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La eficacia simbólica de los estereotipos de género en la reproducción de la hegemonía masculina: Análisis de contenido de la literatura infantil y juvenil 1 Fátima Arranz (Facultad de Ciencias Política y Sociología - UCM) ([email protected]) Abstract Los estereotipos de género suelen ser contemplados habitualmente a la luz del examen descriptivo de los comportamientos diferenciadores entre lo masculino y lo femenino. Esa perspectiva de estudio favorece su desactivación como dispositivos de poder en el orden social generizado u orden hegemónico masculino. Este estudio aborda, a través del análisis de contenido, la presencia de los estereotipos y roles de género en un total de 42 textos representativos de la literatura infantil y juvenil más leída en el periodo 2006-2010. Estereotipos analizados como potentes mecanismos de reproducción de la lógica de dominación de género -en tanto promueven la misoginia social y la homosociabilidad masculina- que configurarán tanto varones con identidades hegemónicas como mujeres con identidades subordinadas. 1 Este artículo forma parte del proyecto de investigación del Plan Nacional de I+D+i concedido en el año 2010, cuyo título es “Mujeres y hombres en la industria cultural española (literatura y artes visuales” (FEM2010-16541) 1

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La eficacia simbólica de los estereotipos de género en la reproducción de la

hegemonía masculina: Análisis de contenido de la literatura infantil y juvenil1

Fátima Arranz (Facultad de Ciencias Política y Sociología -UCM)([email protected])

Abstract

Los estereotipos de género suelen ser contemplados habitualmente a la luz del examen

descriptivo de los comportamientos diferenciadores entre lo masculino y lo femenino.

Esa perspectiva de estudio favorece su desactivación como dispositivos de poder en el

orden social generizado u orden hegemónico masculino. Este estudio aborda, a través

del análisis de contenido, la presencia de los estereotipos y roles de género en un total

de 42 textos representativos de la literatura infantil y juvenil más leída en el periodo

2006-2010. Estereotipos analizados como potentes mecanismos de reproducción de la

lógica de dominación de género -en tanto promueven la misoginia social y la

homosociabilidad masculina- que configurarán tanto varones con identidades

hegemónicas como mujeres con identidades subordinadas.

Palabras clave: estereotipos, literatura infantil y juvenil, género, identidad,

masculinidad hegemónica, misoginia, homosociabilidad, mass media.

Los estereotipos de género ocupan un lugar sustantivo del proceso de socialización.

Ellos pueblan los universos simbólicos de cada individuo, incidiendo de manera

decisiva en la conformación de su subjetividad. La tesis que aquí se mantiene es que las

figuraciones transmitidas a través de la literatura infantil y juvenil, son un soporte de

conocimiento de la realidad que, lejos de desempeñar sólo un papel complementario en

la labor que llevan a cabo otros agentes de socialización (familia, escuela, etc.), operan

como potentes dispositivos de reproducción del orden social generizado, que denotamos

como de hegemonía masculina.

1 Este artículo forma parte del proyecto de investigación del Plan Nacional de I+D+i concedido en el año 2010, cuyo título es “Mujeres y hombres en la industria cultural española (literatura y artes visuales” (FEM2010-16541)

1

Potencia de los estereotipos derivada de su eficacia simbólica. Eficaz, tanto porque

produce su efecto, que no es otro que la legitimidad social de las normas de género, al

tiempo que intentan invisibilizar, a partir de la “naturalización” y repetición de las

historias, la violencia que se ejerce en la in-corporación subjetiva de toda norma social

(Butler, 2001).

¿De qué manera se enfoca nuestra preocupación por la socialización de género en la

reproducción de la hegemonía masculina? En principio, el concepto de hegemonía

masculina, término registrado por vez primera por Connell (1987, 1995), apela

indiscutiblemente a la supremacía social masculina y se conceptualiza como la forma en

que la masculinidad establece las estructuras y legitima las relaciones jerárquicas entre

hombres y mujeres en un entorno socio-histórico concreto (Connell cit. por

Messerschmidt, 2012:3), nuestro interés por esta corriente, es que sostiene sin

ambigüedad el carácter relacional del concepto. Se dará prioridad al estudio que

establece el principio jerárquico por el que se denigra un género – vía misoginia- para

poder elevar al otro. La masculinidad hegemónica, como insiste Messerschmidt

(2012), no tiene significado fuera de su relación con la "feminidad enfatizada" o con

aquellos feminidades observadas como complementarias a la masculinidad, quejosas y

siempre en relación de sumisión paradójica (Bourdieu, 2000) con la masculinidad2.

Subrayamos, por tanto, nuestra prioridad por observar el sentido relacional de las

identidades, por el hecho que una u otra no se explican sin estudiar sus mutuas

referencias. Lo habitual es soslayar la centralidad de este componente relacional, tanto

en la investigación feminista como en los estudios sobre las masculinidades, enfocando

el análisis en uno sólo de los elementos que conforman la relación.

La cada vez mayor determinación tecnológica de la cultura, lleva a la investigación

social a atender la relevancia de los mensajes mediáticos sobre el recorrido formativo

de la construcción de las subjetividades. Este hecho constata el cada vez mayor

afianzamiento científico del constructivismo psico-social, como sostenía Simone de 2 Sin lugar a duda el surgimiento del pensamiento y acción feminista se deben a una observación relacional, sin embargo, los múltiples desarrollos de sus estudios se suelen enfocar preferentemente en el componente de una de las partes: las mujeres. También opto por el concepto de masculinidad hegemónica frente al de dominación masculina (Bourdieu, 2000) en primer lugar porque en la propuesta de Connell se abre a la posibilidad a otras formas de realizar la masculinidad por parte de los varones, en segundo lugar, sin duda también interviene en la elección de este concepto, el que socialmente está menos sancionado en la comunidad científica que la adscripción feminista. Hecho, por otro lado, que confirma la existencia de la dominación masculina. Y, por último, para visibilizar, dentro de los estudios de las masculinidades, la deriva masculinista que están tomando estos análisis cómo bien señala Messerschmidt (2012).

2

Beauvoir: no se nace mujer, y añadimos, tampoco varón, sino que se llega a ser.

