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1 Unidad 10 “LA ESPAÑA DEL FRANQUISMO (1939-1975)” Fechas: 1º de Abril de 1939, 20 de noviembre de 1975. Personajes: Arias Navarro y Carrero Blanco. Términos: Autarquía, ETA, Falange, Fuero de los Españoles, Fuero del Trabajo, INI, Manifiesto de Lausana, Movimiento Nacional, Plan de estabilización y Planes de Desarrollo. Texto: Ley Principios del Movimiento Nacional. Cuestiones: El sistema político de Franco. Evolución económica de la España de Franco: de la Autarquía a los Planes de Desarrollo. Emigración y subdesarrollo en Extremadura durante el Franquismo. La España del 1939, una vez terminada la guerra, era una nación arrasada y sobre ella se construirá un nuevo Estado caracterizado por la centralización absoluta del poder en la figura del general Franco. Dentro de un aparente inmovilismo, el régimen fue adaptándose a las diferentes coyunturas internacionales, desde el alineamiento con el fascismo, pasando por el aislamiento, hasta el reconocimiento internacional. La expansión económica de los años sesenta hizo inevitable la penetración en España de la prosperidad y permitió a la postre el surgimiento de una movilización creciente en los años finales, aunque el régimen acabaría con el fallecimiento de su creador: Franco. 1. EL SISTEMA POLÍTICO FRANQUISTA. 1.1. Fundamentos ideológicos, El régimen se caracterizó, desde sus orígenes, por una rotunda concentración de todos los poderes en la figura de Franco. Todas las instituciones que arropaban al dictador le estaban completamente subordinadas. El régimen se cimentó sobre los esquemas que ya se habían difundido durante la guerra. En primer lugar, el anticomunismo, rechazo que, más allá del término, abarcaba desde la extrema izquierda revolucionaria hasta la burguesía democrática. Otro rasgo fue su antiparlamentarismo; que se iría moderando aunque siempre se presentó al sistema parlamentario como modelo débil, sobre el que la democracia orgánica del régimen tenía una clara superioridad. La constante ideológica es el tradicionalismo, en parte derivado de las ideas aportadas por el carlismo, pero sobre todo arraigado en valores militares que ponían la unidad de la Patria como valor y que buscaban en el pasado las justificaciones de esa unidad. Especial cuidado se tuvo en aplastar los elementos de identidad de las diferentes nacionalidades. Los símbolos militares y la organización castrense impregnaron también muchas manifestaciones de la vida cotidiana. La radio y la prensa recordaban permanentemente la guerra, la victoria y el papel del ejército en la unidad de la patria. A partir de los años sesenta, la modernización Un elemento clave es la identificación de la dictadura con el catolicismo, hasta el punto de que se ha generalizado el término nacionalcatolicismo para etiquetar al régimen. Desde el inicio de la guerra la jerarquía católica se identificó con la sublevación, bautizando la causa nacionalista como cruzada. El dominio que la Iglesia ejerció sobre la vida social de la España franquista fue absoluto.

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Unidad 10

“LA ESPAÑA DEL FRANQUISMO (1939-1975)” Fechas: 1º de Abril de 1939, 20 de noviembre de 1975. Personajes: Arias Navarro y Carrero Blanco. Términos: Autarquía, ETA, Falange, Fuero de los Españoles, Fuero del Trabajo, INI, Manifiesto de Lausana, Movimiento Nacional, Plan de estabilización y Planes de Desarrollo. Texto: Ley Principios del Movimiento Nacional. Cuestiones:

• El sistema político de Franco. • Evolución económica de la España de Franco: de la Autarquía a los Planes de Desarrollo. • Emigración y subdesarrollo en Extremadura durante el Franquismo.

La España del 1939, una vez terminada la guerra, era una nación arrasada y sobre ella se construirá un nuevo Estado caracterizado por la centralización absoluta del poder en la figura del general Franco.

Dentro de un aparente inmovilismo, el régimen fue adaptándose a las diferentes coyunturas internacionales, desde el alineamiento con el fascismo, pasando por el aislamiento, hasta el reconocimiento internacional. La expansión económica de los años sesenta hizo inevitable la penetración en España de la prosperidad y permitió a la postre el surgimiento de una movilización creciente en los años finales, aunque el régimen acabaría con el fallecimiento de su creador: Franco. 1. EL SISTEMA POLÍTICO FRANQUISTA. 1.1. Fundamentos ideológicos, El régimen se caracterizó, desde sus orígenes, por una rotunda concentración de todos los poderes en la figura de Franco. Todas las instituciones que arropaban al dictador le estaban completamente subordinadas. El régimen se cimentó sobre los esquemas que ya se habían difundido durante la guerra. En primer lugar, el anticomunismo, rechazo que, más allá del término, abarcaba desde la extrema izquierda revolucionaria hasta la burguesía democrática.

