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TU MENTIRA MÁS DULCE
Encuéntralo en la biblioteca con la clave: 823.92 GOO 2013 Autor: Maria Goodin Imp / Ed.: Barcelona: Roca, 2013. Temas: Literatura inglesa La vida no es ficción ni realidad, sino todo lo que hay en medio...Meg creció en un mundo donde la comida y la fantasía se mezclaban, donde su madre la dejó reposar en la despensa, como si fuera un pan, porque era un bebé muy menudo y tenía que crecer; y utilizaba sus dientes de leche como abrelatas, de lo afilados que eran. Esto es, hasta que Meg cumplió los cinco años y sus compañeros del cole se empezaron a burlar de ella por todas las mentiras que su madre le contaba y que ella se creía... Ahora, con veintitantos, Meg es una científica, que le ha dado la espalda a la ficción y la fantasía y que deja que la lógica pura dirija su vida, sin concesiones. Sin embargo, cuando la madre de Meg enferma y ella intenta aplicar su forma de hacer las cosas, la madre sigue con sus cuentos, su obsesión por la cocina y rechazando enfrentarse a su enfermedad. Poco a poco, Meg consigue ir descubriendo la realidad sobre su infancia y se tendrá que enfrentar a una decisión: o bien asumir la dura realidad o rodearse de un mundo maravilloso de mentiras.
QUERIDO EVAN HANSEN
Encuéntralo en la biblioteca con la clave: 813.6 EMM 2019 Autor: Val Emmich Imp / Ed.: México: Planeta, 2019. Temas: Identidad en la adolescencia Evan Hansen creía varias cosas:
- Que jamás superaría sus ataques de ansiedad. - Que a nadie le importarían sus problemas. - Que nunca lograría conectar con alguien. - Que siempre se sentiría vacío, excluido y decepcionado. - Que a la gente solo le importa aparentar en las redes sociales. - Se equivocaba en todas.
Todo empezó con una carta que salió del corazón y cayó en manos erróneas... para acabar en una auténtica revolución por un mundo más amable. Ahora Evan tiene la oportunidad más importante de su vida: no solo de ser reconocido, sino de decir lo que importa, crear vínculos, dejar huella... e incluso entender ese curioso fenómeno llamado amor.
¿CUÁNDO? : LA CIENCIA DE ENCONTRAR EL MOMENTO PRECISO
Encuéntralo en Biblioteca con la clave: 153.83 PIN 2019 Autor: Daniel H. Pink Imp / Ed.: México: Paidós, 2019. Temas: Toma de decisiones Nuestras vidas son un flujo interminable de acciones que implican «cuándo»: cuándo emprender un negocio, programar una clase, comprometerse, cambiar de trabajo... Sin embargo, tomamos esas decisiones basándonos en la intuición y en las conjeturas. Creemos que elegir el momento adecuado es un arte, pero en realidad, tal y como demuestra Daniel H. Pink en este libro, se trata de toda una ciencia. A partir de una investigación multidisciplinar, en estas páginas obtendremos las respuestas a preguntas tan mundanas –o tan significativas– como: ¿cuándo hemos de tomar la primera taza de café?, ¿cuándo deberíamos hacer una pausa en el trabajo?, ¿cuándo hay que empezar una dieta? o ¿cuándo deberíamos pedir un aumento al jefe? Nuestras habilidades cognitivas no permanecen estáticas a lo largo del día y estas fluctuaciones son más extremas de lo que creemos. Elegir un momento u otro condicionará sobremanera el resultado que obtengamos. Si quieres dominar la ciencia del tiempo y sacarle el máximo partido a las decisiones que tomas, éste es tu libro. Además, al final de cada capítulo incluye una colección de herramientas, ejercicios y trucos para ayudarte a poner las ideas en práctica.
EL PRINCIPITO Disponible en PDF
Autor: Antoine de Saint-Exupery El Principito es una de las obras literarias más famosas de todos los tiempos. Narra la historia de un niño príncipe que vive en un asteroide y que cae a la tierra, donde conoce a un piloto varado en el desierto. Ambos entablan una conversación en clave poética donde hablan de filosofía, de crítica social, del amor, del honor y de mucho de lo que nos hace humanos. Sus valores inmortales, su bella historia y su atractivo sin fronteras la han convertido en una favorita de niños y adultos en todos los rincones del planeta.
Cómo distinguir la buena vida de la vida buena Aquilino Polaino-Lorente
Resulta que la felicidad es cuestión de crecer en estatura personal, de ser dueño
de uno mismo y de sus actos; el autocontrol y la libertad interna ejercen una
capacidad humanizadora. Además, la felicidad es expansiva, cuanto más se
comparte, más se dilata.
La buena vida como la vida buena remite, aunque de forma diversa, a la felicidad
que es su referente. Pero el modo en que una y otra forma de vida remiten a la
felicidad es muy distinto. De aquí la conveniencia de distinguirlas, de modo que se
acierte en la elección por la que opte.
Se entiende aquí por «buena vida» una cierta satisfacción placentera proporcionada
por el bienestar; la posesión de bienes materiales y la seguridad que éstos
proporcionan; la ausencia de dolor, preocupaciones y sufrimientos; la abolición de
cualquier riesgo en el horizonte vital; y, en general, el hecho de que los sentidos,
apetitos y tendencias se encuentren saciados.
Las personas que anhelan la buena vida se refieren a ella con términos muy
variados y un tanto vagos, como «pasarlo bien», «estar entretenidos», «no tener
ninguna necesidad insatisfecha». Es decir, la persona que opta por la buena vida
se conforma con lo transitoriamente placentero y las sensaciones y sentimientos
que de ello puedan derivarse.
Sin embargo, la «buena vida» tiene una duración muy limitada, sea porque tras la
satisfacción de un deseo, surge de inmediato otro nuevo que busca ser saciado
(inquietud), o porque la satisfacción del deseo genera una cierta hartura (saciación).
De hecho, tenemos experiencia personal de que los deseos que surgen en el ser
humano son ilimitados, mientras que los deseos satisfechos se pueden contar con
los dedos de la mano y tal vez nos sobre alguno. En cualquier caso, optar por lo
placentero de la buena vida es conformarse con las meras experiencias placenteras
a nivel sensorial (hedonismo), algo que resulta insuficiente para la persona por
cuanto su apertura al conocimiento y al querer permanece desatendida y, por tanto,
frustrada.
Entender y entenderse a sí mismo La persona no se limita a sus sensaciones y sentimientos, quiere entender (y
entenderse a sí misma), quiere querer y ser querida (y que ese amor no pueda
extinguirse o llegue a desaparecer). Esto forma parte de la constitución originaria
de su ser. Acaso por esto, para que la persona sea plenamente dichosa no es
suficiente con darse una buena vida. Surge entonces la posibilidad de buscar la
«vida buena», aquella en la que se puede dar alcance a esas irrenunciables
aspiraciones.
La «vida buena» es la que no aspira al placer sino a la felicidad, la que no aspira al
bienestar de apenas unos instantes sino a la felicidad que no tiene fin (eternidad),
la que no aspira a lo que es contingente y lleva aparejado el temor a perderlo sino
lo que no puede desaparecer (plenitud). La «vida buena» no está en el tener sino
en el ser, se identifica así con la felicidad, el fin al que tienden las personas, y acaso
por eso todas lo buscan.
En realidad, la «vida buena» es como el cañamazo sobre el que se teje la propia
vida. La persona que opta por ella está siempre como anhelante y en camino (homo
viator), porque sabe que la felicidad que persigue no es algo que se posea de una
vez por todas y para siempre, mientras deambulamos en el camino de la vida.
La vida buena es consecuencia de buscar la felicidad. El hecho de que la conquista
de la felicidad suponga un cierto esfuerzo, en nada obsta para que la felicidad
buscada se refleje ya en la travesía de la vida. La felicidad es la principal motivación
humana. La felicidad es lo que en verdad pone en marcha (motiva) el
comportamiento humano hacia esa búsqueda. Una búsqueda más allá de todas las
expectativas de la buena vida y por eso la vida buena abre el ser humano a la
esperanza, a lo que la persona espera llegar a ser.
La felicidad es siempre un asunto que se sitúa en el «después», en el «todavía-no»
de la vida presente. Cuando se confunde la felicidad con el placer (la vida buena
con la buena vida), se rebaja el horizonte de la plenitud anhelada, y la persona finge
una abaratada satisfacción vinculada a factores extrínsecos que quizás tenga pero
que no son –ni pueden ser– constitutivos de la plenitud de su ser felicitario.
Sin esperanza no es posible el acceso a la felicidad. Pero la esperanza se afirma
en la fe, en el tozudo asentimiento a la realidad personal y transpersonal en que se
espera. La fe en un Dios personal es el asidero en el que se asienta la vida buena,
porque sin ese amor correspondido no sería posible ni tendría sentido hacer tan
largo camino.
Pero ese amor no sólo es singular sino además incondicionado, permanente,
consistente, estable y fiel. Dios no se deja ganar en generosidad; ¡Dios es el mejor
pagador! La persona es feliz porque con la vida buena que ha hecho de su vivir se
«ha ganado» –en cierto modo «ha robado»– el amor inconmensurable, infinito,
eterno, absoluto e irrepetible de Dios. Pero al mismo tiempo, se amará a sí misma
como jamás se ha amado, sin errores que hacen sufrir y sin oscuridades tenebrosas
y dubitativas, por la simple razón de que se amará en Dios, siguiendo la hechura de
cómo Dios le ama. El amor en que consiste la felicidad humana no es pasivo sino
activo (de la persona al Creador), y además pleno, es decir, la persona querrá a
Dios como Dios desea ser querido por ella.
