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Universidad Central de Venezuela Facultad de Humanidades y Educación Escuela de Psicología Estudios Psicológicos ll El Juego en Niños con Discapacidad Visual Profesora: Integrantes: Adriana Paz Castillo. Riti, Rosángela. Rodríguez, Adriana. Caracas, Julio de 2014.

Universidad Central de Venezuela · psicológico del niño tanto sin discapacidad como con discapacidad, el papel que desempeñe es crucial ya que propicia la curiosidad, motiva al

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Universidad Central de Venezuela

Facultad de Humanidades y Educación

Escuela de Psicología

Estudios Psicológicos ll

El Juego en Niños con Discapacidad Visual

Profesora: Integrantes:

Adriana Paz Castillo. Riti, Rosángela.

Rodríguez, Adriana.

Caracas, Julio de 2014.

ÍNDICE

TEMA PÁGINA

Introducción 3Teorías del juego 4Teorías psicoanalíticas del juego 6Visión dinámica de la importancia del juego en los niños 7Desarrollo de la percepción visual 13Discapacidad 14Discapacidad visual 14Características de los niños con discapacidad visual 14Juego y discapacidad 15Juego y discapacidad visual 15El juego simbólico y de representación en niños con discapacidad visual

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Selección y adaptación de juguetes para niños con discapacidad

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Juguetes para niños con discapacidad visual 26Juegos adaptados para personas con discapacidad visual 27

Conclusión 28Referencias Bibliográficas 29

INTRODUCCIÓN

El juego es considerado como el primer escalón del desarrollo de la creatividad,

así como un modo de comunicación y de expresión.

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Desde el punto de vista psicoanalítico, el jugar forma parte de la evolución y de la

vida psíquica de un niño. El jugar no solo cumple con el principio de placer y felicidad en

el niño, sino que también permite a éste viajar a un mundo lleno de fantasías en donde de

manera simbólica expresa y muestra sus más íntimos sentimientos y pensamientos,

tratando de incluir y llevar al terapeuta, a los padres o a los otros niños con los que juegue

a su mundo más íntimo y personal, logrando, a través de su imaginación, conectarse con

ese universo que solo el niño logra entender a través de su inocencia al jugar.

Dicho trabajo tiene como finalidad además de conocer un poco más acerca del

significado del juego y su importancia, exponer las diferentes teorías del juego

desarrolladas por diversos autores.

Por su parte, se trata de abordar como tema principal el juego en niños con

discapacidad visual, ya que se ha trabajado poco y se considera de suma importancia, se

llevarán a cabo distintos apartados en donde se dará a conocer acerca de las

características generales de las personas con discapacidad visual, así como las

características específicas de cómo se lleva a cabo el juego en los niños con

discapacidad visual.

Se espera motivar al lector no solo a investigar más sobre este tema, sino para

lograr mayor inclusión de los niños con deficiencias visuales en las actividades de juego

que todo niño tiene derecho a experimentar durante su infancia.

TEORÍAS DEL JUEGO

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Aunque para Chance (1979) “el juego es como el amor: todos saben lo que es

pero nadie puede definirlo”, algunos autores han logrado establecer una definición desde

diferentes posturas.

Según Rüssel (1970), el juego es una actividad generadora de placer que no se

realiza con una finalidad exterior a ella, sino por sí misma. Para Navarro (1993) es la

necesidad de accionar las facultades humanas, ejecutando las acciones más o menos

establecidas para manipular las cosas y proyectarnos en ellas con finalidad de diversión,

recreo, evasión, aprendizaje; siendo una actividad lúdica, despliegue de la vocación

exploradora y creadora de la personalidad. Es una realización humana, necesidad

imperiosa de acción y transformación de las cosas que nos rodean.

González (1987), define el juego como una actividad placentera con un fin en sí

misma.

Teoría de Karl Gross: Teoría del Juego como Anticipación Funcional:

El filósofo y psicólogo Groos en 1902 fue el primero en demostrar que el juego es

un fenómeno que permite estudiar y evaluar el desarrollo del pensamiento y de la

actividad, basándose en los estudios de Darwin que indica que las especies mejor

adaptadas a las condiciones cambiantes del medio son las que sobreviven.

Este autor define el juego como biológico e intuitivo, y que prepara al niño para

desarrollar sus funciones necesarias para la vida adulta, por lo que señaló que “el gato

con el ovillo aprenderá a cazar ratones y el niño jugando con sus manos aprenderá a

controlar su cuerpo”, es decir, lo que haga un niño con su carro de juguete es lo que hará

cuando sea grande con su carro de verdad.

Teoría de Jean Piaget:

Según Piaget (1956), el juego en el niño forma parte de su inteligencia y

representa su asimilación funcional o reproductiva según cada etapa evolutiva del

individuo.

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Dicho autor hace referencia a que existen ciertas capacidades que condicionan el

origen y la evolución del juego, las cuales son el sensorio motriz y las simbólicas o de

razonamiento.

Se asocian tres estructuras básicas del juego incluyendo las fases evolutivas del

pensamiento; estas son el juego como un simple ejercicio (parecido al anima), el juego

simbólico (abstracto, ficticio) y el juego reglado (colectivo, resultado de un acuerdo de

grupo).

Piaget divide el desarrollo cognitivo en cuatro etapas, según las cuales el juego va

a tomar diferentes significados.

- La etapa sensomotriz, que va desde el nacimiento hasta los dos años, la cual

sugiere que la capacidad del niño por representar y entender al mundo, así como

de pensar, es limitada. Sin embargo el niño busca aprender a través de

actividades, exploración y manipulación de las cosas del entorno.

- Etapa pre operativa, desde los dos a los seis años, el niño representa el mundo a

su manera (juegos, imágenes, lenguaje y dibujos fantásticos) y actúa sobre estas

representaciones como si creyera en ellas.

- Etapa operativa o concreta; va desde los seis o siete años hasta los once, la

comprensión durante esta etapa depende de experiencias concretas con hechos y

objetos y no ideas abstractas o hipotéticas.

- Etapa del pensamiento operativo formal, desde los doce años en adelante. Etapa

en la cual se tiene la capacidad de razonamiento lógico así como formulación y

probación de hipótesis abstractas.

Teoría Vygotskyana:

Según la ley expuesta por Vigotsky (1924), el juego surge a partir de la necesidad

de generar contacto con los demás, en donde la naturaleza, el origen y fondo del juego

son fenómenos de tipo social en las cuales se presentan escenas que van más allá de los

instintos y pulsaciones internas individuales.

Establece que el juego se da gracias al contacto y cooperación con otros niños, en

el cual se logran adquirir roles que son complementarios al propio. Se ocupa del juego

simbólico y señala como el niño transforma algunos objetos y lo convierte en su

imaginación en otros que tienen para él un distinto significado. Por ejemplo: Cuando corre

con la escoba como si fuese un caballo contribuye a la capacidad simbólica del niño.

