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LAS PÓNTICAS OVIDIO

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  • L A S P N T I C A S

    O V I D I O

    Diego Ruiz
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    LIBRO PRIMERO

    EPSTOLA I

    A BRUTO

    Nasn, antiguo habitante de la tierra de Tomos,te enva esta obra desde el litoral Gtico. Si el ociote lo consiente, oh Bruto!, concede hospitalidad asus libros extranjeros y dales un asilo en cualquierparte. No se atreven a presentarse en los monu-mentos pblicos por miedo a que el nombre delautor les prohiba la entrada. Ah, cuntas veces ex-clam!: Puesto que no enseis nada vergonzoso,marchad; los castos versos tienen acceso en aquelsitio Sin embargo, no se atreven a tanto; y como tmismo lo ves, se juzgan ms seguros refugindosebajo un techo privado. Me preguntas que dnde los

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    podrs colocar sin ofensa de nadie. En el sitio de ElArte de amar, que ahora se halla vaco. Sorprendidode la novedad, acaso vuelvas a interrogarme qumotivo los lleva a tu casa. Recbelos tales como sepresentan, pues no tratan del amor. Aunque el ttulono anuncie temas dolorosos, vers que son tan tris-tes como aquellos que les han precedido. El fondoes el mismo, con ttulo diferente, y cada epstola in-dica sin ocultarlo el nombre de aquel a quien se diri-ge. Esto, sin duda, te desagrada; mas no tienesderecho a prohibrmelo, y el obsequio de mi Musallega a visitarte contra tu voluntad. Valgan lo quevalieren, jntalos con mis obras; nadie impide a loshijos de un desterrado gozar la residencia de Romasin quebranto de las leyes. Desecha el temor; los es-critos de Antonio son ledos, y los del sabio Brutoandan en todas las manos. No estoy tan loco queme equipare a estos ilustres varones; pero jamsempu las crueles armas contra los dioses, y tam-poco ninguno de mis poemas deja de rendir a Csarlos honores que l mismo no desea que se le tribu-ten.

    Si recelas acoger mi persona, acoge las alabanzasde los dioses y recibe mis versos borrando el nom-bre del autor. El pacfico ramo de oliva nos defien-

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    de en los combates, y no ha de servirnos de nadainvocar el nombre del pacificador? Cuando Enejasconduca sobre los hombros la carga de su padre,dcese que las mismas llamas abrieron al hroe librepasaje. Mi libro conduce al nieto de Encas, y nohallar desembarazados los caminos? Augusto es elpadre de la patria, Aquiles lo fue slo de Eneas.Quin ser tan audaz que rechace de sus umbralesal egipcio que agita el sistro resonante? Cuando elque empua el clarn celebra a la madre de los dio-ses con su retorcido instrumento, quin le negarun pequeo bolo? Sabemos que el culto de Dianano prescribe las ofrendas; pero al adivino nunca lefaltan los medios, de vivir. Los mismos dioses mue-ven nuestros corazones, y no es vergonzoso obede-cer a tal credulidad. Yo, en vez del sistro y la flautade Frigia, llevo el santo nombre del descendiente deJulo; yo enseo y profetizo: abrid paso al portadorde cosas sagradas; no lo exijo por m, sino por undios poderoso. Porque sent la ira del prncipe o porhaberla merecido, no vayis a creer que rechazo laveneracin que le debo. Yo he visto sentado ante elfuego de Isis a un sacrlego que confesaba haber ul-trajado su numen, y a otro que por delito semejantequed reducido a la ceguera, le o gritar en medio de

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    las calles que mereca tal castigo. Los nmenes ce-lestes oyen con placer tales confesiones y las mirancomo testimonios evidentes de su divino poder; y aveces alivia n las penas de los culpables y les vuelvenel tesoro de la vista si los creen sinceramente arre-pentidos de su culpa. Ah!, yo me arrepiento, si me-recen fe las palabras de un desdichado; yo mearrepiento, y el recuerdo de mi falta constituye misuplicio. El dolor de mi delito es ms grande que elde mi destierro, y menos doloroso sufrir la condenaque haberla merecido.

    Aunque me favorezcan los dioses, y entre ellosel ms visible a los ojos de los mortales, tal vez melibren de la pena, nunca del remordimiento de miculpa. Cuando me llegue la ltima hora pondr tr-mino a mi destierro; pero la muerte no borrar lamancha de mi pecado. Nada tiene de extrao quemi alma, transida de dolor, se derrita como el aguaen que se deshace la nieve. Como la oculta carcomaroe la madera de la vieja nave; como las salobresolas socavan los peascos opuestos a su furor, y laspera herrumbre desgasta el hierro abandonado, ycomo la polilla devora las pginas del libro que seguarda, as mi pecho se consume en honda tristezaque nunca tendr fin. Antes me abandonar la vida

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    que estos remordimientos, y mi dolor acabar des-pus del que lo padece. Si los dioses rbitros de lahumana suerte dan crdito a mis palabras, tal vezme juzguen digno de algn consuelo y me trasladena lugar donde me vea seguro de los arcos de los Es-citas; cometera una imprudencia si llevase ms lejosmis splicas.

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    II

    A MXIMO

    Mximo, digno del nombre ilustre que enalteces,igualando con la nobleza del nimo tu linaje esclare-cido; t, que no hubieses visto la luz si el da en quecayeron los trescientos Fabios no perdonara a unode ellos, acaso me preguntes de dnde viene estaepstola, y quieras saber quin te la dirige. Ay dem!, qu har? Recelo que leyendo mi nombre tedisgustes y leas el resto con displicencia. Si alguienviera esta epstola, me atrever a confesar que yo tela he escrito y que he vertido lgrimas sobre mipropio infortunio? Que la vea; me atrever a confe-sar que la escrib para darte cuenta del modo queexpo mi culpa. Declaro que me hice reo de ms du-

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    ro castigo; pero ya no podra sufrirlo ms riguroso.Vivo.

    Rodeado de enemigos y en medio de los peli-gros, como si al perder la patria hubiese perdido mitranquilidad. Estas gentes, a fin de causar heridasdoblemente mortales, mojan todos sus dardos en lahiel de las vboras, y provistos con ellos, cabalganlos jinetes ante nuestros muros espantados, a la ma-nera que el lobo da vueltas en torno del redil. Unavez que tienden el arco, con el nervio de un caballopor cuerda, sta permanece tirante sin aflojarse ja-ms, Las casas se ven erizadas de flechas cual uncampamento, y los slidos cerrojos de las puertasapenas, resisten el empuje de las armas. Adase elaspecto del pas, sin rboles ni verdor, donde el in-vierno sucede inmediato al invierno transcurrido, yya es el cuarto que me fatiga luchando contra el fro,las saetas y la crueldad del destino. Mis lgrimas slocesan cuando pierdo el sentido, y caigo en tal pos-tracin, que se asemeja a la muerte. Dichosa No-be, que al ver la muerte de sus hijos perdi elsentimiento de su dolor, convirtindose en una ro-ca, y vosotras tambin felices las que al clamar porFaetn os visteis de pronto convertidas en lamos, ydesgraciado de m que no consigo transformarme

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    en rbol y pretendo en vano convertirme en roca!Aunque la misma Medusa se ofreciese de sbito amis ojos, la misma Medusa sera incapaz de petrifi-carme. Vivo condenado a sentir sin descanso laamargura de mi situacin, y la lentitud de las horasagrava mis penas. As las destrozadas entraas deTicio vuelven a renacer y no perecen jams, paraque sufra eternamente. Cuando me rindo al sueo,descanso y general medicina de cuitas, confiado enque la noche me libre de dolores incesantes, lossueos me aterran reproducindome desgracias ver-daderas, y los sentidos vigilan y se gozan en ator-mentarme. Ya me figuro que hurto el cuerpo a lasflechas de los Srmatas, o que entrego al hierro durolas cautivas manos; y si me engaa la imagen de unsueo delicioso, contemplo mi casa de Roma aban-donada, donde charlo largamente con vosotros,amigos que tanto me estimis, o con la esposa que-rida de mi corazn, y apenas he saboreado un placerfugitivo e imaginario, la dicha momentnea viene arecrudecer mis males presentes; y ya el da ilumineesta miserable cabeza, ya galope en los caballos de lanoche que trae las heladas, mi pecho, quebrantadopor incesantes golpes, se deshace como la cera re-ciente se liquida al contacto del fuego.

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    A veces llamo a la muerte, y al mismo tiempo lesuplico que me perdone por no dejar mis restos se-pultados en el suelo de los Srmatas. Cuando piensoen la inagotable clemencia de Augusto, creo quepodra dar a los nufragos playas menos salvajes;pero cuando pienso en la tenacidad del destino queme persigue, caigo en el abatimiento, y mis leves es-peranzas se desvanecen, vencidas por el temor. Sinembargo, no espero ni solicito otra merced que vivirdesgraciado, mudando el lugar de mi destierro. 0nada vales, o esto es lo nico que tu amistad pudierasolicitar en mi favor sin compromiso de tu crdito.Mximo, gloria de la elocuencia romana, toma a tucargo el patrimonio de mi difcil causa; es mala, loconfieso, pero tu defensa la har buena. Pronunciaalgunas palabras de piedad en pro del msero deste-rrado. Csar ignora, aunque un dios todo lo sabe,qu vida paso en estos remotos confines del mun-do. La carga abrumadora del Imperio descansa so-bre sus hombres, y todava el peso es menor que lagrandeza de su nimo celestial. No tiene tiempo deinquirir en qu regin est situada Tomos, ciudadapenas conocida de los Getas, sus vecinos, o lo quehacen los Srmatas, los crueles Jacigas, y la tierraTurica, tan cara a la Diana de Orestes, y esos otros

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    pueblos que apenas el invierno hiela la corriente delster lanzan sus corceles por la endurecida superficiedel ro.

    La mayora de sus habitantes ni se cuidan de ti,poderosa Roma, ni temen las armas del guerrero deAusonia; sus arcos, sus aljabas llenas de flechas, ysus caballos, que resisten las ms largas caminatas,son los fiadores de su audacia; han aprendido a so-portar largo tiempo el hambre y la sed, y saben queel enemigo que les acose no encontrar en sus tie-rras ningn manantial. La clera de un dios cle-mente no me hubiera desterrado a estas regiones aserle mejor conocidas. No se goza en que oprimanlos enemigos ni a m ni a ningn otro romano, ymenos a m, a quien acord la gracia de la vida. Pu-do y no quiso perderme con un signo de rigor; haynecesidad de que los Getas se conjuren en mi ruina?No encontr nada en mis actos que mereciese lamuerte, y hoy puede hallarse menos irritado conmi-go que ayer.

    Aun entonces hizo slo aquello a que le obligmi culpa, y acaso su indignacin fuese ms templadade lo que yo mereca. Hagan los dioses, de todos loscuales es el ms benigno, que en el orbe no nazcaalma de la grandeza de Csar; que el fardo de los

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    pblicos negocios repose aos y aos sobre sushombros, y pase luego a las manos de sus descen-dientes. Y t, en presencia de juez tan poco riguro-so, como ya he tenido ocasin de experimentarlo,alza la voz que ha de secar mis lgrimas; no le rue-gues que yo viva bien, sino mal y seguro, y que midestierro se halle lejos de tan cruel enemigo paraque la vida que me concedieron los propios diosesno me sea arrebatada por el desnudo acero de unGeta repulsivo; y, en fin, que despus de muerto,mis despojos yazgan en lugar ms pacfico y no sesientan oprimidos por la tierra de Escitia; que elcasco del caballo tracio no profane mis cenizas malinhumadas, como suelen quedar las de un desterra-do; y si tras la muerte nos queda algo de sentido,que la sombra de un Srmata nunca venga a espan-tar mis Manes.

