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La barbarie como contracultura de la ciudad Concepción, Chile como excusa

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Artículo "La barbarie como contracultura de la ciudad - Concepción, Chile como excusa" de Muñozcoloma

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La barbarie comocontracultura de la

ciudadConcepción, Chile como excusa

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Muñ[email protected]

Artículo aparecido en la sección «La Casa de Asterión»ESCÁNER CULTURALRevista Virtual de Arte Contemporáneo y Nuevas VanguardiasN° 107 - Agosto de 2008

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Tengo que señalar, primero que todo, que las excusas hanpoblado mi vida de principio a fin. Es más, se han constituidoen una especie de mapa biográfico (por ende metonímico-sinecdóquico) de mi vida. Sin pretender ser original, nimucho menos especial, tengo que confesar que estuve apunto de morir, aunque otros (los médicos) han señalado,sin poca seguridad, que lo logré por un rato, cuestión queno me convence en lo absoluto. Lo más cercano que conozcode la muerte son las habitaciones de esta casa y sus pasillossilenciosos donde el vacío se perpetúa como el vuelo de lasaves negras en el último cuadro de Van Gogh. En fin, aunqueesta casa es pura metáfora mortuoria se ha transformado

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en mi claustro voluntario, y así como el «Síndrome deEstocolmo» terminé queriendo este lugar.

Volviendo a lo de la excusa (y para no dispersarme tantocomo siempre) son miles las que he utilizado, desde el fútbolhasta Borges; incluso desde la noche hasta Kant, y así,infinitas más.

Hoy no es la excepción, utilizando algunos recuerdos de miinfancia más otros que no entran en ninguna vida quieroplantear la sutil obviedad (dentro de un carácter lúdico, pordecir algo) de cómo lo urbano sucumbe a lo rural. Cómo laspersonas que provienen de la «barbarie», del «pasado» (delas cuales me siento parte… a veces) terminan por apropiarsede ese artefacto/aparato llamado ciudad con mayor destrezay autoridad que los propios «ciudadanos» que la tienen quevivir, sufrir… habitar… aunque esto haga revolcarse en sutumba a los grandes próceres decimonónicoslatinoamericanos que soñaron con sentar un límite(im)propio que separara la ciudad/civilización con el desierto/barbarie para siempre.

«La ciudad es un paisaje que vale la pena disfrutar; lo cual maldito si es necesario cuando vives en la ciudad».

Claes Oldenburg (en Berman)

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La ciudad de Concepción (Chile) se reconstruyeconstantemente, lejos de referirme sólo a aspectossimbólicos-metafóricos tengo que mencionar que la ciudadha sido desvastada y vuelta a construir en repetidasoportunidades, la «experiencia telúrica» ha obligado atrasladarla desde su emplazamiento original, (ciudad costerade Penco) en 1751 al valle de la Mocha, cuestión que seconcreta recién en forma definitiva en el año 1764, utilizandoun terreno que tenía «una superficie aproximada de 33cuadras por 13, extensión de las tierras disponibles en elvalle para los emplazamientos de la nueva ciudad,considerando las tierras planas y desechando lagunas,pantanos, cerros e islas» (Mazzei) emplazamiento que ocupahasta el día de hoy. Luego vendrían eventos similares en1939, el cual destruye alrededor de 15.000 casas (CamposHarriet) y el de mayo de 1960 que termina por destruir todaslas antiguas casa de adobe que por una u otra razón habíanquedado en pie en 1939.

Cabe señalar que al igual que el pensamiento de Sarmientomuchos sostuvieron que el terremoto cumplía con una«función positiva, desmantela[ndo] el espacio tradicional,posibilitando la reorganización y modernización… Lacatástrofe problematiza la arquitectura del orden tradicional,y así posibilita la construcción de la nueva cuidad, de lamodernidad deseada… la catástrofe no constituye una fisurainsuperable. Por el contrario, la catástrofe registra el puntode una nueva fundación a partir del cual adquiere impulsoel devenir del progreso». (Ramos). Esto permitió queConcepción no fuera sólo una ciudad de emergencias y detemores telúricos en su construcción, sino que además en

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cada oportunidad que tuvo de repensarse y rearmarse ladecisión siempre albergó la esperanza de una nuevacatástrofe para «mejorar», no obstante la visión de laoportunidad modernista producida por lo telúrico se vioenfrentada y contrapuesta a su otra cara, a la necesidad derecurrir a la historia, al campo para parapetarse en buscade protección, al mismo pasado que sus (re)estructuradotesmodernistas intentaban, por todos los medios, borrar oalejar. En cada evento debió mirar a las afueras de suspropios límites, una mirada que se ha perdido en la lejaníade la ruralidad, de la barbarie.

