SPIEGEL M. Gabrielle - La historia de la práctica nuevas tendencias en historia tras el giro linüístico

Embed Size (px)

Citation preview

  • Ayer 62/2006 (2): 19-50 ISSN: 1137-2227

    Resumen: Este artculo examina algunas de las tendencias historiogrficassurgidas del debate en torno al denominado giro lingstico. Se trata detendencias que toman en consideracin las aportaciones e implicacionesde ste, pero que intentan ir ms all de sus formulaciones. Una de lasprincipales consecuencia de ello ha sido el surgimiento de una teora dela prctica, centrada en las cuestiones de la accin humana, la experien-cia y el papel de los sujetos, que aparece como uno de los posibles para-digmas alternativos de interpretacin histrica.

    Palabras clave: historia de la prctica, giro lingstico, historia cultural,retorno del sujeto.

    Abstract: This article examines the development of new historiographicaltrends in History after the linguistic turn. Although they take into con-sideration the insights and implications of the linguistic turn, they alsoseek to move beyond its initial theorization and influence. Practice the-ory is here analyzed as a post-linguistic turn alternative, insofar as it isexplicitly concerned with current redefinitions of key theoretical issuessuch as agency, experience, and actors among practicing historians.

    Keywords: practice history, linguistic turn, cultural history, actors.

    La historia de la prctica: nuevas tendencias en historia

    tras el giro lingstico *Gabrielle M. Spiegel

    Johns Hopkins University

    * Este artculo es una versin abreviada de la Introduction escrita por la auto-ra para SPIEGEL, G. M. (ed.): Practicing History. New Directions in Historical Writingafter the Linguistic Turn, Nueva York y Londres, Routledge, 2005, pp. 1-31. Traduci-do por Mnica Granell (Universitat de Valncia).

  • El subttulo de este ensayo, nuevas tendencias en historia tras elgiro lingstico, pretende hacer referencia al pensamiento histricoque opera dentro del marco del giro lingstico pero que intenta irms all de su formulacin y recepcin iniciales. Los autores aquconsiderados representan una gama de respuestas a la historiografadel giro lingstico y a las cuestiones clave encarnadas en ella. Se tra-ta de respuestas que pretenden repensar la concepcin que historia-dores e historiadoras tienen de su prctica de un modo que reconoz-ca los postulados del enfoque lingstico en el estudio de la sociedady la cultura, pero que tambin revise dichos postulados desde la pers-pectiva de un enfoque ms amplio de las cuestiones relativas a la cons-tante transformacin experimentada por la sociedad en sus esferastanto material como conceptual. Tal pretensin lleva inevitablementea un primer plano la cuestin del agente individual, de las accioneshistricas y de los constreimientos estructurales que hacen posible ya la vez limitan la experiencia, en torno a lo cual gira actualmente granparte del debate. En el fondo, la cuestin gira en torno a qu creemosque es la historia y cmo sta ocurre.

    Debe sealarse que los autores discutidos aqu representan slouna muestra de los historiadores expresamente interesados en estascuestiones, extrada en gran parte (por razones que quedarn claras)de entre los historiadores sociales y los antroplogos y socilogossobre cuya obra se basan. De esta discusin se omiten muchas formasde investigacin histrica (feminista, poscolonial, transnacional yestudios de gnero) que fueron y continan siendo igualmente impor-tantes, si no ms, pero cuyo tratamiento de las cuestiones tericas esms bien diferente al del grupo de que aqu me ocupo.

    Los antecedentes

    Veinticinco aos despus de la adopcin del giro lingstico, exis-te un sentimiento creciente de insatisfaccin por la forma excesivamen-te sistemtica en que ste concibe el funcionamiento del lenguaje en elterreno de los comportamientos humanos de todo tipo. Tal como fueentendido en un principio, el giro lingstico supona la adopcin dela nocin de que el lenguaje es el agente constitutivo de la concienciahumana y de la produccin social de significado y de que nuestra apre-hensin del mundo, tanto el pasado como el presente, tiene lugar sloa travs de la lente de las percepciones precodificadas del lenguaje.

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    20 Ayer 62/2006 (2): 19-50

  • Supuesta en esta visin del lenguaje estaba la concepcin especfica-mente saussuriana del lenguaje como un sistema semitico de diferen-cias sin trminos positivos, que construye el mundo segn sus propiasreglas de significacin. De ah que la idea de que existe un universoobjetivo, independiente del discurso y universalmente comprensiblepor encima de la pertenencia a un sistema dado de lenguaje, se consi-dere una ilusin. En la medida en que la visin semitica del lenguajede Saussure est en la base del giro lingstico, es justo decir que eldesafo semitico que sta plante a la historiografa ha sido afronta-do y asimilado y, lo que es ms importante, est sufriendo actualmenteun proceso de alteracin. Al menos con respecto a la forma en quequienes aceptan su premisa bsica de la construccin social/lingsticadel mundo conciben su relevancia y su papel en la comprensin delpasado, entendido tanto como objeto de estudio y como objeto deprctica. As pues, es preciso examinar el estado actual del debate sobreel giro lingstico a travs de una serie de historiadores que intentanincorporar algunos de sus principios ms importantes y, a la vez, recre-arlos de una forma que sea ms compatible con el inters tradicional delos historiadores por el papel de los actores histricos en la configura-cin de los mundos que heredan, habitan y conforman.

    Un cambio notable en los ltimos aos es que los historiadoressociales han asumido un papel destacado en el debate. Lo que con-trasta con los aos setenta, cuando quienes participaban ms directa-mente en la importacin de la teora francesa, ampliamente enten-dida, tendan a basarse en los tericos literarios y a centrar sureflexin en el impacto inmediato de la semitica en la transforma-cin de campos como la historia intelectual y, por ltimo, la historiacultural. En las pginas que siguen, por tanto, nos ocuparemos prin-cipalmente, aunque no exclusivamente, de la revisin de la historiasocial y cultural que est teniendo lugar en respuesta tanto a la adop-cin como al retroceso de las posiciones mantenidas en el momentode apogeo de la historiografa del giro lingstico. Para entender ladinmica de esta estrategia adaptacionista, es importante conocerantes la imagen, polmica, del posestructuralismo, pues fue una ver-sin particular de ste la que estableci los trminos iniciales deldebate, aunque esa visin no implicara necesariamente la interpreta-cin ms correcta de Saussure, Foucault, Barthes, Lyotard, Derrida yotros representantes del movimiento que lleg a ser conocido, demanera general, como posmodernismo.

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 21

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

  • Historia y semitica

    En los acalorados debates que tuvieron lugar entre los historiado-res a lo largo de los aos setenta y ochenta y que siguieron en losnoventa, el giro lingstico tenda a ser presentado en una versinexcesivamente estructuralista, a pesar de que entr en la Academiadisfrazado de posestructuralismo y, por tanto, como una continua-cin y a la vez una crtica de los rasgos fundamentales de la lingsti-ca de Saussure. De modo que los historiadores que defendan unavisin semitica de la cultura y de la sociedad tendan a poner el acen-to en el funcionamiento impersonal de los cdigos semiticos comoprefigurantes y, por tanto, constitutivos de la realidad. Asimismo,tendan a citar sin cesar la afirmacin de Derrida de que el posestruc-turalismo marcaba el momento en el que el lenguaje invade la pro-blemtica universal y todo se convierte en discurso, as como a repe-tir incluso con mayor fervor su mxima lapidaria de que il ny a pasdehors texte (no hay nada fuera del texto), una frase que Derridainsiste en que fue universalmente malinterpretada 1.

    Al centrarse en una concepcin especficamente saussuriana dellenguaje (langue) como una estructura autnoma, diferente de su rea-lizacin en el habla (parole), los historiadores que adoptaron unmodelo semitico argumentaban que el lenguaje no era slo un mediode comunicacin, sino una estructura de relaciones objetivas queconstitua la condicin de posibilidad tanto de la produccin comodel desciframiento del discurso. La prioridad analtica del lenguajesobre el habla, de la langue sobre la parole, significaba que los fen-menos discursivos, literarios, simblicos, culturales y, dehecho, sociales tenan que ser descifrados por referencia al cdigolingstico subyacente de una sociedad dada, un cdigo compuestode una estructura de signos cuya relacin entre ellos es arbitraria,en el sentido de que est basada en valores diferenciales ms que refe-renciales 2. Toda prctica cultural, todo discurso, toda forma de acti-

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    22 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    1 DERRIDA, J.: Structure, Sign and Play in the Discourse of the Human Scien-ces, en Writing and Difference, trad. de Alan Bass, Chicago, 1978, p. 280 (La escritu-ra y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989).

    2 Para una discusin completa de este aspecto de la lingstica de Saussure, vaseBOURDIEU, P.: Outline of a Theory of Practice, trad. de Richard Nice, Cambridge, 1977,pp. 22 y ss. (El sentido prctico, Madrid, Taurus, 1991).

  • vidad, literaria o social, simplemente ejecuta las propiedadesgobernadas por el cdigo del modelo lingstico, y han de ser com-prendidos en los trminos de ste, ms que en relacin con las fun-ciones que llevan a cabo los actos de habla, los hechos o las prcticas.Adems, dado que la langue en su totalidad se considera una estruc-tura de reglas o cdigos, ms que una prctica realizada, sta gobier-na, sin que ellos lo sepan, a quienes la habitan, de modo que todaprctica es conformada por amplias estructuras inconscientes que tie-nen efectos sobre la conducta, pero que no contribuyen a la com-prensin que el agente individual tiene de sta 3.