    Oyendo estos ruegos pudiera conmoverse elnimo de Csar, sobre todo, Mximo, si movanantes el tuyo. Esa voz, que tantas veces ha sido lasalvacin de los reos atribulados, te suplico que seesfuerce por ganar en mi defensa los odos de Csar,deslizando en el pecho del que ha de igualar a losdioses la dulce persuasin que mana de tu doctalengua. No vas a rogar a Teromedn, el crudo

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    Atreo, ni al que ofreca cuerpos humanos comopasto a sus caballos, sino a un prncipe lento encastigar y pronto en el premio, que se apena vindo-se obligado al empleo de la severidad, que vence entodas las empresas y sabe perdonar a los vencidos,que ha cerrado por siempre las puertas de la discor-dia civil, que reprime los delitos muchas veces por elmiedo del castigo, Pocas por el castigo mismo, y ra-ras veces, y a su pesar, lanza el rayo de su mano.As, pues, te encargo defender mi causa ante prnci-pe tan indulgente; impetra que seale el lugar de midestierro ms cerca de la patria.

    Yo soy aquel buen amigo que en los das defiesta solas sentar a la mesa entre tus comensales;yo soy el que celebr tu himeneo a la luz de las an-torchas, cantando versos dignos de tu fausto enlace.Recuerdo que solas ensalzar mis libros, exceptoaquellos que perdieron a su autor, y que te dignabasalguna vez leerme los tuyos, que oa con admira-cin. Soy aquel a quien disteis una esposa de vuestrafamilia. Marcia la considera, la ama desde su tiernainfancia, y siempre la ha contado en el nmero desus amigas. Antes mereci igual distincin de una tade Csar: mujer apreciada por tales personas, esvirtuosa de veras; alabada por ellas, la misma Clau-

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    dia, superior a su reputacin, no hubiese necesitadola ayuda divina. Yo asimismo viv sin tacha los pri-meros aos; slo los ltimos reclaman el olvido. Noquiero abogar por m, mas os importa el cuidado demi esposa, y no podis rehusarlo sin eclipsar vuestrohonor. Vedla, recurre a vosotros, se abraza a vues-tras aras; todos acuden con razn a los dioses quereverencian, y llorando os piden que ablandis alCsar con vuestras preces, para que descansen mscerca de ella las cenizas de su esposo.

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    III

    Rufino, tu amigo Nasn, si un desgraciado pue-de serlo de alguien, te saluda en la epstola que teenva. Los ltimos consuelos que de ti recibi mialma abatida, alientan la esperanza del remedio demis males. Como el hroe hijo de Pen sinti cal-marse dolor de su herida gracias al saber de Macanen el arte mdica, as yo, presa del abatimiento yvctima de herida ms grave, comenc a fortalecer-me con tus consejos, y cuando ya desesperaba deltodo, tus palabras me restituyeron la salud, como unvino fortificante restaura el pulso desfallecido. Perola fuerza de tu elocuencia no ha sido tan arrebatado-ra que haya sanado radicalmente mi dolencia, Pormucho que agotes el abismo de mis hondas triste-zas, no conseguirs que su nmero disminuya. Aca-so despus de mucho tiempo, la cicatriz llegue a

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    cerrarse: las heridas recientes se irritan contra la ma-no que se dispone a su curacin. No siempre de-pende del mdico el alivio del enfermo; el mal es aveces ms fuerte que los recursos de la ciencia. Vescmo la sangre, que arroja un pulmn deshechoconduce por camino seguro a las riberas de la Esti-gia? Aunque el mismo Dios de Epidauro venga consus hierbas sagradas, no dar ningn remedio a laspenas del corazn. La Medicina no sabe curar losdolores de la gota, y es incapaz de salvar al hidrfo-bo; en ocasiones la tristeza repele todos los esfuer-zos del arte, o si es curable, confa en el transcursodel tiempo. Cuando tus preceptos fortalecan mi es-pritu decado, que se pertrech con las armas que leofreca tu noble aliento, de nuevo el amor de la pa-tria, ms poderoso que todas tus razones, deshizoen un instante el efecto de tus escritos, y ya me lla-mes piadoso, ya dbil como una mujer, te confiesoque mi corazn se enternece demasiado en la des-ventura. Nadie pone en duda la sabidura del rey detaca, cedi, sin embargo, al ardiente deseo de ver elhumo de sus patrios hogares. No s qu hechizotiene la tierra natal, que nos encadena e impide quela olvidemos jams. Qu pueblo ms hermoso queRoma, y cul pas ms aborrecible que las riberas de

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    Escitia? Pues bien: el brbaro huye de aquella ciu-dad, por correr a esta su tierra. Aunque a la hija dePandin le vaya bien en su jaula, desea a todas horasvolver a la selva. Los toros van tras los pastos de losmontes que les son conocidos; los leones a pesar desu fiereza se esconden en sus antros, y t confasendulzar con palabras consoladoras el tormento deldestierro que me llena de angustia? Haced, amigosmos, que yo no os ame tanto, y ser menos intensoel dolor de haberos perdido.

    Vindome arrojado de la patria donde vi la luz,tal vez me cupo en suerte vivir en pas tolerable porel trato de mis semejantes; mas no, yazgo proscritoen los ltimos confines del mundo, cubierto poreterno manto de nieve. Aqu el campo ni producefrutos, ni sazona las dulces uvas, ni las riberas seadornan con los sauces, ni los robles crecen en losmontes. El mar no merece mayores alabanzas que latierra; las olas, que el sol nunca visita, amenazansiempre, removidas por la impetuosidad de losvientos. Adondequiera que vuelvas los ojos, hallarscampos sin labriegos y vastas llanuras que a nadiepertenecen. El enemigo nos sobresalta con sus ata-ques a izquierda y derecha; vecindad incmoda queasusta por entrambas fronteras. De una parte nos

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    amenazan las picas de los Bistonios, de otra los dar-dos que vibra la mano del Srmata: ahora reltamelos ejemplos de los antiguos varones que supieronsoportar con fortaleza el ostracismo. Admira lamagnnima entereza de Rutilio, que rehus el per-miso de volver a la patria. Viva relegado en Esmir-na, no en la tierra enemiga del Ponto; y Esmirna es,sin duda, preferible a cualquier otra poblacin. Elcnico de Snope no se dola de su extraamiento,porque te escogi, comarca tica, Como lugar de suretiro. El hijo de Neocles, que destruy con las ar-mas el ejrcito persa, pas su primer destierro en laciudad de Argos. Arstides, expulsado de Atenas,huy a Lacedemonia, y era muy discutible cul delas dos ciudades aventajaba a la otra. Despus decometer un homicidio el joven Patroclo, abandona Oponte y fue husped de Aquiles en Tesalia.Echado de Hemonia, detvose al borde de la fuentePirene el hroe que en su sagrada nave recorra lasplayas de la Clquida. Cadmo, el hijo de Agenor,abandon los muros de Sidn para edificar su ciu-dad en sitio ms venturoso. Tideo, fugitivo de Cali-dn, acogise cerca de Adrasto, y Teucer hall gratoasilo en una tierra querida de Venus. A qu recor-dar los antiguos romanos, entre los cuales Tbur se

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    consideraba como el ltimo confn de la tierra?Aunque enumerase todos los casos, en ningunapoca se seal a nadie lugar tan horrible y lejanode la patria, Perdone, tu saber las quejas de un do-liente, en quien producen tan poco efecto tus pala-bras consoladoras; no niego, empero, que si mismales tuviesen cura, sta se lograra por la virtud detus consejos; mas temo que trabajas en balde por misalvacin, y; que, enfermo irremisiblemente perdido,resulten ineficaces tus remedios. No hablo as por-que sepa ms que vosotros, sino porque me conoz-co mejor que mis mdicos, y a pesar de esto,confieso que he recibido como un don inestimableel testimonio de tu buena voluntad, o, aplaudo laintencin que revela.

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    A SU ESPOSA

    Ya el transcurso de la edad cubre de canas micabeza y las arrugas de la vejez surcan mi rostro; ylanguidecen el vigor y las fuerzas en mi cuerpo que-brantado, y no siento placer en los juegos que di-vertan mis mocedades. S de sbito me presentase atu vista, no acertaras a reconocerme: tal me han pa-rado los estragos del tiempo.

    Reconozco que estas son las consecuencias de laedad, bien que existen Otras causas: la ansiedad delalma Y los continuos sufrimientos. Si mis aos secontasen por el nmero de mis males, creme, serams vicio que Nstor el de Pilos. No ves cmo elcampo de duras glebas quebranta la robustez de losbueyes? Y qu animal resiste lo que el buey? La tie-

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    rra que no huelga en barbecho, agotada por la pro-duccin, llega a la esterilidad, y sucumbe el corcelque toma parte sin descanso en las carreras del cir-co. Por fuerte que sea, el mar destrozar la llave quenunca repos en seco apartada de las olas. Una serieinterminable de penas debilita mi aliento y me en-vejece antes de tiempo. El ocio tonifica el cuerpo yes tambin alimento del alma, y un inmdico tra-bajo destruye al uno y a la, otra. Recuerda cmo porhaber arribado el hijo de Esn a estas comarcas,consigui las alabanzas de la remota posteridad, ysus trabajos fueron menos duros y penosos que losmos, si el nombre del hroe, no ahoga la voz de laverdad. l vino al Ponto enviado por Pelias, cuyopoder apenas se extenda a los lmites de Tesalia, y am me desterr la clera del Csar, cuya autoridadtemen las tierras del Ocaso y la Aurora. Hemonia sehalla ms prxima que Roma a las siniestras riberasdel Ponto, y se arriesg en navegacin menos pro-longada que la ma. l tuvo por compaeros losprincipales Aqueos, y mis amigos me abandonaronal partir para el destierro. Nosotros surcamos enfrgil leo la vasta llanura, y el vstago de Esn na-vegaba en una nave excelente. Yo no llevaba un Ti-fis por piloto, ni un hijo de Agenor me enseaba

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    qu rutas deba seguir o evitar. El viajaba escudadopor la proteccin de Palas y la augusta Juno, y nin-gn numen se dign defender mi cabeza, l fue se-cundado por las intrigas de una inclinacin secreta,que ojal el Amor no hubiese aprendido en mis en-seanzas; l volvi a su casa, y yo morir en estastierras, si persiste la clera del dios a quien he ofen-dido.

    Esposa fidelsima, mi carga es harto ms pesadaque la del hijo de Esn. T tambin, que aun erasjoven cuando abandon la ciudad, habrs envejeci-do con el pesar que te produce mi ausencia. Ah!Permitan los dioses que pueda contemplarte tal co-mo eres, estampar tiernos sculos en tus mejillasdesfiguradas, y oprimir en mis brazos tu dbil cuer-po, exclamando: Lo que sufri por m lo ha vueltotan esculido, y con las lgrimas de mis ojos mez-cladas a las tuyas, narrarte mis trabajos, y entrete-nerme en coloquios inesperados, y enreconocimiento ofrecer por mi mallo a Csar y laesposa digna de su tlamo, el incienso que merecencomo dioses verdaderos. As la madre de Memnnpor su boca de rosa me anuncie cuanto antes el daen que se aplaque el enojo de Csar.

