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1 5 razones que hacen que el pecado sea tan malo, perjudicial y peligroso Cuando San Juan Bosco tuvo el primero de sus 159 sueños proféticos, oyó que Jesucristo le decía: “Debes hacer a la gente una charla acerca de la fealdad del pecado”. También a nosotros nos diría Jesús el mismo consejo si hoy se nos apareciera, porque este es un tema de vital importancia. El mundo está repleto de gente con lepra en el alma, o como dice el Apocalipsis “con nombre de vivos pero están muertos” (Ap 3). ¿Pero por qué es tan malo, perjudicial y peligroso el pecado? Por muchísimas razones. He aquí algunas: 1) El pecado es malo porque es una ingratitud hacia nuestro Creador. Él nos dice por medio de Isaías “Planté una vid. La regué, la aboné, la cuidé, y vine a buscar en ella frutos dulces y sólo encontré frutos amargos. Oh vosotros los que pasais por el camino: venid y haced de jueces entre mi viña y yo. ¿Qué más podría yo haber hecho por mi viña que no lo haya hecho? ¿Y entonces por qué en vez de producirme frutos dulces me los produjo amargos?” (Is 5) El Padre Dios nos ha creado y no ha dado tantísimos favores como por ejemplo la salud, la familia, la inteligencia, la alimentación. El Hijo ha muerto por nuestra salvación, nos ha dejado sus maravillosas enseñanzas y cada día ruega por nosotros. El Espíritu nos asiste, nos defiende e ilumina, etc. ¿Y nosotros, en cambio, le respondemos al Señor desobedeciéndole y ofendiéndole? El pecado es una negra ingratitud hacia el mejor de los benefactores que es Dios. 2) El pecado debilita el espíritu y lo inclina hacia el mal. Es como una escalera para descender a nuevos pecados. Debilita la resistencia hacia el mal, y éste va tomando, poco a poco, las fortalezas de nuestra personalidad. Un gran filósofo decía: “A ninguna cosa le debe tener tanto miedo una persona como a adquirir una mala costumbre”. Y lo grave del pecado es que va “acostumbrando” al espíritu a obrar el mal. Cada pecado produce más facilidad para cometer el siguiente. 3) El pecado endurece la conciencia.

5 Razones Que Hacen Que El Pecado Sea Tan Malo

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pecado y purgatorio

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5 razones que hacen que el pecado sea tan malo, perjudicial y peligroso

Cuando San Juan Bosco tuvo el primero de sus 159 sueños proféticos, oyó que Jesucristo le decía: “Debes hacer a la gente una charla acerca de la fealdad del pecado”. También a nosotros nos diría Jesús el mismo consejo si hoy se nos apareciera, porque este es un tema de vital importancia. El mundo está repleto de gente con lepra en el alma, o como dice el Apocalipsis “con nombre de vivos

pero están muertos” (Ap 3).

¿Pero por qué es tan malo, perjudicial y peligroso el pecado?

Por muchísimas razones. He aquí algunas:

1) El pecado es malo porque es una ingratitud hacia nuestro Creador.

Él nos dice por medio de Isaías “Planté una vid. La regué, la aboné, la cuidé, y vine a buscar en ella frutos dulces y sólo encontré frutos amargos. Oh vosotros los que pasais por el camino: venid y haced de jueces entre mi viña y yo. ¿Qué más podría yo haber hecho por mi viña que no lo haya hecho? ¿Y entonces por qué en vez de producirme frutos dulces me los produjo amargos?” (Is 5) El Padre Dios nos ha creado y no ha dado tantísimos favores como por ejemplo la salud, la familia, la inteligencia, la alimentación. El Hijo ha muerto por nuestra salvación, nos ha dejado sus maravillosas enseñanzas y cada día ruega por nosotros. El Espíritu nos asiste, nos defiende e ilumina, etc. ¿Y nosotros, en cambio, le respondemos al Señor desobedeciéndole y ofendiéndole? El pecado es una negra ingratitud hacia el mejor de los benefactores que es Dios.

2) El pecado debilita el espíritu y lo inclina hacia el mal.

