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En este libro, parte de un texto mayor escrito como re- sultado de una te- sis doctoral de la autora, se examinan las formas ominosas que adquirió el poder ejercido en la Argentina durante los años del gobierno militar. Los cam- pos de concentración son presen- tados aquí como un concepto polí- tico que toma su energía de un in- tento de reconstruir la figura de lo humano bajo el imperio del terror y la tortura. ¿Pero cómo fueron posi- bles entre nosotros? Por medio de una aguda, estremecedora y lúcida reflexión, Pilar Calveiro entrelaza su experiencia personal y su voca- ción teórico-crítica para pensar los límites de lo polítlco, y escribe uno de los textos fundamentales de una época terrible, que ha consagrado la acechanza de estos "depósitos de cuerpos ordenados", con sus "ceremonias de venganza y locura". Ea EDICIONES COLlHUE DESA LOS CAMPOS DE CONCENTRACiÓN EN ARGENTINA ENSAYOS DE PUNTA -COLIHUE

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En este libro, partede un texto mayorescrito como re-sultado de una te-sis doctoral de la

autora, se examinan las formasominosas que adquirió el poderejercido en la Argentina durante losaños del gobierno militar. Los cam-pos de concentración son presen-tados aquí como un concepto polí-tico que toma su energía de un in-tento de reconstruir la figura de lohumano bajo el imperio del terror yla tortura. ¿Pero cómo fueron posi-bles entre nosotros? Por medio deuna aguda, estremecedora y lúcidareflexión, Pilar Calveiro entrelazasu experiencia personal y su voca-ción teórico-crítica para pensar loslímites de lo polítlco, y escribe unode los textos fundamentales de unaépoca terrible, que ha consagradola acechanza de estos "depósitosde cuerpos ordenados", con sus"ceremonias de venganza y locura".

Ea EDICIONES COLlHUE

DESALOS CAMPOS DE CONCENTRACiÓN EN ARGENTINA

ENSAYOS DE PUNTA -COLIHUE

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J. Ensayo Argentino 1. Título

CDDA864

( PRELUDIO)Calveiro, Pilar

Poder y desaparición: los campos de concentración en Argentina.1a ed. 6a reirnp. - Buenos Aires: Colihue, 2008

176 p. ; 18x II cm. - (Puñaladas. Serie menor)

ISBN 978-950-581-185-4El 7 de mayo de 1977, un comando de Aeroná uticn se-

cuestró a Pilar Calueiro en plena calle y fue llenada a lo que seconoció como "la Mansión Seré': IIn centro clandestino dedetención de esafuerza instalado a dos cuadras de la estaciónItuzaingá. Esa noche Pilar soñó con sufamilia -esposo, hijas,padres- inmóvil en una foto fija y despidiéndola con un gestode la mano. Ese día comenzó su recorrido de año y mediopor un infierno que prosiguió en otros campos de concentra-ción: la comisaría de Cnstclar. la ex casa de Mnsscm en Pa-namericana y Thnmes convertida en centro de torturas delServicio de Informaciones Navales, la ESNIA, finalmente. Yeste, su libro, es un libro extraordinario.

Hay obras notables sobre la experiencia concentracionarinde sobrevivientes de campos nazis de concentración o gubgssoviéticos-Primo Leui, Gustnio Herling-, escritas en primerapersona, corno exige el testimonio. Este libro esdistinto: su au-tara ha recurrido a la tercera persona, la persona otra, parahablar de lo vivido. Sólo al pasar se nombra a sí misma: "PilarCalveiro: 362 ",el número que los represores le adjudicaron cula ESMA. Desde ese alejamiento despliega un campo de re-flexión rico y matizado sobre "la vida entre la muerte" de losprisioneros, la esquizojrenia de los uerr.lugos,los cruces obligadosentre unos y otros, las diferentes actitudes de los unos y los otros.No elude tema alguno, ni aun el todavía hoy urticante en laArgentina de las sospechas que sepropinan a los sobreuiuicntesde un campo, tal como ocurrió en la Europa de posguerra. Pi-lar Calueiro desmonta lafácil diuisián de los cautivos en "hé-roes''y "traitlores"y aborda la dura complejidad de eseproble-ma en un universo dominado por los tormentos, el silencio, laoscuridad, el corte brutal con el afilera -apenas separado poruna pared-, la arbitrariedad de [os utctimnrios. señores de fa

Director de colección: Horacio GonzálezDiseño de colección: Estudio Lima-Roca

Ilustración de portada: detalle de la obra de Eduardo Médici"¿De dónde venimos) ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?",

1995.