No puede entenderse la felicidad sin amor personal. Pero el amor en que consiste
la felicidad humana, el amor que se alcanza mediante una vida buena es expansivo,
comunicable y compartible con el resto de las personas. La plenitud de la felicidad
reside también, aunque a otro nivel, en querer a cada persona en Dios y a Dios en
cada persona. Se trata de querer a cada persona (por analogía y participación) tal
y como Dios la quiere, según el modo en que Dios la quiere.
Ser capaz de ser feliz Para entender mejor las diferencias existentes entre la buena vida y la vida buena
es preciso considerar otros términos a los que aquellas hacen referencia: el bien, la
virtud y el valor. El lenguaje es algo vivo y su uso parcialmente condicionado por las
modas. El hecho de que hoy se hable tanto de motivación y valores, y se omita el
concepto de bien y virtudes es, desde esta perspectiva, muy significativo. También
se habla mucho del interés general mientras se silencia o se omite el concepto de
bien común.
El bien ha sido sustituido por los valores mientras, al compás de esas
transformaciones, se extraviaba el concepto de virtud. Más tarde, por vía del
psicologismo, el valor devino en motivación, un concepto este último a mitad de
camino entre el behaviorismo y las neurociencias, entre la conducta y la activación
cerebral que pone en marcha a aquella.
Comencemos por el concepto de bien. Así como lo propio del entendimiento es la
verdad, lo propio de la voluntad es el bien. Lo que quiere la persona es el bien, es
decir, la felicidad. Si no existiera el bien no sería posible la ética. El bien es la
condición de posibilidad de la ética. De una u otra forma, la felicidad remite siempre
al bien. Por eso, habría que educar no tanto en los valores como en el bien.
Pero el bien hay que conocerlo. La ignorancia del bien impide y frustra su búsqueda.
Quien no sabe lo que es bueno, no podrá saber qué hombre es o no bueno y, en
consecuencia, no podrá confiar en él, ni imitar su conducta ni elegir los actos que
conducen al bien. Es decir, no sabrá conducirse a sí mismo por no distinguir entre
lo que es bueno o malo.
«Con todo, escribe Polo, el bien puede ser espléndido, sumamente atrayente, pero
si se trata de un sistema libre –como es el hombre– siempre queda la posibilidad de
que el sistema libre diga: ‘lo quiero, pero no completamente’; el bien es amable,
pero una cosa es que sea amable, y otra que sea necesariamente amado; por tanto,
el mismo sistema libre ha de tener la garantía de que su adhesión a él sea lo
suficientemente firme: porque si no, no puede ser feliz, no por culpa del bien sino
por arte suya, es decir, que no basta con que exista lo que al hombre le pueda hacer
feliz, hace falta también que el hombre sea capaz de ser feliz y son dos
consideraciones coherentes: una no basta, no es suficiente. Es preciso que el
sistema libre sea capaz de alcanzar sin oscilaciones su estado de equilibrio
supremo».
En este mismo sentido, Macyntyre afirma que «estar educado de forma adecuada
desde el punto de vista práctico, es haber aprendido a disfrutar haciendo y juzgando
correctamente respecto de los bienes y habiendo aprendido a sufrir por defecto y
error al respecto».
Conocer y ejercitar el bien La educación, como tarea formadora y perfectiva de la persona, se dirige a dos
facultades: la inteligencia y la voluntad. La primera se atiende con la transmisión de
conocimientos y de cultura; la segunda, con la formación moral, con la areté
aristotélica (la virtud moral). Ambas son complementarias e indispensables y deben
estar armónicamente entrelazadas.
La virtud no consiste, según Aristóteles, en el mero conocimiento del bien, sino en
su ejercitación, en el ejercicio del bien. De hecho, la evidencia nos enseña que el
hombre puede conocer muy bien la virtud y obrar en contra de ella. La virtud es una
disposición estable hacia el bien, un hábito que perfecciona al hombre para obrar el
bien.
La educación en las virtudes se encamina a hacer al hombre bueno. El hombre
bueno (spoudaios) es el que hace bien la misma realización de su entera naturaleza.
Pero entiéndase que no es que, primero, el hombre sea bueno y por eso se haga
virtuoso, sino que realizando actos virtuosos es como el hombre llega a ser bueno.
La virtud hace bueno a su poseedor y buena a su obra.
O, más sencillamente, el bien se hace, y al hacerlo, el hombre se hace bueno. Por
consiguiente, «las virtudes –afirma Aristóteles– no se producen ni por naturaleza, ni
contra la naturaleza, sino por tener el hombre aptitud natural para recibirlas y
perfeccionarlas mediante la costumbre».
Por eso Aristóteles afirma algo que es muy relevante para la educación: «lo que hay
que hacer después de haber aprendido, lo aprendemos haciéndolo». Y aquí
interviene la voluntad, que queriendo obrar sobre la propia naturaleza (que nos hizo
aptos para adquirir una virtud determinada), precisa del hábito para desarrollar esta
aptitud.
Esto demuestra que el protagonista de la educación –el que ha de adquirir y
encarnar las virtudes a través de sus acciones– no es principalmente el educador
sino el educando, con lo que la educación deviene, aunque no exclusivamente, en
auto-educación.
Un hombre es virtuoso cuando sabe a qué atenerse, cuando sabe lo que hace,
cuando, como consecuencia de la disposición macizada y permanente que en sí
mismo ha dado origen (hábito), elige cada acto bueno como tal acto. Todo esto
reobra sobre él y hace que consolide tal hábito, que, a causa de ello, deviene en
algo más robusto, firme e inmutable. De aquí que, como sostiene Aristóteles, el
oficio propio del hombre consista en ser virtuoso.
Sentido, destino y felicidad se identifican Desde esta perspectiva, la virtud remite a los hábitos, es decir, a aquellas
disposiciones por las cuales el hombre llega a realizar en grado perfectivo su propia
naturaleza. Y esto es, precisamente, lo que le hace ser bueno. Los hábitos buenos
–y no un acto bueno aislado– son los que hacen que el hombre crezca en toda su
estatura. El hombre precisa, pues, de esa estabilidad, fijeza y facilidad (hábito) para
actuar constantemente bien –propiedad que la naturaleza no cultivada, en modo
alguno tiene–, de manera que pueda darse el irrestricto crecimiento personal. En
realidad, un hábito (habitudo) es una posesión (habere) –la más personal, sin duda
alguna– por la que se acrece o disminuye el grado de auto-posesión personal y, a
su través, la propia libertad.
De hecho, cuando la voluntad adquiere estos hábitos morales, entonces –y sólo
entonces– es cuando deviene libre. Alberto Magno definió el hábito como «aquello
por lo que alguien actúa como quiere». Puede afirmarse que, a través de los hábitos,
es como el hombre gana en libertad, puesto que le facilita el hacer actos libres y
buenos.
Pero un acto libre y bueno es aquel que intrínseca y formalmente es libre, es decir,
que procediendo de un principio intrínseco conoce como bueno el fin que se
propone alcanzar, lo que reobra en el crecimiento de la propia naturaleza. De aquí
que una persona sea tanto más libre cuanta mayor sea la facilidad que tiene para
obrar de esta forma. Los hábitos buenos no son solo buenos por perfeccionar a
quienes los hacen, sino también por hacer crecer su libertad personal, por hacerles
más libres.7
Cuando se contempla a los hábitos desde el escenario social, su consolidación,
deviene en costumbre. La relevancia que las costumbres tienen para el rearme ético
de la sociedad y la regeneración del tejido interpersonal (a través de la imitación de
ciertos modelos de comportamiento y de la interacción personal) resulta obvia. De
aquí que la formación y desarrollo de los hábitos buenos –esa «segunda
naturaleza» que es preciso implantar– constituya la causa eficiente de la educación,
por ser la que dota al educando de la consistencia energizante y facilitadora para
hacerse a sí mismo persona, la mejor persona posible, según su naturaleza.
No se puede ser feliz obrando mal. Frente a lo que algunos piensan, el deseo de
vivir y el deseo de obrar el bien no se oponen, sino que se refuerzan. De lo contrario,
la felicidad y la virtud serían imposibles, por cuanto se daría entre ellas un conflicto
insoluble. Y, en consecuencia, ningún hombre podría ni querría ser feliz.
Lo que da sentido a la existencia humana es, precisamente, la consecución de las
virtudes éticas. Y es que el camino, la búsqueda que conduce a la felicidad –el
destino de la persona– coincide con el sentido de la vida. Sentido y destino de la
vida –aunque se formulen en diferentes niveles epistemológicos– son, sin embargo,
convergentes hasta coincidir e identificarse en su meta: la vida lograda, la felicidad
Hoy es más fácil hablar de valores
Los valores no son el bien ni tampoco se identifican con las virtudes, aunque se
relacionen con ambos. Los valores –en el sentido coloquial que a este concepto hoy
se da–, constituyen una traducción a la baja del término «bien». Tal ambigüedad
facilita el confusionismo en que hoy nos encontramos a propósito de la educación
moral.
