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Por Leila Guerriero Por Leila Guerriero El río de la literatura El río de la literatura La rueda de un barco que une, a través del río Misisipi, Nueva Orleans con Memphis. Babelia 945 Babelia 945 NÚMERO 945. EL PAÍS, SÁBADO 2 DE ENERO DE 2010

0 N El río de la literatura - Bitácora de LITERATURA y ... · OPINIÓN Literatura en el ciberespacio Juan Goytisolo 9 ... Mientras habla, dibuja. Tiene decenas de papelespintados

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Por Leila GuerrieroPor Leila Guerriero

El río de la literaturaEl río de la literatura

La rueda de un barco que une,a través del río Misisipi, Nueva

Orleans con Memphis.

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NÚMER

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LA HISTORIA ES COMO UN CEDAZO que atrapa algo de lo quefluye a través de él, pero que deja escapar mucho más.Nos consolamos pensando que ese “algo” es lo más im-portante, aquello que influye poderosamente en el com-portamiento de una sociedad. Pero ¿y la “materia prima”,la base sobre la que se sustenta “lo importante”? Conoce-mos, por ejemplo, mucho de la vida y obra de SantiagoRamón y Cajal, pero ¿qué sabemos acerca del alimañeroque en Madrid le surtía de, como él mismo recordó,“culebras, lagartos, mochuelos, cornejas, lechuzas, galli-patos, salamandras, pecas, truchas, etcétera, vivos”, conlos que pudo avanzar en sus investigaciones?

Afortunadamente, la memoria de algunas de esas hu-mildes piezas de la historia sobrevive y podemos hablardel papel que desempeñaron en el magma informe quees el pasado. Y lo hacemos con alegría, porque la mayoríanos reconocemos en ellos. A nadie sorprenderá que ladesmemoria histórica se haya cebado en las mujeres;especialmente en la ciencia, porque para contribuir a ellaes muy conveniente acceder a la educación superior yéste fue un privilegio que se les negó hasta no hacedemasiado. Olvidando esta explicación tan elemental, vie-ne estando de moda hablar de “ciencia y mujeres”, afa-nándose los interesados en buscar figuras olvidadas, nosiempre con el rigor requerido: en cierta ocasión unacorporación local levantina produjo una nómina de cien-tíficas famosas entre las que se encontraba el matemático(varón y muy barbudo, por cierto) Sophus Lie. Tal vezpensaron: “Sophus, esto es, Sofía”. Es tarea imposible lade modificar el pasado; lo factible, lo necesario, es cam-biar, para lo que no nos gusta, el presente y así condicio-nar el futuro.

Viene esto a cuento, a propósito, de la publicación deun libro que se ocupa de una mujer que, desde unahumilde posición secundaria, dejó huella en la astrono-mía: Henrietta Swan Leavitt (1858-1921). Descubrió uninstrumento precioso para determinar distancias en elcosmos: una relación entre luminosidades y los periodosde la variación de éstas en un tipo de estrellas, las Cefei-das. Y lo hizo desde la trastienda, contratada —mano deobra barata— por el Observatorio de Harvard para laingrata tarea de medir datos de placas fotográficas. Deaquella jungla de números extrajo una ley que permitió aEdwin Hubble descubrir que el universo se expande.

Procuro hablar a mis estudiantes de Leavitt, así que alsaber de este libro fui a él. Quería saber más, algo, de subiografía personal y profesional. Reavivar un rescoldo en-terrado por el paso del tiempo. Antes de Hubble. MissLeavitt, que así se llama el libro, me ha enseñado algunascosas de astrofísica, pero de la vida de Leavitt pocas. Noporque el autor haya hecho un mal trabajo, sino porquede su rastro apenas quedan trazas: unas cartas olvidadasen un archivo (la mayoría relacionadas con las épocas quedejaba su empleo, por mala salud o para cuidar de familia-res) o datos de antiguos censos. Únicamente sobrevive lamemoria de su trabajo… que otros explotaron. Es ciertoque se puede argumentar que lo que importa es el produc-to final, lo que se pone en manos de “la posteridad”—expresión que no me gusta nada: ¡cuántas injusticias sehan cometido en su nombre!—, pero me hubiera gustadosaber más de ella. Del ser humano, no sólo de la obra.

Antes de Hubble. Miss Leavitt. George Johnson. Antoni Bosch Edi-tor. Barcelona, 2009. 181 páginas. 18,50 euros.

EN PORTADA / REPORTAJE Leila Guerriero / Javier Reverte 4

Los ríos y la literatura El último libro de Javier Reverte, El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá, sirve deinspiración para repasar la importancia del río en la creación literaria. Un tema que siempre ha acompañado a los escritoresy pensadores, desde Heráclito hasta Magris o Vallejo, pasando por Conrad y Twain. Foto: Ian Berry / Magnum

IDA Y VUELTA El hombre del siglo Antonio Muñoz Molina 7

EL LIBRO DE LA SEMANA El pequeño Wyoming, de Annie Proulx Vicente Molina Foix 8

OPINIÓN Literatura en el ciberespacio Juan Goytisolo 9

Isaiah Berlin, el teórico del pluralismo radical Enrique Gil Calvo 10

LITERATURA INFANTIL Hechizo mágico Elisa Silió 12

INÉDITO Larsson narra el Día D 14El autor de la trilogía Millenium da ejemplo de su capacidad de narrar los hechos con fidelidad pero siempreotorgándole la atmósfera de lo vivencial. Su amigo y colega Kurdo Baksi explica la forma en que Larsson fundióperiodismo y ficción para crear el mundo de las novelas que lo llevaron al éxito.

SILLÓN DE OREJAS Éstos son mis diplomas Manuel Rodríguez Rivero / Max 16

ARTE La revancha del barroco Roberta Bosco 18

Entrevista a Enzo Cucchi Ángel Amezketa y Miguel Mora 19

CINE Entrevista a Werner Herzog Toni García 20

PURO TEATRO El verano de su descontento Marcos Ordóñez 21

MÚSICA Fuerza de un hombre tierno Carlos Galilea 22

RELECTURAS El viaje alrededor Enrique Vila-Matas 23

ELecturas. Primeras páginas de Wyoming, de Annie Proulx; Nieve roja y otros relatos, de SigismundKrzyzanowski, y tres poemas del libro Haikus clásicos.EImágenes Fotogalería de las exposiciones actuales del barroco en Nápoles.ECine Tráiler de la película Teniente corrupto, de Werner Herzog, que se estrena el próximo viernes.

Rescoldosdel pasado

+ .com

Babelia945José Manuel Sánchez Ron

Ilustración de Jesús Gabán pa-ra Libro de brujas españolas(Siruela), escrito por Ana Cris-tina Herreros.

SUMARIO

2 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

Alberto Corazón pinta en su estudio al aire libre en Madrid. Foto: Bernardo Pérez

NECESITA RESPIRAR AIRE PURO, aire libre. Por eso Alberto Corazón ha habilitado la terrazade su jardín, en las afueras de Madrid, como su taller de pintor. ¿Y si hace frío, llueve onieva? “Pues me abrigo”, dice. Mesas repletas de papeles y materiales de pintura, caballe-tes y lienzos se acumulaban a su alrededor mientras terminaba, enfebrecido, las obraspara su nueva exposición en torno a los poemas de san Juan de la Cruz, ese “santo yfugitivo” que terminó sus días en Úbeda por las heridas de su autoflagelación. La muestrase hace en ese mismo lugar, el Hospital de Santiago, y se abrió el mismo día en que élmurió, en 1591. “Me gusta leer poesía”, comenta Corazón. Hace un año abrió casualmen-te una nueva edición de Noche Oscura (Canciones del alma), “y fue como un fogonazo,una conmoción”. No era la primera vez que los leía, pero según él, “se requiere madurezpara comprender a los místicos”. Alberto Corazón (Madrid, 1942) la tiene, aunque no loparece a simple vista. Ágil, sonriente, siempre muy activo, da poco el tipo de quien seencierra para reflexionar sobre los abismos del alma. “Entre lo sagrado y lo mágico no hayfronteras”, afirma Corazón, que considera este trabajo una prolongación del que hizopara la catedral de Burgos hace unos meses. Las profundidades del espíritu lo atraen,pero no se considera religioso. “La lectura a fondo de la poesía mística y la biografía desan Juan de la Cruz hace que, más bien, te alejes de la Iglesia”, admite. El santo estuvo

preso 12 años por traducir el Cantar de los Cantares. Tras morir, su cuerpo disputado porvarios conventos de ultrafieles, fue dividido en decenas de reliquias y repartido a trocitos.

Alberto Corazón es quizá el diseñador gráfico español más influyente de las últimascuatro décadas. Es también académico de Bellas Artes y ha recibido importantes distin-ciones internacionales. Pero su solitaria tarea como pintor y escultor es la que más lecompensa en estos momentos. Su fascinación por el alfabeto cuenta a la hora deaproximarse a la poesía. “El alfabeto es como un fetiche para mí. Mi relación con lapalabra es doble, por un lado está la iconografía, por otro la resonancia del verso”. Ymuestra un pesado cuchillo de hierro diseñado por él con las letras por un lado y losnúmeros por el otro. “En el arte hay algo mágico y religioso”, dice sopesándolo en susmanos y observándolo con detenimiento. Mientras habla, dibuja. Tiene decenas depapeles pintados sobre la mesa. “La conexión mano-cerebro es irremplazable. Para mí elgarabato es algo muy importante, me ayuda a pensar”. A penetrar en el lenguaje. En suensayo Una mirada en palabras (Seix Barral) lo dice: “El objetivo de la pintura: despertarsignos”. Fietta Jarque O

Oscuro es el canto. Intervención en la sala del Hospital de Santiago de Úbeda. Hasta el 10 de enero.

El alma libre de Alberto CorazónEl diseñador gráfico y artista da forma a sus reflexiones sobre los poemas de san Juan de la Cruz

EL RINCÓN

EL PAÍS BABELIA 02.01.10 3

La llamadadel aguaFascinan a escritores y lectores. Siempre han estado ahí: como metáfora, como telón de fondo,como personajes —Heráclito, Caronte, Twain, Conrad, Magris…—. Los ríos son un símbolode lo inesperado y de la aventura. El viaje de Javier Reverte por el Yukón, El río de la luz,y nuevas ediciones de El corazón de las tinieblas demuestran su pulso literario. Por Leila Guerriero

SE DICE RÁPIDO: la literatura y losríos, los ríos en la literatura. Losríos como metáfora, los ríos co-mo telón de fondo, los ríos co-mo personajes. No el mar, nolos lagos, no los arroyos ni las

montañas: no. Los ríos. La teoría postulaque los ríos resultan fascinantes para los es-critores y parece tener cierto sustento: des-de Heráclito, que declamaba la imposibili-dad de bañarse dos veces en el mismo ídem,hasta Claudio Magris, que enhebró la cultu-ra mitteleuropea siguiendo el hilo del Danu-bio, pasando por Caronte y su barca, el Ti-gris y el Éufrates que envolvían al sedosojardín del Edén, el Misisipi de Mark Twain yel Congo de Joseph Conrad, los ríos —trági-cos, sagrados, caudalosos o tan mansos—siempre han estado ahí: como metáfora, co-mo telón de fondo, como personajes.

La pregunta, claro, es por qué.La tierra tiene unos 525 millones de kiló-

metros cúbicos de agua. Sólo el 2,5 por cien-to es agua dulce y, de ese 2,5, sólo el 0,01 seencuentra en los ríos. Lo primero que po-dría decirse acerca de la fascinación que losríos ejercen sobre los escritores es que esuna fascinación comprensible: la mismaque ejercen los diamantes sobre los busca-dores de diamantes, el oro sobre los busca-dores de oro: la fascinación que ejerce unelemento escaso.

O O O

O UN RÍO OFRECE el movimiento, la ilusióndel cambio —dice el cronista y escritor ar-gentino Martín Caparrós, autor de la novelaLa historia y de los libros de no ficción Laguerra Moderna, El Interior y Una luna, en-tre otros—. En medio de la aparente quie-tud de los paisajes el río se agita, hace, lleva,trae. Y como, además, es un camino y unafuente de vida, sociedades florecen en susorillas, se muestran, se desnudan.O Los ríos corren en una sola dirección—dice Carlos María Domínguez, escritorargentino autor de la novela ribereña Tresmuescas en mi carabina—. Todo lo arras-tran, todo lo pulen y lo cambian. Si se arro-ja uno aguas abajo, es difícil, cuando noimposible, volver atrás. Los ríos tienen lacualidad irreversible del tiempo humano.O Un río —dice el escritor mexicano JuanVilloro, autor de la novela El testigo y loslibros de no ficción Safari accidental yDios es redondo, entre otros— es un relatoque fluye. Un lago es un relato detenido.Una montaña es un relato inaccesible.O Cuando uno introduce un río en un libro,invariablemente introduce un elemento mís-tico —dice el escritor americano Paul The-roux, autor de La costa Mosquito y Las co-lumnas de Hércules, entre otros—. Los ríosson un símbolo de lo inesperado: uno tieneque entregarse al río, que lo llevará a sitiosdesconocidos. Los ríos representan, para unpaís, la primera posibilidad, la más tempra-na, de ser explorado. Se pudo viajar por elNilo, el Amazonas, el Congo, mucho antesde que se pudiera viajar por tierra.O La literatura de viajes no podría pensarsesin la presencia de los ríos —dice Jordi Ca-rrión, escritor y crítico español, autor de loslibros de viajes Australia y La piel de La Bo-ca, entre otros—. Entre los mitos más pode-rosos del viaje de exploración se encuentrael de la fuente de los ríos. Llegar desde el finhasta el principio, descubrir el lugar disper-so, extraño, múltiple, donde nace, en esaestructura narrativa se fija gran parte de laliteratura de viajes.

O O O

UN RÍO, cualquier río, tiene una energía po-tencial y una energía cinética. La energíapotencial es la energía almacenada. Laenergía cinética es el resultado del someti-miento de la energía potencial a un trabajode aceleración que saca a la masa de suequilibrio y la transforma en un desequili-brio productivo. La sacude, la desequilibra:quiere decir que la despierta. El río: la tenta-ción de la metáfora.O En el ranking de las metáforas gastadas—dice Caparrós— el río ocupa un lugarprivilegiado. Y los ríos son espacios tanopulentos que no necesitan ser metáforade nada; con contarlos alcanza.O La Ciudad de México —dice Juan Villo-ro— es una de las pocas grandes ciudadesque destruyó el agua, el lago donde origi-nalmente se asentaba. El agua es para no-sotros lo que desapareció del paisaje y lamayor obra de nuestra narrativa es unaparábola de la aridez: Pedro Páramo, deJuan Rulfo. Pero describir un río no esdescribir el agua que corre, sino lo quelleva o delimita. El río está entre líneas,entre las orillas donde ocurre la vida.O El río tiene el gran karma de la literatu-ra: pusiste un río y sos esclavo del símbolo—dice Juan Forn, argentino, autor de Na-dar de noche y La tierra elegida, entreotros—. El río como metáfora por excelen-cia es Danubio, de Magris. El Danubio esun río tan largo y sobre una civilizacióntan expandida, que es como si el espíritude esa civilización viajara por el agua.

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SE PRECISAN setecientos litros de agua pararefinar un barril de petróleo, ciento cua-renta y ocho para fabricar un automóvil,doscientos para producir un litro de Coca-Cola, pero unas gotas de bautismo bastanpara convertir a un impío en siervo fiel.Las aguas limpian, las aguas lavan, lasaguas reconfortan: las aguas salvan del pa-sado. En La costa Mosquito, Paul Therouxcuenta la historia de una familia que viajapor un río, en Honduras, tras el ideal delPadre: vivir apartados de la sociedad deconsumo. Pero, a medida que avanzan, elPadre se torna un sujeto demencial, y si alprincipio el río parece promisorio —“ha-bía mariposas azules danzando entre lasramas parecidas a los helechos que pen-dían sobre el río”— hacia el final devieneesto: “Los insectos flotaban muertos comosi fueran hojas de té (…) una mancha bro-taba burbujeando del lecho, dando a losbordes arcillosos del sendero una texturade mantequilla de cacahuetes (…)”.O La familia ve al río como a una cosa quelos libera —dice Paul Theroux—. Perocuando todo empieza a ir mal, cambia. Esimposible mover a una familia y describirsu situación haciéndolos atravesar la jun-gla. El río es perfecto para moverlos jun-tos, desde un estado mental hasta otro.

Las aguas limpian, las aguas lavan, lasaguas reconfortan. Pero, a veces, lasaguas son lo que son: un medio extraño.Un peligro.

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EL RÍO CONGO, de Peter Forbath; Viaje a lasregiones equinocciales del nuevo continente,de Alexander Humboldt; El descubrimientode las fuentes del Nilo, de Richard Burton y J.H. Speke; La Vorágine, de José Eustasio Rive-ra; El nilo blanco, de Alan Moorehead; El ríosin orillas, de Juan José Saer; Cuentos deamor de locura y de muerte, de Horacio Qui-roga; El Don apacible, de Mijaíl Shólojov; Elamor en los tiempos del cólera, de GabrielGarcía Márquez. Y Pavese y el Po, y Lorca yel Guadalquivir, y Machado y el Duero, yPessoa y el Tajo, y el argentino Juanele Ortiz,nacido en 1896 en la provincia de EntreRíos, Argentina, autor de toda una poesíahídrica en libros como El agua y la noche,Gualeguay, y de este poema llamado ‘Fui alrío’: “Corría el río en mí con sus ramajes. /Era yo un río en el anochecer, / y suspira-ban en mí los árboles, / y el sendero y lashierbas se apagaban en mí. / ¡Me atravesa-ba un río, me atravesaba un río!”.

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O Cuando Magris se sube al Danubio lo quehace es contar todo lo que ha florecido ensus márgenes, la tradición mitteleuropea—dice Martín Caparrós—. En cambio losríos americanos son, en muchos casos, ríossin orillas: donde lo que importa es todavíalo que sucede dentro de ellos, en su naturale-za: sus aguas, sus plantas, sus animales, cier-tos pobladores leídos como parte del paisa-je, no como agentes que lo modifican. Cuan-do el hombre occidental ocupa un territoriolo transforma y lo “civiliza”; cuando los abo-rígenes lo ocupan, se supone que lo conser-van, le ahorran las transformaciones que losecologistas tanto temen. Así que los relatosson radicalmente diferentes.O Hay ríos de Europa en autores latinoame-ricanos, como el Sena en Cortázar. Lo nota-ble es que son tratados a la europea —diceel argentino Juan Bautista Duizeide, escri-tor, piloto de buques y antólogo de Cuentosde navegantes, que compiló para AlfaguaraArgentina—. Y hay ríos americanos en lasliteraturas europeas, pero suelen ser trata-dos a la americana. En Danubio, de Magris,se acentúa lo que el hombre le ha hecho alrío a lo largo de los siglos, las marcas de sutrabajo, de la cultura. Por oposición, el cuen-to Una canoa baja por el Orinoco, del colom-biano Manuel Mejía Vallejo, pone el acentoen lo que ese río, ese clima, hacen con elhombre.

“(…) en este paisaje, inacabado y aban-donado por Dios en un rapto de ira, lospájaros no cantan; gritan de dolor, y árbo-les enmarañados se pelean el uno contrael otro con sus garras como gigantes, dehorizonte a horizonte, en el vapor de unacreación que aquí no fue acabada”, escri-be en el prólogo de Conquista de lo inútil(Diario de filmación de Fitzcarraldo), eldirector alemán Werner Herzog.

“Rugiendo, despeinada, La Loca se lan-zaba sobre Medellín amenazante. (…)‘¿Qué pasó, qué pasó?’. ‘¡Se soltó La Loca!’—gritaron afuera. Y nos asomamos a lacalle. Sonora, rugiente, furibunda, bajabaLa Loca de la montaña dando tumbos, en-tre relámpagos y truenos, desmelenada. Sediría una culebra inmensa, inmensa, quehubiera perdido el juicio”, escribe en Losdías azules, la primera de las cinco novelasque forman el ciclo El río del tiempo, elcolombiano Fernando Vallejo describien-do el riacho desbordado que pasa por elcorazón de Medellín.O Colombia es un país de grandes ríos—dice Vallejo—. El más importante, perono el más grande, fue el Magdalena. Elgran afluente de éste, el río Cauca, es elque más cuenta en mis novelas, pero nosé exactamente en cuáles pues las tengomuy olvidadas. En otro de mis libros, peroya no me acuerdo en cuál, me he referidoa los ríos de Grecia como arroyitos compa-rados con los de Colombia.

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Y LA NOVELA CON RÍO que es, a las novelas conrío, lo que Moby Dick es a las novelas conmar. El opus magnus de las historias de aguadulce. El corazón de las tinieblas, de JosephConrad: el viaje de un tal Marlow remontan-do el río Congo tras los pasos de un tal Kur-tz, un comerciante de marfil cuyos métodosse han salido de cauce. “(…) un caudalosogran río, que uno podía ver en el mapa,como una inmensa serpiente enroscadacon la cabeza en el mar, el cuerpo ondulan-te a lo largo de una amplia región y la colaperdida en las profundidades de su territo-rio. Su mapa, expuesto en el escaparate deuna tienda, me fascinaba como una serpien-te hubiera podido fascinar a un pájaro”,cuenta Marlow, desde un barco amarradoen pleno Támesis, en las páginas del comien-zo. “Remontar aquel río era como volver alos inicios de la creación cuando la vegeta-ción estalló sobre la faz de la tierra, y losárboles se convirtieron en reyes (…) Y noso-tros nos arrastrábamos hacia Kurtz”. Y así,arrastrándose hacia Kurtz, Marlow remontauna corriente fantasmal, inhumana, y llegaal sitio donde late el corazón de la tiniebla:el flujo bárbaro, envenenado de occidente,que ha reptado hasta allí por las aguas de,precisamente, el río. El río.

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EL CEREBRO HUMANO es un setenta y cincopor ciento de agua. Los huesos, un veinticin-co. La sangre, un ochenta y tres. “Somosagua”, dicen las publicidades de agua mine-ral, y promueven su producto con un argu-mento razonable: procurarnos más de aque-lla materia de la que estamos hechos. Si pol-vo somos, si al polvo volvemos, la muerte es,en última instancia, una intensa deshidrata-ción: ausencia del agua que nos mantienevivos.

“Quien crea en mí, de su interior corre-rán ríos de agua viva”, decía Juan, allá enla Biblia.

Y los conquistadores llegaban por maral Nuevo Mundo. Pero eran ríos los quellevaban a El Dorado.

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Y LIBROS ESCRITOS como una sucesión deperfectas y angustiosas y pequeñas olascargadas de melancolía: “El Gran Ouse.Ouse. Ouse. Decidlo. Ouse. Lentamente.¿Acaso puede decirse de otra manera? Esun sonido que exuda lentitud. Un sonidoque sugiere esa cosa lenta, perezosa, indo-lente que designa. Un sonido que invocaun callado fluir, un ritmo mínimo; un mo-vimiento frío impasible, sin emoción. Unsonido capaz de calmar incluso la calientesangre que corre por vuestras venas”, es-cribe Graham Swift en El país del agua.

Y libros que hablan de ríos como suje-tos con voluntad, con claras intenciones:“Yo creo en el alma singular de los gran-des ríos. En cierto modo, nos hablan, y nosiempre lo que nos dicen posee un signifi-cado benigno. Lo he sentido en todo mo-mento cuando los he navegado. Los ríoshan estado en un par de ocasiones a pun-to de matarme y luego, con cierto desdén,me han perdonado la vida”, dice el escri-tor y periodista español Javier Reverte enel reciente El río de la luz (Plaza & Janés,2009) en el que cuenta su travesía por elYukón, en las antípodas de la que realizóen 2002 por el Amazonas, que lo doblegó yse llevó su fe en sí mismo y terminó plas-mada en El río del desasosiego.

Y Mark Twain, que dejó su firma al piedel Misisipi, transformando en aguas deliberación esas que se internaban, con to-da paradoja, en zona de la peor esclavitudamericana. Y William Faulkner que, en Pal-meras Salvajes, escribía así para contar elmismo río, y a la vez tan otro, a través delos ojos de un penado alto: “Era perfecta-mente inmóvil, perfectamente lisa. Pare-cía, no inocente, sino benévola. Parecíacasi reservada. Parecía que se pudiera ca-minar encima (…) una extensión como dechocolate espumoso rizada lenta y pesada-mente”.

Y decía Guillaume Apollinaire: “Bajo elpuente pasa el Sena / También pasan misamores / ¿hace falta que me acuerde? /Tras el goce va la pena”.

Y cantaba Manrique: “Nuestras vidasson los ríos / que van a dar a la mar / quees el morir”.

Y escribía Marguerite Duras en El aman-te: “La pequeña del sombrero de fieltroaparece a la luz fangosa del río, sola en elpuente del transbordador, acodada en laborda. El sombrero de hombre colorea derosa toda la escena. Es el único color. Bajoel sol brumoso del río, el sol del calor, lasorillas se difuminan, el río parece juntarsecon el horizonte. El río fluye sordamente,no hace ningún ruido. Fuera del agua nohay viento (…) Y después los ladridos delos perros llegan de todas partes, de detrásde la niebla, de todos los pueblos”.

Lo atravesaba un río.Un río lo hacía inolvidable. O

SE DICE RÁPIDO: la literatura y losríos, los ríos en la literatura.Los ríos como metáfora, losríos como telón de fondo, losríos como personajes. No elmar, no los lagos, no los arro-

yos ni las montañas: no. Los ríos. La teoríapostula que los ríos resultan fascinantespara los escritores y parece tener ciertosustento: desde Heráclito, que declamabala imposibilidad de bañarse dos veces en elmismo ídem, hasta Claudio Magris, queenhebró la cultura mitteleuropea siguien-do el hilo del Danubio, pasando por Caron-te y su barca, el Tigris y el Éufrates queenvolvían al sedoso jardín del Edén, el Misi-sipi de Mark Twain y el Congo de JosephConrad, los ríos —trágicos, sagrados, cau-dalosos o tan mansos— siempre han esta-do ahí: como metáfora, como telón de fon-do, como personajes.

La pregunta, claro, es por qué.La Tierra tiene unos 525 millones de

kilómetros cúbicos de agua. Sólo el 2,5%es agua dulce y, de ese 2,5%, sólo el 0,01%se encuentra en los ríos. Lo primero quepodría decirse acerca de la fascinaciónque los ríos ejercen sobre los escritores esque es una fascinación comprensible: lamisma que ejercen los diamantes sobrelos buscadores de diamantes, el oro sobrelos buscadores de oro: la fascinación queejerce un elemento escaso.

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O UN RÍO OFRECE el movimiento, la ilusióndel cambio —dice el cronista y escritor ar-gentino Martín Caparrós, autor de la novelaLa historia y de los libros de no ficción Laguerra moderna, El Interior y Una luna, en-tre otros—. En medio de la aparente quie-tud de los paisajes el río se agita, hace, lleva,trae. Y como, además, es un camino y unafuente de vida, sociedades florecen en susorillas, se muestran, se desnudan.O Los ríos corren en una sola dirección—dice Carlos María Domínguez, escritorargentino autor de la novela ribereña Tresmuescas en mi carabina—. Todo lo arras-tran, todo lo pulen y lo cambian. Si se arro-ja uno aguas abajo, es difícil, cuando noimposible, volver atrás. Los ríos tienen lacualidad irreversible del tiempo humano.O Un río —dice el escritor mexicano JuanVilloro, autor de la novela El testigo y loslibros de no ficción Safari accidental yDios es redondo, entre otros— es un relatoque fluye. Un lago es un relato detenido.Una montaña es un relato inaccesible.O Cuando uno introduce un río en un libro,invariablemente introduce un elemento mís-tico —dice el escritor americano Paul The-roux, autor de La costa de los mosquitos yLas columnas de Hércules, entre otros—. Losríos son un símbolo de lo inesperado: uno

tiene que entregarse al río, que lo llevará asitios desconocidos. Los ríos representan,para un país, la primera posibilidad, la mástemprana, de ser explorado. Se pudo viajarpor el Nilo, el Amazonas, el Congo, muchoantes de que se pudiera viajar por tierra.O La literatura de viajes no podría pensarsesin la presencia de los ríos —dice Jordi Ca-rrión, escritor y crítico español, autor de loslibros de viajes Australia y La piel de La Bo-ca, entre otros—. Entre los mitos más pode-rosos del viaje de exploración se encuentrael de la fuente de los ríos. Llegar desde el finhasta el principio, descubrir el lugar disper-so, extraño, múltiple, donde nace, en esaestructura narrativa se fija gran parte de laliteratura de viajes.

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UN RÍO, cualquier río, tiene una energía po-tencial y una energía cinética. La energíapotencial es la energía almacenada. Laenergía cinética es el resultado del someti-miento de la energía potencial a un trabajode aceleración que saca a la masa de suequilibrio y la transforma en un desequili-brio productivo. La sacude, la desequilibra:quiere decir que la despierta. El río: la tenta-ción de la metáfora.O En el ranking de las metáforas gastadas—dice Caparrós—, el río ocupa un lugarprivilegiado. Y los ríos son espacios tanopulentos que no necesitan ser metáforade nada; con contarlos alcanza.O La Ciudad de México —dice Juan Villo-ro— es una de las pocas grandes ciudadesque destruyó el agua, el lago donde origi-nalmente se asentaba. El agua es para no-sotros lo que desapareció del paisaje y lamayor obra de nuestra narrativa es unaparábola de la aridez: Pedro Páramo, deJuan Rulfo. Pero describir un río no esdescribir el agua que corre, sino lo quelleva o delimita. El río está entre líneas,entre las orillas donde ocurre la vida.O El río tiene el gran karma de la literatu-ra: pusiste un río y sos esclavo del símbolo—dice Juan Forn, argentino, autor de Na-dar de noche y La tierra elegida, entreotros—. El río como metáfora por excelen-cia es El Danubio, de Magris. El Danubioes un río tan largo y sobre una civilizacióntan expandida, que es como si el espíritude esa civilización viajara por el agua.

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SE PRECISAN 700 litros de agua para refinarun barril de petróleo, 148 para fabricar unautomóvil, 200 para producir un litro deCoca-Cola, pero unas gotas de bautismobastan para convertir a un impío en sier-vo fiel. Las aguas limpian, las aguas lavan,las aguas reconfortan: las aguas salvandel pasado. En La costa de los mosquitos,

Paul Theroux cuenta la historia de unafamilia que viaja por un río, en Hondu-ras, tras el ideal del Padre: vivir apartadosde la sociedad de consumo. Pero, a medi-da que avanzan, el Padre se torna unsujeto demencial, y si al principio el ríoparece promisorio —“había mariposasazules danzando entre las ramas pareci-das a los helechos que pendían sobre elrío”— hacia el final deviene esto: “Losinsectos flotaban muertos como si fueranhojas de té (…) una mancha brotaba bur-bujeando del lecho, dando a los bordesarcillosos del sendero una textura demantequilla de cacahuetes (…)”.O La familia ve el río como a una cosaque los libera —dice Paul Theroux—. Pe-ro cuando todo empieza a ir mal, cambia.Es imposible mover a una familia y descri-bir su situación haciéndolos atravesar la

jungla. El río es perfecto para moverlosjuntos, desde un estado mental hasta otro.

Las aguas limpian, las aguas lavan, lasaguas reconfortan. Pero, a veces, lasaguas son lo que son: un medio extraño.Un peligro.

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EL RÍO CONGO, de Peter Forbath; Viaje a lasregiones equinocciales del nuevo continente,de Alexander Humboldt; El descubrimientode las fuentes del Nilo, de Richard Burton y J.H. Speke; La vorágine, de José Eustasio Rive-ra; El Nilo blanco, de Alan Moorehead; El ríosin orillas, de Juan José Saer; Cuentos deamor de locura y de muerte, de Horacio Qui-roga; El Don apacible, de Mijaíl Shólojov; Elamor en los tiempos del cólera, de Gabriel

García Márquez. Y Pavese y el Po, y Lorca yel Guadalquivir, y Machado y el Duero, yPessoa y el Tajo, y el argentino Juanele Ortiz,nacido en 1896 en la provincia de EntreRíos, Argentina, autor de toda una poesíahídrica en libros como El agua y la noche,Gualeguay, y de este poema llamado ‘Fui alrío’: “Corría el río en mí con sus ramajes. /Era yo un río en el anochecer, / y suspira-ban en mí los árboles, / y el sendero y lashierbas se apagaban en mí. / ¡Me atravesa-ba un río, me atravesaba un río!”.

O O O

O Cuando Magris se sube al Danubio lo quehace es contar todo lo que ha florecido ensus márgenes, la tradición mitteleuropea—dice Martín Caparrós—. En cambio losríos americanos son, en muchos casos, ríossin orillas: donde lo que importa es todavíalo que sucede dentro de ellos, en su natura-leza: sus aguas, sus plantas, sus animales,ciertos pobladores leídos como parte delpaisaje, no como agentes que lo modifican.Cuando el hombre occidental ocupa un te-rritorio lo transforma y lo “civiliza”; cuandolos aborígenes lo ocupan, se supone que loconservan, le ahorran las transformacionesque los ecologistas tanto temen. Así que losrelatos son radicalmente diferentes.O Hay ríos de Europa en autores latinoame-ricanos, como el Sena en Cortázar. Lo nota-ble es que son tratados a la europea —diceel argentino Juan Bautista Duizeide, escri-tor, piloto de buques y antólogo de Cuentosde navegantes, que compiló para AlfaguaraArgentina—. Y hay ríos americanos en lasliteraturas europeas, pero suelen ser trata-dos a la americana. En El Danubio, de Ma-gris, se acentúa lo que el hombre le ha he-cho al río a lo largo de los siglos, las marcasde su trabajo, de la cultura. Por oposición,el cuento Una canoa baja por el Orinoco,del colombiano Manuel Mejía Vallejo, po-ne el acento en lo que ese río, ese clima,hacen con el hombre.

“(…) en este paisaje, inacabado y aban-donado por Dios en un rapto de ira, lospájaros no cantan; gritan de dolor, y árbo-les enmarañados se pelean el uno contrael otro con sus garras como gigantes, dehorizonte a horizonte, en el vapor de unacreación que aquí no fue acabada”, escri-be en el prólogo de Conquista de lo inútil(Diario de filmación de Fitzcarraldo), eldirector alemán Werner Herzog.

“Rugiendo, despeinada, La Loca se lan-zaba sobre Medellín amenazante. (…)‘¿Qué pasó, qué pasó?’. ‘¡Se soltó La Loca!’—gritaron afuera. Y nos asomamos a lacalle. Sonora, rugiente, furibunda, bajabaLa Loca de la montaña dando tumbos, en-tre relámpagos y truenos, desmelenada. Se

Pasa a la página siguienteCasino flotante en el Misisipi, uno de los ríos más literarios y legendarios. Foto: David Hurn / Magnum

Cuando uno introduceun río en un libro,invariablementeintroduce un elementomístico, dice Theroux

Las aguas limpian, lasaguas lavan, las aguasreconfortan. Pero, a veces,las aguas son lo que son:un medio extraño

EN PORTADA / Reportaje

4 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

La llamadadel aguaFascinan a escritores y lectores. Siempre han estado ahí: como metáfora, como telón de fondo,como personajes —Heráclito, Caronte, Twain, Conrad, Magris…—. Los ríos son un símbolode lo inesperado y de la aventura. El viaje de Javier Reverte por el Yukón, El río de la luz,y nuevas ediciones de El corazón de las tinieblas demuestran su pulso literario. Por Leila Guerriero

SE DICE RÁPIDO: la literatura y losríos, los ríos en la literatura. Losríos como metáfora, los ríos co-mo telón de fondo, los ríos co-mo personajes. No el mar, nolos lagos, no los arroyos ni las

montañas: no. Los ríos. La teoría postulaque los ríos resultan fascinantes para los es-critores y parece tener cierto sustento: des-de Heráclito, que declamaba la imposibili-dad de bañarse dos veces en el mismo ídem,hasta Claudio Magris, que enhebró la cultu-ra mitteleuropea siguiendo el hilo del Danu-bio, pasando por Caronte y su barca, el Ti-gris y el Éufrates que envolvían al sedosojardín del Edén, el Misisipi de Mark Twain yel Congo de Joseph Conrad, los ríos —trági-cos, sagrados, caudalosos o tan mansos—siempre han estado ahí: como metáfora, co-mo telón de fondo, como personajes.

