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Revista de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C. Año IV, núm. 12, abril-junio de 2011 Mexicali Rose Ni río, ni nuevo La fotografía en México Recuerdos de matiné Acontecer de la historia Escuela Secundaria Federal Núm. 18 Mexicali: toponimia de exportación

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Revista de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C.Año IV, núm. 12, abril-junio de 2011

Mexicali Rose

Ni río, ni nuevo

La fotografía en México

Recuerdos de matiné

Acontecer de la historia

Escuela Secundaria Federal Núm. 18

Mexicali: toponimiade exportación

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Mesa directiva 2009-2011Marco Antonio Buruel Beltrán, PRESIDENTE

Miguel Esteban Valenzuela Robles, VICEPRESIDENTE

Austreberto Silva Olivares, SECRETARIO

Catherine Aceves Girard, TESORERA

PRESIDENTA HONORARIA VITALICIA

Yolanda Sánchez Ogás

Revista El Río DIRECTOR Y DISEÑADOR: Rubén Castro BojórquezCOMITÉ EDITORIAL: Luz Mercedes López Barrera, Rubén Castro Bojórquez, Miguel Esteban Valenzuela Robles, Sergio Noriega VerdugoCAPTURA: Catalina Rojas Monzón y Ana Isabel León GonzálezDIGITALIZACIÓN Y APOYO TIPOGRÁFICO: Lydia Coronel YáñezAPOYO LOGÍSTICO: María Teresa Ponce LeónElaborada en CESU-UABC

Las fotografías utilizadas en la elaboración de esta revista pertenecen a las colecciones de: Archivo Histórico del Estado de Baja California • Archivo Histórico del Municipio de Mexicali • Centro de Investigaciones Culturales (CIC) Museo UABC • Centro de Estudios Sobre la Universidad (CESU-UABC) • Biblioteca Pública Central Estatal • Instituto Municipal de Investigación Urbana de Mexicali • Particulares.

El Río

Revista de la Sociedad de Historia Centenario de Mexicali, A.C.

Año IV, núm. 12, abril-junio de 2011Mexicali, Baja California, México

INVITACIÓNLa Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A.C. invita a todas las

personas amantes de la historia, afi cionados o expertos, a asistir a sus reuniones y, de ser el caso, a formar parte de ella como socios activos.

Las sesiones se llevan a cabo todos los miércoles a las 18 horas en la Sala Junta de Gobierno del Centro de Estudios Sobre la Universidad de la UABC, ubicado en

la planta baja del edifi cio de Investigación y Posgrado en blvr. Benito Juárez.Teléfonos: (686) 566 9592 y (686) 841 2076

Se reciben colaboraciones de artículos de historia regional (extensión de 3 a 6 cuartillas, en Arial 12, a doble espacio), de preferencia con ilustraciones. Dirigirlas a: [email protected]

Esta revista se distribuye gratuitamente. Si desea obtener un ejemplar, puede solicitarlo en las ofi cinas del CESU-UABC.

Índice

Editorial 1

Sergio Noriega Verdugo

Recuerdos de Matiné. Capítulo I:

El cine Bujazán 2

Anónimo

La Rosa de Mexicali:

una historia de amor 5

Óscar Hernández Valenzuela

Escuela Secundaria Federal Número 18,

generación 1952-1955 7 Arturo López Corella

La fotografía en México y en Mexicali, B.C. 21

Autreberto Silva Olivares

Una foto. Una historia 27 Austreberto Silva Olivares

Río Nuevo: ¡Ni río, ni nuevo! 28

James Griffin

Una foto. Una historia 37

R.C.B.

Historias de lo cotidiano: Mexicali:

toponimia de exportación 38

Miguel Esteban Valenzuela Robles

Acontecer de la historia 40

Yolanda Sánchez Ogás

Libros, reseñas, comentarios... 42

Sergio Noriega Verdugo

Páginas de historia 45

R.C.B

Episodios universitarios contraportada

R.C.B

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E d i t o r i a lE d i t o r i a l

Sergio Noriega Verdugo

Explorar el pasado

Nuestra tarea de historia debe ser la de explorar el pasado. No solo porque se trata de conocer lo que pasó, sino de encontrar su significado para nosotros y para las generaciones siguientes. No es cuestión de elevar a la historia por encima del presente; el pasado nos debe

servir para comprender el presente, aunque en ocasiones no sea fácil hacerlo. Un problema fundamental es precisar los hechos, pues frecuentemente no se dispone de la

información completa y la que se tiene no es del todo confiable. En el afán de contar la historia de Mexicali y sus alrededores, es natural que uno supla esta deficiencia con una interpretación razonable de lo que ocurrió, sin contar con los elementos que convalidan los hechos supuestos.

Conforme avanza el quehacer histórico en nuestra sociedad nos volvemos cada vez más exigentes de su calidad. Una manifestación del progreso es el considerable número de libros que se han escrito en los últimos años sobre la región, y los diversos aspectos que ellos abordan. Otra tiene que ver con el hecho de que hay un público más numeroso de lectores interesados, algunos de los cuales no comparten el mismo punto de vista que tienen los escritores. Pero este aspecto debe ser visto de manera positiva y no permitir que las divergencias obstaculicen el trabajo por construir una historia verdadera sobre Mexicali.

También es natural que entre más datos y testimonios se tengan del pasado, más difícil será contar con una interpretación que les dé cabida a toda la información disponible. Parte del problema es que no todos los investigadores tienen acceso a las mismas fuentes. Nuestras bibliotecas y archivos requieren de mayores ingresos y organización como para depurar el material que manejan y clasificarlo debidamente. La información mejor organizada, entre otras cosas, podrá alentar la investigación de aspectos menos conocidos de nuestro pasado, pero tal vez, no menos importantes.

El conocimiento de los hechos ocurridos desde que se comenzó a poblar nuestra ciudad es sin lugar a duda un aspecto fundamental. Así lo demuestra la característica positiva de las ciencias. Pero no es suficiente. Los hechos no siempre hablan por sí solos, en ocasiones se requiere de una explicación para poderlos comprender y apreciar su justo lugar en la historia, por tanto, su interpretación no debe ser desdeñable. Pero no hay garantías de que las explicaciones sobre los acontecimientos del pasado siempre constituyan la verdad.

Finalmente, cabe reconocer que una interpretación de los hechos es mejor que ninguna. Que cualquiera que sea la explicación, no tiene porque ser la última palabra. Que el proceder de la ciencia siempre va acompañado de su cuestionamiento. Que mientras seamos objetivos y razonables, contamos con lo necesario para explorar nuestro pasado.

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Una tarde, caminando por el pueblo, vienen a mí recuerdos de que todo esto era diferente a como es hoy: comercios cerrados, algunos todavía abiertos

en espera de sus clientes. Los puestos ambulantes dominan alrededor; de lo que fue el alma de mi viejo Mexicali queda muy poco.

Recorro unas cuantas cuadras más y por la calle Madero me encuentro con un gran edificio que fue abandonado después del temblor del 4 de abril del año pasado. Hace algún tiempo este lugar fue una tienda de esas de “abonos chiquitos” y del famoso “al chas, chas”. En la escalinata hay un letrero que dice “pagar abonos en tal tienda”. Para mi sorpresa, mi memoria empieza a desempolvarse y recuerdo que ese mismo edificio fue alguna vez el cine Variedades; de repente, como de película, en mi mente aparecen imágenes de un día de 1985 cuando su marquesina anunciaba un estreno, en la taquilla un sinfín de personas esperando comprar un boleto deseosas de entrar; gente gritando, mostrando pósters de los protagonistas de la película “Fiebre de amor”; las imágenes se desvanecen y estoy de regreso de ese viaje a los recuerdos de antaño.

Creo que al caminar por las calles de esta parte de Mexicali a todos nos ha de pasar lo mismo; los lugares tienen memoria de aquellos tiempos cuando la vida de los cachanillas palpitaba en el pueblo. Sigo mi andar, y más imágenes pasan como fantasmas ante mí, me dirijo al sur, hacia la calle Reforma, y me encuentro con un edificio de color azul, no es otro que el Cinema Curto que según una leyenda urbana de Mexicali se llama así en honor a la señora Ema Curto.

Me preguntó si los que hoy viven en la ciudad recuerdan o saben de esos cines que a diferencia de los que existen hoy

Recuerdos de matiné

Capítulo I: El cine Bujazán

tenían personalidad propia, eran únicos en su haber; cada uno tenía una audiencia, cada uno proyectaba un tipo de películas, pero tenían cosas en común: la matinée y la permanencia voluntaria. Era toda una experiencia en aquel Mexicali de los años de 1950 y 1960, cuando no estábamos tan comunicados como hoy día, pero estábamos más cerca uno del otro.

¿Qué tal si esos edificios pudieran hablar?, ¿qué nos podrían decir las butacas y la pantalla de plata? Es hora entonces de dar comienzo a este andar por la historia de Mexicali de la que soy parte, es tiempo de desempolvar aquellas anécdotas olvidadas en los cines de antaño.

Entre el Santo, las momias y las patadas de Bruce LeeSiguiendo en dirección hacia donde se mete el sol en Mexicali, por la calle Reforma entre Altamirano y Morelos, me encuentro ante la presencia de un edificio que si fuera de carne y hueso correría por todo su ser el amor al séptimo arte, un rincón en el corazón del viejo Mexicali donde se conserva el origen del cine en nuestra cuidad, me refiero al cine Bujazán, que como el ave fénix surgió de las cenizas del antiguo cine Mexicali un día de 1953 gracias a la dedicación y esfuerzo del baisano libanés e hijo predilecto de la ciudad de Tijuana don Miguel Bujazán Petro, su cine fue equipado con lo mejor de la tecnología de la época, su sonido estereofónico retumbaba en las paredes; fue uno de los más cómodos del que se tenga memoria por sus amplias butacas y lo más característico fue su moderna y gran fachada que daba la impresión de que había sido construida con ladrillos; a la izquierda se encontraba su nombre y cada letra de color negro y con fondo de color diferente al de la fachada para que resaltaran:

Anónimo

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La C con azul, la I de amarillo, la N de azul, la E de anaranjado, la B de amarillo, la U de azul, la J de un color azul verdoso, la A de rojo, la Z de amarillo, la A de azul y por último la N con anaranjado, que al esconderse el sol se iluminaba con luces de neón contenidas en cada letra. Sobre el techo de la entrada al vestíbulo y de la taquilla estaba la marquesina que de noche se iluminaba con luces que bailaban a su alrededor, la marquesina era rematada con una estrella azul a cada lado sobre un fondo negro y se iluminaban sus contornos con neón; era tan bonito ir a ese cine de noche, sobresalía de entre todos los edificios contiguos.

Algo curioso sobre el cine Bujazán fue que la gran fachada tapaba el anuncio de la ferretería de don Rodolfo Chino Cabañas que daba en dirección a la carretera Packard, también conocida como la calle Del ferrocarril, hoy es el moderno e interminable bulevar López Mateos; en esos años sólo se podían ver las últimas dos letras del nombre de la Ferretería Cabañas.

Como en toda la cadena de don Miguel, en el Bujazán se exhibían producciones del cine nacional, particularmente recordado por sus matinés para niños y sus promociones para las escuelas primarias y secundarias de Mexicali; en esas ocasiones dependía del acuerdo entre el cine y la escuela, desde las películas que formarían parte de la función hasta el porcentaje de la taquilla para ambos. Al medio día era común ver niños vistiendo sus uniformes esperando entrar a ver la función, no sin antes una previa visita a la dulcería.

Al entrar a la gigantesca sala sólo había que esperar a que el Cácaro accionara el proyector, mientras tanto por los pasillos era una corredera de niños, íbamos de un lado a otro, a veces nos lastimábamos pero como si nada nos pasara, a esa edad ni se sienten tanto los golpes; a otros les caían mal los dulces que comían, era inevitable que regresaran el estómago en pleno cine; yo fui uno de ellos. Las luces se apagaban y era la hora de que la película empezara. En esa enorme pantalla plateada veíamos desde la batalla a favor de la justicia del

1958. Cine Bujazán, ubicado en la avenida Reforma entre calles Altamirano y Morelos.

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Santo y Blue Demon a pura patada voladora, la cinecomedía escrita por Roberto Gómez Bolaños para la pareja dispareja del cine, de la XEW y la televisión; Marco Antonio Campos Contreras y Gaspar Henaine Pérez, los inigualables Viruta y Capulina, hasta los dibujos animados de Bugs Bunny y el Pato Donald. Tiempo después llegaron a la pantalla grande las ocurrencias y maromas de María Elena Velasco La India María o que tal Pepito y Chabelo contra los monstruos que también divertían con sus aventuras.

Los vítores y los hurras se escuchaban en cada rincón de la sala como si fuera parte de la Arena Coliseo o la México, se escuchaban por cada patada voladora y por cada acto heroico visto, las risas colmaban su alrededor por cada chiste o situación jocosa de Capulina o La India María.

Mientras todos veíamos la película se daba lugar una tradición entre los estudiantes que asistían al Bujazán: fueron las famosas bañadas, todo empezaba en el segundo piso desde allí aventábamos soda y palomitas, y era una mojadera que para qué les cuento, cómo nos divertíamos en aquellos tiempos.

Al terminar la función salíamos convertidos en el monstruo de la laguna verde, en el Santo o Blue Demon e intentábamos imitar el acrobatismo y movimientos que se ven en el pancracio, pocas veces, sin éxito.

Cuando el cine mexicano cayó en desgracia dándole lugar al cine de ficheras y de los albures, el cine Bujazán empezó a proyectar películas americanas, fue así que en 1982 se estrenó E.T. el extraterrestre, después le siguieron: La historia sin fin, El regreso a Oz y El Karate kid.

Conforme terminaba la década de 1980 y empezaba la de los años de 1990 empezó la exhibición de películas ya no mexicanas, ni americanas sino ahora provenientes del lejano oriente, fue como si el tiempo se empeñara en recordarle sus raíces en sus últimos años al cine Bujazán, no era nada nuevo para el viejo cine ya lo había hecho años atrás antes del incendio del cual nació, en un lejano pasado mucho antes del antiguo cine Mexicali.

En ese mismo lugar, en ese pedazo de tierra cálida del corazón de Mexicali existió el predecesor de esos dos cines: el teatro chino, que presentaba películas del lejano oriente. En sus últimos años la cartelera del Bujazán estuvo plagada de películas de kung fu y de karate, en especial tuvieron gran éxito las películas de Bruce Lee cuando se volvieron a exhibir.

El Bujazán tuvo la misma suerte que el resto de sus contemporáneos, sus puertas fueron cerradas en 1992 y fue abandonado a su suerte durante un tiempo hasta ser convertido en una tienda de ropa, esta vez no habría otro incendio para que renaciera como lo hizo hace once lustros y un bienio.

FE DE ERRATAS de El Río núm. 11Austreberto Silva Olivares

1. En la página 9: columna izquierda, penúltimo renglón dice “... hasta 1934...” debe decir “...hasta 1940...”.2. En la página 14, al calce, en el primer renglón de referencias dice “1913...” debe decir “1931...”.3. En la página 31 el pie de foto dice “... la frase ‘shall i come’” debe decir “shall I return”.4. En la página 29 segundo párrafo, segundo renglón dice “... Antonia ‘Toñita’ de Rodríguez...” debe decir “...Antonia

‘Toñita’ González...”.5. Se omitió mencionar la referencia de la fotografía de portada, se trata de la avenida Reforma entre calle Azueta y

Altamirano, en 1924, vista de este a oeste, la acera sur de la calle corresponde a La Chinesca.

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El célebre vals Mexicali Rose es el tema emblemático del municipio de Mexicali. Desde su aparición en el

año de 1923 y con su difusión mundial que alcanzó mediante la interpretación de Bing Crosby durante la década de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, La Rosa de Mexicali llevó por el mundo entero el nombre de esta ciudad capital de Baja California.

Durante la década de 1920, y con la vigencia de las leyes de la prohibición alcohólica en la Unión Americana, multitudes de estadounidenses se trasladaron a los pueblos fronterizos mexicanos en busca de diversión, entretenimiento, espectáculos, varie-dades, apuestas y todo lo que implicara disfrutar del “México salvaje”.

