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CENTROS Y PERIFERIAS EN LAS RELACIONES ENTRE EL VALLE DEL NILO Y EL LEVANTE MERIDIONAL EN TORNO DEL BRONCE ANTIGUO (CA. 3700-2700 A.C.)* Marcelo Campagno En este capítulo se analizan las relaciones entre el valle del Nilo y el Levante meridional entre los comienzos del iv milenio y los comienzos del iii milenio a.C. a través de la di- versidad de posibilidades analíticas que puede ofrecer el par conceptual centro-periferia. A tal in, se propone un abordaje desde una triple perspectiva, que surge del empleo de tales conceptos en tres sentidos diferentes, aunque no incompatibles entre sí: 1) en refe- rencia a un tipo de vínculos intersocietales asimétricos, en los que una de las sociedades en relación tiene una potencia mayor para intervenir en la otra que lo que se veriica a la inversa; 2) en referencia a las relaciones que suceden en un escenario intrarregional, especialmente entre los centros urbanos y las periferias rurales; y 3) en referencia a las percepciones ideológicas que las sociedades antiguas han tenido de sí mismas en tanto centros y de sus relaciones con sus entornos, entendidos en términos de periferias de su propia experiencia. En la consideración de las relaciones entre Egipto y el Levante meridional a lo largo de un milenio, y tomando en cuenta esos tres modos diferentes de enfocar la cuestión teórica centro-periferia, parecen recortarse tres grandes épocas, caracterizadas por diferentes dinámicas generadoras de núcleos centrales y ámbitos periféricos. La primera de tales épocas abarca del Calcolítico Tardío al Bronce Antiguo ia (Nagada i-iib); la segunda época corresponde al Bronce Antiguo ib (Nagada iic-iiib); y la tercera reiere al Bronce Antiguo ii (período Dinástico Temprano). Lejos de una mirada simpliicadora que podría suponer que el valle del Nilo siempre debió ser una región central respecto del vecino Levante meridional, una consideración detenida de cada una de estas épocas permite notar un gran dinamismo y una gran variedad de re- laciones socioeconómicas, políticas e ideológicas, que cambian a lo largo del tiempo y del espacio, y en las que se entrelazan distintas coniguraciones centrales y periféricas. Introducción: centros y periferias esde que Immanuel Wallerstein lo propusiera en los años ’70 para pensar los comienzos de la expansión capitalista en el marco teórico de los siste- mas-mundo, el par conceptual centro-periferia ha sido considerado una y otra vez por su utilidad para pensar una amplia gama de situaciones históricas, en- tre las cuales no han faltado las correspondientes al Cercano Oriente Antiguo.1 * En este artículo se reabordan análisis parcialmente considerados en Campagno (2007: 427-435) y Campagno (2008: 689-705), rediscutidos aquí bajo el prisma de la problemática centro-periferia. 1 Cf. Wallerstein 1979 [1974]. Para aplicaciones a muy diversas sociedades precapitalistas, cf. Ro- wlands, Larsen y Kristiansen 1987; Chase-Dunn y Hall 1991; Champion 2005 [1989]. Para análisis más es- D

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CENTROS Y PERIFERIAS EN LAS RELACIONESENTRE EL VALLE DEL NILO Y EL LEVANTE

MERIDIONAL EN TORNO DEL BRONCEANTIGUO (CA. 3700-2700 A.C. )*

Marcelo Campagno

En este capítulo se analizan las relaciones entre el valle del Nilo y el Levante meridionalentre los comienzos del iv milenio y los comienzos del iii milenio a.C. a través de la di-versidad de posibilidades analíticas que puede ofrecer el par conceptual centro-periferia.A tal in, se propone un abordaje desde una triple perspectiva, que surge del empleo detales conceptos en tres sentidos diferentes, aunque no incompatibles entre sí: 1) en refe-rencia a un tipo de vínculos intersocietales asimétricos, en los que una de las sociedadesen relación tiene una potencia mayor para intervenir en la otra que lo que se veriica a lainversa; 2) en referencia a las relaciones que suceden en un escenario intrarregional, especialmente entre los centros urbanos y las periferias rurales; y 3) en referencia a laspercepciones ideológicas que las sociedades antiguas han tenido de sí mismas en tantocentros y de sus relaciones con sus entornos, entendidos en términos de periferias de supropia experiencia. En la consideración de las relaciones entre Egipto y el Levante meridional a lo largo de un milenio, y tomando en cuenta esos tres modos diferentes deenfocar la cuestión teórica centro-periferia, parecen recortarse tres grandes épocas, caracterizadas por diferentes dinámicas generadoras de núcleos centrales y ámbitos periféricos. La primera de tales épocas abarca del Calcolítico Tardío al Bronce Antiguoia (Nagada i-iib); la segunda época corresponde al Bronce Antiguo ib (Nagada iic-iiib);y la tercera reiere al Bronce Antiguo ii (período Dinástico Temprano). Lejos de una mirada simpliicadora que podría suponer que el valle del Nilo siempre debió ser una región central respecto del vecino Levante meridional, una consideración detenida decada una de estas épocas permite notar un gran dinamismo y una gran variedad de re-laciones socioeconómicas, políticas e ideológicas, que cambian a lo largo del tiempo ydel espacio, y en las que se entrelazan distintas coniguraciones centrales y periféricas.

Introducción: centros y periferias

esde que Immanuel Wallerstein lo propusiera en los años ’70 para pensarlos comienzos de la expansión capitalista en el marco teórico de los siste-

mas-mundo, el par conceptual centro-periferia ha sido considerado una y otravez por su utilidad para pensar una amplia gama de situaciones históricas, en-tre las cuales no han faltado las correspondientes al Cercano Oriente Antiguo.1

* En este artículo se reabordan análisis parcialmente considerados en Campagno (2007: 427-435) yCampagno (2008: 689-705), rediscutidos aquí bajo el prisma de la problemática centro-periferia.

1 Cf. Wallerstein 1979 [1974]. Para aplicaciones a muy diversas sociedades precapitalistas, cf. Ro-wlands, Larsen y Kristiansen 1987; Chase-Dunn y Hall 1991; Champion 2005 [1989]. Para análisis más es-

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Por cierto, la aplicación de tales conceptos a escenarios sociales tan distantesrespecto de aquellos para los cuales habían sido originalmente propuestos harequerido de toda una serie de reformulaciones y ajustes. En la actualidad, selos suele emplear de distintos modos, que no solo diieren respecto del mode-lo original sino también entre sí cuando se los emplea en el análisis de unas mis-mas sociedades del mundo antiguo. Más allá de los diversos debates, me gus-taría señalar aquí que el uso de los conceptos de centro y periferia en el estudiode tales sociedades antiguas reconoce al menos tres posibilidades analíticas, lascuales – en la medida en que remiten a diferentes planos – no son necesaria-mente incompatibles entre sí.

Tipo 1: Por una parte, el par conceptual centro-periferia ha sido aplicado pa-ra referir a un tipo de vínculos intersocietales asimétricos, en los que una delas sociedades en relación tiene una potencia mayor para intervenir en la otraque lo que se veriica a la inversa. El desequilibrio en este tipo de relacionespuede proceder de la gravitación político-militar del núcleo central en las pe-riferias o de la eicacia del dispositivo implementado en estas últimas por elcentro para la obtención de bienes: ambas estrategias pueden respaldar la pre-sencia del núcleo en las periferias en mayor medida que las que podrían im-plementar estas últimas para acceder al centro. Esto no implica un rol mera-mente pasivo de las sociedades periféricas pero sí un diferencial de potenciaadverso en sus relaciones con la sociedad central.

Tipo 2: Por otra parte, el mismo par conceptual se ha empleado para deinirlas relaciones que suceden en un escenario intrarregional, especialmente en-tre los centros urbanos y las periferias rurales. Si bien se suele destacar que lasinteracciones entre tales ámbitos tienden a desvanecer las oposiciones estric-tas entre unos y otras, la comprensión de las relaciones entre lo urbano y lorural en el marco de este dispositivo conceptual tiende a destacar el contras-te entre las dinámicas posibles en los medios urbanos – en tanto asiento fre-cuente del poder político, de una mayor especialización laboral, de concen-tración de ediicaciones de gran escala – y aquellas que tienen lugar en elámbito rural, tanto en materia económica – ligada a la producción agrícola oganadera – como social – con el predominio de las tramas parentales propiasdel mundo aldeano o de los grupos nómades.