La pregunta, claro, es por qué.La tierra tiene unos 525 millones de kiló-

metros cúbicos de agua. Sólo el 2,5 por cien-to es agua dulce y, de ese 2,5, sólo el 0,01 seencuentra en los ríos. Lo primero que po-dría decirse acerca de la fascinación que losríos ejercen sobre los escritores es que esuna fascinación comprensible: la mismaque ejercen los diamantes sobre los busca-dores de diamantes, el oro sobre los busca-dores de oro: la fascinación que ejerce unelemento escaso.

O O O

O UN RÍO OFRECE el movimiento, la ilusióndel cambio —dice el cronista y escritor ar-gentino Martín Caparrós, autor de la novelaLa historia y de los libros de no ficción Laguerra Moderna, El Interior y Una luna, en-tre otros—. En medio de la aparente quie-tud de los paisajes el río se agita, hace, lleva,trae. Y como, además, es un camino y unafuente de vida, sociedades florecen en susorillas, se muestran, se desnudan.O Los ríos corren en una sola dirección—dice Carlos María Domínguez, escritorargentino autor de la novela ribereña Tresmuescas en mi carabina—. Todo lo arras-tran, todo lo pulen y lo cambian. Si se arro-ja uno aguas abajo, es difícil, cuando noimposible, volver atrás. Los ríos tienen lacualidad irreversible del tiempo humano.O Un río —dice el escritor mexicano JuanVilloro, autor de la novela El testigo y loslibros de no ficción Safari accidental yDios es redondo, entre otros— es un relatoque fluye. Un lago es un relato detenido.Una montaña es un relato inaccesible.O Cuando uno introduce un río en un libro,invariablemente introduce un elemento mís-tico —dice el escritor americano Paul The-roux, autor de La costa Mosquito y Las co-lumnas de Hércules, entre otros—. Los ríosson un símbolo de lo inesperado: uno tieneque entregarse al río, que lo llevará a sitiosdesconocidos. Los ríos representan, para unpaís, la primera posibilidad, la más tempra-na, de ser explorado. Se pudo viajar por elNilo, el Amazonas, el Congo, mucho antesde que se pudiera viajar por tierra.O La literatura de viajes no podría pensarsesin la presencia de los ríos —dice Jordi Ca-rrión, escritor y crítico español, autor de loslibros de viajes Australia y La piel de La Bo-ca, entre otros—. Entre los mitos más pode-rosos del viaje de exploración se encuentrael de la fuente de los ríos. Llegar desde el finhasta el principio, descubrir el lugar disper-so, extraño, múltiple, donde nace, en esaestructura narrativa se fija gran parte de laliteratura de viajes.

O O O

UN RÍO, cualquier río, tiene una energía po-tencial y una energía cinética. La energíapotencial es la energía almacenada. Laenergía cinética es el resultado del someti-miento de la energía potencial a un trabajode aceleración que saca a la masa de suequilibrio y la transforma en un desequili-brio productivo. La sacude, la desequilibra:quiere decir que la despierta. El río: la tenta-ción de la metáfora.O En el ranking de las metáforas gastadas—dice Caparrós— el río ocupa un lugarprivilegiado. Y los ríos son espacios tanopulentos que no necesitan ser metáforade nada; con contarlos alcanza.O La Ciudad de México —dice Juan Villo-ro— es una de las pocas grandes ciudadesque destruyó el agua, el lago donde origi-nalmente se asentaba. El agua es para no-sotros lo que desapareció del paisaje y lamayor obra de nuestra narrativa es unaparábola de la aridez: Pedro Páramo, deJuan Rulfo. Pero describir un río no esdescribir el agua que corre, sino lo quelleva o delimita. El río está entre líneas,entre las orillas donde ocurre la vida.O El río tiene el gran karma de la literatu-ra: pusiste un río y sos esclavo del símbolo—dice Juan Forn, argentino, autor de Na-dar de noche y La tierra elegida, entreotros—. El río como metáfora por excelen-cia es Danubio, de Magris. El Danubio esun río tan largo y sobre una civilizacióntan expandida, que es como si el espíritude esa civilización viajara por el agua.

O O O

SE PRECISAN setecientos litros de agua pararefinar un barril de petróleo, ciento cua-renta y ocho para fabricar un automóvil,doscientos para producir un litro de Coca-Cola, pero unas gotas de bautismo bastanpara convertir a un impío en siervo fiel.Las aguas limpian, las aguas lavan, lasaguas reconfortan: las aguas salvan del pa-sado. En La costa Mosquito, Paul Therouxcuenta la historia de una familia que viajapor un río, en Honduras, tras el ideal delPadre: vivir apartados de la sociedad deconsumo. Pero, a medida que avanzan, elPadre se torna un sujeto demencial, y si alprincipio el río parece promisorio —“ha-bía mariposas azules danzando entre lasramas parecidas a los helechos que pen-dían sobre el río”— hacia el final devieneesto: “Los insectos flotaban muertos comosi fueran hojas de té (…) una mancha bro-taba burbujeando del lecho, dando a losbordes arcillosos del sendero una texturade mantequilla de cacahuetes (…)”.O La familia ve al río como a una cosa quelos libera —dice Paul Theroux—. Perocuando todo empieza a ir mal, cambia. Esimposible mover a una familia y describirsu situación haciéndolos atravesar la jun-gla. El río es perfecto para moverlos jun-tos, desde un estado mental hasta otro.

Las aguas limpian, las aguas lavan, lasaguas reconfortan. Pero, a veces, lasaguas son lo que son: un medio extraño.Un peligro.

O O O

EL RÍO CONGO, de Peter Forbath; Viaje a lasregiones equinocciales del nuevo continente,de Alexander Humboldt; El descubrimientode las fuentes del Nilo, de Richard Burton y J.H. Speke; La Vorágine, de José Eustasio Rive-ra; El nilo blanco, de Alan Moorehead; El ríosin orillas, de Juan José Saer; Cuentos deamor de locura y de muerte, de Horacio Qui-roga; El Don apacible, de Mijaíl Shólojov; Elamor en los tiempos del cólera, de GabrielGarcía Márquez. Y Pavese y el Po, y Lorca yel Guadalquivir, y Machado y el Duero, yPessoa y el Tajo, y el argentino Juanele Ortiz,nacido en 1896 en la provincia de EntreRíos, Argentina, autor de toda una poesíahídrica en libros como El agua y la noche,Gualeguay, y de este poema llamado ‘Fui alrío’: “Corría el río en mí con sus ramajes. /Era yo un río en el anochecer, / y suspira-ban en mí los árboles, / y el sendero y lashierbas se apagaban en mí. / ¡Me atravesa-ba un río, me atravesaba un río!”.

O O O

O Cuando Magris se sube al Danubio lo quehace es contar todo lo que ha florecido ensus márgenes, la tradición mitteleuropea—dice Martín Caparrós—. En cambio losríos americanos son, en muchos casos, ríossin orillas: donde lo que importa es todavíalo que sucede dentro de ellos, en su naturale-za: sus aguas, sus plantas, sus animales, cier-tos pobladores leídos como parte del paisa-je, no como agentes que lo modifican. Cuan-do el hombre occidental ocupa un territoriolo transforma y lo “civiliza”; cuando los abo-rígenes lo ocupan, se supone que lo conser-van, le ahorran las transformaciones que losecologistas tanto temen. Así que los relatosson radicalmente diferentes.O Hay ríos de Europa en autores latinoame-ricanos, como el Sena en Cortázar. Lo nota-ble es que son tratados a la europea —diceel argentino Juan Bautista Duizeide, escri-tor, piloto de buques y antólogo de Cuentosde navegantes, que compiló para AlfaguaraArgentina—. Y hay ríos americanos en lasliteraturas europeas, pero suelen ser trata-dos a la americana. En Danubio, de Magris,se acentúa lo que el hombre le ha hecho alrío a lo largo de los siglos, las marcas de sutrabajo, de la cultura. Por oposición, el cuen-to Una canoa baja por el Orinoco, del colom-biano Manuel Mejía Vallejo, pone el acentoen lo que ese río, ese clima, hacen con elhombre.

“(…) en este paisaje, inacabado y aban-donado por Dios en un rapto de ira, lospájaros no cantan; gritan de dolor, y árbo-les enmarañados se pelean el uno contrael otro con sus garras como gigantes, dehorizonte a horizonte, en el vapor de unacreación que aquí no fue acabada”, escri-be en el prólogo de Conquista de lo inútil(Diario de filmación de Fitzcarraldo), eldirector alemán Werner Herzog.

“Rugiendo, despeinada, La Loca se lan-zaba sobre Medellín amenazante. (…)‘¿Qué pasó, qué pasó?’. ‘¡Se soltó La Loca!’—gritaron afuera. Y nos asomamos a lacalle. Sonora, rugiente, furibunda, bajabaLa Loca de la montaña dando tumbos, en-tre relámpagos y truenos, desmelenada. Sediría una culebra inmensa, inmensa, quehubiera perdido el juicio”, escribe en Losdías azules, la primera de las cinco novelasque forman el ciclo El río del tiempo, elcolombiano Fernando Vallejo describien-do el riacho desbordado que pasa por elcorazón de Medellín.O Colombia es un país de grandes ríos—dice Vallejo—. El más importante, perono el más grande, fue el Magdalena. Elgran afluente de éste, el río Cauca, es elque más cuenta en mis novelas, pero nosé exactamente en cuáles pues las tengomuy olvidadas. En otro de mis libros, peroya no me acuerdo en cuál, me he referidoa los ríos de Grecia como arroyitos compa-rados con los de Colombia.

O O O

Y LA NOVELA CON RÍO que es, a las novelas conrío, lo que Moby Dick es a las novelas conmar. El opus magnus de las historias de aguadulce. El corazón de las tinieblas, de JosephConrad: el viaje de un tal Marlow remontan-do el río Congo tras los pasos de un tal Kur-tz, un comerciante de marfil cuyos métodosse han salido de cauce. “(…) un caudalosogran río, que uno podía ver en el mapa,como una inmensa serpiente enroscadacon la cabeza en el mar, el cuerpo ondulan-te a lo largo de una amplia región y la colaperdida en las profundidades de su territo-rio. Su mapa, expuesto en el escaparate deuna tienda, me fascinaba como una serpien-te hubiera podido fascinar a un pájaro”,cuenta Marlow, desde un barco amarradoen pleno Támesis, en las páginas del comien-zo. “Remontar aquel río era como volver alos inicios de la creación cuando la vegeta-ción estalló sobre la faz de la tierra, y losárboles se convirtieron en reyes (…) Y noso-tros nos arrastrábamos hacia Kurtz”. Y así,arrastrándose hacia Kurtz, Marlow remontauna corriente fantasmal, inhumana, y llegaal sitio donde late el corazón de la tiniebla:el flujo bárbaro, envenenado de occidente,que ha reptado hasta allí por las aguas de,precisamente, el río. El río.

O O O

EL CEREBRO HUMANO es un setenta y cincopor ciento de agua. Los huesos, un veinticin-co. La sangre, un ochenta y tres. “Somosagua”, dicen las publicidades de agua mine-ral, y promueven su producto con un argu-mento razonable: procurarnos más de aque-lla materia de la que estamos hechos. Si pol-vo somos, si al polvo volvemos, la muerte es,en última instancia, una intensa deshidrata-ción: ausencia del agua que nos mantienevivos.

“Quien crea en mí, de su interior corre-rán ríos de agua viva”, decía Juan, allá enla Biblia.

Y los conquistadores llegaban por maral Nuevo Mundo. Pero eran ríos los quellevaban a El Dorado.

O O O

Y LIBROS ESCRITOS como una sucesión deperfectas y angustiosas y pequeñas olascargadas de melancolía: “El Gran Ouse.Ouse. Ouse. Decidlo. Ouse. Lentamente.¿Acaso puede decirse de otra manera? Esun sonido que exuda lentitud. Un sonidoque sugiere esa cosa lenta, perezosa, indo-lente que designa. Un sonido que invocaun callado fluir, un ritmo mínimo; un mo-vimiento frío impasible, sin emoción. Unsonido capaz de calmar incluso la calientesangre que corre por vuestras venas”, es-cribe Graham Swift en El país del agua.

Y libros que hablan de ríos como suje-tos con voluntad, con claras intenciones:“Yo creo en el alma singular de los gran-des ríos. En cierto modo, nos hablan, y nosiempre lo que nos dicen posee un signifi-cado benigno. Lo he sentido en todo mo-mento cuando los he navegado. Los ríoshan estado en un par de ocasiones a pun-to de matarme y luego, con cierto desdén,me han perdonado la vida”, dice el escri-tor y periodista español Javier Reverte enel reciente El río de la luz (Plaza & Janés,2009) en el que cuenta su travesía por elYukón, en las antípodas de la que realizóen 2002 por el Amazonas, que lo doblegó yse llevó su fe en sí mismo y terminó plas-mada en El río del desasosiego.

Y Mark Twain, que dejó su firma al piedel Misisipi, transformando en aguas deliberación esas que se internaban, con to-da paradoja, en zona de la peor esclavitudamericana. Y William Faulkner que, en Pal-meras Salvajes, escribía así para contar elmismo río, y a la vez tan otro, a través delos ojos de un penado alto: “Era perfecta-mente inmóvil, perfectamente lisa. Pare-cía, no inocente, sino benévola. Parecíacasi reservada. Parecía que se pudiera ca-minar encima (…) una extensión como dechocolate espumoso rizada lenta y pesada-mente”.

Y decía Guillaume Apollinaire: “Bajo elpuente pasa el Sena / También pasan misamores / ¿hace falta que me acuerde? /Tras el goce va la pena”.

Y cantaba Manrique: “Nuestras vidasson los ríos / que van a dar a la mar / quees el morir”.

Y escribía Marguerite Duras en El aman-te: “La pequeña del sombrero de fieltroaparece a la luz fangosa del río, sola en elpuente del transbordador, acodada en laborda. El sombrero de hombre colorea derosa toda la escena. Es el único color. Bajoel sol brumoso del río, el sol del calor, lasorillas se difuminan, el río parece juntarsecon el horizonte. El río fluye sordamente,no hace ningún ruido. Fuera del agua nohay viento (…) Y después los ladridos delos perros llegan de todas partes, de detrásde la niebla, de todos los pueblos”.

Lo atravesaba un río.Un río lo hacía inolvidable. O

SE DICE RÁPIDO: la literatura y losríos, los ríos en la literatura.Los ríos como metáfora, losríos como telón de fondo, losríos como personajes. No elmar, no los lagos, no los arro-

yos ni las montañas: no. Los ríos. La teoríapostula que los ríos resultan fascinantespara los escritores y parece tener ciertosustento: desde Heráclito, que declamabala imposibilidad de bañarse dos veces en elmismo ídem, hasta Claudio Magris, queenhebró la cultura mitteleuropea siguien-do el hilo del Danubio, pasando por Caron-te y su barca, el Tigris y el Éufrates queenvolvían al sedoso jardín del Edén, el Misi-sipi de Mark Twain y el Congo de JosephConrad, los ríos —trágicos, sagrados, cau-dalosos o tan mansos— siempre han esta-do ahí: como metáfora, como telón de fon-do, como personajes.

La pregunta, claro, es por qué.La Tierra tiene unos 525 millones de

kilómetros cúbicos de agua. Sólo el 2,5%es agua dulce y, de ese 2,5%, sólo el 0,01%se encuentra en los ríos. Lo primero quepodría decirse acerca de la fascinaciónque los ríos ejercen sobre los escritores esque es una fascinación comprensible: lamisma que ejercen los diamantes sobrelos buscadores de diamantes, el oro sobrelos buscadores de oro: la fascinación queejerce un elemento escaso.

O O O

O UN RÍO OFRECE el movimiento, la ilusióndel cambio —dice el cronista y escritor ar-gentino Martín Caparrós, autor de la novelaLa historia y de los libros de no ficción Laguerra moderna, El Interior y Una luna, en-tre otros—. En medio de la aparente quie-tud de los paisajes el río se agita, hace, lleva,trae. Y como, además, es un camino y unafuente de vida, sociedades florecen en susorillas, se muestran, se desnudan.O Los ríos corren en una sola dirección—dice Carlos María Domínguez, escritorargentino autor de la novela ribereña Tresmuescas en mi carabina—. Todo lo arras-tran, todo lo pulen y lo cambian. Si se arro-ja uno aguas abajo, es difícil, cuando noimposible, volver atrás. Los ríos tienen lacualidad irreversible del tiempo humano.O Un río —dice el escritor mexicano JuanVilloro, autor de la novela El testigo y loslibros de no ficción Safari accidental yDios es redondo, entre otros— es un relatoque fluye. Un lago es un relato detenido.Una montaña es un relato inaccesible.O Cuando uno introduce un río en un libro,invariablemente introduce un elemento mís-tico —dice el escritor americano Paul The-roux, autor de La costa de los mosquitos yLas columnas de Hércules, entre otros—. Losríos son un símbolo de lo inesperado: uno

tiene que entregarse al río, que lo llevará asitios desconocidos. Los ríos representan,para un país, la primera posibilidad, la mástemprana, de ser explorado. Se pudo viajarpor el Nilo, el Amazonas, el Congo, muchoantes de que se pudiera viajar por tierra.O La literatura de viajes no podría pensarsesin la presencia de los ríos —dice Jordi Ca-rrión, escritor y crítico español, autor de loslibros de viajes Australia y La piel de La Bo-ca, entre otros—. Entre los mitos más pode-rosos del viaje de exploración se encuentrael de la fuente de los ríos. Llegar desde el finhasta el principio, descubrir el lugar disper-so, extraño, múltiple, donde nace, en esaestructura narrativa se fija gran parte de laliteratura de viajes.

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UN RÍO, cualquier río, tiene una energía po-tencial y una energía cinética. La energíapotencial es la energía almacenada. Laenergía cinética es el resultado del someti-miento de la energía potencial a un trabajode aceleración que saca a la masa de suequilibrio y la transforma en un desequili-brio productivo. La sacude, la desequilibra:quiere decir que la despierta. El río: la tenta-ción de la metáfora.O En el ranking de las metáforas gastadas—dice Caparrós—, el río ocupa un lugarprivilegiado. Y los ríos son espacios tanopulentos que no necesitan ser metáforade nada; con contarlos alcanza.O La Ciudad de México —dice Juan Villo-ro— es una de las pocas grandes ciudadesque destruyó el agua, el lago donde origi-nalmente se asentaba. El agua es para no-sotros lo que desapareció del paisaje y lamayor obra de nuestra narrativa es unaparábola de la aridez: Pedro Páramo, deJuan Rulfo. Pero describir un río no esdescribir el agua que corre, sino lo quelleva o delimita. El río está entre líneas,entre las orillas donde ocurre la vida.O El río tiene el gran karma de la literatu-ra: pusiste un río y sos esclavo del símbolo—dice Juan Forn, argentino, autor de Na-dar de noche y La tierra elegida, entreotros—. El río como metáfora por excelen-cia es El Danubio, de Magris. El Danubioes un río tan largo y sobre una civilizacióntan expandida, que es como si el espíritude esa civilización viajara por el agua.

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SE PRECISAN 700 litros de agua para refinarun barril de petróleo, 148 para fabricar unautomóvil, 200 para producir un litro deCoca-Cola, pero unas gotas de bautismobastan para convertir a un impío en sier-vo fiel. Las aguas limpian, las aguas lavan,las aguas reconfortan: las aguas salvandel pasado. En La costa de los mosquitos,

Paul Theroux cuenta la historia de unafamilia que viaja por un río, en Hondu-ras, tras el ideal del Padre: vivir apartadosde la sociedad de consumo. Pero, a medi-da que avanzan, el Padre se torna unsujeto demencial, y si al principio el ríoparece promisorio —“había mariposasazules danzando entre las ramas pareci-das a los helechos que pendían sobre elrío”— hacia el final deviene esto: “Losinsectos flotaban muertos como si fueranhojas de té (…) una mancha brotaba bur-bujeando del lecho, dando a los bordesarcillosos del sendero una textura demantequilla de cacahuetes (…)”.O La familia ve el río como a una cosaque los libera —dice Paul Theroux—. Pe-ro cuando todo empieza a ir mal, cambia.Es imposible mover a una familia y descri-bir su situación haciéndolos atravesar la

jungla. El río es perfecto para moverlosjuntos, desde un estado mental hasta otro.

Las aguas limpian, las aguas lavan, lasaguas reconfortan. Pero, a veces, lasaguas son lo que son: un medio extraño.Un peligro.

O O O

EL RÍO CONGO, de Peter Forbath; Viaje a lasregiones equinocciales del nuevo continente,de Alexander Humboldt; El descubrimientode las fuentes del Nilo, de Richard Burton y J.H. Speke; La vorágine, de José Eustasio Rive-ra; El Nilo blanco, de Alan Moorehead; El ríosin orillas, de Juan José Saer; Cuentos deamor de locura y de muerte, de Horacio Qui-roga; El Don apacible, de Mijaíl Shólojov; Elamor en los tiempos del cólera, de Gabriel

García Márquez. Y Pavese y el Po, y Lorca yel Guadalquivir, y Machado y el Duero, yPessoa y el Tajo, y el argentino Juanele Ortiz,nacido en 1896 en la provincia de EntreRíos, Argentina, autor de toda una poesíahídrica en libros como El agua y la noche,Gualeguay, y de este poema llamado ‘Fui alrío’: “Corría el río en mí con sus ramajes. /Era yo un río en el anochecer, / y suspira-ban en mí los árboles, / y el sendero y lashierbas se apagaban en mí. / ¡Me atravesa-ba un río, me atravesaba un río!”.

O O O

O Cuando Magris se sube al Danubio lo quehace es contar todo lo que ha florecido ensus márgenes, la tradición mitteleuropea—dice Martín Caparrós—. En cambio losríos americanos son, en muchos casos, ríossin orillas: donde lo que importa es todavíalo que sucede dentro de ellos, en su natura-leza: sus aguas, sus plantas, sus animales,ciertos pobladores leídos como parte delpaisaje, no como agentes que lo modifican.Cuando el hombre occidental ocupa un te-rritorio lo transforma y lo “civiliza”; cuandolos aborígenes lo ocupan, se supone que loconservan, le ahorran las transformacionesque los ecologistas tanto temen. Así que losrelatos son radicalmente diferentes.O Hay ríos de Europa en autores latinoame-ricanos, como el Sena en Cortázar. Lo nota-ble es que son tratados a la europea —diceel argentino Juan Bautista Duizeide, escri-tor, piloto de buques y antólogo de Cuentosde navegantes, que compiló para AlfaguaraArgentina—. Y hay ríos americanos en lasliteraturas europeas, pero suelen ser trata-dos a la americana. En El Danubio, de Ma-gris, se acentúa lo que el hombre le ha he-cho al río a lo largo de los siglos, las marcasde su trabajo, de la cultura. Por oposición,el cuento Una canoa baja por el Orinoco,del colombiano Manuel Mejía Vallejo, po-ne el acento en lo que ese río, ese clima,hacen con el hombre.

“(…) en este paisaje, inacabado y aban-donado por Dios en un rapto de ira, lospájaros no cantan; gritan de dolor, y árbo-les enmarañados se pelean el uno contrael otro con sus garras como gigantes, dehorizonte a horizonte, en el vapor de unacreación que aquí no fue acabada”, escri-be en el prólogo de Conquista de lo inútil(Diario de filmación de Fitzcarraldo), eldirector alemán Werner Herzog.

“Rugiendo, despeinada, La Loca se lan-zaba sobre Medellín amenazante. (…)‘¿Qué pasó, qué pasó?’. ‘¡Se soltó La Loca!’—gritaron afuera. Y nos asomamos a lacalle. Sonora, rugiente, furibunda, bajabaLa Loca de la montaña dando tumbos, en-tre relámpagos y truenos, desmelenada. Se

Pasa a la página siguienteCasino flotante en el Misisipi, uno de los ríos más literarios y legendarios. Foto: David Hurn / Magnum

Cuando uno introduceun río en un libro,invariablementeintroduce un elementomístico, dice Theroux

Las aguas limpian, lasaguas lavan, las aguasreconfortan. Pero, a veces,las aguas son lo que son:un medio extraño

EL PAÍS BABELIA 02.01.10 5

Leyendas literarias

diría una culebra inmensa, inmensa, quehubiera perdido el juicio”, escribe en Losdías azules, la primera de las cinco novelasque forman el ciclo El río del tiempo, elcolombiano Fernando Vallejo describien-do el riacho desbordado que pasa por elcorazón de Medellín.O Colombia es un país de grandes ríos—dice Vallejo—. El más importante, perono el más grande, fue el Magdalena. Elgran afluente de éste, el río Cauca, es elque más cuenta en mis novelas, pero nosé exactamente en cuáles pues las tengomuy olvidadas. En otro de mis libros, peroya no me acuerdo en cuál, me he referidoa los ríos de Grecia como arroyitos compa-rados con los de Colombia.

O O O

Y LA NOVELA CON RÍO que es, a las novelas conrío, lo que Moby Dick es a las novelas conmar. El opus magnus de las historias deagua dulce. El corazón de las tinieblas,de Joseph Conrad: el viaje de un tal Marlowremontando el río Congo tras los pasos deun tal Kurtz, un comerciante de marfil cu-yos métodos se han salido de cauce. “(…)un caudaloso gran río, que uno podía ver enel mapa, como una inmensa serpiente en-roscada con la cabeza en el mar, el cuerpoondulante a lo largo de una amplia región yla cola perdida en las profundidades de suterritorio. Su mapa, expuesto en el escapara-te de una tienda, me fascinaba como unaserpiente hubiera podido fascinar a un pája-ro”, cuenta Marlow, desde un barco amarra-do en pleno Támesis, en las páginas delcomienzo. “Remontar aquel río era comovolver a los inicios de la creación cuando lavegetación estalló sobre la faz de la tierra, ylos árboles se convirtieron en reyes (…) Ynosotros nos arrastrábamos hacia Kurtz”. Yasí, arrastrándose hacia Kurtz, Marlow re-monta una corriente fantasmal, inhumana,y llega al sitio donde late el corazón de latiniebla: el flujo bárbaro, envenenado de Oc-cidente, que ha reptado hasta allí por lasaguas de, precisamente, el río. El río.

O O O

EL CEREBRO HUMANO es un 75% de agua. Loshuesos, un 25%. La sangre, un 83%. “Somos

agua”, dicen las publicidades de agua mine-ral, y promueven su producto con un argu-mento razonable: procurarnos más de aque-lla materia de la que estamos hechos. Sipolvo somos, si al polvo volvemos, la muer-te es, en última instancia, una intensa deshi-dratación: ausencia del agua que nos man-tiene vivos.

“Quien crea en mí, de su interior corre-rán ríos de agua viva”, decía Juan, allá enla Biblia.

Y los conquistadores llegaban por maral Nuevo Mundo. Pero eran ríos los quellevaban a El Dorado.

O O O

Y LIBROS ESCRITOS como una sucesión de

perfectas y angustiosas y pequeñas olascargadas de melancolía: “El Gran Ouse.Ouse. Ouse. Decidlo. Ouse. Lentamente.¿Acaso puede decirse de otra manera? Esun sonido que exuda lentitud. Un sonidoque sugiere esa cosa lenta, perezosa, indo-lente que designa. Un sonido que invocaun callado fluir, un ritmo mínimo; un mo-vimiento frío impasible, sin emoción. Unsonido capaz de calmar incluso la calientesangre que corre por vuestras venas”, es-cribe Graham Swift en El país del agua.

Y libros que hablan de ríos como suje-tos con voluntad, con claras intenciones:“Yo creo en el alma singular de los gran-des ríos. En cierto modo, nos hablan, y nosiempre lo que nos dicen posee un signifi-cado benigno. Lo he sentido en todo mo-

mento cuando los he navegado. Los ríoshan estado en un par de ocasiones a pun-to de matarme y luego, con cierto desdén,me han perdonado la vida”, dice el escri-tor y periodista español Javier Reverte enel reciente El río de la luz (Plaza & Janés,2009) en el que cuenta su travesía por elYukón, en las antípodas de la que realizóen 2002 por el Amazonas, que lo doblegó yse llevó su fe en sí mismo y terminó plas-mada en El río del desasosiego.

Y Mark Twain, que dejó su firma al piedel Misisipi, transformando en aguas deliberación esas que se internaban, con to-da paradoja, en zona de la peor esclavitudamericana. Y William Faulkner que, en Pal-meras Salvajes, escribía así para contar elmismo río, y a la vez tan otro, a través delos ojos de un penado alto: “Era perfecta-mente inmóvil, perfectamente lisa. Pare-cía, no inocente, sino benévola. Parecíacasi reservada. Parecía que se pudiera ca-minar encima (…) una extensión como dechocolate espumoso rizada lenta y pesada-mente”.

Y decía Guillaume Apollinaire: “Bajo elpuente pasa el Sena / También pasan misamores / ¿hace falta que me acuerde? /Tras el goce va la pena”.

Y cantaba Manrique: “Nuestras vidasson los ríos / que van a dar a la mar / quees el morir”.

Y escribía Marguerite Duras en El aman-te: “La pequeña del sombrero de fieltroaparece a la luz fangosa del río, sola en elpuente del transbordador, acodada en laborda. El sombrero de hombre colorea derosa toda la escena. Es el único color. Bajoel sol brumoso del río, el sol del calor, lasorillas se difuminan, el río parece juntarsecon el horizonte. El río fluye sordamente,no hace ningún ruido. Fuera del agua nohay viento (…) Y después los ladridos delos perros llegan de todas partes, de detrásde la niebla, de todos los pueblos”.

Lo atravesaba un río.Un río lo hacía inolvidable. O

El corazón de las tinieblas, de Josep Conrad, hasido editado este año por Mondadori (22,90 eu-ros), Siruela (11,60) y Alianza (6,49). El Danubio,Claudio Magris (Anagrama, 8,65 euros). Las aven-turas de Tom Sawyer, Mark Twain (Alianza, 7,69euros). La vorágine, José Eustasio Rivera (Alian-za, 9,86 euros).

Viene de la página anterior

CUANDO ERA JOVEN, en la Viena deprincipios del siglo XX, la madrede Arthur Koestler fue a la con-sulta del doctor Sigmund Freud

buscando remedio para un tic nervioso.Sesenta y tantos años después, en Har-vard, su hijo probó el LSD alentado por elgurú de la contracultura Timothy Leary.Parece mentira que un solo hombre pu-diera haber vivido en esos dos mundostan remotos entre sí, el imperio austro-húngaro y la América chillona y desqui-ciada de los años sesenta, que tuvierarecuerdos vívidos del atentado en Saraje-vo contra el archiduque Francisco Fer-nando y hubiera llegado a conocer en elLondres de su vejez las estridencias delpunk y los primeros años del Gobiernode Margaret Thatcher. Será, como diceEric Hobsbawn, que el siglo XX ha sidomuy corto, porque empezó en 1914 y ter-minó o empezó a terminar en noviembrede 1989. Arthur Koestler no vio el finaldel comunismo en Europa porque habíamuerto unos años antes, en marzo de1983, pero es probable que de haber vivi-do se habría acordado con una gran sen-sación de lejanía de los primeros tiemposdel sueño de la revolución soviética, quea él también lo arrebató en su juventud.

Cuánta historia puede caber en unasola vida. Para contarla, el último biógra-fo de Koestler, Michael Scammell, ha tra-bajado durante veinte años en catorcepaíses de tres continentes, conversadocon cientos de testigos, consultado cartasy archivos en no sabe uno cuántos idio-mas, al menos aquellos que Koestler ha-blaba, el húngaro, el alemán, el francés,el hebreo, el ruso, el español, el yiddish.El resultado es un tomo ingente de sete-cientas páginas, docenas de fotógrafías,centenares de notas, miles de referen-cias, y el volumen de la investigación con-trasta con la figura menuda y huidiza delhombre al que está consagrada, con elsecreto último del alma de cada uno, queno conoce nadie. Koestler nació en ese“mundo de ayer” que invocó con tan po-derosa melancolía Stefan Zweig: en 1905,en Budapest, en un barrio acomodado,en una familia judía y burguesa. Ya no

sabemos imaginar la sensación de perma-nencia y confortabilidad más bien sofo-cante que tendría un niño criado en esascircunstancias: tampoco el derrumbe alque asistiría antes de haber salido de lainfancia, cuando la guerra arrojó a la fa-milia a la ruina, cuando de un día paraotro la derrota militar, la inflación, el de-sastre económico universal, lo hicieronpasar de privilegiado a paria, condenán-dolo a una errancia de la que probable-mente no se curó nunca, porque nuncapudo estar seguro de la estabilidad denada. En su vejez inglesa el miedo a lasfronteras y a los interrogatorios se habíaquedado muy atrás para él, pero justoentonces empezó otro acoso, y esta vezno tenía remedio: el ligero temblor en lamano que dificultaba la escritura y resul-tó ser Parkinson; la leucemia que le mina-ba silenciosamente la vida.

Imagino a ese biógrafo entregando lasuya a la tarea agotadora de seguir lospasos de Arthur Koestler por las encrucija-das del siglo, un Forrest Gump del compro-miso político. En 1926 se marchó a Palesti-na, recién convertido al sionismo, con elpropósito de unirse a uno de los primeroskibbutzs, pero el fervor de pionero agríco-la sólo le duró dos semanas. En 1931 viajóen el primer zepelín que alcanzaba el PoloNorte y transmitió su crónica en directopor la radio. Para entonces era ya un repor-tero de éxito, en Alemania se había afilia-do en secreto al partido comunista, con-vencido de que era la única organizaciónque podría resistir con éxito el avance deHitler, cuya toma del poder consideró ine-vitable mucho antes de que otros advirtie-ran su peligro. En el invierno terrible de1932 recorrió Ucrania mientras millonesde campesinos morían de hambre a conse-cuencias de la colectivización forzosa dela agricultura. Una noche, en un hotel soli-tario y helado, oyó que alguien tosía en lahabitación contigua. Era el poeta negroamericano Langston Hugues. En el veranode 1936 se hizo pasar por corresponsal deun periódico húngaro de extrema derechapara entrar desde Lisboa en la zona contro-lada por el ejército rebelde, buscandopruebas del apoyo italiano y alemán a

Franco. En Lisboa, en una recepción diplo-mática, conoció a un caballero muy conser-vador y muy partidario de los sublevadosque era Gil-Robles. En Sevilla consiguióuna entrevista con el general Queipo deLlano, pero un poco antes de acudir a ellase cruzó en el bar de un hotel con ungrupo de aviadores y de enviados alema-nes, uno de los cuales se lo quedó miran-do fijamente. Era el hijo nazi del dramatur-go August Strindberg, que había conocidoa Koestler en Berlín y estaba al tanto desus simpatías izquierdistas. A toda prisaKoestler buscó la manera de escapar deSevilla y ponerse a salvo en Gibraltar.