Otro rasgo fue su antiparlamentarismo; que se iría moderando aunque siempre se presentó al sistema parlamentario como modelo débil, sobre el que la democracia orgánica del régimen tenía una clara superioridad.

La constante ideológica es el tradicionalismo, en parte derivado de las ideas aportadas por el carlismo, pero sobre todo arraigado en valores militares que ponían la unidad de la Patria como valor y que buscaban en el pasado las justificaciones de esa unidad. Especial cuidado se tuvo en aplastar los elementos de identidad de las diferentes nacionalidades.

Los símbolos militares y la organización castrense impregnaron también muchas manifestaciones de la vida cotidiana. La radio y la prensa recordaban permanentemente la guerra, la victoria y el papel del ejército en la unidad de la patria. A partir de los años sesenta, la modernización

Un elemento clave es la identificación de la dictadura con el catolicismo, hasta el punto de que se ha generalizado el término nacionalcatolicismo para etiquetar al régimen. Desde el inicio de la guerra la jerarquía católica se identificó con la sublevación, bautizando la causa nacionalista como cruzada. El dominio que la Iglesia ejerció sobre la vida social de la España franquista fue absoluto.

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del país haría pasar a un segundo plano ese conjunto de valores, sobre todo en las generaciones que no habían vivido la guerra. 2.2. Las bases sociales y las “familias políticas”.

En cuanto a las bases sociales del régimen, la dictadura devolvió a la oligarquía terrateniente y financiera su hegemonía social y económica, a quien se incorporarían elementos procedentes del Ejército, la Falange o los grupos enriquecidos durante la guerra y la posguerra. Más allá de esas élites, el régimen franquista contó con el apoyo de las clases medias rurales, sobre todo en el Norte y en ambas Castillas.

Su respaldo entre los jornaleros y entre el proletariado industrial era, obviamente, escaso. Lo mismo ocurría entre las clases medias urbanas, pero la represión, la miseria y el hundimiento moral desramaron cualquier oposición fuerte. Después, la propaganda, el aumento del bienestar y el relevo generacional, hicieron que parte de esos sectores adoptaran una actitud de acomodamiento y de apoliticismo, cuando no de respaldo directo a la dictadura. Por supuesto, todas las organizaciones políticas y sindicales que habían apoyado a la República estaban prohibidas, y sus dirigentes fueron perseguidos, encarcelados, trasladados a campos de concentración, o simplemente ejecutados. Pero tampoco estaban permitidos los partidos de derecha. Sólo Falange, pero es significativo que se prohibiera a la prensa definir a la Falange como partido, y que se estableciera la denominación de Movimiento para todo el entramado de instituciones falangistas. Ahora bien, una de las características peculiares de la dictadura es el hecho de que Franco no sólo se sirvió de la Falange, sino que buscó a sus colaboradores entre grupos ideológicos bautizados como familias del régimen: falangistas, militares, católicos y monárquicos..

Organigrama del estado franquista

1.3. La institucionalización: Las Leyes Fundamentales

En las semanas siguientes al fin de la guerra, Franco firmó una serie de Decretos que ampliaban aún más su poder, al reservarse la potestad legislativa. Así, la Dictadura fue constituyendo un sucedáneo de Constitución a través de sucesivas leyes orgánicas, conocidas como Leyes Fundamentales

Entre 1938 y 1946 se aprobaron las cinco primeras. El Fuero del Trabajo de 1938 ,la Ley Constitutiva de las Cortes de 1942 establecía unas Cortes elegidas por sufragio indirecto por las llamadas corporaciones (familia, municipio y sindicato) y por el propio Franco. Las Cortes franquistas no representaban en ningún caso la soberanía nacional, por cuanto el Caudillo conservaba plena potestad legislativa.

En 1945 se aprobaron dos nuevas leyes orgánicas. El Fuero de los Españoles era una especie de declaración de derechos y deberes que reafirmaba el carácter tradicionalista y católico del sistema. Su objetivo real era enmascarar la imagen autoritaria del régimen en el momento en que comenzaba su aislamiento internacional. Por su parte, la Ley de Referéndum Nacional permitía al jefe del Estado convocar un plebiscito para que el pueblo aprobara directamente una ley. Por último, la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado de 1946 definía al régimen como un «reino» y autorizaba a Franco a proponer a su propio sucesor.

