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REVISTA EUROPEA. XÚM. 180 5 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . AÑO IV. LA ESPOSA DEL CORONEL. Si los partidos políticos en que se divide España tuvieran la paciencia, una vez puestos de acuerdo, de hacer una estadística en la que constara ol nú- mero de víctimas que el orden y el desorden han hecho en la madre patria, el estudio sería tan horro- roso, que casi podría asegurarse un porvenir de paz y de tranquilidad para la patria, si el carácter espa- ñol, revoltoso y levantisco como el americano, no fuera impedimento constante de la calma necesaria parala prosperidad de un pueblo. Unas veces en nombre del orden amenazado, otras veces en nombre de la libertad deprimida, la nación española no ha cesado de vivir en guerra; y aquí es oportuna la observación que los mismos españoles han podido hacer en diferentes ocasiones. Suelen faltar jornaleros para trabajos materiales en la construcción de vías forreas; ha habido nece- sidad de recurrir al extranjero en busca do brace- ros; los oficios mecánicos cuentan con poderosos auxiliares extranjeros en los talleres españoles; pero siempre que se ba tratado dehacer barricadas, de levantar partidas, de lo que se llama en el idioma vulgar andar á tiros, siempre ha habido gente dis- puesta y útil para el caso. Esto, que sería laudable en caso de invasión extranjera ó de defensa nacio- nal, es verdaderamente horrible tratándose de un cambio de sistema político interior, cambio que, una vez realizado, nunca es el deseado por la mayoría del país. La oposición es siempre la misma, porque el país ama la oposición, porque la docilidad y la aprobación son cosas desconocidas ó que redundan en desdoro de la altivez, prenda indispensable á todo descendiente de Pelayo y del Cid y de Don Qui- jote. Los campos de España están yermos en su mayor parte, y han de estarlo más si la educación no dulcifica el carácter, porque no es riego adecuado la sangre ni puede fructificar el llanto. A mediados del mes de Octubre de •1866 recibí una carta de un antiguo amigo emigrado en Paris á consecuencia de la sublevación del 3 de Enero. Era amigo y compañero del general Prim: la retirada de éste á Portugal le había alejado do Madrid, donde tenía su familia, y vivía en la mayor estrechez en la capital de Francia. Seguro estaba yo, y él también, de que Prim entraría triunfante en Madrid, y de que él, que á TOKO X. la sazón era capitán, seria en el nuevo orden de cosas teniente coronel, por lo monos; pero entre tanto, la necesidad apretaba, las comunicaciones con su mujer y sus dos niños eran difíciles, si no im- posibles, y el capitán no sabia una palabra de la ca- pitana ni de los dos generales. Él, liberal, altivo, no- ble ó incapaz de humillarse por nada ni por nadie, vivía en Paris pidiendo dos ó tres francos á todo el que hablaba idioma que él entendía; y el Gobierno que había entonces en España, severo defensor del orden y de la propiedad y salvaguardia de la po- blación pacífica, le abría todas las cartas que diri- gía á su mujer, se enteraba de ellas, las rompía y quemaba, y hasta se perdieron por culpa de no sé quién quince duros que el infeliz pudo reunir y en- viar á la señora en una letra, dentro de una carta de aquellas. En este estado las cosas, si cosas pueden lla- marse, me escribió una carta, parecida á esos ar- tistas ecuestres que á la vista del espectador se quitan treinta chalecos diferentes. Para que el Go- bierno de entonces no se quedara con la carta, mi amigo la encerró en siete ú ocho sobres, siendo el de debajo para .mi, y los demás para otras tantas personas cuyos nombres no infundieran sospechas en correos. Todavía existían entonces siete españo- les que no fueran sospechosos. Si tarda en escribir- me dos meses, no recibo la arropada epístola furtiva. Decía así: i'üueridísftno amigo: No sé si esta llegará á tus manos, porque tal es la saña que el Gobierno des- ata contra nosotros, que estamos casi incomuni- cados con todo correligionario y amigo. Te es- cribo para que me hagas el favor de pasar por la calle de Lope de Vega, número *", donde vive ó vivía hace dos meses mi señora, de la cual hace tres meses ya que no tengo noticia ninguna, ni de mis chiquitines; y en nombre de nuestra antigua amistad, te suplico les favorezcas en su apurada situación como puedas, si la tuya es mejor que la mia, que no puede ser peor. También te suplico...» Y aquí seguía una porción de encargos y recomen- daciones cuya relación no viene á cuento. Grande y penosa impresión produjo esta carta en mi ánimo, pues además de que, caso de encontrará la pobre señora, no podía yo entonces ayudarla mas que á sentir sus penas, era aquella una época para mí en extremo azarosa. Fuó por aquel entonces cuando el actor Arderfus, acabada la represen- -11

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REVISTA EUROPEA.XÚM. 180 5 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . AÑO IV.

LA ESPOSA DEL CORONEL.

Si los partidos políticos en que se divide Españatuvieran la paciencia, una vez puestos de acuerdo,de hacer una estadística en la que constara ol nú-mero de víctimas que el orden y el desorden hanhecho en la madre patria, el estudio sería tan horro-roso, que casi podría asegurarse un porvenir de pazy de tranquilidad para la patria, si el carácter espa-ñol, revoltoso y levantisco como el americano, nofuera impedimento constante de la calma necesariaparala prosperidad de un pueblo.

Unas veces en nombre del orden amenazado,otras veces en nombre de la libertad deprimida,la nación española no ha cesado de vivir en guerra;y aquí es oportuna la observación que los mismosespañoles han podido hacer en diferentes ocasiones.Suelen faltar jornaleros para trabajos materialesen la construcción de vías forreas; ha habido nece-sidad de recurrir al extranjero en busca do brace-ros; los oficios mecánicos cuentan con poderososauxiliares extranjeros en los talleres españoles;pero siempre que se ba tratado dehacer barricadas,de levantar partidas, de lo que se llama en el idiomavulgar andar á tiros, siempre ha habido gente dis-puesta y útil para el caso. Esto, que sería laudableen caso de invasión extranjera ó de defensa nacio-nal, es verdaderamente horrible tratándose de uncambio de sistema político interior, cambio que, unavez realizado, nunca es el deseado por la mayoríadel país. La oposición es siempre la misma, porqueel país ama la oposición, porque la docilidad y laaprobación son cosas desconocidas ó que redundanen desdoro de la altivez, prenda indispensable átodo descendiente de Pelayo y del Cid y de Don Qui-jote. Los campos de España están yermos en sumayor parte, y han de estarlo más si la educación nodulcifica el carácter, porque no es riego adecuadola sangre ni puede fructificar el llanto.

A mediados del mes de Octubre de •1866 recibíuna carta de un antiguo amigo emigrado en Paris áconsecuencia de la sublevación del 3 de Enero. Eraamigo y compañero del general Prim: la retiradade éste á Portugal le había alejado do Madrid, dondetenía su familia, y vivía en la mayor estrechez en lacapital de Francia.

Seguro estaba yo, y él también, de que Primentraría triunfante en Madrid, y de que él, que á

TOKO X.

la sazón era capitán, seria en el nuevo orden decosas teniente coronel, por lo monos; pero entretanto, la necesidad apretaba, las comunicacionescon su mujer y sus dos niños eran difíciles, si no im-posibles, y el capitán no sabia una palabra de la ca-pitana ni de los dos generales. Él, liberal, altivo, no-ble ó incapaz de humillarse por nada ni por nadie,vivía en Paris pidiendo dos ó tres francos á todo elque hablaba idioma que él entendía; y el Gobiernoque había entonces en España, severo defensor delorden y de la propiedad y salvaguardia de la po-blación pacífica, le abría todas las cartas que diri-gía á su mujer, se enteraba de ellas, las rompía yquemaba, y hasta se perdieron por culpa de no séquién quince duros que el infeliz pudo reunir y en-viar á la señora en una letra, dentro de una carta deaquellas.

En este estado las cosas, si cosas pueden lla-marse, me escribió una carta, parecida á esos ar-tistas ecuestres que á la vista del espectador sequitan treinta chalecos diferentes. Para que el Go-bierno de entonces no se quedara con la carta, miamigo la encerró en siete ú ocho sobres, siendo elde debajo para .mi, y los demás para otras tantaspersonas cuyos nombres no infundieran sospechasen correos. Todavía existían entonces siete españo-les que no fueran sospechosos. Si tarda en escribir-me dos meses, no recibo la arropada epístola furtiva.

Decía así:i'üueridísftno amigo: No sé si esta llegará á tus

manos, porque tal es la saña que el Gobierno des-ata contra nosotros, que estamos casi incomuni-cados con todo correligionario y amigo. Te es-cribo para que me hagas el favor de pasar por lacalle de Lope de Vega, número *", donde vive óvivía hace dos meses mi señora, de la cual hacetres meses ya que no tengo noticia ninguna, ni demis chiquitines; y en nombre de nuestra antiguaamistad, te suplico les favorezcas en su apuradasituación como puedas, si la tuya es mejor que lamia, que no puede ser peor. También te suplico...»Y aquí seguía una porción de encargos y recomen-daciones cuya relación no viene á cuento.

Grande y penosa impresión produjo esta carta enmi ánimo, pues además de que, caso de encontrarála pobre señora, no podía yo entonces ayudarla masque á sentir sus penas, era aquella una época paramí en extremo azarosa. Fuó por aquel entoncescuando el actor Arderfus, acabada la represen-

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tacion de una de mis obras y pedido el nombredel autor por el público, salió á la escena, se ade-lantó hasta el proscenio, y con esa encantadorafrescura que Dios y el público le han concedido, dijoa los señores: «El autor de la obra que hemos tenidoel honor de representar no puede presentarse al pú-blico, porque está escondido huyendo de la policía.»Con lo cual, dicho así sin más explicación, algúnespectador pudo creer que el autor habría robadoalguna capa.

Aprovechando la oscuridad de la noche, y viendoun guardia civil en cada transeúnte, me dirigí á lacalle de Lope de Vega en busca de la casa en dondedebía habitar la mujer del emigrado mi amigo, y des-pués de preguntar en dio? ó doce porterías, di conla vivienda, que era de pobre aspecto. Abierto esta-ba el portal y oscura la escalera, y subiéndola á tien-tas y manoteando como si pronunciara un discurso,por si acaso había algo con que tropezar, llegué á lapuerta del cuarto principal, que estaba entornada.

Di dos golpes con los nudillos de la mano parallamar, y á poco nbrió la puerta un muchacho, del-gadísimo y mal vestido, que me preguntó á quiénbuscaba. Detrás de él vino una mujer ordinaria, conun pañuelo en la cabeza, anclando de puntillas yhablando en voz baja. Repitió la pregunta del mu-chacho, y dijo yo entóneos el objeto do mi visita, entanto que llegaba un segundo chico, más alto ymás flaco aún que el primero y con cara de haberllorado.

Grande fue el asombro de la mujer aquella, y nomenos su llanto al oirme; y con palabras muy deplazuela, pero muy conmovedoras, me dijo que nome podía figurar á qué mal tiempo llegaba.

Cogióme en seguida por la mano, y haciéndomeandar un largo pasillo, al final del cual había unapuerta por debajo de la que so veía mucha )uz, mellevó hasta ella, y abriéndola señaló hacia adentrosollozando y diciendo:

—¡Ahí tiene usted á mi pobre señorita de mialma!

En medio del cuarto había una mesa cubierta conuna colcha de flores, y sobre ella una caja de muer-to. Dentro estaba de cuerpo presente la mujer domi amigo, y cuatro velas amarillas le daban luz delimosna.

Ya no pude resistir á la pesadumbre, y al ver llo-rar á la criada y á los dos niños, hambrientos y de-macrados y medio desnudos, rompí yo á llorar tam-bién como si aquella íimilia fuera la mia. Y meacordaba de haber visto un año antes á aquellamujer joven, y bonita, y elegante, del brazo de sumarido, y á los niños alegres y bien vestidos, corre-teando alegres y bulliciosos; y pensaba que no teníavalor para escribir al emigrado lo que había pasadoen su casa; y me aterraba la idea de que aquella jo-

ven, llena de vida, y de hermosura y de virtudes,había muerto, según confesión de los vecinos, depena y de hambre; y mientras me alejaba de allí conel corazón oprimido y el alma traspasada, pensa-ba, recorriendo las calles sin dirección lija y comoloco:—Pero, Señor, ¿vale la pena de llegar á coro-nel, ni á brigadier, ni á general, ni á ministro, ni áarzobispo, ni á rey del mundo y de un mundocomo este?

EUSEBIO BLASCO.

LA POESÍA HORACIANA EN CASTILLA.

(Conclusión.)

XIII.*

Á fines del siglo pasado manifestóse en Granadaalguna actividad literaria, llegando á constituirseuna especie de centro, que, como era de rigor enaquellas calendas, se bautizó con el nombre de Es-cuela granadina. Los primeros ingenios que allíflorecieron no se levantaban mucho de la medianía.y sólo brillaron en el género festivo, tan congénereá la índole juguetona y chancera do los andaluces.Las Sátiras de Amalo Benedicto, ó sea el canónigoI). Antero Benito Ñoñez, apenas merecen que nosdetengamos en ellas. Algo más valen las poesías deD. José Vicente Alonso, autor del célebre saínetePancho y Mendrugo. Hizo Alonso algunas odas ho-racianas, que no le dieron por cierto ni le darántanto nombre como ese ingenioso desgarro dramá-tico. No carecen, sin embargo, de elegancia ene!lenguaje ni do fluidez en la versificación (1).

Tras estos débiles comienzos fue cobrando fuer-zas la Escuela, que produjo al cabo dos eminentesliteratos, Burgos y Martínez de la Rosa. Del prime-ro, como traductor, queda hecho en su lugar el cor-respondiente elogio. Pero aquí es justo añadir quedejó, aunque pocos en número, preciosos versosoriginales, casi siempre horádanos. Las odas A hrazón y Al porvenir se distingen por la alteza délasideas y por la exquisita pulcritud de la forma. Eltono es más didáctico que lírico, como de quienpiensa más que siente lo que canta:

¿Mas no hará, por ventura,El opresor hundidoLa condición del hombre menos dura?No, no: reemplazarán déspotas cientoAl déspota caido.

* Véanse los números 176, 177, 118 y 179, págs, 31,68,109 y 133.

(1) So han impreso por primera vez en el tomo III lieLíricos del Halo XVIII. donde pueden verse.

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Vario el disfraz, distinto el instrumentoSerá de los rigores;Mas siempre habrá oprimidos y opresores.

En la oda Al porvenir cantó de esta suerte Bur-gos los progresos psicológicos, materia difícil deponer en verso:

Y el arcano eminenteArrancará á naturaDe las funciones de la humana mente:Cómo al lodo el espíritu se apega,Quién le une, cuándo, dónde: de qué suerteDe la materia inerteAfecta la impulsión al alma pura;Cómo, al contrario, á la materia ciegaEl espíritu imprime el movimientoY quién bastó á ordenar tanto portento

Obsérvese la feliz elección de expresiones, y elesmero en los cortes rítmicos. Era Burgos versifi-cador acendrado y numeroso. Sus odas A la cons-tancia y A la primavera, inferiores á las dos ya ci-tadas y á la De los progresos de la industria, que noes lioraciana, tienen lindísimas estrofas. La primeraes imitación directa del Jnstitm et tenacem:

No del varón constanteTurba la paz, de Marte el grito horrendo,Ni el piélago bramante,Ni el pavoroso estruendoDel ronco trueno en derredor rugiendo...

Martínez de la Rosa distinguióse como traductordéla Poética horaciana, que además imitó en lasuya original, por primera vez impresa en 1827. Noes una epístola como la dirigida á los Pisones, sinoun poema didáctico del corte de los de Vida, Boi-leau y Pérez de Camino. Las doctrinas estéticas ycríticas expuestas en e¡ libro de Martínez de laRosa eran no poco atrasadas, dada la fecha en quese publicó y la especial situación del autor, que leponía en condiciones de seguir el movimiento lite-rario extranjero. Fue, sin embargo, espectador casiindiferente, y sólo más tarde modificó, y no en pe-queña parte, sus rígidas opiniones, sobre todo en lorelativo al drama histórico, merced á la lectura deSchlegel y de Manzoni, que es singular no hubiesehecho antes. El Curso de literatura dramática y laCarta sobre las unidades de lugar y tiempo eran yaconocidos y comentados por críticos españolestiempo antes de imprimir Martínez de la Rosa laPoética (1). Por lo domas, este poema es tan cono-

cido y estimado, que no parece necesario detenerseen su recomendación ni examen. Presenta, sin ori-ginalidad alguna, aquel carácter de modesta ele-gancia, propio de todas las obras de su autor, ycuando recuerda en son de elogio algún pasaje dela musa antigua, lo hace con riqueza de frases, lo-zanía y desembarazo. En su doctrina no insistimos,reservándolo para la historia de La Estética en Es-

(1) Véanse El Europeo, de Barcelona, y el estudio ma-nuscrito de Herrera Bustamante sobre Shakapeare.

Algunas de las poesías sueltas de Martínez de laRosa son horacianas, especialmente las epístolas.Mas debe contarse aparte, por el género y porqueen ella se levantó mucho el poeta sobre su nivelordinario, la hermosa carta elegiaca Al duque deFrías en la muerte de su esposa.

El estro propiamente lírico de Martínez de laRosa no era grande. Los coros del Edipo es lo quemenos carácter antiguo tiene en aquella preciosatragedia. Más animada y clásica es La Novia dePartid.

XIV.

Grande es, como se ve, el número de vates más ómenos horádanos en la generación literaria naciday educada en el siglo pasado ó en los primerosaños del presente. Ahora tal vez conviniera hacersucinta memoria de muchos de segundo, tercero ycuarto orden que en el largo período que hemosrecorrido florecieron, y que por su mediocridad éinsignificancia, ó por no tener oportuna cabida enlas diversas escuelas y grupos literarios, han idoquedando olvidados en los capítulos anteriores. Melimitaré á los nombres menos oscuros.

Cítase generalmente, y con razón, como tipo delmás flojo y desmadejado prosaísmo, al virtuosoeclesiástico D. Francisco Gregorio de Salas. En suégloga Dalmiro y Silvano, un pastor lee á otro unaimitación, no de todo en todo mala, del Beatas Ule:

Feliz el que apartadoDel mundo y su bullicio,Como en siglo dorado,Vive en el ejercicioDe uncir los propíos bueyes,Dando á sus campos saludables leyes...

Doña María do Hore, poetisa gaditana, apellidadapor su belleza La Hija del Sol, dio culto á las musasprofanas, antes do entrar en religión. Hay entresus poesías una agradable oda A la luna, bastantehoraciana, aunque débil en la expresión:

Bellísima Diana,Que en solio luminoso,De tu tálamo odioso

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Libre te ves y ufana,Compadece el pesar que á mí me afana.

Tú puedes desde el cieloEn el Látmio encumbradoVer el pastor amadoQue causa tu desveloY á mí me priva amor de este consuelo...

De otras dos poetisas, doña María Helguero y Al-varado, abadesa de las Huelgas, y doña María RosaGalvez, pudiéramos citar algunos versos medianos,imitación de los imitadores de Horacio.

Poco pierde mi lector en no conocer las obraspoéticas del P. Basilio Bogiero, de las Escuelas Pías,glorioso mártir de r.uestra independencia en el sitiode Zaragoza. Algún rasgo horaciano hay perdido ensus pobres y descoloridos versos.

No son mucho mejores los de D. Ángel CasimiroGovantes, caballero riojano, distinguido en el foroy en la política. Tiene algunas odas con pretensio-nes de leontinas. Cómo escribía y versificaba esteautor, mostráranlo dos estrofas de la oda A Li-cinio:

El palacio sumptuosoEs del incauto vulgo admirado (sic)Y le hace deseosoAquel fastuoso estadoDel rico en mil pesares anegado...

Siempre teme borrascaEl mercadante atento á sus baxoles,Y si el barco se casca,Licinio, no consuelesA quien dará su cuello á los cordeles...

No basta el estudio de Horacio ni el de Fr. Luisde León para hacer poeta lírico al que carece de la

D. José Mor de Fuentes era literato docto, aun-que estrafalario y de singulares opiniones. En suspoesías, que son innumerables y valen poco, haymuchas odas y epístolas imitadas do Horacio. Alfrente de su edición de las odas del Venusino, pu-blicación que honra sus talentos filológicos, hay unaepístola al mismo Horacio, imitada, y no mal, de lacélebre composición de Voltaire al mismo asunto.Ha de prescindirse siempre de los resabios propiosdel estilo de Mor:

Allí el raudo volar üel tiempo aciagoQue en pos se lleva nuestro ser mezquino,La guadaña infernal de la ímpia muerteQue al par hacina reyes y mendigos,Alternan con la plácida frescuraY almo sosiego del Elíseo Tibur,0 bien con los donaires lisonjeros

Que á tus ninfas repartes de continuo.Ya celebres la amable travesuraDe tu Lidia en el diálogo festivo,De tu Glicera ya el matiz rosadoQue bulle todo en mágico atrictivo,Ya de Lálage hablando el dulce halago,De Lálage riendo el tierno hechizo.De Régulo tal vez al cielo subesEl sobrehumano, indómito heroísmo, etc.

