Brujas Aquelarres

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  • 8/19/2019 Brujas Aquelarres

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    Cuando se habla de las brujas en una conversación coloquial rápidamente sale a relucir el asunto de si volaban en sus escobas o con cualquier otro artilugio. Hoy, por suerte, tenemos mucha información al respecto y sabemos lo que podía pasar por la mente de aquellas mujeres que creían volar físicamente hacia sus aquelarres.Es curioso: nadie nunca las vio volar, pero a partir de una época determinada todos estaban convencidos de que podían hacerlo.Aunque ya el Canon Episcopi (del siglo X) hablaba por primera vez de la facultad de volar de las brujas, negaba toda realidad a este hecho considerándolo una fantasía, un sueño. No se dio crédito a estas historias hasta bien entrado el siglo XIV donde se empezó a considerar la realidad de estos transportes sobrenaturales y más cuando alguna bruja, bajo tormento, lo confesaba con todo lujo de detalles.Hoy se sabe que hay una relación directa entre esos vuelos y las sustancias que se untaban por el cuerpo antes de emprender esos viajes alucinantes. Y la realidad es que eran alucinantes porque se trataba de viajes alucinógenos. Se desprende de miles de declaraciones que figuran en los procesos inquisitoriales. Uno de losprimeros que se dio cuenta de tal hecho fue el médico español Andrés Laguna, que a mediados del siglo XVI ya advertía de que estas mujeres untaban su cuerpo con cicuta, hierba mora, beleño y mandrágora. Hizo la prueba con la esposa del verdugo de Metz, que tenía fama de reputada bruja, y al poco rato cayó en un trance, un profundo sueño que duró 36 horas, al cabo de las cuales volvió en sí y se quejó de que la hubieran depertado en pleno goce de los sentidos, mientras estaba retozando con un apuestojovenzuelo, con el consiguiente mosqueo del verdugo.Esas sustancias y otras son las que componen el famoso «ungüento volador de las brujas». Recientemente, el doctor M.J. Harner ha estudiado a fondo la composición de est

    os ungüentos y ha descubierto que todos ellos llevan atropina, un poderoso alcaloide, así como mandrágora y beleño. Estas sustancias producían un letargo y generaban una experiencias psicodélicas que les hacia sentir como algo real el vuelo a sus aquelarres.¿Qué papel desempeñaba el bastón o la escoba que todavía se puede ver entre las piernas las «brujas» en el día de Halloween, en los cómics o en las películas? Según Harner noun simple símbolo fálico: El empleo del bastón o escoba era indudablemente algo más que un acto simbólico freudiano; servía para aplicar la planta que contenía atropina a las membranas vaginales sensibles, así como para proporcionar la sugestión de cabalgar sobre un corcel, una ilusión típica del viaje de las brujas al aquelarre». 

    Uno de los estudios más profundos realizados sobre estos ungüentos brujeriles es elque llevó a cabo el doctor Clark. Se basó en el proceso de una bruja inglesa, en elque venían detallados los ingredientes utilizados: grasa de niño, jugo de agua de berraza, acónito, cincoenrama, dulcamara (belladona) y hollín. Comprobó lo que ya intuía:que estos ungüentos producen excitación y arritmia cardíaca, lo que provoca en el durmiente la sensación de caída al vacío, llegando a la conclusión de que es más que probabque la mezcla de una droga que causa delirio como es la belladona con otra que altera el ritmo cardíaco como es el acónito, produzca en la persona que las ingiere o las aplica una sensación realista de estar volado aunque no salga de su habitación.El interés por el estudio de las pócimas usadas por las brujas no es de ahora. A finales del siglo XIX el alemán Karl Kiesewetter aseguró que había fabricado una muestrade «ungüento volador» según las descripciones transmitidas por el sabio napolitano Giamattista della Porta en su obra Magiae Naturalis y, según él, con unos efectos muy pa

    recidos a los que narraban las brujas medievales. Contaba el propio Kiesewetterque después de frotarse con el ungüento «cayó en un sueño de 24 horas durante el que viiajes excitantes, danzas frenéticas y otras aventuras misteriosas de este tipo».De estos estupefacientes, en relación con casos de brujería, ya hablaban médicos y escritores del siglo XVI. Algunos literatos conocían sus virtudes y las expusieron por escrito en algunas de sus obras, como en la comedia de Francisco de Rojas Zorrilla Lo que quería el marqués de Villena, de la que reproducimos este diálogo: Marqués:Luego. Otros creen que vuelan las brujasZambapalo: ¿Pues no?