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TEORÍAS PSICOANALÍTICAS DEL JUEGO

Existen ciertas teorías psicoanalíticas que hablan sobre el juego las cuales consideran

el juego como una forma de expresión o de salida de los deseos reprimidos durante la

infancia. Autores como Freud, Melanie Klein y Winnicott hablan de dichas teorías.

Teoría Freudiana:

Para Fred, el juego manifiesta dos procesos: la realización de los deseos

inconscientes reprimidos, cuyo origen está en la propia sexualidad infantil y la angustia

que produce las experiencias de la vida misma. Por lo tanto, mediante el juego, el niño

logra revivir experiencias angustiosas que hacen que se adapte mejor a la realidad porque

consigue dominar aquellos acontecimientos que eventualmente lo dominaron a él.

En su teoría, observó a un niño de año y medio en una situación de juego, y se dio

cuenta que éste manifestaba experiencias repetitivas que habían sido desagradables o

traumáticas para él. Freud considera al juego en el niño como una especie de catarsis,

debido a que trata de dominar o resolver las situaciones difíciles a las que el niño se tiene

que enfrentar.

Teoría de Donald Winnicott:

Para Winnicott, el juego no es cuestión de realidad psíquica interna ni de realidad

exterior, sino que existe un rasgo que se distingue de las otras dos realidades al que

Winnicott llama experiencia cultural o juego. Esta tercera “área o zona mental”, permite al

niño entender las situaciones “como si”; por ejemplo, mamá hace como si se fuera, pero

no se va y supone una zona que se encuentra fuera del niño. Este es el lugar donde se

originan los fenómenos transicionales, los que más tarde darán lugar al juego. Para

Winnicott, la experiencia cultural supone un espacio potencial que existe entre el niño y el

ambiente, lo que se relaciona con el juego ya que éste se encuentra en el límite entre lo

subjetivo y lo objetivo.

La teoría psicoanalítica de Winnicott acerca del juego es la más completa, porque

intenta dar respuesta a los fenómenos interactivos que se producen en el juego, tomando

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en cuenta los aspectos emocionales y cognitivos del desarrollo del juego infantil. Para

Winnicott el jugar es un movimiento, un proceso que se está realizando y de cual no

importa el contenido sino la capacidad para jugar y la creatividad de la persona. La

integración se suscita a partir de un estado de confianza que no supone meditación ni

cálculo. “El juego implica confianza y pertenece al espacio potencial existente entre el

bebé y la figura materna” (Larotonda, 2006).

Según Larotonda (2006), basándose en los postulados de Winnicott, el infante posee

un aparato psíquico al nacer, y es la madre con sus cuidados y sostén la que posibilita el

movimiento entre estado de no integración (estados de desorientación, de relajación, de

falta de certezas) y estados de integración (en los que se recobra la atención, la vigilia, la

certeza de sí mismo). Este movimiento luego se interioriza, posibilitando el funcionamiento

de lo psíquico. Es decir, que el aparato psíquico se construye a partir de un soporte de

confianza, que permite la exploración y expansión. En ese estado no integrado, puede

aparecer lo creativo

VISIÓN DINÁMICA DE LA IMPORTANCIA DEL JUEGO EN LOS NIÑOS

El juego envuelve una participación interpersonal en donde están presentes, la

emoción, la expresión psíquica, la comunicación, el movimiento y la actividad inteligente,

por lo que el juego pasa a ser un instrumento esencial en el desarrollo y estimulación de

las diferentes habilidades en los niños. “Es el medio por el cual avanza el desarrollo

psicológico del niño tanto sin discapacidad como con discapacidad, el papel que

desempeñe es crucial ya que propicia la curiosidad, motiva al niño a involucrarse en

episodios interactivos y sociales” (Damian, 2007).

Según Johanna Trip (2014), jugar y crear historias fantásticas es parte de una

necesidad humana que expresa la búsqueda de dar sentido y forma a lo que se siente

emocionalmente y se vive, así como de contener lo que emana de la vida anímica que en

psicoanálisis llamamos inconsciente, es decir, aquella parte de nuestra mente que

permanece ajena a nuestra consciencia pero cuya existencia se expresa en producciones

como los cuentos, sueños y juegos en el niño y en el adulto. Desde el punto de vista

energético, relacional y de evolución mental ese aspecto de nuestra vida anímica es

responsable o instigador de grandes creaciones o de grandes tragedias, de nuestro

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crecimiento y salud o de nuestra involución o enfermedad, según el uso que le demos.

Nuestra energía psíquica busca desde muy temprano, ya en el útero, establecer vínculos

y progresivamente, después de nacer, generar símbolos que al principio son

primordialmente sensaciones hasta que se alcanza la palabra liberadora e integradora de

todo el recurso simbólico del cual es el ser humano capaz. Los juegos son resultado de un

estímulo inconsciente, de una energía que busca expresarse y son a la vez producto del

mismo, su fuente, lenguaje y creación.

Desde que inicia la vida en el vientre de la madre intervienen dos fuerzas

equilibradoras de la vida: nuestras tendencias integradores, buscadoras de evolución o

libidinales, y las disociadoras, desintegradoras o destructivas. Ambas hallan expresión

gracias al ejercicio de las funciones de simbolización de una estructural mental, el Yo. La

finalidad del despliegue de la misma en lenguaje imaginario lúdico es la de contener y

expresar la vida imaginaria, las fantasías inconscientes para poderlas pensar, lo cual lleva

al niño y al hombre a preservar la vida y a evolucionar. Son de tal importancia estas

creaciones, que para los terapeutas de niños, aquél que no juega tiene un mal pronóstico

en su salud mental. Si hay lúdica, si la fantasía inconsciente se expresa o busca en el

juego ser expresada, contenida, comprendida, el niño nos muestra sus recursos para

comprenderse, aprender y evolucionar. He allí la importancia de una de las funciones del

juego: la simbolización y externalización de la fantasía inconsciente con la finalidad de

buscar comprensión y crecimiento (Trip, 2014).

El juego puede ser rico, variado, pobre, repetitivo, así como una historia puede tener

mil versiones, diversas formas de ilustrarse, leerse una o muchas veces, o no terminarse

de leer, o de deformarse, expresando de esta manera defensas más o menos normales

en el niño. Siempre es evidencia de transformación, de búsqueda de orden en el caos y

de tendencia a conocer de sí mismo y acerca del mundo que los rodea (Trip, 2014).

El juego conlleva a una realización de deseos. Hay placer en jugar y el leer o crear

historias. De hecho, el juego es una historia contada, actuada, no escrita, y es una

actividad placentera que el niño mantiene en contacto con situaciones muy dolorosas o

ansiógenas que buscan salida y alivio de las tensiones. La ansiedad se alivia en la

medida en que se simboliza lo que genera conflicto, lo que no se ha podido integrar al

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pensamiento, permitiendo en una parte su elaboración en solitario o compartiendo la

fantasía con otros. Si la ansiedad es intensa, el juego puede inhibirse, volverse repetitivo

o simplemente insuficiente para encontrar distensión. Se necesita entonces de una

persona capaz de entrar en el mundo simbólico del niño que le dé continencia y lo ayude

a sentir y pensar en lo que está expresando mediante la comprensión del contenido de

sus fantasías. Es el uso terapéutico del juego (Trip, 2014).

