporalidad inconsciente, la fase en cuyo transcurso sta cambia de ley y

    adopta la inclinacin al amor como principio de renovacin del otro y de s

    (p.34).

    El resentimiento patolgico interminable pasa a ser terminable (Kancyper,

  • 24

    2010) cuando el sujeto rencoroso depone finalmente el deseo de triunfar sobre un

    otro a travs de la venganza. En efecto, la permanencia de una acerada esperanza

    vindicativa que comanda el resentimiento paraliza el proceso de un duelo normal y la

    capacidad de poder efectuar un recambio objetal permanece detenida por una

    viscosidad de la libido.

    La relacin entre el resentimiento, el duelo y la estasis libidinal haba sido

    sealada por Freud (1918) al final de El tab de la virginidad (Contribuciones a la

    psicologa del amor III):

    cuando la mujer no ha consumado sus mociones vengativas en el marido, no

    puede, a pesar de sus vanos esfuerzos desasirse de l.Ahora bien, es

    interesante que en calidad de analistas encontremos mujeres en quienes las

    reacciones contrapuestas de servidumbre y hostilidad hayan llegado a

    expresarse permaneciendo en estrecho enlace recproco. Hay mujeres que

    parecen totalmente distanciadas de sus maridos, a pesar de lo cual son vanos

    sus esfuerzos por desasirse de ellos. Toda vez que intentan dirigir su amor a

    otro hombre se interpone la imagen del primero, a quien ya no aman. En tales

    casos, el anlisis ensea que esas mujeres dependen como siervas de su primer

    marido, pero no ya por ternura. No se liberan de l porque no han consumado

    su venganza en l, y en los caso ms acusados la mocin vengativa ni siquiera

    ha llegado a su conciencia( p.203).

    Recordemos que El ltimo encuentro ha sido escrita en el ao 1942 durante la

    Segunda guerra mundial.

    Esta obra devela cmo la memoria de la retaliacin condena a los sujetos y a

    los pueblos a la fatalidad de un proceso disolvente. Podramos suponer que Mrai a

    travs de la demistificacin del poder vano de la venganza, intenta escenificar su

    deseo: que el poder solidario de la compasin y de la amistad puede llegar a vencer al

    poder devastador de la venganza y de las guerras.

    El resentimiento patolgico suele permanecer interminable cuando el sujeto

    no cicatriza ciertas heridas narcisistas que se reinfectan indefinidamente a travs de

    los tiempos.

  • 25

    Un ejemplo paradigmtico de este inelaborable narcisismo resentido se halla

    representado por algunos hermanos empecinados en conservar sus enconos

    inextinguibles, porque no admiten ni perdonan jams la llegada de un hermano. Este

    suele ser investido como un intruso usurpador que viene injustamente a perturbar el

    dominio de su inclume reinado. Porque para Quien aspira a ser Rey, todo hermano

    es un estorbo (Caldern de la Barca).

    Los efectos devastadores de estas comparaciones fraternas patognicas

    atizadas por el estado afectivo de los resentimientos y remordimientos interminables

    son ilustrados en una imagen ampliada y trgica por A. Camus en su obra teatral: El

    malentendido.

    El resentimiento patolgico interminable es terminable cuando a travs de un

    trabajo elaborativo complejo se produce una reestructuracin en la bscula de la

    idealizacin-desidealizacin en la encrucijada narcisista-objetal y cuando adems lo

    escindido y proyectado en el resentimiento y remordimiento es reintegrado e

    introyectado al sujeto.

    Volviendo a El ltimo encuentro, Henrik, luego de comprender y aceptar su

    participacin responsable en el desenlace del tringulo amoroso, y asumir su dolor por

    la irreparable y definitiva prdida de su mujer pregunta a Konrd sin ambages:

    Nosotros dos hemos sobrevivido a una mujer. T al marcharte lejos, y yo al quedarme

    aqu. La sobrevivimos, con cobarda o con ceguera, con resentimiento o con

    inteligencia: el hecho es que la sobrevivimos. No crees que tuvimos nuestras razones?

    No crees que al fin y al cabo le debemos algo, alguna responsabilidad de

    ultratumba, a ella, que fue ms que nosotros, ms humana, porque muri,

    respondindonos as a los dos, mientras que nosotros nos hemos quedado aqu, en la

    vida?... Y a esto no hay que darle ms vueltas. Tales son los hechos. Quien sobrevive al

    otro es siempre el traidor. Nosotros sentamos que tenamos que vivir, y a esto

    tampoco se le puede dar ms vueltas, porque ella s que muri. Muri porque t te

    marchaste, muri porque yo me qued pero no me acerqu a ella, muri porque

    nosotros dos, los hombres a quienes ella perteneca, fuimos ms viles, ms orgullosos y

    cobardes, ms ruidosos y silenciosos de lo que una mujer puede soportar, porque

    huimos de ella, porque la traicionamos, porque la sobrevivimos. Es la pura verdad. Y

  • 26

    tienes que saberlo cuando ests all, solo, en Londres, cuando se acabe y llegue tu

    ltima hora. Yo tambin lo tengo que saber. Aqu, en esta mansin y lo s ya. (p.183)

    El resentimiento fundador y patolgico interminable es terminable, como

    sucede precisamente en El ltimo encuentro, cuando el poder de la compasin y de

    la razn en la amistad prevalece y triunfa sobre el ciego poder arrogante del rencor.

