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La producción social del espacio urbano Tensiones y ajustes en la (re)ordenación urbana de los Tres Turons de Barcelona SERGIO PORCEL LÓPEZ Trabajo de investigación para la obtención del Diploma de Estudios Avanzados (D.E.A.) en Sociología Director: Dr. Joan Miquel Verd Pericàs DOCTORAT EN SOCIOLOGIA DEPARTAMENT DE SOCIOLOGIA FACULTAT DE CIÈNCIES POLÍTIQUES I DE SOCIOLOGIA UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA 2010

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La producción social del espacio urbano Tensiones y ajustes en la (re)ordenación urbana de los Tres

Turons de Barcelona

SERGIO PORCEL LÓPEZ

Trabajo de investigación para la obtención del Diploma de

Estudios Avanzados (D.E.A.) en Sociología

Director: Dr. Joan Miquel Verd Pericàs

DOCTORAT EN SOCIOLOGIA

DEPARTAMENT DE SOCIOLOGIA FACULTAT DE CIÈNCIES POLÍTIQUES I DE SOCIOLOGIA

UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA

2010

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Índice Agradecimientos ........................................................................................................... 5 Introducción................................................................................................................... 7 CAPÍTULO 1. LA MIRADA SOCIOLÓGICA DE LA CIUDAD ...................... 11 1.1. La dificultad de atender a lo socioespacial: diversidad y fragmentación de

la sociología urbana como disciplina................................................................ 14 1.2. La distinción entre ciudad, lo urbano y espacio urbano.............................. 20 1.3. El estudio de la morfogénesis del espacio urbano: perspectivas teóricas 26

1.3.1. La morfología urbana bajo el enfoque demográfico de Maurice Halbwachs ........................................................................................................ 27

1.3.2. Ecología urbana: los principios naturales como explicación de la morfogénesis del espacio urbano .................................................................. 30

1.3.3. La Nueva Sociología Urbana: economía política y la transformación de las formas de la ciudad ................................................................................... 34

CAPÍTULO 2. LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO URBANO COMO OBJETO

DE ESTUDIO ........................................................................................................ 41 2.1. La triada espacial lefebvriana: la concepción íntegra del espacio urbano 44 2.2. La producción social del espacio urbano: los efectos de los intereses

económicos, las políticas urbanas y los movimientos sociales en el territorio.................................................................................................................. 48 2.2.1. La naturaleza económica del suelo urbano y su peso en la

morfogénesis del espacio................................................................................ 48 2.2.2. Las políticas urbanas y la planificación en la configuración del espacio

urbano ............................................................................................................... 51 2.2.3. La acción del movimiento ciudadano en la (re)definición de las formas

urbanas. ............................................................................................................. 58 2.3. El estudio del proceso de reordenación urbana de los Tres Turons de

Barcelona: modelo de análisis y preguntas de investigación....................... 64 CAPÍTULO 3. ASPECTOS METODOLÓGICOS DE LA INVESTIGACIÓN:

DISEÑO, TRABAJO DE CAMPO Y ESTRATEGIA DE ANÁLISIS.......... 69 3.1. El diseño metodológico multimétodo etnográfico: triangulando datos

cualitativos ............................................................................................................. 72 3.2. El trabajo de campo ............................................................................................. 76

3.2.1. Documentos urbanísticos ........................................................................... 76 3.2.2. Entrevistas en profundidad ....................................................................... 78

3.3. El uso del CAQDAS y la geocodificación como nueva herramienta de análisis cualitativo................................................................................................ 79 3.3.1. La irrupción de la geocodificación en los CAQDAS .............................. 80

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3.3.2. El papel de la geocodificación en el desarrollo de la investigación ..... 82 3.4. Una estrategia de análisis inspirada en la Grounded Theory al margen de

la ortodoxia ............................................................................................................ 87 CAPÍTULO 4. CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO DE LOS TRES TURONS:

CONSIDERACIONES PREVIAS PARA EL ESTUDIO DE SU TRANSFORMACIÓN URBANA...................................................................... 91

4.1. La construcción del entorno urbano de los Tres Turons: de la ruralidad a

la heterogeneidad urbana ................................................................................... 94 4.1.1. El tránsito de rural a urbano (mediados del s. XIX-1930)...................... 95 4.1.2. El barraquismo, la autoconstrucción y la construcción especulativa

(1940-1970) ........................................................................................................ 98 4.1.3. Las acciones de las grandes inmobiliarias (1967-1980) ........................ 100

4.2. El movimiento vecinal barcelonés y la implicación de la Asociación de Vecinos del Carmelo en la construcción de los barrios de los Turons..... 101

4.3. El proyecto de los Tres Turons en el contexto de las políticas urbanas de Barcelona .............................................................................................................. 104

4.4. El Parc dels Tres Turons: origen y evolución de una planificación imposible.............................................................................................................. 109

CAPÍTULO 5. EL PROCESO DE (RE)ORDENACIÓN URBANA DE LOS

TRES TURONS: UNA PRIMERA APROXIMACIÓN EMPÍRICA.......... 117 5.1. Las constricciones de los elementos estructurales en la gestión del

proyecto y en la propuesta inicial: el punto de partida............................... 121 5.2. ¿Quién es quién?: el juego de los actores en el proceso de planificación

del Parc dels Tres Turons.................................................................................. 127 5.3. Tensiones y ajustes en la nueva ordenación urbanística del Parc dels Tres

Turons ................................................................................................................... 133 5.3.1. La principal controversia: ¿parque estricto o parque mixto?.............. 134 5.3.2. La problemática del núcleo central del parque y la búsqueda de

soluciones ad hoc ............................................................................................ 139 CAPÍTULO 6. PRIMERAS CONCLUSIONES, ATISBOS Y TRAZOS DE

LÍNEAS A DESARROLLAR PRÓXIMAMENTE......................................... 147 6.1. La fuerza de los elementos estructurales en la configuración del marco del

Pla del Parc dels Tres Turons ............................................................................ 151 6.2. El desequilibrio de poder entre el Ajuntament de Barcelona y las

entidades vecinales: causas y consecuencias................................................. 152 6.3. La producción social de la nueva ordenación urbana del ámbito de los

Tres Turons .......................................................................................................... 155 Referencias bibliográficas ...................................................................................... 157 Anexo .......................................................................................................................... 171

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Agradecimientos

l presente documento es el resultado de un gran esfuerzo personal. Tan sólo

el hecho de poder estar escribiendo estas líneas es ya para mi un éxito y

también un momento muy esperado. No quería desaprovechar la ocasión

para recordar a todos los que me han acompañado en este viaje intelectual, ya que cada

uno a su manera también son artífices de este trabajo.

En primer lugar, quería agradecer a Joan Miquel Verd, su entrega, su paciencia y

su interés a lo largo de todo el desarrollo de esta memoria de investigación, así como

su capacidad motivadora. Sin él, es evidente que nada habría sido lo que es. También

me gustaría destacar los comentarios recibidos por parte de Aaron Cicourel y de Jo

Moran-Ellis, los cuales me sirvieron para afinar mejor algunas cuestiones del estudio.

Cómo no recordar al grupo de compañeros y amigos con los que he podido

intercambiar durante este tiempo enriquecedoras impresiones sobre este trabajo. Mis

preocupaciones, mis avances y mis dudas siempre fueron bien acogidas por Sergi

Fábregas (¡gracias también por los artículos!), Lara Navarro, Josep Báguena, Jordi

Gumà, Maria Costa, Isaac Marrero y Marc Martí.

En cuestiones más técnicas, debo expresar mi enorme gratitud por la valiosa

ayuda que me brindaron Pilar Pérez, en las transcripciones, y Francesc Coll, en los

mapas. Mi agradecimiento también a Jaume Clapés quien me facilitó el acceso a ciertos

libros.

Por otro lado, me gustaría mencionar y darles las gracias también a Mar Sorribas,

a Carles Ros, a Blai Casals, a Élia Herranz y a Andrés Naya, a Quim Martín y a Toni

Coll. Todos ellos me ayudaron a introducirme en el rincón de Barcelona que he

estudiado, siendo vital para poder hacer realidad esta investigación. Muchísimas

gracias también a todos aquellos que han colaborado en el estudio, prestando su

tiempo para ser entrevistados o consultados, el nombre de los cuales guardaré en el

anónimato. Ellos saben quiénes son.

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Y, por último, mi más cariñoso agradecimiento a la persona que ha hecho posible

que me haya podido dedicar enteramente a hacer este trabajo cuando lo he necesitado,

Laia Oliva. Gracias por la comprensión y por el sacrificio. Y también para Mariona

Porcel. Nadie más que ella me estimuló tanto para acabar lo que ya había empezado.

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Introducción

arcelona, como otras ciudades del mundo, es desde hace tiempo un

laboratorio urbano. Es un contenedor de fenómenos y procesos observados

minuciosamente desde diversas disciplinas, entre las que las ciencias

sociales aportan un peso específico importante. El interés por obtener un

entendimiento más profundo sobre esta ciudad y el mundo urbano en general, ha dado

pie a la proliferación de estudios que, partiendo de la realidad barcelonesa, abordan

una multitud de temáticas urbanas. Las políticas urbanas, sus espacios públicos, los

movimientos sociales o su propia morfología espacial son algunas de las cuestiones

más analizadas por antropólogos, sociólogos, geógrafos o politólogos. El objetivo que

persiguen estos estudios sobre la ciudad es desenmarañar su significado y su

naturaleza con el fin de aprender a gestionarla mejor. La presente investigación nace

con la voluntad de sumarse a esta amalgama de conocimiento sobre la ciudad y los

fenómenos socioespaciales, y contribuir así, aunque sólo sea en un ápice, a ampliar el

saber empírico urbano desde una óptica sociológica.

La investigación se ocupa de un proceso de transformación urbana, el Pla del Parc

dels Tres Turons. Aunque la construcción de este parque urbano es un proyecto con más

de 50 años de recorrido, su gestión ha gozado de una gran actualidad en los últimos

años. A finales de los años 90, en un momento de definición de las nuevas líneas

estratégicas de actuación urbana, el Ajuntament de Barcelona retomó este antiguo

proyecto con la intención de hacer realidad, de una vez por todas, el gran parque de los

Tres Turons. El proyecto responde al interés del gobierno local por impulsar la mejora

del verde urbano, una materia en la que la ciudad acumula un importante déficit

histórico, pero su implementación no está siendo fácil. El elevado número de

propiedades afectadas ―edificaciones y parcelas situadas en el interior de la

delimitación del parque urbano― y la resistencia de la mayoría de estos vecinos a ser

expropiados y desalojados, han constituido una problemática clave para el desarrollo

del plan. Durante la última década, las negociaciones, más o menos conflictivas, entre

el gobierno local y las entidades vecinales sobre la conceptualización y la delimitación

del parque, han marcado un proceso que se ha saldado finalmente con una nueva

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ordenación urbana de la zona de los Tres Turons. Esta reordenación modifica los

límites del parque preestablecidos en el Pla General Metropolità de 1976 y comporta la

desafectación de más de la mitad de las viviendas afectadas. Es precisamente este

proceso de transformación del proyecto original del parque el que conforma el objeto

de estudio de esta investigación.

El tema central del trabajo y, por lo tanto, la cuestión en torno a la cual gira gran

parte del análisis realizado, es la producción del espacio urbano, entendiéndolo como

un proceso social. El objetivo que se plantea no es otro que atender a los elementos que

intervienen en este proceso de morfogénesis espacial, identificar los actores y

elementos que participan, rastrear sus interrelaciones y establecer asociaciones con

respecto a cómo se acaba configurando el espacio urbano. En el caso del Parc dels Tres

Turons, se trata de investigar las tensiones que se han producido entre los actores que

han participado en el proceso de configuración de la nueva zonificación que se prevé

para esta área urbana, así como examinar aquellos otros factores o elementos que

también hayan incidido en la remodelación de la ordenación de los Tres Turons. En

este sentido, se pone el énfasis en la mutación que sufre el proyecto de planificación al

entrar en contacto con la realidad, en los ajustes que en él se imprimen como resultado

de un proceso social complejo. Con ello se busca, por un lado, aportar luz sobre el tipo

de implicaciones que se desprenden de la reordenación urbana resultante, valorando,

entre otras cosas, si ésta cumple o no con los objetivos planteados por la planificación

en un inicio. Por otro lado, los resultados permitirán contrastar también algunos

planteamientos teóricos formulados en relación a la producción del espacio urbano.

No obstante, en la medida que el trabajo se ajusta a los requerimientos de una

memoria de investigación, en el presente documento no se presentan resultados

definitivos, sino que los contenidos se limitan básicamente al marco teórico, la

metodología y una primera aproximación empírica sobre el objeto de estudio

planteado. La idea es que este trabajo sea completado en un futuro próximo en forma

de tesis doctoral y, por lo tanto, deberá servir para conformar las bases y el trazo de las

líneas maestras que guíen el desarrollo de esa investigación más amplia y madura.

Los contenidos se estructuran en 5 capítulos que se distribuyen de la siguiente

manera. El primer capítulo recoge aspectos básicos que introducen el enfoque teórico

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de la investigación. En primer un lugar, se remarca la perspectiva que se adopta para el

estudio de la ciudad desde la sociología, a la vez que se presentan algunos de los

debates epistemológicos internos que se han sucedido en el devenir de la sociología

urbana como disciplina. En segundo lugar, se distingue entre los conceptos ciudad, lo

urbano y espacio urbano y, por último, se realiza un repaso sobre las principales

corrientes teóricas que desde la sociología urbana se han ocupado del estudio de la

morfogénesis del espacio urbano.

En el segundo capítulo, se exponen las principales referencias teóricas que se

utilizan en el desarrollo de la investigación para abordar el objeto de estudio

planteado, en este caso, la producción social del espacio urbano. En él, primero se hace

hincapié en la manera en que se concibe el espacio urbano en el contexto de esta

investigación. Seguidamente, se recogen las aportaciones teóricas más importantes

sobre la producción del espacio urbano estructuradas en torno a los factores que se han

considerados más importantes en este proceso: el valor económico del suelo, las

políticas urbanas y la acción de los movimientos sociales. En última instancia, se

presenta el modelo de análisis y las preguntas de investigación a las que se trata de dar

respuesta.

El tercer capítulo habla sobre cómo se ha realizado el trabajo empírico, es decir,

sobre la metodología utilizada, que, en este caso, es eminentemente cualitativa. Así, a

grandes rasgos, se explica el diseño metodológico que se ha seguido, las características

del trabajo de campo y la estrategia de análisis que se ha adoptado. Además, se realiza

una reflexión sobre la geocodificación, un nuevo recurso de análisis cualitativo

incorporado recientemente en los CAQDAS, que presenta una clara idoneidad

metodológica en el ámbito de la sociología urbana. La reflexión esta basada en el uso

intensivo que se ha realizado de esta herramienta en esta investigación.

Finalmente, los capítulos 4 y 5, se centran ya en el estudio del Pla del Parc dels Tres

Turons. Si bien, el capítulo 4, cumple una función introductoria y contextual del caso

estudiado, aportando una explicación de cómo se ha ido conformando históricamente

el espacio urbano delimitado como objeto de estudio, en el capítulo 5, se presenta la

primera aproximación empírica, que tal y como se explica más adelante, esta basada en

el análisis de una parte de la información disponible.

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Capítulo 1. LA MIRADA SOCIOLÓGICA DE LA CIUDAD

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Capítulo 1. La mirada sociológica de la ciudad

Por esta calle llego a una plaza cuadrada donde hay un colegio, el colegio de Santa Eulàlia, y unos jardines. Las madres están esperando a sus hijos. Pasan hombres que vienen del trabajo y me da por observar que hablan en catalán. (…) Doblo por otra calle, hacía la izquierda. Hay fábricas y se oyen ruidos fuertísimos. Ahora doblo a la derecha me fijo en las casas; son modestas, pero causan buena sensación. Y en seguida pienso en lo que el ruido continuo les debe molestar. (…) Me voy fijando en los edificios que aparecen con grietas, en los edificios que están agrietados, y observo muchos. Es una manía que tengo desde hace cierto tiempo, pues las edificaciones donde vivimos ahora, están todas rajadas de arriba abajo, más o menos imperceptiblemente. (…) Luego cruzo la Gran Vía y por entre la estación SEAT y donde estuvo la planta embotelladora de vinos SEYTA salgo a la carretera del Port y de allí a casa.

Apuntes para una sociología del barrio, FRANCISCO CANDEL

a ciudad es un ente de naturaleza compleja, compuesto por una multitud de

dimensiones —territorial, demográfica, social, cultural, económica,

política—, las cuales se entrelazan entre sí constituyendo un todo de

estructura frágil, volátil, en movimiento, en continuo proceso de reestructuración. Esta

constitución convierte a la ciudad en un objeto de estudio inabarcable desde una única

disciplina si se quiere aspirar a su compresión integral. Para lograrlo sería necesario un

marco interdisciplinar altamente sofisticado que, tal y como vaticinaba Harvey (1979)

años atrás, todavía no se ha creado. Lefebvre (1971, 1996), incluso, se muestra bastante

escéptico respecto a las posibilidades que ofrece la interdisciplinariedad en este

sentido, y se pregunta si realmente es posible crear una ciencia de la ciudad a partir de

los relatos fragmentados de historiadores, economistas, demógrafos, antropólogos,

geógrafos o sociólogos, cuyas aportaciones analizan hechos aislados entre sí. En todo

caso, lejos de pretender ofrecer un análisis global de la ciudad, la aproximación que

aquí se propone llevar a cabo es conscientemente parcial, centrada en conocer tan sólo

determinados aspectos de la realidad urbana desde una óptica eminentemente

sociológica.

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En el presente capítulo, se establece el punto de partida del encuadre teórico de

la presente investigación, siguiendo una lógica que va de lo general a lo concreto. En

primer lugar, se describen algunas de las particularidades de la sociología urbana

como disciplina, a la vez que se define el tipo de mirada que se ejerce sobre el

fenómeno socioespacial en este trabajo. En segundo lugar, se procede a la distinción

entre los conceptos ciudad, lo urbano y espacio urbano, para facilitar la delimitación del

objeto de estudio que abordará esta investigación. Por último, se exponen las

principales líneas teóricas que se han ocupado del estudio de la morfogénesis del

espacio urbano.

1.1. La dificultad de atender a lo socioespacial: diversidad y fragmentación de la sociología urbana como disciplina

Desde sus orígenes, la sociología urbana ha focalizado su atención en la trama de

interrelaciones que se producen en los ámbitos urbanos entre los procesos sociales y las

formas espaciales. No obstante, la sociología urbana presenta un aspecto fragmentado

y un tanto caótico como consecuencia de la multiplicidad de temáticas1 que se han

tratado ―y se tratan― en su nombre. Los temas más recurrentes en la literatura

sociológica urbana van desde las formas de vida y la cultura urbana (Firey, 1968 [1947];

Suttles, 1968, 1984; Zukin, 1995, 1998), a las desigualdades sociales, la segregación

urbana y sus consecuencias (Massey y Denton, 1993; Musterd y Ostendorf, 1998;

Forrest y Kearns, 2001; Caldeira, 2007), pasando por los movimientos sociales urbanos

(Castells, 1986; Lowe, 1986; Pickvance, 1986; Urrutia, 1992; Mayer, 1999), por la

configuración de las formas urbanas (Lefebvre, 1991 [1974]; Gottdiener, 1985; Harvey,

1985; Logan y Molotch, 1987; Feagin, 1998) o por los efectos de la globalización sobre la

ciudad (Friedmann y Wolf, 1982; Sassen, 1991; Brenner, 1998; Scott et al., 2004). Esta

disparidad de materias abordadas pone de manifiesto la dificultad que ha acompañado

históricamente a esta disciplina en sus esfuerzos por encontrar un objeto de estudio

claro que le permitiera desarrollarse con una cierta robustez.

Básicamente, hay dos razones que explican el amplio elenco de cuestiones que

son tratadas por la sociología urbana. Por un lado, este hecho tiene que ver con la

1 Varias muestras de las diferentes temáticas que se han tratado desde la sociología urbana se pueden revisar en Saunders (1981), Bettin (1982), Gottdiener (1994), Urrutia (1999), Martínez (2005) o Lamy (2006).

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dependencia que ha mostrado esta disciplina por cubrir de manera sistemática aquellas

problemáticas enraizadas en la ciudad que han suscitado demanda social (Castells,

1976). En otras palabras, la sociología urbana se ha visto obligada, o arrastrada, a dar

respuesta sobre todo aquello que ocurría en la ciudad y que urgía socialmente atender,

lo que se ha traducido en una ligera falta de autonomía a la hora de trazar líneas de

investigación. Pero, por otro lado, y quizá de manera más decisiva, esta fragmentación

está relacionada también con algunos escollos de orden teórico y epistemológico, que

han marcado la trayectoria de la sociología urbana.

Respecto a las cuestiones teóricas, Louis Wirth ya manifestaba en los albores de

la disciplina que “sólo en tanto que el sociólogo posea una concepción clara de la

ciudad como una entidad social y una teoría practicable del urbanismo, puede esperar

el desarrollo de un cuerpo unificado y confiable de conocimientos, cosa que

ciertamente no ocurre con la sociología urbana de nuestros días” (Wirth, 1938:24).

Wirth, no se equivocaba demasiado, sino que más bien adelantaba dos de los

problemas principales que han marcado el desarrollo de la sociología urbana y que han

dificultado su cohesión interna: el déficit teórico y la falta de consenso en la definición

de conceptos clave.

Durante la primera etapa de la disciplina, representada ampliamente por las

aportaciones precursoras de la Escuela de Chicago, las investigaciones que se llevaron

a cabo se caracterizaban, en primer lugar, por un deficitario andamiaje teórico,

conformado débilmente por la ecología urbana2, que además quedaba minimizado ante

el empirismo exaltado con el que actuaban los sociólogos de Chicago; y, en segundo

lugar, por el predominio de la metodología cualitativa y de la etnografía. Estos dos

rasgos llevaron a algunos autores de etapas posteriores a cuestionar el carácter

científico de los trabajos de la Escuela de Chicago, tildándolos en ciertos casos de meras

descripciones (Castells, 1971, 1976; della Pergola, 1973). Pero, al margen de estas

críticas cientificistas sobre el inductivismo etnográfico que marcó los inicios de la

disciplina ―siempre discutibles―, lo cierto es que esta prematura “intemperie teórica”

contribuyó a diversificar las temáticas abordadas, en la medida que permitía

seleccionar y tratar las “cuestiones urbanas” con bastante libertad. Prácticamente, todo

2 Según Castells (1976), los parámetros teóricos ecológicos con los que contaban los sociólogos urbanos de la Escuela de Chicago no proveían de una base suficiente para ser aplicada a los estudios empíricos de la ciudad, sino que se mantenían en un plano ideológico.

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lo que sucedía en la ciudad era susceptible de ser observado y estudiado por la

sociología urbana, y más si estaba relacionado con alguna problemática social

(inmigración, delincuencia, pobreza, etc.). Paradójicamente, y probablemente como

consecuencia de esta situación previa, los modelos teóricos que han surgido

posteriormente, no han conseguido mitigar las desordenadas ramificaciones de la

disciplina, sino más bien lo contrario, las han consolidado.

Por otro lado, la falta de consenso entre los sociólogos urbanos en el momento

de formular definiciones sobre aquello que estudiaban3, no ha ayudado tampoco en

este sentido y, además, ha impedido trabajar sobre una base conceptual sólida durante

mucho tiempo (Sjoberg, 1959). En parte, este inconveniente se deriva de la complejidad

que encarna el fenómeno urbano, pero sobre todo tiene que ver con las carencias

teóricas que antes se han comentado. Este problema, sin embargo, se ha minimizado en

las últimas décadas, en las que se han delimitado mejor algunos conceptos y en las que

han emergido conceptos nuevos, corrigiendo la confusión y las ambigüedades de

etapas anteriores.

A pesar de estas dificultades teóricas y de sus implicaciones en el desarrollo de

la sociología urbana, se puede decir que el origen de la división más profunda que

acusa la disciplina se encuentra estrechamente relacionado con la naturaleza recíproca

que caracteriza la conexión que se establece entre lo social y lo espacial. Halbwachs,

uno de los pioneros en el estudio de la articulación entre el espacio y la sociedad, ya

señalaba a principios del siglo XX esta particularidad de la relación socioespacial.

Según este autor, de la misma manera que una sociedad se ubica en un lugar concreto

del mundo material, incidiendo en la forma y el significado del espacio de acuerdo con

una determinada organización moral, social, económica y jurídica, la sociedad, como

parte del mismo proceso, también recibe e incorpora en su naturaleza el feedback del

medio habitado (Martínez Gutiérrez, 2003). Para Lefebvre (1991 [1974]) cada tipo de

organización social produce un entorno que es consecuencia de las relaciones sociales

que posee. En consecuencia, cada sociedad al producir un espacio acorde con su

naturaleza, no sólo lo materializa en formas de construcción particulares, sino que

también las reproduce en sí misma. Así, el autor cree también que el espacio adquiere

una doble dimensión como medio donde se producen relaciones sociales y como

3 Véase la distinción entre los conceptos ciudad, lo urbano y espacio urbano en el apartado siguiente.

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producto material que puede afectar a las relaciones sociales. En la misma línea, Pierre

Bourdieu (1999) entiende que la estructura del espacio se conforma en base a

oposiciones espaciales que marcan diferencias respecto al espacio habitado por los

grupos sociales, las cuales trascienden al espacio social en forma de estructuras

mentales y sistemas de preferencias. Al mismo tiempo, pero a la inversa, el espacio

habitado recibe también el influjo de los procesos sociales que en él se desarrollan. Es

decir, en términos del autor, el hábitat genera habitus y el habitus genera hábitat.

Esta “bidireccionalidad” ―si se puede decir así― que se desprende de los

“efectos de lugar”, como los denomina Bourdieu (1999), sugiere la existencia de dos

fenómenos socioespaciales que suceden simultáneamente, y si suceden, ambos son

susceptibles de ser abordados desde la sociología. De hecho, en los tempranos trabajos

de la Escuela de Chicago ya se plasman estas dos lecturas de la realidad socioespacial,

dónde convive el estudio de los estilos de vida y la cultura urbana con el de la

morfología de las ciudades. Sin embargo, no todos los autores han estado de acuerdo

con esta fraternal convivencia entre los dos objetos de estudio. A finales de los años 60,

esta cuestión originó algunas controversias de carácter epistemológico en el seno de la

disciplina, cuando algunos de los integrantes de la Nueva Sociología Urbana entran a

discutir qué papel debe desarrollar la sociología urbana, si debe situar a la ciudad o el

territorio como variable explicada o como variable explicativa de lo social.

Castells (1974), por ejemplo, critica los estudios sobre cultura urbana,

desarrollados principalmente a partir de la obra de Wirth, y duda si pueden ser

considerados como sociología urbana. El enfoque cultural de Wirth (1938), considera la

ciudad como variable explicativa y asocia los efectos socio-culturales que comparten

algunos ciudadanos (soledad, anonimato, individualismo, instrumentalización de las

relaciones, ausencia del control social directo, etc.) con el hecho de residir en el hábitat

urbano. Castells, en cambio, atribuye estos efectos al mismo proceso de

industrialización, y bajo esta óptica, estudiar la cultura urbana o los estilos de vida

urbanos no es más que estudiar el proceso de industrialización, lo cual no corresponde

a la sociología urbana (Castells, 1971, 1974, 2004 [1972]). Como contrapartida, el autor

propone que la sociología urbana debe ocuparse del análisis de la estructura urbana, es

decir, sitúa a la ciudad y las formas urbanas como variable a explicar. Para ello, según

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él, resulta imprescindible tener en cuenta los mecanismos de la política urbana que

moldean la estructura urbana. Lo expresa de la siguiente manera:

“El análisis de la estructura urbana (…) tropieza sistemáticamente con serios

obstáculos, cada vez que se trata de comprender el proceso de producción de

estas formas y de estas prácticas, cada vez que se ha querido establecer leyes de

su desarrollo y su transformación. Al no existir las estructuras más que en las

prácticas, la organización específica de estas prácticas produce efectos

autónomos que no están contenidos enteramente en el desarrollo de las leyes

estructurales. El corazón del análisis sociológico de la cuestión urbana está en el

estudio de la política urbana, es decir, de la articulación específica de los

procesos designados como “urbanos” con el campo de la lucha de clases y, por

consiguiente, con la intervención de la instancia política (aparatos de Estado).”

(Castells, 2004 [1972]:290)

Este planteamiento es puesto a su vez en tela de juicio por Saunders (1981), quien

afirma que Castells se acaba desviando del estudio de las estructuras urbanas, ya que

se centra en el estudio de la acción de los movimientos sociales urbanos y del consumo

colectivo. Además, según él, una de las inconsistencias de la teoría que construye

Castells es que concibe los procesos urbanos excluyendo los procesos de no consumo y

los procesos de consumo no espaciales. En este sentido, bajo el entendimiento de

Saunders, Castells únicamente se interesa por un fragmento de la realidad urbana,

basada en los movimientos sociales y en su lucha orientada hacia las cuestiones de

bienestar social, lo cual lo aleja de la sociología urbana y lo sitúa en la sociología de los

movimientos sociales o del consumo4.

Por el contrario, el mismo Saunders piensa que la sociología urbana debe

ocuparse de los procesos sociales que se inscriben en un espacio determinado y no del

espacio en sí, como planteaba Castells. Para Saunders, el “espacio es más que un

simple escenario o container pasivo en el que tienen lugar los procesos sociales, la

disposición espacial evidentemente influye y afecta en cómo se desarrollan estos

procesos” (Saunders, 1981:270). Saunders, a pesar de situar de nuevo al territorio como

4 Otra de las críticas que recibe la propuesta de modelo analítico de Castells incide sobretodo en el deductivismo radical que emplea el autor, excesivamente encasillado en la ortodoxia marxista, que le lleva a realizar un análisis forzado de la realidad social (Harloe, 1979).

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variable explicativa, no retoma la línea culturalista de Wirth5 criticada por Castells,

sino que destaca el rol estructurante que desempeña el espacio en relación con las

prácticas sociales. El germen de esta línea teórica se encuentra parcialmente en la teoría

de la estructuración de Giddens (1979), quien considera el espacio como un elemento

activo en la conformación del orden y la conducta social. Según él, el espacio constituye

un elemento estructurante de lo social, pero en su teoría es considerado como un

elemento más entre otros. Han sido otros autores quienes posteriormente se han

centrado en reflexionar más en profundidad sobre el carácter estructurante del espacio

en relación a la realidad social, apelando especialmente a la incidencia de las

constricciones espacio-temporales en las relaciones y en las prácticas sociales (Massey,

1984; Urry, 1985; Hillier y Hanson, 1988; Ducan y Savage, 1989; Blockland y Savage,

2008).

Finalmente, el resultado de este debate epistemológico ―que aquí se ha

sintetizado drásticamente― no ha sido otro que el de reforzar dos tipos de

aproximación a los fenómenos socioespaciales, a la vez que demostrar que ambos se

pueden realizar desde la sociología urbana. De modo que, es posible observar dos

grandes líneas de aproximación a la realidad urbana que estructuran, a grosso modo y

salvando muchos matices, la desbaratada producción sociológica en esta materia. Una

de estas líneas sería el estudio de los aspectos concernientes a la formación y

transformación del espacio urbano como resultado de procesos sociales (la ciudad

como variable dependiente), mientras que la otra se ocuparía del análisis de las

particularidades de la cultura, los estilos de vida y las prácticas sociales que se derivan

o simplemente que se inscriben en determinados contextos urbanos (la ciudad como

variable independiente) (Lezama, 1990).

Ambos ejes analíticos deben entenderse como complementarios y no como

excluyentes. Sólo bajo este prisma es posible entender la estrecha imbricación que se

produce entre lo social y lo espacial. Es precisamente esta imbricación la que se erige

como el verdadero objeto de estudio de la sociología urbana, aunque deba ser

abordada de manera fragmentada, como ocurre con el resto de dimensiones que

conforman la ciudad. En este sentido, y como no podía ser de otra manera, esta

5 La línea culturalista será adoptada sobretodo por la antropología urbana (Signorelli, 1999; Delgado, 1999).

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investigación se sitúa en una de estas dos grandes líneas de análisis socioespacial, en

concreto en la que se refiere al estudio de la morfogénesis del espacio urbano.

A continuación, se procederá a distinguir varios conceptos cuya proximidad

puede llegar a provocar confusión, se trata de ciudad, lo urbano y espacio urbano. Esta

tarea facilitará el esclarecimiento y la comprensión de planteamientos posteriores, a la

vez que permitirá delimitar de manera más cómoda el objeto de estudio de esta

investigación.

1.2. La distinción entre ciudad, lo urbano y espacio urbano

En el ámbito de las ciencias sociales, las connotaciones que adoptan las expresiones

ciudad, lo urbano y espacio urbano son completamente dispares. Es por ello, que su

distinción resulta insalvable en el contexto de esta investigación. A pesar de la

familiaridad que irradian estos tres conceptos, dada su estrecha relación, el desarrollo

de los estudios urbanos, en particular los realizados desde la sociología y desde la

antropología, ha propiciado una progresiva diferenciación entre ellos, en la medida

que han ido designando objetos de estudio diferentes.

En las primeras referencias que se hacen de la ciudad en el ámbito de la

sociología, ésta aparece como un hecho social en sí misma y su delimitación se debe

principalmente a la oposición de este hábitat con respecto al campo. Los trabajos de

Karl Marx, Max Weber y Émile Durkheim dan cuenta de ello, entre los cuales se

pueden identificar dos aspectos comunes respecto al tratamiento de la ciudad. Por un

lado, para estos autores la ciudad constituye un elemento histórico clave en la

transición del feudalismo al capitalismo en la Europa Occidental. Por otro lado, los tres

autores ponen de manifiesto que las propias características de la ciudad facilitan o

favorecen la aparición de ciertos procesos sociales específicos (Saunders, 1981).

Para Marx y Engels, la división entre el campo y la ciudad constituye la

representación de la antítesis entre el antiguo modo de producción feudal y el nuevo

modo de producción capitalista (Saunders, 1981). Bajo el planteamiento marxista

ortodoxo, la ciudad es un sujeto activo que participa en el proceso de materialismo

histórico y que, como plataforma del sistema capitalista, contribuye a la disolución del

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feudalismo, colonizando y transformando progresivamente la realidad rural (Lefebvre,

1972). Además, según Engels (1976) [1845], la ciudad, a diferencia del campo, es un

microcosmos donde los efectos del capitalismo se radicalizan y llegan a su máxima

expresión, constituyendo al mismo tiempo el escenario ideal para el surgimiento y la

constitución del movimiento obrero como agente de transformación social.

Weber (1966 [1921]), en cambio, establece otro tipo de diferenciación entre el

campo y la ciudad, basada en la organización política y económica. El autor alemán

considera que durante la Edad Media las ciudades jugaron un papel destacado en la

transformación de las relaciones políticas y económicas del feudalismo y en la

implantación del racionalismo, aspecto que será clave para el posterior desarrollo del

capitalismo y de los derechos democráticos de ciudadanía. Además, Weber percibe la

ciudad como un nuevo tipo de comunidad, que se diferencia de la rural por la

intensificación de los intercambios comerciales que acoge, por las funciones política y

militar que ejerce, por el predominio de instituciones que hay en su seno y por la

complejidad que caracteriza su organización social.

Por último, Durkheim (1987 [1893]), señala como las principales características de

la ciudad, la densidad de la población (densidad material) y el incremento de la

interacción entre los individuos y de las relaciones sociales (densidad moral). Son estos

aspectos los que la convierten en un hábitat diferente al campo. Tales características

favorecen la división social del trabajo, identificado como un fenómeno de carácter

específicamente urbano. Según este autor, la incompatibilidad de la división social del

trabajo con el sistema feudal contribuye a que éste último se resquebraje

paulatinamente.

A partir del primer cuarto del siglo XX, aún manteniendo como telón de fondo la

antítesis campo-ciudad, la Escuela de Chicago ofrece de la mano de sus principales

integrantes, una nueva aproximación a la ciudad que supone una vuelta de tuerca

sobre las concepciones que se habían formulado hasta esa fecha. La ciudad pasa, de ser

un ente compacto que ayuda a explicar determinados procesos sociales, a ser rastreada

en su interior con la intención de ser explicada, diseccionada para comprender su

propia naturaleza y su funcionamiento. En este momento, la dimensión social adquiere

una importancia de primer orden en relación a la composición de la ciudad y es a

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partir de aquí cuando la sociología urbana empieza a establecer sus bases como

disciplina6.