El niño en particular como parte de su evolución mental, en mayor o menor intensidad,

tiene necesidad de apelar a recursos omnipotentes y mágicos para dominar lo que no

comprende del mundo tanto externo como interno. El juego cumple esa función mágica

omnipotente, ya que son vías que permiten la libre expresión de fantasías que por

diversas razones no se pueden materializar. Ese pensamiento mágico, ese recurso

omnipotente, el poder ser héroes o superhéroes, vencer cualquier peligro, o poder

identificarse con el villano y darle curso representacional a la parte destructiva

encontrando al final del juego o del cuento quizás un final feliz, también omnipotente, son

durante mucho momentos de la niñez y en general en la vida del hombre, expresión de

recursos defensivos para dominar la impotencia, el miedo, el dolor, la tristeza y la rabia.

Esto puede tomar dos caminos: la elaboración y el crecimiento logrando recursos yoicos

realistas de la personalidad si permiten paulatinamente el reconocimiento de la realidad, o

el alivio transitorio que permite la simple catarsis y la evasión. Cada quien le da el uso que

su vida psíquica le permita dar (Trip, 2014).

Cada edad tiende a determinados juegos. Los bebés juegan con el pecho de su

madre, con su pelo, con sus dedos, en su búsqueda de introyectar a la madre en sus

distintas cualidades emocionales y sensoperceptivas, juegas con la leche y la papilla en

sus intentos de conocer, reconocer, expulsar e incorporar el alimentos lo que simboliza de

las cualidades maternas y de lo asignado por él a la madre. Busca sostén en su mirada,

un asidero mágico que pueden buscar también en la luz, en la voz de la madre, en la

textura de la cobijita, etc. No son juegos con cualidades simbólicas sino buscadores de

simbolización o pre-símbolos. Incluso, en exploraciones ecosonográficas de embarazos

múltiples se ha podido observar el juego o jugueteo de los fetos entre ellos o con el

cordón umbilical, nuevamente exploraciones sensoriales pre-simbólicas que una vez

desarrollada la función simbólica del yo hallarán otras vías de expresión. Una de las más

importantes por aquello de sus implicaciones para el desarrollo simbólico lo constituye el

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descubrimiento del fantasear de los niños acerca de los contenidos del cuerpo de la

madre, primero sus senos, después su vientre y su mente. Pueden imaginar el pecho que

da vida y bienestar dando forma de fantasía orales sobre alimentos buenos, suculentos

que estimulan, y cuando recibe frustración, activa fantasías agresivas hacia el pecho de la

madre que lo persiguen con angustia, pudiendo pensar en un pecho que devora o está

vacío. Más adelante, el bebé hace ruidos con la papilla en la boca, juega y ensaya la

producción de sonidos identificándose con la sonoridad de la madre. Como vemos, desde

muy temprano en la lúdica intervienen procesos que denominamos de proyección de las

emociones del bebé, de introyección de las experiencias emocionales que tiene él con las

personas quienes se relaciona, parte de la expresión de la vida anímica que se desarrolla

de manera ininterrumpida hasta el final de la vida (Trip, 2014).

El bebé que gatea, juega explorando, agarrando, soltando, lanzando objetos en una

búsqueda de dominar el espacio e irse alejando de la madre y tolerando sus ausencias,

juegos que lo van llevando a introyectar sus hallazgos y a fortalecer su personalidad. De

esta forma ejercita la autonomía y el dominio del mundo lo cual le es posible gracias a que

en sus “primeros juegos” cuando ha sido posible la introyección de la madre y la

proyección de su amor y de su frustración, bien contenidas por ella.

Según la fase que curse el niño (boca, ojos, manos, función de agarre y expulsión

emulando lo que hace la boca) y en posteriores fases de desarrollo de la libido o de la

energía de vida, se usará un tipo de juego u otro. Los juegos de encaje, la pelota, el uso

del agua, por ejemplo en la fase en el niño domina sus esfínteres: control y expulsión,

tanto como su natural tendencia a ensuciar, a limpiar, desordenar, esparcir, ordenar y

clasificar, con todo su correlato de lo que se está viviendo en su mundo inconsciente. Más

adelante, en la fase edípica o genital, cuando se está intentando identificar con la figura

del mismo sexo y expresando su amor hacia la del sexo opuesto, los juegos con muñecas

en las niñas, en los varones los carros y aviones, las guerras, el médico, los juegos de la

casita, la cocina, todos se hallan teñidos de los más variados y contrastantes contenidos

fantasiosos, expresando su imaginación en torno a la reproducción, la identificación con la

madre y el padre, con su cuerpo, su mente y sus funciones.

La curiosidad lleva al niño a expresar en sus juegos desde la tendencia natural en las

niñas a la maternidad y la contención, en los varones a la penetración y exploración, a

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simbolizar según la tendencia libidinal amorosa o agresiva que predomine, lo que

imaginan en torno a los contenidos de la madre (tanto en sus pechos como en su vientre y

en su mente, al igual que en el padre, los contenidos del pene, sus usos destructivos o

amorosos, tanto como el uso de sus pensamientos masculinos). Vemos juegos en los

cuales, por ejemplo, el niño expresa su fantasía acerca del vientre de mamá como lleno

de heces, bebés, animales de diversas índole, comida u objetos preciosos. Sus pechos

llenos de leche u otro alimento apetecido, veneno o misiles. El pene de papá puede

representarse como un potente avión, una bazuca, un lápiz mágico, una metralleta, una

serpiente, un dinosaurio, un delfín, y contener líquidos maravillosos, mágicos benévolos,

fuego, explosivos, llamas (Trip, 2014).

El conflicto edípico de amor y odio hacia los padres, puede expresarse de mil formas,

tanto como la rivalidad entre hermanos, las fantasías de castración, así como la

representación de la cópula de los padres, dependiendo de los sentimientos de rivalidad,

celos, envidia y exclusión o amor que predominen.

El propio cuerpo del niño, en todo este desarrollo de la vida imaginaria está

acompañado por contenidos derivados del predominio de sentimientos de amor o de odio

que emergen de la parte energética que se señaló anteriormente. Su boca, sus genitales,

sus órganos excretores, sus excretas, pueden asociarse a su imaginación, a contenidos

venenosos, rutinarios, explosivos, corrosivos o reparadores, gratificantes, receptivos,

nutricios, creativos, etc. No solo el cuerpo y la relación con los padres, en su imaginación,

la que mantiene también con sus hermanos imaginarios a quienes según lo que

predomine en sus afectos inconscientes convertirá en mounstruos, bocas que devoran,

piratas, animales salvajes, seres fantásticos con poderes mágicos aliados, personajes que

van evolucionando en su fantasía en la medida que toleran sentimientos de celos y

envidia hacia los seres que aman. Toda esta vida imaginaria se reactiva en el adolescente

pero ya no expresándose exclusivamente a nivel de la lúdica sino en el contexto

relacional, en el mundo social, en sus actividades y en la dinámica directa del adolescente

con sus padres, figuras de autoridad y pares. Igualmente, tanto en el niño, como en el

adolescente y el adulto, la riqueza imaginaria queda plasmada y busca salida de manera

permanente en el fantasear diurno, en los sueños, en los juegos, tanto como en los

síntomas, o en las creencias humanas: ciencia, literatura, arte, música (Trip, 2014).