No descansaba nunca. Unos mesesmás tarde estaba en Madrid para cumpliruna vaga misión de propaganda que lehabía encargado el ministro de AsuntosExteriores del Gobierno de la República,Álvarez del Vayo. Recorría la ciudad bu-llanguera y sanguinaria en un automóvilenorme, conducido por un chófer con uni-forme y gorra de plato, un Isotta Fraschinique había pertenecido a Alejandro Le-rroux, y que es el mismo modelo entrebarroco y funerario en el que Erich vonStroheim lleva a Gloria Swanson en SunsetBoulevard. El Gobierno huyó camino deValencia el 6 de noviembre porque la caí-da de Madrid parecía inevitable y ArthurKoestler se unió a la comitiva, un hombrediminuto en un automóvil absurdamentegrande, cargado con maletas de papelesde utilidad muy dudosa.

Tenía talento para estar presente en losgrandes derrumbes: en la caída de Málagaen febrero de 1937; en la de París en 1940.

Los franquistas lo detuvieron en Málagay pasó noventa y cuatro días en una cel-da de condenados a muerte de Sevilla,oyendo cada noche las ráfagas de los fusi-lamientos. Su fe comunista acabó dehundirse cuando Hitler y Stalin se hicie-ron aliados en 1939. En 1940, en la mareahumana de los desesperados que busca-ban un barco en el puerto de Marsella, seencontró a Walter Benjamin, que com-partió con él algunas de las pastillas quetenía preparadas para suicidarse si loatrapaban. En 1949, en París, en una fies-ta alcohólica, le rompió un vaso en lacabeza a Jean Paul Sartre y le dejó un ojomorado a Albert Camus. En los años se-senta le dio por investigar los fenómenosparanormales, la levitación, la telepatía,la percepción extrasensorial. Fue un acti-vista contra la pena de muerte y el maltrato a los animales y en defensa del dere-cho personal a la eutanasia. Su lucidezen el análisis de las mentes trastornadaspor el totalitarismo y la brutalidad políti-ca era compatible con una rudeza extre-ma en el trato con los otros, especialmen-te con las mujeres. Se quitó la vida en1983 antes de que el Parkinson y el cán-cer se la hicieran invivible, y su mujer,que era más de veinte años más joven ytenía una salud perfecta, eligió suicidarsea su lado. No se puede saber algo de cómofue el siglo XX sin haber leído a ArthurKoestler. O

Koestler: The Literary and Political Odissey of aTwentieth Century Skeptic. Michael Scammell.Random House, 2009.

Por Javier Reverte

Baño de elefantes en el río Congo, que recorre Marlow en la novela de Conrad. Foto: George Rodger / Magnum

LOS RÍOS HAN SIDO siempre los amables compañeros de viajede los hombres en esta tierra hostil y la literatura ha crecidoen sus orillas como crecen, pongamos por caso, los huertosy los palmerales en las riberas del Nilo. Más aún: la literaturaha cobrado tanto peso en algunos escenarios fluviales que, aestas alturas, inconcebible nombrar, por ejemplo, el Misisi-pi sin hablar de Mark Twain, o el Drina sin mentar a IvoAndric. Algunos escritores han despojado casi de su carácterde accidente geográfico a los ríos para transformarlos enleyenda literaria. Cuando llegué al río Congo, en 1998, en mibolsa viajaba Corazón de Tinieblas, de Joseph Conrad (latraducción del título, más exacta que las que se suelen usar,se la debo a Mario Muchnik). No hubo mejor compañero denavegación que la inquietante novela del escritor anglopola-co, una narración en la que los recovecos insondables delalma humana se enredan con las lianas de la selva, sobre elpaisaje de un río atroz en donde la civilización ha sido capazde imponerse al primitivismo y la barbarie. Marlow, el narra-dor vagabundo álter ego de Conrad, describía así el escena-rio: “Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impe-netrable. No había ninguna alegría en la luz del sol. Sentí unpeso intolerable, la presencia invisible de la corrupción victo-riosa, las tinieblas… Y hay en todo ello una fascinación, lafascinación de lo terrible”. En ese paisaje abominable, unpersonaje antes civilizado, Kurtz, sufre la destrucción de susprincipios y de su propia naturaleza de nombre inteligente.“¡El horror!”, es su grito final, poco antes de morir. Y Marlowlo juzga así: “Su mente seguía siendo perfectamente lúcida,pero su alma estaba loca…”.

Recuerdo mis días a bordo de Akongo-Mohela, el trans-bordador en el que remontaba las aguas del río entre Kinsha-sa y Kisangani, como una mezcla de pesadilla y fascinación,tal era el grado de peligro que los pasajeros corríamos, conpartidas de soldados incontroladas en las selvas y el río, ytanta la belleza que nos rodeaba. En el río Congo percibí esaextraña e inexplicable comunión entre el horror y la bellezaque ha fascinado a tantos escritores, entre ellos al propioConrad, y que resume muy bien en sus Elegías del Duino el

poeta Rilke: “Todo ángel es terrible”. Nunca hubo un río tanliterario como el Congo de Conrad. Navegar el Congo casime cuesta perder la vida, a manos de un grupo de soldadosdrogados y borrachos. Pero no olvidaré nunca una naturale-za que hoy sigue tal cual la describía Marlow: “Remontaraquel río era como volver a los inicios de la Creación, cuan-do la vegetación estalló sobre la faz de la Tierra y los árbolesse convirtieron en reyes”.

Casi me mata también, a causa de una grave malaria,otro río hermoso y perverso: el Amazonas. Aquí la belleza sehumilla ante la atrocidad: estremecen la miseria de los habi-tantes de sus orillas, el genocidio disfrazado de avance decivilización que sufren sus etnias indígenas, la codiciosa ypertinaz agresión sobre su naturaleza, la historia de unaexplotación que pesa sobre sus gentes desde los días en quecomenzó a extenderse la recolección del caucho y la maligni-dad de un “hábitat” fecundo en la propagación de temiblesenfermedades letales para el hombre. El Amazonas no es unrío para disfrutar ni la Amazonía un marco apropiado parauna literatura amable. La mejor novela que, en mi opinión,se ha escrito sobre el universo amazónico es, por el contra-rio, de signo trágico: La vorágine, del colombiano José Eusta-sio Rivera. Cuando yo recorrí el río recordaba, casi como silas llevara clavadas en la memoria, las palabras con queArturo Cova, protagonista de la narración, comienza su rela-to: “Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna,jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia”. Y escierto que allí sientes la Violencia —con mayúscula— comosi fuera la esencia singular de la vida amazónica. El Amazo-nas me dictó un libro cargado de melancolía y miedo que nopude titular de otra manera que El río de la desolación.

¡Qué distintos el Congo y el Amazonas a ese Yukón quecorre entre Canadá y Alaska para desembocar en el mar deBering! En el verano, el aire es limpio, los días luminosos ylas noches frescas. Remar sobre sus aguas supone una inyec-ción de entusiasmo, un chute de vitalidad. Pero ¡ojo con susterribles inviernos! Jack London recorrió aquellas latitudescuando era casi un chaval, un jovencísimo minero en busca

de fortuna, a finales del siglo XIX. Años después, dedicó susmejores narraciones a recrear el universo del Yukón de losdías del Gold Rush, la carrera del oro. En una de ellas escri-bía: “La Naturaleza tiene muchas artimañas para convenceral hombre de su finitud: el incesante fluir de las mareas, lafuria de la tormenta, la sacudida del terremoto, el largoretumbar de la artillería del cielo… Pero la más estremecedo-ra y terrible de todas es la pasividad del silencio blanco. Cesatodo movimiento, el aire se despeja, los cielos se vuelven delatón; el más pequeño susurro parece un sacrilegio y elhombre se torna tímido, asustado del sonido de su propiavoz. El temor a la muerte, a Dios y al Universo se apodera deél; y también su esperanza en la resurrección y la vida”. Denuevo la literatura… Y así, cuando recorres aquellos espa-cios de naturaleza virgen, puedes evocar el verbo vigorosode London mezclando en tu corazón y en tus oídos el aulli-do del lobo con los ladridos eufóricos del perro Buck, o elsonido de los pasos de Malemute Kid en los bosques primi-genios con el grito agudo del águila de cabeza blanca. Escu-chas la llamada de lo salvaje en territorios en los que, toda-vía hoy, un hombre puede disfrutar de la soledad sin otrapresencia humana que la suya en más de cien kilómetros ala redonda.

Hace unos años escribí en uno de mis libros: “Yo creo enel alma singular de los ríos. En cierto modo, nos hablan, y nosiempre lo que nos dicen posee un significado benigno. Lohe sentido en todo momento cuando los he navegado. Losríos han estado, en un par de ocasiones, a punto de matar-me y luego, con cierto desdén o algo de generosidad, mehan perdonado la vida. Pero también me han enseñadomucho sobre los hombres y sobre mi mismo”. Recorrerloses una buena razón para escribir y, al tiempo, no es unamala manera de disfrutar de la vida mientras vamos a dar aese mar de Jorge Manrique “que es el morir”. O

Javier Reverte (Madrid, 1944) es autor de El río de la luz. Un viajepor Alaska y Canadá. Plaza & Janés. Barcelona, 2009. 544 páginas.22,90 euros.

El hombre del sigloPor Antonio Muñoz Molina

El historiador Arthur Koestler y su esposa Cynthia, en su casa de Londres. Foto: Camera Press

EN PORTADA / Reportaje

6 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

Leyendas literarias

diría una culebra inmensa, inmensa, quehubiera perdido el juicio”, escribe en Losdías azules, la primera de las cinco novelasque forman el ciclo El río del tiempo, elcolombiano Fernando Vallejo describien-do el riacho desbordado que pasa por elcorazón de Medellín.O Colombia es un país de grandes ríos—dice Vallejo—. El más importante, perono el más grande, fue el Magdalena. Elgran afluente de éste, el río Cauca, es elque más cuenta en mis novelas, pero nosé exactamente en cuáles pues las tengomuy olvidadas. En otro de mis libros, peroya no me acuerdo en cuál, me he referidoa los ríos de Grecia como arroyitos compa-rados con los de Colombia.

O O O

Y LA NOVELA CON RÍO que es, a las novelas conrío, lo que Moby Dick es a las novelas conmar. El opus magnus de las historias deagua dulce. El corazón de las tinieblas,de Joseph Conrad: el viaje de un tal Marlowremontando el río Congo tras los pasos deun tal Kurtz, un comerciante de marfil cu-yos métodos se han salido de cauce. “(…)un caudaloso gran río, que uno podía ver enel mapa, como una inmensa serpiente en-roscada con la cabeza en el mar, el cuerpoondulante a lo largo de una amplia región yla cola perdida en las profundidades de suterritorio. Su mapa, expuesto en el escapara-te de una tienda, me fascinaba como unaserpiente hubiera podido fascinar a un pája-ro”, cuenta Marlow, desde un barco amarra-do en pleno Támesis, en las páginas delcomienzo. “Remontar aquel río era comovolver a los inicios de la creación cuando lavegetación estalló sobre la faz de la tierra, ylos árboles se convirtieron en reyes (…) Ynosotros nos arrastrábamos hacia Kurtz”. Yasí, arrastrándose hacia Kurtz, Marlow re-monta una corriente fantasmal, inhumana,y llega al sitio donde late el corazón de latiniebla: el flujo bárbaro, envenenado de Oc-cidente, que ha reptado hasta allí por lasaguas de, precisamente, el río. El río.

O O O

EL CEREBRO HUMANO es un 75% de agua. Loshuesos, un 25%. La sangre, un 83%. “Somos

agua”, dicen las publicidades de agua mine-ral, y promueven su producto con un argu-mento razonable: procurarnos más de aque-lla materia de la que estamos hechos. Sipolvo somos, si al polvo volvemos, la muer-te es, en última instancia, una intensa deshi-dratación: ausencia del agua que nos man-tiene vivos.

“Quien crea en mí, de su interior corre-rán ríos de agua viva”, decía Juan, allá enla Biblia.

Y los conquistadores llegaban por maral Nuevo Mundo. Pero eran ríos los quellevaban a El Dorado.

O O O

Y LIBROS ESCRITOS como una sucesión de

perfectas y angustiosas y pequeñas olascargadas de melancolía: “El Gran Ouse.Ouse. Ouse. Decidlo. Ouse. Lentamente.¿Acaso puede decirse de otra manera? Esun sonido que exuda lentitud. Un sonidoque sugiere esa cosa lenta, perezosa, indo-lente que designa. Un sonido que invocaun callado fluir, un ritmo mínimo; un mo-vimiento frío impasible, sin emoción. Unsonido capaz de calmar incluso la calientesangre que corre por vuestras venas”, es-cribe Graham Swift en El país del agua.

Y libros que hablan de ríos como suje-tos con voluntad, con claras intenciones:“Yo creo en el alma singular de los gran-des ríos. En cierto modo, nos hablan, y nosiempre lo que nos dicen posee un signifi-cado benigno. Lo he sentido en todo mo-

mento cuando los he navegado. Los ríoshan estado en un par de ocasiones a pun-to de matarme y luego, con cierto desdén,me han perdonado la vida”, dice el escri-tor y periodista español Javier Reverte enel reciente El río de la luz (Plaza & Janés,2009) en el que cuenta su travesía por elYukón, en las antípodas de la que realizóen 2002 por el Amazonas, que lo doblegó yse llevó su fe en sí mismo y terminó plas-mada en El río del desasosiego.

Y Mark Twain, que dejó su firma al piedel Misisipi, transformando en aguas deliberación esas que se internaban, con to-da paradoja, en zona de la peor esclavitudamericana. Y William Faulkner que, en Pal-meras Salvajes, escribía así para contar elmismo río, y a la vez tan otro, a través delos ojos de un penado alto: “Era perfecta-mente inmóvil, perfectamente lisa. Pare-cía, no inocente, sino benévola. Parecíacasi reservada. Parecía que se pudiera ca-minar encima (…) una extensión como dechocolate espumoso rizada lenta y pesada-mente”.

Y decía Guillaume Apollinaire: “Bajo elpuente pasa el Sena / También pasan misamores / ¿hace falta que me acuerde? /Tras el goce va la pena”.

Y cantaba Manrique: “Nuestras vidasson los ríos / que van a dar a la mar / quees el morir”.

Y escribía Marguerite Duras en El aman-te: “La pequeña del sombrero de fieltroaparece a la luz fangosa del río, sola en elpuente del transbordador, acodada en laborda. El sombrero de hombre colorea derosa toda la escena. Es el único color. Bajoel sol brumoso del río, el sol del calor, lasorillas se difuminan, el río parece juntarsecon el horizonte. El río fluye sordamente,no hace ningún ruido. Fuera del agua nohay viento (…) Y después los ladridos delos perros llegan de todas partes, de detrásde la niebla, de todos los pueblos”.

Lo atravesaba un río.Un río lo hacía inolvidable. O

El corazón de las tinieblas, de Josep Conrad, hasido editado este año por Mondadori (22,90 eu-ros), Siruela (11,60) y Alianza (6,49). El Danubio,Claudio Magris (Anagrama, 8,65 euros). Las aven-turas de Tom Sawyer, Mark Twain (Alianza, 7,69euros). La vorágine, José Eustasio Rivera (Alian-za, 9,86 euros).

Viene de la página anterior

CUANDO ERA JOVEN, en la Viena deprincipios del siglo XX, la madrede Arthur Koestler fue a la con-sulta del doctor Sigmund Freud

buscando remedio para un tic nervioso.Sesenta y tantos años después, en Har-vard, su hijo probó el LSD alentado por elgurú de la contracultura Timothy Leary.Parece mentira que un solo hombre pu-diera haber vivido en esos dos mundostan remotos entre sí, el imperio austro-húngaro y la América chillona y desqui-ciada de los años sesenta, que tuvierarecuerdos vívidos del atentado en Saraje-vo contra el archiduque Francisco Fer-nando y hubiera llegado a conocer en elLondres de su vejez las estridencias delpunk y los primeros años del Gobiernode Margaret Thatcher. Será, como diceEric Hobsbawn, que el siglo XX ha sidomuy corto, porque empezó en 1914 y ter-minó o empezó a terminar en noviembrede 1989. Arthur Koestler no vio el finaldel comunismo en Europa porque habíamuerto unos años antes, en marzo de1983, pero es probable que de haber vivi-do se habría acordado con una gran sen-sación de lejanía de los primeros tiemposdel sueño de la revolución soviética, quea él también lo arrebató en su juventud.

Cuánta historia puede caber en unasola vida. Para contarla, el último biógra-fo de Koestler, Michael Scammell, ha tra-bajado durante veinte años en catorcepaíses de tres continentes, conversadocon cientos de testigos, consultado cartasy archivos en no sabe uno cuántos idio-mas, al menos aquellos que Koestler ha-blaba, el húngaro, el alemán, el francés,el hebreo, el ruso, el español, el yiddish.El resultado es un tomo ingente de sete-cientas páginas, docenas de fotógrafías,centenares de notas, miles de referen-cias, y el volumen de la investigación con-trasta con la figura menuda y huidiza delhombre al que está consagrada, con elsecreto último del alma de cada uno, queno conoce nadie. Koestler nació en ese“mundo de ayer” que invocó con tan po-derosa melancolía Stefan Zweig: en 1905,en Budapest, en un barrio acomodado,en una familia judía y burguesa. Ya no

sabemos imaginar la sensación de perma-nencia y confortabilidad más bien sofo-cante que tendría un niño criado en esascircunstancias: tampoco el derrumbe alque asistiría antes de haber salido de lainfancia, cuando la guerra arrojó a la fa-milia a la ruina, cuando de un día paraotro la derrota militar, la inflación, el de-sastre económico universal, lo hicieronpasar de privilegiado a paria, condenán-dolo a una errancia de la que probable-mente no se curó nunca, porque nuncapudo estar seguro de la estabilidad denada. En su vejez inglesa el miedo a lasfronteras y a los interrogatorios se habíaquedado muy atrás para él, pero justoentonces empezó otro acoso, y esta vezno tenía remedio: el ligero temblor en lamano que dificultaba la escritura y resul-tó ser Parkinson; la leucemia que le mina-ba silenciosamente la vida.

Imagino a ese biógrafo entregando lasuya a la tarea agotadora de seguir lospasos de Arthur Koestler por las encrucija-das del siglo, un Forrest Gump del compro-miso político. En 1926 se marchó a Palesti-na, recién convertido al sionismo, con elpropósito de unirse a uno de los primeroskibbutzs, pero el fervor de pionero agríco-la sólo le duró dos semanas. En 1931 viajóen el primer zepelín que alcanzaba el PoloNorte y transmitió su crónica en directopor la radio. Para entonces era ya un repor-tero de éxito, en Alemania se había afilia-do en secreto al partido comunista, con-vencido de que era la única organizaciónque podría resistir con éxito el avance deHitler, cuya toma del poder consideró ine-vitable mucho antes de que otros advirtie-ran su peligro. En el invierno terrible de1932 recorrió Ucrania mientras millonesde campesinos morían de hambre a conse-cuencias de la colectivización forzosa dela agricultura. Una noche, en un hotel soli-tario y helado, oyó que alguien tosía en lahabitación contigua. Era el poeta negroamericano Langston Hugues. En el veranode 1936 se hizo pasar por corresponsal deun periódico húngaro de extrema derechapara entrar desde Lisboa en la zona contro-lada por el ejército rebelde, buscandopruebas del apoyo italiano y alemán a

Franco. En Lisboa, en una recepción diplo-mática, conoció a un caballero muy conser-vador y muy partidario de los sublevadosque era Gil-Robles. En Sevilla consiguióuna entrevista con el general Queipo deLlano, pero un poco antes de acudir a ellase cruzó en el bar de un hotel con ungrupo de aviadores y de enviados alema-nes, uno de los cuales se lo quedó miran-do fijamente. Era el hijo nazi del dramatur-go August Strindberg, que había conocidoa Koestler en Berlín y estaba al tanto desus simpatías izquierdistas. A toda prisaKoestler buscó la manera de escapar deSevilla y ponerse a salvo en Gibraltar.

No descansaba nunca. Unos mesesmás tarde estaba en Madrid para cumpliruna vaga misión de propaganda que lehabía encargado el ministro de AsuntosExteriores del Gobierno de la República,Álvarez del Vayo. Recorría la ciudad bu-llanguera y sanguinaria en un automóvilenorme, conducido por un chófer con uni-forme y gorra de plato, un Isotta Fraschinique había pertenecido a Alejandro Le-rroux, y que es el mismo modelo entrebarroco y funerario en el que Erich vonStroheim lleva a Gloria Swanson en SunsetBoulevard. El Gobierno huyó camino deValencia el 6 de noviembre porque la caí-da de Madrid parecía inevitable y ArthurKoestler se unió a la comitiva, un hombrediminuto en un automóvil absurdamentegrande, cargado con maletas de papelesde utilidad muy dudosa.

Tenía talento para estar presente en losgrandes derrumbes: en la caída de Málagaen febrero de 1937; en la de París en 1940.

Los franquistas lo detuvieron en Málagay pasó noventa y cuatro días en una cel-da de condenados a muerte de Sevilla,oyendo cada noche las ráfagas de los fusi-lamientos. Su fe comunista acabó dehundirse cuando Hitler y Stalin se hicie-ron aliados en 1939. En 1940, en la mareahumana de los desesperados que busca-ban un barco en el puerto de Marsella, seencontró a Walter Benjamin, que com-partió con él algunas de las pastillas quetenía preparadas para suicidarse si loatrapaban. En 1949, en París, en una fies-ta alcohólica, le rompió un vaso en lacabeza a Jean Paul Sartre y le dejó un ojomorado a Albert Camus. En los años se-senta le dio por investigar los fenómenosparanormales, la levitación, la telepatía,la percepción extrasensorial. Fue un acti-vista contra la pena de muerte y el maltrato a los animales y en defensa del dere-cho personal a la eutanasia. Su lucidezen el análisis de las mentes trastornadaspor el totalitarismo y la brutalidad políti-ca era compatible con una rudeza extre-ma en el trato con los otros, especialmen-te con las mujeres. Se quitó la vida en1983 antes de que el Parkinson y el cán-cer se la hicieran invivible, y su mujer,que era más de veinte años más joven ytenía una salud perfecta, eligió suicidarsea su lado. No se puede saber algo de cómofue el siglo XX sin haber leído a ArthurKoestler. O

Koestler: The Literary and Political Odissey of aTwentieth Century Skeptic. Michael Scammell.Random House, 2009.

Por Javier Reverte

Baño de elefantes en el río Congo, que recorre Marlow en la novela de Conrad. Foto: George Rodger / Magnum

LOS RÍOS HAN SIDO siempre los amables compañeros de viajede los hombres en esta tierra hostil y la literatura ha crecidoen sus orillas como crecen, pongamos por caso, los huertosy los palmerales en las riberas del Nilo. Más aún: la literaturaha cobrado tanto peso en algunos escenarios fluviales que, aestas alturas, inconcebible nombrar, por ejemplo, el Misisi-pi sin hablar de Mark Twain, o el Drina sin mentar a IvoAndric. Algunos escritores han despojado casi de su carácterde accidente geográfico a los ríos para transformarlos enleyenda literaria. Cuando llegué al río Congo, en 1998, en mibolsa viajaba Corazón de Tinieblas, de Joseph Conrad (latraducción del título, más exacta que las que se suelen usar,se la debo a Mario Muchnik). No hubo mejor compañero denavegación que la inquietante novela del escritor anglopola-co, una narración en la que los recovecos insondables delalma humana se enredan con las lianas de la selva, sobre elpaisaje de un río atroz en donde la civilización ha sido capazde imponerse al primitivismo y la barbarie. Marlow, el narra-dor vagabundo álter ego de Conrad, describía así el escena-rio: “Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impe-netrable. No había ninguna alegría en la luz del sol. Sentí unpeso intolerable, la presencia invisible de la corrupción victo-riosa, las tinieblas… Y hay en todo ello una fascinación, lafascinación de lo terrible”. En ese paisaje abominable, unpersonaje antes civilizado, Kurtz, sufre la destrucción de susprincipios y de su propia naturaleza de nombre inteligente.“¡El horror!”, es su grito final, poco antes de morir. Y Marlowlo juzga así: “Su mente seguía siendo perfectamente lúcida,pero su alma estaba loca…”.

Recuerdo mis días a bordo de Akongo-Mohela, el trans-bordador en el que remontaba las aguas del río entre Kinsha-sa y Kisangani, como una mezcla de pesadilla y fascinación,tal era el grado de peligro que los pasajeros corríamos, conpartidas de soldados incontroladas en las selvas y el río, ytanta la belleza que nos rodeaba. En el río Congo percibí esaextraña e inexplicable comunión entre el horror y la bellezaque ha fascinado a tantos escritores, entre ellos al propioConrad, y que resume muy bien en sus Elegías del Duino el

poeta Rilke: “Todo ángel es terrible”. Nunca hubo un río tanliterario como el Congo de Conrad. Navegar el Congo casime cuesta perder la vida, a manos de un grupo de soldadosdrogados y borrachos. Pero no olvidaré nunca una naturale-za que hoy sigue tal cual la describía Marlow: “Remontaraquel río era como volver a los inicios de la Creación, cuan-do la vegetación estalló sobre la faz de la Tierra y los árbolesse convirtieron en reyes”.

Casi me mata también, a causa de una grave malaria,otro río hermoso y perverso: el Amazonas. Aquí la belleza sehumilla ante la atrocidad: estremecen la miseria de los habi-tantes de sus orillas, el genocidio disfrazado de avance decivilización que sufren sus etnias indígenas, la codiciosa ypertinaz agresión sobre su naturaleza, la historia de unaexplotación que pesa sobre sus gentes desde los días en quecomenzó a extenderse la recolección del caucho y la maligni-dad de un “hábitat” fecundo en la propagación de temiblesenfermedades letales para el hombre. El Amazonas no es unrío para disfrutar ni la Amazonía un marco apropiado parauna literatura amable. La mejor novela que, en mi opinión,se ha escrito sobre el universo amazónico es, por el contra-rio, de signo trágico: La vorágine, del colombiano José Eusta-sio Rivera. Cuando yo recorrí el río recordaba, casi como silas llevara clavadas en la memoria, las palabras con queArturo Cova, protagonista de la narración, comienza su rela-to: “Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna,jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia”. Y escierto que allí sientes la Violencia —con mayúscula— comosi fuera la esencia singular de la vida amazónica. El Amazo-nas me dictó un libro cargado de melancolía y miedo que nopude titular de otra manera que El río de la desolación.

¡Qué distintos el Congo y el Amazonas a ese Yukón quecorre entre Canadá y Alaska para desembocar en el mar deBering! En el verano, el aire es limpio, los días luminosos ylas noches frescas. Remar sobre sus aguas supone una inyec-ción de entusiasmo, un chute de vitalidad. Pero ¡ojo con susterribles inviernos! Jack London recorrió aquellas latitudescuando era casi un chaval, un jovencísimo minero en busca

de fortuna, a finales del siglo XIX. Años después, dedicó susmejores narraciones a recrear el universo del Yukón de losdías del Gold Rush, la carrera del oro. En una de ellas escri-bía: “La Naturaleza tiene muchas artimañas para convenceral hombre de su finitud: el incesante fluir de las mareas, lafuria de la tormenta, la sacudida del terremoto, el largoretumbar de la artillería del cielo… Pero la más estremecedo-ra y terrible de todas es la pasividad del silencio blanco. Cesatodo movimiento, el aire se despeja, los cielos se vuelven delatón; el más pequeño susurro parece un sacrilegio y elhombre se torna tímido, asustado del sonido de su propiavoz. El temor a la muerte, a Dios y al Universo se apodera deél; y también su esperanza en la resurrección y la vida”. Denuevo la literatura… Y así, cuando recorres aquellos espa-cios de naturaleza virgen, puedes evocar el verbo vigorosode London mezclando en tu corazón y en tus oídos el aulli-do del lobo con los ladridos eufóricos del perro Buck, o elsonido de los pasos de Malemute Kid en los bosques primi-genios con el grito agudo del águila de cabeza blanca. Escu-chas la llamada de lo salvaje en territorios en los que, toda-vía hoy, un hombre puede disfrutar de la soledad sin otrapresencia humana que la suya en más de cien kilómetros ala redonda.

Hace unos años escribí en uno de mis libros: “Yo creo enel alma singular de los ríos. En cierto modo, nos hablan, y nosiempre lo que nos dicen posee un significado benigno. Lohe sentido en todo momento cuando los he navegado. Losríos han estado, en un par de ocasiones, a punto de matar-me y luego, con cierto desdén o algo de generosidad, mehan perdonado la vida. Pero también me han enseñadomucho sobre los hombres y sobre mi mismo”. Recorrerloses una buena razón para escribir y, al tiempo, no es unamala manera de disfrutar de la vida mientras vamos a dar aese mar de Jorge Manrique “que es el morir”. O

Javier Reverte (Madrid, 1944) es autor de El río de la luz. Un viajepor Alaska y Canadá. Plaza & Janés. Barcelona, 2009. 544 páginas.22,90 euros.

El hombre del sigloPor Antonio Muñoz Molina

El historiador Arthur Koestler y su esposa Cynthia, en su casa de Londres. Foto: Camera Press

IDA Y VUELTA

EL PAÍS BABELIA 02.01.10 7

La nieve roja y otros relatosSigismund KrzyzanowskiTraducción de Jesús García GabaldónSiruela. Madrid, 2009180 páginas. 16,90 euros

Por Francisco Solano

GRACIAS AL ENTUSIASMO crítico del profe-sor Jesús García Gabaldón, traductor ypublicista de la mejor literatura rusa,en la oleada de novedades de estos me-ses postreros del año destaca el nom-bre de Sigismund Krzyzanowski (Kiev,1887-Moscú, 1950), autor “inexistente”en vida —fuera de algunas colaboracio-nes en revistas, sólo publicó La poéticadel título, un opúsculo de 34 pági-nas—. Rescatado del fondo del abismoen la época de la perestroika de Gorba-chov, en 1989 vio la luz por primeravez, en la antigua Unión Soviética, unlibro de Krzyzanowski. Actualmente suobra abarca cinco volúmenes y aúnqueda mucho material inédito.

García Gabaldón presenta a Krzyza-nowski como “un caso único y un au-tor excepcional”; antes lo ha llamado“maestro de la sátira y de la prosa realis-ta experimental”; más adelante “caba-llero de la Idea, Hamlet de la estepa,Borges ruso, Kafka de Kiev, Gulliver deMoscú, Swift del Arbat”; y, aún sin con-cluir el párrafo: “Creó una obra extraor-dinaria que representa la apoteosis dela prosa moderna rusa”. El encomio, deentrada, parece excesivo, y acaso lo seapor contaminación ditirámbica; sin em-bargo, por una vez, no es exagerado nifruto de la necesidad de lo portentoso.Sólo hay que empezar a leer a Krzyza-nowski para confirmar que estamos, enefecto, ante un autor excepcional.

La nieve roja reúne siete relatos es-critos entre 1922 y 1939, pertenecientesa distintos libros, presentados cronoló-gicamente. No es posible hacerse unaidea precisa de la evolución del autoren tan pocas páginas, pero salta a lavista que el primer relato tiene aún lamarca omnipresente de Gógol y el últi-mo se desplaza en una órbita sometidaa la soberanía imaginativa de Krzyza-nowski, un mundo en el que habitansimultáneamente personajes y objetoscon recurrencias filosóficas, y dondelas imágenes metonímicas atraen tumul-tuosamente la autoparodia para hacer-se cargo de la “inexistencia” del autor.Krzyzanowski crea una realidad diver-gente, imprevisible: los dedos de un pia-nista se desprenden de la mano y cuan-do son devueltos a su puño se paseansin gracia por las teclas del piano; elcuadraturín, una sustancia que sirve pa-ra agrandar paredes, lleva al inquilinode una casa de ocho metros a ampliar-la y hallar así el lugar de su agonía; unmarcapáginas recela de los libros y serevela como un crítico mordaz e incan-sable cazador de temas; un hombre,cuya meta en la vida es morderse elcodo, provocará una corriente filosófi-ca reflejada en el libro El codismo. Hipó-tesis y conclusiones, que alcanzará 43ediciones el primer año…

De la escritura de Krzyzanowskiemerge una singular potencia verbalque rebusca en el absurdo para hacerde su desorden una forma de perma-nencia. Se puede escribir, dice, “única-mente sobre los tachados y sólo paralos tachados”. Resulta del todo sorpren-dente que la clarividencia no lo llevaraa la autodestrucción. Lo cierto es queconvirtió su confinamiento literario enuna poética de la resistencia: “Todosnosotros vivimos aplastados, todos es-tamos encerrados en angostos cubícu-los, apretados y ofendidos. Pero es me-jor cualquier rincón que la acera larga ydesnuda de la literatura de hoy”. O

WyomingAnnie Proulx. Traducción deMaría CornieroLumen. Barcelona, 2009660 páginas. 28,90 euros

Por Vicente Molina Foix

EL CUENTO MÁS CONOCIDO de Annie Proulx,Brokeback Mountain, es seguramente el me-jor de su extenso ciclo de historias situadasen Wyoming o relacionadas con personajes,modos o leyendas de ese Estado del noroes-te de Estados Unidos. También es, a mi mo-do de ver, el que revela con mayor nitidez elpeculiar patrón narrativo de la escritora nor-teamericana, marcado por la dureza de losentornos donde suceden, la crudeza del ha-bla de sus personajes y la delicadeza de lasemociones, mitigadas y a veces apenas suge-ridas. Proulx ha escrito novelas, entre ellas laexcelente The Shipping News (premiada conel Pulitzer de 1994 y aquí publicada, bajo eltítulo de Atando cabos, por Tusquets, en tra-ducción de Mariano Antolín Rato), si bien loesencial de su literatura está, para mi gusto,en el relato corto, género en el que ha publi-cado cuatro libros. Wyoming recoge los tresvolúmenes subtitulados originalmente Wyo-ming Stories, aunque Lumen, sin explica-ción, recorta el contenido de dos de ellos,eliminando tres relatos aparecidos en la edi-ción americana de Bad Dirt (aquí Tierra mal-dita) y otros cuatro del más reciente FineJust the Way It is (Todo perfecto tal comoestá); entre los desaparecidos hay alguna pie-za muy relevante del canon proulxiano, co-mo Them Old Cowboy Songs.

El Oeste de Proulx es de un bronco realis-mo y tiene los personajes esperados: ranche-ros rudos, indios desubicados y marchitos,cantineras que lo han visto todo desde labarra, magnates del comercio enriquecidosa falta de escrúpulos. En sus grandes espa-cios, la soledad parece un componente más

del paisaje, y el dolor una forma atenuadade la violencia precisa para sobrevivir enese medio hostil. El testimonio del burro,uno de los más logrados de la serie, se iniciacon una cita, para nosotros muy trillada, deAntonio Machado, y cuenta la historia deMarc y Catlin, una pareja aficionada al sen-derismo, cuya crisis amorosa queda asocia-da a la supuesta costumbre de algunas pe-queñas poblaciones de Galicia en las que,así lo refiere Marc, en la última noche del

carnaval se lee públicamente el “testamen-to del burro”, una “feroz recopilación rima-da de los pecados cometidos en el pueblodurante el último año, y se hace un repartoficticio de las diversas partes del cuerpo deun burro que se corresponden con los peca-dos”. El reparto de culpas entre la camareraCatlin y el bombero voluntario Marc es am-biguo, pero se resuelve en un final estreme-cedor de escalada montañera durante lacual resuenan, mezcladas sin remedio a losreproches, las voces de amor que los dosamantes no han tenido tiempo de decirse.El testamento del burro bordea el campo delmisterio sin entrar nunca en él, pero aprove-

chando con elocuencia la difuminación quelas incertidumbres aportan a lo cotidiano;cuando Proulx aborda abiertamente lo fan-tástico y aun lo alegórico (dos ejemplos son,en el libro que se reseña, ‘El Chico de Arte-misa’ y ‘Siempre me ha encantado este si-tio’) el fenómeno producido no es la sugesti-va extrañeza sino la fatigosa incredulidad.