    Una inferencia comn entre los historiadores que tienen reservascon respecto al giro lingstico fue, como John Toews sostuvo en unartculo sumamente influyente, que la creacin de significados esimpersonal y opera a espaldas de unos usuarios del lenguaje cuyasacciones lingsticas pueden simplemente ejemplificar, pero no con-trolar, las reglas y procedimientos de los lenguajes que habitan 4. Enese sentido, la objetividad del modelo lingstico en un esquema saus-suriano contina siendo esencialmente virtual, aunque, paradjica-mente, es hipostasiado por la prioridad y el realismo analticos que seatribuye a la estructura. Las estructuras, en un vocabulario estruc-turalista, tienden, como William Sewell se ha quejado, a asumir undeterminismo causal demasiado rgido de la vida social [...] mientraslos acontecimientos o procesos sociales que ellas estructuran tiendena ser vistos como secundarios y superficiales. Las estructuras apare-cen como insensibles a la accin humana, con existencia aparte,pero, sin embargo, determinando la forma esencial de las luchas ytransacciones motivadas que constituyen la superficie experimentadade la vida social. Una ciencia social que se base en una nocin deestructura, sostiene Sewell, tiende a reducir a los actores a autma-tas inteligentemente programados 5. El estructuralismo, en general,sea lingstico como en el caso de Saussure, antropolgico como en el

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 23

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    3 Este ltimo aspecto ha sido sealado por RECKWITZ, A.: Toward a Theory ofSocial Practices: a Development in Culturalist Theorizing, European Journal of SocialTheory, 5, 2 (2002), p. 254.

    4 TOEWS, J.: Intellectual History after the Linguistic Turn: the Autonomy ofMeaning and the Irreducibility of Experience, American Historical Review, 92(1987), p. 882.

    5 SEWELL Jr., W. H: A Theory of Structure: Duality, Agency and Transforma-tion, American Journal of Sociology, 98 (1992), p. 2.

  • de Claude Lvi-Strauss o sociolgico como en los primeros trabajosde Pierre Bourdieu, privilegia el funcionamiento oculto e inconscien-te de las estructuras sincrnicas con respecto a la actividad individualconsciente e intencionada. Al poner el acento en la naturaleza estruc-tural y sistemtica del modelo lingstico subyacente, los historia-dores defensores del giro lingstico proclamaban que la condicindiscursiva era un conjunto de lenguajes disponibles, guiones preor-denados y cdigos semiticos que creaban no slo la condicin deposibilidad de todo pensamiento y toda conducta, sino que operabantambin como mecanismos determinantes de produccin de stos 6.

    El giro cultural

    El impulso estructuralista en esta fase inicial del giro lingstico sevio favorecido por la manera en que permiti a los historiadores cul-turales liberarse del paradigma de la historia social, predominante enel conjunto de la profesin histrica desde los aos treinta 7. La orien-tacin fundamental de la historia social, tal como haba emergido en

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    24 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    6 Seguramente, siempre fue posible otra interpretacin de Saussure, una inter-pretacin que pusiera el acento en el lenguaje no slo como un sistema diferencial (esdecir, no referencial) de significado, sino que insistiera adems en el salto entre poten-cial y practica (langue y parole), y que, como seala Elisabeth Ermath, viera los siste-mas lingsticos como siempre incompletables e incapaces, mientras fueran lenguajesvivos, de llegar a ser totalizados, dado que siempre son posibles nuevas especifica-ciones. Para Ermath, existe un salto importante entre, por una parte, las capacida-des potenciales de un cdigo semitico dado y, por otra, cualquier especificacin par-ticular del mismo. De hecho, la deconstruccin y la mayora de las formas deposestructuralismo se centraron, precisamente, en esta suplementariedad del len-guaje, en su naturaleza no totalizable, indeterminada, ambigua, discontinua y hetero-doxa. Sin embargo, esto no impidi que los historiadores pusieran el acento en losaspectos estructurales, y estructurantes, del lenguaje. [Vase ERMATH, E.: Agency inthe Discursive Condition, History and Theory, 40 (2001), p. 43]. Esta visin de la teo-ra semitica sola ir unida al hecho de que el terico francs que ms influa sobre loshistoriadores era el primer Foucault (es decir, el Foucault arqueolgico o pregeneal-gico).

    7 Para una visin general de esta evolucin, vase ROSS, D.: The New and theNewer Histories: Social Theory and Historiography in an American Key, en MOH-LO, A., y WORD, G. S. (eds.): Imagined Histories: Americans Interpret the Past, Prin-ceton, 1998, pp. 85-106. Tambin CABRERA, M. A.: Historia, lenguaje y teora de lasociedad, Madrid, Ctedra/Universitat de Valncia, 2001. Quisiera agradecer al autorque me permitiera leer una copia de su libro cuando todava era un manuscrito.

  • las diversas escuelas de la historia marxista (Inglaterra), la historio-grafa annaliste (Francia) o la Nueva Historia en los Estados Unidos(nacida en los aos treinta y revivida con fuerza en los sesenta), deri-vaba de los modelos de la ciencia social que conceban a la sociedadcomo una estructura objetiva de relaciones de las que el pensamientoy la actividad individuales eran su expresin no mediada, subjetiva.Las fuerzas causales primordiales de la historia residan, as, en lasprofundas estructuras sociales de longue dure (en el caso francs, vis-tas como virtualmente inmviles, como ocurre en los trabajos de Fer-nand Braudel). La cultura, aunque no necesariamente un epifenme-no o superestructura en el sentido marxista, era vista, sin embargo,como un elemento secundario, como la realizacin subjetiva de losintereses e identidades subyacentes, generados, en primera instancia,por las condiciones y necesidades del ser social.

    Pero el descontento con el modelo clsico de la historia social cre-ci a medida que se acumulaban las anomalas, es decir, las dificulta-des nacidas de la incapacidad para establecer una correspondenciaclara entre, por un lado, las conductas individuales e incluso de clasesocial y las expresiones culturales y, por otro, las estructuras objetivasque en teora las producan 8. Cada vez ms, como explicaba RogerChartier, un pionero de la historia cultural en Francia,

    el trabajo en historia ha mostrado que es imposible caracterizar los temas,objetos y prcticas culturales en trminos inmediatamente sociolgicos y,adems, que su distribucin y sus usos en una sociedad dada no se organizannecesariamente segn divisiones sociales previas, identificadas a partir dediferencias de estatus y de fortuna 9.

    Al mismo tiempo, los marxistas britnicos, y, sobre todo,E. P. Thompson, venan expresando una insatisfaccin similar con res-pecto a la explicacin en exceso determinista procedente de la teorasocial. Su respuesta fue la de elaborar el concepto de experiencia,

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 25

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    8 Para una exposicin precisa sobre esta cuestin, vase CABRERA, M. A.: Lin-guistic Approach or Return to Subjectivism? In Search of an Alternative to Social His-tory, Social History, 24 (1991), pp. 75 y ss.

    9 CHARTIER, R.: The World as Representation, en REVEL, J., y HUNT, L. (eds.):Histories. French Constructions of the Past, vol. I, Postwar French thought, trad. deArthur Goldhammer et al. Nueva York, 1995, pp. 548-549 (El mundo como repre-sentacin, en CHARTIER, R.: El mundo como representacin. Historia cultural: entreprctica y representacin, Barcelona, Gedisa, 1992, p. 50).

  • entendida como el dominio en el que, como proclamaba Thompson,la estructura se transforma en proceso y el sujeto reingresa en la his-toria 10, no simplemente como una expresin de fuerzas ms grandes,sino como un agente consciente que interpreta su vida en trminos denormas culturales, tradiciones, valores y sentimientos morales y fami-liares y creencias religiosas. De esta manera, la experiencia emergien el trabajo de Thompson como una categora intermedia, como ellugar en que las fuerzas e intereses sociales eran interpretados y mane-jados, tanto de una manera voluntaria como normativa, para produciruna forma amplia de conciencia social (de clase, en su caso) creada porlos propios actores sociales. Pero en la medida en que Thompson yotros permanecieron fieles a la premisa original de la historia social(que la vida social est gobernada, en su base, por circunstancias noelegidas por los hombres), preservaron el lado material u objetivode la determinacin social y dejaron intacta la distincin de la historiasocial entre lo objetivo y lo subjetivo, en la que el vector fundamentalde la explicacin causal va de la sociedad a la conciencia. O como elpropio Thompson deca: La experiencia [...] ha sido generada, en lti-ma instancia, en la vida material, ha sido estructurada por la clase, yde ah que el ser social haya determinado la conciencia social 11.

    El giro lingstico, basado en la semitica de Saussure, abordlos problemas que se haban acumulado en la prctica de la historiasocial delimitando, como hemos visto, un espacio de verdadera auto-noma para la cultura, en tanto que mecanismo autnomo y no refe-rencial de construccin social que precede al mundo y que lo hace inte-ligible construyndolo mediante sus propias reglas de significacin.Como consecuencia, la historia cultural emergi como un campo queintentaba superar la divisin entre sociedad y cultura, evitar el deter-minismo social que se derivaba del modelo causal mecanicista y de lametodologa funcionalista utilizados en ciencias sociales y presentar ala cultura como una esfera autnoma en la que lo que est en juego noes la lucha por los intereses individuales o de clase, sino la creacin de

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    26 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    10 THOMPSON, E. P.: The Poverty of Theory, en The Poverty of Theory andOther Essays, Nueva York, 1978, p. 362 (Miseria de la teora, Barcelona, Crtica, 1981).

    11 Ibid., p. 363. Un equivalente de esta evolucin en Francia se puede encontraren el surgimiento del estudio de las mentalits, que alcanz relevancia, brevemente, enlos aos sesenta en la obra de Le Goff y otros y que, como su homlogo ingls, con-serv los perfiles bsicos del paradigma de la historia social y, por tanto, su inherente(y problemtico) mecanismo de causalidad social.

  • dominios de significado. En este propsito, los historiadores culturalesse vieron enormemente influidos (de una forma suficientemente cono-cida como para que tengamos que exponerlo aqu) por el auge de laantropologa simblica y, en particular, por la adopcin del conceptode cultura de Clifford Geertz como un sistema interrelacionado designos semiticamente interpretables 12, cuyo objetivo era ms expre-sivo que instrumental, y por la aplicacin de su analoga del texto alanlisis e interpretacin del comportamiento social. En la dcada delos ochenta, la atencin creciente prestada al lenguaje y a las estructu-ras discursivas pusieron en cuestin el modelo causal de la vieja histo-ria social y tendieron a sustituirlo por los modelos discursivos de la cul-tura que pretendan demostrar, con la ayuda de la lingsticasaussuriana, el carcter culturalmente (es decir, lingsticamente) cons-truido de la sociedad y de la experiencia que los individuos tienen delmundo. Este cambio fue tan profundo, que llev a un historiadorsocial como Geoff Eley a preguntarse si el mundo entero es un texto.