No obstante, en realidad, Franco, que carecía de una ideología política clara, elegía a sus colaboradores al margen de etiquetas; la lealtad personal, la eficacia, la prudencia y la carencia de mayores ambiciones eran los criterios. También procuraba evitar que nadie acaparara demasiado poder y se deshizo siempre de quienes mostraban demasiados criterios propios. Toda la organización política franquista se asentaba en el poder inmenso del dictador.

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En 1958 se aprobaría la sexta de la leyes orgánicas del franquismo, la Ley de Principios del Movimiento Nacional, una declaración que reafirmaba la vinculación de la Dictadura con los valores del 18 de julio, pero suficientemente ambigua en los matices como para que todas las familias pudieran aceptarla.

En 1966 un referéndum nacional, convertido en auténtico plebiscito en favor de Franco, aprobó la Ley Orgánica del Estado, última de las leyes fundamentales. Y en 1969 el príncipe Juan Carlos de Borbón fue nombrado sucesor de Franco «a titulo de Rey». La continuidad del régimen parecía asegurada. 2. ETAPAS POLÍTICAS DEL PERÍODO FRANQUISTA.

Suele dividirse la historia del franquismo en cuatro períodos característicos: la posguerra, que se prolonga durante toda la década de 1940 y que se caracteriza por la miseria y el aislamiento; la década de los años cincuenta, período de transición y ruptura del aislamiento, la etapa del desarrollo económico de los años sesenta, y la fase de crisis y hundimiento del régimen, que culmina en 1975 con la muerte de Franco. 2.1. Los años cuarenta. Institucionalización, represión y evolución política.

No obstante, sin alterarse esas esencias del régimen, las circunstancias externas fueron

condicionando cierta evolución.

Entrevista Franco-Hitler

Pero a partir del verano de 1942, las primeras derrotas alemanas hicieron necesario un cambio

de orientación. Serrano Súñer abandonó el Gobierno, y la diplomacia española inició un progresivo giro hacia los aliados.

En 1945, los dirigentes aliados denunciaron el apoyo de Franco a Alemania e Italia durante la guerra. La postura de bloqueo frente a España fue creciendo, y en febrero de 1946 la asamblea de la recién creada Organización de las Naciones Unidas votó en contra de la entrada de España en sus organismos. Días después, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido firmaron una declaración pública sugiriendo la retirada de embajadores.

En 1939, al estallar la Segunda Guerra Mundial, España se convirtió en aliada de las potencias fascistas, y los falangistas adquirieron una clara primacía en el Gobierno, con Serrano Súñer al frente. Su línea fascista y totalitaria impregnó la acción política. En octubre de 1940, una vez que los alemanes arrasaron Francia, se produjo la entrevista de Hendaya entre Franco y Hitler. El encuentro fue un fracaso rotundo aunque no impidió el envío en 1941 de la División Azul, una unidad de voluntarios, para apoyar la ofensiva de las tropas nazis contra la URSS.

Esta institucionalización vino acompañada de una dura represión. Los campos de concentración se extendieron por todo el país, y los tribunales continuaron ordenando ejecuciones al amparo de la Ley de Responsabilidades Políticas de 1939, en número de varias decenas de miles. Cualquier sospechoso de haber colaborado con los «rojos» podía ser denunciado por los jefes de la Falange.

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El aislamiento había comenzado y la autarquía, que hasta entonces había sido una opción voluntaria, se convirtió ahora en una necesidad, agravándose la situación económica aún más y prolongándose las secuelas de hambre y miseria. Sólo la importación de petróleo estadounidense y el envío masivo de trigo por el Gobierno argentino permitieron la supervivencia del régimen.

En el interior, se aumentó la influencia de la Iglesia y el número de ministros católicos. Las relaciones con los monárquicos, sin embargo, se habían ido enfriando conforme se afirmaba la vo-luntad de continuidad del Caudillo. La publicación del Manifiesto de Lausana en 1945, en el que don Juan de Borbón declaraba su apoyo a una transición democrática, con Cortes Constituyentes y una amplia amnistía, llevó al borde de la ruptura. Pero los contactos nunca se rompieron del todo, y los monárquicos permanecieron siempre en las esferas del poder. 2.2. Los años cincuenta: El fin del aislamiento

A partir de 1948, sin embargo, la situación internacional comenzó a girar a favor del régimen. El inicio de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS hizo que las potencias occidentales cerraran los ojos ante el carácter totalitario del franquismo para incorporar a España a la alianza anticomunista. La presión diplomática se fue difuminando y comenzaron a levantarse las restricciones comerciales, al tiempo que se producían declaraciones favorables al fin del aislamiento. En 1950, la ONU levantó la recomendación de retirada de embajadores y autorizó la entrada de España en organismos internacionales.

