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III. LA LITURGIA DE ORDENACIÓN EN EL PONTIFICAL ROMANO (1968 Y 1989) La Constitución Apostólica Sacramentum Ordinis (30.XI.1947) promulgada por el Papa Pío XII decidió, en base al magisterio, la cuestión acerca del signo sacramental del sacramento del Orden. Como se ha visto, a esta cuestión a lo largo de los siglos había sido dada una respuesta variada por lo teólogos, como lo había demostrado en modo particular el Decretum pro Armenis de 1439. De la declaración doctrinal de Pío XII emerge cuanto sigue: la imposición de las manos y la plegaria consacratoria en la ordenación episcopal, presbiteral y diaconal, son los signos del sacramento. Esta declaración realizaba la más importante línea de conducta para la renovación posconciliar de la liturgia de la ordenación. Para evitar las repeticiones, parece oportuno sintetizar en una sección los elementos comunes a las tres ordenaciones: la estructura de los ritos de ordenación. En cambio, presentar en otro apartado los elementos peculiares de ritual para la ordenación episcopal, para la ordenación presbiteral y para la ordenación diaconal. En la medida de lo posible son dispuestos y presentados de tal modo que resulte una especie de “imagen” del respectivo orden. Sigue después una presentación de la nueva edición del Pontifical De ordinatione de 1989. El siguiente cuadro sinóptico nos ayudará a facilitar la visión sintética: OBISPO PRESBITERO DIACONO Después del Evangelio Después del Evangelio Después del Evangelio Presentación de los candidatos Presentación de los candidatos Presentación de los candidatos Lectura del mandato apostólico Elección por parte del obispo Elección por parte del obispo Homilía del consagrante principal Homilía del consagrante Homilía del consagrante Juramento del candidato Juramento del candidato Juramento del candidato Promesa de obediencia Promesa de obediencia Invitación a la oración Invitación a la oración Invitación a la oración Letanías Letanías Letanías Oración conclusiva de las letanías Oración conclusiva de las letanías Oración conclusiva de las letanías Imposición de las manos por parte de todos los obispos Imposición de las manos por parte del obispo... Imposición de las manos por parte del obispo ... y de los presbíteros Imposición del Evangeliario Oración consacratoria Oración consacratoria Oración consacratoria Vestición de estola y casulla Vestición con la estola transversal y dalmática Unción de la cabeza Unción de las manos Entrega del Evangeliario Entrega del pan y del vino Entrega del Evangeliario Entrega del anillo Imposición de la mitra Entrega del báculo Entronización en su cátedra Beso de la paz Beso de la paz Beso de la paz

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III. LA LITURGIA DE ORDENACIÓN

EN EL PONTIFICAL ROMANO (1968 Y 1989)

La Constitución Apostólica Sacramentum Ordinis (30.XI.1947) promulgada por el Papa Pío

XII decidió, en base al magisterio, la cuestión acerca del signo sacramental del sacramento del

Orden. Como se ha visto, a esta cuestión a lo largo de los siglos había sido dada una respuesta

variada por lo teólogos, como lo había demostrado en modo particular el Decretum pro

Armenis de 1439. De la declaración doctrinal de Pío XII emerge cuanto sigue: la imposición de

las manos y la plegaria consacratoria en la ordenación episcopal, presbiteral y diaconal, son los

signos del sacramento. Esta declaración realizaba la más importante línea de conducta para la

renovación posconciliar de la liturgia de la ordenación.

Para evitar las repeticiones, parece oportuno sintetizar en una sección los elementos comunes a

las tres ordenaciones: la estructura de los ritos de ordenación. En cambio, presentar en otro

apartado los elementos peculiares de ritual para la ordenación episcopal, para la ordenación

presbiteral y para la ordenación diaconal. En la medida de lo posible son dispuestos y

presentados de tal modo que resulte una especie de “imagen” del respectivo orden. Sigue

después una presentación de la nueva edición del Pontifical De ordinatione de 1989.

El siguiente cuadro sinóptico nos ayudará a facilitar la visión sintética:

OBISPO PRESBITERO DIACONO

Después del Evangelio Después del Evangelio Después del Evangelio

Presentación de los candidatos Presentación de los candidatos Presentación de los candidatos

Lectura del mandato apostólico Elección por parte del obispo Elección por parte del obispo

Homilía del consagrante principal Homilía del consagrante Homilía del consagrante

Juramento del candidato Juramento del candidato Juramento del candidato

Promesa de obediencia Promesa de obediencia

Invitación a la oración Invitación a la oración Invitación a la oración

Letanías Letanías Letanías

Oración conclusiva de las letanías Oración conclusiva de las letanías Oración conclusiva de las letanías

Imposición de las manos por parte

de todos los obispos

Imposición de las manos por parte

del obispo...

Imposición de las manos por parte

del obispo

... y de los presbíteros

Imposición del Evangeliario

Oración consacratoria Oración consacratoria Oración consacratoria

Vestición de estola y casulla Vestición con la estola transversal

y dalmática

Unción de la cabeza Unción de las manos

Entrega del Evangeliario Entrega del pan y del vino Entrega del Evangeliario

Entrega del anillo

Imposición de la mitra

Entrega del báculo

Entronización en su cátedra

Beso de la paz Beso de la paz Beso de la paz

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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1. ESTRUCTURA DE LOS RITOS DE ORDENACIÓN

a) También la Liturgia de la Palabra es una preparación a la celebración del sacramento. Ya el

hecho mismo que los candidatos a la ordenación durante la liturgia de la Palabra tengan una

posición diversa de aquella que tendrán durante la Eucaristía, ofrece un perfil de la celebración.

Sobre todo la elección de lecturas propias (como otros elementos del Propio), constituyen una

preparación a la ordenación. Ahora todas las ordenaciones son colocadas a su puesto

conveniente, que es después del Evangelio: la ordenación del obispo y las ordenaciones de los

presbíteros no están ya fragmentadas en grupos de ritos; aquel que es elegido al ministerio

episcopal no debe más, como antes, después del examen, celebrar la Liturgia de la Palabra

alejado de la comunidad en “su” capilla.

b) Los ritos preparatorios de las tres ordenaciones, en la medida de lo posible, han sido

asimilados entre ellos. La Liturgia de la ordenación inicia de vez en vez con la presentación del

o de los candidatos y con la petición al obispo consagrante de ordenarlos. Seguidamente a esto,

en la ordenación episcopal, viene la lectura del mandato papal (mandatum apostolicum); en las

otras dos ordenaciones la relación sobre la consulta de la comunidad y de aquellos que fueron

los encargados de la formación; después el obispo consagrante declara de elegir a los

candidatos para el ministerio, sea presbiteral o diaconal. La comunidad aprueba, aclamando,

esta decisión del obispo.

En la presente reforma se ha buscado de adaptar de alguna manera a las actuales condiciones

jurídicas, estos elementos tradicionales de la preparación, que respectan a diversas formas de la

participación de la comunidad. En este campo se debería ser todavía más extendida la

posibilidad para adaptar a las situaciones locales, probablemente muy diversas.

Las tres ordenaciones han sido asimiladas entre ellas también porque para cada celebración ha

estado diseñado una alocución-modelo, que no es obligatoria literalmente, sino que se propone

el contenido fundamental. Las alocuciones para las ordenaciones presbiterales y diaconales,

formuladas hacia el final del siglo XIII, tenían necesidad de una revisión; para la ordenación

episcopal este elemento no venía ofrecido. Los textos-modelo ahora están cargados

esencialmente de motivos bíblicos y de declaraciones del Vaticano II. Por el hecho que la

homilía ahora no se dirige sólo a los candidatos, sino también –y sobre todo– a la comunidad,

la ordenación presbiteral podía también ser aligerada de esta alocución en la cual, una vez, la

comunidad venía invitada a expresar el propio parecer sobre la elección de los candidatos.

Por lo tanto, los candidatos, frente al obispo consagrante y delante a la comunidad declaran la

propia voluntad de ejercitar su ministerio con todas sus fuerzas como un servicio en la Iglesia y

para la Iglesia, en unión con el colegio episcopal, en obediencia y fidelidad al sucesor del

apóstol Pedro (para la ordenación episcopal) o –respectivamente– como colaboradores del

obispo unido a él por veneración y obediencia (para la ordenación presbiteral y diaconal). Por

tanto, en la ordenación presbiteral la antigua promesa de veneración y obediencia (que antes

estaba comprendida en el grupo de los ritos colocados después de la comunión) tienen ahora de

nuevo su puesto conveniente. En la ordenación episcopal está insertado de modo adecuado (en

forma esencialmente abreviada) el así dicho “examen” de un tiempo. En las otras dos

ordenaciones, el juramento es ahora un elemento nuevo, como también para la ordenación

diaconal está la promesa.

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Por esta colocación han estado determinantes las siguientes consideraciones: dado que el

diaconado ahora es nuevamente (y también) un orden independiente, la promesa tiene pleno

significado también en esta ordenación. Con la inserción de la promesa de obediencia en el

juramento llega a ser claro, en ambas ordenaciones, que no se trata principalmente de la

relación con la persona del obispo, sino del servicio a la Iglesia, que está representado por el

ministerio del obispo. Además, las Conferencias Episcopales pueden modificar el gesto de

colocar las manos entre las del obispo, al momento de la promesa.

Así la preparación llega a su momento culminante en la oración de la comunidad: las letanías.

Es el obispo consagrante que invita a la plegaria y quien la concluye con una oración.

c) Que la imposición de las manos y la solemne plegaria de consagración obtuvieran

nuevamente el pleno reconocimiento de signos esenciales, era el primero de los “deseos” que se

esperaban de la reforma. Por esto era necesario una serie de revisiones.

