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Capítulos XXIII-XXV del Examen de las tradiciones fariseas de Uriel da Costa Traducción y edición de Fabio Perianes Santos Biblioteca Saavedra Fajardo, 2012

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Capítulos XXIII-XXV del

Examen de las tradiciones fariseas

de Uriel da Costa

Traducción y edición de Fabio Perianes Santos

Biblioteca Saavedra Fajardo, 2012

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de Pensamiento Político Hispánico

Uriel da Costa, Capítulos XXIII-XXV del

Examen de las tradiciones fariseas.

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Capítulos XXIII-XXV del Examen de las tradiciones

fariseas de Uriel da Costa1

Traducción y edición de Fabio Perianes Santos, a partir de COSTA,

Uriel da, "Exame das tradiçoes farisaicas", en Três escritos, Introd. de

Artur Moreira de Sá, Instituto de Alta Cultura, Lisboa, 1963, pp. 13-34.

1 Traducimos únicamente los capítulos que, hasta hace unos años, antes del descubrimiento de la obra

completa, se conocían del Examen de las tradiciones fariseos. Esta traducción y edición es el resultado de un

trabajo dirigido por el profesor Antonio Rivera García.

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Uriel da Costa, Capítulos XXIII-XXV del

Examen de las tradiciones fariseas.

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ÍNDICE

Capítulo XXIII ...................................................................................................................................... 4

Capítulo XXIV .................................................................................................................................... 12

Capítulo XXV ..................................................................................................................................... 30

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Uriel da Costa, Capítulos XXIII-XXV del

Examen de las tradiciones fariseas.

4

Capítulo XXIII

Donde se trata qué cosa puede ser el alma del hombre, quién la genera, si es

mortal, o por el contrario inmortal

Para habérnoslas con el tema de la mortalidad o inmortalidad del alma humana es

conveniente preguntar primero qué cosa sea dicha alma, sobre todo porque algunos

ignorantes, cuando la nombran, se la imaginan como una doncella encerrada en un cuerpo,

y otros nos la pintan saliendo del purgatorio. El alma humana es y nombra al espíritu vital

por el que vive y que está en la sangre. Y con este espíritu vive el hombre, lleva a cabo sus

obras y se mueve mientras le dura, y no se extingue faltando naturalmente o por alguna

causa violenta. Y no hay otra diferencia entre el alma del animal2 y la del hombre, que ser

racional la del hombre y carecer de razón la del animal. En lo demás, nacer, vivir y morir,

son totalmente iguales, como dice Salomón: “y no tiene el hombre ventaja sobre el animal

en la duración, porque todo es vanidad”3. Así como el alma del animal es, como dice la

Ley4, su sangre impregnada de espíritu, y en ella consiste y reside dicha alma; de la misma

manera, el alma humana consiste en la sangre y en el espíritu vital5.

2 En el texto original, Uriel utiliza aquí la palabra “bruto”, mas en todo el texto la irá intercambiando

indistintamente con la de “animal”. Nosotros las sustituiremos en esta traducción por “animal”. 3 Eclesiastés. III-19. “Vanidad” ha de entenderse en este contexto como caducidad de las cosas, pues Uriel

da Costa está resaltando que, al igual que los animales, tenemos un alma mortal. La única diferencia entre la

nuestra y la de las bestias, como ha dicho antes, es la racionalidad. 4 Levítico. XVII-10; Deuteronomio. XII-23.

5 Nos hallamos ante una concepción muy material del alma: el alma está, en parte, constituida por algo tan

corpóreo y visible como la sangre. Esta idea será recalcada por Uriel a lo largo del texto, apoyándose en

diversos pasajes de las escrituras. Sin duda es uno de los rasgos principales que nos sirven para calificar de

materialista a su pensamiento. También el médico judío del siglo XVI, Villalobos, manejaba una concepción

materialista del espíritu, prácticamente idéntica a la de Uriel. Según el primero, el alma tenía su propia arca

que era el corazón, y a su vez el corazón, con el ventrículo izquierdo, calentaría el alma, generando así el

espíritu vital. De este modo, el espíritu vital no sería otra cosa más que el alma, una vez que ésta ha recibido

el calor del corazón. Partiendo de esta concepción, Villalobos inicia así la estructuración del cuerpo (cada

órgano mezclado con este espíritu, daría lugar a diferentes tipos de humores), la clasificación de las

enfermedades, etc.

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Examen de las tradiciones fariseas.

5

Y sabiendo que tenemos una cosa que se llama alma, preguntamos ahora quién

engendra este alma en el cuerpo del hombre6. Respondemos que no hay muchas dudas

ante esta pregunta, pues está tan claro como el sol que el hombre crea el alma de otro

hombre por generación natural, de la misma manera que un animal engendra el alma de

otro animal semejante a él: así un elefante engendra otro elefante tan prudente como él; la

zorra otra zorra tan sagaz como ella; el caballo otro caballo tan fuerte, obediente y brioso

como él. Por consiguiente, el hombre engendra otro hombre igual a él, racional y de

corazón entendido7, lo cual le distingue de los animales, y no cabe aquí ninguna duda. Si

de otra manera fuera la generación del hombre, dañaría y haría imperfectos el orden y la

institución divina, la cual, en virtud de su palabra y por medio de la semilla puesta en cada

una de sus criaturas, permite que todas las especies engendren a su semejante, se

conserven y se multipliquen. Y al hombre particularmente le fue dicho: “y Dios les

bendijo y les dijo: engendrad, multiplicad y llenad la tierra, y sujetadla y dominad sobre

los peces del mar”.8 Y debido a que el hombre engendra en todo a su descendencia, la

misma escritura dice: “y Adam vivió ciento treinta años, y engendró a su semejanza”.9

Adam, hombre racional y príncipe en la tierra de las criaturas, engendró a su imagen una

descendencia en todo perfecta, sin que otro interviniese en la generación. Lo mismo dice

Salomón cuando afirma que el nacimiento de un hombre es semejante al nacimiento de un

animal.10

Y, en suma, la cosa carece de toda duda y contradicción al ser confirmada por la

razón y por la Ley.11

No merecen ser oídos los que dicen que las almas son entes apartados del cuerpo

(los cuales, alma y cuerpo, son creados por Dios conjuntamente) y colocados como las

semillas que, en los graneros, se meten dentro de las hembras preñadas. Se trata de los

imaginarios desatinos de la antigua y vana gentilidad, indignos de toda respuesta, pero que

6 Fragmento incluido en el capítulo IX del Tratado de la inmortalidad del alma, de Samuel da Silva.

7 Con esta expresión hace referencia al carácter inteligente del hombre, el cual se pregunta por las cosas de

su entorno y busca comprenderlas. 8 Génesis, I, 28.

9 Génesis, V, 3.

10 Eclesiastés, III, 19.

11 Uriel se atiene a la literalidad del texto para defender sus tesis (en este caso, la de que es el hombre quien

engendra el alma del hombre al reproducirse, como cualquier otro animal): si está así escrito o confirmado

por ley, no cabe lugar para interpretaciones.

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Uriel da Costa, Capítulos XXIII-XXV del

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todavía siguen los fariseos. Otros dicen que Dios crea estos entes en los vientres de las

preñadas por nueva creación12

, cosa también maravillosa y exenta de razón y ley. Esta

opinión fue adoptada por no conceder que el alma del hombre es mortal, pues entendían

que sería de este modo si fuese engendrada por otro hombre a través de aquellos medios

naturales que engendran las almas de los animales. Y como éstos no tienen razón, ni ley

que avale su pensamiento y su inventado enigma, no hay por qué gastar tiempo en

referirnos a sus razones y en deshacer sus flacos y caducos fundamentos.

Debemos preguntar si el alma del hombre es mortal o, por el contrario, inmortal13

.

Y respondemos que, de lo dicho anteriormente, se puede obtener la respuesta de que tal

alma es mortal, pues consiste en la sangre y en el espíritu vital el cual es el primero que

muere y se extingue, y por ello el mismo hombre muere14

; y éste no moriría si el alma, o el

espíritu vital que lo anima, no faltara en él. Esta verdad natural se prueba y se reconoce

expresamente en muchos lugares de la Escritura, a los cuales no es posible replicar:

primero se demuestra porque no consta en la ley que el alma del hombre sea inmortal, o

que para ella esté reservada otra vida, pena o gloria. Y era totalmente imposible que no

hiciera la Ley mención de tales cosas, ya que Dios no tiene por costumbre ocultar al

hombre el castigo; antes bien, se lo pone muchas veces delante para que, por miedo a éste,

se desvíe del mal, como muestra la Ley15

.

En segundo lugar se prueba16

porque Dios le dijo al hombre: “en el día que

comieras de él, morirás”17

. Luego el hombre fue creado mortal y destinado a morir; de otra

manera, si su condición fuese inmortal, esa inmortalidad habría de darse en el cuerpo

animado por el espíritu que Dios le inspiró, y no debería morir. Por otro lado, si Dios le

12

Tesis similar a la doctrina de la inmortalidad contingente sostenida por Tomás de Aquino y los

escolásticos. Esta doctrina, como dice el profesor Antonio Rivera García en su artículo “Uriel da Costa,

marranismo y modernidad”, era a comienzos del siglo XVI la doctrina cristiana comúnmente aceptada, y

presuponía que el alma era creada en determinado momento del desarrollo del feto. 13

Fragmento incluido en el capítulo XI del Tratado de la inmortalidad del alma. 14

De esta tesis se desprende que el alma, en tanto que algo material, se ve determinada por cosas materiales y

físicas. No está muy lejos de aquella idea que Spinoza nos daba en la Ética, que afirmaba que a todo

movimiento de las partes del cuerpo, le correspondía un movimiento en las partes del alma, cuando éste se

veía afectado por alguna causa. 15

Fin del texto citado. 16

Fragmento incluido en el capítulo XII de la misma obra. 17

Génesis, II, 17.

