Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 2, N 1, 1er semestre 2012, ISSN 1853-8037, URL: http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/corpus
Tesis
Archivo Ranquel y Nacin. Lucio Victorio Mansilla. Derivas polticas en la sociedad de frontera hacia 1870
Gustavo Sarmiento
ResumenEsta tesis se propone indagar la escritura dislocada del coronel de ejrcito y dandy argentino Lucio Victorio Mansilla, que se revela en sus cartas de viaje Una excursin a los indios ranqueles. Tal escritura presenta la visualizacin de archivos antropolgicos e histricos, que se alojan en las inscripciones y articulaciones sensibles de las relaciones polticas en Tierra Adentro. Estas abastecen y relacionan los componentes del corpus documental y la sinergia de los cuerpos involucrados en el archivo. Asimismo encontramos que esta dislocacin producida por el viaje nacional realizado por Mansilla hacia Tierra Adentro, despliega los dispositivos y lgicas de poder clasificatorio entre diversos archivos en plena traccin mutua, como: 1) la lgica poltica racial propuesta por D. F. Sarmiento; 2) la lgica poltica de la civilizacin clemente mansillesca; y 3) la lgica poltica de la heterogeneidad ranquel. De este modo se explicita en este estudio a cada uno de estos archivos y sus polticas de registro, concerniente a temas centrales de soberana en las pampas, tratados de paz y estrategias posibles de nacin.
Palabras clave: Archivo, Escritura dislocada, Soberana Ranquel, Sociedad de frontera, viaje nacional.
Ranquel archive and Nation. Lucio Victorio Mansilla. Political drifts in the frontier society by 1870.
AbstractThis thesis proposes to investigate the dislocated writing by Argentinian army colonel and dandy Lucio Victorio Mansilla, revealed in his letters Una excursin a los indios ranqueles [An excursion to ranqueles Indians]. Such writing makes the viewing of anthropological and historical sites, staying in the inscriptions and articulations of political relations in Tierra Adentro. These supply and relate the components of the documentary corpus and synergy of the bodies involved in the archive. We also find that this dislocation produced by the national tour by Mansilla towards Tierra Adentro, displays the power dispositives and classificatory logics between various archives in full mutual traction, such as: 1) the racial political logic proposed by D. F. Sarmiento, 2) the political logic of mansillesca merciful civilization, and 3) the political logic of ranquel heterogeneity. This is how in this study each of these archives and their policies of register are made explicit, concerning central issues of sovereignty in the pampas, peace treaties and possible strategies for the nation.
Keywords: Archive, dislocated writing, Ranquel sovereignty, frontier society, national journey.
Director: Julio Vezub
Grado: Licenciado en Historia
Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Defensa: Trelew, 25 noviembre 2011
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Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Archivo Ranquel y Nacin. Lucio Victorio Mansilla.
Derivas polticas en la sociedad de frontera hacia 1870 Tesista: Gustavo A. Sarmiento
Director: Dr. Julio E. Vezub
Trelew Chubut
2011
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ndice
Primera parte
1. Presentacin del problema
2. Cuestiones tericas, bibliogrficas y metodolgicas
2.1. Antecedentes y contextualizacin: el viaje de Mansilla, escritura y produccin de la frontera
2.2. Objetivos e hiptesis sobre la disyuncin temporal de la frontera y los archivos
Segunda parte
3. Escritura dislocada: viaje nacional y civilizacin clemente a Tierra Adentro
4. Estado de guerra: archivo y mquina en las pampas
5. Las paces de Leubuc: otra originalidad ranquelino-mansillesca
6. Conclusiones
7. Bibliografa
8. Anexos
Imagen de portada. Mocetn ranquel y soldado fortinero. Monumento ubicado en la ensenada de Las
Pulgas (Ro Quinto. Villa Mercedes. Provincia de San Luis). A la memoria de los hroes inmolados el 11 de
marzo 1820. Combate de Las Pulgas. Enfrentamiento entre la coalicin de fuerzas ranqueles, encabezada
por el caudillo chileno Jos Miguel Carrera y el gobernador de San Luis, el coronel Videla a los once das de
marzo de 1820 (Fotografa: Julio E. Vezub, 15 marzo 2010).
***************
Primera parte
1- Presentacin del problema
Un abundante epistolario conforma la base documental de la presente investigacin. Las sesenta
cartas escritas por Lucio Victorio Mansilla, destinadas a su interlocutor y amigo chileno Santiago Arcos
(radicado en Espaa, y publicadas en La Tribuna de Buenos Aires, entre mayo y septiembre de 1870), fueron
reunidas hacia finales de ese mismo ao bajo la forma de libro, con el ttulo Una excursin a los indios
ranqueles. Esta obra muestra problemticas de variados tenores que pretendemos dilucidar.
En trminos generales, el presente trabajo pretende recuperar aspectos de potencial historicidad
presentes en materiales heterodoxos a la historia, dado que las obras seleccionadas son ante todo referencias
naturales del gnero literario. No obstante, el carcter marginal de dichas obras respecto del canon literario
refuerza el inters historiogrfico y brinda la oportunidad de explorar territorios textuales fronterizos entre la
historia, la antropologa y la literatura.
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En trminos especficos, una serie de tpicos se articularn y pondrn en tensin, a efectos de lograr
una narracin histrica que d cuenta de las situaciones sociales y polticas de la sociedad de frontera hacia
1870, en vsperas de su desarticulacin, y del surgimiento de la modernidad nacional argentina. En tal
umbral, los territorios involucrados sern aquellos espacios circunscriptos por los itinerarios geogrficos e
imaginarios recorridos por Mansilla. Nos interesan, por un lado, sus descripciones y perspectivas en el
contexto de un estado de guerra permanente; por el otro, el importante rol del ejrcito en el desarrollo de un
doble frente de conflictos fronterizos rioplatenses: al sur, con las confederaciones indias en el corazn mismo
del desierto pampeano, al norte con el Estado de Paraguay sobre la cuenca del Plata. David Vias afirma que
esos dos frentes de guerra resultaban complementarios: el uno remita al otro y el segundo era corolario, aval
y justificacin del primero (Vias, 2003:128-129).
En este contexto de sociedad de frontera, atravesado por la guerra y la creacin de los Estados
nacionales argentino-chileno, intentaremos pensar: es posible la Nacin sin genocidio? O es posible la
nacionalizacin de la Barbarie? Las respuestas partirn desde la condensacin de relaciones sociales y
polticas que presenta esa sociedad. Michel Foucault explica que el proceso de transformacin de las
sociedades europeas desde los siglos XVI-XIX, debe ser analizada bajo la nocin de Hacer morir y dejar
vivir. Este paradigma articulatorio de poder al interior de la sociedad de soberana, tambin es aplicable su
inversin (Hacer vivir y dejar morir) al dispositivo de poder en el interior de las sociedades modernas
(1996: 193-215). Estas proposiciones no se excluyen, sino que debern ser entendidas en su mutuo
complemento y condensacin. Su consideracin biopoltica, pilar de las sociedades modernas, puede ser
anticipada por la determinacin de uno de sus principales protagonistas e idelogos, Domingo Faustino
Sarmiento. Al momento de ocupar la primera magistratura del gobierno argentino (1868-1874), ste aclara
quin define los destinos de las poblaciones americanas que no se ajusten a las nuevas leyes de la
modernidad, criterios de raza, civilizacin y progreso.
() Puede ser muy injusto exterminar salvajes, sofocar civilizaciones nacientes, conquistar pueblos
que estn en posesin de terreno privilegiado; pero gracias a esta injusticia, la Amrica, en lugar de
permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso, est ocupada hoy por la raza
caucsica, la ms perfecta, la ms inteligente, la ms bella y la ms progresiva de las que pueblan la
tierra; merced a sta injusticia, la Oceana se llena de pueblos civilizados, el Asia empieza a moverse
bajo el impulso europeo, el frica ve renacer en sus costas los tiempos de Cartago y los das
gloriosos de Egipto. As, pues, la poblacin del mundo sujeta a revoluciones que reconocen las leyes
inmutables: las razas fuertes exterminan las dbiles, los pueblos civilizados suplantan la posesin de
la tierra a los salvajes (Vias, 2003: 65).
Desde esta perspectiva, sern relevantes las configuraciones identitarias, polticas y sociales
resultantes, que desde las tendencias a la centralizacin del poder nacional se impondrn sobre la sociedad de
frontera en el perodo conocido como los treinta aos de discordia (Halpern Donghi 2004:59-114). Esto
sucede en el contexto de los tres conflictos masivos de guerra permanente, identificados con el aplastamiento
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de la resistencia montonera federal, la guerra con el Paraguay del mariscal Lpez, y la campaa de agresin a
las confederaciones indias pampeano-patagnicas.
En lo singular, y en direccin al interior de las articulaciones en la sociedad de frontera, o como
expresa Lucio Mansilla, hacia la llamada Tierra Adentro, ser importante identificar los usos literarios
de las voces subalternas en su historicidad y correspondencia con los usos econmico y militar de los
cuerpos. Algunas de estas usanzas son sealados por Josefina Ludmer, cuando expresa que () esas tres
literaturas se escribieron o culminaron en momentos en que las economas regionales entraban en el mercado
mundial y, por tanto, en el momento en que el gaucho, el indio y el negro eran los productores de la riqueza
nacional (Ludmer, 2000:10). Por ende, el ejercicio de la guerra en sus aspectos latente o manifiesto, fsico o
escritural, poltico o armado, es un tpico central para este perodo de transicin histrica; sea en su funcin
de uso y despliegue segmental autnomo -propio de la mquina de guerra brbara-1
El encuentro entre el cacique general Mariano Rosas y el coronel de ejrcito Lucio Victorio
Mansilla, en las tolderas de Leubuc (abril de 1870), es ocasin para la firma de un tratado de paz nunca
ratificado por el gobierno argentino. En l se manifiesta la existencia de un archivo ranquel actualizado que
cuestiona las consideraciones del estatuto poltico del Estado nacional en ciernes. De este modo, las
narraciones establecidas por Mansilla en el epistolario que comprende Una excursin a los indios Ranqueles,
insinan restos de prcticas polticas del mundo ranquelino, que desde su condicin opaca y liminar con la
nacin, producen otros sentidos y puntos de fuga hacia otras narrativas posibles.