Entendemos que la literatura infantil y juvenil3, como instrumento de producción

simbólica, recoge de manera extraordinaria esos valores culturales que el patriarcado,

necesita transmitir a las jóvenes generaciones, impelido por salvaguardar sus posiciones

de poder. Valores que deberán integrarse en los hábitos de vida y comportamiento de

niñas y niños. Weitzman et al. alertan, en su ya clásico artículo sobre la socialización

de los roles sexuales en los libros ilustrados para pre-escolares, del impacto emocional

e intelectual que tienen los textos orientados a este grupo al tiempo que señala que las

ilustraciones de los textos son un indicador especialmente útil para la observación del

contenido las normas sociales. La finalidad de estas prescripciones será, por tanto,

persuadir a los menores a aceptar esos valores, al tiempo que les alienta a ajustarse a las

normas aceptables de comportamiento (1972: 1126).

El abordaje del análisis de la literatura infantil y juvenil de ficción más vendida se

enmarca dentro de un supuesto más ambicioso y no es otro que demostrar la

retroalimentación que se presenta, entre lo que se dice –los contenidos- y lo que hace –

los efectos sobre el propio campo de estudio-. Las mujeres en estos campos son

discriminadas como sujetos y como objetos de ficción. Discriminación, por un lado, de

su condición de género, como artistas y literatas, respecto a los varones y, por otro lado,

en los contenidos de los textos, como observamos en el sub-protagonismo, en los roles,

en las actitudes, etc. que desde la autoría (escritores y escritoras) de los relatos les hacen

desempeñar. Además, sobre esta doble discriminación, se promueve y reafirma la

hegemonía masculina en los otros órdenes de la sociedad.

En síntesis, mantenemos que el éxito de la dominación masculina estriba en el control

férreo de los procesos adquisición de las identidades de género. Ello se hace realidad en

una buena parte a través de los instrumentos de producción simbólica, que en cuanto

instrumentos estructurados y estructurantes de comunicación y conocimiento, ayudan a

conformar las identidades de género o el habitus (en términos bourdianos), al tiempo

que permiten la legitimación de los dispositivos de dominación masculina. Su uso, por

tanto, contribuirá a asegurar dicha dominación “aportando el refuerzo de su propia

3 Nuestra definición de literatura infantil y juvenil –excluidos libros de texto- se toma del “Barómetro de Hábitos de lectura y compra de libros en España” dado que es la fuente que nos ha permitido obtener la muestra de los textos analizados. Este estudio lo suele llevar a cabo la empresa Conecta Research & Consulting por encargo de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), con la colaboración de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura. Aunque el sondeo tiene una periodicidad trimestral, la presentación de resultados es anual.

3

fuerza a las relaciones de fuerza que las fundan, y contribuyendo así, según la expresión

de Weber, a la <domesticación de los dominados>” (Bourdieu, 2000b:3).

Nuestro estudio pretende detectar a través tipo de literatura cuáles son los componentes

más eficaces simbólicamente sobre los que la hegemonía masculina conforma el orden

social de género en el que somos construidos.

Metodología del estudio

La investigación que aquí se presenta forma parte del Proyecto de I+D+i del año 2010,

Mujeres y hombres en la industria cultural española (literatura y artes visuales),

trabajo, en el que su diseño, contempla más de una perspectiva de investigación social.

Aunque aquí, en concreto, sólo se desplegará una de las perspectiva del análisis, del

conjunto del proyecto. En esta comunicación vamos a conocer los resultados obtenidos

con la técnica de investigación conocida como Análisis de Contenido para averiguar

cuál es el peso de la hegemonía masculina a través de las producciones literarias

realizadas tanto por mujeres como por varones4.

El universo de nuestro estudio se circunscribió a partir del ranking anual de los libros

que manifiesta el público español como más leídos de la literatura infantil y juvenil

para el periodo 2006-2010. Esta información fue obtenida por medio de la encuesta

anual sobre “Hábitos de lectura y compra de libros en España” que realiza la Federación

de Gremios de Editores de España (FGEE) por medio de una muestra de 16.000

encuestas a individuos de 10 y más años de edad5.

4 Este Análisis de Contenido tiene como precedente el análisis llevado a cabo por Pilar Aguilar (2010), “La representación de las mujeres en las películas españolas: un análisis de contenido” , en ambas investigaciones se comparten los objetivos generales: demostrar numéricamente la discriminación de las mujeres en la producción cultural. Por lo tanto, este nuevo análisis, aunque en un campo mediático distinto tanto por el soporte como por la composición del público consumidor, se pueden observar algunos indicadores de discriminación que diseñó Pilar Aguilar, como la importancia del género de quién escribe o del protagonismo de la película. Sin embargo, las diferencias tanto en el objeto de estudio, el diseño del cuestionario, así como el análisis de la información, no implican ninguna continuidad, en todo caso, complementariedad de resultados. 5 La información sobre la encuesta se encuentra en la página de la FGEE cuyo enlace de Internet es: http://www.federacioneditores.org/SectorEdit/Documentos.asp

4

Para la elaboración de nuestra muestra se decidió incluir sólo los 5 primeros textos de

cada año que aparecen en su lista correspondiente, durante el periodo 2006-2010, de los

títulos que según se consignan en la encuesta fueron los más leídos. De acuerdo a las

características de la información que aparecía en los listados y teniendo en cuenta que

los objetivos de la investigación persiguen observar cómo se afianzan los modelos

estereotipados de género contemporáneos, producidos por la escritura actual. Por una

parte, se optó por prescindir de este ranking de los libros de literatura clásica como El

Quijote, El Principito o La isla del Tesoro -en la que, todo sea dicho, tan solo

aparecieron éstos en los seis años analizados- Entendemos que la lectura de estas

referencias literarias, además de tratarse de propuestas realizadas por autores de tiempos

pasados, no vendrían motivada tanto por el deseo del o de la encuestado/a como por el

mandato escolar.

Por otra parte, otra decisión muestral que señalamos como imperativa por las

características de la propia fuente, es que los datos que presentan las listas de la FGEE,

en el caso de los libros pertenecientes a series, a veces no reflejaban con exactitud a qué

texto en concreto de la serie se referían, quizá porque los propios entrevistados en sus

respuestas tampoco lo hacían constar. Por tanto, la mayor de las veces, en la

información de estos listados, sólo aparece el nombre genérico por el que se conoce la

serie, por ejemplo, Harry Potter o Manolito Gafotas. Bien es cierto que nos hallamos

ante éxitos de ventas y, esto suele significar, que a partir del primer boom comercial las

editoriales se ven compelidas a realizar grandes inversiones en marketing para, como se

suele decir, mantener el tirón. De esa manera se fomenta en el público la compra

compulsiva de los libros la serie, lográndose éxitos similares, si no mayores, con cada

nueva entrega.