1a edición / 6a reimpresión

© Ediciones Colihue S.R.LAv. DíazVélez 5125(CI405DCG) Buenos Aires - Argentina

[email protected]

www.colihue.com.ar

LS.B.N.978-950-581-185-4

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723IMPRESO EN ARGENTINA· PRINTED IN ARGENTINA

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vida y la muerte, su voluntad de convertir a la víctima en a-nimal, en cosa, en nada. También nos habla de "la virtud coti-diana" de la resistencia de los "desaparecidos'; actos pequeñosde valor, anónimos, que entrañaban un gran riesgo y eran e-jercicios de la dignidad humana que ni el más totalizador delospoderes puede ahogar.

La rigurosa reflexión de Pilar Calveiro no se detiene ahí:profundiza en las relaciones entre el campo de concentracióny la sociedad argentina - "secorresponden'; dice-, convertidaen habitante de un enorme territorio concentracionario ma-nipulado por el terror militar. Advierte: "la represión consis-te en actos arraigados en la cotidianidad de la sociedad, poreso esposible". Se trata de ideas sobre las que conviene medi-tar: la Historia está llena de repeticiones y pocas pertenecenal orden de la comedia.

En realidad, este libro esuna hazaña. Pilar Calveiro atra-vesó la situación más extrema del horror militar y ha tenido ladificil capacidad de pensar la experiencia. Es singular que seanlos sobrevivientes de los campos las víctimas que más ahondanen lo que aconteció. Salen así del lugar de víctima que quisoimponerles para siempre la dictadura militar y sólo ellas sabena qué costo. Su contribución al despeje de la verdad y la me-moria cívica es inestimable para la sociedad argentina. Quealgún día -espero- reconocerá esa deuda.

Este libro contiene dos relatos. El primero es el que cuajanegro sobre blanco, analítico, pensante, aparentemente desper-sonalizado. Aparentemente. El relato segundo, invisible a losojos,es el que sostiene una escritura que jamás decae, alimentada poruna pasión indemne apesar de la tortura y la visión de diversosrostrosde la muerte, y seguramente movida por el deseode acabarcon "elsilencio que navega sobre la amnesia" social. Con el tra-bajo para y desde este texto, Pilar Calueiro sale airosa del campode concentración y, con ella, vivos o muertos, todos sus compañe-ros de dolor. Es decir, este libro es también una victoria.

( CONSIDERACIONES PRELIMINARES)

Para Lifa Pastoriza, amiga querida, experta en elarte de encontrar resquicios y de disparar sobre el

poder con dos armas de altísima capacidad de fuego:la risa y la burla.

Salvadores de la patria

"No sepuede hacer ni la historia de los reyes ni lahistoria de lospueblos, sino la historia de lo que

constituye uno frente al otro ... estos dos términos de loscuales uno nunca es el infinito y el otro cero. "

MICHEL FOUCAULT1

JUAN GELMAN

Es casi imposible comprender e! fenómeno de los cam-pos de concentración en Argentina sin hacer referencia alas características previas de algunos de los actores políticosque coexistieron en ellos, ya sea adminisrrándolos opadeciéndolos. Me refiero, en particular, a las Fuerzas Ar-madas y a las organizaciones guerrilleras, como actores prin-cipales de! drama.

Con respecto a las Fuerzas Armadas, cabe recordar queentre 1930 y 1976, la cercanía con el poder, la pugna pore! mismo y la representación de diversos proyectos políti-cos de los sectores dominantes les fue dando un peso po-

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lírico propio y una uuroriorn ía relativa creciente. Si en1930 el Ejército intervino simplemente par~l asegurar losnegocios de la oligarq u íu en la coyuntura de la gran crisisde 1929, en 1976, en cambio, se lanzó para desarrollaruna propuesta propia, concebida desde dentro mismo dela institución ya partir de sus intereses específicos.

Cuando los grupos económicamente poderosos del paísperdieron la capacidad de controlar el sistema político yganar elecciones -cosa que ocurrió desde el surgimientodel radicalismo y se profundizó con el peronismo-, las Fuer-zas Armadas, y en especial el Ejército, se constituyeron enel medio para acceder al gobierno a través de las aso nadasmilitares. Así, se convirtieron en rccept.iculo de los ensayosde distintas Ir.icci ones del poder por recuperar cierro con-senso pero, sobre todo, por mantener el dominio.

Las Fuerzas Armadas fueron conviniéndose en el n ú-

cleoduro y homogéneo de! sistema, con capacidad pararepresentar y negociar con los sectores decisivos su accesoal gobierno. La gran burguesía agroexporradora, la granburguesía industrial yel capiral morropólico se convi rtie-ron en sus aliados, alternativa o simultáneamente. Todadecisión política debía pasar por su aprobación. La limita-ción que representaba para los sectores poderosos su [dtade consenso se disimulaba ante el poder disuasivo y repre-sivo de las armas; e! alma del poder político se asentaba enel poder rnilir.ir.