, o como esfuerzo de
captura y monopolizacin militar o literaria del Estado (Zubieta, 1995). La trama textual tejida por los relatos
de viajeros ser el escenario de lucha social entre los dispositivos estatales y las multiplicidades irreductibles
de los cuerpos, ahora subalternos.
El ejercicio de esta investigacin es dilucidar las intenciones narrativas hegemnicas y subalternas,
es decir, el colonialismo estatal republicano decimonnico y las soberanas indgenas2
De este modo, la visualizacin y el despliegue de los archivos, en sus registros tanto ranquelino
como argentino, se encuentran inscriptos en los intersticios y opacidades de la propia escritura mansillesca.
Tal cualidad, generadora de fondos documentales, es denotada no solo en una primera mirada de
aproximacin e ingreso al territorio ranquel del viaje de Mansilla, sino tambin en el viaje mismo de su
autnomas en los
territorios de las pampas centrales. Ello conducir a identificar y entender las lgicas de disposicin y los
dispositivos de inscripcin de los archivos histricos existentes, en su heterogeneidad y heterodoxia.
1 Deleuze y Guattari desarrollan el concepto de mquina de guerra, invento de los nmadas ganaderos, que con la ganadera y la doma instaura toda una economa de la violencia. Caza y guerra, evolucionan en la esfera de indistincin y convertibilidad de armas-herramientas. (1978:398). Julio Vezub retoma el concepto aplicado a las jefaturas mapuche-tehuelche del norte de la Patagonia entre 1850-1880. Propone profundizar el modo en que las mquinas de guerra mapuche-tehuelche practicaban la geopoltica en relacin con el Estado emergente, los cristianos, y otros agrupamientos indgenas (2011:6). 2 Sobre esta nocin de los modos de produccin de soberana de las identidades huarpe en la regin de Cuyo, Diego Escolar afirma que () la soberana solo se da sobre lo que incluye, aunque esa inclusin nunca es definitiva ni se dirime simplemente en el plano territorial y jurdico en sentido clsico, como inscribe la ficcin del Estado moderno, sino en y a travs de prcticas, mbitos y estructuras sociales. Tampoco es abstracta, ya que siempre supone personas o grupos que detentan, son capaces de disputar o luchan para detentar o resistir el poder soberano del Estado (2007:31).
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propia escritura3
De esta manera, recomponer el archivo ranquel en el tiempo ambivalente y heterogneo de la
sociedad de frontera, ser aproximarse al espacio y tiempo reales de historicidad del mundo ranquel. Dicho
archivo est constituido y desplegado a partir de cuerpos, papeles, uniformes, ganados y territorios
movilizados en torno de las representaciones intercambiadas. Se avizora un mundo fronterizo y complejo,
productivo en soberanas polticas consustanciadas de etnicidad y poder. Si la heterogeneidad es la
disposicin e inscripcin natural del archivo ranquel, el reverso de esta trama lo constituir el modelo de la
pgina en blanco o tabula rasa en su extensin y expansin homognea: el archivo estatal. Este ltimo, como
dispositivo de inscripcin, participa directamente en la desmovilizacin y despolitizacin histrica de las
soberanas, capacidades, habilidades y potencias de poder, encabezadas por las jefaturas ranquelinas,
confinndolas a la invisibilizacin en los legajos documentales de abastecimiento de los estatutos
antropolgicos, arqueolgicos e historiogrficos. En este punto, la crnica de viaje de Una excursin a los
indios Ranqueles, es recuperada y desclasificada del silencio de ese otro gran archivo anlogo: el discurso
literario administrativo del canon nacional argentino.
. sta, dislocada en su produccin narrativa, comienza a iluminar historicidades y
multiplicidades al interior y al exterior de la frontera. Esa dislocacin constituye los fondos escriturales de
los archivos ranquel y argentino (que oficiarn de documentacin positiva a los fines de este estudio), pues
es en la continuidad y contraparte del pliegue liminal que comparten, donde asoman simultneamente la
efectuacin de una geopoltica soberana de las jefaturas ranquelinas y el doble propsito de un mismo
proyecto nacional argentino: la civilizacin clemente mansillesca y la civilizacin de exterminio y
colonizacin sarmientina, ambas necesarias para la posterior vigencia de la vida republicana nacional.
Se resaltar entonces la hiptesis de que toda escritura implica a su vez una poltica del registro, que
habilita entender la escritura como acto poltico, y a su vez nos remite a una forma de registro (Menard,
2006). Surge as el problema de las caractersticas del archivo, donde estas formas de registros se establecen
de manera diferenciada en relacin con el tiempo, el saber y el poder. En torno a estas nociones de archivo,
quisiramos poner en relacin dos registros o reductos aparentemente abastecidos por el propio viaje de
Lucio Mansilla a los toldos ranquelinos: la naturaleza del archivo ranquel y las caractersticas del archivo
estatal republicano.
En tales archivos reaparecen, a favor de nuestras inquietudes, dos lgicas de usos y tareas del poder.
Tales lgicas sern entendidas desde su propia naturaleza: en las prcticas polticas ranquelinas, como
tendientes a renovados tipos de luchas transversales e inmediatas; en las lgicas estatales, como fuerzas
centralizadas y mediatizadas. No obstante, esto se complica cuando la lgica poltica ranquelina, de
equivalencia y alteridad al poder estatal, se deriva hacia polticas de identificacin tnico-nacional,
presentando clivajes de sentido en el ejercicio de el gobierno de s y de los otros (Foucault, 2009). Aqu se
condensan y desplazan las lgicas de poder horizontales y verticales, propias del espacio disperso, permeable
3 Retomamos la idea de viaje de la escritura, utilizada por Alejandro De Oto para la regin somal, en la poca que comprende los viajes de Richard Burton, a mediados del siglo XIX en el este de frica. () Las ciudades como Harar, en su mayora musulmanas, eran los sitios de poder poltico, religioso y comercial en escala local. La llegada de exploradores como Burton implic, integrar nuevas narraciones a este territorio, las cuales contenan pretensiones de dominio y control pero tambin momentos de tensin y de conflicto (1998:19).
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y denso de la sociedad de frontera. En anticipo del tipo de insumo archivstico con el que trabajaremos, la
arenga ensayada y exclamada por el coronel Mansilla en los momentos de su arribo a los toldos de cacicales,
es sugerente de las complejas relaciones de fuerzas, asignacin, adscripcin e interpelacin a identificaciones
tnicas y nacionales que se generan en el mal llamado desierto argentino:
() -Viva Mariano Rosas!
-Viva el presidente de la Repblica!
-Vivan los indios argentinos! (Mansilla, 2006:140).
En resumen, la escritura dislocada de Lucio Mansilla en Una excursin a los indios ranqueles,
presenta la visualizacin de archivos antropolgicos e histricos, que delinean una inscripcin entre el
corpus documental y los cuerpos que se traccionan. Estos son los que establecen tres lgicas de dispositivos
de poder: 1) La lgica poltica racial propuesta por Sarmiento; 2) la lgica poltica de la civilizacin
clemente mansillesca; 3) la lgica poltica de la heterogeneidad ranquel. Es en este sentido como se orienta el
estudio de exploracin de cada uno de estos archivos y sus polticas de registro.
La organizacin de la tesis se presenta como una tarea de contrapuntos entre los problemas del
archivo y sus dispositivos de poder; y las derivas polticas de aquellas lgicas hegemnicas que se
manifiestan en las pampas centrales. Indagar en la escritura de Lucio Mansilla como espacio inestable y
potente para habilitar e imponer un orden a la poblacin y territorio ranquelinos, y denotar al mismo tiempo
los conflictos al interior de esa misma narrativa normalizadora. Las herramientas terico-metodolgicas se
entreveran de manera implcita en nuestro estudio de caso, asumiendo su correspondencia explicita con el
tratamiento de los antecedentes y contextos histricos y bibliogrficos. Las temticas que se desprenden de
este estudio se encuentran imbricadas por la fusin de las tecnologas de poder vinculadas a la autoridad
poltica; la importancia de la tierra, el agua, el ganado; y la participacin activa o no de la poblacin ranquel,
en la hegemona nacional argentina hacia 1870.
2- Cuestiones tericas, bibliogrficas y metodolgicas
2.1. Antecedentes y contextualizacin: el viaje de Mansilla, escritura y produccin de la frontera
Vista en esa perspectiva, la literatura de frontera no es otra cosa que el
prrafo final en el largo discurso de la conquista (Vias, 2003:61).
Importa ahora precisar los contornos ms visibles de la sociedad de frontera; esbozar algunas lneas
institucionales y de poder colonial-criollo que logran imponerse y hegemonizar en los procesos polticos y
sociales de larga duracin. Tambin interesa localizar las prcticas, hechos, nuevas subjetividades y
negociaciones que esas lneas producen, por su interpelacin e incidencia en el mundo indgena. Como
afirma Ral Mandrini, () la sociedad blanca y la sociedad indgena no constituan mundos aislados y
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separados y el arco ms o menos fluctuante que describa la lnea de fronteras era ms bien el
reconocimiento formal de las reas de control de cada sociedad (Mandrini, 1992:61). Nuevos sujetos
aparecen en la superficie social para conformar -en el vasto territorio pampeano-bonaerense- la compleja
diversidad de relaciones intertnicas, polticas y econmicas. Esta sociedad de frontera combinaba entonces,
las relaciones hbridas entre el complejo mundo indgena y no menos inestable mundo europeo-criollo.