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Lo que se construye y elabora en el juego va organizando el inconsciente secundario,

es decir, todo un mundo interno relacional con gran contenido imaginario que nos

acompañan a lo largo de toda nuestra vida y dependiendo del uso constructivo o no que le

demos, gracias a la contención que primero da la madre y que poco a poco el niño hace

suya, puede irse haciendo cargo de sus contenidos mentales. Habrá entonces salud,

evolución, creación o enfermedad, involución.

El uso defensivo del juego se puede instalar tempranamente cuando se vuelve

compulsivo o adictivo. La compulsividad o tendencia incontenible a repetir determinado

juego es expresión de conflictos infantiles inconscientes no resueltos, está asociada al

control omnipotente que despliegan para dominar sus contenidos imaginarios, y descargar

ansiedad. Recrean así mundos mágicos donde pueden elegir con qué personaje

identificarse, desarrollar habilidades y poderes mágicos, conquistar mundos, adquirir

armas o trajes con características especiales, combatir seres o fieras sin cesar, una y otra

vez en una escalada que parece o no terminar. El uso adictivo del juego conlleva la

evasión, la negación del dolor psíquico, de la vulnerabilidad y de la dependencia para

enfrentar realidades externas e internas relacionadas predominantemente con los padres

o sus representantes en el mundo (como las figuras de autoridad) y con personajes

equivalentes. Igualmente evaden situaciones que los conmueven psíquicamente y que no

logran elaborar mentalmente, pudiendo servir igualmente como única vía expresiva de los

contenidos imaginarios de su sensibilidad, y capacidad para sentir, pero donde el niño que

lo juega hace un espacio en el que él mismo controla el contacto con lo imaginario creado

por otros y manipulado por él. Lo adictivo y compulsivo en el juego permite la descarga

intensa de emociones sin hallar salida verdadera a nivel de contención y procesamiento

en el pensar (Trip, 2014).

Finalmente, el objetivo de los juegos es el de transmitir y asimilar por un lado de la

herencia cultural, de patrones sociales pero igualmente moralizadora, en algunos casos

benévola, en otras persecutorias, hacia nuestras tendencias inevitablemente destructivas.

Es decir, por un lado el juego permite la expresión y elaboración de nuestras más

apasionadas tendencias agresivas por vía simbólica, y por el otro, quizás no en todos los

casos, asoma la construcción de principios a través de poner en evidencia las

consecuencias a la libre expresión del sadismo. El riesgo existe en que cuando los juegos

son usados de manera defensiva, en lugar de darle salida a la ansiedad, la dominan

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transitoriamente, pero podrían incrementarla por sentimientos persecutorios que se

despiertan en quien juega. Todo dependerá de cómo se halle el mundo interno y el uso

que se le dé al mismo.

DESARROLLO DE LA PERCEPCIÓN VISUAL

Según el Consejo nacional de fomento educativo (2010), la percepción visual es la

capacidad de reconocer, y discriminar objetos, personas y estímulos del ambiente,

interpretando a su vez lo que son.

El desarrollo de la percepción visual se da por igual en todos los seres humanos y

de manera paralela, el niño avanza en su interpretación visual por medio de algunas

funciones naturales como son:

- Discriminación: distingue la luz y la oscuridad, formas, colores, objetos y personas.- Reconocimiento e identificación: En un primer momento reconoce caras de

personas, y objetos significativos para él; luego dibujos, líneas, semejanzas y

diferencias entre dibujos.- Memoria visual: Recuerdo de personas, objetos o lugares y más adelante, figuras

abstractas, personas y dibujos de objetos así no estén presentes.- Percepción espacial: Reconoce que los objetos están en diferentes posiciones, en

el espacio.- Coordinación visomotriz: Hace referencia a lo que le niño hace con los objetos o

personas utilizando su vista: los toma, los manipula e imita sus movimientos.

Este proceso de desarrollo de la percepción visual, no se realiza de forma natural en

una persona con discapacidad visual; debido a que la percepción visual se detiene a

menos que se reciba algún apoyo o estimulación para “aprender a ver”.

DISCAPACIDAD

La discapacidad es la condición de vida de una persona, que se adquiere durante la

gestación, nacimiento o infancia, manifestada por limitaciones significativas manifestadas

en el funcionamiento intelectual, motriz, sensorial (vista y oído) y en la conducta

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adaptativa, ya que afecta la forma de relacionarse en el hogar, la escuela y la comunidad.

Consejo nacional de fomento educativo (2010).

DISCAPACIDAD VISUAL

La discapacidad visual se define con base en la agudeza y campo visual. Se habla

de discapacidad visual cuando existe una disminución significativa de la agudeza visual o

del campo visual.

La discapacidad visual puede originarse en diferentes edades, y puede aparecer

por un inadecuado desarrollo de los órganos visuales o por padecimientos o accidentes

que afectan los ojos, las vías visuales o el cerebro. Un bebé que nace con discapacidad

visual, debe construir su mundo a través de imágenes fragmentadas y de información que

reciba del resto de los sentidos; a diferencia del adulto que pierde la vista, debe adaptarse

a una condición diferente de un mundo que ya construyó a partir de la visión. Consejo

nacional de fomento educativo (2010).

CARACTERÍSTICAS DE LOS NIÑOS CON DISCAPACIDAD VISUAL

Según lo establecido por el Consejo nacional de fomento educativo (2010), los

niños con discapacidad visual, suelen ser más pasivos que el resto de los niños, debido a

la inseguridad que sienten al realizar las distintas actividades que implica la vista. Por otro

lado, los niños ciegos o con bajas visión, realizan movimientos repetitivos como agitar la

cabeza o los brazos, picar los ojos o repetir algunas frases. Estas conductas pueden tener

diversas causas:

- Tensión acumulada.- Dificultad para expresar sus sentimientos: No tiene la posibilidad de observar las

experiencias o gestos de otras personas ante algo que les desagrada o molesta,

por lo que sus conductas pueden ser una forma de expresar dicho sentimientos.- Aislamiento: Cuando no se sienten motivados por las personas que las rodean.

JUEGO Y DISCAPACIDAD

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Según lo establecido Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1959, jugar

es un derecho de la infancia, por el cual se tiene que velar por su cumplimiento,

aunque en algunas situaciones existan ciertas dificultades para el desarrollo de dicha

actividad.

Los niños con discapacidad encuentran dificultades para poder jugar como el

resto de los niños y poder usar los juguetes que ofrece el mercado.

Ventajas del juego: Permite desarrollar la capacidad física y mental. Es una fuente de autoafirmación, satisfacción y placer. Jugar implica cierta actividad y preparación para la vida adulta.