    La crtica revisionista

    La insatisfaccin actual con respecto al giro lingstico se debesobre todo a su concepcin excesivamente sistemtica del funciona-miento del lenguaje. Richard Biernacki, por ejemplo, ha criticado loque l llama sus premisas formalizantes y esencializantes, here-dadas del pasado y nunca adecuadamente superadas. Para explicar lapremisa formalizante, Biernacki hace referencia al concepto estruc-turalista de que el significado es generado por las relaciones sincr-nicas entre signos en un sistema de signos, lo que exige que los inves-tigadores interesados en el significado cultural tengan que aislar loscontrastes y las relaciones sistemticas entre los signos empleados enuna comunidad semitica 13. Y, por tanto, realizar un anlisis formalde la totalidad del sistema semitico que comprende la arquitectura oestructura de una cultura. Implcita en este enfoque est la creencia

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 27

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    12 GEERTZ, C.: Thick Description: Toward an Interpretative Theory of Cultu-re, en The Interpretation of Cultures, Nueva York, 1973, p. 14 (Descripcin densa:hacia una teora interpretativa de la cultura, en La interpretacin de las culturas, Bar-celona, Gedisa, 1988, p. 27).

    13 BIERNACKI, R.: Language and the Shift From Signs to Practices in CulturalInquiry, History and Theory, 30 (2000), p. 292.

  • de que la cultura posee una coherencia ltima, si no en el mbito dela prctica, s en el nivel de la langue.

    Adems, sostiene Biernacki, la teora de la cultura como sistemade signos conduce inexorablemente al segundo de los principalessupuestos que han impregnado la investigacin histrica en los aosochenta, a saber, una premisa esencializante, atribuible a la mane-ra en que los investigadores culturales entendieron, errneamente,los conceptos de signo y lectura de signos como partes del deco-rado natural del mundo, ms que como modos de ver generadoshistricamente 14. Paradjicamente, el paradigma del sistema de sig-nos se convirti en la nica excepcin a la regla de que todos los con-ceptos (incluidos los de los historiadores) surgen por convencin,son arbitrarios e histricos y no tienen un origen natural. De modoque al sustituir la creencia de los historiadores sociales en la irreduc-tibilidad de la experiencia por la irreductibilidad de la cultura, stafue tambin naturalizada, pese a las repetidas afirmaciones en senti-do contrario.

    Los actuales esfuerzos por modificar los postulados bsicos delposestructuralismo se han concentrado en aquellos temas que fueronobjeto de una discusin ms acalorada durante el ascenso de la faselingstica del giro posmoderno. Actualmente, est en marcha unamplio movimiento de revisin, centrado en los conceptos clave, otrminos maestros, en torno a los cuales se ha desarrollado el debate:discurso, sujeto, accin, prctica y experiencia, en suma, en torno alsignificado y la cultura como fenmenos histricos. De modo que,como algunos historiadores en Francia, Inglaterra y Norteamricahan empezado a destacar, al giro lingstico en ciencias sociales leest sucediendo un giro histrico 15, aunque el significado de estaexpresin sigue sin estar claro. Para entender su posible importancia,ser til centrarse en la serie de trminos clave que sirven como vehcu-los al actual movimiento de revisin.

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    28 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    14 Ibid., p. 293.15 Para Francia, vase LEPETIT, B. (ed.): Les formes de lexperience. Une autre his-

    toire sociale, Pars, 1995; para los Estados Unidos, vase ROSS, D.: The New andNewer Histories, op. cit., as como McDONALD, T. J. (ed.): The Historic Turn in theHuman Sciences, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1996. Para Gran Bretaa,vase, entre otros muchos, JONES, G. S.: The Determinist Fix: Some Obstacles to theFurther Development of the Linguistic Approach to History in the 1990s, HistoryWorkshop Journal, 42 (1996), pp. 19-35.

  • Discurso

    Para empezar, existe una concepcin ms matizada y mucho msamplia del discurso como un campo de prcticas que excede lo lin-gstico y que toma en cuenta fenmenos complejos como las insti-tuciones, los acontecimientos polticos, las actividades econmi-cas y otros, es decir, campos de actividad humana tradicionalmenteconcebidos como situados ms all o fuera de la esfera discursiva. Estaconcepcin ms amplia del discurso, desde luego, estaba ya presenteen Foucault, especialmente si tenemos en cuenta la forma en que suinterpretacin del discurso y de las estructuras discursivas cam-bi a lo largo de su obra. En su obra inicial, Foucault tenda a cen-trarse en vastas estructuras discursivas, o epistemes, compuestas decdigos de cultura [fundamentales] [...] que establecen para cadahombre el orden emprico con el que tendr que vrselas. Tales cdi-gos formaban las rejillas mentales mediante las cuales las personasprocesaban informacin y vivan de ese modo sus vidas, haciendo dela percepcin individual un efecto de la mirada ya codificada 16. Apartir de mediados de los setenta, la orientacin genealgica deFoucault 17, as como su elaboracin de la nocin de conocimien-to/poder, puso un mayor acento en las prcticas materiales e institu-cionales y en las tecnologas de conocimiento que subyacen a susten-tan y/o cuestionan las formaciones discursivas, ellas mismas mltiplesy en continuo proceso de cambio. Este cambio de enfoque fue espe-cialmente pronunciado en sus ensayos ltimos sobre la gubernamen-talidad. El Estado, la prisin, la clnica, la sociedad, el sexo y el almason producidos por tecnologas particulares de conocimiento (son lasobjetivizaciones a que los regmenes discursivos dan lugar) y de estemodo ellas mismas son discursos 18. En ese sentido, el uso que Fou-cault haca del trmino discurso en su ltima etapa no debe ser con-

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 29

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    16 FOUCAULT, M.: The Order of Things: an Archaeology of the Human Sciences,Nueva York, 1973, p. xxi (Las palabras y las cosas, Mxico, Siglo XXI, 1968).

    17 Sobre la etapa genealgica de Foucault, vase mi artculo SPIEGEL, G. M.:Foucault and the Problem of Genealogy, The Medieval History Journal, 4, 1 (2001),pp. 1-14.

    18 Sobre este aspecto de Foucault, vase OBRIAN, P.: Michael Foucaults His-tory of Culture, en BONNELL, V. E., y HUNT, L. (eds.): The New Cultural History,Berkeley y Los ngeles, University of California Press, 1999, pp. 35 y ss.

  • fundido, como ha sealado Nicholas Dirks, con lenguaje o textuali-dad (de hecho, es definido de una forma que lo distingue claramentedel lenguaje). El discurso tiene que ver, ms bien, con las condicio-nes bajo las que el mundo se presenta a s mismo como real, con la for-ma en que las instituciones y prcticas histricas se convierten en reg-menes de verdad y de posibilidad misma 19. Y dado que el discurso,entendido de este modo, es sinnimo de conocimiento, que es a su vezinseparable del poder, no est al margen de o es analticamente previoa sus encarnaciones sociales (como ocurre con la langue de Saussure),sino que se dispersa a travs del conjunto de las prcticas sociales, ins-titucionales y materiales de una sociedad. El discurso, as, asume ellugar de una esfera social especfica que implica estructuras de domi-nacin y sistemas de poder que operan segn sus diversas lgicasinternas y dentro de los cuales se encarnan prcticas de todo tipo.

    Desde esta perspectiva, los trabajos recientes sobre el discursohan redescubierto y puesto de nuevo el acento, en cierto sentido, en lamanera en que el discurso est vinculado a las instituciones y prcti-cas sociales y, de igual forma, han insistido en que toda sociedad seconstituye a travs de una multiplicidad de sistemas de significado(discursos) dinmicos, fluidos y siempre cambiantes que crean reg-menes de racionalidad prctica y de accin, as como regmenes deverdad 20. Cuando el discurso es entendido en este sentido msamplio, la cuestin de la prctica y, por tanto, del yo y de la accin sesita de nuevo en primer plano.

    Yo, subjetividad y accin

    Como sealaba hace poco William Reddy, un coro de insatisfac-cin se ha elevado en contra del giro lingstico y accin se haconvertido en el trmino que apunta a la carencia fundamental de las

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    30 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    19 DIRKS, N. B.: Is Vice Versa? Historical Anthropologies and AnthropologicalHistories, en McDONALD, T. J. (ed.): The Historic Turn in the Human Sciences,op. cit., p. 34.

    20 Vase CABRERA, M. A.: On Language, Culture, and Social Action, Historyand Theory, 40 (2001), pp. 82-100, y TOEWS, J. E.: Intellectual History after the Lin-guistic Turn, op. cit., p. 890. Vase tambin la reciente coleccin de artculos edita-dos por Patrick Joyce, la mayora de los cuales va en esta direccin: JOYCE, P. (ed.):The Social in Question. New Bearings in History and the Social Sciences, Londres yNueva York, Routledge, 2002.

  • recientes teoras lingsticas 21. La insatisfaccin est provocada porla interpretacin sumamente estructuralista de la subjetividad quehaba predominado con anterioridad. De hecho, una nueva concep-cin de la subjetividad fue algo inherente al abandono de la fenome-nologa desde los primeros das del estructuralismo. Nadie lo expusoms claramente que Foucault cuando, recordando su primer encuen-tro con Saussure a finales de los aos cuarenta mientras asista a lasconferencias de Maurice Merleau-Ponty, deca:

    Recuerdo claramente [que] [...] surgi el problema del lenguaje y que que-d claro que la fenomenologa resultaba inadecuada para realizar un anlisisestructural que pretendiera dar cuenta de los efectos de significado que podanser producidos por una estructura de tipo lingstico en la que el sujeto (en unsentido fenomenolgico) no interviene como portador de significado 22.