Tipo 3: Por último, aunque haya recibido menos atención que las anteriores,se halla la posibilidad de emplear los conceptos de centro y periferia en unsentido ideológico, si se quiere, más propiamente emic:2 se trata aquí de con-

pecíicos centrados en sociedades del mundo antiguo, cf. Algaze 1993; Stein 1999; Levy y van den Brink2002: 5-6; Boor 2003: 146-153; De Bernardi 2003: 55-80; Campagno 2004: 9-14; Flammini 2008: 50-74.

2 Cf. Harris 1979 [1968]: 491-523; Geertz 1983: 55-70.

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[3] centros y periferias entre el valle del nilo 191

siderar las percepciones que las sociedades antiguas han tenido de sí y de susrelaciones con sus entornos, en las que lo usual es que cada sociedad se in-terprete a sí misma ocupando una posición central, en tanto que las socieda-des circundantes son percibidas en términos de periferias. Con independen-cia de la potencia política y económica de tales sociedades, la autopercepcióncomo centro viene generalmente relacionada con las concepciones cosmoló-gicas más amplias, que garantizan un lugar central a la propia experiencia porcontraposición con las de los otros, con frecuencia consideradas bajo un pris-ma de abierta negatividad.

Ahora bien, si la posibilidad de distinguir entre estos tres planos coniereuna gran diversidad analítica a la problemática de centros y periferias, esa di-versidad se hace aún mayor cuando se la considera en períodos de tiempolargo, en los que es posible notar no solo el carácter reversible de este tipo devínculos sino también la incidencia que cada uno de esos planos puede tenersobre los demás. Con el objeto de explorar esas variaciones en el marco deesta percepción “ampliada” del par conceptual centro-periferia, se proponeconsiderar aquí un período de aproximadamente un milenio en las relacio-nes entre las poblaciones del valle del Nilo y del Levante meridional (véaseFigura 1), comprendido entre los comienzos del iv milenio y los comienzosdel iii milenio a.C. (véase Tabla 1). Como habrá ocasión de advertir, en esalarga duración hay espacio para una gran variedad de relaciones socioeco-nómicas, políticas e ideológicas, que suelen generar diversos centros de gra-vedad ante los cuales se coniguran distintos espacios de índole periférica (vé-ase Tabla 2).

Tabla 1. Cuadro Cronológico (basado en Levy y van den Brink 2002: 18-19).

Bajo Egipto Alto Egipto Levante Meridional

3900 a.C. Cultura Buto-Maadi Nagada i Calcolítico Tardío

3650 a.C. Cultura Buto-Maadi Nagada iia-b Bronce Antiguo ia

3500 a.C. Nagada iic-dBronce Antiguo ib

temprano

3300 a.C. Nagada iiiaBronce Antiguo ib

medio

3100 a.C. Nagada iiib (Dinastía 0 y ppios. de Dinastía i)Bronce Antiguo ib

tardío

2900 a.C.Nagada iiic-d / Dinástico Temprano

(Dinastías i y ii)Bronce Antiguo ii

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Fig. 1. El valle del Nilo y el Levante Meridional entre el Calcolítico Tardíoy el Bronce Antiguo ii: Sitios mencionados.

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[5] centros y periferias entre el valle del nilo 193

Tabla 2. Centros y periferias: tipos y épocas.

Época 1: del Calcolítico Tardío al Bronce Antiguo ia /Nagada i-iib

Si bien los contactos entre las poblaciones del Levante y las del valle del Nilose remontan a los milenios anteriores, el registro arqueológico señala una sig-niicativa novedad para comienzos del iv milenio a.C. Se trata de los inicios deun tipo de interacciones más permanentes, a partir del asentamiento de indi-

centros y periferiastipo i

(interregional)tipo ii

(intraregional)tipo iii

(ideológico)

época 1: ca.3700-3500

a.C.

Valledel Nilo

No se veriica No se veriica

Posiblepercepción de

cada comunidadlocal como centro

simbólico

LevanteMeridional

No se veriica No se veriica

Posiblepercepción de

cada comunidadlocal como centro

simbólico

época 2: ca.3500-3100

a.C.

Valledel Nilo

Egiptoen posición decentro respecto

del Levantemeridional

Apariciónde primeros

núcleos urbanos(Hieracómpolis,

Tinis)

Estado egipciocomo centro

cósmico

LevanteMeridional

Periferizacióneconómica

respectode Egipto

Mayordinamismode algunos

centros locales

¿?

época 3: ca.3100-2700

a.C.

Valledel Nilo

Repliegue de lacondición central

respecto delLevante

Consolidación denúcleos urbanos(Hieracómpolis,

Menis)

Consolidación dela idea del Estado

egipcio comocentro cósmico

LevanteMeridional

Autonomía delos núcleos

urbanos

Proceso deurbanización /

ruralización

¿Núcleos urbanoscomo centrosideológicos?

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194 marcelo campagno [6]

viduos o grupos de una región en la otra. Desde el punto de vista cronológi-co, serían las poblaciones del sur del Levante las que tendrían primero la ini-ciativa. Así es como el delta del Nilo registra a partir de la fase Buto-Maadi(contemporánea de Nagada i-iiab en el Alto Egipto y del Calcolítico Tardíosudlevantino) una serie de evidencias que sugieren la presencia permanente –o por períodos prolongados – de pobladores procedentes del Levante. Entreel repertorio de testimonios de la fase Ia de Buto (hacia el primer cuarto del ivmilenio a.C.) aparece un importante conjunto de restos de cerámica (un ter-cio del total) que diiere de la producción típicamente local tanto en las formascomo en la decoración, materiales y procedimientos de elaboración, y que en-cuentra un cercano paralelismo en el ámbito sudlevantino del contemporá-neo período Calcolítico Tardío.3 Esos objetos hallados en Buto no pudieronllegar allí como resultado de prácticas de intercambio, pues los materiales uti-lizados para la elaboración de tales objetos son de origen local. La apariciónde materiales elaborados con materias primas locales pero con diseños clara-mente procedentes del exterior es reconocida como un indicio de la probablepresencia de extranjeros en el ámbito local, que continuarían produciendo susbienes a la manera conocida en la región de procedencia, aunque, forzosa-mente, partir de materias primas obtenidas en la región de instalación.

Contemporáneo de Buto, el sitio de Maadi proporciona otro tipo de infor-mación acerca de los contactos entre los habitantes del delta del Nilo y elmundo levantino. Por un lado, la evidencia de objetos cerámicos que proce-den de manera directa del Levante resulta sensiblemente mayor que la regis-trada en las fases iniciales de Buto. También se ha señalado la presencia enMaadi de ciertas herramientas de pedernal cuya talla diiere de la que corres-ponde a la técnica egipcia y es similar a las que presentan las herramientas delLevante, lo que también sugiere un contacto con la región asiática (por la víadel intercambio o de la presencia de asiáticos en Maadi, portando este tipo deobjetos). En el mismo sentido, también se ha indicado la existencia de obje-tos y lingotes de cobre en el asentamiento, al parecer, provenientes del wadiFeinan, así como de asfalto, con probable procedencia del área del mar Muer-to.4 Y por otro lado, existe un tipo de estructuras subterráneas, que proba-blemente servían como viviendas (aunque también se ha sugerido un uso li-gado al almacenamiento de provisiones) y que es por completo extraño en el

3 Se trata de un tipo de tinajas sin cuello (holemouth jars) y cuencos (V-shaped bowls, bowls with pie-crustrims, bowls with fenestrated pedestal), con dos tipos de decoración (pintada o plástica), con pastas cerámi-cas sin inclusiones orgánicas y, notablemente, elaborados por medio de algún tipo de torno, desconoci-do a nivel local. Al respecto, cf. Faltings 1998: 29-32; 2002: 165-167. Cf. también Levy y van den Brink 2002:18; Miroschedji 2002: 39-40. También la industria lítica de Buto Ia presenta semejanzas con la del Levan-te meridional. Cabe destacar la presencia de obsidiana, que debió llegar al delta del Nilo desde Anatoliaa través del Levante meridional (cf. Schmidt 1987: 253-255; Bavay, Faltings y de Putter 2004: 613).