Fue así como en 1920 arribó a Mexicali el joven pianista estadounidense Jack B. Tenney para trabajar en el casino El Tecolote, y después, en el Cabaret Imperial, lugar donde precisamente el 28 de noviembre de 1923 se interpretó por primera vez La Rosa de Mexicali.

Esta delicada melodía es una declaración de amor y despedida, es un canto triste a una separación amorosa acontecida por motivos misteriosos que han propiciado toda una serie de leyendas y mitos.

La separación de una pareja de enamorados es la expresión máxima del romanticismo; el amor imposibilitado para su realización ha inspirado por siglos a poetas y compositores.

La Rosa de Mexicali:

una historia de amor Óscar Hernández Valenzuela*

Lo sustancial para la cultura mexicalense es que el vals La Rosa de Mexicali presenta a nuestra comunidad fronteriza como el escenario de un amor imposible entre un joven músico estadounidense y una muchacha mexicana.

Jack y RosaEn el año de 1923 a la edad de 36 años Jack B. Tenney, autor de la letra y música de Mexicali Rose, pianista de la orquesta del Cabaret Imperial, le rinde tributo a Rosa, una joven rubia natural de 18 años que, proveniente de Sinaloa, México, se encuentra en Mexicali empleada como mesera

* Colaborador del Archivo Histórico del Municipio de Mexicali. Conductor de la serie Relatos de Baja California del canal de televisión de la UABC.

1939. Avenida Madero vista desde la calle Melgar hacia el este. A la derecha destaca el edificio del Hotel Imperial donde se ubicaba el cabaret Imperial en el que Jack B. Tenney

compuso la melodía Mexicali Rose en 1923.

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en el Cabaret Imperial. Esta relación atípica y escandalosa para esos tiempos prohibitivos entre un angloamericano y una mexicana sirve de base para una ruptura sentimental que nos otorgó a los mexicalenses la más bella composición musical, el símbolo y la identificación universal de nuestra patria chica mexicalense.

De la leyenda al mitoAlgunos datos confusos han permitido varias versiones sobre el origen y la inspiración de Mexicali Rose. La letra se le atribuye a Helen Stone, una artista del Cabaret Imperial; el título, al músico Jack Haislip, compañero de trabajo de Tenney; sobre la inspiración se menciona a una tal “Rosa”, mujer obesa mexicoamericana ya entrada en años y asidua bebedora, dada a la melancolía, a la bohemia nocturna en aquel Mexicali de los años de 1920.

Estas versiones se contradicen con lo expuesto en un merecido homenaje a Jack B. Tenney brindado por el V Ayuntamiento de Mexicali el 28 de noviembre de 1968, con motivo del cuadragésimo quinto aniversario de la aparición de La Rosa de Mexicali. Para tal ocasión se editó un folleto conmemorativo en donde la letra y música del vals en cuestión se le atribuyen a Tenney; además, se lee lo siguiente:

Jack B. Tenney, residente de Mexicali en la década del 20 al

30, no se inspiró solamente en los hermosos ojos de nuestras

mujeres, dignos de ser cantados, sino también en la atracción

magnético-sentimental de estas tierras...

La Rosa de Mexicali era venerada por propios y extrañosSegún testimonios de viejos residentes mexicalenses (en concreto del músico Luis Contreras Navarro y del señor Vivó) tenemos que sí se dio un tórrido romance entre Jack y Rosita, además la belleza de esta mujer era venerada por el pueblo. A su regreso a Estados Unidos, Tenney incursionó en actividades políticas lo que favoreció el que se optara por ocultar el origen y la inspiración verdadera del vals Mexicali Rose.

En conclusión, nuestro vals favorito identifica a nuestro municipio solar desde hace 97 años. Durante este tiempo el nombre de Mexicali ha sido evocado en todo el mundo, en cualquier lugar donde una pareja de enamorados deba separarse; cuando nos tenemos que despedir de una ciudad amada el vals Mexicali Rose deja escuchar sus notas, nos envuelve en una nostalgia enriquecedora por los buenos tiempos vividos.

1935. Cartel publicitario de la interpretación de la melodía Mexicali Rose por el actor Bing Crosby.

1923. El Cabaret y Hotel Imperial de noche.

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Arturo López Corella*

En la década de 1950, acceder al nivel de secundaria significaba el pertenecer a una élite privilegiada (el promedio de escolaridad para todo el pueblo

debió andar alrededor del cuarto de primaria), sobre todo porque la Secundaria 18 era la única; sí, la única secundaria. Después vino la 30, en un hermoso y hoy remozado edificio en la colonia Cuauhtémoc.

El sistema administrativo de clasificación le había puesto el número de orden, seguramente, sin que haya tenido ningún significado especial. Posteriormente, ante un cambio de nomenclatura –como los que se dan en nuestro país, que sin darle importancia a las raíces arrasan con la poca historia existente– le quitaron el “18”, pero gracias a la conciencia histórica de los profesores de la década de 1970, terminó llamándose Secundaria Número Uno, “18 de marzo de 1938”.

Hay que recordar que en aquel tiempo, septiembre de 1952, todavía no éramos un estado, sino un territorio que tenía un gobierno designado por la federación. El último gobernador del Territorio Norte de la Baja California y primer gobernador constitucional fue el licenciado Alfonso García González, el famoso Plumas, hombre elegante y fino que gustaba de vestir de blanco. Caminaba desde la Casa de Gobierno, que estaba ubicada en la avenida Obregón, (donde hoy está el Instituto de Cultura de Baja California), hasta el Palacio de Gobierno (hoy Rectoría de la UABC), solo, sin guardia alguno. Los chamacos de la secundaria le chiflábamos, le gritábamos, y él saludaba con gran sencillez y sentido del humor. El primer gobernador electo fue Braulio Maldonado Sández, cuyo periodo transcurrió de 1953 a 1959.

Empezaba el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines (veracruzano, austero, propugnador del trabajo fecundo y creador); su elección había sido debatida y polémica, con gran participación del general Henríquez Guzmán, por la izquierda moderada y Efraín González Luna, por Acción

Escuela Secundaria Federal Número 18

Generación 1952-1955

Nacional. Los henriquistas armaron alboroto en muchas casillas del interior, pero se rindieron ante la aplanadora oficial que en ese tiempo sólo se conformaba con el carro completo.

Entre los golpes bajos que se dieron en la política, se acusaba a Ruiz Cortines de traidor. Alguna vez le preguntamos al profe de Civismo Francisco Muñoz Franco si conocía la razón de esa imputación, y él nos comentaba que en la nómina de los colaboradores de la invasión de Veracruz en 1914, aparecía un nombre: “A. Ruiz C.”, y que sus enemigos se habían colgado de ese detalle para injuriarlo.

Braulio Maldonado era un populista, de excelente sentido del humor y gran arrastre; hizo de su gobierno un alarde de acercamiento al pueblo. Su esposa, doña Carlota Sosa y Silva, afectuosamente conocida como Doña Tota, fundó un programa para auxiliar a la niñez desvalida. Probablemente el mejor acierto de Braulio fue traer como colaborador al profesor Lorenzo López González, quien asumió el cargo de Acción Cívica y Cultural, y que fue posteriormente uno de los creadores de la Universidad. Era padre de Lorenzo López Lima, quien nos sorprendió cuando llegó a Mexicali, con un inusitado bagaje cultural y una extraña personalidad entre chilanga y paceña.

Ubicada en la céntrica manzana de una hectárea, a unos pasos del Palacio de Gobierno, la Secundaria 18 atraía por su propia situación, una atención inigualable, ya que era imposible soslayar su existencia, sus necesidades y sus logros.

La mayoría de los muchachos que terminaban la primaria, y pensaban en continuar sus estudios, llegaban ahí, a la Secundaria 18, porque no había de otra. Los demás que querían seguir estudiando, pero tenían un horizonte más pragmático, se derivaban a las academias comerciales, que funcionaban a todo vapor, para egresar como secretarias y contadores privados y así ser absorbidos en el incipiente, pero pujante, mercado laboral de la ciudad.

* Notario público. Ex alumno de la Secundaria Federal núm 18.

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1955. Escuela Secundaria Federal núm. 18, Mexicali, B.C.

Así que, esa población escolar, de los diferentes barrios de la ciudad, egresada de todas las escuelas primarias de la ciudad y del valle, se fundía en una masa que era conducida sabiamente por profesores responsables, honorables, traba-jadores y respetuosos.

Jamás, que haya constancia, hubo alguna alusión peyorativa a credo o práctica religiosa, ni tampoco actitud encaminadora. Sabíamos que Sotero Medina provenía de una larga tradición de “comecuras”, pero jamás de los “jamases” mostró el más mínimo signo de intolerancia o animadversión a creencia alguna. Se respetaba absolutamente cada preferencia en ese campo.

En lo político nunca hubo propaganda ni ataque a posiciones o posturas políticas de ninguna especie. El profe Francisco Muñoz Franco fue diputado y obviamente tenía vocación sindicalista y política, pero mientras estuvo en la “18” jamás dio muestras de ninguna aspiración, grilla o tendencia. Sabíamos que el profe Antonio Amaya, nuestro director, era comunista, porque en ocasiones, cuando hacíamos incursiones

a pequeños almacenes o guardaderos que tenían debajo de la escalera que daba a los baños encontramos montones de la revista Unión Soviética, por lo que connotamos su preferencia social; pero las pláticas que tuvimos con él, nunca dio a entender nada de ello, mucho menos en clase.

Las escuelas, urbanas y algunas del valle, de donde procedían los jóvenes que ingresaron a la Secundaria eran principalmente la Cuauhtémoc, fundada en 1916; Netzahualcóyotl, 1919; Leona Vicario, 1924; Benito Juárez, 1926; Distrito Federal, 1933; Vicente Guerrero, 1938; General Miguel Alemán, 1944; Héroes de Chapultepec, 1946; Teniente Andrés Arreola, 1945; Andrés Quintana Roo, 1948; Leyes de Reforma, 1949.

De las escuelas citadas, todas, menos las dos últimas, eran matutinas, y cuando a nivel nacional se decidió aprovechar las instalaciones para servir a más población escolar, se fundaron vespertinas en los mismos edificios, acortando el horario y dando lugar a una, quizá necesaria, pero lamentable, situación que provocó un demérito en la calidad de la enseñanza primaria.

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1953. Vista aérea de la Escuela Secundaria Federal Número 18 donde se aprecian: el campo de fútbol, atravesado por la base asfáltica de una cancha de básquetbol que nunca se concluyó, pero que sirvió para que muchos futbolistas dejaran su piel estampada allí.

Estas escuelas ya tenían un prestigio ganado en la ciudad, sus plantas de maestros garantizaban una sana competencia de calidad en la enseñanza, facilitada por la mediana dimensión de la población que hacía que todos los maestros se conocieran entre sí, y podían, sin plantearlo formalmente, trabajar de cara al sistema, esencialmente transparente y, por lo tanto, eficaz.

En ese tiempo, el Colegio Frontera era la única escuela privada en Mexicali y la Academia de Guadalupe (OLGA), en Caléxico, pero los estudiantes que provenían de estas escuelas eran tan pocos que no constituían ni siquiera una minoría perceptible. El caso es que al ingresar a la secundaria, por una magia indefinible, los muchachos olvidaban o soslayaban su origen y se convertían, en cuerpo y alma, en alumnos de la Secundaria 18.

Los maestros que engalanaron el plantel fueron todos muy profesionales, competentes, serios y comprometidos con su tarea. No recuerdo que alguno haya faltado alguna vez a su clase. Seguramente sí hubo ausencias, así como enfermedades

o incapacidades, pero no hay constancia ni recuerdo colectivo de estas incidencias; deben de haber sido rarísimas.

Los primeros grados tenían un profesor encargado de coordinar el desempeño general del grupo. Así, el primero A tuvo a Rosaura La Beba Valdez, y el primero C a Francisco Muñoz Franco. Las fotografías de conjunto de la época, que se tomaban cada año, muestran cada grupo con su encargado.

La disposición de los grupos en la generación 1952-1955 fue la siguiente:

Cuatro grupos de primero: el A, mixto matutino, el B y C varoniles matutinos, y el D, varonil vespertino; tres de segundo: el A, mixto matutino, el B, varonil matutino, y el C, mixto vespertino, y dos grupos de tercer grado: el A, mixto matutino y el B, varonil matutino.

Los grupos de primer año se distinguían por su personalidad, que iba conformando durante el año lectivo. El A era mixto, y de mayor aprovechamiento, ya que es una verdad sabida que las mujeres son más dedicadas a los

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estudios, más ordenadas y más serias, cuando menos en esos años de primera juventud. Esto necesariamente “jalaba” a los hombres que compartían el grupo y, por lo tanto, en general el A sobresalía en calificaciones y desempeño.

El primero C era desordenado y revoltoso, con matices de crueldad hacia algunos maestros que eran incapaces de levantar una mano o pegar un grito para sofocar a estos niño-jóvenes que despertaban a la vida y no se podían estar quietos. De hecho, había dos o tres que pertenecerían más al contexto de una correccional que al de una secundaria. El B era más calmado, y el D estaba integrado por muchachos más grandes y serios, pero su juventud provocaba que aprovechando las sombras de la noche hicieran desatinar a Domingo Estrada, haciendo diabluras en la carpintería.

El director de la escuela profesor Antonio Amaya Estrada era un buen administrador, no se veía mucho su presencia, pero controlaba perfectamente la escuela auxiliado por la subdirectora Marina Cuevas Villaseñor quien estaba en todas partes gracias a su energía y carisma. Amaya era profesor de física y química, se sabía de memoria los libros de texto, y en tercer año abría con cierta prudencia el laboratorio, más o menos bien equipado.

Alguna vez hicimos un experimento del cual resultaban emanaciones de cloro. Un alumno, a solicitud del profesor, aspiró aquel vapor amarillo-verdoso; por poco se intoxica y salió corriendo del recinto. El maestro se preocupó, pero lo disimuló como pudo. En ese tiempo no había mucho lugar para chiqueos.

Las matemáticas fueron un obstáculo y una pesadilla para casi todos. Sotero Medina era un excelente maestro. Combinaba la enseñanza de aritmética en primero, álgebra en segundo y trigonometría en tercero, y nos asesoraba sobre la vida y la humanidad. “Están engañando a sus padres”, decía a cada momento, “estudien; adquieran hábitos de estudio”. Le gustaba reforzar sus planteamientos con pequeñas notas que escribía en el pizarrón, con una letra compacta, redondita y muy legible. Una de sus “perlas”, producto de su aversión al chicle, fue indudablemente aquel: “De masticar chicle o fumar, yo les aconsejo fumar, porque el cigarro envilece, pero el chicle embrutece”; axioma que espetaba de cuando en cuando. También alguna vez se refirió al Chiri Abril, diciendo: “este muchacho razona; razona mal, pero razona”. Era todo una personalidad; la Secundaria 18 de esos años no puede concebirse sin su presencia.

Durante los primeros dos años, el Caperuzo Rodríguez nos guió en la senda de la ortografía, sintaxis y gramática, y luego, nos despertó el amor por la buena lectura recorriendo amorosamente con nosotros, paso a paso, el Jardín de las letras, hermoso texto de Carlos González Peña que era el sello del tercer año.

¿Quién no aprendió a gozar de la “mossa tan fermosa, non vi en la frontera…”? o no satisfizo sus primeros suspiros juveniles de poesía en “esas dos líquidas perlas, que se desprenden tranquilas, de tus radiantes pupilas invitándome a beberlas…”, de Don Juan Tenorio, o recreó fantasías impulsadas por “era un cautivo beso enamorado, de una mano de nieve que tenía, la palidez de lirio, la languidez de cirio, el palpitar de ave…”.

El profe tenía la manía de requerir la guía de estudios de español, haciendo caracoles con las dos manos, de ida y venida, para ambientar el “¿trajo su guía?, ¿no?, devuélvase por ella”.

Francisco Muñoz Franco era un hombre grande, serio, “el cachetón del puro”; nos dio carpintería en primero, civismo y alguna otra materia. Increpaba a los volátiles jóvenes del primero C con un “Ya están grandes, ya tienen pelos en las axilas”, lo hacía para inducir algo de reflexión en esa bola de inquietos.

