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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com EMAIL: [email protected] AÑO 10 NÚMERO 72 EDICIÓN DIGITAL ENERO 2016 1 Como es sabido, en 2013 Bowie rompió un silencio discográfico de diez años con la publicación de The Next Day, un álbum notable con algunas canciones sensacionales que, en lo esencial, entroncaba directamente con Heathen (2002) y Reality (2003), los trabajos previos a su “retiro”: como estos, era un trabajo de rock contemporáneo repleto de referencias al catálogo histórico del Duque Blanco, una celebración de su propio mito. Con Blackstar, en cambio, Bowie pone abundante tierra de por medio con su pasado. Significativamente, para su vigésimo octavo largo prescindió de los músicos que le venían acompañando -no de Tony Visconti, su productor de toda la vida- y reclutó a un cuarteto de jazz experimental liderado por el saxofonista Donny McCaslin. El interés por el jazz no es algo novedoso en Bowie. De hecho, el saxo fue el primer instrumento que aprendió a tocar, inspirado por su hermanastro, Terry Burns, y álbumes como Aladdin Sane (1973) y Black Tie White Noise (1993) testimonian su querencia por el género. Pero Blackstar es, con diferencia, su incursión más decidida y profunda en parajes jazzísticos. No obstante, sería equivocado reducir el elepé a un solo estilo. Maestro de la síntesis musical, Bowie marida el jazz de vanguardia con el drum’n’bass -que ya exploró en Earthling (1997)- y el Scott Walker progresivo y sombrío pero aún melódico de Nite Flights (1978) en un puñado de canciones inventivas, ambiciosas y desconcertantes. El resultado no es un Bowie completamente nuevo, pero sí uno que, en lugar de intentar conquistar su pasado, prefiere rediseñar el futuro. Más familiares para sus seguidores son los textos: el aislamiento, la locura, la ambigüedad sexual y el apocalipsis político- religioso, temas habituales en su obra, así como un sentido de la mortalidad presente sobre todo desde “Heathen”, reaparecen en el imaginario de “Blackstar”. En la pieza que da título al disco, Bowie, sobre ritmos agitados y replicado por un saxo azaroso, entona un lamento hipnótico y perturbador: una vela solitaria en una villa nórdica, mujeres arrodilladas y sonrientes en el día de la ejecución… y en el centro de todo, tus ojos. En la sección intermedia una melodía resplandeciente -una de las más logradas del repertorio del artista- se alterna con pasajes de funk turbio mientras el cantante, enigmático, anuncia la muerte de un líder y su reemplazo por una DAVID BOWIE - “BLACKSTAR” (2016) EL CANTO DEL CISNE DEL DUQUE

Discos y otras pastas 72(enero2016)

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DISCOS Y OTRAS PASTAS 72: David Bowie, Carlos Magán, Roger Santivánez, lo mejor del 2015, Ettore Scola, Lou Reed, Porkey Lafarge, Svetlana Alexiévich y Augusto Higa.

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DISCOS Y OTRAS PASTAS www.otraspastas.blogspot.com EMAIL: [email protected]

AÑO 10 NÚMERO 72 EDICIÓN DIGITAL ENERO 2016

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Como es sabido, en 2013 Bowie rompió un silencio discográfico de diez años con la publicación de The Next Day, un álbum notable con algunas canciones sensacionales que, en lo esencial, entroncaba directamente con Heathen (2002) y Reality (2003), los trabajos previos a su “retiro”: como estos, era un trabajo de rock contemporáneo repleto de referencias al catálogo histórico del Duque Blanco, una celebración de su propio mito. Con Blackstar, en cambio, Bowie pone abundante tierra de por medio con su pasado. Significativamente, para su vigésimo octavo largo prescindió de los músicos que le venían acompañando -no de Tony Visconti, su productor de toda la vida- y reclutó a un cuarteto de jazz experimental liderado por el saxofonista Donny McCaslin. El interés por el jazz no es algo novedoso en Bowie. De hecho, el saxo fue el primer instrumento que aprendió a tocar, inspirado por su hermanastro, Terry Burns, y álbumes como Aladdin Sane (1973) y Black Tie White Noise (1993) testimonian su querencia por el género. Pero Blackstar es, con diferencia, su incursión más decidida y profunda en parajes jazzísticos. No obstante, sería equivocado reducir el elepé a un

solo estilo. Maestro de la síntesis musical, Bowie marida el jazz de vanguardia con el drum’n’bass -que ya exploró en Earthling (1997)- y el Scott Walker progresivo y sombrío pero aún melódico de Nite

