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Dirección General de Divulgación de la Ciencia UNAM • Número 1 En recuerdo de Juanjo Luis Estrada En el prólogo de una de sus últimas pu- blicaciones Juanjo (Juan José Rivaud) es- cribió que Las matemáticas son divertidas, juegan con nuestro sentido de creatividad, se dirigen a descubrir la sabiduría de nuestro más puro sentido común. En matemáticas lo fundamental es enten- der; por supuesto al igual que en muchas otras cosas que nos apasionan, entender no es fácil, requiere de un esfuerzo, pero cuando uno lo logra el placer es inmenso y difícilmente olvidamos el haber hecho nuestra esa parte del saber humano. Juanjo estaba convencido de que todo mundo debe saber matemáticas, convicción que muchos comparti- mos, aunque reconociendo que puede ser diferente lo que entendemos por saber acerca de esa ra- ma del conocimiento humano. Estoy se- guro que para él saber matemáticas era mucho más que desarrollar una habilidad para calcular -la mecanización-- o poder resolver ecuaciones. Juanjo estudió matemáticas, y después de incursionar en la investigación de pro- piedades y construcciones en espacios de dimensión infinita se dedicó a revisar cier- tos conocimientos que muchos conside- ran elementales, a la luz de su saber especializado y su experiencia en temas de investigación matemática. Esto pron- to lo llevó a dedicar mucho tiempo a la enseñanza y después a incursionar en la divulgación de las matemáticas. Juanjo dio muchas conferencias entre las que destacaron las dedicadas a la geometría de la esfera, para lo cual gustaba mucho de platicar acerca de los viajes trasa- tlánticos, en especial los de la época del descubrimiento de América. No quiero dejar la oportunidad de re- latar una historia sucedida durante una de las tantas actividades de divulgación que realizamos juntos. En el año de 1978, si mal no recuerdo, organizamos un ci- clo de diálogos públicos titulado «Un es- pacio para el espacio» y el último fue dedicado al «espacio vital». Los conduc- tores de ese diálogo fuimos un biólogo, un físico y un matemático (Juanjo), y por idea de éste ultimo ponente invitamos a un escultor, amigo común, que había construido grandes tubos de polietileno que llamaba «inflables» y llenaba de aire con una aspiradora. Durante la exposi- ción del tema, Juanjo aseguró que a los La muerte de un colega siempre es perturbadora. Mucho más cuando se trata de un colega destacado, y todavía más si se trataba de un amigo. Presentamos aquí una breve memoria de Juan José Rivaud, matemático, divulgador de las matemáticas y ganador en 1999 del Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia. julio – septiembre 2005

En recuerdo de Juanjo - Dirección General de …€¦ · escribió «La virgen de los sicarios»», pien-so. Paso de página ... cualquier condenada pastilla que aquiete estos malestares

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Dirección General de Divulgación de la Ciencia� UNAM • Número ��

1

En recuerdo de JuanjoLuis Estrada

En el prólogo de una de sus últimas pu-blicaciones Juanjo (Juan José Rivaud) es-cribió que

Las matemáticas son divertidas, juegancon nuestro sentido de creatividad, se

dirigen a descubrir la sabiduría denuestro más puro sentido común. En

matemáticas lo fundamental es enten-der; por supuesto al igual que en

muchas otras cosas que nos apasionan,entender no es fácil, requiere de un

esfuerzo, pero cuando uno lo logra elplacer es inmenso y difícilmente

olvidamos el haber hecho nuestra esaparte del saber humano.

Juanjo estaba convencido de quetodo mundo debe saber matemáticas,

convicción que muchos comparti-mos, aunque reconociendo que

puede ser diferente lo queentendemos por saber

acerca de esa ra-

ma del conocimiento humano. Estoy se-guro que para él saber matemáticas eramucho más que desarrollar una habilidadpara calcular -la mecanización-- o poderresolver ecuaciones.

Juanjo estudió matemáticas, y despuésde incursionar en la investigación de pro-piedades y construcciones en espacios dedimensión infinita se dedicó a revisar cier-tos conocimientos que muchos conside-ran elementales, a la luz de su saberespecializado y su experiencia en temasde investigación matemática. Esto pron-to lo llevó a dedicar mucho tiempo a laenseñanza y después a incursionar en ladivulgación de las matemáticas. Juanjodio muchas conferencias entre las quedestacaron las dedicadas a la geometríade la esfera, para lo cual gustaba muchode platicar acerca de los viajes trasa-tlánticos, en especial los de la época deldescubrimiento de América.