Ahora en ninguna ordenación se han añadido otros textos entre éstos dos elementos del signo

sacramental. También en la ordenación diaconal, la imposición de ambas manos (como en el

origen) precede inmediatamente a la plegaria consacratoria, y lógicamente, la oración ya no se

divide.

Ya en SC 76 había estado propuesto que en la ordenación episcopal la colegialidad fuera

expresada en el signo de la imposición de las manos por parte de todos los obispos presentes

(que hasta la reforma sólo se pedía de tres). En la ordenación presbiteral, como también en la

episcopal, la unidad y la pre-eminencia de este gesto sacramental vienen subrayadas también

por el hecho que, aquellos que han impuesto las manos, permanecen reunidos en torno al

obispo consagrante (principal) para la solemne oración de consagración.

La cualidad del rito central ahora viene garantizada, entre otras cosas, por el hecho que en la

ordenación de presbíteros queda solamente esta única imposición de manos. En ninguna

ordenación viene dicha una palabra explicativa de la imposición de las manos: la plegaria

consacratoria misma es la palabra que interpreta la imposición de las manos. En la ordenación

presbiteral y diaconal, las antiguas oraciones consacratorias galicanas han sido eliminadas y la

oración para la ordenación del obispo no es ya interrumpida por la unción de la cabeza y por el

canto de acompañamiento.

En las letanías se han suprimido los gestos de bendición de consagrante sobre los candidatos;

podría haber surgido la impresión que esta bendición dada por el obispo consagrante fuera

importante para la ordenación. Pero, a fin que la imposición de las manos y la oración

consacratoria se desarrollen inmediatamente una después de la otra, se ha renunciado a

introducir la solemne plegaria consacratoria con el diálogo inicial habitual de la Plegaria

Eucarística (Dominus vobiscum...).

Solamente bajo el aspecto jurídico es importante que las proposiciones esenciales de las

plegarias consacratorias sean identificadas como necesarias para la validez de la ordenación:

“verba, quae ad naturam rei pertinent, atque adeo ut actus valeat exiguntur”. En la

celebración esto se efectúa sólo durante la ordenación episcopal: los obispos que fungen como

co-consagrantes cantan o recitan estas palabras junto al consagrante principal1.

1 Respecto a la oración consacratoria es de desear que para los obispos consagrantes valga la regla prevista en el MR-1970

para la concelebración de la Eucaristía: “Las partes recitadas en común deben de ser pronunciadas por los concelebrantes a

baja voz, de tal modo que se distinga claramente la voz del celebrante principal. De tal modo la oración será más fácilmente

entendida por el pueblo” (IGMR n. 170).

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No sólo en las oraciones consacratorias, sino también en el gesto de la imposición de las manos

emerge por un lado el acuerdo, y por otro la diferencia de los tres órdenes; y esto por el hecho

que el “colegio” que impone las manos está diversamente determinado. Mientras en la

ordenación de los diáconos la imposición corresponde sólo al obispo, para la ordenación de los

presbíteros, también el colegio presbiteral llega a ser activo con él y bajo su dirección, “propter

communem et similem cleri spiritum”, como había dicho Hipólito. El hecho que para la

ordenación episcopal se reúnan los obispos de otras Iglesias locales y que impongan las manos

–solamente ellos y ningún otro más– distingue claramente la ordenación episcopal de la

presbiteral.

Ahora se obtiene nuevamente pleno reconocimiento también al signo con el cual, en la

ordenación episcopal, viene confirmado el contenido epiclético de la imposición de las manos y

de la plegaria consacratoria. Como en los orígenes, al elegido le viene impuesto de nuevo el

Evangeliario sobre la cabeza (no sobre la nuca y la espalda) y viene sostenido sobre la cabeza

durante la plegaria consacratoria.

d) Como ritos explicativos se deben ahora valorar todos los elementos simbólicos que siguen al

rito central. Respecto a los “ritos post-consacratorios”, era finalidad de la reforma, por un lado,

conservar la tradición, y a esto pertenece también aquello que en el primer medioevo se había

añadido a los elementos del rito; y por otro lado estos signos deberían de ser estructurados de

tal modo que no pusieran en la sombra los elementos esenciales.

Esto que ya está contenido en el signo fundamental, la unidad del sacramento y su graduación

en tres “órdenes”, viene desarrollado en los ritos explicativos. El revestir las vestiduras

distintivas ahora es sólo indirectamente un signo explicativo. Esto vale también para la

ordenación diaconal y presbiteral y, en forma un poco diversa, también para la ordenación

episcopal. Es menos importante que las vestiduras sean entregadas por el obispo; será

suficiente que los ordenados, después del rito central vistan sus vestiduras distintivas y así se

presenten delante del obispo y de la comunidad. Era también poco importante que cuando al

obispo le venía colocada la mitra fuera dicha una palabra explicativa; ahora se ha omitido.

La graduación de las “órdenes” viene expresada como un tiempo también en el ritual de la

unción: al presbítero le vienen ungidas las manos, al obispo la cabeza (y ahora no las manos).

Los desarrollos equivocados fueron corregidos: ya no se usa más el óleo de los catecúmenos

(óleo bautismal por definición), ni tampoco es usado el modo complicado de ungir las manos y

mucho menos el cuidado excesivo después de la unción (vendar las manos y, respectivamente,

la cabeza).

La entrega de las insignias del propio oficio subraya todavía más claramente los ritos de

unción, la diferenciación del sacramento del Orden en tres grados de ministerios. A decir

verdad, se ha evitado conscientemente una sistematización rígida, ya que hubiera sido más

dañina que favorable. La entrega del Evangeliario en la ordenación diaconal como también en

la episcopal es “liturgia realizada” plenamente comprensible en el respectivo contexto.

e) También la conclusión de cada una de las ordenaciones y después la celebración de la

Eucaristía que sigue, explican el contenido de la ordenación. El beso de la paz sella la

ordenación. El consagrante (principal) y todos los obispos dan la bienvenida en el ordo

episcoporum al nuevo obispo. Para la ordenación presbiteral y diaconal, el Pontifical Romano

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recomienda también que algunos hermanos (después del obispo consagrante) puedan dar la

bienvenida en su orden al neo-ordenado.

La comodidad de participación de los neo-ordenados en la celebración eucarística en relación a

su orden está expresada por el mismo dato celebrativo. Los neo-presbíteros concelebran con el

obispo y en esta celebración tienen la pre-eminencia en el presbiterio concelebrante. Uno de los

diáconos neo-ordenados asiste como “minister calicis”, otros ayudan en la distribución de la

eucaristía.

Sobre todo en la ordenación episcopal es importante el justo orden de las funciones en la

Eucaristía. El hecho que el obispo consagrado en su diócesis presida después la Eucaristía,

viene presentado por el Pontifical Romano sólo como una posibilidad. Al significado de la

ordenación episcopal correspondería sólo la obligación de la siguiente praxis: el obispo

constituido como jefe de su diócesis viene conducido a su cátedra; con esto el obispo

consagrante coloca, obviamente, al neo-consagrado también en la presidencia de esta

celebración eucarística.

2. LA ORDENACIÓN EPISCOPAL

a) El hecho que el obispo sea miembro del colegio episcopal viene expresado –en la misma

ordenación episcopal– por el signo de la reunión de cuantos más obispos sea posible. El signo

se refuerza en la celebración sacramental común, en la imposición de las manos y en la oración:

así el elegido viene acogido en el ordo episcoporum. Esto está confirmado por el beso de la paz

conclusivo. En la alocución-modelo y en el examen para la ordenación se habla expresamente

de la colegialidad en el oficio episcopal. También si no es dicho expresamente, esta

colegialidad está de contexto de toda la celebración, comprendida la Eucaristía, en la cual

concelebran los (o algunos) consagrantes.

b) En primer lugar el obispo es el guía de una Iglesia local, en la cual está llamado a

representar a Cristo (cfr. Alocución). En cuanto tal, es la cabeza de su presbiterio. En

conformidad a esto, los representantes de este presbiterio asisten al elegido desde el inicio de la

celebración. Ellos lo conducen delante del colegio de los obispos consagrantes, lo presentan y

piden la ordenación para el candidato. Según el Pontifical, los representantes del presbiterio

deben de concelebrar la Eucaristía con el nuevo obispo y los obispos consagrantes.

En el juramento, después de algunas preguntas esenciales, viene como temática el aspecto

eclesial universal del oficio episcopal, después en diversas preguntas la disponibilidad en el

servicio para esta Iglesia local “junto con tus colaboradores, los presbíteros y diáconos”. Los

confines de la diócesis (en sentido local) no son obviamente los confines del ministerio

episcopal: también aquellos que están sin patria y los necesitados que no pertenecen a la propia

diócesis son confiados al cuidado del obispo. El salir al encuentro de los extraviados como el

Buen Pastor es una de las tareas más importantes de su ministerio.

c) El servicio de gobierno está caracterizado, en primer lugar, en la solemne plegaria

consacratoria. En la reforma posconciliar esta oración romana de la antigüedad tardía fue

sustituida por la plegaria consacratoria más antigua de la TrAp, ligeramente retocada.

A favor de esta oración para la ordenación episcopal estaba también su talante ecuménico que

determina, por una ininterrumpida tradición, la praxis consacratoria de una parte del

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Patriarcado de Alejandría (consagración episcopal etiopica) y una parte del Patriarcado de

Antioquía (consagración del patriarca en el rito maronita).

En la plegaria de consagración (ahora vigente) se habla de la obra salvífica de Dios en el

“pueblo de la verdadera Iglesia de Abraham”. Dios ha constituído para este pueblo “principes

et sacerdotes”: esto que Dios realizó en aquel entonces de forma típica, se cumple en Jesucristo

y en su Iglesia fundada por los apóstoles en todos lugares de la tierra. En la epíclesis, la oración

refiere al hecho que el Padre ha realizado la efusión del Espíritu sobre su Hijo amado y también

que Jesús lo ha otorgado a sus apóstoles. Por esta razón la Iglesia ahora reza para que se

conceda la misma efusión del Espíritu de guía, del “Spiritus principalis”, para los elegidos.