Lo que sí se le da estupendamente a laautora es la fábula en el estilo —conciso,cómico, truculento— aquí representado por‘El bayo purasangre’, uno de los más breves,protagonizado por un caballo arisco y dediente fácil, unas botas de piel y unos vaque-ros “vivales y frescales” (y no “con sentidocomún y recursos”, como traduce MaríaCorniero, que, enfrentada a una ardua ta-rea, sobre todo en las abundantes partescoloquiales de la obra de Proulx, no siempresale bien parada).

Mis favoritos de esta en general magnífi-ca antología son el citado Brokeback Moun-tain y Las guerras indias redivivas, que perte-nece al segundo volumen de las ‘Historiasde Wyoming’. En Brokeback Mountain des-taca poderosamente el contraste entre losasfixiantes límites que el entorno varonil yatávico en el que se mueven e impone aEnnis y Jack, y la amplia resonancia queunos factores casi fantasmales (la fronterade México, un recuerdo infantil de Ennis,una ropa usada) adquieren en el desarrollode la historia, donde la introducción del mo-tivo del doble crimen homofóbico se hacede manera sutil aunque reveladora. Proulxdosifica con brillantez ingredientes dispa-res en Las guerras indias redivivas, quearranca, a comienzos del siglo XX, como lasaga de una familia de abogados y ranche-ros de la ciudad de Casper, los Brawls, hastallegar, al cabo de tres generaciones marca-das por la tragedia, a Georgina Crawshaw,que al enviudar del último varón de la estir-pe, Sage, se casa en segundas nupcias, au-dazmente, con Charlie Parrott, el apuestocapataz del rancho, “mucho más joven queella y con sangre de sioux oglala en las ve-nas”. Pero Charlie tiene una hija de un pri-mer matrimonio, Linny, y esa muchachaque llega como huésped al rancho embuti-da en minifaldas minimalistas y tops a pun-to de reventar dará a Las guerras indias redi-vivas un bellísimo e inesperado quiebroque no conviene contar. Baste decir que delpasado surgen la sangre sioux, la batalla deWounded Knee, Buffalo Bill y unas pelícu-las olvidadas desencadenantes del emotivoacto de aceptación histórica y renuncia per-sonal que cierra el relato. O

Un geniooculto

El Oeste de Annie Proulx es de un bronco realismo con rancheros rudos, indios desubicados y magnates del comercio enriquecidos a falta de escrúpulos. Foto: Rene Burri

El pequeño WyomingAnnie Proulx, ganadora de un Pulitzer y conocida, especialmente, por su cuento BrokebackMountain, muestra en estos relatos su gran talento para el realismo bronco y las emociones

EL LIBRO DE LA SEMANA

8 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

LA GESTACIÓN DE UNA NOVELA innova-dora es siempre una aventura enla que el autor descubre poco apoco las posibilidades que le brin-

da la propia empresa narrativa. En vez deseguir los caminos trillados de un relatosupuestamente real y previsible, se aden-tra en la terra incognita de lo inexplorado,nos desvela las sucesivas encrucijadas alas que se enfrenta y sus inesperadas rami-ficaciones: unos dioramas que se ilumi-nan y cambian según la perspectiva en laque se sitúa el lector.

Para quienes conciben la lectura comouna incursión en lo desconocido condigna ala de la escritura, Providence, la última nove-la de Juan Francisco Ferré, es un verdaderoregalo: el destinatario de ella va de sorpresaen sorpresa, vuelve sobre sus pasos para ve-rificar que no se ha extraviado y reinicia suincentivo periplo: todo es a la vez real einverosímil, un viaje que le lleva impercepti-blemente o un alucinante universo virtual.

Resumir esta novela sería traicionarla. Apartir de una situación común —la de uncineasta español, Álex Franco, a quien unaproductora francesa llamada Delphine leconfía un guión titulado Providence para lle-varlo a la pantalla— el relato se bifurca, dis-curre por diferentes niveles, emprende nue-vas y arriesgadas singladuras. La estancia deFranco en la ciudad norteamericana que ins-piró el bello filme de Alain Resnais se desen-vuelve en planos a un tiempo contrapues-tos y complementarios. Sus infructuososcursos universitarios, el proyecto cinema-tográfico que se aleja de él como un espe-jismo, los encuentros inopinados con per-sonajes pertenecientes a códigos literarios

distintos —los de la novela gótica, de actoresmisteriosos y crípticas conjuras; de la novelaerótica, encarnados por mujeres famélicasde sexo, en las circunstancias más insó-litas…— transmutan gradualmente el mun-do universitario y cinematográfico, vistossiempre desde el prisma de la ironía, en eluniverso ilusorio creado por los medios in-formativos en el que el terror se convierte enuna rentable mercancía.

Buen conocedor de lamodernidad literaria delpasado siglo, Juan Francis-co Ferré añade a su am-plio bagaje de lector deCervantes y Joyce el de unexperto en la ubicuidaddel ciberespacio en el quehoy vivimos. Si el cine y latelevisión cambiaron elrumbo de la novela en lapasada centuria —ya paradegradarla, sometiéndolaa las reglas y convencio-nes de éstas como en elcaso de los novelistas pere-zosos o mediocres, ya pa-ra crear un ámbito literario inédito y no tri-vializado como el de las telenovelas y folleti-nes históricos—, Internet y sus derivadosinciden en el presente de su evolución en lamedida en que modifican la percepción delo real y lo virtual, difuminan sus diferen-cias, alteran la comprensión de nuestro en-torno cotidiano. Con humor corrosivo, elautor de Providence hace desfilar ante noso-tros una galería de personajes en los distin-tos niveles que integran el libro: terroristas,conspiradores sectarios, profesores universi-

tarios ridículos y engreídos, vampiresas delHollywood del pasado siglo. Si nuestro máxi-mo creador introducía en su obra maestralos verosímiles de las novelas de caballerías,morisca, bizantina, bucólica, etcétera, a finde parodiarlas y edificar la suya sobre susruinas, atento lector de Cervantes, JuanFrancisco Ferré compendia en Providencelas manifestaciones artísticas contemporá-

neas —el cine, la tele, la omnívora Red, losmitos y falacias de la utopía cultural norte-americana— para machacarlas y mezclarlasen su batidora. Las figuras icónicas del popart y el hip-hop, los blogueros apocalípticosy visionarios ocupan el mismo espacio quelos referentes literarios de antaño. Lo alto ylo bajo, lo perdurable y lo efímero se confun-den en una misma pasta compacta por laspaletas móviles de su implacable máquinatrituradora. Todo cabe en ella en virtud deuna subversiva voluntad igualitaria en la

que vale lo mismo Beethoven que cualquierroquero de Los Ángeles o de Jamaica.

El impávido y siempre confuso Álex Fran-co va dando tumbos, como Don Quijote, deun nivel narrativo a otro, de la Dulcinea quese desnuda alegremente ante él a los aplaza-mientos y fracaso de su mirífico, por escurri-dizo proyecto cinematográfico. El lector, sindejar de serlo, se convierte en espectador einternauta. Navega por el ciberespacio y des-cubre las trampas de lo que se nos vendeengañosamente por real. La utopía norte-americana, plasmada en las tecnologías delos últimos quince años, desemboca en elterror subsiguiente al 11-S: la de un enemi-go fantasmal, sin ejércitos, pero dotado deuna devastadora voluntad destructiva queno conoce fronteras y cuyas armas son a un

tiempo realidad y pesadilla.Gracias a la síntesis de

planos diversos —literario,cinematográfico, televisivo,musical, ciberespacial—,Providence recrea su genea-logía de raíces múltiples, he-terogéneas, mezcladas. Esuna novela del siglo XXI des-tinada a lectoras y lectorescapaces de imaginar el acce-so al ámbito literario comouna aguijadora incursiónpor parajes fuera de lo co-mún, en los que el artífice dela obra les depara frecuentesmotivos de sorpresa y de ri-sa. Como un puñado de jó-

venes novelistas que admiro, el autor deProvidence ha escogido con valentía el tex-to literario frente al éxito fácil y visibilidadmediática del producto editorial: una elec-ción que le honra y merece el aplauso dequienes defendemos la modernidad atem-poral que perdura a lo largo de los siglos enel territorio vasto y complejo de la literaturaescrita en nuestra lengua. O

Providence. Juan Francisco Ferré. Anagrama. Bar-celona, 2009. 592 páginas. 22 euros.

Literatura en el ciberespacioProvidence, de Juan Francisco Ferré, es una novela ideal para quienes conciben lalectura como una incursión en lo desconocido. Por Juan Goytisolo

El mundo de las tecnologías emergentes es abordado en Providence. Foto: Carlos Rosillo

LIBROS / Opinión

EL PAÍS BABELIA 02.01.10 9

Por Enrique Gil Calvo

ENSAYO. EN UN AÑO COMO 2009, que acumu-ló tantas conmemoraciones, destacó en-tre todas el centenario del nacimiento delque podría llegar a ser considerado comoel mayor filósofo político del siglo pasado.Nacido en Riga (Estonia) en 1909 en unafamilia judía de comerciantes cultivados,Isaiah Berlin tuvo ocasión de presenciardurante su infancia en Petrogrado el esta-llido y primeros pasos de la revoluciónsoviética. Pero la incierta deriva de losacontecimientos aconsejó emigrar a su pa-dre, que se instaló con todos los suyos enel Reino Unido cuando el futuro pensadortenía 10 años. A partir de allí se inició subrillante carrera académica de erudito in-telectual británico, alcanzando los máxi-mos honores como historiador de lasideas en la Universidad de Oxford, dondese jubiló falleciendo a los 88 años. Y paraconocerle mejor, una biografía accesiblees la de uno de sus discípulos más famoso:Michael Ignatieff (Isaiah Berlin. Su vida,Taurus, 1999).

Lo más curioso es que, a pesar de quehoy se le reconoce como la máxima autori-dad del liberalismo contemporáneo, sinembargo en toda su vida no publicó nin-gún tratado filosófico que pueda conside-rarse su gran obra maestra. Por el contra-rio, toda su obra está fragmentada enbreves ensayos monográficos publicadosen diversos lugares, que tiempo despuéssu editor oficial, Henry Hardy, compilaríaen cinco volúmenes canónicos: la célebretetralogía formada por Pensadores rusos(1978), Conceptos y categorías (1979), Con-tra la corriente (1980) e Impresiones perso-nales (1981); y algo más tarde, El fustetorcido de la humanidad (1990). Pero estecorpus teórico tampoco ofrece carácter sis-temático, pues sus múltiples curiosidadesintelectuales se dispersaron en un amplioabanico de temas. El más famoso quizá essu distinción entre dos conceptos antitéti-cos de libertad: la negativa de no estarlimitado por restricciones externas y la po-sitiva de elegir con autonomía entre opcio-nes contrapuestas. Junto a ése figuranotros como su filosofía contingente de lahistoria o la reivindicación del pensamien-to occidental alternativo al racionalismode la Ilustración. Pero entre todos ellosdestaca su célebre proposición del plura-lismo radical, que para su discípulo másprofundo y original, John Gray (Isaiah Ber-lin, Alfons el Magnànim, Valencia, 1996),constituye la base de su filosofía política:el “liberalismo agonístico”.

Un liberalismo en absoluto conserva-dor (situado en las antípodas del indivi-dualismo posesivo neoliberal) que pocotiene que ver con el utilitarismo de JohnStuart Mill o con el actual consensualismode un Habermas o un Rawls. Pues el apriori del que parte Berlin es la imposibili-

dad práctica de alcanzar consenso univer-sal alguno en torno a los valores (preferen-cias o finalidades) que guían la acción hu-mana. De ahí su defensa de Maquiavelo,de Vico o de Herder, en tanto que adversa-rios del racionalismo universalista. Pero laalternativa al monismo racionalista no esel relativismo de historicistas o posmoder-nos sino el pluralismo radical que propo-ne Berlin como sustrato común de la na-turaleza humana. En la misma línea deWeber, los seres humanos estamos indivi-dual y colectivamente obligados a decidirentre valores antagonistas contradictoriosentre sí (como la igualdad, la libertad o laseguridad), a sabiendas de que cada elec-ción de un valor supone renunciar trágica-mente a los demás valores contrapuestos.

Este pensamiento trágico que reivindi-ca el pluralismo valorativo, tan opuesto alrelativismo de los fundamentalismos mo-noteístas como al universalismo de los de-rechos humanos políticamente correctos,es quizá la mejor guía ética y cognoscitivapara orientarnos en este mundo cada vezmás promiscuo, heterogéneo e interco-nectado. Y si hubiera que encontrarle a

Berlin compañeros de via-je en su ejemplar travesíacontra la corriente, ha-bría que pensar en otrosautores tan heterodoxoscomo él: como MichaelOakeshott y su estrategiadel estibador (trimmer),propuesta para resolverel dilema entre La políti-ca de la fe y la política delescepticismo (FCE, Méxi-co, 1996); o como AlbertHirschman y su estrategiade navegar contra el vien-to, para avanzar a borda-das y en zigzag medianteel desarrollo desequilibra-do o antagónico (Tenden-cias autosubversivas, FCE,México, 1996).

Para conmemorar sucentenario, además de lasoportunas reediciones, la

industria editorial española ha traducidoalgunas novedades. De lo aquí reseñado,el volumen más formidable es El estudioadecuado de la humanidad, una selec-ción de sus mejores ensayos compiladostras la muerte del maestro por su editorHardy, destacando textos ya conocidos pe-ro tan célebres como ‘La búsqueda delideal’, ‘La contra-Ilustración’, ‘El erizo y elzorro’ y ‘La apoteosis de la voluntad ro-mántica’. Es quizá la mejor síntesis deBerlin. La mentalidad soviética es inédi-to casi por completo, pues continuandosu permanente dedicación al pensamien-to ruso, con el que se identificaba perso-nalmente, recoge sus más penetrantes ob-servaciones sobre la vida intelectual bajoel estalinismo, mucha de ellas realizadasen directo como agregado cultural en laEmbajada británica. Finalmente, Conver-saciones con Isaiah Berlin es el resultadode las diversas entrevistas que el célebrefilósofo angloiraní, Ramin Jahanbegloo,mantuvo con el maestro oxoniense, com-poniendo a partir de allí lo que bien pudie-ra entenderse como su autorretrato inte-lectual. Apasionante. O

Isaiah Berlin. El estudio adecuado de la humani-dad. Antología de ensayos. Editada por HenryHardy y Roger Hausheer. Traducción de Francis-co González Aramburo, María Antonia Neira, He-ro Rodríguez Toro y Juan José Utrilla. Coediciónde FCE, México y Turner. Madrid, 2009. 601páginas. 42 euros. La mentalidad soviética. Lacultura rusa bajo el comunismo. Edición de Hen-ry Hardy. Traducción de Gemma Deza Guil. Ga-laxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Madrid,2009. 369 páginas. 20,19 euros. Conversacionescon Isaiah Berlin. Ramin Jahanbegloo. Traduc-ción de Marcelo Cohen. Arcadia. Barcelona, 2009.302 páginas. 22,12 euros.

A bordo de La Estrella MatutinaPierre Mac OrlanTraducción de Juan Manuel Ibeas AltamiraIkusager. Vitoria-Gasteiz, 2009154 páginas. 17 euros

NARRATIVA. EL FRANCÉS PIERRE Mac Orlan(1882-1970) fue para el público español,durante mucho tiempo, el autor de unanovela mítica sobre la Legión, La Bande-ra, que en 1935 llevó al cine Julien Duvi-vier. Sus reportajes y crónicas sobre elprotectorado español en Marruecos y lasupuesta dedicatoria a Franco de su nove-la de aventuras en el Tercio (dedicada,realmente, a Anatole de Monzie) contri-buyeron a crear un cierto estereotipoque, a medida que van apareciendo nue-vas traducciones de sus obras, nos permi-te apreciar la dimensión real del escritor.Porque Mac Orlan, autor de títulos memo-rables como El muelle de las brumas, Elcanto de la tripulación o el Pequeño ma-nual del perfecto aventurero, ha termina-do convirtiéndose en clásico de un géne-ro que, probablemente, culmina con élmismo. A bordo de La Estrella Matutina,la novela que acaba de editar Ikusager,traducida por primera vez al español conexcelente prólogo de Francis Lacassin, esel mejor ejemplo del relato de aventurasen el mar que, inspirado en Stevenson,tiene que ser inevitablemente la negaciónde Stevenson. Se trata, nos dice el prolo-guista, de una isla del tesoro sin tesoro,sin loro y sin esperanza. Estamos en lasegunda década del siglo XVIII, embarca-dos en una goleta corsaria que navega elCaribe con una tripulación patética decaballeros de fortuna para quienes “elmal era el dolor y el bien el placer bajosus formas más incongruentes”. Tene-mos un narrador trasunto de Jim Haw-kins, pero que es el envés del ingenuo JimHawkins, más cerca de cualquiera de loshampones que salpican las páginas deMac Orlan que de un grumete en buscade aventuras. Lo que el autor llamaba el“fantástico social”, es decir, el mundomarginal con sus códigos propios, puedemanifestarse de la misma manera en elbarrio chino de Barcelona o en un barcopirata. Con una prosa limpia y eficaz, sal-picada de párrafos brillantes, el escritorconsigue trasladarnos, sin que falte tam-poco el humor negro y una clara ternura,la certidumbre de que el hombre es unlobo para el hombre y la banalidad delmal. Aunque fue muchas cosas sin que lehiciera falta salir de casa —pintor en losorígenes del cubismo, poeta, acordeonis-ta, pornógrafo, socio del Colegio de Patafí-sica y, sobre todo, aventurero pasivo—,no podemos decir que Mac Orlan sea unautor inclasificable. A bordo de La EstrellaMatutina nos dejará un magnífico saborde boca, pero no logrará sorprendernos.Es la eterna canción del pirata, la puta, elmercenario… No falla. Ésa es su fuerza ysu debilidad. José Fernández de la Sota

Los años rojos de Luis BuñuelRomán Gubern y Paul HammondCátedra. Madrid, 2009419 páginas. 24 euros

BIOGRAFÍA. A BUÑUEL NO LO ha descuidadonadie desde hace muchísimos años y ni suexilio ni su producción mexicana ni sureaparición hispánica con Viridiana sondatos reservados para especialistas. Sinembargo, lo que no teníamos era un estu-dio con el alucinante nivel de microanáli-sis que alcanza este volumen en torno a laetapa roja de Buñuel: el anarquista inicial,el filocomunista más tarde y el comunistadecidido por fin, y presumiblemente has-

ta 1939. Lo más llamativo de todo es que elvértigo del microdetalle se hace tensiónfascinante de confidencias y episodios, deanálisis estéticos y aventuras políticas a lolargo de los diez años que van de 1929,con la producción y el laboriosísimo estre-no y proyecciones dispersas de Un chienandalou en París y después en España(por mediación de Ernesto Giménez Caba-llero), hasta su exilio a Estados Unidos afinales de 1938 huyendo de la llamada afilas que puede llegar (y llega, aunque na-die le reclama que regrese para luchar).Las condiciones económicas son tan apu-radas que incluso se le ocurre pedirle dine-ro a Dalí, cuando no se soportan ya, y sinque Dalí le preste un dólar de los muchosque ha empezado a ganar.

El libro no da respiro porque es riquísi-mo y hábil en el manejo de informaciónhemerográfica, biográfica, epistolar y cine-matográfica en torno a las relaciones conlos surrealistas, y la financiación de laspelículas y su distribución, en torno a lasreacciones y las batallas campales que pro-duce la actividad surrealista. La munificen-cia y la considerabilísima paciencia delvizconde de Noailles se reconstruye me-ticulosamente, como se examinan y a ve-ces intuyen sus convicciones políticas (yel disimulo de esas convicciones comunis-tas para proteger su carrera profesional),mientras asistimos a la fundación deFilmófono con la dificultad de saber loque de veras hizo ahí Buñuel como pro-ductor con amplias atribuciones, dado elanonimato que mantuvo en esas pelícu-las, que es el mismo que exigió para suscolaboraciones con las productoras norte-

americanas en Estados Unidos y en Espa-ña. Un capítulo estupendo trata del perso-nal hispánico que fue auxiliar en los estu-dios de Hollywood, como aspiró a serloBuñuel sin que llegase a colaborar en na-da demasiado real, aparte de asistir a lasfiestas en casa de Charles Chaplin, que sedivertía con españoles como él o comoEdgar Neville.

Las Hurdes, en 1933, tiene poco quever con eso y fue la antítesis del surrealis-mo de sus dos primeras películas, ade-más de concebirse como material de pro-paganda política comunista (aunque nodesapareciese del todo el chispazo irra-cionalista del Buñuel más libre). Por su-puesto el efecto de cruda desolación deesa película no nace de pasear el espejodelante del camino sino del proceso deconstrucción de la realidad para ser filma-da, para que esa cinta fuese el retrato deuna tierra real aunque ni la niña enfermaque muere en la película moría en la reali-dad, ni la escena del entierro reproducíaun hecho verídico, ni la madre del niñoque aparece en pantalla era la madre delniño. A la orden de busca y captura emiti-da en A Coruña en mayo de 1937 le dabacompletamente igual si eso había sucedi-do o no porque Buñuel seguiría siendoun “sujeto morfinómano y alcohólico”, ydesde luego se recordaba que había sidoautor de un documental demasiado ne-gro para casi todos. No gustó nada a Gre-gorio Marañón y no había gustado tampo-co a la República de Lerroux en 1933, queprohibió su exhibición y sólo en febrerode 1936 se autorizó por fin. La película seestrenó a finales de 1936 sonorizada perocon algunos cambios importantes: dejóde ser la denuncia de un radical contra laincapacidad de la República para erradi-car la miseria para convertirse, ya con eltítulo de Tierra sin pan, en un mensajeexpresamente antifascista y en plena gue-rra. Jordi Gracia

El historiador Isaiah Berlin (1909-1997).

El teórico delpluralismo radical

LIBROS DE REGALO / Ensayo y narrativa

10 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

Los clásicos siempre se renuevanLas auténticas obras de arte perduran y son, a la vez, inagotables. Ediciones de lujo renuevan la forma de mirarlas yaproximarse a ellas, mientras otras ofrecen nuevas propuestas para aquellos que se quieran iniciar en estos saberes

Caravaggio. Obra completaSebastian SchützeTaschen. Colonia, 2009306 páginas. 100 euros

CARAVAGGIO MEJOR que Caravaggio. Sólo ca-ben superlativos para esta edición de lu-jo en gran formato que, además, incluyeimágenes de su obra completa. Es decir,es un catálogo razonado, con cinco ensa-yos sobre su vida y el análisis de suspinturas, pero no es un muestrario al usoo un trabajo demasiado académico. Esun auténtico placer pasar cada página,con fragmentos de sus pinturas seleccio-nadas con el mejor gusto y en un papelque es una delicia. En 2010 se celebran

400 años de la muerte del genial artista.Un rebelde que conoció la fama y tam-bién la infamia. Los textos siguen todasu vida situándolo en su contexto históri-co. Conocerlo es apreciarlo más. F. J.

Arte. Guía visualpara entender el arteAndrew Graham-DixonElecta. Barcelona, 2009610 páginas. 55 euros

Museo de museosVarios autoresElecta. Barcelona, 2009400 páginas. 55 euros

QUIEN NO SABE de arte es porque no quie-re. Libros como estos que reseñamos, tie-nen todas las bases para convertir al lec-tor atento en un acertado amateur. La

Guía visual no sólo recorre toda la histo-ria del arte desde las pinturas rupestreshasta nuestros días, sino que lo hace conesquemas para comprender y valorar lacomposición o tener ideas claras de losdistintos movimientos o géneros pictóri-cos. Una vez terminada esa inmersión en-ciclopédica, Museo de museos se convier-te en la visita ideal a una colección de

obras maestras dispersas por el mundo.Son pinturas y esculturas de museos co-mo el Ermitage (San Petersburgo), la AltePinakothek (Múnich), Rijksmueum (Ams-terdam), Louvre (París) o Metropolitan yMOMA (Nueva York). Lo cierto es que noes tan fácil saber apreciar el arte, perolibros así ayudan. F. J.

Entre bambalinas. Cuarenta añosde fotografía en los platósMary Ellen MarkTraducción de Carme Franch RibesPhaidon. Nueva York/Londres, 2009264 páginas. 49,95 euros

PARA LOS amantes del cine y de la fotografía,para mitómanos o estetas. O simplementepara pasar un rato agradable, como quienpasa las hojas de un mítico álbum familiar.La fotógrafa documental Mary Ellen Markha trabajado desde 1960 haciendo foto fijaen más de un centenar de películas. Lasimágenes en blanco y negro que recoge estelibro contienen momentos minúsculos e ín-timos, emocionantes retratos y verdaderosdocumentos sobre algunos de los grandesdel cine en acción como Federico Fellini,Francis Ford Coppola, François Truffaut,Tim Burton, Alejandro González Iñárritu, oactores como Marlon Brando —impresio-nante en los descansos de ApocalypseNow—, Jeff Bridges, Johnny Depp. F. J.

Soviet Aviation/La aviación soviéticaAlexander Rodchenko y Varvara StepanovaLampreave. Madrid, 2009168 páginas. 75 euros

AUNQUE EL título y el contenido se refie-ran, efectivamente, a la aviación soviéti-

ca, el sentido que ahora tiene publicarlono es el del mejor conocimiento de lasfuerzas aéreas en los años treinta y cua-renta. Sus autores son los artistas Alexan-der Rodchenko y Varvara Stepanova y esuno de los mejores ejemplos del diseñográfico de esa época. Fue realizado parael pabellón de la URSS en la Feria Mun-dial de Nueva York, en 1939, mientras seiniciaba la Segunda Guerra Mundial.Cuando el avión no era símbolo de des-trucción sino de ilusión en el progreso.La presente edición respeta el formatooriginal, contiene los fotomontajes de losartistas y añade dos textos actuales. Unodel diseñador e historiador del arteAlexander Lavrentiev y otro del profesory crítico de arte contemporáneo, ÁngelGonzález García. F. J.

100 artistas contemporáneosHans Werner HolzwarthTaschen. Colonia, 20092 volúmenes. 696 páginas. 39,99 euros

LOS CIEN artistas contemporáneos incluidosen estos dos tomos son la élite del arte con-temporáneo. Una valoración de la obra y lasbiografías en tres idiomas (inglés, francés yespañol) de cada uno de ellos, acompaña-das por varias páginas con imágenes de sus

obras, hacen de él una excelente guía delarte y los creadores visuales más significati-vos de hoy. Sólo hay un artista español, San-tiago Sierra, y varios latinoamericanos comolos brasileños Ernesto Neto y Beatriz Milha-zes, el mexicano Gabriel Orozco y el cubanoJorge Pardo. Un panorama que da idea de lavariedad de propuestas y la compleja inten-sidad del arte de nuestros días. F. J.

El principito.Con ilustraciones desplegablesAntoine de Saint-ExupérySalamandra. Barcelona, 200961 páginas. 30 euros

Por Guillermo Altares

El principito, la obra maestra de Antoinede Saint-Exupéry, tiene sus fanáticos ysus grandes detractores. Para algunos es

un cuento universal ante el que resultacasi imposible resistirse, es uno de esosrelatos que les acompaña a lo largo detoda su existencia, cuyos personajes apa-recen una y otra vez al hilo de los avata-res de la vida. Para otros, es una cursi-lada insufrible. Sólo se me ocurre unacosa: ellos se lo pierden. Negarse a amareste relato de un aviador perdido en eldesierto que se encuentra con un niñotriste que huye de su planeta es comorenunciar a tratar de descubrir el senci-

llo secreto de los cuentos, es como abu-rrirse con la primera trilogía de La gue-rra de las Galaxias.

En su última, inacabada y difícilobra, Ciudadela (1948), Saint-Exupéryescribe: “La ocasión perdida, ésa es laque cuenta”. En el fondo, El principitoes una larga y universal reflexión sobreeso, sobre las ocasiones perdidas de lavida. También sobre la mirada de la in-fancia (“por favor, dibújame una ove-ja”), sobre el amor (“gano a causa delcolor del trigo”), sobre la soledad (“megustan las puestas de sol cuando esta-mos tan tristes”), sobre la vida y sobre lafascinación del desierto…

Durante años, El principito se ha que-dado recluido en la clásica edición conlas acuarelas del autor. Sin embargo, elactual responsable de los derechos deesta obra maestra ha decidido abrir lamano y permitir nuevos productos, de-mostrando que un libro así es capaz desobrevivir a todo. Sfar hizo una versiónen cómic, que fue un enorme éxito enFrancia y que Salamandra editará esteaño. Sin embargo, no resulta una expe-riencia fácil sumergirse en el libro conotros dibujos diferentes de los que todostenemos en la cabeza cuando pensamosen el asteroide B-612, en los baobabs, elzorro, la rosa y el propio niño rubio.También ha permitido que se haga otraversión cinematográfica (existe una mu-sical, poco conocida, aunque bastante pa-sable, dirigida por Stanley Donen y conBob Fosse y Gene Wilder en el reparto).

También ha autorizado la edición deuna joya, que ha llegado a las libreríaseste invierno: El principito en pop-up,con los mismos dibujos de siempre (y latraducción impecable de Bonifacio delCarril), pero desplegables. Otra formade no olvidar el color del trigo. O

B-612 en desplegable

El principito. Con ilustraciones desplegables, de Antoine de Saint-Exupéry.

LIBROS DE REGALO / Clásicos y arte

EL PAÍS BABELIA 02.01.10 11

Por Elisa Silió

SPIDERMAN ES EL AMIGO invisible decualquier niño español. Sus pa-dres le llevaron a ver la película,ha jugado a su videojuego e, inclu-

so, ha leído su cómic. Es incontestableque el superhéroe de las telas lo impregnatodo. Sin embargo, ¿quién de ellos conoceel mito de Aracne o el cuento Las hilande-ras? Si acaso alguno escuchó la leyenda enclase. La tradición anglosajona hace tiem-po que engulló a la latina y, no sólo eso, lohace en cualquier formato. No hay fronte-ras y los mundos mágicos se expresan entodos los lenguajes —literatura, videojue-gos, manga, cine o rol— sin complejos,saltando de uno a otro a razón del éxitocon Internet como mejor aliado.

El consumidor, además, es muchas ve-ces un sujeto activo que reinterpreta lo leí-do y hace al resto partícipe a través de unblog o las redes sociales. “Son unas lectu-ras salvajes. La gente se adentra sin ningu-na orientación y, a veces, el mercado lanzacon gran promoción libros de baja calidad.Es una cultura marginada. De fantasía losniños sólo conocen las Leyendas de Béc-quer”, se lamenta Eloy Martos, catedráticode Didáctica de la Lengua y la Literatura dela Universidad de Extremadura. Martosconfía en que en el marco de Bolonia, quepotencia la creatividad, se fomente su estu-

dio en los centros escolares y Facultades.Mientras tanto ha dedicado parte de sutiempo a comparar a los superhéroes deMarvel con vidas de santos con resultadossorprendentes.

“Es habitual que una casa editorial ouna compañía de cine asuma que hay unfenómeno del consumidor que va a quereradquirir todo”, explica Alberto Martos, au-tor de la tesis Las sagas fantásticas moder-nas y la ficción-manía. Así La Factoría deIdeas publica con regularidad las novelasde Star Trek: la próxima generación; la pri-mera entrega de Crónicas de Idhún es yauncómic (Laura Gallego y Andrés Carrión,SM), y uno de los videojuegos de la tempo-rada se ha lanzado a la vez que su libro,Dragon Age: El trono usurpado (DavidGaider, Timunmas). De esta editorial estambién Halo: El Flood (William C. Dietz),adaptación literaria de uno de los juegosmás vendidos de la historia. Mientras Su-sanne Collins trabaja en el guión de Juegosdel hambre, trilogía de la que Molino publi-ca el 21 de enero la segunda entrega, Enllamas, número 1 en ventas en la lista deThe New York Times.

“Se vende la marca, el universo mágicoentero con un gran despliegue de medios.A lo mejor el chico, que se ha criado enuna cultura audiovisual, se engancha porun mapa, de ahí pasa a leer la saga, a ver lapelícula…”, sostiene el catedrático, coordi-nador de la Red de Universidades Lecto-ras. Ya en el mercado la segunda parte dellibro Resident Evil (S. D. Perry, Timun-mas), en edición para coleccionistas. Co-menzó siendo en 1996 un videojuego y seconvirtió en un filme. O Peter Jackson, queabrió la senda con la dirección de El señorde los anillos (J. R. R. Tolkien, Minotauro),produce las adaptaciones de las aventurasde Tintín (Hergé, Juventud) y Hobbit (Tol-kien, Minotauro y Booket) y versionará latrilogía Temerario (Naomi Novik, Alfagua-ra). El novelista G. K. Chesterton decía:“No creas en nada que pueda ser dicho enimágenes coloreadas”· Pero en el fantasyes común acudir a ilustraciones y textos

de apoyo paraampliar

el imagi-nario.

C o -

mo Forjar dragones (John Howe, Timun-mas), con prólogo de Guillermo del Toro,fuente de “inspiraciones, acercamientos ytécnicas para dibujar y pintar dragones”,según reza en su subtítulo.

Casi todo está inventado e incluso lasaga La guerra de las galaxias, que congre-ga a millones de seguidores, “bebe de lashistorias concretas de la literatura euro-pea, de la religión cristiana o budista, de lamitología… Y las integra, las rehace. Inven-ta una nueva historia que propone al mun-do y que es adoptada como una nuevafuente de referencia, de conocimiento y devalores”, opina Gemma Lluch, autora delanálisis Star Wars, una manera clásica decontar aventuras. En el caso español, ade-más, sus autores reconocen que tienenmás en mente las mitologías sajonas deelfos u orcos que los seres mitológicos au-tóctonos como los malvados ojáncanos, deCantabria, o las anjanas asturianas. “El95% de la literatura fantástica que se publi-ca son traducciones o están inspiradas enleyendas artúricas o de la mitología grie-ga”, calcula Eloy Martos. Es el caso de Ja-vier Negrete con libros como La espada defuego (Minotauro) o Salamina, la gran ba-

talla de la antigüedad (Espasa);Laura Gallego, de quien Labe-

rinto acaba de poner a laventa una caja especial de

Alas de fuego y Alas ne-gras; Maite Carranza consu Magia de una nochede verano (Edebé) o Lu-cía González Lavado con

La amenaza de las som-bras: en las entrañas de Ai-

ne (Nabla).De esta extranjerización no

es partícipe la filóloga Ana Cristina Herre-ros, quien, por el contrario, ha hecho unatarea de recuperación en Libro de brujasespañolas (Siruela). “Hay cuentos maravi-llosos de los hermanos Grimm, pero enversiones populares españoles como Balca-nieve y los siete ladrones, La bella durmien-te, Mariquita y su hermanastra (una Ceni-cienta andaluza) y Arbolica del Arbolar(una Rapunzel manchega)…”, explica He-rreros en el prólogo. O Antonio RodríguezAlmodóvar, dedicado desde hace años arecuperar cuentos que recopila en libroscomo Cuentos al amor de la lumbre(Alianza), y Pedro Riera, quien en La cria-tura del bosque (Edebé) obliga a un niño aconvivir con una cerilla pirómana y unbonsái deforme.