Como uno de nuestros objetivos era comprobar los patrones de comportamiento

generizados que aparecen en los contenidos de esta literatura, y con el fin de obtener el

máximo de información sobre los contenidos, se decidió observar bien una muestra

representativa de cada colección, incluso, en aquellos casos en los que la colección

estaba formada por pocas entregas, se pasó a analizar la colección completa. Ello nos

permitiría reforzar la contrastación de nuestras hipótesis, a la vez que estudiar con

mayor profundidad las pautas comportamentales de género que los y las escritoras

proponen a través de sus escritos.

5

Los textos analizados fueron: Nueve ejemplares de la serie, Gerónimo Stilton, de la

escritora italiana, Elisabetta Dami; cinco de Kika Superbruja, del alemán Ludger

Jochmann , firmados bajo el seudónimo de Knister; seis del Diario de Greg, del

estadounidense, Jeff Kinney; siete ejemplares de Manolito Gafotas de Elvira Lindo;

cuatro de Harry Pottter de la inglesa, Joanne Rowling; los cuatro ejemplares de la saga

Crepúsculo de la estadounidense Stephenie Meyer; dos entregas de las Crónicas de

Narnia del irlandés Clive Staples; dos tomos de Memorias de Idhun de la valenciana,

Laura Gallego; y sólo un ejemplar de Eragon, del californiano Christopher Paolini; El

niño con el pijama de rayas, de otro irlandés, John Boyne, y Campos de Fresas del

catalán, Jordi Sierra i Fabra. Salvo Clive Staples (1898-1963), el resto de escritores y

escritoras son contemporáneos y nacidos en el intervalo 1952 (Knister) y 1983 (C.

Paolini).

Además, otro elemento que se tuvo en cuenta para la selección última de los textos que

formarían la muestra y en función de una mayor representatividad de ésta, fue

observar cómo se repetían ciertos textos en más de un año, de los seis años analizados.

A sí Harry Potter, vimos que se repetía durante 5 años; en el caso de la saga

Crepúsculo, en concreto, Crepúsculo y Eclipse en aparecía durante 4 años y Luna

nueva junto Amanecer lo hicieron durante 3 de los 6 años analizados; Gerónimo

Stilton y Kika Superbruja se mantienen durante 3 años; Memorias de Idhun y Las

crónicas de Narnia también se repitieron durante 2 años. De ahí la importancia de

asegurarnos en estos casos de una fuerte representatividad.

Para la clasificación de los textos en las categorías infantil y juvenil también se ha

mantenido la disposición que hace la encuesta de la FGEE, salvo en algunos casos que

optamos por añadir una tercera categoría para las sagas con niños, denominada

intersección, por entender que los contenidos de los textos no se ajustaban exactamente

a la categoría atribuida, dado que, por lo general, el personaje de la saga a partir de un

momento sobrepasa la edad infantil. Por juvenil, esta encuesta entiende a los y las

entrevistados/as de 14 años y más edad, pero no aparece indicación alguna en los

resultados de la muestra el rango superior de edad. Mientras que por infantil incluye el

intervalo de edad que comprende a niños y niñas entre 10 y 13 años.

Por tanto, los títulos que aparecen en nuestra muestra dentro de la categoría infantil

son: Géronimo Stilto; Kika Super Bruja; el Diario de Greg; Crónicas de Narnia (El

6

sobrino del mago); Manolito Gafotas (Pobre Manolito y Manolito on the road); Harry

Potter y la piedra filosofal. En la categoría juvenil aparecen: Crepúsculo; Harry Potter

(Harry Potter y el prisionero de Azkaban y Harry Potter y la cámara secreta);

Manolito Gafotas (Cómo Molo. Otra de Manolito Gafotas y Manolito Gafotas. Yo y El

Imbécil); El niño con el pijama de rayas; Campos de Fresas; Eragon y Memorias de

Idhún (Triada y Resistencia). Y bajo la categoría intersección, se encuentran: Harry

Potter (El misterio del Principe); Manolito Gafotas (Manolito Gafotas; Manolito tiene

un secreto y Los trapos sucios) Crónicas de Narnia (El león, la bruja y el armario). En

total, el conjunto de textos analizados de literatura infantil y juvenil fueron 42.

Para aplicar el Análisis de Contenido a la muestra de textos seleccionada se construyó

un cuestionario con 22 items, que fue aplicado a cada capítulo de libro (o fracción)

seleccionado. Se decidió respetar la propuesta de división del texto que la autora o autor

había decidido para su obra. El conjunto de todos los capítulos o fracciones analizados

ha producido un total de 996 formularios cumplimentados.

El formulario de análisis contaba con preguntas abiertas y cerradas, que se

correspondían con variables de tipo nominal y de intervalo. La cumplimentación de los

cuestionarios se realizó por un equipo de investigadoras e investigadores de la

Universidad Complutense de Madrid (Carolina Herrero, Fátima Magro, Ana Moreno y

Luis Alberto Valdivia) y de la Universidad de Salamanca (Olga Barrios, Sagrario

Martinez y Jorge Diego Sanchez).