De tal modo en la futura acción episcopal está en primer plano el deber de gobernar, del

servicio pastoral. Por la fuerza del Espíritu, el obispo está llamado al servicio de la

reconciliación de los pecadores (“el poder de perdonar los pecados según tu mandato”). Al

servicio del gobierno del obispo compete “disponer los ministerios de la Iglesia según tu

voluntad”. Los plenos poderes en el gobierno de la Iglesia son manifestados, sobre todo,

cuando sirve “sin tacha, día y noche, como sumo sacerdote”!

Aún cuando esta oración no habla del “summum sacerdotium” del obispo de forma acentuada

como la plegaria consacratoria de la época de la antigüedad tardía romana, el aspecto sacerdotal

del obrar episcopal no sólo no está descuidado, sino que el mismo servicio litúrgico pertenece

esencialmente a su tarea de gobierno. Cuando en la parte de la anámnesis se dice que Dios ha

constituido para el pueblo de Abraham “principes et sacerdotes”, se quiere preparar la

afirmación: en el Nuevo Pacto es Jesús, son los apóstoles, y por lo tanto, también el obispo

“principes et sacerdotes”.

En un signo explicativo importante, la entrega del báculo, se habla del oficio de gobierno, del

servicio de pastor. En efecto se le dice al obispo:

“Recibe el báculo, signo de tu ministerio de pastor: ten cuidado de todo el rebaño, en medio al cual el Espíritu

Santo te ha constituído obispo para gobernar a la Iglesia de Dios”.

A diferencia de la fórmula medieval de entrega, ahora en vigor, habla al pasado: “te ha

constituído”, refiere así al rito central. Su mérito particular está en el uso de la expresión con la

cual Pablo se despedía de los ancianos, los epískopoi de la comunidad de Éfeso (cfr. Hech

20,28).

d) La participación en el oficio profético de Jesucristo, la transmisión del servicio en el

anuncio del Evangelio, es explicada en la entrega del Evangeliario con palabras que envían a

2Tim 4,2.

e) El servicio sacerdotal está recordado por la unción de la cabeza. También en la unción,

después de la reforma, el sacramento viene colocado en evidencia como ya se ha manifestado

(en la imposición de las manos y en la plegaria de consagración): “Dios te ha hecho partícipe

del sumo sacerdocio de Cristo”. El ministerio sacerdotal del obispo está fundado sobre el

ministerio del único Sumo Sacerdote, Jesucristo. Según la palabra explicativa de la unción de la

cabeza, una actividad episcopal fructuosa es posible sólo con la fuerza del Espíritu Santo.

Signo de la unción del Espíritu es también la unción de la cabeza.

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f) Del Pontifical Romano de 1596 ha quedado, casi invariada, la fórmula para la entrega del

anillo: “recibe el anillo, signo de fidelidad, y en la integridad de la fe y en la pureza de vida,

cuida a la santa Iglesia, esposa de Cristo”.

Sobre todo en este signo viene indicado la íntima unión con Iglesia local, que se ha estrechado

con la ordenación episcopal. Pero es también obvio que a la entrega del báculo y del

Evangeliario se piensa en primer lugar en el servicio en esta Iglesia determinada.

g) Aún cuando no se pone la cuestión, existe una cierta tensión entre las afirmaciones del

ritual y la realidad, la ordenación efectiva de los obispos. Si se toma a la letra el rito de la

ordenación episcopal, es difícil justificar la ordenación de obispos que no son llamados al

gobierno de una determinada Iglesia local. El rito se diferencia solamente en pocos elementos;

si un obispo es ordenado para una determinada Iglesia local, viene expresamente presentada la

petición a nombre de esta diócesis de ordenar a este elegido; el obispo diocesano, al final de la

ordenación, es conducido a su cátedra.

Una crítica a la práctica y a las normas jurídicas referentes a la praxis era hecha también por

otro motivo. El cán. 333 del CIC de 1917, obligaba a aquel que había sido elegido al oficio

episcopal a recibir la ordenación dentro de los tres meses siguientes, pero tenía que dirigirse en

su diócesis sólo dentro de los cuatro meses. Esta disposición suponía en cierto modo, como

normal, que la celebración de la ordenación episcopal no tenía lugar en la diócesis, al servicio

de la cual venía constituido el obispo en cuestión.

La discrepancia entre esta praxis y las afirmaciones del rito de ordenación era evidente.

Probablemente como motivo de esta práctica, el Pontifical Romano (1968) habla con tanta

fuerza del rol del obispo ordenado en su propia diócesis durante la celebración eucarística del

día de su ordenación: el obispo consagrante puede invitar al neo-ordenado a presidir la

Eucaristía. Ahora el CIC de 1983, en el cán. 379, habla solamente del término de tres meses

entre el nombramiento de obispo y su ordenación. En la editio typica altera del Pontifical

(1989) se recomienda que “el obispo que preside como cabeza de una diócesis, sea ordenado en

la iglesia catedral” (n. 21) mientras que se subraya que “si la ordenación se realiza dentro de los

límites de la diócesis del obispo ordenado” es muy oportuno que sea “él mismo quien presida la

concelebración de la liturgia eucarística” (n. 27). En el caso de que tal ordenación sea realizada

en otra diócesis, entonces “preside la concelebración (eucarística) el obispo ordenante

principal” (n. 27). Al obispo neo-ordenado ocupa “el primer puesto entre todos los

concelebrantes” (n. 27).

Quien se esperara una mayor claridad y autorizada solución, en la línea de la tradición de la

Iglesia de Roma, tendrá todavía que esperar a que maduren los tiempos.

3. LA ORDENACIÓN PRESBITERAL

a) Un tema central del rito de ordenación presbiteral es la relación del presbítero con el

obispo y de éste con su presbiterio. Un representante del presbiterio pide al obispo de ordenar a

los candidatos. El obispo y el presbiterio imponen las manos sobre los elegidos y, si es posible,

también los sacerdotes –como el obispo– saludan a los neo-ordenados al final de la ordenación

con el beso de la paz. Los neo-ordenados concelebran la Eucaristía con el obispo y con los

presbíteros que ya ejercitan el ministerio.

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b) En la solemne plegaria consacratoria está de nuevo el motivo de la colegialidad del

presbiterio, por lo menos en cuanto que en la parte anamnética se habla de la relación de

Moisés con los setenta ancianos (cfr. Num 11,16s.24-30). El tenor de la oración de ordenación

evidencia el tema (el obispo y sus colaboradores), expresado eficazmente en la petición:

“concede también a nosotros, los colaboradores necesarios”. Como Dios ha dado a Moisés los

ancianos como ayudantes y les ha dotado del espíritu que animaba a Moisés, y como al sumo

sacerdote Aarón (Num 3,2-4) le fueron dados sus hijos como ayudantes, así el obispo tiene

necesidad de la ayuda de los presbíteros. En la serie de modelos que se presentan en la

anámnesis de la oración romana de consagración, siempre se ha consideerado también la orden

neotestamentaria: “Has asociado a los apóstoles de tu Hijo como maestros de la fe”.

Los dos modelos del AT, que en la anámnesis de la oración consacratoria preceden al único

paradigma neotestamentario, están en relación con la afirmación que se encuentra en la oración

de consagración del obispo: Dios lo ha constituido para el pueblo de Abraham “principes et

sacerdotes”, por lo tanto, con la afirmación sobre el ministerio del obispo como de un

“princips et sacerdos”. En la alusión a los setenta ancianos se puede ver referida la

participación de los sacerdotes al ministerio pastoral del obispo; en la alusión a los hijos de

Aarón, la participación al oficio sacerdotal; en la alusión a los colaboradores de los apóstoles,

los “doctores fidei”, la participación en el oficio profético.

Puesto que estos motivos estaban ya mencionados en la oración de ordenación presbiteral, en la

reforma más reciente no pareció necesario cambiar este pasaje. Fueron cambiados solamente

las proposiciones finales, donde se hablaba de las cualidades que deberían de caracterizar al

presbítero; ahora viene subrayada todavía un vez más la colaboración en la evangelización, y

esto también para equilibrar el hecho que en los ritos explicativos viene subrayado

especialmente el motivo del servicio sacerdotal.

Cada uno de los aspectos que vienen mencionados en la oración de consagración, están

comprendidos por la afirmación repetida varias veces: los presbíteros posea el “munus secundi

meriti”. El ministerio sacerdotal está caracterizado esencialmente por la participación al oficio

episcopal y, por esto, distinto del servicio diaconal. De aquí que el obispo consagrante, en la

epíclesis invoca e implora el don del Espíritu de Dios para los candidatos.

c) La unción es el signo del envío del Espíritu. A este respecto el rito de la unción es ya un rito

exlicativo. La frase que acompaña este momento ritual pone el evidencia diversos aspectos: la

referencia a la acción futura (“esté siempre contigo para la santificación de su pueblo”) que

declara acontecida la transmisión del ministerio mediante la imposición de las manos y la

plegaria. Con la cita de Hech 10,38 –unción de Cristo en el Espíritu Santo y poder– es

considerada la dimensión cristo-pneumatológica del servicio presbiteral. Este servicio es

esencialmente un servicio sacerdotal, de cuyo aspecto santificante y latreutico se habla

expresamente con referencia a la Eucaristía.

La unción de las manos (como la unción de la cabeza en la ordenación episcopal) tiene

referencia a toda la persona que viene ungida. No quiere indicar en primer lugar (como la

fórmula anterior) una particular “habilitación” de las manos para “benedicere, sanctificare,

consecrare”. La unción de las manos en la ordenación presbiteral también quiere expresar, en

relación a la unción de la cabeza del obispo, que los presbíteros son “viri sequentis ordinis et

secundae dignitatis” (oración consacratoria) y, por lo tanto, subordinados al obispo.