El valor se haya siempre encarnado en el sujeto valioso. Constituye una cierta
excelencia que se añade o emerge del ser esencial de la persona. Pero al mismo
tiempo, entraña una cierta pasividad. El valor denota más bien algo que,
simplemente, está ahí –y por tanto, estáticamente considerado– y que es
contemplado o descubierto, lo que le diferencia expresamente de algo que es
preciso conquistar mediante la libre ejercitación. En este último caso, sería mucho
más correcto y apropiado emplear el término de virtud.
Por contra, la presencia de la virtud –lo hemos observado ya líneas atrás– exige el
compromiso de la voluntad que se emplea a fondo y libremente en su adquisición
por medio del ejercicio. Los valores, qué duda cabe, pueden no depender de la
voluntad humana; la adquisición de las virtudes, en cambio, sí.
De otra parte, el concepto de valor remite a algo que está más vinculado a lo innato
o dado que a un hábito estable, consistente y robustamente implantado, al que se
ha optado libremente mediante el ejercicio. Por todo ello, el concepto de virtud se
manifiesta como más preciso y riguroso que el de valor para calificar a las personas.
Lo que sucede es que el concepto de valor está menos adensado por el poso de las
tradiciones del pensamiento filosófico y teológico y, por consiguiente, resulta más
fácilmente manejable y tiene hoy una mayor validez social en algunos países, en
los que predomina la cultura secularizada.
Pero conviene dejar claro que los valores –tal y como este concepto se emplea en
el actual uso lingüístico– no se corresponden con las virtudes, como tampoco éstas
son reductibles a aquellos. Hasta tal punto es esto así, que puede sostenerse que
la «educación en los valores» no se corresponde, las más de las veces, con la
educación en las virtudes.
Dar valor a la propia persona
No piense el lector que la «vida buena» consiste en ajustarse a una serie de normas
y formulaciones y, en principio, a nada más. La norma, la ley es, desde luego,
importante. Sin algo a lo que atenernos, sin una norma –que al interiorizarla se
identifica con la propia conciencia– resulta imposible en la práctica conducir la vida
hacia su propio destino.
Pero resulta insuficiente el atenerse a sólo unas normas. Es necesario reconocer
que para poder juzgar lo que acontece en la propia vida, es conveniente apelar a la
recepción y aceptación de una ley o principio. Me refiero, claro está, a lo que sucede
en la entera persona y su biografía, una vez que ha tomado la decisión de gobernar
su comportamiento mediante determinados principios. Las consecuencias no se
hacen esperar. La determinación tomada nos cambia la vida, en el sentido clásico
de la virtud.
En efecto, someter libremente el propio comportamiento a un principio determinado
es tanto como determinarse a lo que se ha elegido. Una determinación que, por ser
libre y razonable, nos configura como la persona que realmente somos (en el
sentido de querer llegar a ser) y adensa nuestra identidad personal.
Hay que entender aquí la virtud en el sentido clásico de la areté, de la inteligencia
competente y del bien que se desea alcanzar. Que la conquista de la virtud suponga
cierto esfuerzo es algo natural, sin que por ello nos arrojemos en brazos del
voluntarismo tozudo y mostrenco. Pero ese sometimiento de sí mismo es
comprensible en tanto que virtuoso, puesto que pone en valor a la propia persona.
La virtud es un valor añadido a la identidad personal y no una mera nota, más o
menos característica, que puede añadirse o no. La virtud es por sí misma valiosa;
su adquisición compromete la identidad y avalora a la persona. La virtud es lo que
pone en valor a la persona y la hace excelente.
La virtud es un valor que hay que arraigar y encarnar en la vida personal. Ya es hora
de poner manos a la obra y en lugar de hablar tanto de «crisis de valores» (han
transcurrido más de tres décadas refiriéndonos ello, sin que hayamos cambiado
nada), tomar la decisión de implantar virtudes en los alumnos y enseñarles a crecer
en ellas.
Self control y self regulation
Disponer de virtudes (hábitos), ser virtuoso, es tanto como poseerse más y mejor a
sí mismo, dignificar la propia excelencia, ser-más y ser-mejor, avalorarse, acrecer y
dar mayor consistencia a la identidad personal. La persona virtuosa (valiosa, porque
las virtudes no son otra cosa que los valores encarnados en las personas), por
someterse libremente a sí misma, intensifica y expande la posesión de sí. La
persona virtuosa incrementa su «haber» porque, por medio de las virtudes que
cultiva, gana en auto-control (self control), depende menos del medio, enriquece su
libertad, se independiza del medio y se auto-regula mejor (self regulation). El
conjunto de los hábitos así adquiridos facilita todavía más la conducción de sí mismo
hacia la excelencia elegida, y con un coste menor para el buen gobierno del propio
comportamiento.
La virtud no es algo externo a la persona, algo de quita y pon. La virtud es el bien
que forma parte del haber intrínseco de la persona. La virtud es lo que más
intensamente puede tener la persona. En primer lugar, porque es la forma de
conducirse a sí mismo y, por consiguiente, la estructura que sostiene la identidad
personal. Y, en segundo lugar, porque gracias a la virtud la persona puede ser fiel
a sí misma, es decir, capaz de conducirse a sí misma conforme a su ser.
La virtud es lo que conforma y confirma a cada persona como tal, por ser inmanente
a su propio ser. La virtud pone en acto a la entera persona, de manera que su
comportamiento esté de acuerdo con su ser, con su esencia. De aquí la grandiosa
capacidad de las virtudes como «humanizadoras» de la persona.
La virtud hace que la persona sea dueña de sí misma, que sus actos estén de
acuerdo con su alma, que su identidad se afirme como tal. La persona virtuosa
dispone de una identidad más estable y menos acomodaticia a las meras opiniones
(«el qué dirán») y a las modas socioculturales, lo que supone una ganancia en
libertad.
En efecto, cuanto mejor se posea una persona a sí misma, tanto más poseerá sus
propios actos; y cuanto mayor sea esta posesión mejor preparada estará para
alcanzar su propio fin: la felicidad.
Gracias a la virtud, la persona posee y sabe cómo usar de los medios que le
conducen al fin. Si no se dispone de los medios –por no encontrarlos en el entorno
social– o no se sabe cómo usarlos –por estar distraído y entretenido por lo que «se
dice, se lleva o se piensa»– es casi imposible alcanzar el fin. En ese caso los medios
empleados están desfinalizados o no están justamente articulados medios y fines o
los fines se han desdibujado o extraviado por el camino de la vida. La vida buena
saca al hombre de la confusión y lo provee de la orientación necesaria para que sea
sí mismo en plenitud.
La felicidad es expansiva
Pero la persona no lograría la felicidad, si una vez alcanzada la virtud no la pusiera
al servicio de los demás. Porque actuar de acuerdo con su ser –que eso es la virtud–
implica conocerse a sí mismo, es decir, saber que su persona es un «ser-para-otro».
La buena vida no se encierra en el ensimismamiento ni en el hermetismo, sino que
de suyo es expansiva y se realiza compartiendo, dándose a los demás, invitándoles
a participar en su propio bien.
Esta actitud de la vida buena es contraria a lo que sucede en la buena vida, en la
que la actitud de indiferencia hacia los demás los margina y hace desaparecer del
propio horizonte vital. La virtud que sostiene la vida buena es garantía de la paz y
la justicia social, es lo que realmente robustece el tejido social y hace más humana
la vida ciudadana. Dicho en otras palabras: la vida buena pone de manifiesto que
esa «perfección perfectible», que es la persona, no alcanza enteramente su fin si
no contribuye a la perfección de las personas que tiene a su alcance.
La felicidad está penetrada de una vocación difusora y expansiva: cuanto más se
extiende tanto más crece, cuanto más se comparte, más se dilata. Esa efusión
iluminadora de la virtud es la que invita a compartirla con los otros. El mismo hecho
de compartirla es lo que hace que la virtud personal sea finalista y esté finalizada.
En la medida que la vida buena se dilate y generalice, estaremos más cerca de
lograr nuestro verdadero fin colectivo: que cada ser humano saque de sí en el curso
de la vida la mejor persona posible. En ese encuentro inefable entre la libertad
infinita de Dios y la libertad finita del hombre, el comportamiento virtuoso de la
persona se comporta como si ‘condicionara’ y ‘forzara’ la libertad infinita de Dios, de
forma «que Dios sea todo en todos».
Bibliografía: Estudios de actualidad.
- Aristóteles. Ética a Nicómano.
- Macyntyre, A. Tres visiones rivales de la Ética. Enciclopedia, Genealógica y Tradición.
Madrid: Rialp, 1992, p. 179.
- Polaino-Lorente, A. «Dimensiones motivacionales y cognoscitivas de la educación de la
voluntad». En VV. AA.: Dimensiones de la voluntad. Madrid: Dossat, 1988.
- Polo Barrena, L. Ética: hacia una versión moderna de los temas clásicos. México:
Universidad Panamericana-Publicaciones Cruz O. S, 1993.
- Istmo, #324
La adicción al gimnasio: Vigorexia o complejo de Adonis
Probablemente si usted va regularmente a un gimnasio conozca a alguien que
responda a este perfil: obsesión por verse musculoso, miradas continuas al
espejo, continuas visitas a la báscula, abandono de casi todas las actividades
sociales, dedicación casi exclusiva al gimnasio y a entrenar sin un objetivo claro,
dietas ricas en proteínas, "demasiado" interés por anabolizantes y demás
productos dopantes.... Entonces es muy probable que conozca a alguien que
padece un serio trastorno: la vigorexia.