El conjunto de ítems del cuestionario buscaban detectar las relaciones entre varones y

mujeres, tal y como son presentadas por las autorías de los textos, a través de los roles y

estereotipos de género6. El objetivo de cada uno de los ítems del cuestionario iba

6 Académicamente las diferencias entre rol y estereotipo tendrían que ver más con la perspectiva desde donde se posiciona el observador que con el contenido de sus descripciones de comportamientos, como por ejemplo, se puede comprobar en estas definiciones: “Rol social se refiere al conjunto de funciones, normas comportamientos y derechos definidos social y culturalmente que se esperan que una persona (actor social) cumpla o ejerza de acuerdo a su estatus social adquirido o atribuido”. Es, en esta acentuación de expectativa social y cultural del rol, dónde puede llegar a confundirse con el estereotipo, por el que entendemos “como conjunto de creencias acerca de las características de las personas de un grupo determinado que es generalizado a casi todos los miembros del grupo”. Hay autoras, entre las que me incluyo, que quieren destacar la función prescriptiva que cumplen los estereotipos, como sostiene Ester Barberá (2005), porque in-forman de “lo que debe ser” y “lo que debe hacerse”. Otros autores, por el contrario, ponen más el énfasis en la apreciación académica de los estereotipos por su carácter peyorativo, como sostiene, por ejemplo, Salvador Giner, éstos serían considerados como “sinónimo de estigma y también de prejuicio” (1998: 269). El uso masivo del término estereotipo, sobre todo por los mass media, produce el famoso efecto de la banalización del mal, tanta repetición casi siempre bajo una apreciación jocosa llega a confundir y a invertir el sentido del término.

7

orientado en detectar las diferencias entre lo masculino y lo femenino, así como sus

relaciones. Ello está operativizado, por un lado, a través de variables de tipo interval.

Por ejemplo, el sexo del/ de la protagonista, co-protagonista o el género del autor del

texto, etc. Por otro lado, también se introdujeron variables de tipo cualitativo, a través

de preguntas abiertas. Para posteriormente realizar con ellas un análisis del discurso. En

concreto, con esta información se buscaba detectar, además del grado de aparición,

cómo quedaban caracterizados y cuáles y cómo eran las relaciones entre varones y

mujeres. Así, se optó por conocer de manera pormenorizada la frecuencia de aparición

de los estereotipos, tanto femeninos como masculinos, como las características del

contenido que se asignaba a los mismos. Para ello se crearon 6 variables, 3 de ellas de

frecuencia y el las otras 3 de contenido (se trasladaba de manera aleatoria la descripción

de dos de los estereotipos detectados por capítulo o fracción) que aparecieron

denominadas como: estereotipos, actitudes sexistas y expresiones machistas.

En cuanto a los parámetros para la detección de los estereotipos de género buscábamos

los roles, rasgos o comportamientos que comúnmente son generalizados al resto del

grupo bien de mujeres, bien de varones. Definimos por actitudes sexistas como los

“valores, actitudes y acciones que muestran de modo manifiesto desprecio, insolencia o

falta de respeto hacían un personaje femenino” (Aguilar, 2010: 230). También se

decidió incluir la categoría: misoginia/machismo, partiendo de esta misma definición,

estribando su diferencia en el grado de agresividad: cuando explícitamente se

consignaba algún insulto hacia una mujer, animal o personaje fantástico al que se le

asignaba con el género femenino.

A través del Análisis de Contenido queríamos observar la importancia cuantitativa que

se da a los rasgos que definen la masculinidad frente a la feminidad y viceversa. Esta

apuesta es compleja porque contar numéricamente casos a través de variables en una

narración, implica necesariamente reducir el sentido de ésta, y claramente, esa

reducción no nos permite profundizar en la realidad de los problemas. Para ello hemos

intentado combinar las perspectivas distributiva (o cuantitativa) con la estructural, de

modo que pudiéramos conocer además del grado de representatividad estadística de los

modelos propuestos los discursos que se escondían tras ellos y que conforman las

identidades de género. A tal fin en el formulario de recogida de la información hemos

utilizado variables cerradas (nominal o interval) y variables abiertas (con trasposición

de citas textuales) que hemos analizado a través del análisis del discurso.

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Para observar el peso cuantitativo de los estereotipos hemos operativizado este concepto

a través de diversas variables. Bien con variables nominativas, que iban definiendo a los

personajes por su sexo (protagonista-co-protagonista) sus acciones (contexto de

desarrollo de la acción principal) y sus relaciones (relación entre personajes principales,

vínculo entre personajes), bien con variables intervalares (número de estereotipos,

número de actitudes sexistas, etc.). Desde la posición estructural, abordamos la

dominación estructural de género a partir de detectar y analizar los estereotipos de uno y

otro género, así como las actitudes sexistas y misóginas, como hemos descrito más

arriba.

Resultados

En nuestro análisis también se observa de manera manifiesta la norma de género por

excelencia: la dominación entre los sexos o binarismo jerarquizado en favor de los

varones. Esta diferencia discriminatoria será una constante siempre presente en la

totalidad de los relatos analizados indistintamente de la acción, el género del relato o el

autor o la autora del mismo. La segregación de lo femenino y el reconocimiento de la

superioridad masculina se van concretando en los diversos planos de la producción

cultural. A través de las páginas analizadas se observa el entrelazamiento de los

estereotipos de género que van a favorecer un modelo relacional que invisibiliza el

predominio -a través del principio de la “naturaleza humana”- de manera que no deje

aflorar el conflicto. En palabras de Bourdieu: “la lógica de la dominación ejercida en

nombre de un principio simbólico conocido y admitido tanto por el dominador como

por el dominado” (Bourdieu, 2000: 12). Lógica, cuya vía de “asimilación-acatación”

será la violencia simbólica de género. Ésta irrumpe en la formación humana por medio

de la confianza y seguridad que las narraciones van introyectando en sus lectores/as

sobre la realidad del principio de la “naturaleza humana”.

En el caso de la literatura, esta “naturaleza humana” se desarrollará en torno a las

formas de los estilos de vida: maneras de pensar, de hablar, de comportarse, en fin, de

desear que promueven los estereotipos de género. Veamos objetivados esos estilos de

vida que se proponen. Objetivados en tanto son analizados, de manera des-edulcorada

9

de los relatos en los que fueron insertos y filtrados por la matriz de dominación sexual.

Este elemento diferenciador, respecto a los análisis al uso de los estereotipos de género

consideramos, es nuestra principal aportación, como se indicaba en la introducción de

este trabajo.

La hegemonía masculina, como era esperable, se manifiesta tanto cuantitativa como

cualitativamente a través de la literatura infantil y juvenil analizada. Y es quizá en esa

manera aplastante de representar las relaciones entre lo masculino y lo femenino, como

un modelo sin fisuras, que se repite una y otra vez con las mismas propuestas

generizadas, la manera por la que se hace pasar como un hecho inexorable.