D. Manuel Cortés, ya citado como traductor,merece poca estima en concepto de poeta hora-ciano. Sonde cortísimo valor las tres odas suyasque pueden reducirse á ese género.

Basta de revolver huesos de poetas olvidados.Pero antes de decir adiós á la generación literariadel siglo XV1I1, recordemos los nombres de tresescritores estimabilísimos que pueden considerarsecomo los últimos representantes de esa época lite-raria. Los tres han vivido casi hasta nuestros dias,y los tres eran jurisconsultos.

D. Juan Gualberto González perteneció al grupode traductores y preceptistas que, como SánchezBarbero, Estala, Hermosilla, Pérez de Camino, Cas-tillo y Ayensa, Burgos y Martínez de la Rosa, deter-minaron en España un movimiento humanístico muyseñalado durante el primer tercio de esta centuria.Las traducciones de González son modelos de pre-cisión y exactitud. Pero como poeta original dejópoquísimos versos, y estos medianos.

Merece citarse su oda elegiaca á la muerte deuna señora de Guatemala:

Ya no existe, Castalio: nuestros ojosNo verán ya la lumbre de los suyos.Ni el rostro placentero, ni la risa

Celestial de sus labios,No las mejillas de jazmín y rosa,Ni el copioso manojo de sus negros'Y nítidos cabellos coronando

La blanca y tersa frente.Ni las sutiles manos discurriendoPor los tonos del címbalo sonoro,Representar el trueno, el rayo ardiente

Y las auras fugaces,No ya su voz expresará el despechoDe la madre de Niño, ni el suplicioDe la Madre mejor, con quien sus penas

Cantando dividía... etc.

D. Manuel Silvela. constante amigo y Providen-cia de Moratin en sus últimos años, imitó á Inarcoen sus poesías sueltas, y hasta escribió, á ejemplode la epístola Á Andrés, contra el neologismosalmantino. Ha dejado más fama como prosista.

D. Eugenio Tapia, bibliotecario que fue de la Na-

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cional, cultivó mucho, y no infelizmente, la sátira,más en la cuerda de Horacio que en la de Juvenal.Muchos de sus versos son de circunstancias políti-cas y literarias y han perdido buena parte de suinterés, pero los hay fáciles y graciosos.

Lista elogió mucho en El Censor,, periódico de1821, las dos sátiras Del cafe', y Be la holgazane-ría. En Tapia y en algunos otros satíricos de esetiempo parece notarse la huella de Parini, á quientambién conocía y estudiaba Moratin el hijo. An-dando el tiempo, compuso Tapia otras sátiras aunmás dignas de aprecio, especialmente tina en es-drújulos contra los dramas románticos:

No puedes figurarte, amado Próspero,Cuánto me place el género dramático,Cuando se anuncia al respetable públicoPor la primera vez nuevo espectáculo...

Del mismo Tapia es una imitación de la Epístoladesde el Paular de Jove-Llanos, bien pensada yescrita, aunque harto inferior á la del insigne pa-tricio asturiano.

Fáltanos decir algo del horacianismo en la litera-tura contemporánea.

XV.

Muchos de los escritores, en los capítulos prece-dentes anotados, fueron testigos do la revoluciónromántica, y aun cedieron en alguna parto á suinfluencia, ya en la teoría, ya en la práctica. No esfácil conservar unidad de principios y de miras enépocas de confusión literaria.

El romanticismo, ó lo que así se denominó conbastante inexactitud, no era sistema completo, uno yconsecuente en sus partos. Procedía, al contrario,de muy diversos orígenes, pero las tendencias dis-tintas y aun opuestas habían llegado á confundirseen una poderosa corriente de oposición al falso cla-sicismo que dominaba en Europa hacía siglo y medio.Los apóstoles de la nueva idea en España confun-dían en su admiración doctrinas y autores nada se-mejantes, y á veces bien poco románticos, aunquetampoco clásicos en el sentido que se daba enton-ces á esta expresión. La época constitucional del"20 al 23 ofrece algunos síntomas de evolución enlas ideas críticas. Antes de ese tiempo habían in-fluido entre nosotros, preparando el campo á lageneración nueva, el falso Ossian, el Shakspearedisfrazado de Ducis, y el amor, erudito más bien queestético, de algunos curiosos á las glorias de nues-tra antigua escena. Si á esto se añaden las doctri-nas críticas, ya bastante libres y propensas altrascendentalismo de Berguízas y de Estala, los feli-ces atrevimientos del abate Marchena, y el aplausoy boga que alcanzaron en los primeros años del

siglo las obras de Chateaubriand, lasdeMad. Stael yalgunas de Goethe como el Werlher, ávidamenteleídas en España á pesar de los sucesos políticos ymilitares que entorpecieron el curso de los estu-dios desde 1808, no ha de admirarnos que en 1823compusiera ya Trucha y Cosío un drama del todoromántico, la Elvira, y que el mismo año, en Bar-celona, apareciese una revista, El Europeo, cuyosredactores, Aribau y López Soler, abrazaban ya,casi francamente, las doctrinas de Guillermo Schle-gel, cuyo Curso de literatura dramática corríatraducido al francés desde 4811. Byron y Walter-Scott comenzaron á ser trasladados al castellano,aunque por fragmentos. Desde el año 24 al 32 fuegrande la postración intelectual do la Península.Pero la emigración durante ese período sirvió desaludable y eficaz estimulo á muchos ingenios quede otra suerte quizá hubieran tardado en romperlos lazos de escuela. Trueba y Cosío, con sus no-velas y dramas ingleses; Herrera Bustamante, re-produciendo la crítica de Schlegel sobre Shaks-peare; los Ocios de Españoles emigrados abriendola puerta, aunque con timidez, á los nuevos siste-mas; dos editores de Barcelona y de Valencia vul-garizando las novelas históricas de Waltcr-Scott yde Manzoni, algunas bien, otras pésimamente tra-ducidas; López Soler, plagiando el Ivanhoe, y porúltimo, I). Agustín Duran, con la primera publica-ción de sus Romanceros y con el discurso Sobre elinflujo de la crítica moderna en la decadencia delteatro español, objeto asimismo del entusiasmo deBolh de Fabcr, abrieron camino día tras dia alromanticismo en dos do sus formas capitales. Alcabo apareció una obra de genio, El Moro Empósi-to, y un trozo de crítica en lodo moderna, su pró-logo. Al año siguiente (1833), penetró triunfanteen Española falange innovadora, más enamorada,en general, de Víctor Hugo que de los ingleses yalemanes. Vino en pos una época de arrebatadaproducción y de desorden, en que las ideas litera-rias so confundieron, y en que á vueltas de buennúmero de obras muy apreciables, en especial dra-máticas, aparecieron monstruosas aberraciones.La exageración trajo al fin el cansancio, y el ro-manticismo pasó á la historia, no sin dejar copio-sos y sazonados frutos. En su dominio breve yturbulento, dividióse aquella escuela (si tal puedellamarse) en dos bandos claramente distintos, elromanticismo histórico nacional de que fue cabezael Duque de Rivas, y el romanticismo subjetivo óbyroniano, que muchos llaman fisiológico, cuyocorifeo fue Espronceda. No eran los tiempos muyacomodados para poesía horaciana. Pero no cabeolvidar que los autores más distinguidos de los dosgrupos indicados venían del campo clásico, en elcual habían hecho, no sin fortuna, sus primeras

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armas. El Duque de Rivas, imitador de Quintanay de Gallego en sus primeros cantos, fue más tar-de horaciano puro en las bellas odas A las estre-llas y Al faro de Malta., aunque con inspiraciónpropia y briosa:

Y tú invisible te alzas, en tu frenteOstentando de fuego una corona,Cual rey del caos que refleja y arde

Con luz do paz y vida...Víéronla como yo los marineros,Y olvidando los votos y plegariasQue en las sordas tinieblas se perdían, \

Malta, Malta, gritaron...

Espronceda dejó no versos horádanos, pero síhermosos versos clásicos en el himno Al sol, en laelegía Á la patria y en los fragmentos del Pelayo.Y más tarde, aun en medio de sus mayores auda-cias de pensamiento, respetó los fueros de la len-gua y del estilo poético, mereciendo que Lista lereconociese siempre por fiel discípulo suyo. Encambio, la segunda generación romántica, repre-sentada especialmente por Zorrilla, conculcó len-gua, versificación y todo, como nacida en el des-orden revolucionario y no en la rígida disciplinadonde se había educado la primera.

Atravesaron este periodo tumultuoso, participan-do de sus influencias, pero sin rendirse del todo áellas, varios escritores que pudiéramos llamar ecléc-ticos, señalados algunos en la poesía lírica más ómenos horaciana. Pertenecen á este número el ilus-tre duque de Frias; Gil y Zarate, poeta bastante me-diano en sus tros odas patrióticas A la amnistía,A la libertad y Al sitio de Bilbao; Abei}amár (donSantos López Peregrin), satírico alentado y de bríos,pero lírico de valer escaso; D. José Joaquín de Mora,más célebre por sus preciosas Leyendas Españolasque por el voluminoso tomo de sus versos líricos,elegantísimos, pero de carácter poco acentuado;Pídal, feliz imitador de Jove-Llanos en las epístolas;Pacheco, mejor en sus dramas que en sus odas, y,finalmente, Bretón y Ventura de la Vega. A la es-cuela de Horacio pertenecía en la sátira el rey denuestro moderno teatro cómico,

Aquel raudal de gracias soberanoQue igualó á Plauto y eclipsó á Terencio (\).

Él continuó asimismo con chispa y desenfado so-beranos las gloriosas tradiciones de la sátira clási-ca. Léanse las dirigidas contra el furor filarmóni-co; contra los hombres en defensa de tas mujeres,y sobre todo, la donosa epístola que comienza:

(1) Versos de mi amigo el excelente poeta santanderi-no D. Casimiro Collado.

¡Oh siglo del vapor y del buen tono,Oh venturoso siglo diez y nueve,Ó por mejor decir, dócimo-nono!...

Como versificador tuvo Bretón pocos rivales enépoca de tantos y tan buenos metrifleadores comola pasada.

Ventura de la Vega, uno de los discípulos predi-lectos de Lista, mostróse casi siempre fiel á las en-señanzas clásicas, así en la lírica como en el teatro.Es horaciana la oda dedicada á sus amigos en 1830:

Francia en buen hora renacer contempleLa dulce lira en que cantaba HoracioRotos, al bote de romana lanza,

Partos y Medos.Goce al cantor de las Mesénias, goceínclito Alfonso, tu gigante numen,Píndaros tenga la que tiene tantos

Héroes cual hijos...

Pero es mucho más clásico el himno Á £upereo,intercalado en la tragedia. Cesar, obra de la madu-rez del poeta, y obra de no buenas condiciones dra-máticas, pero de grande estudio. Hé aquí el himnocitado, digno de trascribirse y conservarse en estemuseo de la poesía horaciana, ya que la tragediade que forma parte no es muy leida, ni aparecenunca en las tablas:

¡Sacro ministro del potente Jove,Fuente de vida, animador del mundo:Numen fecundo, tutelar de Roma,

¡Divo Lupercot¡Blando rocío los sedientos pradosRiegue, y del grano que su seno encierraBrote la tierra, á tu amorosa aliento,

Frutos opimosHoy solitaria, contemplando en tornoTálamo estéril, silenciosos lares,Va tus altares á colmar de ofrendas

Casta matrona.Vele tus formas vaporosa nube:Deja el Olimpo, los espacios hiende:Numen, desciende: su mayor tesoro

Roma te fía.¡Numen, desciende! La fulmínea espadaCésar esgrime contra el Parto rudo:Cubra tu escudo al Dictador de Roma,

¡Divo Luperco!

Muchas odas y epístolas de Vega tienen un carácter menos marcadamente horaciano que estas doscomposiciones.

Perdidas ú olvidadas cada día más las tradicionesclásicas, y agotadas las fuerzas vivas del romanti-

Pf.* 180 MENENDEZ PELAYO. LA POKSÍA HOBACIANA EN CASTILLA. 167

cismo, sobrevino por algunos años una especie demarasmo á nuestra poesía lírica, que pareció alcabo levantarse por los individuales esfuerzos dealgunos brillantes ingenios. Unos, como la Avellane-da, Zea, Monroy, Becquer, etc., han ido muriendo;otros viven aún, figurando entre ellos dos de primerorden, Campoainory Nuñez de Arce. Scame permi-tido tributarles de pasada un testimonio de admira-ción, aunque ni uno ni otro pertenecen al grupo ho-raciano. Las corrientes van hoy por otro camino.

Pero aun tenemos un excelente poeta clásico, nosemejante en verdad á los del siglo pasado, sino deuna especie más alta y pura. El tomo de Poesías delSr. Valora es una joya literaria. Su autor, educadoen los modelos de la Grecia y de la Italia antigua ymoderna, ha realizado en nuestra literatura contem-poránea lo que Cabanyes hubiera hecho á haberleconcedido el Señor más larga vida.

El Sr. Valera en las ideas es moderno, en las for-mas antiguo y de una pureza intachable, como quienentiende la belleza y está iniciado en los misteriosde la Venus Urania, no revelados al profano vulgo.Es seguro que Fr. Luis de León lendria por su me-jor discípulo al autor de El fuego sagrado, trozosin rival en nuestra poesía moderna y digno deequipararse con la oda A Salinas:

La inmortal y sonoraDe celeste virtud máquina ardiente,Que magnífica inora,Cual antorcha esplendente,En el sagrado templo de la frente,

Ya no más confundidaCon la materia se verá; ya duraEternamente unida;Ya tan sólo procuraVolar al loco de su lumbre pura...

Y sospecho que no solamente Horacio, sino los lí-ricos griegos habían de tener por suyo el hermosohimno A Eermes, intercalado en la Fábula de Eufo-rién, por mas que como el resto del poema esté imi-tado (si bien con mejoras, á lo que entiendo) delmás bello episodio (el únieo verdaderamente poéti-co é inteligible) de la segunda parte del Fausto,donde Goethe, el gran pagano, simbolizó la unióndel espíritu griego y del germánico, en el consorciodel doctor nigromante y de la hermosa Helena.

Las escuelas literarias del pasado siglo se hantrasformado, ó han desaparecido en el presente, áexcepción de una sola: en cambio han nacido otrasdos, una de ellas gloriosísima. Los sevillanos per-manecen fieles á las enseñanzas de Lista y Rei-noso, cual es de advertir en las poesías del malo-grado Fernandez Espino , de D. Juan J. Bueno, deD. Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca, de doña

Antonia Díaz de Lamarque y de los Sres. Lamarquede Novoa, Justiniano, Zapata, Reina, D. L. HerreraRobles y otros distinguidos literatos. Por desgracia,la escuela se villana tiene cada dia menos vitalidad,gracias á su imitación constante de iguales modelos;y á posar de las altas dotes que adornan á algunosde sus ingenios, el clasicismo de segunda mano, porellos sostenido, está condenado ó á morir, lo queDios no quiera, ó á trasformarse en clasicismo verda-dero, lo cual para nuestras letras fuera más glorioso.Hágase horaciana de veras la escuela de Sevilla, noimite á Herrera, á Arguijo ó á Rioja, sino á los mo-delos en que so inspiraron estos grandes poetas, yganará mucho en consideración é importancia.

Algunos ingenios hispalenseshan manifestado másindependencia y brío, especialmente el Sr. Campilloen sus Nuevas Poesías, y mucho antes el eminenteTassara, cuya pérdida lloran aún nuestras letras.Tassara, sobre todo en su segunda manera, poco ónada conservó de la escuela sevillana, á lo menosen el fondo y asunto de casi todas sus produccio-nes. Merece recuerdo en este lugar por su oda Le-yendo á Horacio, muestra notable de la maneracomo ól comprendía la antigüedad, y por un roman-ce en que diserta con el Venusino sobre clasicismoy romanticismo. Á la escuela de Sevilla pertenecíatambién el Sr. Puente Apecechea, y pertenecen comolíricos el Sr. Cañete, del cual hay tal cual oda eemi-horaciana y varias epístolas, y el doctísimo histo-riador de nuestras letras, D. José Amador de losRÍOS.

La escuela salmantina perdió todo carácter pro-pio , identificándose con el general de la literaturacastellana y siguiéndola en todas sus vicisitudes.Ha dado, no obstante, Salamanca desde el períodoromántico hasta nuestros dias poetas de méritocorno Gil y^iaestre, Villar y Macías, Ruiz Aguilera.El último, en La Nueva Luz, en La Oración y otraspoesías suyas, conserva algo de las tradiciones sal-mantinas.

Quizá la más gloriosa do las escuelas peninsula-res es, en lo que va de siglo, la catalana. Ha tenidofilósofos y pensadores como Balmes, Roca y Cornet,Martí de Eixalá y Llorens; críticos y estéticos de latalla de Piferrer, Aribau, Milá y Fonlanals y Coll yVehí; investigadores y eruditos cual Torres Amat ylos Bofarull; poetas en número y en valor notabilí-simos, ya cultivadores de la lengua castellana, yade la vulgarmente llamada lemosina, entre todoslos cuales brillan Cabanyes, ya elogiado, Aribau, Pi-ferrer, Carbó, Semis, Milá, Rubió.yOrs, y otros quefuera prolijo enumerar.

A Aribau pudiera llamárselo el hombre de una solaoda, como llamaron los ingleses á Hamilton el delúnico discurso (single speech's Hamilton). Pero esaoda es de las que no se olvidan, es el A Deu siau

4 68 REVISTA EUROPEA. ñ DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . N.°180

íurons, que resucitó una lengua y una poesía queel mundo juzgaba muertas. Hizo Aribau buen núme-ro de versos castellanos: Los Ensayos, que publicóen 1817 valen poco. Más tarde insertó en El Euro-peo una oda leontina bastante agradable:

¡Ay, que se va apagandoLa llama santa que otro tiempo ardía,Dentro mi pecho blando,Y sin cesar se enfriaEl éter que en mi seno discurría...

Cabanyes tuvo algunos imitadores, especialmen-te Roca y Cornet, cuyas poesías es de sentir que nohayan sido coleccionadas. Entre todas se distinguela oda A la Asunción, que el autor de los Preludioscalificó de lindísima. Puede leerse en el Dicciona-rio de Torres Amat.

El ignorado traductor del loanhoe (edición deBergnes) puso de su cosecha una oda horaciana,que principia:

Tiro la turca flecha,Suelto el carcaj y el arco florentino,Pues hórrida y deshechaDel piélago vecinoSúbita tempestad bramando vino...

Carbó es, en otro género, un poeta tan excelentey olvidado como Cabanyes. Sus cuatro baladas notienen rival en la literatura española. Una ó dosveces fuó leontino, y de buena ley:

Los montes altanerosQue sombra prestan á los frescos prados,Los que contemplas fierosDe majestad veladosEntre ¡a niebla levantarse airados,

Guardadores valientesDe las glorias del pueblo laletanoDoblan sus yertas frentesCon gozo soberanoAl contemplar tu aspecto sobrehumano...

También el insigne crítico Milá y Fontanals fuóen sus primeros versos horaciano, como grandeadmirador de Cabanyes. Así empiezan dos odascompuestas por mi sapientísimo maestro en losafiosd834yl835:

Yo el mar y las playas, la innúmera arenaMedir ansioso tenté, padre mió,Fijar á la excelsa mansión del sol límites

Con necia altivez...De los collados del monte estériles,Cabe las torres del cruel déspota,

Cuyas fulgentes águilas áureasDe fría niebla cercadas son...

Más tarde mudó de género y estilo, pero conser-vando toda la sobriedad lírica y la precisión y ter-sura características de Horacio, cual es de ver enLa Sirena, composición bellísima, que inserto aquícomo modelo de buena poesía contemporánea:

¿Visteis una sirenaDe triste si dulcísima mirada?

Grato su nombre suena,Su aspecto turba y á la vez agrada. !

Esquiva sus abrazos,Oh joven, si la amastes: aún es hora,

Kompe aprisa sus lazosQue bella y ponzoñosa flor decora.

Como huésped de un dia,Visita á su amador, y lo acompaña;

Con sueños do alegría,Con un mentido porvenir le engaña.

«Para grandezas eres,—Lisonjera al oido le murmura,—

Desdeña los placeresDel humilde varón y su ventura.»

Y en perezoso lechoDe orgullo y de tristezas él se embriaga,

Y mientras en su pechoLa viva llama de virtud se apaga,

Tesoro tras tesoroArroja á la corriente de la vida,

Y con imbécil lloroLamenta la riqueza sumergida.