A fines del siglo XVI, se inici un doble proceso de transformacin de las tradiciones culturales del
mundo indgena, debido, por un lado al contacto con los espaoles asentados en el Ro de la Plata y en el
interior del actual territorio argentino, por el otro, al proceso de migracin ocurrido entre ambos lados de los
Andes (Mandrini, 1993:45-46). Como resultado, los indgenas de la regin pampeana, Patagonia
septentrional y precordillera andina, modificaron profundamente su economa, su estructura sociopoltica,
sus lenguas, sus costumbres y creencias: as, los grandes cacicatos del siglo XIX, verdaderas jefaturas, poco
tenan que ver con las bandas de cazadores-recolectores que encontraron los europeos en el siglo XVI
(Mandrini, 1992:46).
En cuanto al contacto e influencia de las primeras expediciones y asentamientos hispanos llegados a
la regin, ocasionan la rpida reproduccin de animales abandonados en el mbito ecolgicamente propicio
de la llanura pampeana. La incorporacin del caballo4
Como resultado de estas incorporaciones, una extensa red de circulacin de bienes comenz a
vincular las distintas regiones del territorio indgena, y a este en su conjunto con las reas controladas por los
europeos, acentuando la dependencia de cada grupo respecto de los otros y de la sociedad hispano-criolla, y
estimulando entre los indgenas la obtencin o produccin de bienes estimados por los cristianos a fin de
canjearlos en las fronteras.
y el uso de ganados europeos, implicaron el
aprovechamiento del numeroso ganado cimarrn, de manera que la poblacin indgena no provoc de
manera inmediata el agotamiento sobre el recurso. Ahora bien, otros tipos de elementos europeos se
incorporaron a la vida indgena: ovejas que se convirtieron en un recurso esencial que provea lana a las
tejedoras indias, harinas obtenidas de cereales europeos, instrumentos de hierro, licores y aguardientes,
azcar, adornos y prendas de vestir europeas. La yerba mate, originaria de la regin de las misiones jesuticas
del Paraguay, fue otro producto introducido por los europeos entre las poblaciones indias, que rpidamente
se aficionaron a ella (Mandrini, 1993:50-51).
As, el mundo indgena durante el siglo XVIII evidenci transformaciones que vinculaban
estrechamente el rea pampeana con la Araucana trasandina. Los mecanismos de disciplina y control
coloniales chilenos, en la clave en que los describe Guillaume Boccara (2007), y el aumento de la demanda
4 Existe una discusin en relacin con la incorporacin del caballo, sobre el alcance de las expresiones cultura del caballo o complejo ecuestre, comnmente utilizados por antroplogos e historiadores. Miguel Palermo otorga precisin al respecto: (...) no es conveniente mantener el tradicional nfasis puesto sobre el caballo en relacin con los cambios econmicos-sociales surgidos tras la difusin del ganado europeo. Porque vacunos y lanares tuvieron notable importancia, en algunos casos (...), (...) el ganado no ha de entenderse nicamente como un bien de consumo (de comunidades cerradas y autosuficientes), sino tambin como un bien de cambio (...), (...) la adquisicin del ganado llev a muchas etnias a integrarse a distintos mercados regionales, como proveedores de ganado y consumidores de manufacturas y otros productos, crendose una fuerte dependencia econmica hacia el exterior; este es el rasgo ms notable de todo ese proceso . (1986: 170-171).
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de ganados, coincidieron con el agotamiento o extincin paulatina del ganado cimarrn en las pampas. En la
reconstruccin de este proceso, a partir de los debates entre Ral Mandrini y Leonardo Len Sols sobre la
transformacin de la actividad indgena, se distinguen dos opciones que prefiguran versiones
complementarias. Una es de sesgo blico, identificado en la maloca como guerra selectiva de saqueo y
pillaje segn el historiador chileno, y la otra de corte productivista, defendida por el primero al entender que
la actividad indgena encontr dos opciones y no una. () La ms inmediata era hacerse maloquero; la
otra, mediata y all donde las condiciones lo permitan, hacerse pastor y comerciante, claro que sin dejar
nunca de ser guerrero o maloquero si las circunstancias lo requeran (Mandrini, 1993:57). Existe evidencia
de la constitucin de un ncleo pastoril durante el siglo XVIII en el sur bonaerense, regin que era foco de
atraccin por su riqueza para la ganadera. En esta actividad pastoril indgena las ovejas ocupaban un lugar
destacado. No eran cimarronas en sentido estricto, sino haciendas bien cuidadas que pastaban cerca de las
tolderas, a las que se les dedicaba especial atencin, y a las que trataba de ponerse a salvo ante cualquier
amenaza de ataque por parte de las autoridades porteas, arrendolas a zonas ms seguras del interior del
territorio. A su vez, esta actividad pastoril estaba vinculada directamente con una peculiar movilidad del
grupo determinada por el patrn estacional, en bsqueda de aguadas y pastos.
El periodo colonial revela que la vasta rea que comprende la llanura pampeana, la Patagonia y el
centro de Chile, se ha caracterizado antes que nada por su complejidad. Conformada por grupos tnicamente
mixtos, alianzas que se arman y se desarman, activa circulacin de personas y de bienes, constantes
intercambios de productos que se suceden en una intrincada trama que se extiende sobre territorio araucano
norpatagnico-pampeano, desde el siglo XVII. De este modo, una economa indgena se form como un
nico sistema que incorporaba a la mayora de los grupos indgenas con la sociedad colonial, cua entre dos
polos de desarrollo colonial rivales, Santiago y Buenos Aires. Al respecto sostiene Palermo:
() en nuestra interpretacin se desprende, pues, que las sociedades indgenas pampeano-
patagnicas y centro chilenas constituyeron en el siglo XVIII (aunque con gestacin iniciada un siglo
antes) un sistema politnico y policntrico con la sociedad colonial de los polos de desarrollo chileno
y porteo o bonaerense. Ello ocurri en un marco de mutua autonoma poltica (de las unidades
indgenas entre s y respecto del aparato colonial) y en un contexto de situacin de friccin
intertnica, cuya tensin se agudizaba o se atenuaba fluctuantemente siguiendo el ritmo de las
circunstancias histricas (Palermo, 2000).
El mundo fronterizo estaba destinado a continuar con transformaciones importantes, provocado por
un persistente proceso histrico doble: por un lado, la lenta decadencia y la final ruptura del vnculo colonial
espaol, continuadas por las guerras y la disgregacin en mltiples soberanas del periodo revolucionario
criollo oligrquico hasta mediados del siglo XIX; por el otro, un continuo proceso de migraciones5
5 (...) un fenmeno que hoy se reconoce como de muy larga duracin: un fuerte y persistente proceso de migraciones interregionales que, desde la poca colonial, fue derivando excedentes de poblacin desde ese interior sobrepoblado y con una distribucin muy desigual de la escasa tierra hacia un litoral que reclamaba a gritos por trabajadores estacionales y permanentes, pero tambin prometa la posibilidad de convertir a algunos de esos migrantes en productores independientes y quizs hasta en propietarios de una parcela. (Gelman, 1998: 73).
desde el
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interior hacia el Litoral, que modificaba la frontera, no solamente en lo relativo a su expansin territorial,
sino tambin en la complejizacin de las relaciones polticas, sociales y productivas.
As, en el periodo tardo colonial hacia 1780, la vieja frontera se encontraba extendida hasta el ro
Salado, distrito bajo la jurisdiccin de los cabildos de Buenos Aires y Lujn, que en comn frontera con
poblacin indgena, estaba consagrada a proporcionar seguridad y defensa a la retaguardia de la nueva
capital del virreinato del Ro de la Plata.
En efecto, las condiciones de la expansin agraria del Litoral y en especial del sur de Buenos aires,
experimentaron no solo la cra del ganado vacuno para exportar cueros, sino tambin la cra para el abasto
del mercado local cada vez ms importante, adems de una pujante agricultura, destinada a los mercados
locales, en la que destacaba el trigo.6
Los aos transcurridos entre 1820 y 1833 fueron claves para la conformacin de la nueva frontera.
Por tanto, la convivencia en la sociedad de frontera se estableca no
solo entre las estancias y las pequeas parcelas agrcolas, sino tambin con grupos indgenas. stos
encontraban una complementariedad productiva y comercial, sostenida en el momento por la abundancia de
tierra frtil disponible y una relativa tranquilidad en la frontera.
En primer lugar, luego del derrumbe del primer poder poltico criollo posrevolucionario, Buenos
Aires impuls una poltica activa de carcter expansivo sobre las tierras bajo control indgena. El avance
duplic el territorio con la incorporacin de la regin comprendida entre el Salado y la primera cadena de las
sierras pampeanas. Los tratados o pactos de paz realizados con algunas parcialidades, seran acompaados de
aqu en ms -ante la continua presin y maloqueo indgena- por la efectiva y creciente importancia de la
milicia bonaerense, al mando del oficial Federico Rauch.
En segundo trmino, la Campaa al Desierto dirigida por Juan Manuel de Rosas, en 1833,
consolid los avances antes realizados,7
En un mundo indgena profundamente transformado por el largo contacto e incorporacin de
mltiples elementos de origen europeo y trasandino; y en la clave en que la describe Ral Mandrini, en
articulacin con un complejo sistema de intercambios, la economa
permitindole constituir un sistema de alianzas integradas con
parcialidades indgenas, sistema que por casi veinte aos habra de instaurar un perodo de paz en la frontera.