    Al contrario, el sujeto, como el significado que portaba, era unefecto del discurso, no tanto una persona individual, centrada y uni-taria, a la manera en que lo conceba el humanismo, sino una posicinasignada por y dentro de las prcticas discursivas. As, lo que era pri-mordial y bsico era el discurso, que preceda lgicamente a la cons-truccin del sujeto, como Foucault dej bastante claro en los primeroscaptulos de Arqueologa del saber, al anunciar su decisin de aban-donar cualquier intento de ver el discurso como un fenmeno deexpresin. El discurso, afirmaba, no es la manifestacin mayest-ticamente desplegada de un sujeto pensante, cognoscente y hablante,sino, por el contrario, una totalidad en la que la dispersin del sujeto ysu discontinuidad consigo mismo pueden estar determinadas 23. Eldiscurso produce al sujeto, que no es un agente autoconsciente o aut-nomo, sino ms bien una posicin de sujeto creada por el discurso yque ocupa un espacio determinado dentro de l. De ah el famosoanuncio de Foucault de la muerte del hombre, el cual, como prevea

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 31

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    21 REDDY, W. M.: The Logic of Action: Indeterminacy, Emotion and HistoricalNarrative, History and Theory, 40 (2001), p. 11.

    22 FOUCAULT, M.: Politics, Philosophy and Culture: Interviews and other Writings,1977-1984, KRITZMAN, L. (ed.): Nueva York, 1988, p. 21. Para una discusin sobre eltema, vanse FITZHUGH, M. J., y LECKIE, Jr., W. H.: Agency, Postmodernism and theCauses of Change, History and Theory, 40 (2001), p. 62.

    23 FOUCAULT, M.: The Archaeology of Knowledge and the Discourse in Language,trad. de A. M. Sheridan Smith, Nueva York, 1972, p. 55 (La arqueologa del saber,Mxico, Siglo XXI, 1970).

  • en las lneas finales de Las palabras y las cosas, pronto podra desapa-recer como un rostro dibujado en la arena a la orilla del mar.

    Las consecuencias de la muerte del sujeto para el anlisis hist-rico fueron las de desarbolar por completo los conceptos de accin,experiencia y prctica, pues dada la ausencia de un actor histricointencional y de cualquier concepto de intencionalidad es imposibleestablecer una base desde la cual el individuo pueda configurar sudestino a partir de su experiencia del mundo. Ms bien, el yo ha sidoreducido a un punto nodal maleable y completamente construidoen un sistema discursivo o cultural 24. Lo que desapareci en estareformulacin del sujeto fue el intento tradicional del historiador deconectar presencia y sentido, acto e intencin, prctica y significado,dejando en su lugar una subjetividad moleculante 25, dispersa y deri-vada de las mltiples condiciones discursivas dentro de las que, encada momento, se produce una compleja especificacin subjetiva enla que est implicada una multiplicidad de cdigos.

    La bibliografa reciente sobre el tema del yo y de la accin ha sidoprofundamente crtica con los efectos fracturadores y descentradoresde las formulaciones estructuralista y posestructuralista. Es precisamen-te al centrarse en la cuestin de cmo cambian los efectos de sujeto quese ha producido una rehabilitacin de la accin (de la intencionalidadhumana y de la capacidad para actuar) 26. Los historiadores que seplantean tales cuestiones parten de la creencia en la percepcin indivi-dual como origen del conocimiento del agente y de la accin en el mun-do, una percepcin mediada y quizs condicionada, pero no totalmen-te controlada, por el andamiaje cultural o los esquemas conceptualesdentro de los que tiene lugar. De manera que esos historiadores adop-tan un enfoque centrado en el actor (o neo-fenomenolgico), un enfo-que definido bsicamente en trminos etnometodolgicos 27.

    Un aspecto central de este enfoque neofenomenolgico es queintenta, como explica Bourdieu (aunque disintiendo de su utilidadanaltica), hacer explcita la experiencia primaria del mundo social,

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    32 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    24 BONNELL, V. E., y HUNT, L. (eds.): Beyond the Cultural Turn..., op. cit., p. 22.25 El trmino moleculante lo tomo de LOTRINGER, S., y COHEN, S.: French

    Theory in America, Nueva York y Londres, 2002, p. 6.26 La definicin es de ORTNER, S. B (ed.): The Fate of Culture. Geertz and Beyond,

    Berkeley y Los ngeles, 1999, p. 5.27 Una introduccin bsica a la etnometodologa puede encontrarse en GARFIN-

    KEL, H.: Studies in Ethnomethodology, Cambridge, 1984.

  • es decir, de todo lo que est inscrito en la relacin de familiaridad conel entorno familiar, en una aprehensin inmediata del mundo socialque, por definicin, no reflexiona sobre ella misma y excluye la cues-tin de las condiciones de su propia posibilidad 28. En la medida enque comparten esta visin, muchos historiadores estn desarrollandoun concepto (en gran medida implcito) de fenomenologa socialen el que, como explica Andreas Reckwitz,

    el objetivo del anlisis social es asumir la perspectiva subjetiva, es decir,reconstruir la secuencia de actos mentales de conciencia que estn situadosdentro y se dirigen en forma de intencionalidad fenomenolgica haciaobjetos externos a los que la conciencia asigna significado. Lo social es, enton-ces, [...] la idea subjetiva de un mundo comn de significados [...] El objetivode un anlisis de lo social como cultural desde el punto de vista de la fenome-nologa social es, entonces, el de describir los actos subjetivos de las interpre-taciones (mentales) de los agentes y sus esquemas de interpretacin 29.

    Tal retorno a la perspectiva subjetiva de los seres histricos y susactos mentales de conciencia podra parecer que constituye unarecuperacin de la nocin anterior de individuo como agente queacta libremente y, por tanto, un retorno al statu quo previo al giro lin-gstico. La versin ms radical de esta reafirmacin del carcter nocondicionado de la creacin individual de significados aparece en laobra de Mark Bevir, cuya reivindicacin de una teora intencional delsignificado (aunque sea un intencionalismo dbil) implica las accio-nes hermenuticas de lo que l llama el individuo como procedimien-to (procedural individual) 30. A pesar de la terminologa algo tosca yarcana, el argumento de Bevir, expuesto en su reciente libro The logics

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 33

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    28 BOURDIEU, P.: Outline of a Theory of Practice..., op. cit., p. 3. Debe sealarseque Bourdieu rechaza explcitamente la reconstitucin fenomenolgica de la expe-riencia vivida como la base para una teora de la prctica.

    29 RECKWITZ, A.: Toward a Theory of Social Practices..., op. cit., p. 247.30 Bevir da una definicin del significado de estos trminos al afirmar que el

    rechazo del concepto de cultura basado en una nocin de esquema nos conduce auna teora intencional del significado, aunque de un intencionalismo dbil que tengaen cuenta lo inconsciente, los cambios de propsito y las intenciones relevantes dellector ms que del autor. El intencionalismo dbil se basa en el principio del indivi-dualismo como procedimiento, segn el cual los significados hermenuticos slo exis-ten en relacin con individuos especficos. BEVIR, M.: Authors Introduction y AReply to Critics, en Constructing the Past: Review Symposium on Bevirs The Logicsof the History of Ideas, History of the Human Sciences, 15 (2002), p. 100.

  • of the history of ideas (Cambridge, 1999), apunta claramente a la recu-peracin del sujeto liberal, entendido como un individuo que operadentro de las tradiciones recibidas, pero de una forma que, aunquecondicionada por las tradiciones intelectuales y herencias sociales queejercen su influencia sobre l, sin embargo no est completamenteconstreido por dichos legados culturales. Bevir insiste en que aunquel defiende la capacidad del individuo para la accin (en el sentidoespecificado), rechaza explcitamente la idea de individuo autnomo(de lo que califica como individualismo atomstico), puesto que losindividuos slo pueden llegar a tener creencias o realizar acciones en elmarco de la tradicin social que influye sobre ellos 31. Sin embargo, eldeseo de Bevir de que el suyo sea entendido como un argumento con-tra el rechazo del sujeto humanista y liberal por parte del giro lingsti-co se pone claramente de manifiesto en su afirmacin de que

    algunas teoras recientes revelan un violento antihumanismo, al presentar apa-rentemente al individuo como un simple engao del lenguaje, del discurso o delpoder/conocimiento, carente de toda capacidad de reflexionar sobre, y muchode menos de innovar, el frreo constreimiento del [...] contexto social 32.

    En contraste con el antihumanismo estructuralista y posestructu-ralista, sostiene Bevir, l trata de operar con conceptos ligados a lacreatividad del sujeto individual (conceptos como los de accin, inten-cionalidad e intuicin) 33. Aqu hay claramente un distanciamientode la nocin totalmente pblica de cultura, un distanciamiento crticocon respecto a una concepcin semitica del lenguaje, tal como habasido desarrollada por autores tan diversos como Foucault y Geertz.Aunque algo extremista, la decidida recuperacin de Bevir del indivi-dualismo voluntarista es sntoma de una tendencia ms general.

    Entre los historiadores menos dispuestos a abandonar la visinestructural del giro lingstico, la reintroduccin del agente como actorefectivo se ha llevado a cabo en gran medida destacando el desajusteexistente entre los significados culturalmente dados y los usos indivi-

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    34 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    31 Ibid., pp. 130-131.32 Ibid., p. 129.33 Ibid., p. 126. Para una perspicaz revisin crtica de Bevir, vase RECKWITZ, A.:

    The Constraining Power of Cultural Schemes and the Liberal Model of Beliefs, enConstructing the Past: Review Symposium on Bevirs The Logic of the History ofIdeas, op. cit., p. 119.

