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Plan Diocesano de Pastoral 2011-2015 Acción Prioritaria:Vocación al amor Educar en el amor Enero 2015

Educar en el amor

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Plan Diocesano de Pastoral 2011-2015

Acción Prioritaria:Vocación al amor

Educar en el amor

Enero 2015

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Introducción

Salir de sí; descubrir al otro; entregarse a él; y, en esta relación, encontrar el auténtico yo. A esto estamos llamados por Dios que nos ha amado primero. La tarea del amor, que ocupa toda nuestra vida aquí en la tierra y nos hace felices (a veces en la dicha, a veces en el sufrimiento), es la tarea de la que nos examinarán al atardecer de la vida, es nuestro pasaporte al cielo.

Aprender a amar es, por lo tanto, lo más importante que tenemos que aprender. No cabe duda que ese es el motivo por el que Dios, Amor infinito, ha querido que cada persona nazca en una familia. El matrimonio, unión indisoluble entre hombre y una mujer, reflejo de un amor que es divino; con los hijos, recibe el encargo igualmente divino de educarlos en ese amor. Si Dios lo hizo todo por la palabra, el matrimonio –imagen de Dios–, con sus actos y sus palabras educa a los hijos y así los inserta en la dinámica amorosa de la salvación.

La familia es la escuela de virtudes ideada por Dios para que los seres humanos, sintiéndonos queridos desde el primer instante, seamos capaces de: 1) reconocer que Dios nos ha creado por amor; 2) convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos; 3) vivir la comunión ya en la tierra; 4) merecer la bienaventuranza eterna en el seno de la Trinidad.

Parece, entonces, que tan grave como la vocación de toda persona al amor, es la responsabilidad de cada matrimonio de educar en el amor a sus hijos. Eso requerirá acciones concretas que vayan encaminadas a la conversión de cada miembro de la familia, a la generosa entrega entre ellos, a la búsqueda de relaciones interfamiliares que permitan la construcción de un tejido social sano, y a la participación en la vida política para que los principios individualistas, pansexualistas y relativistas no ahoguen la educación en el amor.

Este humilde, pero muy trabajado cuaderno, es el tercero de una serie de documentos que, en el marco el Plan Diocesano Pastoral 2011-2015, han realizado de forma conjunta las delegaciones diocesanas de catequesis, juventud, pastoral familiar y pastoral vocacional, teniendo como hilo conductor la Vocación al Amor.

Esperamos que estos documentos os estén siendo de utilidad y que sirvan al fin último de vislumbrar la belleza de la Vocación al Amor inserta en todos nosotros.

Un fuerte abrazo en el Señor.

Delegaciones de Pastoral Familiar, Catequesis,

Pastoral Juvenil y Pastoral Vocacional.

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Oración En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo...

Monición de entrada. Comenzamos dirigiéndonos a Dios que es la fuente de todo amor, a quien va destina-da nuestra oración. Él, que tanto nos amó que nos entregó a su propio Hijo, es quien nos enseña a amar y quien sostiene todos los esfuerzos nuestros de vivir el evangelio. Pidamos a Dios que nuestras familias vivan unidas en este mismo amor.

Canto: Hemos conocido el amor

Hemos conocido el amor, Hemos puesto en él nuestro ideal, y sabemos que al unirnos en el nombre del señor, dando fuerza a nuestra vida, dios está.

1. Cristo nos convoca para ser con Él signo de esperanza, signo de unidad. Para hacer presente el amanecer de una nueva vida que comienza ya.

2. Juntos proclamamos el amor de Dios, juntos compartimos nuestro mismo pan. Siempre unidos como cuerpo del Señor. Juntos en la lucha, juntos al rezar.

Oración (todos)

Jesús, María y José,en vosotros contemplamosel esplendor del amor verdadero,a ustedes nos dirigimos con confianza.Sagrada Familia de Nazaret,haz que también nuestras familiassean lugares de comunión y cenáculos de oración,auténticas escuelas del Evangelioy pequeñas Iglesias domésticas

De la oración por el Sínodo de la Familia 2014

De la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (12, 31-13, 13)

Hermanos:Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal

que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para

mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aún dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me

sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se

irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero cuando venga lo perfecto, lo limitado

se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice

un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado;

entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.

