Lectura 4 Modelos de Desarrollo Rural en La Urbe Global Baigorri

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    Ruralia de nuevo? 1

    (Desarrollo local en el marcode la urbanizacin global)Artemio Baigorri2

    (Publicado en Manuel Garca Docampo, ed., Perspectivas tericas en desarro-llo rural, Netbiblo, A Corua, 2007, pp. 193-231)

    IntroduccinHablar de Desarrollo Local hoy, en uno de los pases ms ricos y desarrolla-

    dos del planeta, est fuera de contexto. Intentar explicar por qu razn.Durante los siglos XIX y XX preocup el desarrollo econmico de las naciones,

    y el desarrollo local no poda entenderse sino como desarrollo rural, que a suvez no era otra cosa que la urbanizacin del mundo. Pero durante las ltimasdcadas del siglo XX la crisis econmica, derivada de la energtica de los aos70, llev la preocupacin por lo local a las ciudades, que parecan vaciarse y en-trar en depresin conforme vean desmororarse sus chimeneas. El nuevo localis-

    mo, como siempre importado de los USA, aliment los sueos de barrios y ciuda-des industriales en crisis, hasta que la economa mundial se recuper, en el lti-

    1 Este trabajo no utiliza referencias bibliogrficas. Es fruto de la recombinacin y reescritura (producto postmoderno al fin)de trabajos realizados por el autor sobre el tema, el ms antiguo de los cuales es el informe Escatrn, la identidad perdida,escrito para el libro colectivo dirigido por Mario Gaviria,El Bajo Aragn expoliado. Recursos naturales y autonoma regio-nal (1976), y el ms actual de los cuales es el captulo Ruralia, el jardn de la urbe global, para el volumen colectivo Arqui-tectura Popular, todava en prensa. En especial recoge lo aportado en los artculos La urbanizacin del mundo campesino(DOCUMENTACIN SOCIAL, 51, pp. 143-158, 1983); Perspectivas globales. Tendencias y desafos planetarios entre losrurales (EXTREMADUDA, 2, pp. 49-57, 1992); De lo rural a lo urbano (V Congreso Espaol de Sociologa, Granada,1995); De la terra ignota al jardin terrenal. Transformaciones en los usos y funciones del territorio en la urbe global (CIU-DADES, 4, pp. 149-164, 1998); La naturaleza social de la naturaleza (captulo del libro colectivo coordinado por M. Par-

    do, Sociologa y Medio Ambiente, 1999), De la cultura a las industrias culturales (ANUARIO CULTURAL DE EXTRE-MADURA, 1998); Modelos de desarrollo rural y sostenibilidad. Enfoques para la Europa mediterrnea (captulo del librocolectivo coordinado por J. Labrador y M.A. Altieri, Agroecologa y Desarrollo, 2001). As como en alguno de mis libros:El campo riojano (co-dirigido con Mario Gaviria, 1984), Agricultura periurbana (con Mario Gaviria, 1984) yHacia la urbeglobal (2001). Y finalmente las experiencias y conocimientos derivados de algunos proyectos de Urbanismo y/o Ordenacindel Territorio especialmente significativos para la conformacin de mis presupuestos tericos, como el Plan de Ordenacindel Alfoz de Burgos (1977), los PGOU de Alicante (1981), Puerto de Santa Mara (1981) o Badajoz (1985), y muy en espe-cial el Estudio Territorial Extremadura I, dirigido entre 1991 y1992. Quien desee hacer una revisin crtica a fondo, olocalizar referencias de forma ms detallada (pues por supuesto se citan a todos aquellos autores de quienes se han utilizadoideas, conceptos o datos de inters) puede localizar algunos de dichos trabajos previos en la pgina web personal del autor:http://www.unex.es/eweb/sociolog/BAIGORRI. Debo agradecer los comentarios y correcciones hechas al original por laprofesora Georgina Corts, de la Universidad de Extremadura.2 Artemio Baigorri, licenciado en CC. Polticas y Sociologa por la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid, y Doctoren Sociologa por la UNED, es profesor titular de universidad en el rea de Sociologa de la Universidad de Extremadura,en donde ensea Sociologa desde el curso 1994-95. Antes fue consultor independiente en el Taller de Estudios Sociales y

    Territoriales SL de Badajoz (1987-1995), y antes investigador asociado de Mario Gaviria (1976-1986) y periodista free lanceen Andaln, Triunfo y otros medios (1973-1979), mientras cursaba estudios de Ciencias de la Informacin en la UniversidadAutnoma de Barcelona.

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    mo lustro del siglo.De ello ha quedado la ficcin de que lo local es una alternativa a lo global, y

    de que los xitos de algunas ciudades (en Espaa los ejemplos de Barcelona, Ma-drid, Bilbao y Valencia son los ms paradigmticos) responde a determinadasestrategias locales, pasando por alto los tres factores que explican la recuperacineconmica de esas y otras ciudades: a) su condicin previa de ciudades o nodosindustriales; b) los cuantiosos subsidios recibidos de los gobiernos regionales,nacionales y europeos; c) determinadas decisiones de mbito global, por supuestoque en parte alimentadas por la capacidad de accin local derivada de los dospuntos anteriores (como siempre: agencia vs. estructura).

    Visto lo cual el concepto, paradjicamente, retorna a su origen rural: en elOccidente rico y desarrollo al que pertenecemos, hablar de desarrollo local, hoy,es hablar de desarrollo rural, de nuevo. Encontrndonos, ahora, con la sorpren-

    dente realidad de que lo rural ya no existe, al menos tal y como vulgar, e inclusoacadmicamente, lo entendamos.Las siguientes pginas recogen, en forma de ensayo fractal poco respetuoso

    para con los formalismos acadmicos, algunas reflexiones en torno a estas cues-tiones esbozadas, con ms o menos acierto analtico, a lo largo de tres dcadas.Centrndome en aspectos quizs menos tratados en otras aproximaciones al te-ma que nos ocupa.

    1. TODOS VENIMOS DEL CAMPO

    Cuando a mediados de los aos 70 me incorpor al equipo de Mario Gaviriapara participar en novedosos (e incluso raros en muchos sentidos) estudios y pro-puestas a nivel local, comarcal y regional, profundamente crticos con el desarro-llo realmente existente3, ramos conscientes de que no hacamos otra cosa quepropuestas de desarrollo rural, retomando el hilo perdido del arbitrismo ilustra-do y del regeneracionismo positivista. Sin los medios4 de que ahora se dispone,solamos partir de una serie de premisas previas de corte ms ideolgico que tc-

    3 Los libros El Bajo Aragn expoliado(Deiba, Zaragoza, 1976) y Extremadura saqueada(Ruedo Ibrico,Paris, 1978), ambos dirigidos por Mario Gaviria (el segundo junto con Jos Manuel Naredo) formaron partedurante aos del escassimo nmero de referencias sobre desarrollo local alternativas a los documentos dela Secretara del Plan de Desarrollo puesta en marcha por Lpez Rod (o lo que es lo mismo, las directricesdel Banco Mundial), el IRYDA (o lo que es lo mismo, el modelo colonizador fascista), o los servicios de estu-dios de los grandes bancos (osea, ms directrices del Banco Mundial y expresin de los intereses de los gran-des centros industriales espaoles, que buscaban extender su influencia comercial sobre regiones perifri-cas, absorbiendo o simplemente acabando con la pequea industria y el artesanado local).4 Entonces era relativamente habitual hacer las investigaciones y propuestas prcticamente por cama ycomida, implicados con los problemas de las comunidades locales, rurales o urbanas. Frente a la burocraciaministerial, que slo se escuchaba a s misma y a sus delegados locales, y a la nueva burocracia emergentede los partidos polticos, que slo escuchaba las consignas emanadas del centro ideolgico respectivo, losinvestigadores estbamos mucho ms cerca de la figura del samurai errante que de la del ejecutivo de em-presa especializada, grupo de investigacin universitario o agencia comarcal de desarrollo que, con cargo a

    la Unin Europea, fotocopia una y otra vez los mismos esquemas de desarrollo sostenible, datos, agendas21 cambiando apenas, en los ficheros digitales, los nombres de los pueblos o comarcas y los datos emana-dos de las fuentes estadsticas oficiales.

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    nico: principios comunalistas que primaban la iniciativa pblica sobre la privada;defensa de lo rural frente a lo urbano; fundamentalismo ecolgico..., etc.

    Creo que muchos de aquellos principios ideolgicos han ido percolando5el pa-radigma del desarrollo local, si es que hubisemos de hablar de tal paradigma

    como un constructo con una cierta unidad. Lo cual es tremendamente positivo,porque se ha dado una cierta confluencia entre aquella tradicin, y el tipo de gen-tes que han optado por dedicarse profesionalmente a la promocin del desarrollo.

    Sin embargo, hace dos dcadas el desarrollo local -o desarrollo endgeno, oecodesarrollo, o desarrollo sostenible, agenda 21, o como queramos denominarlo-era un instrumento muy ideologizado- para la proteccin de los espacios perif-ricos, en territorios de bajo desarrollo o claramente subdesarrollados, frente a ladinmica del sistema. Era, esencialmente, desarrollo rural.

    La vieja alacena del Desarrollo Rural

    La idea que no el concepto, ni el trmino -, aparece en el siglo XVIII como co-lonizacin/repoblacin de espacios vacos con la finalidad explcita de ejercer lasoberana y aumentar la riqueza nacional, pero su significado viene cargndosede nuevos contenidos desde entonces.

    En el siglo XIX aparecen dos nuevas perspectivas, que alcanzarn su mximaexpresin antittica durante el primero tercio del siglo XX: la de Progreso Rural(entendido como dotacin de infraestructuras, regados, educacin y capacitacin,introduccin del mercado, etc) y la de Reforma Agraria (entendida como trans-formacin revolucionaria de las estructuras de la propiedad). Y ya en el siglo XXsurgen nuevos significados, al plantearse el Desarrollo Rural, sucesivamente: a)

    como instrumento de Modernizacin y Desarrollo de los pases atrasados; b) comoAlternativa a la ciudad (utopas neo-rurales); c) como respuesta a una voluntadde Ordenacin del Territorio, en donde lo rural cumple determinadas funcionescomplementarias del espacio urbano dominante; d) como instrumento de luchacontra la pobreza en los pases en vas de desarrollo (ya no se busca que el desa-rrollo rural constituya el motor previo al desarrollo industrial, sino simplementesobreponerse a la miseria brutal, asegurar la alimentacin y las condiciones devida dignas de la poblacin rural); e) y finalmente como instrumento coadyuvan-te del Desarrollo Sostenible global.