Entre las novedades más esperadas es-tá Shiver (Maggie Stiefvater, SM), un su-perventas de corte romántico y sobrenatu-ral que llegará a las librerías en marzo,mes de la aparición de Escuela de drago-nes 2 (Salamandra Drake, Alfaguara). Enabril Montena edita Crónicas de Atlántida,una nueva serie de Joaquín Londáiz Mon-tiel, autor de la saga Elliot. En ella tresmuchachos de procedencias muy distin-tas viajan “al corazón de ese lugar legenda-rio donde deberán hacer frente a numero-sos problemas, misterios y en-frentarse a extrañas criatu-ras”, resume el argumentoel novelista madrileño.

Sagas, en palabrasdel pensador alemánPeter Sloterdijk, quesirven para ayudar acrear “un inconscien-te a la altura de nues-tras preguntas”. O

La calle del fantasmaEnric GonzálezIlustraciones de Riki BlancoA Buen Paso. Barcelona, 200932 páginas. 13,90 euros

DE 5 A 7 AÑOS. CRONISTA Y corresponsal enlas páginas de este diario, extraordinario es-critor de viajes (Historias de Londres, NuevaYork, del Calcio y esperemos que pronto deRoma), Enric González muestra aquí unanueva faceta como cuentista. Con unas suge-rentes ilustraciones de Riki Blanco, Gonzá-lez traza una historia que parece sencilla,aunque toca muchas fibras sensibles. Es unrelato sobre la amistad y los misterios urba-nos, sobre una noche de reyes con decepcio-nes que acaba con un gran descubrimiento.Como ocurre con los buenos cuentos infan-tiles, sólo es para niños en la superficie: unavez cerradas sus páginas quedan unas cuan-tas preguntas flotando en el aire. G. A.

El secreto del oso hormigueroBeatriz OsésIlustraciones de Miguel Ángel DíezFaktoría K de Libros. Vigo, 200959 páginas. 12 euros

DE 7 A 9 AÑOS. 31 POEMAS que suenan acanción y a cuento, que llevan de la mano atransitar por esa borrosa región que mediaentre la vigilia y el sueño. Están en El secretodel oso hormiguero, de Beatriz Osés. Poe-mas de la duermevela en los que unos ani-males muy especiales, el oso hormigueroamigo de sus hormigas o el atribulado ga-musino (anoche soñé…, / que un niño de-cía / que yo no existía), se van quedandodormidos dulcemente, página tras páginade este libro bellamente editado. A cada pie-za le acompaña una onírica ilustración delos personajes de los poemas, obra de Mi-guel Ángel Díez. Ganó el primer Premio dePoesía iudad de Orihuela. Sergio C. Fanjul

Valentina en MadridAnatxu Zabalbeascoa. Ilustraciones dePatricia Geis. Tusquets. Barcelona, 200932 páginas. 13,90 euros

DE 7 A 9 AÑOS. DE LA PUERTA de Alcalá alReina Sofía con paseo en el teleférico

incluido. Éstos son algunos de los lugarespor los que Valentina se pierde en Madrid.En su periplo por la capital española, laniña protagonista de los cuento-guías es-critos por la periodista especializada enarquitectura Anatxu Zabalbeascoa se dejaaconsejar por una violetera o el mismoalcalde con el fin de descubrir el lugar másbello de la ciudad. Ilustrado por PatriciaGeis, el libro es una ventana para que losmás pequeños descubran una ciudad an-tes de visitarla o para fomentar fantasíasviajeras. Además de los lugares emblemáti-cos, se describe la fisonomía de las calles ola lengua (incluye un glosario castizo). Enotro libro, Valentina viaja por Barcelonacomo ya lo hiciera en 2008 por NuevaYork y París. Pablo León

TamangoProsper Mérimée. Ilustraciones de XimenaMaier. Traducción de Elena del AmoGadir. Madrid, 2009. 65 páginas. 16 euros

DE 9 A 11 AÑOS. UN BARCO, La Esperanza.Un marino del siglo XIX que, sin trabajo niembarcaciones a las que asaltar, se dedi-ca a traficar con “madera de ébano hu-mana”. Y un héroe, Tamango. ProsperMérimée, autor de Carmen, publicó en1829 este cuento sobre el tráfico de escla-vos que Gadir recupera con ilustracionesde Ximena Maier. Es uno de los relatosde autores clásicos que, junto a los dibu-jos de ilustradores contemporáneos, apa-rece en la colección El Bosque Viejo, queincluye La nariz, de Gógol, sobre la hipo-cresía en las convenciones sociales.Gran oportunidad para presentar los clá-sicos a los jóvenes. P. L.

44 escritores de laliteratura universalJesús Marchamalo. Ilustraciones deDamián Flores. Siruela. Madrid, 2009231 páginas. 18 euros

PARA MÁS DE 12 AÑOS. EL PERIODISTA MADRI-

LEÑO Jesús Marchamalo se asomó en 2006a la literatura latinomericana y española en39 y medio y vuelve a hacerlo en 44 escritoresde la literatura universal. Un libro, concebidopara los lectores de más de 12 años, sobre los“hábitos, manías, avatares familiares y pro-blemas”, en palabras deMarchamalo, de algu-nos nombres imprescindibles de la narrativaeuropea y norteamericana de los últimos dossiglos. Un recorrido documentado e irónicoque se detiene en detalles inesperados, peroque dan idea del personaje. El volumen secompleta con una pequeña biografía de los44 y acertadas caricaturas del pintor extre-meño Damián Flores. E. S.

Hechizo mágico

Arriba, uno de los dibujos de JohnHowe recogido en Forjar dragones.Abajo, ilustración de Chris Mould pa-ra su libro Leyendas de dragones.Ambos editados por Timunmas.

Pese a la marginalidad académica, la literatura fantástica cuenta con millones de seguidoresinteresados por tener un conocimiento enciclopédico del mundo imaginario que les ha atrapado.No se contentan con el libro, compran una marca que incluye cómics, películas, videojuegos o rol

Viajes por la literatura

Casi nadie escribe de losseres mitológicosautóctonos, como losmalvados ojáncanos deCantabria o las anjanasasturianas

LIBROS DE REGALO / Infantil y juvenil

12 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

Por Elisa Silió

SPIDERMAN ES EL AMIGO invisible decualquier niño español. Sus pa-dres le llevaron a ver la película,ha jugado a su videojuego e, inclu-

so, ha leído su cómic. Es incontestableque el superhéroe de las telas lo impregnatodo. Sin embargo, ¿quién de ellos conoceel mito de Aracne o el cuento Las hilande-ras? Si acaso alguno escuchó la leyenda enclase. La tradición anglosajona hace tiem-po que engulló a la latina y, no sólo eso, lohace en cualquier formato. No hay fronte-ras y los mundos mágicos se expresan entodos los lenguajes —literatura, videojue-gos, manga, cine o rol— sin complejos,saltando de uno a otro a razón del éxitocon Internet como mejor aliado.

El consumidor, además, es muchas ve-ces un sujeto activo que reinterpreta lo leí-do y hace al resto partícipe a través de unblog o las redes sociales. “Son unas lectu-ras salvajes. La gente se adentra sin ningu-na orientación y, a veces, el mercado lanzacon gran promoción libros de baja calidad.Es una cultura marginada. De fantasía losniños sólo conocen las Leyendas de Béc-quer”, se lamenta Eloy Martos, catedráticode Didáctica de la Lengua y la Literatura dela Universidad de Extremadura. Martosconfía en que en el marco de Bolonia, quepotencia la creatividad, se fomente su estu-

dio en los centros escolares y Facultades.Mientras tanto ha dedicado parte de sutiempo a comparar a los superhéroes deMarvel con vidas de santos con resultadossorprendentes.

“Es habitual que una casa editorial ouna compañía de cine asuma que hay unfenómeno del consumidor que va a quereradquirir todo”, explica Alberto Martos, au-tor de la tesis Las sagas fantásticas moder-nas y la ficción-manía. Así La Factoría deIdeas publica con regularidad las novelasde Star Trek: la próxima generación; la pri-mera entrega de Crónicas de Idhún es yauncómic (Laura Gallego y Andrés Carrión,SM), y uno de los videojuegos de la tempo-rada se ha lanzado a la vez que su libro,Dragon Age: El trono usurpado (DavidGaider, Timunmas). De esta editorial estambién Halo: El Flood (William C. Dietz),adaptación literaria de uno de los juegosmás vendidos de la historia. Mientras Su-sanne Collins trabaja en el guión de Juegosdel hambre, trilogía de la que Molino publi-ca el 21 de enero la segunda entrega, Enllamas, número 1 en ventas en la lista deThe New York Times.

“Se vende la marca, el universo mágicoentero con un gran despliegue de medios.A lo mejor el chico, que se ha criado enuna cultura audiovisual, se engancha porun mapa, de ahí pasa a leer la saga, a ver lapelícula…”, sostiene el catedrático, coordi-nador de la Red de Universidades Lecto-ras. Ya en el mercado la segunda parte dellibro Resident Evil (S. D. Perry, Timun-mas), en edición para coleccionistas. Co-menzó siendo en 1996 un videojuego y seconvirtió en un filme. O Peter Jackson, queabrió la senda con la dirección de El señorde los anillos (J. R. R. Tolkien, Minotauro),produce las adaptaciones de las aventurasde Tintín (Hergé, Juventud) y Hobbit (Tol-kien, Minotauro y Booket) y versionará latrilogía Temerario (Naomi Novik, Alfagua-ra). El novelista G. K. Chesterton decía:“No creas en nada que pueda ser dicho enimágenes coloreadas”· Pero en el fantasyes común acudir a ilustraciones y textos

de apoyo paraampliar

el imagi-nario.

C o -

mo Forjar dragones (John Howe, Timun-mas), con prólogo de Guillermo del Toro,fuente de “inspiraciones, acercamientos ytécnicas para dibujar y pintar dragones”,según reza en su subtítulo.

Casi todo está inventado e incluso lasaga La guerra de las galaxias, que congre-ga a millones de seguidores, “bebe de lashistorias concretas de la literatura euro-pea, de la religión cristiana o budista, de lamitología… Y las integra, las rehace. Inven-ta una nueva historia que propone al mun-do y que es adoptada como una nuevafuente de referencia, de conocimiento y devalores”, opina Gemma Lluch, autora delanálisis Star Wars, una manera clásica decontar aventuras. En el caso español, ade-más, sus autores reconocen que tienenmás en mente las mitologías sajonas deelfos u orcos que los seres mitológicos au-tóctonos como los malvados ojáncanos, deCantabria, o las anjanas asturianas. “El95% de la literatura fantástica que se publi-ca son traducciones o están inspiradas enleyendas artúricas o de la mitología grie-ga”, calcula Eloy Martos. Es el caso de Ja-vier Negrete con libros como La espada defuego (Minotauro) o Salamina, la gran ba-

talla de la antigüedad (Espasa);Laura Gallego, de quien Labe-

rinto acaba de poner a laventa una caja especial de

Alas de fuego y Alas ne-gras; Maite Carranza consu Magia de una nochede verano (Edebé) o Lu-cía González Lavado con

La amenaza de las som-bras: en las entrañas de Ai-

ne (Nabla).De esta extranjerización no

es partícipe la filóloga Ana Cristina Herre-ros, quien, por el contrario, ha hecho unatarea de recuperación en Libro de brujasespañolas (Siruela). “Hay cuentos maravi-llosos de los hermanos Grimm, pero enversiones populares españoles como Balca-nieve y los siete ladrones, La bella durmien-te, Mariquita y su hermanastra (una Ceni-cienta andaluza) y Arbolica del Arbolar(una Rapunzel manchega)…”, explica He-rreros en el prólogo. O Antonio RodríguezAlmodóvar, dedicado desde hace años arecuperar cuentos que recopila en libroscomo Cuentos al amor de la lumbre(Alianza), y Pedro Riera, quien en La cria-tura del bosque (Edebé) obliga a un niño aconvivir con una cerilla pirómana y unbonsái deforme.

Entre las novedades más esperadas es-tá Shiver (Maggie Stiefvater, SM), un su-perventas de corte romántico y sobrenatu-ral que llegará a las librerías en marzo,mes de la aparición de Escuela de drago-nes 2 (Salamandra Drake, Alfaguara). Enabril Montena edita Crónicas de Atlántida,una nueva serie de Joaquín Londáiz Mon-tiel, autor de la saga Elliot. En ella tresmuchachos de procedencias muy distin-tas viajan “al corazón de ese lugar legenda-rio donde deberán hacer frente a numero-sos problemas, misterios y en-frentarse a extrañas criatu-ras”, resume el argumentoel novelista madrileño.

Sagas, en palabrasdel pensador alemánPeter Sloterdijk, quesirven para ayudar acrear “un inconscien-te a la altura de nues-tras preguntas”. O

La calle del fantasmaEnric GonzálezIlustraciones de Riki BlancoA Buen Paso. Barcelona, 200932 páginas. 13,90 euros

DE 5 A 7 AÑOS. CRONISTA Y corresponsal enlas páginas de este diario, extraordinario es-critor de viajes (Historias de Londres, NuevaYork, del Calcio y esperemos que pronto deRoma), Enric González muestra aquí unanueva faceta como cuentista. Con unas suge-rentes ilustraciones de Riki Blanco, Gonzá-lez traza una historia que parece sencilla,aunque toca muchas fibras sensibles. Es unrelato sobre la amistad y los misterios urba-nos, sobre una noche de reyes con decepcio-nes que acaba con un gran descubrimiento.Como ocurre con los buenos cuentos infan-tiles, sólo es para niños en la superficie: unavez cerradas sus páginas quedan unas cuan-tas preguntas flotando en el aire. G. A.

El secreto del oso hormigueroBeatriz OsésIlustraciones de Miguel Ángel DíezFaktoría K de Libros. Vigo, 200959 páginas. 12 euros

DE 7 A 9 AÑOS. 31 POEMAS que suenan acanción y a cuento, que llevan de la mano atransitar por esa borrosa región que mediaentre la vigilia y el sueño. Están en El secretodel oso hormiguero, de Beatriz Osés. Poe-mas de la duermevela en los que unos ani-males muy especiales, el oso hormigueroamigo de sus hormigas o el atribulado ga-musino (anoche soñé…, / que un niño de-cía / que yo no existía), se van quedandodormidos dulcemente, página tras páginade este libro bellamente editado. A cada pie-za le acompaña una onírica ilustración delos personajes de los poemas, obra de Mi-guel Ángel Díez. Ganó el primer Premio dePoesía iudad de Orihuela. Sergio C. Fanjul

Valentina en MadridAnatxu Zabalbeascoa. Ilustraciones dePatricia Geis. Tusquets. Barcelona, 200932 páginas. 13,90 euros

DE 7 A 9 AÑOS. DE LA PUERTA de Alcalá alReina Sofía con paseo en el teleférico

incluido. Éstos son algunos de los lugarespor los que Valentina se pierde en Madrid.En su periplo por la capital española, laniña protagonista de los cuento-guías es-critos por la periodista especializada enarquitectura Anatxu Zabalbeascoa se dejaaconsejar por una violetera o el mismoalcalde con el fin de descubrir el lugar másbello de la ciudad. Ilustrado por PatriciaGeis, el libro es una ventana para que losmás pequeños descubran una ciudad an-tes de visitarla o para fomentar fantasíasviajeras. Además de los lugares emblemáti-cos, se describe la fisonomía de las calles ola lengua (incluye un glosario castizo). Enotro libro, Valentina viaja por Barcelonacomo ya lo hiciera en 2008 por NuevaYork y París. Pablo León

TamangoProsper Mérimée. Ilustraciones de XimenaMaier. Traducción de Elena del AmoGadir. Madrid, 2009. 65 páginas. 16 euros

DE 9 A 11 AÑOS. UN BARCO, La Esperanza.Un marino del siglo XIX que, sin trabajo niembarcaciones a las que asaltar, se dedi-ca a traficar con “madera de ébano hu-mana”. Y un héroe, Tamango. ProsperMérimée, autor de Carmen, publicó en1829 este cuento sobre el tráfico de escla-vos que Gadir recupera con ilustracionesde Ximena Maier. Es uno de los relatosde autores clásicos que, junto a los dibu-jos de ilustradores contemporáneos, apa-rece en la colección El Bosque Viejo, queincluye La nariz, de Gógol, sobre la hipo-cresía en las convenciones sociales.Gran oportunidad para presentar los clá-sicos a los jóvenes. P. L.

44 escritores de laliteratura universalJesús Marchamalo. Ilustraciones deDamián Flores. Siruela. Madrid, 2009231 páginas. 18 euros

PARA MÁS DE 12 AÑOS. EL PERIODISTA MADRI-

LEÑO Jesús Marchamalo se asomó en 2006a la literatura latinomericana y española en39 y medio y vuelve a hacerlo en 44 escritoresde la literatura universal. Un libro, concebidopara los lectores de más de 12 años, sobre los“hábitos, manías, avatares familiares y pro-blemas”, en palabras deMarchamalo, de algu-nos nombres imprescindibles de la narrativaeuropea y norteamericana de los últimos dossiglos. Un recorrido documentado e irónicoque se detiene en detalles inesperados, peroque dan idea del personaje. El volumen secompleta con una pequeña biografía de los44 y acertadas caricaturas del pintor extre-meño Damián Flores. E. S.

Hechizo mágico

Arriba, uno de los dibujos de JohnHowe recogido en Forjar dragones.Abajo, ilustración de Chris Mould pa-ra su libro Leyendas de dragones.Ambos editados por Timunmas.

Pese a la marginalidad académica, la literatura fantástica cuenta con millones de seguidoresinteresados por tener un conocimiento enciclopédico del mundo imaginario que les ha atrapado.No se contentan con el libro, compran una marca que incluye cómics, películas, videojuegos o rol

Viajes por la literatura

Casi nadie escribe de losseres mitológicosautóctonos, como losmalvados ojáncanos deCantabria o las anjanasasturianas

EL PAÍS BABELIA 02.01.10 13

EL 6 DE JUNIO de 1944 permane-cerá para siempre en los li-bros de historia como el díaen que tuvo lugar la Opera-ción Overlord, la invasión porparte de los aliados de la Euro-

pa bajo el poder de Hitler.El desembarco se llevó a cabo a lo largo

de un tramo de costa de 80 kilómetros enlas proximidades de la ciudad normandade Caen. En pocas horas, varias de lassencillas aldeas de la zona entraron a for-mar parte de la historia mundial.

Junio de 1944. La Segunda Guerra Mun-dial llevaba causando estragos casi cincoaños. Europa se encontraba devastada ydestrozada por las bombas, inmensas ur-bes soviéticas habían quedado reducidasa ruinas y en el desierto del Sáhara vehícu-los acorazados neutralizados por el enemi-go se cubrían de herrumbre.

En varias islas apenas divisables del Pací-fico, Estados Unidos y Japón libraban algu-nas de las batallas más cruentas de la gue-rra. Que habría una invasión en Europa eraalgo anunciado. La Unión Soviética llevabatiempo exigiendo un segundo frente paraaliviar el del Este. Las potencias occidenta-les habían iniciado ya el asalto de Italia, pe-ro estaba claro que resultaría imposibleavanzar hacia Alemania cruzando los Alpes.La invasión debía venir desde la costa atlán-tica. Dónde y cuándo era un secreto bienguardado.

DESINFORMACIÓNLAS ESPECULACIONES sobre el desembarcoabundaban. En Suecia la preocupaciónera palpable: los altos mandos de la Arma-da sueca temían que la invasión tuviera co-mo escenario Dinamarca, lo que llevó amantener el estado de alerta durante toda laprimavera. Hitler, por su parte, estaba con-vencido de que se produciría cerca de Ca-lais, al ofrecer el Canal de la Mancha ladistancia más corta. Los servicios de inteli-gencia británicos se empeñaron a fondo enlabores de desinformación para mantener aHitler en esa creencia. Alemania llevaba yaun año tratando de contrarrestar esa amena-za con la Fortaleza Europa, un sistema debúnkeres que se extendía desde Dinamarcahasta la frontera española.

Hitler había asignado al mariscal de cam-po Erwin Rommel, héroe de guerra del de-sierto del Sáhara, la misión de defender lacosta del Atlántico. Rommel era de la opi-nión de que la suerte de Alemania se decidi-ría durante las primeras horas de la inva-sión, por lo que intensificó hasta el extremolas tareas de fortificación.

EL FRACASO DE LA INVASIÓN:UNA CATÁSTROFEEL PLAN DE invasión fue diseñado por unrestringido círculo en torno a DwightEisenhower, el comandante en jefe, al quese había encomendado una misión apenasenvidiable. Una vez puesto en marcha eldesembarco sería imposible detenerlo. Si elasalto se malograba, las consecuencias po-dían ser catastróficas; en el peor de los ca-sos, la derrota en la guerra. La invasión re-quería de una planificación minuciosa parala casi inconcebible misión de trasladar alotro lado del mar, con la ayuda de 6.000embarcaciones, unos 200.000 soldados consus correspondientes tanques, cañones y de-más equipamiento.

Eisenhower se vio también obligado amediar entre los dos geniales divos de la

contienda: el mariscal de campo inglésMontgomery y el general norteamericanoPatton, ambos deseosos de dirigir la inva-sión. Tras ciertas dudas, acabó asignando latarea a Montgomery.

UN FUERTE TEMPORALNI EL PROPIO Eisenhower conocía el momen-to exacto de la invasión, que dependía deuna serie de condicionamientos: un nivelde marea favorable para el desembarco,una noche oscura sin luz de luna y unafecha veraniega para poder aprovechar almáximo la luz del día.

Las mencionadas circunstancias se cum-plieron el 5 de junio, pero justo entonces sedesató una tormenta con vientos huracana-dos a través del canal que a punto estuvo dedar al traste con toda la invasión. Ya se ha-bían hecho a la mar unos diez mil soldados,apretujados en las embarcaciones que de-bían llevarlos al otro lado y que habría quedevolver a tierra en caso de cancelarse laoperación.

Rommel dio gracias al cielo por la tem-pestad y se mostró tan convencido de queno habría invasión que se dirigió a Berlín.En la tarde del 5 de junio, Eisenhower reu-nió a sus colaboradores más cercanos paratomar la crítica decisión. Un aplazamiento

implicaría como mínimo un retraso de unmes, periodo que Rommel aprovecharía pa-ra reforzar las playas, pero, por otra parte, lameteorología adversa y las olas de gran ta-maño podían aniquilar toda la operación.

Los meteorólogos pronosticaron para el6 de junio una transitoria mejoría, lo que noimpidió que la lluvia siguiera cayendo a cán-taros. El impaciente Montgomery mostró suopinión favorable a la invasión y, no sindudarlo un buen rato, Eisenhower finalmen-te dio su visto bueno.

EL PUENTE PEGASUSEL PRIMER contacto con el continente tuvolugar justo antes de la medianoche del 5 dejunio, cuando un centenar de soldados decomando ingleses tomaron atropelladamen-te tierra con ayuda de tres planeadores enuna franja de 200 metros sobre un prado deBénouville, junto al canal del Orne. Ya esofue toda una hazaña. Las aeronaves eransencillas construcciones de madera de balsay tela de saco. Carecían de motor, siendotransportadas a remolque por aviones Hér-cules, a los que iban unidos mediante ca-bles a la manera de una sarta de perlas. Alllegar a la costa francesa se cortaron los ca-bles, los pilotos tuvieron que guiar sus apara-tos siguiendo su curso en medio de unacompacta oscuridad y un intenso viento.Más que aterrizar se estrellaron de formamás o menos controlada.

Se trataba de un comando seleccionadocon esmero y encabezado por el mayorJohn Howard, experto en operaciones espe-

ciales. Se consideró como una de las misio-nes más delicadas de toda la guerra. De he-cho, Howard llevaba varios meses entrenan-do a sus hombres con el solo objetivo deconquistar un puente fuertemente defendi-do sobre el canal del Orne y mantenerlohasta la llegada de una fuerza de rescate.

Al puente se le asignó el nombre en clavePegasus. Había sido minado y los alemanestenían la orden de volarlo en caso de inva-sión. Este pequeño puente, con una impor-tancia prácticamente nula hasta entonces,resultaba ahora clave en el conjunto de losplanes bélicos de los aliados. Por una parte,las tropas germanas podían emplearlo parala llegada de refuerzos y, por la otra, era poraquí que los aliados debían pasar para exten-der la batalla fuera de Normandía. Era nece-sario tomarlo intacto, ya que su destrucciónpodía ocasionar un retraso fatídico en elavance de las tropas aliadas.

LA HUIDA DE BONCKMINUTOS ANTES de la medianoche, el solda-do raso Bonck atravesó el puente y se detu-vo en seco. No daba crédito a sus ojos. Uncomando de 22 soldados ingleses se aproxi-

maba rítmicamente a la carrera en direc-ción a él, con la cara pintada y armadoshasta los dientes. Tras pensárselo apenasun segundo, Bonck optó por lo único razo-nable: poner pies en polvorosa. Como contodos los planes militares, en el Día D mu-chas cosas no salieron conforme a lo pre-visto. Más de 18.000 paracaidistas estado-unidenses fueron lanzados sobre el flancoizquierdo de la zona de invasión. Su objeti-vo principal era el pueblo de St. Mère-Egli-se, que haría las veces de punto de reuniónde las tropas desembarcadas.

Justo después de las doce de la noche,los paracaidistas aterrizaron en St. Mère-Eglise y de inmediato se vieron envueltosen una refriega con la guarnición local. Latoma propiamente dicha de la aldea fue loúnico que, en líneas generales, salió segúnlos planes. Por lo demás, la unidad se dis-persó a los cuatro vientos y tuvieron quepasar unas doce horas para poder recom-ponerla.

Se desconoce el número de paracaidis-tas que perecieron ahogados en los anega-dos lodazales bajo los 50 kilos de su equipa-miento o por ir a parar al canal. El resto

pasó la noche vagando de un lado a otro enmedio de la oscuridad en un irreal juegodel escondite con las patrullas alemanas.

OMAHA BEACHDE PUERTOS de todo el sur de Inglaterraacudieron miles de embarcaciones paraparticipar. A la medianoche confluyeronen una zona bautizada como Picadilly Cir-cus, en las proximidades de Portsmouth,para luego poner rumbo a la costa de Nor-mandía.

Llegado el amanecer del 6 de junio, lascondiciones meteorológicas habían mejo-rado, pero las olas seguían siendo altas.Las embarcaciones con demasiado carga-mento volcaban y se iban a pique. Milesde soldados, lanzados al agua con los ros-tros aún verdes por el mareo, iniciaban sucamino arrastrándose hacia la playa.

Aunque la sorpresa fue total se entabla-ron duros combates. En Omaha Beach,34.000 soldados norteamericanos queda-ron atrapados en las barreras de alambrede espino y sometidos a un fuego mortífe-ro. En sólo una hora, 2.000 habían pereci-do y bastantes más resultaron heridos. De

las 2.400 toneladas de material previstas,sólo unas cien llegaron a tierra. A las diezde la mañana la situación era tal que tantoalemanes como aliados pensaban que lainvasión había fracasado. En otras playaslas cosas salieron mejor. Desde UtahBeach las fuerzas norteamericanas avanza-ron rápidamente hasta St. Mère-Eglise,mientras que las británicas, partiendo deJuno y Sword Beach, consiguieron abrirsepaso rápidamente hasta Caen.

El mariscal de campo Rommel acertóde pleno con su análisis de que Alemaniaperdería la guerra si sus tropas no erancapaces de detener la invasión en el pri-mer día.

Antes de que la jornada finalizara sehabía establecido una cabeza de puenteen la costa más fortificada del mundo ysólo dos meses más tarde los aliados ha-cían su entrada triunfal en París. O

Traducción del sueco de Joaquín Moya.

Este artículo de Stieg Larsson (1954-2004) fuedifundido el 31 de mayo de 1994 por la agenciasueca de noticias TT.

ME DUELE escribir estas palabras:Stieg Larsson no era un reporte-ro demasiado bueno. Por unasencilla razón: en el mundo de

Stieg Larsson no existía la neutralidad. Y sinembargo hay que reconocer rotundamenteque Stieg Larsson era uno de los mejoresinvestigadores del mundo. Una suerte deLisbeth Salander, sin lugar a dudas. De he-cho, Lisbeth Salander tiene mucho de sucreador, Stieg Larsson. Stieg nació en agosto1954 en Skellefteå, en el norte de Suecia,donde la nieve es omnipresente y el sol esca-so, cerca del territorio de los lapones, losdueños verdaderos de esas regiones.

Allí la frialdad lo domina todo, física ymentalmente. Stieg creció entre hombresque no hablan mucho. Entre amantes delsilencio, un silencio que está muy bien con-tado, por ejemplo, en las películas de Ing-mar Bergman. Entablar relaciones es en estaparte del mundo muy difícil: los vecinos vi-ven siempre lejos, el paisaje es inhóspito y lasoledad, un deporte nacional. Los hombresno lloran, ni tiene ninguna importancia loque ha pasado y lo que va a pasar.

A los 12 años pidió a sus padres una má-quina de escribir porque había decidido serescritor y periodista. Era algomuy caro, pero Stieg insistía,así que sus padres, que notenían el dinero, pidieron unpréstamo para comprarla.Era un día de otoño de 1966,Stieg lo recordaba como undía muy importante en su vi-da. Desde entonces se sintióescritor y esa máquina no de-jó de teclear días y noches enese mundo de silencios delnorte. Stieg empezó a escri-bir novelas cortas, anécdo-tas, y esa máquina de escri-bir se convirtió en el amigocon el que compartir su sole-dad y con quien sobrellevarel frío del clima y el de loshombres. Empezó también ahacer fotos, algo que acabósiendo asimismo una obse-sión. Bosse, su amigo de laniñez que sigue viviendo enla misma ciudad, y la prime-ra víctima del afán fotográfi-co de Stieg, le recuerda declarando que éltenía la responsabilidad de documentar loshechos injustos del mundo.

Era muy joven cuando decidió lucharcontra la injusticia, pero la vida no le tratabacon la misma moneda. Stieg anhelaba en-trar en la universidad y conseguir el carnéde periodista. Estaba seguro de que con esaacreditación en sus manos iba a viajar atodos los lugares conflictivos y a cambiar elmundo. Pero la universidad le dio un jarrode agua fría: no tenía las calificaciones sufi-cientes para entrar en la facultad de periodis-mo. La carta de rechazo que recibió fue muyimportante en la vida de Stieg, tanto que lecostaba hablar de ello y sólo lo hizo concinco personas: sus padres, su hermano, sunovia y yo. Pero esta carta resultó de algunaforma definitiva en su vida, una carta queguardaba el rastro de las lágrimas prohibi-das y secretas en el territorio de los hombressilenciosos, y que resulta ser una de las razo-nes esenciales en el estímulo de la escriturade Los hombres que no amaban a las muje-res, La chica que soñaba con una cerilla y unbidón de gasolina y La reina en el palacio delas corrientes de aire. Una obra que devora-rán 23 millones de lectores en todo el mun-do, la respuesta y la revancha de Larsson.

La respuesta negativa de la facultad deperiodismo causó un hondo pesar en miamigo. Para conjurar esa mala noticia deci-dió por un lado cambiar de nombre, Stigpor Stieg, un nombre de cinco letras y me-nos corriente que le parecía que tenía másfuturo; y por otro lado, se trasladó a Estocol-mo, e hizo de la ciudad la base de un guerri-llero sin armas. Si la universidad no le que-ría, había otras alternativas. Con un objetivo

muy claro, empezó como grafista en 1979en una agencia de noticias sueca, la TT (loque sería Efe en España). Su plan era pru-dente pero su sueño grande: pretendía tra-bajar como grafista unos años y poco a pocoir introduciéndose en la escritura de artícu-los para la agencia.

Sin embargo, su paciencia era más esca-sa de lo que exigía esa estrategia. Él no que-ría limitarse a escribir artículos: quería cam-biar el periodismo en TT. Sus quejas nogustaban a sus jefes, y cada día estaba mássolo a la hora del almuerzo. Pero alguno desus superiores aceptó publicar los artículosque Stieg escribía por las noches: 28 artícu-los en 20 años, un artículo y medio por año.No es una cifra que me haga muy feliz.

Cuando tuve ocasión de trabajar y editarlos artículos de Stieg Larsson, eché de me-nos a menudo que tuvieran al menos la pre-tensión de neutralidad. Los textos de Stiegparecían más discursos políticos que artícu-los periodísticos, excepto en una ocasión enque me sentí especialmente orgulloso: unreportaje acerca del Transiberiano de Mos-cú a Pekín, en el verano de 1987. Se publicóen la revista de viajes Vagabond y es untexto excelente que muestra lo mejor delLarsson periodista. Stieg describe con la pre-cisión con que lo haría una cámara la expe-riencia de los viajeros de un compartimien-

to durante una semana de viaje. Se trata deun texto vivísimo que no ahorra detalles lle-nos de ironía y respeto, y que está en elorigen de lo que brindaría más tarde a suslectores con Millennium. Lamentablemen-te, no volvió a escribir en esa revista. Algoque le sucedía con frecuencia.

El año 1995 será muy importante en latrayectoria periodística de Stieg con la fun-dación de Expo, la revista antirracista. Stiegquiere tomar partido y expresar una conde-na tajante en contra de los racistas en sustextos, pero sus colegas prefieren que escri-ba de una forma más neutral. El artículomás extenso del primer número de Expoestá escrito por Stieg: dos páginas sobre lasbombas de Oklahoma ese mismo año.

No era un buen reportero, como dije alprincipio, porque era un excelente escritor,un narrador de verdad. No sabía escribirsucintamente, detestaba la condensación.Sus artículos siempre acababan resultandomás largos de lo que se le pedía: de las12.000 pulsaciones que me enviaba, yo teníaque recortar, muchas veces con pesar, a3.000. Tenía mucho más talento como edito-rialista en una revista de investigación o co-mo analista en un periódico de izquierdas.Le gustaba reflexionar y comentar largamen-te la realidad. La brevedad, la concesión y laneutralidad no eran lo que fue a buscar aEstocolmo, lejos de los hombres silenciososdel norte. O

Kurdo Baksi (Batman, Turquía, 1965) es escritor yperiodista, autor de Min vän Stieg Larsson, que sepublicará en Suecia el 18 de enero y en España enabril (Mi amigo Stieg Larsson, Destino). Fue redactorjefe de la revista de Larsson, Expo, entre 1998 y 2003.

Por Kurdo Baksi

El autor sueco Stieg Larsson.

Stieg Larsson, el autor del fenómeno Millennium, fue un gran periodista antes de lanzarsea la novela negra. En este texto, inédito en España, relata el desembarco de Normandíacon el estilo vibrante y la capacidad para jugar con los detalles que marca su narrativa

Intérprete de los silencios

Desembarco de Normandía, en la playa de Omaha, enla mañana del Día D, 6 de junio de 1944, en una imagenmítica tomada por Robert Capa.