  • duales de los mismos, que son contingentes e histricamente condi-cionados. Desde esta perspectiva, la accin histrica representa la rela-cin del individuo con el orden cultural, la encarnacin de los pode-res colectivos en personas individuales, como dice MarshallSahlins 34. Ello puede implicar (aunque no necesariamente) el tipo deintencionalidad consciente en la relacin con las cosas y la conductaque Reckwitz sugera ms arriba. As, la clebre nocin de habitus deBourdieu, que comprende los esquemas y disposiciones conceptualesque guan y gobiernan las estrategias y tcticas vitales del individuo,contina siendo en gran parte una causa inconsciente de la conducta.En Outline of a Theory of Practice, Bourdieu define el habitus comoun sistema adquirido de esquemas generativos objetivamente ajusta-dos a las condiciones particulares en las que se constituye; el habitusgenera todos los pensamientos, todas las percepciones y todas lasacciones coherentes con esas condiciones y no con otras. El habitusconstituye, en la visin de Bourdieu, una ley inmanente [...] una lexinsita impuesta a cada agente por la educacin recibida, una ley quegenera coherencia y necesidad a partir de lo accidental y lo contin-gente y que convierte efectivamente a la historia en naturaleza 35. Elhabitus opera, as, como el principio generador de la estrategia quepermite a los agentes hacer frente a situaciones inesperadas y siemprecambiantes 36, sin ser de ningn modo el producto de una obedienciaa reglas, a pesar del hecho de que, como en la cita anterior, define losparmetros y esquemas dentro de los que y de acuerdo con los cualestiene lugar un tipo, y no otro, de pensamiento y de conducta.

    En el fondo, definida de una manera minimalista, accin hace refe-rencia a la capacidad del individuo para actuar, para hacer algo (inten-cionalmente o de otro modo), implicando en ltima instancia un cono-cimiento prctico del agente y un dominio de los elementos comuneso convenciones de la cultura, una forma de competencia cultural fun-dada menos en la conciencia discursiva que en la prctica 37. As,para Michel de Certeau, el estudio de las prcticas culturales e inter-

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 35

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    34 SAHLINS, M.: Introduction, en Culture and Practice. Selected Essays, NuevaYork, 2000, p. 25.

    35 BOURDIEU, P.: Outline of a Theory of Practice..., op. cit., pp. 81-87.36 Ibid., p. 72.37 Tomo la expresin de GIDDENS, A.: The Constitution of Society. Outline of the

    Theory of Structuration, Berkeley y Los ngeles, 1986, p. 9 (La constitucin de la socie-dad. Bases para la teora de la estructuracin, Buenos Aires, Amorrortu, 1995).

  • pretativas en modo alguno implica un retorno a la individualidad oa la conciencia individual, pues, como sugiere Jonathan Carter de for-ma parecida, desde una perspectiva semitica el problema del indivi-dualismo no existe, puesto que los signos son intrnsecamente socia-les [...] e incluso en el caso de la percepcin, mediamos nuestraexperiencia en trminos compartidos y pblicos 38. En ambas versio-nes, el nfasis puesto en la comprensin de la cultura desde el puntode vista del actor como un proceso de produccin y construccin designificados prcticos retiene, aunque modifica, la insistencia anteriorsobre el carcter sistemtico de la cultura, como si fuera una estructu-ra o red de significacin. Dado que es una estructura, un conjunto deprincipios organizadores, la prctica no necesita ser completamen-te consciente para generar conductas e interpretaciones.

    En esta visin es esencial la comprensin de las prcticas de resignifi-cacin y de su naturaleza recursiva por medio de las cuales, como haargumentado Anthony Giddens, la estructura forma a los agentes quecontribuyen a formar la estructura, en un proceso circular que Giddensdenomina como estructuracin. Un aspecto fundamental del concep-to de estructuracin es la defensa que hace Giddens de la dualidad deestructura, segn la cual las propiedades estructurales de los sistemassociales son a la vez medios y resultados de la prctica que ellas mismasorganizan de manera recursiva 39. La teora de la estructuracin no sebasa ni en la experiencia del actor individual ni en la existencia de ningu-na forma de totalidad social. Ms bien, las prcticas y actividades huma-nas son vistas como recursivas, lo que significa que no son llevadas acabo por actores sociales, sino continuamente recreadas por ellos a travsde los propios medios mediante los cuales se expresan como actores 40.

    Al insistir en la dualidad de la estructura y en el carcter recur-sivo inherente a su reproduccin social, Giddens puede preservaralgunas de las principales premisas del concepto semitico de cultu-ra, aunque reduciendo su influencia totalizadora y determinantesobre las prcticas individuales. La estructura persiste como un con-junto de reglas y recursos, de procedimientos de accin y deaspectos de la praxis, pero existe como tal slo en un estado virtual,

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    36 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    38 DE CERTEAU, M.: The Practice of Everyday Life, trad. de Steven Rendall, Ber-keley, Los ngeles y Londres, 1984, p. xi, y CARTER, J. A.: Telling Times: History,Emplotment, and Truth, History and Theory, 42 (2003), p. 3.

    39 GIDDENS, A.: The Constitution of Society..., op. cit., p. 24 y passim.40 Ibid., p. 2.

  • hecha palpable y socialmente real a travs de su despliegue por partede los actores humanos. La estructura, en ese sentido, efectivamentecobra existencia y se sostiene a travs de la continuidad generada porlas prcticas sociales de los actores humanos, cuyas actividades prc-ticas materializan y representan, aunque nunca reproducen perfecta-mente, sus componentes constitutivos. Esto es as porque Giddensadopta, en su teora de la estructuracin, un punto de partida herme-nutico segn el cual la formulacin discursiva de una regla es yauna interpretacin de ella que puede alterar la forma de su aplica-cin 41, haciendo de la propia estructura un proceso (de ah estruc-turacin) ms que un esquema estable o un sistema.

    Una concepcin semitica ms abierta, aunque igualmente revi-sionista, de la cultura como un proceso de continua reapropiacin yde uso diferencial de los componentes estructurales (esto es, signos)se encuentra tambin en Michel de Certeau, cuyo The Practice ofEveryday Life propone que los historiadores adopten el punto de vis-ta de la enunciacin (parole) ms que el de estructura (langue) comoobjeto central de su investigacin, haciendo as de la enunciacin elmodelo heurstico para comprender la actividad prctica de los agen-tes/actores humanos. El carcter histricamente situado del uso dellenguaje hace de la enunciacin, dice de Certeau,

    un nexo de circunstancias, un nexo adherido al contexto del que slopuede distinguirse por abstraccin. Indisociable del instante presente, de lascircunstancias particulares y de un cierto faire (o forma peculiar de hacercosas, de producir lenguaje y de modificar la dinmica de una relacin), elacto de habla es al mismo tiempo un uso del lenguaje y una operacin reali-zada dentro de l 42.

    El arte de hablar, como el arte de hacer, revela la manera en quelos agentes adoptan y adaptan (en prcticas efectivas) la culturamediante formas reguladas pero no rgidas, logrando alcanzar,mediante su uso, los objetivos y conductas tcticos, estratgicos y per-sonales que tienen lugar en los intersticios de los espacios normativos.Las prcticas operan como improvisaciones, como estratagemas y dis-positivos individuales, que presuponen (como ocurre, por ejemplo,con las improvisaciones piansticas) el conocimiento y la aplicacin de

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 37

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    41 Ibid., p. 23.42 DE CERTEAU, M.: The Practice of Everyday Life [...], op. cit., p. 33.

  • unos cdigos, aunque segn una lgica de accin que es relativa a lassituaciones y que no posee un campo especfico de conducta. Lasprcticas cotidianas generan una diferencia no codificable dentro delos sistemas, operando como una poesis silenciosa e ilegible delhacer, la creacin y la significacin. El significado no opera aquen el nivel del cdigo o la estructura, sino en el de la semntica del usoordinario del lenguaje, construyendo el mundo a travs de su creacincontinua y prctica y de su recreacin a lo largo del tiempo.

    Al proponer un constructivismo semntico en lugar de semi-tico, estos historiadores sostienen que ningn uso pasado de un tr-mino determina su aplicacin al caso siguiente, y de ah que existasiempre un espacio de indeterminacin en relacin con qu conceptoo convencin es relevante y cmo va a ser construido. Tomadas enconjunto, las diversas modalidades de uso ponen de manifiesto la for-ma en que la cultura es sostenida, mediada, replicada y cambia-da 43. La accin consiste, pues, en el despliegue adaptativo e indivi-dual de los significados disponibles y en circulacin. La accinexpresa y se basa en la competencia lingstica y prctica de los acto-res histricos, que Bernard Lepetit define como

    la capacidad para reconocer la pluralidad de campos normativos y paraidentificar sus respectivos contenidos especficos; la aptitud para discernirlas caractersticas de una situacin y las cualidades de sus protagonistas; lafacultad, finalmente, para insertarse a s mismos en los espacios intersticialesque el universo de reglas dispone entre ellos, para movilizar en su propiobeneficio el sistema ms adecuado de normas y taxonomas, para construirsobre la base de valores dispares las interpretaciones que organizan de mane-ra diferente el mundo 44.

    Un rasgo notable de este enfoque centrado en la accin en el pre-sente contexto es la renovada atencin prestada a la expresin endetrimento del discurso, junto con una nueva conciencia de la aper-tura productiva y del potencial individualizador propiciados por elhiato existente entre langue y parole, que es un espacio de indetermi-nacin y, por tanto, de intencin y de accin individuales. A travs dela reapropiacin de los significados (o resignificacin) como forma de

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    38 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    43 SHAW, D. G.: Happy in Our Chains? Agency and Language in the Postmo-dern Age, History and Theory, 40 (2001), p. 6.

    44 LEPETIT, B.: Histoire des pratiques, pratique de lhistoire, en LEPETIT, B.(ed.): Les formes de l experience [...], op. cit., p. 20.

  • responder o dar sentido a los acontecimientos tal como ocurren, losactores histricos construyen su cultura desde el punto de vista de supropia preservacin y autopresentacin y la ajustan creativamente asus condiciones cotidianas de vida.