Rafael Chávez Carrillo, profe Chabelo, de gran vitalidad, todavía hace unos años era representante activo de maestros jubilados. Brevemente nos dio taller de encuadernación. Qué lástima que no fue una disciplina más continuada, algunos nos hubiéramos beneficiado enormemente con el conocimiento de esta técnica.

Marina Cuevas Villaseñor se cuece aparte. Ya se ha reseñado por separado su papel fundamental en la formación de todos nosotros. Maestra de historia y biología, abogada; repartía sus horas de trabajo encargándose de la subdirección administrativa de la escuela, tarea que realizaba con gran eficiencia. La escuela marchaba “como relojito”, ordenada y limpia. Además, sus enseñanzas en las cosas fundamentales de la vida, el amor, el sexo, fueron oportunas, muy valiosas y centradas. Efectivamente, los muchachos gustaban de admirar las hermosas piernas de la maestra, quien sabedora de sus atributos, alguna vez comentó que “tenía cuerpo de tentación y cara de arrepentimiento”, ya que portaba gafas gruesas, que en ese tiempo eran sinónimo de la negación de la belleza. La profesora Marina afrontaba las dudas

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1953. Reunión de maestros. De izquierda a derecha, sentados: Sotero Medina Bermúdez, persona no identificada, Rigoberto Álvarez Rivera, Antonio Amaya Estrada (director), Marina Cueva Villaseñor, Estela Rolón, Irma González Cordero, Soledad Pulido Ramírez y Refugio Alcocer vda. de Escalante. De pie: Domingo Martínez Estrada, Guillermo García Armenta, Francisco Muñoz Franco, Nicolás Armenta Nicarlo, Jesús

Rodríguez Escalante, Salvador Jiménez Gómez, persona no identificada, Guillermo Argote.

1953. Grupo 1-A. De izquierda a derecha: Hincados: Alfonso Valle, Jorge Amaya, César Córdova, Ignacio Gastélum. Segunda fila, sentadas: Isabel Miranda, Raquel Ramírez, Juana Guerra, Ofelia Castillo, Evangelina Aguilera, Enedina Pérez, Socorro Ocaño, Profra. Soledad Pulido

Cholita, Lidia Trejo, Carmen Banuet, Guillermina Camacho, Mafalda Tramontini, Gloria Torres, Ana María Lozoya, Rosa María Camargo, Alma América Díaz. Tercera fila: Aída Sánchez, Gema Bermejo, Alma Belia García, Consuelo Rivera, Eloísa Almada, Norma Manríquez Brown,

Sabina Pérez, Águeda Martínez, Emma Elvira Flores, Gloria Lomelí, Olga Dueñas, Argelia Rosas, Irene Flores, Graciela Viniegra, Zaida Margarita Borrego, Gloria Zorrilla W., Celia González. Cuarta fila: Horacio Nansen Bustamante, Abelino Aguirre, Carlos Cárdenas,

Ana María Saldaña, Delia Frías, Rosa Ramírez Solórzano, Norma Villarreal, Gloria Ceseñas, Mirna Delgado, Armida Almada, Rubén Anguiano, Urbano González, Antonio Castro, Gustavo Barreto.

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1955. Grupo tercer año B, con el profesor Francisco Muñoz Franco. De izquierda a derecha, primera fila, sentados: Manuel Eguía, Francisco Wells, Emilio Cervantes, Víctor Manuel Álvarez, Jorge Rodríguez, José Huerta, Jorge Cardosa, Pedro Vidal, René Rodríguez, Rubén Castro, profesor Francisco Muñoz, Ramón Zárate, José Rosales, Héctor Hernández, Ignacio Gastélum, Javier García V., Juan Ibarra, Javier Amescua y Waldo Hernández. Segunda fila: Luis Rivas, Fernando Valenzuela, Gustavo Barreto, Enrique Galván, Francisco Velasco, Roberto Bermejo, Francisco José Cisneros, René Salcido, Abelardo Sosa, Rogelio Blanco, Rafael Navarro, Pedro Guerra, Pablo Argumedo, Felipe Camargo, Daniel Gutiérrez, Fortunato Oliva y Miguel Camacho. Tercera fila: Carlos Mijares, Pablo Cárdenas, Víctor Manuel Ruelas, Carlos Maldonado, José Félix Hernández, Pedro Matus, Ernesto Alvarado, Jorge Bojórquez, Francisco Ramírez Alfaro, Francisco Gutiérrez, Sergio Paniagua, Avelino Aguirre, Jesús Durán,

Javier Muñoz, Felipe Robles, Jorge Solórzano, Fernando Paniagua, Jesús Silva, Modesto Carreras, Jorge Rodríguez y Horacio Nansen.

y enfrentaba con entereza y tino todo intento de pasarse de listo de cualquier muchacho; en materia sexual era determinante y conocedora, no se andaba por las ramas. De vez en cuando nos daba pláticas más profundas sobre estos temas que a todos nos apasionaban, separando hombres de mujeres para hablar más en confianza.

La maestra Soledad Pulido Cholita tenía gran conocimiento de la geografía, materia que machacaba sin misericordia. Nos encargaba hacer mapas, en los cuales se definían los contornos de cada estado y los revisaba con cuidado, detectaba cualquier error. Seguramente en otras circunstancias la hubieran contratado como baluarte de muchas comisiones de límites. La delineación de los mapas nos aburría y exasperaba, pero hay que reconocer que nos dio una visión muy clara de la república mexicana a muy corta edad, conocimiento que ha resultado muy útil en nuestra vida.

Rigoberto Álvarez Rivera fue un maestro competente, excelente bailarín, provenía de ser maestro en la Vicente Guerrero. Cuando se estrenó en la Secundaria, traía una muletilla: “así está el negocio” y dale y dale con “el negocio”. Le empezaron a hacer bromas, a sus espaldas, desde luego. Seguramente algún colega le advirtió porque

no volvió a pronunciar la palabra negocio en buen tiempo y pronto se olvidó el asunto. El profe Rigo se dio a querer por los alumnos, a pesar de que su hablar rápido y arrebatado le provocaba problemas de comunicación.

Julio Claudio Romero Picazzo, Picazzini, nos dio modelado. Era un hombre conocedor y bromista con los muchachos. Nos enseñó las bases del tallado en yeso, en el que nos obligó a hacer dos figuras que hasta la fecha algunos conservan; un pingüino y una virgen. Desde batir el yeso, hacer un cubo en un recipiente y tallar, tallar, con la navaja, dejando por todos lados virutas de yeso —que deben haber sido la pesadilla de los conserjes.

Pero no todo era instrucción académica, el aspecto deportivo también era parte importante de la vida juvenil, que desbordaba los límites de la escuela, ya que en esa época no proporcionaba grandes estímulos en este campo. En la escuela se jugaba béisbol, sóftbol, volibol y fútbol, en las horas de educación física, pero de manera espontánea, puesto que no había propiamente instrucción deportiva.

En el fútbol soccer incursionaron muchos de los compañeros de la generación, algunos con bastante éxito. En el equipo “Secundaria # 18”, que ingresó a la liga juvenil en el año de 1953, militaban Horacio Nansen, en la media,

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1955. Equipo de fútbol soccer de la Escuela Secundaria Federal Número 18. De izquierda a derecha, hincados: persona no identificada, persona no identificada, Eduardo Rubio, persona no identificada, Jaime Ainsle, Sergio Márquez. De pie: Ignacio Gastélum, Horacio Nansen Bustamante, Carlos González, Jorge Tsutsumi, Ricardo Higuera Razo, César Córdova Leyva, persona no identificada, Jorge Garayzar Antuna, Armando Rodríguez, Juan

Ibarra, Ricardo Mata Muñoz.

Carlos González Muñoz, como interior derecho, y Jorge Tsutsumi Fujiyoshi, como centro delantero, con tan buen acoplamiento que algún periodista en una reseña se refirió a ellos como la “tripleta infernal”, apodo que gozaron este trío de jóvenes deportistas. En el mismo equipo también militaron Juan Ibarra el Luger, Eduardo Peludo Rubio, el Pénjamo Gastélum, Ricardo Mata y Garaysar, entre otros. También hacía sus pininos deportivos José Luis Ramírez Piña en el Restaurante Suizo, quien presumía de dominar ese deporte en su natal Distrito Federal y lo combinaba con sus dotes de bailarín “estilo México”.

Las muchachas jugaban sóftbol y volibol. Principalmente Rosa y Raquel Ramírez, Lidia Trejo, Ema Elvira Flores y

algunas otras. Por cierto hay una anécdota curiosa: Un día, en primer año, cuando la Secundaria no tenía cerco, estaban Ema Elvira y otras compañeras jugando volibol con una pelota medio ponchada. Por ahí pasó Mario Hernández Maytorena y las vio. Detuvo su carro un momento, se acercó y les entregó una orden para seis pelotas nuevas en la Estrella Azul. ¡Ese era el Mexicali de los cincuenta!

Otros deportes menos favorecidos, pero que también tuvieron alguna presencia, fueron el ciclismo, en el cual destacaron los hijos del profe Waldo Hernández Maldonado, por mucho tiempo director del periódico El Mexicano. Waldo y su hermano Héctor tuvieron bastante afición y participación en este duro deporte. Igualmente, gracias a

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la cancha que existía en el Campamento de Irrigación (hoy Sagarpa), el barrio adjunto tenía a Javier Soltero y Carlos Cárdenas quienes practicaban el deporte blanco. Otros tenistas incipientes fueron Alfonso Valle y Abelino el Tarara Aguirre, quienes vivían frente a la cancha de tenis que estaba en calle G y Obregón (donde ahora se encuentra el edificio de la Unión de Concesionarios de Automóviles Nuevos).

Como en todo entorno juvenil, el ambiente no estaba exento de intimidación y cierta dosis de violencia, ciertamente ingenua para los parámetros del siglo XXI. Alrededor de una cafetería ubicada en avenida Zaragoza y calle I, denominada Perico’s, tomaron su nombre y se formó una banda de muchachos aguerridos y peleoneros, que se denominaron los del Perico’s, casi todos un poco mayores que nosotros, como el Cuate Anaya, el Mariles, su hermano, José Jerez y otros del barrio del sur de las Colonias Nueva e Industrial. Al dispersarse, algunos, los más jóvenes formaron otra banda, la de los afamados Carminas, que precisamente se congregaban alrededor de este restaurante ubicado en avenida Reforma y calle C, entre los cuales andaba el Quito Güereña, el famoso Manolo, un joven moreno, fornido, llegado de Veracruz, con bien ganada fama de peleonero y bravucón, que acreditaba con la ausencia de toda una hilera de dientes en el lado izquierdo. Como satélites de este grupo, sin pertenecer propiamente al mismo, funcionaban el Chivis Eguía y Julio Alcántara, primo del Quito.

Los únicos que pudieron frenar la embestida de estos abusivos marrulleros, fueron los del VOSA, Vagos Organizados Sociedad Anónima, grupúsculo que congregó a valerosos y violentos ejemplares de nuestra generación, como Lorenzo López Lima, Roberto Ceballos, Abdón Ayala, Julio Félix, Pepe Guevara, José Semi Pérez Medina, Rafael Martínez Moller y algunos otros que acabaron con los Carminas a base de correr y correr, para que no los alcanzaran, hasta que los Carminas terminaron agotados, disolviéndose poco tiempo después por la frustración.

Guerrero solitario que nunca formó grupo, pero que era un combativo espécimen, en una mezcla curiosa de inquietud (hiperactividad, le llaman ahora), y de buen desempeño escolar, fue Fausto Eduardo Sanabria Becerra, era el clásico garrudo, flaco nervudo, bueno para los golpes y que no le tenía miedo a nada. Siempre sobresalía en los primeros lugares del grupo en calificaciones. Nos tenía asolados a todos con sus amenazas y frecuentemente estaba dando lata a todo

el que se le acercaba, pegándole en los hombros. Sanabria tuvo dos memorables pleitos, uno de ellos con el Tello Jerez, legendario peleador callejero y con el Checo Márquez, que sin ser violento poseía gran agilidad, fuerza y destreza; y, gracias a su disciplina de bailarín, buenos recursos para la pelea. En cierta ocasión, Sanabria comentó que de los dos, el que le había resultado más gallo y rival más difícil, había sido el Checo Márquez.

También allá por 1954-1955, los últimos años de la secundaria, se fundó una banda, llamada Old House. La característica de esta banda era que agrupaba jóvenes alrededor de una casa vieja de adobe que se encontraba en la avenida Obregón, casi esquina con la calle G, frente al hospital, y que pertenecía al Henry, que capitaneaba la banda. Otros integrantes de esa pandilla fueron el Nerio Celaya y el Alejo Santillán. Estos también tuvieron algunos detalles en los que se involucraron miembros de la generación.

En septiembre de 1952, durante la feria del bote, folclórica celebración de las fiestas patrias que se asentaba alrededor de la Secundaria 18, del kinder Federico Froebel y del Palacio de Gobierno, se escuchaban constantemente dos canciones Tú, sólo tú y Pénjamo, esta última provocó que a dos compañeros se les apodara con ese nombre, a Ignacio Gastélum como el Pénjamo matutino y a Edmundo Bustos, el Pénjamo vespertino. Bustos también era conocido como el Teto, sobre todo por sus amigos inseparables Gustavo Barreto Becho y Enrique Queta Galván Ochoa.

Nosotros entramos a la secundaria precisamente en el medio siglo, somos una generación que despertó a la juventud en esos años, años privilegiados en Mexicali, pues 1952 fue un año récord en varios sentidos, tanto de producción como de precio del algodón, principal cultivo del valle. El dólar se cotizaba a $8.65, durante el sexenio de Miguel Alemán. Los agricultores tuvieron una etapa de bonanza, que se reflejaba en el comercio local y en general en la vida del pueblo. Se veían carros nuevos por todas partes y hasta muchachos de secundaria tenían acceso a ellos. ¡Quién no recuerda el Buick del Semi! ¡el Pontiac de Godínez, y hasta el pequeño Crosley del Peludo Rubio! Algunos tripulaban el carro de su papá, como Lidia, que relampagueaba en las calles en tremendo Buick del año.

En las artes destacaron, desde luego, las muchachas, Lidia Trejo y Ofelia Castillo, danzantes que eran el plato

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Profr. Diego Chicatti Montero, maestro de educación física.

Profr. Manuel García López, maestro de biología e inglés.

Profr. Salvador Jiménez Gómez, maestro de biología.

Profra. Estela Rolón de Chicatti, maestra de taquimecanografía.

Lic. Profra. Marina Cueva V., maestra de civismo.

Profra. Soledad Pulido Ramírez, maestra de historia y geografía.

Profr. Francisco Jasso Ledezma, maestro de educación musical.

Profr. Juan Cruz Armendáriz, maestro de inglés.

Profr. Sotero Medina Bermúdez, maestro de matemáticas.

Profr. Francisco Muñoz Franco, maestro de civismo.

Profr. Rigoberto Álvarez Rivera, sudbirector.

Profr. Austreberto Silva Olivares, maestro de química.

Maestros de la Secundaria Federal núm. 18, 1952-1955.

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fuerte de los eventos de “lunes social”, que se programaban en la terraza de la escuela. También Abelardo Sosa Santos, Horacio Nansen y Arturo López Corella el Boris, hicieron vanos intentos de aprender a tocar el violín bajo la mirada cariñosa, pero desalentada de Guillermo Argote, que daba clases en la Escuela Cuauhtémoc. En el mismo recinto, Pedro Vidal ensayaba la embocadura de budas, y aturdía con disonantes toques de una resplandeciente trompeta.