Decidió cambiar denombre, Stig por Stieg,y se trasladó a Estocolmo,e hizo de la ciudad la basede un guerrillero sin armas

Larsson narra el Día DLIBROS / Inédito

14 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

EL 6 DE JUNIO de 1944 permane-cerá para siempre en los li-bros de historia como el díaen que tuvo lugar la Opera-ción Overlord, la invasión porparte de los aliados de la Euro-

pa bajo el poder de Hitler.El desembarco se llevó a cabo a lo largo

de un tramo de costa de 80 kilómetros enlas proximidades de la ciudad normandade Caen. En pocas horas, varias de lassencillas aldeas de la zona entraron a for-mar parte de la historia mundial.

Junio de 1944. La Segunda Guerra Mun-dial llevaba causando estragos casi cincoaños. Europa se encontraba devastada ydestrozada por las bombas, inmensas ur-bes soviéticas habían quedado reducidasa ruinas y en el desierto del Sáhara vehícu-los acorazados neutralizados por el enemi-go se cubrían de herrumbre.

En varias islas apenas divisables del Pací-fico, Estados Unidos y Japón libraban algu-nas de las batallas más cruentas de la gue-rra. Que habría una invasión en Europa eraalgo anunciado. La Unión Soviética llevabatiempo exigiendo un segundo frente paraaliviar el del Este. Las potencias occidenta-les habían iniciado ya el asalto de Italia, pe-ro estaba claro que resultaría imposibleavanzar hacia Alemania cruzando los Alpes.La invasión debía venir desde la costa atlán-tica. Dónde y cuándo era un secreto bienguardado.

DESINFORMACIÓNLAS ESPECULACIONES sobre el desembarcoabundaban. En Suecia la preocupaciónera palpable: los altos mandos de la Arma-da sueca temían que la invasión tuviera co-mo escenario Dinamarca, lo que llevó amantener el estado de alerta durante toda laprimavera. Hitler, por su parte, estaba con-vencido de que se produciría cerca de Ca-lais, al ofrecer el Canal de la Mancha ladistancia más corta. Los servicios de inteli-gencia británicos se empeñaron a fondo enlabores de desinformación para mantener aHitler en esa creencia. Alemania llevaba yaun año tratando de contrarrestar esa amena-za con la Fortaleza Europa, un sistema debúnkeres que se extendía desde Dinamarcahasta la frontera española.

Hitler había asignado al mariscal de cam-po Erwin Rommel, héroe de guerra del de-sierto del Sáhara, la misión de defender lacosta del Atlántico. Rommel era de la opi-nión de que la suerte de Alemania se decidi-ría durante las primeras horas de la inva-sión, por lo que intensificó hasta el extremolas tareas de fortificación.

EL FRACASO DE LA INVASIÓN:UNA CATÁSTROFEEL PLAN DE invasión fue diseñado por unrestringido círculo en torno a DwightEisenhower, el comandante en jefe, al quese había encomendado una misión apenasenvidiable. Una vez puesto en marcha eldesembarco sería imposible detenerlo. Si elasalto se malograba, las consecuencias po-dían ser catastróficas; en el peor de los ca-sos, la derrota en la guerra. La invasión re-quería de una planificación minuciosa parala casi inconcebible misión de trasladar alotro lado del mar, con la ayuda de 6.000embarcaciones, unos 200.000 soldados consus correspondientes tanques, cañones y de-más equipamiento.

Eisenhower se vio también obligado amediar entre los dos geniales divos de la

contienda: el mariscal de campo inglésMontgomery y el general norteamericanoPatton, ambos deseosos de dirigir la inva-sión. Tras ciertas dudas, acabó asignando latarea a Montgomery.

UN FUERTE TEMPORALNI EL PROPIO Eisenhower conocía el momen-to exacto de la invasión, que dependía deuna serie de condicionamientos: un nivelde marea favorable para el desembarco,una noche oscura sin luz de luna y unafecha veraniega para poder aprovechar almáximo la luz del día.

Las mencionadas circunstancias se cum-plieron el 5 de junio, pero justo entonces sedesató una tormenta con vientos huracana-dos a través del canal que a punto estuvo dedar al traste con toda la invasión. Ya se ha-bían hecho a la mar unos diez mil soldados,apretujados en las embarcaciones que de-bían llevarlos al otro lado y que habría quedevolver a tierra en caso de cancelarse laoperación.

Rommel dio gracias al cielo por la tem-pestad y se mostró tan convencido de queno habría invasión que se dirigió a Berlín.En la tarde del 5 de junio, Eisenhower reu-nió a sus colaboradores más cercanos paratomar la crítica decisión. Un aplazamiento

implicaría como mínimo un retraso de unmes, periodo que Rommel aprovecharía pa-ra reforzar las playas, pero, por otra parte, lameteorología adversa y las olas de gran ta-maño podían aniquilar toda la operación.

Los meteorólogos pronosticaron para el6 de junio una transitoria mejoría, lo que noimpidió que la lluvia siguiera cayendo a cán-taros. El impaciente Montgomery mostró suopinión favorable a la invasión y, no sindudarlo un buen rato, Eisenhower finalmen-te dio su visto bueno.

EL PUENTE PEGASUSEL PRIMER contacto con el continente tuvolugar justo antes de la medianoche del 5 dejunio, cuando un centenar de soldados decomando ingleses tomaron atropelladamen-te tierra con ayuda de tres planeadores enuna franja de 200 metros sobre un prado deBénouville, junto al canal del Orne. Ya esofue toda una hazaña. Las aeronaves eransencillas construcciones de madera de balsay tela de saco. Carecían de motor, siendotransportadas a remolque por aviones Hér-cules, a los que iban unidos mediante ca-bles a la manera de una sarta de perlas. Alllegar a la costa francesa se cortaron los ca-bles, los pilotos tuvieron que guiar sus apara-tos siguiendo su curso en medio de unacompacta oscuridad y un intenso viento.Más que aterrizar se estrellaron de formamás o menos controlada.

Se trataba de un comando seleccionadocon esmero y encabezado por el mayorJohn Howard, experto en operaciones espe-

ciales. Se consideró como una de las misio-nes más delicadas de toda la guerra. De he-cho, Howard llevaba varios meses entrenan-do a sus hombres con el solo objetivo deconquistar un puente fuertemente defendi-do sobre el canal del Orne y mantenerlohasta la llegada de una fuerza de rescate.

Al puente se le asignó el nombre en clavePegasus. Había sido minado y los alemanestenían la orden de volarlo en caso de inva-sión. Este pequeño puente, con una impor-tancia prácticamente nula hasta entonces,resultaba ahora clave en el conjunto de losplanes bélicos de los aliados. Por una parte,las tropas germanas podían emplearlo parala llegada de refuerzos y, por la otra, era poraquí que los aliados debían pasar para exten-der la batalla fuera de Normandía. Era nece-sario tomarlo intacto, ya que su destrucciónpodía ocasionar un retraso fatídico en elavance de las tropas aliadas.

LA HUIDA DE BONCKMINUTOS ANTES de la medianoche, el solda-do raso Bonck atravesó el puente y se detu-vo en seco. No daba crédito a sus ojos. Uncomando de 22 soldados ingleses se aproxi-

maba rítmicamente a la carrera en direc-ción a él, con la cara pintada y armadoshasta los dientes. Tras pensárselo apenasun segundo, Bonck optó por lo único razo-nable: poner pies en polvorosa. Como contodos los planes militares, en el Día D mu-chas cosas no salieron conforme a lo pre-visto. Más de 18.000 paracaidistas estado-unidenses fueron lanzados sobre el flancoizquierdo de la zona de invasión. Su objeti-vo principal era el pueblo de St. Mère-Egli-se, que haría las veces de punto de reuniónde las tropas desembarcadas.

Justo después de las doce de la noche,los paracaidistas aterrizaron en St. Mère-Eglise y de inmediato se vieron envueltosen una refriega con la guarnición local. Latoma propiamente dicha de la aldea fue loúnico que, en líneas generales, salió segúnlos planes. Por lo demás, la unidad se dis-persó a los cuatro vientos y tuvieron quepasar unas doce horas para poder recom-ponerla.

Se desconoce el número de paracaidis-tas que perecieron ahogados en los anega-dos lodazales bajo los 50 kilos de su equipa-miento o por ir a parar al canal. El resto

pasó la noche vagando de un lado a otro enmedio de la oscuridad en un irreal juegodel escondite con las patrullas alemanas.

OMAHA BEACHDE PUERTOS de todo el sur de Inglaterraacudieron miles de embarcaciones paraparticipar. A la medianoche confluyeronen una zona bautizada como Picadilly Cir-cus, en las proximidades de Portsmouth,para luego poner rumbo a la costa de Nor-mandía.

Llegado el amanecer del 6 de junio, lascondiciones meteorológicas habían mejo-rado, pero las olas seguían siendo altas.Las embarcaciones con demasiado carga-mento volcaban y se iban a pique. Milesde soldados, lanzados al agua con los ros-tros aún verdes por el mareo, iniciaban sucamino arrastrándose hacia la playa.

Aunque la sorpresa fue total se entabla-ron duros combates. En Omaha Beach,34.000 soldados norteamericanos queda-ron atrapados en las barreras de alambrede espino y sometidos a un fuego mortífe-ro. En sólo una hora, 2.000 habían pereci-do y bastantes más resultaron heridos. De

las 2.400 toneladas de material previstas,sólo unas cien llegaron a tierra. A las diezde la mañana la situación era tal que tantoalemanes como aliados pensaban que lainvasión había fracasado. En otras playaslas cosas salieron mejor. Desde UtahBeach las fuerzas norteamericanas avanza-ron rápidamente hasta St. Mère-Eglise,mientras que las británicas, partiendo deJuno y Sword Beach, consiguieron abrirsepaso rápidamente hasta Caen.

El mariscal de campo Rommel acertóde pleno con su análisis de que Alemaniaperdería la guerra si sus tropas no erancapaces de detener la invasión en el pri-mer día.

Antes de que la jornada finalizara sehabía establecido una cabeza de puenteen la costa más fortificada del mundo ysólo dos meses más tarde los aliados ha-cían su entrada triunfal en París. O

Traducción del sueco de Joaquín Moya.

Este artículo de Stieg Larsson (1954-2004) fuedifundido el 31 de mayo de 1994 por la agenciasueca de noticias TT.

ME DUELE escribir estas palabras:Stieg Larsson no era un reporte-ro demasiado bueno. Por unasencilla razón: en el mundo de

Stieg Larsson no existía la neutralidad. Y sinembargo hay que reconocer rotundamenteque Stieg Larsson era uno de los mejoresinvestigadores del mundo. Una suerte deLisbeth Salander, sin lugar a dudas. De he-cho, Lisbeth Salander tiene mucho de sucreador, Stieg Larsson. Stieg nació en agosto1954 en Skellefteå, en el norte de Suecia,donde la nieve es omnipresente y el sol esca-so, cerca del territorio de los lapones, losdueños verdaderos de esas regiones.

Allí la frialdad lo domina todo, física ymentalmente. Stieg creció entre hombresque no hablan mucho. Entre amantes delsilencio, un silencio que está muy bien con-tado, por ejemplo, en las películas de Ing-mar Bergman. Entablar relaciones es en estaparte del mundo muy difícil: los vecinos vi-ven siempre lejos, el paisaje es inhóspito y lasoledad, un deporte nacional. Los hombresno lloran, ni tiene ninguna importancia loque ha pasado y lo que va a pasar.

A los 12 años pidió a sus padres una má-quina de escribir porque había decidido serescritor y periodista. Era algomuy caro, pero Stieg insistía,así que sus padres, que notenían el dinero, pidieron unpréstamo para comprarla.Era un día de otoño de 1966,Stieg lo recordaba como undía muy importante en su vi-da. Desde entonces se sintióescritor y esa máquina no de-jó de teclear días y noches enese mundo de silencios delnorte. Stieg empezó a escri-bir novelas cortas, anécdo-tas, y esa máquina de escri-bir se convirtió en el amigocon el que compartir su sole-dad y con quien sobrellevarel frío del clima y el de loshombres. Empezó también ahacer fotos, algo que acabósiendo asimismo una obse-sión. Bosse, su amigo de laniñez que sigue viviendo enla misma ciudad, y la prime-ra víctima del afán fotográfi-co de Stieg, le recuerda declarando que éltenía la responsabilidad de documentar loshechos injustos del mundo.

Era muy joven cuando decidió lucharcontra la injusticia, pero la vida no le tratabacon la misma moneda. Stieg anhelaba en-trar en la universidad y conseguir el carnéde periodista. Estaba seguro de que con esaacreditación en sus manos iba a viajar atodos los lugares conflictivos y a cambiar elmundo. Pero la universidad le dio un jarrode agua fría: no tenía las calificaciones sufi-cientes para entrar en la facultad de periodis-mo. La carta de rechazo que recibió fue muyimportante en la vida de Stieg, tanto que lecostaba hablar de ello y sólo lo hizo concinco personas: sus padres, su hermano, sunovia y yo. Pero esta carta resultó de algunaforma definitiva en su vida, una carta queguardaba el rastro de las lágrimas prohibi-das y secretas en el territorio de los hombressilenciosos, y que resulta ser una de las razo-nes esenciales en el estímulo de la escriturade Los hombres que no amaban a las muje-res, La chica que soñaba con una cerilla y unbidón de gasolina y La reina en el palacio delas corrientes de aire. Una obra que devora-rán 23 millones de lectores en todo el mun-do, la respuesta y la revancha de Larsson.

La respuesta negativa de la facultad deperiodismo causó un hondo pesar en miamigo. Para conjurar esa mala noticia deci-dió por un lado cambiar de nombre, Stigpor Stieg, un nombre de cinco letras y me-nos corriente que le parecía que tenía másfuturo; y por otro lado, se trasladó a Estocol-mo, e hizo de la ciudad la base de un guerri-llero sin armas. Si la universidad no le que-ría, había otras alternativas. Con un objetivo

muy claro, empezó como grafista en 1979en una agencia de noticias sueca, la TT (loque sería Efe en España). Su plan era pru-dente pero su sueño grande: pretendía tra-bajar como grafista unos años y poco a pocoir introduciéndose en la escritura de artícu-los para la agencia.

Sin embargo, su paciencia era más esca-sa de lo que exigía esa estrategia. Él no que-ría limitarse a escribir artículos: quería cam-biar el periodismo en TT. Sus quejas nogustaban a sus jefes, y cada día estaba mássolo a la hora del almuerzo. Pero alguno desus superiores aceptó publicar los artículosque Stieg escribía por las noches: 28 artícu-los en 20 años, un artículo y medio por año.No es una cifra que me haga muy feliz.

Cuando tuve ocasión de trabajar y editarlos artículos de Stieg Larsson, eché de me-nos a menudo que tuvieran al menos la pre-tensión de neutralidad. Los textos de Stiegparecían más discursos políticos que artícu-los periodísticos, excepto en una ocasión enque me sentí especialmente orgulloso: unreportaje acerca del Transiberiano de Mos-cú a Pekín, en el verano de 1987. Se publicóen la revista de viajes Vagabond y es untexto excelente que muestra lo mejor delLarsson periodista. Stieg describe con la pre-cisión con que lo haría una cámara la expe-riencia de los viajeros de un compartimien-

to durante una semana de viaje. Se trata deun texto vivísimo que no ahorra detalles lle-nos de ironía y respeto, y que está en elorigen de lo que brindaría más tarde a suslectores con Millennium. Lamentablemen-te, no volvió a escribir en esa revista. Algoque le sucedía con frecuencia.

El año 1995 será muy importante en latrayectoria periodística de Stieg con la fun-dación de Expo, la revista antirracista. Stiegquiere tomar partido y expresar una conde-na tajante en contra de los racistas en sustextos, pero sus colegas prefieren que escri-ba de una forma más neutral. El artículomás extenso del primer número de Expoestá escrito por Stieg: dos páginas sobre lasbombas de Oklahoma ese mismo año.

No era un buen reportero, como dije alprincipio, porque era un excelente escritor,un narrador de verdad. No sabía escribirsucintamente, detestaba la condensación.Sus artículos siempre acababan resultandomás largos de lo que se le pedía: de las12.000 pulsaciones que me enviaba, yo teníaque recortar, muchas veces con pesar, a3.000. Tenía mucho más talento como edito-rialista en una revista de investigación o co-mo analista en un periódico de izquierdas.Le gustaba reflexionar y comentar largamen-te la realidad. La brevedad, la concesión y laneutralidad no eran lo que fue a buscar aEstocolmo, lejos de los hombres silenciososdel norte. O

Kurdo Baksi (Batman, Turquía, 1965) es escritor yperiodista, autor de Min vän Stieg Larsson, que sepublicará en Suecia el 18 de enero y en España enabril (Mi amigo Stieg Larsson, Destino). Fue redactorjefe de la revista de Larsson,Expo, entre 1998 y 2003.

Por Kurdo Baksi

El autor sueco Stieg Larsson.

Stieg Larsson, el autor del fenómeno Millennium, fue un gran periodista antes de lanzarsea la novela negra. En este texto, inédito en España, relata el desembarco de Normandíacon el estilo vibrante y la capacidad para jugar con los detalles que marca su narrativa

Intérprete de los silencios

Desembarco de Normandía, en la playa de Omaha, enla mañana del Día D, 6 de junio de 1944, en una imagenmítica tomada por Robert Capa.

Decidió cambiar denombre, Stig por Stieg,y se trasladó a Estocolmo,e hizo de la ciudad la basede un guerrillero sin armas

Larsson narra el Día D

EL PAÍS BABELIA 02.01.10 15

SEÑALANDO A LA AUDIENCIA

con un gesto nervioso ycircular que quería abar-car tanto a los que se en-

contraban en el estudio como alos millones que seguían el pro-grama desde otros lugares, doñaBelén Esteban le espetó a un so-brepasado Jaime Peñafiel (que lereprochaba su vulgaridad y su fal-ta de educación): “Yo soy una chi-ca de barrio y éstos son mis diplo-mas”. O dicho de otro modo: esel público quien me confiere cre-dibilidad y prestigio. Mientras es-tudiaba la lista de “los libros delaño” publicada por Babelia (y enla que me llama la atención algu-na ausencia), he recordado esaréplica de la bien asesorada (alfin y al cabo cobra 300.000 eurosal año; repito: 300.000) “princesadel pueblo” al periodista “amigodel Rey”. Me explico: los “diplo-mas” de Larsson son también susventas. Y, aunque Larsson sí apa-reció en el palmarés babélico de2008, a la inmensa mayoría de“críticos y periodistas” que con-testamos la encuesta no se nosocurrió que la última entrega delsueco —una de las más celebra-das por la “audiencia”— pudieraser incluida en la lista de los li-bros “mejores”: la fractura entrela opinión “especializada” y el pú-blico que lee y compra libros, yhace posible que el negocio conti-núe, sigue dando motivos parapensar (por cierto, ¿qué significahoy “mejor” aplicado a un libro?).En todo caso, y apostillando elanálisis de Winston Manrique,me llama la atención el pobreresultado obtenido por la nove-la como género (5/20) y el ascenso del ensa-yo (7/20) en sus más variadas e híbridasmanifestaciones. Editorialmente, la palmade la representación se la llevan los grandesgrupos (14/20): seis de los libros pertenecena Random House, cinco a Planeta y tres aSantillana. Y me resulta estimulante la pre-sencia de pequeños sellos independientes:Bartleby, con dos títulos, y Linteo, Librosdel Asteroide, Alfabia y Atalanta, con unocada uno. Y ahora una pregunta inocente amis (improbables) lectores: ¿no han notadonada raro? Yo sí: entre los 20 “del año” noaparece ni un solo título publicado por al-guna de las tres editoriales (independien-tes, pero medianas) más prestigiosas y conmás “tirón” en los suplementos literarios:Anagrama, Tusquets y Acantilado. En cuan-to a la señora Esteban (Peñafiel le negaríael tratamiento: trasunto bufo de la lucha declases entre patricios y plebeyos), ya hacetiempo que vengo echando de menos unabuena “mitología” (en sentido barthesia-

no) sobre ella a cargo de algún “semioclas-ta” de esos que saben sacarle toda la puntaa nuestros mitos contemporáneos: esosque, a menudo, a la vez nos mesmerizan ynos repelen. Así somos. Y así zapeamos.

TabletasEL SEMANARIO LivresHebdo ha publicado unartículo sobre la proliferación de aparatoslectores de libros electrónicos al que ha titu-lado sintomáticamente “lectoras como si llo-vieran”. La palabra que utiliza es liseuseque, según el imprescindible Robert es unalectora (como lectrice), que lee mucho, unalectora empedernida, como si dijéramos.Me gusta el nombre. En todo caso, lo ciertoes que en el mercado (y no sólo en el fran-cés), llueven los lectores electrónicos: si nosdescuidamos pronto habrá tantos modelosque los establecimientos que los vendan ten-drán que habilitar mesas de novedades paraexponerlos (con sus correspondientes cerro-

jos de seguridad, supongo). Me dicen quePapá Noel ha repartido bastantes por la Pielde Toro; y es previsible que sus Majestadeslos Reyes Magos —más apegados a la lectu-ra de cielos y libros tradicionales— repartanaún más. Las cifras de ventas —empezandopor el pionero Kindle, de Amazon— siguenestando absurdamente censuradas, pero al-gunos analistas sospechan que en EstadosUnidos se han triplicado. En Europa las co-sas van más pausadamente, pero las llama-das plataformas de distribución de libroselectrónicos (entre ellas la constituida porlos tres grandes: Random, Planeta y Santilla-na) están ampliando sus catálogos a buenritmo. Otra cosa es la —en general— medio-cre información que ofrecen sobre sus li-bros, que todavía está a años luz de la que sepuede obtener en Amazon o en los paratex-tos de los libros tradicionales. En cuanto aqué lector electrónico es más recomenda-ble, lo mejor es que se dejen aconsejar poralguien solvente (y, tranquilos: Díaz Ferrán

no fabrica ninguno). En todo ca-so, las tecnologías (y los precios)van a cambiar tan rápido que pue-de ser prudente esperar un poco:Apple sacará su tableta (me gustaeste nombre: un homenaje a los“libros” de escritura cuneiforme)en primavera, y en febrero apare-cerá en Estados Unidos el Edge(de enTourage Systems), un mul-tifunción con dos pantallas quepodrá usarse como agenda, lectormultimedia y de e-books. En todocaso, son multitud los signos queindican que el libro electrónico yaforma parte de nuestro paisaje co-tidiano. Se me ocurren dos ejem-plos de muy distinta índole: KLM(nada que ver con Air Comet)ofrecerá pronto a sus pasajerosde preferente una tableta lectoracon libros y revistas en diferentesidiomas; y conozco a quien ya seha bajado de eMule la versión pira-ta de una novela de Larsson. Elcomercio y la piratería: viejos co-mo el mundo.

SupersticiónYA HE DICHO QUE con la edad —yel descrédito de los grandes discur-sos, a los que de joven era tan afi-cionado— me vuelvo supersticio-so. Evito pasar bajo escaleras, seme eriza el vello cuando me cruzocon un gato negro, agarro un cru-cifijo y me echo al cuello, comoremedio apotropaico, una ristrade ajos cada vez que oigo declara-ciones de Díaz Ferrán (¿empresa-rio español de la década?), etcéte-ra. Últimamente —quizás se debaa que, en estas fechas tan señala-das, estoy bebiendo demasiada

malta de las Highlands— tiendo a ver pordoquier signos ominosos que presagiandestinos funestos (y no me refiero al fiascode Copenhague). Uno de los últimos enhacerme temblar ha sido el título del pri-mer ciclo de conferencias programado pa-ra el próximo año por la Fundación March:Catástrofes. Los ponentes, todos ellos degran prestigio, hablarán de volcanes, pes-tes, pandemias, terremotos y diluvios (nohay nada, por ahora, sobre Díaz Ferrán).Pero a mí, que ese ciclo sobre catástrofessea el primero del año de la institución quedirige Javier Gomá me parece altamenteintranquilizador. Al fin y al cabo, los títulostambién pueden tener, además de su pecu-liar “ejemplaridad pública” (parafrasean-do el título del ensayo de Gomá, uno de loslibros “mejores del año”), valor sintomáti-co como atisbo de Zeitgeist. En todo caso,yo tampoco elegiría Air Comet para viajar,no sé si me explico. Y ya me acabo, qu’ilfait Freud, como dice mi amigo Suñén. O

Éstos son mis diplomas

Ilustración de Max.

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

16 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

Gloria García LorcaGalería Travesía 4San Mateo, 16. MadridHasta el 10 de enero

Por Francisco Calvo Serraller

TRAS UNA dilatada trayectoria artística,que inició en Nueva York, donde se de-cantó por una senda pictórica afín a laabstracción lírica americana, Gloria Gar-cía Lorca (Nueva York, 1954) ha ido madu-rando con una cada vez mayor ambición.En este sentido, instalada en España, sucarrera profesional durante la década de1970 no sólo fue actualizando y enrique-ciendo su lenguaje pictórico, sino progre-sivamente dando pábulo a otras inquie-tudes técnicas y conceptuales. Aunqueno abandonó su talante pictórico, sumundo se hizo más reflexivo y complejo,y empezó a experimentar con otros mate-riales y, sobre todo, a adentrarse de diver-sas maneras en obras tridimensionales.Fue entonces cuando apuntó tambiénde forma más clara su querencia por lanaturaleza orgánica, tratada siemprecon un refinamiento lírico. Un ejemplobrillante fue su incursión por el universode los tejidos y tapices que, pienso, cons-tituyó para ella un peldaño en sus bús-quedas de un tratamiento más libre eimaginativo de su obra.

En cualquier caso, durante los últi-mos años, Gloria García Lorca ha arriba-do a lo mejor de su madurez con instala-

ciones que recrean con originalidad susintonía con la naturaleza. Es el caso dela presente exposición, significativamen-te titulada Historia natural, en la quecon chapa pigmentada en rojos y blan-cos evoca los elementos de un paisaje delitoral; su perfil, sus seres, sus formas. Enabsoluto se trata de una evocación de

corte realista, pero no por esopierde su fuerza y efecto en elespectador, que se siente in-merso en una atmósfera y unritmo marinos. El oleaje metali-zado, pero de coloración hir-viente, recuerda esos aceradostorbellinos de agua y fuego deWilliam Blake, aunque la inten-ción de nuestra artista no ten-ga esa pasión devoradora, con-minatoria y apocalíptica de lasimágenes y poesías del británi-co. En realidad, mirando lasobras y el conjunto de la insta-lación que ahora exhibe com-prendemos más y mejor el sen-tido de toda su trayectoria y eltrasfondo de su propia sensibi-lidad. Y es que ahora se revelacómo Gloria García Lorca tie-ne alma de paisajista, pero nosólo porque refleje o represen-te la naturaleza, sino sus luces,que alumbran hacia fuera y ha-cia dentro. Es lo que ella haescrito al respecto con preci-sión poética: “Hay algo extraña-mente indeleble en aquello

que nos ha asombrado y su rastro está enel semillero de la memoria donde todo esdesorden”. La instalación que nos ofrecees pues el fruto de estos encuentros don-de se miden las vivencias de alguien quese funde con lo que contempla y lo refun-da. Una entrega. La de, como ella mismadice, “huella del primer asombro”. O

Huellas del asombroFotonoviembreCentro de Fotografía Isla de Tenerife /Tenerife Espacio de las ArtesTenerife. Varios espaciosHasta el 17 de enero

UNA BIENAL, Fotonoviembre, que alcanza sudécima edición, y un centro, Tenerife Espa-cio de las Artes (TEA), que cumple un año ypocos meses de existencia. La crisis les afec-ta, pero en tiempo de vacas flacas los pro-yectos sólidos resisten mejor y así ocurrecon Fotonoviembre y con TEA, institución ala que está adscrito el Centro de FotografíaIsla de Tenerife, la entidad organizadora delcertamen. La sede de TEA acoge la joya dela corona de la bienal: la Colección OrdóñezFalcón de Fotografía (COFF), un conjuntode 1.300 obras de autores centrales del si-glo XX, depositada ahora íntegramente enel espacio canario. Este aporte revalúa for-midablemente los fondos de TEA, hasta aho-ra el punto más débil de la casa.

La muestra, una selección de más de uncentenar de fotografías de la COFF, se es-tructura en torno a epígrafes como retrato,paisaje y naturaleza muerta, los génerosque conformaban el sistema de las bellas

artes y que en las últimas décadas han reco-brado vigor a través de una práctica fotográ-fica que adopta la forma cuadro. Pero de untiempo a esta parte el género es tambiénuna categoría sobre la que se asienta el mon-taje de exposiciones fotográficas como ésta,una convención que, pese a su carga acadé-mica, conserva eficacia para trazar líneas defuerza entre imágenes indéxicas.

Pese a su ideario subversivo, August San-der retrata a un Revolucionario de los añosveinte como un sujeto centrado, integrantede un orden colectivo racional y transparen-te, como una ficha más del monumentalrepositorio de tipos humanos con el que elartista alemán aspiraba a registrar la totali-dad de la sociedad de su tiempo. Al paradig-ma archivístico de Sander se opone la estéti-ca fotoperiodística con la que Walker Evanscapta en los años treinta a una granjera nor-teamericana. Esta imagen acusa también elinflujo del montaje cinematográfico y seconvierte en secuencia en el libro Elogiemosahora a los hombres famosos que Evans pu-blica en 1941 junto al escritor James Agee.Como Evans, Cindy Sherman usa procedi-mientos del cine en un autorretrato de fina-les de los setenta, pero, a diferencia deaquel, que propugnaba una fotografía “di-recta”, sin manipulación, construye una pa-rodia de un fotograma hollywoodiense conla que le sale al paso a los estereotipos so-bre la identidad femenina y a las mitologíassobre el genio creador. Pero el recorridocrítico de Sherman es corto, no mucho másque una ilustración de teorías como la delsimulacro.

En el estudio de nubes de Alfred Stie-glitz, fechado en 1927, el recorte amplía demanera prodigiosa las posibilidades del me-dio, al confundir la imagen-huella con lanube y cortar los puntos de anclaje de lafoto con su soporte material. La vecindadde Stieglitz y Thomas Ruff resulta en extre-mo estimulante. La serie Landscapes / Tene-rife de este último, expuesta en una salaanexa a las de la COFF y destinada a sercolgada permanentemente en la bibliotecadel poliédrico y vibrante edificio de Herzogy De Meuron, es una truculenta aproxima-ción a los paisajes turistizados de Tenerife.Truculenta porque cuando el espectador ob-serva de cerca las grandes imágenes digita-les del artista alemán percibe perfectamen-te el pixelado. Ruff, a diferencia de Stieglitz,no intenta confundir la fotografía con la rea-lidad, más que nada porque está persuadi-

do de que la fotografía es parte constitutivade la realidad, una transferencia técnica delmundo al mundo. Mariano de Santa Ana

Thomas DemandGalería Helga de AlvearDoctor Fourquet, 12. MadridHasta el 10 de enero

LA OBRA DE Thomas Demand podría inter-pretarse como una vuelta de tuerca a laidea de que toda imagen es el resultado dela aplicación de una serie de dispositivos deproducción. En su caso, dichos dispositivostienen un largo recorrido. Basándose en in-formaciones y fotografías ya difundidas, alas que cualquier persona puede acceder,Demand elige una o varias imágenes queprocede a reconstruir en su taller en formade esculturas de cartón de tamaño natural,esculturas que una vez terminadas procedea fotografiar. En este largo proceso nos llevadesde la evidencia del registro fotográficohasta el nivel de la reconstrucción mental,desde lo concreto hacia lo abstracto, desdelo factual hacia lo inventado. Lo que De-mand viene a señalar es la distancia queexiste entre una imagen que aspira a “ilus-trar” una realidad, un hecho, y una imagen

que abre la posibilidad de pensar y narrar.Por eso en sus fotografías falta información,hay un proceso de “borrado” paralelo al dela reconstrucción, que limpia de contexto laimagen. Sus pies de foto tampoco nos ofre-cen información. Pero cuando conocemosel origen, la cita visual de la que parten sus

obras, realizamos el proceso inverso al queefectuamos habitualmente ante una ima-gen de prensa, no evidenciamos sino queevocamos. Eso es lo que ocurre ante la fotode una cabaña de madera, que resulta ser laparada de autobús donde los hermanos Kau-litz se reunían y en la que decidieron formarel grupo Tokio Hotel. O ante la visión de unanodino estudio de fotografía, que reprodu-ce en realidad la sala donde se fotografiabaa los presos de la prisión de Gera. A medidaque van apareciendo, las nuevas obras deDemand acentúan su asignación a un incier-to teatro de la imaginación y la memoria:nos muestran qué ocurre cuando algo sevuelve imagen, cómo retorna a través de lafotografía lo que ya no está presente, cómose van borrando los detalles de la imagende un modo similar a lo que sucede conlos de la memoria. Alberto Martín

Yo mismo y el Otro. Retratos enla fotografía india contemporáneaArtium. Francia, 24. Vitoria-GasteizHasta el 24 de enero

LA ESTÉTICA nace como un discurso del cuer-po, se desarrolla como la disciplina de todoaquello que salta a la vista —nuestra vidasensitiva— y se emancipa cuando se ocupade la dimensión vasta y palpable de los de-seos humanos, la historia del Yo. Y aún más,el Yo inscrito en el Otro, como prótesis de lasensibilidad, reconstrucción ideológica y es-trategia liberadora. En las diferentes mani-festaciones plásticas contemporáneas, la es-tética da una vuelta de campana sobre símisma y se reincorpora a esa intuición pri-mera de la que partió originalmente: el cuer-po como campo de batalla, como ideologíaencarnada. La exposición Yo mismo y elOtro reúne la obra de 16 fotógrafos indiosque exploran el (auto)retrato como señal deidentidad y celebración de la imagen esceni-ficada. Se trata de una muestra audaz, queproporciona al visitante vínculos sensitivosy le sitúa adecuadamente frente al arte plás-tico de un país joven a caballo entre el tradi-cionalismo y el progreso.

El archivo restaurado de Umrao SinghSher-Gil (1870-1954) se compone de 60años de autorretratos de uno de los pione-ros de la construcción del Yo y su extensión,

la familia. Parecida singularidad la encontra-mos en las fotografías de carácter íntimo deRichard Bartholomew (1926-1985), pintor,poeta, crítico, autor de origen birmano insta-lado en la India tras la ocupación japonesade su país, en 1942. Ninguno de estos dosprecursores fue reconocido como fotógrafoen vida. Los trabajos de Anay Mann (TheRed Room) y Sunil Gupta (The New Pre-Ra-phaelites) se comprometen con la construc-ción de una masculinidad en conflicto conla conducta sexual normativa. Muy diferen-te es el Yo desnudo y metafísico de Ebene-zer Sunder en su deseo de explorar su linajehindú-cristiano. El performer Nikhil Choprase deja retratar como dibujante y paisajistade finales del siglo XIX y su lenta transforma-ción en una mujer victoriana. Mientras TejalShah se transmuta en las pacientes que su-fren histeria para acentuar el horror de lasprácticas médicas del neurólogo Jean Mar-tin Charcot, Anita Khemka revela su melan-colía entre extraños en una serie de autorre-tratos tomados en el trayecto de un tren.Pushpamala es la autora del cortometrajeParis Autumm, un thriller construido a par-tir de fotografías estáticas, una investigaciónde la muerte de Gabriela de Estrées, amantede Enrique IV, rey de Francia. La fotógrafaSheba Chhachhi “pone en escena” a las re-presentantes del feminismo indio, lo mismohace Dileep Prakash con la comunidad an-glo-india y Vidura Jang Bahadur se fija en ladiáspora china. Ketaki Sheth escenifica retra-tos con gemelos y trillizos indios. La lista deautores se alarga, todos son el producto deuna habilidad artística plural que revela suintención de marcar a fuego en su cuerpouna voluntad, una crítica, una contradic-ción. Un No. Ángela Molina

Imagen de la instalación de Gloria García Lorca, Historia natural.