El acontecimiento decisivo en la ruptura del aislamiento fue la firma del acuerdo con los EE.UU. que permitió la instalación de bases norteamericanas en España (Torrejón de Ardoz, Zaragoza, Morón y la naval de Rota), en 1953. A EE.UU. le interesaba contar con varios aeropuertos y bases navales que facilitaran a su flota el control del Mediterráneo. España buscaba ayuda financiera a toda costa (1.180 millones de dólares en ayudas que aliviaron algo la grave situación económica).

Ese mismo año se firmó un nuevo Concordato entre el Vaticano y el Estado español, una reafirmación de la alianza entre la Iglesia y el franquismo que suponía un nuevo respaldo interna-cional. En 1956, por último, España reconocía la independencia de Marruecos e iniciaba el proceso de descolonización del Protectorado, siguiendo las recomendaciones de la ONU.

El fin del aislamiento y los primeros síntomas de recuperación coincidieron con una importante crisis política. En 1956, los graves incidentes en la Universidad entre estudiantes antifranquistas y miembros del SEU, el sindicato estudiantil falangista, agudizaron las tensiones existentes. Los falangistas pretendieron acrecentar su poder, pero suscitaron el recelo de otras familias y del propio Franco, quien procedió a remodelar el Gobierno, del que salieron los representantes más radicales del falangismo y la entrada de varios ministros procedentes del Opus Dei, apoyados por el almirante Carrero Blanco, ya por entonces mano derecha de Franco. Fueron ellos quienes pusieron en marcha la decisiva reforma económica de 1959.

Eisenhower y Franco, 1959.

2.3. Los años sesenta Para quienes pensaban que con la mejoría económica se abriría el camino a la apertura

política, el desengaño sobrevino rápidamente. El régimen no dio la menor señal de querer variar el férreo control político y la restricción total de las libertades.

Las consecuencias fueron inmediatas. En primer lugar se inició un proceso de

La década terminaba de forma positiva para el régimen. Las entradas en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial, unidas a la visita del presidente Eisenhower a España, a finales de 1959, sirvieron para generar euforia y reforzar la imagen de Franco.

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distanciamiento entre la Iglesia y el régimen. Miembros de la jerarquía comenzaron a denunciar la situación de los trabajadores y el ascenso al papado de Juan XXIII y su inesperada renovación de la Iglesia, a partir del Concilio Vaticano II agudizaron las tensiones, que irían agrandándose hasta lle-gar casi a la ruptura desde 1970.

En segundo lugar, comenzaron a resurgir las tensiones nacionalistas. En 1959 un grupo de jóvenes miembros del PNV se escindió del partido y fundó ETA, Euskadi Ta Askatasuna (patria y Libertad), que rápidamente optó por la violencia como táctica para lograr la liberación nacional vasca. Tras el primer asesinato de ETA, en 1968, se estableció la jurisdicción militar para cualquier delito de contenido político o social. Antes, en 1960 habían sido detenidos más de trescientos curas vascos y también algunos catalanistas, acusados de distribuir panfletos antifranquistas en catalán.

Un tercer frente lo constituyeron los conflictos laborales. Desde la primavera de 1961 se sucedieron las huelgas, al principio se debían a demandas salariales y laborales, poco a poco pasaron a dominar motivos de denuncia de la falta de libertades sindicales y políticas.

En 1962, semanas después de que España pidiera entablar negociaciones de adhesión a la CEE, un centenar de españoles se reunía en Munich y aprobaba una declaración recomendando la no admisión de España en tanto no se restauraran las libertades.

Concentración en apoyo del régimen franquista

La represión continuó al año siguiente, con la detención en Madrid del dirigente comunista

Julián Grimau, que, tras ser torturado y procesado sin garantía jurídica alguna, fue ejecutado en abril de 1963 en medio de un gran escándalo internacional.

A pesar de todo, el régimen intentaba mejorar su imagen y demostrar un talante aperturista, con nuevos ministros jóvenes, como Manuel Fraga y Laureano López Rodó y la aprobación de varias leyes de modernización, entre ellas la Ley de Prensa de 1966. Aunque se presentó como el es-tablecimiento definitivo de la libertad de prensa, en la práctica la censura siguió funcionando.

