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Oxígenojulio2012 45 44 Oxígenojulio2012 El lunes 19 de noviembre de 2001, 12 cebras cua- drúpedas salieron a las calles. Once años después, los personajes que brindan educación vial son en- trañables símbolos de La Paz y una esperanza para los jóvenes. Tras conquistar varias ciudades del país, alistan maletas hacia el extranjero H ace 11 años, an- tes de convertir- se en una cebra, Carmen Chiri- nos ayudaba a su madre en el único puesto de dulces que to- davía tiene. Además, como primo- Cebras NUEVO ÍCONO CH´UKUTA Texto: Oscar Ordoñez Fotos: Alcaldía de La Paz génita, debía cuidar a sus hermanos menores en casa hasta que llegaba su progenitora, poco antes de la me- dianoche, cansada de trabajar. “Era muy tímida”, recuerda la jo- ven Chirinos y cuesta creerle ahora que, con absoluta soltura, coordina el Grupo Líder de las Cebras de la ciudad de La Paz, que dependen de la Dirección de Cultura Ciudadana (DCC), de la Alcaldía. “Somos una gran familia”, define… una gran fa- milia de 240 ¿cebras? Y llegaron las cebras… El lunes 19 de noviembre de 2001, 12 cebras cuadrúpedas salieron a las calles del centro paceño. Su mi- sión no era senci- lla: debían ayudar a que usuarios via- les, conductores y pasajeros, conozcan o recuerden el respeto al semáforo y al paso peatonal, entre otras normas. El debut de estos personajes ra- yados era el resultado de un proce- so que comenzó un año antes. El 2000, la gestión del entonces alcalde Juan del Granado presentó al Con- cejo Municipal el “Plan de Tráfico, Transporte y Vialidad para La Paz”. Este plan -consensuado por el Or- ganismo Operativo de Tránsito y las asociaciones de transportistas- re- comendaba organizar campañas de información, promoción y difusión sobre normas del tráfico. Apoyado en esa norma, Yerko Ilich, entonces jefe de la Unidad de Juventudes de la Alcaldía, propuso algo más: convertir al paso peatonal en un ser de carne y hueso. A través del plan “Yo hago mi ciudad”, Ilich planteó que jóvenes, considerados “marginales”, inculquen amor hacia La Paz y construyan ciudadanía. Luego de una reunión con hoy ministro de Culturas, Pablo Groux -que era asesor del Alcalde- la idea cobró fuerza, inspirada en la expe- riencia de Bogotá, Colombia, donde un grupo de mimos enseñaba en las calles cómo cruzar la calzada. “Entonces, se nos ocurre que de- bíamos disfrazarnos de cebras. Esta ciudad, dijimos, no sabe lo que es un paso de cebra. Entonces, para decir- le a la gente ‘hay que cruzar por el paso de cebra’, había que mostrar- les una cebra. Como no podíamos pintar burros de blanco y negro, de- cidimos hacer cebritas, o sea, trajes de cebra”, relató Ilich quien junto a Patricia Grossman, fue responsable del proyecto. Ese fue el germen de los rayados personajes paceños. El siguiente paso para los funcio- narios ediles fue la empinada calle Santa Cruz: allí compraron algunos metros de tela blanca de peluche y aerosol negro. “Imaginamos que los disfraces debían ser lo más parecido a las cebras que nuestras inexpertas

Cebras La Paz

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El lunes 19 de noviembre de 2001, 12 cebras cua-drúpedas salieron a las calles. Once años después, los personajes que brindan educación vial son en-trañables símbolos de La Paz y una esperanza para los jóvenes. Tras conquistar varias ciudades del país, alistan maletas hacia el extranjero

H ace 11 años, an-tes de convertir-se en una cebra, Carmen Chiri-nos ayudaba a su madre en el único puesto de dulces que to-

davía tiene. Además, como primo-

CebrasNuevo ícoNo ch́ ukuta

Texto: Oscar OrdoñezFotos: Alcaldía de La Paz

génita, debía cuidar a sus hermanos menores en casa hasta que llegaba su progenitora, poco antes de la me-dianoche, cansada de trabajar.

“Era muy tímida”, recuerda la jo-ven Chirinos y cuesta creerle ahora que, con absoluta soltura, coordina el Grupo Líder de las Cebras de la ciudad de La Paz, que dependen de

la Dirección de Cultura Ciudadana (DCC), de la Alcaldía. “Somos una gran familia”, define… una gran fa-milia de 240 ¿cebras?

Y llegaron las cebras…El lunes 19 de noviembre de 2001, 12 cebras cuadrúpedas salieron a las calles del centro paceño. Su mi-

sión no era senci-lla: debían ayudar a que usuarios via-les, conductores y pasajeros, conozcan o recuerden el respeto al semáforo y al paso peatonal, entre otras normas.