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    Marqués: No, ignoranteZambapalo: Yo pregunto, como es que soy un legoMarqués: Úntanse todasZambapalo: ¿Y luego?Marqués: Provoca un sueño aquel untoQue es un opio de beleñoQue el demonio les ofreceDe calidad, que parece,Que es verdad lo que fue sueñoPues como el demonio esperaSolamente en engañarLuego les hace soñarA todas de una manera;Y así piensan que volandoEstán cuando duermen más,Y aunque no vuelan jamásPresumen en despertandoQue cada una en personaEl becerro ha visitado,Y que todas han paseadoLos campos de Barahona;Siendo así que vive DiosQue se ha visto por momentosDurmiendo en sus aposentos

    Untadas a más de dos. HIERBAS BRUJAS

     Sabido esto, creo que ha llegado el momento de que sepamos algo más de esa botánica brujeril, tan selecta, que tan célebres las ha hecho.Según la mitología griega, la diosa-hechicera Hécate conocía las propiedades de todas ls hierbas que traían la muerte o la desgracia, conocimiento que entregó a sus hijasMedea y Circe, las encantadoras, para que pudieran continuar sus malignos ardides, y a fe que lo hicieron estupendamente.Las plantas más utilizadas por las brujas, con independencia de su aspecto externo, eran principalmente las que poseían la virtud de producir estupor, sueño, alucinaciones, delirio, visiones y hasta la muerte tras haber sido inhaladas sus emanaci

    ones. Y nos dicen algunas leyendas que este conocimiento no siempre era gratis.En los procesos de Carcasonne, la confesión de una vieja herborista dice lo siguiente: «En el Sabbat hallé un macho cabrío gigantesco, al que me abandoné, y él, a cambioe hizo conocer las plantas venenosas ».La denominación genérica de «hierbas de las brujas» sirve para señalar a plantas alucins como el beleño, el estramonio, el eléboro, la mandrágora o la belladona, que eran ingredientes de ungüentos, filtros, pociones, fumigaciones, pomadas, pócimas, infusiones, potingues y bebedizos mágicos, clásicos de la farmacopea más brujeril y nauseabunda. Pero no los únicosVeamos, a modo de ejemplo, una de las fórmulas más utilizadas para estos misteriosos calderos de brujas, citada por Shakespeare en su obra Macbeth: Hígado de judío blasfemo.

    Hiel de cabra y ramas de tejoCortadas en noche de eclipse lunar.Nariz de turco, y labios de tártaro.Los dedos de un niño ahogado al nacerY echado en un pozo por mala mujer. Con todo esto el caldo comience a cocer.Y para pujanza del filtro hechicero Añádanse entrañas de tigre al caldero. A pesar de lo que diga Shakespeare, el caldero de las brujas ha sido uno de los

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    secretos mejor guardados, es decir, los ingredientes que utilizaban para luego realizar sus hechizos. Y es un misterio empezando por el hecho de su variedad, su rareza y de que no siempre tenían la misma finalidad. Habría que hablar, para ser más precisos, de varias clases de brujas y, por tanto, de varios calderos, cada uno con un uso específico. De forma genérica, estarían los gastronómicos y los mágicos. Lorimeros son quizá los más vulgares, pero con los que la bruja demostraba un alto conocimiento culinario. En el proceso que hubo en la localidad de Mora (Suecia) en1669 a raíz de una caza de brujas, se dijo que se reunían en aquelarre en Blocula y, según contaron, hacían un banquete previo cuyo menú estaba integrado por «caldo de cols y panceta, harina de avena, pan untado con mantequilla, queso y leche». Como puede verse, son productos bastante corrientes para lo que uno podría imaginarse en un banquete de estas características. Pero, como veremos más adelante, no siempre los ingredientes eran tan fáciles de conseguir