La capacidad de negociación de las Fuerzas Armadas condiferentes sectores sociales dio lugar a la formación de gru-pos internos que apo)'~lron a una u otra hacción del bloqueen el poder. La institución en su conjunto fue capaz de retle-jar en sus propias f:lbs corrientes atomizudas pero que acep-taban, por vía de la disciplina y la jerarquía, una unidadinstiruciona] y una subordinación al sector dominante, se-gún el proyecro de turno. Las corrientes internas pudieronarricularse y encontrar consistencia por la identiticación con

el interés corporativo y por la existencia de una red de lc.ilr.r-des e influencias que sostiene la estructura: la perrenencin nuna detcrrninadn arma o a una promoción, el haber com-partido un destino o el conocimiento personal, .inres que bsinclinaciones poi ítico ideológicas, pueden ser razón de res-peto y reconocimienro, Esee rasgo Iue de primera importan-cia en el marco de una nación en que las clases dorninanrcsno h.ibían logrado Forjar una alianza estable y los partidospolíticos atravesaban una profunda crisis de representaciónheme a una sociedad compleja y ambivalenre. LI arorniz.i-ción política y económica de la sociedad se compensaba ell-

ronces, hasta cierro pumo, por la unidad disciplinaria delapararo armado y su imposición sobre la sociedad.

De esta manera, las Fuerzas Armadas co ncenrruron 101

s.uma del poder militar}' Lt representación de múlr ipleslracciones y segmenros del poder, adjudicada rácir.uuen-te. Esta conjunción explica su :llu independenci» COIl res-peno a cada una de l.is fracciones o segmentos en p.irri-cul.u.

El proceso conjunto de autcnomia relativa v ncumula-ción de poder crecientes las llevó a asumir C~1l bastantenitidez el papel mismo del Estado, de su preservación y desu reproducción, como núcleo de las insrituciones po'líti-GIS, en el marco de una sociedad cuyos partidos eran inc.r-paces de diseú.ir una propuesra liegernónica.

Así, los militares "salvaron" reiteradamente al p'lís-o alos grupos dominantes- a lo largo de 45 años: a su vez,sectores imporranres de la sociedad civil reclamaron v cxi-gieron ese s.ilvaraje una vez eras o tr.r. En 1976, no e~isrLIpartido político en Argentina que no hubiera apoyado oparticipado en alguno de los numerosos golpes m ilir.ircs.Radicales del pueblo, radicales intransigentes, conservado-res, peronisras, social isrns y comunistas se asociaron con ellos,en diteren res co)'un turas.

El general Beniro Reynaldo Bignone. último presiden-8

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te de facto, señaló: "nunca un general se levantó una ma-~ y dijo: 'vamos a descabezar a un gobierno'. Los golpesnana .,de Estado son otra cosa, son algo que viene de la sociedad,que va de ella hacia el Ejército, y éste nunca hizo más queresponder a ese pedido."2 El razonamiento es tramposopor ser sólo parcialmente cierto. Se podría decir, en cam-bio, que los golpes de Estado vienen de la sociedad y vanhacia ella; la sociedad no es el genio maligno que los gestani tampoco su víctima indefensa. Civiles y militares tejen latrama del poder. Civiles y militares han sostenido en Ar-gentina un poder autoritario, golpista y desaparecedor detoda disfuncionalidad. Y sin embargo, la trama no es homo-génea; reconoce núcleos duros y también Iisuras, puntos ylíneas de fuga, que permiten explicar la índole del poder.

Cuando se dio el golpe de 1976, por primera vez en lahistoria de las asonadas, el movimiento se realizó con el acuer-do activo y unánime de las tres armas. Fue un movimientoinstitucional, en el que participaron todas las unidades sinningún tipo de ruptura de las estructuras jerárquicas decidi-das, esta vez sí, a dar una salida definitiva y drástica a la crisis.

En ese momento, la historia argentina había dado unavuelta decisiva. El peronismo, ese "mal" que signara pordécadas la vida nacional. amenaza y promesa constantedurante casi 30 años, había hecho su prueba final con elconsecuente fracaso. Se habían sucedido, sin descanso, añosde violencia, la reinstalación de Perón en el gobierno y elderrumbe de su modelo de concerración, el descontrol delmovimiento peronista, el caos de la sucesión presidencial yel desastroso gobierno de Isabel Perón, el rebrote de laguerrilla, la crisis económica más fuerte de la historia ar-gentin:l hasta entonces; en suma, algo muy similar al caos.