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dijo “polvo eres y en polvo te convertirás”18

, entonces le manifestó al hombre su fin, y le

hizo saber que, a pesar de ser una criatura tan principal, sus días tendrían número y fin; y

que, a lo que antes fue, a eso mismo volvería.19

En tercer lugar20

se prueba porque los patriarcas no atendieron a la otra vida, ni

trataron de los bienes de ella como se deduce de sus palabras. Así, tras decir el Señor a

Abraham que su premio sería muy grande, el segundo respondió: “Mi Señor, Yahveh,

¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos y este criado me va a heredar?”21

; como diciendo:

Señor, yo no sé qué parte merezco de este gran premio o en qué moneda me has de pagar,

pues yo no tengo hijos que sean herederos de mis bienes. Si Abraham tuviese en cuenta la

otra vida, dejaría el premio grande para ella y no se ocuparía de los bienes presentes. De

estos bienes trató Isaac cuando bendijo a Jacob22

, y sobre ellos se funda la Ley,

estableciéndolos como premio para los buenos. También Salomón23

, considerando los

males que se suceden en la vida, y no viendo otra mejor, juzgó como el más

bienaventurado a aquél que no nació.24

Porque está escrito: “¿Acaso harás milagros a los muertos? Si los que carecen de

vida se levantaran, ¿te alabarán? ¿Acaso se contará tu misericordia en la sepultura, tu

verdad en la perdición? ¿Acaso será conocido en la oscuridad tu milagro, y tu justicia en la

tierra del olvido?”. Se niega así a los muertos el poder de alabar a Dios y de levantarse

para ello, pues en su morada no hay vida, ni hay espíritu en la tumba, tierra de perdición,

de oscuridad y de olvido. Sólo los vivos pueden alabar a Dios: “y ni los muertos ni todos

los que se reducen al silencio alabarán al Señor, y nosotros bendeciremos a Yahveh desde

ahora hasta siempre.”25

Estos y otros lugares semejantes, que a cada paso se encuentran,

hablan de la miseria y vanidad de la vida humana para obligar a Dios que tenga

misericordia y compasión de criatura tan caduca y poco duradera. “He aquí que me

18

Génesis, III, 19. 19

Fin de la cita. 20

Fragmento incluido en el capítulo XIII de la obra de Samuel da Silva. 21

Génesis, XV, 2. 22

Génesis, XXVII, 27 y ss. 23

Eclesiastés, IV, 3. 24

Fin de la cita. 25

Salmos, V, 7-18.

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revelaste que mis días y mi tiempo no son nada para ti: en verdad todo es vanidad y todo

hombre pasa como una sombra. Oye mi oración, Señor, y atiende mis lágrimas, y mi

clamor no ignores ahora que camino contigo, peregrino como todos mis antepasados.

Aparta y levántame el castigo, fortaléceme antes de partir y dejar de existir”26

. Y en otra

parte: “él será misericordioso y comprensivo ante la maldad, y ni desperdiciará ni

multiplicará su ira, ni desatará toda su saña. Y se acordó que era carne, espíritu que pasa y

no retorna.”27

Y Job decía (cap. 7): “mis días pasaron más ligeros que la lanzadera del

tejedor y acabarán sin que tenga esperanza de adquirir otros; acuérdate que mi vida es

viento. Mis ojos no volverán a ver el bien. No me verán los ojos de los que me ven. Tus

ojos sobre mí, y no estaré. Como la nube que pasó y se disipó, así el que desciende a la

sepultura no subirá, ni volverá más a su casa, ni reconocerá más su lugar”28

. Y luego dice

más: “estoy hastiado de mi vida que no he de vivir para siempre, y deja de fustigarme

porque vanidad son mis días”29

.

En el mismo sentido habla en el capítulo catorce y en otros muchos lugares, pero

sería muy largo referirse a todos ellos. Los distintos Salmos coinciden y concluyen en

decir que la vida del hombre es breve, que acabada no resta ni siquiera la esperanza de

poder volver a tener otra. Porque “el árbol si es cortado aún tiene la esperanza de retoñar,

seguirá brotando aunque en la tierra envejezca su raíz, y su tronco no se deshará en polvo

porque con el frescor de las aguas se reanimará y surgirá una rama como una planta. Mas

el hombre muere y se consume, y una vez muerto, ¿dónde está? Correrán las aguas del

mar, el río se secará, mas el hombre dormido no se levantará hasta que desaparezcan los

cielos, no despertará y no se levantará de su sueño”30

. Esto equivale a decir: tan imposible

es que el hombre muerto vuelva a vivir, que antes que reviva los mares se quedarán sin

agua, los caudalosos ríos se secarán y desaparecerán los cielos31

. Tampoco despertará de

su sueño mortal una vez comience a dormir. Este sueño es tan pesado que David le decía

al Señor: “alumbra mis ojos para que, por ventura, no duerma de muerte, ni diga mi

26

Salmos, XXXIX, 11-14. 27

Salmos, LXXVIII, 38-39. 28

Job, VII, 6-10. 29

Job, VII, 16. 30

Job, XIV, 7-12. 31

Ibíd.

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enemigo: prevalecí sobre él. Tú, Señor, ves que el enemigo no deja de buscarme, será fácil

que en determinada hora caiga en sus manos y perezca; alumbra, pues, mis ojos para que

vea por dónde camino y pueda guardarme de él, para que, por ventura, no duerma de

muerte, ni duerma aquel sueño del que no se despierta, y se gloríe mi enemigo de haber

prevalecido sobre mí”32

. Por todo esto, muerto el hombre ya no queda cosa de él, ni

volverá algún día a vivir, ya que “numerosos años viviré33

, y marcharé por un camino sin

retorno: acabará mi tiempo, viviré aquella jornada común a toda carne, y andaré aquel

camino que no volveré a desandar”.34

Los que defienden35

que el alma del hombre es inmortal acostumbran a responder a

algunos de los fundamentos que expusimos en relación con el cuerpo, ofreciendo ciertas

distinciones que, como son poco verdaderas, caen por sí mismas. Acerca del texto “polvo

eres y en polvo te convertirás”36

, dicen que aquí Dios habló del cuerpo, y no del alma:

respuesta graciosa. Pues Dios habló con el hombre vivo y dotado de espíritu, y le hizo

saber su condición: le reveló que su vida tendría término y número, y que, como

necesariamente era de esperar, el polvo es polvo que no se puede volver a levantar. Si

Adam no se levantó después de tanto tiempo que yace dormido, ya no se levantará

mientras dure el mundo y haya cielos, esto es, siempre.

De manera parecida responden a los textos con los que se prueba que los muertos

no pueden alabar a Dios: dicen que no pueden alabarlo corporalmente, como si esto

significase que pueden hacerlo espiritualmente, pues piensan que el espíritu, limpio y libre

del cuerpo, lo alabaría mejor que incorporado e introducido en el cuerpo. No es verdad

decir que los muertos no alaban a Dios pero sí su espíritu. Veíamos antes que, si los

muertos también alabaran al Señor, si tras la muerte del hombre permaneciera su alma y

espíritu, y empezara a disfrutar de otra vida bienaventurada, eterna y descansada, se haría

innecesario el argumento que le obliga a Dios a tener compasión del hombre por la

32

Salmos, XIII, 4-5. 33

Es decir: viviré un número determinado de años; se podrán contar o enumerar los años que yo viva, pues

no serán infinitos. 34

Job, XVI, 22. 35

Fragmento incluido en el capítulo XV del Tratado de la inmortalidad del alma. 36

Génesis, III, 19.

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brevedad y vanidad de su vida. Es más, porque esto no es así, decía y diría cualquier

afligido: “acuérdate de que mis ojos no han de volver a ver bien alguno”37

. Mas replican a

este verso, “y se acordó de que carne eran ellos, espíritu que pasa y no volverá”38

, con

otros semejantes, según los cuales el espíritu no volverá a aquel cuerpo mortal, pero

volverá a un cuerpo inmortal. Y no ven que, si el espíritu volviese a un cuerpo de este tipo,

volvería a un cuerpo mejor, y no se llamaría a ese retornar, retornar.