No quiero dejar la oportunidad de re-latar una historia sucedida durante unade las tantas actividades de divulgaciónque realizamos juntos. En el año de 1978,si mal no recuerdo, organizamos un ci-clo de diálogos públicos titulado «Un es-pacio para el espacio» y el último fuededicado al «espacio vital». Los conduc-tores de ese diálogo fuimos un biólogo,un físico y un matemático (Juanjo), y poridea de éste ultimo ponente invitamos aun escultor, amigo común, que habíaconstruido grandes tubos de polietilenoque llamaba «inflables» y llenaba de airecon una aspiradora. Durante la exposi-ción del tema, Juanjo aseguró que a los

La muerte de un colega siempre esperturbadora. Mucho más cuando se tratade un colega destacado, y todavía más sise trataba de un amigo. Presentamos aquíuna breve memoria de Juan José Rivaud,matemático, divulgador de las matemáticasy ganador en 1999 del Premio Nacionalde Divulgación de la Ciencia.

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matemáticos les gusta diseñar espacios ypoblarlos de variados objetos, lo cual tra-taba de ilustrar explicando que ciertoscuerpos geométricos no caben en nues-tro espacio tridimensional y sólo puedenexhibirse plenamente en uno de cuatrodimensiones. Antes de iniciar nuestro diá-logo habíamos colocamos varios inflablesentre las sillas de los asistentes y cuandoJuanjo hablaba de objetos que no cabenen un espacio empezamos a llenar losinflables, con lo que el auditorio empezóa sentir la reducción de su espacio y co-menzó a dejar sus lugares. Más todavía,el crecimiento de los inflables provocóque estos se desdoblaran para formar tu-bos rectos que se acomodaban aprove-chando el espacio disponible. La reaccióndel público fue muy variada: algunos es-taban muy divertidos, otros desconcerta-dos y no faltó quien se molestara ycalificara la reunión de «poco seria». Noobstante el diálogo continuó, con el pú-blico reacomodado y en un ambiente muyapropiado para pensar en el «espacio vi-tal» como un lugar para «estar y mover-se», así como para hablar de movimientoscomo transformaciones de objetos geo-métricos en espacios apropiados.

Juanjo y yo cenábamos juntos con mu-cha frecuencia y nunca desaprovechába-mos la oportunidad para discutir si lasmatemáticas son, o no, una ciencia. Sientomucho que ya no tendremos la oportunidadde seguirlo haciendo ni de continuar proban-do buenos platillos. Ahora sólo me queda elvivo recuerdo de su querida presencia.

Luis Estrada, físico, es uno de los pionerosde la divulgación científica en México, yfundador del Centro Universitario deComunicación de la Ciencia, hoy DirecciónGeneral de Divulgación de la Ciencia, dela UNAM.Comentarios: lestrada@servidor�unam�mxComentarios: lestrada@servidor�unam�mxComentarios: lestrada@servidor�unam�mxComentarios: lestrada@servidor�unam�mxComentarios: lestrada@servidor�unam�mx

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Piscolabis

«Embarcarse en una actividad argumen-

tativa significa aceptar que el problema de

que se trata (el problema que hace surgir la

argumentación) ha de resolverse mediante

razones que se hacen presentes por medio

del lenguaje:

oral o escrito. Argumentar supone, pues,

renunciar al uso de la fuerza física o de la

coacción psicológica como medio de resolu-

ción de conflictos.»

Manuel Atienza, El sentido del derecho

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por Sergio de Régules

comentarios: sregules@universum�unam�mxcomentarios: sregules@universum�unam�mxcomentarios: sregules@universum�unam�mxcomentarios: sregules@universum�unam�mxcomentarios: sregules@universum�unam�mx

Algunos colegas, al parecer, piensan que losdivulgadores que escribimos libros nos hincha-mos de dinero como magnates de la televi-sión. Es verdad.

Recuerdo que cuando salí de la prepa pen-sé: «¿qué estudiaré?» Quería unacarrera en la que se ganara bienpara vivir en la opulencia. De in-mediato me decidí por la física, des-echando por mal remuneradas (encomparación) las carreras de banquero, futbo-lista y político. Todo era parte de un astuto plan:«cuando obtenga mi título de físico», me dijecalculadoramente, «¡puedo dedicarme a escri-bir libros de divulgación y entonces sí...!» Di-cho esto, solté una risotada de esas que sólose oyen en los castillos de los Cárpatos. (Eneso retumbó un trueno que me dio un sustoque casi me mata.)

Es bien sabido que en México publicar li-bros, especialmente de ciencias, es una fuen-te segura de riqueza; por eso los que escribimosganamos tanto. Pero confesemos que todos,no sólo los que escribimos, estamos en estode la divulgación por dinero. El amor a laprofesión está bien para los narcotrafican-tes y los políticos, esos soñadores incorre-gibles. Pero en nuestro gremio hay que serpragmáticos. Nos gusta la lana y la ganamosa raudales.