4 Acerca de la cerámica levantina en Maadi, cf. Rizkana y Seeher 1984: 237-252; 1987: 73-77; Tutundžic1993: 33-55. Acerca de las herramientas de pedernal, cf. Rizkana y Seeher 1988: 35-36. Sobre la presencia decobre, cf. Tadmor 2002: 246-247 (y también la discusión con Ilan 2002: 317). Acerca del asfalto, cf. Milevs-ki, Marder y Morris 2002: 219-236.

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[7] centros y periferias entre el valle del nilo 195

valle del Nilo (e incluso es diferente de las propias viviendas detectadas enMaadi), que ha sido puesto en relación con ciertas estructuras documentadasen el valle de Beersheba, en el Levante meridional. Como apunta Wilkinson(2002: 516): “una interpretación posible de las estructuras de Maadi es queconstituyen un barrio extranjero, separado de las viviendas de la población lo-cal egipcia”.5

Ahora bien, la índole de los contactos entre el delta del Nilo y el Levantemeridional parece, en cierto modo, invertirse apenas iniciado el período delBronce Antiguo ia, hacia 3650 a.C. Por un lado, la presencia de migrantes sud-levantinos en el delta deja de ser constatada. A partir de la fase Ib de Buto des-aparece el tipo de cerámica de producción local pero de estilo levantino, e in-cluso desaparece la tecnología del torno, asociada a tal producción.6 El nuevoescenario local – durante la fase ii de Buto (hacia 3650-3300 a.C.), aunque yavisible de la fase ib – parece ofrecer una mayor homogeneidad y la inluenciaextranjera en la cultura material parece haber cesado. Por su parte, la situa-ción en Maadi desembocaría pronto en el colapso inal del asentamiento,7 yen los asentamientos del delta que comienzan a registrarse a partir de enton-ces no se advierte nada similar a las estructuras subterráneas que se docu-mentan en Maadi.

Notoriamente, el Bronce Antiguo ia es el período en el que comienza a re-gistrarse cierta presencia egipcia en el Levante meridional. En diversos sitiosde la región (sitio H de Besor, Nizzanim, Lachish, Taur Ikhbeineh, Tel Erani),se advierte la existencia de cerámica procedente del delta del Nilo (indicio deintercambios entre ambas regiones), así como diversos tipos de cerámica lo-cal producida bajo criterios de estilo o de tecnología egipcia.8 Estos tipos deproducción cerámica, en una situación similar a la de los migrantes levanti-nos en Buto en la fase inmediatamente anterior, parecen indicar la presenciade migrantes del delta en el sur del Levante. De acuerdo con Gophna (1992:392-393), el grupo egipcio que ha producido tales cerámicas en el sitio H deBesor “puede ser visto como una avanzada de recién llegados del Bajo Egip-to del Predinástico Tardío (de la derivación cultural de Buto-Maadi) que se es-

5 Cf. también Midant-Reynes 2003: 107. Respecto de estas estructuras, cf. Rizkana y Seeher 1989: 39-56; Levy 1992: 345-356; Hartung 2004: 343-349. Acerca de sus posibles paralelismos con las estructuras lo-calizadas en el valle de Beersheba, cf. Watrin y Blin 2003: 562, quienes rechazan esta posibilidad, y Har-tung 2004: 351, quien la reairma. Por otra parte, recientemente ha sido re-examinada una particularestructura semisubterránea con paredes de piedra (8,5 m × 4 m y 2 m de profundidad), probablementeutilizada con propósitos de almacenamiento, que también presenta un paralelismo con estructuras dediversos sitios del Levante (al respecto, cf. Watrin y Blin 2003: 557-567; Hartung 2004: 339-343, 352-353).

6 Cf. Faltings 2002: 169.7 Al respecto, cf. Tutundžic 1993: 54; Bard 1994: 27; Wilkinson 1996: 95-96; Campagno 2002: 191.8 En particular, en el sitio H de Besor, se ha detectado, junto a la cerámica local y a la elaborada en

el delta, otras dos variedades de cerámica: una que imita la producción local pero a partir de tecnologíaegipcia (rounded bowls, jars with enveloped ledge- and loop-handles, amphoriskoi, holemouth jars) y otra queimita la cerámica del Bajo Egipto a partir de materias primas locales (drop- and bag-shaped jars, bakingbowls). Cf. Brandl 1989: 368-379; 1992: 441-477; Kempinski y Gilead 1991: 164-191; Gophna 1992: 385-394;Oren y Yekutieli 1992: 361-384; Andelkovic 1995: 25-56.

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tablecieron en una región casi desierta en el sur de Canaán durante el Bron-ce Temprano ia, después de que el sistema de asentamientos del Calcolíticoghasuliense ya había desaparecido desde hacía tiempo”.9

¿Por qué motivos se habrían producido este tipo de contactos entre ambasregiones, que habrían conducido al asentamiento de pobladores sudlevantinosen Buto y Maadi y luego de egipcios en el Levante meridional? Es difícil de sa-ber. Pero algunos autores apuntan al surgimiento de sociedades de jefatura enel Levante durante el Calcolítico Tardío y a cierta dinámica competitiva entrelas élites locales, en búsqueda de acaparar los bienes de prestigio procedentesde lejanas regiones.10 La hipótesis es razonable: tales élites podrían haber im-pulsado una apertura de las redes de intercambio y sostenido la posibilidad deque algunos grupos se instalaran en sitios alejados, en los que podían obtener-se los bienes exóticos.11 Tales bienes, de hecho, resultan de gran importanciaen comunidades no-estatales con cierta diferenciación social, en la medida enque sirven como demarcadores sociales, que destacan la diferencia social entrela élite que los detenta y el resto de la población.12 A comienzos del Bronce An-tiguo, el avance de los migrantes de la cultura de Buto-Maadi hacia el sur delLevante podría ponerse en correlación con el colapso de la dinámica expansi-va de las probables sociedades de jefatura del Calcolítico Tardío. El hecho deque hasta entonces la demanda principal pudiera proceder del Levante no sig-niica que las sociedades del delta – también organizadas, probablemente, almodo de las jefaturas13 – no apetecieran los productos procedentes de otras re-giones, para el consumo de sus élites o en carácter de intermediarias respectode las comunidades del valle. Una vez que las comunidades asiáticas dejaronde tener la iniciativa, las del delta parecen haber emprendido por su cuenta labúsqueda de los bienes procedentes del Asia.

9 Cf. también Oren y Yekutieli 1992: 368-373; Hartung 1994: 108-109; 2002: 446; Braun 2002: 174; Levyy van den Brink 2002: 19-20; Miroschedji 2002: 40-41. De modo alternativo, Tutundžic (2005: 113-123) hapropuesto que es la propia crisis de las sociedades del Calcolítico del Levante la que podría haber impul-sado las migraciones anteriores hacia el delta del Nilo.

10 Cf. Levy 1995: 226-244; 2007, cap. 4; Commenge y Alon 2002: 139-140, 145-149. Por cierto, no todoslos especialistas coinciden acerca de la existencia de jefaturas en el Levante meridional durante el perío-do Calcolítico: cf. Gilead 1988: 397-443; Rosen 1993: 41-56; Milevski 2009: 6-10.

11 De hecho, la existencia de una gran cantidad de sitios contemporáneos en el norte del Sinaí concultura material casi completamente levantina (aunque con alguna presencia egipcia) podría aportar untestimonio adicional de los contactos entre el delta del Nilo y el Levante meridional durante la época, asícomo de la identidad asiática de los gestores de tales contactos (cf. Miroschedji 2002: 39; Yekutieli 2002:423-424).

12 Acerca de la importancia de los bienes de prestigio en la reproducción social de las sociedades dejefatura, cf. Sahlins 1978: 255; Campagno 2002: 163. La cuestión acerca de los bienes que los asiáticos es-tarían interesados en obtener en el Nilo es de difícil resolución, pero parece incluir piedras duras, fayen-za y maril, así como un tipo de caparazones de moluscos, probablemente utilizados como bienes deprestigio (al respecto, cf. Bar-Yosef Mayer 2002: 129-135; Bourke 2002: 154-156).