Argentina parecía no tener ya canas para jugar. Lasociedad estaba harta y, en particular la clase media, cla-maba por recuperar algún orden. Los militares estabandispuestos a "salvar" una vez más al país, que se dejaba

rescatar, decidido a cerrar los ojos con tal de recuperar latranquilidad y la prosperidad perdidas muchos años atrás

-y gracias a más de un gobierno militar.Las tres armas asumieron la responsabilidad del pro-

yecto de salvataje. Ahora sí, producirían todos los cambiosnecesarios para hacer de Argentina otro país. Para ello, eranecesario emprender una operación de "cirugía mayor",así la llamaron. Los cam pos de concentración fueron elquirófano donde se llevó a cabo dicha cirugía -no es ca-sualidad que se llamaran quirófanos a las salas de tortura-;también fueron, sin duda, el campo de prueba de unanueva sociedad ordenada, controlada, aterrada.

Las Fuerzas Armadas asumieron el disciplinamiento dela sociedad, para modelar1a a su imagen y semejanza. Ellasmismas como cuerpo disciplinado, de manera tan brutalcomo para internalizar, hacer carne, aquello que imprimi-rían sobre la sociedad. Desde principios de siglo, bajo el pre-supuesto del orden militar se impuso el castigo físico -vir-tual tortura- sobre militares y conscripros, es decir sobre todala población masculina del país. Cada soldado, cada cabo,cada oficial. en su proceso de asimilación y entrenamientoaprendió la prepotencia y la arbitrariedad del poder sobresu propio cuerpo y dentro del cuerpo colectivo de la institu-ción armada.

Cuando la disciplina se ha hecho carne se convierte enobediencia, en "la sumisión a la autoridad legítima. El de-ber de un soldado es obedecer ya que ésta es la primeraobligación y la cualidad más preciada de todo militar":'. Esdecir, las órdenes no se discuten, se cumplen.

Pero vale la pena detenerse un momento en el procesoorden-obediencia, grabado a fuego en las institucionesmilitares. Cuanto más grave es la orden, más difusa, "eute-mística", suele ser su formulación y más se difumina tam-bién el lugar del que emana, perdiéndose en la larguísimacadena de mandos.

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Hay alg;LlI1osmecanismos in ternos q uc bcil ir.in el Hujode la obediencia y diluyen la responsabilidad. La ordensupone, implícitamente, un proceso previo de autoriza-ción. El hecho de que un acro esté autorizado parece jus-tirlcal"Ío de manera aurorn.icica. Al provenir de una auto-ridad reconocida como l<:gÍtima, el subordinado actúacomo si no tuviera posibilidad de elección. Se :lntepone atodo juicio moral el deber de obedecer y la sensación deque la responsabilidad ha sido asumida'en otro lugar. Elejecutor se siente así libre de cuesrionamienro y se limitaal cumplimiento de la orden. Los demás son cómplicessilenciosos.

El miedo se une a la obligación de obedecer, reforz.in-dola. La fuerza del castigo que sobreviene a cualquier in-cumplimiento, y que se ha grabado previamente en el su-bordinado, es el sustraro de este miedo, que se reluerzaperrnanenremenre con nuevas amenazas. La aceptación dela institución y el temor a su potencialidad desrrucriva noson elementos excluyenres.

A su vez, existe un proceso de burocratlzncián que im-plica una cierta rutina, "naruraliza" las atrocidades y, porlo mismo, dificulr.i el cuestionamienro de las órdenes. Enla larga cadena de mandos cada subordinado es un ejecu-tor parcial, que carece de control sobre el proceso en suconjunto. En consecuencia, las acciones se fragmenccln ylas responsabilidades se diluyen.

Las cabezas dan unas órdenes con las que no tomancontacto. Los ejecurores se sienten piezas de una cornpli-cadísirna maquinaria que no controlan y que puede des-truirlos. El campo de concentración aparece como unamáquina de destrucción, que cobra vida propia. La impre-sión es que ya nadie puede dererierla. La sensación de im-potencia frente al poder secreto, oculto. que se percibecomo omnipotente, juegclun papel clave en su aceptacióny en una actitud de sumisión generalizada.

Por último, la diseminación de la disciplina en la socie-dad hace que la conducta de obediencia tenga un altoconsenso y la posibilidad de insubordinación sólo se plan-tee aisladamente. Aunque el dispositivo esr.i preparadopara que los individuos obedezcan de manera autorn.iri-ea e incondicional, esto ocurre en distintos grados, quevan de la más profunda inrernalización a un consentimien-to poco convencido, sin desechar la desobediencia que,aunque es muy even tual, existe. Aun en el cen tro mismodel poder, la homogeneización y el control total son sóloilusiones.