Flights (1978) en un puñado de canciones inventivas, ambiciosas y desconcertantes. El resultado no es un Bowie completamente nuevo, pero sí uno que, en lugar de intentar conquistar su pasado, prefiere rediseñar el futuro. Más familiares para sus seguidores son los textos: el aislamiento, la locura, la ambigüedad sexual y el apocalipsis político-religioso, temas habituales en su obra, así como un sentido de la mortalidad presente sobre todo desde “Heathen”, reaparecen en el imaginario de “Blackstar”. En la pieza que da título al disco, Bowie, sobre ritmos agitados y replicado por un saxo azaroso, entona un lamento hipnótico y perturbador: una vela solitaria en una villa nórdica, mujeres arrodilladas y sonrientes en

el día de la ejecución… y en el centro de todo, tus ojos. En la sección intermedia una melodía resplandeciente -una de las más logradas del repertorio del artista- se alterna con pasajes de funk turbio mientras el cantante, enigmático, anuncia la muerte de un líder y su reemplazo por una

DAVID BOWIE - “BLACKSTAR” (2016)

EL CANTO DEL CISNE DEL DUQUE

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estrella negra. Al final vuelve la tensión lúgubre de la sección inicial, completándose así una estructura tripartita que recuerda a la de “Sweet Thing/Candidate/Sweet Thing (Reprise)”, de Diamond Dogs (1974). Tras diez minutos, uno acaba sin aliento, subyugado. La letra, según lo dijo su autor hace referencia al Estado Islámico, aunque ahora es inevitable pensar también en el propio Bowie como nuestra estrella negra. “Blackstar” es el corte más brillante del elepé, pero “Lazarus” no le va muy a la zaga. Entre saxos que suspiran y guitarras que arañan, Bowie, como tantas otras veces, pone voz -solemne y majestuosa- a la soledad y el aislamiento, pero en esta ocasión confrontado con la muerte: “Mira aquí arriba, estoy en el cielo, / tengo cicatrices que no pueden verse // Mira aquí arriba, tío, estoy en peligro / no me queda nada que perder / dejé caer mi teléfono móvil”. “Girl loves me” es el lunar del disco, una anécdota de hip hop con un estribillo insulso, casi irritante, que solo destaca por estar cantada en parte en nadsat, el idioma que escupen Alex DeLarge y su pandilla en “La naranja mecánica”.

Carlos Magán fue el bajista y miembro fundador de Voz Propia, una de las bandas más representativas de la escena subterránea peruana que se formó en el año 1986. Además integró las bandas Radio Criminal y Ataque Frontal. Lo apodaban

“Boui” por su parecido físico con el genio David Bowie. Este mes falleció víctima de un coma diabético dejando un gran vacío en el rock peruano. Roger Santiváñez, poeta y amigo del artista, le compuso este poema como un sincero y sentido homenaje para el amigo que se nos fue primero. Fotos: Óscar Kobayashi

Mucho más interesantes son “Dollar days” y “I can’t give everything away”, las dos canciones con las que finaliza este álbum. Piano, saxo y guitarra conversan melancólicamente en los compases iniciales de la primera, una balada clásica de Bowie con una excelente melodía que se precipita con nostalgia desesperada.

Soberbia en las estrofas pero con un estribillo algo decepcionante, la segunda remite a Low (1977) por su textura sintética y por un motivo de armónica reminiscente del de “A new career in a new Town”. Ambos temas, por lo demás, son buenas muestras de la profundidad emocional de la voz de Bowie. Sugerente e inquietante, visceral y entusiasta, inconformista y heterodoxo, intrépido y vanguardista, elusivo y críptico. Bowie no consiguió una obra maestra con Blackstar, pero se quedó muy cerca, casi tan cerca como con Outside (1995), su mejor álbum post 1980. Además está será su última obra. Bowie es, ahora más que nunca, el “starman” al que cantó en “Ziggy Stardust”, el hombre de las estrellas que, con su magnífico legado, nos deslumbra y nos inspira.