Los talleres fueron parte fundamental del anecdotario de la secundaria. Desde el de encuadernación, que brevemente condujo el profe Chabelo Chávez pasando por electricidad y mecánica automotriz que nos dio en segundo y tercer grados el profe Guillermo García Armenta, lo que nos abrió horizontes sumamente útiles para entender los fundamentos de la electricidad, las propiedades de la corriente alterna, y nos hizo confeccionar tableros caseros con alambrados diversos para que entendiéramos lo básico de las instalaciones domésticas. Pero el más curioso fue el taller de carpintería que llevaba Domingo Estrada, fundador de la Secundaria desde sus épocas de agrícola e industrial, que surtía de cajones de madera para muertos (no les llamábamos ataúdes) al Hospital Civil, fabricados en esa “maquiladora” instalada en el taller. El destino del producto hacía jugar bromas pesadas como el encierro de muchachos en los ataúdes, tribulación que en alguna ocasión llevó con dignidad Huertita, a quien atormentaban con bromas sus compañeros aprovechando su pequeña estatura. Seguramente algo tuvo que ver este pasaje con que se convirtiera en el al doctor José Guadalupe Huerta López, en uno de los más destacados alergólogos del país, con prestigio internacional. En diverso escrito también se relatan las “guerritas” que se suscitaban, aprovechando las sombras de la noche, con pedazos de tabla en el taller de carpintería.

Las muchachas tuvieron taller de costura, que dirigía Cuquita Alcocer, donde aprendieron mil y un puntos de bordado y otras filigranas que ahora ya son una disciplina desaparecida.

En el periodismo, Enrique Galván Ochoa abrió brecha escribiendo una columna con el seudónimo Satanás en el Nuevo Mundo. Le siguió Horacio Nansen, Mefistófeles, en el ABC, y Arturo López Corella, brevemente se hizo llamar Lucifer, en el desaparecido Centinela vespertino, del señor Ángel Saldívar (cuyo director era el señor Manzano). Después de egresados, Edmundo Bustos se convirtió en el gurú del

periodismo en Mexicali y a la fecha Enrique Galván Ochoa sigue, en la capital del país, escribiendo continuamente su columna en el prestigiado diario La Jornada.

Las actividades cívicas eran muy importantes en la currícula de la Secundaria 18. Desde los lunes sociales que se armaban con talentos locales hasta los desfiles. En estos participaba una banda de guerra de primer nivel, en la que destacaba el Cali Mijares, de la generación, entre otros de años superiores, como el Chino Flores e Ives Lelevier. Los demás marchábamos con el uniforme caqui y cuartelera. La Zona Militar proporcionaba viejos mosquetones mauser, de principios de siglo XX, pero en una ignominiosa discriminación, supuestamente impuesta para proteger nuestros endebles humanidades, los chaparros, entre los que nos contábamos el Boris, Rubén el Huevo Castro, Huertita, Pedro Vidal, el Peludo Rubio y el Chongo Córdoba, desfilábamos, abochornados, con rifles de palo, ante las miradas burlonas —ciertas o figuradas— de todos los espectadores.

En ese tiempo, el desfile era un acto cívico de gran trascendencia en el pueblo, prácticamente todo mundo se volcaba a disfrutarlo. La ruta clásica era iniciar en el Mercado Municipal, por la avenida Obregón, virando al sur por la calle E, al este por la avenida Lerdo y luego entrar, gallardamente, ante el griterío de la ciudadanía, frente al balcón del Palacio de Gobierno (hoy Rectoría de la UABC). En los desfiles, la Secundaria 18 era parte principal, ya que era la escuela de mayor nivel. También desfilaban las primarias, los conscriptos, el ejército, la policía, bomberos, y un contingente numeroso de veteranos de la revolución, que en ese tiempo no eran demasiado viejos (menos que nosotros ahora, que cumplimos 55 años de haber egresado de la secundaria. Ellos tenían menos de cuarenta años de haber participado en el movimiento armado) y por últimos Los Charros.

Aunque la asistencia a la escuela era vigilada estrechamente por los maestros y supervisada por la profesora Marina, de vez en cuando se organizaban excursiones en horas hábiles, casi siempre cerca del verano, a los balnearios cercanos, como el Flum (probablemente del inglés flume: vertedero), del cual quedan vestigios en la calzada Héctor Terán, frente a la Laguna Xochimilco; o a las compuertas la Catorce y la Quince, al este de la ciudad, o hasta La Plumita. La verdad no había muchos otros lugares para irse de pinta, no había

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1946. Con frente hacia la avenida Álvaro Obregón, llena de pinos salados y colindando con el Palacio de Gobierno del territorio norte de Baja California, en septiembre de 1946 fue inaugurado el edificio de la

Secundaria Federal Número 18.

1952. Credencial escolar de Arturo López Corella.

1955. Desfile deportivo.

boliche, los cines abrían más tarde, no nos dejaban entrar a los billares y para hacer deporte, pues mejor en la escuela. En un primer intento de hacer la secundaria, el que hizo época fue Horacio Nansen (quien ingresó en 1951), por su afición a la pesca, esa sí en horas hábiles, le valió el mote de pintero pescador. Esa fue la razón principal por la que tuvimos el privilegio de tenerlo en nuestra generación, que lleva su nombre. La pesca se realizaba en el canal que ingresaba a la ciudad, más o menos donde está el entronque de la calle Bolivia y la Justo Sierra, entre Reforma y Madero, seguía su curso este hasta pasar la calle H y daba vuelta al sur, atravesando la avenida Reforma por un sifón. De ahí seguía hasta las pilas de decantación, donde estaba un tanque elevado con el que se abastecía por gravedad de agua a la ciudad. Hoy esos terrenos los ocupa el multifamiliar del ISSSTE y las clínicas 30 y 31 del IMSS. El lugar preferido del pintero pescador era precisamente donde ahora es la calzada Justo Sierra.

Después de salir de la secundaria, hubo la diáspora. Algunos se quedaron aquí, en sus trabajos familiares o de su propia iniciativa. Otros fueron a la Academia Comercial, otros más se fueron a estudiar a México, Guadalajara, Hermosillo y Monterrey. El grupo mayoritario, desde luego, fue el que se quedó en Mexicali a cursar la preparatoria, que acababa de fundarse como apéndice de la Universidad Autónoma de Baja California. Esa generación de preparatorianos, que tomaba sus clases en la vieja Escuela Cuauhtémoc, fue una prolongación de la generación 1952-1955 de la Secundaria 18 y formó más adelante la 58, que se concentró principalmente en México, Distrito Federal, y ahí se repartieron entre el Poli, la UNAM y la Latino Americana, donde tristemente falleció Jorge Rodríguez, a causa de un padecimiento mal evaluado.

Más adelante, de ahí salieron profesionistas destacados, como los ingenieros Rogelio Blanco Jester, Francisco Velasco, Roberto Ceballos, Fernando Valenzuela, Roberto Bermejo, José Armando Manríquez, Francisco Wells. Arquitectos José Luis Yáñez Martínez, Rubén Castro Bojórguez (después rector de la UABC), contadores César Córdoba Leyva, Rafael Martínez Moller. Médico alergólogo Salvador Talamantes, alergólogo José Huerta. Química Lidia Trejo. Maestros Evangelina Aguilera, Alma América Díaz Oropeza, Ofelia Castillo, Alma Belia García, Rubén Anguiano, Flavio Artemio Jiménez, Sergio Márquez. Abogados Eduardo

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Aguilar Cota (actual magistrado de un tribunal colegiado de circuito), Ricardo Mata, Jesús Silva Lozano, Cirilo Padilla, Pedro Vidal Rosas (ex procurador de Justicia del Estado), Alejandro Gudiño y Arturo López Corella, Ignacio Gastélum, Javier Amezcua, Carlos Maldonado, Roberto Monreal, Juan Godínez, Fernando Paniagua, Abelardo Sosa, Gustavo Barreto, Francisco Gutiérrez Espinoza, (secretario de la Junta de Gobierno de la UABC de 1999 a 2008). Médicos veterinarios Carlos Mijares, Ulises Méndez Ferrat. Odontólogo Juan José Guevara. Licenciados en administración Lorenzo López Lima, José Pérez Medina, y otros que se nos escapan a la memoria.

El edificio de la Secundaria (demolido en 1976) era realmente hermoso y funcional. Tenía un vestíbulo a la entrada, y a la derecha estaba la dirección y las oficinas administrativas; al fondo un taller de carpintería. Un pasillo cruzaba el edificio de este a oeste. Más allá del pasillo se encontraba el laboratorio de física. A la izquierda, tres salones, los de primero. Frente a los salones, un aula de usos múltiples que lo mismo se usaba para festejos, taller de carpintería que para almacén. Subiendo al segundo piso, en el intermedio se encontraban los baños y ya arriba tres salones, dos de segundo año y uno de tercero. Una terraza cubría el taller de carpintería y al otro lado, hacia el este, en la planta alta, estaba la biblioteca y el laboratorio de química.

Tanto en la parte frontal como en la parte trasera, unas mamparas paralelas adornaban la fachada. El espacio entre ellas era el justo para que algunos muchachos atrevidos, utilizando la técnica del escalamiento de “chimenea”, sin protección de ninguna especie, subieran, apoyándose con una pierna y la espalda, paso a paso, hasta que llegaban a la cima ante el asombro de sus compañeros y la irritación de los profesores.

En primer año la escuela no tenía cerco, al tiempo instalaron uno de malla ciclónica. Alrededor de la escuela, salvo en la parte que da a la avenida Obregón, había un gran número de pinos salados de gran tamaño, que daban buena sombra. Después, cuando cayeron en desgracia, debido a la leyenda negra que se bordó en su contra, que eran salitrosos, que eran sucios, que se quebraban si no se les podaba, etcétera, se cometió uno de los ecocidios impunes más destacados de la historia de Mexicali. En toda la ciudad, acabaron con los pinos salados y los mal sustituyeron con

arbolitos de distintas variedades, muchas de las cuales no se aclimataron y sucumbieron rápidamente.

En la parte norte del patio de la escuela se jugaba béisbol y fútbol. En la mitad del terreno, más o menos, a alguien se le ocurrió tirar una mancha de asfalto, aproximadamente del tamaño de una cancha de básquetbol, y la dejaron ahí, y sólo servía para ocasionar raspones y magulladuras cuando alguien, corriendo, se encontraba de repente con ese trecho. En la fotografía aérea que se muestra en este ejemplar, se puede apreciar claramente el área asfaltada.

En el aspecto de organización estudiantil, la generación 52-55 fue arrolladora. Cuando estábamos en primer año, los maestros encargados dispusieron la elección de jefes de grupo y, una vez hecho esto, nos citaron una tarde para elegir entre ellos a la sociedad de alumnos. En esa junta, de jovencitos inexpertos que no sabíamos qué hacer, de repente se irguió un joven un poquito mayor, que se arrancó una pieza oratoria impresionante, que concluyó diciendo “¡Oh, raza de bronce! Todo mundo se quedó estupefacto. Acto seguido, por aclamación se le eligió presidente y luego vinieron todos los demás. Esa sociedad de alumnos perduró los tres años, sin que nadie intentara desbancarla, es más, de 1952, a cincuenta y tres años de distancia nuestro presidente sigue siendo José Pérez Medina, El Semi, el secretario Juan Godínez Cruz y la tesorera Norma Manríquez Brown.

La fuerza de la generación también se impuso al elegir a Rosa Ramírez como reina de la escuela, siendo de segundo año, en contra de los terceros que tradicionalmente imponían su candidata.

Después de haber egresado, nuestra generación se ha reunido en muchas ocasiones, como testimonio de unidad y compañerismo. No por nada, la mayoría de los integrantes comenta que fue la época más feliz de su vida. Hemos tenido muchas reuniones informales en cafés y restaurantes: por mucho tiempo el lugar fue Las Venadas, sobre todo cuando se trataba de organizar algún evento, como por ejemplo el desfile de 1983, en que se festejaron los ochenta años de Mexicali, evento en el que la generación iba en un simulado salón de escuela, arriba de un remolque plataforma jalado por un tractocamión (unidad facilitada por Armando Vildo Vildósola, de su empresa familiar, Kenworth Mexicana), todos íbamos disfrazados de alumnos y el maestro era el Checo Márquez. Nos divertimos.

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1952. Grupo primer año D, con el profesor Salvador Jiménez Gómez. De izquierda a derecha, primera fila: Pedro Vidal Rosas, persona no identificada, René Salcido Valdivia, persona no identificada, Cirilo Padilla Páez, persona no identificada, José Guadalupe Huerta López, persona no identificada, profesor Salvador Jiménez Gómez, Jorge Cardosa Pérez, Juan José Guevara Benítez, Héctor Manuel Hernández Ochoa, Flavio Artemio Jiménez Castro, tres personas no identificadas y Felipe Camargo Tovar. Segunda fila: Manuel Eguía Toquero, Ricardo Mata Mendoza, Jesús Jorge Rodríguez Delgado, persona no identificada, Jorge Solórzano García, persona no identificada, Carlos Padilla Ballesteros, persona no identificada, Jesús Agustín Silva Lozano, Abraham Javier Muñoz López, dos personas no identificadas, Enrique de Jesús Galván Ochoa, persona no identificada, Ernesto Alvarado Tapia y Fernando Valenzuela Stevenson. Tercera fila: persona no identificada, Jorge Luis Bojórquez Gastélum, Edmundo Bustos Pérez, Mario Salcido Valdivia, persona no identificada, Pablo Cárdenas Castañeda, Héctor García Valdivia, Benjamín Pérez Hernández, persona no identificada, Mario Zavala Contreras, Víctor Manuel Ruelas Cardiel, Francisco Wells Villaescusa, persona no identificada,

José Pérez Medina, persona no identificada y Ramón Zarate Morales.

1955. Grupo 3-A (sólo las mujeres). De izquierda a derecha, sentadas: Rosa María Camargo, Ana María Lozoya, Águeda Martínez, Lidia Trejo, Mafalda Tramontini, Evangelina Aguilera, Ofelia Castillo, Carmen Banuet, Socorro Ocaño, Arminda Almada y Rosa Ramírez. De pie: Eloísa Almada, Norma Manríquez Brown, Alma Belia García, Raquel Ramírez, Elvira Flores, Carmen González, Alma América Díaz, Gloria Zorrilla,

Zaida Margarita Borrego, Enedina Pérez, Gloria Torres.

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2005. Escuela Secundaria Federal núm. 1 “18 de marzo de 1938”, Mexicali, B.C.

Más recientemente nos reuníamos a desayunar cada semana en Las Campanas, en pequeñas sesiones en las que se mantenía viva la llama del compañerismo.

También en 1983 tuvimos unos homenajes a Horacio Nansen; lecturas de sus poemas en la Casa de la Cultura. Algunas cena-bailes en el Casino de Mexicali y en Canacintra. En 1963 tuvimos una reunión, en la casa de el Boris y diecisiete años después nos volvimos a citar en casa de el Boris. Esa ocasión fue especial pues fue cuando se le impuso el nombre de Sendero Horacio Nansen a una vereda, y escuchamos una sentida semblanza del poeta por parte de Flavio. Otra tertulia muy animada de esa época, fue en el rancho de Heriberto Cholo Nevárez. Posteriormente hubo varias reuniones y posadas en el amplio jardín de Alfonso Gordo Valle.

En algún momento, alguien tuvo la idea de denominar a nuestra generación Horacio Enrique Nansen. Fue como si todos hubiéramos estado pensando lo mismo. El nombre se adoptó espontáneamente y con entusiasmo. El poeta, compañero y amigo ha sido un factor de unidad entre la generación, que ha prevalecido como grupo. A raíz de que una escuela primaria vespertina le impuso el nombre de nuestro compañero, miembros de la generación hemos visitado ocasionalmente esta escuela y compartido anécdotas con los niños.