El órgano de los héroes (2009), de Thomas Demand.

New Pre-Raphaelites #3 (2008-2009), de Sunil Gupta.

Jardín botánico, de Erika Barahona, en Fotonoviembre.

ARTE / Exposiciones

EL PAÍS BABELIA 02.01.10 17

Por Roberta Bosco

SEIS EXPOSICIONES en otras tantas se-des museales históricas (que depor sí solas, ya valen el viaje), cen-tenares de obras (pinturas, dibu-

jos, esculturas, muebles, joyas, tejidos,cerámicas y porcelanas) y 51 itinerariosurbanos y regionales en los lugares delbarroco (iglesias, cartujas, palacios y jar-dines), conforman Retorno al Barroco.De Caravaggio a Vanvitelli, el más com-pleto e importante proyecto de investiga-ción y difusión de la producción artísti-ca en la ciudad de Nápoles a lo largo de150 años, entre 1600 y 1750.

Treinta años después de la gran mues-tra sobre el barroco que tras el terremo-to de 1980 dio la vuelta al mundo, Nápo-les presenta un fascinante recorrido através de historia, arte y arquitectura,que se propone restituir a la ciudadaquel conjunto de arte y cultura, símbo-lo de su originalidad y su identidad. “Nose trata de una exposición filológica, es-tructurada por épocas y escuelas, sinode un gran proyecto territorial que, conel objetivo de recuperar la identidad na-politana, documenta los progresos delos últimos 30 años sobre aspectos, mo-mentos y géneros de esta época de exu-berancia y esplendor, cronológicamentecomprendida entre la llegada de Carava-ggio a Nápoles en 1606 y el regreso deCarlos de Borbón a España en 1759”,explica Nicola Spinosa, el mayor especia-lista italiano de arte barroco, que fuedurante más de dos décadas superinten-dente a las Bellas Artes de la región Cam-pania.

Para preparar este proyecto expositi-vo, Spinosa y su equipo se han enfrenta-do a años de estudios y largas restaura-ciones, que ahora le permiten enseñar alpúblico un gran número de obras prácti-camente inéditas, muchas de las cualeshan permanecido ocultas en los almace-nes de las 220 iglesias que han sido cerra-das (tan sólo quedan 80 abiertas) por ladesidia, la falta de medios económicos yhumanos, el expolio y el hurto sistemáti-cos, los desperfectos del terremoto nun-ca subsanados y las infiltraciones del al-cantarillado, que amenazan con hundir-las. También hay muchas contribucio-nes de colecciones privadas y de impor-tantes museos internacionales.

En la muestra Historias sacras y profa-nas de Caravaggio a Solimena1606-1747, instalada en el Museo de Ca-podimonte, se ha reunido la gran mayo-ría de obras maestras de la pintura y eldibujo, incluida la célebre Flagelaciónde Cristo de Caravaggio, rescatada de laiglesia de San Domenico Maggiore, don-de se libró de hasta tres intentos de ro-bo. “La última vez se salvó sólo gracias ala ignorancia de los ladrones que descol-garon la copia de Andrea Vaccaro, ex-puesta justo enfrente. Desgraciadamen-te la ignorancia no les impidió sustraermuchas piezas de gran valor, incluidaslas pesadas verjas del Settecento”, indi-ca Spinosa. El comisario utiliza los jue-gos de luces y sombras, las interpretacio-nes psicológicas de los personajes y la

innovadora forma de representar el mo-vimiento, como hilos conductores deuna selección, que reúne un número ex-cepcional de obras de Ribera, ArtemisiaGentileschi, Luca Giordano, Bernini yVanvitelli, entre otros.

Las restauraciones más espectacula-res y difíciles, 35 pinturas y 20 escultu-ras, se exhiben en el castillo de Sant’El-mo, una fortaleza defensiva erigida en elsiglo XIV, que Pedro de Toledo mandóreconstruir en 1537 al arquitecto valen-ciano Pedro Luis Escrivá, por encargodel emperador Carlos V. Escrivá fortificótodo el cerro de San Martino donde seencuentran también la cartuja y el mu-seo homónimos, que dominan el golfode Nápoles y dan fe de la riqueza intelec-tual y económica de las órdenes religio-sas de la época. El conjunto se considerauno de los ejemplos más logrados del

arte y la arquitectura barroca, gracias altalento y la inventiva del escultor y arqui-tecto Cosimo Fanzago, que lo enrique-ció con obras como la Natividad de Gui-do Reni; los frescos de la Sala del Tesoro,considerados el testamento artístico deLuca Giordano; las telas triangulares deJusepe de Ribera que coronan los arcos,y los muebles severos que los vidrioscoloreados llenan de luz. En la profusiónde piezas, destacan los exvotos de losmonjes que se libraron de la peste de1656, la memoria de la rebelión popularencabezada por Masaniello y el cemente-rio del claustro, rodeado por una balaus-trada decorada con calaveras, meta obli-gada de los viajeros del Grand Tour.

El despliegue continúa con la mues-tra de arquitectura, urbanística y carto-grafía del Palacio Real y las artes decora-tivas del Museo Duca de Martina, tam-bién conocido como Villa Floridiana,donde las mayólicas catalanas y los vi-drios españoles se mezclan con las por-celanas de Capodimonte, los bocetos enterracota de célebres gruposescultóricos, que emocionan por perfec-ción y belleza, y los objetos profanos enplata, aún más preciosos por haberse

librado de ser fundidos para financiar laguerra contra los franceses.

La influencia española, que recorretodas las vertientes del proyecto, se haceespecialmente patente en el Museo Pig-natelli, donde se exhibe una extraordina-ria historia del bodegón, que Spinosadenomina naturaleza en posa, y no natu-raleza muerta como es habitual. La es-cuela napolitana aligera los rasgos máspesados del barroco español y se alejade las pinturas más frías y contenidas delos artistas nórdicos, con representacio-nes de exuberante vitalidad, que recuer-dan la caducidad de la vida, con las flo-res marchitas, ocultas en los ramos des-lumbrantes y las frutas maduras, tan rea-listas que consiguen transmitir la textu-ra caliente, espesa y pegajosa de sus ju-gos.

La inmersión en el barroco tiene sucontrapunto en el Madre (Museo d’ArteContemporanea Donna Regina), donde

la colectiva Barock-Arte, Ciencia, Fe yTecnología en la Edad Contemporáneareúne a los artistas actuales (MaurizioCattelan, Cindy Sherman, los hermanosChapman, Damien Hirst, Anish Kapoory Orlan, entre otros) que mantienen vivoel espíritu del siglo XVII en la actualidad.

Como en un puzle, cada muestra con-tribuye a construir la imagen de una ciu-dad barroca hasta la médula, no sólo ensus aspectos materiales, sino tambiénen su historia contradictoria, entre vi-cios y virtudes, miseria y esplendor, ges-tas nobles y fechorías. Una ciudad quees fácil percibir como un amplio escena-rio, donde historia y mito, realidad y fan-tasía, tragedia y comedia, esperanza ydecepción, se mezclan y entrecruzan enun continuun interminable, en el Seicen-to como ahora. O

Retorno al Barroco. De Caravaggio a Vanvitelli.Varias sedes. Hasta el 11 abril.www.ritornoalbarocco.itBarock. Madre. Hasta el 5 abril.www.museomadre.it

Por Ángel Amezketa / Miguel Mora

ENZO CUCCHI parece un tipo huidi-zo. Cuando se le ve por el barriopone cara de ciclista escapado delpelotón o amaga un gesto de espa-

dachín del pasado que ha de vengar lainfamia del mundo por el que transita. Vahacia Campo dei Fiori, que es la meca delizquierdismo sentimental y del copeo, yobserva las nubes como si les buscara for-mas adecuadas, perdiéndose en el desier-to del tiempo. Luego desaparece a grandeszancadas. En su obra hay un desgarro dela infancia. “El dibujo”, afirma, “es la carre-tera madre que une todos los lugares don-de se cae el burro. El dibujo es el batir delcorazón del pintor y también el paso deltiempo”.

El artista italiano, nacido en Morro D’Al-ba en 1949, fue la punta de lanza del movi-miento conocido como Transvanguardia,que en los años setenta y ochenta reunió,en torno a la idea de Achile Bonito Oliva, aFrancesco Clemente, Mimmo Paladino,Sandro Chia y el propio Cucchi. Hoy, elartista cultiva su soledad y su despiste ensu estudio de la Vía del Orso, que pareceun laboratorio de la Bauhaus, pensandomucho más en Piero della Francesca queen sus contemporáneos.

Enseguida, empieza a hablar de susamigos, de su tiempo. “He leído las cartasde Ortega y Gasset, y me he acordado deGoya y de Velázquez. Velázquez es un lai-co involuntario, tiene una marcha más. Go-ya tiene un corazón de enamorarse”. Ymás: “Ser artista es hoy el único privilegio.Dicen que la pintura está obsoleta, mejorasí. Mucho mejor eso que el escaparate yel escaparatismo, con sus pompas y vani-dades. El privilegio más grande es la cultu-ra. La idea del escenario y de la fascinaciónpor los grandes personajes es una bobada.Dicen que el cine es más importante quela pintura porque se ve más. Pero no dejade ser una omnipotencia aburrida. JulianSchnabel por ejemplo, que es amigo ymuy simpático, se mea encima si le lla-man Coppola o Scorsese”.

PREGUNTA. ¿La Transvanguardia fuesólo un invento de Bonito Oliva para col-mar el vacío artístico que dejaron losaños sesenta?

RESPUESTA. Hemos vivido muchasincomprensiones. Mis colegas eran tiposgenerosos, incluso demasiado. La Trans-vanguardia se expuso en el Guggenheim

cuando el Guggenheim era todavía serio,cuando no hacía falta tener sponsor paraexponer. Me invitaron a mí y no a mis com-pañeros, y los mercantes se enfadaron. AFontana le pasó lo mismo, porque no teníaen cuenta la mercadotecnia. La Transvan-guardia fue una gran aventura. Pero no meinteresa ni lo estetizante ni lo decorativo.

P. ¿Sigue viéndose con Chia y con Cle-mente, las otras dos ces?

R. Sandro Chia es como un hermano,está lleno de ironía. No importa quién em-

pezó, él fue valiente y vino detrás de mí.Es inteligente y generoso. Siempre diceque le interesa mi trabajo. Al final, la sínte-sis es la competición. Los artistas sabentodo, pero la verdad no la dicen. Tizianolucha bien con Velázquez, pero si ponescerca a Piero se calma todo. Piero dellaFrancesca es el más grande y más laico detodos. Durante tres siglos nadie le enten-dió. Decían que era un artista menor. Perolos artistas de su tiempo sabían muy bienquién era: era la regla, la tabla de medir.

P. ¿Es la pintura un arte en decaden-cia?

R. La decadencia está en la materia hu-mana, no en la pintura. Espero que lapintura no acompañe esa decadencia, sino haremos ilustración, buena decora-ción para las paredes. El arte va hacia

atrás, no hacia delante. ¿Dónde coño estáel futuro? El arte no se ocupa de eso. Paraeso están los periodistas. El arte no es untelediario. Mirando a Duchamp entende-mos el siglo XX mejor que leyendo todoslos libros de historia. Duchamp tiene unagran coherencia ética, es una persona bue-na, y con su calidad contaría mejor quenadie lo que pasa ahora. Warhol es otroartista maravilloso, el mejor entre los ame-ricanos, los demás son todos académicos.

P. ¿Qué piensa del minimalismo, delarte conceptual?

R. Cosas de profesores de universidad,pajas mentales.

P. ¿Cuál es su forma de trabajar, sumétodo?

R. No creo en el guión, ni en la inspira-ción. Lo importante son los signos, cosasabsurdas, raras, que no sé lo que son. To-do parte de un estado informe, de peque-ñas emociones que no funcionan. La ima-gen es importante pero siempre trabajodeprisa, mis cuadros nunca están acaba-dos, soy el primero que voy contra mí, nome da miedo retocar, al revés, me encan-ta. Y odio las exposiciones gigantes.

P. ¿Cómo ha destruido Italia su cultu-ra en sólo 30 años?

R. Mañana tengo que ir a las termas deDiocleciano. Allí hay un quiosco de Mi-guel Ángel que da miedo de lo bonito quees. Lo visitan 200 personas al año. Es ellugar más importante del mundo, aunquelos que hacen escaparates no lo saben. Allítrabaja una señora con dos restauradores.Hay miles de piezas importantísimas, laseñora ya se ha jubilado. Pero sigue yendoa trabajar porque nadie la sustituye. ElGobierno ni siquiera sabe que existe eselugar. Parece imposible, pero es así. Nadiesabe nada, menos aún, no quieren saber.

Enzo Cucchi habla a borbotones, susideas se alborotan y se pisan, pero al finalse parecen mucho a sus dibujos. Lugaresdesolados, donde nos presenta una huma-nidad desnuda, o en bañador, sin atisbosde sexualidad, andróginos atrofiados quese miran en el desconsuelo global. Los ni-ños han evolucionado en la especie conpúas de faquir, o de puercoespín, ante unasociedad aguerrida, indiferente. Las casasse estiran como féretros en la congoja delpapel que desempeñaron, hay árboles cal-cinados, negros como el pecado mortal.Así, Cucchi, con los ojos muy abiertos yseparados, transforma lo que interpretaen sus paseos mañaneros y al caer del sol,como un ciclista o un espadachín. O

LLAMADA EN ESPERA Escribir y leer

Enzo Cucchi“El arteno es un telediario”El artista italiano, miembro de la Transvanguardia de los ochenta, vivededicado al mundo cerrado de su pintura, sin perder su carga crítica

HAY UNA exposición de León Ferrari y Mira Schendel en elReina Sofía —que viene del MOMA— y tengo la sensaciónde que son pocos los que la visitan —una lástima—. El finde semana, mientras los turistas se agolpaban ante el Guer-nica para hacerse la foto, me paseaba solitaria por las expo-siciones temporales del museo madrileño y pensaba enRilke, cuando en la Biblioteca Nacional de París se sientesolo, mira a su alrededor y se consuela pensando que él leea un poeta, cosa que quizás no hagan quienes están senta-dos cerca: no existen trescientos poetas, reflexiona.

Trescientos no sé, tres al menos sí: los dos artistas cita-dos —residentes en Argentina y Brasil, respectivamente,coetáneos pero que nunca colaboraron, y autores de piezasdelicadas y maravillosas que toman la escritura como visua-lidad, exorcismo y hasta protesta— y Luis Pérez-Oramas—quien nos ha proporcionado otros momentos de enormelirismo como la exposición de Reverón en el MOMA—,comisario de esta muestra, especialísima, que ha puesto adialogar a los dos creadores.

Y Ferrari y Schendel dialogan. Parecen hablarse y hablar-

nos desde su lenguaje refinado y discreto, desde esas piezasde casi transparencias en las cuales el paseante, a menudoasfixiado por la bulimia de los museos actuales, encuentraun consuelo muy semejante a ese alivio antiguo del quehablaba Rilke. Es el consuelo que se halla en las buenasobras de arte, las que no abandonan ni decepcionan.

Del consuelo del arte, de las alternativas a la banalidad yhasta al horror de la vida, habla la última novela de AdolfoGarcía Ortega, El mapa de la vida (Seix Barral), cuya tramase organiza en torno al 11-M con La Anunciación de FraAngelico de fondo. Una lectura perfecta como regalo paralos amantes del arte —y no cuento más para que se animena leerla y para no ser yo quien rompa la magia de suargumento—.

Y como estamos en época de regalar libros y tanta escri-tura de Ferrari y Schendel nos ha abierto el apetito de losalfabetos, permítanme que les recomiende dos lecturas dedos mujeres excepcionales, cada una a su modo. La prime-ra son las memorias de Kiki de Montparnasse, la más atrevi-da de la generación de Picasso, modelo, dibujante, anima-

dora cultural, retratada por Man Ray y Léger. Recuerdosrecobrados (Nocturna Ediciones) recoge los retazos de lavida de este personaje esencial de la vanguardia parisinaque entre líneas se queda algo corto. ¡Qué le vamos a hacer!Ocurre a veces con las personas seductoras: no todos sonpoetas, ya se sabe. Sea como fuere es un testimonio estimu-lante para pasar la tarde —y lleno de cotilleos más sustan-ciales que los de la “telerrosa”—.

La segunda mujer —nada tiene que ver con Kiki salvo ensu excepcionalidad de muy diferente naturaleza— es Hilde-garda de Bingen, la visionaria e intelectual del siglo XII,cuya biografía, escrita por Christian Feldmann, ha apareci-do en Herder. El libro ofrece una idea bastante aproximadade lo que debió ser esta mujer extraordinaria, de lo que laépoca no le permitió ser en tanto mujer y de lo que era enrealidad esa Edad Media que, cada vez más audaz y lumino-sa, nos ha sido negada durante siglos, oscurecida por lavisión de Occidente, siempre priorizando el clasicismo—que vaya aburrimiento—.

Ah, y ¡feliz 2010! O

Por Estrella de Diego

El artista italiano Enzo Cucchi. Foto: Stephanie Gengotti

La revanchadel barrocoNápoles pone a la vista lo mejor de su ampliorepertorio del barroco a través de media docenade exposiciones y una serie de obras restauradas,en itinerarios urbanos que refuerzan su identidad

El baño de Betsabé, cuadro de Artemisia Gentileschi.Foto: Columbus Museum of Art (Ohio)

Nápoles rescata aquelconjunto de artey cultura, símbolode su originalidady su identidad

Cada muestracontribuye a construirla imagende una ciudad barrocahasta la médula

ARTE / Exposiciones

18 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

Por Roberta Bosco

SEIS EXPOSICIONES en otras tantas se-des museales históricas (que depor sí solas, ya valen el viaje), cen-tenares de obras (pinturas, dibu-

jos, esculturas, muebles, joyas, tejidos,cerámicas y porcelanas) y 51 itinerariosurbanos y regionales en los lugares delbarroco (iglesias, cartujas, palacios y jar-dines), conforman Retorno al Barroco.De Caravaggio a Vanvitelli, el más com-pleto e importante proyecto de investiga-ción y difusión de la producción artísti-ca en la ciudad de Nápoles a lo largo de150 años, entre 1600 y 1750.

Treinta años después de la gran mues-tra sobre el barroco que tras el terremo-to de 1980 dio la vuelta al mundo, Nápo-les presenta un fascinante recorrido através de historia, arte y arquitectura,que se propone restituir a la ciudadaquel conjunto de arte y cultura, símbo-lo de su originalidad y su identidad. “Nose trata de una exposición filológica, es-tructurada por épocas y escuelas, sinode un gran proyecto territorial que, conel objetivo de recuperar la identidad na-politana, documenta los progresos delos últimos 30 años sobre aspectos, mo-mentos y géneros de esta época de exu-berancia y esplendor, cronológicamentecomprendida entre la llegada de Carava-ggio a Nápoles en 1606 y el regreso deCarlos de Borbón a España en 1759”,explica Nicola Spinosa, el mayor especia-lista italiano de arte barroco, que fuedurante más de dos décadas superinten-dente a las Bellas Artes de la región Cam-pania.

Para preparar este proyecto expositi-vo, Spinosa y su equipo se han enfrenta-do a años de estudios y largas restaura-ciones, que ahora le permiten enseñar alpúblico un gran número de obras prácti-camente inéditas, muchas de las cualeshan permanecido ocultas en los almace-nes de las 220 iglesias que han sido cerra-das (tan sólo quedan 80 abiertas) por ladesidia, la falta de medios económicos yhumanos, el expolio y el hurto sistemáti-cos, los desperfectos del terremoto nun-ca subsanados y las infiltraciones del al-cantarillado, que amenazan con hundir-las. También hay muchas contribucio-nes de colecciones privadas y de impor-tantes museos internacionales.

En la muestra Historias sacras y profa-nas de Caravaggio a Solimena1606-1747, instalada en el Museo de Ca-podimonte, se ha reunido la gran mayo-ría de obras maestras de la pintura y eldibujo, incluida la célebre Flagelaciónde Cristo de Caravaggio, rescatada de laiglesia de San Domenico Maggiore, don-de se libró de hasta tres intentos de ro-bo. “La última vez se salvó sólo gracias ala ignorancia de los ladrones que descol-garon la copia de Andrea Vaccaro, ex-puesta justo enfrente. Desgraciadamen-te la ignorancia no les impidió sustraermuchas piezas de gran valor, incluidaslas pesadas verjas del Settecento”, indi-ca Spinosa. El comisario utiliza los jue-gos de luces y sombras, las interpretacio-nes psicológicas de los personajes y la

innovadora forma de representar el mo-vimiento, como hilos conductores deuna selección, que reúne un número ex-cepcional de obras de Ribera, ArtemisiaGentileschi, Luca Giordano, Bernini yVanvitelli, entre otros.

Las restauraciones más espectacula-res y difíciles, 35 pinturas y 20 escultu-ras, se exhiben en el castillo de Sant’El-mo, una fortaleza defensiva erigida en elsiglo XIV, que Pedro de Toledo mandóreconstruir en 1537 al arquitecto valen-ciano Pedro Luis Escrivá, por encargodel emperador Carlos V. Escrivá fortificótodo el cerro de San Martino donde seencuentran también la cartuja y el mu-seo homónimos, que dominan el golfode Nápoles y dan fe de la riqueza intelec-tual y económica de las órdenes religio-sas de la época. El conjunto se considerauno de los ejemplos más logrados del

arte y la arquitectura barroca, gracias altalento y la inventiva del escultor y arqui-tecto Cosimo Fanzago, que lo enrique-ció con obras como la Natividad de Gui-do Reni; los frescos de la Sala del Tesoro,considerados el testamento artístico deLuca Giordano; las telas triangulares deJusepe de Ribera que coronan los arcos,y los muebles severos que los vidrioscoloreados llenan de luz. En la profusiónde piezas, destacan los exvotos de losmonjes que se libraron de la peste de1656, la memoria de la rebelión popularencabezada por Masaniello y el cemente-rio del claustro, rodeado por una balaus-trada decorada con calaveras, meta obli-gada de los viajeros del Grand Tour.

El despliegue continúa con la mues-tra de arquitectura, urbanística y carto-grafía del Palacio Real y las artes decora-tivas del Museo Duca de Martina, tam-bién conocido como Villa Floridiana,donde las mayólicas catalanas y los vi-drios españoles se mezclan con las por-celanas de Capodimonte, los bocetos enterracota de célebres gruposescultóricos, que emocionan por perfec-ción y belleza, y los objetos profanos enplata, aún más preciosos por haberse

librado de ser fundidos para financiar laguerra contra los franceses.

La influencia española, que recorretodas las vertientes del proyecto, se haceespecialmente patente en el Museo Pig-natelli, donde se exhibe una extraordina-ria historia del bodegón, que Spinosadenomina naturaleza en posa, y no natu-raleza muerta como es habitual. La es-cuela napolitana aligera los rasgos máspesados del barroco español y se alejade las pinturas más frías y contenidas delos artistas nórdicos, con representacio-nes de exuberante vitalidad, que recuer-dan la caducidad de la vida, con las flo-res marchitas, ocultas en los ramos des-lumbrantes y las frutas maduras, tan rea-listas que consiguen transmitir la textu-ra caliente, espesa y pegajosa de sus ju-gos.

La inmersión en el barroco tiene sucontrapunto en el Madre (Museo d’ArteContemporanea Donna Regina), donde

la colectiva Barock-Arte, Ciencia, Fe yTecnología en la Edad Contemporáneareúne a los artistas actuales (MaurizioCattelan, Cindy Sherman, los hermanosChapman, Damien Hirst, Anish Kapoory Orlan, entre otros) que mantienen vivoel espíritu del siglo XVII en la actualidad.

Como en un puzle, cada muestra con-tribuye a construir la imagen de una ciu-dad barroca hasta la médula, no sólo ensus aspectos materiales, sino tambiénen su historia contradictoria, entre vi-cios y virtudes, miseria y esplendor, ges-tas nobles y fechorías. Una ciudad quees fácil percibir como un amplio escena-rio, donde historia y mito, realidad y fan-tasía, tragedia y comedia, esperanza ydecepción, se mezclan y entrecruzan enun continuun interminable, en el Seicen-to como ahora. O

Retorno al Barroco. De Caravaggio a Vanvitelli.Varias sedes. Hasta el 11 abril.www.ritornoalbarocco.itBarock. Madre. Hasta el 5 abril.www.museomadre.it

Por Ángel Amezketa / Miguel Mora

ENZO CUCCHI parece un tipo huidi-zo. Cuando se le ve por el barriopone cara de ciclista escapado delpelotón o amaga un gesto de espa-

dachín del pasado que ha de vengar lainfamia del mundo por el que transita. Vahacia Campo dei Fiori, que es la meca delizquierdismo sentimental y del copeo, yobserva las nubes como si les buscara for-mas adecuadas, perdiéndose en el desier-to del tiempo. Luego desaparece a grandeszancadas. En su obra hay un desgarro dela infancia. “El dibujo”, afirma, “es la carre-tera madre que une todos los lugares don-de se cae el burro. El dibujo es el batir delcorazón del pintor y también el paso deltiempo”.

El artista italiano, nacido en Morro D’Al-ba en 1949, fue la punta de lanza del movi-miento conocido como Transvanguardia,que en los años setenta y ochenta reunió,en torno a la idea de Achile Bonito Oliva, aFrancesco Clemente, Mimmo Paladino,Sandro Chia y el propio Cucchi. Hoy, elartista cultiva su soledad y su despiste ensu estudio de la Vía del Orso, que pareceun laboratorio de la Bauhaus, pensandomucho más en Piero della Francesca queen sus contemporáneos.

Enseguida, empieza a hablar de susamigos, de su tiempo. “He leído las cartasde Ortega y Gasset, y me he acordado deGoya y de Velázquez. Velázquez es un lai-co involuntario, tiene una marcha más. Go-ya tiene un corazón de enamorarse”. Ymás: “Ser artista es hoy el único privilegio.Dicen que la pintura está obsoleta, mejorasí. Mucho mejor eso que el escaparate yel escaparatismo, con sus pompas y vani-dades. El privilegio más grande es la cultu-ra. La idea del escenario y de la fascinaciónpor los grandes personajes es una bobada.Dicen que el cine es más importante quela pintura porque se ve más. Pero no dejade ser una omnipotencia aburrida. JulianSchnabel por ejemplo, que es amigo ymuy simpático, se mea encima si le lla-man Coppola o Scorsese”.

PREGUNTA. ¿La Transvanguardia fuesólo un invento de Bonito Oliva para col-mar el vacío artístico que dejaron losaños sesenta?

RESPUESTA. Hemos vivido muchasincomprensiones. Mis colegas eran tiposgenerosos, incluso demasiado. La Trans-vanguardia se expuso en el Guggenheim

cuando el Guggenheim era todavía serio,cuando no hacía falta tener sponsor paraexponer. Me invitaron a mí y no a mis com-pañeros, y los mercantes se enfadaron. AFontana le pasó lo mismo, porque no teníaen cuenta la mercadotecnia. La Transvan-guardia fue una gran aventura. Pero no meinteresa ni lo estetizante ni lo decorativo.

P. ¿Sigue viéndose con Chia y con Cle-mente, las otras dos ces?

R. Sandro Chia es como un hermano,está lleno de ironía. No importa quién em-

pezó, él fue valiente y vino detrás de mí.Es inteligente y generoso. Siempre diceque le interesa mi trabajo. Al final, la sínte-sis es la competición. Los artistas sabentodo, pero la verdad no la dicen. Tizianolucha bien con Velázquez, pero si ponescerca a Piero se calma todo. Piero dellaFrancesca es el más grande y más laico detodos. Durante tres siglos nadie le enten-dió. Decían que era un artista menor. Perolos artistas de su tiempo sabían muy bienquién era: era la regla, la tabla de medir.

P. ¿Es la pintura un arte en decaden-cia?

R. La decadencia está en la materia hu-mana, no en la pintura. Espero que lapintura no acompañe esa decadencia, sino haremos ilustración, buena decora-ción para las paredes. El arte va hacia

atrás, no hacia delante. ¿Dónde coño estáel futuro? El arte no se ocupa de eso. Paraeso están los periodistas. El arte no es untelediario. Mirando a Duchamp entende-mos el siglo XX mejor que leyendo todoslos libros de historia. Duchamp tiene unagran coherencia ética, es una persona bue-na, y con su calidad contaría mejor quenadie lo que pasa ahora. Warhol es otroartista maravilloso, el mejor entre los ame-ricanos, los demás son todos académicos.

P. ¿Qué piensa del minimalismo, delarte conceptual?

R. Cosas de profesores de universidad,pajas mentales.

P. ¿Cuál es su forma de trabajar, sumétodo?

R. No creo en el guión, ni en la inspira-ción. Lo importante son los signos, cosasabsurdas, raras, que no sé lo que son. To-do parte de un estado informe, de peque-ñas emociones que no funcionan. La ima-gen es importante pero siempre trabajodeprisa, mis cuadros nunca están acaba-dos, soy el primero que voy contra mí, nome da miedo retocar, al revés, me encan-ta. Y odio las exposiciones gigantes.

P. ¿Cómo ha destruido Italia su cultu-ra en sólo 30 años?

R. Mañana tengo que ir a las termas deDiocleciano. Allí hay un quiosco de Mi-guel Ángel que da miedo de lo bonito quees. Lo visitan 200 personas al año. Es ellugar más importante del mundo, aunquelos que hacen escaparates no lo saben. Allítrabaja una señora con dos restauradores.Hay miles de piezas importantísimas, laseñora ya se ha jubilado. Pero sigue yendoa trabajar porque nadie la sustituye. ElGobierno ni siquiera sabe que existe eselugar. Parece imposible, pero es así. Nadiesabe nada, menos aún, no quieren saber.

Enzo Cucchi habla a borbotones, susideas se alborotan y se pisan, pero al finalse parecen mucho a sus dibujos. Lugaresdesolados, donde nos presenta una huma-nidad desnuda, o en bañador, sin atisbosde sexualidad, andróginos atrofiados quese miran en el desconsuelo global. Los ni-ños han evolucionado en la especie conpúas de faquir, o de puercoespín, ante unasociedad aguerrida, indiferente. Las casasse estiran como féretros en la congoja delpapel que desempeñaron, hay árboles cal-cinados, negros como el pecado mortal.Así, Cucchi, con los ojos muy abiertos yseparados, transforma lo que interpretaen sus paseos mañaneros y al caer del sol,como un ciclista o un espadachín. O

LLAMADA EN ESPERA Escribir y leer

Enzo Cucchi“El arteno es un telediario”El artista italiano, miembro de la Transvanguardia de los ochenta, vivededicado al mundo cerrado de su pintura, sin perder su carga crítica

HAY UNA exposición de León Ferrari y Mira Schendel en elReina Sofía —que viene del MOMA— y tengo la sensaciónde que son pocos los que la visitan —una lástima—. El finde semana, mientras los turistas se agolpaban ante el Guer-nica para hacerse la foto, me paseaba solitaria por las expo-siciones temporales del museo madrileño y pensaba enRilke, cuando en la Biblioteca Nacional de París se sientesolo, mira a su alrededor y se consuela pensando que él leea un poeta, cosa que quizás no hagan quienes están senta-dos cerca: no existen trescientos poetas, reflexiona.

Trescientos no sé, tres al menos sí: los dos artistas cita-dos —residentes en Argentina y Brasil, respectivamente,coetáneos pero que nunca colaboraron, y autores de piezasdelicadas y maravillosas que toman la escritura como visua-lidad, exorcismo y hasta protesta— y Luis Pérez-Oramas—quien nos ha proporcionado otros momentos de enormelirismo como la exposición de Reverón en el MOMA—,comisario de esta muestra, especialísima, que ha puesto adialogar a los dos creadores.

Y Ferrari y Schendel dialogan. Parecen hablarse y hablar-

nos desde su lenguaje refinado y discreto, desde esas piezasde casi transparencias en las cuales el paseante, a menudoasfixiado por la bulimia de los museos actuales, encuentraun consuelo muy semejante a ese alivio antiguo del quehablaba Rilke. Es el consuelo que se halla en las buenasobras de arte, las que no abandonan ni decepcionan.

Del consuelo del arte, de las alternativas a la banalidad yhasta al horror de la vida, habla la última novela de AdolfoGarcía Ortega, El mapa de la vida (Seix Barral), cuya tramase organiza en torno al 11-M con La Anunciación de FraAngelico de fondo. Una lectura perfecta como regalo paralos amantes del arte —y no cuento más para que se animena leerla y para no ser yo quien rompa la magia de suargumento—.

Y como estamos en época de regalar libros y tanta escri-tura de Ferrari y Schendel nos ha abierto el apetito de losalfabetos, permítanme que les recomiende dos lecturas dedos mujeres excepcionales, cada una a su modo. La prime-ra son las memorias de Kiki de Montparnasse, la más atrevi-da de la generación de Picasso, modelo, dibujante, anima-

dora cultural, retratada por Man Ray y Léger. Recuerdosrecobrados (Nocturna Ediciones) recoge los retazos de lavida de este personaje esencial de la vanguardia parisinaque entre líneas se queda algo corto. ¡Qué le vamos a hacer!Ocurre a veces con las personas seductoras: no todos sonpoetas, ya se sabe. Sea como fuere es un testimonio estimu-lante para pasar la tarde —y lleno de cotilleos más sustan-ciales que los de la “telerrosa”—.

La segunda mujer —nada tiene que ver con Kiki salvo ensu excepcionalidad de muy diferente naturaleza— es Hilde-garda de Bingen, la visionaria e intelectual del siglo XII,cuya biografía, escrita por Christian Feldmann, ha apareci-do en Herder. El libro ofrece una idea bastante aproximadade lo que debió ser esta mujer extraordinaria, de lo que laépoca no le permitió ser en tanto mujer y de lo que era enrealidad esa Edad Media que, cada vez más audaz y lumino-sa, nos ha sido negada durante siglos, oscurecida por lavisión de Occidente, siempre priorizando el clasicismo—que vaya aburrimiento—.

Ah, y ¡feliz 2010! O

Por Estrella de Diego

El artista italiano Enzo Cucchi. Foto: Stephanie Gengotti

La revanchadel barrocoNápoles pone a la vista lo mejor de su ampliorepertorio del barroco a través de media docenade exposiciones y una serie de obras restauradas,en itinerarios urbanos que refuerzan su identidad

El baño de Betsabé, cuadro de Artemisia Gentileschi.Foto: Columbus Museum of Art (Ohio)

Nápoles rescata aquelconjunto de artey cultura, símbolode su originalidady su identidad

Cada muestracontribuye a construirla imagende una ciudad barrocahasta la médula

EL PAÍS BABELIA 02.01.10 19

Por Toni García

INTENTAR PONERLE ETIQUETAs aWerner Herzog sería como tra-tar de cazar elefantes con unmatamoscas. El legendario di-

rector alemán es alérgico a las defini-ciones y lleva cuatro décadas (y unlustro) huyendo de las respuestas, ob-sesionado, en cambio, por las pre-guntas. La indefinición, la mezcla, eldesborde de géneros y así, sin pausa,hasta llegar a las mismísimas monta-ñas de la locura (que diría Lovecraft),le han servido para convertirse enuno de los cineastas más respetadospor los buscadores de rarezas y unode los creadores más orgullosamen-te singulares de la historia del sépti-mo arte.