    En cierto modo, a lo largo de estos casi tres siglos de reflexin y accin, se haproducido un viaje de ida y vuelta: a la voluntad de los primeros planificadores,como los espaoles Olavide o Jovellanos, de mantener e incluso acrecentar la po-blacin rural, le sigui un largo periodo de planificacin orientada in extremis alvaciado del campo6, pero en las ltimas dcadas del siglo XX hemos visto reapa-

    5 Hemos desarrollado en nuestro grupo de investigacin el concepto de percolacin cultural en tanto queanaloga fsico-qumica, por asimilacin al proceso por el cual el agua, por la fuerza de la gravedad, penetralos poros de los suelos hacia los suelos profundos, arrastrando consigo determinadas partculas (por ejemplo,los metales pesados que contaminan las aguas subterrneas), para explicar determinados procesos mscomplejos que la difusin. La riqueza del concepto puede comprobarse en la eficaz aplicacin que se ha hechoen la tesis doctoral de Jose A. Lpez Rey, La percolacin cultural del Tercer Sector por el mercado (2003),

    recientemente publicada por el CIS.6 Apuntaba esa idea en el artculo La urbanizacin del mundo campesino (1983), y la desarroll ms am-pliamente en el libro El paro agrario (1995).

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    recer, en el espritu del concepto, aquella voluntad de fijacin y arraigo, en condi-ciones dignas, de la poblacin rural, o poblacin local.

    El problema de la despoblacin de las zonas rurales haba aparecido en la lite-ratura poltica europea, y muy particularmente en la espaola, a partir del siglo

    XVII, aunque ser en el siglo XVIII cuando los ilustrados expliciten que "gober-nar es poblar", siguiendo las propuestas del famoso artculo enciclopdico deQuesnay (Hombres,1757), en el que define los principios de los fisicratas alplantear las causas de la despoblacin del campo y los mecanismos de polticaeconmica que podran contribuir a mejorar la situacin.

    No debe extraar que, tras ms de dos siglos de experiencia en la colonizacinexterior en Amrica, fuese Espaa una de las primeras naciones en aplicar pol-ticas orientadas a la colonizacin interior. Destacando la colonizacin de algunascomarcas de Andaluca, para las que se importa poblacin1 extranjera a las quese entrega tierra, ganado, vivienda y dinero para su asentamiento, adems de

    ofrecerles exenciones fiscales. Los fueros de poblacin entonces elaborados sonautnticos antecedentes de la Ordenacin Rural moderna, con detalles como laimposibilidad de subdividir las propiedades (impidiendo el minifundismo en lasgeneraciones siguientes); el tratamiento del regado; la combinacin de terrenosde huerta, de secano y de zonas altas para arbolado; la admisin de algunos es-paoles para que se produzca (se seala como voluntad explcita) la mezcla derazas; la asistencia obligatoria de todos los nios a la escuela primaria (tambinse prohbe que haya escuelas superiores para evitar su salida del campo); laprohibicin de fundar conventos, etc. De aquella operacin, iniciada en 1767 porPablo de Olavide, an hoy quedan trazas en los apellidos de origen alemn, fla-

    menco, francs y suizo de la zona.Esa idea de colonizacin interior, entendida en parte como mecanismo de ex-tensin del control de los estados nacionales sobre el territorio, sera luego apli-cada, a lo largo del XIX, tanto en Estados Unidos como en Rusia.

    Pero, en lo que se refiere a esa visin ms amplia del desarrollo social y eco-nmico, en trminos parecidos a lo que hoy entenderamos como desarrollo rural,si hay una aportacin fundamental en el siglo XVIII es la de Jovellanos. Su In-

    forme sobre la Ley Agraria (1795), traducida a las principales lenguas europeas,es un autntico programa de poltica agraria y desarrollo rural integrado. Inspi-rado por los fisicratas franceses y por la obra de Adam Smith, se ocupa de cues-tiones tan diversas como la propiedad de la tierra y del trabajo o la alfabetizacin

    rural. Su lema, la instruccin es la medida de la prosperidad, tiene an hoyplena vigencia en muchas regiones del planeta. Aunque las ideas de Jovellanosno empezaran a ser aplicadas en Espaa hasta mediados del XIX.

    En las primeras dcadas del siglo XIX, marcadas tanto por el triunfo del esp-ritu positivo como por el principio de reorganizacin post-revolucionaria que el

    1 El trmino importacin no es inapropiado, por cuanto la corona espaola no slo entreg dinero a los inmi-grantes que consigui atraer, sino que tambin pag a algunos intermediarios, generalmente comerciantes,por ello. Un industrial bvaro, fabricante de espadas, trajo 6.000 colonos alemanes y flamencos de ambossexos y variadas edades. Luego vinieron tambin franceses, italianos y suizos, y estuvieron en trance dellegar tambin una colonia de griegos expatriados. El asunto debi de tener su proyeccin en el imaginario

    cultural europeo, por cuanto la fabulosa novela Manuscrito encontrado en Zaragoza (1804) del polaco JanPotocki recoge ese trasunto en algunos pasajes.

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    mismo Comte proclamaba en sus escritos, la idea de la colonizacin interior ad-quiere un nuevo tinte y se plantea como instrumento de moralizacin frente aldemonio perverso de la urbe. Pueden rastrearse esos planteamientos en Blgica,Holanda, Alemania y otros pases europeos, pero hallamos de nuevo en la poltica

    agraria espaola un ejemplo paradigmtico. En 1862, Fermn Caballero proponeun programa de colonizacin que es en realidad de ruralizacin, pues persiguepromover el poblamiento disperso, sacando a la gente de ciudades y pueblos, conun triple objetivo explicitado: mejorar las condiciones de cultivo, fijando la pobla-cin al terruo; establecer una poblacin rural propiamente dicha; y alejar a lostrabajadores de los centros urbanos en los que las ideas revolucionarias se exten-dan. Si bien en los proyectos de buena parte de los socialistas utpicos, desde laspropuestas holistas de Owen o Fourier, a las estrictamente urbansticas deHoward, ya en las estribaciones del siglo, hallamos idntica voluntad de regene-racin moral, amparada en el retorno al campo, la urbanizacin del campo, o in-

    cluso la ruralizacin de la ciudad.Precisamente en el ltimo tercio del siglo XIX se levantan hitos fundamenta-les, en mbitos claramente diferenciados.

    El ms temprano es el proyecto de modernizacin rural de Joaqun Costa,que en el marco de su programa de regeneracin de Espaa incorpora avanzadaspropuestas basadas tanto en el desarrollo tcnico de la agricultura como en laintervencin sobre la propiedad de la tierra, la industrializacin, y urbanizacinmental del campo. Es sin duda su 'Ensayo sobre fomento de Educacin Popular'(1871) el que mejor expresa aquel programa de Extensin Agraria, como moder-nizacin/urbanizacin.

    En ese mismo ao, 1871, Henry George empieza a escribir en Norteamrica elpanfleto Our Land and Land Policy, que aos ms tarde dara lugar a Progressand Poverty (1879). Aunque los problemas rurales en los que se centra se refierencasi exclusivamente a la cuestin de la propiedad, su polifactica obra, inspiradaen el principio de que association in equality is the law of progresstuvo una no-table influencia en la cuestin agraria, concidiendo con las observaciones de otrosagraristas norteamericanos respecto a la ordenacin rural en el proceso de colo-nizacin del Oeste7.

    Pero sin duda la mejor expresin de estos planteamientos es obra de PietrKropotkin. En Campos, fbricas y talleres (1899) pretendi establecer, sobre ba-ses cientficas, un programa de desarrollo que hoy servira todava como manual

    de Desarrollo Sostenible. Entre sus principios (los ms fundamentales de los cua-les son el apoyo mutuo y la unidad del trabajo intelectual y manual) inclua ladescentralizacin de la industria; la creciente necesidad de tener como base elconsumo interior; la interaccin entre recursos naturales y explotacin agraria;el papel de las pequeas industrias locales; el divorcio existente entre la ciencia yel oficio, y la necesidad tanto de una educacin tcnica como de una educacin

    7 En 1878, cuando la colonizacin se aproximaba a los lmites de la regin sub-hmeda, en la frontera oriental deTexas, J.T. Powell, en su conocido 'Report on the Lands of the Arid Region, hizo una propuesta de ordena-

    cin rural en trminos territoriales, buscando evitar conflictos en torno al agua de riego, fijando condicionespara el hbitat, y estableciendo normas de gestin comunal de los pastos. Pero sus propuestas no fueronasumidas por el Gobierno.

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    completa... Tened las fbricas y los talleres cerca de las huertas y tierras de labor-conclua-,y trabajad en unas y otras alternativamente.

    El ltimo ao del siglo XIX fue sin duda un buen ao para el campo, puestambin apareci La cuestin agraria, de Karl Kautsky, en la que se plantea las

    relaciones campo-ciudad y el desarrollo agrario en unos trminos parecidos, encuanto al fondo, a los de Kropotkin, aunque muy distintos respecto a la forma ylos procesos, poniendo en manos del Estado civilizadortodas las tareas de pro-greso que el pensador anarquista atribua a la auto-organizacin. Hay que situaren Kautsky las ideas seminales que han alimentado tanto el agrarismo marxista,como la poltica agraria y rural de buena parte de las experiencias de socialismoreal desarrolladas en el siglo XX: especialmente en su apuesta por la gran explo-tacin agraria, industrializada, como instrumento del desarrollo econmico rural,y en su conviccin, respecto del campesinado, de que el desarrollo econmico pa-sar por encima de l.

    Para entonces est ya desarrollando su trabajo otro autor seminal, PatrickGeddes; aunque no ser hasta bien avanzado el siglo XX, a travs de la obra deLewis Mumford, cuando su influencia se reconozca y se haga sentir ms amplia-mente.

    La formacin de las ideas-fuerza del desarrollo rural

    El desarrollo rural, en el siglo XX, ha seguido respondiendo a idnticos objeti-vos que los planteados en los modelos del XIX (de hecho, la Revolucin Cultural

    china no es sino una versin sui generis y bastante salvaje de la propuesta rura-lizadora de Fermin Caballero). Si bien se han incorporado algunos nuevos objeti-vos; como ha sido, en ocasiones, el de resolver la problemtica planteada por lasgrandes crisis urbano-industriales (as ocurre tanto con los planteamien-tos/movimientos neorrurales, como con el modelo de la agricultura perirurbana).O, desde la perspectiva de las teoras del desarrollo, el de convertir el desarrollorural en instrumento para una acumulacin primitiva de capital cuya funcincuantitativa provocase un salto cualitativo. Tanto en los pases capitalistas nor-malizados, como en aquellos pases que durante unas dcadas se rigieron por cri-terios emanados del mundo sovitico.

    Y es que el medio rural, todava asimilado al sector agrario, ha sido concebidodurante dcadas como palanca del desarrollo nacional. Con independencia de lasdistintas ideologas imperantes, que se han plasmado en modelos bien diversosde desarrollo, se ha buscado conseguir desencadenar los mecanismos que, segnun acuerdo bastante general, habran propiciado el desarrollo en los pases msavanzados.