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Para la meditación:

• ¿Qué importancia le concede S. Pablo al amor en la vida cristiana?• ¿Quién ha encarnado este modelo de amor, qué persona lo ha vivido con mayor fidelidad? ¿Es el mismo con-cepto de amor del que tanto se habla hoy día?• ¿Es el amor verdaderamente el centro de la vida de tu familia?

Canto: Ubi caritas et amor, Deus ibi est. (Taizé)

Oración de los fieles

1. Recemos por la Iglesia, y por sus pastores, el Papa y los obispos: para que sean los primeros testigos del amor de Dios y enseñen a los fieles a buscar la voluntad de Dios en sus vidas. Roguemos al Señor.

2. Oremos por nuestras familias para que siempre se mantengan unidas por el amor. Roguemos al Señor.

3. Oremos por las familias cristianas para que sean cantera de vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y al laicado. Roguemos al Señor.

4. Oremos por quienes practican la caridad con los más necesitados. Por Cáritas y todos sus colaboradores, por los religiosos que atienden a los enfermos y ancianos, por todos los fieles e instituciones que en este tiempo de crisis son el rostro misericordioso de Dios entregado a los últimos de nuestra sociedad. Roguemos al Señor.

5. Por nuestros niños y jóvenes. Para que el amor y la fe que han recibido en sus familias germinen en el deseo de ofrecer su vida en servicio de Dios y de sus hermanos. Roguemos al Señor.

(Podemos añadir otras peticiones espontáneas).

Padrenuestro

Oración final

Padre, que nos has llamado para ser tus hijos, derrama sobre nosotros tu Espíritu Santo para que el amor sea verdaderamente el signo distintivo de los cristianos y la fuerza que mantenga unidas a nuestra familia. Te lo pedi-mos por Jesucristo, nuestro Señor.

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TEMA: Educar en el amor

Introducción

Vamos a comenzar aclarando los conceptos sobre los que va este tema.

¿A qué llamamos educación? Hay muchas definiciones. Ofrecemos esta:

La educación es el arte y la ciencia que pretenden que cada persona desarrolle o adquiera las cualidades y capacidades con las que cumplir la misión para la que Dios la ha querido en el mundo. Su meta última estaría propuesta por el mismo Cristo: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48).

¿Y qué es amor? No vamos a exagerar diciendo que cada uno tiene su propia idea… Pero que abundan las opiniones y que pueden ser muy diferentes unas de otras, cualquiera podría comprobarlo.

El amor es una de las actividades más propias y de mayor categoría del ser humano. En ella el educador se entrega a la persona amada para procurarle bien y felicidad.Este amor se muestra en detalles como los que enumera S. Pablo: «El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás» (1 Cor 13, 4 - 8 a).

San Pablo dice que el amor no acaba nunca… Nuestra experiencia cotidiana nos muestra que el amor humano es limitado… ¿En qué quedamos? Pues en que el amor humano autónomo, aislado y desconectado de su Manantial divino puede agotarse. Por eso, si el hombre no quiere que se le acabe el amor, y si además pretende que su amor esté fuerte, necesita acudir a la Fuente del Amor, a Dios, que es Amor (1 Jn 4, 8).

Para acabar esta introducción, nos fijamos brevemente en quién educa. Educador es cualquier persona adulta que esté dispuesta a ayudar a crecer a quien lo necesite. Eso sí, con gran respeto, dejándole ser el que Dios ha pensado desde la eternidad.

Educador, padre, maestro, son cometidos de gran dignidad humana. Con todo, no está de más tener en cuenta nuestros límites al recordar las palabras del Señor: «Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro Maestro, el Mesías» (Mt. 23, 8).

¿Cómo se educa?