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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d) El motivo del servicio sacerdotal viene expresado particularmente en la entrega del pan y

del vino. La fórmula que la acompaña no habla más de la potestas que viene conferida al

ordenado, sino que se subraya más bien, que el servicio del sacerdos en la Eucaristía tiene

como presupuesto y como consecuencia que “sea imitador de Cristo, inmolado por nosotros”2.

e) Los cantos de acompañamiento para los ritos explicativos, en general, fueron bien elegidos.

El verdadero problema fue el hecho que el himno “Veni, Creator Spiritus” sea uno de los

posibles cantos de acompañamiento para la unción de las manos, como antes de la reforma. La

solución adoptada en la ordenación episcopal, aún cuando no fuera la ideal, es por lo menos

mejor motivada, al ser colocado como introducción a toda la liturgia de ordenación, casi como

anticipación de la plegaria epiclética de la oración consecratoria. En cambio, el canto al

Espíritu Santo en la unción de las manos en la ordenación presbiteral, resta valor notablemente

al rito central de la imposición de las manos y a la misma oración consacratoria.

f) Sería deseable que en ritual se tomara también en consideración como se debe proceder en el

caso que venga ordenado un grande número de candidatos. Esto tiene notoria importancia por

la valoración de cada uno de los ritos en el ritual general. La praxis de otras celebraciones

sacramentales podría ser de modelo. En los ritos explicativos el obispo podría hacerse ayudar

(unción de las manos, entrega del pan y del vino); pero como para otros gestos (como ejemplo,

las manos entre las del obispo para la promesa de obediencia) en tales ocasiones, de debería de

renunciar del todo.

g) El Pontifical Romano (1968) no habla de la elección del lugar, ni tampoco del tiempo para

la ordenación presbiteral ni diaconal. Existen buenos motivos por la práctica frecuentemente

testimoniada de conferir estas ordenaciones en la catedral. Es importante la participación del

pueblo de Dios. En este Pontifical se dice expresamente que cada ordenación debe tener la

máxima participación que sea posible de los fieles (“cum fidelium quam maxima frequentia”),

es decir, en día domingo o en alguna otra fiesta.

Por la imagen del sacerdote no es algo sin importancia si la liturgia de la ordenación, la primera

misa y el inicio del ministerio sacerdotal están entre ellos en una relación equilibrada. Si es

posible, en la celebración de la ordenación deberían de estar ya presentes como invitados, los

delegados de aquella comunidad a la cual serán destinados en el servicio ministerial los neo-

ordenados.

Si la “primera misa” como inicio del ministerio con la primera celebración de la misa en el

lugar donde desarrollará el cuidado pastoral se convierte nuevamente más importante que la

primera misa en la parroquia nativa, vendría puesto nuevamente el grande valor expresado en la

plegaria de ordenación sacerdotal: los presbíteros, como “viri secundae dignitatis”, representan

al obispo allí donde él puede ejercer su ministerio en persona sólo ocasionalmente. Por esto el

obispo envía como colaboradores en el ministerio a los presbíteros como sus “probi

cooperatores”.

2 La frase “agnosce quod ages, imitare quod tractabis” deriva de la antigua alocución a los candidatos y refiere a una

palabra de Gregorio Magno (Diálogos 4,61).

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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4. LA ORDENACIÓN DIACONAL

a) De grande importancia para la reforma de la ordenación diaconal fue la decisión del

Vaticano II de restaurar el diaconado como ministerio a ejercitar, en la Iglesia, de forma

permanente (LG 29). La declaración del Concilio viene traducida en la práctica con la SacrDiac

(18.VI.1967). Que desde entonces existen los así llamados diáconos permanentes y diáconos

que se preparan al sacerdocio. Todavía refiriéndonos a esto no se hace distinción en la

ordenación al servicio diaconal.

La restauración del diaconado como orden independiente ha influído sobre una serie de

elementos de la celebración de ordenación: sobre la formulación de la alocución-modelo, sobre

la introducción del juramento y sobre su texto, sobre la introducción de la promesa de

obediencia.

b) En un punto la restauración del diaconado ha tocado también la plegaria de consagración,

que hasta ahora se decía al final:

“Sostenidos por la conciencia del bien realizado,

fuertes y perseverantes en la fe,

sean imágenes de tu Hijo,

que no vino a ser servido, sino a servir,

y alcancen con él la gloria de tu reino”.

La oración de consagración fue reelaborada, abreviada y ampliada en otros pasajes. Fue

retirado el tema desarrollado largamente en conexión con Hech 1,24 “Cordis cognitor Pater”.

La anámnesis viene ampliada en torno a un modelo neotestamentario; ahora el texto se expresa

así:

“Así también, en los comienzos de la Iglesia, los apóstoles de tu Hijo, movidos por el Espíritu Santo, eligieron,

como auxiliares suyos en el ministerio cotidiano, a siete varones acreditados ante el pueblo, a quienes, orando e

imponiéndoles las manos, les confiaron el cuidado de los pobres, a fin de poder ellos entregarse con mayor

empeño a la oración y a la predicación de la Palabra”.

De tal forma hace referencia a Hech 6,1-6 sin que sea dicho exactamente que estos siete hayan

sido los primeros diáconos. Aquí se trataba, principalmente, de hablar en la parte anamnética de

la solemne plegaria de consagración, no sólo del plan salvífico de Dios en la antigua Alianza,

sino también –y sobre todo– del nuevo inicio del ministerio en la Iglesia de Jesucristo. Que el

Espíritu Santo haya sido dado en efusión sobre los siete, por la oración y la imposición de las

manos de los apóstoles, es el punto de referencia para la epíclesis de la oración consacratoria:

“Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio a éstos siervos, a quienes consagramos humildemente para el orden

del diaconado y el servicio de tu altar. Envía sobre ellos, Señor, el Espíritu Santo, para que, fortalecidos con tu

gracia de los siete dones, desempeñen con fidelidad el ministerio”.

Mientras se hace derivar del rito de la ordenación presbiteral en qué modo y hasta qué punto los

presbíteros participan en el triple ministerio del obispo, afirmaciones semejantes no se pueden

hacer por los signos y por la oración de ordenación de los diáconos.

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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Junto a la plegaria de ordenación, también el juramento contiene una serie de afirmaciones

sobre el diaconado. Viene hecha la petición3 como característica para el servicio diaconal la

prontitud para “ayudar a los pobres y enfermos, los sin techo y los necesitados”, todavía esto

vale exactamente también para el obispo y los presbíteros. En realidad para los diáconos esta

tarea está subrayada también en la oración de ordenación.

Pero la plegaria consacratoria subraya también el servicio del diácono junto al altar. A él

pertenece la distribución del Cuerpo y la Sangre de Cristo, como es indicado en la promesa

solemne. En ella viene indicado como tema aquello que es objeto del único rito explicativo

para la ordenación diaconal. En la entrega del Evangeliario se expresa la participación en la

evangelización (en la liturgia y fuera de ella): “Recibe el Evangelio de Cristo, del cual te has

convertido en anunciador...”

En todas estas manifestaciones de vida de la Iglesia, el diácono es el encargado del servicio,

subordinado al obispo (como dice la promesa de obediencia), asociado a los sacerdotes, con los

cuales está comprometido a colaborar; así lo ha prometido solemnemente. El diácono, por lo

tanto, es ayuda para todos en cuanto tal, y es, de modo particular, la imagen de Cristo, que

“estaba entre sus discípulos como uno que sirve” (alocución).

c) La revaloración de la ordenación diaconal con la restauración del diaconado, pone ahora una

cuestión urgente a la praxis de la Iglesia. ¿Es compatible con esta revaloración que el diácono

sea todavía un grado de paso del cual, eventualmente después de un breve intervalo, se alcance

el presbiterado? También la nueva ordenación del ámbito del servicio diaconal hace urgente

resolver una cuestión, en la forma de alternativa: o se renuncia a conferir la ordenación

diaconal cuando un candidato parece idóneo al ministerio presbiteral y pronto será ordenado

sacerdote, o bien, el diaconado sea efectivamente un grado de prueba para el ministerio

presbiteral, con la consecuencia que, entonces, pueda eventualmente ser negado el acceso al

ministerio sacerdotal.

d) Con la reforma de aquellos que en un tiempo eran consideradas las Ordenes Menores, con la

Ministeria Quaedam y la Ad Pascendum son resultados los cambios para el diaconado. Llega a

ser clérigo quien recibe la ordenación diaconal. La obligación de participar a la Liturgia de las

Horas con motivo del ministerio, que antes venía asumido con la ordenación al subdiaconado,

ahora inicia con la ordenación diaconal. Igualmente resulta que los célibes, los cuales son

ordenados diáconos se obligan, recibiendo este orden, a observar el celibato. Por primera vez

en la historia, estos aspectos son tematizados en la misma celebración.

5. LA NUEVA EDICIÓN DEL PONTIFICAL “DE ORDINATIONE” DE 1989.

El trabajo de revisión de este ritual de Ordenación, según Bugnini4, había ya iniciado en 1973

cuya intención era asimilar el De Ordinatione en su estructura de un libro litúrgico completo –

pero como sección del Pontifical– en su versión final, como ha sido hecho para el

3 Se introduce una nota teológica en la cual se entiende poner en evidencia la referencia a Jesuscristo, fuente y modelo de

todo ministerio ordenado; la naturaleza eclesiológica del servicio a vivir; la íntima relación del don del Espíritu que

alimenta continuamente la fecundidad y la eficacia. Es, por lo tanto, clarificado, el concepto que tiene la “diaconía” de

Cristo, principio constitutivo y ejemplar de los ministerios ordenados. Es en esta línea que se habla del orden diaconal. 4 En su libro La reforma litúrgica 1948-1975, Roma 1983, 701.