Para Robert Ezra Park, el reconocido fundador de dicha escuela, “la ciudad no es

solo un mecanismo físico y una construcción artificial. Está involucrada en los procesos

vitales de la gente que la compone; es un producto de la naturaleza, y particularmente

de la naturaleza humana” (Park, 1984 [1925]:1). De esta manera, la ciudad comienza a

adquirir en el contexto sociológico un aspecto híbrido, que aúna lo físico y lo social,

que condiciona la vida de sus habitantes y que, al mismo tiempo, es el resultado de los

procesos sociales. Esta visión socioespacial de la ciudad, también transciende en

pensadores de fuera de la Escuela de Chicago. Un ejemplo es el de Lewis Mumford

(1991 [1937]), discípulo de Patrick Geddes, que concibe la ciudad como el escenario en

el que y con el que interactúan a lo largo del tiempo una colección de formas

arquitectónicas y un tejido de asociaciones, corporaciones e instituciones sociales.

Según él, “la ciudad, en un sentido completo, es un plexo geográfico, una organización

económica, un proceso institucional, un escenario de acción social y un símbolo estético

de unidad colectiva” (Mumford, 1991 [1937]:94).

Años más tarde, Louis Wirth (1938), perteneciente a la segunda generación de la

Escuela de Chicago, pone un cierto orden en esta concepción de la ciudad, donde los

límites entre lo social y lo espacial son un tanto correosos. Los planteamientos de Wirth

remarcan la dicotomía campo-ciudad y establece una diferenciación clara entre la

ciudad, entendida simplemente como lugar, y el “urbanismo” (lo urbano), entendido

como modo de vida, como lo social inscrito en la ciudad. Para Wirth, la ciudad es

simplemente un tipo de asentamiento estable, que se caracteriza principalmente por

tres factores: sus grandes dimensiones, su elevada densidad poblacional y la

heterogeneidad social de sus habitantes. Por otro lado, lo que él denomina

“urbanismo” (lo urbano) apela a los comportamientos de los pobladores de la ciudad, a

un estilo de vida, un conjunto de prácticas y una cultura propiamente urbanas,

arraigadas a la ciudad y completamente diferentes a las que se producen en la vida

rural. Este nuevo enfoque, resitúa la dimensión social de la ciudad y hace aparecer lo

6 Cabe destacar también los trabajos prácticamente coetáneos realizados bajo una lógica similar, pero con menor repercusión, de otros autores. Por ejemplo, el francés Maurice Halbwachs (1938), quien concibe el espacio no como un mero hecho geográfico o físico, sino como una construcción social, y el escocés Patrick Geddes (1915), quien ve en el análisis sociológico de la ciudad una herramienta esencial para guiar la planificación urbana.

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urbano como objeto de estudio en la escena sociológica7. La diferencia esencial respecto

a las aportaciones anteriores es que “en las definiciones de Park y Mumford se

encuentran atisbos de lo urbano por encima de la ciudad y en Wirth como

consecuencia de ella” (Marrero, 2008:79). Lo urbano es pues “un estilo de vida marcado

por la proliferación de urdimbres relacionales deslocalizadas y precarias” (Delgado,

1999:23) propias de la ciudad como hábitat. Esta concepción de lo urbano ocupa un

lugar central en los estudios de comunidades (Gans, 1982 [1962]; Suttles, 1968, 1984;

Keller, 1975; Wacquant, 2001) y en la etnografía del espacio público urbano (Whyte,

1971; Joseph, 1988; Lofland, 1998).

A partir de finales de los años 60, la obra de Henri Lefebvre transforma de nuevo

la base conceptual de la sociología urbana, rompiendo con la antigua antítesis campo-

ciudad, estableciendo con más precisión la distinción entre ciudad y lo urbano y

haciendo aparecer en escena por primera vez el concepto de espacio urbano. Cuando

Lefebvre (1971) acuña la expresión “sociedad urbana” para denominar a la sociedad

contemporánea, hace referencia a la atenuación de la contraposición entre el campo y la

ciudad. Según él, la superación de esta contradicción no se produce mediante una

neutralización recíproca, sino que obedece a un desplazamiento del campo en favor de

la ciudad. Los efectos del crecimiento económico y del fuerte proceso de

industrialización que se venían produciendo desde mediados del s. XX, sobre todo en

las grandes ciudades, van transcendiendo poco a poco más allá, extendiéndose al resto

de territorios colindantes a éstas, afectando a regiones en su conjunto, disolviendo así

las tradicionales formas de vida campesinas. Tal y como lo explica el autor:

“…la antigua explotación del campo circundante por la ciudad, centro de

acumulaciones de capital, cede lugar a formas más sutiles de dominación y

explotación, convirtiéndose la ciudad en centro de decisión y, aparentemente, de

asociación. Como quiera que fuese, la ciudad en expansión ataca al campo, lo

corroe, lo disuelve. (…) La vida urbana penetra en la vida campesina

desposeyéndola de sus elementos tradicionales: artesanado, pequeños centros

que desaparecen en beneficio de los centros urbanos (comerciales e industriales,

retículos de distribución, centros de decisión, etc.).” (Lefebvre, 1978 [1968]:88-

89) 7 Las aportaciones de Wirth siguen la línea que ya había iniciado Georg Simmel (1964 [1903]) a principios del s. XX al estudiar los efectos psicosociales derivados de vivir en las grandes ciudades.

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Exactamente, Lefebvre no plantea que el campo haya desaparecido como tal,

sino que el modo de producción rural y las costumbres han sufrido un proceso de

adaptación obligada por la expansión urbana, al que denomina ruralización. Por lo

tanto, en la medida que la oposición campo-ciudad se va difuminando, va surgiendo

otra contraposición, la de “urbanidad-ruralidad” (Lefebvre, 1978 [1968]). Actualmente,

este fenómeno se ha acelerado exponencialmente como consecuencia del avance de los

transportes y el desarrollo de las tecnologías de la información, que ponen

definitivamente en entredicho la dicotomía campo-ciudad. Los procesos de producción

se han transformado regidos por pautas de deslocalización y de descentralización, lo

que se ha traducido en profundos cambios del orden urbano que han favorecido la

aparición de ciudades-región, las cuales constituyen los ejes más dinámicos de la nueva

economía global (Castells, 1995).

Respecto a la distinción entre la ciudad y lo urbano, Lefebvre la expresa claramente

como la diferencia entre la morfología material y la morfología social, entre el resultado

y la acción, entre el objeto y la vida. Para Lefebvre, la ciudad es “realidad presente,

inmediata, dato práctico sensible, arquitectónico”, mientras que, lo urbano es “la

realidad social compuesta por relaciones a concebir, a construir o reconstruir por el

pensamiento” (Lefebvre, 1978 [1968]). Lo urbano constituye la capa social que descansa

sobre el escenario que conforma la ciudad. A diferencia de la distinción que proponía

Wirth (1938), Lefebvre remarca que esta distinción no implica separación y, por lo

tanto, ambos elementos están sometidos a una ligazón que les hace ser lo que son y sin

la cual, ambos elementos se verían hurtados de su razón de ser. En este sentido, para

Lefebvre es igual de importante evitar tanto la separación como la confusión entre los

dos conceptos. Precisamente, este último advertimiento que realiza el autor francés es

muy importante para la aparición del espacio urbano como nuevo concepto y como

objeto de estudio. El hecho de presentar dos elementos diferentes, pero no separados,

invita a Lefebvre a reflexionar sobre el punto de conexión entre ambos, lo que entre

otras cosas le hace pensar en formas de simultaneidad, entendidas como un campo de

encuentro y de cambio:

“La estructura social figura en la ciudad, y en ella se hace sensible y significa un

orden. Inversamente, la ciudad es un fragmento del conjunto social; transluce,

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porque las contiene e incorpora en la materia sensible, a las instituciones e

ideologías. (…) En su nivel específico, la ciudad contiene la proyección de las

relaciones sociales.” (Lefebvre, 1978 [1968]:78)

Así, el espacio urbano aparece definido como esta proyección de lo urbano sobre la

ciudad, es el reflejo de lo social en la forma espacial, una forma espacial que va más allá

de lo físico y cuya naturaleza híbrida la sitúa en un estado de desequilibrio

permanente, en transformación constante. Resulta importante destacar que no se

plantea que la sociedad y el espacio actúan entre ellos, ya que, si bien la sociedad es

una sustancia, el espacio en cambio es un conjunto de interrelaciones de diversas

entidades, entre las cuales se encuentra también la sociedad (Urry, 1985). Cuando

Castells (1986) habla de las formas urbanas, afirmando que no son sólo combinaciones

de carácter físico, sino que a ello se le suman los usos, las percepciones, las culturas y

los grupos sociales, está hablando del espacio urbano en los mismos términos que

Lefebvre. Castells cree que las formas urbanas vienen determinadas conjuntamente por

el significado urbano —entendido como “proceso social en su sentido material”— y las

funciones urbanas —entendidas como “el sistema articulado de los medios organizativos

destinados a alcanzar los objetivos asignados a la ciudad por su significado urbano”—.

El autor define así la forma urbana:

“Por lo tanto, definimos la forma urbana como la expresión simbólica del

significado urbano y de la superimposición histórica de los significados

urbanos (y sus formas), determinados siempre por un proceso conflictivo de

los actores históricos.” (Castells, 1986:408)

El espacio urbano es pues una actividad, es la forma cambiante que adquiere la

pugna interminable entre diseñadores, planificadores, agentes económicos, políticos y

usuarios. El espacio urbano se produce ininterrumpidamente fruto de este proceso

dialéctico (Lefebvre, 1991 [1974]). En este sentido, “el espacio urbano no es un

presupuesto, algo que está ahí antes de que irrumpa en él una actividad humana

cualquiera. Es sobre todo un trabajo, un resultado, una producción” (Delgado, 2004:10).

Entendido en estos términos, el espacio urbano ocupa un lugar central en esta

investigación, en la que el objeto de estudio que se ha fijado es precisamente el proceso

mediante el cual se transforma o adquiere sus formas el espacio urbano.

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1.3. El estudio de la morfogénesis del espacio urbano: perspectivas teóricas El estudio sociológico de la morfología y de la transformación del espacio urbano se ha

canalizado predominantemente a través de dos corrientes teóricas, la ecología urbana y

el enfoque económico-político seguido por los integrantes de la Nueva Sociología

Urbana. La ecología urbana tiene su origen en la Escuela de Chicago8, particularmente

en las contribuciones teóricas que Robert Ezra Park elaboró en el primer cuarto del

siglo XX. La Nueva Sociología Urbana9, en cambio, aparece a finales de los años 60,

precisamente como contraposición a la ecología urbana, y entre sus principales

precursores se encuentran Manuel Castells, David Harvey y Henri Lefebvre, todos

ellos de marcada tradición marxista y pertenecientes a la denominada Escuela Francesa

de Sociología Urbana.

Mientras que el paradigma de la ecología urbana se sitúa dentro de la sociología

convencional, la Nueva Sociología Urbana adopta una postura crítica. Ésta última,

radicalizada en un primer período, evoluciona posteriormente hacia posiciones más

moderadas en la medida que se superan los planteamientos marxistas ortodoxos

iniciales y se integran otras tradiciones de pensamiento sociológico, entre las que

destaca la corriente weberiana (Kemeny, 1982; Milicevic, 2001). El contexto de crisis

urbana en el que aparece la Nueva Sociología Urbana, caracterizado por graves

problemas sociales como la segregación racial, la pobreza urbana, los disturbios

urbanos, la movilización política de comunidades urbanas, etc., explica el carácter

exaltado del nuevo paradigma y pone de manifiesto las limitaciones del “venerable”

paradigma ecológico ― hegemónico hasta entonces ― para abordar las nuevas

problemáticas urbanas emergentes en ese momento (Walton, 1993).

8 La Escuela de Chicago, encabezada por Robert E. Park, tuvo su auge aproximadamente entre 1915 y 1940. Durante este período, los investigadores del Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago desarrollaron un conjunto de estudios con el objetivo de contribuir a la búsqueda de soluciones de problemas concretos que acontecían en la ciudad de Chicago, en un contexto marcado por el fuerte aumento de inmigración. La ciudad se transformó para ellos en un laboratorio, forjando así las bases de la sociología urbana como disciplina. A pesar de no constituir una corriente de pensamiento homogéneo, el peso de la ecología urbana como enfoque teórico, además del carácter empírico y marcadamente etnográfico que guió la producción científica de sus miembros, permiten asignar una unidad al conjunto de las contribuciones de esta escuela (Azpurúa, 2005). 9 La Nueva Sociología Urbana constituye un movimiento renovador dentro de la disciplina, iniciado a partir de finales de los 60 por diversos autores procedentes de diferentes campos de las ciencias sociales. Los principales puntos de encuentro de estos autores son, por un lado, las críticas a la ecología urbana y, por otro lado, el hecho de repensar el objeto de estudio de la disciplina para cubrir las nuevas problemáticas urbanas. Emerge así, un nuevo paradigma que sitúa la economía y la política como punta de lanza de sus explicaciones sobre la morfología urbana (Zukin, 1980, Walton 1981).

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Es importante señalar también que, si bien la ecología urbana mantiene una cierta

cohesión como corriente teórica, en la Nueva Sociología Urbana es difícil identificar un

paradigma teórico claramente definido. La Nueva Sociología Urbana aglutina los

trabajos de una serie de autores que provienen de diversas disciplinas ― sociología,

filosofía, geografía, ciencia política, economía ― cuyo hilo conductor es la relevancia

que adquiere la cuestión económica en la comprensión de la transformación de la

ciudad. De ahí, que la suma de sus aportaciones esbocen un paradigma teórico un

tanto ecléctico. No obstante, como señala Martínez Gutiérrez (1995), aún así, es posible

concebir la presencia de un conjunto “fluido” de ideas, teorías, conceptos e hipótesis

básicas, comunes a todos ellos.

Al margen de estas dos grandes líneas teóricas, es preciso citar también las

primigenias aportaciones que realiza Maurice Halbwachs en el marco del estudio de la

morfología urbana, elaboradas con anterioridad a las de la Escuela de Chicago y

generalmente olvidadas por la mayoría de los sociólogos urbanos. El autor francés,

desarrolló el cuerpo teórico de la Morfología Social, concebida como subdisciplina por

Èmile Durkheim, en el que concedió un lugar destacado a las grandes ciudades

(Martínez Gutiérrez y López, 2002). Al mismo tiempo, examinó algunas dinámicas de

la transformación de las ciudades, enfatizando el valor de los fenómenos demográficos

como elemento explicativo. El valor del trabajo de Halbwachs no reside tanto en su

relevancia dentro de la sociología urbana, sino más bien en su precocidad, por lo que se

ha considerado justo incorporarlo también en este marco teórico.

1.3.1. La morfología urbana bajo el enfoque demográfico de Maurice Halbwachs

Maurice Halbwachs pertenece a la escuela durkheimiana y su pensamiento sociológico

sigue claramente los parámetros del funcionalismo. De manera atípica al resto de

sociólogos de su época, el estudio de los fenómenos socioespaciales ocupó un lugar

importante en su trayectoria. La consideración de las condiciones espaciales en su

desarrollo teórico de la Morfología Social durkheimiana (Halbwachs, 1970 [1938]) y la

atención que dedica al espacio en su investigación sobre la construcción de la identidad

de los grupos sociales (Halbwachs, 2004 [1950]), son un ejemplo claro de ello. Pero, sin

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duda, su principal aportación teórica al estudio de la morfología urbana puede

extraerse de su tesis doctoral, defendida en 1909 y titulada Les expropiations et le Prix des

terreins à Paris (1860-1900). El principal objetivo que perseguía el autor en esta

investigación era analizar las transformaciones de la morfología urbana de las grandes

ciudades a partir de los cambios demográficos, pero acabó yendo más allá, y abordó

también los efectos que producían en los precios del suelo las transformaciones

urbanas, en particular las expropiaciones (Martínez Gutiérrez, 2003).

Durante el período analizado, Halbwachs (2008 [1909]) advirtió que en París las

expropiaciones no se distribuían de la misma manera a lo largo de la ciudad y que

paradójicamente, pese a incrementarse el suelo disponible, el precio de éste continuaba

aumentando. El autor llega entonces a la conclusión de que el incremento del precio

del suelo está asociado con las expropiaciones, y éstas, con la llegada masiva de

población a la ciudad. Según él, las expropiaciones, relacionadas siempre con

intervenciones urbanísticas, eran consecuencia de las intensas necesidades colectivas

que provocaba la gran afluencia de población a la ciudad, como por ejemplo, agilizar la

circulación, mejorar las infraestructuras y los equipamientos de la ciudad y ampliar la

oferta de residencia. Según Halbwachs:

“(…) cuando la conciencia de una necesidad colectiva se forma, desde el

momento en que llega a ser clara, se convierte en el origen de una acción total.

Aquí, como en cualquier lugar, puede haber errores en la conciencia social: la

ciudad puede ser inducida a trazar avenidas allí donde en realidad no es

necesario, a preparar terrenos allí donde la construcción no acertaría a

desarrollarse; calles y bulevares creados costosamente pueden quedar desiertos

e inhabitados. Pero esos errores pueden sin duda explicarse por causas

sociales, de modo que, en este caso, la excepción confirma la regla.”

(Halbwachs, 2008 [1909]:88).

Paralelamente, Halbwachs introduce también otro elemento explicativo, el efecto

de “situación” que, sumado al anterior, ayuda a comprender mejor la variación del

precio del suelo. Este efecto de “situación” no se refiere a un lugar geográfico concreto,

sino al espacio social y simbólico de la ciudad. Es decir, para este autor, el precio del

suelo es sensible al entorno que le rodea, a los equipamientos disponibles, y a las

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distintas expectativas que manifiestan los compradores y vendedores sobre una

determinada parcela urbana (Martínez Gutiérrez, 2003). Este fenómeno explicaría la

discrecionalidad con que se producen las intervenciones en la ciudad, concentrándose

en unas zonas más que en otras, según Halbwachs guiadas por las demandas que se

formulan y las “necesidades sociales” de la población. En la medida en que las

demandas y las “necesidades sociales” son diferentes en función de los grupos sociales,

el número y el tipo de intervenciones urbanísticas que se lleven a cabo sobre un área

urbana diferirán en función del grupo social que resida en dicha área (Topalov, 1984).

Topalov lo explica de la siguiente manera aludiendo a la obra de Halbwachs:

“Esas “necesidades sociales”, que tienen una base demográfica, no producen, sin

embargo, efecto sino a través de representaciones colectivas. El crecimiento de la

población no trae directamente consigo el de la demanda, pues la necesidad de

vivienda no es la misma en los distintos grupos sociales: mientras que los ricos

tienden a buscar viviendas mejores, los pobres tienden, por el contrario, a limitar

su gasto en alquiler; es por esta razón que los especuladores sólo intervienen en

los barrios ricos. Halbwachs coloca así las bases de una interpretación

culturalista de las estructuras de consumo. La demanda de vivienda no es

simplemente función de los ingresos, y de ninguna manera proviene de

diferencias arbitrarias: se encuentra determinada por la pertenencia a una clase

social, es decir, a un sistema particular de representaciones colectivas.”

(Topalov, 1984:189)

Siguiendo la interpretación de Halbwachs la morfología de la ciudad se va

adaptando a las necesidades funcionales que se presentan en cada momento, derivadas

de las dinámicas demográficas y socioeconómicas. Pese a las limitaciones que presenta

este enfoque, como el elevado peso que le da a la cuestión demográfica en su modelo

explicativo, muy por encima de los aspectos económicos, políticos o ideológicos, la

obra de Halbwachs establece los cimientos para el estudio de la producción social del

espacio urbano desde la sociología. Además, aunque la continuidad que han tenido los

planteamientos teóricos de Maurice Halbwachs ha sido más bien escasa, deben

reconocerse los reflejos que se producen entre las aportaciones del autor y los

planteamientos de las dos tradiciones teóricas principales, la ecología urbana y la

Nueva Sociología Urbana (Martínez Gutiérrez, 2008). Por un lado, el análisis del

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crecimiento de la ciudad de París y la detección de diferentes áreas de la ciudad

despierta alguna simetría con los modelos de crecimiento urbano basados en los usos

del suelo que desarrollan los ecólogos de la Escuela de Chicago. Por otro lado, cuando

en el mismo estudio examina la variación de los precios del suelo y su vinculación con

las expropiaciones también se acerca a los postulados de la Nueva Sociología Urbana.

1.3.2. Ecología urbana: los principios naturales como explicación de la morfogénesis del espacio urbano

Con un cuerpo lo suficientemente estructurado y elucubrada en base a una cierta

especificidad urbana, la ecología urbana es considerada como el primer paradigma

social urbano que irrumpe en la escena sociológica (Saunders, 1981). Esta corriente se

caracteriza por aplicar las leyes naturales que rigen la evolución darwiniana de la

naturaleza al entendimiento de las dinámicas sociales que acontecen en la ciudad. En

términos de morfología urbana, las principales aportaciones de este enfoque se centran

básicamente en dos cuestiones: la diferenciación residencial (Park, 1984 [1925];

McKenzie, 1984 [1925]; Wirth, 1927; Duncan y Duncan, 1955; Shevky y Bell, 1955) y los

patrones de crecimiento de las ciudades (Burgess, 1984 [1925]; Hoyt, 1939; Harris y

Ullman, 1945).

Desde la ecología urbana, la ciudad se percibe como un ambiente social aislado

que constituye una unidad ecológica, la cual mantiene un orden inestable, sometido a

una serie de procesos de interactuación. Los ecólogos, siguiendo a Darwin, equiparan

estos procesos con algunas leyes que rigen la naturaleza como la competición, el dominio,

la invasión, la adaptación y la sucesión (Bettin, 1982). El equilibrio precario que mantiene

la comunidad humana asentada en la ciudad, sometido a una lógica de desajuste y

reajuste incesante, refleja el devenir de la morfología urbana desde la mirada de los

ecólogos urbanos.

La competición es el principio que conduce la organización social dentro de la

ciudad y es el mecanismo que restaura el equilibrio de la comunidad, después de que

éste haya sido perturbado (Park, 1936). Según Park (1936), la competición entre los

individuos en el ámbito urbano deriva en relaciones de cooperación (equilibrio), que se

traducen en la diferenciación de funciones sociales, las cuales se materializan en la

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división social del trabajo10. Además, esta diferenciación funcional se refleja también a

nivel espacial, ya que el mismo proceso de competición explica las dinámicas de

segregación residencial y de usos que se producen en la ciudad, dando lugar a “áreas

naturales”. Siguiendo esta teoría, McKenzie (1984 [1925]) plantea que la distribución

ecológica de la población en la ciudad obedece al principio de diferenciación, un proceso

en el que intervienen diversas fuerzas selectivas, distributivas y acomodativas,

denominadas también “factores ecológicos”. La presión a la que se ven sometidas las

áreas centrales o las más estratégicas de la ciudad por su funcionalidad, como

resultado de la lucha por la ocupación de estas áreas que mantienen los diferentes

grupos funcionales, acaba determinando el precio del suelo. Los grupos que finalmente

logran establecerse en esas áreas en competición, son los que definen su uso o su

función. Este último proceso es denominado principio de dominio (McKenzie, 1927).

Según los ecólogos, el estado natural de la comunidad urbana sería el equilibrio,

mientras que el cambio viene siempre producido, o bien por una expansión interna, o

bien como resultado de una alteración provocada por un factor externo. Para McKenzie

(1984 [1925]), estos factores externos constituyen invasiones y éstas pueden consistir en:

cambios en las rutas y las formas del transporte; construcción de importantes

infraestructuras como edificios públicos, puentes, instituciones; la introducción de

nuevos tipos de industria; cambios en la base económica que provoquen cambios de

residencia como consecuencia de la redistribución de los ingresos entre la población,

etc. En este contexto, el incremento demográfico adquiere una gran importancia

también como elemento que posibilita la diferenciación y que provoca cambio

(Lezama, 1990). La desestabilización del status quo comporta un proceso de adaptación,

basado en la interdependencia y la organización funcional. La sucesión designa este

tránsito de un estado a otro (Saunders, 1981).

Por su parte, Burgess basándose en los procesos de competición, dominio, sucesión e

invasión elabora un modelo de expansión de la comunidad urbana, su famosa teoría de

las zonas concéntricas (Saunders, 1981). Esta teoría sugiere que en la ciudad se podrían

distinguir cinco zonas concéntricas11 y que la expansión de la ciudad se produce como

10 Este planteamiento demuestra la influencia de Durkheim y del funcionalismo en la base teórica de la ecología urbana (Schnore, 1958). 11 Estas zonas son: Zona I, donde se ubican los centros de negocios y el área neurálgica de funcionamiento económico, social y cultural de la ciudad; Zona II, zona de transición que rodea a la anterior y que se caracteriza por un cierto deterioro y por residencias de mala calidad; Zona III, donde reside la clase obrera; Zona IV, es la mejor zona de

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32

resultado de la invasión de cada zona a su próxima zona exterior, siguiendo una lógica

de expansión-sucesión. En este sentido, la zona central, designada a funciones de

negocios, tiende a expandirse hacia las áreas urbanas deprimidas (inner-city) de

alrededor o zona de transición y, a su vez, ésta se expande hacia las zonas residenciales

obreras y así sucesivamente. Según este autor, esta competición por el espacio urbano

da lugar a una segregación social de la ciudad de morfología radial (Burgess, 1984

[1925]). A partir de Burgess, otros autores formularon diversos modelos socio-

espaciales de expansión urbana, entre los cuales destacan el modelo sectorial de Hoyt

(1939) y la teoría de núcleos múltiples de Harris y Ullman (1945).

A partir de los años 50, se produce un nuevo impulso de la ecología urbana,

protagonizado particularmente por Amos Hawley12, quien se centra en examinar cómo

se adaptan las poblaciones colectivamente a su entorno, ya sean entornos urbanos o no.

Para ello establece cuatro principios elementales: interdependencia, función clave,

diferenciación y dominio (Hawley, 1962). La sustitución del principio de competición clásico

por el principio de interdependencia como mecanismo fundamental en los procesos de

adaptación, constituye la principal diferencia respecto a los planteamientos de Park

(Saunders, 1981). Según Hawley (1962), los procesos de adaptación de las comunidades

al entorno se producen por mediación de la interdependencia entre sus miembros. Es

precisamente el sistema de interdependencia que se genera en las relaciones de los

humanos (sistema simbiótico), lo que este autor propone como objeto de estudio. La

función clave es aquella función, de entre todas las que pueden realizar los individuos,

que hace posible la conexión y la interdependencia del sujeto con el entorno. De esta

función clave dependen los otros dos principios a los que Hawley hace referencia. La

diferenciación funcional, que se deriva de la productividad o rentabilidad de la función

clave, y el principio de dominio, que apela a aquellas unidades que contribuyen de

manera más relevante a la función clave (Hawley, 1962). Con este conjunto de principios

el autor explica cómo las poblaciones humanas muestran una constante tendencia

viviendas donde reside la clase media y alta; Zona V, constituye un área periférica residencial con predominio de viviendas unifamiliares (Burgess, 1984 [1925]). 12 Amos Hawley intenta liberar la corriente teórica de su encorsetamiento en los estudios urbanos, transformándola en una disciplina, la ecología humana, todo sin renunciar a la mayoría de los principios teóricos elaborados por Park (Díez Nicolás, 1982). Bajo su propuesta, la ecología humana debe centrarse en el estudio de la morfología de la forma de vida colectiva de la población (Bettin, 1982). En este giro, Hawley se desmarca de los aspectos psicológicos y las cuestiones relacionadas con los valores individuales y las motivaciones que habían tratado algunos ecólogos clásicos, particularmente Louis Wirth.

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33

hacia al equilibrio funcional, mostrando especial atención a la diferenciación

residencial (Saunders, 1981).

Otro de los autores de referencia de la ecología urbana contemporánea es Otis

Duncan, quien, como otros ecólogos, conceptualiza la comunidad ecológica en un

estado de búsqueda de equilibrio constante. Su principal aportación consiste en

identificar los cuatro elementos que conforman el sistema ecológico: la población, el

medio ambiente, la tecnología y la organización (Saunders, 1981). Según Duncan

(1972), en el “complejo ecológico”, estas cuatro variables interactúan entre ellas,

aunque en general la población y la organización suelen ser dependientes, mientras

que el medio ambiente y la tecnología acostumbran a funcionar como variables

independientes. De esta manera, Duncan destaca la determinación de los cambios del

medio ambiente y de la tecnología en la evolución y la (re)configuración de la

morfología urbana. El determinismo de la tecnología y del desarrollo de los medios de

transporte respecto a la modelación de las formas de la ciudad, en particular de los

procesos de suburbanización, había sido ya introducida por Hawley (1956), quien

asociaba el aumento de la disponibilidad de automóviles por parte de la población con

el incremento de la suburbanización fuera de la ciudad central. Berry y Kasarda (1977),

en cambio, rechazan esta teoría, al comprobar empíricamente que la periferia de

diferentes ciudades americanas había crecido rápida e incesantemente durante todas

las décadas desde 1900, antes incluso del uso masivo de los automóviles.

En definitiva, los parámetros teóricos y las explicaciones que ofrece la ecología

urbana giran entorno a la organización funcional del espacio, basándose en la

interacción humana y en determinados factores externos. Sin embargo, no atienden los

procesos de producción del espacio, de las formas urbanas, aspecto que como se ha

enunciado anteriormente se erige como el objeto de estudio de esta investigación. En

este sentido, el paradigma ecológico se aleja de los intereses de este trabajo, siendo las

aportaciones teóricas de la Nueva Sociología Urbana de donde emergerán las

principales referencias teóricas para abordar el objeto de estudio planteado en esta

investigación.

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34

1.3.3. La Nueva Sociología Urbana: economía política y la transformación de las formas de la ciudad

La Nueva Sociología Urbana es un movimiento intelectual que surge como respuesta a

la grave crisis que estaba atravesando la sociología urbana durante las décadas de los

50 y los 6013, en un intento por reformular el enfoque sociológico sobre las cuestiones

urbanas (Castells, 2004 [1972], 1974). Tal y como se ha dicho anteriormente se pueden

identificar dos momentos diferenciados en este paradigma. Un primer momento

caracterizado por un corte teórico eminentemente marxista y, un segundo momento,

en el que el componente marxista se modera, se transforma y encuentra puntos de

encuentro con postulados neoweberianos.

Esta corriente teórica articula un discurso crítico respecto a las aportaciones de la

ecología urbana. No obstante, de igual modo que la ecología urbana, la Nueva

Sociología Urbana también se ocupa de los sistemas de dominio y de subordinación

que operan en unos límites espaciales determinados. Pero a diferencia de los ecólogos,

los “nuevos sociólogos urbanos” interpretan los cambios en la estructura urbana a

partir de procesos económicos y políticos que generan desigualdades entre los

diferentes grupos sociales. Por ejemplo, perciben las jerarquías urbanas como el

resultado del pulso que mantienen diferentes actores sociales guiados por sus intereses

(económicos o ideológicos) y no como una estructura que emerge envuelta en

“procesos naturales”. En este sentido, desde el ángulo de la Nueva Sociología Urbana,

las explicaciones que propone la ecología urbana sobre la diferenciación residencial y

la configuración de la morfología urbana ofrecen una visión descriptiva del fenómeno,

pero no alcanzan a entenderlo, ya que minimizan el significado de un elemento

explicativo esencial, la cuestión económica (Harvey, 1979). Según este nuevo

paradigma, el uso del suelo urbano viene determinado por procesos de licitación

competitiva, lo cual implica en términos económicos que el precio del suelo es más alto

cuanto mayor sea esta competencia. El precio que adquiere el espacio en última

instancia es el que condiciona su uso y, por lo tanto, éste constituye un factor esencial a

la hora de analizar las transformaciones urbanas.

13 La crisis de la sociología urbana emerge en un período marcado por el proceso de industrialización, el cual propició una gran afluencia de población en los grandes núcleos urbanos. En este contexto, la ciudad va perdiendo interés como objeto de estudio. La mayoría de la población reside ya en ámbitos urbanos y progresivamente la antítesis campo-ciudad va desapareciendo. La ciudad abandona su especificidad y lo urbano es visto como una consecuencia de los cambios que suceden a nivel estructural y no como una particularidad del propio hábitat urbano (Mellor, 1975).

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Otro aspecto que los distingue de los ecólogos es que, centrados en conocer cómo

funciona el sistema político-económico urbano, prestan muy poca atención a los

determinantes tecnológicos y funcionales que dan forma a la urbanización (Smith,

1995). Mejor dicho, desde el enfoque político-económico el hecho que las mejoras en el

transporte y la tecnología permitan nuevas formas de localización residencial o

productiva, no implica que sean las causas de ello, como se interpreta desde la ecología

urbana, sino todo lo contrario. La mejora en los transportes y la tecnología son una

consecuencia de decisiones concernientes a la productividad y a la economía

(Gottdiener, 1983).

Siguiendo a Gottdiener y Feagin (1988), entre la gran amalgama teórica

producida por los diferentes autores ubicados en la Nueva Sociología Urbana, las

principales premisas que comparten se podrían sintetizar en los siguientes puntos:

• Las sociedades tienen especificidades que van en estrecha relación a sus modos

de producción. No se trata de una población agregada acompañada de ciertos

niveles de tecnología, sino que son formas de la organización social compuestas

por clases, relaciones de propiedad, un estado, los políticos, todo ello con modos

de regulación y lógicas específicas de producción y reproducción.

• El desarrollo de la sociedad en los países occidentales está dominado por el

proceso de acumulación de capital. La estrategia de maximizar beneficios y las

tendencias de crisis constituyen aspectos claves en la manera en que se produce el

desarrollo urbano.

• La industria inmobiliaria (Real Estate) y la inversión en infraestructuras urbanas

conforman un circuito de capital secundario, paralelo al circuito primario de

producción industrial y de intercambio de bienes y servicios. Este circuito

secundario, constituye la clave de las transformaciones en el ámbito urbano.

Manuel Castells y el geógrafo David Harvey, los dos de clara tradición marxista,

son los autores más significativos de la primera etapa de la Nueva Sociología Urbana.

En los primeros trabajos de estos autores (Castells, 2004 [1972], Harvey, 1979), las

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36

cuestiones urbanas son observadas y explicadas desde una óptica política y económica,

adoptando de una manera casi ortodoxa la forma y el contenido de las tesis marxistas.

Castells (2004 [1972]) se centra más en el estudio del conflicto social y la transformación

de las estructuras urbanas. Presta especial atención a las relaciones de producción,

consumo, intercambio y poder, y crea una línea de investigación que se interesa sobre

todo por el papel, la acción y la estrategia de los movimientos sociales urbanos en los

conflictos derivados del consumo colectivo (Castells, 1986; Olives, 1976; Lojkine, 1977,

1979; Pickvance, 1974, 1976, 1977). Harvey, en cambio, pone mayor énfasis en la

desigualdad social que se produce en las ciudades como consecuencia de las dinámicas

que genera el sistema capitalista en la realidad urbana (Harvey, 1979; Scott, 1980). En

general, ambos mantienen una visión crítica de las instituciones, que son vistas como

cómplices de los agentes económicos en las operaciones urbanísticas especulativas que

transforman la ciudad de manera injusta y, por otro lado, conciben la planificación

urbana como un mecanismo de control social.

Otro de los autores marxistas clave en la forja de este nuevo enfoque sociológico

es Henri Lefebvre del que, durante esta primera etapa, destacan sus reflexiones

filosóficas sobre la exclusión social urbana, en la que reclama el derecho a la ciudad para

los ciudadanos, concebido como un derecho a la libertad, al hábitat y al habitar

(Lefebvre, 1978 [1968]), y sobre la planificación urbana, en la que expresa la necesidad

de implementar un nuevo modelo de urbanismo, con nuevos valores que respeten

precisamente el derecho a la ciudad (Lefebvre, 1972). No obstante, la mayor aportación

de Lefebvre al nuevo paradigma llegaría con su teoría del espacio (Lefebvre, 1991

[1974]), la cual protagoniza una notable influencia durante la segunda etapa de la

Nueva Sociología Urbana. El éxito de la teoría del espacio de Lefebvre (1991 [1974])

recae en gran parte en que se separa de las posiciones marxistas más ortodoxas.

Lefebvre consigue construir una teoría más versátil y flexible, utilizando recursos de la

teoría marxista para entender mejor la realidad social, pero sin someter la realidad

social al discurso marxista. Este giro hace posible que autores próximos a otras

corrientes teóricas adopten algunas de sus ideas. Gottidiener (1985) señala algunas

cuestiones que explican esta particularidad de la obra de Lefebvre:

• En primer lugar, el espacio adquiere en la obra de Lefebvre una multiplicidad de

facetas sociomateriales, lo que evita en cierta forma el reduccionismo con que se

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37

había tratado esta cuestión por parte de otros autores marxistas (y no marxistas).

Para este autor, el espacio es simultáneamente un ente físico, mental y social14.