¡Fatal melancolía,Compañera en mal punto acariciada!

Sé para el alma miaCruz y no amor al fin de la jornada.

¡Lástima que el autor de esta preciosa oda, enque, con colores no indignos de los libros sapien-ciales, se describe una enfermedad moral de laépoca, y autor á la vez de la Cansó del Pros Ber-nat, de la Complanta d'En Quillén y de otras ad-mirables poesías catalanas, no haya cuidado {dis-traído por más graves tareas) de recoger todos susversos en entrambas lenguas! Suplicárnosle que lohaga, si de algo valen nuestros ruegos. É idénticasúplica dirigimos al Sr. Coll y Vehí, autor de muybuenas imitaciones de Fr. Luis de León y paráfrasisde poesías sagradas. El lauro de poeta no daña -niempece al de crítico y preceptista. (1)

No ha sido mi objeto en esta memoria catalogartodos los poetas castellanos más ó monos imitado-res del espíritu ó de las formas del lírico latino.

(J) Falleció el Sr. Coll y Vehí poco después de escritoesta párrafo. ¡Otra gloria menos!

4 80 MENENDEZ PELAYO. LA POESÍA HORAC1ANA EN CASTILLA. 169

Paso, pues, en silencio buen número de contempo-ráneos que no ofrecen bastante señalados los ras-gos distintivos del grupo que hemos historiado,aunque se acerquen en la manera á los poetas denuestro siglo de oro. Mas no he de omitir que viestos últimos años reproducida en varios periódi-cos una maravillosa oda leontina, suscrita por donJosé García, nombre para mí desconocido, peronombre de un poeta que se equivocó sin duda nonaciendo en el siglo XVI. ¡Tal es el sabor purísimode su lenguaje!

Por último, haré mención de dos autores de casapara terminar con nombres montañeses esta eno-josa lista. Campo-Redondo escribió algunas odashoracianas, desiguales, pero dignas de aprecio, so-bre todo la dedicada á ensalzar á los antiguos cán-tabros. Véanse algunas estrofas de nuestro elegante,y fuera de aquí desconocido, poeta:

No pueblos extranjerosCelebraría con sonoras voces,No los Cimbrios guerreros,No los Partos veloces,Los Escitas, los Gétulos feroces...

Así cabe el TirrenoMar os vieron las gentes italianasCuando guiados del PenoDesgarrasteis en CanasLas vencedoras Águilas romanas.

Del Trasiméno lagoLas ondas, las del Trébia y el TesinoRecuerdan el estragoDel reino de LavinoReteñidas con sangre del latino.

Hablando do Augusto, dice:

Al soberbio tiranoNo le valieron víctimas ni ofertasPara triunfar: en vanoDel Dios bifronte abiertasFueron las duras rechinantes puertas...

¡Lástima que esa guerra cantábrica, gloriosísimoepisodio de nuestros anales, haya tenido tan po-cos cantores entre los hijos de estas montañas!

De D. Gumersindo Laverde Ruiz, el más señaladode los vates montañeses, he de hablar extensa-mente en ocasión más oportuna, dado que algoapunté en un estudio métrico antes de ahora publi-cado. Por el fondo, sus poesías pertenecen á la es-cuela del Norte; por la forma suelen ser horacia-nas y de una pureza exquisita. La luna y el lirio,Paz y misterio, la oda Á Qayosina y alguna más,son modelos de sálicos adónicos. Citaré la másbreve, Paz y misterio, para cerrar con llave de oroestas noticias:

¡Qué agitación, qué soledad... columbroTrémula antorcha en el confín sombrío...¿Es el amor que á consolarme viene?...

Voy á su encuentro.¡Noche sin luna!... El adormido cieloTriste sonríe aja adormida tierra ,Y ondisonando cadencioso, el grave

Ponto le arrulla.Perdida oveja en los collados bata,Almas en pena por las grandas gimen,Lentas las auras, las silvestres ondas

Lentas murmuran.¿Dónde me lleva el corazón volando?Atrás el bosque y sus florestas dejo...Allá en el monte el ruiseñor gorjea...

¡Vuelo á la cumbre!Hora á cumplirse algún misterio empieza,Cantan los ecos... mis oidos cantan...Son armonías del festín... mi nombre...

¡Fuera del mundo!¡Qué puro albor los horizontes baña!¡Qué dulce estrella los alumbra inmóvil!¡Qué alma Deidad de su dorado seno

Rrota radiante!Cetro de lirios y azucenas trae,Bajo sus pies la inmensidad florece,Vierten aromas del Edén sus labios,

Gloria sus ojos.Ciñe mi frente con azul guirnalda,Me desvanece su mirar divino,Plácida sombra en derredor extiende...

Caigo en sus brazos...Arden al par su corazón y el mió,Surco los cielos en bajel de flores...¡Es el amor!... Mi corazón espira...

¡Muero de gozo!Sigue^el festin... y las distantes arpasMelancolía regalada infunden...Calla la mar... el firmamento brilla...

¡Paz y misterio!

XVI.

No conozco bastante los poetas americanos paradecidir con seguridad si es ó no grande en ellos lainfluencia de Horacio. Paréceme que otros mode-los han sido allí más admirados. A fines del siglopasado dominaba en nuestras Indias un prosaísmoinsoportable, á juzgar por los versos del mejicanoFr. Manuel Navarrete, que por otra parte no care-cía de dotes, y fue en su tiempo de los más cele-brados. A gran abatimiento había venido la patriade Aiarcon y de Sor Juana Inés de la Cruz. En loque va de esta centuria, á pesar de las turbulen-cias sin cuento por que ha pasado el infelicísimoimperio azteca, rico y floreciente bajo el virei-nato español del siglo XVI, háse levantado no poco

170 REVISTA EUROPEA. 5 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . N.° 180

la poesía en aquel país, el más castellano de todaAmérica. Gorostiza como dramático, Carpió y Pesadocomo líricos, son ornamento honroso de nuestra li-teratura. El último fue á veces horaciano y de acriso-lado gusto, v. gr., en la oda De la niña mal casada:

No así, recién casada, el rostro esquivoPresentes desdeñosa...

y en el Amor malogrado, que recuerda algunas odasdel cantor de Glicera:

Me arrobaba tu célico semblante,Tu frente tersa y lisa,El brillo de tus ojos rutilante,Tu dulce voz y tu amorosa risa.

¡Cuántas veces, ó Filis peregrina,Dejé con ansia impresoSobre tu tersa boca purpurinaCon labio incauto el regalado beso!

No más voluble en la estación floridaPor la ribera amenaVaga la abeja, y liba entretenidaEl rojo lirio y candida azucena...

Aún es más digna de Horacio la oda Á Silvia:

Debajo de ese plátano que meceSus hojas en el aire blandamente,

Orillas de esa fuenteQue vaga se adormece:

A la luz de la luna que menguadaCon turbia claridad nos ilumina,

Junto á mí te reclina,¡Oh Silvia enamorada!

Cultivó Pesado el asclepiadéo moratiniano, cuales de advertir en estos versos:

Por tí, mi Silvia, sus verdes pámpanosLa tierna yedra lozana extiendeY el cedro erguido con pompa ofreceSombra apacible donde descanses.Por tí la fuente templada y límpidaQue reflejando del sol las lucesPor entre guijas y césped, diáfana,Une sus ondas al sacro río... etc.

Este eximio poeta clásico manejaba con perfec-ción el verso suelto. Son dignos de Moratin algunosde los de Pesado en El Hombre, en El Sepulcro, ysobre todo en La Inmortalidad. De sus odas mora-les, la dirigida Á una esposa infiel es horaciana:

¿Acaso, Celia, ignorasQue más veloces que la nao veleraPasan ¡ay! del placer las breves horas,Dejando en pos de su fugaz carreraDoloroso tributoDe amargo sentimiento y negro luto...

En sus hermosas traducciones bíblicas, y aun enlas poesías originales de asunto sagrado, como lade Jensalen, vése patente el aprovechado estudiode Fr. Luis de León.

Las repúblicas del Sur han dado asimismo poetasde valía. Juan Cruz Várela, de Buenos-Aires, cultivócon escasos alientos la oda horaciana. Véase unamuestra de su estilo en estas dos estrofas:

¡Oh cielo! escucha mi ferviente votoY no me niegues lo que sólo ruego,Para el momento en que la tumba helada

Me abra su seno,Primero muera que mi tierna esposa,Muera primero que mis dulces hijas,,Y moribundo, con errante mano

Pulse la lira...

De Florencio Várela conozco otra oda desigual,pero agradable, en que se hacen votos por la con-cordia y prosperidad del pueblo argentino:

Ampara tú su juventud dichosaY hostias de paz adornen tus altares;Con mano bondadosaVierte sobre ellos dones á millares,Dales gloria y ventura,Y protege, Señor, tu hermosa hechura.

En lo que conozco de Echevarría, Acuña de Fi-gueroa, Bello y otros celebrados vates, no encuen-tro huellas marcadas de horacianismo. Es de sentirque no hayan sido coleccionadas las obras del ilus-tre filólogo y poeta, autor de la Oración por lodos,y del canto Á la agricultura en la zona tórrida.

Olmedo, el cantor de nuestros desastres, erapoeta quintanesco, difuso y grandilocuente. Suoda Al general Flores vencedor en Miñarica, em-pieza con una imitación del Qualem ministrwm Jul-minis alitem:

Cual águila inexperta, que impelidaDel regio instinto de su estirpe clara,Emprende el precoz vueloEn atrevido ensayo...

D. Felipe Pardo, peruano como Olmedo, mostrósefiel discípulo de Lista y seguidor de las tradicionesclásicas en sus epístolas y en sus odas. La sátirapolítica fue su género predilecto; en la lírica no-rayó nunca á grande altura. Sus epístolas recuer-dan á veces las de Moratin y Jovellanos.

Poco diré de los poetas cubanos. Heredia, el másilustre de todos ellos, imita más á Cienfuegos, áQuintana, á Gallego y á Lista, que á nuestros hora-cianos. Por lo demás, es poeta de estro fácil y abun-

N.° 180 J . OLMED1LLA. HISTORIA GENERAL DE LOS DESINFECTANTES. 4 71

dante y de limpio y terso lenguaje. Vivirán Elhuracán y El Niágara cuanto dure la lengua deCastilla, que este mal aconsejado poeta usaba paramaldecirnos con frecuencia.

Es muy linda una oda de D. Rafael María Mendive,poeta asimismo habanero, Á un arroyo:

Suaves te dan los bosques sus aromas,Los valles sus verdores,Las selvas sus palomas,Su sombra grata las cubiertas lomas,Y el cielo mismo su dosel de amores.

Y en las de Mayo hermosas alboradasFlotante en tus espumas,Te arrullan sosegadasDel blanco cisne las nevadas plumas,Las hojas por los céfiros llevadas...

Lástima que no exista una historia de la literatu-ra en la América Española, ra aun una colección me-dianamente hecha de poetas americanos. Tengoententido que se han publicado algunas compilacio-nes particulares, como el Parnaso Venezolano, etc.;pero apenas han circulado en Europa. El tomo dePoesías de la América Meridional, impreso porBrockaus en Leipzig, carece de mérito y de criterio,encerrando piezas detestables, que es imposible pa-sar por buenas en América ni en parte alguna delmundo civilizado.

Antes de deducir consecuencias de esta larga yenojosa historia de nuestra lírica horaciana, com-pletémosla con la noticia de los imitadores del Ve-nusino en lengua portuguesa. Síganos en este nue-vo estudio la indulgencia de los amantes de las le-tras clásicas.

M. MENENDEZ PELAYO.

T DETERMINACIÓN DE LOS MÁS EFICACESPRESERVATIVOS DE LAS ENFERMEDADES.

COMO

CAPITULO 111.'

IDEA GENERAL DEL MIASMA.—CONSIDERACIONES

SOBRE LA FERMENTACIÓN.

1.Del miasma.

Hé aquí una palabra genérica con la que se de-signa la alteración del aire, producida por emana-ciones orgánicas. El raciocinio los admite, á pesarde lo difícil que es su apreciación y de considerarsecomo causa predisponente de gran número de en-

* Véanse los números 178 y 179, paga. 97 y 145.

fermedades. Unos autores han comprendido conla denominación de miasmas exclusivamente lasemanaciones procedentes de las sustancias anima-les, reservando el nombre de efluvios á los que pro-ceden de los pantanos. Federico Hoffman designabael agente tóxico de un modo más general, y le lla-maba fermento.

También se han dividido en miasmas procedentesde los cuerpos vivos y en emanaciones causadas porlas sustancias animales en descomposición. Demosuna idea de unos y otros.

No solamente son el nitrógeno y ácido carbónicolos únicos cuerpos que la respiración acumula en elaire: la superficie mucosa de las vias aéreas exhalacierta cantidad de vapor acuoso que tiene en diso-lución una sustancia animal. Además, la traspiraciónincesante y el sudor producen la evaporación deuna materia orgánica, no bien determinada encuanto á su naturaleza, pero susceptible de alterarde un modo muy notable la composición del aire.A esta causa se debe el olor que se nota en los si-tios donde hay acumuladas muchas personas, y lasustancia olorosa varía según la edad, sexo, tempe-ramento, constitución. Es, pues, su existencia detodo punto indudable, y es á la que deben referirselos funestos resultados de la acumulación de ciertonúmero de individuos, como sucede en los dormito-rios de establecimientos benéficos y penitenciarios.

El aumento de cantidad y alteración do esta sus-tancia forma una especie de miasma, reconociblepor el olor, y que determina en ocasiones gravesaccidentes, como vómitos, cefalalgia, fiebre, etc.En la sala de un hospital, aunque no existan enfer-medades agudas contagiosas, ni úlceras en supura-ción, el menos delicado olfato percibe un determi-do olor, dejado á las exhalaciones cutánea y pul-monar. Así se ve, desgraciadamente, que la acumu-lación de enfermos en la sala de un hospital,produce las mortíferas erisipelas, la podredumbre ygangrena hospitalarias y otras afecciones no monosgraves.

La acumulación de paridas produce asimismofunestos resultados, y en estas circunstancias sedesarrolla con gran facilidad la fiebre puerperalcon carácter epidémico, en cuya triste situaciónsólo hay remedio evacuando prontamente el hospi-tal y haciendo salir de aquel recinto mortífero á lasinfelices que en él se encuentran.

Si un individuo sano ó enfermo exhala una sus-tancia orgánica volátil, susceptible por su concen-tración y alteración de determinar sobre el orga-nismo una influencia perniciosa, se puede tambiénadmitir que hay cierto número de enfermedadesque, cuando se desarrollan en los individuos, mo-difican la naturaleza de esta sustancia, imprimién-dola caracteres particulares y comunicándole la

172 BEVISTA 'EUROPEA.—5 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . N.° 180

propiedad, cuando es absorbida por un sujeto dis-puesto convenientemente, de producir una enferme-dad análoga.

Esto, que puede suponerse á priori, es real ó in-dudable, y á esta sustancia orgánica modificada porla enfermedad en cuyo curso se desarrolla, hasta elpunto de podérsela comunicar á otro individuo, sele ha dado el nombre de miasma, propiamentedicho.

Hé aquí los hechos que aduce Becquerel en prode esta aserción:

i.° Es evidente la exhalación de la sustanciaanimal en los individuos sanos y su mayor produc-ción en los enfermos.

2.* Para enfermedades determinadas existenolores especiales que, á falta de análisis químicas,no pueden menos de tener algún valor. Así, porejemplo, la exhalación pulmonar y cutánea en la vi-ruela, tiene un olor distinto del de la fiebre tifoidea.Nosotros también añadimos que la fiebre exante-mática conocida con el nombre de miliar, tiene porcarácter patognomónico el sudor de olor á pajapodrida ó vinagre enmohecido.

Es probable que si en lugar de hacer el estudiode las enfermedades en la sala de un hospital,donde todos los olores se confunden, se verificaseaisladamente ó en una reunión de enfermos deigual dolencia, llegaríase á determinaciones con-cluyentes y precisas, que el diagnóstico médicoutilizaría en gran manera.

3.° Afirma Becquerel que el modo de comunica-ción respecto á ciertas enfermedades es convin-cente.

Coloqúense, dice, en una misma habitación, perosin comunicación directa ó inmediata, dos indivi-duos, uno perfectamente sano que jamás haya sidovacunado ni padecido la viruela, y otro precisa-mente atacado de esta última enfermedad. No hayduda acerca de lo que ha de suceder: el primero delos individuos no estará mucho tiempo libre de estaafección. Pero, ¿cómo habrá podido adquirirla? Node otro modo que á favor de las exhalaciones pul-monar y cutánea del individuo enfermo. Es, pues,necesario asignar á los miasmas, como propiedadprincipal, la facultad de trasmitir á un individuosano la enfermedad ó afección de que se encuentraatacado {¡1 individuo que los ha producido.

No es raro, por consiguiente, que una personaadquiera en un hospital ó prisión enfermedades queestaba muy lejos de tener al penetrar en aquellossitios.

El miasma, una vez producido en un individuoenfermo, puede trasmitirse y desarrollar una en-fermedad análoga en otros varios. Después de pro-ducido, el miasma parece reproducirse y propagai-sfeen virtud de una acción desconocida en su natura-

leza, pero que ofrece alguna analogía con la fer-mentación. En breve trataremos de este fenómeno.

La trasmisión del miasma se hace de muchasmaneras, sin que los efectos que produce experi-menten modificaciones especiales. Unas veces latrasmisión es inmediata y tiene tiene lugar en unindividuo que habita la misma casa , el mismopueblo. En otros casos, esta propagación tienelugar á distancia y en ocasiones considerable, tras-misión que se verifica por las corrientes de aire.Otras veces, los vestidos, los diferentes objetosque han estado en contacto de un sujeto atacado deenfermedad miasmática pueden impregnarse de losmiasmas exhalados y trasportarlos ü otro individuo,ya de la misma localidad, ya de otra más ó menosapartada.

Los miasmas, para germinar en un individuo, ne-cesitan encontrarlo en un estado especial, y es loque constituye la predisposición particular paralaenfermedad. Esta predisposición es completamenteajena á la edad, sexo, constitución, temperamentoé idiosincrasia; pero estas circunstancias pueden,sin embargo, modificarla. Sólo puede generalizarse,en cuanto á esto, que el sexo femenino, la consti-tución débil y el temperamento linfático favorecenen general la predisposición y facilitan la absorciónde los miasmas.

La propagación de éstos y la intensidad con queobran, se hallan con frecuencia en relación con lascondiciones de temperatura, humedad, etc. de lospaíses.

Una vez producidos los miasmas, tienen la pro-'piedad de conservarse durante un tiempo muylargo, sin ser vencidos por la muerte del individuoque los ha producido, y resistiendo á la putrefac-ción. Los siguientes ejemplos, citados en las obrasde higiene de más importancia, prueban la exac-titud de lo que acabamos de referir:

El sepulturero de Chelwood, en el condado deSommerset, abrió el 30 de Setiembre de 4752 elsepulcro de un hombre muerto de viruela y enter-rado hacía 30 años. El ataúd, que era de encina, seencontraba en buen estado de conservación, y eltrabajador con su azadón rompió la tapa. En el mo-mento se esparció en el ambiente una fetidez tal,que jamás había experimentado el sepulturero sen-sación parecida. Entre las numerosas personas queallí se encontraban, catorce fueron atacados de laviruela al cabo dé algunos dias, y la enfermedad seextendió á toda la comarca.

Una señora que había fallecido á consecuencia dela viruela fue enterrada en una iglesia. El monu-mento que se erigió no pudo terminarse sino des-pués de un año del fallecimiento: para colocarle fuenecesario separar la piedra que cubría el ataúd, queera de plomo, y solamente estaba colocado á un

N.°180 .1. OLMEDILLA. HISTORIA GENERAL DE LOS DESINFECTANTES. 4 73

pié de profundidad del suelo. Este fue removidopara verificar los trabajos, y un gas fétido inundó elespacio é hizo que perecieran asfixiados algunos delos operarios, y el arquitecto, que se encontrabapresente, y al cual se deben estos detalles, fue ata-cado de la viruela (1).

Al hacer en Paris en 4789 la exhumación de loscadáveres en el cementerio de los Inocentes, falle-cieron muchos de los trabajadores por los miasmasque respiraron. Se observó que en los sitios dondela parte muscular se había descompuesto, se con-servaba la grasa de tal modo, que los jaboneros la

" aprovecharon para hacer jabón.Todo esto indica las precauciones extraordinarias

que hay que adoptar cuando se procedo á una ex-humación, y sobre todo si ha trascurrido poco tiem-po desde que se verificó el sepelio. Debe practicar-se, si es en verano, al amanecer, y si en inviernodespués de las diez de la mañana. Hay también queproveerse de esponjas, toallas, agua en abundan-cia, hipoclorito calcico, que es uno de los mejoresdesinfectantes, agua saturada de cloro, limadurasde cobre y ácido nítrico.

