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El Orientalismo Y la (posible) correspondencia con Latinoamérica

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Arículo "El Orientalismo - Y la (posible)correspondencia con Latinoamérica de Muñozcoloma

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El OrientalismoY la (posible) correspondencia

con Latinoamérica

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Muñozcoloma

[email protected]

Artículo aparecido en la sección «La Casa de Asterión»ESCÁNER CULTURALRevista Virtual de Arte Contemporáneo y Nuevas VanguardiasN° 104 - Mayo de 2008

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La fiebre que he tenido estas noches no ha sido poca y yo enmi lecho no he hecho (para que me acusen de cacofónico)otra cosa que intentar dormir, pero el frío y las distancias deesta habitación me sofocan, y no es la estrechez sino laamplitud de ella, de hecho el techo (otra vez) no alcanzo averlo y lo que veo no es más que otra mala jugada de miimaginación. Cuando logro dormir todo se me confunde,esta casa que dispersa la realidad normalmente, acentúa suefecto con mi fiebre, así que mis sueños, sin ser pesadillasse han tornado desagradables y desesperantes.

En uno de mis últimos intentos por dormir, las imágenes deun desierto pavoroso comienza a poblar como una

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escenografía cada uno de mis sueños, como si iniciase unviaje a un Oriente confeccionado con viejas ideas del mismoOriente, como si todo fuera un simulacro o un doble de símismo. De pronto me paseo por diferentes ciudadesinvisibles, las de Calvino, y recorro bajo un sol muy pocoamable Dorotea, Despina, Ipazia, Zoe, Isidora, Eufemia yun par más que no pretendo recordar, pero lo peor estabapor venir, si las ciudades eran agobiantes los órdenes y estilosque conformaron los siguientes paisajes; el siguiente paisaje,debería señalar, ya que en uno sólo se agolparon unacantidad indeterminada de ellos, configurados por relatosborgianos los cuales terminaron por destrozar la levetranquilidad que me quedaba, es así que en una bocanadade aire muy poco fresco poblaron mi cabeza textos con muypoca levedad y con aroma a desierto, como La busca deAverroes, Abenjacán el Bojarí muerto en su laberinto, Elinmortal, Los dos reyes y los dos laberintos, La muralla y loslibros, El tintorero enmarcado Hákin de Merv, Un doble deMahoma, Ariosto y los Árabes, Ajedrez, Parábola delpalacio, Las mil y una noches, La Cábala, El Budismo, Lavindicación de la Cábala, La lotería de Babilonia, entreotros… pero lo peor fue La casa de Asterión, el mismo textoque presta sus despojos para este espacio, hacía todoinsoportable, porque terminé soñando que me soñabasoñando, y eso para una mente tan débil como la mía esinaceptable.

Cuando intentaba salir de este viaje a las profundidades delas desesperación una luz violenta dispersó todo, fue tal supotencia que me cegó por un momento, estaba a los pies demi cama, poco a poco comencé a ver nuevamente y pude

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distinguir una silueta humana que se recortaba del fondode la habitación y que se acercaba lentamente hacia mí, suspies (aunque no los veía) parecían que no tocaban el piso,que la figura levitaba. Fue un momento de éxtasis. Cuandologré incorporarme, pude distinguir con claridad un hombreque me mira con un gesto de tranquilidad, le consulto si esquien creo que es, mientras me arrodillo haciendo unagenuflexión para orar. Me dice: «No sea boludo». Surespuesta le quita toda fantasía a la historia que me formabaen la cabeza (gracias a la fiebre, por cierto), me desconciertasu español arabizado tanto como la palabra tan de laArgentina (boludo). Cuando le consulto por ella me respondeque la aprendió de un amigo que era de por acá. Yo le intentoexplicar que esta casa no se encuentra en ningún lugarespecífico, pero él insiste en situarla cerca del Río de la Plata…(yo no insisto y me quedo callado).