A finales de la década fueron cerradas la Facultad de Ciencias Políticas de Madrid y la Universidad de Barcelona. La década termina con el llamado proceso de Burgos, en diciembre de 1970, contra dieciséis miembros de ETA, nueve de los cuales fueron condenados a muerte. Las protestas en las calles, la presión internacional y el secuestro por ETA del cónsul alemán en Bilbao, con la amenaza de matarle si se ejecutaban las condenas, hicieron finalmente claudicar a Franco, que conmutó las penas por las de cadena perpetua. 2.4. Los años setenta: la agonía del franquismo.

A partir de 1970 los Gobiernos fueron cada vez más débiles. Estallaron algunos escándalos de corrupción, el más grave de ellos el asunto MATESA. Por otro lado, la oposición universitaria y obrera desbordaba al régimen, que sólo supo responder con la represión. Además, el envejecimiento de Franco suscitó el debate sobre la continuidad de la Dictadura. Dentro del régimen se fue pro-duciendo una ruptura entre los llamados aperturistas, partidarios de reformar el sistema para ir acercándolo progresivamente a un modelo parlamentario, y los sectores más inmovilistas, opuestos a cualquier cambio, por mínimo que fuera, y que pronto fueron denominados como el «búnker».

Eran dirigentes liberales de derecha, pero el régimen respondió con enorme dureza. La prensa franquista descalificó de forma virulenta el llamado «contubernio de Munich», mientras se multiplicaban las detenciones de diri-gentes de la oposición.

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En 1973 Franco decidió separar por vez primera la jefatura del Estado y la del Gobierno.

Nombró presidente del mismo a Carrero Blanco, que formó un gabinete con mayoría de miembros del Opus y de franquistas «puros». El objetivo era atajar la creciente protesta en las calles y preparar el futuro relevo en la jefatura del Estado. Pero el nuevo Gobierno no tuvo tiempo de actuar. El 20 de diciembre de 1973 debía iniciarse el juicio contra diez dirigentes de CC.OO., el sindicato clandestino de inspiración comunista. Se esperaban manifestaciones y protestas organizadas por la oposición.

Atentado  de  Eta  contra  Carrero  Blanco  

El «búnker» consiguió imponer a su candidato a la presidencia del Gobierno, Carlos Arias Navarro, que formó un gabinete de franquistas puros, pero también con algunos ministros aperturistas, como Pío Cabanillas. Su discurso programático, que incluía vagas promesas de apertura y un estatuto de asociaciones políticas, fue recibido con ciertas esperanzas, aunque rápidamente Arias demostró su talante represivo (ejecución del anarquista Puig Antich en marzo de 1974).

Entonces se produjo un grave enfrentamiento con la Iglesia, encarnado en el cardenal Enrique y Tarancón, abiertamente antifranquista, dirigía la Conferencia Episcopal, la ruptura con la Iglesia era ya completa.

Tras el verano de 1975 los acontecimientos se precipitaron. Varios miembros de ETA y FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) fueron juzgados y doce de ellos condenados a muerte. En medio de manifestaciones en todas las capitales europeas y de una lluvia de peticiones de clemencia, el 27 de septiembre cinco de los condenados fueron ejecutados, pocos días después Franco caía enfermo.

Fue entonces cuando estalló el conflicto en el Sahara español. Hassan II de Marruecos amenazó con lanzar una invasión popular hacia el territorio español si el Gobierno de Madrid no lo cedía al reino marroquí. La llamada Marcha Verde puso al Ejército español en estado de máxima tensión. Finalmente, el 18 de noviembre, el Gobierno capituló y mediante el Acuerdo Tripartito de Madrid entregó el Sahara español a Marruecos y Mauritania, violando el compromiso y mandato de la ONU, que había encargado a España la tutela del territorio hasta su independencia.

Dos días después, el 20 de noviembre, Franco moría, tras mes y medio de larga y dura enfermedad. 3.- LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA. 3.1. La autarquía.

Cupón cartilla racionamiento

Esa mañana Carrero Blanco moría víctima de un atentado de ETA minuciosamente preparado. El magnicidio fue un golpe durísimo para Franco, que perdía a su hombre de máxima confianza, en un momento en que acusaba ya síntomas de debilidad física y moral.

