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33 ¿cómoves? Estela Sánchez Quintanar El maravilloso juego de la química Concepción Salcedo Meza Foto: Dante Bucio Autorretrato. Soy tenaz en obtener mis metas. Sueño. Cuando muera espero obtener res- puestas a incógnitas que aquí no puedo entender. Amores. Mi marido, mis seis hijos y mis tres nietos. Pasatiempos. La lectura y la contemplación de la naturaleza. Arte. La música clásica. Mi marido y yo vamos a todos los conciertos de la sala Netza- hualcóyotl. Comida favorita. La mexicana y la cantonesa. Personalmente PRIMERA MEXICANA que se doctoró en bioquímica, maestra de varias generacio- nes y madre de seis hijos, Estela Sánchez Quintanar es hoy una de las científicas más reconocidas en su campo. Por su trayec- toria tanto de investigadora, como de maestra por cerca de 40 años, fue recien- temente investida por la UNAM como Profesora Emérita de la Facultad de Quí- mica. No obstante su consolidada carrera científica, es una mujer siempre joven. “Nunca dejo de maravillarme de cada cosa que aprendo y cuando creo comprender algo descubro que hay cosas más comple- jas. Me interesa meterme en la vida de la célula, ver cómo funciona y conocer los mecanismos de regulación que la mantie- nen viva, pese a las agresiones del am- biente. ¡Fabuloso!”. Nació en la Ciudad de México, en la colonia Industrial. Su padre, Rafael Sánchez, era abogado, y su madre, Estela Quintanar, una mujer dinámica que estu- dió y trabajó en la UNAM en los tiempos del doctor Antonio Caso. “Somos cinco hermanas, todas profesionales especiali- zadas en campos muy diversos”. Vivió en un ambiente cultural: “Mi papá nos com- praba libros de todo tipo, yo leía a Julio Verne, Los tres mosqueteros y otros más. Recuerdo que con mis ahorros compré el primer libro, La divina comedia; estaba yo loca por leerla. Uno de los textos que más me marcó fue La vida de madame Curie”. La doctora Sánchez tiene una mirada profunda y proyecta una imagen de dina- mismo y seguridad impresionantes. Na- rra que desde chica quiso ser química, pues le intrigaba la germinación de las semillas. “Tenía un laboratorio donde ju- gaba a hacer píldoras y pastillas de yeso que luego metía en cajas vacías de medi- cinas que me regalaba una tía. En la se- cundaria tuve varios maestros estupendos que me hicieron ver la química como un juego maravilloso”. De 1948 a 1950 estu- dió la preparatoria en San Ildefonso y en 1954 concluyó sus estudios de químico farmacéutico biólogo. Esa etapa de su vida tiene gratas vivencias: “En la Escuela Nacional de Ciencias Químicas, en Tacuba, todos nos conocíamos. La clase de química general la impartía el profe- sor Río de la Loza, quien nos hacía pre- guntas estimulantes y nos retaba a resolver diversas incógnitas”. Sus inquietudes la llevaron a trabajar en la industria farma- céutica, cuando cursaba el cuarto año de la licenciatura. Al concluirla ingresó a la Escuela Médico Militar. La doctora Sánchez fue la primera alumna de un programa piloto para posgrado en bioquímica establecido por el doctor Guillermo Soberón, fundador del laboratorio de Bioquímica en el Instituto Nacional de Nutrición. Al respecto pun- tualiza que él la apoyó para que estudiara el doctorado en la Universidad de Wins- consin con una beca de la fundación Rockefeller. “Me cuestionaron mucho por ser mujer, casi me hicieron jurar que no me iba a casar durante el doctorado. Fue- ron años muy interesantes, conocí a va- rios premios Nobel, aprendí a hacer investigación con estricto rigor científi- co, a manejar muchos equipos y, algo muy importante, conocí a mi marido, el doctor Leobardo Jiménez, quien también estudia- ba el doctorado. En 1965 regresamos a hacer un posdoctorado ya con nuestro pri- mer hijo y allá nació mi hija Laura. Des- pués vinieron cuatro más”. En 1967, al lado de los doctores Pérez Villaseñor y Blanco, fundó el Departa- mento de Bioquímica de la Facultad de Química, que años más tarde se convirtió en semillero de formación de especialis- tas. En la década de los setenta, la doctora Sánchez empezó a investigar la bioquímica vegetal en la Facultad de Química. Su meta era ayudar a resolver problemas alimentarios en el campo mexicano, por lo que creó líneas de investigación que van desde la regulación de la expresión genética, el metabolismo del nitrógeno y del carbono en el maíz, hasta los pará- metros bioquímicos de la productividad de plantas. Además de investigadora, la doctora Sánchez se considera maestra por vocación. Cuando estudiaba en la Facultad impartía clases de física en una secundaria, y desde entonces nunca ha dejado de enseñar en los laboratorios y en las aulas. Ella es una mu- jer cuyas manos podrían parecer mágicas: proyecto que siembra, germina.

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33¿cómoves?