    Desde esta perspectiva, el desarrollo rural satisfara las siguientes necesida-des:

    1. Suministro acrecentado de alimentos, sin cuya seguridad y bajo preciono es posible un desarrollo global de la nacin

    2. Exportaciones, obteniendo con ello divisas necesarias para el desarrolloeconmico, y facilitando as la importacin de bienes de equipo y de con-

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    sumo, tanto para la propia agricultura como para la industria y los ser-vicios

    3. Acumulacin de capital: se ha dado por supuesto que la mejora de losingresos en la agricultura, fundamentalmente en las grandes explota-

    ciones, genera la demanda de mejoras agrcolas e infraestructurales queincrementan la demanda de productos industriales y de servicios; peroadems la acumulacin 'primitiva' de capital est en el origen de mu-chos desarrollos inversores en la industria y, ms recientemente, en losservicios. Estos procesos, desde algunas de las perspectivas o 'ideologasdel desarrollo', permitiran la puesta en marcha, por otra parte, de pro-cesos de 'sustitucin de importaciones', contribuyendo as al crecimientoeconmico del pas.

    4. Aumento de la demanda de productos industriales. Los incrementos lo-grados en la produccin agrcola se traducen en una mejora de las con-

    diciones de vida de la poblacin rural, que incrementa as su demandade bienes de consumo de naturaleza industrial, lo que potencia el creci-miento de las industrias urbanas del pas

    En realidad, de una u otra forma, todas las sociedades han respondido al mis-mo esquema. Tanto las estrategias neoliberales de desarrollo, como las de carc-ter nacionalista o incluso socialista, lo han aplicado. Y todas, por igual, han utili-zado las mismas bases para el desarrollo rural: inversin, planificacin y exten-sin de los conocimientos tcnicos, orientadas a la consecucin de tres condicio-nes que van ineludiblemente ligadas al desarrollo: el control de la natalidad, el'control' de las minoras privilegiadas rurales, y la dignificacin del trabajo. Y

    hoy seguimos sabiendo que sin esas tres condiciones el desarrollo no es posible enterritorio alguno8.La transformacin en regado y/o colonizacin ha sido uno de los objetivos que

    se han convertido en el trasfondo que han marcado buena parte de las polticastanto agrarias como de Desarrollo Rural del siglo XX9. Producindose una especiede interesante bucle que no ha llegado a ser estudiado todava en sus ms pro-fundas dimensiones. As, la colonizacin en los nuevos regados del Oeste ameri-cano, y en general la poltica de desarrollo rural que tan bien expresa la Tennee-see Valley Authority, viene a concretar (en los aos '30) las ideas de las Confede-raciones Hidrogrficas espaolas (de los aos '20), las cuales a su vez estn taninspiradas en Costa y los regeneracionistas, como en Henry George.

    Aquellos procesos son especialmente interesantes desde el punto de vista de laconstruccin terica, porque el Regionalismo Ecolgico, y en general los RegionalStudies surgen all donde se aplican esas polticas, tanto como base como entrminos de consecuencia. Siendo sin duda los trabajos de Odum los que mayorreconocimiento acadmico han tenido, en realidad es aqu en donde fructificanlas ideas de Geddes, popularizadas a lo largo de la segunda y tercera dcada delsiglo por Mumford. Efectivamente, la visin pesimista sobre el futuro de la me-8 Aunque todas coinciden en considerar esas condiciones como vinculadas al desarrollo, encontramos una importante dife-rencia entre las concepciones que podramos asimilar al 'progresismo' (nacionalistas, socialistas, comunistas), para las queesas condiciones son previas y necesarias para el desarrollo, y las concepciones ms 'conservadoras' (neoliberales), para las

    que son ms bien consecuencia del desencadenamiento del desarrollo.9 Por supuesto, no pretendemos en estas breves pginas hacer una Historia de la Agricultura, ni siquiera del Desarrollo Rural,sino apuntar siquiera algunos hitos importantes que estn en la base del pensamiento actual sobre Desarrollo Local/Rural.

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    trpolis fagotizante que tiene Lewis Mumford encaja a la perfeccin como baseterica de los programas de desarrollo regional orientados a reducir el desem-pleo, e incluso el hambre fsica, entre una poblacin que ya no poda seguir emi-grando a unas metrpolis hundidas por la crisis econmica desencadenada en

    1929.De hecho, los planes anteriores a la crisis de 1929 todava respondan al obje-

    tivo de controlar el territorio: la poltica de riegos en EEUU se inicia a finales delsiglo XIX, aunque sera durante la era del primer Roosevelt cuando tomara for-ma como poltica de ayuda al desarrollo rural, con la Reclamation Act de 1902,cuyo objetivo, explcitamente, "no es tanto regar, como construir hogares", esto esun objetivo que en poco se diferencia del de Olavide.

    En 1914 se promulga en esa lnea la primera ley de Extensin Agraria, perosera tras la crisis del 29, bajo el gobierno del demcrata Franklin D. Roosevelt(que promueve en 1933 la Agricultural Adjustement Act), cuando se instrumen-

    taliza la intervencin del Estado en el campo con explcita voluntad de resolver"el problema rural". Esto es, el objetivo ha cambiado.A esta siguieron otras leyes, como la Soil Conservation Act de 1936, en el mar-

    co del llamado New Deal. Aunque todas estas leyes, que en realidad buscabanpotenciar la agricultura industrial, beneficiaron finalmente, sobre todo, a lasgrandes corporaciones y familias de latifundistas. Estando en la base del fen-meno, propio de los EEUU, de los obreros nmadas (migrant laborers), tempore-ros que van incesantemente de regin en regin, sin un hogar fijo, y que en lasltimas dcadas del siglo XX han sido sustituidos por inmigrantes, fundamen-talmente chicanos. La nica actuacin seriamente dirigida a los granjeros y jor-

    naleros, y que podemos considerar como paradigmtica de un estilo de DesarrolloRural, fue el programa de electrificacin rural, que di lugar a programadas co-mo el de la Tennessee Valley Authority (TVA), as como un plan de colonizacinrural (Rural Ressettlement Program) que obviamente ya no tuvo mucho xitopues su implantacin coincidi con la recuperacin de la crisis urbano-industrial.

    El resto de las polticas rurales desarrolladas en el siglo XX, hasta el ltimocuarto del siglo, caen (an cuando mantienen en casi todos los casos, adems, losobjetivos apuntados en los sgilos XVIII y XIX) dentro del objetivo general de es-tablecer una base para la acumulacin primitiva de capital, a travs de la agri-cultura y la agroindustria, a menudo a costa de los propios campesinos.

    As ocurre con la reforma funciaria italiana (la llamada Bonifica), que es en

    origen una poltica destinada a 'mejorar', desde el punto de vista sanitario, zonaspantanosas invadidas por el paludismo y hacerlas productivas, pasando luego aser una 'bonfica hidralica', despus una 'bonfica integral' y finalmente una'bonfica funciaria'. As, fue primero sanitaria (1862-1900), luego tcnica hidra-lica (1900-1923), despus econmica (1924-1950) y finalmente social (1950-1970),pudindose slo en la ltima poca, ya de bajo impacto, hablar de una polticaorientada al bienestar de los propios rurales y no a la mejora del bienestar delconjunto de la nacin, y muy especialmente de la poblacin de las ciudades.

    Y lo mismo podemos decir de los grandes planes de transformacin de la natu-raleza en la URSS, orientados en parte todava a establecer el control nacional

    sobre territorios perifricos, pero sobre todo a articular todo el sistema producti-vo en torno al objetivo del crecimiento de la Economa y de la alimentacin de las

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    ciudades. En 1938 Stalin encarg a los planificadores Williams, Dokuchaev, Kos-tichev y Michurin la elaboracin de un grandioso Plan de ofensiva contra la se-qua, de transformacin de la naturaleza y desarrollo ilimitado de la agricultura,comprendiendo en ella la ganadera. La guerra detuvo el proceso, que se retom

    en 1948 con un horizonte de 15 aos10.En cuanto a la llamada va China, ensayada entre mediados del siglo XX y la

    pasada dcada, y que ha influido enormemente tanto en el resto de Asia como enalgunos pases de frica, es quizs la nica atnticamente ruralista en el sentidode estar explcitamente dirigida a atar (casi en rgimen de servidumbre, segnpuede comprobarse en la actualidad) a la poblacin a sus terruos, aunque elobjetivo ltimo es el mismo: acumular capital y asegurar el sostn de las ciuda-des. Lo especfico de la va China fue la colectivizacin, haciendo de la necesidadvirtud y sustituyendo la falta de capitales para maquinaria por mtodos tradi-cionales, y por un uso intensivo de la fuerza de trabajo. Sin embargo, en la medi-

    da en que la capitalizacin y el crecimiento se han hecho posibles, se han aban-donado esas lneas en la propia China, a pesar de que las comunas de inspiracinmaosta han pretendido ser implantadas en otros pases en vas de desarrollo.

    Me detendr en mucha menor medida en comentar la va corporativista espa-ola, suficientemente conocida y a la que hemos dedicado ya unos cuantos traba-

    jos. Pero al menos apuntar algunos elementos que la conectan con esas grandestendencias seculares que acabamos de repasar.

    El surgimiento de las Confederaciones Hidrogrficas, en la segunda dcada delsiglo XX, plantear el desarrollo rural como un desarrollo integral de las cuencas,directamente inspirado en la obra de Costa, y en unos trminos de 'desarrollo

    regional' plenamente asimilables (no hay evidencias de que el ideario de lasConfederaciones pudiese haber influido fuera de Espaa) al regionalismo ecolgi-co norteamericano o al regionalismo econmico sovitico. La poltica de transfor-macin en regado y reforma agraria de la II Repblica espaola plantea un de-sarrollo intenso de estas polticas, que buscan transformar y colonizar el territo-rio, ayudando a las familias hasta que logren "un decoroso nivel de vida". Y enesta legislacin (previa liquidacin de los principios de "reparto"que tean lasleyes agrarias republicanas11), se apoyar la poltica de regados y colonizacindel Estado franquista, y luego la poltica de desarrollo rural. En los aos '50 seplantean programas especficos destinados al desarrollo de reas territorialesdelimitadas, en las que se busca alcanzar un equilibrio entre sus riquezas natu-

    rales y el aprovechamiento actual de las mismas, "lo que es causa de paro agrco-la y bajo nivel de vida", pero en realidad el objetivo es, para entonces, el vaciadodel campo12.

