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Lírica española de la primera mitad del siglo XVI Página 1 En la poesía renacentista se intenta crear una literatura basada en la belleza formal mediante el empleo de un lenguaje poco artificioso. La poesía petrarquista italiana será muy utilizada por los autores españoles, sobre todo por Juan Boscán, Garcilaso de la Vega y posteriormente por Fernando de Herrera. Relacionado con el aspecto formal, de Petrarca se adopta: la gran belleza en la composición y en el estilo de los poemas, el uso de un vocabulario exquisito y de enorme lirismo, y el empleo de formas métricas, la mayoría nuevas en la poesía española. En la literatura española, la innovación rara vez sustituye por completo a las tradiciones establecidas; se unieron las nuevas influencias italianas y la tradición nacional, surgiendo la poesía ascética y la mística. El verso más utilizado será el endecasílabo, que posee mayor elegancia y ritmo para la expresión de los nuevos temas. Las estrofas utilizadas serán el soneto, el terceto, la octava real, la lira, la canción y la silva. Los tipos de composición más habituales pasarán a ser de procedencia clásica: la oda, la égloga, la elegía y la epístola. La elaboración será cuidada pero sencilla. Uno de los temas más tratados es el amor, que unas veces produce tristeza e insatisfacción y otras es la fuente purificadora y regeneradora del espíritu del hombre. También se trata el tema de la naturaleza, concebida como un símbolo de armonía; y los mitos. Garcilaso de la Vega (1501-1536) Fue un poeta y militar español, considerado uno de los escritores en español más grandes de la historia. Garcilaso de la Vega descendía, por parte de padre, de Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana. Nació en Toledo entre 1494 y 1503. Quedó huérfano de padre y se educó esmeradamente en la Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, el caballero Juan Boscán. Seguramente a éste debió su gran aprecio por la lírica que dejó alguna huella en su obra. Garcilaso entró a servir en 1520 a Carlos I de España. Aprendió griego, latín, italiano,

Nacho 11 (Garcilaso de La Vega y Juan Boscán)

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Lírica española de la primera mitad del siglo XVI Página 1

En la poesía renacentista se intenta crear una literatura basada en la belleza formal

mediante el empleo de un lenguaje poco artificioso. La poesía petrarquista italiana será

muy utilizada por los autores españoles, sobre todo por Juan Boscán, Garcilaso de la

Vega y posteriormente por Fernando de Herrera. Relacionado con el aspecto formal, de

Petrarca se adopta: la gran belleza en la composición y en el estilo de los poemas, el uso

de un vocabulario exquisito y de enorme lirismo, y el empleo de formas métricas, la

mayoría nuevas en la poesía española.

En la literatura española, la innovación rara vez sustituye por completo a las tradiciones

establecidas; se unieron las nuevas influencias italianas y la tradición nacional,

surgiendo la poesía ascética y la mística.

El verso más utilizado será el endecasílabo, que posee mayor elegancia y ritmo para la

expresión de los nuevos temas. Las estrofas utilizadas serán el soneto, el terceto, la

octava real, la lira, la canción y la silva. Los tipos de composición más habituales

pasarán a ser de procedencia clásica: la oda, la égloga, la elegía y la epístola. La

elaboración será cuidada pero sencilla.

Uno de los temas más tratados es el amor, que unas veces produce tristeza e

insatisfacción y otras es la fuente purificadora y regeneradora del espíritu del hombre.

También se trata el tema de la naturaleza, concebida como un símbolo de armonía; y los

mitos.

Garcilaso de la Vega (1501-1536)

Fue un poeta y militar español, considerado uno de los escritores en español más

grandes de la historia.

Garcilaso de la Vega descendía, por parte de padre, de Íñigo López de Mendoza,

marqués de Santillana. Nació en Toledo entre 1494 y 1503. Quedó huérfano de padre y

se educó esmeradamente en la Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, el

caballero Juan Boscán. Seguramente a éste debió su gran aprecio por la lírica que dejó

alguna huella en su obra.

Garcilaso entró a servir en 1520 a Carlos I de España. Aprendió griego, latín, italiano,

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francés, música y esgrima. Tuvo un amorío con una dama comunera toledana, doña

Guiomar Carrillo, de la cual tuvo un hijo que reconoció de forma póstuma, Lorenzo

Suárez de Figueroa, nacido hacia 1521. En los años siguientes, Garcilaso luchó en la

Guerra de las Comunidades de Castilla y fue herido; también participó en el cerco a su

ciudad natal (1522); a finales de ese mismo año se embarcó, en compañía de Juan

Boscán y Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga, en una expedición de socorro que quiso (y

no pudo) evitar la caída de Rodas en poder de los turcos; de nuevo resultó herido, esta

vez de gravedad.