Al mismo tiempo, no podemos permitir quese nos note. No está bien visto. Es muy difícilpara los que ganamos tanto no presumir, perohay que evitarlo. He aquí algunos consejos quelos divulgadores podemos poner en prácticapara disimular que nadamos en plata:

1) Resistan la tentación de comprarse coches delujo, pagar la renta a tiempo y no tener deudas.

2) Nunca digan en una reunión con gentede otras profesiones «mi tiempo vale más que

$$$$$el de todos ustedes». Claro que es verdad, perola gente se lo puede tomar a mal. Éste es unerror que le oí cometer alguna vez a un físicoen una junta de trabajo (aunque en su descargome apresuro a añadir que lo que pasa es quevenía borracho). La cosa no es grave tratándosede un físico, al que jamás se le creería semejan-te afirmación, pero en el caso de un divulgadorsí. De modo que à éviter.

3) Si escribes libros (y por lo tanto ganas porregalías anuales lo equivalente al presupuestodel principado de Liechtenstein para los próxi-mos diez años, como yo), trata de no reununciara tu trabajo en una universidad, un museo, unasecundaria. Si no vas todos los días a una ofici-na, el prójimo podría adivinar tu secreto des-ahogo económico.

4) Eviten ir de compras a Houston.5) Si no pueden evitarlo, vayan, pero no vue-

len en primera clase.6) El punto 5 sólo se aplica a los que no tie-

nen avión propio.Es urgente poner en práctica estas medidas

antes de que cunda nuestra fama de codiciosos.Ya hay señales inquietantes. El otro día en el Con-greso de la Unión, un diputado propuso aumen-tar los sueldos de los legisladores. Naturalmente,hubo una rechifla general, pero lo peor de todoes que los diputados del PRI, los más ofen-didos, le gritaron: «¡Ya parecesdivulgador de la ciencia!»

Yo, para disimular aun más,he decidido donar una parte demis regalías (con el 0.01 % creoque bastará) al Teletón, al padre Chincha-choma y a la Cruz Roja. Para que la cuantía denuestros salarios y regalías, así como nuestra co-dicia, no se vuelvan motivo de chiste entre elresto de la sociedad, les ofrezco estos consejosdesinteresadamente. Eso sí: si los siguen, ten-drán que pagarme regalías.

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Sólo lo hacemos dineropor

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2005 Novedades

bibliográficas

Qué sabrosa suele ser la provocación in-telectual que incita no solamente al inter-cambio de ideas en una plática común,sino, incluso, a discutir acaloradamente amás de 70 decibeles. Por supuesto que noson muy recomendables las discusiones agritos, aunque me han tocado presenciarvarias altamente enriquecedoras dentro dela UNAM. Quienes participan en todo tipode discusiones deben conocer y respetarlas reglas no escritas para llegar a feliz tér-mino, o quizás solamente feliz indefini-ción, para prolongarlas posteriormente.

Pero existen otras reglas que ocupanfrecuentemente quienes, por ejemplo,salen con los ojos desorbitados del auto-móvil a dirimir a puño limpio el percan-ce de tránsito en el que acaban deinvolucrarse.

Si en una discusión intelectual lo quese busca es sanar la curiosidad (creo),¿qué ganarías tú, estimado degedecero,golpeando a quien no comparte tus pos-turas respecto a los posibles efectosabortivos de la píldora del día siguienteo si 2003UB313 es un planeta o no? Este

tipo de actitudes desentonan en cualquiersitio, pero más en un ambiente académi-co, ¿de acuerdo?

Fernando Vallejo provoca, pero provo-ca con un estilo muy bajo en un mediodonde no debería. Sus métodos son tanpueriles como los golpes: es de los queescupen al rostro, así, directo, sin avisar.Este reconocido novelista colombianoquiso escribir una más de sus ficcionesredefiniendo toda física misma así,sencillito en solamente en 200 páginas.¿Para qué más si el papel es caro?