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    V

    A MXIMO

    Aquel Ovidio que en mejores das no se estima-ba el ltimo de tus amigos, te suplica, Mximo, queleas sus, renglones; no pretendas atisbar en ellosrasgos de ingenio, como si estuvieses ignorante desu destierro. Advierte que la inaccin enerva elcuerpo perezoso, y se corrompen las aguas estanca-das del pantano; as, yo mismo, si tena alguna habi-lidad en componer versos, la he debilitado y perdidoa consecuencia de la desidia. Creme, Mximo, estaslneas que repasas las escribe a su pesar mi mano,casi obligado por la coaccin. No se deleita mi almaen lucha con cien tantos sinsabores, y la Musa queinvoco no desciende al pas de los crueles Getas. Yat lo notas: me violento al componer los versos, que

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    me salen tan forzados como mi duro destino.Cuando los vuelvo a leer me sonrojo de haberlosescrito; yo que los compuse los considero dignos deborrarse, y no por eso los sujeto a la correccin: esfaena ms pesada que la de escribirlos, y mi esprituenfermo no soporta tan dura labor. Ser este elmomento de emplear una lima rigurosa, y sometercada voz a un examen severo? Aun me atormentapoco la fortuna porque el Nilo no se precipita en elEbro ni el Athos traslada sus bosques a los Alpes?Es necesario perdonar a un corazn atravesado pordardo cruel; los bueyes rehusan doblar el cuello alyugo que los oprime.

    Mas pienso que he de recoger el fruto en justarecompensa de mi labor, y que el campo me devol-ver la simiente con usura. Recuerda todas misobras; hasta aqu ninguna me fue de provecho, yojal ninguna me hubiese sido perjudicial. A qu,pues, escribir? Te admiras? Yo tambin me extra-o, y me pregunto cien veces: Qu fruto sacars?Acaso el pueblo no desbarra al negar el seso a lospoetas, y mi vida es la mejor prueba de semejanteopinin; frustrado tantas veces por la esterilidad delcampo, insisto en arrojar la semilla en suelo ingrato.Cierto que cada cual se apasiona por sus estudios, y

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    se recrea consagrando el tiempo al arte que cultiva.El gladiador herido jura no volver al combate, y mstarde toma las armas olvidando la antigua herida. Elnufrago sostiene que no luchar segunda vez conlas olas, y luego hiende con el remo el agua en quese ahogaba. As yo maldigo a todas horas mis inti-les afanes, y enseguida me vuelvo a las diosas queno quisiera adorar. Qu har mejor? Aborrezco latorpe indolencia, y considero la ociosidad semejantea la muerte. No me place amodorrarme con repeti-dos tragos hasta la madrugada, y las gratas impre-siones del juego tienen poco influjo sobre m.Despus de dar al sueo la parte de noche que pideel descanso del cuerpo, de qu modo pasar laslargas horas del da? Aprender a manejar el arcode los Srmatas, olvidado de las costumbres patrias,y me dejar arrastrar por las artes de este pas? Ah!Las fuerzas no me permiten entregarme a tal ejerci-cio, el temple de mi alma supera a mi dbil constitu-cin. Indaga bien mis quehaceres; slo me ocupo enfaenas que no reportan utilidad alguna; con ellasconsigo el olvido de mi desventura, y bstame que elcampo produzca tan buena mies. Que la gloria osestimule; entretened las vigilias con el coro de lasPirides para que se aplaudan los poemas que reci-

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    tis. Yo me contento con escribir lo que no mecuesta ningn esfuerzo, y no veo razn que me in-duzca a un continuo trabajo. A qu pulir mis frasescon nimio rigor? Voy a temer que no agraden a losGetas? Acaso desbarre mi presuncin, pero me en-vanezco de que el ster no admira ingenio mayorque el mo: en estos campos donde he de resbalarmi vida, me basta ser un poeta entre los inhumanosGetas. De qu me servira perseguir la fama enotras esferas? Sea Roma para m el sitio que la fata-lidad me ha sealado. Mi Musa infeliz se satisfacecon este teatro; tal lo merec, tal lo quisieron losnmenes poderosos. Por otra parte, desconfo quemis libros, desde estas riberas, arriben al lugaradonde el Breas llega con alas fatigadas. El cielonos separa; la Osa, alejada de la ciudad de Quirino,contempla de cerca a los vellosos Getas. Difcil mees creer que por tantas tierras y tantos mares hallenpasaje los frutos de mis veladas. Imagnate que seleen y, lo que es admirable, que llegan a deleitar: estexito no servir seguramente de ayuda al autor.Qu te importa ser alabado en la clida Siena, odonde las olas del mar ndico cien a la isla Trapo-bana? Subamos a ms altura. Si te ensalza el coro delas Plyadas, tan distantes de nuestro planeta, qu

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    ventajas reportars? Ay! No consigo arribar conmis mediocres poemas a la ciudad donde vives; mnombre ha abandonado a Roma conmigo. Voso-tros, para quienes dej de existir el da que sepultmi fama en la tumba, sin duda que al presente ya noos ocupis de m muerte.

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    A GRECINO

    Cuando supiste mi desgracia hallndote en tierraextranjera, dime, se entristeci tu corazn? En va-no lo disimulars, en vano temers confesarlo; si teconozco bien, Grecino: te afligiste de veras. No ca-be en tus dulces costumbres una dureza repulsiva,que desdice por completo de tus estudios preferen-tes. Las artes liberales a que te entregas con tantoardor suavizan los afectos ahuyentando la rudeza, yninguno les consagra devocin tan apasionada,siempre que te lo consienten los afanes y obligacio-nes de la guerra. Yo, en verdad, apenas pude darmecuenta de m desgracia; permanec largo tiempoatnito y falto de sentido, y estim como la mayordesventura verme privado de tu amistad, que me

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    hubiera servido de eficacsimo auxilio. Contigo mefaltaban los consuelos que requera mi mente turba-da, y aun la mejor parte de mi alma y mi razn. Masahora slo me queda rogarte que me favorezcas,aunque te halles lejos, y aminores con tus consejosla pesadumbre de mi nimo.

    Si en algo crees la veracidad de tu amigo, le juz-gars ms insensato que culpable. No es cosa de le-ve importancia ni segura escribir sobre el origen demi falta; mis heridas se recrudecen al ser tocadas.Cesa de rogarme te manifieste de qu modo las herecibido; no las irrites si quieres que se cierren. Sealo que fuere, mi punible accin debe reputarse unafalta, no un crimen. Por ventura se ha de juzgarcrimen cualquier ofensa hecha a los dioses? As,Grecino, no he perdido del todo la esperanza de verun da conmutada mi sentencia. La esperanza fue lanica divinidad que permaneci en el mundo cuan-do todos los nmenes abandonaban la tierra malva-da. Ella alienta a vivir al esclavo cargado de hierro,soando que un da sus pies se vern libres de cade-nas; ella incita al nufrago, aunque no vea tierra porparte alguna, a mover los brazos en medio de lasolas. Los mdicos expertos desahucian mil veces alenfermo, que no, pierde la esperanza ni en el mo-

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    mento en que la sangre cesa de circular por sus arte-rias. Los encerrados en un calabozo dcese que con-fan en su salvacin, y algunos pendientes de la cruzno dejan de hacer votos. Esta diosa impidi querealizaran sus funestos propsitos muchos desespe-rados que se echaron un lazo al cuello, y sta mismadetuvo mi resuelta mano, cuando intent con el ace-ro poner fin a mis dolores. Qu haces? -me dijo -.No hay necesidad de sangre, sino de lgrimas, quetemplan en muchas ocasiones la clera del prncipe.As, reconocindome indigno del perdn, fundo misesperanzas en la bondad de este dios. Suplcale,Grecino, que no se me muestre inexorable, y ayudacon tu elocuencia la realizacin de mis votos. Muerasepultado en las arenas de Tomos, si dudo un ins-tante de los tuyos en mi favor. Primero comenzarnlas palomas a no frecuentar las torres, las fieras losantros, las ovejas los prados y el cuervo marino lasolas, que Grecino corresponda mal a mi antiguaamistad: no todo lo han trastornado mis aciagosdestinos.

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    VII

    A MESALINO

    Esta carta que substituye a la viva voz, te la di-rijo, Mesalino, interesndome por tu salud desde elpas de los crueles Getas. Conoces al autor por ellugar? Ser preciso que leas mi nombre para saberque te la escribe Nasn? Cul otro de tus amigosyace relegado a los extremos confines del orbe, ex-cepto el que te suplica que le cuentes siempre en elnmero, de los tuyos? Que los dioses preserven acuantos te aman y veneran de conocer las gentes deesta nacin. Basta con que yo solo viva entre loshielos y las flechas de los Escitas, si merece llamarsevida tal gnero de muerte; que a m solo fatigue estepas con la guerra, el cielo con sus rigores, el Getaferoz con las armas y el invierno con sus hielos; que

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    yo solo habite una tierra que no produce frutos niracimos, y en la que el enemigo nunca se cansa deamenazar por todas partes. Viva feliz el grupo nu-meroso de tus amigos, entre quienes, como en me-dio de la turba, ocupaba yo un lugar insignificante.Desgraciado de m si te ofenden estas palabras yniegas haberme contado un da en el crculo de lostuyos. Cuando, ello no fuese verdad, deberas per-donar mi mentira; pues mi vanagloria en nada per-judica tu fama. Quin no se envanece de ser amigode los Csares a poco que los conozca? Perdnamela audacia que confieso, t sers para m el Csar.Mas no penetro a la fuerza en los sitios que se meprohiben, y me doy por satisfecho con que declaresque siempre me abriste tu puerta. Cuando entre losdos no existiese otro lazo mayor, a lo menos antescontabas una voz ms que acuda a saludarte. Nun-ca reneg de mi amistad tu padre, que me alent enmis estudios, que fue mi antorcha y gua, y a quienrend como ltimo honor el tributo de mis lgrimasen la hora de su muerte, y de mis versos recitadosen el foro. Me consta, adems, que tu hermanosiente por ti un amor que no cede al de los hijos deAtreo y Tndaris, y nunca ha desdeado mi compa-a ni mi amistad, porque comprende sin duda que

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    no han de serle daosas. De lo contrario, confesaraque sobre este punto no dije verdad, prefiriendo quevuestra casa estuviese para m hermticamente ce-rrada; mas no se me puede cerrar, no hay poderhumano capaz de impedir que un amigo se extrave,aunque todos saben que nunca he sido un criminal,y quisiera que mi error se pudiese negar igualmente.Si mi culpa no fuera en parte excusable, la pena delextraamiento me parecera harto leve; pero elmismo Csar, a cuya penetracin nada se escapa,vio que mi delito era slo una imprudencia, y laperdon tanto como lo permita mi error y lo con-sintieron las circunstancias; us con moderacin desus rayos, no me quit la vida, ni la esperanza deregresar a la patria, si vuestras preces consiguencalmar su clera. Gravsima fue mi cada, qu tienede extrao? El mortal anonadado por los rayos deJove, no recibe daos de poca monta. Aun preten-diendo reprimir su bro, los dardos que lanzabaAquiles producan horrorosas heridas. As, pues,sindome favorable la sentencia del juez, no haymotivos para que tu puerta deje de reconocerme.Confieso que mis atenciones no llegaron hasta don-de deban; pero esto, a mi parecer, fue obra del des-tino. Sin embargo, nunca hubo persona a quien ms

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    honrase, y ya en tu casa, ya en la de tu hermano, go-c la proteccin de vuestros Lares. Tu fraternal pie-dad es tan grande, que sin rendirte mis homenajes,por ser el amigo de tu hermano, ya tengo derechosobre ti. Si el reconocimiento debe acompaarsiempre a los beneficios, no convendra a tu fortu-na merecerlo? Si me concedes persuadirte acerca delo que has de pedir, suplica a los dioses lo que pue-den dar mejor que vender. Esto es lo que haces, y, simal no recuerdo, solas obligar a muchos con tusrelevantes servicios. Mesalino, dame cualquiera pla-za en el nmero de los tuyos, con tal que no me mi-res como extrao en tu casa; y si no te conduele queOvidio padezca los males que mereci, dulete almenos de que los haya merecido.