Hoy en día la ciudad de Concepción se eleva muy poco porsobre el suelo y las pocas construcciones que lo hacen noson más que pequeños distractores de esta chata ciudadque se autodefine como la «segunda ciudad de Chile» y quevive en una dicotomía (modernidad/ruralidad) que le hacerecordar su condición de pueblo grande más que de ciudadpequeña; y donde las personas que viven (o vivimos… en micaso sólo a veces) en ella padecen(mos) una suerte deesquizofrenia urbana, porque es tan pequeña la ciudad ycon tan grandes aires de urbe que siempre que caminamosun poco entre la arquitectura y las calles, terminamos enuno de sus bordes, donde la modernización aún no haalcanzado con sus «beneficios» a la poblada deseante.

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Centro de la ciudad de Concepción.Fotografía tomada en la esquina de calles

Caupolicán con Barros Arana.

Es justamente, a partir de estos bordes que me gustaríahacer algunas reflexiones y comentarios para determinar odejar en evidencia que la ciudad alberga una ruralidad quese torna permanente por el flujo constante de las personasque vienen desde el campo. No me refiero a la ruralidadque por la inmigración se ha conformado en las zonas

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periurbanas, asentándose en poblaciones precarias, sinomás bien me refiero, en este caso, a los inmigrantes ruralesque vienen de paso a la ciudad configurando yreconfigurando los flujos o recorridos que la misma ciudadlos obliga a transitar (incluyendo/excluyendo), conformandoun cordón rural que bordea el centro de Concepción, y queen ciertos puntos geográficos o nodos, no hay más quecruzar la calle para cambiar de paisaje bruscamente. Estecircuito, además, no sólo actúa como eje de tránsito, tambiénsobre él se ha articulado un intercambio de mercancíasdiferentes y, por cierto, mantiene una estética dicotómicaque problematiza lo rural con lo urbano.

A estos inmigrantes rurales de paso por la ciudad, mepermitiré llamarlos «inmigrantes temporales», para señalarque estos individuos realizan un traslado que va más alládel viaje reiterativo, ellos realizan una incorporación a laciudad que va más allá de lo cotidiano, transformándose enun evento, y como evento tiene una duración definida.

Lo rural a la vuelta de la esquina

«La ciudad es materialidad y alegoría de la organizaciónespacial de la cultura y la modernización. Por este motivoes ella una red de estaciones, centros, caminos, viviendas y,al mismo tiempo, un lenguaje explicativo, clasificatorio ynormalizador de los símbolos, las mitologías y lasrepresentaciones urbanas» (Ossa). Y es en América Latina,como lo plantea Gorelik, «un producto creado como una

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máquina para inventar la modernidad, extenderla yreproducirla» es con ella que se pretendió (pretende)expandir la modernidad hacia la barbarie, para ir ganandoterreno en medio de la confusión, para normarla y disciplinara quienes se incorporaban a ella. Luego vendrá lamodernización. Primero que todo se privilegió un modelode ciudad ideal (en el deseo sarmientino donde la ciudad esmodernización y civilización) como concepto que permitierajustamente ser un medio, por eso se plantea que «EnAmérica Latina la modernidad fue un camino para llegar a lamodernización, no su consecuencia» (Gorelik).

Buses que se llevan a los visitantes, los cuales tienen que embarcaren la periferia del centro delimitada por Avda. Los Carreras.

Fotografía tomada en la esquina de calles Tucapel con Las Heras.

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Esta idea de la civilización y la barbarie aún retumba en lamentalidad de la pequeña urbe llamada Concepción, sushabitantes sienten el privilegio de ser parte del progreso,del proceso civilizatorio y miran a las grandes ciudades condeseo, porque se saben parte de una ciudad pequeña, lasaben débil y demasiado cercana a la ruralidad que la acechaen cada momento. Es en esa ruralidad (dentro de la ciudad)donde algunas costumbres subvierten y dejan en evidenciaque aún no se logra escapar del pasado, porque aún se dan«las relaciones comunitarias, donde predominan lasrelaciones primarias [en cambio, en las grandes ciudades]…nos podemos desprender de las relaciones de pertenenciaobligadas, primarias, de esos contactos intensos de tipopersonal, familiar y barrial». (García Canclini)