Me encuentro su libro en la librería ElSótano de Coyoacán. Me emociono, locompro. Comienzo la lectura impacien-te, inmediatamente anoto en los márge-nes de la primera página del primercapítulo un «error», y sonrío irónicamen-te porque «atrapé» al autor. «Ya tengo quécomentar: un desliz en la física que ma-neja Fernando Vallejo, el mismísimo queescribió «La virgen de los sicarios»», pien-so. Paso de página... un error más. Anotonuevamente y sonrío, ya sin la ironía deantes, ahora más bien con sorpresa puesya son dos errores. Cambio de hoja, unerror más y hasta dos antes de cambiar depágina nuevamente. Continúo las páginas,termino el capítulo: ¡todo es un error!Comienzo a desesperarme, sinceramenteno entiendo donde se encuentra la tram-pa. Que una editorial reconocida publi-que este texto de un autor reconocido...¿de qué se trata? Los errores, estoy segu-ro, son intencionados. Pido ayuda a Mario,que sabe más de literatura y de divulga-ción que yo. Tampoco intuye qué sucede.Sigo con el libro; tres horas de lectura sinentender. Sigue el error perpetuo, siguemi asombro, mi desesperación. Me duelela maldita cabeza. ¡Dos cafiaspirinas ocualquier condenada pastilla que aquieteestos malestares que da la incomprensión!

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José Manuel Posada de la Concha

que creyó comprar un buen librocon la sensibilidad de un ingenuo

jugarCómo

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Manualito de imposturología física, de Fernando Vallejo (Taurus, 2005) Este libro trata sobrelos supuestos errores que ha tenido la física en su construcción, desde la mecánica newtonianahasta la mecánica cuántica. El autor critica, entre muchas cosas más, el lenguaje matemáticoque se utiliza en esta ciencia y, humildemente, redefine todo lo que a su gusto no le parececorrecto. Y nuestro reseñista, desde su punto de vista como físico y divulgador, expresa lossentimientos y reflexiones que su lectura le provocó.

José Manuel Posada de la Concha es físicoy divulgador; trabaja en el área deServicios Técnicos del museo Universum.Comentarios: josemanuelposada@hotmail�comComentarios: josemanuelposada@hotmail�comComentarios: josemanuelposada@hotmail�comComentarios: josemanuelposada@hotmail�comComentarios: josemanuelposada@hotmail�com

Vallejo realiza aseveraciones del si-guiente tipo. Muestro sólo tres de los cien-tos de errores que tiene el texto (juro queno exagero):

«La Tercera Ley de Newton es falsa,puesto que si un dedo empuja un ob-jeto (acción), la reacción no existe,ya que el dedo no se mueve para atrás.»

«...carga positiva y negativa (o polonorte y polo sur del imán)...»

«...la aceleración debe tener unidades m/s y no m/s2 porque como no entiendo...»

Y se expresa de la siguiente forma:« - ¡Qué piedra más bellaca y cazurra

ese Einstein! ¿o no, compadre?«No. Cada quien se las arregla como

puede para que le vaya bien en la feria,él está en su derecho. Que enrede y en-rede y enturbie y enturbie, que no falta-rán pendejos para tragarse el cuento.»

Por si fuera poco lo que me ha sucedidoesas dos tardes, también me dijo pendejo.

Nos dijo pendejos a mí y a mis compa-ñeros que estudiamos física en la Facul-tad de Ciencias.

Nos dijo pendejos a mí, a mis compa-ñeros y a mis profesores que nos dieronclases.

Nos dijo pendejos a mí, a mis compa-ñeros, a mis profesores y a los miles deinvestigadores, lectores, demás estudian-tes y personas en general de todo el mun-do que han creído en las teorías deEinstein.

Eso ya calienta.En ese momento se me ha-

bían mezclado el dolor de ca-beza y una dosis de enojo.

Pero sólo faltaban unas cuan-tas hojas por terminar. Bendito

sea Dios.Si la intención del innombrable

(permítanme llamarlo así) al escri-bir este manual no fue la de provo-

car rencores, malestar, incomodidad,rechazo, reacciones violentas, blas-

femias, etcétera, se me ocurren otrasteorías poco probables sobre el porquédel desperdicio de papel:

-Simplemente, como lo mencioné arri-ba, quiso escribir una novela con la ma-yor cantidad de ficciones posibles. Ese essu trabajo.

-Quiso realizar un horrendo ejerciciode anti-divulgación de la ciencia porqueno está de acuerdo con esta actividad.

Quizás alguna divulgadora de la ciencialo abandonó y se encuentra muy, peromuy resentido. Ojalá esta sea la verdade-ra causa.

-Está realizando un ejercicio en pro delos divulgadores de la ciencia: nos mues-tra un sinnúmero de casos donde los neó-fitos en la física suelen presentar problemaspara su aprendizaje. Caso poco probablepor la forma en que está escrito el texto.

-Es extraordinariamente valiente y no leda pena exhibir su ignorancia en física,como pudo haber escrito de cualquier otrotema que ignora, pero por puro azar es-cogió sobre esa parte de la ciencia. Tam-poco le causa problema las críticas quede su texto puedan surgir. En pocas pala-bras, se avienta como los machos.