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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Caeremoniale Episcoporum de 1984, por la versión de la Neovulgata de la Biblia de 1979 y por

el Codex Iuris Canonici de 1983, tomando también en consideración las propuestas realizadas

por las diversas Conferencias Episcopales.

a) Es digno de hacer mención de todo esto que respecta a la nueva edición, en primer lugar la

disposición del formulario. Como fue mencionado en el decreto de promulgación del libro

(29.VI.1989), inicia con la ordenación del obispo, porque le pertenece a él la plenitud del

Orden; con esto se puede demostrar con mayor facilidad que los presbíteros son sus

colaboradores y que los diáconos son ordenados para un servicio al obispo.

Hasta ahora los Praenotanda –correspondientes a la tradición del Pontifical Romano – estaban

ausentes. En esta editio altera se presentan satisfactoriamente conforme a las indicaciones de

SC 63b y exigidas por el Ritual Romano: “instructiones... sive pastorales sive rubricales”.

Sobre todo en los Praenotanda son recibidas las indicaciones doctrinales del capítulo III de la

LG, que están explícitamente tanto en los Praenotanda generalia como en los Praenotanda a

cada uno de los ritos.

Son también los textos de la Plegaria Eucarística (prefacios, Hanc igitur e intercesiones)

enriquecen cada una de las celebraciones de Ordenación. El capítulo V (“Textus in

celebratione Ordinationum adhibendi”) contiene las oraciones presidenciales de las Misas

rituales y los respectivos textos de lecturas bíblicas.

b) Con la ordenación del obispo se nota un cambio en la terminología, puesto que no se habla

ya de consecratio sino de ordenatio. De tal modo que está más decidido respecto al anterior

ritual. Es de desear que quien venga ordenado obispo “in Ecclesia propria” sea invitado,

después de su ordenación, a presidir la misma concelebración eucarística.

La possesio canonica debe de tener lugar en la catedral, en el marco de apertura de la

celebración. Aquí es necesario hacer notar que se tiene una repetición, en cuanto que para la

presentación del candidato al obispo ordenante principal que viene leído públicamente, por

segunda vez el mismo texto (“mandatum Apostolicum”) leído para la “possessio canonica”.

El texto ahora introducido para la entrega de la mitra es mucho más apropiada que aquella que

se tenía en el Pontifical Romano. Viene comprometida la tradicional correspondencia de la

entrega del anillo antes y después del báculo. Lo mismo se diga para la eventual entrega del

palio.

c) En la ordenación de presbíteros son dignos de notarse sobre todo los cambios introducidos

en la solemne plegaria de ordenación.

La anámnesis está directamente orientada a la epíclesis. La serie de modelos está extendida al

NT: Jesús, que ha sido mandado por el Padre, ha concedido a los apóstoles de participar de su

envío y los ha asociado a sus sucesores para prolongar su misión sobre la tierra.

En la parte epiclética de la oración de ordenación, después del encargo de participar en el

anuncio de la fe, viene indicado también el servicio del presbítero en la celebración de los

sacramentos: son nombrados explícitamente el Bautismo, la Eucaristía, la Reconciliación y la

Unción de los enfermos. Se tiene más en consideración también las “promesas” de los

candidatos.

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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d) En el formulario de ordenación de los diáconos se necesitaba insertar también aquello que

resultaba de los nuevos elementos introducidos con la reforma del servicio ministerial

(ministeria) precendentes al diaconado.

La modificación de una disposición del cán 1037 del CIC, de la cual se habla en el decreto de

aprobación del Pontifical, corresponde al Rito De sacro caelibatu amplectendo del 3.XII.1972.

El compromiso de los candidatos que son ordenados al diaconado o al presbiterado de prometer

obediencia y respeto (reverentia) al obispo local, ya había estado tratado en CD 35,1.

Después de la profunda revisión de Ritual de las Ordenaciones, también la solemne oración de

oración diaconal viene levemente retocada.

6. LA ADMISIÓN DE LOS CANDIDATOS A LOS MINISTERIOS

Hasta cuando se hace la Institución al Lectorado, la admisión al estado clerical acontecía con el

conferimento de la tonsura. Quien llegaba a ser clérigo, era candidato para los “Ordines”. Los

cambios fundamentales, según la Ministeria Quaedam y la Ad Pascendum tocan estos puntos,

por lo que parecía adecuado en el futuro, en lugar del ritual “De clerico faciendo”, introducir

una celebración para la “Admisión de los candidatos al Ministerio”.

En esta celebración, los aspirantes al diaconado (permanente) y al presbiterado manifiestan

públicamente “su voluntad de ofrecerse a Dios y a la Iglesia para ejercitar el Orden sagrado”, y

con esta celebración son recibidos entre los candidatos. Que el ordinario presida la celebración

y acoja a los aspirantes como candidatos, resulta de su tarea de “distribuir los ministerios”,

como dice la oración de ordenación del obispo.

La celebración para la Admissio no debe de estar unida con una ordenación o con la institución

de algún ministerio. En el curso de la formación espiritual del candidato, ésta debe tener

importancia como celebración independiente. La relación del aspirante con la Iglesia y el

obispo debe ser intensificado por esta celebración. El aspirante se compromete a “cuidar y

conservar de modo particular, su vocación” y, por otro parte, adquiere “el derecho a los

auxilios espirituales necesarios, con los cuales está en grado de desarrollar su vocación y de

obedecer incondicionalmente a la voluntad de Dios” (AdPasc I c).

La Admissio tiene lugar en el marco de la Eucaristía (después del Evangelio) o en una Liturgia

de la Palabra. Después de la homilía, cuya conclusión ofrece un modelo el Ordo de la

Institución de Lectores; los aspirantes son llamados por su nombre. El obispo los interroga

respecto a su disponibilidad de “servir fielmente a Cristo y a su Iglesia” y “a continuar la

formación espiritual y religiosa” de tal modo de poder “corresponder a su tiempo a la llamada

del Señor y con la sagrada ordenación, asumir el servicio en la Iglesia”.

Según el rito para la Institución de Lectores, la respuesta de los aspirantes a esta pregunta

puede ser confirmada por un gesto. La respuesta del obispo a la declaración afirmativa de los

aspirantes está formulada sólo en forma receptiva y, por lo tanto, no corresponde ni a la

finalidad de la celebración como una “admissio inter candidatos”, ni a la afirmación de la

AdPasc según la cual la Iglesia que acoge esta decisión, “escoge y llama... al aspirante a

prepararse a recibir las sagradas órdenes”5. Algunas invocaciones concluyen el rito de la

Admissio.

5 También el poner por escrito –petición escrita y aceptación escrita por parte del superior competente– muestra que la

respuesta del superior es una “electio”.

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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EXCURSUS

NUEVA EDICIÓN TÍPICA

DEL RITUAL PARA LA CELEBRACIÓN

DE LAS ORDENACIONES Pere Farnés

Mejorar la celebración es el título y la finalidad de una de las Secciones habituales de Oración

de las Horas. Pero mejorar la celebración tiene unas fronteras mucho más amplias que las de

nuestra revista. Mejorar la celebración fue ya el propósito explícito del Vaticano II al

promulgar la Constitución de Liturgia6. Mejorar la celebración ha sido también recientemente

la meta a la que nos ha invitado hace poco el Sumo Pontífice en su Carta Apostólica Vicesimus

Quintus Annus al recordar que, si la reforma litúrgica debía considerarse ya como terminada7, a

la profundización y la más plena vivencia de los ritos reformados - a la mejora, por tanto, de los

mismos- le quedaba aún un largo camino por recorrer y un amplio campo en que moverse y

progresar.

1. Edición renovada de dos nuevos Rituales

Hoy nos alegra poder dedicar este espacio a una “mejora” muy oficial y objetiva, a una

“mejora” que podríamos decir viene “desde arriba”, es decir de los mismos responsables

supremos de la vida litúrgica de la Iglesia. En efecto, si en otras ocasiones ofrecemos en esta

Sección reflexiones personales que nos parecen oportunas para mejorar la práctica y

comprensión de la liturgia hoy y en el próximo número de octubre vamos a exponer unos pasos

significativos dados por la propia Sede Apostólica en vistas al mejoramiento de los ritos

litúrgicos de dos celebraciones concretas: la de las Ordenaciones y la del Matrimonio. La mejor

ordenación de los ritos de estas celebraciones a la que nos referimos figura en una segunda

edición típica que de estos rituales acaba de publicar la editorial vaticana8.

2. Significación e importancia de las nuevas ediciones típicas de los ritos de las

Ordenaciones y del Matrimonio

La noticia de estas nuevas ediciones de los rituales de las Ordenaciones y del Matrimonio es

importante especialmente por dos motivos que vale la pena subrayar: a) por lo que dichas

ediciones significan en sí mismas –como veremos los ritos han sido mejorados en no pocos

detalles- y b) porque el perfeccionamiento de estos dos rituales se nos presenta como un signo

y una primicia en vistas al futuro. Signo de que se quiere emprender un camino de análisis y

posible perfeccionamiento de los libros litúrgicos emanados de la reforma del Vaticano II9 y

6 Cf. Sacr. Conc., v. gr. nn. 21,49,62

7 n. 10

8 De Ordinatione Episcopi, presbyterorum et diaconorum, Typis polyglottis vaticanis, 1990. Ordo celebrandi Matrimonium,

editio typica altera, Praenotanda; Cf. Notitiae 26 (1990) 301-310. 9 La Congregación del Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos ha hecho público, en cierta manera por lo menos,

su propósito de someter a examen algunos de los libros litúrgicos promulgados después del Vaticano II al dar a conocer los

temas de la Consulta tenida los días 24-30 del pasado mes de abril en vistas a preparar la próxima Plenaria. Los libros

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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primicia de lo que podemos esperar sean las futuras ediciones de los restantes libros litúrgicos.