Una vez descubierto el ataúd ó los despojos deque se trata, se esparce por encima gran cantidadde hipoclorito calcico pulverizado; se hace abrirdespués el ataúd, teniendo precaución de no verifi-carlo de,pronto y de no herir el cadáver con ningu-no de los utensilios que se emplean en la operación,pues la rotura del abdomen podría en algún casodar lugar á la salida instantánea de gran cantidadde gases, produciendo la asfixia ó envenenamientode los sepultureros.

II.

Las enfermedades producidas por la acción de losmiasmas se dividen del modo siguiente: Hay unas, lla-madas pestilenciales, cuya determinación anatómicano está bien caracterizada, y son: el cólera, la pes-te de Levante, el tifus propiamente dicho y la fie-bre amarilla. Estas cuatro enfermedades no soninoeulables.

Otras hay que tienen determinación anatómicaespecial y constante, como la fiebre tifoidea, lagrippe, la meningitis cerebro-espinal epidémica, laserisipelas, el croup y ciertas afecciones gangrenosas.

En otra parte de esta Memoria tratamos de lasaplicaciones patológicas, donde con más detallesexpondremos otras consideraciones.

Respecto á las condiciones higiénicas útiles paraevitar estas enfermedades, varían algún tanto, se-gún la naturaleza de la afección. Los individuos co-locados en el centro de acción de los miasmas de-

(1) Querard,

ben observar escrupulosamente las reglas de unasevera higiene, no separándose en lo posible de suhabitual régimen. Se evitarán los cambios bruscosde temperatura, el ejercicio violento, las ocupacio-nes asiduas y los excesos de los órganos genitales.

La higiene pública en casos semejantes debe es-tar muy atendida, y los municipios deben velarconstantemente por que las condiciones que la cien-cia aconseja se encuentren satisfechas, apartandotodos los focos de infección y procurando por to-dos los medios posibles evitar el desarrollo de lasepidemias.

111.

De la fermentación.

La fermentación es uno de los fenómenos quími-cos más interesantes y de mayor aplicación á lasmanifestaciones de la vida. Palabra derivada delverbo latino /enere (hervir), puede de un modogeneral definirse diciendo que es toda descomposi-ción espontánea excitada en una masa de materiaorgánica por la acción de un fermento. Es, pues,una voz genérica que comprende diversas especies,y la putrefacción no es más que una fermentación.

El resultado de este fenómeno es que una molé-cula compleja se desdobla para dar origen á otrasmás sencillas. Es el tránsito de la materia orgánicaá la inorgánica. Desde el momento en que un cuer-po orgánico y privado do la vida se abandona enuna atmósfera templada y húmeda, experimenta unaserie de alteraciones profundas que han recibido elnombre de putrefacción. Así es que todo cuerpo or-gánico, desde el momento en que cesa el imperiode la vida, se halla sujeto á esas leyes de descom-posición en virtud de las cuales los elementos cons-titutivos\?el ser orgánico se trasforman en cuerposmás sencillos que van á constituir otros seres, con-tribuyendo á formar el eterno círculo de la materiatan brillantemente descrito por Dumas en su Esát-tica química de los seres organizados.

Las sustancias que con más facilidad experimen-tan la descomposición pútrida son las nitrogena-das, que como además contienen azufre dan origená gases de olor fétido, por cuyo motivo algunos au-tores tratan de establecer una diferencia entre lafermentación propiamente dicha y la putrefacción.

La causa inicial de estas descomposiciones espon-táneas es el aire; pero comenzado el movimientode alteración, se propaga á toda la masa aun cuan-do no continúe la intervención de este agente. Lascondiciones indispensables para que la putrefacciónse verifique, como para que tenga lugar toda fer-mentación, son las siguientes: un fermento, una ma-teria putrescible, aire, agua y una temperatura deílO á 30". Faltando cualquiera de estas circunstan-

174 REVISTA EUROPEA. 5 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . N.° 180

cias, la putrefacción no tiene lugar. La resistenciaque ofrece un cuerpo á su descomposición es tantomenor, cuanto más complicado sea en su natura-leza. Se da el nombre de fermento á una sustanciaputrescible en descomposición, que tiene la propie-dad de comunicar este movimiento á otros cuerposorgánicos con quienes se ponga en contacto.

El primer impulso de descomposición moleculares promovido por el oxígeno atmosférico, como sedemuestra por numerosos experimentos. La fibrinareciente, la leche, la orina, y en general todas lassustancias nitrogenadas, cuando por algún tiempose abandonan en contacto del aire, se observa dis-minución de oxígeno y aumento en su ácido car-bónico y al mismo tiempo se observan todos los fe-nómenos peculiares de la putrefacción, como es eldesprendimiento de gases amoniacales y sulfurados,elevación de la temperatura, cambio de color, des-arrollo de electricidad, reblandecimiento, etc. Si sesuprime el aire ó se le priva de su oxígeno, la pu-trefacción no tiene lugar, aunque concurran la tem-peratura y humedad convenientes. Pero si bien escierto que es precisa la concurrencia del aire en elprimer momento, no hace falta una vez iniciada laputrefacción, como ya hemos dicho, y como hartoelocuentemente prueban los experimentos practi-cados por Gay-Lussac sobre el mosto.

Explicada la fermentación pútrida ó putrefacción,por cuanto tiene de interesante con el asunto deque tratamos, se nos ofrece al punto reflexionaracerca de los muchos fenómenos de la economíaen los que la putrefacción puede intervenir. Sabi-dos son los accidentes que tienen lugar en los ca-sos en que se verifica una herida con el escalpeloque se trabaja en un cadáver en descomposición.No son desgraciadamente raros los casos en que lamuerte ha sido la terminación de estas inoculacio-nes. Liebig, en sus cartas sobre la química, cita elcaso de los doctores Kolletschka, de Viena, y Ben-der, de Francfort, que fueron víctimas de un casode esta'índole. Magendie refiere también varios ca-sos en que la aplicacioa sobre una herida recientede materias en putrefacción, como la sangre, la bi-lis ó el pus, ha producido vómitos, cefalalgia, laxi-tud y un cuadro sintomático propio de la intoxica-ción séptica, que ha finalizado con la muerte.

El uso de alimentos en descomposición puedeproducir enfermedades muy graves y aun mortales,y no debe olvidarse que la experiencia demuestraque las epidemias frecuentemente son producidasá consecuencia de la putrefacción de grandes canti-dades de sustancias animales ó vegetales. Tambiénpuede con alguna exactitud predecirse la invasiónde las enfermedades epidémicas en los sitios cena-gosos ó en aquellos largo tiempo inundados y quelos abrasadores calores del estío desecan.

IV.

Explicado el fenómeno de la putrefacción, expon-gamos en breves frases la teoría á que se atribuyesu producción. lió aquí un asunto que ha preocu-pado á los químicos desde hace mucho tiempo, yacerca del cual todavía hoy no se hallan conformes,Lavoisier, Thenard, Quevenne, Dobereiner, Desma-zieres, Cagniard Latour, Liebig, Pasteur, Pelouoe,Berthelot y otros muchos, han expuesto teoríasacerca de las fermentaciones. Indicaremos sólo lastres más importantes, ó sean de Liebig, Pasteur yBerthelot.

Suponía el ilustre profesor de la Universidad deMunich que la causa inicial en las fermentaciones,putrefacciones y cremacausias es puramente mecá-nica, si bien luego entran las fuerzas químicas á to-mar parte en la formación de los nuevos produc-tos. Admite para eso el principio de Laplace y lier-tbollet, que consiste en lo siguiente: «Una moléculapuesta en movimiento por una fuerza cualquiera,puede comunicar este movimiento á otra moléculaque se halle en contacto con ella.» En el desarrollode su teoría admite Liebig las siguientes hipótesis:

«1." La fuerza química que mantiene unidos loselementos constitutivos de las sustancias orgánicas,en general es muy débil, y en las de composiciónmuy complicada puede considerarse como nula.

2." Las materias orgánicas se han formado enlos seres vivientes por la influencia de la fuerza vi-tal, obrando en oposición depa afinidad, y subsistendespués de la muerte de estos seres solo en virtudde la inercia en que se hallan sus elementos.

3." La afinidad solicita constantemente á los ele-mentos constitutivos de las materias orgánicas áunirse en combinaciones sencillas, pero se opoaeáque esto se verifique, la fuerza vital.»

Liebig aduce en apoyo de su teoría varios he-chos de la química mineral. Sabido es que el pla-tino es inatacable por el ácido nítrico, pero si sealea con la plata, entonces se forma un nitrato deplata y platino. Es que la reacción de la plata y elácido nítrico se propaga al platino por simple con-tacto. El cobre no descompone el agua en presen-cia de los ácidos, pero sí lo verifica el zinc; puesbien, una aleación de cobre y zinc ó cobre y nickeldescompone el agua, formándose una sal de cobre yzinc ó de cobre y nickel.

Explica asimismo Liebig por medio de las fermen-taciones varios fenómenos, como la formación dela ulmina del leñoso, el origen de las aguas carbó-nicas y sulfurosas, y, por último, la acción de losmiasmas y del virus cadavérico. Considera á estoscuerpos como verdaderos fermentos que, absorbi-dos y llevados al torrente circulatorio, producen laalteración de la sangre. El contagio lo explica tam-

N.° 180 J . OLMED1LLA. HISTORIA GENERAL DE LOS DESINFECTANTES. 175

bien por la acción de los fermentos. Las sustanciasfermentadas dentro del tubo digestivo, obran comoverdaderos venenos y no son más que fermentosque alteran tos líquidos del organismo.

Citemos algunos casos prácticos que compruebenque la fermentación pútrida es el origen de gravesenfermedades:

Trasportando el año 1848 el navio Arthur unagran cantidad de mantillo de Rúan á la isla de Gua-dalupe, pereció la mitad de la tripulación duranteel viaje, y el resto de los pasajeros llegó á sudes-tino con la salud muy quebrantada.

Los arrozales de Valencia que desprenden grancantidad de fermentos, son asimismo manantialesconstantes de enfermedades.

Al graduarse Chambón de licenciado en la facul-tad de Medicina de París, se cita que tuvo que prac-ticar en el hígado una demostración, y las emanacio-nes desprendidas del cadáver putrefacto le ocasio-naron una fiebre, así como accidentes graves aCorior, Fourcroy y Dufresnoy que le acompañaban.

El gran Bichat murió estudiando una pieza anató-mica alterada, sin tiempo material para implorarauxilio.

Por último, los irrecusables datos de la historianos atestiguan que los terrenos y países pantanososson constantemente el azote de fiebres intermiten-tes. Cuando refiere el Petrarca la epidemia de ter-cianas acaecida en Italia por haberse desecado loscampos después de haber llovido por espacio deseis meses, dice que fue tan mortífera, que no habíaperecido más gente desde el diluvio (1).

La teoría de Pasteur es completamente distinta dela de Liebig. Supone la existencia de sores organi-zados, que son la causa de las fermentaciones. Exis-ten en el aire dichos gérmenes, como lo demuestrael ser impropio para la fermentación un aire quehaya atravesado por piroxilina. El tipo de los fer-mentos es para Pasteur la levadura de cerveza (Mi-croderma cerevisia), a la que considera formadade diferentes glóbulos que flotan en un líquido claroy pueden aumentar de volumen.

Reúne esta teoría bastantes probabilidades decerteza. En primer lugar, la conservación de los zu-mos por el procedimiento de Appert es una pruebaque Pasteur aduce en favor de su teoría. Consisteesta conservación en someter las botellas que con-tienen el zumo á la acción del calor producido porel agua hirviendo. La temperatura á que se exponeel zumo mata el ser organizado que había de pro-ducir la fermentación, y es ya imposible que estase verifique.

Además, el aire que se ha hecho previamen-te atravesar por un tubo de porcelana enroje-

(1) Chincliüla,

cido, es también impropio para la fermentación.Si en el fondo de una cuba se colocan sustancias

orgánicas húmedas y al cabo de un mes, cuando elaire de aquel sitio se halla completamente saturadode los gases desprendidos en la putrefacción, seintroduce una esfera llena de hielo ó mezcla frigo-rífica, no tarda en tapizarse la superficie de vaporacuoso, que reunido después y examinado al mi-croscopio, demuestra la existencia de sustanciasde origen orgánico, que tienen la propiedad de pro-ducir la putrefacción de otros cuerpos colocadosen condiciones adecuadas.

Según Berthelot, las fermentaciones reconocenpor causa el contacto de ciertas materias que pro-ducen la descomposición de otras, dando lugar áfenómenos de hidratacion, desdoblamiento, cambiosisoméricos, etc.

De todas eilas, la que se halla más en armoníacon la experiencia es la de Pasteur, y es asimismola que adoptan hoy la mayoría de los químicos yfisiólogos modernos.

CAPITULO IV.

MONOGRAFÍA DE LOS DESINFECTANTES.

Necesario es que antes de explicar el método dedesinfección que debe emplearse en cada caso par-ticular, nos ocupemos en describir la preparaciónde los desinfectantes más usados.

I.

Cloro.

La química y la higiene son deudoras al eminenteScheele do este cuerpo, cuya obtención puede con-seguirse descomponiendo el bióxido de manganesopor el áci¡k> clorhídrico, ó una mezcla de bióxidode manganeso y cloruro sódico por el ácido sulfú-rico, ó bien tratando el ácido sulfúrico y clorhí-drico, mezclados, por el bióxido do manganeso.Puede usarse, bien sea disuelto en el agua, ó en es-tado gaseoso. En el primer caso se esparce por me-dio del riego, pero preferible es usarle al estadogaseoso, porque los gases poseen una gran tenden-cia á esparcirse y ocupar mayores espacios, siendosu acción mucho más extensa. La práctica ha acon-sejado que el mejor método para obtener el aguasaturada de cloro es emplear un aparato de Woulf,en cuya vasija productora se coloca el sobreóxidode manganeso y se adiciona por el tubo de AVelteruna mezcla de los ácidos sulfúrico y clorhídrico. Elagua en los frascos de saturación ha de tener unatemperatura lo más próxima á 8°, porque esa la quedisuelve el máximun do cloro, es decir, que 400partes de agua disuelven 3,07.

Apareció hace bastantes años en los diarios de

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Química médica de Chevallier un método para ob-tener agua de cloro que después se ha generalizadobastante. Consiste en mezclar 3 partes de clorurosódico, 6 de ácido sulfúrico, 8 de óxido rojo de plo-mo (minio) y 192 de agua. Después de triturar lasal común con el minio, se colocan ambas sustan-cias en el agua, se adiciona el ácido, se tapa el fras-co, que debe ser esmerilado, y se agita de tiempoen tiempo. Hay precisión de que trascurran algunashoras para que se complete la reacción. Ya se com-prende que el agua de cloro por este procedimientoobtenida debe ser muy impura, pues contiene sul-fato sódico, ácido sulfúrico excedente, y sulfatoplúmbico interpuesto; pero estos inconvenientes,que son graves tratándose de un reactivo, desapa-recen en el caso presente, que sólo para regar seemplea, teniendo la considerable ventaja de no ne-cesitar aparato de Woulf.

También puede usarse el procedimiento de Chris-tisson, que consiste en tratar el cloruro calcico mez-clado con minio, por medio del ácido sulfúrico.

La fumigación guytoniana es como por lo co-mur. se usa el cloro. Guyton de Morveau, el compa-ñero de Fourcroy, Lavoisier y Berthollet, de quienya hicimos mención en la reseña histórica, ideó unaparato especial para fumigar un espacio dado.Consiste en un frasco de paredes resistentes, dondese coloca una de las mezclas que hemos indicadopara producir cloro. Este frasco está colocado enuna armadura de madera, la cual lleva un tornilio,que permite abrir ó cerrar más ó monos la boca delfrasco con un obturador de vidrio. Hay de variostamaños, desde el que se usa en los hospitales hastael de bolsillo.

El fundamento del cloro como desinfectante con-siste en su acción sobre las sustancias miasmáticas.Cuatro son las maneras que el cloro tiene de actuarsobre los cuerpos orgánicos. La primera es com-binarse integralmente con la sustancia orgánica,como sucede con el hidrógeno bicarbonado queforma el licor de los holandeses. Otro de los modosde obrar el cloro, y esto es el más general, es sus-tituyendo al hidrógeno, produciendo compuestosclorados isomorfos con los hidrogenados, fin oca-siones ei cloro actúa como un cuerpo oxidante,descomponiendo el agua de la sustancia orgáni-ca, apoderándose del hidrógeno para formar ácidoclorhídrico y dejando el oxígeno libre, que obra in-dependientemente. Por último, hay casos en que elcloro desaloja el hidrógeno de la materia orgánica,pero sin sustituirle. Esto sucede raras veces.

Lo que más comunmente acontece es el caso se-gundo: no hace el cloro otra cosa más que sustituiral hidrógeno en las combinaciones que forma conel carbono, nitrógeno, azufre y fósforo, cuya com-posición compleja suponemos en las sustancias

miasmáticas; por manera que en esta teoría el clorocomo desinfectante, puede no ser completamenlieficaz en multitud de casos. Pero desdo luego s<comprende que el súlfído hídrico y el amoniaco,gases que predominan en las descomposiciones or-gánicas, pueden ser destruidos por el cloro. La ac-ción que ejerce sobro el hidrógeno sulfurado es ins-tantánea. Se comprueba experimentalmente, po-niendo en contacto dos campanas do cristal de igualvolumen, y cuyo diámetro sea idéntico, una llenade cloro y otra de hidrógeno sulfurado. Se observauna reacción debida á la producción de ácido clorhí-drico y azufre que se deposita, cuyo primer cuerpo,ó sea el gas clorhídrico, se disuelve en la humedadque tienen las campanas, produciéndose un vacíoparcial que dificulta la separación de estas campanas.

Esta es la razón de que en los casos de asfixiapor el hidrógeno sulfurado se recomienden las inha-laciones de cloro, así como también en los labora-torios químicos, cuando se prepara aquel cuerpo,conviene tener próximo al aparato una cápsula conla mezcla de producir cloro, á fin de neutralizarenlo posible los perniciosos efectos del súlfido hídrico.

Por lo domas, preciso es observar precaucionescon el cloro, puesto que es impropio para la respi-ración del mismo modo que para la combustión. Esuno de los gases más irritantes; inspirado, aun cuan-do sea en estado do mezcla con el aire, determinainmediatamente una tos pertinaz, acompañada dedisnea y seguida á veces de esputos sanguinolentas.

También os conveniente usar la solución de clororecien preparada, ó por lo menos que no haya tras-currido mucho tiempo de su preparación, porqueesalterable.

11.

Acido hipocloroso ¿ hipocloritos.

El ácido hipocloroso puede decirse que se hallacondensado en los hipocloritos, mal denominadosantiguamente cloruros de óxido, los cuales se em-plean como desinfectantes, principalmente el decal. Sal obtiene el hipoclorito calcico, haciendo lle-gar gas cloro puro á la cal hidratada, que se ha co-locado en vasos ó cámaras cerradas. Generalmentese hace uso de un cajón de madera, recubierto deyeso en su parte interna, en él que hay unas pe-queñas tablas donde se extiende al hidrato calcico.La operación se termina cuando el cloro no es ab-sorbido.

Los hipocloritos fueron empleados por vez pri-mera como desinfectantes en 1809 por Massuyer,profesor de la escuela de Strasburgo. En 1822, ysobre todo en 1832, durante la invasión del cólera,hizo el farmacéutico francés Labarraque algunosexperimentos que demostraron la utilidad de los

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indicados cuerpos en todos aquellos puntos en queel aire es susceptible de viciarse.

La fumigación dorada, de Reveil, se componede las sustancias siguientes: hipoclorito calcico, 10gramos; agua, 70; vinagre, 20; agua de Colonia, 10.La mezcla de estos cuerpos se coloca en una vasijade extensa superficie en la habitación que se tratade desinfectar.

En general, el modo de emplear los hipocloritosconsiste en colocarles en vasijas destapadas ó di-sueltos en agua. El hipoclorito calcico se usa en laproporción de una parte por 45 de agua; se rieganlas habitaciones y los objetos no metálicos ni de co-lores vivos.

La acción química de los hipocloritos es próxi-mamente igual á la del cloro; pero es preferible suempleo porque no es el olor tan fuerte, la acción essucesiva y continua y se conservan con más faci-lidad.

Creemos oportuno reproducir parte del informeque dieron los médicos de Marsella en Mayo de -1826,cuando tuvieron que tratar quince enfermos ataca-dos del tifus náutico, como comprobación del poderdesinfectante de los hipocloritos.

«El capitán español Bosch, comandante del bu-que llamado San José, tripulado con diez hombres,que partió de Ficamicino (Italia) el 23 de Julio úl-timo, arribó el 6 de Agosto á Marsella, liste buquelenía á bordo ocho enfermos atacados del tifus, delos cuales murió uno la primera noche de su en-trada en el puerto.