• En segundo lugar, no cree que el espacio se componga simplemente de las esferas

de producción, consumo e intercambio, manifestadas comúnmente por los

marxistas. Lefebvre piensa que el espacio debe ser considerado en sí mismo como

un elemento de producción de riqueza (Real Estate), especialmente a través de las

operaciones que implican su transformación y su diseño.

• En tercer lugar, el autor francés comparte la idea de otros autores marxistas

respecto a la relevancia que adquiere el espacio en la disposición de ciertas

condiciones para el consumo colectivo. Pero además, el autor añade que el

espacio también es un bien de consumo en sí mismo, un aspecto que ilustra

perfectamente el turismo, por ejemplo.

• Finalmente, de acuerdo con Lefebvre, el conflicto que se produce en torno al

espacio, no se ajusta necesariamente a la lucha de clases, sino a los antagonismos

que se producen entre diferentes actores en su pugna por el territorio. La

contradicción esencial que encierra la producción del espacio se encuentra entre

el espacio abstracto, planificado, pensado, y el espacio social, representado por su

valor de uso, materializado en la práctica cotidiana del espacio.

Paralelamente a esta corriente marxista, también forman parte de esta primera

etapa de la Nueva Sociología Urbana ―pero con menor repercusión― un conjunto de

investigadores neoweberianos localizados en Gran Bretaña. Éstos se centran en el

estudio de las desigualdades sociales entre la población urbana como consecuencia de

la localización de la residencia y de los sistemas burocráticos que generan esas

desigualdades (Rex y Moore, 1967; Rex, 1968; Saunders, 1979). Los conflictos,

negociaciones y alianzas que se producen entre las élites urbanas (gobernantes,

gestores, inversores, empresarios, propietarios, etc.) en torno a la planificación urbana,

reciben también una atención especial desde este enfoque (Pahl, 1975).

14 En el capitulo 2 se profundiza más en esta conceptualización del espacio que propone Lefebvre.

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38

Las sinergias que se crean entre los postulados marxistas y neoweberianos,

sumadas a la sólida base de la teoría del espacio lefebvriana, marcarán el desarrollo y

la consolidación de la segunda etapa de la Nueva Sociología Urbana durante los años

80 y 90 (Kemeny, 1982). Durante estas décadas, numerosos estudios realizados desde

esta corriente parten de la idea de Lefebvre de concebir el espacio como un producto

de riqueza en sí mismo, adjudicando un papel decisivo a la industria inmobiliaria (Real

Estate) como mecanismo dominante en los procesos de transformación del espacio

urbano (Mollenkopf, 1985 [1975]; Logan y Molotch, 1987; Gottdiener, 1985, 1994;

Feagin, 1988). La manera de entender la ciudad como una “máquina de crecimiento”

(Growth Machine) introducida por Logan y Molotch (1987) es una de las obras

paradigmáticas en este período. En ella destaca la importancia que se le otorga al

contexto global del capitalismo en las transformaciones urbanas. Los autores

consideran que el crecimiento de las ciudades es impulsado básicamente por las

demandas de la población que reside en ella y por la actividad agresiva de los

inversores inmobiliarios, todo ello auspiciado por la acción política de los

ayuntamientos, que convierten el crecimiento y el desarrollo urbano en una de sus

principales prioridades. Según Logan y Molotch, este proceso de crecimiento se

produce en tensión, por la resistencia que ejercen algunos miembros de la comunidad

urbana.

Otra de las grandes aportaciones de esta época es la de Mark Gottdiener (1985),

quien desarrolla la denominada perspectiva socioespacial, contando también con una

importante base del pensamiento de Lefebvre. Desde la perspectiva socioespacial, el

objeto de estudio adopta una escala metropolitana, es decir, que se analiza tanto el

asentamiento urbano como el suburbano. Para este autor, las políticas urbanas y la

industria inmobiliaria constituyen los principales factores que proveen de los

incentivos y las oportunidades necesarias para promover procesos de configuración o

transformación espacial metropolitana. Gottdiener también aboga por introducir el

elemento cultural a la hora de interpretar los análisis, la compresión de la vida

metropolitana. En este sentido, el autor trata de atender al doble sentido con el que

opera el espacio. Por un lado, el espacio afecta a la acción y las prácticas sociales y, por

el otro, la gente altera y construye el espacio también como resultado de sus

necesidades y deseos. Por último, el autor realiza un esfuerzo para considerar cómo se

articulan los factores locales, nacionales e internacionales (Gottdiener, 1994).

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39

En definitiva, como se decía al inicio del apartado, el paradigma de la Nueva

Sociología Urbana puede distinguirse por el peso explicativo que adquieren en él las

dinámicas económicas y políticas en los procesos de génesis y transformación del

espacio urbano. Las explicaciones que ofrece esta perspectiva sitúan en primer plano a

una serie de factores contingentes estructurales, asociados a las particularidades

económicas, políticas y también culturales, que afectan concretamente al proceso de

producción del espacio. Desde esta óptica, la transformación de las formas urbanas

envuelve un proceso social complejo, guiado por un sistema de interrelaciones sociales

basadas, por lo general, en relaciones de propiedad antagónicas. La desigualdad de

poder entre los agentes sociales involucrados constituye un elemento clave en el

desenlace de este proceso, en el que el ejercicio del poder acaba desencadenando el

desarrollo y la evolución del espacio urbano. La importancia que adquiere en este

enfoque la manera en la que se producen las acciones de los diferentes actores,

sometidas a las tensiones y limitaciones del propio sistema de interactuaciones en el

que se producen (agency), es fundamental para entender en profundidad la producción

social del espacio urbano. Este planteamiento analítico permite observar cómo los

actores “poderosos” operan realmente en el desarrollo de los procesos urbanos en

función de sus posibilidades, y no simplemente como consecuencia de imperativos

estructurales, lo que favorece el entendimiento de la transgresión de las lógicas

estructurantes. Por último, la consideración del proceso histórico y del contexto global

del proceso estudiado constituye también uno de los rasgos principales de esta

propuesta teórica. En el desarrollo del presente trabajo de investigación se adoptarán

gran parte de estas referencias teóricas, las cuales pasarán a ser concretadas en el

siguiente capítulo.

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Capítulo 2. LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO URBANO COMO OBJETO

DE ESTUDIO

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43

Capítulo 2. La producción social del espacio urbano como objeto de estudio

…los estropicios y fechorías inferidos a Ella [la ciudad] por sus jerarcas y por los otros, los colonizadores dineristas, y por sus presuntos cuidadores y sus vecinos, capaces muchos hasta de sabérsela sin entenderla y otros de deshacerla para inmortalizarse a lo Tutankhamen y otros para ganarse cien mil duros que, además de su cara, van a quitarle a La Ciudad cien millones hasta de los que ya no encuentren en ella lo que en ella fueron a buscar, lo que les dijeron, y La Ciudad, su dulce y maldita belleza, ese entero aliento de siglos y de pasos, no quede ya para los hijos que vengan, más que en la memoria de su mar.

El viejo país en Con el viento del Sur, FERNANDO QUIÑONES

as formas urbanas reducen o estimulan la actividad económica a la vez que

generan un entorno más o menos agradable para sus usuarios. Condicionan

las prácticas sociales al establecer la relación de tiempo y distancia para

realizar actividades, del mismo modo que construyen o contribuyen a construir

identidades. Son una fuente de riqueza para la industria inmobiliaria y un activo o un

gasto para los hogares. Todas estas funciones o utilidades que desempeña el espacio

urbano, no siempre se realizan de manera armónica, sino que más bien con relativa

frecuencia, el espacio urbano integra una serie de contradicciones respecto a su uso que

generan una tensión en su seno. Esta tensión marca el carácter del espacio urbano en

un proceso en el que entran en conflicto una multiplicidad de intereses de diferentes

agentes sociales y cuyo resultado acaba decidiendo el estado final de la morfología

espacial (Fanstein, 1994).

Es decir, que detrás de los artefactos físicos que conforman esta morfología

espacial, la cual esta integrada por todo aquello que simbólica y funcionalmente es

reconocido por la gente como ciudad (edificios privados y públicos, fábricas, oficinas,

tiendas, viviendas, parques, equipamientos, carreteras, estaciones), reside una intensa

L

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44

interacción de elementos económicos, políticos y sociales, usualmente mediados a

través de algún tipo de planificación urbana o un sistema de regulación (Simmie, 2001).

Así, es como se produce el espacio urbano, mediante un proceso social de

naturaleza dialéctica en el que el poder de los actores que se lo disputan acaba

definiendo su forma (Lefebvre, 1991 [1974]; Gottdiener, 1985). Esta investigación se

propone como principal objetivo estudiar el proceso de producción del espacio urbano,

entendiéndolo así, como un proceso social. Para ello, en este capítulo se establecen una

serie de referencias teóricas que sirven para enmarcar la manera en que se aborda esta

cuestión en el transcurso del presente estudio. En primer lugar, se profundiza en la

definición del espacio urbano, anteriormente diferenciado de la ciudad y de lo urbano. En

segundo lugar, se presentan los principales mecanismos que impulsan y participan en

la transformación del espacio urbano, poniendo el énfasis sobre los factores

económicos, políticos y sociales, así como en su interacción. Finalmente, se sintetizará

toda esta exposición teórica en el marco conceptual particular que guía este estudio y

se formularán las preguntas de investigación.

2.1. La triada espacial lefebvriana: la concepción íntegra del espacio urbano

El espacio ha sido históricamente objeto de reflexión filosófica y sobre él ha existido un

debate que enfrenta diversas posiciones epistemológicas. Jesús Leal (1997)15, en un

esfuerzo por sintetizar y clasificar las diversas concepciones que se han producido en el

pensamiento moderno, señala tres tipos de posturas respecto a esta cuestión: la

sustantiva, la epistemológica y la relacional. Según la postura sustantiva el espacio posee

una dimensión absoluta y distinguible. Su existencia sería fija, estable y sin ningún tipo

de relación con el exterior. Desde la postura epistemológica, en cambio, el espacio no es

material, sino que es concebido como una categoría mental que hace posible el

conocimiento. Todo lo que se percibe tiene dimensiones espacio-temporales que le

atribuimos en función de la estructura mental. En este sentido, el espacio, al igual que

el tiempo, sería un medio para entender, pero no es una realidad objetiva. Por último,

la postura relacional, propone que el espacio no goza de una preexistencia vacía, sino

15 Citando a Werlen (1993).

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45

que debe ser ocupado por un cuerpo. El espacio no sería nada sin los objetos que se

localizan en él.

En el contexto de la sociología, Henri Lefebvre (1991) [1974] es el teórico que

mejor ha conceptualizado el espacio (social). Partiendo precisamente de una postura

relacional a la hora de entenderlo, el concepto de espacio de Lefebvre recoge el carácter

complejo de éste, integrando en él relaciones socioespaciales a todos los niveles. En su

conceptualización el autor enfatiza la relación entre el poder y el espacio y permite la

compresión de su inestabilidad, de su continuo estado de transición, de cambio, de

transformación (Gottdiener, 1993). Como se puede observar en la figura 2.1., según

Lefebvre, el espacio se manifiesta simultáneamente de tres maneras, pudiendo ser

percibido, concebido o vivido. Estos tres estados espaciales permanecen interconectados,

conformando un todo en el que el espacio adquiere un aspecto “tridimensional”. El

espacio percibido hace referencia al entorno físico, material, palpable, perceptible. El

espacio concebido es de índole abstracta, es una idea, un proyecto, algo todavía

inexistente que encierra una gran potencia. Sería un mapa mental o el espacio

negociado entre los agentes económicos, sociales, políticos y técnicos previamente a

realizar una intervención urbanística. Por último, el espacio vivido define el lugar donde

se producen las relaciones sociales cotidianas. Las relaciones sociales son también

espaciales, ya que lo social no se puede disociar de lo espacial, todo ocurre en algún

lugar.

De este modo, la conceptualización del espacio de Lefebvre integra lo físico, lo

mental y lo social al mismo tiempo. Además, el autor propone una segunda tríada de

procesos insertos en el espacio que amplifica esta primera. Estos procesos, de la misma

manera que los estados espaciales, están interconectados entre sí y cada uno de ellos

incluye a los otros dos, reforzando así la unidad del concepto y su naturaleza

dialéctica:

• Práctica espacial, que engloba un proceso de producción y reproducción de la

forma material del espacio. Es el proceso mediante el que se configuran los

escenarios que habita una sociedad concreta, que le infiere características propias

en la medida que se apropia del territorio. Son las formas resultantes del uso y la

apropiación del espacio.

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46

• Representaciones del espacio, está relacionado con las estructuras de poder y las

relaciones de producción, así como con el orden o el diseño que éstas imponen. El

orden se constituye en base al control sobre el conocimiento, los signos y los

códigos o a través de relaciones de confrontación. Este es el espacio de los planos,

de los mapas o de los proyectos de planificación. Un espacio que representa,

regula y ordena. Para Lefebvre éste es el espacio dominante en cualquier

sociedad y se presenta como un espacio inexacto, flexible, de lucha y resistencia,

un espacio de tensión.

• Espacio de representación, encarna complejos simbolismos vinculados a la vida

social que se desarrolla en el espacio y a todo lo que ella evoca. Es un espacio

dominado, que recubre el espacio físico y que se proyecta en la simbología y el

sentir de sus objetos.

Figura 2.1. Concepción lefebvriana del espacio (social).

Fuente: Elaboración propia basada en Lefebvre (1991 [1974]).

Por último, Lefebvre también señala un nuevo eje conceptual que atraviesa la

triada anterior y que recoge la contradicción existente entre el espacio abstracto y el

espacio social. El espacio abstracto es constituido por la intersección del saber y el poder.

Procesos espaciales

Espacio vivido

Espacio abstracto

Espacio social

Estados espaciales

Práctica espacial

Representaciones del espacio

Espacio de representación

Espacio concebido

Espacio percibido

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47

Es el espacio jerárquico que es pertinente para aquellos que desean controlar la

organización social como los políticos, los agentes económicos y los planificadores. El

espacio social, en cambio, se desprende de la práctica, la experiencia de la vida cotidiana

que se externaliza y se materializa a través de la acción de todos los miembros de la

sociedad, incluyendo los políticos. Este espacio está en continuo cambio y las personas

que trabajan en el modelo abstracto del espacio intentan controlar estos cambios

diseñando límites y formas reguladas. Envolviendo esta dialéctica también entran en

juego la imaginación, la percepción de las formas construidas y las prácticas sociales de

los diferentes actores.

Esta compleja conceptualización del espacio es trabajada y ampliada

posteriormente por Soja (1996), quien señala al menos tres maneras de estudiar la

producción del espacio atendiendo a su expresión combinada, como forma y como

proceso. La primera (firstspace), se podría vincular a las prácticas espaciales y se centraría

en el estudio de objetos o actividades localizadas, de lugares o situaciones observables,

de pautas de distribución o de la variabilidad de los fenómenos en base al espacio

donde tienen lugar. Este tipo de estudios tienden a la objetivación. En ellos, el espacio

es percibido física y empíricamente, puede ser medido y cartografiado. La segunda

(secondspace), estaría relacionada con las representaciones del espacio y en ella el espacio

urbano se concibe de forma simbólica, mediante pensamientos reflexivos. Se

conformaría a través proyecciones sobre el espacio físico, generado por la imaginación.

No implica una realidad material, pero el conocimiento de ésta permite que se moldee

y adquiera forma mediante el pensamiento. El espacio adquiere un estatus de mapa

mental cuyas referencias residen en la experimentación de la ciudad. Este tipo de

estudio genera un conocimiento más subjetivo. La tercera (thirdspace), la que el autor

propone, es una forma de estudio que incorpora la primera y la segunda al mismo

tiempo y se podría asociar a la noción de espacio de representación. Este tipo de enfoque

se centra en el estudio de la imaginación espacial y de todo aquello que trae a la

memoria el espacio vivido. El espacio pasaría a ser un lugar simultáneamente real e

imaginario, así como un lugar de experiencia.

En síntesis, lo que transmite Soja es que ante la complejidad de la realidad

espacial, prácticamente inabarcable en su totalidad, la conceptualización lefebvriana

del espacio abre la posibilidad de aproximarse a ella de múltiples maneras. En este

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48

sentido, es posible (si no necesario) seleccionar y estudiar segmentos o instancias

específicas del espacio urbano, como partes de un todo, para profundizar en su

conocimiento. Esta investigación, en su intento de analizar un fragmento de la

producción social del espacio urbano, hace suyo este planteamiento y centra su análisis

en las representaciones del espacio, lo que Soja (1996) denomina secondspace. Más adelante

se especificará con mayor detalle esta cuestión.

2.2. La producción social del espacio urbano: los efectos de los intereses económicos, las políticas urbanas y los movimientos sociales en el territorio

En el contexto capitalista, la actuación de los agentes económicos y las políticas

urbanas dictadas por las instituciones competentes, son los principales factores que

impulsan la transformación de las formas urbanas (Capel, 1974; Roweis y Scott, 1978;

Harvey, 1978; Feagin, 1998). En este sentido, la configuración de la morfología del

espacio urbano quedaría a expensas del interés o los intereses, a veces contradictorios,

de estos actores. Pero la irrupción de los movimientos sociales urbanos a partir de la

década de los 60 y la persistencia de sus luchas en la actualidad, los convierten en un

tercer actor relevante en la transformación y las construcción de las formas urbanas

(Cox, 1981; Mollenkopf, 1983 [1975]; Castells, 1986, 2008; Logan y Molotch, 1987). Con

la finalidad de apuntalar a nivel teórico la producción social del espacio urbano, a

continuación se hace hincapié en cómo este proceso integra elementos económicos,

políticos y sociales.

2.2.1. La naturaleza económica del suelo urbano y su peso en la morfogénesis del espacio

El suelo urbano se convierte en una mercancía más bajo la lógica capitalista.

Considerado como producto de mercado, el suelo urbano se podría identificar con un

bien o una propiedad de tipo monopolista. Es decir, el suelo es un bien único (no

puede existir una parcela en el lugar de otra), no puede ser trasladado de un sitio a otro

y es una mercancía de la que ninguna persona puede prescindir. Además, el suelo es

una propiedad que cambia de mano con relativa infrecuencia y no requiere de

mantenimiento para continuar poseyendo su uso potencial. Por otro lado, como a

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cualquier bien en el sistema capitalista, al suelo también se le puede atribuir un valor

de uso y un valor de cambio (Harvey, 1979).

Respecto al valor de uso, el suelo puede reunir diversas utilidades, incluso de

manera simultánea. Por ejemplo, una casa proporciona alojamiento, intimidad, una

localización mejor o peor respecto a los desplazamientos potenciales (a los lugares de

trabajo, zonas comerciales, servicios sociales, familia y amigos), una localización en un

vecindario de determinadas características físicas, sociales y simbólicas (estatus social)

y un medio de almacenar y aumentar la riqueza. El valor de uso es subjetivo, “no es

igual para todos aunque las viviendas sean semejantes, así como tampoco es constante

en una vivienda para una persona. Cada individuo y cada grupo determinarán un

valor de uso diferente” (Harvey, 1979).

El valor de cambio, sin embargo, es la cuantía económica que se establece para

conceder el intercambio del uso del bien, la cual se denomina renta. En la práctica

inmobiliaria, a diferencia de otro tipo de mercados, el suelo y sus mejoras son

frecuentemente valorados de acuerdo con la intensidad y la calidad de uso, más que de

acuerdo con su uso real. Es por eso que el valor de cualquier parcela de terreno se

produce en relación a los valores de todas las otras parcelas vecinas en el momento

presente, así como en relación a las expectativas de valores futuros (Harvey, 1979).

El valor de uso y el valor de cambio son totalmente variables e inestables y ambos

vienen definidos por los diversos actores que participan en el mercado del suelo:

usuarios, inquilinos, propietarios, agentes inmobiliarios, constructores, instituciones

financieras e instituciones gubernamentales. La evolución de las formas urbanas

depende en gran parte de este proceso, sobretodo de la renta, que estipula el precio del

suelo ―y su rentabilidad potencial― y, en función de ello, finalmente también se define

su uso y su forma. Su transformación, su construcción o su intercambio se convierten

en un gran negocio, generando un sistema de producción paralelo que incide de

manera sustancial en las formas urbanas.

Esta idea la expresa el mismo Lefebvre (1991 [1974]) en otra de sus contribuciones

teóricas más relevantes. El autor define la industria inmobiliaria (Real Estate) como un

segundo circuito de capital, que funciona con cierta autonomía con respecto al circuito

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de producción convencional de bienes y servicios (circuito de capital primario). Según

él, este circuito secundario y el conjunto de actividades que lo componen constituyen el

principal motor del desarrollo urbano y, por lo tanto uno de los factores que más

contribuyen a la transformación de las formas de la ciudad. Este sistema de producción

particular asociado al espacio urbano reúne una combinación de elementos que le son

propios junto a otros elementos de la estructura productiva general.

Entre los elementos propios del circuito de capital secundario se puede destacar

que éste genera una riqueza limitada. La riqueza real se produce en el circuito

primario, aunque no por eso el circuito secundario deja de ser atractivo para los

inversores, sino más bien al contrario. El mercado inmobiliario es uno de los sectores

de inversión más dinámicos, sobre todo en épocas de bonanza económica, debido a su

gran rendimiento a corto plazo. No obstante, esta particularidad hace que el flujo de

inversión en este mercado sea cíclico, dependiendo en gran parte de la inversión y el

retorno de capital que llegue al circuito primario (Lefebvre, 1991 [1974]). En esta misma

línea, Harvey (1978) apunta que los booms de la construcción se encuentran

íntimamente relacionados con los ciclos naturales de la economía, es decir, que el

mercado inmobiliario presenta una gran sensibilidad con respecto al estado de la

economía general. Esto es así, porque cuando la economía prospera, los inversores con

excedentes de capital del sector primario suelen expandir su negocio en el circuito de

capital secundario con el objetivo de obtener beneficios extras a corto plazo, ya que si

continuaran invirtiendo en su circuito primario correrían el riesgo de saturar su propio

mercado por exceso de producción. En cambio, en épocas de crisis la reacción de estos

agentes es la contraria, ante el riesgo que suponen las inversiones. Reducen costes y

disminuyen la inversión, sobre todo la que realizan en negocios fuera de su sector.

Sin embargo, Harvey (1985) indica también que existe la posibilidad de que los

períodos de crisis financiera, puedan tener su origen en el colapso del circuito de

capital secundario. Según él, la circulación de capital (inversión) en el proceso de

urbanización se fomenta a partir de la expectativa de crear excedente de capital, o,

dicho de otra manera, el excedente es necesario para lograr que las inversiones en el

mercado inmobiliario sean rentables. Este excedente de capital en el circuito

secundario se genera a partir del plusvalor resultante de una operación de intercambio

de suelo urbano a un precio mayor del que se ha comprado. Pero, tal y como plantea

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Lefebvre (1991 [1974]), lo único que puede producir el mercado inmobiliario es

plusvalor, no puede producir riqueza real porque no se puede producir más suelo. Lo

único que se puede hacer es transformarlo y/o intercambiarlo variando su precio. Esto

hace que, a pesar de la efectividad con que el suelo urbano genera plusvalor a corto

plazo, la productividad del circuito secundario sea finita y siempre predestinada al

colapso y a situaciones de crisis financiera (Harvey, 1985).

Por otro lado, el circuito de capital secundario también reproduce pautas del

circuito primario. Por ejemplo, como en cualquier mercado, los flujos de inversiones

que llegan a una ciudad se concentran en puntos determinados de la urbe en función

de la rentabilidad de la zona (Harvey, 1985). La rentabilidad de la construcción de

infraestructuras urbanas comienza a declinar en un área después de que en ella haya

tenido lugar un gran ciclo de inversión y de productividad. Es en este momento en el

que el capital busca nuevas oportunidades de inversión en otros lugares donde pueda

obtener mayores beneficios. No obstante, ese espacio urbano siempre retiene un valor

físico y cultural, y probablemente será usado de nuevo en el futuro como nueva base

de acumulación de capital (Harvey, 1978). En este sentido, es habitual que la

producción de infraestructuras urbanas como fábricas, edificios de oficinas, hoteles,

carreteras, puentes, parkings, garajes, etc. se construyan de manera simultánea o en

relación con otras operaciones urbanísticas que se han realizado, se realizan o se

realizarán en la misma ciudad.

En definitiva, desde una óptica político-económica, el afán de acumulación de

capital, su circulación y los procesos de producción que se derivan del mercado del

suelo, son los que explican los aspectos importantes de la urbanización, en la medida

que genera una dinámica incansable de construcción, destrucción y reconstrucción de

los entornos urbanos.

2.2.2. Las políticas urbanas y la planificación en la configuración del espacio urbano

Las políticas urbanas que se desarrollan desde las administraciones públicas juegan un

papel destacado también en este proceso de producción del espacio urbano. Aún así, el

peso del que goza el poder económico en el sistema capitalista, hace que la realidad

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económica influya en las decisiones políticas que se toman. Sin ir más lejos, el contexto

de globalización económica actual, implantado como consecuencia de la gran

reestructuración económica que sucedió a la crisis del sistema capitalista de los años 70,

ha transformado por completo el papel que juegan las ciudades a nivel global, así como

su economía interna y los desafíos que deben afrontar las políticas urbanas

actualmente (Sassen, 1991; Brenner, 1998; Moulert et al., 2001; Brenner y Theodor,

2002). En el mundo globalizado, la ciudad se enfrenta a nuevos retos que se enmarcan

entre las exigencias de la competitividad exacerbada que comporta el nuevo escenario

global y los efectos nocivos que genera esta competencia, intensa e incesante, entre la

población y los territorios. Ante esta situación, las políticas urbanas deben responder a

un conjunto de exigencias, que para Borja y Castells (1997) se podrían resumir en tres

ejes: competitividad, calidad de vida y gobernabilidad.

La competitividad reclama de la ciudad básicamente que ésta se convierta en un

elemento multiplicador de sinergias entre los agentes económicos y el capital humano

a todos los niveles. Algunas de las exigencias que se podrían señalar en este sentido

serían, por ejemplo, la disposición de una buena infraestructura en términos de

movilidad y de servicios básicos que cohesione los sistemas urbano-regionales; la

presencia de capital humano cualificado y no únicamente en los estratos superiores; el

apoyo público a agentes económicos y sociales para fomentar sinergias y suscitar una

creatividad constante; definir una marca de ciudad, un proyecto de ciudad que sea

comercializable internacionalmente.

En términos de calidad de vida, la ciudad debe acoger una gran diversidad de

actividades y equipamientos accesibles, debe ser integradora de diferentes culturas y

proveedora de empleos, servicios y espectáculos. Además debe contrarrestar los

efectos que se desprenden de las nuevas actividades competitivas en la economía

global como la exclusión social, la precariedad o la inestabilidad laboral. Otro reto

importante es compensar la excesiva especialización que se puede producir en el

territorio urbano, conduciéndolo a su fragmentación.

Por último, el reto de la gobernabilidad apela a la capacidad de responder

políticamente al progresivo aumento del peso de las ciudades-región en la escena

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internacional. Por ello, aparece cada vez con más intensidad la necesidad de gobernar

territorios translocales de forma coherente.

Las políticas urbanas, por lo tanto, deben velar por todas estas cuestiones

simultáneamente, lo que implica una gran optimización de las acciones y la búsqueda

de dobles efectos, incluso cuando algunos de estos objetivos pueden encerrar alguna

contradicción. En cuanto a la manera en que se implementan las políticas para alcanzar

determinados objetivos o afrontar los retos que se han presentado anteriormente, las

posibilidades son diversas. El elemento que más determina el modelo de actuación

política es la orientación ideológica de los gobiernos locales. Kleniewski (2002) señala

dos grandes modelos diferenciados de políticas urbanas de desarrollo económico: el

modelo liberal (privatism policies), orientado a favorecer el libre mercado y la iniciativa

privada en la transformación de la ciudad, y el modelo progresista (progressive policies),

que trata de controlar las tendencias perjudiciales del libre mercado y opta por diseñar

mecanismos de redistribución de la riqueza. Es preciso señalar que un gobierno local

no tiene por qué ceñirse a uno de estos dos modelos en todas sus acciones, sino que

puede combinarlos en función del tipo de objetivos que se persigan o de las

circunstancias que acompañen una acción política concreta.

En el modelo liberal, las políticas urbanas se adaptan prácticamente a los

principios que rigen el libre mercado y su estrategia consiste en fomentar y apoyar el

crecimiento y la prosperidad de los negocios privados. En este tipo de políticas se

pueden diferenciar dos tipos de acciones: la subvención de operaciones urbanísticas y

las políticas mixtas de inversión público-privada. La finalidad de la subvención de

operaciones urbanísticas es la de minimizar los costes de estas operaciones, mediante la

reducción de los impuestos, mediando para conseguir un mejor precio en la concesión

de prestamos a los agentes privados, haciendo más asequible el precio del suelo si es

público o adaptando las regulaciones urbanísticas a las necesidades del proyecto. Este

tipo de acción política es habitual en grandes procesos de renovación urbana, que

precisan de un volumen de inversión de capital muy elevado, inasumible para la

administración. En las políticas mixtas público-privadas, sin embargo, la misma

administración participa como inversor, respaldando una iniciativa privada. El

objetivo de este tipo de acciones es que parte del beneficio que genera la inversión en

los agentes privados, vuelva a las arcas públicas con posterioridad y reviertan también

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en beneficio de la sociedad. Los casos más paradigmáticos de estas operaciones son la

construcción de grandes equipamientos susceptibles de ser administrados también bajo

tutela mixta, como los centros de convenciones, por ejemplo (Kleniewski, 2002).

El modelo progresista, en cambio, se caracteriza por enfocar las políticas

estrictamente a los intereses públicos. En este sentido, las operaciones privadas reciben

subsidios únicamente si se valora y se demuestra que el resultado repercutirá en un

bien público. Más que fomentar el crecimiento urbano, estas políticas tratan de

aprovechar y modelar el crecimiento en relación con los objetivos sociales de la

comunidad (Clavel y Kleniewsky, 1990). Por otro lado, las administraciones locales

pueden transformarse también en agentes y liderar una operación urbanística por su

propia cuenta. Este tipo de acciones se suele reservar para los casos en que la

intervención urbanística es necesaria y el sector privado la considera poco rentable.

Uno de los ejemplos paradigmáticos de este tipo de intervenciones sería la ordenación

y reurbanización de los espacios públicos urbanos (Kleniewski, 2002).

Por lo tanto, de una manera u otra, ejerciendo más o menos control sobre los

agentes económicos, o participando directa o indirectamente en las operaciones

urbanísticas, los gobiernos locales (o administraciones supralocales competentes)

constituyen otro de los actores importantes en la producción del espacio urbano.

Pero, independientemente de la ideología y de cuál sea la titularidad de la

intervención urbanística, la herramienta de carácter político que quizá determina en

mayor grado la forma que adopta el espacio de la ciudad es la planificación urbana.

Entre las definiciones más comunes de planificación, entendida en términos generales

y relacionada con el ámbito de la gobernabilidad, ésta es vista como un método o como

un instrumento de uso político que parte de una orientación futura y que desde la

racionalidad establece unos fines a alcanzar y unos medios para conseguirlos (Gans,

1968; Fanstein y Fanstein, 1971; Campbell, 1996). Otros autores, la conciben como una

“razón técnica” aplicada a la toma de decisiones, aludiendo así el vínculo que establece

la planificación entre el conocimiento científico-técnico y las acciones políticas

(Friedmann, 1991). La planificación urbana sigue esta misma lógica, pero aplicada a la

utilización del suelo, al transporte local, a la reurbanización, al diseño urbano, a la

conservación del entorno o al desarrollo comunitario de los barrios.

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Existen diferentes modos de desarrollar e implementar la planificación urbana y

aunque desde un punto de vista teórico existen diversas tipologías de planificación

urbana16, aquí se utilizará como referencia la diferenciación entre la planificación urbana

normativa y la planificación urbana estratégica (figura 2.2.). Estos dos modelos siguen

lógicas prácticamente opuestas y pertenecen a dos contextos sociopolíticos

diferenciados. Si bien, la planificación normativa fue el modelo predominante desde

mediados del siglo XX hasta mediados de los 70 o principios de los 80, a partir de estos

años se ve sustituido por el modelo estratégico, que ha gozado de una rápida

implantación y consolidación en los últimos años. No obstante, ambos modelos de

planificación deben entenderse en términos teóricos, es decir, que constituyen tipos

ideales de planificación que han de servir para entender las maneras en las que la

planificación se manifiesta en la realidad urbana.

La planificación normativa se caracteriza por su rigidez, por la imposición de una

idea proyectada y por una lógica de toma de decisiones que no deja lugar al conflicto

como elemento perturbador del proyecto (Martínez, 1999). Durante los años 60, este

modelo comienza a ser duramente criticado por algunos urbanistas, sobre todo por el

carácter utópico de sus propuestas y la excesiva racionalidad de los planteamientos.

Jane Jacobs (1967 [1961]) es una de las autoras que arremete con más fuerza contra este

tipo de planificación, defendiendo el dinamismo de las grandes ciudades y su

diversidad ante los intentos intervencionistas desnaturalizados de los planificadores

urbanos.

Precisamente, la irrupción del modelo de planificación estratégica emerge como

respuesta a estas críticas y por la necesidad de superar el encorsetamiento de la

planificación tradicional. Según Jordi Borja (2003), el nuevo contexto urbano precisaba

de una nueva herramienta flexible para “hacer ciudad” y que a la vez pudiera

combinar, por un lado, el control de las disfunciones del mercado desregulado y, por lo

tanto, de las desigualdades que éste genera, y por el otro, la creación de un marco de

cooperación público-privada. Siguiendo estas premisas surge la planificación

estratégica, que se caracteriza por su flexibilidad, por la adaptación continua de los

16 Véase como ejemplo las tipologías de planificación formuladas desde un punto de vista sociológico por Fanstein y Fanstein (1971) o Fanstein (2000).

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objetivos previstos a la realidad y por prever un proceso de toma de decisiones basado

en el consenso y en la conciliación entre los agentes (Martínez, 1999). Este tipo de

planificación urbana generalmente no se limita a la ordenación física de las áreas

urbanas, sino que la combina con el desarrollo de objetivos socioeconómicos

(Swyngedouw et al., 2002). Para Borja (2003) los planes estratégicos poseen tres

virtudes que explican su éxito:

1. Propone un escenario de futuro para la ciudad que debería ser no solamente

una suma de objetivos económicos y sociales, sino también un esquema

territorial deseable.

2. Define un conjunto de actuaciones, proyectos, programas estructurados por

prioridades o bloques, aunque a veces se trate sólo de líneas estratégicas, en las

que cabe todo.

3. Prevé procesos participativos entre los diferentes agentes implicados en su

elaboración y en su implementación. Los proyectos estratégicos se convierten

así en un encuentro de los objetivos con las oportunidades.

Figura 2.2. Características de los modelos de planificación normativa y estratégica.

Fuente: Elaboración propia basada en Martínez (1999).

Planificación Normativa

Exclusión del conflicto

Formular decisiones

Imposición de utopía a realidad

Rigidez para cambiar/adaptarse

Ordena espacio urbano

Administración responsable

Normas para regular la acción privada

Planificación Estratégica

Consenso para superar el conflicto

Efectúa dirección y gestión

Ajusta objetivos a la realidad

Flexibilidad para adaptarse a los cambios

Planifica desarrollo no sólo urbano

Consenso entre agentes públicos y privados

Compromisos para actuar a corto plazo

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No obstante, la planificación estratégica esconde algunas deficiencias como

herramienta planificadora. En numerosas ocasiones los planes estratégicos se ven

sobrepasados por los grupos sociales o los agentes que usan y que producen el espacio

urbano, extirpándole su capacidad de planificar y convirtiéndolo prácticamente en un

pacto social. En este sentido, para el autor la efectividad “planificadora” de este

modelo es cuestionable, ya que abre la posibilidad a aquellos que desean imponer sus

objetivos sobre los demás a hacerlo si éstos tienen suficiente poder en el proceso de

negociación. Dicho de otra forma, la planificación estratégica “liberaliza” el ejercicio de

la planificación urbana (Martínez, 1999), dejando el resultado en manos de los

“poderosos”.

Este “descontrol” de la planificación urbana estratégica es avalado por Pickvance

(1994), pero en un sentido más amplio. Este autor piensa que efectivamente el poder

del proceso de implementación del plan urbanístico no recae actualmente en las

instituciones políticas que lo impulsan. Según él, el desarrollo de un plan urbanístico es

un proceso marcado por una cierta incertidumbre sobre su resultado final, en el que

inciden principalmente los siguientes factores:

a) Las presiones estructurales, como la coyuntura económica o política por

ejemplo.

b) La influencia de los agentes sociales implicados en el proceso, tanto los agentes

económicos, como los movimientos sociales o los ciudadanos a nivel individual.

c) La posición que ocupe la planificación urbana en el aparato institucional, es

decir, la manera en que se distribuyan a nivel institucional las competencias

políticas en esta materia.