En fin, se trata de distinciones sin propósito y desviadas que huyen de la verdad, la

cual, como es fuerte y poderosa, no puede ser vencida. Añadamos que Abraham también

dijo: “en aquel entonces empecé a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza”39

; y si el

espíritu de Abraham fuera inmortal y hubiera de volver a tomar cuerpo inmortal, no sería

Abraham polvo ni ceniza, ni tal se podría en verdad llamar. Si, por el contrario, fuera

Abraham un ente inmortal, no debería hacer caso del cuerpo, la parte menos principal,

para tomar el nombre y llamarse polvo, ya que las cosas se denominan teniendo en cuenta

la parte que más domina en ellas; y, desde luego, más vale en el hombre su espíritu, que es

la parte principal. Si este espíritu es inmortal y un ente en sí, así será el hombre y no se

llamará polvo, aunque su cuerpo lo sea; y mucho más si tenemos en cuenta que el cuerpo

sólo lo es hasta cierto momento. Conoció, pues, Abraham su condición caduca y

corruptible, y como se vio de esta manera al hablar con Dios, se armó de humildad,

confesando y poniendo de manifiesto cuán indigno era de esta conversación. De la misma

manera se entiende el pasaje “polvo eres y en polvo te convertirás”40

; y ello no se podría

decir de todo hombre vivo con el que Dios habló si su espíritu fuese inmortal y no se

volviese polvo. Salomón, que bien lo supo, dijo por este motivo que el hombre no tenía

ninguna ventaja sobre el animal en relación con su duración, pues todo es vanidad; y que

“la suerte del animal y la del hombre es una: así como muere éste, así muere aquél; el

espíritu es uno para todos, y el hombre no tiene más ventaja que el animal porque todo es

vanidad”41

. Los fantasiosos comentaristas, cuando explican este verso, dicen: todo es

37

Job, VII, 7. 38

Salmos, LVXXIII, 38-39. 39

Génesis, XVIII, 27. 40

Génesis, III, 19. 41

Eclesiastés, III, 19.

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vanidad, excepto el alma. Y se corresponde muy bien esta respuesta con todo lo

comentado acerca de que el hombre no difiere del animal en relación con su duración, y de

que el mismo espíritu que tiene uno lo tiene el otro, y por eso mismo todo es vanidad,

“todo va a un mismo lugar; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo; ¿quién

sabe si el espíritu del hombre sube hacia la cima, y el espíritu de la bestia desciende hacia

abajo, hacia la tierra?”42

. Por lo que hechas las cuentas, encontré que nada mejor para el

hombre que gozar del trabajo de sus manos, ya que esta es su parte y el único fruto de su

creación.43

. Y pensé que lo mejor para el hombre es alegrarse con sus obras porque éstas

son la parte que le corresponde; no le resta al hombre otra vida por vivir, ha de hacerse

cargo de la presente. Y, finalmente, si la quiere conservar, debe temer a Dios y guardar sus

preceptos; sólo así gozará del fruto de sus trabajos44

.

42

Eclesiastés, III, 20-22. 43

Eclesiastés, III, 22. 44

Eclesiastés, XII, 13.

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12

Capítulo XXIV

Donde se expone los fundamentos que suelen emplear quienes dicen que el alma

del hombre es inmortal y hay resurrección de los muertos, y se replica contra ellos

Los que predican la inmortalidad del alma y la resurrección de los muertos se

parecen a esos hombres que quieren subir una pared lisa sin escalera, y que, no teniendo

dónde agarrarse, siempre que extienden la mano y colocan el pie, resbalan y caen como lo

hacen los fundamentos que siguen:

I. El hombre fue creado a imagen de Dios45

: Dios es inmortal, luego el

hombre también lo es, o no sería hecho a imagen de Dios.

II. La creación de los hombres no fue semejante a la de otros animales, y Dios

le inspiró el aliento de vida46

. Luego este aliento es inmortal.

III. Dios dijo al hombre, “el día en que comas del árbol, morirás”47

: si Adam no

hubiese comido, no hubiese muerto. Luego inmortal fue creado.

IV. Moisés dijo a Dios: “si no perdonas a este pueblo, bórrame del libro que

escribiste”48

. En este libro están los que han de vivir la vida eterna, es decir,

los que viven en la tierra de los vivientes.

V. Samuel vino a hablar a Saúl49

; luego los muertos hablan.

VI. Elías fue llevado al cielo, y vive50

; y Eliseo resucitó a un muerto51

.

VII. En los Salmos se lee que los malos serán destruidos de la tierra y que los

justos florecerán; luego es necesario que haya otra vida, ya que en esta los

45

Génesis, I, 27. 46

Génesis, II, 7. 47

Génesis, II, 17. 48

Éxodo, XXXII, 32. 49

I Samuel, XXVIII. Uriel se refiere en concreto al episodio de Saúl y la nigromante. 50

II Reyes, II, 1-12. 51

II Reyes, IV, 32-37.

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Examen de las tradiciones fariseas.

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malos florecen y los buenos padecen, y así los malos no son castigados, ni

los justos premiados.

VIII. Está escrito en el Salmo 16: “porque no dejarás mi alma en la sepultura, ni

dejarás al misericordioso ver la tumba”52

; ítem: “cuán grande es el bien que

guardaste para los que te temen”53

.

IX. Está escrito: “revivirán tus muertos”; y luego: “la tierra expulsará los

difuntos”54

; ítem: “yo abro vuestras sepulturas, os haré salir de vuestras

sepulturas, pueblo mío”55

. Ítem: “yo sé que mi redentor está vivo, y es

verdad que sobre el polvo estaré, y que después de que arranquen esta piel

de mi carne, veré a Dios por mis ojos y no por otros, y enflaquecerán mis

riñones, etc.” (Job, cap. 19)56

. También Daniel profetizó sobre la

resurrección de los muertos57

.

Al primer argumento, el cual decía que el hombre no sería hecho a imagen de Dios

si no fuese inmortal, respondemos que es una locura querer que el hombre sea imagen de

Dios en todo y por todo. Así, porque Dios sea omnipotente, no por eso lo es su imagen, el

hombre. De otra manera, si tuviésemos que considerar con semejante fuerza al hombre,

como imagen de Dios, sería un retrato de Éste y sería necesario que el hombre fuese Dios.

Y Dios no puede hacer a otro semejante en todo a sí mismo: su mayor grandeza consiste

en ser tal, que él mismo con todo su poder no puede hacer un igual, pues implicaría ser

Dios y, a la vez, ser hecho, creado o generado. Por tanto, el hombre es imagen y semejanza

de Dios en alguna cosa: es una sombra de su sabiduría, mas no la misma sabiduría; manda

52

Salmos, XVI, 10. 53

Salmos, XXXI, 20. 54

Isaías, XXVI, 19. 55

Ezequiel, XXXVII, 12. 56

Job, XIX, 25-27. En el Tratado sobre la inmortalidad del alma, Samuel da Silva se burla de Uriel por

criticar a los defensores de la inmortalidad del alma que se escudan en este pasaje. Samuel le ridiculiza por

haberse valido de la traducción errónea de La Vulgata. Sin embargo, según nos muestra la reciente

traducción inglesa del Examen, en esta obra Uriel no parece haber cometido tal error; este fragmento suyo

que da Silva incluye en su tratado, dice lo siguiente en el original: “Seguese o lugar de Jiob: E eu conheço

meu remidor vivo, e por derradeiro sobre o pó estará […]” (“Se sigue el pasaje de Job: Y yo sé que mi

redentor está vivo, y por último, que sobre el polvo estará”). 57

Daniel, XII, 2.

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Examen de las tradiciones fariseas.

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sobre las criaturas y es casi semejante a Dios, mas no manda como Dios. Por consiguiente,

no es imagen de Dios en relación con la inmortalidad, la cual es propia de Dios y no del

hombre: “por ventura, tus días son como días de hombre, tus años como días de varón”58

.

No podría Job haber dicho eso si el espíritu del hombre fuese inmortal.

Al segundo59

, que afirma que la creación del hombre no fue semejante a la de los

brutos animales (“y Dios inspiró en él aliento de vida”60

; luego este aliento es inmortal),

respondemos que nada sostiene este argumento y que se extrae mal la consecuencia, pues

no se sigue que el espíritu que dio vida al cuerpo de Adam, sin el alma de Adam, fuese un

espíritu inmortal. Más bien este pasaje muestra que poseen el mismo espíritu de vida los

animales y el hombre, ya que Dios, al crearlos, dijo: “que la tierra produzca un alma

viviente”61

. Y en la creación del hombre, tras haber sido animado con el espíritu vital que

le inspiró, “el hombre fue, por el alma, viviente”62

. Así que la misma palabra se usa en un

lugar y otro, y como dice Salomón: “espíritu común a todos”63

. Pero Dios no se lleva al

hombre de la tierra en compañía de los brutos animales, como podría hacer. Fuera de la

manada de animales, el hombre, que es capaz de gobernarlos, es un ser racional que

participa de la sabiduría divina y de su modo de creación. El hombre puede aprender a

vivir de manera diferente, como diferente era la vida que había tenido en la tierra.

Otras diferencias, para esta doctrina del hombre, se hallan también en la misma

creación: Dios sólo creó a uno y no a muchos, y le dio una mujer que sacó del hombre

mismo. Todas estas cosas le enseñan a vivir, mas no tienen nada que ver con que el

hombre sea mortal o inmortal. Si Adam estuviese vivo cuando Dios le introdujo el espíritu

de vida, podríamos decir que ese espíritu era una cosa separada y apartada del espíritu

animal con el que Adam ya vivía. Sin embargo, Adam no se movía antes de que le entrase

el espíritu vital, luego el espíritu que entró en él fue el alma animal, que es la misma cosa

que el alma racional. De tal manera que, entrando en el hombre el alma animal, se quedan

58

Job, X, 5. 59

Fragmento incluido en el capítulo XVII del Tratado de la inmortalidad del alma. 60

Génesis, II, 7. 61

Génesis, I, 24. 62

Génesis, II, 7. 63

Eclesiastés, III, 19.

