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Roger Chartier – La historia hoy en día: dudas, desafíos, propuestas, París, 1996 . En el marco de una CRISIS GENERAL de las ciencias sociales los paradigmas dominantes que se buscaron con los marxismos o en los estructuralismos, así como los usos confiados de la cualificación pierden sus capacidades estructurantes. La historia atraviesa una mutación por la desaparición de sus dos grandes modelos de comprensión, de los principios que habían sido comúnmente aceptados hasta los 70s. Los dos paradigmas en crisis fueron el estructuralita y el cuantitativo. Para el estructuralismo, se trataba de identificar las estructuras y las relaciones que, independientemente de las percepciones y de las intenciones de los individuos, se suponía que regían los mecanismos económicos organizaban las relaciones sociales y engendraban las formas del discurso que se imponen a los individuos La tendencia a la cuantificación de los fenómenos, a la construcción de series y a los tratamientos estadísticos, de formular rigurosamente las relaciones sociales estructurales. Esto así al punto que el historiador suponía que el mundo social “está escrito en lenguaje matemático” y se consagra a establecer sus leyes. Aunque estos dos “modos de hacer historia” permitieron por un lado identificar las relaciones y generalidades para formular leyes y, por otro lado, se libera de la pobre idea de realidad que la habilitó durante mucho tiempo y venía a considerar que los sistemas de relaciones que organizan el mundo social son tan reales como los datos materiales y físicos. A partir de los 70s sabemos que han surgido enfoques antropológicos y sociológicos que los cuestionan. Como nuevo paradigma va a surgir la MICROHISTORIA que a grandes rasgos apunta a recuperar el papel de los individuos en la construcción de los lazos sociales. Surge como respuesta o alternativa al determinismo estructural y se pasa a tener más en cuenta las decisiones concientes en base a los recursos propios. Es una estrategia que intenta reconstruir a partir de una situación particular, de lo normal- excepcional. El objeto de la historia ya no son las estructuras ni las leyes generales sino las racionalidades y estrategias que ponen en práctica las comunidades, las parentelas, las familias, los individuos. De esta manera, la mirada se desplazó de las reglas impuestas a sus usos imaginativos, de las conductas obligadas a las decisiones

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Roger Chartier – La historia hoy en día: dudas, desafíos, propuestas, París, 1996.

En el marco de una CRISIS GENERAL de las ciencias sociales los paradigmas dominantes que se buscaron con los marxismos o en los estructuralismos, así como los usos confiados de la cualificación pierden sus capacidades estructurantes. La historia atraviesa una mutación por la desaparición de sus dos grandes modelos de comprensión, de los principios que habían sido comúnmente aceptados hasta los 70s.Los dos paradigmas en crisis fueron el estructuralita y el cuantitativo.Para el estructuralismo, se trataba de identificar las estructuras y las relaciones que, independientemente de las percepciones y de las intenciones de los individuos, se suponía que regían los mecanismos económicos organizaban las relaciones sociales y engendraban las formas del discurso que se imponen a los individuosLa tendencia a la cuantificación de los fenómenos, a la construcción de series y a los tratamientos estadísticos, de formular rigurosamente las relaciones sociales estructurales. Esto así al punto que el historiador suponía que el mundo social “está escrito en lenguaje matemático” y se consagra a establecer sus leyes. Aunque estos dos “modos de hacer historia” permitieron por un lado identificar las relaciones y generalidades para formular leyes y, por otro lado, se libera de la pobre idea de realidad que la habilitó durante mucho tiempo y venía a considerar que los sistemas de relaciones que organizan el mundo social son tan reales como los datos materiales y físicos. A partir de los 70s sabemos que han surgido enfoques antropológicos y sociológicos que los cuestionan.Como nuevo paradigma va a surgir la MICROHISTORIA que a grandes rasgos apunta a recuperar el papel de los individuos en la construcción de los lazos sociales. Surge como respuesta o alternativa al determinismo estructural y se pasa a tener más en cuenta las decisiones concientes en base a los recursos propios. Es una estrategia que intenta reconstruir a partir de una situación particular, de lo normal- excepcional. El objeto de la historia ya no son las estructuras ni las leyes generales sino las racionalidades y estrategias que ponen en práctica las comunidades, las parentelas, las familias, los individuos. De esta manera, la mirada se desplazó de las reglas impuestas a sus usos imaginativos, de las conductas obligadas a las decisiones permitidas por los recursos propios de cada uno. Otra cuestión que quebró las viejas certidumbres que sostenían a la historia es la toma de conciencia por parte de los historiadores de que su discurso es siempre una narración. Al negar la historia de los acontecimientos a favor de una historia estructural y cuantificada pensaban que terminarían con la dudosa proximidad entre la fábula y la historia: intercambiaban personajes y héroes por entidades anónimos y abstractos (ej: “pueblo”); el tiempo espontáneo era sustituido por una temporalidad construida y jerarquizada; lo autoexplicativo de la narración era cambiado por la capacidad explicativa de un conocimiento controlable y verificable. Es falso, el discurso histórico tiene sus dispositivos propios, como las citas como efecto de realidad y los materiales que sustentan la comprensión, con los cuales la historia legitima su estatuto de conocimiento verdadero.En los Estados Unidos surge el GIRO LINGÜÍSTICO (“linguistic turn”) que, en estricta ortodoxia sassuriana, considera al lenguaje como un sistema cerrado de signos cuyas relaciones producen por sí mismas el significado. La construcción del sentido está asimismo separada de toda intención o control subjetivos., ya que se encuentra asignada a un funcionamiento lingüístico automático e impersonal. La realidad no se debe pensar como una referencia objetiva, exterior al discurso, puesto que está constituida por y en el lenguaje. El lenguaje es entendido como un sistema autocontenido de signos cuyos significados están determinados por su relación entre sí más que por su relación con algún sujeto u objeto trascendental o externo. Esta es una posición que considera que la creación del significado es impersonal, opera a espaldas de los usuarios del lenguaje, cuyas acciones lingüísticas pueden solamente ejemplificar las reglas y los procedimientos de los lenguajes que habitan pero no controlan. El historiador ya no tiene más que hacer ya no tiene sentido que haga distinción entre texto y contexto y entre realidades sociales y prácticas simbólicas.