Una carencia de juego en la infancia, puede ocasionar un desarrollo incorrecto e

incompleto de la personalidad del niño, de ahí la importancia de investigar e incluir a los

niños con discapacidad en los distintos tipos de juegos.

JUEGO Y DISCAPACIDAD VISUAL

La visión es un elemento global y esencial en el desarrollo del niño, ya que capta y

recoge todos los elementos del entorno. La falta discapacidad visual provoca falta de

motivación, pasividad y dificultad para desplazarse de un lugar a otro y hacia los objetos.

Un niño con discapacidad visual, requerirá de la ayuda de un adulto para ir adquiriendo

estructuras con su propio ritmo y tiempo de reacción.

Los adultos, específicamente los padres del niño con discapacidad visual, son los

que tienen mayor influencia en los niños, por lo tanto tienen la función de motivarlos y

estimularlos a explorar los juguetes, explicarlos dónde están, como son, como utilizarlos,

etc. La participación de los padres es primordial y esencial para desarrollar y estimular el

resto de los sentidos que darán información y orientación sobre las texturas, formas,

tamaños para permitirle al niño saber cómo son los juguetes que lo rodean.

Características del juego del niño con discapacidad visual:

- Tendencia a un juego simple y repetitivo.

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- Falta de imaginación.- Poco interés por los objetos.- Dificultad para la comprensión de elementos espaciales.- Dificultad en el juego simbólico.- Dependencia del adulto.

Juguetes para niños con discapacidad visual:

- De diseño sencillo y fácil de identificar al tacto.- Que incluyan objetos o complementos fáciles de manipular.- Con efectos sonoros y distintas texturas.- Con colores muy vivos y contrastados.- Que sean compactos y no se desmonten con facilidad.

EL JUEGO SIMBÓLICO Y DE REPRESENTACIÓN EN NIÑOS CON DISCAPACIDAD

VISUAL

Tomado de: Lucerga, M., Sanz, M. y Rodríguez, M (1992)

Hemos intentado hasta aquí exponer las distintas definiciones y teorías existentes

sobre el juego y transmitir la importantísima función que el mismo cumple en el desarrollo

del niño. Querríamos, a continuación, centrarnos en las características del juego en niños

deficientes visuales, según las distintas aportaciones de los autores que hasta ahora se

han ocupado del tema. La literatura específica es escasa y no parece haber ningún

estudio que aborde de una forma amplia y completa tan complejo tema.

Entre los autores a que hemos tenido acceso son quizá Wills y Sandler quienes

nos aproximan al tema desde una panorámica más general. Las autoras explican las

características del juego en niños ciegos en base a las características de su desarrollo. En

esta línea de trabajo nos hacen las siguientes reflexiones: en la edad en la que los niños

videntes emplean tanto sus manos para descubrir nuevas fuentes de estimulación y para

organizar y diferenciar el mundo exterior, los niños ciegos se encuentran en serias

dificultades: por una parte en cuanto a las actividades de localización, de alcance y

asimiento de los objetos y, por otra, el mundo de los objetos inanimados resulta

escasamente atractivo. La boca, en el niño ciego, sigue siendo durante mucho más

tiempo el órgano de percepción fundamental, las manos alcanzan con más lentitud su

importante papel de control y dominio del mundo externo. A su vez, la relativa deprivación

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del mundo de los objetos, que atraen el interés en función de su forma y su color, hace

más vulnerable al niño ciego en el desarrollo de su identidad y autonomía personal.

Hacia el final del primer año el niño ciego tiene una clara tendencia a centrarse en

sí mismo o en las figuras de apego. Es precisamente hacia esa edad (estadio quinto del

período sensoriomotor) cuando los niños videntes comienzan a asimilar los esquemas de

objeto y persona en actividades integradas de carácter comunicativo.

Las criaturas vivas resaltan como faros en un mundo brumoso, puesto que

además de las relaciones afectivas que puedan tener con el niño le presentan

sensaciones sensoriales más ricas y adaptadas a las características propias de

percepción del niño ciego, Wills (1968) (86). Esta vinculación a intereses más primarios:

movimientos y contactos corporales, le proporcionan al niño una tregua muy necesaria en

su enfrentamiento al mundo. Pero al mismo tiempo la alta intensidad de estas catexias

presenta también un alto riesgo de convertirse en un punto de fijación. Esto nos invita a

reflexionar sobre los riesgos que en esta etapa atraviesa el niño de hacer una regresión o

incluso una detención de su desarrollo. El adulto es tan fundamental en este período que

se convierte en un ego auxiliar, una vía que permite al niño transitar desde el sí mismo al

mundo externo. Pero la misma fuerza de este vínculo, si no se controla adecuadamente,

puede llegar a ser nociva para el crecimiento del niño y para la propia madre.

En base a estas reflexiones, Wills (op. cit.) enumera cinco importantes

características del juego en niños deficientes visuales:

A) Tendencia a un juego repetitivo y simple de carácter persistente

Son formas de juego típicas de situaciones poco estructuradas y tienen dos formas

de evolución: a veces desaparecen a medida que el lenguaje y las capacidades

simbólicas permiten una descarga afectiva más organizada. En otros casos permanecen y

dificultan el desarrollo de pautas más evolucionadas de juego.

B) En una fase posterior, propensión a mantener un juego de roles característico

también por la simplicidad excesiva y la persistencia

Es un juego de roles, siempre según Wills, escasamente creativo, sin inversión de

papeles y que se representa en forma de una recapitulación exacta de la experiencia. El

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problema que se plantea, más allá de la apariencia psicótica de este tipo de juegos, es el

de su posible funcionalidad. Para Sandler y Wills la compulsión de repetición que el niño

expresa a través del juego inflexible de roles se debe a la exigencia de tener que asimilar

experiencias difíciles y de dar una sustancialidad y permanencia a sus representaciones,

que tienden a tener un carácter inconsistente y volátil por la ausencia de la visión. Esta

necesidad de asegurar la consistencia de representaciones de aspectos simples de lo real

dificulta el paso a un juego imaginativo, más basado en las fantasías del niño y que

presuponen una consistencia previa. También hace más difícil los procesos de inversión,

intercambio y asunción de los diferentes roles, característicos del juego de roles del

período preoperatorio. Todo ello hace que el juego del niño ciego tienda a mantener,

durante más tiempo, una función más ligada al difícil dominio y control del mundo externo

que a la expresión del propio mundo interno. En realidad, el carácter inflexible y

escasamente imaginativo de este tipo de juego manifiesta una dificultad para distinguir

entre lo externo y lo interno. Al mismo tiempo, la exigencia de atenerse, de forma rígida, a

una experiencia original, condiciona la importante función expresiva del juego y la

posibilidad de permitir al niño reelaborar sus conflictos y mitigar su ansiedad.