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luego en él la razón y el discurso, a los que llaman alma racional64

. “Alabaré al Señor en

mi vida, cantaré a mi Dios mientras viva”65

, pues, cuando ya no sea, no podré cantar.

“Saldrá su espíritu, volverá a su tierra”66

: volverá el hombre a la tierra “en ese día en el

que perecerán sus pensamientos; el día en que el hombre muera acabarán todos sus

discursos, jamás razonará” (Eclesiastés, cap. 9). “Todo lo que te fortalezca hazlo, porque

no hay ni obra, ni raciocinio, ni ciencia, ni sabiduría, en la sepultura adonde vas”67

. El día

en que muera el hombre todo acaba con él, pues mortal y finito fue el espíritu que Dios le

dio, no inmortal e infinito, y por eso muere, que, en caso contrario, no lo haría. Job, cap.

34: “si pusiese sobre él su corazón, si recogiese su espíritu y su aliento, así moriría toda la

carne conjuntamente, y el hombre en polvo sería convertido”68

; y lo mismo de los otros

animales: “recogerás su espíritu, expirarán, y en polvo se convertirán”69

. Salmos, 10470

: de

manera que, cuando Dios recoge y hace cesar en el hombre –un animal racional–, pero

también en cualquier otro que no sea racional, su espíritu, entonces cada uno de estos seres

se extingue y termina. Algunos, para afear esta verdad, dicen que tan bueno sería un

cachorro como un hombre: éstos merecen ser privados, con dolor, del ser que Dios les dio,

pues tan mal le conocen y estiman que de señores del cachorro se hacen sus hermanos sólo

porque Dios no les dio vida para siempre, como si les debiese cosa alguna. Bien lo decía

aquél en su romancero: “mortal me parió mi madre, y pues pude morir luego, lo que el

cielo os dio de grado no lo pidáis de derecho”71

.

Al tercero72

(que dice: “el día en que comas del árbol, morirás sin remedio”73

;

luego si Adam no hubiese comido, no hubiese muerto, y por tanto fue creado inmortal),

decimos que es falso el argumento porque no se sigue que, si Adam no hubiese comido del

árbol, no hubiese muerto, sino, por el contrario, que, si Adam no hubiese comido, tampoco

64

Parece, pues, que en el hombre habría algo así como unas condiciones de posibilidad que son en virtud de

su propio cuerpo, y que posibilitan que el alma animal adquiera un carácter racional en el hombre. 65

Salmos, CXLVI, 2. 66

Salmos, CXLVI, 4. 67

Eclesiastés, IX, 10. 68

Job, XXXIV, 14-15. 69

Ibidem. 70

Salmos, CIV, 29. 71

Fin del fragmento citado. 72

Fragmento incluido en el Tratado de la inmortalidad del alma (cap. XVII). 73

Génesis, II, 17.

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hubiese tenido aquella muerte con la que Dios le amenazó; muerte natural y a su tiempo

habría tenido Adam, y no habría muerto anticipadamente por haberse saltado el precepto.

Así dice la ley y el precepto: el que cometa tal cosa, morirá, y por ventura que no ha de

morir si no la comete; cierto que ha de morir, mas no por aquella muerte que amenaza al

que cometa tal cosa. Ezequiel: “si el pecador se arrepiente de su camino, por mi vida, dice

el Señor, que no morirá, no morirá la muerte con que le amenazo, ni le mataré antes de que

cumpla sus días, ni le mataré con la mala muerte debida a los pecadores”74

. Así, si Adam

no pecase, no juzgaría Dios como juzgó; y si luego no le castigó con el juicio de la muerte

y le prorrogó la vida, fue debido a sus méritos. Y que Adam fue creado inmortal no lo

muestra la flaqueza de sus cimientos, que de comer y de beber tenía necesidad, condición

bajo la cual todavía late el precepto que le fue impuesto. En el momento en que lo

infringió perdió la inmortalidad, y así murió; que si inmortal fuese por no pecar, inmortal

sería su cuerpo. Pecó y murió, y desapareció la inmortalidad. Pero la verdad es que mortal

y corruptible fue creado.75

Al cuarto (según el cual Moisés dijo a Dios: “bórrame ahora del libro que

escribiste”76

; luego en este libro están inscritos los que han de vivir vida eterna, y éstos son

quienes habitan en la tierra de los vivientes), decimos que todo el pasaje se refiere a la vida

presente, y no a otra que no hay. Así Moisés dijo a Dios que le borrase del libro en el que

inscribe a los buenos para premiarles en esta vida, haciéndoles cumplir sus días en paz y

felicidad. No queremos decir que Dios tenga un libro de recuerdos. Tan sólo se trata de un

lenguaje acomodado a nuestra manera de pensar, con el objeto de mostrar que Dios lleva

la cuenta de lo que sucede en el mundo para impartir aquí premios y castigos. De este libro

dijo Moisés a Dios que le borrase, y fue como decir: mátame, suprímeme, antes de que

haya llegado al final del camino, pues, si no veo el perdón de este pueblo, no quiero vivir.

Del mismo modo habló otra vez: “Si me vas a tratar así, más vale que me mates si fui

grato a tus ojos, así no tendré que ver mi mal”77

. Una vez te pedí Señor que me matases,

celoso por el bien de este pueblo, porque no quería yo vida para ver su mal, ahora te lo

74

Ezequiel, XXXIII, 11-16. 75

Fragmento incluido en el Tratado de la inmortalidad del alma (cap. XVIII). 76

Éxodo, XXXII, 32. 77

Números, XI, 15.

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imploro por segunda vez, celoso de mi bien, porque si con tanto trabajo he de vivir, no me

es agradable tener vida. Así habló también Rebeca a Isaías78

, diciéndole que su vida era

pesada y que no quería vivir si Jacob tenía que escoger por mujer entre las hijas del país.

No pedía Moisés a Dios que le borrase del libro en que estaban inscritos quienes habrían

de vivir vida eterna, perfectamente dichosa, si tal vida había, para ser arrojado al libro de

los enemigos de Dios, condenados al mal eterno, pues esta petición sería una locura.

Tierra de los vivientes se llama a este mundo en que vivimos y andamos; tierra de

las vidas se le llama también: en ella hay muchas vidas porque son muchos los que la

habitan, y no es tierra de una sola vida; tierra de los muertos, tierra de perdición, se le

llama a la tumba, o pozo del silencio, tierra de oscuridad y sombra de muerte, donde la luz

no entra como nos lo representa Job79

. De esta tierra de las vidas se hace muchas veces

mención (Ezequiel, cap. 32)80

, y a cada paso en muchos salmos: “caminaré en presencia

del Señor en la tierra de las vidas; libra, Señor, mi alma de la muerte”81

y de las manos de

aquellos que buscan esclavizarla; por eso viviré y caminaré en presencia de Dios en la

tierra de las vidas, y por eso seré agradecido con las recompensas que sé que he recibido

de su mano, y así ofreceré un sacrificio por mi salud: “el vaso de salvación levantaré, e

invocaré el nombre de A., mis votos al Señor pagaré; a los ojos del Señor, es preciosa la

muerte de sus hombres de bien”82

. El Señor no estima poco a sus hombres de bien, de

manera que su muerte es cara, y por eso no los entrega fácilmente en manos de sus

enemigos. Y yo, por este motivo y en señal de acción de gracias, “mis votos pagaré ahora

al Señor delante de todo su pueblo”. Y así queda demostrado quiénes son los inscritos en

el libro del Señor, y cuál es la tierra de las vidas.

El quinto argumento dice: Samuel habló a Saúl; luego los muertos viven y hablan.

Y respondemos contra él que ni habló Samuel a Saúl, ni los muertos viven o hablan. Y lo

que se escribe acerca de esta venida o habla en el primer libro de Samuel, es en todo

78

Génesis, XXVII, 46. 79

Job, X, 22. 80

Ezequiel, XXXII, 23-32. 81

Salmos, CXVI, 9. 82

Salmos, CXVI, 13-14.

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contrario a la doctrina extraída de la Ley83

, así como a otros pasajes empleados en los

cuales se muestra que los muertos, como les sucede a quienes han dejado de existir, ni

viven, ni saben de cosa alguna. Así, siendo tal escritura contraria a la verdadera doctrina

de la Ley, es por fuerza falsa, y habrá de ser comentada como otras escritas y recibidas por

los fariseos y reprobadas por los saduceos. Nosotros tenemos a la Ley por guía y

fundamento principal, y por ella habremos de apartar lo falso de lo verdadero. Y así nos

manda la ley que no creamos al profeta o sanador84

que, con falsos milagros o apariencias,

nos quiere llevar a la adoración de dioses extraños que ni conocemos ni la Ley nos ha

mandado conocer85

. Y con el fundamento firme puesto en ella, no nos manda despreciar

sus señales: la misma ley nos da la regla para conocer al falso profeta que, en nombre del

Señor, dice que ya lo sabía si no acontece la cosa profetizada por él. Todo es por avisarnos

y hacernos prudentes contra la malicia de los hombres, que no cesan de inventar y

escudriñar maldades, contra las cuales están seguros los que se acogen a la verdad de la

Ley. Pues, como sea una doctrina nueva decir que los muertos hablan y se levantan a la

llamada de quien les llama, cosa que la Ley no reconoce, todo esto será para mí más bien

gentil e inútil. La escritura o el relato que nos informa que Samuel habla a Saúl, por fuerza

ha sido inventado por nosotros, y por ello debe ser rechazado firmemente con la doctrina y

verdad de la ley. Y es seguro que quien atienda a este relato hallará en él su inutilidad;

pues no explica quién le dejó a Samuel aquella capa para cubrirse, quién le dio el cuerpo y

aquellas barbas blancas que hacía pocos días estaban metidas bajo tierra, si él, cuando

salió de este mundo, fue conducido desnudo hasta el lugar donde fue enterrado. También

Samuel le dijo que pronto estaría con él, y por ello tan buen lugar tendrá Saúl –de quien el

Señor se apartó y se convirtió en enemigo según se dice allí– como tenía Samuel, su

favorito suyo.