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(NOTA: Dos cosas. Hay un autor, , que dice que terminan siendo tan estructuralistas como los teóricos que intentan superar. Habría que ver si Saussiure fue en realidad tan así).La tradición francesa se ha mantenido ajena y ha llamado a recuperar una relación dialéctica entre las libertades del sujeto y las coacciones exteriores que limitan lo que se puede decir, hacer, o pensar. Se busca retornar a lo político, pero con la precaución que la organización y el ejercicio del poder no es algo dado, sino producto de una configuración social que lo hace posible. Quienes consideran ilegítimo el giro lingüístico (como Spiegel) van contra la reducción de las prácticas constitutivas del mundo social a los principios que gobiernan los discursos. La historia entendida como ciencia social recuerda que los individuos están siempre ligados por dependencias recíprocas, aparentes o invisibles, que estructuran su personalidad y que definen sus modalidades sucesivas, las formas de afectividad y de la racionalidad. Las normas no son sólo imposición, sino que su recepción implica un cambio, una distorsión propia de la experiencia de cada sujeto. Todo lleva al dilema central del juego entre estructura e individuos, y sus mutuas relaciones y determinaciones. Las representaciones mentales, las prácticas sociales, están siempre gobernadas por mecanismos y dependencias desconocidos por los sujetos mismos. Por ello se rehabilita el concepto de representación, en tanto designa las representaciones que los individuos incorporan respecto del mundo social, por ejemplo los estudios de género que intentan dilucidar el consentimiento de las mujeres respecto de las representaciones de género.Pese a que algunos han terminado por anular toda distinción entre ficción e historia (para Hyden White la historia no aporta más realidad que una novela, dice que hubo una resistencia para considerar las narraciones históricas como lo que son: ficciones verbales…) entendemos que hay una dependencia con el archivo y por tanto dependencia en relación con el pasado del cual el archivo es huella. Según Vidal Naquet el historiador escribe y no es ni trasparente ni neutro, solo sería discursivo meramente si no se vinculara con la realidad historia si bien es narrativa, produce un cuerpo de enunciados científicos. Aunque se hable de realidad, esto no significa pensar el saber histórico, instalado en el orden de lo verdadero, por lo matemático y deductivo. Para Certeau la historia es una práctica científica (porque produce enunciados científicos, si por ello entendemos la posibilidad establecer un conjunto de reglas que permitan controlar operaciones proporcionadas a la producción de objetos determinados), productora de conocimiento y a la vez un discurso en el que intervienen construcciones, composiciones, figuras que son las de la escritura narrativa, por tanto de la ficción.El autor concluye con que no hay que abandonar la pretensión de verdad que fundamenta a la historia como disciplina crítica porque sino se dejaría la vía libre a las falsedades (clap, clap).