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6 (...) hoy se sabe que la produccin de ese cereal era tan importante como la ganadera del vacuno a finales de la Colonia y que la pequea produccin familiar era la forma predominante en cualquiera de los rubros agrarios.... (Gelman, 1998: 81).
fue una de las bases del poder alcanzado
por los grandes cacicatos de la regin, que a mediados del siglo XIX llegaron a enfrentar con xito a la
sociedad criolla. El propio mundo criollo tambin sufri un profundo proceso de transformacin poltica, a
partir del cual se formaron desde 1820 las tendencias de articulacin social asociada a una ruralizacin de las
7 (...) As lo entiende Rosas...(...)...esa necesidad proviene de que Buenos Aires vislumbra en su campaa la fuente de una nueva prosperidad, capaz de reemplazar a la que en pocas coloniales derivaba de su condicin de centro poltico y comercial, en un territorio que abarcaba desde el Ro de la Plata hasta el Titicaca y el Pacifico...(...)...no resulta en absoluto extrao que esta se vuelque entonces hacia su propia campaa, y busque en ella la base de su rehabilitacin econmica. (Halpern Donghi, 1975: 59). 8 Ral Mandrini distingue dos ciclos complementarios articulados por un complejo sistema de intercambios. El primero, basado en el movimiento de ganado a gran escala hacia Chile, asociado a un conjunto de actividades vinculadas a la circulacin e intercambio. El segundo, abarcaba un conjunto de actividades productivas diversificadas, destinadas a proveer y satisfacer las necesidades de las tolderas. (Mandrini, 1994:10-14).
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bases del poder, con la emergencia y consolidacin de la figura del caudillo, que predominar durante todo el
perodo, hasta 1852. Este rgimen poltico gener una triple articulacin, constituida como base de los
estados provinciales: los negocios particulares y las finanzas pblicas; el mundo de la campaa y el mundo
de la ciudad; el poder poltico y militar.
La poltica de pacificar la frontera en tiempos de la colonia fue continuada y sistematizada por la
gestin del gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas, denominada luego poltica de Negocio Pacfico
de Indios, a partir de la cual se establecan estrechas relaciones con los llamados caciques amigos, y
acuerdos con otros, especialmente con el poderoso Calfucur, entregndoles en forma peridica regalos,
donativos y raciones9
Pero los cambios producidos hacia mediados del siglo XIX en la sociedad de frontera, muestran la
reaparicin y profundizacin de las tensiones. Vinculados a la disputa por recursos naturales
interdependientes, que constituan la base de subsistencia sobre la cual se organiz la vida social y poltica de
las poblaciones; las tierras y ganados reaparecen en el centro de la escena. Una muestra elocuente de este
conflicto es la discusin en el parlamento ranquelino realizado en los toldos de Leubuc, en la Pampa
central, entre el cacique general Mariano Rosas y el Coronel Lucio Mansilla:
. Hay que sealar que los caciques amigos actuaban como defensores de la frontera y
como aliados polticos del gobernador y caudillo federal de Buenos Aires, sirviendo como verdadera fuerza
de represin (Ratto, 1996). No obstante, superando el sesgo marcadamente econmico de Mandrini
(vinculado a la produccin pastoril y al maln en su conexin de arreo al mercado transcordillerano de la
actividad indgena pampeana), las investigaciones de Rolf Foerster y de Julio Vezub postulan () acerca
del modo de apropiacin de la riqueza que el sistema de tratados implementados por los gobiernos
bonaerenses y argentinos, con sostn en el abasto de ganado para fines de consumo, cra y comercializacin,
sumi en el olvido la maloca como actividad de los caciques (2011:10). De este modo, el factor Juan
Manuel de Rosas contribuy a que los grandes ncleos de jefaturas cristalizaran hacia 1840 en Pampa y
Patagonia, gracias a que el sistema de raciones, o Negocio Pacifico de Indios se haba consolidado
(Foerster-Vezub, 2001: 12).
() Usted me pregunta que con qu derecho acopiamos la tierra? Yo les pregunto a ustedes, con
qu derecho nos invaden para acopiar ganados? (Mansilla, 2006:306).
Ante la derrota militar y la desarticulacin de la confederacin rosista hacia 1852, realizada por los
ejrcitos dirigidos por Urquiza, recrudece el conflicto en las fronteras, especialmente en el rea pampeano-
bonaerense. En los aos siguientes, tras la secesin, Buenos Aires como Estado independiente de la
Confederacin Argentina -presidida por Justo Jos de Urquiza-, fue atacada por malones que recuperaron
territorio. Calfulcur se manifest aliado de aqul, organizando una poderosa confederacin indgena para tal
fin. Los malones reconquistaron tierras, y la frontera bonaerense retrocedi. Numerosos cautivos fueron
llevados a las tolderas y el ejrcito de Buenos Aires sufri duros reveses, tal es el caso de Sierra Chica.
9 Para mantener esa poltica, Rosas dispona de recursos materiales concretos, excedentes econmicos obtenidos de la reduccin de las exportaciones de carnes y cueros debido al bloqueo anglo-francs y a la confiscacin de tierras y ganados de sus opositores polticos (Mandrini, 1994: 9).
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Con excepcin del interregno 1852-1855, siempre hubo tratados de paz hasta 1878. La dcada de
1870 muestra la reanudacin de los acuerdos sistemticos de paz con las jefaturas indgenas, impulsados
ahora desde la presidencia nacional de Domingo Faustino Sarmiento. Sin embargo, tambin estos tratados
son acompaados de avances militares, comerciales y de poblados efectivos sobre los territorios indgenas.
El 15 de mayo de 1870, en su mensaje presidencial al Congreso de la Nacin, Sarmiento presenta los
resultados obtenidos por estos medios:
() se cuentan por miles las leguas de terreno reconquistadas a la industria, y de un extremo al otro
de nuestras dilatadas fronteras puede leerse en los semblantes de los vecinos el sentimiento de
seguridad de que participan. Dos grandes vas carriles de antiguo abandonadas, la del Chaco y las de
las Pampas, quedan hoy dentro y muy distantes de la frontera, y por ellas se agita ya un poderoso
comercio10
(Mansilla, 2007:515).
Asociado al optimismo sarmientino, logrado por la reconquista de las antiguas rutas coloniales -que
solo marcan una estrecha franja territorial central, entre medio de dos bloques regionales al norte y al sur
bajo el control de la barbarie-, el provinciano y federal Nicasio Oroo, precisa tambin (un ao antes) los
pretendidos lmites extremos de la civilizacin, en los que -sin decirlo-, la frontera se parece ms a un gran
portal que es atravesado por la barbarie indgena en su entrada y salida, que al pretendido lugar de
domesticacin y expulsin de indgenas al ms all del desierto:
() las tribus estrechadas por la civilizacin se han visto obligadas a conformarse con los hbitos y
costumbres de las poblaciones cristianas, o a internarse en el desierto poniendo por lmites, entre
ellos y nosotros, los ros Negro y Bermejo (Vias, 2003:127).
Esta supuesta estrechez ejercida por la civilizacin sobre la barbarie, en su reverso narrativo y
argumentativo, muestra justamente la amplitud cultural de la movilidad fronteriza, cuya prctica de idas y
vueltas entre los territorios de Tierra Adentro y los estatales era habitual. Mansilla pregunta al gaucho
Miguelito, refugiado en medio de los toldos ranquelinos:
() - Y otros paisanos de los que estn aqu, salen como t y van a sus casas?
- El que quiere lo hace; usted sabe, mi coronel, que los campos no tienen puertas; las descubiertas de
los fortines, ya sabe uno a qu hora hacen servicio, y luego, al frente casi nunca salen. Es lo ms
fcil cruzar el ro Quinto y la lnea, y estando a retaguardia ya est uno seguro, porque a quin le
faltan amigos? (2006: 169)
De todos modos, los bordes de la civilizacin, imaginados en los extremos norte y sur del Bermejo y
el ro Negro, respectivamente, fueron acompaados por una poltica de instalacin de colonias agrcolas y de
fortines. Luego de Caseros, retomando la continuidad establecida por la impronta de Estanislao Lpez, se
iniciaba la puesta en marcha del programa liberal de instalacin de inmigrantes europeos para el Litoral y el
10 Mensaje presidencial fechado el 15 de mayo de 1870.
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gran Chaco. Las colonias agrcolas de Esperanza, la actividad colonizadora orientada hacia Salta y Bolivia, y
las reas de colonizacin en Sunchales, Tostado y Zapallar se proyectan en la dcada del sesenta. Todas
cumplen nuevas y variadas funciones: el desmonte de nuevas tierras para la produccin, favorable en el
futuro inmediato a los intereses latifundistas; la utilizacin como vanguardia de choque en el enfrentamiento
con los indios. La perspicacia de Vias es clarificadora cuando afirma:
() por cierto, estas colonias, con un ritmo anlogo al de los fortines del sur, se van convirtiendo
en los puntos de partida de proyectos y desplazamientos hacia el Chaco y de permanente
enfrentamiento con los malones (Vias, 2003:134).
Este mundo presentaba una dura situacin para el colono, incluyendo sus contradictorios lmites.
Anunciaba, sobre todo, la gnesis de las asignaciones sociales del proyecto moderno liberal, que estaran
destinadas a perdurar por largo tiempo. En ellas, una clase media campesina siempre disponible en alianza
poltica con los seores de la tierra, podran excluir a los indios -en esta versin de asignaciones en el
escenario social- remitindolos a un no lugar en la consabida encarnacin corporal de la barbarie.
La creciente madurez y solidez de los proyectos polticos nacionales y de sus alianzas entre las lites
regionales criollas, anunciaban la configuracin de una imagen de unidad geopoltica sobre un incierto y
desconocido espacio territorial nacional, aun bajo control de jefaturas indias. Esta tarea era entorpecida por
conflictos intestinos en la propia elite gobernante, que distraan gran parte de su atencin y esfuerzos por
dirimirlos.
Con mayor precisin, el testimonio dejado por el coronel Manuel Baigorria, en los meses posteriores
de abril de 1865 (frontera de Crdoba en Ro IV), muestra las importantes tensiones existentes:
() En esos das lleg el general don Emilio Mitre. ste se preparaba (para una invasin) (abrir la
campaa) sobre los salvajes cuando volvi al Ro 4 de Mendoza; en esos afanes se encontr con la
invasin del Paraguay a Corrientes donde se frustraron los proyectos de l y su hermano el
Presidente. A ese mismo tiempo el indio Mariano Rosas mand proponer tratados de paz: a lo que el
general Mitre, por la que se le presentaba, tuvo que aceptar. Celebr el tratado con bastante
conformidad y se march al Paraguay dejando a Baigorria encargado (tanto) de la relacin de indios,
como de la Frontera en la provincia de Crdoba. (1977: 123) (Destacado en el original).
