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Universidad Nacional de Colombia José Leonardo González Valderrama I Semestre Filosofía Correo-e: [email protected] En este momento la filosofía puede estar en la sociedad equivocada “¿La filosofía tiene una función social?” es una pregunta de tipo meta-filosófico que invita pensar al filósofo o mejor, al estudiante de filosofía sobre la filosofía misma. Esta pregunta, aunque se puede abordar de muchos modos, puede tener al menos dos respuestas: o la filosofía sí tiene una función social o no la tiene. Por lo pronto, yo quisiera abordar este interrogante a través de lo que sería una respuesta de tradición aristotélica. Quiero identificar esta tradición con la idea de que la filosofía es la “madre” de todas las ciencias y disciplinas. Esta tradición aristotélica que tiene representantes como Descartes, Kant, Hegel, etc. considera que la filosofía tiene un valor por sí misma y, por tanto, tiene una función reguladora y explicativa sobre todas aquellas ciencias y disciplinas que le están subordinadas. En este sentido, es imposible pensar que la filosofía no tenga una función social, ya que ella es la cima del pensamiento y, por tanto, tiene el deber de someter ante su tribunal y arbitrio todo aquello que concierne a la vida teórica y práctica de los seres humanos. No es extraño entonces que los filósofos de esta tradición hayan intentado ofrecer un canon de cómo es el mundo y de lo que debería ser el hombre. Ejemplos hay muchos: Ética a Nicómaco, Metafísica, Crítica de la Razón Pura, Crítica de la Razón Práctica, Fenomenología del Espíritu, La Política, Leviatán, El 1

Cuál es la función social de la filosofía

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Page 1: Cuál es la función social de la filosofía

Universidad Nacional de Colombia José Leonardo González Valderrama

I Semestre Filosofía

Correo-e: [email protected]

En este momento la filosofía puede estar en la sociedad equivocada

“¿La filosofía tiene una función social?” es una pregunta de tipo meta-filosófico que invita pensar

al filósofo o mejor, al estudiante de filosofía sobre la filosofía misma. Esta pregunta, aunque se puede

abordar de muchos modos, puede tener al menos dos respuestas: o la filosofía sí tiene una función social

o no la tiene. Por lo pronto, yo quisiera abordar este interrogante a través de lo que sería una respuesta de

tradición aristotélica. Quiero identificar esta tradición con la idea de que la filosofía es la “madre” de

todas las ciencias y disciplinas. Esta tradición aristotélica que tiene representantes como Descartes,

Kant, Hegel, etc. considera que la filosofía tiene un valor por sí misma y, por tanto, tiene una función

reguladora y explicativa sobre todas aquellas ciencias y disciplinas que le están subordinadas. En este

sentido, es imposible pensar que la filosofía no tenga una función social, ya que ella es la cima del

pensamiento y, por tanto, tiene el deber de someter ante su tribunal y arbitrio todo aquello que concierne

a la vida teórica y práctica de los seres humanos. No es extraño entonces que los filósofos de esta

tradición hayan intentado ofrecer un canon de cómo es el mundo y de lo que debería ser el hombre.

Ejemplos hay muchos: Ética a Nicómaco, Metafísica, Crítica de la Razón Pura, Crítica de la Razón

Práctica, Fenomenología del Espíritu, La Política, Leviatán, El Capital, etc. Todos estos monumentos

del pensamiento no son más que apologías de la Filosofía con mayúscula. Lo común en todos los casos

es la orgullosa idea de que la Filosofía es el paradigma del pensamiento humano, y por tanto, está

obligada a ser rectora de todo lo demás. Bajo esta tradición aristotélica es evidente que la filosofía sí

tiene una función social: la filosofía en tanto disciplina superior debe determinar la ética, la política, la

bioética, está presente en el derecho, en la religión, justifica nuestros juicios morales, aporta en el debate

de la relatividad cultural, interviene en el tema del aborto, la eutanasia, e incluso es capaz decir algo

sobre el arte.

Parece entonces obvio que la filosofía sí debe tener una función social. Sin embargo, tal como he

caracterizado las cosas, considero que esta respuesta depende mucho del modo en que entendamos el

valor de la filosofía: pienso que una posición que defienda la función social de la filosofía presupone la

idea de que la filosofía tiene un valor por sí misma. Preguntarse por la función social de la filosofía

equivale a preguntarse por la aplicación práctica de los principios puros universales y verdaderos que

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posee exclusivamente esta disciplina. Y tales principios los posee gracias a ese valor intrínseco y

“superior” de la filosofía. En pocas palabras, la tradición aristotélica pretende que la sociedad debe

subordinarse a los preceptos filosóficos (y en este sentido la filosofía debe tener función social), pues, al

fin y al cabo, la filosofía y los filósofos tienen de su lado a la Razón.

Ahora bien, con todo esto sólo he querido mostrar que una posible respuesta positiva a la

pregunta por la función social de la filosofía descansa en lo que he llamado la tradición aristotélica.