Una no tan rara enfermedad.
El grupo dirigido por el siquiatra Harrison G Pope del Hospital McLean (Belmont,
EE. UU) acuñó este término (todavía no está reconocida como enfermedad por la
comunidad médica internacional) tras estudiar una muestra significativa de los
nueve millones de americanos que frecuentan los gimnasios. Según sus datos, en
torno a un millón podría estar afectado de un desorden emocional que les impide
verse como en realidad son. Por más entrenamiento que realicen, o musculatura
que consigan siempre se ven débiles, enclenques y carentes de cualquier atractivo
físico.
Según estos estudios, este desorden emocional puede evolucionar a un cuadro
obsesivo-convulsivo que hace que los afectados se sientan fracasados, abandonen
todas sus actividades sociales e incluso laborales para entrenar sin descanso.
Fácilmente comienzan a consumir dietas desequilibradas, ricas en proteínas para,
en teoría, favorecer la hipermusculación. Poco a poco empiezan a interesarse por
los "beneficios" de anabolizantes, hormonas del crecimiento, y demás productos
dopantes llegando a invertir grandes sumas de dinero en la adquisición de estos
productos. La dificultad de conseguirlos obliga a recurrir al mercado negro donde
aparecen productos fraudulentos, adulterados, y sin ninguna garantía sanitaria. A
su vez, el gasto ocasionado por esta obsesión puede sumarse al bajo rendimiento
(o incluso al fracaso laboral), poniendo en serio peligro su propia situación
económica y la de su familia.
A los problemas de aislamiento social y laboral se le suman los derivados de este
ritmo de vida. Alteraciones nutricionales, metabólicas, androgenización por los
anabolizantes, deformaciones óseas y problemas articulares por la hipertrofia y el
sobreesfuerzo muscular...
Ha sido llamada la anorexia masculina o la anorexia reversa. Aunque ninguno de
los dos nombres sea totalmente adecuado. El propio Dr HG Pope, que describió la
enfermedad por primera vez en 1993, la bautizó como la anorexia reversa, pero en
sus últimas obras prefiere usar el término de "Complejo de Adonis". Desde luego,
aunque los hombres son los principales afectados por la vigorexia, es una
enfermedad que también afecta a las mujeres. Por otro lado, aunque comparte
ciertos aspectos con la anorexia, la bulimia, la dismorfia corporal, y otros trastornos
de la alimentación, la vigorexia tiene algunas características propias.
Características comunes de la anorexia y la vigorexia
1. Preocupación por la figura (tiranía de la báscula)
2. Autoimagen distorsionada (poco atractivos para el sexo opuesto)
3. Baja autoestima
4. Introvertidos
5. Factores socioculturales
6. Tendencia a la automedicación
7. Edad de aparición
8. Modificaciones de la dieta
Diferencias básicas entre la vigorexia y la anorexia Anorexia Vigorexia
-Autoimagen Obeso - Débil, enclenque
-Sexo del paciente más frecuente mujer - Más frecuente hombre
-Automedicación laxantes, diuréticos - Anabolizantes
Tratamiento:
El tratamiento es relativamente complejo, pero posible. Aunque no cabe duda que
en el desarrollo de esta enfermedad cuenta mucho los factores socioculturales (el
culto al cuerpo, los cánones de belleza modernos...), también están relacionados
con desequilibrios de diversos neurotransmisores del sistema nervioso central, y
más concretamente de la serotonina. Por ello, se puede recurrir para el tratamiento
de esta enfermedad a fármacos que actúen sobre estas sustancias. Sin embargo,
la terapia fundamental es de tipo sicológico. El objetivo es modificar la conducta del
sujeto, recuperando su autoestima y superando el miedo al fracaso.
No se debe confundir con la práctica habitual de algún deporte. La práctica habitual
de algún deporte tiene numerosas ventajas y no debe ser confundida, ni se
considera factor de riesgo para padecer la vigorexia. Los estudios realizados hablan
de una incidencia relativamente baja entre los asiduos a los gimnasios y deportistas
aficionados. Aunque no hay datos concluyentes en España, algunos cálculos
situarían en torno a 20.000 los pacientes afectados por la vigorexia, frente a más de
700.000 afectados por la anorexia. Sin embargo, parece prudente conocerla y
prevenirla.
¿Prevención con la moda del siglo XXI?
Aunque estén claramente identificadas ciertas alteraciones bioquímicas a nivel
cerebral que están relacionadas con estas patologías, para la mayoría de los
expertos los modelos socioculturales del mundo actual tienen gran responsabilidad
en todos ellos. Para algunos especialistas la anorexia, los trastornos de la
alimentación inespecíficos, la bulimia, la vigorexia, o la dismorfia corporal, son
entidades íntimamente relacionadas, cuando no síntomas diversos de una misma
obsesión por la aceptación social, el culto al cuerpo, y el deseo de tener una "imagen
perfecta" según determinen los cánones de la moda.
Como en cualquier patología, la mejor solución es la prevención. Aunque será difícil
conseguirla si los medios de comunicación siguen preconizando valores sociales
basados en la imagen. Mientras tanto padres, educadores, monitores deportivos...
tienen la gran responsabilidad de educar desde la infancia a defenderse de modelos
esterotipados, del culto excesivo al cuerpo y a la imagen, y de la obsesión por la
perfección. Cómo dice la escritora Almudena Albí en su libro "Tu cuerpo es tuyo"
(editorial Aguilar) lo ideal no es el canon de belleza impuesto por las revistas de
belleza y los modelos publicitarios, sino estar contenta con uno mismo y aceptarse
como se es.
Bibliografía: Estudios de actualidad.
- HG Pope et al. The Adonis Complex: The Secret Crisis of Male Body Obssesion. Bargain
Books. 2001. ISBN 0684869101
- HG Pope et al. Adonis Complex: How to Identify, Treat and Prevent Body Obsession in Men
and Boys. Touchstone Books. ISBN 068486911X (publicación prevista para enero de 2002).
- Morgan JF. From Charles Atlas to Adonis complex. Lancet 2000 Oct 21; 356 (9239):1372-3.
- McMahon B. Looking good, feeling bad. Nurs Stand 1998 Jan 28-feb 3; 12(19): 19
- Pope HG Jr, Katz DL, Hudson JL. Anorexia nervosa and "reverse anorexia" among 108 male
bodybuilders. Compr Psychiatry 1993 Nov-Dec; 34 (6): 406-9
- Poppe HG Jr, Katz DL. Bodybuilder´s psychosis. Lancet 1987 Apr 11; 1 (8537): 863.
- Fuente: Mifarmacia.es
- José María Alonso Herreros, Jefe Unidad Técnica de farmacia Hospital General Universitario
de Murcia
El precio del perdón Josemaría Carabante
Nicolaus Mills, historiador norteamericano, ha definido la época actual como la
“cultura global de la disculpa”. Se refiere a un movimiento común a gobiernos,
partidos, instituciones, grupos sociales, etc., que piden perdón por hechos históricos
perpetrados por quienes consideran antecesores. Pedir perdón es, como se indica
en The Economist (4-10-2008), algo muy positivo: sirve para pacificar una situación,
eliminar la agresividad… El problema es que también puede convertirse en táctica
propagandística.
¿Cuáles son las razones por las que se pide oficialmente perdón? En el caso de un
líder político o de un gobierno, puede servirle para distanciarse de un pasado que
le perjudica y le impide conseguir sus objetivos. El gobierno de Italia, por ejemplo,
ha pedido disculpas por su pasado colonialista y ha previsto indemnizaciones; con
ello busca mejorar las relaciones con Libia y la cooperación en materia de
inmigración.
Para Melissa Robles, historiadora del MIT, existen distintos motivos que animan a
pedir disculpas. Por un lado, puede servir para dar respaldo oficial a una
interpretación histórica, sin necesidad de recurrir a leyes, cuyos trámites de
aprobación son más polémicos. Además, ayuda a contener las quejas y las
recriminaciones de quienes se consideran víctimas porque al pedir perdón puede
parecer que se tienen en cuenta.
Como se recuerda en The Economist, sin embargo, las peticiones de perdón nunca
vienen solas, porque con ellas se lleva a cabo un proceso de “victimización”. De esa
forma, se acompañan en ocasiones de compensaciones económicas: Alemania a
Israel, EE.UU. a los residentes japoneses durante la II Guerra Mundial...
Otras veces, las reparaciones pueden canalizarse a través de un trato distinto y
beneficioso, una discriminación positiva. En cualquier caso, el acto oficial de
contrición puede ocasionar una riada de demandas judiciales y procesos que
podrían atascar los juzgados y destinar esfuerzos y recursos públicos para revisar
hechos del pasado. Es el precio que hay que pagar por politizar la historia.
Bibliografía: Estudios de actualidad.
- Aceprensa
Trece argumentos a favor de la vida Carlos Llano Cifuentes
En la consideración de la moralidad e inmoralidad del aborto debe tenerse en cuenta
que en este tema como en muchos otros que son decisivos para el fenómeno
humano entran en conflicto dos perspectivas éticas radicales.