    10 Las polticas territoriales soviticas de los aos 20 tienen una gran semejanza con las norteamericanas, tanto en los obje-tivos como en la mecnica, en tanto que ambas son, tambin, producto del xito de la organizacin burocrtica y el tayloris-mo como ideologa/tecnologa productiva. Tanto es as que tambin en la URSS surgi un tipo de paradigma territorialequivalente al del Regionalismo Ecolgico. Los lamados estudios regionales integrales fueron utilizados para la elaboracinde estrategias orientadas, en primer lugar, a la puesta en valor de los recursos naturales y de las regiones poco conocidas.11 El reparto en Espaa, como ya apuntbamos en nuestra investigacin sobre el paro agrario (1994), es antes un mitomilenarista que una realidad slidamente planteada en algn momento historico.12 La va espaola, que ha tenido cierto xito por cuanto las reas en las que el Estado ha intervenido a lo largo del siglo XXcon planes integrales, pese a los fracasos, se han convertido en reas plenamente integradas en la economa global, y conelevados estndares de vida, ha sido imitada por otras naciones, sobre todo en Latinoamrica.

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    2. DE LO RURAL A LO LOCAL

    Pero luego las cosas se complicaron bastante. Ya en fecha tan lejana como1967, Henri Mendras haba dictaminado, en su conocido libro La fin des paysans,el final del campesinado (ttulo que Enrique Barn versione tal y como se hacacon las canciones en la poca), paradjicamente en el mismo momento en el que,segn nos ha recordado en uno de los ms recientes trabajos del gran socilogofrancs, se inventaba en la Sociologa francesa el campesinado como conceptooperativo. Pero los factores en juego crecieron por momentos, a partir de la crisisenergtica desencadenada en 1973, hasta que finalmente el propio desarrollo dela economa y de las sociedades avanzadas hicieron del desarrollo rural, rebauti-zado como desarrollo local, un instrumento vlido para todo tipo de espacios so-cioeconmicos.

    En primer lugar la provisional decadencia de los centros urbano-industrialestradicionales, a causa de la crisis econmica subsiguiente a la energtica, condujoal diseo de estrategias de desarrollo para la recuperacin de zonas desindustria-lizadas, para las que se utiliz en Espaa la denominacin administrativa de Zo-nas de Urgente Reindustrializacin (ZUR).

    Pero tambin el propio desarrollo de la globalizacin econmica condujo luegoa los territorios y ciudades ms avanzados a formular estrategias de desarrollolocal. Hoy en da, cuando la globalizacin y la virtualizacin de las relacioneseconmicas est acabando con las jerarquas territoriales, cuando la posicin geo-grfica est dejando de tener significacin econmica, la articulacin entre lo lo-

    cal y lo global slo puede hacerse, lo mismo aqu que en Los Angeles, mediante eldiseo de estrategias de desarrollo local. Ninguna ciudad avanzada que se precieolvida disear un modelo estratgico de desarrollo13.

    Con una diferencia fundamental, en el caso de los espacios centrales del sis-tema mundial, con respecto a los planteamientos previos: ya no se trata de en-contrar modelos de ecodesarrollo para la supervivencia, sino estrategias quepermitan enganchar lo local en la dinmica global. Y se introduce as, a finalesde los aos 80 (en la salida de la crisis) el trminoglocalizacin para describir laparadoja por la cual lo local adquiere (o ms bien, recupera) protagonismo justa-mente cuando la globalizacin de la sociedad, la economa, la poltica y de la cul-

    tura empezaban a hacerse ms intensas.As hemos vivido, no slo en Espaa, pero muy particularmente en Espaa, laEra del Desarrollo Local: todo un constructo ideo-tcnico alimentado y reali-mentado, a partir de la integracin en Europa, por muchas teoras clsicas y mo-dernas, pero sobre todo por los febriles fondos europeos.

    Reconstruyendo (sin Derrida): ocupacionalismo, glocalismo y

    13 Siguiendo las pautas estndar de difusin de las modas y productos de consumo, material o cultural, el estrategismo urba-no se generaliz en las grandes metrpolis (o ciudades mundo, en la terminologa de John Friedmann y luego de SaskiaSassen) en los aos 80 del siglo XX, como respuesta a la crisis econmica, fiscal y demogrfica (pensemos, para el caso

    espaol, que Madrid, Barcelona y Bilbao llegaron a perder poblacin). En los aos 90 el estrategismo lleg a las ciudadesmedias bajo todas sus denominaciones y expresiones, y en la primera dcada del siglo XXI llega a las comarcas rurales, sean

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    placenta social

    En el principio fueron, a mediados de los 80, las llamadas Polticas de empleo,seguidas casi inmediatamente de las Estrategia de desarrollo local de empleoporque desde las polticas globales de lucha contra el paro no se derivaban gran-des efectos sobre el stock de desempleados.

    Sin embargo, aunque pronto se empez a percibir (si bien no sera explcita-mente reconocido, y de hecho an no ha sido reconocido por los expertos que ilu-minaban a los gobiernos de la poca) que no existe, o no puede existir, una polti-ca especfica de desarrollo para el empleo, o como se denominaban, polticas deempleo, los anlisis nos han mostrado que, desde mediados de los aos 80 delsiglo pasado, s que podemos observar el desarrollo de una serie de exitosas pol-ticas contra elparo. Esto es, programas destinados a paliar las desventuras dequienes se encuentran en esa situacin. Las evaluaciones que para el caso de Ex-

    tremadura (y atendiendo a la realidad del conjunto nacional) pudimos realizar aprincipios de los aos 90 de los distintos Planes de Empleo nos permitieron po-ner de manifiesto que en el fondo, por ms que contribuyese a mejorar los recur-sos personales (intelectuales y materiales) de los parados, o su capacidad de des-envolvimiento en una sociedad econmicamente hostil, sin embargo las medidasformativas, ayudas, becas de asistencia a cursos, incluso buena parte de las sub-venciones a la creacin de empresas, eran en realidad formas de subsidiacin deldesempleo.

    Lo que no quiere decir que con tales medidas no se crease empleo. En 1994, enuna conferencia justamente sobre Estrategias de Desarrollo Local, propona-

    mos recoger en los anlisis econmicos la existencia de un nuevo subsector, a ca-ballo del Terciario (los servicios) y el Cuaternario (la informacin), al que dba-mos la denominacin provisional de sector ocupacional.

    Es un sector extremadamente dinmico, con una rotacin acelerada en el em-pleo, cuya materia prima son los parados ms cualificados (a menudo universita-rios) y cuya produccin es la formacin ocupacional.

    Y es uno de los pocos sectores econmicos en los que no se produce la clsicaalienacin entre el productor y el producto final que descubri Marx: de hecho,los productores en un curso podan ser meses ms tarde consumidores en otro, yviceversa, y as sucesivamente.

    Mientras que en los ltimos aos del pasado siglo los neoliberales triunfantesdenunciaban estos procesos por improductivos, a m me pareca importante de-fenderlos; porque la mejora en la formacin, sea cual sea su contenido, hace quela gente se sienta psicolgicamente mejor, y capacita al tejido productivo para loscambios.

    Ciertamente que los anlisis de evaluacin ex-post de las acciones formativasco-financiadas por el Fondo Social Europeo y equivalentes, cuando se han hechoseriamente, presentaban a menudo resultados decepcionantes; uno o dos aosdespus, quienes haban seguido cursos o se haban acogido a programas de pro-mocin de empleo, o autoempleo, seguan, o estaban de nuevo, en paro. Y en lospocos casos en que haban obtenido empleo ste tena un nivel muy precario. Sin

    naturales o diseadas por programas tipo LEADER.

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    embargo, haba que enfrentarse a esos resultados con una actitud claramentepositiva. Tengamos en cuenta que, fundamentalmente, los usuarios de esos cur-sos y programas ocupacionales han sido mayoritariamente mujeres, residentesfuera de las principales ciudades y con un bajo nivel de formacin. An asumien-

    do -porque esa conclusin resultaba ineludible, a la vista de los datos- su escasautilidad en relacin a la integracin inmediata en el mercado de trabajo, esto es ala resolucin del paro, sin embargo, como expresbamos justamente en una deesas evaluaciones expost, "los cursos han sido de gran utilidad para permitir aun colectivo social -y no slo laboralmente- marginado, como son las mujeres de

    pequeos municipios y pequeas ciudades, y de bajo nivel cultural, mejorar su

    preparacin, mejorar su preparacin funcional y capacitarlas para la integracin

    en la sociedad. Han salido de sus casas, han hecho relaciones, han obtenido en

    muchos casos una ayuda econmica que les ha permitido sin duda valorizarse en

    la estructura familiar, y sobre todo han adquirido nuevos conocimientos y habili-

    dades sociales".Este sector no ha sido analizado an por los economistas, y sigue sin verse re-flejado en la Contabilidad Nacional, an cuando sigue existiendo, ahora justa-mente por efecto de la difusin cultural en las zonas llamadas rurales14. Alcanzaya entidad suficiente para que, al igual que la Sanidad, la Educacin o la Defen-sa Nacional, se constituya en una rama especfica de la Economa y de la Admi-nistracin.

    Con una tradicin de dos dcadas, cuenta con sus propios especialistas, supropio lenguaje, su terminologa... Es un sector bastante estable, que como yoprevea ha seguido creciendo a medida que se ha acelerado la rotacin laboral y

    sectorial, y se ha extendido a otros mbitos; se ha creado una estructura, unacapacidad para la animacin socio-laboral, un colectivo cualificado para la forma-cin ocupacional que, sin embargo, no termina de asumir la necesidad de aplicar-se no tanto, o no nicamente, a la formacin para el empleo, que como hemos vis-to hay que asumir que no ha sido nunca muy exitosa, sino ms bien a la forma-cin y capacitacin social. Porque esa capacitacin social, que implica elevacindel nivel cultural, s que ha resultado ser un fundamento slido para el desarro-llo, sea urbano o rural.

    Y es que, dejando a un lado el generado en el propio sector ocupacional, el em-pleo no se genera con las polticas de empleo, sino con la poltica econmica. Sonla produccin y la demanda las que generan empleo. Es por eso, en suma, por lo

    que siempre he credo que hay que hablar de estrategias de desarrollo, sinadjetivos. Las polticas de empleo, el sector ocupacional, es sin duda un apoyoinsustituible, incluso una condicin necesaria si se quiere, pero si no hay inver-siones productivas, sin aumento de la produccin y de la demanda de bienes yservicios, no hay empleo, sino subsidiacin; como se ha podido comprobar con larecuperacin econmica espaola de los ltimos aos.

    14 Hoy tenemos una mejor explicacin para aquel fenmeno, al que no alcanzbamos a integrar en un modelo explicativo delargo alcance. En nuestro libroBotelln. Un conflicto postmoderno (2004), y en otros trabajos menores ms antiguos, hemosdesarrollado el concepto deplacenta social, referido a la continua extensin del periodo de inmadurez en la especie humana,

    frente a otros mamferos. En pocas palabras y para no fractalizar ms este ensayo, digamos que la sociedad hace de placenta,permitindonos seguir acrecentando el tamao de nuestra mente, nutridos primero a travs de la placenta materna, y luego atravs de la placenta social, antes de que podamos valernos por nosotros mismos.