Estela Sánchez QuintanarEl maravilloso juego de la química

Concepción Salcedo Meza

Foto

: Dan

te B

ucio

Autorretrato. Soy tenaz en obtener mismetas.

Sueño. Cuando muera espero obtener res-puestas a incógnitas que aquí no puedoentender.

Amores. Mi marido, mis seis hijos y mis tresnietos.

Pasatiempos. La lectura y la contemplaciónde la naturaleza.

Arte. La música clásica. Mi marido y yo vamosa todos los conciertos de la sala Netza-hualcóyotl.

Comida favorita. La mexicana y la cantonesa.

Personalmente

PRIMERA MEXICANA que se doctoró enbioquímica, maestra de varias generacio-nes y madre de seis hijos, Estela SánchezQuintanar es hoy una de las científicas másreconocidas en su campo. Por su trayec-toria tanto de investigadora, como demaestra por cerca de 40 años, fue recien-temente investida por la UNAM comoProfesora Emérita de la Facultad de Quí-mica. No obstante su consolidada carreracientífica, es una mujer siempre joven.“Nunca dejo de maravillarme de cada cosaque aprendo y cuando creo comprenderalgo descubro que hay cosas más comple-jas. Me interesa meterme en la vida de lacélula, ver cómo funciona y conocer losmecanismos de regulación que la mantie-nen viva, pese a las agresiones del am-biente. ¡Fabuloso!”.

Nació en la Ciudad de México, en lacolonia Industrial. Su padre, RafaelSánchez, era abogado, y su madre, EstelaQuintanar, una mujer dinámica que estu-dió y trabajó en la UNAM en los tiemposdel doctor Antonio Caso. “Somos cincohermanas, todas profesionales especiali-zadas en campos muy diversos”. Vivió enun ambiente cultural: “Mi papá nos com-praba libros de todo tipo, yo leía a JulioVerne, Los tres mosqueteros y otros más.Recuerdo que con mis ahorros compré elprimer libro, La divina comedia; estaba

yo loca por leerla. Uno de los textos quemás me marcó fue La vida de madameCurie”.

La doctora Sánchez tiene una miradaprofunda y proyecta una imagen de dina-mismo y seguridad impresionantes. Na-rra que desde chica quiso ser química,pues le intrigaba la germinación de lassemillas. “Tenía un laboratorio donde ju-gaba a hacer píldoras y pastillas de yesoque luego metía en cajas vacías de medi-cinas que me regalaba una tía. En la se-cundaria tuve varios maestros estupendosque me hicieron ver la química como unjuego maravilloso”. De 1948 a 1950 estu-dió la preparatoria en San Ildefonso y en1954 concluyó sus estudios de químicofarmacéutico biólogo. Esa etapa de su vida

tiene gratas vivencias: “En la EscuelaNacional de Ciencias Químicas, enTacuba, todos nos conocíamos. La clasede química general la impartía el profe-sor Río de la Loza, quien nos hacía pre-guntas estimulantes y nos retaba a resolverdiversas incógnitas”. Sus inquietudes lallevaron a trabajar en la industria farma-céutica, cuando cursaba el cuarto año dela licenciatura. Al concluirla ingresó a laEscuela Médico Militar.

La doctora Sánchez fue la primeraalumna de un programa piloto paraposgrado en bioquímica establecido porel doctor Guillermo Soberón, fundador dellaboratorio de Bioquímica en el InstitutoNacional de Nutrición. Al respecto pun-tualiza que él la apoyó para que estudiarael doctorado en la Universidad de Wins-consin con una beca de la fundaciónRockefeller. “Me cuestionaron mucho porser mujer, casi me hicieron jurar que nome iba a casar durante el doctorado. Fue-ron años muy interesantes, conocí a va-rios premios Nobel, aprendí a hacerinvestigación con estricto rigor científi-co, a manejar muchos equipos y, algo muyimportante, conocí a mi marido, el doctorLeobardo Jiménez, quien también estudia-ba el doctorado. En 1965 regresamos ahacer un posdoctorado ya con nuestro pri-mer hijo y allá nació mi hija Laura. Des-pués vinieron cuatro más”.

En 1967, al lado de los doctores PérezVillaseñor y Blanco, fundó el Departa-mento de Bioquímica de la Facultad deQuímica, que años más tarde se convirtióen semillero de formación de especialis-tas. En la década de los setenta, la doctoraSánchez empezó a investigar la bioquímicavegetal en la Facultad de Química. Sumeta era ayudar a resolver problemasalimentarios en el campo mexicano, porlo que creó líneas de investigación que vandesde la regulación de la expresióngenética, el metabolismo del nitrógeno ydel carbono en el maíz, hasta los pará-metros bioquímicos de la productividadde plantas.

Además de investigadora, la doctoraSánchez se considera maestra por vocación.Cuando estudiaba en la Facultad impartíaclases de física en una secundaria, y desdeentonces nunca ha dejado de enseñar en loslaboratorios y en las aulas. Ella es una mu-jer cuyas manos podrían parecer mágicas:proyecto que siembra, germina.