Es como una escalera para descender a nuevos pecados. Debilita la resistencia hacia el mal, y éste va tomando, poco a poco, las fortalezas de nuestra personalidad. Un gran filósofo decía: “A ninguna cosa le debe tener tanto miedo una persona como a adquirir una mala costumbre”. Y lo grave del pecado es que va “acostumbrando” al espíritu a obrar el mal. Cada pecado produce más facilidad para cometer el siguiente.

3) El pecado endurece la conciencia.

Cuando uno tiene que dormir junto a un taller mecánico donde martillean, o junto a una estación donde las locomotoras resoplan violentamente, la primera noche no logra dormir. La segunda noche ya duerme un poco, y al mes ya duerme toda la noche como si no hicieran ruido. El oído se le acostumbró. Así pasa con la conciencia. Cuando el pecado se va repitiendo, la conciencia se va durmiendo y deja ya de remorder. Las enfermedades más peligrosas son las que no duelen. Por ejemplo, la tuberculosis o el cáncer, que en sus comienzos no producen dolores. Y ahí está su

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mayor peligro; porque como no causan dolores no las detectamos o rechazamos a tiempo. ¡Ay de quien peca y sigue sin sentir grave tristeza de haber ofendido al Señor! Y esto le puede suceder a quien va repitiendo pecados. Se adormece su conciencia y se vuelve insensible y el pecado corroe el alma sin que ésta se dé cuenta.

4) El pecado afea enormemente el alma.

Ah, si supiéramos como es nuestra alma en pecado, sentiríamos el odio más encarnizado aún a las faltas veniales. El Evangelio dice que cuando el Rey llegó al banquete y vio que un comensal, en vez de haberse puesto el hermoso manto que entregaban a la entrada, se había quedado con su ruana o manta llena de manchas y de mugre, sintió gran disgusto ante ese repugnante modo de presentarse y lo mandó a echar a las tinieblas exteriores. Cuántos pecadores se presentan cada día ante Dios con la más asquerosa y manchada “ruana” de pecados. Santa Catalina y el Cura de Ars, lograron ver su espíritu después de alguna falta venial. Ambos quedaron para siempre sin deseos de volver a contemplar semejante asquerosidad. Santo Domingo Savio presentó en una visión a San Juan Bosco algunas almas en pecado, y el santo educador sintió tal asco y repugnancia que casi se enferma. ¿Cómo estará nuestra alma hoy? ¿Agradable a los ojos de Dios? ¿O más repugnante que el más infectado leproso? Es tiempo de pedir al Señor con un buen acto de contrición que vaya curando tanta inmundicia. “¡Señor, si Tú quieres, puedes curarnos!”

5) El pecado amarga la vida.

El pez va feliz por entre el agua. Ve una atrayente carnada y se lanza a devorarla. Pero allí está escondido un anzuelo que le destroza la garganta y le acarrea la muerte. Ese es el pecado, atractivo y asesino. Por unos minutos de placer acarrea horas, días y hasta eternidad de amarguras. Los hospitales, las cárceles y el mundo entero están repletos de personas que sufren en su vida la espantosa amargura que proporciona el pecado. Y los castigos de la eternidad serán la amargura más indeseable, fruto del pecado en mala hora aceptado y cometido. Por eso, como los santos, nosotros deberíamos repetir siempre “prefiero morir que pecar”

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EL PURGATORIO 

Estado transitorio de purificación necesaria para aquellos que, habiendo muerto en gracia de Dios y teniendo segura su salvación, necesitan mayor purificación para llegar a la santidad necesaria para entrar en el cielo. Esta purificación es totalmente distinta al castigo del infierno. El purgatorio es doctrina de fe formulada en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (Catecismo 1030).

Dios creó los seres humanos para que disfruten de su Creador viéndole en la Gloria. Sin embargo todos hemos pecado y en esa condición no se puede entrar en el cielo, pues nada manchado puede entrar en el Cielo; por lo cual, todos necesitamos la redención de Jesucristo para poder ir al cielo. Jesús nos purifica con el poder de su Sangre para poder ser admitidos al cielo. La salvación es posible sólo por medio de Jesucristo. Si morimos en gracia de Dios es porque hemos recibido esa gracia por los méritos de Jesucristo que murió por nosotros en la cruz. La purificación del purgatorio también es gracias a Jesuscristo.