La participacin en la guerra contra el Paraguay o las rebeliones de Lpez Jordn y la liderada por ex
presidente Mitre, fueron algunos de los problemas que dificultaron el desarrollo de los proyectos de
integracin y control estatal, sobre un vasto territorio indgena, an intacto en sus soberanas.
En este contexto se establecieron una serie de tratados con diversas jefaturas indgenas. La
negociacin y celebracin de uno de stos fue realizada por el coronel Mansilla con el cacique Mariano
Rosas. El historiador Walter Delrio sostiene que los tratados de paz realizados se elaboraron en base a la
interpretacin de un tipo de derecho originado en la antigua Roma. Distinguindose la firma de aquellos
tratados de paz bajo la denominacin de tribus indias, y no bajo la de naciones indias, se entendieron de
este modo a los trminos como no intercambiables, a fines de evadir el reconocimiento a los pueblos indios
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en la documentacin oficial. De esta manera, aparecan como grupos sujetos a las leyes de la nacin, y no
como un colectivo externo o extranjero. La intencin estatal fue el inscribir a los grupos indgenas en el
derecho privado como pertenecientes a la comunidad civil, mediante convenios, pactos y acuerdos, alejando
la posibilidad legal de sentar precedentes de tratados internacionales o de carcter pblico (Delrio, 2005:49).
Esto ltimo estaba presente en los reclamos de caciques que con habida documentacin en sus secretaras,
esgriman tratados establecidos en el pasado, concertados con autoridades coloniales o provinciales criollas.
Desde un enfoque ms particular a nuestro caso, y retomando el problema de la generacin de
conflictos fronterizos vinculados a la posesin de la tierra y del ganado, los tratados de paz fueron el acto de
negociar la descompresin de los conflictos y disputas de control territorial. Esto, en la frontera comn entre
las autoridades nacionales y las jefaturas indgenas, delineada desde Mendoza, pasando por San Luis,
Crdoba, hasta Buenos Aires. En esta institucin se definan tanto las raciones mensuales o anuales a
entregar por el gobierno, como las prestaciones o colaboracin por parte de la jefatura indgena y su
parcialidad. As, la rivalidad y competencia por tierras y ganados, manifest la condicin material e
ideolgica que defina la guerra o la paz, como un espectro poltico inquieto que filtraba todas las relaciones
de la vida en la frontera comn entre diversas parcialidades indgenas y las autoridades criollas. La pulseada
interna de la elite gobernante nacional, que se debata en torno a la denominada cuestin indgena,
pivoteaba entre las polticas indigenistas,11
() -Cmo se entienden las paces? Amigo con los ranqueles y Calfucur invadindolo los
porteos (Mansilla, 2006: 295).
y caracteriz tanto a decisiones integradoras, como a las ms
duras medidas de agresin y exterminio (Vezub, 2001: 175-200; Delrio, 2005: 48-60). Mientras que la
geopoltica brbara se prolongaba, intacta en su estrategia de heterogeneidad poltica y territorial, las
jefaturas mostraban su mximo nivel de acumulacin de riquezas y profundizacin de las redes superpuestas,
que conectaban los nodos mapuche con las autoridades, y los notables cristianos de Argentina y Chile.
(Vezub, 2009a:23). La pregunta urticante, hecha por un clebre gaucho cordobs llamado Manuel Alfonso
(Chailao), antiguo morador de la frontera de ro Cuarto, dej ofuscado al coronel Mansilla y mostr la
fragilidad de las polticas de pacificacin nacional:
De todos modos, la estrategia de la poltica indigenista nacional en aos previos a su afn de
supresin de la autonoma indgena, articulaba una geopoltica de conquista militar, comercio y escritura
sobre las fronteras del siglo XIX. Como asegura Vezub () La praxis de la escritura contribuy al
ordenamiento y al disciplinamiento de las elites de las tolderas (2009a:45). Sin embargo, termin por
imponerse la primera de las metodologas, la conquista como la solucin final al problema indgena, que
privilegi la tierra y el ganado, destinndolos a un proyecto poltico y econmico concreto: Orden y
Progreso. No obstante, la tierra y el ganado deban tener un tratamiento especfico. Ese proyecto impona
que la tierra deba ser incorporada sin su poblacin nativa, y por tanto justificaba su etnocidio y sustitucin
por poblacin europea, sin considerar el complejo y segmental mundo indgena largo tiempo consolidado.
11 Vase nota 17 (Vezub, 2009a:45-46).
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Esta victoria puso fin a las histricas relaciones fronterizas, e inici una literaturizacin de la frontera en
formatos cientficos y militares, bajo el predominio de la pica de la Conquista del Desierto. lvaro
Barros, Estanislao Zeballos, Francisco Pascasio Moreno, Manuel Olascoaga, Conrado Villegas y Julio
Argentino Roca, fueron los ms conspicuos hacedores de este proceso. Fue la historicidad del viaje y la
escritura de la excursin a los indios Ranqueles, realizada por el coronel Mansilla, la que tension el discurso
triunfal de aquella conquista.
Existe abundante material bibliogrfico referido a los antecedentes de la vida poltica y literaria de
Mansilla (Ramos, 1996; Stern, 1985; Iglesia, 2002; Sorin, 2000; Bibb, 2004). Algunos son relatos de cuo
pico castrense, memorialista o indigenista, con descripciones parciales del universo de la frontera donde
este actu. (Racedo, 1881; Baigorria, 1977; Fernndez, 1998). Otros, vinculados a su estada e itinerario en
la frontera cordobesa-puntana, resultan ms escasos y fragmentarios. De todos modos, al corroborar que son
diversas e intensas las relaciones sociales y polticas que se producen en la frontera desde el siglo XVI al
XIX, intentaremos esbozar algunas de ellas, en lnea con la mirada crtica de David Vias. Asimismo,
visualizaremos algunos momentos de su produccin vinculada con la conquista territorial y narrativa, de la
que la excursin del coronel argentino hacia los toldos ranquelinos, fechada en abril de 1870, es un ejemplo.
Son amplias las aproximaciones a Mansilla y su obra mxima. Los tratamientos desde perspectivas
literarias, antropolgicas e histricas, dan cuenta de una riqueza singular. Por esto mismo, las intervenciones
son desiguales en su utilizacin. Algunos enfatizan en los aspectos biogrficos del autor, diferencindolos de
la obra como registro etnogrfico o histrico.
Para este propsito, es significativa la contribucin de David Vias en su obra Indios, ejrcito y
frontera, especialmente por las nociones en las que hace coincidir la textualidad de los relatos y testimonios,
con los territorios limtrofes involucrados en la frontera. Tal coincidencia deja definida la frontera norte y sur
de la Argirpolis rioplatense, en su expansin nacional: Pampa y Chaco () eran los lmites reales donde
necesitaba asentarse la civilizacin; esto es, el mercado nacional entendido como espacio fluido ya
diagramado (2003:128). Los testimonios epistolares de carcter oficial, enviados por Bartolom Mitre al
cacique Calfucur, fechados en Monte Chilu el 8 marzo de 1863 en el sur bonaerense, y la presencia del
colono pionero-militar en la colonizacin del Chaco, proyectan instalaciones en Sunchales, Tostado y
Zapallar como vanguardias de choque a la barbarie indgena. Son las fisonomas sociales del cuerpo
geogrfico de la frontera en su tensin con la civilizacin.
Por aadidura y en trminos particulares, Vias rescata a Una excursin a los indios ranqueles y a su
autor, de la exaltacin acrtica del () discurso literario administrativo de la Argentina () como
paradigma de relato sobre los indios en el momento previo a la culminacin de la campaa de Roca (),
[que] paralelamente, ha diluido los elementos histricos del texto as como los rasgos ms heterodoxos del
propio autor (2003:159). En este ejercicio viesco de desclasificacin del canon literario argentino, Josefina
Ludmer interviene redoblando la apuesta, al identificar la operacin administrativo literaria realizada por
() la modernizacin de 1880 (que) obliga a la adopcin, por parte del estado, de una cultura nacional
(obliga a la nacionalizacin de una literatura y la literaturizacin de la nacin) porque la nacionalidad es
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requisito para funcionar como `un sujeto en el nuevo orden mundial moderno (1999:43. Destacado en el
original).
De este modo, el repensar el canon literario nacional desclasificando y reclasificando a esta obra-; y
el desnaturalizar la concepcin del sujeto histrico nacional que representa, nos habilita y abre las
condiciones de historicidad para comprender los reposicionamientos de Mansilla y su viaje. En conexin con
esto, la literaturizacin de las historias y la historicidad de la literatura, sern la apuesta metodolgica de esta
tesis, en correspondencia con los propsitos de hallazgo, constitucin y visibilidad del archivo mansillesco-
ranquelino que se ensaya.
Acotada a este recorte histrico y literario, la investigacin de Axel Lazzari es sustanciosa, en tanto
examina el entrecruzamiento estratgico de diversos rdenes discursivos que interpelan las relaciones
sociales de la frontera; y a su vez coteja el relato de Mansilla con las memorias del padre Burela y el fraile
Marcos Donatti. Este ejercicio demuestra las fluidas relaciones entre las parcialidades ranquelinas y las
autoridades militares y religiosas del sur de Crdoba, en sus intentos poltico- estratgicos de defender su
existencia soberana.