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    VIII

    A SEVERO

    Oh, Severo, que dominas la mejor parte de mialma!, recibe el testimonio de afecto que te enva tuquerido Nasn. No me preguntes lo que hago; si telo contase todo, lloraras; basta que conozcas el re-sumen de mis tristezas. Vivo sin conocer un mo-mento de paz, en continuos rebatos y luchasmortferas, que promueve el Geta provisto de sucarcaj. De tantos como residen fuera de la patria, yosolo soy soldado y desterrado: todos los dems, yno los envidio, reposan seguros. Para que te dignesleer con indulgencia mis libros, ten presente que susversos se han compuesto en los preparativos delcombate. Cerca de las riberas del ster, conocidopor dos nombres, lzase una antigua ciudad casi

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    inexpugnable por sus muros y excelente situacin. Acreer las historias de sus habitantes, el caspiano Egi-gso la fund y le dio su propio nombre. El Geta fe-roz, despus de acuchillar a los Odrisios porsorpresa, se apoder de ella, Y sostuvo la guerra conel rey. ste, fiel a la memoria, de su alta nobleza queacreditaba con el valor, lanzse al campo rodeadode innumerables guerreros, y no se retir hasta quecon la muerte merecida de los culpables, llevando alextremo la venganza, mismo incurri en la nota deculpable. Oh, rey valentsimo de nuestra poca!,ojal tu mano gloriosa empue siempre el cetro, y loque vale ms, podra descarte gloria mayor?, ojalrecibas el aplauso de la belicosa Roma y de su excel-so Csar. Vuelvo al punto de partida. Me quejo, ca-rsimo amigo, de que el estrpito de las armas vengaa acrecentar mis dolores. Cuatro veces el otoo havisto, surgir las Plyadas, desde que carezco devuestra compaa sepultado en estas riberas infer-nales. No vayas a creer que Ovidio suspira por lasdiversiones de la vida romana, y, no obstante, lasecha de menos con pesar.

    Pues ya, dulces amigos, os hacis presentes a mimemoria, ya pienso en mi hija y mi cara esposa, ydespus me imagino que salgo de casa y paseo por

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    los sitios ms hermosos de la ciudad, y los recorrotodos con los ojos del pensamiento y visito las pla-zas, los palacios y los teatros revestidos de mrmol,o los prticos de suelo igualado y el csped delcampo de Marte, desde donde se contemplan jardi-nes, deleitosos, y los estanques y las aguas de Euripoy la fuente Virginal. Por ventura, al arrebatarse aeste msero los placeres de Roma, se le permite go-zar de otra campia cualquiera? Mi nimo no seobstina en apetecer los campos perdidos, o lossembrados frtiles de la comarca de los Pelignos, nilos jardines plantados en las colinas que sombreanlos pinos, y se descubren en el punto donde la vaClodia se junta con la Flaminia, jardines que yomismo cultiv sin saber para quin, y a los que sola,no me avergenza confesarlo, conducir las aguas dela prxima fuente. Si existen todava, all se yerguenrboles en otros tiempos por m plantados, pero cu-yos frutos no ha de recoger mi mano.

    Ojal me fuera dado reemplazar su prdida cul-tivando aqu un huertecillo que entretuviese mi des-tierro. Yo mismo, si pudiera, apoyado en mi bculo,llevara a pacer las ovejas y las cabras que trepan porlas rocas; yo mismo descargara el pecho de cuitasincesantes, guiando los robustos bueyes uncidos al

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    corvo yugo, y aprendera el lenguaje que conocen deorlo a los Getas, aadiendo los gritos amenazado-res que acostumbran proferir; yo mismo, sujetandocon la mano el arado que hiende la tierra, aprenderaa esparcir la semilla en el surco removido, no titu-beara en limpiar de brozas el campo con el largoazadn, y llevara a mi sediento huerto el agua quereclamase; pero cmo dedicarme a tales ocupacio-nes si apenas se alza un muro y una cerrada puertaentre m y el enemigo? Los fatales dioses hilaron pa-ra ti estambre de felices ageros en el momento de,nacer; ya frecuentas el campo de Marte, ya paseas ala sombra del prtico, ya en el foro al que dedicasbreves instantes, ya la frvida rueda te conduce porla va Appia derecho a tu casa de Alba; una vez all,acaso deseas que Csar temple su justa clera, y tuvilla me sirva de refugio. Es demasiado, amigo, loque pretendes; modera tus deseos, te lo suplico, yreprime el vuelo audaz del pensamiento. Yo vivirasatisfecho en tierra menos lejana y menos expuestaa los trances de la guerra, sintindome aligerado deuna gran parte de mis sufrimientos.

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    IX

    A MXIMO

    Apenas recibida la epstola tuya que me anun-ciaba la muerte de Celso, la he regado con mis l-grimas, y, lo que me cuesta decir, lo que nuncajuzgu posible, la he ledo bien, a pesar mo. Desdeque habito en el Ponto, no haba llegado a mis o-dos noticia tan dolorosa, y ojal sea sta la ltima.Su imagen se ofrece a mis ojos como si le tuvierapresente, y mi amor an le cree vivo. Recuerdo milveces el abandono con que se entregaba a las diver-siones, y su probidad inmaculada en los negociosgraves. De todas mis pocas, ninguna se me repre-senta con la tenacidad de aqulla, que habra queri-do fuese la ltima de mi existencia. Cuando mi casase derrumb de golpe con espantosa ruina, cayendo

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    sobre la cabeza de su dueo, Mximo, l vino en miayuda, y cuando casi todos me abandonaban, l nosigui a la fortuna. Yo le vi llorar desolado mi des-gracia, como si presenciara que llevaban a su her-mano a la pira; se arroj en mis brazos, consol mihonda afliccin y mezcl sus lgrimas con el raudalde las mas. Oh!, cuntas veces, guardin aborreci-ble de mi amarga vida, contuvo mis manos prontasa terminar con ella!; cuntas veces me dijo!: Laclera de los dioses se deja aplacar; vive, y no de-sesperes de la posibilidad del perdn. Y oye las pa-labras que me impresionaron ms: Considera decunto auxilio te puede servir Mximo; Mximo seesforzar, con el celo de la amistad que te profesa,rogando a Csar que no lleve al extremo los efectosde su clera. A sus esfuerzos juntar los de su her-mano, y no habr recurso a que no apele para dulci-ficar tu suerte. Estas palabras consolaron el tediode mi nimo; a ti, Mximo, toca acreditar que no sepronunciaron en balde. A menudo sola jurarme quevendra aqu, siempre que t le dieses licencia paraemprender tan largo viaje; porque el culto que tri-buta a tu casa es tan respetuoso como el que tmismo rindes a los dioses que imperan en el mun-do. Creme, tienes merecidamente innumerables

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    amigos, pero ninguno que supere los quilates de suamistad; que no es la hacienda ni el linaje, sino lahonradez y el talento, lo que enaltece a los hombres.Vierto con sobrada razn en la muerte de Celso elllanto que l derram hallndome sin vida el da demi destierro; con razn le dedico estos versos quetestifican sus nobles cualidades, para que los venide-ros lean el nombre de Celso. Es lo nico que puedoenviarte desde los campos Gticos, lo nico quepuedo llamar mo. No me fue dado acompaar tufuneral y esparcir perfumes sobre tu cuerpo, porqueel universo entero me alejaba de tu pira.

    Quien pudo, Mximo, a quien t en vida reve-renciabas como un Dios, te ha rendido los ltimoshonores; l dispuso tus exequias, l hizo a tus des-pojos sentidas demostraciones, y esparci el amomosobre tu helado seno, en su dolor diluy los un-gentos con las lgrimas que derramaba, y guardtus cenizas en una tierra vecina. El que as cumplecon los amigos fallecidos sus deberes, bien hara encontarnos igualmente entre los muertos.

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    X

    A FLACCO

    Desde su destierro, Nasn saluda a su amigoFlacco, si alguien puede enviar aquello de que care-ce. Mi cuerpo, aniquilado por tantos embates, desdehace tiempo languidece, incapaz de recobrar susperdidas fuerzas. No siento ningn dolor, no meabrasa ninguna fiebre sofocante, y la sangre circulapor mis venas de un modo regular; pero con el malgusto de boca, repugno las viandas que me ponenen la mesa, y me aflige que llegue la hora aborrecidade comer. Srveme los pescados del mar, los frutosde la tierra y las aves del aire, y no hallar nada queestimule mi apetito. Si la hermosa Hebe con solcitamano me brindase el nctar y la ambrosa que be-ben y comen los dioses, su rico sabor no excitara

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    mi paladar embotado, y como un peso incmodofatigara tenazmente mi estmago. No me atrevo aescribir estas molestias sobrado reales a, cualquiera,por el temor de que llame delicadezas a mis padeci-mientos; en verdad que, dada mi situacin y el as-pecto de mi fortuna, las delicadezas estaran en sulugar; yo se las deseo tales como las pruebo, al queestim que la ira de Csar fue harto benvola con-migo. Hasta el sueo, reparador alimento de un or-ganismo debilitado, no cumple sus deberesrestaurando las fuerzas del mo. Paso la noche en elinsomnio, y me desvelan de continuo las afliccionesa que dan pbulo las tristezas del lugar. As, aunvindolo, apenas reconoceras mi rostro, y pregun-taras: Adnde huy el color que antes lo sonro-saba? Gotas escasas de sangre sostienen misdbiles miembros, ya ms plidos que la cera re-ciente. Estos estragos no me los produjeron excesosde embriaguez; t sabes que el agua es casi mi nicabebida. Mi vientre no abusa de las viandas, y a tenerese gusto, serale imposible satisfacerlo en el pas delos Getas. Tampoco enerv mis energas la peligro-sa voluptuosidad de Venus, que no suele visitar loslechos de los desgraciados. Lo que me daa es elagua y el clima, y sobre todo la ansiedad del nimo

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    que no me abandona un instante: si no la calmas tcon ese hermano que tanto se te parece, mi esprituagobiado sucumbir al peso de la tristeza. Vosotros,para un, frgil esquife, sois una tierra hospitalaria;vosotros me acordis la proteccin que muchos meniegan; dispensdmela siempre, os lo ruego, puessiempre he de necesitarla mientras el numen de C-sar aliente irritado contra m. Uno y otro orad supli-cantes a vuestros dioses, no que cese, sino quedisminuya su clera merecida.

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    LIBRO SEGUNDO

    EPSTOLA I

    A GERMNICO CSAR

    La fama del triunfo de Csar tambin ha llegadoa estas tierras, que apenas visita el lnguido soplodel cansado Noto. Siempre pens que nada me seragrato en la regin de Escitia, y hoy encuentro estepas menos aborrecible que antes. Disipada la nube-de mi tristeza, por fin he visto un da sereno, y mehe burlado de la adversa fortuna. Aunque Csar meprohibiese toda satisfaccin, sta al menos ha depermitir que todos la gocen. Los mismos diosesquieren ser adorados con una piedad alegre, y orde-nan deponer la tristeza en los das a sus fiestas con-sagrados, y, en fin, sea una verdadera insania la

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    audacia de confesarlo, aunque l me lo prohiba, go-zar de la comn alegra.