Aumentando su eficacia simbólica, si se tiene en cuenta los aparentes grados de libertad

que en toda ficción cabe suponer, pues se parte del supuesto de imaginar y tratar

mundos fantásticos inimaginables, variados (alejándose o cambiando todo modelo

conocido). Por ello nuestros resultados verificarán que esta literatura, como

instrumento de producción simbólico es un dispositivo estructurado y estructurante de la

hegemonía masculina privilegiado.

La comunión ideológica entre escritoras y escritores de éxito en la reproducción de

la hegemonía masculina

A la hora de mostrar el mundo de ficción, la autoría de la escritura se reparte

prácticamente a partes iguales entre varones y mujeres en los textos seleccionados.

Por capítulos o fracción, se observa que el 51,4% corresponde a la producción realizada

por escritoras frente a un 48,6% de escritores. Sin embargo, no se han detectado

diferencias ideológicas, pues unas y otros coinciden unánimemente en otorgar el

protagonismo, la acción y la relevancia a los varones. Así, si observamos el sexo del

protagonista según capítulos analizados casi el 80% (GRÁFICA 1) de la presencia

corresponde a los varones7.

GRÁFICA 1

7 En pos de la agilización de la lectura del texto vamos a utilizar la terminología varones y mujeres, aunque algunas veces, queden incluidos bajo tal denominación seres fantásticos generizados. El peso de estos seres no es excesivo en el conjunto de la literatura analizada y el sentido del análisis no se desvía de manera alguna.

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Es más, si desagregamos del conjunto la literatura infantil, el protagonismo masculino

por capítulos sube hasta el 90% (572). De las seis colecciones que integran la muestra,

según declaran los menores de 13 años que leen, tan sólo una colección Kika

Superbruja, tiene como protagonista una niña. Mientras que para los/as mayores de esta

edad, que consumen literatura juvenil, de las siete colecciones o textos de los que se

declararon lectores, sólo aparece una colección, Crepúsculo (2011), y un texto, Campos

de Fresas (2011), en que el protagonismo stricto sensu sería femenino.

Una desviación tan pronunciada en los protagonismos en, recordemos, la literatura más

leída, no deja de sorprender que pase tan desapercibida por la opinión pública.

Sorprende mucho menos si se contextualiza dentro de su estructura social. Estructura

constreñida bajo la “naturalización” la lógica de la dominación masculina. De ahí, que

los varones no sólo tienen un mayor protagonismo numérico, sino que también sus

historias son más importantes per se. Así, en el único protagonismo femenino

localizado en la literatura juvenil, se marca siempre una dependencia del mundo

masculino. Por ejemplo, en Campos de Fresas, la protagonista, sobre la que gira la

trama del relato, es una joven que está en coma a lo largo de toda la narración.

Realmente estaríamos ante un protagonismo compartido, pues la historia se desarrolla

alrededor de la pandilla de la chica (de 3 amigos y una única amiga) que quiere

reconstruir el malogrado suceso y en la búsqueda del culpable de que la protagonista

esté en esa situación. Pero no es menos desestimable la dependencia masculina del otro

título analizado, dónde la protagonista es una mujer. Nada más y nada menos que

11

hablamos de la saga super ventas Crepúsculo, de Stephenie Meyer, la serie, reconocida

para chicas adolescentes (con millones de ventas mundiales), cuyos contenidos están

orientados hacia la literatura romántica. El co-protagonismo masculino va a tener un

peso igual, si no mayor, a la propia protagonista. No sólo es destacable la obsesión de

ella, a lo largo de los 4 tomos, por el amor masculino, sino porque esta obsesión es así

mismo cuantificable en número de páginas. Por ejemplo, de las quinientas páginas

escritas del primer boom comercial de la serie, en el 99% de ellas está presente o se

hace alusión textual a él. Él es, Edward, el vampiro guapo, inteligente, maduro y sabio -

pero sin ser viejo- buena persona, rico, comprensivo, generoso, con una familia de todos

y todas jóvenes y guapos/as, además es un hombre de su época que casi sería un

verdadero ecologista si no fuera porque la condición vampiresca (se alimentan de la

sangre de mamíferos) no se lo permite8. Ella, por supuesto, es de familia modesta de

divorciados. Una joven introvertida con una escasa autoestima y escasa vida social.

También las escritoras conceden en sus relatos el co-protagonismo mayoritariamente a

los varones (57,5%) frente a las mujeres (30,9%), sin embargo abren más la posibilidad

a un co-protagonismo mixto (9,4%) que sus colegas varones. Para éstos, el

protagonismo indiscutiblemente es masculino y sube la ratio hasta el 64,1%, además

prefieren que no haya co-protagonista (8,7%) a que este pueda ser del otro sexo

(3,7%).

Asimismo, otros indicadores de nuestra investigación reflejan el mayor predominio

numérico de la masculinidad en los relatos, tanto por parte de escritores como

escritoras. Es más son estas últimas, las que se encargan de mostrar una mayor

presencia masculina. Así, la media del número de personajes varones -cuando no son

protagonista ni co-protagonista- que colocan los escritores es de 2,68 frente a los 4,35

en el caso de las escritoras. La devaluación femenina se vuelve a palpar porque cuando

se trata de la aparición de personajes femeninos, ese valor medio desciende al 0,80, por

parte de los escritores, frente al 2,15 de sus colegas mujeres. Por tanto, estos datos

también muestran la tendencia por la que se prefiere que el mayor arropamiento

humano en el desarrollo de las acciones sea masculino.

8 Pero, además, a cambio de esta pequeña desviación social por ser “vampiro” (porque de los mamíferos que se alimenta son de cuatro patas, con lo que tampoco hay mucha diferencia de alimentación con el resto de los humanos) tiene otro defectillo, es inmortal y, no sólo eso, sino que puede conseguir que ella, Bella, la protagonista, también logre la inmortalidad.

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De nuevo, para nuestra sorpresa, las actitudes sexistas y misóginas no proceden de los

escritores varones, sino de las propias escritoras. Así, el 66% de las 456 actitudes

sexistas, y el 67,5% de las 188 actitudes misóginas encontradas provenían de la

escritura producida por mujeres. ¿Quizá por ello son estos textos, provenientes de

voces femeninas, más aceptados por el público en general? ¿Podríamos considerarlo un

indicador de fidelidad a los valores del dominador? ¿Será acaso una vía de entrada al

éxito para las escritoras?

