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OCTOGESIMA ADVENIENS, PABLO VI, 1971 La humanidad ante el afán de conquista, de reinar y dominar todo lo que existe, lo han llevado a caer en un pluralismo político con y a las instancias científicas y utópicas que caracterizan hoy al género humano, donde de alaguna forma se olvida en este avance y conquista del hombre el sentido religioso, moral, ético de lo trascendente, parece ser que lo único que importa el ad hoc y no más, además todo se mide por la utilidad; ya ni interesa si hay o no verdades y ese no es el afán de búsqueda del hombre razón por la cual frente a este avance desmesurado y egoísta es un imperativo de la iglesia manifestarse ante esta realidad de mundo. Así Pablo VI en un primer momento ante la realidad del mundo que se está viviendo, es un observador que toma nota de lo que acontece y de la misma situación en la que se encuentra encarnada, haciendo un llamado como primer instancia a las comunidades cristianas que es a ellas a las que corresponde deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción, a tenor de las enseñanzas sociales de la Iglesia. De modo que las comunidades, han de discernir, en condiciones precisas, las opciones y los compromisos convenientes con vistas a la transformación de la sociedad, seguidamente ellas deberán pasar a enumerar una serie de problemas sociales urgentes que afectan a los jóvenes, la mujer, los nuevos pobres, los discriminados de todo tipo, los emigrantes; y a la urbanización, la demografía, los medios de comunicación social y el medio ambiente. Hacia ellos han de volcarse los cristianos a fin de hacerse responsables de un destino, el de todos los hombres en común. Lo que los cristianos deben buscar es la igualdad y la participación, por el modelo de una sociedad más democrática, donde los cristianos no pueden ser agentes pasivos, sino que han de participar doblemente en este ámbito, buscando tipos de convivencia democrática que encarnen cada vez más ambos ideales en toda la realidad humana, además asumiendo responsabilidades concretas en la organización y la vida políticas procurando siempre el bien común. Además, en la encíclica se aborda también el problema de las corrientes ideológicas, de ese momento: el socialismo, el marxismo y el liberalismo, inicialmente retomando Pacem in Terris que ya había hecho una acercamiento al tema, para buscar la intervención y acción de los cristianos en el ámbito estas corrientes, para desenmascarar y poner fin a falsas utopias y modelos de sociedad abocados al fracaso. Por esta razón en la encíclica se hace mención de las corrientes socialistas, las corrientes marxistas dentro de la cual distingue son cuatro niveles: 1) lucha de clases; 2) conquista del poder; 3) materialismo histórico; 4) método científico. Frente a esto se plantea el interrogante desde punto de vista de la reflexión y de la acción. Además de ello se reflexiona también sobre las corrientes liberales, que requieren un atento discernimiento, pues aunque a nivel económico-social y político ellos presentan determinantes para las exigencias sociales, en el fondo dentro de estas corrientes están llenas de una carga ideológica que prime en lugar de liberar al hombre sin que se busque la verdad y el bien social. Frente a esta realidad del mundo y las soluciones propuestas por corrientes ideologicasla Iglesia se pronuncia de manera lenta y madurada la reflexión del Magisterio, que partiendo de un radical No inicial (Rerum Novarum), a las soluciones y parentes salvaciones para superar la crisi que se vivía en el mundo (Quadragesimo Anno). Razón por la cual le Iglesia de forma

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OCTOGESIMA ADVENIENS, PABLO VI, 1971 La humanidad ante el afán de conquista, de reinar y dominar todo lo que existe, lo han llevado a caer en un pluralismo político con y a las instancias científicas y utópicas que caracterizan hoy al género humano, donde de alaguna forma se olvida en este avance y conquista del hombre el sentido religioso, moral, ético de lo trascendente, parece ser que lo único que importa el ad hoc y no más, además todo se mide por la utilidad; ya ni interesa si hay o no verdades y ese no es el afán de búsqueda del hombre razón por la cual frente a este avance desmesurado y egoísta es un imperativo de la iglesia manifestarse ante esta realidad de mundo. Así Pablo VI en un primer momento ante la realidad del mundo que se está viviendo, es un observador que toma nota de lo que acontece y de la misma situación en la que se encuentra encarnada, haciendo un llamado como primer instancia a las comunidades cristianas que es a ellas a las que corresponde deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción, a tenor de las enseñanzas sociales de la Iglesia. De modo que las comunidades, han de discernir, en condiciones precisas, las opciones y los compromisos