Es a esta ciudad donde vienen las personas desde el campo,no para insertarse en la estructura, sino sólo para disfrutarlos bienes que ésta ofrece, ya sea para intercambiarmercancías, por obligaciones que los hacen sumergirse enel aparato burocrático, por necesidades legales o médicas osimplemente por el deseo de participar de las prácticasurbanas de la posmodernidad (modernidad en la mayoríade los casos) dejándose atrapar por el «encanto» de susmercancías, de sus usos, de sus flujos. Cabe mencionar quea través de estos inmigrantes se intenta constatar laexclusión/inclusión que estos viven por parte de la ciudad yque éstos a la vez se convierten en elementos queconllevarán, sin percatarse a veces, situaciones deresistencia para con la propia urbe y que viven en la ciudaduna heterogeneidad no dialéctica.

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El centro

A diferencia de muchas ciudades, en Concepción sí existe«el centro» el cual se podría definir como «un lugargeográfico preciso, marcado por monumentos, cruces deciertas calles y ciertas avenidas, teatros, cines, restaurantes,confiterías, peatonales, carteles luminosos destellando enel líquido, también luminoso y metálico, que baña losedificios». (Sarlo). Y que posee una arquitectura que remedalas grandes megápolis muy ligada a la globalización ydeterminadas por grandes empresas o casas comerciales.Y persisten los «lugares que hacían función de centro, comolas plazas» (Martín-Barbero).

Paseo Peatonal de la ciudad

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El centro de Concepción es más bien pequeño, al sur (calleVíctor Lamas) lo limita el Parque Ecuador, un área verde quenos recuerda la ruralidad, pero que por su normatividad sólose limita a simular la tradición del campo, es una invencióndel espacio natural puesto encima de lo que alguna vez fueel verdadero espacio natural (quizás por eso sólo lo recorrenlas personas de la ciudad, no se encuentra en configuracióndel paseo del inmigrante). Más allá por un borde carreterose puede acceder a barrios muy poco populares como lo esPedro de Valdivia y la comuna de Chiguayante que siendouna mixtura entre lo popular y la clase media alta ofrece deentrada, desde Concepción, sus barrios como Lonco o Villucodonde las casas y edificios viven en medio de una naturalezaaltamente planificada y cuidada en casas que superanfácilmente los 300 m2. Más al sur aún, después de 13 kmde barrios populares y 8 Km de camino rural nosencontramos con la comuna Hualqui, que poco a poco hapasado de pueblo agrícola a pueblo dormitorio.

Muy por el contrario, hacia el norte el centro de la ciudadllega hasta calle Los Carreras una arteria de doble vía quehasta hace muy poco (década de los 80) era una calledespreciada por el comercio, por el flujo vehicular y peatonal.En ella abundaban cantinas y carretones y era consideradauna calle de extrema peligrosidad. Una vez pasada esta callehoy día, uno se encuentra con barrios populares y de clasemedia. Hacia el oeste el centro llega hasta calle Serrano,hoy han construido el barrio cívico una cuadra más allá(Avenida Prat) intentando extender este centro, en lo posiblehasta la rivera del río Bío Bío. Cruzando el río nosencontramos con la nueva comuna de San Pedro de la Paz,

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lugar preferido por la clase media y media alta para habitarlos nuevos barrios «aristocráticos» que se han fundado enlos últimos 10 años en dicha comuna, la cual ha crecido demanera exponencial y descontrolada. Al este, el centro deConcepción llega hasta calle Paicaví, una arteria de doble víaque por su flujo separa el centro de barrios de clase media yde familias tradicionales de la ciudad. En resumidas cuentasel centro de la ciudad de Concepción abarca de sur a norte,8 cuadras; y este a oeste, 12 cuadras.

En su interior circula la movilización colectiva que traslada alas personas a las comunas o a barrios cercanos, por elcontrario en sus bordes o más allá de ellos circula lalocomoción colectiva que traslada a los inmigrantestemporales que proceden de comunas preferentementeagrícolas como Coelemu, Trehuaco, Santa Juana, Quillón,Florida, Copiulemu, Tomeco, Rere, Bulnes o Yumbel. Ocosteras como los son Cobquecura o Tomé; o de la llamada«Zona del Carbón» como Los Álamos, Curanilahue o Arauco;o los que llegan por tren como lo son desde Laja y SanRosendo. Todas estos arribos se efectúan en los bordes delcentro, no me refiero a terminales de buses establecidos sinoa paraderos que aglomeran a personas, alrededor de loscuales se han instalado una serie de comercios y actividadesque se transforman en un punto dicotómico (exclusión/inclusión) entre ciudad y ruralidad, entre la civilización y labarbarie, que viene a subvertir el flujo, la estética y lasrelaciones simbólicas en la ciudad.