    Cuantas veces Jpiter favorece con sus lluviasbenficas a los campos, el lampazo tenaz arraigaentre las mieses; as nosotros, hierba intil, sentimosel hlito de un numen fecundo, y, mal de su grado, aveces nos regocijamos con sus beneficios. Los gocesde Csar me pertenecen como romano: esta familiano tiene nada exclusivamente suyo. Oh fama!, yo tedoy las gracias, pues me permitiste contemplar lapompa triunfal, aunque relegado en medio de losGetas. Por tus relatos supe que poco ha se reunie-ron pueblos innumerables para contemplar de cercael rostro de su caudillo, y Roma, cuyas extensas mu-rallas encierran al orbe universal, apenas pudo reci-bir a tantos extranjeros. T me referiste que porespacio de muchos das el Austro tempestuoso noces de derramar continuas lluvias, y que el sol ilu-min con luz celestial el da del triunfo, armonizn-dolo con el aspecto regocijado del pueblo; as pudoel vencedor distribuir a los guerreros el premio desus hazaas, prodigndoles merecidos elogios, yantes de vestir las ropas bordadas, como insigniaesclarecida, ofreci el incienso en las santas aras yaplac piadoso a la justicia, tan reverenciada de su

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    padre, que reside como en un templo dentro de sucorazn. Por donde pasaba oa votos felices, aho-gados por los aplausos, y las rosas, impregnadas deroco, cubran el pavimento. Iban delante las imge-nes en plata de los muros rotos, las ciudades expug-nadas y sus habitantes vencidos; los ros, losmontes, los prados que cien altas selvas; las armasy los dardos agrupados en trofeo. El ureo carrotriunfal, que el sol encenda, doraba con sus reflejoslas casas del foro romano; los jefes cautivos, con loscuellos en cadenas, eran tan numerosos, que casiformaban un ejrcito de enemigos, y la mayor parteobtuvieron la vida y el perdn, entre ellos Bato, elpromovedor y cabeza de esta guerra. Por qu he denegar que puede disminuir la clera de los diosescontra m, cuando los veo tan benvolos con losenemigos? Germnico, el mismo rumor esparcidopor ac public las ciudades que aparecieron inscri-tas a tu nombre, sin que valiesen nada contra tuvalor la solidez de los muros, la fuerza de las armasni la situacin ventajosa que ocupaban. Que los dio-ses te concedan muchos aos; lo dems corre de tucuenta, como den a tu virtud luenga vida. Mis spli-cas sern escuchadas, algo significan los orculos delos vates; un dios responde a mis preces con seales

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    favorables. Roma, alborozada, te ver vencedor so-bre tus corceles coronados subir por la roca Tarpe-ya. Tu padre, testigo de los honores decretados a suhijo, experimentar el gozo que l mismo hizo sentira los autores de sus das. Oh t, el ms ilustre delos jvenes en la paz y la guerra!, ya desde ahora tepredigo un brillante porvenir. Tal vez mis versoscelebren tu triunfo, si mi vida se sobrepone a miscrudos sufrimientos, si antes no tio en mi sangrelas flechas de los Escitas y el feroz Geta no cortacon su espada mi cabeza; mas s an aliento cuandorecibas la corona de laurel en el templo, habrs deconfesar que mis predicciones han resultado verdi-cas dos veces.

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    II

    A MESALINO

    Mesalino, aquel Nasn que desde la primera in-fancia honr siempre a tu familia, y ahora yace rele-gado en las tristes playas del Euxino, te enva desdeel pas de los indomables Getas el saludo que vi-viendo en Roma se apresuraba a ofrecerte. Des-venturado de m si al leer mi nombre se te altera elsemblante y vacilas en proseguir la lectura! Conti-na, no condenes mis palabras conmigo; vuestraciudad no se afrenta de recibir mis poemas. Yo noconceb el proyecto de lanzar el Pelin sobre el Osapara tocar con mi mano los astros rutilantes; no hemovido, siguiendo, a la hueste insensata de Encla-do, las armas contra los dioses que dominan el uni-verso, ni lo que ejecut la temeraria diestra de

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    Diomedes, he lanzado mis dardos contra ningunadivinidad.

    Mi culpa es grave, pero slo se ha vuelto en mi,dao, sin cometer indignidad mayor; no se me debeacusar ms que de insensato y temerario: estos doscalificativos s que realmente los merezco. Despusde haber irritado la clera de Csar, confieso la ra-zn que te asiste para mostrarte reacio a mis spli-cas. Tal veneracin sientes por los que llevan elnombre de Julo, que te consideras agraviado deaquel que osa ofenderlos. Mas aunque empues lasarmas y amenaces inferirme crueles heridas, no con-seguirs, que yo llegue a temerte. Una nave troyanaacogi al griego Aquemnides, y la lanza de Aquilessan al rey de Misia. A veces el profanador de untemplo se acoge ante el ara, y no teme implorar laclemencia del numen ofendido. Alguien dir queesto es peligroso; pero mi barco no se desliza porplcidas aguas. Busquen otros la seguridad: mi for-tuna miserable vive sin recelo y libre de temer suce-sos ms desesperados. El que es juguete del destino,a quin sino, al mismo destino pedir socorro? Esfrecuente que la aguda espina produzca lindas rosas.El nufrago, combatido por las olas espumantes,tiende sus brazos a la costa, y se agarra a las peas y

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    a las matas punzadoras. El ave que con alas temblo-rosas huye del gaviln, se recoge fatigada en el senodel hombre, y no titubea guarecerse en la cabaavecina la cierva que huye espantada de los rabiososcanes. Dulce amigo, oye mi peticin, mira compasi-vo mis lgrimas y no cierres insensible tu puerta amis tmidas voces; dgnate elevar piadoso mis rue-gos a los nmenes que Roma venera, y a quienes tno honras menos que al Tonante del Capitolio; co-mo legado toma a tu cargo la defensa de mi causa,aunque sea tan perdida por acompaarla m nom-bre.

    Ya prximo a la tumba, ya con el escalofro dela muerte, difcilmente me ver salvado por ti, en elcaso que me salves. Despliega ahora en pro de miabatida suerte el favor que el prncipe te dispensa, Yas lo conserves eternamente. Inflmate ahora enaquella elocuencia hereditaria que tan provechosasola ser a los atribulados reos. La lengua de un pa-dre elocuentsimo revive en vosotros, y su mrito haencontrado dignos herederos. Yo no la solicito paraque se apreste a mi defensa: no la tiene el reo queconfiesa su culpa. Mira si consigues excusar su faltacomo un error, o si es ms conveniente callar ,sobreel fondo de la misma. Mi herida es de aquellas que

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    se dicen incurables, y creo lo ms seguro no tocarlasiquiera. Cllate, lengua; no profieras molestas pala-bras; ojal pudiese enterrar el misterio con mis ceni-zas. Cual si me hubiese dejado engaar por un error,hblale de modo que me permita el goce de la vidaque le debo. Cuando le veas sereno, cuando remitael ceo que llena de espanto al orbe y al Imperio,rugale que no tolere que yo sea una dbil presa delos Getas, y acuerde clima menos duro a mi destie-rro miserable. El momento es propicio a tales pre-tensiones: se siente dichoso y ve prosperar lapujanza de Roma, que ha consolidado; su esposa, enperfecta salud, conserva la pureza del tlamo nup-cial, y su hijo extiende el podero de Ausonia. Elmismo Germnico se aventaja a los aos con suvalor, y el arrojo de Druso no cede a su nobleza, y,en fin, sus nueras, sus tiernas nietas, las hijas de susnietos y todos los miembros de la familia de Au-gusto gozan vida floreciente. Adase a esto losPeonios recin subyugados, los brazos de los mon-taeses Dlmatas sujetos a la quietud, y la Iliria, que,deponiendo las armas, no Se desdea de someter sucabeza esclava a las plantas de Csar. l mismo,montado en su carro y atrayendo las miradas conplcido rostro, cea a sus, sienes el laurel de la vir-

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    gen amada de Febo. Con vosotros acompabanleen la marcha sus piadosos hijos, dignos de tal padre,dignos de los honores recibidos y semejantes aaquellos hermanos a quienes desde su excelsa man-sin vio el divino Julo ocupar el prximo templo,Mesalino no les disputa el primer lugar en la comnalegra: debe ceder ante ellos; mas fuera de ellos nohay quien le emule en su adhesin; en este particu-lar, Mesalino, no ocupars nunca el segundo puesto;le honras porque, sin reparar en tu corta edad, pre-mi tus mritos ciendo de laurel tu frente ennoble-cida por el valor. Felices los que fueron testigos desemejantes triunfos y gozaron la presencia de uncaudillo igual a los dioses. Ah!, yo, en vez del rostrode Csar, tengo que contemplar los de los Srmatas,y una tierra privada de la paz y unas aguas que en-cadena el hielo. Pero si me oyes, y mi voz llega hastati, haz que tu influjo obtenga otro lugar para midestierro. Tu padre, a quien tanto respet desde misprimeros aos, te pide esto mismo, si aun conservael sentido su elocuente sombra; esto mismo te pidetu hermano, aunque tal vez recele que te sea perju-dicial el empeo de salvarme; te lo pide toda tu fa-milia, y tampoco osars negar que me contaste en elnmero de tus amigos. Excepto El Arte de amar, por

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    lo menos aplaudas mi ingenio, del cual reconozcohaber abusado; tu casa no tiene por que avergonzar-se de mi vida, si suprimes las ltimas faltas: as reineen ella siempre la felicidad y te protejan siempre losdioses y Csar. Impetra de este numen benvolo, ycontra m justamente irritado, que me saque de latierra salvaje de los Escitas. No se me oculta que elnegocio es difcil; pero la virtud acomete arduasempresas, y mi reconocimiento ser mayor que tangrande beneficio. Adems, no es Polifemo en el an-tro profundo del Etna, ni Antfates el que ha de es-cuchar tus ruegos, sino un padre indulgente ybondadoso, dispuesto al perdn, que truena cienveces sin despedir el rayo fulminante, que si decretaalguna severidad se aflige l mismo, y la pena queimpone la siente como propio castigo. Mas su cle-mencia fue vencida por mi culpa, y su clera forza-da a armarse de omnmodo poder. Puesto que vivoseparado de la patria por un mundo y no puedoprosternarme a los pies de los mismos dioses, s tel sacerdote que dirija mis instancias a los nmenesque veneras, y une a las mas tus propias splicas;pero no te empees si recelas algn inconveniente.Perdname; soy un nufrago que teme en todos losmares.

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    III

    A MXIMO

    Mximo, que igualas el brillo de tu nombre contus preclaras virtudes, y no consientes que la noble-za eclipse tu ingenio; a quien reverenci hasta elpostrer instante de mi vida, porque mi estado actualen qu difiere de la muerte?; no repudiando al ami-go afligido das prueba de un temple harto raro ennuestro siglo. Vergenza siento al decirlo, pero hede declarar la verdad: el vulgo slo aprueba lasamistades que reportan inters, mira antes a lo pro-vechoso que a lo honesto, y la fidelidad se mantieneo se pierde con la fortuna. Entre muchos miles esdifcil hallar un hombre persuadido de que la virtudlleva consigo la recompensa. El honor de actoshonrosos, sin el aliciente del galardn, no estimula a

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    nadie, y todos se arrepienten de la probidad gratuita.Slo se ama lo que trae utilidad; anda, quita la espe-ranza del provecho a la avidez humana, y no trope-zars ni un virtuoso. Hoy cada cual se atiene alamor de sus rentas, y calcula solcito con los dedoslo que cree ms til. La amistad, numen venerableen mejores das, hoy se prostituye, y como una me-retriz se rinde a quien la compra. Por eso me admiraque, resistiendo al mpetu del torrente, no te dejesarrastrar por el contagio de la comn bajeza.