83

Este libro contradice lo escrito en el Pentateuco, que es donde se halla la única verdad de los textos

bíblicos, según Uriel. 84

Deuteronomio, XIII, 2-6. 85

Deja ver Uriel aquí el rechazo a la tradición oral de la que hacían uso los fariseos. También Spinoza, en el

Tratado teológico-político, escribe contra aquellos profetas que decían hablar en nombre del Señor. Para

Spinoza, si nos atenemos al texto bíblico, no hay ni un solo profeta al que Dios le comunique directamente

sus preceptos (todos hablan con Dios de manera mediata, como por ejemplo, a través de sueños). El único

profeta al que Dios habla directamente es Moisés; y, aún así, para Spinoza, el único al que se puede

estrictamente llamar profeta es a Jesucristo porque, según dice el texto del Nuevo Testamento, es Dios y su

comunicación con Él es absoluta.

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En fin, si hay algún arte para engañar y mostrar cuerpos fantásticos, nada sé de tal

arte, pero algún engaño sucedió para que la mujer hechizara a Saúl, y este creyese que el

alma de Samuel, vestido con nuevo cuerpo y nuevos hábitos, había regresado para

hablarle86

: ésta no es más que una inútil y falsa doctrina, propia de los gentiles.

Isaías: “¿Se le preguntará a los muertos por los vivos?”87

Esto es lo mismo que

decir que más vale, más sabe y es mejor el vivo que el muerto. ¿Qué bien puede hacer el

muerto al vivo, si precisamente se necesitan los vivos para preguntar por los muertos?

Salomón: “porque el perro vivo es mejor que el león muerto, porque los que viven saben

que han de morir y los muertos no saben cosa alguna y no tienen más premio, porque al

olvido fue entregada su memoria, así como su amor y su odio. También pereció ya su

envidia y no tomarán jamás parte de todo lo que se hace bajo el sol”88

. El muerto se acabó,

sólo está relacionado con lo realizado en el mundo, y está relacionado tan poco que, como

dice Job (cap. 14), “ni de sus hijos sabe; se volverán poderosos y no lo sabrá, envejecerán

y no les prestará atención”89

. Si el hombre muerto es así, si está durmiendo un sueño del

que no despertará, avergüéncense los fantasiosos que andan con los muertos a las espaldas,

y que nos quieren persuadir que se aparecen a los vivos para servirles de consejeros.

El sexto argumento dice90

: Elías fue llevado al cielo91

, y vive; y Eliseo resucitó a

un muerto. Aceptando que estas cosas acontecen así, nada se extrae de ellas a favor de la

inmortalidad del alma. Antes demuestran que, si Dios quiso conservar a Elías vivo para

enviarle a predicar ante los hombres, fue porque si moría ya no podría volver al mundo,

salvo que Dios lo crease de nuevo, como creó al primer hombre. Puede ser que Dios le

dilatase la vida, mas no le hizo inmortal, pues, al finalizar su misión, Elías tuvo que morir.

Si oímos a los saduceos sobre este pasaje de las Escrituras, sabremos que, en verdad,

parece poco necesario mantener vivo a Elías, pues el poder de Dios no está limitado para

crear buenos espíritus que le sirvan de embajadores. Y lo mismo puede decirse del muerto

86

I Samuel, XXVIII, 14 ss. 87

Isaías, VIII, 19. 88

Eclesiastés, IX, 4-7. 89

Job, XIV, 21. 90

Texto citado por Samuel da Silva en el Tratado de la inmortalidad del alma (cap. XXIX). 91

II Reyes, II, 1-12; IV, 32-37.

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que Eliseo resucitó al tumbarse sobre él, juntando la boca con su boca y las manos con sus

manos (galante modo de hacer milagros y resucitar muertos): no obra Dios de esta manera.

Este muerto –a quien, si así fue, Dios le volvió a dar nuevo espíritu, y después volvió a

morir– no resucitó para la vida eterna; y, por tanto, nada demuestra respecto al propósito

que nos interesa, que es la inmortalidad del alma. Y, aún así, habrá mucho que decir sobre

la verdad de estos milagros, que Dios nunca hizo en otro tiempo, pues no tuvo por

costumbre matar hombres para resucitarlos después.

En el segundo libro de Samuel se lee que David respondió lo siguiente a sus

siervos, los cuales estaban maravillados al verlo comer al enterarse de la muerte de su hijo

mientras que antes, cuando vivía el hijo, había ayunado: “ayuné y lloré porque dije quién

sabe si se apiadará el Señor de mí, y vivirá el joven. Ahora él murió: ¿para qué ayunaré?,

¿podré acaso devolverlo a la vida? Yo me encamino hacia él, y él no volverá hacia mí”92

.

Otro milagro se cuenta de Eliseo93

, el cual parece inventado e innecesario.

Milagros tan bastos, y, en la práctica, fútiles, no acostumbra Dios a hacer. Dice así:

marchó Eliseo en compañía de los profetas a cortar leña al Jardín, y cayó en el río el hierro

del hacha de uno de ellos, quien dijo con amargura: “¡Ay, Señor mío!, ¡que pedí prestada

este hacha!”; entonces Eliseo lanzó un palo al agua y el hierro flotó, y de este modo lo

recogió aquel que lo había perdido. Milagros acerca del hierro de un hacha son tan inútiles

y tan poco necesarios, que difícilmente pueden ser creídos.

Ha de saberse, pues, que, entre los libros que los fariseos nos ofrecen o tienen por

verdaderos, muchos son reprobados por los saduceos, quienes sí dicen cuáles son los

verdaderos. Yo no sé indicar cuáles son por no conocer lo que dicen los saduceos. Ahora

bien, si nos atenemos a las cuestiones abordadas en los libros, se puede llegar a saber qué

libros, o qué parte de ellos, deben ser reprobados o reconocidos. Y lo que afirmo es que

estos hombres, los fariseos, son tan sospechosos, o mejor dicho, poco verdaderos en sus

asuntos, que toda escritura que no tenga en su defensa más que su testimonio, quedará

como muy sospechosa y dudosa. Y si tiene en contra suya el testimonio de otros judíos

92

II Samuel, XII, 21 ss. 93

II Reyes, VI, 1 ss.

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que niegan su verdad, no merecerá ningún crédito. Así, los que aman la verdad y desean

afirmarla, deben procurar enterarse con todas sus fuerzas de lo que dicen los saduceos

sobre la verdad de los libros que los fariseos quieren incluir entre los sagrados y divinos.

Sólo de esta manera no serán engañados ni permanecerán en la falsedad en la que ellos se

encuentran, y podrán acceder al verdadero conocimiento, pues el crédito dado a las

escrituras mentirosas y vanas suele impedir alcanzarlo.

Al séptimo94

(en muchos Salmos se lee que los malos serán destruidos de la tierra y

que los buenos florecerán; luego es necesario que haya otra vida, ya que en ésta los malos

florecen y los buenos padecen, de forma que los malos no son castigados, ni los justos

premiados) respondemos que en los Salmos se da la destrucción de los malos y el

florecimiento de los buenos, y es una doctrina verdadera fundada en la misma Ley. Sin

embargo, negamos lo que se sigue acerca de que los malos en esta vida no son castigados,

ni los justos premiados, pues tal afirmación resulta contraria a la verdad y al fundamento

de la Ley, la cual sólo dice: “haz bien para que el bien sea contigo y con tus hijos después

de ti, porque yo, Señor y Dios tuyo, fuerte y celoso, hago que la maldad de los padres que

me aborrecen recaiga sobre sus hijos, sobre la tercera y cuarta generación, mas soy

misericordioso en miles de ocasiones con los que me aman y guardan mis preceptos”95

. De

esta manera, Dios paga –en la vida presente– al malo en su cabeza y en las de sus hijos y

descendientes; pero también paga al bueno, concediéndole el bien a su semilla96

casi hasta

el infinito. Así pagó a Abraham, cuya descendencia, por haber provocado muchas veces la

ira divina, mereció ser extinguida o al menos repudiada. Sin embargo, por ser su

descendencia y guardar Dios su palabra, no le negó su misericordia como a otras personas;

antes bien la restituyó a un estado mejor, respetando así a los mismos padres y al acuerdo

celebrado con ellos: “y sabrás que el Señor tu Dios, Él, Dios fiel, guarda el acuerdo y la

misericordia a los que le aman y respetan sus mandamientos hasta la milésima generación,

94

Fragmento incluido en la obra de Samuel da Silva (cap. XX). 95

Éxodo, XX, 5. 96

Se sobreentiende que por “semilla” Uriel quiere significar descendencia. Mas cabe resaltar el uso, siempre

que puede, de un vocabulario referido a las partes del cuerpo. De este modo consigue, sutilmente, que el

lector, a medida que avanza en su lectura, vaya concibiendo al hombre en su aspecto puramente material,

corporal. Es importante detenerse en estos matices para ver que el lenguaje empleado por el autor no es algo

arbitrario. Lo mismo hizo, por ejemplo, cuando citó el pasaje de los Salmos que decía así: “y se acordó de

que carne eran ellos, espíritu que pasa y que no volverá”.