JAVIER DE DIEGO ROMERO

Boui In memoriam Frente al río Cooper observo el Planeo de un ave sin nadie son Del viento en la canción del alba Justo para el sueño de ti mismo Aferrado a tu guitarra dormida Con la paz de estas aguas plomas & el plomo celeste de tus ojos a veces Brillando en la amanecida más salvaje Impronta de tu profunda bondad La pasión roja de tus libritos bajo La cama estrellada en los cielos Del rock and roll divino por las Chicas que amamos en la calle Más oscura de la Realidad o en El palacio augusto de la sabiduría Allí donde ahora permaneces Devuelto a ser el ángel redimido Que Dios diseñó para volver a creer En el amor obsequio de solo ciertas Almas nobilísimas guardadas para Siempre en las aguas del mar de Lima O en las de este río aquí donde te escribo. Roger Santiváñez

CARLOS MAGÁN “BOUI” (1967-2016)

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LOS ÁLBUMES DEL 2015 QUE MÁS NOS GUSTARON

(1) Courtney Barnett: Sometimes I Sit and Think, and Sometimes I Just Sit (2) Best Coast: California Nights (3) Father John Misty: I Love You, Honeybear (4) Blur: The Magic Whip (5) Belle and Sebastian: Girls in Peacetime Want to Dance (6) Sleater-Kinney: No Cities to Love (7) Adele: 25 (8) Peace: Happy People (9) Björk: Vulnicura

(X) Protomartyr: The Agent Intellect

LOS VIDEOJUEGOS DEL 2015 QUE MÁS NOS GUSTARON

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(1) Xenoblade Chronicles X (WiiU) (2) The Witcher 3: Wild Hunt (PS4, Xbox, PC) (3) Rise of the Tomb Raider (Xbox) (4) Splatoon (WiiU) (5) Bloodborne (PS4) (6) Metal Gear Solid V: The Phantom Pain (PS4, PS3, Xbox, PC) (7) Batman: Arkham Knight (PS4, Xbox, PC) (8) FallOut 4 (PS4, Xbox, PC) (9) Super Mario Maker (WiiU) (X) Captain Toad: Treasure Tracker (WiiU)

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Después de haber visto muchos conciertos, y ojalá nos queden muchos más por ver, seguimos acudiendo a los directos con las mismas ganas de disfrutar y ser sorprendidos. Aunque ya quede poco por inventar, o no, aún hay propuestas que nos encienden, llenas de ruido, fuerza y a la vez mucho contenido, buen gusto y calidad. Es el caso del señor Pokey Lafarge, al que tuvimos la suerte de ver en Madrid. Y no es que a priori su apuesta parezca de lo más innovadora. Su aspecto y su música son arrebatadoramente retro. Sin embargo, Lafarge aporta un buen hacer y unas ganas que convierten su propuesta en una experiencia llena de vida y frescura. Atravesamos unos tiempos en los que muchas medianías musicales se creen lo más, tratando con condescendencia, cuando no con desprecio, al público que les sigue, paga religiosamente sus entradas, les promociona en redes y compra sus trabajos (sí, todavía queda gente que lo hace). Por eso da gusto ver la entrega de artistas de la talla de Pokey Lafarge y los suyos. El líder, charlatán y coquetuelo, estuvo perfectamente arropado por sus secuaces, músicos de gran solvencia, que también se lo trabajan al máximo. Antes de que el grupo saliera a escena habíamos contado hasta cinco guitarras y una tabla de lavar llena de cencerros, timbres y otros cacharros, un artefacto sonoro que ya habíamos visto en alguno de los videos que se pueden encontrar en Internet. Ya en escena desplegaron también una sección de viento, con trompeta, saxo y clarinete, armónicas, tejoletas y dos banjos, además de un estiloso batería. El artista de Illinois y su banda

ensamblaron un maravilloso concierto desde su inicio, manteniendo una fuerza arrolladora hasta los tres apoteósicos bises del final. Ofrecieron enseguida uno de los singles actuales “Something in the Water”, y para entonces Pokey ya sudaba a mares, vestido con traje retro denim completo y un enorme sombrero marca de la casa.