En este entrecruzamiento poltico estratgico de la frontera, propio del contacto entre ranqueles y
autoridades criollas, se sita el viaje nacional realizado por la escritura de Mansilla en su excursin a los
toldos: () flaneur de las pampas y observador estudioso, Mansilla en el entramado de distancias y
oposiciones que median en y entre esos pasajes, prepara el terreno de su escritura, excurso-excusa para la (re-
) construccin de un escenario y un sujeto poltico-culturales (Andermann, 2000:110-111). La relacin entre
viaje, escritura y nacin, no ofrece solo un relato lineal de los acontecimientos en la frontera, construido
desde el discurso civilizador hegemnico sarmientito. Por el contrario, se busca escribir desde las
contradicciones y complejidades de componentes sustanciales a la temtica de la cuestin indgena y los
territorios que controlan. El viaje de Mansilla transcurre en el tiempo poltico nacional del debate territorial.
En este sentido, De Oto -citando a Stewart- en su nocin de viaje de la escritura, expresa que () el viaje es
una forma de escritura y la escritura una forma de viaje. El viaje, como la transversal de un espacio, que
evoca nociones impulsadas por el deseo y el movimiento de un cuerpo a travs de un paisaje que es
convocado para significar (1998:44. Destacado en el original). Andermann refuerza la idea de que () la
literatura de viaje genera estructuras de actitud y referencia que abarcan no solo a las imaginaciones
hegemnicas de lo nacional sino tambin sus reelaboraciones en funcin de autorizar subjetividades
alternativas (2000: 106).
De este modo se deslindan en el viaje poltico de Mansilla, dos aristas punzantes del mismo ariete: la
confrontacin poltico-cultural con la escritura y el Estado sarmientino; y el rediseo de las alianzas polticas
con las jefaturas ranquelinas.
() Esa reconquista de un lugar poltico a travs del doble viaje en el espacio [territorio] y la
escritura a la otredad, es lo que vuelve, desfigurado por lo grotesco, en los sueos imperiales de
Mansilla donde, convertido en Lucius Victorius Imperator, emperador de los ranqueles (), se lanza
a la conquista de la civilizacin decrpita (Andermann, 2000: 116).
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Sin escatimar autocomplacencia, Mansilla expresa: () ms grandes somos por nuestros arranques
geniales, que por nuestras combinaciones fras y reflexivas (2006: 162). Son varios los autores que sealan
los desencuentros entre Mansilla y Sarmiento, Axel Lazzari (1996), Jens Andermann (2000), Julio Bois-
Caillet12
Walter Delrio expresa que durante la dcada de 1870, se realizaron tres tratados entre el Estado
argentino y las tribus ranquelinas: 1870, 1872 y 1878. En 1865 se haba celebrado un tratado con dichos
grupos con el objeto de separarlos de los levantamientos montoneros. En l se invitaba a los ranqueles a
formar parte de la poblacin argentina, mientras que se les exiga la entrega de los refugiados pertenecientes
a las montoneras del Chacho Pealoza. En 1870, el motivo pasaba por evitar una potencial alianza entre los
ranqueles y los salineros, como tambin por el objetivo de que los primeros reconociesen la soberana
territorial de la nacin. El negociador encargado fue precisamente Mansilla (Delrio, 2005:56-57).
, Andrea Cobas Carral (2005), entre otros. Por otro lado, sobre la construccin de un sujeto poltico-
cultural para el rediseo de la poltica de alianzas en la frontera, hay varias iniciativas que quisiramos
profundizar.
() Las paces estaban definitivamente hechas. El sufragio popular les haba puesto su sello
soberano en la junta. Las sospechas haban desaparecido. Yo era mirado ya como un indio.
Numerosas visitas llegaban a saludarme. El viento de Leubuc me era favorable. (Mansilla 2006:
317).
A diferencia del grueso de los textos que venimos tratando, ubicados dentro de la crtica literaria y
los estudios culturales y que al ponerlos en dialogo con distintas tradiciones tericas y epistemolgicas,
enriquece el propsito de tramarlos en un objeto de estudio comn- Miguel A. Palermo13 enuncia sus
planteamientos desde la historia y la antropologa de Pampa, destacando que la posicin personal de
Mansilla, a diferencia de otros partidarios de una poltica agresiva o directamente del exterminio de los
indgenas, lo llevaba a una posicin ms negociadora, heredada seguramente de su origen federal. En este
sentido, esas pesquisas nos habilitan para inquietarnos sobre la razn por la cual Mansilla celebr un tratado
de paz el 5 de febrero de 1870 con los ranqueles en Ro Cuarto, y meses despus se intern en la pampa
haciendo su viaje hacia los toldos ranquelinos. Mansilla corrobor y afianz la confianza en la firma del
tratado de paz como si de una empresa personal se tratase, sin esperar la autorizacin previa del presidente de
la nacin, Domingo Faustino Sarmiento. Posteriormente public todas aquellas vicisitudes y modificaciones
al tratado de paz de febrero, en el diario La Tribuna de Buenos Aires. Desde estas perspectivas, Julio Caillet-
Bois14
12 Ver Prlogo. Una excursin a los indios ranqueles. Emec. Buenos Aires. 2007.
enriquece esas discrepancias, al afirmar que a las dscolas acciones de Mansilla, el primer mandatario
nacional las reconoce como pertenecientes a () un coronel o un negociador de pluma y espada, ya que
son anomalas que solo se ven entre nosotros, y le llamaba la atencin por la publicidad que le haba dado al
asunto, dando consejos y opiniones al gobierno por la prensa (2007:516). De este modo, los aportes
13 Ver Prlogo. Una excursin a los indios ranqueles. Centro Editor de Amrica Latina. Buenos Aires. 1980. 14 Ver Prlogo. Una excursin a los indios ranqueles. Emec. Buenos Aires. 2007.
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brindados por Caillet-Bois desde los estudios literarios, indican que tanto las anomalas como la
publicidad que se le haba dado al asunto, son los sntomas de las relaciones polticas complejas que se
generan en la frontera de la nacin, y las discrepancias estratgicas en el seno de dirigencia poltica nacional.
En este sentido, debemos internarnos a comprender las lgicas de las alianzas polticas en la
frontera, al responder al interrogante de Mansilla: () la paz y la guerra, no se resuelven as? (315). Esta
afirmacin puede recoger toda la certidumbre de haber logrado plenamente los objetivos de la negociacin.
No obstante, tal expresin solo hace constatar los fines hegemnicos de Mansilla al darle un carcter
inclusivo al problema de la cuestin indgena, ya que intenta demostrar la similitud existente entre el
parlamento argentino y la junta ranquelina. De todos modos, lo que est en juego en las negociaciones de
abril de 1870, son dos nociones polticas distintas: la razn de Estado y la lgica mantica de las alianzas,
aun imbricadas en sus relaciones fronterizas. De este modo el interrogante mansillesco por la resolucin de la
paz y la guerra, nos introduce a las operaciones y dispositivos de poder al interior de las negociaciones del
tratado de paz, entre las jefaturas ranquelinas y la autoridad argentina.
Ahora bien, desde nuestra perspectiva terico-metodolgica, buscaremos justificar el desplazamiento
de las nociones de viaje, escritura y nacin, hasta su condensacin en los criterios de registros que conforman
los problemas del archivo, tanto ranquelino como mansillesco. En este sentido, De Oto expresa para la regin
del este de frica en el siglo XIX:
() Cuando Richard F. Burton se siente en casa dentro del espacio y la temporalidad musulmanas,
est dando cuenta de este problema. ste es el momento en el que las miradas dualistas se desplazan
para dar lugar a las miradas intersectadas por distintos registros. Tal situacin, a mi juicio, no es de
menor importancia si retomamos el problema de la inmunidad y los contextos polticos que de esta
idea se desprenden. La idea de las intersecciones se dirige exactamente al corazn de los mbitos
inmunes y define con mayor claridad lo complejo de las situaciones donde se producen
enfrentamientos, tensiones y cruces culturales. Al mismo tiempo, esta idea sita a la escritura en un
registro menos cerrado en la medida en que le restituye la posibilidad de no ser siempre un
dispositivo de dominacin y control (1998: 53-54).
Estas miradas temporales y espaciales intersectadas por distintos registros, conforman los archivos
que se analizarn. Gonzlez Echeverra, desde otra perspectiva, afirma que stos cumplen la funcin de
depsito en el atesoramiento y la acumulacin de documentos. En ltima instancia:
() El archivo es un mito de mitos () [que] confieren a la figura del Archivo un poder arcano que
es claramente originario e imposible de expresar, un secreto alojado en la expresin misma del
Archivo, no separado de l y, por ello, imposible de volverse totalmente discursivo (1998: 239-
240).
De este modo, gracias a las caractersticas constitutivas abiertas por las miradas intersectadas de los
registros definidos por el viaje, en contraste con una condicin cerrada y arcana del archivo, se justifica la
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prctica historiogrfica en su enlace y reconexin de restos invisibilizados por el archivo histrico. En este
sentido, De Oto expresa:
() que dichos hiatos son los puntos de entrada a otras narrativas histricas que se enlazan con la
produccin de la diferencia desde la subalternidad y con experiencias de supervivencia no
registradas por el archivo histrico, pero que parecen articular prcticas inscriptas de manera
ambivalente (Vernik, 2004:49).
Es necesario adquirir herramientas tericas tiles para narrativas no incluidas en el archivo histrico,
que fundamenten un nuevo concepto de escritura (en el sentido ms amplio del trmino), y que funcionen
para el principio del juego formal de diferencias otorgadas por el registro del viaje. Retomamos entonces los
conceptos de Jacques Derrida, quien deconstruye la concepcin representativista de la escritura (lengua y
escritura como dos sistemas de signos distintos), ntimamente ligada a la prctica de la escritura fontico-
alfabtica. Considera que no se debe privilegiar una sustancia fnica (temporal) excluyendo a la de sustancia
grfica (espacial), sino involucrar todo proceso de significacin de trazas (2002:25-26). La autonoma e
interseccin de trazas o diferencias definen la archi-escritura15
Imbricado con lo anterior, los aportes respectivos desde la antropologa y la historia elaborados por
Andr Menard y Julio Vezub, nos conectan directamente con los antecedentes de la problemtica del archivo
y su historicidad en las sociedades mapuche-tehuelches del siglo XIX. Ambos autores dotan a sus
respectivos corpus documentales -en contra de aquella supuesta falta o escasez de escritura y escritos
indgenas- del despliegue de un sentido amplio de textualidad. Utilizan para esto la herramienta terica de la
deconstruccin, en oposicin a la clasificatoria divisin entre escritura-oralidad. Estos autores llevan hasta el
lmite la escritura en su sentido ms amplio, al interior mismo del lenguaje y su articulacin con
heterogneos soportes y formas de registro.