Los partidarios de la legalización del aborto suelen adoptar como punto de vista lo
que puede llamarse ética de las consecuencias, respondiendo a esta pregunta: si
se legaliza el aborto ¿las consecuencias serán mejores o peores que las que se
obtienen con el aborto ilegal? Se alegan así las beneficiosas consecuencias en el
orden de la higiene, al evitar la clandestinidad; la disminución del número de
abortos, cuando la presunta madre tenga la oportunidad, sin sigilos ni vergüenzas,
de ser juiciosamente aconsejada, etc.
Quienes se oponen, en cambio, a la legalización del aborto adoptan comúnmente
la perspectiva que puede denominarse ética de los principios. Se adopta como
punto de partida el principio del respeto a la vida humana. Y entonces la pregunta
que debe responderse es la siguiente: el fruto inmediato de la concepción ¿es un
ser humano? Ante la respuesta a esta pregunta, el análisis de las consecuencias
buenas o malas resulta secundario. Pues adoptado el principio del respeto a la vida
humana nadie analizaría la cuestión de sí prescindir en este momento de la mitad
de la humanidad, o de los ancianos, o de los débiles mentales, acarrearía buenas o
malas consecuencias sobre el resto de los que quedarían con vida. Si se admite el
principio del respeto a la vida humana la cuestión se centrará, como dijimos, en
saber si el embrión es vida humana, y si hay otros principios de más valor que el de
la vida del embrión, en nombre de los cuales pueda practicarse el aborto.
Francisco José Herrera Jaramillo ha tenido el acierto de abordar, como una parte
de su extensa obra 1. La cuestión del aborto precisamente a la luz de la ética de los
principios, y precisamente del principio de la defensa de la vida. Al hacerlo,
desmonta, uno por uno, con rigor lógico y científico, los argumentos
contemporáneos en pro del aborto, que se han popularizado tristemente, basándose
en una ética pragmática o consecuencialista.
Antes de abocarse de lleno a esta contra argumentación, hace una descripción de
los métodos empleados en el aborto, pues la mayoría de las personas que
defienden su despenalización ignoran cómo éste se lleva a cabo. Esta
argumentación no es propiamente moral, pero acude al mismo terreno sentimental
al que suelen recurrir las argumentaciones en pro de la legalización del aborto. Acto
seguido aborda ya la discusión ética del aborto, por medio de argumentaciones y
contra argumentaciones, de las que damos a continuación un sucinto resumen.
1. El fruto de la concepción es una parte de la madre, no es un ser humano. En tal caso, puede prescindirse de él por causas razonables, como se practica la
amputación de un miembro u órgano enfermo.
Crítica. El sistema de inmunología de la madre reacciona para expulsar al intruso,
como si fuera un ser extraño, y éste logra mantenerse en el seno materno gracias
a sus propios medios de defensa, muy delicadas. En algunos casos esta defensa
no es tan eficaz como debiera, y el nuevo ser se malogra dando lugar al aborto
espontáneo. En cualquier caso, se trata de dos organismos distintos que", desde el
punto de vista de la inmunología, se atacan y defienden autónomamente.
2. Si bien es cierto que el fruto de la concepción tiene vida propia, ésta no es humana. La prueba es que no tiene ni siquiera figura humana.
Crítica. La vida del embrión es humana porque su esencia (lo que es radical y en
último término) es humana. Del embrión humano no puede desarrollarse un ser
distinto del ser humano; luego ya es humano desde el principio, de modo parecido
a como la bellota es encina y no nogal. El hecho de que no tenga figura humana no
es exacto, pues figura humana no equivale a figura de adulto. El embrión tiene la
figura humana que corresponde al embrión, no al adulto. Y la figura del embrión
humano es micro-biológicamente tan distinta de la de un caballo, como distinta es
la forma adulta de éste y la del jinete.
3.El feto no es un individuo porque depende absolutamente de la madre.
Crítica. Se trata de un ser distinto e individualizado, aunque dependa efectivamente
de la madre. Y aun esta dependencia puede incluso someterse a discusión. Con la
fertilización in vitro se ha visto que la vida puede surgir fuera del claustro materno,
y que la relación entre madre e hijo es posterior, si bien esta relación es necesaria
para el desarrollo subsiguiente del ser humano concebido. Este es ya una unidad,
con un código genético único e irrepetible, al que sólo le falta desarrollarse.
4.La mujer es dueña de su propio cuerpo. La mujer, como persona que es, tiene
derecho a disponer de su propio cuerpo. Negar este derecho a la mujer es una
discriminación sexual, porque la mujer, al ser obligada a mantener el embarazo no
deseado, no disfruta de la misma libertad que el hombre tiene sobre su propio
cuerpo.
Crítica. Es cierto que la mujer, como toda persona, tiene derecho sobre su propio
cuerpo. Pero tal derecho no es absoluto, pues está limitado por deberes morales
por ejemplo, no atentar contra la propia integridad física y por los derechos de los
demás. Entre los derechos ajenos se encuentra el derecho a la vida del no nacido;
luego la madre no puede disponer arbitrariamente de su cuerpo, si ello ocasiona la
muerte de una persona. El derecho a la vida del hijo está limitando el derecho de la
madre a disponer sobre su propio cuerpo. Rige aquí el principio moral del respeto
al derecho ajeno. Así le entendieron los revolucionarios franceses, inspirados por
Robespierre, 1793, al estipular en el artículo 6 de la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano: "la libertad es el poder que pertenece al hombre de
hacer todo lo que no dañe a los derechos de los demás". Y el artículo 4 de una
declaración análoga de 1789: "La libertad consiste en poder hacer todo lo que no
dañe a los demás".
5.El aborto es una garantía para la libertad sexual. La naturaleza misma nos
enseña que la virilidad está referida a la feminidad, y viceversa; luego el acto sexual
es algo natural y, por lo tanto, debe ser libre. Hemos de liberarnos de tradiciones
oscurantistas y religiosas, según las cuales el acto sexual está ordenado a la
procreación. La mujer debe ser libre de buscar el placer sexual sin las ataduras de
un embarazo no deseado.
Crítica. Es cierto que debe haber una libertad sexual, pero ordenada a unos fines.
Entender por libertad sexual el practicar el coito irresponsablemente, equivale a
despersonalizar las relaciones humanas; es, si vale la expresión, animalizar al
hombre. No se puede negar, desde el punto de vista científico y no sólo religioso, la
correspondencia que hay, por naturaleza, entre unión sexual y reproducción: la
atracción sexual tiene por fin la reproducción de la especie humana. Esta atracción
con vistas a la reproducción se pone ya de manifiesto entre el espermatozoide y el
óvulo. El espermatozoide se dirige fatalmente al óvulo, y tiene así lugar la
generación.
6.Si los llamados defensores de la vida humana se oponen al aborto, porque en él se destruye un organismo vivo portador de 46 cromosomas, ¿por qué no se oponen también a la extirpación de un riñón, el cual es otro organismo viviente con 46 cromosomas?
Crítica. El ser portador de 46 cromosomas, por sí solo, no significa necesariamente
que estemos frente a un ser humano. El riñón está ordenado a vivir como parte del
hombre, y al servicio de la totalidad de éste. Lo cual no ocurre en el embrión
humano, el cual es una persona, Y no está en potencia de ser persona, sino que es
ya persona en acto, aunque no del todo desarrollada.
7.El embarazo es una enfermedad y, por lo tanto, no se puede obligar a la madre a padecerlo. La mujer tiene un derecho natural que ha de ser respetado por
todos: el derecho a la salud. Ahora bien, el embarazo supone un malestar, que en
ocasiones se torna grave: obligar a la mujer a padecerlo es una indiscriminación
injusta.
Crítica. El embarazo no es una enfermedad, sino un proceso natural, y la mujer
encinta está desarrollando una función específica del sexo femenino: la maternidad,
que está dentro del orden de la naturaleza.
8.En caso de peligro para la vida humana de la madre, o de gran riesgo para su salud, ha de permitirse el aborto. Este es el llamado aborto terapéutico, de
gran acogida en los países europeos. La madre se encuentra en un estado de
necesidad, y la única forma de salvar su vida humana, o su salud, es practicando el
aborto, el cual no se hace arbitrariamente, sino en atención al cumplimiento de un
deber moral: conservar la vida humana.
Crítica. La madre no tiene una calidad de vida superior a la del hijo no nacido, pues
la vida humana, en su naturaleza misma, hace que sea imposible la evaluación de
calidad, ya que toda vida humana es única e irrepetible. Por tanto, en el supuesto
conflicto de los derechos entre la madre y el hijo, no se puede optar por ninguno de
los dos, pues son iguales ante la Ley y su título de humano tiene la misma fuerza.
Preferir la vida humana del hijo, o la vida humana de la madre, es una clara violación
del artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948:
"Todos son iguales antes la Ley, y tienen, sin distinción, derecho a igual protección
ante la ley". El artículo 3 de dicha declaración dice: "Todo individuo tiene derecho a
la vida"; como el no nacido es, como dijimos en 1, un individuo de la especie
humana, tiene tanto derecho a la vida como su propia madre.
No se puede comparar el aborto terapéutico con la legítima defensa que es un
derecho natural subsiguiente del derecho de la vida porque el feto no es un agresor
injusto. En el aborto no hay cumplimiento de ningún deber porque "el dejar morir o
dejarse morir cuando no hay medios lícitos para impedirlo, no es ningún pecado"
(Adeva).