El debut de estos personajes ra-yados era el resultado de un proce-so que comenzó un año antes. El 2000, la gestión del entonces alcalde Juan del Granado presentó al Con-cejo Municipal el “Plan de Tráfico, Transporte y Vialidad para La Paz”.

Este plan -consensuado por el Or-ganismo Operativo de Tránsito y las asociaciones de transportistas- re-comendaba organizar campañas de información, promoción y difusión sobre normas del tráfico.

Apoyado en esa norma, Yerko Ilich, entonces jefe de la Unidad de Juventudes de la Alcaldía, propuso algo más: convertir al paso peatonal en un ser de carne y hueso. A través del plan “Yo hago mi ciudad”, Ilich planteó que jóvenes, considerados “marginales”, inculquen amor hacia La Paz y construyan ciudadanía.

Luego de una reunión con hoy ministro de Culturas, Pablo Groux -que era asesor del Alcalde- la idea cobró fuerza, inspirada en la expe-riencia de Bogotá, Colombia, donde un grupo de mimos enseñaba en las calles cómo cruzar la calzada.

“Entonces, se nos ocurre que de-bíamos disfrazarnos de cebras. Esta ciudad, dijimos, no sabe lo que es un paso de cebra. Entonces, para decir-le a la gente ‘hay que cruzar por el paso de cebra’, había que mostrar-les una cebra. Como no podíamos pintar burros de blanco y negro, de-cidimos hacer cebritas, o sea, trajes de cebra”, relató Ilich quien junto a Patricia Grossman, fue responsable del proyecto. Ese fue el germen de los rayados personajes paceños.

El siguiente paso para los funcio-narios ediles fue la empinada calle Santa Cruz: allí compraron algunos metros de tela blanca de peluche y aerosol negro. “Imaginamos que los disfraces debían ser lo más parecido a las cebras que nuestras inexpertas

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manos pudieran lograr, es decir, de-bían estar sobre sus cuatro patas. El trazo sobre la tela, un par de buenas tijeras y las agujas e hilos constru-yeron las primeras cebras que hoy son un ícono de la ciudad de La Paz”, escribió Groux, nombrado después Oficial Mayor de Culturas.

Carmen Chirinos pertenece a ese primer grupo de 24 jóvenes, trans-formados en 12 cebras, que inaugu-raron en 2001 el plan de educación vial en la ciudad de La Paz.

Primero, cuadrúpedasLa imagen de las primitivas cebras era muy distinta a la actual. Aquellas eran cuadrúpedas y timoratas. Den-tro de cada traje había dos personas. La de pie representaba a la cabeza y las extremidades delanteras; la per-sona agachada, a la grupa y las pa-tas traseras. “Yo trabajaba agachada cuatro horas”, recuerda Carmen.

Si bien esta experiencia era “can-sadora”, también tenía “momentos alegres”. Los niños marcaban la di-

ferencia; eran los primeros que se acercaban a tocar a estos animali-

tos tan extraños en la ciudad andina. Muchos, incluso, se animaban a subir al lomo

de las cebras para sonreír para las fotos.

“Aunque era lin-do, el trabajo no

era fácil”, evalúa Amanda Silva, hoy responsable del Grupo Cen-

tro, de las Cebras.

Las virtudes del ícono a rayasEn 11 años, las cebras se han conso-lidado como símbolo paceño, casi al nivel de la marraqueta o el Illimani. Analizando el fenómeno en el imagi-nario popular, el docente universita-rio y experto en imagen, Álvaro Hur-tado, explica que “las cebras paceñas representan estrictamente lo que es vialidad, educación urbana, buen tra-to y simpatía”.

Hurtado, autor de los libros “Cons-truyendo la imagen” y “Cuando se miran la imagen y el poder”, asegu-ra que las cebras “representan un elemento universal: el paso peato-nal. Para su creación se unieron dos elementos: la manera universal de humanizar el paso peatonal y la idio-sincrasia del paceño de buscar ele-mentos de identificación propios a la clase social a la que representa”.

La cebra para Pedro Susz, direc-tor de Gobernabilidad de la

Alcaldía paceña, es “un per-sonaje de extendida popula-ridad, especialmente entre

los niños. Y ese suele ser el primer escalón hacia la construcción de un mito, o de un ícono”.

Para Jorge Dávalos, el ilustrador oficial del per-

sonaje, la cebra es “simpá-tica”, “dinámica” y “amiga-

ble”. Cuando la dibuja, cuenta,

no sólo intenta definir estas tres cualidades, sino que le añade otra más: la enseñanza. A su juicio, estos detalles la convierten “en un símbolo de la ciudad”.