La autonomía creciente de las Fuerzas Armadas, su vín-culo con la sociedad y el papel que jugó en ellas la disciplinaye! temor son sólo un apunte preliminar para recordar quesin estos elementos no hubiera sido posible la experienciaconcenrracionaria. No intentaré trazar aquí las característi-cas de! poder en e! llamado Proceso de Reconstrucción Na-cional, Aparecerán a lo largo del texto a través de una de suscriaturas, quizás la más oculta, una creación periférico ymedular al mismo tiempo: el GlInpo de concentración.

Sin embargo, cabe señalar también que las caracrerís-ricas de este poder desaparecedor no eran flamantes, noconstituyeron un invento. Arraigaban profundamente enla sociedad desde el siglo XIX, favoreciendo la desapari-ción de lo disfuncional, de lo incómodo, de lo conflictivo.

No obstante, e! Proceso tampoco puede entendersecomo una simple continuación o una repetición aumenta-da de las prácticas antes vigentes. Representó, por el con-trario, una nueva configuración, imprescindible para lainstirucionalización que le siguió y que hoy rige. Ni más delo mismo, ni un monstruo que la sociedad engendró demanera incomprensible. Es un hijo legítimo pero incómo-do que muestra una cara desagradable y exhibe lasvergüenzas de la famil ia en tono desafian re. A la vez, ocul eaparte de su ser más Íntimo. Intentamos rnirarlo aquí de

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frenre a esa cara oculta, que se esconde, en el rostro delpretendido "exceso", verdadera norma de un poder desa-parecedor que a su vez se nos desaparece también a noso-tros una y otra vez.

La vanguardia iluminada

"Los muertos demandan a los vivos: rccordadlo todo ycontadlo, no solamente para combatir los campos sino

también para que nuestra vida, al dejar de sí unahuella, conserve su sentido. "4

TZVETAN TODOROV

En los años setenta proliferaron diversos movimientosarmados latinoamericanos, palesrinos, asiáticos. Incluso enalgunos países centrales, como Alemania, Italia y EstadosUnidos se produjeron movimientos emparentados con estaconcepción de la política, que ponía el acento en la acciónarmada como medio para crear las llamadas "condicionesrevolucionarias" .

No se trató de un fenómeno marginal, sino que elfoquismo y, en términos más gener<Jes, el uso de la violencia,pasó a ser casi condición sine qua non de los movimientosradicales de la época. Dentro del espectro de los círculosrevolucionarios, casi exclusivamente las izquierdas estalinistasy ortodoxas se sustrajeron a la influencia de la lucha armada.

La guerrilla argentina formó parte de este proceso, sinel cual sería incomprensible. La concepción foquista adop-tada por las organizaciones armadas, al suponer que delaccionar militar nacería la conciencia necesaria para ini-ciar una revolución social, las llevó a deslizarse hacia unaconcepción creciente mente militar. Pero en realidad, la ideade considerar la política básicamente como una cuestiónde fuerza, aunque profundizada por el foquismo, no era

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una "novedad" aportada por la joven generación de gue-rrilleros, ya fueran de origen peron ista o guevarisra, sinoque había formado parte de la vida política argenrina porlo menos desde 1930.

Los sucesivos golpes militares, entre ellos el de 1955, confusilamiento de civiles y bombardeo sobre una concentra-ción peronista en Plaza de Mayo; los fusilamientos de JoséLeón Suárez; la proscripción del peronismo, entre 1955 y1973, que represen taba la mayoría electoral com puesta ~orlos sectores más desposeídos de la población; la cancelaciónde la democracia efectuada por la Revolución Argentina de1966, cuya política represiva desencadenó levantamientosde tipo insurreccional en las principales ciudades del país(Córdoba, Tucumán, Rosario y Mendoza, entre 1969 y1972), fueron algunos de los hechos violentos del contextopolítico netamente impositivo, en el que creció esta genera-ción. Por eso, la guerrilla consideraba que respondía a unaviolencia ya instalada de antemano en la sociedad.

Al inicio de la década de los 70, muchas voces, inclui-das las de políticos, intelectuales, artistas, se levantaban e.nreivindicación de la violencia, dentro y fuera de Argenti-na. Entre ellas tenía especial ascendiente en ciertos secto-res de la juventud la de Juan Domingo Perón quien, aun-que apenas unos años después llamaría a los guerrilleros"mercenarios", "agentes del caos" e "inadaprados'', en 1970no vacilaba en afirmar: "La dictadura que azota a la patriano ha de ceder en su violencia sino an te otra violencia ma-yor. "5 "La subversión debe progresar. "ú "Lo que está en-tronizado es la violencia. Y sólo puede destruirse por otraviolencia. Una vez que se ha empezado a caminar por esecamino no se puede retroceder un paso. La revolución ten-d . 1 "7rá que ser VlQ enta. .