Estas futuras ediciones, en efecto, si siguen el camino iniciado ahora por los dos rituales que

acaban de aparecer, irán mejorando algunos de los detalles para que las celebraciones resulten

cada vez más expresivas, significantes y claras10

, sin que ello signifique, evidentemente, que se

vaya a cambiar o substituir la liturgia del Vaticano II por otros libros litúrgicos “nuevos”11

.

Pensamos que recalcar la importancia que en nuestro momento histórico reviste la “corrección”

o “mejora” de algunos detalles de los rituales de estos dos sacramentos en relación con la vida

litúrgica en general resulta pedagógicamente iluminativo. Lo decimos sobre todo en vistas a

algunos de nuestros lectores que quizá, al leer el título mismo de este artículo, se sientan como

defraudados o poco interesados por el tema. A los monjes contemplativos, por ejemplo, les

puede parecer sugestivo reflexionar sobre las maneras de mejorar la Misa o el Oficio, pero el

perfeccionamiento del Ritual del Matrimonio les queda muy lejano en su vida; de manera

semejante para los responsables de una pequeña parroquia el rito de las Ordenaciones les puede

parecer que tiene poca incidencia práctica para su vida litúrgica. A cuantos, pues, se sientan

tentados a pensar que estos ritos en concreto no les interesan les quisiéramos pedir que

pensaran por una parte en la realidad de que la Iglesia es un Cuerpo -el Cuerpo de Cristo- y que

unos miembros no pueden vivir sin los otros y que lo que mejora la vida litúrgica de una

determinada clase de fieles hace progresar la vida de toda la Iglesia; por otra el conocimiento

de las perspectivas que presentan estos dos rituales ahora publicados les educará en la visión

sacramental de los ritos cristianos en general y les preparará para comprender, acoger y vivir

mejor el significado de futuras mejoras que puedan introducirse en las ediciones de otros libros

que en lo sucesivo vayan apareciendo.

3. Los “Praenotanda” del Pontifical de Ordenaciones

La primera nota que queremos subrayar al comparar la nueva edición del Pontifical de

Ordenaciones con la anterior es que nos encontramos ante un libro que se ha beneficiado de la

experiencia de más de 20 años de uso de la liturgia postconciliar. No sólo ha influido en el

nuevo libro la práctica concreta de las Ordenaciones en estos últimos años sino también, de un

modo más general, el conjunto de los modos con que se proponen y realizan las celebraciones

actuales. Al Pontifical de Ordenaciones en su primera edición, en efecto, le faltaba esta

experiencia de la liturgia postconciliar pues de hecho fue el primero de los libros litúrgicos

promulgados después del Vaticano II. Los únicos modelos que tuvieron ante sí los que en 1968

prepararon la primera edición de los ritos de las Ordenaciones fueron los libros de la liturgia

postridentina que entonces se usaban y los votos aún “teóricos” de los Padres en el Vaticano II.

En el momento de promulgar esta segunda edición, en cambio, se posee una ya larga

experiencia de rituales reformados. En este contexto, pues, y como primera “novedad”, aparece

la incorporación de unos “Praenotanda” -muy elaborados, por cierto- que asemejan el ritual de

litúrgicos que eventualmente se piensa poder “mejorar” en una próxima edición típica son los rituales de Bautismo de niños,

Iniciación cristiana de adultos, Confirmación, Penitencia, Unción de los enfermos y Exequias. También se ha proyectado

una posible tercera edición típica del Misal con algunos retoques (Cf. “Notitiae” 26 (1990) 235-246) 10

Cf. Sacr. Conc. núm. 59 11

Es importante subrayar que no se trata de "nuevos” rituales como fueron “nuevos” los libros litúrgicos posteriores al

Vaticano II en relación con los tridentinos, - “la reforma litúrgica, subraya Juan Pablo II, debe considerarse ya realizada

sino de nuevas ediciones de los mismos rituales, en las que se introducen aquellas clarificaciones, perfeccionamientos o

explicitaciones que la práctica o las reflexiones posteriores han aconsejado.

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Ordenaciones a los demás rituales salidos de la reforma postconciliar. La experiencia de estos

rituales ha evidenciado cuan útil y orientativo sea que los ritos litúrgicos no se limiten a ir

acompañados de unas rúbricas que ayuden a la mejor realización y expresividad eclesial y

sacramental de los ritos sino que también estén precedidos de diversas orientaciones doctrinales

que ayuden a descubrir el significado más auténtico de la celebración y el desarrollo más

expresivo de la misma.

Los “Praenotanda” de nuestro libro aparecen divididos en dos grandes bloques. El primero de

ellos o “Praenotanda generalia” subdividido a su vez en cuatro secciones, aparece como

introducción a cada uno de los capítulos del libro dedicados respectivamente a la ordenación

del Obispo (Cap. I), de los presbíteros (Cap. II), de los diáconos (Cap. III) y a la ordenación

conjunta de presbíteros y diáconos en una misma celebración (Cap. IV).

Los “Praenotanda” generales siguen el esquema habitual de los restantes rituales litúrgicos.

Una primera parte presenta el significado e importancia que tienen las Ordenaciones para la

vida de la Iglesia; luego describe el esquema celebrativo de cada una de las Ordenaciones –

esquema que es idéntico en la ordenación del Obispo, de los presbíteros y de los diáconos- y

finalmente las posibles adaptaciones del rito por parte de las Conferencias episcopales.

4. La interrelación entre las diversas ordenaciones

Un aspecto “nuevo” y “sacramentalmente” (“simbólicamente”) importante de esta segunda

edición es el orden con que se presentan las diversas ordenaciones. En la primera edición las

diversas Ordenaciones aparecían en orden ascendente -se empezaba por la Ordenación de los

diáconos y se terminaba con la del Obispo- tal como, en la práctica, son ordenados los

ministros que van “ascendiendo” de las órdenes inferiores a los ministerios más altos.

Teníamos, pues, en el Pontifical una presentación, que bien podríamos llamar, muy “humana”

del ministerio12

. La nueva edición parte de una perspectiva distinta: se trata de una presentación

mucho más teológica e incluso más pedagógica -la que, por otra parte, fue común en los

antiguos libros litúrgicos tanto de Oriente como de Occidente y la que aparece también en la

Constitución “Lumen Gentium”-13

centrada no en la “carrera” por la que el ordenado va

ascendiendo sino en el “servicio” de representar al Señor que los diversos ministros realizaban

en bien de los fieles. El nuevo Pontifical empieza, pues, por la ordenación del Obispo. Es él el

ministro por excelencia de la presencia del Señor, el que más claramente responde a lo que

fueron los doce, elegidos por el mismo Jesucristo, el que más necesario es para el servicio de la

Iglesia. Luego aparecen los restantes ministros que no tienen sentido en sí mismos sino a través

del ministerio episcopal: los presbíteros, como prolongación del ministerio episcopal en las

diversas comunidades, los diáconos como “servidores” del Obispo y de la comunidad.

Como elementos nuevos de esta segunda edición, comunes a las tres ordenaciones, cabe

subrayar los siguientes: a) en las letanías de los santos se han añadido algunas invocaciones

especialmente apropiadas a cada una de las ordenaciones: en la Ordenación del Obispo se

invocan cada uno de los doce apóstoles; en la de los diáconos se ha añadido a san Vicente

12

A este respecto recordamos que uno de los más importantes estudios científicos sobre las diversas ordenaciones se

titulaba precisamente “La carrera eclesiástica de los Papas”, entendiendo por “carrera” los diversos cargos por los que

fueron ascendiendo los Papas medievales hasta llegar a la cátedra de Pedro (Cf. ANDR1EU, La carrière ecclésiastique des

papes du moyen âge en Revue des sciences religieuses, XXI (1947) 98. 13

Cap. III

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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(diácono);14

b) en las letanías se ha añadido también una petición por los que sufren, para que

este formulario se adapte mejor a su función de Oración universal y c) finalmente los

formularios de las misas, distintos para las diversas ordenaciones15

, que ahora contienen

incluso prefacio e intercesiones propias en el interior de la Plegaria eucarística16

.

LA ORDENACION DEL OBISPO

5. Variantes más destacadas

Dos novedades sobresalen con referencia a los ritos de la ordenación de los Obispo: a) la

entrega del palio en el interior mismo de la ordenación, en el caso de que el recién ordenado sea

arzobispo; b) la nueva fórmula de imposición de la mitra, que según la edición anterior se hacía

en silencio. Las palabras de imposición del palio -ciertamente muy ricas de significado- son

fundamentalmente las mismas que ya figuran en el nuevo Ceremonial de Obispos17

, adaptadas

simplemente al género literario de las restantes fórmulas de entrega de las otras insignias

episcopales. La fórmula de imposición de la mitra -según el Ordo de 1968 la mitra se imponía

en silencio- es totalmente nueva18

. He aquí su tenor:

Recibe la mitra

y que brille en ti el esplendor de la santidad

para que cuando aparezca el Supremo Pastor,

merezcas recibir la corona de gloria

que no se marchita.