El purgatorio es necesario porque pocas personas se abren tan perfectamente a la gracia de Dios aquí en la tierra como para morir limpios y poder ir directamente al cielo. Por eso muchos van al purgatorio donde los mismos méritos de Jesús completan la purificación. 

Dios ha querido que nos ayudemos unos a otros en el camino al cielo. Las almas en el purgatorio pueden ser asistidas con nuestras oraciones.

Fundamento BíblicoLa doctrina de la Iglesia sobre el Purgatorio encuentra fundamento en la Biblia, cuando esta se sabe interpretar correctamente:

El texto del 2 Macabeos 12, 43-46 da por supuesto que existe una purificación después de la muerte.

(Judas Macabeo) efectuó entre sus soldados una colecta... a fin de que allí se ofreciera un sacrificio por el pecado... Pues... creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren en gracia de Dios... Ofreció este sacrificio por los muertos; para que fuesen perdonados de su pecado.

Los protestantes no reconocen que este libro es parte de la Biblia porque Lutero lo quitó de su Biblia precisamente porque él sabía que se refería al purgatorio. (Ver Desarrollo del canon) 

Sin embargo el Nuevo Testamento hace referencia a 2 Macabeos. Por ejemplo, Hebreos 11,35

"Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor"

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Los únicos que en el Antiguo Testamento a quienes se aplica este pasaje es a los mártires macabeos, que fueron torturados por conseguir la resurrección (2 Mac. 7:11, 14, 23, 29, 36).

Asimismo las palabras de nuestro Señor:

El que insulte al Hijo del Hombre podrá ser perdonado; en cambio, el que insulte al Espíritu Santo no será perdonado, ni en este mundo, ni en el otro. Mt 12,32.

Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo. Lucas 12,58-59

En estos pasajes Jesús hace referencia a un castigo temporal que no puede ser el infierno ni tampoco el cielo. 

Se llega a semejante conclusión en la carta de San Pablo, 1 Corintios 3, 12-13:

Pues la base nadie la puede cambiar; ya está puesta y es Cristo Jesús. Pero, con estos cimientos, si uno construye con oro, otro con plata o piedras preciosas, o con madera, caña o paja, la obra de cada uno vendrá a descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer porque en el fuego todo se descubrirá. El fuego probará la obra de cada cual: si su obra resiste el fuego, será premiado; pero, si es obra que se convierte en cenizas, él mismo tendrá que pagar. El se salvará, pero como quien pasa por el fuego".

De manera que hay un fuego después de la muerte que, diferente al del infierno, es temporal. El alma que por allí pasa se salvará. A ese estado de purgación le llamamos el "purgatorio".

1 Cor 15,29: "De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué pues se bautizan por los muertos?" 

La palabra "bautismo" es utilizada aquí como una metáfora para expresar sufrimiento o penitencia (Mc 10,38-39; Lc 3,16; 12,50). Pablo escribe sobre una práctica entre los cristianos de "bautizarse" por los difuntos. El no la condena, si no que la exalta como válida porque demuestra fe en la resurreción.

Compare 1 Cor 15,29 con 2 Macabeos 12,44 y verá la similitud.

Muchas almas a la hora de la muerte tienen manchas de pecado, es decir merecen castigo temporal por pecados mortales o veniales, ya perdonados en cuanto a la culpa. La Iglesia entiende por purgatorio el estado o condición en que los fieles difuntos están sometidos a purificación.

Las almas de los justos son aquellas que en el momento de separarse del cuerpo, por la muerte, se hallan en estado de gracia santificante y por eso pueden entrar en la

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Gloria. El juicio particular les fue favorable pero necesitan quedar plenamente limpias para poder ver a Dios "cara a cara". 

El tiempo que un alma dure en el purgatorio será hasta que esté libre de toda culpa y castigo. Inmediatamente terminada esta purificación el alma va al cielo. El purgatorio no continuará después del juicio final.