El paso del tiempo ha cobrado sus facturas y algunos de nuestros condiscípulos nos han abandonado. El primero fue Jorge Rodríguez, fallecido en México cuando estudiaba la preparatoria. Después, le siguieron Horacio Nansen y recientemente, hasta donde tenemos información, Edmundo Bustos, Fernando Paniagua, José María Rosales, Abraham Brujas Muñoz, Manuel Eguía, Ricardo Mata, Armando Vildósola, Salvador Talamantes, Abelino Aguirre, Sergio Márquez, Fausto Sarabia, Flavio Artemio Jiménez, Julio Félix Grijalva, Carlos Maldonado Moctezuma, Fernando Paniagua Paniagua, Javier Solano, Carlos Mijares y, recientemente, nuestro “presidente” José Pérez Medina

En conclusión, la generación 1952-1955 de la Secundaria Federal Núm. 18 es testimonio de una etapa fundamental del estado de Baja California y del desarrollo de Mexicali. Está integrada por personas que han contribuido a ese crecimiento y que hacen patente la calidad de un sistema educativo que a la par de instruir a los jóvenes, les imprimió valores formativos, principalmente con el ejemplo de maestros profesionales, dedicados, con alta sensibilidad humana y moral. Evidencia de lo anterior lo constituye el hecho de que a medio siglo de distancia de haber concluido el motivo de la convivencia, sigue pujante el espíritu de comunidad y de cariño entre los compañeros. No han sido escasos los incidentes de solidaridad entre ex compañeros, que se han mantenido en discreción, lo cual eleva su calidad. En ese y muchos aspectos profesionales, cívicos y humanos, consideramos que el perfil del egresado de la Generación 1952-1955 “Horacio Enrique Nansen” constituye un modelo a seguir para los jóvenes que despiertan a la vida y requieren metas trascendentales para el bien de México y de Baja California. Los integrantes de esa generación han hecho bien en perseguir con dedicación y esfuerzo la frase que acuñó Juan Godínez y que se impusieron como lema, “Lego mi juventud a mi Estado”.

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En 1838, don Anastasio Bustamante y los conservadores gobernaban el país, cuando se suscitó el conflicto con Francia, popularmente bautizado

como “Guerra de los Pasteles”. Los puertos mexicanos estuvieron cerrados por los buques franceses desde el 16 de abril de 1838 hasta marzo de 1839 y, por consiguiente, la más antigua noticia el invento de Daguerre publicada en nuestro país, data del 5 de junio de 1839, casi seis meses después de que en Francia se conocieron los trabajos de Daguerre.

En 1926, Joseph Nicephore Niepce (1765-1833), antiguo soldado retirado y científico aficionado, obtuvo una imagen borrosa de un palomar grabada en una placa de pewter, utilizando una cámara de cajón montada en la ventana de su habitación, a la cual denominó “heliografía”.

Louis Jaccques Mande Daguerre (1787-1851), pintor escénico e ingenioso empresario, perfecciona el procedimiento de Niepce, y en 1837 produce una nítida imagen grabada en una placa de cobre barnizada con sales de plata a la que llama: daguerrotipo. Una vez que el diputado François Arago se dio cuenta del potencial de este descubrimiento convenció al Gobierno francés de la importancia y futuro de este invento. Daguerre fue reconocido como el inventor, y el 18 de agosto de 1839 Francia anuncia al mundo el descubrimiento de la fotografía. La primera demostración pública del procedimiento de Daguerre ordenada por el gobierno francés la hizo en Paris, desde el Hotel D’Orsay, capturando la imagen del Louvre y los jardines de las Tullerías.

En Inglaterra, William Henry Fox Talbot (1800-1877), arqueólogo, químico, lingüista y matemático, desde 1835 había inventado el proceso negativo-positivo en papel al que denominó Calottipo, lo que a la postre sería la base de la fotografía moderna; sin embargo, se tardó en hacerlo saber y Daguerre se llevó la gloria. La “daguerrotipomanía” se extendió rápidamente a nivel mundial pero no duró mucho

La fotografía en México

y en Mexicali, B. C.Austreberto Silva*

tiempo porque, poco a poco, pero con firmeza, el procedimiento de Talbot la fue desplazando. Por consejo de su amigo, el astrónomo, Sir John Herschel (1792-1871), el nombre de Calotipo fue sustituido por Talbotipo y a la primera imagen obtenida se denominaría: negativo y a la copia, positivo. Desde entonces, a este procedimiento se le llamó: fotografía.

Las investigaciones hemerográficas de Manuel de Jesús Hernández nos ilustran sobre la fotografía en México.

El Diario del Gobierno del 10 de enero de 1840, en su sección mercantil informa que los comerciantes franceses Leverger Hermanos hacen llegar a Veracruz, los primeros equipos para hacer daguerrotipos. En la misma embarcación llegaba a México el grabador Jean François Prelier Duboille. El Censor de Veracruz en su edición del 3 de enero de 1840,

* Miembro de la Sociedad de Historia” Mexicali Centenario”, A. C.

José Fong quien llegó a Mexicali en 1914 y tomó muchas fotografías, es considerado el iniciador de los foto-estudios en Mexicali

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Guillermo Andrade y su esposa Laura Ocegueda, en compañía de otras personas tomando un descanso en el sitio conocido como “Riito Salado”, en la Mesa de Andrade, muy cerca de Ciudad Lerdo. 3 de octubre de 1887.

(Foto: Cortesía de Bancroft Library, Universidad de California, Berkeley, California).

Gente cucapá en 1900, con el etnólogo W.J. McGee. (Foto: Cortesía del Smithsonian Intitution).

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1901. La compuerta Sharp en territorio mexicano.

7 de junio de 1918. El Flume, el canal principal del lado oeste sobre el Río Nuevo. Vista desde el lado sur. (W.J.B.).

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1925. El Hotel Imperial y a la izquierda la avenida Madero.

1927. Patio del edificio de la Colorado River Land.

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informaba que:“Prelier Duboille transmitió en láminas, el Palacio de la Plaza de Armas, los edificios principales de ésta con sus portales; parte de la calle Real, el convento de San Francisco, la Bahía y el Castillo de Ulúa y los médanos al oeste de la ciudad”.

La crónica de El Censor fue reproducida íntegramente por El Diario del Gobierno el 12 de enero de 1840 y por El Cosmopolita, el15 de enero del mismo año. Después de sus experiencias con el daguerrotipo en Veracruz, Prelier Duboille realiza en la capital de la república prácticas, ventas y rifas del aparato traído de Francia, según lo consigna El Cosmopolita del 26 de enero de 1840: “El domingo 26 se ha hecho en esta capital el primer experimento del daguerrotipo y en unos cuantos minutos quedó la Catedral perfectamente copiada”.

Consecuentemente, y con apoyo en las inves-tigaciones periodísticas de Manuel de Jesús Hernández y los daguerrotipos de la Colección Gabriel Cromer que forma parte del acervo del Museo de la Casa George Eastman en Rochester, Nueva York, podemos afirmar que las primeras fotografías que se tomaron en nuestro país las hizo Jean François Prelier Duboille, en el puerto de Veracruz y en la Ciudad de México, durante el mes de diciembre de 1839, y enero de 1840, respectivamente.

El daguerrotipo como profesión se inicia en 1842 con Randal W. Hoit, quien establece su estudio en la calle de San Francisco (hoy avenida Madero). En 1844, el fotógrafo mexicano Joaquín Díaz González instala en la capital del país el primer gabinete de retratos

La zona del valle de Mexicali fue fotografiada por viajeros y militares, ocasionalmente; sin embargo, en los trabajos de introducción de agua, se capturaron imágenes como la de la draga trabajando en suelo mexicano en 1900, quizás la más antigua.

En 1913, Víctor Leopold Hetzel (1811-1949) llega a El Centro, California, y fue el primer fotógrafo que hizo una cartografía de los valles Imperial en California y de Mexicali, en Baja California, a través del periódico Imperial Valley

1920. El Palacio de Gobierno del gobierno del Distrito Norte de Baja California.

Guillermo Sánchez encabezando al equipo campeón en 1948, del torneo de beisbol de aficionados.

Desfile de la CTM frente a la Fotografía Venus en 1941.

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Press, con fotografías de ambos lados de la línea fronteriza. En 1924, Rafael Carrillo trabajaba en Caléxico, Cal., y en los años de 1950, Pedro Padilla era el único fotógrafo en esa ciudad.

En 1914 José Fong, un joven de 18 años llegó procedente de Ensenada, al poblado que entonces era Mexicali, estableció ahí un pequeño estudio fotográfico con la ayuda de sus paisanos. Fong obtuvo sus conocimientos fotográficos en una escuela de Los Ángeles, California. Se dedicó a tomar fotografías de todas las calles, captando la transformación que iban sufriendo; retratando también a las 15 o 20 familias mexicanas que vivían entonces en Mexicali. Tomó fotografías del incipiente desarrollo del lugar. En 1919 cuando se inició la construcción del Palacio de Gobierno, y si él no tenía trabajo, se dedicaba a tomar fotografías en ese año, hasta 1922.

Sin embargo, en 1925 José Fong tuvo que regresar a su patria (China) para prestar el servicio militar ante la agresión japonesa. En 1928, Fong vuelve a Baja California para montar un foto-estudio en la avenida Reforma, contiguo al cine Mexicali (después cine Bujazán), y utilizando el apellido del pintor español, Bartolomé Esteban Murillo, anuncia el estudio con el nombre de Fotografía Murillo. Por desgracia, el 7 de diciembre de 1949 un incendio destruyó el cine Mexicali y varios negocios, incluyendo su estudio, y particularmente sus valiosas fotografías. Se puede decir que él es el iniciador de los foto-estudios en la ciudad de Mexicali.

José Fong tuvo varios hijos: José, Roberto y Luz que heredaron su profesión. Su hijo José continúa con el negocio.

Donaciano Cortés, originario de Morelia, Michoacán, tenía un archivo fotográfico desde el año de 1911, el cual se perdió al fallecer en 1935 o 1936. En 1942 existía un estudio, propiedad de un japonés, situado a un lado de la desaparecida La Estrella Azul, en la avenida Madero. En 1943 se instala en la calle Altamirano, el Foto-estudio Viena, propiedad de Guk-kan de nacionalidad china. Roque Chong llega a

Mexicali en 1950, y se relaciona con Guillermo Ramírez de la Foto Lux, y después de diversas actividades monta un foto-estudio en la avenida Michoacán, en Pueblo Nuevo; y al poco tiempo se dedica a ser fotógrafo ambulante.

En la década de 1950 existían en Mexicali los siguientes negocios de fotografía: Foto Murillo, de José Fong (hijos); Foto Artística, de Esteban Valdez; Foto Venus, de Guillermo Sánchez; Foto Lux, de Guillermo Ramírez; Foto Arellano, de Roberto Arellano.

BibliografíaArchivos particulares de James Griffin, Carlos Reyes, Gerar-

do Benavides y Austreberto Silva. Casanova, Rosa y Debroise, Olivier, Sobre la superficie bru-

ñida de un espejo, colección Río de Luz, Fondo de Cultura Económica, 1989.

Eastman House, George, Daguerrotypes from Mexico, Ro-chester, N.Y., marzo, 2005.

Hernández, Manuel de Jesús, Los inicios de la fotografía en México, 1839-1850, Editorial Hersa, 1989.

Mendoza Pérez, Ana Lilia, La fotografía en Mexicali, tesis ECE, UABC, 1993.

Osorio A., Fernando, México en el tiempo, núm. 22, enero/ febrero 1998.

Noviembre de 1900. La draga, trabajando día y noche en el canal Álamo en territorio mexicano. Quizás esta se la fotografía más antigua tomada en suelo mexicalense. Foto tomada del periódico The

Imperial Farmer, vol. I, núm. 2, pág. 4, Loa Ángeles, California.

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Fotografía tomada durante la construcción del Gimnasio de Mexicali en los inicios del año de 1957. De izquierda a derecha: general Lázaro Cárdenas del Río,

ex presidente de México, quien, de paso por esta ciudad, visitó el gimnasio que se estaba construyendo. Se aprecian también: arquitecto René Pesqueira, general Francisco J. Mujica, Raúl Tiznado Aguilar, presidente municipal de Mexicali; de espaldas el licenciado Braulio Maldonado Sández, gobernador del estado de Baja California; ingeniero Raúl Uro Monrraz, director de Obras Públicas del estado, y Salvador Mena, constructor del Gimnasio de Mexicali. Esta obra satisfizo una urgente necesidad de los deportistas y aficionados locales, y su

realización se debe al comité organizador del XXV Campeonato Nacional de Basquetbol Varonil de Primera Fuerza, integrado por el químico Juan de Dios Muñiz Duarte, ingeniero Jorge Guevara Ciriza y el empresario José María Rodríguez Mérida, con el apoyo de todos los mexicalenses en la víspera de la celebración de los juegos que se realizaron del 30 de marzo al 17 de abril de aquel 1957.

Destacaron preponderantemente los patrocinios de: Ernesto Escandón, Raúl Tiznado, Mario Hernández, Carlos Moreno, Travis H. Calvin, Joaquín Ramírez, ingeniero Antonio Rodríguez V., José Ma. Rodríguez, Miguel Padilla y Manuel Larrinaga.

Austreberto Silva Olivares*

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C.

Una foto.Una foto. Una historiaUna historia

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Hace millones de años, cuando el Río Colorado apenas estaba estableciendo su delta en las aguas del Golfo de California, que llegaba entonces unos

300 kilómetros más al norte y con sus aguas saladas cubría los cuatro valles que hoy llamamos Mexicali, San Luis, Imperial y Coachella.

Tardó mucho, pero esa incansable corriente del Colorado llenó el Golfo de California parcialmente con tierra y piedras arrastradas desde las montañas y cañones de su cuenca, haciendo un enorme dique que aisló su parte más septentrional.

Con el tiempo, las aguas saladas de ese brazo mocho del Mar de Cortés se evaporaron dejando expuestas las tierras que el Colorado había socavado de lo que hoy conocemos como el Gran Cañón del Colorado y de muchos otros maravillosos escenarios naturales de menos fama. Pero el Colorado no había terminado del todo con su alto delta. Periódicamente, cuando hubo crecidas extraordinarias, el río llenaba la mayor parte de su delta con agua dulce formando un enorme lago que llegó a ser llamado por los europeos: Cahuilla.

Los nativos de la parte norte de ese lago, a quienes también les bautizaron con el nombre de cáhuiles, les contaban de sus antiguos ancestros que vivían en las orillas de ese gran lago y se aprovechaban de los peces, las aves, plantas acuáticas y otros recursos naturales que les regalaban aquellas aguas.

Aparte de estos testimonios y leyendas, antropólogos investigadores han descubierto artefactos que comprueban la presencia humana por miles de años en la región Cahuilla. Han determinado que el lago se llenó para volver a secarse varias veces en un lapso de cerca de dos mil años, y cada vez tomaba más años ese proceso.

Algunos investigadores concluyen que al llegar los primeros españoles al golfo en el siglo XVI, el lago todavía tenía agua. Otros dicen que para entonces se había secado. Sea como sea, especulamos que cuando se retiraron las aguas

Río Nuevo: ¡Ni río, ni nuevo!

James Griffin*

por última vez dejaron un canal o arroyo seco que se extendía desde el fondo de lo que es el Mar de Salton hasta el pie del volcán de Cerro Prieto donde terminaba en una depresión terrenal que, por allá en los primeros años del siglo XX, o antes, fue nombrada Laguna de los Volcanes.

Ese arroyo seco, en realidad un ramal del Colorado, era el lecho de lo que algún europeo o un mestizo, quizás, le puso el nombre Río Nuevo o alguien lo bautizó primero con su equivalente en inglés, New River.

Lo más probable es que en los años de crecidas muy grandes del Colorado, una parte de sus aguas, que no cupo en sus cauces al golfo, pasaba por sus ramales, los llamados “ríos” Paredones, Abejas y otros no nombrados, para llegar a la Laguna de los Volcanes. Cuando este lago se llenaba lo suficiente, los excedentes se derramaban al lecho del multicitado Río Nuevo y corrían por éste hacia el norte en el intento de llegar hasta la llamada depresión de Salton. Quizás a veces las crecidas eran tan grandes o duraban tanto tiempo que ese arroyo llevaba el agua hasta su destino pero lo más probable es que en la mayoría de los casos la creciente se acabó, el flujo paró y el arroyo se secó, dejando lagunas en las partes más hondas de su lecho.

Melchor Díaz y sus acompañantes, como parte de la expedición de Francisco Vásquez de Coronado en 1540, fueron los primeros españoles, aparentemente, en cruzar el Río Colorado desde lo que es ahora el estado de Sonora y, al parecer, llegaron hasta cerca de Cerro Prieto, donde reportaron haber visto en el suelo, agua y lodo hirviendo, pero no mencionaron la presencia de una laguna de agua dulce o de un río.

Más tarde, en 1771, el padre Francisco Garcés anduvo por buena parte del bajo delta del Colorado pero no dijo haber visto aquella laguna, ni tampoco el río.

Garcés regresó en los años 1774 y 1775 con el capitán Juan Bautista de Anza.

