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El mamobús Dr. Enrique Gavilán. Médico de Familia. Centro de Salud de Serradilla. La medicina corre que se las pela. Enfermedades que hasta hace bien poco eran sinónimo de muerte, como el cáncer, ahora aparecen como más asequibles o incluso curables. Los avances de la tecnología y del conocimiento de la ciencia son los que todos, televisión, la prensa y la radio, y últimamente también Internet y sus redes sociales, apuntan como causantes de este “milagro”. Una de esas enfermedades es el cáncer de mama, enfermedad casi tabú hasta hace bien poco y que se cobra todos los años la vida de muchas mujeres. A todos los rincones de nuestra geografía llega el famoso “mamobús”, que revisa los pechos de 40 mil extremeñas casi sin rechistar. Pero el programa de detección precoz no se hace a todas las mujeres, sino sólo a las que tienen entre 50 y 69 años (entre 40 y 49 años si hay antecedentes familiares de primer grado). Además, la mayoría de las mujeres y muchos médicos desearían que la prueba se pudiera hacer todos los años, y no cada dos como ahora. Y tanto una cosa como otra mantienen a muchas mujeres descontentas y sintiéndose desprotegidas. Pero, como todo en esta vida, “no todo el monte es orégano”. Toda cara tiene su cruz, y las pruebas preventivas no son una excepción a esta regla. No hay nada en medicina que esté cien por cien libre de efectos indeseables o sin que pueda provocar problemas: desde una pastilla hasta un simple análisis de sangre, desde una operación quirúrgica hasta un consejo de salud, todo puede tener efectos beneficiosos pero también unos riesgos que hay que asumir. Hay muchas preguntas que nos podríamos (deberíamos) sobre la mamografía. Por ejemplo, si la prueba es útil diagnosticar nuevos casos de cáncer. Pues parece que sí. Se estima que entre 400 y 500 al año en nuestra Comunidad. Pero uno de cada 3 de esos cánceres no hubiera dado nunca problemas de no haber sido detectados, porque su evolución hubiese sido tan lenta que a la mujer le hubiera dado tiempo a morir por otras causas antes siquiera que el cáncer le hubiera dado los primeros síntomas. El objetivo de la prevención es detectar las enfermedades a tiempo para impedir que su desarrollo nos lleve por delante. ¿Consigue eso la mamografía? Imaginemos que 6000 mujeres sanas de entre 50 y 69 años fundaran una colonia en la vega del Guadiana. Y que cada 2 años pasara el mamobús y todas ellas se hicieran la mamografía. ¿Qué pasaría al cabo de 10 años? Según los estudios científicos, tres mujeres se hubieran librado de un cáncer mortal, pero sólo una de ellas a consecuencia de las bondades del programa de detección de cáncer de mama. A cambio, a 600 habitantes de la colonia se les habría detectado un cáncer sin tenerlo (ya que las pruebas no son infalibles, ninguna prueba lo es), lo que significa hacer más pruebas para confirmar (segunda mamografía, biopsia, etc.) y miedo, mucho miedo. Y no se queda ahí la cosa: a algunas de ellas la cascada de errores les habría llevado, por prevención, a ser operadas (algunas de ellas de forma mutilante) o se les hubiera puesto, sin motivo, quimio o radioterapia. Y a otras más, la falsa seguridad de haber tenido la prueba normal le habrían hecho bajar la guardia y

Cancer de mama hoy

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El mamobús

Dr. Enrique Gavilán. Médico de Familia. Centro de Salud de Serradilla.

La medicina corre que se las pela. Enfermedades que hasta hace bien poco eran sinónimo de muerte, como el cáncer, ahora aparecen como más asequibles o incluso curables. Los avances de la tecnología y del conocimiento de la ciencia son los que todos, televisión, la prensa y la radio, y últimamente también Internet y sus redes sociales, apuntan como causantes de este “milagro”.