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    El nuevo localismo15

    El que la generacin de empleo dependa de la poltica econmica no signifia,en modo alguno, que haya que olvidarse totalmente del adjetivo local. El desarro-llo econmico no se decide nica y exclusivamente en los grandes centros nacio-nales, internacionales o globales de decisin, aunque se mantenga la impresinde que esto es as.

    De hecho, esa concentracin de las decisiones econmicas podra decirse quetan slo se ha impuesto durante un breve parntesis, ya cerrado, en la historiade la Humanidad; un periodo que se inicia cuando se impuso la planificacin cen-tralizada y tecnocrtica propia de la sociedad industrial, y se cierra con la irrup-cin de la Sociedad Telemtica, en la que la lgica y las limitaciones espacio-temporales se trastocan y superan. Un periodo caracterizado por lo que Tofflerllam el cdigo ocultode la civilizacin industrial: la uniformizacin, la especia-

    lizacin, la sincronizacin, la concentracin, la maximizacin y la centralizacin.Pero durante siglos pueblos y ciudades han decidido con plena autonoma su pol-tica econmica. Max Weber deca que la ciudad no se caracteriza nicamente portener una organizacin econmica, sino tambin por tener una organizacin re-guladora de la economa, una poltica econmica propia que segn Weber tenapor objeto el intentar garantizar el abastecimiento regular de alimentos, mante-ner la moderacin de los precios, y conseguir la estabilidad de la actividad deproductores y comerciantes.

    Curiosamente fue en los Estados Unidos, el pas en donde los principios de lasociedad industrial alcanzaron su mxima expresin, donde primero surgieron

    tanto la crtica como las alternativas al sistema. Si en Inglaterra, la primera na-cin industrializada, fue donde, en el siglo XIX, primero apareci la crtica delindustrialismo ms feroz, de la mano de Engels y Marx, bajo la forma de crticade la economa poltica del capitalismo, ser en los Estados Unidos, mxima ex-presin en el siglo XX del sistema industrial, donde aparecer la ms aguda cr-tica de este sistema.

    Lo que comenz, en el segundo tercio del siglo XX, como una preocupacin porel tamao, por los conglomerados, por los monopolios y oligopolios, en suma porel gigantismo, desembocar en la reivindicacin del localismo, por dos vas diver-gentes que han terminado convergiendo porque beban en las fuentes comunes

    de, entre otros, Patrick Geddes, Pietr Kropotkin y Lewis Mumford. Por una parteel neo-regionalismo, que re-conectara con la tradicin regionalista europea en laconocida obra de John Friedman y Clyde Weaver Territorio y funcin (1979); y lanueva economa poltica de las ciudades, que empieza a ser formalizada con laconocida obra de Jane Jacobs Muerte y vida de las grandes ciudades americanas(1961). La convergencia, a lo largo de los aos 60 del siglo XX, se daba en la con-viccin de la existencia, y necesaria recuperacin, de lo que John Friedman llam

    15El poder del vecindario. El nuevo localismo es precisamente el ttulo del libro que los activistas urbanos David Morris yKarl Hess publicaron en 1975, inspirando justamente iniciativas para el interfase rural-urbano. En Espaa movimientosagraristas de la poca como Alternativas Radicales para el Valle del Ebro (ARRE) intentaron en la misma lnea superar ladialctica rural-urbana tanto en la reflexin (mediante la realizacin de debates campesinos sobre temas de inters comn

    para rurales y urbanitas) como en la accin (mediante iniciativas de comercializacin directa de productos rurales en laciudad). Aquellas experiencias y construcciones tericas crearon un sustrato que sigue alimentando tanto el desarrollo lo-cal/rural como el nuevo activismo urbano.

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    la vida territorial. Por debajo de ese gran entramado nacional, organizado porlos Estados o las grandes corporaciones, ciudades y territorios seguan teniendo,y sobre podo podan tener, una vida econmica propia, unas capacidades produc-tivas, en suma, que podan orientar su propio desarrollo econmico, como "rga-nos econmicos primarios", utilizando ahora la terminologa de la Jacobs, comopequeo homenaje tras su reciente fallecimiento.

    A ello se unira la crtica del ecologismo radical de los aos '7016 que supusoadems la reivindicacin, frente al gigantismo industrial, de las tecnologas in-termedias, la produccin local y el artesanado. En suma, del buen trabajo(se-gn ocurrente expresin de Schumacher) como alternativa al mal empleo, y muyespecialmente al desempleo que comenzaba a convertirse en un fenmeno masi-vo17.

    La verdad es que todo esto no era sino la expresin de los problemas y limita-ciones del sistema industrial, de los que el propio sistema ha sido cada vez ms

    consciente, a partir sobre todo de la gran crisis de los '70, provocada en buenaparte por los efectos de las estrategias de concentracin y centralizacin de laenerga. Frente a la exaltacin del mercado como principio regulador de la eco-noma, haba consciencia tambin de que, en el fondo, esas grandes corporacionesque se superponen a ciudades, regiones y estados, que centralizan y concentranla riqueza, se apoyaban en una inmensa trampa. Como denunciaban en los aos70 del siglo XX, Morris y Hess, promotores del nuevo localismo urbano basado enel poder del vecindario, las grandes corporaciones nacionales y transnacionales"obtienen sus beneficios como derivado de su influencia poltica, a travs de exen-

    ciones impositivas, subsidios, cuotas de importacin o contratos para la defensa, y

    no por la competencia en el mercado"

    .Los nuevos utopistas americanos del localismo, muy inspirados en los concep-tos de ayuda mutua y de interaccin entre campos, fbricas y talleres de Kropot-kin, llegaron a exaltar la autosuficiencia de las ciudades y, en general, de todaslas comunidades. Muchos hemos pasado por esa etapa de exaltacin de la autosu-ficiencia, y en parte seguimos sufriendo los efectos secundarios de ese utopismodel terruo.

    Hoy el capitalismo, a travs de la accin de sus principales instituciones (in-cluyendo el mercado) ha introducido en sus normas de funcionamiento las con-clusiones que se derivaron de aquella crtica, por mera necesidad de superviven-cia. Tambin es cierto que los nuevos medios de transporte de personas, mercan-

    cas e informacin lo hacen posible. Pero, del mismo modo que hoy las CienciasEmpresariales han incorporado la Economa del Medio Ambiente, incluso la Con-tabilidad Ecolgica, tambin se ha asumido que el nuevo sistema de creacin deriqueza comparte la doble condicin de local y mundial o, como decimos ahora,local y global. Al par que las micro tecnologas posibilitan que en numerosos sub-sectores se haga a nivel local lo que antes no se poda llevar a cabo de forma efi-ciente ni siquiera a escala nacional, en sentido inverso muchas funciones rebasan

    16 Utilizo aqu el trmino radical no en referencia al fundamentalismo que caracteriza al radicalismo conservacionistaactual, sino en la medida en que pona de manifiesto la fuerte interrelacin entre los presupuestos fundamentales del capita-lismo y el industrialismo con la crisis ecolgica.17 Una hiptesis interesante a investigar: todas las grandes construcciones crticas contra el trabajo (de Lafargue a Schuma-cher o Gorz por citar la poca contempornea), han surgido en tiempos de falta de trabajo. Actan por tanto como unafilosofae consolatio?.

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    las fronteras nacionales e integran las actividades que se realizan en nacioneslejanas en un nico esfuerzo productivo.

    La Sociedad Telemtica en la que esos procesos se estn produciendo se carac-teriza, en exclusividad histrica, por la capacidad de superar las barreras espa-

    cio/temporales, gracias a las nuevas tecnologas de procesamiento, transmisin ydifusin de la informacin. Y tres son los componentes bsicos que alimentan laconstruccin de la nueva civilizacin: la revolucin en esas tecnologas (especfi-camente de la ptica, la informtica y las telecomunicaciones), la globalizacin, yla virtualizacin de los procesos sociales. Internet es, sin duda, su expresin msvisible, por ms que todava conozcamos apenas su forma ms primitiva.

    Pero lo ms importante de todo esto, en relacin al tema que nos ocupa, es queel mbito de la mxima globalizacin de las interacciones sociales y econmicases el que paradjicamente hace posible un espacio para la planificacin del desa-rrollo a nivel local. Es la mxima expresin de la globalizacin, Internet, el de-

    terminante de la mxima descentralizacin de los procesos productivos. Justa-mente esa descentralizacin que, segn los principios que alimentaron en losaos 80 la teora de las Iniciativas Locales de Empleo, difundida por XavierGreffe,"se convierte en el acicate de nuevas estrategias para crear empleo y fomen-tar el desarrollo".

    Totalmente al contrario de lo que expresan las teoras de Manuel Castells, lanueva sociedad no favorece la concentracin de los flujos (o no ms que los esta-dios societales anteriores), sino la fragmentacin. Es ms fcil para todos el acce-so al saber hacer (para bien, y para mal, vase terrorismo y hackerismo), lo quefacilita la puesta en produccin de recursos locales; y se hace ms fcil la disemi-

    nacin global de la informacin sobre esos productos.Lo cual introduce una nueva cuestin, que me ha parecido extremadamenteimportante en los ltimos aos: y es que no existe una estrategia de desarrollolocal. Aunque el abuso en que se ha cado de algunos trminos, primero eco-desarrollo, luego desarrollo endgeno, y ahora desarrollo sostenible y ya tambinagenda 21, ha llevado a menudo a creer que existe algo as como un catecismo,un catn, un manual del perfecto desarrollador local.

    Pero justamente la esencia de lo local es la diferencia, la individuacin. Un es-pacio local se diferencia de otros por su paisaje, la naturaleza de sus recursos na-turales, el nivel de sus infraestructuras y equipamientos, la calidad de sus co-municaciones, el nivel de instruccin de sus habitantes, las expectativas de renta

    y bienestar (que no tienen por qu ser igual de ambiciosos en todos los casos) questos tienen, el grado de su organizacin poltica (entendida como niveles de par-ticipacin), y por supuesto tambin por sus sistema de creencias y actitudes, ypor supuesto por su historia.

    Si se dan tantos fracasos en la planificacin local del desarrollo (por supuestoque, mientras las subvenciones afluyen, los fracasos no se manifiestan con todaclaridad, pero entonces no estamos hablando de desarrollo), es porque demasiadoa menudo se cae en el empeo de aplicar frmulas que han podido ser exitosas enotros lugares pero que no tienen por qu ser generalizables. La globalizacinpermite el intercambio de conocimientos y experiencias a unos niveles nunca

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    imaginados, pero si se utiliza simplemente para imitar experiencias ajenas, lasprobabilidades de fracaso a medio y largo plazo son enormes18.