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A .C.

¿Entonces qué es, o qué fue esa corriente que ha sido llamada la más contaminada del continente y que tiene más historia que muchos ríos verdaderos?

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Plano del valle de Mexicali. En el año 1909 el Río Colorado cambió su curso. Tomado del libro The First Years in Imperial Valley.

Línea internacional

Línea de la mesa arenosaCaléxico

Mexicali

Cerro Pilot Knob

Los AlgodonesYuma

Canal (Río) Álamo

Río Nuevo FC Inter-CaliforniaRío Colorado

Bordo Sáiz

Bordo Volcano

Cerro Prieto

Sierra Cucapa

Laguna Salada

Río Hardy

Río Pescadero

Laguna de los Volcanes

Río de las Abejas

Bordo Ockerson Línea internacional

Límite de la mesa del Desierto

Curso del Río Colorado antes de 1909

Desemboque del Río Colorado

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En su intento exitoso de establecer una ruta terrestre entre Sonora y las misiones de California, por fuerza tenían que haber cruzado el lecho del Río Nuevo pero ellos no reportaron esa corriente; al contrario, batallaron mucho para encontrar agua para sus animales y para calmar su propia sed.

Es probable que exista un diario o algún reporte de un español o mexicano que observara la existencia de agua en ese lecho seco y de esa experiencia le nombrara Río Nuevo. El primer indicio que hemos encontrado fue en diarios escritos por los invasores anglosajones, entre ellos, militares, gambusinos, emigrantes y aventureros que llegaron a cruzarlo.

El general Kearney y su ejército del Oeste, en noviembre 1846; el coronel Cooke y su batallón Mormón, en enero

de 1847; y el teniente Couts, en noviembre de 1848, no mencionaron ese río en el desierto. Ellos se encontraron por el sendero con numerosos mexicanos, yéndose de California a Sonora o de Sonora a California, pero aquellos no les dijeron nada de una corriente de agua, sólo hablaron de pozos con poca agua, tan mala que únicamente una persona o animal desesperado podía beberla.

El editor e historiador George M. Ellis en el Brand Book número 9 hizo una compilación de diarios de viajeros que pasaron por estos rumbos. De esos escritos aquí traducimos algunos fragmentos relacionados con el Río Nuevo.

Empezamos con el de John E. Durivage, un reportero quien junto con sus compañeros fue de los primeros aventureros-

Plano del poblado Mexicali de 1907 donde señala con un área sombreada el nuevo cauce del Río Nuevo por motivo

de la inundación de 1906.

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gambusinos que llegaron a esta región, o cuando menos de los primeros que relataron por escrito su paso. Ellos salieron de Nuevo Orleáns, Luisiana, el día 4 de marzo 1849, en un barco costero y desembarcaron cerca de Matamoros, Tamaulipas.

De ahí hicieron una larga caminata, en recuas de mulas, por buena parte de México, hasta llegar al Río Colorado el 22 de junio de ese año. Cruzaron el río y la parte norte del valle de Mexicali padeciendo tanto ellos como sus animales por la falta de agua. No lo mencionaron pero tuvieron que haber cruzado el lecho seco de nuestro río, para llegar al llamado Pozo Hondo, que estaba al oeste de la actual población de Seeley, California, y cuyas malas aguas les salvaron.

El 26 de febrero del mismo año, William H. Chamberlin y cinco compañeros partieron de Lewisberg, Pensilvania, en carretones; pero al llegar a Santa Fe, Nuevo México, optaron por entregar esos vehículos a cambio de albardas y mulas, y así lograron llegar al Colorado el 9 de agosto. En su diario, Chamberlin describe el área y a los indígenas yumas, y la manera en que éstos les ayudaron por ciertas recompensas, a cruzar el río.

Aquí traducimos algunos renglones de su diario que describen sus circunstancias:

Este lugar es un perfecto calvario, los huesos de miles de

animales están desparramados en todas direcciones; y gran

número de caballos y mulas han muerto recientemente,

contaminando la atmósfera. Carretones abandonados,

arneses, sillas de montar, etcétera se agregan a este escenario

de destrucción y nauseabundo… Nuestros sufridos animales

querían, desesperadamente, meterse a la profundidad del pozo

y sólo con grandes dificultades evitamos que lo lograran. Por

sus incesantes relinchos y resistencia de no dejar a este lugar,

parecía que la poca agua que les dimos aumentó su sed.

Chamberlain y sus compañeros, ya desesperados, continuaron su marcha hasta llegar a donde vieron una vereda pequeña apartada del sendero y ellos imaginaban que veían árboles y arbustos en la distancia. Aunque antes habían sido engañados por espejismos, optaron por tomar esa vereda dudosa. Cuenta Chamberlin:

1907. Bordo que ocasionó la inundación de 1906, creando un profundo barranco por donde corre el Río Nuevo.

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Nuestra alegría casi no puede ser imaginada cuando después de

viajar una distancia corta, llegamos a un estanque o corriente

de agua. Si no fuera que era más que tibia las consecuencias

quizás podían haber sido fatales para algunos de nosotros por

que tomamos una cantidad enorme. Entonces dimos a las mulas

tanta como querían tomar, pero algunas de ellas se apuraron a

meterse en el estanque para ‘servirse ellas mismas’. Era más

allá de nuestra comprensión este gran cuerpo de agua dulce en

ese lugar, nunca había leído u oído de su existencia...

Si no fuera por ese regalo de Dios, cientos de emigrantes

hubieran fallecido… Aun así, oímos de varios que se perdieron

y murieron de sed…

Yo creo que es un ramal del Colorado o un brazo de ese río…

Ésta es una suposición, pero el verdadero lugar del nacimiento

no ha sido descubierto.

Muy atinada la suposición de Chamberlin, aunque él no fue el primero en descubrir el Río Nuevo en aquel verano de 1849 ya que él mismo escribió entre paréntesis. (“Después supimos que era el Río Nuevo [New River] una corriente que milagrosamente brotó en este desierto desolado durante este verano”).

En la introducción del mismo Brand Book número 9, ya citado, hay fragmentos de un reporte, con fecha de 20 de agosto 1849 del mayor Emory, quien aparentemente estaba entonces en San Diego donde él había llegado con Kearney en 1846. Traducimos parte de lo que dice Emory respecto al nuevo río.

Las primeras partidas [de emigrantes] que pasaron por la ruta

del Gila llegaron a San Diego cerca del 20 de junio. Entre ellas

había muchas personas inteligentes que pasaron por la misma

ruta que el Ejército del Oeste tomó en 1846 y que no vieron río

alguno y que sufrieron horriblemente de sed.

Las partidas que llegaron el 4 de julio fueron las primeras

en declarar esa extraordinaria circunstancia. . . Según la mejor

información que he juntado, parece que fue así: Primero. El

evento debe de haber ocurrido entre el 20 de junio y el 1 de

julio. Segundo. Su nacimiento es al sur de la ruta de viaje en mi

mapa; y cruza la ruta en la mitad del camino del desierto

Líneas más adelante, en esa misma introducción, Ellis nos indica que la primera anotación en un diario que menciona Río Nuevo fue de un diarista anónimo quien anotó:

1916. El puente colorado sobre el cauce del Río Nuevo, construido por el coronel Esteban Cantú.

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Al amanecer continuamos nuestro

camino y viajamos veinte seis millas

hasta los próximos pozos [o sea

Álamo Mocho]. La jornada fue muy

fatigosa... Éste es verdaderamente

un desierto. . . Dejamos ese lugar

a las cinco horas de la tarde y

viajamos veinte dos millas a

una laguna, grande y hermosa y

acampamos en el lado este en un

agradable grupo de mezquites.

Esta laguna está a media distancia

del desierto y provee excelente

agua. Hay un río pequeño saliendo

de ella hacia el norte entrando en

el desierto. Alrededor de la laguna

hay arboledas de mezquites que

surtían nuestras mulas con una

abundancia de forraje.

Por supuesto había muchos otros comentarios sobre ese “milagro en el desierto”, pero por limitaciones de espacio sólo tradujimos algunas palabras del teniente Cave Johnson Couts quien había formado parte de un grupo de militares que, al terminar la guerra entre México y los Estados Unidos recibieron órdenes de marchar desde Monterrey, Nuevo León a San Diego, California. Ahí, Couts fue nombrado para hacerse cargo de la escolta de una partida de la Comisión de Límites que tenía la misión de definir un punto de referencia en el encuentro de los ríos Gila y Colorado para facilitar el trazo de la nueva línea internacional. El día 23 de septiembre de 1849, Couts llegó de nuevo a donde escribió:

Al atardecer, me asombró encontrarme aquí… en el pastizal

más bonito que he visto… Todo eso, más un río, han aparecido

desde que pasamos por aquí en el otoño último, aunque el

río probablemente es tan viejo como el desierto… Este lugar

favorecido con pasto tan exuberante sólo puede ser el trabajo

de una mano invisible para ayudar a los miles de emigrantes

angustiados. Lo he llamado Campo de Salvación.

El lugar que refiere el teniente estaba en la orilla de Río Nuevo, muy cerca de donde están las actuales ciudades de Mexicali y Caléxico. Tan es así que en el parque público

Rockwood Plaza de Caléxico hay un pequeño monumento en memoria del Campo Salvación.

Las aguas del río no tardaron en desaparecer, pero con el tiempo volvieron. Según algunas fuentes, las aguas del Colorado llegaron más allá de la frontera hasta ocho veces entre los años del “descubrimiento” del Río Nuevo y el fin del siglo XIX.

Pero en diciembre de 1900, cuando se iniciaron los trabajos para traer agua desde el Río Colorado a lo que sería el Valle Imperial utilizando su otro viejo ramal, el Álamo, el Río Nuevo aparentemente no tenía corriente pero había dejado, quizás de años anteriores, unas lagunas de agua dulce en su lecho. Una de éstas estaba cerca de lo que son Mexicali y Caléxico y los pioneros la nombraron Laguna Cameron.

Aún más cerca a lo que sería Caléxico se estableció un campamento de obras. En su relato de aquellos años, el ingeniero Charles Rockwood, uno de los personajes principales del proyecto, nos dejó estas líneas:

Las pocas yuntas que teníamos estaban cerca de la Laguna

Cameron y tuvieron que ir unas tres millas al trabajo; después

tuvimos que llevarle agua a los equipos que estaban trabajando,

hasta que las aguas de la Laguna Cameron bajaron a tal grado

que estaban espesas con lodo y peces. Afortunadamente,

algunas depresiones y cavidades, más al sur, en México, estaban

llenas… y logramos tener suficiente agua de esas lagunas para

el uso de nuestros animales.

1928. El puente blanco sobre el cauce del Río Nuevo sustituyó a un puente peatonal y en 1955 se sustituyó por el actual puente Leyes de Reforma.

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Esos comentarios de Rockwood nos permiten especular, sin base firme, que esas depresiones mexicanas estaban donde actualmente se encuentran las lagunas México y Xochimilco. El hecho es que todas las personas que habían llegado a esta área tenían que depender de estos huecos en el lecho del Río Nuevo hasta que llegaron las primeras aguas del Colorado a las compuertas Sharp, el 14 de mayo de 1901.

Para entonces había personas viviendo en ambos lados de la frontera. Estas personas estaban trabajando en la construcción de los canales y en los campos agrícolas del Valle Imperial.

En el lado mexicano, a alguien se le ocurrió nombrar el local de su campamento El Río. ¿Había corriente de agua en el Río Nuevo entonces? No lo sabemos, pero pronto el nombre de Caléxico apareció en el lado norte de la frontera y según una fuente,1 el 22 de marzo de 1902 la máxima autoridad del Distrito Norte de Baja California, el general Agustín Sanginés Calvillo se encontraba descansando en la fondita “La Veracruzana” de su viaje a caballo de Ensenada a Los Algodones cuando se le ocurrió ponerle el nombre de Mexicali a la única calle que había en el incipiente poblado El Río. Hay otra versión, menos romántica, que dice que fueron las mismas personas que le pusieron el nombre a Caléxico. Otra versión de cómo fueron creados los nombres de Caléxico y Mexicali seencuentra en un escrito de Margaret Romer, M. A. titulado: “A History of Caléxico”, que aparece en la publicación anual de la Historical Society of Southern California de 1922. En la página 18 Romer nos cuenta:

Los dos pueblos fueron nombrados por el Sr. L. M. Holt (no tenía

parentesco con W. F. Holt)… Él desarticuló los nombres California

y México y combinaba las silabas, así creando los nombres Caléxico

y Mexicali. También fue él quien dio el nombre al Valle Imperial,

aunque el crédito es usualmente dado al Sr. Chaffey.

L. M. Holt, según el libro, Los primeros 30 años en el Valle Imperial, había sido editor de un periódico de Riverside, [California], era muy amigo de Chaffey y manejaba la publicidad de la Imperial Land Company. Cabe agregar que el mencionado, W. F. Holt, fue el fundador de Holtville y estaba involucrado en muchas actividades importantes en aquellos primeros años.

Probablemente existen otras interpretaciones, pero como sea, es un nombre muy apropiado y muy querido. ¡Versiones y opiniones abunden!

Al parecer el Río Nuevo estuvo tranquilo en los siguientes años. Mexicali y Caléxico empezaron a tomar forma, había calles trazadas y lotes vendidos. Casas y algunos locales comerciales de adobe y madera fueron construidos. En 1904, los rieles de la compañía del Ferrocarril Southern Pacific llegaron a la frontera. Su afiliada, la empresa mexicana Ferrocarril Inter-California, empezó a extender sus vías por el valle de Mexicali con la intención de llegar en pocos meses hasta Los Algodones y de ahí cruzar de nuevo la frontera para conectarse con la línea transcontinental que venía de Los Ángeles.

Todo iba muy bien, pero el viejo Colorado con su gran carga de tierra, y arena, tenía otras ideas. Para entonces ya había llenado con azolve los primeros kilómetros del canal que llevaba agua al Álamo desde las compuertas Hanlon, que estaban cerca a Los Algodones al norte de la frontera. Ese azolve imposibilitaba el paso de agua suficiente para regar la cada vez más extensa área de cultivos en el Valle Imperial. Para resolver esa dificultad se le ocurrió a Rockwood y sus ingenieros abrir en el territorio mexicano otra entrada al Álamo, dejando abandonado el tramo inservible del canal.

Por un tiempo ese remedio funcionó pero no lograron instalar compuertas adecuadas para controlar el flujo. En 1905, tanto el río Gila como el Colorado tenían una serie de crecidas de tamaños históricos y llegó el momento en que todo el flujo se metió a la depresión Salton por medio del Álamo y el, para entonces enorme, Río Nuevo.

La historia es larga y sumamente interesante pero aquí nos limitaremos a decir que tardaron más de dos años en encauzar de nuevo al Colorado y batallaron por algunos años más para evitar que se metiera otra vez desde la Laguna de los Volcanes al Río Nuevo.

En 1905 y 1906 fue tanta el agua que fluyó por el Río Nuevo que un fenómeno increíble inició en su lecho cerca de su desembocadura donde esas aguas estaban haciendo crecer cada vez más el gran Mar de Salton. Fue una acción en la que las aguas empezaron a hacer un corte que avanzó río arriba, haciendo una especie de catarata caminante que a medida que progresaba, se hacía más ancho y profundo.

1 Recorte sin fecha y fuente proporcionado por el Museo Regional Los Pioneros de Mexicali de Adolfo Javier Galván Pérez. También aparece casi la misma

información en Descubrir Baja California, recorte sin fecha.

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Con el tiempo llegó cerca de Caléxico y Mexicali y algunos trataron de desviar las aguas más al oeste con dinamita para salvar esos dos pueblos, pero sus esfuerzos fueron inútiles y el corte continuó avanzando.

Lograron mover la vía del ferrocarril en Caléxico y bordearon con sacos de tierra y arena para evitar mayores daños a ese poblado, pero la corriente giró hacia el este y las aguas arrasaron con la estación de ferrocarril y la vía, más buena parte de las casas y calles de Mexicali. El corte-catarata continuó su marcha hasta llegar al pie de Cerro Prieto, donde por fin fue controlado.