Desde luego no niego que se pueda responder afirmativamente a esta pregunta sin apelar a la tradición

aristotélica, simplemente he querido llevar la discusión por este camino para plantear las siguientes

preguntas: ¿tenemos razones para aceptar esta tradición? ¿Por qué tenemos que aceptar que la Filosofía

es la disciplina superior? ¿Por qué la filosofía tiene un valor intrínseco? En mi opinión todas estas

preguntas son discutibles, pues no es nada obvia la verdad de la tradición aristotélica. De hecho,

considero que aceptarla sin más sería un acto poco filosófico.

Así pues, en lo que sigue quisiera buscar otro camino diferente al de la tradición aristotélica.

Deseo explorar la idea de que la filosofía no tiene un valor por sí misma. Con este nuevo enfoque el

panorama es bien distinto, ya que se nos abre un interrogante central: ¿si la filosofía no tiene valor

intrínseco, qué le da valor a la filosofía? En esta nueva postura más modesta, a diferencia de lo que

ocurre en la tradición aristotélica, el valor de la filosofía es externo a la filosofía misma porque depende

de otros factores. ¿Cuáles?

En este punto quisiera señalar sólo dos de los factores que, por simple observación, considero

pueden servir como candidatos para darle valor a la filosofía. Así pues, por una parte, pienso que la

filosofía puede tener valor en un sentido personal o subjetivo. La intuición que quiero defender aquí es

esa misma que, creo, muchos de nosotros expresamos cuando nos preguntan por qué estudiamos

filosofía: sin temor a equivocarme, la mayoría de nosotros, al vernos incapacitados para justificar

objetivamente nuestra respuesta, terminamos diciendo lo mismo sin importar los adornos y la

sofisticación de los términos: “estudio filosofía porque me gusta”. Lo que está detrás de esta actitud es

el intento de darle valor a la filosofía. En el fondo, todos los que ofrecemos este tipo de respuestas somos

conscientes de que la filosofía no tiene valor por sí mismo y por ello tratamos de otorgarle un puesto

relevante, así sea sólo dentro de nuestra vida; de este modo, la filosofía tiene valor en tanto que cada uno

de nosotros se la otorgamos. Y en este sentido, la función de la filosofía se restringe al uso que cada uno

de nosotros le demos: satisfacción personal, satisfacción profesional, amor a la sabiduría, “enredar” a

alguien, o, lo que es más difícil, aprender a pensar por sí mismo.

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No obstante, esta opción personal es demasiado subjetiva y parece que nos deja insatisfechos con

lo que debería ser el valor de la filosofía, pues si todo se reduce a un gusto personal, el valor de esta

disciplina se relativiza indeseablemente. Creo que una forma de darle más peso a la filosofía, sin caer en

la tradición aristotélica, es apelar al valor que la sociedad pueda darle a la filosofía. Con esto quiero

decir que, si bien la filosofía no tiene un valor por sí mismo, sí puede tener el valor que una determinada

sociedad le otorgue. Desde luego este valor puede variar. Por ejemplo, una sociedad como la griega le

otorgó demasiada importancia a la filosofía ética, una sociedad muy religiosa le dará poco valor a gran

parte de la filosofía, una sociedad regida por el totalitarismo definitivamente impedirá que la filosofía

crezca libremente (y en este sentido no le dará valor al verdadero espíritu filosófico); en contraste, una

sociedad más ilustrada en la que los individuos puedan pensar por sí mismos la filosofía tendrá una

función social muy relevante. Todos estos ejemplos sirven para ilustrar que la función social de la

filosofía está subordinada al valor que cada tipo de sociedad le otorgue: unas sociedades serán más

“filosóficas” que otras, y de este hecho depende la función que esta disciplina pueda cumplir en la

sociedad.

Lo que quiero señalar con todo esto es que el valor de la filosofía, en un sentido no aristotélico,

depende de factores externos; de esta manera, la función de la filosofía es relativa ya que estará

determinada por el valor que éstos u otros factores le otorguen. La filosofía bien puede tener un valor

personal y su función será meramente subjetiva (que me temo que es el valor y la función más común

que actualmente posee la filosofía en Colombia), o bien puede adquirir un valor más relevante y social en

el que la función de la filosofía depende, en gran medida, del tipo de sociedad en que se encuentre.

En este sentido, no niego que la filosofía pueda tener una función social. Simplemente quiero

poner el acento en que la función social de la filosofía depende del valor que la sociedad le da a la

filosofía: si la sociedad da valor a la filosofía entonces la filosofía tendrá función social. Inversamente,

si la filosofía no tiene función social, esto se debe a que la sociedad no otorga valor a la filosofía. Así

pues, creo, la pregunta relevante no es si la filosofía tiene o no función social, sino cuál es el valor que la

sociedad otorga a la filosofía. La respuesta a esta última pregunta, en un contexto social como el de

Colombia, me hace pensar tristemente que el mismo hecho de preguntarnos si nuestra labor tiene o no

función social es un síntoma de esa falta de atención que la sociedad le ha prestado a la filosofía…

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