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Terminal de buses Buses Jota – A.Calle Colo Colo entre Avda. Los Carreras y Las Heras.

La resistencia (sin conocimiento)

El borde norte del centro puede ser el lugar donde es másevidente la dicotomía, en él se encuentran las paradas delos microbuses que traen y llevan personas desde el campo,

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que aún en Concepción es sinónimo de barbarie, y más queeso es sinónimo del pasado, de una etapa superada que sóloa veces, en una actitud romántica decimonónica, es miradocon cierta nostalgia y deseo, como un destino de libertadfrente a la opresión de la ciudad o como plantea RaymondWilliams como un deseo que permita la vuelta de lainocencia. O simplemente, como un elemento del folcloreque se mira desde lejos, desde la lógica de la cultura delespectáculo, del simulacro que permite la fiesta o el carnaval,que nosotros terminamos llamando turismo. No obstante,cuando la comodidad es la urgencia, el campo no es másque una serie de incomodidades superadas por el desarrollotecnológico, el campo no pasa de ser el lugar desde dondepartieron nuestros ancestros (o nosotros mismos), es decirtiene incorporado el concepto de tiempo, el campo no sóloestá fuera o lejos de la ciudad, el campo vendría a ser elpasado de la urbe. Y es desde allí (de la historia, del pasado)desde donde se desplazan estos seres que tienen el privilegiode venir a sucumbir frente a las comodidades y a la estéticade su propio futuro, de los que le depara el porvenir. Cabeseñalar eso sí, que los viajantes que llegan a los bordes tieneplena conciencia de que su relación con la ciudad (como partede ella) es temporal, lo que puede significar que la utilicen(en el sentido mecánico) mucho más y mejor que los quevivimos en ella.

En estos bordes, que sirven de parada y tránsito de losinmigrantes, la arquitectura y el diseño urbano es diferenteal deseo que se perfila en la centro de la urbe, donde en unafán posmodernista se «cultiva una concepción de tejidourbano necesariamente fragmentada, un «palimpsesto» de

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formas del pasado superpuestas unas a otras» (Harvey) deacuerdo a los gustos de quien las solicite, para imitar lo quese ha perdido o simplemente borrado, en este afán seutilizan todos los nuevos materiales que simulan una estéticaromántica, neoclásica, barroca o decó. Conformando unavisualidad arquitectónica heterogénea que hace recordar aciertas obras de Rauschenberg, como «Most distant visiblepart of the sea / Umbrellas», relacionadas con el ensamblagey/o el collage. Ejemplos como estos los encontramos en laesquina de Barros Arana con Colo Colo donde la multitiendaJohnson’s ha traído a los ojos de los penquistas (gentiliciode los habitantes de la ciudad de Concepción) nuevamentela cúpula del edificio de la antigua Casa Onetto, con materialesque realizan una mímesis, un simulacro del pasado,transformando la historia en simple decoración. Más sutil,pero dentro de la misma línea es la utilización del PalacioCastellón (esquinas de Castellón con Barros Arana) por otramultitienda, Hites, donde han dejado sólo la cáscara de laantigua construcción (esto si que es metáfora), la cual ahoradebe soportar las luces de los letreros que ofrecen las másvariadas mercancías para estimular el consumo.

Este eclecticismo arquitectónico (postmoderno podríamosllamar) no existe fuera del margen del centro, sólo a unacuadra de éste y a cuatro de Barros Arana, la arquitecturamantiene el sueño de la modernidad, de la racionalidad. Semantienen las casas bajas con materiales de época quefueron construidas para servir de hogar a trabajadores declase media y/o obreros de las incipientes industrias de losaños ‘50. Estas casas, ahora dan abrigo a diferentescomercios que desentonan con el afán ecléctico de la

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siguiente calle (Los Carreras). Calle Las Heras es el punto dellegada de los inmigrantes, es por ahí por donde circulan, yse ha transformado en una especie de cámara dedescompresión histórica, que les permite adecuarselentamente a la ciudad.

Antigua «Casa Onetto». Hoy Multitienda Johnson’s.Esquina de la calles Colo Colo y Barros Arana.