C) Interferencia masiva de la ansiedad en el juego

El juego infantil sirve con frecuencia para mitigar la ansiedad a través de la

recreación de temas que evocan una ansiedad moderada. Ahora bien, la ansiedad tiene

que reducirse suficientemente antes de que el niño pueda utilizar en su juego cualquier

tema relacionado con ella. En general, los temas cargados de ansiedad se incorporan

antes al juego, en base a la capacidad de desplazamiento y simbolización del niño. La

actividad y la actitud lúdica requieren un cierto margen de seguridad, una cierta

despreocupación, tanto con respecto a las amenazas externas como con respecto a los

propios conflictos internos. Por eso cuando la ansiedad es excesivamente intensa, el

juego se inhibe. Según Wills, la carencia de visión hace más difícil ese margen de

seguridad a que nos hemos referido e interfiere la expresión emocional del niño ciego a

través del juego.

D) El niño ciego encuentra problemas para establecer correctamente los dos planos

del juego simbólico. Tanto el de los significantes, que tiene un origen imitativo, como el

de los significados, basados en experiencias originales sobre objetos, acciones o

situaciones.

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La tarea de encontrar juguetes significativos para el niño ciego es difícil, no sólo

porque él no puede apreciar su aspecto visual, sino también porque tiene dificultades para

imitar acciones que no puede ver. Además carece con frecuencia de una comprensión

básica de las experiencias originales y necesita apoyo para entenderlas y dominarlas a

través del juego. Recordemos que Piaget nos decía que el niño obtiene la reserva del

significante, que son conductas, de la imitación diferida. No es preciso insistir aquí en el

importantísimo papel que la visión juega en este proceso.

E) Gran diferencia entre actividades solitarias de juego y las que se producen

mediante la cooperación del adulto.

Según Wills, en presencia de un yo auxiliar se produce un juego constructivo de

alto nivel simbólico. Hemos seguido hasta aquí a Sandler y a Wills, cuyos estudios tocan a

nuestro juicio, aunque sea de forma muy breve, la mayoría de las cuestiones claves que

están a la base del desarrollo del niño ciego y condicionan sus manifestaciones a través

del juego simbólico. Vamos a continuar con otras aportaciones que completan el tema.

Algunas inciden en aspectos ya tratados y otras abordan cuestiones nuevas, pero con

carácter general podemos decir que no entran en contradicción con lo hasta aquí

expuesto.

Fraiberg y Adelson, en 1973 (28), ponen también en relación las pautas del juego

con el desarrollo de la personalidad del niño ciego y, en particular, con el uso de formas

deípticas. La inversión de formas deípticas, obviamente nos lleva de manera inmediata al

problema relativo a la constitución del yo y del mundo de los objetos, y a la representación

de uno mismo como un yo en un mundo de yoes. Fraiberg nos recuerda, una vez más, la

dificultad del niño ciego para la formación de la autoimagen, el acceso a la

autorepresentación (la visión realiza en el niño vidente la función sintetizadora de la

experiencia y de las percepciones); en este sentido, es difícil el paso de una vivencia

egocéntrica a un concepto de sí mismo como objeto. Cuesta mucho la construcción de un

yo no sincrético, la construcción de un mundo compuesto por objetos humanos que

también son yo para sí mismo. Según Fraiberg y Adelson, la falta de juego guarda

relación directa con la posibilidad de diferenciar la realidad de la simulación, la identidad

personal y los roles sociales. Fraiberg, en alguna medida, plantea un círculo vicioso

cuando nos dice que el juego requiere estas adquisiciones y que, al mismo tiempo,

estimula esta diferenciación.

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Estudios realizados con posterioridad llegan a conclusiones menos pesimistas que

las que podíamos deducir de las reflexiones de Fraiberg. Merece la pena que nos

detengamos en uno de los pocos estudios de observación controlada y sistemática del

desarrollo del juego simbólico en niños pequeños ciegos, el realizado por Rogers y

Puchalski en 1984 (63). Estas investigadoras emplearon una situación estructurada para

estudiar el juego de dieciséis niños con deficiencias visuales y edades comprendidas

entre dieciocho y veintiséis meses. Aplicaron a estos niños las escalas de Reynell-Zinkin,

pruebas de permanencia del objeto y un sistema de análisis de su competencia para usar

negaciones lingüísticas. A los niños que habían demostrado ser capaces de emplear

objetos comunes de forma funcional (peine, taza, teléfono) y de relacionar dos objetos

adecuadamente (por ejemplo, meter una cuchara en la taza), les administraban una

prueba simbólica, que consistía en estimularles a que participaran con un adulto en un

juego en que se representaba la acción de beber zumo en la taza vacía, o de comer con

una cuchara y una escudilla vacía. A aquellos niños que pasaban esta prueba, imitando

una de las dos acciones imaginarias de beber o comer, se les aplicaba un sistema

diseñado por Bratherton y sus colaboradores, consistente en desarrollar escenarios que

elicitaban acciones y sustituciones simbólicas en el niño: una escena de desayuno, en

que el niño hace que» come y bebe; otra en la que baña una muñeca y, una tercera, en

que representa con ositos la acción de una madre de acostar a su hijo. En cada uno de

estos escenarios, se estimula la acción simbólica del niño en tres condiciones: con objetos

realistas, neutros y contraintuitivos. De los dieciséis niños del estudio, seis eran capaces

de realizar acciones simbólicas en estos escenarios, y tres más de pasar la prueba previa

más sencilla, pero no de simbolizar en los escenarios.

Cuando se comparaban los niños capaces e incapaces de realizar acciones

simbólicas en los escenarios, aparecían los siguientes resultados:

1) Ni la edad, ni la gravedad de la deficiencia visual se relacionaban con la capacidad de

simbolizar en tales escenarios.

2) Las puntuaciones en las escalas de estructuras lingüísticas y desarrollo sensoriomotor

de Reynell-Zinkin eran significativamente diferentes entre los dos grupos.

3) No había diferencias significativas en la puntuación de permanencia del objeto. Al

correlacionar la presencia de actos simbólicos con otras variables cognitivas y lingüísticas,

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se evidenciaba: Una correlación alta entre el uso de la negación lingüística y las

simbolizaciones. Una correlación baja entre éstas y la puntuación en permanencia del

objeto. Una correlación muy alta (k = 1,00) entre la presencia de actos simbólicos y de

combinaciones lingüísticas, definida por la puntuación en la escala de estructuras

lingüísticas de Reynell-Zinkin. Este resultado es muy favorable a la tesis del isomorfismo,

a la que nos referíamos anteriormente. Rogers y Puchalski no incluyeron un grupo control

de sujetos videntes en su estudio, pero compararon los resultados de los 6 niños que

pasaban los escenarios de Bratherton con los de los 30 niños con visión, de veinte meses,

que habían constituido la muestra original de la investigación de Bratherton. Encontraron

que: la única medida en que no había diferencias significativas era la de frecuencia de

esquemas en la situación realista. En el resto, los sujetos videntes de veinte meses de

edad de Bratherton obtenían puntuaciones superiores a las de los niños ciegos de treinta

meses de edad media de su propia investigación (las otras medidas eran frecuencia de

esquemas en la situación neutra y contraintuitiva, diversidad de esquemas en cada una

de las tres situaciones y número de secuencias en las tres). A pesar de que, como

acabamos de ver, los niños con deficiencias visuales tenían un nivel de juego claramente

inferior al de los niños videntes, Rogers y Puchalski comentan que los resultados son

mucho menos pesimistas de lo que ellos preveían a partir de los escritos de Fraiberg. La

presencia de esquemas simbólicos y juegos con muñecas en deficiencias visuales de dos

a tres años no podía preverse desde estos escritos. Además, insisten en la importancia de

una intervención encaminada a proporcionarle al niño ciego escenarios de juego

simbólico, con una actitud de intervención muy directiva por parte del terapeuta o del

educador.