Otro detalle que juzgamos importante, sobre todo porque más allá del rito de la ordenación

tiene también una aplicación lógica a la concelebración eucarística habitual, es la rúbrica que

afirma explícitamente que en la ordenación del Obispo las palabras esenciales de la Prex

consecratoria, que dicen todos los Obispos concelebrantes, únicamente las canta el celebrante

principal, mientras los demás concelebrantes no las cantan a coro con él sino que las recitan en

voz secreta. Es la misma práctica que para las concelebraciones presupone la “Institutio” del

misal con referencia a la Plegaria eucarística19

, pero que con frecuencia en la práctica se olvida,

14

En la ordenación de presbíteros no ha parecido necesario añadir santos presbíteros pues en la letanía ya figuraban Santo

Domingo, San Francisco Javier y San Juan María Vianney. 15

En el Misal hay ya teóricamente una misa para las ordenaciones, pero sus elementos no son completos y, por otra parte,

casi todos están tomados de otras misas. 16

Cabe notar que la última edición del Misal Romano en castellano (también en gallego y en catalán) presenta dos prefacios

para las ordenaciones. El primero de ellos es precisamente el que ahora ofrece la nueva edición del ritual de órdenes (es el

mismo que ya figuraba en el Misal para la misa crismal). Por su contenido este primer prefacio pensamos que es bastante

mejor que el segundo de los que figuran en el Misal para las ordenaciones. Debe notarse además que para el caso de la

ordenación de diáconos -o de presbíteros y diáconos conjuntamente- el texto de este prefacio tiene unas significativas

variantes que lo adaptan a la ordenación de diáconos (el texto tal como aparece en el Misal español es aplicable a los

Obispos y presbíteros pero, en alguna de sus expresiones, no a los diáconos). 17

núm. 1154. 18

El Pontifical en uso antes del Vaticano II presentaba una fórmula para la entrega de la mitra, pero ésta por su alambicado

alegorismo resultaba totalmente inaceptable. 19

“Los textos que competen a todos los concelebrantes los pronuncian a una, pero en voz baja (Cf. “Institutio” General del

Misal, n. 170). La rúbrica de que los concelebrantes digan la anáfora en voz baja debe aplicarse tanto si el celebrante

principal dice la Plegaria rezada como si la canta. La costumbre, pues, de que cuando las palabras de la institución son

cantadas los concelebrantes se unan al celebrante en el canto de dichas palabras en lugar de recitarlas en voz secreta no es

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

18

quizá debido a que el Misal no es tan explícito a este respecto como ahora lo es el Pontifical de

ordenaciones.

Por lo que se refiere a la bendición de las insignias episcopales -anillo, báculo y mitra- que en

la edición de 1968 figuraba como apéndice, en esta nueva edición se ha suprimido por dos

motivos: porque este rito, por su propia naturaleza, debe figurar más bien en el Bendicional (así

esperamos aparezca en ediciones futuras de este libro) y porque, cuando se trata en concreto de

las insignias que se entregarán al nuevo Obispo en el interior mismo de su ordenación, éstas

quedan ya bendecidas con los mismos ritos de la ordenación20

.

LA ORDENACION DE LOS PRESBITEROS

6. Variantes más destacadas

Tres son las variantes que podríamos llamar “mayores” de la nueva edición del ritual de la

ordenación presbiteral: a) el subrayado del matiz colegial que tiene la ordenación presbiteral; b)

el mejor ordenamiento y contenido de las preguntas en el interrogatorio y en las promesas que

hace el ordenado antes de la ordenación; c) y finalmente algunas variantes textuales en las

Oraciones consecratorias y, sobre todo, la inclusión de determinadas y significativas frases

nuevas en el texto de las mismas.

7. Matiz colegial del presbiterado

La nueva edición subraya con mucha fuerza el carácter colegial o plural del presbiterado. Este

detalle es importante porque hoy, cuando tanto se insiste en los matices comunitarios de las

celebraciones, con referencia a las ordenaciones presbiterales se tiende a veces a una excesiva

individualización21

. “Este subrayado del carácter colegial del presbiterado la nueva edición del

Pontifical lo realiza a través de algunos detalles significativos que conviene no pasen

desapercibidos; a) el primero de estos detalles es el hecho de que entre las diversas formas de

celebrar la ordenación de presbíteros se coloca en primer lugar el rito de la ordenación de

varios presbíteros. Es la manera, podríamos decir, más expresiva de celebrar la ordenación

presbiteral y por ello es la que debe privilegiarse habitualmente y la que el ritual presenta como

rito habitual u ordinario22

. Luego, como caso más bien excepcional, aparece la ordenación de

un solo presbítero. Aquí tenemos, pues, -conviene destacarlo- lo contrario precisamente del

caso de la ordenación del Obispo: en la ordenación episcopal la práctica más expresiva es la

ordenación de un solo Obispo, pues el Obispo es de por sí único en cada Iglesia, y viene a ser

como el signo de unidad de la misma; por ello el Pontifical presenta primero la ordenación de

correcta. La nueva edición del Pontifical explicita con mayor claridad que es únicamente el celebrante principal debe cantar

la parte central de la oración consecratoria. 20

Es la misma aplicación de lo que se dice en el Bendicional con referencia a los objetos y vestiduras litúrgicas de una

iglesia: cuando el edificio se consagra o bendice quedan ya bendecidos con el edificio todos los objetos destinados al culto

que hay en el mismo (Cf. Bendicional. Parte III. cap. XXVIII, pág. 421. n. 931). 21

No deja de resultar chocante el interés que se pone en que los bautizos reúnan a varios catecúmenos -a veces incluso

espaciando demasiado las celebraciones o aunando un número excesivo de bautizandos- mientras las ordenaciones se hacen

individualmente, a veces incluso cuando unas están cercanas de las otras en el tiempo. 22

Es el mismo caso del Ritual de bautismo de niños: primero figura el rito del bautismo de varios niños, como manera

habitual de celebrar el sacramento; luego, a manera de caso más excepcional, el bautismo de un solo párvulo.

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

19

un solo Obispo y sólo como rito más bien excepcional la ordenación de varios Obispos a la

vez23

.

Otro detalle que se sitúa en esta misma línea de manifestar el carácter diocesano o colegial del

presbiterado es el hecho de que se subraye que el lugar más indicado y más significativo para

las ordenaciones -el primer lugar que se cita- sea la catedral, no la parroquia o iglesia donde el

ordenando ejerce o ejercerá su ministerio. Así lo sugiere también tanto el nuevo Código24

como

el Ceremonial de obispos25

. Pueden existir ciertamente motivos para celebrar la ordenación en

otras iglesias e incluso para celebrarla con un solo presbítero. Pero no se puede negar que la

ordenación de un grupo de presbíteros, realizada en la catedral, resulta mucho más significativa

de la realidad colegial del presbiterado y pastoralmente mucho más eficaz en vistas a que el

pueblo comprenda que la ordenación de cada uno de los presbíteros, antes que ser una realidad

de la parroquia, es un crecimiento del presbiterio colegial de la iglesia particular del que cada

una de las parroquias recibe ayuda. Por otra parte esta ordenación conjunta en la catedral

evitará que la ordenación de un presbítero aparezca como una elevación honorífica del

candidato26

.

8. El interrogatorio antes de la ordenación

Otro significativo detalle que ha variado en esta segunda edición es el orden y el mismo

redactado con que figuran las preguntas que hace el Obispo al candidato al comienzo del rito.

En el anterior Pontifical, en efecto, el Obispo preguntaba primero sobre el compromiso de

dedicarse al ministerio sacramental y luego sobre la dedicación del ordenando al ministerio de

la Palabra; en la nueva edición se coloca antes la pregunta que tiene referencia a la Palabra y

después las que se refieren al ministerio de los sacramentos.

Además, con referencia a este último ministerio, se ha añadido una pregunta que alude

explícitamente a la Penitencia; con ello se ha atendido a los deseos de algunas Conferencias

episcopales que encontraban a faltar, en el rito de la ordenación, alguna referencia a los

sacramentos del perdón que se confía a los nuevos presbíteros. A este respecto cabe recordar

que en el Pontifical de Benedicto XIV (el que se usaba antes del Vaticano II) había un rito

hacia el final de la misa de ordenación -una imposición de manos incluso- en el que se aludía

explícitamente al ministerio de la penitencia que recibían los presbíteros. Este rito fue

felizmente suprimido en 1968 porque consistía en una segunda y equívoca imposición de

23

El Papa, por ejemplo, ordena con frecuencia varios Obispos sobre todo en el día de la Epifanía. También sería lógica la

ordenación conjunta en el caso de varios Obispos auxiliares de una misma diócesis. 24

c. 1011. 25

n. 492. 26

Quizás sería expresivo restituir -o mejor dicho adaptar- la práctica medieval que aparece en el Ordo romanus 39. Según el

ritual de este Ordo los presbíteros son ordenados conjuntamente por el obispo en la catedral y con él concelebran la

eucaristía de su ordenación. Terminada la misa de ordenación los fieles de cada una de las iglesias a las que van destinados

los recién ordenados reciben a su presbítero y lo llevan a su respectivo título o iglesia (hoy diríamos a su parroquia)

aclamando: “San N. (el titular de la iglesia) ha elegido al presbítero N”. Llegado el neopresbítero a su iglesia preside en la

misma solemnemente por primera vez la eucaristía (usando incluso en esta primera misa algunos usos propios del Obispo,

como sentarse en la cátedra y entonar el “Gloria” que en la Edad Media era un canto exclusivo de la misa episcopal). Cf.

ANDRIEU, Les Ordines Romani IV, p. 285). En estos ritos se combinan muy expresivamente al carácter colegial de la

ordenación presbiteral -todos reciben la ordenación a la vez- con los “festejos” singulares de cada parroquia, la participación

de la comunidad parroquial en la ordenación común y la conducción e inauguración del ministerio del nuevo ordenado en su

comunidad.

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20

manos realizada sobre quienes habían recibido ya la verdadera imposición de manos

consecratoria del presbiterado27

. Pero hay que reconocer que, suprimida esta imposición de

manos, no quedó ya nada en el rito de la ordenación que aludiera al importante ministerio de la

penitencia que reciben los presbíteros. Ahora, a través de esta pregunta y de unas frases

añadidas en la oración consecratoria que luego comentaremos, esta deficiencia ha quedado

debidamente subsanada.