    Experiencia y prctica

    Como debera estar claro a estas alturas, los nuevos conceptos claveen la historiografa post-giro lingstico son los de experiencia y prcti-ca. De hecho, ningn trmino en el lxico posmoderno ha sido tan con-trovertido como el de experiencia, por lo que se convirti rpidamenteen el eje en torno al cual han girado las discrepancias con respecto algiro lingstico. Pocos historiadores han sido tan rotundos como JohnToews al referirse a la irreductibilidad de la experiencia, al tiempoque insista, frente a lo que l consideraba como la reduccin semiticade la experiencia a significado, en que los historiadores necesitaban

    reafirmar de nuevas maneras que, pese a la autonoma relativa de los signi-ficados culturales, los sujetos humanos todava crean y recrean los mundosde significado en los que se encuentran inmersos y que [...] estos mundos noson creaciones ex nihilo, sino respuestas a, y configuraciones de, unos mun-dos cambiantes de experiencia que son, en ltima instancia, irreductibles a lasformas lingsticas en se presentan 45.

    La historiadora feminista Joan Scott contina siendo casi la nicaque se propone llevar la lgica (pos)estructuralista hasta sus ltimasconsecuencias al afirmar que la experiencia es una historia del suje-to. El lenguaje es el espacio de la representacin de la historia. Enconsecuencia, la explicacin histrica no puede separar ambascosas 46. Con impecable coherencia, Scott argumenta que una acep-tacin de la naturaleza mediada y construida del mundo en el lengua-je conlleva una visin de la experiencia como inseparable de las for-maciones discursivas, dado que efectivamente la experiencia es unacontecimiento lingstico 47. Para Scott, la insistencia en una consi-

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 39

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    45 TOEWS, J. E.: Intellectual History after the Linguistic Turn [...], op. cit., p. 882.

    46 SCOTT, J. W.: The Evidence of Experience, Critical Inquiry, 17 (1991), p. 793(La experiencia como prueba, en CARBONELL, N., y TORRAS, M. (eds.): Feminismosliterarios, Madrid, Arco Libros, 1999, p. 107).

    47 Ibid., p. 793 (106).

  • deracin no discursiva de la experiencia representa un intento dereesencializar al sujeto, mientras que ella cree que rechazar el esen-cialismo vuelve a parecer especialmente importante en la actualidad enel campo de la historia, dado el aumento de la presin disciplinar endefensa del sujeto unitario hecha en nombre de su experiencia 48.

    La apreciacin de Scott de los motivos que subyacen a la preser-vacin de la experiencia como categora bsica del anlisis histri-co es seguramente correcta. Ha de hacerse notar, sin embargo, queincluso algunas historiadoras feministas, que estuvieron entre las pri-meras en aceptar el giro lingstico debido a su evidente utilidadpara desnaturalizar la diferencia sexual, han puesto en duda la nocinde que los discursos sitan a los sujetos y producen sus experiencias.De forma parecida, los historiadores dedicados a la microhistoria y ala Alttagsgeschichte (ambos interesados de manera primordial por lasexperiencias cotidianas de vida de los actores histricos individuales)han tendido a presentar la experiencia como la base de un nuevoconocimiento que se localiza en las condiciones corporales y materia-les de la existencia, situada fuera de los discursos textualmentemediados, en las realidades de la vida cotidiana 49.

    De ah que en las recientes discusiones entre los historiadores cul-turales haya aparecido un renovado nfasis sobre las disposiciones cor-porales (habitus y hexis), ponindose el acento en las formas en las quelos agentes recurren a competencias corporales que tienen su propiaestructura e influencia coordinadora, incorporando principios corp-reos de conocimiento prctico 50. El rasgo distintivo de este enfoquees una nueva conceptualizacin del cuerpo, que no es visto ya como uninstrumento usado por un agente para actuar, sino como el lugardonde se inscriben las rutinas mentales, emocionales y de comporta-miento. Estas rutinas no son necesariamente el resultado de la refle-xin, sino que se entienden mejor como el producto de prcticas socia-les de las que uno se imbuye bsicamente, aunque no exclusivamente,en una edad temprana simplemente por el hecho de vivir en el mundo(lo que Bourdieu denomina acertadamente como la persuasin ocul-

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    40 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    48 Ibid., p. 791 (104).49 La cita procede de SMITH, D.: The Everyday World as Problematic, 1987, cita-

    do en CANNING, K.: Feminist History after the Linguistic Turn: Historicizing Dis-course and Experience, Signs, 19 (1994), p. 374.

    50 Vase BIERNACKI, R.: Method and Metaphor after the New Cultural History,en BONNELL, V. E., y HUNT, L. (eds.): Beyond the Cultural Turn [...], op. cit., p. 75.

  • ta de una pedagoga implcita) 51. Como tales, nunca alcanzan el nivelde principios conscientes de la accin. Ms bien, los principios encar-nados de esta forma, afirma Bourdieu, se sitan ms all del alcancede la conciencia, y de ah que no puedan ser objeto de una transforma-cin voluntaria y deliberada, que no puedan hacerse ni siquiera expl-citos. Para Bourdieu, las disposiciones corporales (incluyendo lasfunciones motoras o hexis) representan una transferencia de la lgicade la estructura, ahora encarnada en tcnicas prcticas del cuerpocomo una especie de pars totalis 52. Las prcticas cotidianas se combi-nan para construir el cuerpo socialmente conformado que, en suestado encarnado, posee los instrumentos para la ordenacin delmundo, un sistema de esquemas clasificadores que organiza toda prc-tica y del cual el esquema lingstico [...] es slo un aspecto 53.

    Como en el caso de la competencia lingstica, la competencia cor-poral permite al agente representar el mundo, expresar lo social,diramos. Entendidas de esta forma, las prcticas sociales son actuacio-nes corporales rutinizadas, que incorporan tanto una forma de sabercmo (actuar, ser un agente, hacer algo) como un conocimiento (prc-tico y no reflexivo) del mundo. El conocimiento es en s mismo unaprctica social (una rutina mental), en gran parte implcita y siempreculturalmente especfica, que transforma al agente en un cuerpo/men-te que porta y realiza el mundo social 54. En ese sentido, sealaReckwitz, las prcticas rutinizadas llevadas a cabo por agentes corpo-rales echan por tierra la distincin tradicional entre dentro y fuera,entre mente y cuerpo 55. El cuerpo no es el instrumento, sino el cons-tituyente de la accin, y las disposiciones corporales construyen elmundo desde dentro del orden del cuerpo in situ, como argumentanBiernacki y Jordan 56. Dado este renovado nfasis sobre el cuerpo, nosorprende que Patrick Joyce haya sealado recientemente la aparicinde una especie de giro material en ciencias sociales 57.

    Es en el dominio de la prctica donde las disposiciones corporales serealizan y es a conceptos como el de prctica que la historiografa post-

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 41

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    51 BOURDIEU, P.: Outline of a Theory of Practice [...], op. cit., p. 94.52 Ibid., p. 94.53 Ibid., pp. 123-124.54 Vase RECKWITZ, A.: Toward a Theory of Social Practices [...], op. cit., p. 26.55 Ibid., p. 251.56 BIERNACKI, R., y JORDAN, J.: The Place of Space in the Study of the Social,

    en JOYCE, P. (ed.): The Social in Question [...], op. cit., p. 134.57 JOYCE, P.: ibid., p. 14.

  • giro lingstico ha recurrido para recuperar lo histrico mediante unareinterpretacin de la cultura como un estilo organizador de la prc-tica. Como seala William Sewell, la dcada y media pasada ha presen-ciado una amplia reaccin contra el concepto de cultura como sistemade smbolos y significados, tendindose ms bien a creer que la cultu-ra es una esfera de actividad prctica llena de acciones deliberadas, rela-ciones de poder, lucha, contradiccin y cambio 58. Desde este punto devista, la cultura se presenta menos como una estructura sistemtica quecomo un repertorio de competencias, una caja de herramientas, unrgimen de racionalidad prctica o un conjunto de estrategias que guanla accin, a travs de la cual se movilizan los smbolos/signos para iden-tificar aquellos aspectos de la experiencia del agente que, en este proce-so, son hechos significativos, es decir, experiencialmente reales.

    La cultura, de ese modo, es reformulada como un trmino per-formativo, que se realiza slo de manera procesual (diacrnica)como signos que se ponen en prctica para referenciar e inter-pretar el mundo. La investigacin histrica, desde esta perspectiva,tomara a las prcticas (y no a la estructura) como el punto de partidadel anlisis social, ya que la prctica aparece aqu como el espacio enel que se produce la interseccin significativa entre constitucin dis-cursiva e iniciativa individual. Esta iniciativa es, en primera instancia,cognitiva, una reformulacin de los valores, prioridades, intereses ycomportamientos del sujeto en los trminos proporcionados, pero nogobernados, por los discursos o lenguajes (es decir, sistemas de sig-nos) disponibles 59. Las habilidades, las competencias, el lenguajecomo caja de herramientas, las estrategias y similares son vistos comocomponentes del entorno del agente, pero a la vez encarnan su com-prensin prctico-discursiva del mundo y articulan sus posibilidadesindividuales de comprensin. De ah que la praxis pase a formar par-te de una sociologa situacional del significado (o smantique dessituations, como la llama Lepetit) 60 que asume que los individuosque son miembros de una comunidad semitica son capaces no slode reconocer los enunciados hechos en un cdigo semitico, sinotambin de usar el cdigo, ponindolo en prctica en el sentido de

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    42 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    58 SEWELL Jr., W. H.: The Concept(s) of Culture, en BONNELL, V. E., y HUNT, L.(eds.): Beyond the Cultural Turn [...], op. cit., p. 44.

    59 Vase LORENZ, Ch.: Some Afterthoughts on Culture and Explanation in His-torical Inquiry, History and Theory, 39 (2000), p. 350.

    60 LEPETIT, B.: Histoire des pratiques, pratique de lhistoire [...], op. cit., p. 14.

  • atribuir de manera abstracta los smbolos disponibles a cosas y cir-cunstancias concretas y, de ese modo, postular algo sobre ellos 61.