»Los enfermos de este buque pasaron al lazaretoy quedaron encerrados en el cerco de San Roque.Un cirujano cuarentenario y dos enfermeros los asis-tieron durante cuarenta y cuatro días, estando encontacto inmediato con ellos. Los tres so librarondel contagio por el uso de los hipocloritos.»

111.Ácidos sulfuroso é hiponítrico.

El ácido sulfuroso se usa también como desin-fectante. Se prepara por la combustión del azufre,aunque puede obtenerse valiéndose de la desoxida-ción del ácido sulfúrico por ¡os metales. El métodoque se usa cuando se trata de desinfectar es la com-bustión del azufre. En la estancia que nos propo-nemos practicar la desinfección, se coloca un bra-sero ó copa con ascuas y se proyecta el azufre, siem-pre con las precauciones convenientes tratándosede un gas deletéreo. " •>

Este método de desinfección es de poco valor, entérminos que hoy dia sólo se hace1 uso de él enlos sitios donde hay enfermos que padecen afeccio-nes de la piel.

De más uso es el ácido hiponílrico, acerca decuya verdadera composición no se hallan acordes

ionú x.

los químicos. Siempre que el cobre se pone en con-tacto con el ácido nítrico, interviniendo el aire at-mosférico, se desprenden unos densos vapores ro-jos, que excitan fuertemente la tos. Este cuerpo esel ácido hiponítrico, que abundante en oxígeno, puestiene cuatro equivalentes, destruye los elementosdel compuesto orgánico más complejo que puedasuponerse constituyendo el miasma. Suponiendoque este se halla constituido de carbono, oxigene,hidrógeno, nitrógeno, azufre y fósforo, formulandoen ecuación veremos que se trasforman en com-puestos inorgánicos más sencillos, como son: elácido carbónico, agua, óxido nítrico, ácidos sulfu-roso y fosfórico, cuyos cuerpos no ejercen sobre elorganismo (hallándose en muy cortas cantidades) laacción deletérea que los miasmas.

Este método de desinfección es recomendable,pues su sencillez permite que pueda practicarlohasta la persona más ajena á los conocimientos quí-micos. Se reduce á colocar en una copa de cristalun fragmento de cobre y verter en él una corta can-tidad de ácido nítrico del comercio, encerrar estacopa en la habitación, teniendo la precaución deretirarse para no respirar el gas, y después de unahora, abrir las ventanas y procurar la ventilación.

En concepto de algunos autores, es preferibleeste desinfectante al cloro y al ácido nítrico, y hanpracticado experimentos comparativos de los quededucen esta afirmación. Nosotros creemos asi-mismo que puede considerarse como uno de loaprimeros desifectantes, aunque la eficacia del cloroy ácido nítrico sea en ocasiones igual á la del ácidohiponítrico.

El Sr. Torres Muñoz de Luna ha ejecutado diver-sidad de trabajos minuciosos que le han dado porresultado considerar el ácido hiponítrico como su-perior á todos los desinfectantes.

El acido nítrico, cuerpo conocido desde el si-glo IX, se usa hace bastantes años como poderosodesinfectante. Esto cuerpo se emplea al estado devapor, cuando se desprende de su combinación conuna base. Así es que tratando el nitrato potásico ósódico por el ácido sulfúricd, sedesprende el ácido1

nítrico, que, esparcido conv^nieni!eiWé'otó!;;:{bbrá'como destructor de los miasmas. Do ésta manera lohemos usado en multitud do ocasiones. Las anti-guas fumigaciones de Smilh no son otra cosa que laaplicación del ácido nítrico al objeto indicado. Cons-tan de ácido sulfúrico y agua,1 dé cada cosa lo gra-mos, que mezclados convenientemente1 se'pb"néh'1éii<contacto con otros lo de nitrato potáfáítoi1 Todo co-locado sobre ceniza caliente, sirve para desinfectarun espacio de 120 metros cúbicos.'' -

JOAQUÍN Óiílt'tói'd.A y Puio.(Coütinuará.)

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LOS DERIVADOS DEL PROTOPLASMA.

Dejamos ya indicadas en un trabajo anterior lanoción de la célula y las condiciones de su protoplasma.

Respecto de la primera, hemos dicho que puedeconsiderársela, de un modo filosófico, como laforma fundamental en que se manifiesta todo lo or-gánico, y dinámicamente como una masa que, almenos en un cierto periodo de su existencia, se en-cuentra sometida á sus fuerzas propias ó molecu-lares. Con relación al segundo cuerpo, se expusie-ron sus propiedades físicas y químicas, la diferen-ciación bajo estos dos aspectos que aquel experi-menta, y los movimientos más ó menos rápidos áque se halla sometido, ya en una ó ya en otra épocade su vida. En los diversos epígrafes Noción de lacélula, Caracteres del proíoplasma, Diferenciaciónfísica del mismo, Movimientos, protoplásmicos yDiferenciación química, sé han encerrado estasdiferentes cuestiones para constituir los Estudiosióbre la célula, ligero bosquejo del punto de vistadinámico según el cual pueden hacerse todos estosdiversos géneros de indagaciones.

Pero el examen de los elementos histológicos vaadquiriendo de dia en dia mayor complicación óimportancia.

Apenas si ha pasado medio siglo desde que seempezaron á adquirir nociones seguras acerca desu constitución y propiedades, y ya puede decirsehoy que. la ciencia que de ellos hace su objetoviene á ocupar el puesto que le está reservado deuna rama principalísima entre las domas de losconocifftiísntos naturales. Aquellos corpúsculos delos que apenas se podía hace poco señalar su exis-tencia, se muestran ya hoy, mediante los últimosdescubrimientos, como dotados de diversos órga-nos, como provistos de partes encargadas de fun-ciones determinadas y necesarias, como hallándoseanimados de una grandiosa evolución, para estable-cer la cual faltaban antes datos de observación, pormás que se tuvieran muchos para sospecharla enlas conquistas de lauembriogenia. ,

Nuestrp¡punto d,e. vista en el estudio de la Natu-raleza ha;tenidp que experimentar asimismo una re-volución profundísima. Ahora, adquirido ya el con-vencimiento de que celular es nuestro primer estadoy de que celular es la forma bajo-.la íual apareceprimitivamente cuanto de orgánico y vivo existe, ydemostrado que en las células tiene que darse porlo tanto potencialmente tiQdo este riquísimo mundode tipos, familias,génpfos # especias que pueblanla tierra, y llenarán^ probablemente muchos otrosastros; admitido esto, decimos, las investigacionessobre tales asuntos toman unas proporciones gigan-

tescas y salen desde el campo del microscopio, ómejor expresado, desde la reducida esfera en queparece encerrarlas el tamaño de los sores en quie-nes se efectúan, á invadir los variados dominios dela realidad y todos los ramos en que se manifiesta yexpresa la ciencia del Universo, y más concreta-mente nuestro actual dominio de ella.

A los que sin preparación anticipada ó sin haberdisciplinado su pensamiento en estos caminos selesexpónganlas anteriores doctrinas, les parecerá quizáextraña y excesiva la extensión que se les da. A losque, fuertes en el análisis de lo que son los cuer-pos orgánicos, hayan visto proceder á estos de cé-lulas; crecer con la segmentación de aquellas; com-plicarse en sus órganos y aspecto mediante ladiferenciación de las mismas, y constituirse con losmateriales que ellas elaboran, no les sorprenderáciertamente lo que acabamos de asegurar, encon-trándolo, por el contario, acomodado á la verdad.

El estudio de la célula no puede equipararse alde una forma de creaciones: el estudio de la célulaes el de la configuración que afecta todo individuoen quien principia á manifestarse la vida. Los múl-tiples aspectos bajo los cuales puede aquello mirar-se, la consideración de su actividad, de su forma, yde su misma vida, caben por completo aquí. Lafísica de la célula, la morfología de la misma y labiología celular son todas ciencias que piden serconstituidas.

Mas este sentido necesita aún mayor propagacióny sobreponerse á muy distintas preocupaciones.

Por más que se sepa que todo organismo procWede un óvulo, y que hoy se rechace ya la doctrinade la formación libre de las células; y bien que estasdos premisas conduzcan da un modo inmediato á lanecesaria consecuencia de que cuanto existe en unanimal ó una planta es producto de la actividad deuna célula, ley que se cumple para los seres sencilloslo mismo que para los del orden más elevado, lasdificultades que se presentan para poder abarcar bajoun solo golpe de vista toda la serie de desarrollo, ylas costumbres creadas por los modos muy distintosy aún reinantes de considerar tales cuestiones, ha-cen que muchos crean poco meditada la evidenteafirmación de qaeel estudio de la célula es el funda-mento de las ciencias naturales., no cabiendo investi-gaciones sólidas acerca deforma y actividad que nose hallen cimentadas sobre él.

Para huir de este sentido no cabe aconsejar masque un análisis delicado de los orígenes de los di-versos productos, de los centros en que realmentevienen á radicar las más diversas funciones, y dela filiación, por decirlo así, de las actividades. Fácilnos será ver, por ejemplo, que los múltiples pro-ductos que estudia la química orgánica, )a innume-rable serie de sustancias que haro dado origen á

JV.'18O E. SERRANO. LOS DERIVADOS DEL PROTOPLASMA. 179

esta ciencia, y esa indefinida serie de cuerpos quese extraen de los animales y las plantas, son engen-drados, en primer término, por la célula, elaborán-dose en el interior de ésta los principales y pudién-dose calificar todos los demás de combinaciones óderivaciones de aquellos. Hágase el estudio así;abórdese este modo de juzgar los hechos, y, ennuestra modesta opinión, se logrará penetrar en larealidad, no dejando sin asiento, y como vagando ála ventura, las energías que desarrollan los cuer-pos orgánicos dia tras dia al recorrer de un modolento el á la vez mudable ciclo de su evolución.

En el momento en que se ha conseguido demostrarque la asimilación vegetal tiene por completo suasiento en la célula con clorofila, se ha probado deun modo irrebatible que la anterior proposición esevidente respecto del mundo de las plantas. El co-nocimiento que hoy vamos teniendo de que las ere-tnacausias engcndradoras de la fuerza animal secumplen realmente en el interior del glóbulo san-guíneo, proporciona en este reino idénticas confir-maciones.

Los dos hechos que acabamos de citar son efec-tivamente los capitales en el proceso de uno yotro mundo. Si las acciones oxidantes y reductorasse verifican en el interior de las células, la vidaentera de los sores epitelúricos depende bajo uncierto respecto de las actividades de ésta. Mas sientrando en mayores detalles quisiéramos ver lomismo en distintos efectos parciales, nos bastaríapara conseguirlo considerar cuál es la generaciónde las células adiposas, y cuál la de los pétalos flo-rales; que estos dos solos ejemplos, elegidos entreotros muchos de la misma significación, nos pro-porcionarían mayor confianza en la admisión de losprincipios expuestos.

Parte de lo que podría exigirse para la realizaciónde algunas indagaciones en asunto tan importante,ha sido ya intentado: guiados por este sentido escomo hemos tratado de establecer, según antes seha dicho, la noción de la célula y la de su sustanciafundamental. En el presente trabajo, vamos á ocu-parnos de los derivados del protoplasma, denomi-nando de este modo á todos los demás cuerpos ypartes que se hallan en la célula, á excepción de laindicada sustancia fundamental, y haciéndolo asípor creer que proceden de estas, siendo sólo sim-ples trasformaciones de ella que se separan y aislanen medio de su masa, aceptando formas más ó me-nos variadas, y definidas. ¿Se encuentra esta doc-trina sólidamente cimentada?

A tal creencia hemos sido llevados por muy dife-rentes series de consideraciones.

Primeramente se ha expuesto ya en un trabajoanterior que el protoplasmp es la sustancia primiti-va de toda célula; entendiendo por esto no que no

pueda formarse un elemento histológico, v. gr., unlóbulo sanguíneo, por la segmentación de otro an-

terior a él y privado de protoplasma, sino que elprimero de estos corpúsculos que se manifiesta enel organismo ha tenido que proceder desde la tras-formacion de uno dotado de tal materia, ó de otroque no hallándose en este caso procedería de for-mas anteriores que cumplieran con tal condición.

En segundo lugar, la filiación de tales sustanciasy las dependencias que entre todas ellas existen,son una demostración directa de la doctrina que ve-nimos sustentando. Al núcleo, por ejemplo, se le venacer en medio del protoplasma y conservarse ro-deado generalmente por él en todo el curso de suexistencia; la membrana no se desarrolla sino muypoco tiempo después de ser abandonada por el con-tacto del mismo, pareciendo que al cesar h influen-cia del agente queda todavía por algunos instantesla conservación del impulso recibido; las vacuolasse ofrecen en condiciones semejantes; y ni la clo-rofila en las plantas, ni la hemoglobina en los aní-males, ni las grasas en unos y otros, ni los granosde almidón y de aleurona, y, en una palabra, ni to-das las demás formaciones análogas, pueden ya en-gendrarse en el momento en que falta aquel verda-dero blastema de donde brota, como de un fondoinfinito, tan rica serie de creaciones.

Además, la aparición de todos estos cuerpos esuna manifestación de la vida de la célula: el elemen-to histológico cosa de crecer y de vivir tan luegocomo le abandona el protoplasma. A simples esque-letos quedan reducidos aquellos cuando esto se rea-liza, y así como los restos de todo sor experimen-tan las mil influencias destructoras de las causasexteriores, así también las porciones celulares quesobreviven"a la desaparición de la sustancia prime-ra, sufren fatalmente en un plazo más ó monos cor-to las consecuencias de esta ley universal.

Aquí, por lo tanto, é insistiendo en lo dicho, seránecesario tener presente que el carácter más culmi-nante que presentan los distintos cuerpos que vanahora á ocuparnos, es el de derivados del proto-plasma, y que su vida depende de la de la célula,expresada á su vez en primer término en la de lamateria que acabamos de citar.

Pero una vez sentado esto, deberemos añadiráello dos nuevas indicaciones con el fin de comple-tarlo. Estas se refieren, ya al valor que aquelloscuerpos tienen por sí propios, ó ya á las relacionesque los encadenan los unos á los otros. Sobre ellopodremos decir: primero, que aunque estando siem-pre bajo la anterior dependencia, cada una de es-tas formaciones goza de cierta individualidad, te-niendo una energía y un desarrollo peculiar en elque se ven á la vez reproducido el tipo total y mar-cado el carácter propio; y segundo, que un sistema

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entero de relaciones las enlaza unas á otras agru-pándolas por diversas secciones en cada una de lascuales puede verse reproducida la suberdinacionantedicha, siendo todas las de ella como derivadosde la primera y principal que allí se distingue.Ejemplos de esto hemos de encontrar en el núcleorespecto de los cuerpos que en él se forman; entrela membrana y las materias que en ella nacen; en-tre la clorofila y la etiolina, Mpoxantina, phicoeri-trina y demás procedentes de su trasformacion.

Vése, pues, por todo lo anterior que el carácterde sistema y de armonía no puede ser perdido devista ni un sólo momento en nuestro estudio, si estecuadro ha de ser la copia exacta de lo que se inten-ta en él figurar. La célula y sus variadas creacionesforman un todo en el que cada parte se halla ínti-mamente enlazada con las demás. Si esto se olvida,reproduciremos ligeros puntos de detalle, apunta-remos quizás algún dato exacto, pero no nos aproxi-maremos al estudio de los derivados del protoplas-ma, ni siquiera del modo imperfecto según el cualpodemos hacerlo en este momento, con los escasosdescubrimientos que aún poseemos y con nuestragran falta de fuerza para cumplirlo.

Indiquemos al mismo tiempo, aunque sólo sea depaso, que juzgado con imparcialidad lo hasta hoyconquistado, podrá decirse que ni tal resultado hasido obra de un momento, ni los progresos realiza-dos en estos últimos tiempos nos han llevado al tér-mino de nuestro camino, por más que pueda califi-cárselos do muy importantes y aun de verdadera-mente gigantescos. El número de estas materiasque reciben el nombre de derivaciones del proto-1

plasma aumenta de día en dia. El término de cadaaño señala la adquisición de nuevos datos sobre es-tos cuerpos; y tal es la acumulación de diversostipos que se va ya reuniendo, y tal el aspecto bajoel cual aparece ahora este estudio, que casi hay yapoderosos motivos para sospechar que su serie esinfinita é inagotable el fondo creador que existe enel protoplasma celular.

De cualquier modo que ello sea, lo que con todaseguridad puede afirmarse es que la diferenciaciónen la célula es gradual y continua, y que estas tras-formaciones, que tales resultados producen, no ce-san un solo instante. A medida que una materia escreada se introducen con su masa nuevos elemen-tos y condiciones para la generación de otras dis-tintas. El término del elemento histológico es úni-camente el hecho que pone un limite á la indicadaevolución.

Poro antes de pasar más adelante, deberemos de-jar aquí apuntada una doctrina generalmente admi-tida, que á nuestro entender es errónea.

Los cuerpos que anteriormente se han enumera-do son clasificados en general en dos grupos de

propiedades muy distintas. En unos se estudia deun modo detenido la forma, apreciando como unacosa accesoria las indicaciones sobre su naturalezaquímica, y juzgándolos á ellos como verdaderos ór-ganos celulares. En otros ha imperado, por el con-trario, la consideración de la segunda sobre la de laprimera, mirándolos en cierto modo como simplesmateriales en depósito destinados á la nutrición. Seincluyen entre aquellos la membrana, el núcleo y elnucléolo: quedan comprendidos en los segundos elalmidón, la aleurona, las grasas y algunos otros.Pero á poco que consideremos esto, nos será fácilver que ni ninguno de ellos deja de llenar una fun-ción singular teniendo señalado su papel en el or-den funcional de la célula entera, ni los materialesde formación alguna se libran de contribuir á lanutrición en una época determinada. La anteriordistinción carece, por lo tanto, de sólido funda-mento.

Mas lo que sí puede hacerse realmente con ellaes constituir un doble punto de vista bajo el cualpueden sor considerados todos estos cuerpos. Cabe.en efecto, mirar á tales derivados como nuevas ma-terias creadas por el protoplasma para ser destina-das á la nutrición ulterior del mismo, ó de otroselementos histológicos; y en ellos se descubren tam-bién cuerpos agrupados alrededor de otros centros,dotados como de una cierta virtualidad que, segúnya hemos dicho, se encuentra en parte subordinadaá la total y en parte independiente de ella, pose-yendo como un poder do aislamiento y principios d(individualización desde la sustancia fundamental.

El carácter dinámico que ellos tienen es tambiénen su origen el mismo.

En el sentido estricto de la palabra, todos podríanrecibir el nombre de precipitados celulares. La di-ferenciación química del protoplasma lleva consigola oposición de caracteres físicos entre los diferen-tes cuerpos originados. Entre otras propiedades semarca como una de las primeras la diversa densi-dad: las materias que hegan á manifestar ésta con-cluyen por separarse de una ú otra manera. Al pre-cipitarse en distintos puntos, toman variadas formasque se hallan en relación con las diferencias de lu-gar y con las del estado físico de aquello que lesrodea. La membrana que se precipita en la superfi-cie, separándose sus materiales del agua que losarrastra en disolución, se consolida rodeando al.protoplasma. Los demás cuerpos que lo hacen en elinterior afectan formas de esferas al quedar some-tidos á las fuerzas propias ó moleculares. En el es-tudio por separado do cada uno de aquellos, vere-mos cómo se cumplen estas leyes en el momentode su generación.

Nosotros hemos dividido, sin embargo, el estudiode estos cuerpos en diversas secciones, y se ha re-

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servado el nombre de precipitados celulares parael núcleo y el nucléolo, á quienes más ordinaria-mente se concede este carácter, aplicándole tam-bién alas tatuólas, cuyas grandes analogías conlo anterior, en cuanto al origen, hacen imposible laseparación. Las investigaciones sobre las membra-miíhan dado ya un número de resultados bastanteconsiderable, y han tomado un carácter tan propio,que obligan á constituir con ellas un solo capítulo.Los demás cuerpos han sido aglomerados en otro,bajo el epígrafe de Diversas formaciones celulares.Respecto de los dos primeros, indicaremos queconstituyen, á nuestro entender, secciones bastantenaturales: de la última deberemos, por el contrario,decir que tiene un marcado carácter de provisionaly que deberá irse desmembrando á medida que losprogresos de estas ciencias aporten nuevos descu-brimientos sobre tales materias.

Dicho lo anterior, es bien poco lo que tenemosque añadir en estos preliminares.