Por otra parte, la práctica inicial de la guerrilla y la res-puesta que obtuvo de vastos sectores de la sociedad afianzóla confianza en la lucha armada para abordar los conflictos

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políticos. Jóvenes, que en su mayoría oscilaban entre los 18y los 25 años, lograron concentrar la atención del país COIlasaltos a bancos, secuestros, asesinatos, bombas y toda bgJma de acciones armadas que, a su vez, les dieron una vozpolítica. "Sí, sí, señores, soy terrorista; sí sí señores, de cora-zón ... " cantaban en 1973 decenas de miles de jóvenes con-gregados en las columnas de la JuvenLUd Peronista que, enrealidad, nunca fueron terroristas: si acaso, algunos pocoseran militantes armados.

¿Qué pretendían) Desde la izquierda o el peronismobuscaban, básicamente, una sociedad mejor. En el lengua-je de la época, la "patria socialista" quería decir, SUSt,1I1-cialrnenre. mayor justicia social, mejor distribución de briqueza, participación política. Pretendían ser la vanguar-dia que abriría el camino. aun :J.costa de su propio sacrifi-cio, para una Argenrinu rn.is incluyente.

Durante los primeros años de actividad, entre 1970 )'1974, la guerrilla tendía a seleccionar de manera muy po-lítica los blancos del accionar armado, pero a medida quela práctica militar se intensificó, el valor efectista de la vio-lencia multiplicó engañosamente su peso político real; blucha armada pasó a ser la máxima expresión de la políticaprimero, y la política misma m.is tarde.

La influencia del peronismo en las Organizaciones Ar-madas Peronistas, y su práctica de base crecienre entre losaños 1972 Y 1974, las habla llevado a una concepción ne-cesariarnen te mestiza entre el foquismo yel populismo, m.is ricay compleja. Pero esta apenura se fue desvirtuando y empo-breciendo a medida que Monroneros se distanciaba del movi-miento peronisra y crecía su aislamiento político general.

El proceso de militarización de las organizaciones y bconsecuente desvinculación de la lucha de m<1S,15tuvierondos vertientes principales: por una parte el intento de cons-truir, como actividad prioritaria, un ejército popular quese pretendía con las mismas características de un ejército

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regular, por la otra la represión que, sobre todo en el casode Mon toneros, la fue obligando a abandonar el ampliotrabajo de base desarrollado entre 1972 y 197/t.

La militarización, y un conjunto de fenómenos colate-rales pero no menos importantes, como la falta de parrici-pación de los militantes en la roma de decisiones, el auto-ritarismo de las conducciones y el acallamiento del disen-so -fenómenos que se registraron en muchas de las guerri-lbs btinoamericanas- debilitaron internamente a las orga-nizaciones guerrilleras. Lo cierto es que su proceso de des-composición estaba bastante avanzado cuando se produjo

el aolpe militar de 1976 La CTuerrilla había comenzado ab . b

reproducir en su interior, por lo menos en parte, el poderautoritario que intentaba cuestionar.

Las armas son potencialmente "enloquecedoras": per-miten matar y, por lo tanto, crean la ilusión de conrrol so-bre la vida y la muerte. Como es obvio, no tienen por símismas signo político alguno pero puestas en manos de gen-te muy joven que además, en su mayoría, carecía de unaexperiencia política consistente funcionaron como una mu-ralla de arrogancia y soberbia que encubría, sólo en parte,una cierr a ingenuidad política. Frente a un Ejército tan po-deroso como el argentino, en 1974 los guerrilleros ya no seplanteaban ser francotiradores, debilitar, fraccionar y abrirbrechas en él; querían construir otro de semejante o mayorpotencia. igu:J.lmente homogéneo y estructurado. Poder con-tra poder. La guerrilla Iiabía nacido como forma de resisten-cia y hostigamiento contra la estructura monolírica militarpero ahora aspiraba a parecerse a ella y dispurarle su lugar.Se colocaba así en el lugar más vulnerable; las Fuerzas Ar-madas respondieron con todo su potencial de violencia.

La persecución que se desató contra las organizacionessociales y políticas de izquierda en general y contra las or-ganizaciones armadas en particular, después de la breve"primavera democrática", partió, en primer lugar, de la de-

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recha del movimiento peronista, ligada Con importantessectores del aparato represivo. Ya en octubre de 1973, co-menzó el accionar público de la Alianza AnticomunistaArgentina o Triple A (AAA), dirigida por el ministro deBienestar Social, José López Rega, y claramente protegiday vinculada con los organismos de seguridad.

