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independencia
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Que es la independencia
La independencia es la formación o la restauración de
un país inmediatamente después de la separación de otro del que sólo formaba
una parte. Como concepto político apareció con la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos en 17761 como respuesta
al colonialismo europeo, y se extendió con el Acta de Independencia de
Haití (1804) tras la Revolución haitiana (1791-1804) y las declaraciones de
independencia de los países latinoamericanos dependientes del Imperio en
las Guerras de independencia hispanoamericanas (1810-1821). Más adelante
el concepto se relacionó estrechamente con el principio de no intervención y
el derecho de autodeterminación de los pueblos. La independencia se distingue
de la autonomía. La autonomía es un régimen de descentralización del poder,
en el cual, ciertos territorios o comunidades integrantes de un país gozan de
algunas facultades ejecutivas, legislativas y judiciales, en ciertas materias o
competencias, que quedan así fuera del alcance del gobierno central.
La independencia significa, para los países, lo que para las personas adultas significa mandarse en su propia casa. Es la forma que prácticamente todos los pueblos del mundo han escogido para gobernarse a sí mismos y ser dueños de
su propio destino. La independencia nos capacita para interactuar con el resto del mundo, con personalidad propia, a base de decisiones tomadas por
nosotros mismos y no por un gobierno extranjero, o sin tener que pedir permiso.
La independencia significa, para los países, lo que para las personas adultas
significa mandarse en su propia casa. Es la forma que prácticamente todos los pueblos del mundo han escogido para gobernarse a sí mismos y ser dueños de
su propio destino. La independencia nos capacita para interactuar con el resto del mundo, con personalidad propia, a base de decisiones tomadas por nosotros mismos y no por un gobierno extranjero, o sin tener que pedir
permiso.
La independencia es el derecho de nuestro pueblo a mandarse en su propia
tierra mediante un gobierno plenamente democrático que proteja los derechos humanos y afirme nuestra nacionalidad e idioma. Es el disfrute de todos los poderes y atributos de la soberanía que son necesarios para lograr mayor
desarrollo y prosperidad, incluyendo los poderes para proteger y estimular nuestra industria, agricultura y comercio, controlar la inmigración y negociar
acuerdos internacionales que amplíen mercados y promuevan inversiones de otros países.
Puerto Rico debe convertirse en una república soberana, es decir, que debe
tener autoridad plena sobre su territorio nacional y sobre sus relaciones internacionales, sin intervención extranjera, y sujeta únicamente a su propia
constitución, la cual proveerá para un sistema de gobierno republicano y garantizará la vigencia de los derechos humanos. Naturalmente, los puertorriqueños y puertorriqueñas seremos ciudadanos de la república de
Puerto Rico, aunque la ciudadanía americana que se nos impuso la deben
poder mantener aquellas personas que interesen retenerla.
En términos económicos, será conveniente, tanto para Puerto Rico como para
los Estados Unidos, acordar un tratado de amistad y cooperación entre ambos países que provea un proceso de transición para transformar la economía de dependencia a una de producción y trabajo. Por supuesto, los Estados Unidos
vendrán obligados a honrar los derechos adquiridos por las personas en Puerto Rico por aportaciones hechas o servicios brindados a los Estados Unidos antes
de la proclama de la independencia. El tratado también contemplará el libre comercio entre ambos países como en la actualidad, y el libre tránsito de personas en una y otra dirección, como ha sido el caso hasta el presente.
Causas iniciales de la república de la independencia y dificultades
No siempre se acentúa con el énfasis necesario que una de las coyunturas que hizo posible la desmembración de las colonias ultramarinas de la Corona
española fue, no solo el hecho de la invasión napoleónica al territorio español, sino el muy diciente de la bancarrota de la metrópoli, a la que había llegado en
primer lugar por la inflación provocada por el torrente de oro y plata sacado de América e incorporado al flujo de una economía como la suya de poca solvencia para resistirlo. En el reinado de Felipe V de Borbón, la Hacienda Real
ya se encuentra arruinada. En 1718 todavía el derecho de amonedación, por ejemplo, es una regalía que se concede a ciertos personajes "por servicios a la Corona", y tal privilegio se discierne hasta 1749. A la muerte de Felipe V, su
hijo Fernando VI reincorpora a la Corona el control directo de la amonedación. La Casa de Moneda, ya oficializada, se inició en Santafé el 12 de julio de 1753,
por Ordenanza de 1751 (diciembre 13). La de Popayán, debido a una serie de alternativas que dan principio en 1729 solo entra en funciones en 1770. Estas vicisitudes de la moneda dan buena cuenta de los asfixiantes problemas por los
que estaba atravesando la Corona española. Y en esta situación la ley de la moneda se presta a un descenso de su calidad, que va de los 22 quilates en
1751 hasta su disminución en 1771 a 21 quilates y 2 1/2 gramos, para la moneda de oro. Esta rebaja de la representatividad monetaria se mantuvo en secreto, bajo juramento Una nueva disminución llego en 1786 a los 21 quilates,
con el mismo sigilo y la misma prevención juramentada Esta política turbia de relajación de la moneda se llamó "Del extraordinario", falta de honorabilidad de
la que se dieron cuenta los países extranjeros, por los ensayes a que sometieron este oro amonedado. Una de las razones aducidas por España para la implantación de esta política se refería a la disminución de la ley de la
moneda practicada por otros países, entre ellos Francia, pese al casi nulo comercio que con ella se mantenía (con referencia a las colonias, se entiende).
La razón de traer a cuento en la presente historia estos fenómenos es la de poner de presente la crisis española en el albor mismo de la independencia de sus colonias, la actitud inmodificable suya en la política económica sobre estas,
a pesar de que los acontecimientos revolucionarios se veían venir con meridiana claridad, y, sobre todo, la herencia de penuria que la metrópoli deja a
la naciente república. No es posible desentenderse de que, pese a la situación española y a la de sus reinos ultramarinos, subsiste tenazmente el monopolio
del comercio, consistente en la fijación del lugar y el número de almacenes o
tiendas que podían tener los comerciantes granadinos para que no compitieran con los españoles, que eran la casta privilegiada, de lo que ya protestaron los
Comuneros en 1781 En 1810, en el Manifiesto sobre los motivos que obligaron al Nuevo Reino de Granada a reasumir su soberanía, después de la reconquista española aparece lo siguiente: "Nada se permitía hacer a los
americanos. El doctor Lazo plantó lino en Bogotá: el gobierno reprobó aquel plantío. El doctor Leyva puso algunas cepas en Sitatunga: el gobierno las
arrancó. Girón costeó la fábrica de paños de Quito: el gobierno dio en tierra con la fábrica y Girón. En Santafé puso don Juan de Y llanos un batan: el gobierno se lo impidió y quiso desterrarle. Pierri estableció una fábrica de sombreros: el
gobierno puso mil trabas a su proyecto, y si aún subsiste es a la sombra del nuevo gobierno"