Muchos de tales cuerpos, la generalidad, sonformados de un modo lento, sin que sea fácil aper-cibirse del instante en que principia su génesis. Lasmodificaciones que ha de experimentar el elementohistológico se van modificando poco á poco. Úni-camente cuando el cambio se ha producido, llega-mos al momento en que podemos apercibirnos deél por una comparación entre el estado que le pre-cedió y aquel que le sigue. Hay algunos, por elcontrario, que marcan, por decirlo así, con su apa-rición un período de profundos trastornos; el con-tenido se enturbia, confundiéndose las masas yborrándose toda clase de límites. Entre los prime-ros, podrá citarse la clorofila; a los segundos, lesservirán de ejemplo ¡os granos de aleurona.

Qué significación tenga todo esto, es cosa quehoy no puede esclarecerse. Lo que sí debe indu-dablemente asegurarse es que la determinación detan diferentes corpúsculos representa en cada casoel efecto y no la causa de las citadas alteraciones.Paso del protoplasma á otro estado físico, y com-bustión de sus elementos, parecen ser las dos prin-cipales acciones que llevan consigo después lacreación de tan distintas y numerosas materias.

Cada uno de estos cuerpos se determina luegopor un conjunto de propiedades que se ofrecen en losdel mismo grupo de un modo muy constante. Deentre todos ellos es menester distinguir, y tal cosapuede hacerse, en efecto, hasta en un primer golpede vista, aquellos que parecen animados de unagran energía de 'desarrollo y evolución, de los quese lijan opuestamente con una forma y una serie decircunstancias invariables. Dejando á un lado la

; membrana, el núcleo y las vacuolas, que son admi-Itidos más generalmente como verdaderos órganos•celulares, se tendrá todavía un ejemplo de los com-

prendidos en el primer grupo acudiendo á la cloro-fila y á los granos de almidón. Recordando las pro-piedades de los cristaloides, se verá confirmado lodicho para el segundo caso. Mas esta diferencia estanto más difícil de comprender, cuanto que algu-nos de los incluidos en distintas secciones vie-nen á jugar un papel de la misma índole en !a nu-trición celular. Como ya notaremos en otra serie detrabajos, los granos de almidón y la materia de loscristaloides deben ser juntamente consideradoscomo sustancias almacenadas para servir más ade-lante: los primeros recorren, sin embargo, un granciclo de desarrollo; y los segundos se estacionanen la configuración de un cristal, ó, lo que es lomismo, en un sistema de equilibrio. Los granos declorofila, que bajo el punto de vista del desenvol-vimiento tienen mayor analogía con aquellos, ejer-cen desde el primer instante una función activísima,determinada é importante. Nada puede señalarseque explique de una manera satisfactoria estas quecasi podríamos calificar de verdaderas inarmoníasdinámicas y morfológicas. El estado de nuestrosconocimientos no es ciertamente en este punto tanalto como fuera de desear para poseer verdaderosprincipios fundamentales.

Con todo lo que acabamos de decir parecen poderterminarse estas indicaciones generales sobre loscuerpos que van á ser objeto de nuestro estudio;pero no obstante, todavía nos detendremos un mo-mento más para fijarnos de nuevo, reasumiéndolas,en las condiciones del problema.

Recuérdese, en efecto, que, al desarrollar lo an-terior, hemos dicho que estudiada ya la sustanciafundamental del elemento histológico, vamos áentrar ahora^n las indagaciones de lo que son y loque representan todos los cuerpos engendradospor ella. Al examinarlos uno por uno, se van á en-contrar allí muestras y productos de la actividad de-aquella; pero se tendrá también enfrente, en lasmismas materias, algo que debe poseer un modo demanifestarse propio, de obrar como por su virtud,de configurarse y de limitarse en separación delprotoplasma.

Además, en la larga lista de los cuerpos que seencuentran en este mismo caso, hemos de encon-trar muy distintos órdenes de importancia; muchavariedad en las subordinaciones; muchas lazos deunión que, encadenándolos por grupos y subgruposy de diferentísimos modos según múltiples direc-ciones, formen con ellos un cuadro de continuidad,no una cadena donde se muestren solo las depen-dencias de cada eslabón con el siguiente. Estasúltimas disposiciones lineales carecen, en efecto,de realidad, son simples formas de abstracción quecorresponden á nuestro único modo de poder dar-nos cuenta de las cosas.

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Tengamos, por lo tanto, siempre muy en cuenta,al realizar este estudio, que la dependencia y el en-cadenamiento que cada vez van teniendo los datosexperimentales nos llevan juntamente á considerará la célula y á sus variadas formaciones como unverdadero y perfecto organismo, y que allí dondeparecen notarse lagunas, se descubre nuestra igno-rancia y no la discontinuidad del objeto que estu-diamos.

Los derivados protoplásmicos se encuentran ade-más distribuidos entre muy distintas células. Sinosotros atendemos á esto, podremos asegurar quecada uno de ellos es la manifestación de la activi-vidad de un corpúsculo diferente. Si recordamosque, conforme antes se afirmó, todas las célulasde un cuerpo proceden necesariamente primero delóvulo y luego de las embrionarias, recobraremosotra vez el convencimiento de la unidad, que pare-cía desaparecer, comprendiendo que estamos auto-rizados para decir formaciones de la célula y no for-maciones de estas ó aquellas células.

Conste, para terminar, esta indicación, que es desumo interés si es que no ha descreerse que vaga-mos por la esfera de las abstracciones.

ENRIQUE SERRANO FATIGATI,

Profesor del Instituto de Ciudad-Real.

VIAJE SOBRE UNA BALLENA.

AVENTURAS DEL CAPITÁN ROBERTO KINOARDY.

CAPÍTULO V. *

Los TCHOUKTCHIS. — EL FUBRTE CLARA-ANA. — UNlunch.—PROYECTOS DEL CAPITÁN ROBERTO.—Tous-SENEL Y LAS BALLENAS. U M FACTOR INCRÉDULO.

Para entretener sus forzados ocios, Kincardy ysus compañeros hicieron algunas excursiones alinterior del país; estudiaron su fauna y su flora; ca-zaron en los Barren-Ground (1); pescaron salmonesen los lagos cercanos, y se familiarizaron con losTchouktehis.

Los T'jhouktchis, como dejamos dicho, pertene-cían á la raza esquimal. Eran vigorosos cazadores yhábiles pescadores.,Montados en sus kayacks, ca-noas insumergibles construidas con píelos secas defoca, persiguen á las ballenas, los morsos y otroscetáceos á muchas leguas de la costa: armados deazagayas, de lanzas y de hachas, no temen atacará los osos negros, únicos animales imponentes de

• Véanse los números 118 y 179. pág. 124 y 155.(1) Territorios estériles.

aquellas comarcas. Hombres y mujeres llevan elmismo traje, hecho de pieles do animales, lo que lesda un aspecto á un mismo tiempo cómico y salvaje.Los niños los envuelven en diferentes pieles, lo queles hace parecer sacos, más bien que criaturas hu-manas; en cambio, están bien abrigados, y aunquese caigan, el golpe no tiene consecuencias. Las cho-zas de los Tchouktchis son muy parecidas á las delos esquimales; su forma es cónica, y tienen el mis-mo olor fétido y mala distribución que las de estos.La miseria y la suciedad reinan por completo enesos antros ahumados, en los que los europeos nopueden penetrar sin experimentar náuseas y vivasrepulsiones.

El i.° de Agosto, el Peerless y el Swan se divisaroná lo lejos. Roberto Kincardy montó en una canoaque el jefe del fuerte Alejandro puso á su disposi-ción; atracó álos dos buques y los condujo á la ense-nada cuyo encuentro tanto le había alegrado. Desde¡1 dia siguiente comenzó á descargarse el Peerless.

Se trasportaron á tierra maderas, hierros, clavos,una fragua, tablas, planchas, en fin, todo lo necesa-rio para una construcción, y el capitán Kincardy se-ñaló el sitio sobre el que debía levantarse el fuerte.Era una colina abrupta, dominando al mar cincoó seis metros en las mareas muy altas, resguarda-da de los vientos del Norte y del Este y presentandopor algunos lados suave pendiente, por la que po-día llegarse hasta la orilla y atracar en ella las bar-cas y canoas. Los carpinteros, ayudados por los ma-rineros, se pusieron manos á la obra, y bien pronlouna habitación espaciosa, pero de forma primitiva,coronó la cima de la colina. Kincardy la llamóFuerte Clara-Ana, en memoria de la mujer á quientan ciegamente amaba.

Al nuevo fuerte se le rodeó de una muralla depiedra, y para conseguir ésta hubo que barrenarvarias rocas con dinamita. Esta precaución no erainútil, porque durante el invierno los animales quepululan en aquellas regiones, se aproximan á lasmoradas de los hombres, haciéndoles sufrir á vecessensibles é irreparables perdidas. El fuerte estabadividido en varios departamentos. Fuera de las ha-bitaciones individuales y la sala común, en la quese colocó una enorme chimenea, había una habita-ción para los víveres, otra para municiones, un ta-ller para diferentes trabajos, un establo, y una salamuy espaciosa destinada á contener los objetos quetan bien embalados se encontraban todavía á bordodel Peerless. Tanto en el interior como en el exte-rior, el fuerte tenía un aspecto severo, que armoni-zaba muy bien con la triste naturaleza que le ro-deaba. Solo el cuarto de miss Victoria estaba ador-nado con muebles, cortinas y tapices lujosos. Elcapitán Roberto, deseando complacer á su hermana,colocó en sus habitaciones una rica biblioteca, por

N.° 180 A. BROWN. YIAJE SOBRE UNA BALLENA. 183

lo escogida, y un piano magnífico comprado en SanFrancisco.

Los obreros trabajaron con verdadero ahínco; ver-dad es que Roberto Kincardy les animaba, les vigila-ba y les ofrecía álaconclusion buena recompensa. El10 de Setiembre de 1873 se clavó la última plancha,y la última rendija so calafateo á la perfección. Enel caballete de la techumbre, puesta en pendientesumamente rápida se colocó un palo largo, asta gro-sera, en la que se enarboló la bandera de los Estados-Ijnidos. Se hubiera dicho que el cielo quería favo-recer los trabajos de aquellos obreros improvisados,porque aquel mismo dia el invierno se anunció conun frió muy vivo y la nievo cayó abundantemente encopos congelados por espacio de una hora.

Por la noche se celebró una pequeña fiesta en elfuerte Clara-Ana. La tripulación de los dos buques,el factor, algunos cazadores del fuerte Alejandroy determinados Tehouktchis se reunieron en la salaprincipal. Dos lámparas marinas, alimentadas deaceite, iluminaban la pieza: la chimenea, provista,del carbón que el Sman encerraba en sus carboneras,derramaba proporcionado calor en la estancia. Pla-tos variados y exquisitos, gracias á los cuidados dePicou, estaban colocados sobre una gran mesa, ycada cual se servía, comía y bebía á su placer. Vi-nos, cervezas, té, wiskey, café (como se ve, habíapara todos los gustos) circulaban profusamente enlos vasos y tenían el don de alegrar á los más ta-citurnos.

—Hó aquí un lunch admirablemente prepara-do,—decía Tony Hogg, paladeando su bebida fa-vorita.

Miss Victoria hacía los honores de la fiesta conuna gracia y una amabilidad que encantaban á losasistentes. Guardaba atenciones y tenía delicadezasy conversación para lodos, aun para los Tehoukt-chis, á los que cuidaba por sí misma para que nadales faltase. Con sus lindas manos servía á los con-vidados; con su distinguida educación se adelantabaá sus deseos más pequeños.

—Vamos, señor factor, probad este pastel.—Gracias, miss; me honráis demasiado.—Capitán Phipps, ¿no coméis?—Perdonad, miss; es que descanso un momento

para volver á la carga.—Y vos, Máximo, ¿no queréis sostener el pabe-

llón francés frente al mió?—Miss Victoria, vos sois encantadora, mientras

que yo...—Callad, porque llegaré á creerlo. Tony, acercad

vuestro vaso, que está vacío.—No lo llenéis, porque me vería en la necesidad

de beberlo.Y así seguía la conversación llena de galantería,

de chistes, de buenas ocurrencias, en las que se

distinguía la alegría que se dibujaba en todos los la-bios, y que aparecía en todos los rostros. Al cabode un rato, hasta Picou era valiente, y Taquín hacíapreciosos retruécanos. Ni una frase malsonante, niuna palabra poco culta se escapó de los labios de losmarinos, y Dios sabe si su vocabulario está llenode frases y palabras más ó monos escabrosas; yera, que la presencia de una dama les contenía.El capitán Kincardy, menos expresivo que su her-mana, poro tan solicito como ella, se multiplicabacerca de los circunstantes, y procuraba saliesensatisfechos de su modesto convite. Su fisonomíarevelaba satisfacción, y sus ojos brillaban de pla-cer. En aquel hombre tan alegre y tan contento nose podía reconocer fácilmente al Roberto Kincardytan triste y pensativo que paseaba tan solitario porlas orillas do la bahía de Massachussets. De prontoreclamó un momento de silencio.

—Callad, callad,— repitieron todos;—e! capitánva á hablar.

—Amigos,—dijo Roberto,—brindemos en primerlugar por la prosperidad de nuestro país.

Una salva de aplausos acogió semejante propo-sición.

—¡Hurrah, hurrah! ¡Viva la Union!—gritaron todosconfundidos en un solo grito.

Los vasos se llenaron, chocaron y se vaciaron.—Amigos,—continuó el capitán:—deseo deciros

por qué estamos aquí, y el proyecto que he concebi-do y que emprenderé con vuestra ayuda.

— Escuchad todos, escuchad, — exclamó TonyHogg con voz de trueno.

Como puede pensarse, Máximo Monígeron, Picouy mis Victoria no necesitaban que se les mandase,pues deseaban vivamente conocer el secreto deRoberto Kincardy, secreto que hacía tanto tiempoles preocupaba. Puede asegurarse que, como vul-garmente se dice, eran todo oidos.

—(iuiero,—continuó Roberto,—hacer un viajesobre el lomo de una ballena.

—¿En?—murmuró el factor del fuerte Alejandro,que se le figuraba haber oido mal.

—¿Acaso,—continuó Roberto sin prestar atencióná la interrupción del factor,—es difícil domar unaballena? Dios ha dicho al hombre: «Después de mí,serás el rey de la creación.» ¿Y el hombre que hadesafiado y neutralizado á los elementos; el hombreque va más deprisa por el agua que el pez dotadode mejores condiciones, que se eleva en el aire másalto que el águila y el cóndor, que ha dominado ysometido á su poder la agilidad del caballo, la fuer-za del buey, del elefante y del dromedario, el hom-bre no podrá ó no sabrá emplear su inteligencia paraconquistar, con un objeto noble y útil, á los colososdel Océano?

Este principio avivó la curiosidad de los convida-

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dos, que escucharon con más atención, guardandoprofundo silencio.

—Conozco las costumbres de las ballenas, y afir-mo que con perseverancia y un poco de pacienciaes fácil domesticarlas, y esto es lo que me propongoensayar. Sin embargo, debo confesar que esta ideame la ha sugerido un compatriota vuestro, Máximo,un autor francés, que en sus escritos demuestrasaber más que muchos que pasan por sabios, y queha estudiado á los animales con una atención, contalento y con un cuidado admirables. He aquí lo quedice Toussenel: «El hombre no se ha ocupado hastaahora de los gigantes de la mar, de los inmensos ce-táceos, mas que para arponearlos y aprovechar susrestos. Esto es una tontuna y un crimen, porque elhombre no sabe todo el partido que se puede sacardel concurso de esas locomotivas naturales, con unpoco de paciencia y una educación apropiada al ca-rácter y costumbres de esos monstruos; y cuandopienso que bastarían quince dias á la verdadera ba-llena ó al cachalote para dar la vuelta al mundo, nopuedo menos de lamentar que la ambición de apro-vecharse de semejante auxiliar no se haya apoderadodel hombre. ¿Qué conquista sin embargo más ex-traordinaria que hde hallar un remolcador que andaveinticinco ó treinta nudos cuando monos por hora?»

Un fuerte rumor estalló en la sala al oir estos de-talles, y cada cual interpretó á su modo lo que aca-baba de escuchar.

—Aun no he acabado,—exclamó Kincardy alcabo de un instante:—escuchadme. Hé aquí cómocontinúa Toussennel: «La indiferencia de los mo-dernos acerca de este punto la encuentro tanto másculpable, cuanto parece demostrado, por una por-ción de pruebas sacadas de la mitología griega, queen la antigüedad fue un hecho la domesticación deldelfín. Virgilio, Ovidio, Orfeo, Hornero, todas lasautoridades más respetables de aquellos tiempos,están acordes en afirmar la existencia de grandesrebaños del dios Nepfuno, guardados por el divinoProteo, un prestidigitador de primera fuerza, y queno desmiente el refrán de que todos los pastorestienen algo de brujos. Ahora bien: ¿de qué mons-truos mariaos podían componerse aquellos auténti-cos rebaños mas que de variedad de cetáceos, defocas más ó menos conocidas en la actualidad, yprincipalmente del delfín macrocéfalo, del que elpincel de los pintores y el cincel de los escultoresnos han trasmitido los rasgos ligeramente embelle-cidos? Yo pregunto á mis lectores de buena fe: ¿esposible que todos esos historiadores, esos sutilesanalogistas, esas gentes de tanto talento, de pru-dencia y justicia reconocida, hubiesen asociado eldelfín á sus fiestas, á sus juegos y á sus artes; lehubiesen considerado como ilustración en sus glo-rias nacionales, si no hubiesen obtenido algún bene-

ficio de las relaciones con él? No se pone un puebloa los pies de un animal, sin razón que lo justifique.Por mi parte, no puedo exigir prueba más excelentede la amabilidad del delfín y de su apasionado gustopor la música que la edificante historia del sal-vamento de Arion ejecutado por uno de esos inteli-gentes sopladores á la vista de un pueblo sentado enla playa... «Después de lo que he leido, es incontes-table para mí que domesticaron á los delfines losantiguos. Si no sometieron á la ballena, fue porqueeste cetáceo no frecuentaba mas que accidental-mente los sitios entonces habitados.

—Todo lo que nos contais,—dijo el factor,—per-tenece al dominio de la fábula.

—Según y cómo,—replicó Roberto Kincardy.—Entre el mundo moral y el físico existen lazos invi-sibles que la ciencia descubre todos los dias. Lasdeducciones sacadas de la analogía, descansan enhechos ciertos, ó al menos muy posibles. Nada hayinvencible para el que sabe admirar, estudiar ycomprender la Naturaleza.

—Es posible, capitán; pero no creo hayáis tomadopor lo serio las elucubraciones fantásticas de losgriegos.

—Detrás de toda ficción hay una realidad. Vulca-no, el dios cojo, es el hombre descubriendo laspropiedades del hierro: Tritolomeo, recorriendo latierra con el carro que le dio Ceres, es la invencióndel arado: Dédalos, desapareciendo en el horizontecon sus alas, es la aplicación de la vela á la navega-ción. ¿Cuántos ejemplos podría añadir á los citados?Pero ademas Arion ha existido y hay de él un himnoá Neptuno, que se encuentra en la Analecta Vele-rum Poetarum Ormcorum de Brunck.

—Convenido; pero ¿quién os dice que ol mito deArion no tenga la misma significación que el deOrfeo, el hábil músico que doma las bestias ferocescon los conmovedores acordes de su lira? Sin dudaArion fue tan solo un sor inteligente y dotado delas más bellas cualidades, que civilizó las poblacio-nes marítimas y bárbaras del litoral laconiense,cerca del cabo de Matapan.

—¿Y qué importa? ¿No es más difícil á veces do-mesticar á los hombres que á Ia3 fieras?

—Sí, pero la ballena...—¿Y por qué no? ¿Creéis acaso qué el caballo, el

toro y el elefante no se habrán resistido cuando sehaya tratado de someterlos? Habrá sido preciso co-nocer sus costumbres, su género de alimentación,sus aptitudes para la civilización, y con algunosesfuerzos y un poco de paciencia, han llegado áser humildes servidores del hombre. Este no se hadado por satisfecho, y ha sometido á su cetro lasespecies que parecían más refractarias á toda do-minación y educación: primero, á ciertos cuadrúpe-dos como el jabalí, el asno, la cabra, el conejo, el

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gato, y después á los hijos alados del aire, esos sé-res intranquilos y móviles como el elemento enque se agitan: el faisán, el halcón, el cisne, elpavo y el gallo.

—Me habláis de cuadrúpedos y de aves, pero osdesafio á que me citéis un pescado amansado porel hombre.

—Porque el hombre no ha pensado jamás enamansar á los peces. Ved, por ejemplo, la ballena,un gigante dotado de una fuerza extraordinaria,tímida, inofensiva como todos los seres candidos, yque no desea otra cosa que poner al servicio delhombre las excelentes cualidades que posee; y, sinembargo, la ballena se ve perseguida, herida ydespedazada por aquel de quien solo podía esperarprotección y respeto. Verdaderamente está en suinterés no concluir un pacto de amistad. Suponed,por un momento, que alguna persona se vea ten-tada por los beneficios que producen los despojosde las ballenas; suponed que se la concede mediosiglo de respiro, y abandonará los mares polarespara descender, como en otros tiempos, hasta lostrópicos, se aproximará á las costas, no temerá alhombre, y vendrá á jugar al lad<o de sus embarca-ciones. Esta familiaridad prueba un excelente na-tural, y pretendo que con un buen procedimientoserá fácil dominar y utilizar al Leviatan de losmares.