"A pa::ir de l,a.m~erte de Perón, desatada la pugna porla sucesron política dentro del peronisrno, su accionar seaceleró. Entre julio y agosto de 1974 se contabilizó Un ase-sinato de la AAA cada 19 horas", Para septiembre de 1974habían muerto, en atentados de esa organización, alrede-dor de 200 personas. Se inició entonces la práctica de ladesaparición de personas.

. ~or su parte, durante 1974 Y 1975, la guerrilla rnulri-plICO las acciones armadas, aunque nunca alcanzó el nú-mero ni l,a bruralid,ad del accionar paramilitar -por ejem-plo, lamas practico la tortura, que fue moneda corrienteen las acciones de laAAA. Se desató entonces una verda-dera escalada de violencia entre la derecha y la izquierda,dentro y fuera del peronismo.

C~~ndo se produjo el golpe de 1976 -que implicó lar:~reslOn m~sl~cada de la guerrilla y de toda oposición po-Íitica, cconormca o de cualquier tipo, con una violenciainédit~-, al desgaste interno de las organizaciones y a sua.I:lam ien ro se sumaban las bajas producidas por la repre-sien de la Triple A. Sin embargo, tanto ERP como Mon-toneros se consideraban a sí mismas indestructibles y con-cebían el triunfo tinal como parte de un destino históricoprefijado.

A partir del 24 de marzo, la política de desaparicionesde l.aAAA tomó el carácter de modalidad represiva oficial,abnendo una nueva época en la lucha contrainsurgente.En pocos meses, las Fuerzas Armadas destruyeron casi to-talmen te al ERP ya las regionales de Montoneros que ope-raban en Tucumán y Córdoba. Los promedios de violen-

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cia de ese año indicaban un asesinato político cada cincohoras, una bomba cada tres y 15 secuestros por día, en e!último trimestre de! afio". La inmensa mayoría de las bajascorrespondía a los grupos militantes; sólo Montoneros per-dió, en e! lapso de un año, 2 mil activistas, mientras el ERPdesapareció. Además, existían en e! país entre 5 y 6 milpresos políticos, de acuerdo con los informes de AmnistíaInternacional.

Roberto Santucho, e! máximo dirigente de! ERP, com-prendió demasiado tarde. En julio de 1976, pocos díasantes de su muerte y de la virtual desaparición de su orga-nización, habría afirmado: "Nos equivocamos en la políti-ca, y en subestimar la capacidad de las Fuerzas Armadas almomento de! golpe. Nuestro principal error fue no haberprevisto e! reflujo de! movimiento de masas, y no habernosreplegado." 10

La conducción mentonera, lejos de tal retlexióri, reali-zó sus "cálculos de guerra", considerando que si se salvabaun escaso porcentaje de guerrilleros en e! país (Gasparini!'calcula que unos cien) y otros tantos en el exterior, queda-ría garantizada la regeneración de la organización una vezliquidado e! Proceso de Reorganización Nacional. Así, porno abandonar sus territorios, entregó virtualmente a bue-na parte de sus militantes, que serían los pobladores prin-cipales de los campos de concentración.

La guerrilla quedó atrapada tamo por la represión comopor su propia dinámica y lógica internas; ambas la condu-jeron a un aislamiento creciente de la sociedad. Desde unpunto de vista político, se puede señalar la desinsercióncreciente de la que ya se habló; la militarización de lo polí-tico y la prevalencia de una lógica revolucionaria contratodo sentido de realidad partiendo, como premisa incues-tionable, de la certeza absoluta de! triunfo. En lo estricta-mente organizativo, e! predominio de lo organizacionalsobre lo político, la falta de participación de los militantes

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en los mecanismos de promoción y en la toma de decisio-nes; el descoIlocimienco y "disciplinamienro" del desacuer-do in terno y el enqu israrnienro de una conducción torpe eineflcience que, sin embargo, se consideraba irrevocable einfalible. Todos estos Fueron [;J.cwres decisivos en la derro-ea militar y política del proyecto guerrillero.

El incremenw de la represión y las condiciones inter-nas de las organizaciones cerraron una trampa mortal. Losmilitantes convivían con la muerte desde 1975; desde en-tonces era cada vez m.is próxima la posibilidad de su ani-quilarnienro que la de sobrevivir. Aunque muchos, en unrasgo de lucidez política o de insrinro de supervivencia,abandonaron las organizaciones para salir al exterior o es-conderse dentro de! país -a menudo siendo apresados ene! inrenro=, un gran número permaneció hasta el final, apesar de lo evidente de [a derrota. ¿Por qué?

La fidelidad a los principios originarios de!movimien-to , para entonces bastante desvirtuados, Fue una parte; lasensación de haber emprendido un camino sin retorno hizoel resto. Los miliranres que siguieron hJsra e! fin, lo que enla mayoría de los casos significó su propio En, estaban atra-pados entre una oscura sensación de deuda moral o culpacon sus propios compaiíeros muertos, una construcción ar-tificiul de convicciones políticas que sólo se sostenía en ladinámica interna de las organizaciones, la situación repre-siva externa que no reconocía deserciones ni "arrepenri-mientes" y la propia represión de la organización que casti-gaba con la muerte a los deserrores.