9.Cuando se observa que el feto tiene malformaciones físicas graves o que puede llegar a padecer desequilibrios psíquicos, el aborto se hace necesario como una medida de prevención. Aristóteles incluso era partidario del aborto y
del infanticidio eugenésico, al decir que "hace falta una ley que prohíba alimentar a
todo hijo deforme" (Política, IV, XIV).
Crítica. Es necesario recurrir nuevamente a la teoría de la identidad sustancial de
la calidad de vida de todo ser humano (Declaración de los Derechos Humanos,
1948, Art. 2, 3 y 7), ya que el derecho a la vida es universal, esto es, lo tiene todo
ser humano sin importar sus accidentes y circunstancias. Lo que importa es su
condición de persona y, si es persona, no importa que sea joven o anciana, enferma
o saludable, útil o inútil. Además ¿con qué autoridad podemos decir que la vida de
un malformado o psíquicamente desequilibrado es de inferior calidad a la vida de
un hombre normal?
Sobre este respecto, es conveniente recordar una anécdota ocurrida al partidario
del aborto, Monod, en un debate de la televisión francesa. Si usted sabe le dijo el
biólogo Lejeune de un padre sifilítico y de una madre tuberculosa que tuvieron
cuatro hijos: el primero nació ciego; el segundo murió nada más al nacer; el tercero
nació sordo mudo; y el cuarto es tuberculoso. La madre queda embarazada de un
quinto hijo. ¿Qué haría usted? Yo interrumpiría ese embarazo respondió Monod con
toda la seguridad del caso; a lo que su contrincante, con una sonrisa le contestó:
Pues hubiera matado usted a Beethoven.
El aborto fue el primer eslabón de la cadena inhumana de los nazis. Al concluir el
famoso proceso de Nüremberg, un juez americano respondió a otros, que se admiró
que las cosas hubiesen llegado a tal extremo: "llegaron a este extremo la primera
vez que se condenó a un inocente".
10.El aborto es lícito en casos de violación o incesto. La eliminación del feto se
hace entonces necesaria, para salvar el honor de la madre.
Crítica. No es cierto que la prohibición del aborto obligue a la mujer a ser madre,
pues ella ya es madre; la cuestión no radica en si tiene o no que ser madre (ya que
la mujer no necesariamente ha de ser madre) sino en si ya es madre, pues en caso
positivo, por su condición de socio, debe convivir con su hijo, por lo menos mientras
éste necesite de su cuidado exclusivo. En el caso del incesto (relación sexual entre
consanguíneos próximos: madre e hijo, etc.), tanto si haya habido violación o como
si ha sido consentido, ha de tenerse en cuenta que la sociedad le debe el respeto,
pues la mujer no se ha deshonrado a sí misma (en caso de violación incentuosa) y
que, en cualquier caso, el ser humano engendrado no tiene por qué pagar la culpa
de su padre. En el caso de incesto consentido el hijo no es el que deshonra a la
madre, sino que es ella misma la que se ha deshonrado, y el aborto no recupera la
honra perdida. Agustín de Hipona afirmó a este respecto: "la fornicación de la
meretriz es obra exclusiva suya; el alumbramiento del hijo es obra de Dios, y el
apetito torpe de lucro con el auxilio divino se torna amor materno".
11.La ley humana no puede castigar o prohibir todos los males, ya que, al pretender evitar los males, se seguiría también la supresión de muchos bienes. Por tanto, puede permitir o legalizar el aborto, como lo sugiere Miret
Magdalena. (Introducción al libro de M.M. Litchfield, Niños para quemar, Barcelona,
1977).
No toda infracción de la ley natural puede insertarse en la ley positiva o civil, pues,
como dice Santo Tomás (I-II, Q. 91, a. 4), la ley humana no cohíbe todos los vicios,
sino los más graves, y principalmente los que redundan en daño de otros, sin cuya
prohibición no podría conservarse la sociedad, como los homicidios y robos.
Crítica. Es evidente que dejar impune un homicidio constituye un grave atentado a
la convivencia social. El homicidio no es un mal tolerable, porque va en perjuicio de
otro. El aborto es un homicidio (según vimos en 1, 2 y 3). El deber de respetar la
vida ajena lo tiene el hombre porque es socio. No hay ningún derecho contra tal
deber. La ley no puede permitir el homicidio porque con ello desconocería una base
fundamental para que los asociados puedan convivir. Si se desconoce el derecho a
la vida ¿qué otro derecho puede haber?
12.Despenalizar no es lo mismo que legalizar. Se dice que con la
despenalización del aborto no se está legalizando una conducta nociva, sino tan
sólo permitiendo, en determinadas condiciones, tal conducta. A nadie se le está
obligando abortar; no es un mandato, sino una permisión, que es diferente.
Crítica. Los actos de la ley se clasifican en preceptivos, prohibitivos, permisivos y
punitivos (Santo Tomás, I-II, Q.92, a. 2). Despenalizar el aborto significa,
lógicamente, permitir el homicidio, ya que legalizar es lo mismo que el acto
permisivo de la ley. En el Estado de Derecho los particulares pueden hacer todo lo
que no esté prohibido por la ley, al paso que el Estado sólo puede hacer lo que le
está permitido. La única fórmula de legalizar no es mediante un precepto, sino
mediante una legislación que permita una determinada conducta; luego el permitir
el aborto significa legalizarlo.
13.La ley que prohíbe el aborto se toma ineficaz y es causa de que las prácticas abortivas, hechas en la clandestinidad, sean poco higiénicas, provocando graves peligros a la madre.
Crítica. Aunque éste es un razonamiento típico de la ética de las consecuencias,
puede verse que las consecuencias de la despenalización del aborto no son tan
beneficiosas como sus partidarios las quieren. Se ha demostrado (J.C. Wieke) que
la legalización del aborto no conduce a la disminución de los abortos clandestinos:
en Suecia, nos dice la revista Lancet, "la ley sueca en su forma actual no ha sido
capaz de disminuir el aborto criminal". Cristopher Tietze dice que "es dudoso si este
objetivo se ha alcanzado en algunos de los países estudiados". Igual sucede en
Japón, en donde se da un millón de abortos controlados, contra dos millones de
abortos (Family Planning in Japan, a record of failure, "Asahi Journal", Oct. 16, 1966,
pág. 52). Los doctores Hilgers y Shearin de la Clínica Mayo, recopilaron 21
estadísticas de 10 naciones diferentes. En 8 de estos países, la liberalización del
aborto no influyó en la disminución de los abortos clandestinos, y en dos países
aumentó el índice de clandestinidad (Ililgers-Shearin, Induced Abortion a document
report. Cap. 7, 2a. ed. Enero 1973). En Inglaterra el Real Colegio de Obstetricia y
Ginecología manifestó que "nuestras cifras indican que a pesar de un marcado
número de abortos legales, desde 1968 a 1969, desafortunadamente no hubo un
cambio significativo en el número de abortos clandestinos que requerían ingreso en
un hospital. El hecho de que la legalización del aborto no haya, hasta el momento,
reducido materialmente el número de abortos, ni de muertes producidas por abortos
de todas clases, no es sorprendente. Esto confirma la experiencia de la mayoría de
las naciones y fue pronosticado por el Colegio en su declaración de 1966" (British
Medical Journal, Mayo 1970).
De todo lo anterior podemos concluir que el aborto democrático no tiene
fundamento, ya que no todo derecho se reconoce a través de la votación. Hay
asuntos que no son objeto de opinión o de opción, sino de conocimiento y estudio;
no de elección sino de verdad (Hervada, Derecho natural, democracia y cultura, en
"Persona y Derecho", VI, 1979, pág. 198). A esta conclusión se llega, como lo hace
Francisco José Herrera Jaramillo, cuando se analizan no las supuestas ventajas del
aborto, desde un punto de vista de una ética de las consecuencias, sino el derecho
a la vida, desde el punto de vista de la ética de los principios.
Bibliografía: Estudios de actualidad.
- ISTMO 162
- 1. El derecho a la vida y el aborto, Eunsa, Pamplona, 1984.
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En la octogésima novena entrega de los premios de la academia la película La la land, dirigida por Damien Chazelle, ganó seis de las catorce categorías a las que estaba nominada.
Encuéntralo en la biblioteca con la clave: PEL 791.436 578 LAL 2016
Director: Damien Chazelle
Año: 2016
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Género: Musical, drama, romance
Reparto: Ryan Gosling, Emma Stone, Terry Walters, J.K. Simmons…
Sinopsis: La película cuenta la historia de Mía, una camarera de una cafetería que aspira a ser una gran actriz y Sebastian, un pianista de jazz desempleado con grandes ambiciones. A pesar de sus diferencias y sus distintas personalidades, gracias a una serie de acontecimientos harán que sus caminos acaben cruzándose.
LA TEORÍA DEL TODO : LA EXTRAORDINARIA HISTORIA DE JANE Y STEPHEN HAWKING
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Imp / Ed: México: Universal Pictures: Focus Features: Entretainment One Films, 2014.
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Imp / Ed.: México: Dolby Digital, 2013.