A esas razones responden al cariño y apoyo expresado a la cebra en todo el país. Su trabajo ha sido replica-do en El Alto, Oruro, Cocha-bamba y Tari-ja, lo cual da a entender que el proyecto de educación vial es necesitado y aceptado en otras urbes. Además, la Cebra cruza las fronteras de Bolivia y se alista a debutar en México DF y Ciudad de Guatemala.

La mamá cebra, Kathia Salazar, cuenta que las cebras han adopta-do al 16 de julio como su cumplea-ños. Por eso durante el desfile de teas de la víspera, estos jóvenes no sólo sienten en el corazón el cariño de los aplausos de la gente, sino que muchos de ellos parecen llevarse a casa la certeza de que su trabajo de educadores urbanos es reconocido y valorado por la gente. “Hay que ser Cebra para vivirlo, sufrirlo y disfrutar-lo”, añade Salazar.

Un proyecto de vidaLa personalidad alegre y risueña que caracteriza a las cebras se refuerza en talleres y cursos de capacitación que, desde el 2002, reciben los jóve-nes que llevan el uniforme cebril.

Muchos de ellos han encontra-do en este trabajo de educación vial una alternativa de vida. En su mayo-ría, la población de cebritas procede de la Fundación La Paz y del Hogar Alalay. Años antes, de la Fundación Arcoiris. “Ellos vienen de familias vulnerables, de familias migran-tes, tienen problemas económicos y de estudio muy profundos”, dice Kathia Salazar.

La coordinadora del proyecto re-calca el rostro social del proyecto de las cebras. “Se quiere dar respuestas a esa juventud que vive en una reali-dad desatendida, rodeada de una so-

Las deudas que la familia de Amanda tenía, convertían a sus de-seos de estudiar en la Universidad en algo tan lejano como improba-ble. Había terminado el colegio sin otra opción que la de trabajar para comer. “Yo lavaba ropa ajena para que mis hermanitos, mi mamá y yo salgamos adelante”, cuenta.

En 2003, esta joven se enteró, a través de la Fundación Arcoiris, que la Alcaldía estaba reclutando jóve-nes para trabajar medio tiempo en el plan vial, estrenado hacía pocos meses. Pese a su timidez, se presen-tó en el lugar y la hora señalada.

Le habían dicho que lo único que tenía que hacer era “estar en un tra-je, cruzar la calle y no cruzar ni me-dia palabra a nadie”. Pero cuando después supo que toda cebra debe educar y, por ende, comunicarse con

conductores y peatones, el miedo a romper el hielo con un desconocido se apo-deró de su ser. “Tenía que sa-car fuerzas y convertirme en otra persona”, explica.

“Con el proyecto Cebras he recu-perado la confianza, mi autoestima para poder expresarme ante los de-más, pese a que no fue una tarea fá-cil”, dice ahora. Con Silva concluyó la etapa de las Cebras cuadrúpedas.

Gran mamá cebraEn 2005 se creó la Dirección de Cul-tura Ciudadana (DCC) y con el apoyo de Patricia Grossman, su responsa-ble, las cebras se convirtieron en las mimadas. El proyecto, que dependía de la Unidad Sistemas Viales, pasó a formar parte de la DCC. Un año des-pués, la bailarina profesional Kathia

Salazar se convirtió en la “mamá cebra”. Como directora del pro-

yecto, inculcó entre las cebritas la educación y la responsabilidad

como filosofía de servicio.“Hay chicos y chicas que ya

dejaron de ser cebras, pero el 15 de julio piden ser inclui-

dos en el desfile de teas. ¡Bienvenidos, desde lue-

go!”, señala Salazar.Hacerse cargo del

proyecto, le dio la oportunidad a Kathia Salazar, (mamá de dos hijos) de conver-

tirse en la madre adop-tiva de 240 cebritas.

Y esa función cumple: “Nos ayuda, nos escucha

por eso la adoramos mu-cho…”, dice Amanda Silva.

Cebras por un díaCon motivo de su décimo aniversario y para que la gente conozca en carne propia el trabajo de estos jóvenes, la Dirección de Cultura Ciudadana inauguró a principios de 2011 –y con el alcalde Luis Revilla en persona– la campaña “Cebra por un día”.

Gracias a esta iniciativa, “la señal de la gente, sobre todo cuando la ex-perimenta, se vuelve positiva”, ma-nifiesta Kathia Salazar. Sin embar-go, “cuando se confunde a la Cebra con un policía de tránsito o con un regulador vial del propio municipio o cuando se dice que ser Cebra por un

día es un castigo o una imposición, me doy cuenta de que nos falta más empatía. No se termina de entender nuestro trabajo”, añade.