Del resultado de este proceso cabe una doble posibilidad, que la planificación

urbana satisfaga o no los objetivos racionales a los que debía dar respuesta en un

principio. En todo caso, lo que es seguro es que este resultado no se corresponderá con

una decisión racional, sino que será el resultado del devenir de un proceso de

interacción entre diferentes actores y circunstancias diversas. Esta aportación de

Pickvance (1994) refuerza la idea de entender la producción del espacio urbano como

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un proceso social, en el que la planificación urbana no es ni mucho menos

determinante en la producción del espacio urbano, sino que constituye un actor más.

Este mismo planteamiento fue recogido anteriormente por Ledrut (1968, 1974),

para quien la planificación urbana consiste en un “arte de ajuste” entre intereses, que

combina al mismo tiempo el control de la desorganización del mercado y la resolución

de problemas urbanos. Es él quien expresa que los ensayos y las tensiones que tienen

lugar durante este proceso constituyen el verdadero corazón de las metamorfosis de la

ciudad contemporánea. Según Ledrut (1974), esas son las experiencias urbanas que

deben merecer la atención del sociólogo y éstas son precisamente las experiencias sobre

las que se dirige esta investigación.

2.2.3. La acción del movimiento ciudadano en la (re)definición de las formas urbanas.

De la misma manera que los agentes económicos y que los gobiernos locales, los

movimientos ciudadanos también inciden en el proceso de producción del espacio

urbano. Numerosos estudios ponen de manifiesto que durante las últimas décadas, de

un modo más o menos intenso, la movilización ciudadana ha mantenido un fuerte

pulso en torno al desarrollo de las ciudades frente a las inercias urbanizadoras de los

agentes económicos y/o de los planificadores o de las instituciones locales (Cox, 1981;

Mollenkopf, 1983 [1975]; Castells, 1986, 2008; Logan y Molotch, 1987, Huertas Clavería

y Andreu, 1996; Domingo y Bonet, 1998; De Haan, 2005). Esta acción ciudadana basada

en la resistencia y en la proposición, e incluso, en ocasiones, en la intervención directa

en el espacio urbano, ha estado históricamente mediada por el conflicto. Actualmente,

sin embargo, la afluencia de procesos participativos en los regímenes democráticos ha

ampliado las formas de implicación de la ciudadanía en la construcción de la ciudad,

funcionando como mecanismos de canalización de la acción ciudadana. No obstante,

los conflictos urbanos persisten. De hecho, dada la misma esencia de los procesos de

producción del espacio urbano, en los que el suelo es transformado e intercambiado,

pero también utilizado o modelado en conformidad con lo social y las relaciones de

propiedad, resulta prácticamente inevitable que aparezcan contradicciones entre los

diferentes actores involucrados en estos procesos. El conflicto es un elemento inherente

de este proceso. En todo caso, ya sea a través del conflicto o canalizada por los procesos

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participativos, la acción ciudadana deja su huella en las ciudades, moldeando las

formas urbanas.

Este papel de los movimientos sociales urbanos fue abordado de forma pionera

por Castells (2004 [1972]) en sus primeras obras. Para este autor la distinción entre la

planificación urbana y los movimientos sociales, carece de sentido en términos

conceptuales, ya que ambos elementos afectan directamente al contenido y al proceso

de toda operación urbanística como formas de práctica política. Lo particular del

enfoque que propone Castells ―y lo que resulta interesante en el contexto de esta

investigación― es que pone el énfasis en los efectos que los movimientos sociales

propician en las formas urbanas, pasando a un segundo plano su organización o los

recursos de los que disponen (Pickvance, 1974). Es precisamente, este afán por

intervenir en los procesos de urbanización de la ciudad lo que les hace merecer a estos

movimientos sociales el apellido de “urbanos” (Castells, 2004 [1972]).

Entre las contribuciones más importantes del movimiento ciudadano en relación

al proceso de producción del espacio urbano se podrían señalar varias, las cuales

afectan al espacio en sí, a las políticas urbanas y al mismo estatus de ciudadano. En

primer lugar, se puede destacar la colaboración de estos movimientos en la

revalorización del “lugar” urbano, en el sentido en que la acción de estos grupos

convierte al espacio en una disputa que dificulta su apropiación y añade complejidad a

su gestión. En segundo lugar, han favorecido también el avance hacia una democracia

ciudadana en el ámbito local. Las fórmulas de concertación y la participación en los

planes y los proyectos, además de la gestión de proximidad de los procesos

urbanísticos, todas ellas pautas bastante extendidas actualmente, son una prueba de

este efecto “ciudadano” en las políticas urbanas. Finalmente, la lucha ciudadana ha

fomentado también la recreación del concepto de ciudadano como sujeto de la política

urbana. El ciudadano “se hace” interviniendo en la construcción y la gestión de la

ciudad. Así, según Borja (2003), el marginal se integra, el usuario ejerce derechos, el

resistente modela su entorno.

El movimiento ciudadano urbano se caracteriza por una profunda

heterogeneidad interna, es decir, que aglutina diferentes movimientos cuya

diversificación tiene que ver con las diferentes motivaciones que inducen a la

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movilización de los ciudadanos. Por ejemplo, la provisión y el acceso a la vivienda, la

provisión y el acceso a los equipamientos, la defensa de la comunidad, la lucha contra

las nuevas políticas de desarrollo urbano, la protesta ante la exclusión social, etc. (Martí

y Bonet, 2008). Otros autores señalan la importante transformación a la que ha estado

sujeto el movimiento ciudadano como consecuencia de los cambios en los escenarios

políticos y económicos de los últimos tiempos (Urrutia, 1992; Mayer, 2000). La

emergencia de nuevos problemas urbanos, ha obligado a los movimientos sociales a

revisar sus agendas reivindicativas, así como sus estrategias, apareciendo al mismo

tiempo nuevos grupos reivindicativos.

Pero dentro de esta vorágine de movilización social urbana, en la que también es

habitual que diferentes movimientos cooperen entre ellos y generen redes de

solidaridad y de acción social (Alabart, 1998), si hay un grupo que ocupe un lugar

destacado, éste es el movimiento vecinal. Por un lado, constituye uno de los

movimientos de más largo recorrido y, por el otro, su naturaleza y su razón de ser son

de una clara inspiración urbana, demostrada por el predominio de las reivindicaciones

ligadas a la producción de espacio público de estos grupos (Domingo y Bonet, 1998) y

su evidente contribución en la construcción de los ámbitos urbanos. Hay muchos tipos

de asociaciones de vecinos, pero esencialmente, se podría decir, que son entidades que

reúnen a individuos cuyo vínculo personal se encuentra, en primera instancia, en el

hecho de compartir el ámbito residencial, y, en segunda instancia, en la defensa de

unos intereses comunes que tienen que ver especialmente con aspectos del ámbito

residencial compartido. Logan y Rabrenovic (1990), por ejemplo, definen a las

asociaciones de vecinos como “una organización cívica orientada a mantener o mejorar

la calidad de vida en un área residencial geográficamente delimitada” (Logan y

Rabrenovic, 1990:68). Por lo tanto, la cuestión residencial y todo lo que ella implica

constituye la piedra angular de las reivindicaciones de estos grupos.

En relación a la vivienda en sí, las protestas de las asociaciones de vecinos se

articulan a través de la lucha contra el chabolismo y la infravivienda, contra el

deterioro progresivo de los parques de viviendas, contra las dificultades de acceso a la

vivienda o contra las expulsiones residenciales como consecuencia de grandes

transformaciones urbanas. En cuanto al entorno residencial, el déficit, ya sea en

cantidad o en calidad, de las dotaciones municipales, como por ejemplo de

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equipamientos o de zonas verdes, son también un foco recurrente de movilizaciones

vecinales. Por otro lado, de una manera más indirecta, cabe destacar los conflictos

vecinales en torno a la movilidad cotidiana, generados por la falta de servicios de

transporte adecuados para realizar los desplazamientos obligados de casa al trabajo o a

la escuela con unos mínimos de comodidad y efectividad. Por último, con menor

repercusión el movimiento vecinal también ha hecho gala de su oposición al

urbanismo agresivo y depredador de carácter especulativo, integrando un cierto

discurso a favor de la sostenibilidad urbana con tintes cercanos al ecologismo (Pérez

Quintana, 2008).

Cox (1982) apunta una cuestión interesante respecto a la preocupación por el área

residencial que presentan las asociaciones de vecinos. Según este autor, muchas de

estas movilizaciones se encuentran mediatizadas, a parte de por la mejora de las

condiciones de vida, por el interés económico en relación a la propiedad de la vivienda.

La vivienda es vista por los propietarios como una inversión, que ofrece la posibilidad

de aumentar su valor, aunque también incurra en ciertos costes. Por lo tanto, el valor

de la propiedad explicaría en gran parte muchas de las controversias de los residentes

sobre su misma vivienda o sobre su entorno. Este hecho ayudaría a entender también

que las relaciones que mantienen los movimientos vecinales con el resto de actores

urbanos pueden ser variables. Por ejemplo, a pesar de que habitualmente el

movimiento vecinal se muestra en contra de las actuaciones urbanísticas lideradas por

los agentes económicos, en algunas ocasiones los agentes económicos pueden ser

percibidos como aliados, especialmente si éstos promueven mejoras en el entorno

residencial. De la misma manera las alianzas o desencuentros con el gobierno local

pueden variar dependiendo de la situación. Habitualmente las instituciones públicas

locales son vistas como aliadas cuando implementan mejoras en las áreas residenciales

y como oponentes cuando impulsan procesos de urbanización en el entorno residencial

de carácter conflictivo (Logan y Rabrenovic, 1990).

Harvey (2001) también resalta la importancia del valor de la propiedad como

activo de movilización cuando se refiere, sobre todo, a las asociaciones de propietarios.

Estas asociaciones, a diferencia de las asociaciones de vecinos, defienden claramente

los intereses de la propiedad privada y la calidad de vida de sus miembros. Este autor

cree que la reacción que provoca en estas entidades la amenaza contra los derechos de

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62

propiedad y los valores inmobiliarios, ya sea por parte de las instituciones locales o por

parte de los agentes económicos inmobiliarios, constituye una potente fuerza política.

Además, según él, estos movimientos colectivos impiden en numerosas ocasiones la

búsqueda de alternativas, en vez de fomentarlas, sin contemplar el interés ecológico o

de justicia social que la alternativa pueda significar. En estos casos, las asociaciones de

propietarios tienden a preservar el sistema existente, adoptando una posición

conservadora.

El problema del “particularismo militante”, tal y como denomina Harvey (2001) a

este tipo de movilización ciudadana, es que se convierte en una comunidad “para sí”,

perdiendo el sentido de la comunidad “en sí”, que implica una visón política amplia y

la defensa de un proyecto común. Este tránsito a comunidad “para sí” incrementa las

posibilidades de que estas organizaciones se vean vacías de contenido en un momento

dado, aumentando su fragilidad a causa de la falta de cohesión interna. Esta situación

las hace sucumbir más fácilmente cuando se enfrentan a desafíos importantes que

requieren de una gran fuerza movilizadora y facilita que puedan caer más fácilmente

ante la manipulación de las fuerzas políticas externas.

Siguiendo el planteamiento de Simmie (2001), los conflictos urbanos que surgen

en realción a la propiedad o a los intereses económicos se pueden clasificar en 4

grupos, en función del tipo de contradicción que se produzca:

• Intereses privados vs Interés público. Aunque en los sistemas capitalistas el derecho

a la propiedad privada es hegemónico, muchas veces este derecho desencadena

efectos no deseados para la comunidad y entran en contradicción con el interés

público. Por otro lado, los conflictos que protagonizan los propietarios que actúan

cuando ven que el interés público merma sus libertades es otro ejemplo de este

tipo de conflictos. En la práctica, estos conflictos pueden acabar, o bien, con la

reducción extrema de las libertades de propiedad privada de los propietarios,

algo bastante contradictorio en las sociedades capitalistas, o bien, resolverse con

el compromiso de favorecer en cierta forma los intereses de los propietarios

aunque esta decisión/resolución perjudique al interés común.

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63

• Individuos vs Instituciones. Este conflicto se produce normalmente en el momento

en que las instituciones públicas locales proponen un tipo de planificación

urbanística que entra en contradicción con los intereses de los ciudadanos.

Habitualmente este tipo de conflicto se expresa con diferentes intensidades

dependiendo de si la participación ciudadana es reconocida o no durante el

proceso de planificación urbana. La resolución de estas contiendas suelen girar

alrededor del grado de influencia que puedan ejercer los diferentes actores en la

decisión final de la institución pública respecto al plan urbanístico.

• Derechos de propiedad privada vs Regulación pública. Este tipo de conflicto recoge las

situaciones en las que las instituciones públicas adoptan un papel más

intervencionista y controlador del espacio urbano. En estos casos, las

instituciones pueden introducir una legislación formal que incluya la regulación

y el control de los derechos de la propiedad privada. En estos casos, la resolución

depende bastante del poder que tengan los propietarios para imponer sus propias

libertades individuales en la ideología de la legislación urbana.

• Mercados vs Planificación. Esta contradicción es intrínseca a la planificación

urbana, en la medida en que su función fundamental es corregir los efectos del

libre mercado en el espacio urbano. En cualquier caso el control y la regulación

del suelo y de los mercados de propiedad pueden satisfacer diferentes intereses

según la gestión que se realice de la planificación urbana. Por ejemplo, hay casos

en que la planificación recompensa a determinados propietarios bajo la obtención

de permisos de urbanización, mientras que en otros casos, la no obtención de

permisos de urbanización hacen perder virtualmente el valor potencial de la

propiedad inmueble.

Todos estos conflictos, de una u otra manera, tienen que ver con la distribución

de los usos del suelo y los derechos de propiedad de diferentes grupos, organizaciones

y ciudadanos. Esta pugna por parte de los diferentes grupos por la defensa de sus

intereses refleja los intentos por conseguir ejercer su poder sobre los objetivos y los

resultados de la planificación urbana (Simmie, 2001). Como se ha repetido con

anterioridad, es justamente ese proceso y su resultado lo que constituye el objeto de

estudio de esta investigación.

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64

2.3. El estudio del proceso de reordenación urbana de los Tres Turons de Barcelona: modelo de análisis y preguntas de investigación

El objetivo principal de este trabajo de investigación es profundizar en el conocimiento

de cómo se trasforma el espacio urbano, entendiendo esta transformación de partida

como un proceso social. Para ello, se realiza un estudio de la evolución del proyecto de

ordenación urbana del área de los Tres Turons en la ciudad de Barcelona. El Pla del Parc

dels Tres Turons, que pasará a contextualizarse y explicarse con mayor detalle más

adelante, constituye un impulso público de transformación urbana, que tiene como

finalidad principal construir un parque de grandes dimensiones en la zona central de

la ciudad. Delimitado urbanísticamente por primera vez en el Plan Comarcal de 1953 y

contemplado también en el Pla General Metropolità de 1976 ―vigente en la actualidad―,

este proyecto de parque urbano ha pasado en los últimos 10 años por una primera fase

de readaptación de la ordenación urbana actual a los nuevos objetivos planteados y a la

realidad presente. Pero el largo tiempo transcurrido desde la primera calificación de

parque urbano y los profundos cambios que se han producido a nivel socioespacial en

esta zona, han convertido esta fase en un largo y arduo proceso de confrontación entre

las instituciones públicas locales y los vecinos afectados. Finalmente, esta primera fase

del proyecto urbanístico se ha zanjado con una nueva propuesta de ordenación urbana

que redefine la delimitación inicial del parque.

La presente investigación se centra en el estudio de cómo se produce esta

transformación de la concepción del proyecto del Parc dels Tres Turons. Este propósito

comporta el análisis del tránsito de la ordenación urbana vigente, prevista en el Pla

General Metropolità de 1976, a la nueva propuesta incluida en la Modificació del Pla

General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons, aprobada inicialmente en enero del 2009.

En este sentido, haciendo valer como premisa las aportaciones de Soja (1996) con

respecto a la posibilidad de segmentar el estudio del espacio, la investigación se

ocuparía de las tensiones que se producen en torno a lo que Lefebvre (1991 [1974])

denomina “representaciones del espacio”. Por lo tanto, se trabaja sobre un espacio

imaginado, planificado, que no es real, pero que se define a través de las proyecciones

sobre el espacio físico. En este caso, es un espacio discutido fundamentalmente entre

los agentes sociales, los agentes políticos y los técnicos de planificación. Es por esta

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65

razón que no estaría mal decir que el foco de la investigación se dirige sobre la

producción del “espacio urbano concebido”.

Otro aspecto relevante para el diseño de esta investigación es que parte de una

concepción de la producción del espacio urbano continua y dialéctica. Como se ha

apuntado en apartados anteriores, la transformación de las formas urbanas es

incesante, infinita, por lo que sería imposible determinar un principio y un final de este

proceso. De modo que este estudio aspira tan sólo a profundizar en la comprensión de

un fragmento de la producción social del espacio, delimitado por el momento en que el

Ajuntament decide impulsar el Pla del Parc dels Tres Turons y la aprobación inicial de la

última propuesta de ordenación urbana ―Modificació del Pla General Metropolità en

l’àmbit dels Tres Turons― a principios del 2009. Además, como también se ha dicho en

apartados precedentes, el proceso de producción social del espacio engloba la pugna

de diferentes actores por el control del espacio y por la defensa de sus intereses. Esta

cuestión le añade un carácter conflictivo y dialéctico al proceso, el cual constituye otro

punto de partida importante en el análisis que se lleva a cabo en este trabajo. Pero

como apunta Pickvance (1994), el proceso de producción del espacio urbano no tan

sólo incluye esta interactuación entre los actores implicados, sino que también está

sometido a los efectos de factores estructurales de carácter económico, político y social.

Por lo tanto, el modelo analítico que se propone para abordar el proceso de

reconfiguración de la ordenación urbana del área de los Tres Turons constaría de dos

niveles de análisis. El primero se situaría a un nivel estructural, poniendo el énfasis en

los aspectos económico-territoriales relacionados con el proyecto, en el contexto

político-urbano y, por último, en los antecedentes socio-morfológicos de la zona

estudiada. Estos elementos, inciden sobretodo en el tipo de gestión que se realiza del

proyecto urbanístico, no obstante, todos ellos, incluso el mismo tipo de gestión, son

susceptibles de incidir también de manera decisiva en la configuración final de la

reordenación urbana. El segundo nivel de análisis, en cambio, se centra en la dialéctica

que mantienen los diferentes actores implicados en el proceso. En este caso, la

estrategia de análisis consistirá en la identificación de los principales ejes de

confrontación, evaluando su traslación a la resolución de la propuesta final de

reordenación urbana. Los dos niveles de análisis permitirán valorar de qué manera las

constricciones estructurales, así como las tensiones y las discrepancias de los diferentes

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66

actores, se traducen (o no) en ajustes de la (re)ordenación urbana en el ámbito de los

Tres Turons. El resultado contribuirá a conocer en profundidad cómo se produce este

proceso de producción social del espacio urbano concebido, es decir, las representaciones

del espacio.

Figura 2.3. Modelo de análisis de la producción social del espacio urbano concebido.

Fuente: Elaboración propia.

A partir de este diseño del modelo de análisis, generado de forma abductiva

―tras una primera toma de contacto empírica e incorporando de manera laxa algunas

referencias teóricas― (Mason, 2002), las preguntas de investigación que se plantean

responder son las siguientes:

a) ¿Qué elementos estructurales influyen en el Pla del Parc dels Tres Turons y cómo

lo hacen?

Ordenación urbana inicial (vigente)

Ordenación urbana final (modificación)

Propuesta de planificación

A

Demanda vecinal A

Demanda vecinal X

Propuesta de planificación

X

Propuesta de planificación

B

Demanda vecinal B

Conflicto político-

social [Ejes de

contradicció

Inputs de transformación

Factor político

Antecedentes socio-morfológicos

Inputs de gestión

Factor político-técnico Factor social

Elementos estructurales

Factor económico

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67

b) ¿Cuáles son los actores implicados en el proceso de transformación urbanística

de los Tres Turons? ¿Cuál es su posicionamiento sobre esta cuestión? ¿Cuáles

han sido sus pautas de comportamiento durante el proceso?

c) ¿Cuáles son los ejes conflictivos sobre los que se vehicula la tensión

socioespacial en torno al Pla del Parc dels Tres Turons?

d) ¿Cómo los resuelve la última propuesta del proyecto, es decir, en la Modificació

del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons?

e) ¿Se plasma de alguna manera esta tensión en la transformación que ha vivido el

proyecto? ¿Cómo?

Por último, teniendo en cuenta que este trabajo es una memoria de investigación

del programa de doctorado en el que el objetivo es realizar una primera aproximación

sobre una cuestión planteada, es preciso señalar que las conclusiones que se extraerán

del análisis no serán definitivas, sino que trazarán las primeras líneas a seguir en una

investigación más amplia, que se desarrollará próximamente y adoptará la forma de

tesis doctoral.

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69

Capítulo 3. ASPECTOS METODOLÓGICOS DE LA

INVESTIGACIÓN: DISEÑO, TRABAJO DE CAMPO Y

ESTRATEGIA DE ANÁLISIS

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70

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71

Capítulo 3. Aspectos metodológicos de la investigación: diseño, trabajo de campo y estrategia de análisis

Una ciudad es un imaginario creado por las más diferentes arqueologías de las piedras y las vivencias, sean de carne y hueso, sean auras referentes a palabras que se dijeron o se escribieron, a signos trazados en las geometrías o vaciados del espacio total.

Las ciudades y las mujeres en El París de Rayuela, MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

l enfoque cualitativo ha permanecido generalmente marginado en el devenir

de la sociología urbana, aún a pesar de su predominio inicial en esta

disciplina, sobretodo por las etnografías urbanas que llevaron a cabo los

integrantes de la Escuela de Chicago en el primer cuarto del siglo XX. Como hemos

visto en el primer capítulo, precisamente, el carácter cualitativo, etnográfico y

marcadamente inductivista de estos primeros trabajos de los ecólogos urbanos,

constituyó uno de los puntos de mira de las críticas que formularon algunos autores en

su aspiración por refundar la sociología urbana en los años 70. La consolidación de la

Nueva Sociología Urbana y la adopción de metodologías cuantitativas por parte de

ecólogos posteriores condujeron al cuantitativismo hacia una posición hegemónica en

la investigación sociológica urbana, eclipsando los trabajos cualitativos.

Sin embargo, la metodología cualitativa no dejó de aplicarse en los estudios

urbanos, pero su uso quedó relegado a los “estudios de comunidad” (Community

Studies), centrados en la investigación de los guetos, de los inmigrantes, de la pobreza y

de la cultura étnica (Gans, 1982 [1962]; Suttles, 1968; Hannerz, 2004 [1969]) y a las

etnografías del espacio público urbano (Whyte, 1971; Joseph, 1988; Lofland, 1998),

dirigidas al análisis de las prácticas cotidianas con el objetivo de conocer mejor las

disfuncionalidades y la alienación de la vida moderna en las ciudades. A partir de la

década de los 90, en cambio, nuevos planteamientos teóricos proponen abordar la

complejidad de la realidad urbana de un modo más sensible, en un ejercicio en el que

el subjetivismo cultural y representacional cobran un gran valor explicativo. Este giro

en la manera de entender la ciudad, favorece el resurgimiento de los enfoques

E

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72

cualitativos en la sociología urbana más allá de los campos citados (Jacobs, 1993). Por

otro lado, la propia expansión y la ampliación del reconocimiento de los métodos

cualitativos en el ámbito científico, dado su progreso en cuanto a sistematización,

transparencia y rigor (Denzin y Lincoln, 1994), también contribuyeron en este proceso.

Este trabajo recoge en cierta manera ese espíritu y constituye una aproximación

cualitativa sobre los procesos de transformación urbana.

Este capítulo describe los aspectos metodológicos que se han seguido en esta

investigación para abordar los objetivos planteados. En primer lugar, se explicita el

diseño metodológico, seguidamente se detalla el proceso de recogida de información y

los datos que conforman el corpus analítico del estudio y, después, se expone la

estrategia de análisis que se ha seguido a la hora de tratar la información. Para acabar,

también se hace referencia al importante papel que ha jugado la geocodificación en esta

investigación. La metodología que se explica a continuación hace referencia al diseño

de una investigación “completo”, de más abasto que los resultados que se presenta en

este trabajo, que tan sólo constituye una primera aproximación empírica. Es por eso,

que también de forma paralela se indicará el material que se ha analizado en esta

primera presentación del estudio.

3.1. El diseño metodológico multimétodo etnográfico: triangulando datos cualitativos De acuerdo con el objetivo planteado en la investigación, centrado en analizar el

proceso de configuración de la reordenación urbana del área de los Tres Turons, se ha

optado por seguir un enfoque cualitativo. El estudio de un proceso implica preguntarse

por cómo se desarrolla y también indagar sobre algunas cuestiones relacionadas con

los resultados que éste produce. Por lo tanto, lo verdaderamente relevante en estos

casos no es determinar qué se hace, sino cómo se hace. Es decir, que el proceso se

convierte en un fin en sí mismo y no en un medio. Como dice Patton (2002 [1990]),

importa el viaje, no el destino. Partiendo de esta idea, la metodología cualitativa es la

que mejor se ajusta a estos requerimientos. En primer lugar, permite describir

detalladamente como se interrelacionan los sujetos envueltos en el proceso. En

segundo lugar, dada su sensibilidad a la hora de captar subjetividades, esta

metodología es idónea para recoger la variabilidad de las experiencias y de las

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73

percepciones en torno al proceso entre los diferentes sujetos. En tercer lugar, se adapta

perfectamente a la naturaleza fluida y dinámica de los procesos. Y, por último, la

metodología cualitativa ofrece la posibilidad de atender tanto a las actividades

formales como a las informales que conforman los procesos, aportando una mayor

profundidad en su estudio (Patton, 2002 [1990]).

La estrategia de investigación que se ha seguido en la implementación de este

enfoque cualitativo tiene un fuerte componente etnográfico. En este caso, el término

etnografía no debe ser entendido como método, sino como un tipo de mirada de la

realidad social que sugiere un modo específico de contacto con el objeto de estudio

(Atkinson y Hammersley, 1994b; Creswell, 1998). Asociada al paradigma naturalista, la

etnografía infiere una aproximación inductiva. Los fenómenos deben ser entendidos en

su propio escenario, atendiendo a su propia naturaleza y guardando el máximo

“respeto” hacía ellos. No obstante, la actitud que se ha mantenido ante el objeto de

estudio ha sido la de un espectador apasionado, curioso y también reflexivo. Esta

reflexividad implica una cierta “sospecha” sobre la información recogida. Los datos no

son tomados acríticamente por sus apariencias, sino que son contrastados por el mismo

investigador, poniéndolos a prueba de manera exhaustiva y examinándolos

detalladamente para llegar a entenderlos mejor. En esta tarea, no se ha prescindido de

referencias teóricas, las cuales en algunas ocasiones han ayudado a dirigir la mirada

tanto en la lectura de datos como en su recogida y, en otras ocasiones, han establecido

útiles puntos de apoyo facilitando la estructuración del conocimiento. Se ha seguido,

por lo tanto, una estrategia abductiva, caracterizada por el ir y venir entre la empiria, la

teoría y la propia experiencia del investigador (Mason, 2002). Esta pose de “espectador

pro-activo” no ha mermado, sin embargo, la “naturalidad” con la que se ha tratado la

información, no se ha establecido ningún marco de análisis desde un inicio, sino que se

ha ido construyendo a partir del contacto con la realidad social (Lofland y Lofland,

1995), en sintonía con el modus operandi de la etnografía. El análisis de la información ha

girado en torno a la interpretación de los significados de las relaciones, las

percepciones y las experiencias de los actores durante y/o en relación al proceso

estudiado. Los resultados se han expresado principalmente en forma de descripciones

y explicaciones, cumpliendo así con otro rasgo etnográfico (Atkinson y Hammersley,

1994a).

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74

Por otro lado, para abordar al objeto de estudio en toda su complejidad se ha

seguido una diseño metodológico multimétodo (Brewer y Hunter, 2006) basado en la

triangulación de diferentes tipos de datos de naturaleza cualitativa. La triangulación

debe ser entendida bajo una lógica de complementariedad entre los diferentes datos,

no de validez. Es decir, los diferentes tipos de datos se usan para obtener una visión

más amplia del objeto de estudio, articulada desde diferentes ángulos con la intención

de enriquecer la interpretación y profundizar en el análisis de éste y no para

comprobar sus aportaciones y así disminuir el sesgo que se pueda producir al utilizar

únicamente una fuente o una técnica (Fealding y Fielding, 1986; Denzin, 1989; Flick,

1992; Morse, 1994; Barbour, 1998). Atendiendo a la diversidad de las fuentes, el análisis

cualitativo que se realiza sigue una lógica de integración, en la que cada tipo de dato

retiene su carácter metodológico (Cronin et al., 2008). Este hecho permite analizar cada

información atendiendo a su propia naturaleza, de manera que contribuyan por igual a

las preguntas de la investigación planteadas.

El resultado es el de un conjunto de análisis que se yuxtaponen en algunos

aspectos y en otros no, aportando así una amplia y rica visión del objeto de estudio. La

diversidad de textura que se reúne con los diferentes datos permite explorar diferentes

dimensiones del fenómeno investigado, facilitando e incrementando su comprensión

en la medida en que se obtiene la “fotografía completa” del fenómeno estudiado. La

triangulación fortalece así el rendimiento de los datos en el análisis revelando

diferentes aspectos de la realidad empírica (Brewer y Hunter, 2006). Además su

solapamiento e incluso su contradicción respecto a una cuestión concreta no los

debilita, sino que aporta una fructífera complementariedad de gran valía para captar y

descifrar la complejidad de aquello que se estudia. Las inconsistencias entre los datos,

lejos de ser un problema, son una oportunidad para profundizar en el fenómeno

estudiado, ya que los diferentes tipos de información recogen diferentes matices de la

realidad social y es por este motivo por el que pueden ofrecer resultados diferentes

(Patton, 2002 [1990]; Miles y Huberman, 1994).

En definitiva, el uso de diversos métodos o de la triangulación permite

comprender con mayor profundidad el fenómeno en cuestión, añadiendo rigor,

amplitud y profundidad a la investigación. Algunos autores han sustituido el término

triangulación ―usado en este sentido― por el de cristalización (Richardson, 2000). Este

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75

concepto quizá se adapta y designa mejor a la multiplicidad de formas en las que se

puede llevar a cabo la aproximación de un fenómeno para atender a sus múltiples

dimensiones, ya que el término triangulación evoca cierta rigidez, al relacionarse

únicamente con tres puntos (de vista).

Así pues, el corpus analítico que se ha analizado en el contexto de esta

investigación lo conforman los siguientes tipos de datos:

• Observación y notas de campo.

• Entrevistas en profundidad a los actores clave.

• Documentos urbanísticos y planos.

• Fotografías.

• Noticias de prensa.

• Documentos de comunicación formal entre los actores involucrados en el

proceso.

Figura 3.1. Cristalización de los diferentes tipos de datos respecto al

objeto de estudio.

Fuente: Elaboración propia.

Morfogénesis espacio urbano

Prensa

Fotografías Documentos urbanísticos

Observación participante

Entrevistas en profundidad

Documentos de comunicación

formal

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76

3.2. El trabajo de campo

El trabajo de campo ha consistido, tanto en la recopilación de documentación

elaborada ―documentos urbanísticos, noticias de prensa o documentos de

comunicación formales―, como en la producción propia de información a través de

entrevistas, observaciones o fotografías. Todos estos datos se han ido recogiendo

simultáneamente, de forma intercalada, sin ningún orden establecido, ni otra estrategia

que no fuera la de ir cubriendo huecos de información. Esta labor ha comportado un

largo aunque discontinuo seguimiento de la evolución del Pla del Parc dels Tres Turons

durante más de dos años, en el que se ha recopilado bastante información, pero no la

suficiente como para dar por acabado el trabajo de campo.

En este trabajo, concebido como una primera aproximación al objeto de estudio,

tan sólo se han extraído resultados del análisis de los documentos urbanísticos y de las

entrevistas en profundidad realizadas a los actores. Por lo tanto, se ha analizado una

parte reducida de toda la información disponible hasta ahora. No obstante, la cantidad

de información manejada, así como las observaciones realizadas sobre el área

estudiada han proporcionado indirectamente un poso de conocimiento que

irremediablemente también se ha incorporado al análisis y a los resultados que se

presentan. A continuación, se describen los datos que conforman el corpus analizado.

3.2.1. Documentos urbanísticos

Los diferentes documentos urbanísticos existentes sobre la intervención urbana en el

área de los Tres Turons conforman una fuente de información básica para conocer de

forma pormenorizada cómo ha ido evolucionando el proyecto urbanístico que se ha

seleccionado como objeto de estudio. En su conjunto, estos documentos contienen

datos clave sobre las diversas propuestas de ordenación urbana, sobre los objetivos que

se persiguen, sobre la gestión que se llevará a cabo para implementar el parque, así

como sobre la ordenación urbanística vigente. Los documentos que se han revisado son

los siguientes:

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• Plan Parcial de ordenación de los cerros de la montaña del Carmelo, Turó de la Rubira y

Montaña Pelada y sus zonas adyacentes (1967). Este Plan Parcial fue el que intentó

desarrollar el proyecto de parque una vez delimitada la zona como parque

urbano por el Plan Comarcal de 1953. Aporta información interesante sobre los

objetivos de la operación y sobre las modificaciones que se llevaron a cabo en el

proyecto después de la fase de alegaciones. En general, las alegaciones

provienen de propietarios con edificios y núcleos construidos más o menos

consolidados que quedaban dentro del área señalada como parque o afectados

por los ensanchamientos de algunas vías periféricas. La copia de este

documento se adquirió en el Arxiu Municipal de Barcelona.

• Línies d’intervenció en els Tres Turons (2003). Este documento constituye el punto

de partida del reimpulso del proyecto del parque que inicia el Ajuntament de

Barcelona a partir del año 2000. El documento plantea los objetivos de la

transformación de la zona y las primeras propuestas abiertas de ordenación

urbana, partiendo del Pla General Metropolità como documento base. La copia

fue facilitada por una de las asociaciones de vecinos que han colaborado en la

investigación.

• Proposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005). Este documento recoge la

contrapropuesta de los vecinos afectados por el Pla del Parc dels Tres Turons en

relación a las líneas de intervención urbanísticas planteadas por el Ajuntament

en el anterior documento. Realizado por unos técnicos urbanistas a cargo del

Ajuntament de Barcelona, en él se exponen de manera clara las reivindicaciones

vecinales en relación al proyecto del parque. La copia fue facilitada por una de

las asociaciones de vecinos que han colaborado en la investigación.

• Memòria de la Modificació al Pla General Metropolità de 1976 en l’àmbit dels Tres

Turons (2009). Es el documento más completo de todos y contiene información

detallada de la última propuesta de ordenación urbana aprobada inicialmente

por la Comissió d’Urbanisme del Ajuntament de Barcelona. Además, también

aporta información histórica del proceso. Esta memoria fue adquirida a través

de la página web de la Agència de Promoció del Carmel i Entorns.

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3.2.2. Entrevistas en profundidad

El objetivo de las entrevistas en profundidad es captar los discursos de los principales

actores involucrados en el proceso. Hasta ahora se han realizado 7 entrevistas, que son

las que se han analizado en este trabajo (tabla 3.2.). Sin embargo, la investigación

requerirá de un número superior de entrevistas para completar el trabajo de campo.

Éstas deberán incluir las opiniones del resto de entidades vecinales implicadas que no

han sido entrevistadas, las de algunos individuos de perfil político del Districte

d’Horta Guinardó y, quizá de la Comissió d’Urbanisme del Ajuntament de Barcelona

y, por último, la de vecinos a título personal, tanto afectados como no afectados.

La función de la información recabada en las entrevistas es la de profundizar en

las percepciones y las experiencias de los actores durante el proceso. Para ello se han

realizado entrevistas semi-estructuradas en las que se iban introduciendo temas

predeterminados de manera abierta según el tipo de informante, pero sin perjuicio de

introducir nuevos temas o de seguir la dirección del discurso espontáneo del

entrevistado. Esto ha permitido descubrir caminos no previstos y obtener una

información naturalizada de los actores, en consonancia con el espíritu abductivo con

que se ha concebido el diseño metodológico de esta investigación.