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Por el uso también, la calle Las Heras o cualquier otra quesirva de calle-puerto (Colo Colo pasado los Carreras, LosCarreras-vereda norte, Serrano con Freire, etc.) albergarána locales en los que se transan mercancías diferentes a lasde las tiendas del centro, y también diferentes a las de losalmacenes de barrios. En ellos es posible encontrar artículosque en nuestro imaginario (imaginario del sur de Chile)pertenecen a la ruralidad, «yerba» mate, comida para aves,forraje, braseros, etc., escapando de cierta manera de laretórica del consumo y de la publicidad global, erigiéndosecomo elementos de resistencia frente a la ciudad normada.Es así que también las personas que habitan la ciudad y que,por alguna razón, requieran algunos de estos elementossaben que pueden conseguirlos en estos bordes o nodosque escapan de lo pedagogizante.

El uso y los medios

Aunque suene evidente debo que mencionar que elinmigrante temporal de hoy no es el mismo de hace décadas,ya no padece la problemática de desconocer los mecanismosde uso de la urbe, hoy no llega a la ciudad desprevenido,menos a la ciudad de Concepción, hoy sabe cómo moversedentro de la ciudad porque posee la voluntad y la precisiónque le permite la mímesis, incorporándose a lopedagogizante en un afán de juego; y la ciudad, tambiénlúdica, lo acoge como uno de los suyos, desplazando a esteindividuo de la anomia de los inmigrantes «estables» quellegaban desde la ruralidad en el pasado. Los medios de

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comunicación, especialmente la televisión, ha jugado unpapel fundamental para que en la ruralidad se aprehendanlos comportamientos básicos para transitar sin mayorestropiezos por el flujo del texto urbano. Quizás para nopadecer lo que plantea José Luis Romero con respecto a losinmigrantes que se insertaban a la sociedad normalizada enla década de lo 40, que tuvieron la imperiosa y dramáticanecesidad de incorporar a su vida los modos de su nuevomedio sobre la marcha: «Muchos empezaron a imitar losmodos de comportamiento de la sociedad normalizada: lasfórmulas de cortesía que, sin duda, le eran familiares, losprincipios de acatamiento a las jerarquías, las reglas del juegopara cierto tipo de relaciones. Pero acaso imitaron más: lamanera de tomar un vaso o un tenedor, o de poner un mantelen la mesa, o de vestir a un niño. Y acaso más aún, cómoactuar frente al estado y sus agentes, cómo exigir. Y todavíamás: cómo juzgar ciertos actos, cómo decidirse ante ciertasopciones, cómo pensar sobre ciertos temas que entrañabanun compromiso. Esa imitación no implicaba haberinternalizado los supuestos de la estructura: era,generalmente, una repetición superficial de actitudes quehabían sido observadas y juzgadas convenientes ybeneficiosas». (Romero).

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Calle Las Heras, lugar donde embarcan y desembarcanlos que visitan la ciudad desde el interior.

Hoy también el inmigrante temporal repite actitudes que lasha juzgado como convenientes, sólo que ya trae consigo unaexperiencia aprendida de sus familiares o simplemente

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porque ha tenido la experiencia-simulacro normalizadora delos medios (no ha tenido que observar en terreno ni en lapráctica), para comprender la ciudad de hoy. Porque no sóloel ser urbano se enfrenta al problema de la virtualidad de laciudad, en la ruralidad se transforma en un medio que seconstituye en la «la única experiencia-simulacro de la ciudadglobal. Y ello porque la estructura discursiva de la televisióny el modo de ver que aquella implica conectan desde dentrocon las claves que ordenan la nueva ciudad: la fragmentacióny el flujo.» (Martín Barbero). Y es ahí donde se da el juego,porque el inmigrante temporal sabe que viene de paso a esta(des)estructura, pero actúa como si fuera parte delentramado, jugando a ser otro, dejando por un momentoesa incomodidad de ser siempre el mismo; y la ciudad leguiña el ojo, como compañera en una partida de brisca o detruco, y lo acoge y lo incorpora, sólo por el hecho de saberque todo es temporal.

En su llegada el inmigrante se desplaza hacia el centroarticulando un trazado que se transforma en paseo queconfigurará su ruta envolviendo en un manto de coherenciael texto urbano, porque el «paseo ordena, para el sujeto, elcaos de la ciudad estableciendo articulaciones, junturas,puentes, entre espacios (y acontecimientos) desarticulados»(Ramos); internándose en la velocidad, en la masa, en eldeseo que le brinda la posibilidad del anonimato, en la urbepara «tomar un baño de multitud» como dice tanacertadamente Stuart Ewen. Y a diferencia de lo que privilegiala ciudad: «las calles, las avenidas, en su capacidad deoperativizar enlaces, conexiones de flujos...» (Martín-Barbero) el inmigrante rural privilegiará de acuerdo a su

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costumbre el encuentro, la aglomeración, la oportunidad queparticularmente le brindará la plaza, subvirtiendo y alterandoel orden y el flujo deseado por los urbanistas.