Sin embargo, hay otro estudio de Rogers y Puchalski (64) que parece demostrar

que las madres de niños con deficiencias visuales tienden a adoptar actitudes menos

activas y directivas, en situaciones de juego, que las madres de niños videntes. En esta

investigación, se filmaban interacciones de juego de diez minutos de 21 niños con

deficiencias visuales (de los que 11 carecían totalmente de visión), con una edad media

de catorce meses, y de 16 niños con visión, de !a misma edad media. Luego se

analizaban estas interacciones, aplicando un código de cinco categorías a la conducta del

niño y de otras cinco a la de la madre, en secuencias de treinta segundos. Las categorías

de la conducta de los niños eran: cualidad vocal (positiva, neutra, negativa, ninguna,

mixta), número de sonrisas, afecto, respuesta a las iniciativas maternas y presencia o

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ausencia de iniciativas propias. Las aplicadas a la madre eran: mirada a la cara, cualidad

vocal, respuesta a las expresiones de disgusto del niño, respuesta a las iniciativas del

niño y presencia o ausencia de iniciativas propias.

Los resultados demostraban que los niños con deficiencias visuales producían

menos vocalizaciones positivas, más vocalizaciones negativas, menos respuestas

sociales positivas a las iniciativas de las madres y menos iniciativas propias. Las madres

de los niños con deficiencias visuales mostraban menos períodos de posición cara a cara,

menos vocalizaciones positivas a las iniciativas sociales de los niños que las del grupo de

control. Sin embargo, este resultado no se mantenía cuando se controlaba el número de

iniciativas de los propios niños. Es decir, la disminución de respuestas de las madres

parecía deberse a la disminución de iniciativas de los niños. En suma, los niños con

deficiencias visuales de catorce meses eran menos activos que los videntes, respondían

menos a sus madres, y reforzaban menos su atención. Las madres eran menos

reforzantes a través de la voz, a pesar de la importancia específica de ésta en las

interacciones con los deficientes visuales con otras personas. Rogers y Puchalski

concluyen que los dos interlocutores de las díadas de los deficientes visuales están

deprivados. Los niños están deprivados, obviamente, de información visual, pero también

carecen de información afectiva sobre las madres. Las madres están deprivadas de

claves positivas de sus hijos, como respuesta a sus iniciativas (op. cit., pág. 55).

Las implicaciones terapéuticas de este estudio son muy claras: es necesario

trabajar con la díada, y no sólo con el niño por separado, ya desde el período

sensoriomotor; es preciso proporcionar a las madres un feed-back informativo sobre sus

propias interacciones y reforzar interacciones recíprocas de juego, antes de pedirles que

contribuyan al desarrollo de actividades funcionales en situaciones más estructuradas de

tarea. Los demás autores que se han aproximado al tema lo han hecho quizá desde la

panorámica más general del desarrollo de la personalidad del niño deficiente visual.

En un intento de síntesis, presentamos a continuación algunas características

generales del juego en los niños deficientes visuales que hemos podido entresacar del

estudio de la documentación recogida:

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A) Tendencia a un juego simple y receptivo

Burlingham (11) nos dice que las conductas repetitivas se prolongan más tiempo en

los niños ciegos, tanto en función del desarrollo cognitivo como para el propio placer del

niño. McGuire y Meyers (52), en el estudio realizado en 1971, en el que observaron a 27

niños ciegos, encontraron que el 87 % de los niños de su muestra presentaban conductas

estereotipadas como girar, saltar o tirarse al suelo, y que el 67 % de los mismos

presentaban juegos repetitivos con un mismo objeto o con un solo tipo de ellos.

B) Tendencia a un juego menos espontáneo y creativo

Sandler en 1965 (67), nos habla de la ausencia de impulsos creativos en el juego

de los niños deficientes visuales. La libertad, relajación y estado placentero de la mente,

que conduce a un juego pleno, puede no ser experimentado por los niños ciegos.

Rothschild (1960) (66) nos dice que mientras el juego es normalmente utilizado como la

base para terapia con niños, ya que es el medio más espontáneo y natural de expresión,

en el caso de niños ciegos es necesario introducirlos previamente en el juego para que

éste pueda ser utilizado como herramienta terapéutica.

C) Tendencia a la concreción y falta de imaginación

Singer y Streiner, en 1973 (70), investigaron el contenido imaginativo en los

sueños y en el juego de fantasía de niños ciegos y videntes de edades comprendidas

entre ocho y doce años. Los resultados indicaban que las historias narradas, los sueños y

los juegos de los ciegos son más concretos y tienen falta de flexibilidad y riqueza de

asociación. Los mismos autores nos hablan de la falta de un comportamiento exploratorio

en niños ciegos, que provoca la dificultad de combinaciones asociativas nuevas, que

llegan a ser el alimento de la fantasía.

D) Manifestaciones de agresividad restringidas

Algunos estudios sobre la agresividad en ciegos adultos han sostenido las

dificultades de este colectivo para la expresión libre de su agresividad. Burlingham en

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1977 (19), refiriéndose específicamente al juego de niños ciegos, nos dice que actos

agresivos como pegar o dar patadas están restringidos. Otros estudios posteriores

obtienen resultados algo diferentes. McGuire y Meyers, en su estudio en 1971 (52)

anteriormente citado, observaron que el 40 % de los niños presentaban verbalizaciones

hostiles en el juego con compañeros.

E) Escaso interés por los objetos

Hay un interés limitado en el mundo exterior y un volverse hacia sí mismo para

encontrar sensaciones corporales placenteras» (Sandler, 1965) (67).

F) Dependencia del adulto

Perla Tait (1972) (76), profesor encargado del Departamento de Educación

Especial de la Universidad de Dakota del Norte, diseñó una situación controlada de juego,

para poder comprobar si el juego de los niños ciegos difería o no del de sus compañeros

videntes. Observó a 29 niños ciegos de edades comprendidas entre los cuatro y los nueve

años, en sesiones de juego libre de quince minutos de duración, y realizó el mismo

experimento con niños videntes como grupo de control. El material ofrecido a ambos

grupos era el mismo, aunque introdujo algunas medidas correctoras para el grupo de

niños ciegos.

En el análisis descriptivo que Perla Tait realiza, tras este estudio, dice sobre la

influencia del adulto en el juego del niño ciego: se da mayor comunicación entre los niños

ciegos y el observador que con los niños videntes; los niños ciegos hacen más preguntas

tanto sobre el medio, como sobre el propio observador.