Estas fueron las condiciones en las que cayeron en ma-nos de los militares para ir a dar a los numerosos campos deconcentración-exterminio. Como es evidente, no se trata-ba de las mejores circunstancias para soportar la muertelenta, dolorosa y siniestra de los campos, ni mucho menosla tortura indefinida e ilimitada que se practicaba en ellos.

Los militantes caían agotados. El manejo de concepcio-

nes políticas dogrn.iricas como la inFalibilidad de la victo-ria, que se deshacían al primer con tuero con la real.ldad del"ch upadero": la sensación de acorralam ien to crecien te VI-vida durante largos meses de pérdida de los alTIlgos, de loscompañeros, de las propias viviendas, de todos los puntosde referencia: la desconfianza latente en las conducciones,mayor a rned ida que aVJnZJbJ el proceso de destrucción;la soledad personal en que los sumía la clandestinidad, cadavez más dura: la persistencia del lazo político con la orgJ-nizacióri por temor o soledad más que por convi~ción, enbuena parte de los casos; e! resentimiento de qUlenes.lu-bian roto sus lazos con las organizaciones pero por la raltade apoyo de éstas no habían podido salir de! país; l~s causasde la caída, muchas veces asociadas con la delación, eransólo alzunas de las razones por las que e! militante caía de-orrorado de antemano.

Estos hechos facilitaron y posibilitaron la modalidadrepresiva de! "chupadero". El tormento indis.criminado eilimitado tuvo un papel importante en los niveles de efi-ciencia que lograron las Fuerzas Armadas en su a~cionarrepresivo, pero no es menos cierto que estos orros"bctol:espermitieron que se encontraran con un "enemigo prevIa-mente debilitado. LJ guerrilla había llegado a un punto enque sabia más cómo morir que cómo vivir o sobrevivir, aun-que estas posibilidades Fueran cada vez m.is inciertas.

Notas

I Foucaulr. Michel. Cenm/ogíil de! racismo, Madrid, La Pi-quera, 1992.

2 En Crccco. Jorge; Gonz;ílez, Gus¡avu. Argmtintl: EL l:..j¿r-cito Cjue tenemos, Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

.; General Maffrey. En Grecen, Jorge, op. cit.. p. 1 (,7.

iTodorov. Tzvernn. Frente a! Límite, México, Siglo XXl, 1993.

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, Perón, Juan Domingo. Carta '1 las FAr 12 d e b d. . ',e re rero e1970. En Gasparini, Juan, op. cit., p. 39.

(,Perón, Juan Domingo. Cana a Iosé Hernández Arrezui 5de noviembre de 1970 E G .. o '. n aspanru, Juan, op. cit., p. 39.

7 Perón, Juan Domingo. Marcha, 27 de febrero de 1970.

• Graham YoolI, Andrew. En Seoane, María, op. cit., p. 242.

~ Gasparini, Juan, op. cit., p. 98.111M, .. L'atuu, UIS. En Seoane, María, op. cit., p. 303.

. 11 Gasparini, Juan. MontoneroJ. Fina! de cuentas, BuenosAires, Punrosur, 1988.

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( LOS CAMPOS DE CONCENTRACiÓN )

"... el experimento de dominación total en los camposde concentración depende del aislamiento respecto

del mundo de todos los demás, del mundo de los vivosen general ... Este aislamiento explica la irrealidad

peculiar y la falta de credibilidad que caracteriza atodos los relatos sobre los campos de concentración ...tales campos son la verdadera institución central del

poder organizado totalitario. ""Cualquiera que hable o escriba acerca de los

campos de concentración es considerado como unsospechoso; y si quien habla ha regresado decidida-

mente al mundo de los vivos, él mismo se sienteasaltado por dudas con respecto a su verdadera

sinceridad, como si hubiese confundido unapesadilla con la realidad. "

HANNAH AAENDT'

Poder y represión

El poder, a la vez individualizante y totalitario, cuyossegmentos molares, siguiendo la imagen de Delcuze, estáninmersos en el caldo molecular que los alimenta' es, antesque nada, un multifacético mecanismo de represión.

Las relaciones de poder que se entretejen en una socie-dad cualquiera, las que se fueron estableciendo y refor-mulando a lo largo de este siglo en Argentina y de las quese habló al comienzo son el conjunto de una serie deenfrentarnientos, las más de las veces violentos y siemprecon un fuerte componente represivo. No hay poder sin

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