Aquí podríamos enumerar muchas formas. Por su importancia sólo vamos a tratar de estas tres:

1. Educamos con el ejemplo

Uno no es educador a tiempo parcial o sólo cuando se encuentra ante las personas que ha de educar. No. El educador lo es permanentemente. Los niños, los adolescentes, puede que sólo escuchen cuando les estamos dirigiendo la palabra. Pero observarnos… ¡en esos momentos y siempre que nos ven! Ellos están mirándonos: de pequeños, con más inocencia; de mayores, con ojos más críticos: ¿Hará lo que me dice, vivirá lo que me aconseja? Si encuentran coherencia entre lo que nos oyen y lo que nos ven, considerarán creíbles las palabras que les hemos dirigido. Si nuestro mensaje y nuestra vida no se corresponden… ¿a cuál de los dos harán caso?

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Por eso es tan crucial que encuentren en nosotros esos valores y esas virtudes que consideramos esenciales para que ellos tengan más fácil el desarrollarlas o adquirirlas. Por esto, todo el que tiene la misión de educar debe continuar educándose para poder transmitir más detalles buenos. Sería penoso que los educandos tuvieran que aplicarse lo que el Maestro decía de escribas y fariseos: «Haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen» (Mt. 23, 3).

2. Educamos con el amor

¡Qué tendrá el amor auténtico que es capaz de madurar, realizar y perfeccionar al que se entrega de forma gratuita, sin esperar nada a cambio! No es necesario hacer cosas raras, ni trabajar en tal sitio, ni asistir a tal otro…

Conocemos a padres que han estado encantados con sus hijos… Un día comienzan a flojear en los estudios, o a comportarse como no les tenían acostumbrados. No tardando, empiezan los padres a tratarlos de otro modo… ¿Qué entienden los hijos?: «Mis padres no me querían. Sólo les interesaba presumir de hijo, de lo bueno que era, de las notas que sacaba…».

Para hacer bien al hijo, al educando en general, el amor de los adultos ha de ser incondicional. Quizás nos ayude a entenderlo algo que han visto por Medjugorje: «Ámame cuando menos lo merezco, que es cuando más lo necesito».

El granizo y la nieve son agua. Los hemos visto por nuestra tierra. Del granizo, cuando cae, se huye porque se lo teme. La nieve, por el contrario, agrada, atrae… ¿Para qué puede servir este ejemplo? Para aclarar que hay un amor que no les llega, que los daña, como si fuera granizo; y que hay otro amor que hace sentirse queridos, que los atrae. Este amor crea un ambiente favorable para que desarrollen y adquieran de forma natural lo bueno que se les propone.

¿Cómo se consigue que se sientan queridos?: Cuando notan que son para sus educadores más importantes que las cosas, cuando se los acepta como son, cuando ven esfuerzo por comprenderlos, cuando se los acoge, se los respeta, se les dedica tiempo, cuando se dirigen a ellos con tonos de voz amables…

3. Educamos con ayuda de Dios

¿Creemos los educadores que la educación es exclusivamente cosa nuestra? ¿Se nos olvida que Dios ha pensado en cada uno de nuestros educandos desde toda la eternidad? Nadie sabe mejor que el Señor lo que necesitan para realizar su misión en esta vida. Por ello, lo adecuado es dejar a Dios que actúe en ellos, que no estorbemos la acción divina. En palabras del Evangelio: «Dejad que los niños se acerquen a Mí; no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios» (Mc 10, 14).

Además, los educadores no somos perfectos. Es normal que tengamos más de un fallo. Y no es extraño que no acertemos con algún muchacho. ¿Por qué no nos ponemos en las manos de Dios, que es su Padre y su Maestro? ¿No recordamos que Jesús nos dijo: «sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20)? Si, para más, buscamos eficacia, Él también nos reveló la clave… «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).

¡Cuánta oración hemos de hacer pidiendo ayuda, buscando luz para actuar convenientemente, hablando al Señor de los educandos que nos ha confiado! Confiemos, por tanto, en la misericordia y providencia divinas. Da mucha paz saberse tan bien ayudados. «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre» (Mt 7, 7-8).

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¿Para qué se educa?

1. Para que se ame a sí mismo

Pero… ¿es bueno amarse a uno mismo?

El segundo mandamiento más importante nos pide: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22, 39). Cuanto mejor se ame uno, de mejor calidad es el amor con que va a poder entregarse a sus próximos.