La misoginia o la palanca de la hegemonía masculina

El concepto de misoginia empleado en el estudio ha sido operativizado a través de las

variables actitudes sexistas y actitudes machistas. Un ejemplo de actitud sexista sería:

“la acompañante del Furias, una rubia hermosísima” (Boyne, 2007: 11), mientras que

“No le importaba demasiado que enviaran a Gretel a algún sitito, porque ella era tonta

de remante y no hacía más que fastidiarlo” (Boyne, 2007: 11), representaría una

actitud machista. Por tanto, la diferencia entre estas variables se circunscribe a una

cuestión de grado, de un estereotipo sexista a una agresión verbal.

El concepto de misoginia no hemos querido circunscribirlo tan sólo a los ataques

explícitos y agresivos contra las mujeres sino que también incluye aquellas

manifestaciones que, como sostiene Tjeder (2009), “celebran” la diferencia entre

mujeres y varones. Asimismo, coincidimos con este autor al considerar como misoginia

“cualquier idea que implícitamente excluya a las mujeres de una posición equitativa de

poder en relación a los hombres” siendo indistinto que se haga a través de positivar su

conducta como “criaturas maravillosas y virtuosas”, como que se las niegue su

“capacidad de raciocinio. Desgraciadamente nuestro análisis no se ha podido extender

en su totalidad a todo ese rango, dadas las propias características de la metodología del

Análisis de Contenido. El tratamiento del corpus a analizar, en unidades o variables, tan

sólo es posible realizarlo en el nivel denotativo del sentido de la enunciación.

El porcentaje total de actitudes sexistas localizadas en los 992 capítulos analizados,

ascendió a un 27% mientras que el porcentaje de actitudes machistas fue de 12,4%. Por

lo tanto, nos hallamos con una tasa de un 39,4% de misoginia en el conjunto de la

13

literatura analizada. Actitudes, insistimos, mostradas de manera explícita, que sumadas

a la desproporción de la representación numérica de los géneros, anteriormente señalada

en el protagonismo, co-protagonismo y número de personajes agravaría notablemente

el concepto tjediano de misoginia localizado en nuestro estudio.

Estas valoraciones negativas sobre lo femenino no han variado mucho a lo largo de

siglos de literatura. De tal modo que si se compara con la tradición popular en la

literatura española como es el refranero, se observan que se siguen manteniendo

constantes semejantes en la caracterización de la feminidad. Anna M. Fernández

Poncela (2002) da cuenta de la imagen de las mujeres a través de estos campos

semánticos que llegan a construir verdaderos estereotipos. Curiosamente la tipología

que crea esa autora se ajusta, con pocas variaciones, a la colección de epítetos

observados en nuestro análisis:

1. Vicio de charlatanería. La crítica al hablar de las mujeres es una constante

presente de manera abundante en todas las narraciones analizadas. Parece que

lo único que no pueden hacer es dialogar sin más – no aparecerán nunca así

representadas-, bien son charlatanas, criticonas, chismosas, gritonas, dan

alaridos, chillonas. Se contempla una completa desautorización al uso verbal

racional. Si se tiene en cuenta que una de las prerrogativas del patriarcado es el

poder de nombrar. Se entiende que la condición de ser el Amo del Lenguaje

(Lauretis citado por Cristina Molina, 2003: 140) es la que no permite compartir

ni tampoco tolerar la utilización por las mujeres de las armas de su

sometimiento. Para Cristina Molina, el Contrato Sexual de Carole Pateman que

descubre el contrato masculino “donde ellas son las pactadas” se hace posible

por “una suerte de contrato simbólico en el lenguaje, en la medida en que se

pacta que La Mujer no tenga lugar en el logos, que pueda ser permanentemente

hablada, discurseada, ser palabra de otros, sin que se le permita una voz y un

deseo diferente que no hayan nombrado ellos” (2003: 141)

2. Irracionales. Fernández Poncela (2002: 42), caracteriza esta categoría en su

análisis sobre el refranero como que las mujeres son “mentirosas, incoherentes,

desordenadas, mudables y contradictorias. Las deficiencias femeninas

encontradas en nuestro corpus narrativo también van en este sentido, aunque se

actualizan de acuerdo a los modos de vida actuales, por ejemplo, ahora se las

14

tilda como glotonas al tiempo que ofuscadas por su peso; histéricas. Las madres

pueden aparecer tanto como obsesivas de la limpieza, como se las critica por ser

descuidadas con las tareas del hogar.

3. Malvadas. A diferencia con el refranero ya no se las compara con el demonio,

por la secularización de nuestra sociedad, pero el grado de maldad no ha

disminuido en cuanto a su rango. Así las sigue llamando brujas, chantajistas,

maliciosas, sádicas, rencorosas, etc.

4. Se las sigue comparando con los animales: Arañas, gallinas o cerdos.

¿Por qué tanta abundancia de los elementos misóginos? La desproporcionada aparición

tiene necesariamente qué cumplir alguna función social relacional. La misoginia es un

dispositivo social más de poder masculino que sirve para regular las relaciones de

género, un mecanismo de sostenimiento de la hegemonía masculina. Su no

cuestionamiento en espacios sociales configurados como racionales, en los que se hace

gala del valor de la igualdad entre todos los seres humanos es una prueba más de esa

función regulativa. Desde otra aproximación teórica, como la que sostiene Luce

Irigaray, la desvalorización de las mujeres formaría parte de la intención del dominador

de transformar a éstas en <<productos>> para el intercambio entre varones: “La ley que

ordena nuestra sociedad es la valorización exclusiva de las necesidades-deseos de los

hombres y de los intercambios entre ellos” (1977:128). Siguiendo, de manera crítica la

propuesta de Levi Strauss: mujeres, signos y mercancías son los objetos de transacción

en las sociedades patriarcales. “Los <<productos>> son objeto de uso y de

transacciones exclusivamente entre hombres” (1977:128). De ahí que se reste a las

mujeres cualquier atributo con los que se representa y se reconoce el poder de los

varones: el poder de la palabra y la capacidad de raciocinio. Ellas se tienen que quedar

fuera del logos. Por tanto, su condición estará más próxima al tenebroso mundo del sin

sentido, de la animalidad, de las artimañas, de lo diabólico, de lo engañoso. Quedará

justificado que sean mundos separados y en los que no puede caber ninguna

ambigüedad.