Luego de escucharlo hablar un buen rato logro identificarlo,no sin problemas. Le consulto si no fue Daniel Barenboimde quien aprendió la palabra, él asienta con la cabezamientras sonríe (seguramente utilizando mentalmente lapalabrita). No cabe duda, quien se encuentra frente a mí esel mismísimo Edward Said. Como siempre en estassituaciones (que no han sido pocas) lo primero que lepregunto si es que tiene idea que falleció en el año 2003. Siinmutarse me dice que a estas alturas y en esta casa esotiene ninguna importancia, cuestión que me obliga a callarnuevamente (por la mala fama de la casa sobre todo).

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Edward Said (Fotografía de Ruby Washington -1998 - The New York

Times

Frente a mí se encuentra Said, uno de los intelectuales másimportantes del siglo XX, un exiliado permanente. Un tipo,a lo menos raro. Nacido en el Jerusalem dominado por losbritánicos, trasladado a El Cairo, de padre estadounidense,activista palestino (de los duros), árabe y anglicano a la vez,miembro del Consejo Nacional Palestino, hasta que Arafatprohíbe sus libros porque Said se opone al acuerdo de Oslopor considerarlo fraudulento. Candidato al Premio Nobelde la Paz. Amenazado de muerte por la línea ultraderechistaisraelí. Alumno y docente de universidades como las dePrinceton, Harvard, Yale, Columbia, Hopkins, entre otras.Galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de laConcordia en el 2002 junto a su amigo, el músico argentino-israelí, Daniel Barenboim por la orquesta que habíanfundado, la West-East Divan Orchestra, que reúne cadaverano a jóvenes músicos de Israel y de los países árabes.Said es (o fue, para ser más preciso, entre nosotros) unhombre controversial, amado u odiado, jamás ignorado, que

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ha escrito una treintena de libros como «Cultura eimperialismo», «La cuestión Palestina», «El mundo, el textoy el crítico», entre otros. Y, por cierto, «Orientalismo» (1978)que es una pequeña lección sobre los prejuicios y las ideaserradas que Europa históricamente tuvo para con Oriente,una sumatoria de falsas definiciones romantizadas de unazona que está muy lejos de ser «una zona» geográfica ensingular, y a la larga estas ideas terminarán siendo unajustificación política y moral para ejercer el colonialismo enla región.

Cuando dejo de escribir y levanto mi cabeza me percato conhorror, que él se encuentra sentado en la mesa mirando loque hago, cuando le pregunto qué hace aún acá, meresponde que él está seguro que escribiré algo sobre elOrientalismo y se va a quedar para ver si lo que tengo esuna idea o una serie de ocurrencias solamente. Yo bajo lavista y escribo, esperando que desaparezca y me deje conmi fiebre, mi letargo y mi casa vacía. Al fin y al cabo misideas son mis ocurrencias.

Por poner algún subtítulo

Si bien el Orientalismo es una batería de imaginarios sobreMedio Oriente, Norte de África y Asia, que raya en lo exótico,en la aventura, y que demuestra, de una u otra manera, quelos pueblos que habitan esas zonas tuvieron un pasadoesplendoroso y que fueron incapaces de cuidar y/o mantenera raíz de su propia «idiosincrasia» la cual no les permitióllevar a cabo esa labor. A la larga, todos terminarán siendo

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esteriotipados y caricaturizados como seres de la barbarie,de la brutalidad, de la incivilización que obligará al europeoa «domesticarlos» por su propio bien.

Hoy en día es probable, sólo probable, vindicar laproblemática planteada por Said y otros autores y llevarla alconcierto Latinoamericano, donde, desde cierto punto devista, también se generaron ideas de nosotros los «sudacas»caricaturizadas como el roto, el compadre, el zambo, elcholo, el huaso, el gaucho, etc. Y se han homogeneizadoproblemáticas que muchas veces son locales (cuando sonreales). Con estas narraciones realizadas en la mayoría delos casos por los mismos forjadores de los imaginariosnacionales, que con su acción maniataron a Latino Américaal encadenarla al sueño europeo y les dieron lasprerrogativas a los del viejo continente o se arrogaron el«carácter» primer mundista para hablar con propiedadsobre nosotros, y lo más grave, muchas veces, por nosotros.Luego vendría el país del norte a tomar posesión de losdespojos que dejó Europa.