    Los significados, en esta visin, no son nunca simplemente ins-critos en las mentes o cuerpos de aquellos a los que se dirigen, sinoque se reinscriben siempre en el acto de recepcin 62. La cultura, porconsiguiente, argumenta William Sewell, debera se entendida comouna dialctica de sistema y prctica, la primera entendida estructural-mente, pero modificada en sus efectos por las formas contradictorias,conflictivas y constantemente cambiantes en que es implementada enla segunda 63. Implicarse en cualquier forma de prctica cultural signi-fica basarse en un conjunto de significados socialmente convenciona-les y comnmente compartidos, con el fin de poder ser comprendidosy coherentes. En ese sentido, la prctica implica el sistema, aunque elpropio sistema existe (como parecen insistir casi todos los defensoresde una versin revisada de la semitica/estructuralismo) slo en lacontinuidad que le otorga la sucesin de prcticas que lo materializan.De ah que, para Sewell, sistema y prctica constituyan una indisolu-ble dualidad (o dialctica) y que la cuestin terica importante no sea,como l dice, la de si la cultura debe ser conceptualizada como prc-tica o como sistema de smbolos y significados, sino la de cmo con-ceptualizar la articulacin de sistema y prctica 64.

    El argumento de Sewell, basado en una concepcin dialctica dela cultura como interaccin entre sistema y prctica en la vida social,me parece indicativo de las negociaciones teorticas inherentes a laestrategia acomodacionista que subyace a gran parte de la crticadel giro lingstico. Para mantener la sistematicidad de la cultura altiempo que se acotan grandes reas para la autonoma humana en suaplicacin pragmtica, Sewell se ve obligado a proponer una nocinde coherencia dbil de la cultura, una nocin que est siempre encuestin debido a su naturaleza inherentemente laxa, mal integrada ycontradictoria y a sus tendencias centrfugas 65.

    De manera parecida, Marshall Sahlins ha sostenido que todo actoprctico es al mismo tiempo una forma de reproduccin cultural y que

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 43

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    61 SEWELL Jr., W. H.: The Concept(s) of Culture [...], op. cit., p. 51.62 TOEWS, J. E.: Intellectual History after the Linguistic Turn [...], op. cit., p. 884.63 SEWELL Jr., W. H.: The Concept(s) of Culture [...], op. cit., p. 52.64 Ibid., p. 47. Para una crtica de la posicin de Sewell, vase HANDLER, R.: Cul-

    tural Theory in History Today, American Historical Review, 107 (2002), pp. 1515 y ss.65 SEWELL Jr., W. H.: The Concept(s) of Culture [...], op. cit., pp. 53 y ss.

  • toda reproduccin de las categoras culturales recibidas supone tam-bin una alteracin, en la accin, de las categoras por las que el mun-do presente es orquestado y adquiere un nuevo contenido emprico.Al igual que Sewell, tambin Sahlins ve la historia como un dilogoentre categoras recibidas y contextos percibidos, entre sentido cultu-ral y referencia prctica, un dilogo que pone en cuestin todo con-cepto rgidamente estructuralista de cultura como rgimen discursivoal someter a anlisis las formas en que los conceptos culturales son uti-lizados para relacionarse con el mundo 66. Cuando se hace uso de l, ellenguaje es expuesto al profundo dinamismo del uso de signos yadquiere un significado novedoso 67. As, toda percepcin, toda for-macin de significados, tiene lugar dentro de contextos histricamentecontingentes, sociolgicamente situados y producidos por agentes queoperan como usuarios intencionales y como resignificadores semnti-cos de sistemas de signos o discursos histricamente construidos. Y nohace falta decir que la concepcin que los agentes tienen de s mismos(o de sus identidades individuales y colectivas) estn inscritas en la his-toricidad en que sus vidas y, por tanto, sus percepciones tienen lugar.

    Aunque el trabajo de Sahlins, como l seala, contina estandoinformado por un sentido amplio de la cultura como el orden de losimblico, su objetivo principal es describir cmo la historia puedeestar culturalmente ordenada sin estar culturalmente prescrita 68. ParaSahlins, la estructura est siempre en peligro, tanto a causa de losacontecimientos como de las improvisaciones semnticas que incidenen la puesta en prctica cotidiana de la cultura 69. El lenguaje hereda-do (o discurso) nunca puede abarcar completamente o describir ade-cuadamente la gran variedad de realidades empricas o de experien-cias susceptibles de categorizacin e interpretacin, y en ese sentido lavida sobrepasa la capacidad de la cultura para dar cuenta de ella 70. Si

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    44 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    66 SAHLINS, M.: Islands of History, Chicago y Londres, 1985, p. 145 (Islas de his-toria, Barcelona, Gedisa, 1988).

    67 Una posicin que Sahlins comparte con Paul Ricoeur, de quien ha tomado laafirmacin. Vase BIERSACK, A.: Local Knowledge, Local History: Geertz andBeyond, en HUNT, L. (ed.): The New Cultural History, Berkeley y Los ngeles, Uni-versity of California Press, 1989, p. 91.

    68 SAHLINS, M.: Culture and Practice [...], op. cit., pp. 16 y 26.69 Ibid., e Islands of History, op. cit., p. x.70 O como Michel Breal acertadamente dijo: No cabe duda de que el lenguaje

    designa cosas de una forma inexacta e incompleta [...] Los sustantivos son signos vin-culados a cosas: incluyen slo parte de la verit que puede ser abarcada por un nom-bre, una parte necesariamente tanto ms fraccional cuanto que el objeto tiene ms rea-

  • Ayer 62/2006 (2): 19-50 45

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    lidad [...] [De ah] que nuestros lenguajes estn condenados a una perpetua carenciade proporcin entre la palabra y la cosa [...] La expresin es a veces demasiadoamplia, a veces demasiado limitada. Citado en ibid., pp. 147-148.

    71 Ibid., pp. 145 y 149-150.72 Ibid., p. 144.

    todo uso de categoras culturales representa una reproduccin de lasmismas, toda referencia es tambin una diferencia. Los valores con-vencionales (sistemticos, conceptuales) de los signos son constante-mente modificados mediante los valores intencionales que se acumu-lan cuando son puestos en prctica por los sujetos. La praxis supone,entonces, como dice Sahlins, un riesgo para el sentido de los signosde la cultura constituida. Por lo tanto, el orgullo simblico delhombre se convierte en una gran apuesta jugada con las realidadesempricas. sta es la apuesta que Sahlins denomina la doble con-tingencia del riesgo de las categoras en accin, un riesgo a la vezobjetivo, debido a cierta intratabilidad del mundo, que se resiste auna fcil categorizacin, y subjetivo, pues es el resultado de laconstruccin intencional y prctica de significados por parte del indi-viduo 71. Las categoras culturales, en tanto que fenmenos histri-camente generados, estn sujetas a los constantes efectos de reevalua-cin y resignificacin funcionales por parte de los agentes y, por eso,nunca pueden estabilizarse completamente. La cultura en su totali-dad, como sistema, est siempre siendo presionada para que cambie.En ese sentido, la cultura, seala Sahlins, funciona como una snte-sis de estabilidad y cambio, pasado y presente, diacrona y sincro-na 72. En este juego dialctico entre sistema y prctica, la cultura noslo es una esfera con una autonoma relativa con respecto al mundosocial, sino que tambin la prctica social logra una autonoma relati-va con respecto a las categoras discursivas por las que es, en ltimainstancia, definida y comprendida. Estructuras dbiles, coheren-cia dbil, dbiles procesos de cambio continuo, formas de pen-samiento, accin y agencia (agency) relativamente autnomas,incluso dbiles nociones de verdad, son todos indicadores de laacomodacin revisionista en curso. Una acomodacin que mantienela creencia en la fuerza mediadora del discurso y de la cultura en lacreacin de formas significativas de vida, pero que al mismo tiempoevita cualquier retorno a la trascendencia, identidad, esencia, teleolo-ga, totalidad o a las implicaciones determinantes de la fase construc-tivista del giro lingstico.

  • La prctica de la historia. La teora de la prctica

    Tomadas en su conjunto, las recientes iniciativas tericas de loshistoriadores estn conformando todo un cuerpo de obras histricas(principalmente de inspiracin social, pero con un fuerte componen-te cultural) que Andreas Reckwitz ha agrupado recientemente bajo elttulo de Teora de la prctica, aunque reconociendo siempre elcarcter poco sistemtico de esa corriente terica 73. Basndose endiversos (y a veces incompatibles) conglomerados de teoras queincluyen el proyecto de Bourdieu de una praxeologa y su variantesemitica tal como aparece en de Certeau, la teora de la estructura-cin de Giddens, las investigaciones del lenguaje ordinario delltimo Wittgenstein 74 y una visin y una apreciacin ms profundasde la obra del ltimo Foucault, que se entrecruza con las teoras delcuerpo, tanto feministas como sociolgicas, y combinndolos conmodelos neohermenuticos de la accin encarnada que debe muchade su fuerza a los modelos etnometodolgicos o neofenomenolgicossuministrados por autores como Garfinkel, la Teora de la prcticaasume la relevancia de los postulados del giro lingstico, pero losreinterpreta en favor de una rehabilitacin de la historia social,poniendo estructura y prctica, lenguaje y cuerpo en una relacindialctica dentro de sistemas que son concebidos como recursivos,poco coherentes, dbilmente continuos y siempre en peligro.En ese sentido, como Bonnell y Hunt han argumentado reciente-mente, parecera que los estudiosos estn empeados en una redefi-nicin y revitalizacin del concepto de lo social que haba sidodebilitado, si no completamente borrado, por el posestructura-lismo 75.

    Admitiendo el todava poco sistemtico carcter de esta escuelaemergente 76, parece con todo legtimo preguntarse: hasta dnde esdbil (o densa) la coherencia estructural, con qu exactitud olaxitud estn integrados tanto los smbolos (en el nivel del sistema)

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    46 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    73 Vase RECKWITZ, A.: Toward a Theory of Social Practices [...], op. cit., passim.74 Sobre esta cuestin, vase especialmente SCHATZKI, T. R.: Social Practices. A

    Wittgensteinian Approach to Human Activity and the Social, Cambridge, 1996.75 BONNELL, V. E., y HUNT, L. (eds.): Beyond the Cultural Turn [...], op. cit., p. 11.76 Como el mismo Reckwitz reconoce (Towards a Theory of Social Practices [...],

    op. cit., p. 257).