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y, a los que le aborrecen, les paga en su cara destruyéndoles: en su cara pagará Dios al

perverso, y no dilatará más el cumplimiento del castigo”97

.

Ésta es doctrina de la Ley y doctrina verdadera que compartimos. Ahora bien, si

muchas veces vemos florecer a los malos y que no reciben castigo, o no de la manera que

desearíamos, debemos tener en cuenta que nuestra vista es muy corta para alcanzar a

entender las órdenes de Dios y la profundidad de la sabiduría con que gobierna el mundo:

Dios mira los corazones, ve y sabe lo que cada uno merece, y paga conforme al

merecimiento de cada uno; nosotros, por el contrario, vemos el aspecto externo de las

cosas y juzgamos como ciegos. Dios sufre porque no desea destruir al hombre, y, en

cambio, desea que se convierta “porque todavía no ha llegado a su perfección la maldad de

los amorreos”98

. Sin embargo, si no se convierte, “afilará su espada, tensará y armará su

arco, y contra él apuntará sus flechas, vasos de muerte”99

. Y nosotros pensamos que,

porque tarda en llegar el castigo, el malo ya se ha librado. Mas debemos saber que el

estado de felicidad de los hombres no es seguro y que, si perseveran en su maldad,

podemos ciertamente esperar su caída: “vi al malo arraigado, lanzaba sus ramas como

laurel verde: pasé, y no era él, busqué yo, y no lo encontré”100

. Esto vemos que sucede a

cada paso, que Dios siega y corta a muchos de ellos cuando creen que empiezan a vivir.

Les castiga con varias enfermedades y males como el hambre y la pobreza, hace caer a los

que estaban en lo más alto, y a las casas ricas las hace descender hasta tal punto que a

menudo nos espantamos cuando volvemos a ver a padres e hijos que ya conocíamos. Esto

es echar sus manos sobre los malos, es buscar a Dios y no encontrar señal suya, y es lo

mismo que cuando, tiempo atrás, se sirvió de antiguas monarquías para castigar a otros

pueblos. Todos recibirán al final su paga, y comprenderán que Dios vive, ve y juzga el

mundo cada día, y que ninguna otra cosa vemos en la tierra de los hombres sino sus

juicios, que mal conocemos.

97

Deuteronomio, VII, 10. 98

Génesis, XV, 16. 99

Salmos, VII, 14. 100

Salmos, XXXVI, 35-36. La cita, de manera no tan literal, dice: “Vi a un malvado que se jactaba, que

prosperaba como cedro frondoso: volví a pasar y ya no estaba, lo busqué y no se encontraba.”

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Del bueno y justo, por el contrario, se dice: “joven fui y también envejecí, y no vi

ningún justo desamparado, ni a su descendencia buscar pan”101

. Así que en esta vida Dios

paga al bueno y al malo. Que nadie sea tan necio y loco para creer otra cosa y para llegar a

una conclusión tan contraria a la verdad y al fundamento de la Ley. Si alguien quiere hacer

semejante experimento mental, se encontrará con esta contundente verdad, como le fue

obligado a confesar a cierto poeta, entre los más importantes de su nación, que parecía

envidiar el camino de los malos por entender que para ellos no había castigo. Decía así:

“Vi siempre a los buenos pasar en el mundo grandes tormentos, y para espantarme más, a

los malos vi siempre nadar en un mar de contento; cuidando alcanzar así el bien tan mal

ordenado, fui malo, mas fui castigado, así que sólo para mí anda el mundo atinado”102

.

Este hombre está tan loco como todos los que creen que a los malos siempre les acontece

el bien; algún día les puede ocurrir, mas su destino es la destrucción. Por el contrario, a los

buenos podrá venirles el mal algún día, bien porque Dios quiera probarlos, bien porque no

hay hombre tan justo que no merezca algún castigo, pero su destino es la paz. Luego

abandónese el temerario juicio de aquellos hombres que muchas veces ven como bueno a

quien a los ojos de Dios es malo; suéltese un poco las asas de la imprudente presunción

con que se quiere tomar el lugar de Dios y desempeñar el papel de juez en la tierra. Y así,

cuando algunas cosas ocurren cuyo secreto no alcanzamos a comprender, déjeselas a Dios,

el juez justo que gobierna el mundo con una sabiduría muy por encima de la humana,

pues, aunque mucho se esfuerce, nunca podrá alcanzarla un Salomón: “y he visto todas las

obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por

mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará”103

. El hombre debe limitarse a

saber y conocer que Dios es juez que, con justa balanza, premia en la tierra a los buenos y

castiga a los malos; y cuando vea al justo Abel perecer a manos del pérfido Caín, el

hombre debe creer que esa muerte la provocó el pecado de su padre, y debe aprender a

temer a Dios, pues el castigo del pecador se extiende hasta sus hijos. Aunque este asunto

invita a un largo discurso, es necesario atajar para llegar al fin, y por ello sobra con lo que

101

Salmos, XXXVII, 25. 102

Versos de Luis de Camões, en Rimas de Luis de Camões. 103

Eclesiastés, VIII, 17.

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hemos mostrado para anular el argumento contrario, el fundado en una falsa apariencia

que se opone a la fiel doctrina de la Ley.

El octavo argumento104

se basa en lo escrito en el Salmo 16: “porque no dejarás mi

alma en la sepultura, ni dejarás al misericordioso ver la tumba”105

; ítem: “cuán grande es el

bien que guardaste para los que te temen”106

. Respondemos que nada de esta cita viene a

propósito, y que el sentido del primer verso es el siguiente: no dejarás que se apoderen de

mi alma mis enemigos, y que por su mano descienda a la tumba. Es decir, David se

alegraba de tener al Señor guardándole, y por ello decía que bajo su protección dormía

seguro y no temía que le matasen. Mas no quería decir que, después de haber muerto, Dios

sacaría su alma de la sepultura, pues esto va en contra de lo que sigue: “ni dejarás al

misericordioso ver la tumba”. No quiere decir que nunca ha de ver la tumba, pues todos

han de visitarla y ningún vivo escapará de ella. ¿Qué significa que el texto diga que el

hombre vivirá y no verá la muerte, y que su alma será librada de la mano de la muerte?

Quiere decir que el Señor no dejará su alma en peligro de muerte, ni consentirá –como

decíamos– que vea la tumba por la obra de los malvados. Consolación que, por lo demás,

se encuentra en otros salmos.

El segundo verso, “cuán grande es el bien que guardaste para los que te temen”, se

aclara con lo siguiente: “obraste para los que esperan de ti, ante los hijos de los hombres”;

de manera que delante de los hijos de los hombres, en la presente vida, Dios obra el bien,

¿Y qué bien es éste? “Habrás de esconderlo de las malas lenguas en tu tabernáculo”107

; es

decir, el Señor servirá de amparo y abrigo contra toda persecución de los hombres, y

recibirá las gracias de los hombres por haberles librado de traiciones y maldades. Estos

bienes suceden directamente a los hijos de los hombres en el presente. Otros bienes no

soñaremos, y si los soñamos, sueños serán.

104

Fragmento incluido en cap. XXI, en la obra de Samuel da Silva. 105

Salmos, XVI, 10. 106

Salmos, XXXI, 20. 107

Salmos, XXXI, 20.

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25

Al (IX)108

, fundado en el pasaje de Isaías, “vivirán tus muertos”109

, respondemos

que ni habla el profeta de los verdaderos muertos, de los que acabaron el curso natural de

su vida, ni dice que éstos se levantarán. Los muertos aludidos son los habitantes del pueblo

de Israel esparcido por la tierra; y se tiene por muerto para que nadie crea que volverá a ser

una nación; siempre yacerá abatido en el suelo, vil, deshecho y seco. También habla de él

con parábolas el profeta Ezequiel. En el cap. 37110

declara que aquellos que decían

“nuestros huesos se secaron y nuestra esperanza pereció, estamos perdidos”, se refieren

con los huesos secos a la casa de Israel. Se dice en el mismo sentido “yo abriré vuestras

sepulturas”111

. No significa que sacará a los verdaderos muertos de las tumbas, sino que

reunirá a los vivos –semejantes a los muertos–, que, como a sepulturas, habían sido

arrojados a distantes tierras y lugares, y los traerá de vuelta a la tierra de Israel.