    As pues, existen y deben de existir estrategias mltiples. No cabe duda de queen el medio rural, donde el objetivo ltimo no debe ser tanto crear empleo, como

    sujetar a la poblacin al territorio (porque la base de la conservacin del territo-rio es la presencia de la poblacin), las estrategias han de incorporar tambin,sin hipocresa, la subsidiacin, que no es tal, sino justa remuneracin por unaprestacin de servicios: en este caso, mantener el espacio habitado, cuidado. Perosern esencialmente distintas de las estrategias a aplicar en las ciudades, dondecontamos de partida con un mercado de decenas o cientos de miles de consumido-res que expresan demandas que pueden ser satisfechas, en parte por el mercadoy en parte por los servicios pblicos (vacos productivos), y sobre todo pueden res-ponder, en tiempos de bonanza econmica, a las ofertas ms estrambticas.

    Por supuesto, no hay que olvidar que el principal componente de cualquier es-

    trategia de desarrollo local para el empleo es la propia poblacin desempleada oinfra-empleada hacia la que se orienta la accin. Una poblacin de la que tieneque surgir en parte el capital humano capaz de responder a esas demandas po-tenciales de los consumidores locales; con capacidad emprendedora, nivelesapropiados de formacin y, en tercer lugar pero no con importancia menor, capa-cidad econmica para acometer inversiones productivas con o sin ayuda de las

    Administraciones Pblicas.La base ha ser, obviamente, un certero anlisis local que permita detectar, a la

    vista de anlisis comparativos con estudios similares de otros territorios o ciuda-des, la existencia de vacos en el tejido productivo, demandas no satisfechas, di-

    recciones posibles del desarrollo, etc. Y posibilite un conocimiento profundo de laevolucin y la estructura de la ocupacin y el desempleo, con anlisis ms pro-fundos de las caractersticas (edad, formacin genrica y especializada, actitudes,capacidad econmico-empresarial, etc) del colectivo de paradas/os. Demasiado amenudo se proyectan grandes operaciones, basadas en la obtencin de auxilioseconmicos, fundamentalmente de la Comunidad Europea, sin otro conocimientosobre la situacin del mercado de trabajo que los datos suministrados por las ofi-cinas de empleo, y las opiniones de unos pocos informantes indirectos19.

    Pero estos elementos (conocimiento en profundidad de la economa y la socie-dad local, y anlisis de la poblacin y el mercado laboral) han de llevar a plantearun modelo de desarrollo que encaje en las caractersticas socioeconmicas del

    municipio, desagregado en los cuatro sectores hoy considerados (agricultura, in-dustria/construccin, comercio/servicios, y cuaternario). Esto es, un proyecto glo-bal de desarrollo que deber ser asumido por el conjunto de las Administracio-nes, fundamentalmente por la local, consensuado con todas las fuerzas polticas ysociales de la ciudad, y que seale las reas de intervencin prioritarias para lapromocin de nuevos empleos.

    Actualmente los profesionales de las agencias pblicas de promocin del desa-rrollo han asumido la necesidad de ese modelo ilusionante para el conjunto de la

    18 Y, en este sentido, la propia configuracin de losprogramas europeos tipo LEADER, que supuestamente buscan la expor-

    tabilidad de las iniciativas, es un profundo error que ha conducido a ingentes gastos innecesarios.19 El cualitativismo mal entendido (derivado a menudo de un simple desconocimiento de las tcnicas de investigacin) vienehaciendo mucho dao al conocimiento social para la planificacin en los ltimos lustros.

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    sociedad local (no otra cosa es, por ejemplo, el espritu que subyace en la Agenda21), pues slo a partir del mismo puede conseguirse una sinergia entre las accio-nes (limitadas en el tiempo y en el presupuesto) de promocin que puede arbitrarun Centro Local de Empleo, con el propio dinamismo econmico y social del resto

    de los agentes pblicos y privados (Administraciones, Centros Educativos y For-mativos, Empresas, Agentes Sociales...). Ese modelo dibujara, en suma, la ima-gen (tanto presentida -esto es, proyectada- como deseada -esto es, programada)del territorio o la ciudad a un plazo medio de cinco o diez aos.

    De este modo actuamos no nicamente sobre el paro, sino sobre el territorio ola ciudad como un organismo global. Pues el desarrollo no depende nicamentede factores econmicos, de fondos para inversiones, sino que implica, asimismo:

    1.- El reforzamiento de los valores de identidad y pertenencia territorial, fo-mentando el espritu de ciudadana y el componente relacional de la convivencia,pues slo de esa forma se promueve una imagen de la ciudad, o del territorio, y

    un espritu en la poblacin encaminado a su potenciacin. Es decir, difcil serponer en marcha un proceso de desarrollo si partimos de una minusvaloracinpor los ciudadanos de los recursos y potencialidades locales, y de sus propios con-vecinos.

    2.- La mejora de la calidad ambiental y las condiciones de vida, mejorando yvalorizando el medio ambiente, el patrimonio edificado, reforzando la vida cultu-ral y cientfica, promoviendo la solidaridad y la integracin social. Este condicio-nante, que sonaba a discurso utpico de ecologistas radicales hace apenas unadcada, ha sido incorporado a los principios del desarrollo local en el marco de la

    Agenda 21.

    3.- La utilizacin y/o creacin de una base econmica sustentable, no ya en elsentido ecolgico, sino en tanto que capaz de sobrevivir al fin de los subsidios.4.- La intensificacin de los procesos de relacin e integracin en espacios ms

    amplios.Desde luego, sobre la base de todos estos elementos sealados puede haber

    luego diversidad de estrategias sobre la base de los condicionantes ideolgicos dequienes las diseen. Pues las estrategias de desarrollo local no son, como algunoscreen todava, mbitos de construccin de pequeas Arcadias, sino que se enmar-can plenamente dentro del sistema de mercado en el que nos desenvolvemos, y sino se adaptan al mismo estn condenadas al fracaso. Pero pueden tener orienta-ciones muy distintas, dentro de ese campo de juego al que hoy por hoy estamos

    atados. A m, en particular, me gustan ms, me parecen ms efectivas, aquellasestrategias basadas en los tres pilares que Ignacy Sachs, abuelo ideolgico deldesarrollo sustentable, defina como constitutivos de lo que l llam ecodesarro-llo:

    "1.- La autonoma de las decisiones y la bsqueda de modelos endgenos pro-

    pios de cada contexto histrico, cultural y ecolgico.

    2.- La consideracin por igual de las necesidades de todos los hombres y de ca-

    da hombre; necesidades materiales e inmateriales, empezando la de realizarse a

    travs de una existencia que tenga un sentido, que tenga un proyecto de vida.

    3.- La prudencia ecolgica, es decir la bsqueda de un desarrollo en armona

    con la naturaleza".

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    3. LA VUELTA AL CAMPO: EL DESARROLLO LOCAL

    ES (DE NUEVO) DESARROLLO RURAL

    En tres siglos de Sociedad Industrial se ha consumado un proceso de urbani-zacin general del espacio, primero como crecimiento del nmero y tamao de lasciudades, y luego como extensin de los hbitos culturales urbanos al conjuntodel territorio. Hasta tal punto de que hoy, en los pases desarrollados, inmersosya en la Sociedad Telemtica, la distincin entre espacios rurales y urbanos es,como he puesto ya de manifiesto hace algunos aos, arbitraria. No es fcil perci-bir diferencias en hbitos, actitudes y valores, y menos an en lo que se refiere alas estructuras y relaciones de produccin. Como vemos a diario en los noticia-rios, lo rural y lo urbano slo tienen peso especfico cuando se ponen en juego laselevadas plusvalas que, en el planeamiento urbanstico, se derivan del trazadode las lneas de delimitacin del suelo urbano o apto para urbanizar. Y por su-puesto, tambin se perciben en la tramoya del espacio social: eso que llamamospaisaje.

    Y es que vivimos en una urbe global, cuyos intersticios (la Ruralia) ya nocumplen la funcin esencial de alimentarnos, sino un cmulo de funciones muchoms complejas; entre las cuales la de alimentar el espritu es una de las ms im-portantes; casi la misma funcin que, en trminos de micro-urbanismo, cumplie-ron los parques y las zonas verdes en la ciudad industrial. De ah la importancia

    que la conservacin del patrimonio, primero biolgico y paisajstico y, ahora,tambin cultural (aunque en realidad tanto el patrimonio biolgico como paisajs-tico, mal llamado natural, son productos culturales), ha adquirido en los ltimostiempos.

    Hoy la supervivencia de esos mal llamados espacios naturales depende de quesu entorno, lo que todava llamamos espacio rural, est habitado (vigilado inclu-so, podramos decir, a tenor del papel que a los rurales les toca hacer ltimamen-te frente al desenfreno urbanizador de algunas promotoras inmobiliarias). Peroen la medida en que el omnipotente mercado, y la globalizacin, no permiten quela conservacin de la poblacin se base en la subsidiacin de las producciones

    agroganaderas, se viene asumiendo la idea de que el rural debe ser un actormultisectorial: produciendo en el sector agrcola nicamente productos de altacalidad y con mucho valor aadido, e incorporando otras fuentes complementa-rias de ingresos, como las derivadas del turismo rural. En este marco, por ejem-plo, la proteccin del patrimonio cultural (es decir, de los recursos heredados delas generaciones anteriores) deja de ser una imposicin ms desde la ciudad,para adquirir una dimensin mucho ms compleja: una actitud esencial para lapropia supervivencia de los rurales como grupo social.

    Lo rural y lo urbano

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    En la Sociedad Industrial lo rural nunca ha sido definido; y no tanto porque sediese por primigenio, sino porque como mero residuo (lo-que-an-no-es-urbano)apenas interesaba. Si la revolucin industrial traa el progreso econmico a lassociedades, la urbanizacin conllevaba el progreso social. Esa carga semnticapositiva no est siempre explcita, pero s latente en la gran teora social (Spen-cer, Durhkeim, Simmel, Tennies, Redfield, etc). Ya se hablase de solidaridadmecnica o solidaridad orgnica, de comunidad o asociacin, de lofolk y lo urban,etc, an cuando se manifestara cierta preocupacin por el tipo de desrdenes so-ciales provocados por la urbanizacin, se estaba poniendo en lo alto de la escalaevolutiva, en el objetivo a perseguir, a lo urbano. Y haba razones para ello. EnOccidente y desde el origen mismo de las ciudades, stas promovieron avancesobjetivos hacia formas de organizacin social ms democrticas20., y sobre todobasadas en el imperio de la ley. El dictum tardomedieval "El aire de la ciudadnos hace libres"se explica porquela ciudad ha posibilitado una acumulacin decapital y una concentracin demogrfica que ha hecho factible un incremento dela creatividad social.