13 Respecto de Maadi, tanto la existencia de graneros como la estratégica posición del asentamientoen las redes de intercambio que ligaban el Alto Egipto con el Asia permiten sospechar la posibilidad delíderes comunales encargados de las tareas de redistribución y conducción de los intercambios (cf. Trig-ger 1985 [1983]: 44; Hassan 1988: 160; Rizkana y Seeher 1989: 80; Levy 1992: 345-356). Respecto de Buto, laprobable utilización de ladrillos de adobe ha permitido pensar en posibles residencias de personajes de-positarios de cierto prestigio social (cf. von der Way 1992: 3, 5, 10; Midant-Reynes 2003: 245).

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[9] centros y periferias entre el valle del nilo 197

A los ines que aquí interesa considerar, resulta signiicativo que, desde elpunto de vista de las relaciones interregionales, los vínculos entablados entreel valle del Nilo y el Levante meridional en estas épocas no determinan un la-zo centro-periferia (tipo 1). En efecto, la primacía en la iniciativa que tienenprimero las poblaciones sudlevantinas y con posterioridad las del delta del Ni-lo no parece generar ningún tipo de predominio de una región sobre la otra.Tampoco puede advertirse que, durante este período, se establezcan relacio-nes de tipo centro-periferia a escala intrarregional (tipo 2). Es cierto que lasrazones de los contactos entre ambas regiones podrían estar asociadas a cier-tas transformaciones sociales que habrían dotado a tales sociedades de un ca-rácter más centrípeto: los bienes exóticos buscados podrían hallarse destina-dos al consumo ostentoso de unas élites locales más estables. Sin embargo,esas variaciones no parecen alterar de forma sustancial las dinámicas centra-les de organización social, muy probablemente asociadas a las prácticas de pa-rentesco. En lo que reiere a las percepciones de centros y periferias en un sen-tido ideológico (tipo 3), la evidencia disponible no permite establecer unpanorama claro. Puede proponerse, en todo caso, una consideración teóricaacerca de las sociedades no-estatales organizadas a partir de la lógica del pa-rentesco: en tales condiciones de autonomía, la igura especíica de alteridadque deine cada comunidad proviene del resto de las comunidades que habi-tan en la misma región, en tanto esas otras comunidades, vecinas y opuestas,son un requisito para la deinición del propio grupo.14 Es posible pensar, pues,que, en el escenario social que puede notarse para el inal del período Calco-lítico y los comienzos del Bronce Antiguo, cada comunidad se haya percibidoa sí misma como un centro, rodeado de una periferia entendida como un ám-bito negativo, en tanto límite exterior de la experiencia cotidiana y perma-nente de sus integrantes.

Época 2: Bronce Antiguo ib / Nagada iic-iiib

Este escenario variará de manera signiicativa a partir de la fase que, en la cro-nología del Levante, se conoce como Bronce Antiguo ib. Esta es la época enla que, en el valle del Nilo, tiene lugar el surgimiento y posterior expansiónde las primeras dinámicas estatales. Durante la fase Nagada iic-d se registraen el Alto Egipto la constitución de los primeros núcleos estatales en tornode Hieracómpolis, Nagada y Abidos, y durante la subsiguiente fase Nagadaiiia-b tiene lugar la uniicación política que desemboca en la expansión delEstado egipcio sobre el territorio comprendido entre la primera catarata del

14 En palabras de Clastres (1981: 202-203): “es justamente este Otro considerado como un espejo – losgrupos vecinos –, el que devuelve a la comunidad su imagen de unidad y de totalidad. […] Cada comu-nidad, en tanto es indivisa, puede pensarse como un Nosotros. Este Nosotros, a su vez se piensa comototalidad en la relación que sostiene con los Nosotros equivalentes, constituidos por los otros poblados,tribus, bandas, etc. La comunidad primitiva puede plantearse como totalidad porque se constituye enunidad: es un todo inito porque es un Nosotros indiviso”. Al respecto, cf. Campagno, en prensa.

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Nilo y el Mar Mediterráneo.15 Lo que interesa destacar aquí es que el surgi-miento del Estado en el valle del Nilo implica un proceso de profunda re-coniguración social, que tiene un impacto dramático sobre las relaciones quela región mantenía con el Levante meridional. Por un lado, porque la consti-tución de una élite estatal en Egipto provocaría una demanda ampliada debienes de prestigio, muchos de los cuales se obtenían a través de la vía asiáti-ca. Y por otro lado, porque la estructuración de un dispositivo administrativoestatal proporcionaría una nueva capacidad logística que permitiría atenderesa demanda ampliada. Así, a partir de entonces, la presencia de bienes deprocedencia asiática se hace visible en Egipto en una magnitud desconocidacon anterioridad. Entre los testimonios disponibles en la actualidad, sobresa-len sin duda los más de 700 cuencos sudlevantinos hallados en la tumba U-jde Abidos (Nagada iiia2), que probablemente contenían vino.16 Con poste-rioridad, al menos hasta mediados de la Dinastía i, las tumbas de los reyes yde la élite egipcia presentan una importante cantidad de cerámica de proce-dencia asiática. Esos recipientes, junto con diversas materias primas que se di-rigían a Egipto a través de los centros del Levante, indican una época carac-terizada por una considerable aluencia de bienes procedentes de ointermediados por los núcleos sudlevantinos.17

La importancia de los contactos entre el valle del Nilo y el Levante meri-dional se advierte mucho más deinidamente si se consideran las característi-cas de la presencia egipcia en el Asia.18 Por un lado, respecto de lo que suce-de en la época previa, se produce un notorio aumento de la cantidad de sitiossudlevantinos en los que se registra cerámica de tipo egipcio, ya sea importa-da directamente o “egipcianizada”, es decir, elaborada a nivel local imitandoun patrón nilótico, o incluso “híbrida”, es decir, combinando característicasegipcias y levantinas. No solo se trata de una mayor cantidad de sitios con ce-rámica de procedencia o estilo egipcios: en algunos sitios (Ein Besor, TelMa’ahaz), se tornan los tipos cerámicos dominantes. Del mismo modo, otrosobjetos egipcios o egipcianizados (paletas, herramientas de pedernal, esta-tuillas) se irradian por la región. De hecho, la presencia de este tipo de obje-tos se extiende más al norte y al noreste que en la fase previa, tal como se hadocumentado en Ein Assawir y Megiddo, así como en Tel Abu el-Kharaz(Transjordania). Por otro lado, la presencia egipcia en el Levante meridionalha sido documentada también – a partir de ines de la Dinastía 0 – a través de

15 Respecto del surgimiento del Estado en Egipto, cf. Campagno 2002 (con bibliografía).16 Cf. Dreyer 1998; Hartung 2002: 439-449. Al respecto, cf. Levy y van den Brink 2002: 20.17 Acerca de la cerámica levantina hallada en las tumbas de los monarcas de la Dinastía i, con parti-

cular referencia al rey Den, cf. Adams y Porat 1996: 98-107; Nakano 1998: 1-32; Hendrickx y Bavay 2002:70-72. Acerca de la presencia de cobre, cf. Gophna y Milevski 2003: 222-231. En términos generales, cf.Andelkovic 1995: 57-66; Campagno 2002: 212-217 (con bibliografía).

18 Existe una gran cantidad de bibliografía especializada acerca de la presencia egipcia en el sur delLevante. Cf., entre otros, los trabajos de síntesis de Dessel 1991: cap. iv, y de Andelkovic 1995: 25-56 y losartículos compendiados en van den Brink 1992; Wolf 2001; van den Brink y Levy 2002; van den Brink yYannai 2002, así como la bibliografía señalada en las próximas notas.

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otros tipos de evidencias, que no se registran en fases previas: se trata de es-tructuras edilicias (Tel Sakan, Ein Besor, Afridar, probablemente Tel Erani) ysepulcros de probable tipo egipcio (Tel Halif ), cerámica con serekhs (Raiah,Tel Sakan, Ein Besor, Tel Halif, Tel Erani, Arad, Small Tel Malhata, PalmahimQuarry, Horvat Illin Tahtit, Tel Lod, Tel Ma’ahaz), y cilindros-sellos e im-prontas de sellos de características egipcias pero elaborados a partir de mate-riales de procedencia local (Ein Besor, Tel Erani, Tel Halif, Tel Sakan), que su-gieren cierto carácter estatal de la presencia egipcia en el sur del Levante, almenos en algunos de los sitios mencionados. El signiicado exacto de esa pre-sencia estatal no es fácil de establecer. Sin embargo, así como en la fase Na-gada iic los efectos expansivos de la práctica estatal en el Alto Egipto habíaninducido el establecimiento de Minshat Abu Omar – un sitio en el noreste deldelta y en probable conexión con la obtención de bienes procedentes delAsia –, en la fase Nagada iiib esa misma política parece reproducirse, esta vezen la más lejana región sudlevantina, quizá con los mismos objetivos.