, nocin esencial que conceptualiza y alberga
los registros del juego bizarro de las diferencias al interior de las relaciones polticas y sociales en la frontera
cordobesa-ranquelina, registros de los cuales se conforma el archivo mansillesco-ranquelino.
De este modo, y en correspondencia con la problemtica de la escritura de las articulaciones
heterogneas, las investigaciones mapuchelgicas realizadas por Andr Menard para la regin de la
Araucana del siglo XIX, han demostrado que la naturaleza del archivo mapuche la constituyen los nexos
entre las nociones de registro y potencia mantica. La ecuacin menardiana se explicita expresando que toda
escritura implica una poltica del registro, y todo acto poltico constituye una forma de registro. Este autor
afirma que el archivo mapuche funciona como un archivo en el que se registra una serie de devenires y
alianzas, y por lo tanto como una fuente de man mgico y poltico. (2010 a). Hay una atribucin mgica y
poltica del man, originado en el carcter diferencial de la cosa misma: voces, cosas, nombres, etctera. Es
el momento donde el man, como potencia o eficacia de la cosa misma, aunque separado de la cosa, est
15 Jacques Derrida, desde su perspectiva deconstructivista, muestra los mltiples estratos de sentido en que trabaja el lenguaje. Tomada de una cadena de trminos significantes, acua la nocin de differance. Esta remite al movimiento que consiste en diferir la presencia de la representacin del signo. El movimiento, como tal, produce los diferentes, en tanto diferencia. Es la raz comn de todas las oposiciones de conceptos que escanden nuestro lenguaje. (2002:13-14).
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presente en las alianzas polticas realizadas ante potenciales alteridades, adversarios o enemigos, que se
instituyen por medio de las prcticas del don-contra don y la venganza; como tambin por la costumbre del
Laku o acto de donacin del nombre propio (Menard, 2010a). De esta manera, las escrituras de articulaciones
heterogneas registradas por diversas formas y objetos de intercambio -uniformes, cartas, raciones,
fotografas, nombres propios, etctera-, proporcionadas por aquellas prcticas, inscriben el registro y archivo
de una alianza en tanto acontecimiento histrico y poltico.
De igual modo, equiparado para la regin del norte de Patagonia, en continuidad territorial entre la
regin de la Araucana y la Pampa central, Vezub realiza su investigacin sobre el corpus mapuche-
tehuelche hacia mediados del siglo XIX, interrogndose sobre la propia prctica historiogrfica en relacin a
las cartas de los caciques mapuche:
() Qu clase de engendro emprico producimos para narrar la historia que se encuentra en este
libro? Qu metodologa legitima manipular documentacin, o nominar un corpus de una manera
diferente a la clasificacin instituida por los archivos? Simplemente proponemos un nuevo
ordenamiento, conforme a nuevos criterios, generados en torno al reconocimiento de la historicidad
de las sociedades indgenas (2010a: 40).
Este ejercicio de desclasificacin de los conjuntos documentales de archivos y repositorios
tradicionales, otorga estatuto a la creacin de la Secretaria de Valentn Saygueque, en tanto corpus
documental disperso, sin entidad oficial reconocida por la lgica del archivo nacional. La captura,
confiscacin y ocultamiento de la correspondencia y documentacin manzanera bajo un legajo del Archivo
General de la Nacin, eran los sntomas de la oclusin de un proyecto inclusivo (2009: 41). En este sentido,
el reordenamiento y adecuacin a su lazo de gestin original se corresponden con los principios de
produccin de esos documentos emanados por la pluma de los secretarios del cacique Valentn Saygueque.
La redaccin y acopio de documentos, cartas y papeles se encontraban ntimamente ligados a la poltica,
comercio y escritura, un trptico complementario en las fronteras del siglo XIX (2009: 45). La parte
fundamental de las cartas trataba precisamente de la administracin, la poltica y los problemas puntuales del
sistema de racionamiento. Es decir, como expresa Vezub, el xito de la poltica de las raciones explica la
proliferacin de cartas, pero el xito de la poltica de las cartas explica tambin la proliferacin de las
raciones que las autoridades bonaerenses y argentinas suministraban a los caciques norpatagnicos (2009:
67).
En sincrona con algunas de aquellas prcticas de escritura en las regiones de la Araucana y el Pas
de Las Manzanas, creemos que stas son extensibles sobre la base del mapudungun como lengua franca en
territorio ranquel, al visualizar y reordenar el testimonio del coronel Mansilla en su excursin, para la
conformacin bsica de un archivo mansillesco-ranquelino.
En conclusin, el abastecimiento de estos recursos tericos, metodolgicos y antecedentes histricos
que se presentaron, implica dar estatuto a nuevos tipos de archivos emanados del reconocimiento de la
produccin misma de sus protagonistas, encaminados a orientar y reforzar las inquietudes que sobrevuelan al
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archivo mansillesco-ranquelino en construccin. Nuestro estudio de caso especfico -la poltica y el corpus
de la parcialidad ranquelina-, presenta una serie de claves para la comprensin de estos problemas.
2.2. Objetivos e hiptesis sobre la disyuncin temporal de la frontera y los archivos () Lo que faltaba averiguar era si Macas pona lo que le mandaba o no; si las
contradicciones entre lo que me escriban y me decan, no era gramtica parda, (o)
diplomacia ranquelina. El tiempo, inicindome en las cosas de Leubuc, me aclar el
misterio de todo (Mansilla, 2006:320).
La dcada de 1870 muestra el apogeo pero tambin la paulatina desarticulacin de la sociedad de
frontera. En esta suerte de bisagra cronolgica, la utilizacin de la variable temporal se nutre directamente de
la condensacin de tres dimensiones distintas.
En primer trmino, el tiempo recorrido por los itinerarios personales y geogrficos realizados por
Lucio Mansilla, entre el fuerte Sarmiento y Leubuc en un primer tramo y entre esta toldera y Villa
Mercedes, su culminacin. Cabalgata recorrida por la marcha exploratoria, siempre intervenida por las
condiciones logsticas de abastecimiento brindado por el monte pampeano, y por los retenes y requisitoria de
la diplomacia ranquelina (se adjunta mapa en el Anexo). El tiempo subsumido a las variaciones de velocidad
de marcha, estaba marcado y dotado por los diversos momentos de movimiento y reposo determinado por la
logstica y la diplomacia:
() La parada no se efectu nicamente por alterar la monotona de la marcha; por hacer descansar
los caballos. La diplomacia tuvo en ello gran parte. Yo tena motivos para retardar mi arribo a la
Verde, en donde no quera detenerme, sino encontrarme, en todo caso, con el capitn Rivadavia, o
con algn embajador de Mariano Rosas. Cuando despus de haber medido las distancias con el
comps de la imaginacin, el reloj me dijo que era hora de proseguir la marcha, mand poner los
frenos y cinchar (Mansilla, 2006: 378).
Al parecer, la excursin a las tierras ranquelinas alter la forma de medicin del tiempo, pero
tambin la percepcin del mismo reloj de bolsillo de Mansilla, sustituyndolo por otro instrumento menos
racional pero ms subjetivo y eficaz a las necesidades de supervivencia en las pampas. Esta sustitucin fue
sugerida por el cacique Mariano Rosas:
() Saqu el reloj, y hacindoselo ver a Mariano, dije: las cuatro. El indio lo mir, como dndome
a entender que estaba familiarizado con el objeto y me dijo: -Muy bueno, yo tengo uno de plata. Pero
no lo uso. Aqu no hay necesidad. -Es verdad- le contest (Mansilla, 2006:205).
En segundo trmino, nos encontramos con el tiempo de la narracin. En esta se ofrecen
desplazamientos temporales de carcter alegrico, onrico e imaginario, pero que tienden a sentidos ms
estabilizados de la representacin de un tiempo homogneo. El mismo Mansilla, en respuesta a su propia
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pregunta, por qu se viaja?, afirma: () todos los que viajan ponderan alguna maravilla, la que ms ha
llamado su atencin, o tienen alguna ancdota favorita, algo que contar (Mansilla 2006:53. Destacado en el
original). Otro viajero contemporneo a l, el britnico Richard Burton, comenta en ocasin de su encuentro
en Buenos Aires con el presidente argentino en mando: es l () quien me obsequi un ejemplar de su libro
con la simptica inscripcin: Au Capitaine Burton, voyageur en route; D.F. Sarmiento, voyageur en repos. Y
quien me permiti que en agradecimiento por su amabilidad yo le dedicara estas pginas (Burton, 1998:
238). Insina de algn modo el viaje de la escritura y sus vinculaciones con las esferas del poder poltico. No
se duda del carcter de viajeros de Mansilla, Sarmiento y Burton, sino que parece que el algo que contar se
nutre ms del movimiento del viajero en camino, que de aquel otro que se ha quedado ocupado de la
administracin poltica del Estado y las rencillas intraoligrquicas. Interesa el tiempo poltico imperial o
nacional narrado por el viaje, porque es el que vehiculiza la reescritura del tiempo nacional en los bordes del
reposo de las representaciones homogneas del Estado.