En 1939 España era un país arruinado demográfica y económicamente, y la mayoría de la población padecía hambre. El nuevo régimen tuvo que recurrir al racionamiento y una parte importante de los bienes esenciales de consumo pasaron a depender del mercado negro, el estraperlo, como se decía entonces. También se generalizó la corrupción.

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Era urgente iniciar un proceso de recuperación económica y para afrontar la situación, las autoridades optaron por un régimen de autarquía económica y de intervención del Estado. El modelo era el del fascismo italiano, tan admirado entonces por los falangistas, según el cual un país no podía gozar de independencia política si no era económicamente autónomo, casi autosuficiente.

Una serie de decretos implantó un sistema intervencionista. Se fijaron precios y se obligó a en-tregar al Estado todo excedente de cosecha y se reconvirtieron fábricas para producir bienes de primera necesidad. Se fundó el Instituto Nacional de Industria (lNI) en 1941 para privilegiar a los sectores acordes con las prioridades del régimen, y se canalizó a través del Estado cualquier permiso de importación o exportación.

Pero, sobre un sector productivo arrasado y con una enorme deuda, la lentitud de la burocracia y la falta de una política financiera generaron una clara regresión económica, el aislamiento posterior reforzó las políticas autárquicas y las consecuencias fueron nefastas. La producción agraria e industrial se hundió, al igual que la renta y el mercado negro y la corrupción se extendieron a todos los sectores.

Al iniciarse la década de 1950 el fracaso de la política autárquica era ya claro, se iniciaron tímidas medidas aperturistas, que junto al levantamiento del aislamiento, permitieron una cierta mejoría (el racionamiento se terminó en 1952).

Se inició entonces una expansión económica, favorecida por las ayudas estadounidenses, que comenzaron a llegar ya en 1951. Fueron muy inferiores a las del Plan Marshall que recibieron otros países europeos, pero para la economía española, prácticamente descapitalizada, significaron un aporte decisivo. Pero la prosperidad era sólo aparente. Los presupuestos y la balanza comercial seguían siendo deficitarios. La fuerte inflación, además, entorpecía la expansión. Se hacía necesaria una reforma económica más profunda. 3.2. El Plan de Estabilización de 1959 y el desarrollo económico de los años sesenta.

La reforma económica tenía como objetivo conseguir un fuerte ritmo de crecimiento, una rápida industrialización y la conexión de la economía española con la internacional, a través de la liberalización y apertura al exterior. El Decreto-Ley de Nueva Ordenación Económica se aprobó en 1959, tras superar las reticencias de casi todo el Gobierno. Era un plan de estabilización diseñado se-gún las indicaciones del FMI y del Banco Mundial, que aceptaron financiarlo con varios cientos millones de dólares en créditos.

El plan se inició con una serie de medidas restrictivas. Para reducir el gasto del Estado se suprimieron organismos burocráticos, se recortó el presupuesto y se subió el precio de los servicios públicos. También se liberalizaron los precios protegidos, aumentaron los tipos de interés y se restringieron los créditos bancarios. Al mismo tiempo se devaluó la peseta, fijando un tipo de cambio más realista. También quedaron liberalizadas las inversiones extranjeras, salvo en algunos sectores estratégicos. Consecuencia inmediata fue la entrada masiva de capitales de las multinacionales.

Los resultados fueron inmediatos. Entre 1959 y 1960 se produjo, como era previsible, un

fuerte parón económico, pero se consiguieron los objetivos de reducción del déficit y de acumulación de capitales, y a partir de 1961 comenzó el proceso de relanzamiento. La economía

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española creció a un ritmo altísimo, que se basó sobre todo en el aumento del sector industrial y de servicios, y propició un profundo cambio en la sociedad española. El crecimiento de la industria produjo una intensa emigración de mano de obra campesina hacia las grandes ciudades y a Europa. El resultado fue el alza de salarios en el campo, al disminuir la oferta de mano de obra, lo que a su vez impulsó la mecanización de las tareas agrícolas y la consiguiente demanda de bienes industriales por parte del sector agrario. Así, modernización agrícola y despoblamiento del interior fueron fenómenos paralelos.

A partir de 1963 el Gobierno intentó regular el crecimiento mediante los llamados Planes de Desarrollo. Se trataba de conseguir, en periodos de tres años, una serie de objetivos de crecimiento en sectores clave, mediante incentivos fiscales y ayudas estatales. Se crearon los llamados polos de desarrollo para promocionar la instalación de nuevas industrias y así generar empleo en zonas deprimidas. Pero el resultado fue decepcionante, porque no se cumplieron los objetivos previstos.