Pokey Lafarge le ha dado una vuelta a la música de raíz estadounidense, consiguiendo gracias a una formación más que competente una propuesta insolente, atrevida y llena de calidad. Los que abarrotábamos el Teatro Barceló de Madrid disfrutamos de un concierto generoso y de enorme nivel, con un sentido del espectáculo como solo saben ofrecer los grandes artistas, añadiría que en especial los grandes artistas de EEUU. Por momentos nos

parecía estar en la década de los treinta, en una de aquellas salas de la época de la Ley Seca, a lo que ayudaba la ropa que vestía la banda: pantalones Príncipe de Gales, vaqueros de corte antiguo, sombreros o enormes corbatas de vivos estampados. Pokey, que se cambió de

traje durante el concierto, se adornó además con una espectacular pajarita de lentejuelas. En definitiva, una actuación deliciosa, con unos músicos espléndidos y completamente entregados. En un final apoteósico, Pokey terminó bajando del escenario y cantando, rodeado de un público que agradeció con gritos, aplausos y coros su entrega y su espectacular sentido del espectáculo.

JUKEBOX DESDE EL OTRO LADO ESCRIBE: CONX MOYA

POKEY LAFARGE Y SU ESPECTACULAR SENTIDO DEL ESPECTÁCULO

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Endurezcamos el corazón porque muchos de nuestros héroes están casi al final del camino. "Íbamos a cambiar el mundo, pero el mundo nos cambió a nosotros", dice Gianni (Vittorio Gassman) en uno de los momentos finales de Nos Habíamos Amado Tanto. Y con esa frase resume el destino de los protagonistas y, quizás, de toda una generación. Tres amigos, ex-combatientes del nazismo, unidos por la aventura en común y por sus ideales. Una

mujer caminando entre los tres. Amor, ternura, pasión, emoción. Pero el tiempo pasa y los sueños y las ilusiones se esfuman. ¿Qué joven de los setenta no se emocionó y amó un poco más el mundo de las imágenes viendo

Nos Habíamos Amado Tanto? ¿Quién no quedó fascinado del atractivo rostro de Stefanía Sandrelli, la guapa italiana de la que se enamoraron perdidamente Gianni, Antonio (Nino Manfredi) y Nicola (Stefano Satta Flores), y cuyos avatares nos son narrados al mismo tiempo que presenciamos una apasionada declaratoria de amor al cine italiano?. No dejo de preguntarme: cuarenta años atrás, ¿cuánto creció la cinefilia luego de ver el film de Ettore Scola? No

dejo de sorprenderme al recordar las enormes colas en la boletería de los cineclubes especialmente en el viejo

Auditorio Salesiano Don Bosco (en Breña) pugnando por entrar a ver por enésima vez este film cuya amargura se disimulaba con la nostalgia y el humor. Y con la ilusión de que quizás en nuestro mundo las cosas fueran distintas. No puedo evitarlo. Al

recordar el film, una pequeña tristeza se aposenta en mi corazón. Y es que a los recuerdos cinematográficos se unen los recuerdos de la historia personal y amical. Sí, esa historia que, fuera de la pantalla, también estuvo cargada de sueños, de afectos y de generosidad.

Ettore Scola, el director de Nos Habíamos Amado Tanto (1974), Un Día Muy Especial (1977), El Baile (1983) y muchas películas

más que sería largo enumerar, partió hace unos días hacia la eternidad. Sin duda, con su muerte se va un poquito de nosotros, y, quizás, algunos de los momentos más entrañables de nuestras vidas. Hasta siempre, Ettore. ROGELIO LLANOS

ETTORE SCOLA

(1931 – 2016)

DISCOS Y OTRAS PASTAS 6 ENERO 2016

ESCRIBE: ROGELIO LLANOS

Pero los ochenta trajeron a The Last Waltz y muchas cosas cambiaron en mi vida. El camino estaba abierto para apreciar aquellas corrientes musicales que como el Punk, nacidas a mediados de los setenta, empezaron a saturar mis oídos.

Ya para entonces -empezando la década de los ochenta- Lou Reed entraba también en una nueva fase de su vida personal y artística. Casado con Sylvia Morales, creyó encontrar un refugio en su matrimonio y, entonces, sus canciones empezaron a cambiar, Ahora, quería que sus versos se escucharan como si se tratara de una charla común y corriente. “Mis inquietudes son bastante similares a lo que están haciendo Sam Shepard y Martin Scorsese: hablar de las cosas que le ocurren a la gente que se cría en una ciudad”. Sin duda, la obra de Delmore Schwartz influye mucho en ese cambio de actitud. Las palabras del poeta y la actitud del cantante entran en sintonía. Escribe Schwartz: “Contempla al niño, contempla al animal, /Extraños bienvenidos, pero estudia las cosas cotidianas,/ Sabiendo que cielo e infierno están a nuestro alrededor, / Pero esto, esto que decimos antes de arrepentirnos,/ Esto que vivimos por detrás de nuestros rostros ocultos / No es sueño, tampoco infancia, mito o paisaje, / Ni algo definitivo, o finalizado, puesto que / Inacabados somos y ningún futuro conocemos, / Y