    Contmplate en mi espejo: ayer rodeado de nu-merosos amigos, porque un soplo favorable hin-chaba mis velas; pero as que la tempestad encresplas irritadas olas, me vi abandonado, con mi navedeshecha, que invadan las aguas; y cuando muchosse esforzaban por aparentar que no me conocan,apenas quedasteis dos o tres que me socorriesen enel naufragio. Entre ellos t fuiste el principal; t,digno, no de seguir a nadie, sino de marchar a la ca-beza de todos; no de imitar el ejemplo, sino de im-ponerlo a los dems. T no recabas otro provechode tus actos que la satisfaccin de haber obradorectamente; la probidad y la conciencia del deberson tus nicos guas; en tu opinin, la virtud rehusael salario, y ha de amarse por s misma, aunque no la

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    acompaen los bienes externos juzgas torpe accinrechazar al amigo que cay en la desgracia y que porsu infelicidad deje de constituir parte de los tuyos.Es ms noble sostener con la mano la cabeza delnadador fatigado que hundirlo en el seno de lasolas. Recuerda lo que hizo el nieto de Eaco despusde la muerte de su amigo, y no dudes que mi vida esuna especie de muerte. Teseo acompa a Piritoohasta las mrgenes de la Estigia. Ah, cun pocodista mi suerte desdichada de sus aguas funestas! Eljoven Foceo asisti a Orestes, privado de la razn, yen mi culpa no se advierte menos el furor de la in-sensatez. Recibe t por igual las alabanzas de tanegregios varones, y haz lo que alcances para levantaral cado. S, te conozco bien; si eres al presente el deotro tiempo y tu temple conserva su grandeza,cuanto ms se encone la adversidad le opones ma-yor resistencia, y, como lo, demanda el honor, teresistes a ser por ella vencido. El valor del enemigoacrisola el tuyo, y as la misma causa me favorece y ala vez me perjudica.

    Sin duda, clarsimo joven, estimas indigno de tiservir de cortejo a la diosa que se alza en la instablerueda; tu constancia es inquebrantable; y ya que lasvelas de mi destrozada nave no se yerguen altivas,

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    como quisieras, las riges del modo que se hallan.Estas ruinas peligrosas y a punto de derrumbarse,aun se sostienen apoyadas en tus hombros. En elprimer instante tu clera fue justa, y no menor quela de aquel que se irrit contra m vindose ofendi-do. El resentimiento que alter el pecho del divinoCsar jurabas sentirlo con la misma intensidad; masluego que supiste, el origen de mi desdicha, es famaque lamentaste mis errores. Una carta tuya vinoentonces a proporcionarme el primer consuelo y ainfundirme la esperanza de que podra ablandarse eldios ofendido. Entonces recordaste la firmeza de milarga amistad, que haba comenzado antes de tu na-cimiento. Si con la edad granjeaste otros amigos, alnacer ya lo eras mo, y te di los primeros besoscuando an te mecas en la cuna, y habiendo desdemis tiernos, aos honrado siempre a tu familia, aho-ra la desgracia me fuerza a ser para ti una antiguacarga. Tu padre, dechado de la elocuencia romana, ycuya facundia se igualaba con su nobleza, fue elprimero que me incit a confiar mis escritos a lafama y el gua de mi juvenil ingenio; tengo la certezade que tu hermano no acertara a sealar la fecha enque comenz la amistad que nos profesamos, pueste am sobre todos y en la prspera y adversa for-

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    tuna t fuiste el objeto nico de mi afeccin. Lasltimas playas de Italia vironme en tu compaa yrecibieron las lgrimas que resbalaban por mis tris-tes mejillas. Cuando me interrogabas por la verdaddel rumor pregonero de mi culpa, yo qued vaci-lante entre la confesin y la negativa; el miedo ponaen mi boca tmidas excusas, y a la manera de la nie-ve que el Austro hmedo derrite, el llanto descendapor mi rostro espantado. Recordando esto, imaginasque mi falta es capaz de admitir disculpa, como seperdona un primer error; te interesas por el antiguoamigo que cay en el abismo y aplicas a sus heridasel blsamo de tus consuelos. Si se me concediese lalibertad de hacer votos, pedira al cielo los mil favo-res que mereces por tantos beneficios, y si tengoque ajustar mis deseos a los tuyos, rogar que teconserven salvos a Csar y a su madre. Recuerdabien que esto era lo primero que solas demandar alos dioses cuando quemabas los granos del inciensoen sus altares.

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    IV

    A TICO

    tico, cuya fidelidad no me inspira la menorsospecha, recibe la carta que Nasn te enva desdeel ster helado. Y bien, te acuerdas an de tu infelizamigo, o ya no te cuidas de su tristsima situacin?Ah!, los dioses no me son tan adversos que me in-cline a creerlo; imposible que me hayas olvidado tanpronto. Ante la vista tengo siempre tu imagen, y losrasgos de tu rostro fijos en mi pensamiento. Re-cuerdo nuestras frecuentes conversaciones sobretrascendentales materias, y las largas horas que pa-sbamos en divertidos esparcimientos. Muy a me-nudo abrevibamos el tiempo con los coloquios, ynuestros discursos se prolongaban ms que los das.A menudo te recitaba los versos acabados de com-

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    poner, y mi novicia Musa se someta a tus juiciosasobservaciones. Lo que t aplaudas, lo considerabaya aplaudido por el pblico, y este era el dulce pre-mio de mis recientes trabajos. Para que mi libro fue-se corregido por la lima de un amigo, siguiendo tusconsejos borraba no pocas frases. Juntos nos vieronlas plazas, los prticos, las calles, y juntos tomba-mos asiento en los teatros. En suma, caro amigo: elafecto con que te distingu era tan intenso como elque senta Aquiles por el nieto de Actor. Aunquebebieses las aguas olvidadizas del Leteo, yo nuncame persuadira de que tales recuerdos se llegaran aborrar de tu memoria. Antes amanecern los lar gosdas en la estacin brumosa, y las noches del invier-no sern ms cortas que las del esto; ni en Babilo-nia se dejar sentir el calor, ni en el Ponto los hielos,y el perfume de la calta vencer al de las rosas dePesto, antes de que se borre de tu mente el recuerdode mi persona; mi destino no me fustiga con tantorigor. Sin embargo, haz por evitar que las gentes seburlen de mi engaosa confianza y afirmen que hesido vctima de mi necia credulidad; protege al anti-guo amigo con tu probada constancia todo lo posi-ble, y en tanto que no te sea gravoso.

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    V

    A SALANO

    Yo, Ovidio Nasn, envo a mi Salano estos ver-sos de medida desigual, despus de interesarme porsu salud, que ojal sea excelente y el buen sucesoconfirme mis anhelos. Deseo, amigo mo, que losleas en la ms prspera situacin; tu bondad, enestos tiempos virtud casi fenecida, exige de mi partesemejantes votos. Aunque haya sido corto el trato.que sostuve contigo, dcenme que lamentaste midestierro, y que leyendo los versos que enviaba des-de el lejano Ponto, a pesar de su escaso mrito, losrealzaste con tu aprobacin. T deseaste que el C-sar amado de los dioses aplacase pronto su ira con-tra m; y el mismo Csar aprobara tales deseos si lefueran conocidos. Tu noble carcter te oblig a pro-

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    rrumpir en tan benvolos votos, y no por esto meson menos agradables. Doctsimo Salano, lo quems te conmueve al meditar sobre mi proscripcines, sin duda, la naturaleza del pas que habito: cre-me, apenas hallars en todo el orbe tierra que gocemenos la paz que Augusto le ha dado. T, no obs-tante, lees los versos compuestos aqu en medio deferoces rebatos, y una vez ledos los colmas de elo-gios; aplaudes el ingenio que mana de mi vena casiexhausta, y conviertes el arroyuelo en un ro cauda-loso. En verdad que estas aprobaciones alientan minimo decado, y ya sabes que las desdichas se per-miten pocos momentos de placer. Cuando me pon-go a escribir sobre asuntos ligeros, mi numen seacomoda a la facilidad del tema; mas hace poco,cuando lleg hasta m la fama de un magnficotriunfo, y os echar sobre mis hombros carga tanabrumadora, la grandeza y el esplendor de los suce-sos refrenaron, mi audacia, y hube de sucumbir bajola pesadumbre de la empresa comenzada. La buenavoluntad es lo nico que all merece tu alabanza, lodems decae ante la magnitud del asunto. Si porventura mi libro llega a tus manos., le encargo serecomiende a tu proteccin; t se la concederasaunque no te lo rogase, mas quiero que m splica se

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    junte a tu favorable disposicin. No merezco tusalabanzas, pero tu alma es ms pura que la leche yms cndida que la nieve no pisada. Admiras a losotros, siendo digno de admiracin; pues a nadie seesconde tu talento y soberana elocuencia. Csar, elprncipe de la juventud, a quien la Germania ha da-do su nombre, te asocia a sus estudios; t, su anti-guo compaero; t, unido con l desde los tiernosaos, le Places por tu ingenio que armoniza con suscostumbres. No bien hablas, se siente arrebatado, ytu elocuencia es el estmulo que despierta ,la suya.Cuando cesas y se apagan las voces mortales y, elsilencio reina breves minutos, entonces se levantaeste prncipe digno del nombre de Julo, como :surgeel lucero de la maana por las aguas orientales.Mientras permanece en pie y callado, su ademndenuncia al orador, y bajo su toga con eleganciadispuesta, se adivina un joven elocuente. Luego, trasbreve pausa, al romper su boca divina el silencio,juraras que su lenguaje es el usado por los dioses, ydiras: Esta es la elocuencia digna del prncipe tanta nobleza pone en sus palabras! Y t, que pri-vas con l; t, que tocas con la frente los astros, tambicionas poseer los poemas de un vate proscrito?Sin duda existe un lazo oculto de concordia que une

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    ,los ingenios, y cada cual observa fielmente el pacto,Comn. El labriego ama al cultivador del campo, elsoldado al que marcha a la guerra, el marino al pi-loto que rige la insegura nave; as te entregas al cul-tivo de las Musas porque las amas, y favoreces minumen porque lo tienes en alto grado. Nuestrasobras son distintas, pero surgen de la misma fuente;uno y otro profesamos las artes liberales. T empu-as el tirso, yo me cio de laurel, y el entusiasmonos arrebata por igual a los dos. Si tu facundia davigor a mis versos, de ellos toman tus palabras subrillantez. Piensas con sumo acierto que la poesa esafine de tus estudios, y debemos defender su cultobajo las mismas banderas; por eso te ruego quehasta los ltimos instantes de la vida conserves alamigo que te honra con su favor, y que un da, due-o del mundo, empuar las riendas del Imperio:todos los pueblos, prorrumpen en este voto conmi-go.