Así, la crisis de la economía mundial de 1973, derivada del alza de los precios del petróleo,

afectaría de forma profunda a España, deteniendo bruscamente el crecimiento.

4.- LOS CAMBIOS SOCIALES (Ver fotocopias) 5.- LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN

5.1. La República en el exilio Tras la guerra, la mayoría de los exiliados huyó hacia Francia, y más tarde el estallido de la

guerra europea les dispersó hacia América Latina. Otros se sumaron a la resistencia contra los nazis o emigraron a la URSS y lucharon en las filas del Ejército Rojo.

El Gobierno de la República en el exilio confiaba en una victoria de las democracias y en que éstas acabarían con la Dictadura de Franco, lo que permitió mantener una cierta unidad de acción. Pero en 1945 llegó la decepción, al quedar patente la decisión de las potencias de no intervenir en España. Los sucesivos gobiernos en el exilio, instalados en México, fueron debilitándose, conforme desaparecía la vieja generación de dirigentes republicanos. El alejamiento respecto de los militantes clandestinos en el interior era, además, cada vez mayor.

5.2. La oposición interior. Muchos combatientes republicanos permanecieron hostiles al nuevo régimen desde el final de

la guerra e iniciaron por su cuenta una labor de hostigamiento a las fuerzas del orden y del Ejército, a través de pequeñas partidas, los maquis, que se refugiaban en las montañas del norte y del interior. Estaban dirigidas por anarquistas y comunistas principalmente, y en 1944 el PCE organizó una entrada masiva de guerrilleros por el Pirineo, que se saldó con un fracaso. La guerrilla comenzó a declinar, y sólo grupos muy aislados continuaron algunos años refugiados en las montañas. En 1948 el PCE renunció a la táctica guerrillera.

La resistencia interior era difícil de organizar. La represión, que desmanteló por completo los cuadros dirigentes de partidos y sindicatos, la escasa información y el hambre bloquearon la

Los pantanos fueron la obra pública más emblemática de la política desarrollista. La expansión se basó en los bajos salarios y en la masiva llegada de inversiones extranjeras, junto a los ingresos provenientes del turismo y las aportaciones de los emigrantes. Todo ello en un contexto económico de expansión mundial y especialmente europea.  También la tecnología y la energía procedían del extranjero por lo que la economía española pasó a depender por completo del exterior  

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capacidad de reacción durante la posguerra. En los primeros años cincuenta la lucha contra la Dictadura reapareció con una serie de

huelgas, pero fue mucho más importante el inicio de la protesta universitaria. El clima aperturista propiciado por el ministro de Educación, Joaquín Ruiz-Giménez, permitió la aparición de grupos de estudiantes católicos, en los que también se infiltraron algunos socialistas y comunistas. Profesores y alumnos pedían mayor libertad, frente a la oposición del SEU. La tensión estalló en febrero de 1956 cuando los falangistas respondieron con violencia, se sucedieron las luchas callejeras, una dura represión policial y la detención de varios dirigentes estudiantiles y algunos intelectuales ex-fran-quistas que se habían solidarizado con ellos. La crisis obligó a dimitir a Ruiz-Giménez y provocó un cambio de Gobierno. Pero, sobre todo, demostró que había una nueva generación dispuesta a oponerse a la Dictadura, cuyas posiciones estaban muy alejadas de las de los dirigentes de la Repú-blica en el exilio.

En cuanto a la oposición de los partidos, sólo el PCE conservaba suficiente organización para influir en la lucha clandestina dentro del país. El PSOE se mantuvo dividido y debilitado y sólo al final de la Dictadura la oposición de sectores liberales, democristianos o monárquicos adquirió alguna influencia. En cuanto al antiguo movimiento republicano, prácticamente no tenía peso como tal dentro de España.

En el sindicalismo adquirieron un protagonismo clave las Comisiones Obreras (CC.OO.), surgidas en 1962 como alternativa al sindicalismo oficial del Movimiento. Poco a poco su tenacidad y su capacidad de infiltración en el sindicato vertical, además de sus éxitos en la mejora de las condiciones de trabajo, las convirtieron en el eje de la lucha obrera. En los años finales del régimen eran el sindicato clandestino de referencia, y buena parte de su dirección estaba conectada con el PCE. La UGT y CNT también comenzaron a reconstruirse, pero su táctica de no infiltrarse en la Organiza-ción Sindical del régimen limitó su implantación.