Su currículo no deja de ser curio-so, definido por las vicisitudes de suinfancia y las extrañas relaciones consu entorno, a las que el realizadoratribuye su posterior ansia por el des-cubrimiento, esencialmente a travésdel viaje, del mundo en el que vive.

“Acabo de llegar de la India, don-de me he pasado tres días enterosescuchando la historia de un cha-mán”, suelta de golpe y porrazo Her-zog quince segundos después de queel periodista entre por la puerta deun glamouroso stand en la playa delLido de Venecia. Herzog no es untipo reservado ni parece que tenganinguna intención de darse humos,más bien al contrario, sonríe constan-temente y parece decidido a que elinterlocutor entienda por dónde vala conversación, cosa que —por otraparte— se antoja imposible. Su rasgodistintivo son unos diminutos ojosazules metidos en un rostro que pare-ce reivindicar su compromiso de ex-perimentar con todo y con todos.

Herzog nació el 5 de septiembrede 1942 en Múnich pero pronto sevio viviendo en un pueblecito austria-co, alejado de las penurias que su-frían las grandes ciudades del país enla Segunda Guerra Mundial. Así, aun-que el niño no tenía todo lo desea-ble, no puede decirse que lo pasaramal. Ya de bien joven el futuro director deci-dió que quería decir algo y que quería hacer-lo cámara al hombro, y con ese propósitoempezó a rodar con lo que tenía a mano.Desde el primer minuto Herzog huyó deepítetos e injerencias, y pronto dejó claroque lo del “nuevo cine alemán” le interesa-ba más bien poco, que al realizador sólo leinteresaban dos cosas: el cine y el propioHerzog.

Sus primeros filmes, Herakles (1962) ySpiel im Sand (1964), de corte netamenteexperimental, ya marcaban el camino queseguiría el realizador: un sendero sin vallarpor el que el director no ha dudado en des-peñarse cuando ha sido necesario. En esesendero ha firmado cosas como Fata Morga-na (1971), Fitzcarraldo (1982) o Grizzly Man(2005) y tocado todos los palos posibles. Ade-más, ha tenido tiempo de protagonizar laleyenda negra que sigue envolviendo su rela-ción con el actor Klaus Kinski (“un día medijo que se iba en mitad de un rodaje, asíque le aseguré que si se le ocurría irse ledispararía. ¿Que si lo hubiera hecho? Porsupuesto”) y de vestir uno de los proyectosmás delirantes de todos los tiempos: WernerHerzog eats his shoe (1980) del director esta-dounidense Les Blank. En el que el mismoHerzog se come —literalmente— sus zapa-tos después de cocinarlos. “Creo que todoadulto debería comerse sus zapatos al me-nos una vez en la vida”, afirma el realizadorcuando se le pregunta al respecto. Sonríe,pero no hay en sus palabras ni un ápice dehumor. Tampoco se inmuta cuando se men-ciona la leyenda (muy real al parecer) que

habla de su lanzamiento, desnudo, a uncampo de cactus. “Yo estaba trabajando enEven dwarfs started small [incluso los ena-nos empezaron pequeños] y hubo varios ac-cidentes en el plató, así que decidí demos-trar mi compromiso con el equipo y con losriesgos que estaban asumiendo por mi pro-yecto arrojándome a un campo de cactusque estaba cerca del set. Hice que me cons-truyeran una rampa para lanzarme… Nofue para tanto. ¿Y sabes lo mejor? Que lasespinas de los cactus son absorbidas de for-ma natural por el cuerpo. Es algo increíble”.

El alemán vuelve a estar de moda por suversión (remake lo han querido llamar algu-nos) de Teniente corrupto, aquel filme deculto que convirtió a Abel Ferrara en untótem cinéfilo. Al parecer los productoresdel mismo se quedaron con el título en cues-tión y le ofrecieron a Herzog la posibilidadde customizarse la película a su gusto. Sinembargo, a Ferrara (conocido por ser másvolátil que la nitroglicerina) no le hizo ningu-na gracia el asunto y la tomó con el teutón.“Yo los metería a todos en un coche y loharía volar por los aires”, llegó a afirmar elrealizador neoyorquino. “¿Quién es el tal Fe-rrara?”, contestó Herzog.

Llegado a la Mostra, el alemán se mues-tra más dócil: “No dije nada para ofender aFerrara, cuando dije que no había visto supelícula estaba diciendo la verdad. Esperoconocerle y que nos tomemos un whiskyjuntos para aclarar este malentendido. Yohe querido hacer una película ciento porciento personal e intenté de todas las for-mas posibles que los productores elimina-

ran el Teniente corrupto del título, pero paraellos era importante mantenerlo. Por esoañadimos Port of Call New Orleans al final,para demostrar que no estábamos reinter-pretando la obra de nadie sino haciendoalgo nuevo”.

El reparto del filme lo encabeza NicolasCage (su actuación ha sido calificada poralgunos como “una variación del jorobadode Notre Dame”) acompañado por Eva Men-des. A Herzog no le asustaba en absoluto

dirigir a un reparto estrellado (“losactores son actores. En el plató nohay estatus que valga”) al mismotiempo que afirma que la auténticamotivación para el proyecto acabósiendo otra muy distinta: “Cuandose abrió la posibilidad de trabajar enNueva Orleans no lo pensé ni unminuto, me encantaba la idea detrabajar allí porque era el trasfondoperfecto para la historia que queríacontar. Ahora mismo es una ciudadaterradora y fascinante: un sitio do-minado por la corrupción donde na-die se fía de la policía y cada uno seconstruye su propia ley a medida.Trabajar allí fue un regalo para mí ypara la película”.

Además, y para completar el re-trato de un creador que de pequeñodebió caer en el caldero del excentri-cismo, se publica en España, Con-quista de lo inútil (Blackie Books),los diarios que el propio Herzog es-cribió durante el rodaje de Fitzca-rraldo. Una apología de la locuraque a punto estuvo de contagiar asus responsables. “Estos textos noson un informe de rodaje —éste ape-nas se menciona—, y son un diariosólo en el sentido más amplio. Setrata de otra cosa: más bien paisajesinteriores, nacidos del delirio de lajungla. Pero tampoco de eso estoyseguro”, advierte el director. A tra-vés de la prosa seca, rugosa y hastacortante del alemán, el lector puedehacerse una idea de la complejidadde un tipo que parece reñido con supropio ego: “Problemas de dinero.Mi párpado izquierdo ha desarrolla-do un tic, y cuando no parpadeanerviosamente, cuelga como un pe-so muerto. He tenido que firmaruna declaración aceptando que encaso de que me tomasen como re-hén no se negociaría mi liberación,en los últimos tiempos ha habidouna cantidad inusitadamente eleva-da de asesinatos y conflictos violen-tos dentro de los muros de la pri-sión”, cuenta el realizador.

Sus terribles peleas con Kinski,su decisión (avanzado ya el rodaje)de empezar a caminar descalzo (“co-

mo cualquiera que viva aquí un tiempo”,afirma) y el proceso de degradación física ymental que acompaña al equipo a medidaque se adentran en su propio infierno (curio-so que el libro arranque en casa de FrancisFord Coppola, otro hombre acostumbrado alidiar con demonios) ilustran un caminoque parece maldito. Conquista de lo inútil yTeniente corrupto (cuyo título en España pa-rece que no incluirá la referencia a NuevaOrleans) dibujan un preciso (auto)retratodel realizador: capaz de incluir en una pelícu-la imposibles planos subjetivos, creando unintenso duelo interpretativo entre NicolasCage y una iguana; o bien encarnar el almade un gánster en un bailarín de breakdanceen pleno frenesí. “Todo eso me lo inventésobre la marcha, ni siquiera estaba en elguión”, aclara Herzog. Al mismo tiempo, selas ingenia (a través de sus propias palabras)para trasladar al lector a una selva que esmás un recodo en la mente de un hombreque una ubicación geográfica concreta.

Uno puede intentar acercarse al alemána través de su obra (ya sea visual o escrita) orenunciar a tratar de entenderle y limitarsea observar, como el que ve llover desde unaventana: sea como fuere es imposible per-manecer indiferente. Cuando se habla deWerner Herzog —no nos engañemos— to-do acaba reduciéndose a eso. O

Teniente corrupto se estrena el 8 de enero.

Conquista de lo inútil. Traducción de Ariel Mag-nus. Blackie Books. Barcelona, 2010. 328 páginas.23 euros. Saldrá a la venta a finales de enero.

El director de cine alemán Werner Herzog. Foto: Xavier Torres-Bacchetta

Werner Herzog, el director imposibleNo se puede ser indiferente ante la obra y la figura del director alemán, que estrena película (Teniente corrupto) y publica libro(Conquista de lo inútil). Eterno aficionado al riesgo, su última aventura ha sido rodar en las malas calles de Nueva Orleans

“Kinski me dijo que seiba en mitad de unrodaje, así que le aseguréque si se le ocurría irse ledispararía”, dice Herzog

“Creo que todo adultodebería comerse suszapatos al menos una vezen la vida”, afirma elrealizador

CINE / Entrevista

20 EL PAÍS BABELIA 02.01.10

COMO LAS OBRAS maestras son in-frecuentes, no quería dejar sincomentario la Trilogia della vi-lleggiatura, que clausuró, a lo

grande y por partida doble, los festivalesde Otoño y Temporada Alta. También esdoble su maestría, tanto por el texto deGoldoni (muy raramente montado entrenosotros: sólo recuerdo la notable pues-ta de Belbel en el TNC, hará diez años)como por el espectáculo, una coproduc-ción del Piccolo y Teatri Uniti de Napoli,con dirección de Toni Servillo, más cono-cido por sus espléndidas interpretacio-nes en Il Divo, Gomorra y Las consecuen-cias del amor.

Aún me hacen palmas las orejas con elrecuerdo de este regalo y con sus enseñan-zas. Qué ligereza, qué brío, qué intensidad.Cuánta verdad tersa y ágil, cuantísimo ta-lento. Escenografía mínima, esencial, deCarlo Sala, porque la compañía crea yhabita los espacios con sus palabras y suscuerpos. Sólo necesitan unas pocas sillasy mesas, y el mero apunte de los fondos:un pasillo, un ciclorama con un sol ar-diente (¡el sol de Strehler!) en su centro,una cortina con hojas cosidas para suge-rir un bosque, una lámpara baja que resal-ta la oscuridad del último acto. El granteatro es el que te instala en su realidadcon efectos retroactivos: a los dos minu-tos ya tienes la sensación de que conocesa esos personajes de toda la vida. Y conun imperioso anhelo de presente y futu-ro: no quieres estar en otro lado, quieresseguir con ellos, conocerlos más y mejor,seguir todas sus peripecias. Aunque sean,como en este caso, malísima gente, poracción o por omisión. Goldoni sólo salvade la quema a los humildes y a los humi-llados: los criados Paolo (Francesco Pagli-no) y Brigida (Chiara Baffi), sencillos ysensuales; la solterona Sabina (Betti Pe-drazzi, casi una reencarnación de LuisaSala), estigmatizada por mostrar su pa-sión, o Tognino (Marco D’Amore), un dul-ce memo codiciado por su dote.

¿Por qué me parece una obra maestrala Trilogia della villeggiatura?

En primer lugar, ya digo, porque Gol-doni consigue mantenerte interesado du-rante tres horas en un grupo de gentecon el que no desearías compartir nidiez minutos. Ésta es la razón, ponga-mos, “emocional” (para mí, la más im-portante). Luego están las razones deadmiración literaria, no menos decisi-vas: ahí destacaría la profundidad de sussucesivas capas, su soberbia asimilaciónde dos influencias mayores (Shakespea-re y Marivaux) y su condición anticipato-ria de la narrativa y el teatro por venir:Jane Austen y Chejov, mayormente.

En plano general, la trilogía es unasátira del “quiero y no puedo” de lospequeños burgueses que buscan imitarlos fastuosos veraneos de la “gentebien”, un género en sí mismo cuyo últi-mo gran exponente sería La familia Uli-ses. El primer acto (los preparativos) esun enredo matemático de vivacidad vo-devilesca, que Servillo incrementa convelocísimos y casi acrobáticos ritmos ver-bales. Poco a poco, de la pintura coralemerge el fascinante personaje de Gia-cinta (extraordinaria Anna della Rosa,un cisne rapaz con ojos de garza desvela-da), que rechaza casarse con el celosoLeonardo (Andrea Renzi) y se siente ca-da vez más atraída por Guglielmo (To-masso Ragno), un galán extrañamenteopaco, frío y flemático, hasta tal puntoque acabamos por preguntarnos si noquiere ver en él un arquetipo misteriosoy distante, alimentado por secretas lectu-ras románticas. Giacinta, un prodigio deautoengaño, cree que el cerebro puedefrenar cualquier efusión improcedente,pero cuando Guglielmo irrumpe en sumundo, invitado al veraneo, se espantade sus propios sentimientos y lo arrojaen brazos de su rival, Vittoria (Eva Cam-biale), hermana de Leonardo.

Giacinta podría ser la bisabuela italia-na de la Bovary, pero a mí me parece queestá mucho más cerca de otra Emma, laaltiva, insegura y manipuladora protago-nista de la novela de miss Austen.

Eco dominante del segundo acto (osegunda comedia): las carambolas amo-rosas de El sueño de una noche de verano,bosque incluido. Anticipaciones pasmo-sas y ya citadas: Chejov (tedio provincial,instintos reprimidos, conversaciones apa-rentemente banales) y los mundos cerra-dos de la autora de Mansfield Park, don-de la moda, la etiqueta social y el juegode apariencias provocan un constantebaile de máscaras. Servillo combina a laperfección el ritmo lento, de verano calu-roso, con la trepidación del cuarteto deamantes confusos, y se reserva el perso-naje más rata de la función, Ferdinando(¿pensaron en él Benejam y Bech paracrear el Fernandino de los Ulises?), unTrivelin gorrón y malévolo. En el últimoacto, el retorno a Liverno (y al invierno),una luz inclemente parece revelar la na-turaleza última de los personajes. Vemosa Filippo (Paolo Graziosi), el padre, has-ta entonces amable y bondadoso, comoun viejo egoísta empeñado en no vernada de lo que pasa a su alrededor, y a

Fulgencio (Gigio Morra), el habitual rai-soneur del teatro del XVIII, como un mo-ralista severo y siniestro, en la línea delduque Vincenzo de Medida por medida.Predomina un tono amargo, heladamen-te desencantado. Y feroz, como la salvajeescena en la que la patética carta deamor de Sabina a Ferdinando es recibidacon enormes carcajadas. La clausura,una sucesión de terribles bodas de con-veniencia, remite, inequívocamente, alos falsos finales felices de Shakespeare ya los marivaudages, siempre dictadospor la convención social y el interés eco-nómico, del maestro francés. A Leonar-do no le importa casar a Vittoria conGuglielmo, que no la quiere, para evitarque éste se convierta en el más que pro-bable amante de Giacinta, quien, a suvez, acepta unirse a Leonardo para sal-var su hacienda, del mismo modo que lajoven Rosina (Giulia Pica) se casa conTognino, que está a punto de recibir unaherencia, impulsada por la codicia de sutía, la temible Costanza (Mariella Sardo).De repente han pasado tres horas comotres minutos, que en el recuerdo se en-sanchan con la maravillosa fluidez deuna novela-río: bravo por Servillo y bra-vo por todos. O

El verano de su descontentoCon la Trilogia della villeggiatura, adaptación de Goldoni, gran clásico del teatro italiano, Toni Servillo firmó una de las obrasmaestras de la temporada. Es un cóctel con Shakespeare y Marivaux en el fondo de la copa, que anticipa a Austen y Chéjov

Una escena de Trilogia della villeggiatura, dirigida por Toni Servillo, presentada en el Festival de Otoño, de Madrid, y Temporada Alta, de Barcelona.

PURO TEATRO Por Marcos Ordóñez

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DOS PIEZAS (Friction y Cruel Altitude), coloca-das estratégicamente, abren singulares bre-chas en el tranquilo e intenso soundscapeque define el disco más reciente del trom-petista noruego Nils Petter Molvaer: en laprimera, la electrónica gruesa, agitadora ybailable marca la pauta; la segunda es unperturbador terremoto en el que las guita-rras te propinan un soberbio puñetazo en lanuca. Por delante, en medio y por detrás deesas dos soberbias muestras de jazz sin cor-sés, ocho composiciones con las que Nilsarma una hermosa, atmosférica y punzante

banda sonora. Las texturas, las combina-ciones sutiles de elementos musicales y unsentido visual del corpus sonoro guían estanueva apuesta de quien ha logrado en eluniverso del Nu Jazz uno de los lenguajesmás personales. Hamada nombra en árabea un desierto pedregoso y también a lo queestá muerto, inanimado, congelado o deteni-do. Molvaer, con sus colegas Eivind Aarset(guitarras, programación y bajo), Audun Er-lien (bajo), Audun Kleive (batería) y Jan Bang(live sampling y programación) juega con elconcepto, le da la vuelta y muestra toda lavida que hay debajo de las piedras. J. Losilla

CARLA BLEY sigue manteniendo su estatusde creadora inclasificable. Sorprendentecomo de costumbre, la compositora y di-rectora norteamericana presenta ahoraun disco tan simpático como atractivo gra-bado en directo en París en julio de 2006.Jazz orquestal aparentemente complejopero sumamente fácil de digerir, rítmico,cargado de destellos coloristas y un soca-rrón buen humor que se contagia. Buenostemas, magníficos arreglos y solistas dealtura (Wolfgang Pusching, Lew Soloff, An-dy Sheppard). Un acierto más en una ca-rrera llena de aciertos. Miquel Jurado

HobotalkAlone again orGlitterhouse /Nuevos Medios

Cesaria EvoraNha sentimentoLusafrica / Sony Music

Nils PetterMolvaerHamadaSula / Universal

Müller & MakaroffEl gauchoMañana / Naïve

Carla BleyAppearing NightlyECM / Nuevos medios

Por Juan Puchades

NO ABUNDAN en el pop español edicionescomo ésta: gran formato (como el de losviejos elepés), excelente presentación yconcepto de, casi, integral. Casi, porque,desgraciadamente, no se ha reunido todolo editado con la voz de Antonio Vega—faltan directos con Nacha Pop, algunasrarezas y colaboraciones e incluso algúntema tan esencial, aunque editado sin suautorización, como la versión primera deEl sitio de mi recreo—, pero Obras comple-tas recoge los siete discos publicados a sunombre —además del homenaje Ese chi-co triste y solitario— y, en un par de cedésmás, todas las canciones que, en estudio,

grabó Vega como vocalista de Nacha Pop;extraña labor ésta, la de desmembrar laobra del grupo, que, sin embargo, unavez superado el susto inicial, se deja es-cuchar con agrado, quizás porque sontemas de sobra conocidos, aunque nopuede evitarse esa sensación de que, enNacha Pop, las canciones más melódicase introspectivas de Vega encontraban sucontrapunto en las mucho más dinámi-cas de su primo Nacho García Vega, aquíausentes. Una biografía escrita por JesúsOrdovás —en la que se echan en faltamás fotos históricas: ¡no hay ni una deNacha Pop!— y un justito y ya conocidodeuvedé completan esta lujosa caja en edi-ción limitada y numerada pensada comopieza para coleccionistas.

La escucha de todos los discos viene aconfirmar la evolución del Antonio Vegacompositor: desde la urgencia de los pri-meros tiempos de Nacha Pop, cuando pi-saba el acelerador rítmico y sus letraseran bastante diáfanas, hasta el final delgrupo, cuando su escritura se había torna-do más opaca y la metáfora lo dominabaprácticamente todo. Desde ahí, Vega fuehaciendo del intimismo su voz poética,de las experiencias personales trasuntoliterario, alimento con el que buscar laalegoría perfecta con la que enmascararlo más personal. Todo ello mientras evo-lucionaba con la guitarra, su otra pasión,tal vez la que menos se destaca cuando sehabla de él y de una obra en la que éstas,las guitarras, planean por doquier, se re-

pliegan en cualquier rincón, engalanan ycontrapuntean a las melodías. Al final,fue un maestro de las seis cuerdas.

Pero injusto sería olvidar su voz, siem-pre personal y frágil, que en el disco Escapa-das muestra su ductilidad, su capacidadpara interpretar canciones ajenas y paraacompañar a otras voces, esa misma voz alborde del abismo que se escucha en 3.000noches con Marga, su último disco y muyprobablemente su obra maestra, su discomás libre, en el que, desde el dolor por lapérdida de su compañera, se dejó llevarpor sus gustos musicales —asentados enlos años setenta del siglo pasado— sin cor-tapisas, sin importarle si los vericuetos porlos que le apetecía perderse serían bien omal recibidos por seguidores o medios. Ahíestá el Antonio Vega que quiso ser, el queconmueve desde el pop como si fuera elmás intenso de los cantautores. O

Obras completas está editado por Universal/EMI.

DOS DE LOS componentes de los exitososGotan Project —el suizo Christoph H.Müller y el argentino Eduardo Makaroff—abandonan el modelo electrónico de su gru-po parisiense para ponerle música con senti-do y sentimiento a la película El gaucho (delrealizador Andrés Jarach) en una banda so-nora que permite atisbar una faceta másíntima y con los pies en el barro que la habi-tual en ellos. Aquí, con sonidos que en algu-nos momentos beben de Piazzola, hay zam-bas y milongas ejecutadas con vocación casimusicológica. El tema principal, el únicocantado (con letra de Sergio Makaroff), lointerpretan con intención Melingo y MaviDíaz; y como para no olvidar de dónde pro-ceden sus autores, al final se incluye unaversión remezclada. Juan Puchades

AL ESCOCÉS Marc Pilley le encanta jugar aldesconcierto. Comenzando por el título,porque nunca queda claro a santo de quéesa apelación al mítico tema de Love. Nin-guna canción suena aquí como la anteriorni la siguiente: Mother creation cries es elarranque perfecto para un disco eléctricode Neil Young, Love is hard to do parecerescatada de los primeros años de Dylan ycualquiera diría que White rabbits in thesnow se les quedó a los Jefferson Airplaneen el tintero. La segunda mitad del álbum,más acústica y trovadoresca, incrementala sensación de que este Pilley es una enci-clopedia, asombrosa y desprejuiciada, dela música popular. Fernando Neira

VARIOS SUSTOS ha dado Cesaria Evora. Elúltimo, en marzo de 2008: un derramecerebral nada más terminar una actua-ción en Melbourne. La respuesta a susachaques es el disco más alegre que jamáshaya grabado la cantante de Cabo Verde.Apenas tres melancólicas mornas entretanta coladera y las tres con influenciaárabe, traída desde El Cairo por una or-questa de cuerdas que ha dirigido FathySalama. Los aires afroportugueses se enri-quecen con el acordeón colombiano deLigereza o los violines antillanos de VerdeCabo di nhas odjos. La mayoría del reperto-rio de Mi sentimiento lleva la firma de dosde sus compositores preferidos, Manuelde Novas y Teófilo Chantre, que ha adapta-do al crioulo caboverdiano una canciónde Luis Pastor —“quiero morir en tu ver-de / Y vivir en tus canciones”—. C. G.

Por Carlos Galilea

EL PROBLEMA es que la vida es un proble-ma / uno se echa a llorar nada más llega”.Con estas palabras del poeta vasco-gallegoJosé Luis Padrón comienza el último discode uno de los músicos vascos más univer-sales. “Problemas hay. La economía y elmorro que le echan, la religión, el mie-do…, pero me gusta el enfoque de Padrónporque trata el asunto con una sonrisa. Noes victimista”.

El mayor de los Muguruza —herma-no de los también músicos Fermín eÍñigo— trabaja una vez más con poetas:Harkaitz Cano, Gerardo Markuleta, IñakiIrazu, Bernardo Atxaga, Iban Zaldua…“Esta vez les dije que quería hacer máscanciones y no poemas musicados. Que-ría letras con estribillos y que no tuvie-ran, al menos aparentemente, tanto pe-so como un poema”, explica.

Su nuevo disco se titula Taxiri ez (ni untaxi): “Me podría extender mucho comen-tando que no estoy dispuesto a tomar taxisque lleven a según qué sitios, pero no seríamuy sincero. Lo elegí porque me sonababien”, confiesa. “No a los taxis’ leí el otrodía en una traducción demencial, ¡a ver sicon la crisis que hay me voy a buscar unproblema!”, dice riendo.

Jabier Muguruza (Irún, 1960) publicó amediados de los noventa el primero de susseis libros para niños y fundó con Atxaga,Ruper Ordorika y Joxe Mari Iturralde, en-tre otros, el club literario Emak Bakia: “Sa-cábamos una especie de fanzine que llamá-bamos Garziarena. Todos firmábamoscon ese nombre. Eso nos permitía en unambiente un poquito asfixiante hablar conmucha libertad”. Mantiene su columna do-minical radiofónica —Me ha dicho un ami-

go— y firma para un grupo de diarios unaserie de entrevistas —Encuentros con al-ma— con amigos como Pablo Guerrero,Martirio o Jaume Sisa.

“Nunca sé con certeza cuándo acercar-me, cuándo alejarme, cuándo quedarme asaber algo más del ex desconocido”, dicela canción Ignorancias. “Mucha gente medice sentirse reflejada en la letra. Eso quie-re decir que algo falla, que estamos muyperdidos. Y está el miedo. A los malenten-didos, a lo que interpretarán los demás. Yel miedo tiene un efecto paralizador”.

“Sigo escarbando en el territorio de losafectos. Estamos hablando de lo que nosimporta”, asegura. “Tenemos que acertaren vivir de una forma adecuada. Lo hace-mos muy complicado y hay tantas presio-nes”. Antes le apetecía más hablar sobrepolítica. Ahora prefiere remitir a la letra deIban Zaldua en El más callado de la cuadri-lla: “Hubo un tiempo en que discutíamosde política / pero hace tiempo que perdi-mos esa costumbre”.

“Me decía hace poco Kiko Veneno enAyamonte que la música está devaluada.En estos momentos todo lo que queda fue-ra de lo estándar se está quedando prácti-camente sin oxígeno. Los del oficio, queapostamos por cierta forma de trabajar yla larga distancia, estamos pasando un ba-che, pero confío en que vamos a ganar dealguna forma”, afirma.

Nueve canciones en euskera y una encatalán para cerrar el disco: un poema deMaria-Mercè Marçal, en el décimo aniver-sario de su muerte. “Le dice a su hija: erestan pequeña y ya sabes qué muros no vasa poder saltar. Quise darle un punto deternura diciéndole ‘me gustaría ayudarte asaltar esos muros”. O

Taxirik ez está editado por Resistencia.

Las casi obras completas de Antonio Vega

Jabier Muguruza aúna nueve canciones en euskera y una en catalán en Taxirik ez.

Fuerza de un hombre tiernoJabier Muguruza edita su décimo disco, Taxirik ez,otro pequeño prodigio de delicadeza y sensibilidad

MÚSICA / Discos

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EL INVIERNO PASADO, iba caminandocon paso rápido bajo los anima-dos pórticos de la Vía Po de laciudad de Turín. Hacía frío y bus-

caba refugiarme en algún café cuando al-guien me dijo que en una habitación deaquella vieja calle, en el invierno de 1794,Xavier de Maistre había escrito Viaje alre-dedor de mi habitación.

Encontré raro que existiera un lugarfísico en el que se hubiera escrito un libroque siempre había considerado exclusiva-mente un viaje mental. Nun-ca imaginé que podía existiruna habitación de verdad enViaje alrededor de mi habita-ción. Y, además, había olvida-do que había sido escrito enTurín. Hacía ya muchos añosque había perdido mi ejem-plar de la colección Austral(recuperado hace unos me-ses) y la obra del conde deMaistre era para mí más untítulo sugerente que unaobra. Aquel día, me chocóenormemente que la habita-ción de Viaje alrededor de mihabitación pudiera convertir-se en mi circunstancial refu-gio del frío. Era como si meinvitaran a repetir el viaje delexterior al interior que en sumomento realizó Xavier deMaistre cuando, por habersebatido en duelo, se vio castiga-do y confinado por las autori-dades militares a permanecercuarenta y dos días en la dis-tinguida serenidad de aquelcuarto, hoy ya mítico en la his-toria de la literatura. Mítico,en parte, por Borges, que pa-ra estas cosas casi nunca falla.¿O no nos ocurre con frecuen-cia que, al cruzar por un mitoliterario, descubrimos que yapasó antes por allí la sombraborgiana y le dio un últimotoque de gracia?

En su cuento El Aleph, Bor-ges hace que el libro del conde de Maistreaparezca de una forma lateral, pero suficien-te, porque colabora en la comprensión delrelato de esa experiencia mística (la revela-ción de una totalidad fantástica) que ofreceal lector dos modos de referir el asombro dever más. Por un lado, Carlos Argentino Da-

neri, una especie de Dante venido a menos,ha estado utilizando el Aleph (pequeña es-fera tornasolada que permite ver la simulta-neidad del universo) para escribir un mons-truoso poema en el que menciona, conpatoso esnobismo francés, Voyage autourde ma chambre. Por otro lado, el personajellamado Borges dice que, al ver el Aleph,temió que en el mundo no le quedara yauna sola cosa más capaz de sorprenderletanto. Carlos Argentino y Borges parecenuna copia de la Bestia y el Alma que, antesde la invención del psicoanálisis, creó el con-de de Maistre para que combatieran a brazopartido en su cuarto turinés: “El gran arte deun hombre de genio es saber educar bien asu bestia para que pueda ir sola, mientrasque el alma liberada de esta penosa rela-ción, puede elevarse hasta el cielo”.

En el capítulo treinta y siete del libro deXavier de Maistre encontramos precisamen-te un tímido Aleph que pudo preceder al deBorges: “Desde la última estrella situadamás allá de la Vía Láctea, hasta los confinesdel Universo, hasta las puertas del caos, heaquí el vasto campo por donde paseo a lolargo y ancho, y con toda tranquilidad, puescarezco por igual de tiempo y de espacio”.

No lo dudemos más. Desde nuestro cuar-to habitual, sin salir a calle alguna, nos hasido dado el gran don (que tantas veces olvi-

damos) de ver la esfera que permite ver lasimultaneidad del universo. Ese don contri-buyeron a divulgarlo las páginas de ese pio-nero viaje alrededor de su cuarto que reali-zó Xavier de Maistre, nacido en Chambéry,y testigo de una época de grandes cambiospara su patria saboyana, cambios que lleva-ron a este noble a ganarse la vida modesta-mente como pintor de paisajes en San Pe-tersburgo. Xavier fue hermano menor delfamoso y temido Joseph de Maistre, reaccio-nario sin fisuras. El crítico parisiense Sainte-Beuve, gran propagandista del Voyage au-tour de ma chambre, define a Xavier comoun hermano menor contento de serlo y co-mo un hombre, además, de gran ingenui-dad y encanto: “El hombre más parecidomoralmente a sus obras que imaginar que-pa: ingenuo, sorprendido, dulcemente astu-to y sonriente, sobre todo bondadoso, agra-decido y sensible hasta las lágrimas con ensu primer frescor; en definitiva, un autorque se parece tanto más a su libro por cuan-to nunca pensó en ser un autor”.

No pensarse a sí mismo como autor lefacilitó el éxito. Y quizás explique en parte lafrescura y agilidad que el texto —en la estelashandy de su admirado Laurence Sterne ysu celebrado Viaje sentimental— ha conser-vado. Se da la circunstancia de que este au-tor, que ignoraba serlo, estuvo en una solaocasión en París, cuando ya tenía más desetenta años y quedó muy sorprendido alsaber que allí era muy famoso y le adora-ban. A los parisienses les había hechizado laoriginalidad de aquel viaje inmóvil y la lige-reza cervantina del libro. Y él ni se habíaenterado. Había vivido años en Rusia sinsaber que en Francia había producido estra-gos su viaje craneal. De hecho, le parabanpor las calles de París y le preguntaba la

gente de dónde había surgido aquel textotan sorprendente. De un encierro, decía ge-neralmente el conde, cabizbajo. Pero un díase le iluminó el rostro. El encierro le habíaconectado con el Universo entero, llegó aconfesar.

Proust, Liz Themerson, Perec, Stevenson(la Bestia y el Alma del cuarto turinés sereflejan en Dr. Jekyll and Mr. Hyde) amaronlos resultados literarios de aquella conexióncon el espacio universal y parodia inteligen-te sobre la narrativa de viajes extraordina-

rios. Escribió el conde aquel libro —obramaestra de la levedad— a la manera de unrelato autobiográfico en el que alguien, conla excusa, por ejemplo, de describir su escri-torio, cuenta básicamente el asombro dever más. No se sabía todavía por aquel en-tonces que todo viaje, por muy innovadorque fuera, siempre creaba sus precursores.En el caso de Viaje alrededor, Lao Tse, funda-dor del moderno viaje interior, sería una delas primeras referencias: “Sin salir de la puer-ta se conoce el mundo / Sin mirar por laventana se ven los caminos del cielo. / Cuan-to más lejos se sale, menos se aprende”.

Otro precursor sería el sorprendente Lucia-no de Samosata, que hace diecinueve siglosescribió que había llegado a la luna en unbarco y había sido testigo de una guerraespacial entre el emperador de la luna y eldel sol.

Que Viaje alrededor posee la misma leve-dad y frescura que estos dos clásicos se veperfectamente cuando De Maistre nos diceque no hay nada mejor que seguir la pista alas ideas, “al modo del cazador que persiguela pieza sin seguir un determinado cami-

no”. Parecía conocer el vai-vén moderno entre automati-zación, parodia y renovación:“Por eso, cuando viajo por micuarto, difícilmente sigo unalínea recta”. Le movía unapoética del vaivén y una natu-ral prevención por si su viajeinmóvil acababa tambiénsiendo parodiado. El resulta-do: una imitación del perpe-tuo movimiento de la moscaen la habitación, y toda clasede desplazamientos y pensa-mientos en zigzag. Y un lega-do no imaginado para el futu-ro. Sin poder ni sospecharlo,estaba preparando el terrenopara que nuestro viaje con-temporáneo fuera una suce-sión infinita de odiseas de laVía Po.

Imagino al innovador Xa-vier de Maistre en el momen-to mismo de terminar su li-bro y sentirse más que nun-ca doble, dividido entre laBestia y el Alma. Un impulsomisterioso le dice que necesi-ta del aire y del cielo y deci-de dar por concluido el via-je: “Heme aquí preparado;mi puerta se abre; deambulobajo los espaciosos pórticosde la Vía Po; mil fantasmasagradables revolotean antemis ojos. Sí, aquí está estehotel, esta puerta, esta esca-lera, me estremezco de ante-

mano”.Desde mi cuarto le veo salir a la calle.

¿Es el final de su viaje lo que le estremece?¿Cómo encaja el primer golpe de aire? Losepa o no, su parodia de los viajes va asignificar un salto mental, un punto devista inédito que permitirá a los lectoresfuturos, sin salir de casa, el asombro dever las puertas del caos y la simultaneidaddel universo. El asombro, en definitiva, dever más. O

Viaje alrededor de mi habitación. Xavier de Mais-tre. Funambulista. Madrid, 2007. 176 páginas.16,80 euros.www.enriquevilamatas.com

Una habitación en Piamonte, Turín (Italia). Foto: Alex Majoli / Magnum

El viaje alrededorA finales del siglo XVIII, después de un duelo, Xavier de Maistre fue confinado durante 42 días en Turín. De aquelencierro nace Viaje alrededor de una habitación, un mito literario de sombras borgianas, un recorrido por la inmovilidad

No lo dudemos más.Desde nuestro cuarto,nos ha sido dado el donde ver la esfera quepermite ver el universo

RELECTURAS Por Enrique Vila-Matas

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