nuestras almas desgastamos al aullar y danzar,/ En rítmicas sílabas delante del telón, pues, / Somos extraños, somos shakespereanos”. Y Lou evidencia esa sintonía literaria y afectiva a través de My House, uno de los tracks del álbum The Blue Mask (1982): “Mi escritura, mi moto, mi mujer / y para que la felicidad sea plena, un espíritu de poesía pura / Habita conmigo en esta casa de piedra y madera / La brisa trae la imagen del poeta / Gansos del Canadá sobrevuelan los árboles / Una tenue neblina flota sobre el lago / Nuestra casa es muy hermosa en la noche”. El muchacho malo aparenta haber apresado al primitivo recluyéndolo en el sótano del cálido hogar familiar. La vida agitada de Lou pareciera haber llegado a su final. Pero no. La jungla de asfalto no da tregua, los productores exigen su tributo y el público reclama su dosis ritual de adrenalina. Lou tiene que volver al escenario. Tal es su medio natural. Allí encuentra gozo, angustia y conflicto. Y para los ochenta encuentra a la dupla perfecta para empezar a girar por el mundo: Fernando Saunders en el bajo, que será a partir de allí un colaborador permanente hasta el 2008 y a Robert Quine como guitarra líder. La suerte parece sonreírle a Lou. Quine resulta ser un complemento perfecto en el ámbito musical. Siempre tiene, además, el tema de conversación que Lou necesita para animarse. Y las pastillas necesarias para combatir el sueño. Quine admiraba a Lou. Y pronto fueron inseparables. Pero amistad y trabajo no siempre son una buena

combinación. Luego de la grabación de The Blue Mask (1982), con los felices hallazgos musicales, producto de la excelente conjunción de talentos, Lou adquirió una gran confianza en sí mismo que su toque de guitarra llega a ser intenso y apasionado, impulsado por una banda que,

LOU REED: ALMA DE ROCK N’ ROLL

(segunda parte)

DISCOS Y OTRAS PASTAS 7 ENERO 2016

al fin, ponía de acuerdo a los críticos de música: era la mejor banda que había tenido Lou desde los tiempos de la Velvet. Ellen Willis, una crítica norteamericana,

dijo del disco: “…este álbum es algo más que el resumen de la carrera de un artista; es el testamento espiritual de un década de vida”. Celebración, felicidad, nuevos proyectos. Y las infaltables reseñas que ponen por las nubes al disco y a Lou Reed. Pero… también a Robert Quine. Y eso traía viejos y desagradables recuerdos. Lou Reed siempre fue un lobo solitario que si estaba en una manada era sólo para poder sobrevivir, teniendo como principio gobernar la manada. Y allí no había razón alguna que lo hiciera cambiar de parecer. Era él y solo él. Robert Quine empezaba a sobrar en la banda de Lou Reed. Terminada la grabación del siguiente disco, Legendary Hearts (1983), Lou volvió al estudio e hizo una nueva mezcla. Ahora, su voz y su guitarra sobresalían notoriamente sobre el resto de la instrumentación y la participación de Quine fue totalmente minimizada. Como el mismo Robert Quine relata en el libro de Bockris, trabajó con Lou dos años más, casi sin dirigirse la palabra -y ello es evidente en el vídeo A Night with Lou Reed- participando en la gira a Italia y en la grabación del disco Live in Italy (1984). Pero Lou tenía que asegurar que su víctima estaba totalmente fuera de juego. En pleno vuelo de retorno le pide de manera reiterada a Quine que seleccione las versiones que deben quedar en la grabación, a sabiendas que ello hará sentir mal a Quine quien sabe perfectamente que al final Lou hará lo que quiere. Quine pierde el control y Lou disfruta con ello. A fines de 1983, dos días antes de