En la campaña han participado personalidades y gente de a pie. Entre los conocidos se cuentan: el alcalde Luis Revilla; Oscar Montes, Burgomaestre de Tarija; la concejala de El Alto, Bertha Acarapi. Además de líderes sindicales como Wilma Plata; artistas como Luis Rico y pre-sentadores de televisión como Casi-mira Lema, Carola Castedo y Martín Sotomayor, entre muchos otros.

En la campaña “Cebras por un día”, vistiendo su traje a rayas: las presentadoras Paola Belmonte, Carola Castedo y Casimira Lema y los sindicalistas Wilma Plata y José Luis Álvarez.

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Los Burros en acción En abril de 2006, carteles en mano que criticaban la mala conducta del conductor o del peatón, salieron a las calles los primeros burros, como personajes antagonistas de las cebras.

El burro evidencia la mala conducta en la calle, muestra el comportamiento inadecuado, el desorden y el riesgo al que nos exponemos cuando camina-mos entre los autos en pleno movi-miento. Y sólo las Cebras destacadas se convertirán en burritos. Y su “pre-mio” radica en una doble responsabili-dad: educan y descubren los errores .

Según la cebra Soledad Pathi, toda buena educadora domina en la calle el movimiento corporal, la expresión, la observación, calcula el tiempo y mide su espacio. Esta exigencia es mayor para los burros.

Cebras y burros trabajan en “equi-po”. Una se preocupa por el rendi-miento del otro y se colaboran en caso necesario. Nunca compiten entre sí, no conocen la palabra rivalidad, añade.

Luego de evaluar el trabajo de cada Cebra, el equipo promueve a ese joven o señorita a convertirse en burro.

ciedad indiferente. Y si observamos con cuidado, ambos: ciudad y juven-tud están sin atención”.

A su juicio, ser cebra “es un rega-lo para uno mismo y para la ciudad. Es la oportunidad de decirle en la ca-lle a una persona extraña que por fa-vor cuide su vida y darle siempre las gracias”. “Ahora más que símbolo, la cebra es el espíritu amable de la ciu-dad”, agrega Salazar.

De La Paz al mundoEn once años, la popularidad de las cebras ha crecido hasta el punto de convertir a estas educadoras viales en símbolos de La Paz. Y en esa cali-dad han llegado a otras ciudades del país y apuntan al exterior.

“Este es un proyecto por el que los ciudadanos paceños nos senti-mos muy orgullosos -explica el al-calde Luis Revilla- Y estamos que-riendo compartir estas experiencias con otras ciudades más allá de nues-tras fronteras. Hemos conversado con autoridades en México y hay la posibilidad de que nuestras cebras se reproduzcan en México y las vea-mos en el Zócalo. Hace poco nos vi-sitaron autoridades de Guatemala y han pedido llevar una comisión de cebras a Ciudad de Guatemala”.

Además, los personajes ya traba-jan en El Alto, Sucre, Oruro y Tarija, con éxito ¿Cuál es el secreto de las cebras que conquistan y educan?

Pedro Susz, director de Gober-nabilidad de la Alcaldía paceña, la clave del éxito está en la habilidad de las cebras: “Creo que su arraigo se debe al desenfado con el cual ac-túan, y esa es una virtud de la que son responsables por una parte quiénes forman a las chicas y chi-cos escondidos debajo del traje de Cebra, pero también tienen un mé-rito enorme esos chicos y chicas que aprendieron a lidiar luciendo un im-pertérrito buen humor con las com-plejidades de La Paz y de los paceños muchas ciertamente”, dice.

Para muchos ciudadanos de a pie y personalidades públicas, la em-patía se reforzó gracias a la campa-ña “Cebra por un día”, impulsada por Dirección de Cultura Ciudada-

na, dirigida entonces por Patricia Grossman. Cantantes, artistas, con-ductores, periodistas y autoridades se pudieron en las patas de las ce-bras y salieron a las calles para rea-lizar y valorar su trabajo.

“En la paz hemos demostrado que los superhéroes sí existen y esos son las cebras, que luchan diariamen-te contra los villanos de la ciudad y les enseñan cómo es que podríamos cuidar y querer a la urbe y respetar-nos entre nosotros. Y todo tomando en cuenta que nuestros superhéroes provienen de situaciones difíciles, muchos de ellos han sido jóvenes en situación de calle, que viene de ho-gares”, dice el alcalde Revilla.

“A mí me han cambiado la vida. “Somos una gran familia”, recalca Carmen Chirinos… una gran fami-lia de cebras.

Las PrimiTivas CEbras Eran CuadrúPEdas y TimOraTas. HOy, a sus 11 añOs, nadiE Las Para.