-Solamente quiso bromear. (Pues quéchistoso.)

-No tenía nada que hacer. (Que se con-siga una tele.)

Por favor, no compren el libro. No leproporcionen más regalías a Vallejo porun texto muy mal logrado. Yo se los pres-to si en el transcurso del siguiente mesalguien me lo pide, y es que después lopienso utilizar para mi bóiler. A ver si nome sale con la última «bromita» y el pa-pel no arde como debe. ¡Maldita sea! dirénuevamente.

Esa misma tarde termino medio libro;siguen las falacias. No pude dormir por-que no entiendo. Medio despierto de unsueño a medias y sigo, y maldita sea, ellibro sigue igual, y otra vez regresa eldolor de cabeza, y me auto-receto nue-vamente dos cafiaspirinas más. PeroVallejo sigue y sigue y no para, y se metecon Maxwell y con Einstein y con loscuánticos. ¿Qué sucede?

Me encuentro a mis compañeros delmuseo. Ven mi cara. «La resaca siemprepega duro, pero pega doble cuando alotro día tienes que trabajar», me dice unode ellos. Ni siquiera tuve ganas de expli-carle. Persisto estoico. Tengo tiempo, perosobre todo paciencia infinita para leer laspoco más de 200 páginas e intentar des-cubrir hacia dónde se dirige su provoca-ción. Mantengo la esperanza de queexista ese milagro de encontrar una ex-plicación aunque sea en la última pági-na que me haga salvar las dos tardes delectura dedicadas, los dolores de cabe-za, la noche incómoda. Pero los milagrosno existen, esa tarde lo confirmo. Nuncahabía tenido ganas de no saber leer. ¡Doscafiaspirinas más, chingar! Espero quesean las últimas.

Termino el libro y el libro me terminaa mí. Sé que Vallejo estaría feliz viéndo-me en este estado. «Mi obra hizo mellaen un lector», pensaría satisfecho. Aun-que yo especificaría: no, no hizo mella,sembró rencor. ¿Con quién debodesquitarme del dinero que gas-té, de las dos tardes que perdí,de la noche sin dormir, de las 6cafiaspirinas? Algún día tendréfrente a mí al autor y sabrá dequé estamos hechos los Po-sada de la Concha. (No serían, sólo eso me faltaba, asíme apellido.)

Él sabe que todo lo queescribe está mal fundamentado. De-bemos tener muy claro que no se trata deun simplón ingenuo que desconoce deciencia. Sus pretensiones son diferentes,casi estoy seguro que simplemente quie-re provocar, burlarse del lenguaje que seutiliza en la física, subirse al cuadriláterocolocándose la misma máscara delrudísimo Sokal, únicamente que al colom-biano sus técnicas de lucha demasiado tor-pes lo delatan antes de la primera caída.

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recuperando la memoria ••••

Juan José Rivaud

Permítaseme empezar recordando a va-rias de las personas que influyeron en mípara tomarle el gusto a la divulgación dela ciencia, así como otros que fue- roncompañeros de ruta en es-tas preocupaciones. Enprimer lugar AlejandraJaidar, quien transmitióa todos los que la co-nocíamos esa alegría ygusto por la vida, tan ca-racterísticos en ella, y la pa-sión por la divulgación de la ciencia.

A continuación mi padre, JoséRivaud, quien a pesar de que su forma-ción era en otra dirección (artillería e in-geniería militar), tenía un genuino interésy gusto por la ciencia y la historia, disci-

plinas de las que era un lector insacia-ble. Él fue quien me inculcó el

interés por estos temas y me here-dó no sólo parte de sus libros,sino el vicio de comprarlos. Tam-bién a él le debo la intoleranciaante la injusticia y la simula-

ción, así como un profundo gus-to, que raya en la gula, por la

buena comida, sobre todo si seacompaña de una buena charla

y se comparte con amigos.Por último Pedro Armen-

dariz, Jesús Alarcón, San-tiago Ramírez y CarlosMontiel, los cuatro másjóvenes que yo y quedesafortunadamentese me adelantaron.Con ellos, en distin-tos momentos, discu-tí y trabajé con mayoro menor intensidaddiversos aspectos de

las matemáticas, su enseñanza, su filo-sofía y su difusión. Con ellos compartíla idea de que en el desarrollo de la cien-cia, al igual que cuando se cocina una

paella, los ingredientes deben es-tar frescos, ponerse en las pro-

porciones adecuadas ycocinarse juntos el tiem-

po correcto. Si se cue-cen por separado ysólo al final el arrozse decora con ellos,el resultado es unarroz con tropezo-

nes, pero de ningunamanera una paella; y tam-

bién es justo señalar que cuan-do una paella está bien hecha, lo mejores el arroz, que en el símil de la cienciacorresponde al ambiente intelectual queimpera en una institución de educaciónsuperior, y en el medio que la rodea, asícomo el convivir con los jóvenes que enella se forman.