Respecto a la selección de los informantes, en el inicio se ha seguido una

estrategia “intencional”. Es decir, se han seleccionado informantes con claro perfil de

“informantes-clave”, como vecinos afectados y miembros de las entidades vecinales,

así como un cargo de la empresa pública que se encarga de la gestión del Pla del Parc

dels Tres Turons. Una vez realizada la primera toma de contacto con los actores, se ha

seguido una estrategia dinámica, continuada, en la que el objetivo era localizar a más

“informantes-clave” de los que ya estaban previstos (Rodríguez et al., 1999). Los

nombres de estos informantes han surgido incluso de las mismas entrevistas a otros

informantes en la medida que se ha ido realizando el trabajo de campo. A

continuación, se presentan los diferentes perfiles de los actores que se han entrevistado

y la fecha en la que se realizó la entrevista. Todas estas entrevistas forman parte del

corpus analítico de esta primera aproximación empírica.

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Tabla 3.2. Relación de entrevistas realizadas.

Nº de entrevista Tipo de informante Fecha de

realización de la entrevista

Entrevista 1 Vecina afectada de la calle Marià Lavèrnia (ámbito Turó de la Rovira) y miembra de la A.V. Can Baró. 30/10/2007

Entrevista 2 Jefe de Participación ciudadana de l’Agència de Promoció del Carmel i Entorns. 09/07/2009

Entrevista 3 Expresidenta de la A.V. del Carmel y extrabajadora del Districte d’Horta-Guinardó en el Àrea de Participació Ciutadana i Urbanisme.

19/10/2009

Entrevista 4 Presidente de la A.V. del Turó de la Rovira. 18/11/2009

Entrevista 5 Vecino no afectado de la calle de la Font del Coll (ámbito Coll) y no miembro de ninguna entidad vecinal. 27/01/2010

Entrevista 6 Presidente de la A.V. Font d’en Fargas. 05/02/2010

Entrevista 7 Presidente de la A.V. Can Baró. 08/02/2010 Fuente: Elaboración propia.

3.3. El uso del CAQDAS y la geocodificación como nueva herramienta de análisis cualitativo

La gestión de toda la información cualitativa disponible se ha realizado a través del

programa informático ATLAS.ti 6.0. Desde el punto de vista operativo, ha sido un éxito

poder disponer de toda la información recopilada de manera centralizada, ordenada y

accesible, pese a su volumen y su diversidad. Desde el punto de vista analítico, el uso

de los diferentes recursos de este CAQDAS (Computer Assisted Qualitative Data Analysis)

han permitido agilizar el análisis. La codificación de textos, el registro de memos, la

vinculación de diversos elementos analíticos (códigos, memos, citas) y la recuperación de

textos segmentados, han permitido trabajar con los datos de forma dinámica, integrada

y rigurosa (Kelle, 1995). Otro elemento analítico de gran relevancia son los diagramas

(networks). Éstos permiten una provechosa visualización de los conceptos emergentes y

del sistema de relaciones que se genera en torno a ellos, lo que permite conducir el

análisis de manera efectiva y rigurosa.

Por último, la geocodificación es otra de las herramientas del ATLAS.ti que más

se han utilizado en el desarrollo de esta investigación, cumpliendo varias funciones. De

reciente incorporación en el ATLAS.ti en particular y en los CAQDAS en general, la

geocodificación integra la información social y territorial a modo de SIG (Sistemas de

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Información Geográfica) cualitativo, abriendo de esta manera nuevas posibilidades

técnicas para el abordaje cualitativo de la realidad socioespacial. El uso intensivo que

se ha realizado de este recurso, la idoneidad metodológica que ofrece en el campo de la

sociología urbana y la frescura de su aparición en el ámbito de los CAQDAS, han

motivado una reflexión más profunda de este instrumento metodológico, que se

presenta en los siguientes apartados.

3.3.1. La irrupción de la geocodificación en los CAQDAS El rápido desarrollo que ha vivido el SIG desde los años 80 hasta hoy, ha contribuido a

generar nuevas posibilidades tanto en el mundo de la cartografía como en el análisis

territorial. El avance significativo de esta técnica se ha producido, en gran parte,

gracias a su delimitación como área de investigación específica dentro de la geografía a

finales de los 80. Esta circunstancia ha ayudado a impulsar nuevos usos y a mejorar los

ya existentes, incrementando sustantivamente las posibilidades de aplicación. Por otro

lado, es importante señalar también que nada hubiera sido posible sin el progreso

incesante y exponencial al que han estado sujetas las nuevas tecnologías en los últimos

años. La suma de ambos factores explica que actualmente, el SIG se haya configurado

como una nueva y potente plataforma que permite representar la información

geográfica de numerosas maneras, que ofrece mapas interactivos y que, a la vez,

presenta una enorme versatilidad en sus usos (Schuurman, 2004). Uno de los avances

recientes más relevantes ha sido la simplificación que se ha alcanzado en los procesos

de funcionamiento del SIG, sobretodo en la manera en que se recoge, se maneja y se

analiza la información espacial, lo que ha favorecido enormemente su aplicación en

otros campos, más allá de la propia geografía (Longley et al., 2005).

En la década de los 90, la adopción de este recurso por parte de la geografía

humana crítica, especialmente por las corrientes feministas, provocó el acercamiento

del SIG al estudio de las cuestiones socioespaciales (Sheppard, 2005; O’Sullivan, 2006).

Además, este giro del uso del SIG hacia la cartografía social, se produce de la mano de

un creciente interés por la metodología cualitativa en el seno de la geografía humana,

que surge de la necesidad de cubrir objetos de estudios de carácter subjetivo, como el

género, por ejemplo, entendido como una construcción social (Kwan, 2002). Así, en la

búsqueda de un conocimiento más profundo y efectivo de los fenómenos

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81

socioespaciales, estos geógrafos se ven obligados a recurrir a metodologías cualitativas

o mixtas, más propias de otras disciplinas como la antropología o la sociología

(McLafferty, 2002; Pavlovskaya, 2002; Nightingale, 2003; Knigge y Cope, 2006).

Al mismo tiempo, otros autores optan por reconocer la potencialidad analítica del

SIG en sentido amplio, remarcando su adecuación para el estudio de la realidad

socioespacial y desvinculando esta técnica del positivismo y de la metodología

cuantitativa y lógico-deductiva, aspectos a los que se había mantenido ligada desde sus

inicios (Sheppard, 1995, Pickles, 1995, Miller, 1995). Estos autores valoran la capacidad

del SIG como instrumento analítico en sí mismo, enfatizando su compatibilidad con la

metodología cualitativa o incluso con la metodología mixta. Igualmente, destacan su

afinidad con los modelos de investigación inductivos, dada su solvencia como técnica

exploratoria (Sheppard, 2005). En definitiva, estos autores reconocen nuevas facetas del

SIG a nivel metodológico. Según ellos, no se limita únicamente a la representación de

información socioespacial, sino que se convierte además en una herramienta analítica y

en un dispositivo integrador de diferentes metodologías.

Este conjunto de procesos paralelos, han ayudado a que otras ciencias sociales

interesadas en el estudio del espacio, como la sociología o la antropología, consideren

el SIG como una posibilidad técnica más. Un ejemplo de esta tendencia se puede

encontrar en la integración entre etnografía y SIG que realizan Matthews et al. (2005),

en una investigación sobre el desarrollo social de niños de familias de bajos ingresos y

el papel de las ayudas estatales en los Estados Unidos. A pesar de contar también con

datos de una encuesta específica, el estudio se recrea en la integración de datos

etnográficos procedentes de fuentes diversas (entrevistas, observaciones, documentos,

etc.) a través del SIG, en un procedimiento que denominan “geo-etnografía” (Matthews

et al., 2005; Skinner et al., 2005). Estos autores señalan la efectividad del SIG como

herramienta de análisis, en la medida que los mapas pueden sugerir interpretaciones,

así como la capacidad que presenta el SIG a la hora de integrar información de

diferente naturaleza.

De esta manera, el espacio se erige como un gran punto de encuentro entre

disciplinas, en la medida que ofrece un marco de integración de diferentes procesos

sociales o, mejor dicho, de diferentes procesos socioespaciales, que engloban diferentes

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82

dominios de las ciencias sociales (Goodchild et al., 2000) y para los que el SIG se

convierte en una importante herramienta metodológica para su estudio. Fielding y

Cisneros (2009) reflexionan sobre esta convergencia entre la geografía cualitativa y las

ciencias sociales cualitativas, una sinergia que trasladan también, en un nivel más

técnico, al SIG y al CAQDAS. Estos autores destacan que ambas orientaciones han

emergido en relación a las nuevas tecnologías de investigación, haciendo valer el poder

de la tecnología en favor de las prácticas analíticas sistemáticas, formales y

transparentes. Además, según ellos, ambas comparten también un cierto interés por la

práctica de metodologías mixtas. Por último, los autores hacen hincapié en la

complementariedad que muestran las dos disciplinas en relación al estudio del espacio.

Si bien desde la geografía, las ciencias sociales pueden adquirir sensibilidad en escala,

lugar, contextos y flujos, desde las ciencias sociales, la geografía puede mejorar la

documentación de procesos y de variaciones culturales, así como adoptar algunas

estrategias analíticas formales. Esta simbiosis entre la geografía y las ciencias sociales

se ha plasmado recientemente en los programas de análisis cualitativo. Así, las últimas

ediciones del ATLAS.ti, el NVivo y el MAXQDA han incorporado la posibilidad de

geocodificar, con algunas diferencias entre ellos.

3.3.2. El papel de la geocodificación en el desarrollo de la investigación

El predominante carácter territorial de una parte importante de los contenidos de la

información analizada, así como el mismo objeto de estudio de la investigación,

centrado en el espacio urbano, han convertido a la geocodificación en una herramienta

muy valiosa para el desarrollo de este estudio. En el ATLAS.ti, la geocodificación se

realiza a través de la asignación de la aplicación Google Earth como documento primario,

lo cual permite dos posibilidades de uso complementarias. Por un lado, un uso

combinado de los dos softwares que permite que cualquier parte de la superfície

planetaria pueda ser delimitada como una “cita territorial” vinculable a un código o una

memo. Por el otro, incrustado en el ATLAS.ti como una aplicación externa, el Google

Earth se mantiene operativo en la unidad hermenéutica, quedando todas sus prestaciones

como programa intactas, las cuales también se pueden poner al servicio del análisis

cualitativo. A partir de aquí, su papel en el contexto de esta investigación se podría

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83

sintetizar en el desarrollo de tres funciones clave: gestión de información, análisis y

representación gráfica.

La función de gestión de información concierne sobre todo al tratamiento que se ha

realizado de los documentos urbanísticos, que ofrecen una información tan relevante

para la investigación como difícil de analizar. Las características del contenido,

excesivamente técnico, de estos documentos los convierten en un corpus poco

adecuado para ser analizado mediante técnicas de análisis textual. En cambio, la

geocodificación y, más concretamente, las prestaciones del Google Earth, han facilitado

el tratamiento específico de esta información y su integración con el resto de datos

analizados. Por un lado, se han trazado las delimitaciones de parque urbano o zona

verde propuestas por los sucesivos planes urbanísticos mediante polígonos, una opción

propia de la aplicación del Google Earth que se mantiene activa en el ATLAS.ti (figura

3.3.). Además, a estas delimitaciones se les han asociado los fragmentos más

significativos del contenido de los planes y proyectos urbanísticos como comentario

(figura 3.4.).

Figura 3.3. Delimitaciones de la calificación del suelo extraída de los

documentos urbanísticos.

Fuente: Elaboración propia.

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84

Figura 3.4. Fragmentos del contenido de los documentos urbanísticos asociados a la delimitación que proponen.

Fuente: Elaboración propia.

Por otro lado, se ha introducido la información pertinente para el estudio que

hace referencia a emplazamientos concretos de la zona ―a parte de la delimitación de

los usos del suelo, introducidos anteriormente―, por ejemplo, los núcleos de casas

sobre los que los vecinos reclaman que se levanten las afectaciones, la ubicación de los

pisos de realojo de vecinos afectados, etc. Todo este tipo de informaciones se han

procesado mediante comentarios asociados a marcas de posición, que es otro de los

recursos del programa Google Earth que se mantienen activos en el entorno ATLAS.ti

(figura 3.5.).

Una vez completadas estas dos operaciones, la información de los documentos

urbanísticos se organiza en el Google Earth a través de capas, que pueden ser activadas

o desactivadas según se considere oportuno en el proceso de análisis. El dinamismo

con que se pueden observar diferentes visualizaciones de informaciones sintetizadas y

yuxtapuestas es notablemente sugerente a nivel analítico.

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Figura 3.5. Notas específicas sobre localizaciones concretas del territorio extraídas de los documentos urbanísticos.

Fuente: Elaboración propia.

En relación a la función analítica, se pueden destacar dos aportaciones

importantes de la geocodificación. En primer lugar, una vinculada con el análisis

textual que, de hecho, constituye la función primordial de la geocodificación: la

localización de códigos. Como se ha explicado anteriormente, la geocodificación permite

asignar códigos procedentes del análisis de contenido17 a puntos concretos del territorio

que el ATLAS.ti reconoce como citas (figura 3.6.). Esta georeferenciación de los códigos

sólo se ha aplicado a aquellos que eran pertinentes, es decir, aquellos cuyo contenido

permanece asociado con un lugar concreto. Mediante el mismo mecanismo el

programa también permite asignar memos a “citas territoriales”. Este procedimiento, a

parte de cumplir con una función analítica, sirve también, indirectamente, para acabar

de integrar el resto de la información del corpus analítico en el mapa del territorio

estudiado.

El segundo aspecto que cabe destacar desde el punto de vista analítico, tiene que

ver con una función de análisis más integral, basada en la capacidad que presenta la

geocodificación para mostrar toda la información analizada distribuida en el mapa del

17 En este caso, tan sólo se han analizado las entrevistas en profundidad, pero este tipo de análisis también será realizado sobre las notícias de prensa, los documentos formales de comunicación entre los actores y con las notas de campo procedentes de la observación participante.

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área urbana estudiada. La visualización de toda esta información sintetizada y la

facilidad con la que se puede acceder a ella, ayuda a validar ciertas interpretaciones o

sugerir otras nuevas. Todo ello, provee al investigador de una gran sensibilidad

analítica anclada en el territorio durante el proceso de análisis, la cual es muy fructífera

teniendo en cuenta los objetivos planteados.

Figura 3.6. Disposición en el territorio de varias citas con códigos

asignados.

Fuente: Elaboración propia.

Por último, hay que decir que las representaciones gráficas que ofrece el ATLAS.ti

por medio de la geocodificación es quizá la prestación más limitada del programa. El

programa no permite realizar mapas propios, sino que únicamente provee de

fotografías aéreas del Google Earth, que incluyen la información georeferenciada que se

quiera seleccionar (figura 3.7.). No obstante, la posibilidad de disponer de estas

fotografías aéreas no deja de ser sugerente y estimulante a nivel visual, y ayuda a hacer

más entendible algunos de los planteamientos del informe de investigación. Durante el

análisis se expondrán algunos gráficos de este tipo.

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Figura 3.7. Reivindicaciones vecinales por la desafectación de casas satisfechas con la Modificación del PGM de 1976 en el ámbito de los

Tres Turons (2009).

Fuente: Elaboración propia.

A modo de conclusión, se puede apuntar que la inclusión de la geocodificación

como nuevo recurso en los CAQDAS constituye un claro avance para la metodología

cualitativa en el contexto de las ciencias sociales y, particularmente, en el campo

específico de los estudios urbanos. Como se ha expresado en algún momento, la

capacidad de la geocodificación para ofrecer una visión analítica anclada en el

territorio demuestra su idoneidad metodológica en el estudio de fenómenos

socioespaciales. Sin duda, en este sentido, la geocodificación contribuye a reforzar el

enfoque cualitativo en la sociología urbana, aportando claridad, transparencia y

sistematicidad en el análisis de la información socioespacial.

3.4. Una estrategia de análisis inspirada en la Grounded Theory al margen de la ortodoxia

A la hora de analizar los datos se han buscado algunos elementos procedentes de la

Grounded Theory con el fin de incorporarlos como referencia o como inspiración

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durante el tratamiento de los datos. El planteamiento abductivo de la investigación, así

como el objeto de estudio propuesto, un proceso, han favorecido las sinergias en este

sentido. La Grounded Theory presenta un gran potencial en el estudio de procesos y

aunque originariamente se basa en un inductivismo radical, su versión straussiana,

más flexible, abre también la posibilidad de implementar diseños reproductivos o

abductivos. En ningún caso se ha intentado seguir de manera ortodoxa las pautas que

marca la Grounded Theory, sino que simplemente se han considerado sus propuestas

metodológicas, recogiendo y adaptando aquellas que han resultado sugerentes para su

aplicación a esta investigación.

A pesar de que la Grounded Theory se planteó en sus inicios como un tipo de

método cualitativo integral de base positivista que abarcaba una serie de

procedimientos estrictos encaminados a generar teoría (Glaser y Strauss, 1967), la

separación de sus creadores dio lugar a dos modos de entenderla. Mientras que Glaser

salvaguarda los principios iniciales del método, Strauss lo reinterpretó, derivando con

el paso de los años en un estilo de análisis cualitativo versátil que tolera una cierta

laxitud en su aplicación (Strauss, 1987; Strauss y Corbin, 1998; Charmaz, 2006). La

Grounded Theory straussiana se caracteriza entre otras cosas por la introducción de

nuevos instrumentos de análisis como la descripción interpretativa de los datos, la

codificación axial, los diagramas o la obertura hacia otro tipo de materiales de análisis

más allá de las entrevistas en profundidad, como cartas, biografía, prensa, materiales

audiovisuales, etc. Además, también fomenta la utilización de CAQDAS (Andréu et al.,

2007).

Aquí se recoge por lo tanto esta filosofía de uso abierto y flexible de la Grounded

Theory como método de análisis cualitativo, sólo que quizá dando un paso más allá.

Para Strauss y Corbin (1998), dentro de esta maleabilidad con la que readaptan éste

método, hay tres componentes clave que, en gran parte, permiten a la Grounded Theory

mantener su identidad y su potencial como estrategia de análisis. Estos son el muestro

teórico, el modo de codificación y la comparación constante. En este caso, tan sólo se ha

adoptado el modo de codificación y, además, readaptándolo. Los procedimientos que

se han seguido son dos:

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1. Codificación abierta (open coding). Es la primera codificación que se realiza, en

la que se desmenuzan los datos y se intentan observar de manera aislada,

identificando conceptos y propiedades que se van etiquetando en la medida

que se examina el texto de manera minuciosa. En esta primera fase van

apareciendo los primeros interrogantes y pueden emerger las primeras ideas

de hipótesis. En este mismo procedimiento diferentes conceptos pueden

agruparse generando categorías, que van condensando significado.

2. Codificación axial (axial coding). A través de este procedimiento se van

estableciendo relaciones entre las diferentes categorías y también entre éstas y

sus subcategorías. Esta codificación se ha realizado prácticamente de manera

simultánea a la codificación abierta, generando vinculaciones efímeras y

atrevidas en un inicio, que van cobrando consistencia o desaparecen en la

medida en que se avanzaba en el análisis.

La codificación selectiva (selective coding), otro tipo de la codificación previsto por

la Grounded Theory, no se ha aplicado en esta primera aproximación empírica. Esta

codificación se realiza en el último estadio del análisis y consiste en la integración y

depuración de las categorías con el objetivo de determinar la categoría central (core

category). Este procedimiento está íntimamente ligado a la producción de teoría y es

por este motivo por el que se ha descartado, ya que no es el objetivo de esta

investigación.

Otro de los elementos de la Grounded Theory que sí se ha aplicado es la

elaboración de memos. Las memos son reflexiones, ideas, apuntes o primeras

interpretaciones que aparecen durante el análisis de los datos. Éstas se amplían o se

modifican durante el proceso de investigación y constituyen puntos de apoyo claves en

el desarrollo del análisis.

Aunque entre las orientaciones de la Grounded Theory y la de la etnografía se

pueden identificar diversas tensiones, la decisión pragmática de adaptar algunos

elementos de este método bajo la premisa de poner el método al servicio del

investigador y no a la inversa, ha ayudado ha obtener una mayor sensibilidad y rigor

con respecto al tratamiento de los datos. La versatilidad de la Grounded Theory, por lo

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tanto, puede contribuir a estructurar y facilitar la conducción de una etnografía

(Timmermans y Tavory, 2007).

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Capítulo 4. CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO DE LOS TRES

TURONS: CONSIDERACIONES PREVIAS PARA EL ESTUDIO DE

SU TRANSFORMACIÓN URBANA

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Capítulo 4. Contexto socio-histórico de los Tres Turons: consideraciones previas para el estudio de su

transformación urbana

La colina [Turó del Carmel] se levanta junto al parque Güell, cuyas verdes frondosidades y fantasías arquitectónicas de cuento de hadas mira con escepticismo por encima del hombro, y forma cadena con el Turó de la Rubira, habitado en sus laderas, y con la Montaña Pelada. Hace ya más de medio siglo que dejó de ser un islote solitario a las afueras.

Últimas tardes con Teresa, JUAN MARSÉ

ntes de entrar en el análisis de la reordenación urbana de los Tres Turons

es necesario ubicar el proyecto del parque haciendo mención de una serie

de cuestiones históricas, las cuales ayudan a trazar algunos de los rasgos

del área objeto de estudio y del contexto socio-político en el que se produce este plan

de intervención urbanística. El área de los Tres Turons, caracterizada por la

protuberancia que infligen al territorio urbano las tres colinas que dan nombre a esta

zona ―el Turó de la Rovira, el Turó del Carmel y el Turó del Coll―, es desde hace años

un espacio en tensión. Esta tensión viene generada por su naturaleza potencial de zona

verde, continuamente amenazada por la intensa urbanización que durante las últimas

décadas se ha producido en su entorno. Aunque se encuentra situada justo en el

corazón de la ciudad, los Tres Turons conforman un amplio espacio libre, que todavía

hoy se encuentra pobremente urbanizado y desintegrado del tejido urbano.

A continuación, se realiza un recorrido por los procesos de urbanización que han

configurado este escenario sumamente heterogéneo y particular. Por otro lado, se

describe el papel que ha jugado también el movimiento vecinal en la producción de

este espacio y se procede a ubicar el Pla del Parc dels Tres Turons en las políticas urbanas

de Barcelona. Por último, se presenta también la evolución que ha seguido el proyecto

del Parc dels Tres Turons, desde su origen en los años 50 hasta los momentos previos

de su reimpulso en el año 2000.

A

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4.1. La construcción del entorno urbano de los Tres Turons: de la ruralidad a la heterogeneidad urbana

La morfología del espacio urbano que actualmente envuelve al área de los Tres Turons

es el resultado de diferentes procesos que, como no podía ser de otra manera, están

fuertemente marcados por la actividad humana. Por un lado, las tres colinas que

integran la zona han estado sujetas a la explotación de varias canteras durante un largo

período, desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, las cuales han

transformado sustancialmente la fisonomía original de esta cadena montañosa. Por

otro lado, a medida que han pasado los años, la trama urbana se ha ido encaramando

progresivamente como ha podido por las laderas de estas colinas ―llegando en

ocasiones incluso a alguna de las cimas―, en una lucha por ganar suelo urbano a costa

de la cesión de terreno montañoso. Ambos procesos han introducido fuertes

constricciones en un terreno que desde hace más de 50 años está previsto que se

configure como un parque urbano, pero que hasta ahora ha sido imposible. De estos

dos elementos físicos constrictores, la complejidad del proceso de urbanización impone

la necesidad de una explicación más detallada.

A pesar de que los Tres Turons se encuentran encabalgados entre dos distritos

municipales diferentes ―Gràcia y Horta-Guinardó― y su superficie está compartida

por siete barrios18 ―Can Baró, el Guinardó, Font d’en Fargas, el Carmel, el Coll,

Vallcarca i els Penitents, la Salut―, los procesos de urbanización han seguido en toda

esta área unas pautas muy similares (Fabre y Huertas Clavería, 1976). Este fenómeno se

explica porque los procesos que han configurado esta extensa zona urbana han estado,

en gran parte, mediatizados por las peculiaridades orográficas del terreno y las propias

circunstancias socio-políticas de esta zona de la ciudad. No obstante, a nivel de barrio,

es necesario resaltar que Can Baró, el Carmel y el Coll, cobijados prácticamente en el

seno de la pequeña cadena montañosa, son los que más se parecen desde el punto de

vista morfológico, mientras que el resto de barrios, dado que su situación escapa en

parte a las sinergias generadas por las tres colinas, mantienen tan sólo algunos rasgos

comunes.

18 Según el mapa de barrios actual de la ciudad de Barcelona (mapa 4.1.).

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Mapa 4.1. Localización del Parc dels Tres Turons en la ciudad de Barcelona.

Fuente: Elaboración propia.

A grandes rasgos, en este proceso de morfogénesis del espacio urbano se pueden

diferenciar varias fases cronológicas marcadas por diversos modelos de urbanización,

que como se verá a continuación, en ocasiones se solapan.

4.1.1. El tránsito de rural a urbano (mediados del s. XIX-1930) Durante el siglo XIX, el área de los Tres Turons era percibido desde Barcelona como un

territorio rural y periférico de la ciudad. De hecho, este territorio que rompe

drásticamente con el llano de Barcelona, no pertenecía por entonces a la jurisdicción de

la ciudad condal, sino que formaba parte del municipio de Sant Joan d’Horta, en

aquellas fechas independiente. Es por este motivo que los Tres Turons se mantuvieron

al margen de la planificación del famoso ensanche de la ciudad que realizó Idelfons

Cerdà a mediados del siglo XIX (Ajuntament de Barcelona, 2009). La anexión definitiva

Distritos Barrios Parc dels Tres Turons

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96

de Sant Joan d’Horta con Barcelona no se produjo hasta 1904, pero antes de esto ya se

había iniciado un leve proceso de urbanización en la zona. Las propiedades agrícolas,

pertenecientes sobre todo a familias burguesas, se fueron transformando

paulatinamente en segundas residencias de veraneo, siguiendo un modelo de vivienda

de planta baja y piso con jardín o huerto (Bou y Gimeno, 2007). El Parc Güell es un

ejemplo paradigmático de esta tendencia, aunque con rasgos distintivos dada su

magnificencia. Otra de las zonas de estas mismas características que más ha resistido al

paso del tiempo se encuentra en el barrio del Coll, en la calle Torrent del Remei y sus

proximidades. Y en la cima del Turó de la Rovira también permanecen todavía algunas

casas de este tipo y de aquella época.

De forma encadenada a este primer proceso de urbanización, en la medida que se

fueron proyectando diferentes viales para una zona que todavía permanecía

prácticamente incomunicada con el resto de núcleos habitados, se producen nuevas

inercias urbanizadoras. Estos proyectos de nuevas vías, entre ellas la de la carretera del

Carmel, entraban en conflicto con algunas propiedades y aunque algunos propietarios

se resistían a ceder parte de sus terrenos, otros vieron una gran oportunidad de

mejorar la zona a través de la construcción de las calles. Entre éstos últimos, lo habitual

fue transferir la parte correspondiente de terreno para la apertura de viales a cambio

del permiso para construir residencias. Las casas se iban construyendo de cara a los

viales proyectados, que en muchos casos estaban todavía sin hacer y se iba generando

así una incipiente estructura urbana. Esto, a pesar de la aspereza del territorio,

facilitaba la venta de las casas y de las parcelas ofreciendo a algunos propietarios una

buena coyuntura para rentabilizar un patrimonio de carácter agrícola que no utilizaban

(Bou y Gimeno, 2007).

La mejora de las comunicaciones revalorizó rápidamente los terrenos y los chalets

de planta baja no tardaron demasiado en ser rodeados por pequeños bloques de

viviendas. Sin embargo, la complicada orografía del terreno, su localización periférica

y el déficit de servicios municipales que acusaba la zona, obligaba a que los precios de

este nuevo tipo de vivienda fuera más asequible que en otras zonas de la ciudad, por lo

que fueron mayoritariamente adquiridas por las clases populares. Este proceso

frenético llevó, en pocos años, a que los propietarios de las casas bajas, vendieran las

parcelas para después derribarlas y construir pisos. Un ejemplo claro de este proceso se

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97

produce en los alrededores de la calle Llobregós, donde se ubicó gran parte de la

población inmigrada asociada a la Exposición Universal de 1929 (Fabre y Huertas

Clavería, 1976).

Simultáneamente, en la segunda década del siglo XX, tiene lugar otro fenómeno

en el entorno de los Tres Turons de gran importancia también para su morfología. Se

trata de las diferentes promociones de vivienda que realiza una entidad sin ánimo de

lucro, la Cooperativa de Periodistas por la Construcción de Casas Baratas. La

aprobación por parte del Estado español de la Ley de casas baratas en el año 1911, que

ofrecía subvenciones para la construcción de casas destinadas a colectivos sociales con

dificultad para acceder a la vivienda, movilizó a un colectivo de periodistas a unirse

entre ellos para optar a dichas subvenciones y así, construir sus viviendas a un precio

más reducido (Bou y Gimeno, 2007). Siguiendo esta lógica, la cooperativa de

periodistas realizó tres promociones de viviendas de planta baja en la zona de los Tres

Turons, que dicho sea de paso, precisamente no hacen justicia al apelativo de

“baratas”. Por lo general, se tratan de grandes casas de planta baja y piso con jardín,

que contrastan claramente con los bloques de pisos que se iban levantando a su

alrededor. Las dos primeras promociones se sitúan en el actual barrio de Font d’en

Fargas, una en los aledaños de la calle Font de la Mulassa y la otra en los del Passeig de

la Font d’en Fargas. La tercera, en cambio se ubica en el barrio de Can Baró, flanqueda

por las calles Ramiro de Maeztu, carretera del Carmel, José Millán González, Pablo

Sáez de Barés y la Plaça Sanllehy (Bou y Gimeno, 2007).

En resumen, desde finales del siglo XIX y durante el primer cuarto del siglo XX,

la zona de los Tres Turons vive un vertiginoso proceso de urbanización, que

comenzaba ya a denotar una cierta heterogeneidad, y que se producía totalmente bajo

la ausencia de cualquier tipo de planificación. Prácticamente, las calles eran trazadas

según los intereses de los particulares en la medida que iban construyendo en un

ámbito que todavía no reunía unas condiciones de comunicación mínimamente

aceptables.

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98

4.1.2. El barraquismo, la autoconstrucción y la construcción especulativa (1940-1970) Durante la posguerra, Barcelona se convierte en un gran catalizador de los primeros

movimientos inmigratorios que llegan procedentes de diversos puntos del Estado

español generados por la miseria a la que había abocado la guerra a gran parte del país.

La falta de previsión de este fenómeno junto a las continuas operaciones especulativas

que se extendían por la ciudad y que incrementaban el precio de la vivienda de forma

exponencial, sumieron a la capital catalana en un grave colapso respecto al suministro

de alojamiento ante grandes contingentes de población que no podían acceder a un

techo de ninguna manera. Esta situación insostenible desembocó en el afloramiento de

numerosos núcleos de barracas, localizados en diferentes puntos de la ciudad (Bohigas,

1963; Castell, 1970; Vázquez Montalbán, 1990; Moreno y Vázquez Montalbán, 1991).

La zona de los Tres Turons acogió una parte importante de este fenómeno. El

escenario montañoso y con grandes extensiones de terreno sin urbanizar, invitaba a

ello. A partir de 1948, las pendientes de las montañas se fueron ocupando poco a poco

de barracas en un proceso que iría in crescendo durante los años sucesivos (Fabre y

Huertas Clavería, 1976). El Turó de la Rovira es el que acapara la mayor parte del

barraquismo de la zona, donde se levantan tres grandes núcleos de barraquistas,

denominados Francisco Alegre, Raimon Casellas (El Santo) y Labèrnia (Els Canons). Por

otro lado, en el Turó del Carmel y en el Turó del Coll también se ubicaron dos

pequeños núcleos de barracas en las zonas de Marsans-Rof y al final de la calle Morató,

respectivamente. Mientras que los asentamientos del Turó de la Rovira eran

básicamente de barracas, en las zonas del Turó del Carmel y el Turó del Coll se daba

una situación mixta entre barracas y cuevas.

Durante los primeros años, estas construcciones precarias sufrían el asedio y la

amenaza constante de derribo por parte de las brigadas municipales, que temían que la

situación se les fuera de las manos. Sin embargo, en el año 1956 el Ajuntament de

Barcelona pasó a reconocer este tipo de vivienda, numerándolas y transformando las

amenazas en control. Por aquel entonces en la zona de los Tres Turons se

contabilizaban 570 barracas distribuidas en los diferentes núcleos. El asentamiento más

numeroso era el de Francisco Alegre dónde se agolpaban alrededor de 300 barracas y

convivían cerca de 1.500 personas. En Els Canons, donde los barraquistas aprovecharon

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99

las estructuras de unas baterías antiaéreas de la Guerra Civil para levantar sus

barracas, había aproximadamente más de 130 barracas y un poco menos en el grupo de

Raimon Casellas. En Marsans-Rof y en la calle Morató, en cambio, no llegaban a la

cincuentena (Bou y Gimeno, 2007).

Un fenómeno paralelo al del barraquismo fue el de la autoconstrucción (Fabre y

Huertas Clavería, 1976; Bou y Gimeno, 2007). De hecho, fueron muchos de los

barraquistas los que optaron por esta vía ―los que podían―, que consistía en

comprarse una parcela e ir construyéndose poco a poco una casita. Una parte

importante de esta población eran albañiles de profesión o tenían nociones básicas

sobre construcción o si no, tenían a algún familiar que les echaba una mano en la

empresa. De esta manera, fueron apareciendo múltiples edificaciones de este tipo que,

con mucho esfuerzo, tardaban años en construirse, habitualmente con materiales

reciclados y cuya estética era meramente funcional. Algunas de las parcelas se

encontraban ya afectadas por la delimitación del suelo como parque urbano, lo que

reducía su precio y las hacía más asequibles, al mismo tiempo que se levantaban bajo el

riesgo de ser derrumbadas. El auge de este tipo de edificaciones tuvo lugar sobre todo

a mediados de los años 50 y se extendió durante dos décadas. El barrio del Carmel se

encuentra salpicado de casas de autoconstrucción, en el que destacan los de la zona de

Font-Rubia y Marsans-Rof. En Can Baró todavía prevalecen algunas y uno de los

núcleos en el que saltan más a la vista se encuentra en la ladera occidental del Turó del

Carmel, en el barrio del Coll, entre las calles Ceuta y Mare de Déu del Pilar.

Esta situación y su ulterior agravamiento crearon la necesidad urgente de ampliar

el parque de vivienda de la ciudad a marchas forzadas. Y mientras los recién llegados

se autoproveían de alojamiento con soluciones precarias a la medida de sus

posibilidades, en los años 60 la industria inmobiliaria empezó también a funcionar a

toda máquina, incitada por la especulación y la todavía creciente demanda de

vivienda. En poco tiempo el entorno de los Tres Turons fue sembrado de grandes

bloques de pisos construidos con materiales de la peor calidad y que huían totalmente

de los cánones estéticos, en un ardor ciego por generar techos y con ellos grandes

sumas de dinero (Bohigas, 1963). Los barrios del Carmel y del Coll, particularmente

fueron densificados de manera acelerada. Los promotores inmobiliarios construían en

terrenos imposibles, desafiando las reglas elementales del urbanismo y empleando

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100

diversos tipos de artimañas en la interpretación de las poco rigurosas ordenanzas

municipales, mientras que la superficie destinada al parque de los Tres Turons cada

vez se veía más invadida de hormigón (Fabre y Huertas Clavería, 1976). Apenas se

dejaba espacio para las calles, se recurría a una separación mínima entre las parcelas

edificadas y las faldas de las montañas se iban cubriendo de forma acelerada de

bloques de pisos (Bou y Gimeno, 2007). El resultado es bien visible en la estructura

urbana actual de estos barrios, caracterizados por estrechas y serpenteantes calles,

donde predominan unas exorbitantes pendientes.

4.1.3. Las acciones de las grandes inmobiliarias (1967-1980) Al inicio de los años 70, los solares y las parcelas en el llano de la ciudad comenzaron a

escasear y la maquinaria inmobiliaria, sobradamente engrasada, abre su cerco de

acción. Las grandes inmobiliarias se implantan en los alrededores de los Tres Turons

dando pie a tres grandes operaciones que añaden nuevos elementos constructivos en

un área urbana que, ya de por sí, era de lo más variopinta. Se trata del Parc Residencial

del Coll, el gran complejo residencial Vista Park en el Carmel y los enormes bloques de

pisos de la Cooperativa Gracienca de Viviendas, situados en Can Baró al pie de la Plaça

de la Font Castellana. Estos voluminosos edificios, a diferencia de la gran mayoría de

bloques de pisos que ya se habían construido en la zona hasta la fecha, están más

destinados a compradores de clase media, a los que les ofrecen los beneficios de una

nueva localización en Barcelona: grandes vistas, sol, aire puro, etc. (Fabre y Huertas

Clavería, 1976).

