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Un Mesias Obrero
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Jesús una Teografía
Un Mesías Obrero
Dado que era la costumbre que un padre le enseñara a su
hijo su oficio o habilidad, podemos presumir que José
adiestró a Jesús para la profesión de tekton. (El hecho de
que Mateo 13:54-56 diga que José fue un tekton y Marcos
6:2-3 dice que Jesús fue un tekton confirma esto.) La
palabra griega tekton utilizada en Mateo 13:55 y Marcos
6:3 ha sido comúnmente traducida como “carpintero”.
No obstante, en un amplio consenso entre los actuales
eruditos del griego la palabra significaría “artesano”–uno
que trabaja con piedra y madera.
Por lo tanto, Jesús de Nazaret fue un constructor. Él fue
un artesano que trabajó con Sus manos. Y por los
siguientes dieciocho años, Él trabajaría en el taller de un
artesano así como también en labores al aire libre. Él
transpiraría. Trabajaría duro. Ensuciaría Sus ropas. Se
sentiría agotado. Aprendería el trabajo físico de cortar
madera, mezclar en el mortero, acarrear piedras y
trabajar con un mazo, hacha y paleta. Él conocería las
agonías de trabajar, así como también las satisfacciones.
Al igual que la mayoría de nosotros.
Después de la visita de Jesús a Jerusalén a la edad de
doce años, José nunca es mencionado. Por lo que es
probable que José falleciera después de que Jesús
cumpliera los doce años. Esto habría significado que
Jesús, siendo el hijo mayor de la familia, habría sido en
gran parte, si no totalmente, responsable de ser el
sustento de Su madre, Sus cuatro hermanos y Sus
hermanas.
Si ese es el caso, Jesús conoció las presiones de tener que
contar con un empleo estable para poner comida en la
mesa, no sólo para sí mismo sino para otros. La idea de
que Jesús, por ser el Hijo de Dios, simplemente
chasqueaba los dedos y creaba herramientas,
edificaciones, muebles o incluso monedas de la nada va
contra la corriente de cómo los escritores de los
Evangelios lo retrataron. Jesús vino en semejanza de
carne de pecado y vivió como un ser humano común
pero sin pecado. Él no vivió como un súper héroe.
……………………………………
Los ángeles observaron cómo María le cambió el pañal a Dios. El
universo observó con asombro cómo el Todopoderoso aprendió a
caminar. Los niños jugaron con él en la calle. Y le hizo saber al
líder de la sinagoga de Nazaret quién escuchaba sus sermones…
Jesús pudo haber tenido espinillas. Él pudo haber sido medio
sordo. Tal vez, una chica de su calle estaba enamorada de él o
viceversa. Pudiera ser que sus rodillas fueran huesudas. Una cosa
es segura: que él era al mismo tiempo, completamente divino y
completamente humano.
-MAX LUCADO
…………………………………….
Piense en esto: Jesús el artesano, cayendo y raspando Su
rodilla mientras corre para llegar a una cita. Jesús el
obrero, golpeándose el pulgar con un martillo después
de errarle al clavo por un centímetro. Jesús el artesano,
con las manos encallecidas y marcadas de años de ejercer
Su oficio.
Obsérvelo después de un día de trabajo completo, con
astillas en Sus dedos y aserrín en Su cabello. El dedo de
Su pie magullado e hinchado debido a una piedra que
cayó. Físicamente agotado. Le habría encantado
quedarse a descansar al siguiente día para recuperarse,
pero debía levantarse temprano por la mañana para
terminar un trabajo que había comenzado. Día tras día,
Él trabajaba, sudaba, y lidiaba con seres humanos caídos
a quienes estaba tratando de servir.
El artesano de Nazaret que trabajó la piedra, fue la
mismísima persona que creó la piedra con las palabras de
Su boca. El hierro del que estaban hechas Sus
herramientas se extrajo a partir del mineral que Él creó.
El agua que tanto le refrescó cuando sudaba bajo el
abrasador sol del Este fue el agua que Él mismo llamó a
la existencia. Y la madera con la que estaba tan
familiarizado, el material sobre el cual Él sería
crucificado algún día, vino de Sus propias manos. El
“Segundo Testamento” declara cinco veces que Jesús
murió en un árbol. Y no tan sólo fueron los árboles
todos creados únicamente por Él, sino que fueron
creados para Él.
Jesús no sólo conoció los rigores propios del trabajo
manual, sino también el aburrimiento ligado a este. Por
largos dieciocho años llenó Sus días con lo mundano. De
seguro, algunos días fueron probablemente más
emocionantes que otros, pero no había nada glorioso
allí. No hubo milagros. No había multitudes. Sólo había
sudor, trabajo duro durante horas en el calor
indescriptible, y la dicha y el disgusto de tratar con
clientes. En definitiva, era una común y a veces aburrida
ocupación.
