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¿Y dó nde están mis zapatos? Era una pequeña niña, con su pelo lacio que pocas veces se peinaba, se levantaba en las mañanas con el canto del yigüirro, apenas se asomaba el sol se lanzaba por la ventana para ir en busca de los terneros, escuchaba el grito de su madre cuando le decía: ¿Y dónde están sus zapatos?-No escuchaba, no volvía a ver, solo quería brincar, correr y sentir el viento fresco de la mañana; cada cosa que encontraba en el camino lo disfrutaba, mientras buscaba los terneros. Para ella lo más importante era ser libre, no le interesaban los zapatos, porque cada vez que brincaba la suisa le podía ganar a todos los que con ella jugaban, cuando caminaba por encima del corral sus dedos se volvían como tentáculos de pulpo y así podía mantenerse por largo tiempo caminando sobre él. Llegó el día más esperado por la pequeña Susanita, ir a la escuela, solo que se le presentó el problema más grande, tenía que ponerse sus zapatos; lo hizo y se fue, disfrutó el día y de regreso a su casa encontró en el potrero su caballo Riel, tiró sus cuadernos al suelo, se quitó sus zapatos y corrió tras su caballo, cuando lo montó galopaba por las praderas sin importar que el tiempo pasara. De regreso a casa su madre le dice: “Susanita, tus hermanos recogieron tus cuadernos” pero ella cansada no se preocupó solo se tiró a la cama y se durmió. Al día siguiente se levantó igual que siempre, se lanzó por la ventana hacer las cosas de todos los

Y dónde están mis zapatos

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¿Y dó nde están mis zapatos?

Era una pequeña niña, con su pelo lacio que pocas veces se peinaba, se levantaba en las mañanas con el canto del yigüirro, apenas se asomaba el sol se lanzaba por la ventana para ir en busca de los terneros, escuchaba el grito de su madre cuando le decía: ¿Y dónde están sus zapatos?-No escuchaba, no volvía a ver, solo quería brincar, correr y sentir el viento fresco de la mañana; cada cosa que encontraba en el camino lo disfrutaba, mientras buscaba los terneros.

Para ella lo más importante era ser libre, no le interesaban los zapatos, porque cada vez que brincaba la suisa le podía ganar a todos los que con ella jugaban, cuando caminaba por encima del corral sus dedos se volvían como tentáculos de pulpo y así podía mantenerse por largo tiempo caminando sobre él.

Llegó el día más esperado por la pequeña Susanita, ir a la escuela, solo que se le presentó el problema más grande, tenía que ponerse sus zapatos; lo hizo y se fue, disfrutó el día y de regreso a su casa encontró en el potrero su caballo Riel, tiró sus cuadernos al suelo, se quitó sus zapatos y corrió tras su caballo, cuando lo montó galopaba por las praderas sin importar que el tiempo pasara. De regreso a casa su madre le dice: “Susanita, tus hermanos recogieron tus cuadernos” pero ella cansada no se preocupó solo se tiró a la cama y se durmió.

Al día siguiente se levantó igual que siempre, se lanzó por la ventana hacer las cosas de todos los días, porque tenía que ir a la escuela, pero de pronto sintió una gran preocupación, empezó a buscar y buscar, se metió debajo de la cama y no encontró nada, llegó su mamá y le preguntó: ¿Qué estás buscando mi amor?-Y ella con cara de asustada dijo: ¿Y dónde están mis zapatos?-Su madre le contestó, no los he visto, y de pronto la niña de pelo lacio recordó ¡en el potrero se quedaron!- Se levantó como un resorte y corrió, llevándose entre sus pies descalzos las gallinas, los perros y todo lo que se le atravesara con tal de llegar a encontrar sus zapatos.

Buscó y buscó sin poder encontrar los zapatos y caminaba de un lugar a otro, de pronto sintió en sus pies algo duro y dijo: “mis zapatos”-Se agachó y tomó entre sus manos lo que quedaba de un zapato; las vacas se lo habían comido. Se sintió triste porque tenía que decirle a su mamá lo que había pasado, pero pensó: “y que importa mis

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zapatos” así iré a la escuela, Susanita puso el turbo a sus pies y empezó a correr.

Así iba a la escuela y no importaba que se burlaran de ella, pasó el tiempo y sus padres pudieron comprarle otro par de zapatos, pero con condiciones “debes cuidarlos Susanita y no dejarlos votados en cualquier lugar”-muy emocionada les dijo “si, si lo haré mamá”.

Eran las cinco de la mañana, cuando “muuuu” hacía la vaca y “meee” contestaba el ternero, y la extrovertida niña dejaba sus cobijas para ir al corral, tomaba su balde y su banco y como la mejor vaquera amarraba la vaca, la maneaba y se sentaba en su banco a ordeñar, jalaba y jalaba y nada que salía leche, se apuró tanto que pellizco la vaca y brincó y pateo y regó el poquito de leche que tenía, pero no se preocupó, solo se escuchaban las carcajadas de Susanita al ver el balde todo arrugado de la patada que le había pegado la vaca, eso era una fiesta para ella.

Todos los días quería hacer algo diferente, así que colgó los mecates y corría para el baño porque de nuevo tenía que ir a la escuela, ya pasaban sus vecinos y la esperaban, ella feliz mostró a sus compañeros sus nuevos zapatos y a caminar por quince minutos para llegar a la escuela por un potrero donde había ganado y caballos, donde la que más rápido caminaba era la niña de los pelos parados, porque todo le precisaba; no podía perder tiempo. De pronto, cuando pasaba por la plazoleta tuvo una gran idea: “de regreso a la casa podríamos hacer una monta de terneros” y siguió caminando con una sonrisa que radiaba de alegría de solo imaginarse como lo iban a disfrutar, y de una pequeña idea, una gran realidad.

De regreso a su casa, consiguió unos mecates y se subió al portón de la entrada a la finca e invitó a todos sus amigos a la gran monta de terneros. Esta niña era a todo dar, hizo que cada uno escogiera un ternero, porque ella sabía que no iba a perder, buscó el más pequeño para que no brincara mucho y manos a la obra; lo primero que hizo fue quitarse sus zapatos, ponerlos en una cepa de zacate y a montar sea dicho, entre llantos, golpes y risas terminó la gran monta.

Regresaron a casa después de haber disfrutado un rato a lo grande, ¡tremenda regañada!-Y a dormir. Llegó el nuevo día y Susanita no se levantó como lo hacía todos los días, era tarde y su mamá le ayudó alistarse para ir a la escuela, pero gran sorpresa, no encontraba sus

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zapatos, se rascó la cabeza y pensó: “no puede ser, los dejé olvidados” y patitas pa´ que te quiero, a correr se ha dicho, buscó, buscó y buscó y no encontró nada, su corazón latía cada vez más rápido, tenía un mal presentimiento, de pronto vio una vaca que mascaba y mascaba como comiendo chicle, sus ojitos se hicieron grandes y más grandes, y cuando abrió su boca, dijo: ¿Y dónde están mis zapatos?...............Fin

Autora: Emily Campos Alfaro

Quinto grado

Escuela: Líder El Carmen