Las penas del purgatorioAunque no sea doctrina-definida, se mantiene como doctrina común que el sufrimiento mayor del purgatorio consiste en la "pena de ausencia", porque las almas están temporalmente privadas de la visión beatífica. Sin embargo, no hay comparación entre este sufrimiento y las penas del infierno. El purgatorio es temporal y por eso lleva consigo la esperanza de ver a Dios algún día cara a cara. Las almas lo llevan con paciencia, pues comprenden que la purificación es necesaria. Lo aceptan generosamente por amor de Dios y con perfecta sumisión a su voluntad.

Las penas del purgatorio son proporcionales al grado de pecado de cada persona. Es probable que las penas del purgatorio vayan disminuyendo gradualmente y aumente en ellas la alegría de la cercana entrada en el cielo. Estas almas tienen total certeza de la salvación y poseen fe, esperanza y caridad. Saben que ellas mismas están en amistad con Dios, confirmadas en gracia. 

Testimonios de los PadresSon muchos. Aquí solo presentamos unos pocos:

Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma".

A San Agustín le preguntaron: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?". El respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".

San Gregorio Magno: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".

San Gregorio ofreció 30 misas por el alma de un difunto. Más tarde ese difunto se le apareció en sueños a darle las gracias ya que por esas misas había logrado salir del purgatorio.

En otra ocasión, San Gregorio, estando celebrando la Misa, elevó la Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos y el les respondió: "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas

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del purgatorio".

ESTAMOS MORALMENTE OBLIGADOS A ROGAR Y REZAR POR LAS ALMAS BENDITAS DEL PURGATORIO, DEBEMOS AYUDARLAS A DISFRUTAR DE LA GLORIA CON DIOS. NO LAS OLVIDEMOS QUE ELLAS NO SE OLVIDARÁN DE NOSOTROS!!

Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro, pero cuanto mayor es la necesidad de nuestro prójimo, mayor y mas estricta es nuestra obligación. No es un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber; debemos ayudarnos unos a otros.

Sería un monstruoso crimen, por caso, rehusar al poder y desposeído el alimento necesario para mantenerse vivo. Sería espantoso rehusar la ayuda a alguien en una gran necesidad, pasar de largo y no extender la mano para salvar a un hombre que se está hundiendo. No solamente debemos ayudar cuando es fácil y

conveniente, sino que debemos hacer cualquier sacrificio para socorrer a nuestro hermano en dificultades.

Ahora, qué puede estar más urgido de caridad que las almas del Purgatorio? Qué hambre o sed o sufrimiento en esta Tierra puede compararse con sus mas terribles sufrimientos? Ni el pobre, ni el enfermo, ni el sufriente que vemos a nuestro alrededor necesitan de tal urgente socorro. Aún encontramos gente de buen corazón que se interesa en los sufrientes de esta vida, pero, escasamente encontramos a gente que trabaja por las Almas del Purgatorio!

Y ¿quién puede necesitarnos más? Entre ellos, además, pueden estar nuestras madres, nuestros padres, amigos y seres queridos.

Dios desea que las ayudemos

Ellas son los amigos más queridos. El desea ayudarlos; El desea mucho tenerlos cerca de Él en el Cielo. Ellas nunca más lo ofenderán, y están destinadas a estar con Él por toda la Eternidad. Verdad, la Justicia de Dios demanda expiación por los pecados, pero por una asombrosa dispensación de Su Providencia El pone en nuestras manos la posibilidad de asistirlos, El nos da el poder de aliviarlas y aún de liberarlas. Nada le place más a Dios que les ayudemos. El está tan agradecido como si le ayudáramos a El.

Nuestra Señora quiere que los ayudemos

Nunca, nunca una madre de esta tierra amó tan tiernamente a sus hijos fallecidos, nunca nadie consuela como María busca consolar sus sufrientes niños en el Purgatorio,

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y tenerlos con Ella en el Cielo. Le daremos gran regocijo cada vez que llevamos fuera del Purgatorio a un alma.