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Sinopsis: Basada en la clásica novela del gran escritor Charles Dickens, "Oliver Twist" nos narra la aventura de un pequeño huérfano quien huye de su orfanato y conoce a un ladronzuelo en las calles de Londres. Gracias a este encuentro, Oliver conocerá al líder de los ladrones, y se convertirá en parte de su banda. Pero las consecuencias de tales actos los llevarán a un camino siniestro y lleno de adversidades. La visión de David Lean de este clásico americano, con la excelsa actuación del ganador del Oscar, Alec Guinness.
THE READING ROOM
Encuéntralo en la biblioteca con la clave: PEL 791.436 17 REA 2006
Imp / Ed.: Eugene, OR: Times Media Group; Hallmark Entertainment, 2006.
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Sinopsis: Cumpliendo una promesa que le hizo a su esposa moribunda, su viudo abre una sala de lectura; un lugar donde la gente puede aprender a leer. A pesar de su buena voluntad, los problemas en el barrio amenazan la sala.
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Fuckup Nights es un movimiento global y una serie de eventos en el que se comparten historias de fracaso profesional. Cada mes, en eventos alrededor el mundo, se seleccionan 3 o 4 personas para que cuenten su experiencia de fracaso profesional en un salón lleno de desconocidos. Las historias de los negocios que se rompieron, las sociedades que se volvieron agrias, el producto que fue rechazado... Aprende de los fracasos laborales de los demás entre risas y pasa un buen rato.
RORRO ECHÁVEZ “DEJA DE SOÑAR”
Precio: ($150 preventa) $200 venta
Lugar: Poliforum Panamericano
Horario: Miércoles 28 de agosto 19:00 hrs
Descripción:
Es una conferencia dirigida para jóvenes y adultos, impartida por Rodrigo Echavez, mejor conocido como Rorro. Es agente de cambio, conferencista, creador de contenido positivo y autor del libro "Tus Ladrillos". Hoy por hoy se dedica a la creación de videos con gran mensaje, los cuales han sido vistos más de 70 millones de veces y cuenta con más de 1 millón de personas que siguen su contenido en redes sociales.
Con todos sus proyectos, Rorro sólo busca inspirar el amor en las personas para así demostrarle al mundo que si somos más los buenos.
¡DEJA DE SOÑAR es una conferencia que no te puedes perder!
RINTINTIN CAFÉ
Precio: Consultar menú
Lugar: C. Morelos 1196, Col Americana, Zona Centro
Horario: Lunes a sábado 9 am a 9 pm
Domingo 9 am a 3 pm
Descripción:
En los bordes del barrio de Santa Tere se encuentra RinTinTin Café, en donde las bebidas que se sirven están hechas con grano de origen chiapaneco hecho por pequeños fabricantes de Tojolabales y Tzeltales, el cual es recién molido y preparado al momento, mientras que el pan es fresco y delicioso. También puedes degustar unos chilaquiles exquisitos y otros platillos estrella del lugar.
.
GASTRONOMÍA DE SINALOA
La rica gastronomía sinaloense se basa en los productos del mar, pues la variada
pesca que le proporciona su amplio litoral permite que la creatividad humana se
desborde con la invención de deliciosos platillos, entre los que se incluyen
ingredientes elementales como los camarones, el pescado, los callos de hacha y la
carne de marlín, entre otros, que igual se sirven en forma de machaca.
Pero Sinaloa cifra la fama de su cocina también en otros deliciosos manjares, como
el tradicional chilorio, preparado con carne de puerco condimentada con chile
pasilla, especias y ajo, delicioso platillo que puede servirse sólo o con queso fundido
y acompañarse con tortillas de harina. También se puede degustar el mochomo,
que es una cecina de res frita.
De Guamúchil son reconocidos el chorizo y los guisos de paloma y codorniz,
mientras que de Culiacán destacan los tamales estilo Sinaloa rellenos con carne de
puerco, aceitunas, papas, especias y una combinación de chiles.
Entre las delicias de la costa sobresalen el “aguachile”, que son camarones con
pepino, limón, sal, chile piquín y cebolla morada; el pescado zarandeado, preparado
preferentemente con pargo, al que se le agrega jugo de limón, pimienta, salsa de
chile de árbol, salsa de soya, ajo, mayonesa y pimiento morrón, cocinado al carbón.
La lista podría ser grande, pues hay varios estilos de tamales, albóndigas de
camarón, callos de lobina, el pollo estilo Sinaloa cocinado a la leña y el filete con
ostras, entre muchos otros platillos de gran sabor. Para concluir, entre los postres
hay que mencionar los tacuarines, que son roscas de harina de maíz, los pasteles
y el turrón de miel y cacahuate.
De las bebidas, en la región se pueden disfrutar extraordinarias aguas frescas de
cebada y de semilla de melón o de ciruela.
Sinaloa ofrece a sus visitantes los más singulares banquetes. En El Fuerte se sirven
langostinos o “cauques”, codorniz, pichihuila y machaca con tortillas de harina; en
la bahía de Topolobampo, los deliciosos camarones ahogados o al natural, callos
de hacha, machaca de pescado, pescado zarandeado y toda clase de manjares del
mar; en Guasave, barbacoa bodera, frijoles puercos, tortillas de harina y el popular
pan de mujer; en Guamúchil, el famoso choriza; y en Mocorito, el chilorio, ahora ya
industrializado y conocido en todo el país como el platillo sinaloense por excelencia,
sin olvidar sus quesos y sus dulces de piloncillo con cacahuate.
Por su parte, Culiacán le ofrece barbacoa con chile pasilla, chilaquiles sinaloenses,
menudo, colache, tacuarines, cauque, enchiladas del suelo y otros antojitos,
además de los camarones tapados con sal de grano; el municipio de Cosalá, sus
sabrosos piloncillos con nuez, papayas en conserva y el melón con miel de caña.
En la parte sur se encuentran Mazatlán, Concordia, Rosario, Escuinapa, Elota,
Cosalá y San Ignacio cuyos platillos más tradicionales son los tamales barbones
(camarón), el picadillo, los tacos dorados de camarón, las barcinas (vasijas de
camarón seco), el ceviche y los chiros (pescados chicos secos), además de la
cazuela, el colache, la birria y el pozole. En cuanto a postres: los raspados de frutas,
los jamoncillos, el arroz con leche, la capirotada, la jalea de pitahaya y las cocadas;
y entre las bebidas están el atole blanco y el pinole, las aguas de horchata, cebada
y tamarindo, así como el tonicol (refresco embotellado regional).
Fuente: Redacción Turimexico. (2018). Gastronomía de Sinaloa. Agosto, 13, de Turimexico
Sitio web: https://www.turimexico.com/estados-de-la-republica-mexicana/sinaloa-
mexico/cultura-de-sinaloa/gastronomia-de-sinaloa/
Pinturas universales
Summer's Day
Berthe Morisot
Bourges, Francia
Artículo cultural
Exploremos México desde la cocina por: Héctor Zagal
Nadie puede decir que conoce los códigos culturales de un pueblo o un país si
desconoce sus hábitos culinarios. La cultura gastronómica de una comunidad se
articula en torno a siete preguntas básicas: 1) qué comemos; 2) cómo cocinamos;
3) dónde comemos; 4) cómo comemos; 5) con quién comemos; 6) cuándo
comemos; 7) por qué comemos. Los invito a explorar México desde su cocina…
MAÍZ, CHILE Y FRIJOL Las identidades gastronómicas son cambiantes. Sin embargo, existen ingredientes
característicos, como el aceite de olivo en España; aunque también las ausencias
definen identidades, como los inexistentes lácteos en la cocina china. La tríada de
la cocina mexicana es maíz, frijol y chile; no hay cocina regional en la que no
aparezcan. Menos constantes, pero también básicos, son el jitomate, el tomate
verde y la calabaza.
En nuestra comida tradicional, los productos de origen animal aparecen tarde o
temprano. Ello no quiere decir que los vegetales no estén presentes en caldos y
guarniciones. La mayoría de los antojitos van adornados de lechuga y otras
hortalizas. Conforme se avanza del norte hacia el sur, la carne se guisa en salsas
acompañadas cada vez con más y más verduras. Antaño, la carne era un lujo y las
verduras «hacía rendir» los guisados. Paradójicamente, esta dieta de pobres es muy
sana.
El trópico y el clima templado conspiran en favor del frutero mexicano: guayabas,
guanábanas, mameyes y un dulce etcétera. Un invitado traído por los españoles
que se hizo muy mexicano es el limón. «Lima agria» le dicen en otros lugares al
citrus aurantiofolia. Los mexicanos le ponemos limón a todo, al consomé, a los
tacos de bistec, a las carnitas, a la cerveza, al pescado.
Conforme caminamos hacia el norte, la carne de res, ya sea fresca o seca, es cada
vez más relevante. El cabrito está presente en muchas regiones, pero Nuevo León
destaca por el suyo. Según algunos, es un vestigio de sefaradita, pues en aquella
región se refugiaron criptojudíos que huían de la Inquisición.
El pescado y los mariscos, omnipresentes en las costas, escasean en las cocinas
tradicionales de centro y norte del país; excepción del casi extinto pescado blanco
de Pátzcuaro.
El trigo se viste de tortilla más allá de Zacatecas, incluyendo los territorios que
alguna vez fueron mexicanos. Tortillas de harina las hay de muchas especies y
tamaños. El bolillo y la telera son mexicanos, como también es mexicana esa
costumbre de sacarle el migajón. Las tortas ahogadas merecen un artículo completo
y la variedad de nuestro pan de dulce sorprende a cualquiera.