Así que un pasaje es semejante a otro, y ambos hablan en forma de parábola y no

en sentido propio. Y para que nuestra declaración sea más contundente, repetiremos

brevemente lo dicho con anterioridad: desde el principio hasta el fin habla aquel capítulo

de la reunión de Israel, y muestra cómo el Señor castiga a este pueblo de modo diferente a

como lo hace con otros. Por ello se dice: “los muertos no vivirán, los difuntos no se

levantarán, porque los visitaste y los destruiste, y deshiciste toda su memoria”112

. Lo cual

quiere decir que el Señor castiga a las naciones y cambia su estado de tal manera que

nunca más volverán a ser lo que antes fueron, si bien a Israel la castiga de un modo

diferente: “reuniste a la nación, Señor, la reuniste y te hiciste glorioso, la extendiste hasta

los confines de la tierra”113

; lo que quiere decir: reuniste, Señor, multiplicaste, Señor,

hiciste maravillas con aquella nación, y así te glorificaste con gente que habías lanzado a

los confines de la tierra. Y, como conclusión, después de todos los males pasados, después

de largas esperanzas, vivirán tus muertos, tus heridos y mortificados, estimados y contados

casi por muertos en la tierra. Vivirán, la misma tierra los rechazará, mas brotarán de ella

como la hierba. Y esto es conforme a lo que se lee en el capítulo siguiente: “en lo venidero

108

Citado por da Silva en cap. XXII. 109

Isaías, XXVI, 19. 110

Ezequiel, XXXVII, 11. 111

Ezequiel, XXXVII, 12. 112

Isaías, XXVI, 14. 113

Isaías, XXVI, 15.

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Jacob echará raíces, florecerá y brotará Israel”114

. Todo esto implica emplear analogías y

hablar con figuras. Es necesario que los hombres las entiendan con juicio y que no tomen

erróneamente las palabras como suenan. Sigue el pasaje de Job: “y confieso que mi

redentor está vivo, y que al final me levantará sobre el polvo”115

. Respondemos que el

sentido de lo dicho por Job se halla muy desviado de aquel con el que muchos lo entienden

–o lo quieren entender. Job manifiesta, fundamentalmente, que tenía confianza en que

Dios lo levantara de aquel lugar donde yacía lleno de yagas, herido y debilitado; y por eso,

cuando se levantase sobre sus pies, le haría los sacrificios que antes acostumbraba a hacer

y le alabaría.

“Yo confieso que mi redentor está vivo”, yo sé que tengo confianza en Dios vivo,

que tiene poder para redimirme, liberarme, levantarme y quitarme esta angustia,

tribulación y miseria en la que me veo. Y todas las veces que Dios libra a los hombres de

males, tribulaciones y peligros, se le llama “Dios redentor”. Así se le llamó cuando

redimió al pueblo de Egipto116

; y es materia fuera de duda que lo hizo: “y que al final me

levantaré sobre el polvo”, andaré y me moveré, aunque ahora, amigos míos, os parezca

poco preparado para andar. “Y después de deshecha esta mi piel”117

, después de la

enfermedad, del dolor y de las yagas que me hieren (“y salió Satanás de la presencia del

Señor, e hirió a Job con una yaga maligna, desde la planta del pie hasta lo alto de su

cabeza”118

), después de que los gusanos criados en ellas, o surgidos del polvo en el que

estaba sentado (“se vistió mi carne de los gusanos y de la inmundicia del polvo, mi piel se

cuarteó y se desgarró”119

), una vez que dejen de tratar mal esta piel y esta carne, entonces,

reformado y recuperado, restituido a mi antiguo estado, fuerzas y perfección, veré a Dios

(“entonces con mi propia carne veré a Dios”120

;): madrugaré para llegar a aquel lugar

donde acostumbraba a hacerle sacrificios y “así veré a Dios, el cual he de ver para mí”.

114

Isaías, XXVII, 6. 115

Job, XIX, 25. 116

Véase, por ejemplo, Éxodo, VI, 6. 117

Job, XIX, 26. 118

Job, II, 7. 119

Job, VII, 5. 120

Job, XIX, 26.

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27

Este es un dativo121

, usado en hebreo, que significa lo siguiente: yo mismo he de ver a

Dios y no un extraño; es decir, no ha de ser otro situado en mi lugar, sino yo mismo quien

realice este cometido. Desengañaos, amigos que sin causa me perseguís, calumniáis y me

atacáis, diciendo que es por mi maldad por la que estoy en este estado. “Ya diez veces me

avergonzasteis, y no dejáis de endureceros contra mí”122

; desengañaos y sabed que es

verdad lo que os tengo dicho, y vosotros lo veis “en mi piel, y en mi carne que se pegó en

mis huesos, quedándome con la piel de mis dientes”123

, con la piel pegada en los dientes.

A pesar de todo esto, tengo fundadas esperanzas de que me he de sobreponer a ese estado

y de volver a mi situación inicial: estaré entonces sobre mis pies, veré mi carne restituida,

y daré gracias a Dios y le ofreceré nuevos sacrificios. Job pudo comprobar que se cumplió

todo ello después de que el Señor levantara su castigo, como se lee al final del libro; el

mismo Job fue a ver a Dios, a quien por idéntica razón los amigos de Job le hicieron

ofrendas.

Y basta con esto para desengañar a los que aún así se engañan, y entienden este

pasaje de manera diferente a aquélla muy clara con la que el mismo libro de Job se expresa

en otros lugares, en donde niega el levantamiento de los difuntos como ya atrás

mostramos. Algunos, queriendo malentender las palabras “por último”, las interpretan en

el sentido de “en el fin del mundo” y de “juicio final”. Vana imaginación: como si no

pudiese ser final, y en un tiempo muy breve o limitado a pocos días, según el asunto de

que se trate: “que te dio de comer en el desierto con el maná, que no habían conocido tus

padres, con el fin de afligirte y probarte para al final hacerte bien en tu último día”124

. Este

último día supuso el final de los cuarenta años que el pueblo estuvo andando en el desierto

antes de entrar en la tierra prometida. Hablaba Job, pues, del final y del último día de su

enfermedad, y no del último día del mundo, que nunca acabará, como se muestra

claramente al final del libro: “y Dios benefició más a Job en su último día de enfermedad

121

Una vez más, vemos aquí la importancia y el respeto que Uriel le tiene al lenguaje, como bien se ve en

este punto del texto, en el cual procede analíticamente. 122

Job, XIX, 3. 123

Job, XIX, 20. 124

Deuteronomio, VIII, 16.

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28

que al comienzo, y le fueron dadas catorce mil ovejas”125

. No era otro “el último” que

esperaba y del que hablaba Job. Porque allí se lee “y con mi propia carne veré a Dios”126

:

podríamos pensar que el hombre, realmente y de manera visible, ha de ver a Dios en los

cielos. Mas ver a Dios es adorarlo en el templo y lugar indicado, esto es, en el templo

divino: “no será vista mi cara en vano, ni vendréis delante de mí, a mi morada, sin traer

algo que ofrecerme”127

; y entonces vio Job a Dios, cuando, recuperado, fue a hacerle

ofrendas. Hablar de otra vida es delirar.

Nos falta responder a lo que dice el libro de Daniel128

: “y muchos de los que

duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para la deshonra,

para el desprecio perpetuo”129

; y en otro pasaje: “y tú irás al fin y descansarás, y hallarás tu

suerte al final de los días”130

. Y decimos que este libro de Daniel no es aceptado por los

judíos llamados saduceos, lo cual basta para quitarle todo el crédito y fe que tenía por el

simple testimonio de los fariseos. Éste concuerda muy poco con lo que ya dijimos, pues

hemos visto que tales hombres asumieron la tarea de cambiar las palabras, tergiversar,

torcer e interpretar aviesamente las Escrituras, con el objeto de confirmar y dar firmeza a

sus confusos sueños, o de querer ayudarlos con estos falsos medios. Pero lo cierto es que,

por sí mismos, estos pasajes no sirven para mostrar su escasa verdad; conforman una

doctrina enteramente farisaica y contraria a la doctrina de la Ley, que está escrita en aquel

libro bajo el nombre de profecía para engaño del pueblo y confirmación de la falsa

predicación.

Se muestra, pues, la poca verdad de dichos pasajes, porque el primer verso dice que

“muchos resucitarán”, y no que todos resucitarán. Para que tal resurrección hubiera tenido

lugar, habría sido necesario que fuese general para todos los hombres; que todos ellos

resucitasen y recibiesen bienes o males, según lo que cada uno mereció en vida. Y como

los fariseos predican y dicen que la resurrección no es para todos, sino solamente para

125

Job, XLII, 12. 126

Job, XIX, 26. 127

Deuteronomio, XVI, 16. 128

Fragmento incluido en el capítulo XXIII del Tratado de la inmortalidad del alma. 129

Daniel, XII, 2. 130

Daniel, XII, 13.

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algunos, así como no todas las almas son inmortales, sino unas sí y otras no, queda claro

que el escrito fue hecho y acomodado para probar y autorizar tan falsa y errada

predicación. Lo mismo se aprecia en el último verso, cuando se dice que gozará Daniel y

hallará su suerte en el fin de los días, pues los fariseos enseñan que, con la llegada del

Mesías, todos los muertos se levantarán para disfrutar de su herencia en la tierra de Israel.

Desvarío, desatino o locura, para cuya demostración los fariseos hubieron de falsear las

escrituras.

Otras cosas se hallan en el libro de Daniel que demuestran y hacen pública su

artificiosa invención. Aquí aparecen por primera vez ángeles de cuyo nombre no teníamos

noticia hasta entonces, ni por la Ley, ni por otros libros, aparte de que todo su estilo es una

composición fabricada. No debe extrañar a nadie que haya escritos y escritores falsos.