Homosociabilidad masculina versus subordinación femenina

15

Como hemos visto, la presencia de varones es superior en el número de relatos

dirigidos a ellos y a ellas. Relatos que cuentan historias de, y para, varones, al tiempo

que su presencia es mayoritaria en el papel de protagonistas, coprotagonistas, como

en el conjunto del resto de personajes de toda la literatura analizada. Pero incluso, en la

literatura que se podría definir como romántica y dirigida casi en exclusiva a la

población femenina, también se observa esta segregación. Así en los 4 títulos de la saga

Crepúsculo, la trama principal, sobre la que girarán los amores y desamores de la

protagonista, se centra en las batallas por el poder entre las bandas de vampiros y

licántropos, por supuesto luchas entre los machos, aunque para cubrir la cuota de lo

políticamente correcto se deslice en la narración alguna hembra. Y, por si quedase duda

alguna de la desmedida relevancia masculina en la vida de las mujeres, en todo orden y

momento, como hemos citado más arriba, se puede comprobar el valor simbólico del

coprotagonista masculino Edward en Crepúsculo (2011), que recordamos que de las 504

páginas del texto, aparece de manera presencial o alusiva en el 99% de ellas.

En continuidad, con ese mandamiento del plus valor masculino respecto a la

minusvaloría femenina, aparecerá, como siguiente mandato en la progresiva conquista

de la masculinidad, el fomento de la homosociabilidad masculina (Kanter, 1977;

Irigaray, 1977), o el deseo de hombres por otros hombres (Sedgwick, 1985). Esta

preferencia es también una manera que tienen los varones de asegurar su pacto tácito

de primacía sobre el grupo de mujeres. Lo calificamos de primer mandato por la vital

importancia para asegurar el poder del grupo, hecho que se muestra en la proliferación

machacona hacia la vinculación masculina en todos los relatos analizados. Así, se

distinguirá muy favorablemente la creación de relaciones varoniles, de varones con

otros varones, sólo con, y entre, ellos, excluyendo a las mujeres. La importancia es de

tal magnitud que su identidad de género pasará necesariamente por la vinculación al

grupo masculino. Grupo que será además presentado como el grupo privilegiado (poder,

riqueza, etc.). Vinculación entre varones, que observamos en la literatura infantil y

juvenil caracterizada por su adhesión a los grupos masculinos (familiar -padre, tíos,

abuelo-, deportivo, compañeros escolares, amigos, etc.) y que es más abundante -

obsesiva- en los relatos infantiles que en los juveniles. No hay que olvidar que esta

vinculación se dará en un contexto de la progresiva delineación del yo del niño, que

significa la búsqueda de autonomía del vínculo familiar, principalmente a través de la

ruptura con la madre. En resumen, se destaca que los grupos masculinos de referencia se

16

definirán claramente por su cariz misógino, excluyendo a las niñas o las mujeres, así

como todo rasgo o comportamiento asociado a la feminidad (voz, adornos, cuerpo, etc.).

Rasgos vividos como completamente antitéticos al grupo varonil por lo que su

infracción será socialmente sancionada con severidad.

Por contraste, los mandatos dirigidos hacia las niñas no se configuran de manera muy

distinta si tenemos en cuenta que también van dirigidos al reconocimiento de la

superioridad masculinidad, y, por tanto, se alentará su vinculación preferentemente

hacia este género (ver Gráfica 4). Sin embargo la diferencia respecto al mandato de los

niños, es que ellas al “aceptar” su identidad de género femenino tienen que renunciar a

la pertenencia del vínculo, como un miembro más, del grupo de varones, aunque “se

contra resta” esta barrera “privilegiándolas” con la posibilidad de vincularse - de

manera emocional y/o erótica-, con el grupo, de manera individual, a través de otros

niños o con los varones adultos (de la familia, colegio, vecinos, etc.). Deben entender

que son ellas las que se autoexcluyen por “preferir” una identidad de género

incompatible con la de ser un auténtico varón. Por lo tanto, no se han encontrado

pruebas de alguna alternativa exclusivamente femenina de vinculación, en primer lugar,

porque la homosociabilidad femenina (ver Gráfica 4) a la que adherirse no aparece

jamás representada, de ahí que, no sólo se impide la articulación de las relaciones entre

mujeres sino la formación de una identidad grupal semejante a la de los varones. En

segundo lugar, la representación de las relaciones de lo femenino o de niñas entre sí y/o

con mujeres suelen ser más bien escasa. Cuando se muestran, son preferentemente

relaciones con la madre, la hermana o la amiga. Y las pocas veces que se representan

relaciones con otras mujeres, son relaciones en las que domina la competitividad o la

rivalidad relacional (¿Quién es la mejor madre? ¿Quién tiene más pretendientes? ¿Quién

es la más delgada o tiene la melena más larga? etc.).

GRAFICA 2

17

Femenino Masculino Mixto No existe0.00%

10.00%

20.00%

30.00%

40.00%

50.00%

60.00%

30.45%

55.96%

7.80% 5.70%

Sexo coprotagonista con prota-gonismo masculino

Masculino

GRAFICA 3

GRÁFICA 4

18

GRÁFICA 5

19

En los indicadores cuantitativos del Análisis de Contenido se puede observar las

características de la representación del fomento de la homosociabilidad masculina.

Como se observa en la gráfica 2, a los protagonistas masculinos se les adscribe un co-

protagonista masculino casi el doble de veces que se hace con una partenaire femenina

(un 55,96% frente a un 30,45%), sin olvidar el fuerte peso porcentual que tienen las

relaciones materno filiares, sobre todo en la literatura infantil, lo que puede explicar que

llegue el valor hasta el 30,45%. En cambio, como decíamos más arriba, la propuesta que

se hace a las niñas, como se puede observar en la Gráfica 3, no mantiene una simetría

semejante respecto a la homosociabilidad femenina, pues a ellas –según los datos-

también se las propone la vinculación al grupo de varones. Y así, el sexo del co-

protagonista que más prevalece, cuando la protagonista es una niña o una joven, es en

un muy alta porcentaje un varón (un 79,20% frente a un 14,85%). Sí a esta

infrarrepresentación de las mujeres en el mundo de la fantasía destinada para niñas, se

añade, en primer lugar, que el contexto de acción en el que más puntúan las

protagonistas femeninas es la situación de peligro (25,20%), como recoge la Gráfica 4

y, en segundo lugar, el siguiente valor más puntuado, con diferencia del resto de los

contextos de acción femenina, tiene que ver con las tareas de atención, ayuda y cuidados

a otros, se puede inferir que las imágenes, de esta representación de las mujeres que

logran ser protagonistas, que llegan son de dependencia y de subordinación respecto a

sus compañeros, amigos, novios, hermanos, todos ellos varones.