Finalmente, el tiempo disyuntivo de la frontera estara caracterizado por la dispersin de las
relaciones hacia el interior de la Tierra Adentro. La movilizacin colectiva y segmental estaba asentada en la
relacin toldo-maln. Circunscripta a una territorializacin de los recursos de tierras y ganados, esenciales
para la subsistencia, generaba un tiempo heterogneo, disyuntivo y diferencial, en oposicin a la
temporalidad estatizante de la nacin, en el contexto del capitalismo finisecular en progreso.
Se propone entonces la articulacin de una cronologa desde el interior denso de la sociedad de
frontera, sin subordinarla a las periodizaciones estancas que han sido establecidas por la historiografa
clsica, en sus versiones de cuo estatal argentino o chileno (Vezub, 2009b:34). Emprendemos el examen del
problema de la temporalidad histrica. Esto formula De Oto cuando expresa:
() all es por donde el relato colonial tramado en el discurso de la nacin, y desplegado en el
historiogrfico, prepara una idea de tiempo homogneo y simultneo que se encuentra desplazado,
dislocado (deshabitado?) de los modos en que se despliega en las prcticas (2004:45).
Por esa razn, las narraciones establecidas por Mansilla insinan restos de prcticas constituidas en
el orden de la contingencia, que desde su opacidad y en su liminaridad con la nacin, producen otros sentidos
como puntos de fuga hacia otras narrativas posibles. Entendiendo el resto como producto del corte y su
necesario vnculo, genera en la frontera una lgica del agenciamiento toldo-maln-autoridad ranquel y
argentina.
El tiempo heterogneo de la sociedad de frontera es el espacio real de las relaciones sociales, que en
su carcter de prcticas dispersas o no disciplinadas, definen su modo de subsistencia vinculado a la tierra, al
ganado, la toldera y el maln. Este es un mundo hbrido y complejo, que simultneo y resistente a las
pedagogas nacionalistas ms homogneas, es habitado por personajes y comunidades no admitidos en el
archivo estatal, pero que ofrecen narrativas de historicidad con demandas polticamente movilizadas. En este
sentido, Vezub seala para los amanuenses de la Gobernacin Indgena de Las Manzanas, que:
() la sistematicidad con la cual se fechaba cada carta emitida por la Secretara de Valentn
Saygueque evidencia que el ncleo de escribas estaba muy atento al devenir de los das conforme al
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calendario gregoriano. Ms all de la coexistencia y la superposicin de temporalidades, la
penetracin de misioneros, soldados y mercaderas hizo que desde el siglo XVIII fuesen cada vez
ms escasas las sociedades por fuera del tiempo y la historia occidentales (2010b: 63).
A estas prcticas ambivalentes y ambiguas de tiempo disyuntivo, podramos aadirles (reforzando el
carcter endgeno de la temporalidad fronteriza, vinculado a las condiciones de posibilidad del archivo
ranquel), () que su historicidad no (es) reducida al de una conciencia histrica y su rol como definidora de
un sujeto, ya que si existe una conciencia, sta sera la del registro, y no solamente en el sentido de alguien
consciente del acto de registrar, sino que en el sentido del registro como nica manifestacin de lo que
podemos llamar una conciencia (Menard, 2010b:159).
De este modo, la escritura mansillesco-ranquelina implica a su vez una poltica del registro que se
despliega sobre temporalidades discontinuas, habilita a entender la escritura como acto poltico, y a su vez
nos remite a una forma de registro (Menard, 2010b). Encontramos as las caractersticas del archivo,
constituido de manera diferenciada en relacin con el tiempo, el saber y el poder.
Si aceptamos estas premisas como viables, tambin debemos hacerlas corresponder y traccionar con
la pregunta problematizadora del comienzo: es posible la Nacin sin genocidio? O es posible la
nacionalizacin de la Barbarie? Problema central que atraviesa y organiza las discusiones sobre la cuestin
indgena.
Al indagar en estos interrogantes, podemos establecer algunos objetivos de estudio a desarrollar:
Demostrar que las nociones de archivo, abastecidas por el propio viaje nacional de Lucio Mansilla a
Tierra Adentro, revelan la naturaleza del archivo ranquel y las caractersticas del archivo estatal republicano.
Indicar que tal viaje, impulsado por la iniciativa personal de Lucio Mansilla de visitar Leubuc; y la
casi inmediata publicacin diaria de su excursin en La Tribuna de Buenos Aires, desde el 20 de mayo hasta
el 7 de septiembre de 1870, revela la persistencia y traccin de prcticas y decisiones polticas en espacios
liminares y descentrados de la nacin, en procesos de captura y unificacin por el Estado liberal desde 1862.
Proponer que desde estos desplazamientos, la dislocacin escritural y el descentramiento nacional,
Mansilla imagina una civilizacin clemente destinada a la poblacin ranquelina al interior de una particular
hegemona argentina.
Plantear que al momento de su visita de dieciocho das como coronel del ejrcito argentino
acompaado de una escolta poco numerosa a tierras ranquelinas, Mansilla era consciente de la paridad en la
relacin de fuerzas entre la confederacin ranquelina y las autoridades nacionales argentinas. sta era la
condicin existente en los das de negociacin poltica del tratado de paz con los principales caciques
ranquelinos. En estas circunstancias, Mansilla descifr las tareas y usos polticos del contagio mantico o de
las representaciones intercambiadas que se producen y que sostienen la geopoltica brbara, intacta en su
soberana de heterogeneidad poltica y territorial, su mquina y archivo.
Por ltimo, diremos que, desde estas apreciaciones, Mansilla encara ante una demandante y
tumultuosa junta ranquelina, la exposicin y argumentos por la forma y cantidad de raciones que entregara
el gobierno nacional para el mantenimiento de las paces, ante el advertido adelanto de la nueva lnea de
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frontera nacional. Esa lnea llegaba ahora hasta el ro Quinto (Fuerte Sarmiento y Tres de Febrero),
abarcando territorios recientemente aadidos en cumplimiento al plan nacional ejecutado por el mismo
Mansilla, en julio de 1869. En este escenario de tenso clima de negociacin y de sospechas mutuas, se
ambienta la junta grande que da cierre al tratado de paz, donde el registro de los nombres o los nombres del
registro, son las formas reales en las que se discuten las paces de Leubuc y las garantas de entrega de las
raciones.
Es decir, en el marco de temporalidades discontinuas, ambivalentes y antagnicas, explicaremos
cmo aparecen las originales maneras que el registro contractual republicano mansillesco, y el registro
mantico de alianzas ranquelino ponen en juego. Lo hacen tocando temas de alta tensin y proyeccin
poltica, como la entrega de raciones por parte del gobierno, a cambio de la entrada y concesin a territorios
entre el ro Quinto y Cuarto de la pampa central al progreso y a la civilizacin. Finalmente, las propias
argumentaciones de Mansilla sobre el funcionamiento y la eficacia de la complicada maquinaria contractual
republicana -defendida vehementemente en medio del parlamento ranquel- fueron luego negadas y
reformuladas en su propia imaginacin poltica y nueva gramtica de la cultura nacional, por una bizarra
confederacin de epifanas rosistas, salineras y ranquelinas. Onrica alianza poltica que lo llevara desde el
recinto vedado de Leubuc a la primera magistratura presidencial en Buenos Aires, bajo el ttulo de Lucius
Victorius Imperator. Su tesis no parece descabellada, si pensamos que diez aos despus Julio Argentino
Roca llegara a la presidencia con la anexin de la totalidad de los territorios pampeanos y patagnicos,
aunque con una alianza poltica excluyente de los grandes cacicatos y la aniquilacin de las soberanas
indgenas.
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Segunda parte
3. Escritura dislocada: viaje nacional y civilizacin clemente a Tierra Adentro
() Como Gulliver, en su viaje a Lilliput, yo he visto al mundo tal cual es en mi
viaje a los ranqueles. Somos unos pobres diablos. Los enanos nos dan la medida de los
gigantes y los brbaros la medida de la civilizacin (Mansilla, 2006: 316).
Llegada la hora de pernoctar, la expedicin comandada por el coronel Mansilla se detuvo en las
cercanas de los albardones de Coli-Mula, lugar dispuesto para una fascinante y aguda reflexin sobre los
objetivos de la civilizacin y la poltica nacional argentina, como reflejos de una modernidad en danza. No
obstante, la llegada de Mansilla a las puertas de entrada a Tierra Adentro, fue tambin el inicio de una lenta
pero visible prdida de extraamiento de aquel desconocido mundo ranquel, con el que tiene que renegociar
un tratado de paz.16
() los modos de participacin poltica caractersticos de la Repblica de la Opinin, incluyeron
prcticas y actores profundamente heterogneos, que permitieron dar vida a un consenso considerado
indispensable por los actores polticos () producto de la integracin entre formas institucionales
tradicionales y prcticas participativas informales, el nuevo rgimen poltico fue generoso en sus
contradicciones a cada paso, lo formal y lo informal, lo material y lo simblico dejaban sus huellas
en los comportamientos pblicos, componiendo un juego en el cual la puesta en escena adquiri un
carcter determinante (2006:250).
Esa prdida insina, por el contrario, las fisuras y grietas de una modernidad en creciente
vigor, cuya versin rioplatense encarnada en su elite centralista -de la que el mismo Mansilla era parte- se
abalanzaba con objetivos de expansin sobre sus adyacentes y promisorias fronteras territoriales. Llegado a
este punto, la narracin de Una Excursin revela simultneamente dos dimensiones importantes. Por un
lado, las intenciones y discusiones al interior del turbulento orden de legitimacin en la Repblica de la
Opinin, establecida en el seno de las clases letradas y polticas de la nacin. Por el otro, los trazos ms
legibles del archivo ranquel, que se muestran en los intersticios y opacidades discursivas descriptas por
Mansilla. En cuanto a la primera de stas, la idea est presente en Alberto Lettieri, cuando expresa:
No obstante, aqu nos interesan los efectos de verdad que produce la pgina escrita en la
proliferacin y desarrollo de