En todo caso, en el estado actual de los conocimientos sobre la cuestión,parece posible determinar que la presencia egipcia en el sur del Levante im-plica – al menos – tres grandes modos diferentes de interacción con la pobla-ción local, que coinciden grosso modo con la distinción que propone Edwinvan den Brink acerca de la diferente composición del registro cerámico en lossitios del sur del Levante durante el Bronce Antiguo i tardío.19 En primer lu-gar, algunos sitios en el Levante meridional testimonian una presencia egip-cia dominante y, al menos, en algunos de ellos se advierte un notable com-ponente estatal. Se trata, en particular, de los sitios de Tel Sakan – un granasentamiento con estructuras edilicias de tipo egipcio, cerámica mayoritaria-mente egipcia e inscripciones con serekhs del rey Nármer – y de Ein Besor – endonde se presenta también una estructura residencial de tipo egipcio, cerá-mica egipcia o egipcianizada y, en especial, un notable conjunto de impron-tas de sellos –. Si la asociación entre ediicaciones de estilo egipcio, serekhs eimprontas de sellos puede ser indicativa de prácticas administrativas asocia-das al Estado egipcio, es probable que tales actividades se vincularan con laobtención de bienes y su remisión hacia Egipto.20

En segundo lugar, aparece un grupo relevante de sitios sudlevantinos don-de se advierte la presencia egipcia, que también parece guardar alguna rela-

19 Cf. van den Brink 1998: 216-217. Cf. también van den Brink y Braun 2003: 77-91. La propuesta delautor sugiere la distinción de tres grandes grupos de sitios: 1) sitios en los que la cerámica egipcia o egipcianizada es predominante o casi exclusiva; 2) sitios en los que la cerámica egipcia o egipcianizada,aunque cuantitativamente menor que la cerámica local, aún representa entre el 20 y el 40% del total; y3) sitios en los que la cerámica local es predominante o casi exclusiva, con un pequeño componente decerámica egipcia o egipcianizada.

20 En relación con la evidencia egipcia en Tel Sakan, cf. Miroschedji et al. 2001: 75-104. Respecto deEin Besor, cf. Gophna 1990: 1-11; 1992: 385-394. La existencia de testimonios egipcios en posición dominante podría plantearse también respecto de Afridar, en donde se ha hallado una estructura de ti-po egipcio en asociación con cerámica egipcia o egipcianizada (cf. Gophna 1968: 256) y de Tel Ma’ahaz,en donde el 85% de la cerámica es egipcia o egipcianizada (cf. Amiran y van den Brink 2002: 273-279).

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ción con el ámbito estatal egipcio (como sugiere la presencia de cerámica conserekhs o algunas improntas de sellos), pero en los que la proporción de testi-monios de cultura material egipcia es sensiblemente menor a la local. Uno delos sitios más sobresalientes de este grupo es Tel Halif. Allí aparece, por unaparte, una serie de improntas de sellos, serekhs, cerámica de tipo egipcio yegipcianizado y hasta un probable enterramiento de tipo egipcio, que apun-tan a una consistente presencia de egipcios en el asentamiento. Pero, por otraparte, la cerámica mayoritaria es de producción local. Signiicativamente, lacerámica egipcia o egipcianizada y la local aparecen en los mismos contextos,de modo que no parece tratarse de grupos separados entre sí de manera os-tensible.21 Es posible proponer que la presencia permanente de egipcios enestos sitios predominantemente sudlevantinos se relacione con la obtenciónin situ de los bienes que luego serían concentrados en los sitios del primer gru-po, más asociados al dispositivo estatal egipcio. Tal hipótesis podría dar cuen-ta de la presencia de serekhs en estos sitios (dado que los egipcios allí asenta-dos mantendrían contacto con la organización estatal) y, al mismo tiempo,permite comprender el carácter minoritario de la presencia egipcia.22

Y en tercer lugar, existe una importante cantidad de sitios (desde Arad ySmall Tel Malhata hasta Megiddo y Tel Abu el-Kharaz) en los que se veriicala existencia de cerámica egipcia o egipcianizada, incluyendo algunos serekhs,pero en proporciones sensiblemente marginales respecto de los testimoniosde origen local. Es posible suponer que los objetos egipcios o de estilo egip-cio hayan llegado a estos sitios por la vía de los intercambios, sin necesidad deque los egipcios se hallaran instalados allí de modo permanente.23 Incluso po-

21 Una situación relativamente similar podría registrarse en Tel Erani, donde – en el marco de un si-tio básicamente sudlevantino – se registra un ediicio de probable aunque discutido estilo egipcio, un se-rekh y dos improntas de sellos, y un conjunto de cerámica (difícil de cuantiicar debido al carácter discu-tido de varios tipos), e instrumentos líticos de proveniencia egipcia o, en su mayoría, de estilo egipcioaunque elaborados localmente. Y quizá también se pueda suponer una situación parecida en Tel Lod,donde se han hallado restos cerámicos con siete serekhs de Ka y Nármer, así como un importante con-junto de cerámica egipcia y egipcianizada, aunque la cultura material predominante es de origen local.Acerca de las evidencias en Tel Halif, cf. Levy et al. 1997: 1-51; en Tel Erani, cf. Kempinski 1992: 419-426;en Tel Lod, cf. van den Brink 2002: 286-305. Respecto de las evidencias de Tel Halif y Tel Erani, cf. las con-sideraciones de Braun 2002: 173-189; 2005: 147.

22 Otras hipótesis sobre la coexistencia de egipcios y sudlevantinos apuntan en otras direcciones. Di-versos autores sugieren que este tipo de evidencias indica que tales asentamientos constituyen verdade-ras “colonias” egipcias (p.ej. Brandl 1992: 479-485; Andelkovic 1995: 67-72; Yekutieli 2008: 809). Por su par-te, Kansa y Levy (2002: 199-206) han propuesto considerar la presencia de egipcios en Tel Halif entérminos de “grupo faccional”. Ambas propuestas encierran algunas diicultades. La de concebir estostestimonios en términos de una presencia colonial, más allá del anacronismo conceptual, pierde de vistala escasa presencia del aparato administrativo egipcio y el alto grado de integración entre egipcios y sud-levantinos en los sitios, que sería difícil de esperar en una situación centrada en el control político delasentamiento por autoridades extranjeras. Y la de interpretar la situación en términos de facciones nopermite advertir las razones por las cuales unos grupos de egipcios no relacionados con el Estado se ha-brían instalado y organizado en el lejano Levante meridional, sin aculturarse aunque sin constituir tam-poco el componente poblacional dominante.

23 Tal conjunto abarca sitios que, como los de los anteriores dos grupos, se extienden principalmen-te al sur del río Yarkon (entre otros, Small Tel Malhata, Arad, Lachish, Horvat Illin Tahtit, Hartuv, Pal-mahim Quarry, Gezer, Azor), pero también más al norte (Ein Assawir, Megiddo, Tel Abu al-Kharaz).

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dría suceder que, al menos en algunos de estos sitios (en especial los más le-janos), los objetos egipcios llegaran hasta allí intermediados por otros sitioslevantinos, de modo que no son necesariamente indicativos de contactos di-rectos entre los egipcios y los receptores inales de tales objetos.

¿Qué implican todas estas variaciones respecto de las relaciones interre-gionales y hasta que punto se dejan interpretar a través de los conceptos decentro y periferia? La magnitud de la presencia egipcia en el Levante meri-dional, en particular en función de la presencia del propio dispositivo estatalen sitios como Tel Sakan o Ein Besor, parece implicar un tipo de relacionesasimétricas como las que involucran los vínculos entre un área central y otraperiférica (tipo 1). En efecto, si es desde tales sitios que se estructuraba la pre-sencia egipcia en el Levante, y si ésta se debía a la búsqueda y concentraciónde bienes exóticos para ser reenviados al valle del Nilo, la acción del Estadoegipcio en el sur del Levante convierte a esta región en una de sus periferias.Sin que hubiera necesidad de un completo control territorial o de una supre-macía política absoluta, se advierte con cierta claridad que la capacidad delEstado egipcio para penetrar en la región sudlevantina adquiere un caráctersistemático y no guarda ningún tipo de proporcionalidad con la inluenciaque contemporáneamente hubiera podido ejercer la región asiática sobre elvalle del Nilo.