iniciar la grabación de New Sensations (1984), Bob Quine, el brillante guitarrista que hizo posible una suerte de renacimiento de Lou, fue despedido. Lou, según cuenta Victor Bockris, dijo a la prensa que Robert Quine había dejado al grupo porque estaba grabando su propio disco, Basic. Anoche, mientras veía una vez más el vídeo A Night With Lou Reed (1991), pensaba en aquellas actitudes y desplantes que ocasionaron el alejamiento de muchos de sus amigos y conocidos, de su comportamiento desleal que le atrajo el resentimiento de John Cale, de Sterling Morrison, de Robert Quine, de la crueldad con que trató a la bella Nico, a quien, apenas bajada del avión que la trajo de Europa, le prometió componerle varias canciones para un álbum para luego de pasar horas con ella, completamente ‘stone’,

abandonarla triste y desolada en su viejo departamento de NYC. Fue un tío terrible el viejo Lou. Tan ególatra y desequilibrado, como solitario y anhelante de afectos. Solo un espíritu tan torturado como el de Lou podía crear una obra tan rica, vasta y compleja

sobre ese lado oscuro del ser humano que jamás fue visitado de manera tan fiel y profunda por un artista de la música popular. Como siempre, me emociono cada vez que veo a Lou en el escenario, recitando sus canciones, gozando con el toque su guitarra. Imposible escapar al hechizo de su música inquietante, como es imposible olvidar sus frases definitorias de sí mismo: “No soporto la escuela. No me gustan los grupos ni la autoridad. Fui hecho para el rock and roll”.

DISCOS Y OTRAS PASTAS 8 ENERO 2016

VOCES DE CHERNÓBIL AUTOR: SVETLANA ALEXIÉVICH (BIELORRUSIA) Libro testimonial sobre el desastre nuclear de Chernóbil ocurrido en abril de 1986. La periodista Alexiévich, ganadora del Nobel, no pretende hacer una crónica o un reportaje de la tragedia, para ello ya se han escrito mares de tinta. Lo

que ella consigue es recoger a través de entrevistas los testimonios de los protagonistas ‘discretos’: los pobladores que fueron desalojados de sus tierras contaminadas, los bomberos, los liquidadores (héroes que sacrificaron sus vidas para mitigar el impacto dantesco del desastre) y sus familiares, los científicos que no fueron tomados en cuenta. Asistimos a un desfile de voces, llamadas monólogos, en donde se cuestiona el valor de la vida, la heroicidad, la fe en un sistema comunista que les mintió y los sacrificó, la estigmatización de las víctimas que, además de sufrir enfermedades y mutaciones genéticas, son rechazadas por la sociedad así hayan pasado muchos años, y sobre todo, cómo se impone el amor sobre la desgracia. Un libro escrito para todos los tiempos. HENRY A. FLORES

OKINAWA EXISTE AUTOR: AUGUSTO HIGA OSHIRO (PERÚ) Compilado de cuentos de este gran escritor peruano. Lleno de personajes que parecen atemporales, traídos del algún tiempo lejano al que viven. El ejemplo perfecto es la historia de las dos ancianas en

“Okinawa existe” que esperan su encuentro con la muerte en la cotidianidad de la vida, resignadas a ese momento pero a la vez deseándolo. Testigos de una nación ya lejana que desaparecerá con ellas: la del Japón de inicios del siglo veinte. También existen los personajes totalmente rendidos ante su destino, predestinados al sufrimiento que intentan hacer de aquella tribulación su motivo de vida, su combustible, como la historia de aquel inmigrante japonés que se enamora de una alocada y ruda carnicera pagando un alto precio para no estar solo. HENRY A. FLORES

LOS ÁLBUMES IBEROAMERICANOS DEL 2015 QUE MÁS NOS GUSTARON

(1) Rafael Berrio: Paradoja (2) Christina Rosenvinge: Los nuestro (3) Julieta Venegas: Algo Sucede (4) Alphabetics: Animal Planets (5) Natalia Lafourcade: Hasta la raíz (6) Tripulación de osos: Robormiga (7) Soleá Morente: Tendrá que haber un camino (8) Fito Páez & Moska: Locura Total (9) O Tortuga: O Tortuga (X) Porter: Moctezuma

LIBROS LIBROS LIBROS

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DIRECTOR: HENRY A. FLORES Discos y Otras Pastas no se hace responsable del contenido de los artículos y agradece a sus colaboradores por la exclusividad otorgada.