En la década de los 80 la calle Los Carreras estaba fuera delcentro, hasta allá éramos desplazados las personas quevivíamos en la ruralidad (Hualqui en mi caso) y que pordiversas razones debíamos acudir a la ciudad. Era nuestropuerto, donde los carretones, los bares, las hojalaterías y lapenumbra nos recordaban que pertenecíamos a otro lugar,que éramos la otredad de la ciudad, los excluidos quenecesitaban ser pedagogizados. Hoy esa marginalidad hasido desplazada una cuadra más y Los Carreras se hatransformado en una avenida de doble vía, con un bandejóncentral de verde prado, llena de luces, letreros luminosos yun flujo constante, donde la velocidad del tráfico es unobstáculo que separa la periferia del centro, hasta unarotonda posee para acelerar la dinámica de los vehículos, sibien es minúscula puede ser tomada como una muestra máspara señalar, en un afán celebratorio, que hoy Los Carrerasse unido a la dinámica de la ciudad.

No obstante, aún en la misma avenida los urbanistas se hanencontrado con un problema: está demasiado cerca de lorural (donde se desembarca y/o fluye), y es así que en laesquina con calle Tucapel, toda la planificación parece seren vano, el flujo se detiene, el flujo es detenido, por estasoleadas de inmigrantes que no tienen el criterio o que aúnmantienen y/o traen los vicios del desaprovechamiento deltiempo desde lo rural, desde el pasado. En esa esquina

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circulan (llegan) las personas que arriban en busca demayores ofertas materiales y simbólicas que el centro poseey donde uno se puede encontrar con un taco provocado pordiez a quince microbuses parados en plenas calles LosCarreras y Tucapel, y es evidente que a ninguno de losinmigrantes le preocupa mayormente, porque laaglomeración para ellos es el encuentro, en cambio para losque habitamos la urbe es la detención o interrupción delflujo, el desastre.

Interior «terminal» Buses Jota – A.En calle Colo Colo a media cuadra de Avda. Los Carreras.

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Para terminar

En resumidas cuentas lo rural no sólo se encuentra fuera delos límites de la ciudad, se encuentra incluso en las diferentesciudades yuxtapuestas en el espacio físico que ocupaConcepción, en rigor la ciudad es un palimpsesto, donde losmismos inmigrantes y sus prácticas son la escritura antiguaque se logra apreciar entre los recovecos de la nueva trama.El inmigrante temporal usufructúa de la ciudad, al igual queella de él, pero quizás él, por no habitarla se percata de algoque para nosotros es imposible, sólo por el hecho de vivirladiariamente, que al igual que Anastasia de la CiudadesInvisibles «no hace sino despertar los deseos, uno tras otro,para obligarte a ahogarlos, a quien se encuentra una mañanaen medio de Anastasia los deseos se le despiertan todosjuntos y lo rodean. La ciudad se te aparece como un todoen el que ningún deseo se pierde y del que tú formas partes,y como ella goza de todo lo que tú no gozas, no te quedasino habitar ese deseo y contentarte. Tal poder, que a vecesdicen maligno, a veces benigno, tiene Anastasia, ciudadengañosa: si durante ocho horas al día trabajas tallandoágatas ónices crisopacios, tu afán que da forma al deseotoma del deseo su forma y crees que gozas de toda Anastasiacuando solo eres su esclavo».

El inmigrante toma la ciudad para apropiarse por unmomento de las «bondades» y símbolos que ofrece, peroaunque maneja las dos prácticas (rurales/urbanas) vive, másallá de un simple eclecticismo, parafraseando a CornejoPolar podría señalar (como él lo hace a partir de los

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migrantes) que a los inmigrantes temporales «eldesplazamiento duplica (o más) el territorio del sujeto y leofrece o lo condena a hablar desde más de un lugar».Generando un discurso doble o múltiplemente situado, esdecir, habita en una heterogeneidad no dialéctica que lepermite hablar desde diferentes lugares.

Al irse se despide, desde la ventana del microbús que actúacomo una vitrina, que le permite ver el borde que lo excluyey que lo espera, para iniciar un viaje hacia la desaceleración,hacia el pasado, hacia la ruralidad.

Fuentes

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