Quien abre bien los ojos, verá que es algo normal entre los hombres: así se hizo con el

libro de Judit131

, el tercer y cuarto libro de Esdras, el libro de la sabiduría, y otros muchos

que no es necesario referir. Así pues, también la historia de Daniel es necesario que entre

en esta lista. No faltan falsos escritores ni profetas soñadores y mentirosos, pues a todo se

extiende la malicia humana. La Ley ya nos amonestó, nos avisó y nos quiso hacer

cautelosos. Quien se apegue a su verdad escapará a todos los errores.

En suma, aquella doctrina escrita en el libro de Daniel es nueva y contraria a la

doctrina de la Ley, así como otros libros que siguen sus huellas. Debido a todo esto, nada

de ella nos preocupará ni nos debe preocupar. Y habiendo mostrado que el hombre es

enteramente mortal, poca necesidad habrá de mostrar lo que será, pues no le queda otra

vida para vivir. Veamos los inconvenientes o males que se siguen del error contrario.

131

Hace referencia al libro de Judit, en las Narraciones.

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30

Capítulo XXV

Donde se exponen los errores y males procedentes de considerar inmortal el alma

del hombre132

Al igual que de un absurdo nace con frecuencia otros muchos, y de un error otros

tantos, de esta errada opinión o locura sobre la inmortalidad del alma se generan con tanta

abundancia errores que no será fácil mencionarlos todos. Los fariseos, que solamente a

ciertas almas otorgaron inmortalidad y bienaventuranza eterna, así como males eternos,

dijeron y dicen –para no condenar fácilmente a dichas almas a los tormentos– que, cuando

un alma situada dentro de un cuerpo realizaba obras por las que merecía ser condenada o

no cumplía algún mandamiento, Dios la devolvía a un segundo e incluso a un tercer

cuerpo hasta que –como ellos dicen– se ganase el pan que ha de comer en el cielo.

Introdujeron también un lugar, el purgatorio, en donde las almas de los que han sido

medianamente buenos pueden purgar sus defectos; mas para lograr este fin, para que se

purguen, Dios las degrada muchas veces y las mete dentro del cuerpo de animales

(convirtiéndose en una especie de animales parlantes). Y así puede que ocurra que el alma

de un hombre ande dentro de una vaca, y que, cuando se la degüelle, sienta poca pena.

Cuando los animales se degüellan por piedad, bueno y justo es, mas no por aquella causa.

Y, cuando ninguno de estos remedios baste y el alma sea tan mala que merezca ser

condenada, Dios la envía para que sufra tormentos eternos a un lugar donde siempre

permanecerá recibiendo constante castigo. Y a esto fue a parar y se convirtió la gloria que

este alma tenía antes en el cielo, en la morada –como ellos dicen– situada bajo la silla de la

divinidad. El alma desquiciada no se supo aferrar bien, y se dejó arrojar a este mundo.

Pregunte ahora alguien a éstos en qué fundan sus opiniones, o quién les dijo tales cosas,

pues la Ley no lo hizo. Se trata, por tanto, de falsos pintores, de nuevos censores de la

justicia divina, que parecen maravillosos a un pueblo que les escucha con admiración.

132

Fragmento incluido en la obra de da Silva (cap. XXIV).

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31

De los errores señalados133

se siguen otros como la realización de oraciones y

rogativas para los muertos –ofrendas con las que se trata de ayudarles a salir lo más pronto

posible de las penas sufridas en el inventado purgatorio–, o como todos aquellos abusos y

supersticiones que practican en los entierros. Todo ello son cosas que ofenden mucho a la

verdadera Ley y al culto divino, el cual no se sirve ni recompensa tales necedades, sino

que más bien las rechaza y abomina de ellas.

Los errores vienen acompañados de muchos males134

, pues no hay error que pueda

engendrar algún bien, y así esta locura engendra en el mundo otras muchas que han traído

daños y pérdidas a aquellos que eran dignos. De aquí surgió el que, despreciando mucho

los bienes o males presentes con la esperanza de mayores males, instituyeran ellos nuevos

órdenes y reglas de vivir, condenando y sujetando sus cuerpos a rigores y durezas no

pedidas por la Ley y no seguidas por los hombres de bien: morar en los montes, comer mal

y vestir peor, y lo que es más, llegaron a tanta locura que juzgaron como cosa más santa y

religiosa el estado de los solteros que el del legítimo matrimonio instituido divina y

naturalmente. Otros ofrecieron neciamente sus almas a los martirios y al cuchillo, y, como

pródigos desprovistos de juicio, abandonaron sin causa las vidas que sus padres tanto

estimaron. De este modo, buscando, enloquecidos, falsas esperanzas y promesas que se

hacían a sí mismos sin consultar a Dios, no saben en realidad lo que buscan. Y, como son

indignos de los bienes presentes, ni merecen que el Señor se los dé ni que puedan disponer

de ellos.

Ningún bien puede nacer de esta falsa opinión135

: que si no hubiera mayores bienes

ni mayores males, los hombres no temerían a Dios y cada uno haría realidad su voluntad.

Pero mucho más teme el ladrón a la horca visible que al infierno invisible, y cuando el

castigo es dudoso, o su amenaza está lejos, dicen que también los amenazados comen pan.

No sucede esto con los castigos presentes que han de ser ejecutados en breve: si cuando

uno va a matar, le recuerdan que si mata le cortarán la cabeza, se frena y no mata. Y si no

se frena por el miedo a los males presentes, mucho menos lo hará por el miedo ficticio de

133

Fragmento incluido en la obra de da Silva (cap. XXV). 134

Fragmento incluido en la obra de da Silva (cap. XXVI). 135

Fragmento incluido en la obra de da Silva (cap. XXVII).

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que le quedan esperanzas de escapar. De este modo, los juicios y castigos de Dios sobre

los hombres tienen más poder para doblegarlos que las amenazas futuras que han de

cumplirse en vida no conocida: si sirve el soldado en la guerra, donde le es más segura la

pérdida que la ganancia del pobre estipendio con el que apenas podrá vivir, mejor servirá

el hombre a su Dios, a quien tiene la obligación de servir, porque le pagará este servicio de

forma diferente; servicio tan leve que no parece tal. “Y ahora Israel, ¿qué pide el Señor de

ti, sino que temas al Señor tu Dios y que andes en todos sus caminos?”136

; caminos rectos,

caminos de justicia, caminos suaves y leves, que aman y desean quienes no siguen

desviaciones tortuosas, y tropiezan en ellos los perversos y malvados. “¡Cuán dulces son a

mi paladar tus palabras, más que la miel a mi boca!”137

.

“Algún tiempo habité en la oscuridad”138

, en la que veo envueltos a muchos que

dudan con los enredos de falsas escrituras y con la doctrina de hombres fantasiosos, los

cuales no pueden actuar con firmeza y acertar sobre esta vida eterna tan pregonada por

tantos, pues la Ley guarda silencio respecto a cosas tan grandes y de tanta importancia.

Mas después de que, por amor a la verdad y obligado por el temor de Dios, me dispuse a

despreciar y vencer el temor de los hombres poniendo solamente en Él mi confianza, todo

cambió y mudó mi suerte. Pues Dios alumbró mi entendimiento, quitándome las dudas

sobre cosas que me afligían y poniéndome con firmeza en el camino de la verdad. Y todos

mis bienes se multiplicaron y crecieron a la vista de los hombres, y mi salud fue cuidada

con tan particular y notoria asistencia divina, que se verán obligados a confesarlo así

aquéllos que no quieran.

Vivo, pues, contento de conocer mi fin y las condiciones para guardar la ley que

Dios me dio; no hago castillos en el aire, alegrándome o engañándome con falsas

esperanzas de soñados bienes. Tampoco me entristezco o perturbo con el temor de males

mayores. Por el ser de hombre que Dios me concedió y por la vida que me prestó, le doy

muchas gracias, pues, existiendo antes de que yo existiese, no me debía nada y me quiso

hacer hombre antes que animal. Y, en verdad, que la cosa que más me afligió y cansó en

136

Deuteronomio, X, 12. 137

Salmos, CXIX, 103. 138

Fragmento incluido en el Tratado de la inmortalidad del alma (cap. XXVII).

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esta vida fue entender e imaginar un tiempo en el que había bien y mal eterno para el

hombre139

, y en el que, según obrase, me ganaría el bien o el mal (lo que, si me fuese dado

a escoger, sin demora alguna respondería que no querría un premio tan arriesgado, y que

antes me contentaría con ganar menos). En fin, Dios permite estas opiniones para

atormentar las conciencias de aquéllos que se apartan de Él y de su fiel verdad.

Y dejamos aquí de referirnos a más casos en los que una falsa tradición se apartó

de la verdad y del recto camino de la Ley, y excusamos hacer un proceso mayor a los

enemigos culpables, dando como bien probado el primer y principal fundamento (así como

otros) de la proposición que expusimos atrás, en el capítulo séptimo. Y ahora vamos a

contar otras historias.

139

Sobre esta aflicción habla Uriel en Espejo de una vida humana. En las primeras páginas cuenta cómo una

de las razones por las que abandonó la religión cristiana era la imposibilidad de liberarse de los pecados que

esta religión imponía a sus fieles, debido a las complicaciones que conllevaba la creencia de que el obrar en

esta vida puede acarrear un castigo eterno.