La naturaleza humana no cambia. Y tampoco los
desafíos que vienen al trabajar para otros. Por lo que
podemos asumir que Jesús conoció el escarmiento de
lidiar con clientes insatisfechos. Imagine: Un agricultor
de la zona de Nazaret le ha contratado para reparar uno
de sus arados. Jesús pasó tres días arreglándolo. No es
un proyecto fácil. Resulta ser más complicado de lo que
supuso. El trabajo está terminado, y el agricultor ve lo
que Jesús ha hecho. Pero él no está satisfecho, por lo
que pasa el dato en los alrededores de Nazaret de que
Jesús hace un pobre trabajo.
Otra persona contrata a Jesús para hacer algún trabajo en
su casa. Jesús pasa una semana entera cumpliendo la
tarea. Es una de las más difíciles de Su carrera. La
persona nunca le pagó. Esta no es la primera vez que
esto ocurre. No fueron pocas las ocasiones en que Jesús
trabajó sin recibir paga. No fueron pocas las veces en
que clientes insatisfechos le intimidaron con quejas
injustas e insultos condescendientes. ¿Estamos
sugiriendo que Jesús no hacía un trabajo de calidad? En
absoluto. Pero conocemos la naturaleza humana. Y
usted también. A veces, la gente no queda satisfecha
incluso con los mejores trabajos. En pocas palabras,
Jesús sabe lo que se siente ser menospreciado, insultado
y utilizado.
Es tentado a sentir ira hacia estas personas. Es tentado a
argumentar Su caso. Es tentado a defenderse. Es tentado
a aclarar las cosas. La presión de tener que cuidar de Su
familia a la vista de todo esto sólo aumenta las
tentaciones.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse
de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado. Heb. 4:15
Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.
Heb 5:8
No nos ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana. 1
Cor. 1:13
Pero Jesús nunca cedió a las tentaciones. En cambio,
cedió a la vida de Su Padre dentro de Él. Una vida que
sabe cómo morir. Una vida que pierde en lugar de pelear
para ganar. Ésta fue Su norma de vida. Y con el tiempo
le llevaría a sufrir la pérdida definitiva: Su propia vida. Sus
años en el taller como artesano, trabajando con y para
mortales caídos, lo formaron increíblemente en esta área.
Pero quizás, lo más alentador de todo esto es que
Jesucristo, al convertirse en un hombre de trabajo
común y corriente, hizo del trabajo algo santo. Él hizo
del trabajo algo sagrado. Y destruyó el mito de lo secular
-versus- lo sagrado bendiciendo lo mundano,
consagrando lo ordinario, y santificando la rutina.
Muchos cristianos modernos aún tienen en sus mentes
que el trabajo “espiritual” (ser “llamado al ministerio
tiempo completo,” ir a un instituto Bíblico o seminario,
y “ser ordenado”) es de alguna manera más valioso para
Dios que hacer un trabajo “secular” (ser un obrero de la
construcción, una secretaria, una asistente dental o un
ingeniero en computación; cambiar pañales, preparar
comidas y limpiar la casa; lo que sea). La vida del Señor
en la tierra nos enseña que esto sencillamente no es
cierto. Lo que sea que se haga para la gloria de Dios es
valioso en Sus ojos. Lo así llamado secular se transforma
en espiritual cuando es hecho para el Señor.
Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la
gloria de Dios. 1 Cor 10:31
Tenga esto en cuenta cuando se encuentre harto de la
monotonía de hacer lo mismo cada día. Téngalo
presente cuando esté agotado de su trabajo y lo
considere trivial y sin importancia. Recuérdelo cuando
esté siendo tratado injustamente en el trabajo y esté
siendo subvalorado, mal pagado y menospreciado.
Recuerde, no está perdiendo su tiempo, no más de lo
que Jesús estuvo perdiendo Su tiempo en aquel taller.
Jesucristo ha hecho sagrado cada minuto, cada hora y
cada día que pasas ganando tu salario. Él se identifica
con tu sudor, tu esfuerzo y las agonías que vienen de la
mano con ello.
De hecho, cuando los Romanos crucificaron al Hijo de
Dios, no sólo mataron al Salvador del mundo, sino
también, crucificaron a un hombre de trabajo… mataron
a un artesano. Y fue un obrero trabajador quien resucitó
de los muertos. Puesto que eso es lo que Él fue la mayor
parte de Su vida.
Del libro Jesus a Theography (Jesús una Teografía) de Leonard
Sweet & Frank Viola. Traducido por Pat Linda C.