En realidad, la oposición se fue articulando en movimientos de protesta de muy diverso tipo, a menudo al margen de los partidos. Éste será el caso de los trabajadores; en los años setenta, la movilización obrera afectaba ya a cientos de miles de trabajadores y resultó decisiva en el hundimiento del régimen. El otro gran frente de oposición será el movimiento estudiantil, cada vez más amplio y organizado, constituyéndose en un auténtico quebradero de cabeza para el régimen. Lentamente surgió también la oposición nacionalista en Cataluña, y en el País Vasco, con el protagonismo creciente de ETA. En ambas regiones, en la lucha coexistía la demanda de libertad política con la de la recuperación de la identidad nacional. 6.- EMIGRACIÓN Y SUBDESARROLLO DURANTE EL FRANQUISMO EN EXTREMADURA.

En los aspectos económicos, las consecuencias de la guerra civil fueron especialmente dolorosas. Las primeras medidas tomadas por las nuevas autoridades de las zonas dominadas, era deshacer toda la labor realizada en el campo de la Reforma Agraria: devolución de las fincas expropiadas a sus antiguos propietarios, expulsión violenta de los campesinos que las ocupaban, supresión de todos los decretos reguladores del trabajo, salario, jornada laboral…., es decir, lo que podríamos llamar conquistas sociales de los trabajadores durante la República. Si a eso añadimos que los años de la contienda fueron climatológicamente desastrosos para el campo y que muchas cosechas se perdieron por causas del conflicto, el panorama alimenticio y productivo de la posguerra fue realmente terrible. Además, el aislamiento internacional terminaría por perfilar un horizonte poco esperanzador para la difícil recuperación.

Hacia mediados de los cincuenta se puede decir que los negros años de la posguerra habían terminado y los países occidentales empezaron a abrir las puertas a España. En Extremadura ya se habían comenzado las obras de construcción de un conjunto de presas y pantanos sobre ríos como el Zújar, Guadiana, Tiétar o Alagón, dentro de medidas para la recuperación económica del país, los llamados Planes Provinciales, y se pusieron en marcha los Planes de Badajoz y Cáceres, éste más reducido.

Hacia 1958 un análisis detallado de todas estas iniciativas podría darnos como resultado que el intento de volver a colonizar la región había fracasado debido a una falta de planificación adecuada de la educación técnica de los colonos, a los que se les dotaba de pequeñas parcelas para llevar a cabo

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la aplicación de técnicas modernas en los cultivos; y a la inexistencia de canales de comercialización de los productos agrarios extremeños.

Ante la demanda masiva de mano de obra barata para la industria catalana y vasca, los colonos abandonaron sus parcelas y marcharon en tropel a Barcelona, País Vasco y Madrid en los primeros años de la década de los 60. Por estos años, además, se ampliaban las áreas receptoras de emigrantes extremeños hacia países europeos como Francia, Suiza, Alemania…, con lo cual a la pobreza económica se sumó la escasez demográfica.

Los Planes de Desarrollo Económico iniciados a partir de 1964 por los gobiernos “tecnocráticos” de la Dictadura, apenas rozaron a Extremadura. Los Polos de Desarrollo se fueron hacia otras regiones y, en esta región, sólo quedó una infraestructura viaria tercermundista, con las peores carreteras y vías férreas de todo el país, un atraso educativo realmente notable y el más absoluto abandono industrial, si se exceptúan las obras hidráulicas destinadas a producir energía a bajo precio para las industrias foráneas, como la presa de Alcántara. En definitiva, una situación de subdesarrollo que llevaría una intensa emigración.

A partir de 1950 los valores absolutos de las tasas demográficas comenzaron a bajar y se produjo un paulatino estancamiento poblacional. Gran importancia en esta pérdida de población estuvo en la caudalosa corriente migratoria que salió de la región por razones de desempleo e indigencia. La población que salía era precisamente la más joven y capacitada. El fenómeno adquirió caracteres de verdadero éxodo entre 1960 y 1970. Más de 300.000 extremeños marcharon hacia países del Mercado Común. La emigración se convirtió en la primera industria extremeña por los beneficios económicos que reportaba, y en la segunda en todo el país después del turismo y vino a solucionar gravísimos problemas sociales que amenazaban a España y al Régimen de la Dictadura, como los conflictos sociales o el paro.

Todo esto también tuvo consecuencias trascendentales para la región: envejecimiento repentino del potencial demográfico, abandono de numerosos pueblos y la creciente concentración humana en los escasos puntos urbanos que podía ofrecer la zona.

La transición política desde 1976 abrió horizontes más claros para la región.

Evolución de la población extremeña