Los casos de los edificios de la Cooperativa Gracienca de Viviendas y de Vista

Park, precisamente, tienen su origen en grandes reconversiones de suelo destinado a

parque urbano y suponen un gran impacto en la zona, tanto en términos de densidad

como en términos paisajísticos. Sobre todo para un ámbito que estaba previsto

orientarlo para verde urbano. Paradójicamente, estas reconversiones surgen del mismo

plan parcial que se aprobó en 1967 con la intención de desarrollar el Parc dels Tres

Turons19.

19 Ver apartado 4.4.

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101

En síntesis, el resultado de todos estos procesos, desarrollados al margen de

cualquier plan urbanístico coherente y dominados predominantemente por el capital

privado y, en menor medida, por la acción decidida y el espíritu de supervivencia de

las clases populares, han conformado durante el último siglo este paisaje urbano

desordenado y altamente heterogéneo en la tipología de viviendas, sobre el que hoy se

intenta encuadrar el Parc dels Tres Turons.

4.2. El movimiento vecinal barcelonés y la implicación de la Asociación de Vecinos del Carmelo en la construcción de los barrios de los Turons

El movimiento vecinal en Barcelona aparece con cierta fuerza a finales de la década de

los 60 y su acción será decisiva en la construcción de la ciudad, tanto en el

tardofranquismo como en los primeros años de la democracia (Huertas Clavería y

Andreu, 1996). Anteriormente, las organizaciones de vecinos habían tenido un carácter

más lúdico, eran “asociaciones de calle”, cuya motivación era básicamente participar

en la organización de las fiestas populares. Sin embargo, a partir de los años 60 el

cúmulo de déficits en la urbanización de los barrios, sobre todo en los de nueva

creación dónde residían las clases obreras, generó progresivamente un movimiento

social reivindicativo que se articulaba en torno a problemáticas urbanas, las

asociaciones de vecinos. La mayoría de estas asociaciones de vecinos surgen de

comisiones de barrio y algunas también de grupos parroquiales progresistas (Domingo

y Bonet, 1998).

El estrecho control y la represión que ejercía el régimen franquista sobre las

movilizaciones sociales contuvo durante años al movimiento vecinal, mientras que éste

se iba fraguando a golpe de pequeñas actuaciones, por entonces más relacionadas con

la autosolución de los problemas que con la reivindicación. La aprobación de la Ley de

asociaciones el 24 de diciembre de 1964, recibida en un inicio con recelo por parte del

movimiento vecinal, constituyó en pocos años la vía mediante la cual las asociaciones

de vecinos empezaron a legalizarse y a expandirse (Huertas Clavería y Andreu, 1996;

Martí, 1997). Posteriormente, el debilitamiento de la Dictadura a principios de los años

70 permitió la consolidación del movimiento vecinal.

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102

Si bien en un inicio, las asociaciones de vecinos actuaban de manera muy localista

y segregada, en breve, este movimiento adquiere una visión más global de la ciudad.

Diversos conflictos relacionados con la reordenación urbana de ámplias áreas de la

ciudad servían como estímulo a las diferentes asociaciones de vecinos para unirse y

defender un modelo de ciudad alternativo. Esto ocurrió, por ejemplo, con las continuas

revisiones del Plan Comarcal de 1953, que casi siempre iban ligadas a recalificaciones del

suelo, que restaban superficie de zona verde a la ciudad a la vez que favorecían la

especulación, así como con el Pla de la Rivera o el Pla Parcial de Nou Barris, que

implicaban la expropiación y el desahucio de un gran número de vecinos (Martí, 1997).

Este espíritu fue canalizado a través de la Federació d’Associacions de Veïns de

Barcelona (FAVB) creada en 1972 (Domingo y Bonet, 1998). Por lo general, las

principales reivindicaciones del movimiento vecinal se enfocaban a cuestiones

relacionadas con la urbanización básica del ámbito residencial (asfaltado, alumbrado,

alcantarillado), con la vivienda, con los servicios públicos (transportes, escuelas,

sanidad), a la vez que se posicionaban en contra de planes urbanísticos, como los que

se han citado anteriormente, y reclamaban mejoras en el espacio público, como plazas

o zonas verdes (Huertas Clavería y Andreu, 1996; Domingo y Bonet, 1998). El éxito de

muchas de estas acciones, es lo que le otorga al movimiento vecinal un importante rol

como actor en la construcción de la ciudad. Por otro lado, es preciso resaltar también

que parte de este éxito se debía al apoyo incondicional que recibían las asociaciones de

vecinos por parte de los periodistas locales y de algunos colegios profesionales, como

el de arquitectos, por ejemplo (Domingo y Bonet, 1998).

En el ámbito de los Tres Turons, durante los años 70 el movimiento vecinal

estuvo totalmente liderado por la Asociación de Vecinos del Carmelo. Es de las

primeras asociaciones que se crean en la zona, se funda en 1972, justo en una época en

la que la situación en el entorno de los Turons es desoladora. Los servicios y los

equipamientos eran prácticamente inexistentes, en unos barrios con una orografía

complicada, muy densificados y con asentamientos barraquistas. Las problemáticas

eran graves y múltiples, por lo que tras su legalización tuvieron que ocuparse de

diferentes frentes simultáneamente.

Respecto al barraquismo, la asociación creó una vocalía de barracas que logró

conseguir una serie de mejoras mínimas para los núcleos barraquistas, como puntos de

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103

luz, agua corriente, cubos de basura, etc. Además, cuando el Ajuntament decidió

desmantelar los asentamientos de barracas a mediados de los 80, el movimiento vecinal

presionó con fuerza para que los realojos se produjeran en el mismo barrio, y en parte

lo consiguieron (Fabre y Huertas Clavería, 1976; Bou y Gimeno, 2007).

El episodio más traumático de esa época fue quizá la construcción del Túnel de la

Rovira. Un proceso que se inició en 1972 con la amenaza de expropiar a 500 vecinos y

acabó, años después, con el desalojo de casi 200 vecinos por grietas en sus casas. Las

movilizaciones en relación a esta cuestión fueron intensas y tuvieron bastante eco en la

prensa. De hecho, la defensa de los vecinos contra las expropiaciones constituye una de

las líneas de lucha más recurrentes, ya que se dieron más casos de vecinos afectados

por planes de reordenación urbana, como en el caso del ensanche de la calle Llobregós.

Ante estas situaciones, la asociación de vecinos siempre actuó en base a unas premisas

claras: “reducir al máximo las expropiaciones, revisar los proyectos y facilitar las

viviendas en el barrio para los vecinos expropiados” (Bou y Gimeno, 2007:176).

Entre sus campañas más famosas se encuentran las diversas exposiciones sobre

problemas colectivos del barrio, en las que se mostraban en diversos soportes (pósters,

boletines, vídeos, etc.) las deficiencias que persistían en el barrio como consecuencia de

la pasividad municipal. Por esta razón, una de estas exposiciones, celebrada en 1974,

fue titulada: El Carmelo ¡ignorado!. La Asociación de Vecinos del Carmelo conjugaba la

combatividad y la originalidad en sus acciones, aspecto en el que reside probablemente

gran parte de sus éxitos (Bou y Gimeno, 2007).

Con la democracia ya instaurada, a principios de los 80 el número de asociaciones

de vecinos continuó incrementándose, a veces simplemente porque nuevos grupos de

vecinos se organizaban y daban lugar a una nueva entidad y otras veces bajo una

lógica segregación o escisión de las ya creadas. En este último caso, uno de los motivos

más corrientes era la efectividad territorial, ya que había asociaciones de vecinos que

habían asumido un radio de acción muy extenso, como es el caso de la Asociación de

Vecinos del Carmelo, pero en otras muchas ocasiones, el origen de la separación se

encontraba en discrepancias ideológicas, de gestión o personales (Domingo y Bonet,

1998). La entrada en la democracia también comportó un cambio en la manera de hacer

del movimiento vecinal. El cambio de estilo del consistorio democrático con respecto a

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104

gran parte de las demandas de las asociaciones de vecinos fue sustancial. El gobierno

municipal pasó de hacer oídos sordos, a escuchar ―lo cual no quiere decir que

necesariamente atendiera a todo lo que se le pedía― mientras que el movimiento

vecinal pasó de reivindicar, a negociar20 (Domingo y Bonet, 1998).

Estas circunstancias dibujan, a grandes rasgos, la situación del movimiento

vecinal actual en el área de los Tres Turons, con más de una veintena de asociaciones

de vecinos instauradas entre los distritos de Horta-Guinardó y Gràcia (Alabart, 2008).

De éstas, como se verá más adelante, menos de una decena han tomado parte activa de

la reordenación urbanística de los Tres Turons y además, mostrando diferentes niveles

de interés en el asunto. De hecho, para la Asociación de Vecinos del Carmelo, a pesar

de su peso histórico en la zona, no ha sido uno de los temas principales durante los

últimos años, estando más ocupada de los problemas derivados del hundimiento que

se produjo en el barrio por las obras del metro en enero del 2005 y por el plan de

reforma integral del barrio que se ha desprendido de este suceso.

4.3. El proyecto de los Tres Turons en el contexto de las políticas urbanas de Barcelona

El Pla del Parc dels Tres Turons responde al eje de actuación urbanística denominado

Verd Estratègic, definido por el Ajuntament de Barcelona a principios de la década del

2000. Este eje de actuación establece la prioridad de intervenir en los espacios libres,

con el objetivo de reequilibrar las relaciones entre los espacios vacíos y los ocupados en

la ciudad compacta. Bajo esta visión, los grandes espacios libres son considerados

como partes integrantes de la estructura urbana y deben ayudar a estructurar y

cohesionar los tejidos urbanos colindantes. Además, a parte de mejorar la relación con

su entorno próximo, esta línea de intervención urbana trata de dotar a estos espacios

de nuevos valores ambientales, educativos y de ocio, enfatizando su repercusión en el

conjunto de la ciudad y ampliando su escala de incidencia (Ajuntament de Barcelona,

2008).

20 Marc Andreu (2008), señala una nueva ruptura en las relaciones entre el consistorio y el movimiento vecinal a partir de 1992, en la etapa postolímipica. Según el autor, las movilizaciones contra el Fòrum 2004 se presentan como la culminación de un proceso en el que, con la interrelación con intelectuales, nuevos movimientos sociales y plataformas, el movimiento vecinal ha recuperado su postura crítica respecto al modelo de ciudad, rompiendo el consenso que se había generado durante la primera etapa democrática.

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105

El área de los Tres Turons constituye uno de estos espacios. Este eje estratégico lo

concibe potencialmente, junto con la sierra de Collserola, como una amplia zona

boscosa en la parte alta de la ciudad. A estos emplazamientos se les reconoce una clara

vocación ambiental, en la medida en que favorecerían la reducción o la estabilización

de las emisiones de CO2, facilitando así el cumplimiento de los compromisos

adquiridos por el Ajuntament con su adhesión a la Carta de Aalborg de 1994 y la

Agenda 21 de Barcelona. Es por esta razón por la que a estas zonas se les asigna el rol

de “pulmón verde” de la ciudad. Al mismo tiempo, su transformación implica un gran

reto de integración y de fijación de límites respecto al tejido urbano denso que las

rodea, sobre todo en el caso de los Tres Turons. La finalidad de esta intervención es

también la de invertir la situación pasiva, de abandono y de espera permanente a la

que estaban sometidos estos lugares, transformándolos en sujetos activos y

contributivos respecto al resto de la ciudad. El eje de Verd Estratègic contempla también

la actuación sobre el Parc de la Ciutadella y Montjuïc, otras dos piezas clave de esta

línea de actuación, situadas éstas en la parte baja de la ciudad y cuyo carácter se asocia

más a la idea de parques centrales equipados (Ajuntament de Barcelona, 2008).

A este eje de Verd Estratègic le acompañan tres más y, conjuntamente, trazan las

grandes líneas estratégicas de transformación urbana de la ciudad de la primera

década del siglo XXI (Clos, 2008). Uno de estos ejes es el Pla 22@, que propugna la

regeneración del área industrial del Poble Nou con el objetivo de fomentar la

implantación de nuevas actividades económicas en esta zona, basadas sobre todo en el

conocimiento y la creatividad. Con ello se intenta crear un gran polo de atracción de

mano de obra cualificada en la ciudad. Otro de los ejes estaría integrado por los

proyectos del Fòrum y de Sant Andreu-Sagrera, ambos con un gran componente de

renovación infraestructural y de creación de nuevos espacios urbanos a partir de la

construcción de vivienda, equipamientos, espacios libres y servicios. Junto con el 22@,

estos proyectos sitúan su marco de acción en el levante de la ciudad, una zona

históricamente descolgada de los flujos de las zonas centrales. Por lo tanto, uno de los

intereses que subyace en estos proyectos es integrar toda esta área urbana con el resto

de la ciudad, mejorando las conexiones y creando nuevas centralidades.

El Fòrum incluye, por un lado, la culminación del tramo final de la Diagonal en su

llegada al mar y, por el otro, completa la urbanización del litoral de Barcelona. Esto

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106

último ya se había iniciado en las obras acometidas con motivo de la celebración de los

Juegos Olímpicos y ahora se continúa hasta el Besós. Las actuaciones realizadas en esta

zona son sumamente variadas, desde viviendas, a grandes equipamientos, edificios

terciarios, etc. El proyecto de Sant Andreu-Sagrera, en cambio, está íntimamente

relacionado con el trazado ferroviario de alta velocidad y consiste en la creación de un

gran intercambiador que integra todo el sistema ferroviario, tanto las líneas de

cercanías, como las regionales y también las de alta velocidad en la estación de la

Sagrera. A parte de la complejidad de este intercambiador, el proyecto también

propone la reordenación del tejido urbano de los barrios de la Sagrera y Sant Martí de

Provençals, para favorecer su intercomunicación, actualmente mermada por el paso de

las vías ferroviarias. Por otro lado, hay otras actuaciones previstas relacionadas con la

construcción de residencias, equipamientos y edificios terciarios, que adapten la

estructura urbana a las necesidades y al impacto que pueda generar en la zona este

nodo ferroviario.

Por último, estas líneas de actuación se complementan con un cuarto eje

orientado a mejorar los niveles de construcción de vivienda nueva y a fomentar la

rehabilitación del parque de vivienda ya existente, el Pla d’Habitatge de Barcelona 2004-

2010. Con este plan, el Ajuntament trata de romper con la tendencia de construcción

masiva a precio libre que hasta ahora había caracterizado la política de vivienda en el

municipio. En este sentido, se busca racionalizar las intervenciones en consonancia con

la continuidad física y conceptual de la ciudad consolidada, atendiendo a las

necesidades de colectivos específicos e introduciendo de manera paralela un

despliegue de equipamientos adecuado.

En general, de estos cuatro ejes de actuación se puede deducir el interés actual del

gobierno municipal por abordar, a partir de las políticas urbanas, cuestiones como la

sostenibilidad, la vivienda, el cambio del modelo productivo y las mejoras de las

infraestructuras y de la cohesión de la ciudad. Pero, ¿qué modelo de gestión está

siguiendo el Ajuntament de Barcelona para conseguir estos objetivos fijados? Según

Josep María Montaner21, en la actualidad el famoso “modelo Barcelona” está agotado.

Este modelo, que vivió su auge durante la década de los 80, en el período marcado por

la entrada en funcionamiento de las instituciones democráticas y la concesión de los

21 Ver el artículo del autor titulado “El modelo Barcelona” publicado en el diario El País el 12/06/2007.

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107

Juegos Olímpicos en 1986, se transmutó a finales de los 80 y durante la década de los 90

(Montaner y Muxí, 2002; Capel, 2007).

Esta ruptura con el modelo anterior hace que habitualmente se hable de dos fases

del “modelo Barcelona”, coincidentes con los períodos preolímpico y postolímpico

(Monclús, 2003). La primera, tal y como indica Monclús (2003), se caracteriza por un

urbanismo cualitativo. La llegada de la democracia comportó un cambio sustancial en

la manera de hacer ciudad después de la etapa desarrollista predemocrática liderada

por el alcalde Porcioles, caracterizada por un urbanismo cuantitativista, totalmente

autogestionado por los agentes privados, en el que la cuestión era construir sin

importar muy bien cómo, ni dónde (Vázquez Montalbán, 1990). El nuevo modelo de

intervención urbanística partía en todo momento de una visión conjunta de la ciudad

y, en consecuencia, una de las primeras cuestiones fue intervenir con urgencia en los

déficits urbanísticos que acumulaban los barrios de la ciudad tras el descontrol que

propició el porciolismo (Capel, 2005). La filosofía en la gestión cambió radicalmente, se

invirtió. Se trabaja a través de proyectos urbanísticos puntuales sin abandonar la

concepción global de ciudad, lo que permite estudiar la mejor opción de

implementación caso por caso, mientras que el marco de planificación ―el Pla General

Metropolità de 1976, todavía vigente―, pasaba a un segundo plano (Monclús, 2003). Es

decir, el Pla General Metropolità marca referencias o los puntos de partida, pero su

modificación no presenta ningún inconveniente. De hecho, según Ferrer (1997), el

mismo Pla General Metropolità ya facilita esta metodología, estableciendo una

zonificación dinámica que permite una gran flexibilidad en las localizaciones de las

dotaciones y equipamientos, por ejemplo. El modelo funcionó y tuvo su culminación

en el año 1986 con la nominación de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos.

Parte de este éxito recae también en el consenso o en los puntos de encuentro que se

logran conseguir entre la voluntad política, los urbanistas críticos y las demandas de

los movimientos vecinales (Calavita y Ferrer, 2000) y, por otro lado, también es

importante mencionar la circunstancias económicas favorables que acompañan a este

proceso (Borja, 2010).

Pero las cosas empiezan a cambiar desde los preparativos de los Juegos

Olímpicos y, sobre todo, después de su celebración y a hasta nuestros días. El

urbanismo cualitativo ha dejado paso al urbanismo estratégico (Monclús, 2003). Tras el

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108

fenómeno de las Olimpíadas, la ciudad despertó un gran interés para la inversión

privada, mientras que el Ajuntament, arrastrando una importante deuda postolímpica,

no podía mantener el nivel de inversión pública anterior. El gobierno municipal trata

de buscar continuas alianzas con los operadores privados con el objetivo de seguir

desarrollando la ciudad, en algunas ocasiones, como en los casos de Diagonal Mar y el

Fòrum 2004, con efectos desastrosos. La dependencia ante los nuevos inversores

internacionales, guiados por las dinámicas de los agresivos mercados globales, hace

que las propuestas sean más aleatorias, se abandona la visión conjunta de la ciudad, las

grandes intervenciones se plantean de manera aislada, sin ánimo de atender a la

continuidad urbana y mucho menos de proporcionar un uso mixto funcional y social

(Montaner y Muxí, 2002; Borja, 2010). La ciudad se fragmenta.

El nuevo contexto globalizado empuja a la ciudad a competir a nivel mundial con

el resto de ciudades, creando nuevas inercias en las políticas urbanas, más dirigidas

ahora a la proyección exterior de la ciudad y no a abordar los problemas cotidianos de

sus ciudadanos. Bajo estas condiciones, la ciudad se convierte en un producto que

precisa ser vendido sin descanso al mejor postor. Según Delgado (2007), en estos

momentos Barcelona más que un modelo es una modelo destinada a ser exhibida en

las “pasarelas de las ciudades-fashion”. Efectivamente, el nuevo contexto lleva a la

política municipal a potenciar las acciones de marketing urbano por encima de otras

cuestiones. Una muestra de ello es la proliferación de encargos de proyectos a

personajes de renombre de la arquitectura internacional preocupados por definir el

nuevo skyline de Barcelona. Por ejemplo, la Torre AGBAR de Jean Nouvel o el edificio

de la Sede de Gas Natural diseñado por Enric Miralles o el nuevo hotel W Barcelona,

más conocido por el “Hotel Vela”, ideado por Ricardo Bofill (Montaner y Muxí, 2002;

Delgado, 2005).

No obstante, a pesar de la caracterización de estas dos fases del “modelo

Barcelona”, hay autores como Manuel Delgado (2005, 2007) que cuestionan esta

secuencialización y enfatizan las continuidades que han tenido las políticas urbanas de

Barcelona, ya no sólo durante la etapa democrática, sino desde la Exposición Universal

de 1888. Según Delgado, las diferentes fases no se negarían entre ellas, sino que

formarían parte de la evolución del quehacer urbanístico de Barcelona, basado

históricamente en el predominio del poder de los agentes privados sobre la agenda

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109

política y en el uso de macroacontecimientos internacionales para impulsar grandes

transformaciones urbanas.

Borja (2010), en cambio, se sitúa en un punto intermedio, afirmando que, durante

la etapa democrática del urbanismo de Barcelona, se pueden identificar tanto

elementos de ruptura como de continuidad. En todo caso, para él, uno de los aspectos

más idiosincráticos de la metodología empleada en la gestión de las intervenciones

urbanísticas que se ha mantenido durante el período democrático es su carácter

estratégico. Es decir, que su punto de partida es la definición de objetivos y de

prioridades de carácter político, a lo que le sigue una implementación de los proyectos

muy flexible que se produce en dialéctica “entre las voluntades institucionales, las

oportunidades políticas o económicas que aparecen, los condicionantes legales y

financieros y las demandas o reacciones de los diferentes actores de la sociedad” (Borja,

2010:175). Este procedimiento sitúa a la planificación como un medio y no como un fin.

Ésta sería, por lo tanto, la insignia del urbanismo barcelonés, flexibilidad ante todo,

para lo bueno y para lo malo.

4.4. El Parc dels Tres Turons: origen y evolución de una planificación imposible El Parc dels Tres Turons fue delimitado por primera vez en el Plan Comarcal de 1953.

Hace ya más de 50 años que se planificó y todavía no se ha implementado, y no sólo

eso, sino que el paso del tiempo y la presión urbanizadora, han provocado la reducción

paulatina de la superficie que se había destinado al parque en un inicio. En este

apartado se presenta cómo ha sido esta evolución, desde su origen hasta los momentos

que preceden a su reimpulso en el año 2000 y que constituye el objeto de estudio de

esta investigación.

Previamente al Plan Comarcal de 1953, el Plan de Enlaces de Jaussely de 1907,

diseñado con el objetivo de integrar el Pla Cerdà con las viles que se anexionaron a

Barcelona a finales del siglo XIX, ya consideraba el área de los Tres Turons como zona

rural. En esta área no se preveía edificar, sólo se trazaba una red de caminos para

interconectar las zonas urbanizadas del entorno (Ajuntament de Barcelona, 2009). No

obstante, hasta 1953 las construcciones fueron permitidas en este ámbito siempre que

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110

se ajustaran a los criterios que establecía el Plan de urbanización de Barcelona de 1917,

también conocido como Plan Romeu-Porcel (Bou y Gimeno, 2007). Por otro lado, hay

que decir que durante el primer cuarto del siglo XX fueron construidos el Parc del

Guinardó y el Parc Güell, ambos incluidos en la zona que posteriormente se delimitaría

como parque urbano, los cuales son una muestra de la orientación urbanística que va

adquiriendo esta zona montañosa.

Con la aprobación del Plan Comarcal en 1953, el ámbito de los Tres Turons se

calificó definitivamente como parque urbano (mapa 4.2.). A partir de este momento,

queda prohibida cualquier tipo de construcción en esta zona, a la espera de que se

elabore un plan específico que desarrolle el proyecto del parque.

Mapa 4.2. Delimitación de parque urbano en el Plan Comarcal de 1953.

Fuente: Elaboración propia a partir del Plan Parcial de Ordenación de los cerros de la Montaña del Carmelo, Turó de la Rubira y Montaña Pelada y sus zonas adyacentes, 1967.

Sin embargo, como se ha explicado en el apartado 4.1., durante estos años, en un

contexto marcado por la explosión demográfica de Barcelona y la falta de vivienda, el

Parque urbano (Plan Comarcal 1953)

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111

área de los Tres Turons se convierte en uno de los asentamientos barraquistas más

importantes de la ciudad. En poco tiempo, cientos de chabolas y también algunas casas

de autoconstrucción se levantaron en este espacio, ocupando gran parte del territorio

destinado al parque. Además, la laxitud con la que el consistorio porciolista

interpretaba la normativa urbana y el dominio que ejercían los agentes privados en la

política del suelo en tiempos de dictadura, favorecieron otro tipo de prácticas que

también incidían directamente en la superficie destinada a parque urbano. La

recalificación de terrenos afectados y su posterior edificación generaban un amplio

margen de beneficio a los promotores, quienes no desaprovecharon la oportunidad.

Otro caso era el de las canteras situadas en Can Baró y en el Coll, las cuales

continuaban trabajando a destajo durante bastantes años después de que el territorio

fuera designado parque urbano, a pesar de las protestas vecinales y con el beneplácito

del gobierno municipal, que hacía la vista gorda (Bou y Gimeno, 2007). Supeditada a

estas dinámicas, la superficie destinada al parque iba sufriendo continuas ocupaciones

y transformaciones, que lo alejaban cada vez más de su aspecto original.

A mediados de los años 60, el Ajuntament de Barcelona inicia los trabajos de un

plan parcial para desarrollar el Parc dels Tres Turons. Éste, después de un tortuoso

proceso lleno de alegaciones, se aprobó finalmente en 1967 bajo el nombre de Plan

Parcial de Ordenación de los cerros de la Montaña del Carmelo, Turó de la Rubira y Montaña

Pelada y sus zonas adyacentes. Como se puede observar en el mapa 5.2., la nueva

ordenación que introdujo este plan modificó sustancialmente la delimitación de parque

urbano que planteaba el Plan Comarcal de 1953.

En primer lugar, el Plan Parcial de 1967 excluye por completo al Turó del Coll y a

la calle Santuaris (puntos señalizados como Nuestra Señora del Coll y Santuarios) del

conjunto del parque. Esta decisión, tal y como se justifica en el mismo documento,

obedece al interés del Ajuntament de disminuir el número de propiedades afectadas

por el parque. De esta manera evita una cantidad considerable de expropiaciones en

una zona que contaba ya con una alta densidad de edificaciones.

Otras modificaciones importantes sobre el trazado del parque se derivan del

proceso de adquisición por parte del ayuntamiento de las parcelas privadas afectadas.

Para ello, el plan establece un doble mecanismo: la expropiación y la cesión voluntaria.

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112

Mientras que la expropiación obligaba al consistorio a desembolsar grandes cantidades

de dinero que no tenía, la cesión voluntaria de las parcelas se presentaba como la vía

más viable para hacer posible el desarrollo del parque. Para fomentarla, el plan

contempla una compensación, que consistía en que el propietario podía mantener una

fracción de la parcela que cedía, la cual era recalificada por el Ajuntament para

posibilitar su edificación. Este mecanismo fue fuertemente criticado, porque sus

consecuencias fueron totalmente incompatibles con los objetivos con los que se

planteaba la planificación del parque (Tarragó, 1971). En el mapa 4.3., las marcas

denominadas “Can Xirot” y Tenerife, señalan dos zonas donde los efectos de la cesión

voluntaria de parcelas fueron desastrosos. En estos emplazamientos las proporciones

conservadas por los propietarios fueron explotadas por grandes inmobiliarias, que

como se ha apuntado en el capítulo anterior, construyeron unos inmensos complejos

residenciales. Se trata de los famosos bloques de pisos de Vista Park (“Can Xirot”) y los

de la Cooperativa Gracienca de Viviendas (Tenerife), que por su inmenso volumen

provocan un gran impacto paisajístico en el perímetro del parque. Por otro lado, en el

mapa se puede percibir bien el recorte que recibe el trazado del parque por motivo de

estas concesiones municipales.

En el caso del núcleo de Font de la Mulassa, en cambio, la situación es

precisamente la contraria. Si bien la zona no estaba afectada por el Plan Comarcal de

1953, el Plan Parcial de 1967 amplia la zona verde en este punto para compensar las

superficies perdidas en otros emplazamientos.

Por último, también pueden observarse otras modificaciones que responden a

desafectaciones y recalificaciones más arbitrarias. El origen de éstas es anterior a la

aprobación del Plan Parcial y éste las incorpora en el a nueva ordenación. Es el caso de

las marcas de Coll del Portell, Aguilar y Sant Josep de la Muntanya.

Finalmente, a pesar de todos los recortes y ampliaciones sobre el trazado, en 1967

la superficie que se mantenía calificada como parque urbano llegaba casi a las 90 ha,

pero de éstas, tan sólo estaban libres 25 ha. Recuperar las más de 65 ha restantes,

ocupadas por edificaciones de todo tipo, implicaba dejar sin casa a más de 15.000

personas (Fabre y Huertas Clavería, 1976), por lo que la implementación del parque

quedó aplazada.

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113

Mapa 4.3. Modificaciones en la delimitación de parque urbano del Plan Comarcal de 1957 introducidas por el Plan Parcial de 1967.

Fuente: Elaboración propia a partir del Plan Parcial de Ordenación de los cerros de la Montaña del Carmelo, Turó de la Rubira y Montaña Pelada y sus zonas adyacentes, 1967.

Seguidamente, a mediados de los 70, y en plena transición democrática, se

aprueba el Pla General Metropolità de 1976 como plan general de ordenación urbana, que

sustituye al Plan Comarcal de 1953 y que, todavía hoy, continúa vigente. Este

documento suscribe la antigua calificación del área de los Tres Turons como zona

verde, fundiendo los criterios propuestos por el Plan Comarcal de 1953 y por el Plan

Parcial de 1967 (mapa 4.4.). El Pla Genral Metropolità 1976 mantenía afectadas todas las

viviendas situadas en la nueva delimitación de zona verde, de nuevo a la espera de un

plan específico que desarrollara el parque. La incertidumbre sobre el futuro de esta

zona desposeyó del valor de mercado a todas las propiedades inmuebles situadas

dentro de la delimitación de zona verde. Además, esta situación limita los derechos de

los vecinos sobre su propiedad. Por ejemplo, no se les conceden permisos para realizar

ningún tipo de obra o de mejora en su vivienda y la afectación les impide utilizar la

Parque urbano (Plan Comarcal 1953) Parque urbano (Plan Parcial 1967)

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114

propiedad como aval a la hora de pedir un crédito. Esta situación se ha alargado hasta

nuestros días, creando grandes agravios entre los vecinos afectados ante la indefinición

del proyecto del parque.

Mapa 4.4. Delimitación de zona verde en el Pla General Metropolità de 1976.

Fuente: Elaboración propia a partir del documento Línees d’intervenció en els Tres Turons, 2003.

No obstante, durante la etapa preolímpica se realizan algunos avances que

empiezan a encarar el territorio hacia la futura implementación del parque. El

Ajuntament, en vez de abordar el proyecto del “gran parque”, opta por una serie de

actuaciones en aquellas zonas en las que las parcelas ya son de titularidad pública y,

por tanto, no necesitan iniciar procesos de expropiación. Las actuaciones son

independientes entre sí, pero siguen una misma lógica.

La primera cuestión que se aborda es la erradicación del barraquismo en la zona.

Este proceso se había iniciado a principios de los 70, pero con la entrada de la

democracia las fases de desalojo se fueron acelerando. El Patronat Municipal de

Zona Verde (PGM 1976)

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115

l’Habitatge se encargó de construir polígonos de viviendas de protección social en

diversos puntos de la ciudad destinados en gran parte a alojar a barraquistas a los

cuales accedieron algunos de los que residían en el Carmel, sobretodo en el que se

realizó en Canyelles. Y a principio de los 80 se levantaron los denominados Pisos Verdes

justo donde se encontraba el grupo de barracas de Raimon Casellas, atendiendo a las

demandas de los barraquistas que no querían abandonar el barrio, y en el que fueron

realojados la gran mayoría de éstos. Finalmente, el último núcleo de barracas que se

eliminó fue en 1990, era un reducto que permanecía en Francisco Alegre22 (Bou y

Gimeno, 2007). Evidentemente, en la medida que estos territorios eran desocupados

pasaban a ser de dominio público, preservándolos como zona verde.

Un segundo aspecto relevante de esta línea de actuación es la construcción en

1987 del Parc de la Creueta del Coll, realizado a partir del Pla Especial d'Ordenació del

Parc de la Creueta del Coll (1984), que establece unos criterios de urbanización que han

servido de base para la nueva propuesta del parque. Por ejemplo, la concepción de

parque en sentido estricto, sin viales en el interior de la zona delimitada como parque y

por supuesto sin edificaciones privadas. Para ello se marca la prioridad de que todos

los terrenos y construcciones afectados vayan siendo adquiridos por el Ajuntament en

la medida en que sea posible.

En tercer lugar, siguiendo la misma línea, en el Turó de la Rovira se construyen

una serie de caminos a modo de itinerarios para viandantes, que recorren la montaña y

que conectan el Parc del Guinardó con diversos puntos de tejido urbano de los

diferentes barrios de los Turons. Por ejemplo, en Can Baró los itinerarios acaban o

comienzan en la calle Francesc Alegre y en la calle Mühlberg; en el Carmel, lo hacen en

la calle Gran Vista; y en Font d’en Fargas, en la calle Penyal y en la calle Monterrat de

Casanovas. Respecto al itinerario que se une con la calle Mülhberg, es preciso destacar

la construcción del Pont Mülhberg en 1991, con un diseño muy en consonancia con el

paisaje agreste en el que se sitúa y que permite gozar de grandes vistas sobre Can Baró

y el resto de la ciudad encarada al mar. Estas características lo convierten en un claro

elemento del futuro parque y muestra el cariz de las intervenciones que se llevaban a

cabo en la zona. Durante esta etapa, el consistorio también se dedica a plantar árboles

22 Juan Marsé dedica un pequeño artículo a este episodio en el diario El País el 11/11/1990, titulado “Últimas barracas del Carmelo”.

Page 116: Tesina_SPORCELdef1R

116

en diversos sectores, en los que las parcelas ya eran de propiedad pública, sobre todo

en el Turó de la Rovira.

Esta situación de parque inacabado se ha prolongado hasta que en el 2000 el

Ajuntament de Barcelona, auspiciado por el impulso de las nuevas líneas estratégicas

de transformación urbana que se propone para el futuro de la ciudad, decide intervenir

de manera definitiva en el ámbito de los Tres Turons. El proceso de reordenación

urbana que se inicia a partir de este momento, denominado Pla del Parc dels Tres Turons,

y que concluye con una nueva propuesta aprobada inicialmente en enero de 2009 bajo

el nombre de Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons, es lo que

conforma el objeto de estudio de esta investigación. En el siguiente capítulo se recoge

la primera aproximación empírica sobre este proceso, que pone el énfasis precisamente

en el examen de cómo se vuelve a transformar la delimitación del parque como

resultado de un proceso social.

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117

Capítulo 5. EL PROCESO DE (RE)ORDENACIÓN URBANA DE

LOS TRES TURONS: UNA PRIMERA APROXIMACIÓN

EMPÍRICA

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118

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119

Capítulo 5. El proceso de (re)ordenación urbana de los Tres Turons: una primera aproximación empírica

—¿Qué sentido tienen vuestras obras? —pregunta—.

¿Cuál es el fin de una ciudad en construcción sino una ciudad? ¿Dónde está el plano que seguís, el proyecto?

—Te lo mostraremos apenas termine la jornada; ahora no podemos interrumpir —responden. El trabajo cesa al atardecer. Cae la noche sobre las obras. Es una noche estrellada.

—Éste es el proyecto —dicen.

Las ciudades invisibles, ITALO CALVINO

n este capítulo se presenta una primera aproximación empírica sobre el Pla

del Parc dels Tres Turons. En particular, se examina el proceso de

configuración de la nueva ordenación urbana de este ámbito, que integra

un largo período de negociación entre los vecinos afectados por el plan y el gobierno

municipal. El objetivo es profundizar en el conocimiento de cómo se produce el espacio

urbano, partiendo de una premisa, que el proceso de morfogénesis espacial encierra en

sí mismo un proceso social complejo.

En el caso estudiado, el análisis se ha centrado en el papel de los diferentes

actores implicados en el proceso, así como en otros elementos y factores que, de

manera más indirecta, también han incidido en la definición de la nueva ordenación

urbana prevista para la zona. En particular, se presta especial atención a las tensiones

sobre las que se ha desarrollado la negociación del proyecto, ya que se entiende que

son éstas las que explican, en gran parte, los ajustes y modificaciones a los que se ha

sometido la delimitación de parque urbano vigente en el Pla General Metropolità de 1976.