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    VI

    A GRECINO

    El triste Nasn que presente sola hacerlo de vi-va voz, saluda con sus versos a Grecino desde lasplayas del Ponto. Es la voz de un desterrado; la es-critura me sirve de lengua, y si no se me permite es-cribir, permanecer mudo. Corriges como debes lasfaltas de tu insensato amigo, y me enseas a sopor-tar los males que merec mayores. Los reproches demi proceder son justos, pero tardos: ten menos se-veridad con el reo que confiesa su delito. Cuando,poda atravesar derecho los montes Ceraunios yevitar las rocas peligrosas, entonces era la ocasinde amonestarme; mas ahora, de qu me aprovechaen medio del naufragio aprender la ruta por dondedeb guiar mi barca? Tiende ms bien los brazos en

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    socorro del nadador fatigado, y no te sonroje soste-ner su cabeza con tu mano. S que lo haces, y te su-plico que sigas hacindolo; as tu madre, tu esposa,tus hermanos y toda tu familia rebosen de bienestar;as lo que sientes en el foro interno, lo que revelansiempre tus labios y todas tus acciones, sean gratosa los Csares.

    Torpe fuera para ti no prestar al viejo amigoningn auxilio que le conforte; torpe retroceder y nosostenerle con pie firme; torpe abandonar su navecombatida por la borrasca; torpe seguir las vicisitu-des de la suerte, cejar ante la fortuna y renegar delamigo porque no es venturoso. No se condujeronas los hijos de Agamenn y de Estrofio; no fue stala amistad de Piritoo y el vstago de Egeo, a los queadmir la edad pasada y ha de admirar la venidera, yen cuyo honor resuenan los aplausos en todos losteatros. T, del mismo modo, por haber socorridoal amigo en tiempo de adversidad, mereces unnombre insigne entre tan excelsos varones; lo mere-ces, y ya que tu piedad es acreedora de alabanza, migratitud no ser sorda a tus beneficios. Creme: a noser mortales mis versos, andars con frecuencia enboca de la posteridad. Permanece fiel, Grecino, alcado en la desgracia, y que el tiempo no debilite

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    jams tu abnegacin. Confo que lo realices; aunqueayudado por el viento, yo me servir del remo: noperjudica aguijar con la espuela al corcel lanzado a lacarrera.

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    VII

    A TICO

    La carta, tico, que te envo desde el pas de losGetas mal domados, desea lo primero que gocesperfecta salud, y despus recibir gran placer sa-biendo, en qu te ocupas, y si todava te acuerdas dem, sean cualesquiera tus atenciones. No dudo deesto ltimo, pero el temor de mis males me induce afalsas inquietudes. Perdname, te lo suplico, y echaun velo sobre mis excesivos temores: hasta en lasaguas tranquilas, el nufrago se siente estremecidode horror. El pez que sinti un da clavrsele el pr-fido anzuelo, teme que la punta del acero se oculteen todos los alimentos. Muchas veces la oveja se es-panta, tomndolo por un lobo, del perro que ve a lolejos, y, en su error, huye del que la defiende. Un

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    miembro lastimado se resiente al ms ligero con-tacto, y una vana sombra llena de miedo a los teme-rosos; as yo, atravesado por los dardos crueles de laadversidad, no concibo en el alma ms que amargastristezas y tengo por evidente que mi destino, si-guiendo su curso, no se ha de apartar de las vasacostumbradas. Estoy convencido de que los diosesse empean en que todo me sea contrario y de queme es imposible burlar el rigor de la fortuna; ha re-suelto perderme, y la que sola ser voluble, es cons-tante y tenaz en perseguirme. Creme, si me tienespor hombre veraz, y no cabe exageracin en el re-lato de mis sufrimientos. Contars las espigas de loscampos de Cinifia y los innumerables tomillos queflorecen en el Hibla, y sabrs cuntas especies deaves se elevan con sus rpidas alas por los aires, ylas de los peces que bogan en las aguas, antes quecalcules el nmero de los trabajos que he padecidoen la tierra y el mar. En todo el universo no haypueblo ms truculento que el de los Getas; sin em-bargo, stos han gemido al conocer mis infortunios,que formaran una larga Ilada con sus tristes azares,si pretendiese enumerarlos en mis versos.

    No temo, pues, porque recele falsas en tuamistad, de la que me diste mil pruebas, sino porque

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    todo msero se vuelve tmido, y de largo tiempo mispuertas se han cerrado a la alegra. Ya mi dolor seha hecho costumbre; como horada la pea el aguaen su cada incesante, as yo me veo destrozado porlos continuos golpes de la adversidad, que apenashallar parte en mi cuerpo donde producir nuevasheridas. La reja del arado se desgasta menos al con-tinuo frote, y la va Appia padece menos con eltrnsito de las veloces ruedas, que mi pecho se lace-ra por la no interrumpida serie de trabajos, sinacertar con la medicina que lo libre de sus dolores.Muchos solicitan la gloria cultivando las artes libe-rales, y yo, desventurado, me perd por mis dotespoticas. Mi vida anterior fue digna y deslizse sinmancha, lo cual no me sirvi de ningn alivio en lamiseria. Perdnase a veces una culpa grave por lasdeprecaciones de los amigos, y todas las amistadesenmudecieron en mi defensa. La presencia favorecea otros en los crticos momentos, y la borrasca pro-celosa me aniquil hallndome ausente. Aunqueenmudezca quien no temblar ante la ira de Csar, ami castigo se aadieron palabras ignominiosas: al-viase el destierro con la bonanza del tiempo; yo hu-be de arrostrar las amenazas del Arturo y lasPlyadas. La placidez del invierno favorece en oca-

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    siones a los navegantes, y jams las olas se enfure-cieron tan crueles con las naves de taca. La noblefidelidad de mis compaeros hubiese endulzado misamarguras, y una prfida turba se enriqueci conmis despojos. El lugar hace tolerable el destierro, yentre los dos polos no hay regin ms sombra quela que habito. Algo vale estar prximo a las fronte-ras de la patria, mas yo vivo en un pueblo relegado alos postreros confines del orbe.

    Tus laureles, Csar, aseguran la paz a los deste-rrados; mas el Ponto siempre se halla expuesto a losataques de sus vecinos. Es grata ocupacin la deconsagrarse al cultivo de los campos; un brbaroenemigo impide laborar la tierra. El cuerpo y el almase vigorizan con un clima benigno; el fro eternohiela las playas de Sarmacia. Beber agua dulce esplacer que pocos envidian, y aqu se bebe la delpantano mezclada con la salobre del mar. Todo mefalta; pero mi nimo se sobrepone a todo y prestafuerzas a mi cuerpo abatido. Para resistir una carga,precisa que el hombre ponga a contribucin todassus fuerzas,. pues caer al suelo a poco que los ner-vios se relajen. Slo la esperanza de aplacar un da laclera del prncipe me impide desear la muerte y su-cumbir a mis penas. Asimismo me ofrecis grandes

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    consuelos, vosotros, contados amigos, cuya fideli-dad experiment en mis duros trances. Te ruego,tico, que prosigas y no abandones mi nave en lasolas; conserva a tu amigo y la estimacin en que letienes.

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    VIII

    A MXIMO COTA

    Son en mi poder, Mximo Cota, las imgenes delos dos Csares, esos dioses que acabas de enviarme;y para que el regalo adquiera incalculable valer, conlos Csares viene la imagen de Livia. Plata dichosams que todo el oro del mundo, ayer metal informey al presente convertida en un dios! Dndome co-piosas riquezas, no me las hubieras proporcionadomayores que envindome esas tres divinidades. Noes dicha de poca entidad la contemplacin de talesseres, y poder conversar con ellos cual si estuvieranpresentes. Qu premio tan magnfico el de los dio-ses! Ya, como antes, no habito en los ltimos con-fines; vivo feliz en la ciudad de Roma, veo el rostrode los Csares como en otro tiempo, apenas mis

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    votos se atrevan a llegar tan lejos; como anterior-mente, saludo hoy al numen celeste: nada ms satis-factorio podras brindarme a la vuelta del destierro.Qu falta al placer de los ojos si no es la vista delpalacio, que sin la presencia de Csar sera un lugardespreciable? Contemplndolo, me figuro ver lapoblacin de Roma, porque los rasgos de su fiso-noma reproducen la imagen de la patria. Me enga-o, o los ojos de este retrato vibran irritados contram? No hay en sus torvas facciones algo de amena-zador? Perdona, hroe mayor que el orbe por tusvirtudes; detn el azote de tu justa venganza; perd-name, te lo suplico, honor eterno de nuestro siglo,cuyo celo te vali ser dueo del universo: por elnombre de la patria, que te es ms caro que tu per-sona; por los dioses, que nunca fueron sordos a tusvotos; por la compaera de tu lecho, nica mujerdigna de compartirlo y capaz de soportar el esplen-dor de tu majestad; por la salud de tu hijo, copia fielde tus altas prendas, y en cuyas costumbres se reco-noce un vstago tuyo; por tus nietos dignos del pa-dre y el abuelo, que avanzan a grandes pasos en elcamino que les has trazado, templa en parte el rigorde mi suplicio y concdeme una residencia lejos dela enemiga Escitia. Y t, el primero despus de C-

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    sar, que tu numen, si lo merezco, no rechace incle-mente mis plegarias. As la feroz Germana, con elrostro despavorido, no tarde en caminar cautivadelante de tu carro triunfal. As tu padre viva la edadde Nstor el de Pilos, y tu madre los aos de la Si-bila de Cumas, y puedas ser hijo mucho tiempo. T,igualmente, esposa dignsima de un excelso varn,oye benvola las preces del suplicante: ojal el cielopreserve a tu esposo, a sus hijos y sus nietos, y conlas virtuosas nueras a las hijas que dieron a luz.Ojal Druso, a quien te arrebat la cruel Germana,sea la nica vctima de tus felices partos, y el otrohijo, vengador de la muerte del hermano, en premiode su bravura, vista la prpura y se vea conducidopor corceles tan blancos como la nieve. Divinidadesclementes, escuchad mis tmidos votos, y same deprovecho la presencia de los dioses. A la llegada deCsar, el gladiador, libre de riesgo, deja la arena; suaspecto le sirve de auxilio poderoso. En lo permiti-do, favorzcanos tambin la vista de su semblante yhaber recibido en casa la visita de tres divinidades.Felices aquellos que no contemplan las imgenes,sino los dioses mismos, y ven los verdaderos cuer-pos de las personas divinas. Ya que el hado adversome niega esta felicidad, rindo culto a las efigies suyas

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    que el arte ofrece a mis votos. As conocen loshombres a los dioses ocultos en la celeste mansin,y adoran la figura d Jpiter por el mismo Jpiter.En suma: vuestra efigie est conmigo y lo estarsiempre; haced que ella no resida en tan aborreciblelugar. Antes caer cortada la cabeza de mi cuello, ysaltarn mis ojos de las vacas rbitas antes que meseis arrebatados, nmenes de las gentes, que habisde ser el puerto y el ara de mi destierro. Os abrazarsi los Getas me rodean con sus armas, y seris lasguilas y los estandartes que siga. O yo me engao,juguete de mis deseos ardorosos, o puedo alimentarla esperanza de ms dulce destierro; porque el as-pecto de la imagen cada vez aparece menos severo,y pienso que por fin accede a mi demanda. As lle-guen a realizarse los presagios que concibe mi timi-dez, y la clera de un dios, aunque justa, se aplaqueen mi favor.

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    IX

    AL REY COTYS

    Cotys, descendiente de reyes, cuyo noble origense remonta hasta Eumolpo, si la fama parlera ha he-cho llegar a tus odos que estoy desterrado en pasvecino de tu reino, escucha, clementsimo joven, lavoz de un suplicante y prstale en su ostracismo elsocorro que puedes. La fortuna me puso en tus ma-nos, de lo cual no me quejo: en esto slo no se meha mostrado enemiga; recibe en tu benigna playa minave maltrecha, y que la tierra donde imperas no measuste ms cruel que las olas.