De vuelta a España fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y en 1524 se

enfrentó a los franceses en el cerco de Fuenterrabía. A su retorno a Toledo, contrajo

matrimonio en 1525 con Elena de Zúñiga, hermana de Carlos I, por ello Garcilaso entró

a formar parte del séquito de ésta. Por entonces empezó a escribir sus primeros poemas

según la estética de la lírica cancioneril, que pronto desecharía. Además, ejerció un

tiempo como regidor de su ciudad natal.

En 1526, con motivo de las bodas de Carlos V con Isabel de Portugal, acompaña a la

Corte en un viaje por varias ciudades españolas, se enamora platónicamente de una

dama portuguesa de la reina, Isabel Freyre, que canta bajo el anagrama de Elisa en sus

versos. En 1529 parte hacia Roma, batiéndose con valentía en la campaña y toma de

Florencia contra los franceses (1530). Después se le encarga una breve embajada en

Francia. Pero como hizo de testigo en la boda de un sobrino suyo (1531) que era hijo de

su hermano el comunero Pedro Lasso, el emperador se disgustó por la participación de

Garcilaso en la ceremonia y mandó detenerlo. Se le apresa en Tolosa y se acuerda

confinarlo en una isla del Danubio, descrita por el poeta en su Canción III. La

intervención de Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, en favor de Garcilaso,

aprovechando que en ese año los turcos empezaban a amenazar Viena, hizo ver al

Emperador que se necesitaba a Garcilaso, de forma que fue movilizado en ayuda del

Duque de Alba. El poeta abandona pues en 1532 el Danubio.

Estalla la tercera guerra de Francisco I contra Carlos V y la expedición contra Francia

de 1536 a través de Provenza fue la última experiencia militar de Garcilaso. El poeta fue

nombrado maestre de campo de un tercio de infantería y, en efecto, falleció en octubre

de 1536 tras el temerario asalto a una fortaleza en Le Muy. Trasladado herido a Niza,

murió en esta ciudad a los pocos días (13 ó 14 de octubre). Al enterarse, el emperador

mandó pasar a cuchillo a los franceses que resistieron en esa fortaleza.

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Trayectoria poética.

La poesía de Garcilaso está dividida por su estancia en Nápoles (primero en 1522–1523

y luego en 1533). Antes de ir a Nápoles su poesía no está marcada por rasgos

petrarquistas. Es en Nápoles donde descubre a los autores italianos. Después de su

estancia abundará en rasgos de la lírica italiana, influido tanto por autores anteriores

como Francesco Petrarca como autores contemporáneos. También influye a Garcilaso

Ludovico Ariosto, de quien toma el tema de la locura de amor (Orlando Furioso, poema

épico italiano).

Es en Italia donde Garcilaso fortalece su clasicismo y redescubre a Virgilio, sin olvidar

otros autores griegos que también estudia.

Máxima expresión del Renacimiento castellano, se convirtió en una referencia

inexcusable para los poetas españoles, que desde entonces no pudieron ignorar la

revolución métrica y estética operada por él en la lírica española al introducir con Juan

Boscán y don Diego Hurtado de Mendoza una serie de estrofas (terceto, soneto, lira,

octava real, endecasílabos sueltos, canción en estancias), el verso endecasílabo y su

ritmo, mucho más flexible que el rígido y monótono del dodecasílabo, y el repertorio de

temas, estructuras y recursos estilísticos del petrarquismo.

El lenguaje de Garcilaso es claro y nítido: selección, precisión y naturalidad y palabra

oral más que escrita, busca el equilibrio clásico, la estilización de una lengua vulgar y la

precisión ante todo. Como afirma en su Égloga tercera:

“Más a las veces son mejor oídos

el puro ingenio y lengua casi muda,

testigos limpios de ánimo inocente,

que la curiosidad del elocuente.”

Esto es, es preferible evitar la retórica pomposa y la expresión forzada y culta para que

la poesía pueda aparecer como sincera, genuina y espontánea; el objetivo de la poesía es

ser oída, es la comunicación de los sentimientos, no el cortesano despertar de

admiración. Garcilaso, pues, prefiere el tono íntimo, personal y confidencial en la poesía

a la retórica y pompa de tonos más marciales o a la culta exhibición cortesana del

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ingenio, con lo que pone la primera piedra de una corriente lírica hispánica que todavía

latirá en la poesía de siglos posteriores.