En este sentido, el estudio de la producción del espacio comporta implícitamente el

análisis de la transformación del espacio. Por otro lado, debe quedar claro que el

espacio estudiado se corresponde con el concepto lefebvriano de espacio concebido. Es

decir, se trata de un espacio abstracto que se proyecta sobre el espacio percibido. Es un

plano, un proyecto urbanístico. De modo que el objeto de estudio son las

E

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120

representaciones del espacio, entendidas como el proceso mediante el cual se modela y

adquiere forma la ordenación urbana, lo que Soja (1996) denomina secondspace23.

Como ya se ha apuntado en algún momento, el análisis que se recoge en este

capítulo es un análisis parcial, en el que se trabaja únicamente con parte de la

información recogida hasta ahora durante el trabajo de campo, que, dicho sea de paso,

todavía se encuentra inacabado. Por este motivo, la finalidad no es tanto obtener

resultados concluyentes, ni responder de manera firme a las preguntas de

investigación formuladas, sino que, más bien, se busca ofrecer un primer esbozo que

permita ofrecer luz sobre las líneas que deberá seguir la investigación próximamente.

El capítulo se ha estructurado en tres partes. En el primer apartado, se realiza un

abordaje superficial sobre los elementos estructurales (antecedentes socio-

morfológicos, factores económicos y factores políticos) que inciden ―en origen― en el

desarrollo del proceso de configuración de la nueva zonificación del parque, aunque

sea de manera indirecta. Estos elementos estructurales actúan como elementos

constrictores, sobre todo, del tipo de gestión que se despliega y del tipo de propuesta

que se formula inicialmente. El contenido de esta primera parte precisa de una

aproximación empírica más profunda, con datos que refuercen las hipótesis que se

apuntan. En todo caso, teniendo en cuenta las características de este trabajo, esta

opción se ha desestimado para esta primera aproximación al objeto de estudio. Por otro

lado, el análisis de la propuesta de la que parte el Ajuntament de Barcelona para hacer

posible la construcción del Parc dels Tres Turons a principios del 2000, permite

presentar el inicio del período estudiado, que acaba con la aprobación inicial de la

Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons en enero de 200924.

El segundo apartado, en cambio, sí que es el resultado de un trabajo empírico,

basado en el análisis de entrevistas en profundidad realizadas a actores principales25.

El objetivo del análisis se centra en identificar el conjunto de actores que han

participado en este proceso de redefinición de la ordenación urbana en el ámbito de los

Tres Turons, explicando también cuál ha sido su posicionamiento respecto al proyecto.

Finalmente, en el tercer apartado, también de contenido empírico, se recogen los

23 Ver apartado 2.1. 24 Ver la tabla A.1. sobre la cronología del proyecto del Parc dels Tres Turons en el anexo. 25 Ver apartado 3.2.2.

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121

resultados del análisis combinado de entrevistas en profundidad y de documentos

urbanísticos. En él se distinguen los principales ejes de tensión que han emergido entre

los actores durante el desarrollo del proceso, con la intención de observar su

repercusión en los ajustes que se han producido, durante este último período, en el

proyecto.

5.1. Las constricciones de los elementos estructurales en la gestión del proyecto y en la propuesta inicial: el punto de partida

En el capítulo anterior se han expuesto los elementos contextuales en los que se

encuadra el Pla del Parc dels Tres Turons, el proyecto mediante el cual el Ajuntament de

Barcelona trata de guiar la implementación definitiva de este parque urbano histórico a

partir del año 2000. Pese a que la delimitación del parque está claramente establecida

por el Pla General Metropolità de 1976, el reimpulso del proyecto implica, entre otras

cosas, abordar un problema urbanístico enquistado que, desde sus orígenes, ha

constituido el principal freno para el desarrollo del parque: el gran número de

propiedades afectadas26. Éste y otros elementos estructurales juegan un papel indirecto

en el proceso de producción del espacio, ya que determinan la manera en que se

gestiona el proyecto y también influyen en la nueva propuesta que lanza el Ajuntament

con el inicio del nuevo milenio. Estos elementos se podrían sintetizar en los siguientes

puntos:

• Antecedentes socio-morfológicos: tal y como se ha explicado anteriormente, los

intensos procesos de urbanización que ha vivido la zona durante las últimas

décadas, han propiciado la ocupación del espacio reservado para el parque por

parte de numerosas edificaciones27. El desorden urbanístico y la

heterogeneidad morfológica que presenta el territorio en el momento en el que

se decide impulsar el plan, añaden una enorme dificultad para implementar el

proyecto del parque tal y como está previsto en el Pla General Metropolità. Por

otro lado, el gran número de propiedades afectadas, obliga al Ajuntament a

lidiar con una multiplicidad de demandas vecinales, que mayoritariamente

26 A pesar de que en el 2003 la proporción de las parcelas privadas afectadas por la zona verde delimitada en el Pla General Metropolità de 1976 se ha reducido considerablemente respecto a la situación de finales de los años 60, pasando aproximadamente de un 72,2% a un 28,8% de la superficie destinada a parque urbano, según la contabilización del Ajuntametn de Barcelona (2003), el número de viviendas afectadas asciende todavía a 769. 27 Ver apartado 4.1.

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122

abogan por el mantenimiento de las casas, lo que añade más dificultad a la

realización del proyecto. El área cuenta con una fuerte tradición de

movilización vecinal, que en la actualidad se encuentra diversificada en un

amplio conjunto de entidades28. Además, hay que tener también en cuenta el

abandono histórico al que ha sometido el Ajuntament a estos barrios, así como

los agravios que han sufrido muchos vecinos de la zona como consecuencia de

una afectación “crónica” de sus propiedades, provocada por la indefinición del

proyecto.

• Factor económico: el objetivo de la intervención ―un parque urbano―, define la

operación como muy poco rentable en términos económicos y, por lo tanto,

poco sugerente para los inversores privados. Otro elemento económico de gran

relevancia es el elevado número de expropiaciones que se deben llevar a cabo

para conservar la delimitación del parque del Pla General Metropolità (alrededor

de 800 viviendas), a lo que ha de sumarse el coste de la construcción de los

pisos para realojar a los vecinos afectados.

• Factor político: como elementos políticos influyentes caben destacar dos. El

primero es la ubicación del Pla del Parc dels Tres Turons en uno de los eje de

actuación urbana definidos por el consistorio, el Verd Estratègic. El segundo

elemento tiene que ver con uno de los rasgos característicos de las políticas

urbanas de Barcelona durante las últimas décadas, la planificación estratégica

(Borja, 2010).

En definitiva, la situación en la que se encuentra el territorio en el momento del

reimpulso del proyecto del parque y los elevados costes sociales y económicos que

deben asumirse para su implementación, hacen del Pla del Parc dels Tres Turons una

operación sumamente compleja.

Respecto a los condicionamientos que introducen estos elementos en términos de

gestión, se podrían señalar dos: la titularidad pública de la operación y la flexibilidad

de la gestión. En primer lugar, la poca rentabilidad de la operación, por los motivos

expuestos más arriba, obliga prácticamente al Ajuntament a asumir el liderazgo del

28 Ver apartado 4.2.

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123

proyecto, que adquiere así un carácter totalmente público. Este tipo de gestión marca la

diferencia en relación a otras grandes operaciones de transformación urbana que han

tenido lugar en otros emplazamientos de la ciudad. Los proyectos de regeneración

urbana de Ciutat Vella constituyen un ejemplo paradigmático en este sentido, entre los

que han predominado la gestión mixta público-privada (Gomà, 1997), dada la mayor

rentabilidad de las operaciones realizadas en esta área urbana. Esta circunstancia

encaja con los planteamientos teóricos de Lefebvre (1991 [1974]) y Harvey (1985) sobre

el carácter mercantilista del espacio urbano. Además, esta hipótesis la refuerza también

Kleniewski (2002), quien apunta que la poca rentabilidad económica que se desprende

de la ordenación y la reurbanización de los espacios públicos urbanos, es lo que explica

que habitualmente sean asumidas por las administraciones públicas. El carácter

público del proyecto incidirá en el proceso de producción del espacio, en la medida en

que implica una manera de hacer concreta, en la que no existen presiones de agentes

económicos en la toma de decisiones, los calendarios de ejecución se alargan, el

proyecto se politiza en mayor grado, etc. En segundo lugar, el fuerte componente

estratégico del modelo de planificación del Ajuntament de Barcelona, introduce

también dinámicas evidentes en el tipo de gestión. Como, por ejemplo, un alto grado

de flexibilidad, lo que favorece las modificaciones del proyecto en su proceso de

adaptación a la realidad o la búsqueda del consenso como vía de superación de

conflictos29.

En el caso de la propuesta formal que realiza el consistorio en el año 2003,

incluida en el documento Línies d'intervenció en els Tres Turons, se podrían señalar

básicamente tres aspectos donde se plasma la incidencia de los elementos estructurales

se plasman en el proyecto incluido. Estos aspectos son: el carácter ambiental que se le

otorga al parque, la propuesta de zonificación dual del parque y un tipo de

planificación que va más allá de lo urbano.

En primer lugar, el hecho de que el nuevo proyecto esté integrado en la línea de

actuación urbana de Verd Estratègic y en la Agenda 21 Local de Barcelona, introduce

una importante novedad conceptual respecto al parque. Si bien, según el Plan Parcial

de 1967, el parque era concebido únicamente como una mejora de la urbanización de la

zona que tendría repercusiones urbanísticas positivas respecto a los barrios

29 Ver apartado 2.2.2.

Page 124: Tesina_SPORCELdef1R

124

colindantes, ahora, en cambio, se enfatiza su valor medioambiental para el conjunto de

la ciudad. El parque se define como una gran trama forestal a la que se le atribuye un

relevante papel de pulmón verde que ayude a mejorar la calidad del aire urbano

fijando los niveles de CO2.

En segundo lugar, otra de las propuestas novedosas del proyecto, que también

viene claramente marcada por los elementos estructurales, es el nuevo tratamiento que

recibe el perímetro del parque. En el documento presentado por el Ajuntament se

expresa el interés por reforzar la interacción del parque con los barrios perimetrales,

mediante la transformación del perímetro en una franja de transición entre el parque y

el tejido urbano. Este nuevo planteamiento del perímetro afecta directamente a la

ordenación urbana del ámbito, basada en un inicio en la zonificación que establece el

Pla General Metropolità de 1976. Para estudiar la reordenación urbana, el proyecto

delimita los ámbitos de refuerzo perimetrales sobre los que se prevé intervenir de

manera específica (mapa 5.1.).

Por lo tanto, lo que se propone es la posibilidad de introducir una zonificación

dual en el parque, constituida por:

• Núcleo central: destinado prioritariamente al espacio verde, en el que tan sólo se

mantendrán como edificaciones los equipamientos existentes y algunas

construcciones con valor histórico y patrimonial. La superficie de esta área libre

sería aproximadamente de 90 ha.

• Perímetro: conformado por los ámbitos de refuerzo de los barrios, concebido

como un área de fusión entre la trama urbana y los espacios verdes, donde se

situarán viviendas, equipamientos y plazas u otros espacios libres. Su superficie

se calcula que se situará aproximadamente en torno a las 25 ha.

El resto de superficie hasta llegar a las 124,6 ha del ámbito planificado,

corresponden a equipamientos insertos en el parque, piezas catalogadas y viales que se

conservan. Detrás de esta propuesta puede detectarse la influencia de dos elementos

estructurales. Por un lado, la transformación del perímetro en una zona mixta, en la

que convivan edificaciones y zonas verdes, implica estudiar la posibilidad de

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125

desafectar una parte importante de las edificaciones que ocupan superficie delimitada

como parque urbano y que se sitúan en la zona perimetral. De esta manera, se

conseguiría reducir el impacto social de la operación en la medida en que se rebajaría el

número de expropiaciones. Por otro lado, a partir de ese mismo efecto, també se

disminuirían los costes de la implementación del parque. Al mismo tiempo, la

habilitación para la construcción de viviendas en el ámbito perimetral podría suponer

algunos ingresos para sufragar los elevados gastos del parque.

Mapa 5.1. Delimitación de los ámbitos de refuerzo perimetrales definidos en el documento Línies d’intervenció en els Tres Turons (2003).

Fuente: Elaboración propia a partir del documento Línees d’intervenció en els Tres Turons, 2003.

Por último, en tercer lugar, la propuesta del Ajuntament incluye también una

visión que va más allá de la construcción de un parque, es decir, se buscan conseguir

“dobles (o triples) efectos”, lo cual tiene que ver con el modelo estratégico de

planificación que caracteriza la acción del gobierno municipal en materia urbana. Uno

de estos “dobles efectos” se plasma en relación al nuevo tratamiento del perímetro. El

Ámbitos de refuerzo

Page 126: Tesina_SPORCELdef1R

126

objetivo que se plantea es conseguir una buena integración del parque con su entorno

inmediato, buscando a la vez un efecto positivo de reactivación de la zona. Para ello, se

plantea mantener una parte importante de la edificación existente en los bordes del

parque, incrementándola con más viviendas, tanto de realojo de vecinos afectados

como de oferta de protección social y privada, que ayuden a la reestructuración física

del sector junto con equipamientos, locales y pequeñas plazas de barrio. Además, todo

este proceso de regeneración se orienta también a mejorar la conectividad entre los

barrios y los sistemas generales, para así salvar a esta zona del aislamiento histórico al

que ha estado sometida. En este sentido, la zona de transición perimetral tiene una

clara vocación de desarrollo urbano. Otro de los “dobles efectos” aparece vinculado al

hecho que al Parc dels Tres Turons, a parte de la función ambiental, se le otorga una

función paisajística, que tal y como se recoge en el documento presentado por el

Ajuntament, debe contribuir a configurar una imagen potente de la ciudad de

Barcelona. En este sentido, se resalta también la centralidad de la ubicación del parque

en la ciudad y su potencial como mirador urbano, con puntos que ofrecen una visión

panorámica de 360º sobre la ciudad. Esta función “extra” deja entrever una cierta

intención por parte del consistorio de rentabilizar el proyecto en clave de marketing

urbano.

En definitiva, lo que se intenta demostrar es cómo el conjunto de elementos

estructurales que afectan al Pla del Parc dels Tres Turons, inciden de manera decisiva en

la definición tanto del modelo de gestión, como del propio contenido de la propuesta

inicial que formula el Ajuntament (figura 5.2.). En otras palabras, se podría decir que el

contexto espacial, social, económico y político establece las bases del proyecto

urbanístico y de su gestión. A partir de aquí, el proyecto prosigue su proceso de

interactuación con la realidad sociourbana. En el 2003, después de presentar su

propuesta, el Ajuntament crea una comisión de trabajo en la que participan miembros

de diversas instancias del gobierno local (Comissió d’Urbanisme y distritos de Horta-

Guinardó y Gràcia) y miembros de las entidades vecinales representativas de los

barrios afectados que estaban interesadas en el desarrollo del proyecto. Se inicia así, un

proceso de negociación del proyecto entre los diferentes actores interesados, a través

del cual, el Pla del Parc dels Tres Turons, continúa adquiriendo forma, a merced de la

relación de fuerzas e intereses que gravitan sobre él.

Page 127: Tesina_SPORCELdef1R

127

Figura 5.2. Constricciones de los elementos estructurales sobre el tipo de gestión y la propuesta de proyecto (Pla del Parc dels Tres Turons).

Fuente: Elaboración propia.

5.2. ¿Quién es quién?: el juego de los actores en el proceso de planificación del Parc dels Tres Turons

Como se ha puesto de manifiesto en el apartado anterior, a diferencia de otras grandes

operaciones de transformación urbana que han tenido lugar en Barcelona

recientemente, el proyecto del Parc dels Tres Turons, desde su reimpulso en el año 2000,

ha seguido un modelo de gestión totalmente pública. Por lo tanto, los actores que han

participado en el proceso de reordenación urbana en este ámbito son, por un lado, las

diferentes instancias del Ajuntament de Barcelona competentes en la materia y, por

otro lado, el elenco de entidades vecinales que se han interesado en el desarrollo del

proyecto. Además, cabe resaltar el papel que juegan también las fuerzas políticas

municipales que están fuera del gobierno: CiU, ERC y PPC. La naturaleza pública de la

intervención y su complejidad, con un gran número de afectados, la convierten en una

batalla política local, de modo que los partidos políticos con representación en el

Ajuntament se posicionan también abiertamente sobre el proyecto, interactuando

incluso con las entidades vecinales.

Factor político Antecedentes socio-estructurales

Factor económico

• Proyecto de ciudad (Verd Estratègic)

• Planificación estratégica

• Operación urbanística poco rentable

• Costes elevados de expropiación

• Desorden urbanístico

• Oposición vecinal

• Deuda municipal histórica con la zona

Flexibilidad Titularidad

pública de la operación

Zonificación dual del parque

Tipo de gestión

Carácter ambiental

Planificación más allá de lo urbano

Propuesta inicial de proyecto

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128

En la cuadro 5.3., se presenta el mapa de actores principales que han intervenido

en el proceso, construido a partir del análisis de entrevistas en profundidad a los

actores. En ella se describe el posicionamiento que han mantenido cada uno de ellos

con respecto al proyecto del parque. Este posicionamiento ha variado en función de las

circunstancias que acompañaban el momento del proceso, lo cual se recoge también en

el siguiente cuadro.

Cuadro 5.3. Actores participantes en el proceso de ordenación urbana del Parc dels Tres

Turons. Actor Posicionamiento en el proceso

Comissió d’Urbanisme

Es el área del Ajuntament desde dónde se impulsa y se dirige el proyecto. Defiende la idea de parque forestal y lo concibe como proyecto de ciudad.

Distritos de Horta-Guinardó y Gràcia

Funcionan como correa de transmisión de la Comissió d’Urbanisme. Su función es prácticamente de gestión. Hasta el año 2005 gestionaban el proyecto ofreciendo una cierta atención de proximidad a los vecinos afectados.

Agència de promoció del Carmel i entorns

A partir del 2005, es la institución encargada de canalizar la gestión del proyecto. Se trata de una empresa pública que surge para dar respuesta al problema del hundimiento provocado en el Carmel por las obras del metro. Su función es ofrecer a los ciudadanos una gestión más personalizada y próxima.

PSC Es el partido que ha liderado el proceso desde el gobierno municipal. Son defensores del modelo de parque forestal estricto, es decir, sin casas en su interior.

ICV Ha dado su apoyo en todo momento al PSC como coalición de gobierno y, en este sentido, son partidarios también del parque forestal estricto.

ERC

Ha mantenido una posición muy ambigua durante el proceso. Si bien, durante una primera fase, forma parte del gobierno y apoya el proyecto municipal, su salida del ejecutivo en la última legislatura le ha permitido mantener un posicionamiento más ambivalente durante los últimos años. Por un lado, se ha mostrado más compresivo con las demandas de algunos vecinos afectados, al mismo tiempo que ha criticado la gestión del Verd Estratègic por parte del Ajuntament. Pero, por otro lado, ha sido el partido que finalmente ha hecho posible la aprobación inicial del proyecto.

CiU

Desde el liderazgo de la oposición, este partido ha optado por defender el mantenimiento de las casas y, además, lo ha hecho por escrito en el pleno del consistorio. Ha enviado cartas también a los vecinos afectados comprometiéndose con su propuesta de parque mixto si llegan al gobierno municipal. Ha sido el partido más crítico con el proyecto presentado por el Ajuntament.

Ajuntament de Barcelona

PPC Se ha asociado con CiU en la defensa del parque mixto.

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129

A.V. Can Baró

En un inicio defienden el modelo de parque mixto, pero en los últimos años han tenido problemas para articular su discurso de manera coherente. La última propuesta del Ajuntament, ha desafectado a un gran número de viviendas del barrio situadas en el perímetro, a la vez que mantiene un volumen importante también de afectaciones en el núcleo de Lavèrnia. Las dificultadas para atender las dos problemáticas han debilitado el discurso de esta asociación de vecinos.

A.V. Carmel

Si bien, cuando se presentó el proyecto, era la asociación de vecinos que encabezaba el movimiento vecinal, a partir del 2005, con el problema del hundimiento de las obras del metro en el Carmel, su papel en el proceso ha sido más bien discreto. Su posicionamiento, se ha dirigido más bien a defender que los realojos se realicen en el barrio, en una postura de comprensión respecto a la necesidad de expropiar a algunos vecinos.

A.V. Font d’en Fargas

Ha sido una entidad muy proactiva en el desarrollo del proyecto. Han propuesto soluciones sobre la ordenación urbana del parque atendiendo a las necesidades de los vecinos afectados, pero también conscientes de que era necesario ceder en algunas cuestiones. La localización en el perímetro de la mayoría de sus afectaciones ha provocado que estén en general satisfechos con la última propuesta presentada por el Ajuntament, aunque todavía presentaron algunas alegaciones después de la aprobación inicial.

A.V. Coll-Vallcarca

Ha pasado bastante desapercibida. En un inicio defensora del parque mixto como casi todas las entidades vecinales. La última propuesta de ordenación ha desafectado gran parte de las viviendas afectadas de su ámbito, por lo que no muestran demasiada resistencia a su aprobación.

A.V. Turull

Es una asociación pequeña, pero que se hizo notar sobre todo en el momento de la presentación del proyecto del Ajuntament. Defensores del parque mixto desde el inicio, finalmente, aunque no han conseguido eludir la afectación definitiva, han conseguido la condición de “tanteig i retracte”.

A.V. Turó de la Rovira

Creada en 2008 como escisión de la A.V. de Can Baró es la entidad que se opone con mayor contundencia a la nueva propuesta de ordenación del parque formulada por el Ajuntament. Su posición se basa en la defensa de las casas, ya sea por la realización de un parque mixto o por la concesión de la condición de “tanteig i retracte”, o alguna modalidad legal que no les haga perder el valor patrimonial de sus casas.

Comissió d’Afectats Tres Turons

Agrupa a diversos vecinos afectados a titulo personal y se crea cuando el Ajuntament anuncia el proyecto. Se muestra bastante activa durante el proceso de negociación en la comisión de trabajo, pero después pierde peso escénico.

Entidades vecinales

Plataforma Cívica Font d’en Fargas

Es una plataforma vecinal creada por un propietario afectado del barrio de Font d’en Fargas y que actúa de manera paralela a la asociación de vecinos. Se le acusa de moverse por unos intereses muy personalistas. Su defensa se centra en el modelo de parque mixto y en la consecución de las desafectaciones de las zonas afectadas.

Fuente: Elaboración propia.

El análisis de las entrevistas revela una serie de pautas con respecto al

comportamiento que han mantenido los diferentes actores, las cuales ayudan a

entender cómo se articula el sistema de fuerzas en torno a la negociación del proyecto.

Page 130: Tesina_SPORCELdef1R

130

Respecto a la actitud del gobierno municipal, resulta importante destacar la

postura, un tanto “condescendiente” y “paternalista”, que ha manifestado durante la

gestión del proyecto. Estos atributos del comportamiento de los impulsores del

proyecto permanecen asociados a la sensación, extraída de su discurso, de tener que

solucionar un problema del que, en parte, se sienten responsables. En la retina quedan

los agravios que han soportado los propietarios afectados durante décadas,

sentenciados a una incertidumbre eterna sobre el futuro de su patrimonio, y, además,

la deuda histórica por la dejadez con la que se ha ocupado el Ajuntament de estas

barriadas. Por lo tanto, la actitud del consistorio ha sido, más bien, la de dar salida a

una situación que llevaba bloqueada décadas. Lo perciben como un problema que,

desde el punto de vista de la ordenación urbana, se había ido de las manos hacía años y

que ahora es necesario resolverlo.

Esta postura, ha favorecido todavía más la flexibilidad de la gestión en relación a

la introducción de modificaciones en el proyecto, adaptándolo sobremanera a la

realidad socioterritorial. Las concesiones a las demandas vecinales han sido múltiples,

aunque, por descontado, no se han atendido todas. Pero lo que define el carácter

paternalista que se ha apuntado anteriormente, es que, bajo la percepción de los

vecinos, las decisiones han sido tomadas en todo momento de manera unilateral por el

Ajuntament, es decir, que no se ha dado pie a un proceso de toma de decisiones

conjunta entre los actores implicados. De hecho, lo que es muy significativo en este

sentido es que la gran mayoría de entidades vecinales no quedaron satisfechas con el

proceso de negociación multilateral que se realizó entre el 2003 y el 2005, pero, en

cambio, sí que se muestran mayoritariamente satisfechas con la propuesta final que

elaboró el gobierno municipal30.

En relación al comportamiento de las fuerzas políticas de la oposición ―CiU y

PPC―, según las informaciones analizadas a partir de las entrevistas, su actitud ha

estado marcada por un claro aire electoralista. Posicionados sistemáticamente contra la

propuesta consistorial, han defendido incansablemente el mantenimiento de las casas

afectadas, alineándose de esta manera con las demandas vecinales mayoritarias. Este

discurso lo consiguen hilvanar bien, partiendo de un argumento a favor de la

30 Contenida en la Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).

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131

propiedad privada. De los dos partidos, la acción del grupo municipal de CiU es la que

presenta una mayor notoriedad entre los vecinos, sobre todo, por su compromiso ante

notario de mantener las casas si llega a gobernar el Ajuntament de Barcelona.

En el caso de ERC, el aspecto que resulta más destacable en el comportamiento de

este grupo municipal en relación al Pla del Parc dels Tres Turons, es su carácter

cambiante. Sin duda, es el partido que, durante el proceso, más ha movido su discurso.

Si bien, durante el mandato en el que formaba parte del gobierno (2003-2007), su

postura no discernía demasiado con la de los socios de gobierno, durante la presente

legislatura, en su rol de partido bisagra, ha jugado un papel de lo más desconcertante.

Por un lado, se ha mostrado crítico con la gestión y la propuesta del gobierno

municipal, pero finalmente le ha dado su apoyo para sacar adelante el proyecto.

Por último, sobre el movimiento vecinal, en términos globales, también pueden

señalarse una serie de rasgos que describen bien su comportamiento. Un primer

aspecto que debe resaltarse, es el bajo nivel de movilización que han mostrado las

entidades vecinales. En los últimos años, las movilizaciones han sido escasas, algo que

según la percepción de las entidades vecinales está relacionado con la lentitud con la

que se ha desarrollado el proceso y sus discontinuidades. En este sentido, todo indica

que la intensidad del proceso resulta directamente proporcional a la movilización de

los vecinos. De modo que la acción vecinal prácticamente se ha canalizado mediante

negociaciones con el Ajuntament, ya sea de modo formal o informal. Esta actitud de las

entidades vecinales en relación al conflicto de los Tres Turons, contrasta con la

proactividad que ha mostrado el movimiento vecinal en otros conflictos urbanos de

características parecidas que han tenido lugar en la ciudad de Barcelona durante los

últimos años. Algunos ejemplos que se podrían citar en este sentido son el caso de la

remodelación de las Casas Baratas del Bon Pastor o el Pla dels Ascensors de la

Barceloneta.

En segundo lugar, otro de los aspectos que se pueden destacar es que los

discursos de las entidades vecinales muestran una visión del conflicto muy localista,

muy centrado en la realidad del barrio. Esta postura choca radicalmente con la idea de

“proyecto de ciudad” que mantiene el Ajuntament para el Parc des Tres Turons. Por

otro lado, resulta interesante también apuntar que uno de los rasgos del movimiento

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132

vecinal clásico de los 70, había sido precisamente partir de una visión en escala de sus

reivindicaciones (barrio-distrito-ciudad), lo que les ayudaba a construir un discurso

crítico y constructivo a la vez. De hecho, la postura de algunos sectores del movimiento

vecinal es poco constructiva, centrada en dinamitar la acción del Ajuntament “sin ton

ni son” y ofreciendo pocas alternativas viables que posibiliten llegar a un consenso

sobre una ordenación urbana que favorezca a todas las partes.

Por último, un tercer elemento que se pone de relieve en el análisis del discurso

de las entidades vecinales, es el predominio con el que aparece la defensa de los

intereses particulares en relación a su posicionamiento con respecto al proyecto de

parque. La diversidad de situaciones en las que se encuentran los vecinos afectados y el

peso del componente económico de la reivindicación vecinal ―defensa de patrimonio

personal―, ha favorecido que los intereses particulares predominen sobre los intereses

colectivos del movimiento. La relación entre las diferentes entidades, e incluso entre

vecinos de los mismos ámbitos o barrios, ha estado marcada por el conflicto de

intereses, lo que ha generado un proceso de atomización del movimiento vecinal. Es

precisamente a este fenómeno al que se refiere Harvey (2001) cuando habla de los

problemas del “particularismo militante”. Según él, cuando la movilización vecinal se

vehicula en torno a intereses individuales, la comunidad corre el riesgo de convertirse

en una comunidad “para sí”, perdiendo su condición de comunidad “en sí”. Esta

circunstancia hace que la movilización vecinal, a la larga, se vea vacía de contenido,

perjudicando su cohesión interna y favoreciendo su fragilidad. Un ejemplo claro de

esta dinámica es la escisión que se produce en el año 2008 en la Associació de Veïns de

Can Baró con la creación de la Associació de Veïns del Turó de la Rovira, que agrupa a

los afectados que residen en la parte alta del Turó de la Rovira. Éstos entienden que en

el nuevo contexto de negociación es mejor autorepresentarse por ellos mismos y

constituirse como interlocutores directos con el Ajuntament, ya que la asociación de

vecinos del barrio ha de atender a situaciones muy diversas.

Esta circunstancia ha favorecido que la negociación del tramo final del proyecto,

la más decisiva, se haya realizado a nivel individual entre las entidades vecinales y el

consistorio, y no de forma colectiva como se había planteado en un inicio. Además,

esta última negociación se ha realizado de una manera muy informal, sin calendario de

reuniones y sin seguir un programa establecido. Esta dinámica ha facilitado que el

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133

Ajuntament pueda llevar a cabo una dirección del proceso muy próxima a sus

intereses. Por un lado, el consistorio se ha visto capaz de pactar soluciones, respecto a

la reordenación urbana del parque, de manera independiente en diferentes sectores

afectados. Por otro lado, la fragmentación del movimiento vecinal se ha traducido en

una fragilidad importante a la hora de negociar. La capacidad de resistencia ante las

propuestas del Ajuntament se diluye a esta altura del proceso. Casi se podría decir, que

bajo esta lógica las demandas adquieren un carácter consultivo.

Aunque se han presentado una diversidad considerable de actores no todos

tienen la misma relevancia en el proceso, o no todos han mantenido la misma

intensidad en su participación durante el período estudiado. Los grupos municipales

situados fuera del gobierno municipal, por ejemplo, juegan un papel un tanto

periférico. Entre los vecinos, la presencia de las asociaciones de vecinos de los barrios

más afectados por el proyecto es mayor. La A.V. Can Baró, la A.V. Font d’en Fargues,

la A.V. del Turó de la Rovira (a partir de 2008), A.V. Turull o la A.V. del Carmel, son

algunas de estas asociaciones con un papel más activo. Por lo tanto, los principales

sujetos involucrados en la negociación, o dicho de otro modo, en el conflicto derivado

del Pla del Parc dels Tres Turons, son básicamente el gobierno municipal y estas

entidades vecinales. Para acabar, según la información analizada, ya se ha visto como

el sistema de fuerzas que se genera a propósito de la negociación del proyecto del Parc

dels Tres Turons está claramente dominado por el gobierno municipal, especialmente

durante los últimos años del proceso, coincidiendo con la atomización del movimiento

vecinal. No obstante, es importante hacer notar la actitud “condescendiente” y

“paternalista” del consistorio en relación a la búsqueda de soluciones para

implementar el parque. Ésta, en gran medida, marca el carácter de la nueva ordenación

urbana en el ámbito de los Tres Turons.

5.3. Tensiones y ajustes en la nueva ordenación urbanística del Parc dels Tres Turons

El objetivo de este apartado es identificar las cuestiones clave que conforman los

principales desacuerdos entre el Ajuntament de Barcelona y las entidades vecinales en

torno al Pla del Parc dels Tres Turons. Paralelamente, se presta atención a la manera en

que las tensiones de estos desacuerdos se traducen, posteriormente, en ajustes del

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134

proyecto inicial, siguiendo una lógica dialéctica que se culmina con una nueva

propuesta de ordenación urbana. En este caso, recogida en la Modificació del Pla General

Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons. Para ello se ha combinado el análisis de

entrevistas y de documentos urbanísticos.

5.3.1. La principal controversia: ¿parque estricto o parque mixto?

El debate sobre el modelo de parque que debe implantarse en los Tres Turons

constituye la espina dorsal del conflicto que enfrenta al Ajuntament y a los vecinos

sobre la reordenación urbana de este ámbito. Ambas partes reconocen desde un inicio

la necesidad de intervenir urbanísticamente en la zona, dado su estado de abandono y

su nivel de desurbanización. En cambio, respecto al modelo de parque que debe

construirse, la discrepancia es máxima. Por un lado, el Ajuntament expresa su

voluntad de convertir la zona de los Tres Turons en un parque en sentido estricto, es

decir, un espacio libre de casas y de carácter forestal. Por otro lado, los vecinos

defienden la realización de un parque mixto, lo que implicaría el mantenimiento de las

casas dentro del parque.

El análisis de los discursos de los actores, permite detallar los principales

argumentos que se asocian a la defensa de cada modelo de parque:

• Parque estricto. En primer lugar, hay una cuestión legalista de base, ligada al

respeto de la ordenación urbana vigente. No obstante, existen también

mecanismos legales para reordenar los usos del territorio, cuya utilización

constituye una práctica habitual, es decir, que aplicarla en este caso no sería una

excepción. En segundo lugar, la defensa del parque estricto va asociada a la

idea de parque como parte del desarrollo de la ciudad. Como ya se ha dicho

anteriormente, para el consistorio el proyecto forma parte de una estrategia que

busca fomentar los espacios verdes urbanos, bajo una lógica de sostenibilidad

urbana. Desde esta óptica, al parque se le atribuye la función de "pulmón

verde" y una de sus finalidades más importantes es ayudar a mejorar la calidad

del aire de la ciudad. Es por este motivo por el que el parque debe dotarse de

una masa forestal importante, que difícilmente admite la actual localización de

las viviendas afectadas (o al menos de su totalidad). Por último, en tercer lugar,

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135

este modelo también permanece vinculado a ciertos cánones estéticos, que

adquieren cierta importancia si se tiene en cuenta el interés “publicista” con el

que el Ajuntament quiere explotar también el parque en relación a la imagen de

la ciudad. En este sentido, difícilmente puede hacerse compatible el

mantenimiento de casas de aspecto totalmente heterogéneo y desordenadas

urbanísticamente, con un espacio que pretende transformarse en una gran zona

de recreo para los ciudadanos, en la que se puedan realizar diversos itinerarios

por un entorno natural, con el aliciente añadido de estar localizado justo en el

corazón de la ciudad y en el que se podrán disfrutar de las grandes vistas sobre

Barcelona que ofrecen las cimas de las colinas.

• Parque mixto. Una de las ideas que aparecen con más fuerza en la defensa de

este modelo de parque, apela a la percepción de una compatibilidad clara entre

la permanencia de las casas y las funciones que debe desempeñar el parque.

Uno de los argumentos principales es que las casas se integran bien en el

parque y que su permanencia no impide ninguna de las funciones que tiene que

cumplir este entorno. En segundo lugar, también existe una cierta exigencia de

respeto en relación a la propiedad privada y a la libertad personal de los

afectados para elegir entre marchar o quedarse. En tercer lugar, destaca el

argumento de ahorro público. Es decir, se ve totalmente injustificable emplear

fondos públicos para derrumbar casas y construir otras nuevas en otro lugar,

por lo que bajo esta lógica el mantenimiento de las casas sería lo más razonable.

Por último, y de forma más minoritaria, también se argumenta que el parque

mixto podría contribuir a la educación social y cívica de los residentes ―en la

medida en que éstos deberían comprometerse con el cuidado del parque― y

que la existencia de casas convertiría el recinto forestal en un lugar más seguro.

La confrontación del modelo de parque en el imaginario de los diferentes actores

es difícilmente reconciliable, ya que parten de posiciones totalmente opuestas. Esto

comporta una situación de bloqueo importante, que imposibilita la consecución del

consenso en torno a esta cuestión entre el Ajuntament y los vecinos. Sin embargo, la

opción que permite desencallar esta situación es la idea de replantear el perímetro del

parque que, como se ha expuesto en el apartado 5.1., era una de las propuestas que ya

se estaban estudiando desde que el Ajuntament retoma el proyecto a partir del 2000.

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136

Los motivos que llevan a que esta opción vaya adquiriendo cada vez más fuerza son

evidentes:

• El aspecto que presenta el territorio en la actualidad es muy diferente al que

tenía en el momento en el que se delimitó el área reservada a parque urbano31,

por lo que implementar estrictamente la delimitación vigente de parque urbano

implicaría transformar una parte importante de trama urbana consolidada.