Una de esas enfermedades es el cáncer de mama, enfermedad casi tabú hasta hace bien poco y que se cobra todos los años la vida de muchas mujeres. A todos los rincones de nuestra geografía llega el famoso “mamobús”, que revisa los pechos de 40 mil extremeñas casi sin rechistar. Pero el programa de detección precoz no se hace a todas las mujeres, sino sólo a las que tienen entre 50 y 69 años (entre 40 y 49 años si hay antecedentes familiares de primer grado). Además, la mayoría de las mujeres y muchos médicos desearían que la prueba se pudiera hacer todos los años, y no cada dos como ahora. Y tanto una cosa como otra mantienen a muchas mujeres descontentas y sintiéndose desprotegidas.

Pero, como todo en esta vida, “no todo el monte es orégano”. Toda cara tiene su cruz, y las pruebas preventivas no son una excepción a esta regla. No hay nada en medicina que esté cien por cien libre de efectos indeseables o sin que pueda provocar problemas: desde una pastilla hasta un simple análisis de sangre, desde una operación quirúrgica hasta un consejo de salud, todo puede tener efectos beneficiosos pero también unos riesgos que hay que asumir.

Hay muchas preguntas que nos podríamos (deberíamos) sobre la mamografía. Por ejemplo, si la prueba es útil diagnosticar nuevos casos de cáncer. Pues parece que sí. Se estima que entre 400 y 500 al año en nuestra Comunidad. Pero uno de cada 3 de esos cánceres no hubiera dado nunca problemas de no haber sido detectados, porque su evolución hubiese sido tan lenta que a la mujer le hubiera dado tiempo a morir por otras causas antes siquiera que el cáncer le hubiera dado los primeros síntomas.

El objetivo de la prevención es detectar las enfermedades a tiempo para impedir que su desarrollo nos lleve por delante. ¿Consigue eso la mamografía? Imaginemos que 6000 mujeres sanas de entre 50 y 69 años fundaran una colonia en la vega del Guadiana. Y que cada 2 años pasara el mamobús y todas ellas se hicieran la mamografía. ¿Qué pasaría al cabo de 10 años? Según los estudios científicos, tres mujeres se hubieran librado de un cáncer mortal, pero sólo una de ellas a consecuencia de las bondades del programa de detección de cáncer de mama. A cambio, a 600 habitantes de la colonia se les habría detectado un cáncer sin tenerlo (ya que las pruebas no son infalibles, ninguna prueba lo es), lo que significa hacer más pruebas para confirmar (segunda mamografía, biopsia, etc.) y miedo, mucho miedo. Y no se queda ahí la cosa: a algunas de ellas la cascada de errores les habría llevado, por prevención, a ser operadas (algunas de ellas de forma mutilante) o se les hubiera puesto, sin motivo, quimio o radioterapia. Y a otras más, la falsa seguridad de haber tenido la prueba normal le habrían hecho bajar la guardia y

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haber retrasado la detección de una cáncer agresivo que de otra manera hubiera sido más rápidamente diagnosticado.

Los datos que he puesto encima de la mesa no son inventados. Ni siquiera exagerados. Proceden de estudios científicos. Son datos reales. La cosa es tan seria que muchos científicos no recomiendan con tanta alegría como en nuestro país los programas de detección de cáncer de mama, porque no son tan eficaces ni tan infalibles como creemos. Se decantan más por seleccionar aquellas mujeres que tienen más riesgo (por la edad, por la toma de determinados medicamentos o por los antecedentes de la familia) y, a ellas sí, hacerles las pruebas que haya que hacerles. Y, sobre todo, acortar las listas de espera desde los centros de salud, de manera que se vean a las mujeres con bultos en los pechos en el hospital con la preferencia que merecen. E incluso algunos expertos apuntan más alto: casi más importante que hacerse pruebas es tener una vida sana y tratar de ser feliz. Así de simple. Que los árboles no nos impidan ver el bosque…

La cuestión no es decir que no a la mamografía. No es inteligente renegar de los avances de la ciencia cuando éstos son relevantes. Pero tampoco sería nada inteligente asumirlos sin más, pensando ingenuamente que todo son ventajas y que la medicina, por ser medicina, acierta siempre. A la hora de decidir si hacerse o no una prueba siempre es necesario valorar que en la vida y en la salud no hay blancos y negros, sino muchos grises, mucha incertidumbre y muchas cosas que aún no conocemos. Por mucha ciencia y conocimiento y avances que haya. Ley de vida, supongo.