El CINVESTAV del IPN en 1972, al ini-cio de mi carrera académica, me invitóa colaborar en uno de los proyectos edu-cativos más importantes de la Institu-ción: La escritura de los Libros de TextoGratuitos para la Primaria. Trabajar enellos me dio una manera muy distintade ver a las matemáticas y a la cienciaen general, así como su relación con elresto de las cosas. Visión que ha marca-do mi trayectoria.

Con alguna frecuencia cuento quehace poco más de 40 años (o 40 kilos),cuando tenía que decidir qué hacer des-pués de la prepa, mi problema vocacio-nal era entre estudiar para profesor deeducación física o entrar a la Facultadde Ciencias de la UNAM y estudiar mate-

En el primer número de este boletín, Elmuégano divulgador, aparecido en agostodel 2000, nos pareció ideal presentar eltexto del discurso que Juanjo leyó cuandoen 1999 aceptó el Premio Nacional deDivulgación de la Ciencia y la Técnica«Alejandra Jáidar». Hoy parece oportunorecuperar ese mismo texto, en el que élhacía un recuento de su trayectoria comodivulgador.

yLa paella

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máticas. No era una decisión fácil, lle-vaba ya varios años entrenando con elclub Venados, en el Plan Sexenal; corríabastante bien los 800 metros, aunque mideseo era ser especialista en 5 mil. Allí oen Chapultepec, pasaba entrenando to-das mis tardes y los fines de semana ibacon el resto de los compañeros a las com-petencias y encuentros, independiente-mente de si competía o no.

Con todo ello rompí de tajo al decidir-me por las matemáticas. Sin embargo,cuando pienso en la divulgación de laciencia me vuelvo a acordar del depor-te, al que veo no como una actividad ex-clusiva de superdotados, sino como unaque cualquier persona interesada debe-ría poder llevar a cabo en un ambientede solidaridad y cordialidad, en instala-ciones adecuadas y con la supervisiónde gente capaz que lo estimule y lo orien-te en los distintos aspectos de la ramaelegida, su historia, las razones de porqué se hace así, qué es lo que se debehacer y lo que no se debe hacer, etcéte-ra, y que le hiciese ver que la única com-petencia que vale la pena es consigomismo.

No es que el deporte de alto rendi-miento me moleste, sino que consideroque la función de estas activi-dades tiene otra razón de ser.Por cierto, apostaría queun acercamiento co-mo éste produciríamuchos más deportis-tas de alto rendimien-to que los métodosactualmente usados (a-claro que en estas opinio-nes se pone al margen elautomovilismo, el futbol y el boxeo pro-fesionales).

Con la divulgación de la ciencia mepasa lo mismo: creo que debe estar diri-gida a toda persona interesada en ella,independientemente de su edad y con-dición social. Considero que si esta acti-vidad se llevase a cabo con la frecuenciae intensidad adecuadas, y una coberturaacorde al tamaño del país, tendría como

consecuencia no sólo ciuda-danos más felices y plenossino también habría una ma-yor comprensión de qué esla actividad científica, y, pro-bablemente -como conse-cuencia- entre los jóvenes sedaría una mayor inclinaciónvocacional hacia estas disci-plinas. También la poblaciónopinaría con mayor conocimien-to de causa acerca de una seriede decisiones lo suficientementeimportantes para dejarlas en manosexclusivas de los especialistas. Asimismohabría un contrapeso ante este mal mun-dial de moda, que es la difusión de lasseudociencias, mal que, por cierto, pare-ce cautivar a los medios masivos de co-municación.

No quiero dar la impresión de plañi-dera. Conozco los esfuerzos que desdehace años se vienen haciendo en esta di-rección: edición de libros, museosinteractivos de ciencias, exposicionesitinerantes, ciclos de conferencias, pro-gramas de difusión, particularmente en ra-dio, etcétera, pero considero que lacomunidad científica y técnica, las insti-tuciones y los propios divulgadores de-bemos tener una actitud mucho más

abierta, generosa y comprometi-da, que permita que la divulga-

ción cumpla con el papel quele corresponde dentro delquehacer cultural de nuestranación.

Estoy seguro que los que meconocen se están preguntando

cómo me las voy a arreglar paraempezar a hablar de matemáticas,

pero no hay por qué preocuparse; hoysólo me queda darles las más sincerasgracias.