Los niños ciegos pedían al observador que actuara como agente para llevar a

cabo acciones. Las preguntas que los niños ciegos formulaban frecuentemente no

esperaban respuesta, y parecían más bien encaminarse a mantener líneas abiertas de

comunicación con el adulto que a obtener información. Burlingham (op. cit.), nos dice en

este sentido que el progreso se motiva más bien por un apego al adulto que le enseña,

que al interés por la actividad o al grupo de compañeros.

Sandler (op. cit.), en las observaciones realizadas de un grupo de niños ciegos en

un marco de preescolar, nos dice que los esfuerzos de los profesores parecen elicitar la

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cooperación de los niños, y puede parecer que disfrutan con tales actividades, como

juego de grupo, pero este disfrutar es efímero y, en cuanto los esfuerzos de los profesores

flaquean, parecen hundirse en un estado de letargo.

G) Dificultad para la comprensión de elementos especiales

Perla Tait, en su análisis descriptivo del juego, anteriormente citado, insiste en la

dificultad que encuentra en los niños ciegos en manejar fronteras, escenarios,

delimitaciones espaciales, etc. Y nos añade algunos ejemplos en los que esta dificultad se

manifiesta: Los niños ciegos hacen referencias continuas a la puerta o al pequeño recinto

utilizado como delimitador del espacio de juego, acaparando la atención de aquéllos.

SELECCIÓN Y ADAPTACIÓN DE JUGUETES PARA NIÑOS

CON DISCAPACIDAD

En ocasiones, los niños/as con discapacidad pueden utilizar los juguetes

comercializados pero, algunas veces, la accesibilidad a estos productos es reducida o

nula. Cuando el juguete no puede ser usado por estos niños/as tal como se comercializa,

a veces es posible variar los objetivos o reglas del juego, o realizar algunas adaptaciones

que, bien pueden ser muy sencillas, (p.e. fijar el juguete con velcro a una base) o requerir

la intervención de especialistas (p.e. traducir los efectos visuales en efectos sonoros).

Debe cumplirse un "Diseño para Todos”, de forma que niños/as con y sin

discapacidad, puedan utilizar los mismos juegos en similares condiciones. Así

conseguimos la participación de los niños/as con discapacidad en el juego de los que

no la tienen y se reduce la diferenciación al utilizar juguetes accesibles. Los juguetes deben ser versátiles, es decir, que permitan varias formas de interacción

o que posibiliten cambiar sus reglas para facilitar la adaptación de cada juguete a

cada caso. Deben ser adecuados a su edad, aunque se encuentren en una etapa anterior de

desarrollo. Debemos asegurarnos de que las adaptaciones respeten las normas de seguridad

para la fabricación de juguetes y no introduzcan peligros. Por eso es fundamental

consultar con un especialista.

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En ocasiones, los niños/as con discapacidad pueden tener ritmos de aprendizaje

distintos a otros, por ello es importante cuestionar y adaptar las indicaciones respecto a

la edad.

JUGUETES PARA NIÑOS CON DISCAPACIDAD VISUAL

Consejos para su selección y diseño:

• Que tengan un diseño sencillo, realista y fácil de identificar al tacto.• Que incluyan objetos o complementos fáciles de manipular.• Que incorporen efectos sonoros y distintas texturas.• Que no incluyan muchas piezas de pequeño tamaño o que permitan una cómoda y

rápida clasificación de las mismas al tacto.• Que sus colores sean muy vivos y contrastados para que puedan ser percibidos por

niños/as con resto visual.• Que sean compactos y no se desmonten fácilmente

Sugerencias para la realización de adaptaciones:

• En los juegos con textos o instrucciones, traducir al sistema Braille o dotar de relieve

las indicaciones o ilustraciones, o bien, incluir grabaciones de voz que sustituyan

informaciones textuales.• Incorporar sonidos, relieves o texturas que sustituyan o acompañen al estímulo visual.• En juegos de mesa, dotar de relieve al tablero y colocar a las fichas algún sistema de

sujeción (velcros, salientes, etc.), para que no se desplacen involuntariamente.• En estructuras para el juego simbólico que consten de varias piezas puede resultar

útil pegarlas para evitar que se desmonten.

JUEGOS ADAPTADOS PARA PERSONAS CON DISCAPACIDAD VISUAL

A continuación, se detallan algunos juguetes adaptados o específicamente diseñados

para facilitar su uso a niños/as ciegos o con deficiencia visual.

Ajedrez: El tablero se encuentra a dos alturas para diferenciar las casillas negras de las

blancas. Igualmente, las piezas blancas disponen de un distintivo (chincheta) en la parte

superior de la figura, para distinguirlas al tacto de las negras. Todo el tablero tiene unas

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pequeñas hendiduras en el centro de cada cuadrante, y cada pieza tiene un pivote en la

base. De esta manera, cada vez que se mueve una pieza, se mantiene en el tablero sin

que se mueva al pasar las manos para ver su posición en él.

Baraja española gigante: Es la misma baraja pero de un tamaño superior para facilitar

su acceso a personas con discapacidad visual (12’5 x 19 cm.).

Cartones adaptados para el bingo: Dentro de cada cajetín el número está escrito en

tinta con bastante contraste y en Braille. En el lugar donde no hay número la textura es

diferente.

Parchís en relieve: Misma técnica en la adaptación del tablero, que en el ajedrez. Las

fichas no son planas, sino que cada color tiene una forma diferente para su identificación.

CONCLUSIÓN

El niño, a medida que va creciendo, va desarrollando distintas capacidades y

métodos de juego. Cada etapa de desarrollo cuenta con una técnica de juego particular y

característico según las habilidades y necesidades que va desarrollando en dicha edad.

El juego pasa a formar parte de un recuerdo inolvidable cuando llegamos a la

adultez; ya que cuando estamos pequeños, jugamos, no sólo juegos ya creados, sino

que, dejando volar la imaginación y fantasía, creamos nuestros propios juegos en donde

muchas veces nos imaginamos como seremos cuando seamos adultos. Es decir, el juego

es un medio de expresión del contenido psíquico y emocional.

Como conclusión se puede decir que a pesar de las dificultades por las que pasan

los niños con discapacidad, es indispensable el rol que juegan los familiares, educadores,

facilitadores y terapeutas; no sólo en la inclusión sino en la capacidad que tienen de servir

de apoyo y guía para lograr que estos niños al igual que los que no presentan

discapacidad, tengan su espacio para expresarse y tener la maravillosa experiencia de

experimentar el juego.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Costa, M. (2001). El juego para todos en los parques infantiles. AIJU.

Costa, Romero, Mallebrera, Fabregat, Torres, Martínez, MJ y Zaragoza (2007). El juego en niños. Madrid, España.

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Notas tomadas del curso Deficiencia Visual (2009). Dora Céspedes. Universidad de Antioquía. Facultad de educación. Licenciatura en educación especial.

Notas tomadas de las Jornadas de Psicoanálisis de Sigmund Freud (2014). Johanna Trip. ASOVEP. Caracas, Venezuela.

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Piaget, J. (1961). La formación del símbolo en el niño. México, Fondo de Cultura Económica.

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