convenientes con vistas a la transformación de la sociedad, seguidamente ellas deberán pasar a enumerar una serie de problemas sociales urgentes que afectan a los jóvenes, la mujer, los nuevos pobres, los discriminados de todo tipo, los emigrantes; y a la urbanización, la demografía, los medios de comunicación social y el medio ambiente. Hacia ellos han de volcarse los cristianos a fin de hacerse responsables de un destino, el de todos los hombres en común. Lo que los cristianos deben buscar es la igualdad y la participación, por el modelo de una sociedad más democrática, donde los cristianos no pueden ser agentes pasivos, sino que han de participar doblemente en este ámbito, buscando tipos de convivencia democrática que encarnen cada vez más ambos ideales en toda la realidad humana, además asumiendo responsabilidades concretas en la organización y la vida políticas procurando siempre el bien común. Además, en la encíclica se aborda también el problema de las corrientes ideológicas, de ese momento: el socialismo, el marxismo y el liberalismo, inicialmente retomando Pacem in Terris que ya había hecho una acercamiento al tema, para buscar la intervención y acción de los cristianos en el ámbito estas corrientes, para desenmascarar y poner fin a falsas utopias y modelos de sociedad abocados al fracaso. Por esta razón en la encíclica se hace mención de las corrientes socialistas, las corrientes marxistas dentro de la cual distingue son cuatro niveles: 1) lucha de clases; 2) conquista del poder; 3) materialismo histórico; 4) método científico. Frente a esto se plantea el interrogante desde punto de vista de la reflexión y de la acción. Además de ello se reflexiona también sobre las corrientes liberales, que requieren un atento discernimiento, pues aunque a nivel económico-social y político ellos presentan determinantes para las exigencias sociales, en el fondo dentro de estas corrientes están llenas de una carga ideológica que prime en lugar de liberar al hombre sin que se busque la verdad y el bien social. Frente a esta realidad del mundo y las soluciones propuestas por corrientes ideologicasla Iglesia se pronuncia de manera lenta y madurada la reflexión del Magisterio, que partiendo de un radical No inicial (Rerum Novarum), a las soluciones y parentes salvaciones para superar la crisi que se vivía en el mundo (Quadragesimo Anno). Razón por la cual le Iglesia de forma

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paulatina va gnereando su reflexión de forma especulativa y práctica (Mater et Magistra, Pacem in Terris), para poder dar un sí, una orientación según los principios esvangelicos, de modo que en verdad sean reales y sirvan a toda la humanidad promoviendo una vida digan para todo el hombre. Finalmente en la encíclica en su última sección, realiza un enfoque global del mundo --no ya diferenciadamente, sino abordando los nuevos problemas sociales y políticos. De este modo la Iglesia se pronuncia con su enseñanza social afirmando como principio que ella acompaña a los hombres en la búsqueda de las correspondientes soluciones. Este acompañamiento no pretende confirmar con su autoridad concretas determinaciones estructurales, pero sí tiene como finalidad recordar principios, contactar situaciones, servir con desinterés, atender a los más pobres y asumir las innovaciones requeridas por las circunstancias de cada tiempo y lugar. A continuación. Por tal razón en la encíclica Octogésima Adveniens afirma que en el ámbito económico, debe lograrse una mayor justicia distributiva y una concreta liberación que implica cambio simultáneo de corazones y de estructuras. En primer lugar un cambió a nivel autónomo, pero no independiente, donde se integrarse el aspecto político como el debe ser genuino, buscando siempre el bien común y el conjunto de condiciones que posibilite el respeto y la promoción de las familias y los grupos sociales en función del bien de cada ser humano. De esta forma lo político deberá ser asumido como un imperativo para los cristianos con el fin que promulgar los principios evangélicos, buscando la participación y responsabilidad de todos los hombres en la configuración de una sociedad que promueva el bien común, la vida digna para el hombre es decir no generar sistemas políticos estáticos y absolutos, sino una continua invención de nuevas formas de democracia. Se busca que la economía y política bajo la inspiración evangélica posibilitaran la vivencia de una plena antropología humana, que en verdad genere vida digna y abundante para todos los hombres de modo que se construya una nueva sociedad donde en verdad resurja el acontecimiento pascual que muerto y resucitado con Cristo, el cristiano sea un co-creador y cooperado en la creación de un ordenamiento político que respete, garantice y promueva la justicia y la caridad en las relaciones económicas, por una vida digna para el hombre.