Los marinos escuchaban esta conversación conplacer. Habituados á los cuentos fantásticos, aficio-nados á lo maravilloso y sobrenatural, no les sor-prendía del todo lo que escuchaban.

—Pero, en fin,—replicó el escéptico factor,—para dominar á los animales de la tierra y del airehay el recurso de aprisionarlos, se les encierra y seles priva de libertad.

—Asi es como pienso obrar. Ya tengo elegida laprisión destinada á reformar á la ballena. Es la en-senada que se extiende al pié del fuerte Clara-Ana;no puede darse cosa más á propósito. Su superficieno tiene más que cuatro kilómetros cuadrados; suprofundidad no pasa de cien metros, y el fondo esduro y perfectamente acondicionado. No comunicacon el mar mas que por un pequeño estrecho, es-pecie de puerto, que es muy fácil cerrar.

—Tenéis la prisión, pero os falta el prisionero.¿Cómo os apoderareis de una ballena viva y la con-duciréis á la ensenada?

—Eso es negocio de Tony Hogg.—Se procurará,—dijo éste vaciando un vaso de

vino caliente.—Y entonces,—añadió Roberto Kincardy,— yo

amaestraré á ese gigantesco animal, yo le domina-ré, le haré obedecer á mi voz, estableceré sobre sulomo un gabinete portátil, abandonaré el mar deBehring para hacer algunas excursiones en pleno

Océano, costearé las dos Américas y llegaré á Bostonel 15) de Setiembre de 1875. Lo aseguro; las pobla-ciones quedarán absortas, y Josué Halland confesaráque soy digno de miss Clara-Ana.

Tony Hogg lanzó un ¡viva el capitán! y la fiestacontinuó. Las libaciones se repitieron tan frecuen-temente, que los Tehouktchis no tardaron en verlos objetos algo turbios y dormirse como unos bien-,aventurados. Picou, animado por el ponche, declaróque montaría él solo á caballo sobre el lomo de laballena. Por su parte, este dicho era solo una fan-farronada, porque creía que nunca llegaría el ca-pitán Roberto á domar una ballena para servirsede ella como de un caballo. Por fin, la hora de laseparación y del reposo llegó. Las gentes del fuerteAlejandro se retiraron las primeras; después losmarineros, unos á sus buques y otros hicieron dor-mitorio de la sala. Máximo Montgeron reflexionabasobre lo que acababa de oír y se mostraba tan in-crédulo como el factor.

—Esto no es serio,—dijo á miss Victoria antes deretirarse,—y vuestro hermano no ha pensado en lasdificultades y decepciones que le esperan.

--Mi hermano habla siempre en serio.—Miss, vuestro cariño y adhesión os engañan.

Espero que disuadiréis al capitán Roberto...—Al contrario, le animaré.—Pero no alcanzará el resultado.—Le alcanzará, y vos le ayudareis, Máximo.—Por seros agradable haré cuanto queráis, pero

estad segura de que nos aguarda un desengaño.—Pues yo os aseguro que nuestro éxito sera

brillantísimo.

CAPÍTULO VI.

DESPECHO DI? TONY HOGG.—CAZA DE LA BALLENA POB

LOS TCHOUKTCHIS.— / Whalel ¡Á right whalel ¡Shehloros!—LUCHA.—AMOR MATERNAL.—UN BAÑO INES-

PERADO.—EL Peerless ECHADO A PIQUE.

Durante los tres ó cuatro dias que siguieron á lafiesta del fuerte Clara-Ana, los marineros acabaronde descargar el Peerless y prepararon las piraguasy todos los utensilios indispensables para la pescade los cetáceos. Entre tanto, la temperatura subióalgo, y los rayos del pálido sol de Setiembre derri-tieron la nieve que había caido.

Para hombres experimentados como RobertoKincardy y Tony Hogg, nada era tan fácil como per-seguir una ballena y matarla; ¿pero cómo se apode-raban de una viva? ¿cómo la conducían á la ensena-da? El arponero, á pesar de su habitual aplomo, noestaba tranquilo; creía haberse engañado y no po-der salir airoso. Bien es verdad que achacaba lasseguridades que había dado á efectos del brandy,de ese «picaro brandy» que trastorna la razón del

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más ilustre sabio de la misma manera que la delúltimo marinero. Y por lo bajo se lamentaba de suintemperancia, diciendo:

—¡Villano, estúpido, drwnhard (1) incorregible,te está bien empleado! Cuando te embragas no du-das; te parece posible coger la luna con las manos,y cuando el efecto del alcohol ha desaparecido, nosirves para nada.

Picou se alegraba y se frotaba las manos, lo cualno era muy caritativo; pero creía que la vanidad delSr. Tony Hogg merecía una lección.

Después de cuatro ó cinco tentativas, el Peerlesstomó el largo, y los vigías señalaron muchas balle-nas. La tripulación, dividida en varias chalupas, seacercaron á los cetáceos, y procuraron espantarlosy dirigirlos al fuerte Clara-Ana, pero sus maniobrasno produjeron resultado. Tony pensó que si heríaligeramente á alguna ballena, sería más fácil con-ducirla á la ensenada. Dominado por esta idea, seaproximó á una y logró herirla oblicuamente con unarpón en el lado.

— ¡Atención!—gritó;—el animal es nuestro siconseguimos cansarle.

Pero la ballena, cuyos tendones no habían sidoheridos, conservaba toda su fuerza y huía con extra-ordinaria velocidad. Se sumergió y anduvo por de-bajo del agua más de un kilómetro, según se viopor la cuerda; reapareció para respirar, y aunqueTony Hogg pudo lanzarla otro arpón y herirla gra-vemente ó matarla, prefirió observar y esperar.Después de haber respirado y proyectado dos co-lumnas de vapor por sus espiráculos, la ballenadesapareció y comenzó de nuevo su desenfrenadacarrera. Desgraciadamente, la cuerda no era bas-tante larga. Un juramento salió de la boca de TonyHogg; la presa se le escapaba.

—¡Mil legiones de diablos!—dijo mirando con des-pecho delante de él;—si vuelvo á encontrar á esemhale, no le concederé perdón.

Colocados en sus kayacks, los Tehouktchís queseguían al Peerless desde que el buque había aban-donado la costa, pidieron permiso para perseguir ála ballena herida.

—Os H' abandono,— dijo Tony Hogg con malhumor. •„•,

Entonces la tripulación del Peerless asistió á unespectáculo curioso, extraño.

Rápidos como flechas, remando con ardor, losTehouktehis se lanzaron en persecución del mons-truo. Eran, unos cincuenta los hombres que habíaembarcados en las diversas canoas. Con sus rostrospintados y sus especiales trajes, parecían cincuen-ta demonios bailando una zarabanda infernal sobrela cresta de las olas. La ballena reapareció, y acto

(1) Borracüo.

continuo los Tehouktchís la cercaron lanzándolauna nube de arpones fabricados groseramente porellos, y terminados con una vejiga llena de aire. Laballena tembló, agitó violentamente su cola y volvióá sumegirse, pero sus enemigos la siguieron á fuer-za de remo, y gracias á las vejigas que servíande guía, la asaltaron de nuevo cuando mostró sucuerpo fuera del agua. Trató de sumergirse una vezmás, pero en vano: dibilitada por numerosas he-ridas, sostenida á flor de agua por las vejigas quela cubrían, recibió multitud de lanzadas que ter-minaron su agonía. En seguida los naturales corta-ron largas y delgadas lonchas de carne, que sabo-rearon con placer.

Todo esto, sin embargo, no colocaba á Tony Hoggen mejor posición. Estaba vejado, humillado y nosabía qué medio emplear para apoderarse de unaballena viva. El arponero volvió al fuerte Clara-Anapara declarar al capitán Roberto que renunciaba ála misión que le había encargado, visto que el dia-blo mismo, á pesar de sus infernales medios, nopodía conseguir resultado alguno.

—¿Qué me cuentas?—dijo Roberto Kincardy son-riendo.—¡Cómo! ¿tú, un viejo lobo de mar, el máshábil marino de Salem, retroceder ante el primerobstáculo? ¿qué has hecho de tu experiencia? Crée-me; no hay cosa tan fácil como apoderarse de uncetáceo vivo, siendo como es un animal tranquiloy dulce como un cordero.

—Capitán, quisiera ver lo que vos hacíais.—Y lo verás, vive Dios; y lo que es más, venceré

á la primera vez, siempre que las condiciones seanlas que se necesitan.

—Pero ¿cómo os compondréis?—Tony Hogg, amigo Tony, eres un imbécil. Hace

veinte años que navegas en los mares polares; haceveinte años que vives entre ballenas, y no has sabi-do estudiar y comprender sus costumbres. Yo bus-caré una ballena acompañada de su ballenato; darécaza á éste; le mataré, y le llevaré al fuerte ClaraAna; y como sé que la madre no consentirá en aban-donar á su cria, la seguirá, y la encerraré en la pri-sión que la tengo preparada. ¿Qué te parece miidea?

— Capitán, lo habéis dicho, soy un bestia, unborracho, un imbécil. No discurro más que un per-ro. Oood, good, una idea tan sencilla. Una idea quese le hubiara ocurrido á un bebé de cuatro años:preciso es que sea muy bruto, cuando no se me haocurrido.

—Vamos, consuélate; mañana pescaremos juntos.Roberto Kincardy pensaba razonablemente.La ballena, en efecto, encierra en su amor ma-

ternal tesoros de ternura para su prole amenazada.La anima á huir, la empuja, la levanta y la lleva contoda la velocidad que puede emplear. Cuando el

fí/180 A. BROWN. VIAJE SOBRE UNA BALLENA. 187

ballenato está muerto y amarrado y las piraguas selo llevan, le sigue, procura volverle á la vida, y nole abandona hasta después de haber empleado to-dos los medios de salvación. No existen para ellapeligros, pues es víctima de sus afecciones. Losarponeros saben tan bien esto, que se ocupan siem-pre primero del hijo, seguros que la madre no sealejará y presentará ella misma el cuerpo á susenemigos.

Al dia siguiente el Peerlees, teniendo á su bordo áRoberto Kincardy, Tony Hogg, Máximo Montgeron yPicou, se lanzó á alta mar. Durante la mañana no seapercibieron más que algunos delfines que se baña-ban tranquilamente; por fin, hacia las dos de la tar-de, el vigía gritó:

—¡WhalellÁ right mhale! She bloms (¡una ba-llena, una ballena franca; se la ve respirar!)

—¿Está sola?—preguntó el capitán Roberto.—Esperad un momento.Después do cinco minutos de observación, el vi-

gía dijo:—Capitán, la ballena está acompañada de su

young nhale. Se perciben cuatro saltadores de va-por, y dos de ellos tienen muy poca altura.

Tres piraguas se lanzaron en el acto al mar.Kincardy y Tony Hogg se colocaron en la primera.Los remeros se apoyaron con todas sus fuerzas so-bre las bandas, y la embarcación surcó rápidamentelas olas. Cuando llegó al lugar señalado por el vigía,la ballena y el ballenato desaparecieron en el abis-mo. Tony lanzó una imprecación furiosa, pero Ro-berto le ordenó se callase. Observando la maneracomo los cetáceos habían inclinado sus colas, ladirección que habían tomado, el número de respira-ciones que habían hecho, y el tiempo aproximadoque suelen estar bajo el agua, Kincardy designó e!sitio en que debían reaparecer los monstruos, ymandó navegar hacia el Nordeste.

Al cabo de media hora, los cetáceos aparecieronpresentando la extremidad de su cabeza, y una cuá-druple columna de vapor opaco se escapaba de susespiráculos. Poco á poco fueron saliendo y ense-ñando todas las partes superiores de sus negruzcoscuerpos. El ballenato, imprudente como todo joveninexperto, jugaba y daba vueltas alrededor de lamadre, aproximándose á cuatro ó cinco metros dela chalupa, en la que reinaba completo silencio.

—¡Tira!—gritó Roberto Kincardy.Tony Hogg lanzó el arpón con una seguridad ad-

mirable. El arma atravesó el aire y penetró vibrandoen el dorso del yowng whale.

En el acto comenzó una carrera extraordinaria.El animal herido lanzó un sordo rugido, se sumer-gió y corría con una rapidez vertiginosa. La madrese sumergió también para socorrer á su hijo. Du-rante este tiempo las otras dos chalupas llegaron y

echaron sus amarras á la primera para hacerse re-molcar y contrarestar en algo la velocidad. El ar-pón estaba sólidamente clavado, según asegurabaTony; pero sin duda no habla interesado ningún ór-gano esencial á la vida, porque el ballenato con-servaba toda su energía y navegaba vigorosamente,aunque era probable que la ballena le ayudase yempujase. Las embarcaciones pasaban como dispa-radas á través de las olas, levantando nubes de es-puma y dejando una estela brillante.

Al cabo de veinte minutos, los dos animales,cansados y anhelantes, aparecieron de nuevo en lasuperficie dando grandes resoplidos.

—¡Tira!—gritó otra Vez Roberto Kincardy cuandose hubieron acercado.

Un segundo arpón salió de las manos de Tony,el cual, mejor dirigido, penetró por cerca de laoreja é hirió gravemente al animal, pues sus espi-ráculos lanzaron dos columnas de sangre que enro-jecieron las aguas, y antes de que hubiese tenidotiempo de sumergirse de nuevo recibió algunas lan-zadas que atravesaron sus pulmones.

El ballenato se estremeció, agitóse vivamente,lloró, para valemos de la pintoresca expresión delos marineros, y murió. Su largo se aproximaba á12 metros. Lo principal estaba hecho; solo quedabatrasportar al animal. La madre estaba amenazadoray furiosa; se aproximó á su hijo, procuró echárseleencima para llevarle lejos, y, haciendo mil extremoscariñosos, procuraba volverle á la vida; después,convencida de la inutilidad de sus esfuerzos, se su-mergió diferentes veces y lanzó formidables gemi-dos. Una de las veces cogió por delante á una de lascanoas, levantó la embarcación como una pluma ábuena altura, y la hizo zozobrar. Si la ballena nohubiese estado afectada por su terrible dolor, nohubiese quedado ninguno de los tripulantes paracontarlo, pues les hubiera hecho pedazos con supoderosa cola. Socorros prontamente organizadossalvaron á los náufragos; pero Picou, Picou que ha-bía querido adiestrarse en aquella pesca, estaba enla canoa volcada. Jamás ha podido verse una caramás desfigurada, ni jamás criatura alguna lanzó tanterribles gritos.

—¡A mí, socorro!., ¡la ballena va á devorarme, mepersigue... ya me coge!—repetía Picou todo asusta-do y nadando como un tritón.

Y Tony Hogg, que sabía que las ballenas no tienendientes, y por tanto que no pueden atacar ni hacerpresa, el feroz Tony Hogg se reía.

—¡Eh, Antonio!—exclamaba;—ahora es la oca-sión de que cumplas tu promesa de montarte á ca-ballo.

Temiendo, sin embargo, que el miedo paralizaselos movimientos del criado, acudió en su ayuda, yle subió á la piragua, diciéndole:

188 REVISTA EUROPEA. 5 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . N." 180

—No tengas miedo, poltrón; este baño, si no tesienta bien, tampoco te sentará mal.

—¡Ah, me acordaré siempre de este baño inespe-rado!—replicó Picou, algo más tranquilo.—Voy ácoger un reuma que me durará toda la vida.

Dos nuevas cuerdas se fijaron sobre el cadáverdel ballenato y se amarraron fuertemente á la popadel Peerless. Se subieron las canoas y se gobernóen demanda del fuerte Clara-Ana, remolcando alcetáceo.

Las cuerdas tenían de largo 150 brazas, y portanto, era fácil ver lo que pasaba á esta distancia.Kiucardy, de pié en el castillo de popa, vigilaba ála ballena, y se aseguró de que seguía á su hijo sinparecer dispuesta á abandonarle.

Una hora antes de anochecer, el Peerless entrócon precaución en la ensenada y ancló á tres ca-bles de la entrada. La ballena dudó pasar por tanestrecho sitio. Se sumergió diversas veces, comopara reconocer el terreno; se alejó, se fue y vinode nuevo; pero, por fin, el amor maternal pudomás, y franqueó resueltamente el estrecho.

Roberto respiró á su vez.—Capitán Phipps,—ordenó,—dejad las cuerdas,

abandonad el ballenato y guardad el estreeho paraimpedir la salida de la ballena.

El Peerless fue á cumplir la orden.Roberto y algunos marineros se dirigieron al fuer-

te Clara-Ana para anunciar gozosamente á miss Vic-toria la importante captura, y subieron en seguidaá bordo del Snan% que fue á fondear al lado delPeerles. En el instante, una obra de destrucciónempezó en este buque. Se descargó todo lo que enél había aún: ni un objeto útil quedó á bordo, con-sagrando á este trabajo toda la noche. Si la ballenapensó escaparse, dübió retroceder ante el ruidoque formaban las voces de los marimeros y iosmartillazos y golpes de hacha con que llevaban ácabo el desmantelamiento del buque. Por la maña-na (era el 20 de Setiembre), el Peerless se encon-traba desmantelado y sin nada, que valiese á bordo.El Sman se alejó, y fuó á estacionarse todo lo máscerca posible del fuerte Alejandro. No debía volverá la pequeña bahía que abandonaba. En el momentodel flujo, Kindardy hizo sondar el estrecho y exa-minó con atoncion la sonda. Este examen le satisfi-zo, pues exclamó:

—Capitán Phipps, botad las chalupas al agua, des-embarcad á la gente y eehrjd á pique el Peerless.

Algunos marineros creyeron haber oido mal. Su-mergir un navio recien compuesto y que mal vendi-do valdria 60.000 dollars, y sumergirlo voluntaria-mente, era en su concepto increíble.

Pero el capitán Phipps, que tenía la excelente cos-tumbre de ejecutar puntualmente las órdenes querecibía, envió dos carpinteros á la cala con orden de

practicar una gran abertura en la quilla. El agua in-vadió el buque que lentamente se iba hundiendo.Para que las corrientes no le moviesen le sujetaroncon todas sus anclas y cadenas de hierro. Bien pron-to desapareció, y al hundirse obstruyó el estrecho.Sólo habiados metros de agua porcíma de la cubier-ta del buque. Estaba, pues, la ballena presa en laensenada, que en su honor se llamó whale-bay ()).Podia temerse que el coloso se aprovechase de lasaltas mareas para escapar; pero el aparejo del buqueformaba una especie de red gigantesca y no permitíael paso de una masa tan volumninosa como la delcetáceo, y además era fácil aumentar, y se aumen-tó y reforzó aquella red con cuerdas, cadenas, etc.,sujetas en la tierra y unidas ai aparejo.

Los Tchouktchis condujeron á tierra al ballenato yse regalaron opíparamente acto continuo con lostrozos más delicados, derritiendo el resto para ex-traer el aceite. A la ballena se la vio varias veces;parecía monos agitada que la víspera y nadaba lentay majestuosamente como para reconocer su nuevodomicilio.

—¡Bueno!—dijo Kíncardy frotándose las manos;—ya tengo mí discípulo. Dentro de algunos dias co-menzaré su educación.

(•Continuara).A. BROWM,

BIBLIOGRAFÍA.FERMÍN HERRAN Y SU DISCURSO CERVÁNTICO,

La verdad es que, digan cuanto quieran los pesi-mistas, no estamos tan dejados de la mano de Dioscomo estos señores aseguran.

En negros y amontonados nubarrones se han tor-nado los un día rientes y serenos celajes de laespañola patria, esto es evidente; pero es de evi-dencia no menor que en la sociedad, como en la na-turaleza, hay leyes salvadoras nunca desmentidas,y así como en lo físico son prendas de bonanza laclaridad en el horizonte y el iris en el cielo, así parael porvenir del suelo hispano es prenda de dicha yregocijo ciei'ta porción de la española juventud,donde es digno y justo que la patria cifre sus másqueridas esperanzas.

Las ciencias, las artes y las letras, de bracero'con la política y el crédito, andan aquí de capa caí-da—si es que les ha quedado capa—y dando á cadapaso un tropezón; mas si hay ahora pocas manosque tiendan eficaz apoyo á esas altas y excelentescosas, si hay escasas y pobres voluntades que se

(1) Bahía de la ballena,

180 M. DE CAVIA. HERIUN Y SU DISCURSO CERVÁNTICO. 189

esfuercen en enderezarlas á buenos fines por rectossenderos, hay también ánimos valientes no debili-tados por la indiferencia ni envilecidos por influjoscorruptores; hay ánimos briosos para quienes no esun sueño nuestra regeneración ni una inútil locurael intentarla.