    Creme: es virtud regia amparar a los desvalidos,y propia de prncipe tan preclaro como t; eso con-viene a tu fortuna, que, siendo tan extremada, ape-nas iguala a la grandeza de tu nimo. Nunca el

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    podero se ensalza con tan justos ttulos como en lasocasiones en que se rinde a las splicas. Esto lo exi-ge el esplendor de tu linaje, como pensin de unanobleza que procede de los dioses; esto te persua-di, Eumolpo, insigne fundador de tu raza, y antesque l, su bisabuelo Erictonio. En esto te asemejas alos dioses: uno y otros, vencidos por los ruegos,solis dispensar vuestra ayuda a los suplicantes. Yqu razn habra para rendir a los nmenes los ho-nores acostumbrados, si les quitas la voluntad defavorecernos? Si Jpiter se hace el sordo a la vozque le implora, por qu ha de caer la vctima heridaen su templo? Si el Ponto no permite un momentode reposo a mi nave, por qu ofrecer a Neptuno elintil incienso? Si Ceres burla la esperanza del colo-no laborioso, por qu ha de recibir las entraas deuna puerca en estado de preez? El macho cabrono se inmolar a Baco, el de largos cabellos, si elmosto no salta bajo los pies que aplastan los raci-mos. Deseamos que Csar sostenga las riendas delImperio, porque atiende solcito al inters de la pa-tria. Los servicios que nos prestan engrandecen a loshombres y los dioses, y cada cual ensalza a los quele protegen. T, pues, oh Cotys, vstago digno deun noble padre!, socorre al desdichado que hoy mo-

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    ra en tus dominios. El placer ms grande de unhombre es salvar a otro: de ninguna manera se con-quistan mejor las voluntades. Quin no maldice alLestrign Antfates ,o reprocha la munfica genero-sidad de Alcinoo? Tu padre no fue el tirano de Ca-sandrea o el de Fera, ni el que tost en el toro debronce a su inventor, sino un rey valeroso en la gue-rra e invencible en los combates, que odiaba la san-gre una vez concluida la paz. Adase a esto que eldedicarse a las bellas artes suaviza las costumbres ydoma la ferocidad, y ningn rey las ha cultivado msque t, ni consagr tanto tiempo a su estudio delei-table. Lo atestiguan tus versos, que si no llevasen tunombre, negara que los compuso un joven de Tra-cia. Bajo tal aspecto, Orfeo no ha sido el nico vate;la tierra Bistonia se enorgullece tambin con tu ins-piracin. Cuando el coraje te incita a tomar las ar-mas y teir las manos en la sangre del enemigo, si loimpone la necesidad, sabes arrojar el dardo con ro-busto brazo y refrenar con destreza el fogoso cor-cel; mas luego que has dado a los ejercicios de tupadre el tiempo que reclaman, y que tus hombros sealigeran de tan pesada carga, para no consumir enindolente sueo tus ocios, por el cultivo de las Mu-sas te abres camino hacia los astros rutilantes. Este

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    culto forja entre nosotros un lazo de unin: los dosestamos iniciados en los mismos misterios. Comopoeta, extiendo mis brazos en ademn de splica alpoeta, para implorar que su tierra acoja benigna aun desdichado. Yo no vine a las tierras del Pontoacusado de homicida, ni mis. manos confeccionaronningn letal veneno, ni sufr el castigo del que ponesu sello en apcrifas escrituras, ni comet viles ac-ciones que la ley prohibiese, y, no obstante, tengoque confesar mi delito, ms grave que todos stos.No me preguntes cul; escrib un Arte insensato, yeso impide que mi mano se considere inocente; nopretendas inquirir si he pecado en otro terreno, yque toda mi culpa recaiga sobre El Arte de amar.

    Sea lo que quiera, experimento la clera de unjuez harto moderado, que no me priv ms que elresidir en la tierra natal. Puesto que carezco de ella,que tu vecindad, al menos, me consienta vivir segu-ro. en una regin aborrecida.

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    X

    A MACER

    Macer, dime, reconoces que Nasn te escribeesta epstola por la imagen grabada en el sello? Si elanillo no se revela su autor, puede ocultrsete lamano que ha trazado las letras? Acaso el transcursodel tiempo borr de tu memoria su recuerdo, y tusojos no caigan en la cuenta de los caracteres vistostantas veces. Mas poco importa que te hayas olvida-do por igual del sello y de la mano, siempre que nose debilite el afecto que sientes por m. Lo debes a laamistad que de largo tiempo nos profesamos, a miesposa, no extraa a tu familia, y a los estudios, quecultivaste con ms prudencia que yo; pues avisado,no escribiste ningn Arte digno de castigo. T can-tas lo que olvid el inmortal Homero, y llevas hasta

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    su fin el relato de la ruina de Troya. Nasn, pocoprudente, por haber escrito El Arte de amar, recibehoy el triste premio de sus lecciones. Sin embargo,los poetas, aunque siga cada cual rutas diferentes,nense con lazos sagrados; sospecho que los tienespresentes, bien que vivamos lejos el uno del otro, yque deseas verme libre de mis trabajos. T fuiste migua al visitar juntos las magnficas ciudades de Asia,y me acompaabas cuando la Sicilia se descubriante mis ojos. Vimos resplandecer el cielo con lasllamas del Etna, que vomita de su boca el gigantesepultado en el monte; los lagos de Ennia, los pan-tanos ftidos de Palico, el Anopo, que mezcla susaguas a las del Ciane, y no lejos a la Ninfa que hu-yendo del ro Elida se desliza ahora por debajo delas marinas olas. All dej resbalar una gran parte delao fugitivo, y cun poco se asemeja aquel lugar alpas de los Getas, y cun poca parte son stas de lasgrandezas que vimos ambos en las excursiones quet me hacas tan deleitosas. Ya en nuestro barcopintado surcsemos las cerleas ondas, ya el carronos condujese en su rueda veloz, abrevibamos casisiempre el viaje con amenas conversaciones, ynuestras palabras, si las cuentas bien, fueron msnumerosas que nuestros pasos. A veces nos sor-

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    prenda la noche conversando, y los largos das esti-vales terminaban antes que nuestros coloquios. Algovale haber corrido juntos los peligros de las olas yelevado juntos nuestros votos a los dioses marinos,y ya tratar unidos los negocios importantes, ya re-cordar, sin avergonzarnos de ello, las diversiones aque despus nos entregbamos.

    Si recuerdas estos tiempos, tus ojos me vern atodas horas, aunque me halle ausente, como enton-ces me vean, y yo, relegado a los postreros confinesdel mundo, bajo la estrella Polar que permanece in-mvil sobre las lquidas ondas, te veo tambin comoalcanzo en mi imaginacin, y bajo este cielo heladoconverso muchas veces contigo. Vives aqu, y lo ig-noras; bien que ausente, la celebridad te conduce ami lado: te veo salir de Roma y arribar al pas de losGetas. Pgame en la misma moneda; y puesto quetu residencia es ms dichosa que la ma, haz por noapartarme nunca de tu memoria y tu corazn.

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    XI

    A RUFO

    Nasn, el autor de un Arte bien poco afortuna-do, te enva, Rufo, esta obra que compuso en brev-simo tiempo, para advertirte que todava meacuerdo de ti, aunque vivimos separados por elmundo entero. Antes me olvidar de mi propionombre que arroje del corazn tu piadosa amistad, ymi alma volar en los vacos aires antes que deje dereconocer los beneficios de ti recibidos. Llamo granbeneficio a las lgrimas que inundaron tus mejillascuando secaba las mas la intensidad del dolor; lla-mo gran beneficio a los consuelos que ofreciste a miprofunda tristeza, aliviando a la par tu pecho y elmo. Cierto que mi esposa es digna de alabanza pors misma, pero tus advertencias contribuyen a digni-

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    ficarla ms. Yo me regocijo de que seas para mi es-posa lo que fue Cstor para Hermone, y Hctor pa-ra Julo; ella se esfuerza en igualar tu honradez, y consu conducta acredita que corre tu sangre por sus ve-nas; as, lo que haba de hacer sin extraos estmu-los, lo realiza mejor alentada por tus consejos. Elcorcel brioso y resuelto por s a conquistar la palmade la carrera, redobla su ardor si le animan con losgritos. Adems cumples los encargos del amigo au-sente con fidelidad escrupulosa, y no te pesa sobre-llevar ninguna obligacin. Que los dioses tepremien, puesto que yo no puedo, como te premia-rn si tus piadosas acciones no se ocultan a sus mi-radas; y ojal las fuerzas del cuerpo respondan a tusnobles cualidades, oh Rufo, la gloria mayor del pasde Fundi!

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    LIBRO TERCERO

    EPSTOLA I

    A SU ESPOSA

    Oh mar que atraves por vez primera la navede Jasn, tierra sin vagar, azotada por feroces ene-migos y horribles nevascos!, cundo llegar el daen que Ovidio os abandone, obligado a trasladarse aregin menos hostil? Por ventura he de vivir siem-pre entre estos brbaros y habr de ser sepultado enel suelo de Tomos? Comarca del Ponto, siemprehollada por el rpido corcel del enemigo que te cir-cunda, permteme decir en paz, si la paz es posibleen tus hbitos, que constituyes la parte ms intole-rable de mi duro destierro. T agravas excesiva-mente mis males; t ni sientes el hlito de la

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    primavera ceida con guirnaldas de flores, ni ves elcuerpo medio desnudo del segador, ni el otoo tebrinda sus uvas entre los pmpanos, sino que en to-das las estaciones horripilas con tu fro insoportable.T cristalizas las aguas del mar que te baa, y a me-nudo el pez surca las ondas encerrado bajo una capade hielo. No te enriquecen fuentes de agua que nosepa a salada, y es dudoso si calma o irrita la sed dequien la bebe; en tus campos dilatados es rarsimo einfructuoso el rbol que se descubre, y la tierra vienea parecer una imagen del mar; nunca oyes el cantode las aves, si no es de aquellas que huyen de las sel-vas y acuden con roncos graznidos a beber en lasondas marinas; el triste ajenjo se yergue en tus est-riles planicies, amarga cosecha y propia del sueloque la produce; jntense a los continuos sobresaltoslos muros combatidos por un enemigo que tie sussaetas con mortfera ponzoa, y el apartamiento delpas, inaccesible a todos, donde ni la tierra ofreceseguridad al caminante, ni el mar a las naves. Serde extraar que, anhelando el fin de tantas contra-riedades, suplique una y mil veces que se me sealeotra residencia? Ms de admirar es que no consigas,esposa ma, tal merced, y que puedas contener unmomento las lgrimas considerando m triste situa-

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    cin. Me preguntas qu debes hacer: pregntatelo ati misma, y lo sabrs, si en realidad quieres saberlo.Querer es poco: conviene que lo desees con ardorpara lograr tu propsito, y que este cuidado te quitelas horas del sueo; s que lo mismo quieren mu-chos, pues quin habr tan enconado conmigo queme desee la vida del destierro privado de reposo?Necesito que lo hagas de todo ,corazn, con todastus fuerzas, trabajando en m favor sin descanso no-che y da. Aunque otros ayuden, t debes sobrepujara los amigos y, como esposa, acudir la primera a de-fenderme. Mis escritos te obligan a representar unpapel de i