• El número de expropiaciones, aplicando estrictamente la zonificación vigente es

demasiado elevado (casi 800 viviendas), razón por la cual, la desafectación del

perímetro ―donde se ubica un volumen considerable de las viviendas

afectadas―, supondría un ahorro económico considerable para el Ajuntament

de Barcelona.

• La desafectación de las viviendas situadas en el perímetro ayudaría también a

reducir el impacto social de la operación, que cuenta con una fuerte oposición

vecinal.

Si bien, en este momento se tiene claro que la desafectacción del perímetro puede

constituir una de las soluciones que pueden facilitar la viabilidad del proyecto, la

cuestión clave reside ahora en la definición del trazado que debe seguir la “línea de

desafectación”. Como se verá a continuación, este trazado emerge finalmente de una

intensa interacción entre los actores y, sobretodo de toda la información recopilada por

el Ajuntament durante el proceso. La interacción pasa por diferentes “formatos”, pero

básicamente se distinguen dos momentos diferenciados, con el año 2005 como punto

de inflexión32. La primera fase (2003-2005), está marcada por una negociación más

colectiva, canalizada por comisiones de trabajo. De esta fase no se extraen resultados

concluyentes sobre el futuro del parque, pero sirve como una primera toma de contacto

entre los actores, en la que, al menos, se toma consciencia de los principales escollos

que deberá superar el proyecto. La segunda fase (2005-2009), en cambio, se caracteriza

por un modelo mucho más informal e individualista de negociación, pero más efectivo.

31 Ver en el anexo los mapas A.2. (en él aparece la delimitación de parque urbano del Plan Comarcal de 1953, tal y como era el territorio en el año 1956, en la que se basa gran parte de la delimitación vigente recogida en el Pla General Metropolità de 1976) y A.3. 32 Ver en el anexo la tabla A.1.

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137

La dinámica que se sigue es la de llegar a acuerdos “micro”, entre el gobierno

municipal y las entidades vecinales, respecto a emplazamientos afectados concretos, a

partir de los cuales, se va configurando la desafectación perimetral definitiva. El

resultado de este proceso “quirúrgico” se plasma en la delimitación de las

desafectaciones perimetrales de la última propuesta del Ajuntament, tal y como se

puede observar en el mapa 5.4.

Mapa 5.4. Zonificación del Parc dels Tres Turons en la MPGM (aprobación inicial 2009).

Fuente: Elaboración propia a partir de la Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).

La nueva zonificación rebaja en más de la mitad las casas afectadas por el Pla

General Metropolità de 1976. De las 764 viviendas afectadas en un inicio, se desafectan

464, por lo que, con la nueva propuesta de ordenación urbana, restan 300 viviendas

afectadas. Pero quizá uno de los datos más significativos, sobre todo en relación al

objeto de estudio de la investigación ―la producción social del espacio urbano―, es que

la mayoría de las desafectaciones coinciden con las demandas de desafectación

formuladas por las principales entidades vecinales al final de la primera fase de

negociación, en 200533 (mapa 5.5.). Este aspecto pone de nuevo de relieve la incidencia

que ejerce en la configuración de la ordenación urbana del parque, la interacción entre

los actores involucrados en el proceso.

33 Incluidas en el documento Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005).

Delimitación parque (PGM 1976)

Núcleo central del parque (MPGM 2009)

Zona transición perimetral (MPGM 2009)

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138

Mapa 5.5. Consideraciones vecinales* sobre el mantenimiento o derribo de los núcleos de viviendas afectadas.

Fuente: Elaboración propia a partir de Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005). * Las estrellas indican consideraciones vecinales sobre núcleos de viviendas.

El mapa 5.6., recoge precisamente los núcleos de viviendas sobre los que las

entidades vecinales reclamaban su mantenimiento y que quedan desafectadas

mediante la propuesta de reordenación urbana del Ajuntament. En todo caso, debe

quedar claro que lo que se plantea no es que la configuración de la nueva zonificación

del parque sea sólo el resultado de la dialéctica entre los posicionamientos de los

actores enfrentados, sino que esta dialéctica viene precedida o simultaneada por el

efecto de otros factores estructurales, los cuales ya se han explicado anteriormente. Es

la suma de todos estos inputs lo que va moldeando y definiendo la nueva ordenación

urbana del Parc dels Tres Turons.

Con esta propuesta, el Ajuntament consigue rebajar considerablemente el clima

de conflicto con los vecinos. Muchas de las asociaciones de vecinos que se mantenían

PGM 1976

Mantenimiento de viviendas

Derribo de viviendas

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139

en “pie de guerra” durante la primera fase de la negociación, ahora se dan por

satisfechas con la nueva resolución.

Mapa 5.6. Reivindicaciones vecinales satisfechas en la Modificació del Pla General

Metropolità del 76 en l’ámbit dels Tres Turons (2009).

Fuente: Elaboración propia a partir de los documentos Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005) y Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).

Aún así, la problemática se traslada o, mejor dicho, continua en los grupos de

casas que permanecen afectados en el nuevo núcleo central del parque. Esta cuestión se

aborda en el apartado siguiente.

5.3.2. La problemática del núcleo central del parque y la búsqueda de soluciones ad hoc

La problemática del núcleo central del parque que surge de la nueva propuesta

de zonificación dual no es nueva. Se trata de la resistencia que continúa mostrando la

mayoría de vecinos residentes en esta zona, a aceptar la opción de expropiación y

Delimitación parque (PGM 1976)

Núcleo central del parque (MPGM 2009)

Mantenimiento de viviendas

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140

realojo que propone el Ajuntament. Ésta consiste en que el consistorio paga un precio

estipulado por ley por la vivienda afectada para sustraerla y ofrece la posibilidad de

adquirir, con una hipoteca a bajo interés, uno de los pisos destinados a realojar a los

afectados, los cuales serán ubicados en diferentes puntos del perímetro del parque.

Es necesario recalcar que el abanico de situaciones que se da entre estos afectados

es notable. Los núcleos de viviendas presentan una gran variabilidad en función del

nivel de consolidación urbana del área, del volumen de vecinos que residen, del estado

de conservación de las edificaciones, etc. Esto hace que, por un lado, haya una parte de

vecinos interesados en acogerse a la propuesta que ofrece el gobierno municipal, ya

que, de alguna manera, mejoran su situación actual. Este es el caso del núcleo de

Marsans-Rof y Font de la Rúbia, conformado por una cincuentena de viviendas. Muchas

de estas casas no reúnen unas condiciones óptimas para ser habitadas, por lo que la

mayoría de los vecinos ven con buenos ojos el realojo en los pisos dispuestos por el

Ajuntament, mientras que una minoría ofrece una resistencia de baja intensidad.

Por otro lado, entre los que no aceptan la propuesta de expropiación y realojo, la

heterogeneidad de las características de los núcleos de viviendas, sumada a la

diversidad de circunstancias personales, generan un mapa de opiniones y

motivaciones diferenciadas, en base a las cuales, estos vecinos fundamentan su

resistencia a abandonar sus casas. Según el análisis de las entrevistas en profundidad, a

grandes rasgos, se pueden señalar dos tipos de motivaciones entre estos vecinos:

• Motivación sentimental. Tiene un componente importante de arraigo a la zona de

residencia, en la que han vivido una parte importante de sus vidas. Además,

relacionado con el hecho de realojarse en un piso, aparece un sentimiento de

pérdida de un modo de vida, basado en las prestaciones que ofrece residir en

una casa de planta baja, situada en una zona privilegiada de Barcelona ―sobre

todo en el caso de los que gozan de buenas vistas―. Una parte relevante de los

vecinos que basan su resistencia en este tipo de motivaciones es gente mayor,

con poca predisposición a los cambios de domicilio, y menos después de haber

vivido durante décadas en un mismo lugar. Maurice Halbwachs (2004) [1950]

ya teorizó sobre este fenómeno. Según él, cuando ocurren acontecimientos

excepcionales, el grupo que se encuentra arraigado en un espacio concreto toma

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141

consciencia con más intensidad de este arraigo. Los lazos o los vínculos que le

mantienen unido al espacio se perciben con más claridad justo en el momento

que parecen romperse.

• Motivación económica. La cuestión económica resulta la más predominante entre

los afectados que no quieren marchar y va asociada a la idea de pérdida de

patrimonio. Los propietarios de las casas afectadas, las consideran como una

inversión. Por lo tanto, no ven justo recibir una compensación del Ajuntament,

que según ellos, está por debajo de los precios del mercado inmobiliario, y tener

que seguir pagando una hipoteca de un piso que ni tan sólo han elegido. En

este tipo de motivación se ven reflejados los planteamientos teóricos de Cox

(1982) y Harvey (2001), que coinciden en señalar la relevancia del valor de la

propiedad como activo en las movilizaciones vecinales34.

Ante esta situación, el Ajuntament opta por flexibilizar la negociación de las

expropiaciones del núcleo central del parque, estudiando prácticamente caso a caso las

posibilidades que hay, y proponiendo para cada una de ellas soluciones ad hoc. Esta

alternativa acabará afectando de nuevo la ordenación urbana del parque. Entre las

soluciones más comunes que baraja el consistorio en este sentido se encuentra, por un

lado, el acuerdo vitalicio y, por otro lado, la condición de “tanteig i retracte”.

El acuerdo vitalicio, sobre todo se ofrece a personas mayores. Consiste en que la

casa se mantiene mientras el propietario viva, a la vez que el Ajuntament va abonando

mensualmente cuotas en concepto de compra de la casa al individuo, hasta que fallece.

A pesar de la constancia de la aceptación de esta propuesta por parte de algunos

vecinos, dado el carácter privado e individual de este tipo de acuerdo, durante el

trabajo de campo realizado hasta ahora, no ha sido posible captar demasiada

información sobre esta cuestión.

Respecto a la condición de “tanteig i retracte”, su finalidad es ralentizar la

integración al parque de casos concretos de parcelas afectadas, ya sea por motivos de

ocupación o por el estado de la edificación. Según este procedimiento, en un primer

momento, se desafectan las construcciones existentes destinadas a vivienda y, una vez

34 Ver apartado 2.2.3.

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142

aprobado el proyecto de desarrollo del parque, se respeta la situación actual de los

residentes. En un segundo momento, cuando se produzca la transmisión de bienes

intervivos, el Ajuntament será el postor prioritario. Adquirirá la propiedad para

dominio público y seguidamente se adscribirá al sistema del parque. Esta condición,

tan sólo se ha concedido a dos de los núcleos de viviendas que tras la nueva

zonificación permanecen afectadas. Estos dos casos son los siguientes:

• Montserrat de Casanovas. Se trata de un núcleo muy pequeño de viviendas

situadas en un pasaje de gran valor histórico ubicado en el barrio de Font d’en

Fargas (mapa 5.7.).

Mapa 5.7. Localización del área de “tanteig i retracte” Montserrat de Casanovas en relación con las reivindicaciones vecinales.

Fuente: Elaboración propia a partir de los documentos Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005) y Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).

• Turull. Está conformado por un conjunto no muy numeroso de casas que están

en muy buenas condiciones.

Delimitación parque (PGM 1976) Área de “tanteig i retracte”

Núcleo central del parque (MPGM 2009) Derribo de viviendas

Mantenimiento de viviendas

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143

Mapa 5.8. Localización del área de “tanteig i retracte” Turull en relación con las reivindicaciones vecinales.

Fuente: Elaboración propia a partir de los documentos Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005) y Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).

Estas propuestas alternativas de acuerdo, consiguen rebajar sustancialmente la

problemática de las viviendas afectadas del núcleo central del parque, introduciendo

una cierta prórroga a la expropiación definitiva, diferenciada en función de las

circunstancias que acompaña a cada caso. No obstante, todavía quedan dos núcleos de

viviendas, localizados en el Turó de la Rovira, donde se reivindica el mantenimiento de

las viviendas y sobre las que el Ajuntament todavía no ha aportado una resolución

satisfactoria para los afectados. De manera, que la problemática ha pasado a

concentrarse en esta zona que se erige como la más conflictiva en la actualidad y cuya

evolución deberá seguirse de cerca en el desarrollo posterior de esta investigación. Los

núcleos son:

• Turó de la Rovira: el núcleo está formado por una veintena de viviendas que,

aunque la mayoría están en buenas condiciones de edificabilidad, presentan

Delimitación parque (PGM 1976) Mantenimiento de viviendas

Núcleo central del parque (MPGM 2009) Área de “tanteig i retracte”

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144

una muy mala accesibilidad. La nueva ordenación mantiene la afectación y su

consecuente expropiación, a pesar de que los vecinos ofrecen una fuerte

resistencia a abandonar su vivienda. La mala accesibilidad puede jugar en este

caso un papel contraproducente para las aspiraciones de los vecinos.

• Marià Lavèrnia: es el núcleo que presenta un mayor nivel de conflictividad con

la nueva propuesta de zonificación del parque. Constituye el grupo más

numeroso de viviendas, casi un centenar. Aunque presentan unas condiciones

de edificabilidad variables, la zona goza de un elevado nivel de consolidación

urbana, con una muy buena accesibilidad en vehículo privado, aparcamientos

e, incluso, dispone de servicio de transporte público. La gran mayoría de los

vecinos se resisten a ser expropiados, aunque el núcleo se mantiene afectado.

Mapa 5.9. Localización de núcleos afectados en relación a la reivindicación vecinal

Fuente: Elaboración propia a partir de los documentos Prosposta de l’equip tècnic assessor dels veïns (2005) y Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons (2009).

Delimitación parque (PGM 1976)

Núcleo central del parque (MPGM 2009)

Mantenimiento de viviendas

Page 145: Tesina_SPORCELdef1R

145

En definitiva, entre los vecinos que se acogen a la vía de expropiación-realojo

estándar, los que se les concede el acuerdo vitalicio y los que se les facilita la condición

de “tanteig i retracte”, la problemática del núcleo se encamina hacia la solución. El único

problema que persiste es el de los dos núcleos que continúan afectados en el Turó de la

Rovira. La mayoría de estos vecinos esperan todavía una solución por parte del

Ajuntament, que les sea satisfactoria. Mientras tanto, se niegan a perder sus casas.

Sin embargo, lo que resulta más importante es que la concesión de estas

soluciones alternativas, vuelven a poner de manifiesto que las tensiones entre los

actores involucrados en la reordenación urbana del área de los Tres Turons, se

traducen en ajustes y en transformaciones del proyecto previo, siguiendo una dinámica

de producción social del espacio urbano. Como se ha demostrado también en el caso

del proceso de definición de la desafectación perimetral, este análisis confirma también

que las representaciones espaciales, son sumamente sensibles a los fenómenos sociales

que las rodean y que se generan en torno a ellas.

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146

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147

Capítulo 6. PRIMERAS CONCLUSIONES, ATISBOS Y

TRAZOS DE LÍNEAS A DESARROLLAR PRÓXIMAMENTE

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148

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149

Capítulo 6. Primeras conclusiones, atisbos y trazos de líneas a desarrollar próximamente

sta primera aproximación al objeto de estudio, tan sólo permite extraer

tímidas conclusiones sobre los objetivos planteados. Sin embargo, la

información analizada aporta algunas coordenadas del camino que habrá

que seguir recorriendo y explorando en el desarrollo posterior de la investigación. Al

mismo tiempo, han emergido nuevos interrogantes, que deberán ser abordados

también próximamente para completar el estudio.

Este trabajo se ha centrado en el análisis del proceso de morfogénesis del espacio

urbano, haciéndolo desde una óptica sociológica. La investigación aborda el caso del

Pla del Parc dels Tres Turons de Barcelona que constituye un proyecto de transformación

urbana liderado por el Ajuntament de Barcelona, mediante el cual, se prevé construir

un parque urbano de grandes dimensiones en la zona central de la ciudad. La

particularidad de este proyecto es que cuenta con una larga trayectoria. Fue delimitado

urbanísticamente por primera vez por el Plan Comarcal de 1953, pero todavía no se ha

implementado. Uno de los principales problemas que tradicionalmente ha

obstaculizado su construcción definitiva, es el gran número de edificaciones que

ocupan la zona reservada para el parque, resultado de la intensidad de los procesos de

urbanización que ha vivido la zona durante las últimas décadas.

Ante el ambicioso intento del consistorio barcelonés de hacer realidad este parque

histórico, a partir de un proyecto que impulsa en el año 2000, el propósito de esta

investigación es analizar el tránsito de la ordenación urbana vigente, prevista en el Pla

General Metropolità de 1976, a la nueva propuesta de zonificación, incluida en la

Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons, aprobada inicialmente

en enero de 2009. El objetivo principal que se ha planteado es profundizar en el

conocimiento de cómo se transforma el espacio urbano, partiendo de la premisa de que

este fenómeno está integrado por un proceso social complejo, que conviene

desentrañar.

E

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150

Siguiendo las aportaciones teóricas de Henri Lefebvre (1978 [1968]), el espacio

urbano se ha conceptualizado como la simultaneidad entre el territorio y la realidad

social que se mantiene ligada a él. Justamente, esta condición híbrida es la que

determina su estado inestable, en transformación constante. Pero, además, Lefebvre

(1991 [1974]) señala que el espacio se manifiesta simultáneamente en tres estados: el

espacio percibido (físico), el espacio concebido (mental) y el espacio vivido (social). Esta

distinción entre las diferentes dimensiones espaciales ha ayudado ha definir con mayor

claridad el objeto de estudio de esta investigación, focalizado en profundizar en el

conocimiento de cómo se configura la reordenación urbana de un ámbito concreto de

la ciudad. La abstracción espacial que implica la planificación urbana, en la medida

que se trata de un espacio inexistente proyectado en el espacio real (espacio percibido), es

a lo que el autor francés denomina espacio concebido y, ésta, es la porción del espacio de

la que se ha ocupado esta investigación. En concreto, se ha observado su producción, la

producción del espacio concebido, o lo que es lo mismo, las representaciones del espacio, en

términos lefebvrianos, entendiéndolas como él, como un proceso social. Pero, la

imposibilidad de acotar un proceso como éste, ininterrumpido, sin principio ni fin, en

el que el espacio muestra su naturaleza cambiante, ha llevado a limitar el estudio a un

fragmento de este devenir infinito.

La producción social del espacio urbano es un proceso que integra, por un lado,

los efectos estructurales de factores económicos, políticos y sociales, y, por otro lado, la

pugna de diferentes actores por el control del espacio, guiados por la defensa de sus

intereses (Pickvance, 1994). Esta idea es la que se ha plasmado en el modelo de análisis

que se ha utilizado, diferenciando entre dos niveles, uno estructural y otro centrado en

el proceso dialéctico de los actores involucrados en la configuración del espacio

estudiado. Esta división responde a motivos pragmáticos, para facilitar el abordaje y la

presentación del análisis, sin embargo, no se debe perder de vista, que los efectos de

todos estos elementos confluyen paralelamente en la producción del espacio. Con ello,

se ha tratado de dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿Qué elementos

estructurales influyen en el Pla del Parc dels Tres Turons y cómo lo hacen? ¿Cuáles son

los actores implicados en el proceso de transformación urbanística de los Tres Turons?

¿Cuál es su posicionamiento sobre esta cuestión? ¿Cuáles han sido sus pautas de

comportamiento durante el proceso? ¿Cuáles son los ejes conflictivos sobre los que se

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151

vehicula la tensión socioespacial en torno al Pla del Parc dels Tres Turons? ¿Cómo los

resuelve la última propuesta del proyecto, es decir, la Modificació del PGM en l’àmbit dels

Tres Turons? ¿Se plasma de alguna manera esta tensión en la transformación que ha

vivido el proyecto? ¿Cómo?

Los resultados ponen de manifiesto en primer lugar cómo los factores

económicos que rodean al proyecto, los antecedentes socio-morfológicos del ámbito en

el que se prevé implementar el parque y el contexto de las políticas urbanas de la

ciudad, determinan, en gran parte, tanto el tipo de gestión que se realiza del Pla del

Parc dels Tres Turons, como los términos de la primera propuesta que presenta el

Ajuntament de Barcelona. En segundo lugar, se establece el mapa de los actores que

participan en el proceso estudiado, llegando a caracterizar la actitud y las posiciones de

poder que han mantenido durante la negociación de la propuesta de reordenación

urbana en el ámbito de los Tres Turons, marcadas por un claro desequilibrio a favor

del gobierno municipal. Por último, el análisis revela la sensibilidad que demuestra la

configuración de la ordenación urbana con respecto a las tensiones sociales que han

tenido lugar durante el proceso.

6.1. La fuerza de los elementos estructurales en la configuración del marco del Pla del Parc dels Tres Turons

Como se ha visto en el apartado 5.1., el conjunto de elementos estructurales inciden de

manera decisiva en el modelo de gestión y en el propio contenido de la propuesta

inicial del Pla del Parc dels Tres Turons que formula el Ajuntament.

En cuanto al modelo de gestión, queda principalmente influido por los factores

económicos y políticos que afectan al plan. Por un lado, la poca rentabilidad de la

operación urbanística fuerza al consistorio a liderar la operación a través de un modelo

de gestión totalmente público. Esto confirma algunos planteamientos sobre el carácter

mercantilista del espacio urbano expuestos por Lefebvre (1991 [1974]) y Harvey (1985).

Harvey en particular, habla de cómo los flujos de inversiones procedentes del capital

privado varían en función de la rentabilidad de la zona de la ciudad. Por otro lado, el

predominio de la tradición estratégica de las políticas urbanas del Ajuntament de

Barcelona (Borja, 2010), imprimen un carácter flexible a la gestión. De manera, que el

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152

modelo de gestión resultante es público y flexible, lo cual ayuda a explicar algunos

aspectos de su desarrollo, como el compromiso que ha mostrado el Ajuntament en

adaptar la ordenación urbana de este ámbito a la realidad preexistente.

En relación al contenido de la primera propuesta del Pla del Parc dels Tres Turons,

se pueden señalar tres aspectos que se derivan de los elementos estructurales. En

primer lugar, su carácter ambiental. La idea de concebir el parque como un “pulmón

verde” de la ciudad viene marcada por una de las líneas estratégicas de actuación

urbana que se propone el Ajuntament justo al comenzar el nuevo milenio, el Verd

Estratègic. En segundo lugar, la idea de proyectar algo más que un parque urbano,

intentando convertir la zona perimetral en un activo de desarrollo de la zona y de

hacer del parque una de las señas de identidad del futuro de la ciudad, son aspectos

que permanecen asociados a un modelo de planificación estratégica. Por lo tanto, tiene

que ver también con factores políticos. Por último, en tercer lugar, la propuesta de

estudiar una posible zonificación dual del parque aparece relacionada con los

antecedentes socio-morfológicos y los factores económicos. Entre los antecedentes

socio-morfológicos, destacan aspectos como: la transformación urbanística de este

ámbito durante las últimas décadas, el número elevado de propiedades afectadas y la

gran oposición vecinal al proyecto. Como factor econónomico, en cambio, se puede

señalar el ahorro que supone desafectar el área perimetral.

En síntesis, el contexto espacial, social, económico y político establece las bases

del proyecto urbanístico y de su gestión. A partir de aquí, el proyecto prosigue su

proceso de interactuación con la realidad sociourbana, mediante el que va adquiriendo

forma. Pero, como se verá acontinuación, todas estas caracteríscas, tanto del modelo de

gestión, como del contenido de la primera propuesta, continúan jugando un papel

fundamental aún durante el resto del proceso de producción social del espacio urbano.

6.2. El desequilibrio de poder entre el Ajuntament de Barcelona y las entidades vecinales: causas y consecuencias

La revisión del mapa de actores ha dado algunas pistas sobre la peculiaridad de las

motivaciones del movimiento vecinal involucrado en la transformación urbana de los

Tres Turons y sobre su manera de funcionar. Se trata de una movilización social que

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153

sufre un proceso de atomización, donde progresivamente se han ido imponiendo los

intereses individuales sobre los colectivos. En este fenómeno, aparece asociado al

principal leitmotiv que ha empujado a los vecinos a organizarse: la defensa de la

propiedad privada. Cox (1982), señala la importancia del valor de la propiedad privada

en la movilización vecinal, un aspecto que habitualmente pasa bastante desapercibido

en los estudios sobre movimientos sociales urbanos y que, precisamente, no era

demasiado esperable en el contexto de esta investigación. Por otro lado, Harvey (2001)

denomina este tipo de movilizaciones como “particularismo militante”, aludiendo

sobre todo a las asociaciones de propietarios. No obstante, los resultados demuestran

que en el caso estudiado, este fenómeno también tiene presencia en las asociaciones de

vecinos, especialmente en las que se han ido creando específicamente como

consecuencia del plan del parque.

Harvey (2001) también apunta que, en este tipo de movilizaciones, la falta de un

objetivo común incrementa las posibilidades de que las organizaciones se vean vacías

de contenido, lo cual hace aumentar su fragilidad y su capacidad de respuesta. Esta

pauta se ha reproducido en este proceso, en el que el movimiento vecinal ha mostrado

en líneas generales, una actitud tendenciosamente pasiva y poco constructiva. No ha

sido un movimiento proactivo, interesado en “construir la ciudad”, sino que se ha

limitado a reclamar sistemáticamente la desafectación de las casas afectadas. Pero, hay

excepciones. De hecho, uno de los aspectos que surge incipiente en el análisis, es la

diversidad interna que conforma este movimiento vecinal. Sobre este aspecto habría

que indagar más, para conocer mejor la verdadera composición de este colectivo tan

heterogéneo, sus relaciones internas y también averiguar las razones por las que hay

vecinos que no se movilizan.

Por otro lado, el análisis pone de manifiesto que el gobierno municipal ha

mantenido una actitud que se podría calificar de “paternalista” y “condescendiente”

durante el proceso. A pesar de la pasividad y la fragilidad generalizada del

movimiento vecinal, las concesiones a las reivindicaciones de las entidades vecinales

han sido notorias. Sin ir más lejos, el trazado “quirúrgico” de la desafectación del

perímetro propuesta por el Ajuntament, junto con una gestión “a medida” de las

expropiaciones en algunos puntos afectados del núcleo central, son una muestra de

ello. En este sentido, resulta muy interesante el hecho de que, sin haber existido una

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movilización vecinal muy activa, las decisiones del Ajuntament han satisfecho

finalmente gran parte de las aspiraciones de las entidades vecinales. Se podría decir

que el consistorio ha utilizado la fragilidad del movimiento vecinal para solucionar los

problemas “a su manera”, haciendo confluir también sus intereses con las demandas

de los vecinos afectados que han adquirido un carácter meramente “consultivo”

durante el proceso. Lo más significativo en este sentido es que la gran mayoría de las

entidades vecinales no quedaron satisfechas con el proceso de negociación colectiva

que tuvo lugar entre los años 2003 y 2005 y, sin embargo, sí que se muestran

mayoritariamente satisfechas con la última propuesta del Ajuntament. En definitiva,

con esta propuesta, lo que más se ha perdido ha sido espacio calificado como parque

en la zona, ya que, por su lado, el gobierno municipal se ha ahorrado una cantidad

económica importante y, por el lado de los vecinos, más de la mitad de los afectados

han conservado su casa.

Este tipo de gestión ha sido posible, dado el carácter totalmente público de la

operación, lo cual le otorga más autonomía al Ajuntament para decidir, sin presiones

de agentes económicos. Además, en la medida en que el Parc dels Tres Turons

tampoco es un proyecto rentable para la ciudad en términos económicos, el

Ajuntament ha podido disponer de una gran capacidad para alargar los tiempos y para

ser más flexible a la hora de adaptar el proyecto a la realidad.

Una posible hipótesis que se podría derivar de este análisis, y que se debería

contrastar con otros estudios similares, es la siguiente: el grado de flexibilidad del

contenido de los proyectos de transformación urbanística o, mejor dicho, el margen y el

tipo de modificación que se concede a un proyecto urbanístico por parte de las

autoridades planificadoras (administraciones públicas competentes), no dependen

tanto de la intensidad de la movilización vecinal que se genere en torno al proyecto

(que también), sino que dependen principalmente de la rentabilidad económica de la

operación y/o del grado de independencia que mantengan las administraciones

públicas con respecto a los agentes económicos implicados.

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155

6.3. La producción social de la nueva ordenación urbana del ámbito de los Tres Turons

Por último, el análisis ha demostrado la sensibilidad de la producción del espacio con

respecto a los fenómenos sociales que se integran en ese mismo proceso. Tanto en el

caso de la delimitación de la zona de transición perimetral, como en las diferentes

alternativas que se han dispuesto para gestionar las expropiaciones del núcleo central

del parque, se ha detectado una cierta sinergia entre las tensiones sobre las que se ha

desarrollado el proceso y los ajustes que se han producido en la propuesta final del

Ajuntament.

Esto demuestra la falta de control que mantiene la planificación urbana sobre la

producción del espacio. Esta tesis avalada por Pickvance (1994), quien piensa que el

desarrollo de un plan urbanístico es un proceso marcado por una cierta incertidumbre

con respecto al resultado final. La producción del espacio urbano es un proceso social,

en el que la planificación urbana no es ni mucho menos determinante, sino que

constituye un elemento más.

En este caso, el resultado de la propuesta final de reordenación urbana del

ámbito de los Tres Turons, ha conseguido satisfacer a una amplia mayoría de las

entidades vecinales y también se ha ajustado a los intereses del Ajuntament. El único

punto importante que queda sin resolver, y que se presenta como un gran escollo para

la implementación del parque, es qué pasará con los núcleos Marià Lavèrnia y Turó de la

Rovira. El seguimiento de la evolución de este conflicto es uno de los puntos

interesantes para explorar próximamente en el desarrollo de la investigación.

Finalmente, en la línea de lo que plantea Martínez (1999), otra de las grandes

incógnitas que surge del análisis de este caso, es si la planificación estratégica, en la

medida en que el proyecto deja de ser un fin para convertirse en un medio, puede

entenderse realmente como una planificación a largo plazo, o si, en cambio, se trata de

un pacto social que busca resolver un problema a corto plazo para salir del paso. Es

decir, ¿la mutación del proyecto del Parc dels Tres Turons sigue respondiendo a los

objetivos planteados en su inicio o se ha ocupado tan sólo de solucionar un problema

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156

enquistado de la ordenación urbana de Barcelona? Ésta será otra de las preguntas a las

que habrá que dar respuesta cuando se complete este trabajo.

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171

Anexo

Tabla A.1. Cronología de los acontecimientos en torno al Parc dels Tres Turons.

Fecha Suceso

1953 Se aprueba el Plan Comarcal que delimita el área de los Tres Turons como parque urbano.

1967

Se aprueba el Plan Parcial de Ordenación de los cerros del Monte Carmelo, del Turó de la Robira, de la Montaña Pelada y zonas adyacentes. El plan recibe numerosas alegaciones por parte de los afectados y se introduce una nueva ordenación de la zona destinada al parque. El Ajuntament de Barcelona tramita diferentes adquisiciones de parcelas privadas para convertirlas en parque e introduce un mecanismo de recalificación del suelo como compensación, que reduce todavía más la superficie destinada a parque. El parque no se llega a implementar.

1976 Se aprueba el Pla General Metropolità y confirma la calificación de zona verde en el área de los Tres Turons como los planes anteriores. Establece algunas modificaciones con respecto a las delimitaciones anteriores.

1991 Se realiza el primer proyecto del Parc dels Tres Turons por parte del Ajuntament de Barcelona.

2000 El Ajuntament de Barcelona determina los 4 ejes estratégicos de transformación urbana, entre los que se encuentra el eje de Verd Estratègic, en el que se enmarca el proyecto del Parc dels Tres Turons.

Abril, 2000

El Ajuntament de Barcelona en colaboración con el Museu d’Història de la Ciutat de Barcelona (MUHBA) realizan un estudio titulado Els Tres Turons: aproximació històrica al procés d’ocupació i urbanització. Con él se intentan documentar los antecedentes, los valores arqueológicos y de interés histórico del lugar y el proceso de urbanización del ámbito de los Tres Turons y de su entorno.

Diciembre, 2000

La Comissió d’Urbanisme del Ajuntament de Barcelona inicia un estudio urbanístico sobre los Tres Turons que recoge la situación urbanística actual del ámbito. Se cuantifican las viviendas afectadas por el Pla General Metropolità y se señalan los siguientes objetivos: buscar la identidad del parque, mejorar la relación del parque con la ciudad consolidada a través de operaciones en el perímetro y definir los criterios de prioridad en el orden de adquisición del suelo.

Septiembre, 2001

El Ajuntament de Barcelona encarga al Estudi Ramon Folch una primera propuesta de ordenación urbana para el proyecto del parque. El documento se titula: Anàlisi i diagnòsi socioambiental dels turons del Coll, el Carmel i la Rovira i proposta d’ordenació del Parc dels Tres Turons, la balconada de Barcelona. En él, se reconoce el valor ambiental del parque y se explotan las posibilidades que ofrece el lugar como gran mirador de Barcelona. También aparece una primera idea de crear una zona de transición a lo largo del perímetro del parque.

Abril, 2003

El Ajuntament de Barcelona elabora el documento Línies d’intervenció en els Tres Turons, en el que sintetiza todos los trabajos realizados hasta la fecha y se difunde entre las entidades vecinales.

2003-2005

Se crea una comisión técnica estructurada en 6 grupos de trabajo integrados por miembros del Ajuntament de Barcelona (Comissió d’Urbanisme y distritos de Horta-Guinardó y Gràcia) y las entidades vecinales de los barrios afectados interesadas en el proyecto. Los grupos de trabajo se corresponden con ámbitos geográficos del plan y se desarrolla una dinámica negociadora de propuestas y contrapropuestas.

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172

Enero, 2005

Se produce el hundimiento del Passatge Calafell en el barrio del Carmel como consecuencia de las obras de un túnel de la Línea 5 del metro. Se produce un socavón de 30 metros de diámetro y 30 metros de profundidad que hace desalojar a más de 200 familias de sus casas.

Abril, 2005

Los vecinos presentan una contrapropuesta general ― Informe de l’equip tècnic assessor dels veïns ―, que responde a los planteamientos presentados por el Ajuntament en el documento Línees d'intervenció en els Tres Turons, donde se proponen modificaciones.

Septiembre, 2005

Finalizan los trabajos de la comisión técnica y se paralizan las negociaciones entre el Ajuntament y las entidades vecinales. El Ajuntament inicia oficialmente el procedimiento para elaborar la Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons.

Septiembre, 2005

Diversas entidades vecinales se movilizan conjuntamente. La Comissió d’Afectats 3 Turons, la Associació de Veïns del Carmel, la Associació de Veïns de Can Baró, la Associació de Veïns Coll-Vallcarca y la Associació de Veïns Passatge Turull redactan un manifiesto en el que se muestran disconformes con la marcha de la comisión técnica en la que no se han considerado sus propuestas.

Septiembre-Octubre, 2005 El Ajuntament de Barcelona realiza una exposición itinerante con las ideas principales del proyecto, donde se incorporan tanto las propuestas del consistorio como las de las entidades vecinales.

Octubre, 2005

Se crea la Agència de promoció del Carmel i entorns. Una empresa publica que nace con el objetivo de desarrollar y ejecutar los proyectos de rehabilitación urbana relacionados con el hundimiento de las obras del metro. A partir de aquí también se ocupará de otros planes urbanísticos de la zona, entre ellos el del Parc dels Tres Turons.

2008 Se crea la Associació de Veïns del Turó de la Rovira como escisión de la Associació de Veïns de Can Baró.

Enero, 2009

La Comissió d’Urbanisme del Ajuntament de Barcelona consigue la aprobación inicial de la Modificació al Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons. La nueva reordenación del parque prevé establecer una zona de transición en el perímetro, en la que desafecta las casas y donde se construirán las viviendas para realojar a los vecinos afectados.

2009 Se abre el período de alegaciones sobre la aprobación inicial de la Modificació al Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons.

Abril, 2010 El pleno del Ajuntament de Barcelona consigue la aprobación provisional de la Modificació al Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons, sin modificaciones relevantes.

Mayo, 2010 Se inician los trabajos entre el Ajuntament de Barcelona y el Museu d’Història de la Ciutat de Barcelona (MUHBA) para la recuperación de las baterías antiaéreas de la Guerra Civil situadas en el Turó de la Rovira.

Período analizado.

Fuente: Elaboración propia.

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173

Mapa A.2. Delimitación de parque urbano prevista en el Plan Comarcal de 1953.

Fuente: Elaboración propia a partir del Plan Comarcal de 1953 y ortofoto 1:10.000 (1956-1957).

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174

Mapa A.3. Delimitación de parque urbano prevista en la MPGM (aprobación inicial, enero 2009).

Fuente: Elaboración propia a partir de Modificació del Pla General Metropolità en l’àmbit dels Tres Turons y ortofotoimagen 1:5.000 (2008).