¿CÓMO COCINAMOS?
La nixtamalización potencia el valor nutritivo del maíz. El sofisticado proceso
imprime un olor y un sabor al maíz que pasan inadvertidos para los mexicanos, pero
fácilmente identificables por los extranjeros.
Los hornos de tierra no exclusivos de México, pero sí esenciales para la barbacoa,
el zacahuil huasteco y la cochinita pibil. Los tamales, común denominador de la
cocina mexicana, son una cocción al vapor. El envoltorio puede ser totomoxtle, hoja
de milpa, de plátano o de chaya.
Las salsas mexicanas son martajadas, crudas, cocidas o fritas. Aunque,
actualmente, una salsa de molcajete es un lujo. Nuestra cocina no emulsiona salsas
ni las reduce. No obstante, según la sabiduría popular, «el recalentado siempre es
mejor». Las salsas tradicionales tampoco suelen llevar lácteos. La nogada es
excepción.
Sope, pambazo, flauta, gordita, chalupa. No hay antojito sin grasa. Como la Corona
prohibió el cultivo del olivo en este Virreinato para proteger a los productores
peninsulares, aprendimos a freír todo en manteca de cerdo.
¿DÓNDE COMEMOS? El lugar tradicional para comer en Occidente ha sido la cocina. El comedor, como
hoy lo conocemos, es un espacio relativamente nuevo. El mexicano tenía un sentido
de la belleza, de donde les venía el amor a las flores y al color. En las cocinas
tradicionales, los jarros y ollas se ordenaban primorosamente. Y cuando la familia
tenía más posibilidades, la cocina se adornaba con azulejos.
En el siglo XVIII, aparecen los cafés, lugares no para comer, sino cotillear e intrigar.
Una revolución en torno al espacio gastronómico fue el restaurante, un espacio
típicamente burgués al que los aristócratas se resistieron. Para mediados del siglo
XIX, los restaurantes ya formaban parte de la vida de las ciudades.
Los mexicanos comemos en todos lados, en la calle, afuera de la iglesia, en la
cocina, en el comedor, en la oficina, en la escuela. La comida mexicana puede ser
práctica, como una torta o un taco de canasta, que puede comerse en el escritorio
o en el campo, o enormemente refinada, como los moles.
¿CÓMO Y CON QUIÉN COMEMOS? Los códigos en el modo de comer revelan no sólo la pertenencia a un pueblo, sino
también a una clase social. Las clases más privilegiadas suelen discriminar a
quienes no dominan sus códigos de vestimenta, lenguaje y comida
La prosperidad de una persona no sólo se manifiesta en la cantidad y calidad de los
alimentos, sino también en la variedad. En los banquetes barrocos la variedad de
platillos era abrumadora; hoy vivimos una tendencia hacia la simplicidad. El motivo
es sibarita. Las papilas gustativas se saturan y es preferible reducir la variedad de
sabores.
No obstante, en las fondas, la comida corrida conserva algo del pasado. Se
comienza con un consomé o sopa aguada; después, el arroz –mejor si es con
plátano frito o con un huevo estrellado– o sopa seca. El tercer tiempo es un guisado,
que no necesita más guarnición que las verduras con las que se cocinó; es el turno
de los frijoles. Cierra el menú la fruta en almíbar, arroz con leche o gelatina.
La tortilla es comida y cubierto. Los mexicanos más diestros pueden comer sopa
aguada utilizando tortillas como cucharas. Nuestros modales son muy exigentes.
No se permiten hacer ruidos al comer, ni comer con la boca abierta. En la mesa, se
debe intentar mantenerse con la espalda recta, pero para comer un taco callejero,
hay que trazar una refinada escuadra para no mancharse.
A diferencia de los estadounidenses, un mexicano nunca puede comer solo. Incluso
cuando se come en la oficina una torta, le pedimos al compañero: «oye, ¿me
acompañas?». Lo mismo en restaurantes de lujo que en fondas, puestos callejeros
o lugares de comida rápida, los mexicanos buscamos compañía. No sabemos
comer sin socializar.
¿CUÁNDO COMEMOS Y POR QUÉ COMEMOS? La gastronomía tradicional mexicana depende del calendario solar y del calendario
cívico-religioso. En una familia de clase media, se comía de acuerdo con época del
año; pues lo que da la tierra según sus tiempos naturales era mejor y más barato.
La religión imprime ritmo a nuestra gastronomía. El año comienza con la rosca de
reyes que si bien es española, en México se celebra por todo lo alto. En febrero
celebramos la presentación del Niño Jesús en el templo con tamales y atole. Los
tamales, por supuesto, varían de región a región.
Aparece la Cuaresma y sus viernes sin carne. Son días de empanadas de bacalao
y de huazontles capeados en chile morita. El viernes de Dolores se ponía un altar a
la Virgen y se comía caldo de habas, lentejas con plátano, algún pescadito y la
capirotada perfumada con anís y espolvoreada con queso añejo. Curiosamente, la
Pascua carece de un platillo específico. Los huevitos de Pascua son una costumbre
extranjera que llena nuestro vacío gastronómico.
El verano era época de esquites, de cuiltacoche y flor de calabaza. Para «dar el
Grito» el 15 de septiembre, lo importante es «comer mexicano». El pozole y los
chiles en nogada son buena opción. En noviembre, nos visitan nuestros difuntos y
se deleitan con los aromas del copal, del cempasúchil, de la calabaza en tacha.
¿Han probado el mucbipollo de Yucatán?
La navidad se pregusta desde el 12 de diciembre. Tras saludar a la Guadalupana,
se pueden comer gorditas dulces de la Villa. Las posadas vienen acompañadas de
los buñuelos de rodilla y del ponche que es, en realidad, una infusión frutal con caña
de azúcar. México celebra la Nochebuena. La comida de Navidad es recalentada.
Lo más común son los tamales y el pozole. En muchas casas se comen romeritos
con tortitas de camarón seco, pierna en adobo, bacalao a la vizcaína (que poco
tiene que ver con Vizcaya). Lo del pavo al horno es extranjero, aunque día a día
gana adeptos.
Los barrios y los pueblos celebran a su santo patrono. Salvadas las variaciones
regionales, afuera de las iglesias se vendía pan de pulque, buñuelos y pambazos.
Celebrar el onomástico es más tradicional que festejar el cumpleaños. Se «mataba
un animal» y había carnitas, barbacoa, mole de guajolote, mixiotes, cabrito asado.
Como hoy nadie quiere llamarse «Diodoro», o «Petronila», el nombre que se le pone
al niño no depende del santoral católico, sino de la serie o telenovela de moda. Los
nombres de mártires grecorromanos han cedido su lugar a los Maikol, Brallan y otras
estrellas del momento.
Los mexicanos comemos por tristeza, por alegría, por enojo. Comemos para
celebrar un ascenso en el trabajo. Comemos para reconciliarnos con la novia.
Comemos en los paseos, velorios, bodas. Comemos para recobrar las fuerzas
físicas y también para recuperar las fuerzas del espíritu. Quizá por ello somos tan
fiesteros. Comemos para hacer política, como atestiguan los restaurantes de lujo,
donde se dan cita senadores y ministros. Comemos para cerrar un negocio
importante. Comemos para vivir, pero también vivimos para comer.
¿QUÉ NOS GUSTA? Toda generalización es injusta. Sin embargo, me atrevo a señalar algunos rasgos
comunes en nuestros gustos gastronómicos.
Las guarniciones en los platos: frijoles, arroz, guacamole, plátanos fritos, chilaquiles.
Los contrastes dulces/picante o dulce/salado, como dulces de tamarindo o mangos
verdes con chile piquín.
La acumulación de sabores, como lo demuestra nuestra afición por ponerle salsa a
todo.
Las aguas frescas, cuyas variedades habla por sí sola. El gusto por las aguas
frescas nos predispuso, lamentablemente, a los refrescos embotellados.
Las infusiones calientes como manzanilla, hierbabuena, «limón», anís, tila.
La acidez: limones, naranjas, tamarindos.
El picor de los chiles, de los que hay alrededor de 64 variaciones.
La sobremesa.
¿QUÉ NOS DISGUSTA? Que esté seco: «¿No tendrá una salsita?»
Las sopas frías: gazpacho, vichisoise.
El té puro, el jengibre y el cardamomo.
Las menestras de verduras servidas como platillo; lo nuestro son las verduras
acompañando algo más.
Los quesos muy maduros, los quesos azules
Los sabores amargos como las cervezas muy oscuras, el café sin azúcar o el
chocolate puro.
El vino, aunque su consumo se extiende cada vez más.
Las carnes faisanadas.
La comida solitaria.
México se encuentra en un momento crítico. La estandarización amenaza con
arrasar las gastronomías locales. Los restaurantes mexicanos de élite son
impagables para la mayoría de la población. La comida casera está en crisis; en las
grandes ciudades, comer en casa es un lujo. Me apena pensar que pueda llegar el
día en nuestra diversidad gastronómica sea asunto del pasado y, este artículo,
gastronomía arqueológica. Fuentes: Zagal, H. (2019). Exploremos México desde la cocina. Agosto 14, 2019, de Istmo Sitio web:
https://www.istmo.mx/2019/07/22/exploremos-mexico-desde-la-cocina/