El estilo de Garcilaso es muy característico: cuida especialmente la musicalidad del

verso mediante el uso de la aliteración y un ritmo en torno a los tres ejes acentuales del

endecasílabo. Utiliza el epíteto con la intención de crear un mundo idealizado donde los

objetos resultan arquetípicos y estilizados al modo del platonismo. Por otra parte, es

muy hábil en la descripción de lo fugitivo; su poesía produce una vívida sensación de

tiempo y se impregna de melancolía por el transcurso de la vida.

Aparecen los temas mitológicos como alternativa a los temas religiosos, Garcilaso no

escribió ni un verso de tema religioso. La mitología suscitaba en él una gran emoción

artística y se identificaba plenamente con algunos mitos como el de Apolo y Dafne. Sus

temas preferidos son los sentimientos de ausencia, el conflicto entre razón y pasión, el

paso del tiempo y el canto de una naturaleza idílica que sirve de contraste a los

doloridos sentimientos del poeta. Cree en un trasmundo que no es el religioso cristiano,

sino el pagano.

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APOLO Y DAFNE:

A Dafne ya los brazos le crecían

y en luengos ramos vueltos se mostraban;

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían

los tiernos miembros que aun bullendo estaban;

los blancos pies en tierra hincaban

y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,

a fuerza de llorar, crecer hacía

este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!

1. Los autores renacentistas se inspiraron muchas veces en la mitología grecolatina

para expresar sus sentimientos. En este soneto Garcilaso trata sobre el tema del

amor imposible a través de mito de Dafne y Apolo. ¿Qué sabes sobre este mito?

2. Indica los aspectos físicos de la mujer que Garcilaso destaca en el poema.

3. ¿A quién crees que se refiere en el verso 9?

4. ¿Qué personajes intervienen en las dos primeras estrofas? ¿Qué acción se

cuenta? Señala las partes del cuerpo mencionadas.

5. ¿De qué tratan las otras estrofas? ¿Cuántas voces “hablan” en el poema?

6. ¿En qué se ha convertido el cuerpo de Dafne y por qué?

7. El soneto es uno de los poemas estróficos preferidos por los poetas del

Renacimiento. Analiza la métrica del poema. Elabora el esquema de la medida y

de la rima del que acabas de leer.

8. Explica el significado de la última estrofa.

9. Justifica si el poema es descriptivo. Un rasgo característico del autor es el

empleo del epíteto. Señala los que aparecen en el poema. Un epíteto (del griego

epitet, agregado) es un adjetivo o participio, que resalta las características

intrínsecas de un sustantivo (el frío en la nieve, el calor en el fuego, la humedad

en el agua, etc.).

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Apolo, el dios del sol y de la música, era un gran cazador. Una vez quiso matar a la

temible serpiente Pitón que se escondía en el monte Párnaso. Habiéndola herido con sus

flechas, la siguió, moribunda, en su huída hacía el templo de Delfos. Allí acabó con ella

mediante varios disparos de flechas. Delfos era un lugar sagrado donde se pronunciaban

los oráculos de la Madre Tierra. Hasta los dioses consultaban el oráculo y se sintieron

ofendidos de que allí se hubiera cometido un asesinato. Querían que Apolo reparase de

algún modo lo que había hecho, pero Apolo reclamó Delfos para sí. Se apoderó del

oráculo y fundo unos juegos anuales que debían celebrarse en un gran anfiteatro, en la

colina que había junto al templo. Orgulloso Apolo de la victoria conseguida sobre la

serpiente Pitón, se atrevió a burlarse del dios Eros por llevar arco y flechas siendo tan

niño. Irritado, Eros se vengó disparándole una flecha de oro, que le hizo enamorarse de

la ninfa Dafne locamente, mientras a esta le disparó otra flecha, esta de plomo, que le

hizo odiar el amor y especialmente el de Apolo. Dafne era una ninfa cazadora

consagrada a Artemis, hermana de Apolo que rechazó casarse, y por lo tanto, rechazaba

cualquier tipo de amor masculino, y, por supuesto, no quería casarse.