Luego… es importante que cada uno se ame sanamente, tanto por el bien propio como por los que se relacionan con uno, pues esa medida de amor a sí mismo es la menor que se nos pide al amar a los demás.

Para esto le vendrá muy bien el ir adquiriendo hábitos buenos y virtudes. Y acostumbrarse a no ceder a los caprichos: Se trataría de no hacer lo que apetece sin más criterios, sino de dedicarse a lo que hace bien a sí o a otros.

Entre estos hábitos y virtudes, destacaríamos el control de sí, el adquirir el dominio de sí mismo. Porque ser dueño de sí mismo es indispensable para, un día, poder uno entregarse a su esposa en matrimonio o consagrarse al Señor... ya que «nadie puede dar lo que no tiene».

Y en este dominio de sí mismo entraría el encauzamiento de la sexualidad hacia la adquisición y vivencia de las virtudes de la pureza y la castidad, tan maltratadas en nuestro tiempo.

Hay además otra virtud, diabólicamente desprestigiada en la actualidad, que les vendría de maravilla. La atacó Luzbel desde el principio (Gén 3, 3-4). Pero no falta en los grandes de la Biblia: Abraham (Gén 12, 1-4), Moisés (Éx 3, 10 y 5,1)… Y en Cristo es una de sus características más sobresalientes: «He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 6, 38). Me estoy refiriendo a la obediencia.

Para beneficio de nuestros educandos también les será muy útil adquirir criterios rectos, esa sabiduría que les ayude a distinguir la verdad del error, el bien del mal.

En base a ellos, podrán desarrollar la honradez. Con una conciencia bien formada, tendrán una buena guía para conducirse de modo apropiado.

2. Para que ame al prójimo

Hemos recibido mucho de nuestra familia, de la Iglesia, de la sociedad en que vivimos: la vida, la gracia de Dios, la salud, la seguridad… Ante ello parece lo más apropiado ser agradecidos y devolver a la sociedad familiar, eclesial y humana, todo lo bueno que podamos. “De corazones bien nacidos es el ser agradecidos”, dice nuestro refrán.

¿No es maravilloso pasar por la vida haciendo el bien (cfr. Hch. 10, 38)? ¿Y si además aplicamos en la medida que podamos la gratuidad? “Gratis habéis recibido, dad gratis” (Mt. 10, 8). ¿Y por qué no imitar a Cristo? “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor” (Mt. 20, 26). Es que, al servir, encontramos felicidad: “Hay más dicha en dar que en recibir” (Hch. 20, 35). Bueno, mientras no sea muy difícil… No pensaba así Teresa de Calcuta: “El amor que no duele no es verdadero amor”.

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3. Para que ame a Dios

Estamos creados para “amar a Dios sobre todas las cosas”, para gozar de Dios, en esta vida y en la otra. Cuando el ser humano no lo consigue, nota algo que ya san Agustín intuyó: «Mi corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti». Y, una vez logrado, puede expresarse como santa Teresa de Jesús: «Quien a Dios tiene nada le falta».

Es que una persona no completa su madurez si no desarrolla adecuadamente su dimensión trascendente. ¿No observamos que, incluso, a personas importantes o famosas parece faltarles algo?

La presencia amorosa de Dios en la vida del ser humano le ayuda a encontrar sentido a todo: a los fracasos, al sufrimiento, a la muerte…porque «a los que aman a Dios, todo les sirve para bien». (Rom 8, 28).

Conclusión

La educación en el amor es una sutil forma de llevar a Dios a las personas y a las relaciones entre ellas: Ubi caritas et amor, Deus ibi est (Donde hay caridad y amor, allí está Dios.)

Por ella los educadores se esfuerzan en tener a Dios Hijo como modelo y nuestros niños y adolescentes aprenden a moverse, a actuar y a formarse en la esfera de lo divino.

Preguntas

1. ¿Qué conservaríamos y qué cambiaríamos de la educación en el amor recibida?

2. ¿Qué defectos observamos en la educación en el amor actual?

3. ¿Qué podríamos hacer para compensar esas deficiencias que observamos?

4. Y para educar en el amor cristiano... ¿en qué deberíamos poner más empeño? ¿Por qué?