Es por eso que las líneas que viene a continuación, si bien serefieren al problema del Orientalismo se pueden leerperfectamente desde (y para) Latinoamérica,intercambiando, en un ejercicio lúdico, Inglaterra porEstados Unidos, Oriente por América Latina, subalterno porsubalterno, etc. Usted verá. Las posibilidades son muchas(aunque el provecho puede ser poco). Estas ideas, entreotras, terminarán por configurar las prácticas y procesosculturales de este lado del mundo, no sólo para configurar

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la visión que se tiene de él desde afuera, sino que a veces,configurará la visión que tenemos de nosotros mismos.

«La perla del mercader» (1884) – Alfredo Valenzuela Puelma.

Óleo sobre tela, 216 x 140 cm.

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Las historias (narrativas de la nación) nacionales tienden aaspirar a lo europeo de una u otra manera, en el casolatinoamericano y la emergencia de los estados nacionaleslas elites que organizaron la historia de la nación, si bienbuscaron desplazar al europeo fue sólo para ocupar su lugary no como un latinoamericano, sino pretendiendo ser un«ciudadano» del viejo mundo (de la Europa hiperreal deChakrabarty, por ejemplo), replicando sus prácticas y susmodos, por lo cual siguieron invisibilizando al «otro», al queno se acercaba a su modelo (al «atrasado») expropiándolode su posibilidad de representación. En el casolatinoamericano este «otro» representaba la barbarie, erael nativo que necesitaba ser incorporado al territorio de lasletras, de la legalidad. Esta invisibilización es lo que Foucaultllama «violencia epistémica», la cual es ejercida en contradel subalterno. Entendiendo que el subalterno es subalterno«…en parte porque no puede ser representadoadecuadamente por el saber académico (y la «teoría»)…porque ese saber es una práctica que produce activamentela subalternidad (la produce en el acto mismo derepresentarla)» (Spivak en Beverley).

Esta idea surge porque la narrativa disciplinariahistoriográfica proviene fundamentalmente desde Europa,la cual en este ámbito (y en otros) continúa justificando alsujeto soberano de todas las historias, en las cuales los«dominados» no tienen (tenemos) el poder de(auto)representación, haciendo que la definición de cadagrupo humano o geografía esté definida desde Europa (enlo colonial, luego vendrá Estados Unidos), desde donde setoman las decisiones a partir de (pre)juicios y

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comparaciones donde los mismos narradores son losmodelos a seguir, es decir, el Estado europeo moderno.Incluso hasta hoy se puede apreciar en la disciplina de lahistoria esta idea, como Chakrabarty menciona: «El queEuropa funcione como un referente silencioso en elconocimiento histórico mismo se vuelve obvio de unamanera sumamente ordinaria. Por lo menos hay dossíntomas cotidianos de la subalternidad de las historias nooccidentales, tercermundistas. Los historiadores del TercerMundo sienten una necesidad de referirse a las obras dehistoria europea; los historiadores de Europa no sienten laobligación de responder (…) los modelos del oficio delhistoriador siempre son, por lo menos, culturalmenteeuropeos. «Ellos» producen su obra en una relativaignorancia de las historias no occidentales y esto no pareceafectar la calidad de su trabajo. Éste es un gesto, sinembargo, al que «nosotros» no podemos corresponder. Nisiquiera podemos permitirnos una igualdad o simetría deignorancia a este nivel sin correr el riesgo de parecer«anticuados» o superados». Es decir, si la historiografía y laacadémica, en general, que tienden siempre a las narrativasde las elites, no son capaces de desplazar su mirada deEuropa, es evidente que la vara con que se mide a lasubalternidad está determinada por los mismos cánones.