Y á semejanza de aquellas palabras que dijo elTirteo de nuestros tiempos:

¡Hay patria, Veremundo! ¿No la sienteTodo buen español dentro en su pecho?

la juventud hispana puede exclamar: ¡Hay bello yesplendente porvenir para la patria! ¿No sentimosacaso dentro de nuestros pechos los gérmenes dela fe, de la esperanza y del amor? ¿No han de fruc-tificar próvidamente en lo venidero tales y tan no-bles sentimientos, si se cultivan con laboriosidadexquisita y constancia inquebrantable?

A cuyas razones no faltará quien responda contorcido gesto y de fijo, de fijo acariciando blancosmostachos ó enjugando el sudor de venerable calva:

—¡La juventud! ¡Buena está la juventud! ¿Qué eslo que da de sí? Frivolidad, escepticismo, ignoran-cia encubierta bajo el deshilacliado manto de vanailustración... ¿Qué hacen los jóvenes de ahora; porejemplo, los que nacidos á la sombra de añejas glo-rias ó de escudos de moderno cuño, están destinadosá ser caudillos en el ejército social?... Sus estudiosson los del libro de cuarenta hojas 6 del arte—per-mítaseme decirlo así—que diera celebridad á PedroRomero y á Francisco Montes. Sus ejercicios físi-cos, los del exótico y ridículo Skating-Ring. Sussolaces, la imitación de los grotescos clororisy Aunla parodia de las desvergonzadas ecuye'res... ¡Estoes lo que hace la juventud de España! ¿Y así haderegenerarnos? ¿así ha de conducirnos á puerto desegura salvación?... ¡Medrados estamos, á fe mia!

Harto fundadas serían tales quejas, harto justoscuantos cargos se hagan á tales gentes; pero ¡ah!junto á esa juventud, merecedora de todos los sa-tíricos latigazos de Juvenal, de todas las punzantesburlas de Quevedo y de toda la ironía inimitable deCervantes; junto á esa porción de gentes, sumida enel fango de las bajas concupiscencias, olvidada deloque se debe á sí misma, ignorante de los desti-nos que en la sociedad debe cumplir, hay otra por-ción selecta de ánimos viriles, que se amaestra conlas enseñanzas del ayer, se entrega hoy á laboriosaactividad y tiene fe en el mañana; porción lucidísi-ma de la juventud ibera, donde llamean generosasidoasyarden ímpetus bizarros, donde el cultivoexquisito de la inteligencia se concilia con la sanapureza del espíritu, donde se inspiraría, en lin, otravez el inmortal filósofo cristiano para cantar el him-no fervoroso:

Recedant vetera,Nova sint omnia,Corda, voces et opera...

Muchos, aunque no tantos como fuera de desear,muchos y de valer legítimo son los jóvenes que for-man en las filas de esa pléyade brillante.

Permítaseme escribir algunas líneas sobre el estimable mérito de uno de ellos, ya que tantos y tanlargos párrafos dedican las plumas bien cortadas álos hombres que un tiempo cautivaron la atenciónde las gentes y á los que hoy gozan los favores delpúblico renombre.

Entre los ingenios que con más gallarda decisióny alientos más briosos rompen la marcha en el mo-vimiento intelectual de nuestros dias, entre los jó-venes que sin duda están destinados á acaudillarloy dirigirlo en dias venideros—dígolo sin padecerachaques de augur y sin tener humos de profeta—está el literato y orador alavés D. Fermín Herrán

***¿Quién es Herrán?Sábenlo bien cuantos siguen con mirada atenta

las evoluciones de nuestra cultura contemporánea;sábenlo mejor cuantos sienten solícito interés porel presente y el porvenir de las letras españolas.

Mas no anda tan informada en este punto la masacomún de las gentes ilustradas, y no es maravillaque así sea.—Fermín Herrán es un literato que h»estudiado con verdaderas seriedad y constancia,que posee á la par singulares dotes de escritor cor-recto y elegante y prendas valiosas de orador flui-do y excelente, pero á quien hasta ahora ni en elAteneo de la calle de la Montera, ni en las redac-ciones de los diarios cortesanos, ni siquiera en lossaloncillos del café Suizo se le ha visto alardearostensiblemente de su saber y de su ingenio. Es unjoven que en vez de acercarse á ese centro de atrac-ción donde se elaboran, bruñen y esmaltan todaslas reputaciones, donde se abrillantan todos los mé-ritos con las luminosas facetas de la fama, ha prefe-rido trabajar en esfera más apartada y modesta.

Amante entusiasta de su patria, la noble tierraeuskara, donde ha sido, es y será profeta, desmin-tiendo nada menos que una sentencia evangélica,Herrán ha consagrado hasta ahora á sus paisanoslas tareas fructíferas de su rica actividad intelectualen vez de comerciar con ellas en el mercado corte-sano. En lugar de buscarse el puesto distinguidoque merece entre los escritores de Madrid,háse cui-dado más de ser el alma, como lo es en efecto, delnotable desarrollo que desde pocos años há se haverificado en la cultura de Álava, ele esa provinciadonde Becerro, Manteli, Arbulo, Baraibar, Apraiz ytantos otros jóvenes son representantes esclareci-dos del ingenio y de la ciencia.

-190 REYISTA EUROPEA. 5 DE AGOSTO DE 1 8 7 7 . N.°180

Salido apenas de la adolescencia, vióse ya á Fer-mín Herrán asociado á todo linaje de empresas ge-nerosas, y entrado apenas en su pleno desarrollointelectual, se le ha visto iniciarlas por sí mismoy poner á su servicio el caudal entero de elementosmorales y materiales que allegaba con incansableactividad.

Amén de cuanto Herrán ha hecho en la prensay en la tribuna académica, que no ha sido poco nimediano, sino mucho y bueno, una de las empresasque ha acometido con mayores ánimos y que másde realce ha puesto su férvido amor á la literaturay á los literatos es la fundación de una BibliotecaEscogida donde por bien entendidos modos se libra-se á los autores españoles, singularmente á los jó-venes y poco conocidos, del yugo nada suave de loseditores, á la vez que del peligro que entraña el edi-tar las obras por propia cuenta. Publicóse un tomode esta Biblioteca; mas no prosperó la idea feliz deHerrán, acaso por culpa de las circunstancias extre-madamente azarosas que á la sazón dominaban enen nuestra patria, acaso por haberse acreditado enesta como en otras mil ocasiones la gran verdad deaquello de que «en España el comprar libros es unvicio.»

Entre los caracteres más dignos de atención queen los estudios literarios contemporáneos debenatraer la observación del critico, está la afición quehacia todo lo relativo á Cervantes y sus obras se haextendido. No he de negar, aunque lo deplore, queel entusiasmo cervántico á veces casi ha tocado loslímites del extravío y que á más de cuatro cervan-tistas se puede aplicar la recomendación aquellaque el príncipe de Talleyrand dirigiera á sus agentesdiplomáticos. Pero nadie ha de negar serenamentelos provechos notables que á los estudios críticos,á la literatura española y á la gloria del autor delQuijote ha traído este hermoso movimiento, doíidehan intervenido los literatos y artistas todos quealgo valen hoy.

Parte principalísima cabe á Fermín Herrán en eldesarrollo de las aficiones cervánticas. Merced á suiniciativa y á la de otros dignos amigos y colegas,se fundó en la ciudad-de Vitoria, el año 1872, laAcademia Cervántica Española, única consagrada árendir frecuentes tributos de admiración al inmor-tal prosista castellano.

La Academia vive, y es el alma de su vida prós-pera el infatigable Herrán, á quien sus compañeroshan elegido presidente varias veces,- rindiendo asíhomenaje justísimo á sus méritos y trabajos.

El amor á los escritores jóvenes que ansian dar áconocer su nombre y obras, constituye una de laspeculiares cualidades de Fermín Herrán. Si la sumade todos los esfuerzos que por muchos de ellos hahecho el joven literato alavés hubiese tenido por

objeto satisfacer las aspiraciones propias, éstas severían ya cumplidamente satisfechas. No se pier-den, empero, los gérmenes de las bondades deHerrán, porque le proporcionan continua y próvidacosecha de amistades y simpatías. Es imposibleque no le estimen profundamente cuantos hayantenido ocasión de poner á prueba sus dotes exce-lentes.

En estos años han salido de las prensas españolasmuchos libros que llevan al frente de sus hojasmuestras patentes de la afabilidad de mi laboriosoamigo. Herrán tiene la manía de los prólogos. ¿Esesto un defecto? Dios me libre de creerlo así. Es,por el contrario, prueba evidente del cariño queprofesa á lodos sus hermanos en la cofradía de lasletras, cariño tanto más valioso, cuanto más raroes entre los individuos de esta mal avenida her-mandad.

Agrégase á esta particular añcion de Herráa laque profesa hacia todos los que, por gusto ó por ne-cesidad, viven alejados del centro de la nación yocultan en las provincias los ricos dones de su ta-lento.

Las tendencias sobrado absorbentes y centraliza-doras de Madrid han encontrado en Fermin Herrán,no un enemigo, porque éste á nadie aborrece, massí un individuo de idea valiente y vigorosa acciónque opusiera á tan dañoso exclusivismo elementosde vida intelectual más amplia y difundida.

Los trabajos que , coronados por éxito feliz, lle-vara á cabo en su provincia, quiso extenderlos enel grado de su esfuerzo á las demás de la Península,y fundó pocos meses há la Revista de las Provin-cias. Dichosa acogida ha logrado ecta publicacióndesde que apareció en el estadio periodístico, y sino obtiene todo cuanto merece por lo que repre-senta y lo que vale, cúlpese á la apatía de los indi- •ferentes provincianos y no á Herrán en modo algu-no; que los móviles que le guian en tal empresa,donde consume un caudal de paciencia y de dinero,son harto nobles y elevados.

Nobles y elevados, sí-, pero temo que sean inútilespara su fln principal: el de prestar ayuda eficacísi-ma á la pública estimación de las inteligencias queyazgan oscurecidas. La corte, si se me permite elsímil, es como el Maelstrom de los ingenios. El queen algo sobresale y quiere bogar por los mares dela fama, en vano es que pretenda huir de las tumul-tuosas y revueltas aguas de la vorágine; la atrac-ción de ésta es incontrastable y á ella se sucumbetarde ó temprano.

Desengáñese el director de la Revista de las Pro-vincias; é¡, que ha sentado los sólidos fundamentosde su reputación lejos de Madrid; él, que desde elseno de su provincia se ha granjeado tanto cariño ytanta estimación, él mismo habrá de rendir tributo á

N.° 180 M. DE CAVIA. HERRÁN Y SU DISCURSO CERVÁNTICO. 191

lá insaciable voracidad del centro madrileño, siquiero dar cima á las empresas útiles y gloriosasdonde le llaman sus felices disposiciones, dondequieren verle cuantos han tenido ocasión de eva-luar sus brillantes calidades.

Después de haber puesto de relieve los mereci-mientos literarios de Fermín Herrán, miremos suvalía desde otro punto do vista.

«Fermín Herrán es un verdadero orador, y pocoshay que como él unan al talento natural, erudición,facundia y fuerza de argumentación, un amor tanentusiasta á su país natal, á sus libertades y cos-tumbres, un ánimo tan decidido á su defensa, unafirmeza en sus principios tan rara y una voluntad taninquebrantable en sus resoluciones.»

Esto ha dicho de él un escritor, cuyo imparcialjuicio está garantizado por la amigable severidadcon que alguna otra vez ha tratado á Herrán.

Y esas palabras expresan una verdad innegable.Herrán reúne en sí las condiciones todas que sonprecisas al orador moderno. El temple de su bríoiguala al entusiasmo de sus sentimientos ; la altezade sus miras corre parejas con la agudeza de su in-tención; el caudal de sus eruditos conocimientos nova en zaga á la lozana brillantez de su imaginativa.Siente y sabe hacer sentir; sabe y utiliza discreta-mente su saber; ha estudiado con predilección elarte sublime de la oratoria, y conoce perfectamentesus recursos á la par que posee sus bases en gradoy suma que no á todos es dado reunir.

El Ateneo de Vitoria y la Academia CervánticaEspañola han sido testigos de cuánto puede lograrla palabra elocuente del joven alavés. Pero esta nopuede ni debe encerrarse en límites estrechos. Susacentos son asaz hermosos y potentes para ahogar-se en pequeño espacio: resuenen en sitios más pú-blicos y solemnes, hallen eco en mayor número deentusiastas corazones y de privilegiados entendi-mientos, y la enseñanza ajena, el propio estímulo,el calor de las luchas intelectuales, el aplauso, lafama, todo lo que es necesario, en fin, al oradorcomo al pez el agua y al ave los espacios, acrecerálas fuerzas de Fermín Herrán y le llevará á dondela esplendidez de su talento y la inagotable activi-dad de su espíritu le llaman.

El más hermoso alarde de sus dotes oratoriashízolo Herrán al pronunciar en la Academia Cer-vántica el Elogio Fúnebre del inmortal Príncipe dela literatura ibera; hermoso alarde éri' verdad degrandilocuencia, mas no tan bello como puede ha-cerlo el joven orador si se le ofrecen motivos yocasiones.

Circunstancias especiales del momento, que noson ahora de apuntar, lleváronle á la tribuna de la

Academia, no á decir un discurso académico, re-pleto de erudición en el fondo y pulido en la formapor acompasada manera, sino á demostrar plena-mente á sus paisanos que podían contar con unverdadero orador, capaz, de probar en cualquierpunto y hora condiciones de tal, rebosando en ga-llardía y fluidez, razonando con sólidos argumen-tos, dándoles color brillante con las vividas tintasde la fantasía.

Los deseos de Herrán viéronse colmados hasta elexceso. El efecto de su bella peroración superó lasmejores esperanzas. Cuantos se sintieron conmovi-dos por la destreza y entusiasmo con quo describióHerrán el carácter de Cervantes y su siglo—¡siglode oro para el nombro español!—cuantos vieronpasar antes los ojos de la mente tan seductorasimágenes, tan armónicos y bien entonados cuadros,tanto entusiasmo y tanta valentía, saludaren uná-nimes en el joven alavés al orador de la noble es-caulherría, al que puede con fruto sin igual ponersu talento al servicio de los intereses vascongados,como ya lo ha puesto á la devoción entera y ar-diente de sus queridos ideales.

Lo que más extraña en Herrán es hallar en suelocuente frase férvida vivacidad y caloroso arre-bato que no se echan de ver en el carácter de losvascos. El alma de Herrán posee la energía delas de sus hermanos, mas no su frialdad. Parececomo que el Gulf-Slream, al tocar las costas vas-cas, le llevó en su cálida corriente encendidos áto-mos del fuego tropical, bullentes partículas queaceleran el latir de los corazones y acrecientan elhervor de la vida.

El Elogio Fúnebre de Herrán pierde no poco sies leído en la soledad del gabinete, faltándole elcalor de la palabra del autor y los reflejos de suinspiración luminosa. Aquella misma exuberanciade imágenes, aquel exceso de frases que tienenbastante de las ponderaciones meridionales hacená veces aparecer aquella pompa un tantico ampu-losa y recargada.

Fermín Herrán es, en fin, bella y legítima espe-ranza de la hispana juventud. Mucho vale, pero pro-mete mucho más. Me complazco grandemente enreconocerlo as!, y tengo á orgullo el ensalzarle yaplaudirle, á despecho de los que me llamen mani-pulador de incensario y á pesar de los que asegu-ran—no sé con qué grado de buena fe—que el ver-dadero mérito se eleva más cuanto más se procuraabatirlo.

Si no estuviera firmísimamente persuadido de ha-ber cumplido con mi deber diciendo lisa y llana laverdad,—tal cual la siento,—casi, casi me arrepen-tiría de haber borroneado estas prolijas líneas.

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En este siglo, que Bretón llamó del vapor y delbuen tono, y otros denominan del^wX/y del recla-mo, y sobre todo en estas tierras donde tanto nospagamos de la brillante apariencia de las cosas,necesita hacer el ánimo imparcial esfuerzos pode-rosos para ensalzar el mérito verdadero. Los elo-gios más sinceros, los más espontáneos aplausos,corren peligro casi inevitable de ser equivocadoscon esos himnos laudatorios que, con ruidoso acom-pañamiento de bombo y platillos, se escuchan á to-das horas. La verdad se confunde con la mentira, yviceversa. El afán del incensémonos se ha apoderadode todos de tal manera, que ya el crítico justo éimparcial casi no tiene más remedio que empuñarconstantemente la virga férrea y sacudir á diestroy siniestro sin misericordia.

No embargantes estas consideraciones harto tris-tes, álos que aún sentimos en el alma el candor delentusiasmo, á los que aún mantenemos vivo en elcorazón el fuego de las gratas ilusiones, permítase-nos desarrugar el entrecejo alguna vez y dar vadoá esos generosos sentimientos que lleva en sí elalma humana cual blasón patente de divina estirpe.

¡Es tan grato enaltecer el mérito de un joven, deun amigo, de un compañero! ¡Es tan hermoso sen-tir con él, creer en él y esperar de él que cumplacon creces las promesas de su ingenio excelente!La misión del crítico severo, avezado ya á las lu-chas de la vida intelectual, es aleccionar con su ex-periencia, aconsejar derecha y sanamente con cri-terio justo y elevado. El deber del joven que entraá batallar en el campo de la inteligencia, es llevará él el calor del entusiasmo, sostener la verdadanimaao el espíritu por buenas intenciones, palpitaral unisono con los corazones juveniles que renue-van la vida en la envejecida sociedad, vivir conquienes la dan savia fecunda y espíritu robusto,marchar, en fin, con quienes la empujan en marchamajestuosa por las sendas del progreso verdaderohacia los altos fines humanos y sociales.

MARIANO DE CAVIA.

MISCELÁNEA.

Reproducción telegráfica de planchasestereotípicas.

Un americano acaba de encontrar un procedi-miento para reproducir, por telégrafo, planchasestereotípicas Por este medio puede trasmitirse deun punto á otro una página entera de periódico,con la ventaja do que la reproducción llega reduci-da ó agrandada, según se quiera.

El procedimiento es el siguiente: Se llenan los

intervalos de las letras y líneas de la plancha origi- jnal que se trata de reproducir con una sustancia noconductora de la electricidad, y se deja descubiertala superficie de los caracteres. Dispuesta así la plan-cha, colócase sobre un cilindro de rápido movi-miento, que va presentando sucesivamente las le-tras á diversas agujas magnéticas montadas sobreun bastidor. La corriente se establece á medida quelas agujas entran en contacto con las superficiesmetálicas, y otras agujas magnéticas correspon-dientes á las de la estación de origen, que funcio-nan en la estación de destino, dibujan exactamentesobre una preparación química los mismos caracte-res trasmitidos. Hecho esto, no queda más que so-meter la preparación á un procedimiento estereotí-pico análogo al que se usa para la foto-grabura.

Por el uso de esta invención, si llega á consoli-darse, un periódico de Madrid, por ejemplo, podríaaparecer en todas las poblaciones donde se hablasecastellano casi al mismo tiempo que en la capital.

Un poderoso desinfectante.

Acaba de descubrirse en Europa un desinfectantemás poderoso que el ácido fénico, el cloruro de caly el sulfato de hierro: este nuevo medio químico seHuma el Kataro, y es una pasta que, disuelta en eiagua á la dosis de un trozo como una almendra,desprende una cantidad de oxígeno y absorbe losmiasmas instantáneamente. Esta sustancia se haensayado hace poco en la Morgue de Marsella, de-pósito de cadáveres de los que mueren víctimas deun crimen ó de alguna desgracia, y que, se conser-van para consignar su identidad.

Uno de estos cadáveres estaba en completa des-composición y exhalaba un hedor insufrible; unasimple aspersión del líquido desinfectante hizo des-aparecer en dos minutos aquel hedor. Se han sa-neado del mismo modo bodegas de buques, depó-sitos de fábricas y montones de inmundicias.

***Aparato contra el mareo.

Se ha inventado uno llamado faja Edard, queconsiste en un cinturon ancho, de seda, divididopor una especie de bolsi'tas acolchadas, formandovenas paralelas que terminan todas en otra venaprincipal longitudinal. Cada una de las bolsitas la-terales y la vena central están rellenas de un mine-ral de hierro magnético especial, muy pulverizado.

Por medio de la corriente que establece aquellared, es como el inventor explica la acción que elcinto ejerce sobre el epigastrio y en los músculosdel diafragma, para detener sus mudanzas ó varia-ciones, que, como es sabido, son la causa de losdesórdenes producidos en el estómago por elmareo.

La existencia de la corriente magnética se dejaconocer desde luego por un desarrollo de calor,bastante sensible, que dura algún tiempo despuésde haberse quitado el cinto la persona atacada delmareo.