Texto leído por el autor durante la entregadel Premio Nacional de divulgación de laciencia 1999, y publicado en la revistaAvance y perspectiva (mayo-junio 2000)y posteriormente en El muégano divulgador,número 1 (agosto 2000).

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La Matemática es la más simple,la más perfecta y la

más antigua de las cienciasJaques Hadamard

Una opinión compartida por muchaspersonas, entre ellas Luis Estrada, es quelas matemáticas no son una ciencia, ypara justificarla esgrimen una gran can-tidad de buenas razones, desde mi pun-to de vista todas falsas. Para mí lasmatemáticas son la ciencia por excelen-cia, es la disciplina donde los experimen-tos, cuando se les mira con suficientecuidado, dicen más; pero desgraciadamen-te son simples y baratos, y no requieren decaros y aparatosos laboratorios, donde se

puedan poner placas que digan cuándofueron construidos o equipados yquién era el rector o mandatarioque los autorizó e inauguró, por loque la experimentación es olvida-da o no se toma en cuenta (vale

aclarar que en las últimas décadas alos matemáticos les han empezado aatraer los sistemas de cómputo de grancapacidad y velocidad, pero sobre todoprecio, que en general subutilizan, en-trando así a la era de la «modernidad»).Un buen ejemplo de experimento mate-mático es cuando analizamos una ecua-ción particular para entender el casogeneral, o cuando trazamos una figurapara corroborar cierta propiedad, lo quede paso nos dice que para estudiar esos

Presentamos aquí, como invitación paraconsultar el texto completo, un fragmentode un ensayo en el que Juanjo reflexionabasobre la divulgación de su gran pasión:las matemáticas.

Mivisión

Juan José Rivaud M.

La ciencia por excelencia

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«entes platónicos» recurrimos a burdasrepresentaciones. Una situación seme-jante es el análisis de una ecuación par-ticular para entender que pasa en el casogeneral.

Lo anterior lo saco a relucir no paracontinuar con esta discusión, sino parajustificar que la divulgación de las mate-máticas, por lo menos desde mi puntode vista, es parte de la de la ciencia y asípoderme centrar en ella sin ningún car-go de conciencia.

Comparado con otras disciplinas, lo re-ducido del trabajo de divulgación en ma-temáticas es evidente. Ello no es debidoa la petulancia y arrogancia de los mate-máticos o a la falta de interés y capaci-dad para esta actividad de los mismos,cuyas actitudes son similares a las de suscolegas de las otras áreas, sino a las ca-racterísticas específicas de las matemáti-cas. Por ejemplo, en varias disciplinas(astronomía, biología, geología, entreotras) la mera descripción de los fenó-menos o de los descubrimientos es lo su-ficientemente interesante para capturarnuestra atención, independientemente deque no se nos proporcione ninguna ex-plicación; por ejemplo, cuando se nosmuestran fotografías de alguna galaxia yse nos dice qué edad tiene y a qué dis-tancia se encuentra, o cuando vemosen un documental cómo semimetizan distintos ani-males. En matemáticas estosucede raramente y, en ge-neral, después de exclamarque algo nos resulta intere-sante nos preguntamos por elporqué. Lo que muestra queen matemáticas lo importantey necesario es entender (locual, a pesar de lo que muchagente afirma, no es nada fácil, pero esentretenido, absorbente y gratificante).Como ilustración de lo dicho pensemosen el hecho de que la suma de los pri-meros n números impares es igual al cua-drado de n + 1; claro que nos llama laatención, pero a continuación nos pone-mos a tratar de encontrar la razón de ello.

Por supuesto, contar con ex-plicaciones y entenderlastambién es fundamentalen las otras disciplinas,pero en la nuestra ad-quiere otra dimensión yello tiene implicacionesen su divulgación.

David Hilbert gustabacitar a un matemáticofrancés de quién decía ha-bía afirmado que «una teo-ría matemática puede serconsiderada perfecta sólo si unoestá preparado para presentar sucontenido al primer hombre en lacalle». Lo que en otra forma dice que unconocimiento matemático está maduro ybien entendido si lo podemos divulgar. Ybien vale la pena añadir que para divul-gar una teoría o un conocimiento mate-mático es necesario que éste esté maduroy que lo hayamos entendido profundamen-te. Por supuesto, lo anterior no quiere de-cir que el divulgador esté obligado a tenerun pomposo grado académico o algo quese le parezca; simplemente, que compren-da cabalmente lo que quiere divulgar.