Sin embargo, el mundo diseñado desde esta literatura para los varones es un mundo más

equilibrado. Según muestran los datos, así sus referencias en los Contextos de Acción

están más repartidas entre todas las posibilidades. No se les muestra especializados en

ningún contexto. De los 7 contextos de acción con mayor puntuación, el nexo entre 6

de los 7 es su pertenencia al espacio público, en él los varones aparecen representados

preferentemente desempeñando acciones con otros varones. Si es cierto, la alta

puntuación en el entorno del hogar. Y no puede ser de otra manera dada las edades del

grupo en estudio. Los niños y los jóvenes pasan una buena parte de su vida en este

lugar. Lo que sí es diferente, respecto a la propuesta de las niñas, es su manera de estar

en el hogar, pues cuando ellos aparecen ahí raramente es realizando tareas domésticas,

por el contrario, el hogar para los varones se representa como un espacio de juego, de

estudio o de relación con los otros. En conjunto, las puntuaciones generales del

Contexto de acción de los varones muestran un mayor equilibrio, que en el caso

20

femenino, pues se observa su participación en la pluralidad de los contextos barajados.

No tendrán ningún contexto predominantemente destacado, a cambio de una buena

presencia en prácticamente todos ellos.

CONCLUSIONES

Esta comunicación ha tenido como principal objetivo mostrar la eficacia simbólica que

tienen los estereotipos de género, transmitidos a través de la literatura infantil y juvenil,

como potentes dispositivos de reproducción del orden social generizado o hegemonía

masculina.

Para observar esta eficacia de los estereotipos ha sido necesario romper el tradicional

análisis de los estereotipos al uso, el cual la mayoría de las veces se detiene en

distinguir y comparar las diferencias entre las propuestas masculinas y femeninas,

siendo generalmente descontextualizado de las estructuras de dominación a las que

dichos estereotipos deben responder.

El preguntarse por la eficacia simbólica de los estereotipos en el orden de reproducción

de género lleva a integrar estos elementos de socialización en el sistema de relaciones

de poder social, dónde, por otro lado, toda diferencia social queda inserta, para llegar a

descubrir el potente ejercicio de configuración que estos tienen sobre la construcción de

subjetividades generizadas.

Como resultado de esta nueva vía de análisis se ha podido detectar que las narraciones

infantiles y juveniles, lejos de hacer sólo propuestas diferenciadoras, binarias, a niños y

niñas y/o adolescentes según su sexo, van a compartir también, un común horizonte

que señala como más valioso y deseable el polo masculino. Al tiempo, como decimos,

que se señalan las diferencias binarias. ¿Cómo se puede llevar a cabo tal proeza

identitaria por la cual un género, se inviste de los atributos del poder y el otro, el

femenino, “acepta” la lógica del dominado? De una parte el estado de “naturaleza” en el

que se justifica toda diferencia social-sexual asentará las bases a estos dispositivos que

en su desarrollo –en este y otros medios de comunicación- irán proporcionado y

favoreciendo la desigualdad de valores. Así, por ejemplo, para convertir a un valor

positivo tiene que darse uno negativo. El dispositivo de la misoginia cumplirá

21

eficazmente esa labor simbólica de transmutación en negativos los valores asociados a

la feminidad. Esta transformación se realiza a través de la insistente repetición,

recordemos que el porcentaje total de misoginia explícita detectada en los 992

capítulos analizados, ascendió a un 39,4%.

La masculinidad, deberá ser realmente deseada, por ello nada mejor que ser tenida

como una conquista. Será un proceso en el que habrá que ir venciendo todas las

veleidades que puedan surgir por la proximidad-afinidad con la feminidad. Las

representaciones misóginas serán una buena salvaguarda compensatoria a tal fin. En el

proceso de conquista de ese privilegio, recordemos que el niño tendrá que romper con

los vínculos maternos. Los varones no se encontrarán solos en esa batalla, para ello

contarán con el apoyo del grupo o de los grupos masculinos. De ahí el papel central

que juega la homosociabilidad masculina, o el deseo de hombres por otros hombres,

pues éste será el vínculo sustitutorio, el vínculo que liga a los hombres entre sí. Esta

preferencia, vital para la adquisición de su identidad, será también una manera de

asegurar los varones su pacto tácito de primacía sobre el grupo de mujeres. Así, se

distinguirá muy favorablemente la creación de relaciones varoniles, de varones con

otros varones, sólo con, y entre, ellos, excluyendo a las mujeres.

Dados los límites de esta comunicación, no hemos podido dar cuenta de la totalidad de

dispositivos de dominación que también hemos detectado y que sobre todo abordarían

los elementos que facilitan la sumisión paradójica (Bourdieu, 2000) en los procesos de

socialización de las niñas y mujeres adolescentes. Sí hemos comprobado que la

“aceptación” de la misoginia deberá ser compartida tanto por unos como por otras. De

una parte, será una vía de profundizar en las diferencias de género y, de otra parte,

también será una manera de facilitar al dominador el control del grupo sometido.

También, como hemos detectado, el aislamiento de las féminas en su propia

domesticidad tendrá una completa relevancia en el déficit de empoderamiento de las

mujeres. A través de las narraciones, no se “permite”, en el sentido de que no se

fomenta, como en las propuestas dirigidas a los varones, la alianza entre mujeres. Las

únicas alianzas a las que ellas son alentadas son las que deberán establecer con los

varones, fundamentalmente como apoyo emocional o erótico de éstos. Por tanto,

reconocemos que este es un análisis incompleto pues queda por conocer cuáles son los

dispositivos que hacen que las mujeres acepten la norma heterosexual en un orden

22

social en el que el deseo de los hombres por otros hombres (la homosocialidad) junto

con la misoginia es el plancton social.

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