Las benditas animas del purgatorio nos devuelven el mil por uno

Pero qué podremos decir de los sentimientos de las Santas Almas? Sería prácticamente imposible de describir su ilimitada gratitud con para aquellos que las ayudan! Llenas de un inmenso deseo de pagar los favores hechos por ellas, ruegan por sus benefactores con un fervor tan grande, tan intenso, tan constante, que Dios no les puede negar nada. Santa Catalina de Bologna dice :"He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero mucho mas grandes de las Santas Almas (del Purgatorio)".

Cuando finalmente son liberadas de sus penas y disfrutan de la beatitud del Cielo, lejos de olvidar a sus amigos de la Tierrra, su gratitud no conoce límites. Postradas frente al Trono de Dios, no cesan de orar por aquellos que los ayudaron. Por sus oraciones ellas protegen a sus amigos de los peligros y los protegen de los demonios que los asechan.

No cesan de orar hasta ver a sus benefactores seguros en el Cielo, y serán por siempre sus más queridos, sinceros y mejores amigos.

Si los católicos solamente supieran cuan poderosos protectores se aseguran con sólo ayudar a las Animas benditas, no serían tan remisos de orar por ellos.

Las animas benditas del purgatorio pueden acortar nuestro propio purgatorio

Otra gran gracia que obtenemos por orar por ellas es un corto y fácil Purgatorio, o su completa remisión!

San Juan Masías, sacerdote dominicano, tenía una maravillosa devoción a las Almas del Purgatorio. El obtuvo por sus oraciones (principalmente por la recitación del Santo Rosario) la liberación de ¡un millón cuatrocientas mil almas! En retribución, el obtuvo para sí mismo las más abundantes y extraordinarias gracias y esas almas vinieron a consolarlo en su lecho de muerte, y a acompañarlo hasta el Cielo.

Este hecho es tan cierto que fue insertado por la Iglesia en la bula de decretaba su beatificación.

El Cardenal Baronio recuerda un evento similar.

Fue llamado a asistir a un moribundo. De repente, un ejército de espíritus benditos aparecieron en el lecho de muerte, consolaron al moribundo, y disiparon a los demonios que gemían, en un desesperado intento por lograr su ruina. Cuando el cardenal les preguntó quiénes eran, le respondieron que eran ocho mil almas que este hombre había liberado del Purgatorio gracias a sus oraciones y buenas obras. Fueron enviadas por Dios, según explicaron, para llevarlo al Cielo sin pasar un solo momento en el Purgatorio.

Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando estaba por morir. El

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espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para nuestros últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente inteligente para esta Santa, el pensó en molestarla su beatífica paz sugiriéndole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio puesto que ella desperdició sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas. Pero Nuestro Señor, no contento con enviar sus Ángeles y las miles de almas que ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y confortar a su querida Santa. El le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo que ella había hecho por las ánimas benditas, le llevaría directo al Cielo y multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.

El Beato Enrique Suso, de la Orden Dominicana, hizo un pacto con otro hermano de la Orden por el cual, cuando el primero de ellos muriera, el sobreviviente ofrecería dos Misas cada semana por su alma, y otras oraciones también. Sucedió que su compañero murió primero, y el Beato Enrique comenzó inmediatamente a ofrecer las prometidas Misas. Continuó diciéndolas por un largo tiempo. Al final, suficientemente seguro que su santamente muerto amigo había alcanzado el Cielo, cesó de ofrecer las Misas. Grande fue su arrepentimiento y consternación cuando el hermano muerto apareció frente a él sufriendo intensamente y reclamándole que no hubo celebrado las Misas prometidas. El Beato Enrique replicó con gran arrepentimiento que no continuó con las Misas, creyendo que su amigo seguramente estaría disfrutando de la Visión Beatífica pero agregó que siempre lo recordaba en sus oraciones. "Oh hermano Enrique, por favor dame las Misas, pues es la Preciosísima Sangre de Jesús lo que yo más necesito" lloraba la sufriente alma. El Beato recomenzó a ofrecerlas, y con redoblado fervor, ofreció Misas y ruegos por su amigo hasta que recibió absoluta certeza de su liberación. Luego fue su turno de recibir gracias y bendiciones de toda clase por parte de su querido hermano liberado, y muchas más veces que las que hubiera esperado.