Un ejemplo claro de cómo lo europeo-blanco-cristiano-liberal narra (para dominar) más allá de sus fronteras (dondese encuentra la barbarie), es el concepto que devela EdwardSaid: el Orientalismo. Éste es un campo de estudio que tieneuna existencia formal en el Occidente cristiano desde 1312,cuando el Concilio de Vienne toma la decisión de establecer

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cátedras de árabe, griego, siriaco y hebreo en París, Oxford,Bolonia, Aviñon y Salamanca. De ahí en adelante su campode estudio estará determinado por una unidad geográfica,cultural, lingüística y étnica llamada Oriente. En el siglo XIXel Orientalismo tuvo una explosión inusitada, seguramenteel fermento del Romanticismo por su deseo de lo exóticohizo que París se transformara en el centro orientalista delmundo, en esta fecha se publicaron una serie de estudiosque demostraban la erudición de los especialistas en estecampo, aunque siempre cargadas con geografíasrománticas, espacios imaginarios y verdadeshomogeneizadas, generando una serie de prejuicios conrespecto a lo oriental y a los orientales, que perdurarán parasiempre (o por mucho tiempo, para variar exagero) en elimaginario social, transformándose el Orientalismo en un«poder intelectual… que, en cierto sentido, constituyó labiblioteca o el archivo de las informaciones que fueron encomún, incluso al unísono adquiridas… Estas ideasexplicaban el comportamiento de los orientales, lesproporcionaba una mentalidad, una genealogía, unaatmósfera y, lo más importante, permitían a los europeostratarlos e incluso considerarlos como un fenómeno decaracterísticas regulares» (Said). En el fondo, elOrientalismo va a suponer una distinción entre lasuperioridad occidental y la inferioridad oriental, por lo tanto,a partir de estos prejuicios, los europeos tendrán un sustento«epistemológico» para guiar a estos pueblos (o pueblo,basado en el prejuicio que sólo puede ser uno) en unproceso civilizatorio de dominación en busca de unparadigma de modernidad «como debe ser», al más puroestilo occidental.

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«Mujeres de Argel» (1834). Eugene Delacroix.

Óleo sobre tela, 180 x 229 cm.

Si hay que modernizar, llevar el desarrollo a los bárbaros, esporque éstos no son capaces de hacerlo por su propiacuenta, entonces si no son capaces de pensar para el«bienestar» de ellos, tampoco son capaces de pensarse, ybajo esa premisa quien tiene que pensar son quienes mejorlos conocen, es decir, el europeo que a recurrido al archivode otros europeos, de esos naturalistas que buscaban en loexótico una fuente de «inspiración» para sus obras, para suvida, y que plasmaron en cientos de páginas la grandezaperdida por estos pueblos, como sucedió con lo egipcio enla Europa del siglo XIX, por ejemplo, donde el «rescate» desu cultura terminó en la ornamentación de las tazas utilizadas

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para el té five o’clock. Para los europeos era inconcebible lafalta de visión de los orientales, que los hacía culpables deperder una gran cultura, y si eran capaces de semejanteextravío, era simplemente porque «…los orientales y losárabes [son] crédulos, «faltos de energía e iniciativa», muypropensos a la «adulación servil», a la intriga, a los ardidesy a la crueldad con los animales; los orientales no son capacesde andar por un camino o una acera (sus mentesdesordenadas se confunden cuando intentan comprenderlo que el europeo lúcido entiende inmediatamente: que loscaminos y las aceras están hechos para andar); los orientalesson unos mentirosos empedernidos, unos «letárgicos ydesconfiados» y son en todo opuestos a la claridad, a larectitud y a la nobleza de la raza anglo-sajona» (Cromer enSaid). Es decir, el oriental es culpable sólo por el hecho deser oriental y hay que rectificarlo.

En el caso del Islam (algún tiempo atrás, hoy ser encuentratotalmente demonizado, pero justamente esa sospecha esel resultado del Orientalismo también), el europeo lo verácomo su opositor complementario que no sólo hay quenarrarlo para rectificarlo, sino que además para controlarlo;desde tiempos de Mahoma los europeos vieron (conocieron,relataron) con horror las conquistas musulmanas, que ennombre de un «impostor» se arrogaban la gracia de un diosextraño, que, valga la redundancia, producía extrañeza y«…lo que es evidentemente extraño y lejano adquiere, poruna u otra razón, la categoría de algo más familiar. Extiendea dejar de juzgar las cosas porque sean completamenteextrañas o completamente conocidas; una categoría mediasurge, una categoría que permite ver realidades nuevas,

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realidades que se ven por primera vez como versiones deuna realidad previamente conocida. En esencia unacategoría así no es una manera de recibir nueva información,sino un método para controlar lo que parece ser unaamenaza para la perspectiva tradicional del mundo» (Said).