De tal modo, el enamorado Apolo persiguió locamente a Dafne. Mientras, ella huía de

él. Pero, poco a poco, Apolo fue reduciendo distancias y cuando iba a darle alcance, y se

encontraba ya cansada, Dafne pidió ayuda a su padre, el río Peneo de Tesalia. Apenas

había concluido la súplica, cuando todos los miembros se le entorpecen: sus entrañas se

cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas,

los pies, que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa

finalmente el rostro la altura y sólo queda en ella la belleza. Este nuevo árbol es, no

obstante, el objeto del amor de Apolo, y puesta su mano derecha en el tronco, advierte

que aún palpita el corazón de su amada dentro de la nueva corteza, y abrazando las

ramas como miembros de su cariño, besa aquél árbol que parece rechazar sus besos.

Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena,

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto,

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto, antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera,

por no hacer mudanza en su costumbre.

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1. ¿Qué tópico literario ilustra este soneto?

2. ¿Cuál es el término real al que sustituye "nieve" en el verso 11?

3. ¿Con qué metáfora se alude a la belleza en el poema?

4. ¿Qué dos palabras se encuentran en antítesis en el primer cuarteto? La antítesis

es una oposición entre dos términos contrarios o complementarios.

5. ¿Con qué metáfora se alude a la juventud en el poema?

6. Indica si es verdadera o falsa la siguiente afirmación:

En el último terceto, Garcilaso alude a la fugacidad de la rosa como ejemplo

para que la mujer aproveche su belleza, también fugaz.

7. ¿Con qué metáforas describe el poeta el color de la piel de la mujer?

8. ¿Qué medida tienen los versos de este soneto?

9. ¿Con qué expresión se alude en el poema al cabello rubio?

10. ndica si es verdadera o falsa la siguiente afirmación:

La segunda parte del poema ocupa el segundo cuarteto y los dos tercetos, y en

ella Garcilaso describe la belleza de la mujer y la incita a aprovecharla antes de

que envejezca.

Soneto I

Cuando me paro a contemplar mi estado

y a ver los pasos por do me ha traído

hallo, según por do anduve perdido

que a mayor mal pudiera haber llegado;

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mas, cuando del camino estó olvidado,

a tanto mal no sé por dó he venido;

sé que me acabo, y más he yo sentido

ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte

a quien sabrá perderme y acabarme

si ella quisiere, y aun sabrá querello,

que pues mi voluntad puede matarme,

la suya, que no es tanto de mi parte,

pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

Soneto V

Escrito está en mi alma vuestro gesto

y cuanto yo escribir de vos deseo:

vos sola lo escribisteis; yo lo leo

tan solo que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto,

que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,

de tanto bien lo que no entiendo creo,

tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;

mi alma os ha cortado a su medida;

por hábito del alma misma os quiero;

Cuanto tengo confieso yo deberos;

por vos nací, por vos tengo la vida,

por vos he de morir, y por vos muero.

Soneto X

¡Oh dulces prendas por mi mal halladas,

dulces y alegres cuando Dios quería,

juntas estáis en la memoria mía

y con ella en mi muerte conjuradas!

¿Quién me dijera, cuando las pasadas

horas qu ´en tanto bien por vos me vía,

que me habíades de ser en algún día

con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes

todo el bien que por términos me distes,

lleváme junto el mal que me dejastes:

si no, sospecharé que me pusistes

en tantos bienes porque deseastes

verme morir entre memorias tristes.

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Juan Boscán

Juan Boscán Almogávar (o Joan Boscà i Almogàver) (Barcelona, 1492 - Perpiñán,

21 de septiembre de 1542), poeta y traductor español del Renacimiento. Conocido

fundamentalmente por haber introducido la lírica italianizante en la poesía en castellano

junto con Garcilaso de la Vega. Asimismo, tradujo al español El Cortesano de Baltasar

de Castiglione.

Biografía

De familia noble, recibió una excelente formación humanística y sirvió en la Corte de

los Reyes Católicos y después en la del emperador Carlos I de España. Fue preceptor de

Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, futuro Gran Duque de Alba. En la Corte

conoció a otro gran poeta amigo suyo, don Diego Hurtado de Mendoza; éste le dirigió la

famosa Epístola a Boscán. El caballero catalán se casó con una culta dama valenciana,

doña Ana Girón Rebolledo. Viajó a Italia como embajador español. Allí encontró al

caballero toledano Garcilaso de la Vega, con quien entabló una gran amistad.

