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El proceso judicial: Es un procedimiento legal que transcurre en una serie de fases intermedias (demanda, contestación a la demanda, período de prueba) dictamen judicial final. Este proceso enfrenta a las partes a nivel legal, a través de los abogados, y se interrelaciona con el proceso psicológico de divorcio (M. C. Bellido y otros) interfiriendo en éste de manera importante y agudizando las tensiones psicológicas que la pareja viene arrastrando a lo largo de su ruptura. En el proceso jurídico cada uno de los padres intentará defender sus derechos y aportar todos los datos de que dispongan para presentarse al juez -y al psicólogo- como el padre más idóneo, con el fin de conseguir la custodia de sus hijos. El proceso de evaluación psicológica en este contexto se hace muy complejo; cada uno de los padres se presenta con una serie de actitudes y motivaciones, conscientes o inconscientes (naturales por otra parte) en defensa de sus derechos, que dificultan la evaluación, intenta el psicólogo -y el juez- se inclinen a su favor. Entre las actitudes que se observan frecuentemente estarían: - El encubrimiento, expresando una elevada motivación para hacerse cargo de los hijos, de otro tipo de intereses, como los económicos. - La desvalorización de la otra parte para aparecer como el padre más idóneo. - La manipulación, explícita o implícita, de los hijos, para que éstos se alíen con uno en contra del otro padre. - El deseo de tener consigo a los hijos para satisfacer sus propias necesidades psicológicas; deseo del que pueden no tener conciencia. Es necesario tener en cuenta estas posibles actitudes de los padres y la consiguiente desfiguración de los datos. Pero también hay que considerar la imagen contraria, es decir, aquellas dificultades o déficits de los padres que les hagan presentarse como menos idóneos para encargarse de los hijos, y que no por eso anulan su capacidad como padres. Elena Ibáñez y A. Avila (1990) hablan de los déficits que pueden observarse en la idoneidad de los padres durante la evaluación psicológica. Siguiendo a Grisso 1986), enumeran algunas causas posibles de estos déficits, las cuales también pueden sesgar los datos: a) «Factores de estrés situacional, asociado a sucesos particulares, muchas veces aquellos que tienen que ver con la crisis de separación o divorcio. b) Estrés producido por las exploraciones psicológicas sociales, que altera la presentación de conductas y recursos de los padres. c) Efecto de la ambivalencia que los padres pueden sentir respecto de la decisión de custodia; ambivalencia que puede considerarse natural y esperable. d) Bajo rendimiento en las exploraciones o en su habilidad para presentarse como buenos padres, por carencia de información o de habilidades de comunicación. e) Por efecto de alteración, o déficit mental, trastornos de personalidad o conducta, que alteren, limiten o distorsionen su capacidad como padres, pero no tienen por qué anularla. Aunque parece necesario considerar estos aspectos, nuestra labor de peritos está fundamentalmente centrada en la defensa de los intereses de los hijos, valorando sus necesidades y la forma en que éstas van a cubrirse mejor dentro de un sistema familiar que está en proceso de reorganización de sus relaciones. Teniendo en cuenta que la familia se presenta en situación de crisis, y el proceso judicial que favorece las actitudes antes mencionadas, con que se presentan los padres, el instrumento técnico

El Proceso Judicial

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Page 1: El Proceso Judicial

 El proceso judicial: Es un procedimiento legal que transcurre en una serie de fases intermedias (demanda, contestación a la demanda, período de prueba) dictamen judicial final. Este proceso enfrenta a las partes a nivel legal, a través de los abogados, y se interrelaciona con el proceso psicológico de divorcio (M. C. Bellido y otros) interfiriendo en éste de manera importante y agudizando las tensiones psicológicas que la pareja viene arrastrando a lo largo de su ruptura.

En el proceso jurídico cada uno de los padres intentará defender sus derechos y aportar todos los datos de que dispongan para presentarse al juez -y al psicólogo- como el padre más idóneo, con el fin de conseguir la custodia de sus hijos.

El proceso de evaluación psicológica en este contexto se hace muy complejo; cada uno de los padres se presenta con una serie de actitudes y motivaciones, conscientes o inconscientes (naturales por otra parte) en defensa de sus derechos, que dificultan la evaluación, intenta el psicólogo -y el juez- se inclinen a su favor. Entre las actitudes que se observan frecuentemente estarían:

- El encubrimiento, expresando una elevada motivación para hacerse cargo de los hijos, de otro tipo de intereses, como los económicos.

- La desvalorización de la otra parte para aparecer como el padre más idóneo.

- La manipulación, explícita o implícita, de los hijos, para que éstos se alíen con uno en contra del otro padre.

- El deseo de tener consigo a los hijos para satisfacer sus propias necesidades psicológicas; deseo del que pueden no tener conciencia.