El Orientalismo es en última instancia una visión política quedivide el mundo (asimétricamente) entre «nosotros»(occidentales) y «ellos» (orientales), polarizando lasposiciones hasta más no poder, haciendo que el occidentalse vuelva más occidental y el oriental más oriental(desagradablemente oriental, para algunos a menos quesirvan buen café, o tengan buenas telas y joyas para vendero sean diestras en la enseñanza del baile). De sumaimportancia son las narrativas hechas por losadministradores impuestos por Gran Bretaña o Francia enel oriente (en la India, por ejemplo) que en su calidad deautoridad política se arrogaron un sitial en cuanto alconocimiento que tenían del mundo indígena que les tocabaadministrar, convirtiéndose en especialistas quetransformarán al sujeto dominado en sujeto de estudio(pernicioso, por cierto) además, no autónomo ni soberanocon «…respecto a sí mismo: el único Oriente u oriental o«sujeto» que podría ser, a lo sumo, admitido es el seralienado filosóficamente, es decir, otro que él mismo enrelación a sí mismo, poseído, comprendido, definido ytratado por otros» (Anuar Andel Malek en Said). A la largael Orientalismo se remitirá al Orientalismo como fuente devalidación y no a lo oriental, es decir, su propia validaciónestará sujeta al imaginario prejuicioso formado por esosrelatos metonímicos del retraso, transformando al Orienteen algo diferente de lo que es, pero pensando en su

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«beneficio», en su cultura, y en algunos casos, por lo quecree que es el bien oriental.

«La gran odalisca» (1814). Jean Auguste Dominique Ingres.

Óleo sobre tela, 91 x 162 cm.

Todas estas visiones/representaciones/narrativasconformarán una base para que el subalterno no puedahablar, por que ya hay personas expertas que lo harán porél (historiadores, científicos, antropólogos, etc.). Si llevamosesta idea al campo latinoamericano se puede señalar quelas narraciones nacionales replicarán esta idea en elsurgimiento de la nación señalando «…la particularambivalencia que persigue la idea de nación, el lenguaje dequienes escriben sobre ella y que vive en quienes viven enella» (Bhabba, 1990), también podría decirse que laambivalencia existe entre quienes escriben sobre ella,legalizándola a partir de imaginarios míticos y quienes tienenque vivir este proceso como actores que son invisiblizadospor/en el propio relato.

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A la larga las historias nacionales seguirán reproduciendolos modelos de dominación mientras sigan siendo narradaspor las elites que verán una historia «oficial», hegemónica ypequeñas historias subalternas (o pasados subalternos)asignándoles un carácter de menor importancia, comoanécdotas nada más, desplazándolas a una posición inferiorporque «no nos preparan ni para la democracia ni para lasprácticas ciudadanas al no estar basados en el desplieguede la razón en la vida pública» (Chakrabarty). Y negando laposibilidad de conformar un cuerpo que posibilite la lecturade una pluralidad de voces desplazadas y no estandarizadas,que viven y conviven en el Oriente (como en América Latina).

¡Hecho!... y Said ya no está… sigo con mi fiebre.

Fuentes:

- Bhabha, Homi. «Narrando la nación». En Nation and Narration.Londres. 1990.

- Chakrabarty, Sipesh. «Historia de las minorías, pasadossubalternos». En Revista Historia y Grafía, N° 12. México D. F. 1999.

- Said, Edgard. «Orientalismo» (1978). Cap. I. Enwww.cholonautas.edu.pe. Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales.

- Spivak, Gayatri Chakraverty. «¿Puede hablar el sujetosubalterno?» En revista Orbis Tertius, año III, N° 6. Argentina.1998.

- Portal de Historia del Arte. www.artehistoria.com- Portal de Arte Chileno. www.portaldelarte.cl- Portal diario electrónico New york Times. www.nytimes.com

Agradecimiento: A María Eugenia Godoy por seguir leyendo ycorrigiendo.

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