En segundo lugar, también parece posible considerar la problemática cen-tro-periferia en su dimensión intrarregional (tipo 2). Así, en lo que respecta ala región del valle del Nilo, el advenimiento del Estado implica la constituciónconcomitante de centros urbanos desde donde se ejerce el poder político:Hieracómpolis y seguramente Abidos (vale decir, Tinis) en el Alto Egipto, asícomo luego Menis en el punto de articulación entre el valle y el delta del Ni-lo, constituyen nucleamientos poblacionales en los que tienen lugar nuevasprácticas sociales, asociadas a la dinámica estatal, que modiican de modo sen-sible el escenario regional preexistente.24 En cuanto al Levante meridional,los asentamientos son de una escala considerablemente menor a la de las ciu-dades egipcias. Sin embargo, la expansión cualitativa de los contactos con elvalle del Nilo – incluyendo la presencia de núcleos propiamente egipcios yotros con población de ambas regiones – debió generar una mayor heteroge-

Acerca de las evidencias egipcias en Small Tel Malhata, cf. Ilan 2002: 306-322; en Arad, cf. Amiran 1974: 4-12; en Lachish, cf. Tufnell 1958; en Horvat Illin Tahtit, Hartuv, Palmahim Quarry y Azor, cf. Braun 2002:178-179; Braun y Milevski 1993; en Gezer, cf. Brandl 1992: 455-457; en Ein Assawir, cf. Yannai 2002: 334-345;en Megiddo, cf. Finkelstein, Ussishkin y Halpern 2000; Finkelstein y Ussishkin 2003: 27-41; en Tel Abu el-Kharaz, cf. Fischer 2002: 323-333. De hecho en Ein Assawir, un sitio más alejado del foco central de la pre-sencia egipcia, es posible advertir que tal cerámica egipcianizada no fue elaborada de forma local en elsitio sino en alguna localidad más al sur, lo que implica que este tipo de cerámica también podía circularintrarregionalmente.

24 El proceso de urbanización no solo produce efectos a la escala propiamente citadina: de hecho, co-mo ha planteado Norman Yofee (2005: 52), es la propia constitución de centros urbanos la que “rurali-za” sus periferias.

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neidad en la región, en donde ciertos centros locales parecen adquirir un di-namismo que no se reconoce con anterioridad.

Por lo demás, en cuanto a la formulación de centros y periferias en el pla-no ideológico, la información disponible no permite obtener una idea clarade las percepciones acuñadas en el Levante meridional sobre la presenciaegipcia. En cambio, desde la perspectiva opuesta, cabe destacar que el proce-so de formación estatal en Egipto trae aparejada la elaboración de una repre-sentación del mundo centrada en la igura del monarca como garante del or-den, que tiende a producir una imagen fuertemente negativa de los ámbitosexteriores, concebidos, por oposición, como escenarios dominados por lasfuerzas del caos. Así, la región del Levante – como también Libia y Nubia –comienza a ser referida por la iconografía estatal egipcia a partir de un tonohomogéneamente negativo, que tiende a enfatizar el carácter nefasto de sushabitantes, representándolos con ciertas marcas (vestimentas, uso de barba,tocados) que los identiican como “extraños” y arrojándolos de forma sim-bólica a los bordes periféricos del mundo, desde los que solo podían estar des-tinados a acechar el cosmos egipcio.25 Por cierto, la formulación de esas re-presentaciones acerca de los asiáticos no parece incidir de manera automáticaen las prácticas de intercambio, las cuales, como se ha visto, indican un con-tacto luido con el ámbito levantino hasta inales del Bronce Antiguo I. Sinembargo, en un plazo más largo y como consideraremos en el siguiente apar-tado, esa inluencia pudo hacerse sentir de un modo más contundente.

Época 3: Bronce Antiguo ii / Período Dinástico Temprano

La intensidad de los vínculos entre el valle del Nilo y el Levante meridionalcomienza a mermar poco después de iniciados los reinados de la Dinastía I enEgipto. Si bien, a juzgar por la profusión de serekhs de Nármer hallados en laregión sudlevantina, la presencia estatal egipcia en aquella región parece ha-ber alcanzado un punto culminante en el inicio de la Dinastía i, los contactosentre Egipto y el sur del Levante parecen reducirse a lo largo de tal Dinastíay se hacen mucho más escasos en tiempos de la Dinastía ii. Es cierto que nose trata de una reducción absoluta. Del lado egipcio, los contactos se advier-ten a partir de la presencia de cerámica sudlevantina en todas las tumbas delos monarcas entre Aha y Qaa, así como de otras materias primas (obsidiana,lapislázuli, madera, resinas), probablemente obtenidas o intermediadas a tra-vés del Levante meridional.26 Del lado asiático, algunos sitios (Ein Besor, TelErani, Arad, incluso Bet Yerah) aún presentan ciertos objetos egipcios en es-

25 Acerca de esta cuestión, cf. Baines 1996: 361-363. Sobre la signiicación negativa de las periferias egip-cias durante el período Dinástico Temprano, cf. Köhler 2002: 510; Wilkinson 2002: 518; Campagno 2002:217-221.

26 En relación con las piedras preciosas y metales procedentes del Levante, cf. Marfoe 1987: 26-28;Wilkinson 1999: 163-165; Hendrickx y Bavay 2002: 60-66. En relación con la obtención de madera y resi-nas, cf. Serpico y White 1996: 138-139; Liphschitz, Bonani y van den Brink 1997: 33-41.

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tratos correspondientes a la Dinastía i.27 En cambio, la evidencia disponibleindica que los contactos entre ambas regiones decaen sensiblemente durantela Dinastía ii. Si bien no se trata de una suspensión total (se han documenta-do algunos vasos de procedencia sudlevantina en el cementerio de Heluán,así como un conjunto de bienes egipcios en el santuario de Ai), en líneas ge-nerales, el monto de evidencia es lagrantemente menor que el disponible pa-ra tiempos de la Dinastía i.28

Más allá de los contactos, lo que parece desaparecer por completo en eltranscurso de la Dinastía I es la estrategia de la presencia egipcia permanente,tanto en los sitios donde era predominante como en aquellos donde consti tuíauna proporción menor de la población. De hecho, el rasgo dominante que presenta el Levante meridional a partir del período del Bronce Antiguo II es elde los inicios de un proceso de urbanización que no reconoce presencias ni inluencias directas procedentes del valle del Nilo sino que más bien pareceproducirse como un efecto del repliegue de la anterior gravitación egipcia.29Así, sitios como Arad, Tel Erani, Tel Yarmuth, Jericó, Ai, Tel Farah (N), Me-giddo o Bet Yerah comienzan a presentar mayores niveles de concentraciónpoblacional, acompañados de la construcción de ediicios públicos y mura-llas.30 Y si bien varios de estos sitios presentan indicios de contactos con Egip-to, nada sugiere que esos contactos hayan sido decisivos para desencadenar talproceso de urbanización. Por lo demás, el repliegue de la presencia egipcia no sucede solo respecto del ámbito propiamente asiático: una situación similarocurre en los sitios de intermediación entre ambas regiones, como MinshatAbu Omar, Kafr Hassan Daud y otros asentamientos a lo largo del Sinaí, queterminan siendo abandonados o se reducen de manera considerable.31

¿Qué pudo haber sucedido? Algunos autores sostienen que el decaimientode los contactos directos con el sur del Levante debe relacionarse con el for-

27 Respecto de la presencia egipcia en el Levante meridional durante la Dinastía i, cf. Schulman 1992:395-417; Dessel 1991: cap. iv. Respecto de los hallazgos en Bet Yerah, cf. Greenberg y Eisenberg 2002: 213-222; Kaplony 2002: 464-486. Entre ellos, se destaca una jarra con la inscripción de un probable nombreegipcio. Y hay que añadir a ella el reciente hallazgo, durante la temporada 2009, de un fragmento de 4cm de una probable paleta de uso cosmético, con el grabado de un brazo que sostiene un cetro wQs juntoa un signo ‘nh. Cf. Greenberg, Wengrow y Paz 2010. Este tipo de objetos parece elaborado en el ámbitoestatal del valle del Nilo, y quizá pueda asociarse a la presencia, en tiempos de la Dinastía i, de algún agen-te estatal egipcio en un sitio cuya cultura material es claramente local.