Después de siete costosos intentos, con pleno respaldo financiero e ilimitado equipo de la Southern Pacific, los ingenieros lograron instalar nuevas compuertas, limpiar el azolve del canal y regresar, a medias, el Colorado a su lecho anterior. Se habían gastado más de tres millones de dólares utilizando una cantidad enorme de materiales: piedra, grava, tierra, pilotes de pino, madera, de concreto, acero y rieles. Cientos de hombres, indígenas, mexicanos y extranjeros fueron empleados para tal fin.

Al bajar el nivel de las aguas en Río Nuevo, los residentes de Mexicali, Caléxico y el Valle Imperial descubrieron que el lecho era mucho más ancho que antes, es decir como lo conocemos actualmente. Cabe mencionar que la vía del ferrocarril fue reconstruida en el lugar donde se encuentra ahora. En agosto de 1909, el Ferrocarril Inter-California inició sus operaciones entre Mexicali y Yuma. En los años siguientes las estaciones de esa vía sirvieron de núcleos para el desarrollo de la parte norte del valle de Mexicali.

¿Y el Nuevo dejó de ser río? Pues sí y no. Pero su historia no había acabado. El Río Colorado no estaba nada contento y buscaba entrar otra vez a la Laguna de los Volcanes y de ahí al Río Nuevo.

Los ingenieros, conscientes de esa terrible posibilidad, se dedicaron los próximos años a construir una serie de bordos: Okerson, Volcano, Saiz y otros que se pueden apreciar en este croquis. Pero esa es otra historia larga e interesante que no cabe en esta plática.

En 1909, unas grandes avenidas de agua reventaron el Bordo Ockerson y el Colorado se metió a uno de sus ramales,

2011. El Río Nuevo se convirtió en el bulevar Río Nuevo. Entre 2001 y 2009 se entubó el canal y se construyó la vialidad. El edificio de la foto es el Ceart (Centro Estatal de las Artes) construido en 2005.

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el “río” de las Abejas que lo conducía a la Laguna de los Volcanes. Esa laguna, fuente del Río Nuevo, fue donde también nacía el otro “río” que no era, el Río Hardy, cuyo cauce descarga en el Colorado cerca de su desembocadura al mar.

La lucha de los ingenieros entonces fue forzar las aguas al Hardy por medio del Bordo Volcano para evitar que entrara al Río Nuevo. Lo lograron con cierto éxito y el río abandonó para siempre su curso viejo, para quedar con el paso de los años en su, ya casi siempre seco, lecho actual. Este cambio de curso provocaría más adelante el traspaso de Baja California a Sonora de muchas hectáreas de terrenos fértiles.

Mientras pasaba todo eso, los excedentes de agua que llegaban a las compuertas Sharp fueron descargadas al Río Nuevo creando en su cauce un flujo constante por primera vez, en su historia moderna. Recordamos que por allá en los años de 1950 la gente pescaba en las lagunas México y Xochimilco y nosotros mismos andábamos en lanchas, esquiando y nadando en esas aguas.

Pero el Río Nuevo, cuando llegaba hasta el centro del “pueblo” o sea a Mexicali, recibía muchos contaminantes. El dren 134, uno de sus ramales, cruzaba una buena parte de la ciudad hasta entrar en el Río Nuevo cerca de donde está hoy el mercado Braulio Maldonado. Antes de instalar el llamado “Gran Colector”, el dren 134 era una cloaca al aire libre en que el rastro de la ciudad, la Cervecería de Mexicali, La Jabonera y muchos comercios y casas residenciales descargaban sus desperdicios líquidos. Ahora este dren está enterrado debajo de algunas calles y avenidas como la J. W. Stone, la Jabonera y otras.

¿Y ahora qué hay de ese “Río Nuevo” qué nunca fue? Pues ese gran barranco que cavó en 1906 fue por muchos años refugio de paracaidistas y vagos y servía de basurero para industrias, comercios y residentes. Los puentes principales, el Colorado desde 1916 y el Blanco desde 1925, facilitaban el cruce de vehículos y peatones desde el “centro” y de la Chinesca a Pueblo Nuevo. El llamado Flum, un acueducto, cruzo el barranco para pasar las aguas del Colorado a lado oeste de los valles de Mexicali e Imperial aparte de ser un centro de diversión para la gente.

Pero hoy en día buena parte de su trayectoria está entubada y, salvo casos de infrecuentes lluvias fuertes y temblores mayores, su presencia no está a la vista. Grandes vías como Lázaro Cárdenas, Héctor Terán, Independencia

y otras, cruzan su cauce. Las lagunas México y Xochimilco todavía existen pero son más chicas y algo contaminadas, aunque en vía de ser mejoradas. En sus bordos hay fraccionamientos y el Club Campestre de Mexicali, con su excelente campo de golf.

En el fondo de aquel barranco hay una arteria vial con el sorprendente nombre, Río Nuevo, aunque en el mapa de la ciudad le han puesto, en cierto tramo, el nombre: “De Los Presidentes”. También ahí abajo, hay cada vez más edificios grandes, bonitos y funcionales como el Centro Estatal de las Artes (Ceart), el Salón de la Fama, el sitio de las Fiestas de Sol, los edificios de la Facultad de Ciencias Administrativas de la UABC, y oficinas gubernamentales.

Además, está el parque Centenario donde una bandera mexicana gigantesca, visible en los dos lados de la frontera, está en alto. También en el lado oeste del barranco está el Bosque de la Ciudad con muchos animales, un lago, áreas verdes y lugares de descanso, recreo y diversión. ¡Todo eso y espacio para mucho más!

Alrededor de donde se levantó la primera choza debajo de un mezquite, a fines del siglo XIX, ahora hay una ciudad pujante y orgullosa, con cerca de un millón de habitantes.

¿Ya ven que sí tiene más historia que agua?

Bibliografía

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Kirchner, John A., Baja California Railways, San Marino, California, Golden West Books, 1988.

Barrientos de la Torre, Federico, “El primer trazo urbano de Mexicali en la investigación cartográfica”, Calafia, volu-men 4, número 7, diciembre 1982, UABC, Mexicali

León Portilla, Miguel, “El primer testimonio sobre el valle de Mexicali, la crónica de Pedro de Castañeda, escrito hacia 1560”, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, Calafia, volumen II, número 3, diciembre 1973, UABC.

Sánchez Ramírez, Óscar, Padre Garcés, misionero mártir del Rio Colorado, Mexicali, Instituto Municipal de Arte y Cultura, 2005.

Ellis, George M., Gold Rush Desert Trails to San Diego and Los Angeles in 1849, San Diego Corral of the Westerners Brand Book number nine, San Diego, California, 1995.

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En la elecciones de 1968 para elegir presidente municipal de Mexicali, el proceso fue conflictivo de manera tal que se tuvo que anular las elecciones,

nombrándose un Consejo Municipal que gobernaría dos años y posteriormente se elegiría presidente municipal por el periodo de diciembre de 1970 a diciembre de 1971. El Congreso del Estado nombró presidente del Consejo Municipal a Francisco Gallego Monge, quien renunció al año por motivos de salud siendo sustituido por el doctor Arcadio Chacón Mendoza, quien complementó el periodo del consejo. Al término de éste, en las elecciones para elegir presidente del H. VI Ayuntamiento, triunfó Eduardo Martínez Palomera, quien había venido fungiendo como tesorero municipal. Eduardo realizó un excelente trabajo al frente del municipio a pesar de que solo duró un año en el cargo. Posteriormente,

fue electo para dirigir el XV Ayuntamiento comprendido de 1980-1983, repitiendo de nuevo un excelente trabajo.

En la foto que aquí se muestra, el presidente municipal Eduardo Martínez Palomera se encuentra acompañado por el licenciado Horacio Brindis Herrera, quien después de haber sido secretario general de Gobierno en la administración del ingeniero Eligio Esquivel Méndez (1959-1964) le tocó organizar el Instituto de salud y seguridad al servicio de los trabajadores del estado de Baja California (Issstecali). En la foto está también el arquitecto Rubén Castro Bojórquez, el licenciado Pedro Gaxiola Salcido, quien fue presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje de 1975 a 1977 y el ortopedista Octavio Aguirre Delgado que trabajó como coordinador de delegaciones en el Gobierno municipal (1980-1983) presidido por Eduardo Martínez Palomera.

1971. De izquierda a derecha: Horacio Brindis Herrera, Rubén Castro Bojórquez, Pedro Gaxiola Salcido,Octavio Aguirre Delgado y Eduardo Martínez Palomera.

R. C. B.*

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C.

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HISTORIAS DE LO COTIDIANO

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C. Correo electrónico: [email protected]

En el juego de la nomenclatura geográfica, México se ha distinguido por seguir un patrón muy definido. Así, a lo largo de los siglos nuestras ciudades han

logrado denominaciones bajo cuatro criterios: primero, un nombre derivado por el santo patrono que coincidió con el día de su fundación; segundo, un nombre de raíces prehispánicas que exalta el orgullo nativo y toda su riqueza histórica; tercero, un nombre que arrebatado por el calor de la historia derive de un prócer, de un político encumbrado o de un benefactor regional; y, finalmente, un nombre adoptado de una ciudad española, origen del conquistador en turno. De esta forma tenemos nombres como San Luis Potosí, Culiacán, Ciudad Juárez y Mérida; nombres que, de forma respectiva, ilustran los casos comunes para determinar la nomenclatura e identidad de una ciudad.

La Real Academia Española (RAE) nos remite al vocablo toponimia del griego , lugar, y, nombre y lo define como: “Estudio del origen y significación de los nombres propios de lugar”. Bajo esta dimensión conceptual podría establecerse que la toponimia es determinante y característica de una región o de una ciudad ya que el nombre o denominación del sitio encierra algo particular de la población o de la geografía del lugar. Por ello nombre que se determine del sitio será trascendente para la historia local, la personalidad urbana y la identidad social que se desee externar.

Mexicali ha tenido una toponimia sui géneris desde el origen, y en su aplicación se ha utilizado todos los recursos fonéticos posibles para adaptar el nombre de la ciudad

Mexicali: toponimia de exportación

Miguel Esteban Valenzuela Robles*

a una serie de productos, servicios, motes y hasta para relación social de la población. “Mexicali” se construyó con la combinación de los vocablos de México y California, derivado (principalmente) de la reflexión del nombre de Caléxico. Esta última ya era una población registrada en la geografía de los Estados Unidos, cuando al caserío mexicano se le buscaba una denominación fija.

Con el trazo urbano de Rockwell y las obras de lotificación y fraccionamiento ya realizadas, el determinar un nombre atractivo a la naciente población era imprescindible. En este escenario se cuenta la historia de que el ingeniero Rockwell contrató los servicios de un publicista para promover la venta de lotes y la radicación posterior de los primeros pobladores. En ese entonces, Mexicali era el cruce del ferrocarril Yuma-

La etiqueta de la cerveza Mexicali es por mucho el principal portador del nombre de esta ciudad.

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San Diego, por lo que el paso aduanal obligaba al desarrollo de un centro de población.

Tal y como haya sido, el nombre de Mexicali se hizo cotidiano, sin derivaciones, sin construcciones gramaticales, sin copias santorales o de ciudades españolas o prehispánicas. Cosa curiosa, Mexicali nació como nombre por la reflexión del primer nombre de Caléxico. Ya en la cotidianeidad, Mexicali fue instalándose como un referente identificador de los aspectos más diversos que han transitado desde la famosa y renombrada Cerveza Mexicali, la Mueblería Mexicali, el Taller Mexicali, la papelería Mexicali y un sinnúmero de artes y oficios más que han hecho del nombre de la ciudad, una bandera de distinción en su servicio.

De la misma manera, Mexicali ha sido fonéticamente atractivo para algunos servicios en el extranjero y se ha desatado una exportación del vocablo, sobre todo en el giro de restaurantes. Seguramente, el vocablo alienta cierta identificación mexicana con la comida, pese a que localmente la comida mexicana no sea la que, necesariamente, se identifique como la del sabor local.

De esta forma la utilización de Mexicali a nivel internacional es una práctica común la que, además de socorrida, es alentadora por su connotación. Si bien el sentido del vocablo es moderno, la idiosincrasia regional y el origen norteamericano de la actividad comercial local han perfilado que el vocablo Mexicali se remita al estilo Old México, a la diversión, al estar bien y al sentirse bien; en otras palabras Mexicali es el camino a la máxima sensación lúdica, placentera.

De esta manera, es posible encontrar el nombre de Mexicali en numerosos bares y restaurantes, cafeterías y bares, en cuyos menúes aparece la comida mexicana o el estilo tex-mex. Lo curioso de esta situación es que todos estos establecimientos comerciales podrían haber sido bautizados con otro tipo de nombre comercial y que por alguna extraña razón han encontrado en el nombre Mexicali el mensaje más acorde a su oferta de servicios, la que podría ser interpretada como la mejor de la ciudad. Por eso se llama Mexicali.

Este emblema señala el restaurante con el nombre de Mexicali en Bakersfield, California, EUA.

Emblema de la organización musical de Teaneck, Nueva Jersey, EUA.

El sabor mexicano adereza la botana y el aperitivo en este frasco de la firma Salsa Stadium con su marca Mexicali.

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Yolanda Sánchez Ogás*

ABRIL. MAYO. JUNIO

ACONTECER DE LA HISTORIA

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C.

Abril2 de abril de 1946. Inauguración de la escuela Rural del ejido Coahuila en la zona después llamada colonia Cuauhtémoc. Inicialmente se llamó Escuela 2 de Abril, por su fecha de inauguración, pero la gente le llamaba escuela rural. Su primera directora fue la profesora Josefina Quiroz Loya. Posteriormente, se le construyó un bello edificio que fue inaugurado en el ciclo escolar 1952-1953 por el presidente Miguel Alemán, de quien recibió el nombre que por muchos años llevó: Escuela Presidente Alemán (foto 1).

4 de abril de 1904. Llegó a Mexicali el primer carro del Ferrocarril Inter- California, ramal del Southern Pacific Co. Cruzaba todo el valle de Mexicali hasta Los Algodones para luego cruzar a Yuma en Estados Unidos (foto 2).

8 de abril de 1924. Inauguración del edificio de la Escuela Superior Leona Vicario.

9 de Abril de 1968. En sesión de cabildo se aprobó como escudo oficial de Mexicali, el trabajo presentado por el profesor Sergio Ocampo Ramírez (foto 3).

12 de abril de 1948. El equipo de beisbol de Mexicali tomó el nombre de Águilas, inspirado en los almanaques de cigarros El Águila.

30 de abril de 1976. Inauguración de la Biblioteca Pública Central por el gobernador Milton Castellanos Everardo. Contaba con 6000 libros y durante el gobierno de Milton recibía anualmente a 150 000 usuarios (foto 4). Mayo2 de mayo de 1948. Inicia la época del beisbol profesional en Mexicali con el primer juego de las Águilas de Mexicali en contra de los Vaqueros de Las Vegas, en el histórico Parque Hidalgo. Ante 2 076 aficionados, los Águilas hicieron su debut en la liga Sunset.

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5 de mayo de 1940. Inauguración del Ferrocarril Sonora Baja California en el tramo, Mexicali Peñasco. Con este hecho, Baja California quedó unida al resto del país (foto 5).

5 de mayo de 1952. Inauguración de la carretera Mexicali Tijuana, por el presidente Miguel Alemán y el gobernador del estado Alfonso García González.

13 de mayo de 1922. Fecha del acta de matrimonio de Rodolfo V. Guglielmi (Rodolfo Valentino) y Weiufred de Wolfe (Natacha Rambova). Ambos artistas cinematográficos se casaron en la casa del presidente municipal Otto Moller, en avenida Lerdo (foto 6).

13 de mayo de 1940. Inauguración del parque Hidalgo. Durante muchos años fue centro de la vida cívica y deportiva de Mexicali.

17 de mayo de 1904. El Gobierno mexicano concedió a la Sociedad de Irrigación y Terrenos de la Baja California un contrato que autorizaba el uso del canal Álamo, con 280 metros cúbicos, con la condición de que se entregara la mitad de este volumen a México (foto 7).

22 de mayo de 1923.La Chinesca sufrió un incendio que acabó casi con todo y con la vida de muchos chinos.