Continuando con los comentarios a lacita, tenemos que una de sus consecuen-cias es que, desde un punto de vista es-

tricto, sólo en contados casos es posibledivulgar los últimos resultados, puesen general estos todavía necesitan deun cuidadoso examen, pero esto sóloes una verdad a medias, pues en ma-temáticas los métodos y las ideasson más relevantes que los resulta-dos (un ejemplo paradigmático deesta situación es la solución de laconjetura de Fermat) y para dis-cutirlos y exponerlos el divulga-

dor tiene la oportunidad de usar otrassituaciones y ejemplos, hecho fundamen-tal que le abre un abanico de posibilida-des para mostrar su creatividad.

Desde otro ángulo, no podemos negarque el que haya que entender las mate-máticas limita sensiblemente el númerode interesados; la razón de ello es quedesde nuestra más tierna infancia se ha

puesto el mayor cuidado posible para queno pensemos, sino que memoricemos yse nos ha convencido de que pensar esaburrido, además de inútil. Esta manerade ver las cosas está tan profundamentearraigada en nosotros que cuando se ha-bla de mejorar la enseñanza de las mate-máticas lo que de manera recurrente sepropone es «hacerlas divertidas» y paraello se sugiere el uso de «juegos» los cua-les tienen efectos similares a los nembu-tales. Lo anterior se combina con la ideade que todo tiene que redituarnos inme-diatamente y de no ser así, estamos per-diendo el tiempo y haciéndonos guajes.Estas observaciones ponen de manifiestola importancia que, al divulgar las mate-máticas, tiene no sólo mostrar la fuerzade lo que significa entender, sino tambiénla gran satisfacción que produce.

Fragmento del ensayo «Acerca de ladivulgación de la ciencia: el caso de lasmatemáticas», publicado en Luis Estrada(coord.), La divulgación de la ciencia:¿educación, apostolado o..?, (Cuadernosde Divulgación para divulgadores)DGDC-UNAM, 2004. 9

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La versión estándar es clara: la labor de divulgación científica consiste enponer el conocimiento científico (o, más ampliamente, la cultura científica,incluyendo su visión del mundo, su metodología, historia, problemas filosó-ficos y su relación con el resto de la sociedad) al alcance de un públicovoluntario y no científico (es decir, que no se dedica a la ciencia y que norecibe el mensaje divulgativo como parte de una enseñanza formal).

Visto así, no queda la menor duda de que existe algo, la ciencia (o elconocimiento científico) que construyen unos especialistas (los investiga-dores científicos), y que el divulgador transforma (traduce, recrea,reformula...) para hacerlo accesible a su público. En ese sentido, el discur-so divulgativo es indudablemente secundario: el científico produce y eldivulgador distribuye, dándole la presentación adecuada, el producto.

Sin embargo, cuando se profundiza en el proceso de generacióndel mensaje divulgativo, esta visión simplista se problematiza. En pri-mer lugar, las distinción tajante entre la ciencia de los científicos y laque se divulga es borrosa. Si bien dos biólogos moleculares especia-lizados en la genética del desarrollo de la mosca Drosophila pue-den no tener problema alguno para comunicarse, en cuanto salende su estrecho círculo de colegas para tratar de hacerse entenderpor, digamos, un biólogo molecular de plantas, comienzan a tenerque «divulgar». Conforme el investigador desciende por el árbolde la especialización para intentar establecer comunicación conun zoólogo, un ecólogo o un botánico (y, al seguir alejándose desu círculo, con un médico, un físico, un ingeniero, un abogado,un plomero...), se ve en la necesidad de adaptar su mensajepara que sea comprensible; traducirlo, darle una nueva forma.

Pero toda traducción implica, necesariamente, una re-crea-ción; traducir nunca es sustituir directamente palabras en unlenguaje (el especializado del investigador, por ejemplo) porlas palabras equivalentes en otro (el lenguaje común, diga-mos). Para traducir se requiere siempre construir un nuevomensaje en otro idioma, proceso que indudablemente sacri-ficará algo, pero que para poder llamarse traducción, tieneque mantener cierta fidelidad con el original. Algo se tieneque conservar; cuánto, es el problema que enfrenta el tra-ductor. La traducción de poesía es probablemente el casoextremo: la traducción de un poema tiene necesariamen-te que ser también un poema; para traducir poesía se tie-ne que ser poeta.

Toda traducción es creación. La labor de divulgaciónes también una creación original, que si bien usa comomateria prima la ciencia académica de los investigado-res, es distinta de ella tanto en forma, contenido y len-guaje; en sus objetivos y públicos. Quizá sea válido,entonces, considerar también la divulgación como undiscurso científico primario, relacionado pero distin-to del discurso científico de los especialistas.

por Martín Bonfil Olivera

no divulgarás

Ciencia divulgada:¿discurso primario o secundario?

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