    Mari concluye este libro con un elogio elocuente al poder vital que tiene la pasin.

    Crees t tambin que el sentido de la vida no es otro que la pasin, que un da colma

    nuestro corazn, nuestra alma y nuestro cuerpo, y que despus arde para siempre,

    hasta la muerte, pase lo que pase? Y que si hemos vivido esa pasin, quizs no

    hayamos vivido en vano? Que as de profunda, as de malvada, as de grandiosa, as

    de inhumana es una pasin?...Y que quizs no se concentre en una persona en

    concreto, sino en el deseo mismo?...Tal es la pregunta. O puede ser que se concentre en

    una persona en concreto, la misma siempre y para siempre, en una misma persona

    misteriosa que puede ser buena o mala, pero que no por ello, ni por sus acciones ni por

    su manera de ser, influye en la intensidad de la pasin que nos ata a ella. Respndeme,

    si sabes responder-dice elevando la voz, casi exigiendo,

    -Por qu me lo preguntas?-dice el otro con calma-Sabes que es as.

    El resentimiento patolgico interminable pasa a ser terminable cuando el odio

    vengativo se transmuta en un odio diferente que se opone precisamente al amor y que

    promueve la diferenciacin y separacin objetal. ste a diferencia del primero, propicia

    el desasimiento del otro y a la vez promueve la reparacin y afirmacin de la

    dignidad perdida y ultrajada (Kancyper,1995).

    El odio es, como relacin con el objeto, ms antiguo que el amor, brota de la

    repulsa primordial que el yo narcisista opone en el comienzo al mundo exterior

    prodigador de estmulos (Freud, 1915).

    Por un lado, el odio induce al sujeto a enfrentarse con el objeto y luego a

    desligarse de l, desligadura que promueve la gnesis y el mantenimiento de la

    discriminacin en las relaciones de objeto. Es un odio relacionado con las

    pulsiones de autoconservacin. Lacan (1954) articul este tipo de odio con el

    deseo, jerarquizndolo como una de las vas de realizacin del ser (p.404).

    Pero, por otro lado, el odio se vuelve resentimiento cuando lo refuerza la

    regresin del amor a la etapa sdica previa; entonces el resentimiento cobra un

  • 27

    carcter ertico y se perpeta un vnculo sadomasoquista; adems, produce una

    serie de construcciones fantasmticas que lo sustentan.

    Cuando el resentimiento no es elaborado y en cambio permanece sofocado por un

    amor reactivo, se perpetan sus efectos destructivos que suelen ser encubiertos,

    con suma frecuencia, tras una reparacin compulsiva: obsesiva o manaca.

    No es homologable sentir odio que sentir ofensa y agravio. Con el odio y no

    con el rencor digo: basta. Con el agravio y la ofensa que pueden originar

    resentimientos, se instala una insaciable sed de retaliaciones favoreciendo la

    cronificacin de un deseo vengativo.

    Dice Valiente Noailles en La alquimia del sufrimiento:

    Hay quienes ante un sufrimiento propio, se tornan ms piadosos hacia los dems

    y desean evitar una situacin similar en sus semejantes. Hay quienes, en el

    reverso de lo anterior, suean con infligir ese sufrimiento en carne ajena,

    como un modo de vengar la propia condicin. Es el modelo del resentimiento:

    neutralizar el sufrimiento propio mediante su conversin en veneno capaz de

    destruir al otro.

    En efecto, la repeticin en el sujeto resentido alberga un singular por-venir

    como primer paso para reabrir luego una temporalidad diferente. Es el porvenir

    basado en la esperanza de castigar, a travs de la repeticin en la va regresiva del

    tiempo, a los objetos arcaicos humillantes y supuestamente responsables de sus

    enigmticos y a la vez conocidos agravios. Momento esencial, en el que una vez ms

    el sujeto resentido intenta saciar su sed de venganza, para restituir infructuosamente

    el resentido sentimiento de su propia dignidad.

    Se trata de una repeticin restitucin compulsiva mediante que no prepara

    el ingreso a la elaboracin normal de un duelo. En realidad, como decamos antes, el

    sujeto que incuba resentimientos interminables eclipsa las dimensiones temporales

    del presente y del futuro para reconducirlas al pantano temporal de un ayer que lo

    detiene en un pasado atizado de reproches, litigios y ofensas; ciega sus ojos con un

    afn vengativo, y cose sus prpados con acerados hilos de vanidad.

    Bibliografa

  • 28

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