24 de mayo de 1964. En solemne ceremonia fue premiado el joven Miguel Gárate Velarde por su autoría del lema de la Universidad Autónoma de Baja California; “Por la realización plena del hombre” (foto 8).

Junio21 de junio de 1901. La California Development Company y su socia mexicana, la Compañía de Irrigación y Terrenos de la Baja California terminaron la construcción del canal Álamo. Por este canal se condujo el agua del Río Colorado hasta la compuerta Sharp por territorio mexicano. De allí derivaba hacia el norte, al Valle Imperial, California. El 21 de junio los agricultores del valle recibieron la primera descarga de agua.

29 de junio de 1919. El gobernador coronel Esteban Cantú inició la construcción del Palacio de Gobierno (ahora Rectoría de la UABC). Cantú dejó el gobierno en 1920 y no terminó la obra. En 1922, durante el gobierno de José Inocente Lugo se concluyó la construcción del palacio y fue inaugurado el edificio donde se albergaron los poderes del estado durante 55 años. En 1977, al concluir la construcción de parte del Centro Cívico, el gobernador Milton Castellanos Everardo entregó el antiguo palacio a la UABC. Allí funciona actualmente la rectoría de la Universidad (foto 9).

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Libros, reseñas, comentarios...Sergio Noriega Verdugo*

Colossus (Coloso) de Michael Hiltzik

Colossus, libro de Michael Hiltzik, versa sobre la presa más grande del Río Colorado,

la llamada “Hoover” o “Boulder Dam”, misma que controla la corriente de agua que surte al valle de Mexicali-San Luis y por su conducto a Tecate y a Tijuana. Es un libro de historia que narra cómo y quiénes construyeron esta monumental obra situada entre los estados de Nevada y Arizona. Pero el autor va más allá de la construcción de una presa, ya que además de los hechos y de los problemas técnicos de la construcción, se ocupa de las visiones de sus precursores, de los conflictos de intereses y de las pugnas políticas entre los siete estados que conforman la cuenca del Colorado en los Estados Unidos y de la proeza de los hombres que la hicieron posible.

La narrativa comienza con el Río Colorado, su “violenta personalidad” según los indígenas lugareños, así como la de sus exploradores y de los soñadores que pretendieron controlarlo. Los personajes mencionados incluyen a Hernando de Alarcón, así como a

Francisco Vásquez de Coronado y otros más recientes, como William P. Blake, Oliver M. Wozencraft y Joseph Christmas Ives. Este último recorrió el río en un pequeño vapor, desde su desembocadura, en el Golfo de California, hasta el Gran Cañón del Colorado en 1857.

Los siguientes dos capítulos se ocupan de los principios del siglo veinte, cuando los señores de la empresa California Development Company: Charles R. Rockwood, Anthony H. Heber y George Chaffey se ocuparon de canalizar parte de las aguas del Río Colorado para cultivar las tierras de California en el delta del río. Cabe decir que esta compañía nunca contó con suficiente capital, por lo que su financiamiento fue un problema recurrente. Otro de ellos fue que el agua del río había de pasar por otro país: México.

En estos primeros capítulos, el autor del libro critica la conducta del principal promotor de la obra, el ingeniero Rockwood. No sólo porque engañó a algunos de sus colaboradores para convencerlos de las bondades del

proyecto, sino porque decidió abrir una nueva bocatoma del río sin contar con las compuertas necesarias para regular su flujo, después de que la primera se había azolvado por la abundante tierra que acarreaba el río.1 Este error, además de las extraordinarias corrientes del río, fueron las razones que dieron lugar a la inundación de los valles de Mexicali e Imperial entre 1905 y 1907.

Además de los daños ocasionados por esta inundación, fueron los altos costos de procurar controlar el río a través de bordos de contención en el valle de Mexicali lo que convenció a los agricultores de Imperial la necesidad

* Miembro de la Sociedad de Historia “Mexicali Centenario” A. C.1 Michael Hiltzik, Colossus, pp. 38-39.

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de una presa sobre el Colorado, capaz de regular la corriente del río, y de un canal que les llevara el agua sin pasar por México. En este esfuerzo, en 1907 se sumó el joven abogado Philip D. Swing de 23 años, recientemente radicado en El Centro, California. Swing participó en la creación del distrito de riego del valle “Imperial Irrigation District”, y después de ir a Washington, D. C. a cabildear ante un comité de la legislatura federal, logró la candidatura para el Congreso por del Partido Republicano y fue electo congresista en 1920, representante de varios condados situados en la parte este de California, incluyendo el condado de Imperial.

Por aquel tiempo, Arthur Powell Davis encabezaba la dependencia del gobierno federal Reclamation Service que velaba sobre el manejo de agua en Estados Unidos. Para Davis la propuesta de crear un canal que llevara agua al Valle Imperial tenía mucho sentido si el Congreso estuviese dispuesto a costear la construcción de una presa capaz de evitar inundaciones, almacenar gran cantidad de agua y generar electricidad.2 Después de algunos estudios de reconocimiento, Davis adoptó la ubicación de Boulder Canyon como el sitio preferido para la construcción de la presa. Aunque esa ubicación fue sustituida posteriormente por la de Black Canyon, unas veinte millas aguas abajo. Para el proyecto se conservó el nombre de Boulder Canyon.

Para definir los derechos sobre las aguas del Colorado, el presidente de Estados Unidos Warren G. Harding (1921-1923) designó a su secretario

del Departamento de Comercio Herbert Hoover. Fue Hoover, exitoso ingeniero de minas, servidor público y posteriormente presidente del país, quien convocó a una junta para reunir a los representantes de los siete estados ribereños y acordar un pacto equitativo y viable del recurso natural.

Michael Hiltzik dice que la Constitución de los Estados Unidos permite que los estados realicen pactos entre ellos, sujetos a la aprobación del congreso, pero jamás se había intentado uno en que hubiese tantos estados participantes. La designación de Hoover como titular del grupo “Colorado River Comisión” no facilitó llegar a un acuerdo, pues él era demasiado protocolario para el ánimo y disposición de los otros siete participantes. Su visión en Estados Unidos tampoco encontró eco de que se trataba de un proyecto nacional que habría de beneficiar a ese país.3

Los representantes de los estados ribereños, celosos de sus derechos, pretendían una dotación mayor a la que los estudios contemplaban como el flujo medio disponible permanente. Cada uno de ellos desconfiaba de los demás y seis de ellos desconfiaban del estado de California, el más desarrollado y con más habitantes de todos. Para el colmo de los seis, Hoover era residente de dicho estado.

No obstante, se pudo avanzar gracias al acuerdo realizado entre los estados de la alta y baja cuenca del Río Colorado. Con base en las mediciones del flujo en Yuma, Arizona, entre 1899

y 1921, la cantidad de agua disponible anual fue de 16.4 millones de acres-pie y se acordó dividirlas por mitades Pero enseguida el ingeniero Wilbur McClure, miembro de la delegación de California, condicionó la realización de dicho acuerdo con la construcción de una presa en la cuenca baja. A pesar del encono que propició tal recomendación, se acordó en principio y por separado la construcción oportuna de las obras para controlar las avenidas del río.4

Por otra parte, el nuevo congresista de California y representante del Condado de Imperial en Washington, D.C., Philip D. Swing propuso una iniciativa de ley ordenando se construyera el Canal Todo-Americano y una presa en el Colorado, dentro de la vecindad de Boulder Canyon. A esta iniciativa del 25 de abril de 1922 se sumó el experimentado senador por el estado de California, Hiram Johnson. No obstante, afloraron algunos opositores, entre quienes estuvo George H. Maxwell de Arizona, pues contempló que el agua se utilizaría no solo para el riego de campos agrícolas, sino con fines urbanos e industriales y ello llevaría al deterioro físico y moral de sus habitantes.5

Otro de los opositores de la iniciativa de ley fue Harry Chandler, titular del influyente periódico Los Angeles Times y principal inversionista de la Colorado River Land Company, latifundista del valle de Mexicali. Según Hiltzik, Chandler no sólo se rehusó a pagar el costo de mantenimiento de las obras hidráulicas, ocasionando con ello que los residentes del Valle Imperial

2 Ibid, p. 81.3 Ibid, pp. 73-74.4 Ibid, pp. 84-87.5 Ibid, pp. 91-93.

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absorbieran la carga, sino que fue acusado de influir en los bancos para que le negaran el crédito al distrito de irrigación del valle.6 Estas maniobras de Chandler reflejan el temor de que sus tierras en Mexicali perdieran el derecho a las aguas del Río Colorado.

La iniciativa de ley cobró fuerza el 25 de mayo de 1926, cuando la cámara baja del congreso votó a favor. En ese año Herbert Hoover fue postulado candidato del partido Republicano a la presidencia y ganó. Pero antes de que abandonara el cargo el presidente saliente Warren G. Harding manifestó su inconformidad porque se trataba de una presa hidroeléctrica, lo cual increpaba en las facultades del sector privado de generar electricidad.7 Finalmente, la iniciativa Swing-Johnson fue aprobada por el senado, con 64 votos a favor y 11 en contra, incluyendo el voto negativo de los dos senadores del estado de Arizona. El presidente firmó la nueva ley el 21 de diciembre de ese año.

Sin embargo, fue hasta 1930 que el Departamento del Interior hiciera

la convocatoria para la construcción de la presa. Para entonces los Estados Unidos, y muchos otros países, ya se encontraban inmersos en lo que sería la contracción económica más severa de la historia. Antes de que se oficializara la construcción de la presa, miles de hombres desocupados habían llegado a Las Vegas, Nevada, y a sus alrededores en busca de empleo, viviendo en condiciones improvisadas y deplorables. En las afueras de Las Vegas el Secretario del Interior, Ray Lyman Wilbur, presidió la ceremonia oficial del inicio de la construcción, el 17 de septiembre. En su discurso bautizó la presa con el nombre de “Hoover”, mismo que no fue bien recibido.8

La obra fue antes sometida a un concurso, en el que participaron 107 empresas constructoras y de las cuales quedaron cinco finalistas. La mejor oferta fue de un consorcio de seis constructoras, creado con este propósito, llamado: “Six Companies, Inc.”, por un monto de casi 49 millones de dólares, justamente por debajo de lo presupuestado por el gobierno. Las

condiciones del contrato requirieron de una fianza de cinco millones de dólares, de la perforación de cuatro túneles gigantes, a través de roca sólida en los dos costados de la cortina y de la creación de una presa hidroeléctrica capaz de generar electricidad a partir del l de agosto de 1936. Todo el proyecto debía ser terminado dentro de siete años, con un castigo de tres mil dólares por cada día de atraso.9

La obra fue inaugurada por otro presidente de los Estados Unidos, el demócrata Franklin D. Roosevelt, el 30 de septiembre de 1935, dos años con cincuenta y ocho días antes del plazo acordado.10

El libro de Michael Hiltzik es una importante aportación a la historia regional. No sólo está ampliamente documentado, sino que está escrito de una manera amena y fácil de leer. El autor es ganador del premio Pulitzer por periodismo. La obra Colossus cuenta con 496 páginas y algunas fotografías. Fue publicado por la casa editora de Free Press de Nueva York en 2010.

6 Ibid, pp 104-105.7 Ibid, p. 117.8 Ibid, pp. 144-158.9 Ibid, pp. 160-161.10 Ibid, p. 383.

Foto de portada:1966. Avenida Obregón y Julian CArrillo. Antiguo edificio de la Escuela Secundaria Federal número 18 (hoy desaparecido). Visto desde lo alto del actual edificio de Rectoría (antes Palacio de Gobierno).

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PÁGINAS DE HISTORIA

La municipalidad de Mexicali a través de su historia de María Isabel Verdugo Fimbres. Obra editada por el XIX Ayuntamiento de Mexicali, publicada en octubre de 2010. Consta de 183 páginas en formato 14 x 21 cm, edición rústica. La municipalidad de Mexicali a través de su historia es la crónica de desarrollo político de Mexicali de 1903 a 1954. Desde la creación de la subprefectura en 1903, hasta la segunda etapa de su municipalidad, 1954. Se ilustra con documentos y fotos de la época.

Los viajes del P.J. Eusebio Francisco Kino a la región del Rió Colorado (1701 y 1702) de Óscar Sánchez Ramírez y Francisco Javier Palacios. La obra relata los recorridos de los viajes del misionero Eusebio Kino a la región sur del Río Colorado, en el tramo deltaico, y se corroboró por los autores a través del viaje que realizaron siguiendo los pasos del Padre Kino. Editado por el XIX Ayuntamiento de Mexicali, Los viajes del P.J. Eusebio Francisco Kino a la región del Rió Colorado (1701 y 1702) consta de 82 páginas en formato 14 x 21 cm, edición rústica. Se ilustra con planos y fotos.

La arquitectura de Mexicali (Orígenes) de Cuauhtémoc Robles Cairo. Publicado en 2009. Editado por la Universidad Autónoma de Baja California, consta de 143 páginas de 22 x 27, en formato de lujo. La obra describe las principales construcciones realizadas en Mexicali en sus orígenes, las primeras dos décadas de vida del poblado, cuando su espacio urbano se estaba delimitando en lo que hoy se conoce como primera sección. Comprende relatos de las construcciones de los edificios públicos: aduana, estación del ferrocarril, comandancia militar, cuartel, cárcel, parques, escuelas, hospital y muchas otras; la mayoría ya desaparecidas. El libro está ilustrado con mapas, planos, croquis, dibujos y fotografías de antaño y actuales. Seleccionado en el ciclo 2005-2006 para el libro universitario.

Las sucesiones rectorales en la UABC 1957-2006 de Rubén Castro Bojórquez. Este libro fue publicado en febrero de 2006, editado por la Universidad Autónoma de Baja California. Consta de 328 páginas de 22 x 27 cm, en formato de lujo. La obra relata el desarrollo histórico de la Universidad Autónoma de Baja California visto desde los procesos de nombramiento de rector, desde su creación hasta nuestros días. En él se destaca preponderantemente el papel que ha jugado la Junta de Gobierno de la Universidad, su conformación y actores en los diferentes periodos rectorales. De igual manera, deja testimonio de los cientos de universitarios distinguidos que han participado en todos y cada uno de los procesos de nombramientos de rector, de 1957 a 2006. Característica importante del documento es su ilustración a través de cientos de fotos de la vida universitaria, muchas de éstas, inéditas. Seleccionado en el ciclo 2004-2005 para el libro universitario.

R. C. B.*

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C.

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R. C. B.*

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C.

La elaboración de Panorama Histórico de Baja California llevó cuatro años: desde el momento que se tomó la decisión de realizarla en 1979 hasta su presentación ante la comunidad bajacaliforniana, en 1983. La edición estuvo coordinada por el doctor en historia David Piñera Ramírez con la participación de 39 autores, todos ellos sobresalientes estudiosos de los diferentes aspectos de la materia.

La estructura general de la obra comprende las características geográficas de la península de Baja California, sus primeros pobladores, los descubrimientos y exploraciones de los siglos XVI y XVII, toda la etapa misional, las grandes concesiones de inicio de México Independiente y el desarrollo acelerado que primero el distrito, luego el territorio y hoy el estado, ha tenido en lo urbanístico, comercial, agrícola, industrial y social.

En el momento de su edición el libro Panorama Histórico de Baja California, hoy agotado y convertido en un artículo de colección, marcó un parteaguas en el estudio y la investigación de nuestra historia regional; fue el motor que contribuyó en forma espectacular al surgimiento de un buen número de documentos: libros, revistas, ensayos y tesis que han sido sustanciales para el estudio de la historia de Baja California.

1983. Ceremonia de entrega de reconocimientos a las autores y colaboradores de la edición del libroPanorama histórico de Baja California por la Universidad Autónoma de Baja California.

En el presidium, de izquierda a derecha: Doctor Gonzalo Persson Pérez, cirujano dentista René Andrade Peterson, el rector de la Universidad de Occidente de Sinaloa, doctor Julio Ibarra Urrea, maestro Roberto Moreno de los Arcos, el rector arquitecto Rubén Castro Bojórquez, el ingeniero

Luis López Moctezuma Torres, licenciado Héctor Gallego García, maestro David Piñera Ramírez e ingeniero Adalberto Walther Meade.

Episodios universitarios