  • como las prcticas (en el nivel de las conductas y de la recreacininterpretativa de los cdigos semiticos) y cul es el vector dominan-te en la interaccin dialctica entre sistema y prctica? Incluso si asu-mimos, como hacen Giddens y, siguindolo, Sewell, que la influenciava siempre en ambas direcciones (es decir, es recproca), sobre labase de qu clculo podra determinarse la articulacin concreta desistema y prctica, asumiendo que sistema y prctica no son exacta-mente isomtricos en su fuerza de determinacin histrica? Qulugar ocupa el sujeto y/o el individuo en esta estructura laxamentearticulada y en qu grado es un agente que acta libremente o estconstreido? Dado que todos los revisionistas se centran en la inten-cionalidad, implica esto una renovada fe en la conciencia, o no? Losmodelos psicoanalticos sugieren que se pueden tener intenciones sinconciencia, pero puede decirse lo mismo de los modelos neofeno-menolgicos? Y si la Teora de la prctica se basa en teoras de laintencionalidad neofenomenolgicas y hermenuticas, por qu seafirma la naturaleza social de las percepciones de los agentes? Dadasla ausencia de cualquier nocin fuerte de racionalidad y la naturalezaprivatizada, al menos parcialmente, de la apropiacin cultural, por lomenos en comparacin con la naturaleza completamente pblica delos modelos semiticos de cultura, en los que las intenciones indivi-duales no intervienen, por qu distinguir entre percepciones ymalentendidos ilusorios? 77 Es ms, si las prcticas cotidianas generanslo diferencias no codificables en los sistemas, como mantiene DeCerteau, cmo consiguen hacerse histricamente visibles? Es decir,de qu manera dejan huellas suficientes en los archivos o en los regis-tros literarios para que podamos conocerlas?

    Finalmente, cmo puede el historiador, enfrentado a la tradicio-nal exigencia de representar el pasado en algn tipo de lgica narrati-va y/o forma de tramado, plasmar las dinmicas multidimensionales,semicoherentes y semiinarticuladas de la prctica? Un problema queno es insignificante cuando uno recuerda la relacin entre los orgenesde la historiografa del giro lingstico y las escuelas narrativas deWhite, LaCapra, Kellner, Ankersmit y otros, quienes argumentabanque no es posible ningn relato histrico sin algn tipo de tropologi-

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 47

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    77 Sobre el incierto lmite entre percepcin y representacin mental, vase el cap-tulo I de MERLEAU-PONTY, M.: The Visible and the Invisible, ed. de Claude Lefort,trad. de Alphonso Lingis, Evanston, 1968 (Lo visible y lo invisible, Barcelona, SeixBarral, 1970).

  • zacin o de tramado. Cul es, se pregunta uno, la lgica narrativa delas disposiciones corporales, la resignificacin no sistemtica y la con-ducta intersticial? Comparada con la semitica, con la teora estructu-ralista y/o posestructuralista (cuyos principios demasiado sistemticosy supuestamente idealistas busca corregir), la Teora de la prcti-ca proclama una serie de compromisos tericos que son inherentes asus complejos y a menudo contradictorios objetivos. Es posible ela-borar, sobre estas bases, una versin renovada del giro lingsticoque resulte convincente? Como ya argument en 1990,

    la capacidad de la semitica para imponerse en el terreno terico fue unaprueba de la fuerza de su desafo a las epistemologas tradicionales, al virtuo-sismo tcnico de sus practicantes y a la coherencia subyacente de su teora,frente a los que los defensores de un retorno a la historia invocaban, ms biendbilmente, el sentido comn colectivo o la experiencia individual y sub-jetiva. Pero aunque haya buenas razones histricas para que los historiadoresinsistan en la autonoma de la realidad material, stas no son necesariamenterazones que permitan hacer buena historia, y al desafo semitico no se pue-de hacer frente simplemente apelando al sentido comn y a la experienciaindividual 78.

    Adems, parece que en la elaboracin de este cuerpo emergentede teora se ha perdido la ocasin de basarse en algunos autorescuya obra parece estar ms en sintona con los objetivos perseguidosque la de algunos de los tericos utilizados. Cmo se explica, porejemplo, la ausencia de Maurice Merleau-Ponty, cuya fenomenologade la percepcin, basada en el cuerpo, encajara perfectamente en lateorizacin de la prctica en un sentido materialista? 79 An ms lla-mativa resulta la ausencia de Mijail Bajtin, cuya defensa de la natura-leza enteramente social del lenguaje y cuyo nfasis en la heteroglosiacomo encarnacin de los dialectos de la experiencia personal y de laestratificacin social en la diversidad social de los tipos de habla ofre-ce una demostracin ejemplar de la forma en que la posicin social yla intencin individual modulan y refractan los discursos, dando voza la multiplicidad de significados que se encuentran en el centro mis-

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    48 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    78 SPIEGEL, G. M.: History, Historicism and the Social Logic of the Text, enSPIEGEL, G. M.: The Past as Text: the Theory and Practice of Medieval Historiography,Baltimore, 1997, p. 19.

    79 Vase, por ejemplo, su The Visible and the Invisible, op. cit.

  • mo de todo fenmeno lingstico 80. Ciertamente, Merleau-Ponty yBajtin estuvieron de moda en las dcadas de los setenta y ochenta,pero lo mismo podra decirse de muchos de los trabajos de que me heocupado aqu. De hecho, en la medida que el grupo vinculado a laTeora de la prctica se basa en un cuerpo de obras en su mayorparte disponibles desde los aos setenta y ochenta, si no desde antes,uno puede legtimamente preguntarse si este giro reciente en la histo-riografa representa una fase final en la recepcin de la historiografadel giro lingstico (una suerte de agotamiento intelectual en todoslos sentidos de la palabra de su potencial) o una iniciativa autnti-camente novedosa que nos lleva en una nueva direccin. Al final, estacuestin parece menos importante, y de respuesta menos fcil, que lacuestin de cules son los retos a los que pretende enfrentarse elactual proyecto de revisin, sean cuales sean su origen y sus prop-sitos.

    Podra decirse que lo que est en juego en este proceso de adapta-cin y revisin es que los historiadores estn buscando, en maravillo-sa frase de Vclac Havel, una salida objetiva a la crisis del objetivis-mo 81. Pero suponer que esto es as es subestimar la naturalezaprofunda e incluso radicalmente historicista de la crtica actual a lahistoriografa del giro lingstico. Por el contrario, parece ms proba-ble que se trate no tanto del abandono de la cultura como estructuracomo de una reconsideracin de la existencia de la estructura en lahistoria y como historia 82. Al desplazar el centro de atencin de lainvestigacin histrica desde las imgenes totalizadas de cultura ysociedad al terreno de la prctica y la vida cotidiana, la historiogra-fa del post-giro lingstico tiende a disolver, sin embargo, la nocinde estructura y las teoras que dependen de ella, pues lo habitual esque tales teoras generalizadoras sean incapaces de explicar las varia-ciones internas y las inconmensurabilidades de los sistemas que pre-tenden describir 83. Es en este sentido que el giro lingstico estdando paso a un giro histrico, dado que el historicismo (entendi-

    Ayer 62/2006 (2): 19-50 49

    Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    80 Vase BAKHTIN, M.: The Dialogic Imagination, ed. de Michael Holquist, trad. de Caryl Emerson y Michael Holquist, Austin, 1981.

    81 Citado en ERMATH, E. D.: Agency in the Discursive Condition [...], op. cit.,p. 52.

    82 La frase es de SAHLINS, M.: Islands of History [...], op. cit., p. 145.83 Estoy agradecida a Simon During, del Departamento de Ingls de la John

    Hopkins University, por esta idea.

  • Gabrielle M. Spiegel La historia de la prctica

    50 Ayer 62/2006 (2): 19-50

    84 La definicin es de HOLLINGER, D.: How Wide the Circle of We? Ameri-can Intellectuals and the Problem of the Ethnos Since World War II, American His-torical Review, 98 (1993), p. 310.

    do como un reconocimiento del carcter contingente, temporal ysocialmente situado de nuestras creencias, valores, instituciones yprcticas) 84 acepta tanto que se mantenga un concepto atenuado dediscurso (en que ste es el que crea las condiciones de posibilidad ylos componentes de una cultura dada) como el nfasis revisionistasobre la prctica, la accin, la experiencia y los usos adaptativos de losrecursos culturales histricamente especficos. Al revalorizar una pos-tura historicista que est fundamental y profundamente arraigada, loshistoriadores abandonan, implcitamente, las concepciones esencia-listas de la naturaleza humana.

    Aunque la Teora de la prctica como tal apenas ha alcanzado lacondicin de teora viable, en cualquier sentido real del trmino, elacento que pone en la naturaleza histricamente generada y siemprecontingente de las estructuras de la cultura devuelve a la historiogra-fa a su ya vieja preocupacin por los procesos, los agentes, el cambioy la transformacin, aunque sea exigiendo, al mismo tiempo, el tipode investigacin empricamente basada en las particularidades de lascondiciones sociales y culturales con las que los historiadores se sien-ten, por formacin y por tradicin, ms cmodos. A la vez, la Teorade la prctica preserva algunas de las ideas ms potentes del postes-tructuralismo, incluso aunque defienda una versin dbil del mismo.No es probable que la Teora de la prctica est lista pronto parasatisfacer plenamente la necesidad de teorizacin rigurosa en la histo-ria, ni para apaciguar a aquellos que permanecen fieles a un conceptosemitico inmutable de cultura y de lenguaje. Aunque, por otro lado,su imprecisin y su incoherencia terica pueden ser una ventaja his-toriogrfica, al crear un espacio en el que los diferentes intereses deun grupo amplio de historiadores, antroplogos, socilogos y filso-fos puedan encontrar un espacio comn en el que debatir entre ellos.Es demasiado pronto para decirlo. Pero como forma de reflexin his-trica cuya atencin se centra en la organizacin cultural selectiva dela experiencia, la Teora de la prctica parece suficientementecapaz de dar cabida a una multitud de impulsos revisionistas cuyaconfiguracin ltima est an pendiente de realizacin.