28 Al respecto, cf. Marfoe 1987: 26; Ben-Tor 1991: 4-5. Por otra parte, hacia inales de la Dinastía ii, lamención, junto al nombre de Sejemib/Peribsen, de la expresión ı’nw hQst (traducida alternativamente co-mo “tributo o producto de la tierra extranjera”), así como el título de ı’mı’-r hQst (“supervisor de la tierraextranjera”) en tiempos de Jasejemuy, sugiere algún tipo de presencia estatal más allá del valle del Nilo,quizá vinculada a cierto control de las regiones del Sinaí. Al respecto, cf. Wilkinson 1999: 143-144. Cf. tam-bién infra, notas 34 y 36.

29 Como indican Levy y van den Brink (2002: 27), “la emergencia de asentamientos amurallados enPalestina representa una respuesta cananea del Bronce Antiguo al vacío de poder que ocurrió luego deque los egipcios (cualquiera haya sido su rol sociopolítico) se retiraran del norte del Neguev”. En efecto,si bien existen algunos antecedentes en el Bronce Antiguo ib (Tel Erani), es a partir del Bronce AntiguoII que el proceso de constitución de asentamientos fortiicados se expande vertiginosamente por toda laregión. 30 Cf. Esse 1989: 85-89; Mazar 1990: 108-144; Gophna 1995: 273-276.

31 Cf. Oren 1973: 203-205; Kroeper 1992: 140; Hassan 2000: 37-39; Miroschedji 2002: 45-47.

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talecimiento de los vínculos directos entre Egipto y la región de Biblos porvía marítima.32 De hecho, las posibilidades de acceder de modo directo al ce-dro de los bosques sirio-libaneses y de navegar en las cercanías de las costasdel mar Mediterráneo podrían haberse potenciado mutuamente, habidacuenta de que la madera de cedro habría permitido la construcción de em-barcaciones más aptas para navegar por mar abierto. Si tal fuera el caso, loscontactos directos entre Egipto y Biblos habrían redundado en un menor in-terés del Estado egipcio por sus vínculos con los centros sudlevantinos. Co-mo alternativa, se ha sugerido que el Estado egipcio pudo retirar gradual-mente su presencia directa en el Levante meridional, a medida que, con elreferido proceso de urbanización y de emergencia de nuevas organizacionespolíticas sudlevantinas, fue encontrando “socios comerciales locales”33 que seencargarían directamente del envío de productos hacia el valle del Nilo y que,en consecuencia, habrían vuelto innecesaria la estrategia de los asentamien-tos egipcios en la región.34

Por cierto, es posible asociar el repliegue de la presencia egipcia en el Le-vante meridional a la aparición de nuevos “socios”, tanto en el sur35 como enlos puertos del norte. Y es cierto también que la posibilidad de un contactodirecto por la vía marítima con los puertos sirios permitía obtener la mayorparte de los bienes que Egipto buscaba en Asia de un modo más rápido y sinnecesidad de una larga travesía terrestre. En este sentido, si bien el manteni-miento de ciertas prácticas de intercambio interregional implica que los con-tactos entre ambos grupos no cesaron completamente, permanece claro que,con el inal de la presencia egipcia permanente en el Levante meridional, ad-viene una época de menor interacción entre egipcios y sudlevantinos.

Más allá de estas razones, existe otra que no puede pasar desapercibida: setrata de las propias representaciones elaboradas por el Estado en las épocasprevias acerca de los espacios exteriores y sus poblaciones, como manifesta-ciones de las fuerzas del caos y, por ello, como enemigos de Egipto.36 Como

32 Cf. Marfoe 1987: 26-27; Ward 1991: 14; Brandl 1992: 448; Wilkinson 1999: 160-162; Greenberg y Eisenberg 2002: 219-221. 33 Cf. Miroschedji 2002: 48.

34 Los recientes hallazgos en el wadi el-Humur (cf. Ibrahim y Tallet 2008: 155-180), en las cercanías dela región cuprífera de Maghara (península de Sinaí), sugieren que el inicio de la extracción directa de co-bre por parte del Estado egipcio puede remontarse a comienzos de la Dinastía i. La obtención directa decobre – indicio de la capacidad logística del Estado – podría haber incidido también en la retracción delas relaciones de intercambio con el Levante meridional, cuya intermediación parece haber sido necesa-ria para la obtención de tal metal en las anteriores épocas (cf. Gophna y Milevski 2003: 222-231).

35 Quizá los recientes hallazgos en Bet Yerah (cf. supra, nota 27) puedan interpretarse en este sentido.36 Cf., al respecto, la posición de Kansa y Levy 2002: 205-206. En tal sentido, diversos objetos de tiem-

pos de Nármer, de Aha y de Qaa ofrecen representaciones de asiáticos como cautivos, en actitudes desubordinación, portando bienes a modo de tributos (cf. Ciałowicz 2001: 130; Wilkinson 2002: 517-518). Pa-ra la época del rey Den, una tablilla de maril representa al rey en el acto de descargar su maza sobre unenemigo, en tanto que la inscripción que acompaña la imagen indica: “Primera vez de vencer al Este”(cf. Godron 1990: 43-61, 149-154, pl. iii-vi, xi; Wilkinson 1999: 155-157; Kaplony 2002: 464-486). Reciente-mente, se han reportado cuatro representaciones rupestres del mismo motivo en el wadi el-Humur (pe-nínsula del Sinaí), de las que al menos tres corresponden también al rey Den (cf. Ibrahim y Tallet 2008:155-180). En el mismo sentido bélico, la posterior Piedra de Palermo también reiere la realización de ac-

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sugeríamos más arriba, durante el Bronce Antiguo ib, la plasmación de esasrepresentaciones sobre los asiáticos no había sido obstáculo para el estableci-miento de vínculos permanentes y pacíicos con los habitantes del sur del Le-vante. Sin embargo, la consolidación del poder estatal durante el período Di-nástico Temprano pudo implicar una mayor inluencia del modelo delextranjero como representante del caos sobre las prácticas de contacto coti-diano entre egipcios y asiáticos que surgían de la presencia estatal egipcia enel Levante meridional. Dicho en otros términos, en búsqueda de motivosacerca del repliegue de la presencia egipcia, es posible hallar razones de es-trategia política o comercial, pero es también posible hallar razones de tipoideológico: el cosmos egipcio había quedado – en tiempos de la Dinastía i –deinitivamente determinado en torno del Alto y el Bajo Egipto37 y el Levanteconstituía, por tanto, un no-lugar, una región fuera del cosmos. Una aproxi-mación entre el modelo simbólico y las prácticas cotidianas hubiera requeri-do integrar al Levante dentro de los límites cósmicos o replegarse de esos territorios más allá del cosmos. Y tal parece que los egipcios del período Di-nástico Temprano optaron por esta segunda alternativa.

Semejante repliegue de la presencia egipcia en el Levante meridional implica un nuevo escenario, que permite otro tipo de lecturas en clave de centros y periferias. Desde el punto de vista de las relaciones interregionales(tipo 1), la retirada egipcia disuelve buena parte del carácter económicamen-te periférico del sur del Levante. Si bien el Estado egipcio aún continuó obteniendo y enviando ciertos bienes desde y hacia el Levante, todo pareceindicar que la consecución de los bienes in situ fue reemplazada por prácticasde intercambio a distancia. Por otra parte, el establecimiento de contactos directos con la región de Biblos y los inicios de la presencia egipcia en el surde la península del Sinaí parecen haber puesto en un segundo plano la rela-ción con la región sudlevantina, de modo que la gravitación egipcia se habríareducido y, con ella, el tipo de intervención que hacía del Levante meridionaluna región periférica respecto del valle del Nilo.