Boscán, que había cultivado con anterioridad la conceptuosa y cortesana lírica

cancioneril, introdujo el verso endecasílabo y las estrofas italianas (soneto, octava real,

terceto encadenado, canción en estancias), así como el poema en endecasílabos blancos

y los motivos y estructuras del Petrarquismo en la poesía castellana. Se persuadió de

ello en una conversación mantenida en 1526 con su amigo, el embajador veneciano y

humanista Andrea Navagiero, en los jardines del Generalife, en Granada, como contó él

mismo, ya que éste le animó a intentar esa experiencia poética, y convenció de esta

novedad también a sus amigos Garcilaso de la Vega y don Diego Hurtado de Mendoza

y escribió el manifiesto de la nueva estética italianizante del Renacimiento en la

siguiente epístola incluida como prólogo en uno de sus volúmenes de poesías:

“Estando un día en Granada con el Navagero, tratando con él en cosas de ingenio y de

letras, me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas

usadas por los buenos autores de Italia: y no solamente me lo dijo así livianamente, más

aún me rogó que lo hiciere... Así comencé a tentar este género de verso, en el cual hallé

alguna dificultad por ser muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes del

nuestro. Pero fui poco a poco metiéndome con calor en ello. Mas esto no bastara a

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hacerme pasar muy adelante, si Garcilaso, con su juicio -el cual, no solamente en mi

opinión, mas en la de todo el mundo ha sido tenido por cosa cierta- no me confirmara en

esta mi demanda. Y así, alabándome muchas veces este propósito y acabándome de

aprobar con su ejemplo, porque quiso él también llevar este camino, al cabo me hizo

ocupar mis ratos en esto más fundadamente.”

Epístola nuncupatoria de Juan Boscán a la duquesa de Soma

Otros caballeros, sin embargo, tenían un concepto más nacionalista del Renacimiento,

como por ejemplo Cristóbal de Castillejo, e hicieron ver amablemente su

disconformidad en sátiras contra el nuevo estilo. La novedad del endecasílabo, sin

embargo, arraigó al lado del octosílabo como el verso más usado en la lírica española y

desde entonces el dodecasílabo, con un ritmo machacón y menos flexible que el del

endecasílabo, fue arrinconado y preterido en favor del endecasílabo cuando había que

tratar temas importantes. La poesía castellana quedó así enriquecida con nuevos versos,

estrofas, temas, tonos y recursos expresivos.

El poema Hero y Leandro de Boscán es el primero que trata de temas legendarios y

mitológicos clásicos. Por otra parte, su Epístola a Mendoza introduce en España el

modelo de la epístola moral como un género poético imitado de Horacio, donde se

expone el ideal del sabio estoico con su prudente moderación y equilibrio.

Estudios modernos han desterrado que la idea infundada de la dureza y sequedad de sus

versos con el pretexto de que no era un hablante nativo de castellano. Fuera de un

amplio cancionero petrarquista, Boscán demostró su dominio del castellano traduciendo

además Il libro del cortegiano (1528) del humanista italiano Baldassare Castiglione con

el título de El Cortesano (1534) en una modélica prosa renacentista esmaltada de

germinaciones ciceronianas. Además, preparó la edición de las obras de su amigo

Garcilaso de la Vega junto a las suyas, si bien murió antes de poder culminar el

proyecto, por lo que su viuda imprimió la obra en 1543 en el taller de Carles Amorós,

en Barcelona, con el título Las obras de Boscán con algunas de Garcilaso de la Vega.

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HERO Y LEANDRO. (PARTE FINAL)

Este andar peleando duró tanto

que Leandro, que'n fin era de carne,

començó, el triste, de perder sus fuerças.

Empeçaron sus braços a vencerse,

sus piernas anduvieron desmayando,

entrávale la muerte con el agua,

y dél a su plazer tomava el tiempo.

Él, viéndose morir entre'stos males,

la postrer cosa que hizo el desdichado

fue alçar los ojos a mirar su lumbre.

Y aquel poco d'aliento que tenía,

echóle todo en un gemido baxo,

embuelto en la mitad del nombre d'Hero.

Y allí un golpe le dio del mar tan bravo,

que le sorbió del todo en un instante,

y en este mismo punto, un torbellino

acabó de matar la lumbrezilla,

testigo fiel y dulce mensagera,

d'estos fieles y dulces amadores.

Começó a esclarecer en este tiempo,

y Hero, con furia de mortal congoxa,

con los ojos buscando toda el agua,

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buscando las riberas y buscando

más allá que llegava con su vista,

no viendo nada, en fin, cayó de pechos

en la ventana, sobre las barandas.