Es necesario tener en cuenta estas posibles actitudes de los padres y la consiguiente desfiguración de los datos. Pero también hay que considerar la imagen contraria, es decir, aquellas dificultades o déficits de los padres que les hagan presentarse como menos idóneos para encargarse de los hijos, y que no por eso anulan su capacidad como padres.

Elena Ibáñez y A. Avila (1990) hablan de los déficits que pueden observarse en la idoneidad de los padres durante la evaluación psicológica. Siguiendo a Grisso 1986), enumeran algunas causas posibles de estos déficits, las cuales también pueden sesgar los datos:

a) «Factores de estrés situacional, asociado a sucesos particulares, muchas veces aquellos que tienen que ver con la crisis de separación o divorcio.

b) Estrés producido por las exploraciones psicológicas sociales, que altera la presentación de conductas y recursos de los padres.

c) Efecto de la ambivalencia que los padres pueden sentir respecto de la decisión de custodia; ambivalencia que puede considerarse natural y esperable.

d) Bajo rendimiento en las exploraciones o en su habilidad para presentarse como buenos padres, por carencia de información o de habilidades de comunicación.

e) Por efecto de alteración, o déficit mental, trastornos de personalidad o conducta, que alteren, limiten o distorsionen su capacidad como padres, pero no tienen por qué anularla.

Aunque parece necesario considerar estos aspectos, nuestra labor de peritos está fundamentalmente centrada en la defensa de los intereses de los hijos, valorando sus necesidades y la forma en que éstas van a cubrirse mejor dentro de un sistema familiar que está en proceso de reorganización de sus relaciones.

Teniendo en cuenta que la familia se presenta en situación de crisis, y el proceso judicial que favorece las actitudes antes mencionadas, con que se presentan los padres, el instrumento técnico del que se sirve el psicólogo para delimitar el camino por el que ha de transcurrir el proceso de evaluación psicológica es el encuadre.

F. Granados (1990) define el encuadre refiriéndose a los peritajes de familia como «el conjunto de constantes, gracias a las cuales puede tener lugar el proceso psico-diagnóstico. Su función es sentar las condiciones más favorables para el desarrollo de la pericia teniendo en cuenta las peculiaridades de la situación. Evitar interferencias, malos entendidos, prejuicios.. ». Cabría plantearse varias preguntas para abordar este tema: ¿qué contenido debe tener el encuadre? y ¿a quién hacer el encuadre?

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El contenido del encuadre incluye el conjunto de la información sobre el trabajo que se va a realizar, cómo se va a llevar a cabo, en qué nos vamos a centrar. Así, los interesados deben saber claramente que el psicólogo va a permanecer neutral a ambas partes y se va a centrar en las necesidades de los hijos y en el sistema de relaciones que les permita a éstos el acceso a ambos padres. En este aspecto, C. M. Días Usandivaras (1986) habla de que «el poner el foco en los intereses del niño tiende a unificar y totalizar más la situación». Nos parece importante poner el énfasis en este aspecto para «aminorar» en la medida de lo posible las fantasías de culpables o inocentes inherentes a todo proceso judicial.

Un segundo punto importante en el contenido del en cuadre es la información sobre el proceso de evaluación que se va a llevar a cabo: realización de entrevistas, individuales y conjuntas, aplicación de pruebas, entrevistas de devolución de los datos, cte., así como sobre los límites de la confidencialidad y sobre la exigencia legal de realizar un informe que facilite al juez su toma de decisión.

En estas condiciones, el proceso psicodiagnóstico estará delimitado claramente y no dará lugar a malos entendidos.

Respecto a «a quién» debe hacerse el encuadre, se plantearían varias líneas de actuación dependiendo de si el abordaje va a ser desde lo individual, incluyendo entrevistas conjuntas con los distintos subsistemas familiares, o conjunto, citando a la primera entrevista a todo el grupo familiar.

Si el abordaje es individual, el encuadre deberá ser el mismo para cada una de las partes, de forma que el proceso transcurra dentro de los mismos cauces y con las mismas constantes.

El abordaje desde el grupo familiar tendría la ventaja de que la realización del encuadre se haría a todos los miembros de la familia en el mismo momento, con lo cual quedarían eliminadas muchas variables que se derivan de las actitudes que cada una de las partes presenta para dar buena imagen al profesional.

Con una u otra forma de trabajo, lo que sí parece clara es la necesidad de marcar un campo específico que permita, tanto a la familia en conflicto como al psicólogo, situarse en unas coordenadas definidas. Y así como a nivel clínico el encuadre sirve para delimitar una situación concreta, a nivel judicial también delimita una situación de trabajo en la que el proceso psicodiagnóstico tiene sus características propias, dentro de un contexto al cual hemos intentado acercarnos.