Es interesante notar que, en concomitancia con esa retirada egipcia, elBronce Antiguo ii corresponde al período en el que el sur del Levante co-

tividades militares contra los habitantes del lanco nororiental de Egipto durante la Dinastía i. Es ciertoque semejante actividad militar contra los asiáticos no dispone de conirmación arqueológica, pero loque aquí interesa notar es la imagen que transmite el Estado egipcio acerca de sus vecinos sudlevantinos,la cual remarca permanentemente la condición negativa de estos últimos, así como el tratamiento queel Estado les reserva: ataques militares, captura de prisioneros, y, en general, sometimiento a las fuerzasdel orden cósmico, comandadas por el monarca.

37 De hecho, la deinitiva formulación simbólica de un Egipto compuesto de dos mitades – el Alto yel Bajo – habría hallado un signiicativo correlato territorial una vez incorporado el delta a los territoriosdel sur y fundada Menis como punto de unión, de equilibrio entre ambas mitades complementarias. Alrespecto, cf. Campagno 2003: 154-159. A partir de entonces, las regiones allende esas dos mitades no ten-drían otro interés que el de obtener de ellas los bienes reclamados por la élite estatal. Garantizada esaprovisión, y sin un enemigo potente a la vista, esas zonas cósmicamente marginales carecerían para los egip-cios de un atractivo que justiicara su incorporación política y la atribución de un status simbólico simi-lar al detentado por el Alto y el Bajo Egipto.

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mienza a deinirse por la presencia de núcleos urbanos, tendencia que se acen-tuaría en el posterior Bronce Antiguo iii. En este sentido, se advierte que es-ta época en la que la región pierde algo de su condición económicamente pe-riférica respecto de Egipto es también aquella en la que se genera ciertareestructuración intrarregional, que involucra la aparición de los nuevos cen-tros fortiicados. Se trate o no de “socios” respecto de Egipto, esos núcleos ur-banos generan nuevas dinámicas sociales, que probablemente implican laemergencia de élites locales y la constitución de un escenario regional carac-terizado por múltiples centros rodeados de periferias rurales (tipo 2). To-mando en cuenta que durante este período se aianza el orden estatal en elvalle del Nilo, ejercido en especial desde Menis, pero incluyendo otros cen-tros regionales como Elefantina, Hieracómpolis, Abidos o Buto,38 es posiblenotar que el Bronce Antiguo ii constituye una época de mayor concentraciónpoblacional en ambas regiones, con la consecuente estructuración en centrosde tipo urbano y periferias de tipo rural.

En cuanto al ámbito de lo ideológico (centros y periferias de tipo 3), resul-ta en extremo difícil de saber cuáles pueden haber sido las formas de repre-sentación elaboradas en los centros sudlevantinos. Es posible que en ellos haya prevalecido cierta percepción del mundo en clave local, de modo que ca-da núcleo haya sido simbolizado por su población como el centro de la pro-pia experiencia social, pero no se pueden excluir otras posibilidades.39 Encambio, se encuentra bastante claro que esta es la época en la que el Estadoegipcio consolida una representación cósmica en la que el valle del Nilo es elcentro, lo cual transforma en periferias “caóticas” a todas las regiones cir-cundantes, incluyendo entre ellas al Levante. Si, como se apuntaba más arri-ba, es posible que el repliegue egipcio del Levante guarde alguna asociacióncon esta percepción, estaríamos ante una situación analíticamente “paradóji-ca”: la merma en las relaciones económicas entre ambas regiones, que en laépoca anterior se hallaban coniguradas de modo asimétrico como un centroy una periferia, podría relacionarse con el aianzamiento en el valle del Nilode una concepción del mundo en clave de un centro único rodeado de peri-ferias exteriores y ajenas a la existencia propiamente cósmica.

Conclusiones

La intención básica de este capítulo ha sido la de explorar la diversidad de po-sibilidades analíticas que puede ofrecer el modelo de centros y periferias pa-

38 Respecto de los núcleos urbanos egipcios durante el período Dinástico Temprano, cf. Wilkinson1999: 323-343.

39 Al analizar algunos motivos iconográicos procedentes del templo de Megiddo, van der Steen(2005: 1-20) considera que se trata de representaciones que podrían haber expresado cierta identidad lo-cal, de tipo tribal. Con respecto a los mismos motivos, Yekutieli (2008: 807-837) sugiere que algunos deellos – los cuales, a su parecer, habrían sido dañados intencionalmente – podrían relacionarse con la pre-sencia egipcia en la región y con cierto rechazo local a tal presencia.

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ra el estudio de las sociedades antiguas. En la consideración de las relacionesentre Egipto y el Levante meridional a lo largo de un milenio (desde el Cal-colítico Tardío hasta el Bronce Antiguo ii / desde Nagada i al Dinástico Tem-prano), y tomando en cuenta tres modos diferentes de enfocar la cuestión te-órica centro-periferia, parecen recortarse tres grandes épocas, caracterizadaspor diferentes dinámicas generadoras de núcleos centrales y ámbitos perifé-ricos. En este sentido, la situación inicial considerada (del Calcolítico Tardíoal Bronce Antiguo ia / Nagada i-iib) implica una serie de contactos entre am-bas regiones, en el marco de los cuales no se advierte el tipo de asimetrías quepor lo regular se asocian a las relaciones entre un centro y una periferia. En lamedida en que las sociedades existentes en ambas regiones implican modosde organización no-estatales, tampoco hay espacio para la coniguración decentros y periferias a escala intrarregional, y solo permanece la posibilidad te-óricamente consistente de que cada una de esas organizaciones sociales se ha-ya percibido a sí misma como un centro en contraste con los restantes, inter-pretados como el límite negativo de la experiencia del propio grupo.

En la segunda de las épocas consideradas (Bronce Antiguo ib / Nagada iic-iiib), el acontecimiento decisivo es el surgimiento y consolidación del Estadoen el valle del Nilo. Semejante proceso de cambio es – en la línea analítica cen-tro-periferia – un proceso generador de centros en todas las dimensiones. Enla propia región del valle del Nilo, el surgimiento de lo estatal se asocia a unadinámica de urbanización, la cual – si bien relativamente modesta si se la com-para con otras regiones en las que adviene lo estatal – implica una importan-te serie de transformaciones sociopolíticas y económicas que, al mismo tiem-po que producen núcleos urbanos, producen también la ruralización de losespacios circundantes. Y ese proceso de cambio repercute de modo doble enlas relaciones con la región del Levante meridional pues, por una parte, el Es-tado egipcio despliega una capacidad de penetración territorial en el Levan-te, que “periferiza” económicamente a la región y, por otra parte, comienzaa plasmarse en el valle del Nilo un tipo de representación cósmica centradaen la igura del monarca, que equipara a las sociedades que se hallan más alládel ámbito egipcio como espacios negativos y opuestos al mundo ordenado.

Por último, en la tercera de las épocas aquí abordadas (Bronce Antiguo ii/ Dinástico Temprano), la consolidación de la dinámica estatal en Egiptoimplica la airmación de los centros intrarregionales, pero también una se-rie de cambios respecto de la vecina región del Levante meridional: en lamedida en que se aianza la capacidad logística del Estado egipcio (que per-mite contactos directos con Biblos y la presencia en el sur del Sinaí) y tam-bién la representación del sur del Levante como una periferia “caótica”, talregión cambia – desde la perspectiva egipcia – su condición periférica, queparece ser cada vez menos económica y más ideológica. El repliegue egip-cio del Levante meridional, en todo caso, parece dejar libre el camino parala aparición de centros locales, que inauguran una nueva época en la que

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las relaciones entre centros y periferias también se aprecian en el marco in-trarregional, en el plano socioeconómico y probablemente también en elideológico.

Así, puede advertirse que, lejos de una mirada simpliicadora que podríasuponer que el valle del Nilo siempre debió ser una región central respectodel vecino Levante meridional, una consideración más detenida permite no-tar una gran variedad de dinámicas a lo largo del tiempo y del espacio, en lasque se entrelazan distintas coniguraciones centrales y periféricas. Y esa mis-ma consideración permite algo más: la ponderación de un uso posible del es-quema conceptual centro-periferia en el análisis de las sociedades del mundoantiguo.

Agradecimientos

Agradezco a Cristina Di Bennardis y a Ianir Milevski por la amistosa invitación paraparticipar del taller que ha dado origen a esta publicación con una temática que, en elmarco de las situaciones analizadas por el taller, era especialmente periférica. Agradez-co asimismo a Ianir Milevski y a Josep Cervelló Autuori por los positivos comentariosrealizados a la primera versión de este artículo.

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