Y acaso, sin sentir cosa que hiziese,

que ya poco sentido le quedava,

hazia'l pie de la torre miró el suelo,

y su Leandro vio muerto en l'arena.

Entonces, con la ravia de la muerte,

a rasgar empeçó sus vestiduras,

mesando sus cabellos y arañando

su lindo rostro, sus hermosos pechos,

inchiendo d'aullidos todo'l campo.

Tras esto, así, sin más pensar su muerte,

dexándose caer de la ventana,

dio sobre'l cuerpo muerto de Leandro,

que aún entonces se l'acabava el mundo.

Y así se fueron juntas las dos almas

a los campos Elisios para siempre.

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Hero era una sacerdotisa de Afrodita que vivía en una torre en Sestos, en el extremo del

Helesponto. Leandro, un joven de Abidos, al otro lado del estrecho, se enamoró de ella.

Los padres de ambos jóvenes se opusieron a que se casaran como era su deseo, y un día,

hartos de sus encuentros a pesar de las indicaciones que les hacían, les prohibieron

terminantemente cualquier contacto. Los jóvenes idearon un plan para verse en secreto.

Cada noche, Hero encendía una linterna en una ventana de su casa, y ésta servía de guía

para que Leandro, en la orilla opuesta, cruzase. Una noche, sin embargo, hubo un fuerte

vendaval que apagó la linterna encendida por Hero, por lo que el amante perdió el

camino y pereció ahogado. Hero se lanzó desde la torre, muriendo también.

SONETO CXXIX

Garcilaso, que al bien siempre aspiraste y siempre con tal fuerza le seguiste,

que a pocos pasos que tras él corriste, en todo enteramente le alcanzaste,

dime: ¿por qué tras ti no me llevaste cuando de esta mortal tierra partiste?, ¿por qué, al subir a lo alto que subiste,

acá en esta bajeza me dejaste?

Bien pienso yo que, si poder tuvieras de mudar algo lo que está ordenado,

en tal caso de mí no te olvidaras: que o quisieras honrarme con tu lado

o a lo menos de mí te despidieras; o, si esto no, después por mí tornaras.

A LA TRISTEZA

Tristeza, pues yo soy tuyo, tú no dejes de ser mía;

mira bien que me destruyo sólo en ver que el alegría presume de hacerme suyo.

¡Oh, tristeza! que apartarme de contigo

es la más alta crueza que puedes usar conmigo.

No huyas ni seas tal

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que me apartes de tu pena; soy tu tierra natural,

no me dejes por la ajena do quizá te querrán mal.

Pero, di: ya que estó en tu compañía,

¿cómo gozaré de ti, que no goce de alegría?

Que el placer de verte en mí, no hay remedio para echallo,

¿quién jamás estuvo así? que de ver que en ti me hallo,

me hallo que estoy sin ti. ¡Oh ventura!

¡Oh amor, que tú hiciste que el placer de mi tristura

me quitase de ser triste! Pues me das por mi dolor

el placer que en ti no tienes, porque te sienta mayor,

no vengas, que si no vienes, entonces vernás mejor.

Pues me places, vete ya, que en tu ausencia

sentiré yo lo que haces mucho más que en tu presencia.

SONETO

Cómo, después del tempestuoso día, la tarde clara suele ser sabrosa,

y después de la noche tenebrosa, el resplandor del sol placer envía;

así en su padecer el alma mía

con la tarde del bien es tan gozosa, que se entrega, en una hora que reposa,

de todos los trabajos que tenía. Mas este bien no suele ser barato;

mucho cuesta tan fuerte medicina, y es lo peor que presto ha de pagarse.

Es reposar de un hombre que camina,

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que a la sombra descansa un breve rato,

para luego volver a más cansarse.

Garcilaso de la Vega (1494?-1536): Soneto XXIX

Pasando el mar Leandro el animoso,

en amoroso fuego todo ardiendo,

esforzó el viento, y fuese embraveciendo

el agua con un ímpetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso,

contrastar a las ondas no pudiendo,

y más del bien que allí perdía muriendo,

que de su propia muerte congojoso,

como pudo, esforzó su voz cansada,

y a las ondas habló desta manera

mas nunca fue su voz de ellas oída:

«Ondas, pues no se excusa que yo muera,

dejadme allá llegar, y a la tornada

vuestro furor ejecutad en mi vida».