    El proceso de urbanizacin dej de ser hace mucho tiempo un ndice cuantita-tivo, referente de la mera acumulacin demogrfica al abrigo de una acumula-cin -previa o simultnea- de recursos y sobre todo excedentes, para pasar a serun proceso de carcter cualitativo, en suma un modo de vida (Wirth). De hecho,en el ltimo tercio del siglo XX se empez a percibir que lo urbano ya no estabanicamente en las ciudades. Primero Lefebvre en Francia, y luego Gaviria enEspaa, nos ensearon a denunciar en su da una urbanizacin del mundo cam-

    pesino entendida como colonizacin cultural por el capitalismo. Aunque algunos,finalmente, nos dimos cuenta de que esa colonizacin no es en realidad sino laextensin del ncleo civilizatorio -capitalista e industrial durante los siglos XIX yXX- a la totalidad del territorio social (esto es, el espacio habitado, el ecmene).

    Donde algunos vean (y todava ven, en algunos casos) la desaparicin fsicadel campesinado como grupo social, deberan haber visto ms bien la desapari-cin de una cultura. No de un colectivo social y productivo, sino de aquellas insti-tuciones sociales y culturales que constituan un freno para la adaptacin de esecolectivo a la sociedad urbano-capitalista. Donde unos vean (y todava ven, enalgunos casos) fracaso y hundimiento de las poblaciones afectadas, deberan

    haber visto xito adaptativo.Claro que, en realidad, debera haber sido algo esperado, pues ya Marx tan

    tempranamente como en el Manifiesto Comunista auguraba "el sometimiento delcampo por la ciudad", y no slo por el mero efecto de la concentracin demogrfi-ca, sino tambin por la ruptura de las relaciones sociales y de produccin tradi-cionales. De ah que, como mecanismo de enfrentamiento a esos procesos que lle-van siglos disolviendo todo residuo de poder basado en principios atvicos (comoel linaje, la posesin de la tierra, etc), se haya venido construyendo, a manera

    20 Aunque, paradjicamente, en la actualidad es en las reas rurales ms deprimidas y despobladas donde nicamente halla-mos formas de democracia directa al estilo griego (en Espaa bajo la denominacin poltico-administrativa de concejo abier-to).

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    tambin de filosofae consolatio, toda una mitologa que de forma recurrente re-verdece, en torno a la antiutopa de la Arcadia pastoril y campesina (que ahoraresulta particularmente til para el marketing del turismo rural).

    A la luz de lo dicho,qu puede significar hoy esa polaridad rural-urbano, enun planeta donde se ha hablado ya de metrpolis, luego de megalpolis, y lti-mamente de ciudades-mundo?. Qu sentido tiene hablar de lo rural y lo urbanocomo categoras con vida propia, salvo que hablemos de meros targets para elmarketing?.

    Lo rural, en lo global

    Se observa, en suma, el proceso de urbanizacin como un estadio evolutivo enel proceso general de civilizacin. Y este proceso evolutivo de carcter casi positi-vista, que Patrick Geddes haba desarrollado en su opsculo genial sobre La sec-cin del valle, podemos encontrarlo incluso en la biografa intelectual de los pro-

    pios socilogos: el genotipo en el fenotipo. El propio Geddes, Weber, Lefebvre,Gaviria, todos los grandes socilogos rurales han terminado, si realmente erangrandes, convirtindose en socilogos urbanos: a la preocupacin por lo rural lesigue, tarde o temprano, la preocupacin por lo urbano; quizs porque hacer unadiferenciacin radical es, ciertamente, absurdo.

    Quiere significar todo esto que lo rural no existe?. Ni mucho menos, aunques podemos hallar factible el defender la inutilidad de la separacin epistemolgi-ca entre lo rural y lo urbano. Si las tesis que venimos desarrollando son acerta-das, lo rural seran apenas algunos intersticios, fuera de la marcha de la civiliza-cin, que quedaran en el interior de lo que denominamos la urbe global.

    Sin duda una clave para entender estos procesos est en el desarrollo de lascomunicaciones. MacLuhan apunt hace tres dcadas la conformacin del plane-ta en una especie de aldea global, sobre la base tecnolgica del "poder descentra-lizador que el ordenador tiene para eliminar ciudades y todas las dems concen-

    traciones de poblacin". Y, efectivamente, hemos podido observar en Europa, yparticularmente en Espaa, mucho antes de Internet, de qu forma una infraes-tructura de comunicaciones, la autopista, provocaba profundos cambios socioeco-nmicos en muchas reas rurales, del mismo modo que antes los produjo el ferro-carril. Las redes telemticas lo estn haciendo ahora.

    El proceso no ha llevado a una aldea global, en el sentido casi tribal con que loplanteaba McLuhan, sino ms bien -desde una perspectiva civilizatoria y positi-vista- a una ciudad global, a lo que yo denomino la urbe global: un continuuminacabable en el que se suceden espacios con formas y funciones diversas, conmayores y menores densidades habitacionales, cohesionados por diversos nodos ocentralidades, pero que en su totalidad participan de una u otra forma y a todoslos efectos de la civilizacin y la cultura urbanas. Slo en la medida en que unespacio se halle incomunicado podr hablarse de cierta carga -de intensidad va-riable- de ruralidad, normalmente coincidente con la depresin econmica.

    De hecho, en este tipo de espacios slo tangencialmente tienen inters y peso

    los tradicionales problemas campesinos. Las cuestiones que preocupan son yaculturalmente urbanas: la geofagia (que he definido como "el apetito insaciable

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    por devorar tierra frtil"), la banalizacin del paisaje, la prdida de peso polticode los agricultores, y los excedentes, son los temas caractersticos de las zonasagrcolas de los pases ricos. El tipo de conflictos sociales predominantes en estetipo de territorios tan slo formalmente se diferencian a veces de los estereotiposde conflictos urbanos, y desde luego utilizan la misma artillera meditica urba-na.

    La urbe globalAfirmar que lo urbano ya no est nicamente en las ciudades no se contradice,

    en modo alguno,con la aparente crisis de muchas grandes ciudades, por cuantola urbe ya no necesita con la misma intensidad que en la sociedad industrial, dela concentracin, gracias a las nuevas redes comunicacionales. Y son justamentelos consecuentes fenmenos de dispersin, fragmentacin, glocalizacin, los quepermiten explicar la ya efectiva urbanizacin de todos los espacios sociales. Es en

    este marco en el que la ruralidad se correspondera con esos territorios peor co-municados, coincidentes a su vez con los ms deprimidos econmicamente; en elcaso espaol apenas dos millones de habitantes, estn ah.

    Del mismo modo, el propio concepto de gran ciudad, de metrpolis, deja de te-ner sentido. La urbe global hace que el hinterland metropolitano de Nueva Yorkpueda incluir a Roma, Londres o Tokyo, y viceversa. O que el hinterland deMadrid incluya Benidorm, Marbella o Sasntander. No hay ciudades globales,como proponan John Friedmann y luego Saskia Sassen, sino que hay una urbeglobal.

    En este sentido, podra decirse por tanto que la ciudad ya no existe comoespacio fsico. Utilizamos el concepto de global no en referencia a su tamao -como se plantea en los conceptos de urbe, metrpolis, ciudades-mundo, megal-polis, ni siquiera en el sentido en el que lo planteaba Doxiadis-, sino ms bienpara designar el proceso, insisto en ello, por el que los aspectos fsicos y moralesde la ciudad se extienden a todos los rincones del universo, civilizndolo. La so-ciedad urbana, propuesta por Henri Lefebvre como realidad virtual, ya ha fra-guado, formalmente, en el mismo marco de realidad virtual en que la ubic, alproponer que "lo urbano viene a ser un continente que se acaba de descubrir y cu-

    ya exploracin se lleva a cabo edificndolo". Podra definirse mejor avant la let-

    tre que como lo hizo Lefebvre, anticipndose en el tiempo, el concepto de espaciovirtual de relacin, la mxima expresin actual de la coexistencia, que es la redInternet?.

    Ni siquiera hay centralidad posible en este nuevo marco. Es algo virtual, queno se corresponde con un espacio fsico, un barrio, una manzana de oro, ni siquie-ra una sede gubernamental. La centralidad es nicamente un proceso deinterrelacin telemtica entre protocentralidades diversas ubicadas en

    espacios fsicos distantes entre s.Y, del mismo modo que en los tiempos dela urbe local los ciudadanos, habitantes de la urbe, tenan la posibilidad de acer-carse a la centralidad, a los espacios fsicos del poder, econmico, poltico o cultu-

    ral, en la urbe global todos cuantos participan de la nueva cultura urbano-globaly forman parte de la red virtual tienen acceso en tiempo real a las centralidades,

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    sin tener que desplazarse ms de lo que tendra que hacerlo un ciudadano de laperiferia de las ya extintas metrpolis.

    El problema analtico mayor es que nos faltan todava conceptos para denomi-nar estas nuevas categoras funcionales, por lo que debemos seguir utilizandotodava, con modestia, los conceptos caducos de ciudad, urbe, metrpolis, campo,etc. Pero hablamos siempre del territorio de la urbe global.

    La ciudad y el territorio de la red, en los albores del

    Tercer Milenio

    Pero vivimos en materialidades, se dir con razn (o en eso creemos vivir,respondern quizs los idealistas recalcitrantes). Nuestras ciudades se locali-zan en determinados territorios, que nuestros sentidos perciben como algo dife-renciado de la ciudad. Por ello debemos atender no slo a la propia interpreta-cin territorial de la ciudad, sino asimismo a la interpretacin del papel que elpropio territorio cumple en ese modelo.

    Naturalmente desde mi perspectiva- los usos del territorio y su relacin conla ciudad -es decir, su forma y su funcin- vienen determinados por las relacionesy los medios de produccin, y mediados por ciertas construcciones mentales y es-tilos de relacin con la Naturaleza, es decir estilos culturales, adems de por el

    propio entorno ambiental fsico. Aunque estamos muy lejos an de poder deter-minar mediante qu mecanismos concretos ocurre eso, creo que el modelo que sepropone puede constituir siquiera una pequea ayuda para avanzar en esa direc-cin. Al menos puede ayudarnos a racionalizar el aparente caos en que el mundoreal, en este caso el territorio, se nos aparece, al ubicar las tendencias actualesen una cierta lnea histrica.

    De la terra ignota

    Aunque no tenemos recuerdo histrico de cmo los hombres anteriores al neo-ltico utilizaron el territorio, tenemos la certeza de que en cuanto a la Humani-

    dad le fue posible se estableci en asentamientos permanentes, refugindose deuna Naturaleza que le era hostil. En realidad, el hombre nunca ha vivido -fueradel mundo de los sueos y de la utopa social- en armona con la Naturaleza. Sloahora, tras cien siglos de lento progreso, ha alcanzado las capacidades necesariaspara lograrlo.

    Y aunque la forma en que -sobre todo a partir de Kingsley Davis- se ha descri-to la urbanizacin del mundo, ha llevado a pensar que la poblacin humana hayapasado de estar dispersa por campos y bosques a amontonarse en las grandesciudades, el hecho cierto es que la inmensa mayora de la poblacin vive en asen-tamientos estables con cierto nivel de urbanizacin desde hace al menos cuatro

    mil aos. El poblamiento disperso ha sido histricamente ms raro de lo que lo esactualmente.