También se ha añadido en el interrogatorio inicial una pregunta que tiene referencia al mandato

que reciben los ordenandos de rezar la liturgia de las horas en favor del pueblo que se les

encomienda. También resulta pedagógico, tanto para los propios ordenandos como para el

pueblo que participa en la celebración, esta manifestación de la relación especial que asumen

los pastores con referencia a la oración eclesial28

.

Otro detalle que debe subrayarse es la variante en la fórmula de la promesa de obediencia al

Obispo que hacen los ordenandos religiosos -este detalle se aplica también a la ordenación de

diáconos-; los religiosos según el rito nuevo, a pesar de que en su profesión ya hayan emitido el

voto de obediencia religiosa, en la ordenación prometen obediencia al Obispo.

Conviene, en efecto, que se distinga bien entre la obediencia al superior en virtud de los votos y

la obediencia al Obispo por razón del ministerio eclesial. El ritual modifica, pues, la fórmula a

usar por parte de los religiosos: en lugar de prometer obediencia al propio Ordinario -que para

los religiosos es el superior- renuevan su voto de obediencia religiosa y añaden además la

promesa de obediencia al Obispo diocesano. Con ello queda clarificado que el ordenado

religioso, si bien en su vida de búsqueda de la perfección está relacionado con su superior, en el

ámbito de su ministerio pastoral, en cambio, debe actuar como auxiliar del pastor diocesano29

.

9. Las variantes en la plegaria de ordenación

La novedad sin duda más importante de la nueva edición, la que más debe subrayarse, la

constituye las frases añadidas en la plegaria de ordenación.

Dos incisos son especialmente importantes a este respecto: el que completa la tipología del

Antiguo Testamento que figuraba en la antigua Plegaria del siglo V, con la tipología del Nuevo

Testamento que ahora se añade (con ello la Plegaria aparece como “más cristiana”) y la

también importante, ampliación del párrafo que describe las características espirituales del

presbítero (con esta ampliación la Prex se adapta mejor a la doctrina del Vaticano II y a la

visión actual del ministerio de los presbíteros).

He aquí cómo se incorpora la tipología del Nuevo Testamento donde el anterior Pontifical

hacía únicamente referencia a Aarón; han sido añadidos los incisos que subrayamos:

Así también transmitiste

a los hijos de Aarón

la abundante plenitud otorgada a su padre,

para que un número suficiente de sacerdotes

27

El Obispo, en efecto, al final de la misa, después de la comunión, imponía de nuevo las manos a los presbíteros mientras

decía: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados, a quienes se los retengáis les serán

retenidos”. 28

Cf. “Institutio” general de la Liturgia de las horas núm. 23.28-29. 29

Ahora los religiosos son interrogados de esta forma: “¿Prometes al obispo diocesano y a tu legítimo superior reverencia y

obediencia?

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

21

ofreciera sacrificios

y mantuviese el culto divino.

En los últimos tiempos, Padre Santo,30

enviaste a Jesús tu Hijo al mundo,31

como apóstol y pontífice de la fe que profesamos.32

El, por el Espíritu Santo,

se ofreció a sí mismo como sacrificio sin defecto33

e hizo partícipes de su propia misión a los apóstoles,

santificándolos por la verdad

y les dio compañeros

para que anunciaran y realizaran

la obra de la salvación en todo el mundo34

.

Por lo que respecta a las características espirituales de los presbíteros la plegaria anterior se ha

prolongado con diversas frases que describen orgánicamente la colaboración del presbítero con

el ministerio episcopal: evangelización, celebración del bautismo, de la eucaristía, de la

penitencia, de la unción de enfermos y oración por su pueblo y por el mundo. En lugar de la

frase encuesta que figuraba en el Pontifical anterior y que decía únicamente:

Sean sinceros colaboradores del Orden Episcopal,

para que la palabra del Evangelio

llegue a toda la tierra,

y todos los pueblos, congregados en Cristo,

formen el pueblo santo de Dios.

En el nuevo Pontifical figura el siguiente texto que, a través de las frases que subrayamos,

presenta el ministerio presbiteral mucho más amplia y explícitamente:

Sean sinceros colaboradores del Orden Episcopal,

para que la palabra del Evangelio,

por su predicación

y por la gracia del Espíritu Santo,

fructifique en el corazón de los hombres

y llegue hasta los confines de la tierra.35

Sean, junto a los Obispos,

fieles dispensadores de tus sacramentos,36

para que tu pueblo

se vea renovado por el agua del nuevo nacimiento,

y alimentado de tu altar;

los pecadores sean reconciliados,

y los enfermos confortados.

Unidos a nosotros, los Obispos,

30

Hb 1,2 31

Jn 10,36 32

Hb 3,1 33

Cf Jn 20,21 34

Cf. Sacr. Conc. núm. 6 35

Presb. Ord., núm. 4 36

Cf. 1Cor 4,1

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

22

imploren, Señor, tu misericordia

en favor del pueblo que les será encomendado,

y en bien del mundo entero.

Así todos los pueblos, congregados en Cristo,

formarán tu único pueblo

que llegará a su plenitud en tu Reino.37

LA ORDENACION DE LOS DIACONOS

10. Variantes más destacadas

Las modificaciones en la ordenación de los diáconos no han sido ciertamente ni tan notables ni

tan significativas como las que se han introducido en el rito de la ordenación de los presbíteros.

Además de las notas comunes al conjunto de las tres ordenaciones que ya hemos subrayado

más arriba,38

el nuevo ritual presenta sobre todo los siguientes cambios: a) se afirma

explícitamente la igualdad sacramental de los diáconos célibes y casados e incluso se hace una

discreta recomendación en vistas a celebrar habitualmente la ordenación de ambos grupos en

una misma acción litúrgica;39

b) en este contexto se introducen ejemplos de homilía adaptadas

al caso de la ordenación conjunta de candidatos célibes y casados, de sólo célibes y de sólo

casados; c) se incorpora en el interior del rito de la ordenación la promesa de guardar el

celibato;40

d) se introduce la novedad -incluso jurídica, pues se deroga explícitamente el canon

1037 que establece lo contrario- de que también los religiosos manifiesten su propósito de

castidad perfecta, aunque haya precedido el voto de castidad religiosa; e) se introducen algunos

pequeños retoques en la plegaria consecratoria. También merece destacarse la adaptación -a

base de algunas variantes en el texto- del prefacio de la Misa crismal con referencia a los

diáconos.

11. Las variantes en la plegaria de ordenación

Como ya hemos notado más arriba las variantes introducidas en el venerable texto de la

ordenación de diáconos41

son menos en número y de menor importancia que las incorporadas

en el de la plegaria de ordenación de los presbíteros42

. Las frases retocadas son en concreto

tres: a) en donde la antigua oración daba a Dios el calificativo de “honorum dator” el nuevo

texto dice “gratiarum dator”43

(esta misma variante figura también en el inicio de la Prex de

37

Cf. Lum. Gent. núms. 2.5.48 38

Cf. núms. 3-4 39

Cf. Caput III, Praenotanda, núm. 183. 40

Como esta promesa aún no figuraba en el Pontifical de 1968 (el celibato en aquel entonces se asumía, con un rito litúrgico

explícito, en el subdiaconado; por ello los ordenandos al diaconado no lo prometían en la ordenación al diaconado). La

Congregación del Culto Divino, para adaptarse a la normativa de la Carta Apostólica de Pablo VI “Ad pascendum”, publicó

en 1972 un rito aparte - “Ritus de sacro caelibatu amplectendo”- . En la versión típica española del Ritual de Ordenes,

publicada mucho después de la referida Carta Apostólica “Ad pascendum”, el rito de la promesa del celibato ya figura

incorporado en el interior de la Ordenación de los diáconos tal como ahora establece la nueva edición latina. 41

Este texto figura ya en los Sacramentarios medievales -el original parece ser del s. V y fue redactado probablemente por

San León Magno. 42

Por otra parte hay que recordar que el texto medieval fue ya levemente retocado en 1968 por Pablo VI. 43

La versión española ya había evitado la expresión “honores” y había traducido la palabra por “responsabilidades”. De

modo parecido la versión catalana en lugar de “honores” habla de “ministeris”.

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LITURGIA DE ORDENACIÓN – PONTIFICAL ROMANO 1968 Y 1989

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ordenación de los presbíteros; allí no lo hemos subrayado porque en aquella oración había

aspectos mucho más importantes a destacar); b) en la frase que describe a la Iglesia como

“hermosamente construida con miembros distintos y unificada mediante admirable estructura”

se incorpora la mención del Espíritu Santo como autor de estos dones. El texto retocado ahora

dice: “unificada por el Espíritu Santo mediante una admirable estructura”; c) finalmente la

alusión a los dos géneros de ministros de la Antigua Alianza -sacerdotes y levitas- se presenta

más relativizada: los dos grados del antiguo tabernáculo son simple figura o profecía del

servicio divino en el nuevo testamento.

12. Reflexión final

La casi coincidencia de la publicación de esta segunda edición retocada del rito de las

ordenaciones con la celebración del Sínodo de los Obispos del próximo mes de octubre puede

ser -a sí deseamos que sea- como un toque de atención para que toda la Iglesia -Obispos,

ministros ordenados, monjes, religiosos, laicos- recuerden la importancia que tiene la presencia

y el servicio ministerial en el interior de la comunidad cristiana. Repasar con atención el ritual

de las Ordenaciones -tanto por lo que respecta a su contenido central como en relación con las

variantes introducidas ahora en vistas a una mejor expresión litúrgica del significado del

ministerio- puede ser una buen medio para sintonizar en profundidad orante y contemplativa

con las preocupaciones del Sínodo que quiere trabajar para que la Iglesia tenga ministros mejor

preparados al servicio eclesial y para que los fieles sepan contemplar el don que Dios les hace a

través de los ministros ordenados.