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    Cuando el hombre descubri la agricultura, pudo establecer en torno a susasentamientos un sistema de produccin permanente de alimentos. Los mismosfactores tecnolgicos que le permitan producir alimentos le facilitaban la conver-sin de algunos fragmentos de naturaleza en espacios que reproducan la utopaancestral de una armona en la que la Naturaleza no agreda al hombre, sino quese le ofreca. El sueo del paraso de la utopa judaica se materializaba en los

    jardines interiores a los muros de la ciudad, y en las huertas de su entorno. Peroms all de esos pequeos espacios conquistados a la Naturaleza, se extenda laterra ignota, el espacio del temor y la incertidumbre. Es justamente la idea quetransmiten los primeros mapas.

    Efectivamente, el territorio externo a los asentamientos humanos ha sido, enla mayora de las culturas, un lugar oscuro y desconocido, espacio de hadas perotambin de belicosos monstruos. El hombre penetraba con temor en esos territo-

    rios, a dotarse de algunos recursos como la caza, la madera y unos pocos minera-les conocidos; si bien la capacidad de soar siempre hizo imaginar al hombre que,ms all de los bosques impenetrables, haba lugares donde los perros se atabancon longanizas; y aunque ciertamente no los haba, s existan otros grupos ence-rrados en sus pequeos territorios humanizados, con los que, cuando unos pocosse aventuraron a encontrarlos, pudieron intercambiar bienes e ideas.

    Podemos suponer que, en dicho estadio, los asentamientos humanos, con ma-yor o menor carga de urbanizacin, constituan unidades predominantementeautosuficientes, gracias a los recursos de su entorno ms inmediato. Sin embar-go, las teoras difusionistas de los antroplogos nos permiten deducir la existen-

    cia de cierto tipo de relaciones entre asentamientos cercanos y/o lejanos entre s,aunque dado el determinismo de lo natural tales relaciones e interacciones deb-an ser fuertemente aleatorias, ni siquiera en todos los casos basadas en caminoso rutas preestablecidas.

    No obstante, el desarrollo de asentamientos netamente urbanos, ciudades mspoderosas ubicadas en ciertos enclaves privilegiados -determinados por la mayorfacilidad de dominio del entorno ambiental, adems de por situaciones estratgi-cas en ciertas rutas estables- debi modificar tal situacin primigenia, determi-nando el establecimiento de flujos ms o menos permanentes de interaccin, cir-culacin de materiales, energa concentrada -en forma de alimentos, productos

    energticos, y en su momento monedas- o informacin, con una tendencia cre-ciente a la jerarquizacin.

    Por otra parte, no nos cabe duda alguna de que fue el dominio de la Naturale-za el principal desafo de la Humanidad durante varios milenios. Como al enemi-go, se la observ sistemticamente; los viajeros descubrieron cmo otras comuni-dades haban encontrado algunos de sus puntos dbiles, y estos se difundieronmultiplicando los conocimientos. Y al cabo, el hombre lleg a la conclusin de queno era una brizna de hierba a merced de Los Elementos, sino que poda llegar aser su seor. Lo que Weber defini, al analizar la formacin de las sociedades

    modernas, como un 'desencantamiento del mundo', equivale a lo que historiado-res de la cultura como McFarlane han descrito como "el paso de una cosmologa

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    mgica, pre-moderna, pre-capitalista, a una cosmologa moderna, capitalista,

    cientfica". Lo cual a su vez implica la idea de un mundo ordenado, medido en elespacio y en el tiempo, como apunt Lewis Mumford.

    Los bosques, las zonas pantanosas que haban atemorizado a los hombres, seconvirtieron as en fuente inagotable de recursos para su progreso material. Nodebemos olvidar que las primeras chimeneas fabriles se elevaron no en las ciu-dades, sino en los campos, cerca de las minas, de las materias primas y de laenerga (fsil o hidralica). La Sociedad Industrial conquist sistemticamente elterritorio, organizndolo en funcin de las necesidades productivas.

    Sin embargo, en el punto lgido de la Sociedad Industrial no era la dispersinlo que primaba, sino la concentracin en las grandes ciudades. A lo largo de laprimera mitad del siglo XX, en los pases industriales, se produce un no menossistemtico vaciado de los espacios rurales, en la medida en que slo en la ciudad

    industrial la divisin del trabajo posibilita la sucesiva incorporacin de nuevasoleadas de pobladores a los beneficios del progreso. Las mismas revoluciones tec-nolgicas que incrementaban la productividad industrial, poniendo al alcance demayor nmero de gente los bienes materiales, incrementaban a su vez la produc-tividad agraria y producan excedentes laborales, arrojando de los campos a lasciudades a los campesinos 'improductivos'.

    La crisis de los sistemas urbanos de la sociedad industrial

    La Sociedad Industrial es, por naturaleza, la Sociedad Urbana. Un gigantescoorganismo que debe alimentarse y produce desechos. Diversos autores plantea-ron en los aos '60 los trminos del metabolismo de las ciudades, definido como lasuma de todas las materias y productos que aqulla necesita para el sostn desus moradores. Un proceso adems imparable, apunt tempranamente Bertrandde Jouvenel, pues como en el metabolismo orgnico, "no slo implica una com-bustin, sino que la continuacin ininterrupida de sta -la respiracin- es condi-

    cin para la prosecucin de nuestra vida".La funcin del territorio pas a ser entonces la de soportar, en el sentido ms

    amplio, el metabolismo de las ciudades. Y la planificacin en este contexto, tantola econmica como la urbanstica, adquiri la funcin de otorgar racionalidad le-gitimadora a este proceso, intentando ordenar la gestin de unos hinterland que,

    en las condiciones vigentes, se mostraron a corto plazo incapaces de soportar losefectos del metabolismo. La oposicin campo/ciudad, o rural/urbano, tena cier-tamente un sentido de lucha seminal por el control del territorio, y es visible jus-tamente en ese mismo periodo histrico.

    Aunque a partir de mediados del siglo XX las cosas haban empezado a cam-biar: se haba iniciado la transicin, en la que en la actualidad nos vemos envuel-tos, hacia la Sociedad Telemtica.

    Describir cmo se inici el proceso va ms all de los propsitos de este texto,pero creo necesario sealar someramente al menos algunos hitos fundamentalesque han marcado una lenta transicin de la que no siempre hemos sido conscien-

    tes.En primer lugar la Revolucin de las Comunicaciones -antes an que la de las

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    telecomunicaciones-. La constante aceleracin en la velocidad tanto de la comu-nicacin entre las personas como del transporte de mercancias y personas haceinnecesaria la concentracin en las ciudades de las estructuras productivas -ypor supuesto las residenciales-. El proceso de dispersin de actividades fue in-mediato, y el uso de la tierra en vastos territorios empez a reflejar, como diraJean Gottman, "la variedad de formas de vida de su gente y el poderoso influjo dela ciudad". En las ltimas cuatro dcadas hemos asistido a un proceso sistemti-co de dispersin, iniciado en los Estados Unidos en los aos 50, y luego generali-zado en todos los pases industriales.

    En segundo lugar las sucesivas revoluciones tecnolgicas (tanto la electrnicae informtica, la ptica, la invencin de nuevos materiales, la biogentica, y porsupuesto las telecomunicaciones) que han generado nuevas formas de produccinno basadas en la industria pesada y que, con el conveniente sostn de infraes-

    tructuras de comunicacin, contribuyen an ms a la dispersin productiva en loque llamo la urbe global.En tercer lugar la fragmentacin social y econmica. La divisin urbana del

    trabajo ha propiciado la disgregacin de los grandes grupos sociales (clases socia-les, comunidades con races comunes, etc) en una mirada de grupos de inters,cohesionados por todo tipo de factores sociales, desde las relaciones de produccina los sistemas de creencias. La diversidad social se ha acentuado enormemente.

    En fin, hay que hacer al menos referencia al cambio de valores que se inicia enlos aos 60 -a partir del momento en que en los pases industriales la poblacinencuentra satisfechas sus necesidades bsicas-, hacia los llamados valores post-

    materialistas, que han permitido la aparicin de un empresariado moralcapazde organizar redes de presin y que se erigen en promotores de usos socialmenteadmitidos para el territorio.

    En correspondencia con todos estos factores, asistimos a la propia fragmenta-cin de la ciudad, que el urbanista espaol Ramn Lpez de Lucio expresa enestos trminos: el espacio urbano, como globalidad, se fragmenta en multitud de

    piezas ms o menos alejadas entre s; se rompe la continuidad, caracterstica de

    la urbe hasta ahora. Lo que no es, en realidad, sino el proceso de constitucin dela urbe global.

    El territorio de la red en la urbe globalLa desconcentracin que se produce al iniciarse la decadencia de la Sociedad

    Industrial ha provocado la transformacin del propio concepto de urbanizacin.Como he apuntado, ya no cabe referirlo nicamente al desplazamiento de pobla-cin hacia las ciudades -aunque se siga produciendo-, sino tambin y sobre todo ala extensin de la cultura urbana al conjunto del hinterland de las ciudades. Locual, por otra parte, convierte en ineficiente la tendencia a la concentracin de-mogrfica en los grandes centros dominadores del sistema urbano, posibilitandola recuperacin, primero en los pases ms avanzados, de las pequeas y media-nas ciudades.

    Es lo que ha conducido a que la contradiccin entre lo rural y lo urbano hayadejado de estar vigente. En los pases avanzados no puede hablarse ya de espa-

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    cios rurales y espacios urbanos, sino de una continuidad isomorfa de caracter ur-bano, rota tan slo en algunas islas: en unos casos, pequeos ncleos perdidos enel espacio y el tiempo, que mantienen relativamente viva la cultura rural; enotros, grandes metrpolis, que aportan una nueva cultura metropolitana, cosmo-polita y global, no suficientemente definida pero esencialmente distinta a su vezde la cultura urbana.

    A cambio, ahora podemos entender la dialctica campo/ciudad en un sentidomucho ms estricto, como relacin entre lo que se entiende por continuum edifi-cado, o suelo urbano en trminos de planeamiento, y su territorio circundante21.

    Naturalmente, estos modelos no son universales. Hay espacios que parecenanclados en un punto temporal indefinido, cuyo suelo rstico parece responder alconcepto ideal que todos tenemos de Naturaleza22. Aunque las fuerzas a las quevamos a referirnos se pueden detectar incluso en tales espacios, fundamental-

    mente aparecen en el entorno de las grandes ciudades, y ms an en aquellosterritorios tremendamente complejos de economa mixta, agroindustrial pero conun creciente peso del sector servicios, que constituyen las zonas agroganaderasms ricas.

    La competencia por